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Murialdo - Testamento Introducción Critica Librito

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San Leonardo Murialdo

TESTAMENTO
ESPIRITUAL
Introducción y notas de Giuseppe Fossati C.S.J.

2020
2
PRESENTACION

El que ya alberga en su corazón un sentimiento de


admiración hacia LEONARDO Murialdo, conocido a través de la
obra del P. Armando Castellani, y ya ha seguido, con afectuosa
participación, la vivacidad y los sufrimientos de su adolescencia
antes, y la fecundidad de las obras de su sacerdocio después, podrá
llegar hasta el secreto más íntimo de su vida por medio de su
«Testamento espiritual».
A la forma de composición de este documento se le llama,
con todo derecho, «confesiones» en el sentido agustiniano.
Es un prorrumpir en oración y en sentimiento, un «canto a
la misericordia del Señor» que parece que se extiende a un vasto
tejido de humanidad pensativa y creyente, que hace suya esta
expresión y asume estos anhelos con una serena espontaneidad.
El trabajo del P. Giuseppe Fossati nos lleva a conocer este
documento y suscita en nuestro interior un fuerte sentimiento de
«suspense». Él ha llevado a cabo esta primera edición crítica del
«Testamento espiritual» con una investigación paciente, ya sea
para encajar en su exacto contexto la experiencia vivida por L.
Murialdo, o para descubrir en el lenguaje narrativo innumerables
fuentes bíblicas y patrísticas, y referencias de autores espirituales y
de movimientos intelectuales del siglo pasado, especialmente
italianos y franceses.
La introducción, el comentario y las notas, sin perderse en
inútiles valoraciones morales de las vicisitudes juveniles del santo,
captan el fruto de la conversión que nació de ellas, la fe confiada
en Dios, presente y amante, la refinada delicadeza del espíritu
purificado, la «prisa» por llenar cualquier espacio vacío en su
respuesta de donación. Así, cuando logramos captar la profunda
convicción que L. Murialdo saca del dolor y del amor que
experimentó en su adolescencia perdonada por «Dios bueno,
paciente y generoso» que «perdona todo y de todo se olvida» a
causa «de la grandeza y de la inmensidad de su misericordia»,

3
resuena en nosotros toda la conmoción de este sacerdote, ya con
sesenta años, apóstol de los muchachos abandonados de su Turín,
que creció en santidad desde una edad estupenda y llena de
aventuras.
El eje, a mi parecer, de todo el «Testamento espiritual» es
la jovialidad de Leonardo Murialdo, su «lucha con Dios», donde el
mal no logra vencer a una fe enraizada desde la niñez, recibida de
madre maravillosa, donde la bondad de ánimo tiene siempre la
sacudida más fuerte, donde María, invocada con una ternura que
jamás se atenuó, realiza los prodigios de su maternidad.
Creo que todos los jóvenes encuentren en estas páginas la
esperanza de una existencia vivida con plenitud humana y de fe, y
muy cercana a las inquietudes y a los ideales que siempre
atormentan durante estos años de crecimiento. Y creo que esta
historia, tan humilde y tan densa, encamine hacia grandes
horizontes de confianza a cuantos hayan madurado su fe en la
experiencia diaria del dolor y del amor.
Quiero dar las gracias al P. Giuseppe Fossati, sacerdote de
la Congregación de Leonardo Murialdo, por este regalo que nos ha
preparado con un sentido manifiesto de cariño familiar.
P. Girolamo Zanconato
Superior General

Roma, a 18 de mayo de 1982,


solemnidad de San Leonardo Murialdo

4
PRÓLOGO

Los documentos conciliares y postconciliares sobre la vida


consagrada insisten en la necesidad de que los religiosos sean
«fieles al espíritu de sus Fundadores, a sus intenciones evangélicas,
al ejemplo de su santidad». (ET 11).
Por este motivo he querido profundizar en el «Testamento
espiritual» de S. Leonardo Murialdo, documento fundamental para
conocer su espiritualidad y el carisma de la Congregación fundada
por él y a la que pertenezco.
Este trabajo, nuevo en su género, intenta presentar el
«Testamento espiritual» con todas aquellas indicaciones que sean
necesarias para comprenderlo en su verdad y riqueza. La
introducción, las notas, a veces muy amplias, y las referencias, en
especial a los escritos de L. Murialdo, se deben ver bajo esta
óptica.
Por medio de este trabajo creo que he indicado una clave
para leer el «Testamento espiritual» y que he preparado algunos
caminos para profundizaciones posteriores.
Agradezco a los hermanos que, con cordialidad, me han
ayudado y apoyado en mi labor, y en particular al Prof. Umberto
Lovato y al P. Gino Bisigato.
Que la lectura de este documento les pueda servir de
estímulo a los religiosos josefinos para descubrir «la experiencia
del Espíritu» de L. Murialdo, para que sea por ellos «vivida,
custodiada, profundizada y desarrollada constantemente» (MR 11),
y a todos, especialmente a los jóvenes, para robustecer la confianza
y la esperanza en Dios, Padre de misericordia y de bondad.
P. Giuseppe Fossati C.S.J.

Viterbo, a 30 de marzo de 1982,


Aniversario de la muerte de L. Murialdo

5
AGRADECIMIENTO

He coordinado, con profunda alegría, la traducción al cas-


llano de la edición crítica del «Testamento espiritual» de San
Leonardo Murialdo del P. Giuseppe Fossati.
Por medio de esta traducción, la riqueza espiritual del san-
fundador de la Congregación de San José será más accesible ira
muchos de sus hijos y para un número más grande de aquellos
laicos que viven cerca de nuestras obras de lengua castellana.
En nombre de L. Murialdo vaya mi agradecimiento al autor,
P. Giuseppe Fossati; al P. Ángel Muelas Checa de la comunidad de
Sigüenza (España) traductor de la introducción y de las notas
explicativas; y al equipo del Seminario Murialdo de Villa Bosch
(Buenos Aires-Argentina) por la traducción del texto del
«Testamento espiritual».
Muchas gracias también a los de Buenos Aires, de Quito, de
Sigüenza por la corrección y revisión del trabajo.
Muchas gracias también a los estudiantes de teología de
Viterbo, españoles, ecuatorianos y argentinos, que me ayudaron el
trabajo final.
Somos conscientes de que una lengua viva, hablada en
diferentes continentes y naciones, por la natural evolución
lingüística, adquiere con el tiempo, diferentes matices. La presente
traducción, única para España y los países latino-americanos, dará
origen, sin lugar a dudas, a divergencias lingüísticas, de términos...
pero que no alterarán su sentido esencial y que la inteligencia y la
bondad de los lectores sabrán comprender y excusar.
Leonardo Murialdo nos bendiga y nos haga instrumentos
del amor de Dios para mucha gente de España y de América
Latina.
P. Orides Balardin
Consejero Generaal
Roma, a 26 de octubre de 1984

6
INDICE GENERAL

Presentación
Prólogo
Agradecimiento
Índice general
Nota bibliográfica
Preliminares
Abreviaturas
Introducción

A. Leonardo Murialdo
- Perfil biográfico

B. El «Testamento espiritual»
- Historia de su composición
- Lengua
- Período de redacción
- Finalidad
- Estructura
- Género literario
- Influencias literarias
- Contenidos biográficos

C. Temas particulares
- Crisis juvenil
- Los dos deseos
- Mensaje

D. Datos cronológicos

TESTAMENTO ESPIRITUAL

 Nota

7
 Pro memoria
 30 de marzo de 1895
 Testamento espiritual
 Misterio de amor - Milagro de amor
 Dios a mí
 Mis dos deseos
 El hijo pródigo
 Reflexiones de 1899
 La incomprensible gratuidad de los dones de Dios
 El buen Dios me ha amado con amor eterno
 Mis vocaciones
 Beneficios especiales de Dios hacia mí
 Mi penitencia
 Mis pecados
 La Iglesia de San Dalmacio de Turín
 Confesión durante una enfermedad
 Confesión antes de la ordenación sacerdotal
 La Iglesia de la Visitación de Turín - Santa Clara
 Índice

Índice de las citas y de las referencias

8
NOTA BIBLIOGRÁFICA (1)

ESCRITOS DE L. MURIALDO
Murialdo, L., Scritti, 8 tomos, 1978-1984 (Ed. multicopiada).
Murialdo, L., Epistolario, de A. Marengo, 5 vols., Roma, 1970-
1973.

BIOGRAFIAS
Castellani, A., Il Beato Leonardo Murialdo, 2 vols., Roma 1966-
1968.
Reffo, E., Vita del Teol. Leonardo Murialdo, Rettore degli
artigianelli di Torino e Fondatore della Pia Societá di S. Giuseppe,
Roma, 19646.
Vercellono, G., Vita e spirito del servo di Dio Leonardo Murialdo,
Bergamo, 1941.

MONOGRAFIAS
Barsotti, D., La spiritualitá del Murialdo, Cuadernos Murialdo,
Roma, 1972.
Cavallin, G., Formazione religiosa ed esperienza spirituale di
Leonardo Murialdo, Padova, 1974 (Tesis doctoral).
Fossati, G., L’anima della santitá del Murialdo: l’amore di Dio e
l’abbandono alla Divina Provvidenza, 2 partes, Roma, 1980 (For-
Per).
Giansante, G., Attualitá pedagógica di Leonardo Murialdo, Roma,
1973. Lovato, U. — Castellani, A., Leonardo Murialdo, amico
degli operai, Roma, 1970.
Marengo, A., L’anima della santitá del Murialdo, Cuadernos
Murialdo, Roma, s.f.
Marengo, A., Leonardo Murialdo educatore, Roma, 1964.

1
Esta nota presenta solamente las obras fundamentales a las que yo en particular
me he referido. Para una bibliografía más amplia y completa me remito a
Castellani A. (Vol. I. pp. XXX-XLII) y a «Bibliografía Murialdo» (1967- 1981)
de Franco Pairona, en Lettere Giuseppine 3 (1982) págs. 58-70.

9
Marengo, A., Leonardo Murialdo fondatore e superiore generale,
Roma, 1969.
Marengo, A., Spiritualitá di Leonardo Murialdo, Pinerolo, 1979.

ESTUDIOS SOBRE EL «TESTAMENTO ESPIRITUAL»


Costa, V., Scoprire l’amore, Torino, 1979.
Costa, V., Tudo é graca ... pois Deus é amor, Caxias do Sul, 1978.
Marengo, A., Murialdo controluce, Pinerolo, 1978.
NEGRO, G., Bibbia e concetto di Dio nel Testamento Spirituale di
San Leonardo Murialdo, Viterbo, 1979 (Tesis de Bachillerato).

PRELIMINARES

1. El Testamento espiritual está redactado según el orden de lectura


que indica el manuscrito.

2. El texto de lengua francesa ha sido transcrito según el original.


Sólo se han efectuado los siguientes retoques: se han añadido los
acentos que faltaban y se han corregido los que estaban
equivocados; se han colocado algunos signos de puntuación y se
han puesto entre paréntesis algunas citas bíblicas, por ejemplo; se
han eliminado los guiones que se encontraban, a menudo, al final
de las frases o que separan las partes de un párrafo.

3. Los corchetes contienen las correcciones de palabras, las


explicaciones de las abreviaturas y, en las notas, diversas
explicaciones. Los ganchitos superiores [] encierran palabras
añadidas para una mejor comprensión del texto; los ganchitos
inferiores [] que se encuentran sólo en el texto francés, contienen
palabras que hay que eliminar para una mayor precisión lingüística.
Se ha evitado indicar otras correcciones que, a mi juicio, no son
indispensables. La barra vertical indica el comienzo de una nueva
página en el manuscrito, el número de la cual corresponde al
número que se encuentra en el margen.

10
4. Las palabras y las frases subrayadas dos, tres o cuatro veces se
han escrito en cursiva, especificándose en las notas.

5. Para la crítica del texto se indican los aspectos más


significativos. Para posteriores profundizaciones me remito a la
reproducción del Testamento espiritual que se encuentra en el
Apéndice.

6. Las indicaciones en el margen:


- los números se refieren a las páginas del manuscrito que
contiene ese párrafo;
- los asteriscos incluyen las frases que se encuentran al pie
de la página en el manuscrito;
- los títulos son los de los párrafos que se encuentran en la
Table.

ABREVIATURAS

Apén. = Apéndice. Se refiere a las páginas 157-204, donde se


encuentra la reproducción del «Testamento espiritual».

Bibl. Mur. = Biblioteca Murialdo. Indica que el libro en cuestión


perteneció a Murialdo y se encuentra en su biblioteca del Colegio
Artigianelli de Turín.
Epist. = Murialdo, L., Epistolario, de A. Marengo, 5 vols., Roma,
1970- 1973. El primer número indica el volumen, el segundo el
número de la carta.
Mss. = Murialdo, L., Scritti, 8 tomos, Viterbo, 1978-1984. El
primer número indica el tomo, el segundo la posición y el tercero
la página.
He preferido esta forma de abreviatura Mss. (Manuscritos), puesto
que es la manera corriente de citar los Scritti (Escritos) de L.
Murialdo.

Trad. = Traducción. Significa que se ha traducido el texto citado.

11
INTRODUCCIÓN

Un testamento espiritual siempre es un documento que


revela el mundo interior de su autor y es preciso, para
comprenderlo plena y verdaderamente, que no se separe del
contexto de su vida y de su labor.
El que se acerca al «Testamento espiritual» de San
Leonardo Murialdo sin conocer su retrato moral y espiritual, su
labor pastoral y educativa, su actuación como fundador de una
congregación religiosa y su actividad multiforme en el campo
social, no podrá entender y penetrar en el sentido profundo de su
escrito. Este adquiere claridad de su vida y al mismo tiempo su
vida adquiere claridad del Testamento ( 2). Vida y testamento hay
que considerarlos estrechamente unidos para no incurrir en una
interpretación equivocada o mezquina del mismo Testamento.
Para comprender el documento mejor se necesita, además,
analizarlo en su historia de composición y precisar algunos
aspectos y temas particulares.
La finalidad de esta introducción es justamente la de
presentar, a grandes rasgos, los elementos que ayuden a entender el
Testamento en toda su verdad y a percibir su valor.
Leer el Testamento de L. Murialdo quiere decir acercarse al
corazón de un santo, penetrar un poco en el ánimo de un hombre
enamorado de Dios y descubrir un rayo de la magnitud de su fe y
de su ansia de perfección. Es encontrar, de alguna manera, la
experiencia espiritual de todo cristiano.

2
De ahora en adelante, con Testamento (Test.) nos referimos a todo el documento; con Testamento
espiritual nos referimos al primer fragmento, que lleva este título.

12
A. LEONARDO MURIALDO

Perfil biográfico

Nació en Turín el 26 de octubre de 1828 de una familia


acomodada (el padre era agente de cambio), el penúltimo de nueve
hijos. Se educó en el Colegio Real de las Escuelas Pías de Savona
(1836- 1843) y estudió filosofía (1843-1845) y teología (1845-
1850) en la Universidad de Turín, donde se doctoró en Teología en
el año 1850. Al año siguiente fue ordenado sacerdote. Se dedicó
enseguida a la educación moral y religiosa de los jóvenes de la
periferia turinesa especialmente en el oratorio/centro juvenil del
Ángel de la Guarda y en el oratorio/centro juvenil de S. Luis,
fundado por Don Bosco, donde fue director desde 1857 a 1865.
Después de 14 años de sacerdocio, L. Murialdo transcurrió
un año académico (1865-1866) en el seminario de S. Sulpicio de
París para ponerse al día en los estudios teológicos y para
perfeccionar sus capacidades educativas. A su regreso a Turín
aceptó la dirección del Colegio Artigianelli, que había fundado D.
Juan Cocchi en 1849, para la asistencia, educación cristiana y
preparación al trabajo profesional de los jóvenes pobres, huérfanos
y abandonados. Allí, durante 34 años, o sea, hasta su muerte, L.
Murialdo trascurrió su existencia de hombre, de sacerdote y de
apóstol en una situación que no se amoldaba enteramente a su
carácter, a su formación y a su sensibilidad. No obstante, se
entregó de lleno a la misión que la Providencia le había
encomendado, desarrolló la formación profesional de los jóvenes y,
sobre todo, puso en marcha un proyecto educativo eficiente y
valedero (3).
Durante esta experiencia suya, llegó a cuajar en él la idea de
fundar una congregación religiosa que siguiese la misión entre los
jóvenes pobres y la realizó el 19 de marzo de 1873, cuando
3
Para investigar más a fondo la acción educativa de L. Murialdo cf. A. Marengo, Leonardo
Murialdo educatore, Roma, 1964; G. Giansante, Attualitá pedagógica di Leonardo Murialdo, Roma,
1973.

13
comenzó a existir la «Congregación de San José». Junto al cargo
de Rector del Colegio, L. Murialdo añadió aquel, no menos
comprometido, de fundador y superior de la Congregación con
todos los problemas anexos (4): codificación legislativa,
organización y extensión, necesidad de estructuras para la
formación de sus miembros y fundación de nuevas obras (5).
Además de estas ocupaciones L. Murialdo prosiguió con su
intensa actividad en el terreno social, especialmente en favor de los
obreros. Instituyó y promovió para ellos los organismos
asistenciales, culturales, religiosos (6); presentó proyectos, a nivel
legislativo, para tutelar el trabajo de los niños ( 7) y se preocupó,
4
Cf. A. Marengo, Leonardo Murialdo fondatore e superiore generale, Roma, 1969.
5
Entre las obras fundadas por Murialdo citamos: Instituto de educación S. José en Volverá (Turín)
en 1881; Patronato Pío IX en Venecia 1883; Patronato Sgda. Familia y colegio internado en Oderzo
(Treviso) en 1889 y 1890 respectivamente; Patronato León XIII en Vicenza en 1894; Patronato S.
José en Rovereto (Trento) en 1894; Colegio y Patronato en Correggio (Reggio Emilia) en 1897;
Colegio N. Tommaseo en Zara en 1898; Colegio del Sgdo. Corazón en Módena y Centro juvenil
festivo en Carpí (Módena) en 1899.
6
L. Murialdo, con la colaboración de seglares, promovió en Turín iniciativas en favor de los obreros.
En 1871 instituyó y sostuvo la Sociedad Promotora Católica Turinesa, la Obra de las bibliotecas
ambulantes católicas, el Círculo de la Juventud Católica «Sebastián Valfré», la Unión de los
Obreros Católicos, que luego se convirtió en Unión Obrera Católica.
En 1874 con Pablo Pío Perazzo, el «ferroviario santo», empezó la publicación del Boletín de las
Asociaciones Católicas que después tomó el nombre de Indicador Católico y más tarde el de
Cruzada, y en 1876 empezó también el boletín de las Uniones Obreras Católicas, el primer
periódico obrero católico que surgió en Italia y que, en 1883, cambiará el nombre por el de La voz
del obrero y, en 1933, por el de La voz del pueblo, que todavía existe hoy día como semanario de la
diócesis de Turín.
En 1875 colaboró en la fundación de la Liga O’Connell para la libertad de la Enseñanza Católica.
Además, en 1876, instituyó y promovió los Comités de Padres de Familia con intenciones
electorales y de defensa de la catequesis y, a través de una proposición suya, empezó en Turín la
Oficina Católica de Empleo para los obreros en desocupación, la primera que surgió en Italia.
En 1878, con Pedro Marietti, instituyó el Jardín festivo para obreros, colaboró en la formación de
los Comités electorales católicos y, en 1880, promovió la Obra de las Catequesis nocturnas para
jóvenes obreros.
En 1883, en el «ámbito» de la Obra de los Congresos fundó la Obra de la Buena Prensa y, en 1884,
fundó el boletín La Buena Prensa.
Además, fue asistente eclesiástico del Comité Promotor de las Uniones Obreras Católicas (1876-
1891), miembro del Comité Regional Piamontés y del Comité Diocesano de la Obra de los
Congresos Católicos, presidente, en 1883, de la Liga Nacional de las Sociedades Promotoras de la
Buena Prensa, y, en 1885, miembro del Comité Nacional de la Obra de los Congresos Católicos.
7
En 1869 presentó una petición al gobierno Lanza-Sella en favor de una legislación reguladora del
trabajo de los niños y las mujeres en las fábricas; en 1892, con un memorial, defendió la ley Laca va
para la tutela de la salud física y moral de los niños trabajadores y, en el mismo año de 1892, envió al
Alcalde de Turín un proyecto para la legislación sobre el trabajo de los niños y sobre la formación

14
con ánimo abierto, de los problemas de la Iglesia, tales como la
cuestión romana, la infalibilidad pontificia, la participación de los
católicos en las elecciones políticas, la libertad de enseñanza y la
catequesis en las escuelas.
A fin de conocer métodos educativos, valorizar experiencias
pedagógicas y participar activamente en los problemas del mundo
laboral, viajó mucho por Italia y por el extranjero (Suiza, Bélgica,
Gran Bretaña y sobre todo por Francia) ( 8), y se relacionó con
personalidades célebres, como Timon-David, Gastón de Segur, P.
Donat, P. Lacourt, León Harmel, Ludovic de Besse y Schorderet.
Llevó una intensa vida espiritual y ascética que se
alimentaba en las fuentes de la «escuela ignaciana» y en la
«escuela francesa». El amor de Dios y el confiado abandono a su
Providencia son el núcleo de su espiritualidad. Con este espíritu
vivió las no pocas dificultades de su vida, procedentes de la
congregación fundada por él y de la situación del Colegio, sin
excluir la financiera, que fue siempre deficiente y le proporcionó
numerosas preocupaciones.
Murió en Turín al 30 de marzo de 1900. Fue beatificado por
el papa Pablo VI el 3 de noviembre de 1963 y fue proclamado
santo por el mismo papa el 3 de mayo de 1970.

profesional de la juventud obrera.


Para lo que se refiere a la acción social de L. Murialdo, cf. A. Castellani, II B. L. Murialdo, vol. II,
Roma, 1968; U. Lovato-A. Castellani, Leonardo Murialdo amico degli operai, Roma, 1970.
8
La mayor parte de sus viajes a Francia tuvieron como objeto la participación en los Congresos
Obreros Católicos. Para eso fue a los de Poitiers (1872), Lyon (1874), Reims (1875), Burdeos
(1876), Chartres (1878), Angers (1879), Le Mans (1881).
Durante estos viajes, L. Murialdo aprovechó la ocasión para visitar obras para la juventud obrera,
agrícola y estudiantil, los centros más activos del catolicismo militante y social, para estudiar las
organizaciones cristianas en favor de la clase obrera y para tener trato con congregaciones religiosas
dedicadas al apostolado juvenil y popular.

15
B. EL «TESTAMENTO ESPIRITUAL»

Historia de su composición

Leonardo Murialdo en el Pro-Memoria que colocó al


principio del Testamento, confía a D. Julio Costantino, su
colaborador y confidente, la lectura de sus «memorias» y le
autoriza, según su criterio, a darlas a conocer también a D. Eugenio
Reffo, igualmente su colaborador, o a destruirlas.
El Testamento fue conservado (9) y fue leído por D. E.
Reffo que lo cita y lo utiliza en la biografía del santo publicada en
1903 (10)
El Testamento está escrito en un fascículo de 60 páginas
(11), numeradas a mano, tamaño contabilidad, con pastas de
9
El manuscrito se perdió enseguida, y sólo se llegó a encontrar en 1944. Se hizo una copia conforme
con el original, firmada por el P. Bernardo Maculan, Vicario General y procurador de la
Congregación de San José, que fue entregada a la Sagrada Congregación de los Ritos, ante la cual se
estaba tramitando la causa de beatificación de L. Murialdo.
Actualmente, el texto original se conserva en el Archivo de la Casa General de la Congregación de
San José en Roma.
10
E. Reffo, Vita del T. Leonardo Murialdo, Rettore degli Artigianelli di Torino e Fondatore della
Fia Societá di S. Giuseppe, Torino, 1903.
D. Eugenio Reffo, primer biógrafo de L. Murialdo, se ocupó de una segunda edición que se publicó
en 1920, en la cual se hicieron «algunos retoques de cierta importancia» (Prólogo). El valor de su
trabajo reside, sobre todo, en la presentación del retrato moral y espiritual que él traza de L.
Murialdo, fruto de una experiencia directa, en cuanto que Eugenio Reffo «tuvo la dicha de convivir
con él más de treinta años y de ser el testigo diario de sus modales» (Prólogo).
En la presente obra, si no se especifica de otra manera, siempre me referiré a la 6a edición, publicada
en Roma en 1964.
11
El fascículo se compone de 3 quinternos de 5 hojas dobles cada uno, cosidos con hilo negro, con
un total de 60 páginas. Las dos primeras páginas no están numeradas. La numeración empieza en la
tercera página (cf. Apén. pág. 161). En un primer momento se numeraron con tinta las páginas de la
derecha, 1, 3, 5, ... hasta la 27. La numeración se completó más tarde, con lápiz, añadiendo la 2, 4,
6 ... y después, a las páginas 2, 4, 12, 24 se les añadió también el número en tinta y, así, estas páginas
se han quedado con doble numeración (cf., por ej., Apén. págs. 162, 172). Desde la página 27 hasta
el final, la numeración está escrita con pluma, pero no se escribió en la misma ocasión, por la
diferencia que hay de escritura. En todo el fascículo seis páginas no tienen número (págs. 26, 34, 42,
56, 58), aunque están contadas en la numeración general (cf. Apén. págs. 188, 194, 202, 204).
A veces el número va precedido de «pag.» (cf., por ej ..Apén. págs. 161, 162, 168) una sola vez con
«p.», la «p. 3» (cf. Apén. pág. 163) y las otras veces sin anteponer nada. La pág. 32 está escrita como
«31» (el n. 31 está repetido dos veces) y le sigue la pág. 33, como corresponde (cf. Apén. págs. 179-
180).
En la Table la numeración llega a 60, mientras que en el texto a 58 (cf. Apén. pág. 204). Esto se debe
a que las dos primeras páginas no tienen número y no se encuentran en la numeración.

16
cartulina roja que contiene las siguientes frases: «Ad maiorem Dei
gloriam, ad gratiarum actionem» y «Al rev. sig. Don Costantino in
sue mani». Contiene además de una parte introductoria, 16
párrafos.
L. Murialdo escribió el primer párrafo en las primeras
quince páginas numeradas. En las demás, por lo general, no siguió
el orden progresivo de las hojas, sino que las escribió empezando
ya de una página, ya de otra esparcidamente. Debido a esto, en la
redacción de un párrafo, a menudo se ha metido en páginas ya
anteriormente usadas, por lo cual se vio obligado a utilizar las que
todavía estaban en blanco, y así redactó ese párrafo en hojas que no
seguían exactamente la numeración sucesiva. Por lo tanto la lectura
del texto resulta difícil no obstante las indicaciones y remisiones
(12).
También por eso no se comprende inmediatamente el orden
de los párrafos del Testamento. Una vez realizado el trabajo, el
mismo L. Murialdo, a través de una Table (índice) colocada al final
del fascículo, indica el orden lógico del mismo (13).
12
Por ejemplo, el fragmento Mes deux désirs se encuentra según la siguiente numeración de las
páginas: 41, 40, 36, 39, 37, 38 (cf. Apén. pág. 187, 186, 182, 185, 183, 184). Hay que hacer notar que
las indicaciones del orden de este fragmento puestas en las págs. 40, 39, 38 (cf. Apén. págs. 186, 185,
184) no son exactas en cuanto que una añadidura posterior que empieza en la pág. 40 (cf. Apén. pág.
186) y continúa en la pág. 36 (cf. Apén. pág. 182), ha variado el orden. En efecto, al pie de la pág. 40
hay dos remisiones: «V. pag. 39» colocada antes de la añadidura y «V. pag. 36» colocada después de
la añadidura (cf. Apén. pág. 186). Así también el fragmento L’Église de S. Dalmace á Turin, se
encuentra en las págs. 54 y 35 (cf. Apén. págs. 200, 181).
Los párrafos generalmente empiezan en páginas nuevas, excepto Réflexións 1899 que se
encuentra detrás del fragmento L’enfant prodigue (cf. Apén. pág. 189); Mes péchés que sigue
inmediatamente, en la misma página, al fragmento Ma pénitence (cf. Apén. pág. 199), y los dos
fragmentos que están escritos en la misma página, Confession en maladie y Confession avani
l’Ordination de la prétrise (cf. Apén. pág. 201).
Todas las páginas del fascículo no han sido usadas. Están en blanco las págs. 16-27, 33-34. En la
primera de las dos páginas iniciales, que no están numeradas, se encuentra la frase: « J’ ecris en
francais...» la misma que se repite en la página 1, en la cual se ha antepuesto «Note». La segunda
está en blanco (cf. Apén. págs. 160-161).
L. Murialdo se ha servido de las páginas en blanco para las añadiduras a los párrafos, especialmente
para las más largas (cf., por ej., Apén. págs. 183, 192).
13
En la Table los títulos no corresponden exactamente con los del texto. En este trabajo, como ya se
ha dicho, el título de los fragmentos de la Table ha sido colocado en el margen.
A veces se encuentran pequeñas variantes; por ejemplo: Bienfaits particuliers de Dieu á moi está
cambiado por Bienfaits particuliers de Dieu envers moi (cf. pág. 138) L’Église de la Visitation á
Turín - S.te Claire, se cambia en L’Église de S.te Claire á Turín (cf. pág. 150); una vez el título se

17
Desde las primeras páginas del Testamento se ve la
intención de L. Murialdo de presentar su propia experiencia
religiosa trazando, a grandes rasgos, la historia de su vida. No
respetó este proyecto. Se interrumpió la narración y ya no continuó
en esta línea. Sin embargo, los párrafos sucesivos enlazan con esta
primera parte del Testamento y desarrollan temas, expresan
sentimientos y mencionan hechos narrados en ella ( 14). El
Testamento, aún siendo un documento compuesto, tiene una
unidad propia, no «literaria» sino «espiritual». Y es precisamente
esta unidad la que obliga a llamar a todo el documento
«Testamento espiritual», como se lee al principio, aunque cada
párrafo tenga un título diferente.
El Testamento, compuesto desde 1891 hasta 1899, está
escrito con tinta negra, marrón y violácea y contiene también
subrayados con lápiz rojo (15). La grafía es variada. En algunas

encuentra cambiado por completo: Le bon Dieu m’a aimé d’un amour éternel se transforma en la
Table: L’amour et la miséricorde de Dieu envers moi (cf. pág. 130). Como también a La vocation
sacerdotal y a La vocation religieuse (cf. pág. 132) le falta el artículo en la Table.
Además, a algunas partes de un apartado se le da un título que no viene en el texto; por ejemplo, en
el apartado: Mes deux désirs, desde «Le P. Huby ...» (cf. pág. 120) hasta el final, aparece en la Table
con el título: Sur l’amour de Dieu, et la dévotion á Marie; también en el primer apartado Testament
spirituel la parte que va desde «Praevenisti me...» (pág. 70) hasta el final se titula: Mon histoire et
mon testament spirituel.
La Note lleva el título Sur les remords des pécheurs en la Table (cf. pág. 86).
La Note, el Pro-Memoria y 30 mars 1885 (cf. pág. 66) vienen recogidas en la Table con el nombre
de Préface. En la pág. 2 del manuscrito, sin embargo, se encuentra solamente el apartado 30 mars
1885; en la cabecera está escrito: «Voir á la pag. 1» donde se encuentran la Note y el Pro-Memoria
(cf. Apén. págs. 162, 161).
Además, en la Table no se hallan citados los párrafos: Mystére d’amour, miracle d'amour, Dio a me,
Réflexions 1899 y Confession avant l’Ordination de la prétrise (cf. Apén. págs. 203-204).
14
Esta repetición de los mismos acontecimientos demuestran la importancia que les concedía L.
Murialdo en su experiencia espiritual.
15
Además de algunos signos y de la numeración de las páginas, de la que ya se ha hablado, se
encuentran también algunas palabras a lapicero negro: «mais» (cf. Apén. pág. 171), «Derniére (?)
maladie» (cf. Apén. pág. 197); «v. Bau- drand », locución que se halla al principio de la pág. 45 del
manuscrito, arriba, a la izquierda (cf. Apén. pág. 191), pero que no se refiera a las últimas dos citas
bíblicas que están en el último apartado L’incomprehensible gratuité des dons de Dieu!, cuyo punto
final de admiración también se encuentra escrito a lapicero (cf. Apén. pág. 190), y dos correcciones:
«potentabimus», corregido por «poten- tatibus» (cf. Apén. pág. 179) y «ouvez» por «ouvert» (cf.
Apén. pág. 177); así también la coma después de «trouva tel» (cf. Apén. pág. 166) y el signo «[» (cf.
Apén. pág. 188).
Hay además algunas palabras escritas a lapicero negro y después repasadas con tinta: «ou 15», «au
Collége» (cf. Apén. pág. 165), «en 1842 ou 1843» (cf. Apén. pág. 166) «croire» (cf. Apén. pág. 168).

18
secciones es clara, en otras es vacilante y descuidada y en otras en
más cuidada, casi caligráfica, sin correcciones, lo que hace suponer
que es copia de un texto redactado anteriormente. Esto lo
confirman por lo menos tres párrafos cuya primera redacción se
encuentra en los escritos de L. Murialdo y que han sido transcritos
con algunas variaciones: Dio a me (pág. 104) ( 16), la parte final del
Testament spirituel, desde «Quel prodige de misé- ricorde...» (pág.
92) (17) y de L’Église de S. Dalmace á Turin desde las palabras «Je
pensáis que...» (pág. 146) (18).
Además, en el texto hay añadiduras y correcciones
realizadas en diferentes temporadas debidas a nuevas revisiones.
La puntuación no es siempre correcta ( 19). Se encuentran palabras y
frases subrayadas una, dos, tres y hasta cuatro veces; subrayados
que quieren resaltar el contenido y la intensidad de los
sentimientos.
L. Murialdo no quiso componer una obra literaria. Su
propósito fue el de manifestar su mundo interior.

Están subrayadas a lapicero rojo «1894» (cf. Apén. pág. 184), «infinité» y «pour les pécheurs» (cf.
Apén. pág. 186), «catholique», «Sacerdoce» y «Religieux» (cf. Apén. pág. 197).
16
En la edición multicopiada de los Escritos de L. Murialdo (1978-1984), este apartado no viene. En
la copia mecanografiada de 1953, se encuentra en el vol. XXXVI, pos. 1369/1-2.
17
Cf. Mss., t. VII, pos. 1388/2-4.
18
Cf. Mss., t. VII, pos. 1388/4-5.
19
A veces es difícil distinguir el «punto» de la «coma» y el «punto y coma» de los «dos puntos»,
puesto que el signo gráfico es idéntico (cf., por ej., Apén. pág. 161). Faltan, además en muchas
palabras, las tildes o están colocadas erró neamente: por ejemplo «Eternité» y «réligieux» cuya
ortografía es «Éternité» y «religieux» (cf. Apén. págs. 163, 197).
No siempre hay uniformidad en el empleo de las letras mayúsculas iniciales. Varias veces las
comillas colocadas al principio de una frase no se hallan puestas al final y viceversa: por ejemplo, las
comillas colocadas después de «re- duxisti» no están abiertas al principio de la frase «Me multis...»
(cf. Apén. pág. 167); también las comillas abiertas antes de «Dieu m’aime» no están cerradas al final
de la citación «tout pour tout» (cf. Apén. pág. 183). Además, entre una frase y otra o entre párrafos,
se hallan guiones, a veces doble (cf. Apén. págs. 173, 178, 189, 193, 201). También hay palabras que
no se comprenden enseguida, a causa de las correcciones hechas: por ejemplo «par», «refléte» y
«meae» (cf. Apén. págs. 163, 187, 177) o por manchas de tinta: por ejemplo « particuliers » (cf.
Apén. pág. 197).

19
Lengua

La lengua empleada por L. Murialdo en el Testamento es el


francés, exceptuando el fragmento Dio a me (pág. 104) redactado
en italiano.
En la Nota colocada al principio, L. Murialdo explica esta
decisión: «Escribo en francés por el peligro de que el cuaderno
caiga en manos del personal de servicio» (pág. 67); en efecto,
temía que la lectura pudiera ocasionar escándalo, debido a su
condición de sacerdote y de rector del Colegio. Sin embargo, existe
otro motivo. A L. Murialdo le resultaba más natural expresarse en
francés, lengua que le era familiar desde que tenía 14 años ( 20). En
efecto, la mayor parte de sus lecturas las realizaba en francés, sobre
todo aquellas de carácter ascético y espiritual ( 21) y generalmente
escribía en francés sus reflexiones más íntimas y personales,
prueba ésta de que esta lengua era para él el vehículo más
adecuado para expresar sus sentimientos ( 22). Por otra parte, el
mismo L. Murialdo reconoció tener cierta dificultad para escribir
con propiedad en lengua italiana, y así lo hace notar en el
Testamento (pág. 91).
El francés de L. Murialdo es el del siglo pasado. Por lo
tanto es necesario, para dar un juicio exacto, recurrir a ese tiempo.
Hay, sin embargo, frases con construcciones italianas y no faltan
tampoco errores gramaticales y ortográficos ( 23). La experiencia
diaria de la lengua italiana debilitaba, como es natural, la pureza y
la precisión de la lengua francesa.

20
Cf. Epist., I, n. 54-55; A. Castellani, II B. Leonardo Murialdo, vol. I, Roma, 1966, pág. 64. D.
Luis Marini en una atestación sobre L. Murialdo, afirma: «... en su manera de hablar el italiano,
aparecía el pensamiento y la amable expresión del lenguaje francés, en el cual, como para intercalar
y de forma inesperada, a menudo se le escapaba alguna frase en sus conversaciones familiares» (E.
Reffo, Vita..., ed. 1905, pág. 338).
21
Cf. pág. 53, nota 77.
22
Cf., por ejemplo, las reflexiones personales relatadas durante los ejercicios espirituales: Retraite á
S. Ignace en 1864 (Mss., 1.1, pos. 9/9-11); Propos de la retraite en 1870 (Mss., 1.1, pos. 22/1);
Retraite 1898 (Mss., 1.1, pos. 32/1-4); Retraite 1899 (Mss., 1.1, pos. 33/1).
23
En el texto en francés se ponen las correcciones que juzgamos más necesarias.

20
Además del párrafo citado, también hay en el texto, frases o
palabras en italiano. Algunas responden a la exigencia de conservar
la palabra originaria (24), otras por ser más significativas para
expresar el concepto (25), y otras porque han brotado
espontáneamente (26).
Las citas de obras se han dejado en la lengua original del
texto: por lo general las citas de obras ascéticas están en francés (27)
y las de la Sagrada Escritura y otras obras en latín (28).

Período de redacción.

El Testamento se escribió entre el año 1891 y 1899.


Algunos párrafos llevan la fecha, de otros se deduce por el texto y
para otros es difícil de establecerse (29).
El párrafo Testamento espiritual, según aparece en la parte
superior derecha al lado del título, es de 1891 (cf. pág. 69) ( 30);
también es de la misma fecha el párrafo El buen Dios me ha amado
24
Por ejemplo: «Scuole Pie» (pág. 72), «Apparecchio alia morte» (pág. 88), «ripetitore» (pág. 94),
«Le glorie di María» (pág. 122), «Asti» (pág. 94), «Conso- lata» (pág. 122).
25
Por ejemplo: «crepitare» (pág. 102), «perverso» (pág. 150).
26
Por ejemplo: «dicea Agostino», «dicea G. C.», «cioé li uomini cattivi» (pág. 144); «S. Giovanni di
Dio, fond. dei Frati Ospitalieri» (pág. 136). Así también en la indicación del destinatario: «Al rev.
sig. D. Costantino in sue mani» (pág. 64).
27
Hay fragmentos de las siguientes obras: V. Huby, Pratique de l’amour de Dieu et de Notre-
Seigneur Jésus-Christ (pág. 120); J.-B. De saint-Jure, Le livre des Élus (pág. 144) y Délices des ames
pieuses (págs. 74, 142).
28
Hay párrafos o frases en latín de: De imitatione Christi-, D. A. Augustinus, Libri XIII
confessionum -, Cornelius a lapide, Commentarii in Sacram Scriptu- ram; Alexander a S. Francisco,
Manuale pauperum; PS. Augustinus, Soliloquia. Respecto a esta última obra, en la Bibl. Mur. se
encuentra este pequeño volumen: Divi Aurelii Augustini Hipponensis Episcopi, Meditationes,
Soliloquia et Manuale, Parisiis, 1854. Estas tres obras se atribuyen falsamente a San Agustín. Se
escribieron respectivamente en los siglos XV, XII y en la edad media [cf. F. Cavallera, Augustin
(Apocriphes attribués á Saint), en Dictionnaire de spiri- tualité, 1.1, col. 1130-1135]. Por este motivo
se citarán los Soliloquia, que no hay que confundir con la obra homónima de San Agustín,
anteponiendo «PS.» (Pseudo) al nombre « Augustinus ». Además se encuentran en latín algunas
frases como «Prae mille hominibus...» (pág. 74); «Vox Patris quaerentis filium suum perditum»
(pág. 100) que es del P. Pereyra; «velut a facie persequentis» (pág. 100); «Si Deus peccatores...»
(pág. 114); «totum nos habere voluit per Mariam» (pág. 122) que es de S. Bernardo, y algunos
nombres propios como «Institutiones Theologicae» e «Institutiones Biblicae» (pág. 94), además de la
dedicatoria inicial: «Ad maiorem Dei gloriam...» (pág. 64).
29
La variedad de tinta y de escritura con que están redactados los párrafos y las diferentes
añadiduras repartidas por todos los lados, no permiten establecer su fecha de composición.

21
con amor eterno donde L. Murialdo empieza diciendo: «Es un
trabajo continuo que Él (Dios) lleva desde hace 63 años...» (pág.
131) (31), y el párrafo Beneficios especiales de Dios hacia mí hasta
la fecha de 1891 (cf. pág. 139). Las otras fechas: 1892, 1893 y lo
que sigue se escribieron por lo menos en tres ocasiones diferentes
(cf. pág. 141) (32).
La oración inicial es de 1895, pues lleva la locución 30 de
marzo de 1895 (pág. 67). De este mismo año son algunas
añadiduras y correcciones del primer párrafo ( 33), el párrafo Mi
penitencia (pág. 143) y el título Mis pecados (pág. 145) (34) porque
todos fueron escritos con la misma tinta color morado.
Es de 1896 el párrafo Dios a mí donde L. Murialdo escribe:
«... ahora tienes 68 años...» (pág. 109), y de 1899 el párrafo
Reflexiones de 1899 (pág. 129) (35). No parece probable reconstruir
las fechas de los demás párrafos o partes de los mismos.

30
Quizá no se escribiera todo el fragmento en 1891, si es así, se escribió en diferentes períodos,
porque hay variedad de colores de tinta y de escritura. La última parte desde «Cependant Dieu...»
quizás se redactó en 1896 al estar escrita con la misma tinta y la misma escritura del fragmento Dio a
me de ese año (cf. Apén. págs. 171, 178). En esta última parte hay, además, tres remisiones a los dos
apartados L’Église de S. Dalmace á Turin y L’Église de la Visitation á Turin - S.te Claire, señal de
que estos últimos se escribieron antes (cf. Apén. pág. 173).
31
L. Murialdo nació en 1828.
32
Se aprecian, en efecto, tres clases de tinta y de escritura. Una cuarta añadidura parece ser la frase
«Débacle de la Typographie» (cf. Apén. págs. 197- 198).
33
Han sido añadidas las frases: «Prae mille... beneficia» y «quoique... de toute sorte » puestas al
final de la página; « fois » y « scandale », han sido repasa das con tinta morada; «volonté» ha sido
colocada sobre «malice» (cf. Apén. págs. 165, 166, 168, 169, 168).
34
El párrafo, que es una cita de la obra de J.-B. De Saint Jure, Le livre des Élus, había sido escrito
anteriormente con tinta negra.
35
La última parte del apartado Mes deux désirs desde «L’oremus de la féte de la Consolata» (cf.
Apén. pág. 184) escrita con tinta negra, diferente de la anterior que era marrón, fue redactada
después de 1894 en cuanto que cita la Encíclica de León XIII del 8 de septiembre de ese año; es más
fácil que sea de 1898 puesto que, no sólo en el contenido, sino también en las frases, tiene relación
con la proposición que L. Murialdo envió al Congreso Mariano de Turín de 1898 para imprimir un
folleto que explicara la verdad de la mediación de María (Mss., t. III, pos. 573/4). De ese mismo
período son muchas añadiduras que se encuentran en ese apartado.
El apartado L'enfant prodigue debe de haber sido escrito en el mismo año que Mes deux désirs (la
parte anterior a la añadidura de la que se ha hablado antes), puesto que ambos tienen la misma
escritura y el mismo color de tinta, y alrededor de un año y medio después de la añadidura (que es de
1893) de Bienfaits particuliers de Dieu á moi, en cuanto que hay escritas 15.500 «communions»
(pág. 142) y en el párrafo L’enfant prodigue, 16.000 (cf. pág. 126).

22
Finalidad

El primer motivo que se propone L. Murialdo al redactar el


Testamento, es el de alabar y agradecer a Dios por su bondad
misericordiosa y por su amor inmenso, que se manifiesta, sobre
todo, en el perdón. «Para la mayor gloria de Dios, en acción de
gracias» es la dedicatoria que se encuentra al principio del
Testamento y que indica plenamente su significado.
El segundo motivo es el de despertar en sus hermanos, por
medio de su experiencia espiritual, «una inquebrantable confianza»
en Dios «tan bueno, tan paciente, tan generoso» a pesar de los
«abismos de los pecados» en que puedan haber caído. La narración
de sus «miserias» y de su «impiedad» no tienen que ocasionar
escándalo, sino solamente confianza en Dios.
L. Murialdo quiere, además, asegurarse las oraciones de
sufragio de sus hermanos: «Sobre todo no me olvidéis en vuestras
oraciones».
E. Reffo afirma, además, que L. Murialdo, al escribir el
Testamento, ha querido «mitigar en sus hijos el concepto de virtud
y de santidad en que le tenían» (36). No se puede excluir esta
intención, aunque es secundaria, puesto que el Testamento es una
manifestación de humildad frente a Dios, más que un medio para
disminuir la estima de los hombres.
A estas finalidades hay que añadir otra. La necesidad de
escribir sus propios sentimientos, desde un punto de vista
psicológico, destaca por la fuerte intensidad con que los vive y es
una manera para reforzarlos. «Que estas líneas te repitan mis
suspiros, ... que conserven... los secretos sentimientos de mi
corazón y las expresiones de mis añoranzas, y compensen, de algún
modo, el poco tiempo que todavía me queda para testimoniarte
toda la amargura y toda la sinceridad de mi arrepentimiento»,
36
E. Reffo, Vita ..., pág. 207.

23
escribe L. Murialdo en la oración con fecha de 30 de marzo de
1895. El Testamento, visto también desde esta perspectiva, revela
la fuerza de los sentimientos espirituales de L. Murialdo, la riqueza
de su interioridad y sus profundas convicciones.

Estructura

El Testamento comprende dedicatoria (Para la mayor gloria


de Dios en acción de gracias), el destinatario (D. Julio
Constantino), una nota (el por qué se escribió en francés), un pro-
memoria (para el uso del Testamento) una oración (significado de
estas memorias) y también 16 fragmentos de variada extensión, de
diferentes géneros literarios (exposiciones, diálogos, ...) expresados
en una forma que va desde la efusión mística, hasta la confesión,
las exposiciones espirituales, el recuerdo de personas y sucesos»
(37), todos, sin embargo, están centrados en la experiencia
espiritual, y el índice.
Los párrafos son:

1. Testamento espiritual: una rápida autobiografía hasta la


ordenación sacerdotal del año 1851, que se refiere especialmente a
la crisis juvenil.

2. Misterio de amor - Milagro de amor: evocación, de manera


conmovida y dramática, sobre la base de S. Agustín «Llamaste y
clamaste y rompiste mi sordera», de la acción de Dios que no se
cansa de buscar a L. Murialdo pecador, y que finalmente lo atrae a
sí mediante el temor del infierno. Las últimas frases, sacadas de la
Biblia, son una oración de acción de gracias.

3. Dios a mí: es un fragmento en que Dios habla a L. Murialdo y le


recuerda los muchos dones que se le han concedido desde el
nacimiento y el rechazo y la ingratitud que él mostró con una vida

37
A. Marengo, Murialdo controluce, Pinerolo, 1978, pág. 49; cf. también págs. 49-52

24
tibia. El fragmento termina con una invitación a la conversión que
L. Murialdo acepta.

4. Mis dos deseos: contiene los dos deseos que L. Murialdo deja a
sus herederos espirituales: creer y difundir la verdad del amor
infinito, actual, personal e individual que Dios tiene para cada
hombre, aunque sea pecador, y alimentar y difundir una tierna
devoción a la Virgen María, invocada como medianera de todas las
gracias.

5. El hijo pródigo: el fragmento alude a fuentes escrituristas y


teológicas. Aun siendo una exposición doctrinal, no falta una
intensa inspiración espiritual.
El hijo pródigo: el fragmento hace un paralelismo entre el joven de
la parábola evangélica y L. Murialdo en el que se resalta sobre todo
la bondad de Dios Padre.

6. Reflexiones de 1899: es una amonestación que L. Murialdo se


hace a sí mismo para sacudir su vida floja y decidirse a una vida
más fervorosa.

7. La incomprensible gratuidad de los dones de Dios: es un


conjunto de citas bíblicas que demuestran la grandeza del amor de
Dios.

8. El buen Dios me ha amado con amor eterno: reflexión sobre la


continua misericordia de Dios, no obstante las ingratitudes.

9. Mis vocaciones: trata sobre la vocación sacerdotal y religiosa,


consideradas como dones extraordinarios que le concedió Dios;
dones inmerecidos, impensables y casi impuestos por Dios con una
dulce violencia.

10. Beneficios especiales de Dios hacia mí: es una lista de las


gracias de Dios que él consideraba más significativas.

25
11. Mi penitencia: es una cita tomada del libro «Delicias de las
almas devotas» para estimularse a la penitencia por los pecados
cometidos.

12. Mis pecados: transcribe un fragmento de «El libro de los


elegidos» de J.-B. de Saint-Jure para suscitar el dolor de los
pecados, causa de la pasión del Señor.

13. La Iglesia de San Dalmacio de Turín: en este apartado L.


Murialdo evoca los episodios de su vida acaecidos en esta iglesia:
el bautismo, la primera confesión, la confesión general, la prédica
sobre el infierno, la gracia muy especial, recibida de la Virgen, de
encontrar la serenidad interior y psíquica. Estos recuerdos están
unidos a la pila bautismal, al confesionario, al púlpito y a la capilla
de la Virgen de Loreto.

14. Confesión durante una enfermedad: L. Murialdo recuerda la


confesión que hizo con el teól. Blengio durante su primera
enfermedad de bronquitis, en el año 1885, en la que se quedó
sacudido y turbado por la exhortación del confesor a invocar a la
«más grande» misericordia de Dios por sus pecados.

15. Confesión antes de la ordenación sacerdotal: escribe la


impresión que recibió de las palabras del confesor, P. Durando,
sobre su extravío juvenil.

16. La Iglesia de la Visitación de Turín-Santa Clara: L. Murialdo


recuerda su vestición clerical que tuvo lugar en esta iglesia y
expresa sentimientos de arrepentimiento por sus pecados de
juventud y por su vida tibia.

Género literario

26
L. Murialdo puso al manuscrito el título de Testamento
espiritual. Testamento porque va dirigido a destinatarios
determinados: «Mis queridos hijos y hermanos en Jesucristo y San
José» (pág. 69) a quienes quiere «dejar un recuerdo» (pág. 69);
espiritual porque el contenido de este recuerdo es de carácter
exclusivamente religioso: «el recuerdo de las misericordias que el
buen Dios se ha dignado tener con el más ingrato de los
pecadores».
En rigor, hay que hablar de testamento en sentido estricto, o
sea, como expresión de la última voluntad y del consiguiente
interés por sus herederos espirituales, sólo del apartado Mis dos
deseos, pero este apartado está estrechamente ligado a todos los
demás; es más, es una consecuencia lógica y, por lo tanto, no se
puede aislar. En efecto, los deseos que deja L. Murialdo nacen de
su experiencia descrita en el Testamento y son una arraigada
convicción suya de fe, expresada claramente en sus «memorias».
Es significativo, al respecto, el título que L. Murialdo da en el
índice a aquella parte del Testamento espiritual donde, una vez
terminada la premisa, empieza la narración de su experiencia: Mi
historia y mi Testamento espiritual. «Historia y testamento» son
dos aspectos inseparables entre sí: el testamento tiene su origen en
su historia y no se puede comprender si no se relaciona con ella.
Por lo que respecta al estilo y al contenido tenemos que
hablar más propiamente de «confesiones» ( 38). L. Murialdo, en
efecto, abre su corazón a sus hijos y les confía sus sentimientos, su
alma, su pecado y su fe en Dios.
El vocablo «confesiones» se debe entender, sin embargo, no
sólo como manifestación de los pecados, sino, ante todo, como
«himno de alabanza» a Dios. Son dos aspectos estrechamente
unidos e inseparables, necesarios para una comprensión exacta del
Testamento. «Memorias de mi pobre vida», «narración de mis
miserias», «historia de mis ingratitudes» llama L. Murialdo a su
testamento, pero el reconocer sus pecados está en función de alabar
38
Cf. E. Reffo, Vita ..., pág. 6; G. Cavallin, Formazione religiosa ed espe- rienza spirituale di San
Leonardo Murialdo, Padova, 1974 (Tesis doctoral), págs. 8-9; A. Castellani, II B. Leonardo ..vol. I,
pág. 103.

27
y agradecer a Dios «por la grandeza y la inmensidad» de su
misericordia, por su amor «tan grande, tan perfecto,... infinito y
eterno».
En este sentido, el Testamento es la «historia de un alma»,
el drama de una conversión continua de L. Murialdo, una oración
de arrepentimiento y de confianza, un «grito» de amor a Dios.

Influencias literarias

No se puede considerar él Testamento como una obra


original, ni por su contenido ni por su estilo. En él se hallan
influencias de lecturas familiares a L. Murialdo porque eran más
afines a su experiencia y a su sensibilidad religiosa. Esto prueba
que el Testamento es fruto de una reflexión que L. Murialdo
realizó durante toda su vida.
La influencia más clara, que aparece por el estilo y por el
contenido, es la de las Confesiones de S. Agustín, obra que L.
Murialdo leyó y meditó con asiduidad (39). Existe un lazo estrecho
entre las dos obras. Como en la obra maestra de S. Agustín, así
también en el Testamento, la pública confesión de los propios
pecados se expresa con la fe en la presencia misericordiosa de Dios
en la vida del hombre. El Testamento es un himno de alabanza a
Dios como gratitud por su bondad, más bien que una confesión de
las propias miserias. Éstas hacen de contraste para hacer resaltar
mejor aquélla. Además, la forma de diálogo entre Dios y el hombre
es la forma literaria apropiada, donde se manifiesta más la
influencia de la obra de S. Agustín en el Testamento.
Con esta observación no se pretende afirmar que las dos
obras tengan el mismo valor literario, sino solamente hacer notar
un acercamiento.
También se nota en el contenido la huella de S. Agustín, y
ésta es evidente cuando L. Murialdo evoca su propio pecado a la
luz de la misericordia de Dios, o cuando esta certeza de fe se
39
Se conservan en la Bibl. Mur. dos textos de esta obra: Le confessioni di S. Agostino, de L.
Biraghi, Milano, 1865 y D. Aurelii Augustini, Libri XIII Confes- sionum, Venetiis, MDCCLII.
Algunas frases citadas por L. Murialdo en el Testamento están subrayadas en éste último.

28
expresa con versículos de salmos, o se remite a imágenes bíblicas.
Se pueden percibir resonancias particulares confrontando el
Testamento con el libro II de las Confesiones, donde se describe la
experiencia del pecado, la significativa presencia de su madre, el
perdón de Dios y el deseo de paz. Asimismo, se puede establecer
una correspondencia en la descripción de las finalidades de las dos
obras (40). Además, hay algunas frases de las Confesiones
transcritas literalmente. Una de éstas, «Llamaste y clamaste y
rompiste mi sordera», L. Murialdo la desarrolla con una reflexión
dramática en el párrafo Misterio de amor-Milagro de amor.
Sin embargo, el texto fundamental en el que L. Murialdo se
inspira para manifestar sus sentimientos y para contar su historia es
la Sagrada Biblia (41). Las citas, ya sea del Antiguo o del Nuevo
Testamento, son numerosas y siempre están en latín ( 42). A veces
L. Murialdo sustituye un vocablo por otro para hacer que la palabra
sea más adecuada para expresar su situación y su ánimo ( 43), otras
40
Cf. S. Agustín, Confesiones, 11, 1, 1, y Test. págs. 67-71. También en algunas frases se nota un
fuerte influjo. Por ej. en las Confesiones (4, 1, 1) se lee: «... te confesaré, [oh Señor], igualmente mis
infamias para alabanza vuestra » y en el Testamento: «¿Y debo revelar mi impiedad ...? Sí, Dios mío,
para tu honor, para tu gloria» (pág. 77).
41
En la Bibl. Mur. se conserva la Biblia que usó L. Murialdo durante sus estudios de Teología y
durante toda su vida: Biblia Sacra, Vulgatae editionis Six- ti V Pontificis Maximi iussu, recognita et,
Clementis VIII auctoritate, edita, Pari- siis, MDCCCXX. Esa Biblia está llena de subrayados y
anotaciones. También se conserva en la Bibl. Mur. un Nuevo Testamento en latín. A la copia,
encuadernada en cartulina negra, le falta la portada. También ese texto tiene anotaciones y
subrayados a lápiz negro, azul y rojo y en tinta marrón y morada. Además, se conservan allí una
Biblia hebraica (Londini, 1839), II Nuovo Testamento (Torino, 1851), edición preparada por A.
Martini, y un Líber Psalmorum (Venetiis, 1733).
L. Murialdo meditaba la Palabra de Dios con asiduidad. En los propósitos de los ejercicios
espirituales, a menudo se proponía leer la Sagrada Escritura (cf. Mss., 1.1, pos. 12/29, 16/18, 21/2,
21/3, ..., cf. también E. Reffo, Vita..., págs. 295-296).
Para este aspecto del Testamento cf. G. Negro, Bibbia e concetto di Dio nel Testamento Spirituale di
S. Leonardo Murialdo, Viterbo, 1979 (Tesis de Bachillerato).
42
Se citan los siguientes libros, según el orden de número de veces que aparecen: A. T.: Salmos,
Jeremías, Ezequiel, Sabiduría, Isaías, Malaquías, Génesis, Éxodo, I Macabeos, Oseas, Joel,
Eclesiastés (Qohélet), Cantar de los Cantares; N. T. : Romanos, Mateo, Lucas, Juan, Efesios, I
Timoteo, I Juan, Apocalipsis y Hebreos. Cuando L. Murialdo cita la Biblia de memoria (como dice
en el Testamento, siendo niño se sabía los salmos de memoria) a veces no es preciso. Sólo algunas
veces pone la cita del libro y del versículo (cf. págs. 114, 116, 128).
43
Por ej. en el Sal. 50,1 pone: «maximam» en vez de «magnam» para indicar la grandísima
misericordia que necesita de parte de Dios (pág. 150); en la cita de Ez. 33,12 la palabra «impietas» se
sustituye después por «tepiditas» para referirla a su situación (pág. 128); en el Sal. 88,2 «Domini» se
cambia por «Mariae» (pág. 148).

29
veces modifica el texto para aplicárselo a sí mismo ( 44). Evoca
algunos personajes de la Biblia, como Adán, Mateo, el hijo pródigo
(45) para describir su experiencia. El párrafo La incomprensible
gratuidad de los dones de Dios es un mosaico de citas bíblicas; en
Misterio de amor-Milagro de amor las citas bíblicas constituyen
toda la estructura de la narración; en Dios a mí la cita bíblica de
Isaías 5,3-4, colocada al inicio, se convierte en objeto de
meditación y reflexión. Además, se transcriben versículos de
salmos como oración de alabanza, de agradecimiento, de
arrepentimiento y de confianza en Dios (46).
L. Murialdo ha encontrado en la Biblia la historia de la
fidelidad de Dios y de su infidelidad a Dios y por eso es el libro
que utiliza más frecuentemente para describir su experiencia.
También se percibe en el Testamento la influencia de la
obra Introducción a la vida devota de San Francisco de Sales (47).
En especial se hace referencia al libro I, cap. XI: Sobre los
beneficios de Dios, por lo que respecta a los dones del alma y las
gracias espirituales; cap. XII: Sobre los pecados, por lo que
respecta a los sacramentos; al libro III, cap. V: Sobre la humildad
más íntima, por lo que respecta al comportamiento de humildad
que surge de la consideración de la multitud de los beneficios de
Dios y de la multitud de las iniquidades del hombre.
También la oración 30 de marzo de 1895 es del mismo
estilo que las oraciones que San Francisco de Sales pone al
principio de su obra y que las llama Oraison dédicatoire (oración

44
Por ej.: «Praevenisti eum» del Sal. 20,4 cambia a «Praevenisti me» (pág. 70); la cita de Ap. 3,20 la
transcribe no en tercera persona, sino en segunda, como dirigida a él, por eso de: «Si quis audierit...»,
cambia a: «si audieris...» (pág. 110); el «quadraginta annis...» del Sal. 94,10 se transforma en:
«sexaginta annis» (pág. 130).
45
L. Murialdo se aplica a sí mismo esta parábola, acentuando más la importancia misericordiosa de
Dios que la experiencia de pecado del hijo. Hay más referencias bíblicas que L. Murialdo se aplica a
sí mismo, como la imagen de la viña de Is. 5,3-4 (pág. 105) y del pueblo de Israel: Ez. 18,31 (págs.
81, 111), Os. 13,9 (pág. 103), Sal. 94,10 (pág. 131).
46
Se citan 20 veces, repitiendo algunos versículos de 13 salmos diferentes.
47
San Francisco de Sales (1567-1622), obispo, escribió obras teológicas y ascéticas.

30
dedicatoria). Se encuentran, en efecto, en la Introducción a la vida
devota y en el Tratado del amor de Dios (48).
Es también muy significativa la influencia de S. Alfonso
María de Ligorio (49) con su obra Preparación para la muerte,
especialmente con el cap. XVI: La misericordia de Dios, que L.

48
También en las obras de S. Alfonso, como, por ejemplo, El gran medio de la oración y Las
glorias de María, se encuentran oraciones introductorias o dedicatorias.
49
. Alfonso María de Ligorio (1696-1787), obispo, fundador de la Congregación del SS. Redentor,
escribió especialmente obras de ascética y teología moral.

31
Murialdo cita expresamente (50), y con el cap. XXXIII: El amor de
Dios (51).
En el Testamento se encuentran también alusiones a la vida
del Padre Louis Sellier (52) que L. Murialdo leyó y anotó
abundantemente, subrayando los aspectos más cercanos a su
experiencia, como «el providencial encuentro con un sacerdote, la
determinante intervención de María Santísima, la confesión muy
50
Es interesante citar parte de este capítulo para demostrar la estrecha relación con el Testamento.
Es, sobre todo, en el párrafo Misterio de amor-Mila- gro de amor (pág. 101) donde la relación es
más fuerte, no solamente en el contenido, sino también en algunas citas bíblicas idénticas y en frases
copiadas, a veces literalmente, como las del P. Pereyra y del Pseudo Dionisio. «Punto 1. (...) ¿Quién
podrá admirar y alabar suficientemente la misericordia con que Dios trata a los pecadores,
esperándolos, llamándolos, acogiéndolos cuando vuelven a Él? Y ante todo, ¡qué gracia valiosísima
nos concede Dios al esperar nuestra penitencia! Cuando le ofendiste, hermano mío, podría el Señor
enviarte la muerte, y, sin embargo, te esperó; y en vez de castigarte, te colmó de bienes y te conservó
la vida con su paternal Providencia. Hacía como si no viera tus pecados a fin de que te convirtieses:
Dissimulans peccata hominum propter poenitentiam (Sb. 11,24). (...) ¿Por qué tanta paciencia? (...)
Vos, Señor, aguardáis al impío para que se enmiende; mas, ¿no veis que el ingrato se vale de vuestra
piedad para ofenderos? Indulsisti, Domine, indulsisti genti, numquid glorificatus es? (Is. 26,15) ¿Por
qué tal paciencia? Porque Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve:
Nolo mortem impii, sed ut convertam, et vivat (Ez. 33,11). ¡Oh, paciencia de Dios! (...) Porque
espera que se valga el hombre de aquella paciencia para más pecar, diríase que es, en cierto modo,
una injusticia contra el honor divino: «Nosotros pecamos, Nos peccamus, sigue diciendo el mismo
San Agustín, nos entregamos al pecado: inhaerentes peccato (algunos meses y años enteros), nos
regocijamos del pecado, gaudemus de peccato (pues no pocos se glorían de sus delitos), ¿y Tú estás
aplacado? Nosotros te provocamos a ira, y Tú a misericordia: et tu placatus es? Te nos provocamus
ad iram, tu nos ad misericordiam. Parece que a porfía combatimos con Dios- nosotros procurando
que nos castigue, Él invitándonos al perdón. (…). Punto 2. Consideremos, además, la misericordia de
Dios cuando llama al pecador a penitencia. Rebelóse Adán contra Dios, y ocultóse después. Mas el
Señor, que veía perdido a Adán, iba buscándole, y casi sollozando le llamaba: «Adán ¿dónde estás?»
Adam, ubi es? (Gén. 3,9). «Palabras de un padre que busca al hijo que ha perdido», dice el P.
Pereyra: Sunt verba Patris quaerentis filium suum perditum. Lo mismo ha hecho Dios contigo
muchas veces, hermano mío. Huías de Dios y Dios te buscaba, ora con inspiraciones, ora con
remordimientos de conciencia, ya por medio de pláticas santas, ya con tribulaciones o con la muerte
de tus deudos y amigos. No parece sino que, hablando de ti, exclamara Jesucristo: Laboravi clamans,
raucae factae sunt fauces meae: «Casi perdía la voz, hijo mío, a fuerza de llamarte» (Sal. 68,4) (...).
¿Cuántas veces, cristiano, te mostraste sordo con el Dios que te llamaba? Harto merecías que no te
llamase más. Pero tu Dios no deja de buscarte porque quiere, para que te salves, que estés en paz con
Él. ¿Quién es el que te llama? Un Dios de infinita majestad. ¿Y qué eres tú, sino un gusano miserable
y vil? ¿Y para qué te llama? No más que para restituirte la vida de la gracia que tú habías perdido.
«Convertios y vivid»: Revertimini et vivite (Ez. 18,32). (...) Pero Dios te ofrecía darte de nuevo su
gracia en un momento, y tú la rechazaste. Y con todo, Dios no te ha abandonado, sino que se acerca a
ti y te busca solícito, y lamentándose te dice: «¿Por qué, hijo mío, quieres condenarte?» Et quare
moriemini, domus Israel? (Ez. 18,31). (...) Sí, dice S. Dionisio Areopagita, Dios, como amante
despreciado, busca al pecador y le suplica que no se pierda: Deus etiam a se aversos amatorie
sequitur et deprecatur ne pereant. (...) «¿Por qué queréis perderos?» ¿Y Vos, Señor, qué es lo que
hacéis? ¿Por qué tanta paciencia y tanto amor para con estos rebeldes? (...). Punto III. (...) ¡ Oh, con
cuánto amor y ternura abraza Dios al pecador que vuelve a El! (...) Gloríase el Señor en usar de

32
repetida de su indignidad, miseria, tibieza, junto con el deseo de
santidad» (53). En un pasaje en el que el P. Sellier confiesa sus
propias miserias frente a la bondad de Dios, se lee: «Voilá comme
vous... «Voilá comme vous en avez agi envers moi, envers cet
ingrat, ce blasphémateur, ce monstre d’orgueil, quand je suis
revenu á vous en 1798 ...» (54). L. Murialdo subrayó esta frase y
escribió al lado, con lápiz, refiriéndose claramente a sí mismo, la
fecha de 1844, año de su definitiva conversión a Dios con la
decisión de hacerse sacerdote. En el Testamento se encuentran
misericordia perdonando a los pecadores: Exaltabitur parcens vobis (Is. 30,18). Pecador, dice el
Profeta, no tendrás que llorar mucho. En cuanto derrames la primera lágrima el Señor tendrá piedad
de ti: Ad vocem clamoris tui, statim ut audierit respondebit tibí (ibid.); apenas nos arrepentimos y le
pedimos perdón, el Señor nos responde y perdona». (S. Alfonso María de Ligorio, Preparación para
la muerte, Madrid, 1959, págs. 139-145). Además, cerca de 25 citas bíblicas que se encuentran en la
Preparación para la muerte están también en el Testamento.
51
Algunos conceptos de este capítulo, especialmente del punto 1, se encuentran en el párrafo Dios a
mí (pág. 105). He aquí algunos pensamientos: «Punto 1. Considera, ante todo, que Dios merece tu
amor, porque Él te amó antes que tú le amases, y es el primero de cuantos te han amado: In charitate
perpetua dilexi te (Jer. 31,3). Los que primeramente te amaron en este mundo fueron tus padres, pero
no sintieron ni pudieron tenerte amor sino después de haberte conocido. Mas antes que tuvieras el
ser, Dios te amaba ya. No habían nacido ni tu padre ni tu madre, y Dios te amaba. No había sido
creado aún el mundo y Dios te amaba. ¿Y cuánto tiempo antes de crear el mundo comenzó Dios a
amarte? ¿Quizás mil años, mil siglos antes? No contemos años ni siglos. Dios te amó desde la
eternidad. In charitate perpetua dilexi te ideo attraxi te miserans (Jer. 31,3). En suma: desde que Dios
es Dios, te ha amado siempre; desde que se amó a sí mismo, te amó también a ti. (...) De suerte,
hermano mío, que eternamente te ha amado tu Dios; y sólo por amor te escogió entre tantos hombres
como podía crear, y te dio el ser y te puso en el mundo. (...) Considera, además, con qué singular
amor hizo Dios que nacieses en pueblo cristiano y en el gremio de la santa Iglesia. ¡Cuántos nacen
entre idólatras, judíos, mahometanos o herejes, y por ello se pierden! Pocos son los hombres que
tienen la dicha de nacer donde reina la verdadera fe, y el Señor te puso entre ellos. (...). Y Dios quiso
concederte todos esos grandes auxilios sin mérito alguno de tu parte; antes bien, previendo tus
deméritos. Al pensar en crearte y darte esas gracias ya preveía las ofensas que habías de hacerle» (S.
Alfonso María de Ligorio, Preparación..., págs. 292-293). Cf. Mss., t. 1. pos. 8/27.
52
A. Guidée, Vie de R. P. Louis Sellier, Paris, 1858 (Bibl. Mur.; cf. Epist., II, n. 578). En los
manuscritos, L. Murialdo cita a menudo esta biografía y copia pensamientos de L. Sellier (cf. Mss.,
1.1, pos. 8/1, 12/1-2, 16/1, 76/1, 90/5; t. II, pos. 358/32,52, 359/9; t. IV, pos. 739/9, 799/1, ...). El P.
Louis Sellier, jesuíta francés, fallecido en 1854, fue consejero espiritual de la Madre Madeleine
Victoire de Bengy, fundadora de la Sociedad de las Fieles Compañeras de Jesús. L. Murialdo, de
1852 a 1884, frecuentó en Turín un Instituto dirigido por estas religiosas, abierto por la misma
fundadora en 1836, que albergaba a jóvenes internas y externas de clase media y a señoritas
universitarias. Desempeñó allí los cargos de predicador, confesor, director espiritual y profesor de
religión. En la Bibl. Mur. se encuentra la vida de la fundadora: F. Martin, Vie de Madeleine Victoire
de Bengy d’Honet, Paris, 1881. L. Murialdo la cita en una plática que tiene por título: Motivos para
hacer penitencia (cf. Mss., t. IV, pos. 754/3).
53
G. Cavallin, Formazione, pág. 10.
54
A. Guidée, o.c., pág. 29.

33
estas frases: «... á 15 ans était un blasphémateur, un impudique, un
impie,... cet indigne avorton, ce monstre de misére, de malice,... un
monstre d’ingratitude!» (págs. 150, 152) (55).
En el libro Delices des ames pieuses, de autor desconocido,
del que L. Murialdo cita un párrafo (Mi penitencia, en la pág. 143),
se encuentra la frase siguiente: «Vous avez ouvert á mes cris vos
entrailles paternelles; ... vous vous étes abaissé jusqu’á écouter le
langage de ma douleur, ... vous étes rentré en possession d’une áme
destinée á étre votre temple, mais qui n’avait été jusque lá que la
demeure des démons» (56), que corresponde casi literalmente a la
de la pág. 146, del párrafo L’Église de S. Dalmace á Turin: «...
vous avez ouvert á ma priére vos entrailles paternelles, vous avez
écouté cette priére, et vous étes rentré en possession d’une áme
destinée á étre votre temple, mais qui depuis si longtemps n’avait
été que la demeure des démons ».
También en la descripción del párrafo El hijo pródigo, L.
Murialdo no solamente se inspira en el Evangelio, sino también en
otros escritos, sobre todo en lo que respecta al estilo y a algunas
acentuaciones particulares (57).
Además, L. Murialdo incluye en el Testamento frases o
fragmentos de algunas obras ascéticas porque eran adecuadas para
manifestar su contrición, humildad y fe en Dios o también se
remite a otras obras o a capítulos de las mismas (58).

55
También en otros pasajes del Testamento se aprecian influjos en el contenido, sobre todo cuando
L. Murialdo habla de su vida tibia después de la conversión, y también en otras expresiones. Por ej.
en la vida del P. Sellier se encuentra la siguiente frase: «... quand vous m’avez appelé, oú átais-je? ...
dans le fond de l'abime» (A. Guidée, o.c. pág. 164) y en el Testamento: «Et oú étais-je quand vous
m’avez recherché, ó mon Dieu? Dans le fond de Tablme» (Test. pág. 132). Así también, la expresión
«objet de l’exécration de Dieu» (Test. pág. 128) es del P. Sellier; era éste un modo de definirse a sí
mismo (cf. Mss., t. II, pos. 359/17).
56
Délices des ames pieuses, 1.1, Paris, 1845, págs. 16-17 (cf. pág. 143, nota
18).
57
Cf. S. Alfonso, Preparación ..., págs. 144-145 (cap. XVI: La misericordia de Dios, punto 3), y
sobre todo: B. Baudrand, L’áme élévée á Dieu par les réflexions et les sentiments, (Lecture XII: Sur
la miséricorde de Dieu envers le péchéur) en Oeuvres completes, 1.1, París, 1866, col. 758. Los
capítulos de estas dos obras están citados en el Testamento (cf. pág. 88). L. Murialdo habla a menudo
de la parábola del hijo pródigo cuando habla de la misericordia de Dios (cf. Mss., 1.1, pos. 40/1-3,
157/5; t. IV, pos. 700/1,.. .).

34
Todos los libros han sido objeto de continuas lecturas y
reflexiones por parte de L. Murialdo puesto que le ayudaban a
profundizar y a vivir su espiritualidad (59). Esto nos revela por qué
el Testamento expresa el punto de llegada de un proceso de
maduración que lo acompañó durante todo el camino de su vida.
Lo que se halla en el Testamento no es una mera repetición de
conceptos o de frases. Este «material» que ha penetrado en el
«corazón» de L. Murialdo y lo ha revestido de su experiencia, de
su sensibilidad espiritual, de su amor a Dios, de su arrepentimiento
y de su humildad, se ha convertido en «vida de su vida»,
manifestación de su fe y de su profunda convicción. Esta
«personalización» hace del Testamento un documento original, al
igual que es original cada criatura y cada relación íntima con Dios.
Por lo tanto, estas influencias no disminuyen el valor del
Testamento, antes bien, atestiguan, todavía más, que L. Murialdo
ha dejado en él «algo de sí mismo» madurado y vivido en un largo
camino de conversión: en él ha dejado el alma de su religiosidad, el
llanto de su dolor, el deseo de un amor a Dios más ferviente, la
intensidad de su confianza y esperanza en Dios misericordioso.

58
Hay remisiones a las obras siguientes: S. Alfonso, Preparación para la muerte, cap. XVI (cf. pág.
88) y Las glorias de María, cap. V (cf. págs. 122, 124); B. Baudrand, L’áme élévée á Dieu par les
réflexions et les sentiments, lecture XII (cf. pág. 88); Thomas de Jésus, Souffrances de N.-S. J.-
Christ, cap. V de la introducción Avis spirituels (cf. pág. 118) y la oración de S. Francois de Sales,
Acte de abandon (cf. pág. 130). Conviene también subrayar que no sólo el contenido, sino también
frases bíblicas y citas de autores se encuentran, asimismo, en los escritos de L. Murialdo anteriores o
contemporáneos al Testamento; por ej.: «Vocasti, clamasti, rupisti surditatem meam» (pág. 98) cf.
Mss., 1.1, pos. 94/1, 104/1,...; «Misericordias Mariae in aeternum cantabo» (págs. 84, 148), cf., Mss.,
t. II, pos. 389/3...; «Misericordia tua circumvolabat me» (pág. 130), cf. Mss., 1.1, pos. 80/3, 88/1,...;
«Procrastinare propositum tuum» (pág. 110), cf. Mss., 1.1, pos. 88/1; «Haec mutatio dexterae
Excelsi» (pág. 110), cf. Mss., 1.1, pos. 206/1, 358/29, 346/40,..., Epist., V, n. 2160; «electus ex
millibus» (pág. 126), cf. Mss., t. II, pos. 206/1; t. V, pos. 1079/1, 1043/1,...; «Adam, Adam ubi es?
Vox Patris ...» (pág. 100), cf. Mss. 1.1, pos. 40/1; t. V, pos. 929/4,...; «Curavimus Babilonem,...»
(pág. 110), cf. Mss., 1.1, pos. 153/7. Así, también en escritos anteriores se encuentran elementos que
están en el Testamento como el extravío juvenil (cf. Mss., 1.1, pos. 9/9), los estudios y el doctorado
(cf. Mss., t. VII, pos. 1388/1-2,...). Pero, sobre todo, es la temática del amor de Dios la que está
continuamente presente en los escritos de L. Murialdo.
59
Los subrayados a tinta y a lápiz de colores diferentes, las varias anotaciones, así como las citas en
apuntes de pláticas o conferencias, demuestran que fueron leídos en diferentes períodos. Cita, por ej.,
L’áme élévée... de B. Baudrand, en Mss., t. III, pos. 478/14,...; Le livre des Élus de J.-B. De Saint-
Jure, en Mss., 1.1, pos. 176/4; t. III, pos. 506/1, 508/1, 518/1,...; Délices des ámes pieuses, en Mss., t.
IV, pos. 831/7; t. VII, pos. 1430/9.

35
Contenidos biográficos

Las vicisitudes biográficas del Testamento sirven, como ya


se ha dicho, de soporte a las confesiones. Esto se manifiesta no
sólo en los párrafos del Testamento espiritual (pág. 69) donde L.
Murialdo hace sus reflexiones según el modelo de su vida hasta su
ordenación sacerdotal en 1851 y en Dios a mí (pág. 105) donde el
guión de su vida, a grandes trazos hasta la edad de 68 años, hace de
telón de fondo a sus sentimientos, sino también en todos los demás
párrafos donde aparecen elementos biográficos.
En efecto, el fin que persigue L. Murialdo no es el de contar
su vida, sino el de dejar el «recuerdo de las misericordias» (pág.
69) que Dios ha tenido para con él y el de suscitar en sus hermanos
«una inquebrantable confianza» en Dios mediante la narración de
sus «miserias». Por lo tanto, L. Murialdo no se propone «hablar»
de su vida, sino que quiere servirse de su vida para expresar los
sentimientos de su corazón.
Es significativo, a este respecto, el párrafo Beneficios
especiales de Dios hacia mí. Este título especifica el valor de la
enumeración de algunos acontecimientos de su vida: no se trata de
un cronicón, sino de una presentación de los dones particulares de
Dios. De la misma manera los dos párrafos Confesión durante una
enfermedad y Confesión antes de la ordenación sacerdotal no se
presentan como dos episodios de su existencia, sino como dos
experiencias espirituales.
Por este motivo, apenas se alude a los datos biográficos,
que son incompletos, pues no constituyen la finalidad de la obra.
No se pueden obtener del Testamento datos suficientes para
reconstruir de una manera exhaustiva la vida de L. Murialdo.
Faltan, por ejemplo, referencias a su misión pastoral, a su actividad
en el terreno social y a su actuación como fundador de una
congregación religiosa. L. Murialdo no habla nunca de su
apostolado. Las alusiones a los centros juveniles y a su calidad de
Rector del Colegio Artigianelli y de Superior de la Congregación
no aportan nada a este propósito, ya que se recuerdan más como

36
dones de Dios que como acontecimientos de la vida (60). L.
Murialdo sólo alude a aquellos hechos que, de alguna manera, han
tenido una función relevante en su camino espiritual: el nacer en
una nación católica, de padres cristianos, su conversión, su
vocación sacerdotal y religiosa, el seminario de S. Sulpicio, las
peregrinaciones, las enfermedades, sólo por citar algunas.
El motivo de esta carencia no hay que buscarlo, ante todo,
en el querer descuidar precavidamente la dimensión apostólica de
su vida o todo aquello que le pudiera cosechar alabanzas ( 61).
Tampoco se puede desechar, a priori, que existiera esta actitud,
pues se manifiesta desde el principio del Testamento y en el simple
hecho de escribir el Testamento, pero la perspectiva de L. Murialdo
es otra. En la plenitud de la madurez humana y espiritual, L.
Murialdo juzga su vida a la luz de Dios. Es el amor de Dios hacia
él y su amor hacia Dios los que se confrontan. Lo que L. Murialdo
expresa en el Testamento es el «cómo» ha vivido el amor de Dios y
no «lo que» ha hecho para corresponderle; por lo que la actuación
pasa en segundo plano y no adquiere particular relevancia. L.
Murialdo considera lo que él «ha sido» para Dios, no lo que él «ha
hecho». Lo primordial es la dimensión «espiritual», no la
«operativa», la cual es por sí misma incapaz de juzgar y justificar
las relaciones con Dios. L. Murialdo observa su «historia
espiritual», no la «historia terrena», aunque sean inseparables entre
sí.
Aún colocando en este contexto los elementos biográficos,
presentes en el Testamento, son, sin embargo, de rigor histórico.
Esto se demuestra por los documentos, por los testimonios de
terceros y por escritos del mismo L. Murialdo.
60
Este hecho es significativo sobre todo en el apostolado en los centros juveniles. En la primera
redacción del párrafo Dio a me (cf. pág. 24, nota 15), después de la frase: «a pesar de mis continuas
llamadas, especialmente en ocasión de los ejercicios espirituales», L. Murialdo añadió en otra
ocasión a lapicero: «Centro juvenil: meliorem partem» (Mss., XXXVI, pos. 1369/1). Esto demuestra
que su experiencia en los centros juveniles fue considerada por él como un don importante de Dios
que marcó un hito decisivo en su vida.
61
G. Cavallin, en cambio, escribe: «que tan gran imperfección de elementos biográficos haya sido
querida explícitamente, se deduce del hecho de omitir rigurosamente todo recuerdo biográfico, toda
experiencia religiosa que de alguna manera pudiera poner en evidencia a su persona en sentido de
alabanza» (Formazione. ..., pág. 5; cf. también pág. 13).

37
Sin embargo, cuando él habla, después de 50 años, de su
abandono de Dios, detallando el contenido y la intensidad grave
con que lo vivió, y nos habla de su conversión, entonces no sirven
los criterios válidos para verificar un documento histórico, aun
reconociendo que se trata de hechos y experiencias verdaderas. En
efecto, es inconcebible que L. Murialdo se haya inventado esta
crisis juvenil cuando tenía ya 63 años. Esto lo excluyen su temple
moral, la falta de toda búsqueda de elogios y el hecho, acaecido
hacía ya 50 años y falto en sí mismo de significado. Lo confirman
la descripción del tiempo, de las circunstancias, del contenido y los
elementos externos, así como el citar el nombre del confesor, la
salida anticipada del Colegio de Savona antes de terminar sus
estudios y la afirmación que se encuentra en el Testamento y que
se refiere a la vestición clerical: «Nadie - excepto mi confesor, el
Abad Pullini - sabía nada de mi triste pasado». Y además el
comportamiento de su madre, que habiendo intuido la tragedia
interior de su hijo, cuando volvió a Turín «no tardó» en mandarlo
al Abad Pullini con el que hizo «una confesión general», la
confesión antes de la ordenación sacerdotal y durante la
enfermedad de 1885 en la que alude al abandono en que tuvo a
Dios en el Colegio y el recuerdo de su conversión, son otros
elementos que testifican la verdad de su experiencia.
También se encuentran alusiones a esta crisis en otros
escritos de L. Murialdo. Un primer indicio de su extravío juvenil se
remonta al año 1864, alrededor de 20 años después, en una
Méditatión sur le peché redactada durante los ejercicios
espirituales realizados en el santuario de S. Ignacio cerca de Turín.
En esta reflexión-oración se acuerda de los esfuerzos cumplidos
para olvidar los salmos que se sabía de memoria y de la elección de
algunas novelas y libros de poemas profanos, olvidándose de todos
los libros de piedad (62). Hablando a los jóvenes del Colegio en
62
«Meditación sobre el pecado. Dios me ha concedido dos gracias: me ha hecho comprender que he
cometido muchos más pecados de lo que yo creyese y me ha dado el don de alguna lágrima. Sin
embargo, no tengo todavía la verdadera contrición. ¿ Qué soy yo? Miro a mi alrededor y me
pregunto si habrá entre estos 80 sacerdotes otro que haya hecho lo posible por olvidar los salmos que
sabía de memoria, que se haya desembarazado de todo libro de devoción para no quedarse nada más
que con alguna novela y alguna poesía profana. Me parece que no. Yo soy, pues, el más malvado, el

38
1888, todavía L. Murialdo alude indirectamente a su experiencia
con sus compañeros de Savona (63). No hay nada que nos haga
dudar de la veracidad de este hecho, aparte de cómo él lo juzga
moralmente.

C. TEMAS PARTICULARES

Crisis juvenil

La crisis juvenil de L. Murialdo ocupa un lugar relevante en


el Testamento, puesto que marcó profundamente toda su vida. Es,
en efecto, un punto constante de referencia para su experiencia
espiritual que tuvo su origen en el drama de Savona. Hay que
colocarlo, por lo tanto, en su contexto exacto, precisar su contenido
y, sobre todo, valorar el significado que tuvo para L. Murialdo.
La crisis estalló en el séptimo año de estancia en el Colegio
de Savona (64). Muchos factores concurrieron y colaboraron para
que surgiese y se desarrollase esta situación. Ante todo el ambiente
colegial que acentúa algunos problemas de la adolescencia, la
separación prolongada de la familia ( 65) y el aislamiento de los

peor de todos» (Mss., 1.1, pos. 9/9, trad.).


63
Cf. Mss., 1.1, pos. 176/6-7 (cf. pág. 76, nota 29).
64
Para ver un desarrollo más amplio de la crisis, cf. A. Castellani, II B. Leonardo ..., vol. I, págs.
102-128; G. Cavallin, Formazione..., págs. 30-34.
65
Se aprecia un sentido de soledad en una poesía lírica que compuso L. Murialdo en octubre de
1842, en ocasión del santo de su madre, con el título: En el día de Santa Teresa. A mi madre. He aquí
dos estrofas significativas: Cual pajarillo, que tímido / abre sus alas al cielo, / cuando aparece el
ciclón / huye al nido, y se queda en él. / Cual florecilla frágil, a la que / sorprendió el hielo, / cierra
sus hojas y un humilde / nido a sí misma se hace... En la misma hoja hay otra estrofa incompleta que
dice: Abandonado por desierto camino / dirijo la huella solitaria / de mi vida errante / dulce solaz es
sol.... (Mss., t. VII, pos. 138/1). También la oda anacreóntica, El pequeño Arturo en la torre de
Reano, compuesta por L. Murialdo para la velada de poesías que organizó el primer curso de
Retórica el 26 de agosto de 1843, a lo mejor, revela su estado de ánimo hablando del pequeño Arturo
que había estado prisionero muchos años en el castillo de Reano, cerca de Turín (cf. A. Castellani, II
B. Leonardo...., vol. I, págs. 68-69). Según el reglamento del Colegio, las visitas a la familia eran
excepcionales: « Solamente por motivos graves y urgentes se permite a los alumnos ir en otoño a sus
casas » (Prospetto di educazione del R. Collegio delle Scuole Pie di Savona, en: V. Gioberti, II
gesuita moderno, t. V, Losanna, 1847, pág. 396, nota 2). Parece ser que L. Murialdo no estuvo en su
casa durante los siete años de Colegio. Sin duda, su madre le visitaba. En una carta del 10 de mayo
de 1866, L. Murialdo escribe: «... cuando estaba en colegio y tenía deseos de libertad después de
siete años...» (Epist., III, n. 1111).

39
superiores y de los compañeros después de la experiencia que le
obliga a revelar los nombres de los malos compañeros ( 66), quienes,
como escribe L. Murialdo, «empezaron a alejarse de mí, a mirarme
como al niño mimado de los superiores, a sospechar de mí como de
un espía»; hasta «perseguirme un poco». También tuvieron
especial importancia su sensibilidad religiosa, su carácter emotivo,
delicado, sincero, tímido y su tendencia a la introspección ( 67). Su
carácter jugó un papel importante. En efecto, el alejamiento de
Dios se debió a «debilidad y vileza» y al respeto humano: «El
respeto humano: he aquí la gran bestia que me abatió». Su timidez,
además, lo llevó «a comportarse como los demás».
L. Murialdo describe aquel período de su vida como «una
cadena de pecados, de pecados de todo tipo»: «De los diez
mandamientos de Dios, exceptuados tal vez el séptimo y los dos
últimos, no hay uno solo que no haya transgredido mortalmente»,
así como «de los pecados capitales, salvo la avaricia». Relata,
además, algunos hechos concretos: blasfemia, homicidio de deseo,
calumnia y profanación de la iglesia.Por lo general, habla de
pecados de «orgullo, de glotonería, de escándalo, de desobediencia,
de pereza» y hasta llega a tacharse de «¡Blasfemador de Dios!
¡Profanador de las fiestas, de los sacramentos, de la Sangre de
Dios!».
L. Murialdo se demuestra indeciso sobre el grado de
culpabilidad de estos pecados: «no estoy seguro de haber pecado

66
El comportamiento del confesor fue « quizás intachable desde el punto de vista de la moral
casuística de aquel tiempo, pero no desde el de la psicología concreta juvenil» (A. Castellani, II B.
Leonardo..., vol. I, pág. 108). También en otra ocasión el confesor demostró ser poco intuitivo y
delicado cuando L. Murialdo se acusó de la blasfemia que «se le escapó» cuando jugaba (cf. pág.
81). L. Murialdo vivió estas experiencias con sufrimiento, como lo demuestran las palabras del
Testamento (cf. págs. 77-83). Quizá, basándose en estos hechos, hablando a los novicios sobre los
peligros de la castidad, L. Murialdo les sugería «acudir enseguida al confesor», añadiendo «si él es
prudente» (cf. Aíss., t. II, pos. 371/2).
67
A. Castellani define de esta manera las características naturales y temperamentales de L.
Murialdo: « de acusada emotividad, de sensibilidad espontánea y casi excesiva, bondadoso y de
sentimientos delicados, de vivacidad y expansiva soltura, con sentido de la justicia, del honor, de la
amistad, de la franqueza y sinceridad, con tendencia a la introspección y al donaire, de vivos
sentimientos religiosos, de timidez instintiva, de voluntad lenta para empezar pero firme y tensa pra
actuar, de inteligencia intuitiva y penetrante, de espíritu concreto, abierto y emprendedor» (A.
Castellani, II B. Leonardo..., vol. I, págs. 21-22).

40
gravemente», «se me escapó», «no quería mentir
deliberadamente», «espero que no», «creo haber consentido»;
además, escribe con motivo de la comunión pascual: «procuré
tener en la confesión al menos las disposiciones necesarias para
evitar el sacrilegio» (68).
Las faltas de las que se acusa L. Murialdo se refieren
seguramente a la castidad: «Naturalmente, abandonando al buen
Dios me arrojé en brazos del demonio de la impureza. Y ¡cuántas
malas conversaciones y cuántas malas acciones!»; y además: « Con
todo, el pecado en que caía con mayor frecuencia era contra el
sexto mandamiento» (69). Él añade, sin embargo, «no haber
cometido nunca malas acciones con los demás y no haber
escandalizado nunca con conversaciones a los compañeros más
jóvenes».
Esta crisis condujo a L. Murialdo a lo que él llama los dos
abandonos deliberados de Dios: la elección del infierno y el
esfuerzo para olvidar los salmos y el rechazo de los libros
devocionarios (70). Más que descuido «deliberado y explícito» de
Dios, hay que hablar de obligada «resignación» de quien, no
68
Para un estudio más analitico, cf. A. Marengo, Murialdo..., págs. 11-26; G. Cavallin,
Formazione..., págs. 34-35. Es interesante un esquema de examen de conciencia en el cual L.
Murialdo, al lado de los mandamientos y de los pecados capitales, escribe las faltas de su vida
colegial (cf. Mss., 1.1, pos. 31/3). En una pequeña agenda de viaje que va de 1875 al 1886, también
en un esquema de examen de conciencia, se halla escrito: « concesiones] y com[uniones] de pequeño
» (pág. 3).
69
El Can. Juan Lardone, moralista turinés, después de un estudio esmerado y profundo del
Testamento afirmó: «Difícilmente se puede demostrar que L. Murialdo, de adolescente, no haya
cometido algunos pecados graves en el período crítico de su crecimiento. ¿Y con eso? Los delicia
juventutis, culpas cometidas en la edad de la inexperiencia y de la debilidad, y las únicas de su vida,
lloradas, confesadas y reparadas, dan importancia a la misericordia de Dios y a su conversión. El
hecho de haberlos revelado a quienes mejor estimó, es un ejemplo de su heroica humildad y de su
santidad » (citado en: A. Castellani, II B. Leonardo..., vol. I, pág. 117; cf. también pág. 117, nota 37).
70
En una carta de diciembre de 1842 escrita por el P. Solari, que sustituía al Rector P. Scotti,
dirigida a la madre de L. Murialdo, (según el Prospetto di educazione..., pág. 397, nota 1: «tengan
los padres una información minuciosa y detallada de la conducta de sus hijos, cada dos meses») está
escrito: « Leonardo está cambiando de genio, no soporta las observaciones, se cierra a sus
superiores» (citado en: A. Castellani, II B. Leonardo..., vol. I, pág. 110). A. Castellani copia, del
archivo de las Escuelas Pías de Savona, los juicios sobre L. Murialdo de este período; éstos denotan
un cambio en comparación con los años anteriores: «casi bien» en comportamiento moral y
religioso; « casi bien» en obediencia, carácter y convivencia; «bien» en sentimiento de honor
(ibidem, pág. 110, nota 22).

41
obstante su voluntad, no logra salir de una situación que se había
convertido en difícil y compleja desde varios aspectos. La palabra
«paciencia» y «esfuerzo» son significativas al respecto, y la frase
«estaba aburrido de la vida del colegio» sintetiza no solamente su
estado de ánimo, sino también la atmósfera del clima que lo
rodeaba.
Para valorar la importancia moral no tenemos que
considerar las frases en sí, sino colocarlas en el contexto general y,
sobre todo, recordar que L. Murialdo escribe el Testamento en su
plena madurez espiritual, a los 63 años, y juzga la experiencia de
Savona no con «criterio histórico», o sea con la mentalidad
humana y espiritual de entonces, sino con la del año 1891. Por
esto, la descripción de la culpabilidad moral no está exenta de
exageración, debida no tanto a una voluntad precisa de alterar la
realidad o la moral de ese tiempo, sino a su santidad ( 71). L.
Murialdo juzga su pecado con la medida de su santidad en su
contexto de «confesiones», de «desahogo del corazón». La
«grandeza de su amor a Dios» de hoy le lleva a descubrir «la
grandeza de su pecado» de ayer. O sea, que la valoración moral de
L. Murialdo no depende solamente de la fidelidad de la memoria,
sino que está arropada de motivaciones actuales; más bien, por un
proceso psicológico, la memoria reúne experiencias de diferentes
periodos alrededor de un núcleo significativo de la vida y los
interpreta a la luz del «tiempo presente», del «ser actual». Esto
demuestra «la exageración» no solamente al juzgar su pasado, sino
también la importancia en su vida de la crisis juvenil, en cuanto
que cuajan alrededor de ella experiencias y sentimientos de
diferentes épocas.
Hay que juzgar desde esta perspectiva la crisis de L.
Murialdo, la cual es fundamentalmente de carácter moral y no de
fe, aunque ésta tuviera algunas grietas, algunos momentos de
incertidumbre, de duda y de extravío (72). En efecto, L. Murialdo
71
G. Cavallin habla, en cambio, de «sutil y planeado juego de exageración y abultamiento»
(Formazione...., pág. 33).
72
Sobre el juicio del contenido de la crisis, cf. A. Castellani, II B. Leonardo. .., vol. I, pág. 115; A.
Marengo, Murialdo..., págs. 27-28; G. Cavallin, Formazione. .., pág. 37.

42
no descuidó nunca durante este período la confesión. Él se
confesaba con sinceridad «cada mes»: «por un pequeño resto de
conciencia que me quedaba, no quería mentir deliberadamente»;
con motivo de la comunión pascual procuró «tener en la confesión
al menos las disposiciones necesarias para evitar el sacrilegio». A
pesar de todo le parecía «que tenía aún algo de remordimiento» por
su mala vida. Lo confirman la petición que hizo a su madre de
sacarlo del Colegio para no hundirse «siempre más» en el «barro
del pecado» si seguía allí un año más ( 73), y la confesión general
nada más volver a Turín. Por lo tanto, esta crisis no llevó consigo
un comportamiento fundamental de rechazo de Dios, aunque
hiciera fuerte mella en su mundo espiritual. Sin embargo el
problema principal de esta crisis no consiste tanto en definir su
contenido o valorar la gravedad de sus faltas, sino, más bien, en el
significado que tuvo para L. Murialdo. Él vivió esta experiencia
como un verdadero rechazo de Dios, en un ademán de fuerte
intensidad emotiva y afectiva, como un «drama espiritual» y en
una situación ambiental que hacía más difícil y más compleja una
solución positiva. Es un signo evidente de esto el hecho de que
hable de ello después de 50 años con hondos recuerdos y
solamente en perspectiva religiosa, usando un lenguaje dramático:
- «abismo profundo», «pequeño impío», «coraje infernal», «vida
abominable», repitiendo insistentemente algunos aspectos, tales
como el esfuerzo para olvidar los salmos.
En efecto, escribe L. Murialdo: «... al salir del Colegio
[Dios] me encontró en tal situación que ya no quería saber nada de
Él. «Yo huía; sí, yo huía...», «... Sí, gran Dios, ¡no quería saber
nada más de Ti! ¡Yo ya no quería saber de Ti!»; «... a los 15 años
era un blasfemo, un impúdico, un impío que se esforzaba por
ahuyentar de su triste espíritu el recuerdo de las cosas de Dios, ¡y
rhasta1 a Dios mismo!»; y, comparándose con el hijo pródigo,

73
En el libro: B. Baudrand, L’áme religieuse élévée á la perfection, París, 1802, usado por L.
Murialdo, en la pág. 8, después de la frase: «oú nous trou- vons un asyle contre les dangers du siécle
pervers, et d’ou nous espérons ne sortir que pour entrer un jour dans le ciel ? », L. Murialdo escribió:
« Colegio », queriendo dar a entender que su salida del colegio de Savona fue un don de Dios para su
salvación.

43
añade: «Él huyó muy lejos de Ti, ¿y yo, a qué distancia? ¿Hasta
olvidarme de Ti? ¡Ah, mucho más lejos!: hasta la impiedad, hasta
el esfuerzo por olvidar tus alabanzas divinas, tus salmos divinos
que sabía de memoria y rechazar todos los libros de oraciones y de
piedad». No sólo L. Murialdo describe así su situación, sino que
hasta llega a decir que él se enorgullecía de su infamia y se
vanagloriaba de sus miserias. Y justamente por medio de la
experiencia del pecado L. Murialdo descubre el misterio del Dios-
amor, de un Dios que le ama inmensamente, que continuamente le
busca y que emplea «todos los medios de su misericordia» para
forzarle «a volver hacia Él». Es el «buen» Dios, quien siempre le
soportó, le esperó, le llamó, quien no le «castigaba», quien no le
«abandonaba». Es el Dios, sigue escribiendo L. Murialdo, que
«venía a buscarme, a atraerme hacia sí, a forzarme para que
volviera al camino de la salvación», como un «amante
despreciado».
Así es como el pecado es vencido por la misericordia de
Dios, por la paciencia de Dios, por la fidelidad de Dios, de un Dios
dispuesto a perdonar.
El día de su confesión general, ya en Turín, L. Murialdo
exclama: «¡Oh, qué palpable se me hizo entonces tu
misericordia!»; «¡Qué prodigio de misericordia! ¿Quién podrá
jamás desconfiar de la bondad y de la misericordia de Dios?». Es la
gran experiencia de un Dios «infinitamente bueno, infinitamente
misericordioso», que «no sólo perdona todo sino que todo lo
olvida». Y justamente desde este perdón percibido por él como el
mayor beneficio de Dios, L. Murialdo ve toda su vida como un don
de Dios, como expresión de su amor de Padre que se manifiesta
ante todo con su vocación sacerdotal y religiosa, que él denomina
«beneficios inefables y privilegios extraordinarios»: «... el buen
Dios quería todavía hacer resplandecer su bondad y su generosidad
de un modo totalmente nuevo. No solamente me admitió
nuevamente en su amistad sino que me llamó a una elección de
predilección: me llamó al sacerdocio...», al «honor, la gloria y la
inefable felicidad de ser su ministro», escogió al «más ingrato de

44
sus hijos... para la vida sacerdotal y religiosa». A partir de aquella
experiencia, L. Murialdo considera que su vida es guiada por el
amor de Dios. No hay que ver nada sin esta perspectiva, aun esos
aspectos que, humanamente, se pueden considerar como «malos»,
a los que él se refiere en el Testamento, como las enfermedades, la
muerte de sus familiares, la disminución de sus bienes, el honor
amenazado. Todo es fruto del amor de Dios y todo invita al amor
hacia Dios. Con respecto a esto es significativo el fragmento Dios a
mí.
Esta conciencia del pecado y de la misericordia infinita del
Padre, despierta en L. Murialdo una actitud de humildad, de dolor,
de necesidad de penitencia, de duelo intenso por no corresponder al
amor inmenso de Dios; actitud que durará toda su vida. Escribe L.
Murialdo: «¡Ah! ¡Qué grandeza del amor de Dios hacia mí! Y yo,
¿cuánto amor debería tener hacia Él? Debería amarlo con amor
infinito». Hay en el Testamento una insistencia particular sobre
este aspecto. L. Murialdo repite continuamente que no ha amado y
no ama al Señor: «No fue por amor a Ti, sino por temor del
infierno» que «di mis primeros pasos de regreso a la casa paterna»,
más aún, dice haber respondido al amor de Dios abandonándose «a
la pereza, a las comodidades, al bienestar, a 'sus’ antojos», al
«amor propio» y llevando «una vida floja, descaradamente
cómoda, sin penitencia ni fervor» (74).
La repetición de estos conceptos acentúa todavía más esta
actitud suya que se resume en ese «desdichado Padre espiritual»
(pág. 71) con que se define a sí mismo. No es un grito de
desesperación sino de dolor, de arrepentimiento, de deseo de un
amor más grande a Dios: es el grito de quien quiere amar
intensamente y se siente incapaz de amar como querría.

74
Es éste un aspecto sobre el que vuelve L. Murialdo, no sólo en el Testamento, sino también en sus
apuntes personales. Escribió en 1899: «Mi vida se divide en dos partes: una de pecados y otra de
tibieza e ingratitudes. Hoy quiero empezar una tercera vida de reparación con el amor y la
penitencia» (Mss., I. 1, pos. 33/1, trad.; cf. también: Aíss., 1.1, pos. 9/9-10, 22/1, 24/2, 32/1-4; Epist.,
II, n. 524; V, n. 2053; y: A. Marengo, Spiritualitá di Leonardo Murialdo, Pinero- lo, 1979, págs. 106-
110).

45
Pecado y misericordia de Dios, dolor y deseo de una vida
más fervorosa constituyen el leit-motiv que empezó en la
experiencia de Savona y que, creciendo cada vez más, envolvió
toda la vida de L. Murialdo. El Testamento es una muestra
significativa.

Los dos deseos

La experiencia religiosa de L. Murialdo descrita en el


Testamento es el recuerdo y el compromiso que él deja a sus «hijos
y hermanos»: creer en la verdad del amor de Dios y difundirla, y
alimentar y difundir una tierna devoción a María, medianera de
gracia. Es el «corazón» de su espiritualidad (75).
a. El amor de Dios
El convencimiento de L. Murialdo sobre el amor de Dios
tiene su origen en la crisis juvenil de Savona, la cual tiene una
importancia capital para su vida espiritual. Su significado y su
valoración no se pueden aislar y circunscribir a aquel período, sino
que se proyectan sobre su vida entera, dando a ésta un carácter
espiritual y ascético especial (76). Esta intuición del amor de Dios,
que percibió en aquella experiencia, echará sus raíces cada vez más
en el corazón de L. Murialdo, profundizada constantemente, y
suscitará actitudes y comportamientos en consecuencia con ella.
L. Murialdo maduró y enriqueció esta convicción ante todo
con intensa oración, con sus estudios y con la utilización de todos
los medios pertinentes o que la completaban y profundizaban (77).
75
En este sentido, L. Murialdo, en cuanto fundador, es verdaderamente el «padre» para sus
hermanos. El Espíritu no solamente le ha concedido el don de entender, gustar, vivir y profundizar
con especial intensidad estos valores espirituales, sino que también le ha dado el don de hacer que
siga en la Iglesia esta «gracia» fundando una Congregación. Sus «hijos», como herederos y
continuadores de su carisma, están, por lo tanto, llamados a revivir su experiencia particular como
«alma» de su vocación religiosa. La «experiencia» de L. Murialdo tiene que provocar otra
«experiencia» con diferentes modalidades; L. Murialdo animó a sus hermanos para que vivieran
estos dos deseos (cf. Mss., t. II, pos. 243/1).
76
Acerca del significado que los biógrafos más autorizados de L. Murialdo dan a su crisis juvenil, cf.
A. Marengo, Murialdo. .., págs. 26-27.
77
Para profundizar sobre el origen y el desarrollo del amor de Dios en L. Murialdo, cf. G. Fossati,
L’anima della santitá del Murialdo: l’amore di Dio e l’abbandono alla divina Provvidenza , parte I,
Roma, 1980 (For-Per).

46
En primer lugar, se sirvió de la lectura y de la meditación
de la Biblia y de los libros ascéticos, tan numerosos en su
biblioteca (78). A menudo están señalados en ellos aquellos
capítulos o aquellas frases más afines con su sensibilidad espiritual,
y se encuentran apostillas y anotaciones añadidas (79). Pero, sobre
todo, es su vida concreta, difícil bajo varios aspectos, sustentada y
aceptada como don del amor de Dios, la que ha madurado y, al
mismo tiempo, ha testificado esta convicción de fe.
Además, era natural que de un corazón que vivía intensamente esta
verdad surgiese espontáneamente el tema del amor de Dios en sus
pláticas, conferencias y escritos (80). Afirma A. Castellani: «En él,
como predicador, se siente trepidar al incomparable amante de
Dios, al apasionado propagador de su amor» ( 81). Toda su vida
78
He aquí algunos títulos de libros que se hallan en la Bibl. Mur., aparte de los que ya hemos
citados: Comte de Stolberg, Le petit livre de l’amour de Dieu, París, 1846; A. Faber, Tout pour
Jésus, París, 1856; M. de Pinard, Les flammes de l’amour de Jésus, París, 1857; A. Teppa, Dio
nostro padre, Torino, 1872; S. Bonaventura, Stimulus Divini Amoris, Taurini, 1836; Evéque de
Soisson, Traité de la confiance en la miséricorde de Dieu, Avignon, 1760 (L. Murialdo escribe con
pluma el nombre del autor: Monseigneur Languet)-, Fénelon, Que Dieu est bon!, París, 1869.
79
He aquí algunos ejemplos. En el libro: Varios, Motivi di amare Iddio, Torino 1820, colección de
reflexiones de varios autores de la Compañía de Jesús, libro que perteneció con anterioridad a su
primo Teól. Roberto Murialdo, están señaladas en el índice algunas meditaciones más importantes
que, a veces, tienen palabras del título subrayadas (aquí en cursiva): por ej.: III: Motivos para amar a
Dios tomados de sus beneficios-, VI: Tomados de su Pasión-, VII: Dios tiene que ser amado por
nosotros por el amor que nos da; VIII: Motivos para amar a Dios, por habernos perdonado muchos
pecados; IX: Dios nos ama y, por lo tanto, merece nuestro amor; XI: Por ser nuestro Padre-, XXXI:
La felicidad del hombre consiste en amar a Dios. En este mismo libro, en las últimas páginas, L.
Murialdo copió con pluma los siguientes pasajes de la Escritura: Jn. 3,16; I Jn. 8-10; Jer. 31,3; Os.
11,4; y la indicación «Vide caput 11,1-4» también del libro de Oseas. En el texto hay frases
subrayadas a lapicero negro y azul y apostillas.
En el índice de los Soliloquia del PS. Agustín (cf. pág. 26, nota 27) están señaladas algunos capítulos
en especial: XVIII: De beneficiis Dei; XXVI: De antiquis beneficiis; XXIX: De illis qui prius sunt
iusti, et postea impii efficiun- tur, et e converso. En el texto de éstos y otros capítulos se encuentran
subrayados a lapicero.
En el ejemplar del N.T. en latín, al que le falta la portada, (pág. 00, nota 40) en el cap. VI del
evangelio de S. Mateo, el nombre «Pater» está subrayado siempre a lapicero azul (11 veces).
80
He aquí algunos ejemplos de títulos de pláticas y conferencias que van desde 1855 hasta 1881,
dirigidas ya a los jóvenes, ya al pueblo o a los hermanos: Los tres milagros del amor de Dios (Mss.,
t. V, pos. 998/1-3); La misericordia de Dios (Mss., t. II, pos. 229/1); Misericordia de Dios, sois la
más amable de todas las perfecciones (Mss., t. II, pos. 229/6-7); Dios-amor (Mss., t. II, pos. 351/1-2,
353/1- 2, 354/1, 357/3-4; t. VI, pos. 1316/8-14); Misterio de amor (Mss., t. V, pos. 994/9- 16); La
misericordia de Dios (Mss., 1.1, pos. 40/2-4; t. II, pos. 203/1, 354/1; t. IV, pos. 699/1-2); Dios
bondad y misericordia infinita (Mss., t. IV, pos. 697/1-6)...
81
A. Castellani, II B. Leonardo..., vol. I, pág. 330.

47
espiritual y ascética, sus devociones, especialmente a la Pasión del
Señor, al Sagrado Corazón y a la Eucaristía ( 82), toda su actuación
como Rector del Colegio y como Superior de la Congregación,
toda su actividad en el campo pastoral y social estaban sostenidas
por la certeza del amor de Dios.
L. Murialdo considera el amor de Dios «eterno, gratuito,
infinito, personal, misericordioso, actual...», cargado de una
especial ternura, como el amor de una madre. Éstas son las
características que se repiten más frecuentemente en sus escritos
(83) En el Testamento escribe: «Desearía que la Congregación de
San José se empeñase sobre todo en difundir ... el conocimiento del
amor infinito, actual e individual que Dios tiene por todos los
hombres... y ren difundir el conocimiento del amor personal que Él
tiene para cada uno en particular», y también, citando un párrafo
del P. Huby, «Él [Dios] me ama con un amor tan grande, tan
perfecto, que es igual a Él, infinito, eterno-, ... ¡Dios me ama... con
amor infinito!».
Pero hay una dimensión particular que caracteriza la visión
del amor de Dios en L. Murialdo: la «actualidad». La plenitud del
amor de Dios eterno, infinito, misericordioso y personal se
manifiesta y se expresa «actualmente», o sea «ahora», en «este
momento» y con la realidad que tiene al momento. Aunque el
82
Cf. E. Reffo, Vita..., págs. 243-248.
83
Copiamos algunas frases: «Dios nos ama con un amor actual, amor personal, amor vivo, infinito»
(Mss., t. III, pos. 556/1); «Dios me ama con un amor actual, personal, infinito» (Mss., 1.1, pos. 73/1);
«Y ¿cómo es y cuán grande es este amor con que Dios se complace en amar al hombre? Es una amor
eterno; un amor infinito; Dios ama al hombre desde toda la eternidad: charitate perpetua dilexi te...
Su amor es ab aeterno en cuanto a su duración y es infinito en intensidad. Sí, el cariño que me tiene
Dios es infinito...» (Mss., t. VI, pos. 1316/8-9); «Dios nos ama: ¿creemos en esto? Infinito, eterno,
actual» (Mss., t. II, pos. 353/1); «Jesús nos amó con un amor profundo; Jesús nos amó con un amor
tierno» (Mss., t. V, pos. 999/1); Dios nos quiere como una madre quiere a su hijo unigénito; más aún,
con amor infinito» (Mss., t. IV, pos. 793/8); «Dios es nuestra madre. ¡Oh! Sí, ¿no es verdad que las
madres quieren tener un amor más tierno, más dulce, más afectuoso? ¡Oh! Y bien, ¡Dios nos amará
con un cariño de madre!» (Mss., t. II, pos. 191/8); «¡Dios ama con amor de madre!» (Mss., t. III, pos.
478/20). En el libro antes citado, Motivi di amare Iddio, L. Murialdo escribió de su puño y letra en
una de las últimas páginas: «Amor de Dios: Io Personal: Dilexit me et tradidit seipsum pro me. El
mérito es todo para mí. La intención, el pensamiento para mí. 2o Actual: Ego Dominus, et non
mutor. Christus heri et hodie in saecula. 3o Infinito». Las citas latinas de Biblia son respectivamente
de Gal. 2,20; Mal. 3,6; Heb. 3,8. Cf. también Epist., I, n. 38, 55...; II, n. 702, 816,...; III, n. 1102,
1222; V n. 1973. Para tener un presentación más amplia sobre el tema, cf. A. Marengo, Murialdo...,
págs. 57-76; A. Marengo, Spiritualitá..., págs. 13-29.

48
momento actual se viva en el pecado, Dios no cesa de amar. Dios
ama siempre, personalmente, en cada instante (84).
En la frase antes citada y que se encuentra al principio del
fragmento Mis dos deseos, el adjetivo «actual» está subrayado dos
veces y explicado poco después de esta manera: «es en el presente,
ahora mismo, en este mismo momento, cuando Dios nos ama
verdadera e infinitamente». Ésta es la teología y la mística del
«momento actual», es vivir el amor de Dios «en la cotidianidad»,
es saber descubrir lo «extraordinario» de Dios en lo «ordinario» de
la vida. Volver a amar a Dios es, por lo tanto, para L. Murialdo,
sumergirse en la realidad del momento actual, aceptarla y vivirla
en la fe. Esto se comprende también a la luz de los demás escritos
de L. Murialdo y por la actitud espiritual que él tomó como
consecuencia del amor de Dios: el abandonarse a la divina
providencia, interpretándolo como docilidad a la voluntad de Dios
que se manifiesta en cada instante.
La espiritualidad de L. Murialdo es «sencilla», pero cargada
de la plenitud del amor de Dios; es una espiritualidad capaz de
convertir lo «cotidiano» en «heroico». No en vano se le llamó:
«Hombre extraordinario en lo ordinario» (85).

b. La devoción a María, medianera


Éste es el segundo deseo que dejó L. Murialdo, quien durante toda
su vida fue, especialmente, devoto de la Virgen.

84
A este respecto son significativas dos frases del Testamento. En el momento de la elección del
infierno, escribe L. Murialdo; «Y el buen Dios... no me condenó» (pág. 79); y cuando se le «escapó»
una blasfemia jugando anota: «¡Y el buen Dios no me castigó de inmediato!» (pág. 81). Para
profundizar este tema, cf. G. Fossati, L’anima della santitá del Murialdo: l’amore di Dio e
l’abbandono alia divina Provvidenza, parte II, Roma 1980, (For-Per); A. Marengo, Spiritualitá....,
págs. 31-46; A. Marengo, L’anima della santitá del Murialdo, Cuadernos Murialdo, Roma, s.f. Esta
actitud había sido madurada especialmente con la meditación del libro: J.-P. Caussade, L’abandon á
la Providence Divine, Paris-Lyon, s.f. (cf. pág. 130, nota 6), (Bibl. Mur.), y mediante un libro hecho
imprimir por él en 1869 que se titulaba: De la vida de fe, que no es otra cosa que un conjunto de
frases recogidas del libro de De Caussade. El tema del libro se puede sintetizar de esta manera: vivir
de fe para saber descubrir la amorosa presencia de Dios tras el velo de los actos más ordinarios» y
aceptarlos como un «don de Dios». Cf. E. Reffo, Vita..., págs. 227- 233; Divo Barsotti, La
spiritualitá del Murialdo, Cuadernos Murialdo, Roma, 1972. El texto se encuentra en: A. Marengo,
Spiritualitá..., págs. 237-250.
85
Cf. E.Reffo, Vita..., pág. 327.

49
El Testamento mismo tiene un tono mariano. L. Murialdo
habla de la Virgen refiriéndose a su crisis juvenil y a su camino de
conversión. En efecto a Ella fue encomendado por su madre en el
santuario de la Consolación de Turín, con su hermano Ernesto,
antes de partir para Savona; L. Murialdo agradece a la Virgen el no
haber hecho daño a los compañeros más pequeños, el convertirse y
el salir de una situación angustiosa tanto psicológica como
espiritualmente.
L. Murialdo aprendió esta devoción en el seno de su familia
y continuó nutriéndola en el Colegio de Savona, donde los Padres
Escolapios exhortaban a confiar en María, venerada con los títulos
de «Virgen Purísima» y de «Inmaculada» (86).
Después, los estudios teológicos de Turín, y, sobre todo, de
París, han enriquecido su piedad mariana en el aspecto doctrinal.
En el Seminario de S. Sulpicio, L. Murialdo profundizó de manera
especial la doctrina de la mediación de María, según todo lo que
había enseñado Bossuet, quien fundaba esta verdad en la Escritura
y en la Teología (87). La frase de S. Bernardo: «Dios quiso que
tuviésemos todo por medio de María» (88), es un estribillo que L.
Murialdo repite con frecuencia al hablar de María ( 89) y que
encontraba un explícito eco en la oración de la misa de la fiesta de
la Virgen de la Consolación, que dice: «Señor Jesucristo, que con

86
En Savona se encontraba también el Santuario de «Nuestra Señora de la Misericordia» (construido
entre 1536, año de la aparición de la Virgen a Antonio Botta, y 1540) donde acudían en
peregrinación los jóvenes del Colegio al iniciar el curso escolar (cf. Epist., I, n. 10). Durante su vida
L. Murialdo iría en romería a este santuario otras veces, como en 1885 (cf. Epist., III, n. 1036).
Cuando en la iglesia de Santa Bárbara de Turín, en cuyos límites parroquiales se encontraba el
Colegio Artigianelli, se dedicó un altar a la Virgen de la Misericordia, regalo del Arzobispo Mons.
Alejandro Riccardi, que fue Obispo de Savona, L. Murialdo lo prefirió para hacer la oración de
acción de gracias después de la celebración de la Misa (cf. E. Reffo, Vita..., pág. 249).
87
Cf. A. Castellani, II B. Leonardo..., vol. I, págs. 759-763.
88
S. Bernardo, Sermón In Nativitate PL 183, 441. L. Murialdo, hablando sobre la mediación de
María, se inspira también en el libro de S. Alfonso, Las glorias de María, cap. V: A ti suspiramos
gimiendo y llorando en este valle de lágrimas (cf. S. Alfonso M. De Ligorio, Las glorias de María,
Madrid, 1963, págs. 123-153).
89
Cf. Mss., t. III, pos. 546/1, 556/1, 570/1, 573/1,15,...; Epist., V n. 2146. Además, algunas pláticas
desarrollan esta verdad, en especial: Deus totum voluit nos habere per Mariam (Mss., t. III, pos.
570/1-2, 573/1-2); Una verdad muy consolante: Deus totum nos voluit habere per Mariam (Mss., t.
III, pos. 570/1- 2)...

50
admirable providencia has dispuesto que tuviésemos todas las
gracias por medio de la bienaventurada Virgen María, concede,
propicio...» (90).
En el Congreso mariano que tuvo lugar en Turín en
septiembre de 1898, L. Murialdo promovió la publicación de un
libro que comentase esta verdad. Se aprobó su proposición y
L. Murialdo se ocupó de su realización (91).
Las prácticas personales (92), sus peregrinaciones a
santuarios marianos (93), su enseñanza (94) y su predicación, la
caracterización mariana que él encomendó a la Congregación, sus
90
Es interesante la conclusión que L. Murialdo saca de la aprobación de esta oración por parte de la
Iglesia (7 de mayo de 1885) para demostrar la afirmación de S. Bernardo (cf. Mss., t. III, pos.
573/15). Esta oración se encuentra también en el Testamento (cf. pág. 123).
91
Su proposición estaba formulada en estos términos: «El que suscribe, deseoso de propagar y
acrecentar entre los fieles la devoción a María SSma., despertando así entre ellos el agradecimineto y
la confianza hacia ella, a través de la difusión y la animación entre el pueblo cristiano de la firme
persuasión de la verdad enunciada por el Doctor San Bernardo: Deus totum nos habere voluit per
Mariam, se ofrece para afrontar los gastos necesarios para la impresión y difusión de un pequeño
tratado que desarrolle y aclare a toda inteligencia la susodicha proposición... La pequeña obra deberá
alcanzar, en la mayor brevedad posible, la exactitud, sin proclamar como artículo de fe lo que,
aunque estando bien claro, no ha sido definido aún por la Iglesia...» (Mss., t. III, pos. 573/4). L.
Murialdo redactó indicaciones y esquemas para el contenido del libro (Mss., t. III., pos. 573/4-16),
antes bien, más tarde, deseó que fueran dos libros, uno que presentara el argumento desde el aspecto
teológico, y el otro desde el aspecto devocional, este último que fuera más fácilmente divulgable.
Los encargados fueron los Padres D. Eugenio Reffo y D. José Vercellono. Poco antes de morir, L.
Murialdo leyó los manuscritos, los corrigió y encargó a D. Julio Costantino su publicación (cf. E.
Reffo, Vita..., págs. 249-251, 314-315). Después de la muerte de L. Murialdo fue publicado uno de
los dos libros: Tutto per mezzo di María. Breve dimostrazione di una celebre sentenza di S.
Bernardo, por un Sacerdote de la Pía Sociedad de S. José de Turin, Torino, 1904. El autor es D.
Eugenio Reffo (cf. G. Vercellono, Vita e spirito del servo di Dio Leonardo Murialdo, Bergamo,
1941, pág. 123).
92
Cf. E. Reffo, Vita..., págs. 248-253.
93
Las peregrinaciones a los santuarios, especialmente a los marianos, fue ron siempre una
predilección de L. Murialdo. Las vivía como momentos de oración y las consideraba como una
gracia especial de Dios para renovarse en el fervor de la santidad (cf. Epist., II, n. 702, 816). Realizó
las peregrinaciones durante los viajes que hacía para conocer obras educativas y asistenciales o para
participar, en Italia y en el extranjero, en los Congresos del Movimiento Obrero Católico. He aquí,
como muestra, una breve lista de los principales santuarios visitados. Las cartas citadas son
especialmente significativas. Santuarios de la Virgen: Mondoví: 1856, 1880; Loreto: 1858, 1872,
1883 (cf. Epist., III, n. 971); Lourdes: 1876 (cf. Epist., II, n. 702), 1881; N. Dame de la Salette: 1856
(cf. Epist., I, n. 24), 1874 (cf. Epist., II, n. 524), 1879; N. D. de S. Coeur de Issou- dun; 1872, 1876.
Otros: Nocera dei Pagani, donde se conservan las reliquias de S. Alfonso M. de Ligorio: 1858;
Roma: 1858, 1867, 1872, 1883; Annecy, donde se conservan, en la Iglesia de la Visitación, las
reliquias de S. Francisco de Sales y de Sta. Juana de Chantal: 1852, 1878, 1879, 1885; Pony, cerca
de Paúl en Francia, casita donde nació S. Vicente de Paúl: 1876 (cf. Epist., II, n. 702); Paray le
Monial: 1881, 1887; Monte Cassino: 1872; Asís: 1858, 1872.

51
apuntes y sus cartas, atestiguan su devoción a la Virgen. Él dejó
escrito: «Nos gustaría que todos los cristianos estuvieran animados
por una devoción fervorosa a María» (95), una devoción confiada,
pues «¿quién puede pensar que María pida con voluntad firme y
Dios se niegue?» (96). «Ab Omnipotente Filio, omnipotens Mater
facta» (97) repite muchas veces para suscitar, sobre todo en sus
hijos, la «confianza» y el «reconocimiento» a María.
El deseo, pues, de L. Murialdo es su misma experiencia.
Pero hay también un aspecto especial que aparece en el
Testamento y en otros escritos suyos. María medianera es « Madre
de misericordia» (98). Con esta luz considera la intercesión de
María. En su Testamento escribe, después de haber recordado las
«gracias» de la Virgen: «Cantaré eternamente las misericordias de
María».
Es fácil, pues, intuir cómo los dos deseos están unidos entre
sí por esta perspectiva de «misericordia»: Dios es misericordioso y
la Virgen intercede por misericordia. L. Murialdo contempla la
acción de Dios y de la Virgen desde este punto de vista particular,
puesto que se siente necesitado de misericordia. En efecto, escribe
en el Testamento que su vida no es más que una vida de «pecados
y de ingratitudes». La misericordia es la verdad que compendia e
ilumina todo el misterio cristiano porque Dios es amor, amor que
da sin condiciones, amor, precisamente, de misericordia. Ésta es la
profunda convicción de L. Murialdo.

Mensaje

94
En el III tomo de los manuscritos, desde la pos. 538 hasta la pos. 573, hay algunos apuntes y
esquemas de pláticas sobre la Virgen. Cf. A. Marengo, Murialdo..., págs. 76-80.
95
Mss., t. III, pos. 573/3.
96
Mss., t. III, pos. 567/1.
97
Mss., t. III, pos. 562/2. Esta frase está tomada de la obra Mariale o De laudibus B.M.V. libri XII
(1,4) de Ricardo de S. Lorenzo, teólogo del s. XIII, citada por S. Alfonso De Ligorio, Preparación...,
pág. 284 (cap. XXXII, punto 1).
98
Mss., t. III, pos. 551/2. Hablando de la «omnipotencia» y la misericordia de la Virgen, L.
Murialdo, en sus escritos, se inspira en las siguientes obras de San Alfonso M. de Ligorio:
Preparación para la muerte, cap. XXXII, De la confianza en la protección de María Santísima y en
Las glorias de María, cap. I: Dios te salve, Reina y Madre de misericordia.

52
El mensaje del Testamento es de carácter eminentemente
religioso: es una profesión de fe en Dios «por la grandeza e
inmensidad» de su misericordia, un cántico de alabanza y de
acción de gracias a Dios por «su bondad y su generosidad», un
grito de confianza y de esperanza en «Dios tan bueno, tan paciente,
tan generoso». Dios-Padre, Dios-amor, Dios-misericordia, «Dios
bueno» (99) que ama a todos, incluso a los pecadores, es el mensaje
central del Testamento (100). Este mensaje sobresale, no sólo por la
narración de las «miserias» y del «perdón» de Dios, sino también
por el estilo con que se expresa L. Murialdo. En el Testamento hay
un juego constante de oposición entre Dios y L. Murialdo, entre la
misericordia de Dios y su ingratitud. Escribe: «... ¿qué veo en mi
vida? Por un lado, una cadena ininterrumpida de las gracias más
singulares, los más selectos beneficios de parte de Dios; y por otro,
¡una cadena no menos continua de pecados, ingratitudes y
negligencias de parte mía!». «Misericordia e ingratitud» son dos
notas del mismo acorde, son el motivo musical que se repite en
diferentes tonalidades en todo el Testamento. L. Murialdo define
su vida como: «la historia de tus [de Dios] misericordias y mis
ingratitudes»; «... yo huía y Él corría detrás de mí»; «a pesar de que
yo lo [a Dios] rechazaba, no me abandonaba, no me castigaba.
¡Más aún!, venía a buscarme, a atraerme hacia sí»; «¡Y tú, [oh
Dios], me soportaste siempre, me esperaste, me llamaste!; «El buen
Dios no me castigaba, me esperaba, me llamaba siempre» son
algunas expresiones de este contraste. Basta leer los fragmentos
Misterio de amor - Milagro de amor, Dios a mí y El hijo pródigo
para captar vivamente el dramatismo de esta relación con Dios.
Las ingratitudes de L. Murialdo hacen que resplandezca, de
manera más viva, la misericordia de Dios. Como en un cuadro,
constituyen las sombras que hacen que resalte más la luz. Dios es
el protagonista del Testamento: Dios «infinitamente bueno,
99
Además de «Padre» y «buen Padre», L. Murialdo generalmente llama a Dios en el Testamento «el
buen Dios».
100
Este mensaje brota de todo el Testamento, no sólo de algunas frases; tanto es verdad que si se
quisieran recoger todos los pasajes con que el Testamento expresa esta verdad, habría que volverlo a
copiar todo entero.

53
infinitamente misericordioso» que «perdona todo sino que todo lo
olvida».
El mismo L. Murialdo hace una síntesis de toda su vida a la
luz de Dios como Misterio de amor - Milagro de amor, y
reflexionando sobre La incomprensible gratuidad de los dones de
Dios escribe: «Veo que debería ser objeto de execración de Dios, y
- en lugar - me veo objeto del amor y de los beneficios de Dios», y
también: «No conozco ninguna otra historia o biografía en la que
resplandezca mejor la incomprensible gratuidad de los dones de
Dios» y el perdón es el primero de todos, fruto del amor: El buen
Dios me ha amado con amor eterno. L. Murialdo siente que está en
el centro de una historia de amor, de un «misterio de amor». El
mensaje del Testamento se puede resumir, por lo tanto, en la frase
que L. Murialdo cita del Manual de los pobres: «Así como Dios
está siempre y en todas partes, también siempre y en todas partes
es amor, siempre y en todas partes es misericordia, mensaje que es
la verdad central del cristianismo.

D. DATOS CRONOLÓGICOS (101)

1828 - 26 de octubre: Leonardo Murialdo nace en Turín. Hijo de


Leonardo Murialdo y Teresa Rho. Al día siguiente es bautizado en
la Iglesia Parroquial de San Dalmacio.
1833 - 15 de junio: muere su padre.
1836 - 27 de octubre: ingresa en el Real Colegio de las Escuelas
Pías de Savona donde asiste a las clases primarias, a los cursos de
gramática, de humanidades y al primer año de retórica. En el otoño
de 1842 empieza su «crisis».
1843 - septiembre: regresa a Turín. Confesión general con el Abad
Pullini. Asiste al curso de filosofía en el Colegio de S. Francisco de
Paula, dependiente de la Real Universidad.
1844 - primavera: decide hacerse sacerdote después de haber
escuchado un sermón sobre el infierno.
101
La presente nota aporta solamente los datos biográficos de S. Leonardo Murialdo que tienen
relación con el Testamento espiritual.

54
1845 - 6 de noviembre: recibe el hábito clerical en la Iglesia de
Santa Clara, de manos del Abad Pullini y se matricula en la
facultad Teológica de la Real Universidad de Turín.
1849 - 9 de julio: muere su madre.
1850 - 8 de mayo, se doctora en Teología en presencia del Ministro
de Educación Cristóbal Mameli. El día 21 de septiembre recibe el
orden del Subdiaconado de manos de Mons. Juan Ceretti en la
Iglesia de la Visitación.
1851 - 5 de abril: recibe el orden del Diaconado en la Iglesia de la
Visitación de manos de Mons. Ceretti. Del 11 al 19 de septiembre
hace los ejercicios espirituales con la confesión general con el Sac.
Durando. El 20 de septiembre, también en la Iglesia de la
Visitación, es ordenado sacerdote por Mons. Ceretti. El día 21
celebra la primera Misa en la Capilla de la Virgen de Loreto en la
Iglesia de S. Dalmacio. Empieza el apostolado entre los jóvenes de
la periferia turinesa, especialmente en los centros juveniles del
Ángel de la Guarda y de S. Luis.
1865 - 30 de septiembre: se encuentra en París en el Seminario de
San Sulpicio donde reside durante un curso escolar bajo la guía del
P. Icard.
1866 - 8 de octubre: regresa a Turín. El 13 de noviembre acepta la
dirección del Colegio Artigianelli fundado en 1849 por D. Juan
Cocchi, y dirigido entonces por el Teól. Berizzi. El Colegio se
encontraba al borde de una ruina económica.
1867- 12 de mayo: ingresa oficialmente en el Colegio Artigianelli
como Rector.
1872- 22 de agosto-14 de septiembre: va a Francia para participar
en el Congreso de Poitiers. También va a París para ver al P. Icard
y pedirle consejo sobre la fundación de la Congregación, pero no lo
encuentra. En diciembre el P. Icard es huésped de L. Murialdo en
el Colegio Artigianelli.
1873 - 19 de marzo: en la Capilla de S. José del Colegio
Artigianelli funda la «Congregación de San José» de la cual llega a
ser «Rector», y emite los votos religiosos.

55
1885 - 1 de enero-17 de febrero: primera enfermedad de bronquitis.
Confesión con el Teól. Blengio.
1887- 17-23 de marzo: segunda enfermedad de bronquitis.
1888 - 28 de enero-10 de marzo: tercera enfermedad de bronquitis;
17 de noviembre-4 de diciembre: cuarta enfermedad de bronquitis.
1889 - 11 de marzo-20 de abril: quinta enfermedad de bronquitis.
1890 - septiembre: el día 6 muere su hermano Ernesto y el 23 su
hermana Aurelia, últimos supervivientes de la familia.
1891 - 7-21 de marzo: sexta enfermedad de bronquitis. Participa a
los ejercicios espirituales de los hermanos del 7 al 13 de junio en
Bruere (Turín) como Director, y del 13 de agosto al 5 de
septiembre en Oderzo (Treviso) como Director y conferenciante.
Empieza a escribir el «Testamento espiritual».
1992 - 2 de enero-7 de febrero: séptima enfermedad de bronquitis.
1993 - 17 de abril: octava enfermedad de bronquitis.
1900 - 30 de marzo: muere en Turín.

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