ISBN 978-84-683-1276-7
Depósito Legal: B. 11.147-2014
Impreso en España
Printed in Spain
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que verme como a una reina decia, porque eso es lo que soy.
Hydra es solo pasado para mí. En mi aldea, de niña, nunca fui
feliz. Después, en Argasi, me sentí siempre como una prisione-
ra. No tengo nada en Hydra que me haga soñar con volver. Mi
familia me cree muerta. Renunciaron a mí hace mucho... y yo
a ellos.
En Hydra solo me querían para usarme como un arma.
Aquí, en cambio, es mucho lo que puedo hacer para mejorar la
vida de la gente. Todavía no he despertado el poder de todas
las fuentes sagradas. Cuando las ocho fuentes vuelvan a manar,
Decia recuperará el esplendor de hace siglos.
Y para eso, antes debo resolver el conflicto con los maldi-
tos. No va a resultar fácil.
Sin embargo, hoy, después de muchas semanas de búsque-
da, creo que he encontrado la solución que necesito.
Tal y como esperaba, la he hallado en la biblioteca de pala-
cio. Cada día me refugio en ella durante la mayor parte de la
mañana para estudiar viejos manuscritos del archivo de la co-
rona. El archivero real, Sir Waldo de Laramor, me escolta cada
día mientras yo rebusco en cofres, estanterías y armarios, a la
caza de algún códice o pergamino que pueda ayudarme a com-
prender mejor la historia de Decia.
Son muchos los documentos que he leído ya. En uno de
ellos descubrí, por ejemplo, que las antiguas reinas decias
siempre vestían ropas de color verde mar, como símbolo del
respeto de los decios a las aguas sagradas. Decidí entonces
adoptar esa costumbre y encargué varios vestidos de ese color,
ante el asombro y la incredulidad de mis damas, que no lo con-
sideraban apropiado para mi cargo.
Cuando les expliqué el motivo de mi elección, se quedaron
aún más sorprendidas.
—La difunta reina siempre vestía de blanco y dorado —me
aseguró Freyda, la más anciana—. Nunca la vi llevar ningún
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gentes por las autoridades locales sin el conocimiento del rey les
sean devueltos de inmediato. Establezco asimismo que un tribu-
nal especial presidido por el rey y sus consejeros se encargue de
juzgar los delitos de estas gentes, después de oír a los acusadores
locales y a los abogados de la defensa, con el fin de garantizarles
un juicio justo y conforme a las leyes de nuestro pueblo. Si algún
tribunal menor ignora esta orden y se atreve a decidir en las
denuncias contra los elegidos, que todo el peso de la justicia real
caiga sobre los infractores.
Yo, Biord de Decia, con mi rúbrica y mi sello garantizo la
entrada en vigor de este decreto.
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