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Teoria de La Personalidad Tarea 3

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Nombre:

Eliana Isabel Regalado/Acosta

Matricula:
100055622

Asignatura

Teoría de la personalidad

Facilitadora

Arminia Rosario. M.A

Tarea
3
Luego de consultar la bibliografía señalada y otras fuentes de interés
científico para la temática objeto de estudio, se aconseja que realices la
siguiente actividad:

1-Investiga sobre la biografía de Freud y redacta un informe donde expliques


los postulados de su teoría relacionándolos a sus experiencias personales.

Sigmund. Freud 1856-1939

La historia de Freud, como la mayoría de las historias de otras personas, empieza a


partir de otros. En esta ocasión fueron su mentor y amigo, Dr. Joseph Breuer y la
paciente de éste, Anna O. Anna O. Fue paciente de Breuer desde 1880 hasta 1882.
Con 21 años de edad, Anna invirtió la mayoría de su tiempo cuidando de su padre
enfermo, desarrollando una tos importante que no tenía una explicación física, así
como dificultades para hablar, que finalizaron en un mutismo completo, seguido de
expresiones solo en inglés, en vez de su lengua natal, el alemán.
Cuando su padre falleció, la paciente empezó a rechazar la comida y desarrolló una
serie inusual y extraña de síntomas. Perdió la sensibilidad en las manos y pies,
parálisis parciales y espasmos involuntarios. También presentaba alucinaciones
visuales y visión de túnel. Toda vez que los médicos examinaban a Anna para estudiar
estos síntomas que parecían físicos, no encontraban ninguna causa física demostrable.

Además de estos síntomas, por si no fuera poco, presentaba fantasías infantiloides,


cambios dramáticos de humor y varios intentos de suicidio. El diagnóstico de Breuer
fue de lo que se llamaba en aquel momento histeria (hoy, trastorno de conversión),
lo que significaba que tenía síntomas que parecían físicos, pero no lo eran. En las
noches, Anna se sumía en unos estados de “hipnosis espontánea”, tal y como
Breuer les llamó, a los que la propia paciente designó “nubes”. (Anna tenía una
formación intelectual alta y era una mujer muy preparada; así que no es de extrañar
que ella utilizase términos muy precisos, incluso técnicos para designar algunos de
sus estados, como en el caso de los estados hipnoides, llamándoles nubes. N.T.).
Breuer se dio cuenta de que, a pesar de estos estados de trance, la paciente podía
hablar de sus fantasías diurnas y de otras experiencias, sintiéndose mejor
posteriormente. Anna llamó a estos episodios “limpieza de chimenea” y “la cura por
la palabra”.
En algunas ocasiones, durante la “limpieza de chimenea”, Anna proporcionaba
algunos datos que daban comprensión particular a algunos de sus síntomas.
El primer dato sobrevino justo después de negarse a ingerir agua durante un
tiempo: recordaba ver a una mujer bebiendo agua de un vaso que un perro había
lamido antes. Cuando recordaba esta imagen, se disgustaba y le sobrevenía una
sensación intensa de asco…solo para inmediatamente después ¡beberse el vaso de
agua! En otras palabras, su síntoma (la hidrofobia) desaparecía tan pronto se
verbalizaba y se sentía la sensación particular de asco; es decir, la base del
síntoma. Breuer llamó catarsis, del griego referido a “limpieza”, a estos estados de
recuperación espontánea.
11 años más tarde, Breuer y su asistente, Sigmund Freud, escribieron un libro sobre
la histeria, donde explicaban su teoría. Toda histeria es el resultado de una
experiencia traumática que no puede aceptarse en los valores y comprensión del
mundo de una persona. Las emociones asociadas al trauma no se expresan de
manera directa, simplemente se evaporan: se expresan a través de la conducta de
forma vaga, imprecisa. Por decirlo de otra manera, estos síntomas tienen
significado.
Cuando el paciente puede llegar a comprender el origen de sus síntomas (a través
de la hipnosis, por ejemplo), entonces se liberan las emociones reprimidas por lo
que no necesitan expresarse a través de ellos. Es similar a drenar una infección
local. De esta manera, Anna fue poco a poco mejorando de sus síntomas. Pero, es
importante señalar que ella no podía hacerlo sin Breuer: mientras se encontraba en
sus estados hipnóticos, necesitaba tener las manos de Breuer con ella, y
desafortunadamente, surgieron nuevos problemas.
De acuerdo con Freud, Breuer reconoció que la paciente se había enamorado de él
y además él también se sentía atraído por ella. Además, la paciente le comentaba a
todo el mundo que estaba embarazada de Breuer. Se podría decir que ella le
deseaba tanto que su mente le dijo a su cuerpo que esto era cierto, desarrollando
un embarazo histérico (hoy llamado pseudociesis o embarazo psicológico. N.T.).
Breuer, un hombre casado en la época victoriana, abandonó abruptamente las
sesiones y perdió todo interés en la histeria.
Fue Freud quien posteriormente retomó lo que Breuer no había reconocido
abiertamente; es decir, en el fondo de todas estas neurosis histéricas yacía un
deseo sexual. Con respecto a la evolución de Anna, ésta pasó gran parte del tiempo
restante en un sanatorio. Más tarde, se convirtió en una figura muy respetada y
activa (la primera mujer asistente social de Alemania) bajo su nombre propio: Bertha
Pappenheim. Murió en 1936. Anna será siempre recordada, no solo por sus propios
logros, sino como la inspiración de la teoría de la personalidad más influyente que
hayamos conocido.

Biografía:
Sigmund Freud nació el 6 de mayo de 1856 en una pequeña localidad de Moravia
llamada Freiberg. Su padre fue un comerciante de lana con una mente muy aguda y
un buen sentido del humor. Su madre era una mujer activa, vivaz, segunda esposa
del padre de Sigmund y 20 años menor que su marido. Tenía 21 años cuando tuvo
a su primer hijo, su apreciado Sigmund.
Este tuvo dos medios hermanos y otros seis hermanos. Cuando tenía 4 o 5 años (él
no recuerda bien), su familia se trasladó a Viena, donde viviría casi toda su vida.
Freud, un niño brillante, siempre a la cabeza de su clase, ingresó en la escuela de
medicina; una de las pocas opciones para un joven judío en Viena en esos días. Allí,
se embarcó en la investigación bajo la dirección de un profesor de fisiología llamado
Ernst Brücke. El maestro creía en nociones comunes o, si se quiere radicales de
aquella época y que hoy conoceríamos como reduccionismo: “no existen otras
fuerzas que las comunes físico-químicas para explicar el funcionamiento del
organismo”. Freud pasó muchos años intentando “reducir” la personalidad a la
neurología, causa que más tarde abandonaría. Freud era muy bueno en el campo
de sus investigaciones, concentrándose sobre todo en neurofisiología e incluso llegó
a crear una técnica especial de tinción celular.
Pero, solo existía un número limitado de puestos y había otros por encima de él.
Brücke le ayudó a conseguir una beca de estudios, primero con el gran psiquiatra
Charcot en París y posteriormente en Nancy con el que más tarde sería su rival:
Bernheim. Ambos científicos estaban investigando el uso de la hipnosis en los
pacientes histéricos.
Después de pasar un breve período de tiempo como residente de neurología y
como director de una guardería infantil en Berlín, Freud se volvió a Viena y se casó
con su prometida de años Martha Bernays. Allí abrió su consulta de
neuropsiquiatría, con la ayuda de Joseph Breuer. Las lecturas y obras de Freud le
proporcionaron tanto fama como ostracismo dentro de la comunidad médica. Se
rodeó de un buen número de seguidores que más tarde se convertirían en el núcleo
del movimiento psicoanalítico.
Desafortunadamente, Freud tenía una gran propensión a rechazar a aquellos que
no estaban de acuerdo con sus teorías; algunos se separaron de él de manera
amistosa, otros no, estableciendo entonces escuelas de pensamiento competidoras.
Freud emigró a Inglaterra justo antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Viena
ya no era un sitio seguro para un judío y más aún de la talla del famoso Freud. Poco
más tarde murió de un cáncer maxilobucal del que había sufrido desde hacía 20
años.
Teoría:
Freud no inventó exactamente el concepto de mente consciente versus mente
inconsciente, pero desde luego lo hizo popular. La mente consciente es todo aquello
de lo que nos damos cuenta en un momento particular: las percepciones presentes,
memorias, pensamientos, fantasías y sentimientos. Cuando trabajamos muy
centrados en estos apartados es lo que Freud llamó preconsciente, algo que hoy
llamaríamos “memoria disponible”: se refiere a todo aquello que somos capaces de
recordar; aquellos recuerdos que no están disponibles en el momento, pero que
somos capaces de traer a la consciencia.
Actualmente, nadie tiene problemas con estas dos capas de la mente, aunque
Freud sugirió que las mismas constituían solo pequeñas partes de la misma.
La parte más grande estaba formada por el inconsciente e incluía todas aquellas
cosas que no son accesibles a nuestra consciencia, incluyendo muchas que se
habían originado allí, tales como nuestros impulsos o instintos, así como otras que
no podíamos tolerar en nuestra mente consciente, tales como las emociones
asociadas a los traumas.
De acuerdo con Freud, el inconsciente es la fuente de nuestras motivaciones, ya
sean simples deseos de comida o sexo, compulsiones neuróticas o los motivos de
un artista o científico. Además, tenemos una tendencia a negar o resistir estas
motivaciones de su percepción consciente, de manera que solo son observables de
forma disfrazada. Ya volveremos más adelante con esto.
El Ello, el Yo y el Súper yo:
La realidad psicológica freudiana empieza con el mundo lleno de objetos. Entre
ellos, hay uno especial: el cuerpo. El cuerpo (Nos referiremos a cuerpo como
vocablo para traducir “organismo”, ya que en psicología es más aceptado el término.
N.T.) es especial en tanto actúa para sobrevivir y reproducirse y está guiado a estos
fines por sus necesidades (hambre, sed, evitación del dolor y sexo). Una parte (muy
importante, por cierto) del cuerpo lo constituye el sistema nervioso, del que una de
sus características más prevalentes es la sensibilidad que posee ante las
necesidades corporales. En el nacimiento, este sistema es poco más o menos como
el de cualquier animal, una “cosa”, o más bien, el Ello. El sistema nervioso como
Ello, traduce las necesidades del cuerpo a fuerzas motivacionales llamadas
pulsiones (en alemán “Triebe”).
Freud también los llamó deseos. Esta traslación de necesidad a deseo es lo que se
ha dado a conocer como proceso primario. El Ello tiene el trabajo particular de
preservar el principio de placer, el cual puede entenderse como una demanda de
atender de forma inmediata las necesidades. Imagínese por ejemplo a un bebé
hambriento en plena rabieta. No “sabe” lo que quiere, en un sentido adulto, pero
“sabe” que lo quiere ¡ahora mismo!.
El bebé, según la concepción freudiana, es puro, o casi puro Ello. Y el Ello no es
más que la representación psíquica de lo biológico. Pero, aunque el Ello y la
necesidad de comida puedan satisfacerse a través de la imagen de un filete jugoso,
al cuerpo no le ocurre lo mismo. A partir de aquí, la necesidad solo se hace más
grande y los deseos se mantienen aún más.
Usted se habrá percatado de que cuando no ha satisfecho una necesidad, como la
de comer por ejemplo, ésta empieza a demandar cada vez más su atención, hasta
que llega un momento en que no se puede pensar en otra cosa. Este sería el deseo
irrumpiendo en la consciencia. Menos mal que existe una pequeña porción de la
mente a la que nos referimos antes, el consciente, que está agarrado a la realidad a
través de los sentidos. Alrededor de esta consciencia, algo de lo que era “cosa” se
va convirtiendo en Yo en el primer año de vida del niño.
El Yo se apoya en la realidad a través de su consciencia, buscando objetos para
satisfacer los deseos que el Ello ha creado para representar las necesidades
orgánicas. Esta actividad de búsqueda de soluciones es llamada proceso
secundario.
Pulsiones de Vida y Pulsión de Muerte:
Freud consideró que todo el comportamiento humano estaba motivado por las
pulsiones, las cuales no son más que las representaciones neurológicas de las
necesidades físicas. Al principio se refirió a ellas como pulsiones de vida. Estas
pulsiones perpetúan (a) la vida del sujeto, motivándole a buscar comida y agua y (b)
la vida de la especie, motivándole a buscar sexo. La energía motivacional de estas
pulsiones de vida, el “oomph” que impulsa nuestro psiquismo, les llamó libido, a
partir del latín significante de “yo deseo”.
La experiencia clínica de Freud le llevó a considerar el sexo como una necesidad
mucho más importante que otras en la dinámica de la psiquis. Somos, después de
todo, criaturas sociales y el sexo es la mayor de las necesidades sociales. Pero,
aunque debemos recordar que cuando Freud hablaba de sexo, hablaba de mucho
más que solo el coito, la libido se ha considerado como la pulsión sexual. Más tarde
en su vida, Freud empezó a creer que las pulsiones de vida no explicaban toda la
historia. La libido es una cosa viviente; el principio de placer nos mantiene en
constante movimiento. Y la finalidad de todo este movimiento es lograr la quietud,
estar satisfecho, estar en paz, no tener más necesidades. Se podría decir que la
meta de la vida, bajo este supuesto, es la muerte. Freud empezó a considerar que
“debajo” o “a un lado” de las pulsiones de vida había una pulsión de muerte.
Empezó a defender la idea de que cada persona tiene una necesidad inconsciente
de morir. Parece una idea extraña en principio, y desde luego fue rechazada por
muchos de sus estudiantes, pero creemos que tiene cierta base en la experiencia: la
vida puede ser un proceso bastante doloroso y agotador. Para la gran mayoría de
las personas existe más dolor que placer, algo, por cierto, que nos cuesta trabajo
admitir. La muerte promete la liberación del conflicto.
Ansiedad:
Una vez, Freud dijo: “la vida no es fácil”. El Yo está justo en el centro de grandes
fuerzas; la realidad, la sociedad, está representada por el Superyó; la biología está
representada por el Ello.
Cuando estas dos instancias establecen un conflicto sobre el pobre Yo, es
comprensible que uno se sienta amenazado, abrumado y en una situación que
parece que se le va a caer el cielo encima. Este sentimiento es llamado ansiedad y
se considera como una señal del Yo que traduce sobrevivencia y cuando concierne
a todo el cuerpo se considera como una señal de que el mismo está en peligro.

Freud habló de tres tipos de ansiedades:


la primera es la ansiedad de realidad, la cual puede llamarse en términos
coloquiales como miedo. De hecho, Freud habló específicamente de la palabra
miedo, pero sus traductores consideraron la palabra como muy mundana.
Podríamos entonces decir que, si uno está en un pozo lleno de serpientes
venenosas, uno experimentará una ansiedad de realidad. La segunda es la
ansiedad moral y se refiere a lo que sentimos cuando el peligro no proviene del
mundo externo, sino del mundo social interiorizado del Superyó.
Es otra terminología para hablar de la culpa, vergüenza y el miedo al castigo. La
última es la ansiedad neurótica. Esta consiste en el miedo a sentirse abrumado por
los impulsos del Ello. Si en alguna ocasión usted ha sentido como si fuésemos a
perder el control, su raciocinio o incluso su mente, está experimentando este tipo de
ansiedad. “Neurótico” es la traducción literal del latín que significa nervioso, por
tanto podríamos llamar a este tipo de ansiedad, ansiedad nerviosa. Es este el tipo
de ansiedad que más interesó a Freud y nosotros le llamamos simple y llanamente
ansiedad.
Los Mecanismos de Defensa:
El Yo lidia con las exigencias de la realidad, del Ello y del Superyó de la mejor
manera que puede. Pero cuando la ansiedad llega ser abrumadora, el Yo debe
defenderse a sí mismo. Esto lo hace bloqueando inconscientemente los impulsos o
distorsionándoles, logrando que sean más aceptables y menos amenazantes. Estas
técnicas se han llamado mecanismos defensivos yoicos y tanto Freud como su hija
Anna, así como otros seguidores han señalado unos cuantos.
La Negación se refiere al bloqueo de los eventos externos a la consciencia. Si una
situación es demasiado intensa para poder manejarla, simplemente nos negamos a
experimentarla. Como podrían suponer, esta defensa es primitiva y peligrosa (nadie
puede desatender la realidad durante mucho tiempo).
Este mecanismo usualmente opera junto a otras defensas, aunque puede funcionar
en exclusiva. En una ocasión, mientras estaba leyendo en la sala de mi casa, mi hija
de cinco años veía unos dibujos animados de la tele, creo que los Pitufos. Como
casi todos los niños de su edad, tenía el hábito de estar demasiado cerca de la
pantalla.
En un momento determinado donde parece que los responsables de la emisora no
prestaban atención suficiente, pasaron abruptamente a un anuncio de una película
de terror a estrenarse próximamente en el cine. Contenía muchas escenas violentas
de sangre y masacre, con un cuchillo ensangrentado, una máscara de hockey y
gritos de terror.
Como ya era tarde para salvar a mi hija de tal invasión, hice l que todo padre
psicólogo haría con su hijo: ¡Vaya, ese anuncio era terrorífico, ¿verdad?! Ella dijo:
¿eh? Yo dije a continuación: Ese anuncio…fue horroroso, ¿no? Y dice ella: ¿qué
anuncio? Yo contesté abruptamente: ¡Ese, el de la máscara de hockey; el del
cuchillo sangriento y esos gritos! Aparentemente, mi hija había borrado todo el
anuncio de su cabeza.
Desde aquel momento, en mi vida he visto muchas reacciones parecidas en niños
cuando son confrontados a situaciones a las que no están preparados. También he
visto personas desmayándose en una autopsia (personas que niegan la realidad de
la muerte de un ser querido) y estudiantes que se olvidan de buscar las notas de
sus exámenes. Todo esto es negación. La Represión, defensa que Anna Freud
llamó también “olvido motivado” es simplemente la imposibilidad de recordar una
situación, persona o evento estresante.
Esta defensa también es peligrosa y casi siempre va acompañada de otras más.
Cuando era un adolescente, desarrollé un fuerte sentimiento de miedo hacia las
arañas, especialmente aquellas con patas largas. No sabía de dónde venía ese
miedo, pero empezaba a ser bastante engorroso cuando precisamente iba a entrar
en el instituto, antes de la universidad. En el instituto, un consejero me ayudó a
llevarlo mejor (con algo que él llamaba desensibilización sistemática), pero aún no
tenía ni idea de dónde podía provenir el miedo. Años más tarde, tuve un sueño
particularmente vívido y claro donde me veía encerrado por mi primo en un cortijo
de la parte de atrás de la casa de mis abuelos. La habitación era oscura y estaba
muy sucio.
El suelo estaba cubierto de (ya lo habrán sabido) ¡arañas con patas largas!).
La comprensión freudiana de este sueño es bastante simple: reprimí un evento
traumático (el incidente del cortijo), pero cuando en la realidad veía arañas, surgía la
ansiedad del evento sin traer consigo el recuerdo del acontecimiento. Otros
ejemplos abundan en la literatura. Anna Freud habla de uno en concreto que es
particularmente especial: una chica joven, acosada de una culpa importante por sus
fuertes deseos sexuales, tiende a olvidar el nombre de su novio, aun cuando le está
presentando a sus amistades. O un alcohólico que no puede recordar su intento de
suicidio, argumentando que debió “haberse bloqueado”
. O alguien que casi se ahoga de pequeño, pero es incapaz de recordar el evento,
aunque los demás intenten recordárselo…pero presenta un miedo terrible a los
lagos y mares. Nótese que para que haya un verdadero ejemplo de defensa, debe
funcionar de forma inconsciente (¿Laplanche y Puntales en su Diccionario de
Psicoanálisis?.
Los Estadios:
Como mencioné antes, para Freud la pulsión sexual es la fuerza motivacional más
importante. Éste creía que esta fuerza no era solo la más prevalente para los
adultos, sino también en los niños, e incluso en los infantes. Cuando Freud presentó
sus ideas sobre sexualidad infantil por primera vez, el público vienés al que se
dirigió no estaba preparado para hablar de sexo en los adultos, y desde luego
menos aún en los niños. Es cierto que la capacidad orgásmica está presente desde
el nacimiento, pero Freud no solo hablaba de orgasmo. La sexualidad no
comprende en exclusiva al coito, sino todas aquellas sensaciones placenteras de la
piel.
Está claro que, hasta el más mojigato de nosotros, incluyendo bebés, niños y
adultos, disfrutamos de las experiencias táctiles como los besos, caricias y demás.
Freud observó que, en distintas etapas de nuestra vida, diferentes partes de la piel
que nos daban mayor placer. Más tarde, los teóricos llamarían a estas áreas zonas
erógenas. Vio que los infantes obtenían un gran monto de placer a través de chupar,
especialmente del pecho.
De hecho, los bebés presentan una gran tendencia a llevarse a la boca todo lo que
tienen a su alrededor. Un poco más tarde en la vida, el niño concentra su atención al
placer anal de retener y expulsar.

La Crisis Edípica:
Cada estadio comprende una serie de tareas difíciles propias de donde surgirán
multitud de problemas. Para la fase oral es el destete; para la anal, el control de
esfínteres; para la fálica, es la crisis edípica, llamada así por la historia griega del
rey Edipo, quien inadvertidamente mató a su padre y se casó con su madre.
Veamos cómo funciona la llamada crisis edípica.
El primer objeto de amor de todos nosotros es nuestra madre. Queremos su
atención, queremos su afecto, queremos su cuidado; la queremos, la deseamos de
una manera ampliamente sexual. No obstante, el niño tiene un rival ante estos
deseos, personificado en su padre. Éste es mayor, más fuerte, más listo y se va a la
cama con ella, mientras que el chico es desplazado a dormir solo en su habitación.
El padre es el enemigo.
Ya en el momento en que el niño se da cuenta de esta relación arquetípica, ya se ha
percatado de las diferencias entre niños y niñas, además del pelo largo y los estilos
de vestirse. Desde su punto de vista párvulo, la diferencia estriba en que tiene un
pene, cosa que no tiene la chica. En este período de la vida, éste cree que es mejor
tener algo que carecer de ello, por lo que se siente satisfecho y orgulloso de
poseerlo.

Carácter:
Las experiencias que uno va acumulando a lo largo de la vida contribuyen a forjar
su personalidad o carácter como adulto. Freud creía que las experiencias
traumáticas tenían un efecto especialmente fuerte en esta etapa. Indudablemente,
cada trauma en particular podría tener su impacto específico en una persona, lo cual
solo podía explorarse y comprenderse sobre una base individual. Pero, aquellos
traumas asociados con los estadios de desarrollo por los que todos pasamos,
tendrían mayor consistencia. Si una persona presenta algún tipo de dificultad en
cualquiera de las tareas asociadas con estas etapas (el destete, el control de
esfínteres o en la búsqueda de la identidad sexual) tenderá a retener ciertos hábitos
infantiles o primitivos.
A esto se le llama fijación. La fijación provoca que cada problema de una etapa
específica se prolongue considerablemente en nuestro carácter o personalidad. Si,
teniendo 18 meses de edad, se encuentra constantemente frustrado en su
necesidad de chupar, ya sea porque mamá está incómoda o incluso es muy ruda
con usted, o sencillamente quiere destetarle demasiado rápido, usted puede
desarrollar un carácter oral-pasivo. Una personalidad de este tipo tiende a depender
mucho de los demás. Usualmente buscan “gratificaciones orales” tales como comer,
beber y fumar. Es como si estuviesen buscando los placeres que se perdieron en la
infancia.
Terapia:
La terapia de Freud (en el ámbito de la psicología, se utiliza “psicoterapia” para
hablar de terapias psicológicas. N.T.) Ha sido la más influyente de todas, a la vez
que la parte más influyente también de su teoría. A continuación, veremos algunos
de sus puntos más importantes:
Atmósfera relajada. El cliente debe sentirse libre de expresar lo que quiera. La
situación terapéutica es, de hecho, una situación social única, en la que uno no se
debe sentir miedoso ante un juicio social u ostracismo. De hecho, en la terapia
freudiana, el terapeuta prácticamente desaparece. Añada a esta situación un diván
cómodo, luces tenues, paredes insonorizadas, y el ámbito está servido.
Asociación libre. El cliente puede hablar de cualquier cosa. La teoría dice que, con
una buena relajación, los conflictos inconscientes inevitablemente surgirán al
exterior. Si nos detenemos un poco aquí, no hay que ir tan lejos para observar una
similitud entre esta terapia y el soñar. Sin embargo, en la terapia, existe un
terapeuta que está entrenado para reconocer ciertos aspectos o pistas de
problemas y sus soluciones que el cliente pasa por alto.
Resistencia. Una de estas pistas es la resistencia. Cuando el cliente intenta
cambiar de tema, o su mente se le queda en blanco, se duerme, llega tarde o falta a
una sesión, el terapeuta dice “¡Ajá!”. Estas resistencias sugieren que el cliente, a
través de sus asociaciones libres, está cercano a contenidos inconscientes que vive
como amenazantes.
Discusión:
No hay cosa más común que una admiración ciega por Freud y un rechazo
igualmente ciego por él. Ciertamente, la postura ideal descansa en algún lugar entre
estos extremos. Empecemos por ver algunos defectos de la teoría. La parte menos
popular de la teoría de Freud es el Complejo de Edipo y las ideas asociadas de
ansiedad de castración y la envidia del pene.
¿Cuál es la realidad bajo estos conceptos? Es cierto que algunos niños están muy
unidos a su progenitor del sexo contrario y son muy competitivos con el otro de su
mismo sexo. Es verdad que algunos niños se preocupan de las diferencias entre
chicos y chicas y tienen miedo de que alguien les corte sus penes. No es mentira
que algunas niñas también se preocupan con esto y quisieran tener un pene. Y no
es incierto que algunos de estos niños retienen estas sensaciones, miedos y
aspiraciones hasta la edad adulta.

Sexualidad:
Una crítica más general de la teoría freudiana recae sobre su énfasis en la
sexualidad. Todo, ya sea malo o bueno, es el resultado de la expresión o represión
de la pulsión sexual. Muchas personas lo critican, y se preguntan si no habría más
fuerzas en juego.
El mismo Freud añadió más tarde la pulsión de muerte, pero solo para convertirse
en otra de sus ideas menos populares. Ante todo, quiero aclarar que, de hecho,
muchas de nuestras actividades están motivadas de alguna manera por el sexo. Si
echamos una mirada penetrante a nuestra sociedad moderna, podemos ver como la
mayoría de la publicidad usa imágenes sexuales, las películas y los programas de
televisión no venden muy bien si no incluyen cierto grado de estimulación, la
industria de la moda se basa en un juego continuo de enseñar y esconder y
nosotros pasamos una considerable cantidad de tiempo cotidiano jugando a ligar.
Pero, aun así, no creemos que todo en la vida sea sexual.
El Inconsciente:
Un último concepto usualmente criticado es el de inconsciente. En la actualidad, no
se discute que algo parecido al inconsciente juega un papel en nuestro
comportamiento, pero de manera muy distinta a la naturaleza de cómo fue definido.
Los conductistas, humanistas y existencialistas defienden que a) las motivaciones y
problemas atribuidos al inconsciente son bastante menos que los que promulgó
Freud, y b) el inconsciente no es el gran recipiente de actividad que él describió. La
mayoría de los psicólogos actuales consideran al inconsciente como todo aquello
que no necesitamos o no queremos ver. Incluso algunos teóricos ni siquiera usan el
término.
Aspectos positivos: Las personas tienen la tendencia desafortunada de “pagar el
justo por los pecadores”. Si no están de acuerdo con las ideas a, b y c, entonces
suponen que x, y, z serán del mismo signo.
Pero Freud tenía algunas muy buenas ideas, tan buenas que han sido incorporadas
a otras teorías, hasta el punto de que olvidamos darle su crédito. En primer lugar,
Freud nos hizo conocer dos fuerzas poderosas y sus demandas sobre nosotros.
En un tiempo donde todo el mundo creía en la racionalidad del ser humano, nos
demostró cuánto de nuestro comportamiento estaba influenciado por la biología.
Cuando la gente consideraba que éramos individualmente responsables de nuestras
acciones, nos enseñó el impacto de la sociedad.

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