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El Asesinato de Urquiza

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El monumental Palacio San José: la

increíble obra encargada por Urquiza y


el trágico día en que lo mataron frente a
su familia
Por su imponencia, los mismos lugareños lo bautizaron
“palacio”. Fue una construcción encargada por Justo
José de Urquiza, con materiales y ornamentos traídos
de Europa. Amplios salones, jardines especialmente
diseñados, decenas de habitaciones en las que
durmieron Domingo F. Sarmiento y Bartolomé Mitre,
entre otros, fue la última morada del entrerriano. La
historia de un macabro asesinato la tarde del 11 de
abril de 1870

Por Adrián Pignatelli

El
imponente Palacio San José se convirtió en un sitio de referencia histórica en Entre Ríos
(Prensa Entre Ríos)
Ese lunes santo era coronado con una tarde apacible. Justo José de Urquiza, nacido en
1801, gobernador de Entre Ríos, le gustaba sentarse en la galería de su magnífico
palacio cerca de donde sus hijas, Dolores, familiarmente llamada Lola de 17 y Justa de
15, tomaban lecciones de música en dos pianos a la vez. En otro ambiente, se percibían
los juegos de Micaela, Flora y Teresa, otras de sus hijas. Conversaba con su
administrador mientras otros empleados y funcionarios de su gobierno trabajaban en
ambientes cercanos.

En esa galería del frente existen ocho columnas toscanas y algunas tienen argollas, de
donde se ataban hamacas en las tardes de verano. En esta galería estaba Urquiza
cuando entraron a matarlo el 11 de abril de 1870.

Estaba en el Palacio San José, al que había empezado a levantarlo en 1848, cerca del
río Gualeguaychú, a unos 300 kilómetros de Concepción del Uruguay. Los motivos de
la elección del lugar, el entrerriano se los llevó a la tumba.

Justo José de Urquiza comenzó a construir su mansión cuando aún estaba Rosas en el
poder. La obra estaría finalizada en 1860

De estilo italianizante con detalles coloniales, posee 38 habitaciones, tres patios, dos
grandes jardines, una capilla, miradores y hasta un lago artificial. Era iluminado a
gas acetileno y fueron los lugareños quienes lo bautizaron como “palacio”, aunque
formalmente era la “Posta San José”.
Por 1853 Urquiza contrató a Jacinto Dellepiane, quien continuó las obras, como el
segundo patio, donde se organizaron las dependencias de servicio y en 1857 convocó al
arquitecto Pedro Fosatti. Las obras culminaron en 1860.

El salón de los espejos estaba reservado para recepción de visitas e invitados. Fotografía
Archivo Histórico Palacio San José

El monumental portón de acceso posterior al palacio era el más usado. De hierro


forjado, con adornos de fundición, lleva grabado “J.U. Julio 9 de 1858″. Al trasponerlo,
a la izquierda del zaguán estaba la habitación de la guardia.

Por esa puerta ingresaron sus asesinos. Antes de trasponerlo, habrán visto las dos
estatuas, en los jardines, que representan a la primavera y el invierno.
El palacio fue hecho con todas las comodidades posibles, que eran motivo de elogio de
los visitantes y huéspedes. Fotografía Archivo Histórico Palacio San José

Si esas paredes hablaran. Escucharon discusiones sobre la organización nacional, en los


tiempos en que el país se había partido en dos, se rubricaron acuerdos, se delinearon
políticas nacionales, y fue visitado por los cuatro primeros presidentes constitucionales.

Posee un oratorio que fue levantado a partir de 1857, previa autorización del Vaticano.
Lo proyectó y ejecutó el arquitecto italiano Fosatti. Tiene frescos del artista uruguayo
Juan Manuel Blanes en su bóveda, en los que se destaca la Anunciación de San José.
Blanes, por entonces de 27 años, estuvo a su servicio entre 1856 a 1859. Por esos
trabajos cobró 5.610 pesos fuertes.
Por este portón de hierro forjado ingresaron los asesinos de Urquiza el 11 de abril de
1870. Fotografía Revista Caras y Caretas

Allí se casaron algunos de sus hijos, a las misas asistía gente de afuera, y se bautizaron
aborígenes de la zona, especialmente los 19 de marzo, día del Santo Patrono. La imagen
de San José y el Niño, en el altar -de cedro con aplicaciones de oro- fue un regalo de su
primo Máximo de Elía, de 1860.

En los jardines hay bustos de mármol de Alejandro Magno, Hernán Cortés, Julio
César y Napoleón, que fueron traídas de Italia. Además hizo construir dos palomares,
cada uno de 150 metros cuadrados.

Hasta se aprovechaba el agua de lluvia. Se recogía la que caía de los techos y la que
se acumulaban en los patios y era derivada a los aljibes de riego.
El momento en que los asesinos irrumpieron en el salón donde Urquiza, herido, estaba
en brazos de su esposa

Una de las últimas obras que encargó fue un lago artificial de 180 metros de largo
por 120 de ancho y cinco de profundidad, rodeado de un paredón, adornado con rejas
en su perímetro y con macetones. El agua se bombeaba por cañerías subterráneas de una
laguna de la zona. Para pasar el tiempo y organizar fiestas, encargó un barco a vapor al
que bautizó San Cipriano, en homenaje a uno de sus hermanos asesinado en 1844.

El patio del parral tiene una superficie de 500 metros cuadrados. Las 17
habitaciones que lo rodean se alojaban familiares, oficiales de los cuerpos permanentes
de San José y los visitantes. Dos de esas habitaciones las ocupaba Urquiza como
escritorio de sus asuntos comerciales. También daban al patio la despensa, la cocina y
un comedor secundario. Muchas de las vides del parral fueron enviadas por el
naturalista Eduardo Holmberg.

Tanto la cocina como los baños tenían instalaciones de agua corriente, obras que se
hicieron a partir de 1856, a cargo de Paul Doutre. Fue un verdadero adelanto para la
época. Para ello con bombas accionada por una noria se llevaba el agua a tanques
elevados, con lo que las cañerías tenían la presión suficiente.
Una fotografía del palacio de 1930. Tiene dos miradores con un reloj en cada uno. Uno
de ellos está simulado y se incluyó para mantener la simetría. Revista Caras y Caretas

El patio de honor es el recinto principal de la residencia. Rodeado de 18


habitaciones para moradores, huéspedes, sala, escritorio político, sala de armas, un
amplio comedor y ante comedor, y de una amplia galería, sostenida por 28 columnas
toscanas. En esa galería, Urquiza organizó un baile para agasajar a Domingo F.
Sarmiento, quien lo visitó siendo presidente en febrero de 1870. Como el sanjuanino
había descripto al dueño de casa como “la continuidad del legado bárbaro provincial”,
hizo instalar una canilla en las habitaciones del huésped. Sarmiento, al verla, dijo:
“Ahora sí me siento presidente”.

Por esa galería, transitaron sus asesinos. En cada ángulo de esa galería, hay óleos
pintados por Blanes.

En el frente de la casa se luce un jardín francés, rodeado por una artística reja de
hierro fundido, con estatuas que representan los cuatro continentes. El palacio cuenta
también con un parque exótico.
La sala de los espejos estaba reservado a las recepciones y en la de juego se impone una
mesa de billar francesa, especial distracción del dueño de la casa.

Luego de años de distanciamiento y diferencias políticas, Sarmiento viajó a San José a


encontrarse con Urquiza. Aprovechó en febrero, en el aniversario de la batalla de
Caseros
En el comedor de 14 metros, el entrerriano hizo colocar una mesa de nueve metros de
caoba. En una de sus cabeceras se sentó junto a Sarmiento en el banquete que le ofreció
la noche del 3 de febrero de 1870. Urquiza tenía la costumbre de comer solo y más
temprano que el resto, y luego se aparecía por el comedor a hablar con los comensales.

La cocina del palacio está ubicada en la habitación del cuerpo sur. Construida en 1864
tiene tres hornos y cuatro hornallas, es de hierro con adornos de bronce.

Se conserva la cama de bronce, la última que usó. Estaba en el dormitorio donde


cayó herido y donde fue rematado a puñaladas.

Allí, pasadas las siete de la tarde del 11 de abril de 1870 se desató el infierno. Los
atacantes redujeron a la guardia e ingresaron a los gritos y disparos. Las últimas luces
del atardecer dificultaban distinguir qué era lo que sucedía.

Urquiza se incorporó rápidamente y comenzó a transitar por la galería. “¡Abajo el


tirano! ¡Viva el general Ricardo López Jordán!” escuchó. Entró en sus habitaciones
y le pidió a su esposa un arma. La mujer le alcanzó un rifle y enseguida lo empezó a
cargar. Dolores, una de sus hijas, ajena a la situación, entró al dormitorio porque
Micaela, una de sus hermanas menores, la molestaba y no la dejaba tocar el piano.

Urquiza se asomó a la puerta y disparó. El proyectil le rozó el rostro a un atacante y


Urquiza fue impactado por una bala arriba de su labio superior. Lo hizo caer y arrastró
a su esposa. El uruguayo Nicomedes Coronel, el primero en entrar, lo vio con vida.
Ambas mujeres lo abrazaban. Su hija Dolores, con un espadín, quiso defenderlo. Pero
Coronel lo apuñaló cuatro o cinco veces.

Su hijita Micaela, aterrorizada, se había escondido debajo del piano y pudo


escabullirse cuando uno de los agresores la corrió con su sable.

La viuda Dolores Costa transformó la habitación de la tragedia en un oratorio, e


hizo colocar una lápida de mármol con la leyenda: “En esta habitación fue asesinado por
López Jordán mi malogrado esposo el Capitán General Justo José de Urquiza a la edad
de 69 años el día 11 de abril de 1870 a las siete y media de la noche. Su amante esposa
le dedica este pequeño recuerdo”.

Se exhiben una máscara mortuoria, tiradores manchados de sangre, y postigo de la


puerta marcados con impresiones de dedos.

El proyecto en el que estaba trabajando cuando fue asesinado era el de traer a cien mil
inmigrantes catalanes -”sin otra ambición que el adelanto material de esta tierra”- para
un desarrollo productivo en la provincia. San José, la segunda colonia agrícola con
inmigrantes extranjeros que se fundó en el país, en su primera época fue costeada casi
integralmente por él.

En los ambientes todo remite al ex presidente. Retratos, efectos personales, y algunas


curiosidades como la lanza de palo santo, de 3,20 metros, usada por Virasoro en
Caseros, y que guarda la marca de un sablazo de aquel combate. Hasta 1945 estuvo en
la armería real de Estocolmo ya que había sido obsequiada al rey Carlos XV de la casa
de los Bernadotte. Lleva la inscripción “Valiente entrerriano colmóse de gloria en los
campos de honor”.

Allí los convencionales constituyentes juraron el 24 de agosto de 1994 la


Constitución Nacional reformada.

El palacio, inaugurado un 26 de mayo 1858, es monumento nacional desde 1935 y no


importa los años que transcurran, aún se siente la impronta del ex presidente, del
caudillo carismático, del hacendado y hombre de negocios, que le demostró al
presidente de entonces que tan salvaje no era.

Fuente: Palacio San José Museo y Monumento Histórico Nacional “Justo José de
Urquiza “; Palacio San José (cuadernillo sin fecha).

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