Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

72-1 NRFH R5 Carreira

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 8

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH), LXXII, 2024, núm.

1, 365-372
ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939

Jesús Ponce Cárdenas (ed.), Estudios sobre las “Soledades”. Universi-


dad de Valladolid, Valladolid, 2023; 325 pp. (Fastiginia, 15).

Antonio Carreira
carreiraverez@gmail.com

I. “Opacidad y transparencia en las Soledades”. Abre el libro su editor


responsable, Jesús Ponce Cárdenas, con una puesta a punto biblio-
gráfica de los estudios sobre el poema desde fines del s. xx, que
examina cerca de 30 libros en papel o digitales, incluyendo otros de
interés gongorino más amplio y varios artículos de revista, entre los
cuales hubiera podido bien figurar la defensa que hizo Ponce del
comentarista Serrano de Paz, algo maltratado por D. Alonso1. En el
repaso destaca, como es natural, aparte las dos formidables mono-
grafías de Mercedes Blanco (2012, ambas reseñadas aquí, 61, 2013),
el proyecto que culmina con El universo de una polémica. Góngora y la
cultura española del siglo xvii, ed. de Mercedes Blanco y Aude Plagnard
(Madrid, 2021), tras producir volúmenes tan importantes como el
Antídoto de Jáuregui en ed. crítica de José Manuel Rico (Sevilla, 2002),
el Góngora vindicado, ed. de María José Osuna (Zaragoza, 2008), las
Anotaciones a la “segunda Soledad”, de Díaz de Rivas, ed. de Melchora
Romanos y Patricia Festini (París, 2017), el Examen del “Antídoto”, por
el abad de Rute, ed. de Matteo Mancinelli (Córdoba, 2019), la Silva
a las “Soledades”, de Manuel Ponce, ed. de Antonio Azaustre (Madrid,
2021), y las Segundas lecciones solemnes a la “Soledad primera”, de Pelli-
cer, ed. de Valentín Núñez (Madrid, 2022). A continuación, como es
costumbre, se extractan los cinco capítulos que siguen, cuyo remate
es una nutrida bibliografía a cargo de Alberto Fadón.
II. “Señas mudas: espacio y tiempo en las Soledades”, obra de Mer-
cedes Blanco y Jesús Ponce, es el capítulo más amplio y difícil de ex-
tractar. Comienza recordando el concepto bajtiniano de cronotopo, que
permite aproximar el poema a la novela griega de aventuras peregri-
nas, en especial la de Heliodoro. Sin embargo, hay condiciones que
no se cumplen en el poema, como son la coincidencia, la peripecia y
la anagnórisis, por lo que viene a ser “un fragmento de novela griega
donde no sucediese nada” (p. 27b), es decir, donde el cronotopo de
la melancolía suspende el cronotopo de la aventura (p. 28a). A dife-

1
Véase Ponce Cárdenas 2014. Los comentarios de Serrano, conservados en la
Real Academia Española, son ahora accesibles en Internet.

Recepción: 17 de junio de 2023; aceptación: 29 de junio de 2023.

D.R. © 2024. Nueva Revista de Filología Hispánica


Licencia Creative Commons Attribution-NonCommercial (CC BY-NC) 4.0 International
366 ANTONIO CARREIRA NRFH, LXXII

rencia del Polifemo, en las Soledades no hay topónimos, y los elementos


históricos detectables nos llevan a “una contemporaneidad vista sub
specie aeternitatis” (p. 28b), es decir, despojada de todo lo contingente:
“el poema se distingue por desplazar la comprensión de un momen-
to histórico hacia una visión intemporal”: una utopía situada en una
Arcadia (p. 29a). A este bagaje teórico siguen tres secciones: 1) opi-
niones antiguas y modernas, 2) indicios, 3) cronotopo mítico o folkló-
rico. En 1) se examina el Antídoto de Jáuregui, y las réplicas de Díaz de
Rivas y el abad de Rute; la opinión de Espinosa, que identifica el prín-
cipe de la segunda Soledad con el conde de Niebla, mientras que para
otros comentaristas representa al duque de Béjar, dedicatario del poe-
ma y aficionado a la cetrería. Los autores, con buen criterio, conclu-
yen más adelante que “nada en la recepción de las Soledades nos invita
a ver la obra como destinada a enaltecer a un miembro determinado
de la alta aristocracia” (p. 128b). El lugar donde transcurre la acción
está asimismo esquivado, como también el tiempo histórico, del que
en principio sólo se puede decir que es posterior al viaje de Magalla-
nes (1522), lo que opone el poema a El peregrino en su patria, de Lope.
En el espacio de las Soledades, sobre todo en la segunda, hay elemen-
tos galaicos ya advertidos por H. Brunn en 1934, siguiendo informes
de Filgueira Valverde, lo que le lleva a conjeturar que el noble alu-
dido sea el conde de Lemos. En cuanto al lugar propiamente dicho,
Crawford se inclina por Ayamonte, Jammes por las marismas del Tin-
to y el Odiel, A. Mira Toscano y J. Villegas por la desembocadura del
río Piedras, y finalmente F. Piñero, por las proximidades de Sanlúcar,
zona costera donde se localizan hasta trece naufragios en el medio si-
glo anterior a las Soledades.
La siguiente sección estudia las vinculaciones con el mar de los
duques de Medina Sidonia, y también del IV marqués de Ayamonte,
cuyo hermano menor, general de la Armada de la Guarda, pereció
en un naufragio del que se habló largamente, tal vez incluso durante
la visita de Góngora. Los desastres marinos están presentes asimismo
en las palabras de los ancianos, el que entona el epilio de los descu-
brimientos en la primera, y el anciano pescador en la segunda. Toda-
vía en la primera aparece otro, ahora convertido en cabrero, máscara
del duque de Béjar, según R. Bonilla y P. Tanganelli, conjetura que los
autores desechan, puesto que estaría en contradicción con la dedica-
toria. Con razones igual de sólidas, se descarta la suposición, hecha
por Jammes, de que el tal cabrero hubiera sido noble. Un excurso de
gran interés se dedica a las torres de almenara en la Andalucía occi-
dental, pero los autores reconocen que el lugar donde se descubren
(I, vv. 212 y ss.) no concuerda con su cometido. Viene luego el pro-
blema del aleto, ya mencionado en 1583, que sería la fecha implícita
más reciente del poema (cf. infra). Otro indicio consiste en los hidró-
nimos Betis o Guadalete, cuyo pasto habría alimentado al corcel del

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939
NRFH, LXXII RESEÑA DE ESTUDIOS SOBRE LAS “SOLEDADES” 367

retrato ecuestre en la Soledad segunda, aunque caballos andaluces los


hubo por toda Europa. Y en cuanto a la voz ancón, usada al comienzo
de dicho poema, los autores concluyen que Góngora hubo de encon-
trarlo en alguna crónica de Indias, donde es común. Analizan luego el
epilio de Sol. I, para destacar que dedica triple número de versos a las
Molucas que a América, es decir, que apunta más a las navegaciones
portuguesas, con ecos de Camões y tal vez de Bartolomé de Argenso-
la. Los autores acaban por “situar la historia narrada hacia la época de
redacción del poema y en las zonas costeras de Andalucía occidental,
cuyos vínculos con Portugal eran muy estrechos” (p. 127b).
El tercer apartado subraya la idea básica de Sannazaro acerca
de la superioridad de la naturaleza sobre el artificio, algo que siglos
más tarde se convertirá en un paradigma estético, visible también en
los bodegones, y que Góngora reflejará con algún toque escéptico y
humorístico: “la naturaleza, que se opone al arte (o sea, a lo que lla-
maríamos cultura e historia) tiene por cronotopo la universalidad y
eternidad… Las Soledades nos sumen en la representación eufórica de
un mundo gobernado por una naturaleza generosa” (p. 133b), de ahí
que los referentes históricos y locales resulten neutralizados (p. 136a).
Una naturaleza, sin embargo, no demasiado ideal para que no resulte
abstracta y descarnada (p. 138). Nos recuerdan luego que el concep-
to de primitivo no existía aún en tiempos de Góngora, y por ello una
vida natural puede compararse a la de la Arcadia feliz, cuyos habitan-
tes, carentes de ambición, son favorecidos por los dioses, y su amor
es todo lo contrario del amor cortesano sufrido por el peregrino; in-
cluso el epíteto bárbaro que a veces se les aplica es aquí positivo, y no
excluye cierto refinamiento. El último apartado trata de conciliar ese
carácter utópico y ucrónico de las Soledades con la Andalucía atlántica:
Góngora, al imitar la naturaleza, tiene que partir de lo visto y lo leído
para construir ese mundo alternativo, “en armonía con el sueño pa-
triarcal, primitivista y helenizante” de su admirado amigo Pedro de
Valencia (p. 151b). Una experiencia mental que “consiste en imagi-
nar una zona serrana y costera haciendo abstracción de cuanto pue-
de turbar su sereno candor y esplendor” (p. 153b), una ínsula utópica
en la que se cría todo lo apetecible y desde la que puede observarse
el ajetreo de quienes persiguen la fortuna impulsados por la codicia.
III. “La botica poética de Luis de Góngora”, por Pedro Conde Pa-
rrado. La literatura clásica en lenguas modernas presenta una carac-
terística peculiar que suele pasarse por alto. Si nos centramos en el
género lírico o dramático, los poetas se encontraron no sólo con que
había desaparecido el 90% de la literatura griega y latina, sino con
algo más grave: la música del verso conservado en el 10% restante se
había perdido por completo, ya desde el siglo III de nuestra era. Esta-
ba ahí, disponible para la vista, no para el oído, incapaz de diferenciar
la cantidad silábica. Todo verso clásico, desde el hexámetro virgilia-

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939
368 ANTONIO CARREIRA NRFH, LXXII

no a los metros helenizantes del verso horaciano o los usados en el


teatro sonaban siglos después como verso libre avant la lettre, o, dicho
sin eufemismos, sonaban a prosa. Peor fue el percance sufrido por la
pintura antigua y en especial por la música, cuya pérdida es aún más
irrecuperable, pues no tenemos sus partituras ni sabemos cómo po-
día influir en el ánimo de las gentes en la medida que se dice. Todo
ello se ha estudiado y discutido, y no es cuestión de repetirlo, sino de
recordar que nadie, ni aun el más docto, podía apreciar diferencia fó-
nica entre poetas de primera o cuarta fila. En tal sentido, para Gón-
gora, es natural que Claudiano pese lo mismo que Virgilio (de ello
hemos tratado en Carreira 2021).
Los poetas solían mirar hacia una Italia medio española en len-
gua y territorio, como hicieron Garcilaso y sucesores. Lope detectó
en el Polifemo de Góngora “hurtos” de Stigliani o Chiabrera, y Vila-
nova culminó la tarea con numerosos pasajes paralelos. Los comen-
taristas señalaron muchos más en los sonetos y las canciones. En las
Soledades, todo apuntaba a la literatura antigua o neolatina. Al consi-
derarlas fuente directa, algo no cuadraba con ese racionero y secre-
tario del cabildo cordobés, aficionado al juego, los toros, la música,
los viajes, y al mismo tiempo erudito empeñado en abofetear infolios
para encontrar modelos. Un poeta que tacha de oscuro el latín de Ovi-
dio, dice conformarse con pocos libros sin expurgar, y los olvida en su
testamento, no da la imagen del humanista cuya cabeza sigue estan-
do en Roma o en Atenas. Pero había un atajo, frecuentado por vates
y comentaristas: las polianteas, ya conocidas desde Estobeo, reedita-
do y ampliado por Gessner, hasta Nanus Mirabellius (1503) y suceso-
res (cf. Ruiz Pérez 2008, con bibliografía útil). En tiempos recientes,
Conde Parrado siguió ese rumbo explorando la Officina (1520) y los
Epitheta (1524) de Ravisius Textor, obras de que se sirvieron los ma-
yores ingenios europeos, sin apenas mencionarlas2. La segunda de
ellas (con una primera versión impresa en 1518), en palabras de Sa-
grario López Poza (2000, pp. 206-207), “recopila de forma sistemá-
tica y ordenada una amplísima muestra de la adjetivación utilizada
por los autores clásicos y su aplicación a cada uno de los sustantivos
que son las entradas de esta obra utilísima para los poetas”3. Conde, que
en 2017 ya había estudiado su presencia en Lope de Vega, tras notar
que a Textor remiten comentaristas como Salcedo Coronel y Serrano
de Paz, se dedicó a buscar las iuncturae menos esperables en la obra de
Góngora, primero en el Panegírico (donde no falta algún caso en que el
poeta se dejó llevar por un error del erudito), el Polifemo, algunos so-
netos y la Segunda Soledad. Ahora, monográficamente, en a­ mbas Sole-

Según V. Infantes (1988, p. 247), sólo de la Officina “suponemos casi 50.000


2

ejemplares a lo largo de un siglo”.


3
También véase López Poza 1990. El Epithetorum opus de Textor y la Polyanthea
de Nanus Mirabellius pueden consultarse en Internet.

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939
NRFH, LXXII RESEÑA DE ESTUDIOS SOBRE LAS “SOLEDADES” 369

dades. Como no es posible entrar en detalles, sólo citaremos algunas


de las conclusiones a que llega el autor. En su primer trabajo dice que
comentaristas de Góngora, como Díaz de Rivas o Salcedo Coronel,

apuntaron de manera implícita, pero bastante clara, que el gran genio


de Córdoba imitó a poetas latinos y neolatinos sirviéndose de los Epithe-
ta, lo cual no suponía a ojos de dichos comentadores ningún desdoro…:
lo esencial para ellos era que existiera precisamente esa imitación y no la
vía por la que se hubiera accedido a los modelos imitados… Redescubrir
[esto] cuatro siglos después… puede ayudarnos a entender una parte
de su método de creación literaria, pero no menoscaba en absoluto las
cotas de genialidad que alcanzó con los productos de dicha creación
(2019, pp. 308-309).

Añade con razón que, para la mentalidad de la época, acudir a ve-


nerados maestros suponía un riesgo obligado, del que Góngora siem-
pre sale airoso, y echaban mano del epitetario como quien consulta
un calepino:

Ese mismo que ellos trazaban era, a su juicio, el itinerario que había
recorrido Góngora, quien… era prácticamente imposible que en un
verso tuviera en su cabeza un verso concreto de los miles que escribió
Virgilio, dos después uno de los muchísimos de Claudiano, otros cuatro
después uno de los Punica de Silio Itálico…, al siguiente otro del com-
plejo… Lucrecio, y así sucesivamente… Era, y es, mucho más lógico y
comprensible pensar que tantas y tantas coincidencias en la elocutio de
la epítesis respondieran a la consulta de un repertorio sistemático en
el que el creador pudiera hallar varias posibilidades entre las que esco-
ger… “como en botica” (p. 201).

Por supuesto, no toda la poesía de Góngora utilizó por igual tales


procedimientos. La satírica o burlesca de sonetos, romances, letrillas
o décimas depende menos de los modelos antiguos y despliega tanto
ingenio como la seria, mientras que en ésta no todos los sintagmas se-
mejantes a otros latinos acreditan imitación directa, según advierte el
propio Conde Parrado (p. 200). La tarea consiste en recorrer una ruta
obvia para los escoliastas, cuya meta hoy, por el concepto de origina-
lidad heredado del Romanticismo, algunos tacharían de crítica “hi-
dráulica”. Si a los clásicos conviene leerlos con ojos de su tiempo, para
cumplir tal requisito es preciso tener en cuenta aquellos pertrechos de
botica poética: las polianteas. Con ellas a la vista, los poetas confirman
su nivel, y los comentaristas se acercan más al de los simples lectores.
Poco espacio nos queda para comentar los tres capítulos que fal-
tan: IV. “La retórica funeral de las Soledades”, de Jacobo Llamas Martí-
nez, estudia los ecos fúnebres en el poema, así como sus precedentes;
en primer lugar, los versos I, 443-446, donde la Codicia se asimila a
Caronte, lo que permite extenderse a los comentaristas. El pasaje de

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939
370 ANTONIO CARREIRA NRFH, LXXII

vv. 680-686 insiste en el asunto funeral para describir cómo fenecen


los fuegos que han iluminado la fiesta aldeana. Llamas Martínez com-
para la versión primera con la definitiva, que, aun mejorada, recibió la
censura de Salcedo Coronel, lo que desaprueba Serrano de Paz. Vie-
nen luego los vv. 939-943, pertenecientes al epitalamio, y cuyo final
ha dado lugar a controversia. El autor destaca la creatividad con que
Góngora maneja los motivos fúnebres, que sus colegas solían limitar-
se a repetir en un género poco propicio a la novedad. Toca luego el
métrico llanto de Sol. II, vv. 122-129 y 158-171, donde la melancolía
del peregrino alcanza su clímax, y cuyas fuentes, si existen, no han
sido aún descubiertas. Siguen los vv. 400-406, en que el anciano pes-
cador describe el mar como profundo campo de sepulcros, y pasa a
otro de los momentos culminantes del poema, el canto amebeo (vv.
545-555) en que Lícidas y Micón imaginan sus barquillos convertidos
en naveta funeraria. Señala Llamas que tampoco se conoce fuente de
estos pasajes.
V. “Mundo eclógico y entorno nupcial: el símil de los novillos en
la Soledad primera”, por Juan Matas Caballero. Como se ve, los capítu-
los finales de este libro van estrechando su campo de acción, en este
caso los vv. 845-851 de la primera Soledad, donde los recién casados
son comparados con novillos que, todavía sin domar del todo, “res-
tituyen así el pendiente arado / al que pajizo albergue los aguarda”,
uno de los quince símiles que Jammes había encontrado en el poema.
Por su parte, M. Blanco había precisado que el símil gongorino “con-
siste en describir una misma acción dos veces”, una en el plano real y
otra en el evocado. Éste, a pesar de la precisión y hermosura con que
hoy nos sorprende, apenas fue advertido por los comentaristas, con
la única excepción de Serrano de Paz. J. Matas encuentra su hipotex-
to en la égloga II, vv. 68-69, de Virgilio, señalada por Salcedo Coronel
como fuente de Polifemo, vv. 69-72, junto con las Geórgicas, IV, vv. 433-
434, la oda III, v. 6, de Horacio, y en especial los vv. 62-65 del epodo II,
“aunque con la sutil diferencia de que el poeta cordobés en su juego
léxico con «novios» necesitaba transformar los bueyes en «novillos»”
(p. 242a), de forma algo más seria que haría, años después, en la le-
trilla “No vayas, Gil, al Sotillo” (p. 245). Otros ecos apunta en Petrar-
ca, Boiardo, y algunos menos evidentes en la literatura española. En
las páginas que siguen, J. Matas aduce otros sonetos de Góngora o a
él atribuidos; en éstos, el chiste con buey o toro salta a la vista; en los
auténticos, se limita a exponer, con la mayor delicadeza, la impacien-
cia del príncipe Felipe por consumar su matrimonio, es decir, se trata
de epitalamios algo más libres de lo habitual. En su conclusión, reco-
ge el concepto de contrapunto aportado por M. Blanco para explicar
esa doble lectura que admiten, si no exigen, ciertos elementos de las
Soledades, como el símil de los novillos. A nuestro parecer, el uso del
plural en la palabra rebaja bastante esa posibilidad.

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939
NRFH, LXXII RESEÑA DE ESTUDIOS SOBRE LAS “SOLEDADES” 371

VI. “Literatura y realidad en el Discurso de la cetrería”, por Juan


María Moya Mora, acorta aún más el radio de su pesquisa, ya que se
centra en el término aleto, usado por Góngora (Sol. II, vv. 772-782)
para designar un “infestador en nuestra Europa nuevo / de las aves”,
es decir, una especie de halcón venido de las Indias en tiempos re-
cientes. Este joven gongorista, cuyo buen sentido le permite descartar
varias salidas de tono en la crítica al interpretar el pasaje de cetrería,
despliega un caudal enorme de lecturas, para averiguar el origen del
vocablo, la forma como se reguló la caza de altanería desde la Edad
Media, y su consideración y decadencia en tiempos de Góngora. En
su estudio alega la descripción del aleto hecha por Salcedo Coronel,
que J.M. Moya, sin embargo, reconoce como copiada, casi al pie de la
letra, de las notas con que Jerónimo de Huerta había ilustrado su ver-
sión de la Naturalis Historia de Plinio el Viejo, sin mencionar al prede-
cesor. Y añade que “idéntico proceder seguirá el comentarista al tratar
del resto de las aves” (p. 266). Del aleto, dice Salcedo que es “llama-
do de algunos halcón giboso”. Serrano de Paz, mucho después, acla-
ra quiénes son esos algunos: Alberto Magno (s. xiii), Conrad Gessner
y Ulise Aldrovandi (s. xvi), lo cual nos lleva a una vía muerta, como
bien dice J. Moya, puesto que el halcón de que habla S. Alberto no
puede ser el americano (p. 268b). Complicó las cosas el Diccionario de
Autoridades al identificarlo con el halieto, “águila piscívora de grandes
dimensiones”, error mantenido en diversos diccionarios. Sinicropi y
Alatorre creen que Góngora aplica a ese halcón el nombre de Alecto,
una de las furias de la mitología clásica, cuyos atributos mencionan
Virgilio, Claudiano y Ariosto (p. 270b). Moya descarta la hipótesis mi-
tológica, no sólo por la afición a grafías cultas en el ms. Chacón, sino
porque el término aleto está acreditado en textos nada metafóricos en
la década de 1580; se sabe que muchas aves cetreras traídas de Amé-
rica perecían en la travesía o al poco de desembarcar, por lo que las
que sobrevivían alcanzaban precios prohibitivos (pp. 274a y 282a).
El Libro de cetrería, de Luis Zapata, terminado en 1583 pero inédito
hasta el s. xix, describe el aleto con pormenor, como harán ­Charles
d’Arcussia en 1615 o Diogo Fernandes Ferreira en 1616. Es muy poco
probable, en opinión de Moya, que Góngora tuviese acceso a ningu-
no de esos textos para lo poco que dice del aleto. Más fácil es que haya
topado con él en el noveno de los Comentarios reales del Inca Garcilaso
(1609), texto aducido por Muriel Elvira en su trabajo sobre la cetre-
ría en las Soledades (2014). También se refiere al aleto Lope de Vega
en una comedia (1597), en el Isidro (1599) y en la Jerusalén conquista-
da (1609), lo cual permite afirmar su presencia en España desde fi-
nes del s. xvi. En conclusión, para Góngora “el pájaro en sí parece
haber sido lo de menos. Lo que realmente despierta su interés es su
pasado, sus antecedentes, como si para él el ser de las cosas lo consti-
tuyera —un tanto orteguianamente— su historia” (p. 302b), incluido

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939
372 ANTONIO CARREIRA NRFH, LXXII

el arte de amaestrar aves de presa, cuyo conocimiento por los indios


americanos pone en duda el poeta. En resumen, la de Juan M. Moya
es una investigación rigurosa que conduce a un resultado ejemplar-
mente magro: “1) el aleto sí existía, 2) sí era conocido por ese nom-
bre, y 3) sí era originario de América” (p. 273b).
Con estas breves notas esperamos haber dejado claro que, a nues-
tro juicio, los Estudios sobre las “Soledades” son, con los de Mercedes
Blanco, uno de los libros más serios y ricos en ideas que se han publica-
do sobre el que muchos consideramos el mejor poema de la lengua4.

Referencias
Carreira, Antonio 2021. “Las traducciones de poesía clásica en castellano y la coli-
sión de las métricas”, en Apostillas filológicas, Universidad de Huelva, Huelva.
Conde Parrado, Pedro 2019. “La adjetivación en la poesía de Luis de Góngora y los
Epitheta de Ravisius Textor”, Bulletin Hispanique, 121, pp. 263-312; doi: 10.4000/
bulletinhispanique.8000.
Infantes, Víctor 1988. “De officinas y polyantheas: los diccionarios secretos del Siglo
de Oro”, en Homenaje a Eugenio Asensio, Gredos, Madrid, pp. 243-257.
López Poza, Sagrario 1990. “Florilegios, polyantheas, repertorios de sentencias y
lugares comunes. Aproximación bibliográfica”, Criticón, 49, pp. 61-76.
López Poza, Sagrario 2000. “Polianteas y otros repertorios de utilidad para
la edición de textos del Siglo de Oro”, La Perinola, 4, pp. 191-214; doi:
10.15581/017.4.28153.
Ponce Cárdenas, Jesús 2014. “Manuel Serrano de Paz: deslindes para un perfil bio-
gráfico y crítico”, e-Spania, 18; doi: 10.4000/e-spania.23607.
Ruiz Pérez, Ángel 2008. “Antologías de textos griegos de la Antigüedad al Siglo de
Oro en España”, en El humanismo español entre el viejo mundo y el nuevo. Eds. Jesús
María Nieto Ibáñez y Raúl Manchón López, Universidad de León-Universidad
de Jaén, León-Jaén, pp. 347-360.

4
Puesto que la obra está destinada a reimprimirse, anotemos sus escasos deslices
materiales: p. 42, n. 41: “Corcilla temerosa” es una canción; p. 49b: el boy es lo que se
llama normalmente un bou; p. 50a: el viaje a Pontevedra tuvo lugar en 1609; p. 83b:
versos mal citados; p. 91a, n. 154: Teodomiro, distinto de Rafael (p. 320) Ramírez
de Arellano; p. 106: prieto > preto; p. 114b: primer verso de Camões: de > e; p. 116a:
mal citados los vv. de Lusíadas, X, 131; p. 119a: incorrecta la cita de Camões; p. 152a:
cuatro erratas en el texto de Trillo; p. 159b, y 160, n. 12: SC se llamaba García, no
José; pp. 162b y ss.: Ganímedes > Ganimedes; p. 163, n. 17: hemos explicado zambrote
en nuestra ed. de los Romances gongorinos, II, p. 26; p. 168a, v. 2: roca > broca; pp.
203-226: regularizar cursivas; p. 238a: esteya > esteva.

Nueva Revista de Filología Hispánica (NRFH ), LXXII, 2024, núm. 1, 365-372


ISSN 0185-0121; e-ISSN 2448-6558; DOI: 10.24201/nrfh.v72i1.3939

También podría gustarte