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Macroeconomía

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Macroeconomía

1. Introducción
La escuela clásica se fundamentó en la flexibilidad de precios y una competencia
perfecta que conducían a un pleno empleo, mientras que la época de la gran depresión
del 1929 estuvo marcada por caídas dramáticas en el producto y las elevadas tasas de
desempleo. La TG puso énfasis en la función consumo; en el rol de las expectativas en
la determinación de la inversión; en la volatilidad de estas expectativas; en el poder de
las políticas fiscales y monetarias para afectar el nivel de actividad económica; y en el
mecanismo del multiplicador, que amplifica los efectos de los cambios en la política
macroeconómica o en las expectativas de los inversionistas.
Se formula una teoría de inflación alternativa a la de los clásicos, y se intenta conciliar
los postulados clásicos con los keynesianos, cabe recalcar que el mensaje esencial de la
etapa de oro de la macroeconomía es que, las herramientas keynesianas son las mejores
en situaciones de desempleo generalizado de factores productivos, pero que, una vez
restablecido el pleno empleo, el instrumental clásico recupera su vigencia.
Milton Friedman y sus colegas de la universidad de chicago en la década de los 50 y 60,
continuaron defendiendo los postulados clásicos, rescata el rol del dinero para
determinar la producción en el corto plazo; pone en cuestión la curva de Phillips en el
marco del modelo IS-LM y propone una teoría completamente alternativa en la cual la
oferta monetaria es la variable que determina la inflación, y finalmente corrige la
manera de modelar las expectativas en el análisis macroeconómico, endogenizándola.
2. La macroeconomía de las economías cerradas
Los economistas clásicos (A. Smith, Say, David Ricardo, A. Marshall y J.S. Mill) creían
en la flexibilidad de los precios y la competencia perfecta en los mercados de bienes y
factores como los elementos que producían las fuerzas autocorrectoras de la economía.
Creían que estas fuerzas actuaban para llevarla al equilibrio en el largo plazo, con el
pleno uso de los factores productivos. En ese sentido, los desequilibrios (inflexibilidad
de los precios y desempleo) debían ser poco frecuentes y transitorios. La producción
venia determinada por puros factores de oferta y no existía la posibilidad de la
subproducción o sobreproducción, gracias al mecanismo de ajuste de precios que
postulaba la ley de Say.
Say postulaba que, no existe la posibilidad teórica de la sobreoferta o la sobredemanda,
pues, en el primer caso, una reducción en el precio de los B y, en el segundo caso, una
elevación de los mismos, garantiza que la oferta sea siempre igual a la demanda, en todo
momento del tiempo: “la oferta crea su propia demanda”.
Los supuestos en los que se basan los clásicos son los siguientes:
 Precios y salarios flexibles.
 Información perfecta sobre precios y cantidades.
 Función de producción de rendimientos marginales decrecientes; y
 Mercados competitivos.
El mercado de trabajo y la determinación de la producción
Por el lado de la oferta de trabajo se postula un individuo que maximiza una función
utilidad, creciente respecto del salario real y del ocio. De allí, se obtiene una función de
oferta de trabajo que crece con el salario real.
La demanda de trabajo está a cargo de las empresas, perfectamente competitivas. Estas
tienen una función de producción de rendimientos marginales decrecientes y contratan
trabajadores hasta el punto en el que el producto marginal del trabajo es igual al salario
real. Una elevación del salario real conduce a que el nivel del empleo se reduzca para
que el salario real más alto se iguale con un nivel igualmente más elevado de la
productividad marginal del trabajo. En consecuencia, la curva de demanda de trabajo en
el plano del salario real y el empleo tiene pendiente negativa.
En el mercado de trabajo, en el plano del salario real y el nivel de empleo, la demanda
de trabajo, de pendiente negativa, y la oferta de trabajo, de pendiente positiva, se
conjugan para determinar el nivel de empleo y el salario real. La flexibilidad de los
salarios nominales, dado el nivel de precios, garantizará que este mercado se mantenga
siempre en equilibrio, a través de los movimientos en el salario real. Conocido el nivel
de empleo y la función de producción, puede determinarse el nivel de producción.
Un incremento de los precios reduce el salario real, esto incentiva a las empresas a
demandar más trabajadores y a los trabajadores a ofrecer menor cantidad de trabajo, con
lo que se genera un exceso de demanda de trabajo. Este exceso de demanda de trabajo
se traduce en una elevación del salario nominal, en la misma proporción que el nivel de
precios, de tal manera que el salario real no se altera y, por lo tanto, tampoco el
producto y el empleo. De esta manera, en el plano de las cantidades y los precios, la
curva de oferta agregada “clásica” es perfectamente inelástica.
El mercado de bienes y la determinación de la tasa de interés
En el mundo clásico, la tasa de interés real se determina en el mercado de bienes,
cuando se igualan el ahorro y la inversión; o, lo que es lo mismo, cuando se igualan la
oferta y demanda de fondos prestables.
Por el lado de la demanda de fondos prestables (inversión), la tasa de interés representa
el costo de tomar fondos prestados para financiar proyectos de inversión. De esta forma,
una tasa de interés más alta provoca que muchos proyectos no sean rentables y que, por
tanto, la inversión sea menor.
Por el lado de la oferta de fondos prestables (ahorro = la diferencia entre el ingreso y el
gasto de consumo, del sector privado y del sector público), la tasa de interés se presenta
con una función creciente. El ahorro significa posponer el consumo presente, y la tasa
de interés es el precio de consumir hoy; de esa manera, tasas de interés más elevadas
llevan a consumir menos hoy y a ahorrar más.
El equilibrio entre la oferta y la demanda de fondos prestables (entre el ahorro y la
inversión) determina la tasad de interés real. En consecuencia, cualquier desajuste que
se produzca en el mercado de bienes, entre el ahorro y la inversión, se elimina a través
de los cambios en la tasa de interés real.
El mercado monetario y la determinación del nivel de precios
En el mundo clásico, para indagar acerca de la determinación del nivel precios, hay que
remitirse al mercado monetario.
En el mercado monetario, en el lado de la demanda, la cantidad de dinero demandada
(Md) es una proporción (k) de la renta nominal (PY), donde (Y) es el nivel de ingreso
real y (P) es el nivel general de precios; y, por el lado de la oferta, puede considerarse la
cantidad de dinero (M) como una variable exógena, determinada por la autoridad
monetaria.
En equilibrio, entonces, debe cumplirse la igualdad entre la oferta y la demanda de
dinero, M = kPY. Si, adicionalmente se postula que el coeficiente (k) se considera
estable y que la producción viene determinada exclusivamente por factores de oferta, la
identidad anterior puede convertirse, en una teoría de la determinación del nivel de
precios, en la que los precios son proporcionales a la cantidad de dinero.
La política monetaria y la política fiscal en el mundo clásico
Suponiendo, por ejemplo, que se produce una elevación de la cantidad de dinero en la
economía. En el mercado monetario, donde la variable de ajuste es el nivel de precios,
se genera un exceso de oferta que induce a una elevación del nivel de precios. En el
mercado de trabajo, la elevación del nivel de precios reduce el salario real y genera un
exceso de demanda en el mercado de trabajo que eleva el salario nominal. Con ello, el
salario real retoma su valor inicial y no se afecta, en consecuencia, ni el producto ni el
empleo. Por último, como el nivel de precios no está presente en el mercado de bienes,
no hay ningún efecto sobre la tasa de interés real.
Si se produce una elevación del gasto público, en el mercado de bienes se produce una
reducción del ahorro, por lo tanto, una elevación de la tasa de interés. Como la variable
tasa de interés no está presente en el mercado monetario, no hay ninguna conexión con
el mercado monetario, y por lo tanto el gasto público no afecta al nivel de precios.
En resumen, la política monetaria y la política fiscal no juegan ningún rol en la
determinación de variables reales como el producto, el empleo o el salario real. Estas
políticas solo afectan a las variables nominales; no hay conexión entre el sector
monetario y el sector real de la economía: hay dicotomía clásica.
3. La revolución keynesiana: la gran depresión y la teoría de la demanda
efectiva
Mientras que los principios clásicos postulaban la imposibilidad teórica de una recesión
y el desempleo, la gran depresión de 1929 mostraba todo lo contrario (tasas de interés
alto acompañado de deflación, niveles de inversión bajas debido a una exorbitante tasa
de interés real y altos niveles de desempleo), esta inconsistencia entre la teoría clásica y
los hechos de la gran depresión de 1929 explica el éxito que tuvo la publicación de la
teoría general del empleo, el interés y el dinero de J.M. Keynes en 1936, cuya esencia
es la presentación de un marco de análisis para un mundo en recesión .
3.1. El mercado de bienes y la determinación de la producción
Keynes nos dice que la recesión se debe a la insuficiencia de demanda, en
contraposición a los clásicos que creían que la demanda siempre se ajustaba a la oferta
agregada; Keynes impuso el argumento de que “la demanda crea su propia oferta”. De
allí que una de sus conclusiones más importantes y revolucionarias fuera la necesidad
de la intervención del gobierno para conducir la actividad económica a las cercanías de
sus niveles de pleno empleo, para Keynes, el error de los clásicos era considerar que el
estado normal de la economía era el pleno empleo.
El punto de partida básico es que la economía opera en un nivel por debajo del pleno
empleo y que no existen fuerzas inherentes al mercado que conduzcan la actividad
económica a su nivel potencial. La demanda puede elevarse porque se eleva el
consumo, la inversión o el gasto público.
En cuanto a la inversión, Keynes supuso que dependía de la productividad prevista para
las nuevas inversiones (o eficiencia marginal del capital) y de la tasa de interés. Una
mayor tasa de interés reduce la demanda de inversión, como en el enfoque clásico. Pero
para Keynes, las fluctuaciones de la demanda de inversión eran el determinante
fundamental debido a la incertidumbre existente sobre la rentabilidad futura de los
proyectos. Es decir, ante una creencia negativa acerca del futuro de la economía
(expectativas), los inversionistas no realizarían sus proyectos por reducidos que fueran
los niveles de las tasas de interés.
Estas fluctuaciones de la inversión, cuya procedencia era considerada exógena, se
amplifican mediante el multiplicador. Ante un incremento exógeno de la inversión, se
produce un incremento de la misma magnitud en la demanda agregada, lo cual genera a
su vez un aumento de la producción y de la renta. El aumento de la renta incrementa el
consumo y el ahorro, siendo el consumo un componente de la demanda agregada, esto
llevará a un nuevo incremento de la producción y de la renta. El ciclo se repite hasta que
el efecto se disipa. De esta manera, el producto se eleva mucho más que la elevación
inicial de la inversión.
Ante la inestabilidad de la función inversión, en contraposición al consumo que
consideraba estable, y las fluctuaciones que podría originar en la producción, Keynes
proponía que el gobierno debía utilizar la política fiscal para compensar las inevitables
fluctuaciones de la inversión privada, es decir, aplicar una política fiscal anticíclica.
3.2. El mercado monetario y la determinación de la tasa de interés
s

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