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La Llamada de Jesus

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LA LLAMADA DE JESUS.

A veces mirando nuestro móvil nos damos cuenta que tenemos una llamada perdida de un amigo
y nos preguntamos ¿Qué querrá? ¿Para qué me llamará? Y le devolvemos la llamada para saber
qué quería.

Así sucede también con Jesús. Jesús también nos llama. Pero su llamada no es por el móvil.
Cuándo hablamos de la llamada de Jesús es preguntarnos. ¿qué hago yo en este mundo? ¿qué
misión tengo que cumplir? ¿Para qué he nacido? ¿Qué quiere Dios de mi?

Ante todo Dios quiere que seas feliz. Dios te ha creado para que seas feliz y ha puesto en nosotros
esa sed de algo que nos haga felices. Nos pasa como a la Samaritana, que se acercó al pozo porque
tenía sed y allí se encontró con Jesús. Esa sed física es signo de esa sed más profunda que tenemos
todos en nuestro interior. Ella buscaba calmar esa sed en el placer sexual. Había tenido cuatro
maridos y el hombre con el que convivía, no era su marido. Esa agua que estaba bebiendo no
calmaba su sed completa. Siempre volvía a tener sed. Así nos pasa a nosotros que queremos saciar
nuestra sed de felicidad y vamos a beber a fuentes que el mundo nos propone, como el tener, el
dinero, la moda, el alcohol, las drogas, la fama, el poder, … y siempre tenemos sed. Porque la sed
que ha puesto Dios en nuestro corazón es una sed infinita de amor. Y calmar esa sed con algo
finito es caer en la adicción, pues pensamos que bebiendo más de lo mismo vamos a quedar
saciados y lo que pasa es que nos esclavizamos y caemos en un ciclo del que no podemos salir.

¿Dónde ir a beber para ser siempre felices? Jesús es el único que puede calmar esa sed. El es la
fuente de agua viva. Un agua que quien la toma nunca más tendrá sed. Por eso quien construye su
vida a espaldas de Jesús, siempre tendrá sed. Pero quien la construye con El, siempre será feliz.

Por eso hoy queremos preguntarnos. Qué quiere Jesús de mi? A qué me llama? Cual es mi
vocación?

¿Cómo saber ese llamado de Dios?

No somos como la Virgen María, que nos va a aparecer un Ángel y nos va a decir que es lo
que Dios quiere de Mí. No es porque no quiera mandárnoslo, es por la simple razón que nos lo
quiere decir el mismo. También, si nos manda un Ángel no seriamos libres, porque estaríamos
obligados a decir un Sí.

Primero la historia de vocacional de Papa Francisco:

“Hay un día muy importante para mí: el 21 de septiembre de 1953. Tenía casi 17
años. Era el «Día del estudiante», para nosotros el día de primavera –para vosotros aquí es el día
de otoño–. Antes de acudir a la fiesta, pasé por la parroquia a la que iba, encontré a un sacerdote
a quien no conocía, y sentí la necesidad de confesarme. Ésta fue para mí una experiencia de
encuentro: encontré a alguien que me esperaba. Pero no sé qué pasó, no lo recuerdo, no sé por
qué estaba aquel sacerdote allí, a quien no conocía, por qué había sentido ese deseo de
confesarme, pero la verdad es que alguien me esperaba. Me estaba esperando desde hacía
tiempo. Después de la confesión sentí que algo había cambiado. Yo no era el mismo. Había oído
justamente como una voz, una llamada: estaba convencido de que tenía que ser sacerdote. Esta
experiencia en la fe es importante. Nosotros decimos que debemos buscar a Dios, ir a Él a pedir
perdón, pero cuando vamos Él nos espera, ¡Él está llamada”.

La primera es el miedo. Miedo a no querer. No es un miedo físico. Es el miedo a huir de


una novedad de Dios para nuestra vida, de “esas sorpresas de Dios” de las que habla el Papa. Pero
aquí conviene que te pares a pensar. ¿Qué es lo que te da miedo? ¿Ser sacerdote, monja,
capuchino, jesuita, del Opus Dei, casarte, monje trapense? Pregúntatelo. Sólo aquello que te
genere por dentro esa especie de rechazo inicial, de sorpresa “desagradable”, de posibilidad real
para tu vida, es lo que Dios, posiblemente, te esté pidiendo. Si no sientes ninguna inquietud por
dentro de ser misionero en África, si te parece una cosa fantástica pero que no te genera el menor
de los temores, muy posiblemente es que Dios no te llame por ese camino. Lo que
verdaderamente nos pone nerviosos es ver un camino real al que Dios pueda llamarnos. Y ese
suele ser el primer susurro de Dios.

La segunda señal es preguntarte si ese camino concreto que Dios pone delante de tu vida
está hecho para ti. Si ese camino –hay muchos en la Iglesia y todos son maravillosos– a ti te acerca
a Dios. Si recorriendo ese espíritu concreto tú llegarás al fin de tu vida... que es ser santo. Porque
entonces es cuando entenderás que ese camino concreto, Dios lo ha hecho para ti. Si yo sé que
siendo sacerdote o monja de clausura, o jesuita o numerario, voy a acercarme a Dios, voy a ser
santo, entonces es que Dios ha hecho ese camino para mí. Pensarás que eso le pasa a todo el
mundo, pero no es cierto. Hay gente que sabe que ser monje es maravilloso, pero que él no
puede. Necesita ver el fútbol, tener un trabajo profesional donde encontrar a Dios, estar en el
mundo para santificar el mundo. O su contrario. Que todos los caminos de Dios sean maravillosos
no significa que todos esos caminos me acerquen a Dios a mí. Yo he de descubrir –
preguntándoselo– cuáles me acercan a Él. Y eso uno, en el fondo de su alma, lo acaba sabiendo
con certeza.

La tercera señal es preguntarse si ese camino va conmigo, con mi forma de ser, con los
talentos y las cualidades que Dios me ha dado. No es preguntarse qué es lo que me apetece a mí,
sino saber si estoy hecho para recorrer ese camino. Si soy idóneo. Si Dios llama a algo concreto, da
las cualidades y las capacidades para recorrer ese camino concreto. Y si quieres saber si eres
idóneo o no, puedes preguntárselo a tu director espiritual.

Un alma bien podría entender que por su forma de ser, no podrá vivir entre las cuatro
paredes de un monasterio ni aunque le aten a una silla. Y eso es conocerse; saber que uno
necesita el aire fresco y el contacto con la calle para encontrar a Dios. O bien pasa lo contrario;
uno sabe que está hecho para el silencio de una clausura, para la contemplación de Dios alejado
totalmente del mundo y de las cosas del mundo. En definitiva, es saber que ese camino va
conmigo. Si me gusta mucho o poco es otra cosa, pero va conmigo, con mis cualidades, con mi
forma de ser, con mi manera de tratar y de llegar a Dios.

En resumen, sentir cierta preocupación, miedo, desasosiego o como quieras llamarlo al


plantearme una vocación concreta, saber que si recorro ese camino concreto de esa institución
determinada, eso me lleva a Dios, me acerca a Dios, me hace santo y saber que puedo hacerlo,
saber que va con mi forma de ser –no quiero decir necesariamente con tus gustos o apetencias–,
con mis cualidades y mis capacidades... entonces ahí tienes señales ciertas de vocación. Es
descubrir, en definitiva, que si Dios ha puesto en el mundo ese camino de santidad, es porque lo
ha puesto pensando en mí. Eso es la vocación.
Fuente: Dios Conoce tu vocación. Antonio Pérez Villahoz

¿Y ahora qué?

Ya sabiendo que tenemos a un Dios amoroso, que solo quiere nuestro bien y felicidad;
debo tomar la decisión de hacer su voluntad y estar abierto a su llamado. Aquí te dejo unos tips
para que comiences a discernir qué es lo que Dios quiere para ti:

 La oración y la eucaristía: Para que Dios te pueda hablar tienes que conocerlo y
tratarlo, por eso, acude a la Misa los días que puedas con la apertura de hacer su
voluntad y escuchar su voz. También toma algún tiempo del día para contarle a
Dios sobre tus “asuntos” (Problemas, alegrías, tristezas, tu vida)
 La Dirección Espiritual: Imagínate, un gran futbolista no llego allí solo, necesito
ayuda de entrenadores y personas expertas en el tema de la preparación física.
Igualmente tu, si quieres ser santo; que significa amar y hacer la voluntad de Dios,
tienes que buscar a personas experimentadas en el tema de lo espiritual y que ya
hayan pasado lo que tú estás viviendo para que te ayuden a entender mejor la
voluntad de Dios.
 La historia de Vida: Dios no se le ocurrió tu vocación hace 5 minutos; él pensó en
ti antes que existiera el mundo y por ello te a destino a una vocación especial. Es
muy importante que realices una auto biografía de tu vida y te centres en
cuestiones que han forjado tu identidad. ¿Dónde naciste? ¿Cómo es tu familia?
¿donde estudiante? ¿Cuáles son tus hobbies?, entre muchas otras cosas.

Te dejo con esta oración de San Juan Pablo II:

“Señor, que vea cuál es tu voluntad para mí en cada momento, y sobre todo que
vea en qué consiste ese designio de amor para toda mi vida, que es mi vocación. Y
dame generosidad para decirte que sí y serte fiel, en el camino que quieras
indicarme para que sea sal y luz en mi trabajo, en mi familia, en todo el mundo”.

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