Pio Jaramillo
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Po Jaramillo Alvarado
Po Jaramillo Alvarado: la defensa de la condicin humana de los indgenas en las primeras dcadas del siglo XXCarlos Paladines Mayo del 2007En Ecuador, en los aos veinte del siglo pasado, a dos dcadas del ascenso del liberalismo al gobierno, no se haba logrado ni consolidar las conquistas sociales y polticas alcanzadas por la revolucin liberal (junio de 1895), ni vencer varias de las limitaciones heredadas del pasado y menos an paliar las limitaciones propias del tipo de sociedad que se haba empeado en instaurar el liberalismo. I.- El escenario: el renacimiento del liberalismo ‘radical’ En Ecuador, en los aos veinte del siglo pasado, a dos dcadas del ascenso del liberalismo al gobierno, no se haba logrado ni consolidar las conquistas sociales y polticas alcanzadas por la revolucin liberal (junio de 1895), ni vencer varias de las limitaciones heredadas del pasado y menos an paliar las limitaciones propias del tipo de sociedad que se haba empeado en instaurar el liberalismo. En cuanto al desarrollo poltico, a partir de la trgica muerte de los Alfaro (enero de 1912), se abri paso una faccin que, aliada a la oligarqua del litoral y a los terratenientes serranos, termin por monopolizar y concentrar el poder poltico, convirtiendo a los sucesivos gobiernos liberales en dciles instrumentos de la plutocracia. El macabro arrastre y matanza de los Alfaro fue la mejor prueba del debilitamiento sufrido al interior del liberalismo “machetero” y el inicio de una inflexin que cambi el sentido de la historia. Entre 1920 y 1940 el desgobierno y la inestabilidad poltica hicieron que desfilen por el palacio presidencial alrededor de veinte mandatarios. A este perodo, llamado de la “tirana bancaria” u “oligarqua cacaotera”, trat de poner fin un golpe militar conocido como la “Revolucin Juliana” (julio de 1925), fecha que marca, en el Ecuador, el fin del liberalismo clsico o revolucionario. En la reaccin generalizada contra la tirana bancaria – plutocracia- es factible descubrir no solo elementos coyunturales, sino tambin deficiencias estructurales, que se haban acumulado a lo largo del diecinueve hasta explotar en las primeras dcadas del veinte. La dependencia externa, por ejemplo, evolucion de formas neo-coloniales hacia representaciones propias de un larvado imperialismo, que sin necesidad de ocupacin territorial y por intermedio del manejo de capitales y la transformacin de nuestros pases en mercados de materias primas, adquiri el control de las reas econmicas ms rentables y avanz hacia la conquista de otras reas. En el frente interno, ancestrales problemas como la deprimente situacin del indgena, tampoco encontraba visos de solucin. Ms an, la vigencia de estructuras semifeudales, de inhumanas formas de trabajo, particularmente en el callejn interandino y de brutales sistemas de explotacin y dominacin eran testimonio del grado de retraso en que an se debata el pas. “Se confiaba en que el liberalismo en el poder -dice un autor- tratara a fondo el problema del indio, con frmulas liberales, teniendo en cuenta que la revolucin que lo trajo tuvo un gran contenido popular. Hasta hubo conmocin indgena honda, que salud a Eloy Alfaro como un redentor de la raza preterida. Pero la estructuracin social y econmica de la sierra no fue modificada: el rgimen latifundista, el sistema de trabajo semifeudal, la prisin por deudas,.. no se modificaron. Ms an: un sector ya oligrquico del liberalismo se ali con el gamonalismo serrano. Y comenz a cundir la idea desoladora de que tambin esta revolucin iba camino de ser escamoteada”. Muchos de los idelogos liberales fueron conscientes de la gravedad de este problema y de la amenaza que para la tranquilidad pblica significara ’el da en que un nuevo Espartaco se pusiera a la cabeza de ellos para reivindicar su libertad’. Incluso para algunos pensadores liberales como B. Quevedo, en la servidumbre del indgena estaba el germen de todas las servidumbres que azotaban al pas, desde la servidumbre de la conciencia a la tradicin, hasta la servidumbre poltica a un caudillo o la servidumbre de la enseanza universitaria al texto Por otra parte, la entrega del pas a una oligarqua bancaria y cacaotera, oblig a depositar en sus arcas el trabajo de miles de ecuatorianos, a fin de satisfacer sus demandas de capital e intereses y termin por liquidar toda posibilidad de ‘progreso’. Al momento de la revolucin de 1925, el poder ejecutivo estaba prcticamente en las manos de un banco. El problema de las sucesiones presidenciales y la nominacin de los ministros eran resueltos en sus oficinas. Otros factores que incidieron en el surgimiento de una crisis generalizada y profunda fueron: la ancestral divisin del pas en dos regiones, la vieja cuestin de fronteras, las exiguas posibilidades fiscales y un turbio ejercicio electoral. En cuanto a lo primero, ni el latifundismo serrano ni la oligarqua costea haban podido vertebrar un pas homogneo, pues dos sistemas econmicos, en distintas etapas de evolucin, coexistan, el uno en el callejn interandino y el otro en el litoral, haciendo del primero un reducto de la reaccin a la modernizacin y del segundo un campo propicio al liberalismo. En relacin al problema limtrofe, el Ecuador hasta 1916 haba mantenido una permanente discusin territorial con Colombia y mantena an pendiente un centenario litigio con el Per. Sobre las posibilidades fiscales y el endeudamiento externo e interno, el liberalismo no haba podido hacer ms que organizar e integrar la economa del pas a la economa internacional, “modelo externo” de desarrollo, que a treinta aos de su consolidacin liquid las
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posibilidades de desarrollo de un mercado interno fuerte. Sobre la institucionalizacin del fraude electoral, “El liberalismo, ya en el poder no pudo darse nunca el lujo de confiar su continuidad en el gobierno a base del sufragio libre y puro”. En relacin al frente internacional, los hechos ms significativos fueron la post-guerra y la depresin o recesin mundial de los aos veintes. Por lo uno, el pas qued aislado de sus tradicionales proveedores y vio reducida la demanda de sus materias primas de exportacin, bsicamente cacao y sus derivados. Por lo segundo, a la contraccin que produjo la primera guerra mundial se sum el derrumbe de los precios, que acompa al crack de la economa norteamericana de los veintes, y que en el caso del cacao, producto que significaba para el pas el 80% de sus divisas, produjo un descenso vertiginoso en sus precios. A todo lo cual an habra que aadir la rpida expansin de enfermedades y plagas que diezmaron las plantaciones. La gota que rebas el vaso y puso al descubierto la incapacidad de los gobiernos de turno para preservar la vida de las personas de los sectores medios y la satisfaccin de las necesidades bsicas de los estratos de escasos recursos fue la movilizacin popular de noviembre de 1922, con la subsiguiente inmolacin o masacre perpetrada por el gobierno liberal en ejercicio. En esa fecha, una abigarrada multitud de ciudadanos del puerto de Guayaquil se bot a las calles a expresar su descontento: artesanos, empleados, peones, trabajadoras de servicio, estibadores, desocupados, inmigrantes serranos, escogedores de cacao, montubios de las plantaciones, trabajadores asalariados,… expresaron su radical inconformidad con el sistema vigente. Era la primera vez en que con tal furor y en tal magnitud emerga la fuerza de los trabajadores, impulsados por una situacin de agudo deterioro de sus condiciones de vida, pero tambin por una conciencia social que antagonizaba abiertamente con los detentadores del poder. A partir, del “bautizo de sangre” de los trabajadores, en 1922, y a pesar de su inexperiencia, el movimiento obrero entr en la arena poltica nacional, convertido en una fuerza de la cual ya nadie podra en adelante prescindir. En el plano de la produccin intelectual, sin desconocer los logros que trajo la revolucin liberal en educacin, en autonoma universitaria, en participacin y emancipacin de la mujer, as como tambin en la expansin y el robustecimiento de estratos medios y crculos intelectuales que obtuvieron innegables ventajas, el saldo final fue un discurso y una poltica que al mismo tiempo que insista en el agudo desfase entre los altos valores de la ideologa racio-espiritualista liberal y el “reino de las necesidades”, se mostraba incompetente para superar la insatisfaccin que creca da a da. Con la cada del ala liberal revolucionaria y la consiguiente prdida de fe en el “espiritualismo racionalista”, tanto en su versin ortodoxa: Juan Len Mera, Mons. Federico Gonzlez Surez, Remigio Crespo Toral, … como heterodoxa: Jos Peralta, Manuel J. Calle, Abelardo Moncayo, Roberto Andrade…, se cerr una etapa de larga duracin en la evolucin del pensamiento ecuatoriano, que al igual que el movimiento ilustrado cubri prcticamente un siglo del devenir de la historia de las ideas y la filosofa en el Ecuador. En otros trminos, el “reino de la libertad” ofrecido por la oligarqua liberal y su mensaje de lucha por los derechos del hombre, por la libertad de palabra, por la igualdad frente a la Ley, el derecho de reunin, de trnsito, de comercio,… se torn insuficiente para superar o satisfacer las limitaciones y necesidades bsicas: empleo, alimentacin, vivienda, salud, educacin, y ms an para enfrentar el abismo social imperante. El presunto ‘igualitarismo’ de los tericos liberales y la prdica del credo liberal no eran suficientes. “Esta peculiar situacin se manifest, segn Alejandro Moreano, en una forma ideolgica inusitada: el pensamiento poltico ms avanzado devino “teora de la cultura” y la misma se presentaba bajo una forma poltica: la salvacin del Ecuador por la cultura”. Una vez ms, el ancestral idealismo religioso se reforzaba gracias al nuevo idealismo secular o laico y unidos ambos obnubilaron a todos, a sirios y troyanos, con el ofrecimiento de una salvacin ideal va desarrollo de la “cultura”. Bajo estas circunstancias poco halagadoras irrumpi la obra de Po Jaramillo Alvarado (1884 – 1968); en este escenario en que no solo las condiciones sociales, financieras, econmicas o polticas destruan todo gnero de esperanzas sino que hasta los conflictos blicos con el Per y la descomposicin poltica hacan su agosto a lo largo y ancho del pas se construy una de las ms slidas y poderosas plataformas conceptuales de que se tenga memoria. JA y con l un nutrido grupo de pintores, novelistas, escultores, educadores, intelectuales en general, algunos de ellos sus amigos y compaeros, dieron inicio a una perspectiva fresca, a una nueva visin capaz de ofrecer un enfoque global o de totalidad de los problemas del pas. JA logr sustituir la "cosmovisin" vigente por una diferente forma de situarse y comprender el mundo, de enfrentar la realidad en su totalidad, a partir del redescubrimiento del mundo indgena. En otras palabras, al concentrar los integrantes del “realismo social” la atencin en esa parte obscura de nuestra realidad social, al dirigir su mirada a las profundas sombras y debilidades que cubran a una considerable nmero de ecuatorianos pusieron de manifiesto que a travs de los excluidos y olvidados, de los centenarios parias y esclavos de la sociedad, se poda alcanzar un saber y un actuar profundos y que toda la salud futura del pas requera recorrer ese camino. En sntesis, la naciente plataforma conceptual despleg a la mirada de los ecuatorianos un nuevo mundo, preludio de nuevas relaciones humanas y polticas entre los ecuatorianos. II.- El punto de partida de Po Jaramillo Alvarado y la construccin de una nueva cosmovisin La obra de Po Jaramillo Alvarado estuvo, desde sus inicios, marcada por su dedicacin al mundo indgena, orientada hacia el rescate del grupo ms ‘olvidado’ y explotado de aquellos tiempos. No es entendible la obra de
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JA sin este fervoroso entusiasmo indigenista que se hizo presente ya en los primeros das de su juventud y no desmay a lo largo de su dilatada obra. Lo indgena fue el impulso generador y a su vez a lo que dedic lo mejor de sus afanes. Sobre la dedicacin de JA al mundo indgena baste al momento recordar a la primera edicin de El Indio Ecuatoriano, Contribucin al Estudio de la Sociologa Nacional, 1922, obra pionera de la sociologa indigenista, a la que siguieron, corregidas y ampliadas, seis ediciones ms: 1925, 1936, 1954, 1979 y 1983, en cada una de las cuales fueron creciendo los materiales, las informaciones y contribuciones al estudio de la distribucin de la tierra, del latifundismo, la organizacin del trabajo indgena, la ley de indios, el ‘concertaje’, la prisin por deudas, las remuneraciones salariales, la reforma agraria …, al grado de elevar este estudio de la realidad indgena al nivel de uno de los ms completos ensayos de sociologa nacional y latinoamericana. En cuanto a la estructura de la obra, esta no deja de ser sorprendente. Se abre con un Prtico o introduccin y se despliega luego a travs de no ms de dos captulos. El primero concentra la atencin en la defensa de “Los Schyris: Un captulo de la prehistoria ecuatoriana” y el correspondiente ataque a una ’sabia’ Comisin del Consejo Superior de Instruccin Pblica, que pretenda borrar de la narracin histrica al reino de los Schirys porque a su criterio tales leyendas eran “falsas o por lo menos como dudosas”. El segundo y ltimo captulo est dedicado a “El concertaje de indios” que el Ecuador estara llamado a resolver “como la cuestin fundamental de su programa constructivo”. A primera vista parecera tratarse de dos obras unidas solo por efectos de edicin. No es comn una obra dedicada ya en el primer captulo al enfrentamiento con los ‘padres de la historia’ del pas, ‘renombrados historiadores’ de carne y hueso, que haban convertido a la narracin histrica y a la Academia de la Historia en su hacienda; tampoco es habitual que el segundo captulo tambin est dedicado al enfrentamiento, esta vez contra los ‘seores de la tierra’ que haban hecho de sus haciendas el asiento de la dominacin y explotacin general. Uno y otro frente de combate, tanto el referente a la ‘ilustre’teora utilizada para avalar una magra realidad, como el relacionado con la prctica vigente, conformaban as dos estrategias integradas contra un solo enemigo comn. Por este eje de enfrentamiento que atraviesa a la obra toda, “El indio ecuatoriano” ms que una “Contribucin al estudio de la sociologa nacional”, podra ser visto como una propuesta poltica en la que se avizoran los desafos y las controversias, el escenario y los actores, los medios e instrumentos, las estrategias y las tcticas para los enfrentamientos y las batallas que se habran de dar y cuyos resultados finales solo en las ltimas dcada del siglo XX alcanzaron todo su esplendor. Este carcter predominantemente poltico de El indio ecuatoriano, sin mermar mritos a sus aportes sociolgicos, tuvo efecto inmediato en el apuntalamiento de la corriente liberal radical de la cual JA era una de sus principales representantes; prcticamente la resucit. En la dcada de los veinte, con esta obra que es de enfrentamiento, de denuncia, de lucha se materializ la crtica a la retrica del liberalismo oligrquico y de la aristocracia conservadora, bloques polticos hegemnicos que basaban su dominio en la mera declaracin formal de ‘principios’, ‘ideales’ y ‘declaraciones’ que encendan los sentimientos pero no lograban enfrentar las abismales diferencias sociales y econmicas pese al igualitarismo pregonado por la retrica liberal – catlica. La deprimente situacin del indgena era claro testimonio de la an inquebrantable fuerza del conservadorismo que sobreviva vigoroso en el pas a pesar de que el siglo XX estaba ya bastante avanzado. Arremeter contra el latifundio, contra la esclavitud en que se debata el indgena, contra la servidumbre del campesino, el concertaje y la prisin por deudas era salir por los fueros de cientos y miles de ecuatorianos y, al mismo tiempo, era el proyectil ms certero para atacar al corazn mismo de las fuerzas ms reacias al cambio por el cual clamaban miles de ecuatorianos de diversos estratos sociales. “Y es que (…) los anlisis de la situacin social y jurdica del indio (…) suministran los materiales autnticos, para juzgar del estado cultural de la nacin ecuatoriana, que no puede sustraerse a la gangrena que puede estar intoxicando su vida en el presente y comprometiendo el porvenir”. Por otra parte, en un relegado ‘Sujeto Histrico’, en incipiente conformacin, a quien los ‘eruditos historiadores’ pretendan borrar del mapa de la historia, encontr JA un aliado que fue clave para alimentar su futura y vasta produccin intelectual como a su quehacer profesional y a su praxis poltica y, a su vez, facilitar los materiales requeridos para la elaboracin de la nueva plataforma conceptual o cosmovisin sobre el Ecuador, la misma que logr entusiasmar y comprometer a cientos de intelectuales, maestros, polticos y artistas. A partir de este libro y sus posteriores escritos sobre el mundo indgena se desplegaron las primeras manifestaciones del indigenismo a la mirada de los ecuatorianos, visin desconocida y fresca que permiti tome cuerpo el diagnstico detallado de los males que aquejaba a los indgenas como tambin un conjunto de propuestas especficas para la ‘supresin de su esclavitud’. Adems, esta flamante plataforma conceptual construida a partir de lo indgena, le permiti a JA estructurar un discurso ‘contestario’, a tono con los sentimientos de las capas medias de extraccin popular. Las nacientes capas medias reaccionaron en forma exasperada ante la gravedad de crisis y les vino como anillo al dedo la exaltacin de lo indgena sea por la carga de ideales y valores que encerraba como por la crtica a las fuerzas conservadoras que involucraba. As logr JA articular la teora con la nica fuerza poltica an capaz de enfrentar a las huestes conservadoras e impulsar las reformas requeridas para el mbito productivo, poltico, educativo, histrico y cultural. Por todo ello, en la labor terica levantada por JA a partir del dolor y las limitaciones de un grupo social postergado no se ha de ver solo la reaccin propia de un simple sentimentalismo ni la connatural reaccin de las personas cuando se expone a su mirada situaciones extremas de pobreza, enfermedad o miseria; tampoco una mera posicin moralista que desde la prdica de los valores juzgaba alcanzable el cambio de la dura realidad que padecan los indgenas,
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especialmente en el callejn interandino. Por el contrario, con esta obra se levantaron nuevos discursos: por una parte, la constatacin de las limitaciones y falencias de diversa ndole de que daba muestras el mundo indgena; por otra, la funcin emancipadora de la doctrina indigenista que se nutra de propuestas y alternativas llamadas a apuntalar una de las ms largas batallas polticas de que se tenga memoria. Adems, sirvi para reagrupar bajo una bandera progresista y un discurso humanista al liberalismo radical acosado por las fuerzas conservadoras. En definitiva, se estructur un discurso propositivo y no lastimero, eminentemente social y poltico, y hasta una nueva cosmovisin que se levantaba precisamente a partir de la negacin de lo que era negado sistemticamente en la realidad a miles de ecuatorianos. En pocas palabras, la tesis central del primer libro de JA, que sintetiza, a su criterio, las ms de doscientas veinte y cinco pginas que alcanz su primera edicin, fue que el Ecuador ‘ser realmente libre gracias a la supresin de la esclavitud del indio (…)tarea que se debe definir y concluir perentoriamente (…) El problema del indio ha dejado de ser una cuestin secundaria y de carcter sentimental, para ocupar el plano de la tesis jurdica, la base del programa poltico, el predicamento sustancial de la accin constructiva’. Para los integrantes del indigenismo y el realismo social, para conjurar los grandes males que afligan al pas, para liberarlo de sus cadenas haba que enfrentar, antes que nada, el problema indgena, pues este era, en palabras de JA, ‘… un gran problema que afectaba a todas las actividades sociales, polticas y econmicas de la nacionalidad’, ‘porque el estudio del indio inclua todos los problemas nacionales’ y, a su vez, era el ‘camino nico de la conquista y consolidacin de la libertad humana’, ‘el ensayo de la frmula jurdica que pudiera conjurar el mal’, ‘el imperativo de la poca’. Con el correr de los aos, las frmulas propuestas en El indio ecuatoriano lograron desplegarse y consolidarse tanto en la vasta produccin intelectual de JA como en la serie de programas y acciones que logr concretar a lo largo de varias dcadas de vida pblica. En definitiva, la vida misma terica y prctica de JA y la fuente de su accionar estuvo marcada ya en su juventud por esta obra original y fecunda para el pas y Amrica Latina dada las repercusiones que alcanz especialmente en Mxico, Per y Bolivia. Deca JA al concluir el prlogo a la 3ra. edicin: “Este libro aspira hoy a algo ms, a llevar al mundo indomaericano, y especialmente, al Per y a Bolivia, ya no tan solo el proceso localista de una inequidad social, sino tambin un ensayo de colaboracin en las frmulas econmicas, jurdicas y polticas, para que la causa del indio, que es la causa de Amrica, obtenga plena justicia en la conciencia libertaria del mundo”. Por otra parte, para dar nacimiento a una plataforma conceptual no solo negativa o de denuncia sino tambin afirmativa del valor del nuevo sujeto histrico emergente, hubo que desarrollar un especial tipo de mensaje que por una parte llamaba al reconocimiento de dos culturas y cosmovisiones contiguas pero al mismo tiempo trabadas en una infinidad de relaciones de enfrentamiento; y por otra, desplegar un mensaje que por su intensidad expresiva de lo humano consiguiese difundir un mensaje humano y por ende de dimensin universal, no solo a lo largo y ancho de la serrana o de nuestro pequeo territorio nacional sino incluso ms all de las fronteras patrias. Con el correr de los aos, como lo ha sealado Agustn Cueva, el mensaje del indigenismo – realismo social se ha convertido en la literatura ms universal que hasta ahora ha producido el Ecuador Coron a la propuesta indigenista y le vino como anillo al dedo la inmensa produccin que el naciente ‘realismo social’ comenz a difundir en las primeras dcadas del nuevo siglo. La emergente produccin que desde la literatura y la pintura y posteriormente desde la escultura, el muralismo y el teatro concentr la atencin en el mundo indgena, ausente por regla general en la produccin cultural anterior, dio paso a un discurso esttico renovador, de ruptura de los tradicionales cnones que se segua en el Ecuador de aquellos tiempos. El realismo social llev al escenario nacional y al espectador medio una indita forma de produccin artstica y de reflexin esttica que incida en la crtica y denuncia de tantos males y despleg a la mirada de los ecuatorianos una realidad que pese a haber estado en sus narices haba permanecido oculta, ‘olvidada’, consciente e inconscientemente. Adems, el realismo social de las novelas y la pintura indigenista foment la expresin de indignacin y coraje que despertaba en los grupos medios e intelectuales la situacin de penuria en que los indgenas se debatan, situacin agravada an ms por los mismos gobiernos liberales de turno que no hacan nada de fondo por revertir la exclusin que padecan las familias indgenas en cuanto a recursos econmicos, educacin, salud, vivienda, seguridad, por citar algunas de sus mltiples carencias. De este modo, narrar, pintar o describir preferentemente a indgenas y montubios sufrientes y explotados permiti proyectar un mensaje esttico, cargado a su vez de contenidos ticos y hasta de vinculacin con lo poltico, y transformar as al compromiso esttico en respuesta poltica y a esta, a su vez, en discurso tico. Uno de los mximos representantes de la pintura en el Ecuador, Oswaldo Guayasamn deca: "Mi pintura es para herir, araar y golpear en el corazn de la gente, para mostrar lo que el hombre hace en contra del hombre; pintar es una forma de oracin, al mismo tiempo que de grito y la ms alta consecuencia del amor y la soledad" La vinculacin establecida entre el discurso esttico con el poltico y al ampararse este ltimo en la dimensin tica, hizo que nuevamente recobre fuerza la posicin laica y moderna. Con justa razn Gonzalo Rubio Orbe denomin al ‘Doctor Po Jaramillo Alvarado, apstol laico del indigenismo en el Ecuador’ y bajo tal perspectiva, El indio ecuatoriano, fue un “libro de fe profunda en la justicia social, contiene los anhelos espirituales cuya realizacin no evoca como un dogma, sino como el cumplimiento de principios ticos indestructibles, pues que son inherentes a la
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personalidad humana”. Asimismo, este reconocimiento de un Sujeto Histrico emergente como realidad insoslayable para la construccin futura del pas en su totalidad, sostenido tanto desde la esttica como desde las artes y las metodologas de anlisis y trabajo, presupuso la orientacin hacia un pensar desde la exclusin, desde la multiplicidad de formas de opresin y marginacin de que eran y son an objeto los indgenas, orientacin sta que hizo de la alteridad, entendida como la presencia de un sujeto diverso y emergente, el fundamento o punto de partida de la expresin artstica e intelectual y como el referente del dilogo, la solidaridad y la lucha poltica por su reconocimiento. Era la representacin de un mundo pospuesto lo que cobraba vida en los lienzos y en la literatura y a travs de esa mediacin era planteada una nueva forma de interpelacin y de exigencia poltica, de respuesta al cambio que exiga el pas en todos sus rdenes: Reforz y consolid an ms el mensaje indigenista la labor educativa, canal que siempre se ha constituido como una de las principales mediaciones para la trasmisin de mensajes y doctrinas. En los establecimientos laicos se expandi el discurso indigenista gracias a la labor de Gonzalo Rubio Orbe, Reinaldo Murgueytio, Vctor Gabriel Garcs, Luisa Gmez de la Torre, que unidos a figuras emblemticas del mundo indgena como Dolores Cacuango, Jess Gualavis, Trnsito Amaguaa asumieron la defensa de la especificidad de la cultura indgena y defendieron su derecho a un lugar especfico dentro del sistema educativo nacional. Mas junto a los bienes de la nueva plataforma conceptual construida por los herederos del liberalismo radical, no dej de faltar una serie de sombras que debilitaron y empaaron sus buenos propsitos. En alguna medida, el nuevo discurso social y su correspondiente discurso poltico y hasta tico sirvieron para controlar a las explosivas manifestaciones de rebelin y de desobediencia a la opresin dominante que amenazaban encenderse en aquella poca. En las primeras dcadas del siglo XX los levantamientos indgenas proliferaron particularmente en la sierra centro. Solo en el ao de 1923 se produjeron y fueron brutalmente reprimidos los levantamientos campesinos de Leyto, Simincay, Pichibuela y Urcuqu. En palabras de JA, a pesar de que “el factor indio constituye las tres cuarta partes de la poblacin total. (… ) ‘No se piensa en la justicia del reclamo, ni en que las huelgas o levantamientos de indios tienen cada vez mayor volumen y se generalizan en todo el pas’ Las muestras de rebelda, en sus diversas formas, configuraron modos de afirmacin extrema del mundo indgena frente a una negacin que los haba convertido en objetos pasivos, subordinados con respecto a sus patrones y a las instituciones o ‘totalidades objetivas’ creadas para controlarlos: orden jurdico, propiedad, educacin y hasta religin impuestas por el dominador e introyectadas a lo largo de los siglos por el dominado. Igualmente grave fue lo referente al culto exagerado a la imagen en que se empe el realismo social y hasta la misma corriente indigenista. El predominio de la descripcin ‘objetivista’, entendiendo por tal el retrato o representacin sensible y pormenorizada de los males y miserias que consuman al mundo indgena implic una determinada opcin en el modo de ver o entrar en contacto con lo indgena, perspectiva que cerr las puertas a otras formas de expresin y, especialmente, a la misma creacin artstica. Con el culto excesivo a lo que aparece, a la imagen sensible, el discurso pictrico fue propicio ms a la reaccin sentimental y hasta lacrimosa ante tantos males e injusticias, que al compromiso, al anlisis detallado o al arbitrio de medidas de solucin. Se volc la atencin al producto del arte ms que al proceso de creacin del mismo: a sus smbolos, tcnicas, referentes y asimilacin, y se impuso de este modo la construccin de un boceto simplificado de lo indgena, que remarcaba las lneas de su rostro sufriente pero se refera poco a su mundo interior, a las glorias de su pasado, a la forma en que su subjetividad asuma la situacin objetiva de dominacin o a las mediaciones requeridas para su liberacin. De este modo la produccin artstica del realismo social se transform ms en una ‘herencia’ que en un ‘legado cultural’ y qued reducida a la descripcin del indgena a la esfera de su apariencia sensible, a sus gestos, contorsiones y gritos ante situaciones extremas. En pocas palabras, el ojo del espectador fue orientado a captar la miseria que describan los cuadros y textos elaborado por la corriente indigenista o por el realismo social, mirada que no fue suficiente para asumir otras ricas dimensiones y menos an para apoyar al proceso concreto de liberacin de los indgenas a travs del arte. En buena medida su mensaje fue renovador ms en los grupos medios generados por el liberalismo que a nivel del mismo indgena; no logr en ellos desencadenar la imaginacin, el desarrollo de la observacin, la capacidad de pensar, de ver, de engaar, de amar, de sopesar, de mentir, en definitiva de crear, funciones que suele impulsar el arte. Al mismo tiempo, el culto a la imagen, espejo en que el ecuatoriano medio vio en aquellas dcadas reflejada la realidad, lo transform en una especie de observador neutral y pasivo de la realidad y a dicha realidad en un objeto externo, en un escenario cargado de cuerpos y experiencias que le resultaban extraas, pertenecientes a un pueblo que no lo perciba como el suyo y expresaban ms bien una historia que la asuma como lejana ya que se refera a una realidad ubicada en el pasado pre colonial, sin vigencia en el presente y menos an con posibilidades de futuro. Para la intelectualidad de la primera dcada del siglo XX el mundo indgena continu siendo una realidad un tanto lejana o extraa. En cualquier caso, el pas, gracias al indigenismo y al realismo social vivira por dcadas de la descripcin a travs de la literatura, la pintura y hasta la escultura, los murales, el teatro y la poesa de la imagen sobre la deplorable situacin del mundo indgena y hasta se conmovi ante obras como las generadas por Digenes Paredes, Camilo Egas, Oswaldo Guayasamn, Eduardo Kingman, Jos de la Cuadra, Joaqun Gallegos Lara, Demetrio Aguilera Malta, Enrique Gil Gilbert,
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Fernando Chvez, Jorge Icaza, Alfredo Pareja Diezcanseco, ngel Felicsimo Rojas, Csar Dvila Andrade, Adalberto Ortiz, Pedro Jorge Vera ..., en las que se plasm con lujo de detalles ‘la diseccin anatmica de las dolorosas realidades indgenas’. En las primeras dcadas del siglo XX, el mensaje o discurso indigenista fue conducido por una elite cercana a los sectores medios favorecidos por la revolucin liberal. El indigenismo no fue un programa ni una poltica formulada por los indios para la solucin de sus especficos problemas sino la propuesta de los no-indios para los gobiernos de turno y para s mismos, respecto a los grupos tnicos heterogneos que reciban la general designacin de indios. Solo en las ltimas dcadas, a partir de los aos setenta, se inici un giro copernicano y fue recin cuando el indgena comenz a asumir directamente sus propios retos y banderas, sin necesidad de intermediacin alguna. Lo indgena dej ya de ser tema de antroplogos, etnlogos, de algunos cientistas sociales o de pintores, novelistas y escultores ("indigenismo") para pasar a ser asumido por los mismos indgenas ("indianismo"). El nacimiento o emergencia de este nuevo momento en la maduracin de un emergente Sujeto Histrico, con maysculas, llamado a asumir, tarde o temprano, los modos de objetivacin y subjetivacin que transforman a los humanos en sujetos activos, en lucha por su reconocimiento y valoracin que pondra fin a siglos de olvido y exclusin. Bajo estos supuestos es que asigna especial trascendencia a “El indio ecuatoriano” no solo por sus atributos de acertado y exhaustivo diagnstico del mundo indgena sino tambin por las inteligentes mediaciones que propuso para superar el problema ms lgido del pas, como por el programa poltico que supo estructurar para el liberalismo radical y la formulacin de una de las ms completas plataformas conceptuales de que se tenga memoria en el Ecuador del siglo XX. Se recogern algunos de los frentes de trabajo de JA que cual eje transversal se despliegan en su vasta produccin. Por una parte, la revaloracin del mundo indgena a quien la comunidad nacional deba abrir las puertas; por otro, la transformacin de las condiciones materiales requeridas para la integracin del mundo indgena a la comunidad nacional, y, en tercer lugar, el rescate de lo local como mediacin insoslayable para la conformacin de una cultura nacional. III.- La batalla por el reconocimiento de lo indgena como valioso El reconocimiento del mundo indgena como valioso de parte de la ‘comunidad nacional’ se orient, en un primer momento, a desarticular o desmontar la visin de inferioridad y de desprecio del indgena formulada por los ‘seores de la tierra y la intelectualidad’, que los miraban como un grupo social minusvlido dadas las mltiples carencias de que daban muestras y el bajo nivel de ‘educacin’ y ‘cultura’ que a su criterio les caracterizaba, marcas estas con que al mismo tiempo que se los desvalorizaba se facilitaba su exclusin y dominacin. El primer captulo, de la primera edicin de El indio ecuatoriano, pone ya de manifiesto los inicios de este enfrentamiento con ‘los ms autorizados tratadistas de la Historia Nacional’ cuando estos pretendieron impugnar y borrar de los textos de historia ecuatoriana el captulo relativo a la Prehistoria. Las primeras pginas de esta obra dan cuenta de la reaccin que desencadenaron las tesis de JA en la elite conservadora, seorial y oligrquica, en cuyas manos reposaba la historiografa vigente, reacia a vislumbrar el valor, la dignidad, las obras, el orgullo de los pueblos indgenas que aunque conquistados y diminuidos disponan, en medio de su vaco y limitaciones y de la tenaz oposicin del medio cultural, de la voluntad y el deseo de ser reconocidos como valiosos y de ser libres. Con este primer enfrentamiento JA y con l la elite intelectual liberal radical y amplios sectores de clase media ligados al mundo de la cultura iniciaron la tarea de des-construccin y crtica de la cosmovisin conservadora, de ancestrales formas de concebir el mundo indgena, algunas de ellas cargadas de prejuicios y hasta de racismo, paso de desconstruccin o desmontaje necesario para acceder al reconocimiento y la revaloracin de su mundo. En esta ‘controversia’, trmino con el que bautiz JA al enfrentamiento con la elite conservadora, hubo no solo que deshacer los prejuicios de historiadores conservadores como Jimnez de la Espada, Jacinto Jijn y Caamao, Homero Viteri Lafronte, Luis Felipe Borja …sino tambin enfrentar los intereses y aspiraciones de los dominadores: hacendados, religiosos, burcratas, educadores, instituciones como la Asociacin de Agricultores, la Liga de Hacendados, los Congresos de Agricultores,… Dados los intereses de orden econmico y poltico que oponan feroz resistencia, la controversia con la elite conservadora no fue labor exclusiva de razones y principios, En esta batalla contra complejos intereses no se pudo contar, en un primer momento, ni con los mismos indgenas y amplios sectores medios, en quienes el liberalismo radical tan solo haba despertado la conciencia del valor del mundo indgena pero an no haba logrado que cale hondamente la nueva valoracin. Siglos de dominacin y de desprecio del indgena haban penetrado tan profundamente en la mentalidad de diversos grupos que haba temores y resistencia interna a desprenderse de las pautas en que haban sido educados por siglos. Dominadores y dominados se haban acostumbrado a soportar una situacin claramente injusta y a evitar todo cambio de orden estructural; unos y otros haban introyectado la justificacin y hasta la santificacin de un mundo organizado con base en la inequidad social. Por todo ello y otras atvicas costumbres no fue fcil imaginar que la fuerza y la dinamia del mundo indgena, retratado en su pobreza, miseria y expoliacin poda convertirse en la gran palanca capaz de transformar la magra realidad que deprima profundamente al pas en los aos veinte; no se haba imaginado antes que el indgena sea capaz de suprimir su servidumbre, que su conciencia servil pueda reconocer su estado de dominacin y a partir de ello plantearse como
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objeto de sus deseos su liberacin. En aquellos tiempos, tal tipo de planteos no solo parecan paradjicos e insuficientes sino incluso utpicos en el mal sentido del trmino. El indgena no poda ser fuente de progreso humano, social o histrico para un buen grupo de ecuatorianos; su deficitaria situacin no pareca encerrar las virtualidades que presupona el progreso. Cunto hubo de extrao y novedoso en los primeros planteamientos de JA? Cunto repugn a los crculos sociales y acadmicos, a la plutocracia costea y a la aristocracia serrana, la propuesta de que por el lado de los ms dbiles y marginados del sistema se poda encontrar las frmulas de solucin a problemas centenarios? Cun radical fue el enfrentamiento?, es hoy difcil de ponderar, porque la sociedad ecuatoriana actual ya no es indiferente al fenmeno indgena ni puede negar la riqueza de dicho movimiento. En las ltimas dcadas del siglo XX el mundo indgena ha dado muestras de vigor no solo en el campo productivo, artesanal o agrcola, sino tambin en el poltico a tal grado que ha sido actor importante en el cambio o cada de varios gobiernos, en el acceso a altas responsabilidades nacionales de parte de varios de sus hijos,… Si bien a inicios del siglo XX su peso poltico y su manejo del poder era mnimo, al concluir dicho siglo era ya un actor con prestancia poltica. Adems, ciencias como la antropologa y la educacin tampoco han podido ya seguir cerrando sus ojos a tan vasto continente, aunque sea a regaadientes, por que ellos han acumulado ya suficiente fuerza como para hacerse reconocer. Buena parte de las primeras obras de JA respondieron a ese desafo de des-construir o desarmar no solo la cosmovisin conservadora sino tambin la liberal – oligrquica, dado que una y otra reflejaban los intereses con los cuales se haba acostumbrado el establishment a despreciar el mundo indgena y a controlar dicha realidad, a dictar y aplicar sus normas y leyes, a establecer sus aparatos tanto de gestin y gobierno como de educacin, cultura y religin. El enfrentamiento fue contra una madeja de hilos de centenaria vigencia que se haba tornado difcil de desenredar.
La constitucin de un nuevo Sujeto Histrico Reconocer a ese nuevo Sujeto Histrico como realidad insoslayable para la construccin futura del pas, en su totalidad, fue no solo un proceso complejo sino tediosamente lento, en que a ratos pareca imposible lograr abrir las puertas y los canales de ’reconocimiento’ y ‘participacin’. Hoy el indgena, en la gran batalla por su reconocimiento despliega su presencia y actividad en mil frentes. Slo el programa nacional ‘500 aos de resistencia india’ dio pie a un sinnmero de debates en radio, prensa y televisin; ha impulsado proyectos de promocin, capacitacin y difusin de la problemtica indgena; ha desarrollado programas de estudio e investigacin cientfica, y ha coadyuvado en definitiva al ‘rescate’ de la memoria indgena a travs de publicaciones, seminarios y encuentros de carcter local, regional, nacional e incluso internacional. Aspecto tambin importante en la constitucin del nuevo Sujeto Histrico fue el desarrollo de su auto-conciencia y autovaloracin. La riqueza de la descripcin hegeliana de la conciencia, particularmente de la figura del Amo y el Esclavo, al igual que el mito de Calibn que reformulara el cubano Roberto Fernndez Retamar, iluminan la faceta tanto individual como histrica y social de unos de los niveles ms profundos del desarrollo de la persona humana, aquel por el cual el hombre, en este caso el indgena, se va constituyendo en Sujeto, transforma al en s en para s, a pesar de los obstculos que se levantan para impedir la autoafirmacin de s mismo como valioso y como actor de su propio hacerse y gestarse. La emergencia de este nuevo Sujeto Histrico permiti, por ejemplo, reemplazar a los ‘apstoles’ del indigenismo y pasar a ejercer la defensa indgena pero a partir de sus propias potencialidades, especialmente a travs de las organizaciones campesinas que se han reduplicado en los ltimos aos y reclaman sus legtimos derechos frente a todo tipo de injusticias y vejaciones, amparadas ms que en los ttulos o el poder de sus ‘protectores’ en el peso especfico de su propia dinamia y las bases de racionalidad y solidaridad de su propio proyecto. Por ltimo, tambin marca un cambio cualitativo la posicin del indgena de cara a las mediaciones de la dominacin: el idioma, la educacin, la propiedad, la tierra, los instrumentos de trabajo, la poltica, etctera, que le fueron impuestas o arrebatadas y que hoy le sirven hasta para "maldecir" al conquistador y dominador como para asumir dichas armas pero en beneficio propio, cambindoles previamente su funcin de signo valorativo tradicional. En sntesis, el nuevo Sujeto Histrico ha logrado asumir por l mismo el riesgo de enfrentar y revertir la degradacin y el ‘olvido’ de que haba sido objeto desde la conquista de Amrica. El reconocimiento del indgena como valioso desde la historia
En el Ecuador en la conformacin de este nuevo ciclo de conciencia histrica, de descubrimiento y construccin de una nueva visin de totalidad de la realidad (Weltanshauung), en clara ruptura, desmantelamiento y superacin de los modelos vigentes, paso importante fue adentrase en la narracin histrica sobre el pasado del pueblo indgena, reconstruir y revalorar su historia, detenerse en sus gestas y en sus hroes, tarea urgente por cuanto la historiografa tradicional amenazaba con borrarlos hasta de los textos escolares. Era la atvica costumbre del vencedor de suprimir de la conciencia colectiva cualquier elemento que pueda debilitar su poder. Solo desde el punto de vista del vencedor el proceso histrico apareca como digno de contarse. , No se va a dibujar un panorama general sobre los detalles de este rescate historiogrfico que por su riqueza excedera
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los propsitos de estas pginas, simplemente se sealar algunas de las medidas que con sorprendente valenta e imaginacin despleg JA para cimentar el reconocimiento y valoracin de lo indgena al interior de la ciencia de la histrica. Primera: la visin tradicional de la historia haba ‘olvidado’ que la conquista produjo un genocidio demogrfico, cultural, poltico, religioso y econmico que sumi a los indgenas en una situacin de desventaja, sin parangn en la historia de Occidente y de la cual no han llegado a reponerse an estos pueblos. Se estableci una relacin de subordinacin, de dominacin interna, que gener la marginacin de las mayoras y la imposicin de una minora. Era el fenmeno de la dominacin y explotacin el que arrinconaba a los indgenas a la periferia de la sociedad y los mantiene en la pobreza, bajo el desprecio del aristcrata, el criollo y del mestizo e impide su integracin al pas. Segunda: la visin tradicional de la historia tambin haba ‘olvidado’ los valores que encerraba la Historia del Reino de Quito de Juan de Velasco, "uno de los libros, a decir de Arturo Roig, ms actuales que hayan sido producidos por la inteligencia latinoamericana". Tambin en este aspecto resulta necesario preguntarse por el sentido de dicho ‘olvido’, por las razones que respaldaron tamaa empresa en la que tuvo JA que enfrentar a los ms conspicuos representantes de la historiografa nacional y espaola. Sera ingenuo constatar el debate sin resaltar la problemtica ‘oculta’ detrs de dicho enfrentamiento; en otras palabras, en Historia de las Ideas, no basta describir los hechos, las denuncias o las defensas, por ms claras que ellas consten en la obra de un autor, tambin es necesario tratar de comprender e investigar sus posibles razones o sentidos, pues la verdad histrica no es una simple reproduccin de datos sino el producto de una actividad hermenutica que descubre en los materiales su sentido. En general, se ha reconocido que la Historia del Reino de Quito del ‘fundador de la historia de la Audiencia de Quito’, coadyuv a la toma de conciencia del hombre americano, al desarrollo de su conocimiento e identidad desde diferentes frentes. Por sus pginas, en forma pormenorizada, es posible encontrar un amplio registro de informaciones. En el primer libro se encuentran descripciones exhaustivas sobre los lmites, divisiones geogrficas, clima, montes, ros, lagos, mares, puertos, islas, piedras preciosas, mrmoles,... de la Audiencia de Quito. En el libro segundo se describe los vegetales tiles para la medicina y otros usos, blsamos, gomas, aceites, frutos comestibles, races, legumbres, hortalizas, alucingenos,...En cuanto al reino animal, se informa sobre los cuadrpedos en general, los mayores y menores, los de origen extranjero, las aves, los reptiles, insectos, peces y monstruos,... En relacin con el reino racional, se informa sobre los primeros habitantes de Amrica: el origen de quienes poblaron Quito, su fsico y carcter moral y civil, los reinos, alianzas y crisis que tuvieron, as como tambin la religin, el sistema de gobierno, los edificios, la administracin,... tanto del reinado de Huaynacapac como de Atahualpa, hasta llegar a la conquista de la Audiencia por los espaoles. Termina la obra con la descripcin de la historia moderna de Quito, de su provincia de Popayn, las provincias altas y bajas y las orientales o amaznicas: gobierno de Mocoa y Sucumbos, de Quijos, de Macas, de Yaguarzongo y de Jan. Tercera: Tambin se haba ‘olvidado’ que Juan de Velasco no solo produjo materiales importantes para el proceso de autoreconocimiento y valoracin de la Audiencia de Quito; rol importante jug en la construccin de un discurso reivindicatorio de Amrica y de los americanos, a travs de la crtica a las versiones denigrativas de Amrica. Juan de Velasco consider a tales ‘doctrinas’ expresamente como ‘calumnias’, parte de la ‘leyenda negra de Amrica’ y frente a ellas se sinti impulsado a desvirtuarlas. Las versiones que circulaban por Europa y encontraron adeptos incluso en Amrica sobre la defectuosa e inmadura naturaleza no slo de la geografa americana sino tambin de su flora, de su fauna y hasta de sus hombres y de los pueblos indgenas, dio pie a Velasco para salir, a travs del testimonio de hechos y documentos en defensa de su tierra y de su pueblo. Y esto explica el sentido, la intencionalidad ltima y hasta el carcter apologtico de la Historia del Reino de Quito, elaborada no tanto para alabanza de lo propio cuanto como ejercicio de legtima defensa, de reconocimiento de lo que le era negado. Se haca indispensable refutar calumnias, falsedad y errores que algunos escritores haban puesto a circular. Deca, por ejemplo, Cornelio de Paw: “Plantas, animales y hombres son ms pequeos y de degeneracin continua; la tierra est baada de aguas muertas y por ello es casi estril; las plantas, en su mayor parte, son venenosas; el aire es malsano y fro. Los hombres no pueden diferenciarse de las bestias ms en la forma, pues su racionalidad es mnima”. Bajo estos supuestos, el ataque a quienes en el Ecuador pretendan eliminar de la historia lo referente a los Shyris y colocar como su apndice lo que el autor haba puesto como apertura de la obra, no fue ms que una forma efectiva de defensa de Amrica y de sus hijos. . Similar lnea de debate testimonia su obra: Los Profetas de Gorbar, en que se defiende a Nicols Javier de Goribar ante la pretensin de desconocer su obra y adjudicarla al Hermano Coadjutor Hernando de la Cruz S.J. En otros trminos, salir por los fueros de Velasco o de Gorbar, por la veracidad de sus obras, se transform en un acto de valoracin de lo propio ante su minusvaloracin de parte de los ‘seores de la tierra’. Cuarta: En esta amplia perspectiva de defensa de nuestra realidad multinacional y pluricultural, tambin cabe destacar la posicin o compromiso poltico de nuestro autor en contra de los principales beneficiarios de la esclavitud de los indgenas. JA retom la tradicin crtica de vieja raigambre en el pas: Eugenio Espejo, Pedro Moncayo, Juan Montalvo, Jos Peralta, por citar, algunos nombres, e intent escribir, dice Enrique Ayala, “La versin contestataria del proceso liberal, denunciando entre otras cosas, el asesinato de Alfaro y acusando a sus responsables o usufructuarios".
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Mas la veta liberal radical que caracteriz a JA, no slo sirvi para enfrentar a la "plutocracia" que se encaram en el poder y reemplaz al liberalismo revolucionario y machetero, sino tambin para censurar el compromiso o pacto oligrquico de los liberales con el latifundismo serrano, principal enemigo del mundo indgena, en las primeras dcadas de ese siglo, y en esta forma poder levantar una crtica ya no slo coyuntural sino de largo aliento. Fueron as los principales actores de la vida poltica de aquel entonces los que fueron cuestionados radicalmente; fue contra sus diferentes prcticas contra lo qu arremeti JA, precisamente por el dominio y vasallaje a que sometan al mundo indgena y a la larga al pas, como se desprende del conjunto de sus escritos de carcter poltico, en parte inditos y en parte recogidos en peridicos de la poca, en gran medida en el diario El Da; hoy de difcil acceso. El seudnimo escogido para sus batallas periodsticas: Petronio, es el mejor testimonio de sus esfuerzos por someter a crtica al escenario ‘liberal – conservador’ dominante. Cimonos por el momento a este ltimo aspecto. Cmo explicar este seudnimo?, por qu ocult tras dicho nombre el verdadero? “Si hemos de creer a varios sabios, dice un investigador, ha habido once Petronios, autores clebres los once. Desgraciadamente no nos queda de ellos ms que fragmentos. Al ms ilustre de estos Petronios, (. . .) debemos el monumento literario valiossimo de El Satiricn, crnica no slo de las noches del tirano o de los vicios, debilidades y orgas de un prncipe: el emperador Nern, sino ante todo pintura de la corrupcin de una poca de lo ms execrable de la historia, del envilecimiento de las bellas artes, la decadencia de la poesa y la oratoria, el desconocimiento del derecho romano, los furores de la guerra civil, los excesos de la tirana,... descripcin, en sntesis, de la decadencia de un imperio”. Por otra parte, la obra de Petronio ha sobresalido tambin por el camino y la forma escogida para establecer la denuncia general de las ridiculeces, hipocresas, fasto, farisesmo y ms vicios y excesos de que estuvo rodeada la vida romana de aquel tiempo. Entre la seriedad y el humor, Petronio escogi una va intermedia: la stira, que deshace los escndalos, robos, afrentas y desrdenes, a veces, con ms eficacia que la denuncia frontal y directa. No ha sido la burla y el ridculo una forma ms de corroer al poder? Adems, cabe sealar que Petronio fue autor muy ledo en aquel entonces en la provincia de Loja. En definitiva, los escritos polticos de JA, 1923-1933, sobre una etapa que no slo supo historiar sino de la que fue parte y gestor importante, nos atrevemos a ‘sospechar’, por haber sido asumidos bajo el seudnimo de Petronio, que ‘encierran’ una crtica poltica y social y un discurso contestatario contra los principales actores de la dominacin del indgena en aquella poca: los terratenientes de la sierra y los latifundistas de la costa, base del pacto liberal – conservador. Sus anlisis de La Asamblea Liberal de 1923, de la ‘Revolucin Juliana’, de lo que fue "El Bonifacismo", . . . cubren prcticamente 10 aos de los ms agitados en la historia ecuatoriana del siglo XX y certifican esa feroz lucha contra quienes traicionaron a la revolucin liberal. Adems, JA fue designado y actu como Fiscal en el juicio seguido para castigar la masacre a los Alfaro, el 28 de enero de 1912. El reconocimiento de lo indgena como valioso desde la crtica al enfoque positivista de la ciencia de la historia El proyecto de reformular el sentido de la historia que durante siglos haba sido interpretado en forma excluyente, supuso revisar una concepcin de la ciencia, especialmente de la ciencia de la historia, ms cercana de la dominacin transnacional que a la funcin nacional que debera ella cumplir. Tambin en este aspecto JA puede arrojar luz al presente y sealar los parmetros a tomarse en cuenta para enfrentar el desarrollo cientfico-tecnolgico que bombardea e inunda nuestro planeta en su totalidad, lo controla cada vez ms an desde posiciones hasta extraterrestres y al parecer tambin debilita y destruye al mismo tiempo las culturas regionales y la identidad de nuestros pueblos. La tarea de desmontaje de la visin positivista de la ciencia de la historia se cumpli tambin a travs de la defensa de Juan de Velasco. Recordemos nuevamente que a partir de los trabajos de Jimnez de la Espada, Jijn y Caamao, Viteri Lafronte, Isaac Barrera,…, se puso en guardia al lector contra las ‘ignorancias, inocentadas y anacronismos’ que hervan en las pginas de la Historia del Reino de Quito, obra del ‘crdulo, desmemoriado y necesitado jesuita quitense, fraguada a la ligera para merecer la pensin que los expulsos hispanoamericanos reciban. La inquina lleg a calificar a esta historia como una ‘novela, un montn informe de patraas, fbula funestsima y odiosa, que urge eliminar, pues amenaza atosigar a la juventud estudiosa’. Mas la crtica a Velasco, apuntaba ms alto, hacia problemas de identidad nacional a travs de una solapada sospecha sobre la escasa o nula cientificidad del padre de la historiografa ecuatoriana. Luis Felipe Borja, en tono un tanto ponderado, deca: "Bien estn las leyendas de los pases escandinavos; pero 'slo como leyendas. Bien est el poema de los Nibelungos, pero slo como obra de la imaginacin con ligeros destellos brotados de la realidad (. . .) los hechos en ellos referidos, si son encanto de la literatura, si embelesan a la imaginacin popular, no son acogidos sino con mucho discernimiento por los historiadores. Lo mismo podemos decir respect a los Shyris. Que inspiren la fantasa de nuestros poetas, que sirvan de tema para leyendas, tradiciones y romances populares, pero que no ocupen el severo sitio de la, historia, en donde no deben tener cabida”.
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Nuevamente, detrs de esta exigencia de ‘asepsia’ y de ‘objetividad’ qu se esconda y quines se enfrentaban? Por una parte una concepcin epistemolgica de corte positivista, que invadi nuestros pases, a finales y comienzos de siglo y que encontr gran eco en muchos pensadores conservadores y liberales, baste recordar los nombres de Jacinto Jijn y Caamao y Jos Peralta; por otra, con Roberto Andrade, Oscar Efrn Reyes, Jaramillo Alvarado, . . . una corriente para la cual la verdad o falsedad de un hecho histrico o de un texto historiogrfico no se resolva en la confrontacin con los meros ‘datos’ u ‘observaciones’, ya que ms all o ms ac de ellos estaba un ‘mundo de mediaciones’, que la historiografa positivista, pese a ser mayoritaria y, hegemnica en aquel entonces, no supo tomar en cuenta, pues ingenuamente parta del presupuesto de que el hombre puede colocarse frente al dato puro, sin mediaciones, ni siquiera del inexorable marco de referencias presente en la mente del historiador. La historiografa contempornea, siguiendo ms bien la lnea trazada por JA, ha reconocido que el quehacer historiogrfico est envuelto, de modo determinado y determinante, por mltiples relaciones, tales como el "olvido", la racionalizacin de motivos, los intereses de grupo y clase, la visin positiva o negativa del pasado o del presente y ms aspectos del contexto que rodean al investigador y que no cabe soslayar en el anlisis. La historia est articulada al ejercicio de la poltica, ya que la historia es elemento constitutivo de los mecanismos generales del poder y de las relaciones de dominacin. En definitiva, parafraseando a un autor, el valor de la obra de Velasco debe buscarse, precisamente, en ese mundo de mediaciones y referentes con los cuales trat de apuntalar la batalla contra los ‘seores de la tierra’, atrincherados en el partido conservador y en el liberalismo plutocrtico y, a su vez, promover las banderas indigenistas, por su puesto envueltas, en ms de una ocasin, en un estilo declamatorio y metafrico muy propio de su tiempo. En palabras de JA: “De todo el desenvolvimiento de la cultura humana que merezca un recuerdo, slo aquello que realmente tiene perfume de inmortalidad encarna en el sentimiento nacional convertido en leyenda. Todo lo que no tiene sino una importancia muy relativa para el progreso humano constituye el entretenimiento candoroso de los historigrafos, los ratos sagrados de los archivos y bibliotecas. El sentimiento popular -autor de todas las Iladas- no recoge de los sucesos humanos sino la flor de la cultura, lo que tiene que perdurar a pesar de los mtodos de las academias, lo que corresponde al alma de la nacionalidad”. Bajo estos supuestos, el proyecto indigenista propuesto por JA era adems de poltico un proyecto nacional en su concepcin, pues uno y otro aspecto se identificaban y ambos constituyeron las lneas de fuerza por las que deba transitar y ha transitado nuestro pas. El mismo JA, junto a su labor al frente del Instituto Indigenista Ecuatoriano, la Direccin General del Oriente o de las Misiones del Campesinado del Instituto Nacional de Previsin Social invirti buena parte de su tiempo en su calidad de Presidente Encargado de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (1947-1948). Tambin habr que tomar en cuenta a fin de no sacralizar la obra de JA las limitaciones de diversa ndole, que no faltaron en su produccin. As, por ejemplo, el proyecto indigenista que deba abrir las puertas de acceso al indgena a la sociedad sigui siendo ms referente de los grupos intelectuales y sectores medios que un proyecto vivido y asumido por los mismos indios. Tuvieron que pasar dcadas para que el ‘indigenismo’ generado a partir de la dcada de los veinte de paso al ‘indianismo’ que a finales del siglo XX irrumpi con fuerza inusitada. A inicios de la dcada de los setenta (1974, Bolivia, Primer Parlamento Indio Latinoamericano) el indio comienza a portar sus banderas sin necesidad de intermediacin alguna. Lo indgena deja de ser tema de cientistas sociales o de pintores y novelistas (indigenismo) para pasar a ser asumido por los mismos indgenas (indianismo). ... En el prximo documento estaremos presentando el complemento del presente.
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