Fraga Violencia Niños y Adoscentes
Fraga Violencia Niños y Adoscentes
Fraga Violencia Niños y Adoscentes
Real Academia Española, 2001). La definición es igual tanto para infancia como para niñez. Ambos términos sólo pueden ser
homologados como una etapa cronológica del ciclo vital.
En cada tiempo socio-histórico, las nociones de infancia, de niñez, de niños y niñas se encuentran subordinadas a las
controversias presentes en los enunciados filosóficos, educativos, legislativos, médicos, religiosos y, sobre todo, a las creencias y
ficciones que se formule una comunidad determinada sobre los niños y las niñas. (Minnicelli, 2010)
La infancia, suele ser un concepto idealizado a nivel social, como un tiempo de inocencia y pureza, “esta naturalización e
idealización permitió ocultar o silenciar los delitos, los desbordes y las injusticias que sufrieron y aún sufren, muchos niños.”
(Cohen Imach, 2010).
En el discurso social es difícil encontrar una definición única de infancia. Los niños1 están atrapados en las diferencias históricas
de significación de los imaginarios de cada época.
Ariés (1987) presenta a la infancia como un concepto moderno. Nace hacia los finales de la Edad Media, en el cual el niño cobra
un estatuto diferente del adulto. El historiador considera que los niños no se distinguían especialmente de los adultos.
Plantea que la infancia “se reducía al período de su mayor fragilidad, cuando la cría del hombre no podía valerse por sí misma”
(Ariés, 1987, p. 10). Luego de esta etapa, el infante pasa directamente a una vida de hombre joven, sin pasar por la juventud,
conviviendo con los adultos de su entorno, no solo su familia.
Ariés considera que la misión de la familia era la conservación de los bienes, o un oficio en común. No tenía en sí misma una
función afectiva.
Comenzando a bautizarlos cuando el niño es un recién nacido. Esto trae aparejado a posteriori, el registro de los bautismos
celebrados, con lo cual aparece el control. Control que antecede a los estados en el registro de la población. Es a partir de
intereses eclesiásticos que se comienzan algunos de los cambios que se suceden en la historia de la humanidad. A partir del siglo
XVI, en las ciudades europeas y debido a los cambios en dicha época (conquista del Nuevo Mundo, reforma protestante, guerras
religiosas), se inician cambios en cuanto a la concepción de la infancia. Comienza a cuidarse a los niños de enfermedades y de su
posible muerte.
El cuerpo del niño comienza a tomar importancia. Es en el siglo XX, considerado el siglo del niño, donde lentamente se
comienza a considerar a la infancia como una etapa donde se reconoce el papel del crecimiento y de la seguridad como
importantes para que exista un adulto integro. Con ello comienza a pensarse a los niños como sujetos de derechos.
En 1989 se firma la Convención de los Derechos del Niño, lo que coloca a los niños en otro lugar a nivel social y por ende
político. Aún así, en esta materia no ha habido muchos cambios. Cada cultura tiene una definición diferente de tratar a los
niños, lo que es violencia para unas, es para otras rituales incuestionables. (Cohen
La violencia contra los niños de clases altas, el maltrato por omisión, el abandono al que son sometidos, bastan para demostrar
que el amor maternal, lejos de ser “natural” o de estar influido por razones económicas, es una construcción “artificial” no
lograda del todo. (Volnovich, 1999)
La violencia se muestra en estos tiempos como un emergente de la sociedad … se vincula con la imposibilidad de hacer
funcionar los mecanismos de una autoridad real, sensata. Cuando la ley falla, quien detenta el poder intenta imponerla a toda
costa y de un modo arbitrario. Ambos aspectos -concentración de poder e imposición arbitraria de una norma- conducen,
inexorablemente, a formas familiares autoritarias. (Cohen Imach, 2010, p. 30-31)
El maltrato infantil es una forma de violencia doméstica. Todas las formas de la misma se basan en el abuso de poder o de
autoridad. La violencia doméstica en todas sus formas es un problema a nivel nacional e internacional
Beigbeder de Agosta, Barilari, Colombo (2001) toman de Visir y Agosta la siguiente definición de abuso y maltrato infantil:
Injuria física y/o mental y/o abuso sexual y/o trato negligente de todo individuo menor ocasionado por la persona encargada del
cuidado y custodia, que implique peligro o amenaza o daño real para la salud y el bienestar físico y mental del niño. (p.12)
Colombo y Gurvich (2012) plantean los diferentes tipos de maltrato:
Negligencia como la falta de cuidados físicos, educacionales y emocionales. Abandono como la falta de supervisión. Niños
de la calle o abandonados en la vía pública. Maltrato físico como el daño intencional no accidental que ocasiona hematomas,
fracturas, quemaduras, mordeduras. Maltrato emocional como el rechazo, la indiferencia, la desvalorización, el aislamiento, el
terror y la corrupción. Abuso sexual como la utilización de un menor para la satisfacción sexual de un adulto que incluye el
exhibicionismo, las manipulaciones genitales, la participación en material pornográfico, introducción de objetos en genitales y el
coito. Síndrome de Münchausen by Proxy que consiste en la creación por parte del adulto de signos y síntomas en el niño que
confunden al médico tratante. El niño es así sometido a peligrosas maniobras diagnósticas y terapéuticas (Ej. La madre
contamina la muestra de orina del niño con sangre menstrual o le administra dosis excesivas de laxante) Abuso fetal como
todo acto que de manera intencional o negligente cause daño al niño por nacer, como exceso de alcohol, tabaco, drogas.
Más allá del tipo del maltrato que el niño haya padecido, los signos que más destacados son:
a) Agresividad5 : estos niños suelen ser más agresivos que sus compañeros de clase. Su agresividad es más fácil de provocar,
más intensa y más difícil de controlar. Si bien la mayoría de esos niños no delinquen en su vida futura, una proporción muy alta
de los sujetos que cometen delito ha sido severamente maltratada en su infancia.
b) Autoagresividad: en muchos casos las víctimas del maltrato infantil incorporan una modalidad autoagresiva para resolver los
conflictos, representada mediante intentos de suicidio o suicidios concretados al llegar a la adolescencia (Bringiotti, 2006).
Diversas investigaciones muestran que los niños maltratados con depresión infantil tienden a atribuir los sucesos positivos a
elementos externos, mientras que se adjudican los negativos a sí mismos.
c) Baja autoestima: una de las principales características de estos niños, que parece en la mayoría de las investigaciones y se
confirma en el trabajo clínico con ellos, es su baja autoestima, que casi siempre va unida a sentimientos de desesperanza, de
tristeza y de depresión, dado que han sido objeto (principalmente en el abuso sexual) de un abuso de confianza, de inseguridad
y falta de confianza tanto en sí mismo como en los otros.
d) Estigmatización: los niños agredidos sexualmente presentan, además, lo que se denomina “estigmatización”, es decir que
sienten en forma constante vergüenza y culpa. En casos extremos, estos sentimientos los llevan a tener conductas
autodestructivas, como el abuso de alcohol o drogas, la prostitución e, incluso, el suicidio (Cohen Imach, 2010)
Los sucesos catastróficos para la vida y el psiquismo se convierten en traumáticos. El trauma no es una enfermedad mental
alude al padecimiento psíquico del sujeto. J.
Libman (2010) plantea la siguiente definición genérica de trauma psíquico, articulando la psiquiatría y el psicoanálisis: Se
considera un trauma psíquico a aquel o a aquellos acontecimientos –que pueden ser sucesivos, acumulativos, o diferidos en el
tiempo, y articulados por una significación personal y/o simbólica de los mismos–, que desbordan la capacidad del sujeto para
poder procesarlos psicológicamente.
Cuando el sujeto se encuentra expuesto a un monto de excitación exterior elevada de manera inesperada, sucede que esa
cantidad de energía no puede ser procesada por el psiquismo y se transforma en un suceso que abruma a quien padece
perforando toda protección frente a esos estímulos avasalladores. La simbolización de lo acontecido no puede ser realizada, no
puede representarse psíquicamente la irrupción sufrida. Al no ser capaz de esa representación simbólica, el acontecimiento no
puede ser narrado, no puede ser puesto en palabras. La persona no logra armar una historia organizada ya que determinados
fragmentos del suceso que lo ha perturbado no pueden recordarse. Puede suceder también que los fragmentos se agolpen en
su mente en cantidades de imágenes y sensaciones sin lograr armar una narración clara y bien integrada. En palabras del mismo
autor: "no puede darle figurabilidad psíquica a sensaciones y reacciones somáticas que surgen al recordar el o los
acontecimientos que a posteriori devinieron traumáticos". (Clase 1, p. 2-3) Es importante destacar que lo traumático no
necesariamente es el hecho en sí mismo, sino de la combinación entre el potencial traumático del acontecimiento violento e
inesperado, y la incapacidad del sujeto de asimilarlo, procesarlo e intregrarlo a su psiquismo. Continúa J. Libman (2010): } Las
consecuencias clínicas de las vivencias traumáticas se expresan de dos formas: en la aparición de síntomas específicos, y en
modificaciones de la personalidad. En cuanto a los síntomas es frecuente observar la siguiente tríada sintomática, que se puede
dar en forma conjunta, o uno de los síntomas por separado: reexperimentación (recuerdos, sueños a repetición sobre
sensaciones, imágenes o recuerdos fragmentados y mezclados), evitación de aquellos estímulos que recuerden el
acontecimiento perturbador (pensamientos, lugares, personas) y alteraciones del funcionamiento psicofisiológico (trastorno del
sueño, irritabilidad, hipervigilancia, síntomas de ansiedad). Con respecto a la personalidad se pueden observar cambios notorios
como la desconfianza ante los desconocidos, el 23 embotamiento emocional, tener una visión pesimista del mundo y de las
relaciones humanas, etc.
La definición de maltrato y abuso sexual que Beigbeder de Agosta, Barilari, Colombo (2001) utilizada anteriormente, deja claro
que hay dos elementos importantes en el maltrato la amenaza o daño real que se pueden presentar, lo que habla de lo
traumatogénico que puede ser el maltrato. La capacidad del niño debido a que por su edad, no han ido adquiriendo
mecanismos de defensa ni representaciones cognitivas no pueden hacer frente a personas de mayor poder y fuerza física que
ellos. Esto aumenta la indefensión infantil. Colombo y Gurvich (2012) definen trauma “a esta fuerza que desde afuera invade al
aparato y que el niño percibe como algo amenazador y difícil de enfrentar.” (p. 143) Consideran que la magnitud del trauma se
relaciona con el tipo de vínculo entre la víctima y el maltratador, tipo de maltrato, duración, grado de agresividad física o mental
que utilice sobre el niño y la ausencia de una figura protectora. El niño queda así sujetado en su desarrollo psíquico, incapaz de
defenderse, presentado una serie de síntomas que dificultan su normal vínculo con los otros y con sí mismo.
Las autoras continúan: "La necesidad de escapar de este mundo amenazador se vuelve imperiosa ya que el niño empieza a
transitar una vida de indefensión, ansiedad crónica, el secreto saber qué cosas horribles le pasarán una y otra vez". (p. 143-144)
Una posible escapatoria a esta situación se le presenta al niño cuando, no habiendo lugar que sea seguro en el exterior, se
inventa un mundo interior que le permite esa seguridad que le es esquiva. Es la forma que encuentra el niño violentado en su
psiquismo de compatibilizar el amor y la necesidad hacia el adulto o la familia que siente amenazante y que le provoca
sentimientos de rabia, desconfianza y le causan un profundo dolor. Utilizará así el mecanismo de defensa de la disociación para
poder responder a las demandas parentales y creencias patológicas de sus padres, poniéndose a su vez a salvo sus conflictos
internos como forma de minimizar el estado de confusión interna y poder vivir una vida sin incongruencias
El fundamento teórico de la técnica es el psicoanálisis freudiano. Considerando que la estructura psíquica se encuentra
conformada por tres instancias: yo, ello y superyó. El yo es una instancia de relación con el mundo exterior, donde los
mecanismos defensivos, equilibran y frenan a las pulsiones. Estas últimas se encuentran en el ello, son inconscientes y tratan de
satisfacerse en forma pura e inmediata. Es sobre estas tendencias que se diseñó las láminas del test. El superyó, es la base de los
ideales, las prohibiciones, las identificaciones con las imagos parentales. El autor plantea que conviene “dar igual importancia a
la defensa del yo que a las tendencias instintivas” (Corman, 1979, p. 25) Considerando que es la forma de lograr una imagen de
la problemática infantil lo más fiel posible, mostrando así los conflictos que enfrentan a dos instancias, lo cual revelará las
motivaciones profundas de la conducta infantil.
El “Test de Pata Negra (PN)” es un test proyectivo que indaga sobre la personalidad 29 infantil y sus conflictos dominantes, así
como las defensas frente a estos. El héroe principal es el cerdito Pata Negra, llamado así por la mancha negra que tiene en su
pata izquierda y la cual se encuentra también en la pata derecha de la madre cerda. En algunas láminas la mancha no es visible y
el niño puede o no ver al héroe en ellas. C
Cada una de las láminas del test presenta un tema, frente al cual el niño reacciona según sus propias tendencias, realizando una
historia que en mayor o menor medida es 30 acorde con dicho tema. Una buena adaptación, se expresa en la flexibilidad con
que el sujeto pasa de un tema a otro. En cambio, los sujetos inadaptados fijados a una etapa de su historia vital, con una
personalidad rígida, tienden a reaccionar de una manera única a la mayor parte de los estímulos. Las láminas se presentan en la
tabla siguiente: N° LÁMINA NOMBRE TEMA
2 BESOS Edípico
6 PARTIDA Partida
12 SUEÑO MADRE Ideal del Yo o amor objetal (según sexo del sujeto)
13 SUEÑO PADRE Ideal del Yo o amor objetal (según sexo del sujeto)
14 LACTANCIA 1 Oral
1. Presentación del Frontispicio: se le presenta al niño esta lámina, preguntándole datos de los personajes.
2. Presentación de las láminas: momento en que se le pide al niño que elija las láminas que le resulten interesantes para contar
una historia y que la cuente.
3. Método de Preferencias–Identificaciones (P-I): en esta etapa se pide al niño que clasifique las láminas en aquellas que le
gusten y en las que no le gusten. Se indaga sobre el por qué de su elección y sobre con quien se identifica en cada lámina. 31
4. Preguntas de síntesis: se indaga sobre diferentes asuntos (preferencias, atracciones afectivas) relacionados con los
personajes.
5. Presentación de la lámina “El Hada”: a. Se le presenta al niño la lámina “El Hada”, donde la consigna es que PN puede pedir
tres deseos y cuáles le parecen que pueden ser. b. Se agrega como cuarto deseo el Test del Bestiario de Zazzó, eligiendo otro
animal en que quisiera convertirse PN y por qué. c. Luego se consigna al niño que imagine que es a él a quien se le presenta un
Hada por lo que puede pedir tres deseos y comente cuales son.
6. Graficación: Si es posible por tiempo y cansancio del niño, se le puede pedir que dibuje de memoria la lámina que más le haya
interesado.
7. Sueño de Pata Negra: También se puede solicitar que imagine un sueño de PN y que lo dibuje.
Corman (1979) considera que a pesar que es un test muy estructurado, el sujeto no se limita en su fantasía, pudiendo proyectar
sus sentimientos, tendencias y defensas. Esta técnica presenta libertad para definir el sexo, la edad, el parentesco de los
personajes; puede ordenar las láminas como desee para hacer su historia; también presenta libertad para describir la situación,
para interpretar la escena que aparece, los sentimientos de los protagonistas de la misma, puede elegir libremente las que le
gustan o no así como identificarse con cualquiera de los personajes.
El autor considera la agresión frente a lo edípico, por lo cual lo agresivo hacia los padres puede encontrarse dentro del mundo
fantasmático. Boekholt (2006) comenta “en el período de Latencia los deseos agresivos hacia los padres en general son
sancionados por la autoridad parental, si el Superyó está internalizado” para que esto suceda se necesita un aparato psíquico
suficientemente desarrollado
Una de las formas que toma el manejo de la agresividad es la identificación con el agresor. Frankel (2002) comenta sobre la
misma: Cuando nos sentimos agobiados por una amenaza ineludible, nos "identificamos con el agresor" (Ferenczi, 1933). Con la
esperanza de sobrevivir, sentimos y nos "convertimos" precisamente en lo que el atacante espera de nosotros, en cuanto a
nuestra conducta, percepciones, emociones y pensamientos. La identificación con el agresor está en estrecha coordinación con
otras respuestas al trauma, incluida la disociación.
Los sujetos pueden también manejar su agresividad en forma pasiva, donde la agresividad solo puede ser recibida. No se
perciben elementos que hagan que el sujeto pueda expresarla, se resigna a dicha situación.
(B. de Agosta, 2008, p.39) (Colombo, R., B. de Agosta, C. y Barilari, M. Z, 2008) Ratman de Keisar (2010) siguiendo a Basahl et al.
(1981) comenta que: encontraron en niños entre seis y ocho años de edad, víctimas de maltrato físico, una tendencia a
considerar los acontecimientos externos como inevitables y fuera de su control. Esto se debe a su baja autoestima y la frágil
confianza que ellos tienen en sí mismos de que puedan resolver una situación
Tanto la discriminación como lo traumático generan en los niños dificultades para poder sentirse iguales a los demás. Si bien la
discriminación se relaciona con la mirada de los otros lo traumático conlleva conductas que generan, a su vez,
autodiscriminación. Las conductas más activas como ser: pegar, la hiperactividad y las conductas sexualizadas, entre otras,
hacen que estos niños sean discriminados provocando su exclusión de los grupos de referencia y sus espacios habituales de
convivencia. En otras ocasiones sus conductas se relacionan con las descriptas en la caracterización de la depresión infantil,
como ser el ostracismo, el aislamiento, la tristeza y la inhibición, con las consecuencias de provocar asimismo situaciones de
exclusión. La estigmatización se relaciona con las connotaciones negativas asociadas al maltrato. Dichas connotaciones pueden
ser la vergüenza, la maldad y la culpa, que marcan profundamente la imagen de sí mismo de los niños. El estigma
inevitablemente lleva a la discriminación o a la exclusión.
La agresividad activa se ve en los relatos cuando la misma aparece en forma clara e inequívoca. Dentro de este tipo de
agresividad surgen dos formas: la agresividad inductora y la Identificación con el Agresor. En la primera se agrede porque el otro
agredió primero. En la segunda el niño, como forma de manejar la angustia que le provoca lo que vive, se identifica con quien lo
agrede actuando de la misma forma con otros, como mecanismo de protección. La agresividad pasiva donde el niño siente que
es merecedor de la agresión del adulto se vincula a la culpa que a nivel clínico vemos que el adulto agresor genera en el niño.
Provoca que el niño no se valorice, por lo que ser objeto de la agresividad es natural para quien no se lo quiere.
Concordamos con Colombo (2008) en que “el maltrato infantil (…) lo inhibe en su desarrollo creándole un daño psíquico que lo
estigmatiza y lo pone en riesgo de perder su propia condición humana.”
La marca que deja el MI y/o el ASI es a fuego. Estigma difícil de superar. Las consecuencias que el mismo trae en los sujetos que
lo han padecido, llega en muchas ocasiones a la adultez, comprometiendo la imagen de sí mismo y la identidad en tanto varón o
mujer. La detección y el tratamiento en forma temprana pueden promover un mejor manejo de la vida afectiva, y una forma
menos dañina de sentir, pero no borra lo sucedido, sino que forma parte de su historia.
Cuanto más importante sea la expresión de la culpabilidad más grave es la exclusión o la autoexclusión y el riesgo es mayor
debido a que el niño busca aliviar la culpa por el autocastigo, o busca su castigo desde lo externo a través de accidentes,
manteniendo conductas delictivas o vínculos tóxicos, entre otros.
Todos estos elementos hacen a la imagen que el niño tiene de sí. En general la visión que tiene de sí mismo es de alguien “malo”
dado que pelea, molesta o por el contrario, no lo quieren, lo olvidan. La imagen de una forma u otra es deteriorada, de alguien
que no vale. Frente a esto aparece como defensa la fuga huir de lo que duele, por lo que 79 irse de casa debido a los vínculos
violentos, no solo pasa por la fantasía, algunos niños lo llevan al acto. Además, un elemento llamativo que apareció en la
investigación es el deseo de ser grande, posiblemente como forma de poder defenderse mejor de la violencia o que no le
suceda dado que los eventos agresivos le suceden por ser chico, visto como débil. La vivencia de lo familiar en estos niños es
compleja e indican vivencias de frustración y desamparo. Los vínculos agresivos que existen generan inseguridad, aquellos
mismos que por momentos protegen y sostienen en otros maltratan o abusan. Para defenderse de esta situación se manejan
con la ambivalencia llegando en algunos casos a la disociación, intentando preservar algo positivo de la figura maltratadora.
En los protocolos trabajados aparece una diferencia entre maltrato y abuso sexual. Los primeros aparecen como menos
defendidos, con mejor manejo de la agresividad y la culpa en comparación con los de abuso sexual. Estos últimos presentan
mayores índices de depresión, dificultades en la narrativa, más defendidos, con menor expresión de sentimientos.