Juez
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1. Introducción
La corrupción y la violencia de género son dos males que azotan a nuestra sociedad, y que
lamentablemente en ocasiones se entrelazan de manera nefasta, generando situaciones de
injusticia y desprotección, especialmente para las mujeres. En Perú, este enlace se ha
manifestado de forma alarmante en el sistema judicial, donde se han reportado casos de
jueces y autoridades que, abusando de su poder y posición, solicitan favores sexuales a
cambio de resolver litigios a favor de una de las partes.
Por ello, es crucial reconocer la importancia de abordar estos dos delitos de manera
conjunta y no aislada. De esta forma, se podrá proteger a las víctimas de manera integral y
aplicar sanciones más justas a quienes cometan estos actos reprobables en todo aspecto. A
continuación, se expondrán temas como el delito de cohecho pasivo específico, la
prohibición de discriminación, el delito de violación sexual, la obligación del Estado
peruano en materia de Derechos Humanos, una propuesta de solución a esta problemática,
el análisis de un caso en concreto y las conclusiones.
A grandes rasgos, el cohecho pasivo se dirige a la conducta corrupta del funcionario que
recibe, acepta o solicita recibir de un extraneus una ventaja o beneficio de cualquier índole
a cambio de realizar algún acto conforme o contrario a sus funciones públicas, o por haber
realizado, anteriormente, uno de estos actos” (Montoya, 2016: 95).
En el Código Penal peruano (CP), el delito de cohecho pasivo tiene dos tipos: el propio y el
impropio. Por un lado, el cohecho pasivo propio se regula en el artículo 393 del CP. Esta
redacción penal ofrece la sanción del funcionario público que “recibe, acepta recibir o
solicita recibir algún donativo, promesa de una ventaja o cualquier beneficio a cambio de
realizar u omitir un acto en violación de sus obligaciones (cohecho pasivo propio
“antecedente”) o como consecuencia de haber faltado ya a sus deberes” (Montoya, 2016:
96). Es decir, esta compra-venta de la función pública constituye la falta a los deberes
funcionariales por parte del intraneus.
Por otro lado, el cohecho pasivo impropio se regula en el artículo 394 del CP. Esta
redacción penal ofrece la sanción del funcionario público que “recibe, acepta recibir o
solicita recibir un donativo, promesa de una ventaja o cualquier beneficio a cambio de
realizar un acto propio de su cargo, o como consecuencia de ya haber realizado el acto
funcional” (Montoya, 2016: 96).
En efecto, el interés penal de estos cohechos pasivos que se busca proteger, como interés
penalmente protegido genérico, es la imparcialidad del ejercicio de la función pública
encomendada desde la organización del Estado. A nuestra postura, la «imparcialidad» en el
ejercicio de la función pública se refiere a la obligación de los funcionarios públicos de
actuar de manera justa y equitativa, sin favorecer ni perjudicar a ninguna persona o grupo
en particular. Desde los principios del derecho, la imparcialidad implica que los
funcionarios deben tomar decisiones basadas en la ley y la evidencia, sin dejarse influir por
intereses personales, prejuicios o favoritismos.
Sin embargo, es necesario señalar que, del delito de cohecho pasivo, se derivan otros delitos
autónomos según el cargo del sujeto. Este es el caso del delito de cohecho pasivo
específico (art. 395 del CP), el cual se dirige al Magistrado, Árbitro, Fiscal, Perito,
Miembro de Tribunal Administrativo o cualquier otro análogo a los anteriores. La redacción
legal establece lo siguiente:
Para estos delitos, se deberá identificar el cargo que ostente el sujeto activo del delito ya sea
en la función jurisdiccional, arbitral, etc. Consideramos que esta distinción de la calidad del
sujeto activo se incorpora a causa de la gran incidencia de corrupción que ha sufrido el país
por parte de estos funcionarios de justicia. De hecho, esta normativa atiende a la realidad
del fenómeno de corrupción en el ámbito jurisdiccional peruano. Por ejemplo, tan solo entre
los años 2007 y 2012, los casos de cohecho pasivo específico ascendieron a más de 100
casos de corrupción en la Magistratura (Poder Judicial, imagen 17).
Fidel Rojas expresa que se considera que un juez es una figura destacada, que está por
encima de las trivialidades cotidianas y que posee las mejores cualidades profesionales de
honestidad, conocimiento jurídico, inteligencia, sabiduría y conciencia social. Por lo tanto,
resulta repugnante para la sociedad que se exija a los jueces (y fiscales) ser corruptos, por
parte de aquellos individuos que ven la judicatura como una oportunidad para aprovecharse
y beneficiarse personalmente. (2007:714).
Desde el análisis del aspecto objetivo, el tipo penal mantiene la siguiente línea. En primer
lugar, el sujeto pasivo del delito es el Estado, al ser el sujeto principal afectado en los
delitos de corrupción pública.
El verbo “recibir” significa “tomar lo que le dan o le envían; Hacerse cargo de lo que le dan
o le envían; Sustentar, sostener a otro; Padecer el daño que otra le hace o casualmente le
sucede; etc”[2].
El verbo “solicitar” significa “pretender, pedir o buscar algo con diligencia y cuidado; hacer
diligencias o gestionar los negocios propios o ajenos; requerir y procurar con instancia tener
amores con alguien; pedir algo de manera respetuosa, o rellenando una solicitud o instancia;
etc.”[3].
En cuarto lugar, por un lado, “directamente” significa que el propio funcionario sea el que
acepte reciba o solicite la ventaja indebida. Por otro lado, “indirectamente” implica que el
funcionario utilice a un tercero como intermediario de la aceptación, recepción o solicitud
de la ventaja indebida. (Apelación 10-2017, Puno, fundamento 16: 13)
En quinto lugar, el “donativo, promesa o cualquier otra ventaja” deben ser comprendidos
ampliamente más que la sola compra-venta de la función pública en términos económicos.
Por ejemplo, la solicitud de un favor sexual es perfectamente configurable como parte de
este tipo penal. Lamentablemente, en los últimos años, se ha identificado que son jueces
(varones) quienes han perpetrado estas prácticas corruptas frente a mujeres justiciables, las
cuales se encuentran en distintos estados de vulnerabilidad.
En séptimo lugar, el “sometido a su competencia” significa “la aptitud que tiene un juez
para ejercer válidamente la potestad jurisdiccional. Dicha aptitud está definida en virtud de
determinados ámbitos que la ley se encarga de establecer”. (Priori, 2004: 39)
Desde el análisis del aspecto subjetivo, el delito de cohecho pasivo específico es un delito
doloso. A nuestra postura, la determinación adecuada del tipo doloso debe realizarse por el
enfoque normativo-cognitivo. Es decir, “para explicar el concepto de dolo, consideramos
que la voluntad es un elemento de menor importancia dentro de los factores cognitivos.
Además, desde una perspectiva aplicativa, se trata de una teoría que aborda el dolo como un
juicio normativo que se realiza en base a indicadores externos del comportamiento de los
individuos que cometen un delito”. (Armando Sánchez Málaga, 2017: 298-289)
Entonces, como el dolo puede ser entendido desde la imputación del conocimiento, en casos
del delito de corrupción de funcionarios, como es el delito de cohecho pasivo específico, se
pueden optar mayormente por dos indicadores que Ramón Ragués propone (1999).
Es bien sabido que la corrupción afecta múltiples ámbitos de la sociedad. Es decir, no solo
la esfera pública se debilita, sino, incluso, la esfera privada. En el contexto judicial, la
corrupción afectará una serie de principios y derechos que dejará en desprotección a
individuos, colectivos o difusos según la escala de daño que se haya producido. A
continuación, a efectos del presente artículo, se desarrollarán algunos principios afectados
con respecto al delito de cohecho pasivo específico.
Landa señala que el Estado reconoce el principio de igualdad y prohíbe cualquier forma de
discriminación. Este principio se basa en tratar a los iguales de manera igual y a los
diferentes de manera diferente. El objetivo es garantizar que todas las personas tengan los
mismos derechos y oportunidades, sin importar su origen, raza, género, religión u otras
características. Por ello, las desigualdades [injustificadas] constituyen un obstáculo que no
permite el adecuado desarrollo de la persona ni el despliegue de todas sus capacidades”
(2022: 29).
Uno de los grandes problemas surge cuando esta “injusticia y el soborno” afectan de
manera particular a las mujeres. “Por ejemplo, en el marco de un proceso judicial, mientras
que un operador de justicia puede solicitar a un hombre una contraprestación monetaria
indebida a cambio de realizar u omitir un acto propio de su función, es más probable que a
una mujer se le pida un favor sexual como contraprestación a cambio del mismo
“servicio” (Yvana Novoa, 2016: 7).
De acuerdo a Yvana Novoa, con un caso judicial, si una parte intenta manipular la decisión
del juez a través de sobornos, coloca a la otra parte en una situación de desventaja. La
corrupción introduce un conjunto de reglas alternativas que altera el proceso de resolución
adecuado y acelera indebidamente la solución de problemas (2016: 7). Peor aún, la
situación es complicada cuando un juez es el que pide el soborno a una de las partes. Al
tener una relación de verticalidad de poder, el juez podría pedir una mujer justiciable
mantener relaciones sexuales para favorecerla en el proceso. Esto último es altamente
alarmante, pues la corrupción no solo está afectando el ámbito jurisdiccional, sino que
también está afectando el ámbito privado desde la propia libertad sexual de la mujer que se
encuentra en un estado de vulnerabilidad.
Por ello, la justicia peruana debe evaluar cada caso bajo el análisis de la teoría de género y
el enfoque de interseccionalidad. Por un lado, la teoría de género es una herramienta valiosa
que los administradores de justicia deberían incorporar para enriquecer su labor. Permite
entender de forma más profunda la realidad social de hombres y mujeres. De aquí, la
importancia del enfoque de género, el cual “permite desarrollar conocimientos concretos
sobre la situación de la mujer con respecto a la de los hombres en el mundo. Su sentido
filosófico es precisamente contribuir a visualizar las relaciones de poder y subordinación de
las mujeres, conocer las causas que las producen y encontrar mecanismos para superar las
brechas existentes” (Rueda Romero, 2016: 6).
Por otro lado, la importancia del enfoque interseccional reside en su capacidad para
identificar dos o más elementos que amplifican la vulnerabilidad. En un contexto de
opresión generalizada hacia las mujeres, reconoce la concurrencia de una o más causas que
intensifican dicha opresión. Crenshaw, quien acuñó este término, señala que “la
discriminación específica que enfrentan las mujeres las pone en una situación de
vulnerabilidad y discriminación en la sociedad. Esto se debe a las expectativas de roles de
género impuestas por un sistema patriarcal global que afecta a diversas culturas. Como
resultado, existe una imagen negativa y una serie de estereotipos sobre las mujeres en
nuestra sociedad”. (1989).
Para ello, por ejemplo, en el “Protocolo para juzgar con enfoque de género” del Poder
Judicial, se indica que se debe tomar conciencia de la subordinación del sexo femenino en
forma personal (anexo 1: 6). Además, se señala que, “durante el proceso judicial (hasta
antes de llegar a la etapa de la decisión judicial), se deben identificar si se
presentaron situaciones de desigualdad motivadas en el género de las personas
involucradas, esto es, si los operadores y las operadoras jurisdiccionales han actuado
guiados por sesgos o basados en estereotipos de género. Ello permitirá reconocer si se han
producido afectaciones al derecho de acceso a la justicia de alguna de las partes, situación
que posteriormente podría ser considerada y valorada en la etapa probatoria al aplicar las
reglas de la sana crítica o, incluso, optar por el desplazamiento de la carga probatoria”.
De ese modo, se deben identificar con rigurosidad las situaciones de vulnerabilidad que
atraviesa la mujer como víctima. Por ejemplo, al ser mujer, se debe identificar la relación de
poder y subordinación propias del modelo cultural, sociopolítico y normativo patriarcal, y
su impacto en la creación y aplicación de las normas (Alvites, 2023: diapositiva 8). Puede
ser una madre soltera y se debe identificar su situación de vulnerabilidad y desprotección.
También, se deben identificar el estatus socioeconómico de la mujer, ya que este factor ha
sido históricamente parte de la discriminación estructural hacia la mujer. En general, tal
como señala la Constitución Política, se debe evaluar el origen, raza, sexo, idioma, religión,
opinión, condición económica o de cualquiera otra índole, que puedan condicionar a la
mujer a una situación de vulnerabilidad mayor a la que aparentemente se encuentra.
En aplicación del delito de cohecho pasivo específico y género, este delito de corrupción,
a nuestra consideración, debe sustentarse en las siguientes medidas según las obligaciones
en materia de Derechos Humanos.
Así, estos artículos reconocen a las mujeres como iguales a los hombres en todos los
aspectos, sin importar su estado civil. Además, se busca la abolición de cualquier
legislación que perjudique o limite los derechos de las mujeres por razón de su sexo.
También, esto significa trabajar para eliminar los prejuicios, las prácticas habituales y
cualquier otro tipo de conducta que se base en la idea de que un sexo es inferior o superior
al otro, o que asigna roles estereotipados a hombres y mujeres.
Estos artículos establecen que cualquier acto que vulnere injustificadamente los derechos de
la mujer es considerado ilegal y debe ser prevenido, sancionado y erradicado. Esto abarca
una gama más amplia de actos violentos, no solo los físicos, sino también aquellos que
pueden causar daño emocional o psicológico a las mujeres, para asegurar que las mujeres
tengan derecho a vivir libres de violencia y amenazas a su seguridad personal.
Después de todo el análisis antes previsto, esta pregunta resulta evidente: NO.
Consideramos que no basta el cohecho pasivo específico para sancionar estos actos de
corrupción, debido a que se deja en la desprotección un interés penal sumamente importante
en casos de corrupción y género, que es la libertad sexual.
La libertad sexual es el derecho de cada persona a tomar decisiones sobre su vida sexual,
tener la capacidad de consentir y participar en actividades sexuales de forma voluntaria.
También, implica el derecho de cada individuo a no ser obligado o involucrado en
situaciones sexuales en contra de su voluntad. (Ragués, 2019: 129)
Por ello, en temas de corrupción y género es muy importante evaluar también qué delito
contra la libertad sexual puede haberse perpetrado. En el presente trabajo, se evaluará el
delito de violación sexual. Cabe recalcar que solo uno de los tantos delitos que pueden
realizarse junto al delito de cohecho pasivo específico.
La violación sexual se encuentra regulado en el artículo 170 del Código Penal peruano. Se
establece lo siguiente:
“El que, con violencia, física o psicológica, grave amenaza o aprovechándose de un entorno
de coacción o de cualquier otro entorno que impida a la persona dar su libre consentimiento,
obliga a esta a tener acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal o realiza cualquier otro acto
análogo con la introducción de un objeto o parte del cuerpo por alguna de las dos primeras
vías, (…)”. (el subrayado es mío)
Así, se “concurre en aquellos supuestos en los que el atentado contra la libertad sexual
consista en acceso carnal por vía vaginal, anal o bucal, o introducción de miembros
corporales u objetos por alguna de las dos primeras vías” (Ragués, 2019: 134). Sobre todo,
es importante que la falta de consentimiento de la víctima se vea condicionado por alguna
forma de vulnerabilidad antes estudiada como ser mujer, estar en una relación inferior de
poder, el lugar, la edad de la víctima, etc.
Por un lado, desde el aspecto objetivo, la violación sexual puede realizarse por acción u
omisión (deber de garante) a través de la conducta de obligar a tener acceso carnal (por tres
vías) o realizar actos análogos con la introducción de un objeto o parte del cuerpo (por dos
vías). El contexto debe configurarse con impedir el consentimiento de la víctima.
Los medios deben ser la violencia, amenaza o aprovechamiento del entorno de coacción.
Por otro lado, desde el aspecto subjetivo, el delito de violación es un delito doloso. Esto
implica la imputación del conocimiento del sujeto activo sobre la conducta típica del delito.
Para ello, es necesario identificar los tipos de violencia. En primer lugar, la “violencia
física supone toda acción que suponga el despliegue de energía corporal del autor sobre la
víctima y que se traduce en, por ejemplo, golpes o en sujeción a través de las manos
(Salinas, 2016, p. 65). No se exige una “fuerza irresistible” por la víctima (Acale, 2019, p.
215), por lo que la resistencia no es un elemento del tipo y ningún caso de bloqueo o
colaboración de la víctima elimina la existencia de este medio (Jericó, 2019, p. 306)”
(Rodríguez Vázquez, diapositiva 13).
En segundo lugar, la violencia psicológica implica “toda acción que pueda ocasionar daños
psíquicos y que se oriente al control, aislamiento o humillación de la víctima -artículo 8
literal B de la Ley 30364-. El daño psíquico debe reducir las capacidades cognitivas y
volitivas (Peña Cabrera, 2019, p.381) de la víctima para ejercer su libertad sexual. Por tanto,
la violencia psicológica, como medio de la violencia sexual, debe tener cierta gravedad e
intensidad que la hagan asimilable a la violencia física o a la grave amenaza (Monge, 2019,
p. 351)” (Rodríguez Vázquez, diapositiva 13).
Finalmente, el entorno que impida libre consentimiento hace alusión a distintos supuestos:
“abuso de una relación de superioridad (Peña Cabrera, 2019, p.376) y el abuso de una
situación de vulnerabilidad -relación de dependencia con el agresor que lleva a la víctima a
aceptar el acceso carnal aún sin amenaza o violencia- (Peña Cabrera, 2019, p. 376)”
(Rodríguez Vázquez, diapositiva 14))
En segundo lugar, el artículo 170.12 establece, como agravante, lo siguiente: “si la víctima
es mujer y es agraviada por su condición de tal en cualquiera de los contextos previstos en
el primer párrafo del artículo 108-B”.
Ante situaciones de corrupción y género, esta solicitud de favor sexual se ve, en todos los
ámbitos, como impedimento de la libertad sexual de la víctima. Esto significa que un juez
que pide un favor sexual también puede ser imputado por el delito de violación sexual.
Antes una solicitud de soborno, sobre todo, este juez se aprovecha del cargo que le da una
particular autoridad sobre la víctima que le impulsa a depositar su confianza en él. Es claro
que la confianza de una de las partes sobre un juez se funda en los principios
constitucionales. En efecto, desde la Constitución Política del Perú, el artículo 39 establece
que los funcionarios públicos están al servicio de la Nación. El artículo 43 establece que la
República del Perú es democrática (implica la separación de poderes). El artículo 44
establece que uno de los deberes primordiales del Estado es la garantía de la plena vigencia
de los derechos humanos. Y el artículo 45 establece que el poder del Estado emana del
pueblo.
7. Análisis de casos
Un caso muy famoso sobre este aspecto problemático se originó en Ayacucho. A efectos
académicos, se analizarán los hechos de la Apelación N. 39-2021. Los hechos nos
describen lo siguiente:
o 06-16 octubre 2017: Wilbert Quispe Ramos, Juez Mixto de Ayna –
San Francisco, llama a Yasmeny Nayse Navarro Huaylla y le
propone relaciones sexuales a cambio de favorecerla en la tenencia
de su hijo. Navarro Huaylla accede y el 17 de octubre, Quispe Ramos
emite resolución a su favor.
o 23 octubre 2017: Raúl Hinostroza Humani, demandante, interpone
recurso de apelación.
o 07 noviembre 2017: Quispe Ramos llama nuevamente a Navarro
Huaylla y le pide relaciones sexuales para llevar su expediente a la
Sala Mixta del VRAEM. Se citan en Urbanización Valle Dorado de
Pichari y mantienen relaciones en el Hotel «Valle Dorado».
o 08 noviembre 2017: Quispe Ramos dispone la elevación del
expediente a la Sala de Apelaciones.
o 26 febrero 2018: Navarro Huaylla solicita que se requiera al
demandante entregar a su hijo. El Juez de emergencia Fortunato
Quispe Huamán ordena al demandante cumplir en 24 horas.
o 12 marzo 2018: Quispe Ramos, Juez a cargo del proceso, contacta a
Navarro Huaylla por WhatsApp y le pide presentar un documento.
Navarro Huaylla lo hace, solicitando tener en cuenta que la apelación
es de carácter diferido.
o 13 marzo 2018: Quispe Ramos vuelve a contactar a Navarro Huaylla
y le indica que declarará improcedente su apelación. Se reúnen
nuevamente en el cuarto del investigado, pero Navarro Huaylla lo
rechaza. Quispe Ramos sugiere presentar una medida cautelar y
promete entregar a su hijo en 24 horas.
Básicamente, lo que expone la fiscalía es que el magistrado Quispe Ramos solicitó los
favores sexuales, como condición para favorecer a Yasmeny Nayse Navarro en darle la
tenencia de su hijo. Al suceder ello, este incumple con su deber de actuar con neutralidad y,
al ser un funcionario que administra justicia, su conducta recae en el supuesto del delito de
cohecho pasivo específico. Es evidente que se ha configurado este delito. Por ello, el
análisis no será mayor.
Sin embargo, parece dejarse en la impunidad un delito tan igual de grave, el de la violación
sexual. Es claro que este juez representaba el poder sobre una decisión importante para
Yasmeny Navarro. Para ello, se debe señalar que el lugar (San Francisco) tiene una tasa de
incidencia alta en violencia de género[4].
Por ejemplo, las mujeres con un estatus socioeconómico bajo pueden ser más vulnerables a
estos delitos de cohecho pasivo especifico y violación sexual, ya que pueden enfrentar
mayores dificultades para acceder a recursos legales, asesoramiento y apoyo. Esto puede
hacerlas más susceptibles a actos de corrupción y abuso de poder.
Incluso, está el miedo a represalias, ya que el temor a las represalias puede ser mayor en las
mujeres de bajos ingresos porque pueden sentir que tienen más que perder. Si dependen del
fallo del juez para la custodia de sus hijos, pueden sentirse presionadas para cumplir con
demandas inapropiadas por temor a las consecuencias de no hacerlo.
Además, estas víctimas pueden tener un acceso limitado a la justicia. Pueden carecer de los
medios para contratar a un abogado o buscar asesoramiento legal, lo que puede limitar su
capacidad para desafiar o denunciar el comportamiento indebido de un juez que abusa del
poder.
También, la falta de educación y conciencia sobre sus derechos puede hacer que las mujeres
de bajos ingresos sean más propensas a ser manipuladas o engañadas. Pueden no saber que
el comportamiento del juez es inapropiado y posiblemente ilegal. Es difícil que una persona
que no ha sido debidamente asesorada comprenda estos comportamientos de un juez como
comportamientos que constituyen delito.
Por ello, es importante destacar que solicitar favores sexuales a cambio de un veredicto
favorable en un caso legal es un acto de corrupción y un abuso grave de poder. De ese
modo, consideramos que es de crucial relevancia que se tome en cuenta el delito de
violación sexual junto al de cochecho pasivo específico, debido a que los intereses penales
(bienes jurídicos) son distintos. Por un lado, se vulnera la correcta administración de
justicia. Por otro lado, se vulnera la libertad sexual de la víctima.
El artículo 48 del Código Penal soluciona este problema. Este artículo establece la
aplicación del concurso ideal de delitos cuando varias disposiciones son aplicables al
mismo hecho. Así, se reprimirá hasta con el máximo de la pena más grave, pudiendo
incrementarse ésta hasta en una cuarta parte, sin que en ningún caso pueda exceder de
treinta y cinco años. De ese modo, habrá concurso ideal cuando un solo hecho constituya
dos o más delitos. (Santiago Mir, 2016: 674)
En este caso, el mismo hecho del juez vulneró dos principales bienes jurídicos y no solo
uno. Por un lado, se vulneró un bien jurídico más difuso, que sería la correcta
administración de justicia. Por otro lado, se vulneró un bien jurídico más individual, que
sería la libertad sexual de la víctima.
Por ello, consideramos que la evaluación de los casos de corrupción no solo sea analizada
desde la mera primera visión de los hechos, sino que sean analizados de forma más
profunda, sobre todo cuando se trata especialmente de mujeres. La justicia se debe centrar
en la persona. Sin embargo, este antropocentrismo jurisdiccional debe contar con el mayor
pronóstico posible de vulnerabilidad de la víctima. Para ello, el Derecho penal no basta; es
necesario remitirse a otras áreas jurídicas que cuenten con la posibilidad de administrar una
justicia más acorde a los Derechos Humanos.
8. Conclusiones
De ahí que el Estado, tiene la obligación de proteger y hacer valer los derechos de las
mujeres víctimas de la corrupción. Esta responsabilidad se extiende no solo a enjuiciar y
sancionar a los perpetradores, sino también a garantizar que las mujeres tengan acceso a
recursos y reparaciones efectivos.
Una forma de lograrlo es evaluar los casos de corrupción y género bajo el concepto del
concurso ideal, referidos a la comisión de dos o más delitos que forman parte de un mismo
hecho delictivo. Este enfoque reconoce la interseccionalidad de los delitos cometidos,
reconociendo que atentan no sólo contra el Estado, sino también contra la víctima de
violencia de género. Al hacerlo, es posible abordar las causas profundas de la corrupción y
la violencia de género, a menudo derivadas de desigualdades de género sistémicas e
institucionalizadas.
9. Bibliografía
Legislación