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La Mistica de Hadewijch de Amberes

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La mística de Hadewijch de Amberes

Camila Montenegro Ortúzar

Vida

Hadewijch de Amberes fue una escritora y mística de la Edad Media (1200-1260) que nació
en la ciudad de Bravante, Holanda. Su obra completa se resume en 14 visiones, 45 poemas
estróficos y 31 cartas que compartía con sus pupilas. Su obra fue escrita en lenguaje vulgar
(neerlandés), sin embargo ella sabía latín y variadas disciplinas, por lo tanto, es probable
que haya pertenecido a una familia noble. En su juventud, se asoció a un grupo de
beguinas, mujeres cristianas con un vasto conocimiento teológico y literario, que se
dedicaron a la vida religiosa sin tomar votos. Durante el transcurso de su vida, Hadewijch
fue forzada a dejar a sus seguidoras, amenazada con el destierro y la prisión (133 Épiney-
Burgard). Su obra fue más conocida póstumamente, en el siglo XIX, cuando fueron
reeditados sus escritos.

Amor

Su poesía está atiborrada de elementos pertenecientes al amor cortés, un concepto al cual se


le atribuyen las imágenes de la vida caballeresca: la aventura, la justa y la cabalgata (138).
En la simbología del amor cortés, los amantes son representados de una forma que
usualmente se compara con el proceso de vasallaje: el caballero es el siervo de su dama y le
debe eterna lealtad, busca merecerla a través de infinitas hazañas, pues ella encarna la
pureza. El amor está presente en la poesía de Hadewijch de una forma particular, pues
utiliza la representación caballeresca del amor, pero con los géneros invertidos: la mujer es
la sierva y el objeto de su devoción es el Amor, el sentimiento que la autora expresa tiene
su propio lenguaje, pues para ella “La divinidad es amor” (163 Hadewijch, carta XVII).
Me parece necesario indicar que en neerlandés y en alemán el sustantivo Amor es de
género femenino, pues cambia la visión del autor respecto al tema tratado. En su poesía, el
amor es presentado como una dama y hay una inversión de los papeles tradicionalmente
retratados del amor cortés, es ella quien busca a Dios y su deseo es recursivo, pues busca
“amar el amor”. (136, Épiney-Burgard) Una aventura espiritual que podemos explicar a
través de la mística. Según Velasco, la etimología del término se origina en Grecia y
significa “relativo a los misterios”. El verbo myo, a su vez, significa cerrar la boca y los
ojos( 19). El amante no realiza un viaje físico en absoluto, sino más bien un viaje dentro de
sí mismo. Podemos interpretar el amor tratado como la búsqueda del infinito y el abandono
de la razón, pues se relaciona con la revelación de los Misterios y está representado por la
pérdida, el abismo profundo y las tinieblas.” (138 Épiney- Burgard). El místico, al
incursionarse en esta aventura, que puede llegar a durar toda su vida, siente tanto
sufrimiento como dicha, ya que es una persona llena de contradicciones, diferente a la
divinidad.

Es necesario explicar que Hadewijch de Amberes es una mística, lo que implica que no
hay una diferencia entre el hablante de sus escritos y la autora, pues ella tuvo la visión de
aquello que relata. Su búsqueda espiritual es íntima y le pertenece como sujeto. Según
Velasco, el fenómeno místico definido es el siguiente:

“Así, pues, con la palabra «mística» nos referiremos, en términos todavía muy
generales, a experiencias interiores, inmediatas, fruitivas, que tienen lugar en un
nivel de conciencia que supera la que rige en la experiencia ordinaria y objetiva, de
la unión -cualquiera que sea la forma en que se la viva- del fondo del sujeto con el
todo, el universo, el absoluto, lo divino, Dios o el Espíritu (24)”.

Los escritos de Hadewijch de Amberes coinciden con lo descrito, la autora vivió en su


propia piel el éxtasis místico y divide esta aventura espiritual en tres momentos, estos son la
introvisión, la visión, junto al mensaje y la quietud, profundizaremos en ellos más adelante,
pero me parece importante indicar que la definición de Velasco corresponde la experiencia
de Hadewijch, quien vivió aquel momento fugaz de unión, en el cual toda antagonía se
disuelve.
Doctrina

Hadewijch considera que para poder hacernos conscientes, es necesario pasar por el
sufrimiento, pues enseña las lecciones más importantes de la vida. Nuestro paso por la
tierra está lleno de errores que seguimos repitiendo una y otra vez, sin embargo, según su
doctrina, todas las almas tienen un mandamiento interior que busca volver a la dignidad
primera de Cristo (142 Épiney-Burgard). La eficacia de estas lecciones de vida influye en
la propia unión con Dios, que es lo que el alma busca y cabe preguntar ¿Qué es lo que el
sufrimiento nos enseña? Según la autora nos desarrolla la voluntad y la razón “Puedo con
mi voluntad, desear libremente y querer tan alto como pueda.”(159, Carta 9).

La voluntad es lo que nos permite soñar y crecer de manera espiritual, es un vehículo que
nos permite desarrollar nuestra vida y acercarnos a la felicidad, metafóricamente, nos lleva
a los riscos más altos del Universo. Lo que impide a la Voluntad es la inoperancia y
comodidad que el ser humano utiliza en su vida cotidiana, pues todo esto lo aleja de la
realización personal y se siente perdido e inseguro de cuál es el camino correcto. En este
estado, el hombre pierde el control de sus emociones y la oscuridad que se genera en su
mente lo hace sufrir.

La autora considera que “si no se sufre, no se crece” (Cartas, II 143) El dolor es un paso
necesario para crecer espiritualmente, ya que obliga al ser humano a preguntarse el motivo
de su miseria y hacer uso de la razón. El estado despierto que causa la toma de conciencia
es similar a la luz de una vela que se enciende “Razón puede enseñar y ver claramente y
seguir de cerca la vía de nuestro Señor” (173, poema XIX) La razón nos hace tomar las
riendas de nuestro propio destino, nos indica el camino de lo correcto y de lo que debe
cambiarse. Estos principios componen la doctrina que Hadewijch tenía de la vida, la lógica
con la cual el ser humano se rige para vivir.

Visión

Las visiones de Hadewijch acontecieron en su juventud, cerca de los diecinueve años. El


texto Visiones tiene catorce textos, de los cuales once son visiones. Todas están
relacionadas con un evento litúrgico: Pascua, Pentecostés, las fiestas marianas. En estos
textos, ella relata su propia experiencia, en la que le fueron reveladas ciertas cualidades
ocultas de su alma y en la que pudo experimentar el goce de la unión con la divinidad.

La estructura del fenómeno místico presente en las visiones de la autora consta de tres
momentos, el primer estado en el que entra es la introvisión, aquí, los sentidos de la
persona se acentúan, es decir, sufre de una hiperestesia y la divinidad/Amor lo envuelve en
el interior y le eleva en espíritu (138 Épiney- Burgard).

Como consecuencia de lo anterior, quien experimenta el fenómeno místico entra en el


segundo estado, llamado visión y mensaje, que es el clímax, en el sentido de que el alma es
llevada más allá de su cuerpo, allí siente la presencia de Dios “lejos de toda inteligencia
pero en la consciencia de estar unida a Él y de gozar de Él.” (Vis VI). Hadewijch
menciona la importancia del Mensaje, pues ha recibido desde la altura del universo un
mensaje, una verdad correspondiente a los misterios del mundo, una pregunta que no podría
ser respondida a través de la razón. Para ella, quien ilumina su sendero es Dios, con quien
se une a través de la elevación que sufre su espíritu “vi nacer un niño en el secreto de las
almas amantes” (visión 9, 153) su alma se cristaliza en la divinidad, porque ambos tienen
un mismo origen.

El último estado de la experiencia mística es la quietud, el alma desciende al cuerpo y todo


aquello que fue revelado queda en la memoria. Luego de recibir este conocimiento, la
visión se desvanece, pues el éxtasis no es más que un momento pasajero (141 Epiney-
Burgard). Los sentidos sufren una nueva transformación, ya que la intensidad de lo que
sentían hace un momento, ha desaparecido. El místico vuelve a hacer uso de su razón y se
encuentra de nuevo entregado a la vida cotidiana. El mundo está lleno de contradicciones,
dicha y sufrimiento, riqueza y pobreza, oscuridad y claridad, entre otros. La autora
considera que esta vuelta a la razón, junto a la memoria de la visión recibida, da paso a la
voluntad de realizar las acciones cotidianas que le permitirían encontrar la presencia de
Cristo.

Figuras retóricas

Uno de los elementos del lenguaje del amor que utiliza la autora es la figura retórica de la
antítesis, tanto en el significado como en la estructura del poema. Ella teoriza sobre una
dicotomía entre dos estados de ánimo. Ella diferencia el estado de “fruición” o ghebruken
y de “falta” o ghubruken. En un inicio la mística se siente embriagada por Dios y recibe
Amor en abundancia, como se ejemplifica en los siguientes versos: “una mesa servida/ de
múltiples sabores/ donde la juventud inexperta/ encuentra sus delicias” (de Amberes,
Poema XVI 136). “En la fruición del amor, hemos llegado a ser Dios justo y
poderoso”. En la primera cita, se habla de la abundancia de juventud, belleza y gracia,
dotada de cierta candidez. La segunda cita representa la unión del alma con su verdadera
esencia, esta tiene la capacidad de fusionarse con la divinidad por un momento.

La falta o ghubruken es el momento en el que, según Épiney-Burgard, llega el momento


del choque con la insuficiencia propia del ser humano (136). Es el opuesto al término
anterior y representa la desolación y es el origen de todo sufrimiento. La autora considera
en su doctrina que el sufrimiento permite el crecimiento espiritual, por lo tanto es
inevitable. El descontrol que causa la sensación de soledad, las contradicciones que vive el
ser humano como tal y su carencia, junto al deseo irrefrenable de volver a sentir la fruición,
es el origen de aquellas antítesis presentes en los poemas de Hadewijch. Ella lo expresa
desde su propia experiencia.

En el poema estrófico V de Hadewijch de Amberes encontramos una interacción


entre estos dos estados, “el consuelo y la aflicción/que amor les reserva (a las almas)”. La
antítesis llena el poema, puedo decir que ella considera que aquella dicotomía es parte del
lenguaje propio del amor.

(…) Tan pronto alegre, tan pronto doloroso,


tan pronto lejano, tan pronto cercano,

quien le aprehende en la fidelidad del amor

está en el regocijo:

¡Cómo, de un solo golpe,

Amor abraza y golpea!

Tan pronto humillado, tan pronto exaltado,

tan pronto oculto, tan pronto revelado;

para ser colmado por el Amor

es preciso arriesgarse a una gran aventura

antes de alcanzar

ese lugar en que se gusta

la naturaleza del Amor.

Tan pronto ligero, tan pronto pesado,

tan pronto oscuro, tan pronto claro,

en el consuelo que libera, en la angustia que acongoja,

dando y tomando,

tal es la vida de los espíritus

que, aquí abajo, vagan

por los caminos del Amor. (153 Poema estrófico V, V. 29-48)

En el Poema estrófico V se caracteriza al Amor como una contradicción, en la poesía de


Hadewijch el amante es el Alma y el ser amado es Dios y aquella aventura que
indudablemente está relacionada con los cantares de gesta medievales. Esta experiencia le
permite al Alma conocer ciertos Misterios “tan pronto oculto/tan pronto revelado” Ella
debe progresar sabiendo que, luego de recibir consuelo, va a volver a sentir la falta.

Otro elemento propio del amor cortés presente en la poesía de Hadewijch es la relación de
vasallaje medieval, ya que Amor domina las almas “que, aquí abajo, vagan/ por los
caminos del amor”. Esto es similar al trato que usualmente tenían los señores feudales con
sus siervos.

La autora habla del objetivo que busca quien vive esta experiencia, la manifestación de la
fruición o ghebruken: “ese lugar en que se gusta/ la naturaleza del Amor.” Es representada
como un espacio físico, en el que se realiza la unión entre las almas y la divinidad. Sin
embargo, hay una contradicción al medio, Amor siempre está cerca y a la vez lejos, la meta
es prácticamente inalcanzable; sin embargo, el Alma mantiene la esperanza, ya que Amor
utiliza la oscuridad y la luz, una fuerza que va más allá del pensamiento racional. Los
caminos del Amor no pueden ser comprobados, ni analizados lógicamente, por lo tanto no
es solo la idea de una ilusión la que mueve la búsqueda del Alma, sino la confianza en que
se encontrará con Dios al final del camino. Para el Amor, todo es posible, por lo tanto el
místico se reconoce en la divinidad y sigue buscando.

Conclusión

El término místico es, sin duda, polisémico y mencionaré tres definiciones que se le ha
dado: la primera habla sobre el simbolismo religioso en general, la segunda se relaciona
directamente con el culto cristiano y la tercera se refiere a las verdades imborrables y
ocultas. La beguina Hadewijch de Amberes responde a las tres definiciones que he
mencionado, fue cristiana y su vida tuvo un vasto desarrollo espiritual, mediante el cual
pudo hacerse parte de los ritos mistéricos. Su vida y obra está ligada al concepto de mística,
a pesar de que no fue utilizado como sustantivo hasta el siglo XVI (20 Velasco).

Ella experimentó la fruición que entrega la disciplina espiritual; como relata en sus poemas
“se prendó del Amor”, a quien retrata desde una perspectiva neoplatónica, que pudimos
apreciar en los elementos relacionados al amor cortés que llenan sus versos. Sus poemas
ilustran este combate amoroso constante, que transita entre el lamento y el gozo en el amor
(la fruición y la desolación). El caballero deberá valerse de las armas de la Voluntad y la
fortaleza del espíritu para emprender una aventura que lo lleve a enfrentarse a la lucha
infatigable por conquistar al Amor, debido a que se ha prendado de “ella”. La particularidad
de esta autora, es que adapta estos conceptos a su propia experiencia, cuyo objetivo es amar
al Amor. Este amor trascendental va más allá de la imagen alegórica del amante y tiene la
facultad de unir todas las dicotomías, debido la capacidad alquímica de extraer la
quintaesencia del alma, en el Amor reside el Todo y los Misterios.

Bibliografía

Epiney- Burgard, Georgette et Zum, Émilie “Mujeres trovadoras de Dios” Editorial


Paidós, primera edición 1998.

Velasco, Eduardo “El fenómeno místico” Editorial Trotta 1999.

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