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Derecho A La Salud

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Los fundamentos del derecho a la salud

Numerosos instrumentos en el Derecho Internacional de los Derechos Humanos


reconocen el derecho a la salud de forma autónoma. Al respecto, el derecho a disfrutar
del nivel más alto posible de salud física y mental es un derecho humano fundamental
considerado indispensable para el ejercicio de otros derechos y, a su vez, depende de
otros derechos, tales como la alimentación, la vivienda, o derechos de similar naturaleza,
como el agua. La Declaración Americana resalta que este derecho implica la adopción de
medidas sanitarias y sociales, que se relacionan con la alimentación, la vivienda y la
asistencia médica; mientras que el Protocolo de San Salvador entiende la salud como un
bien público que supone el nivel más alto de bienestar físico y mental.

Deber de implementar políticas interculturales de acceso a la salud pública y


prevención de enfermedades a las personas afrodescendientes, con enfoque
interseccional

La jurisprudencia del Sistema Interamericano ha considerado que el artículo 26 de la


Convención Americana protege el derecho a la salud, y ha entendido este no sólo como
la ausencia de afecciones o enfermedades, sino también como un estado completo de
bienestar físico, mental y social derivado de un estilo de vida que permita alcanzar a las
personas un balance integral. Asimismo, la jurisprudencia interamericana ha tenido en
cuenta cuatro elementos esenciales e interrelacionados como parte de su contenido
jurídico: la disponibilidad, accesibilidad, adaptabilidad y calidad. Los Estados han de
asegurar estos cuatro elementos que en la prestación de servicios, bienes e instalaciones
médicas, sean públicos o privados, en función de los deberes de regulación, supervisión
y fiscalización con carácter permanente que tienen sobre los mismos.

Al respecto, la Observación general Nº 14 del Comité DESCA, sobre el derecho al disfrute


del más alto nivel posible de salud, aclara respecto al contenido normativo del artículo
12 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y dichos
elementos esenciales e interrelacionados, que su aplicación dependerá de las
condiciones prevalecientes en un determinado Estado Parte, y en tal sentido indica:

“Disponibilidad: Cada Estado Parte deberá contar con un número suficiente de


establecimientos, bienes y servicios públicos de salud y centros de atención de la salud,
así como de programas. La naturaleza precisa de los establecimientos, bienes y
servicios dependerá de diversos factores, en particular el nivel de desarrollo del Estado
Parte. Con todo, esos servicios incluirán los factores determinantes básicos de la salud,
como agua limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas, hospitales, clínicas y
demás establecimientos relacionados con la salud, personal médico y profesional
capacitado y bien remunerado habida cuenta de las condiciones que existen en el país,
así como los medicamentos esenciales definidos en el Programa de Acción sobre
medicamentos esenciales de la OMS.

Accesibilidad: Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser accesibles a


todos, sin discriminación alguna, dentro de la jurisdicción del Estado Parte. La
accesibilidad presenta cuatro dimensiones superpuestas:

1. No discriminación: los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser


accesibles, de hecho y de derecho, a los sectores más vulnerables y marginados de
la población, sin discriminación alguna por cualquiera de los motivos prohibidos.

2. Accesibilidad física: los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán


estar al alcance geográfico de todos los sectores de la población, en especial los
grupos vulnerables o marginados, como las minorías étnicas y poblaciones
indígenas, las mujeres, los niños, los adolescentes, las personas mayores, las
personas con discapacidades y las personas con VIH/SIDA. La accesibilidad también
implica que los servicios médicos y los factores determinantes básicos de la salud,
como el agua limpia potable y los servicios sanitarios adecuados, se encuentran a
una distancia geográfica razonable, incluso en lo que se refiere a las zonas
rurales. Además, la accesibilidad comprende el acceso adecuado a los edificios para
las personas con discapacidades.

3. Accesibilidad económica (asequibilidad): los establecimientos, bienes y servicios


de salud deberán estar al alcance de todos. Los pagos por servicios de atención de
la salud y servicios relacionados con los factores determinantes básicos de la salud
deberán basarse en el principio de la equidad, a fin de asegurar que esos servicios,
sean públicos o privados, estén al alcance de todos, incluidos los grupos
socialmente desfavorecidos. La equidad exige que sobre los hogares más pobres no
recaiga una carga desproporcionada, en lo que se refiere a los gastos de salud, en
comparación con los hogares más ricos.

4. Acceso a la información: ese acceso comprende el derecho de solicitar, recibir y


difundir información e ideas acerca de las cuestiones relacionadas con la salud. Con
todo, el acceso a la información no debe menoscabar el derecho de que los datos
personales relativos a la salud sean tratados con confidencialidad.

Aceptabilidad: Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud deberán ser


respetuosos de la ética médica y culturalmente apropiados, es decir respetuosos de la
cultura de las personas, las minorías, los pueblos y las comunidades, a la par que
sensibles a los requisitos del género y el ciclo de vida, y deberán estar concebidos para
respetar la confidencialidad y mejorar el estado de salud de las personas de que se
trate.

Calidad: Además de aceptables desde el punto de vista cultural, los establecimientos,


bienes y servicios de salud deberán ser también apropiados desde el punto de vista
científico y médico y ser de buena calidad. Ello requiere, entre otras cosas, personal
médico capacitado, medicamentos y equipo hospitalario científicamente aprobados y
en buen estado, agua limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas.”

Puedes leer más sobre la observación general 14 del comité DESC aquí.

La CIDH ha subrayado que para cumplir con las obligaciones internacionales de respeto,
garantía, progresividad y cooperación sobre el derecho a la salud de las personas
afrodescendientes es central que los Estados pongan el contenido de ese derecho en el
centro de los esquemas y políticas que definen su realización, incluyendo aquellos en
donde intervengan agentes privados o empresas, como puede ser la producción y
distribución de medicamentos y tecnologías sanitarias o la prestación de servicios
médicos. Los Estados han de establecer marcos regulatorios y políticas públicas claras
basadas en el contenido del derecho a la salud. También deberán someter a los
proveedores privados a la plena rendición de cuentas de sus operaciones y a un examen
riguroso bajo sistemas de vigilancia, transparentes y eficaces, previendo sanciones
efectivas y reparaciones adecuadas para los casos de incumplimiento.

A nivel regional, la Convención Interamericana contra el Racismo estipula que los Estados
deben comprometerse a acoger legislación que prohíba la discriminación, entre otros, en
el ámbito de la salud. En ese mismo sentido, la Convención Belem Do Para reconoce que
los Estados deben proteger el ejercicio libre y pleno de los derechos económicos, sociales
y culturales de todas las mujeres, y previene de manera específica la violencia contra las
mujeres que se puede presentar en los establecimientos de salud. Otros instrumentos
jurídicos regionales también consagran el derecho a la salud con la incorporación de
nuevos desarrollos nacionales e internacionales en la materia, tal es el caso de la Carta
Social de las Américas y la Convención Interamericana sobre la Protección de los
Derechos Humanos de las Personas Mayores.

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