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El Golpe Del 33 - Caetano y Jacob

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“El golpe del 33.

Una dictadura con olor a petróleo” Jacob – Caetano

1) Las causas: Cuando un país quiere apropiarse de su economía.

Octubre de 1929, la caída de la bolsa de Nueva York y el inicio de una crisis sin precedentes, cuyo
efecto cae primero en Europa para luego repicar por el resto del mundo.
Par la América dependiente sus consecuencias serían: cierre de mercados, caída del precio de las
exportaciones, desocupación, hambre. A todo esto se suman apariciones de gobiernos “fuertes”
que barrieran con las instituciones para preservar la “democracia”. Perú, Argentina, Brasil ven
emerger golpes militares y la democracia uruguaya se ve cercada.

En Uruguay la crisis mundial le llega en un momento de crisis previa, donde su principal sector
productivo la ganadería no había logrado reponerse en toda la década del 20 luego de la
posguerra.
Una balanza de pagos con déficit, una moneda desvalorizada y la desocupacón se sintieron
posterior a octubre de 1929.

El panorama político se presentaba complicado, Batlle había muerto, sus seguidores se


presentaron divididos a la elección de 1930, Herrera ve postergada nuevamente su ambición de
Presidencia y el 1 de marzo de 1931 asume Gabriel Terra, un batllista heterodoxo.

¿Quién paga la crisis? O ¿Quién pagaría la crisis?

Mientras el Parlamento se abocaba al estudio de un plan de largo aliento que coordinaría las
obras públicas, organizaría el mercado de trabajo y protegería la industria. Un “asustado” Terra
propuso que la Policía y un sector del Poder Ejecutivo llevara un registro de la oferta y la
demanda, propulsando el control social de la situación de desempleo general del país.

Por otro lado el otro sector batllista del Ejecutivo tenía otros planes pero de mayor dificultad de
instrumentación: 1- Extensión del dominio industrial del Estado. 2- Desarrollo de las obras
públicas. 3- Fomento de las industrias nacionales. 4- Explotación económica de la tierra. 5-
Seguro de desocupación.

El Comité Nacional de Vigilancia Económica fundada a instancias de la Federación Rural pedía


por el amparo del capital tanto nacional como extranjero, un freno al estatismo, la suspensión de
las obras públicas “no reproductivas”, un rechazo a las iniciativas de carácter social y la puesta de
vallas a la inmigración.

Para los asalariados nucleados en distintas centrales sindicales a pesar de las discrepancias de
concepciones estratégicas el objetivo era que la crisis la pagasen los capitalistas.

El batllismo no se había propuesto destruir el capitalismo, pero muchas de sus medidas para
afrontar la crisis afectaban al capital nacional y extranjero. Al mismo tiempo, el movimiento obrero
reprimido en 1932 por Terra veía dificultades de organización para poder brindar una respuesta
efectiva. Así es que el gran capital se hacía fuerte desde el Comité de Vigilancia Económica,
logrando la adhesión de sectores medios, del capital extranjero y acercando cada vez más a un
“asustado” Terra mientras se intensificaba la crisis.

En 1931 los batllistas habían logrado concertar con un sector del Partido Nacional un pacto
político. Aquí nacen ANCAP y UTE, quien asumiría la construcción de la red telefónica
subterránea de Montevideo y en el futuro el monopolio de las comunicaciones telefónicas en todo
el país.

Ese mismo año las principales germiales empresariales de todo el país efectuaron un paro
patronal en protesta, sumado al malestar de gobiernos y empresas extranjeras. Según Luis Batlle
Berres en 1957 la discusión de ANCAP ya había visto el freno de la Federación Rural ante
amenazas británicas sobre una posible reducción en la importación de carne.
El proyecto de ANCAP se aprueba igual, pero el problema de su financiación obliga a pensar
diversidad de recursos para llevarlo a cabo. La solución fue intermedia: se pagaría el petróleo a
precio internacional abonándose con una parte de productos del país.

La política proteccionista de Gran Bretaña reduce el ingreso de carnes uruguayas al mercado


ingles, creciendo las tensiones entre los grupos de presión británicos y el gobierno Uruguayo.
Eduardo Víctor Haedo se hace vocero de la denuncia de la presión ejercida desde Gran Bretaña
desde un discurso anti-imperialista haciendo visible la debilidad democrática uruguaya.

Vale aclarar que la propia crisis mundial dejaba el mercado de capitales en retracción,
complicando al Estado uruguayo cumplir con sus compromisos pactados ante la desvalorarización
monetaria que aumentaba los intereses en moneda extranjera. La deuda externa uruguaya a fines
de 1931 equivalía aproximadamente al doble de las exportaciones de ese año, cuyos principales
acreedores eran Gran Bretaña, Estados Unidos y Francia en menor porcentaje. En 1932 el Estado
suspende la amortización de la deuda externa, y en 1933 la situación con los acreedores ya era
crítica. El Estado debía estudiar la suspensión o la reducción del pago de los intereses, otros
pensaron con el dinero ahorrado financiar obras públicas para aliviar la desocupación. La única
posibilidad de obtener recursos era justamente ampliar su papel económico.

El Frigorífico Nacional, UTE, ANCAP, medidas atendidas por el Banco de Seguros, el Consejo de
Salud Pública, el Puerto de Montevideo, todos presentaban proyectos para mostrar esa iniciativa
del Estado. Al mismo tiempo desde meses antes se sabía que el golpe de estado se venía
preparando…

2) Para bien de las clases altas y los inversores extranjeros.

Hacia finales de la década del 20, la “siesta liberal” en el país estaba llegando a su fin, y con ella
épocas de conflicto en el espectro político venían asomando.

Por otra parte el progresivo agravamiento de la situación económica del país (capitalismo precario,
dependencia) cada vez dejaba menos espacio para un pacífico “acolchonamiento” de los
conflictos sociales (desempleo y precariedad de las capas populares). En este marco se
encuentran y chocan los sectores conservadores y un “segundo impulso” reformista del batllismo.

La presencia de una amenaza sobre los intereses conservadores fue el factor definitorio para la
union de la oligarquía y para su renovada ofensiva en el campo poltico. El “terror” se sustentaba
en la crisis económica y en el resurgir del “inquietismo” reformista, dos elementos que se
interrelacionaban, recordando que la baja rentabilidad del país era previa al año 29.
Este trayecto es una de las explicaciones de la creación del Comité de Vigilancia Económica,
núcleo de grupos de presión oligárquicos. En frente aparecían nuevos actores del Batllismo, un
poco más audaces en sus proyectos. Nuevamente épocas de conflicto en el espectro político
asoman.
La situación de los sindicatos y de los movimientos obreros no era la mejor desde el punto de vista
organizativo, mientras que la FEUU recién comenzaba a emerger hacía un par de años. Al mismo
tiempo, los partidos de izquierda también fragmentados entre sí no pesaban en la escena política.

El batllismo era la única amenaza para las clases altas uruguayas, pero se trataba de un batllismo
conmocionado por la muerte de Batlle en 1929, y sin haber solucionado sus contradicciones
internas y sus compromisos políticos con las otras facciones del P.C.

Al ampliarse los efectos expansivos de la crisis capitalista mundial, el proceso de ruptura y


confrontación política se agudizó, debilitando notablemente al sistema democrático. En este marco
aparecen nuevas formas de realinamiento de fuerzas que trascendían las divisas: herreristas,
nacionalistas, conservadores, antipersonalistas, riveristas, sosistas, vieristas y hasta algunos
batllistas opuestos al reformismo. Del otro lado, las alianzas entre el batllismo y el nacionalismo
independiente eran tímidos amagues, y los partidos de izquierda se encontraban marginados.
En medio de ese contexto, los resultados de las elecciones de 1930 llevaron a la Presidencia de la
República a Gabriel Terra, batllista heterodoxo, adscripto a el ala derecha del reformismo y con
vinculaciones importantes con los grupos económicos hegemónicos y con los inversionistas
extranjeros. Ya en 1931, durante su primer año de mandato se manifiesta su cercanía con las
clases altas, y como diría Frugoni en un futuro un “dictador económico”.

El terrismo nacía y se apoyaba en la convergencia de fuerzas mencionada anteriormente, las


ideas convocantes serían simples y efectivas: la reforma constitucional para terminar con la
“irresponsabilidad gubernamental”, el pelgro de la “agitación” comunista estimulada desde afuera,
un gobierno “agil” y “barato”, todo lo contrario al reformismo. Para Caeteano y Jacob, no queda
duda que tanto Viera y Terra son elecciones de la derecha política y de las clases altas.
El plano internacional mostraba distintos golpes de Estado a lo largo deAmérica, síntomas de
inquietud militar nacional y el trasfondo del fascismo en Europa.

Ese mismo año 1931 muestra la escisión entre el herrerismo y el nacionalismo independiente, la
consolidación entre Terra y los sectores conservadores, el pacto del “chinchulin” y la radicalización
final de las clases altas en su oposición a medidas reformistas como la creación de ANCAP.
La alianza entre el batllismo y el nacionalismo independiente en el legislativo abría la puerta a
iniciativas que herían intereses poderosos, ANCAP fue tomada como una declaración de guerra
en tiendas conservadoras.

En 1932, la polarización y la conflictividad crece y una aceitada maquinaria golpista entró en


acción: se visibiliza la entente entre Terra, Herrera y Manini Ríos, además del apoyo del Comité de
Vigilancia Económica. Incluso la prensa de derecha estimuló públicamente el clima de agitación y
la necesidad de cambios drásticos. Nuevamente volvió a utilizarse en tono propagandístico el
“fantasma del golpe comunista” que sirvió de pretexto para el encarcelamiento de militantes
obreros y la represión sobre los sindicatos. “La Mañana” y “El Debate” comenzaron a convocar
diariamente a Terra al golpe de Estado, se abría lo que Gallinal llamó la “concordancia dictatorial”.

El inicio de 1933 ve la campaña a favor de una reforma constitucional inmediata y “por el camino
más corto” tomó un tono más agresivo; Terra continuó sus discursos incrementando sus
advertencias y amenazas. Las fuerzas anticolegialistas que pidieron la abstención de la elección
del 32 intentaron concretaraa el apoyo o la neutralidad de los militares, mientras la prensa
conservadora continuaba inclinando la balanza en esa dirección. Terra dispone la prisión del
general Julio César Martínez de filiación batllista quien declaraba que el ejército no permitiría un
golpe de Estado. Los cambios institucionales dentro del ejército allanan el camino para el asalto a
las instituciones.

El 31 de marzo sobrevino finalmente el golpe de Estado, comenzando las persecuciones políticas,


detenciones y deportaciones destacando el episodio de Baltasar Brum. El nuevo régimen no tuvo
demasiadas dificultades para consolidarse, desde lo institucional y desde la imagen pública.

Mientras los sectores conservadores saludaban con euforia el comienzo del “nuevo régimen”,
desde tiendas opositorias, en medio de muchas dificultades pero con firmeza, se iniciaba el largo
camino de la lucha contra la dictadura. El mismo día del golpe, a la tarde, escribía Carlos Quijano
en “Acción”, “El criminal golpe de fuerza de Terra, es algo más que una reacción fascista, es el
fracaso de un régimen y el fracaso de una generación que no supo prever ni planear.
Compañeros, desde ya a combatir y a conspirar. La gran batalla ha comenzado...”.
“El terrismo de Estado” Jacob – Caetano – Porrini

El fin de la “excepción uruguaya”

El 30 de marzo, la edición del diario “El Día”, el llamado del batllismo neto para la defensa de la
democracia. La respuesta de Terra fue inmediata y fluminante prohibiendo la realización de la
convención batllista, censurando los órganos periodisticos que atribuían al gobierno propósitos
dictatoriales, interviniendo las cárceles y los organismos Estatales. Mientras tanto el propio
presidente dejaba la Casa de Gobierno para instalarse en el Cuartel de Bomberos.

La “bella muerte” del Parlamento

Ese mismo día sesionaba la Asamblea General, lugar de fuegos entrecruzados: por un lado la
intervención del Ejecutivo en Usinas Eléctricas del Estado, y por el otro tres proyectos de
resolución condenatorios de la acción presidencial, a cargo de legisladores batllistas, comunistas y
nacionalistas independientes. El posterior debate continuó con múltiples palabras desde los
distintos sectores para condenar el accionar del presidente Terra, destácando desde mi opinión el
discurso Eduardo Rodríguez Larreta cuando llama a reconocer el enterramiento de la democracia
uruguaya en manos de la tiranía.

La sesión fue así transcurriendo en medio de un ambiente cada vez más tenso y caldeado, la
antesala de lo que Frugoni llamará años más tarde como “la bella muerte”, pues se trataría de la
última sesión de la Asamblea General. Aun así, finalmente se aprueba por 64 votos contra 42 la
moción presentada por la bancada nacionalista independiente que dejaba sin efecto en forma
inmediata las medidas extraordinarias dispuestas por el presidente.

La replica de Terra.

La respuesta de Terra volvió a ser rápida y radical, por decreto disolvió la Asamblea General
juzgando inválido su pronunciamiento por haber sido aprobado por algo menos de la mitad de sus
componentes, y advirtiendo que su aceptación implicaría una conmoción pública.
También por decreto se resolvió crear una Junta de Gobierno, compuesta de nueve miembros,
que tendría el cometido de asesorar al Poder Ejecutivo en los asuntos políticos y de
administración. Lo siguiente fue conformar una Asamblea Deliberante que desempeñaría las
funciones de Poder Legislativo y la pronta convocatoria a elecciones para una Asamblea
Constiuyente. Por último se disuelve el Consejo Nacional de Administración, del Consejo de
Administración Departamental y de la Asamblea de Montevideo, así como el cese de todos los
directores de entes autónomos.

Acto siguiente se dispuso el arresto de la mayoría de los integrantes del Consejo Nacional de
Administración y de otros políticos opositores de relevancia, destacando el episodio de Baltasar
Brum y su posterior suicidio. En medio de un clima tenso, pero sin mayores manifestaciones de
protesta popular, el 31 de marzo llega a su fin con el golpe de Estado consumado y consolidado.

El “gesto” de Brum y el relato de la embajada estadounidense.

Según Frugoni, el golpe de Estado no agitó mucho la vida nacional ni levantó grandes olas de
indignación pública. Las manifestaciones de protesta que se concretaron aquel día fueron muy
escasas y aisladas, los sindicatos se mantuvieron ajenos a la contienda, y los dirigenes opositores
prefirieron apelar a los “militares constitucionalistas”.

Dos hechos marcaron una nota distinta dentro de ese panorama: 1- la ocupación de la Facultad
de Derecho por parte de estudiantes y profesores encabezados por Emilio Frugoni. 2- el suicidio
de Baltasar Brum. La primera instancia decidió la ocupación del edificio, pero no duraron ni un
solo día por la acción de la Policía, siendo detenido Frugoni. La resistencia de Brum fue mucho
más breve, pero no menos significativa para la memoria colectiva de un pueblo. Es sumamente
interesante analizar la duplicidad de relatos, de reflexiones y de opiniones acerca del accionar de
Brum y de las posteriores consecuencias de sus acciones. La realidad es que la prensa local
apenas informó sobre el suceso, y a su funeral asistieron casi unas 5mil personas pero ningún
miembro del gobierno. El tono de los discursos fue altamente incendiario, pidiéndose hasta la
muerte del presidente; todo esto según el archivo estadounidense.

El “país de la excepción” y la “cuestión” de la legalidad.

La última jornada de la Asamblea General quedará marcada por la reinvindicación nostálgica de


“Uruguay, país de excepción-supremo respeto por la legalidad”. Las últimas frases, los últimos
pedidos al presidente sobre conservar la institucionalidad de la Asamblea, de la Democracia y del
país.

Cae el telón.

El año 1933 arrastraba el problema de la desoocupación, pues ninguna de las medidas


instrumentadas había logrado paralizar el crecimiento del número de parados. Los conservadores
temían en algún momento el levantamiento social, pero Terra no tenía mayores intenciones de
calmar sus ánimos.

Sobre la resolución de esta encrucijada habían chocado dos concepciones antagónicas: una de
inspiración liberal de dejar que las “leyes naturales” terminaran por resolver el problema y otra de
inspiración intervencionista y redistributiva, representada por el proyecto de seguro de
desocupación aprobado por la Cámara de Representantes y que había pasado al Senado, con la
clara oposición de los sectores conservadores.

La desocupación no era el único problema, el Estado estaba desfinanciado. Además del déficil
fiscal, en lo inmediato había deudas también en los elementos más básicos tales como pensiones
para la vejez o trabajadores del municipio de Montevideo. Se pacta un prestamo a través de
garantías de títulos con la banca privada, pero el desnivel entre los ingresos y las fuertes
obligaciones del Estado seguía aumentando. Los rumores, y la tensión sobre la situación
económica del país también aportaba “razones” para advertir la fragilidad del gobierno frente a
una pesimista situación. El miedo se traslada a los banqueros, prestamistas y a la Federación
Rural. Se sabía que no se podría abonar la siguiente cuota trimestral con los acreedores
extranjeros, resolución que se le había comunicado a Presidencia días atrás del 31 de marzo.
El tipo de cambio, es decir la diferencia de moneda en el pago de intereses es lo que aumentaba
notoriamente la cantidad a pagar.

El Consejo Nacional de Administración estaba estudiando abonar los intereses en pesos


uruguayos, congelar las diferencias cambiarias a la espera de que se normalizase el mercado, y
mientras utilizar esas cantidades para impulsar obras públicas y en consecuencia generar empleo.
El problema era que algunas obras públicas afectaban los intereses del capital extranjero.

Este problema ya era visible con ANCAP, pues en 1932 la escasez de moneda extranjera
ambientó el boicot de las compañías importadoras de derivados del petróleo, siendo un obstáculo
para el funcionamiento del ente estatal. La falta de divisa ya había paralizado otras industrias del
país ese mismo año. “Un país sin fondos, como un animal hambriento, debía luchar por su
superviviencia”. El truque o tratados bilaterales eran posibles soluciones.

La desfinanciación del Estado podía llevar a la consumación de nuevas experiencias reformistas,


y nadie podía asegurar a los conservadores que el nacionalismo independiente no accediera a un
nuevo pacto con el batllismo; en ese sentido la figura de Gustavo Gallinal sería importante en esas
relaciones.

Pero la realidad es que la situación era imprevisible, tanto las votaciones como también el futuro
de algunos proyectos como el de seguro de desocupación. “Ni Terra, ni Herra, ni Manini, ni las
entidades empresariales, ni el capital extranjero habían estado dispuestos a esperar
pacientemente el final...”
Los derechos humanos durante el Terrismo: 1933-1938.

La historiografía uruguaya, su mirada del pasado nacional. ¿Simple olvido o desinterés temático
sobre los derechos humanos? Los autores hacen una precisión: se parte de la base de que los
derechos humanos son producto asimilado en la conciencia colectiva de la lucha histórica de los
grupos sociales por imponerlos y defenderlos.

El abordaje del autor toma en cuenta lo referido a los derechos de libertad (individuales, civiles y
políticos) en lo atinente a su vigencia o transgresión; evitando analizar algunos derechos de
igualdad incorporados en la Constitución de 1934 sobre vivienda, educación, trabajo, etc.

¿Dictablanda o Dictadura? Cortes y continudades en un proceso.

El golpe de Estado significó una ruptura institucional que se estaba acostumbrando a la


estabilidad política que permitía el libre juego de los partidos y la vigencia de las libertadres
individuales. La “revolución” de marzo iniciaba un nuevo tiempo en el Uruguay: decenas de
detenidos, censura y clausura de prensa, destituciones, muertes y torturas se poducirían en los
meses siguientes.

Sin embargo hay hechos que preceden esta situación y permiten ver cierta continuidad desde
1926 con la muerte del obrero comunista E. Mattos, hasta 1932 con la clausura de Justicia y de
varios locales sindicales donde fueron detenidos varios comunistas, además de muerta una mujer
por disparos de la Policía.

“Los derechos humanos cuestionados: 1933 – 1938”

El período compredido muestra la existencia de olas de represión desatadas por el gobierno

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