4º AÑO - PALETA Dios de La Alianza
4º AÑO - PALETA Dios de La Alianza
4º AÑO - PALETA Dios de La Alianza
ESTA ES NUESTRA FE
Creemos en un solo Dios, pero no solitario. Creemos en un Dios que ha querido darse a
conocer a los seres humanos. Lo ha hecho de manera progresiva a través de la historia,
primero a un pueblo a través de personas elegidas por él, y después a todos los hombres y
mujeres del mundo hasta revelarse a ti, especialmente a través de Jesús. A lo largo de la
historia ha realizado diversos pactos (alianzas)con los seres humanos. Hoy desea hacer lo
mismo con cada uno de nosotros.
Con esta paleta comprenderás mejor al Dios de los pactos, su historia con los seres
humanos y su deseo de ser alguien importante en la vida de cada uno de nosotros
Antes comenzar vuelve a mirar el siguiente video en el que se explica quién es este Dios de
pactos
https://www.youtube.com/watch?v=bSct0DlOy9c&t=4s
Competencia LINGÜÍSTICA
Empieza leyendo el texto sobre el Dios de la Alianza que encontrarás en
anexo 1
1- ¿Dónde está escrita la historia de la Alianza de Dios con los hombres?
2- ¿Qué tema aparece constante en todas las alianzas?
3- Describe brevemente las alianzas de Dios con Abraham, Moisés y David
Indicando qué promete Dios en cada una de ellas y a qué se comprometen los hombres.
4- ¿Quién es el protagonista de la nueva y eterna alianza que Dios sella con los hombres?
5- ¿Qué diferencia fundamental hay entre las alianzas hechas por Dios antes de Jesús y la Nueva A
Competencia lógico-matemática
Competencia intrapersonal
Contesta las siguientes preguntas reflexivas sin utilizar las palabras BIEN
o MAL:
-¿Cómo me siento cuando Dios tiene espacio en mi vida: rezo, participo en la
iglesia grupos juveniles, soy solidario/a, voy a catequesis?
-¿Cómo me siento cuando echo a Dios fuera de mi vida: trato mal a los demás,
vivo sin tener en cuenta los mandamientos, no tengo interés en conocer mejor
mi fe?
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Competencia MUSICAL
Escucha la siguiente canción de Marcos Witt
https://www.youtube.com/watch?v=LgkIRbq7Tnk
1. Busco un espacio para estar solo. Inicio respirando profundo tres veces fuerte y tres
veces suave
2. Pongo nombre a cómo me siento en este momento
3. Lee con atención el siguiente texto de la primera carta de san Juan:
Miren qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo
somos! 11 Este es el mensaje que habéis oído desde el principio: que nos amemos unos a otros. 18 Hijos míos,
no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras. (1 Jn 3, 1.11.18)
Competencia interpersonal
- En colaboración con otros compañero/a de clase, elaboren un
glosario de actitudes que Papá Dios muestra a lo largo de la
historia de la alianza (según lo explicado en el anexo 2).
- Compartan el pacto que le propondrías a Dios para mejorar el
entorno social.
sínt
esis Y para finalizar, reflexiona sobre la paleta que has realizado
1. ¿Qué he aprendido? (Tres ideas)
2. ¿Cómo lo has aprendido? (Dos ideas)
3. ¿Me sirve para otra situación distinta de mi vida?
(Dos situaciones)
4. ¿Cómo mejoraría la manera en que he aprendido? Página 2 de 6
ANEXO 1
Desde el comienzo mismo de la historia humana, Dios ha estado trabajando para formar su
pueblo especial; vamos a considerar de qué manera las alianzas que el Señor ha hecho con su
pueblo han demostrado, y continúan demostrando, el profundo amor de Dios a sus hijos.
Una y otra vez . . . Por lo general, no pensamos que nuestra fe sea parte de una alianza con
Dios y tampoco leemos la Sagrada Escritura viendo en ella la historia de la alianza que el Señor
una y otra vez ha reiterado con su pueblo. Toda la historia humana, desde la creación hasta la
Segunda Venida de Cristo, es la historia de Dios que tiende la mano a su pueblo, con el fin de
que vivamos en su amor. Comenzando con Adán y pasando por las historias de Abraham,
Moisés y David, la Sagrada Escritura nos enseña que Dios siempre da el primer paso y nos
invita a volvernos a él.
En sus primeras páginas, la santa Biblia relata la historia de una alianza. Comienza describiendo
que Dios crea al hombre y la mujer a su propia imagen y semejanza, los bendice y les dice:
“Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y sométanla” (Génesis 1, 28). Esta es la primera
alianza: Dios encomienda al ser humano que actúe como su representante, como dueño de la
tierra, mientras él le prodiga sus bendiciones en toda la creación.
Pero todos sabemos lo que pasó: Nuestros primeros padres pecaron, desobedecieron a Dios y
se separaron de él; es decir, actuaron en contra de la alianza. ¿Qué hizo Dios en respuesta?
¿Los rechazó, los aniquiló? No, nada de eso. Ese desprecio a Dios fue el pecado de graves
consecuencias para la humanidad. El Señor sabía que ellos tendrían que vivir con las
consecuencias de su pecado, por eso les prometió una futura liberación, y se quedó con ellos
para guiarlos y protegerlos. ¡Dios sí cumplió su parte de la alianza!
Todas estas alianzas tuvieron ciertas diferencias entre sí, pero un tema permaneció siempre
constante: Cada una de ellas ha sido iniciativa de Dios; él es quién tiende su mano generosa a
su pueblo y lo salva de una grave condición de pecado o de peligro.
Una historia de alianzas.
Comenzaremos con la historia de Abraham, que vivía en una tierra pagana, rodeado de gente
que no conocía a Dios. El Señor lo llamó y le invitó a que se fuera a una nueva tierra, donde
sería bendecido con abundancia de bienes (Génesis 12, 1-4). Una vez que Abraham se asentó
en la Tierra Prometida, Dios hizo una alianza con él prometiéndole: “Serás padre de una multitud
de pueblos” (17, 4). A su vez, Abraham tenía que cumplir su parte en el pacto: mantenerse fiel a
Dios y obedecerle.
Posteriormente, el pueblo de Israel cayó bajo la esclavitud de Egipto y entonces Dios llamó a
Moisés para enviarlo a sacar a los israelitas de la esclavitud y conducirlo a una tierra de libertad.
Esta vez, a través de Moisés, Dios hizo una alianza con todo el pueblo de Israel. Les dio los Diez
Mandamientos, que ellos debían cumplir, y les prometió formar de ellos una gran nación y ser su
Dios para siempre (Éxodo 20, 1-17 y 24, 3-8).
Cuando David llegó a ser el rey de Israel, Dios hizo una alianza con él y le prometió que sus
descendientes permanecerían siempre en el trono de Israel e incluso que, si un descendiente
suyo transgrediera las órdenes de Dios, el Señor lo perdonaría y renovaría su alianza con él (2
Samuel 7, 10-17).
Una y otra vez, Dios tendió la mano a su pueblo, lo rescató del peligro y lo llenó de bendiciones.
Una alianza nueva y eterna. Todas estas alianzas fueron increíblemente generosas y
maravillosas, pero todas ellas apuntaban hacia algo aún más estupendo, porque no hay nada
que pueda compararse con la alianza superior y definitiva que Dios hizo con su nuevo Pueblo
escogido: la Nueva Alianza, que fue sellada, no con la sangre de animales, sino con la Sangre
preciosa de su propio Hijo Jesús.
Desde muchos puntos de vista, esta nueva alianza es claramente diferente de todas las
anteriores, aunque en un sentido es semejante a ellas. Así como en todas las alianzas
anteriores, Dios vino a visitar a su pueblo y lo rescató, esta vez no sólo perdonó nuestros
pecados, sino que también nos libró del poder del pecado de una vez por todas y para siempre;
no sólo nos prodigó su gracia y su misericordia, sino que nos elevó a una vida de gracia
completamente nueva y nos concedió su poder divino para vivir esta alianza de amor.
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Una doble alianza. Hasta aquí hemos considerado lo que Dios hace en estas alianzas, pero es
importante ver que cada alianza también conlleva serias obligaciones y responsabilidades que a
nosotros nos toca cumplir. Por ejemplo, en la alianza con Abraham, Dios juró hacerle padre de
muchas naciones, y Abraham se comprometió a “caminar” (vivir) en la presencia de Dios, ser
“intachable”, y practicar la circuncisión, un hecho físico y concreto que lo marcaba a él y a sus
descendientes como propiedad del Señor. Cuando Dios habló con Moisés en el Monte Sinaí, el
Señor le prometió traer a su pueblo a la tierra de Canaan, y el pueblo, al unísono, prometió
obedecer los mandamientos de Dios.
Lo mismo sucede con esta nueva alianza que Cristo selló para los creyentes. Por una parte,
Nuestro Padre celestial nos promete darnos la salvación, y por la otra, los fieles nos
comprometemos a llevar una vida de fe y docilidad a sus mandamientos con la fuerza del
Espíritu Santo. Al igual que las tantas alianzas anteriores, ésta también demuestra lo generoso y
amable que es nuestro Padre, porque aquello que él promete darnos es increíblemente
generoso y santo, la salvación eterna, y todo lo que tenemos que hacer nosotros es confiar en él
y esforzarnos por cumplir sus mandamientos y ser fieles. Incluso cuando caemos en falta y
dejamos de cumplir nuestra parte de la alianza, ¡él no demora en perdonarnos y devolvernos su
amistad y su amor!
Pero esta nueva alianza no es sólo una invitación a llevar una vida santa, con la esperanza de la
salvación al final de la vida, sino que a cada paso del camino Dios nos promete concedernos su
gracia y su poder para ayudarnos a cumplir nuestras obligaciones. El profeta Ezequiel reveló
algo de esto hace mucho tiempo cuando, hablando en nombre de Dios, anunció: “Les infundiré
mi espíritu y los haré vivir según mis preceptos, y guardar y cumplir mis mandamientos”
(Ezequiel 36, 27). Esto es exactamente lo que sucedió el día de Pentecostés y lo que le sucede
a cada persona cuando recibe los Sacramentos del Bautismo y la Confirmación.
¡El Espíritu Santo está disponible ahora para quien quiera recibirlo, y viene a habitar en el
corazón de los fieles! Está constantemente actuando en nosotros, y nos ofrece ayudarnos a vivir
la Nueva Alianza en la práctica y ayudar a construir la Iglesia. En efecto, los milagros, los dones
espirituales, los casos de sanación, la unidad y el amor fraterno: todo esto y más sucede en
nuestra vida porque Cristo nos ha reconciliado con Dios y nos ha dado su Espíritu Santo.
Esta es la gran bendición de la alianza que tenemos en Cristo Jesús. Es una alianza sellada con
la Sangre preciosa del Hijo de Dios, Jesús; una alianza que nunca puede ser revocada ni
superada.
Dios hace una alianza con nosotros. Considerando la insuperable fidelidad y generosidad de
nuestro Padre, manifestada claramente en todas estas alianzas, pongamos toda nuestra fe en el
Señor, que ha hecho una alianza nueva y magnífica con nosotros como cristianos y con cada
uno como persona: Él es nuestro Padre y nosotros somos sus hijos y hermanos entre nosotros.
Él se compromete a cuidarnos y bendecirnos y nosotros nos comprometemos a tratarnos bien.
Si pensamos que la alianza con Dios no es más que una serie de obligaciones y prohibiciones
que debemos cumplir, la invitación a ser santos (amigos fieles de Dios) sería un poco
intimidatoria. Pero nuestro Dios quiere que aspiremos a la santidad por eso nos llenó del Espíritu
Santo, de modo que todo lo que hagamos esté inspirado por su amor y su fuerza.
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ANEXO 2
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Comunidades cristianas- Grupos de personas que, a través
de la celebración de la fe, el aprendizaje continuo de la
Palabra de Dios y de hacer buenas obras, viven la alianza
que sellaron con Dios desde su bautismo.
ANEXO 3
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