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A El Almohadón de Plumas

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A El almohadón de Plumas (Texto)

Horacio Quiroga
El Almohadón de Plumas (Texto)
Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su
marido heló sus soñadas niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un
ligero estremecimiento cuando volviendo de noche juntos por la calle, echaba una furtiva
mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte, la amaba
profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda
hubiera ella deseado menos severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta
ternura; pero el impasible semblante de su marido la contenía siempre.

La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio
silencioso —frisos, columnas y estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de
palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más leve rasguño en las altas
paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los
pasos hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su
resonancia.

En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por
echar un velo sobre sus antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer
pensar en nada hasta que llegaba su marido.

No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró


insidiosamente días y días; Alicia no se reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín
apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De pronto Jordán, con
honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió en seguida en sollozos,
echándole los brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el
llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los sollozos fueron retardándose, y aún quedó
largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.

Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida.
El médico de Jordán la examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso
absolutos.

—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran
debilidad que no me explico, y sin vómitos, nada.. . Si mañana se despierta como hoy,
llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatóse una anemia de marcha agudísima,
completamente inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la
muerte. Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio.
Pasábanse horas sin oír el menor ruido. Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala,
también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a otro, con incansable
obstinación. La alfombra ahogaba sus pasos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su
mudo vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su
dirección.

Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que


descendieron luego a ras del suelo. La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no
hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la cama. Una noche se quedó
de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se
perlaron de sudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

—¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de
estupefacta confrontación, se serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido,
acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre
los dedos, que tenía fijos en ella los ojos.

Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa,
desangrándose día a día, hora a hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta
Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la muñeca
inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que
hacer...

—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.

Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía
siempre en las primeras horas. Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada
mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente de noche se le fuera la
vida en nuevas olas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada
en la cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la
abandonó más. Apenas podía mover la cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que
le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en forma de monstruos
que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces
continuaban fúnebremente encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de
la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía de la cama, y el rumor ahogado de
los eternos pasos de Jordán.

Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato
extrañada el almohadón.

—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de
sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos


lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y
temblando. Sin saber por qué, Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

—¿Qué hay?—murmuró con la voz ronca.


—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente. Salieron con él, y sobre la mesa del comedor
Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron, y la sirvienta dio
un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: —
sobre el fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal
monstruoso, una bola viviente y viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba
la boca.

Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca
—su trompa, mejor dicho— a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era
casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón había impedido sin dada su
desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco
días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas
condiciones proporciones enormes. La sangre humana parece serles particularmente
favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de pluma.

nálisis de:“El almohadón de plumas” - Material aportado por Cecilia Bentancor

Argumento: Una joven recién casada muere como consecuencia de una extraña enfermedad, diagnosticada como

“anemia de marcha agudísima” pero cuyo origen es inexplicable hasta que luego de muerta, su esposo descubre dentro

del almohadón de plumas del lecho de la enferma, un monstruoso animal, que le había chupado la sangre.

Podemos dividir el cuento en tres momentos:

1er. Momento: presentación de los protagonistas y ubicación de lugar

2do. Momento: la enfermedad de Alicia, el centro de interés.

3er. Momento: Desenlace. Muerte de Alicia y descubrimiento del personaje ignorado hasta este momento, el

monstruoso animal. Ahora el centro de interés es el almohadón.

“Su luna de miel fue un largo escalofrío. Rubia, angelical y tímida, el carácter duro de su marido heló sus soñadas

niñerías de novia. Lo quería mucho, sin embargo, a veces con un ligero estremecimiento cuando volviendo de noche

juntos por la calle, echaba una furtiva mirada a la alta estatura de Jordán, mudo desde hacía una hora. Él, por su parte,

la amaba profundamente, sin darlo a conocer.

Durante tres meses —se habían casado en abril— vivieron una dicha especial. Sin duda hubiera ella deseado menos

severidad en ese rígido cielo de amor, más expansiva e incauta ternura; pero el impasible semblante de su marido la

contenía siempre”

Tiene un comienzo abrupto. El relato comienza en medio de la narración, sin ninguna aclaración previa. Lo utiliza para

captar la atención del lector.

En la primera expresión “Su luna de miel fue un largo escalofrío..”, el término “luna de miel”, se ve opacado por la

expresión “largo escalofrío”. Nos anticipa así parte de la historia, descubrimos que no van a suceder cosas hermosas
como debieran suceder en una luna de miel.

A continuación el narrador comienza a describir física y espiritualmente el personaje femenino, Alicia. Lo hace mediante

tres adjetivos “rubia, angelical y tímida”, una clara imagen de una mujer romántica. Entre estos tres adjetivos, el de

angelical, enmarcaría al personaje como una mujer desvinculada de lo terreno. La describe como una mujer frágil,

soñadora, vulnerable, sumamente sensible y dependiente de su esposo.

Luego se describe a su marido, vemos que Jordan es un hombre alto, fuerte, duro, egoísta, insensible, típico hombre

modernista. Así vemos que los dos personajes son totalmente opuestos. El narrador utiliza el mecanismo de antítesis.

Con su carácter duro, Jordan capaz de frustrar sus soñadas niñerías, heló su mundo soñado. Así se va creando una

atmósfera fría, en sentido figurado, y que nos va mostrando la falta de afecto entre ellos. La luna de miel, que debería

haber sido una mera manifestación de amor se transformó en un “largo escalofrío”.

En conclusión, los sueños de Alicia muestran el rasgo romántico de su personalidad; y Jordan encierra ciertas

connotaciones que lo alejan de ella.

Esa “alta estatura” significa para Alicia una valla insuperable y su temperamento contribuye a que persista esa barrera

que impide el funcionamiento de la pareja como tal.

Estas descripciones de los personajes es lo que llamamos en literatura, un retrato. Este se puede realizar mediante una

etopeya o mediante una grafopeya, o ambas a la vez. Una etopeya es la descripción interna del personaje, nos da rasgos

de carácter, información sobre su forma de ser, sus costumbres y sus valores. Y la grafopeya es la descripción externa de

un personaje, los rasgos físicos, su vestimenta, etc.

En este caso, de Alicia nos da un rasgo grafopeyico, que es, el color de su pelo, rubio y todos los demás son rasgos

etopéyicos, “angelical y tímida” y otros que vamos deduciendo con el transcurrir de la narración, como que es frágil,

sensible, soñadora, etc. De Jordan nos dice que es alto (rasgo grafopéyico) “alta estatura”, y como rasgo etopéyico alude

a su carácter duro.

“La casa en que vivían influía un poco en sus estremecimientos. La blancura del patio silencioso —frisos, columnas y

estatuas de mármol— producía una otoñal impresión de palacio encantado. Dentro, el brillo glacial del estuco, sin el más

leve rasguño en las altas paredes, afirmaba aquella sensación de desapacible frío. Al cruzar de una pieza a otra, los pasos

hallaban eco en toda la casa, como si un largo abandono hubiera sensibilizado su resonancia.”.

Esta descripción del lugar en donde vivían configura el decorado adecuado para el desenvolvimiento de la acción; tal es

la fuerza sugestiva de la casa, que agudiza el panorama de soledad. El ambiente es opresivo, es una especie de

prolongación de Jordán. Así vemos un paralelismo psicocósmico entre la descripción de la casa y el carácter de Jordan y

la relación que lo unía con su mujer.

El hogar no tiene los colores adecuados para incentivar a una pareja de recién casados. Por el contrario, la descripción

de la casa devela rigidez, frialdad. El único color incluido en la descripción de la casa es el blanco, que junto con la
rigidez de la construcción configuran una imagen de mausoleo, con falta de vida. La vida está ausente y al mencionar las

paredes limpias y brillantes, parecen añorar alguna mancha o rayón, símbolo de lo vital. Las paredes altas se relacionan

con Jordan.

Uno de los materiales de construcción a los que se alude es el mármol, caracterizado por su dureza y su frialdad. Se

reafirma la idea de la frialdad de la casa con el sustantivo “glacial”. El hogar que debe ofrecer el calor a sus residentes se

insinúa como lo opuesto, un lugar frío, propio de los muertos, como un mausoleo.

Entre la descripción de la casa y Jordan encontramos un paralelismo psico cósmico, la personalidad de Jordan coincide

perfectamente con los rasgos de la casa, ambos fríos, hostiles, rígidos. Entre ellos el único ser vital hasta el momento era

Alicia.

“En ese extraño nido de amor, Alicia pasó todo el otoño. No obstante, había concluido por echar un velo sobre sus

antiguos sueños, y aún vivía dormida en la casa hostil, sin querer pensar en nada hasta que llegaba su marido.”

Alicia decepcionada, luego de haber esperado un Jordan más tierno y emotivo, sustituye la irrealidad de sus sueños y

despierta en el abandono de sí misma. Con este abandono, con la dependencia de su marido y con la ensoñación cavó su

propia tumba. Vemos que el cuento se limita en la casa, jamás se ve salir a Alicia a la calle, visitar o recibir amigos, ni

relacionarse con el mundo externo. Su debilidad comienza con la falta de contacto con la realidad.

Entre la pareja se levanta un muro tan impenetrable que impide la comunicación amorosa entre ellos. Es escaso el

diálogo narrativo entre ellos, casi nulo, solo existirá en las alucinaciones de Alicia. En cambio, en el ámbito social, por

ejemplo con los doctores, Jordan dialoga con ellos y esos diálogos exceden incluso en número a los de la pareja. Lo

mismo sucederá luego con la empleada doméstica, cuando descubre el insecto monstruoso el dialogo entre ella y Jordan

es más largo.

“No es raro que adelgazara. Tuvo un ligero ataque de influenza que se arrastró insidiosamente días y días; Alicia no se

reponía nunca. Al fin una tarde pudo salir al jardín apoyada en el brazo de él. Miraba indiferente a uno y otro lado. De

pronto Jordán, con honda ternura, le pasó la mano por la cabeza, y Alicia rompió enseguida en sollozos, echándole los

brazos al cuello. Lloró largamente todo su espanto callado, redoblando el llanto a la menor tentativa de caricia. Luego los

sollozos fueron retardándose, y aún quedó largo rato escondida en su cuello, sin moverse ni decir una palabra.”

Aquí comienza realmente el centro de interés del cuento, el segundo momento, donde Alicia comienza a enfermarse.

Vemos que cuando logra por un momento abandonar ese estado de postración, aparece con un acentuado grado de

dependencia de su marido “apoyada en el brazo de él”. Recorre los objetos con mucha vaguedad.

Alicia exterioriza su angustia al ser acariciada por su marido y al echarle sus brazos al cuello vemos la imperiosa

necesidad de cariño que ella tenía. Se libera emocionalmente.

“Fue ese el último día que Alicia estuvo levantada. Al día siguiente amaneció desvanecida. El médico de Jordán la
examinó con suma atención, ordenándole calma y descanso absolutos.

—No sé —le dijo a Jordán en la puerta de calle, con la voz todavía baja—. Tiene una gran debilidad que no me explico, y

sin vómitos, nada... Si mañana se despierta como hoy, llámeme enseguida.

Al otro día Alicia seguía peor. Hubo consulta. Constatose una anemia de marcha agudísima, completamente

inexplicable. Alicia no tuvo más desmayos, pero se iba visiblemente a la muerte.”

El narrador no da respiro al personaje. Aparecen nuevos síntomas no derivados del ataque de influenza.

La aparición del médico interrumpe el hilo de los sucesos y mediante el diagnóstico de éste, se conocen las

características de la enfermedad. Su repercusión somática es la debilidad, que desorienta al médico al no encontrarle

una explicación científica.

Vemos un narrador omnisciente (es aquel que está por encima de los personajes y conoce todo lo que sucede,

describiendo y relatando aquello que varios personajes, ven, piensan o aquello que sucede en ausencia de éstos.) que

adelanta el desenlace fatal de Alicia “se iba visiblemente a la muerte.” Luego se centrará en referir las instancias de

agonía que Alicia sufrirá.

La anemia física fue antes una anemia del espíritu hambriento de afecto y vida conyugal.

“Todo el día el dormitorio estaba con las luces prendidas y en pleno silencio. Pasábanse horas sin oír el menor ruido.

Alicia dormitaba. Jordán vivía casi en la sala, también con toda la luz encendida. Paseábase sin cesar de un extremo a

otro, con incansable obstinación. La alfombra ahogaba sus pesos. A ratos entraba en el dormitorio y proseguía su mudo

vaivén a lo largo de la cama, mirando a su mujer cada vez que caminaba en su dirección.”

Con las luces y el silencio se describe una atmósfera fúnebre. Vemos otro paralelismo psicocósmico entre el aspecto

fúnebre de la casa y la proximidad de la muerte de Alicia. La alfombra que “ahoga” los pasos de Jordan subraya la

magnitud del silencio. Manifiesta su nerviosismo con el continuo deambular que no quiebra el silencio señalado.

“Pronto Alicia comenzó a tener alucinaciones, confusas y flotantes al principio, y que descendieron luego a ras del suelo.

La joven, con los ojos desmesuradamente abiertos, no hacía sino mirar la alfombra a uno y otro lado del respaldo de la

cama. Una noche se quedó de repente mirando fijamente. Al rato abrió la boca para gritar, y sus narices y labios se

perlaron de sudor.

—¡Jordán! ¡Jordán! —clamó, rígida de espanto, sin dejar de mirar la alfombra.

Jordán corrió al dormitorio, y al verlo aparecer Alicia dio un alarido de horror.

—¡Soy yo, Alicia, soy yo!

Alicia lo miró con extravió, miró la alfombra, volvió a mirarlo, y después de largo rato de estupefacta confrontación, se

serenó. Sonrió y tomó entre las suyas la mano de su marido, acariciándola temblando.

Entre sus alucinaciones más porfiadas, hubo un antropoide, apoyado en la alfombra sobre los dedos, que tenía fijos en

ella los ojos”


La extraña enfermedad le origina alucinaciones en forma progresiva, vemos así el manejo del misterio. Primero son

confusas y flotantes, luego se vuelven corpóreas y descienden "al ras del suelo”. Las alucinaciones pasan del espacio

aéreo al terreno. Su tensión emocional, exteriorizada se centra en la alfombra, que debe vincularse con el silencioso

andar de Jordan y a su muda y estática contemplación.

Estas alucinaciones hunden al lector en una mayor incertidumbre.

El incidente de antropoide concretiza la fusión de dos planos, el real y el imaginario.

“Los médicos volvieron inútilmente. Había allí delante de ellos una vida que se acababa, desangrándose día a día, hora a

hora, sin saber absolutamente cómo. En la última consulta Alicia yacía en estupor mientras ellos la pulsaban, pasándose

de uno a otro la muñeca inerte. La observaron largo rato en silencio y siguieron al comedor.

—Pst... —se encogió de hombros desalentado su médico—. Es un caso serio... poco hay que hacer...

—¡Sólo eso me faltaba! —resopló Jordán. Y tamborileó bruscamente sobre la mesa.”

La causa de la anemia sigue sin ser descifrada. Alicia entra en coma “ellos la pulsaban, pasándose de uno a otro la

muñeca inerte” . El golpe sobre la mesa de Jordan reflejan su carácter. Sigue encerrado en su “yo”.

“Alicia fue extinguiéndose en su delirio de anemia, agravado de tarde, pero que remitía siempre en las primeras horas.

Durante el día no avanzaba su enfermedad, pero cada mañana amanecía lívida, en síncope casi. Parecía que únicamente

de noche se le fuera la vida en nuevas olas de sangre. Tenía siempre al despertar la sensación de estar desplomada en la

cama con un millón de kilos encima. Desde el tercer día este hundimiento no la abandonó más. Apenas podía mover la

cabeza. No quiso que le tocaran la cama, ni aún que le arreglaran el almohadón. Sus terrores crepusculares avanzaron en

forma de monstruos que se arrastraban hasta la cama y trepaban dificultosamente por la colcha.

Perdió luego el conocimiento. Los dos días finales deliró sin cesar a media voz. Las luces continuaban fúnebremente

encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa, no se oía más que el delirio monótono que salía

de la cama, y el rumor ahogado de los eternos pasos de Jordán. “nuevas olas de sangre”

Se muestra la noche como propicia para la agudización de la anemia. Encontramos una hipérbole, “nuevas olas de

sangre” . La joven queda sumergida en un mundo lleno de pesadillas.

Encontramos un paralelismo psico cósmico entre el aspecto fúnebre de la casa, “Las luces continuaban fúnebremente

encendidas en el dormitorio y la sala. En el silencio agónico de la casa” y la enfermedad de Alicia y su próxima muerte.

El aspecto de la casa refleja el desenlace de Alicia.

“Murió, por fin. La sirvienta, que entró después a deshacer la cama, sola ya, miró un rato extrañada el almohadón.

—¡Señor! —llamó a Jordán en voz baja—. En el almohadón hay manchas que parecen de sangre.

Jordán se acercó rápidamente Y se dobló a su vez. Efectivamente, sobre la funda, a ambos lados dél hueco que había
dejado la cabeza de Alicia, se veían manchitas oscuras.

—Parecen picaduras —murmuró la sirvienta después de un rato de inmóvil observación.

—Levántelo a la luz —le dijo Jordán.

La sirvienta lo levantó, pero enseguida lo dejó caer, y se quedó mirando a aquél, lívida y temblando. Sin saber por qué,

Jordán sintió que los cabellos se le erizaban.

—¿Qué hay?—murmuró con la voz ronca.

—Pesa mucho —articuló la sirvienta, sin dejar de temblar.

Jordán lo levantó; pesaba extraordinariamente”.

Se produce la muerte de Alicia. Aparece un nuevo personaje, que es la sirvienta, la que adquiere ahora cierta

funcionalidad. Ya desaparecida Alicia, la atención se centra en el almohadón. Notamos que la ausencia de Alicia es

reciente ya que dice “a ambos lados del hueco que había dejado la cabeza de Alicia”

Aumenta el misterio, la expectativa. El almohadón es levantado por la sirvienta delante de Jordan. En un rápido acto

instintivo lo levanta para dejarlo caer.

“Salieron con él, y sobre la mesa del comedor Jordán cortó funda y envoltura de un tajo. Las plumas superiores volaron,

y la sirvienta dio un grito de horror con toda la boca abierta, llevándose las manos crispadas a los bandós: —sobre el

fondo, entre las plumas, moviendo lentamente las patas velludas, había un animal monstruoso, una bola viviente y

viscosa. Estaba tan hinchado que apenas se le pronunciaba la boca.”

Jordan actúa con rapidez, con violencia. El silencio imperiante hasta ahora por la muerte de Alicia, se ve violentado con

el grito de la sirvienta. Se lo detalla mediante una eficaz adjetivación. “patas velludas”, “animal monstruoso”, “bola

viviente y viscosa”.

“Noche a noche, desde que Alicia había caído en cama, había aplicado sigilosamente su boca —su trompa, mejor dicho—

a las sienes de aquélla, chupándole la sangre. La picadura era casi imperceptible. La remoción diaria del almohadón

había impedido sin dada su desarrollo, pero desde que la joven no pudo moverse, la succión fue vertiginosa. En cinco

días, en cinco noches, había vaciado a Alicia.

Estos parásitos de las aves, diminutos en el medio habitual, llegan a adquirir en ciertas condiciones proporciones

enormes. La sangre humana parece serles particularmente favorable, y no es raro hallarlos en los almohadones de

pluma.”

Se resuelve la incógnita del cuento, aparece el personaje hasta ahora ignorado: el monstruo que desangró a Alicia hasta

la muerte. El enigma se pone en un primer plano y explica con meticulosidad, la eventual existencia de estos parásitos

en los almohadones de plumas. Revela la posible existencia larvaria de otros parásitos.

El cuento mantuvo un ocultamiento hasta este momento, la revelación final es totalmente inesperada.

Existe una relación entre Jordán y el insecto monstruoso, aparentemente un descuido del narrador hace referencia a la

“boca” del insecto, para después corregirse señalando “su trompa, mejor dicho”. Así podemos interpretar esa
identificación de los dos, con la sola diferencia que uno tiene boca y el otro trompa. Ambos identificados como únicos

responsables de la muerte de Alicia. Jordan con su indiferencia, con su dureza le fue consumiendo la vida a Alicia, al

igual que el monstruo.

Al igual que “A la Deriva”, está la presencia de la muerte, pero se da de dos formas distintas. En “A la Deriva” el

desenlace del cuento es la muerte del personaje principal, personaje que lucha por sobrevivir hasta el final. En cambio

en “El almohadón...” la muerte no es el desenlace, el final se centra en el monstruoso animal oculto en el almohadón, es

un cuento con muerte y dirigido a producir un efecto final de horror; y vemos que el personaje se deja morir, no lucha

como Paulino

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