Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Ultimos Ya Bolla Dos

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1de 214

Últimos y abollados

Violencias y vulnerabilidades
en San Martín
Últimos y abollados: Violencias y vulnerabilidades en San Martín /
José Garriga Zucal... [et al.]; compilación de José Garriga Zucal;
Inés Mancini; Evangelina Caravaca. - 1a edición.
San Martín: UNSAM EDITA, 2023.
Libro digital, PDF
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-8938-35-6
1. Sociología. 2. Pandemias. 3. Violencia de Género.
I. Garriga Zucal, José, comp. II. Mancini, Inés, comp.
III. Caravaca, Evangelina, comp.
CDD 303.490982

© 2023 Evangelina Caravaca


© 2023 José Garriga Zucal
© 2023 Inés Mancini
© 2023 unsam edita de Universidad Nacional de San Martín

unsam edita
Edificio de Containers, Torre b, pb
Campus Miguelete
25 de Mayo y Francia, San Martín (b1650hmq),
provincia de Buenos Aires, Argentina
unsamedita@unsam.edu.ar
www.unsamedita.unsam.edu.ar

diseño de la colección: Laboratorio de Diseño (DiLab.unsam)


tipografía: Karmina y Karmina Sans, Typetogether
fotografías de interior: Facundo Nívolo, Maximiliano Reynoso
y Federico del Castillo

Editado en la Argentina.
Prohibida la reproducción total o parcial, incluyendo fotocopia,
sin la autorización expresa de sus editores.
Evangelina Caravaca
José Garriga Zucal
Inés Mancini
(Comps.)

Últimos y abollados
Violencias y
vulnerabilidades
en San Martín
índice

9 INTRODUCCIÓN
Evangelina Caravaca, José Garriga Zucal e Inés Mancini

21 Primera parte
Actores y roles comunitarios

23 CAPÍTULO 1
“Quedate en tu barrio”. Los espacios y la pandemia
Inés Mancini, Evangelina Caravaca y Lola González Plaza

39 CAPÍTULO 2
“Nos ganaron la calle”. Transas y chorros en los barrios
Ana Beraldo

65 Segunda parte
Fuerzas de seguridad

67 CAPÍTULO 3
Más allá del cuidado. Policías en la pandemia
Federico del Castillo y José Garriga Zucal

83 CAPÍTULO 4
¿Proximidad o invasión?
Gobierno y pacificación policial
José Garriga Zucal y Joaquín Zajac
101 Tercera parte
Violencias de género y pandemia

103 CAPÍTULO 5
Desde abajo, percepciones de un problema público
Violeta Dikenstein, Pastora Echagüe
y Guadalupe González Campaña

127 CAPÍTULO 6
Violencias entrecruzadas. Tres estudios de caso
Romina Rajoy

149 CAPÍTULO 7
La perspectiva de los agresores
Martín Hernán Di Marco

171 Cuarta parte


Medios de comunicación

173 CAPÍTULO 8
Noticias locales en pandemia
Brenda Focás y Lucio Rodrigues La Moglie

189 CAPÍTULO 9
Entre lo local y lo zonal,
prácticas periodísticas en San Martín
Martín Recanatti, Eliana Ferradás,
Francisca Maldonado Zabala

209 Sobre los autores


INTRODUCCIÓN
Evangelina Caravaca, José Garriga Zucal e Inés Mancini

Estamos ante un rompecabezas incompleto. Aquí, proponemos encas-


trar algunas piezas que nos permiten conocer una porción de nuestra
sociedad. Las piezas que presentamos en este libro iluminan fragmentos
del partido de General San Martín, al mismo tiempo que dan pistas para
comprender las violencias entre los sectores más vulnerables de nuestra
sociedad. Nos interesa pensar qué pasó en el partido de San Martín en-
tre los actores más vulnerados (vulnerabilizados)1 durante la pandemia.
El lente de nuestras investigaciones hace zoom en dos especificidades.
Primero, sobre el Área Reconquista, una de las más golpeadas –abolladas–
del partido, ubicada en su “fondo”, en su zona liminal, en los márgenes
del río Reconquista. Son los últimos vecinos; últimos geográficamente y
también, socialmente. Nos interesa pensar en estos últimos y abollados
para reflexionar qué pasó durante la pandemia.
La Universidad Nacional de San Martín (UNSAM), anclada y atada al
devenir histórico de su territorio, contribuye de formas diferentes al conoci-
miento del área en la cual está emplazada. Y en sintonía con esto, desde 2015
el Núcleo de Estudios sobre Violencias (NEV) focaliza sus análisis mayori-
tariamente en la territorialidad del partido de San Martín. Desde su inicio,
las líneas de investigación del NEV han recorridos los estudios sobre vio-
lencias, los análisis de la inseguridad, la prevención del delito, el activismo

1. Sucintamente, diremos que la vulnerabilidad es una condición producto del resultado de la desigual
distribución de recursos económicos y simbólicos. No existen, entonces, actores vulnerables per se;
existen actores que son vulnerables por las condiciones sociales que los condicionan.

9
Últimos y abollados

y la movilización de víctimas, la regulación de la conflictividad, entre otros.


En este marco, un interrogante organiza la investigación de nuestro equipo
desde hace varios años: ¿Cómo se vinculan diferentes manifestaciones de
la violencia y la vulnerabilidad en la Argentina? Y, en este libro, la relación
entre violencias y vulnerabilidad se complementan con una pregunta por la
pandemia: ¿qué sucedió en términos de violencias y vulnerabilidades con el
COVID-19 por estos lares?
Esta publicación aborda las experiencias de habitantes y trabajadores
de San Martín, en especial del Área Reconquista en relación con los efectos
de la pandemia COVID-19, en general. Y, en particular, la investigación nos
convocó a pensar tanto en las transformaciones como en las continuidades
que la pandemia produjo en la relación entre la segregación espacial y las
violencias. Los interrogantes que guían este volumen están vinculados a
una investigación financiada por la Agencia Nacional de Promoción de
la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación.2 En este libro,
entonces, ponemos en juego los resultados de este trabajo colectivo para
reflexionar sobre las relaciones entre violencias y vulnerabilidad, pregun-
tándonos qué cambió y qué no lo lo hizo con la pandemia COVID-19.

El Área Reconquista: última y abollada

El Área Reconquista es un conglomerado urbano ubicado en la localidad de


General San Martín, compuesto por un conjunto de barrios3 linderos al río
Reconquista; de allí el nombre que lo identifica. Acorde a los últimos datos cen-
sales disponibles,4 la población del área alcanzaba un total de 66.015 habitantes,
lo que representa aproximadamente el 16% de la población dentro del partido
de San Martín, el cual –según datos censales disponibles– cuenta con 414.196
habitantes, aproximadamente. A continuación, pondremos en relación algunos
datos sociodemográficos disponibles del Área Reconquista con aquellos que

2. Proyecto PISAC-Covid “Fuerzas de seguridad, vulnerabilidad y violencias. Un estudio interdisciplina-


rio, multidimensional y comparativo de las formas de intervención de la fuerzas de seguridad y policías
en contextos de vulnerabilidad en la Argentina post pandemia” (2021-2022).
3. Los barrios que integran el Área Reconquista son los siguientes: Barrio UTA, Lanzone, Villa Hidalgo,
La Cárcova, Independencia, Libertador, 9 de julio, Sarmiento, Costa Esperanza, 8 de Mayo, Costa del
Lago, 13 de Julio y Los Eucaliptos.
4. Los datos disponibles corresponden al Censo Nacional de Población de 2010.

10
INTRODUCCIÓN

Mapa 1. Barrios que integran el Área en el partido de San Martín, provincia de Buenos Aires

Fuente: elaborado por el LabUrA de la UNSAM

refieren a la ciudad de San Martín. De este modo, intentamos dar cuenta de un


panorama de las vulnerabilidades propias de este espacio (Mapa 1).
Según datos disponibles del INDEC,5 en la ciudad de San Martín el 6,7%
de los hogares presenta Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), pero si nos
enfocamos especialmente en los barrios que integran el AR se supera am-
pliamente ese promedio –de hecho, triplica ese número–, lo que da cuenta
de que la mayoría de sus habitantes vive en situación de extrema pobreza
(INDEC, 2010). Específicamente, los datos estadísticos disponibles nos per-
miten reconocer que, en once de los trece barrios, entre el 10% y el 26% de
los hogares tiene NBI. Pero, en particular, en el Barrio 13 de julio ese número
alcanza a un 60% de sus habitantes. Con todo, es posible afirmar que el Área
Reconquista, en su diversidad, se encuentra signada por el hacinamiento, el
déficit estructural, el aislamiento urbano, el riesgo ambiental y otras carac-
terísticas que degradan la calidad de vida de sus vecinos. Entonces, el área se

5. Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC), Argentina.

11
Últimos y abollados

destaca como un espacio social y urbano privilegiado para la investigación


social sobre violencias y vulnerabilidad.
Para dar cuenta de las condiciones de vulnerabilidad del área, es im-
portante mencionar que solo el 53,48% de los hogares de la localidad
de San Martín poseían red de desagüe cloacal (INDEC, 2010), a pesar
de pertenecer a la primera corona de la región metropolitana. El Área
Reconquista de San Martín es una de la menos servidas y, en los barrios,
la mayoría se encuentra por debajo del 3%, con la excepción del barrio
Sarmiento, con el 44% de los hogares conectados a la red, seguramente
beneficiado por la particularidad de su entorno con un alto nivel de con-
solidación. Por otro lado, en el partido, el 3% de los hogares presenta haci-
namiento, esto es, más de tres personas por cuarto (INDEC, 2010). En los
barrios estudiados, se supera el promedio del partido, con algunos, como
13 de Julio, con un 28%, y 8 de Mayo y Costa del Lago, con el 16% de los
hogares con hacinamiento. En todos los barrios, los porcentajes son de los
más altos del Gran Buenos Aires. Finalmente, es importante dar cuenta de
que la mayoría se encuentran en un nivel medio alto de riesgo ambiental,
donde agua, suelo y aire presentan indicadores de contaminación, con
directas afectaciones a la salud.

Las violencias en el área: donde mueren los últimos

Para analizar las violencias en el Área Reconquista, nos valemos de dos


tipos de datos diferentes. Por un lado, abordaremos datos estadísticos con
el objetivo de analizar cómo las violencias se concentran en esta área. Para
ello, mostraremos cómo se distribuye desigualmente la tasa de homicidio, de
heridos por arma de fuego y heridos por arma blanca. Por otro lado, analiza-
remos los datos del trabajo de campo realizado durante el 2021 en esta zona
para dar cuenta de cómo los vecinos y policías interpretan las formas de la
violencia y sus posibles modificaciones durante la pandemia.
Entonces, comenzaremos por el análisis de los datos cuantitativos.
Según el Sistema Nacional de Información Criminal (SNIC), los hechos de
violencia potencialmente letales que no llegan a tener consecuencias mor-
tales –por ejemplo, los heridos por armas de fuego– aumentaron de manera
significativa en toda la provincia de Buenos Aires entre 2019 y 2020. En
efecto, en 2019, hubo 1555 casos, lo que arroja una tasa de 8,95 por cada

12
INTRODUCCIÓN

Gráfico 1. Heridos de arma de fuego. Total provincia de Buenos Aires y Gral. San Martín
(tasa cada 100.000 habitantes)

Fuente: elaborado por Gabriel Rivas en el marco de esta investigación con datos provistos por el Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

cien mil habitantes. En 2020 hubo 2238 casos; es decir, una tasa de 12,75
por cada cien mil habitantes. Mientras tanto, en San Martín, la cantidad de
heridos con armas de fuego disminuyó en ese mismo período. En 2019 hubo
132 (lo que arroja una tasa cada 100.000 habitantes de 31,14) y en 2020 hu-
bo 92 (21,86 de tasa cada 100.000). Pero, como se ilustra, la tasa de heridos
de arma de fuego resulta ser más alta en San Martín que a nivel provincial
(pcia. de Buenos Aires) (GRÁFICO 1).
Por otro lado, en el caso de los homicidios dolosos, los datos resultan ser
diferentes. Mientras que en toda la provincia de Buenos Aires los homicidios
permanecieron estables entre 2019 y 2020, en General San Martín subieron
y de forma muy significativa. A nivel provincial, la variación de la tasa cada
100.000 habitantes fue de 5,2 a 5,3. En cambio, en el partido en 2019 murie-
ron 37 personas en homicidios dolosos y 43 en 2020. La tasa de homicidios
dolosos aumentó de esta forma un 16% (gráfico 2).
Según los datos que hemos podido analizar, de las 37 víctimas de
homicidios dolosos en General San Martín en 2019, siete de ellas eran
mujeres. Particularmente, tres de ellas murieron asesinadas en casos
de femicidio; dos, presumiblemente, en casos de enfrentamientos entre
bandas delictivas; y otras dos, por balas perdidas en situaciones de enfren-
tamiento indeterminadas. Durante el mismo año, fallecieron seis varones

13
Últimos y abollados

Gráfico 2. Homicidios dolosos. Total provincia de Buenos Aires y Gral. San Martín

Fuente: elaborado por Gabriel Rivas en el marco de esta investigación con datos provistos por el Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

en homicidios en ocasión de robo. Uno de ellos, víctima del robo de su


automóvil, y, otro, cuando quiso interferir en el robo que sufría una veci-
na. Los otros cuatro asesinados en ocasión de robo son los denominados
delincuentes u ofensores (aparecen, a veces, en las estadísticas policiales
denominados como caco6 muerto), tres de ellos asesinados por miembros
de las fuerzas de seguridad que intervinieron ante el supuesto delito. El
resto de los homicidios dolosos de varones de 2019 (24) son “homicidios
simples”, enmarcados en dos grandes rubros: “conflictos interpersonales”
y “disputas territoriales”.
En el caso específico de los 43 homicidios dolosos ocurridos durante
el 2020, fallecieron cuarenta hombres y tres mujeres. Dos de ellas fueron
asesinadas por sus parejas o ex parejas en casos de femicidio. La tercera
murió junto a dos varones en una balacera que dejó múltiples heridos y
que obligó a una intervención policial en el barrio Loyola cercano al Área
Reconquista. En cuanto a los homicidios en ocasión de robo, en 2020 se
registran dos casos: en ambos episodios fallece el “ofensor”. El resto de los
hechos (38) son homicidios simples y repiten las tipologías del 2019. Es
decir, en los dos últimos años se registra un bajo porcentaje de homicidio

6. Caco: término popular que es usado para describir despectivamente a ladrones.

14
INTRODUCCIÓN

Mapa 2. Homicidios según ubicación geográfica.


Partido de General San Martín (2019-mayo 2021)

Fuente: elaborado por Gabriel Rivas en el marco de esta investigación con datos provistos por el Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

en ocasión de robo y resulta ser mucho más frecuente el asesinato entre


personas que se conocen: femicidios, riñas entre vecinos, enfrentamiento
entre “bandas”.
Quizás, el dato más revelador en términos sociológicos se vuelve
visible al analizar la distribución espacial de los hechos. El segundo
mapa que se presenta muestra con claridad cómo los homicidios se dis-
tribuyen, casi en su totalidad, en las zonas más vulnerables del partido.
Especialmente en el Área Reconquista, ubicada a la izquierda del mapa.
La jurisdicción de las comisarías, 4a y 5a, intervienen en los barrios del
Área Reconquista. Junto con la que corresponde a la zona del “Barrio
Loyola”, comisaría 8a, condensan más del 90% de los homicidios ocurri-
dos en el partido de Gral. San Martín (MAPA 2).
Si prestamos atención a la distribución de los heridos por arma de
fuego, observamos un comportamiento similar; de hecho, resulta más
notorio que estas tengan lugar, principalmente, en los barrios vulnera-
bles. Las tres grandes manchas de la izquierda, ubicadas también en el

15
Últimos y abollados

Mapa 3. Heridos por arma de fuego según ubicación geográfica.


Partido de General San Martín (2019-mayo 2021)

Fuente: elaborado por Gabriel Rivas en el marco de esta investigación con datos provistos por el Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

Área Reconquista, evidencian nuevamente una distribución desigual de


las violencias (MAPA 3).
En igual sentido, la distribución espacial de los heridos por armas blan-
cas repiten los parámetros previamente mencionados (MAPA 4).
El análisis de estos datos, junto con su visualización espacial, nos
permite sostener que, en la ciudad de San Martín, mueren y sufren las
violencias de manera mayoritaria los vecinos de las áreas vulnerables.
En una misma línea, al observar los hechos de violencia física poten-
cialmente letales o letales, se identifica cierta concentración en áreas
vulnerables (MAPA 5).
Entonces, el análisis de los datos cuantitativos nos permite afir-
mar que, antes y después del inicio de la pandemia, las violencias se
concentraron en las áreas vulnerables. Es decir, durante la situación
de aislamiento a partir de la pandemia COVID-19, se verificó un incre-
mento de la cantidad de homicidios, pero se observa también una con-
tinuidad respecto de la concentración de las violencias. Esta desigual

16
INTRODUCCIÓN

Mapa 4. Heridos por arma blanca según ubicación geográfica.


Partido de General San Martín (2019-mayo 2021)

Fuente: elaborado por Gabriel Rivas en el marco de esta investigación con datos provistos por el Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

distribución nos conduce a reflexionar acerca de la acumulación de las


violencias en las áreas vulnerables.7

La cocina de la investigación

En 2021, realizamos una investigación colectiva en el Área Reconquista que


contempló la realización de sesenta entrevistas en profundidad a vecinos, fun-
cionarios y agentes policiales que trabajan cotidianamente en el territorio en
cuestión. En paralelo al trabajo de campo, se realizó un relevamiento y análisis
de medios (locales y nacionales) producto del cual se organizó un corpus de
noticias sobre violencias y trabajo policial, entre otros. Junto a estas tareas de

7. Estos datos fueron analizados también en “‘Sobre llovido, mojado’. Pandemia y violencias en pobla-
ciones vulnerables en el Área Reconquista (provincia de Buenos Aires)”. Este artículo se encuentra en
prensa en la Revista Acta Sociológica al momento de editar esta publicación.

17
Últimos y abollados

Mapa 5. Hechos de violencia física potencialmente letal/letal según ubicación geográfica.


Partido de General San Martín (2019-mayo 2021)

Fuente: elaborado por Gabriel Rivas en el marco de esta investigación con datos provistos por el Ministerio de
Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.

investigación, se trabajó con el análisis de datos cuantitativos a través de los


cuales pudimos complejizar la forma de abordar el objeto. La propuesta fue,
entonces, triangular datos (cualitativos y cuantitativos) y buscar con ello un
acercamiento integral al fenómeno de las violencias y la vulnerabilidad en el
área en cuestión.
El trabajo de campo se realizó entre los meses de febrero y agosto de
2021. El equipo de entrevistadores estuvo compuesto por integrantes del
Núcleo de Estudios sobre Violencias de la Escuela Interdisciplinaria IDAES.
Estudiantes de las carreras de Sociología y Antropología Social, junto con
tesistas e investigadores del núcleo, conformaron un equipo de trabajo que
logró sortear las dificultades propias de un abordaje cualitativo en contex-
to de pandemia. Junto a ellos, se sumó un equipo de análisis y desgrabación
de entrevistas.
En relación con el perfil de los entrevistados, se contempló la pari-
dad entre hombres y mujeres. Se trata de entrevistados con una rango

18
INTRODUCCIÓN

de edad que va desde los 18 hasta los 60 años y despliegan distintos ro-
les (educativos, comunitarios, comerciales, entre otros). Por otro lado,
entre los entrevistados funcionarios, hubo una selección de áreas mu-
nicipales (Secretarías de Seguridad, Desarrollo Social) y policiales (por
ejemplo, altos mandos policiales que han tomado decisiones de ges-
tión en el marco de la pandemia). Por una decisión ético-metodológica,
no usaremos los nombres oficiales de estos barrios en el análisis de
las entrevistas para preservar el anonimato de nuestros entrevistados.
Asimismo, en varios de los artículos de este volumen hemos optado por
no usar seudónimos, sino solamente la mención al entrevistado/a. En
otros, por la forma en que hemos abordado el análisis, decidimos usar
seudónimos.
El libro y la investigación son el resultado de un denso trabajo colectivo
entre colegas, entrevistados y militantes. Algunas especificidades serán aquí
homogeneizadas en la representación de un todos masculino inexistente.
Sabiéndola imperfecta e incompleta, tomamos esta decisión como criterio
de estandarización de un libro con muchas voces.

El libro

En relación con la organización, hemos distribuido los capítulos en cuatro


secciones que agrupan los ejes centrales de nuestra investigación. Aun así,
todos los artículos del libro dialogan y remiten a las preguntas de investiga-
ción compartidas. Cada sección, además, es acompañada por una fotografía
que oficia de portada. Estas fueron tomadas en el contexto de la pandemia
en distintos barrios del área en el marco de un proyecto de investigación del
NEV junto a organizaciones territoriales.8
En primer lugar, una sección que cuenta con dos trabajos que problema-
tizan los roles y actores comunitarios en contexto de pandemia y vulnera-
bilidad. El trabajo de Mancini, Caravaca y González Plaza problematiza los
actores, espacios y roles comunitarios frente a las violencias en pandemia.
En la misma sección, el texto de Ana Berardo analiza el rol e impacto de los
“transas” en el territorio.

8. Proyecto de investigación: “Violencia institucional:Ampliando el campo de batalla”. FACTOR-IDAES.


Disponible en: http://unsam.edu.ar/escuelas/idaes/violenciainstitucional/.

19
Últimos y abollados

En segundo lugar, presentamos una sección sobre fuerzas de seguridad y


violencias que cuenta con dos aportes: por un lado, un texto de José Garriga
Zucal y Federico del Castillo, donde se abordan las relaciones entre policías
y vecinos en el área en contexto de pandemia. También, otro artículo de
Joaquin Zajac y José Garriga Zucal que analiza el despliegue de la fuerza
UTOI en los territorios analizados.
En tercer lugar, la sección sobre género, violencias y vulnerabilidad
cuenta con tres trabajos sobre distintas aristas del fenómeno. El capítulo de
Dikenstein, Gonzalez Campana y Echagüe aborda las percepciones y la ges-
tión en torno a la circulación local de la violencia de género en contexto de
pandemia. Por otro lado, el trabajo de Romina Rajoy aporta a una reflexión
sobre el cruce de los mecanismos de la violencia machista en tiempos de
confinamiento. Finalmente, Marin Di Marco analiza el recrudecimiento de
la violencia de género durante la pandemia.
La cuarta y última sección del libro cuenta con artículos que analizan
la dimensión de medios y noticias locales en relación con las violencias.
Por un lado, el artículo de Focás y Rodríguez Moglia analiza violencias y
noticias locales en pandemia. Por último, el artículo de Recanatti, Ferradás
y Maldonado Zabala profundiza en las prácticas periodísticas y noticias po-
liciales en el Partido de San Martín.
Para finalizar, queremos señalar que entendemos este libro como un
rompecabezas incompleto que busca aportar a un campo de estudios sobre
las violencias y vulnerabilidades en áreas segregadas. Sabiendo que la ima-
gen completa es inalcanzable, queremos reponer algunas piezas que per-
mitan recuperar las voces de algunos de los últimos y abollados, al mismo
tiempo que pretendemos seguir aportando a este campo de estudios y, si es
posible, abrir nuevas preguntas.

20
Primera parte

Actores y roles comunitarios


CAPÍTULO 1
“Quedate en tu barrio”
Los espacios y la pandemia
Inés Mancini, Evangelina Caravaca y Lola González Plaza

Introducción

“Esto explota en cualquier momento” fue una frase recurrente al tiempo


que un diagnóstico extendido sobre los barrios vulnerables en pandemia.
Pese a la ligereza con la que muchos hemos sostenido este argumento de
manera reiterada, por distintos motivos “no explotó”. Es justamente aquí
desde donde queremos partir nuestro análisis. En estas páginas, entonces,
buscaremos profundizar en los roles que llevaron adelante distintos actores
comunitarios durante las medidas de aislamiento para lidiar con las vio-
lencias y la desigualdad. Hoy es posible afirmar que, durante las distintas
instancias del aislamiento, se deterioraron las condiciones de vida de los
ciudadanos. Ahora bien, este incremento resultó exponencial en los barrios
vulnerables, donde las condiciones de infraestructura complejizaron el
aislamiento y en donde, además, el origen informal de los ingresos de las
poblaciones dificultaron tanto cumplir con las medidas de aislamiento co-
mo conseguir sustento diario.
En relación con lo anterior, Aliano, Pi Puig y Rausky (2022) señalan que
los comedores comunitarios en barrios vulnerables de la ciudad de La Plata
no solo desarrollaron tareas de cuidado al encargarse del acceso a la alimen-
tación de una parte considerable de los vecinos, sino que también pasaron
de ser mediadores entre el Estado y la población a transformarse en actores
que captaron recursos por su propia cuenta y que, especialmente, trans-
formaron su escala de trabajo. Entendemos que todo ello da cuenta de una
enorme flexibilidad y capacidad de trabajo. Ahora bien, en este capítulo nos

23
Últimos y abollados

proponemos vincular la flexibilidad y capacidad de trabajo de estos actores


para atender demandas de la población del Área Reconquista con la conten-
ción y regulación de las violencias en pandemia.
Asimismo, la pregunta que guía estas páginas se inscribe en un interro-
gante general sobre el que venimos reflexionando como equipo de investiga-
ción: ¿cuál es la relación entre las condiciones estructurales y las violencias
en los barrios segregados? La situación de la pandemia y las medidas de
aislamiento constituyen un momento privilegiado para observar que estas
relaciones, entre condiciones estructurales y violencias, siempre deben ser
pensadas en mediación y articulación con los tejidos sociales que caracteri-
zan los barrios que estudiamos. En efecto, cuando el mensaje oficial se tras-
lada de “quedate en tu casa” a “quedate en tu barrio”, se transparentaron las
dificultades de cierto sector social para aislarse dentro de las casas a la vez
que reconocía la existencia y el valor de relaciones comunitarias dentro de
los barrios. Por ello, nos proponemos mostrar cómo estas mismas relaciones
comunitarias reconocidas por el Estado han logrado mediar entre el extre-
mo agravamiento de las medidas estructurales y las violencias en el Área
Reconquista. Siguiendo a Roig (2020), entendemos la labor de los actores
comunitarios como una infraestructura territorial de cuidados. En este sen-
tido, estas tramas de trabajo comunitario deben ser consideradas a la hora de
pensar las vinculaciones entre condiciones estructurales y violencias.
Las medidas de aislamiento, junto al temor al contagio, ocasionaron en
los sectores populares consecuencias económicas –pero también subjeti-
vas–, devastadoras en algunos casos. En efecto, una gran mayoría de traba-
jadores informales debieron violar las medidas de aislamiento para subsistir
o generar nuevas formas de ganarse la vida. Pero además, muchas nuevas
familias debieron recurrir a comedores y espacios de distribución de ali-
mentos y bienes de primera necesidad. En un mismo sentido, los efectos de
la merma de circulación de dinero se hicieron sentir especialmente dentro
de los barrios, incluidos los mercados informales como el inmobiliario, ya
que muchos dejaron de poder pagar sus alquileres. En este sentido, algunos
entrevistados vinculan la situación habitacional excepcional que supuso
el aislamiento con los episodios de toma de tierras ocurridos en el Área
Reconquista durante el año 2020.1

1. En el proyecto “Violencia institucional: Ampliando el campo de batalla” se registraron las tomas de


tierra ocurridas en el Área Reconquista durante las medidas de aislamiento. Se puede acceder a la

24
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

Por otro lado, es importante mencionar que no todos los grupos etarios
fueron afectados de la misma manera con las medidas de aislamiento. Por
su parte, los adultos mayores padecen el mayor riesgo objetivo a morir a
causa de la enfermedad al mismo tiempo que suelen tener ingresos forma-
les (jubilación) que continuaron recibiendo a lo largo de la pandemia. Ello
implicó que los efectos de estas muertes en las familias se vieran multipli-
cados: no solo se trataba del dolor de un duelo, sino que se vieron afectadas
económicamente. Por el contrario, los jóvenes cuyo riesgo de muerte a causa
del COVID-19 resultaba exponencialmente menor, parecen haberse visto
afectados con mayor intensidad por las conflictividades y el hostigamiento
policial. Pero también, por las dificultades para acceder al trabajo y al dinero.
No menos relevante son las menciones a la salud mental a lo largo del
trabajo de campo. Varios entrevistados describen experiencias propias o de
allegados de padecimientos psíquicos, producto de los temores vinculados
a la enfermedad y las incertidumbres económicas. Dichos padecimientos
revisten distintos niveles de gravedad, pero se habla de un general “estado
de crispación”. En definitiva, las entrevistas realizadas a distintos actores
del área nos permiten leer que los vecinos han experimentado una acelerada
acumulación de sufrimientos de distintos órdenes. Padeceres en un amplio
abanico que incluye lo económico pero también la salud mental.
Además, es necesario señalar que en el área –como en otras zonas vul-
nerables– estos trabajos comunitarios son desarrollados principalmente por
mujeres. Esta atribución a las mujeres de roles de cuidado se ve reforzada por
conjuntos de políticas sociales iniciadas en la década de 1990, en las que se
evidencia una ideología particular sobre la mujer y la familia, el rol de la mu-
jer como cuidadora y el fomento del trabajo circunscripto al barrio (Frederic,
2004; Masson, 2004; Zapata, 2005; Epele, 2010). Consideramos importante
remarcar la condición de género de la mayoría de los actores comunitarios,
pues la configuración de relaciones sociales y las modalidades en las que va-
rones y mujeres se posicionan frente a las violencias parece verse reforzada
en este accionar en el que el trabajo denodado de un conjunto de mujeres
previene acciones violentas que con mayor frecuencia ejercen los varones y
las fuerzas de seguridad.
Finalmente, el trabajo de campo realizado nos permite adentrarnos en
los sentidos y representaciones sobre la pandemia, en general, y sobre los

investigación en: http://unsam.edu.ar/escuelas/idaes/violenciainstitucional/.

25
Últimos y abollados

actores y espacios comunitarios, en particular. Analizaremos entonces las


formas en que el trabajo comunitario es representado por nuestros entrevis-
tados (sus lógicas, funciones, desafíos). Esto nos permitirá tener un panora-
ma general y advertir que trabajamos en un plano representacional. También,
analizaremos cómo el trabajo comunitario se relaciona con otros actores y
poderes (estatales, policiales, militantes, entre otros).

Trabajo comunitario en pandemia: actores, roles, espacios

“Llegó un momento en el que me superaba la gente”. En mayo de 2020, la


muerte de una referente comunitaria de la villa 31 se transformó en noticia
a nivel nacional. Ramona Medina era una militante que participaba activa-
mente en la agrupación Garganta Poderosa. En calidad de coordinadora de
un comedor comunitario, denunció tempranamente como las condiciones
de hacinamiento de los barrios potenciaban los contagios en los barrios
relegados. El caso de Ramona sirve como ejemplo para identificar y pensar
en algunas características recurrentes del trabajo comunitario en barrios
relegados: el trabajo de campo nos permitió confirmar la mayoritaria parti-
cipación femenina en la organización de espacios comunitarios (comedores
comunitarios y espacios de cuidado para las infancias). Y resulta preciso
volver a mencionarlo: la gran mayoría de las tareas de organización y distri-
bución de bienes (alimentos pero también elementos para la salud e higiene)
se apoyaron en redes de trabajo preexistentes a la pandemia. Esto, creemos,
permitió su “éxito” para sortear dificultades cotidianas y diversas.
Pero además, a lo largo de estas páginas, apostamos a pensarlas en tanto
redes de trabajo en lugar de redes de cuidado. La diferencia no es solo se-
mántica: con esto queremos enfatizar que las tareas que estas mujeres des-
plegaron y despliegan en los barrios son trabajos comunitarios por los cuales
muchas veces no reciben remuneración ni reconocimiento.
Cómo hemos mencionado en la introducción, la pandemia y el aisla-
miento obligatorio produjeron un conjunto de consecuencias muy palpables
en las vidas de las personas. Particularmente en los barrios vulnerables, las
consecuencias económicas fueron más extremas y muchas necesidades bá-
sicas se vieron insatisfechas. Frente a este panorama, se conjugaron distintas
respuestas de parte de los actores barriales, entre ellos: vecinas y vecinos, las
organizaciones, las escuelas, los clubes, el Estado, la policía pero también

26
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

los transas, como analiza Ana Beraldo en esta misma compilación. Observar
esta diversidad de reacciones y de actores, es decir, de agencia de diversos
actores frente a una crisis no solo novedosa, sino también desafiante, nos
permite entender de qué manera se sostiene la vida social en un contexto
de adversidad. Pero también es importante decir que las consecuencias que,
veremos a lo largo de estas páginas, no resultan ser únicamente en términos
materiales. Y sobre ello volveremos más adelante.

Enfrentar la crisis desde el comedor

En pleno ASPO, algunas de las mujeres que desplegaban tareas comunitarias


desde antes del comienzo de la pandemia se vieron inmersas en una nueva
intensidad que las colocaría, queriendo o no, como protagonistas: no solo
sobrellevar en términos individuales y familiares la pandemia, sino también
verse en la responsabilidad de coordinar la distribución y gestión de recur-
sos estatales.
En primer lugar, aunque resulte una obviedad, una clara expresión de
las consecuencias económicas del aislamiento producido en los barrios
puede ser advertida en la mayor recurrencia y participación en los come-
dores, merenderos y bolsones de comida. En efecto, el Estado distribuyó
recursos (mencionados popularmente como mercadería) a través de es-
cuelas, clubes de barrio, en espacios de distintas organizaciones e incluso
en las casas particulares. Una entrevistada recuerda la transformación del
espacio de un club en un comedor de grandes dimensiones y el esfuerzo
colectivo en esta tarea:

El club estaba cerrado, solo se abría para cocinar. Cada quince días me
mandaban un camión del mercado central, abría al club, le avisaba a la
gente que podía, a veces venía cantidad de verdura y la gente se llevaba
la verdura. Los días de semana estaba cerrado, solo abría los viernes
para recibir la mercadería del municipio. Después hacíamos sábados y
domingos. Eran los únicos días que no funcionaba ningún comedor acá
esos dos días. A. nos ayudaba con las verduras si le llegaba alguna dona-
ción. Actividad de club no tuvimos ni juego ni prácticas y mientras tanto
si fuimos trabajando, hicimos un paredón para dividir la cancha de las
tribunas. Yo recibí el club con tres mil pesos y el playón sin pintar.

27
Últimos y abollados

Diremos entonces que, a través de estos actores y de la gestión de recur-


sos llevada adelante por ellos, se fueron organizando, más temprano que tar-
de, una serie de respuestas colectivas para garantizar el acceso al alimento y
a los bienes básicos para la subsistencia. Porque, además, quienes habitan
los barrios y conocen el territorio en sus pliegues rápidamente identificaron
y entendieron estas necesidades –y sus urgencias– aun antes del recono-
cimiento e intervención estatal. Una gran mayoría de las organizaciones y
comedores en donde hemos realizado el trabajo de campo son previos a la
pandemia. Fue justamente en el temprano devenir de la pandemia donde la
respuesta de estos espacios y organizaciones se tradujo en redoblar, modifi-
car y adaptar el trabajo de contención. Un entrevistado menciona la rápida
respuesta comunitaria y el tejido del estado a partir de estas:

Yo creo que la presencia del Estado tardó un poquito en organizarse y


llegar. No es que llegó de manera rápida a todos los barrios. La realidad es
esa y ahí me parece que hay una dinámica que se fue dando que en otros
barrios no se daban.

En relación con lo expresado previamente, la llegada del Estado, es decir,


las respuestas e intervención frente a una demanda extraordinaria, se dio a
través de distintas organizaciones preexistentes. Se distribuyeron alimentos
básicos que en los comedores se utilizaron para preparar comidas calientes y
armar bolsones. Esta medida estatal fue posible debido a que ya existía una
red de trabajo y contención previa que se responsabilizó por la distribución
de los recursos. De esta manera, quienes llevaban adelante los comedores,
principalmente mujeres, se convirtieron en la cara visible de esta respuesta
estatal y en las responsables de sostener a sus barrios frente a la crisis ali-
mentaria. Es importante observar que, para estas mujeres, sostener los co-
medores significó muchísimo más que la recepción de la mercadería enviada
por el Estado. Este trabajo comprendió cocinar, limpiar, sostener medidas
de cuidado sanitario y llevar a cabo la organización interna, así como con el
barrio. Pero no solo organizar las tareas propias de estos espacios, deman-
dantes de por sí, sino también gestionar los conflictos que allí se generaron
también formó parte de las tareas cotidianas:

Las familias, por lo general, vienen temprano y ahora lo que se está


implementando es el sistema de, este, colero creo que se dice. Que es

28
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

haceme, guardame un lugar. Eso también pasa porque hay muchas fami-
lias que van un poquito más tarde, ven que hay 50 personas pero cuando
llegan las 10 de la mañana que es, por lo general, el horario de entrega de
alimentos, se llenó de gente. Y entonces, ahí no queda. En esta situación
en Billinghurst, bueno, hubieron un grupo que entró en la escuela una
discusión, que hubo violencia pa’ todos lados y se pidió que las escuelas
no participaran más de esto, sino que lo hiciera el Consejo Escolar.

Este testimonio da cuenta de que los conflictos entre vecinos en una si-
tuación excepcional como la pandemia resultan imprevisibles y, en ese con-
texto, son los actores comunitarios en su rol de mediadores entre el estado
y los ciudadanos quienes deben gestionar la conflictividad emergente de las
modalidades de distribución de la ayuda ante la pandemia. En definitiva, el
Estado aportó los recursos pero dejó en manos de los actores comunitarios la
logística y su distribución. De igual manera, quedó en manos de los actores
comunitarios hacer frente a la gestión de los conflictos derivados de estas
modalidades de distribución.
Asimismo, algunos espacios implementaron sistemas de turnos que con-
templaran la posibilidad de que, si alguno de los trabajadores enfermara, el
resto pudiera seguir desarrollando sus funciones y atendiera las necesidades
del barrio.

Tuvimos que ir ordenando también un montón de cuestiones en el fun-


cionamiento del propio centro comunitario. Porque lo que nos pasaba era
que, si se enfermaba algún compañero o compañera o algún familiar de
riesgo o algo, también nos quedábamos sin equipo para poder responder
a la demanda de la emergencia alimentaria.

Además, contener a los vecinos mientras se perdían los trabajos y aumen-


taban los contagios, una situación tan adversa y angustiante que desembocó
en un estado de crispación generalizado. Sobre este punto, una entrevistada
vuelve a describir las formas en que el Estado refuerza el trabajo de las or-
ganizaciones comunitarias abonando una representación extendida su rol
clave en la pandemia:

Creo que las organizaciones actuaron y respondieron de forma más rápida


que el Estado y después el Estado reforzó el trabajo de las organizaciones.

29
Últimos y abollados

A mi entender, la emergencia alimentaria fue bastante bien cubierta por


el Estado pero a través de las organizaciones territoriales. Quizás tardó
un poco en llegar la cantidad en función de la demanda pero se fue en-
contrando el equilibrio hasta llegar a un punto en donde realmente se
cubrieron las necesidades totales de demanda alimentaria.

Con su trabajo, las mujeres pusieron en valor y maximizaron los recursos


del Estado. Así afrontaron los desfasajes entre la mercadería recibida y las
necesidades reales de los barrios. En muchos casos, la mercadería llegaba
tarde, no era suficiente o no era el tipo necesario para hacer las preparacio-
nes que tenían previsto. Sobre este punto, una entrevistada menciona:

Entrevistada: Hubo un montón de necesidad en el barrio porque yo hacía


la olla y llegó un momento en el que me superaba la gente.
E: ¿Para cuantas personas preparabas comida en ese momento?
Entrevistada: No sé, ochenta familias y ochenta familias con ocho inte-
grantes cada una. Uno se ponía mal porque lo único que podía hacer es
guiso porque no tengo una cocina armada en el club, lo hacíamos con
leña. Fue un sacrificio importante. Nos costó poder hacerla, tuvimos la
suerte de que en el municipio nos daban carne y secos. El resto había que
salir a pedir verdura. Al principio teníamos entre nosotros y juntábamos
doscientos pesos cada uno, pero después nos pegó a toda la pandemia.
Nos pegó a todos. De a poco la gente fue disminuyendo por suerte, pero
nos pegó el aislamiento.

Frente a estas situaciones, las entrevistadas mencionan cómo se orga-


nizaron entre vecinos para juntar plata y comprar los alimentos restantes,
cómo se los pidieron a los comercios del barrio y se intercambiaron produc-
tos sobrantes entre los clubes, escuelas y organizaciones. De esta manera, a
partir de hacer esfuerzos colectivos por suplir las necesidades del barrio, se
generaron y estrecharon relaciones de solidaridad. Incluso cuando la cali-
dad y cantidad de la mercadería fue decreciendo a medida que avanzaba el
aislamiento, quienes organizaban los comedores los sostuvieron lo máximo
que les fue posible. Aun cuando llevar adelante estos espacios significa más
trabajo, exposición al virus y tiempo fuera de casa, donde otras necesidades
deben ser satisfechas. Sobre el miedo al contagio y el desarrollo de las tareas
comunitarias una entrevistada menciona:

30
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

Nosotros también nos sentíamos como que teníamos que hacer las cosas
porque la gente realmente lo necesita y teníamos que estar, más allá de
que si una se enferma tiene que estar la otra.

Observando estos factores, es posible advertir cómo son representadas


las mujeres y las organizaciones en tanto “contenedoras” de los vecinos y
evitando que “explote todo”. En coincidencia con lo planteado por Faur y
Brovelli (2020) encontramos que los entrevistados refieren a la labor de con-
tención realizada por las trabajadoras comunitarias como modo de evitar
violencias en general y más específicamente violencia de género e intrafami-
liar en particular, refiriendo a las tensiones experimentadas en los hogares a
partir de las medidas de aislamiento.2
Esto, veremos en varias entrevistas, pensado a costa de su propio sacrifi-
cio. Varios actores comunitarios señalaron la gran utilidad de los productos
facilitados por el Estado al tiempo que destacaban el trabajo que se hacía
en los comedores como una clave fundamental para sostener al barrio du-
rante la pandemia. Además, estos actores también se ocuparon de facilitar
información sanitaria, contener a los contagiados y aliviar a sus familiares y
colaborar con el armado de curriculum y búsquedas de trabajo.
Ahora bien, es importante destacar que todos estos logros tienen un cos-
to personal para las encargadas de gestionar la ayuda comunitaria: sentirse
mal por poder hacer solo un guiso, salir a pedir verdura, organizarse para
conseguir plata, prever una organización en caso de enfermedad y otras
enormes cargas de trabajo fueron experimentadas por estas mujeres como
una responsabilidad individual.

Relación con las fuerzas de seguridad

Además, la participación y el control del Estado en los barrios también se


dio a través de las policías y fuerzas de seguridad que participaron de los
distintos operativos.3 Si bien los vecinos indican que, en términos generales,

2. En este punto es preciso mencionar que la vinculación entre tensión por el aislamiento e incremento
de las violencias en los hogares corresponde a una visión nativa. Puede verse una discusión al respecto
en Caravaca, Garriga, Mancini (en prensa).
3. Para comprender en profundidad este tema, sugerimos ver de este mismo volumen los trabajos de
José Garriga Zucal, Joaquin Zajac y Federico del Castillo.

31
Últimos y abollados

la relación entre población y policía no cambió a partir de la pandemia, sí


hubo una particularidad: ahora tenían la nueva tarea de hacer cumplir el ais-
lamiento en la época de medidas más estrictas. En algunos casos, esto signi-
ficó mayor presencia policial en los barrios. En otros casos, los entrevistados
indican que fue menor, ya que el miedo al contagio mantenía a los policías
fuera de los barrios. Algunos vecinos expresan que esta presencia fue nece-
saria, ya que de otra manera no se entendía la obligatoriedad del aislamiento.
Pero muchos entrevistados denuncian que las formas para cumplir este
objetivo fueron innecesariamente violentas: indican que la policía hacía un
despliegue innecesario en los barrios y que en muchos casos recurrían a la
violencia física, particularmente contra los más jóvenes. De esta manera, a
través de hostigamientos y abusos de poder, provocan temor y mayor ansie-
dad en la población. Una entrevistada menciona:

Se dio esta cuestión que las escuelas repartían una vez por mes o cada
quince días alimentos y las familias se tenían que movilizar hasta la
escuela, y ahí los frenaba la policía y les preguntaban qué hacían. Los
frenaban con los bolsones de alimentos a dar explicaciones y también
digamos que hacían abuso de autoridad en ese caso. Ahí también, como
organizaciones, lo que hicimos fue pensar de darle alguna nota de donde
figuraba la fecha, dónde tenían que ir a retirar el alimento.

Frente a esto, algunos actores comunitarios reconocen haber realizado


un tipo de mediación adicional: entre los vecinos y las fuerzas policiales:

Ahí hubo otro caso de abuso de autoridad: tuvimos que repensar de darle
un certificado a las familias o algo que dé cuenta que estaban transitando
por la calle porque estaban yendo a la escuela a buscar el bolsón alimen-
tario que el Estado Nacional o Provincial le mandaba a las escuelas para
repartir a los alumnos. Se dio esta cuestión que las escuelas repartían
una vez por mes o cada quince días alimentos y las familias se tenían que
movilizar hasta la escuela, y ahí los frenaba la policía y les preguntaban
qué hacían.
Otra cosa que podría destacar de la policía es que al principio parecía
que nosotros éramos culpables, yo sentí eso. Que éramos culpables por
lo que estaba pasando. Nos mandaban con el altavoz, diez millones de
camionetas y uno acá en el barrio está acostumbrado a que vos veas un

32
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

movimiento y salís. Primero porque no todos tenemos la suerte de tener


un parque en el fondo. Mi patio es vereda.

En los fragmentos recuperados vuelve a aparecer la falta de alineamiento


entre el Estado, la policía y las necesidades concretas en los barrios. Y nueva-
mente, los actores comunitarios son representados como quienes se ocupan
de mediar estas faltas.

Enredados: vínculos y tensiones entre vecinos, organizaciones y Estado

Como venimos señalando, las organizaciones comunitarias demostraron


a lo largo de las distintas etapas de la pandemia una enorme capacidad
adaptación y flexibilidad para estar a la altura de las múltiples y complejas
demandas de la población. Postulamos, también, la idea de que esta capaci-
dad y disponibilidad de trabajo sostuvo y contuvo potenciales estallidos de
violencia que parecían esperables en aquellos momentos. Ahora bien, esa
contención de potenciales estallidos tiene lugar con altísimos costos para
los trabajadores comunitarios. En efecto, la presencia del Estado se visibilizó
a partir de las fuerzas policiales. Si bien el Estado implementó medidas de
ayuda económica y dispuso de recursos y alimentos para los barrios vulne-
rables, fueron los actores comunitarios quienes –a partir de una importante
organización– se hicieron visibles como distribuidores de esos recursos.

Eh, no, nunca, nunca hicimos olla popular pero si ayudamos a... de las do-
naciones que recibimos nosotros, armamos un grupo de merenderos y...
comedores. Y la mercadería que recibimos nosotros a través de Nación o
Desarrollo Social, de Nación y Municipio eh, llamábamos a los referentes
eh, de estos lugares y les dábamos semanalmente la mercadería que era
para la olla popular.

Esto implicó que los actores comunitarios, en tanto mediadores, fueran


receptores de las demandas de los actores institucionales, así como también
de los vecinos. En efecto, cuando los actores comunitarios son responsables
por la distribución de los recursos, se constituyen también en encargados
de negar o explicar la carencia, la falta de alimentos para algunas familias.
Más allá de los esfuerzos relatados por nuestros entrevistados por conseguir

33
Últimos y abollados

la cantidad suficiente de recursos, nos interesa remarcar la responsabilidad


que muchos de nuestros entrevistados señalan haber sentido, junto con los
temores de que ello acarrea distintos niveles de conflicto. En efecto, como
ha sido estudiado previamente (Fonseca, 2004) los líderes comunitarios que
representan al barrio ante los poderes municipales y estatales son objeto
constante de chismes.
En última instancia, cuando la comida efectivamente no alcanzaba para
todas las personas que se acercaban a la fila de los comedores, fueron las
mujeres quienes tuvieron que poner la cara. Hubo casos en los que esta falta
generó situaciones de violencia entre los vecinos, y frente a esto, las mujeres
intentaron afilar la organización y el trabajo para evitar que vuelva a ocurrir.
Al mismo tiempo, en las filas de los comedores también se dieron relaciones
de solidaridad: se guardaban los lugares y se compartía la mercadería. Si
bien el estado de crispación generó situaciones de tensión, en gran parte el
trabajo de los comedores logró encauzar las necesidades individuales en una
salida colectiva que facilitará encuentros y relaciones de solidaridad entre
lxs vecinos más que violencias:

Nosotros acá tenemos 340 familias y entregan bolsones para 250 y en-
tonces tenés un resto, que los tenés que mirar a la cara y decirle “No hay
más, no hay más”. Y es el mismo derecho, porque es el derecho del que se
llevó la caja 1, el que se llevó la caja 250 y el que está esperando la caja 251.

En este sentido, queremos señalar que la idea de que la labor de las or-
ganizaciones comunitarias contribuyó a la paz social, evitando conflictos y
potenciales estallidos, puede ser atinada pero que en el mismo movimiento
se ocultan otros padecimientos, estallidos internos, presiones sobre estos
actores comunitarios (principalmente mujeres) que se expresan en lamentos
o padecimientos psíquicos. Asimismo, esta distribución de roles que ubica
a ciertas mujeres atendiendo más o menos silenciosamente demandas
de todo un barrio para prevenir situaciones peores refuerza los roles más
tradicionales de género. Es interesante notar que frente a la situación de la
pandemia las necesidades de los vecinos en general podían ser planteadas
ante pocos actores dentro del barrio. En este sentido, como señala Berlado
en este mismo volumen, los transas se convirtieron en actores relevantes
en tanto y en cuanto prestaban dinero a los vecinos necesitados. Así, frente
a una situación de necesidad, los vecinos podían plantear sus demandas

34
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

ante los actores comunitarios (siempre cargados con una excesiva demanda
y escasez de recursos) o solicitar un préstamo a los transas del barrio. De
hecho, algunos entrevistados que realizan tareas comunitarias perciben
esta situación de competencia y plantean las dificultades que tienen para
posicionarse en la misma, viendo así redobladas las exigencias antes las que
se encuentran sometidos.

A modo de cierre: ¿No estalló?

Hasta aquí, hemos detallado cómo desde la perspectiva de nuestros entrevis-


tados, y también las de la comunidad científica, las peores premoniciones en
términos de violencias no se cumplieron. Sin embargo, con el devenir de la pan-
demia tuvieron lugar algunas transformaciones en el seno de los hogares y las fa-
milias que merecen nuestra atención y quizás observarlas bajo un nuevo prisma.
En primer lugar, frente a la escasez de dinero, una parte de la solución
fue brindada por la mediación de los actores comunitarios, mientras que al
mismo tiempo otros actores barriales como los transas ganaron protagonis-
mo y también se incrementaron las deudas de muchos hogares, así como los
emprendimientos de ventas de diversos elementos dentro de los barrios que
terminaron potenciando los endeudamientos (véase Rajoy y Beraldo en este
mismo volumen).
Pero lo que nos convocó en este trabajo fue profundizar en el modo en el
que las mujeres a cargo de tareas comunitarias se posicionaron como conte-
nedoras de las violencias y de la desigualdad en zonas segregadas como el
Área Reconquista. Allí que sus trabajos y roles pueden ser pensados en tér-
minos de prevención de esos potenciales estallidos que auguramos, pero que
finalmente no ocurrieron. Pero ¿ocurrieron otros “estallidos” que no vimos?
A continuación, volvemos sobre algunos de los ejes de análisis de nuestro
texto pero también queremos abrir preguntas de investigación que no quedaron
saldadas en esta propuesta y que creemos merecen indagaciones más profundas:

Continuidades en los patrones de regulación de la violencia


Pensar las contenciones comunitarias frente a las violencias y la desigualdad
nos obliga a pensar nuevamente en el Estado. En este sentido, creemos que el
análisis de trabajo de campo realizado nos permite sostener un traspaso de
la responsabilidad de gestionar el conflicto –traspaso o terciarización que se

35
Últimos y abollados

da a ciertos espacios y actores comunitarios– como una forma de gobierno


en espacios marcados por la desigualdad y la violencia. Entonces, analizar
estos espacios comunitarios nos puede acercar a las formas en que el estado
regula las violencias.
Así, en paralelo a la continuidad en los patrones de policiamiento que
han advertido Garriga Zucal y del Castillo en el capítulo compilado en este
volumen, sostenemos que con el devenir de la pandemia se perpetúa la
regulación de las violencias en el Área Reconquista. En tanto el traspaso y
la organización de recursos (escasos) pero sobre todo de la gestión de la con-
flictividad local recae no solamente en las fuerzas de seguridad sino también
en los actores comunitarios que hemos tratado de retratar en estas páginas.

Naturalización de la sobrecarga y el sacrificio de las mujeres


Sobre este punto, queremos señalar algunas cuestiones que consideramos
fundamentales para este trabajo y venideros:
– El estallido interno: a lo largo del trabajo de campo aparecen mencio-
nes a padecimientos de salud mental que estallan con la pandemia. Aunque
hay menciones específicas a las violencias de género (ver en esta compila-
ción el trabajo de Dikenstein, Echagüe y González Campaña) como un emer-
gente específico de la pandemia –y cuya mayor visibilidad es un problema
sobre el que también intervienen espacios comunitarios (ver Rajoy en este
volumen)–, es posible afirmar que las menciones a la salud mental y su de-
terioro circulan como diagnósticos extendidos y legítimos en los barrios que
hemos estudiado. Pero además, y en relación expresa con la noción de sacri-
ficio, algunas menciones a los padecimientos de salud mental se encuentran
directamente vinculados a la responsabilidad de gestionar el malestar y la
escasez. De allí que hablemos de un estallido interno, no tan visible, pero
que desparrama sufrimientos de manera desigual.
– La sobrecarga de la tarea femenina: por otro lado, y en estrecha
relación a la problemática mencionada previamente, el trabajo de campo
permitió advertir menciones recurrentes sobre la doble jornada del trabajo
femenino (que incluye a las laborales las tareas de cuidado) con la sumatoria
en tiempos de pandemia de un trabajo comunitario intensificado y exigente
tanto física como mentalmente. No solo eso, sino además transitado con
temor al contagio. En relación con las exigencias y la gestión de conflictivi-
dades en espacios comunitarios –que se tornan en los “rostros del estado”–,
la responsabilidad por la escasez de mercaderías y el ingenio colectivo para

36
CAPÍTULO 1 “Quedate en tu barrio”

lidiar con la falta. Esta sobrecarga, atada muchas veces a imaginarios mi-
litantes y de “sacrificio”, operan naturalizando estas tareas y los roles que
estas mujeres despliegan en sus barrios.
– Regulación de las violencias y roles consagrados: finalmente, como
pregunta abierta de esta investigación nos volvemos a preguntar por las
vinculaciones entre las violencias. Pero también una pregunta ética sobre
nuestros trabajos y recortes sobre el trabajo comunitario y las violencias.
En este sentido nos preguntamos si al reconocer y, sobre todo, al “cele-
brar” estos trabajos comunitarios no reforzamos roles tradicionales de géne-
ro en los que las mujeres están subordinadas a la tarea silenciosa, todo para
evitar un estallido y prevenir las reacciones de algunos varones a los que hay
que cuidar, sostener para que “no la pudran”.
Por último, diremos que “Quedate en tu barrio'” significó también una
nueva responsabilidad para los actores comunitarios que tomaron el desafío
de gestionar la conflictividad en sus barrios. Nuevamente, la sobrecarga y,
sobre todo, la noción de sacrificio y entrega naturalizaron los roles y espa-
cios conducidos por mujeres, encargados de gestionar el conflicto con esca-
sos recursos estatales y altos costos personales.

Bibliografía citada

Aliano, N.; Pi Puig, A. P.; Rausky, M. E. (2022) “Lo sedimentado que se


activa: Los comedores populares en la trama sociocultural de los barrios
populares durante la pandemia”. Cuestiones de Sociología 26(e131).
Recuperado de https://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/
pr.14718/pr.14718.pdf.
Beraldo, A. (2022). “‘Nos ganaron la calle’: transas y chorros en los barrios
en contexto de pandemia.”, en este mismo volumen.
Caravaca, E.; Garriga Zucal, J. y Mancini, I. (en prensa). “Sobre llovido
mojado. Pandemia y violencias en poblaciones vulnerables en el Área
Reconquista”. Revista Acta Sociológica.
Epele, M. (2010). Sujetar por la herida. Una etnografía sobre drogas,
pobreza y salud. Buenos Aires: Paidos.
Faur, E. y Brovelli, K. (2020). “Del cuidado comunitario al trabajo en casas
particulares. ¿Quién sostiene a quienes cuidan?”. En J. M. Bustos y
S. Villafañe (Comps.), Cuidados y mujeres en tiempos de COVID-19: la

37
Últimos y abollados

experiencia en la Argentina (pp. 67-100). Santiago: Naciones Unidas


Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Fonseca, C. (2004). Família, fofoca e honra. Etnografia de relaçoes de gênero
e violência em grupos populares. Porto Alegre: Editora da UFRGS.
Frederic, S. (2004). Buenos vecinos, malos políticos. Moralidad y política en
el Gran Buenos Aires. Buenos Aires: Prometeo.
Garriga, J. y Del Castillo, F. (2022). “Policiamiento Pandémico. Policías
bonaerenses en el Área Reconquista (San Martín) durante la pandemia
COVID-19”, en este mismo volumen.
Masson, L. (2004). La política en femenino. Género y poder en la provincia
de Buenos Aires. Buenos Aires: IDES Serie Etnográfica.
Rajoy, R. (2022). “El entrecruzamiento de los mecanismos de la violencia
machista en tiempos de confinamientos y emergencia sociosanitaria”,
en este mismo volumen.
Roig, A. (2020). “Enlazar cuidados en tiempos de pandemia. Organizar vida
en barrios populares del AMBA”. En J. M. Bustos y S. Villafañe (Comps.),
Cuidados y mujeres en tiempos de COVID-19: la experiencia en la
Argentina (pp. 67-100). Santiago: Naciones Unidas Comisión Económica
para América Latina y el Caribe (CEPAL).
Zapata, L. (2005). La mano que acaricia la pobreza. Etnografía del
voluntariado católico. Buenos Aires: Antropofagia.

38
CAPÍTULO 2
“Nos ganaron la calle”
Transas y chorros en los barrios
Ana Beraldo

Introducción

Puede parecer obvio, pero conviene recordarlo: había un mundo antes de


la llegada de la pandemia de COVID-19. Esto significa que, cuando la en-
fermedad surgió y se extendió, lo hizo en contextos previamente existentes.
Debido a ello (y a la diversidad de formas en que las autoridades guberna-
mentales gestionaron la crisis sanitaria), su desarrollo adquirió (y sigue
adquiriendo) diferentes contornos en las distintas localidades. Es, en fin, un
claro problema de salud pública, pero también un fenómeno en torno al cual
gravitan dimensiones sociales, económicas, culturales, políticas, educativas,
laborales, de vivienda, etc. La pandemia vivida en las clases sociales altas de
Zúrich (Suiza) fue y es ciertamente muy diferente de la vivida en un barrio
marginado de Beirut (Líbano) en familias vinculadas a sectores empresaria-
les de Pekín (China) o en una comunidad rural cerca de Harare (Zimbabue),
por ejemplo. Incluso dentro de América Latina, el nuevo coronavirus surgió
en contextos caracterizados por la prevalencia de múltiples desigualda-
des –de clase, raza, género, escolaridad, territorio (Benza; Kessler, 2020;
Vommaro, 2019)–, lo que también contribuyó a una heterogeneidad de ex-
periencias de la pandemia en zonas geográficas muy cercanas: hay muchas
experiencias sociales de la enfermedad (Mastrangelo, 2020).
En las zonas urbanas pobres del continente, la enfermedad encontró
(y arrojó luz sobre) escenarios marcados por la existencia de relevantes
redes de ayuda mutua entre vecinos (intercambios de favores y formas de
solidaridad entre residentes, como préstamos de bienes materiales o ayu-
da para el cuidado de niños y ancianos) (Lomnitz, 1975; Perlman, 1975) y

39
Últimos y abollados

por el funcionamiento de intensas movilizaciones comunitarias (grupos


culturales, asociaciones políticas, movimientos sociales) (Frassinetti, 2006;
Lima, 1989; Oliveira, 2012). Por otra parte, estos mismos territorios también
se caracterizan por una elevada concentración de población, importantes
carencias en materia de vivienda, un acceso a menudo insuficiente o poco
fiable al saneamiento básico y al agua, y unos residentes que suelen estar
excluidos del mercado laboral formal (Conti, 2004; Cunha, 2003; Fischer,
2008; Winchester, 2008). Además, en los márgenes de los grandes centros
urbanos de América Latina, la pandemia coexistió con un fenómeno que
cobró relevancia en la región principalmente en los años 90 (Feltran, 2011;
Innamoratto et al., 2015; Rettberg, 2020): las redes de economías ilícitas y
las sociabilidades conflictivas vinculadas a estas tramas. Esta coexistencia
es el tema central del presente capítulo. Más concretamente, en este texto
me ocupo de los ilegalismos populares (Renoldi, 2015; Telles; Hirata, 2010)
en el Área Reconquista, partido de San Martín, provincia de Buenos Aires, en
tiempos de COVID-19.
Este trabajo, como todo el libro, forma parte del proyecto PISAC-
COVID-19 La sociedad argentina en la Postpandemia “Fuerzas de seguridad,
vulnerabilidad y violencias. Un estudio interdisciplinario”. Aunque el pro-
yecto fue diseñado para centrarse en las fuerzas de seguridad y sus relacio-
nes con las poblaciones vulnerables, el material recogido también permitió
acceder al funcionamiento de algunas dinámicas ilegales en el territorio, y a
los cambios y continuidades de este funcionamiento a partir de COVID-19,
sin que las fuerzas de seguridad dejen de figurar como piezas importantes
de este rompecabezas. Aquí parto de la perspectiva de la población, en un
análisis cualitativo –con el programa Atlas-Ti– de 32 entrevistas a vecinos
del Área Reconquista.
En general, las narrativas de los entrevistados mostraron que más que la apa-
rición de nuevos procesos o el establecimiento de rupturas radicales con el pasa-
do anterior a la llegada del nuevo coronavirus, la pandemia intensificó, remodeló
y profundizó dinámicas ilegales que ya estaban en marcha desde hacía más tiem-
po, en las que los robos y hurtos, el consumo de drogas y narcotráfico1cobran

1. El término “narcotráfico” es problemático porque reúne en una sola palabra una amplísima diversidad
de fenómenos, desde las grandes rutas internacionales por las que circulan inmensas cantidades de
dinero a partir de complejas infraestructuras, hasta un chico, menor de edad, que vende marihuana a
sus compañeros de colegio. Aquí, el narcotráfico se utiliza como categoría nativa y se refiere al mercado
local de drogas al por menor.

40
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

relevancia. En la primera sección del texto, explico lo que se dijo exactamente


sobre cada uno de estos ejes. A continuación, muestro cómo la legalidad y la ile-
galidad están asociadas a conformaciones identitarias, pero también a prácticas
y subjetividades complejas, a fronteras difusas. En un tercer momento, trato las
interconexiones entre los robos, la venta y el consumo de drogas en el barrio y
dos fenómenos igualmente importantes para entender el funcionamiento delic-
tivo local: la acción policial y las experiencias de encarcelamiento. En las notas
finales, vuelvo a las ideas principales desarrolladas en el texto.

Robo, consumo de drogas y narcotráfico


La inseguridad como problema persistente
En la gran mayoría de las entrevistas recogidas existe una percepción com-
partida –y común en muchas comunidades urbanas pobres de toda América
Latina (González, 2017)– de que el barrio donde viven es desde hace tiempo
inseguro, peligroso y conflictivo. Aunque, por supuesto, la vida cotidiana
de quienes viven en el territorio no se limita a esta inseguridad (la gente va
a comprar, habla con los amigos, lleva a sus hijos al colegio, cuida su salud,
etc.), la desconfianza interna (Cravino, 2016) es una parte importante de las
narrativas de los entrevistados. El miedo a ser víctimas de robos, por ejem-
plo, se cita a menudo como un factor que determina el comportamiento, que
es la base de las normas impuestas a los niños, que subyace a la elección de
los caminos que se toman y a qué horas se circula por la comunidad. Analía,
46 años, integrante de las Fuerzas Federales, afirma:

Sí, sí, acá está, acá no podés descuidarte, en Suárez no. No te podés
descuidar. Acá están a la pesca todo el tiempo. Es algo que desborda a
los efectivos que están en la calle. Y te tenés que cuidar, hay cierta hora
del día que, eh, siendo de día, con el sol arriba, y no dejes la puerta del
fondo abierta porque se te meten... por los fondos. Eh, la noche, también
¿Viste? (Analía, vecina).

Asimismo, Patricia, de 40 años, propietaria de una panadería en el barrio,


dice sentirse privilegiada porque sus hijos pasan poco tiempo en la calle.
Aun así, el mayor fue asaltado con un cuchillo en el cuello. Patricia dice que
las pocas veces que los chicos salen de casa, se pone ansiosa esperando que
vuelvan pronto:

41
Últimos y abollados

Le pusieron un cuchillo en el cuello, le cortaron un poquito pero bueno.


[…] Tengo la suerte de que no son de andar en la calle mis hijos. El más
grande solo va a la casa de la novia que se maneja en remis porque no
es de este barrio y va a jugar a la pelota al club. Y ahí no sabes lo que es
estar con los nervios “Que lleguen, que lleguen” pero bueno no puedes
encerrarlos y que después se choquen contra la pared cuando salen
(Patricia, vecina).

Geovani Jacó de Freitas (2003), a partir de su trabajo en barrios perifé-


ricos de Fortaleza, Brasil, destaca la constante construcción de rumores en
torno de acontecimientos conflictivos y la capilaridad que esos rumores
asumen. A ese fenómeno Freitas da el nombre de “ecos de la violencia”
(2003). Como ilustran las declaraciones de Analía e Patricia, el miedo hace
que los efectos del hecho violento trasciendan el hecho mismo, como un eco,
que repite (y distorsiona) un determinado sonido. El miedo, como eco de
la violencia, fomenta entonces la construcción de estrategias más o menos
individuales, más o menos colectivas, para sortear las amenazas percibidas.
El discurso de Adriana, de 49 años, ama de casa, promotora de salud y es-
tudiante universitaria de Ciencias de la Educación y primeros auxilios en la
Cruz Roja, es ejemplificador de esta dinámica:

Mirá, Libertador todo el mundo que viene y lo conoce dice que es el


barrio que no duerme. A cualquier hora de la noche hay gente despierta.
Chicos que se juntan en esquinas, de los buenos y de los malos. Mucha
compañía entre vecinos. Por ahí se juntan dos o tres vecinos a la misma
hora y van hasta la parada de colectivo a la Marquez. Van como en patota
para que no pase nada. Porque como te digo están los vecinos buenos y
están los malos.
[Ese “Que no pase nada” ¿A qué te referís?]
A que hay robos, a que hay... chicos pasados de copas y de otras cosas
también que por ahí vos pasas inocentemente para tu trabajo y tal vez no
llevas nada, 200 pesos para almorzar y te lo roban. Capaz que también te
fajan. Lamentablemente pasa eso (Adriana, vecina).

Si la inseguridad es una característica persistente del territorio, que-


da por ver cómo encaja la pandemia en esta ecuación. No parece haber
consenso al respecto. Una minoría de entrevistados sostiene que la (in)

42
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

seguridad que se vivía en Reconquista no ha cambiado mucho ante la llegada


de COVID-19. Algunos sostienen incluso que se ha producido una reducción
de los delitos desde la crisis sanitaria. Mariano, por ejemplo, defiende la
idea de que el nuevo escenario creado con la pandemia –con la unión entre
un mayor control policial sobre la población (para hacer cumplir el decreto
presidencial) y la ausencia de personas en las calles (a las que también se les
impide circular)– constituiría un importante desincentivo a la delincuencia.

Yo creo, personalmente, y trabajo mucho con pibes con algún conflicto


penal o con pibes que eventualmente pueden llegar a cometer algún tipo
de delito… creo que el freno que se pusieron fue enorme porque el riesgo,
ante la ausencia de gente en la calle y mayor presencia policial y de segu-
ridad, es más difícil cometer un delito, por la propia dinámica que implica
cometer un delito, ya sea entrar a una casa o robarle a una persona en
una estación de tren o en el medio de la calle. Cualquier pibe que andaba
por la calle y quería cruzar la avenida Márquez o todo lo que es la zona
de Reconquista y José León Suarez, terminaba convirtiéndose en una
persona que estaba incumpliendo el decreto presidencial y lo mandaban
de nuevo para adentro. Lo mandaban para la casa. Me he enterado de
gente que se llevaron en cana porque estaban incumpliendo el decreto, el
aislamiento… (Mariano, vecino).

Sin embargo, esta no parece ser la opinión más extendida sobre el tema.
De hecho, predomina claramente en las entrevistas la percepción de que la
crisis sanitaria acabó fomentando la participación de los residentes, espe-
cialmente de los jóvenes, en redes y actividades ilegales.

Aumento de los robos y hurtos


Para la gran mayoría de los entrevistados, la pandemia vino acompañada de
una intensificación de los robos y hurtos, un empeoramiento del consumo
de drogas y una expansión del narcotráfico. Las hipótesis explicativas más
recurrentes del aumento de la inseguridad y la delincuencia están relaciona-
das con el aumento de la pobreza hasta niveles críticos. Lelu,de 22 años, que
es promotora de género en el territorio, argumenta:

Si antes de la pandemia no alcanzaba para comprar los alimentos, menos


con la pandemia. No podías salir a hacer changas o cirujear porque no sos

43
Últimos y abollados

trabajador esencial y después toda esa frustración aumenta. Los pibes de


por si nunca tuvieron trabajo formal entonces ya consumen mucho más
porque ni las changas podían hacer (Lelu, vecina).

Pablo, de 37 años, profesor de historia, señala que los jóvenes del


barrio están excluidos de la escuela, del mercado laboral y de la sociedad
en general. Para él, existe una clara relación entre esta marginación (que
está asociada, entre otros factores, al estigma que pesa sobre la zona en
la que viven) y la implicación de muchos de ellos en los mercados ilegales.
En sus palabras:

A los pibes por donde viven ya no les dan laburo. Son completamente
excluidos y no tienen la posibilidad de ir a la escuela. Antes estaban los
gabinetes psicológicos. Pero acá todo es exclusión, el pibe que anda mal
en la escuela se lo descarta en vez de indagar en qué condiciones vive. En
qué condiciones está su familia, si come, si duerme. El resultado es lo que
pasa. Los pibes a los quince años se ven sin futuro o no pueden mamar
otro futuro porque todo lo que ven es exclusión y terminan en muchos
casos igual. Cuando son más grandes salen a robar, pero creo que el pro-
blema de fondo es que no dejan de ser víctimas del neoliberalismo y años
de exclusión (Pablo, vecino).

En la interpretación de Lelu, Pablo y muchos otros entrevistados sobre


el agravamiento de la violencia callejera en la pandemia, la pobreza y la falta
de trabajo son centrales. Sin embargo, estas experiencias no son nuevas para
los sectores populares argentinos. Gabriel Kessler (2010) y Daniel Míguez
(2010) sostienen que desde los años 80 y 90, con la desindustrialización del
país, la inestabilidad profesional pasó a caracterizar las experiencias labora-
les de las clases empobrecidas. Las actividades formales remuneradas son
cada vez menos duraderas, y la naturaleza temporal del trabajo no permite
la formación de identidades laborales entre los más pobres. Así se formó
un “horizonte de precariedad duradera, en el que era imposible vislumbrar
una carrera estable” (Kessler, 2010: 87, mi traducción). Lo que ha ocurrido
es que las clases bajas han hecho el paso de la “fábrica” al “barrio”, y una
sustitución de la lógica del trabajador por la lógica del proveedor, en la que
lo que importa es la obtención de ingresos, y no los medios por los que se
obtienen esos ingresos (Kessler, 2004, 2010). En consecuencia, es cada vez

44
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

más frecuente que los sectores marginados y con escasa formación transiten
entre medios formales e informales, y legales e ilegales, para obtener dinero
(Kessler; Telles, 2010; Menni, 2004).
Este fenómeno es lo que Vicenzo Ruggiero e Nigel South (1997) llaman
la ciudad como “bazar”. En el razonamiento propuesto por los autores, la
ciudad aparece como un mercado en el que los individuos negocian constan-
temente, tratando de aprovechar las diversas oportunidades que les ofrece
la vida urbana, sin que la formalidad o la informalidad, o la legalidad o la ile-
galidad, de una determinada transacción estén necesariamente en el centro
de sus preocupaciones a la hora de tomar decisiones. Lo que ocurrió con la
pandemia y las medidas de restricción de la circulación fue que se redujeron
drásticamente tanto las (“pocas”) vías formales como las informales de ganar-
se la vida. El “bazar” de la ciudad tenía ahora aún menos opciones que antes.
Puede parecer que existe una relación directa y causal entre la pobreza y
la delincuencia. Pero esta interpretación, puramente economicista, no per-
mite explicar lo que ocurre en la empiria. Hay otro factor que aparece en los
relatos de los entrevistados como conector entre la falta de trabajo e ingresos
y la participación en actividades delictivas: el consumo de drogas.

Difusión e intensificación del consumo de drogas


Los que quieren consumir drogas, pero viven en lugares donde no hay pun-
tos de venta de estas sustancias, tienen que ir a otra parte de la ciudad, a
ciertas horas y tomando ciertas precauciones, para poder comprarlas (o
tienen que articular formas de que las drogas les lleguen). Pero los que viven
en el Área Reconquista tienen el mercado de drogas al alcance de la mano en
todo momento. La pasta base de cocaína (paco), en particular, es una droga
relativamente barata con alto poder psicoactivo y gran capacidad de generar
dependencia. Para muchos entrevistados, esta facilidad de acceso al paco (y
el grado de vulnerabilidad social en el que se encuentran los vecinos) hace
que un mayor contingente de jóvenes lo consuma. Cecilia, de 40 años, edu-
cadora popular, sostiene:

Si puedo determinar una violencia el consumo de drogas y consumo de


alcohol es terrible. Y la consecuencia de eso ¿No? La consecuencia del
consumo, cada vez más jóvenes, cada vez más chicos, de cada vez de más
fácil acceso. Es tan fácil el acceso, es tan, eh, es tan quita hambre y tan
quitapenas parece ¿No? En un punto, tan de escape. Yo sé que debe sonar

45
Últimos y abollados

horrible lo que estoy diciendo, pero no encuentro la palabra para decirte


que es más fácil conseguir eso, no sé, un paco que conseguir un kilo de
carne (Cecilia, vecina).

Por supuesto, el uso de narcóticos no implica necesariamente el abuso


de drogas. De hecho, en la mayoría de los casos, el consumo ocasional de
cantidades moderadas de sustancias psicoactivas no afecta negativamente
a la capacidad de los individuos para mantener su propia vida. Pero en otros
casos, y dependiendo de qué producto concreto se consuma, las consecuen-
cias pueden ser más graves.
Adrián, de 20 años, relata su propia experiencia como consumidor de
drogas y como persona con historial delictivo. Cuenta que fue detenido por
primera vez cuando tenía 14 años, por vender drogas, y que fue liberado 5
días después por su edad. Adrián estuvo en la cárcel en otras ocasiones y, la
última vez, cuando recuperó la libertad, vivió un periodo de consumo inten-
so y descontrolado de sustancias. Entonces sufrió un importante trauma: su
hermana, también usuaria de paco desde hace tiempo, se suicidó. Muy afec-
tado, Adrián trazó un camino que es bastante común para quienes, como él,
se encuentran en situaciones-límite (Beraldo, 2022b, 2022a; Brenneman,
2014; Smilde, 2007): Adrián comenzó a asistir a la iglesia con asiduidad y a
llevar a toda la familia con él. El habla de las drogas con intimidad y explica lo
que, en su opinión, lleva a los jóvenes a consumir más paco con la pandemia:

Uno: no conseguís trabajo; Dos: no tenés nada para hacer, Tres: te adap-
tás a esa vida de vagancia y Cuatro: sos un pibe y te ponés a pensar “Tengo
que disfrutar, ya fue”. Pero cada uno tiene su manera de pensar, sí, veo
más pibes en las esquinas, están perdidos mucho en el consumo, no de la
marihuana o la cocaína, sino del paco y esas cosas (Adrián, vecino).

El desempleo, el hambre y la desesperanza son señalados por Cecilia y


Adrián como factores asociados a la difusión del consumo de drogas. Los
estudios pertinentes presentan argumentos similares. Samuel Friedman,
Diana Rossi e Naomi Braine (2009), por ejemplo, afirman que los aconteci-
mientos disruptivos (Big Events), como las guerras o las transiciones de re-
gímenes políticos, pueden provocar cambios sociales que, a su vez, pueden
implicar una mayor vulnerabilidad de la población al consumo de drogas
y alcohol (y a las conductas sexuales de alto riesgo, objeto de interés en su

46
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

investigación). María Epele (2011), en este mismo sentido, plantea que las
rápidas transformaciones en las condiciones de vida de las personas pueden
llevar a un uso más extendido e intenso de las drogas. La autora sostiene
que la crisis vivida en Argentina que culminó con el colapso económico y
político de 2001 está asociada a la difusión del consumo de paco entre las
clases populares del país a partir de ese período. El paco, por tanto, ya for-
maba parte de la realidad de los habitantes del Área Reconquista desde hacía
tiempo, pero esta realidad pudo intensificarse notablemente con la llegada
de la pandemia.
Y el uso abusivo de las drogas, especialmente del paco, llevaría, en los
discursos de nuestros interlocutores, a la práctica de delitos. Aunque la li-
teratura revela que no existe una relación de causalidad simple y total entre
el consumo de estupefacientes y la práctica de actividades ilegales (muchos
de los que consumen drogas no delinquen y muchos de los que delinquen
no consumen drogas) (Antillano; Zubillaga, 2014), se entiende que ambos
factores se superponen en cierta medida, especialmente entre los más po-
bres (Innamoratto et al., 2015; Oficina Contra la Droga y el Delito, 2010). En
congruencia con esto, Mabel, de 57 años, referente comunitaria, destaca:

Es algo que se viene arrastrando en todos los barrios. Empezó el consumo


así hace diez años atrás pero ahora últimamente es muy terrible. Antes se
cuidaban de que nadie los viera. Ahora no les importa nada, consumen en
la esquina en la vereda. Con el tiempo se va intensificando. Convengamos
que no hay políticas como para pararlo tampoco. […] No hay nada concre-
to para hacer, no se hace nada y va aumentando. Cada vez los chicos son
más chicos los que consumen y los que delinquen también. Once, doce
años que andan en motos con armas drogadas robando (Mabel, vecina).

En los relatos presentados por los entrevistados, se ha entendido que


los dependientes químicos a menudo recurren al hurto y al robo, o entran
ellos mismos en el mercado minorista de drogas, para mantener su propia
adicción. Rodrigo, de 20 años, trabaja pintando escuelas y meriendas en una
cooperativa y estudia Enfermería en la UNSAM. Cuando se le preguntó por
qué, en su opinión, están aumentando tanto los robos como el consumo de
drogas, Rodrigo explicó el fenómeno de la siguiente manera:

47
Últimos y abollados

Es ahí donde entra la pobreza y por esa necesidad entra el robo y la ne-
cesidad. Dentro y fuera del barrio. Entra la necesidad económica pero no
solo económica para la alimentación sino también la adicción, entra por
las dos partes. Es ahí donde se juega mitad y mitad. Mitad para la familia
y mitad para la adicción (Rodrigo, vecino).

Si han aumentado los robos y se ha agravado el consumo de drogas, tam-


bién se ha ampliado el narcotráfico.

La expansión del narcotráfico


Los intensos controles de tráfico por las medidas sanitarias de emergencia
dificultaron que los residentes frecuentaran otras regiones de la ciudad, en
un importante refuerzo de la segregación espacial y territorial que estos gru-
pos ya experimentaban, en niveles más leves, antes de la pandemia (Pérez
Sáinz, 2021; Vommaro, 2020). Como consecuencia, las reuniones para el
consumo de drogas y las prácticas delictivas en las esquinas y en los pasillos,
que ya eran una parte importante de la sociabilidad de una parte (claramen-
te minoritaria) de la juventud local, pasaron a representar uno de los pocos
espacios que quedaban para el encuentro con los compañeros y la construc-
ción de sentimientos de pertenencia. Además, el evidente mantenimiento
de la actividad en el mercado de la droga mientras el resto de los mercados
sufría una clara parálisis hizo que la entrada en el narcotráfico fuera posible-
mente todavía más atractiva. Para Mabel:

Aumentó mucho el narcotráfico. Es terrible lo que ha aumentado y de la


venta y tirotearse entre ellos por ganar los espacios. Lanzone era una zona
liberada y vinieron a parar muchos narcos. Hay muertos y todos cada fin de
semana. Eso ha aumentado muchísimo. Los robos que empezaron a haber,
porque al no poder salir del otro lado de la Marquez, los barrios son difíciles.
Te roban en todas las esquinas, la inseguridad creció (Mabel, vecina).

Otro factor que debe tenerse en cuenta lo señaló Andrea, de 46 años,


educadora, quien sostiene que la no ocupación del espacio público por otro
tipo de actores y actividades dio lugar a una presencia más fuerte y explícita
del negocio de la venta de drogas en las calles del barrio. Si el narcotráfico se
ha expandido, también se observa una mayor difusión de las armas de fuego
y una recurrencia en las denuncias de tiroteos y narcoguerras.

48
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

Lo que más relevancia veo yo es que […] al dejar el espacio público fuerte
también otros lo tomaron. […] si hubo más soldaditos, claramente hubo
más de vender droga o más espacio de venta. Los pequeños narcos que
no son narcos, digamos, los pequeños puestos de venta nos fueron ga-
nando el espacio. Si, mucho, y eso fue violento porque había tiroteo entre
bandas que este es mi territorio, que este es mío, no acá vendo yo y ahí lo
que si no estaba… (Andrea, vecina).

También existe, para una parte de la juventud local, una importante


(y creciente) valoración de la figura del narco o transa. Como demuestran
varios trabajos sobre el tema (Bourgois, 2010; Cozzi, 2018), entrar en el
mercado de la droga no solo es una forma eficaz de conseguir dinero, sino
que también puede ser una manera de buscar el prestigio, el reconocimien-
to y el respeto de una fracción de la sociedad cada vez más alejada de los
medios legales para conseguir todo esto. Además, las entrevistas indican
que el aumento del consumo de drogas ha llevado a algunos usuarios a
venderlas también para mantener su propio hábito. Andrea vuelve a ilus-
trar la cuestión:

¿Qué hacemos con los narcos en el barrio? Tanta falta de trabajo que hace
que tengamos que trabajar de esto y que tengamos entonces que después
tener toda una relación y toda una dependencia al narco que se instala
en el barrio […] cuando te hablo de soldaditos te hablo de pibes te hablo
de familias que tienen su cocina en la casa y que tienen que laburar […]
y que tienen que llevar el mango a la casa y tiene que competir contra lo
que te pagan por ser soldadito y por estar cuidando y poder que te da eso.
Y también ahí si digo ni siquiera los medios periodísticos ni los noticieros,
las novelas que hay sobre narco y todo eso te posicionan y todos los pibes
quieren ser narcos del barrio… (Andrea, vecina).

A menudo, como afirma Michel Misse (2019) sobre la realidad brasileña,


“la expansión de las estrategias de adquisición en redes basadas en los mer-
cados ilegales y la informalidad fue la solución que encontraron los jóvenes
pobres para producir resiliencia, crear agencias de protección y resistir la
acumulación social de desventajas” (179, mi traducción). En definitiva, lo
que indican las entrevistas es que desde hace tiempo prevalece en el barrio
(como en otros territorios urbanos empobrecidos de América Latina) una

49
Últimos y abollados

situación de importante marginación. La pandemia aparece, en este contex-


to, como un factor agravante.

Un (des)equilibrio perenne y frágil


Los buches y los que se la bancan
Chorear, changuear, traficar, laburar: no se trata solo de una diversidad de
prácticas, sino también de una diversidad de construcciones identitarias
subjetivas. Dentro del barrio, señala Cecilia, las múltiples identidades se
traducen a menudo en separaciones y rivalidades entre grupos. Cree que este
fenómeno está fomentado por la imagen que los medios de comunicación
transmiten sobre la Área Reconquista (y sobre los barrios vulnerables en ge-
neral) como algo intrínsecamente conflictivo y violento. Sea cual sea el origen
de esta dinámica, el hecho es que las divisiones entre “nosotros” y “ellos” son
bastante comunes en el territorio. Cecilia subraya que existen, por ejemplo,
tensiones entre distintas zonas geográficas del barrio: “Adentro del barrio si
uno vive de un lado de Primero de mayo o del otro sos de Alta Carcova o Baja
Carcova. Entonces es como que ahí también hay una, hay un límite interno
entre ellos”. Y también existe, sobre todo entre los más jóvenes, añade Cecilia,
una elección forzada entre dos trayectorias vitales percibidas como opuestas:

Entonces, hay como una violencia en la que uno tiene que posicionarse de
un lado o del otro. O te posicionas del lado que acompaña al sector, este,
digamos institucional de control o te posicionas del lado de la gente que
banca al barrio, ponele. […] Ahora, las historias que me cuentan los chicos
de pertenecer a cierto sector, ya sea venta de drogas o pertenecer a este
los que avisan, ¿no? Cuando llega la policía o estar del otro lado, es como
medio... es como que posiciona al barrio en dos sectores (Cecilia, vecina).

Más adelante, resume esta dinámica como la prevalencia de un pensa-


miento en la juventud en el que “o sos parte de los buches o sos parte de los
que se la bancan”. Esta misma oposición es destacada por Míguez (2010) al
hablar de los pibes chorros y la idea que tienen sobre los que no están inmer-
sos en el mundo de la transgresión: “Giles, panchos y caretas son palabras
que utilizan los pibes chorros para designar a quienes no son del mismo palo”
(2010: 82). Estas identidades pueden parecer herméticas, pero no lo son
(Diez, 2006).

50
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

La inestabilidad del rescatarse y del desenvolverse


Las identidades chorros, narcos, transas, trabajadores, buches son conside-
rablemente maleables. En primer lugar porque, como hemos visto, muchos
sujetos circulan por medios legales e ilegales para obtener ingresos. En
segundo lugar porque el abandono de las prácticas ilegales es frecuente y
suele traducirse en la noción de rescate. Es, en lenguaje nativo, una transfor-
mación del yo a partir de una decisión de cambio de vida (Mancini, 2016). Y
tercero porque para todos ellos, incluidos los buches, la caída en los merca-
dos ilícitos y el consumo de drogas parece nunca dejar de ser una posibilidad
real (aunque incómoda y no deseada).
En otras palabras, existe la percepción de que los residentes del Área
Reconquista, especialmente los jóvenes, si no están ya consumiendo drogas,
robando o involucrados en el narcotráfico, están siempre a punto de hacerlo.
Esto es aún más fuerte para aquellos que, una vez inmersos en la ilegalidad y
el consumo, consiguen alejarse de estas actividades y rescatarse. La respues-
ta que da Adrián cuando se le pregunta por el funcionamiento del barrio es
reveladora de estos procesos:

Es como cualquier barrio, tiene sus cosas complicadas. Los pibes que están
en otra, hay pibes que se rescatan. Yo la sobrellevo, yo tranquilamente
podría estar como cualquier otro pibe sentado en la esquina pero prefiero
estar acá porque este es mi espacio que me permite desenvolverme, abrir la
mente, y estar bien más que nada. Estando bien puedo ayudar a mi familia.
Yo estuve perdido en la droga como seis meses apenas salí [de la cárcel].
Gracias a la biblioteca pude desahogarme y de otra manera, aprender cómo
desenvolverse de otra manera, no estando en una esquina (Adrián, vecino).

Queda claro en el discurso de Adrián, quien reconoce que podría estar


consumiendo drogas y delinquiendo, lo que deja entrever una posibilidad en
su vida. La biblioteca a la que se refiere es la Biblioteca Popular La Carcova,
una iniciativa que pretende ofrecer nuevas perspectivas a la población local,
especialmente a los antiguos reclusos del sistema penitenciario2. En este
entorno, Adrián puede desenvolverse, recibir un salario, adquirir habilidades.

2. La Biblioteca Popular la Carova fue creada por Waldemar Cubilla, un sociólogo que estudió
Sociología en contexto de encierro. Cuando recuperó la libertad se dedicó al proyecto de la biblioteca.
Para saber más, consulte: https://www.revistaanfibia.com/la-biblioteca-de-waldemar/

51
Últimos y abollados

Pero este desenvolverse nunca está terminado, es un eterno esfuerzo suyo


consigo mismo.
Sergio, de 30 años, también ha estado privado de libertad. Cuenta que
estudió dentro de la cárcel y que, al salir, participó en la construcción del
proyecto de la biblioteca con otros ex reclusos. Sergio siguió estudiando en
el exterior, trabajando por otro futuro para él, pero luego recayó:

Y yo estuve ahí, terminé la primaria y estuve como oyente en la carrera de


sociología... y, nada, cuando pasamos a ser liberados en el 2012, se armó
una cooperativa de liberados y ahí fuimos derivados a diferentes sectores
de la universidad. Yo por ejemplo fui a parar a “cultura y arte” a trabajar
de mantenimiento en el teatro Tornavías. Y yo estuve 3 años laburando
ahí... terminé la primaria en libertad… Empecé en una escuela estatal la
secundaria, hice primer año, segundo año y tercer año... A mitad de año
vuelvo a decaer en el barrio, a la ilegalidad, a las drogas, a tener mi propia
arma, ¿no? y a desenvolverme nuevamente a lo que era antes ¿no? y eso
me llevó a caer detenido nuevamente y, bueno, ahora esto… este último,
estuve tres años, ahora en la última causa, digamos… y ahora me toca
vivir nuevamente, eh, la libertad (Sergio, vecino).

Sergio parece identificar en la villa una especie de fuerza que empuja


hacia la delincuencia. En la narrativa que construye, esto se asocia incluso a
cuestiones geográficas/arquitectónicas del territorio. En sus palabras:

Yo vivo, eh, rodeado de pasillos, 'tendé? la entrada del pasillo acá sale
justo a mi casa la que vos venís del fondo también... Y yo estaba rodeado
de, estoy rodeado de los pasillos y, los pasillos son como el alimento a
toda maldad, ¿no? Son como la iniciativa, la iniciativa a toda cosa mala
¿no? en el sentido de algún tiroteo o venta de drogas, todo cuestión de...
El pasillo es como el veneno del ambiente acá en el barrio (Sergio, vecino).

Sergio vivió parte de la pandemia privado de libertad. La experiencia


fue difícil, porque si las condiciones de la prisión ya eran desfavorables
antes de la crisis sanitaria, el nuevo contexto complicó aún más las cosas.
Al ser liberado, se reincorporó a la biblioteca y vivió en el barrio. Destaca
las continuidades que identificó en los problemas de la comunidad en la
que vive: “siempre estuvo la corrupción policial, siempre estuvo la venta de

52
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

drogas, siempre estuvo la delincuencia de los jóvenes”. Sin embargo, señala


que el escenario es aún más complejo para los jóvenes de hoy que, según
él, “se relacionan automáticamente con la ilegalidad”. Según su percepción,
el aumento de la pobreza en los últimos tiempos y la circunscripción de las
vidas a los límites del barrio hacen que los jóvenes de la generación actual se
vinculen más rápidamente con la delincuencia.

Pero lo que hay que remarcar en este sentido es que los jóvenes como que
vuelven a la oscuridad fácilmente, en el sentido de que se involucran con
la ilegalidad del barrio… se acostumbran a conseguir recursos en el barrio,
y no salen del barrio, ¿no? Como que este espacio que estamos creando
acá… eh, de alguna manera u otra, sirve para que estos jóvenes se involu-
cren un poco eh... con la gente universitaria, ¿no? […] y eso es como algo
complicado eh en el sentido de poder involucrar a estos jóvenes que ya
tienen conflicto judicial, que tienen conflicto con adicciones, con el tema
de la droga, o están delinquiendo… (Sergio, vecino).

Mariano tiene una trayectoria vital muy cercana a la de Sergio. Mariano


también fue encarcelado, fue liberado, integró la biblioteca y comenzó a
esforzarse por desenvolverse: los estudios, el aprendizaje de habilidades, la
construcción de nuevas perspectivas. Pero, también como Sergio, Mariano
volvió a consumir drogas, a involucrarse en redes criminales y a ser detenido,
una vez más (y sobre esto, elabora una narrativa muy similar a la de Sergio
sobre los pasillos).

A mí me atrapó la droga nuevamente y te explico eso para que entiendas


que lo que estamos generando hoy en el barrio es más complicado, es
más complicado hacer las cosas bien que hacer las cosas mal. Yo volví
a caer en cana y cuando salgo sé que tengo la biblioteca porque la villa
sigue igual, con la misma lógica, el arreglo con la policía. Los pasillos que
alimentan, son el veneno del ambiente, los pasillos son la iniciativa de
toda maldad y Carcova tiene muchos pasillos. Los pasillos es en donde
está toda la lógica de la droga (Mariano, vecino).

A partir de estos relatos, la imagen que surge es que las trayectorias y


subjetividades de estos sujetos funcionan como un subibaja, que oscila de un
lado a otro, entre la legalidad y la ilegalidad, entre ser trabajador, centrado

53
Últimos y abollados

en su propio desarrollo, y ser chorro, narco, estar en el bardo. Alguien que


está en la cima del subibaja puede convertirse rápidamente en el fondo: la
inestabilidad es una característica central aquí. En el juguete de los niños,
importa el peso que se pone en cada lado y la fuerza que hace cada chico
hacia arriba cuando sus pies tocan el suelo. En el ámbito de Área Reconquista,
otros factores definirán la oscilación del balancín: la escolaridad, los ingresos,
la inserción en el mercado laboral formal y la agencia del sujeto pueden hacer
que la parte legal gane más importancia; mientras que la distancia del sistema
escolar, la pobreza y el desempleo pueden hacer que el bardo pese más.
Para muchos, el subibaja está en permanente movimiento. Para otros,
es más estable, se queda quieto en un extremo. Pero nunca parece haber
una certeza definitiva de lo que va a ocurrir. En este escenario, la pandemia
parece haber actuado como otro empuje hacia el consumo de drogas y la
delincuencia.

La gorra y la cárcel

Las dinámicas comentadas anteriormente (de robos y hurtos, consumo y trá-


fico de drogas), aunque, se han intensificado con la llegada de la pandemia,
no resultan nuevas para los habitantes de área. Y las narraciones de los en-
trevistados indican que estos ilegalismos están estrechamente relacionados
con la acción del Estado en el territorio. Más concretamente, con dos facetas
del Estado, fuertemente presentes en la vida de los vecinos del barrio y mu-
tuamente entrelazadas: las fuerzas de seguridad y la cárcel.
En cuanto a la policía y otras fuerzas de seguridad, las representaciones
que circulan entre los residentes son variadas, pero pueden condensarse
en una dualidad: como ausencia o como presencia violenta (o como una
mezcla de ambas) (“Informe Final: Seguridad, violencia y vulnerabilidad”,
2021). La ausencia tiene que ver, en los discursos de los entrevistados, con
una omisión en la protección de los residentes; mientras que la presencia
violenta se ancla en una acción basada en estereotipos de quién sería el
delincuente, en la que todos los jóvenes pobres figuran como sospecho-
sos y se convierten, por tanto, en objetivos de persecución y truculencia.
Con ello, los residentes de los barrios vulnerables se ven, como sostienen
Eugenia Cozzi, Enrique Font e María Mistura (2014), “desprotegidos y
sobrecriminalizados”.

54
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

Marcelo, de 27 años, se dedica a carretear desde que fue despedido de su tra-


bajo en una empresa de reciclaje. Dice que tiene un historial de participación en
actividades ilegales: cuenta que cuando estaba en la escuela primaria, su familia
sufría una pobreza agravada y entonces empezó a robar. En 2006, cuando era jo-
ven, fue perseguido por la policía mientras robaba en un supermercado y recibió
cinco disparos de arma de fuego. En estado grave, Marcelo pasó un mes en coma,
pero se recuperó. Explica que no fue detenido porque le faltaba un pulmón (no
está claro si esta condición era anterior al incidente o resultado de sus lesiones).
Con esa experiencia de vida, Marcelo dice que se da cuenta de que los robos en el
territorio han aumentado significativamente con la pandemia y afirma que esto
está relacionado con una ausencia efectiva de la policía en las calles del barrio.

Mira te digo la verdad, acá con el tema del Covid, y el tema de la policía, me-
nos presencia había, acá la policía con el miedo a la enfermedad, ni siquiera
se bajaba del patrullero […], y después los chicos, los muchachos, digamos se
cansaban de robar todo el día, porque ya sabían que la policía pasaba y no se
bajaba del patrullero, acá es así, pura corrupción (Marcelo, vecino).

Norma, de 49 años, trabaja como tallerista de teatro en prisiones de


mujeres. Dice que la policía suele actuar con violencia, sin importarle si hay
niños o ancianos en el lugar, “como un tsunami”. Para ella, la discrecionali-
dad policial ha aumentado con la pandemia y con las medidas impuestas por
las autoridades para restringir la circulación, así como la delincuencia y el
enfrentamiento entre policías y delincuentes:

Sí, se incrementó mucho más el enfrentamiento entre los llamados delin-


cuentes y la policía. Están... mucha delincuencia pero también hay como
un libre accionar de la policía. Tienen como libre, a ver, “te mato, te saco
lo que tenés, te pego, te maltrato, te llevo preso, no te llevo, te llevo esto,
no te suelto”... Es como que ellos tienen el poder de hacer cosas, ¿no? Y
tienen en su mano también la vida de los llamados delincuentes, porque
la mayoría sale a la calle para mostrar poder también, porque, si pueden,
ellos también matan a la policía. […] La policía tiene ese poder y lo mues-
tra fuertemente (Norma, vecina).

Esta desprotección y sobrecriminalización de la juventud local, sin em-


bargo, no se entiende como una incompetencia de las fuerzas de seguridad,

55
Últimos y abollados

sino como un efecto de la corrupción existente, especialmente entre las


autoridades represivas y el narcotráfico. Rodrigo, por ejemplo, dice que parte
de los miembros de su familia manejan el tráfico de drogas en el territorio y
sostiene que la policía está comprada por los narcos:

Sabemos que cuando ellos manejan esas cosas interviene de manera in-
terna la policía que sería la policía comprada. Ahí entra la corrupción. Por
eso entra la corrupción porque una vez que ellos hacen el movimiento
ahí ellos [La policía] trabaja para ellos [para quienes están en la venta de
drogas] en vez de trabajar para la justicia trabajan para el narcotráfico. El
narcotráfico tiene a la policía comprada en ese sentido (Rodrigo, vecino).

Jorge, de 31 años, conduce una planta de reciclaje afiliada al Movimiento


Evita. En el mismo sentido de la existencia de colusión entre la policía y los
narcos, afirma:

Después veo que la gente es cada vez más humilde, cada vez hay más pi-
bes en la calle y más narcotráfico. Acá la policía y el narcotráfico van de la
mano y eso provoca que nadie esté controlando eso y que los pibes estén
a full en la calle. Acá roban en la esquina, se agarran a tiros entre narcos y
la policía hace la vista gorda (Jorge, vecino).

Para los entrevistados, al mismo tiempo que la policía se asocia con los
narcos (incluso económicamente), acosa, persigue y viola a los usuarios de
drogas o a los jóvenes que simplemente se reúnen en las calles del barrio.
Sobre esto, Pablo dice:

Viste el refrán de que caen los perejiles. Cada tanto viene gendarmería,
vienen las instituciones represivas y te revientan y lo único que hacen es
cagar a palos a los pibes que están ahí sentados y hay muchos pibes que
nunca más se los volvió a ver. Pero el que realmente se dedica a la venta y
al comercio no lo tocan nunca. Esa es la bronca. Nosotros salíamos de la
salita a enfrentar a la policía cuando los pibes que no estaban haciendo
nada. Veías como venían los patrulleros y los reventaban a palos. Pero to-
dos sabíamos en donde se vende, todos lo saben y la policía también. Eso
te da la pauta de lo que es la podredumbre arraigada de los negociados en

56
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

los que la policía no solo participa, sino que es socia del narcotráfico, de
la trata, autopartes. Esa es la policía (Pablo, vecino).

El encarcelamiento también entra en escena


En los relatos de nuestros interlocutores, la corrupción policial está estre-
chamente asociada a otra faceta del Estado cuya presencia también afecta
desproporcionadamente a los más pobres: la cárcel. Como ocurre en mu-
chos barrios marginales de América Latina (Beraldo, 2021b; Sinhoretto;
Silvestre; Melo, 2013), la experiencia carcelaria atraviesa la vida de muchos
de los que viven en Área Reconquista, ya sea por el propio encarcelamiento
o por el de familiares y amigos. Una consecuencia lógica de las políticas
de encarcelamiento es la producción de grandes contingentes de ex pre-
sos. Así, muchos de los antiguos reclusos pueden convertirse en puentes
entre las fuerzas de seguridad y los mercados de droga. En palabras de
Adrián:

Te estaba comentando el tema de los tiroteos que se generaron acá. Eh,


estos pibes que salieron de 'tar en cana, tenían chaleco de la policía, eh,
pistolas, metra, eso mismo se los da la policía, 'tendé? Y yo por lo que veo,
la misma policía es lo que genera eso 'tendé?, por deudas 'tendé?, por el
territorio 'tendé?, por querer ellos tambien eh, porque la policía entre
ellos tambien, eh, como que tienen una guerra... interna... en el sentido
de poder generar plata… (Adrián, vecino).

Como ya se ha mencionado, los liberados del sistema penitenciario


suelen tener aún más dificultades para conseguir medios legales de obte-
ner ingresos. Además, la literatura señala que el encarcelamiento puede
alimentar la sujeción delictiva del individuo (Misse, 2010, 2014), es decir,
puede hacer que la persona se identifique, de hecho, con la etiqueta de
delincuente que se le asigna, y se inserte cada vez más en los circuitos
ilícitos.
Mariano, al igual que Adrián, es un ex preso y habla con autoridad sobre
el tema. Dice, en primer lugar, que es necesario tener ciertas características
para meterse de lleno en el narcotráfico.

57
Últimos y abollados

En un barrio, es complicado hacer una movilización de drogas sin tener


una personalidad. ¿Me explico? En algún momento de la trayectoria de
tu vida vos tuviste que ser chorro o agarrarse a tiros con fulano como
para poder acceder a esa facilidad de venta. También hay una pelea de
poder en el sentido de que hay mucha competencia. Venden en esta
cuadra, en aquella, en el otro pasillo. Y hay mucha competencia de venta
y eso genera una competencia policial. Acá en algún momento hace un
mes atrás se agarraban a tiros a full ¿Qué pasaba? Los pibes recién salían
de estar en cana y querían obtener un recurso y ahí corrían a los que ya
están acá afuera y ya tienen el arreglo policial y ya tienen en campaña la
venta (Mariano, vecino).

Cuando se le pide que explique qué es tener personalidad, responde:

Y tenés que tener un fierro en la cintura, tenés que ser chocante y andar
ahí en el sentido de cuidar el negocio. Ellos automáticamente te dan un
arma y un ingreso por día. Seis mil pesos por día para ser fierrero. Porque
uno es el que se para en la esquina para ver si se acerca la policía o no
porque como te comentaba hay distintos estilos de policías: la local, que
es con al que se arregla, y después tenés los otros que están ahí dando
vueltas y saben que se vende, pero no se meten porque es jodido entre
ellos. Pero si lo que entiendo es que los pibes apenas salen de estar en
cana recurren a la violencia con las armas. Para marcar poder, por ejem-
plo, yo estoy parado acá y enfrente hay otro y el mismo que arregló con
la policía te dice “Bueno echálo a ese otro y te quedas vendiendo vos”
¿Entendés? Entonces yo salgo de estar en cana, ponéle, y me dan un fierro,
un chaleco como para poder demostrar ese poder y voy allá en frente y lo
re cago a tiros y la cuadra me queda para mí. Esa sería una marca de poder
(Mariano, vecino).

Según Adrián, Mariano y otros entrevistados, la policía se asocia con


los presos recién liberados en el negocio de la droga. Con el apoyo que la
policía da a estos grupos -dándoles armas, chalecos antibalas, propor-
cionándoles protección- los demás se ven perjudicados. El rendimiento
económico beneficia tanto a la policía como a los ex convictos que se
han convertido (si no lo eran ya) en narcos, y la dinámica criminal local
se transforma.

58
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

Existe, en el sentido común, la idea de que delincuencia y Estado son


opuestos e inversamente proporcionales: a más Estado, menos delincuencia;
a menos Estado, más delincuencia. Sin embargo, una creciente literatura ha
argumentado que esto no es así. Particularmente en el continente latinoa-
mericano, la delincuencia y el Estado se relacionan en una mezcla de antago-
nismo y convergencia, y las relaciones entre los actores estatales y crimina-
les tienen efectos fundamentales en las vidas, sociabilidades y experiencias
de violencia de la población (Auyero; Sobering, 2019; Beraldo, 2021a; Cruz,
2010; Durán-Martínez, 2018; Misse, 2002). En el Área Reconquista, si mu-
chos usuarios de drogas son perseguidos y violentados por las fuerzas de
seguridad; y si, además, por estar involucrados en pequeños hurtos o robos,
estos sujetos son encarcelados; lo que las entrevistas analizadas permiten
pensar es que el accionar represivo del Estado (representado principalmente
por la policía y las cárceles) termina fomentando el mercado local de drogas.

Notas finales: la vida es como un subibaja y la pandemia pesa mucho

En este capítulo hemos visto cómo los vecinos del Área Reconquista en-
trevistados en la investigación destacan los robos y hurtos, y el uso y venta
de drogas como características importantes del territorio en el que viven.
También hemos visto que las fuerzas de seguridad (que, según nuestros
interlocutores, se asocian al negocio del narco mientras persiguen a los
usuarios de drogas) y el encarcelamiento (que se centra en delitos no violen-
tos, como robos y hurtos, y dificulta aún más el acceso de estos sujetos a vías
legales de sustento) figuran como piezas centrales en el funcionamiento de
los ilegalismos en el territorio.
La discusión presentada aquí muestra que la pandemia puede haber
servido como motor de estas dinámicas. En resumen, esto se debió a que:
1) se produjo una rápida reducción de los ya tímidos medios legales de ob-
tención de recursos, lo que hizo que la ilegalidad apareciera, para muchos,
como una posibilidad de obtener ingresos; 2) los niveles de inestabilidad,
incertidumbre, desesperanza y pobreza representaron un aumento signifi-
cativo de la ya elevada vulnerabilidad de la población local al consumo de
drogas, especialmente del paco y 3) el aumento de la demanda de drogas y
la necesidad de ganar dinero tanto para sobrevivir como para mantener la
drogodependencia ha provocado un aumento de la circulación monetaria

59
Últimos y abollados

del mercado local de drogas y del número de personas que participan en


este mercado en el barrio.
Ahora, es necesario investigar el desarrollo de esta dinámica con el
enfriamiento de la pandemia y la suspensión de las medidas de restricción
de la circulación, pero también con una economía en crisis prolongada,
con altas tasas de inflación y con una importante inestabilidad política en
el país. Para pensar en políticas públicas que reviertan los procesos aquí
discutidos, es necesario considerar la complejidad que los caracteriza y
nunca dejar de tener en cuenta las imbricaciones multifacéticas entre de-
lincuencia y Estado.

Bibliografia

Antillano, A., y Zubillaga, V. (2014). “La conexión drogas ilícitas violencia.


Una revisión de la literatura y consideraciones a la luz de la experiencia
venezolana”. Espacio Abierto, 23(1), 129-148.
Auyero, J., y Sobering, K. (2019). The ambivalent State. Police-criminal
collusion at the urban margins. Nueva York: Oxford University Press.
https://doi.org/10.1017/CBO9781107415324.004
Benza, G., y Kessler, G. (2020). La ¿nueva? estructura social de América
Latina: Cambios y persistencias después de la ola de gobiernos
progresistas. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.
Beraldo, A. (2021, 19 de febrero). “Crime, cadeia e igrejas evangélicas
na América Latina”. Justificando: Mentes Inquietas Pensam Direito.
Recuperado de https://www.justificando.com/2021/02/19/ana-beraldo-
crime-cadeia-e-igrejas-evangelicas-na-america-latina/
Beraldo, A. (2022a). Negociando a vida e a morte: estado, igreja e crime nas
margens urbanas. São Carlos: EdUFSCar.
Beraldo, A. (2022b). “The Social Dynamics of Violence and Respect: State,
Crime and Church in a Brazilian Favela”. Journal of Latin American
Studies, 1-23. https://doi.org/10.1017/S0022216X22000682
Bourgois, P. (2010). En busca de respecto: vendiendo crack en Harlem.
Buenos Aires: Siglo XXI.
Brenneman, R. (2014). “Wrestling the Devil: Conversion and Exist from
Central American Gangs”. Latin American Research Review, 49(Special
Issue), 112-128.

60
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

Conti, A. (2004). “A política de intervenção nos assentamentos informais


em Belo Horizonte nas décadas de 1980 e 1990 e o ‘Plano Global
Específico’”. Cadernos de Arquitetura e Urbanismo, 11(12), 189-
216. Recuperado de http://periodicos.pucminas.br/index.php/
Arquiteturaeurbanismo/article/view/859
Cozzi, E. (2018). “‘Se les dobló el caño, perdieron el honor’. Prácticas,
representaciones y valoraciones en relación con la participación de
jóvenes en robos y en el mercado de drogas ilegalizadas en un barrio
popular de la ciudad de Rosario”. Cuestiones Criminales, 1, 4-21.
Cozzi, E., Font, E., y Mistura, M.E. (2014). “Desprotegidos y
sobrecriminalizados. Interacciones entre jóvenes de sectores populares,
policía provincial y una fuerza de seguridad nacional en un barrio de la
ciudad de Rosario”. Derechos Humanos, (8), 3-30.
Cravino, M. C. (2016). “Desigualdad urbana, inseguridad y vida cotidiana
en asentamientos informales del Área Metropolitana de Buenos Aires”.
Etnografías Contemporáneas , 2(3), 56-83.
Cruz, J. (2010). “Estado y violencia criminal en América Latina”. Nueva
Sociedad, 226, 67-85.
Cunha, Á. (2003). A favela Cabana do Pai Tomás: a ocupação consentida -
memória e história (Dissertação, mestrado em Histíoria). Universidade
Federal de Uberlandia. Recuperado de http://www.jstor.org/
stable/41800320.
Diez, P. (2006). Ni careta ni quemado, rescatado. Usos del cuerpo,
adscripciones identitarias y morales de jóvenes varones de Bajo Flores,
Ciudad de Buenos Aires (Tesis de maestría de Antropología Social).
Universidad Nacional de General San Martin. https://doi.org/10.16258/j.
cnki.1674-5906.2006.01.022.
Durán-Martínez, A. (2018). The politics of drug violence: criminals, cops,
and politicians in Colombia and Mexico. Nueva York: Oxford University
Press.
Epele, M.E. (2011). “New toxics, new poverty: A social understanding of the
freebase cocaine/paco in Buenos Aires, Argentina”. Substance Use and
Misuse, 46(12), 1468-1476. https://doi.org/10.3109/10826084.2011.576745.
Feltran, G. (2011). Fronteiras de tensão: política e violência nas periferias de
São Paulo. San Pablo: Editora UNESP/ CEM.
Fischer, B. (2008). A poverty of rights: citizenship and inequality in
twentieth-century Rio de Janeiro. Stanford: Stanford University Press.

61
Últimos y abollados

Frassinetti, A.M. (2006). “Los movimientos sociales en América Latina


(1980-2000): una revisión bibliográfica”. Polis: Investigación y Análisis
Sociopolítico y Psicosocial, 2(2), 163-196.
Freitas, G.J. de (2003). Ecos da violência. Río de Janeiro: Relume Dumará.
Friedman, S.R., Rossi, D., y Braine, N. (2009). “Theorizing ‘Big Events’ as
a potential risk environment for drug use, drug-related harm and HIV
epidemic outbreaks”. International Journal of Drug Policy, 20(3), 283-
291. https://doi.org/10.1016/j.drugpo.2008.10.006.
González, Y.M. (2017). “‘What citizens can see of the state’: Police and the
construction of democratic citizenship in Latin America”. Theoretical
Criminology, 21(4), 494-511. https://doi.org/10.1177/1362480617724826.
Informe Final: Seguridad, violencia y vulnerabilidad. (2021).
Innamoratto, M.G., Acquaviva, M.A., Canavessi, J.J., y Ruiz, J.D. (2015).
Vulnerabilidad social, adicciones y prácticas delictivas. Buenos Aires: s/e.
Kessler, G. (2004). Sociologia del delito amateur. Buenos Aires: Paidos.
Kessler, G. (2010). “Trabalho, privação, delito e experiência portenha”.
Tempo Social, 22(2), 79-99. https://doi.org/10.1590/s0103-
20702010000200005.
Kessler, G., y Telles, V. da S. (2010). “Apresentação”. Tempo Social, 22(2),
9-16. https://doi.org/10.1590/S0103-20702010000200001.
Lima, N. (1989). O movimento de favelados do Rio de Janeiro: políticas
do Estado e lutas sociais (1954-1973) (Tesis de maestría). Instituto
Universitário de Pesquisas do Rio de Janeiro.
Lomnitz, L. (1975). Cómo sobreviven los marginados. Ciudad de México:
Siglo XXI.
Mancini, I. (2016). “Alcanzar la inclusión social o rescatarse, dos lógicas
para la transformación. Análisis de una política de prevención social del
delito y el cambio de sus beneficiarios”. Estudos Sociales del Estado, 2(4),
181-209.
Mastrangelo, A. (2020). “Perspectivas socio antropológicas para el estudio
local de la pandemia COVID-19 en Argentina”. Ponto Urbe, 27, 0-17.
https://doi.org/10.4000/pontourbe.9241.
Menni, A.M. (2004). “Cómo rebuscársela: trabajo informal en tiempos de
crisis”. Política y Cultura, 22, 47-70.
Míguez, D. (2010). “Los Pibes Chorros: estigma y marginación”. Claves del
Siglo XXI, s. d.
Misse, M. (2002). “Rio como um bazar: a conversão da ilegalidade em

62
CAPÍTULO 2 “Nos ganaron la calle”

mercadoria política”. Revista Insight-Inteligência, 3(5), 12-16.


Misse, M. (2010). “Crime, Sujeito e Sujeição Criminal: aspectos de uma
contribuição analítica sobre a categoria ‘bandido’”. Lua Nova: Revista
de Cultura e Política, 79, 235-244. https://doi.org/10.1590/S0102-
64452010000100003.
Misse, M. (2014). “Sujeição Criminal”. En R. S. Lima, J. L. Ratton y R. G.
Azevedo (Eds.), Crime, Polícia e Justiça no Brasil (pp. 204-212). San Pablo:
Editora Contexto.
Misse, M. (2019). “The Puzzle of Social Accumulation of Violence in Brazil:
Some Remarks”. Journal of Illicit Economies and Development, 1(2), 177.
https://doi.org/10.31389/jied.32.
Oficina contra la Droga y el Delito (2010). Consumo de drogas en población
privada de libertad y la relación entre delito y droga. S. d.
Oliveira, S.S.R. (2012). “O movimento de favelas de Belo Horizonte e
o Departamento de Habitações e Bairros Populares (1956-1964)”.
Mundos Do Trabalho, 4(7), 100-120. https://doi.org/10.5007/1984-
9222.2012v4n7p100.
Pérez Sáinz, J. P. (2021). “Marginación social y nudos de desigualdad en
tiempos de pandemia”. Nueva Sociedad, 293, 6376.
Perlman, J.E. (1975). “Rio’s Favelas and the Myth of Marginality”. Politics y
Society, 5(2), 131-160. https://doi.org/10.1177/003232927500500201.
Renoldi, B. (2015). “Estados posibles: travesías, ilegalismos y controles en la
Tríplice Frontera”. Etnográfica, 19(3), 417-440.
Rettberg, A. (2020). “Violencia en América Latina hoy: manifestaciones e
impactos”. Revista de Estudios Sociales, (73), 2-17. Recuperado de http://
journals.openedition.org/revestudsoc/47857.
Ruggiero, V., y South, N. (1997). “The Late-Modern City as a Bazaar: Drug
Markets, Illegal Enterprise and the ‘Barricades’”. The British Journal of
Sociology, 48(1), 54. https://doi.org/10.2307/591910.
Sinhoretto, J., Silvestre, G., y Melo, F.A.L. de (2013). “O encarceramento
em massa em São Paulo”. Tempo Social, 25(1), 83-106. https://doi.
org/10.1590/S0103-20702013000100005.
Smilde, D. (2007). Reason to believe: cultural agency in Latin American
evangelism. Berkeley: University of California Press.
Telles, V. da S., y Hirata, D.V. (2010). “Ilegalismos e jogos de poder em São
Paulo”. Tempo Social, 22(2), 39-59. https://doi.org/10.1590/S0103-
20702010000200003.

63
Últimos y abollados

Vommaro, P. (2020). “Juventudes, barrios populares y desigualdades en


tiempos de pandemia”. En L. Ortiz-Arrieta, M. Dammert Guardia, y P.
Vommaro (Eds.), Múltiples miradas para renovar una agenda urbana
en crisis (pp. 155-168). Buenos Aires: CLACSO. Recuperado de https://
www.clacso.org/wp-content/uploads/2020/10/Desigualdades-urbanas_
N1.pdf.
Vommaro, P.A. (2019). “Desigualdades, derechos y participación juvenil
en América Latina: acercamientos desde los procesos generacionales”.
Revista Direito e Práxis, 10(2), 1192-1213. https://doi.org/10.1590/2179-
8966/2019/40829.
Winchester, L. (2008). “La dimensión económica de la pobreza y
precariedad”. Revista Eure, 34(103), 27-47. Recuperado de http://goo.
gl/7rc0s.

64
Segunda parte

Fuerzas de seguridad
CAPÍTULO 3
Más allá del cuidado
Policías en la pandemia
Federico del Castillo y José Garriga Zucal

¿Cuidar?

Una pregunta ordena una buena parte de nuestras investigaciones en los


últimos tiempos: ¿Cómo trabaja la policía en un espacio segregado por la
pobreza? Para acercarnos a este interrogante, en este trabajo, tomamos dos
caminos. Primero, limitamos la pregunta al Área Reconquista. Segundo, la si-
tuamos temporalmente ubicándola dentro del período de la pandemia. Con
este objetivo analizaremos, desde el punto de vista policial, las estrategias
de policiamiento en el Área Reconquista –partido de San Martín– durante
la crisis sanitaria.
Los policías sostienen que trabajar en esta zona es diferente a hacerlo en
otros lugares. En nuestro texto bucearemos en estas diferencias describien-
do las representaciones de policías bonaerenses sobre esta área segregada de
San Martín. Relevaremos qué descripciones construyen sobre los territorios
del área reconquista y sus residentes y cómo se relacionan con ellos. Nos
interesa, después, analizar cómo nuestros informantes creen que impactó la
pandemia en su trabajo y en sus relaciones con vecinos. Luego, analizaremos
qué estrategias desplegaron durante la pandemia para garantizar el ASPO y
administrar el delito; es decir, cómo dicen las y los policías que deben in-
tervenir en estos territorios. Finalizamos reflexionando sobre las formas de
policiamiento en los espacios segregados, interrogándonos de qué manera
las formas diferenciales de actuar contribuyen o no a la segregación espacial.
Proponemos, entonces, una doble contribución a las discusiones sobre
el accionar de las fuerzas de seguridad en los espacios segregados. Por un
lado, nos interesa ahondar en la selectividad del trabajo policial. Birkbeck

67
Últimos y abollados

y Gabaldon (2002), en un texto ya clásico, afirmaban que ciertos usos de


la fuerza estaban orientados para con los sujetos que no podían establecer
reclamos ante la justicia, o cuyos reclamos no serían creíbles. En línea con
ello y vinculado a la cuestión territorial, Pita (2019) menciona que las for-
mas de segregación espacial hacen posible una distribución desigual de las
violencias policiales. Nos interesa pensar desde la óptica policial su trabajo
en estos territorios.
Por otro lado, deseamos adentrarnos en un debate reciente sobre el rol
de las fuerzas de seguridad en la pandemia. En el transcurso de la pande-
mia una discusión atravesó el mundo de las investigaciones sobre policías
en la Argentina: ¿el trabajo policial es una tarea de cuidado? En esta línea,
Sirimarco (2021) se pregunta si las policías realizan tareas de cuidado. O
más precisamente, qué quiere decir “cuidar” cuando hablamos del trabajo
policial, en particular durante la pandemia. El interrogante por el cuidado
supera en su profundidad los tiempos pandémicos, ya que el nodo de la re-
flexión tiene que ver con el trabajo policial en general. Pero aquí queremos
llevar esta discusión conceptual al territorio: nos preguntamos qué significó
“cuidar” para los policías que trabajaron en el Área Reconquista durante la
pandemia, y a qué otras prácticas estuvieron asociadas las que definen como
tareas de cuidado.
Con el objeto de contribuir a estos debates, analizaremos las entrevistas
que realizamos a policías que trabajan en el Área Reconquista: miembros de
la UTOI (Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas. fuerza especial de la
policía bonaerense), y también policías encargados del patrullaje. Nos apo-
yaremos, además, en datos construidos durante entrevistas realizadas con
vecinos y vecinas para interrogar la mirada vecinal sobre el trabajo policial.

Representaciones segregadas

¿Cómo representan estos policías a los espacios segregados por la pobre-


za y a sus residentes? ¿Cómo se relacionan con ellos? Deseamos iniciar
nuestro recorrido analizando las representaciones de los policías sobre
vecinos, vecinas y barrios. Decíamos que nuestro objetivo central es res-
ponder cómo trabaja la policía en un espacio segregado por la pobreza y
creemos que para poder abordar este eje primero debemos analizar cómo
perciben estos espacios.

68
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

Los policías entrevistados comparten una representación imaginaria de


los vecinos del Área Reconquista que los divide en tres tipos: a) Los honestos
que buscan salir adelante trabajando; b) Los que delinquen porque es fácil y
después caen en la droga; c) Y los delincuentes que roban porque tiene una
familia que mantener y debe hacer algo para sustentar a la familia. El que
roba por una causa noble.
La representación policial del Área Reconquista es una representación
moral que encuentra correspondencias con otros espacios segregados de
Buenos Aires. Una representación que los degrada socialmente, estigma-
tizándolos y ligándolos a la delincuencia. Así, la villa, los espacios segre-
gados por la pobreza, son territorios delictivos. Aguantaderos. Un rasgo
común en el punto de vista policial que no es exclusivo del área reconquista,
pero que aquí claramente estructura la percepción policial sobre el lazo
territorio-delito.
Muchos de nuestros entrevistados policías refieren que durante los fines
de semana intervienen en disputas familiares o entre vecinos originadas
por el abuso de alcohol y/o drogas. Se desconocen, repiten. Desconocerse
encarna el acto del abuso y la pérdida de límites. En efecto, los policías entre-
vistados sostienen que durante los fines de semana, la gran mayoría de sus
intervenciones en los barrios están relacionadas a estos tipos de denuncias.
Marcelo, policía de la UTOI, nos decía:

Lo que más denuncian los vecinos es problema de violencia género, proble-


mas vecinales, ya sea porque el muchacho de al lado tiene problema de con-
sumo, que rompe cosas que le pega al hijo que le pega el padre, por robos.

Así, dos representaciones se yuxtaponen para los y las policías sobre el es-
pacio segregado. El Área Reconquista, al igual que toda área segregada, es re-
presentada en un vínculo que enlaza delincuencia con los abusos. Ahora bien,
¿cómo entienden nuestros informantes que se trabaja en estos escenarios?
Un policía entrevistado nos decía lo siguiente en referencia a este espacio:

En esos lugares, a veces no alcanza la palabra y la policía tiene que hacer


uso de la fuerza pública. No existe el diálogo, tenemos que imponer y el
habla a veces no alcanza y tenemos que hacer uso de la fuerza pública y
ahí empieza el problema. Los problemas. A veces tenés un problema con
un vecino y se acercan otros que están en contra del personal policial, se

69
Últimos y abollados

meten en el problema, pero no para ayudar. Y si nos llevamos a un vecino


a la comisaría, nos vamos recibiendo palazos, botellazos, piedrazos.

Un primer apunte que emerge de esta entrevista tiene que ver con la
relación entre la policía y vecinos. En espacios como este, segregados por la
pobreza, los policías entienden que la palabra no alcanza y que se usa más
la fuerza. Ahora bien, sería una lectura apresurada del párrafo anterior con-
cluir solamente que la palabra no alcanza. Lo que nos dice nuestro entrevis-
tado es que la palabra no alcanza a veces. La representación policial coloca
al diálogo antes que la violencia en el orden de sucesos que definen una
actuación policial, una mirada que seguramente difiere de la que comparten
muchos residentes que participan como contracara de la actuación policial
(en especial los jóvenes). Aquellos sobre quienes estas intervenciones recaen.
De hecho, cuando se trata de la relación entre policías y jóvenes de barrios
segregados, sabemos que la palabra policial suele estar teñida de violencias
verbales, tonalidades provocativas, comentarios malintencionados, y tam-
bién acompañada de violencias simbólicas, gestualidades y tratos que son
expresados (para los policías) y experimentados (para los jóvenes) de modo
violento (Rodríguez Alzueta, 2020).
Pero lo que nos interesa aquí es la representación policial, y ella nos in-
dica que el recurso de la violencia es uno más dentro del repertorio del que
disponen los policías para llevar a cabo su trabajo. Entender la violencia de
esta manera nos distancia de una posición esencialista que uniformiza y
reduce el trabajo policial nada más que a la violencia. Pedro, un policía de la
UTOI nos presentaba una secuencia hipotética de eventos donde el recurso
de la palabra aparece antepuesto al de la violencia:

Pedro: Supongamos que vamos a un conflicto vecinal porque un señor se


pasa de copas y está molestando en la puerta. Uno llega, separa las partes,
primero se contacta con el llamante y después habla con el que genera el
problema y trata de mantener la autoridad, pero de manera que el otro te
entienda. Bueno, lo ideal es que acceda.
Entrevistador: Ahí es lo difícil: buscas un equilibrio entre la autoridad y
no caer tampoco en “Eh gato, baja la música”.
P: No, con respeto. En vez de decirle “Che, pibe”, se le dice “Señor caballe-
ro” o “Señor ciudadano”. Mientras, el resto del grupo está midiendo la pe-
riferia del lugar porque puede saltar una piedra o que surja otro problema.

70
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

Extraemos una segunda observación acerca de la representación policial


sobre barrios segregados. Para los policías esto no significa que estos barrios
sean “más peligrosos”, sostienen que ser policía es un trabajo peligroso tanto
en un área residencial como en una villa. Su trabajo es peligroso. Sin embar-
go, entienden a los espacios segregados vinculados a la delincuencia. Una
representación estigmatizante que no es exclusiva de la policía, sino común
a toda la sociedad (Garriga Zucal, 2013; Rodríguez Alzueta, 2020), y que en
última instancia estructura las prácticas que despliegan los policías en ellos,
estas sí, distintas a las que despliegan en otros territorios
Como vemos hasta aquí el área reconquista no es cualquier espacio. Es un
espacio estigmatizado y asociado a la delincuencia. Y también es un espacio
donde, a diferencia de otros, a veces la palabra no alcanza. Esta doble repre-
sentación modela las formas del trabajo policial en esta zona.

Policiamiento pandémico

En este segundo apartado nos interesa reconstruir desde el punto de vista


policial las tareas que se llevaron adelante durante la pandemia. ¿Qué traba-
jo hizo la policía durante la pandemia? En otras palabras, exploramos cómo
los policías describen e interpretan sus tareas laborales para garantizar el
ASPO y administrar el delito.
Como punto de partida, queremos señalar que los policías advierten
una alteración de las violencias y conflictividades en el área reconquista
durante la pandemia. Desde su punto de vista, además de nuevas exigencias
laborales, sobrecarga de trabajo y temor a contagiarse del nuevo virus, la
pandemia produjo un escenario de intervención caracterizado por la migra-
ción de las violencias sociales desde los espacios públicos a los domésticos.
En este sentido Miguel, un policía del Comando Patrulla nos explicaba que
“la pandemia trajo, para lo que es la policía, seguridad en las calles porque no
había nadie. Todo lo que fue robo a mano armada, delito en la vía pública,
bajó mucho”. Para Gonzalo este descenso del delito en vía pública tuvo una
contrapartida:

Para nosotros está el delito prevenible, el que podemos prevenir con el


patrullero en la calle y la presencia policial. Y el no prevenible es el que
pasa puertas adentro. La amenaza que se transforma en homicidio, la

71
Últimos y abollados

lesión que termina siendo grave, el problema de vecinos se fue incre-


mentado. Y en las zonas con mayores necesidades, o con más falta de
recursos, se vio más eso.

A los delitos “no prevenibles”, debemos sumar el crecimiento de una


modalidad de violencia particular: la doméstica. Miguel nos explicaba que
la pandemia “incrementó el delito intramuro, problemas familiares, violen-
cia de género, delitos que antes de la pandemia no los teníamos. Existían,
pero en bajo porcentaje, hoy se incrementaron los femicidios, la violencia
hacia los menores”. La impresión de Miguel no es errónea. Existe eviden-
cia de un incremento significativo de la violencia doméstica asociada al
confinamiento que produjo la crisis sanitaria (Pérez-Vincent et al., 2020).
El aumento de la violencia doméstica (categoría policial que sintetiza
modalidades violentas de mayor alcance, como la violencia de género y la
intrafamiliar) implicó para nuestros interlocutores reforzar rutinas que ya
implementaban antes de la pandemia.1 Así, la instrumentación de media-
ciones entre las partes involucradas en el conflicto, los traslados a perpetra-
dores de violencias a comisarías, el seguimiento de casos e implementación
de medidas cautelares son prácticas que pasaron a ser parte integral de las
rutinas policiales pandémicas.2
Entonces, desde la perspectiva policial la pandemia implicó un descenso del
delito prevenible en vía pública y un aumento del delito no prevenible que suce-
de puertas adentro, en particular de violencias de género e intrafamiliar. Sobre
la base de este escenario diagnóstico, ¿qué estrategias desplegaron para abordar
estos problemas? Responderemos esta pregunta introduciendo una segunda ob-
servación: nuestros interlocutores policiales del AR declaran haber respondido
a la pandemia con prácticas, rutinas y patrones de desempeño recurrentes que
sitúan actividades disuasivo-preventivas en un lugar central.
Al ser interrogados sobre su trabajo policial cotidiano, nuestros entrevis-
tados refieren al policiamiento preventivo. Los policías de la UTOI destacan

1. Este tema es tratado por Dikenstein et al. en este volumen.


2. Los vecinos y actores vinculados a organizaciones sociales e instituciones del Estado que trabajan en
el AR proponen tres explicaciones nativas para dar cuenta del incremento de las violencias de género e
intrafamiliares: a) el sostenido aumento de la pobreza; b) el déficit habitacional y c) el aumento de las
interacciones familiares producto del aislamiento. Alejados de procesos sociales de amplio alcance, los
miembros de las fuerzas de seguridad del AR prefieren adoptar un punto de vista pragmático, y encuen-
tran que la tercera razón es la que mejor explica el aumento de este tipo de violencias en el AR.

72
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

la importancia de caminar, recorrer, circular por “todos los recovecos”. Así,


las caminatas fueron complementadas con interacciones con vecinos y la
organización de actividades (festejos por el día del niño, preparar chocolata-
das y churros en fiestas patrias, etcétera). Los policías de la UTOI sostienen
que los vecinos reaccionan de forma ambivalente a su rol (“nos odian y los
aman al mismo tiempo”), aunque en general sostienen que desde que “des-
embarcaron” en los barrios, varios vecinos se sienten más seguros (“pueden
ir a trabajar tranquilos”).3 Los policías del comando de patrulla mencionan
que su trabajo es de patrullaje preventivo. Cada camioneta de la policía tiene
una zona y la recorre realizando tareas de prevención. Las dos formas del
policiamiento, la UTOI y el comando de patrulla, responden también a los
llamados del 911.
Estas descripciones del trabajo policial pandémico merecen ser escru-
tadas con atención. En un contexto en el que, en palabras de Gonzalo, el
delito prevenible desciende por un factor ajeno a la policía (la pandemia),
las estrategias policiales preventivas no parecerían, a primera vista, del todo
sensatas. La aparente contradicción nos invita a problematizar el discurso
policial y trascender sus límites, cruzándolo con otras versiones acerca del
desempeño de las fuerzas de seguridad en el AR durante la pandemia.
Con este desplazamiento introducimos nuestra tercera y última con-
clusión de este apartado: el discurso policial contrasta con el de vecinos y
vecinas del AR sobre el desempeño policial durante la pandemia. Nuestros
interlocutores no policiales advierten una continuidad en sus formas rela-
cionales con las fuerzas de seguridad, que hemos caracterizado desde el par
ausencia/hostigamiento. Desde el punto de vista de las y los vecinos entre-
vistados, las policías no respondieron adecuadamente a los problemas que
trajo la pandemia, y en cambio intensificaron respuestas violentas (demoras,
abusos, verdugueo, humillaciones) o directamente no-respuestas (déficits
en el patrullaje interno en barrios populares, el no acudir cuando son lla-
mados). De hecho, según muchos de nuestros interlocutores vecinales, esta
matriz relacional entre vecinos y policías se intensificó durante la emergen-
cia del COVID-19.
Nos interesa como conclusión de este apartado resaltar que las dinámi-
cas laborales de la Policía no se modificaron con la pandemia. En el Área
Reconquista los policías hicieron lo mismo de siempre.

3. Este tema es tratado por Garriga y Zajac en este volumen.

73
Últimos y abollados

Pandemia y sobrecarga laboral

Con el objeto de dar cuenta cómo trabaja la policía en un espacio segrega-


do por la pobreza, proponemos en este apartado analizar los efectos de la
pandemia sobre el trabajo policial en el Área Reconquista. Nuestros policías
señalan que tuvo un doble impacto: sobrecarga y miedo. En este apartado
trabajaremos el primero de estos: la sobrecarga.
En poco tiempo, nuestros entrevistados debieron adaptarse a regímenes
laborales más exigentes, caracterizados por un aumento en las horas de
trabajo y acuartelamiento, y a la vez por los desafíos de poner en práctica los
nuevos marcos normativos que caracterizaron la primera etapa de ASPO. Se
enfrentaban a una situación compleja que exigía endurecer controles en un
área que, como vimos en la sección anterior, es percibida peligrosamente,
debiendo a su vez prevenir su contagio y el de las personas sujetas a sus
intervenciones. En este contexto, la figura prevista en el artículo 205 del
código penal, que impuso sanciones de penitenciaría a quien “violare las
medidas adoptadas por las autoridades competentes para impedir la intro-
ducción o propagación de una epidemia” (Art. 205, Código Penal), supuso
desafíos particulares.
Uno de ellos fue aprender y poner en marcha la nueva normativa.
Leandro, un policía de la UTOI, compartió con nosotros su punto de vista:
“fue complicado porque uno estaba acostumbrado a trabajar de una manera,
y este cambio brusco que se dio, era complicado, era complicado. Ya tenías
que estar más interiorizado en otras leyes, en el 205, en darte cuenta de
que alguien tenía que estar con barbijo, mantener la distancia… fue un
cambio fuerte”. El desafío se intensificó porque la aplicación del 205 ab-
sorbió buena parte de las rutinas de trabajo: “al principio se usó bastante el
205”, pero que su aplicación consistía solamente en trasladar a la persona
en infracción de este artículo a la comisaría, notificarlo y darle la libertad,
“porque no es un delito que está contemplado en lo penal […] es solamente
una notificación y se retiraba”.
“Trabajar mucho”, “no dar abasto” y “tener muchas cosas que cubrir” no
constituyen rasgos ciertamente excepcionales para nuestros policías. Como
hemos indicado: el territorio en el área exige para los policías que trabajan en
él actividad policial constante. Los homicidios, los delitos de matriz urbana
y aquellos vinculados al microtráfico de drogas disponen a nuestros policías
a percibir su labor como un oficio que demanda sacrificios y requiere alta

74
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

dedicación (Garriga Zucal y Maglia, 2017; Lorenz, 2017). Adicionalmente, el


trabajo policial supone imponderables no necesariamente asociados al mun-
do del delito como “bajar gatitos de árboles” o “hacer de psicólogos” (Zajac,
2022), que de igual manera los dispone a estar preparados para lidiar con
ellos. ¿Qué queremos decir? Que aún en esta disposición policial a enfrentar
las complejidades asociadas a su labor, la pandemia sobresale como un epi-
sodio que superó las expectativas habituales de policías para adaptarse a las
exigencias de una profesión que perciben, de por sí, como muy exigente. En
pocas palabras: los policías vieron desbordada su capacidad de trabajo.
Parte de ello se debió a que la pandemia implicó una fuerte sobrecarga la-
boral. Los policías que hacen funciones en comisarías tuvieron muchas más
horas de trabajo y los grupos especiales quedaron acuartelados (trabajando
15 días y tomando 15 días de licencia). Uno de los policías que trabajó en este
régimen nos contaba su experiencia:

Gabriel: Yo estaba en el operativo Sol en Pinamar, termina y me voy a


casa. Estaba esperando que me den destino porque ya me había recibido
y me llamaron que vaya a Tigre, yo vivo en Laferrere, nos dijeron que nos
teníamos que acantonar quince días, quince días de franco y así. Nos
dieron un predio para dormir, por suerte el Estado muy presente y nos
llevaban la vianda, bebidas.
Entrevistador: ¿Ustedes estaban acantonados o trabajando?
G: Acantonados y trabajábamos en los bancos por el IFE y los jubilados.
Ahí teníamos que pedirle a la gente que se ponga el barbijo, la distancia.
E: Esos días acantonados, ¿cómo fueron?
G: Se extraña. Uno tiene familia, pero el trabajo llama y tenés que ir, por
eso digo que, si elegís este laburo, sabés a dónde te metes.

El acantonamiento alejó a los policías de sus familiares y los obligó a


someterse a largas jornadas laborales. El descanso posterior a las largas
jornadas de trabajo fue paulatinamente suspendiéndose a medida que la
pandemia afectaba a las y los policías. En ese marco en septiembre del 2020
se realizaron una serie de protestas policiales en la provincia de Buenos Aires.
Miles de policías se acuartelaron y otros se congregaron frente a las oficinas
de la bonaerense. La protesta se asentaba en dos reclamos: salarios y condi-
ciones de trabajo. Los que encabezaron esas protestas eran los suboficiales
más jóvenes, que durante la pandemia perdieron los adicionales con los que

75
Últimos y abollados

reforzaban sus magros sueldos. Además, como veíamos se sobrecargaron sus


tareas laborales. Más trabajo por menos plata, una ecuación que no cerraba.

Pandemia y miedo

Nos interesa en este apartado analizar cómo la pandemia introdujo el temor


al contagio entre nuestros entrevistados, y cómo aparecieron entre ellos las
nociones de cuidado. La pandemia significó para ellos un desafío a la hora
de llevar a cabo su trabajo sin descuidar los recaudos necesarios para evitar
contagiarse de COVID-19. Leandro describe las particularidades de llevar a
cabo el trabajo policial en el contexto de la primera etapa de restricciones:

Y bueno, lo que cambió es muchísimo la forma de trabajar, nosotros te-


nemos que tener mucho más recaudo mucho más cuidado, mantenernos
constantemente higienizándonos las manos. lo mismo con las personas,
siempre mantener una distancia de más o menos un metro o dos para
identificarlo. Para requisarlo se hace muy complicado también por el te-
ma de que hay que estar cerca de la persona. Bueno después lo que vimos
mucho lo que se notó mucho acá es que la gente no se cuida, entonces hay
que estar constantemente remarcándoselo, que use el barbijo que respete
lo que es la cuarentena. Eso es lo que vimos, del cambio más grande.

Una palabra sobresale en la narración de Leandro: cuidado. No se trata de


un discurso aislado. El discurso institucional se ocupó de acentuar esta pala-
bra por sobre otras que describen el trabajo policial, antes, durante y después
de la pandemia. “La policía que te cuida” o el llamado a “cuidar a quienes
nos cuidan” fueron modalidades en las que el Ministerio de Seguridad
formuló esta operación discursiva, con un tono que a veces rayó lo apolo-
gético (Seghezzo y Dallorso, 2020). No se trató de una propuesta del todo
novedosa. Como apunta Sirimarco (2021), “cuidar a quienes nos cuidan” fue
una consigna recurrente durante la gestión de Patrica Bullrich al frente del
Ministerio de Seguridad (2015-2019), una administración de signo político
marcadamente diferente diferente a la de Sabina Frederic, ministra de segu-
ridad durante la mayor parte de la pandemia. Pero “cuidar” ligado a “policía”
propone una asociación de términos cuyo significado no debería darse por
sentado sin más.

76
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

Pita y Faur (2020) alertan de homologar tareas de cuidado a vigilancia y


control, pues ello supone ignorar las racionalidades que configuran este tipo
de prácticas en el mundo policial. Las policías son instituciones abocadas a
mantener un orden social, tarea que requiere vigilancia y control. Ni control
ni vigilancia suponen necesariamente cuidado. Más precisamente, suponen
formas de gobierno y producción de orden social. Incorporamos esta adver-
tencia a nuestras observaciones, y creemos que durante la pandemia no exis-
tió tanto una política de refuncionalización del trabajo policial que desplazó
vigilancia y control por tareas de cuidado. Más precisamente -y coincidimos
aquí con Sirimarco (2021)- lo que sucedió durante la crisis sanitaria en rela-
ción con el trabajo policial fue una resignificación del mismo como cuidado,
que implicó acomodar la prevención y el control policiales bajo el paraguas
semántico del cuidado.
Más allá del debate semántico, lo que queremos resaltar es que para
nuestros policías la discusión sobre “cuidar” fue menos sofisticada. Para
ellos, “cuidar” significó más trabajo. El desafío de acoplar la vigilancia sobre
el aislamiento obligatorio con las rutinas policiales cotidianas constituyó una
experiencia desbordante para ellos, en particular durante los primeros meses
de pandemia cuando, además, debían cuidarse a sí mismos del contagio:

Entrevistador: Y al principio de la pandemia, ¿tuvieron que trabajar mu-


cho más?
Miguel: Sí, en primera instancia se dividió a la policía en grupos porque,
si una comisaría tenía una baja por contagio, tenían que aislar toda la co-
misaría y venía otro grupo. Pero no dieron abasto porque había muchas
cosas que cubrir. Se trabajó mucho, con recargo y temor.

El testimonio de Miguel nos interesa, además, porque pone de relieve


el segundo aspecto que nos interesa examinar: el impacto de la pandemia
sobre la vida personal de los funcionarios policiales, en particular en
relación con el vínculo con sus familias. Tanto la recarga laboral como
el miedo al contagio introdujeron profundas transformaciones en las
dinámicas de organización familiar de los policías. Durante los primeros
meses, sostienen que intentaron no relacionarse con sus familiares y ami-
gos por miedo a contagiarlos. En este sentido, como otros trabajadores
esenciales, durante la pandemia los policías se han visto alcanzados por
la sobreexplotación y el miedo.

77
Últimos y abollados

Algunos policías optaron directamente por aislarse de sus familiares,


como Leandro, quien decidió irse de su casa para no contagiar a su papá.
Otros no tuvieron esa posibilidad, y debieron aprender a lidiar con el temor
al contagio. Es el caso de Diego, quien nos explicaba los recaudos que debió
tomar para no contagiar a sus familiares:

La forma de trabajar acá cambió… no es preocuparnos solo por nuestra


integridad física, sino también por la de nuestros familiares. Al principio
fue traumático y costó mucho, hacíamos 15x15: era llegar a tu casa y
rogar que no te de positivo. Además, agarrar la ropa, poner en un tacho
aparte, lavar aparte.

Mariana, por su parte, destacaba las dificultades de separar el temor en


el plano personal del ámbito profesional, porque los policías, “primeramente
y más allá de nuestro trabajo, somos personas y tenemos familia”. A pesar
de no haberse contagiado, su experiencia trabajando como policía durante
la pandemia estuvo marcada permanentemente por el temor de contagiar a
sus seres queridos.
El temor que condicionó a Mariana adquiere un sentido particular entre
policías, funcionarios del Estado cuya función puede obligarlos a poner
su vida en juego. Gonzalo nos lo explicaba en términos llanos: “Nosotros
no resistimos un test psicológico; la persona que arriesga su vida no está
bien. Pero la pandemia, lo que nos trajo fueron los miedos de llevarlo a la
casa”. Por otro lado, Carlos, un policía de la UTOI, ilustraba la prevalencia
que adquirió entre policías el temor a contagiar seres queridos durante la
pandemia:

Sí, tuvimos miedo porque al principio decían que no iba a quedar nadie.
Y yo hoy tengo miedo. Yo acepto que quizás voy a un llamado y me matan
porque lo acepté y juré eso, pero, por ejemplo, contagiar a mi familia, no
lo aceptaría, no puedo cargar con eso. Eso es lo que más nos preocupaba.

“Quedate en casa” fue la consigna con que el Estado nacional intentó mo-
rigerar los efectos de los contagios del COVID-19. En los barrios segregados
por la pobreza tanto el hacinamiento como las dinámicas laborales imposi-
bilitaban que los vecinos pudieran quedarse efectivamente en sus casas. Una
vecina nos decía, para ilustrar esta dificultad, que la vereda era el patio de

78
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

su casa. En los dos primeros meses del ASPO las policías fueron celosas del
cumplimiento de las restricciones. Obligaban a que vecinos y vecinas estén
en sus casas, al uso de barbijos, a la distancia social. Rápidamente estos con-
troles se relajaron. En el Área Reconquista, el viraje del “quedate en casa” a
“quedate en tu barrio” fue experimentado como una medida de sinceramien-
to para con una imposición imposible de cumplir en términos concretos por
la mayoría de los y las entrevistadas.

Conclusiones

La pandemia puso en primera plana al trabajo de las fuerzas de seguridad.


Policías, que realizaban tareas varias: control de tránsito, cuidado de barrios
infectados, medición de temperatura corporal, etc. Quedaron al descubierto
las múltiples formas del trabajo policial. Multiplicidad que no es novedad
pero que es continuamente negada. Nos interesa a modo de conclusión
retomar dos cuestiones: por un lado, reflexionar sobre las características del
trabajo policial en las áreas segregadas y, por el otro, poner el ojo sobre la
vinculación entre policía y cuidado.
Empecemos por analizar el trabajo policial en el Área Reconquista, que
nos sirve para indagar sobre el trabajo en las áreas segregadas. Podemos
decirlo de esta manera: para los policías su trabajo debería ser una cosa pero
es otra. No trabajan de policías. Ellos dicen que su trabajo está asociado al
“combate contra el delito” y, sin embargo, realizan otras tareas. La instrucción
policial los forma como “cazadores de delincuentes”, pero hacen otras cosas.
Esto sucede porque las policías son el primer mostrador del Estado en
muchos lugares de nuestro país; y, en algunos lugares, el único. Si existe un
problema con un vecino se llama a la policía, si alguien está alcoholizado en
la vía pública se convoca a la policía. Las policías reciben pedidos de inter-
vención que, muchas veces, están fuera de sus saberes y que comprenden
abismalmente alejados de “sus” tareas. En el Área reconquista y más aún
durante la pandemia las policías fueron el principal agente del Estado.
Esto nos parece problemático por varias razones. Primero porque, como vi-
mos, los policías construyen una representación sobre estos territorios y sus re-
sidentes como espacios marcados por la delincuencia y los consumos abusivos
de alcohol y drogas. Creemos que este sentido común que permea las interven-
ciones de una de las agencias estatales con mayor presencia en este territorio

79
Últimos y abollados

debería disparar alertas en los responsables de diseñar y gestionar políticas


públicas. Segundo, porque las policías no están capacitadas/formadas para in-
tervenir en una enorme mayoría de situaciones –recurrentes y cotidianas– para
las que se las convoca, y la pandemia no fue una excepción. Pero no es solo una
cuestión de instrucción. Las acciones de las fuerzas de seguridad moldean las
relaciones de formas determinadas, lo que origina específicas interacciones. A
modo de ejemplo, no resulta lo mismo si, ante un alcoholizado en la vía pública,
interviene la policía que un profesional de la salud.
Respecto del segundo camino reflexivo –el ideal construido sobre una
policía cuidadora–, nuestro texto pone de manifiesto que esta construcción
discursiva aterrizó accidentada en el terreno. Para nuestros policías, no exis-
tió un cambio en la racionalidad subyacente a su trabajo. Tampoco relatan
experiencias de cuidado asimilables a las de otras agencias o intervenciones
estatales mejor alineadas con este ideal (a modo de ejemplo, políticas de sa-
lud o de desarrollo social). La pragmática policial puso en crisis la represen-
tación construida desde arriba sobre su papel en la pandemia. Lo que signi-
ficó el cuidado para nuestros policías fue sobrecarga y precarización laboral.
En el Área Reconquista las policías en el terreno no cuidaron. Más allá del
cuidado, vigilaron y controlaron el cumplimiento del ASPO agotados, con
temor al contagio, y muchas veces sin los medios necesarios para hacerlo.
Para finalizar deseamos subrayar que en el Área Reconquista en particu-
lar y en todas las áreas segregadas por la pobreza en general las policías “cui-
dan” reforzando la estigmatización y la segregación. “Quédate en tu barrio”
es una política policial que limita la movilidad de los y las vecinas del Área
Reconquista, una política de larga data, que durante la pandemia encontró
legitimidad y se fortaleció.

Bibliografía

Birkbeck, Ch. y Gabaldon, L. (2002). “La disposición de agentes policiales


de usar fuerza contra ciudadanos”. En Roberto Briceño-León (Comp.),
Violencia, sociedad y justica en America Latina (pp. 229-242). Buenos
Aires: Clacso.
Garriga Zucal, J. (2013). “Usos y representaciones del ‘olfato policial’ entre
los miembros de la policía bonaerense”. DILEMAS: Revista de Estudos de
Conflito e Controle Social, 6(3), 489-509.

80
CAPÍTULO 3 Más allá del cuidado

Garriga Zucal, J. y Maglia E. (2018). “¿Qué es un policía? Un estudio sobre


las representaciones del trabajo policial”. Trabajo y sociedad, 31, 15-31.
Lorenz, M. (2018). “El 'verdadero' trabajo policial. Representaciones de
los funcionarios de la Policía Federal Argentina acerca de su quehacer
profesional”. Papeles de Trabajo, 19, 99-120.
Pérez-Vincent, S., Carreras, E., Gibbons, M.A., Murphy, T.E., y Rossi, M.A.
(2020). COVID-19 lockdowns and domestic violence: Evidence from
two studies in Argentina. Washington DC: Banco Interamericano de
Desarrollo.
Pita, M.V. y Faur, E. (2020). “Lógica policial o ética del cuidado”. Revista
Anfibia. Recuperado de: https://www.revistaanfibia.com/logica-policial-
etica-del-cuidado/
Rodríguez Alzueta, E. (2020). Yuta: El verdugueo policial desde la
perspectiva juvenil. La Plata, Malisia.
Seghezzo, G. y Dallorso, N. (2020). “Elogio a la policía del cuidado”. Página
12. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/255797-elogio-a-la-
policia-del-cuidado.
Sirimarco, M. (2021). “Entre el cuidado y la violencia. Fuerzas de seguridad
argentinas en pandemia y aislamiento”. Revista de estudios sociales, 78,
93-109.
Zajac, J. (2018). “En el corazón del monstruo”: La Gendarmería y el gobierno
de los márgenes informales del sur de la Ciudad de Buenos Aires (Tesis
de maestría). Universidad Nacional de San Martín; San Martín.

81
CAPÍTULO 4
¿Proximidad o invasión?
Gobierno y pacificación policial
José Garriga Zucal y Joaquín Zajac

Introducción

Ocho policías cruzan la cancha de fútbol de Carcova, patean el polvo con la


frente en alto, una mirada atenta y un andar marcial. No están vestidos con
los uniformes de la Policía Bonaerense. Sus uniformes parecen militares y
sus chalecos antibalas dicen “UTOI”. Uno de ellos empuña una escopeta
que apunta al piso. Unos niños que juegan a las escondidas los ven pasar,
indiferentes. Ya no generan sorpresa, hace varios meses que estos policías
trabajan en los barrios del Área Reconquista. Para los chicos son “milicos”.
Para muchos vecinos adultos son “ratis”, para otros, “gendarmes”.
La UTOI es el nombre que lleva una fuerza especial de la Policía
Bonaerense. Significa Unidad Táctica de Operaciones Inmediatas. Desde
su creación hasta hoy, la UTOI ha mutado su perfil y objetivos. Fue creada
inicialmente como un cuerpo de “acción táctica”, es decir, como una fuerza
especial con entrenamiento, armamento y organización especiales para in-
tervenir en los “puntos con mayor índice delictivo de la provincia”.1 Sin em-
bargo, en junio de 2020, el ministro de seguridad de la provincia de Buenos
Aires, Sergio Berni, anunció que la UTOI había sido “refuncionalizada”, a
partir de una capacitación de “policía de conflicto, con mucha aproximación
y trabajo de contención social”,2 continuando otras experiencias similares
de “policiamientos de proximidad” focalizados en poblaciones vulnerables

1. Resolución 791/17 del Ministerio de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires.


2. “UTOI: la policía táctica que entrena Berni para enfrentar la ola de delitos en las villas del Conurbano”, 2020.
Ver en https://www.lapoliticaonline.com/nota/127296-utoi-la-policia-tactica-que-entrena-berni-para-enfren-
tar-la-ola-de-delitos-en-las-villas-del-conurbano/.

83
Últimos y abollados

como los “Cuerpos Policiales de Prevención Barrial” y el “Programa Barrios


Seguros” (Zajac, 2021). Los barrios del Área Reconquista han sido de los
primeros en recibir a esta fuerza bajo su nueva forma específica de “policía
de proximidad”. En este capítulo, retomamos la tensión (evidenciada con
claridad en el marco de la pandemia y abordada previamente en este mis-
mo libro)3 existente entre la dimensión de represión y control social de las
prácticas policiales y aquella que podría asociarse con tareas de “cuidado”.
Nos preguntamos aquí por la especificidad, por la novedad de las UTOI
como forma particular de gobernar (Foucault, 2010) poblaciones pobres
espacialmente segregadas (Wacquant, 2007). ¿Se trata de una fuerza cuya es-
pecificidad es ser más “dura”, con mayor “poder de fuego” y un carácter más
“militarizado”, más preparada para entrar en estos barrios representados por
la opinión pública como “peligrosos”, “hostiles”, “tomados por el crimen
organizado”? ¿O por el contrario, su especificidad se asocia principalmente
con su mayor “empatía”, sus capacidades de desarrollar vínculos de “proxi-
midad” con los habitantes y atender sus necesidades específicas? ¿Cómo se
resuelve ese carácter contradictorio de las UTOI y qué consecuencias tiene
sobre sus modos de actuar y los efectos de estas prácticas?
Dividiremos el capítulo en tres apartados. En el primero, se detalla la ma-
nera en que las UTOI caracterizan al territorio y a la población destinataria.
En segundo lugar, nos interesa analizar cómo se representan a sí mismas y a
sus prácticas. Finalmente, describimos y analizamos los efectos de la presen-
cia y la actividad de las UTOI tal y como son percibidos y sopesados por sus
propios agentes: sus “potencias” y efectos “productivos” (tercer apartado),
pero también los obstáculos, límites y resistencias que despierta (cuarto y
último apartado).
Para nuestro análisis, buscamos interrogar los puntos de vista de los
miembros de la UTOI a partir de la noción de “pacificación”.4 Se trata de un
modo particular de ejercicio del poder que se da sobre determinadas poblacio-
nes, que se remonta a los inicios de la era colonial, pero cuyo legado continúa

3. Este tema es tratado por Del Castillo y Garriga en este mismo volúmen.
4. Un caso conocido de este funcionamiento han sido los despliegues focalizados con Gendarmería en
barrios populares informales de la zona sur de la Ciudad de Buenos Aires. Allí, la acción de la fuerza no
solo busca intervenir sobre ciertos grupos dedicados a las economías ilegales a partir de acciones puni-
tivas y bélicas (Guemureman y Zajac, 2020a, 2020b; Zajac, 2020), sino que abarcan también prácticas
que van en el sentido de regular los conflictos y las violencias y moldear los “estilos de comportamien-
to” de las poblaciones segregadas e (Zajac, 2021).

84
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

hasta nuestros días. Dos de sus características más salientes son, en primer
lugar, la hibridación entre una intervención específicamente bélica y militar,
con distintos esfuerzos de gobierno “productivo” de índole muy variada, que
va desde lo policial hasta lo sanitario, pasando por acciones educativas, admi-
nistrativas, culturales y económicas (Neocleous, 2011, 2016). Y en segundo
lugar, y de manera muy resonante para este trabajo, la relación de “tutela” que
se establece típicamente entre agentes que impulsan esta “pacificación” y las
poblaciones destinatarias de dichas iniciativas. En este sentido, el investiga-
dor brasileño Joao Pacheco de Oliveira compara experiencias tan distantes
en el tiempo como las misiones católicas jesuitas durante la primera etapa
de la colonización portuguesa de Brasil, y las llamadas “Unidades de Policía
de Pacificación” (UPP) en las “favelas” de Río de Janeiro5 desde el año 2008.
En esta comparación, el autor ilumina el modo en que los “pacificadores” se
perciben y representan como “superiores” en términos culturales, morales,
civilizatorios. “Superioridad” en nombre de la cual se busca no solo derrotar
militarmente a un grupo de las poblaciones representado como el “enemigo”,
sino gobernar, regular y en última medida modificar todo un dominio amplio
e impreciso de estilos, comportamientos y prácticas culturales del conjunto
de la población.6
Los datos que construimos para este análisis surgen de entrevistas
–abiertas y presenciales– realizadas durante el 2021 a miembros de la
UTOI. Las entrevistas fueron realizadas en una base que tiene esta fuerza

5. Programa híbrido de seguridad y política social lanzado en 2008 por la Subsecretaría de Planificación
e Integración Operativa del Estado de Rio de Janeiro. Según fuentes oficiales (Cano et al., 2012;
Bozicovich, 2018), se basó en los principios de “policía de proximidad” y “policiamiento comunitario”.
El programa llegó a contar con 9543 policías distribuidos en 38 sedes. Su objetivo general era “retomar
el control” de territorios antes dominados por grupos criminales ostensiblemente armados, devolver a
la población local la paz y la tranquilidad públicas, necesarias para el ejercicio y desarrollo integral de
la ciudadanía. Como objetivos específicos, las UPP buscaban permitir el ingreso o expansión de los ser-
vicios públicos y la iniciativa privada, tradicionalmente limitada por la acción del poder paralelo de los
grupos criminales; aumentar la formalización de las actividades económicas y los servicios; contribuir
a una inserción mayor de esos territorios y sus habitantes en el conjunto de la ciudad, desactivando la
visión tradicional de 'ciudad partida' que caracteriza a Río de Janeiro.
6. Pacheco de Oliveira (2014) afirma que si en el pasado colonial el objetivo era la transformación de los
pueblos indígenas, y su “pacificación” se realizaba sobre todo en nombre de la conversión religiosa. En
el presente es el dominio territorial de grupos dedicados a las economías ilegales en ciertos espacios de
las ciudades lo que constituye el principal argumento para justificar este tipo de intervenciones, que en
el fondo van mucho más allá de buscar expulsar y/o capturar a esos grupos. Es decir, no se trataría solo
de “aplicar la ley” penal, sino de una serie de esfuerzos de conversión, persuasión, “pedagogía” y “pro-
tección”, que operan con un amplio margen de discrecionalidad (Pacheco de Oliveira, 2014: 144).

85
Últimos y abollados

especial en el corazón del barrio Independencia, uno de los barrios del Área
Reconquista. Cabe señalar que los nombres de los entrevistados han sido
alterados para preservar el carácter anónimo de las entrevistas.

Barrios peligrosos, barrios necesitados

Respecto de las representaciones de los miembros de la UTOI sobre el terri-


torio y la población en las que intervienen, un efectivo de la UTOI, a quien
llamaremos “Gabriel”, realiza una distinción relevante que se repite en las
demás entrevistas: entre vecinos/as “trabajadores” y vecinos/as, que se
dedican a las economías ilegales, y/o tienen problemas de consumos proble-
máticos. Siguiendo esta misma línea, otros efectivos complejizan esta clasi-
ficación dicotómica, dividiendo a la población en tres grupos (delincuentes,
población que los “apaña” y los “defiende”, y los que “están agradecidos), pe-
ro en definitiva, en estos distintos casos, se pone de manifiesto una frontera
moral entre “buenos” y “malos” vecinos.

En lo que es delincuencia, hay dos ámbitos: la gente que se ve obligada


porque lamentablemente tiene una familia que mantener y se ve obligada a
hacer algo malo para poder sustentar la familia y después la otra parte que
roba porque es fácil y después cae en la droga (“Gabriel”, efectivo de la UTOI).
FEDERICO: Cuando los vamos a buscar, se meten en los pasillos porque
la gente los apaña. Cuando nos llevamos a un aprehendido, la gente los
defiende.
Entrevistador: ¿Cómo los defienden?
FEDERICO: Nos insultan, se quieren llevar al aprehendido, te lo quieren
sacar. Lo bueno es que somos fuerzas especiales y lo detenemos, subi-
mos al móvil y nos vamos y tenemos otro equipo cubriéndonos de los
que nos está tirando piedras.
E: ¿Y hay gente que valora el laburo de ustedes?
FEDERICO: Sí, no todo lo que hay en la villa es odio a la policía. Hay mu-
cha gente que está agradecida con la policía, más que nada los comercios
porque pueden trabajar tranquilos.
E: ¿Y manifiestan de alguna forma ese agradecimiento?
FEDERICO: Sí, nos lo dicen (Federico, efectivo de las UTOI).

86
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

Para algunos efectivos de la UTOI, este clivaje moral tiene su origen en


las carencias que atraviesan a las y los vecinos. Leandro, por ejemplo, des-
cribe al barrio como un espacio con numerosas necesidades. Un espacio que
requiere de toda la “ayuda” posible, ya que las áreas segregadas son moral-
mente vulnerables:

La mayoría de los muchachos que están acá son padres. Yo no nací en


cuna de oro y no tengo nada en contra de la gente que vive así, crecí en
un barrio muy carente y por parte del Estado no tuvimos una contención,
más que la caja PAN que daba Alfonsín. Y yo veo a estos chicos y me veo
reflejados en ellos, tenían las mismas carencias y ellos no tienen por qué
ser lo mismo que los padres, que no todo está mal. Queremos mostrar
que estamos para hacer cumplir las cosas, no somos los que castigan.
Estamos para hacer cumplir, como para darles algo así. También ayudar
al vecino (Leandro, jefe de las UTOI).

Existe, entonces, una relación entre vulnerabilidad moral y “carencias”.


Vínculo que se plasma también en la forma que los efectivos de las UTOI
interpretan los “conflictos” en los barrios y sus propias intervenciones al
respecto. Los entrevistados (como “Diego” en la cita a continuación) marcan
dos grandes tipos de intervenciones que deben realizar las UTOI en estos te-
rritorios de forma cotidiana. Por un lado, la violencia interpersonal –familiar
y de género, pero también entre vecinos y amigos–, y la violencia asociada a
la venta de estupefacientes:

ENTREVISTADOR: En el barrio, en la zona, ¿cómo es trabajar por la zo-


na? Más allá de la pandemia.
DIEGO: Bastante conflictivo porque acá tenés desde violencia de gé-
nero hasta venta de estupefacientes. Nos costó un montón conocer
porque hay muchos pasillos internos. Violencia de género siempre
hay, más los fines de semana, porque ahí es cuando se desconocen.
Muchas veces el marido le pega a la mujer y, cuando vamos, la mujer
lo defiende. Después hay robos y hurtos [...] No existe más el respeto
por el barrio, se roban entre ellos [...] los mismos vecinos se roban.
También le roban a la gente que está trabajando acá. Hay gente que
defiende el barrio, gente buena, y gente que no le importa nada.
(Diego, efectivo de la UTOI).

87
Últimos y abollados

Algunos efectivos, como Leandro –a quien ya hemos introducido–, se-


ñalan incluso un “encadenamiento” entre los ilegalismos asociados a la
distribución de sustancias ilícitas y las violencias interpersonales, que se
pudo evidenciar con claridad durante la pandemia. De esta forma, aunque
aparentemente problemas separados y generados por grupos diferentes, es
la ambigüedad moral de la población en su conjunto la que “enlaza” ambas
problemáticas en las que la UTOI debe intervenir:

En los barrios emergentes es el narcotráfico el que lleva al robo de me-


nores, está todo conectado. Los menores no trabajan, por eso son los que
salen a robar. También sucede la violencia de género.Cuando llegamos al
barrio, tratamos de erradicar, o disminuir, la venta de drogas. ¿Qué hace
el narco? Manda a vender a mujeres porque somos hombres; cuando
tenemos personal femenino, manda a menores. Y cuando ya no pueden
llegar a los puntos de venta, empiezan los problemas de violencia de gé-
nero. También el robo de vehículos (Leandro, jefe de UTOI).

En suma, existe por parte de los efectivos de la UTOI una representación


dual sobre el territorio en el que intervienen, sus habitantes y sus conflictos:
peligroso pero necesitado, moralmente cuestionable y socialmente vulnera-
ble. Ahora bien, ¿qué características serían necesarias según los efectivos de
la UTOI para poder intervenir ante esta dualidad? Intentaremos dilucidarlo
en el próximo apartado.

Duros pero empáticos

La mencionada representación dual del territorio y la población se condice


fuertemente con la forma en que las UTOI se presentan a sí mismas, su
modo de organización interna y su estrategia y tácticas de actividad. Por un
lado, los efectivos de este cuerpo policial se presentan como actores de una
intervención policial imposible para las policías convencionales: “estar en el
punto rojo”, allí donde las policías tradicionales se han visto “desbordadas”:

ENTREVISTADOR: ¿Vos notás una diferencia entre su trabajo y el de la


poli, ¿dónde está la diferencia?

88
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

GABRIEL: Entonces vamos y aunque estemos parando autos, no pasa. Si


nos vamos, sé que se va a desbordar.
ENTREVISTADOR: ¿Y ustedes vinieron porque estaba desbordado?
GABRIEL: Sí, los módulos son a prueba de balas también. Tenés acá, en
Carcova, San Isidro, Quilmes, Wilde. La función es estar ahí, en otro lado
no están, en el punto rojo (Gabriel, efectivo de la UTOI).

La característica que permitiría a las UTOI afrontar los desafíos que plan-
tean estos territorios y que no poseen las policías tradicionales es el carácter
“militarizado” de la fuerza, especialmente en lo que hace a la verticalidad de
sus jerarquías y su estricta disciplina. Este carácter “militar” conecta la ex-
periencia de las UTOI con otras desarrolladas en contextos similares a nivel
regional y nacional (las mencionadas UPP de Brasil y el “Programa Barrios
Seguros” del Ministerio de Seguridad federal) a la vez que permite encua-
drarla en el ya mencionado paradigma de la “pacificación” que referimos en
la introducción del capítulo.

ENTREVISTADOR: ¿Por qué hay diferencia entre ustedes y la policía que


está patrullando?
TOMÁS: Nosotros tenemos la uniformidad porque venimos de una fuer-
za verticalista que se extiende de lo militar.
ENTREVISTADOR: Pero tus compañeros de la cuarta también es la mis-
ma situación y no están tan uniformados.
TOMÁS: Porque se ha perdido. Se busca que haya otro aspecto, autoridad
(Tomás, efectivo de la UTOI).

La mayor militarización de la UTOI se manifiesta por otra parte no solo


en cuestiones organizativas y doctrinarias, sino también en lo que hace al
armamento y los vehículos disponibles. Gabriel, menciona el uso de cascos
y protecciones para brazos y piernas. Uniformes más sofisticados y visual-
mente impactantes. También, como da cuenta “Federico” a las formas de
patrullaje que se adoptan: los integrantes de la UTOI “caminan el barrio”
en grupos numerosos, lo que que les permite ser más que sus potenciales
enemigos, y por lo tanto, estar más seguros para “entrar” y permanecer, sin
temor a verse “superados”:

89
Últimos y abollados

Nuestro trabajo es en cuerpo, nos movemos de ocho a diez personas.


Depende la situación, cuando hay marchas nos movemos hasta veinte
juntos. Nos encontramos en los barrios de emergencia, las villas de San
Martín, pero también estamos en La Matanza, Quilmes. El objetivo es en-
trar donde la policía tradicional no entraba (Federico, efectivo de la UTOI).

Ahora bien, de forma simultánea a esta percibida “militarización” apare-


ce en el discurso de los efectivos de la UTOI una referencia a que el elemento
distintivo de su modalidad de despliegue y actividad en comparación con las
policías tradicionales, es su capacidad de de establecer un vínculo de “empa-
tía” con los habitantes de estos territorios, tal y como se puede constatar en
el siguiente pasaje de la entrevista a “Gabriel”:

ENTREVISTADOR: Ustedes no fueron preparados como policías de


proximidad, ¿no?
GABRIEL: Sí. En mi unidad, proximidad es una de las primeras palabras,
proximidad vecinal, por eso la llegada de vecinos. Tratamos de especia-
lizarnos en todas las circunstancias que puedan surgir acá, en Barrio
Independencia, pero más que nada en delincuencia y el accionar policial.
Ya sea de una manera no violenta o violenta, pero también en el vocablo.
ENTREVISTADOR: ¿Por ejemplo?
GABRIEL: El sumo respeto nunca estará. Hecho lo que haya hecho, tiene
que ser reducido.
E: Un correctivo no va.
GABRIEL: No. Ese es el profesionalismo que estamos aplicando todo el
tiempo. Siempre tratamos de tomar el control de las cosas. La gente que
llama es siempre por un problema, entonces uno trata de tomar una em-
patía y, con el conocimiento que uno tiene del marco legal, recomendar
qué tienen que hacer. A veces acceden y a veces no (“Gabriel”, efectivo
de la UTOI).

Observamos, así, la autorrepresentación de la UTOI como una fuerza


profesional, “empática”, capaz de sensibilizarse frente a los problemas de
los habitantes y llevar a cabo otro tipo de acciones no punitivas ni lesivas.
Esta “empatía” debe ser analizada en el marco de las discusiones acerca de la
tensión existente entre la dimensión de “cuidado” y la de “control punitivo”

90
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

en la actividad policial, especialmente, desde la pandemia.7 Desde nuestro


punto de vista, esta tensión se resuelve para el caso de las UTOI en el marco
de la relación “tutelar” típica de las iniciativas de pacificación, como las
analizadas por el ya mencionado autor brasileño Pacheco de Oliveira (2014).
En este sentido, una de las ideas principales que parece guiar de manera
prioritaria la actividad práctica concreta de la UTOI (según la descripción
que de ella hacen sus propios integrantes) es la del “mantenimiento del
orden” cuando se da una situación de conflicto. De manera similar al rol de
Gendarmería observado en trabajos anteriores (Zajac, 2021), de lo que se
trata es de contener y “tranquilizar” las situaciones de violencia. Tarea que,
según los efectivos de las UTOI, es de mayor urgencia y centralidad en estos
contextos en los que los conflictos familiares y vecinales más elementales
pueden devenir en escenarios de violencia letal con mayor facilidad que en
otros sitios. En palabras del efectivo de UTOI “Rodolfo”:

ENTREVISTADOR: ¿Y qué haces ahí? Son ustedes cuatro, ustedes dos y


dos más, enganchaste a alguien con algo, salen y empieza a salir gente ¿y
qué hacen?
RODOLFO: Yo lo que hago es buscar a las personas que están más con-
flictivas en ese momento, separarlos de todo lo que es el tumulto, tran-
quilizarlo, hablarlo y que calme a la gente. Entonces esa persona una vez
que ya está tranquila conmigo, lo hablo, le escucho, le presto atención a
lo que me dice, le explico cuál es la situación mía, que es lo que yo estoy
haciendo, por qué lo estoy identificando y ahí el muchacho se tranqui-
liza e intenta tranquilizar a las demás personas. Entonces ahí, siempre
tratamos desde ese lado, tranquilizar a las personas, no sirve el conflicto,
porque se genera más y más y más y después sería todo el barrio contra
nosotros. Entonces no sirve (Rodolfo, efectivo de las UTOI).

¿”Acostumbramiento” o “persuasión”?

Ahora bien, ¿cuáles han sido los efectos percibidos de este accionar poli-
cial? ¿Cuáles aparecen como sus potencias en relación a la regulación de las
violencias y los conflictos, pero también, cuáles los desafíos y límites que
perciben al respecto los efectivos de las UTOI?

7. Este tema es tratado por Del Castillo y Garriga en este mismo volumen.

91
Últimos y abollados

Como ya hemos visto, los integrantes de la UTOI coinciden en describir


a los barrios en los que intervienen como un territorio hostil, peligroso. Un
espacio impenetrable para la policía tradicional. Sin embargo, es de remarcar
como los efectivos de esta fuerza se apoyan en esta representación de los
barrios para destacar positivamente su propio desempeño. Es decir, para
mostrar comparativamente como su “presencia” y actividad, marcan un
“antes y un después” en los territorios en cuanto a las dinámicas de violencia
y conflictividad de los barrios. Y, sobre todo, un progresivo “apoyo” de los ve-
cinos/as frente a una actitud de hostilidad generalizada inicial, como marca
Rodolfo en el siguiente fragmento de entrevista:

ENTREVISTADOR: ¿Y cómo es caminar por el barrio?


RODOLFO: A lo primero era más complicado, ahora como que ya se acos-
tumbraron a nuestra presencia ahí, entonces es un poquito más tranquilo
pero a lo primero era muy complicado (Rodolfo, efectivo de la UTOI).

Este “acostumbramiento” es uno de los efectos más deseados por la


UTOI. Como marca Leandro, jefe de las UTOI, de lo que se trata en definitiva
es de convencer, de lograr producir un “cambio de actitud” frente a la policía
en general, de relegitimar la relación de dominio/jerarquía entre “pacifica-
dos” y “pacificadores”. Acostumbrarse a la presencia policial es el primer pa-
so, necesario, para la mutación cultural generalizada de la que habla Pacheco
de Oliveira (2014):

ENTREVISTADOR: En el barrio, ¿la autoridad policial está más debilitada?


LEANDRO: No está debilitada, acá el problema es lo interno. La gente
descree de la policía, no nos acepta como autoridad. Entonces, llegamos
nosotros, la mayoría jóvenes de 20 y largos años, creen que es más de lo
mismo y nosotros tenemos que hacerlos creer que vamos a combatir el
delito. Nosotros estamos convencidos de eso, sino no saldría de mi casa
(Leandro, jefe de UTOI).

Según el ya citado jefe de la UTOI, Leandro, el factor decisivo para lograr


este “acostumbramiento” fue el de adoptar un tipo especial de policiamiento,
de formación, y entrenamiento, que les permita a los efectivos de UTOI no
solo capturar o expulsar a los integrantes de las economías ilegalizadas, sino,
en general, imponer y mantener el orden. “Tomás”, mientras tanto, afirma

92
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

que es la “presencia” de las UTOI en el propio territorio, cerca de donde ocu-


rren cotidianamente los problemas, el factor clave que ha permitido aspirar
a este tipo de objetivos:

ENTREVISTADOR: ¿Y notas alguna modificación de las conflictividades?


TOMÁS: Hubo bajas porque, al estar nosotros, llegamos y no quieren
denunciar. Al otro día recorremos y si encontramos a la persona que
tuvo el problema, preguntamos si está bien, si necesita algo. Tratamos de
prevenir que esto no surja, de ver la parte conflictiva, que busquen ayuda.
ENTREVISTADOR: ¿Y cómo se hace para establecer ese vínculo de proxi-
midad con sociedades que son bastante antipoli?
TOMÁS: Y, trabajando todos los días un poco más. Pero siempre hay
alguien que se va a acercar y va a formar el vértice para que los otros se
acerquen. Y tratamos de hablar con ellos y no llegar a la fuerza.
ENTREVISTADOR: Y el diálogo es una mezcla entre autoridad y que sea
claro, ¿no?
TOMÁS: Claro, no le vas a hablar de una parte técnica que no van a enten-
der y no le van a dar importancia (Tomás, efectivo de la UTOI).

Por otra parte, las UTOI intentan activamente persuadir a la población


de su buena fe para con el barrio, a partir de la realización de actividades
públicas con la comunidad. Así, por ejemplo, en agosto del 2021 los policías
de la UTOI festejaron el día de las niñeces e invitaron a los vecinos más jóve-
nes a tomar una chocolatada. Habían armado una larga mesa, dos caballetes
sostenían un tablón. Un mantel negro cubría la rústica madera. Ubicaron
la improvisada mesa en un terreno lindero a su base de operaciones en el
barrio Independencia. Sobre la mesa había unos enormes termos, vasos de
plásticos y unos souvenirs. Las niñas y los niños que concurrieron, llevaban
unas bolsitas que contenían caramelos y pequeños juguetes. Como antece-
dente a este evento, el 25 de mayo y el 9 de julio, los miembros de la UTOI
repartieron chocolate con churros. “Rodolfo” destaca estas acciones como
tácticas orientadas deliberadamente a ganar el favor de la población local:

ENTREVISTADOR: ¿Por qué crees que los vecinos le tienen bronca a la Poli?
RODOLFO: Yo creo que está muy arraigado a lo que es de chico, nosotros
vemos gente, vemos madres con chicos que les dicen “portate bien por-
que sino te va a llevar la Policía”. Entonces ya le genera un miedo al chico

93
Últimos y abollados

le genera una repulsión la Policía, le tiene miedo o ya no nos quieren,


directamente desde cuando son chicos. Nosotros tratamos de cambiarlo,
los saludamos “hola chicos qué tal, buen día ¿cómo están todo bien?”.
Los saludamos o “no papá nadie te va a llevar, quedate tranquilo, vos
portate bien que la Policía está acá para ayudarte, no para que vos tengas
miedo”. Lo que hacen acá es muchas campañas los 25 de mayo, reparten
chocolatada, tratan de hacer esas cosas para que la gente se sienta un
poco más identificada con nosotros. (Rodolfo, efectivo de las UTOI).

Sin embargo, a pesar de los percibidos progresos por parte de los efecti-
vos de la UTOI, los mismos continúan percibiendo límites y obstáculos que
abordaremos en los próximos apartados.

“Nos odian hasta que nos necesitan”.


Límites y resistencias del despliegue de las UTOI

Sobre estas limitaciones, “Federico” marca que el supuesto “cambio de ac-


titud” que perciben sus compañeros es en verdad poco genuino, más bien
cínico. Los vecinos acuden a la UTOI ante una situación de necesidad, pero
eso no implica que verdaderamente haya un cambio de actitud más profun-
do, y “de fondo”:

ENTREVISTADOR: ¿Notas diferencia entre los barrios del área en cómo


tratan a los polis?
FEDERICO: No, en todas las villas de emergencia es lo mismo. Son luga-
res donde la policía no estuvo nunca ahí y se crearon sus propias leyes.
Desde que llegamos nosotros, es otra cosa.
ENTREVISTADOR: Me decías que en la villa la gente es anti policía, ¿no-
tas alguna distinción de género?
FEDERICO: No, son todos iguales. Te odian hasta que te necesitan. Pero
nosotros estamos, los ayudamos, pero capaz hoy los ayudamos y mañana
te vuelven a escupir (Federico, efectivo de las UTOI).

Esta ambigüedad se percibiría según los efectivos de las UTOI ante un


límite muy claro de las intervenciones. Por ejemplo, en los casos las de vio-
lencias de género o intrafamiliares, luego de la intervención policial, no se

94
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

ratifican denuncias, quedando la resolución del conflicto a mitad de camino,


sin una intervención más profunda (judicial o de otras agencias del Estado)
que logre afectar las raíces más profundas de dichas violencias.

ENTREVISTADOR: Y en un caso de violencia de género, ¿cómo actúan?


TOMÁS: Nosotros separamos las partes; tenemos que conocer la raíz del
problema para intervenir. Lo que más pasa acá es que se pelean y se van
porque nosotros estamos acá, a nada y llegamos rápido. Llaman al 911 y
vamos nosotros. Siempre pasa que finaliza porque saben que va a llegar
la policía porque hay más presencia policial. No quieren denunciar, nos
dicen que no nos metamos y que lo van a solucionar.
ENTREVISTADOR: ¿Por qué crees que no denuncian?
TOMÁS: Porque están pasados de copas y al otro día están juntos, tienen
sus códigos. (Tomás, efectivo de la UTOI).

Las mismas limitaciones se observan en relación con el problema del co-


mercio minorista de drogas ilegales. En este sentido, la llegada de la UTOI al
barrio, según la perspectiva de los efectivos, logró afectar perjudicialmente
la dinámica de los mercados de drogas ilegalizadas, obligándolos a adaptarse,
“disimulando” la venta, y limitando la actividad a ciertos horarios y espacios.
Sin embargo, el vaso “medio vacío” de este efecto, es que los “transas” per-
manecen en el barrio, así como también la posibilidad de eventuales situa-
ciones de violencia que trae aparejada dicha continuidad:

ENTREVISTADOR: ¿se modificó la situación del narcomenudeo y los


transas?
DIEGO: En cómo trabajan ellos, ahora usan otros métodos. Por ejemplo,
antes, el narcomenudeo era con soldados en la calle que protegían al
transa. Cuando empezamos a trabajar acá, les cortamos ese trabajo. Y
ahora usan remis, delivery. Y como nosotros paramos todos los autos vie-
jos, no andan en eso, pero la misma experiencia te dice cuándo un auto
está en algo raro. También generan quilombo en un sector y aprovechan
que todos van para ese lugar para mover la droga. Y nosotros vamos atrás
de ellos, siempre.
El problema es cuando vos agarraste al narco y ya otro toma su lugar.
ENTREVISTADOR: ¿Por qué pasa eso?

95
Últimos y abollados

DIEGO: Porque se va el cabeza de mando y el que lo sigue toma el poder.


Y por eso muchas veces se provocan las guerras narco.
ENTREVISTADOR: ¿Hay peleas entre banditas?
DIEGO: Sí, eso sucede entre barrios. Se pelean porque salieron a robar, le
robaron al del barrio de enfrente y se pelean. O están jugando a la pelota,
se pudrió todo y se agarraron. Ahora no tanto porque nosotros estamos
acá (Diego, efectivo de las UTOI).

Esta continuidad de la actividad narco y de su violencia concomitante es


consistente con la evolución de las estadísticas sobre homicidios disponi-
bles. Como ya hemos visto, en el 2020 la tasa de homicidios en el partido de
Gral San Martín aumentó un 16% respecto al 2019 y se observa una fuerte
concentración geográfica de las muertes en los barrios del Área Reconquista,
tal y como ocurría previo a la llegada de las UTOI.

Conclusiones

En este capítulo, hemos abordado una de las novedades más relevantes


del policiamiento pandémico en los barrios del Área Reconquista: la inter-
vención de las UTOI. Ante un escenario pandémico de incremento de las
conflictividades y violencias y auge de las economías ilegales, considerába-
mos que la presencia de las UTOI en el área resultaba un objeto de interés
insoslayable. Nos preguntamos al respecto de la UTOI y su supuesta “nove-
dad”. Si está pasaba más por su “dureza” en términos de capacidad represiva/
punitiva, por su mayor “militarización”, o si por el contrario, esta se asociaba
a una mayor “empatía”, a sus capacidades para desarrollar vínculos de proxi-
midad con los habitantes de los barrios populares y atender sus necesidades
específicas, especialmente apremiantes en el contexto pandémico. Vimos
que la respuesta a estas preguntas no es clara en una dirección u otra, y que
más bien parece hibridar ambos polos en una solución contradictoria. En el
primer apartado, comenzamos analizando cómo las UTOI caracterizan al
territorio y la población destinataria. Una representación ambigua, a la vez
como un lugar hostil, peligroso y violento (especialmente por la presencia de
vecinos dedicados a las economías ilícitas). Pero también como poblaciones
“carenciadas”, necesitadas de asistencia, contención y escucha para gestio-
nar sus conflictos interpersonales más elementales.

96
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

En segundo lugar, dimos cuenta de cómo las UTOI se representan a sí


mismas: como una fuerza por un lado fuertemente militarizada que, a di-
ferencia de la policía “tradicional”, posee capacidades bélicas de disciplina,
organización, equipamiento, entrenamiento y cantidad/concentración de
efectivos suficientes para “entrar” a estos territorios representados como
peligrosos y hostiles. Pero también, cómo a la vez, se jactan de ser una fuerza
“empática”, capaz de solidarizarse con las personas vulnerables, y de cons-
truir –o intentar construir– con ellos vínculos de “confianza”.
Por último, en el tercer y cuarto apartados, describimos y analizamos la
percepción sobre los efectos de sus intervenciones: las virtudes y potencias,
pero también los problemas y límites que según los efectivos de las UTOI
las aquejan. En este sentido, vimos cómo los agentes de esta fuerza especial
creen haber producido cambios notables en el barrio que van más allá de la
persecución de los ilegalismos: 1. un “acostumbramiento” de la población
local a las UTOI, que aunque no llega a ser un apoyo genuino del conjunto
de la población al menos conduce a que la población recurra a los policías en
casos de necesidad 2. Una afectación al comercio de drogas ilegales. Sin em-
bargo al mismo tiempo, la falta de articulación con otras agencias públicas
ante distintas demandas y situaciones de violencia interpersonal, muestran
las limitaciones del despliegue y acción de las UTOI para otorgar acceso ge-
nuino a la justicia, y ofrecer respuestas estatales pertinentes e integrales a las
demandas y problemáticas que aquejan cotidianamente a estos territorios.
Para finalizar, queremos hacer algunas reflexiones sobre estas limitacio-
nes, ensayar algunas explicaciones provisorias respecto de ellas. En primer
lugar, es preciso señalar que cualquier intento de explicar esos límites que
los propios efectivos de las UTOI observan para sus intervenciones, y tam-
bién, las continuidades en los déficits del policiamiento que los vecinos en
otros artículos de este mismo volúmen, debemos partir del hecho de que a
pesar de su carácter relativamente novedoso, las UTOI no dejan de ser una
experiencia acotada, de policías bonaerenses ejecutando tareas policiales en
el territorio que les corresponde legalmente desplegarse. En este sentido, los
efectivos de las UTOI no se relacionan con los vecinos de los barrios desti-
natarios desde una posición de “exterioridad”, situación que sí ha ocurrido
en casos como los despliegues de las UPP en las favelas de Río de Janeiro
(Franco, 2020, Cano et al., 2012) y los de los gendarmes en las villas del
sur de CABA (Zajac, 2021). Es poco probable que muchas de las novedades
que presentan estas otras experiencias (la relación directa con referentes

97
Últimos y abollados

comunitarios, el rol de mediadores en distintas situaciones de violencia y


conflictividad, el impacto significativo sobre las dinámicas de los mercados
ilícitos) se repitan con la misma intensidad que el caso que analizamos.
Por otra parte, y hechas estas aclaraciones, creemos que la acción de las
UTOI, sus efectos y limitaciones, pueden comprenderse mejor a partir de
entenderlas no como un caso fallido de uno u otro “polo” de su estrategia de
intervención (“invasión” militarizada o “policía de proximidad”, “control” o
“cuidados”), sino como una estrategia que busca articular ambos extremos
para ejercer el “gobierno” (Foucault, 2010) sobre poblaciones pobres espa-
cialmente segregadas (Wacquant, 2007): la “pacificación”. Se trata en defini-
tiva de una modalidad de ejercicio del poder que se caracteriza por hibridar
la acción “policial”, “militar” y la atención de demandas sociales (Neocleous,
2011: 200), en el marco de la imposición de una relación de “tutela” de los
“pacificadores” a los “pacificados” (Pacheco de Oliveira, 2014:143-144). Una
relación que implica una profunda e insalvable asimetría entre los primeros
y los segundos. No se trata en definitiva de una política pública que pueda
dar soluciones integrales a la pobreza, la segregación espacial, o las distintas
violencias que aquejan a quiénes habitan en estos territorios. Sino más bien,
contribuir al apuntalamiento de un orden social y urbano desigual, en el
que los vecinos del Área Reconquista ocupan (y continuarán ocupando) una
posición de subordinación.

Bibliografía

Cano, I., Borges, D. y Ribeiro, E. (2012). Os donos do Morro. Uma Avaliacao


Exploratoria do Impacto das Unidades de Polícia Pacificadora (UPPs) No
Rio de Janeiro. Río de Janeiro: UERJ.
Foucault, M. (2010). El Nacimiento de la Biopolítica. México: Fondo de
Cultura Económica.
Franco, M. (2020). Laboratorio favela. Violencia y política en Río de Janeiro.
Buenos Aires: Tinta Limón.
Frederic, S. (2014). “Modos de dar seguridad, adaptación y obediencia en
el escenario de re-despliegue territorial de la Gendarmería Nacional
Argentina”. Estudios, 32, 219-241.
Guemureman S. y Zajac, J. (2020a). “Sistematización de datos sobre
violencia institucional”. En Registro y prevención de la violencia

98
CAPÍTULO 4 ¿Proximidad o invasión?

institucional: Proyecto piloto en el Sur de la Ciudad Autónoma de Buenos


Aires y en la localidad de San Martín, provincia de Buenos Aires (pp. 25-
58). Recuperado de https://bitly.co/FSuT.
Guemureman, S. y Zajac, J. (2020b). “Reconfiguración del gobierno de
la niñez y adolescencia en riesgo en la Ciudad de Buenos Aires. Un
recorrido por los cambios recientes en el funcionamiento de la cadena
punitiva 2011-2019”. Cuestión Urbana, 4(7), 151-172.
Neocleous, M. (2011). “A Brighter and Nicer new Life: Security as
Pacification”. Social and Legal Studies, 20(2), 191-208.
Neocleous, M. (2016). “La lógica de la pacificación: guerra-policía-
acumulación”. Athenea Digital, 16(1), 9-22.
Pacheco De Oliveira, J. (2014). “Pacificação e tutela militar na gestão de
populações e territórios”. Mana, 20(1), 125-161.
Wacquant, L. (2007). Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y
Estado. Buenos Aires: Siglo XXI.
Zajac, J. (2021). “Gendarmería Nacional Argentina y la gestión de los
conflictos y la violencia en barrios informales del sur de la Ciudad de
Buenos Aires”. Runa, 42(1), 351-368.

99
Tercera parte

Violencias de género y pandemia


CAPÍTULO 5
Desde abajo, percepciones de un problema público

Violeta Dikenstein, Pastora Echagüe y Guadalupe González Campaña

Introducción

El capítulo se propone pensar a la violencia de género como una categoría de


denuncia emergente, cotidiana, eficaz y a la mano para identificar o nombrar
situaciones problemáticas a nivel local. El objetivo principal es recuperar las
percepciones que tienen distintos actores –funcionarios, policías y vecinos–
en torno al “incremento” o simplemente a la presencia del problema, sobre
todo en contexto de pandemia.
El trabajo se nutre de los postulados de la sociología de los problemas
públicos. Esta perspectiva asume que las sociedades contemporáneas están
atravesadas por múltiples problemáticas. No obstante, no todas ellas logran
adquirir el estatus de problema público. Tampoco es suficiente con que un
problema exista “objetivamente”. Las condiciones objetivas no son inheren-
temente problemáticas: los problemas sociales son definiciones colectivas
(Blumer, 1971). Para que una condición determinada sea tildada de proble-
mática para un gran número de personas, hace falta un proceso de creación
de significado que la señale como tal. De este modo, además de la existencia
del problema, hace falta un proceso social de construcción colectiva que
permita que dicha condición problemática sea percibida de ese modo.
En ese sentido, los problemas de esta naturaleza guardan determinadas
características. Ciertamente, la configuración de un problema público res-
ponde a una suma de procesos que involucra la formulación de demandas y
demandantes ante una situación que se considera negativa y que amerita ser
resuelta; la elaboración de explicaciones causales sobre el problema dotadas
de verosimilitud y una preocupación de carácter extendido en la población
que permanece estable en el tiempo (Pereyra, 2009; 2017).

103
Últimos y abollados

Ahora bien, ¿qué implica definir una condición como problema público?
En principio, un problema implica una definición moral: indica algo que
está mal, que provoca un daño. A su vez, para que algo adquiera ese estatus
es necesario que sea de carácter extendido, esto es, que afecte a un número
significativo de personas. Un problema público requiere, también, de una
dosis de optimismo, es decir, puede ser modificado y reparado por medio de
la acción humana. Finalmente, refieren a situaciones que consideramos que
deben ser cambiadas: algo debe hacerse al respecto (Loseke, 2007).
Desde esta perspectiva, los nombres, las categorías, el lenguaje, en suma,
el modo en que los problemas son narrados por los actores sociales es de
gran relevancia y será un eje de nuestro análisis. Para reconocer una situa-
ción y juzgarla como inquietante, es necesario un sistema de categorías que
identifique determinadas situaciones como problemáticas en desmedro
de otras (Guerrero et al., 2018; Loseke, 2007). En ese sentido, son muchas
las implicancias al considerar el carácter narrativo de los problemas. En su
elaboración se trazan nexos causales, se señalan culpables, víctimas y res-
ponsables. En efecto, mediante operaciones de tipificación, se construyen
tipos sociales de personas. De manera que las narrativas sobre los problemas
están cargadas de significado y nos llevan a mirar nuestro entorno de una
determinada forma. Habilitan, en suma, un modo determinado (y no otros)
de aprehender la realidad circundante. Ciertamente, la configuración de un
problema público da cuenta de la aparición de un mundo en común, pues las
demandas exitosas generan representaciones colectivas, determinados mar-
cos devienen en saber popular, cuerpo de conocimiento creíble y aceptable
(Gusfield, 2014). Estas categorías son morales, señalan un daño, algo que
está mal y no debería ocurrir. En definitiva, las categorías públicas pueden
funcionar como un mapa cognitivo: convierten al mundo en un lugar dotado
de cierto orden, moralmente comprensible.
En la Argentina contemporánea, resulta ineludible el lugar que fue ga-
nando la agenda de género a nivel público. La larga trayectoria de lucha del
movimiento feminista, sumado a una serie de eventos y transformaciones
a nivel institucional y social, dan cuenta de que la problemática ha ganado
estatus de problema púbico. Como afirma Morgade se trata de una “época de
fuerte visibilización de la lucha histórica de los feminismos y los movimien-
tos de la disidencia sexual” (2021: 14). En este contexto de mayor visibilidad
pública de la problemática de género, fue cobrando un lugar destacado la
violencia hacia las mujeres. Tal como sostiene Trebisacce Marchand (2020),

104
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

si bien las luchas y disputas del movimiento feminista son de larga data, en
nuestro país fue recién en la década del ochenta que apareció en la agenda
el término violencia para dar cuenta de la experiencia de padecimientos de
las mujeres (cis). En este contexto, “las organizaciones sociales y políticas
de mujeres cobraron mayor fuerza y la violencia de género ganó lugar en
la agenda pública. Producto de ello, se fueron sancionando leyes y creando
agencias estatales para la prevención de la violencia, principalmente en el
ámbito familiar” (Cabral y Acacio, 2016: 175). En ese sentido, en 2009 se
sanciona la ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erra-
dicar la violencia contra las mujeres. Allí se establece que la violencia contra
las mujeres constituye toda conducta, acción u omisión, que de manera
directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado, basada en
una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad
física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su
seguridad personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o
por sus agentes. Asimismo, se considera violencia indirecta, a los efectos de
la presente ley, toda conducta, acción omisión, disposición, criterio o prácti-
ca discriminatoria que ponga a la mujer en desventaja con respecto al varón.
De esta manera, siguiendo a Velázquez (2006) la definición de la violencia
contra las mujeres no refiere exclusivamente a la agresión física, sino que
incluye la violencia psicológica o “por omisión” y se incluyen dentro de los
posibles perpetradores al propio Estado.
Como mencionábamos, varios indicios dan cuenta de que violencia
de género trepó a la agenda nacional hasta devenir en problema público.
Sin ánimos de ser exhaustivos, es posible destacar algunos eventos que
evidencian este proceso. Entre ellos, la incorporación de los femicidios
dentro del Código Penal, el movimiento “Ni una Menos” que logró una
amplia adhesión y visibilidad a nivel nacional, entre los medios masivos
de comunicación y dentro del arco político. Esto redundó en una serie de
transformaciones dentro del Estado, tales como la creación de la Unidad de
Registro, Sistematización y Seguimiento de Femicidios, para la producción
de estadísticas oficiales sobre estos crímenes, la sanción de la Ley Micaela
(2018), la puesta en marcha de la Unidad Fiscal Especializada de Violencia
contra las Mujeres (UFEM) (Cabral y Acacio, 2016). Asimismo, en diciembre
de 2019 se creó el Ministerio de las Mujeres, Género y Diversidad.
En este capítulo, nos vamos a detener en el trabajo interpretativo de los
actores a la hora de pensar la problemática: cómo la perciben, nombran,

105
Últimos y abollados

caracterizan. A diferencia del enfoque “clásico” de los problemas públicos,


nuestra mirada no se focaliza en la narrativa o esfera pública de construcción
del problema,1 sino en los usos, modos de ver, sentir, pensar y nombrar a la
problemática por actores no necesariamente involucrados en la construc-
ción de su narrativa pública, sino que se trata de personas que padecen o ven
padecer a otros la violencia, o bien, funcionarios y fuerzas de seguridad que
deben asumir la gestión e intervenir en casos de este tipo. Desde una mirada
“desde abajo”, nuestro interés radica en analizar los modos de decodificar esa
experiencia en tanto violencia de género.
Las categorías provenientes de los problemas públicos constituyen un
acervo de conocimiento a mano particular. Como afirmaba Schutz (1974),
experimentamos el mundo a través de categorías que no creamos nosotros
mismos, el mundo intersubjetivo de la vida cotidiana existía antes de noso-
tros y era interpretado por nuestros predecesores como un mundo organiza-
do. Esa herencia que se nos ofrece como esquema de referencia, nos ha sido
transmitida para interpretar nuestra experiencia. Ahora bien, los problemas
públicos constituyen un esquema de referencia con ciertas singularidades
en las escalas locales. Estrictamente hablando, tales esquemas no provienen
únicamente de la transmisión producto de la socialización, sino que nos
llegan por múltiples canales:

Cuanto más exitoso es el problema social, más probable es que aparezcan


imágenes de aquél en los medios, libros, panfletos, debates en el aula y
carteles… y esto podría alentarnos a pensar en esos términos (Loseke,
2007: 129).

Ciertamente, una persona que experimenta una situación percibida como


injusta no necesariamente se ve involucrada en un proceso a partir del cual
se define un problema público. Quizá considere que se trata de un problema
personal. Pero si evalúa que la situación también afecta a otras personas o
que la solución depende de alguna instancia, entidad u organización colec-
tiva, puede llevarla a pensar que “algo debe hacerse” (Pereyra, 2017; Fuller
y Myers, 1940). De este modo, el acervo que hace a los problemas públicos
como esquemas de referencias cotidianos puede dar lugar a ciertos modos

1. Para profundizar en trabajos que cruzan la sociología de los problemas públicos y la agenda de géne-
ro, ver Márquez Murrieta (2008, 2018).

106
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

locales de procesar eventos de la vida diaria (Dikenstein, 2020, 2021).


La sociología de los problemas públicos se ancla en una tradición teórica
de larga data, pues entraña la pregunta por el modo en que las personas
crean sentido. Así, a la hora de proponer un enfoque orientado a las con-
secuencias prácticas (y locales, cotidianas) de un problema público, una
vertiente posible de abordaje sería el análisis del modo en que los actores
interpretan y categorizan su experiencia, las vicisitudes y personas con las
que se topan, utilizando el marco y las tipificaciones que los problemas pú-
blicos disponen como acervo (Loseke, 2007). Es decir, se trataría de efectuar
un análisis del modo en que los actores sociales emplean los recursos de
etiquetado socialmente disponibles para la categorización de los problemas.
El trabajo de campo fue realizado en el Área Reconquista del Partido de
San Martín, Provincia de Buenos Aires entre el 2020-2021 en un contexto
de pandemia por COVID-19. Se realizaron entrevistas a tres perfiles de ac-
tores del campo: funcionarios, fuerzas de seguridad y población general. Un
primer eje de análisis de este trabajo se centrará en el consenso en torno a la
violencia de género como problema público y los diagnósticos compartidos
por los entrevistados. Como veremos, el problema es leído y pensado en
términos de magnitud por parte de aquellos. Un segundo eje se ocupará de
analizar de qué manera es narrada la violencia de género según el tipo de
actor en cuestión, con qué términos se refieren al problema, de qué modo
y con qué recursos lo relatan.2 Para ello, se llevó a cabo un trabajo inductivo
de recopilación de los modos de narrar el problema, teniendo en cuenta sus
perfiles, particularmente los roles en el campo e identidad de género.

La violencia de género como un problema de magnitud

Tal como mencionamos en el apartado anterior, nuestro interés yace en el


modo en que los distintos actores entrevistados perciben y decodifican a de-
terminados eventos y experiencias como violencia de género. Que un evento,
situación o vivencia sea pensado como un hecho de esta naturaleza no va de
suyo, sino que está conectado con procesos más vastos ligados a la construc-
ción de significados y narrativas públicas. Nos interesa, entonces, describir
y profundizar en esas interpretaciones locales, “desde abajo”, acerca de cuál

2. Para profundizar esta cuestión, ver Di Marco en este mismo volumen.

107
Últimos y abollados

es la naturaleza de la violencia de género en el territorio bajo análisis desde


la lente de nuestros entrevistados, así como las características que asumió
durante la pandemia.
Una primera observación que se desprende del análisis, es que la refe-
rencia al problema bajo la categoría violencia de género es ampliamente
compartida. Ciertamente, el término trascendió la nominación meramente
formal, técnica o militante y pasó a formar parte del vocabulario colectivo.
Pese a algunas excepciones que serán tratadas en el próximo apartado, el
problema es nombrado mayoritariamente con ese término.
Asimismo, otra cuestión compartida en el relato de los entrevistados a
la hora de narrar al problema es la referencia a su magnitud. En efecto, el
relato sobre la existencia del problema va a acompañado de una evaluación
sobre su incremento: los funcionarios mencionan un “aumento” de las
consultas, los habitantes notan que “crecieron” los femicidios. Entonces,
la violencia de género es narrada en términos de cifras, de estadísticas, de
números que suben:

115 mujeres fueron asesinadas en nuestro país, los mismos números que el
año pasado o superiores. Eso implica que hay una cantidad de cuestiones
que modificar… Yo veía las estadísticas y los números son vergonzosos…
(Esteban, funcionario).
Hubo muchos casos, muchos casos, de género, de violencia de género y
las mujeres y los niños han sido ignorados (Cecilia, vecina).
Veo más, hay más, mucho más, bastante más que antes de la pandemia
(Jorge, policía –vigilante municipal–).
Pero nosotros empezamos a notar es el incremento de los delitos de vio-
lencia en sí: las lesiones, violencia de género, las amenazas se transfor-
maron en hechos acentuando (Marcos, policía –departamental–).

Antes que un mero reflejo de la realidad empírica, percibir un problema


en términos de magnitud nos habla sobre el modo de enmarcar y pensar la
problemática por parte de los actores. Ciertamente, la población bajo estu-
dio convive y menciona numerosos problemas: la violencia policial, la conta-
minación ambiental, la presencia de redes de narcotráfico en el territorio, la
dificultad de acceso a la educación durante la pandemia, los bajos ingresos y
la escasez de puestos de trabajo, entre muchos otros. Pero ninguno de estos
problemas es nombrado o relatado en términos de magnitud. Es decir que el

108
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

modo de pensar la problemática incluye una percepción cuantitativa: de que


existen muchos casos y que se incrementaron durante la pandemia. Como
una suma aditiva de eventos, los modos locales de pensar el problema están
atravesados por esta mirada de cantidad, de volumen numérico, y se trata de
una cantidad importante: de gran magnitud.
Sin embargo, los diagnósticos difieren cuando se analizan las razones
atribuidas al incremento de la problemática: ¿aumentaron efectivamente
los casos o se incrementó la visibilidad de este tipo de violencias y el ejer-
cicio de la denuncia? Existe una vacilación en torno a si este incremento
que perciben es fruto de, precisamente, la visibilidad que adquirió la
problemática en los últimos años, y no tanto de un aumento efectivo en
términos cuantitativos.

En femicidios, lo que cambió, es el patrón de medida; entonces, el vo-


lumen es mayor. Lo que pasa es que no sabés si aumentó o se visibiliza
más. En términos objetivos, el año 2020, la provincia terminó con ciento
cincuenta femicidios (Roberto, funcionario).
Una de las principales que siempre me preocupo y en la pandemia se
evidenció más es la violencia de género. Como el hogar es un lugar
peligroso también. Hay un debate sobre si tuvieron mayores denuncias
o si hubieron mayores situaciones. Sí hubo un 30% más de llamados
a la línea 144. Fue por la situación de aislamiento pero eso no quiere
decir que hayan habido más situaciones de violencia necesariamente.
(Fernanda, funcionaria).
La pandemia: marzo, abril, mayo;, a partir del segundo, tercer mes de
pandemia, y hasta casi fin de año, se triplicaron los llamados. Fue tre-
mendo. También uno lo que visualices y lo que dicen las chicas, cada
vez se anima más. Y eso pone sobre el tapete que no es una cosa que no
pasaba, sino que no se denunciaba (Gabriel, funcionario).

En algún punto, al hacerse esta pregunta, los actores dan cuenta del
nexo entre su propia experiencia y procesos más amplios, reconocen que el
problema “existe” pero también consideran que “no es nuevo”, que existía
previamente pero no se visibilizaba y es a partir de su problematización pú-
blica que los índices se disparan y los casos se incrementan. De este modo, los
actores que lidian cotidianamente con diversos tipos de violencia de género,
también dan cuenta una reflexividad sobre el carácter público del problema

109
Últimos y abollados

y lo asocian con un proceso que trasciende lo local y su experiencia directa.


Cabe destacar que las narrativas sobre el problema aparecen muy marca-
das por la situación de confinamiento en el contexto de pandemia. El diag-
nóstico compartido se basa en que el confinamiento recrudeció problemas
latentes al obligar a convivir a las familias durante un tiempo prolongado.
Así, se atribuye que la magnitud fue mayor al comienzo de la pandemia
por esta razón. Asimismo, en los discursos de las fuerzas de seguridad y la
población, la violencia de género no se utiliza solamente para referirse a las
mujeres sino que también abarca a niños, niñas y adolescentes.
Ahora bien, más allá de estos puntos en común en torno a las percepcio-
nes sobre el problema, hallamos también marcados contrastes en los modos
de pensarlo y enmarcarlo de acuerdo a los distintos perfiles de entrevistados.
Efectivamente, las fuerzas de seguridad de diverso tipo, los funcionarios y
los vecinos tienen distintos modos de percibir, narrar y nombrar al problema
en virtud de las diversas situaciones con las que lidian en sus quehaceres
cotidianos y en sus experiencias diarias. De esta manera, desde el relato
de la proactividad, los funcionarios resaltan la abundancia en recursos y
dispositivos para atender los casos, mientras que una narrativa protocolar
caracteriza a los miembros de las fuerzas de seguridad. Finalmente, en la po-
blación emerge una narrativa de la ausencia de resolución efectiva del pro-
blema desde las instituciones estatales. Aquí, se privilegia la intervención de
los propios vecinos y, en algunos casos, de organizaciones comunitarias del
Área Reconquista. A continuación, nos detendremos a recuperar las miradas
del problema y analizar específicamente las narrativas de cada uno de los
perfiles entrevistados.

Los funcionarios y la narrativa de la proactividad

Una de las particularidades propias del modo de referirse a la problemática por


parte de los funcionarios entrevistados es la alusión a la abundancia de recursos,
programas y estrategias de contención que tienen los organismos bajo su cargo
para atender al problema de la violencia de género. Es probablemente indiso-
ciable a la posición que ocupan esta referencia, pues a eso se dedican y desde
esa perspectiva piensan al problema: desde una narrativa de dar respuesta, de
señalar la existencia de canales para atenderlo, dejar sentado que no está librado
al azar sino que hay espacios específicos para su resolución.

110
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

Lo de las mujeres, que tenemos muchos casos, viste, de violencia de


género, lo mismo. Nosotros ahí, además de abordar la cuestión jurí-
dica, después abordamos otras cuestiones, el ingreso, si hay ingreso
si no hay ingreso, el Ministerio de Mujeres tiene un programa que se
llama Acompañar, que por seis meses te da seis mil quinientos pesos, le
preguntas si está trabajando o no, te dicen estaba trabajando pero me
echaron, trabajo en negro, y bueno “qué te parece si te anotamos en este
programa”, del Ministerio de Mujeres y Diversidad entonces las mujeres
agradecidas “bueno dale”, ya ahí aparece una gestión más integral, una
respuesta integral y la persona capaz que se había acercado a hablar otra
cosa (Miguel, funcionario, Centro de Acceso a la Justicia de San Martín).

Los funcionarios destacan la presencia del Estado y su capacidad para


captar situaciones e intervenir, desempeño que incluye la toma de denun-
cias y el seguimiento de casos. La percepción del ejercicio de un rol proactivo
por parte del Estado, incluye la respuesta “positiva” de las mujeres al hacer
uso de las herramientas y recursos ofrecidos. Señalan que desde el Estado se
dio prioridad y carácter de urgencia en la atención de los casos, así como el
incremento de mujeres que recurren a él.

Aumentó mucho por ejemplo el ingreso a consulta por violencia de gé-


nero… pero además… porque ahora es más visible la temática, el Estado
tiene una política concreta para dar alguna respuesta... bueno pero
pásame los datos de la causa que ahora la abogada va a llamar y va a pre-
guntar en qué situación está y vamos al Área de Políticas Generales de la
Municipalidad, vemos si hace falta renovar una cautelar acá, o un botón
antipánico o pedir alguna otra medida, ¿me entendés? (Miguel, funcio-
nario, Centro de Acceso a la Justicia de San Martín).
[Se] comenzó a modificar la estructura de las comisarías, por ejemplo,
la Comisaría de la Mujer. Todo esto tiene ventajas que, si se hacen bien,
la Comisaría de la Mujer esté inserta; el riesgo es que, si no se controla
bien, alguien canibalice los recursos. Esto hizo que las denuncias por
violencia de género se acepten en todas las dependencias (Roberto,
funcionario policial).
De la provincia, pero lo maneja la Municipalidad. Nosotros tenemos
un Área de Género muy trabajada. Vos tené en cuenta que durante
el gobierno de Cambiemos fuimos el municipio piloto para probar la

111
Últimos y abollados

tobillera electrónica. El programa excelente, lo probaron, funcionó…


Tenemos un desarrollo territorial de violencia de género, tenemos
muchas mujeres trabajando y ahora estamos por abrir oficinas en José
León Suárez también (Gabriel, funcionario, Secretaría de Seguridad del
Municipio de San Martín).

Como dijimos, los funcionarios destacan el rol cada vez más activo del
Estado para contener a las mujeres que atraviesan situaciones de violencia,
así como la multiplicidad de canales existentes para tal fin. Resaltan, en
suma, el rol proactivo del Estado y las dependencias que ellos ocupan, sus
recursos para paliar el problema, la abundancia de dispositivos de denuncia
y acompañamiento con que se cuenta para atender casos de mujeres que
atraviesan situaciones de violencia de género.

Si creo que ha existido un posicionamiento distinto del Estado en lo que


es acompañar la reparación de la mujer. En ese caso, sí creo que hay una
política pública de modificar un sistema, en parte. Se han logrado meca-
nismos de protección y lograr que las medidas que eviten una situación
más compleja puedan materializarse. Sin embargo 115 mujeres fueron
asesinadas en nuestro país, los mismos números que el año pasado o su-
periores. Eso implica que hay una cantidad de cuestiones que modificar.
(Esteban, funcionario, Fiscalía).

Sin embargo, tal como observamos en el testimonio de Esteban, algunos


reconocen que a pesar de esa creciente disponibilidad de programas, los nú-
meros, la cantidad de casos, es decir, la magnitud del problema persiste. De
este modo, la magnitud del problema resuena para estos actores por diversas
vías, al percibir la afluencia creciente de denuncias, al recibir cada vez más
“casos”; al contar con crecientes programas y estrategias de resolución pero,
finalmente –y a pesar de todo–, también al notar que las cifras se mantienen.

Las fuerzas de seguridad y la narrativa del protocolo

Las fuerzas de seguridad también tienen un prisma particular a la hora de


enmarcar y pensar el problema. En principio, a diferencia de los funciona-
rios –que utilizan con unanimidad el término “violencia de género”–, aquí

112
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

hallamos más variedad a la hora de nombrar al problema. Se refieren al


tema bajo categorías diversas, desde “problemas domésticos” hasta “delito
intramuro”, “delitos de género”, “problemas de género” o “violencia de fa-
milia”. Esta mayor heterogeneidad puede responder, también, a la variedad
de situaciones que deben atender. En ellas, de acuerdo con estos relatos, las
mujeres no son las únicas víctimas, sino que también sufren la violencia los
niños y las niñas. Como mencionamos en la introducción de este artículo,
las categorías públicas tienen la virtud de aglutinar una gran variedad de
situaciones, de ponerle un nombre, de agrupar esa infinidad de hechos bajo
un mismo rótulo. No obstante, aquellos actores que lidian e intervienen coti-
dianamente en situaciones de este tipo se enfrentan con esa heterogeneidad
que es irreductible, que no aparece tan simplificada sino que aparece mucho
más diversa y hasta contradictoria.

Violencia de género siempre hay, más los fines de semana... Muchas


veces el marido le pega a la mujer y, cuando vamos, la mujer lo defiende…
He visto de todo: chicos tirados en la calle pasados de rosca hasta mujeres
que defienden al marido y están rotas a golpes. No es cuestión por querer
al marido, sino por miedo a la represalia porque al marido lo llevamos y
a los dos días está afuera de nuevo y él va a volver. Es un círculo sin fin,
hasta que no la mata, el tipo no va a parar (Nicolás, policía, UTOI).

Así, tal como observamos en este testimonio, es evidente la perplejidad de


que una mujer “rota a golpes” defienda aun así a su marido. No obstante, según
este miembro de la fuerza, la explicación de esa conducta se basa en el temor
de la mujer hacia su pareja. Asimismo, la pandemia es otra de las explicaciones
causales que estos actores ponen en juego a la hora de dotar de inteligibilidad
a la presencia del problema durante la etapa del confinamiento obligatorio.
Ciertamente, encuentran que durante esa etapa las mujeres no lograban “esca-
par” de sus casas y los varones estuvieron más tiempo en sus hogares.

Antes podía llegar a escaparse un poco de la casa, que lo iba a ver a


José, iba a ver a la madre y tardaba, en vez de quince minutos, una
hora, dos horas. Lo que trajo aparejado la pandemia y el primer confi-
namiento en sí, que la persona que era víctima de violencia de género
no tenga escapatoria. Y aumentaron los femicidios (Marcos, policía,
departamental).

113
Últimos y abollados

Hay muchas parejas que pasaron una vida trabajando y, de repente, todo
el tiempo juntos y tienen más discusiones y problemas de índole familiar
(Virginia, policía, comando patrulla).
Sí, incrementó el delito intramuro: problemas familiares, violencia de gé-
nero, delitos que antes de la pandemia no los teníamos. Existían, pero en
bajo porcentaje, hoy se incrementaron los femicidios, la violencia hacia
los menores (Pablo, policía, comando patrulla).
Pero [lo que] nosotros empezamos a notar es el incremento de los deli-
tos de violencia en sí: las lesiones, violencia de género, las amenazas se
transformaron en hechos acentuados (Marcos, policía, departamental).

Algo distintivo, que emerge en los relatos de las fuerzas de seguridad, es el


acento puesto en la mujer a la hora de trazar una “escapatoria” de la situación
que atraviesan. Desde esta mirada, la capacidad de intervenir o proteger a las
mujeres se encuentra limitada por una multiplicidad de factores, que inclu-
yen la dificultad que tienen las fuerzas de seguridad para accionar en la esfera
de lo privado y la complejidad de los vínculos de la pareja. De acuerdo con es-
ta perspectiva, las mujeres, en parte por el confinamiento, en parte por la au-
sencia de recursos, no encuentran una “solución” para este tipo de violencia.
De algún modo, desde este punto de vista, las mujeres serían las responsables
de salir, escapar o resolver la situación de violencia en la que están inmersas.
Por otro lado, si los funcionarios daban cuenta de una narrativa de la
proactividad, de la diversidad de programas y recursos públicos para atender
al problema, las fuerzas de seguridad dan cuenta de una narrativa de los pro-
tocolos. La existencia de modos normados y delimitados a la hora de interve-
nir en una situación de violencia, lejos de resultar evidente, nos da cuenta de
cierta consolidación de la problemática como objeto de intervención desde
las diversas instancias. No se actúa de cualquier modo ni de modo improvi-
sado, al menos, eso denotan en sus relatos los miembros de las fuerzas entre-
vistadas. Acaso como respuesta a las preguntas específicas de la entrevista, o
como un modo de ampararse dentro de las regulaciones de los organismos
a los que pertenecen, lo cierto es que a la hora de contar el modo de actuar
ante una situación de violencia, antes que mencionar situaciones concretas,
los actores relatan los procedimientos tipificados para hacerlo.

Pero me decías que había más violencia de género, ¿cómo intervienen


ante esos casos?

114
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

Bueno, vienen y se deriva, se deriva a un móvil policial. Generalmente


acá vienen, pero porque ya no pueden hacer más, derivamos a la comisa-
ría de la mujer.
¿Y ustedes acompañan a la mujer en este caso?
Sí, sí. Se deriva un móvil, se le pregunta y con su permiso se dice si se la
puede acompañar para radicar la denuncia. “sirve para repartir y derivar.
Acá no se toman denuncias.
Eh, no. Solamente nos avisan y nosotros aconsejamos a que parte deben
ir… Cuando hay problemas de violencia de género, con la femenina
interviene personal femenino. Interviene cada sexo (Jorge, policía –vi-
gilante municipal–).
Volviendo siempre a la violencia de género, tenías que tomar medidas
más porque a la víctima la tenías conviviendo con su agresor y lo tenías
que resolver en forma rápida. Tenías que detenerlo, si ameritaba, o ais-
larlo del domicilio. Yo a ese delito les decía a los muchachos que le den
prioridad porque sabemos que puede terminar en un homicidio. (Marcos,
policía –departamental–).
Primeramente, entrevistamos a la víctima, que nos plantee la problemá-
tica. Uno como personal femenino acude a asistir a la femenina, que nos
cuente en la intimidad qué pasó, desde cuándo, se le brinda la asistencia
acompañándola a la comisaría de la mujer, se le brinda información so-
bre el perímetro (Virginia, policía, comando patrulla).

Derivar la denuncia, separar a las partes, intervenir según el caso per-


sonal femenino o masculino. Como ya mencionamos, las fuerzas relatan su
intervención en episodios de violencia bajo la narrativa de los protocolos en
juego. No obstante, atenerse a los protocolos puede entrañar consecuencias.

Ha tocado que las golpean mal, las apuñalan. Cuando llegamos no está
más el agresor y contenemos a la persona, se le dan los primeros auxilios
y esperamos en la ambulancia. No podemos llevarla en el móvil porque
no está permitido por la pandemia y ahí empieza el problema porque vie-
nen los familiares a gritarnos “¿Por qué no la llevan?”. Pero, no podemos,
¿si se muere arriba del móvil?… (Nicolás, policía, UTOI).

Como veremos a continuación, los límites y las regulaciones impues-


tas a las fuerzas al momento de intervenir en un caso de esta naturaleza

115
Últimos y abollados

generan no solo desconfianza, sino una postura de sospecha, por parte


de los vecinos, respecto de la capacidad de las fuerzas policiales para
resolver el conflicto.

La población y la narrativa de la ausencia de resolución del problema

Mientras que las narrativas de funcionarios y fuerzas de seguridad destacan


modalidades de intervención y la existencia de recursos para atender la pro-
blemática de la violencia de género, los relatos de los residentes del área bajo
análisis se encuentran en franco contraste. Ciertamente, aquí la narrativa
sobre el problema da cuenta de un vacío, de una ausencia de soluciones y de
las dificultades para paliarlo.
En principio, cabe destacar que son mujeres3 quienes se refieren en ma-
yor medida a la problemática. Aquí se hace uso de una terminología menos
técnica y más “coloquial/informal” para describir casos. Forman parte de
este vocabulario común nociones tales como “chicas golpeadas”, “maltrato
a la mujer”, “violencias machistas”, “la violencia de la casa”, “tratar mal”, “el
violento” o “los asesinos”.
Pero, como mencionamos, lo más destacable en la narrativa de estos
actores es la ausencia de resolución del problema, que emerge como deno-
minador común: destacan que los casos de esta naturaleza no encuentran
solución y, por añadidura, señalan la ausencia del Estado y la ineficiencia de
las fuerzas de seguridad a la hora de intervenir.
Sin duda, el actor más deteriorado y peor visto a los ojos de los entre-
vistados son las fuerzas de seguridad. Con gran recurrencia, señalan la
rotunda ausencia para intervenir en la resolución de los conflictos: men-
cionan que no acuden a los llamados del 911, no se toman las denuncias
correspondientes y que estos actores no acuden a tiempo para intervenir en
episodios conflictivos.

3. Cabe destacar que se trata de mujeres que, asimismo, ocupan roles comunitarios, tales como miem-
bros de una biblioteca popular, docentes en escuelas de la zona, integrantes de cooperativas, referentes
comunitarias, militantes, etc. Este tema es tratado por Mancini, Caravaca y González Plaza en este
mismo volumen.

116
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

Mirá, para empezar con las mujeres en situación de violencia la gorra no


cae. Antes no caía; y ahora, menos. Llamás al 911 mil veces y no llegan.
Eso para empezar, ni siquiera hay un vínculo.
Hacés a la denuncia y no van.
No, llamás y no van. Tenés perimetral porque el violento se acercó de
nuevo y no llegan.
¿Por qué decís que cambió? ¿Antes iban un poco más?
No, antes por lo menos llamabas cinco veces y caían. Ahora no entran y
están acá a la vuelta. Literal, está acá a la vuelta la garita (Andrea, vecina).
“Yo creo que pasa en el barrio. Cada vez que alguien tiene un problema,
creo que la policía llega a la hora, cuando ya está todo calmado. Para ellos,
es normal eso de llegar a cualquier hora y no llegar en el momento justo
que se los necesita (Rosario, vecina).
Ellos se vinieron a presentar como los nuevos buenos policías, que iban
a hacer las cosas bien pero si tenés un hecho que te preocupe no vas a
la comisaría. Hacés la denuncia o ves como solicitás ayuda desde otro
lugar que no sea la comisaría. Ya tenemos un ejercicio con eso como los
casos de violencia de género, antes, durante y después de la pandemia.
Vas a la comisaría de la mujer sabiendo que no te atiende nadie y que
no te dan pelota. Sabemos que esos circuitos no están funcionando
(Claudia, vecina).

Nuevamente, cabe recuperar la mirada teórica que orienta nuestro aná-


lisis. Desde esta perspectiva, están los hechos concretos, que existen y las
personas los atraviesan. Pero también están las interpretaciones en torno a
esos eventos. Y no necesariamente es evidente que las personas consideren
relevante que las fuerzas de seguridad acudan ante casos de violencia de
género. De hecho, hasta hace no mucho tiempo, no se enmarcaba estos
eventos como dignos de intervención de las fuerzas policiales. Tras años de
consolidación de la violencia de género como problema público, ya es parte
de un saber compartido y aceptado que éstas deben acudir para resolver
estas situaciones. Y si no lo hacen o no llegan a tiempo, se las tilda de defi-
cientes y repudiables.
Al mismo tiempo que se señala la poca intervención de las fuerzas
de seguridad ante situaciones de violencia, los entrevistados narran las
numerosas trabas burocráticas que deben sortear al momento de realizar
una denuncia:

117
Últimos y abollados

Con respecto a lo que se ignora, es de parte de la policía, y cuando vos vas


en auxilio a pedir, digamos, socorro, S.O.S., ayúdenme, te dice: “Bueno,
quedate ahí, esperá”. Bueno, ¿qué querés que haga? O tenés que ir a no sé
donde, a otra dirección, a otro lugar, no es donde corresponde, no es tu
zona, y eso. Eso es la ignorancia de parte de los que te tienen que sostener
en primera parte que sería la policía, y después bueno, el Estado es aparte.
El Estado es como más magnético, más grande, mucho más… Hubo mu-
chos casos, muchos casos de género, de violencia de género y las mujeres
y los niños han sido ignorados. Y eso también es forma de violentar y de
proceder: “Bueno, vení mañana, que mañana te tomamos la denuncia”,
o “Tenés que ir a fiscalía” o “Tenes que ir a otro lugar”, es como que eso
se acrecentó mucho y la falta de contención o de protección hace que sea
tan violento como el golpe (Esther, vecina).
Ahí hay como una falta de respuesta, ¿no? Hay como una burocracia tam-
bién que, a veces, ni yo la puedo sortear. Ni yo digo: “Pará, tampoco soy
una luz, pero puedo resolver algún formulario alguna cosa”. Y, a veces,
me cuesta. Y entonces, pienso en todas las situaciones, ¿no? Que esta
gente está viviendo y que bueno “andá a golpear esta puerta, no llena
este formulario. No, hacé esto”... Entonces, eh, me parece que falta ahí
la presencia del Estado real, ¿no? Del Estado que cuida, del Estado que
mira al ciudadano, que no es la tarjeta 25782, sino que es este Josefa
Rodriguez que necesita más ayuda con sus hijos y con un marido compli-
cado (Dolores, vecina).

Los testimonios aquí presentados son valiosos no solamente por reflejar


la situación de vulnerabilidad que atraviesa la población bajo estudio y las
deficiencias de los organismos públicos para atender sus problemáticas,
sino que también dan cuenta de sus miradas acerca de lo que debe hacer el
Estado, de lo que implica que el Estado “funcione bien” y cuando actúa defi-
cientemente. Un Estado que no funciona como corresponde impone trabas
burocráticas a los ciudadanos que se aproximan con problemas acuciantes:
interpone formularios opacos, deriva a otras dependencias. Ese Estado, afir-
man los entrevistados, es “tan violento como el golpe”. Es decir, no solo se
interpreta la situación como insuficiente, sino que, además, se la considera
violenta. El Estado que funciona correctamente observa a los ciudadanos
como seres humanos con nombre y apellido, no como un número más en-
tre tantos otros. No despersonaliza a quienes acuden a buscar ayuda por

118
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

situaciones de emergencia. Ante este escenario, entonces, reconocen que


son ellos mismos, los vecinos, quienes acuden para ayudar a las víctimas de
violencia: “En general, son los vecinos los que ayudan a las chicas golpeadas.
Lamentablemente, la gente se tuvo que empezar a meter porque si espera-
mos al patrullero, no llega” (Gabriela, vecina).

El femicidio de Natalia Saban

Finalmente, otra cuestión que merece ser destacada es que en las narrativas
de los residentes de la zona aparecen casos concretos, con nombre y apellido,
con víctimas, victimarios y responsables claramente señalados.4 El que más
resuena en las entrevistas es el femicidio de Natalia Saban.
No toda experiencia dolorosa se enmarca en un problema público. Por
ejemplo, en su análisis de la narrativas de los varones homosexuales que
atravesaron su juventud durante la dictadura y la reapertura democrática,
Meccia (2019, 2016) señala que estos actores “objetivamente” vivieron una
serie de humillaciones en la vía pública, en la escuela, en sus hogares; sin
embargo, en esos momentos de no tenían a su disposición ideas o categorías
que les permitieran etiquetar que aquello que les ocurría era exactamente
una humillación. Solo existían marginalmente recursos cognoscitivos para
reconocerlas y clasificarlas. En efecto, dice Meccia:

Las experiencias de la vida, o sea, los significados que podemos darle,


representan una tarea que hacemos, por lo general, con las imágenes que
nos provee la cultura hegemónica, que son restrictivas. Suele suceder
que las restricciones son tan grandes que muchas historias reales quedan
sin contar, o son contadas a cuentagotas (Meccia, 2019: 10).

Ahora bien, ¿qué ocurre en el caso opuesto, cuando ante una experiencia
dolorosa hay una gran cantidad de recursos cognoscitivos para clasificarla?
En el barrio bajo estudio, podemos observar que ciertos episodios,
puntualmente femicidios, se constituyeron o se encuentran en curso de
conformarse como casos. Si el mundo de los hechos es confuso y caóti-
co, las categorías públicas, en este caso, la violencia de género, tienen la

4. Este tema es tratado por Rajoy en este mismo volumen.

119
Últimos y abollados

capacidad de ordenar esa maraña (Dikenstein, 2020, 2021). En efecto, la ca-


tegoría tiene una gran potencia para organizar los eventos de la experiencia,
identificar a los culpables, la causa del problema y las posibles soluciones.
Habilita, también, a ciertos actores como víctimas que probablemente en
otras circunstancias no se hubieran reconocido como tales. Así, los modos
de interpretar las muertes violentas dependen de categorías y repertorios
de acción disponibles para las personas involucradas. Entre la ocurrencia
de un hecho singular –la muerte fortuita– a su constitución como un caso
de femicidio, está la actividad de los actores sociales que la llevan a erigirse
de ese modo (Schillagi, 2015; Galar, 2017). Para que un episodio de muerte
violenta no quede en el olvido, es necesario el trabajo de los actores, in-
teresados en posicionarla como tal: “Toda categorización de una muerte
en tanto violenta, y en particular su inserción en una trama mayor, es un
trabajo complejo que requiere de emprendedores activos” (Gayol y Kessler,
2015: 21). Los actores interesados en que el caso no pase inadvertido orga-
nizan una serie de relatos, le otorgan un orden coherente a un conjunto de
sucesos, sujetos, acciones, establecen secuencias cronológicas, presentan
personajes y argumentos, identifican consecuencias y desenlaces (Schillagi,
2011; Best, 1987). No obstante, cabe destacar que dicha apropiación no es
automática ni acrítica.
El 9 de diciembre de 2019, Natalia Saban (de 16 años) se encontraba en
el patio de la casa de su pareja cuando recibió un disparo en la cabeza. En
un principio, un niño de 10 años se adjudicó el crimen, argumentando que
estaba jugando con el arma y se disparó por accidente. Luego, ese testimonio
fue desestimado y la pareja de Natalia, junto con su padre, se dieron a la fuga
(Infobae, 21/12/2021).
Para los vecinos de la zona, padre e hijo son los culpables de su asesinato
y la policía actuó como cómplice:

Acá en Villa Hidalgo hubo un femicidio de una chiquita que se llamaba


Natalia Saban. La policía sabe quién la mató a la nena, como el padre ven-
día droga, entendés, la misma policía le avisó al padre “che mirá que lo
estamos yendo a detener a tu hijo, andáte”…Y el pibe se fue, ¿entendés?,
entonces hay una connivencia tan grande y tan marcada entre la policía y
el narcotráfico, y los mismos pibes que salen a robar, es tan marcado que
vos decís, “loco, ya es muy alevoso” (Emiliano, vecino).

120
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

Tal como mencionamos, cuando un episodio se transforma en un caso,


comienzan a tejerse explicaciones causales, se identifican culpables, cóm-
plices y víctimas. Esa es la potencia de las categorías públicas: la de iluminar
y otorgar sentido a episodios que en otro contexto quedarían en el olvido, o
bien, los distintos eventos que lo componen permanecerían sin trazar cone-
xiones. En este caso en particular, se mezclan las tramas de la violencia de
género con otro problema recurrente que los entrevistados traen a colación:
las redes de narcotráfico que operan en el territorio. Asimismo, en estrecha
conexión con las narrativas que antes recuperamos de los y las vecinas de la
zona, Rosario, la tía de Natalia, señala no solo la ineficacia sino el encubri-
miento que las fuerzas de seguridad operaron en torno al hecho:

Yo creo que la policía es la que la cubre, no pueden desaparecer tanto


y tantos años. Ya hace un año y medio y no hay noticia… Ellos trataron
de culpar al menor, a un pibe de 10 años, y bueno, y ya el fiscal lo sacó
de la causa. Entonces, quedaron los dos mayores… Algo, alguien grande
los está encubriendo y que lo haya llevado lejos, no sé, no sé. La verdad
no creo que se lo haya tragado la tierra… Y después de las cuatro horas
recién se hace la denuncia, pero… ya estaba limpio. Tooodo limpio: en
el lugar del hecho, no había ni una sola huella. Mandó a que baldeen,
se lleven las cosas […]. Y yo creo que los ayudo un poco, porque la poli-
cía… La llaman a la policía cuando pasa esto los vecinos, pero la policía
aparece recién… tipo tres, cuatro de la mañana. Entonces, el comisario
tuvo cuatro, cinco llamadas de alerta que nunca atendió. Nunca atendió.
Entonces todo eso está en fiscalía, por eso quedó en el poder, bien en la
comisaría. O sea, no se quiso dar por enterado de lo que estaba pasando
en el barrio (Rosario, vecina).

Tanto los familiares de la víctima como los residentes señalan a las fuer-
zas de seguridad jugando un rol de cómplice de los asesinos, dan el aviso
para que puedan fugarse, y “limpiar” la escena del crimen. Esta conducta, no
obstante, no es leída de modo aislado, sino que para los residentes es parte
de un modo de comportamiento ordinario de las fuerzas en el barrio:

Yo creo que pasa en el barrio. Cada vez que alguien tiene un problema,
creo que la policía llega a la hora, cuando ya está todo calmado. Para ellos

121
Últimos y abollados

es como normal eso de llegar a cualquier hora. Y no llegar en el momento


justo que se los necesita (Rosario, vecina).

Es probable que este hecho no sea el único femicidio ocurrido en la zona


bajo análisis. Que hayan ocurrido otros, pero que, no obstante, no hayan de-
venido en casos. Pero el femicidio de Natalia sí tuvo esa característica, gracias
a que, en torno a aquél, se articularon actores que lo motorizaron como tal
y lograron que no quedara en el olvido. Así, sus familiares organizaron mar-
chas, pintaron un mural con su rostro para el 8 de marzo (IMAGEN 1). También,
articularon con otras organizaciones y familiares de víctimas.

Y este año se hizo un año, entonces nos reunimos ahí. Se hizo un acto con
las madres del dolor, que estaba la mamá de Zaira y otras más, y bueno, y
había músicos, leyeron unos poemas que le hicieron los vecinos a ella, unas
cooperativas que venían todas con remeras violetas y bombos. Después
vinieron músicos, entonces repartimos pañuelitos y cintitas que digan
Justicia por Nati Saban y bueno. Así la vamos a remar (Rosario, vecina).

Asimismo, establecieron lazos con concejales y políticos locales para que


apoyen la causa, así como con diversas cooperativas y lograron que tanto
medios locales como nacionales acudieran para visibilizar sus acciones.

Para el mural, se juntó mucha gente. Estuvo todo el día la calle cortada
e iban pasando gente, políticos, después yo hablé con el intendente...
hablamos con todos los que nos pueden dar una mano o están presentes
en ese momento cuando se los necesita más que nada (Rosario, vecina).

Consideraciones finales

En estas páginas recorrimos las distintas miradas, modos de pensar y narrar,


de dotar sentido a la violencia de género por parte de distintos actores del
Área Reconquista.
Como problema público, la violencia de género es un problema joven,
reciente pero relativamente consolidado. Fruto de luchas colectivas de larga
data, lleva años instalado en la agenda pública y resulta cada vez más inelu-
dible su consideración en las distintas esferas de la vida social. En este caso,
nos detuvimos en el análisis del modo en que se piensa este problema en un

122
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

Imagen 1. Mural de Natalia Saban

Fuente: Suárez Ciudad, 12/12/2020.

escenario local, desde abajo. Recorrimos el modo que los distintos actores
que integran esta investigación reconocen situaciones de esta naturaleza y
las decodifican bajo esta categoría.
Como mencionábamos en la introducción de este capítulo, las cate-
gorías públicas son grandes aglutinantes de eventos dispersos y desor-
denados de la vida cotidiana. Por un lado, eso implica cierta pérdida de
complejidad, cierta simplificación de esos eventos ricos en matices. Pero
por el otro, tienen la virtud de iluminar bajo un mismo nombre situacio-
nes que en otras circunstancias permanecían en las sombras, inconexas,
incomprensibles. Así como reducen complejidad, las categorías públicas
tienen esa potencia de condensar significados y construir explicaciones
de situaciones sumamente dolorosas e injustas. Estas páginas dan cuenta
de que la categoría pública de violencia de género ya conforma parte del
acervo cotidiano de los actores locales, es decir, no está solo en manos de
medios de comunicación, organismos estatales o movimientos feministas.
Por el contrario, la categoría impregna a los vecinos del Área Reconquista,
así como los distintos sectores encargados de gestionar el problema. Si
bien los testimonios de los residentes dan cuenta de que aún falta mucho
por recorrer, al conformar parte del saber popular, permite decodificar
situaciones diversas bajo su lupa, de tal modo que se torna cada vez más

123
Últimos y abollados

difícil que una situación que involucre la violencia hacia las mujeres sea
pasado por alto por las comunidades y por aquellos que deben intervenir
para prevenirla.

Bibliografía

Best, J. (1987). “Rhetoric in Claims-Making: Constructing the Missing


Children Problem”. Social Problems, 34(2).
Blumer, H. (1971). “Social Problems as Collective Behavior”. Social Problems, 18(3).
Cabral, P.; Acacio, J. (2016). “La violencia de género como problema público. Las
movilizaciones por ‘Ni una menos’ en la Argentina”. Question, 1(51), 170-187.
Dikenstein, V. (2020). Las dinámicas locales la inseguridad como problema
público. Un estudio en el barrio de Barracas. (Tesis de Doctorado).
Escuela Interdisciplinaria de Altos Estudios Sociales, Universidad
Nacional de San Martín.
Dikenstein, V. (2021). “Hacia una mirada local de los problemas públicos.
Apuntes teóricos y metodológicos para el análisis de las dinámicas de
circulación de la inseguridad como problema estabilizado”. Prácticas de
Oficio. Investigación y Reflexión en Ciencias Sociales, 1(27), 23-39.
Fuller, R. and Myers, R. (1941). “The natural history of a social problem”.
American Sociological Review, 6, 320-328.
Galar, S. (2017). “Problematizar el problema. Apuntes para complejizar el abordaje
de la inseguridad en la dimensión pública”. Papeles de Trabajo, 11(19).
Gayol, S. y Kessler, G. (2015). Muerte, política y sociedad en la Argentina.
Buenos Aires: Edhasa.
Guerrero, J.C., Márquez, A., Nardacchione, G. y Pereyra, S. (2018).
“Problemas públicos: aportes y controversias contemporáneas”. En
Guerrero, J.C., Márquez, A., Nardacchione, G. y Pereyra, S. (eds.),
Problemas públicos: aportes y controversias contemporáneas. México DF:
Instituto Mora.
Gusfield, J. R. [1981] (2014). La cultura de los problemas públicos. El mito del
conductor alcoholizado versus la sociedad inocente. Buenos Aires: Siglo XXI.
Loseke, D.R. (2007). Thinking about social problems. Nueva York: Aldine de
Gruyter.
Márquez Murrieta, A. (2008). “Debate público, ciudadanía y aborto: una relación

124
CAPÍTULO 5 Desde abajo, percepciones de un problema público

a explorar”. En Bolos, S. (coord.), Mujeres y espacio público: construcción y


ejercicio de la ciudadanía (pp. 193-213). UIA-INMUJERES: Mujeres.
Márquez Murrieta, A. (2018). “La desigualdad de género y los presupuestos
públicos en México. Procesos de problematización y de categorización”.
En Guerrero, J.C., Márquez, A., Nardacchione G.y Pereyra S. (eds.),
Problemas públicos: aportes y controversias contemporáneas. México DF:
Instituto Mora.
Meccia, E. (2016). El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la
historia. Buenos Aires: EUDEBA-UNL.
Meccia, E. (2019). Biografías y sociedad. Métodos y perspectivas. Buenos
Aires: EUDEBA-UNL.
Morgade, Graciela [2019] (2021). “La marea feminista”. En Vazquez Laba, V.,
Feminismos, género y transgénero. Breve historia desde el siglo XIX hasta
nuestros días. San Martín: UNSAM Edita.
Pereyra, S. (2009). “La corrupción como problema público en la Argentina
de los años 90: un análisis de las actividades de denuncia”. Congress of
the Latin American Studies Association, Rio de Janeiro.
Pereyra, S. (2017). “El estudio de los problemas públicos. Un balance basado
en una investigación sobre la corrupción”. En Vommaro, G. y Gené, M.
(eds.), La vida social del mundo político, Los Polvorines: Ediciones UNGS.
Schillagi, C. (2011). “Problemas públicos, casos resonantes y escándalos.
Algunos elementos para una discusión teórica”. Polis, 10(30), 245-266.
Schutz, A. (1974). El problema de la realidad social. Buenos
Aires: Amorrortu.
Trebisacce Marchand, C. (2020). “Un nacimiento situado para la violencia
de género. Indagaciones sobre la militancia feminista porteña de los
años 80”. Anacronismo e Irrupción, 10(18), 118-138.
Velázquez, S. (2006). Violencias cotidianas, violencias de género: escuchar,
comprender, ayudar. Buenos Aires: Paidós.

Otras fuentes consultadas

“El impune femicidio de Natalia Saban: detuvieron al acusado de proveer el


arma homicida” (Infobae, 21/12/2021)
“NATALIA SABÁN: HOMENAJE Y PEDIDO DE JUSTICIA” (Suárez Ciudad,
12/12/2020)

125
CAPÍTULO 6
Violencias entrecruzadas
Tres estudios de caso
Romina Rajoy

Introducción

Este capítulo tiene como objetivo visibilizar las estrategias de sobrevivencia


que despliegan las vecinas residentes de los barrios del Área Reconquista
frente al entrecruzamiento de los mecanismos de la violencia machista en
tiempos de confinamientos y emergencia sociosanitaria. Detectamos, por
ejemplo, cómo se entrecruzan la violencia de género, la violencia institucio-
nal, la violencias interpersonales o del entorno barrial y las vinculaciones de
estas violencias con las vulnerabilidades socioeconómicas y sanitarias, así
como con las problemáticas de consumos de drogas o alcohol, por parte de
los vínculos familiares directos, tal como los hijos, nietos, cónyuges, expa-
rejas, que –por lo general– sobrecargan de nuevas lógicas de trabajo de cui-
dado y responsabilidades en las cotidianidades de estas mujeres de sectores
populares. Para contextualizar el escenario social, presentaremos algunas
continuidades, recurrencias, avances o retrocesos detectadas por el equipo
de investigación durante el transcurso de la pandemia coronavirus COVID-19
y las medidas de cuidado sanitarias, sancionadas por el Estado nacional y
que dispusieron el distanciamiento y luego el aislamiento social preventivo y
obligatorio, período durante el cual estas vecinas tuvieron que entretejer dis-
tintas estrategias de sobrevivencia –socioeconómicas, habitacionales, entre
otras– frente a las múltiples violencias, en un escenario particular. Entonces
definimos como múltiples violencias al enlazamiento de la violencia ma-
chista, la violencia institucional, las violencias interpersonales, familiares o
barriales, que por lo general se presentan cruzadas (Caravaca y Garriga, 2022).
Como resultado de estas observaciones, presentaremos la experiencia
de tres vecinas víctimas de la violencia machista per se, sus estrategias de

127
Mujeres entrecruzadas

Últimos y abollados

agenciamiento frente a las múltiples violencias y vulnerabilidades socioe-


conómicas, enfatizando particularmente que, al momento del decreto de
las medidas de cuidado sanitaria, estas interlocutoras se encontraban convi-
viendo con varones violentos. Se resalta además que los casos utilizados pa-
ra este trabajo son protagonizados por mujeres con una activa participación
en las redes comunitarias de un barrio que denominaremos alternativamen-
te como “villa La Laguna”, emplazado en una zona de alta vulnerabilidad so-
cioeconómica y ambiental, conocido como el Área Reconquista, debido a su
cercanía con la ribera del río con el mismo nombre, y dentro del Municipio
de General San Martín (Besana et al., 2015a; Besana 2016b; Nejamkis et al.,
2019). Las interlocutoras seleccionadas son privilegiadas para este trabajo,
ya que oportunamente pudimos entrevistarlas antes de la pandemia (un da-
to no menor que nos permitió visualizarlas como mujeres con mayores ries-
gos de vida, en tanto y en cuento estaban conviviendo con varones violentos,
esto es, parejas y expareja e hijos con problemas de consumo problemáticos
de drogas, a la vez que volvimos a entrevistarlas durante las distintas etapas
de las medidas de confinamiento y asilamiento social.
En esta línea, nos interesa reponer cómo la etnografía y las prolongadas
estancias (observación y participación) de trabajo de campo, junto con las
trayectorias cotidianas de las protagonistas, nos habilitó a profundizar
algunos interrogantes y esbozar hipótesis o aproximaciones en torno a las
violencias que atraviesan cotidianamente las mujeres vinculadas a mayores
vulnerabilidades socioeconómicas. Si bien nuestras indagaciones eran sobre
las estrategias de sobrevivencia que despliegan las mujeres residentes de
barriadas empobrecidas, frente al entrecruce de la violencia machista, hubo
foco en las múltiples violencias y las desigualdades socioeconómicas. Ahora
bien, con la emergencia del coronavirus, nuestros interrogantes se profundi-
zaron e, inevitablemente, las variables –aislamiento y confinamiento– inter-
vinieron en nuestra investigación, así como también las cotidianidades de
estas mujeres. Entonces en esta línea de dilucidar las continuidades, recu-
rrencias, avances o retrocesos en cuanto a las posibilidades de sobrevivencia
en tiempos de pandemia, nos interrogamos qué sucedía con los mecanismos
de la violencia machista. A la vez, qué tipo de estrategias desplegaron las
mujeres confinadas y aisladas de manera obligatoria y en convivencia con
estos varones violentos o con problemas de consumo de drogas o alcohol.

128
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

La violencia machista antes y durante la pandemia

Durante el período 2016-2019, en el marco de los estudios de grado reali-


zamos una tesina titulada Una etnografía sobre la agencia en las mujeres
víctimas de la violencia machista en el Área Reconquista. La investigación tuvo
como objetivo comprender, analizar y visibilizar las estrategias de sobrevi-
vencia que desplegaba un grupo de mujeres cooperativistas enmarcadas en
un programa de trabajo de saneamiento de aguas y espacios verdes, frente
a la violencia de género y en escenarios socioeconómicos y ambientales
sumamente precarios. Fue en este sentido que, al observar las estrategias de
sobrevivencia que ponían en práctica las mujeres frente a la violencia de géne-
ro, detectamos que estaban íntimamente relacionadas con las condiciones de
existencia estructurales y que, en ocasiones, estas estrategias eran respuestas
disruptivas, que develaron cómo las interlocutoras privilegiaban resolver
unos emergentes sobre otros; por ejemplo, detectamos que pactaron normas
de convivencia con los varones violentos para, entre otras necesidades, las si-
guientes: “No quedarme sin trabajo”, “Quedarse con los chicos” o “La casa está
en el terreno de mi suegra”. En otras palabras, las mujeres privilegiaban la or-
ganización del cuidado (Faur, 2014; Enriquez, 2015) y el trabajo remunerado o
la posibilidad de conservar la vivienda por encima de denunciar formalmente,
es decir, las mujeres evitaban transitar el circuito de la denuncia efectiva:
comisaría, juzgado, frente a las violencias ejercidas por perpetradores. En
consecuencia, las condiciones de vulnerabilidades habitacionales, las preca-
riedades laborales, las responsabilidades de cuidado y los tediosos tiempos de
la justicia o dispositivos de mitigación de la violencia machista profundizaban
la peligrosidad de la vida y la dejaban a merced de los humores de los varones
violentos, lo que favorecía un sin fin de violencias cotidianas, que según expre-
siones de estas mujeres, “lastimaban a sus hijos, no solo con golpes, sino con
tristezas”, “malos tratos, ausencias” (sobre esto volveremos en los siguientes
apartados). En consecuencia, con estas observaciones y otras consideraciones
que se fueron visibilizando en las trayectorias de las interlocutoras comienza
la investigación a inmiscuirse, más allá de los estudios de la violencia ma-
chista, en la relación de la violencia de género entrecruzada con las múltiples
violencias y la intimida vinculación con las desigualdades socioeconómicas
y sanitarias. Finalmente, durante el año 2020 el equipo pudo retomar estos
antecedentes y revisitar a las interlocutoras, en el marco de un nuevo proyecto

129
Últimos y abollados

de investigación titulado Fuerzas de seguridad, vulnerabilidad y violencias.1


Dicha investigación nos permitió profundizar en torno a la percepción de las
múltiples violencias que atraviesan a la cotidianidad de las personas emplaza-
das en los barrios populares y que, en tiempos de emergencia sanitaria y confi-
namientos, según las voces de los distintos actores territoriales, las violencias
provocaron nuevas afectaciones.
En cuanto a las categorías centrales para seguir el relato de las interlocu-
toras, partimos desde la concepción de agencia social (Ortner, 2016; Kunin,
2018), noción clave en el campo social, a partir de un sin fin de actividades
desplegadas y entretejidas de abajo hacia arriba (Fournier, 2017) por las
mujeres de los sectores populares frente a necesidades insatisfechas desde
el Estado (Lopez y Rajoy, 2022). Por su parte, las estrategias de sobreviven-
cia y la importancia de las vinculaciones comunitarias y redes primarias de
asistencia, ya sea para cuidarse o sostenerse, desplegadas por mujeres de
los sectores populares emplazadas en estas barriadas han sido abordadas
por (Vazquez et al., 2018). Asimismo, se observó que, durante el avance
del COVID-19 en el territorio en cuestión, fueron las vecinas del Área
Reconquista quienes sostuvieron las estrategias de sobrevivencia socioe-
conómica y sanitaria durante la pandemia. (Gavazzo et al., 2020; Gavazzo
y Nejamkis, 2021). Por otro lado, vale destacar que partimos desde una
mirada interseccional, cómo categoría relevante, que pone de manifiesto
cómo las diferentes categorías sociales generan opresiones y privilegios muy
dispares al entrecruzarse entre ellas (Crenshaw 199; Vigoya, 2015). Por este
motivo, retomamos a Magliano (2015) en pos de vislumbrar otras vulnera-
bilidades de derechos que atraviesan a las mujeres pobres, a la vez que nos
permitirá detectar la capacidad de agencia social. Por último, al indagar en
torno al entrecruce de las violencias y la vinculación con las condiciones de
vulnerabilidad socioeconómica, intentamos analizar más allá de la relación
víctima-victimario y sumamos a las interpretaciones de los hechos sociales,
la multiplicidad de violencias que se entrecruzan en la cotidianidad de las

1. El Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación lanzó la convocatoria del Programa


de Investigación sobre la Sociedad Argentina Contemporánea (PISAC) COVID-19, con el objetivo de
promover los esfuerzos de las investigadoras e investigadores y de equipos e instituciones de Ciencias
Sociales y Humanas dispuestos a realizar estudios sobre la sociedad argentina en la postpandemia, sus
transformaciones, dificultades y soluciones colectivas para vivir mejor. En ese marco se presentó el
Proyecto “Fuerzas de seguridad, vulnerabilidad y violencias. Un estudio interdisciplinario, multidimen-
sional y comparativo de las formas de intervención de las fuerzas de seguridad y policías en contextos
de vulnerabilidad en la Argentina post pandemia”, dirigido por el Dr. José Garriga Zucal.

130
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

mujeres en general y en particular en mujeres pobres. En este sentido, la


violencia machista es un entramado de las desigualdades de género y un
encubrimiento por parte de las instituciones sociales que reproducen, reac-
tualizan y encubren la violencia contra las mujeres (Femenias, 2013 y 2015).
Entonces, en los siguientes apartados, el capítulo repone algunas de las
continuidades, recurrencias, avances y retrocesos desplegados por tres mu-
jeres –casos privilegiados para sumar a este análisis (en construcción) frente
a las violencias entrecruzadas, las desigualdades socioeconómicas y las res-
ponsabilidades de trabajos y cuidados, en tiempos de pandemia COVID-19
y medidas de cuidado primero de confinamiento y luego de aislamiento
obligatorio–. No obstante, queremos destacar que las medidas de cuidado
sanitario habilitaron mayores situaciones de violencias en los hogares y en
los entornos barriales populares, como así también una sobrecarga de traba-
jos y cuidados, en los espacios íntimos y en los entornos barriales.2 En esta
línea, podemos señalar estas sobrecargas o responsabilidades asumidas por
las mujeres de las barriadas como parte de los retrocesos en división sexual
del trabajo, lo que supone una mayor reproducción de las desigualdades en-
tre varones y mujeres, tal como expresa (Partenio, 2022).

Mujeres entrecruzadas

Rita, Victoría y Azunena3 son tres interlocutoras que conocimos antes de la pan-
demia en una investigación realizada de 2016 a 2019. Desde allí sabemos que las
tres mujeres sufren violencia machista. Vale destacar que la violencia que padecen
y combaten tiene características particulares para cada una de las trayectorias que
iremos relatando. Sin embargo, las tres mujeres son violentadas por los progenito-
res de sus hijos y en asociación con destratos y/u omisiones por parte de los vínculos
familiares del violento, tal cual detectamos en Rajoy, 2020 (Luego volveremos sobre
esto, con más detalles). Conocimos a las interlocutoras en el marco de un taller de
Género y trabajo que socializamos con el doble rol de investigadoras y trabajadoras
de un programa municipal. Las tres mujeres estaban obligadas a concurrir a los

2. Esta temática se trabaja por Caravaca, Mancini y Gonzalez Plaza, ver en este mismo volumen.
3. Los nombres de las mujeres y los barrios en donde residen han sido sustituidos por nombres ficticios.
Con el propósito de proteger la identidad, a pedido de las mismas. Con lo que respecta a los barrios, en
donde se realizó la etnografía será denominado como villa La Laguna.

131
Últimos y abollados

encuentros, como parte de la contraprestación enmarcada en un programa social


de acceso al trabajo y la formación. En “Las charlas de género y trabajo” conocimos
a mujeres que frente a la violencia machista, estas la padecían a la vez que la com-
batía, es decir que no se identificaban con el estereotipo de la buena víctima, ya que
las mujeres que presenciaban el taller, expresaban que también hacían violencia de
género a sus maridos, señalando por ejemplo “yo me paro de mano”, “le rompo algo
por la cabeza”, entre otras. Estas respuestas a las violencias (disruptivas) desataron
varios escenarios posibles, frente a la violencia machista no solo como víctimas
que padecen, sino además como víctimas que combaten. Por un lado, cuando in-
dagamos más, se abrieron varias experiencias; entre estas, estaban quienes habían
intentado denunciar la violencia machista en varias oportunidades a la policía y
no habían encontrado una respuesta de mitigación hacia la violencia. Asimismo
encontramos otros relatos que se asociaban a los temores o inseguridad que les
provocaba acercarse a las fuerzas de seguridad, ya sea porque habían formado parte
de alguna actividad ilícita o ilegal, en el pasado o seguían vinculadas a los mercados
de drogas por venta o consumos de algún familiar directo. Por lo tanto, estas trayec-
torias de vida no les permitía confiar en las fuerzas de seguridad. Por otra parte, la
mayoría de estas vecinas desconocía cómo realizar y efectivizar la denuncia civil o
penal frente a un hecho de violencia machista. Y por último, quienes habían logrado
efectivizar la denuncia, luego quedaban a merced de los continuos hostigamientos
o “revanchas “ por parte de los varones violentos y los familiares directos de estos o
sobrecargadas de responsabilidades de trabajo y cuidado o sin “un techo”. Por estas
y otras razones, es que las mujeres presentes en el taller utilizaban como recurso de
defensa legítimo frente a la violencia machista: la violencia, la denuncia vecinal y
junto a este entramado la organización de estrategias disruptivas, tal como pactar la
convivencia con los varones violentos. En esta línea de análisis y reflexión, presen-
tamos parte de las notas y entrevistas realizadas antes y durante la pandemia; a tres
vecinas del Área Reconquista Rita, Victoria y Azucena.

El pasillo el patio de todos

Rita tiene 46 años, es nacida y criada en villa La Laguna, exrolinga4 y con un


pasado “pesado” según expresaba la interlocutora, vinculados a los hábitos

4. Término utilizado entre los jóvenes de fines de la década del 90´ que se identificaban con la banda
de rock and roll, The Rolling Stone.

132
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

de la noche. Rita afirmaba que había dejado todo, haciendo referencia a las
drogas, la calle, el alcohol, con la llegada de su primer hijo, ya hacía 26 años.
La interlocutora es madre de tres varones y, a pesar de su “pasado pesado”,
Rita hace más años que es madre que rolinga; sin embargo, luego comprendi-
mos que el repertorio del cual ella se autoafirma, esto es, mujer que conocía
el barrio y los recovecos de los pasillos, la habilitaba la entrada y el respeto,
por parte de los vendedores de drogas, todo le permitía cuidar a sus hijos de
“los hábitos de la calle”. La entrevistada es presidenta de la cooperativa de un
club social y entrenadora de Futsal femenino.5 Es conocida en el barrio por
entrar a los pasillos6 (señalados cómo lugares en donde se venden drogas) a
rescatar7 a los hijos de otras vecinas que no se animan a ingresar y revisar
que sus hijos no circulen por estos espacios peligrosos. Rita es una morena
y corpulenta y como jugadora de futsal y trabajadora de una cooperativa de
limpieza y saneamiento de espacios públicos, nadie se animaría a “pelearla”,
por lo que no se la supondría víctima de violencia de género. Sin embargo,
Rita cuenta que su marido la engaña hace años.

Mario es camionero, a veces viaja, siempre lo hace y no viene a casa por


varios días. Sinceramente, prefiero que no esté y siempre fue así. Los
chicos siempre le molestaron. Con la excusa de que viene cansado de
manejar, si él está en la casa no se puede respirar [...]. Cuando los chicos
eran chicos, yo me encerraba en la otra pieza o me los llevaba a la plaza,
pero ahora están más grande y se me van a la calle y eso me molesta [...]
porque corren peligro. Me desprecia, me ignora [...]. Yo ya sé que tiene
otra [...]. Pero qué voy hacer, soy una tarada, la casa está construida en el
terreno de mi suegra, delante vive ella y arriba mi cuñada. No me voy a ir
y dejar todo (Rita, vecina, 2018).

Las violencias que sufre Rita son múltiples, por un lado, observamos a
partir de su relato la violencia machista ejercida por el progenitor de sus
hijos, entendida como una violencia simbólica, económica y habitacional.
Y por el otro, las violencias intrafamiliares, que es señalada por ella como la

5. Futsal, juejo similar al fútbol, se juega con cinco personas por equipo, en dos tiempos de 30 minutos.
6. Los pasillos, en las villas o asentamientos, son los corredores que comunican la circulación entre las
viviendas.
7. Rescatar, término coloquial utilizado para señalar el cuidado del otro frente a una situación de exceso
de consumo de drogas o alcohol.

133
Últimos y abollados

mayor preocupación, ya que expone a sus hijos varones a las distintas violen-
cias barriales relacionada con los ilegalismos y los consumos problemáticos
de drogas o alcohol: “El pasillo, la droga, el choreo, la mala vida”. Por este y
otros relatos de Rita, es por donde comenzamos a dilucidar cómo frente a
las múltiples violencias entrecruzadas que atraviesan la cotidianidad de Rita,
ella jerarquiza el cuidado de sus hijos y “el techo” por encima de la violencia
de género que sufre por parte de su marido. Sin embargo, volvimos a entre-
vistar a Rita en los momentos más álgidos de la pandemia y el confinamiento
(abril, 2020) y lo primero que nos expresó fue la suerte de tener una casa con
varias habitaciones a diferencias de otras familias de la villa La Laguna.

Si yo pensaba que era peligroso para las mujeres estar confinadas con los
maridos en las casas, todo juntos el día y la noche [...] Pero los que peor la
pasan son los chicos, mucho maltrato hay hacia los chicos [...] Igual yo las
entiendo a las madres todo el día con chicos, chicos [...] El pasillo es quilom-
bo, te tenés que pelear con todos los atrevidos [...]. Claro, si no tenés patio
ahora el pasillo es el patio de todos [...] a la tarde que dejen jugar a los chicos,
chicos y bueno ya más tarde uno ya sabe que tiene que meterse adentro [...]
Pero si son re atrevidos se creen que la calle es suya. Acá no tenemos plaza y
el club solo hacemos vianda [...] los primeros en morir fueron en este barrio.
Ni agua tenemos para lavarnos las manos (Rita, vecina, 2020).

En los relatos de Rita, detectamos las precariedades que vivenciaron las


familias en tiempos de confinamiento obligatorios y cómo estas reforzaron
“los malos humores” vinculados, tal como otras expresiones nativas, a las
condiciones habitacionales en las que conviven, sumado a la falta de ser-
vicios básicos, tal como la ausencia de agua en medio de una emergencia
sanitaria y la falta de espacios comunes en el barrio, veredas, plazas.
En esta línea, en las que estábamos registrando las distintas precariedades en
las que cohabitan las familias de los barrios populares, aparece en este y en otros
relatos de las vecinas, el entrecruce de vulnerabilidades socioeconómicas y ha-
bitacionales, por las que estaban atravesados los vecinos del Área Reconquista.
Particularmente se manifiesta en la demanda por el uso del espacio público y en
las nuevas configuraciones espaciales que emergen en el barrio tras el avance de
la pandemia. En este sentido, Rita nos comenta que el barrio cuenta con un úni-
co espacio deportivo, el Club, del que ella es la presidenta, y que con la pandemia
este espacio se convirtió en un centro de reparto de viandas de comida.

134
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

Antes los chicos iban a la escuela, pasaban por el club [...] ahora están en-
cerrados con sus familias y la pasan mal si como te decía no todos tienen
un patio, no podés sacarlos a jugar a la calle y no tenemos una plaza [...]
se vive mal, adentro y afuera de las casas, lastimosamente para los chicos,
chicos [...] pero que vas hacer la gente tiene que comer (Rita, vecina).

Sin embargo, la demanda de Rita por más clubes y más plazas se desa-
rrolla a partir de la tensión que les significa a las familias, que tienen que
compartir “La vereda y el pasillo” con algunos jóvenes que venden y/o con-
sumen drogas.8
Volvimos a entrevistar a Rita a fines del 2021 y lo primero que nos relató
es que se había separado. Los hijos de la interlocutora, que en 2016 eran ado-
lescentes y no tenían un empleo formal, en tiempos de la postpandemia ha-
bían logrado acceder al mercado del trabajo. Frente a esta nueva posibilidad
de otros ingresos económicos, es como Rita les propone a sus hijos alquilar
juntos una vivienda en el barrio, pero por fuera de la villa.
Además, Rita, desde que se había separado, también había ampliado
sus posibilidades de trabajo, en calidad de empleada en casas de familias y
continuaba en el programa de trabajo social. Cuando le consultamos por la
vivienda que había construido con el progenitor de los hijos, en el terreno
de su exsuegra, Rita nos expresó que ya no la tenía y que estaba apenada por
haber perdido todo “lo material” pero que, por otro lado, se sentía aliviada de
haber alejado a sus hijos de los pasillos de la villa. Sin embargo, Rita lidiaba
con la persecución por parte de la familia de Mario, la suegra y excuñada,
que la hostigaban por haber abandonado a Mario. Motivo por el cual tuvo
que dejar la presidencia del club y encontrar otro espacio comunitario en el
cual contraprestar en el marco del programa social de trabajo. La vida de Rita
se reconfiguró con la separación de Mario, en este sentido el dinero que ad-
ministra se entrelaza entre los ingresos del programa de trabajo y una parte
de dinero deviene de los salarios de los hijos que trabajan. Asimismo, Rita
nos expresa que una amplia parte del dinero la asignan a los gastos de sobre-
vivencia, entre estos, el dinero se destina al pago del alquiler, la compra de
tubos de garrafa, bidones de agua y la carga de crédito de las tarjetas de viaje
–Sube– y de celulares. En cuanto a los insumos tales como alimentos y artícu-
los de limpieza, Rita nos comenta que los consigue a través de donaciones o

8. Este tema es trabajo por Beraldo, ver en este volumen.

135
Últimos y abollados

intercambios en los comedores de los centros comunitarios. En este sentido,


Rita nos aclara que los comedores tienen distintos días y horarios en los que
reparten viadas, alimentos y otros productos, y que ella se encarga de seguir
este recorrido por estos espacios, para hacerse de las cosas que necesitan.
La experiencia de Rita es parte de los relatos de otras mujeres en situa-
ción de violencia machista, es decir, nos permite comprender, por ejemplo,
por qué las mujeres en situación de violencia machista y con hijos (en
edad escolar y necesidades de cuidado) a cargo, jerarquizan el techo y la
comida, por encima de denunciar a los varones violentos de manera for-
mal, frente a un circuito de la denuncia que hasta el momento y según los
relatos de las vecinas, emplazadas en las barriadas del Área Reconquista,
no las contiene. Por otra parte, se visualiza la cantidad de ingresos que
necesita una familia de los sectores populares para sobrevivir económi-
camente. En este sentido se observa cómo se entrelazan distintos dineros,
percibidos a través de programas sociales, y trabajos intermitentes, em-
pleos e intercambio de bienes materiales.

El camión de agua

Victoria nació en villa La Laguna, tiene 43 años y es madre de 3 hijas y 4


hijos, convive con el progenitor de sus hijos aunque estén separados en
una casa: “No tiene papeles, estamos en la villa, el que se va pierde”. Es
una activista católica, es jugadora de vóley y educadora popular, Victoria
es una gran hacedora, reconocida por los vecinos del barrio, además es
presidenta de una cooperativa de trabajo que presta diversos servicios
comunitarios en el barrio.

Si nosotros empezamos hace 13 años a brindar servicio social en el


barrio [...] Acá tenemos catequesis para lxs chicxs, pero también ayuda
escolar, comedor, merendero, roperito. Qué sé yo, hacemos de todo.
Tenemos talleres también, porque nuestro objetivo es potenciar el traba-
jo [...] panadería, costura, construcción, un poco de todo. [...] Desde que
comenzó la pandemia preparamos viandas para 100 familias en el turno
noche [...] tenés que calcular porciones para 5 o 8 bocas por familia, a ve-
ces un poco más [...] Sí, salgo con el camión de agua, todos los días [...] Es

136
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

que allá abajo los transas sino no lo dejan pasar y justo ahí es donde más
se necesita el agua (Victoria, 2020).

A Victoria, como a las otras protagonistas de este texto, la conocimos en el


taller de Género y Trabajo, antes de la pandemia. Ya en esa época prepandemia,
se la observaba como una mujer sumamente involucrada con las problemáticas
barriales y de alguna manera sobrecargada de responsabilidades de trabajo y
cuidados familiares y comunitarios. Nos costó mucho que hablará del trabajo
que realizaba en sus ámbitos privados como madre y esposa. En este sentido, los
ejemplos que expresaba Victoria, en el taller estaban vinculados a las prácticas
como trabajadora comunitaria en el barrio. Situación que se revierte con la lle-
gada de la Pandemia y las medidas de confinamiento, por donde la interlocutora
comienza a narrar en detalle, situaciones de su vida íntima, entre estas intimi-
dades nos compartió cómo y por qué convive con la expareja, una persona que
había ejercido sobre ella violencia machista y con problemas de alcoholismo.
Victoria nos comenta que existía entre ellos, desde hacía varios años, un acuer-
do, en el cual estaban destinados a compartir la vivienda y el cuidado de los
hijos, y sin ningún tipo de vinculación romántica y/o sexoafectiva. Sin embargo,
para Victoria, la convivencia con la expareja no era una situación problemática
o que ella viviera como un problema de violencia machista. En otras palabras,
no lo expresaba como un padecimiento. No obstante, lo que Victoria señalaba
como una demanda e inquietud era otra problemática, que a nuestro parecer se
solapaba a la percepción de la violencia machista: la venta de drogas en el barrio
y el acceso que tienen los jóvenes, entre estos sus hijos al consumo de las sus-
tancias en el barrio. Es por esta razón que Victoria nos comentaba con alegría lo
agradecida que estaba con las medidas de confinamiento obligatorias, puesto
que el confinamiento y luego el aislamiento, le habían permitido a Victoria,
tener mayor control sobre sus hijos, dado que estos jóvenes, estaban obligados
a quedarse en sus casas y/o imposibilitados de salir hacia la búsqueda de dinero
para la compra de sustancias. Vale destacar que durante las medidas de cuidado
sanitarios, el control policial fue más estricto en los barrios en cuestión y de
hecho se conformaron nuevas fuerzas de seguridad para el control ciudadano
en los barrios populares.9
En cuanto a la estrategia utilizada por Victoria frente a pactar una convi-
vencia con un “ex varón violento y alcohólico”:

9. Estas temáticas se trabajan por Garriga y Zajaz, y Garriga y Castillo, en este mismo volumen.

137
Últimos y abollados

Raúl tomaba y pegaba, pero yo nunca fui sumisa siempre le respondí y


más fuerte [...] Cuando los chicos empezaron a crecer se empezó a calmar,
viste eso que decías vos que la violencia crece, bueno en mi caso, no, fue
disminuyendo o no se capaz yo me puse más brava. Cuando Raúl dejó el
alcohol se volvió un ejemplo de padre, bueno siempre le costó trabajar,
pero bueno para eso siempre estuve yo [...] pero él se volvió un buen
padre y bueno tiene que ver con la organización de la casa, imaginate
tenemos 3 hijas mujeres y bebe de 5 años, no podemos separarnos, nos
necesitamos, él cuida a los chicos y yo salgo a trabajar porque yo no soy
para quedarme en la casa todo el día. [...] y además como mis hijos saben
que estoy en la calle todo el día le saco oportunidades de que metan la
nariz en donde no deben [...] si mis hijos consumen y no venden, porque
los transas saben que yo soy la flaca del agua, me meto con el camión por
todos lados, así que ellos no se meten con mis hijos yo no los molesto a
ellos (Victoria, vecina, 2021).

En relato de Victoria, al igual que en el de Rita, se visibilizan una variedad


de violencias entrecruzadas, entre la vida pública (el barrio) y la vida privada
(la violencia ejercida por el progenitor de sus hijxs). Victoria hace 25 años
que convive con Raúl, la edad de su hijo mayor, quedó embarazada a los 18
años y desde allí comenzó su carrera en el maternaje, en la actualidad su hijo
más pequeño tiene 5 años. Cuando indagamos acerca de la violencia de la
que fue víctima Victoria, en primera medida, nos corrigió diciéndonos que
ella no se consideraba una víctima, porque se defendía: “Yo pegaba y gritaba
más fuerte que él” (y que además esos hechos habían quedado en el pasado).
En otras palabras, Victoria sentía que había adoctrinado a su marido. Por
otra parte, le consultamos si alguna vez había denunciado o pedido ayuda
a su familia o a alguna institución, y ella inmediatamente nos dijo que no,
porque consideraba que era algo privado y que ella podía resolverlo. En ese
sentido, Victoria no se definía a sí misma como una víctima de la violencia
de género. Sin embargo, cuando indagamos en torno a otros tipos de violen-
cias como las interpersonales o las vinculadas a las lógicas de convivencia
barrial durante la pandemia, señaló, como la principal problemática, lo que
ella consideraba como violencia barrial, vinculado a la venta de drogas y a
las nuevas lógicas que habían encontrado para expandir y sectorizar el con-
sumo de drogas en el barrio. La interlocutora tenía algunas hipótesis nativas,
en torno a estos mecanismos de la violencia y con mucha naturalidad nos

138
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

expresaba: “Claro se pelean con otras villas, porque el negocio está creciendo
[...] de la nada entra una moto a los tiros mata un par [...] y como si nada”. La
hipótesis de Victoria detalla que, desde que había avanzado la pandemia y el
delivery de comida, la droga salía del barrio para los consumidores de afue-
ra “en cajita de delivery, como la pizza” y que mientras tanto a los jóvenes
residentes del barrio los tenían consumiendo en los galpones de reciclado.
A su vez, nos expresó que se había cansado de pedir ayuda a las autoridades
(municipio, políticos) por la venta de drogas en el barrio, de la que sí son víc-
timas sus hijos y otros jóvenes y nadie hace nada. Cuando preguntamos por
la policía, si esta institución intervenía, ella solo nos respondió: “Nadie hace
nada [...] la policía y los políticos son lo mismo”.
En la trayectoria de Victoria, se observan las violencias machistas entre-
cruzadas con otras violencias vinculadas a los problemas de consumo proble-
mático de drogas y la violencia que ejerce el estado al desoír los reclamos de
esta y otras vecinas en torno al crecimiento de la venta de drogas en el territo-
rio Área Reconquista. Sin embargo, es importante reponer que la interlocutora,
a lo largo de 28 años, sobrevivió a distintas violencias, a la vez que asumió las
responsabilidades de cuidado de personas que requieren de cuidado, tal como
las infancias, maternando primero a los hijos y en la actualidad a los nietos
en edad escolar. Por otra parte, el progenitor de sus hijos, según ella señala,
nunca pudo sostener los trabajos por sus problemas con el alcohol y/o según
una simple expresión de la interlocutora nunca le gustó el trabajo. En este sen-
tido, Victoria ha sido desde siempre la proveedora económica y afectiva de la
familia. En suma, a la sobrecarga de todas estas responsabilidades, la vivienda
que lograron construir para sus hijos está ubicada en las inmediaciones de
las viviendas de la familia de su expareja, lo que la deja vulnerable en relación
a lo habitacional. En cuanto a los cuidados que requieren los hijos, una vez
Victoria nos expresó: “Hijos chicos problemas chicos, hijos grandes muchos
quilombos” en relación con esto último, Victoria destina mucho tiempo en los
seguimientos que realiza a sus hijos, entre estos la búsqueda y control de los
hijos por el barrio, los tratamientos de adicciones frustrados, las corridas a la
comisaría, etc. Por último, si bien nunca se reconoció como víctima y en tanto
no se acercó a la policía para denunciar a su ex pareja, si lo hizo para pedir ayu-
da por y para sus hijos a la institución y en este sentido la demanda, fue des-
oída por la policía, esta inacción por parte de la policía, fomenta el argumento
de Victoria y otras vecinas, que la policía está vinculada con la venta de drogas,
porque ellas afirman que hay consumo porque hay venta.

139
Últimos y abollados

Nos tomaron la casa

Azucena tiene 46 años, es analfabeta y es la cocinera en el espacio comunitario


que organiza Victoria, nació en Paraguay y tiene 2 hijas (adolescentes) que viven
con ella y 5 hijos adultos que residen en su país de origen. Azucena, al igual que
Rita, nos cuenta que su marido la engaña, pero que además lleva una doble vida,
es decir, convive a tiempo partido con otra familia. Él es zapatero y hace 15 años
que llegó a la Argentina en busca de trabajo. Ella arribó dos años después, al
tiempo se instaló en la villa La Laguna y luego compraron un terreno ubicado en
los bordes del Camino Buen Ayre, compra que realizaron de manera informal a
un familiar del marido (compraron de palabra, sin ninguna documentación que
acredite la posesión de la tierra, luego volveremos sobre esto).
La interlocutora nos comentó que el esposo viaja mucho para ir al trabajo,
razón por la cual él se quedaba en la casa de la patrona de lunes a viernes:
“Sí, hace quince años que viaja hasta Liniers [...] para ahorrar dinero y tiem-
po”. Sin embargo, lo que primero nos pareció un acto inocente por parte
de la interlocutora, con el tiempo comprendimos que este era otro acuerdo
“disruptivo”, es decir, ella fingía no saber que él se quedaba en casa de la otra
mujer, siempre y cuando los fines de semana volviese a construir la vivienda.
Sin embargo, cuando le consultamos a Azucena si ella conocía la zona de
Liniers, la interlocutora nos comentó que en pocas ocasiones salía del barrio
y que en alguna oportunidad había viajado hacia la ciudad capital, con los
compañeros en los micros para acompañar los reclamos y las movilizaciones,
actividades obligatorias para aquellas personas que están enmarcadas en los
programas sociales de trabajo.
Entonces, finalmente, confirmamos nuestras sospechas en torno a la
inocencia estratégica de Azucena cuando nos comenta que, en principio,
hace muchos años cuando estaba recién llegada a la Argentina, ella confiaba
que el esposo viajaba lejos y que realmente era una situación trabajosa viajar
a diario y sobre todo era costoso sostener los viáticos, y frente a la necesidad
de comprar materiales para avanzar en la construcción de la casa, le parece-
ría una decisión razonable. Sin embargo, cuando la interlocutora comenzó a
llevar a las hijas a la escuela y conocer un poco más de Buenos Aires y, sobre
todo, cuando ingresa al programa de trabajo, por donde conoce a otras muje-
res, descubre que el marido se estaba aprovechando del mundo público que
ignoraba. Sin embargo, la interlocutora decide mantener el secreto, para que
su marido, finalmente, termine la construcción de la vivienda.

140
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

Yo siempre supe que algo no estaba bien, pero bueno que iba hacer
cuando llegué acá yo no hablaba muy bien, estaba embarazada y ense-
guida después vino la otra nena [...] cuando le peleaba para que se quede
conmigo él se bebía y era peor ponía la música fuerte y me pegaba o me
agarraba por la fuerza [...] Cuando compramos el terreno y empezamos
a construir, me dije lo más importante es tener una casa y que mis hijas
no pasen lo que yo [...] Yo les persigo las llevó a la escuela y a la casa, ellas
tienen que estudiar ser mejor que yo [...] cuando conocí a Victoria me su-
me a cocinar y acá que te voy a decir me sentí acompañada, mejor con las
compañeras que con mi marido, que te voy a decir [...] estoy terminando
la primaria [...] ahora tomo colectivo, me voy a buscar a mis hijas, otra
vida (Azucena, vecina, 2019).

Cuando volvimos a entrevistar a la interlocutora ya en tiempo de pan-


demia, Azucena muy angustiada nos comentó que los transas la engañaron
y le habían tomado la casa y que por ese motivo estaba alquilando en una
pensión en Billinghurst. Cuando preguntamos más sobre el hecho sucedido,
Azucena nos cuenta que el terreno que habían comprado no tenía papeles
(legales) era una compra de palabra entre vecinos (un pariente lejano del
marido). Entonces, Azucena nos comenta que, cuando decretaron el confi-
namiento, Oscar no volvió más y que ella se quedó sola con las dos hijas en
la casa. En ese entonces apareció una sobrina exigiendo el terreno, de ese
pariente fallecido y que se metió por la fuerza a construir en la parte de atrás
del terreno.

Enseguida se armaron un rancho [...] yo tendría que haber venido hablar


con Victoria, pero ella también tiene sus problemas con sus hijos y yo
nunca pensé que me iba a pasar así [...] Esa gente empezó a vender drogas,
porque no paraban de entrar y salir gente a la tarde noche y yo estaba
con mis hijas, ni siquiera podía salir para venir a cocinar al comedor.
Entonces tome la decisión de irme de la casa y si la perdimos están estos
familiares del vendiendo, no sé, dicen que cuando el lugar no sirve más
la dejan [...] pero no podía quedarme ahí con mis hijas. Oscar dice que no
le importa (Azucena, vecina, 2020).

Cuando hablamos en profundidad con Azucena y con otras vecinas de


la zona, nos expresaron que es normal que los transas tomen las casas que

141
Últimos y abollados

están ubicadas en las inmediaciones del camino Buen Ayre (una autopista).
Generalmente, avanzan sobre las viviendas de las personas que están en
vinculación con el consumo de drogas, “perdidos en el consumo [...] mujeres
solas”. Frente a este atropello, es difícil organizarse y sobretodo defenderse,
la policía no se mete en la zona, son casas que en su mayoría no tienen pro-
pietarios legales y, por otra parte, lo que más atemoriza a los vecinos es que
estas personas –los transas– están armados, suelen ser “revanchistas [...] son
capaces de prenderte fuego, tirotearse [...] si tienes hijas mujeres corres peli-
gro que las agarren”. En este caso, Azucena como mujer migrante y madre de
dos hijas, era un posible blanco fácil para los transas. Frente a esta situación
sumamente violenta, Azucena había encontrado en la red comunitaria la
solución socioeconómica y habitacional, una vecina y compañera del come-
dor del barrio tenía una hermana que alquilaba cuartos en billinghurst, San
Martín, y la hospedó a un precio de alquiler acorde a sus módicos ingresos,
por otra parte la referente del espacio consiguió que cobrará el salario doble,
en el marco de la jornada en el programa social, a la vez que estaba trabajan-
do como personal de limpieza en un geriátrico en el centro de San Martín.
En la historia de vida de Azucena se visualizan el entrecruce de los meca-
nismos de la violencia machista y las múltiples violencias. Sin embargo, en-
contramos otras pistas interesantes para analizar el avance de estos mecanis-
mos violentos, vinculados a los mercados de venta ilegales específicamente
de drogas. La interlocutora sufre violencia machista por parte del progenitor
de sus hijas, una violencia que cala en su cotidianidad como mujer, pobre y
particularmente migrante que como lengua de origen es el guaraní. Sumado
a estas dificultades para comprender la lengua española, como otras perso-
nas de orígenes rurales, Azucena no pudo acceder a la trayectoria escolar,
por lo que, al momento de conocerla, no sabía leer y escribir. Por otra parte,
se observa cómo la interlocutora, cuando comienza a relacionarse con el
mundo público y la organización comunitaria, logra develar otros mundos
posibles y agenciar sus propias estrategias de sobrevivencia socioeconómica,
por ejemplo, desentenderse frente al abusivo de su pareja, como así también
se habilita la posibilidad de ingresar al mundo del trabajo y la formación
educativa. Sin embargo, frente a los imponderables que trae aparejado ser
protagonista de las dimensiones internacionales que describimos en los
párrafos anteriores, aparece de forma problemática el avance las violencias
de los entornos barriales, que complican las cotidianidades de las mujeres
de .los barrios, ya sea porque deben dejar sus hogares, por la vinculación

142
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

de la venta y consumo en la vida de sus hijos y/o porque directamente son


expulsadas forzadamente por las personas asociadas a estas irregularidades.

Reflexiones finales

En este capítulo, intentamos visibilizar las estrategias de sobrevivencia que


despliegan las vecinas residentes de los barrios del Área Reconquista, frente
al entrecruzamiento de los mecanismos de la violencia machista en tiem-
pos de confinamientos y emergencia sociosanitaria. Para ello, se recupera-
ron las voces de tres interlocutoras, vecinas de uno de los barrios de estudio,
a quienes pudimos entrevistar en distintas instancias; antes y durante la
pandemia COVID-19 y las medidas de confinamiento y aislamiento obliga-
torios. En la búsqueda de comprender cómo operan los mecanismos de la
violencia machista, en tiempos de emergencia sanitaria y confinamientos o
aislamientos obligatorios.
Detectamos algunas continuidades, recurrencias, avances y retrocesos,
en varias direcciones por un lado desde los devenires de los mecanismos de
la violencia machistas en las cotidianidades de las familias y, por otra parte,
el refuerzo de las estrategias de sobrevivencia que despliegan las mujeres,
que padecen y combaten la violencia machista, frente al entrecruzamiento
de las múltiples violencias y las problemáticas vinculadas a las ventas y
consumo de drogas por parte de los hijos. Violencias que se presentan yux-
tapuestas en un territorio cruzado por vulnerabilidades socioeconómicas y
habitacionales, sumadas a la emergencia sanitaria y las medidas de confina-
miento y aislamiento social, preventivo y obligatorio.
Frente a este escenario, es central retomar la idea de temporalidad y pan-
demia. Las experiencias de las entrevistadas manifiestan que la violencia
machista es previa a la pandemia. Varias autoras entre estas Femenias (2013)
echa luz sobre los mecanismos de las violencias burocráticas, gestionados
por parte de los organismos estatales y cómo estas perpetúan la violencia de
género en las vidas de las mujeres. Está claro que por estas razones de omi-
sión o exclusión, por parte de los dispositivos estatales, estas mujeres, como
muchas otras víctimas de los sectores populares no denuncian formalmente.
En esta línea, Rajoy (2020) ha trabajado puntualmente con vecinas del Área
Reconquista mediante el seguimiento de la ruta crítica de la denuncia formal
de la violencia de género y ha develado que, frente a este recorrido frustrado,

143
Últimos y abollados

las mujeres sobreviven a las violencias a partir de denuncias informales y


comunitarias, que se expresa en estrategias de sobrevivencia “disruptivas” y
entretejidas con los recursos comunitarios, entre mujeres, tal como lo traba-
jan (Vazquez Laba et al., 2018), por ejemplo, en los espacios de consejerías de
género. Con la llegada del Coronavirus, esta situación no se revierte, es decir,
las mujeres no dejan de sufrir violencia por parte de sus parejas y/o exparejas
sexoafectivas, a la vez que tampoco denuncian formalmente, por lo tanto
medir y/o analizar la violencia de género, únicamente por la cantidad de
denuncias registradas en los organismos del estado, no sería de utilidad para
el estudio de las violencias machistas.
Es por ello que, frente a la situación de confinamiento obligatorio, no-
sotros, como investigadores, fuimos en busca de las experiencias de las
mujeres que, entendíamos, sufrían violencia machista per se y, suponíamos,
estaban en mayores grados de peligrosidad, en tanto y en cuanto convivan
con los varones violentos, en tiempos de confinamientos y aislamientos
obligatorios. Sin embargo, nos encontramos con otros escenarios, que ar-
gumentan en contra el estereotipo de “víctima” y mucho más el de “buena
víctima”, ya que estas mujeres lograron sobrevivir con los varones violentos,
a partir de estrategias disruptivas, que se valía de pactar una convivencia
estratégica para ambos, bajo el mismo techo y privilegiar el cuidado de los
hijos. Frente a este hecho, que a nosotros nos parecía aterrador, se develaron
un sin fin de razones fuertemente vinculadas a las vulnerabilidades socioe-
conómicas en las que cohabitan las familias de los sectores populares, entre
estas las imposibilidad y/o los esfuerzos económicos que deben gestionar
para solventar el alquiler de una vivienda por fuera de los asentamientos, los
trabajo y salarios precarios a los que acceden y un sin fin de responsabilida-
des de cuidado que, fuera de la posibilidad de teciarizarlos, recaen sobre es-
tas mujeres. En este sentido, Fournier (2017) expresa que son las mujeres de
los sectores populares quienes entretejen la supervivencia de abajo y hacia
arriba, a partir de la ausencia y/o presencia del estado a partir de programas
sociales. En esta línea Faur (2015) devela la importancia del diamante del
cuidado compuesto por cuatro puertas de entradas, el estado, la familia, la
comunidad y los servicios privados, y que sin embargo en la organizaciòn
del cuidado de las familias de sectores populares quienes componen este
diamante de cuidado, son por lo general las propias mujeres y niñas de la
familia, generan de este modo en términos de Enriquez (2016) una desigual
de acceso al mercado de trabajo remunerado en la vida pública.

144
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

Además, el hecho social que develan estas entrevistadas en distintos


momentos, antes y durante la pandemia, nos permite entrever cómo operan
las violencias vinculadas a las ventas y consumo de drogas en el barrio. Este
hecho social es el que puntualmente señala como principal violencia y pre-
ocupación de las mujeres que maternan juventudes en el Área Reconquista.
Cuando intentamos comprender ¿Qué es la violencia barrial, a partir de
la mirada de las actrices? descubrimos que estas, señalan la venta y el con-
sumo de drogas como la mayor violencia o como una situación que genera
violencia, porque desde su rol de madres cuidadoras, expresan: “Estamos
perdiendo a nuestros pibes [...] son estos los que están más cerca de morir
[...] “por la droga, por una bala, por la policía” o cómo tal nos expresó una
de las entrevistada “Chicos chicos, problemas chicos, chicos grandes qui-
lombos grandes”.
En esta línea del avance de las drogas en el territorio, se observa además
que las vecinas que no están vinculadas directamente a la venta o consumo
de drogas por parte de los hijos. Sin embargo, también se sienten amena-
zadas. Un claro ejemplo de este avance de las violencias vinculadas a los
mercados ilegales en el territorio Área Reconquista se visibiliza en los relatos
de Azucena, una vecina que pierde la posesión de su vivienda por una toma
forzada de los que los propios vecinos señalan como transas. En este sentido,
la investigación detecta a estos mecanismos de la violencia machista como
un nuevo modus operandi, ya que no es casual que las víctimas de expropia-
ción de las viviendas sean mujeres. Por otra parte, las mujeres solas o madres
de hijas mujeres quedan vulnerables frente a estas situaciones de violencias,
porque son reforzadas con promesas de violencias sexuales. Otro ejemplo
del avance de la violencia en el barrio y el miedo que arremetan contra los
hijos se reconoce en el relato de Rita, una vecina que lograr huir de la villa
una vez que sus hijos consiguen ingresar en el mercado laboral con el fin de
alejar a los jóvenes de los pasillos. En este sentido, es Victoria la que queda
en la villa, sumergida en una lucha tediosa por recuperar el bienestar de sus
hijos que están fuertemente afectados por el consumo de drogas. No obstan-
te, en estas situaciones de alta vulnerabilidad, son las mujeres en palabras
de Ortner (2016) quienes encuentran la manera de agenciar estrategias de
subsistencia y –agrego– sobrevivencia social y económica.
Finalmente, observamos que este escenario, al igual que la violencia ma-
chista y otras violencias como la institucional, no son nuevas en el territorio
en cuestión; sin embargo, resulta una problemática recurrente en varios

145
Últimos y abollados

relatos. Nosotros en este capítulo nos centramos en la voces de las mujeres.


No obstante, en otros apartados de este mismo libro, se focaliza en las voces
de otros actores que residen o están vinculados al territorio, ya sea por sus
actividades como políticos o agentes del estado, ya sea municipal o provin-
cial. En otras palabras, la droga en el territorio es una problemática que anu-
da y tensiona las lógicas de organización comunitaria y recae en suma como
otra responsabilidad de trabajo de cuidado sobre las mujeres.
Entonces, podemos esbozar muy sucintamente este reclamo de abordaje
integral de los mecanismos de la violencia machista, a partir de los tres rela-
tos de las interlocutoras que reflejan cómo se vinculan las múltiples violen-
cias. La violencia machista (en todos sus tipos y modalidades), la violencia
institucional, específicamente la omisión de las fuerza de seguridad frente a
las distintas violencias que atraviesan las cotidianidades barriales a partir de
la vinculación con la venta y consumo de drogas, y la relación de estas múl-
tiples violencias con las condiciones (vulnerabilizadas) en las que sostienen
la vida cotidiana las familias y principal sobrecarga de trabajo y cuidados en
las mujeres pobres.

Bibliografía

Caravaca, E.; Garriga Zucal, J. (2022). “‘Tu hijo está tirado ahí, le dieron como
cinco tiros’. Experiencias cotidianas de violencias en barrios vulnerables de
Argentina”. Argumentos. Revista de crítica social, 25, 96-118.
Caravaca, Mancini y González Plaza (ver en este volumen)
Besana, P; Gutiérrez R y Grinberg S. (2015). “Pobreza urbana, comunidad
local y Estado socio en Argentina: la provisión de servicios públicos en
un asentamiento de la Región Metropolitana de Buenos Aires”. Revista
Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, LX (225): 79-102.
Besana, P. B. (2016). Participación en asentamientos del Gran Buenos
Aires (1989-2015) (Tesis de doctorado). Escuela de Política y Gobierno,
Universidad Nacional de San Martín, Argentina.
Crenshaw, K. (1991). “Mapping the Margins: Intersectionality, Identity
Politics, and Violence against Women of Color”. Stanford Law Review,
43(6), 1241-1299.

146
CAPÍTULO 6 Mujeres entrecruzadas

Enriquez, C. (2015). “Economía feminista y economía del cuidado. Aportes


conceptuales para el estudio de la desigualdad”. Revista Nueva sociedad,
256, marzo-abril, ISSN: 0251-3552.
Faur, E. (2014). El cuidado infantil en el siglo XXI. Mujeres malabaristas en
una sociedad desigual. Buenos Aires: Siglo Veintiuno.
Femenías, M. L. (2013). Violencias cotidianas (en las vidas de las mujeres).
Rosario: Prohistoria.
–(2015). Violencias cruzadas, miradas y perspectivas. Rosario: Prohistoria.
Fournier, M. (2017). “La labor de las trabajadoras comunitarias de cuidado
infantil en el conurbano bonaerense ¿Una forma de subsidio de ‘abajo
hacia arriba’?”. Trabajo y Sociedad, 28, 83-108.
Garriga y Del Castillo ver en este volumen
Garriga y Zezaj; ver en este volumen
Gavazzo, N., Lopez., M.B. y Rajoy, R. (2020). “‘Sostener’, ‘padecer’
y ‘aguantar’ en pandemia. Integralidad de la salud y cuidados
comunitarios entre mujeres migrantes GBA”. AVÁ, 37, diciembre, ISSN
1515-2413 (impreso) y 1851-1694 (en línea).
Gavazzo, N y Nejamkis, L. (2021). “‘Si compartimos, alcanza y sobra’. Redes
de cuidados comunitarios entre mujeres migrantes del Gran Buenos
Aires frente al COVID19”. REMHU Revista Interdiscip. Mobil. Hum.,
29(61), 97-112.
Kunin, J. (2018). “Prácticas de cuidado, mujeres y agencia en el interior rural
de Buenos Aires”. Periferia, revista de recerca i formació en antropologia,
23(2), 43-69.
Lugones, M. (2005). “Multiculturalismo radical y feminismos de mujeres de
color”. Revista Internacional de Filosofía política, 25, 61-76.
Lopez, M.B., y Rajoy, R. (2022). “Las protagonistas truncadas del
trabajo comunitario en los nuevos escenarios de desigualdades
latinoamericanas”. V Congreso FLACSO, Montevideo del 16 al 18 de
noviembre 2022.
Magliano, M.J. (2015). “Interseccionalidad y migraciones: potencialidades y
desafíos”. Revista Estudos Feministas, 23, 691-712.
Nejamkis, L., López, M. y Rajoy, R. (2021). “Cuidado ambiental y agencia
social: experiencias de mujeres migrantes en Buenos Aires”. Reflexiones,
100(2), 1-19.
Ortner, S.(2016). Antropología y teoría social. Cultura, poder y agencia. San
Martín: UNSAM EDITA.

147
Últimos y abollados

Vazquez. L., Lopez, M. y Rajoy, R. (2018). “La construcción colectiva de la


decisión para garantizar derechos. La organización de las mujeres frente a la
violencia de género y el derecho al aborto en contexto neoliberal”. S. d.
Viveros Vigoya, M. (2016, octubre 19). “La interseccionalidad: una
aproximación situada a la dominación”. Debate Feminista, 52.
Recuperado de https://doi.org/https://doi.org/10.1016/j.df.2016.09.005
Partenio, F. (2022). “Deudas, cuidados y vulnerabilidad: el caso de las
mujeres de hogares de clases populares en la Argentina”. Cuadernos
Cepal, s. d.
Rajoy, R. (2020). Las sobrevivientes. Una etnografía sobre la agencia en las
mujeres víctimas de la violencia machista en el Área Reconquista (Tesina
de grado, 2016-2019). Universidad Nacional de San Martín.

148
CAPÍTULO 7
La perspectiva de los agresores
Martín Hernán Di Marco

La palabra es irreversible, esa es su fatalidad.


Barthes, 1994, 99.

Introducción
Acerca de las narrativas y sus transformaciones
¿Cómo se relacionaron las medidas de aislamiento social y los patrones de
violencia de género? ¿Existieron transformaciones en la violencia hacia
las mujeres durante este período de confinamiento? ¿Cómo se expresaron
estos cambios? Las medidas aplicadas durante la primera ola de COVID-19
en 2020 –Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio (ASPO)– implicaron
cambios en la dinámica social, en la movilidad de la población y en las for-
mas de cohabitación y arreglos domésticos, entre otros aspectos. La pande-
mia y los diferentes procesos con los que estuvo vinculada generaron cam-
bios tanto coyunturales como estructurales. En este contexto, la violencia
de género no estuvo exenta de verse modificada por las transformaciones
que atravesó la sociedad.
En la Argentina, durante la cuarentena por COVID-19 se reportó un
aumento del 39% en las denuncias por violencia de género (Noticias ONU
2020). Esta tendencia al alza acompaña un patrón general de lo que se ha
llamado la “pandemia en la sombra” (Wake y Kandula, 2022): un aumento
en el ejercicio de la violencia por motivos de género a raíz de las limitaciones
a la movilidad y los cambios en las prácticas y dinámicas sociales –pérdida
de accesos institucionales, trabajo remoto y pérdida de espacios laborales–
(Dlamini, 2020; Mittal y Singh, 2020). Si bien se han discutido las limitacio-
nes de comparar estadísticas de denuncias entre el período de aislamien-
to-pandemia con otros momentos (Lorente Acosta, 2020), la regularidad en
el registro de aumento de denuncias a nivel nacional e internacional puede
tomarse como indicador de un cambio en las prácticas sociales, ya sea la vio-
lencia o las denuncias en sí mismas. En el caso del Conurbano Bonaerense,
a esto se le suman otros indicadores generales que señalan un aumento en

149
Últimos y abollados

situaciones de violencia (Kessler, 2020), así como a los cambios en las estra-
tegias de sobrevivencia que despliegan mujeres durante las APSO.1
La violencia de género es un tema central en el panorama contempo-
ráneo de las ciencias sociales y humanas (Dobash y Dobash, 2017). Estas
investigaciones se han focalizado en torno a los patrones y factores de riesgo
(Stöckl et al., 2013), femicidio/feminicidio (Dobash y Dobash, 2017) y, en
menor medida, estrategias de intervención y abordaje de los varones (Flood,
2019; Jewkes, Flood, y Lang, 2015). Sin embargo, las perspectivas de los va-
rones que ejercieron alguna forma de violencia basada en el género han sido
poco exploradas, como plantea Segato (2003). Esto se debe tanto a las difi-
cultades de acceso institucional con la población (Hearn, 1998), la negación
a ser entrevistados (Copes, Hochstetler, y Brown, 2012), así como la propia
reticencia de los/las investigadores/as a entrevistarlos (Brookman, 2015).
A su vez, esto se conjuga con el hecho de que la investigación sobre
violencia de género se ha desarrollado tradicionalmente desde un enfoque
cuantitativo y con una tendencia a utilizar categorías etic (Di Marco y Evans,
2020; UNODC, 2018). Como consecuencia, las perspectivas, narrativas y
sentidos puestos en juego por quienes ejercen violencia han sido ejes de
indagación comparativamente menos explorados. Esto ha propiciado que la
racionalidad de los varones que ejercen violencia de género sea un tema po-
co explorado desde las ciencias sociales, a pesar de ser un asunto interpelado
por diferentes discursos, mitos y saberes (Binik, 2020).
La criminología narrativa se ha enfocado en comprender la influencia de
las historias en las acciones de los actores sociales (Presser y Sandberg, 2015).
Esta perspectiva analítica parte de la premisa de que los relatos que los actores
conocen y elaboran condicionan su acción; es decir, el relato crea la violencia
(Maruna y Copes, 2012). De este modo, el análisis de las narrativas de quienes
han ejercido daño es una puerta de entrada para comprender las condiciones
que posibilitan esta acción (Presser, 2008). ¿Qué historias son utilizadas para
dar sentido a una acción? ¿Con qué tipo de relatos nos presentamos como ac-
tores y justificamos nuestras acciones pasadas e intenciones futuras? ¿Cómo
cambian los relatos y las prácticas discursivas e identitarias a través del tiempo?
Este capítulo se centra en los modos de hablar de la violencia. Para ello,
se abreva de los estudios sociales focalizados en la comprensión del cambio
en las estrategias para dar sentido y describir la acción social. Focalizarse en

1. Este tema es tratado por Romina Rajoy en este mismo volumen.

150
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

este aspecto permite conocer los modos cambiantes con los que se legitima
una acción y los recursos con los que cuentan los actores, en diferentes mo-
mentos, en llevar a cabo esta acción (Tomsen y Gadd, 2019).
En este contexto, aquí se parte de la pregunta por los cambios en el
discurso de varones que agredieron físicamente a sus parejas mujeres en
el marco de dispositivos de abordaje de violencia de género en San Martín.
¿Existieron cambios en los modos de narrar la violencia durante el ASPO?
¿Sobre qué aspectos se estructuran estos relatos? ¿Qué implican las transfor-
maciones en estos modos de narrar la violencia? Así, el objetivo de este capí-
tulo es analizar el cambio en el discurso de varones con conductas violentas
durante y después de la pandemia de COVID y las ASPO.2
En la siguiente sección se realiza una descripción de la estrategia meto-
dológica, enfatizando las particularidades empíricas de contar con datos
obtenidos durante y posteriormente al ASPO. En la tercera sección se ana-
lizan tres dimensiones emergentes de los relatos: la crudeza de los relatos,
los elementos justificatorios del daño y las estrategias de neutralización de
la violencia. Se comparan estos aspectos en el momento del aislamiento
y, luego, con la hipótesis de que los cambios contextuales impuestos por
la pandemia, el ASPO y las transformaciones en las dinámicas sociales
imprimieron condiciones diferentes para dotar de sentido a la violencia.
Por último, en la conclusión del capítulo se abordan las implicancias
empíricas y teóricas de las reconfiguraciones narrativas: se discute cómo
las narrativas sirven de indicadores de los procesos sociales y cómo, en
consecuencia, el ejercicio de la violencia es empleado como catalizador de
las experiencias masculinas.

Metodología
El presente trabajo parte de un diseño narrativo, basado en los relatos de varones
que ejercieron violencia física no-letal sus parejas mujeres y que se encontraban
en dispositivos de abordaje de conductas violentas en el partido de San Martín.3
La estrategia metodológica se enmarca en el amplio paraguas del enfoque

2. Una versión preliminar de este capítulo se presentó en la conferencia anual de Latin American Studies:
In time of political mistrust and global pandemic en marzo de 2022. Agradezco la atenta lectura de Liliana
Carrasco y sus comentarios.
3. Este artículo se enmarca en el proyecto “Narrativas biográficas de varones que ejercieron violencia
física hacia mujeres en el Área Metropolitana de Buenos Aires” (CyTMA 2021; UNLaM), dirigido por el
autor de este capítulo.

151
Últimos y abollados

biográfico, en la intersección entre los estudios que reconstruyen culturas gru-


pales y los que relevan marcas narrativas de los sujetos (Meccia, 2019).
Se realizaron entrevistas narrativas (Rosenthal, 2018) a varones cisgéne-
ro mayores de edad en dispositivos de abordaje de conductas violentas hacia
parejas o exparejas. El enfoque inductivo de esta técnica está marcado por la
posibilidad de seguir el discurso de los entrevistados sin utilizar un instru-
mento con ejes prefijados. Estas entrevistas se asientan sobre dos premisas
(Alonso, 1995): primero, el yo relatado no es un yo racionalizado sobre la
historia fáctica de vida, sino un yo narrativo; y, segundo, el relato construido
accede a los discursos arquetípicos de los individuos.
El trabajo de campo se realizó en dos dispositivos para el abordaje de las
conductas violentas en el partido de San Martín. Uno de estos espacios per-
tenecía exclusivamente a la administración pública y funcionaba, al mismo
tiempo, como espacio para otros organismos municipales. El ingreso a estos
espacios fue previamente acordado por sus directivos.
Aquí se analiza una muestra de 20 entrevistas narrativas que fueron rea-
lizadas a 16 varones cisgénero de entre 25 y 47 años. La edad media fue de
35 años. Del total de los entrevistados, tres tenían primario completo, once
tenían secundario completo y dos tenían títulos universitarios.
Las entrevistas fueron grabadas digitalmente, y luego transcritas a su
forma textual. Se realizó una codificación abierta temática (Braun y Clarke,
2006) en Atlas 7.5. Se utilizaron códigos descriptivos, por sobre analíticos,
en la codificación del corpus. Para este capítulo, el análisis se focaliza en las
descripciones de las situaciones de violencia. A su vez, se comparan las des-
cripciones obtenidas durante y tras el ASPO.
El proyecto fue evaluado y aprobado por el Comité de Ética de la
Universidad Nacional de La Matanza. Se utilizó un consentimiento informa-
do en forma oral previo a la realización de entrevistas. Los/as directivos/as
de los dispositivos no tuvieron acceso a los datos de este proyecto. A su vez,
los casos fueron anonimizados y se utilizan los pseudónimos.

Resultados

Tres dimensiones emergieron al comparar los relatos de los entrevistados: a.


la crudeza en la descripción de la violencia, b. los elementos justificatorios
utilizados, y c. el tipo de neutralizaciones utilizadas.

152
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

La crudeza del relato: ¿recrudecimiento del daño?


¿Son iguales los modos en lo que se narra la violencia a lo largo del tiempo?
¿A partir de qué descripciones y detalles se da cuenta de la agresión? La vive-
za con la que los varones relataron la violencia y el daño son un primer eje de
indagación que varía según el contexto. Siguiendo a Labov (1982), el detalle
con el que se da cuenta de ciertas experiencias se relaciona con las estrate-
gias de presentación de un evento: en los relatos no solo se hace alusión a
una situación vivida, sino que se lo estiliza, moldea y resalta desde el aquí y
el ahora (Mead, 1959). En este sentido, describir una experiencia pasada está
moldeado con los discursos habilitados desde el presente.
Los relatos de violencia ocurrida durante el aislamiento tienen una ca-
racterística saliente: crudeza en el lenguaje y, en particular, en la adjetivación
de la agresión. Durante el ASPO, la violencia fue descrita en forma ostensible
y directa; las referencias a los momentos concretos de daño y confrontación
física fueron más recurrentes y se utilizaron menos elipsis para referirse a
estos eventos.
Por ejemplo, Marcos fue detenido por lesiones graves a su exesposa. En
su relato, los conflictos y confrontaciones comenzaron antes de la pandemia,
a raíz de disputas familiares. La situación puntual de violencia física fue,
en sus palabras, concentrada en un solo día. Su relato está marcado por la
descripción de una experiencia de irascibilidad y estallido: la violencia fue
extraordinaria (Di Marco y Evans, 2020).

M: Me saqué, ese día me saqué. Es que no daba más. Eran días y días y días
de estar caliente, con la vena acá. Y paf. Estallé. Y le metí una trompada.
E: Le metiste una trompada.
M: Si, acá [señala mejilla con el dedo]. Es como que en el momento no po-
día hacer más que pensar en sacármelo de encima. En realidad, pensaba:
¿por qué me hace esto? ¿Por qué me complica tanto la vida? Qué ganas
de joder. Y no entra en razón. Y sentía que la fuerza, esa descarga, era
la única forma. Eso pensaba en ese momento. Y le emboqué una. Suena
una locura, pero sentía unas ganas terribles en los puños de reventar
una puerta, de sacarme la energía de adentro… Perdón, estoy sin filtro
(Marcos, 37 años).

Marcos plantea que estaba “sin filtro”. El hecho de que un entrevistado desta-
que un elemento disruptivo en una interacción es destacable: a pesar de ello, en

153
Últimos y abollados

el contexto de la entrevista se ameritaba o estaba habilitado relatar la situación


de este modo. La referencia a la falta de mediación y autocensura del lenguaje
da cuenta de cómo tematiza el modo de narrar la violencia como inapropiado
o, al menos, fuera de lo esperable. Como plantea Segato (2003), pedirle a una
persona que cometió un delito violento que narre el crimen implica una ruptura
simbólica a un límite subjetivo central. En este sentido, el lenguaje utilizado en
las entrevistas contiene pistas de los modos cambiantes de significar la violencia
(Hearn, 1998), que se ponen en juego en diferentes contextos.
Javier describió dos situaciones consecutivas: una pelea con un colega de
trabajo y, posteriormente, una agresión a su novia.

Como me tenía harto, nos agarramos. Era la única forma de solucionar


el tema y yo estaba ya hinchado las pelotas y lo resolvimos de esa forma.
Porque lo resolvimos, pero así. [...]. Y cuando llegué no tenía ganas de
que me jodan. Entonces ella me vio con la remera rota, con un moretón
y me empezó a joder, a preguntar. Y ahí es cuando me hinché los huevos,
la agarré del cuello contra la pared [...]. Pero fue solo agarrarla del cuello,
¿me entendés? No es que le pegué o no sé, algo grave. Fue solo sujetarla y
contra la pared. Ella reaccionó así (Javier, 25 años).

La descripción de Javier tiene tres elementos salientes. Primero, ilustra


cómo en algunos casos la violencia de género se ata, en la lógica de los per-
petradores, con conflictos de otras esferas vitales (laboral, político, familiar).
Así, la “descarga emocional” aparece como una acción lógica y explicativa.
Segundo, el fragmento muestra la tendencia a la descripción explícita del
daño (“nos agarramos”, “agarré del cuello”, “sujetarla”): el daño es mencio-
nado explícitamente, evitando utilizar dribles (Segato, 2003) o metonimias
narrativas (Di Marco, 2022). Tercero, el daño es desjerarquizado. Presentar
una acción como irrelevante, diferenciar la intención de la consecuencia
“imprevista”, y localizar el problema en quien denuncia la agresión es una
estrategia usual de gestión del estigma: el problema es el otro.
En el período posterior al ASPO, los relatos adquieren otra topografía. En
contraste con descripciones vívidas y "sin filtro" aquí las descripciones son
evasivas. Las referencias indirectas y los tropos para referirse a la violencia
son más comunes. Esto concuerda con una tendencia identificada en otros
contextos a evitar el lenguaje directo del daño (Di Marco, 2022; Presser,
2003; Hearn, 1998): la violencia es rara vez descripta en forma explícita

154
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

cuando existen etiquetas estigmatizantes sobre quienes la ejercen. “Lo que


ocurrió”, “ese día” y “la violencia” son algunos modos con los que se descri-
bió la agresión física en el contexto de las entrevistas. David, por ejemplo,
organiza su explicación en torno a su carácter temperamental.

Yo soy un tipo muy temperamental y siempre lo fui. Acá recién empecé


a venir y todavía no me entienden mucho. Es mi forma de ser [...]. Y ese
día me fui de boca y de mambo. Pero no es que soy un tipo violento. [...].
Los conflictos que tuvimos estuvieron, estuvieron mal. Tendríamos que
haber encontrado otra vuelta (David, 27 años).

Las elipsis (“irme de boca y de mambo”, “el conflicto”) evitan la mención


directa de la acción y, asimismo, suavizan las descripciones. En contraste
con Marcos, que provee una descripción gráfica, manifiesto y expresivo de la
interacción, aquí se desdibuja lo concreto y beligerante del acto.
A su vez, David presenta un relato estable (Presser, 2008): la violencia es
descrita como un evento extraordinario y desvinculado de la “naturaleza”
del protagonista. Como ha señalado repetidamente la literatura sobre vio-
lencia de género (Di Marco, Fernández, y Talarico, 2022; Dobash y Dobash,
2015), presentarse como víctima de un episodio fuera de lo ordinario es una
estrategia usual para desligarse de la responsabilidad de la agresión.
Jorge asistía hacía un año a un dispositivo cuando fue entrevistado. A
diferencia del relato de David, su explicación se focalizó en su crianza y el
vínculo con su padre.

La cagué. La cagué, no te voy a mentir. Y ahora estoy viendo como ende-


rezarse un poco [...]. Durante esos meses, yo estuve muy consumido con
otros asuntos y me dejaba llevar por otros problemas familiares que no,
no son excusa. Pero por eso te digo que todo lleva a cuando era pibe, por-
que mi viejo era igual y yo no salí muy diferente. Se ve que hay algo ahí de
cómo me crie que me marcó (David, 39 años).

David no aportó descripciones específicas de las situaciones de violencia


física. Sus relatos se focalizaron en los momentos previos al conflicto y, prin-
cipalmente, en su infancia. La crianza, el vínculo con su padre, la violencia
percibida de niño y las prácticas performática de masculinidad fueron los
principales ejes a los que volvía reiteradamente en sus relatos. Desde una

155
Últimos y abollados

lectura narrativa, este foco en su crianza puede interpretarse no tanto desde


una lógica de socialización (i.e., cómo el tipo de crianza que tuvo generó las
condiciones para que él ejerza violencia), sino como una explicación tipifica-
da de la violencia. En este sentido, David aporta este relato para racionalizar
la violencia ejercida.
En formas similares, Pedro, Damián y Hugo hablaron de “el momento”,
“las peleas”, “los problemas en la pareja” y “lo que me trajo acá” sin hacer
referencia explícita. El momento del daño y la agresión no son retratados en
sus descripciones.
Durante el contexto del ASPO, la descripción y explicitación del daño
fue mayor, más gráfico y directo. Esto no solo muestra una divergencia con
tendencias predominantes indicadas en la literatura de violencia de género
–quienes ejercen daño omiten la referencia explícita a su acción–, sino que
marca una diferencia con el período posterior al aislamiento. Utilizar elipsis,
referencias indirectas o, en la mayoría de los casos, omitir las experiencias
de agresión fueron más corrientes aquí.
La diferencia en el modo de narrar puede interpretarse en una clave dual.
Por un lado, contar historias y describir anécdotas implica parcialmente una
gratificación narrativa (Jackson-Jacobs 2004): una forma de posicionarse
en el marco de una conversación. Aunque los entrevistados no se hayan
visto forzados a contar estos aspectos y no sean orientados a relatar estos
aspectos de sus relaciones en los mismos dispositivos, la vividez de la des-
cripción estuvo presente. Por otro lado, esta diferencia se puede pensar a
partir de los discursos que están habilitados para narrar el daño y el sufrir.
¿Qué discursos son hegemónicos para contar estas historias? ¿Qué modos de
relatar imperan en diferentes coyunturas sociales? El hecho de que durante
el ASPO se encontrara un lenguaje diferente para tematizar y dar sentido a la
agresión permite hipotetizar que los actores fueron interpelados por nuevos
discursos sobre la violencia.
Esta primera dimensión de análisis da cuenta de un cambio narrativo
en la descripción de un evento. Varió cómo hablar del daño. Esto lleva a
plantear un interrogante basal en torno a la violencia de género: ¿cambió
el ejercicio de la violencia, la forma de experimentarla y reconstruirla, o la
forma de narrarla?

Elementos justificatorios: ¿hacia una contextualización excusatoria?


¿A partir de qué elementos se justifican las agresiones? ¿Existen cambios en

156
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

los aspectos que son enfatizados por los varones? La dimensión justificato-
ria de los relatos –es decir en donde se acepta llevar a cabo la acción, pero
se la presenta como moralmente apropiada (Rodríguez, 2020)– muestra el
conjunto de elementos simbólicos que, en la presentación del yo, son pre-
sentados cómo válidos. Es decir, qué situaciones y acciones son esgrimidas
como legítimas para dar sentido a la agresión. En otras palabras, ¿cómo se
vuelve comunicativo el daño?
Al analizar las entrevistas en forma global, seis temas fueron mencio-
nados para justificar o dar sentido a la agresión: 1. la relación de pareja, 2.
alguna característica o acción de la mujer, 3. el propio yo (“temperamento”,
“personalidad”, etc.), 4. situaciones laborales, 5. consumo problemático de
sustancias, y 6. eventos contextuales disruptivos (crisis económica, ines-
tabilidad política, etc.). Estos temas no son mutuamente excluyentes en las
narrativas, sino que son grandes ejes rectores con los que se organizan las
explicaciones. En el sentido interaccionista, estos temas son motivos “por-
que” tipificados (Schutz, 2008) y utilizados para racionalizar sus acciones.
Si bien estos temas organizaron los relatos, durante los períodos com-
parados el peso atribuido a cada uno de ellos varió. Mientras que durante
el período posterior al aislamiento los varones enfatizaron elementos indi-
viduales y relacionales (la pareja, la víctima/sobreviviente, el consumo de
sustancias), durante el ASPO resaltaron elementos contextuales (situaciones
laborales, eventos disruptivos).
Las entrevistas realizadas durante el ASPO estuvieron marcadas por dos
aspectos: primero, una recurrente referencia al entorno y, segundo, un ma-
yor peso puesto a elementos que se desprendían de procesos económicos-la-
borales. Así, las condiciones habitacionales, las dificultades para poder des-
empeñar tareas laborales, y la coyuntura económica atravesada por el país
estuvieron presentes en las entrevistas. Marcos ilustra el peso discursivo de
lo contextual al referirse a la “jaula”.

La verdad que fue un tiempo muy complicado para mí. Estaba muy enoja-
do, muy encerrado. Y creo que me pasó lo que les pasó a muchas personas,
que estallaban en diferentes formas. [...]. Estar encerrado en una jaula, 24
horas, durante varios meses fue una odisea. [...]. Además, ella no ayuda-
ba. Suena mal, pero es la verdad. Ella tiene sus cosas. [...]. Fue un combo
explosivo, lo que estaba pasando en el mundo, el encierro total, más las
cosas típicas de una pareja (Marcos, 37 años).

157
Últimos y abollados

La explicación de Marcos versa en torno a dos ejes: el “encierro” y la rela-


ción de pareja. El vínculo con su pareja es una parte central de la justificación,
en la medida en que es parte de su racionalización y culpabilización de la
víctima: “ella no ayudaba”. A su vez, el contexto tiene un rol protagónico
para comprender la intersección entre esta neutralización –“ella tiene sus
cosas”– y la contextualización del evento –“estar encerrado en una jaula”.
La explicación que da sobre la situación de la violencia se construye entre
ambos ejes, uno individualizador y culpabilizador de la acción, y otro con-
textualizador de la situación. A su vez, el hecho de que presente su situación
en un contexto más general (haciendo referencias a un “otros” colectivo que
atraviesa lo mismo) vuelve a enfatizar que las medidas de aislamiento son
percibidas como un tema legítimo para explicar su malestar.
Javier se focalizó en la pérdida de trabajo, en el contexto de la pandemia,
para explicar su experiencia.

Estar sin laburo es terrible. A mí me cortó las piernas estar sin laburar en
un momento en el que todo se estaba yendo a la mierda. No sabía bien
qué hacer y no se podía hacer mucho. Creo que, para muchos, era enten-
dible los nervios que teníamos (Javier, 25 años).

Tanto Javier como Marcos utilizan elementos de la relación y del contex-


to para racionalizar la violencia. En otras entrevistas, el “clima social” y los
“movimientos feministas”, por ejemplo, fueron elementos discursivos que se
usaron para explicar la agresión. En este sentido, el marco sociopolítico en el
que se desarrolló la violencia puede ser comprendido como condicionante
de la acción o, paralelamente, como un repertorio de situaciones útiles para
justificar la violencia.
Como se ha advertido previamente (Di Marco y Evans, 2020), quienes
ejercen violencia de género suelen acudir a elementos contextuales para
excusarse de la violencia. Ser víctima del sistema, del mercado laboral, de la
posición social, entre otros elementos, pueden emplearse como explicacio-
nes tipificadas. Éstas son fórmulas aceptadas y legítimas para comunicar la
agresión (Tilly, 2006).
Por el contrario, en el período posterior al ASPO los temas recurrentes
en las entrevistas fueron individualizantes. Para Hugo, quien agredió física-
mente a su novia, la sensación de falta de control sobre las decisiones de su
pareja fue el estresor central que desencadenó la acción hostil.

158
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

Nosotros habíamos hablado de tener hijos. Y ella me decía que no estaba


segura, pero es lo que suele pasar que, uno no está seguro, pero cuando
llega, llega. Y nada, llegó. Quedó embarazada, y cuando me lo dijo yo re
feliz. Pero ella seguía con dudas [...]. Llegó a la tardecita y me dijo que
se había hecho un aborto. Imagínate. [...]. Porque ahora todos están con
que el aborto el legal, pero nadie piensa en los varones, en nuestra deci-
sión. Yo quería tener un hijo, sigo queriendo. Pero como es el cuerpo de
ellas [gesticula comillas invertidas], nadie puede opinar. [...]. Ella decidió
egoístamente abortar, y no era una decisión solo de ella, ¿me entendés?
Eso no justifica lo que hice, pero fue lo que me pasó en ese momento
(Hugo, 27 años).

El relato de Hugo pone en primera plana la relevancia del control de las


mujeres, su cuerpo y la disputa por la autonomía (Segato, 2016). Además, la
explicación presentada –incluso tras un año en un dispositivo de atención
para varones– gira en torno al “derecho agraviado” en tanto varón (Kimmel,
2019) y la proclama de control sobre el cuerpo femenino. Tercero, las refe-
rencias a un otro generalizado y procesos macrosociales (“todos están con
que el aborto el legal, pero nadie piensa en los varones”) dan cuenta de cómo
la violencia se vincula con cambios societales (legalización del aborto, movi-
mientos feministas) y no solo con la díada de las parejas.
En esta sección se exploraron los elementos que utilizan los varones para
explicar la violencia. El repertorio que cuentan los actores para dar sentido
a una acción está delimitado por la posición social que ocupan, así como la
oferta discursiva. La comparación de relatos durante y tras el ASPO muestra
un cambio en estos recursos: durante las medidas de aislamiento, el contex-
to y el espacio se volvieron referencias usuales para explicar su acción. En las
entrevistas, acción y contexto se tornan inseparables.
A su vez, la contextualización del daño es presentado como estrategia de
neutralización: las penurias del aislamiento justifican la acción. Presentar
la acción como “justa” (righteous) (Katz, 1988) ha sido un tema central en
investigaciones sociológicas sobre daño y violencia: la experiencia mo-
mentánea de que un curso de acción está fundamentado en una base moral
adecuada es central y estructurante. En estas entrevistas, la violencia no fue
descrita necesariamente como justa, pero si como lógica, comprensible y,
para algunos, justificable. Los entrevistados dan por sentado la obviedad del
argumento: el contexto explica la acción.

159
Últimos y abollados

Neutralizaciones: de víctimas a condenados


Una tercera y última dimensión se vincula con las técnicas de neutraliza-
ción utilizadas por los varones. Las estrategias utilizadas para racionalizar o
justificar un acto criminal han sido un eje privilegiado para comprender los
discursos que legitiman una acción violenta (Maruna y Copes, 2012). Dentro
de las cinco técnicas identificadas originalmente (negación de la responsa-
bilidad; negación del daño; negación de la víctima; condenación de los con-
denadores; apelación a lealtades mayores) (Sykes y Matza, 1957), poco se ha
explorado su uso en varones que ejercieron violencia de género.
¿Ha variado el uso de las diferentes técnicas a lo largo del período 2020-
2022 en Argentina? ¿Qué implicaría esta variación? El patrón general de
uso de técnicas de neutralización se mantuvo estable en ambos períodos: la
negación de la responsabilidad, del daño y la víctima fueron las principales
formas de desligarse de la responsabilidad. Este patrón no está fundado
exclusivamente en las biografías de los varones entrevistados, sino en la
hegemonía de ciertos discursos machistas que orientan las miradas sobre las
mujeres y la violencia (Hawley, 2020; Mathews, Jewkes, y Abrahams, 2015).
A pesar de esta regularidad, durante el ASPO también se encontraron
dos estrategias de neutralización poco frecuentes en otros momentos y
contextos (Di Marco, Jiménez Ribera, y Rodríguez, 2022): la condena de los
condenadores y la apelación a lealtades mayores. Javier ilustra el uso de la
condena a los condenadores al emplear esta estrategia en relación con el
“avance del feminismo”.

Yo no sé qué pensás vos, pero el feminismo está haciendo destrozos. Es


avance militar, es avance ridículo, de cosas que no tienen sentido. Y es
una maniobra política [...]. Esto va de la mano de buscar chivos expiato-
rios, buscar palabras complicadas para cosas que no tienen nada que ver.
[...]. Una cosa es que a uno se le haya pasado la mano, porque yo tengo
más fuerza que una mina y ahí hay malentendidos, y otra cosa es que yo
sea un machista patriarcal… (Javier, 25 años).

En el fragmento de entrevista se destacan tres aspectos. Primero, Javier


contextualiza su derivación a un dispositivo de abordaje a partir de una refe-
rencia al contexto “feminista”. Así, el foco recae en la coyuntura institucional
y no en la acción llevada a cabo. Segundo, en la misma maniobra con la que
desjerarquiza la acción (“pasado la mano”), desdibuja su responsabilidad en

160
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

un proceso político estructural. Tercero, el verbatim ilustra cómo –principal-


mente durante las etapas iniciales en los dispositivos– se disputan ciertos
términos. “Feminismo”, “patriarcado”, “machismo” y, principalmente, “vio-
lencia” son categorías en disputa que se intentan negociar en las entrevis-
tas. Se vuelven términos en conflicto, con los que se pretende gestionar el
estigma y la presentación del yo (Presser, 2005). En este sentido, la violencia
es una etiqueta que está necesariamente negociada entre quien la ejerce, la
víctima y el observador (Riches 1986). En la entrevista con Javier, este senti-
do se puso en debate.
A su vez, se destacan dos sutilezas del lenguaje en la cita de la entrevista.
Por un lado, Javier plantea que “a uno se le vaya la mano”. Al plantear la ac-
ción en términos impersonales, se corre del centro del relato y lleva el foco
de la conversación a un plano de neutralidad. Esto fue una estrategia común
en entrevistados con un mayor recorrido institucional y, principalmente,
con mayores credenciales educativas. Por otro lado, y en forma vinculada
con los puntos anteriores, Javier “trae” al entrevistador al relato al preguntar
directamente qué cree en torno al tema discutido. Así, explicita que el punto
en cuestión es un tema en debate.
Dario, por el contrario, vira entre responsabilizar a su pareja, apelar a
lealtades mayores y condenar a los condenadores. Su argumento se centra
en los derechos de los no nacidos.

No tenía ningún derecho a hacer lo que hizo (abortar). Hay algo que es
más importante que ella, que yo, que la relación, y es una vida humana.
Entonces, hay algo de la justicia que no funciona, porque la más perjudi-
cada no fue ella al final (Hugo, 27 años).

El relato da cuenta de cómo se entrecruzan las diferentes técnicas de


neutralización para construir explicaciones sobre la violencia en el contexto
de las entrevistas (Presser, 2003). Además, en contraste con otras explica-
ciones –en las cuales la mujer agredida se torna el único foco explicativo del
relato–, en este caso la víctima pierde centralidad narrativa. La justicia, el
aborto y la moralidad son los elementos que Hugo utiliza para enmarcar su
presentación del yo.
En contraste, en el período posterior al ASPO, las neutralizaciones se
focalizaron de forma más recurrente en las mujeres. Oscar, por ejemplo,
racionaliza la violencia negando su responsabilidad a partir de un relato de

161
Últimos y abollados

estabilidad (Presser, 2008).

La pasé muy mal. Y los chicos también. Por eso tanto enojo con ella. Las
veces que tuve problemas, fueron estallidos de odio, de sacado. Ni me re-
conocía. No era yo, era un tipo absorbido por la bronca de que lo ignoren
y no… le sean frontal [...]. Si ella me hubiese encarado y me decía: che, no
quiero más esto. Che, no quiero ser más tu mujer o una mujer en general.
Eso cambiaba todo. Pero ella eligió ese camino, cerrarse, no ser honesta.
Y eso perjudicó mucho la relación. Mis amigos le decían la tóxica, y bue-
no, era por algo. Muy tóxico terminó todo (Oscar, 32 años).

El verbatim de la entrevista da cuenta de algunos elementos comunes


en las explicaciones. Primero, la forma de racionalizar la relación se centra
en las acciones y omisiones de su pareja. Siguiendo la tendencia marcada en
gran parte de la literatura sobre violencia hacia las mujeres (Hearn, 1998),
la culpabilización de la víctima es la principal estrategia de neutralización
con la que se lleva a cabo la agresión y, a la vez, es la forma de dotar de sen-
tido posteriormente el evento. Segundo, el uso del propio estado emocional
–“tanto enojo con ella”, “problemas”, “estallidos de odio”– como referencia
excusatoria fue un modo común de explicar el daño. En la lógica de pre-
sentación de los entrevistados, la experiencia de descontrol es nodal para
gestionar el estigma de ejercer violencia.
La dimensión analizada en este apartado lleva a plantear algunas hipóte-
sis emergentes. Primero, el cambio en el perfil de neutralizaciones durante
el ASPO contrasta con una tendencia a que la condenación de los conde-
nadores y la apelación a lealtades mayores sean técnicas de neutralización
poco usadas en esta clase de relatos (Hawley, 2020; Malone y Smith, 2021).
El hecho de que cobren relevancia en un período en el que los varones utili-
zaron narrativamente más al contexto permite plantear un recrudecimiento
frente a cambios sociales. En parte, y de acuerdo con el contenido de los
relatos, esto se relaciona con los procesos vinculados con las medidas para
enfrentar el COVID, pero también con los cambios políticos estructurales en
materia de género.
Segundo, una lectura contextualizada y narrativa de las técnicas de neu-
tralización llevaría a comprender el peso simbólico que implica utilizarlas
diferencialmente. Como plantean Maruna y Copes (2004), se las puede
interpretar no en un sentido de etiología individual (como fundamento de

162
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

una violencia o un delito), sino como el sustrato un proceso de desistencia


o resistencia (como sentido legitimado para llevar a cabo una acción). Las
neutralizaciones son formas de racionalizar una acción pasada y, a su vez, de
legitimarla o dotarla de sentido. Los diferentes relatos muestran, en algunos
casos, una defensa de la acción y, en otros, un intento de excusarlas a partir
de libretos “lógicos”.

Discusión y conclusiones: sobre llovido, mojado

¿Qué indican los cambios en los modos de narrar la violencia? ¿Cómo puede
interpretarse el lenguaje con el que se racionaliza y comunica el daño y la
agresión? Lejos de procurar abonar a una pornografía de la violencia, este
capítulo propone analizar las palabras de los varones agresores como indi-
cadores de cambios sociales y, de este modo, identificar las condiciones de
posibilidad de la violencia de género y de sus transformaciones.
Este capítulo se focalizó en tres dimensiones: la descripción de la agre-
sión, los temas para racionalizarla y las técnicas de neutralización utiliza-
das. Estos tres ejes dan cuenta de que a lo largo del período 2020-2022 los
sentidos y, en menor medida, las historias puestas en juego cambiaron. Si se
toma en cuenta que las denuncias por violencia de género aumentaron tanto
a nivel nacional (Noticias ONU, 2020) como en otros contextos geográficos
(Wake y Kandula, 2022; Mittal y Singh, 2020), los datos explorados aquí
permiten postular la hipótesis de que este aumento en el registro estadís-
tico está sustentando –al menos parcialmente– en los sentidos atribuidos
y las emociones experimentadas por los varones. A pesar de que los datos
se refieren a una muestra cualitativa en San Martín, esta hipótesis podría
tener un alcance mayor. Como han planteado Presser y Sandberg (2015), el
vínculo entre experiencia, intención, narrativa y contexto es problemático:
el relato varía según la circunstancia de la enunciación. Aquí no se espera
despejar la relación entre estos términos, sino destacar las transformaciones
que se encontraron en la enunciación. La pandemia vino de la mano con un
incremento de la violencia y un recrudecimiento de sus relatos.
Los ejes comparados contienen tres elementos en común. Por un lado, el
control sobre las mujeres fue un tema transversal. Esto es un tópico ya am-
pliamente reportado por la literatura (Segato, 2016; Dobash y Dobash, 2015).
El control sobre el cuerpo, la posición social y los vínculos que tienen, entre

163
Últimos y abollados

otros aspectos, fueron patrones omnipresentes en las entrevistas. Por otro


lado, la tensión entre el contexto y las relaciones personales/íntimas fue un
aspecto saliente. La comparación entre los datos durante el ASPO y poste-
riores al aislamiento dan cuenta de cómo las tensiones, malestares y enojos
frente a situaciones contextuales fueron trasladadas a los vínculos sexoa-
fectivos. Lo laboral, económico y residencial, por ejemplo, son malestares
vinculados simbólicamente con la pareja. Por último, en forma vinculada
con lo anterior, la legitimidad de la acción fue un elemento subrayado en las
entrevistas. Justificar y excusar un daño fue común durante el ASPO, en los
cuales el repertorio de situaciones coyunturales fue “traído” a la escena de la
entrevista. La habilitación para racionalizar (y hasta defender) la agresión a
partir de estos elementos es un aspecto destacable. A su vez, esto se vinculó
con un hallazgo atípico: los varones hablaron explícitamente, sus descrip-
ciones fueron gráficas, evitaron las elipsis que, en otros contextos (Segato,
2003), son la hegemonía.
¿Cómo se pueden interpretar los cambios en los modos de narrar? ¿Qué
tipo de indicador es el cambio en el discursivo? Como se han planteado
desde los estudios narrativos (Labov, 1982; Rosenthal, 2018), los modos
de relatar experiencias pasadas, de organizar y estilizar los eventos, son
modos tipificados y socialmente disponibles de dotar de sentido la acción.
Esto responde a los discursos prevalentes en cada coyuntura histórica. A su
vez, siguiendo a Arendt (1970), la violencia puede ser interpretada como
una reacción cuando el poder es amenazado. Esta ha sido una forma de
conceptualizar la violencia de género (Presser, 2013). Desde esta perspec-
tiva, se puede pensar la violencia (en tanto acción colectiva que marca un
patrón sistemático) como un indicador social del intento por mantener un
determinado entramado de relaciones sociales. Kimmel (2019), por ejem-
plo, señala que la violencia es una práctica restaurativa ante un proceso de
cambio sociopolítico en torno a las relaciones de género. El exacerbamiento
de la violencia podría ser el resultado de estos cambios –expresados en el
femicidio, el movimiento backlash, el Ni Uno Menos–.
No obstante, los relatos aquí analizados muestran, a su vez, otro patrón.
La violencia es ejercida, como recurso restaurativo de un vínculo, cuando el
contexto es visto como abrumador y lleno de malestares. La violencia de gé-
nero se reforzó como recurso de “descarga” emocional. Las presiones laborales,
económicas, familiares y habitacionales fueron elementos legítimos, desde la
perspectiva de los entrevistados, para explicar sus acciones. A su vez, algunos

164
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

entrevistados disputaron el mismo sentido de la violencia, el estrés, la auto-


nomía y la pareja en el contexto de las entrevistas, mostrando los márgenes de
agencia para disputar sentidos estigmatizados (Presser, 2005). En este sentido,
la pandemia y las políticas de aislamiento social pueden servir como escenario
para entender el vínculo entre aspectos contextuales y esta forma de violencia.
Este capítulo parte de la convicción de que comprender los relatos, las
historias y las justificaciones de quienes ejercieron alguna forma de daño
es un paso necesario para entender el fenómeno de la violencia y, asimismo,
poder prevenirla. El hecho de contar con datos primarios de varones que
agredieron es una situación poco usual y fructífera analíticamente. A su vez,
la rareza de contar con datos que permiten comparar el período de ASPO y
momentos posteriores sirve para interrogarse por como los procesos macro-
sociales moldean el ejercicio interpersonal de la violencia. A su vez, como
plantea Flood (2019), analizar el nexo entre masculinidades y contextos
orienta a identificar e intervenir los discursos hegemónicos que sirven de
fundamento a la violencia hacia las mujeres.
A continuación, se destacan algunas limitaciones que son necesa-
rias de explicitar para futuras indagaciones. Primero, en este capítulo
no se indagaron empíricamente los diferentes contextos discursivos de
los varones: entre ellos, los tipos de instituciones y, principalmente, la
trayectoria institucional dentro de los centros. No obstante, el hecho de
que estos relatos fueron producidos con varones en diferentes momen-
tos de sus procesos terapéuticos (desde etapas iniciales hasta procesos
más acabados) y en diferentes tipos de instituciones (religiosas y laicas,
públicas y privadas) permitiría hipotetizar una cierta heterogeneidad en
los relatos. Segundo, el hecho de que todos los entrevistados hayan sido
judicializados y derivados a dispositivos implica un recorte de la pobla-
ción que efectivamente ejerce violencia.
Los datos analizados en este capítulo llevan a otros interrogantes. Entre
ellos, resta indagar la distribución social de la violencia de género: ¿cómo
se diferencian los relatos en diferentes sectores sociales? ¿Son diferentes las
narrativas que se emplean y que son el fundamento de su acción? El hecho
de que la mayor parte de la literatura sobre violencia se focalice en sectores
populares implica un sesgo sistemático en la teoría que se construye en torno
a este tema. A su vez, en el contexto de la pandemia quedaron evidenciadas
las disparidades socioeconómicas de la población y los recursos diferen-
ciales para afrontarla. Así, cabe preguntarse por los diferentes recorridos

165
Últimos y abollados

institucionales de varones agresores durante este contexto. ¿Fueron diferen-


tes según sector social? ¿Cómo fueron los vínculos con los dispositivos de
abordaje?

Referencias bibliográficas

Alonso, L.E. (1995). “Sujeto y Discurso: El Lugar de La Entrevista Abierta En


Las Prácticas de La Sociología Cualitativa”, En J.M. Delgado y J. Gutiérrez
(Eds.), Métodos y técnicas cualitativas de investigación en ciencias
sociales (pp. 225-240). Madrid: Fundamentos.
Arendt, H. (1970). On Violence. Boston: Mariner Books.
Barthes, R. (1994). El susurro del llenguaje. Más allá de la palabra y de la
escritura. Buenos Aires: Paidós.
Binik, O. (2020). The fascination with violence in contemporary society.
When crime is sublime. Cham: Springer.
Braun, V. y Clarke, V. (2006). “Using thematic analysis in psychology”.
Qualitative Research in Psychology, 3(2), 77–101. DOI: https://doi.
org/10.1191/1478088706qp063oa.
Brookman, F. (2015). “Researching homicide offenders, offenses, and
detectives using qualitative methods”. En H. Copes y J. Mitchell Miller
(Eds.), The routledge handbook of qualitative criminology (pp. 236-252).
Nueva York: Routledge Handbooks.
Copes, H., Hochstetler, A. y Brown, A. (2012). “Inmates’ perceptions of the
benefits and harm of prison interviews”. Field Methods, 25(2), 182-196.
DOI: https://doi.org/10.1177/1525822X12465798.
Di Marco, M.H. (2022). Antes, durante y después de la muerte. Narrativas
biográficas del homicidio en enfrentamientos y peleas entre varones en el
AMBA (2000-2020). Buenos Aires: Teseo.
Di Marco, M.H. y Evans, D.P. (2020). “Society, her or me? An explanatory
model of intimate femicide among male perpetrators in Buenos Aires,
Argentina”. Feminist Criminology, 15(5).
Di Marco, M.H., Fernández, M. y Talarico, E. (2022). “Amenazas, control
y contextos. ¿Qué lugar ocupan las mujeres en los relatos de varones
que cometieron femicidio íntimo en Buenos Aires, Argentina?”. Revista
Colombiana de Sociología, 45(2).
Di Marco, M.H., Jiménez Ribera, A. y Rodríguez, J.A. (2022). “Excusas,

166
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

justificaciones y experiencias. Los estresores en las narrativas


de quienes ejercen violencia de género”. Revista Española de
Investigaciones Criminológicas, 20(2).
Dlamini, N.J. (2020). “Gender-based violence, twin pandemic to COVID-19”.
Critical Sociology, 47(4-5), 583-590.
Dobash, R.E. y Dobash, R. (2015). When men murder women. Oxford: Oxford
University Press.
–(2017). “When Women Are Murdered”. En The Handbook of Homicide (pp.
131-148). Chichester: Wiley Blackwell.
Flood, M. (2019). Engaging men and boys in violence prevention. Nueva York,
Palgrave Macmillan.
Hawley, A. (2020). “Prevalence of Sykes and Matza’s Techniques of
Neutralization in a Sample of Convicted Texas Intimate Partner
Violence Offenders”. San Marcos: Texas State University.
Hearn, J. (1998). The Violences of Men: How Men Talk about and How
Agencies Respond to Men’s Violence to Women. Londres: SAGE.
Jackson-Jacobs, C. (2004). “Taking a Beating: The Narrative Gratifications
of Fighting as an Underdog”. En J. Ferrell, K. Hayward, W. Morrison y M.
Presdee (Eds.), Cultural Criminology Unleashed (pp. 231-244). London:
Routledge-Cavendish.
Jewkes, R., Flood, M. y Lang, J. (2015). “From Work with Men and Boys
to Changes of Social Norms and Reduction of Inequities in Gender
Relations: A Conceptual Shift in Prevention of Violence against Women
and Girls”. Lancet, 385, 1580-1589.
Katz, J. (1988). Seductions of Crime. Moral and Sensual Attractions in Doing
Evil. Nueva York: Basic Books.
Kimmel, M. (2019). “Targeting Women”. En Angry White Men. American
Masculinity at the End of an Era (pp. 169-198). Nueva York, Bold Type Books.
Kessler, G. (Ed.). (2020). Relevamiento del impacto social de las medidas del
Aislamiento dispuestas por el PEN. Buenos Aires: Conicet. Recuperado
de https://www.conicet.gov.ar/wp-content/uploads/Informe_Final_
Covid-Cs.Sociales-1.pdf
Labov, W. (1982). “Speech Actions and Reactions in Personal Narrative”.
En D. Tannen (Ed.), Analyzing Discourse: Text and Talk (pp. 219-247).
Washington D.C., Georgetown University Press.
Lorente Acosta, M. (2020). “Gender-Based Violence during the Pandemic
and Lockdown”. Spanish Journal of Legal Medicine 46(3), 139-145.

167
Últimos y abollados

Malone, D.E. y Smith, K. (2021). “Neutralization Theory and the NFL’s


Domestic Violence Issues: A Case Study Analysis”. Sociation 20(2), 1-9.
Maruna, S., y Copes, H. (2004). “Excuses, Excuses: What Have We Learned
from Five Decades of Neutralization Research?”. The University of
Chicago, 100, s. d.
–(2012). “What Have We Learned from Five Decades of Neutralization
Research?”. Crime and Justice, 32, 221-320.
Mathews, S., Jewkes, R. y Abrahams, N. (2015). “‘So Now i’m the Man’:
Intimate Partner Femicide and Its Interconnections with Expressions of
Masculinities in South Africa”. British Journal of Criminology, 55(1), 107-124.
Mead, G.H. (1959). The Philosophy of the Present. LaSalle: Open Court.
Meccia, E. (2019). Biografías y sociedad. Métodos y perspectivas. Santa Fe:
Ediciones UNL.
Mittal, S. y Singh, T. (2020). “Gender-Based Violence During COVID-19
Pandemic: A Mini-Review”. Frontiers in Global Women’s Health
4(septiembre).
Noticias ONU (2020). “La ONU y Argentina luchan con la otra pandemia
del coronavirus, la violencia de género”. Noticias ONU, el 20 de abril,
https://news.un.org/es/story/2020/04/1473082.
Presser, L. (2003). “Remorse and Neutralization among Violent Male
Offenders”, Justice Quarterly 20(4), 801-825.
–(2005). “Negotiating Power and Narrative in Research: Implications
for Feminist Methodology”. Signs, 30(4), 2067-2090. https://doi.
org/10.1086/428424.
–(2008). Been a Heavy Life. Stories of Violent Men. Illinois: University of
Illinois Press.
–(2013). Why We Harm. New Jersey: Rutgers University Press.
Presser, L. y Sandberg, S. (2015). “Introduction. What Is the Story?”. En
Narrative Criminology: Understanding Stories of Crime (pp. 1-20).
Nueva York: NYU Press.
Riches, D. (1986). “The Phenomenon of Violence”. En Anthropology of
Violence (pp. 1-27). Oxford: Blackwell.
Rodríguez, J.A. (2020). “Conversando con homicidas. ¿Solo excusas y
justificaciones?”. En L.G. Gabaldón (Ed.), Homicidio, Riesgo, Significado
y Castigo. Caracas: UCAB.
Rosenthal, G. (2018). “Biographical Research and Case Reconstruction”. En
Interpretive Social Research. An Introduction (pp. 155-189). Göttingen:

168
CAPÍTULO 7 La perspectiva de los agresores

Universitätsverlag Göttingen.
Schutz, A. (2008). El problema de la realidad social. Escritos I. Buenos Aires:
Amorrortu.
Segato, R. (2003). Las estructuras elementales de la violencia. Ensayos sobre
género entre la antropología, el psicoanálisis y los derechos humanos.
Quilmes: Universidad Nacional de Quilmes.
–(2003). “El sistema penal como pedagogía de la irresponsabilidad
y el proyecto ‘Habla preso: el derecho humano a la palabra en la
cárcel’”. Texto leído en el encuentro Culture, Violence, Politics and
Representation in the Americas, University of Texas, Austin, 24 y 25 de
marzo, Recuperado de: http://lanic.utexas.edu/project/etext/llilas/cpa/
spring03/culturaypaz/segato.pdf [consulta: abril de 2020].
–(2016). La guerra contra las mujeres. Madrid: Traficantes de Sueños.
Stöckl, H., Devries, K, Rotstein, A., Abrahams, N., Campbell, J., Watts, C. y
Garcia Moreno, C. (2013). “The Global Prevalence of Intimate Partner
Homicide: A Systematic Review”. The Lancet, 382, 859-865.
Sykes, G.M. y Matza, D. (1957). “Techniques of Neutralization: A Theory of
Delinquency”. American Sociological Review, 22(6), 664-670.
Tilly, C. (2006). Why? What Happens When People Give Reasons... and Why.
Princeton: Princeton University Press.
Tomsen, S., y Gadd, D. (2019). “Beyond Honour and Achieved Hegemony:
Violence and the Everyday Masculinities of Young Men”. International
Journal for Crime, Justice and Social Democracy, 8(2), 17-30.
UNODC (2018). “Global Study on Homicide. Gender-Related Killing of
Women and Girls”. Documento electrónico recuperado de https://www.
unodc.org/documents/data-and-analysis/GSH2018/GSH18_Gender-
related_killing_of_women_and_girls.pdf.
Wake, A.D. y Kandula, U.R. (2022). “The Global Prevalence and Its Associated
Factors toward Domestic Violence against Women and Children during
COVID-19 Pandemic. ‘The Shadow Pandemic’: A Review of Cross-Sectional
Studies”. Women’s Health, 18(abril).

169
Cuarta parte

Medios de comunicación
CAPÍTULO 8
Noticias locales en pandemia
Brenda Focás y Lucio Rodrigues La Moglie

Introducción

En el marco del proyecto PISAC, trabajamos en un objetivo específico que se


preguntaba por el rol de los medios de comunicación en las configuraciones
de las violencias durante la pandemia. Los medios, en sus distintos formatos,
son uno de los actores relevantes en la construcción de percepciones, en
el devenir de las discusiones públicas, y en las atribuciones causales y de
responsabilidad de ciertos acontecimientos. Estos se posicionan como in-
terlocutores privilegiados en la configuración de la realidad social acercando
a sus públicos los temas sobre los cuales resulta necesario estar informado.
Además de ser potentes en el establecimiento de un orden del día sobre los
asuntos públicos, los medios de comunicación aportan una mirada particu-
lar sobre los temas que tratan.
Entre los factores explicativos, aparece el fuerte vínculo histórico de los
medios de comunicación con la policía, esto es, como proveedores de infor-
mación y fuentes de definición de modos de enunciar y clasificar las violen-
cias. En la actualidad, estos análisis se han complejizado con el rol asumido
por las nuevas tecnologías y las redes sociales en el tratamiento, difusión y
significación de estos hechos (Calzado, Lio y Gómez, 2019).
En este capítulo analizamos las representaciones de las noticias sobre
las violencias en clave local y zonal. En la primera parte, damos cuenta del
contexto pandémico y describimos el corpus de portales seleccionados y el
relevamiento realizado. Luego analizamos algunos de los casos de violencias
que cobraron visibilidad mediática en este periodo en tres dimensiones:
Las representaciones de las víctimas y los victimarios en la construcción de
estas noticias; los encuadres mediáticos sobre la violencia institucional y,

173
Últimos y abollados

finalmente, los debates que dispararon estos casos en la agenda mediática y


pública. El artículo se aborda desde la perspectiva de los estudios en comu-
nicación y también de la sociología de los problemas públicos, que entienden
que la sobrerrepresentación mediática de un tema puede hacer que el público
conozca la existencia de un problema, alentarlo a pensar en ciertos temas
y en su solución, e incluso llevar a movilizaciones ciudadanas. Es decir que
algunos casos mediáticos desencadenan procesos de conformación o de ac-
tivación de públicos con capacidades de crítica, de reivindicación, denuncia y
movilización, como sostiene Schillagi (2011). Los medios de comunicación se
erigen en la actualidad como voces legitimadas para la intervención en la dis-
cusión pública, logran la capacidad de influir en disputas sobre definiciones,
responsabilidades y soluciones en relación con temas que acaparan el interés
del público (Gusfield, 2014). Desde esa perspectiva, nos interesa analizar las
representaciones mediáticas durante este período en el partido de San Martín.

Cobertura de medios locales en pandemia

En marzo de 2020, se anunciaron una serie de medidas de escala nacio-


nal, acompañadas por regulaciones correspondientes a cada localidad, en
relación con la prevención y contención de la emergente pandemia de
COVID-19. Estas medidas sanitarias incluyeron la imposición de una cua-
rentena obligatoria, restricciones de movilidad para actividades no esen-
ciales y la prestación de asistencia para sectores vulnerados por estas ini-
ciativas. En el marco de esta investigación, se analizaron casos de violencia
institucional en la localidad de San Martín sobre la base de su presentación
por la prensa local y nacional en el período de un año comprendido desde el
inicio de las medidas sanitarias en marzo de 2020 hasta ese mismo mes en
2021. Principalmente, se trabajó con un corpus de portales de noticias pu-
blicados en las plataformas web de diversos medios. El foco principal estuvo
en el sistema de medios locales de la municipalidad de General San Martín,
que se compone de distintos medios privados y autogestivos. La denomina-
ción “local” se utiliza aquí para hablar de un tipo de prensa que surge y es
consumida, fundamentalmente, en una ciudad de provincia y su zona de
influencia. Atribuye por ello especial relevancia a asuntos sobre el territorio
y la vida cotidiana de la localidad y sus alrededores, con cuyos habitantes
establecen sólidos lazos (Sánchez, 2019).

174
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

Se sistematizaron una gran variedad de medios zonales que agrupan


distintos municipios entre los que se encuentra San Martín, incluída la
publicación zonal correspondiente del diario Clarín. Los medios locales y
zonales particulares utilizados para el relevamiento de noticias sobre vio-
lencia policial fueron Infoban, La Noticia Web, Que Pasa Web, El Zorzal, San
Martín Noticias, Zona Norte Hoy, 2Urbanos y Zona Norte Diario (tabla 1).
Tabla 1. Cuadro con lista de medios relevados, la ubicación de su sede central y el área geográfica
que cubren sus noticias

Nombre del Medio Ubicación Área de Cobertura


El partido de General San Martín y otros 9
2Urbanos General San Martín. partidos de la Provincia de Buenos Aires,
además de CABA y la provincia en general.
Clarín Zonal Suplemento regional. General San Martín y Tres de Febrero.
El Zorzal General San Martín. El partido de General San Martín.
El partido de General San Martín y otros 23
Infoban Zona Norte.
partidos de la Provincia de Buenos Aires.
El partido de General San Martín y otros
La Noticia Web General San Martín. 27 partidos de la Provincia de Buenos Aires,
además de La Plata y CABA.
El partido de General San Martín y otros
Que Pasa Web San Isidro. 14 partidos de las zonas norte y oeste de la
Provincia de Buenos Aires.
El partido de General San Martín y otros 16
San Martín Noticias General San Martín.
partidos de la Provincia de Buenos Aires.
El partido de General San Martín y otros 16
Zona Norte Diario General San Martín.
partidos de la Provincia de Buenos Aires.
El partido de General San Martín y otros 19
Zona Norte Hoy San Fernando.
partidos de la Provincia de Buenos Aires.

Fuente: Elaboración propia.

A su vez, los casos estudiados fueron observados también en la prensa


nacional, comparativamente relevando publicaciones de Infobae, La Nación,
Página 12 y otros medios nacionales que cubrieron los eventos descritos
por los portales locales y zonales. Los medios locales que seleccionamos se
caracterizan por su actividad independiente, su presencia en el espacio de
noticias online desde hace más de una década, su cobertura de noticias no
solo referentes a la localidad de San Martín sino que también a demás zonas
de provincia y ciudad de Buenos Aires y sus frecuente inserción en redes so-
ciales e interacción con vecinxs de los territorios cubiertos. Las noticias que

175
Últimos y abollados

refieren a casos de violencia dan cuenta de una preocupación que, si bien


toma carácter nacional, es enfatizada por el diario a escala local, reforzando
el contrato de lectura del medio que apunta a la cercanía con el lector medio
del diario (Sanchez, 2021).

Los casos seleccionados

El relevamiento de artículos periodísticos en la red mediática mencionada


durante el primer año de restricciones, regulaciones y medidas sanitarias
en torno a la pandemia dió cuenta de tres casos de violencia letal, un caso
de desaparición, y una serie de noticias vinculadas a desalojos, abusos y
hostigamiento asociados con las fuerzas de seguridad en la localidad de
San Martín.
Los casos de violencia letal fueron abordados por diferentes platafor-
mas de noticias en línea y recibieron una cobertura extensa, con versio-
nes diversas y hasta contradictorias de los hechos a través de los diferen-
tes voceros. Identificados a partir de sus víctimas, cronológicamente se
trata de los casos de Guillermo Lescano, Pedro Valle y José Luis González
(también identificado como José Luis Fernández por algunos medios). En
el primer caso, Guillermo Lescano, buscado por un robo a una fábrica de
hielo, habría sido asesinado por un policía fuera de servicio el día 22 de
mayo de 2020 por causas que se investigan. En segunda instancia, Pedro
Valle recibió una bala –que le causó la muerte– el 16 de junio del mismo
año, tras haber participado del robo de un vehículo a un policía retirado
y un posterior escape y tiroteo. El último de los mencionados, Jose Luis
Gonzales, recibió un disparo por parte de un agente de policía en servicio
el día 20 de marzo de 2021 en las afueras del hospital Belgrano, luego
de intentar defender a un hombre detenido por la presunta intención de
robar un vehículo.
Las representaciones dispares de los hechos se vuelven evidentes en este
último caso. Por un lado, por ejemplo, Zona Norte Hoy declara, haciendo eco
a la cobertura de Télam, que “[José Luis Gonzles] atacó con un arma blanca a
uno de los policías [...] otro efectivo que estaba en el hospital intervino para
defender a su compañero, le impartió la voz de alto al agresor y, como el
hombre no cesaba con en el ataque, efectuó dos disparos”. Aun con las heri-
das de bala, el agresor no depuso su actitud, por ello es que “el primer policía

176
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

efectuó al menos un disparo contra el atacante”. En pleno contraste, Que


Pasa Web presenta que “ [José Luis Gonzales] es un vecino, trabajador de 33
años, que salió para intermediar y fue asesinado por un agente”. La presen-
tación de lo ocurrido a través de los diversos medios presentan encuadres
diversos con distintas asignaciones de responsabilidad, grados de violencia
y caracterizaciones de los involucrados.
Otra de las noticias que se replicó en los medios locales fue el caso de la
desaparición de Hugo Esteban Peña, donde la familia de la víctima señalaba
a un agente de inteligencia de la policía como posible victimario. Acusan al
agente de haber participado del secuestro de Peña por negocios irresueltos
entre ambos, citando la pertenencia del presunto culpable a las fuerzas de
seguridad como la razón por la cual no hubo avances con la investigación.
Infoban lo plantea sintéticamente al darle la palabra a la hermana de la vícti-
ma, quien declaró: “No sé qué están investigando, más bien están tapando”.
Este caso de desaparición fue trabajado exclusivamente por medios locales,
cuya cobertura se enfocó en la movilización y colecta de firmas que deman-
dan justicia organizados por familiares y conocidos de la víctima. Este tono
enfocado en las movilizaciones se encuentra, por ejemplo, en la cobertura de
Que Pasa Web, que destaca el hecho de que “familiares y amigos del vecino
de San Martín, desaparecido desde el pasado 20 de enero, marcharon ayer
para reclamar avances en la investigación y su aparición con vida”.
Las noticias recopiladas sobre desalojos, abusos y demás casos de hos-
tigamiento policial tuvieron poca repercusión mediática (la mayoría fueron
cubiertas por un solo medio en cada caso), pero se publicaron en repetidas
instancias y estuvieron vinculadas tanto a casos específicos como a observa-
ciones más generalistas. Los suceso fueron la destrucción de infraestructura
y comida en un asentamiento en Barrio Independencia, Jose Leon Suarez, de
lo que es acusado un comisario local, intimidación y amenazas de desalojo
sin órdenes judiciales por parte de la policía en una zona conocida como “la
Montaña”, colindante el barrio 13 de Julio, la posterior quema de una una
casilla por parte de la policía en este mismo contexto y la detención violenta
de tres vendedoras ambulantes que se habían dispuesta a trabajar en la vía
pública. En esta instancia, La Noticia Web cubre los hechos en varias notas,
relatando que los policías “actuaron sin orden judicial y que amenazaron
con [...] el violento desalojo ilegal”, “prendieron fuego una de las casillas” y
que un grupo de vendedores ambulantes fueron “reprimidos brutalmente
por las fuerzas policiales”.

177
Últimos y abollados

Víctimas y victimarios

Una de las características de las noticias de violencia y de inseguridad es


la figura de la víctima como actores centrales en la construcción del relato
periodístico. Garland (2005) destaca el rol central de las víctimas en esta
configuración de la inseguridad, a diferencia de otras épocas donde consti-
tuían el resultado oculto y olvidado del delito. La centralidad adquirida por
la víctima del delito se observa especialmente en la práctica de los medios
de comunicación dentro del ascenso cultural generalizado de las víctimas
en Occidente (Best, 1999). La dimensión del drama centrada en la víctima y
su sufrimiento dota de una fuerte carga emotiva a la noticia sobre el delito,
incrementando su relevancia.
El mismo movimiento que posiciona a las víctimas en el centro de la esce-
na, promueve a la vez otra operación mediática hegemónica del género poli-
cial, que tiende a centrarse en una figura peligrosa: el joven varón y pobre, en
tanto victimario. Figura estereotipada que aparece como natural y esenciali-
zada, pero que refuerza imaginarios sociales en torno a la inseguridad. A la
vez, esta operación de inscripción de los sujetos sociales como “víctimas o
victimarios” condensa el campo semántico que los emplaza mediáticamen-
te: forman parte del campo delictual. Ello conduce a reforzar los prejuicios
sociales acerca de la peligrosidad de sujetos que han sido históricamente
vulnerabilizados, invisibilizados o desplazados al terreno de su represen-
tación policializada. Los detalles truculentos de la víctima, la precisión en
torno al espacio, y la reiteración de hechos similares, configuran fórmulas
básicas de construcción del policial.
La tensión entre la conceptualización de víctima y victimarios está par-
ticularmente presente en dos de los casos que estudiamos: el de José Luis
González y el de Pedro Valle. En ambos casos, el resultado final del hecho
fue la muerte de un civil a manos de un agente de policía. Sin embargo, las
dos presentan situaciones que los medios describen como “enfrentamien-
tos”, en los cuales hubo también oficiales que salieron heridos. La idea de
“gatillo fácil” se contrapone con la de “legítima defensa”, aludiendo en varias
noticias a la posibilidad de que la violencia fuera necesaria para proteger a
las personas presentes en la escena o a un compañero. En muchas instancias
la tensión gira en torno a una pregunta: ¿hubo “excesos” por parte de la poli-
cía? Esto se ve, por instancia, en la cobertura de Infoban, cuando escribe que
pronto se va a “determinar si [los policías] actuaron en su legítima defensa

178
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

o cometieron algún exceso”, y en la de Zona Norte Hoy, que declara que “la
principal hipótesis apunta a un caso de legítima defensa no de gatillo fácil”.
Este punto implica la idea de que la forma de actuar de las fuerzas de seguri-
dad que estaba justificada en un principio y que solamente una vez que cruza
cierto punto se vuelve extrema y la violencia “justa” se torna “excesiva”. Esta
última tendencia interpretativa tiene un peso muy particular, dado una con-
troversia entre las representación de estos casos: los artículos publicados por
la agencia nacional de noticias Télam asigna un grado de violencia mayor a la
víctima que al victimario y presenta indicios de un accionar policial justifica-
do, interpretación que es reiterada miméticamente por cinco de los medios
locales. Este eco del contenido de agencia genera una homogeneidad en las
lecturas mediáticas de lo sucedido, lo que lleva a una imagen hegemónica de
la naturaleza de un caso y los roles de los sujetos involucrados basada en la
repetición de una primera interpretación que solo es discutida en las cober-
turas alternativas de medios locales e independientes.
Este hallazgo está en consonancia con los estudios locales sobre el tema
que han mostrado que los medios estigmatizan a los jóvenes varones de sec-
tores populares como victimarios. A la vez, las víctimas suelen ser siempre
estereotipos del individuo común; los lugares del hecho criminal, reconoci-
bles porque son los del barrio más o menos cercano o parecido al propio y los
horarios refuerzan la percepción de que no hay momento en que no se esté
expuesto a una potencial victimización (Martini, 2009).
En lo que respecta a los demás casos, las situaciones que cubren pro-
dujeron menores controversias interpretativas sobre los roles de víctima y
victimarios que se le asignaron a los sujetos involucrados. En el caso de la
desaparición de Hugo Peña, en particular, se señalan sospechas de su familia
que recaen sobre un policía del servicio de inteligencia pero, al no haber in-
formación corroborada sobre lo sucedido, no hay una asignación fehaciente
de estos roles.
En este aspecto, son destacables las coberturas realizadas respecto de
hostigamientos y desalojos durante la pandemia, en las cuales los pocos
medios locales que cubrieron los casos (La Noticia Web y El Zorzal) sitúan la
violencia en el accionar policial (se habla incluso de “represión”), mientras
que justifican las acciones de los vecinos (en el caso de los desalojos) y de los
manteros(en el caso de hostigamiento hacia vendedores/as ambulantes que
decidieron reanudar la venta callejera pese a las restricciones impuestas por
la pandemia). Los argumentos se complementan con imágenes y videos que

179
Últimos y abollados

acompañan los reclamos de las personas afectadas dando una visibilización


del referente empírico que ancla la interpretación que se hace de ellos he-
chos en el impacto del elemento visual. De hecho, en el caso de las noticias
de desalojos en el Área Reconquista, se sostiene que el verdadero motivo
detrás del accionar policial fue la intención de las fuerzas de seguridad de
liberar terrenos para luego utilizarlos en operaciones clandestinas.

Violencia institucional, autoridades y pandemia

A pesar de su contexto temporal, la gran mayoría de los casos trabajados


no tienen relación directa con los conflictos de autoridad que surgieron
en torno a la pandemia. El rol de las fuerzas de seguridad como figuras de
autoridad reguladoras del comportamiento social en el marco de acatar las
normas de distanciamiento social, cuarenta y otras restricciones surgidas
por la respuesta gubernamental a la pandemia no está presente en los casos
de violencia letal analizados. Estos hechos están encuadrados principal-
mente dentro de conflictos anteriores en el tiempo y con una escala mayor y
más compleja, como son el crimen organizado y la corrupción policial, y en
ninguno de ellos juega un rol destacable la pandemia.
Sin embargo, esta situación se invierte con los casos de desalojo y hos-
tigamiento, donde el coronavirus está presente tanto en los reclamos de las
víctimas, que se presentan como doblemente vulneradas (por la pandemia y
por el accionar policial), como en los argumentos justificativos que presen-
tan las fuerzas de seguridad, que afirman estar acatando las regulaciones de
cuarentena y distanciamiento social. Aquí si se hace presente esta autoridad
extraordinaria de la que fueron imbuidas las fuerzas de seguridad en este
episodio, donde su accionar puede ser construido bajo el respaldo de las
normas sanitarias vigentes en el momento.
En los casos de desalojos, los medios explicitan la articulación indirecta
entre estos hechos y la pandemia, señalando que muchas personas con
trabajos informales o “changas” se vieron imposibilitadas de pagar sus alqui-
leres y eso aumentó la crisis habitacional, de modo que creció el número de
familias asentadas en terrenos fiscales. Se señala además la contradicción
entre la obligación de “quedarse en casa” para respetar la cuarentena y la
falta de vivienda que sufren estas personas. Por otro lado, en los casos de
hostigamientos el vínculo es directo, ya que se produjeron sobre vendedores/

180
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

as ambulantes que incumplieron las restricciones de la cuarentena recla-


mando poder volver a trabajar y una mayor asistencia del Estado en este
contexto crítico. Como muestran Focas y Zunino (2020) en el análisis de la
prensa nacional sobre la cobertura de los primeros meses del confinamien-
to se destaca una presencia moderada pero persistente de un enfoque de
sanción y castigo relacionado con la pandemia, a partir de la construcción
discursiva de un estado de excepción que dio lugar a una serie de medidas –y
noticias– que pusieron el foco en el despliegue de las fuerzas de seguridad
en la vigilancia y castigo del cumplimiento de la cuarentena, a partir de una
orientación principalmente punitiva. De este modo, los diferentes tópicos
que moldearon mediáticamente a la pandemia se relacionaron directamente
con un escenario de amenazas naturales, económicas y estatales que condi-
cionaron en menor o mayor medida todas las dimensiones de la vida, cons-
tituyendo el riesgo un elemento central en la conformación de esas agendas.
Este contraste presenta una arista destacable de los casos de violencia
institucional en el marco de la medidas sanitarias por COVID-19: las ten-
siones generadas entre la ejecución contundente por parte de las fuerzas
de seguridad de restricciones legitimadas por la necesidad de contener el
esparcimiento de contagios en el marco de una pandemia y las necesidades
socio-económicas de sectores vulnerados que se ven obligados a elegir en-
tre acatar las regulaciones sanitarias o asegurarse un ingreso. La autoridad
asignada a las fuerzas policiales para evitar cualquier ruptura de las medidas
gubernamentales consideradas necesarias para proteger la salud pública en-
tra en discusión en los encuadres mediáticos1(Entman, 1993) de estos casos
cuando elementos de necesidad económica, trabajo y vivienda informales
y precarizados tornan problemáticas a la restricciones en sí mismas y, por
tanto, a la autoridad de hacerlas cumplir absolutamente.

Debates que disparan los casos

La sociología de los asuntos públicos constituye un abordaje operativo para


su análisis rico en antecedentes. Inscripta críticamente en una corriente

1. Para Entman, el framing se basa en seleccionar algunos aspectos de una realidad que se percibe y dar-
les más relevancia en un texto comunicativo, de manera que se promueva una definición del problema
determinado, una interpretación causal, una evaluación moral y/o una recomendación de tratamiento
para el asunto descripto (Entman, 1993: 52).

181
Últimos y abollados

constructivista de los problemas sociales (Kitsuse y Spector, 2001) que pone


en tela de juicio la naturaleza objetiva atribuida a los hechos por la sociolo-
gía funcionalista, forma parte de la perspectiva de la construcción social de
la realidad (Berger y Luckmann, 1968). Según esta corriente de indagación
teórica, la principal condición para que un problema social pueda instalarse
socialmente es que sea instituido a partir de una demanda. Cuando esta se
vuelve pública y tiene una repercusión exitosa, es capaz de generar procesos
de estabilización discursiva que la torna reconocible y que actúan como
series ante la irrupción de nuevos asuntos del mismo tipo (Pereyra, 2013;
Kessler, 2014), además de obligar al poder político estatal a pronunciarse.
En tanto, su proceso de estabilización es determinante en la elaboración de
representaciones colectivas o esquemas de interpretación que orientan la
experiencia práctica.
En el recorrido por la prensa local, notamos que los policiales consti-
tuyen un tema fijo en la agenda mediática que a la vez presenta sus parti-
cularidades en clave local-. Reparar en el carácter público de un fenómeno
desde este punto de vista implica orientar la atención hacia dinámicas entre
diversos actores, instituciones y grupos sociales.
Galar (2016) muestra en su análisis de la mediatización de la inseguridad,
los modos en que en términos escalares si bien actores nacionales intervie-
nen en el contexto local e influyen en la dinámica de los procesos, algunos
casos no se nacionalizan desde los medios de comunicación ni a partir de la
acción de actores políticos.2
Para que un problema público se constituya como tal, debe existir de-
terminado sustento estructural que avale cierta preocupación social: males-
tares colectivos, experiencias sociales, eventos estructurales.3 Sostenemos
que más allá de los usos sociales de determinadas muertes y de los intereses
intervinientes en los procesos de politización de los problemas públicos, las
acciones configuradas alrededor de casos y problemas expresan preocupa-
ciones sostenidas por diferentes actores y colaboran a consolidar determi-
nadas sensibilidades sociales.

2. Los análisis sobre problemas públicos suelen trabajar en un registro nacional de estos fenómenos, en
una dimensión nacional de la política y la sociedad. Sobre procesos de contextualización (o localiza-
ción) del problema público de la inseguridad en capitales de provincias argentinas. Para más detalles,
ver Galar, 2016.
3. El artículo de Dickenstein, Echagüe y Campaña en este libro aborda la problemática de la violencia de
género durante la pandemia desde esta perspectiva teórica.

182
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

De estos planteos de la geografía, la sociología y la arquitectura deriva-


mos la idea de presentar al espacio público constituido en las coyunturas
analizadas desde la idea de conurbanidad. Entendemos por conurbanidad a
un funcionamiento integrado de espacios públicos que se evidencian orga-
nizados jerárquicamente en lógicas de centros y periferias pero que mantie-
nen su identidad y grados de independencia funcional y dinámica (Alvarez,
2015). Sostenemos que este modo de funcionamiento conurbado opera de
diferentes maneras en los espacios públicos que se conforman en el proce-
samiento de las violencias en escala local. En este sentido, Kessler (2009)
en su trabajo sobre el sentimiento de inseguridad en ciudades de diferentes
escalas y en diversas configuraciones urbanas, particularmente en relación
con el fenómeno que denominó “culturas de seguridad locales”. A través de
estas configuraciones locales el autor da cuenta que en cada lugar analizado
los habitantes sostienen un nivel específico de aceptabilidad de ciertos deli-
tos (o “umbrales de riesgo”) que influye en las formas que adquiere la gestión
local de la seguridad y eventualmente en las demandas sostenidas al Estado
en relación con el tema. Además, Kessler señala en su investigación que dis-
tintos elementos de los consensos locales respecto de las lecturas sobre la
situación de seguridad “aparecen trastocados” en un pasado reciente.
Uno de los mayores debates que disparan los casos analizados, por su
repetición y presencia en medios de gran incidencia, es el de la posesión y
uso de armas de fuego por civiles y policías fuera del marco de su ejercicio
profesional. Los casos de Pedo Valle, Guillermo Horacio Lezcano y José Luis
Gonzales, todos hacen punto de destacar esta problemática: tanto agentes
retirados como vestidos de civil, vecinos y delincuentes despliegan en estas
reconstrucción de lo sucedidos el uso de armas de fuego en situaciones
que se inevitablemente tornaron violentas y acabaron con al menos un
muerto y también un número de heridos. La tensión se genera alrededor de
la presencia de armas de fuego en la zona en marcos que se prestan como
inesperados o incontrolables: vecinos armados, “civiles” que resultan portar
armas de servicio, casos de delincuencia a mano armada. La presentación de
estos tres casos de violencia letal problematiza este debate al visibilizar tres
situaciones donde la presencia de armas de fuego no cumple con las normas
o expectativas civiles al respecto.
El rol de la policía como fuerza de seguridad también está fuertemente
puesto en cuestión, ya que son retiradas las alocuciones a las posibilidades
de corrupción y accionar delictivo de los agentes de seguridad e incluso de

183
Últimos y abollados

justicia, como es el caso de fiscales, incluso más allá de los casos de violencia
en sí mismos. Se presenta un marco donde no solo se problematizan a las
fuerzas de seguridad por su accionar visible y explícito en casos de violencia
policial, sino que se deslegitima su autoridad y responsabilidad como insti-
tución al alegarse su involucramiento en casos de corrupción, intimidación,
accionar sin autorización judicial, iniciativas delictivas propias y, especial-
mente en el caso de de Hugo Peña, la conspiración, encubrimiento, retraso
intencional de investigaciones y participación de la desaparición de una
persona por intereses económicos.
Otra fuerte controversia en la ya mencionada tensión entre la denomi-
nación de casos como “gatillo fácil” o “legítima defensa”. Ambos términos
se utilizan como categorías binarias en la que se debe inscribir un evento,
planteando la idea de que existe un nivel de violencia que las fuerzas poli-
ciales pueden ejercer legítimamente, pero que este no es absoluto: en cierto
punto, si no se dan las características que la transformaron en legítima de-
fensa (como pueden ser la protección de la vida propia o de otro agente), el
caso se convierte en una instancia de gatillo fácil. El gran debate que surge
del relevamiento de estos casos en los medios locales y nacionales es sobre
la naturaleza incierta de este punto de exceso y de las características necesa-
rias para que la violencia letal se pueda considerar “legítima”. En cada caso
hay una incertidumbre particular sobre cuál de estas dos categorías aplica,
abriendo a la discusión no solo en el marco de cada hecho en sí mismo sino
también de las características propias de ambas categorías.
En menor instancia, pero sin perder pertinencia, están los conflictos que
los casos de desalojo y hostigamiento disparan sobre los sectores más vulne-
rables: la legitimidad de las tomas, las consecuencias de los desalojos en ple-
na pandemia (desalojos que se producen, además, incumpliendo el Decreto
que suspende los desalojos en pandemia) y las dificultades de los trabaja-
dores informales para generar un ingreso económico y respetar la normas
impuestas durante la cuarentena. Esto último queda puesto en cuestión
particularmente con el caso del arresto agresivo de un grupo de manteras
que se dispuso a vender sus mercancías a pesar de las prohibiciones de per-
manencia en el espacio público por la pandemia. No solo entra en discusión
el uso de la fuerza por parte de la policía y las características excesividad de
su accionar, sino que también se expande el debate abierto en muchos ámbi-
tos por las restricciones sanitarias del periodo de pandemia: ¿cómo se equili-
bran los diversos intereses sociales respecto de la salud pública y el bienestar

184
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

de los sectores vulnerados? Las medidas puestas en vigencia por el gobierno


nacional y reforzadas, en estos casos vehementemente, por la fuerzas de se-
guridad para reducir y evitar los contagios de COVID-19 tuvieron conflictos
evidentes con los intereses de sectores socioeconómicamente vulnerables,
problematizando así las decisiones y acciones tomadas en este contexto.

Reflexiones finales

En este capítulo, indagamos sobre el tratamiento mediático local durante


la pandemia. Nos focalizamos en las noticias sobre violencias, en especial
aquellas en las que aparecían las fuerzas de seguridad como actores relevan-
tes. De este modo, el recorrido permite observar algunas especificidades en
la construcción noticiosa de los portales del Partido de San Martín y alre-
dedores, que se fundamentan en prácticas periodísticas locales.4 En primer
lugar, planteamos algunas cuestiones vinculadas con las representaciones
mediáticas del conurbano y dimos cuenta de ciertas recurrencias en el en-
cuadre de este territorio como peligroso.
En segundo lugar, mostramos las tensiones entre la conceptualización
de víctima y victimarios en dos de los casos que estudiamos: el de José Luis
González y el de Pedro Valle. En ambos, el resultado final del hecho fue la
muerte de un civil a manos de un agente de policía. Sin embargo, las dos pre-
sentan encuadres que los medios describen como “enfrentamientos”, en los
cuales hubo también oficiales que salieron heridos. La idea de “gatillo fácil”
se contrapone con la de “legítima defensa”, aludiendo en varias noticias a la
posibilidad de que la violencia fuera necesaria para proteger a las personas
presentes en la escena o a un compañero.
Otra de las dimensiones que tomamos fue la del lugar de las fuerzas de
seguridad en este contexto y siempre en el plano local. En la mayoría de las
noticias analizadas la autoridad asignada a las fuerzas policiales para evitar
cualquier ruptura de las medidas gubernamentales consideradas necesarias
para proteger la salud pública entra en discusión en los encuadres mediá-
ticos de estos casos cuando elementos de necesidad económica, trabajo y
vivienda informales y precarizados tornan problemática s a la restricciones
en sí mismas y, por tanto, a la autoridad de hacerlas cumplir absolutamente.

4. Como muestra el artículo de Recanati, Ferraras y Maldonado en este libro.

185
Últimos y abollados

Por último, analizamos desde la sociología de los problemas públicos los


debates que disparaban los casos noticiosos en la agenda pública. Así encon-
tramos que un tema central por su repetición y presencia en medios de gran
incidencia, fue el de la posesión y uso de armas de fuego por civiles y policías
fuera del marco de su ejercicio profesional.
En síntesis el texto pretendió aportar algunos indicios para el análisis de
las noticias locales sobre violencias situándose en el contexto de la pandemia.

Bibliografía

Álvarez, G. (2015). “Imaginarios geográficos del Área Metropolitana de


Buenos Aires (AMBA). ‘Territorios otros’ y ‘región moral’ en los titulares
de las noticias sobre el Conurbano Bonaerense: Array”. Estudios
Socioterritoriales. Revista De Geografía, 17, 13-48.
Berger, P. y Luckmann, T. (1986). La construcción social de la realidad.
Madrid: Amorrortu-Murguía.
Best, J. (1999). Random Violence. How we talk about new crimes and new
victims. Los Angeles: University of California Press.
Calzado, L. y Gómez, Y. (2019). “Noticias policiales y nuevos modos de
narrar la ‘inseguridad’ en la televisión Argentina de aire”. Ámbitos.
Revista Internacional de Comunicación, 44, 217-243.
Focas,B. y Zunino, E. (2020). “Cobertura mediática y consumo de noticias
durante el confinamiento. Riesgos y sobreinformación”. Revista Papeles
de Trabajo, 39-54.
Galar, S. (2016). Cuando la sangre no seca rápido. Muertes violentas como
acontecimientos públicos. Buenos Aires: Edulp.
Garland, D. (2005). La cultura del control. Crimen y orden social en la
sociedad contemporánea. Barcelona: Gedisa.
Gusfield, J. (2014). La Cultura de los problemas públicos, el mito del conductor
alcoholizado versus la sociedad inocente. Buenos Aires: Siglo XXI.
Kessler, G. (2009). El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al
delito. Buenos Aires: Siglo XXI.
–(2014). Controversias sobre la desigualdad. Buenos Aires: FCE.
Martini, S. (2009). “El delito y las lógicas sociales. La información
periodística y la comunicación política”. En S. Martini y S. Pereyra (Eds.),

186
CAPÍTULO 8 Noticias locales en pandemia

La irrupción del delito en la vida cotidiana, relatos de la comunicación


política. Buenos Aires: Biblos.
Pereyra, S. (2013). Política y transparencia. La corrupción como problema
público. Buenos Aires: Siglo XXI.
Sánchez, R. (2019). “Inseguridad y delito en la prensa regional y local
argentina”. Revista Comunicación, Política y Seguridad, 1, 3-25.
–(2021). “La construcción de la información periodística sobre la COVID-19
en la prensa local argentina”. RAE-IC, Revista de la Asociación Española
de Investigación de la Comunicación, 8(15), 429-451.
Schillagi, C. (2011). “Problemas públicos, casos resonantes y escándalos.
Algunos elementos para una discusión teórica”. Polis, Revista de la
Universidad Bolivariana, 10(30), 245-266.
Spector, M., y Kitsuse, J.I. (2001). Constructing Social Problems. Routledge.

187
CAPÍTULO 9
Entre lo local y lo zonal,
prácticas periodísticas en San Martín
Martín Recanatti, Eliana Ferradás, Francisca Maldonado Zabala

Introducción

Las noticias relativas al partido de General San Martín se despliegan en un


conjunto heterogéneo de medios de comunicación, locales y zonales. Se
trata de un ecosistema que funciona fundamentalmente a través de páginas
web y redes sociales, y cuyos componentes tienen en común un elevado ni-
vel de precariedad en la labor periodística. Esta precariedad, estrechamente
asociada a las fuentes de financiamiento de los medios y a los desafíos por
lograr autosustentarse, determina a su vez el vínculo que cada uno de ellos
establece con sus audiencias y con el resto de los actores presentes en el te-
rritorio y, en definitiva, el rol que cumplen frente a la comunidad.
En este sentido, estudios recientes han señalado que la notoria expan-
sión de la comunicación digital, con la consecuente multiplicación de las
fuentes informativas, no necesariamente conlleva a una democratización
del espacio comunicacional: “distintos actores, en desiguales condiciones
de poder, intervienen en los procesos de construcción social de la realidad
en una negociación constante, no exenta de disputas, donde se ponen en
juego intereses políticos y económicos, la visibilidad y legitimidad de las
voces que habitan el espacio público (Poliszuk y Barbieri, 2020: 11). Los
nuevos actores que pugnan por ocupar un lugar relevante en la configu-
ración de los problemas públicos se mueven en un contexto en el que los
capitales económicos, sociales y culturales se encuentran repartidos de
manera muy desigual. En esta línea, nos proponemos indagar en los de-
safíos y estrategias que encuentran trabajadores/as de estos medios para,

189
Últimos y abollados

según las particularidades de cada caso, desenvolverse en el ejercicio del


periodismo.
El interés por estos aspectos se desprende de uno de los objetivos es-
pecíficos que guiaron el proyecto PISAC, referido al rol de los medios de
comunicación en las configuraciones de las violencias durante la pandemia.
Con el fin de ahondar en este objetivo, primeramente elaboramos un corpus
de noticias digitales publicadas en las plataformas web de diversos medios,1
vinculadas al rol de las fuerzas de seguridad en hechos ocurridos en el par-
tido de General San Martín. En el marco de dicho trabajo, identificamos que
los medios relevados presentaban determinadas particularidades sobre las
cuales se hacía necesario detenerse para poder profundizar en el lugar y las
características que adquiría en ellos la noticia policial. De este modo, esta
primera investigación tomó dos caminos diferentes, pero complementarios.
Por un lado, a partir de las noticias relevadas, se analizaron las representa-
ciones sobre las violencias en clave local y zonal (tema trabajado por Focás
y Rodríguez en el presente volumen). Por el otro, nos concentramos en este
capítulo en las características y particularidades que adquiere el mapa de
medios zonales/locales del partido de San Martín y en las especificidades de
las rutinas periodísticas de sus trabajadores, como forma de contextualizar
y profundizar las formas y contenidos puntuales que toman las noticias po-
liciales en estos medios.
Para ello, realizamos entrevistas a periodistas de cuatro de los medios
relevados que cubren noticias del partido de San Martín.2 Se trata de entre-
vistas virtuales y semiestructuradas, que ahondaron en la caracterización de
los medios para los cuales trabajan, sus formas de financiamiento, sus diná-
micas laborales, los cambios que estas rutinas sufrieron durante la pande-
mia, sus vínculos con la comunidad y las especificidades en la cobertura de
las noticias policiales, entre otros aspectos. Estas entrevistas nos permiten
conocer las perspectivas de ciertos actores relevantes de la escena mediática
local y las formas en que interpretan sus prácticas y experiencias (Marradi,
Archenti y Piovani. 2007: 220-221).

1. Los medios locales y zonales particulares que utilizamos para el relevamiento de noticias sobre vio-
lencia policial durante el período comprendido entre marzo 2020 y febrero 2021 fueron: Infoban, La
Noticia Web, QuéPasaWeb, El Zorzal diario, San Martín Noticias, Zona Norte Hoy, 2Urbanos, Zona Norte
Diario.
2. QuéPasaWeb, InfoWeb, El Zorzal Diario, Clarín Zonal.

190
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

Mapa de medios en San Martín: estructura,


estrategias de financiamiento y áreas de cobertura

En las últimas décadas se viene alertando respecto de la necesidad de abor-


dar las formas de mercantilización del trabajo periodístico y, en relación con
ello, de la producción de contenidos en los medios de comunicación. El foco
de las investigaciones suele estar direccionado hacia las audiencias y los con-
tenidos de los medios, pero no tanto hacia las condiciones materiales de la
producción de estos últimos (Mosco, 2009). Desde esta perspectiva, tal como
muestra Carboni (2020), el análisis de la economía del tiempo y la división
del trabajo en los medios con estas características resulta relevante para
contemplar la cobertura y el seguimiento de determinado tipo de noticias en
medios de comunicación zonales y locales.
Los medios relevados en esta investigación, con la excepción del suple-
mento zonal del diario Clarín, presentan algunas características comparti-
das: se trata de medios pequeños y autogestivos. Algunos de ellos se definen
como medios zonales o regionales y su área de cobertura agrupa distintos
municipios, entre los que se encuentra San Martín. Otros, en cambio, solo
cubren noticias del partido de San Martín. El área de cobertura es el factor
que define a estos medios como locales o zonales/regionales. Sin embargo,
como veremos más adelante, el lugar en el que se encuentran radicados inci-
de también en la posibilidad de acceder a fuentes, así como de facilitar o en-
torpecer el seguimiento de determinadas noticias que consideran relevantes.
En una mirada exploratoria sobre las noticias relevadas en medios zona-
les sobre casos de violencia institucional, observamos dos tendencias con-
trapuestas. Por un lado, los hechos de violencia letal, gatillo fácil y enfrenta-
mientos entre vecinos y agentes de policía tuvieron una cobertura noticiosa
detallada en medios y agencias nacionales de gran envergadura, que muchas
veces fue replicada casi totalmente por los medios de comunicación zona-
les. Por otro lado, los casos de hostigamiento, acoso y desplazamiento de
vecinos, mayormente inscritos en las condiciones pandémicas, estuvieron
representados únicamente en los medios locales, con una nula repercusión a
escala nacional. En estos casos se observa un rol activo del periodismo local,
que entra en contacto con los protagonistas del hecho y comparte material
audiovisual capturado in situ. Las publicaciones de La Noticia Web y de El
Zorzal son paradigmáticas, ya que tratan hechos de desalojo, amenazas y
agresión que no figuran en ningún medio de mayor envergadura.

191
Últimos y abollados

En este sentido, la construcción del corpus de medios seleccionados giró


en torno a dos lógicas, siempre con criterio territorial. Por un lado, seleccio-
nando medios que cubrieran noticias locales, aun no siendo estrictamente
locales; por el otro, seleccionando casos relevantes y, a partir de ellos, re-
levando medios que hubieran realizado cobertura y/o seguimiento de los
mismos. Teniendo en cuenta las particularidades que presentan cada uno de
los medios relevados, construímos categorías que permiten situarlos en rela-
ción a dos criterios: a) radicación (esto es, si el medio se sitúa dentro o fuera
del Partido de General San Martín); b) cobertura (si el medio solo contempla
el Partido de San Martín o si cubre un área más amplia que lo incluye). Con
este criterio establecimos una clasificación que, en los apartados siguientes,
servirá para contemplar las rutinas periodísticas y la producción/seguimien-
to de noticias policiales durante el período analizado.

Categoría Radicación Cobertura


Medios Locales San Martín Solo San Martín
Medios Zonales/Locales San Martín Varios Municipios
Medios Zonales Otros Municipios Varios Municipios
Medios Zonales/Nacionales Otros distritos Nacional/Suplemento Zonal

A partir de estas categorías, podemos caracterizar a los medios ana-


lizados como un medio local (El Zorzal), un medio zonal/local (Infoweb
Noticias), un medio zonal (QuéPasaWeb, radicado en San Isidro) y un medio
zonal/nacional (Clarín Zonal).
Nuestro análisis se sitúa en el marco de los estudios de newsmaking, o
de los complejos procesos de producción de las noticias que, partiendo de
la consideración de las noticias como productos sociales y organizaciona-
les, aportan herramientas para comprender los métodos de trabajo de los/
as periodistas, las tensiones y negociaciones que surgen en torno a estos
productos mediáticos, los modos en que se ponen en circulación ciertos
sentidos sociales y las percepciones compartidas con los públicos, entre
otros aspectos (Focás, 2018; Hernández Ramírez, 1997; Retegui, 2017;
Rosenberg y Zanotti, 2020). Entender a las noticias como el resultado de
procesos sociales significa poner en evidencia que éstas no revelan hechos
objetivos y ajenos a las maneras en que los/as periodistas configuran estos
acontecimientos. En consecuencia, esta perspectiva pone en contexto las

192
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

condiciones reales y cotidianas en las que se producen las noticias, en los


diferentes niveles de la cadena productiva: recolección de la información,
selección y edición (Retegui, 2017).

Los procesos de trabajo de los/as periodistas locales

Analizar las rutinas de trabajo de los/as periodistas significa fundamental-


mente reflexionar sobre los procesos de selección y jerarquización de los
acontecimientos que se transformarán en noticias, así como los modos en
que se configura el enfoque con el que se narran los hechos. Sin embargo, en
esta investigación tomamos la concepción un tanto más amplia propuesta
por Bernardi (2020) para analizar las rutinas periodísticas de medios carac-
terizados como “nativos digitales”,3 que incluye, además la narrativa digital,
la puesta en circulación de los contenidos y las relaciones que desde el
medio se establecen con los usuarios lectores. Estos procesos se encuentran
fuertemente definidos por las condiciones en las que se llevan adelante las
tareas y, en este sentido, la precariedad laboral y las limitaciones económicas
aparecen como uno de los determinantes más salientes. La menor capacidad
con la que cuentan estos medios impone el multitasking en las redacciones:

Somos una redacción chica. Yo escribo, edito, negocio pautas… Yo soy el


director editorial, el director comercial. El dueño del medio es el que coor-
dina la redacción, hace malabares. Estamos todos haciendo malabares
(Periodista, QuéPasaWeb).

Es decir, las prácticas periodísticas en estos medios exceden las activida-


des tradicionalmente abordadas por los estudios de newsmaking, en cuanto
que a las tareas vinculadas con la producción del contenido se suman aque-
llas asociadas a la administración de las noticias en las distintas plataformas
y redes sociales y a la gestión del vínculo con los lectores. De todas maneras,
las personas entrevistadas también destacan algunas ventajas respecto de es-
ta capacidad de ocupar distintos roles en simultáneo: “En algún sentido, te da

3. La autora define como medios nativos digitales a aquellos sitios de noticias creados para la web,
siendo ésta la plataforma principal a través de la cual distribuyen sus contenidos, y que incluyen
también en su ecosistema informativo otras vías sociales de intercambio como Facebook, Twitter,
Instagram y Youtube (Bernardi, 2020).

193
Últimos y abollados

una mirada muy amplia, diversa… Muy realista sobre el trabajo periodístico”
(periodista, QuéPasaWeb).
Los desafíos económicos determinan que, en la mayoría de los casos, los
medios dependen muy fuertemente del mundo político: municipios, provincias
o personas particulares, como “concejales o dirigentes que quieren darse a cono-
cer” (periodista, InfoWeb). Como consecuencia, las pautas municipales se tornan
“muy condicionantes” (periodista, QuéPasaWeb). Siendo tan acotadas las fuentes
de ingresos, el potencial conflicto generado por una noticia aparece como un
criterio relevante a la hora de decidir qué se publica y qué no:

Hoy nosotros tenemos hasta definido qué nivel de conflicto político po-
demos tener, con cuántos municipios nos podemos pelear. Y, de acuerdo
a los ingresos del año, se proyectan los ingresos del año que viene y deci-
mos, bueno, tenemos margen para esto y para cubrir este tema. Y bueno,
es algo que hay que asumir... E ir buscando estrategias para ensanchar
ese espacio. Yo hago más un juego de estrategia política. Me parece que
es un desafío enorme… El correr un poquito más lo que se puede decir
cambia el mapa político y se reconfigura todo (Periodista, QuéPasaWeb).

El margen de disputa política se torna entonces determinante en un escena-


rio en el cual los medios locales operan en condiciones muy desiguales de poder.
Como consecuencia, las limitaciones económicas y el escenario político tienen
una incidencia notoria en la agenda de estos medios y las formas y contenidos
que toman sus noticias. Como destaca uno de los periodistas entrevistados:

El medio es un espacio político más, que entra en tensión con otros ac-
tores, que tiene sus intereses, y que tiene que buscar alianzas. Algunas
alianzas te condicionan más, otras menos, hay alianzas que te condicio-
nan, pero que te potencian en otros sentidos… Y todos estos elementos
están en juego constantemente (Periodista, QuéPasaWeb).

La expansión hacia nuevos municipios, entonces, no solo permite am-


pliar la cobertura del medio, sino que se despliega como una estrategia para
diversificar el escenario político e intentar sortear esta dependencia:

Hacer periodismo de un solo municipio es muy, muy difícil. Más allá de


los colores, a nosotros nos complica cuando todo es homogéneo, digamos,

194
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

porque te peleás con uno y tenés problemas con todos. Cuando se puso
más homogénea la región, después de 2015, tendimos a expandirnos
más. Nos fuimos a San Martín, a Escobar, a buscar diversidad de colores
para tener margen, para poder decir algo (Periodista, QuéPasaWeb).

Sin embargo, aunque la ampliación de la cobertura aparece como una estra-


tegia que genera nuevas posibilidades de acceso a financiamiento (a partir de la
pauta oficial de los municipios que se incorporan), esta maniobra trae aparejados
nuevos desafíos. La cobertura ampliada, en medios con escasos recursos huma-
nos, pareciera tener como resultado una mayor dificultad en el acceso y sosteni-
miento de vínculos estrechos con las audiencias, fuentes y actores locales, lo cual
repercute en una mayor dependencia de las fuentes oficiales y los municipios.
Por otra parte, al tratarse de un periodismo de proximidad, aparece otro
desafío, vinculado con los niveles de exposición que los/as periodistas pue-
den enfrentar al publicar ciertas noticias y el riesgo que esto puede significar
para su propia integridad:

No tener respaldo es el desafío... Que se juega en lo ideológico, se juega


cuando contás algo que involucra a algún personaje pesado… Y nosotros
somos gente común, de a pie… En esto también hay que medir lo que se
puede publicar y lo que no (Periodista, QuéPasaWeb).

En principio, las entrevistas dan cuenta de la centralidad que adquiere


“el laburo periodístico” (periodista, InfoWeb). Obtener información de pri-
mera mano y generar contenidos originales y ajustados a los intereses de la
audiencia aparecen como requisitos indispensables para ganar y mantener
seguidores fieles. Sin embargo, estas exigencias se entrecruzan con las
mencionadas limitaciones económicas y de personal que atraviesan estos
medios, y se torna fundamental la planificación en la asignación de recursos:
“siempre tenés que medir cuánto recursos ponés y hasta dónde podés ir. Y es
parte de la estrategia cotidiana” (periodista, QuéPasaWeb).
Paradójicamente, estas carencias de recursos dificultan la actividad y
subsistencia de medios que, en otros aspectos, se perciben en condiciones
iguales (o incluso mejores) que los medios nacionales:

Estamos muy precarizados. Yo creo que no tenemos nada que envidiarle


a cualquier otro medio nacional, o más grande, en cuanto a la calidad

195
Últimos y abollados

periodística, a la calidad fotográfica y a la organización, el estar en los


lugares. (Periodista, El Zorzal).

En esta línea, el caso del El Zorzal presenta una particularidad sobre la


cual nos interesa detenernos. Se trata de un medio local (radicado y con co-
bertura exclusiva en el Partido de San Martín) que llevó adelante una política
de inclusión de trabajadores que se encuentran en el marco del Programa
Potenciar Trabajo,4 dependiente del Ministerio de Desarrollo Social de la
Nación, y de acceso a financiamiento con pauta nacional. Esto les ha permiti-
do contar con un plantel relativamente amplio de trabajadores/as, al tiempo
que les posibilitó ganar cierta autonomía respecto de las fuentes de financia-
miento oficial local (municipio). En este sentido, El Zorzal,

además de ser un espacio en donde les fotógrafes, redactores, editores


y todos puedan ejercer el periodismo y laburar en concreto, también es
una fuente generadora de trabajo. Sobre todo en ese contexto. Cuando
recién arrancamos, veíamos, sobre todo con medios compañeres, caren-
cia total de recursos. Y en medios más hegemónicos, despidos masivos
de trabajadores. Entonces... Veíamos como un bache, ahí también, en
San Martín, ¿no? No había un medio autogestivo y comunitario que la-
bure desde los lugares, que tenga un tratamiento de la información más
responsable, sobre todo para desmitificar y avanzar en algunas discusio-
nes más de lo simbólico de San Martín, como el distrito caliente... O el
distrito polémico y oscuro. Entonces, también, laburamos un montón en
esas historias y en esas narrativas que nadie cuenta. Digamos, que ni los
medios hegemónicos ni los medios que capaz que están más dedicados a
la cuestión política van a contar (Periodista, El Zorzal).

En estrecha relación con el tópico de las fuentes de financiamiento, las


distintas personas entrevistadas destacan la proliferación de medios digita-
les que se ha dado en los últimos años. Frente a este escenario de creciente
competencia, los medios toman distintas estrategias que impactan en las
maneras de desarrollar el trabajo periodístico.

4. Para más información sobre este programa, ver: https://www.argentina.gob.ar/justicia/derechofacil/


leysimple/trabajo/potenciar-trabajo.

196
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

Por otra parte, el vínculo con las fuentes aparece como otro de los
elementos centrales de los procesos de trabajo. Dedicarse al periodismo
local implica producir noticias en contextos de proximidad, y esta cercanía
permite estar permanentemente en el territorio, generando encuentros y
afianzando vínculos para poder acceder a esta información primaria. Las
personas entrevistadas destacan la relevancia de generar confianza con los
diferentes “interlocutores”, “protagonistas” y “actores”, “porque a partir de
esa confianza y de esa charla que tenés con ellos, bueno, se genera la informa-
ción, la famosa información de primera mano” (periodista, Infoweb). En este
sentido, algunos entrevistados señalan que los momentos más álgidos de la
pandemia dificultaron en parte el acceso a estas fuentes tan relevantes para el
periodismo local. De una manera u otra, en todas las entrevistas se evidenció
la importancia de generar vínculos con todos los actores de la sociedad civil y
de dedicarse a estrechar estos lazos. Las nuevas tecnologías aportan crecien-
tes recursos al periodismo y, muchas veces, son los propios vecinos y vecinas
quienes hacen llegar fotos, videos e información a los medios:

Cada vez es más difícil producir notas de cero, por la cantidad de gente
que labura en los zonales... Pero siempre hay un ida y vuelta con las fuen-
tes vecinales, de historias, personajes, entrevistados, artistas, terminan
convirtiéndose en fuentes, y en gente que aporta testimonios, denuncias,
reclamos, pedidos puntuales (Periodista, Clarín Zonal).

Como consecuencia, los límites entre lectores y fuentes muchas veces


son difusos, lo cual les lleva a ser especialmente cuidadosos a la hora de pro-
ducir las noticias. Cuando se hace imposible estar presentes en el territorio,
aparecen como recurso los cables y los medios nacionales, así como otros
medios locales que se consideran de confianza, aunque en las entrevistas
se destaca que estos otros medios y agencias se toman como un “input” que
debe ser verificado, no como fuente a replicar.
Sin embargo, encontramos diferencias respecto de quiénes son estos
protagonistas que representan las fuentes principales. Para la mayoría de
los medios entrevistados, la principal fuente de información proviene del
mundo político.

El actor principal en todo trabajo es el municipio, es el que maneja mayor


volumen de información y el que maneja los recursos, es el que ejecuta

197
Últimos y abollados

muchos de las cosas que suceden, al cual están dirigidos los reclamos, y
es a la vez el actor con mayor posibilidad de poner una pauta publicitaria
significativa. Los municipios son fuente siempre. Si es un tema conflic-
tivo, nunca es una fuente única, digamos. Las oposiciones también son
fuentes (Periodista, QuéPasaWeb).

Se señala incluso que algunos municipios, particularmente en las te-


máticas securitarias, tienen una política de comunicación y de venta de
su sistema de seguridad. Por el contrario, uno de los medios entrevistados
encuentra su carácter distintivo en apartarse de esta lógica que replica prin-
cipalmente la información ofrecida por los municipios:

Tenemos una característica diferente a otros medios, incluso de San


Martín, que yo les digo ‘medios gacetilleros’, que son los que reciben no-
tas de políticos, o una actividad, o sea, la municipalidad les manda una
nota y ellos la suben así como está. Nosotros recibimos esa información,
pero vamos al lugar, preguntamos cómo sucedió, cubrimos. Tenemos
también una calidad fotográfica muy zarpada, por las personas que inte-
gran el equipo de fotografía. Entonces, el estar en los lugares hace que ese
trabajo sea mucho más rico (Periodista, El Zorzal).

Este medio, a su vez, destaca la importancia de “abordar la información


de una manera responsable y con la información certera”, reforzando la
necesidad de verificar y profundizar aquellas fuentes que no son de primera
mano. Respecto de la centralidad que adquiere el mundo político para los
medios zonales, en una de las entrevistas aparece la siguiente reflexión:

Nuestra primera sensación, cuando empezamos a hacer esto, fue que los
medios locales eran una amplificación de lo que pasaba en los pasillos
del Concejo Deliberante, que era una pantalla para que los concejales se
digan algunas cosas y tenga algún otro volumen… algo muy interno, de
consumo muy interno... Nosotros hicimos esa otra apuesta [se refiere a
la apuesta por construir una agenda distinta], después nos dimos cuenta
por qué los medios tenían esa configuración y tenía que ver con que eso
era lo que garpaba, con lo cual empezamos a hacer dos medios, uno el
que queríamos y otro el que nos permitía sostenernos, volviéndonos lo-
cos… Y en un momento empezó a retroalimentarse. Empezamos a poder

198
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

vender de una manera diferente, a un público diferente. Hoy, más allá de


las pautas oficiales, el ingreso por Google Adds no es despreciable y tiene
que ver con esto, con que la web tiene bastantes vistas por mes, y eso nos
da un ingreso que nos resuelve alguna cuestión y que se profundizó en
estos últimos dos, tres años (Periodista, QuéPasaWeb).

Otro aspecto saliente, en cuanto apareció en todas las entrevistas reali-


zadas, es la caracterización del ejercicio del periodismo zonal y/o local como
un “servicio social”: “hay como un servicio” (periodista, InfoWeb), “hay
mucha impronta de servicio” (periodista, QuéPasaWeb), “tiene una función
muy social” (periodista, El Zorzal), “está pensado más como periodismo de
servicio” (periodista, Clarín Zonal). Desde esta perspectiva el trabajo perio-
dístico consiste en brindar información que, normalmente, “los/as vecinos/
as” no encuentran en medios nacionales:

El diario es una herramienta muy importante, también porque muchas


de las situaciones problemáticas que surgen en el distrito pocas veces lle-
gan a los medios nacionales. De ahí que desde el diario podemos aportar
a visibilizar y a que se llegue a algún tipo de salida (Periodista, El Zorzal).

El entrevistado de Infoweb caracteriza su trabajo como “periodismo de


cercanía”, en tanto se ocupa de temáticas que pueden no resultar relevantes
a nivel nacional, pero que definitivamente revisten importancia a nivel local.
En ese sentido, los distintos medios identifican que muchas veces su trabajo
se entremezcla con el del propio municipio.

La gente te identifica como que vos sos el que sabe del tema, te ve más
cercano, te ve con más posibilidades de respuesta, e incluso te exige. A
veces te confunde con el municipio, respecto de quién da el servicio. Y
en los reclamos, me parece que ahí hay un rol de cercanía, de posibilidad
de continuidad sobre los temas, que no tienen los medios nacionales.
Nosotros estamos dentro mientras que los medios nacionales se retiran
de a uno (Periodista, QuéPasaWeb).

Los ejemplos que se mencionan respecto de este periodismo de servicio


son similares en los distintos medios: vecinos/as que necesitan algún tipo de
tratamiento médico, y se visibiliza el caso para que otras personas puedan

199
Últimos y abollados

aportar; un club de barrio vendiendo rifas; un locro para ayudar a los bombe-
ros. “En ese sentido, hay un vínculo constante con los vecinos y las vecinas,
y es muy normal que escriban a los periodistas que ya conocen, o a las redes
sociales, pidiendo algo, o contando información” (periodista, Clarín Zonal).
Incluso en los periodistas del suplemento zonal de un medio nacional apa-
rece esta perspectiva.

Buscamos que las notas que se difunden y se publican en estos suple-


mentos sean temas que le importen exclusivamente a los vecinos. Por
ejemplo, si se inaugura una red de cloacas nueva, nosotros no publica-
mos el acto, sino que contamos que los vecinos de Los Polvorines ya se
pueden conectar a las cloacas. Es más de servicio, cómo tiene que ser el
trámite y cómo se pueden conectar. Si la Universidad de San Martín está
haciendo un nuevo corredor, o un nuevo laboratorio… Lo mismo, no con-
tamos el acto inaugural ni el proyecto estatal, sino que la UNSAM cons-
truye laboratorios para sumar matrícula de tantos alumnos (Periodista,
Clarín zonal).

Por otra parte, esta función social se combina con una función “de
presión” (El Zorzal), en tanto permite visibilizar ciertas problemáticas que
no están en la agenda y presionar por su resolución. Como señala Bernardi
(2020), en los medios locales los criterios tradicionales de noticiabilidad
entran en tensión, ya que muchos hechos que normalmente no serían valo-
rados como noticias se cubren de todos modos porque revisten interés para
los/as vecinos/as.

El medio es un lugar donde cualquier persona de San Martín puede venir


y proponernos, o contarnos qué es lo que está pasando, y nosotros vemos
de qué forma cubrirlo... Nosotros estamos abiertos siempre a eso, porque
entendemos también que al ser el vecino, y la vecina, nuestra fuente
principal, es muy importante escucharlos y estar a disposición de lo que
se necesite (Periodista, El Zorzal).

Por otra parte, la configuración de la agenda y los criterios de noticiabi-


lidad en gran medida se ven determinados, a su vez, por el tamaño reducido
de las redacciones: “al tener una redacción limitada, tenés que tener una
estrategia de filtro muy fuerte, porque si no capaz tengo a un periodista atrás

200
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

de un tema, que termina haciendo una sola nota, y tengo el 30 por ciento de
mi redacción perdida en eso...” (periodista, QuéPasaWeb). En los medios que
tienen una impronta más política, o cuyas estructuras dependen más fuer-
temente de la pauta política, aparece otro criterio relacionado con la manera
en que determinadas noticias pueden impactar en ese vínculo: “hay otro cri-
terio que tiene que ver con el tipo de vínculo que tenemos con ese municipio,
que va a determinar cómo abordamos ese tema” (periodista, QuéPasaWeb).
Pese a la competencia, las entrevistas también evidencian que muchos
de los desafíos que enfrentan los medios zonales/locales se sortean también
gracias a alianzas, de distinto tipo:

Hay alianzas subterráneas con varios medios para poder decir determi-
nadas cosas. Aprendimos que a veces decir ciertas cosas en soledad tiene
mucho costo, y a veces es mejor no tener la primicia para poder decirlo. Y
compartimos esa información con algunos colegas y acordamos salir to-
dos, de dos o tres medios que tienen alguna influencia. Ese tipo de alian-
zas son muy importantes, subterráneas, no escritas, se dan (Periodista,
QuéPasaWeb).

Asimismo, algunos de los medios entrevistados forman parte de “una red


de medios digitales, donde hay unos 30, 40 medios de todo el país, y llevan
adelante alguna negociación por pauta, por conseguir algún programa” (pe-
riodista, QuéPasaWeb).

Sobre “inseguridad” y policiales

En las últimas décadas, la categoría de “inseguridad”, mayormente asociada


con el delito (y, más específicamente, con el delito callejero), ha conquista-
do un lugar central en las agendas mediática, académica, gubernamental y
pública. Los medios de comunicación, que ocupan un lugar de relevancia
en la configuración de nuestras percepciones sobre peligros y riesgos, cola-
boran con este posicionamiento de la “inseguridad” y la violencia como una
preocupación ciudadana estable. En este contexto y de forma generalizada,
la representación mediática del delito se vio atravesada por cambios cuan-
titativos, aumentando en cantidad y espacio, y cualitativos, a partir de la
mutación de la noticia policial tradicional en noticia de “inseguridad”, con

201
Últimos y abollados

características que le son propias: generalización del riesgo, fragmentación


del contexto, creciente centralidad de las víctimas, estereotipación del delin-
cuente joven, varón y pobre como objeto de temor, apelación a las “olas” o
”modas” delictivas (Kessler y Focás, 2014).
La sensibilidad social que esta problemática genera hace que el tema de
la “inseguridad” garantice un mayor caudal de lectores y fidelización del
lectorado/audiencia (Focás, 2016). Los medios locales de San Martín así lo
identifican, y las entrevistas realizadas dan cuenta de que muchos de ellos
incorporan noticias vinculadas a la “inseguridad” debido al interés que des-
piertan entre los vecinos y vecinas, incluso en los casos en los que original-
mente no formaban parte de sus propias líneas editoriales:

Cuando empecé a hacer el medio (2013, 2014), no publicaba noticias de


seguridad, porque no me interesaba. En algún momento empezó, por al-
guna cuestión que tenía... Empezamos a ver cómo Analytics se movía [...]
Con lo cual las noticias de la inseguridad tendemos a subirlas porque son
atractivas en términos de clicks (Periodista, Qué Pasa Web).

Mientras que en los medios nacionales las secciones dedicadas a las


noticias policiales adquieren una importancia creciente, las entrevistas
realizadas dan cuenta de que, a pesar de cierto consenso sobre su relevancia,
ninguno de los medios analizados cuenta con periodistas especializados en
este tipo de noticias, lo que tensiona los modos de trabajo descritos en apar-
tados previos. Focás señala que “parte del proceso de trabajo de los periodis-
tas incluye el diálogo con las fuentes de información; es decir, con aquellas
personas o instituciones que brindan información para la construcción de la
noticia” (2019: 11), y es precisamente en la debilidad de estos vínculos que
la falta de periodistas especializados se traduce: “no tenemos a alguien espe-
cializado en policiales, que esté recorriendo comisarías, que esté generando
vínculos con los fiscales, que tenga... Eso lo vamos haciendo a partir de los
casos” (periodista, QuéPasaWeb).
Así, si bien los entrevistados son enfáticos en señalar que gacetillas, otros
medios y agencias de cables se utilizan solo como fuentes de información a
verificar –y no a replicar–, la ausencia de fuentes primarias de información
sobre estos temas muchas veces habilita no solo el uso privilegiado de este
tipo de fuentes, sino el trato especialmente poco crítico con respecto a ellas.
En el espacio de la noticia sobre “inseguridad” dentro de los medios zonales

202
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

se asume una forma de vinculación con las fuentes menos basada en la con-
fianza y más en la utilidad como “el modo de hacer” la noticia.

Las notas policiales las trabajamos cada vez más con información de
internet, con cables. En la actualidad, con los recursos que disponemos,
cables de noticias, información, internet, gacetillas o información en off
o en on que nos acercan los municipios, las municipalidades, mejor dicho,
y algunas fuentes del Ministerio de Justicia, de fiscalías o de comisarías,
pero cada vez menos (Periodista, Clarín Zonal).
Si ves alguna información subida que tenía que ver con seguridad o
inseguridad… O sea, seguridad, seguramente sea una gacetilla de algún
municipio. Y si tiene que ver con inseguridad, es porque yo encontré
en algún lugar una información respecto a algún municipio que cubro
(Periodista, InfoWeb).
Vos sabés que en Tigre tenés, los domingos a la mañana y los miércoles
a mañana, alrededor de las siete y media de la mañana, en la cámara de
seguridad y que... Y que además son notas que son vistas. Y que te ordena,
te resuelve la agenda de esa mañana un poquito, sobre todo el sábado o
domingo, ¿no? Sábado a la mañana, sábado a la mañana es recontra útil
en cuanto a contenido, claro, está muy, muy inteligente, inteligentemen-
te armado, porque este es un momento donde las redacciones están más
tranquilas, hay menos movimiento (Periodista, Qué Pasa Web).

En la práctica, esto se evidencia en el contenido que adquieren las noti-


cias policiales que circulan dentro de los medios zonales que cubren el parti-
do de San Martín, cuyas redacciones son muy similares entre sí. En este sen-
tido, el contrato comunicacional de los medios, basado en una negociación
constante de cada uno de ellos con su lectorado/audiencia, parece unificarse
en relación a la temática de la “inseguridad”, adoptando formas comunes.
En cuanto a este aspecto, es interesante destacar la particularidad del
único medio efectivamente local que se cuenta entre los analizados. El
Zorzal es el medio que publica menor cantidad de noticias policiales o vin-
culadas a la temática. La decisión editorial, entonces, responde más bien a la
escasez de recursos con los que cuentan los medios.

La verdad es que no hay una sección específica (de policiales). Teníamos


un compañero que lo cubría muy bien, que venía haciendo ese laburo y

203
Últimos y abollados

que se fue por cuestiones personales. Entonces medio como que ahí nos
quedó un bache, porque es un compañero que laburaba muy bien esto de
lo policial, desde otra perspectiva. Y la verdad que para hacerlo así nomás
y desde un lugar de ignorancia, o solo sabiendo pocas cosas, preferimos
dejarlo ahí (Periodista, El Zorzal).

Se trata de una decisión que busca preservar el modo de trabajo del medio
en general, caracterizado por la presencia en el lugar de los hechos, el segui-
miento y la cercanía con las personas involucradas. Esto determina que solo
ciertos hechos “policiales” sean cubiertos y permite la emergencia de cierta
crítica hacia el modo en que el resto de los medios realiza la misma tarea:

Por ejemplo, yo cubrí durante la pandemia un femicidio de una chica


(María Angélica) [...] y los medios masivos -te diría hasta Télam, eh, la ca-
blera-, habían levantado cualquier cosa. Capaz que estaban ahí, pero no
habían entendido nada, no habían hablado con nadie. Nombraban a una
madre que daba una textual de algo, y esa madre no existía. La mamá de
Angélica falleció hace ya 5 o 6 años, y la persona que estaba hablando era
su hermana. A nosotros, ¿qué nos importa y qué nos interesa?, queremos
contar bien cómo sucedió, qué pasó, qué cosas llevaron también a esa
piba a que termine así. Nos acercamos a la familia, nos juntamos, vamos
a la casa; hacemos unas cosas que otros medios no hacen, sobre todo los
medios nacionales. Y así es como se difunde toda la información errónea
(Periodista, El Zorzal).

Reflexiones finales

El presente capítulo partió de la exploración del mapa de medios zonales/


locales del partido de San Martín, para luego profundizar en las caracterís-
ticas y particularidades de las rutinas periodísticas de sus trabajadores. Esta
caracterización general nos permitió, por último, comprender y explicar el
lugar que se les asigna a las noticias policiales en estos medios y las maneras
en que son cubiertas.
En principio, las entrevistas realizadas dan cuenta de aspectos que
son comunes a todos los medios de comunicación relevados, y que se

204
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

explican mayormente por el tamaño reducido de sus redacciones y por la


escasez de recursos a disposición. La precariedad laboral y el multitasking
sobresalen como rasgos compartidos por todas las personas entrevistadas.
Por otra parte, el financiamiento de los municipios resulta fundamental
para la supervivencia de la mayoría de los medios locales/zonales, lo cual
delimita su margen de acción respecto de la producción de noticias. Como
resultado, las estrategias esbozadas para lograr una autonomía (aunque
sea relativa) de esta pauta oficial se tornan centrales para poder mantener
un proyecto independiente.
La información original y de primera mano aparece como un atributo
destacable para mantener la fidelidad del público en un escenario de com-
petencia creciente, aunque los medios entrevistados también dan cuenta
de alianzas que se entretejen entre ellos para sortear los desafíos derivados
del reducido tamaño de sus redacciones y de la precariedad en la que desa-
rrollan sus tareas. Sin embargo, esta centralidad de la labor periodística en
el territorio no siempre se refleja en el contenido de las noticias policiales.
Con la excepción de El Zorzal, en la cobertura de estas noticias se destaca la
referencia a la Agencia Télam o a noticias elaboradas tomando otros medios
como fuente principal. En esta línea, todas las personas entrevistadas decla-
raron no contar con periodistas especializados en estas temáticas. Más allá
de que se encuentren radicados dentro del partido de San Martín o no, los
medios no disponen de recursos (ni materiales ni humanos) para cubrir las
noticias policiales de cada uno de los partidos incluídos en su cobertura. Sin
embargo, de la interacción con sus audiencias surge la necesidad de publicar
noticias policiales, ya que éstas son demandadas por sus públicos y tienen
una difusión notable, particularmente en redes sociales. En síntesis, a con-
tramano de la tendencia observada en los medios nacionales, respecto de la
creciente importancia que toman las secciones de noticias policiales, en los
medios analizados la temática se aborda como respuesta a las demandas del
público y las noticias se sustentan especialmente en cables y otros medios
más que en la coberturas propias.
A este respecto, el caso del diario El Zorzal presenta particularidades
que conviene destacar. En primer lugar, la posibilidad de acceder a financia-
miento nacional habilita una mayor autonomía respecto del municipio a la
hora de definir y mantener su línea editorial. Al mismo tiempo, en segundo
lugar, el hecho de ser un medio local, radicado en el partido San Martín y
abocado únicamente a este municipio, fortalece las vinculaciones que el

205
Últimos y abollados

medio entabla con los actores territoriales y le da una impronta específica a


sus contenidos, que nunca son réplicas de la agencia o de otros medios. En
este sentido, con la excepción de este caso en particular, podemos concluir
que las potencialidades que presentan los medios locales/zonales debido a la
cercanía con el lugar de los hechos no siempre se ve reflejado en la cobertura
que realizan sobre estos acontecimientos, debido principalmente a las limi-
taciones y desafíos que encuentran en el desarrollo de su tarea.

Bibliografía

Bernardi, M.T. (2020). “Las prácticas periodísticas en medios nativos


digitales locales”. En S. Poliszuk y A. Barbieri (Comps.), Medios, agendas
y periodismo en la construcción de la realidad (pp. 45-57). Viedma:
Editorial UNRN.
Carboni, O. (2020). “La organización productiva y del trabajo en los
noticieros de cuatro ciudades argentinas”. Zer, 25(48), 165-189.
Focás, B. (2018). “Rutinas de trabajo de los periodistas de noticias policiales
de la televisión en Argentina (2011-2015)”. Comunicación y Sociedad,
e6822. doi: https://doi.org/10.32870/cys.v2019i0.6822.
Hernández Ramírez, M. (1997). “La sociología de la producción de noticias.
Hacia un nuevo campo de investigación en México”. Comunicación y
Sociedad, 30, 209-242.
Kessler, G. y Focás, B. (2014). “¿Responsables del temor? Medios y
sentimiento de inseguridad en América Latina”. Nueva sociedad, 249,
137-148.
Mosco, V. (2009). La economía política de la comunicación. Barcelona:
Bosch.
Poliszuk, S. y Barbieri, A. (Comps.). (2020). Medios, agendas y periodismo en
la construcción de la realidad. Viedma: Editorial UNRN.
Retegui, L. (2017a). Los procesos de organización del trabajo en la redacción
de un diario. Un estudio a partir del diario La Nación, en el contexto
digital (1995-2013) (Tesis doctoral). Bernal: Universidad Nacional de
Quilmes.
Retegui, L. (2017b). “La construcción de la noticia desde el lugar del emisor.
Una revisión del newsmaking”. Revista Mexicana de Opinión Pública, 23,
103-121. DOI https://doi.org/10.22201/fcpys.24484911e.2017.23.56354.

206
CAPÍTULO 9 Entre lo local y lo zonal,prácticas periodísticas en San Martín

Rosenberg, L. y Zanotti, J.M. (2020). “Lo impactante y lo local. Criterios


de noticiabilidad y fuentes de información predominantes en la
producción de noticias de delito en dos canales abiertos de Córdoba”.
Austral Comunicación, 9(1), 69-91. DOI https://doi.org/10.26422/
aucom.2020.0901.ros.

207
Sobre los autores

Ana Beraldo es becaria postdoctoral CONICET con sede en la Escuela


IDAES/UNSAM. Integra el Núcleo de Estudios sobre Violencias, de la
Escuela IDAES, y es investigadora del Centro de Estudos em Criminalidade e
Segurança Pública (CRISP/UFMG). Es doctora en Sociología (UFSCar), maes-
tra y licenciada en Psicología (UFMG).
Contacto: anaberaldopsi@gmail.com

Evangelina Caravaca es investigadora asistente CONICET con sede en la


Escuela IDAES, donde también se desempeña como docente de grado y pos-
grado. Co-Coordinadora del Núcleo de Estudios sobre Violencias, de la Escuela
IDAES. Es doctora en Ciencias Sociales, magíster en Estudios Latinoamericanos
y licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires.
Contacto: ecaravaca@unsam.edu.ar

Federico del Castillo es Antropólogo (Universidad de la República), MA in


Criminal Justice (John Jay College of Criminal Justice, CUNY). Doctorando en
Antropología Social (EIDAES-UNSAM). Becario doctoral (ANII). Integra el
Núcleo de Estudios sobre Violencias, de la Escuela IDAES.
Contacto: fcodelcastillo@gmail.com

Violeta Dikenstein es socióloga (FSOC-UBA) y doctora en Sociología


(Escuela IDAES/UNSAM). Becaria posdoctoral CONICET. Profesora en la
Escuela IDAES/UNSAM y en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA.

209
Últimos y abollados

Integra el Núcleo de Estudios sobre Violencias y el Centro de Estudios


Sociopolíticos, ambos de la Escuela IDAES.
Contacto: vdikenstein@unsam.edu.ar

Martín Hernán Di Marco es becario postdoctoral de CONICET. Integra


el Núcleo de Estudios sobre Violencias de la Escuela IDAES. Es doctor en
Ciencias Sociales (UBA), magíster en Epidemiología, Gestión y Políticas de
Salud (ISCo/UNLa) y licenciado en Sociología (UBA).
Contacto: mh.dimarco@gmail.com

Pastora Isabella Echagüe es estudiante de la Licenciatura en Sociología de


la Escuela IDAES (UNSAM). Integra el Núcleo de Estudios sobre Violencias
de la Escuela IDAES.
Contacto: pastora.isabella.echague@gmail.com

Eliana Ferradás Abalo es doctoranda en Sociología en la Escuela IDAES


(UNSAM). Integra el Núcleo de Estudios sobre Violencias de la Escuela
IDAES. Es profesora en Historia (UBA) y Magíster en Periodismo y Medios de
Comunicación (UNLP).
Contacto: eferradas@gmail.com

Brenda Focás es investigadora adjunta CONICET con sede en la Escuela


IDAES, donde también se desempeña como docente de grado y posgra-
do. Co-Coordinadora del Núcleo de Estudios en Comunicación y Cultura
y del Programa de Medios, periodismo y política. Es doctora en Ciencias
Sociales, magíster en Comunicación y Cultura y licenciada en Ciencias de la
Comunicación por la Universidad de Buenos Aires.
Contacto: bfocas@unsam.edu.ar

José Garriga Zucal es investigador independiente de CONICET con sede


en la Escuela IDAES, donde también se desempeña como docente de gra-
do y posgrado. Co-Coordinador del Núcleo de Estudios sobre Violencias
de la Escuela IDAES. Es doctor en Antropología Social (UBA), magíster en
Antropología Social (IDES-IDAES) y lic. en Antropología (FFyL-UBA).
Contacto: jgarrigazucal@unsam.edu.ar

210
Sobre los autores

Guadalupe González Campaña es estudiante avanzada de la Licenciatura


en Antropología Social y Cultural de la Escuela IDAES (UNSAM).
Contacto: ggonzalezcampana@estudiantes.unsam.edu.ar

Lola González Plaza es estudiante avanzada de la Licenciatura en Antropología


Social y Cultural de la Escuela IDAES (UNSAM).
Contacto: lolagonzalezplaza@gmail.com

Francisca Maldonado Zavala es Licenciada en Sociología de la Universidad


de Chile y Estudiante de la Maestría de Investigación Social de la Universidad
de Buenos Aires (FSOC-UBA).
Contacto: f.maldonadozavala@gmail.com

Inés Mancini es investigadora adjunta CONICET con sede en la Escuela IDAES,


donde también se desempeña como docente de grado. Co-Coordinadora del
Núcleo de Estudios sobre Violencias de la Escuela IDAES. Es Doctora en
Antropología Social (UNSAM), magíster en Antropología Social y Política
(FLACSO Argentina) y Licenciada en Sociología (UBA).
Contacto: imancini@unsam.edu.ar

Romina Rajoy es maestranda en Sociología Económica en la Escuela IDAES


(UNSAM). Integra el Núcleo de los estudios sobre Violencias de la Escuela
IDAES. Es docente en el IUV (MinSeg) y se desempeña como asesora espe-
cializada en la subsecretaría de desarrollo profesional en el ministerio de se-
guridad de la provincia de Buenos Aires. Licenciada en Antropología Social
y cultural IDAES.
Contacto: rrajoy@unsam.edu.ar

Martín Recanatti es doctorando en Sociología en la Escuela IDAES, donde


también se desempeña como docente. Integra el Núcleo de Estudios sobre
Violencias de la Escuela IDAES. También es docente e investigador en el
ICRM-UNSAM. Es licenciado en Sociología. Se desempeña como Asesor
profesional en el Ministerio de Salud de la Nación.
Contacto: mrecanatti@unsam.edu.ar

211
Últimos y abollados

Lucio Rodrigues La Moglie es estudiante avanzado de la Licenciatura en


Estudios de la Comunicación de la Escuela de Humanidades (UNSAM).
Contacto: lrodrigueslamoglie@estudiantes.unsam.edu.ar

Joaquín Zajac es becario postdoctoral CONICET con sede en la Escuela


IDAES. Integra el Núcleo de estudios sobre violencias de la Escuela IDAES.
Es doctor en Ciencias Sociales (UBA), magíster en Antropología Social (IDES-
EIDAES/UNSAM) y licenciado y profesor en Sociología (UBA).
Contacto: jzajac@unsam.edu.ar

212

También podría gustarte