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La Adoración en La Reunión Sacramental: El Fundamento Doctrinal

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La adoración en

la reunión
sacramental
Por el Élder Russell M. Nelson
Del Quórum de los Doce Após‐
toles

Las reuniones sacramentales se


deben planear y dirigir con
objeto de ayudarnos a recordar
al Señor y Su Expiación.

Los obispados y las presiden‐


cias de rama tienen muchas
responsabilidades que se
pueden delegar, pero no
pueden delegar la responsabili‐
dad de las reuniones sacramen‐
tales. Por lo general, ellos
presiden y de esa manera son
responsables tanto del espíritu
como del contenido de dichas
reuniones. Por tanto, mis ense‐
ñanzas sobre las reuniones
sacramentales tendrán un
particular interés para los obis‐
pos y los presidentes de rama y
sus consejeros, así como para
los miembros de la Iglesia que
participan en estos servicios
semanales.

El fundamento
doctrinal
La reunión sacramental es la
reunión de barrio o rama a la
que asistimos como familia,
que es la unidad básica de la
Iglesia. Las familias y los
miembros deben llegar al
centro de reuniones mucho
antes de que empiece la
reunión sacramental. Tal como
el Señor lo ha mandado, asisti‐
mos para participar de la Santa
Cena y renovar nuestros conve‐
nios.

Él instituyó la Santa Cena para


que recordásemos Su Expia‐
ción. Al terminar la última
cena, especialmente preparada
para la Pascua, Jesús tomó pan,
lo bendijo, lo partió y lo dio a
Sus Apóstoles, diciendo:
“Tomad, comed” (Mateo
26:26). “Esto es mi cuerpo, que
por vosotros es dado; haced
esto en memoria de mí” (Lucas
22:19). Entonces tomó la copa,
pronunció una oración de
agradecimiento y la pasó a los
que se encontraban reunidos
alrededor de Él, diciendo:
“Esta copa es el nuevo pacto en
mi sangre” (Lucas 22:20),
“derramada para remisión de
los pecados” (Mateo 26:28).
“Haced esto… en memoria de
mí. Así pues, todas las veces
que comiereis este pan, y bebie‐
reis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis” (1 Corintios
11:25–26). De esta manera,
vinculó la Santa Cena con Su
inminente crucifixión.

Dios había declarado: “Esta es


mi obra y mi gloria, llevar a
cabo la inmortalidad y la vida
eterna del hombre (Moisés
1:39). Entonces, el Hijo de
Dios voluntariamente dio Su
vida para llevar a cabo la
voluntad de Su Padre. De esa
manera, la inmortalidad llegó a
ser una realidad, y la vida
eterna una posibilidad para
todos los que vivieran en la
tierra.

Conmemoramos Su Expiación
de una manera muy personal,
llevando a la reunión sacra‐
mental un corazón quebran‐
tado y un espíritu contrito. Es
lo que tiene más realce en nues‐
tra observancia del día de
reposo (véase D. y C. 59:8–13).

Las oraciones sacramentales


han sido reveladas por el Señor
(véase Moroni 4:3; 5:2; D. y C.
20:77, 79). Hacemos convenio
de tomar sobre nosotros el
nombre de Jesucristo y guardar
Sus mandamientos; comemos
el pan partido en memoria de
Su cuerpo; tomamos el agua en
memoria de Su sangre que fue
vertida por nosotros; y testifi‐
camos que siempre nos acorda‐
remos de Él. La promesa es que
siempre tendremos Su Espíritu
con nosotros. ¡Qué bendición!

Cómo planificar la
reunión sacramental
Teniendo esas doctrinas en
cuenta, los obispados y las
presidencias de rama deben
planificar las reuniones sacra‐
mentales con detenimiento a
fin de mantenerlas centradas en
el Señor y Su Expiación, Su
ejemplo y las doctrinas del
Evangelio.

Las invitaciones para discursar


deben hacerse con bastante
antelación e incluir una
descripción clara del tema y del
tiempo asignados, así como un
ofrecimiento de ayuda. Entre
los que dan la oración debe
haber miembros que no suelen
hacerlo. Eviten la costumbre en
la que el esposo y la esposa
oren en la misma reunión. Esto
da a entender, sin querer, un
mensaje de exclusión hacia
aquellos que son solteros. Y
recuerden: las oraciones no son
sermones.

A los misioneros que salen al


campo misional se les puede
dar la oportunidad de hablar
en una reunión sacramental,
pero a sus familiares y amigos
no se les invita a hacerlo. Dos o
más misioneros que parten
para la misión pueden dirigir la
palabra en la misma reunión. A
los misioneros que regresan, y
que hayan servido honorable‐
mente, se les debe invitar a
hablar en una reunión sacra‐
mental y conceder tiempo para
compartir experiencias espiri‐
tuales y su testimonio.

Las reuniones sacramentales


son una ocasión para que los
jóvenes hablen brevemente
acerca de temas del Evangelio
que se les hayan asignado. En
otras ocasiones, el presidente
de estaca asignará a los miem‐
bros del sumo consejo dirigir la
palabra.

Puede llamarse a miembros


para que den la bienvenida y
sirvan como acomodadores;
ellos podrían recibir y acomo‐
dar a las personas mientras
reservan unos cuantos asientos
de atrás y próximos a los pasi‐
llos para los hermanos que
tengan necesidades especiales.

En la reunión sacramental no
se deben emplear ayudas
audiovisuales como videocase‐
tes y transparencias.

De vez en cuando, los miem‐


bros tal vez no puedan asistir
debido a enfermedad; en ese
caso, el obispo o el presidente
de la rama podrían asignar a
los poseedores del sacerdocio
para que les lleven la Santa
Cena allí donde se encuentren.

Una reunión sacramental típica


incluirá:

Música de preludio.

Una bienvenida y el recono‐


cimiento de la autoridad
presidente, y del miembro
del sumo consejo, si hay
alguien asignado.

Un himno y una oración


iniciales.

Los asuntos del barrio, tales


como:

—El relevo y el sosteni‐


miento de oficiales y
maestros.

—El reconocimiento de
los niños que son avanza‐
dos de la Primaria, de los
miembros llamados a la
misión o a otras asigna‐
ciones, y de los logros de
los jóvenes y de las
jovencitas.

—La presentación de los


nombres de los varones
que vayan a recibir el
Sacerdocio Aarónico o
que vayan a ser avanza‐
dos en él, y de los nuevos
miembros de la unidad.

La confirmación de los
miembros nuevos.

Un himno sacramental y la
bendición y repartición de la
Santa Cena.

Mensajes del Evangelio y


música adicional opcional.

Un himno y una oración


finales.

Música de postludio.

Los que vayan a ser relevados y


sostenidos no tienen que ser
presentados uno por uno, sino
que se les puede presentar en
grupo: primero los que van a
ser relevados, luego los que van
a ser sostenidos en el sacerdo‐
cio y después los que van a ser
sostenidos en los llamamientos
de las organizaciones auxilia‐
res.

Las reuniones sacramentales


deben empezar y terminar a
tiempo y no deben tener
exceso de programación. No es
necesario llevar a cabo una
reunión de oración antes de la
reunión sacramental. Todas las
personas que vayan a participar
deben estar sentadas en el
estrado por lo menos cinco
minutos antes de empezar la
reunión, de tal manera que
estén espiritualmente prepara‐
das para la experiencia de
adoración. Durante ese tiempo
de quietud, la música del prelu‐
dio será tenue; no es momento
para conversar o transmitir
mensajes, sino que es un
periodo de meditación acom‐
pañada del espíritu de oración
mientras los líderes y los miem‐
bros se preparan espiritual‐
mente para participar de la
Santa Cena.

La música
Los himnos de la iglesia son la
música básica para los servicios
de adoración y la norma para
el canto de la congregación. Se
pueden emplear otras seleccio‐
nes apropiadas para el prelu‐
dio, el postludio, la música
coral y selecciones musicales
especiales. Por lo general, el
primero y el último himno los
canta la congregación. La
congregación siempre canta el
himno sacramental.

Lo ideal es que cada unidad


cuente con un coro al que se
invite a cantar con frecuencia.
El coro bendice nuestra vida.
Mi esposa y yo tenemos recuer‐
dos hermosos de nuestra parti‐
cipación, hace años, en el coro
de nuestra pequeña rama en
Minneapolis, Minnesota.
Cuando el coro se ponía de pie
para cantar, había más gente
en el coro que en la congrega‐
ción.

Los pianos, los órganos y sus


equivalentes electrónicos son la
norma para las reuniones de la
Iglesia. Si se usan otros instru‐
mentos, debe hacerse de
acuerdo con el espíritu de la
reunión. Los instrumentos con
sonido más alto o menos propi‐
cios para la adoración, como
son la mayoría de los instru‐
mentos metálicos de viento o
los de percusión, no son apro‐
piados para la reunión sacra‐
mental. Si no se dispone de
piano, órgano, o de alguien
que los toque, pueden usarse
grabaciones apropiadas para el
acompañamiento.

La canción de los justos es una


oración para el Señor (véase D.
y C. 25:12). Algunos miembros
se sienten renuentes a cantar,
quizá por temor. Debemos olvi‐
dar nuestros temores y ver el
canto como una oportunidad
de alabar a nuestro Creador
con devoción. La música en la
reunión sacramental es para la
adoración y no para un espec‐
táculo. No debemos permitir
que la música sagrada salga de
nuestra vida, ni permitir que la
reemplace la música secular.

Cómo dirigir la
reunión sacramental
Los obispados y las presiden‐
cias de rama tienen la respon‐
sabilidad no sólo de planificar
estas reuniones, sino de dirigir‐
las, lo cual deben hacer con
reverencia. En la congregación
hay quienes ruegan por los
susurros y la comunicación
delicados de los cielos; el esta‐
blecer un espíritu de reverencia
les ayudará a recibir esa comu‐
nicación. Recuerden: la reve‐
rencia invita a la revelación.

Los encargados de dirigir la


reunión deben comenzar
extendiendo una cordial bien‐
venida; sería más apropiado
dejar los anuncios detallados
para otro momento. Puesto
que invitamos a todos a venir a
Cristo, los amigos y vecinos
siempre son bienvenidos, pero
no se espera que participen de
la Santa Cena. Sin embargo, no
se les prohíbe; ellos deben
escoger. Esperamos que a los
que lleguen por primera vez
siempre se les haga sentir bien‐
venidos y cómodos. Los niños
pequeños, como beneficiarios
sin pecado de la Expiación del
Señor, pueden participar de la
Santa Cena como preparación
para los convenios que harán
más adelante en la vida.

Nuestras reuniones siempre se


dirigen por medio del Espíritu
(véase D. y C. 46:2). De vez en
cuando tal vez suceda algo
inesperado que el oficial presi‐
dente desee aclarar o corregir
según le indique el Espíritu. De
lo contrario, no es necesario
realizar ningún comentario
adicional después de que hable
el último discursante.

La bendición y la
repartición de la
Santa Cena
Los obispados y las presiden‐
cias de rama presiden el Sacer‐
docio Aarónico en los barrios y
las ramas. Ellos, junto con los
asesores de los quórumes del
sacerdocio, tomarán toda
precaución para que la Santa
Cena esté preparada mucho
antes de la reunión y para que
su repartición esté minuciosa‐
mente planificada. Los que
bendicen la Santa Cena deben
presentar su mejor aspecto y
estar vestidos apropiadamente.
Las camisas blancas no sólo
lucen bien, sino que son un
discreto recordatorio de otros
ritos sagrados, tales como el
bautismo y las ordenanzas del
templo, durante los cuales
también se usa ropa blanca.

Las oraciones sacramentales se


deben ofrecer de tal manera
que resulten comprensibles , ya
que el que ora está dando
expresión a los convenios que
los demás están haciendo. Se
espera limpieza y pureza de
corazón de parte de los que
tienen el privilegio de bendecir
la Santa Cena. La autoridad
presidente es el primero en
recibir la Santa Cena.

La reunión de ayuno
y testimonio
Las reuniones de ayuno y testi‐
monio se llevan a cabo una vez
al mes, normalmente el primer
domingo. Por lo general, ese
día se bendice a los bebés.
Después de la Santa Cena, el
hermano que dirige da su testi‐
monio en forma breve y luego
invita a los miembros a que
testifiquen brevemente y de
corazón acerca del Salvador, de
Sus enseñanzas y de la Restau‐
ración. Los padres y maestros
deben ayudar a los niños a
aprender lo que es un testimo‐
nio y cuándo es apropiado
expresarlo. Los niños más
pequeños deben aprender a
compartir sus testimonios en el
hogar o en la Primaria hasta
que tengan la edad suficiente
para testificar sin que se les
ayude en la reunión de ayuno y
testimonios.

La participación
personal
Cada miembro de la Iglesia es
responsable del enriqueci‐
miento espiritual que proviene
de la reunión sacramental.
Cada uno debe cantar con un
corazón agradecido y, después
de una oración o de un testi‐
monio, responder con un
“amén” audible. En forma
personal, meditamos en la
expiación de Jesucristo; refle‐
xionamos sobre el significado
de Su sufrimiento en Getse‐
maní y de Su crucifixión en el
Calvario. Durante ese momen‐
to, cada uno de nosotros debe
“probarse… a sí mismo” (1
Corintios 11:28) y reflexionar
en los convenios personales
que ha hecho con el Señor; es
el momento de meditar en las
cosas sagradas de Dios.

De todo corazón, doy gracias


al Señor por la reunión sacra‐
mental y por todo lo que ha
significado en mi vida. Repeti‐
das veces ha renovado mi fe y
me ha permitido renovar mis
convenios semanalmente,
ayudándome a mí y a mi
esposa a vivir y criar a nuestra
familia en la gloriosa luz del
Evangelio.

Adaptado de un discurso
pronunciado en la reunión
mundial de capacitación de
líderes celebrada el 21 de junio
de 2003.

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