Psicología Jurídica
Psicología Jurídica
Psicología Jurídica
Capítulo 1
Psicología jurídica
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Temas del capítulo
✓ Vínculos entre el derecho y las disciplinas psicosociales y diferencias.
✓ La evolución de la psicología jurídica y su objeto de estudio
✓ Diferencia entre la psicología jurídica de la psicología Forense
✓ Algunos campos jurídicos de aplicación de los conocimientos de la psicología
jurídica
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Vínculos necesarios entre las disciplinas psicosociales y el derecho
El derecho y la psicología siempre han tenido vínculos cercanos, pues para comprender la
existencia del dolo, por ejemplo, es necesario comprender qué es la voluntad y la intención, lo que
claramente es indagar o inferir procesos mentales en la psiquis del otro; o bien, para declarar la
inimputabilidad de un detenido, un profesional de la salud debe revisar su facultades mentales; y, para
fundamentar racionalmente la pena, ya sea en su función de prevención general o de resocialización, es
evidente que el legislador se ha basado, sépalo o no, en los postulados psicológicos del conductismo
(corriente psicológica que plantea que toda conducta se aprende o desaprende a partir de premios y
castigos, sobre sí, o sobre terceros). Es así que si bien derecho y psicología son disciplinas distintas –una
es normativa y la otra humanística–, lo cierto es que ambas trabajan sobre la conducta humana, y por
ende, desde siempre han tenido puntos de contactos muy cercanos.
Asimismo, una rama de la psicología que también se ha vinculado en los últimos con el derecho es
la psicología social. Su finalidad es el estudio del comportamiento humano, explicado a partir de
variables individuales y sociales o culturales. Esta perspectiva complementa a la psicología clásica al
aportarle el factor social a la explicación del comportamiento. Otras disciplinas que también indagan
sobre la conducta del ser humano en sociedad son la sociología, la antropología, etc., razón por la cual
incluiremos a todas estas ramas bajo el rótulo de disciplinas psicosociales, y continuaremos avanzando
señalando el vínculo de estos conocimientos con el derecho.
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Si comenzamos nuestro análisis del vínculo entre las disciplinas psicosociales y el derecho a partir
de las leyes, advertiremos que, históricamente, estas siempre han sido creadas en nombre de alguna
instancia superior al mero voluntarismo del monarca o del legislador. Inicialmente se dictaban en
nombre de Dios (judaísmo, medioevo cristiano en Europeo, etc.) o los dioses (griegos, pueblos
originarios, etc.), años más tarde en la Razón (Ilustración europea, Latinoamérica, etc.), y en los tiempos
presentes se funda en la voluntad democrática de la mayoría. Sin embargo, todas legitimidades pueden
ocultar injusticias. Piénsese por ejemplo en las costumbres de aquellas regiones donde aún se mantiene
una denigrante e irracional segregación hacia la mujer o se conculcan los derechos fundamentales a
determinadas minorías (pueblos originarios, afrodescendientes, etc.). En efecto, estas legitimidades de
las leyes no siempre aseguran la justicia o su racionalidad, sino que pueden plasmar justamente valores
contrarios. Asimismo, tampoco lo garantiza un sabio del derecho iluminado que determine lo justo o
injusto, o cuáles son los derechos fundamentales y cuáles no, y que sobrela base de ello se perpetúen
para todas las generaciones venideras. Imagínese lo que sería si el derecho de los amos a la esclavitud
no hubiera sido cuestionado por la evolución histórica delas sociedades. Lo dicho nos permite concluir
que ni la voluntad popular exacerbada ni el filósofo del derecho desde su torre de marfil son fuentes
confiables de leyes racionales, o al menos, no son tan racionales como podría serlo el asesoramiento
que podría aportar una ciencia, guiada por principios de objetividad y empirismo.
Aquí es donde el vínculo necesario entre la psicología social y el derecho surge de manera más
clara, pues estas aportan datos objetivos sobre la realidad social, los valores imperantes, el nivel de
aceptación de las normas y el comportamiento humano, y lo hacen desde la observación sistemática de
la sociedad. La psicología social aporta al derecho un conocimiento fundamental acerca de la realidad
social, tanto en lo referido a los valores imperantes como así también de las representaciones sociales
que tienen las personas sobre diversos aspectos de la vida y cómo actúan en base a ello. Así, brindan un
panorama real y no especulativo sobre el comportamiento humano en sociedad, sus motivaciones, sus
deseos, sus miedos, etc. y a partir de ello es que el legislador debería elaborar sus leyes. Sin embargo,
ello no siempre ocurre, pues muchas veces el legislador suele partir de una concepción de la naturaleza
humana que le es propia (todos creemos que sabemos cómo piensa y siente el ser humano), y a partir
de estas prenociones, que pueden ser erradas o esconder prejuicios aun a nivel inconsciente, elabora
las leyes. Ejemplos de ello son conocidos. Si se advierte un incremento del delito, quintuplica las penas;
si aumenta la pobreza, incrementa los subsidios; si el Estado necesita recursos, aumenta los impuestos
hasta hacerlos confiscatorios, etc. Pero actuar sin conocimientos científicos del comportamiento
humano, hacer que se opere en el vacío, y por eso, muchas buenas intenciones suelen acarrear
resultados inesperados o ineficientes.
Profundicemos en el ejemplo de las leyes que elevan exponencialmente las sanciones penales
como mecanismo disuasorio del comportamiento delictivo. Si bien la psicología también comparte el
postulado según el cual el castigo disuade, lo cierto es que los avances y descubrimientos en este campo
dan cuenta de que quienes cometen delitos como actividad cotidiana no se sienten disuadidos por el
aumento de las penas, pues en su psiquis juzgan que a ellos no los apresarán (Korobkin otros, 2000). De
manera que la idea de que el aumento del castigo asusta al delincuente y lo inhibe, es solo una falsa
percepción o una medida empíricamente demostrada que no es efectiva. En rigor, el castigo severo, si
asusta a alguien, será al ciudadano honrado quien posiblemente nunca delinquirá.
Otro caso que ilustra este punto podría ser el hecho de considerar que el castigo es la única
estrategia de resocialización. Ello también sería pasar por alto innumerables estudios que indican la
mayor eficiencia que poseen los procesos de aprendizaje no violento para modificar conductas en lugar
de la coacción. Sin embargo, como en muchos otros campos, sigue circulando en el imaginario jurídico
de la sociedad y de los legisladores la concepción del castigo como herramienta básica para la
resocialización, y si es brutal, mejor.
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Finalmente, otro ejemplo del vínculo necesario entre psicología y derecho lo encontramos en el
establecimiento de la edad de imputabilidad o de capacidad para la vidacivil. La pregunta aquí es
cómo puede saber el legislador cuáles son las etapas del desarrollo moral si no consulta los estudios que
sobre la cuestión ha hecho la psicología de los últimos años. Evidentemente, si no los consulta y a apela
a su criterio autónomo, puede plasmar en la ley su visión del mundo, sus prejuicios o su ideología, sin
tomar en cuenta la realidad de la población cuyas conductas debe ayudar a regular por medio de la ley.
Señalábamos que los estudios deben ser actualizados, pues siendo la sociedad y sus integrantes cuerpos
dinámicos, muy posiblemente no será lo mismo una niña de 15 años de 1920, que una joven de esa
misma edad en el siglo XXI. Pero no hay que suponerlo, sino indagarlo en los estudios de quienes se
dedican a investigar este campo. De manera que no basta con tomar la bibliografía freudiana para
comprender al ciudadano actual, sino que debe agregársele los estudios contemporáneos.
Lo dicho hasta aquí no significa que las disciplinas psicosociales deban legislar, sino que el dictado
de las leyes en las sociedades modernas puede y debe beneficiarse del desarrollo científico. El legislador
debería acudir al saber científico psicosocial para comprender el mundo social, y legislar en
consecuencia. Al hacerlo la psicología, la antropología, la sociología, le pueden brindar fundamentos
racionales y empíricos para elaborar las leyes que pretendan regular el comportamiento humano en
sociedad. Claro que tampoco se propone convertir al derecho en una ciencia, pues no lo es, sino que se
trata de una técnica que ayuda a la coexistencia pacífica de las personas en sociedad (Supiot, 2007),
pero como técnica que es, debe ser aplicada desde el saber científico en lugar de hacerlo desde los
saberes populares o de sentido común, que si bien estos fuentes importantes de conocimiento, pueden
esconder privilegios o injusticias desapercibidos aun para las personas que los emplean de buena fe.
Otro punto de contacto entre derecho y ciencias psicosociales se debe a que una vez que la ley es
promulgada, la intención legislativa es que se cumpla y que logre su cometido, y aquí las ciencias
psicosociales pueden brindar una importante ayuda, tanto para la difusión o publicidad real de la nueva
ley (no la ficción de que es conocidos por todos por ser publicada en el Boletín Oficial), como así también,
para el relevamiento posterior de su aplicación. Esto último suele ser llevado a cabo por medio de
investigaciones empíricas que arrojen resultados sobre su efectividad, o bien, que permitan comprender
las razones por las cuales las personas no ajustan su comportamiento a ella. También pueden aportar
herramientas de trabajo para su implementación, y señalarle los errores en que pueden incurrir sus
operadores (jueces, abogados, fiscales, policías, etc.) en su uso y aplicación, por ejemplo, demostrando
casos históricos de detenciones o condenas fundadas en desaciertos judiciales o policiales, ya sea por
declaraciones falsas, o por prejuicios de una determinada época (por ejemplo, sobre jóvenes de clase
baja o el lombrosianismo a principios del siglo XX).
No es novedoso que los operadores jurídicos son seres humanos con diversas concepciones del
mundo, prejuicios, sentimientos de clase, militancia, etc. En consecuencia, la idea de una Justicia
perfecta no es posible, pues quienes aplican el derecho tampoco lo son, son tan solo individuos con
sentimientos y nociones propias de cómo debe ser el mundo social en el que viven y en el que deben
actuar aplicando la ley. Es así que la psicología puede explicar mucho mejor que la dogmática penal
porque dos jueces ante hechos idénticos (p.ej. consumo personal de marihuana) uno aplica una condena
y otro absuelve. Lo que los diferencia no es la ley, sino sus esquemas mentales de interpretación del
mundo, y lo mismo puede aplicarse para comprender por qué dos ciudadanos que viven en un mismo
barrio, uno delinque y el otro no; y es que cada uno tiene una concepción del mundo social que lo hace
sentir, pensar y actuar de maneras diversas.
En definitiva, advertimos que la psicología y las demás disciplinas psicosociales enmayor o menor
medida complementan al derecho, ya sea brindándole herramientas para dictar leyes, como así también
para aplicar. Asimismo, serán útiles para comprender el móvil de un crimen y la conducta ajustada a
derecho de los ciudadanos, que de algún modo, también ayudaa comprender qué variables influyen en
que algunas personas no las cumplan. Pero en todos los casos, aportarán a los operadores jurídicos que
se interesen por ellas instrumentos de análisis de la realidad social e individual con la que deben tratar
diariamente. Si bien el derechodurante mucho tiempo juzgó innecesaria la interdisciplinariedad para la
creación o aplicación de las leyes —quizás porque los regímenes autoritarios del siglo XX vedaban toda
posibilidad de crítica a la legislación y en general a los sistemas de control social imperantes—, los
actualestiempos de apertura democrática y participación de la ciudadanía en la cosa pública permiten
que se asista a una apertura del mundo jurídico a otras disciplinas que posibilitan a sus operadores
(legisladores, jueces, abogados, fiscales, etc.) ejercer su profesión y brindar a la sociedad un instrumento
de prevención y resolución conflictos más eficaz para la vida armónica en sociedad.
El derecho y las disciplinas psicosociales se interesan por la conducta humana, perocada uno
lo hace desde una perspectiva diferente. Así, mientras que a la psicología le interesa comprender los
motivos profundos, racionales o emocionales que la inspiran; al derecho le basta con comprobar que el
sujeto obró con intención para hacerlo responsable de sus actos, o inimputable en caso contrario. Si se
toma cualquier código civil, penal, comercial o laboral, se advertirá que el derecho considera que el
comportamiento humano se basa en el libre albedrío y, por lo tanto, si existe discernimiento, intención
y libertad, habrá responsabilidad o imputabilidad. En cambio, la psicología pone ciertos reparos acerca
de la libertad del obrar de una persona, pues no tener grilletes de esclavo en los tobillos no siempre es
signo de libertad, ya que metafóricamente hay grilletes internos que pueden limitar el comportamiento
aún más que cualquier instancia de control externa.
Imaginemos un individuo que haya vivido toda su infancia y juventud en una familia violenta.
Llegado a la adultez se casa, y en su vínculo de pareja resuelve sus conflictos del único modo que
aprendió en su casa paterna, es decir, violentamente. Para el derecho, en principio,no habría dudas
acerca de que el sujeto que agrede a su pareja obra voluntariamente y, por lo tanto, es imputable, pues
es libre de obrar de otro modo y no lo hace. En cambio, para la psicología, el sujeto no posee esa
voluntad libre que predica el derecho, pues no puede perderse de vista que esta persona ha sido
condicionada durante todo el proceso de socialización familiar en un modelo de interacción violento, y
por lo tanto, el margen de libertad para obrar de otro modo si bien existe, es al menos algo acotado.
Ya Lacan refería a esta situación bajo el concepto de elección forzada, según la cual, las personas
son libres de elegir siempre que elijan correctamente, de modo que lo único que pueden hacer es creer
que eligen libremente aquello que les viene impuesto. En consecuencia, para la psicología, el libre
albedrío que postula el derecho como la piedra fundante de toda la teoría de la responsabilidad es un
hecho que no opera de manera igual en todos los seres humanos, y por lo tanto, debe ponderarse en
cada caso en particular.
Cabe señalar que los tribunales tienen en cuenta esta cuestión cada vez más, a pesar de las críticas
que reciben de la opinión pública. En definitiva, lo que diferencia a estas dos disciplinas sería la
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perspectiva de análisis, pues frente a un determinado hecho jurídico, ambas miran hacia el pasado, solo
que el derecho lo hace para imputar responsabilidad sobre la conducta juzgada, y la psicología para
plantearse diversas hipótesis que permitan comprender por qué la persona obró del modo en que lo
hizo, buscando revelar las variables personales y sociales que intervinieron en ello, y en algunos casos,
procurando ayudar a la modificación de conductas.
Otra diferencia entre psicología y derecho es que el trato que dispensa este último a los
ciudadanos es distinto al que les brinda la psicología, pues mientras que para el derecho todas las
personas son iguales ante la ley, la psicología no puede dejar pasar por alto que cada persona debe ser
tratada de acuerdo a su grupo de pertenencia, su condición sociocultural, económica, religiosa y sus
condiciones particulares. No se trata de discriminar, sino de entender al otro desde la situación
existencial en la que vive y actúa, desde la constitución de su individualidad. Se parte de la premisa según
la cual todo comportamiento debe explicarse a partir de factores personales y situacionales, lo que
conlleva distintos tratamientos a los distintos sujetos y la comprensión de los motivos de la conducta
por más aberrante que sea.
En psicología no tiene ninguna vigencia las ficciones jurídicas del conocimiento de la ley por todos,
o que nadie puede alegar su propia torpeza. Para la psicología claro que puede hacerlo, pues los errores
de la vida cotidiana son manifestaciones del inconsciente, o mecanismos de defensa que está más allá
del sujeto poder controlar. En derecho es sabido que la costumbre no puede fundar derecho, pero para
la psicología, el respeto de una costumbre puede ser más importante para un sujeto que cumplir con la
propia ley positiva. En definitiva, muchos de los supuestos básicos del derecho, que sirven para sostener
el sistema jurídico, no resultan compatibles con la psicología y las explicaciones que esta puede aportar.
Además de que derecho y la psicología miran hacia el pasado, de que tratan de modo diferente al
sujeto y de que los principios fundantes del derecho no le son aplicables a ambas disciplinas, otra
particularidad del derecho es que arriba a veredictos (del latín, verus dictus, “verdad dicha”) que se
fundan en certezas generadas a partir de las pruebas que se producen en la causa. Es decir, brinda a las
partes y a la sociedad a una “verdad oficial” de lo ocurrido, y estemos o no de acuerdo con ella, hace
cosa juzgada sobre los hechos debatidos. En cambio, la psicología y las diversas disciplinas psicosociales
si bien también buscan comprender los sucesos y arribar a conclusiones, sus resultados siempre estarán
sujetos a revisión por eventuales investigaciones posteriores que las refuten o las complementen.
Hablamos aquí especialmente de las conclusiones de investigaciones psicosociales que expliquen
comportamientos en un lugar y tiempo determinado (y no de pericias que se produzcan en una causa,
las cuales también pasarán a ser cosa juzgada). Por ejemplo, piénsese en las teorías psicológicas de
principios de siglo XX que explicaban la homosexualidad como una patología, y cómo el progreso
científico fue descartando esas conclusiones, perfeccionando el saber científico hasta nuestros días.
A diferencia de la ciencia, en el mundo jurídico, las sentencias explican los hechos con vocación de
perpetuidad, pues solo así se brinda seguridad jurídica a una sociedad. Pero el instituto de la cosa
juzgada no existe en el campo científico. Aquí todos los conocimientos y descubrimientos están sujetos
a ser revisados por nuevas investigaciones que los refuten, pues la ciencia avanza gracias a esto. De
manera que, siguiendo la metodología popperiana, enciencia no hay seguridades ni certezas absolutas,
sino niveles de probabilidad, que pueden ser muy altos, como los de toda teoría aceptada por la
comunidad científica, pero aun así, potencialmente refutable en el futuro.
Las sociedades cambian, y lo que se considera justo en un tiempo puede dejar de serlo en otro.
Pero a pesar de esta regularidad histórica, todo cambio social siempre conlleva luchasy resistencias,
pues los cambios pueden ser muy intranquilizadores e implicar grandes pérdidas. No obstante, es
inevitable que ocurran, pues son el motor de la historia, y en cada época el derecho tratará de reflejar
la vocación por ese cambio (períodos revolucionarios) o el miedo a ese cambio (períodos conservadores).
Hacia mediados del siglo XX, gran parte del derecho latinoamericano civil abandonó el paradigma liberal,
y se enroló bajo la corriente de la solidaridad, en especial, en lo que hacía a la reparación de los daños y
la ponderación del daño moral como una de las fuentes indeminizatorias. Pero no todos estuvieron de
acuerdo con este cambio.
Los cambios se suscitan continuamente en las sociedades, y las concepciones acerca de lo que es
justo cambia de una época a otra (y de un país a otro también), pero lo que no cambia es la necesidad
de una representación común de la justicia en un país y en una época dada (Supiot, 2007). La cita de
Llambías cumplía esta función, era fuente de interpretación delderecho del siglo pasado, fundamento
de legislación y sentencias. Pero en la actualidad, ha sido abandonada, y como queda dicho, “algo” debe
ocupar su lugar. En este sentido, es misión de las disciplinas psicosociales aplicadas al derecho es
informar al operador la concepción que tiene la población sobre lo que es justo y lo que no lo es. ¿Son
justas las trabas que imponen las obras sociales para la fecundación asistida?, ¿es legítima la prisión por
consumo de marihuana?, ¿es necesario que la salud pública asista a quienes no pagan impuestos?
Todas preguntas cuyas respuestas están en la gente, y –en tanto no se investigue–, sus respuestas solo
pueden ser especulación.
Las disciplinas psicosociales no son las únicas en hacer críticas al sistema jurídico, sino que los
juristas también las hacen, solo que en algunos casos, pueden incurrir en errores metodológicos que
afecten la cientificidad de sus conclusiones. En efecto, juristas, jueces y abogados en ejercicio, por su
propia formación, muchas veces no tienen consciencia de las dificultades que conlleva intentar acercarse
a la neutralidad valorativa, pues su tarea cotidiana suele llevarlos a argumentar hacia determinados fines
y, también, a afirmar sus apreciaciones en valores locales llevados a la categoría de universales, lo cual
suele estar muy lejos de la señalada neutralidad.
Por este motivo, al investigar sin una metodología científica se puede caer presa de los propios
prejuicios y sesgos, percibiendo desde allí el fenómeno jurídico-social que se investiga y, por lo tanto,
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influyendo en las conclusiones que arrojan las investigaciones. Un ejemplo de error metodológico puede
ser intentar relevar el imaginario jurídico de los jueces de una determinada jurisdicción escogiendo
discrecionalmente a quiénes entrevistar, en lugar de realizar la elección por medio del azar u otro
método probabilístico que garantice que no se producirán sesgos en la composición de la muestra de la
población bajo estudio (Fucito, 2013). Otro típico error suele ser estudiar sistemas jurídicos alternativos,
como los de los pueblos originarios analizando sus prácticas y rituales por medio de la comparación, por
similitud o contraste con las de los sistemas coloniales. Obrando así, si bien se hacen familiares las
prácticas que parecen exóticas, se hace al recio de contaminar y corromper la observación de los objetos
analizados. Cuando se opera de este modo, las conclusiones casi siempre suelen terminar
caricaturizando al objeto de estudio como lo expone Moreira en un trabajo de antropología jurídica
sobre la comunidad Guaraní (Moreira, 2009).
No significa que las disciplinas psicosociales, como la psicología jurídica, estén libres de la ideología
de su tiempo, ni de cometer sesgos ni de errores metodológicos. Sin embargo, la diferencia es que el
analista psicosocial sabe que no está libre de prejuicios y que puede sesgar su propia investigación, por
lo tanto, emplea las técnicas de investigación necesarias paraprevenirse de contaminar su trabajo (por
ejemplo, intentando reconstruir las normas que se infieren de las prácticas observadas abandonando
las prenociones; tomando muestras aleatorias de la población a estudiar; discutiendo con los pares las
hipótesis a demostrar; y fundamentalmente, sometiendo a la crítica de la comunidad científica la
metodología empleada y las conclusiones que arroja su investigación). Solo de este modo puede estar
seguro de estar haciendo ciencia y no política (consciente o inconscientemente).
Si las críticas que formula al derecho las hace desde una militancia, es lógico que sus conclusiones
encuentren resistencia en el mundo jurídico, pues históricamente el derecho ha sido “poder” y el poder
juzga sin admitir ser juzgado. Solo que cuando la evidencia científica le hace notar que está errado, aun
el poder debe ceder para no perder legitimidad, y es por esa vía científica crítica que las disciplinas
psicosociales deben realizar su trabajo. Ello no implica neutralidad cómplice con sistemas jurídicos
injustos, pues cuando sus conocimientos son aplicados por los operadores jurídicos, redunda en mayor
eficiencia del servicio de justicia, y eso también es una forma de hacer del sistema jurídico un sistema
más eficiente, y, en definitiva, un mundo mejor.
En este sentido, no es la militancia lo que debe impulsar el trabajo en ciencia psicojurídica, sino el
deseo de perfeccionar los sistemas de resolución de conflictos de las personas en sociedad, para lo cual
una tarea inicial de la psicología jurídica es ser aceptada y consultada por el mundo jurídico. Adelantando
temas que veremos más adelante, digamos que–tal como ocurren en una terapia– la psicología jurídica
no debería intentar combatir al derecho, sino ayudarlo a darse cuenta de sus propios defectos, y de las
inconsistencias con la realidad social, para que sea este mismo quien encuentre los caminos para
“curarse” y cumplir más eficientemente su función social de satisfacción de los derechos y garantías de
los ciudadanos. Se trataría de una suerte de “terapia institucional” que solo puede ser útil si el paciente
acepta que tiene dificultades cuya solución está más allá de sus propias capacidades. En este sentido se
ha dicho que la psicología jurídica es una respuesta a la demanda social de paz social, que trabaja
mediante una Mirada que informa lo que ocurre en ella y una Escucha que lo interpreta (Rubio, 2010).
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La psicología jurídica
Desde hace muchos años, la aplicación de los métodos de la sociología al campo jurídico dieron
lugar a la sociología del derecho. Según los distintos autores que acuñaron este saber en la Argentina,
se trata de una disciplina que estudia la interacción humana tomando como referencia positiva o
negativa las normas jurídicas (Fucito, 2003); también se ha dicho que estudia la conducta social basada
en expectativas informales y formales del sistema socio- jurídico (Gerlero, 2006, 2008); o bien, que
indaga sobre la dinámica de las interacciones sociales con relación al derecho (Lista, 2000). Estas
definiciones, como otras tantas que se pueden encontrar, dan cuenta de un campo del saber socio-
jurídico que estudia la interacción humana y la influencia que en ella puede tener, o no, las normas
jurídicas y las normas informales (usos, costumbres, ideología, etc.) que rigen los comportamientos de
los individuos en la sociedad y también sobre la conducta de quienes son los encargados de crear,
emplear y aplicar las leyes (legisladores, jueces, fiscales, policías, abogados, etc.).
A diferencia de la teoría pura del derecho, la sociología jurídica brindaba un abordaje del derecho
que no se interesaba por estudiarlo como un sistema cerrado de normas como postulaba Kelsen, sino
que indagaba más allá del deber ser para descubrir qué ocurría en la realidad con las normas jurídicas.
Es decir, se interesaba por estudiar si las normas se aplicaban o no, y si las personas las acataban o no;
y en todos los supuestos el objetivo central era comprender por qué ocurría.
Contrariamente, para el positivismo jurídico no existe más derecho que el positivo, pues es una
disciplina formal, y no tiene otro propósito que describir conductas a las cuales se les aplica una sanción.
Por eso, no tiene sentido criticarle su metodología y ceguera hacia el campo de la realidad. Su origen
tiene una explicación histórica, ya que fue un método superador de los sistemas jurídicos anteriores
donde los jueces aplicaban la ley desde sus interpretaciones ideológicas brindando protección
corporativa a los miembros de su clase —lo que llevó, entre otras cosas, a la Revolución Francesa—, más
que con un imperativo de Justicia. Por esa razón, la insistencia de Kelsen con la “puridad”, es decir, la no
interpretación personal de las normas jurídicas, sino su simple aplicación tal cómo fueron válidamente
promulgadas.
Para Kelsen el derecho debía entenderse como un conjunto organizado de normas, cuya
expresión en la realidad debía ser la coacción, y nada más. Desde esta perspectiva, ilustraba su punto
señalando que: "Si un individuo se abstiene —contra su impulso instintivo—del homicidio, el adulterio
o el robo, porque cree en Dios y se siente ligado por los DiezMandamientos, y no porque tema el castigo
que ciertas normas jurídicas enlazan a esos delitos, las normas jurídicas resultan —por lo que a él toca—
completamente superfluas (…) el comportamiento de tal individuo no sería un fenómeno jurídico, sino
religioso” y estudiado por la sociología de la religión (Kelsen, 1958: 30). Kelsen señala así que el derecho
debe ser entendido como una técnica de regulación de la conducta humana que lo hace por medio de
una técnica específica que es la coacción estatal, y concluye que si se ignora este elemento específico
del derecho, se pierde la posibilidad de diferenciarlo de otros fenómenos sociales de control social, como
son la religión, la moral, las costumbres, etc.
Como hemos dicho, el punto de vista de las ciencias sociales y psicosociales que estudian al
derecho es distinto que el de la teoría pura, pues parten de la premisa según la cual ningún juez puede
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evitar su propia cultura, pues todos somos miembros sociales condicionados por nuestra socialización,
de manera que la pureza que predica el positivismo jurídico es un ideal prácticamente inalcanzable. De
hecho, las investigaciones sobre los jueces que realizara Fucito dan cuenta de que muchos magistrados
expresan su descreimiento sobre el sistema penal como regulador de conductas por medio del
sobreseimiento sistemáticos o por la por imposición de penas mínimas. De este modo, trasuntan en sus
sentencias su ideología con respecto a la inutilidad de la pena como reguladora de conductas. Asimismo,
algunos jueces revelaron al investigador en las entrevistas su conflicto interno de tener que sancionar a
delincuentes de poca monta, cuando los grandes infractores de cuello blanco no son alcanzados por el
sistema judicial (Fucito, 2003).
La sociología jurídica se opuso de este modo al positivismo señalando por diversas vías el quiebre
de la pureza y del entendimiento del derecho como un sistema de lógica formal. El derecho es lo que lo
jueces y la sociedad hace de él. Así, muchos investigadores se volcaron a construir una sociología jurídica
para comprender mejor el derecho, brindando importantísimos aportes en áreas vinculadas a perfiles
de jueces y abogados, sectores excluidos, pluralismo jurídico, discriminación, violencia domestica,
identidad de género, etc. La sociología jurídica abarcó la mayoría de las áreas de estudio sociales e,
incluso, llegó a abordar cuestiones propias de la psicología social, como señala Munné (1980).
Paulatinamente, cada vez más investigadores focalizaron sus estudios sobre la interacción humana
vinculada al derecho desde la psicología social y la psicología general, por considerar que la sociología
estudiaba a los grupos humanos y las sociedades, en tanto que la interacción es un fenómeno que se
produce a una escala menor y, por ende, la perspectiva de análisis debía ser otra, no solo social, sino
psicosocial.
El vínculo de psicología y derecho se hizo cada vez más claro, pues es una evidencia empírica
clarísima que todo derecho se vincula con una conducta social, ya se trate del comportamiento de los
contratantes, el de los litigantes, los jueces, los legisladores, los delincuentes, etc. En todos los
supuestos, siempre se está ante una acción en interacción con otros, estén o no presentes, pues si la
conducta no afecta a un tercero, queda dentro del ámbito de la privacidad y por ende ajena al derecho.
En definitiva, visto así, la conducta jurídica es una conducta cuya plataforma básica es la interacción
(Munné, 1980), y a partir de este postulado es que se fue consolidando una nueva disciplina
denominada psicología jurídica, cuyo objeto sería estudiar esta interacción teniendo en cuenta la
influencia que el derecho podría ejercer sobre ella.
Otros antecedentes tan importantes como la sociología jurídica lo hallamos en los trabajos de los
psicólogos que hacia principios del siglo XX aportaron al derecho conclusiones de experimentos llevados
a cabo en el campo de la percepción y la memoria, en particular, con testigos. Mckeen Cattell, psicólogo
de la Universidad de Columbia, realizó en 1895 uno de los primeros experimentos sobre psicología del
testimonio midiendo los niveles de recuerdo de las personas. Notó que existen muchos errores en el
proceso de recordar, por lo que advirtió a los jueces que debían tener en cuenta estas fallas naturales
de la memoria en la mayoría de las personas a la hora de ponderar los testimonios. Años más tarde, el
psicólogo germano- estadounidense Hugo Münsterberg, de la Universidad de Harvard, en su libro On
the witness stand (1908) (En el banquillo de los testigos) postulaba que los recuerdos están influidos
por la inteligencia, las emociones y los afectos, y por errores propios del proceso de percepción (de la
vista, oído, tacto, etc.) que muchas veces detecta lo que el sujeto desea encontrar. Estos
descubrimientos lo llevaron a plantear la necesidad de la psicología en los juicios porque el sentido
común y la sana crítica no son suficientes. Recuérdese que para ese entonces, los psicólogos no eran
reconocidos ni como profesionales ni mucho menos como peritos en los juicios. Otro autor es el francés
Alfred Binet, quien en su libro La Sugestión (1900) señaló la influencia del medio externo en las personas
por medio de la sugestión, y acunó una frase memorable para nuestro campo de estudio según la cual
percibir es mucho más que ver o sentir, pues incluye la interpretación y la sugestión de terceros. Estos
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autores sentaron las bases de un campo de la psicología jurídica que es la psicología del testimonio,
cuyos avances han llegado a nuestros días aportando importantes conocimientos para la detección del
engaño, sesgos y errores perceptuales, falsos reconocimientos en ruedas, etc.
Hacia mediados del siglo XX se inicia una etapa caracterizada por el estudio de los aspectos
concretos de los procesos judiciales y en especial sobre los juicios por jurados. Poco a poco se va
consolidando en Europa y Estados Unidos una suerte de confianza de los operadores jurídicos para con
los aportes de la psicología, y con las ciencias sociales en general. Aunque el vínculo entre derecho y
psicología en Latinoamérica no se hallaba del todo consolidado, los investigadores de la historia de la
psicología jurídica advierten que si existía un gran caudal de investigaciones en torno a las decisiones
judiciales (Del Popolo, 1997; Escaff, 2002), seguramente de la mano de la sociología jurídica que durante
mucho tiempo se interesó por analizar las cuestiones psicosociales que se producían en el campo del
derecho debido a la inexistencia de una psicología jurídica.
En la actualidad, los temas que investiga la psicología jurídica no se agotan en la psicología del
testimonio, sino que se analizan los imaginarios y representaciones jurídicas sobre diversos temas, el
cumplimiento o no de las normas, la explicación de las conductas desviadas, los perfiles de los
operadores jurídicos, los niños en el ámbito judicial, etc. Un repaso no exhaustivo de los autores
contemporáneos que han contribuido a esta disciplina encontramos Munné-Bayés-Muñoz (1980);
Fernández Dols (1993); Sobral, Arce y Prieto (1994); Clemente (1997); Oceja y Jimenez (2001); Hoyo
Sierra (2004); Garrido, Masip y Herrero (2006); Sarmiento, Varela, Puhl, Izcurdia (2005); Rubio (2010);
Arce y Fariña (2006); Kapardis (1997); Kassin (2001); Haney (2002); Carson y Bull (2003); Kovera (2004).
La juventud de la psicología jurídica hace que no solo existan diversas líneas de investigación, sino
también diversos nombres y definiciones para esta rama del saber. Gutiérrez de Piñeres Botero (2010)
repasa el catálogo de nombres que se le han dado destacándose los siguientes: psicología aplicada a los
tribunales; psicología legal; psicología forense; psicología judicial; psicología y ley; psicología del
derecho; psicología criminológica; psicología social del derecho, y psicología jurídica. Es claro que aquí
se entremezclan perspectivas psicológicas de tipo forense, es decir, de peritos dictaminando en un caso
en particular, con perspectivas psicosociales, que posiblemente se deba a que, como señalabaKuhn
(1982), el comienzo de una ciencia siempre suele ser confuso, y de allí que la definición del campo de
estudio presente los mismos inconvenientes. Sin embargo, de todas estas definiciones enunciadas,
nosotros tomaremos de la psicología jurídica, pretendiendo englobar en ella el estudio totalizador de
las variables internas y externas que operan en el sujeto que vive en sociedad sometido a normas
sociales y jurídicas.
Las primeras conceptualizaciones acerca de lo que estudia la psicología jurídica fueron muy vagas
e imprecisas, tal como la del psicólogo español Emilio Mira y López, un de las primeros autores en lengua
castellana en escribir un Manual de psicología jurídica en el año 1935 (Mira y López, 1954). En su obra
se la identificaba como la ciencia que aplica la psicología al mejor ejercicio del derecho, y la finalidad del
autor era darle a conocer a los juristas los datosy conocimientos que la psicología les podría ofrecer para
hacer más efectiva su tarea, finalidad que compartimos con este libro. Otros investigadores la
consideraron como una disciplina que debía explicar los componentes psicológicos contenidos en las
normas jurídicas (p. ej. voluntad,emoción, simulación, etc.) (Muñoz, 1980).
Con la evolución de la disciplina hacia el campo psicosocial, se amplió el estudio hacia las
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relaciones interpersonales respecto de las conductas jurídicas y se comenzó a sostener que la disciplina
estudiaba la influencia que ejerce el derecho sobre las personas y los grupos sociales, como así también
el estudio de la evolución y mutación del derecho (Clemente, 1997; Munné, 1980). Claramente con estas
últimas definiciones ya se había sembrado la semilla de lo que la disciplina sería en la actualidad. Pero
antes, cabe señalar que lo que todas estas definiciones dejaban en claro es que la psicología jurídica no
es sinónimo de psicología forense (disciplina encargada de realizar pericias en los juicios), sino que
extiende sus estudios al fenómeno jurídico en sentido amplio, sin sujeción a un caso en particular y sin
necesidad de serpsicólogo para desenvolverse en este campo. Es decir, se trata de una rama no colegida
ni regulada que solo exige en quien pretenda desarrollarla respeto y apego al método científico para la
obtención de conclusiones, razón por la cual algunos autores contemporáneos también la han definido
como un saber que aplica métodos y descubrimientos de la psicología social al campo del derecho
(Hoyos, 2004), y otros agregan que lo hace estudiando los supuestos psicológicos en que se
fundamentan las leyes y quienes las aplican (Garrido, Massip y Herrero, 2006).
Si bien todas estas definiciones aportan metas hacia las cuales debe dirigirse la investigación
psicojurídica, no debería caerse en el extremismo de considerar que toda conducta es regida por el
derecho (una charla de pareja no lo es, una salida con amigos tampoco, etc.), o que todo accionar
humano puede pensarse en términos jurídicos, pues tal exceso sería caer en una perspectiva panjurídica
donde toda la vida social se percibe desde el derecho (Carbonnier, 1974). Lo que debe tenerse como
criterio de análisis es que algunos delos comportamientos humanos en sociedad incumben al derecho,
y en esos supuestos, su análisis debe realizarse desde la norma incumplida (o cumplida) y la influencia
de otros sistemas normativos que podrían ayudar a comprender por qué las personas actúan como lo
hacen (siguiendo costumbres, ideologías, modas, norma religiosa, etc.).
Por nuestra parte, consideraremos a la psicología jurídica como una disciplinapsicosocial que aplica
los métodos de las diversas ramas de la psicología, en especial la psicología social, al estudio de la
actividad humana que se vincula con el derecho. En particular, una disciplina que estudia la influencia
del medio físico y sociocultural en el surgimiento, mantenimiento y cambio de recuerdos, sentimientos,
pensamientos y comportamientos que posean relevancia jurídica.
Veamos un ejemplo para ilustrar nuestra definición. Una charla entre un hijo y un padre es una
interacción humana que podría interesar a la psicología general o social, pero mientras ello no derive en
un fenómeno vinculado con lo legal, para la psicología jurídica no tendría ninguna importancia. En
cambio, si de esa charla surge una discusión que culmina con algún daño para alguna de las partes y es
denunciado, ahí tenemos una situación que por haberse convertido en jurídica, tiene interés para la
psicología jurídica. En este ejemplo, lo que leinteresará analizar serán las variables intervinientes en el
suceso, ya sean las personales de los individuos que lo protagonizaron (celos, stress, inmadurez, etc.)
como así también los factores socioculturales (tolerancia social hacia la violencia doméstica,
aprendizaje, recurrencia generacional, asilamiento, etc.). Asimismo, también podrá ponderarse el medio
físico donde se produjo el hecho, tal como lo sería una situación de hacinamiento, lo cual incrementa
losniveles de stress y agresividad. Finalmente, se interesará por las emociones en juego, los recuerdos
que el hecho pudiera producir en el niño, la afectación de su declaración testimonial, etc.
De este modo, la psicología jurídica se interesa por los conflictos intersubjetivos que se repiten en
la sociedad con relevancia jurídica, y lo hace a partir de investigar las variables socioculturales en las que
se enmarca el fenómeno, pues parte del supuesto de que toda conducta debe estudiarse con relación a
las personas que las desarrollan, pero sin ignorar las influencias externas, tanto de otros individuos como
así también de los factores culturales dentro de los cuales las normas jurídicas y sociales tienen un peso
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fundamental. En el ejemplo del padre y el hijo, la pregunta es por qué no se respeta la norma jurídica
que veda el comportamiento violento, y la hipótesis que la responde es que, posiblemente, porque
existe una norma cultural que tolera o fomenta esta conducta. Solo así puede arribarse a una
comprensión totalizadora del comportamiento que pueda no solo explicarlo, sino también, predecirlo,
y eventualmente desarrollar estrategias para desarticularlo en el futuro.
La psicología jurídica también opera como una disciplina crítica al sistema jurídico, al señalarle
inconsistencias de las leyes con los nuevos valores sociales (matrimonio igualitario, legalización de la
marihuana, vientre subrogado, etc.) y colabora con la interpretación de las normas jurídicas por parte
de los magistrados y abogados que se interesen en aplicar los conocimientos y metodologías
psicosociales en la atención de sus causas, pues siempre será más convincente argumentos sobre la base
de determinadas investigaciones científicas que en función del “sentido común” que muchas veces sirve
para disimular el pensamiento propio de quien opina o decide.
No está de más señalar que para el estudio de todas estas cuestiones la psicología jurídica formula
sus hipótesis explicativas a partir del marco teórico que le provee la psicología social y siguiendo el
método científico, es decir, recogiendo sus datos por medio diseños experimentales, observacionales,
encuestas, entrevistas, etc., a fin de que sus afirmaciones carezcan de dogmatismo y resulten teorías de
alcance medio, empíricamente comprobables. En este sentido, sobre metodología de la investigación
aplicada al derecho pude consultarse, Cardinaux-Kunz (2004), Gerlero (2008), Ferrer Arroyo (2012),
Fucito (2013), Gastron (2013).
Estudio de la interacción jurídica: los principios básicos de percepción y cognición al campo del
derecho que permiten estudiar fenómenos tales como los errores en los procesos de atribución de
responsabilidad y la influencia social de los pares y de los medios de comunicación sobre los imaginarios
jurídicos de las personas. Fenómenos de atracción y hostilidades entre las personas, lo que permite
explicar y predecir la intolerancia, la discriminación y el prejuicio.
Psicología del testimonio: este fue uno de los primeros campos de la psicología aplicada al campo
jurídico donde se desarrollaron diversas investigaciones que dieron cuenta de lo maleable que puede
ser la percepción y la memoria de los testigos y de las víctimas; los sesgosy errores que se producen
en las ruedas de reconocimientos; las dificultades a la hora de discernir fantasía de realidad en
casos de falsos recuerdos implantados; la evaluación deltestimonio infantil en juicios de tenencia, abuso
sexual, maltrato, etc.
Estudios sobre la norma jurídica: este campo demostró que no basta estudiar a quienes se desvían
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de la norma, sino también a quienes la cumplen, pues ellos darán pistas para comprender por qué se
apartan quienes lo hacen. De allí que muchos investigadores se han preocupado por estudiar al grado
de cumplimiento o conducencia de las normas y los motivos por los que resulten incumplidas.
Persuasión judicial: al ser la profesión jurídica un oficio en el que el abogado debe convencer que
la razón está de su lado –y no de la contraparte–, la psicología jurídica le ha aportado innumerables
técnicas y conocimientos a los letrados para el ejercicio más eficiente de su profesión. Aquí se
encuentran estudios que indican la importancia de las variables periféricas (irracionales) en la exposición
de las defensas, acusaciones e interrogatorios, tales como los estilos discursivos más persuasivos, la
influencia de la apariencia del acusado en el momento de un juicio por jurados, la importancia de las
palabras empleadas a la hora de hacer los alegatos, la influencia del orden de los temas para que
queden más tiempo en la memoriadel jurado o sentenciante, etc.
Psicología de los jueces y del proceso de elaboración de sentencias: se ha dicho alguna vez que
estamos en la extraña posición de poseer una psicología del criminal, pero no del juezni del jurado. En
este sentido, la psicología jurídica pretende descubrir cuáles son los móviles internos que motivan las
decisiones judiciales y el modo en que se plasman en las sentencias.
Psicología penitenciaria: otro de los primeros campos que el derecho abrió a la psicología fueron
las prisiones, en especial, permitiendo que la evaluación del comportamiento del detenido y el
pronóstico del comportamiento futuro estuviera evaluado por profesionales en psicología. Luego,
investigaciones sobre la vida en las prisiones indagaron en la eficacia o no de los programas
resocializadores, las medidas alternativas al encierro, el aprendizaje de la conducta debida en lugar del
castigo, etc.
Peritajes psicológicos: a nadie escapa esta función tradicional de los psicólogos en las causas
judiciales en las que son llamados para contestar diversas preguntas que hacen las partes sobre
cuestiones atinentes a la capacidad mental de las personas para llevar a cabo actos de la vida civil o de
responsabilidad jurídica.
C O
La psicología forense es una rama de la psicología que se vincula con el derecho, pero lo hace
.
desde el campo pericial. La palabra “perito” proviene del latín (peritus) y significa “docto,
experimentado”. Es quien posee determinados conocimientos científicos, artísticos o simplemente
prácticos, y que por esa razón, es llamado por la Justicia para dictaminar sobre hechos cuya apreciación
D
no puede ser llevaba a cabo sino por aquel que, como él, es poseedor de tales nociones muy
especializadas (Varela, Álvarez y Sarmiento, 2011). Es así que, mientras en psicología forense un
psicólogo matriculado es llamado por un juez para expedirse en una causa judicial particular (p.ej. sobre
D
el estado emocional de una persona que mata a otra; o sobre el daño psicológico que le produjo a una
víctima un accidente; etc.), la psicología jurídica es una disciplina que no exige ser psicólogo para
A
investigar en su campo, sino que basta con un serio interés de indagar en esta área de contacto entre el
derecho y la interacción humana, y hacerlo desde una metodología científica, es decir, ajena a
especulaciones y sujeta al método científico de planteo de hipótesis sujetas a contrastación empírica
L
(p.ej. estudiando los imaginarios jurídicos, los sesgos de percepción típicos de los testigos, el fenómeno
I
de la violencia domestica, etc.).
F
La actividad forense de los psicólogos fue regulada por la Ley 17.132 en el año 1967, para que
actuasen como peritos en los diferentes fueros de la justicia. Las participaciones más habituales son ante
la justicia civil, donde se les requerirá dictámenes periciales en juicios de daños, insania, inhabilitación,
protección de persona, divorcios, régimen de visitas, tenencia de hijos, violencia familiar, adopción,
nulidad de matrimonio, testamento, etc. En la justicia laboral donde dictaminan sobre trastornos o
patologías que el empleado argumente haber sufrido como consecuencia de su trabajo (stress, ataques
de pánico, depresión, etc.). En la justicia penal, el perito psicólogo podrá ser convocado para que realice
una evaluación del imputado aportando elementos de su psiquis que permitan al juez apreciar si ha
existido un atenuante (por ejemplo, una emoción violenta), o un agravante (abuso sexual gravemente
ultrajante), para esto último, el perito deberá evaluar los mecanismos conductuales predominantes del
imputado, como así también el tipo de vínculo que el sujeto entabla con el entorno de acuerdo con su
personalidad (por ejemplo, si posee una personalidad con rasgos psicopáticos).
Asimismo, también debe evaluar la posible existencia de causales de inimputabilidad (art. 34, inc.
1, Código Penal) para lo cual deberá reunir los elementos necesarios a efectos de arribar a una
conclusión que exponga si la persona pudo comprender la criminalidad del acto y dirigir las acciones
conforme a esa comprensión o no. Otro punto que suele requerirse al psicólogo forense en sede penal
es que se expida acerca de la peligrosidad del imputado, es decir, sobre la probabilidad de que pueda
cometer nuevos delitos en el futuro o reincidir en el mismo tipo de delito. Finalmente, no debemos
olvidar el papel del psicólogo en el acompañamiento de las víctimas, tanto para contención primaria
(por ejemplo en la Oficina de Violencia Doméstica de la CSJN), como así también, en las causas
judiciales, para responder alos puntos de pericia que las partes o los magistrados que les soliciten.
En el campo de la justicia penal de menores, donde jóvenes de menos de 18 años son imputados
por delitos, las leyes establecen que el Estado deberá tutelar al joven detenido cuando se encuentre en
situación de abandono material o moral, y/o peligro moral o material. Frente a estas situaciones, la
función del psicólogo será realizar un informe al juez que interviene en la causa, brindándole una
descripción de la personalidad del menor y de sus vínculos familiares, indicando las estrategias a seguir,
priorizando lo más conveniente para que logre un desarrollo óptimo, dentro de las condiciones posibles,
respetando su idiosincrasia y contexto sociocultural.
En definitiva, la psicología forense se ocupa de temas que interesan a la psicología jurídica, aunque
lo hace focalizándose en casos concretos, la víctima, el imputado, el interno, el niño y demás actores
jurídicos sobre los cuales se requiere un informe psicológico en alguna causa concreta que los tenga
como partícipes. En cambio, la psicología jurídica, si bien suele interesarse sobre estas mismas personas,
lo hace de un modo más abstracto, es decir, por medio de investigaciones que, por ejemplo, evalúen
cuál es el comportamiento de victimario frente a un interrogatorio; cómo pueden detectarse engaños
en la declaración de una víctima; qué tipo de variables psicosociales influyen en que un abogado sea
más persuasivo que otro; cómo influye e hacinamiento y el calor en los motines y las peleas carcelarias;
etc. Es decir, es una disciplina que intenta arribar a conocimientos generales sobre el comportamiento
humano vinculado al mundo jurídico, cuyas conclusiones pueden ser empleadas por los peritos
psicólogos, los abogados y los magistrados para el ejercicio de su profesión.