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A dam Mich n i k y Leon Wi e se lt i e r

V Í A L I B R E
MITOS POLACOS
Con este caso internacional queremos aderezar nuestro número sobre los
traumas de la historia. Se trata de la masacre de Jedwabne en 1941, un
caso de índole fratricida que aún arde en la memoria de los polacos.

“L a guerra –escribió Jan T. Gross– es una experiencia genera-


dora de mitos en cualquier sociedad.” En Polonia, la mitifi-
cación de la historia fue proporcional al inmenso sufrimiento
y devastación que sufrió el país. Los polacos, atrapados entre el coloso na-
zi y el soviético, sufrieron tal vez más que ningún otro pueblo, a excepción
la matanza, a sus parientes y amigos, y descubrió que, en un día del verano
de 1941, la mitad polaca del pueblo de Jedwabne había asesinado a la otra
mitad de los habitantes de la población, polacos también. Por iniciativa pro-
pia, con tan sólo la aprobación tácita de los invasores nazis, los católicos
habían torturado y masacrado con inmensa crueldad a sus vecinos judíos.
de una de las minorías que había vivido en Polonia por centurias y que fue Jedwabne no había sido un caso aislado. En muchos de los pueblos que
destruida en su totalidad: los judíos. salpicaban el triángulo de territorio que tenía en la ciudad de Bialystok
Polonia sufrió una catástrofe demográfica sin precedentes: cerca del 20 uno de sus vértices, el añejo antisemitismo polaco –sumado a la avaricia
por ciento de la población pereció durante la Segunda Guerra Mundial. (los asesinos se repartieron los bienes de los judíos masacrados), a la
Quienes sobrevivieron, enfrentaron un montón de ruinas. La debacle se anarquía y a la descomposición moral producto de la guerra– y los católi-
montó en la memoria de la trágica historia de Polonia, codiciada y divi- cos polacos habían tomado las armas contra sus vecinos indefensos, y ha-
dida una y otra vez por sus vecinos, y reforzó el mito de la “victimización” bían colaborado con los nazis para destruir a la judería de Polonia.
del país: los terribles acontecimientos entre 1939 y 1945 consolidaron en Gross mostró asimismo que sectores considerables de la población del
cada polaco la visión de formar parte de una nación que había sido la país –especialmente en el oriente de Polonia– habían recibido a los nazis
eterna víctima de la historia. Las décadas de dominio soviético –con sus como liberadores, y habían cooperado con ellos en una amplia gama de
propios silencios y falsedades– contribuyeron aún más a fomentar el tareas. El mito de la pureza y el heroísmo se resquebrajó: muchos polacos
nihilismo histórico polaco. La historiografía de posguerra levantó un habían sido a la vez víctimas y perpetradores de la violencia que asoló el
monumento al heroísmo, casi sin fisuras, con que los polacos habían centro de Europa de 1939 a 1945. Pero el antisemitismo polaco –ligado
enfrentado a las tropas nazis y soviéticas. estrechamente a la prédica ancestral de la Iglesia Católica, la cual, al
En esa historia de bronce no había lugar para el “colaboracionismo” calificar de deicidas a los judíos, los convirtió en objeto “legítimo y eter-
con el enemigo, y mucho menos para aceptar que los polacos hubieran no” de la brutalidad de muchos de sus fieles– está tan vivo en los albores
infligido también sufrimiento y violencia a otras colectividades: el “mal” del siglo XXI como lo estaba a mediados del XX.
era el monopolio de rusos y alemanes. Los polacos cortaron de un tajo la Entre 1945 y 1946, católicos polacos emprendieron una oleada de
imbricada madeja de su historia durante la guerra: la mayoría de la pogromos contra los pocos sobrevivientes judíos que habían regresado de
población –fervientemente católica, nacionalista y heroica– había pade- los campos de concentración. La numerosa mayoría abandonó el país,
cido un sufrimiento propio. La minoría judía había sido exterminada pero el prejuicio se mantuvo vivo. Polonia empezó a cultivar lo que
separadamente. El Holocausto había sido obra de los nazis, y no tenía Marek Edelman, uno de los pocos judíos que salieron con vida del Gueto
liga alguna ni con la Historia de Polonia con mayúscula, ni con minúscula. de Varsovia, llamó “un antisemitismo sin judíos”. En 1997, los carteles
Sólo la contingencia había determinado que el genocidio judío hubiese de campaña de los candidatos al Parlamento que tenían ascendencia judía
tenido lugar dentro de las fronteras del país. estaban invariablemente atravesados por crudos graffiti en forma de
El mito se mantuvo aun después de la rebelión que escenificó Solidari- suásticas. Entre ellos, estaba el ideólogo de Solidaridad, el historiador
dad, la desaparición de la Unión Soviética y la apresurada modernización Bronislaw Geremek, y otro de los voceros de la legendaria organización,
polaca que ha colocado al país a las puertas de la Unión Europea. A ello se Adam Michnik, el director del periódico más importante del país, Gaze-
debe que el libro Vecinos: La destrucción de la comunidad judía en ta Wyborcza. Michnik podía haber firmado las palabras de Geremek en
Jedwabne, Polonia1 causara una verdadera conmoción cuando fue pu- 1989: “El muro de Berlín empezó a desmoronarse en los astilleros de Gdansk.
blicado, en mayo del año 2000. Su autor, Jan T. Gross, había revisado los Estoy orgulloso, no lo oculto.” El libro de Gross lo colocó entre la espada
documentos de un juicio que se llevó a cabo en enero de 1949, en el cual los del nacionalismo polaco y la pared de su ascendencia judía. Le llevó meses
acusados del asesinato de los judíos del pueblo de Jedwabne habían salido redactar un texto sobre Vecinos –ambiguo y confuso– para la Gazeta
libres. Siguiendo el hilo de esos alegatos, Gross entrevistó a sobrevivientes de Wyborcza. Ese artículo desató la polémica con Leon Wieseltier que
1 Jan T. Gross, Neighbors: the Destruction of the Jewish Community at Jewabne, Poland, Princeton
Letras Libres recoge a continuación. ~
(Nueva Jersey), Princeton University Press, 2000, 216 pp. – Isabel Turrent

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Querido Leon: dia absolutamente excepcional en la historia de la humanidad.
Estás decepcionado de mí porque en mi artículo de The New Por otra parte, un triunfalismo del dolor –como dice Rabbi
York Times (“Poles and Jews: How Deep the Guilt?” [“Polacos Klenicki– ha prevalecido entre los judíos, como si ellos mismos
y judíos: ¿qué tan honda es la culpa?”], del 17 de marzo) sopesé hubieran decidido que sólo la tragedia judía era digna de
con cuidado las palabras, siendo que “un lamento habría basta- preservarse en la conciencia. Y éste es el contexto de nuestra
do”. Creo que ya ha habido suficientes lamentos en las relacio- polémica. Hoy en día, los autores polacos intentan trascender
nes entre polacos y judíos. He escuchado muchos de ellos por el estereotipo de la inocencia polaca y están lidiando con el
parte de polacos antisemitas; y el grito judío de: “Los polacos legado del antisemitismo. Esto es difícil y doloroso. Pero al leer
mamaron antisemitismo con la leche materna” está impreso de artículos polacos recientes sobre el tema uno se conmueve en
forma indeleble en mi memoria. Por eso prefiero un juicio equi- forma profunda. Siento mucho, Leon, que escribas como si
librado y la disposición gustosa de comprender al adversario. aún tuvieras el cómodo asidero de los estereotipos judíos, como
El problema para los polacos y el problema para los judíos alguien que no tiene ni la voluntad ni la valentía de emprender
es similar: cada uno de estos dos grupos se piensa a sí mismo un difícil diálogo con los polacos. Un diálogo así requiere una
como la víctima inocente. Éste es un estereotipo de dos revisión de los estereotipos. Tienes que aceptar que puede
pueblos que, como dice Isaac Bashevis Singer, han vivido haber ciertos aspectos de la realidad judeopolaca que no
uno al lado del otro, pero nunca uno con el otro. conoces y que tal vez, por ende, no puedas ser capaz de
El libro de Jan Gross que describe la masacre comprender plenamente.
de judíos en Jedwabne causó una conmoción Los polacos también tienen derecho a la me-
moral entre los polacos y abrió un enorme moria de su propio dolor. Y tienen derecho a
debate público que aún hoy tiene lugar. esperar que los judíos sean conscientes de
La de Jedwabne fue una masacre inspi- él. Trata de ir más allá del estereotipo

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rada por el apoyo y la aquiescencia judío e intenta ver la realidad de

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nazis, pero perpetrada por pola- los tiempos de guerra con los ojos

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en Polonia intenta justifi- polaco tiene la obligación de

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car este horrible crimen. ver con los ojos de un ju-
Al contrario: enfrentados a dío para ser capaz de enten-
él, los polacos sienten ahora der el sufrimiento de los judíos.
una pérdida de la inocencia. Y también deberías tratar de ver en
En mi artículo describí la conmo- tu interlocutor polaco a un amigo que
ción de los polacos y la temperatura del está luchando con una historia difícil,
debate. Sabía que estaba tocando el lado no a un antisemita y un prevaricador que
oscuro de nuestra memoria colectiva, pero creí quiere “hacer de la culpa algo complicado”.
que así era como un escritor polaco debía reac- Los polacos no están genéticamente corrom-
cionar frente a la revelación de un crimen de esta pidos por el antisemitismo, ni se rehúsan a mirar la
índole. Cuando obtuve un ejemplar de The New Republic, verdad a los ojos –incluso la más difícil de las verdades.
supuse que tú reaccionarías en forma parecida, con un Pero eso no quiere decir que nos rindamos a las generaliza-
ejercicio de contemplación sobre los aspectos más oscuros de ciones falsas. ¿Fueron los polacos víctimas y verdugos al mismo
la memoria judía. Sin embargo, Leon, en tu réplica (“Righteous” tiempo? ¿Cuáles polacos? ¿Aquellos que murieron en la lucha
[“Justo”], del 9 y 16 de abril), decidiste emplear algunos comen- contra los nazis? ¿O tal vez aquellos que salvaron a judíos,
tarios sobre la “exquisitez moral” que percibiste en mi texto. entre ellos a tu madre? ¿Juzgas a esos polacos responsables
Habré de pasar por alto esta dimensión de nuestra controver- por el crimen de Jedwabne? ¿Los juzgas responsables por los
sia, excepto para recordar la opinión de Spinoza: “Cuando Jan informantes, conocidos en polaco como szmalcownicy? O tal vez
habla sobre Paul, se refleja en Jan y no en Paul.” es precisamente al szmalcownik, y no al héroe de la resistencia
Escribí que no hay una sola familia polaca que no fuera antinazi, a quien tomas por un símbolo de la respuesta polaca
herida por la guerra. Tú le llamas a esto “la típica apología frente a la ocupación alemana. Este juicio, que no me atreve-
polaca”. Pero la verdad, Leon, es que se trata de un simple ría a adjudicarte, sólo podría ser producto de la ignorancia o
hecho polaco. Y aunque esos hechos no deben ser usados para la deshonestidad. Yo veo símbolos en los héroes del levanta-
relativizar el crimen de Jedwabne, conocerlos es un requisito miento del gueto y no en los policías judíos, que servían a los
para entender las relaciones entre polacos y judíos. Durante invasores y que eran a todas luces víctimas y verdugos.
muchos años después de la guerra, los polacos lloraron a sus Tú escribes, Leon, que había muchos más polacos asesinos
compatriotas asesinados sin reconocer que el destino de sus que polacos probos. ¿Cómo hiciste la cuenta? Sí, hubo pola-
vecinos judíos fue incomparablemente más trágico –una trage- cos que durante la ocupación cometieron crímenes contra los

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A d a m M i c h n i k y L e o n Wi e s e lt i e r : M i t o s p o l a c o s

judíos. Pero esos crímenes fueron condenados por el gobierno nación polaca debamos ser acusados colectivamente por estos
polaco en el exilio en Londres, y fueron castigados por la resis- crímenes, cometidos por asesinos específicos. Entiendo, Leon,
tencia polaca. Iré aún más lejos y diré que, entre los miembros que, como estadounidense, tienes el derecho a estar orgulloso
de esta resistencia, también había muchas personas influidas por de Washington, Jefferson y Lincoln, y el derecho a avergonzar-
los estereotipos antisemitas; pero la abrumadora mayoría de los te por la esclavitud, por el exterminio de los nativos americanos,
polacos en la derecha antisemita –a diferencia de sus contrapar- por la segregación racial y por la traición a Polonia en la
tes en Francia, por ejemplo– participaron en la resistencia Conferencia de Yalta. Como judío, tienes el derecho a estar or-
antinazi, y algunas de esas personas salvaron a judíos. Entre gulloso de Moisés, Spinoza y Einstein, y a avergonzarte por los
ellos estaba Zofia Kossak-Szczucka, autora de ese llamado asesinos bolcheviques con nombres judíos, de la masacre de
conmovedor a salvar a los judíos, que cité en el Times. palestinos en Sabra y Chatila, y del asesinato del primer minis-
El llamado publicado por Kossak-Szczucka –sin duda tro Yitzhak Rabin. Tienes el derecho a avergonzarte, pero yo
antisemita en sus comentarios cualitativos, pero heroico en su no tengo el derecho a culparte por estos crímenes. Sin embargo,
ruego– contradice el estereotipo judío de acuerdo con el cual francamente, no sé a qué conduce en realidad este orgullo o
el antisemitismo equivale al exterminio. Por eso, Leon, no esta vergüenza. Después de todo, esta clase de comprensión
encontraste nada en Kossak-Szczucka excepto veneno antise- lleva a preguntas absurdas. ¿Es por Lincoln o por Spinoza
mita. Por mi parte, encontré en su llamado la evidencia de un que te sientes mejor que yo, que sólo tengo bajo la manga a
heroísmo del más alto rango. Durante años, día tras día, esta Copérnico, Mickiewicz y Chopin? ¿Sientes una carga moral
escritora católica y prisionera de Auschwitz arriesgó su vida menor por los linchamientos de los bandidos del Ku Klux Klan
salvando judíos –gente que no conocía y que no le era particu- a la que siente un polaco promedio por Jedwabne? ¿Sientes la
larmente grata– en medio de una situación en la que las necesidad de disculparte ante los polacos por Yalta? ¿O ante
ejecuciones públicas y el temor por la seguridad de la propia los cristianos por la crucifixión de Jesús?
familia paralizaban a casi todo el mundo. Una actitud como és- Seamos serios. Tanto tú como yo somos responsables por
ta no merece desdén, sino respeto. Y el respeto es la condición nosotros mismos, por nuestras acciones, por los que son cer-
básica, elemental para una conversación honesta entre judíos canos a nosotros, con quienes nos identificamos. Así es que
y polacos sobre la verdad y la reconciliación. Me gustaría ser acepto con entusiasmo la responsabilidad por tus pecados, pues
de alguna ayuda para una conversación tal, me gustaría te he elegido como amigo mío. Pero no me siento identificado
ayudar a romper tanto los estereotipos polacos como los en lo absoluto con los asesinos de Jedwabne, tal y como tú no
judíos. Siento que es mi responsabilidad hacerlo. sientes ningún lazo con los szmalcownicy judíos de la Gestapo
Sin embargo, no creo en ninguna responsabilidad colecti- que denunciaron a mis familiares. Ésas son las razones por las
va, excepto si ésta es moral. Lo que quiero decir es que puedo que escribo “con cuidado” y “sopesando las palabras”. Polonia
culparme por los actos de otros, pero no daría a nadie más está rezando el kaddish sobre las tumbas de los asesinados. Y el
el derecho de culparme por esos mismos actos. Por eso no me kaddish se dice con solemne dignidad, y no con un lamento.
siento culpable ni por los crímenes de los asesinos de Jedwabne, Tuyo, con afectuosos saludos,
ni por los crímenes de los comunistas de linaje judío (en rea- Adam
lidad por estos últimos me siento algo más responsable, si bien
por razones meramente personales). Mi sentido de la respon- Querido Adam:
sabilidad moral me ha vuelto renuente a la idea de imponer Cuando te enfrentaste a las revelaciones de Jan Gross sobre el
culpas colectivas sobre cualquier otra comunidad. Tú escribis- horror en Jedwabne, estabas en lo correcto al explorar “el lado
te, Leon: “Los individuos pertenecen a grupos, y el que estén oscuro de la memoria colectiva polaca”; estabas en lo correcto
moralmente involucrados con sus grupos, que son agentes y estabas siendo intrépido, en el contexto caldeado por el de-
morales también, resulta en un costo o un beneficio que les bate en Polonia. Pero, ¿por qué asumiste que yo “reaccionaría
incumbe […] No me siento herido cuando se me pregunta en forma similar, con un ejercicio de contemplación sobre los
sobre las fechorías de los judíos o las fechorías de los estadou- aspectos más oscuros de la memoria judía”? En el verano de 1941,
nidenses, porque he elegido que se me conozca como judío los judíos de Jedwabne no hicieron otra cosa que morir. No acep-
y como estadounidense […] No podría permitirme sentir to que los acontecimientos de Jedwabne merezcan provocar nin-
orgullo por los logros de mi pueblo y mi país si no me exigiera gún autoexamen judío especial. Esto, te lo aseguro, no se debe
sentir vergüenza por las perfidias de mi pueblo y de mi país a que los judíos no tengan nada que reprocharse en el mundo.
[…]” Y luego agregas: “Dudo que Michnik no esté de acuerdo No es la solidaridad con mis hermanos lo que me impide estar
con lo que acabo de escribir.” de acuerdo contigo. Al contrario. Creo que la solidaridad es
Claro que estoy de acuerdo contigo, pero este acuerdo no a veces un impedimento para una vida honesta y decente. No,
nos lleva a ningún lado. Claro que siento dolor y vergüenza insisto sobre la asimetría de este ajuste de cuentas debido a mi
por la masacre de Jedwabne y por otros crímenes polacos. Pero comprensión general del prejuicio y la opresión. Si deseas
nunca estaré de acuerdo en que yo, mis amigos polacos y la entender el antisemitismo, no estudies a los judíos. Estudia a los

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no judíos, porque las fantasías y las atrocidades son suyas. Si pre un acto de autosuperación. ¿Debemos en verdad confor-
deseas entender el racismo, no estudies a los negros. Estudia a marnos con tan poco? Si piensas que el antisemitismo es un
los blancos, por la misma razón. La idea de que debe haber dos rasgo que no puede erradicarse de la vida polaca, entonces
lados en esas cuestiones, de que el prejuicio está fundado en la deberías decirlo. Pero nunca te he considerado un pesimista
realidad y la opresión tiene su causa en el comportamiento de en asuntos de conciencia.
los oprimidos, es por sí misma una concesión a la injusticia que Cuando escribes que, como consecuencia del libro de
ambos despreciamos. Gross, “los polacos sienten ahora una pérdida de la inocen-
¿Quién está en contra del diálogo? Pero el diálogo es ya un cia”, me quedo pasmado. ¿Qué nación tuvo alguna vez una
lema de esta era sensata. Así es que pensemos un poco más ar- inocencia que perder? Me parece difícil dignificar el de-
duamente sobre el diálogo. No es la única forma de discusión sengaño que describes, ya que esto oscurecería e incluso
moral; ni siquiera es la única forma de discusión respetuosa. Pues anularía la valiosa distinción entre historia y memoria. La
el diálogo supone una simetría perfecta entre los individuos que memoria no nutre menos por mentir, y la memoria colectiva
participan en él. Su belleza ética se debe a la igualdad entre in- miente más espléndidamente que ninguna. Pero la memoria
terlocutores que postula. Pero con frecuencia esta igualdad en- no es nuestra única fuente de conocimiento sobre el pasado,
tre individuos es elevada erróneamente a una equivalencia de ni nuestra fuente más confiable. Es indudable que la tarea del
puntos de vista. La premisa de una invitación al diálogo es que intelectual consiste en rectificar la memoria con la historia.
hay verdad en lo que tú dices y hay verdad en lo que yo digo. Hablando en términos históricos, hubo momentos en que
Frecuentemente, éste es el caso. Pero, ¿y si tú tienes toda la razón los polacos fueron víctimas y momentos en que fueron ver-
y yo estoy totalmente equivocado? Seguro que esto es posible. dugos. (Lo mismo es verdad respecto de los judíos, aunque
Entonces, nuestro “diálogo” debe consistir en mi admisión del el tiempo en que ellos fueron víctimas, cuando carecieron de
error, que por supuesto no menoscaba mi dignidad. No veo que todo uso o abuso del poder, fue desesperadamente largo, e
en una discusión sobre Jedwabne entre polacos y judíos haya incluyó los siglos de sojuzgamiento judío en Polonia.) Y
una simetría dialógica entre los interlocutores. Unos han pade- hubo momentos en que los polacos fueron tanto víctimas
cido a manos de los otros. Esta ausencia de simetría no quiere como verdugos. Pero nada de esto tiene que ver con la “ino-
decir que unos sean superiores a los otros: no hay superioridad
moral en el sufrimiento. Significa tan sólo que la historia es asi-
métrica. Esta asimetría es una cuestión empírica. Y también es
una cuestión de experiencia común: hay mucha desigualdad de
poder en la vida cotidiana. Como resultado de esa desigualdad,
nos herimos los unos a los otros de muchas formas, y estas
heridas no pueden ser comprendidas y absueltas mediante
ficciones de paridad. En situaciones de este tipo, es preciso te-
ner una conversación, pero no estoy seguro de que debamos
tener un diálogo. Si alguna vez hago algo para herirte, tú
tendrás el derecho a esperar de mí más que un diálogo. (Estoy
hablando en términos generales: tú no me debes a mí una
disculpa por Jedwabne.)
Tú apelas, razonablemente, a “la disposición gustosa de
comprender al adversario”. Consideras esto como un elemento
esencial del diálogo. ¿Estás diciendo que los judíos en Polo-
nia eran los adversarios de Polonia? Tu idea de equivalencia
dialógica parecería exigírtelo, pero no veo cómo puedas
querer decir esto. De hecho, estoy seguro de que no quieres
decirlo. Pues tiene un tono terriblemente parecido al de la afir-
mación sobre los judíos hecha por Zofia Kossak-Szczucka (“Aun
así los consideramos los enemigos políticos, económicos e ideo-
lógicos de Polonia”), que citaste y reprobaste en tu artículo
original. Recientemente he aprendido más sobre su heroísmo,
y también sobre su visión del mundo. Tienes razón: el bien y
el mal pueden vivir juntos en la misma alma. Sin embargo, aún
me rehúso a aceptar tu versión de sus contradicciones como
una base adecuada para la reconciliación entre polacos y ju-
díos. El respeto por el otro no es firme ni confiable si es siem-

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cencia”, que no es tanto una forma de la memoria colectiva
como del engaño colectivo. Entiendo por qué las generaliza-
ciones de identidad te hacen sentir incómodo. A mí también
me sacan de quicio. Esas generalizaciones deben hacerse con-
cretas, como tú insistes. Pero me es difícil imaginar cómo
alguien, con excepción de los cosmopolitas, puede vivir sin
ellas; e incluso los cosmopolitas generalizan sobre sí mismos.
Aún más importante es que esas generalizaciones representan
un reconocimiento de los grupos como agentes morales, lo
que constituye el tema de nuestra disputa. (Consuela saber que
caemos, todos nosotros, bajo muchas generalizaciones. Yo no
soy tu amigo, soy tus amigos.)
Si todavía estoy “en el asidero de los estereotipos judíos”, te
aseguro que el asidero no es “cómodo”: en mi existencia como
judío he sido consciente por largo tiempo del peligro que la
memoria colectiva plantea a la probidad intelectual. Cierta-

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mente somos morbosos. Pero ¿“un triunfalismo del dolor”?
Eso también es un estereotipo sobre los judíos, con Rabbi
Klenicki o sin él. En estos días, es el estereotipo “avanzado”,
el estereotipo preferido de ciertos críticos de la cultura judía
contemporánea. Yo mismo solía abrigarlo. Pues la prominen-
cia del Holocausto en la identidad judía es evidente, y es

Ibero
desafortunada. Sin embargo, también es comprensible: ¿cómo
podría una catástrofe de esa envergadura no abrumar a una
comunidad, no dejarla estupefacta, no romper su corazón,
no amargar sus expectativas de vida, no fijarla por lo menos
durante una generación en la pena, el enojo y el miedo? Yo
también deploro que la cultura judía se haya vuelto cada vez
más una cultura de conmemoración, pero yo también tengo
algo que conmemorar. (Recuerda, soy un hijo de Drohobycz
y Stryj.) Te diré esto: nunca he conocido a un judío que
“decidiera que sólo la tragedia judía es digna de preservarse
en la conciencia general”. La insinuación no es digna de ti.
(Cuando luchabas por acabar con la tragedia del comunismo,
¿tuviste alguna dificultad en hallar aliados judíos?) Tras la
aniquilación casi completa de los judíos europeos, no es el espec-
tro del triunfalismo lo que los judíos deben expulsar de entre
ellos, es el espectro del derrotismo. Los judíos deben idear una
forma de honrar lo que saben del mundo sin ser arruinados
por lo que saben sobre el mundo. ¿Deberían olvidar lo que sa-
ben sobre el mundo para ser exculpados de un “triunfalismo
del dolor”?
No me considero en ningún sentido “mejor” que tú. Además,
no te consideré, ni un solo momento, como “un antisemita”.
Además, no fui sarcástico cuando te atribuí una exquisitez
moral: hay peores vicios, y en otras circunstancias has hecho
de ello una virtud. Además, los judíos no crucificaron a Jesús.
Por lo que respecta a tu aceptación de la responsabilidad por
mis pecados: te advierto, amigo mío, es una responsabilidad
demasiado terrible para que tú la soportes.
Con afecto,
Leon. ~
– Traducción de Marianela Santoveña

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