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Eliana Cevallos Amorysentido

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AMOR Y SENTIDO.

DE LA UNICIDAD A LA
ESCENA DEL DOS. UNA DIDÁCTICA A LA
LUZ DEL PENSAMIENTO DE V. FRANKL

Eliana CEVALLOS

Resumen
La práctica y experiencia en la terapia de pareja, nos llevan inevi-
tablemente a acercarnos al tema del amor y a la comprensión de la pareja
humana.
No hay duda de que la experiencia de amar es única y singular y,
nos ofrece un panorama complejo en donde transitamos entre la unidad-
totalidad de cada persona y la respectividad-reciprocidad de cada pareja.
Esta complejidad se enriquece cuando se la enfoca desde la diná-
mica existencial de Frankl, pues quizás es la experiencia amatoria la que
con más frecuencia e intensidad pone en evidencia la fuerza atrayente del
valor del amor y la tensión que ésta produce en cada persona. Una diná-
mica existencial en donde el tú y el yo, se encuentran al amar amando y
conforme el ser siendo de cada uno.
En este momento histórico, el Análisis Existencial y la Logotera-
pia de Víktor Frankl se erige como un terreno fértil para rescatar el amor,
la vida en pareja y la conciencia personal y colectiva del encuentro amo-
roso.

Abstract
Love and sense. From unity to the scene of two. A didactic from viktor
frankl
Practice and experience in couple therapy, inevitably lead us to
approach the issue of love, of family, the understanding of the human cou-
ple and the peculiarities of each couple and each of the persons within it.
The whole original unity of each human implies at the same time the ori-
ginal respectivity-reciprocity of each romantic relationship.
This complexity is enriched when it can be captured, from the
recognition of human purpose towards the value of love and to its expe-
rience. An existential experience in which the you and the me meet them-

Nous. Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial 73


selves in their spatial and temporal outcome, in which love is a gerund, a
love by loving under the being of each of the lovers.
In this historic moment, the Existential Analysis and Logotherapy of Vik-
tor Frankl stands as a fertile ground to rescue the love, the life as a couple
and the awareness of personal and collective beings which the romantic
encounter implies.

Palabras clave: Logoterapia. Amor. Análisis Existencial. Pareja. Reduc-


cionismo.
Key words: Logotherapy. Love. Existential Analysis. Couple. Reductio-
nism.

Introducción

El Análisis Existencial de Frankl fue, en su momento, un cuestio-


namiento radical al reduccionismo y al pandeterminismo. Este cuestiona-
miento radical se actualiza de un modo muy pujante en el tema de los vín-
culos y el amor.

Desde la fragilidad comunitaria contemporánea hasta el debilita-


miento progresivo del compromiso afectivo, tal interpelación cobra signi-
ficativa importancia, especialmente para quienes trabajamos con parejas y
familias.

Durante las últimas décadas, desde Howard Gardner (2011) y el


trabajo de Daniel Goleman (1996), ya nadie duda de la necesidad de cul-
tivar la inteligencia emocional y del impacto que en ella tiene el cuidado
y el desarrollo de vínculos seguros y afectivamente sanos.

Desde los centros preescolares, pasando por la escuela, la Univer-


sidad y los lugares de trabajo, la mayoría de personas clamamos por un
quehacer educativo y social que cuide la inteligencia interpersonal e intra-
personal y genere personas libres y responsables en procura de una con-
vivencia social pacífica, tolerante y solidaria.

Un clamor que demanda de la educación, de la política, de la eco-


nomía, de las leyes y de la cultura un acercamiento al ser humano desde
su multidimensionalidad y para su multidimensionalidad. En este contex-
to, el análisis existencial de Frankl tiene mucho que ofrecer, sobre todo

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porque, como dice, cuando se refiere al nuevo paradigma en la logotera-
pia, el Dr. Gerónimo Acevedo (2013): “integra, articula, interactúa e
incluye lo excluido” (p. 29).

Todo psicoterapeuta que ha trabajado con parejas y familias ha


advertido este clamor sobre el cuidado a los vínculos y sobre la integra-
ción e inclusión de toda la realidad existencial en ellos. Todos hemos sen-
tido la urgencia de no olvidar esos puntos donde pueden surgir errores por
un reduccionismo en nuestras investigaciones y prácticas. Uno de estos
puntos es hacer frente a la pregunta y a la constelación que emana de ella:
¿Qué es el amor?.

Sin esta primerísima tarea, no se puede hilvanar el arte y la técnica


en la psicoterapia de pareja o familia. Sin embargo, debemos indicar que
la respuesta estará sujeta a muchas interpretaciones y quizá tenga tantas
respuestas como personas, lo cual nos lleva a un escollo complejo: el
amor no encaja en el modelo de conocimiento al que estamos habituados,
especialmente desde que el método científico se convirtió en el guardián
de la sensatez, exiliando por completo al misterio como realidad existen-
cial.

En esta realidad es donde ha crecido y fermentado el pensamiento


reduccionista, manteniendo y regenerando la clásica división entre sensi-
bilidad y razón, como advertía hace años Max Scheler (1997) en su obra
El formalismo en la ética y la ética material de los Valores.

Al respecto, todas las personas, seamos científicas, psicoterapeu-


tas, o no, tenemos la obligación de preguntarnos sobre qué es el amor y
validar nuestra propia experiencia, incluso si ésta contradice a la sofisti-
cada tecnología, al lenguaje científico o a las representaciones sociales y
prácticas colectivas. ¿O acaso la ciencia, la cultura y la tecnología no tie-
nen el poder de modificar nuestra propia experiencia? ¿No serían nuestras
experiencias las que les deberían servir de base?

Nuestras experiencias, muchas veces, desbordan nuestra capaci-


dad de entendimiento, advirtiéndonos de la necesidad de reflexionar un
poco más sobre aquellas preguntas complejas que demandan, en conse-
cuencia, respuestas complejas. Cuando complejo no es sinónimo de com-
plicado sino signo de profundidad.

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La complejidad nos abre a una constelación mayor de interrogan-
tes, ante los cuales habrá que asumir la limitación del conocimiento y la
responsabilidad de ser consistente con una visión antropológica de base.

Ello no debe sorprendernos, pues el encuentro amoroso es una de


las experiencias más fecundas para observar, observarnos, conocer y reco-
nocernos. Y esto debido a que el amor también es existencial y comparte
la totalidad, la unidad, la dinámica, la temporalidad, la singularidad y la
peculiaridad de cada uno de los sujetos involucrados y del entre que surge
nuevo y diferente.

Empezaremos implicándonos en la complejidad de responder a


¿qué es el amor?, partiendo de la reflexión sobre ¿quién es el sujeto que
se pregunta por él? y ¿desde dónde amamos?, siguiendo en esta labor la
antropología filosófica de Frankl.

El amor agudiza la certeza existencial de ser uno

Cuando las personas amamos, tenemos la sensación clara de nues-


tra unicidad y peculiaridad, así como de la llamada concreta del amor a
responder de modo inédito. Por eso, la experiencia del encuentro con el
amor y con el amado nos interpela en toda nuestra existencialidad fáctica
y facultativa, evidenciando lo que Frankl denomina la auto-comprensión
ontológica prerreflexiva.

Cuando nos enamoramos, se vuelve evidente la unidad a pesar de


la multiplicidad, la coexistencia entre la unidad antropológica a pesar
de las diferencias ontológicas (cfr. Frankl, 1991).

El encuentro amoroso nos hace palpable la excitación física al


mismo tiempo que la excacerbación psicosocial y a esa profunda llamada
del tú al último rincón de nuestro ser. Parafraseando a Frankl (1983), ama-
mos no solamente excitados por nuestra corporalidad, no solamente con-
movidos en nuestra emotividad, sino afectados en lo más hondo del espí-
ritu.

El coctel bioquímico de extraordinaria perfección nos impele a


transitar por el auto-distanciamiento y vamos hilvanando esa atracción
física entre emociones, sentimientos y pensamientos, aprendiendo a cui-
dar del otro. Poco a poco, vamos integrando esa amalgama de novedades

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a nuestro mundo social y vamos introduciéndonos en el encuentro con el
reconocimiento de la semejanza que brilla como eje central. Una semejan-
za que se real-iza en las diferencias e imprime la fuerza del vínculo: per-
sona con persona y, sobre todo, persona hacia y para otra persona.

De este modo, el amor se convierte en una experiencia existencial


de impacto absoluto en la certeza de nuestra singularidad. Queremos con-
vertirnos en únicos e irrepetibles porque se nos hace evidente que lo
somos. Queremos que nos acepten, es decir que respeten lo que somos y,
al anhelarlo, advertimos como una verdad innegable que somos dinamis-
mos de identidad y despliegue. No buscamos una aceptación congelada
sino una aceptación dinámica y abierta. Buscamos una oportunidad para
ser y para cambiar, para equivocarnos y aprender.

Manifestamos una rebelión interna cuando nos asumen como par-


tes. Nos asusta cuando sentimos que nos eligen con especial énfasis en
nuestro físico, en nuestros atractivos psicosociales, roles, estatus, etc. Nos
asusta que nos usen, nos abusen o nos vuelvan objetos. Demandamos con
total confianza que se respete nuestra totalidad y al hacerlo, la resonancia
de tal certeza nos cautiva en identidad.

Rechazamos toda posibilidad de amar o ser amados desde la obli-


gación, el deber, la compulsión o la adicción. Y cuando lo rechazamos
advertimos la libertad, en toda su hondura, con la responsabilidad que
implica elegir y ser elegidos.

Exigimos responsabilidad ante tal elección, empezamos a vislum-


brar con total claridad la consistencia, la coherencia necesaria entre decla-
ración, voluntad y acción.

Todo esto nos ocurre en medio de lo que podemos llamar el vér-


tigo del dos, es decir de la conciencia plena de semejanza en cuanto seres
diferentes dotados de libertad.

Libres somos para elegir y ser elegidos. Libres para gestionar las
diferencias desde la conciencia de las propias. Libres para actuar en con-
sistencia con nuestra decisión del grado de apertura. Lo cual implica acep-
tar nuestra profunda vulnerabilidad ante la respuesta del otro, especial-
mente si sabemos que por temor nos hemos enmascarado o hemos mani-
pulado las circunstancias.

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Presentarnos tal como somos nos enfrenta ante uno de los dilemas
más crudos y duros de la existencia: arriesgarnos a dejarnos ver desnudos
existencialmente. Desnudez que implica liberación de máscaras, defensas,
juegos manipulatorios, adornos psicosociales, etc. Siguiendo un pensa-
miento de Buber (1982), el Yo-Tú sólo puede ser pronunciado por el Ser
entero -y podríamos añadir- por el Ser desnudo. Una desnudez que impli-
ca una confianza plena de no ser avergonzados, juzgados o sentenciados.

En tal experiencia de desnudez, todo intento de determinación se


desvanece ante la experiencia de ser sujetos temporales. Lo que somos
para el otro posee en sí mismo el anhelo de que confíen en lo que pode-
mos llegar a ser. La sola imaginación de que el otro nos aprisione en el
pasado o en un juicio estático nos atemoriza y angustia. Y como derivado
de tal temor y angustia, advertimos lo valioso de nuestra existencia facul-
tativa.

Y como corolario de todo lo anotado en los párrafos anteriores, el


amor nos hace conscientes de nuestra intencionalidad, de nuestra notable
apertura, de ser y estar orientados hacia más allá del yo, dirigidos a algo
o a alguien, dedicados a una tarea, amando y experimentando la bús-
queda de sentido. Saliendo fuera de nosotros mismos, enfrentamos una
profunda amenaza: el riesgo de perder lo tremendamente insustituible,
único y valioso que ha surgido en el encuentro, así como asumir la respon-
sabilidad ante la llamada, también insustituible del otro que advierte que
el amor es una tarea por real-izar.

Un vínculo que una vez que ocurre, deja profunda huella en la


persona que lo vive, pues nadie es el mismo cuando, entre el uno y el uno,
aparece la escena del dos, como lo llama elocuentemente el filósofo fran-
cés Alain Badiou (2012).

La didáctica del amor en la escena del dos

Como queda señalado en párrafos anteriores, la ontología dimen-


sional frankleana así como las nociones fundamentales del Análisis Exis-
tencial se vuelven peldaños inevitables de reflexión cuando nos pregunta-
mos y observamos a las personas ante el amor, pero quizá un peldaño de
lo más significativo es el relativo a nuestra naturaleza vincular.

El amor interpela tal naturaleza de un modo radical y lo hace en


medio del surgimiento de la escena del dos.

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En este contexto, comprendemos claramente cuando Frankl
(1990) dice: “Se puede definir el amor como poder llamar tú a alguien y
además poder aceptarle positivamente; en otras palabras: comprender a
una persona en su esencia, tal como es, en su singularidad y peculiaridad”
(p.81).

La escena del dos implica ese llamado, esa aceptación y la conse-


cuente reciprocidad. En tal escenario, el vínculo amoroso se desenvuelve
entre los matices de vértigo, nausea y entrega ante la profundidad de nues-
tra libertad y, al mismo tiempo, entre la responsabilidad y desafío de tal
escenario.

La escena del dos nos exige comportamientos diferentes, nos crea


y nos recrea conductas, ideas, valores. Y en esta dinámica, el amor afina
nuestra conciencia en toda la complejidad de la alteridad y del acontecer.

La escena del dos, con sus riesgos y angustias, desempaña lo


valioso y nos enfrenta cotidianamente al dilema entre entrega-defensa,
desnudo-enmascaraddo, confianza-desconfianza, miedo-fe, seguridad-
inseguridad, esperanza-desesperanza, entre otros.

En tal cometido unas veces somos aprendices y otros maestros en


una suerte de didáctica viva. Vamos aprendiendo a ser-siendo y a real-izar
esa escena del dos que exige y apoya. Vamos encontrando los pasos y los
ritmos recíprocos entre la soledad más cruda y la más inefable comunión.
Una escena del dos que implica una demandante didáctica de alteridad,
respectividad y reciprocidad, donde la comprensión y la convivencia ubi-
can a toda persona en la necesidad de generar enormes habilidades en
cuyo eje titila la ambigüedad y la certeza.

En esta didáctica, cada uno esfuerza su dinamismo de identidad y


despliegue provocando actos de sentido dirigidos a com-prender al otro y
ser com-prendidos. De tales esfuerzos y de la noodinamica surge un uno
afectado por el otro uno en su relato biográfico y en su ser-con-el-mundo.

Idea que nos lleva a un peldaño adicional que el análisis existen-


cial apunta como punto central: la temporalidad y el mundo de la posibi-
lidad. Frankl (1990) dice: “…el amor hace ver y resplandecer lo que no
es todavía realidad sino una mera posibilidad; algo que todavía no existe
sino que se desarrolla, puede y debe desarrollarse” (p.81).

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Sin duda el amor posee esta generosidad y gratuidad. La capaci-
dad humana de confiar en aquello que el otro podrá llegar a ser; el olvi-
do del sí mismo por ir a por y para el sueño del otro. La fe en lo que aún
no ha llegado y la confianza en la tarea de lograrlo.

En otras palabras, el paso del vértigo del dos al anhelo de la esce-


na posible del dos.

Un paso en donde las personas aprendemos una nueva visión del


tiempo, con cierta participación en la idea de la eternidad. Un acercamien-
to que puede borrar el tiempo en el éxtasis del encuentro o expandirlo en
el miedo a la pérdida de lo amado.

La mayoría de vínculos amorosos transitan de modo natural sobre


esta nueva dimensión temporal y el mundo de la posibilidad. Y tal tránsito
va generando un relato compartido que, a su vez, hilvana períodos críticos
e hitos que provocan intimidad. Una intimidad en la que las personas pue-
den incluso volver a sentir.

Como dice Alan Badiu (2012): “Ciertamente, para hablar como el


poeta, el amor es también el “duro deseo de durar”. Pero, más todavía, es
el deseo de una duración desconocida. Porque, como todo el mundo sabe,
el amor es una reinvención de la vida. Y reinventar el amor es reinventar
esta reinvención” (p.13).

En tal tarea de reinvención, el amor literalmente nos devuelve la


vista pues nos permite ampliar nuestra existencia en la riqueza de la co-
existencia, abriéndonos a nuevos valores de experiencia y de creación y,
exigiéndonos valores de actitud constantemente.

También hay que decir que al ser la escena del dos una construc-
ción inacabada, incorpora en ella la vivencia del descubrimiento del sen-
tido situado y en situación. El amor desde esta perspectiva es un afinador
por excelencia, según pasamos a ver a continuación.

El amor, afinador en la búsqueda de sentido

Si la conciencia guía a las personas en su búsqueda de sentido, el


amor afina esa búsqueda, ya que se trata, como ha sido referido anterior-
mente, de una experiencia existencial de amplia envergadura.

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Nuestra intencionalidad y permeabilidad nos encuentra irremedia-
blemente interpelados por la escena del dos y es por tal característica que
impacta drásticamente en nuestra capacidad de descubrir el sentido
único y particular y que late en toda situación.

El sentido emerge desde el amor en la vida cotidiana, incluso en


cada conflicto, crisis o desacuerdo. Cada escena del dos genera jeroglífi-
cos que sólo serán descifrados por miradas amorosas, so pena de volverse
sin sentidos.

De alguna manera misteriosa, el amor afina nuestra visión, nues-


tra salida al mundo, nuestra salida hacia los demás. Afina desde lo preló-
gico, lo no racional. Afina nuestras búsquedas internas y externas no solo
en lo real sino también en lo posible.

El amor impregna de sus sabores y colores a la auto trascenden-


cia, la implica, la apela, la interpela y la dispone para detectar una posi-
bilidad de sentido.

El amor nos deja atónitos ante los nuevos horizontes que se abren
y hasta nos devuelve el sentido mismo de la vulnerabilidad al mismo tiem-
po que dota de significado a la voluntad, ante los eventos duros de la vida.

Si la conciencia tiene la facultad de intuir el sentido único y pecu-


liar que late en cada situación, el amor es el tejido en el que tal intuición
encuentra guía.

El amor no solamente nos devuelve la vista hacia el otro, sino que


nos devuelve la vista a la dimensión específicamente humana, como llama
Frankl (2012) a la dimensión de lo espiritual y en donde emerge la noción
de persona profunda. Así nos dice: “a decir verdad, siempre que aludimos
a la persona profunda podríamos con todo derecho referirnos únicamente
a esa persona espiritual-existencial, a su profundidad inconsciente, ya que
solo ella es una verdadera persona profunda” (p.28).

Quizá por esa y otras razones es que el amor no se deja definir


pues es irreflexionable y su hondura está íntimamente vinculada a esa per-
sona profunda que lo experimenta y a esa escena nueva que surge en el
dos.

Nous. Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial 81


En este contexto se comprende que en la historia siempre haya
sido el misterio que resuena entre el anhelo divino y el deseo terrestre.
También se comprende que se halle ligado a las nociones de apego, crea-
tividad, salud, vulnerabilidad, resiliencia, fortaleza, inteligencia inter e
intrapersonal, ambiental, espiritual, artística, mística, etc.

También se comprende que el amor, como fundamento de la fami-


lia, haya situado a ésta como la primera escuela de los afectos y de la con-
vivencia.. Es decir, como ese espacio de pura didáctica en el que las per-
sonas aprendemos sobre los vínculos y aprendemos a confiar en que vale
la pena el encuentro.

Y por tanto, el amor también agudiza lo que implica convivir.


Agudiza nuestra comprensión de comunidad, grupo, pertenencia, solida-
ridad, fraternidad, etc.

Se comprende, entonces, la dimensión de lo que dice Scheller


(1957) cuando señala: “...que en el amor al hombre, en oposición a la sim-
patía (que puede volverse también hacia el animal), se aprehende también
a la Humanidad como sujeto de valores positivos específicos” (p.131).

La amenaza del reduccionismo

El Dr. Ramón Bayés Sopena, en las Jornadas de duelo de la Aso-


ciación Víktor Frankl en Valencia de noviembre del 2016 , refirió tres
métodos para acceder al conocimiento, a saber: el método científico, el
método clínico y el método poético. Al respecto de este último, señala:
“nuestras herramientas científicas se muestran insuficientes y nos propor-
cionan escasa o ninguna ayuda; debemos afrontar la realidad, nuestra rea-
lidad, la realidad única, irrepetible, tal como se presenta, con toda su com-
plejidad, como lo hacemos cuando intentamos entender una poesía de
García Lorca, el Gran Cañón del Colorado o una sinfonía de Mahler. Este
es el método poético, cuyo aprendizaje a través de la experiencia es el
único que puede sernos, y no siempre, de alguna ayuda” (Bayés, 2016,
p.13).

Este modo de acercarnos a la realidad del amor se vuelve patente


y urgente. Reconocer y validar nuestra experiencia como sujetos que

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experimentamos amor no solamente requiere de un método poético sino
también de un diálogo reconciliado con el método clínico y el método
científico.

De hecho, las aproximaciones relatadas en los apartados anterio-


res sobre el amor y los fundamentos del Análisis Existencial son fruto del
método clínico y desde años de experiencia como psicoterapeuta de pareja
y evidentemente del método poético que, desde la fenomenología, han
referido múltiples consultantes.

Sin embargo, para tal cometido, tenemos que recordar que: “A


pesar de que la logoterapia y el análisis existencial parten de una praxis
clínica no se puede evitar que desemboquen en una teoría metaclínica
como algo subyacente implícitamente a toda psicoterapia, y teoría quiere
decir visión, es decir, visión de una imagen del hombre” (Frankl, 1990,
p.64). Esta noción, sin duda, marcará la diferencia en cada uno de los tres
métodos por separado o juntos (científico, clínico y poético), pues consti-
tuye un punto de partida, incluyendo los límites indudables que cada
método tiene.

Como dice el Dr. Gerónimo Acevedo en sus conferencias, es


indispensable una mirada integrativa pero también transdisciplinaria y
existencial que nos permita aproximarnos a las conclusiones, teorías y
esquemas con curiosidad más que con soberbia intelectual.

Desde ese punto de partida, el diálogo entre los tres métodos es


imprescindible. Evidentemente sin la premisa de que hay jerarquía entre
ellos, pues ésta ya sería en sí misma un contrasentido de la visión integra-
tiva.

Este antecedente es necesario para contextualizar el reduccionis-


mo y el pandeterminismo actual que desvanece la existencialidad del
amor, pues hay que decir que el método científico en los últimos años, con
el avance de la tecnología ha producido un amplio repertorio de investi-
gaciones, cuyas conclusiones son evidentemente reduccionistas y provo-
can equívocos importantes en la semántica de los vínculos y el amor.

No hemos de creer que sea intención de los investigadores provo-


car estos equívocos, pero debemos aspirar a no olvidar reflexionar sobre
la importancia de mirar el todo y las partes y no el todo o las partes. Hay
que tener en cuenta los puntos donde pueden surgir errores.

Nous. Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial 83


Hay que decir que en el tema que nos ocupa, persiste un mensaje
implícito en la mayoría de las investigaciones experimentales: la afirma-
ción de que en el amor actúan únicamente las leyes de la naturaleza, cuya
programación hacia el progreso de nuestra especie se basa en la lucha y la
ganancia de los más aptos. Afirmación que ha pasado del campo de la bio-
logía al campo sociocultural. Si la evolución biológica se da por una
selección natural de índole genética, la evolución social se da por una
selección cultural. Lo cual nos deja entrever claramente la antropología
que subyace: un determinismo bio-psico-socio-cultural.

La llamada Ciencia del amor transita por estos linderos. Su mayor


consecuencia ha sido la hipersexualización del amor y la hiperpsicologi-
zación del encuentro. Las pulsiones, aunque se envuelven en complejas
discusiones, siguen siendo el punto de partida. En el caso del amor, la pul-
sión reproductiva así como la pulsión de apego por supervivencia son las
protagonistas.

El hilo conductor de estos esquemas es la aparición gradual de


una semántica que traduce al amor en una especie de enajenación psico-
biológica y exacerbación biosociocultural. El amor se presenta como un
constructo social que esconde nuestra búsqueda de utilidad y beneficio
psicobiológico. Concepción que ha sustentado muchas prácticas que, den-
tro de la psicoterapia, reducen los vínculos al termómetro subjetivo de la
auto-realización, de la conveniencia y del placer y displacer. Al respecto,
hay que señalar que no es del todo equivocado integrar estos aspectos en
la psicoterapia, pero, sin duda, no representan ni agotan toda la riqueza de
esta experiencia existencial. Es necesario reflexionar que “para poder
acceder al amor en pareja no bastaran nunca los datos, las estadísticas, las
correlaciones, los modelos matemáticos, los avances de la neurociencia,
etc., pues el pensamiento determinista nunca podrá dominar la peculiari-
dad de los sujetos que aman y el ritmo constante del cambio que es lo
único cierto en el vínculo” (Cevallos, 2016, p. 195).

Resulta una paradoja que, en la experiencia clínica, la rebeldía


ante la cosificación o una noción reductiva de una persona por otra, pro-
voque un reclamo insistente y persistente, mientras que no parece ocurrir
lo mismo en la reflexión social ante muchos artículos y propuestas que,
desde los medios de comunicación, invaden de biologismo, psicologismo
y sociologismo la experiencia amatoria.

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Es verdad que en el amor hay una manifestación de la necesidad
de preservar nuestros genes y de responder ante las reacciones neuropsí-
quicas del deseo sexual. También es verdad que los vínculos pueden res-
ponder a necesidades de apego, supervivencia de grupo, etc. Es decir, no
podemos negar la veracidad de muchas investigaciones sobre el amor
como realidad matizada por procesos que biologizan la cultura o culturi-
zan la biología.

Lo que si podemos interpelar desde el análisis existencial de


Frankl y desde la propia experiencia clínica, es que el amor sea solamente
eso, pues si confundimos los efectos del amor con el amor mismo y a la
persona que ama con sus funciones, estamos excluyendo del conocimien-
to una dimensión importante y, en el caso de la psicoterapia, ésta se puede
desligar de la didáctica natural que surge de la escena del dos.

Como señaló Frankl (1991): “Tal como se comprueba, el reduc-


cionismo reduce al hombre no solo en toda una dimensión sino que le
resta, ni más ni menos, la dimensión de lo específicamente humano. Se
puede definir al reduccionismo como un procedimiento pseudo científico
por el cual fenómenos específicamente humanos, como conciencia y
amor, se reducen al nivel de fenómenos subhumanos” (p.135).

Si excluimos la dimensión de lo espiritual, no solamente se modi-


fica el modo de investigar o trabajar en terapia, sino que también se modi-
fica la semántica del amor. Parte de esta semántica reductiva es compren-
der la reciprocidad como un trueque de intensidades; la alteridad como
una transacción de necesidades biopsicosociales y la respectividad como
una relación entre deseos de auto-realización. Una auto-realización con-
centrada en el yo en donde palabras como para siempre y único resultan
incómodas ante lo contingente de las relaciones y ese amor líquido al que
Zygmunt Bauman (2005) interpela.

Paradigmas desde los cuales podemos comprender la tasa elevada


de separaciones y divorcios, así como los efectos de una cultura que
anima las compulsiones de conquista, las adicciones sexuales y la porno-
grafía convertida en servicio de amor. Ya nadie se escandaliza cuando los
artículos que versan sobre el amor, resaltan únicamente la sexualidad, la
atracción y el placer como brújulas del sentido de ser pareja. Son pocos
los que reflexionan sobre el robo sistemático de significado a palabras que
otrora soportaban los más altos ideales de la humanidad.

Nous. Boletín de Logoterapia y Análisis Existencial 85


Una semántica hipersexualizada e hiperpsicologizada del amor
que ha recreado nuevos miedos y nuevos artilugios para enfrentarlos.

Entre los más significativos podemos reseñar:

- El miedo al desnudo existencial. Creando una cultura de miedo a la


autenticidad y multiplicando clichés y estilos de vida asimilados o acomo-
dados. Miedo a mostrarnos como somos, con la consiguiente proliferación
de máscaras que parcializan nuestra identidad e incluso caricaturizan
nuestro dinamismo y camuflan nuestra intencionalidad.
- El miedo a la vulnerabilidad. Tachando a la sensibilidad como una debi-
lidad y creando una aversión social al dolor emocional y a la expresividad.
Lo cual ha potenciado una serie de estrategias defensivas que ubican a la
escena del dos como un espacio de amenaza más que de encuentro.
- El miedo extremo al rechazo. Lo cual ha recreado toda una suerte de cla-
ses de vínculos que van desde convenios hasta alquileres de compañía a
la carta.
- El miedo al fracaso. Ha facilitado vínculos de corta duración, vínculos
de prueba equivalentes a un contrato de trabajo. Muchas de estas prácti-
cas han convertido el vínculo en una constante amenaza y también caldo
de cultivo de relaciones codependientes.

Pero quizá el cambio más significativo en la pareja es el miedo al


encuentro y, como parachoques del mismo, la argumentación cada vez
más común de la inexistencia del amor fuera de las fronteras del enamo-
ramiento o del estado pasional. El mayor efecto de este equívoco es que
el vínculo se vuelve descartable. La escena del dos no se construye sino
que se goza hasta que se agote tal gozo. Lo cual convierte a la escena del
dos en un escenario de inseguridad constante y de desconfianzas mutuas,
incorporando a muchas personas a un ciclo deteriorante de desesperanza,
comportamientos compulsivos y ausencia de sentido.

Desde tales premisas, cada vez se confía más en el éxito de test de


compatibilidad, software de búsqueda de pareja y en decenas de servicios
conexos que se lucran de esos miedos y niegan la didáctica de la escena
del dos.

En el fondo de todo este panorama pervive la idea determinista.


Una idea alineada perfectamente con un sistema consumista e individua-
lista en donde el amor es, sin duda, una piedra en el zapato. Una noción
que encaja fácilmente con el reduccionismo y la visión de un ser humano

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esclavo de sus necesidades y que remite a la idea de la cosificación huma-
na que supone millonarias ganancias para empresas promotoras de esta
confusión entre sexo, placer y amor. Empresas que se lucran con las con-
clusiones descontextualizadas de la ciencia, que venden atractivamente
sus conclusiones y se aprovechan de ellas para generar nuevas necesida-
des. Un ejemplo drástico es el uso de los estudios sobre la conquista, gra-
cias al cual se ha desarrollado una serie de negocios que promueven el
culto a la apariencia como ideal visible de una identidad exitosa e incuban
equívocos psicologistas.

Frankl (1978) ya hace décadas nos llamaba la atención sobre el


reduccionismo como el nihilismo de la humanidad. En el tema de los vín-
culos, que estamos considerando, tenemos que enfrentarlo y estar atentos
al advenimiento de una desconfianza primordial en lo profundamente
primordial.

La amenaza al amor atraviesa la vida en pareja y pasa por la fami-


lia y desde ella sigue hacia la comunidad, implicando ética, valores y fun-
damentos de con-vivencia. Pues como señala Sebastian Tabernero (2016)
refiriéndose a la familia como espacio y como realidad moral: “En ella
debe buscarse no sólo su utilidad sino, ante todo, su sentido. Preguntarnos
por el sentido de familia es preguntarnos por su valor, por su capacidad
para generar significados personales y comunitarios, por su aptitud para
ser sujeto y no mero objeto de las ciencias sociales, por la posibilidad de
que desempeñe un papel activo en la vida social” (p. 94).

Si la didáctica del amor se convierte en una didáctica reductiva de


corte determinista no será difícil que la familia encargue ese papel activo
a las estructuras sociales y políticas. Lo cual implica una reordenación no
solamente semántica sino también fundamental.

Es importante reflexionarlo porque las lecciones deterministas de


nuestra historia nos han dejado un legado triste y vergonzoso. Recorde-
mos que incluso llegaron a justificar (siglos XIX y XX), ideas imperialis-
tas y xenófobas basadas en nociones de “razas superiores e inferiores”;
prejuicios de género y hasta modelos cínicos de puro y crudo poder que
se tradujeron en sistemas políticos nefastos.

Sin embargo, hay que decir que, junto a la amenaza, siempre está
la responsabilidad de asumir el desafío de confrontarla con la confianza
puesta en el amor. Un amor que, como en todos los tiempos, saldrá ileso

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de cualquier avalancha oportunista y seguirá reflejando lo profundo del
ser en cada persona que se deje cautivar por su hondura. Lo seguirá
haciendo aún a pesar de un triste reduccionismo que aún no reconoce su
necesidad del método poético y de la inclusión de lo espiritual.

La intimidad de la escena del dos seguirá interpelando a la socie-


dad consumista e individualista y, desde su didáctica, seguirá provocando
desafíos, rebeliones y pasiones que harán frente a la cosificación del ser
humano y de su mayor arcano: el amor.

Conclusiones

El amor como experiencia existencial es multidimensional. Nos


alerta y nos devuelve la vista a esta realidad tanto en nosotros mismos
como en la persona a la que amamos.

En su constelación facultativa, el amor pasa del vértigo de la esce-


na del dos a la llamada a real-izar sus posibilidades en un entramado exi-
gente entre anhelar y aterrizar existencialmente tales anhelos.

El grado de disponibilidad a la didáctica de la escena del dos; la


atención y real-ización de nuestra semejanza en la con-vivencia con las
diferencias así como el ejercicio de la auto-trascendencia son rasgos que
potencian la intimidad en los vínculos.

La intimidad de los vínculos genera la confianza fundamental que


rescata al amor del determinismo del mundo de las pulsiones y lo vuelve
un antídoto contra el egocentrismo, la utilidad y la instrumentalidad en los
afectos. Confianza que facilita el desarrollo y solidez de las inteligencias
múltiples, generando competencias personales e interpersonales.

El amor es un afinador en nuestra búsqueda de sentido en la alte-


ridad y en su acontecer en el tiempo. Esta afinación advierte la multidi-
mensionalidad de lo que somos y en consecuencia, nuestra mirada expan-
de sus límites. La conciencia busca y descubre un sentido, y el amor le
amplía el camino para encontrarlo en un fértil gerundio co-existencial.

Su didáctica y su expansión hacia el sentido es una llamada a


reconocer la persona profunda y, desde allí, a comprender la naturaleza
vincular en su hondura. Por tanto, representa un ejercicio de comunidad,

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haciendo palpable el anhelo vivo que surge en palabras como tolerancia,
solidaridad, entrega, encuentro, ternura, empatía.

Desde el pandeterminismo y un paradigma reduccionista del ser


humano, las personas pasamos de ser sujetos a ser usuarios. De tal cuali-
dad se beneficia una economía basada en crear y multiplicar necesidades
que nada tienen que ver con la didáctica de la escena del dos.

Desde la cosificación resulta coherente el concepto de prestacio-


nes y servicios recíprocos, no muy lejos de los convenios comerciales y
laborales en los que se introduce el riesgo inminente y la amenaza latente
de perder. Lo cual nos vuelve suspicaces y desconfiados ante la posibili-
dad de convertirnos en un santiamén en descartables.

En contraste a la cosificación, la didáctica de la escena del dos


desde la ontología dimensional de Frankl se traduce en una potente didác-
tica colectiva de convivencia.

Por último, vale resaltar que la psicoterapia y, dentro de ella, los


psicoterapeutas, no podemos mantenernos al margen de la reflexión cons-
tante y atrevernos a ir más allá de cualquier reduccionismo para no res-
tringir o distorsionar nuestro objetivo, incluyendo una llamada a mirar las
causas de la denominada crisis de familia y crisis social no como meras
consecuencias privadas sino también como consecuencias de una socie-
dad irreflexiva.

Es verdad que no debemos ni podemos imbuir nuestra cosmovi-


sión en nuestros consultantes pero también es verdad que es nuestra tarea
sugerir y provocar nuevas reflexiones. En psicoterapia podemos alinear-
nos a la didáctica del amor con técnicas que potencien lo que la escena del
dos por sí misma ofrece o, por el contrario, enfocar nuestro trabajo desde
técnicas que inducen y multiplican equívocos.

Eliana Cevallos es licenciada en jurisprudencia y psicología,


master por la Universidad de Navarra y Autónoma de Barcelona y logo-
terapeuta. Especialista en psicoterapia rogeriana, gestalt y logoterapia.
Es presidenta y fundadora del Centro Ecuatoriano de Análisis Existencial
y Logoterapia y miembro de la Sociedad Suiza de Logoterapia.

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Referencias

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