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C Rojas Internet y Vinculos

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(Publicado en las Actas del Congreso de la Federación Latinoamericana de

Psicoterapia Analítica de Grupo, FLAPAG, Montevideo, 1998)

LOS VINCULOS EN LA ERA DE INTERNET


María Cristina Rojas

Los desarrollos tecnológicos configuran, sin duda, un signo tan específico de


nuestro tiempo que resulta difícilmente asimilable, para la evaluación de sus efectos, a
fenómenos propios de épocas anteriores. Si bien la técnica es generadora hoy de
peculiares transformaciones de los vínculos y la subjetividad, considero que ella no
puede ser aislada del conjunto de factores a su vez condicionantes correspondientes
a distintas áreas de la cultura: económica, política, social, y otras. Desde su origen, el
hombre temió y amó la tecnología: en plena Revolución Industrial, utópicos ludistas
atacaban objetivos laborales transformados por la introducción de la máquina, en una
lucha desigual, tendiente a contener el despliegue de los tiempos y los desarrollos de una
técnica que parece, desde entonces, exceder cualquier planificación. Es así que la
máquina ha sido ferozmente acusada de la disolución de las formas del lazo humano más
valoradas en tiempos aun recientes: los lazos estables, profundos, solidarios; no obstante,
estas mutaciones no responden con exclusividad a la variante técnica, ella se entrama en
el universo del neoliberalismo y en lógicas culturales tan implacables como el consumo,
que afectan en igual sentido -extremado individualismo, ciertas formas de des-vínculo- al
ser humano de hoy.
Bajo el imperio de las impactantes tecnologías de la comunicación, que aquí
privilegiaré, asistimos al nacimiento de formas relacionales inéditas. En primer término,
mencionaré la relación del hombre con la máquina, que si bien data de otros siglos, se
complejiza a partir de la posibilidad interactiva y virtual. Este nexo da lugar en
ocasiones a la construcción de un verdadero imaginario vincular; es decir, el ser
humano, cuyo psiquismo requiere la apoyatura relacional, imaginariza un otro en la
máquina, en especial cuando ella responde a sus estímulos; pensemos por ejemplo en el
sexo interactivo. La máquina funciona en este caso como productora instantánea de
objetos de satisfacción autoerótica y puede alimentar, junto a otras condiciones del
psiquismo singular, la omnipotente ilusión de un objeto siempre presente que permita
prescindir del otro real, con el cual exponerse a las complejidades del vínculo. Ese “otro
electrónico” se halla disponible y es apto para todo tipo de requerimientos y caprichos,
excepto la presencia carnal; impedimento que quizá opere en el sentido de la castración.
Cuánto y cómo han de incidir estos seudovínculos solitarios en las relaciones que el
sujeto establezca con seres reales, es todavía un tema escasamente explorado En
relación con esto, es también interesante tomar en cuenta las relaciones que los sujetos
establecen con figuras mediáticas relevantes, en particular, los animadores de TV. Estos,
siempre alegres, excitados, conmovedores y chispeantes, suelen opacar a los deslucidos
habitantes de la VR, y a los vínculos desplegados en tal mundo, tantas veces afectados
por tristezas, problemáticas socioeconómicas, enfermedades, todo eso que en las
pantallas parece constituir una irrealidad, el universo de lo ajeno. Por otra parte, la
relación precoz del niño con la computadora y el televisor ofrece a estos productos
técnicos omnipresentes en la vida cotidiana un puesto importante en la constitución
misma de la subjetividad, en la que operan vehiculizados por los fuertes investimentos de
las imágenes propuestas que en el niño, como en muchos adultos, se suscitan.(7).
Surgen además entre los hombres vínculos mediados por máquinas, cuyo
prototipo actual son las interrelaciones a distancia establecidas a través de Internet; éstas
constituyen en muchos casos un atractivo ensanchamiento del psiquismo o tienden
inclusive a desplazarse a la vida real. Otras veces, en cambio, colaboran al aislamiento del
sujeto en mundos virtuales y lejanos, con relaciones ficticias y alternantes que
empobrecen los contactos intersubjetivos próximos y duraderos.
La gran revolución informática se ha ido complejizando desde la aparición, a
comienzos de los años 70, del primer microprocesador electrónico, hasta la creación de
la gran Red, Internet, sorprendente espacio de la información infinita e indominable, que
conforma una dimensión peculiar de nuestra época. Desde ya, la difusión de esta
posibilidad tecnológica en nuestros países latinoamericanos se ve bloqueada por su alto
costo que la hace privativa, al menos por ahora, de una estrecha franja de población. La
revolución comunicacional parece empujar los límites de lo cognoscible, a medida que
nuevos instrumentos expanden la visibilidad. Considero que esto ancla en fantasías de
inmortalidad y saber total que acompañan al parecer de modo ineludible al ser
autoconciente, fantasías expresadas en todas las mitologías, también ligadas al afán
humano de explorar y doblegar los mundos.
Es destacable el impacto de la aceleración temporal propia de la tecnociencia de
hoy, me refiero en particular a la ultravelocidad de la computadora, cuya unidad, el
nanosegundo, es igual a una milmillonésima de segundo, es decir, el tiempo cibernético
se ubica más allá del tiempo biológico, tiempo posible para el humano; la velocidad de
las imágenes resulta así superior a la capacidad de absorción y retención del
psiquismo.(6) La vertiginosidad afecta de modo parcial la capacidad subjetiva de dar
significación; los estímulos a la par que veloces, siempre presentes, no dan tregua y se
volatilizan antes que el psiquismo pueda procesarlos. Se constituye un medio “hiper”:
medio de la hiperestimulación, la hiperexcitación, la hiperactividad. Son escasos los
momentos en que el sujeto se ve exento de estimulación: casi siempre debe hacer o
significar algo. Hay pérdida de lentitud y también de silencio: no es a partir de éste que
se engendra la calma. Entiendo que el exceso de solicitación, que genera
hiperactividad, conlleva también su contrapartida, la abulia, la apatía, expresiones
de una suerte de abandono del intento de responder al cúmulo de exigencias.
Pongo en relación además estos rasgos que impregnan distintas dimensiones de la
cultura con cierta pregnancia de lazos amorosos efímeros; intensos y pasionales, pero
faltos de intimidad e interés recíproco profundo, parecen consumirse en la
instantaneidad; hay entonces un rápido cambio de canal, en una suerte de “zapping” de la
felicidad que valores diferentes vedaban en épocas anteriores. La propia pareja
matrimonial debe ser siempre placentera, intensa y gratificante: la satisfacción sexual se
halla en primer plano. Ante la amenaza del sufrimiento o la pérdida de la pasión, el lazo
se disuelve, en procura de una nueva relación apta para ser disfrutada. Los hijos ya no
unen forzadamente, son fuente subsidiaria y no central o única de satisfacción para
ambos géneros, por ende, no pueden sustituir el bienestar conyugal. Sin embargo, el ser
humano, que por las características del mercado neoliberal carece también de lazos
laborales estables, continúa procurando vínculos a la par que íntimos, no
amenazados de inestabilidad, como forma de apuntalamiento del psiquismo.
Observaciones clínicas y el análisis de producciones mediáticas y artísticas de actualidad
me permiten pensar que existe un corrimiento de dichas cualidades desde la pareja y los
lazos consanguíneos a los vínculos de amistad, que de tal modo se ven jerarquizados.
Universos apasionantes desbordan la cotidianeidad, así, los amplios contactos con
los otros del planeta a través de las redes informáticas, ya hoy con voz y con imagen, o la
visita a los mundos virtuales, pura representación planteada, no obstante, como realidad
alternativa, bajo formas tridimensionales que permiten una inmersión en la imagen
misma, la que puede ser visitada y palpada. Las vidas alternativas desplegadas en mundos
virtuales transcurren en un tiempo siempre presente: rige una inmediatez sin memoria,
futuro o interioridad: la criatura que transita las redes no sólo carece de cuerpo, se halla
también por fuera de la cronología y de la historia. Allí, la vejez es opcional y la muerte
pierde su violencia inmutable. Pienso que todo esto remarca la desconsideración del
futuro propia de la actualidad, así como mecanismos pregnantes tendientes a
desmentir el paso del tiempo, en articulación además con otros recursos técnicos
vastamente difundidos; ellos favorecen la atenuación de las marcas corporales de la edad
y por ende contribuyen a desdibujar las diferencias generacionales, lo que se relaciona, a
través de la igualación, con modalidades de los vínculos familiares de hoy, afectados por
el borramiento de las asimetrías.(9) También la atracción de estos universos novedosos
se relaciona con fantasías propias del ser humano que preceden a la máquina,
aunque ella amplía las posibilidades, abriéndose a eficacias no anticipables. O.
Mannoni (5) señala en el hombre un deseo “sin el cual no habría teatro”: el deseo de
llevar otra vida. Esa otra vida es otra cosa que una vida, es eso nuevo que el poeta, el
creador, buscara siempre por fuera de las rutinas cotidianas, hoy, quizá el hombre lo
indague a partir de un universo digital, más allá de la denominada VR, la vida real.
Por otra parte, la virtualidad da lugar a la exploración colectiva de sensaciones
sólo mentales o imaginarias y colabora así a desalentar aquella ferviente búsqueda
moderna de autenticidad, del ”verdadero yo”, diversificado en estos juegos en que
personalidades múltiples pueden ser creadas y “vividas” con simultaneidad. (11) No
obstante, si numerosas facetas del psiquismo son puestas en juego a partir de la
técnica, esto tampoco es ajeno a rasgos emergentes en otros ámbitos que hacen a la
producción de subjetividad. De tal manera, hoy el niño se ve inmerso desde edades
precoces en distintas instituciones, en cada una de las cuales debe adecuarse a reglas y
modalidades diferentes, no solamente en lo que hace a escolaridad y recreación, sino
también en cuanto a la pertenencia, frecuente a partir del divorcio, a dos familias,
ensambladas o monoparentales, que le proponen distintas formas de vida. Se requiere así
del sujeto en constitución ductilidad y múltiples respuestas ante medios diferenciales y a
veces contradictorios. Luego, habitará un mundo siempre complejo y polifacético que le
exigirá no sólo desempeños variados y disímiles sino también adecuaciones constantes a
la vigencia de lo nuevo. Conecto estas modalidades hoy acrecentadas, con la jerarquía
actual de la cuestión del sujeto y su inconsistencia, introducida en el Psicoanálisis a partir
del aporte de Jacques Lacan.
Otra temática fuertemente ligada a la era de las pantallas es la cuestión de la
realidad y la ficción. Quien se vincula con la imagen es un yo ciertamente ficcional, sin
relaciones y por ende, de precaria identidad, un yo que a veces podrá quedar absorbido
por el mundo de imágenes en el cual él cree poder encontrarse y reconocerse.(2) Es
decir, las relaciones transitorias e inestables, junto a cierta pregnancia de vínculos a
distancia y la inmersión en la imagen, acentúan el desarraigo de una identidad que
requiere la pertenencia a configuraciones vinculares, algunas de ellas estables, para su
construcción y sostén: subsiste entonces un yo inconsistente que corre el riesgo de
diluirse en el juego de los espejos. Vertiginosidad y vacilación de referentes ratifican
también el desdibujamiento de ese yo solitario, penetrado por un sentimiento
ficcional propio de una verdadera cultura de la simulación, como algunos autores la
denominan. Vattimo, por su parte, señala que la sociedad de la comunicación
generalizada parece orientarse a una “fabulación del mundo”. Dice: “Vivir en este mundo
múltiple significa experimentar la libertad como oscilación continua entre la pertenencia y
el extrañamiento”(12) Frase que capta, según pienso, una singular dimensión de nuestro
mundo de hoy, en el cual el desvanecimiento de los lazos disminuye constricciones y
restricciones, otorgando a veces junto a la liberación, la soledad y la amenaza del
extrañamiento del ser, que podrá conducir, en ocasiones, al pánico de no ser.
Articulo estas cuestiones con la vigencia del denominado ataque de pánico, uno de los
sindromes característicos de nuestro tiempo.
Al coexistir en las redes comunicacionales una pluralidad de valores,
cosmovisiones, creencias y sistemas diversos hasta lo inimaginable; al publicitarse a
través de los medios aun los códigos de las ultraminorías, el hombre toma aguda y a
veces sufriente conciencia de la relatividad de su propio sistema de creencias, y percibe
su historicidad. Esto refuerza la pérdida de las certezas y del pensamiento unitario del
mundo. De tal modo, los medios no parecen instalar la vigencia de un discurso único y
autoritario, temor expresado con frecuencia en las obras de ciencia ficción, sino que
someten al humano al vacío de significación. De acuerdo con Baudrillard, las
máquinas virtuales no alienan, devoran, “forman conmigo un circuito integrado”, dice, y
a la par denotan la inutilidad potencial del mundo externo.(1)
Consideremos algunas cuestiones relacionadas con la incidencia en igual sentido
de la televisión, de vasta difusión previa a la era de Internet. Esta, si bien conecta al
espectador con mundos no virtuales, al colocar en un mismo plano lo ficcional y lo real
colabora a anular los índices que demarcan los contextos. El espectáculo-ficción se
trasmite en el mismo nivel que las noticias “reales” y atenúa, sin diluirla, la poco nítida
frontera entre ambas. Por otra parte, se difunden mentiras -¿o verdades?-, como las
supuestas intimidades de los famosos o ciertos hechos políticos; el espectador -o lector,
si se trata de la prensa- duda a menudo de la veracidad de la supuesta noticia, sabe/no
sabe al mismo tiempo de su posible falsedad. Se crea de tal modo un mundo incierto,
poco confiable, donde la sospecha de ser engañados suele tornarse constante. Nadie está
seguro de lo que ve ni cree todo lo que ve. Con simultaneidad, la tecnología
comunicacional construye la ilusión de un todo sin opacidades, en el cual las
transparencias totales anulan la interioridad, ese mundo íntimo realzado en épocas
previas. Se despliega así una pura superficie, sin discriminación adentro/afuera.
Ello acentúa y pone de manifiesto además la radical transformación de los valores ligados
a privacidad, en una sociedad en que la vida toda, también las vicisitudes amorosas o
violentas de la pareja y la familia, devinieron en gran medida publicables. Las
videocámaras se diseminan en todas las esferas: cámaras sorpresa, cámaras visibles,
ocultas, secretas, indiscretas, forman parte del paisaje cotidiano y generan el supuesto de
una visibilidad global e ilimitada, a la par que producen a menudo intensas vivencias
ligadas a la falta de privacidad. La presencia constante de imágenes prefabricadas ocupa
además espacios de atención que se restan al contacto directo, visual y verbal, con los
otros de la Vida Real: también, los otros del parentesco. Por ejemplo, las pantallas
suplantan con suma frecuencia la narración de cuentos u otras formas de contacto
humano directo que asompañaran el momento del sueño de los niños en modelos
familiares previos. La televisión posee al decir de Bechelloni, (1), una “función bárdica”,
que remite a la necesidad que las sociedades humanas han expresado siempre de narrar y
escuchar historias, verosímiles o no. De tal modo, el aparato reemplaza el decir de los
otros reales, por ejemplo de los antepasados familiares, tradicionalmente encargados de
funciones ligadas a la trasmisión.
He esbozado hasta aquí algunas de las muchas cuestiones que condicionan a los
lazos humanos de nuestro tiempo, tomando como eje su relación con las tecnologías de
mayor actualidad. Las mismas abren, en sus múltiples eficacias, amplias temáticas a la
consideración psicoanalítica. Cómo investigar éstas y otras puntuaciones sin que la
vigencia de nuestras propias cosmovisiones e ideologías obstaculicen tanto nuestro
pensamiento como el accionar clínico: he aquí uno de los grandes desafíos propios de
estos tiempos cambiantes.

BIBLIOGRAFIA
(1) Anceschi, Baudrillard, Bechelloni y otros: Videoculturas de fin de siglo, Ed..
Cátedra, Madrid, 1989
(2) Augé, M.: La guerra de los sueños, Gedisa, Barcelona, 1998
(3) Badiou, A.: Manifiesto por la filosofía, Nueva Visión, 1990
(4) Lodi, Loureiro, Mascheroni, Raffaele, Resnicoff, Sujoy: El porvenir de los
vínculos y la subjetividad en una cultura cibernética, Congreso IAGP, 1995
(5) Manonni, O.: La Otra escena. Claves de lo imaginario, Amorrortu, 19
(6) Piscitelli, A.: El tiempo se acaba. Del péndulo a la máquina virtual, en
“Temporalidad. Determinación. Azar”, S. Bleichmar comp.
(7) Rojas, M.C.: De violencias y familias. La escena violenta en las puertas del
2000, Actas Jornadas FAPCV, 1997
(8) Rojas, M.C.: Realidad psíquica, vincular y social. Funciones del lazo familiar,
RPPG, 1998
(9) Rojas, M.C.: La función del padre en la familia actual: problemáticas clínicas,
Actas Jornadas AAPPG, 1997
(10) Swerdlow, J.: Information Revolution, Revista National Geographic,
vol.188, 4, 1995
(11) Turkle, S.: La vida en las pantallas, Paidós, 1997
(12) Vattimo, G : La sociedad transparente, Paidós, 1990

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