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El Descubrimiento de Jesús

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El descubrimiento de Jesús

El libro “el descubrimiento de Jesús” de Samuel Fernández, enmarca las grandes


controversias cristológicas de los primeros tiempos que configuraron el
Dios en el que creemos hoy. El libro engloba la pregunta ¿quién es Jesucristo?, en base
a esta pregunta se expone una controversia con respecto a la identidad de Jesús y se
llega a una clara respuesta de la identidad y misión de Jesucristo.

Se examina la controversia llamada docetismo en donde se rechaza la


humanidad de Jesús, la Encarnación. Afirman que si Jesús es Dios no puede ser que
sufra la condición humana caída, llegan a la conclusión que es Dios en apariencia.

“La Iglesia llama «Encarnación» al misterio de la unión admirable de la


naturaleza divina y la naturaleza humana de Jesús en la única Persona divina del Verbo.
Para llevar a cabo nuestra salvación, el Hijo de Dios se ha hecho «carne» (Jn 1, 14),
haciéndose verdaderamente hombre. La fe en la Encarnación es signo distintivo de la fe
cristiana”. (no 86 Compendio CEC).

En la primera patrística, San Ignacio de Antioquia y San Ireneo de Lyon son los
primeros que usan el término “Encarnación” propiamente. Lo hacen derivar del griego
“sarx” (que se traduce en carne, humanidad) y expresa la transitoriedad de la criatura, la
debilidad y la fragilidad, que Dios ha elevado haciéndose carne Él mismo.

La polémica antidocetista es uno de los temas fundamentales de S. Ignacio de


Antioquia. La Encarnación es un compromiso personal del Hijo, un acto de obediencia
al Padre. Es la totalidad de su donación sirviendo a la voluntad del Padre. El Verbo
asume la naturaleza finita, la humana, con todas las limitaciones que esta tiene,
respetando todos sus dinamismos y procesos, por lo tanto, se adecua a ella. La
Encarnación no nos muestra una limitación de Dios, es una muestra de su poder y de su
amor, el cual se manifiesta en tomar nuestra condición humana y frágil. Por tanto nos
muestra la forma en la que Dios ha querido revelarse al hombre de un modo humano,
sometiéndose Él mismo a la historia y a los límites de la humanidad. La Encarnación
como obra divina es un acto de amor, gratuito libre de toda la Trinidad.

Así pasamos al primer debate en torno a la divinidad de Jesús, aquí encontramos


a los llamados ebionitas, judeocristianos que continuaron apegados a la Ley y que no
reconocieron en Jesús un Salvador, sino como un profeta más igual que Moisés. Se
afirma la humanidad de Jesús pero se le considera como un hombre cualquiera. No es
Dios como el Padre, Jesús no es Dios verdadero. Se niega la divinidad de Jesús.

El Concilio de Nicea en repuesta a la doctrina de Arrio: “El Hijo era la primera


criatura, la más digna, la única creada directamente por Dios, pero criatura al fin y al
cabo”. Arrio niega la divinidad del Hijo. Según Arrio, el Hijo es una criatura; no es
engendrado desde la eternidad por el Padre y no es de la misma sustancia que el Padre.
Según esta cristología, el Verbo -que no es Dios, sino un demiurgo- se encarnó en un
hombre, Jesucristo, el cual, sin embargo, es una "carne sin alma", o a lo sumo, posee un
alma humana no racional. Luego en Cristo falta el alma intelectiva humana, que es
suplida por el Verbo.

Por tanto el Concilio de Nicea afirma que el Hijo es consustancial al Padre, de


su misma naturaleza, esencia o sustancia y profesa explícitamente la fe en la perfecta
divinidad del Verbo.

En el CEC, 470 dice “La naturaleza humana de Cristo pertenece propiamente a


la persona divina del Hijo de Dios que la ha asumido. Todo lo que es y hace en ella
proviene de “uno de la Trinidad”. El Hijo de Dios comunica, pues, a su humanidad su
propio modo personal de existir en la Trinidad”. Que Jesucristo sea Persona divina no
significa que Él sea un profeta cualquiera, o un superhombre. En la humanidad asumida
del Verbo resplandece la perfecta imagen de Dios.

Al afirmar la divinidad de Jesús suscito un problema más el de la creencia en un


Dios único. Existían dos posibilidades: acentuar la divinidad de Cristo hasta el punto de
absorberla en la divinidad de Dios y negar completamente la distinción entre uno y otro,
o al revés: acentuar su distinción hasta el extremo de negar la divinidad de Cristo. En el
primer caso, se recurre a la respuesta de Orígenes que indica que el Padre da todo lo que
tiene a su Hijo y el Hijo recibe todo lo de su Padre, con lo cual son uno y al mismo
tiempo distintos.

Ahora bien, Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre, sin embargo


Marción considera que Cristo revelaba a tal punto un Dios de bondad que debía ser
apartado radicalmente de las miserias del mundo de la creación. “El Hijo de Dios no
vino a salvar al mundo, sino que vino a salvar de este mundo a los seres humanos”. En
respuesta a la doctrina de Marción encontramos a San Ireneo quien afirma la salvación
de la carne. El principio de toda acción divina está en el amor.

Jesucristo es el nuevo comienzo de todo: todo en él es acogido y restituido al


Creador de quien procede. Si por una parte Dios en Cristo habla de si a la humanidad.
por otra, en el mismo Cristo, la humanidad entera y toda la creación hablan de si a Dios.
Toda la creación, es manifestación de su gloria; en particular el hombre, está llamado a
vivir de la plenitud de la vida en Dios.

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