01 Foucault - La Verdad 03
01 Foucault - La Verdad 03
01 Foucault - La Verdad 03
formas jurídicas
Michel Foucault
Título original:
A verdae e as formas jurídicas
Pontificia Universidade Católica do Rio de Janeiro, 1978
TERCERA
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medio del juego de la verdad que vio y enuncia, derrotar a los más
poderosos. Edipo Rey es una especie de resumen de la historia del
derecho griego. Muchas obras de Sófocles, como por ejemplo Antígona
y Electra, son una suerte de ritualizaciones teatrales de la historia del
derecho. Esta dramatización de la historia del derecho griego compen-
dia una de las grandes conquistas de la democracia ateniense: la
historia del proceso a través del cual el pueblo se apoderó del derecho
de juzgar, de decir la verdad, de oponer la verdad a sus propios seño-
res, de juzgar a quienes lo gobernaban.
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grie-[65]gos habrán de desarrollar y que Aristóteles totalizará y conver-
tirá en un saber enciclopédico.
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Desde un punto de vista esquemático podemos caracterizar el an-
tiguo Derecho Germánico de la época en que Tácito comienza a anali-
zar a esta curiosa civilización que se extiende hasta las puertas del
Imperio, [66] del siguiente modo: en primer lugar no hay acción
pública, es decir, no hay nadie que representando a la sociedad, a un
grupo, al poder, o a quien lo detente tenga a su cargo acusaciones
contra los individuos. Para que hubiese un proceso penal era necesario
que hubiese habido daño, que al menos alguien afirmase haber sufrido
daño o se presentase como víctima y que esta presunta víctima desig-
nase su adversario. La víctima podía ser la persona directamente
ofendida o alguien que, perteneciendo a su familia, asumiese la causa
del pariente. La acción penal se caracterizaba siempre por ser una
especie de duelo u oposición entre individuos, familias, o grupos. No
había intervención alguna de ningún representante de la autoridad, se
trataba de una reclamación de un individuo a otro que se desarrollaba
con la sola intervención de estos dos personajes: el que se defiende y el
que acusa. Conocemos sólo dos casos bastante curiosos en que había
una especie de acción pública: la traición y la homosexualidad. En estos
casos intervenía la comunidad, que se consideraba lesionada, y colecti-
vamente exigía reparación a un individuo. Por lo tanto la primera
condición que observamos para que hubiera acción penal en el antiguo
Derecho Germánico era la existencia de dos personajes y nunca tres.
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penal será sólo una ritualización de la lucha entre los individuos. El
Derecho Germánico no opone la guerra a la justicia, no identifica
justicia y paz, sino, por el contrario, supone que el derecho es una
forma singular y reglamentada de conducir la guerra entre los indivi-
duos y de encadenar los actos de [67] venganza. El derecho es, pues,
una manera reglamentada de hacer la guerra. Por ejemplo, cuando
alguien es muerto, cualquiera de los parientes cercanos del muerto
puede ejercer la práctica judicial de la venganza, práctica que no
significa la renuncia a matar a alguien, en principio, al asesino. Entrar
en el dominio del derecho significa matar al asesino, pero matarlo de
acuerdo con ciertas reglas, cumpliendo con ciertas formas. Si el asesino
cometió el crimen de esta o aquella manera, será preciso matarlo
cortándolo en pedazos o decapitándolo y colocando la cabeza en una
estaca frente a su casa. Estos actos ritualizan el gesto de la venganza y
lo caracterizan como venganza judicial. El derecho es, en consecuencia,
la forma ritual de la guerra.
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venganza de su contendiente. Rescata su propia vida y no la sangre que
derramó, y pone así fin a la guerra. La interrupción de la guerra ritual
es el tercer acto del drama judicial del Derecho Germánico.
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Romano cae en el olvido, permaneciendo así durante varios siglos
hasta que renace a finales del siglo XII y en el curso del XIII. Es así que el
derecho feudal es esencialmente germánico, no presenta ninguno de
los elementos de los procedimientos de indagación, establecimiento de
la verdad de las sociedades griegas o el Imperio Romano.
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En segundo lugar, había pruebas de tipo verbal. Cuando un indi-
viduo era acusado de algo —robo o asesinato— debía responder a esta
acusación con cierto número de fórmulas, garantizando que no había
cometido delito. Podía suceder que el individuo fracasara o tuviera
éxito al pronunciar estas fórmulas. En algunos casos se pronunciaba la
fórmula y se perdía, no por haber mentido o por haberse probado que
se había mentido sino simplemente porque no se había pronunciado la
fórmula correctamente. Un error de gramática, un cambio de palabras
invalidaba la fórmula y no la verdad de lo que se pretendía probar. Es
evidente que al nivel de la prueba sólo se trataba de un juego verbal
porque en el caso de un menor, una mujer, o un padre, el acusado
podía ser sustituido por otra per-[70]sona. Esta otra persona que,
tiempo después en la historia del derecho se convertiría en el abogado,
era quien debía pronunciar las fórmulas en lugar del acusado. Si se
equivocaba al pronunciarlas, aquél a quien reemplazaba perdía el
proceso.
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ahogaba perdía el proceso pues eso quería decir que el agua no lo había
recibido bien, y si se ahogaba lo ganaba pues era evidente que el agua
no lo había rechazado. Todas estas confrontaciones del individuo y su
cuerpo con los elementos naturales son una trasposición simbólica
cuya semántica debería ser estudiada sobre la base de la lucha de los
individuos entre sí. En realidad se trata siempre de una batalla para
saber quién es el más fuerte: en el viejo Derecho Germánico, el proceso
es sólo una continuación reglamentada, ritualizada, de la guerra.
Podría haber dado ejemplos más convincentes tales como las lu-
chas entre dos adversarios a lo largo de un proceso, luchas físicas, los
famosos Juicios de Dios. Cuando dos individuos se enfrentaban por la
propiedad de un bien o a causa de un asesinato siempre se podía, con
acuerdo de ellos, luchar obedeciendo determinadas reglas (duración de
la lucha, tipo de arma), con la asistencia del público que estaba allí [71]
sólo para asegurar la regularidad de lo que acontecía. Quien ganaba la
lucha ganaba también el proceso y no se le daba la posibilidad de decir
la verdad; ni siquiera se le pedía que probara la verdad de sus preten-
siones.
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más fuerte o el más débil, un resultado favorable o desfavorable. En
ningún momento aparece algo semejante a la sentencia, como ocurrirá
a partir de finales del siglo XII y comienzos del XIII. La sentencia
consiste en la enunciación, por un tercero, de lo siguiente: cierta
persona que ha dicho la verdad tiene razón; otra, que ha dicho una
mentira, no tiene razón. Por consiguiente, la sentencia no existe; la
separación de la verdad y el error entre los individuos no desempeña
papel alguno; existe simplemente la victoria o el fracaso.
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judicial es una manera de ritualizar la guerra o trasponerla simbólica-
mente, una manera de darle ciertas formas derivadas y teatrales de tal
modo que el más fuerte será designado, por ese motivo, como quien
tiene razón. La prueba es un operador de derecho, un permutador de la
fuerza por el derecho, especie de shifter que permite el pasaje de la
fuerza al derecho. La prueba no tiene una función apofántica, no
designa, manifiesta o hace aparecer la verdad, es un operador de
derecho y no un operador de verdad u operador apofántico. Estas son
pues, las características de la prueba en el viejo Derecho Feudal.
¿Por qué desaparece en esta época la vieja forma judicial que ex-
puse en sus notas esenciales? Puede decirse, esquemáticamente, que
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uno de los rasgos fundamentales de la sociedad feudal de la Europa
occidental es que la circulación de los bienes está relativamente poco
asegurada por el comercio. Se asegura por mecanismos de herencia o
transmisión testamentaria y, sobre todo, por el enfrentamiento bélico,
militar, extrajudicial o judicial. Uno de los medios más importantes de
asegurar la circulación de los bienes en la Alta Edad Media era la
guerra, la rapiña, la ocupación de tierras, de un castillo o una ciudad.
Nos encontramos en una frontera difusa entre el derecho y la guerra,
en la medida en que el derecho es una manera de continuar la guerra.
Por ejemplo, alguien que dispone de fuerza armada ocupa unas tierras,
un bosque, una propiedad cualquiera y en ese momento hace prevale-
cer su derecho. Se inicia entonces un largo pleito al final del cual aquél
que no posee fuerza armada y quiere recuperar sus tierras sólo obtiene
la partida del invasor mediante un pago. Este acuerdo está en el límite
entre lo judicial y lo bélico y es una de las formas más frecuentes del
enriquecimiento. La circulación, el intercambio de bienes, las quiebras
y los enriquecimientos se hicieron, en su mayoría, según este meca-
nismo.
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prestaciones de rivalidad porque no son sólo bienes sino también
signos. En las sociedades feudales, las riquezas se intercambian no sólo
porque son bienes y signos sino porque son bienes, signos y además
armas: la riqueza es el medio por el que se puede ejercer la violencia en
relación con el derecho de vida y muerte sobre los demás. La guerra, el
litigio judicial y la circulación de bienes forman parte a lo largo de la
Edad Media, de un gran proceso único y fluctuante.
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existía en la Alta Edad Media, la liquidación era una materia que
resolvían los individuos entre sí: sólo se pedía al más poderoso o a
aquél que ejercía la soberanía en función de sus poderes políticos,
mágicos y religiosos que comprobase la regularidad del procedimiento
y no que hiciese justicia. No había poder judicial autónomo y tampoco
un poder judicial que estuviera en manos de quien detentaba el poder
político o poder de las armas. Como el pleito judicial aseguraba la
circulación de los bienes, el derecho de ordenar y controlar ese pleito
judicial, por ser un medio de acumular riquezas, fue confiscado por los
más ricos y poderosos.
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sobera-[76]no, del rey o del señor. Cada vez que hay un crimen, delito o
pleito entre individuos, el procurador se hace presente en su condición
de representante de un poder lesionado por el solo hecho de que ha
habido delito o crimen. El procurador doblará a la víctima, pues estará
detrás de aquél que debería haber planteado la queja, diciendo: «Si es
verdad que este hombre lesionó a este otro, yo, representante del
soberano, puedo afirmar que el soberano, su poder, el orden que él
dispensa, la ley que él estableció, fueron igualmente lesionados por este
individuo. Así, yo también me coloco contra él». De esta manera, el
soberano, el poder político, vienen a doblar y, paulatinamente, a
sustituir a la víctima. Este fenómeno, que es absolutamente nuevo,
permitirá que el poder político se apodere de los procedimientos
judiciales. El procurador, pues, se presenta como representante del
soberano lesionado por el daño.
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soberano. La infracción es una de las grandes invenciones del pensa-
miento medieval. Se ve así cómo el poder estatal va confiscando todo el
procedimiento judicial, el mecanis-[77]mo judicial, el mecanismo de
liquidación inter–individual de los litigios de la alta Edad Media.
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los mecanismos de la prueba. El rey o su representante, el procurador,
no pueden arriesgar sus vidas o bienes cada vez que se comete un
crimen. El acusador y el procurador no se enfrentan en un pie de
igualdad, como ocurría en el caso de la lucha entre dos individuos. Se
necesita encontrar un nuevo mecanismo diferente de la prueba o la
lucha [78] entre dos adversarios para saber si alguien es culpable o no.
El modelo bélico ya no puede aplicarse.
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Se optó por utilizar un segundo modelo extra–judicial que, a su
vez, se subdivide en dos; mejor dicho, que en esa época tenía una doble
existencia, una doble inserción. Se trataba del modelo de la indagación
que existía en la época del Imperio Carolingio. Cuando los representan-
tes del soberano debían solucionar un problema de derecho, poder, o
una cuestión de impuestos, costumbres, foro o propiedad, se cumplía
con un procedimiento perfectamente ritualizado y regular: la [79]
inquisitio, la indagación. El representante del poder llamaba a perso-
nas consideradas capaces de conocer las costumbres, el derecho o los
títulos de propiedad, las reunía, hacía que jurasen decir la verdad, les
preguntaba qué conocían, qué habían visto o qué sabían de oídas, y
seguidamente las dejaba a solas para que deliberasen. Al final de esta
deliberación se pedía la solución del problema. Este era un método de
gestión administrativa que los funcionarios del Imperio Carolingio
practicaban regularmente y fue empleado, cuando ya éste se había
disuelto, por Guillermo el Conquistador en Inglaterra. En 1066 los
conquistadores normandos ocuparon Inglaterra, se apoderaron de los
bienes anglosajones y entraron en litigio con la población autóctona y
entre sí con motivo de la posesión de estos bienes. Guillermo el Con-
quistador pone todo en orden para integrar a los recién llegados
normandos con la antigua población anglosajona, lleva a cabo una
enorme indagación sobre el estado de las propiedades, la situación de
los impuestos, el sistema de foros, etc. Es el famoso Domesday Book,
único ejemplo global que poseemos de estas indagaciones que eran una
vieja práctica administrativa de los emperadores carolingios. El
procedimiento de indagación administrativa tiene algunas característi-
cas importantes.
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1) El poder político es el personaje central.
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órdenes monásticas retomaron poco después. Al llegar a un determi-
nado lugar el obispo instituía primeramente la inquisitio generalis,
preguntando a todos los que debían saber (los notables, los más
virtuosos) qué había ocurrido durante su ausencia; en particular, si
había habido faltas, crímenes, etc. Si esta indagación recibía una
respuesta positiva, el obispo pasaba a un segundo momento, la inquisi-
tio specialis que consistía en averiguar qué se había hecho y quién o
quiénes lo habían hecho; en determinar, en verdad, quién era el autor y
cuál la naturaleza del acto. La confesión del culpable podía interrumpir
la inquisición en cualquier momento, en su forma general o especial.
Quien hubiese cometido el crimen podía presentarse y proclamar
públicamente: «Sí, se cometió un crimen. Consistió en esto o aquello y
yo soy el autor». [81]
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funcionar de acuerdo con el sistema de la prueba. ¿Cómo hará pues el
procurador para establecer si alguien es o no culpable? El modelo
—espiritual y administrativo, religioso y político, manera de gestionar,
vigilar y controlar las almas— se encuentra en la Iglesia: indagación
entendida como mirada tanto sobre los bienes y las riquezas como
sobre los corazones, los actos, las intenciones, etc. Este es el modelo
que será recobrado en el procedimiento judicial. El procurador del rey
hará lo mismo que los visitantes eclesiásticos en las parroquias,
diócesis y comunidades: procurará establecer por inquisitio, por
indagación, si hubo crimen, cuál fue y quién lo cometió.
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do, haciendo presente, sensible, inmediato, verdadero, lo ocurrido,
como si lo estuviésemos presenciando, constituye un descubrimiento
capital.
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racionalidad de la indagación. Su aparición es un fenómeno político
complejo y el análisis de las transformaciones políticas de la sociedad
medieval explica cómo, por qué y en qué momento aparece este tipo de
establecimiento de la verdad a partir de procedimientos jurídicos
completamente diferentes. Ninguna referencia a un sujeto de conoci-
miento y a su historia interna podría dar cuenta de este fenómeno. Sólo
el análisis de los juegos de fuerza política de las relaciones de poder
puede explicar las razones del surgimiento de la indagación.
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remos, profundamente unidas en el Derecho Clásico. Aún hoy no
estamos totalmente libres de esta conjunción.
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establecer la verdad partiendo de testimonios cuidadosamente recogi-
dos en dominios tales como la Geografía, la Astronomía, el conoci-
miento de los climas, etc. Aparece, en particular, una técnica de viaje,
empresa política de ejercicio del poder y empresa de curiosidad y
adquisición de saber que condujo finalmente al descubrimiento de
América. Todas las grandes indagaciones que se impusieron al final de
la Edad Media son, en el fondo, la eclosión y dispersión de esta primera
forma, matriz nacida en el siglo XII. Incluso dominios como la Medici-
na, la Botánica, la Zoología, a partir de los siglos XVI y XVII, son irradia-
ciones de este proceso. El gran movimiento cultural que después del
siglo XII comienza a preparar el Renacimiento puede ser definido en
gran medida como el desarrollo o el florecimiento de la indagación
como forma general de saber.
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[86] naturaleza que esconde sus secretos, enfrentamiento análogo al de
luz y sombra, bien y mal, Dios y Satanás. El alquimista realiza una
suerte de lucha en la que él es al mismo tiempo el espectador —el que
verá el resultado del combate— y uno de los combatientes, que puede
ganar o perder. Puede decirse que la alquimia es una forma química,
naturalista, de la prueba. La confirmación de esto es precisamente el
hecho de que el saber alquímico no se transmitió, no se acumuló, como
resultado de indagaciones que permitiesen llegar a la verdad, se
transmitió únicamente en forma de reglas de procedimiento, secretas o
públicas: qué debe hacerse, cómo se debe actuar, qué principios han de
respetarse, qué invocaciones deben ser pronunciadas, qué textos leer,
qué códigos deben estar presentes. La alquimia es esencialmente un
corpus de reglas jurídicas, de procedimientos; su desaparición, el que
un nuevo tipo de saber se constituyera absolutamente fuera de su
dominio, se debe a que ese nuevo saber tomó como modelo la matriz
de la indagación. Todo saber de indagación, saber naturalista, botáni-
co, mineralógico, filológico, es absolutamente ajeno al saber alquímico,
que responde a los modelos judiciales de la prueba.
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testigos de fuerza. Cuantos más autores pudiese reunir a su lado uno
de los participantes en la disputatio, cuanto más pudiere invocar
testimonios de autoridad, de fuerza, de peso, y no tes-[87]timonios de
verdad, mayores posibilidades tenía de salir vencedor del enfrenta-
miento. La disputatio es una forma de prueba, de manifestación y
autentificación del saber. El saber medieval, y sobre todo el saber
enciclopédico del Renacimiento a la manera de Pico della Mirandola
que se enfrentará con la forma medieval de la universidad, era preci-
samente del tipo de la indagación. Haber visto, haber leído los textos,
saber lo que efectivamente se dijo, conocer lo que se dijo tanto como la
naturaleza de aquello respecto de lo cual algo se dijo, verificar lo que
dijeron los autores por medio de la comprobación de la naturaleza,
utilizar a los autores ya no como autoridad sino como testimonio, todo
esto constituirá una de las grandes revoluciones en la forma de trans-
misión del saber. La desaparición de la alquimia y la disputatio, o
mejor, el hecho de que esta última fuese relegada a formas universita-
rias completamente esclerosadas y que perdiera a partir del siglo XVI
toda autoridad y eficacia como forma de autentificación real del saber,
son algunas de las numerosas señales que nos marcan el conflicto entre
la indagación y la prueba, y el triunfo de la primera sobre la segunda, a
finales de la Edad Media.
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conocimiento, suelen establecer esa relación por intermedio de la
conciencia o el sujeto de conocimiento. En mi opinión, la verdadera
conjunción entre procesos económico–políticos y conflictos de saber se
hallará en esas formas, que son al mismo tiempo modalidades de
ejercicio del poder y modalidades de adquisición y transmisión del
saber. La indagación es precisamente una forma política, de gestión, de
ejer-[88]cicio del poder que, por medio de la institución judicial pasó a
ser, en la cultura occidental, una manera de autentificar la verdad, de
adquirir cosas que habrán de ser consideradas como verdaderas y de
transmitirlas. La indagación es una forma de saber–poder y es el
análisis de este tipo de formas lo que nos conducirá al análisis más
estricto de las relaciones que existen entre los conflictos de conoci-
miento y las determinaciones económico–políticas.
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