Historia 2023 - 4to
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Historia 2023 - 4to
diverso tipo: Consecuencias económicas El influjo ejercido a nivel mundial por la economía
estadounidense tras la Primera Guerra Mundial, facilitó la rápida internacionalización de la
crisis. Las principales manifestaciones de este hecho fueron: Crisis financiera La ruina de
quienes habían suscrito créditos bancarios y la imposibilidad de hacer frente a su devolución
ocasionó la quiebra de numerosos bancos (sólo en Estados Unidos más de 5.000). El consumo
descendió como consecuencia de la reducción de liquidez en el mercado y los empresarios no
pudieron hacer frente a sus necesidades de inversión. Muchas empresas cerraron sus puertas.
Deflación
A ello se añadió el abandono del patrón oro por parte de Gran Bretaña. En 1931 la libra
británica, muy afectada por el déficit externo y las quiebras bancarias, sufrió una depreciación
(en torno al 35% respecto a su valor de 1913) que la llevó al abandono del patrón oro,
arrastrando en su devaluación a las monedas vinculadas a ella.
Todos los países sufrieron un descenso del P.I.B. Los niveles de renta disminuyeron
aceleradamente y no volvieron a recuperase en muchos casos hasta pasada la Segunda Guerra
Mundial, ya en los años cincuenta
En ello se basaron las propuestas del economista británico J. M. Keynes, partidario del
intervencionismo estatal, del fomento del consumo y la de la inversión auspiciados por los
poderes públicos. Keynes, acusado por determinados sectores reaccionarios de socialista, en
realidad buscaba crear los fundamentos de un capitalismo estable.
Sus ideas fueron aplicadas con éxito en Estados Unidos a través del programa de recuperación
económica puesto en marcha por el presidente Roosevelt, el New Deal.
Consecuencias sociales
El efecto social más evidente de la crisis de 1929 fue el crecimiento del paro a nivel mundial. El
número de desempleados se evaluó en al menos 40 millones. Los que conservaron sus
empleos sufrieron un importante recorte en sus salarios. Los niveles de bienestar alcanzados
en Estados Unidos a lo largo de la década de los veinte se redujeron significativamente y la
penuria se extendió por el campo y las ciudades. Europa, especialmente Alemania, en plena
recuperación de posguerra, volvió a alcanzar altas tasas de desempleo como consecuencia del
cierre de empresas.
La población inició el traslado a las ciudades, pero éstas aquejadas por la crisis fueron
incapaces de absorber el flujo y se poblaron de guetos marginales donde reinaba la más
absoluta pobreza.
La estructura social se modificó: junto al empobrecimiento de las capas sociales más bajas,
especialmente obreros, también se vieron muy afectadas las clases medias, cuyas bases se
estrecharon. Buena parte sus miembros (funcionarios, profesionales liberales, pequeños
empresarios, etc.) fueron arrastrados a la proletarización. En Alemania e Italia la clase media
alimentó en gran medida a los totalitarismos de carácter fascista.
Las desigualdades sociales se acentuaron, dando lugar a una masa de desposeídos sin
posibilidad de afrontar su situación económica y vital. Aquellos que conservaron el empleo
(algunos funcionarios, los que habían salvado sus ahorros, pensionistas, etc.), se beneficiaron
en cierta manera de la bajada de los precios, pero la inmensa mayoría de la población activa se
empobreció.
Quedó en entredicho la capacidad del sistema para garantizar la supervivencia de amplios
sectores que no tenían acceso ni tan siquiera a los alimentos básicos, en tanto que en el campo
se destruían cosechas enteras en un intento por mantener los precios agrícolas.
Al finalizar la Guerra mundial, los estados europeos adoptaron el liberalismo democrático. Sus
constituciones recogieron las libertades individuales y el sufragio universal.
Pero la incapacidad del liberalismo clásico para evitar la crisis y, una vez desatada, para hacerle
frente, impulsó el auge de ideologías nacionalistas y totalitarias que arraigaron en algunos
países: Alemania e Italia constituyen los ejemplos paradigmáticos, si bien hubo otros muchos
(Austria, Polonia, Yugoslavia, etc.).
En otras partes hubo tendencias filofascistas, fue el caso de Gran Bretaña (Oswald Mosley),
Bélgica (Léon Degrelle) o Francia, pero estos movimientos carecieron del suficiente empuje
para acceder al poder.
Adolf Hitler, líder del Partido Obrero Nacional Socialista Alemán (Nazi) consiguió en las
elecciones de 1928 un escaso resultado de 800.000 votos.
Dos años más tarde, en las elecciones de 1930 alcanzó 6.409.000 de votos (frente a los
4.592.000 de los comunistas). En las elecciones de 1932 superó esas cifras. En 1933 Hitler fue
nombrado primer ministro bajo la presidencia del general Hindemburg, consiguiendo con ello
el poder de Alemania e instaurando desde la legalidad que le confirieron las urnas una
dictadura totalitaria
En las razones del ascenso y conquista del poder por los nazis hay que hacer hincapié en dos
cuestiones fundamentales:
La primera, la situación creada tras la firma del Tratado de Versalles, considerado por la
mayoría de los alemanes como una humillación que les hacía víctimas de la rapiña de los
vencedores, especialmente, de Francia.
La segunda, la crisis económica y social abierta en los comienzos de la década que animó a un
gran sector de pueblo alemán a "echarse en brazos" de quienes le proponían fórmulas seguras
para salir de ella.
Estados Unidos
A partir de 1929 quedó en evidencia la inepcia del gabinete republicano de Hoover para
resolver los retos de la depresión.
Ello contribuyó a la victoria en las elecciones de 1932 del demócrata F. D. Roosevelt quien
actuó bajo presupuestos económicos distintos a los de sus predecesores, concediendo un
importante papel al Estado en la recuperación económica y en la lucha contra el desempleo,
principal problema social del país durante la década de los treinta.
Reino Unido
Se vio azotado por dificultades de enorme calado político durante los años 20. El "problema
irlandés" fue uno de ellos, desembocando en una auténtica contienda civil entre 1919 y 1922
que concluyó con el reconocimiento de Estado Libre de Irlanda.
Durante los años 30 Gran Bretaña se vio afectada por la actividad de grupos de inclinación
filofacista (Oswald Mosley) que no obstante no consiguieron truncar la larga tradición
parlamentarista del país.
Francia Los efectos de la crisis se dejaron sentir en Francia a partir de 1932. Desde 1934
comenzó a formarse una coalición política tendente a contrarrestar a las derechas, muy activas
a través de organizaciones como la Croix de Feu o de partidos como Acción Francesa (Maurras).
Italia
A lo largo de los años 20 el Estado italiano había ido transformando sus estructuras
democrático-liberales en una organización de carácter autoritario. Benito Mussolini, en el
poder desde 1922, conformará el Estado fascista.
Para ello ejerció una política de violencia (asesinato del socialista Mateotti, etc.) e implantó una
dictadura de carácter personal ("Duce") que puso al margen de la ley al resto de fuerzas
políticas. Desde el punto de vista económico, Mussolini impulsó la autarquía y reforzó el
intervencionismo estatal durante los años 30.
España
Entre 1923 y 1930 la dictadura de Primo de Rivera había seguido un camino sui generis, pues
hasta cierto punto respetó la actividad sindical libre.
El descontento de la extrema derecha provocó la sublevación del 18 de julio que dio inicio a la
guerra civil, conflicto que concluyó en 1939 con la instauración de la dictadura del General
Franco, hasta su muerte en 1975.
Otros países
Las dictaduras de signo más o menos fascistoide se multiplicaron por toda Europa: Gomes da
Costa en Portugal (desde 1926), Pilsudski en Polonia, Venizelos en Grecia (1928), Alejandro I en
Yugoslavia (1929), Dollfuss en Austria, Carol II en Rumanía (1933), Boris III en Bulgaria (1934),
etc.
SOLUCIONES A LA CRISIS
Las soluciones iniciales que los principales estados capitalistas adoptaron ante la crisis fueron
de corte liberal, es decir deflacionistas: reducción del gasto público para evitar el déficit estatal,
reforzamiento de la moneda frente a la devaluación, restricción del crédito, disminución de los
salarios y de los gastos sociales, etc.
Pero una vez demostrada su ineficacia, la mayoría de los gobiernos asumieron nuevas políticas
fundamentadas en el intervencionismo del Estado. Esta práctica constituyó el fundamento de
la primera gran teoría económica surgida como respuesta a la crisis, la de John Maynard
Keynes.
Sus propuestas, si bien fueron recogidas en parte por algunos gobiernos (New Deal de
Roosevelt), no se generalizaron hasta años más tarde, especialmente tras la Segunda Guerra
Mundial.
Por lo demás, la intervención del Estado se intensificó al máximo desde la puesta en práctica de
dos modelos autoritarios contrapuestos: el fascismo (Italia, Alemania, etc.) y el comunismo
(Unión Soviética).
Según el razonamiento de esos teóricos, para atajar la crisis era necesario poner en marcha
medidas de carácter deflacionista que mantuviesen la solidez del dinero.
El resultado de las políticas deflacionistas constituyó un fiasco, pues tan sólo consiguió reducir
aún más la demanda y la producción, acentuado con ello la depresión. Por otra parte, el
proteccionismo comercial impidió el concierto global de las economías y determinó el fracaso
de aquellos que intentaban salir de la crisis de manera coordinada, tal y como se puso de
manifiesto en la frustrada Conferencia de Londres (1933).
Según Keynes la crisis de 1929 había retraído la demanda y era necesario estimularla de alguna
manera, generando una demanda adicional que tirase de la producción.
Las medidas no intervencionistas de los estados capitalistas no habían logrado tal objetivo.
Abogaba por tanto por una activa intervención del Estado que restableciera el equilibrio entre
oferta y demanda. Básicamente proponía lo siguiente:
Keynes abogó por el abandono de la ortodoxia del "laissez-faire" que había guiado el
capitalismo del siglo XIX y propuso un mayor protagonismo del Estado en la vida social y
económica. Fue precisamente lo que mediante el New Deal puso en práctica en Estados Unidos
el presidente F. D. Roosevelt a partir de 1933.
El New Deal
La económica
Financiero
Se potenció un mayor control del Estado sobre los bancos (Banking Act de 1933), y se exigió un
aumento de sus reservas a fin de garantizar su solvencia. Se estimuló la concesión de créditos
destinados a la inversión empresarial. Se promulgó además la Ley de Obligaciones Federales
con el fin de proteger a los inversores de posibles fraudes.
El dólar fue devaluado un 41% frente a otras monedas extranjeras para facilitar la exportación
de los productos americanos.
Industrial
La Nation al Industrial Recovery Act de 1933 potenció las subvenciones a la industria con
el objetivo de estimular su recuperación.
Agrícola
A través de la Agricultural Ajustment Act (AAA de 1933) se buscó la recuperación del campo,
siendo objetivo primordial la disminución de la producción, ya que la sobreproducción que se
arrastraba desde la década de los 20 había hundido los precios y los beneficios de los
agricultores. Esa reducción se consiguió a cambio de una indemnización recibida por los
agricultores. El resultado que se obtuvo de la disminución de las cosechas fue la subida de los
precios. En tres años se consiguieron duplicar las rentas agrarias.
La social
Por medio de la National Labor Relations Act se regularon las relaciones entre patronos y
obreros, reglamentando un salario mínimo y la jornada horaria máxima. Con la disminución del
paro, la fijación del salario mínimo y la tendencia al alza de los sueldos, se creó una masa de
asalariados con cierto poder adquisitivo que multiplicó la demanda en unos momentos en que
la producción estaba muy necesitada de estímulos.
Asistencial
Se impulsó una legislación destinada a corregir las desigualdades sociales más flagrantes del
capitalismo.
Mediante la Social Security Act, se creó el primer sistema federal de seguro de desempleo y de
pensiones.
Si bien los propósitos del presidente Roosevelt de romper la tendencia recesiva se cumplieron,
el balance final de su plan no agotó la totalidad de los objetivos marcados.
La actividad anterior a la crisis del 29 nunca llegó a recuperarse, esto ocurrió cuando la
intervención en la Segunda Guerra Mundial obligó al país a poner en marcha toda su
energía productiva a fin de atender la demanda de bienes de guerra.
El aumento de las inversiones públicas fue extraordinario, pero no fue tan elevado en
la iniciativa privada.
El paro continuó siendo elevado. En 1937 afectaba a más de 7 millones de ciudadanos.
Alimentó las suspicacias de determinados sectores económicos y políticos
conservadores que veían en el New Deal aspectos excesivamente "socializadores" que
atentaban contra la tradición americana de libre empresa. En este sentido, algunas de
las principales medidas que propuso Roosevelt (como la Agriculture Adjustment Act)
fueron anuladas por el Tribunal Supremo.
Con todo, el New Deal palió los efectos de la depresión, recuperó parte del empleo y creó un
ambiente de optimismo, inexistente desde el crack de 1929. Roosevelt, su impulsor, obtuvo la
reelección a la presidencia en varias ocasiones.
Alemania
Este ambiente fue aprovechado por el partido nazi, liderado por Hitler, que asumió el poder en
1933 tras haber ganado las elecciones (1932). Una vez en el gobierno acometió la
transformación de todas las estructuras del Estado alemán, implantando una dictadura que
afectaría al plano económico.
Mediante una política de marcado carácter autárquico (autosuficiente) dirigida por Göring, se
controló el comercio con el exterior limitándose las importaciones a las materias primas
necesarias para la industria. Se fijaron los precios y los salarios y el consumo privado se redujo
mediatizado por altos impuestos.
La imposibilidad de conseguir la autosuficiencia total inspiró en Hitler la teoría del Espacio vital
que en conjunción con la política de rearme desembocaría en la II Guerra Mundial.
Esta agresiva estrategia se debió en parte a la necesidad de encontrar mercados externos, algo
que motivó igualmente la invasión japonesa de Manchuria.
Italia
Esta política cosechó importantes logros en el campo industrial, pero a costa de altos costes
salariales y organizativos que recayeron sobre los trabajadores. Éstos no pudieron agruparse
para la defensa de sus intereses en sindicatos de clase, que fueron suprimidos y sustituidos por
corporaciones de militancia obligatoria.
Una mayoría de países aplicó fórmulas similares a las norteamericanas para salir de la crisis,
fundamentalmente las encaminadas a una creciente intervención estatal en los asuntos
económicos y a la salvaguardia de sus intereses nacionales mediante el proteccionismo.
Gran Bretaña
La adopción de disposiciones tales como el abandono del patrón oro (1931) y la devaluación de
la libra esterlina, las cargas impuestas a las importaciones procedentes del exterior no colonial
y la intensificación de las relaciones (acuerdos de Ottawa de 1932) con su Imperio
(Commonwealth), contribuyeron a la recuperación de la economía británica.
Francia
Hasta el triunfo del Frente Popular, las actuaciones gubernamentales para salir de la crisis
fueron fundamentalmente de carácter deflacionista con el consiguiente coste económico y
social para los trabajadores (disminución salarial, control del crédito, etc.).
Los efectos se hicieron sentir en forma de disminución del paro y en la reactivación del
consumo.
En materia internacional, el franco se desvinculó del patrón oro y fue devaluado con el fin de
favorecer las exportaciones.