MANUAL Texto Pastoral
MANUAL Texto Pastoral
MANUAL Texto Pastoral
Los ejercicios son todo lo mejor que yo en esta vida puedo pensar, sentir y entender, así para el hombre
poderse aprovechar a sí mismo, como para poder fructificar, ayudar y aprovechar a otros muchos...
San Ignacio de Loyola, Carta a Manuel Miona, 16 de noviembre de 1536
Con el deseo se ensancha el corazón y, cuanto más ancho, se hace más capaz de recibir la gracia" (San
Agustín) ¡Por favor, sean valientes! Les diré una cosa. No la olviden. ¡Oren, oren mucho! Estos
problemas no se resuelven con esfuerzo humano. Estoy diciéndoles cosas que quiero recalcar, un
mensaje, quizás mi canto de cisne para la Compañía. Tenemos tantas reuniones y encuentros pero no
oramos bastante.
P. Pedro Arrupe, A la escucha del Espíritu
La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del
aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.
Papa Francisco, Evanglium Gaudium, 1
… En el fondo la santidad es vivir en unión con Cristo los misterios de su vida. Consiste en asociarse a
la muerte y resurrección del Señor de una manera única y personal, en morir y resucitar
constantemente con él. Pero también puede implicar reproducir en la propia existencia distintos
aspectos de la vida terrena de Jesús: su vida oculta, su vida comunitaria, su cercanía a los últimos, su
pobreza y otras manifestaciones de su entrega por amor. La contemplación de estos misterios, como
proponía san Ignacio de Loyola, nos orienta a hacerlos carne en nuestras opciones y actitudes.
Porque… «todo lo que Cristo vivió hace que podamos vivirlo en él y que él lo viva en nosotros».
Papa Francisco, Gaudete et exultate, 20
II.- Esquema para desarrollar la oración ignaciana con los alumnos
Conviene tener en cuenta la actividad que inmediatamente precede a la oración a fin de preparar
el ánimo de los niños para el espacio de espiritualidad. Antes de entrar a la capilla, es necesario
predisponerlos a hacer “ejercicios espirituales”, a encontrarse con Dios.
Iniciar un diálogo con ellos como para sintonizar los corazones con su vida. Se puede hacerlos
respirar hondo. Decir: “hagamos silencio con todo nuestro cuerpo”, cantar una canción…
También hay recursos internos que son más propios de los EE (Ejercicios Espirituales), como
motivarlos a encontrarse con “la persona que más los quiere en todo el universo”, con Dios “que los está
esperando”; con “Jesús, que el mejor amigo que uno puede tener”, etc.
Y, como nos enseña San Ignacio, detenernos en dos preguntas: “a dónde voy” y “a qué” (cfr EE
131).
A fin de hacer un corte con la actividad anterior y prepararlos para vivir la oración, es importante
recalcar expresamente que vamos a un lugar especial, donde hay que tener una actitud de atención,
respeto, admiración, cariño, porque vamos a encontrarnos con Jesús.
Ingreso a la capilla
Una vez dentro de la capilla, se los invita a sentarse en los bancos que están alrededor de la
alfombra de modo que todos puedan verse entre sí. El guía les da pautas para que puedan serenar y
callar todo el cuerpo una vez que están ubicados en sus lugares. Estas pautas pueden ser:
realizar una respiración profunda, o
invitarlos a que escuchen los ruidos exteriores que los rodean, y tras unos segundos, invitarlos a
que se concentren en los ruidos interiores, tales como el latido del corazón o el ritmo de la
respiración, o
cerrar los ojos e invitarlos a relajar las distintas partes del cuerpo: los pies (dejar una pausa), las
rodillas (dejar una pausa), la cintura, el tronco, la cabeza hasta llegar “a la casita del corazón
donde está Jesús”.
Al leer la lectura, se puede jugar un poco con la dramatización y la entonación, siempre en pos
de una mayor comprensión.
En la práctica, esta fórmula que contiene tres verbos principales, CONOCER, AMAR Y
SEGUIR, puede adoptar distintas modalidades para hacerla:
1.- Se puede hacer la petición original sin más. El guía dice una parte de la fórmula y los chicos la
repiten. Esto es muy útil para que los chicos memoricen la petición, así como hemos hecho desde
pequeños con el Padrenuestro u otras oraciones, y la vayan internalizando a largo de la vida. Por
ejemplo:
Guía:
- Señor, haz que te conozca internamente, (Los chicos repiten= R)
- Para que conociéndote más te ame (R)
- Y amándote, más te siga (R)
2.- Otra opción es desarrollar el sentido de la petición con nuestras palabras. Aquí también primero
habla el guía y luego los chicos repiten. Por ejemplo:
Guía: Jesús, te pido poder conocerte más (R), saber cómo vives (R), qué piensas (R), qué
haces (R, etc.), por qué haces las cosas, (R), qué sientes dentro tuyo. (R). (También se
puede pedir algo relacionado con el tema que se va a contemplar durante la oración, por
ejemplo: por qué te hiciste hombre en el seno de la Virgen; por qué curaste al ciego; etc.).
Para que conociéndote más, (R), te ame más, (R) o te quiera cada día más, (R) o piense
más en vos, (R) o sienta más amor por vos, (R).
Y pueda seguirte más de cerca, (R) o ser más amigo tuyo, (R) o estar cada día más cerca
de vos, (R) o parecerme más a vos, (R) o sentir como tu sientes, (R) u obrar como tu obras,
(R) o sintonizar con tus preferencias, tus gustos, tu estilo de vida, (R) o comprometerme
más con el prójimo, (R), etc.
3.- A medida que los chicos van creciendo en la práctica de la oración y van incorporando los tres
verbos de la petición ignaciana –conocer, amar, seguir– , quizás se pueda ir probando lo siguiente:
a) El guía los invita a pedir conocer internamente al Señor, tras lo cual deja una breve pausa. Luego los
invita a pedir amar más al Señor como fruto de ese conocimiento y deja otro momento de silencio. Al
final los invita a que pidan poder seguir cada día más de cerca al Señor como fruto de ese amor.
b) El guía invita a que cada uno, de manera silenciosa, haga la petición entera.
¡Es muy consolador imaginar que Dios no se va poder resistir a la petición de un niño, y se va a
dar a conocer y amar!
II.4.- Contemplación
(cfr. EE 106 – 108)
A los pasos anteriores (Presencia de Dios, Lectura de la Palabra de Dios, y Oración de Petición)
San Ignacio los llama “preámbulos”, porque nos preparan para la contemplación. También podríamos
usar la analogía del banquete e imaginar que constituyen el primer plato.
La Contemplación vendría a ser el plato principal, que nos hace sintonizar en un sentido hondo
con cada uno de los misterios, sintonizar con Dios a fin de que, satisfechos y contentos, podamos llegar
al Coloquio, que vendría a ser como la sobremesa donde se conversa con Dios como un amigo habla con
otro amigo.
En esta etapa, San Ignacio nos propone focalizarnos en la escena ,“ver a las personas”, “oír lo
que dicen”, “contemplar lo que hacen”, es decir, imaginar la situación “como si presente me hallase” a
fin de penetrar en su sentido, tener un “conocimiento interno”, pues a Dios lo conocemos a través de lo
que hizo en la historia, reviviendo, por medio de la imaginación, la vida de Jesús. Como los amigos, que
se conocen contándose lo que les va pasando, su historia, sus cosas.
En las fichas, cada escena (que corresponde al pasaje bíblico leído en la “Historia”), aparece
dividida en dos, tres o cuatro subescenas (desglosadas en la “Contemplación”). Y cada subescena consta
de cuatro momentos o pasos que el guía debe tener en cuenta: la iluminación, la consigna, el silencio
contemplativo y la instancia de compartir con los demás.
1) la iluminación: a través del diálogo con los chicos se recompone la escena; es decir, se puede
aclarar algún término oscuro y se aportan todos los elementos para ayudarlos a entender mejor el sentido
de las acciones y palabras del Señor y de los otros personajes que intervienen, para que puedan sacar el
mayor provecho del momento de silencio contemplativo personal.
2) la consigna de contemplación propiamente dicha: casi siempre comienza con la frase “vamos
a cerrar los ojos e imaginar…”. Es todo un desafío acertar con la consigna de contemplación, tanto en lo
que respecta al contenido como al modo de presentarla. Hay que buscar que los niños puedan situarse,
adentrarse de la mejor manera posible en la escena para conocer más al Señor. Para ello, hay que
apuntar a proponer cosas que susciten, despierten afectos y sentimientos. El conocimiento del Señor se
da como el conocimiento de cualquier persona: a la luz del amor y del cariño, reviviendo las cosas que
se cuentan.
A modo de ejemplo: vamos a imaginar el lugar donde se desarrolla la escena; cómo “estaba
aparejado” (EE 112); cuál era el aspecto físico de tal o cual personaje; qué estaba haciendo en ese
momento, o qué sentiría frente al Señor, o que sentiría respecto de la enfermedad que padecía, o en esa
situación; qué quiso decir Jesús cuando contó tal o cual cosa, o cuando dijo determinada frase; cómo se
sintió el personaje después de estar con Jesús; cómo miraría Jesús al enfermo y cómo este lo miraría a
Él; qué me sugiere la escena, etc. En definitiva, es poder ver las acciones como si se tratara de una
película donde uno también es protagonista.
Y para ello San Ignacio nos propone el recurso de ponerse en el lugar “como si presente me
hallase” (EE 114). Es ponerse en la piel e imaginarse que uno es el personaje (ya sea un enfermo, o un
apóstol, etc.) para encontrarse cara a cara con Jesús e interactuar con Él. Imaginarse qué siente Jesús por
dentro o qué haría frente a esta situación ayuda a sentir vívidamente el misterio que se contempla,
porque así ya no se es un mero espectador pasivo, sino que hay que “poner el cuerpo” para dejarse
interpelar por la situación, por la actitud de cada uno de los personajes, por la mirada, la palabra y por el
gesto del Señor. Y el interactuar con Él, y saber y sentir que “todo esto lo hizo por mí” (cfr. EE 116) me
lleva a preguntarme “¿qué debo hacer yo?” (EE 53), me lleva a tomar una decisión, comprometerme y
dar una respuesta de vida.
También ayuda detenerse en lo que se dice (EE 115), en los diálogos, en la carga de significado
que tiene cada palabra, cada verbo (EE 116). A veces, repetir una frase como si el Señor me la estuviera
diciendo a mí puede ayudar a tomar conciencia de cuál es su voluntad.
A través de la consigna de contemplación, se busca que los niños internalicen las escenas, que
traten de imaginarse la mayor cantidad posible de detalles sobre la situación en la que se desarrolla el
episodio de la vida del Señor. Esta acción interior involucra la memoria, la afectividad, la voluntad, la
inteligencia, la capacidad de imaginación, etc. Se pretende que tengan una experiencia personal del
Señor (cfr. GE 36 – 62). El fruto que se pide es ser realmente mejor amigo de Jesús, “seguirlo más de
cerca” (cfr. EE 104), “servirlo”.
Como dijimos, en las fichas se proponen subescenas con sus respectivas consignas de
contemplación, pero a medida que el guía vaya tomando más confianza en el método, puede ir variando
o armando sus propios “puntos” o consignas. De hecho, el guía puede modificar, agregar o eliminar
subescenas y consignas en las fichas, en la medida que el grupo lo necesite o para buscar cierto énfasis.
El desafío es hacerse entender y ayudar a hacer ejercicios espirituales.
Suele haber dos modalidades de plantear las consignas. Se puede pedir que cierren los ojos y
luego dar una única consigna de contemplación, tras la cual se deja un espacio de silencio limpio hasta
que llega el momento de compartir; o se puede pedir que cierren los ojos, e ir dando pequeñas consignas
seguidas por espacios de silencios hasta que llegue el momento de compartir.
Por último, tanto la iluminación como la consigna deben durar lo justo y necesario.
Parafraseando a San Ignacio, él da la instrucción de que el que guía la oración debe hablar poco para
dejar más espacio al que reza. A veces podemos caer en la tentación de explicar todo y hablar todo el
tiempo y no dar espacio de silencio para que los chicos procesen la escena personalmente en su interior.
3) Silencio contemplativo
Tras la consigna viene el momento de silencio, que es muy importante, y en el cual los niños
cierran los ojos para contemplar, imaginando lo propuesto.
El “cerrar los ojos” es una consigna externa que evidencia manejo del cuerpo; puede parecer algo
sencillo, pero para los niños no lo es. Resulta positivo estimular este hábito. Conviene felicitar
expresamente al niño que logra mantener los ojos cerrados durante el tiempo de la contemplación. La
duración de los períodos de silencio depende de cada grupo y está signada por el estado general de
reposo. Cuando los niños comienzan a moverse es señal de que se agotó la capacidad de concentración y
entonces, serenamente, el guía les pide que abran los ojos y comiencen a compartir lo que imaginaron.
4) Compartir lo contemplado
El momento anterior de silencio contemplativo se cierra invitando a abrir los ojos y mientras se
lanza la pregunta mágica “¿pudieron imaginarse?”…
Cuando los niños comparten lo que imaginaron, es bueno valorar expresamente todos y cada uno
de los comentarios. Casi siempre son sumamente atinados y profundos, y participan de la sencillez y
contundencia de Dios. Pocas veces están desfasados y sólo en esos casos, conviene hacer una corrección
amable y suave.
En el momento de compartir, es imprescindible que todos escuchen lo que dice el otro, para que
no comiencen a dispersarse. Es vital mantener la atención de todos y el orden, por eso a veces se sugiere
que levanten la mano para pedir la palabra. Si hay niños que hablan demasiado bajo, conviene que el
guía repita en voz alta así todos se enriquecen con su aporte.
Y siempre hay que estimularlos cuando hablan. El hábito de compartir la interioridad tiene valor
en sí mismo y, seguramente, será muy útil como preparación para la vida en sociedad, la vida
matrimonial, la amistad, o la vida laboral. Una persona que es capaz de conocer su interioridad y de
comunicarla tiene grandes probabilidades de entablar relaciones sanas y positivas.
Cuando son más pequeños, todos quieren hablar ¡y varias veces!, pero a medida que crecen, se
les hace más complicado, y cuando llegan a la adolescencia, hay que recurrir a diversas estrategias para
estimularlos a compartir.
Algunas estrategias para este espacio de compartir en grupos adolescentes, -recogidas de los
participantes de diversos talleres-, son: la importancia de crear un ámbito de confianza en el grupo y con
el guía; estimular la participación dando el sentido que tiene compartir como modo de enriquecer a los
demás; aunque alguno pueda pensar que no tiene importancia lo que ha contemplado, hacerle saber que
quizás para un compañero sea importante porque le puede ayudar; si se conoce el nombre se puede
preguntar: “fulano, ¿qué te imaginaste?”; el guía puede decir que todos van a compartir empezando por
el que sentado en uno de los extremos, y así sucesivamente hasta completar todo el grupo; en ese caso,
los participantes tienen la libertad de decir “paso” o “no me pude imaginar” y se debe respetar.
Este proceso de los cuatro pasos: “iluminar, dar la consigna de contemplación, silencio
contemplativo y compartir lo imaginado” se repite en cada una de las subescenas en que se dividió la
escena principal.
La Contemplación prepara para el momento que sigue: el Coloquio, donde el desafío es lograr
que los niños se pongan en diálogo con el Señor, que puedan tocar el misterio y dar una respuesta
producto de todo lo que vivieron al imaginar la escena de la vida del Señor “como si presente se
hallasen” (cfr. 1 Jn 1,1-4).
II.5.- Coloquio
(cfr. EE 54)
Para hacer el Coloquio, los niños se sientan cómodamente sobre la alfombra que está al pie del
Sagrario, que representa “la tierra prometida”, el “Corazón de Jesús”, “el lugar del encuentro”, bien
cerquita de Jesús.
Allí, se les propone retomar alguna imagen del pasaje contemplado o revivir alguna situación
personal con Jesús y quedarse un ratito sintiendo su presencia situada o contextualizada para poder
hablar con Él (cfr. EE 54). Por ejemplo, si contemplamos la Anunciación, podemos invitarlos a poner
las manos sobre la pancita de la Virgen que acaba de concebir a Jesús, y decirle algo a Ella, o a Dios
Padre, o a San José, o al mismo Jesús. Si rezamos con la contemplación del Nacimiento, podemos
invitarlos a tomar al bebé Jesús en los brazos y hablarle, o solo mirarlo, o acurrucarlo contra el corazón
en un diálogo de presencias, o simplemente acercarse al pesebre y tocar su “carne limpita”. Si rezamos
con la Curación del leproso, podemos dejar que la mano de Jesús, que curó al leproso, nos toque el
corazón por dentro. En fin, algo sencillo para que fijen la atención en la Persona del Señor,
experimenten su Presencia y conversen con Él.
Desde pequeños, se les propone que se dirijan a Dios de un modo personal, por eso se presenta
muchas veces a Jesús hablando con su Padre porque ayuda a comprender que la oración se hace entre
dos personas que se quieren. En este sentido, es muy rico presentar el misterio de la Trinidad “en vivo”,
proponiendo en las contemplaciones y en los misterios de la vida de Jesús la presencia del Padre y del
Espíritu.
Es bueno que este momento de silencio se cierre con una canción. Tiene que ser alusiva al tema,
y -como el coloquio es un diálogo-, las palabras tienen que dirigirse al Señor o a la Virgen.
Después de este momento, mientras siguen sentados en la alfombra, se los puede invitar a que
hagan alguna oración en voz alta dirigida al Señor o a Nuestra Señora, o al Padre, etc., en consonancia
con lo que se contempló. Por ejemplo: “¿Qué quisieras decirle a María que acaba de tener a Jesús?” O se
los puede invitar a pedir o agradecer algo. En este momento, los chicos suelen decir: “Yo le quiero pedir
a Jesús…”, como si el guía fuera un intermediario. Hay que acostumbrarlos a que hablen directamente
con Jesús o María, diciendo: “Jesús, yo quiero pedirte...” o “Jesús, yo te agradezco porque...”, etc.
Tras la oración de petición o agradecimiento, todos juntos rezan un Padrenuestro (cfr. EE 53).
Luego, nos despedimos del Señor con la señal de la cruz y una genuflexión. A muchos niños les gusta
besarse la mano y luego tocar la puerta del Sagrario o alguna imagen como para saludar con un beso al
Señor o a su Santísima Madre.
Tomo una sugerencia de una experimentada catequista que en un taller de OI dijo que, si
pedíamos “conocer, amar y seguir a Jesús”, debiéramos examinar la oración sobre estos tres tópicos.
Así, se puede dividir el examen en tres momentos, a saber:
1.- ¿Conocí algún aspecto nuevo de Jesús hoy, qué me llamó la atención, qué cosa no había
sentido antes?
2.- ¿En qué momento de la oración sentí más amor? Al decir de San Ignacio, experimenté más
consolación.
3.- ¿Sentí que Jesús me pedía que cambie algo en mí, me sentí movido a hacer algo?, etc. Quizás
esta última pregunta pueda ser contestada o sino simplemente planteada para que en silencio
cada uno pueda reflexionar si sintió algún tipo de llamado particular en la oración para seguir a
Jesús más de cerca.
Otra opción más simple puede ser preguntar qué fue lo que más les gustó y lo que menos les
gustó de la oración. Se los invita a mencionar algún momento en particular y se trata de evitar respuestas
generales tales como “me gustó todo” o “nada”.
El examen tiene por objeto ejercitar a los niños en la reflexión de las experiencias como modo de
aprehenderlas, recordarlas y volver a expresarlas, para que calen más hondo. Así, los niños van teniendo
mayor conocimiento del proceso de la oración.
Se los puede exhortar a que cuando recen en sus casas, cuando hagan la oración de la noche, se
acuerden de alguna imagen fuerte que hayan contemplado. Esto puede ayudar a que los niños
profundicen la oración cotidiana en sus casas y puedan integrar todas las experiencias de Dios en su vida
espiritual.
Al despedirlos, a modo de estímulo, el guía puede felicitarlos por lo bien que se portaron, o
decirles con mucho cariño que le gustó mucho la oración que compartieron, que rezaron muy lindo y
compartieron cosas muy profundas, etc. Y agregar que seguro Jesús habrá quedado contentísimo de
haberse encontrado con ellos en esta oración.
ORACIÓN IGNACIANA Ficha madre
En la capilla Sentarse… serenarse Cerrar los ojos y pensar en cada parte del
cuerpo
Escuchar los ruidos de afuera… dentro…
internos (respiración, latidos)
PRESENCIA DE Mirar el crucifijo
DIOS Cerrar los ojos e imaginar la mirada…
abrazo de Jesús
COLOQUIO Personal: Proponer una situación que Se cierra con el Padre Nuestro y la señal de
motive al diálogo con Jesús (en el la cruz
interior)
Comunitario: proponer hacer
peticiones o acción de gracias