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Sociedad y Lectura

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SOCIEDAD Y LECTURA.

LA IMPORTANCIA DE LOS MEDIADORES EN


LECTURA
1Pedro C. Cerrillo Torremocha Catedrático de Didáctica de la Lengua y la
Literatura(CEPLI. Universidad de Castilla La Mancha)
pedrocesar.cerrillo@uclm.es
La alfabetización es algo más que saber leer y escribir, y hoy, en el
siglo de las nuevas tecnologías, estamos obligados a facilitar el acceso
de los ciudadanos al mundo globalizado de la información, pero también
a prepararlos para manejarse, libre y críticamente, en él; y esto no es
posible sin competencia lectora. La lectura no es sólo el reconocimiento
de unos sonidos, de unas sílabas o de unas palabras en el conjunto de
un texto; las palabras pueden significar cosas muy diferentes, que sólo
un lector competente sabrá "leer" en cada momento. Debemos entender
la lectura, pues, como la capacidad de comprender e interpretar
mensajes, que posibilita –además–para dar opiniones y realizar valoraciones
de lo leído. Hoy es frecuente ver cómo se confunden “sociedad de la
información” y “sociedad del conocimiento”, que no son, en ningún caso,
conceptos sinónimos. La “información” es algo externo y rápidamente
acumulable por las personas, pero que puede ser “nada” si una persona no es
capaz de asimilarla, discriminarla, procesarla y enjuiciarla, y eso sólo lo faculta
la competencia lectora. El “conocimiento”, en cambio, es algo interno,
estructurado, que se relaciona con el entendimiento y con la inteligencia, que
crece lentamente y que puede conducir a la acción. Si el logro de la “sociedad
del conocimiento” es un objetivo de la sociedad, como dicen desde hace
tiempo muchos gobiernos, es imprescindible que lo sea también la
adquisición de la competencia lectora de todas las personas, pues es la
que va a hacer posible el acceso al “conocimiento”, no sólo a la
“información”. En el siglo XXI es más necesario que nunca un ciudadano
lector, competente y crítico, capaz de leer diferentes tipos de textos y de
discriminar la abundante información que se le ofrece a diario en diversos
soportes, es decir un ciudadano con competencia lectora, lo que le permitirá
abandonar el sistema de exclusión educativa, interpretar y enjuiciar ideas
pasadas y presentes, acceder críticamente a las “tics”, protegerse ante los
mensajes publicitarios indiscriminados o compartir emociones, sentimientos
y esperanzas con personas de otras culturas y otros territorios. Esa
competencia lectora es la que hará posible, además, el paso a la “competencia
literaria”, que es la competencia que permite a la persona ejercer la libertad de
la palabra y delas ideas, por medio de la que podrá construir significados
propios, que pueden ser contrarios a los que le son impuestos desde
cualquier instancia o institución. (Vid. Sánchez Corral, 2007: 93).Para lograrlo,
son necesarias intervenciones institucionales decididas y duraderas que
desarrollen y atiendan programas de promoción lectora a los que tengan
acceso todos los ciudadanos, convirtiendo la lectura en un asunto de política
de gobierno, con participación de todas las administraciones, de manera que se
logre, en un tiempo razonable, generar un clima social que la favorezca y
desarrolle, así como crear conciencia de su valor social y modificar las
actitudes de la población hacia ella, hacia los libros y hacia los lectores.
Aunque no estoy del todo de acuerdo con Alberto Manguel (2002: 2), una parte
de razón sí tiene cuando dice que: Nuestras sociedades no creen en la
importancia del acto intelectual. Los gobiernos tienen mucho miedo... Es
muy difícil gobernar a un pueblo que lea y cuestione las cosas. Por
desgracia, la historia –en muchas ocasiones–ha confirmado las palabras de
Manguel: las hogueras de libros, la persecución de ciertas ediciones, los
índices inquisitoriales de libros 1Conferencia leída en la Fundación Gubelkian
de Lisboa, en enero de 2009.

2prohibidos, la persecuciones fundamentalistas de escritores críticos, el


secuestro de libros... Para algunos de quienes han ostentado el poder ha
sido una tentación limitar, condicionar, controlar o prohibir el acceso a los
libros que pudieran ser sospechosos de contradecir al gobernante, por
ser portadores de críticas o subversiones. Todo ello puede hacernos pensar, al
menos a veces, que no se pone toda la voluntad necesaria para intervenir de
verdad en la mejora de los índices lectores de la población. Quizá podríamos
preguntarnos si es legítimo "intervenir" (es decir, mediar) en la actitud lectora
de los ciudadanos, siendo ésa una elección personal. Creo que sí es legítimo y
conveniente intervenir, como también lo es la intervención institucional en
otras actitudes o hábitos: la conducción temeraria, el consumo de alcohol
y tabaco o la conservación de la naturaleza. La bondad de esas
intervenciones la corroboran los beneficios de esas prácticas. La lectura fue
antaño una actividad minoritaria que discriminaba a las personas; pero
hoy debiera considerarse un bien “de primera necesidad”, al que tienen
derecho todos los ciudadanos. Ser alfabetizado es un derecho universal de
todas las sociedades, porque el valor instrumental de la lectura “competente”
permitirá a los ciudadanos participar, autónoma y libremente, en la “sociedad
del conocimiento”. El logro de este objetivo exige, sin duda, la intervención de
mediadores en lectura sólidamente formados y con los medios
necesarios para cumplir dignamente su responsabilidad, porque son
quienes van a propiciar el contacto de los lectores con los libros desde las
primeras edades. La lectura hay que entenderla como un acto plenamente
social, que está muy relacionado con el contexto cultural más cercano a
las personas, con capacidad para liberar ataduras e imposiciones: Los más
optimistas habrán llegado a pensar que la represión política y cultural y la
autarquía moral son cosas ya del pasado. Pero son cosas que, además
de residir todavía en nuestro presente actual, se han transmutado en la
democracia en otra serie de presiones y, por qué no, de represiones
contemporáneas (...) Ahí está, entre otros variados aparatos represivos u
opresivos de la sociedad del mercado, el discurso publicitario para
demostrar, como persuasor textual modélico, que vivimos en una ilusión
fabricada –en un sueño, en una ambición, etc.–y no en una realidad
autónoma, puesto que, como es bien sabido, la publicidad, más que vender
productos compra clientes, para lo cual obviamente ha de vendernos
deseos de consumir y deseos de exhibir lo consumido. Esto es, el
mercado nos induce a la necesidad de presumir como si se tratara de
lo que los sociólogos denominan «necesidad primaria». (Sánchez Corral,
2007: 90).El lector no nace, se hace; pero el no lector también: nos hacemos
lectores o no lectores con el paso del tiempo, a lo largo de un proceso
formativo en el que interviene el desarrollo de la personalidad y en el que
vivimos experiencias lectoras motivadoras y desmotivadoras, casi siempre en
dos únicos contextos, el familiar y el escolar. Para bien mediar en ese
proceso formativo que puede conducir a las personas a ser lectores, se
debe intervenir desde los tres ámbitos clave de la lectura: a)La familia: el
entorno más inmediato en que transcurren los primeros años de la vida
y el lugar idóneo para el descubrimiento de la palabra por medio de la
oralidad; un ámbito que no conlleva el aprendizaje de la lectura de
las palabras escritas, y en el que la responsabilidad es de los padres.
b)La escuela: un ámbito de obligatorio cumplimiento, en el que se aprende a
leer las palabras escritas y se empieza a entender el significado de esas
palabras. Es el ámbito de la primera lectura comprensiva. La responsabilidad
es de los docentes, pero sin que los padres deban permanecer totalmente
al margen.

3c)La biblioteca: a diferencia de los anteriores, es un ámbito indirecto, porque


el acceso a ella es, y debe ser, voluntario, aunque el acceso a la
biblioteca puede realizarse en busca de lecturas placenteras (ocio) o en
busca de lecturas instrumentales (estudio), pero siempre por iniciativa propia.
La responsabilidad es de los bibliotecarios. La biblioteca es patrimonio de una
comunidad; en ella los lectores aprenderán a compartir y respetar los
bienes comunes: libros y otros materiales a disposición de todos los usuarios.
EDUCACIÓN Y LECTURA PARA TODOS. LA FIGURA DEL MEDIADOR
Durante siglos se trató de garantizar el mantenimiento del privilegio de la
educación para los bien nacidos. Los libros se preservaban por medio de
copias hechas a mano, una a una, por escribas o monjes copistas, al
servicio de reyes, papas, monasterios ricos, nobles. Las bibliotecas eran de
los poderosos. El dominio de la escritura y de la lectura o el acceso a la
educación, también.(Machado, 2007: 50).A partir del siglo XVIII se fue
extendiendo el convencimiento de que la educación era necesaria para
todos, reivindicándose la igualdad de oportunidades, algo que no siempre ni en
todos los lugares se ha logrado, y que, todavía hoy, sigue siendo muy
difícil, pues son necesarios mediadores capacitados y con recursos
suficientes para intervenir con eficacia. En la creación de hábitos lectores,
sobre todo en los periodos de la infancia y la adolescencia, es muy
importante la figura del mediador, papel que suelen cumplir adultos con
perfiles específicos (padres, maestros, educadores sociales, trabajadores
sociales o bibliotecarios, aunque, en buena lógica, deberíamos considerar
también como tales a los editores, a los autores oa los libreros). Y es
importante porque en la infancia y en la adolescencia los lectores tienen niveles
diferentes y progresivos en sus capacidades de comprensión lectora y
recepción literaria; por eso, es necesario el mediador, como puente o enlace
entre los libros y esos primeros lectores que propicia y facilita el diálogo entre
ambos. En esos casos, el mediador cumple el papel de primer receptor del
texto, siendo el lector infantil el segundo receptor, algo que se da en la
Literatura Infantil, porque es una literatura que se dirige a unos lectores
específicos. En Literatura Infantil, pues, el mediadores, casi siempre, el
primer receptor de la obra (vid. Lluch, 2003: 28), que facilitará ideas y
caminos para realizar las lecturas, también para elegirlas, porque el
destinatario de las mismas es todavía un ser en desarrollo, con poca
experiencia de contacto consciente con los textos literarios(su experiencia se
suele limitar a la literatura oral),y con una pequeña competencia enciclopédica.
No todo el mundo cree en la conveniencia de que exista ese mediador,
ya que la decisión final en la elección de un libro la debe tener siempre el
lector, pero creo que no es desdeñable una intervención mediadora que, con
conocimiento de causa, aporte soluciones ante las dudas y facilite, en lo
posible, la decisión en la elección de la lectura adecuada. El mediador, sobre
todo si es docente, no debe olvidar que hacer lectores en el ámbito
escolar tiene una serie de dificultades, cuyo conocimiento le ayudará a
superarlas en muchos momentos; las causas que provocan esas
dificultades son variadas: desde el aprendizaje de los mecanismos lecto-
escritores como una actividad mecánica, sin la necesaria atención a los
aspectos comprensivos, hasta la excesiva "instrumentalización" escolar de
la lectura, pasando por las diferencias en los niveles de adquisición de la
lengua de expresión y en experiencias lectoras previas de los alumnos, o
por la consideración social de la lectura como una actividad seria
"aburrida", o por la falta de ambiente de lectura en el entorno extraescolar del
niño. a) La formación del mediador en lectura El problema nos lo encontramos,
en más ocasiones de las deseadas, en la formación de los mediadores. No
quisiera ser excesivamente pesimista, pero al acabar sus estudios
reglados ni profesores ni bibliotecarios tienen una formación específica
para ejercer la mediación lectora en buenas condiciones. Veamos por
qué: en lo que se refiere a los bibliotecarios, la formación
institucionalizada que se les da les faculta para desarrollar actividades como
la catalogación, la documentación o la organización de la biblioteca, pero no
para intervenir en el proceso de lectura,

4en el análisis de textos o en la selección de un canon de lecturas


juveniles, por ejemplo. ¿Y los profesores? (Vid. Cerrillo, 2007: 82-97): el
sistema universitario actual prepara a maestros y filólogos, es decir a
los futuros profesores de Primaria, Secundaria y Bachillerato,
proporcionándoles una formación, en lo que a lectura se refiere, que les
capacita, en el caso de los maestros, para que enseñen a leer pero no
para que creen y formen lectores, quedando esta formación a expensas
del empeño individual y la voluntad posterior de quienes tienen más
inquietud, ya que el maestro actual puede tener conocimientos suficientes de
organización escolar, de didáctica general, de legislación educativa o de
psicología evolutiva, pero no los tiene ni del acto de leer, ni de lenguaje
literario, ni de análisis de textos, ni de Historia de la Literatura. En el caso de
los filólogos, pueden terminar sus estudios con conocimientos de Historia
de la Literatura, de comentario de textos, de lingüística o de gramática, pero
no suelen saber nada ni del proceso lector, ni de Literatura Infantil y Juvenil, ni
de Didáctica de la Literatura. El mediador en lectura debe formarse a lo largo
de un proceso largo, organizado, coherente y comprometido, en el que se
unirán conocimientos generales y específicos, competencias profesionales,
espíritu crítico, capacidad para la intervención comunicativa, creatividad,
criterios socializadores, humanismo y, hoy también, capacidad para entender y
atender la diversidad cultural. Este proceso, que sólo la voluntad del propio
mediador puede llegar a cumplir en su totalidad, es el que hará posible que
reúnalas actitudes, aptitudes y requisitos que debieran ser exigibles para
desarrollar la labor de mediación lectora, y que, aunque pudieran parecer
obvios, deben saberse: A)Ser un lector habitual, convencido de las bondades
de la lectura. B) Conocimiento del grupo y capacidad para promover su
participación. C) Una cierta dosis de imaginación y creatividad. D) Creer
firmemente en su trabajo de mediador: compromiso y entusiasmo. E)
Capacidad para acceder a información suficiente y renovada. F)Conocimiento
del contexto de procedencia de los destinatarios de sus intervenciones
mediadores. G)Poseer una mínima formación literaria, psicológica y
didáctica, que le posibilite, entre otros, conocimientos sobre:El proceso
lector y las habilidades que facilitan la lectura. Un cierto canon de lecturas
literarias: obras que pueden ser iniciáticas en la formación literaria del niño,
al margen de las lecturas escolar es que forman parte del currículo. La teoría
y la práctica de técnicas y estrategias de animación lectora. La Literatura
Infantil y sus mecanismos editoriales. La contextualización histórica de la
Literatura Infantil. La evolución psicológica del individuo en su relación con la
lectura.T odo ello sin olvidar que para hacer lectores no existe mejor medicina
que los buenos libros, seleccionados por su capacidad para transmitir
mensajes expresados con corrección lingüística y calidad literaria, y por
su capacidad para emocionarnos o para hacernos vibrar, sentir, soñar o
compartir.La labor del mediador en la selección de lecturas esmuy
importante porque poneen contacto ellibro que considera adecuado con sus
potenciales lectores, entendiendo que, siempre, la última palabra en la
elección debería tenerla el lector. Lo que sucede es que el análisis que
el mediador haga de las características de un libro, puede condicionar
laedad recomendada en el propio libro por la editorial.Pero ¿dónde puede
un mediador adquirir la formación que precisa?Ya hemos comentado
quees difícil encontrar estudios de “grado” por medio de los que la Universidad
(aunque me refiero a la española, no creo que sea muy diferente en otros
países) forme profesionales de esas características. Tampoco parece que
con la reforma “Bolonia” la situación vaya a cambiar.Pese a todo, en los
últimos años, algunas universidades, con la colaboración de otras instituciones,
ofrecen

5algunas posibilidades formativas en estudios universitarios de postgrado


o en programas de formación complementaria(las universidades de Castilla
La Mancha, Autónoma de Barcelona, Alcalá de Henares, Valencia o
Extremadura).b) El mediador y el entorno socialLa escuela puede lograr que
los niños asuman que leer es importante, pero difícilmente podrá
conseguir que la lectura sea una alternativa de ocio para ellos. Además, la
lectura escolar es una lectura lastrada por su inclusión en un área como
la que representa la unión de “Lengua y Literatura” y por la “prescripción
lectora”, lo que la convierte en una lectura claramente instrumental: los
escolares, que queremos que pronto y durante mucho tiempo sean lectores,
deben enfrentarse a unos textos en los que se ejemplifican nociones y
conceptos morfológicos, sintácticos y léxicos, o conocimientos y valores
programados en el periodo educativo que corresponda, siempre en detrimento
de los valores literarios de esos textos. No es extraño que esosescolares huyan
de la lectura en cuanto ésta no es una actividad obligada para ellos.
Sobre este asunto ya se expresó Lázaro Carreter hace muchos años:El niño
no se acerca al libro como al juego, al circo o al deporte;no existe entre sus
apetencias (...) Sus primeros contactos con ellibroson de vencimiento de
obstáculos; primero, el de descifrar los signos gráficos y el de relacionarlos con
el significado del léxico y del discurso; después, el de la comprensión de
los distintos saberes... Con el libro detexto, los muchachos, en rigor, no
leen, sino que aprenden. No es raro que este esfuerzo les disuada del
camino de la lectura (...) No creo apenas en el lector espontáneo; los que
solemos tenernos por tales hallaremos en los orígenes de nuestra afición, si
recapacitamos, estímulos y contagio.(Lázaro Carreter, 1984: 7).El mediador (en
el ámbito que sea) es quien fomentará las primeras tendencias lectoras,
consolidándolas con las estrategias más adecuadas en cada momento.Su
trabajo es esencial, pero también complejo (sobre todo en el ámbito escolar),
entre otras razones porque deberá trabajar con lecturas de diverso tipo, con las
que pretenderá lograr diversos objetivos: información, instrucción, diversión,
imaginación, etc., lo que no deja de provocar ciertas confusiones.Además,se
encontrará con la competencia, a veces desleal, de actividades y
prácticas de ocio, muy extendidas en el conjunto de la sociedad,que
tienen en su pasividad elprincipal reclamo: la televisión, los juegos
electrónicos o las nuevas tecnologías provocan una fascinacióninmediata con
la que el ejercicio de la lectura, con lo que tiene de voluntario, individual,
esforzado o silencioso, difícilmente puede competir. El auge de los medios
audiovisuales y la poderosa irrupción de las nuevas tecnologías han favorecido
un cambio de modelo cultural: de la supremacía de una cultura
alfabética, textual e impresa, se ha pasado a la supremacía de una
cultura de imágenes audiovisuales, lo que ha provocado ciertos cambios en
los usos del lenguajey en las capacidades de razonamiento.Y, sin embargo, la
historia nos dice que ha sido la práctica de la lecturala que ha aportado a los
hombres capacidad para interpretar, elegir, debatir y criticar. Los
mediadores y los educadores son los primeros que lo deben tener en cuenta,
pero no debieran ser los únicos: la sociedad –a través de sus instituciones–
tiene que formarlos adecuadamente y proporcionarles los medios
necesarios para cumplir dignamente esa responsabilidad. No sería bueno
–creo yo–que las sociedades desarrolladas, justificándose en la revolución
tecnológica, renunciaran ala extensión de la práctica lectoraa todos los
ciudadanos,y con ellaa su preparaciónno sólo para el trabajo, sino también
para la viday para todo lo que en ella van a encontrar. A MODO DE
CONCLUSIÓNNinguna persona, en ningún lugar del mundo, nace
sabiendo hablar, leer o escribir, ni aprende solo cualquiera de esas
habilidades, ya que las tres necesitan ser enseñadas y aprendidas,
porque, como bien dice Ana Mª Machado(2007: 49):

6Leer no es natural. Más aún, hablar y conversar no son actos


naturales, sino culturales (...) El lenguaje articulado no es un fenómenos de la
naturaleza sino de la cultura, del grupo social. Principalmente el lenguaje
simbólico, que va más allá de la mera indicación concreta y trabaja con
abstracciones. Pura cultura. Si nadie enseña, nadie aprende.De ahí, la
importancia que tienen los mediadores en lectura, también después del
momento en que se aprenden los mecanismos técnicos de la lecto-escritura.
De todos modos, la Lectura, necesita una profunda reflexión en este
tiempo de grandes cambios sociales, porque a la lectura literaria, la que
tiene en el libro su soporte esencial, le acompañan ahora otras lecturas,
electrónicas unas, icónicas otras y mediáticas otras más, que son, en
principio, más asequibles, porque no necesitan el recorrido de un camino previo
largo, voluntario y, en ocasiones, difícil y esforzado, y que son
enormemente atractivas para los niños y los adolescentes. Solo el lector
competente(es decir aquel que tiene capacidad para discriminar,
reflexionar y opinar sobre lo leído) podrá acceder a todas esas lecturas en
buenas condiciones.Si los gobiernos totalitarios siempre han visto peligrosa
para sus interesesla lectura literaria, por lo que aporta de libertad y de
capacidad crítica a sus lectores, la práctica exclusiva de esos nuevos tipos
de lecturas (que suelen denostarla lectura literaria), conllevaotros peligros
para las sociedades desarrolladas y democráticas, que debieran preocuparnos
a todos, también aquienes las gobiernan, porque pueden empobrecer cultural y
lingüísticamente a sus ciudadanos, restringiéndoles sus capacidades para la
reflexión, el juicio crítico y el pensamiento autónomo.Además, que nadie crea
que las nuevas tecnologíasson neutras o inocentes: “chatear”, por ejemplo, no
es sólo una forma de comunicación, sino que exige –quizá impone–un
nuevo lenguaje y, con él, un nuevo lector. Georges Steiner(2000: 64)ha
señalado que nunca tanta información ha generado menos conocimiento.
No podemos confundirnos: internet es una excepcional manera de
democratizar elacceso a la información que hace posible, además, la
adquisición de nuevos conocimientos, pero es una lectura “instrumental”; como
dice Ana Mª Machado(2002:36):No es una forma de adquirir sabiduría.
Para la transmisión de la sabiduría se exige otro proceso, en el que decidir
no depende de una opción entre otras del menú, de una preferencia por “esto
o aquello”, sino de una comparación entre “esto y aquello”, con análisis de
argumentos, oposición de contrarios, encadenamiento lógico que lleve a
conclusiones, etc. Un proceso complejo...El concepto de “alfabetización” hoy
ha cambiado:al aprendizaje de los mecanismos lectoescritores hay que
sumarle la competencia lectora, que es la competencia que permitirá al
lector leer diversos tipos de textos (escolares, instrumentales,
informativos, literarios,...), en situaciones diversas y en códigos diferentes
(verbales, icónicos, audiovisuales,...), siendo capaz de discriminar, reflexionar y
opinarsobre lo leído.Por otro lado, no sería justificable que el pensamiento
“globalizador”, tan difundido por muchos medios de comunicación, llevara a
las sociedades actuales a dilapidar sus patrimonios culturales, en los que
los textos escritos han ocupado el mayor espacio de sus historias
literarias, pero en los que los materiales literarios orales han sido una parte
muy importante del imaginario de cada colectividad. En esos materiales
orales hay un fondo común, sin duda, delque forman parte cuentos, mitos,
leyendas, canciones escenificadas, nanas o trabalenguas, pero hay también un
fondo particularizado nada desdeñable:...Materiales de ficción que configuran el
espacio de la literatura oral(...)y que constituyen el patrimonioinmaterial de los
pueblos. (Janer Manila, 2007: 16).Este patrimonio inmaterial (de carácter
folclórico y etnológico) que forman los textos literarios orales caracterizan
una parte importante de la cultura de una sociedad; aunque su sustento sea la
memoria, no debiera renunciarse a su consideración como objeto de
conocimiento.

7La suma de las experiencias que se derivan de los diversos tipos de


lecturas ayudará a la formación del espíritu crítico del lector, porque se
acostumbrará a elegir, a formarse opinión propia, a entender y explicar lo
que es y lo que siente, lo que sucedió en otro tiempo y lo que le
hubiera gustado que nunca sucediera. Se sentirá, de algún modo, con
capacidad para ejercer el juicio crítico con libertad.Para lograrlo, o al menos
para intentarlo, la sociedad–por medio de sus instituciones–tiene que asumir
la responsabilidad de capacitar a los mediadores en
lectura:formándolos adecuadamentey proporcionándoles los medios
necesarios para cumplir dignamente su responsabilidad,porque
laLECTURA debe ser entendida como una responsabilidad social,no solo
escolar, pues está relacionadacon el contexto cultural más cercano a las
personas, con especial influencia–además–en las primeras edades; no
debemos olvidar que la lectura puede llevarnos al conocimiento y el
conocimiento hace que una sociedad sea más justa y, sobre todo, más
libre.REFERENCIAS
BIBLIOGRÁFICASCerrillo, Pedro C. (2007): Literatura Infantil y Juvenil y
educación literaria. Barcelona: Octaedro.Janer Manila, Gabriel (2007):
“Literatura oral y ecología de lo imaginario”. En Oheee, 3, 14-31.Lázaro
Carreter, F. (1984): “El deseo de leer”, en ABC, 12 de febrero, p. 7.Lluch,
Gemma (2003): Análisis de narrativas infantiles y juveniles. Cuenca:
Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha.Machado, Ana Mª (2002):
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Alberto (2002): Entrevista en Babelia, El País, 12 de enero, 2-3.Sánchez
Corral, Luis (2007): “Lectura e identidad: ¿Es posible la educación
literaria?”. En VV.AA.: Literatura Infantil, nuevas lecturas y nuevos lectores.
Cuenca: Ediciones de la Universidad de Castilla La Mancha, pp. 83-
96.Steiner, Georges (2000): La barbarie de la ignorancia. Barcelona:Taller de
Mario Muchnik

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