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La Traducción Jurídica - Nebot Borja

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Col·lecció «Estudis sobre la traducció»

Núm. 13

LA TRADUCCIÓN
Y LA INTERPRETACIÓN
EN LAS RELACIONES JURÍDICAS
INTERNACIONALES
ESTHER MONZÓ NEBOT Y ANABEL BORJA ALBI (EDS.)
BIBLIOTECA DE LA UNIVERSITAT JAUME I. Dades catalogràfiques

La TRADUCCIÓN y la interpretación en las relaciones jurídicas internacionales /


Esther Monzó y Anabel Borja (eds.).— Castelló de la Plana : Publicacions de la
Universitat Jaume I, D.L. 2005
p. ; cm. — (Estudis sobre la traducció ; 13)
Ponències presentades al “VII Jornadas Internacionales sobre la Traducción”,
novembre 2003, Castelló de la Plana. — Bibliografia.
ISBN 84-8021-540-2
1. Dret — Traducció — Congressos. I. Monzó, Esther, ed. lit. II. Borja Albi,
Anabel, ed. lit. III. Universitat Jaume I. Publicacions, ed. IV. Jornadas
Internacionales sobre la Traducción (7es : 2003 : Castelló de la Plana). V. Sèrie.
81’25:34(063)

Cap part d’aquesta publicació, incloent-hi el disseny de la coberta, no pot ser reproduïda,
emmagatzemada, ni transmesa de cap manera, ni per cap mitjà (elèctric, químic, mecànic,
òptic, de gravació o bé de fotocòpia) sense autorització prèvia de la marca editorial.

Esta publicación ha contado con el apoyo de una ayuda del Ministerio de Educación y Ciencia
(BFF2002-12101-E).

© Del text: els autors, 2005

© De la present edició: Publicacions de la Universitat Jaume I, 2005

Edita: Publicacions de la Universitat Jaume I. Servei de Comunicació i Publicacions


Campus del Riu Sec. Edifici Rectorat i Serveis Centrals. 12071 Castelló de la Plana
Fax 964 72 88 32
http://www.tenda.uji.es e-mail: publicacions@uji.es

ISBN 84-8021-540-2

Imprimeix: CMYKPRINT - Almassora

Dipòsit legal: CS-279-2005


ÍNDICE

Prólogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9

Notas sobre los autores . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Parte I
¿Qué es la traducción jurídica?

LEO HICKEY
Traducción jurídica:
¿cómo hacer que lo difícil sea tan fácil como lo imposible? . . . . . . . . . . . . 19

JEAN-CLAUDE GÉMAR
La asimetría cultural y el traductor jurídico.
El lenguaje del derecho, la cultura y la traducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 33

ANABEL BORJA ALBI


¿Es posible traducir las realidades jurídicas? Restricciones y prioridades
en la traducción de documentos de sucesiones británicos al español . . . . . 65

Parte II
Retos académicos de la traducción jurídica: docencia e investigación

LAURA SANTAMARIA GUINOT


Interacción de conocimientos en el aprendizaje de la traducción jurídica . 93

ROBERTO MAYORAL ASENSIO


¿Cuánto derecho debe saber el traductor jurídico? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

EMILIO ORTEGA ARJONILLA


La traducción jurídica, jurada y judicial:
aspectos teóricos, metodológicos y profesionales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 113

5
LUIS PÉREZ GONZÁLEZ
Aportaciones de las nuevas tecnologías a la investigación
en el ámbito de la traducción jurídica . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

ESTHER MONZÓ NEBOT


Investigar con los profesionales: colaboraciones de investigación-acción 153

Parte III
Reflexiones desde la profesión

JOSÉ LUÍS DÍAZ DE LIAÑO ARGÜELLES


La traducción jurídica y la traducción jurada en una empresa privada
de servicios lingüísticos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173

LEO HICKEY
Interpretación jurídica en el sector público de Gran Bretaña . . . . . . . . . . 181

FERNANDO HERVÁS DEMPSTER


La traducción y la revisión jurídicas en la Unión Europea:
una aportación desde la perspectiva del Parlamento Europeo . . . . . . . . . . 197

ELENA MARTÍN SALGADO


La interpretación y la traducción en el tribunal penal internacional
para la ex Yugoslavia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 215

FERNANDO PÉREZ-BARREIRO NOLLA


Treinta y cinco años de traducción en organizaciones internacionales.
Brevísimas reflexiones personales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 225

Parte IV
Colorear la literatura gris: últimas tesis en traducción jurídica

CRISTINA VALDERREY REÑONES


Aportes para la sistematización de la enseñanza de la traducción jurídica
(francés-español) desde un análisis descriptivo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 233

6
ELENA FERRAN LARRAZ
La traducción jurídica del documento jurídico negocial
y las funciones jurilingüísticas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 243

CATHERINE WAY
Investigando la traducción como acción social: el caso de los documentos
académicos (español-inglés) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 255

M. DEL CARMEN ACUYO VERDEJO


La traducción de documentos del derecho de marcas
desde una perspectiva jurídica, profesional y textual . . . . . . . . . . . . . . . . . 265

7
PRÓLOGO

En todo campo de conocimiento y en toda profesión, distintas personas


desde posiciones diversas colaboran, al menos en teoría, para conseguir sus
objetivos como colectivo. Quien investiga sobre traducción lo hace para crear
nuevo conocimiento, que podrá aplicarse y mejorar la práctica, ya sea hacién-
dola más cómoda, rápida, racional o científica. Quien enseña esta disciplina
lo hace para que todas las innovaciones lleguen a las personas que ocuparán
el mercado y ofrecerán ese servicio profesional tras licenciarse. Quien admi-
nistra las asociaciones y representa a los profesionales dedica su tiempo a con-
seguir comunicar esa innovación a las instancias de poder y a la sociedad, para
demostrarles con hechos que la solución que ofrecen los profesionales fun-
ciona, y para persuadirles de que confíen en estos agentes sociales, que les
permitan mayor autonomía o que les confieran mayor relevancia. Finalmente,
quien se dedica a tiempo completo a traducir está ofreciendo un servicio indis-
pensable, posibilitar la comunicación, recorriendo para ello un proceso profe-
sional: analiza la situación comunicativa, infiere lo que se requiere para que
la comunicación tenga éxito y aplica una solución que incorpora las innova-
ciones que le aporta la investigación, en un entorno socioprofesional tan favo-
rable como le han podido proporcionar quienes tienen la potestad de repre-
sentarle.
En nuestro caso, la existencia de esta estructura básica suele ponerse en
duda desde distintos frentes. Urge, por tanto, acometer acciones y diseñar
estrategias que permitan unir a todos los estamentos que tienen en sus manos
el futuro de la traducción y la interpretación jurídicas. Con esta vocación
nacieron las VII Jornadas Internacionales sobre la Traducción, que dirigimos
Anabel Borja y la autora de estas líneas. En aquel encuentro se dieron cita
voces procedentes de distintos ámbitos que compartían un objetivo común:
profundizar en el conocimiento de la traducción y la interpretación del dere-
cho. Este encuentro, desde el momento en el que el grupo GITRAD concibió las
Jornadas, se planteó como un reto en el que disciplinas y experiencias profe-

9
sionales de muy distinta índole convergirían para aportar luz sobre cuestiones
de gran calado en nuestra comunidad profesional: quién traduce, dónde tra-
duce, en qué condiciones y con qué medios, para quién, qué se espera de él…
LA TRADUCCIÓN Y LA INTERPRETACIÓN EN LAS RELACIONES JURÍDICAS INTER-
NACIONALES surge como testimonio de un compromiso de continuidad con el
que se plantearon esas jornadas y al que se ha pretendido dar una dimensión
tangible al reunir las contribuciones de los autores invitados. En la selección
se ha intentado mantener una diversidad de perspectivas que, en nuestra opinión
ofrece una visión plural y enriquecedora. Estas páginas recogen reflexiones
vivas y provocadoras sobre lo que es la traducción jurídica, su investigación,
su docencia y su práctica, tanto por parte de quienes la ejercen como de quie-
nes requieren sus servicios. Se da cabida a aportaciones que ofrecen el testi-
monio de contextos muy diversos: empresas privadas, tribunales de ámbito
nacional e internacional, organismos internacionales, universidades y centros
de investigación.
El primero de los cuatro bloques en torno a los que se estructura la obra se
plantea una duda ontológica: ¿qué es la traducción jurídica? Este tipo de tra-
ducción se ha entendido a lo largo de la reflexión sobre la materia, y de la
práctica, desde enfoques muy distintos, tal como queda patente en la diversidad
de disciplinas a las que se ha vinculado. Las tres aportaciones que se incluyen en
este bloque ofrecen visiones particulares de cómo debe entenderse y desempe-
ñarse, y qué factores deciden la traducibilidad de los textos jurídicos. Las
voces que conforman este bloque, Leo Hickey, Jean-Claude Gémar y Anabel
Borja, combinan un profundo conocimiento práctico y teórico de la traduc-
ción jurídica que han sintetizado con claridad y precisión en estas páginas.
Leo Hickey, con su agudo sentido del humor, rebate los argumentos que
plantean la traducción del derecho como un acto de comunicación imposible
a través de ejemplos concretos que clarifican problemas y justifican soluciones.
Jean-Claude Gémar trata la complejidad del campo del derecho resaltando el
contraste de las dos familias más importantes: el derecho consuetudinario de la
tradición anglosajona y el derecho civil de la tradición continental. En su con-
tribución, Gémar subraya la necesidad de que, ante diferencias culturales irre-
ductibles, el traductor se rija por la función que deba cumplir el texto jurídico.
La propuesta de Anabel Borja se centra en un género jurídico, el testamento,
y a través del análisis de su contexto de creación en los sistemas origen y tér-
mino escogidos propone una aproximación a la actividad traductora basada en
las restricciones y prioridades que plantea el encargo profesional.
El segundo bloque presenta la situación actual y los retos de futuro que se
impone la docencia y la investigación en traducción jurídica. Laura
Santamaria propone una visión integradora de las distintas competencias que

10
se ponen en marcha en el aula de traducción jurídica y de la metodología
didáctica con la que los futuros traductores adquieren esas competencias. Por
su parte, Roberto Mayoral aborda uno de los temas más controvertidos en la
enseñanza de esta especialidad: hasta dónde debe llegar la formación en dere-
cho del traductor jurídico. Emilio Ortega da en este bloque un paso hacia la
reflexión sobre el ejercicio práctico al distinguir, desde la perspectiva del pro-
fesional, las especializaciones a las que da acceso la traducción del derecho.
Tras esta introducción, centra su trabajo en una de ellas: la traducción judicial.
Luis Pérez abre el apartado de contribuciones dedicadas a la investigación con
una reflexión de amplias miras sobre la influencia que las tecnologías de la
información y la comunicación han tenido y pueden tener en el panorama
investigador de la traducción jurídica. Finalmente, Esther Monzó cierra el
apartado con una contribución que propone una transición a lo profesional
desde el punto de vista de la investigación y, desde una descripción inicial
sobre la situación de la traducción jurada en España, plantea un marco en el
que académicos, profesionales e instituciones de representación puedan cola-
borar en la consecución de mejoras.
El tercer bloque lo componen reflexiones de traductores y juristas sobre lo
que es y hace en el mercado profesional el traductor de esta especialidad. José
Luis Díaz de Liaño nos ofrece la visión de una empresa privada; Leo Hickey
sintetiza la situación profesional de la interpretación ante los tribunales a través
de sus propias experiencias; Fernando Hervás nos muestra la situación del tra-
ductor en el Parlamento Europeo y describe los procesos en los que interviene;
Elena Martín, desde su posición de letrada, habla del traductor e intérprete en
el contexto del tribunal penal internacional para la ex Yugoslavia; y las refle-
xiones de Fernando Pérez Barreiro nos ofrecen una síntesis de una experien-
cia traductora de varias décadas en distintas instituciones internacionales.
Por último, el cuarto apartado pretende dar a conocer algunas tesis de gran
calidad que se han defendido en los últimos años en las universidades espa-
ñolas. Si hace una década las tesis sobre traducción jurídica que se defendían
en nuestro Estado podían contarse con los dedos de una mano, parece que esta
tendencia está cambiando y cada vez es mayor el número de personas que
demuestran un interés entusiasta por esta rama de la traducción, también en lo
que a la investigación se refiere. En este volumen se quiere reconocer la
importancia de la investigación doctoral para toda disciplina otorgándoles una
mención especial. Cristina Valderrey, en la Universidad de Salamanca, Elena
Ferran, en la Universidad Pompeu Fabra, y Catherine Way y M. Carmen
Acuyo, en la Universidad de Granada, han dedicado esfuerzos encomiables
para poder ofrecernos innovación al resto de personas interesadas en esta
especialidad, una innovación que nos permita seguir avanzando como grupo

11
y ofrecer soluciones cada vez mejores a la sociedad que requiere nuestros ser-
vicios.
Espero que el esfuerzo que los autores han plasmado en estas páginas
pueda tener continuidad en otras reuniones y trabajos conjuntos en los que
profesionales, estudiantes, docentes e investigadores podamos comunicarnos,
cooperar y difundir nuestras preocupaciones y propuestas. Todos trabajamos
por un mismo campo profesional, desde opiniones y perspectivas distintas, y,
si queremos obtener mejoras, necesitamos organizar nuestras iniciativas y
nuestros esfuerzos. El futuro de la traducción jurídica depende de ello.

ESTHER MONZÓ
Universitat Jaume I
Julio de 2005

12
NOTAS SOBRE LOS AUTORES

M. CARMEN ACUYO VERDEJO (mcacuyo@ugr.es) es profesora del Departamento


de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada, donde
imparte clases de traducción jurídica y científico-técnica. Es asimismo
intérprete jurado para la lengua inglesa nombrada por el Ministerio de
Asuntos Exteriores desde 1999. Sus principales líneas de investigación
son, entre otras, la traducción jurídica y jurada, la didáctica de la traducción
jurídica, la mediación intercultural y el multilingüismo.
ANABEL BORJA ALBI (borja@trad.uji.es) es intérprete jurado para la lengua
inglesa y profesora titular de traducción jurídica en la Universitat Jaume I,
en la que codirige el grupo de investigación en traducción jurídica GITRAD.
Su investigación se ha centrado en el análisis contrastivo y la clasificación
de géneros textuales jurídicos ingleses y españoles a través del uso de cor-
pus electrónicos. En su trayectoria de investigación destaca asimismo la
creación de un campus virtual para la enseñanza de la traducción jurídica
y el Proyecto de Sistema de Gestión del Conocimiento Experto para la
Traducción Jurídica. Es autora de diversas obras sobre traducción jurídica
y actualmente prepara un manual sobre esta especialidad.
JOSÉ LUÍS DÍAZ DE LIAÑO ARGÜELLES (jdl@celersol.com) es licenciado en
Derecho, abogado del Colegio de Abogados de Madrid y traductor jurado
nombrado por el Ministerio de Asuntos Exteriores para las lenguas alema-
na, francesa, inglesa, italiana y portuguesa. Fue director técnico de la
empresa de traducciones Diorki SA hasta 1983 y desde entonces hasta la
actualidad desarrolla su labor profesional como director de operaciones de
Celer Soluciones SL, empresa de servicios de traducción de reconocido
prestigio de la que es socio fundador.
ELENA FERRAN LARRAZ (elena.ferran@trad.upf.es) es intérprete jurado de
inglés, licenciada en Derecho y doctora en Traducción. Ejerce como tra-
ductora e imparte docencia de traducción jurídica y económica en la
Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. Forma parte de la red interuni-

13
versitaria LEXTRA de Estudios sobre Derecho y Traducción y centra su
investigación en la jurilingüística, línea a la que dedicó su tesis doctoral y
que combina con estudios sobre didáctica de la traducción.
J. CLAUDE GÉMAR (Jean-Claude.Gemar@eti.unige.ch) ha desarrollado la
mayor parte de su investigación en Canadá, donde fue director del
Departamento de Lingüística y Traducción de la Universidad de Montreal.
Actualmente es catedrático de la Universidad de Ginebra, donde imparte
docencia de traducción jurídica y traductología. Es autor de más de un
centenar de publicaciones y ha dirigido algunas de las contribuciones más
relevantes del campo de la traductología jurídica entre las que cabe desta-
car La traduction juridique, número especial de la revista Meta de 1978,
Langage du droit et traduction. Essais de jurilinguistique (1982) y
Jurilinguistique : entre langues et droits (2005).
FERNANDO HERVÁS DEMPSTER (fhervas@europarl.eu.int) es funcionario del
Parlamento Europeo. En el momento de redactar estas líneas era jefe de la
División de Juristas-Revisores y es ahora jefe de la División de
Codificación y Refundición de Textos del Servicio Jurídico del
Parlamento Europeo.
LEO HICKEY (leoxxxxx@hotmail.com), M.A. y LL.B. por la Universidad
Nacional de Irlanda, Dublín, licenciado y doctor en Filosofía y Letras por
la Universidad Complutense de Madrid y Barrister-at-Law, es Research
Professor en la Universidad de Salford, Inglaterra, donde durante varios
años había ocupado la cátedra de Español. Es autor de un centenar de
publicaciones sobre literatura, lingüística, estilística y pragmática españo-
las, así como sobre teoría y práctica de la traducción. Ejerce de intérprete
y traductor jurídico.
ELENA MARTÍN SALGADO (martin.icty@un.org) es letrada de sala del Tribunal
Penal Internacional para la ex Yugoslavia (ICTY) desde el año 2001. Tras
finalizar sus estudios de Derecho en la Universidad de Durham y en la
UNED, inició su investigación en la de Durham con un máster en Derecho
Penal Internacional, al tiempo que obtuvo una ayudantía de investigación
en el mismo centro que le permitió especializarse en derecho público
internacional y derechos humanos. En este último campo centró sus
esfuerzos como personal investigador de la Human Rights Act Research
Unit del King’s College de Londres. Su publicación más reciente: «The
Judgement of the ICTY in the Vasiljević case» (2003).
ROBERTO MAYORAL ASENSIO (rasensio@ugr.es) es licenciado en Filología y
doctor en Traducción. Ejerce de intérprete jurado desde hace 20 años y ha
impartido docencia en las universidades de Princeton, Brigham Young,
Dartmouth y en el Departamento de Traducción e Interpretación de la

14
Universidad de Granada, en el que es profesor titular de traducción jurídica
desde hace 25 años. Cuenta con un centenar de artículos sobre traducción
y es autor de La traducción de la variación lingüística, Aspectos episte-
mológicos de la traducción y Translating Official Documents, publicado
recientemente en St. Jerome.
ESTHER MONZÓ NEBOT (monzo@trad.uji.es) es traductora e intérprete jurada
y profesora de traducción jurídica en la Universitat Jaume I desde 1999.
Es promotora de varias iniciativas relacionadas con la traducción jurídica,
entre ellas la Web del Traductor Jurídico, el grupo de investigación en tra-
ducción jurídica GITRAD, que dirige junto con Anabel Borja, un campus
virtual para la traducción jurídica y la red interuniversitaria LEXTRA de
Derecho y Traducción. Actualmente centra su investigación en la direc-
ción del proyecto ACTIVE sobre los aspectos socioprofesionales de la tra-
ducción e interpretación jurídicas, tema sobre el que versó su tesis docto-
ral defendida en 2002.
EMILIO ORTEGA ARJONILLA (eortega@uma.es) es profesor titular de traduc-
ción jurídica (francés-español) en el Departamento de Traducción e
Interpretación de la Universidad de Málaga, en el que coordina el progra-
ma de doctorado Estudios de Traducción: Investigación en Traducción e
Interpretación Especializadas, distinguido con la mención de calidad del
Ministerio de Educación y Ciencia. Coordina asimismo la colección
Interlingua de la editorial Comares, y centra su investigación en la traduc-
ción y la interpretación judiciales, línea que ha desarrollado en distintos
proyectos educativos y de investigación en colaboración con el Consejo
General del Poder Judicial y el Institut Libre Marie Haps, de Bruselas.
LUIS PÉREZ GONZÁLEZ (luis.perez-gonzalez@man.ac.uk) es profesor en el
Centre for Translation and Intercultural Studies de la Universidad de
Manchester. Tras realizar estudios de posgrado y comenzar su carrera
docente en el Reino Unido, se doctoró en 1998 con una tesis sobre lin-
güística forense. Entre 1996 y 2004 enseñó traducción jurídica y financie-
ra en la Universidad Europea de Madrid. Es autor de una treintena de tra-
bajos sobre formación del traductor, traducción jurídica y lingüística
forense. Recientemente, ha editado un volumen colectivo sobre la traduc-
ción en la era de la globalización (Speaking in Tongues: Language across
Contexts and Users, 2003). Es traductor externo del Parlamento Europeo,
la OMC y otras instituciones internacionales.
FERNANDO PÉREZ-BARREIRO NOLLA (perezbarreiro@btopenworld.com) ha sido
traductor jefe de la Organización Internacional del Café, así como traductor
y revisor de otros organismos internacionales. Se ha dedicado asimismo a la
formación de traductores en las universidades londinenses de Westminster y

15
Thames Valley, además de colaborar en varios cursos de especialización
organizados por el Institute for Translating and Interpreting, de Londres,
el ISLA de Lisboa y la Universidad de Granada. En 1985 obtuvo, junto con
Teresa Barro, el Premio Nacional de Traducción de Libros Infantiles y
Juveniles del Ministerio de Cultura.
LAURA SANTAMARIA GUINOT (laura.santamaria@uab.es) es profesora titular de
traducción jurídica en la Universitat Autònoma de Barcelona. Participa
desde su creación en las pruebas convocadas por la Generalitat de
Catalunya de habilitación para la traducción jurada (inglés-catalán). Es
miembro fundadora de la red interuniversitaria LEXTRA de Derecho y
Traducción, y su investigación se desarrolla principalmente en el campo
de la didáctica y la metodología de la traducción jurídica, así como en los
aspectos ideológicos de la traducción audiovisual.
CRISTINA VALDERREY REÑONES (valderrey@usal.es) es licenciada en Filología
Románica (Francés) y doctora en Traducción e Interpretación por la
Universidad de Salamanca; profesora en la Facultad de Traducción y
Documentación de dicha Universidad, desde 1994, donde, actualmente,
imparte clases de traducción especializada (ámbito jurídico) y traducción
general en la dirección francés-español. Desarrolla su labor investigadora
en el campo de la traducción jurídica y es autora de diferentes artículos
sobre el tema, en particular, sobre la formación de traductores en dicho
ámbito.
CATHERINE WAY (cway@ugr.es) es profesora de traducción e interpretación en
la Facultad de Traducción e Interpretación de la Universidad de Granada
desde el año 1989. También imparte clases en el curso de posgrado Experto
en Derecho de Extranjería del Departamento de Derecho Internacional
Privado de la Facultad de Derecho de Granada. Es asimismo traductora e
intérprete profesional, y sus campos de especialización incluyen el comer-
cio, la economía, las finanzas y el derecho. Sus líneas de investigación
incluyen la traducción económica y jurídica, la traducción e interpretación
juradas, la interpretación social, la direccionalidad y la didáctica de la tra-
ducción.

16
¿QUÉ ES LA TRADUCCIÓN JURÍDICA?
TRADUCCIÓN JURÍDICA:
¿CÓMO HACER QUE LO DIFÍCIL SEA
TAN FÁCIL COMO LO IMPOSIBLE?1
LEO HICKEY
European Studies Research Institute
University of Salford

A DIFERENCIA DE OTROS GÉNEROS DE TRADUCCIÓN, en los que los conceptos


suelen coincidir aunque los términos difieran –el sarampión sigue sien-
do sarampión aun cuando se denomina measles–, en el campo jurídico las
figuras, estructuras y prácticas varían según la jurisdicción de que se trate.
Esto hace depender fuertemente la facilidad, dificultad o imposibilidad de la
traslación de este tipo de textos de varios factores extratextuales, entre los que
la familia jurídica tiene una importancia destacada: el grado de correspon-
dencia entre las realidades, conceptos y figuras de ambos ordenamientos jurí-
dicos así como el de la correspondencia entre la terminología de la lengua de
partida y la de la lengua meta está claramente influido por la cultura jurídica
en la que se originan los documentos. No pretendo elaborar aquí una nueva
teoría de la traducción jurídica pero sí quiero exponer en qué sentido concibo
que la traducción jurídica resulta a veces imposible y cuáles son las causas de
tal imposibilidad, o de su dificultad o facilidad en otros casos.
Para ilustrar el argumento de este artículo, sugiero empezar con un ejem-
plo de lo que sería una traducción fácil:

The defendant denied everything affirmed by the claimant.


TRADUCCIÓN: «El demandado negó todo lo que había afirmado el demandante.»

Aunque el término «defendant» permite una doble interpretación por


cuanto se refiere tanto al demandado en una causa civil como al acusado o
imputado en un proceso penal, al tratarse en un mismo contexto de un «clai-
mant» se descarta cualquier posible ambigüedad y se elegirá, por tanto, el tér-
mino «demandado».

1. Quiero expresar mi profundo agradecimiento a mis amigos y colegas Virginia Cano Mora,
Miguel Ángel González Reyes, Paz Marín García y Carmen Ríos García por su ayuda en la
preparación y redacción del presente estudio.

19
Por el contrario, el que sigue sería un ejemplo de lo que considero una tra-
ducción difícil:

Conspiracy is an offence contrary to Section 1 of the Criminal Law Act 1977


and it carries a maximum penalty on conviction on indictment of imprisonment
for life in the case of Class A drugs.

Quisiera llamar la atención del lector hacia la expresión «on indictment».


El Diccionario de términos jurídicos inglés-español, Spanish-English de
Alcaraz Varó y Hughes da por indictment: «documento inculpatorio, acta o
escrito de acusación solemne utilizado en los juicios con jurado presididos por
jueces profesionales en el Crown Court», lo que supongo que no aspira a ser
traducción sino explicación. El indictment es una vía procesal de lo penal que
debe su existencia al hecho de que, en el sistema judicial inglés, ciertos jui-
cios pueden celebrarse o bien ante el Magistrates’ Court (análogo al Juzgado
de lo Penal), bien ante el Crown Court (Tribunal Superior). Es decir, un
mismo imputado puede ser enjuiciado siguiendo dos vías –en muchos casos
es el mismo imputado quien elige qué vía prefiere seguir– y, como indica el
ejemplo citado, el castigo dependerá, entre otros factores, de la vía elegida.
En cualquier caso, ¿cómo traducir al español «on indictment»? Los lecto-
res españoles potenciales podrán clasificarse para el caso entre los que ya
conocen este rasgo del sistema inglés y los que desconocen el tema por com-
pleto. En consecuencia, toda traducción deberá dirigirse simultáneamente a
dos clases de lectores: el que ya sabe algo, para el que la traducción debe iden-
tificar la figura en cuestión y evitar el peligro de que no se dé cuenta de que
se trata precisamente de esa figura que ya conoce; y, al mismo tiempo, el lector
que no sabe nada del asunto, para el que debe tener un mínimo de significado.
Sugiero, pues, que el traductor escoja uno de los rasgos más relevantes del
indictment –juzgado frente a tribunal, procedimiento rápido e informal frente
a otro más lento y formal, sin jurado (con consecuencias importantes para el
tipo de defensa que pudiera prosperar) frente a procedimiento con jurado (con
consecuencias concomitantes para la defensa), magistrados (en el sentido
inglés, por supuesto) frente a juez, posible castigo menor frente a posible cas-
tigo mayor, etc.– para así cumplir dos funciones: identificar sin ambigüedad
la vía en cuestión (para el lector que ya conoce la dicotomía), y tener sentido
(para el que la desconoce).
Para este último lector lo deseable será que se explicite que se trata de una
de entre varias vías –algo ya implícito en la definición de indictment–, aun-
que, por supuesto, no será cuestión de que el traductor añada nada. Por ello,
no valdrían al ser condenado por el Tribunal Superior, por el juez, por el jura-

20
do, etc., puesto que no son frases restrictivas, sino que sólo constituyen pro-
longaciones de condenado: es decir, para el que no sepa la diferencia, conde-
nado equivale a condenado por el juez, por el tribunal, por el jurado, etc. En
cambio, por la vía formal, o incluso por vía formal, son frases restrictivas que
dan a entender de por sí que hay, como mínimo, una vía más.

TRAD.: «La conspiración constituye un delito en contra del artículo 1 de la Ley


Británica de 1977 de Derecho Penal y todo aquel que lo cometiere será casti-
gado, al ser condenado por la vía formal, con una pena máxima de cadena per-
petua […].»

¿Qué pasa entonces en la mente del lector español? Naturalmente, yo no


puedo saberlo, pero me imagino que pensará algo así como: «El sistema
inglés debe de tener al menos dos vías, y aquí se trata de la formal; esto debe
de ser algo extraño que usan los ingleses; no sé lo que será pero los ingleses
tienen cosas, y dicen cosas, muy raras».
Otro ejemplo de una traducción imposible sería el siguiente:

The defence have applied for a Newton Hearing.

«Hearing» es ‘audiencia’, ‘vista’ o ‘juicio’, y «Newton» es un apellido.


Una «Newton hearing» es un minijuicio dentro de un juicio penal en el que
los magistrados o el juez deciden sobre un punto concreto relacionado con el
juicio. Por ejemplo, si al imputado se le acusa de haber intentado asesinar a
su mujer con un cuchillo, y la defensa alega que, fueran las que fueran las
pruebas de intento de asesinato, no hay indicios fidedignos de que tuviera un
cuchillo, para que el jurado no oiga en ningún momento la palabra cuchillo
–lo que podría predisponerle en contra del acusado– la defensa puede solici-
tar una «Newton Hearing». Entonces, en ausencia del jurado, el fiscal aduce
los indicios de los que dispone referentes al cuchillo, y sólo al cuchillo, y la
defensa arguye que éstos no deben admitirse. Si el juez falla que hay pruebas
prima facie, el jurado oirá hablar del cuchillo; en cambio, si falla que no las
hay, el jurado no oirá en ningún momento hablar de un cuchillo.
Ahora bien, ¿cómo decir «Newton Hearing» en castellano? Peter
Newmark escribe, al hablar de la traducción de «términos nacionales institu-
cionales» (políticos, financieros, administrativos y sociales): «I suggest that
alternative or supplementary information can be supplied by the translator in
three ways: (a) within the text, (b) as a footnote to the page, the chapter or the
book, or (c) as a glossary» (1981: 75). Lo curioso es que Newmark –y otros–
presupone que forma parte del deber del traductor suministrar «alternative or

21
supplementary information», como si fuera un perito, un asesor jurídico, una
enciclopedia o un catedrático de derecho. En mi opinión, una traducción no
es un tratado de derecho, y un traductor no es un jurista: aun cuando tenga
estudios jurídicos, no debe entrometerse en el terreno del asesor jurídico, no
le contratan para explicar derecho, asesorar o dar información jurídica y no
tiene póliza de seguro que le cubra al meterse en terreno ajeno.
En el caso de una persona que puede ser afectada por un texto o docu-
mento jurídico redactado en su propia lengua, si no lo entiende, lo normal es
que se deje asesorar por un jurista. Parece que Newmark y otros exigen al
pobre traductor que actúe de perito y, peor aún, que asesore a personas que
pueden no tener idea del sistema jurídico acerca del que ha de asesorarles. Las
dos funciones o papeles son netamente distintos y la función del traductor ter-
mina al traducir.
Vamos a comentar al hilo de esta argumentación la traducción de «The
defence have asked for a Newton Hearing». Si escribimos «La defensa ha
solicitado una vista Newton», habremos cumplido con nuestro deber como
traductores ya que, sin duda alguna, «Newton Hearing» equivale a «vista
Newton», con lo que hemos desempeñado además una función muy impor-
tante que cualquier otra traducción puede no desempeñar; a saber, permite la
retraducción: si se traduce el texto meta a la lengua de partida, surgirá auto-
máticamente –a menos que el segundo traductor sea algo perverso– el térmi-
no Newton Hearing. Ahora bien, si el traductor quiere marcar más abierta-
mente el término, puede elegir una formulación como la que sigue: «La defen-
sa ha solicitado una vista de las denominadas Newton». El metacomentario
«denominadas» señala que el traductor se exculpa, no es responsable de que
los ingleses tengan esta figura ni de que la llamen así, y con ello expone que
él no puede cambiar los nombres que ellos, los ingleses, dan a sus instituciones.
Obviamente, no es por el nombre propio de la «Newton Hearing» por lo
que el traductor declina toda responsabilidad en el asunto. Veamos la fórmu-
la Without Prejudice que, entre otras consecuencias, prohíbe que las partes de
unas negociaciones se sirvan judicialmente de lo comunicado en el curso de
ellas. Por ejemplo, si en unas negociaciones o intercambio de corresponden-
cia encabezada «Without Prejudice», un demandado admite su responsabili-
dad por haber infligido algún daño al demandante y ofrece indemnizarle en un
intento de resolver sus diferencias, pero al final no llegan a un acuerdo y acuden
al tribunal, el demandante no podrá aducir, ni siquiera revelar, que el deman-
dado ha admitido su responsabilidad u ofrecido una indemnización. ¿Qué
hace, pues, el traductor? Lo que no debe hacer, en mi opinión, es escribir un
tratado explicando el concepto: no tiene por qué saberlo, ni puede asumir la
responsabilidad de explicarlo mal.

22
Veamos ahora la oración «They held without prejudice negotiations». Para
su traducción, sugiero algo así como: «Negociaron según el sistema de sin
perjuicio» o «Negociaron bajo el sistema denominado sin perjuicio», dando
así a entender que el concepto trasladado tiene algo que ver con el sistema
inglés, que su explicación no es algo que incumba al traductor y que, por ello,
se lava las manos del asunto. Consecuencias: el traductor ha cumplido con su
deber, se ha cubierto las espaldas y no se ha expuesto a equivocarse. Si el
cliente quiere más explicaciones, que acuda a su asesor jurídico –lo que puede
dar lugar, entre otras ventajas, a más trabajo para el traductor, a quien puede
serle encargada la traducción de la carta dirigida por el asesor jurídico espa-
ñol a un colega inglés pidiéndole explicaciones acerca del significado de la
fórmula.
Otro ejemplo para exponer la argumentación que guía este artículo sería el
siguiente:

While on probation, he has to report to his Probation Officer once a week.

Un «Probation Officer» es un funcionario que vigila, apoya y ayuda a los


que han sido put on probation, es decir, sentenciados a estar durante cierto
tiempo vigilados por este funcionario. El término tiene sentido, pues, sólo
dentro de cierto tipo de sistema penal. Es fundamental, por lo tanto, que la tra-
ducción no engañe al lector español induciéndole a pensar que corresponde a
algo en su sistema, sino que indique claramente que se trata de otro sistema.
Por ello, una traducción admisible sería «Durante el período de su probación,
tiene que personarse una vez por semana ante el funcionario probatorio» o
«ante el llamado Probation Officer». Aquí, no se trata de traducir en el senti-
do convencional del vocablo, sino de señalar que lo expresado tiene algo que
ver con otro sistema penal. (Doy por supuesto a lo largo de mi estudio que el
traductor entenderá el texto de partida: si no, tanto el título de este estudio,
como el propio trabajo, serían mucho más breves, ya que toda traducción sería
imposible).
Está claro, pues, que, mientras lo imposible es siempre intrínsecamente
imposible, y lo difícil suele ser difícil, lo fácil no es siempre fácil, ya que
depende del conocimiento y la competencia del traductor. Cambiando de
registro, ¿es fácil, difícil o imposible traducir al inglés la sencillísima frase
española «Tengo que pagar el recibo de la luz»? Para el que entiende los
intríngulis de las metonimias o sinécdoques españolas, mediante las que se
usa recibo por factura –dos objetos en realidad diametralmente opuestos– y
luz por electricidad, será fácil decir «I must pay the electricity bill». No creo
que nadie niegue que la traducción sea perfecta, aunque no se trata sólo de

23
cuestiones lingüísticas sino de realidades, ya que en España muchas veces el
recibo actúa de factura; cuando te pagan, te obligan a firmar el recibo antes,
así que no sólo el lenguaje sino la realidad extralingüística son diferentes.
Ahora bien, ¿es fácil, difícil o imposible traducir esa oración al inglés? La res-
puesta es que es muy fácil para quien sepa de metonimias y realidades en las
dos lenguas.
Hay otro factor que influye en toda traducción, a saber lo que podríamos
denominar la cadena de interesados en los textos. Ya que el que encarga una
traducción no lo hace por capricho –no elige un texto diciéndose «Voy a
encargar una traducción de este texto, que me parece bonito»–, se sitúa dentro
de una cadena de partes interesadas. El cliente del traductor recibe el texto de
parte de alguien, que se lo manda para que surta algún efecto. Una cadena
muy simple y en la que yo me veo involucrado constantemente es la siguiente.
Un equipo de la policía inglesa se entera de que un sospechoso inglés vive en
España; no pueden trasladarse a España para buscarle o capturarle, ya que no
tienen autoridad fuera de Gran Bretaña. Solicitan, pues, la ayuda de sus cole-
gas españoles para localizarle mediante un proceso tan complejo y laborioso
que parece pensado para que tanto los policías como el sospechoso hayan
muerto de viejos antes de producir algún resultado.
El proceso comienza con una carta redactada por el Ministerio Fiscal
inglés que se denomina letter of request. ¿Es fácil, difícil o imposible traducir
al español el término letter of request? Es fácil desde el punto de vista de que
tanto la función como la forma de las dos realidades se corresponden total-
mente, y difícil desde el punto de vista de que el traductor no puede adivinar-
lo: tiene que saber, o enterarse, de que letter of request equivale a ‘comisión
rogatoria’. Lo que no debe hacer es suponer que se pueda traducir literalmente
para dar ‘carta de petición’. Sin embargo, los policías ingleses que se sirven
de estas cartas como herramienta de su trabajo diario las llaman muchas veces
comrogs, independientemente de que sean sus propias comisiones, redactadas
por ellos mismos, o de las que les llegan de sus colegas de otros países. ¿Por
qué? Porque saben que en francés se denominan commissions rogatoires y les
hace gracia el sonido de la abreviatura comrog, ni más ni menos. Ahora bien,
yo creo que podríamos aprovecharnos de esta actitud mental y la manera
–lúdica, por supuesto– de servirse de términos en lengua extranjera, para pro-
poner una manera de reclasificar lo imposible en fácil. Si los hablantes nati-
vos de una lengua prefieren (en ciertos casos) llamar a algo por su nombre
extranjero, teniendo un nombre perfectamente comprensible en su propia len-
gua, ¿no nos da eso pie a dejar en el texto meta algún que otro término extran-
jero?

24
Un apartado de la letter of request va encabezado por la frase «Enquiries
to be made», expresión nada técnica y que entendería todo hablante de inglés,
por muy analfabeto que fuera. El Oxford Spanish-English Dictionary da por
«enquiry» ‘pregunta’, así que la traducción podría ser ‘preguntas [o quizá, al
hacerlas la policía, ‘investigaciones’] que deben hacerse’. Parece muy fácil y
de hecho lo sería si no fuera por el hecho de que el equivalente español no es
‘preguntas’, ni siquiera ‘investigaciones que deben hacerse’, sino ‘diligencias
que se interesan’. Tengamos en cuenta que existen comisiones rogatorias
españolas por derecho propio y el apartado correspondiente se titula «Diligencias
que se interesan», por lo que éste es el equivalente más admisible o quizá el
único. Parece, pues, que no se trata de una traducción, ni buena ni mala, sino
de buscar y encontrar la terminología correspondiente en la lengua meta.
En un momento dado, la autoridad competente española redacta una res-
puesta a la comisión rogatoria, alguien la traduce, y un buen día la lee un poli-
cía inglés. Aquí surge un peligro que, francamente, no sé cómo evitar o resol-
ver, a saber, el peligro de que el original inglés –que probablemente el tra-
ductor de la respuesta redactada en español no habrá visto nunca–, no se refle-
je en la respuesta. Por ejemplo, si el original solicita que se informe al
«National Crime Squad» del resultado de las diligencias, el primer traductor
escribe «Brigada Criminal Nacional» (traducción racional y exacta) y el tra-
ductor del español elige «National Penal Brigade», o «National Criminal
Brigade», el documento puede correr el peligro de que no llegue nunca a su
destino, ya que la voz inglesa brigade no se asocia nunca con la policía, sino
con el ejército o el servicio de bomberos. De paso diré que la comisión roga-
toria es un género de textos –y no el único– que se redacta con la intención de
que nadie la lea en la lengua de partida (excepto el redactor al redactarla y el
traductor al traducirla).
Naturalmente, lo fácil, lo difícil y lo imposible representan puntos en lo
que es en realidad una escala continua de dificultad. ¿Qué requisitos postulo,
pues, para que sea aceptable la traducción de un texto o fragmento clasifica-
ble como imposible de traducir? Son dos: indicar que se trata de algún rasgo
del sistema jurídico o de la lengua de partida, para así evitar el riesgo de que
el lector crea entenderlo, y expresar dicha característica o rasgo en términos
que sean retraducibles en el sentido de que, al ser retraducidos más o menos
literalmente a la lengua de partida, sean comprensibles en esa lengua.
Además, a mi entender estos postulados tienen una sólida base en la literatu-
ra sobre traducción en general, empezando con el sabio consejo de Peter
Newmark (1995: 35): «Do not always be searching for synonyms», aunque no
creo que se haya aplicado esta máxima específicamente a la modalidad jurí-
dica.

25
Al resumir la «Skopostheorie», Christiane Nord (1991: 24-5) explica:

[…] the TT recipient has a different knowledge of the world [a lo que yo añadi-
ría que, en el caso de la traducción jurídica, el mundo también puede ser dife-
rente], a different way of life, a different perspective on things, and a different
‘text experience’ in the light of which the target text is read […]. That may
mean, for example, that the target reader is not familiar with the subject matter,
which in the source text is dealt with in a special terminology that is supposed
to be well-known to the ST addressees or vice versa […].

Pasando a la teoría de la traducción documental de la misma autora, Nord


(1991: 72-73) aclara:

Documentary translations […] serve as a document of an ST communication


between the author and the ST recipient […]. In a documentary translation
certain aspects of the ST or the whole ST-in-situation are reproduced for the
TT recipient, who is conscious of ‘observing’ a communicative situation of
which he is not a part.

En una obra más reciente, la autora (Nord, 1997: 47) añade:

The result of a documentary translation process is a text whose main function


is metatextual […]. The target text, in this case, is a text about a text, or about
one or more particular aspects of a text.

A mi entender, el concepto de la traducción imposible encaja en estas dos


aproximaciones funcionalistas a la traducción, aunque no pienso entrar en
detalles de cómo o hasta qué punto. Me parece, además, que la comisión roga-
toria es especialmente documental puesto que, en el sentido que da Nord a ese
término, no sólo llama la atención del lector a terminología y realidades aje-
nas a él, sino que, en la práctica, siempre o casi siempre se adjunta a la misma
un anejo con la legislación pertinente a los delitos mencionados en el docu-
mento propiamente dicho.
Tampoco creo que haya ejemplo más exacto que la comisión rogatoria res-
pecto de la opinión de Ernst-August Gutt (2000: 215) quien, al referirse a la
distinción establecida por Juliane House (1997: 66-71) entre traducción abierta
y encubierta (overt y covert), arguye:

[…] in a very real sense, translation cannot be covert: since one of its defining
characteristics is that it comes with the intention of informing the target
audience that the original author has said or written such-and-such, it cannot
achieve its objective without that intention being recognized by the audience.

26
En otra obra (Gutt, 1998: 46), el mismo autor comenta la coordinación de
«las intenciones del comunicador con las expectativas de la audiencia». A esto
añadiría que es el traductor quien define y determina estas expectativas al
escribir lo que escribe, puesto que el lector acepta lo que se le ofrece sin tener
ideas previas y sin formular exigencias a priori. Cuanta más experiencia tenga
un lector en leer documentos jurídicos traducidos, más se habrá acostumbra-
do a trabajar con lenguaje y conceptos extraños o incomprensibles.
Todo traductor se enfrenta con dos posibilidades generales en el momen-
to de traducir: puede llevar el mundo de partida al lector o introducir al lector
en el mundo de partida. Esta idea no es original. Refleja lo dicho en 1813 por
Freidrich Ernst Daniel Schleiermacher (1768-1834) sobre el hecho de que el
traductor puede o bien dejar en paz en cuanto sea posible al autor trayéndole
al lector, o bien dejar en paz en cuanto sea posible al lector llevándole al autor
(citado en Wilss, 1982: 33). Sin embargo, mientras que en la traducción lite-
raria se ha establecido la tradición de que el lector entra en el mundo del texto
original, en la traducción jurídica no se ha establecido ninguna tradición
correspondiente y el traductor tiene libertad para elegir entre las dos perspec-
tivas: «Querido lector: este texto habla de realidades y se sirve de un lengua-
je que, aunque sean propios de otro mundo, podrían existir y emplearse en su
mundo, y por lo tanto se los presento como parecidos a los que usted ya cono-
ce»; o al contrario: «Querido lector: este texto habla de realidades y se sirve
de un lenguaje que son muy ajenos a los del mundo en el que usted vive, y por
lo tanto le invito a trasladarse con mi ayuda a aquel mundo, en el que verá
cosas extrañas y quizá incomprensibles.»
Aunque tratando casos diferentes a los que me ocupan, Enrique Alcaraz
Varó y Brian Hughes (2002: 155) aclaran:

Indeed, the only problem in certain cases is to decide whether to translate the
terms or to leave them in the original English, thus marking them as technical
peculiarities, the product of specific local conditions with no exact parallel
elsewhere.

Lo que quiero sugerir es que la segunda técnica, la transferencia, se pres-


ta particularmente a los casos de traducción imposible, sea debido a causa de
realidades y figuras o a causa del lenguaje y el estilo que no corresponden de
un sistema a otro. La idea que defiendo es optimista ya que se basa en la pre-
misa de que, si en estos casos la traducción se presenta como imposible, no
podremos hacerla, y, para no hacer nada, haremos algo más factible. Y ¿qué
podría ser más factible que dejar las cosas tal y como aparecen en el original,
o bien en la misma lengua de partida o en todo caso levemente cambiadas?

27
Para explicar lo que entiendo por «levemente cambiadas», veamos como
ejemplo la Police Caution. Se trata de una advertencia o amonestación que
puede administrar un funcionario de la policía que no sea (aparte de ciertos
casos excepcionales) de un grado inferior al de inspector después de haberse
practicado una investigación e interrogado (en inglés se dice entrevistado) al
sospechoso, siempre que éste manifieste su consentimiento y se reúnan tres
requisitos: (a) el delito (o falta) sea de menor cuantía, (b) el imputado no tenga
antecedentes penales y (c) haya confesado su culpabilidad. Se trata, en reali-
dad, de un modo de disponer del caso y del delincuente, según la terminolo-
gía de la policía inglesa. Se le toman al imputado las huellas dactilares, una
fotografía y una muestra de ADN, se guardan sus datos en el ordenador de la
policía y, en caso de reincidir, podrá ser castigado por los dos delitos (o fal-
tas). Con estas salvedades, queda en libertad incondicional.
El término caution podría traducirse de varias maneras (‘caución’, ‘amo-
nestación’, ‘advertencia’, etc.) pero la traducción quedaría vacía, y única-
mente alcanzaría las palabras, sin tocar ninguna realidad propia del ordena-
miento español. En mi actividad profesional, he traducido infinitas cautions y
siempre uso el término ‘amonestación’. En la situación real, el interesado se
da cuenta rápidamente de lo que es la amonestación y sugiero que se puede
emplear el término sin escrúpulos, ya que tiene sentido en español y un tra-
ductor que no lo conozca lo encontrará al abrir cualquier diccionario.
Como escribe Gideon Toury (1995: 207-8):

[…] it is a well-documented fact that in translation, linguistic forms and structures


often occur which are rarely, or perhaps even never encountered in utterances
originally composed in the target language. The occurrence of such ‘alien’
phenomena owes much to the fact that the verbal formulation of a translation
is partly governed by a felt need to retain aspects of the corresponding source
text invariant, which is a strong target-external constraint on its establishment
[…] source-text interference is indeed an important source of forms which clearly
deviate from general target-language patterns […].

Tres consecuencias de lo que aquí sugiero serían, pues: usar términos y


estructuras que no resultarían normales en el sistema meta (sean términos de
la lengua de partida como «vista Newton» o términos de la lengua meta como
«amonestación»); con ello el lector se da cuenta de que tales términos y
estructuras tratan de algo que no entiende del todo; y, al retraducir más o
menos literalmente el texto meta a la lengua de partida, el lector del texto tra-
ducido comprenderá algo.
Vuelvo a citar a Gideon Toury (1995: 28):

28
[…] it is not unusual for a certain amount of deviance to be regarded not only
as justifiable, or even acceptable, but as actually preferable to complete nor-
mality […]. Moreover, even if they are not culturally favoured, deviations –
even when they manifest themselves in the very make-up of the texts – do not
necessarily disturb the ‘persons-in-the-culture’.

Repito que, en mi opinión y de acuerdo con mi experiencia, los clientes y


los lectores de una traducción son conscientes de que ésta puede ser muy dife-
rente de cualquier texto original, aceptan lo que se les entrega sin ponerse a la
defensiva: no suelen ser seres agresivos, como a veces lo son los críticos, los
profesores universitarios o los traductólogos.
Otra consecuencia más es que, si nos permitimos traducir lo imposible
dejando lo que se encuentra en el texto de partida o bien exactamente tal y
como aparece en ese texto o bien levemente cambiado, ¿por qué no echar
mano de la misma estrategia o subterfugio en casos no estrictamente imposi-
bles sino solamente difíciles? Y, como la categoría de difícil es flexible, ¿por
qué no servirnos de ella en casos, no estrictamente difíciles, sino sólo un poco
difíciles o tirando a fáciles, según nuestra competencia y nuestra percepción
del texto? Al fin y al cabo, nuestros clientes y lectores (al menos la inmensa
mayoría de ellos) no pueden adivinar lo que es –para nosotros– fácil, difícil o
imposible. Esta distinción queda estrictamente para usos domésticos y no
vamos a aclararles que un texto dado ha sido fácil, difícil o imposible, arries-
gándonos con ello a que piensen que nos pagan demasiado (en el primer caso)
o que somos incompetentes (en los dos últimos casos).
Es curioso que, aunque diferentes estudiosos de la traducción han tratado
la posible imposibilidad de la traducción con referencia a otros géneros de
textos, ninguno parece haber tocado el género jurídico. Por ejemplo, Hatim y
Mason (1990: 13) –como otros, entre ellos James Holmes (1988: 45)– se pre-
guntan si la poesía es, o no, traducible, sin hacer su duda extensiva al género
jurídico.
Veamos ahora un texto que, al enfrentarme con él hace poco, me pareció
a primera vista imposible de traducir –o quizá meramente difícil o casi fácil–
por motivos puramente lingüísticos. Se refiere al artículo 170 de la Customs
and Excise Management Act 1979 (Ley Británica de 1979 de Administración
de Aduanas y Arbitrios), el cual establece:

[…] if any person is, in relation to any goods, in any way knowingly concerned
in any fraudulent evasion or attempt at evasion:-
(a) of any duty chargeable on the goods;
(b) of any prohibition or restriction for the time being in force with respect to
the goods under or by virtue of any enactment, or

29
(c) of any provision of the Customs and Excise Act 1979 applicable to the
goods, he shall be guilty of an offence under this section and may be arrested.

Notamos que el sustantivo inglés «evasion» se combina perfectamente con


los sustantivos «duty» (‘tasa’ o ‘impuesto’), «prohibition or restriction» (‘pro-
hibición o restricción’) y «provision of an Act» (‘disposición de una ley’). Me
pregunté si serían admisibles en español las colocaciones correspondientes:
«Incurrirá en un delito […] aquel que estuviere involucrado en una evasión
fraudulenta de cualquier tasa […], de una prohibición o restricción […] o de
cualquier disposición de una Ley […]». Al enfrentarme con esta cláusula
(precisamente en el anejo de una comisión rogatoria), pedí la opinión de cua-
tro amigos y colegas españoles, quienes optaron por: «evasión de una tasa»,
«elusión de una prohibición o restricción» e «infracción de una disposición
legal» (dos); «eludir una tasa», «burlar una prohibición o restricción», y «sus-
traerse a una disposición legal»; y «evadir una tasa», «eludir una prohibición»,
e «infringir una disposición legal».
Está claro que ninguno de mis informantes optó por la colocación de «eva-
sión» con «tasa», «prohibición o restricción» y «disposición» sino que eligie-
ron tres colocaciones distintas. ¿Por qué, pues, no me convencieron sus tra-
ducciones y seguí preguntándome si la colocación en cuestión daba lugar a un
texto imposible de traducir? Sencillamente porque el inglés habla de una
«evasion of duty […] prohibition or restriction […] provision», refiriéndose a
un solo delito aunque cometido de tres maneras diferentes (análogo al robo de
drogas, coches y teléfonos móviles), mientras que las versiones de mis cuatro
informantes hablan de la «evasión de una tasa, elusión de una prohibición e
infracción de una disposición», estableciendo tres delitos distintos (análogo al
suministro de drogas, conducción de coches con exceso de velocidad y robo
de teléfonos móviles). ¿Qué hacer, pues? Me pregunté si sería aceptable lo
siguiente:

Incurrirá en un delito a tenor del presente artículo y podrá ser detenido todo
aquel que, con respecto a cualquier bien o cualesquiera bienes, estuviere de
cualquier manera y a consciencia involucrado en una evasión fraudulenta o un
intento de evadir fraudulentamente:-
(a) el pago de cualquier tasa imponible al bien o a los bienes;
(b) cualquier prohibición o restricción vigente en un momento dado y referen-
te al bien o a los bienes de conformidad con, o como consecuencia de, alguna
disposición legislativa; o
(c) cualquier disposición de la Ley Británica de 1979 de Aduanas y Arbitrios
que sea aplicable al bien o a los bienes.

30
Al encontrarme aparentemente obligado a elegir entre una versión que
contuviera unas colocaciones dudosas –«evadir el pago […] [evadir] cualquier
prohibición o restricción […] [evadir] cualquier disposición de la Ley»– y
otra que cambiara el significado del texto –«evadir el pago […] eludir cual-
quier prohibición […] infringir una disposición legal»–, y convencido de que
la exactitud o la fidelidad importa más que la corrección lingüística, la ele-
gancia estilística o la comprensibilidad, había optado por la primera estrate-
gia, hasta que uno de mis colegas (M.A.G.R.), a quien agradezco de manera
especial su colaboración, me hizo ver que el comportamiento semántico y sin-
táctico del sustantivo y el verbo españoles «elusión/eludir» era idéntico al del
inglés «evasion/evade». Propongo, pues, la versión siguiente:

Incurrirá en un delito a tenor del presente artículo y podrá ser detenido todo
aquel que, respecto de cualquier bien o cualesquiera bienes, estuviere de cual-
quier manera y a consciencia involucrado en una elusión fraudulenta o un
intento de eludir fraudulentamente:-
(a) el pago de cualquier tasa imponible al bien o a los bienes;
(b) cualquier prohibición o restricción vigente en un momento dado y refe-
rente al bien o a los bienes de conformidad con, o como consecuencia de, algu-
na disposición legislativa; o
(c) cualquier disposición de la Ley Británica de l979 de Aduanas y Arbitrios
que sea aplicable al bien o a los bienes.

Este ejemplo aumenta el optimismo ya mencionado e inherente en la fle-


xibilidad de la categoría de imposible tal y como yo la concibo, demostrando
que a veces lo que parece imposible no tiene necesariamente que serlo. (Sólo
queda por aclarar que la séxtuple repetición de «cualquiera» en el texto meta
refleja el uso ocho veces repetida de «any» en el original inglés.)
¿Cuál es, pues, mi aportación, si la hay, a la práctica de la traducción jurí-
dica? Sugiero que, al enfrentarse con textos imposibles de traducir (incluyen-
do en esta flexible categoría textos difíciles y no tan difíciles), el traductor
habrá cumplido con su deber si señala lo más claramente que pueda (o bien al
comienzo de la traducción o como parte integral de la misma traducción del
segmento imposible) que el original es así, o exactamente igual o levemente
adaptado, ya que él no tergiversa, moldea, conforma, metamorfosea o traduce
realidades del mundo de partida, ni es un fabricante, creador o confecciona-
dor de términos nuevos, sino que sólo toma metafóricamente de la mano al
lector y le dice: «Mire usted, querido lector, esto es lo que dice el texto, así es
cómo lo dicen en el mundo de partida, son cosas de ellos, el texto es así por-
que así son ellos.» De manera que, lejos de prescribir o dictaminar, sólo he

31
querido insinuar, partiendo de mi propia experiencia y manera de pensar sobre
estos problemas, que lo imposible puede venir a ser tan fácil como lo fácil y
desde luego mucho menos difícil que lo difícil.

BIBLIOGRAFÍA

ALCARAZ VARÓ, E. y B. HUGHES (1993): Diccionario de términos jurídicos:


Inglés-Español, Spanish-English, Barcelona, Ariel.
— (2002): Legal Translation Explained, Manchester, St. Jerome.
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Theory Observations» en L. HICKEY (ed.) (1998): The Pragmatics of
Translation, Clevedon, Multilingual Matters, pp. 41-53.
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St. Jerome (1ª edición de 1991).
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Didactic Application of a Model for Translation-Oriented Text Analysis,
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TOURY, G. (1984): Descriptive Translation Studies and Beyond, Amsterdam,
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WILSS, W. (1982): The Science of Translation: Problems and Methods,
Tubingen, Narr.

32
LA ASIMETRÍA CULTURAL Y
EL TRADUCTOR JURÍDICO.
EL LENGUAJE DEL DERECHO,
LA CULTURA Y LA TRADUCCIÓN1
JEAN-CLAUDE GÉMAR
ETI, Universidad de Ginebra

La comprensión de los otros es un ideal contradictorio: nos pide cambiar sin


cambiar, ser otros sin dejar de ser nosotros mismos.
Octavio Paz (1983: 31)

1. INTRODUCCIÓN

E STE ENSAYO ESTÁ DEDICADO A LA TRADUCCIÓN, y más concretamente a la


traducción de textos jurídicos. Dado que el derecho es a la vez producto
y representación de una cultura, trataré en primer lugar el factor cultural (1),
porque desempeña un papel esencial en traducción, pero lo haré de forma muy
breve ya que el problema que plantea sobrepasa los límites de la traductolo-
gía. A continuación, analizaré el lenguaje del derecho como lengua de espe-
cialidad (2), aunque también brevemente puesto que es objeto de exhaustiva
investigación tanto en lingüística como en jurilingüística.2 Pese a que la cues-
tión de la traducción de las lenguas de especialidad (3), la jurídica en particu-
lar, sigue siendo de gran interés para la formación del traductor, me detendré
sólo en lo esencial puesto que este tema ya se ha tratado ampliamente (Gémar,
1995; Sarcevic, 1997). Por otra parte, es importante determinar todo lo que se
entiende por texto jurídico. Trataré de aclarar la cuestión (4) antes de analizar
este tipo particular de texto y su relación con la traducción (5). Abordaré des-
pués el tema de la equivalencia en traducción, pero aplicada al texto jurídico
(6). Este ideal de equivalencia sigue siendo un terreno sin explorar, todavía
demasiado vago a pesar de las aportaciones más recientes de los traductólo-
gos. Basta con plantear la cuestión de la comparación o la distinción que se

1. La traducción de este texto y de las citas es de Marta Renau Michavila. En las citas traduci-
das se conserva la paginación del volumen referenciado en la bibliografía.
2. Son innumerables las bibliografías y trabajos dedicados a este tema. Véase, por ejemplo:
http://www.umoncton.ca/cttj/documents/actualitesjurilinguistiques.pdf.

33
debe hacer entre traducción y adaptación para comprender la complejidad de
la noción de equivalencia en traducción. Guarda todo su misterio, que es el del
lenguaje, el de las lenguas naturales y la palabra que éstas producen, es decir,
el misterio del sentido y los significados (7).

2. LENGUA, CULTURA Y TRADUCCIÓN

La traducción, actividad tan antigua como la humanidad, es esencialmen-


te humana hasta los años 60. Con el desarrollo de la informática, la traducción
es cada vez menos propiedad del hombre, que se encuentra cada vez más asis-
tido o incluso reemplazado por la técnica y las máquinas (Mitkov, 2003).
De ahí que la naturaleza misma de la traducción haya cambiado. Se espe-
ra del traductor más un savoir-faire que una simple competencia. La cantidad
de textos denominados pragmáticos aumenta constantemente, dado que son
producto de innumerables actividades humanas de nuestras sociedades,
sedientas de conocimientos y voraces de información de todo tipo.
Proporcionalmente, como muestran las estadísticas publicadas por la UNESCO
(2003),3 el volumen de traducción de textos estéticos,4 antaño dominantes, no
deja de disminuir en beneficio de la traducción utilitaria. Esta tendencia refle-
ja la orientación actual de la sociedad postindustrial, que se dedica más a acti-
vidades de servicios remuneradas (de orden comercial, económico, jurídico,
técnico, etc.) que a actividades no lucrativas.
La traducción no ha dejado de ser un vehículo excepcional de informa-
ción, de conocimiento y de saber desde hace unos 5.000 años (Gémar, 1995:
21). Al permitir que se descubran obras y producciones humanas elaboradas
y transcritas, a veces miles de años atrás, en una lengua extranjera, al dar acce-
so a civilizaciones y culturas del pasado o del presente, la traducción ha con-
tribuido al desarrollo de la humanidad en tres vertientes distintas: las ideas
que circulan en el seno de cada agrupación humana, la organización de las
sociedades y su economía.
La Pléyade en Francia y la Vulgata en Alemania muestran que la traduc-
ción es un vector extraordinario de enriquecimiento lingüístico y cultural y,
para una lengua, un medio rápido y simple de desarrollarse: basta con impor-
tar y después adaptar un modelo extranjero, como hizo la Pléyade. El tiempo

3. La UNESCO proporciona esta información también en su página web (URL www.unesco.org/


culture/xtrans)
4. Según la división clásica de la traductología contemporánea en textos literarios/estéticos y
pragmáticos/utilitarios.

34
se encarga de seleccionar, manteniendo sólo aquello que constituye un buen
uso para unos y, para otros, un uso útil, funcional o criticable. Las principales
lenguas vehiculares pasaron en un momento dado de su historia por una fase
vertical, en la que la influencia se ejercía de arriba abajo. Sometidas a domi-
nación al principio, se liberaron progresivamente del yugo bajo el que las
mantenía una tradición (cf. Juramentos de Estrasburgo en 842: romance y ger-
mánico contra latín) o una ocupación extranjera (cf. inglés contra francés,
francés contra alemán e inglés; alemán contra francés o sueco; flamenco con-
tra español; español contra árabe, etc.) y salieron enriquecidas y reforzadas de
esta confrontación.
Si trasladamos esta situación a nuestra época, observamos que se tiende a
establecer una relación de alter ego. Al menos entre las principales lenguas
vehiculares, ya que el inglés –lingua franca de nuestro tiempo– constituye un
caso aparte: en relación con la lengua de Shakespeare, cualquier lengua está
en situación de inferioridad. El mercado, sobre todo el de la edición, dicta sus
propias leyes, también en traducción. Y digo bien: se tiende a una relación de
igualdad, dado que la realidad, cada vez más matizada, es diferente. De hecho,
no son los grandes poderes –literarios, económicos, militares o comerciales–,
salvando las distancias, los que producen más traducciones, sino los países
como Bélgica, Finlandia, Países Bajos o Noruega (cf. Index Translationum).
En su caso, al contrario que en las principales lenguas vehiculares, la necesi-
dad obliga.

2.1. Lengua y traducción

Sabemos lo que el desarrollo de las lenguas debe a la traducción. Sin embar-


go, una sociedad que sólo confiara en la traducción como modo de desarrollo
de su lengua, su cultura y su saber correría gran peligro de perder su alma. De
hecho ¿qué podría expresar una sociedad solamente traducida? Como afirma
Montesquieu en Cartas persas, una sociedad así no pensaría, ya que no se
expresaría por sí misma. En tal caso no podríamos hablar de sociedad de
expresión (Gémar, 1983).
La traducción sólo es, en el mejor de los casos, una aproximación, un acer-
camiento al texto de partida según un proceso que he calificado de antropoló-
gico (Gémar, 1995). Para el escritor y ensayista antillano Edouard Glissant:
«La traducción, arte del acercamiento y de la aproximación, es un ejercicio de
indagación.» (1993: 28).
La traducción no deja de ser la principal forma de transferencia de un texto
redactado en una lengua hacia un texto escrito en otra lengua. Es sin duda el

35
vector más utilizado en el mundo con este fin. Numerosos países han desta-
cado en esta práctica, entre ellos Canadá, que comparte con Camerún, entre
otros, el temible privilegio de tener que trasladar la lengua, el texto y el espí-
ritu de sus leyes no sólo a otra lengua y, por una vez, del francés al inglés, sino
a otro sistema jurídico situado en las antípodas del primero.
La lengua es el pilar en el que se sustenta la historia de un pueblo. Las
palabras que la componen y el discurso que la expresa traducen los valores de
un patrimonio común, que cada generación se esfuerza por transmitir dejan-
do su impronta, su huella (Glissant, 1993).
Además del desarrollo del pensamiento y la técnica y del enriquecimien-
to de las culturas por medio de una literatura didáctica en lenguas vulgares, la
traducción ha influido considerablemente en el curso de la evolución lingüís-
tica. El traductor enriquece su lengua con palabras nuevas, imágenes y giros
que no le habrían llegado de forma natural o que no habría imaginado si no se
hubiera puesto en contacto con el texto extranjero. Las lenguas hacia las que
se empezó a traducir el griego y el latín eran mucho menos ricas y estaban
menos desarrolladas que las lenguas de partida, ya que se trataba de dialectos
esencialmente hablados y, por tanto, desprovistos de tradición escrita. En
comparación, las lenguas de referencia, llamadas clásicas, fertilizaron las len-
guas vulgares a través de numerosos préstamos que tomaron generaciones de
traductores.
Esta afirmación de las lenguas vernáculas ante el griego y el latín se la
debemos en parte a la paciente labor del traductor. Fue él quien contribuyó a
promover el estatus de las lenguas de llegada, elevándolas poco a poco al nivel
de su modelo clásico e impulsándolas hacia la modernidad. Cuando conside-
ramos las lenguas de oíl y de oc y las numerosas transformaciones, variantes
y acentos que engendraron, en un espacio sin embargo tan limitado como el
sur de Europa, vemos lo que podría representar la aportación lingüística y cul-
tural de la región vecina. Este «frottement de la cervelle contre celle d’autrui»
sigue siendo la mejor forma de abrir y desarrollar el espíritu. El conocimiento
de otra lengua no sólo enriquece el vocabulario de la persona que lo posee. Si
se trata además de una lengua de una familia alejada de la nuestra, su influencia
será todavía mayor. El acceso a una cultura, a formas de decir, de pensar y de
hacer diferentes alimenta otro tanto nuestro espíritu. Es la diferencia, más que
la proximidad, la que constituye la fuente del enriquecimiento personal. Con
relación a nuestra lengua, nuestra cultura y nuestros conocimientos, esta dife-
rencia, esta distancia, son otros tantos factores multiplicadores y, para André
Gide al abandonar su lengua, el mejor medio de volver a ella para penetrarla
a fondo.

36
2.2. Desafíos y funciones de la traducción

Pero existe un riesgo, percibido por Octavio Paz (1983: 31). El dilema que
plantea la comprensión de los otros ¿no es el mismo al que se enfrenta el tra-
ductor diariamente? Dividido entre el etnocentrismo, del que serían tradicio-
nalmente buena prueba los imperios culturales y sus ciudadanos (Berman,
1984), y la tentación de ponerse a la escucha del Otro, el traductor es un ser
ambivalente. Sin embargo, en su favor hay que admitir que la lengua expresa
valores de un patrimonio común o, dicho de otro modo, de una cultura, si se
admite que nos podamos poner de acuerdo sobre el sentido que se da a este
término polifónico, que lingüistas y traductólogos tanto se han esforzado por
definir. Por ejemplo, para el lingüista Emile Benvéniste la cultura es «el medio
humano, todo lo que allende el cumplimiento de las funciones biológicas da
a la vida y a la actividad humanas forma, sentido y contenido». (Benvéniste,
1966: 30). Peter Newmark, el traductólogo, ve en la cultura «[…] la forma de
vida y las manifestaciones que son características de una comunidad que uti-
liza un lenguaje determinado como forma de expresión» (1988: 94). Para
Claude Hagège, actuar sobre las lenguas viene a ser actuar sobre las propias
culturas (1985: 204). Afirmaciones que no podrían dejar indiferente al tra-
ductor, y que de hecho nos dejan insatisfechos.
Por ello, para comprender todo el alcance del término que encubre una
noción tan marcadamente connotada, habría que remontarse a las fuentes de
la civilización y de los mitos fundadores (Dumézil, 1995), y convocar simul-
táneamente a la antropología (Lévi-Strauss, 1949), la sociolingüística y la tra-
ductología (Nida, 1996), e incluso, en lo que depende concretamente del texto
jurídico, a la antropología jurídica (Rouland, 1991, Vanderlinden, 1996).
Edgar Morin, que ha consagrado su vida al estudio del conocimiento y del
saber, ve en la cultura (Morin, 1999: 3.3):

El conjunto de saberes, conocimientos prácticos, reglas, normas, prohibicio-


nes, estrategias, creencias, ideas, valores y mitos que se transmite de genera-
ción en generación, se reproduce en cada individuo, controla la existencia de
la sociedad y mantiene la complejidad psicológica y social. No hay sociedad
humana, arcaica o moderna, que esté desprovista de cultura, pero cada cultura
es singular. Así, siempre hay una cultura en las culturas, pero la cultura sólo
existe a través de las culturas.

Lo mismo ocurre con la traducción. Para quien dude que la cultura es con-
sustancial a la lengua, el ejemplo de Canadá muestra una estrecha interacción

37
entre los aspectos lingüísticos, culturales y sociopolíticos (Plourde, 2000) que
representa muchos desafíos, de los que la identidad (Taylor, 2000: 352) cons-
tituye el epicentro.
El hecho es que se trata de un fenómeno raro, una excepción cuyo ele-
mento clave es la traducción. Sin ella, ninguna comunicación interlingüística
sería posible. Gracias a la traducción,5 el Estado de Canadá ha podido hacer
funcionar de forma eficaz sus instituciones en un territorio inmenso con dos
lenguas oficiales, el inglés y el francés, sancionadas en su constitución (1867,
1982). Aquí prima la voluntad (política) de respetar la lengua y la cultura de
los dos pueblos fundadores al ofrecerles las condiciones y los medios para
expresarse en el ámbito nacional.
¿Es, entonces, en la capacidad de una lengua para repeler lo extranjero
(Berman 1984: 26) en donde reside su fuerza, como parece creerse común-
mente? También podríamos preguntarnos si la verdadera fuerza de una lengua
no viene más bien, como creía Gœthe, de su capacidad para devorar lo extran-
jero. Aún así, siempre subsistirán vestigios. Prueba de ello son, por ejemplo,
las principales lenguas europeas y sus numerosos préstamos a otras lenguas,
a veces muy antiguos, durante el curso de su evolución. Esto ha podido llevar
al ensayista suizo Iso Camartin a pensar, a propósito del retorromano, que
aunque toda cultura (y lengua) está profundamente enraizada en su zona, el
fragmento, esto es, la lengua y la cultura locales, no puede ignorar lo extran-
jero (es decir, el todo: el vecino, el mundo), sin correr el peligro de anquilo-
sarse (Camartin, 1996). El ejemplo de Canadá, y sobre todo el de Quebec, es
revelador. La lengua francesa, en contacto con el inglés, ha evolucionado de
forma sorprendente desde la «revolución tranquila» (Plourde, 2000: 232-319).
La mayoría de las grandes ideas vehiculadas en occidente, en las princi-
pales lenguas de civilización, fueron introducidas por medio de la traducción.
Si bien a principios de la era de la traducción esta actividad se reducía esen-
cialmente a la traducción en lengua vernácula de textos griegos y latinos, no
tardó mucho en pasar a las lenguas vulgares. Cada pueblo aprovechó las
riquezas ofrecidas por la lengua de otros: los rusos se beneficiaron de las apor-
taciones de la lengua alemana; los alemanes y los ingleses, de las del francés.
Y ya sabemos lo que el francés debe a la acción de la Pléyade. Ninguna len-
gua ni ningún país se bastan por sí mismos. El contacto con un pensamiento
formado en otros lares produce una reacción instintiva en el espíritu, que bien
se abre a él y se alimenta, aunque sea por emulación o imitación, o bien se

5. Y en especial a la traducción jurídica. Véase sobre este punto mi tesis doctoral Fonctions de
la traduction en milieu bilingue et langage du droit au Canada, Toulouse, Université du
Mirail, 1994 [reprografiado].

38
encierra en sí mismo, en un reflejo de autodefensa o de rechazo, para prote-
gerse (Berman, 1984). Habría por tanto culturas abiertas y culturas cerradas
en sí mismas (Morin, 1999: 3.3). Un pensamiento original, si consigue ser
comunicado, independientemente de la lengua que lo exprese, suele ser un
poderoso estimulante para quien lo descubre. De este pensamiento original se
derivan otros, y así sucesivamente. Ya no es necesario probar el efecto multi-
plicador de una traducción.
En suma, la traducción tiene como función «poner en contacto una cultu-
ra extranjera con otra, y preparar el terreno para un tertium quid, un nuevo
mundo intelectual» (White, 1985: 52). Forma parte intrínseca del desarrollo
de la Unión Europea, en la que se ha convertido en un desafío lingüístico, y
también político y económico teniendo en cuenta el número de lenguas en
juego (Moréteau, 1999: 143).

2.3. La resistible atracción de las culturas

Circulan muchas ideas sobre la relación entre cultura y traducción.


Pensamos, y es una intuición a menudo acertada, que cuanto más se aleja una
cultura de la del traductor, más difícil es para éste trasladarla a su texto de llega-
da. El ejemplo de la traducción de la Biblia a determinadas lenguas, como por
ejemplo algunas africanas, lo prueba sobradamente: las nociones de desierto,
de tienda, de arena y de espacio plantean grandes dificultades al traductor
cuyo destinatario vive en el corazón de «este magnífico y salvaje manto
verde» (Loti) que es la selva virgen. Pero no por eso hay que subestimar los
obstáculos que presentan las lenguas y culturas hermanas. Como apunta Iso
Camartin, el extranjero es ante todo el vecino (Camartin, 1996: 24). Tal como
veremos más adelante, la proximidad e incluso la cohabitación de lenguas y
de sistemas no garantizan de ningún modo la transmisión de un hecho cultu-
ral (cf. Sparer, 1979).
Esto quiere decir que la cultura está en el seno de la problemática de la tra-
ducción y de las dificultades que plantea al traductor. Según Amparo Hurtado
(2001: 607-608):

La traducción no sólo se produce entre dos lenguas diferentes, sino también


entre dos culturas diferentes; la traducción es, pues, una comunicación inter-
cultural. El trasvase de los elementos culturales presentes en un texto es uno
de los mayores problemas a que se enfrenta el traductor.

Paul Bensimon comparte esta opinión y afirma (Bensimon, 1998: 10):

39
[…] la traducción es una de las vías esenciales de comunicación intercultural
y uno de los principales modos de crecimiento de las culturas. No es menos
cierto que el hecho cultural, en su esencia, resiste con fuerza a la operación de
la traducción, primero por su irreductible singularidad, su anclaje en una cul-
tura original más o menos diferente de la cultura receptora […].

Sin embargo, es otro tipo de resistencia en el que hay que pensar puesto
que, antes de empezar a traducir un texto, hay que comprenderlo.
Independientemente de la complejidad de las operaciones que intervienen en
el proceso que conduce a la comprensión de un texto, fenómeno que excede
el ámbito de este estudio, el traductor deberá reconocer desde el primer ins-
tante el contexto al que pertenece dicho texto. Interviene entonces la distin-
ción, reciente en lingüística y traductología contemporáneas, y por tanto dis-
cutible, que hacemos entre (texto) estético y (texto) pragmático.
Podemos entender las razones, pero no por ello aceptarlas tal cual. La divi-
sión maniquea del mundo en dos hemisferios, el del trabajo y los negocios (y,
por tanto, el pragmatismo de una producción de intención práctica) opuesto al
del ocio y el descanso (aspecto lúdico del texto de ficción), invita, por moti-
vos de orden práctico, a simplificar y reducir un fenómeno mucho más com-
plejo de lo que parece, más que a analizarlo y explicarlo. Por mi parte,
siguiendo a Goethe, prefiero hablar de lengua de naturaleza y de lengua de
cultura (Gémar, 1995: 173), que dan lugar al nacimiento de los correspon-
dientes textos.
Como parte integrante de una cultura, la traducción viene a ser su levadu-
ra. La enriquece mientras la deforma, a menudo por largo tiempo. La traduc-
ción, etnocéntrica o no, es formadora, como lo fue por ejemplo en los siglos
XVI y XVII. Pero si es etnocéntrica, si produce un texto en el que el destinata-
rio (lector) se encuentra como en su casa, me parece menos fecunda que una
traducción que, procedente de una lengua, cultura o tradición extranjeras, sor-
prende, molesta o incluso zarandea al lector, obligándole a interrogarse y enri-
queciéndole con su diferencia. Además, para que la traducción sea «la esen-
cia misma de la civilización», como afirma Isaac Bashevis Singer,6 tal vez el
traductor deba tender más hacia la liberación del texto extranjero y resistir a
la atracción de la cultura de llegada. De ahí se deduce que la traducción7 es
desestabilizadora por definición, que debe provocar un choque saludable en el
lector y dejar huellas tras su paso. El enriquecimiento, y por tanto la civiliza-

6. En una entrevista concedida a Time, 19 de noviembre de 1985, p. 139.


7. Literaria, se entiende. Sin embargo no podemos excluir otras categorías de textos, entre ellos
ciertos textos jurídicos (contratos, testamentos o sentencias, por ejemplo).

40
ción, nace también de este choque, de esta diferencia. Traducir no consiste
necesariamente en deleitar al destinatario, en agradarle al encontrar el texto
que espera leer, sino más bien en sorprenderle proponiéndole un texto extran-
jero a su cultura, a sus costumbres. Para Gide, el interés de un libro reside en
«la revelación de una nueva actitud ante la vida» (tercera Lettre à Angèle). En
definitiva, mediante la traducción, el traductor aspira a (re)encontrar la inten-
ción real del autor del texto, y no a comportarse como si fuese el propietario
cuando sólo es su trustee, es decir, un tenedor temporal, ligado por una con-
vención implícita al autor del texto.
Los fundamentos tradicionales de las culturas, tanto al norte como al sur,
se tambalearon violentamente tras el final de la Segunda Guerra Mundial.
Esto provocó una transformación de la que todavía no acertamos a distinguir
los límites. En la era de la mundialización, parece que nos dirigimos hacia una
forma de cultura que descansa sobre bases más amplias y más frágiles al
mismo tiempo, una cultura que será a la vez mixta y más integrada. De ahora
en adelante, ya no se apoya únicamente sobre el pilar literario, clásico o
moderno. El patrimonio informativo del traductor de nuestro tiempo ya no
puede estar constituido sólo por el conocimiento de costumbres y obras lite-
rarias de una época. El bagaje del traductor también debe abarcar el conoci-
miento de los hechos, de los acontecimientos sociales, económicos, políticos,
científicos e incluso técnicos de su tiempo. Es así como se forma una cultura
denominada general, es decir, un bagaje compuesto tanto de saberes como de
los conocimientos prácticos de la sociedad.

2.4. El traductor, mediador intercultural

Si la operación traductora es ante todo, según los teóricos del lenguaje, un


acto de comunicación, también es como mínimo un acto de fe, de confianza
del traductor en el éxito de la comunicación interlingüística, a pesar de los
obstáculos que hay que superar. Para alcanzar este objetivo, el traductor debe-
rá:

1. comprender el mensaje;
2. reescribirlo, y
3. trasladarlo.

Para ello, la máquina o la técnica todavía representan sólo un medio, más


o menos eficaz según el caso, de trasladar el mensaje y establecer la comuni-
cación (Bouillon, 1993). En el estado actual de la ciencia (Mitkov, 2003), el

41
traductor es todavía irremplazable. Tiene por tanto una obligación –cuádru-
ple– con respecto a las lenguas origen y destino y a los textos de partida y de
llegada. Por tanto, tiene una gran responsabilidad ante la sociedad que será
más o menos ardua según el tipo de texto en cuestión, según si plantea o no
desafíos que comprometan a la totalidad o una parte de la colectividad, a un
grupo o sólo a una persona. Se trata de establecer una jerarquía, la diferencia
que debe hacerse entre, por ejemplo, un texto fundamental como la
Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (1789),
un convenio colectivo y las instrucciones de una impresora.
La formación del traductor también debe prepararle para asumir esta res-
ponsabilidad, que no será menos apremiante en 2010 de lo que lo era en el
siglo XIX o en los años 80 sólo porque el texto esté en una pantalla catódica y
no sobre una hoja de papel. Desde este punto de vista, la traducción juega un
papel crítico en el diálogo intercultural, sobre todo porque es una búsqueda
constante de equilibrio.
Al acercar las lenguas, la traducción incita y predispone al diálogo. Por
tanto, da acceso a lo más íntimo y original de una cultura extranjera: la len-
gua y los valores que expresa. Como gestión etnográfica, la traducción pone
en escena una civilización que toma forma ante los ojos del lector, despertan-
do así su empatía. Se establece entonces un vínculo directo y personal entre
dos culturas. Más aún, al exponer las diferencias entre las culturas y entre las
lenguas, la traducción prepara para la diversificación del diálogo y tiende a
hacer evolucionar tanto la norma lingüística como la cultural. Es por tanto un
arma contra la intolerancia y la negación de la diferencia.
En definitiva, la traducción es un instrumento de mediación entre lenguas
y culturas. Su vocación es poner en pie de igualdad los elementos que emplea.
Como mediadora, establece espontáneamente el equilibrio entre las lenguas e
incluso las culturas presentes, a las que confiere en principio el estatus de
igualdad ya que sitúa una al nivel de la otra. La traducción no rebaja, sino que
eleva. Ésa debería ser su finalidad, su función.
A continuación vienen los problemas de ética. Durante mucho tiempo, la
traducción se limitó a las lenguas muertas y por ello su pedagogía se resien-
te. No ha pasado de forma decisiva a las lenguas vivas hasta las últimas déca-
das. Pero existe un riesgo inherente a la puesta en contacto de dos lenguas. La
traducción es potencialmente peligrosa cuando, por torpeza, negligencia o
ignorancia, se convierte en el juguete del traductor que se deja influir por la
lengua de partida y se desvía de su deber de fidelidad (al texto, al sentido, ¡e
incluso al autor!) y de su compromiso con el resultado.
Tanto la forma como el fondo pueden verse afectados, a veces profunda-
mente, en perjuicio del destinatario o del lector ordinario, habitualmente poco

42
predispuesto a interrogarse sobre lo que lee y a poner en duda la competencia
del traductor.
Ninguna forma de traducir está exenta de desafíos. Según si el traductor
adopta tal estilo, tal vocabulario o tal norma lingüística, orientará, nolens
volens, su texto. Tiene por tanto una gran responsabilidad en el aspecto moral,
social, cultural e incluso político, dado que la ideología nunca está muy ale-
jada de los extremos: el purismo exesivo (en la lengua) y la laxitud que denun-
ciamos por otro lado urbi et orbi.
Estas consideraciones preliminares y sin embargo necesarias sobre la len-
gua, la cultura y la traducción no tenían otro objetivo que llevarnos a la cues-
tión de las lenguas de especialidad y, particularmente, a la que interesa al juri-
lingüista, es decir, la lengua jurídica, o mejor aún: el lenguaje del derecho.

3. EL LENGUAJE DEL DERECHO COMO LENGUA DE ESPECIA-


LIDAD

Cuando se trata de traducir un texto, pragmático o no, la transferencia de


su contenido cultural siempre es fuente de dificultad para el traductor
(Sarcevic, 1985: 127). El texto jurídico, que suele contener nociones muy car-
gadas de historia y de tradiciones, es por este motivo particularmente repre-
sentativo. Por esto, entre las lenguas especializadas (Herat, 1995), el lengua-
je del derecho ocupa un lugar particular en la cultura y el imaginario del tra-
ductor. Para el común de los mortales, a quienes intimida, el derecho es un
campo vasto y complejo en el que sólo los iniciados pueden aventurarse. Es
cierto que el derecho se expresa de formas muy diversas en el seno de una
misma lengua, pero la diferencia es aún mayor entre una lengua y otra, como
bien saben los que se dedican a traducir. De ahí que el texto del derecho, al
pasar de una lengua a otra, sufra transformaciones a veces tan sorprendentes
como imprevistas.
La noción de lengua de especialidad(es) o especializada (Lerat, 1995: 20)
sigue siendo un tema controvertido entre los teóricos de la lingüística. A pesar
de ello, se ha convertido en algo habitual, teniendo en cuenta el interés que
suscita desde hace algunas décadas entre los especialistas del lenguaje y su
uso cada vez más generalizado en las industrias de la lengua: lingüística apli-
cada, traducción, terminología, didáctica de las lenguas, bancos terminológi-
cos, etc.
En teoría, el principio de la lengua de especialidad es de los más simples:
cada campo posee su lengua, su manera de pensar las cosas, y las palabras con
las que expresarlas. Un cardiólogo, un físico, un geólogo o un biólogo poseen y

43
practican, sin duda alguna, una lengua propia e incluso exclusiva de su campo.
Utilizan un vocabulario especializado, jerga técnica o profesional, más o
menos desarrollada según la disciplina, pero también palabras de la lengua
común con una acepción singular, generalmente opaca a la comprensión del
profano. El ejemplo siguiente, encontrado en un periódico de Ginebra y rela-
cionado con el campo de la relojería, ilustra bien lo que puede ser una lengua
de especialidad (original en francés publicado en Le Temps, 24 de marzo de
2001, p. 5):

L’échappement constitue le cœur de toute montre mécanique (…) Ce nouveau


système est constitué d’une double roue d’échappement coaxiale, d’une ancre
munie de trois rubis ainsi que d’un plateau portant une levée d’impulsion en
rubis et solidaire d’un balancier-spiral sans raquette.

Si se aplica a un texto jurídico, este principio podría dar el siguiente texto,


redactado en lengua notarial:

Puisque le de cujus est décédé ab intestat, nous allons d’abord liquider la


communauté, établir les récompenses et les reprises et, au résultat de cette
première opération, nous procéderons à un partage, avec soultes sans doute,
mais qui sera facilité par l’absence d’avancement d’hoirie, de tout préciput et
conséquemment par l’inutilité de calculer la quotité disponible.

He aquí dos ejemplos casi caricaturescos que ilustran la eventualidad,


subrayada por Roman Jakobson, de tener que traducir un texto de forma intra-
lingüística, es decir, en el seno de una misma lengua, y no sólo interlingüística,
de una lengua a otra (Jakobson, 1963). Es necesario traducir estos dos ejemplos
a la lengua corriente para que sean legibles para el común de los mortales,
sobre todo el texto jurídico, que trata una cuestión tan banal como una herencia.
Este tipo de textos caracterizan las lenguas de especialidad frente a la lengua
general o corriente, no sólo en los aspectos semántico y léxico, sino también
en la forma, es decir, el estilo propio de un campo, con las particularidades
sintácticas que aparecen en algunos textos jurídicos como leyes, tratados y
reglamentos, sentencias y otros actos (contratos, testamentos, etc.). De ahí que
las lenguas de especialidad constituyan a la vez un campo de conocimiento y
una forma particular de expresarlo, es decir, un lenguaje y un discurso carac-
terísticos de un campo.
El derecho se sitúa también en esta perspectiva. Independientemente del
campo al que pertenezca, el texto, una vez producido con todos sus elemen-
tos de sentido aparentes y subyacentes, su sintaxis y su estilística particulares,

44
es el producto de una lengua de especialidad puesta en palabras.
Simplificando la cuestión al máximo,8 el texto jurídico presenta tres caracte-
rísticas principales que lo distinguen de los otros: se trata de un texto norma-
tivo que cuenta con un estilo y un vocabulario (o terminología) particulares.
«En el principio fue la regla» nos dice Jean Carbonnier (1995: 96). La pri-
mera característica del derecho es su naturaleza normativa: el legislador fija la
regla. A continuación, el derecho expresa esta norma de diversas formas, a través
de la ley, la sentencia y el acto (jurídico). Cada uno de estos textos se expresa
en formas que difícilmente podemos confundir entre ellas y con un vocabulario
particular. Por ejemplo: contrato sinalagmático, acreedor quirografario.
El lenguaje del derecho, por último, está lejos de ser uniforme y posee un
número de términos unívocos, entre ellos: abintestato, abrogación, asesinato,
derecho real, comisionista, enfiteusis, homicidio, renta vitalicia, usufructo,
inter vivos, etc. A diferencia de otros campos técnicos, su registro es de los
más amplios y va de lo más pragmático –el texto contractual, por ejemplo,
aunque a veces también el texto de ley– a lo más estético, incluso místico (cf.
Nida, 1982: 261). En esta última categoría pueden entrar textos tan cargados
de símbolos como la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (1789), el Código Napoleónico (1804) o algunos textos de doctri-
na de cierto valor literario.
Tantas particularidades hacen del derecho, cuando se trata de traducir un
texto jurídico, un campo singular e incluso paradigmático, teniendo en cuen-
ta las dificultades que presenta la operación traductora.

4. EL LENGUAJE DEL DERECHO FRENTE A LA TRADUCCIÓN

Traducir, «un arte exacto» según pretende Steiner (1992: 311), es una acti-
tud muy difícil, pero, si seguimos a Gérard Cornu, traducir textos jurídicos lo
es todavía más, ya que «allí donde se juntan, el bilingüismo y el bijudirismo
llevan la complejidad al paroxismo» (Cornu, 1995: 13). ¿Debemos llegar a la
conclusión de que es imposible traducir textos de contenido jurídico en un
contexto de bilingüismo y de bijuridismo, como por ejemplo el de Canadá?
Podríamos caer en la tentación de creerlo, y de hecho son muchos los auto-
res, entre ellos especialmente los juristas, que así lo hacen. René David, uno
de los especialistas en derecho comparado más eminentes del siglo XX, se
muestra categórico al respecto (David, 1974: 346):

8. Para un estudio más detallado de la cuestión, véase el tomo 2 de mi obra Langage du droit et
traduction, Quebec, Presses de l’Université du Québec, 1995.

45
Al no corresponder a ningún concepto que conozcamos, los términos del dere-
cho inglés son intraducibles a nuestras lenguas, como lo son los términos de la
fauna o de la flora de otro clima. Normalmente desvirtuamos el sentido cuan-
do queremos traducirlos a cualquier precio […].

El derecho, nos dicen, es uno de los campos más culturales, y por tanto
singulares, que existen. Se remonta a los orígenes de la civilización de cada
lengua y de la cultura que conlleva. Además, el derecho es por naturaleza un
fenómeno local y, como tal, sujeto al principio locus regit actum (‘el acto se
rige por la ley del lugar’). Difícilmente sobrepasa las fronteras nacionales.
Quien haya leído Cándido o El optimismo (Voltaire, 1759) y se haya reído de
las desgracias de su infortunado héroe quedará convencido.
El lenguaje del derecho de un país expresa en consecuencia y en grado
máximo la carga histórica de un concepto, de una institución. Los ejemplos
abundan: rule of law, due process of law o reasonable man/person, trust o
consideration de los países de la common law; Etat de droit, quasi-délit,
présomption d’innocence o mise en examen de los franceses; société libre et
démocratique de los canadienses, etc. ¿Y qué decir de la palabra droit (‘dere-
cho’) en sí misma, si comparamos este término con el inglés law o el alemán
Recht? Su traducción a otra lengua, si es que existe (cf. ¿common law?), ¿hace
justicia a la riqueza del concepto que subyace a estos términos?
Algunos escépticos incluso llegan a afirmar que el contenido jurídico de
un texto hace que su traducción sea difícil o incluso imposible: estrechamen-
te ligado a una cultura y a una tradición nacionales, el derecho, al ser consus-
tancial a una lengua, no podría ser traducido.
Sin embargo, la realidad demuestra lo contrario. Georges Mounin lo afir-
mó abiertamente: la traducción existe y la producción de la actividad traduc-
tora nunca ha sido tan abundante (Mounin, 1963: 7). Ya se aceleró después de
la Segunda Guerra Mundial, sobre todo en el campo jurídico, a medida que se
producían textos jurídicos de todo tipo, sobre todo en las organizaciones inter-
nacionales (ONU), en la Unión Europea y también en el seno de los estados.
En Suiza, por ejemplo, donde el Estado federal ordena la traducción de sus
textos de ley –más del 90% del alemán hacia otras lenguas (francés e italia-
no)–, el repertorio de los textos legales superaba, en el año 2000, las 45.000
páginas. En la Unión Europea, donde las 20 lenguas actuales representan 380
combinaciones posibles (de interpretación o de traducción), el Diario Oficial
cuenta con más de 70.000 páginas de texto. La traducción jurídica, en esas
condiciones, tiene un buen porvenir.
En fin, como parece que no prevalece ninguna fórmula única, que la ope-
ración traductora está sometida a numerosas variables (naturaleza del texto,
finalidad y público al que va dirigido, normas jurídicas y lingüísticas, etc.),

46
algunos juristas y jurilingüistas (entre otros: Bocquet, 1994; Gémar, 1995;
Groot, 1987: 793; Lehto, 1985: 147-176; Pigeon, 1982: 279; Sarcevic, 1997;
Weston, 1983) se acogen al método que juzgan más apropiado para conseguir
el objetivo esperado: la equivalencia de los textos, según las lenguas, los sis-
temas en cuestión y las particularidades locales. Aunque algunas formas de
traducir, según los lugares y las épocas, tengan más autoridad que otras, el tra-
ductor situado ante el texto de partida cuenta con varias soluciones posibles.
Puede optar bien por una traducción que se ajuste a la formulación del origi-
nal, incluso palabra por palabra, o bien optar por una interpretación más libre.
Dicho de otra manera: la letra o el espíritu. Cicerón ya distinguía entre interpres
ut orator (traductor o autor/escritor).
El traductor también puede elegir entre múltiples posibilidades y combi-
naciones al alejarse o acercarse a una y otra. Cada método posee sus defenso-
res y sus detractores. Las disputas doctrinales dividen con frecuencia el
microcosmo de la traducción, independientemente del campo –derecho
incluido– en el que se ejerza. A lo largo de su historia, la mayoría de los paí-
ses han recurrido unas veces a la traducción literal y otras a la traducción libre.
El caso de Canadá es, en este aspecto, tan ejemplar como interesante, ya que
ha pasado de un extremo al otro, de la traducción más servil a la expresión
casi libre de la corredacción.
En los primeros años de la Confederación Canadiense (1867), la costumbre
casi secular de la traducción literal, incluso calcada, adoptada desde finales
del siglo XVIII en Nueva Francia, continuaba por el impulso adquirido y se
mantuvo hasta bien entrado el siglo XX. Tras diversas peripecias (Plourde,
2000), la traducción se convirtió en el chivo expiatorio de las frustraciones
socio-político-lingüísticas de los canadienses y la traducción de las leyes
acabó por ser rechazada por los propios poderes públicos en beneficio de una
forma de expresión más libre y, según se creía, más respetuosa con las lenguas
y su especificidad: la corredacción bilingüe (Labelle, 2000: 269-284). Para
algunos traductólogos (Sarcevic, 1997), juristas (Sacco, 2000) y jurilingüistas
(Labelle, 2000), es una variante de la traducción. Otros, entre los que me
incluyo, la consideran una forma de expresión original, muy elaborada, pero
que se desmarca con bastante claridad de la traducción, en el sentido limitado
en el que este término puede ser entendido (Gémar, 1983).

4.1. Cultura(s), cultura general y traducción

Para traducir, el simple conocimiento lingüístico, el dominio de las pala-


bras, no es suficiente. El traductor también ha de tener una cultura sólida. No

47
quiero decir con esto que el traductor deba contentarse con conocer a los auto-
res de renombre y sus obras para acceder a la cultura. Esta cultura, es decir, la
que se funda sobre el conocimiento de grandes obras literarias, es sin duda
necesaria, pero insuficiente en estos tiempos. No puede seguir constituyendo,
por sí misma, el «bagaje», «la enciclopedia» (Umberto Eco) del traductor
contemporáneo y, con mayor motivo, del de mañana. La evolución de la socie-
dad a partir de los años 60 hace que ese tipo de cultura sea insuficiente para
que el traductor pueda responder a los múltiples desafíos que le plantea la
actividad humana en todas sus formas. Hoy en día, la separación arbitraria del
conocimiento entre letras, por un lado, y ciencias, por otro, ya no es admisible.
Un equilibrio armonioso de los dos saberes, del mismo modo en que funcio-
nan nuestros hemisferios cerebrales, permitirá realizar lo que ninguno de los
dos sabría hacer por separado. Las exigencias de la actividad traductora son
un reto constante. Desde ahora traducir requiere una suma de conocimientos
que sobrepasa el marco de los dos grandes campos de la actividad humana,
que son los hechos de la naturaleza y los hechos de la cultura (Morin, 2001).
Al decir esto no invoco la nostalgia de una época pasada, la de la cultura, tan
enciclopédica como vana o ilusoria, de un Pantagruel. Estoy pensando en una
necesidad actual y urgente del traductor, la de una competencia basada en la
polivalencia que le dictan las fuerzas de una economía convertida en global.
Además, antes de pensar en traducir y buscar equivalencias entre las len-
guas, ¿no deberíamos interrogarnos sobre el sentido profundo de la pareja
obligada que la traducción forma con la cultura y preguntarnos dónde se sitúa
la verdadera equivalencia? Siguiendo en el contexto de Canadá, país de tra-
ductores, allí la traducción (o, a veces, la corredacción) ha producido lo mejor
y, por desgracia, también lo peor. El lenguaje del derecho vehicula nociones,
instituciones y procedimientos que son tan propios de cada lengua y culturas
jurídicas que no los podemos transponer tal cual de una lengua y de un siste-
ma a otro sin correr el riesgo de caer en cualquier momento en la inexactitud,
el contrasentido e incluso el sinsentido jurídicos (Crépeau, 1993; Sacco, 1999:
169; Vanderlinden, 1998: 63).
De ahí que la traducción jurídica, sobre todo entre el francés y el inglés,
plantee un problema particularmente agudo en la medida en que no se trata
simplemente de pasar de una lengua a otra, sino de un sistema a otro, además
tan diferentes (Didier, 1990).
Sin embargo, antes de abordar la cuestión del texto jurídico y del traduc-
tor, es importante definir lo que entendemos por texto jurídico.

48
5. ¿QUÉ ES UN TEXTO JURÍDICO?

La cuestión puede parecer banal, pero las opiniones están divididas y reina
cierta confusión. Dejemos a los lingüistas la definición de la palabra texto, que
aquí se entenderá en su sentido habitual de escrito, y veamos más bien lo que
se entiende por el adjetivo jurídico.
Según el Petit Robert (véase la segunda acepción de juridique), es jurídi-
co lo que tiene relación con el derecho, ya que este adjetivo califica a ese sus-
tantivo. Esta definición cubre un gran campo semántico y anuncia por tanto
una tipología exhaustiva de textos jurídicos. Para el profano, la noción de
texto jurídico incluye generalmente la del texto parajurídico o la de textos que
suenan jurídicos, como por ejemplo, un artículo de periódico dedicado a la
crónica judicial del día o el reglamento colgado en la puerta de una habitación
de hotel. Bastará, en efecto, con que dicho texto contenga algunos términos
vagamente asimilables al vocabulario del derecho para que sea tachado de
jurídico, al mismo nivel que una obra de doctrina escrita por un eminente
jurista.
Esta polisemia es propia de las lenguas naturales, y el adjetivo, en la jerar-
quía de las palabras, ocupa sólo la tercera posición, después del verbo y el sus-
tantivo. Sustituido por el sustantivo derecho, jurídico asume un sentido más
preciso, el que los juristas reconocen en la definición de Gérard Cornu: «Es
jurídico todo discurso que tenga por objeto la creación o realización del dere-
cho» (Cornu, 1990: 21). Aquí la tipología se reduce a los textos que creen o
realicen el derecho, lo que limita esta categoría a los productores de textos,
que son el legislador, el juez y el jurista, aunque no se pueda excluir comple-
tamente la doctrina puesto que en ella se basa la jurisprudencia.
En consecuencia, el texto jurídico será portador de una carga cultural más
o menos pesada según tenga que ver, en el sistema romano-germánico del
derecho francés, por ejemplo, con una producción del legislador (constitu-
ción, carta, ley), del juez (sentencia) o del jurista (acto jurídico en general y
contrato en particular). En suma, de lo más a lo menos cultural.
Sin embargo ¿este más o menos tiene el mismo significado para todos los
lectores? Independientemente de la intención del autor, según afirma Norbert
Rouland, una vez escrito, «el texto habla tanto en la forma en que lo recibe
quien lo lee como en la intención de su autor» (Rouland, 1991: 34). Ahora
bien, el lector no siempre está en condiciones de comprender, además de su
alcance jurídico, la carga cultural de un término o de una expresión del len-
guaje del derecho, por ejemplo: rule of law (Reino Unido) o société libre et
démocratique (Canadá). A este respecto podemos distinguir cuatro grandes
categorías de lectores que van del menos al más instruido: 1) el lector profa-

49
no más o menos docto; 2) el lector docto («el hombre bueno» de su tiempo);
3) el jurista profesional (los hombres de leyes); 4) el erudito (jurisconsulto,
autor de doctrina, especialista en derecho comparado). Según el texto jurídi-
co sea leído por una u otra persona de esta o aquella categoría, su contenido
jurídico (el lenguaje de naturaleza) será mejor o peor comprendido, pero el
fundamento cultural (o sociocultural: el lenguaje de cultura), salvo excepcio-
nes, escapará casi completamente al lector de la primera categoría, y en parte
al lector de la segunda categoría e incluso de la tercera.
Evidentemente, el lector profano de un texto (jurídico) redactado en una
lengua extranjera experimentará una dificultad todavía mayor, mientras que el
especialista en derecho comparado, mejor conocedor de las diferencias con
las que cuenta el sistema extranjero en comparación con el suyo, medirá
mejor que los otros el peso y el alcance del campo semántico.

6. EL TEXTO JURÍDICO Y EL TRADUCTOR

Transpuesto a la situación no ya del simple lector sino del traductor, el


texto jurídico que se va a traducir –normalmente de una lengua extranjera a la
lengua materna– plantea numerosos problemas (Sacco, 1999: 169), entre ellos
el de las elecciones que hará el traductor.
Su responsabilidad comienza cuando se sitúa ante el dilema que le plan-
tea, en el texto de partida, un término ajeno a su lengua y del que debe encon-
trar un equivalente en la lengua de llegada. La solución del neologismo, del
calco o del préstamo puede verse entonces como un enriquecimiento de la len-
gua de llegada, aunque esta solución puede no ser conveniente en todas las
situaciones. En este caso, ¿es preferible, para marcar la diferencia y el origen
del texto, conservar, por ejemplo, la palabra inglesa leader tal cual, como
todavía se hace en francés o en italiano decenios después de su aparición, o
asimilarla sin vergüenza como lo hacen, entre otros, los españoles: (el) líder
(máximo)? Es sin duda una cuestión de elección cultural y de planificación
lingüística. No obstante, cuando una lengua como el inglés produce palabras,
al ritmo vertiginoso de los avances científicos y técnicos de los Estados
Unidos, a razón de varios miles de términos nuevos al año, la adaptación y la
integración de tal cantidad de palabras a otra lengua, en principio menos rica,
no son evidentes.
Para el traductor, a los obstáculos jurídicos que presentan las nociones de
derecho no concordantes entre los sistemas se añaden obligaciones lingüísti-
cas ineludibles. Tal es el caso de la legibilidad del texto destinado a un públi-
co en concreto.

50
6.1. Contextos jurídicos y servidumbres lingüísticas

Las cosas se complican aún más para el traductor si precisamos que puede
verse obligado a trabajar en tres o incluso cuatro grandes categorías de con-
texto cultural, lingüístico y jurídico.
Partiendo, una vez más, de lo más simple para ir a lo más complejo,
encontramos, en primer lugar, el grupo más numeroso, el de los países uni-
lingües que, como Brasil, Francia, México o los Países Bajos, poseen un solo
sistema jurídico. A continuación viene el grupo, más reducido, de los países
donde reina un bilingüismo oficial, como Bélgica, Camerún, Canadá y
Finlandia, o incluso el multilingüismo: Suiza, por ejemplo. El tercer grupo
está formado por un número todavía más limitado de países donde coexisten
el bilingüismo o multilingüismo y el bijuridismo. Es el caso de algunos paí-
ses federales: Bélgica, Canadá, la India.
Podríamos considerar una cuarta categoría, muy limitada, de países a la
vez bi- o multilingües y bi- o multisistémicos. Entre los más antiguos de este
grupo se sitúa Canadá; entre los más recientes figura, entre otros, Sri Lanka.
Según tenga que trabajar en uno u otro contexto, del más simple al más com-
plejo, el traductor se enfrentará a un factor cultural oscilante entre el más uni-
ficado, como el caso de Francia, y el menos unificado (como, por ejemplo, la
India), es decir, entre una cultura que podría llamarse única9 y una cultura
polimorfa. La dificultad, sin duda alguna, crece en proporción al número de
lenguas y de sistemas en juego y, como afirma el decano Cornu, «allí donde
se juntan, el bilingüismo y el bijudirismo llevan la complejidad al paroxismo»
(Cornu, 1995: 13). Para poner un ejemplo del tipo de dificultad que espera al
traductor de una categoría u otra, comparemos dos situaciones jurídicas, la de
Francia y la de Canadá.
Para un jurista de tradición tan unificada como puede serlo la rama francesa
de la familia romano-germánica, en contraposición a la de la common law, una
institución jurídica extranjera no posee por regla general más que un equivalente
en la lengua y el sistema de llegada: la noción X (por ejemplo: mortgage) = la
noción X’ (hipoteca). Pero para un jurista de la otra tradición, la de Canadá por
ejemplo, un término tan banal y corriente como business corporation puede
tener hasta cinco equivalentes posibles según el lugar (Nuevo-Brunswick,
Ontario, Ottawa, Quebec) y el momento en el que se sitúe en el tiempo (antes
o después de tal fecha), lo que no simplifica la tarea del traductor.

9. Aquí no podemos dejar de pensar en la «excepción cultural» reivindicada por Francia. Véase,
sobre este tema, el dossier que le dedica la revista trimestral Le Temps réel, n.° 11, 2003 [en
URL www.entempsreel.org].

51
En tales condiciones, ¿dónde situar lo más y lo menos cultural para el tra-
ductor? ¿En la cultura monocroma de países como los Estados Unidos, Japón
o Francia? ¿O tal vez en la policroma de Canadá o de la India? La mejor
forma de asegurarse, según nos sugiere Iso Camartin, es de nuevo «traducir en
otra lengua lo que encontramos en la nuestra incomparable» (Camartin, 1996:
21) y medir los resultados, «a menudo abrumadores» (ibid.).
Con todo, poco importan el método y la manera seleccionados: el objeti-
vo de la traducción, independientemente del campo en el que se inscriba el
texto que se va a traducir, es alcanzar, si no la utópica identidad, la traducción
total que algunos creen posible, o al menos la equivalencia de los textos.

7. LA CUESTIÓN DE LA EQUIVALENCIA

Independientemente de la naturaleza del texto que se vaya a traducir, el


principio sigue siendo el mismo: trasladar un mensaje de un texto a otro, de
manera que lo entiendan las personas a las que va destinado: el destinatario,
que hay que determinar previamente. Un postulado prima en traducción: sólo
cuenta el sentido. Es el sentido lo que hay que hacer comprender al destinata-
rio y, para eso, todos los medios y vías apropiadas son buenos.
De los diferentes procedimientos expuestos por Vinay y Darbelnet (1958),
la equivalencia sigue siendo sin duda el más útil. También es el que ha hecho
correr más tinta, ya que es una noción muy controvertida dada la dificultad
que experimentan traductores y lingüistas para definirla con precisión. Ahora
bien, basada en el principio de universalidad del lenguaje reconocido por la
lingüística contemporánea (Hagège, 1985), la equivalencia constituye un
objetivo realista cuando las situaciones son comparables. Una serie de califi-
cativos, concretamente el de funcional (de la lingüística funcional), ha preci-
sado esta noción de equivalencia, aplicada también a los textos jurídicos
(Pigeon, 1982: 271). Dependiendo del autor, será calificada, por ejemplo, de
dinámica, de funcional, de natural, de formal. En cambio no deja de ser el
resultado que más buscan tanto los juristas como los jurilingüistas (Pigeon,
1982: 271; Gémar, 1995: 142), aunque siempre a costa de un compromiso
(Schroth, 1986: 54), difícil y sin embargo necesario.
No obstante, si bien en la práctica la cuestión no parece plantear grandes
problemas al traductor –jurídico o no–, está lejos de quedar resuelta en el plano
teórico, ya que cada lengua, nos dice Hagège, «impone sus límites a los objetos
del mundo, de manera que todo paso a otra lengua es en el mejor de los casos
sólo una equivalencia» (1985: 49). En definitiva, la equivalencia sería sólo un
remedio para salir del paso y, para los juristas, un «compromiso».

52
7.1. Equivalencia y/o identidad

Sin embargo, el fondo del problema reside en esta cuestión: una traduc-
ción (acertada) ¿es idéntica al original, su copia exacta, hasta el punto de
poder sustituirlo? Esta cuestión puede parecer puramente teórica ya que siem-
pre se ha traducido y la equivalencia se toma como algo evidente. De hecho,
en lo que respecta a los textos jurídicos, esta equivalencia está decretada: por
el legislador (el Estado), por acuerdo (entre particulares) o, en caso de litigio,
por un tribunal. Bien. Pero ¿de qué equivalencia estamos hablando? ¿Acaso
los siguientes términos, considerados equivalentes en la mayoría de dicciona-
rios, equivalen de verdad?

Rule of Law
Etat de droit (‘Estado de derecho’)
Rechtsstaat

No es necesario hacer un profundo análisis del concepto sociopolítico que


subyace en cada uno de estos términos para darse cuenta de que no pueden
cubrir el mismo campo semántico: cada uno descansa sobre una tradición tan
antigua como singular. Más aún, «el Estado de derecho» de los franceses, en
la situación actual de la V República (1958), ¿es el mismo en todos los esta-
dos francófonos, en Bélgica (estado monárquico) por ejemplo? ¿Y qué decir
del principio de la rule of law10 entre dos países con instituciones tan diferen-
tes como el Reino Unido, que es una monarquía parlamentaria, y los Estados
Unidos, estado federal cuyos fundamentos se basan en la constitución escrita
más antigua del mundo? Estos dos términos –estado de derecho y rule of
law–, que ya expresan una realidad tan diferente una de la otra, ¿pueden ser
traducidos además por el equivalente alemán Rechtsstaat, sin correr el riesgo
de hacer creer que el traductor ignora los principios de base que subyacen a
los fundamentos?

10. Término que se explica con claridad en el reciente libro del profesor Antoine J. Bullier: La
common law, París, Dalloz, 2002, p. 44 y sig. La traducción de este término por «Etat de
droit» no es la única posible; depende, evidentemente, del contexto. La primera traducción
que viene a la mente es el calco «règle de droit» (o «règle juridique»). En Canadá, también
puede traducirse por «règle/principe de (la) légalité»; en el Preámbulo de la Carta Canadiense
de Derechos y Libertades (Charte canadienne des droits et libertés, Ley constitucional de
1982, promulgada como anexo B de la Ley de 1982 sobre Canadá, 1982, cap. 11 (R. U.), que
entró en vigor el 17 de abril de 1982), rule of law se traduce por «primauté du droit», que, en
este contexto, es un equivalente según el espíritu del texto francés, y no un equivalente según
la letra del texto de partida.

53
Yo diría, en un caso así, que estos términos se sitúan en un plano de equi-
valencia funcional. En sentido estricto, la realidad que designa cada uno de
ellos, es decir, la manera de concebir el estado de derecho, es propia de cada
país y, por tanto, única en sus modalidades. Sin embargo, en un sentido
amplio, corresponde a un principio bien establecido en las democracias occi-
dentales –el Estado produce reglas que se aplica a sí mismo– y representa por
esto un cuasiuniversal jurídico. Utilizo el prefijo «cuasi» para mostrar que el
concepto occidental de estado de derecho no se extiende al conjunto del pla-
neta jurídico.
Igual de característico es el caso de good faith y de Treu und Glauben
(Legrand, 2000: 111). La noción de buena fe es un principio reconocido casi
universalmente, pero que no descansa sobre los mismos fundamentos jurídi-
co-socio-políticos de un país a otro. Aquí una vez más podríamos hablar de
equivalencia funcional de estos términos, incluso si no hay identidad de
noción entre ellos.
Más discutible –o decididamente más simple– es el caso de los términos
sin equivalente de una lengua a otra. A ellos debemos la impresión, tan exten-
dida en los medios jurídicos, de que el derecho extranjero es tan diferente al
nuestro que su traducción es muy difícil o incluso imposible (David, 1974:
346). En realidad, estos términos sólo representan por suerte una pequeña
minoría del vocabulario jurídico de una lengua. Su tratamiento, si bien ya no
plantea una gran dificultad, sigue siendo geometría variable en función de la
situación jurídica y lingüística y de las cuatro situaciones posibles menciona-
das anteriormente. Hace tiempo que numerosos especialistas en derecho com-
parado, entre ellos René David, propusieron conservar tal cual en francés tér-
minos como Common Law11 y Equity, que son nombres propios.
Son casos de préstamo, noción clásica en traducción. Esto puede convenir
al lector de un tratado de derecho comparado o a un especialista de la mate-
ria. Aceptable en países de bilingüismo y de bijuridismo –como Canadá,
donde hasta el lector menos informado conoce las dificultades de base tanto
lingüísticas como jurídicas–, este procedimiento es sin duda menos recomen-
dable en una traducción cuyos destinatarios ignoran las sutilezas de las lenguas
y de los sistemas jurídicos en cuestión, y no puede utilizarse indiscriminada-
mente en todas las situaciones. ¿Pero qué hacer con casos como due process,
a los que podríamos añadir, por ejemplo, Law Lord(s), anticipatory breach of
contract o equitable interest, términos sin equivalente en francés? Nociones

11. Término cuyo género es ambiguo. Sobre esta cuestión, véase Antoine J. Bullier: La common
law, París, Dalloz, 2002, p. 11 y sig.

54
como fair/fairness y reasonable, aunque tienen equivalentes funcionales,
plantean en muchas lenguas serios dilemas al traductor (Fletcher, 1999: 57;
Sacco, 1999: 169).
Una tercera situación puede darse cuando no existe equivalencia funcional
entre términos, porque las nociones no coinciden12 sino que existe una traducción
más o menos oficial o equivalente –House of Lords/Commons/Representatives
(=chambre des Lords / des Communes / des Représentants), Trust (= fiducie,
Canadá). También pueden plantearse otras situaciones. Por ejemplo, en
Canadá, la traducción, en el Acta de América del Norte Británica (Acte de
l’Amerique du Nord Britannique, AANB, 1867), de la palabra dominion por
‘puissance’ (de Canadá) es un equivalente curioso que, en este caso, sólo
corresponde a la voluntad del poder político de imponer un término corres-
pondiente a su concepción particular de las cosas.
Cuando se conoce la amplitud del campo semántico que subyace a cada
uno de estos términos, fruto de una larga historia jurídica y política, creer en
su equivalencia atestigua, si no una cierta ignorancia, por lo menos sí una gran
ingenuidad. Esto vendría a desmerecer a las lenguas, culturas y tradiciones
sociopolíticas de cada país. Estas tradiciones se manifiestan con fuerza en los
métodos y formas de interpretar los textos, sobre todo los jurídicos. Cada país
que pertenece a la familia y a la tradición de la Common Law posee sus nor-
mas de interpretación, que a veces difieren considerablemente de un país e
incluso de una zona a otra. Aunque la interpretación jurídica de un texto no es
competencia suya, sino de los tribunales, el traductor no puede quedar indife-
rente ante esta cuestión cuando tiene que evaluar el resultado de su trabajo.

8. EQUIVALENCIA DE TEXTOS: ¿EQUIVALENCIA DE EFECTOS?

La equivalencia –real o supuesta– de los textos ¿se extiende a sus efectos?


Conocemos la importancia que tienen los efectos jurídicos para el jurista. Este
problema de equivalencia de los efectos jurídicos del texto traducido en rela-
ción con el original no se plantea en los mismos términos para el traductor que
para el jurista; el primero busca en principio producir un texto equivalente y
el segundo una equivalencia jurídica. Ahora bien, tanto en un caso como en

12. Véase, por ejemplo, Act of God y force majeure. El primero corresponde más bien al francés
‘cause étrangère’ que cubre todas las situaciones, incluida una catástrofe natural, aconteci-
miento que designa el término inglés («occasioned exclusiveley by forces of nature», Black’s
law Dictionary) que, al contrario que el término francés force majeure, excluye la interven-
ción humana.

55
otro, son el encuentro y la fusión armoniosos de los dos elementos constituti-
vos del texto –continente y contenido– los que producirán la equivalencia
deseable. Queda saber lo que debemos entender por equivalencia en palabras
de un jurista cuando un texto de derecho, como cualquier texto, sea suscepti-
ble de interpretaciones diferentes (Perelman, 1977; Côté, 1990).
Los lingüistas han adelantado algunos elementos de respuesta a este pro-
blema general que plantea la lengua. Sin embargo, en el plano jurídico, ¿de
qué equivalencia estamos hablando? ¿Es posible, en traducción jurídica,
alcanzar los dos objetivos a la vez, es decir, la equivalencia de los textos en
cada lengua y en cada sistema, sin sacrificar uno u otro? Si hay sacrificio,
¿debemos, con vistas a alcanzar la equivalencia funcional, sacrificar la apli-
cación de la regla de derecho y de paso el objetivo mismo de esta equivalen-
cia, o la expresión de la regla (Beaupré, 1987: 742)? Todo el dilema de la tra-
ducción jurídica se sustenta en esta elección fundamental. El traductor debe
servir a dos amos a la vez, sin sacrificar a uno a expensas del otro, con los ries-
gos inherentes a este tipo de ejercicio (Pigeon, 1982: 279):

Por un lado, [la equivalencia] debe abstenerse de corromper la lengua a través


del calco servil que no respeta ni el genio ni la estructura; por el otro, no debe
traicionar el sentido del mensaje por la imperfección inherente a este tipo de
equivalencia.

En derecho, el fondo del problema es jurídico: ¿los dos textos son igual-
mente auténticos? Esta pregunta vale para cualquier traducción jurídica, inde-
pendientemente de que el contexto sea unilingüe o bilingüe y de que pasemos
o no de un sistema a otro. El jurista canadiense Michael Beaupré lo plantea
crudamente: un artículo del código civil del Canadá francófono (Code civil du
Bas-Canada) que reproduce una disposición del Código Napoleónico ¿puede
ser interpretado por medio de su versión inglesa? Los tribunales han respon-
dido a esta pregunta, bien extraña para un jurista civilista, pero completamen-
te plausible en un contexto bilingüe, bijurídico y bisistémico, como el de
Canadá (Beaupré, 1986: 206). La interpretación, en un contexto así, puede
parecer un poco forzada (Sacco, 1999: 175). Resulta que el traductor nada
experimentado sabe, por su propia interpretación del sentido del texto de par-
tida, todo lo que una traducción puede aportar al establecimiento del sentido
de este texto y, por tanto, a su futura interpretación.

56
8.1. Límites de la equivalencia

En las situaciones jurídicas en las que hay que tener en cuenta dos o más
textos, como en el caso de los países en los que reina el bi- o el multilingüis-
mo, y más aún en los que cuentan con dos sistemas jurídicos diferentes, la
equivalencia de esos textos es un hecho legalmente establecido. Pero esta
equivalencia ¿es tan real como lo pretende el legislador? En el ejemplo
siguiente veremos los efectos de la polisemia y de las diferencias que conlle-
va de una lengua a otra. La ambigüedad del término inglés property obliga
aquí a la versión francesa a presentar sus dos sentidos, «biens» (‘bien’ o
‘cosa’) y «propriété» (‘propiedad’ o ‘derecho sobre la cosa’), lo que no faci-
lita la interpretación…
TABLA 1
Criminal Code of Canada. Code criminel du Canada (R.S. 1985, c. C-46)

4. (1) For the purposes of this act, a 4. (1) Pour l’application de la pré-
postal card or stamp referred to in sente loi, une carte postale ou un
paragraph (c) of the definition of timbre mentionné à l’alinéa c) de la
“property” in section 2 shall be définition de «biens» ou «propriété»
deemed to be a chattel […] à l’article 2 est censé un bien meuble
[…]

Sabemos que la complejidad actual de los textos jurídicos, sobre todo los
legislativos, viene principalmente del hecho de que reflejan la creciente com-
plejidad de la sociedad que los produce, a lo que hay que añadir la de los sis-
temas jurídicos. Hemos visto que esta complejidad aumenta otro tanto cuan-
do el bilingüismo o el multilingüismo se suma al bijuridismo. Pero hay una
situación todavía peor. Hemos considerado un grado suplementario en el que
la complejidad alcanza su paroxismo en un contexto bisistémico. En este nivel
de complejidad los límites de la traducción destacan con más claridad.
Sin embargo, mientras se trate de producir un texto –jurídico o de otro
tipo– a partir de otro texto redactado en lengua extranjera, a veces de un sis-
tema (jurídico) diferente, el traductor está lejos de haber dicho su última pala-
bra (Vanderlinden, 1999: 57). Pero de la confrontación de textos surgirá un
tertium quid, otra lengua (Didier, 1990), en resumidas cuentas, un híbrido que
no es del todo ni la copia del original, ni un texto verdaderamente conforme,
en la letra o en el espíritu, al sistema de llegada. En este caso, la traducción
sólo producirá la sombra de uno y otro, el reflejo mostrado por el espejo que
deforma el lenguaje.

57
8.2. La letra, el espíritu y el sentido

Si la lucha es desigual y el resultado seguro, ¿hay que resignarse a lo peor


en vez de pretender lo mejor? No, ya que siempre es posible hacerlo mejor,
aunque sea preparando todavía mejor al traductor para las dificultades que le
esperan, formándolo más en las lenguas, sistemas y métodos con los que
deberá trabajar. Estas soluciones entran en lo posible ya que, en definitiva, tra-
ducir no significa encontrar las equivalencias de las palabras –ni tan siquiera
de los términos– como ha demostrado ampliamente la traductología desde
hace algunas décadas. Traducir «significa transmitir el sentido de los mensa-
jes que contiene un texto y no convertir en otra lengua la lengua en la que está
formulado» (Seleskovitch, 1979: 7). Se trata de expresar en otra lengua las
ideas y, por tanto, el sentido del texto. Las palabras del texto de partida des-
aparecen para reaparecer bajo otra forma, la de un texto de llegada que expre-
sa a la vez el mensaje vehiculado por el texto de partida y su espíritu.
Tal vez una de las mejores respuestas a esta pregunta haya sido la aporta-
da por el traductor y redactor de la versión francesa del Código Civil suizo,
Virgile Rossel, quien también era el asesor en lengua francesa del código
aprobado en 1907 y que entró en vigor en 1912 (Sarcevic, 1997: 36). Según
el artículo 116 de la Constitución Federal de Suiza, el código ha sido redacta-
do en las tres lenguas oficiales (alemán, francés, italiano), pero, en realidad,
fue traducido del alemán. El texto francés fue redactado con el espíritu del
modelo jurilingüista de la época, a saber, el Código Napoleónico, de ahí el
texto fluido e idiomático que refleja la agilidad del lenguaje del derecho que
distingue al Código Napoleónico.
En definitiva, la creencia de que la traducción es posible se basa más en el
principio de equivalencia de situaciones que en la supuesta equivalencia de
lenguas. Estamos todavía lejos del ideal ciceroniano de una misma ley para
todos y entendida por todos. Este ideal de universalismo, por muy deseable
que sea, no deja de ser todavía una utopía (Legrand, 2000: 111) y el ejemplo
de la torre de Babel que ya constituye la Unión Europea no nos permite creer
lo contrario. Si se tienen en cuenta las cuatro situaciones jurídicas y lingüísti-
cas posibles que he presentado, a las que añadiremos los cuatro tipos princi-
pales de destinatarios y los tres casos de equivalencia mencionados, el tra-
ductor de textos jurídicos puede encontrarse afrontando unas 48 situaciones
diferentes. Y sin duda muchas más si añadimos los métodos, principios y
modalidades de traducción particulares aplicables en cada caso. A cada una
de estas situaciones el traductor deberá encontrar una respuesta adaptada al
contexto (jurídico, lingüístico, sistémico, etc.) que no tiene por qué ser la

58
misma en todos los casos. Al fin y al cabo, es la voluntad estatal, la del poder
público, la que decide la equivalencia, real o supuesta, de dos textos jurídicos,
de dos disposiciones. El traductor, generalmente solo ante su texto, sólo puede
contar con sus propios recursos para conseguir la equivalencia buscada. Ahora
bien, en traducción jurídica, y en traducción a secas, esta equivalencia sigue
siendo como mínimo aleatoria. Es la conclusión que se deriva de numerosos
estudios sobre la cuestión y que bien ha resumido el jurista Lazar Focsaneanu
(1971: 262):

[...] la traducción jurídica no podrá ser nunca rigurosamente exacta. Es una


operación aproximativa, en la que conviene apreciar el margen de error. En
suma, una traducción jurídica constituye una simple presunción, que los inte-
resados deben siempre poder impugnar al referirse al texto auténtico.

Presunción es la palabra que devuelve este debate a su justa medida. Esta


capacidad de impugnar judicialmente la presunción que representa la traduc-
ción de un texto es lo que confiere a la traducción jurídica su singularidad, lo
que la convierte en una de las especialidades más difíciles de ejercer (Cooray,
1985: 69). La responsabilidad del traductor en la materia también está parti-
cularmente comprometida. Se espera de él que logre la improbable síntesis
entre la letra del derecho que contiene el texto y el espíritu del sistema que lo
rige, todo ello expresando en el texto de llegada el mensaje del texto de parti-
da según los cánones del lenguaje del derecho del destinatario. En la hipóte-
sis más exigente, para lograr este objetivo, el traductor debería reunir la com-
petencia del jurista especialista en derecho comparado y el conocimiento
práctico del lingüista. Factótum de la traducción, necesitaría además asumir
la función de intérprete del derecho para evaluar los efectos potenciales de su
traducción. ¿Pero debe llegar hasta ese punto?
La operación traductora, como cualquier acto del lenguaje, es una opera-
ción aproximativa. El texto jurídico no escapa a la maldición de Babel y «los
resultados son a menudo abrumadores» (Camartin, 1996: 21). Ahora bien,
producir una traducción satisfactoria desde el doble punto de vista de la letra
y del espíritu es la función misma del traductor. Lector poco común e intér-
prete natural del sentido de los textos, este último debe poder ofrecer a los
juristas una aportación preciosa como mediador lingüístico entre los sistemas
jurídicos, las lenguas y las culturas que vehiculan.
El desarrollo de la traducción como disciplina responde claramente a las
necesidades actuales y futuras de comunicación, al intercambio y circulación
de ideas, de bienes y de servicios. Son las necesidades de un mundo en trans-
formación que ha superado el esquema de los estados-naciones y sus regiones

59
para llegar, como la Unión Europea, a la dimensión superior de una vasta
comunidad de intereses reunida alrededor de un tronco común de valores
compartidos, pero manteniendo la diversidad de lenguas y de culturas.
Esta función de la traducción, utilitaria y humanista a partes iguales, reúne
en sí las dos lenguas de naturaleza y de cultura que hemos visto anteriormen-
te, condiciona el equilibrio lingüístico del mundo y, de ese modo, el diálogo
de las culturas. En este esbozo de la humanidad del mañana, el traductor –y
el traductor jurídico en particular– está llamado, como mediador, a desempe-
ñar un papel nada despreciable, puesto que será quien se encargue de despe-
jar el camino.

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63
¿ES POSIBLE TRADUCIR REALIDADES
JURÍDICAS? RESTRICCIONES
Y PRIORIDADES EN LA TRADUCCIÓN
DE DOCUMENTOS DE SUCESIONES
BRITÁNICOS AL ESPAÑOL
ANABEL BORJA ALBI1
Universitat Jaume I

1. INTRODUCCIÓN

L A TRADUCCIÓN DE TESTAMENTOS ha adquirido en los últimos años una


gran relevancia dentro del ámbito de la traducción jurídica debido a la
creciente demanda de este tipo de encargos en zonas de costa en las que se han
instalado un gran número de residentes extranjeros y, como consecuencia de
ello, es uno de los géneros que más se traducen en la práctica profesional.
Aparte de motivos profesionales, este género reviste también un gran interés
desde el punto de vista del análisis textual, pues permite ilustrar los proble-
mas, las dificultades o las restricciones típicos de la traducción jurídica, así
como las prioridades que debe observar el traductor al elegir una solución u
otra (Zabalbeascoa, 1998; Santamaria, en prensa).
El objetivo que se plantea este trabajo es precisamente definir las restric-
ciones y prioridades que afectan a este género para identificar las estrategias
de traducción más adecuadas en cada caso. Para ello, intentaré contextualizar
el testamento español mediante el estudio de los principales conceptos lega-
les del derecho de sucesiones de nuestro ordenamiento y los compararé,
seguidamente, con los del testamento inglés. A continuación, expondré las
cuestiones que causan más problemas de traducción, tanto desde el punto de
vista extratextual como textual, y analizaré las distintas soluciones posibles
atendiendo, entre otras cuestiones, a la necesidad de salvaguardar el efecto
jurídico del texto original y a la función que debe cumplir la traducción en el
momento de su recepción.

1. Este trabajo se ha realizado en el marco del grupo de investigación GITRAD, proyecto ACTIVE
(P1 1A2004-20).

65
Este planteamiento consistente en abordar en una primera fase el estudio
de los aspectos jurídicos que contextualizan el documento está motivado por
la complejidad conceptual de los textos legales y por las diferencias entre sis-
temas jurídicos, que hacen difícil, y a veces imposible, encontrar equivalen-
cias, lo que obliga al traductor a crear un tercer espacio de comunicación
(Monzó, 2005). En concreto, en la traducción jurídica inglés-español entran
en contacto los dos sistemas de derecho más importantes del mundo (por las
áreas de influencia que han creado): el derecho continental, también llamado
sistema de derecho civil, y el derecho anglogermánico o derecho consuetudi-
nario.

2. LA SUCESIÓN EN ESPAÑA

En el derecho español concurren una serie de circunstancias especiales por


tratarse de un sistema plurilegislativo. En lo que a la sucesión se refiere, como
el causante ha podido estar en relación con diferentes ordenamientos jurídicos
hay que concretar cuál de ellos ha de ser aplicado a su sucesión, ya que en
España coexisten varios sistemas legislativos con un distinto ámbito territorial
de aplicación, los denominados derechos forales de Cataluña, Navarra,
Galicia, Baleares, Aragón y País Vasco. Hecha esta observación, en este tra-
bajo nos centraremos en lo que se denomina derecho común español, basán-
donos principalmente en Albadalejo (1991) y Domingo Aznar (1999).
La sucesión mortis causa ha dado lugar en los diferentes ordenamientos
jurídicos a tres tipos fundamentales de sucesión: 1) la sucesión testada, lla-
mada también voluntaria o testamentaria, que tiene lugar cuando existe tes-
tamento; 2) la sucesión intestada (también legítima o legal), que se inicia
cuando no existe testamento y se está a lo dispuesto por la ley; y 3) la suce-
sión contractual, una modalidad no admitida en el derecho común español
(aunque aplicable en alguno de nuestros derechos forales).

2.1. Legislación

En el derecho español se distingue entre derecho público, que regula las


relaciones en las que participa el Estado, y derecho privado, que regula las
relaciones entre los ciudadanos. El derecho de sucesiones, en el que se encua-
dra el testamento, es parte del derecho civil. Para el traductor jurídico, el dere-
cho civil es una de las ramas más importantes, ya que engloba todos los actos
jurídicos en los que interviene la persona, desde que nace y se le inscribe en

66
el Registro Civil, hasta que contrae matrimonio, adquiere una vivienda o reci-
be bienes en herencia. Está regulado en los cuatro libros de nuestro Código
Civil que tratan, respectivamente, de las personas, de la propiedad, de las dis-
tintas formas de adquirir la propiedad y de los contratos. En concreto, la suce-
sión es una de las formas en que se puede adquirir la propiedad.

De las obligaciones
De las personas
y contratos

Derecho civil

De los bienes, De los diferentes


de la propiedad y de modos de adquirir
sus modificaciones la propiedad

Ocupación
Donación
Sucesión

FIGURA 1: Modos de adquirir la propiedad previstos en el Código Civil español

Desde una perspectiva socioeconómica, la sucesión supone, además, un


mecanismo de distribución de la riqueza, ya que, en el supuesto de que no
existan familiares con derecho a la sucesión y el causante no haya dejado tes-
tamento, su patrimonio pasa a ser propiedad del Estado. Además, parte de ese
patrimonio se canaliza a la comunidad mediante el impuesto de donaciones y
sucesiones. Este impuesto que grava la sucesión es progresivo por lo que su
importe aumenta proporcionalmente de forma que grava más a aquellos que
más tienen. Por último, la ley de sucesiones (tanto la española como la ingle-
sa) prevé una sucesión forzosa de las personas dependientes del causante.
El derecho de sucesiones está regulado por la legislación española en el
libro III del Código Civil titulado «De las sucesiones» y constituye una de las
ramas más importantes del derecho civil que ha sido tratada y regulada por
todas las civilizaciones. El derecho de sucesiones no sólo regula la transmi-
sión del patrimonio del fallecido (lo que se denomina sucesión mortis causa),
también se ocupa de cuestiones como la tutela o el reconocimiento de hijos, o
el mantenimiento de personas dependientes. Hay que tener en cuenta que a la

67
muerte de una persona concurren siempre una serie de circunstancias de muy
diversa naturaleza: la persona fallecida deja bienes y es posible que también
deudas, se crean una serie de derechos a favor de las personas dependientes y
parientes próximos del fallecido, o pueden quedar hijos para los que se dis-
pone el nombramiento de tutores y la creación de fideicomisos.
El título III del libro III se denomina «De las sucesiones» y sus disposicio-
nes generales comienzan con el artículo 657: «Los derechos a la sucesión de
una persona se transmiten desde el momento de su muerte.» El artículo 659
reza así: «La herencia comprende todos los bienes, derechos y obligaciones
de una persona, que no se extingan por su muerte.»

2.2. Fases de la sucesión en España

La sucesión en España pasa por una serie de fases que dan lugar a nume-
rosos términos de especialidad. El proceso se inicia una vez certificado el
fallecimiento del testador, momento que debe ser determinado con precisión,
ya que el heredero, para adquirir tal condición, tiene que haber sobrevivido al
causante y tener capacidad para heredar. El albacea es la persona que se
designa en el testamento para asegurar el cumplimiento de las últimas volun-
tades. Suele ser un familiar o un amigo del testador y es el encargado de pagar
las deudas, organizar el funeral y realizar los trámites necesarios para que la
sucesión se lleve a cabo siguiendo los deseos del causante. Una vez abierta la
sucesión se hacen efectivos los llamamientos a la sucesión, lo que se denomi-
na también vocación.
A continuación, se produce otro momento importante que es la delación
en la que los llamados a heredar pueden ejercer su ius delationis, es decir, su
derecho a aceptar o repudiar la herencia. Si la aceptación es pura y simple, el
heredero responde de las deudas y las cargas inherentes a la herencia con sus
bienes propios. Para evitar esta situación se le atribuye a la persona que vaya
a heredar la facultad de aceptar la herencia a beneficio de inventario, es decir,
la acepta a condición de que el resultado de su liquidación sea positivo.
Cuando hay varios herederos, la siguiente fase es la partición (que a su vez se
subdivide en: inventario, avalúo y liquidación), el acto por el que se atribu-
yen bienes y derechos concretos a los coherederos. Esta partición la puede
efectuar el causante en las disposiciones testamentarias o un contador-partidor
designado por el mismo. También la pueden hacer los propios coherederos, un
albacea o el juzgado. Antes de la adjudicación de lotes, mediante el procedi-
miento de la colación se revisan las donaciones hechas en vida a los cohere-
deros para ajustar el caudal hereditario.

68
2.3. Forma del testamento

El testamento es un acto unilateral a diferencia de los contratos que son


actos bilaterales, es decir, aceptados por dos partes. En derecho español, los
testamentos mancomunados carecen de valor legal (aunque sí que están reco-
nocidos en alguno de nuestros derechos forales). Además, siempre debe ser
obra de una sola persona, pues se trata de un acto personalísimo y, como su
función principal consiste en ser el reflejo de la voluntad de una persona,
puede ser revocado tantas veces como se modifique dicha voluntad.
Asimismo, al tratarse de un acto jurídico solemne deben observarse en el
mismo ciertas formalidades legales que variarán en función del tipo de testa-
mento de que se trate. En derecho español existen dos categorías de testa-
mentos, los comunes y los especiales. Dentro del segundo grupo se encuentra
el testamento marítimo, el militar o el otorgado en el extranjero. Estos últimos
tienen unos requisitos legales especiales por las excepcionales circunstancias
en que se otorgan.
En el caso de los testamentos comunes la forma consiste básicamente en
la recepción de la declaración de voluntad, normalmente por un notario que
se encarga de redactar el contenido de conformidad con lo manifestado por el
testador. Esto sucede en el testamento común abierto y en el testamento
común cerrado. El más habitual es el abierto, en el que el testador manifiesta
al notario su voluntad y este último lo redacta de forma que sea eficaz en dere-
cho. En el testamento común cerrado, el testador entrega al notario un sobre
cerrado que éste sella con lacre y firma sin conocer su contenido.
La manifestación de últimas voluntades también puede contenerse en un
testamento ológrafo (del latín hologrăphus. El adjetivo ológrafo, con el signi-
ficado de escrito de mano del autor o autógrafo, también se acepta con la gra-
fía hológrafo) redactado por el testador. El testamento ológrafo será siempre
un documento manuscrito, firmado por el testador y con expresión de la fecha.
Por lo tanto, no se admiten los ológrafos escritos a máquina y, como dato
anecdótico, existe jurisprudencia rechazando los testamentos ológrafos redac-
tados por personas sin brazos. A diferencia de los testamentos abiertos o
cerrados, que producen efectos por sí mismos, el testamento ológrafo debe ser
adverado por un juez, es decir, reconocido como auténtico. Otros testamentos
que también deben ser adverados mediante la declaración de testigos son los
testamentos hechos en peligro de muerte, tiempo de epidemia, naufragio o
peligro de acción de guerra. Un ejemplo sería el testamento escrito en la pared
de una celda por un preso que va a ser ejecutado.

69
2.4. Contenido del testamento

El análisis del contenido del testamento también es relevante para el tra-


ductor, pues de nuevo genera cuestiones léxicas y semánticas dignas de con-
sideración. Su contenido suele ser de carácter patrimonial, pero también
puede contener manifestaciones de voluntad de carácter no patrimonial, tales
como el reconocimiento de hijos, el nombramiento de personas para cargos
tutelares, etc.
Cuando su contenido es esencialmente de carácter patrimonial, la disposi-
ción de los bienes puede ser por institución de heredero o por vía de legado,
y también puede suceder que un mismo testamento contemple ambas vías.
Aquí uno de los conceptos que debe dominar el traductor es la diferencia que
existe entre heredero y legatario. Mientras que el primero hereda a título uni-
versal (tanto los bienes como las deudas del causante), el legatario hereda a
título particular (una cosa o varias en concreto, y nunca deudas). A modo de
ejemplo, el legatario puede recibir el Ferrari rojo, el anillo de diamantes o la
casa de la playa del testador, mientras que el heredero recibe una parte pro-
porcional del caudal hereditario.
No obstante, el derecho español establece limitaciones a la facultad de dis-
poner de aquellas personas que tienen hijos, ascendientes o dejan cónyuge
viudo. Se trata del sistema de legítimas, que implica una limitación a la liber-
tad de testar. El Código Civil español regula el derecho de sucesión testada
siguiendo el sistema romano, otorgando libertad al testador para disponer
libremente de su patrimonio con la salvedad de la legítima a favor de los
parientes próximos y el cónyuge del causante. La legislación visigoda intro-
dujo el sistema de legítima y mejora, inspirado en el derecho germánico, res-
tringiendo el anterior sistema que reconocía la libertad casi absoluta para tes-
tar. El sistema de legítimas se caracteriza por su complejidad, pero a grandes
rasgos la herencia se distribuye de la manera que se expone a continuación.
La cantidad de la legítima que se percibirá varía dependiendo del legitimario
de que se trate. A los hijos y descendientes les corresponden dos tercios de la
herencia (un tercio de legítima estricta y un tercio de mejora). En su defecto,
la mitad de la herencia pasaría a los padres y ascendientes, si no queda cón-
yuge viudo, y aumentaría a un tercio de la herencia, si queda cónyuge viudo.
Al cónyuge viudo le corresponderían dos tercios en usufructo, si no hay des-
cendientes ni ascendientes, y un tercio de la herencia, si los hubiera.
Por último, la sustitución es el llamamiento que hace el testador a favor de
una persona distinta del heredero, bien por si éste no llegara a serlo, o bien
para serlo después de que el heredero lo haya sido. Aparece en el testamento
con una frase del tipo: «En caso de que mi cónyuge me premuriera, nombro

70
heredero a mi hermano y si este último no pudiera o no quisiera aceptar la
herencia, nombro heredero a […]», es decir, se van proponiendo sustitutos al
heredero inicialmente designado. La sustitución puede ser de diversos tipos:
sustitución vulgar, sustitución pupilar, sustitución ejemplar, sustitución fidei-
comisaria (fideicomiso condicional y a término), fideicomiso de residuo.
Según el Diccionario Espasa Jurídico (2004) es vulgar la sustitución en
que el testador sustituye al heredero o herederos instituidos por una o más per-
sonas, para caso de premoriencia, incapacidad de suceder o repudiación del
caudal relicto. Se da sustitución pupilar cuando los padres y demás ascen-
dientes nombrasen sustitutos a sus descendientes menores de catorce años,
para caso que mueran antes de llegar a dicha edad. Por último, se da la susti-
tución fideicomisaria cuando el llamado recibe facultades, pero con la obliga-
ción de conservar y transmitir a su vez todo o parte del caudal relicto a un ter-
cero, que es llamado conjuntamente con aquél a la herencia. Como modalida-
des de sustitución fideicomisaria se ofrecen dos: condicional y a término,
según que la eficacia de la sustitución dependa de un evento futuro e incierto
o que se produzca al transcurrir un plazo determinado. La diferencia es impor-
tante, pues en la condicional, como la eficacia de la delación depende del
evento, puede no darse el ius transmisiones.

2.5. Recepción y registro del testamento

El testamento español no requiere recepción, es decir, no es obligatorio


que el testador haga entrega o registre el testamento. Puede guardarlo él
mismo en su domicilio, si se trata de un testamento ológrafo. En caso de otor-
gamiento ante notario (el sistema más habitual en España), se guarda copia en
el protocolo de la notaría y se inscribe en el Registro de Actos de Última
Voluntad, con el fin de garantizar el conocimiento de su existencia una vez
fallecidas las personas que los hubiesen otorgado o bien en vida por los pro-
pios otorgantes. El Registro General de Actos de Última Voluntad se encuen-
tra en Madrid y orgánicamente depende de la Dirección General de los
Registros y del Notariado, y dentro de la misma de la Subdirección General
del Notariado y de los Registros de la Propiedad y Mercantiles.
Las personas que residan o se hallen accidentalmente en el extranjero pue-
den otorgar testamento ante funcionario del país en que se hallan y hacer
constar el hecho de este otorgamiento ante el agente diplomático o consular
de España. El representante diplomático o consular de España dará referencia
de dichas actas, con trascripción de todos sus datos, al Registro General de
Actos de Ultima Voluntad.

71
2.6. Organización conceptual del testamento español

El grado de profundización al que podríamos llegar es, por supuesto,


mucho mayor del que hemos desarrollado en el epígrafe anterior. Si tomamos
como ejemplo el concepto de legado, encontramos distintos tipos: legados de
cosas específicas, de cosas ajenas, genéricos, alternativos, de pensión, de cosa
debida, de crédito, de liberación. Sin embargo, los conceptos anteriores ya nos
permiten comenzar a elaborar un mapa conceptual o un árbol de campo básico
a partir del cual podremos organizar la terminología de forma personalizada.

Elementos personales
Causante, testador, heredero, causahabiente,
legatario, albacea, contador-partidor,
administrador judicial, fideicomisario,
descendientes, ascendientes,
legitimarios...

Elementos reales
Caudal hereditario, caudal relicto,
Facultad de disponer, herencia, legado,
Sistema de legítimas, premoriencia, comoriencia, albaceazgo,
Fases: apertura, vocación, delación, aceptación,
colación, adjudicación,
Aceptación a beneficio de inventario, repudiación,
Sustitución: pupilar, fideicomisaria, ejemplar,
Fideicomiso: condicional, a término,
de residuo... Elementos formales
Testamento abierto, cerrado,
ológrafo, especial, militar,
mancomunado, contractual...

FIGURA 2: Conceptos básicos del derecho de sucesiones español

3. LA SUCESIÓN EN EL REINO UNIDO

En el Reino Unido la rama del derecho que se ocupa de la sucesión puede


encontrarse bajo varias acepciones: Wills, Succession, Inheritance, Intestacy,
Administration. El derecho inglés considera que el fallecimiento de un indivi-
duo supone el fin de su existencia como persona física, pero no como perso-
na para el derecho (Simó Santonja, 1968): «Whilst death destroys a man’s
human personality, it does not terminate his legal personality. His assets and
liabilities will live on after him as his Estate is being held by his personal
representatives». Aparece aquí el concepto estate, que equivaldría al concepto
de herencia en derecho español.

72
Si existe testamento, la distribución del caudal hereditario se realiza aten-
diendo a las disposiciones del mismo. De la persona que fallece (the decedent)
habiendo otorgado testamento se dice que has died testate y se le denomina Testator.
De la persona fallecida sin testamento se dice que ha fallecido intestate. En
caso de que no exista testamento conocido, se denomina sucesión intestate y
el caudal hereditario se distribuye de acuerdo con lo previsto en la legislación.

3.1. Legislación

Según la Common Law «a man could dispose of his property as he wished


(destitute his family) except several old doctrines (dower, escheat and curtesy)»
(Simó Santonja, 1968). A partir de 1833 se promulgan los primeros instrumentos
legislativos al respecto basados en la filosofía de laissez-faire law que reconocía
el derecho a disponer libremente de los bienes. En el sistema de derecho
británico, la legislación sobre sucesiones, al carecer de un sistema de derecho
codificado como el nuestro, hay que buscarla en distintos instrumentos legis-
lativos como la Inheritance Act 1938 o la Inheritance Act 1975, por citar algunos
ejemplos. La libertad de testar es prácticamente total, aunque en 1938 (Family
Provision) y sobre todo en 1975 (Provision for Family and Dependants) se
limitó en beneficio de ciertos parientes, pero sin que podamos llegar a calificar
el método de legítima, tal como se entiende en España.

3.2. Fases de la sucesión en el Reino Unido

En contraste con el sistema español que acabamos de sistematizar muy


sucintamente, en el sistema inglés la transmisión se efectúa en dos etapas, ya
que entre el difunto y los beneficiarios se interpone la figura de un interme-
diario: el Personal Representative que recibe la misión de liquidar la sucesión.
Este intermediario debe acudir con el testamento a un tribunal especial, Court
of Probate, que funciona como un registro de testamentos, para legalizarlo o
adverarlo (file a petition with the Court of Probate to admit the will to probate).
No todos los bienes requieren probate. Los bienes en copropiedad (en los que
se ha hecho constar que la titularidad pasará de forma automática al supervi-
viente), las indemnizaciones por seguros de vida y los fondos de pensiones
pasan directamente al copropietario o beneficiario.
El testamento no tiene ningún valor legal hasta haber sido adverado. Si
existe testamento, normalmente aparece nombrado un albacea o Executor que
es la persona designada por el testador para liquidar la herencia. Si no existe

73
testamento, será el Court of Probate quien nombre a un Administrator, ‘admi-
nistrador’, para que la liquide. Este administrador puede ser una persona físi-
ca, un banco, un despacho de abogados o una trust company.

3.3. Forma del testamento

En cuanto a la forma, el testamento es un acto totalmente privado y la


voluntad no debe ser recogida necesariamente por ningún funcionario público.
Pueden otorgar testamento todas las personas mayores de 18 años que tengan
pleno uso de sus facutades mentales (of sound mind) y siempre que cumplan
con los requisitos formales establecidos en el artículo 9 de la Wills Act 1837.
Debe estar por escrito y firmado por el testador. Puede ser manuscrito, meca-
nografiado e incluso tratarse de un formulario. El testamento puede ser oló-
grafo (holographic) o mecanografiado (typed). Si no se trata de un testamen-
to ológrafo el testador debe firmar al final del documento y siempre ante dos
testigos, que firmarán sin que haga falta que queden enterados de su conteni-
do. En este último caso podría considerarse que el testamento es self proving
si se incluyen ciertas cláusulas de notarización y tendría valor legal sin nece-
sidad de ser adverado por los testigos en el Court of Probate. Si no se cum-
plen estos requisitos, se considerará que el causante ha fallecido intestado
(intestacy). Como en el caso del sistema español, también existen formas
especiales (privileged wills) para soldados, marinos, etc.
El testamento puede ser revocado (revoked) o modificado tantas veces
como el testador lo considere oportuno. Si el testador realiza una modificación
(amendment) a un testamento anterior sin que éste deba perder su validez, tal
modificación se hará constar en un documento nuevo que se adjuntará al
mismo, un codicilo (codicil). Las modificaciones no pueden incorporarse al texto
del testamento. Si las modificaciones son sustanciales, es más recomendable
redactar un nuevo testamento revocando el anterior.

3.4. Contenido del testamento

Al igual que el español, el testamento inglés puede contener disposiciones


patrimoniales y no patrimoniales. Comienza habitualmente con una cláusula
de revocación revoking all previous wills, pasando a continuación al nombra-

74
miento de personal representatives (executors o administrators, como ya
hemos visto) para que se ocupen de liquidar la herencia y se hagan cargo de
todas sus deudas y gastos funerarios y de testamentaría (debts, funerary and
testamentary expenses). Seguidamente se especifican los legados (bequeaths)
de bienes tangibles (tangible property) y los nombres de los beneficiarios de
los mismos (beneficiaries) indicando las personas que los sustituirían en caso
de que no pudieran o no quisieran aceptar dichos legados. En caso de que
hubiera hijos menores (minor children) podrían incluirse cláusulas designando
un tutor o curador (guardian, curator).
Por último se designa a la persona que heredará el caudal hereditario relicto
(residue of the estate) que, en realidad, suele ser la parte más importante de la
herencia. Por tanto, estas cláusulas suelen ser las más extensas e incluyen, en
ocasiones, la consitución de trusts a favor de hijos menores. Más adelante
desarrollamos el concepto de trust con más detenimiento.
Al contrario de lo que sucede en derecho común español, en Inglaterra la
legislación sí que contempla el testamento mancomunado (joint will).

3.5. Recepción y registro del testamento

Su recepción tampoco es obligatoria y el testador puede guardar el testa-


mento en casa, depositarlo en un despacho de abogados o, registrarlo en el
juzgado de testamentaría, el Probate Registry.

3.6. Organización conceptual del testamento inglés

De nuevo, el grado de profundización al que podríamos llegar es mucho


mayor, sin embargo, con los conocimientos que hemos trabajado hasta este
punto podemos elaborar el mapa conceptual del testamento inglés con los ele-
mentos de contrastividad conceptual que ya hemos apuntado y con los que se
comentarán a continuación. Tras este brevísimo repaso a la realidad extratextual
en la que se produce el testamento español y el inglés, dedicaremos el siguiente
apartado a los problemas de traducción más frecuentes y exploraremos las
posibles soluciones que se les puede dar.

75
Elementos personales
Testator, decendant, beneficiary, personal
representatives, administrator, executor,
trustee, dependants, children, issue,
descendants, infants, assigns...

Elementos reales
Succession, inheritance, administration,
intestacy, assets, property, bequeath, devise,
chattels, real estate, personal estate, legacies,
revocation, amendment, destitution, clause,
residue, testamentary expenses, trust, dower,
family provision, Court of Probate...

Elementos formales
Will, Testament, Joint will,
Codicil, Privileged wills...

FIGURA 3: Conceptos básicos del derecho de sucesiones inglés

4. RESTRICCIONES Y PRIORIDADES DE TRADUCCIÓN

Las diferencias entre sistemas jurídicos que ya hemos señalado van a plan-
tear restricciones textuales y extratextuales relacionadas con la complejidad
del campo temático y con la falta de equivalencias que, como ya se ha dicho,
sólo podrán resolverse con un buen conocimiento de los dos sistemas jurídi-
cos (Borja, 2000; Engberg, 2002) que fundamente la toma de decisiones en el
sistema de prioridades que le plantee el encargo al traductor. Hemos podido
observar que el sistema legal español, que constituye el contexto de los testa-
mentos españoles, está estructurado de forma algo distinta al británico. El
ordenamiento jurídico depende de la cultura y esta circunstancia se refleja
tanto en el lenguaje como en las convenciones de género de los textos jurídi-
cos. En este apartado consideraremos algunas restricciones textuales, tanto de
carácter léxico y conceptual (lagunas terminológicas, falsos amigos), como
las restricciones impuestas por las convenciones de género, que varían enor-
memente de una cultura a otra. Nos referimos a las restricciones de tipo tex-
tual dependientes del género, tales como la distinta situación comunicativa
(registro, estilo, redacción), la macroestructura y la fraseología.

• Restricciones extratextuales

- Complejidad del campo temático.


- Diferencias entre ordenamientos jurídicos.

76
• Restricciones textuales

- Léxico y fraseología especializados con diferentes campos semánticos.


- Inexistencia de equivalencias frente a necesidad de precisión.
- Distinta situación comunicativa que influye en el registro, estilo, persona.
- Distinta forma y convenciones de género que influyen en la macroes-
tructura.

4.1. Restricciones y prioridades léxicas y conceptuales

El testamento inglés es uno de los géneros más interesantes desde el punto


de vista del análisis lingüístico porque ha conservado muchos vestigios del
carácter de registro de ceremonias orales que tienen estos documentos. El len-
guaje del derecho de sucesiones, el utilizado en concreto en los testamentos
ingleses, es una mezcla del francés, el lenguaje de los herederos de la tierra en
Inglaterra, y el latín del derecho romano que el derecho canónico había man-
tenido vivo en las Courts of Probate, los tribunales que se ocupaban de los
casos de herencias. Prueba de ello son términos como ademption, aliquot,
administrator, assets, assigns, bequeath, chattels, devise, endowment, entre
otros. También se caracteriza por ser un lenguaje en el que abunda el uso de
dobletes y tripletes (will and testament; give, devise and bequeath, etc.) y de
términos de especialidad con distintos campos semánticos. Para ayudarnos a
tomar decisiones de traducción conscientes e informadas respecto al léxico de
testamentos, haré una muy breve digresión histórica que nos ayudará a com-
prender mejor los actuales modelos de testamentos. Una referencia histórica
importante en la evolución del lenguaje legal en Inglaterra la constituyen los
sesenta y dos testamentos anglosajones que se conservan del periodo com-
prendido entre los años 805 y 1066. Estos testamentos ilustran el paso de una
sociedad analfabeta que no recogía sus compromisos legales por escrito y se
limitaba a realizar una serie de rituales y ceremonias orales, a una sociedad
acostumbrada a registrar los actos legales en documentos con una estructura
formal compleja y convencional (Danet, 1984).
Puesto que el acto de legar consistía en una ceremonia ritual, los docu-
mentos de esta época eran testimonios del acto oral que había tenido lugar. La
impronta de la oralidad queda reflejada en textos como muestra el ejemplo
tomado de un fragmento de este testamento de Æthelstan, fechado en 1015
(Whitelock 1986 [1930]: 62-3):

Now I pray all the councillors, both ecclesiastical and lay, who may hear my
will read, that they will help to secure that my will may stand.

77
Otros vestigios del carácter de registro de ceremonias orales que tienen
estos documentos son las curses o anatemas que aparecen al final de muchos
testamentos anglosajones para reforzar sus disposiciones como el testamento
de Wulfgyth de 1046, en el que lanza una maldición contra todos aquellos que
se atrevieran a incumplir la voluntad recogida en su testamento amenazándo-
les con el abismo de Satanás y el castigo eterno junto a todos los enemigos de
Dios (Whitelock 1986 [1930]):

And he who shall detract from my will which I have now declared in the
witness of God, may he be deprived of joy on this earth, and may the Almighty
Lord who created and made all creatures exclude him the fellowship of all
saints on the Day of Judgment, and may he be delivered into the abyss of hell
to Satan the devil and all his accursed companions and there suffer with God’s
adversaries, without end, and never trouble my heirs.

Lo que es cierto es que los testamentos anglosajones tenían una impresio-


nante fuerza poética que han conservado los testamentos actuales y quizá uno
de los fenómenos que más contribuyen a esta poesía mágica del lenguaje jurí-
dico es el de los dobletes o expresiones binómicas que han desaparecido de
muchos otros géneros, pero siguen vigentes en el lenguaje jurídico y espe-
cialmente en los testamentos tal como se puede apreciar en las primeras fra-
ses del siguiente testamento tomado de mi archivo profesional:

John Smith of Normaton in the County of York. I give devise and bequeath all
my real and personal estate (including all real and personal estate which I have
power to appoint or dispose of by Will) unto my wife Mary for her own absolute
use and benefit.

Algunos autores atribuyen el uso de estos dobletes y tripletes a razones eti-


mológicas, es decir, que los escritores de la Edad Media y el Renacimiento
utilizaban un término de origen latino o francés acompañado del término
equivalente anglosajón como glosa del término extranjero. Es el caso de
goods and chattels (inglés antiguo y francés antiguo). Otros apuntan que el
fenómeno podría ser también un recurso retórico sin ninguna finalidad expli-
cativa o deberse, únicamente, a la ignorancia de los juristas que prefieren uti-
lizar todos los términos sinónimos, por si alguno de ellos no indica exacta-
mente lo que pretenden (Danet, 1984).
Ejemplos de dobletes cuyos términos tienen el mismo origen serían: by
and with, each and every, have and hold (todos del inglés antiguo) y aid and
abet, cease and desist, null and void (todos del francés o del latín a través del
francés).

78
En los testamentos, los primeros dobletes y tripletes que encontramos son
will and testament y give, devise and bequeath. Conviene señalar que no se
trata de sinónimos en inglés, will se refiere a la última voluntad respecto a los
bienes inmuebles del testador, mientras que testament se refiere a las disposi-
ciones sobre bienes muebles. Ahora bien, en español no tenemos un doblete
para reflejar estos matices semánticos y en inglés actual, al utilizarse de forma
conjunta, tampoco tienen un valor significativo especial. En el caso del triplete
give, devise and bequeath, el primer término (give) abarca los dos siguientes,
y estos dos últimos se diferencian entre sí (de nuevo) por la naturaleza de los
bienes de que dispone el testamento: devise hace referencia a bienes inmuebles
y bequeath a bienes muebles.
Las soluciones de traducción posibles son varias: podemos eliminar tér-
minos y hablar sólo de testamento y podemos intentar conservar ese carácter
ceremonial, ese tono arcaizante que tienen los testamentos ingleses. Con la
primera opción, ganamos en economía del lenguaje, mientras que con la
segunda conservamos el sabor tan característico del original. En cualquier
caso, es importante que el traductor sea consciente del grado de libertad de
que dispone ante los problemas que le plantea la traducción. En el caso de los
dobletes y tripletes hay que asegurarse de que al reducir términos no se está
eliminando significado, sino sólo modificando el estilo.
Otro de los escollos de la traducción jurídica al que hemos aludido es el
de los términos del lenguaje general que en un determinado ámbito jurídico
adquieren un sentido especial. Como fase previa a la traducción también será
preciso aclarar el significado de los términos de especialidad del testamento
atendiendo a su interpretación, valor y eficacia en derecho.
Si tomamos como ejemplo el término children, la ley indica que incluye a
los hijos legítimos e ilegítimos, así como a los adoptados. Sin embargo, no
incluye a los hijastros, stepchildren, a menos que se haga constar expresa-
mente o que todos los hijos sean hijastros. Otro caso interesante es el de
legacy, un falso amigo ya que en español legado se refiere a la sucesión a títu-
lo particular de un bien que puede ser tanto mueble como inmueble, mientras
que en inglés carece de la carga semántica de universalidad o particularidad y
sin embargo se refiere a la naturaleza de los bienes, de nuevo, bienes muebles.
Vemos que la solución a este tipo de problemas es sencilla si se investigan
bien los términos de especialidad.
Un caso distinto es el de la falta de equivalencia como sucede en el caso
del término trust, un clásico de los testamentos ingleses y un verdadero que-
bradero de cabeza para los traductores. El trust angloamericano es una figura
jurídica que no tiene equivalente exacto en el sistema español y que tiene un
fuerte arraigo en la tradición jurídica inglesa. Es un instrumento de uso muy

79
extendido en todo el mundo y cuenta con antiguas raíces en el derecho roma-
no. Los trusts permiten aislar bienes, flujos de fondos, negocios, derechos,
etc. en un patrimonio independiente y separado con diferentes finalidades.
Existe trust cuando en un contrato una persona le transmite la propiedad de
determinados bienes a otra, en donde esta última la ejerce en beneficio de
quien se designe en el contrato, hasta que se cumpla un plazo o condición. El
trustee administra los bienes y deberá actuar con prudencia y diligencia, sobre
la base de la confianza depositada en él, en defensa de los bienes fideicomitidos
(ya que se comporta como el nuevo propietario) y los objetivos del fideico-
miso. Si no es así, el fiduciante o el beneficiario pueden exigir la retribución
por los daños y perjuicios causados. Existen trusts de muchos tipos: de garan-
tía, de seguros, inmobiliario, financiero, testamentario, etc.
En un trust testamentario el trustee (fiduciario) es el dueño jurídico de los
bienes a quien se le ha encargado su administración durante un periodo de
tiempo o hasta que se cumpla una condición, mientras que el beneficiary
(fideicomisario) es el receptor del beneficio real de los mismos y el propieta-
rio final en el momento que se cumplan las circunstancias previstas por el tes-
tador trustor (fideicomitente o comitente).
En derecho civil español debemos buscar la equivalencia en el ámbito del
derecho civil (negocio fiduciario) y en el del derecho de sucesiones (sustitu-
ción fiduciaria) (véase la figura 4, Fragmento del Tesauro de Derecho, CINDOC).
Tanto el término inglés trust como el español, fiducia, significan ‘fe’, ‘con-
fianza’, etc. Según el Diccionario Jurídico Espasa, el negocio fiduciario es
aquél por virtud del cual una persona (fiduciante) transmite a otra (fiduciario)
la propiedad de una cosa o la titularidad de un derecho para lograr una finali-
dad práctica (de garantía –fiducia cum creditore– o de administración –fidu-
cia cum amico–) para la cual no es jurídicamente necesaria tal transmisión.
Pero el trust no se corresponde exactamente con el negocio fiduciario, ya que
en España el fiduciario no ostenta la propiedad de los bienes, sino su posesión.
En el derecho de sucesiones español encontramos la institución de la sus-
titución fiduciaria o fideicomisaria que se halla regulada en nuestro Código
Civil, artículos 781-789. Se da la sustitución fideicomisaria cuando el llama-
do recibe facultades, pero con la obligación de conservar y transmitir a su vez
todo o parte del caudal relicto a un tercero, que es llamado conjuntamente con
aquél a la herencia. Su carácter fideicomisario deriva del origen romano de la
figura, en que el testador, frecuentemente por instrucciones privadas o casi
siempre alejadas del modo iure civile, designaba un heredero, encargándole a
éste –dependiendo la eficacia del encargo de la buena fe del instituido– la
transmisión de bienes a un tercero.

80
FIDEICOMISO DE RESIDUO
— — — DERECHO CIVIL
— — — SUSTITUCION FIDEICOMISARIA CONDICIONAL
— — — SUSTITUCION FIDEICOMISARIA
— — — SUSTITUCIONES HEREDITARIAS
— — — SUCESION HEREDITARIA DE CATALUÑA
FIDEICOMMISSUM
— — — DERECHO ROMANO
— — — HEREDITAS
— — — SUCCESSIO
— — — DERECHO ROMANO
...
FIDUCIA
— — — DERECHO CIVIL
— — — FIDUCIA CUM AMICO
— — — FIDUCIA CUM CREDITORI
— — — FIDUCIA DE GARANTIA
— — — GARANTIA FIDUCIARIA
— — — CONTRATOS
— — — DERECHO DE OBLIGACIONES
— — — DERECHO CIVIL
— — — FIDUCIARIOS
— — — NEGOCIOS FIDUCIARIOS
FIDUCIA CUM AMICO
— — — FIDUCIA
FIDUCIA CUM CREDITORI
— — — FIDUCIA
FIDUCIA DE GARANTIA
— — — FIDUCIA
FIDUCIA MONETARIA
— — — PATRON FIDUCIARIO
FIDUCIA SUCESORIA
— — — DERECHO CIVIL
— — — SUSTITUCION FIDEICOMISARIA
— — — SUSTITUCIONES HEREDITARIAS
— — — TESTAMENTO

FIGURA 4: Fragmento del Tesauro de derecho CINDOC (Páez, 1997)

La sustitución fideicomisaria puede ser condicional o a término. La cues-


tión de si el fiduciario llega a ostentar la titularidad de los bienes hereditarios
durante el periodo de su comisión varía en uno y otro caso y el Diccionario
Espasa Jurídico lo argumenta del siguiente modo:

Por el propio alcance de la sustitución, el heredero adviene a ser titular de los


bienes hereditarios, si bien sus facultades dominicales aparecen limitadas con

81
la propia sustitución; aunque en nada guarda relación aquella situación con la
del usufructuario, como pensaba la antigua jurisprudencia. De otro lado, la
imponérsele la diligencia de un buen padre de familia respecto de los bienes
que debe transferir, no se le prohíbe disponer de los mismos, ya que puede
hacerlo en todo caso en que la falta de disposición pudiera generar perjuicios.
Pero tampoco se le puede considerar como un simple administrador, por cuan-
to recibe dichos bienes en dominio. Se explica, así, la timidez de los autores
para calificar el instituto, problema que se evade mediante un análisis de sus
probables facultades, en cuya regulación el Código Civil no es, precisamente,
generoso en su expresión. En los casos en que la sustitución se determina por
la condición, el sustituto no adquiere absolutamente nada, por lo que cabría
configurar la posición del heredero como una adquisición resolutoria. Pero de
no existir condición, adquiere desde la apertura de la sucesión derecho sobre
los bienes, pudiendo, en consecuencia, actuar lo necesario para asegurarse la
recepción (inventario). De otro lado, como heredero final y auténtico destina-
tario de los bienes, a él corresponde la responsabilidad por las deudas del cau-
sante (porque, además, no se produce estricta identificación entre el caudal
relicto y los bienes del heredero, precisamente porque éste debe apartar los
dirigidos al sustituto).

Tras esta revisión del concepto de trust y de sustitución fiduciaria, nos


atreveríamos a afirmar que en el contexto de traducción de testamentos se
podría utilizar sustitución fiduciaria como traducción funcional de trust, pero
lo cierto es que los juristas prefieren a menudo que se mantenga el término
trust en inglés. En algunas traducciones de documentos de sucesiones también
encontramos trust traducido como fideicomiso. Esta última solución nos pare-
ce menos adecuada por dos razones. En primer lugar, porque la encontramos
con más frecuencia en los textos sobre derechos forales que en los de derecho
común español, y en segundo lugar porque el término fideicomiso en español
se ha utilizado tradicionalmente para denotar un sistema de administración de
determinados territorios por parte de un Estado soberano, bajo la autoridad de
la Asamblea General de las Naciones Unidas, en virtud de acuerdos especia-
les que sustituyó al antiguo Sistema de Mandatos.
Con la aplicación de este método de investigación al término trust preten-
demos ilustrar el sistema de trabajo que proponemos para todos los términos
que planteen dificultades de traducción de carácter léxico o conceptual.

82
TRUST SUSTITUCIÓN FIDUCIARIA

Testator/Trustor Testador/Fideicomiente

La condición de propietario
Propietario de los o poseedor depende del tipo
Trustee bienes hereditarios
Fiduciario de sustitución fideicomisaria y
está sujeta a interpretación

Beneficiary Beneficiario/Fideicomisario

FIGURA 5: Comparación del trust angloamericano con la sustitución fiduciaria del derecho español

4.2. Restricciones y prioridades relacionadas con las convenciones de


género: La situación comunicativa y la macroestructura

Pasemos ahora a otro problema, el de las diferencias en la situación comu-


nicativa. Como hemos visto en la descripción de los requisitos formales en
ambos sistemas, en el español el testamento está redactado por el notario,
mientras que en el inglés el que está en disposición de la palabra es el testa-
dor, lo que va a dar lugar a diversas dificultades para el traductor.
Aunque la mayoría de los textos jurídicos ingleses están redactados en ter-
cera persona, incluso los contratos que expresan la voluntad de dos partes, los
testamentos y las sentencias judiciales se redactan en primera persona por su
carácter de voluntad u opinión personal, respectivamente. En España y debi-
do a la intervención del notario, la redacción más habitual es en tercera per-
sona. Por este mismo motivo, la macroestructura va a ser diferente, y el esti-
lo también. Aquí se plantean varios interrogantes: ¿Cómo redactamos la tra-
ducción al español? ¿En primera persona tal como está en inglés o en tercera
persona para ajustarnos a las convenciones del género español? ¿Adaptamos
la macroestructura? ¿Adaptamos el estilo? ¿Qué hacemos con la puntuación
y el uso de mayúsculas? ¿Y qué hacemos con la estructura formal? ¿La adap-
tamos o la dejamos tal como está en inglés?

83
This is the last Will and Testament of TESTAMENTO
me, John Smith of Normaton in the En Barcelona, a 10 de mayo de 2003.
County of York. Ante mí, Notario del Ilustre Colegio
Notarial de Barcelona,
I GIVE DEVISE AND BEQUEATH con domicilio en…
all my real and personal estate
(including all real and personal estate COMPARECE
which I have power to appoint or Don Fulanito de Tal, con domicilio
dispose of by Will) unto my wife Mary en…
for her own absolute use and benefit.
Asegura tener, y a mi juicio tiene la
capacidad legal suficiente para testar, y
la ejercita otorgando en los siguientes
términos su testamento abierto:

1. Lega a sus nombrados hijos la legítima


que les corresponde en su herencia.
2. Instituye heredera universal...

FIGURA 6: Plasmación en las macroestructuras y el estilo


de las diferencias en la situación comunicativa

Si estamos hablando de traducir, la opción indicada será la de respetar la


macroestructura del original. No podemos tomar los datos de un testamento
británico e incluirlos en un modelo de testamento español. Si hiciéramos esto,
estaríamos adaptando, y no traduciendo, con lo que estaríamos traicionando,
en cierto modo, al lector, pues podría pensar que el documento se redactó ori-
ginalmente en español y que buscaba unos efectos legales en el ordenamien-
to español.
El estilo de los documentos legales ingleses está muy marcado por la sin-
taxis. La sintaxis de los testamentos británicos se caracteriza por su densidad
y por la profundidad de la subordinación. La puntuación es prácticamente
nula y la progresión textual depende exclusivamente de la gramática. Uno de
los mayores peligros de la traducción jurídica es la literalidad excesiva. Por
temor a perder algún matiz de significado, algunos traductores aplican un
método mucho más literal en la traducción jurídica que en otras especialida-
des (Ferrán, 2004):

Having realized that both in theory and practice of legal translation literalism
is still present, we think that it may be interesting to recall that a pragmatic
translation of legal documents is the rule for the translator to follow. This

84
pragmatic interpretation/translation of the legal document is the opposite of
a literal interpretation/translation of such a document. We define a literal
interpretation on the part of the translator as in fact abandoning his real task:
that of interpreting the legal document as a whole. Although the theory of legal
translation is starting to formulate such communicative principles in interpretation,
it has not as yet found ways of fostering and stimulating such an attitude in the
translator.

Sin embargo, no es necesario reproducir las estructuras lingüísticas del


original para conseguir el mismo efecto, normalmente con ello sólo se consi-
guen calcos sintácticos que generan falsos sentidos, sin sentidos o pobreza de
estilo. El traductor debería tener la competencia suficiente para encontrar
estructuras sintácticas que cumplan la misma función que las del original sin
calcarlas, aunque tenga que puntuar de nuevo todo el documento. No se trata
de reproducir el original palabra por palabra, sino de entenderlo de forma pre-
cisa y generar un texto en lengua meta que tenga el mismo efecto jurídico. Un
buen ejemplo de esta afirmación son los fragmentos referidos a la sustitución
que encontramos en la mayoría de los testamentos británicos.
Si decidimos traducir palabra por palabra, llegaríamos a una expresión for-
zada y poco natural como la traducción 1 que se propone a continuación. Si
observamos los testamentos españoles, comprobaremos que el notario expre-
sa esa misma idea con una fórmula mucho más sencilla que podemos utilizar
para generar la traducción 2 con la seguridad de que el efecto jurídico es el
mismo.

ORIGINAL: In the event of my said husband dying in my lifetime or of


failing for any cause to take the property aforesaid whether by reason of
any uncertainty as to his having survived me or by virtue of any presumption
in law as to my being the survivor or otherwise in other words if we meet
our deaths in the same accident then I GIVE DEVISE AND BEQUEATH
all my said real […]

TRADUCCIÓN 1: EN CASO de que mi esposo falleciera antes que yo, o


de que por algún motivo fuera incapaz de tomar posesión de los bienes
antes mencionados - ya sea debido a la incertidumbre sobre si me hubiera
sobrevivido o por virtud de cualquier presunción legal o de otra naturaleza
que me considerara a mí como su superviviente, o si hallamos la muerte en
el mismo accidente - en tal caso, DOY, DEJO Y LEGO […]

TRADUCCIÓN 2: En caso de comoriencia o premoriencia instituyo here-


dero [...]

85
Otra cuestión es la traducción de fórmulas como la de conclusión y firma
de los documentos ingleses. Su dificultad radica en que son un reflejo de los
requisitos legales británicos a que nos hemos referido sobre la firma de dos
testigos, que deben estar presentes y firmar en el mismo acto el testamento.
Si, huyendo del literalismo, adaptamos esta fórmula a la conclusión típica de
los documentos legales españoles (traducción 1), se podría interpretar como
un testamento no válido al desaparecer ciertos requisitos legales en derecho
anglosajón. La traducción 2 sería un ejemplo de literalidad excesiva y la pro-
puesta como traducción 3, una solución de compromiso entre la 1 y la 2. La
fórmula «en un solo acto, ininterrumpido» está tomada de los testamentos
españoles y refleja los requisitos de formalización de forma más sencilla que
la traducción 2.

ORIGINAL: Signed and acknowledged by the said John Smith as and for
his last Will and testament in the presence of us both being present at the
same time who in his presence and at his request and in the presence of
each other have hereunto subscribed our names as witnesses.

TRADUCCIÓN 1: Y para que así conste firmamos el presente a [...] de


[...] de 2005.

Johnn Smith Testigo Testigo

TRADUCCIÓN 2: Firmado por el citado John Smith como su Última


Voluntad y Testamento en presencia de los infraescritos quienes, a petición
del mismo y hallándonos presentes en el mismo acto, firmamos el presente
documento en calidad de testigos.

TRADUCCIÓN 3: Firmado por John Smith y por los testigos infraescri-


tos, en un solo acto, ininterrumpido.

5. CONCLUSIONES

Es evidente que no existe una solución única e ideal de traducción. Hay


unas restricciones y el traductor debe establecer sus prioridades en cada
encargo. En el caso de las restricciones contextuales, que plantean problemas
de tipo léxico, de distinta carga semántica, falsos amigos, etc., tenemos solu-
ciones muy claras. No sencillas, pero sí claras. Habrá que investigar el senti-
do exacto de los términos y buscar un equivalente en español. Si no existiera
(restricción por falta de concepto equivalente) podemos utilizar recursos

86
como dejarlo en el idioma original (prioridad: respetar el sentido del original
por encima de cuestiones estilísticas o de concesiones al lector), hacer una tra-
ducción explicativa (prioridad: que de alguna manera el lector entienda el sig-
nificado aunque el texto pierda ritmo y se haga más penosa su lectura) o uti-
lizar una traducción funcional aunque el significado no sea absolutamente el
mismo en encargos que admitan este procedimiento (prioridad: que el texto
suene natural y se lea con facilidad).
El proceso ideal ante cualquier encargo sería comparar ambos sistemas
jurídicos en aquellos puntos que puedan plantear problemas traductológicos y,
sin perder de vista la función que va a tener la traducción, reflexionar sobre la
estrategia más apropiada. La falta de equivalencias entre instituciones jurídi-
cas sólo se puede solucionar con un profundo conocimiento de los ordena-
mientos jurídicos, que la traducción como acto de comunicación intercultural
pone en contacto. No obstante, no se trata de una tarea fácil, ya que el dere-
cho comparado es una disciplina muy especializada que exige un trabajo de
investigación jurídica intenso para resolver los frecuentes conflictos de leyes
y las diferentes interpretaciones posibles.
Ahora bien, en el caso del estilo, la forma, las fórmulas, etc., la libertad del
traductor jurídico es, en principio, mucho mayor y ahí entran en juego en pri-
mer lugar cuestiones como el skopos, es decir, la función que va a tener la tra-
ducción, pero también el gusto y el ideolecto del traductor. Así, no traducirí-
amos igual un testamento si nos lo pide un ciudadano sin formación jurídica
que simplemente desea obtener una idea de lo que le ha dejado en herencia un
hermano suyo fallecido en Estados Unidos, que si ese mismo cliente nos soli-
cita traducción jurada para iniciar una acción judicial. Sin embargo, la reali-
dad nos demuestra que el 95% de los encargos de traducción jurídica se ajus-
tan al segundo supuesto, y van destinados a lectores expertos para su uso en
entornos legales. En estos casos, el objetivo principal de la traducción es gene-
rar un texto en lengua meta que, sin pretender crear la ilusión de ser un docu-
mento original, salvaguarde la función jurídica del texto original utilizando un
estilo y un registro jurídico apropiados y respetuosos con las convenciones de
género. No se trata de reproducir elementos lingüísticos, sino de encontrar
recursos para mantener la identidad expresiva entre el original y la traducción.
Por otra parte, la traducción jurídica debe abordar necesariamente el pro-
blema que supone trasponer la función del original, y en concreto el efecto
jurídico pretendido con el mismo. Los textos jurídicos se redactan para tener
una función jurídica concreta, un efecto legal específico y regulado por la
legislación del país de origen. Esta función jurídica pretendida quizás no
tenga equivalente funcional en la cultura jurídica de llegada o incluso puede
ir contra los preceptos jurídicos de dicho ordenamiento. A todo ello hay que

87
añadir que el texto meta será leído e interpretado por alguien que, en princi-
pio, no está familiarizado con el sistema legal de la cultura de partida y en la
mayoría de los casos espera un texto legal que responda a las convenciones de
los textos en la cultura meta. En la práctica profesional nos hemos encontra-
do juristas que al leer una traducción la han tachado de incorrecta por ir en
contra de la legislación y hemos tenido que explicarles que se trata de una tra-
ducción de los contenidos de un documento extranjero que fue redactado con-
forme a la legislación del país de origen y que en ningún caso pretendía ajus-
tarse a lo dispuesto en la legislación del país de la lengua meta.
Por último, cabe citar la necesidad de actualización constante de conoci-
mientos que tiene el traductor jurídico. Los conceptos legales relacionados
con la sucesión no se caracterizan por su carácter innovador como podría afir-
marse sobre otros temas objeto de traducción jurídica, como la legislación
sobre reproducción asistida o los productos financieros. En principio, podría-
mos afirmar que se trata de una rama del derecho muy conservadora pues
regula (entre otras cosas) la transmisión de propiedades, inmobiliarias, en
muchos casos, y todo el derecho sobre propiedad privada tiende a ser conser-
vador, tanto en el fondo como en la forma. Efectivamente, los documentos que
encontramos en este ámbito se caracterizan por su alto grado de formalidad y
convencionalismo. Sin embargo, los cambios sociales y legislativos que se
están registrando en España y el Reino Unido (leyes sobre parejas de hecho o
matrimonio entre homosexuales, nuevos sistemas de gestión de patrimonios
en forma de statutory trusts, popularización del testamento vital, etc.) obligan
al traductor a actualizar sus conocimientos de forma continuada.

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89
RETOS ACADÉMICOS
DE LA TRADUCCIÓN JURÍDICA:
DOCENCIA E INVESTIGACIÓN
INTERACCIÓN DE CONOCIMIENTOS
EN EL APRENDIZAJE
DE LA TRADUCCIÓN JURÍDICA
LAURA SANTAMARIA
Universitat Autònoma de Barcelona

1. INTRODUCCIÓN

L A ENSEÑANZA Y EL APRENDIZAJE de la traducción jurídica plantean retos


difíciles tanto para el colectivo de los profesores como para los estu-
diantes. El proceso de traducción obliga al traductor a fijarse en unas unida-
des translémicas relacionadas con el resto del texto y con el contexto que ha
permitido que se generara el texto que se debe traducir. Dada la complejidad
jurídica subyacente al texto, y para evitar la dispersión que puede alejarnos del
objetivo final de la traducción, debemos integrar la totalidad de los conoci-
mientos necesarios, y enseñar a los estudiantes a gestionarlos para que contri-
buyan a mejorar la calidad de sus traducciones. Por ello, debemos seguir bus-
cando una metodología que resulte más productiva y que incluya las nuevas
mejoras sociales que las herramientas disponibles han facilitado.
Los alumnos de traducción jurídica llegan a los distintos cursos con cono-
cimientos previos y si queremos que el proceso de aprendizaje sea más eficaz,
existe la necesidad de integrar dichos conocimientos al aprendizaje en el aula.
En el plan de estudios de la Universitat Autònoma de Barcelona existe un pri-
mer curso de traducción jurídica que realizan los estudiantes en el tercer año
de licenciatura y al que llegan con conocimientos previos de traducción gene-
ral y los que han adquirido en las asignaturas instrumentales, que en breve
vamos a definir.
Los estudiantes, pues, acceden al primer curso de traducción jurídica con
conocimientos de traducción general, es decir, cuando ya han aprendido a rea-
lizar operaciones de traducción y saben, por ejemplo, realizar análisis textua-
les, son capaces de detectar las dificultades que va a conllevar una cierta tra-
ducción y disponen de las estrategias o de los procedimientos que deben apli-
car para que el traslado a la lengua meta se realice de manera apropiada.
Cuentan asimismo con los conocimientos que han adquirido en las asignatu-
ras instrumentales: técnicas de trabajo propias de la documentación, termino-
logía e informática.

93
En documentación han aprendido a realizar búsquedas en bases documen-
tales accesibles en Internet y también en soporte de papel y óptico, a analizar
la pertinencia de los resultados que han hallado y a contrastar esa información
con la de otras fuentes. En cuanto a la terminología, además de haber adqui-
rido los conceptos que provienen de la teoría general de la terminología, saben
cómo consultar bases terminológicas y son capaces de crear sus propias bases
de datos. Este último punto les va a servir de gran ayuda tanto si trabajan
como traductores free lance, como si traducen en agencias de traducción.
Dentro de la informática son numerosos los programas que les van a ser muy
útiles en su vida profesional. Más adelante observaremos la clasificación que
propone Vilarnau (2001).
El segundo curso de traducción jurídica se imparte en cuarto año, es decir,
cuando los estudiantes ya tienen conocimientos sobre qué significa traducción
jurídica. Finalmente, en el curso de postgrado cabe resaltar que los estudian-
tes proceden de distintas titulaciones, por lo que se ha optado por ofrecer tres
itinerarios diferentes según los distintos estudios que les facilitan el acceso.
Para analizar de qué modo se pueden organizar los conocimientos en el
aula de traducción jurídica a lo largo de todo este itinerario, este artículo está
estructurado a partir de cuatro ejes: el texto jurídico como texto de especiali-
dad, el proceso de traducción, las herramientas y los recursos para la traduc-
ción jurídica, y las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) en
relación con la traducción jurídica.

2. CARACTERIZACIÓN DEL TEXTO JURÍDICO

La traducción implica una actividad que siempre está sujeta al texto original
desde varios puntos de vista. Por ello probablemente hablamos de traducción
especializada y no de traducción de textos de especialidad. De todas formas,
originales y traducciones mantienen una relación inestable: a veces porque el
texto original no existe y en otras ocasiones porque se ha ocultado intencio-
nadamente que se trata de una traducción y se finge que es un original.1 Esta
relación se impone también desde un punto de vista jurídico, y así si el texto
original se considera fruto de una actividad que genera derechos de propiedad
intelectual, las traducciones también generan estos derechos, como es el caso

1. A lo largo de la historia, se ha plagiado el contenido de algunas obras, que supuestamente se


han publicado como si de originales se tratara. En otras ocasiones, se ha fingido que la obra
era una traducción cuando, de hecho, era la primera vez que se redactaba ese original. En otros
casos, el texto original ha desaparecido, y contamos sólo con las traducciones; esto es lo que
ocurre, por ejemplo, con la Biblia.

94
de la traducción literaria. En cambio, si el texto original pertenece a un ámbi-
to que no los genera –como por ejemplo una carta comercial–, la traducción
tampoco. Pese a que esta perspectiva jurídica supedita al original la traducción
e incluso la propia naturaleza de la actividad, la tarea de traducir no es tan
diferente en todos estos casos, aun cuando, como veremos más adelante, la
estrategia de traducción, las técnicas utilizadas y la norma, o convención, que
estructura la actividad traductora sí que presentan algunas peculiaridades.
Son varias las clasificaciones que se han realizado de los lenguajes de
especialidad. Para definir eficazmente la comunicación jurídica, en el sentido
de Jakobson, tendremos en cuenta dos parámetros centrales de la comunica-
ción, relacionados con el proceso de traducción y con la enseñanza de dicho
proceso: el propio texto –que a su vez nos delimita la temática y nos permite
realizar una clasificación por géneros, donde podemos observar el grado de
abstracción para cada caso– y el contexto, como elemento también del proce-
so de comunicación descrito por Jakobson, o sea la realidad jurídica donde se
insertan los textos jurídicos, con lo cual contienen también información refe-
rencial.
Los textos jurídicos comparten ciertas características propias que los dis-
tinguen del resto de textos de especialidad y presentan algunas particularida-
des que inciden en el proceso de traducción. Estas características específicas
de los textos jurídicos repercuten, a su vez, en la formación de traductores de
este ámbito. Por la temática y dentro de los lenguajes de especialidad, consi-
deramos los textos jurídicos como textos técnicos con un grado de abstracción
bastante alto, que varía en función de los interlocutores participantes en el
proceso de comunicación y de la situación comunicativa.
Para determinar el grado de abstracción de los textos jurídicos, podemos
observar las variaciones según el género textual que establecemos a tal fin.
Šarčević (1997: 11) propone la siguiente clasificación de los textos jurídicos:

1) principalmente prescriptivos: normativas, códigos y leyes, contratos,


tratados y convenciones;
2) principalmente prescriptivos, pero también descriptivos: textos judicia-
les, y
3) puramente descriptivos: textos doctrinales.

Esta clasificación nos sirve de base para ordenar los textos que queremos
que traduzcan nuestros alumnos según el grado de dificultad, pero también,
por la misma noción de género, podemos relacionar los textos en varias len-
guas en el proceso de documentación previo a la traducción tal y como vere-
mos más adelante.

95
La mayor dificultad en la formación de traductores de textos jurídicos
deriva de la distancia entre los contextos comunicativos donde se producen los
textos, o sea de los universos jurídicos que generan los textos. Para compren-
der el texto jurídico, nos es preciso entender el mundo que lo envuelve, su rea-
lidad, una realidad definida a partir de los ordenamientos jurídicos.
Tendremos que preparar metodologías de formación de traductores en función
de si las lenguas relacionadas por el proceso de traducción comparten univer-
so jurídico, es decir, según si forman parte de un mismo estado.2 Algo pareci-
do ocurre si participan en una misma organización internacional, como la
Unión Europea, o bien si se trata de textos que reflejan realidades jurídicas
diferentes.
Los textos jurídicos en catalán participan en buena parte del universo jurí-
dico de los textos redactados en castellano peninsular, mientras que la distan-
cia entre el contenido de los textos jurídicos en catalán y en otras lenguas
implica una dificultad añadida. Cuando traduzcamos del catalán al castellano,
o bien al revés, a pesar de la singularidad de los textos jurídicos en relación
con los otros lenguajes de especialidad, el proceso de traducción no es tan
diferente respecto a los casos en los que tenemos que traducir otros tipos de
texto técnico. Esto es, se trata de un tecnolecto determinado en tanto que hace
uso de una terminología y una fraseología específicas y tiene unas caracterís-
ticas textuales propias. Al mismo tiempo, la realidad, o contexto jurídico, es
prácticamente la misma. Es precisamente este hecho lo que acerca la traduc-
ción técnica y científica a la traducción jurídica entre el catalán y el castella-
no, en el contexto del Estado español, y entre el inglés y el francés, en el con-
texto de Canadá.
Asimismo, los traductores tienen que establecer correspondencias sobre el
contenido jurídico del texto original de una forma similar a como las estable-
ce el derecho comparado. Debemos subrayar, también, que no es lo mismo
preparar una traducción jurídica entre, pongamos por caso, un testamento en
inglés de EE.UU. que tenemos que traducir al catalán, que hacer un trabajo de
derecho comparado sobre el derecho de sucesiones en EE.UU. y en Cataluña.
En cualquier caso, estas divergencias no implican que no se deba realizar
un trabajo de documentación exhaustivo cuando traducimos. La diferencia
básica radica en el hecho de que el trabajo del traductor se centra en el texto
que tiene que traducir, mientras que el estudioso del derecho comparado ana-
liza las consecuencias jurídicas.

2. En consecuencia, cuando hablamos de formar traductores jurídicos para la combinación cas-


tellano-catalán, nos es imprescindible distinguir entre los originales en castellano peninsular
y los originales en otras lenguas.

96
3. PROCESO DE TRADUCCIÓN

Una vez hemos definido el texto jurídico en tanto que objeto de la traduc-
ción posterior que debemos realizar, tenemos que establecer qué debemos
enseñar en la clase de traducción jurídica, es decir, qué competencias quere-
mos desarrollar y por medio de qué estrategias. Si creemos que es necesario
enfocar la docencia de forma que los estudiantes aprendan a aprender, ten-
dremos que partir de las habilidades que buscamos que adquieran los traduc-
tores para llevar a cabo una traducción jurídica de modo satisfactorio. Entran
ahora en juego un conjunto de destrezas (comprensión conceptual del texto
original, análisis de las funciones del texto, reformulación de la información
en la lengua de llegada, etc.), pero al ser el tema central de este artículo las
herramientas y los recursos necesarios para la formación de traductores de
textos jurídicos, nos centraremos en la importancia de la documentación, esto
es, en la búsqueda de información que nos debe permitir entender el texto y
traducirlo con éxito.
A través de la documentación podremos compilar la información sobre el
contenido del original.3 Al mismo tiempo, la búsqueda de otros documentos
paralelos en la lengua original nos permite observar la singularidad del docu-
mento a traducir, o las semejanzas con otros textos con un objeto jurídico
similar. Es en esta fase, pues, donde podemos comprobar la utilidad de las cla-
sificaciones por géneros textuales.
La documentación terminológica en la traducción jurídica supone también
ciertas singularidades, que son debidas a la dificultad de identificar la solución
terminológica pertinente, puesto que puede no haber equivalencia conceptual
entre los dos sistemas jurídicos. Tal es el caso de los nombres de ciertas ins-
tituciones (por ejemplo, de los tribunales), de algunas figuras del derecho, etc.
A menudo, cuando se pregunta a los estudiantes cuál es la mayor dificul-
tad a la que se enfrentan durante el proceso de traducción, tienden a respon-
der que la terminología es el escollo principal. Se debe entonces permitir que
reflexionen sobre esta respuesta, puesto que a menudo la dificultad es fruto de
la falta de comprensión del concepto. Por lo tanto, debemos hacer hincapié en la
finalidad de la documentación, en la adquisición de conocimientos sobre el
tema de la traducción.

3. Con todo, es bien cierto que en el contexto actual de Internet, tendemos demasiado a confiar
en este medio y nos olvidamos de que el propio texto actúa también de metalenguaje. Por
ejemplo, los contratos en inglés contienen definiciones e información sobre el propio contexto
jurídico (las leyes que regulan aquella práctica jurídica, por ejemplo).

97
También se debe llevar a cabo una búsqueda de documentación sobre la
misma situación comunicativa en lengua de llegada, concretamente en los dos
campos que hemos señalado para el contenido del original. De este modo
podemos discriminar las diferencias entre los dos sistemas jurídicos, unas
diferencias conceptuales y formales que nos obligarán a investigar también
sobre la norma en traducción.
Monzó (2002: 233) desarrolló el concepto de transgénero para la traduc-
ción jurídica para «hacer referencia a les regularidades y a las convenciones
propias de la traducción». Precisamente es aquí donde más se debería incidir,
puesto que los estudiantes de traducción tienen que reconocer cómo deben ser
los textos traducidos.
Dado que es en este último ámbito en el que menos información podemos
recoger, ya que difícilmente podremos contar con una base de textos traduci-
dos, tenemos que procurar maximizar los resultados. Nos fijaremos, pues, en
dos aspectos relacionados con la norma en traducción: por una parte, las con-
venciones que regulan la traducción jurídica y, por otra, las modalidades de
traducción de textos jurídicos que podemos identificar:

- Traducción jurídica: la entendemos como la traducción de textos jurídicos


en el sentido más amplio, o sea textos que contienen información jurídica.
- Traducción jurada: la traducción que debe cumplir con unos requisitos
determinados que la llevan a tener un carácter oficial. Ha de haber sido
realizada por personas acreditadas como traductores jurados; el conteni-
do no es siempre en su totalidad jurídico (un informe forense que es pre-
ciso incluir en un proceso judicial, etc.). Borja (2000: 153) recoge las
actividades de los traductores jurados: traducción de documentos judicia-
les, traducción de documentos de procedencia oficial, pero de carácter
administrativo (certificados médicos, de estado civil, académicos, etc.).

Borja (2000: 138) distingue también entre otras modalidades:

- traducción escrita;
- traducción audiovisual, e
- interpretación (simultánea y consecutiva).

Esta variedad de modalidades de traducción nos obliga a incluir en las cla-


ses de traducción información sobre la norma. Dicha información es difícil de
contrastar, ya que, como hemos dicho, no es fácil hallar un corpus de traduc-
ciones traducidas y disponibles para ser consultadas. (Véase a este respecto
Monzó, en este volumen.)

98
4. HERRAMIENTAS Y RECURSOS PARA LA TRADUCCIÓN
ESPECIALIZADA

La utilización de las tecnologías de la información y de las comunicacio-


nes (TIC) en el proceso de traducción ha recibido nombres diferentes. Sólo
entre las universidades catalanas nos encontramos ya con dos denominacio-
nes. Mientras que el término tradumática es el que usamos a la Universitat
Autònoma de Barcelona, en la Universitat Pompeu Fabra se prefiere tradúctica.
Del mismo modo en que las TIC han experimentado grandes avances en los
últimos años en la mayoría de los ámbitos de conocimiento, también se han
generado grandes cambios en el ámbito de la traducción. Se han creado, en
este contexto, toda una serie de programas informáticos al servicio de los tra-
ductores. Para entender de qué hablamos exactamente, partiremos de la defi-
nición de tradumática que propone Vilarnau (2001: 18):

Conjunto de conocimientos y habilidades en el uso de las TIC que permiten


desarrollar la tarea de la traducción de una forma más rápida, eficaz y fiable.

Este mismo teórico (Vilarnau, 2001: 22-23) caracteriza los programas


informáticos que pueden servir de soporte en el proceso de traducción de tal
manera que se subraya la relación más o menos estrecha con la traducción:

I. Programas de traducción
1. Procesadores de textos.
2. Herramientas de traducción asistida.
3. Herramientas de traducción automática.
4. Programas de autoedición.
5. Editores de HTML.
6. Herramientas de localización de software.
7. Programas de tratamiento de imágenes.
8. Otros formatos específicos.
II. Programas de apoyo a la traducción
1. Bases de datos.
2. Diccionarios y enciclopedias en disco óptico.
3. Navegadores.
4. Agentes inteligentes de búsqueda.
5. Hojas de cálculo.
6. Correctores ortográficos y gramaticales.
7. Programas de extracción de términos.

99
III. Programas para enviar y recibir documentos
1. Correo electrónico.
2. Programas de FTP.
3. Reconocimiento óptico de caracteres (OCR).
4. Reconocimiento de voz.
5. Fax.
IV. Programas accesorios a la traducción
1. Compresores.
2. Programas de cifraje.
3. Programas de chat y derivados
(ICQ, Netmeeting, Messenger, webchat, etc.)
4. Copiadoras de webs.
5. Control de descargas.
6. Programas para compartir archivos (P2P)
V. Programas generales
1. Antivirus.
2. Programas de gestión de privacidad.
3. Cortafuegos.
4. Grabadoras de CD-ROM.
5. Mantenedores del sistema operativo.

De hecho, como usuarios, y en todo caso como usuarios adelantados,


conocemos la mayoría de estos programas. Algunos de ellos pueden resultar
especialmente útiles para los traductores de textos jurídicos, mientras que
otros pueden tener más utilidad en otras especialidades (herramientas de loca-
lización de software o programas de autoedición).
En términos generales, las dos primeras categorías son las más próximas
a la traducción especializada, en tanto que son herramientas que pueden ser
de ayuda para sistematizar el proceso de traducción, de manera que se puede
argumentar que «la tradumática no se limita a ofrecer al traductor unas herra-
mientas, sino que amplía su perfil profesional y lo convierte en un gestor de
la información multilingüe» (Vilarnau, 2001: 109).
En algunos casos, la relación entre la utilización de ciertos programas y la
traducción es tan estrecha que no se precisa justificar su utilización. Nos refe-
rimos, por ejemplo, a los procesadores de textos, a los diccionarios y enciclo-
pedias en disco óptico y a los navegadores que facilitan la búsqueda por
Internet. Por otra parte, un buen conocimiento del resto de categorías puede
simplificar la tarea del traductor de modo global, puesto que, por ejemplo, una
buena gestión del correo electrónico puede permitir al traductor estar en con-
tacto más directo con los clientes habituales, pero también con los potencia-

100
les; la utilización de los programas de reconocimiento de la voz, que actual-
mente ya empiezan a ser suficientemente sensibles, puede evitar el uso del
teclado e incrementar, por tanto, el número de palabras traducidas por minuto;4
los programas de gestión de privacidad y los antivirus pueden garantizar la
seguridad de los datos almacenados en el ordenador; o bien, los compresores
y las grabadoras de CD-ROM le pueden permitir optimizar la memoria del disco.
Por todo ello, nos centraremos ahora, sobre todo, en determinar cómo los
programas de las primeras dos categorías pueden mejorar el resultado del tra-
bajo de los traductores, y lo haremos desde una perspectiva didáctica. (Véase
también Pérez González, en este volumen, para una visión de su uso en la
investigación de la traducción jurídica.)

5. LAS TIC Y LA TRADUCCIÓN JURÍDICA

Vamos a fijarnos en algunos de los programas que podemos usar en el pro-


ceso de traducción jurídica. De hecho, este tipo de programas deberían
incluirse en las asignaturas de traducción jurídica. En general, los programas
de las facultades de traducción ya incluyen asignaturas llamadas instrumenta-
les: informática, terminología y documentación. Sin embargo, debería encon-
trarse la forma de utilizar estas aplicaciones dentro de las asignaturas concre-
tas de traducción, es decir, enseñar a los alumnos en contexto cómo se deben
utilizar para sacarles el máximo partido.

5.1. Herramientas de traducción asistida

Las llamadas memorias de traducción reconocen traducciones anteriores


sobre segmentos similares de texto. Permiten traducir con rapidez textos lar-
gos donde haya muchas repeticiones. Facilitan, asimismo, el trabajo en grupo
–con varios traductores trabajando al mismo tiempo y un gestor que coordina
el estilo y la terminología del proyecto.
Estas memorias ofrecen un rendimiento irregular según las características
del original. En los textos jurídicos redactados en inglés, las frases son muy
largas, contienen grupos largos de hipónimos y muchos segmentos insertados.
Ello impone dificultades a este tipo de programas a la hora de reconocer simi-
litudes de contenido.

4. Estos programas de reconocimiento de voz han contribuido al nacimiento de nuevas modali-


dades de traducción: subtitulación en directo para programas televisivos que se emiten en
directo.

101
5.2. Bases de datos

Actualmente, la base de datos Multiterm de Trados es probablemente la


más utilizada por todos los traductores de textos de especialidad del mundo y
la que se enseña con mayor frecuencia en las facultades y en los departamen-
tos de traducción. Este software permite adaptar el contenido de las fichas ter-
minológicas a las necesidades de cada traductor.
Si el objetivo docente consiste en ofrecer herramientas a los alumnos para
que aprendan a aprender, además de enseñarles a usar Multiterm, debemos
enseñarles a reflexionar sobre los elementos que debe incluir la ficha.
Una posible propuesta de ficha terminológica es la siguiente:

FIGURA 1: Propuesta de ficha terminológica para el programa Multiterm

5.3. Navegadores y buscadores

Hemos destacado la necesidad de llevar a cabo un trabajo de documenta-


ción exhaustivo antes de empezar a traducir. De ahí la necesidad de enseñar a
los alumnos a usar estas herramientas con la máxima efectividad.
Podemos distinguir entre navegadores y buscadores (Vilarnau, 2001: 40 y
41):

102
Un navegador es un programa que lee documentos en HTML, pero, en lugar
de mostrarnos los códigos y las etiquetas […], los interpreta y muestra los
documentos con cursivas, negritas, imágenes, marcos, cuadros, etc.
[…]
Los buscadores son sitios web que tienen un motor de búsqueda que trabaja
con una base de datos de webs indexadas.

Una vez hemos discriminado las herramientas que nos permiten realizar
búsquedas documentales, debemos también asegurarnos de que los textos que
consultamos contienen un grado de fiabilidad alto. Como ello no resulta tan
fácil de discernir, en Sánchez Gijón (2003) se presenta una aplicación que a
través del análisis humano de unos parámetros predefinidos en una ficha per-
mite establecer el grado de fiabilidad del sitio web consultado.
Los campos son los siguientes:

FIGURA 1: Gestor de recursos textuales (Sánchez Gijón, 2003)

Existe una necesidad clara de llevar a cabo las consultas documentales de


la forma más acertada posible, pero sobre todo es preciso comprobar que los
resultados coinciden con el fin de la traducción. Esta aplicación nos permite

103
identificar los siguientes datos: lengua, sitio, referencia de los datos, referen-
cia del receptor (según si es experto, semiexperto o lego), referencia del autor
(experto, semiexperto, lego), nombre del autor, características del sitio web
(creado por una institución de investigación, sitio personal, asociación), tipo
de contenido (noticia, artículo de divulgación, entrevista, glosario). También
permite combinar los campos para encontrar definiciones, documentar colo-
caciones y combinaciones de los elementos lingüísticos o segmentos de texto
donde aparece a menudo el término.

6. CONCLUSIONES

Como apunte final, sólo queda remarcar que la complejidad de los textos
jurídicos obliga a mantener la atención constante en las unidades de traduc-
ción más pequeñas sin olvidar su relación con la totalidad del texto y del con-
texto. En consecuencia, la formación en traducción es una actividad comple-
ja –tanto desde el punto de vista del enseñante como del aprendiz– que exige
el aprendizaje de los recursos que hemos presentado en este artículo.
Para evitar la dispersión a la que puede llevar el uso de algunas de las
herramientas comentadas (como las memorias de traducción) –y con la que se
corre el peligro de diluir el objetivo final de la traducción–, debemos integrar
la totalidad de los conocimientos necesarios en la formación de los traductores
de esta especialidad, y enseñar a los estudiantes a gestionarlos en un entorno
cada vez más mediatizado por las herramientas informáticas. Debemos pro-
curar que estos conocimientos y estas herramientas actúen en todo caso a
favor de la traducción y que lo instrumental no supere en relevancia o dificul-
tad a la auténtica finalidad del proceso, que es la traducción misma. Por todo
ello tenemos que seguir buscando una metodología de enseñanza más pro-
ductiva y adaptarla a los nuevos progresos sociales.

BIBLIOGRAFÍA

BORJA ALBI, A. (2000): El texto jurídico inglés y su traducción al español,


Barcelona, Ariel.
MONZÓ NEBOT, E. (2002): La professió del traductor jurídic i jurat.
Descripció sociològica de la professió i anàlisi discursiva del transgènere
[tesis doctoral], Castelló de la Plana, Departament de Traducció i
Comunicació, Universitat Jaume I.

104
— (2005): «Investigar con los profesionales: colaboraciones de investigación-
acción» en E. MONZÓ y A. BORJA (ed.) (2005): La traducción y la inter-
pretación en las relaciones jurídicas internacionales, Castelló de la Plana,
Universitat Jaume I, pp. 153-169.
PÉREZ GONZÁLEZ, L. (2005): «Aportaciones de las nuevas tecnologías a la
investigación en el ámbito de la traducción jurídica» en E. MONZÓ y A.
BORJA (ed.) (2005): La traducción y la interpretación en las relaciones
jurídicas internacionales, Castelló de la Plana, Universitat Jaume I, pp.
133-152.
SÁNCHEZ-GIJÓN, P. (2003): Els documents digitals especialitzats: utilització
de la lingüística de corpus com a font de recursos per a la traducció espe-
cialitzada [tesis doctoral], Barcelona, Departament de Traducció i
Interpretació, Universitat Autònoma de Barcelona.
SARCEVIC, S. (1997): New Approach to Legal Translation, La Haya, Kluwer
Law International.
VILARNAU, J. (2001): La tradumàtica. Delimitació conceptual i importància
en el procés de formació del traductor [trabajo de investigación],
Barcelona, Departament de Traducció i d’Interpretació, Universitat
Autònoma de Barcelona.

105
¿CUÁNTO DERECHO DEBE SABER
EL TRADUCTOR JURÍDICO?
ROBERTO MAYORAL ASENSIO
Universidad de Granada

1. INTRODUCCIÓN: LOS CONOCIMIENTOS JURÍDICOS


EN LA TRADUCCIÓN

L A MAYOR PARTE de las reflexiones que se hacen sobre la traducción


jurídica desde el campo de la traducción parten del principio de que «el
traductor debe comprender perfectamente lo que traduce»; pues bien, esto
puede expresar un ideal pero no es desde luego lo que ocurre en el ejercicio
profesional. La mayor parte de las reflexiones que se hacen sobre la traducción
jurídica desde el campo del derecho parten por el contrario del principio de
que «el traductor no debe interpretar el texto»; pues bien, esta formulación es
demasiado general porque el traductor, en alguna medida, necesita comprender
e interpretar el texto jurídico para poder traducirlo.
En el caso de la traducción jurídica, la comprensión parece mostrar al
menos tres niveles diferentes: (1) lo que el término o la expresión jurídica pue-
den significar con independencia del documento en que están contenidos (los
diferentes significados del diccionario); (2) lo que el término o la expresión
significan en ese documento en particular, y (3) la proyección jurídica de los
contenidos de ese documento en cuanto a la eficacia de su acto negocial, la
aplicación de esa norma legislativa o la autenticidad de la certificación, según
sea el caso.
Para deducir el primer significado (de diccionario) es suficiente con disponer
de buenos diccionarios (afortunadamente, para algunos pares de lenguas como
el inglés y el español sí disponemos de ellos). Para deducir el significado
intermedio (documental) es necesario aplicar los elementos pragmáticos y
comunicativos contenidos en el documento y algún conocimiento de los orde-
namientos jurídicos de ambas culturas implicadas. Para conocer el significado
plenamente jurídico –el que ha de ser considerado como sancionado y defini-
tivo– es necesario acudir a instrumentos o reglas extratextuales de interpreta-
ción del significado jurídico como son el ordenamiento jurídico, las intenciones
del autor o de las partes, los actos de los intervinientes, etc.
El ideal –inalcanzable– de la traducción sería que el documento traducido
recogiera exactamente los mismos significados potenciales que el documento

107
original. Tanto para deducir el significado documental como el jurídico es
necesario saber derecho, aunque en diferentes proporciones. Para deducir el
significado jurídico hace falta un conocimiento elevado y activo del derecho,
que normalmente sólo corresponde a juristas y que la cultura jurídica atribuye
de forma exclusiva a legisladores y jueces, aunque los abogados lo practiquen
habitualmente. El uso activo de conocimientos de derecho para la deducción
del significado documental (2) sería un campo de negociación y de conflicto
entre jueces y administradores por un lado y traductores por otro. La línea roja
que separe las competencias de unos y otros está por trazar e incluso es posible
que cierto solapamiento resulte inevitable.

2. ¿TRADUCTOR JURÍDICO O JURISTA TRADUCTOR?

¿Qué conocimientos de derecho debe tener el traductor jurídico? ¿Los que


le permitan conocer los significados potenciales del texto o los que le permi-
tan reducirlos a un solo significado a través de la interpretación jurídica? ¿Los
conocimientos del mediador lingüístico, los conocimientos del jurista, los
conocimientos del juez o legislador o algún punto intermedio entre ellos?
Creemos que los conocimientos de derecho exigibles al mediador lingüístico
no son los mismos, ni en la misma medida, que los exigibles a los miembros
de las profesiones legales. Además, sus conocimientos deben ser de los dos
sistemas jurídicos implicados en la traducción.
Lo cierto es que el traductor jurídico no jurista siente pavor ante el dere-
cho y la profesión legal; siente pavor ante la posibilidad del error derivado de
la ignorancia y esto le empuja con frecuencia a soluciones de traducción muy
conservadoras. Esto es así porque el traductor jurídico que no reúne al mismo
tiempo la condición de jurista casi nunca llega a alcanzar el grado de com-
prensión del documento jurídico al que llega el jurista, por mucho que pueda
utilizar técnicas de documentación muy eficaces.
Si supusiéramos que el jurista alcanza una comprensión perfecta de todo
documento jurídico y conociera en cada caso cuál debe ser su única interpre-
tación válida (lo cual evidentemente ni es ni puede ser cierto) y que al tra-
ductor no jurista le resultara imposible alcanzar esta comprensión perfecta,
podríamos llegar a la conclusión de que los únicos que debieran atreverse a
realizar traducciones jurídicas serían aquellas personas que reunieran al
mismo tiempo la condición de juristas y traductores; pues bien, si esto fuera
así, sólo se cubriría una parte ínfima de las necesidades de mediación lingüística
jurídica (la mayor parte de esta mediación es y será llevada a cabo por traducto-
res no juristas), y, además, esta ínfima parte continuaría viéndose expuesta a

108
todos los enigmas y contradicciones que plantea la traducción de documentos
jurídicos a los meramente traductores.
La gran paradoja sería que a este profesional capacitado se le impediría
poner en efecto todas sus capacidades, pues su papel de traductor le impediría
invadir campos ajenos. Además, se agravaría una de las contradicciones más
claras entre el ejercicio del derecho y el ejercicio de la traducción jurídica: el
jurista con frecuencia tiene que interpretar los documentos de acuerdo con los
intereses de su cliente, mientras que el traductor de documentos jurídicos está
sujeto a una exigencia de verdad que le impide tomar partido. Un traductor-
jurista ha de enfrentarse inevitablemente a dos culturas profesionales distintas
y, en algunos aspectos, contradictorias.

3. LA FORMACIÓN DE LOS TRADUCTORES JURÍDICOS

A efectos de la formación de traductores jurídicos, la cuestión es ¿cuánto


derecho hay que enseñar a un futuro traductor que normalmente viene de
letras y al que en su enseñanza primaria y secundaria no se le han trasmitido
nociones básicas de derecho? Si hacemos abstracción de que la traducción es
una actividad humana –y por tanto imperfecta y siempre mejorable–; si hacemos
abstracción de que no existe la comprensión perfecta para ningún tipo de texto
y que habrá que pensar simplemente en una comprensión suficiente para las
exigencias del encargo de traducción; si hacemos abstracción de que diferen-
tes partes de un mismo documento jurídico plantean al profesional exigencias
diferentes de comprensión dependiendo del riesgo que suponga una com-
prensión defectuosa; si lográramos abstraernos de todo ello, podríamos llegar
a la conclusión de que hasta ahora (que nosotros conozcamos) nadie se ha
ocupado de establecer, aunque sea de forma imprecisa y relativa, cuáles son
los conocimientos de derecho que el mediador lingüístico de actos legales
necesita.1
No basta con proponerse que el traductor sepa tanto derecho como el juris-
ta: esto es irreal, es relativo, varía y resulta imposible de definir y establecer.
Por otra parte, habría que suponer que se requieren conocimientos de ambos
derechos implicados en la traducción, que se producirá cierto solapamiento
entre ellos, que hay ramas del derecho que sirven de fundamento a otras,

1. Con posterioridad a la redacción de este trabajo conocemos que Cristina Valderrey ha leído
en Salamanca en 2002 la tesis doctoral titulada Análisis descriptivo de la traducción jurídica
(inglés-español). Aportes para una mayor sistematización de su enseñanza; nos congratula-
mos por ello.

109
como el derecho civil; el penal y el administrativo; que hay ramas del derecho
que son instrumentales y transversales, como es el caso de las ramas procesa-
les; que hay ramas del derecho cuyo conocimiento resulta accesorio para el
traductor (la situación puede ser muy distinta para el estudioso de la traducción),
como la historia del derecho; que las ramas muy específicas del derecho ten-
drán un interés importante tan sólo para los traductores muy especializados
(derecho financiero, derecho internacional público, derecho romano, etc.), que
se producirá cierto solapamiento entre ramas distintas del derecho, etc.

4. UN CONOCIMIENTO CONDICIONADO

Habrá que establecer también qué parte de estos conocimientos ha de


corresponder a un tipo de conocimiento declarativo que se deba adquirir desde
un principio y qué parte corresponderá a un conocimiento, tanto declarativo
como operativo, que permita alcanzar cualquier otro tipo de conocimiento
más especializado ante la demanda de una situación concreta (actividad de
documentación). Es decir, dado que la actividad de la traducción se rige por
el principio minimax (máxima eficacia con el mínimo esfuerzo), hace falta
una estructuración del conocimiento jurídico diseñada para el caso específico
de los mediadores lingüísticos. Si queremos que la formación de traductores
jurídicos deje de ser un trabajo improvisado y anárquico, debemos establecer
de la forma más rigurosa posible cuál es el trayecto hacia el conocimiento
jurídico suficiente y sistemático que debe recorrer el que desea ser un buen
traductor jurídico.
Pero habrá que tener en cuenta especialmente que el conocimiento del que
hablamos es conocimiento al servicio del desempeño de unas tareas, por lo
que previamente habrá que establecer cuáles son las tareas que deberán ser
capaces de llevar a cabo nuestros futuros traductores: traducción con eficacia
jurídica tanto de normas como de contratos, traducción informativa, redacción
de documentos legales, etc. La respuesta está abierta a muchas variables rela-
cionadas con el diseño curricular: nivel de especialización de los traductores,
demanda de los estudios, demanda de calidad en el mercado profesional,
marco social, etc.
Vamos a imaginarnos que disponemos de ese mapa del derecho especial-
mente diseñado para traductores, ¿quién va a enseñar esos conocimientos? La
situación hasta ahora es que la mayor parte de estos conocimientos jurídicos
son transmitidos por los mismos profesores de traducción jurídica, profesores
que, salvo muy raras excepciones, ni somos juristas ni somos formadores de
juristas; el resultado es simplemente una bomba: diferentes profesores ense-

110
ñando diferentes contenidos, con diferentes interpretaciones, de forma asiste-
mática y sin estar dotados de una pedagogía del derecho. ¿Se solucionaría el
problema si nuestros estudiantes de traducción estudiaran derecho en las mis-
mas aulas que los estudiantes de derecho? Aunque así se hace a veces, creo
que se trata de una aberración pedagógica (por el argumento anteriormente
expuesto de la diferencia entre el derecho que necesita el mediador lingüísti-
co y el que necesita el jurista y también por la habitual inexistencia de activi-
dades de formación relacionadas con el derecho de otros países). Estudiar en
las aulas de la facultad de derecho plantea al aprendiz de traductor exigencias
excesivas y carentes de sentido para su formación. El que quiera saber tanto
derecho como un abogado, que curse la carrera de derecho hasta obtener su
licenciatura.

5. CONCLUSIÓN

La formación de traductores jurídicos depende en demasía de respuestas


que difícilmente se van a encontrar desde el mismo campo de la traducción
(hermenéutica del documento jurídico, contenidos, didáctica del derecho,
etc.). Cuestiones cruciales como el alcance de la actividad de interpretación
jurídica del traductor o la medida de sus conocimientos jurídicos se encuen-
tran en el limbo de los justos. Desde el campo del derecho, sería deseable que
se aliviaran los recelos sobre los traductores y las críticas a sus deficiencias y
surgieran iniciativas de colaboración. Sería conveniente también que tanto tra-
ductores como juristas redujeran el derecho y la traducción a su verdadera
dimensión humana, relativa e imperfecta, sin mitificarlos. La tierra de nadie
donde se produce solapamiento de actividades debiera ser campo para la
negociación y la colaboración y no para el conflicto. Los traductores depen-
demos de los juristas y los juristas dependen de nosotros. No sería un mal
comienzo admitir que no hay traducción sin interpretación, sin esfuerzo activo
de comprensión, y que se dejara de proponer y de aceptar para el traductor o
intérprete la simple –e imposible– función de transcriptor entre lenguas.
Estamos infrautilizando el posible potencial del traductor como auxiliar activo
de la justicia.

111
LA TRADUCCIÓN JURÍDICA, JURADA
Y JUDICIAL: ASPECTOS TEÓRICOS,
METODOLÓGICOS Y PROFESIONALES
EMILIO ORTEGA ARJONILLA1
Universidad de Málaga

1. INTRODUCCIÓN

E STE TRABAJO pretende dar cuenta de las peculiaridades que acompañan al


concepto de traducción judicial desde una perspectiva traductológica,
atendiendo no sólo a una disquisición teórica entre expertos en la materia sino
también a las realidades profesionales que acompañan al ejercicio de la tra-
ducción en este ámbito especializado.
En este sentido, vamos a abordar los aspectos siguientes:

1. La distinción conceptual entre traducción jurídica, jurada y judicial.


2. Las peculiaridades de la traducción judicial (1): Documentos de su com-
petencia.
3. Las peculiaridades de la traducción judicial (2): Análisis de factores que
intervienen en el proceso de traducción.
4. Las peculiaridades de la traducción judicial (3): Los profesionales de la
traducción jurídica, jurada y judicial.
5. Consideraciones finales.
6. Referencias bibliográficas útiles para la traducción judicial.

2. LA DISTINCIÓN CONCEPTUAL ENTRE TRADUCCIÓN


JURÍDICA, JURADA Y JUDICIAL

No siempre resulta fácil establecer distinciones entre diversos tipos de tra-


ducción especializada, dado que estas clasificaciones se realizan, por lo gene-
ral, para facilitar la formación del traductor. De ahí que cualquier estudioso
familiarizado con la terminología traductológica distinga claramente qué que-

1. Este trabajo se ha realizado en el marco del proyecto de I + D HUM2004-03229/FILO


(Ministerio de Educación y Ciencia).

113
remos decir cuando hablamos de traducción científica, técnica, audiovisual,
literaria, jurídica o económica. Nos referimos, claro está, a textos de natura-
leza científica, técnica, audiovisual, literaria, jurídica o económica que son
objeto de traducción de una lengua A (lengua del texto original) a una lengua
B (lengua del texto meta).
No obstante, la realidad se complica, incluso desde una perspectiva tra-
ductológica, cuando nos referimos a realidades profesionales híbridas.
¿Dónde colocamos la traducción jurada? ¿Diríamos que se trata de un tipo de
traducción jurídica porque el texto traducido adquiere un cierto valor legal?
Entonces, en este caso habremos de desplazar la catalogación de la dimensión
temática clásica de la traductología (basada en la naturaleza del texto) al
ámbito del valor que adquiere ese documento una vez traducido.
Posiblemente esta sea la solución, sin embargo, la realidad profesional en el
ámbito de la traducción jurada y de la traducción judicial rebasa con mucho
estas acotaciones temáticas, típicas y sumamente útiles desde una perspectiva
pedagógica de la traducción. Veamos por qué.

2.1. La traducción jurídica y económica: un ámbito especializado


de traducción. Diferencias con la traducción jurada y judicial

Cuando un alumno se matricula, por ejemplo, de una asignatura denomi-


nada «Traducción especializada (francés-español/español-francés). Textos
jurídicos y económicos»2 considera que va a aprender a traducir documentos
de naturaleza jurídica y/o económica. Sin embargo, no puede sospechar que
tendrá que realizar traducciones de documentos científicos o técnicos porque
todavía desconoce que el radio de acción de la traducción jurada y de la tra-
ducción judicial no se limita a documentos de naturaleza jurídica y económica.
He aquí una primera diferencia entre traducción jurídica, jurada y judicial.
La traducción jurídica se centra en documentos de naturaleza jurídica al igual
que la traducción económica se centra en documentos de naturaleza económica.
Por otro lado, no es lo mismo traducir una ley o un reglamento que un artí-
culo especializado analizando y/o valorando la pertinencia de una reforma en
un código. En el primer caso, el texto que compone una ley o un reglamento
no tiene autor, tiene responsables de su elaboración y destinatarios, pero care-
ce de autor, entendiendo como tal que un señor experto en derecho se respon-
sabilice de la redacción, del idiolecto utilizado o del grado de corrección de

2. Esta es la denominación que recibe la Traducción Especializada (lengua B) en el tercer curso


de la Licenciatura en Traducción e Interpretación de la Universidad de Málaga.

114
este texto. Por el contrario, en el caso de un artículo especializado de una
revista de derecho el autor del mismo es visible. Se sabe quién ha escrito el
texto y éste, al igual que el autor de una novela o de un manual universitario
de bioquímica, se responsabiliza de todo lo que ahí pone y de la forma en que
lo ha redactado.
He aquí una segunda diferencia entre traducción jurídica, jurada y judicial.
La traducción jurídica no siempre conlleva un valor legal asociado al resulta-
do del ejercicio práctico de traducción. Nadie pone en duda que una ley tra-
ducida de una lengua a otra pierde todo su valor normativo para convertirse en
un documento informativo sobre el contenido de esa ley en la lengua y en el
sistema jurídico en el que originalmente fue redactada. Por otro lado, la tra-
ducción de artículos universitarios de derecho no difiere sustancialmente de la
traducción de artículos universitarios de historia o de sociología. En ambos
casos, la traducción es una propuesta entre otras que no compromete al autor
de ésta más allá de las obligaciones que se desprenden de su deontología pro-
fesional. Por el contrario, la traducción jurada y la traducción judicial sí que
comprometen al autor de la traducción. Sus errores pueden ser objeto de
denuncia y, en su caso, de reparación por vía judicial.
Por último, nos encontramos con un factor que determina la distinción
entre traducción jurídica, jurada y judicial: la subordinación del valor de la
traducción a la presencia del documento original. La traducción de un docu-
mento jurídico (ley, reglamento, código, etc.) o de un artículo o manual de
derecho no requiere necesariamente de la presencia del original para su publi-
cación. Otra cosa muy distinta ocurre con la traducción jurada y con la tra-
ducción judicial: la traducción ha de ir acompañada en documento anexo de
una copia del original y en determinados casos el traductor puede ser interpe-
lado para que dé cuentas de las decisiones de traducción adoptadas. Por tanto,
en el caso de la traducción jurada, su valor legal está supeditado o subordina-
do a la presencia del original, mientras que en la traducción jurídica esto no
ocurre, excepción hecha de los documentos legales que se corredactan en
organismos internacionales, de los cuales nos ocuparemos a continuación.
He aquí, por tanto, una tercera diferencia entre traducción jurídica, jurada
y judicial. La traducción jurídica se rige por los mismos criterios que los
demás ámbitos especializados de traducción, mientras que la traducción jura-
da y la traducción judicial requieren de la presencia del original para ser con-
sideradas como válidas. Por otro lado, como hemos expuesto más arriba, la
traducción jurada y judicial pueden ser objeto de revisión y el traductor se res-
ponsabiliza de las decisiones adoptadas en el proceso de traducción atenién-
dose a reclamaciones o reparaciones de sus errores, llegado el caso, por vía
judicial.

115
Como apuntábamos más arriba, la corredacción de documentos legales en
organismos internacionales merece una mención aparte. En este caso, dada la
naturaleza supranacional de los organismos que acuerdan estas leyes, conve-
nios, tratados, reglamentos, etc., el texto resultante de la traducción adquiere
el mismo valor que el original del que se parte para llevar a cabo el proceso
translativo. En resumidas cuentas: una vez finalizado el proceso de traducción,
todas las versiones lingüísticas tienen el mismo valor legal, todas ellas fun-
cionan, a todos los efectos, como documentos originales.
Existen muchos ejemplos a este respecto:

1. Convenios, tratados, leyes y reglamentos de la Unión Europea. Todos


estos documentos tienen el mismo valor una vez traducidos, independien-
temente de la lengua de trabajo que se haya utilizado como original-
borrador mientras se llevan a cabo las negociaciones y se redacta el docu-
mento definitivo y se corredactan las versiones en las distintas lenguas ofi-
ciales de la Unión.
2. Convenios, tratados, leyes y reglamentos bilaterales y/o multilaterales
(comunitarios o extracomunitarios). En este caso, el propio documento
suele recoger el régimen lingüístico y la categoría que se asigna a cada una
de las versiones lingüísticas. Así, hay ocasiones en que se considera como
original el documento redactado en inglés o en francés y todas las demás
versiones lingüísticas se realizan a título informativo, con lo que se des-
posee a determinadas versiones de su condición de original.

He aquí, por último, una cuarta diferencia entre traducción jurídica, jura-
da y judicial. Cuando se trata de documentos jurídicos internacionales el valor
de las versiones lingüísticas elaboradas a partir del original pueden adquirir
un valor que oscila entre valor igual para todas las versiones o valor jerár-
quico en el que unas versiones se consideran originales y otras versiones tra-
ducidas con valor meramente informativo.

2.2. La traducción jurada: una forma de presentación de traducciones

Frente a la traducción jurídica y económica que, como apuntábamos en el


apartado anterior, presentan un ámbito específico de actuación –la naturaleza
jurídica o económica de los textos objeto de traducción–, en el caso de la tra-
ducción jurada este campo de acción no está limitado por la naturaleza del
texto original sino por la finalidad de la traducción: dar fe de la autenticidad

116
del documento traducido. Para ello el traductor se vale de algunos elementos
paralingüísticos:

a) Un formato específico de presentación, que comprende:

- Encabezamiento.
- Traducción.
- Notas aclaratorias (si fuesen necesarias).
- Fórmula fedataria.
- Firma, fecha y sello del traductor jurado.
- Visé.
- Anexo con copia del original objeto de traducción.

b) Una serie de acotaciones o aclaraciones de las decisiones adoptadas en el


proceso de traducción. Éstas pueden incluirse en el texto [entre corchetes]
o disponerse en notas a pie de página.

Cabe recordar, para poder comprender estas cuestiones de índole formal,


que la traducción jurada, independientemente del ámbito de aplicación, com-
promete al traductor con el resultado de su traducción. En caso de necesidad, la
traducción habrá de ser revisada oficialmente por la Oficina de Interpretación
de Lenguas, y puede darse el hecho de que el traductor deba dar cuenta de sus
decisiones (en el caso de tener que practicar la prueba en la fase oral del jui-
cio) o de reparar daños en el caso de haber cometido errores en la traducción
que hayan perjudicado de forma evidente al cliente que la encargó.
Por último, en cuanto a la traducción jurada, podríamos afirmar que los
ámbitos más frecuentes (aunque no específicos) de actuación del traductor
jurado son los siguientes:

- Documentos civiles (partidas de nacimiento, actas de defunción, contratos


matrimoniales, acuerdos de separación y/o divorcio, sentencias de separa-
ción y/o divorcio, etc.).
- Documentos contractuales (contratos de diversa naturaleza que requieren
una traducción o una corredacción bilingüe).
- Actas de reuniones (en el caso de empresas multinacionales, comunidades
de propietarios, etc.).
- Documentos académicos (certificados, títulos académicos, instancias,
solicitudes, etc.).
- Documentos judiciales (civiles y/o penales).

117
2.3. La traducción judicial: un tipo de traducción cercano
a la traducción jurídica y jurada

La traducción judicial se asemeja a la traducción jurídica en que compar-


te, en determinados documentos, la naturaleza jurídica de éstos. La traducción
judicial se asemeja asimismo a la traducción jurídica en que también hace un
uso abundante de formularios adoptados en versiones multilingües; por ejem-
plo, aquéllos que acompañan a determinados instrumentos de cooperación
judicial internacional (comisiones rogatorias, exhortos internacionales, etc.).
No obstante, la traducción judicial se diferencia de la traducción jurídica
y económica en los siguientes elementos:

1. Todos los documentos objeto de traducción en el ámbito judicial no son de


naturaleza jurídica y/o económica. Buen ejemplo de ello lo constituyen la
inclusión en un sumario de documentos personales, informes periciales
(científicos, técnicos, grafológicos, etc.), informes técnicos (sanitarios,
genéticos, etc.), entre otros.
2. Mientras que la traducción jurídica y económica suele abordar la traduc-
ción de documentos con un registro culto de lengua, la traducción judicial
puede abordar documentos con una gran variedad de registros:

- documentos con registro culto (documentos procesales, autos, provi-


dencias, sentencias, etc.);
- documentos con registro vulgar (transcripción de cintas, declaraciones
de testigos y/o de imputados con bajo nivel de formación, etc.);
- documentos en los que se utilizan jergas (jergas de colectivos margina-
les: drogadicción, tráfico de armas, blanqueo de dinero, tráfico de estu-
pefacientes, etc.), y también
- documentos con un registro semiculto, accesibles a un lector con cultura
media, que presentan una dimensión pedagógica y/o psicológica (infor-
mes de expertos sobre aspectos relativos, por ejemplo, a las condiciones
de vida de menores y/o a su estado psicológico).

3. Los documentos judiciales, una vez traducidos, adquieren un valor legal


que les convierte en un elemento más del sumario, con valor igual al del
resto de documentos. A estos se puede acudir durante el desarrollo del
proceso judicial para perfilar, modificar o desestimar las premisas en las
que se apoya una de las partes. En resumidas cuentas, el documento legal
traducido (acompañado de una copia del original, como ocurre habitual-

118
mente en la traducción jurada) forma parte, como cualquier documento
original, de ese sumario.

Por último, la traducción judicial se diferencia de la traducción jurada en


los siguientes elementos:

1. Los documentos objeto de traducción judicial no requieren ser presenta-


dos en el formato característico de la traducción jurada aunque sí han de
ir firmados por un traductor (jurado, judicial o jurado temporal) que se
responsabiliza de las decisiones adoptadas en el proceso de traducción y
del resultado final entregado al cliente.
2. La traducción jurada, aunque no presenta una delimitación clara de docu-
mentos de su competencia, suele trabajar con documentos administrativos,
académicos, sanitarios, jurídicos o económicos que están redactados en un
registro culto de la lengua. Por el contrario, como hemos expuesto más
arriba, la traducción judicial presenta un radio de acción más amplio que
abarca cualquier tema que pueda ser objeto de consideración por parte de
los tribunales.
3. En la traducción judicial el traductor puede tener la obligación de explicar,
en la fase oral del juicio, las decisiones adoptadas de traducción (a instan-
cia de parte o por decisión del juez), mientras que el traductor jurado, aun-
que cabe esta posibilidad, rara vez debe dar cuenta de las decisiones adop-
tadas en el proceso de traducción, excepción hecha del trabajo de traduc-
ción realizado en o para la Administración de Justicia.

2.4. ¿En qué consiste, entonces, la traducción judicial?

La traducción judicial es un tipo de traducción especializada, cercana, por


la naturaleza de algunos de los documentos de su competencia, a la traducción
jurídica. También se encuentra cerca de la traducción jurada porque obliga al
traductor a responsabilizarse ante la Administración de las decisiones adopta-
das en el proceso de traducción y del resultado final de éste.
No obstante, la traducción judicial se caracteriza fundamentalmente por-
que su radio de acción abarca cualquier documento (personal, administrativo,
jurídico, económico, científico, técnico, lingüístico, etc.) que un juez admita
en un sumario. Por tanto, el ámbito de la traducción judicial no puede ser acota-
do temáticamente aunque presente una serie de variables temáticas recurren-
tes:

119
a) ÁMBITO JURÍDICO

- Documentos procesales propios del ámbito judicial (autos, providen-


cias, exhortos, comisiones rogatorias, disposiciones, sentencias, etc.).
- Documentos legales propios del ámbito judicial (referencia a códigos,
leyes, reglamentos, etc.).

b) DOCUMENTOS CON VALOR LEGAL (PROPIOS DEL ÁMBITO JUDICIAL)

- Informes periciales psicológicos y psiquiátricos.


- Informes periciales médico-legales.
- Informes periciales científicos (informes de laboratorio, estudios gené-
ticos, etc.).
- Informes periciales técnicos (geológicos, arquitectónicos, grafológicos,
balísticos, etc.).
- Documentos acreditativos de una condición o estado (contratos diver-
sos, documentos civiles de estado, residencia o situación personal, etc.).
- Documentos acreditativos de una situación (facturas diversas, documen-
tos personales, cartas, etc.).
- Documentos resultados de la transcripción de una grabación previa
(investigación telefónica, declaración grabada, etc.).

Por último, mientras que la traducción jurídica y económica suele reali-


zarla un experto en traducción (no necesariamente traductor jurado) y la tra-
ducción jurada la realiza un traductor jurado nombrado a tal efecto, la traduc-
ción judicial presenta una mayor diversidad de responsables de su realización
según los casos. A este respecto la traducción judicial puede ser realizada por
un traductor de la Administración de Justicia, por un traductor jurado o por un
experto en traducción nombrado a tal efecto por el juez como perito lingüís-
tico en un proceso determinado.

3. LAS PECULIARIDADES DE LA TRADUCCIÓN JUDICIAL (1):


DOCUMENTOS DE SU COMPETENCIA

Aunque en el apartado anterior hemos delimitado, en la medida de lo posi-


ble, dónde acaba la traducción jurídica y/o económica y empieza la traducción
jurada y/o judicial, no resulta siempre posible deslindar claramente los docu-
mentos que son propios de cada una de estas modalidades de traducción.

120
Es por ello por lo que, basándonos fundamentalmente en la realidad pro-
fesional, proponemos una tipología de documentos propios de la traducción
jurídica, jurada y judicial dejando patente que, según los casos, la traducción
de un determinado tipo de documento puede ser, indistintamente, objeto de
traducción jurídica, jurada y judicial.
TABLA 1
Propuesta de tipología de documentos que son objeto
de traducción jurídica, jurada o judicial
TRADUCCIÓN TRADUCCIÓN TRADUCCIÓN
TIPO DE TEXTO JURÍDICA JURADA JUDICIAL
GENERAL
Documentos personales (agenda, NO NO / SÍ* SÍ
diario, facturas, etc.)
DOCUMENTOS DE NATURALEZA
JURÍDICA Y/O ADMINISTRATIVA
(distintos niveles de especialización)
Comisión rogatoria (civil o penal), SÍ SÍ SÍ
exhorto, auto, providencia, práctica
de una prueba
Documentos civiles o de derecho de SÍ SÍ SÍ
familia (actas de nacimiento, defun-
ción, contrato de matrimonio, acuer-
dos de separación y/o divorcio, etc.)
Documentos académicos NO SÍ SÍ
DOCUMENTOS DE NATURALEZA HÍBRIDA
(distintos niveles de especialización)
Libros o artículos de derecho SÍ NO NO
(manuales universitarios, artículos
para revistas especializadas, etc.)
Documentos contractuales y SÍ SÍ NO / SÍ*
documentos notariales
Documentos mixtos (jurídico- SÍ SÍ NO / SÍ*
informáticos, médico-legales, etc.)
Transcripción de cintas y NO NO / SÍ* SÍ
traducción posterior
Informes lingüísticos NO NO / SÍ* SÍ
Informes periciales (técnicos, NO NO / SÍ* SÍ
científicos, grafológicos, etc.)

* Depende de las condiciones del encargo.

121
Como podemos apreciar en esta propuesta de tipologización, no resulta fácil
en muchos casos deslindar cuándo realizamos traducción jurídica, jurada o judi-
cial; de ahí la confusión conceptual que en más de una ocasión acompaña a los
trabajos de investigación sobre este ámbito traductológico. Será, a nuestro modo
de ver, el encargo el que determine qué tipo de actuación se requiere del traductor.

4. LAS PECULIARIDADES DE LA TRADUCCIÓN JUDICIAL (2):


ANÁLISIS DE FACTORES QUE INTERVIENEN EN EL PROCESO
DE TRADUCCIÓN

Como apuntábamos más arriba, serán el encargo de traducción y la perso-


na que lo solicita (el cliente) los que determinen qué tipo de traducción ha de
realizarse. A este respecto proponemos un análisis pormenorizado de los tipos
de textos expuestos en el apartado anterior desde la perspectiva del proceso de
traducción y de los factores intervinientes.
Como resulta de todos conocidos, cuando el traductor se enfrenta a un
encargo de traducción, ha de tener presente los siguientes aspectos:

1. Texto original (tipo de texto, registro de lengua, nivel de especialización, etc.);


2. Autor del texto original (según el tipo de texto y de la visibilidad o invisibi-
lidad del autor resulta relevante o irrelevante para el proceso de traducción);
3. Receptor del texto original (según se trate de un lector general o especia-
lizado habremos de dirigir la traducción hacia una dirección u otra), y
4. Cliente (establece las condiciones del encargo y, por tanto, delimita la
actuación del traductor y condiciona tanto su toma de decisiones como la
presentación final del producto).
TABLA 2
Análisis de factores que intervienen en el proceso
de traducción jurídica, jurada y/o judicial (1)
TEXTO ORIGINAL (TO) AUTOR RECEPTOR
CLIENTE
TIPO DE TEXTO DEL TO DEL TO
GENERAL
Documentos personales (agenda, Depende del Administración Administración
diario, facturas, etc.) tipo de docu- de Justicia de Justicia
mento (agenda, (penal)
diario, factura) Las partes
NO RELEVANTE implicadas en
PARA LA un proceso
TRADUCCIÓN (civil)

122
DOCUMENTOS DE NATURALEZA
JURÍDICA Y/O ADMINISTRATIVA
(distintos niveles de especialización)
Comisión rogatoria (civil o penal), Administración Administración Administración
exhorto, auto, providencia, práctica de Justicia de Justicia de Justicia
de una prueba remitente (remitente o
NO RELEVANTE receptora,
PARA LA según los
TRADUCCIÓN casos)
Documentos civiles o de derecho de Administración El interesado El interesado
familia (actas de nacimiento, defun- NO RELEVANTE Administración El titular del
ción, contrato de matrimonio, acuer- PARA LA de Justicia documento
dos de separación y/o divorcio, etc.) TRADUCCIÓN Otros Organism. Administración
Oficiales del de Justicia
Estado
Documentos académicos Administración El interesado El interesado
NO RELEVANTE Un centro El titular del
PARA LA educativo documento
TRADUCCIÓN (Universidad, Administración
Centro de u organismo
Investigación, oficial
etc.)
Administración
DOCUMENTOS DE NATURALEZA HÍBRIDA
(distintos niveles de especialización)
Libros o artículos de derecho Experto en la Experto en la Empresa
(manuales universitarios, artículos materia materia Editorial
para revistas especializadas, etc.) PUEDE SER
RELEVANTE
PARA LA
TRADUCCIÓN

Documentos contractuales y Administración Los interesados Los interesados


documentos notariales Notario Empresa Empresa
NO RELEVANTE Administración Administración
PARA LA
TRADUCCIÓN

Documentos mixtos (jurídico- Empresa Los interesados Los interesados


informáticos, médico-legales, etc.) Médico forense Empresa Empresa
PUEDE SER Administración Administración
RELEVANTE Administración
PARA LA de Justicia
TRADUCCIÓN

123
Transcripción de cintas y Los intervi- Administración Administración
traducción posterior nientes en la de Justicia de Justicia
grabación Ministerio de
(generalmente Interior
no deseada)
RELEVANTE
PARA LA
TRADUCCIÓN

Informes lingüísticos Experto en la Administración Administración


materia de Justicia de Justicia
RELEVANTE
PARA LA
TRADUCCIÓN

Informes periciales (técnicos, Experto en la Administración Administración


científicos, grafológicos, etc.) materia de Justicia de Justicia
RELEVANTE
PARA LA
TRADUCCIÓN

Si en la tabla anterior centrábamos nuestra atención en los 4 primeros fac-


tores que acompañan a todo proceso de traducción (independientemente de su
nivel de especialización y/o del campo temático objeto de consideración), a
continuación presentamos un análisis exhaustivo de los siguientes factores:

- Texto meta. El traductor ha de tener presente, en función de las condicio-


nes del encargo, el nivel de fidelidad que se le exige a la hora de traducir,
el mantenimiento de la coherencia y la cohesión propias del TO en el TM y
el respeto del nivel de especialización y del registro lingüístico utilizados
en la realización del TO.
- Autor del TM. No siempre un traductor cualificado es un traductor autori-
zado para realizar según qué tipo de traducciones dentro del ámbito jurí-
dico, jurado y/o judicial. De ahí que realicemos un análisis de encargos de
traducción y de las posibles figuras profesionales que pueden intervenir en
según qué situaciones.
- Receptor del TM. En estos ámbitos suele coincidir el tipo de receptor del TO
con el tipo de receptor del TM. No obstante, resulta pertinente analizar a
quién va destinada nuestra traducción porque no siempre coinciden el tipo
de receptor y, además, las inequivalencias entre sistemas (jurídicos, admi-
nistrativos, académicos, etc.) han de ser salvados con aclaraciones y/o notas
a pie de página por parte del traductor responsable del encargo en cuestión.
- Presentación de la traducción. Según el encargo podemos encontrar diver-
sos tipos de situaciones de comunicación y, como consecuencia, diversos
tipos de presentación exigibles al traductor responsable del encargo.

124
TABLA 3
Análisis de factores que intervienen en el proceso
de traducción jurídica, jurada y/o judicial (2)
TEXTO META TM AUTOR RECEPTOR PRESENTACIÓN
TIPO DE TEXTO DEL TM DEL TM DEL TM
GENERAL
Documentos personales (agenda, Traductor Administración (DEPENDE)
diario, facturas, etc.) Jurado de Justicia Maquetación
Traductor de la Partes implica- simple con
Administración das en un pro- procesador de
de Justicia ceso judicial texto
Traductor Presentación
Jurado ocasional propia de la
traducción
jurada
DOCUMENTOS DE NATURALEZA
JURÍDICA Y/O ADMINISTRATIVA
(distintos niveles de especialización)
Comisión rogatoria (civil o penal), Traductor Administración Formularios
exhorto, auto, providencia, práctica Jurado de Justicia al uso
de una prueba Traductor de la Partes implica- Presentación
Administración das en un pro- propia de la
de Justicia ceso judicial traducción
Traductor jurada
Jurado ocasional (DEPENDE)
Documentos civiles o de derecho de Traductor El interesado Presentación
familia (actas de nacimiento, defun- Jurado Administración propia de la
ción, contrato de matrimonio, acuer- Traductor de la de Justicia traducción
dos de separación y/o divorcio, etc.) Administración Otros Organism. jurada
de Justicia Oficiales del * Para la
Traductor Estado Administración
Jurado ocasional de Justicia
(DEPENDE)
Documentos académicos Traductor El interesado Presentación
Jurado Administración propia de la
Traductor de la de Justicia traducción
Administración Administración jurada
de Justicia educativa * Para la
Traductor Administración
Jurado ocasional de Justicia
(DEPENDE)

125
DOCUMENTOS DE NATURALEZA HÍBRIDA
(distintos niveles de especialización)
Libros o artículos de derecho Especialista Experto en la Depende del
(manuales universitarios, artículos en traducción materia encargo y de
para revistas especializadas, etc.) Especialista la forma de
en derecho trabajo de la
Editorial
Documentos contractuales y Traductor Los interesados Presentación
documentos notariales Jurado Empresa propia de la
Traductor de la Administración traducción
Administración jurada
de Justicia * Para la
Traductor Administración
Jurado ocasional de Justicia
(DEPENDE)
Otras formas
de presenta-
ción (depende
del objeto del
encargo)
Documentos mixtos (jurídico- Traductor Los interesados Generalmente
informáticos, médico-legales, etc.) Jurado Empresa presentación
Traductor de la Administración propia de la
Administración traducción
de Justicia jurada
Traductor
Jurado ocasional
Transcripción de cintas y Traductor Administración Generalmente
traducción posterior Jurado de Justicia presentación
Traductor de la propia de la
Administración traducción
de Justicia jurada
Traductor
Jurado ocasional
Informes lingüísticos Traductor Administración Generalmente
Jurado de Justicia presentación
Traductor de la propia de la
Administración traducción
de Justicia jurada
Traductor
Jurado ocasional
Informes periciales (técnicos, Traductor Administración Generalmente
científicos, grafológicos, etc.) Jurado de Justicia presentación
Traductor de la propia de la
Administración traducción
de Justicia jurada
Traductor
Jurado ocasional

126
A la vista de este análisis pormenorizado de casos de traducción jurídica,
jurada y/o judicial hemos podido comprobar que la casuística es amplia y
compleja. El encargo de traducción y el cliente pueden solicitar una actuación
muy diversa, según los casos, y el traductor ha de estar preparado y dispuesto
para adaptarse a las exigencias del guión.

5. LAS PECULIARIDADES DE LA TRADUCCIÓN JUDICIAL (3):


LOS PROFESIONALES DE LA TRADUCCIÓN JURÍDICA, JURADA
Y JUDICIAL

En este apartado abordamos un aspecto crucial, a nuestro modo de ver, de


la práctica profesional de la traducción jurídica, jurada y/o judicial. Quizás
deberíamos comenzar, a este respecto, con una pregunta (aunque ya parcial-
mente respondida en apartados anteriores): ¿quién está cualificado y/o autori-
zado para realizar traducciones jurídicas, juradas y/o judiciales?
La respuesta no es simple. Hay ocasiones en que dependiendo del tipo de
encargo puede intervenir diverso tipo de profesionales, sin embargo, general-
mente podemos establecer una catalogación que comprende:

a) En España
- INTÉRPRETE JURADO. Recibe el nombramiento del Ministerio de Asuntos
Exteriores.
- TRADUCTOR JURADO OCASIONAL. Recibe el nombramiento de un juez
para intervenir durante un tiempo limitado en calidad de intérprete jurado.
- TRADUCTOR DE LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA. Actúa de oficio desde
la Administración de Justicia a requerimiento de la autoridad judicial
competente, normalmente un juez.
- TRADUCTOR JURÍDICO Y ECONÓMICO FREE LANCE. Normalmente se trata de
un experto en traducción, aunque también existen casos de expertos en
economía y o derecho con aptitudes para la traducción. Se dan otras oca-
siones en las que estos traductores no son autónomos sino que trabajan
dentro de una empresa, bufete o editorial.

b) En Europa
- TRADUCTOR JURÍDICO DE LA UE. Se trata de un funcionario de las institu-
ciones europeas que ejerce sus funciones de traducción dentro de un
organismo internacional de la UE (Comisión Europea, Consejo de la
Unión, Comité Económico y Social, Tribunal de Justicia de la UE, etc.).

127
- TRADUCTOR JURÍDICO PARA LA UE. El aumento del número de lenguas ofi-
ciales y del volumen de traducción ha provocado la creación del SdT de
Luxemburgo, que concede licitaciones a traductores externos a los ser-
vicios de traducción de la UE. Entre estas licitaciones nos encontramos,
en ocasiones, con documentos de naturaleza jurídica y/o económica.
- JURISTA-LINGÜISTA. Es un experto en derecho y en traducción que revisa
las traducciones jurídicas antes de su publicación definitiva. Son fun-
cionarios de las instituciones europeas y trabajan en coordinación con
los diversos servicios de traducción y con los representantes políticos
nacionales y/o comunitarios.

A continuación analizamos esta tipología de profesionales que intervienen


en la realización de traducciones jurídicas, juradas y/o judiciales atendiendo a
los siguientes factores definitorios:

- Categoría profesional;
- Situación administrativa;
- Ámbito de actuación;
- Vías de acceso (a esa categoría profesional);
- Formación requerida (para acceder a esa categoría profesional), y
- Tipo de pruebas (si las hubiera).

TABLA 4
Tipología de profesionales que intervienen en la realización
de traducciones jurídicas, juradas y/o judiciales
CATEGORÍA SITUACIÓN ÁMBITO DE VÍAS DE FORMACIÓN TIPO DE
PROFESIONAL ADMINISTRATIVA ACTUACIÓN ACCESO REQUERIDA PRUEBAS
Intérprete Nombramiento Nacional Examen anual Para el examen Para el examen
Jurado (nom- permanente o nombra- (bachillerato) Traducción
bramiento del (traductor miento directo Para el directa
Ministerio de autónomo) a licenciado nombramiento Traducción
Asuntos en traducción directo inversa
Exteriores) e interpreta- (licenciado en Prueba oral
ción traducción e
interpretación)
El requerimiento
de bachillerato
puede ser
susceptible de
modificación

128
Traductor Nombramiento Nacional o Nombramiento Normalmente No consta
jurado ocasio- temporal Internacional por parte licenciado
nal (nombra- del juez universitario
miento por como perito
parte del juez) lingüístico en
un proceso
Traductor de la Personal Local Oposición Bachillerato Prueba General
Administración laboral de la (nombrado en (puede ser (Organización
de Justicia Administración una Audiencia susceptible de Judicial espa-
de Justicia Provincial modificación) ñola,
para ejercer en Constitución y
ella) Estatuto de los
Trabajadores)
Prueba especia-
lizada (una o
varias combina-
ciones lingüís-
ticas)
Traducción
directa
Traducción
inversa
Traductor Traductor Local, nacional Depende (en Licenciado No consta
jurídico y autónomo o internacional ocasiones universitario
económico (Editorial, prueba de
(free lance) empresa, traducción o
auditoría, evaluación
bufete de de CV)
economistas o
abogados,
etc.)
Traductor Funcionario Local Oposición Licenciado Traducción
jurídico de la de la UE (Bruselas o universitario directa (varias
UE (Consejo, Luxemburgo) combinaciones
Parlamento, lingüísticas)
Consejo
Económico y
Social,
Tribunal de la
UE)

Traductor Traductor Internacional Concurso Licenciado No consta


jurídico para autónomo de méritos universitario
la UE
(Servicio de
Traducciones
de
Luxemburgo)
Jurista-lingüista Funcionario Local Oposición Licenciado Traducción
de la UE (Bruselas o universitario directa (varias
Luxemburgo) en Derecho combinaciones
lingüísticas)

129
6. CONSIDERACIONES FINALES

Como apuntábamos al principio de este capítulo, hemos intentado abordar


la reflexión en torno a la traducción judicial atendiendo a diversos factores:

1. La delimitación conceptual entre traducción jurídica, jurada y judicial.


2. El estudio de las diferencias y similitudes existentes entre la traducción
judicial y los dos tipos de traducción cercanos a su ámbito de aplicación,
la traducción jurídica y/o jurídico-económica y la traducción jurada.
3. La propuesta de una tipología textual de documentos que son objeto de
traducción jurídica, jurada y/o judicial.
4. El análisis pormenorizado de los factores que intervienen y del valor rela-
tivo que adquieren en el proceso y presentación de traducciones jurídicas,
juradas y/o judiciales.
5. Por último, hemos realizado una propuesta de tipología de profesionales
que pueden intervenir en la realización de este tipo de traducciones.

Esperemos, pues, que este esfuerzo de sistematización sirva para delimi-


tar conceptos y, sobre todo, para facilitar tanto la labor de formación como la
práctica profesional de estos tipos de traducción especializada.

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131
APORTACIONES DE LAS NUEVAS
TECNOLOGÍAS A LA INVESTIGACIÓN
EN EL ÁMBITO DE LA TRADUCCIÓN
JURÍDICA
LUIS PÉREZ GONZÁLEZ
Universidad de Manchester

1. CONSIDERACIONES PREVIAS SOBRE LA IMPLANTACIÓN


DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS EN EL ÁMBITO DE LA
TRADUCCIÓN

D URANTE LAS DOS ÚLTIMAS DÉCADAS, las Tecnologías de la Información y


la Comunicación (TIC) se han implantado de forma irreversible en todos
los ámbitos de actividad profesional, y erigido en el pilar sobre el que des-
cansa la Sociedad de la Información. Por motivos obvios, la traducción no ha
podido sustraerse a la creciente ubicuidad de las nuevas tecnologías, hasta el
punto de que las publicaciones especializadas más recientes incluyen secciones
específicas sobre el modo en que las TIC han modificado el modus operandi de
los profesionales de la traducción y la interacción entre los traductores y sus
estaciones de trabajo (Bowker, 2002: 17-20) e incluso argumentan que la irrup-
ción de las tecnologías permite definir un nuevo paradigma de investigación en
el ámbito de la traducción (Austermühl, 2001), que vendría a sumarse a la dico-
tomía tradicional entre los paradigmas lingüístico y cultural (Baker, 1996).
A medida que las TIC han ido evolucionando y convirtiéndose en un vehí-
culo canalizador de la comunicación humana en sus distintas manifestaciones,
los lingüistas computacionales han desarrollado aplicaciones cada vez más
sofisticadas y adaptadas a las necesidades concretas de los traductores. En tan
solo dos décadas, las TIC –que, en un principio, fueron aceptadas por los tra-
ductores como un instrumento imprescindible para reducir el tiempo dedica-
do a procesar el texto traducido– han alcanzado un considerable grado de
sofisticación, convirtiéndolas en una herramienta omnipresente en tanto que:

- A través de las TIC, el traductor se comunica con sus clientes y colegas;


- Las aplicaciones de las TIC a la traducción aportan la información necesa-
ria para solventar las dificultades de documentación e investigación con
que el traductor se encuentra en cada proyecto;

133
- Las TIC han contribuido decisivamente a socializar y colectivizar la labor
del traductor, erigiéndose en elemento imprescindible para la gestión de
los grandes proyectos, cada vez más numerosos en la economía de merca-
do y en un entorno económico internacional dominado por grandes cor-
poraciones multinacionales;
- Las TIC se han convertido en un asistente indispensable para la traducción
de los nuevos formatos multimedia que ellas mismas han generado e
impuesto en nuestra vida personal y profesional;
- En último término, estas mismas TIC han aumentado la productividad del
traductor hasta el punto de que (i) algunos profesionales han convertido su
competencia tecnológica en una baza para realzar su competitividad res-
pecto a otros profesionales y (ii) los clientes procedentes del ámbito cor-
porativo presionan cada vez con mayor intensidad para reducir las tarifas
de traducción de forma directamente proporcional al esfuerzo supuesta-
mente menor que realiza el nuevo traductor de la Sociedad de la
Información.

Como es bien conocido, el proceso que hemos revisado en las líneas ante-
riores no ha estado exento de una justificada suspicacia por parte de los tra-
ductores. En un reciente artículo sobre la convergencia entre los factores
humano y tecnológico en el ámbito de la traducción profesional, Rico (2003)
resume de forma sistemática algunos de los lugares comunes a los que han
recurrido los profesionales más beligerantes en sus escritos sobre esta cues-
tión. Aun a riesgo de aportar una visión excesivamente simplista de su expo-
sición, podríamos decir que su aproximación a la divergencia entre el factor
humano y el tecnológico gira en torno a tres ejes básicos:

- En su actividad profesional, el traductor activa procesos cognitivos e inte-


lectuales de gran complejidad. Frente a ello, las herramientas tecnológicas
se limitan a formalizar ciertos procesos de transferencia que solo permiten
la manipulación de determinadas secuencias especialmente recurrentes.
- Frente a la capacidad del traductor para procesar, interpretar y transferir
información lingüística, técnica y cultural, las herramientas tecnológicas
son incapaces de hacer frente a múltiples manifestaciones del uso lingüís-
tico, como la ambigüedad.
- Mientras que el traductor es capaz de transformar sus conocimientos abs-
tractos en decisiones específicas adecuadas al contexto o función del texto
que tiene entre manos, las herramientas informáticas requieren de la inter-
vención posterior del traductor durante las etapas de revisión y control de
calidad para garantizar que se produce dicha adaptación.

134
A pesar de todas las deficiencias enumeradas anteriormente, las múltiples
ventajas que ha reportado el uso de las TIC han servido para facilitar su acep-
tación por parte de amplios sectores de la profesión. En los últimos años
hemos asistido a la consolidación de líneas de investigación específicas con
innovadoras denominaciones (tal es el caso, por ejemplo, de tradumática) y a
la proliferación de publicaciones especializadas sobre la contribución de las
TIC a la traducción de textos referentes a distintos ámbitos profesionales. En
la era de la tradumática, tanto las revistas publicadas por y para las industrias
de la lengua como las monografías y publicaciones periódicas elaboradas por
miembros del colectivo académico de la traducción analizan y ejemplifican
las aportaciones de las TIC a la traducción de textos multimedia, científico-téc-
nicos, médicos o financieros. Además de las especialidades más creativas de
la traducción –como puedan ser la de textos literarios o publicitarios– solo una
de las grandes líneas curriculares de los programas de formación universitaria
en traducción o campo de especialización profesional parece mantenerse
ajena al debate sobre las bondades de la tecnología: la traducción jurídica. En
la siguiente sección, pretendemos precisamente analizar cuáles son los moti-
vos para que los traductores jurídicos se hayan mostrado hasta el momento
relativamente más renuentes a explorar las nuevas posibilidades que brindan
las TIC aplicadas a la traducción.

2. LA IDIOSINCRASIA DE LA TRADUCCIÓN JURÍDICA: ¿MITO


O REALIDAD?

Si hay un rasgo común a los estudiosos de la traducción desde que comen-


zaran a formular los primeros modelos teóricos específicos que intentan dar
cuenta de (i) los procesos de transferencia lingüística, (ii) los productos o (iii)
las unidades de análisis propios de la traductología, éste es su tendencia a edi-
ficar andamios conceptuales propios y completamente nuevos. Por consi-
guiente, el mismo conjunto de fenómenos ha sido estudiado desde enfoques
metodológicos diferentes que han ido sucediéndose entre sí, sin contribuir en
todos los casos al avance de la traducción en tanto que área de conocimiento.
A medida que cada enfoque se ha ido viendo relegado o sustituido por otro
nuevo, «whole terminologies designed as the descriptive apparatus for
completely different areas have been taken over by the discipline», hasta el
punto de que «there is still considerable lack of agreement on the irreducible
minimum of concepts which should form the foundation on which to build»
(Shuttleworth, 1996: vi).

135
La traducción jurídica ha participado plenamente de esta heterogeneidad
metodológica. Así, los numerosos especialistas interesados en la traducción
jurídica desde la óptica del paradigma lingüístico han definido esta área de
especialidad por analogía con el modo en que este enfoque ha concebido todo
tipo de traducción. Así, desde el punto de vista del paradigma lingüístico
(Schwarz, 1977: 47):

the translator’s main task in translating legal documents is to translate a text as


precisely as possible. He has to find linguistic equivalents which in their legal
relevance correspond to both the original text of the source language and the
translated text of the target language.

En efecto, los defensores de este modelo han prestado especial interés a


los rasgos distintivos del lenguaje jurídico que, hasta cierto punto, son comu-
nes para todas las lenguas de la cultura occidental. Éste es el caso, por citar
algunos ejemplos, de la opacidad, el uso frecuente de arcaísmos o latinismos
y la abundancia de convenciones fraseológicas en el lenguaje jurídico.
Desde el otro gran paradigma de investigación en el ámbito de la traduc-
tología, el cultural, no se han escatimado esfuerzos para poner al descubierto
las limitaciones del enfoque lingüístico. Tomando como punto de partida las
diferencias existentes entre el modo en que cada comunidad regula la convi-
vencia entre sus miembros y la consiguiente asimetría entre los procedimien-
tos e instrumentos creados para la aplicación de estas normas, los partidarios
del paradigma cultural han destacado el hecho de que, en esta especialidad,
«la traduction comporte non seulement le passage d’une langue à une autre,
mais encore la transposition du message d’un système de droit à une autre»
(Kerby, 1982: 5). La noción de transposition es, de hecho, clave en el estudio de
la traducción jurídica como proceso de mediación intercultural. Para la escuela
de Ginebra, «la transposition juridique n’est qu’une étape nécessaire du processus
de traduction juridique, laquelle n’est ni un transcodage terminologique ni un
processus linguistique, mais un acte de communication interculturelle»
(Bocquet, 1996: 72). Sin embargo, dentro de este mismo enfoque intercultu-
ral, la escuela canadiense establece una diferenciación adicional entre la tra-
ducción jurídica, entendida como «l’opération de transfert d’un message juri-
dique, dans un seul système juridique, d’une langue vers une autre langue» (y
que solo sería, pues, posible en países bilingües como el propio Canadá) y la
transposición jurídica u «opération de transfert d’un message juridique émis
dans une langue et dans un système juridique, vers une autre langue et un
autre système juridique» (Didier, 1991: 28). En este sentido, han sido muchos
los expertos que han defendido el carácter distintivo de la traducción jurídica
respecto a otras especialidades argumentando que, al contrario de lo que sucede

136
en otros campos técnicos, la correspondencia entre los términos y los con-
ceptos, constructos o referentes a los que aquéllos designan varía en cada len-
gua. En el caso de determinadas combinaciones lingüísticas, como el
inglés/español, los estudios publicados sobre las técnicas y conocimientos
requeridos para ejercer la traducción jurídica han rozado el umbral del esote-
rismo y surtido un efecto decididamente disuasorio entre los no familiariza-
dos con todas las variables en juego.
Sin embargo, a medida que la traducción jurídica ha ido alcanzando mayo-
res cotas de visibilidad dentro del panorama de la educación universitaria,
hemos asistido a la aparición de enfoques de carácter más pragmático e inte-
grador, de modo que ya no sorprende en absoluto encontrarnos con plantea-
mientos que definen la traducción jurídica como la producción de «a functional
text in a linguaculture target text that is needed for specific communicative
purposes by processing the information given in a previous text in a different
linguaculture source text» (Wagner, 2003: 177). La necesidad de desarrollar
estrategias pedagógicas que permitan a un estudiante con escasos conoci-
mientos jurídicos enfrentarse a la traducción de este tipo de textos con una
mínima solvencia tras un breve periodo de formación ha contribuido a la pro-
liferación de protocolos de actuación cuyas prioridades se presentan ahora
como variables.
Como pone de manifiesto Mayoral (2002) en su revisión de los distintos
modelos propuestos en los últimos años para traducir textos jurídicos, el gran
número de parámetros que definen cada encargo de traducción (como, por
ejemplo, el fin del texto traducido, el contenido o género del texto, las cir-
cunstancias que afectan al traductor o al cliente) «no encuentran correspon-
dencia biunívoca en un concepto de traducción jurídica» (2002: 10). En otras
palabras, la coexistencia de distintos modelos que pretenden explicar la sin-
gularidad de la traducción jurídica a partir de nociones como la «equivalencia
funcional», la «función del texto» o el «género textual» lleva a Mayoral a
cuestionar la idoneidad del concepto de traducción jurídica y argumentar que
«parece más razonable buscar la forma de traducir en la discusión de los pro-
blemas de traducción, aunque el ámbito de estos problemas no sea un tipo de
texto» (2002: 13). Así, aunque cada uno de los modelos anteriores sirva para
hacer frente a determinadas dificultades de traducción jurídica en circunstancias
concretas, la praxis de la traducción jurídica no puede asociarse con una serie
de estrategias y técnicas de traducción específicas solo de esta especialidad.
A falta de un conocimiento más sistemático de la interacción entre opcio-
nes de traducción disponibles y decisiones de traducción adoptadas en cada
caso, la traducción jurídica, al igual que otras especialidades, se reduce a la
aplicación de determinadas técnicas de traducción para la resolución de difi-

137
cultades de interpretación y codificación interlingüística en el marco definido
por la convergencia de una serie de parámetros específicos. Al cuestionarse la
existencia de una correlación estricta entre el concepto de traducción jurídica
y la puesta en práctica de estrategias distintivas de esta especialidad, la rele-
vancia de las nuevas tecnologías para el ejercicio de la traducción jurídica
resulta tan fácil o difícilmente rebatible a priori como para el resto de espe-
cialidades. Y si esa correlación unívoca se pone en tela de juicio en el caso de
los textos más evidentemente jurídicos –a saber, aquéllos relacionados con la
disciplina del derecho (Borja, 2000)–, todavía resulta más difícil de mantener
en el caso de otros textos más tangencialmente jurídicos, a saber: (i) textos
con referencias a campos temáticos que se infiltran en textos legales y (ii) tex-
tos sin contenido legal que deben surtir efectos jurídicos y en los que no siem-
pre es el aspecto jurídico el que plantea más problemas para el traductor, sino
más bien determinadas descripciones técnicas. Éste es el caso, por ejemplo,
de un exhorto: un juez británico pide la extradición de un delincuente preso
en España. El documento comenzará con una corta introducción de corte jurí-
dico penal y finalizará con una conclusión perteneciente al mismo lenguaje de
especialidad. Sin embargo, la parte central del documento expondrá las moti-
vaciones por las que se requiere al prisionero y, en muchos casos, éstas pue-
den ser de cualquier tipo, desde el uso de documentos falsificados –lo que
podría requerir una explicación de la técnica de falsificación empleada– hasta
el empleo de un determinado tipo de arma –cuyas características técnicas tam-
bién pueden ser objeto de explicación en el documento.
A tenor de lo anteriormente expuesto, las TIC pueden, al menos en princi-
pio, resultar de tanta utilidad para la traducción de textos jurídicos como de
documentos pertenecientes a otras especialidades. Sin embargo, en este punto
cabe plantearse dos nuevos interrogantes: ¿En qué etapa del proceso de tra-
ducción resulta más productiva su utilización? ¿Qué tipo de herramienta espe-
cífica es más idónea para llevar a cabo cada tarea?

3. LA APORTACIÓN DE LAS TIC A LA REALIZACIÓN DE


TRADUCCIONES JURÍDICAS

En la sección anterior hemos aludido a la diversidad de documentos sus-


ceptibles de ser considerados como textos jurídicos. A los parámetros de hete-
rogeneidad que impone la propia naturaleza del texto traducido, hay que aña-
dir otros elementos generadores de diversidad que conviene mencionar en este
momento. Nos referimos a factores relacionados con el procedimiento de ela-
boración de la traducción en sí misma, que dependen del ámbito profesional en

138
el que los traductores desarrollan su actividad y, por extensión, del tipo y varie-
dad de herramientas informáticas que intervienen en el desempeño de su labor.
Uno de los colectivos profesionales más singulares a estos efectos es el de
los traductores de grandes instituciones internacionales (Bonet, 2003). Por
razones obvias, la pertenencia del traductor a un engranaje tan complejo como
el de estas organizaciones multilaterales obliga al profesional a integrar en su
trabajo diario una serie de aplicaciones informáticas de gran sofisticación que
(i) garantizan la consistencia terminológica con trabajos realizados anterior-
mente y afines al que tiene entre manos en ese momento; (ii) contribuyen a
una gestión más eficiente de esa traducción respecto a la que pueda estar rea-
lizándose de ese mismo documento de partida al resto de lenguas oficiales;
(iii) permiten al traductor gestionar su proyecto de traducción a través de una
interfaz que brinda información logística y acceso directo a distintas fuentes
de información y referencia.
Si bien a menor escala, los condicionantes enumerados anteriormente también
resultan relevantes en el caso de los traductores de plantilla que desarrollan su
actividad en empresas de servicios lingüísticos. La externalización de traduc-
ciones por parte de las mismas instituciones a las que aludíamos anterior-
mente y la creciente globalización de las actividades económicas –con la con-
siguiente proliferación de documentación corporativa de volumen considerable
relacionada con las actividades profesionales más diversas– han obligado a las
empresas de servicios lingüísticos a incorporar las herramientas informáticas
más diversas como principios rectores de su organización interna. Las TIC
reportan ventajas evidentes para (i) la gestión de grandes proyectos colectivos,
tanto en la fase de distribución de las tareas entre los traductores participantes
como en la de control de la calidad y consistencia terminológica y estilística
del proyecto final y para (ii) la comunicación entre los propios miembros de
la plantilla, así como entre éstos y los traductores autónomos que prestan sus
servicios para la empresa en calidad de colaboradores. Sin embargo, la apor-
tación fundamental de las TIC a este tipo de ámbito profesional es la posibilidad
que brinda de optimizar los recursos y referencias disponibles, reutilizar en
mayor o menor medida el trabajo realizado en el pasado y subordinar la ges-
tión de cada nuevo proyecto de traducción a la consecución de la máxima pro-
ductividad. La explotación del valor añadido que supone el uso de las TIC en
una estrategia comercial dirigida a potenciar la competitividad profesional
mediante, por ejemplo, la reducción de las tarifas, es una de las principales
consecuencias de la llegada de las herramientas informáticas al sector (Rico,
2002).
El tercer y último gran colectivo profesional es el de los traductores autó-
nomos. Evidentemente, el grado de penetración de las distintas herramientas

139
informáticas en las estaciones de trabajo de los traductores se sigue viendo
obstaculizado, además de por el escepticismo de los traductores jurídicos
sobre la utilidad de las TIC para su trabajo, por la inversión económica que
requiere su adquisición y la formación necesaria para poder explotar eficaz-
mente la herramienta en cuestión. En gran medida, la permeabilidad de cada
profesional al uso de las herramientas informáticas depende del tipo de encar-
gos más frecuentes a los que debe enfrentarse en su actividad laboral diaria y
de la ponderación de clientes directos respecto a empresas intermediarias den-
tro de su cartera de clientes. Así, un profesional autónomo que traduzca con
asiduidad ciertos tipos de documentos a través de una empresa de servicios
lingüísticos puede verse obligado a invertir en la compra, por ejemplo, de la
memoria de traducción impuesta por la empresa, bien porque la memoria uti-
lizada para la gestión del proyecto permita a esta última seguir alimentando
sus bancos electrónicos de textos traducidos (aumentando con ello su rendi-
miento empresarial futuro), bien porque la memoria en cuestión sea la principal
herramienta de trabajo en el organismo al que, en último término, va dirigida
la traducción.
Evidentemente, la mayor o menor inversión que un traductor autónomo
decida o no realizar en la adquisición de herramientas informáticas específi-
cas deberá venir precedida de un detallado análisis de las propias necesidades,
el cual no puede llevarse a cabo sin conocer, siquiera de forma somera, qué
aportan las TIC al trabajo del traductor. Para contribuir a aumentar la informa-
ción al respecto, los próximos apartados de esta sección presentarán las apli-
caciones informáticas más relevantes para el traductor jurídico en cada una de
las etapas del proceso de elaboración de una traducción jurídica, tal y como
éste aparece descrito y formalizado en Borja y Hurtado (1999: 158): el antes,
el durante y el después de la traducción. La tabla 1 que incluimos a continuación
resume de forma adaptada las claves principales de cada una de estas etapas
aunque, por razones de espacio, nuestra exposición se limitará a las dos pri-
meras etapas del proceso.
TABLA 1
El proceso de realización de la traducción jurídica
según Borja y Hurtado (1999)
ETAPA DESCRIPCIÓN OBJETIVO TAREAS
ANTES Lectura Resolver - Recopilación de textos paralelos en
previa: dificultades: archivos personales o en otras
Determinar - Sobre campo fuentes de documentación
necesidades de temático - Recopilación de textos similares en
documenta- - Sobre archivos personales o en otras
ción terminología fuentes de documentación

140
DURANTE Buscar desde Conseguir la - Análisis de la macroestructura del
el principio el mayor adapta- género al que pertenece el texto
respeto de las ción del texto - Análisis de la fraseología y
convenciones traducido a la fórmulas acuñadas del género al
del género comunidad que pertenece el texto
receptora
DESPUÉS Aplicación de Garantizar - Revisión de estilo y coherencia
los protocolos la máxima - Revisión interna (cifras, nombres
de control de calidad del propios, fechas, formato, etc.)
calidad producto final - Incorporación de la traducción al
internos o y aprender sistema de archivos para su
externos del trabajo posterior recuperación
realizado - Inclusión en glosarios propios de
términos y fraseología nueva

3.1. Las TIC en la etapa previa a la traducción

Durante la etapa previa al inicio de la traducción, el traductor debe evaluar


de forma rigurosa las dificultades a las que se enfrenta, en relación con pará-
metros tales como la función, el destinatario o el propósito de la traducción.
Dependiendo de su grado de familiaridad con el género al que pertenece el
documento que tiene entre manos y la finalidad jurídica del mismo, puede
resultarle necesario proceder a una investigación más o menos profunda sobre
el campo temático en cuestión, incluyendo la terminología característica del
mismo.
Aunque su distribución comercial ha resultado un tanto accidentada en
los últimos años, Wordcruncher (para mayor información, véase la URL
http://www.indiana.edu/~letrs/help-services/QuickGuides/about-wordcruncher.html)
es una herramienta ya clásica dentro de las TIC aplicadas a la traducción. De
fácil utilización, Wordcruncher es capaz de procesar textos en soporte elec-
trónico y generar automáticamente listas de términos en orden alfanumérico.
Los datos procesados por este programa pueden ser analizados de diferentes
formas, ya sea a través de concordancias (véase el apartado 3.2) o de índices de
frecuencia de aparición de cada término en el texto, lo que permite filtrar el
repertorio de terminología específica del texto de partida. Wordcruncher no
solo resulta útil para que el traductor pueda conocer de forma precisa y rigu-
rosa cuáles serán sus principales obstáculos terminológicos, sino también la
importancia o incidencia de los mismos en cada parte del texto.
La pérdida de vigencia de programas como Wordcruncher ha corrido para-
lela al avance y perfeccionamiento constante de otras aplicaciones informáti-

141
cas destinadas a facilitar la resolución de las dificultades terminológicas inhe-
rentes a todo proceso de traducción: los sistemas de gestión terminológica.
Aunque las primeras versiones de estos programas datan de la década de los
sesenta, el uso de estos sistemas –cuyo objetivo es el de (i) facilitar un acceso
rápido a las correspondencias terminológicas que el profesional haya podido
ir creando y documentando durante años de trabajo, (ii) incorporar informa-
ción útil sobre el uso de las mismas y (iii) actualizar los datos almacenados
cuando resulte oportuno– se ha popularizado como resultado de su integra-
ción en las principales memorias de traducción existentes en el mercado (la
información sobre los sistemas de gestión terminológica está disponible a tra-
vés de los mismos sitios web que mencionaremos más adelante al hablar de
las memorias de traducción). En un principio, los sistemas de gestión termi-
nológica solo permitían registrar correspondencias terminológicas bilingües,
acompañadas de un conjunto limitado de datos complementarios. Sin embargo,
las versiones más recientes de estos sistemas brindan al traductor opciones de
almacenamiento de información mucho más flexibles y personalizables de
acuerdo con sus necesidades específicas. De este modo, la ficha terminológica
puede dar cabida a (i) distintas acepciones de un término con sus respectivos
contextos, (ii) distintas correspondencias terminológicas en varias otras len-
guas o (iii) distintos equivalentes en una misma lengua, entre los que el
autor/usuario de la ficha terminológica podrá elegir en función del género al
que pertenezca el documento o del cliente que haya solicitado la traducción.
La flexibilidad organizativa de la ficha terminológica parecería bastar, por sí
misma, para satisfacer las necesidades de los traductores jurídicos más exi-
gentes, que pueden registrar en sus sistemas de gestión terminológica las
correspondencias entre unidades terminológicas más o menos complejas junto
con la información complementaria sobre los parámetros extralingüísticos
que justifican dicha correspondencia. Pero a estas ventajas se suman otras
igualmente importantes de índole práctica: los sistemas de gestión terminoló-
gica permiten recuperar la información registrada utilizando procedimientos
de búsqueda borrosa; reconocen determinadas secuencias terminológicas del
texto original y proponen las correspondencias más adecuadas en la lengua de
llegada; y, finalmente, pueden ser alojadas en servidores para ser compartidas
entre equipos compuestos por varios traductores (Bowker, 2002: 77-91).
Cuando el análisis previo a la traducción revela que el texto al que nos
enfrentamos pertenece a un campo temático en el que contamos con cierta
experiencia y, lo que es todavía más importante, que dicho campo temático se
caracteriza por el uso de un lenguaje sujeto a convenciones relativamente esta-
bles (L’Homme, 1999), una de las herramientas informáticas más útiles para
el traductor jurídico serán las memorias de traducción, de las que Esselink

142
(2000) nos aporta una visión general (www.atril.com; www.trados.com;
www.star-transit.com; www-4.ibm.com/software; www.sdlint.com/pro-
ducts/sdlx/nav/main.htm).
Una memoria de traducción es una base de datos en la que se almacenan
fragmentos textuales en una determinada lengua junto con sus correspondien-
tes traducciones en otra. Por consiguiente, para utilizar una memoria de tra-
ducción es necesario dividir el texto en segmentos cuyos límites pueden coin-
cidir con los de una oración o, por el contrario, de cualquier otra secuencia de
palabras que el traductor decida procesar como unidad de traducción junto
con su correspondencia en la otra lengua por razones de conveniencia o pro-
ductividad posterior en la explotación de la memoria. Aunque la interfaz de
usuario es diferente en cada memoria de traducción, éstas suelen presentarse
en el monitor como dos grandes columnas de filas en las que cada segmento
aparece dispuesto junto a su traducción mediante un proceso de alineación
textual, como puede apreciarse en la figura 1.

FIGURA 1: Interfaz de usuario de Déjà Vu

Utilizando una memoria de traducción, el profesional puede comparar el


texto al que está a punto de enfrentarse con aquéllos traducidos anteriormente,
identificando con gran rapidez qué fragmentos del texto nuevo cuentan con
una correspondencia ya traducida en la memoria. El rasgo más destacado de
las memorias de traducción es que la búsqueda de correspondencias puede
realizarse estableciendo distintos requisitos en cuanto al grado de coincidencia

143
requerido: de este modo, la herramienta puede aportar sugerencias de gran
relevancia aunque el fragmento actual y el almacenado en la memoria no sean
totalmente idénticos y el grado de similitud sea solo relativo. Al igual que
sucedía con los sistemas de gestión terminológica, que en casi todas las
memorias pueden utilizarse de forma conjunta e integrada en la interfaz de
usuario para potenciar la productividad del traductor (Andrés y Bennet, 2000),
las memorias brindan al usuario asistencia interactiva, sugiriéndole a lo largo del
proceso las secuencias recuperadas de acuerdo con los criterios de búsqueda
previamente establecidos y que el traductor podrá descartar o incorporar a su
traducción de forma directa o después de llevar a cabo las modificaciones
necesarias.

3.2. Las TIC durante la traducción

En su intento de elaborar un texto en lengua meta que responda a las con-


venciones terminológicas o fraseológicas y a la macroestructura del docu-
mento en la cultura de destino, el traductor cuenta con una herramienta fun-
damental: los corpus de textos. Un corpus es una colección de textos en soporte
electrónico, que pueden o no haber sido objeto de un proceso de etiquetado
lingüístico. El conjunto de textos integrantes del corpus –cuyo número, lon-
gitud y contenido responden a criterios de selección definidos de acuerdo con
el fin para el que se haya recopilado– puede consultarse en busca de distintos
parámetros de información lingüística: la frecuencia de uso de determinados
términos o secuencias, o la composición de sus patrones de combinación léxi-
ca figuran entre las cuestiones que suscitan un mayor interés entre sus usua-
rios. En la mayor parte de casos, los resultados se analizan mediante concor-
dancias, es decir, listados de todos los fragmentos textuales –cada uno de los
cuales ocupa, en principio, una sola línea dentro del listado o concordancia–
que contienen el término o secuencia de búsqueda dentro del corpus. Las con-
cordancias suelen generarse en formato KWIC (key word in context), que mues-
tra el término o secuencia de búsqueda en el centro de cada línea y rodeado
de su correspondiente cotexto.
Hasta hace relativamente pocos años, solo existían los grandes corpus cre-
ados por consorcios entre universidades y editoriales. Al margen de las difi-
cultades para acceder a los mismos, su contenido no siempre resultaba rele-
vante para el traductor interesado en un determinado tecnolecto que pudiera
tener escasa representación en el corpus. Incluso durante esta etapa, los cor-
pus demostraron ser herramientas flexibles y permitieron realizar búsquedas
personalizadas de distinta naturaleza. A título de ejemplo, la figura 2 muestra

144
una concordancia editada del término article(s) procedente de The Bank of
English, en la que es posible identificar hasta cuatro acepciones diferentes del
término, tal y como se refleja en la columna de la izquierda (siendo la 2 y la
4 de especial relevancia para el traductor jurídico).

1 ew stock hallmarked and 800,000 articles are now waiting to be examine


1 no better. He writes books and articles few people want to read. And
1 ne,’’ added the report, but his articles have probably never been so c
1 er Lebanon: In the first of two articles on the origins and architects
1 e reason why so many books and articles on the 1931 crisis end with t
1 the communist youth league. Its articles were sometimes incomprehensi
1 to head. Consider the following articles, which by chance appeared sid
2 eedom to provide services under Articles 59 and 66 of the Treaty and A
2 d not involve any change to its articles of association _ which would
2 approve a change to the banks articles of association so that it can
3 I, said. The money was paid for articles concerning her life with her
3 ame is true of one who delivers articles to another in order that the
4 re being sought immediately for articles or pupillage, at starting Sal
FIGURA 2: Concordancia abreviada de «article(s)»
en The Bank of English (Pérez González, 1999: 16)

En la actualidad, las limitaciones de los primeros corpus se han superado


en gran medida, con lo que han aumentado considerablemente su aplicabili-
dad para el ejercicio de la traducción profesional. Por un lado, los avances
informáticos han hecho posible la aparición de herramientas informáticas
muy asequibles que permiten a sus usuarios compilar corpus ad hoc –también
denominados «DIY corpora» o «disposable corpora» (Maia, 2003)– compues-
tos solo por textos pertenecientes a la materia y/o género que resulte de su
interés es en cada momento (tal es el caso, por ejemplo, de Monoconc, URL
www.athel.com/mono.html).
De este modo, un traductor jurídico interesado, por ejemplo, en conocer
las variantes fraseológicas admisibles en torno a un cierto término nuclear
estable puede utilizar un gestor de concordancias como Monoconc para cons-
truir un corpus de escasas dimensiones pero compuesto exclusivamente por
textos pertenecientes al mismo campo y género que el texto traducido, bien
cargando textos almacenados en el disco duro de su ordenador o utilizando
textos disponibles en la red (Bowker y Pearson, 2002: capítulo 4). Con ello,
el traductor aumenta exponencialmente las posibilidades de obtener resulta-
dos relevantes para cada consulta realizada.
Cuando las búsquedas trascienden los límites de la fraseología o, por el
contrario, tienen como objetivo conocer en mayor profundidad la relación

145
entre las convenciones fraseológicas y la macroestructura de un determinado
género, el traductor puede optar por construir corpus paralelos recurriendo a
las aplicaciones informáticas desarrolladas para tal fin (Paraconc, URL
www.athel.com/paraconc.html). En esencial, los corpus paralelos bilingües
responden a los mismos principios metodológicos que los monolingües exa-
minados anteriormente, si bien la tarea de compilación es doble: textos origi-
nales, por un lado, y sus correspondientes traducciones, por otro. Estos gesto-
res de concordancias bilingües suelen presentar los segmentos textuales defi-
nidos por el usuario alineados con sus correspondientes traducciones y pue-
den resolver el mismo tipo de consultas en cualquiera de las direcciones que
requiera el usuario (L’Homme, 1999; Lindquist, 1999).
Aunque los avances tecnológicos hacen posible que un traductor pueda
procesar de forma instantánea un volumen muy considerable de palabras y
textos para resolver las dudas que encuentra en el ejercicio de su trabajo –con-
viene destacar, en este sentido, la existencia de iniciativas como Webcorp (URL
www.webcorp.org.uk) que permiten utilizar todos los contenidos de la red
como textos integrantes de un corpus personalizado y procesar los resultados
mediante concordancias generadas automáticamente– siguen existiendo
importantes problemas relacionados con la disponibilidad de textos traduci-
dos, incluso de los géneros más representativos (véase Monzó, en este volu-
men), y la indefinición jurídica respecto a la relación entre estos corpus per-
sonalizados y los derechos de los autores de los textos que lo componen
(Bowker, 2002: 71). Mientras se resuelven estas dificultades, resultan espe-
cialmente destacables iniciativas de carácter enciclopédico como la empren-
dida por el Grupo de Investigación en Traducción Jurídica de la Universitat
Jaume I, consistente en la elaboración de corpus paralelos accesibles en línea
e integrados por textos pertenecientes a los géneros jurídicos más variados
que permiten realizar consultas avanzadas de acuerdo con múltiples paráme-
tros de selección (Monzó, 2003, Borja, 2005).

4. LA APORTACIÓN DE LAS TIC A LA INVESTIGACIÓN EN EL


ÁMBITO DE LA TRADUCCIÓN JURÍDICA

En la sección anterior hemos catalogado brevemente las herramientas


informáticas más útiles para el ejercicio de la traducción jurídica, poniendo de
relieve la contribución de cada aplicación específica para la resolución de
determinados tipos de dificultades. En esta sección, intentaremos esbozar cuá-
les son las principales aportaciones de estas mismas herramientas para el
avance de la investigación en el ámbito de la traducción jurídica.

146
Como el lector habrá apreciado durante la lectura de la sección anterior,
tres son las ventajas principales que las TIC aplicadas a la traducción aportan
al estudio de la traducción jurídica. En primer lugar, la posibilidad de com-
probar la validez de las hipótesis formuladas por el investigador recurriendo a
volúmenes de datos relativamente importantes y fácilmente compilables. En
segundo lugar, la disponibilidad de técnicas de filtrado muy depuradas y sofis-
ticadas, que permiten ampliar o reducir la dimensión del fenómeno lingüísti-
co analizado de acuerdo con los intereses del investigador. En tercer y último
lugar, la transparencia del aparato cuantitativo y estadístico que acompaña y
subyace a los análisis cualitativos que estas herramientas hacen posibles.
Teniendo en cuenta estos factores, las principales aportaciones de las herra-
mientas informáticas a la investigación en traducción jurídica podrían resu-
mirse como sigue:

- Las TIC constituyen un recurso indispensable para describir de forma


empírica, sistemática y, si es necesario, contrastiva, el comportamiento de
uno o varios traductores ante determinadas dificultades de traducción.
- De acuerdo con lo expuesto en el punto anterior, las TIC harían posible
establecer generalizaciones a partir de las estrategias y técnicas de traducción
utilizadas por profesionales concretos en determinados contextos o géneros
y explotar pedagógicamente estas conclusiones en la formación de nuevos
profesionales.
- Asimismo, el avance de las TIC no solo debería permitir que se llegue a
cuantificar la incidencia y efectos derivados de la elección de una técnica
de traducción, sino también que se elabore una clasificación sistemática de
la nómina de estrategias alternativas disponibles en cada momento.
- Finalmente, las TIC proporcionan los recursos necesarios para elaborar
descripciones precisas del lenguaje jurídico, arrojan luz sobre la estabili-
dad de los patrones fraseológicos propios de este tecnolecto y permiten
profundizar en la investigación de las relaciones que, a la luz de la evi-
dencia obtenida mediante el análisis de corpus, existen entre las unidades
léxicas, gramaticales y discursivas que componen un texto (Pérez
González y Sánchez Macarro, 2000).

Pero además de abrir nuevos cauces para la investigación sobre cuestiones


y aspectos que podríamos calificar como tradicionales, la implantación de las
TIC ha dado lugar a la aparición de nuevas prácticas y condicionantes que
merecen, en tanto que tales, ser estudiados por los investigadores de este
ámbito. Aunque los círculos académicos de la traducción jurídica siguen mos-
trando un escaso grado relativo de actividad en lo que al estudio de los efec-

147
tos del uso de las TIC se refiere, son ya numerosas las líneas de investigación
específicas en torno a esta cuestión que se están haciendo un hueco dentro del
ámbito de la traductología aplicada. A título de ejemplo, son cada vez más los
especialistas que han comenzado a estudiar:

- Cómo la utilización de los sistemas de gestión terminológica por parte de


los traductores ha modificado las prácticas tradicionales de registro de
datos léxicos, tanto en lo referente a la delimitación del término como en
la selección de información asociada al uso del mismo (Kenny, 1999).
- La incidencia que la mediación de la interfaz de usuario de las distintas
herramientas informáticas tiene sobre el proceso y el producto final de la
traducción. Así ocurre, por ejemplo, con la interfaz de las memorias de tra-
ducción, que induce al traductor a utilizar en el texto traducido el mismo
número de segmentos (en la mayor parte de los casos, frases) que compo-
nían el texto original (Bédard, 2001); al traducir bajo el pautado que con-
lleva la división del texto en segmentos de traducción por parte de las
memorias, los traductores podrían terminar viendo erosionada su capaci-
dad de establecer vínculos de coherencia y cohesión entre las distintas par-
tes del texto, eliminando de forma más o menos consciente los mecanis-
mos de referencia anafórica o catafórica que estos mismos traductores no
perdían tan fácilmente de vista al trabajar con el procesador de textos tra-
dicional (Heyn, 1998).
- La credibilidad de alguno de los principales reclamos de ciertas herra-
mientas informáticas. Éste es el caso de la supuesta reversibilidad de las
memorias de traducción que, según sus principales distribuidores comer-
ciales, pueden explotarse en sentido directo o inverso, independientemen-
te de cuál haya sido la direccionalidad utilizada en la fase de creación de
la memoria (Bowker, 2003). Es éste un factor importante para los traduc-
tores jurídicos que, por la naturaleza de los textos con que trabajan y el
contexto en el que desarrollan su actividad, realizan traducciones inversas
más frecuentemente que los profesionales de otras especialidades.
- Finalmente, desde un punto de vista más práctico, los efectos que las nue-
vas tareas asociadas a la utilización de las TIC (alineación de textos, con-
versión y manipulación de formatos, etc.) tienen sobre la realización de
cada proyecto, desde la fase de planificación previa del proyecto hasta las
prácticas de facturación posteriores a la traducción (Bowker, 2002: 121-
122).

148
5. CONCLUSIÓN

En las secciones anteriores hemos analizado las razones que, tradicional-


mente, han provocado una cierta reticencia entre los traductores jurídicos a
integrar en su rutina de trabajo habitual las herramientas informáticas aplica-
das a la traducción. Entre estas razones, hemos prestado especial atención a la
supuesta singularidad de este tipo de traducción, en el que se combinan algu-
nas de las prácticas habituales del resto de especialidades de la traducción téc-
nica con procesos de mediación intercultural poco comunes en éstas. Aunque
gran parte de esta contribución ha pretendido poner de manifiesto la utilidad
de las TIC incluso en la traducción de textos tan exigentes como los jurídicos,
no podemos pasar por alto que el lenguaje jurídico sigue siendo uno de los
tecnolectos que más se resiste a evolucionar por razones que Cutts (2001)
explica en los siguientes términos:

Su propia formación y el prolongado contacto con la jerga jurídica han dejado


en muchos profesionales del Derecho una especie de adicción a fórmulas y flo-
rituras obsoletas. Se impone, pues, una cura de desintoxicación por el bien de
los ciudadanos y de la profesión (los sondeos indican que el uso de esta jerga
socava gravemente el prestigio de los juristas). Los profesionales del Derecho
deben ser conscientes de que cualquiera puede hacer que un tema complejo
parezca complejo y que lo verdaderamente difícil es exponerlo en términos
claros.

La creciente globalización de las actividades económicas y, más específi-


camente, la novedad que representan ciertos procesos políticos como el de la
consolidación de la Unión Europea –ente político en el que coexisten e inter-
actúan diferentes culturas jurídicas– podrían servir como catalizadores para el
cambio, acelerando los procesos de atenuación de diferencias culturales y
simplificación del lenguaje jurídico, con las consiguientes repercusiones
sobre el trabajo de los traductores especializados en este ámbito. Por poner un
ejemplo concreto, la constitución el Espacio Europeo de Educación Superior
único, con el consiguiente proceso de convergencia en los programas de for-
mación universitaria, podría poner fin en breve a la demanda de traducción de
documentos académicos. No en vano han sido los traductores de las institu-
ciones europeas los primeros en situarse a la cabeza de iniciativas conducen-
tes al acercamiento del lenguaje jurídico –concretamente, del lenguaje utili-
zado en la redacción de la legislación comunitaria– a pautas de expresión más
comprensibles, argumentando que no hay motivo para que la mayor claridad
vaya en detrimento del rigor jurídico (véanse, por ejemplo, los principios
clave del movimiento conocido como Fight the Fog Campaign en URL

149
http://europa.eu.int/comm/translation/en/ftfog). Iniciativas como ésta, apoya-
das en argumentos tan poderosos como el ahorro de costes en traducción que
supondría la utilización de un lenguaje jurídico más claro, pueden suponer el
primer paso de un camino que conduzca a la evolución del tecnolecto y el
acercamiento entre los distintos ordenamientos jurídicos actuales. Cuando
esto suceda, la traducción jurídica se habrá unido a la «GILT industry (globali-
zation, internationalization, localization, translation)» (Enríquez y
Austermühl, 2003: 225) y acogido definitivamente las herramientas informá-
ticas aplicadas a la traducción.

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152
INVESTIGAR CON
LOS PROFESIONALES:
COLABORACIONES DE
INVESTIGACIÓN-ACCIÓN
ESTHER MONZÓ NEBOT1
Universitat Jaume I

1. INTRODUCCIÓN

E STE ARTÍCULO presenta una investigación realizada por la autora en los


últimos años, cuyos primeros resultados vieron la luz en forma de tesis
doctoral en el 2002 y que continúa en marcha en estos momentos en el seno
del proyecto de investigación ACTIVE (URL www.active.uji.es). En este espa-
cio explicaré brevemente en qué consistió la primera investigación, cuáles
fueron sus conclusiones y, sobre todo, qué es lo que me hizo pensar que, como
comunidad, los traductores, también los jurados, necesitábamos un nuevo
enfoque de investigación que hiciese partícipes de ella (de los problemas que
aborda, de los resultados que consigue pero sobre todo de las consecuencias
que se derivan) a los verdaderos protagonistas: los profesionales en ejercicio.
El enfoque con el que se pretende reivindicar esta figura profesional, la inves-
tigación-acción, no es en sí mismo ninguna novedad, pero sí lo es su intro-
ducción en nuestro campo tal y como lo planteó Kurt Lewin, su iniciador, en
la psicología y en el estudio de las relaciones intergrupales.
La primera investigación sobre la figura del traductor jurado que menciono
(Monzó Nebot, 2002) se proponía describir el estado de la profesión en España
a través de sus dimensiones conceptual (qué entiende la comunidad científica
que es la traducción jurada), jurídica (qué ha establecido la sociedad que es)
y social (qué se entiende en la práctica diaria por traducción jurada). Para ello
planteé en primer lugar un marco teórico a partir de estudios desarrollados en
la sociología que me permitiera desgranar cuáles eran los factores que podrían
caracterizar como profesión la actividad que desarrollan los traductores e intér-

1. Esta investigación se enmarca en el grupo de investigación GITRAD, cuya acción ACTIVE se


desarrolla actualmente con el proyecto «Estudio descriptivo de la práctica social de traduc-
tores e intérpretes jurídicos: análisis de relaciones sociales y textuales a través de trans-
géneros» (P1 1A2004-20), de la Fundación Bancaja.

153
pretes jurados en nuestro contexto socioeconómico y qué datos sería relevan-
te recabar en este sentido para constatar la ausencia o presencia en el sector
de esos factores. A partir de la información recogida, construí un modelo de
análisis social, caractericé el marco conceptual y jurídico de la actividad y
diseñé un pequeño experimento destinado a obtener datos para la caracteriza-
ción social de la profesión tanto en cuanto a su estructura (por ejemplo, cómo
se sitúan los agentes en relación con otros del mismo campo profesional o de
otros ámbitos) como en lo que se refiere a aspectos individuales y a sus rela-
ciones con la sociedad.
Como fundamento teórico acudí también a los estudios sobre géneros tex-
tuales, y aunque en este momento pretendo centrarme en los aspectos socio-
lógicos y no en los discursivos, me limitaré a decir que empleé un contrato de
compraventa inmobiliaria para el que describí los contextos de cultura y situa-
ción que rigen su producción en las culturas originaria y meta, y, dentro de
esta última, me centré especialmente en la situación de traducción con el fin
de determinar los factores que contextualizan el trabajo del traductor y que
enmarcan su conducta textual. Tras esto formulé un encargo típico para los
colaboradores, traductores jurados que además de realizar una traducción de
entre 300 y 500 palabras, o alternativamente, contestaron un cuestionario
sobre aspectos de la traducción realizada y de su ejercicio cotidiano. Por otro
lado, analicé textual y lingüísticamente los textos traducidos por los colabo-
radores, así como documentos originales en inglés británico, español penin-
sular y catalán, con el fin de abstraer regularidades de todos ellos por separa-
do y compararlas posteriormente en sus marcos de situación y cultura respec-
tivos para poder establecer interdependencias.
El cuestionario que se adjuntaba al texto original y a la información sobre
el encargo pretendía completar los datos que ya había podido recabar en la
bibliografía manejada, la regulación jurídica de la figura y entrevistas con
informantes sobre el contexto socioeconómico, las relaciones intergrupales
del sector, el funcionamiento intragrupal y la ejecución individual de la pro-
fesión. Con el análisis de estos detalles conseguí una descripción bastante
amplia del sector que comentaré en el siguiente punto.

2. LAS PRIMERAS CONCLUSIONES

La conclusión principal que pude obtener con los datos recogidos fue una
importante precariedad del sector laboral de la traducción jurada estructurada
en torno a la situación socioeconómica de la actividad, las relaciones de los
traductores jurados en el seno de su comunidad profesional, y la conducta pro-

154
fesional individual (tanto en lo que se refiere a cuestiones textuales como en
lo que respecta a otros aspectos de índole interpersonal). A este respecto, qui-
siera aportar aquí algunas de las conclusiones (Monzó Nebot, 2002). Los
resultados se agrupan en tres niveles íntimamente relacionados, tanto que
muchas conclusiones sólo pueden explicarse por referencia a los tres. Sin
embargo, esta distribución puede ayudarnos a exponerlos con mayor claridad.

2.1. Situación socioeconómica del sector

Respecto al contexto socioeconómico actual, aunque éste no presenta un


comportamiento homogéneo, existen rasgos homogéneos que podrían gene-
ralizarse en las siguientes tendencias:

a) No existe un conocimiento social de la figura del traductor jurado. Realicé


una primera exploración sobre lo que conocemos los ciudadanos de esta
figura social a través de encuestas a un grupo aleatorio que mostraron que
la mayoría de la población no sabe qué es o qué hace un traductor jurado.
Este desconocimiento es un indicador de la poca relevancia que la socie-
dad otorga al agente, pero también de las carencias en lo relativo a accio-
nes de la propia comunidad profesional para darse a conocer y proyectar
su imagen profesional. La falta de conocimiento respecto a la función
social implica que el ciudadano no sabe a quién acudir en caso de necesi-
tar una traducción, y no reconoce esta actividad como una tarea indepen-
diente de otras (como puede ser la enseñanza de idiomas).
b) Existe una predisposición consiguiente al intrusismo, puesto que la socie-
dad no percibe la existencia de un grupo, diferenciado de otros, que se
dedique específicamente a la oferta de servicios de traducción. El poco
conocimiento de la figura y de la actividad deriva en una consideración
escasa de las destrezas necesarias para ejercer su función, que se confun-
den con las que sustentan otros tipos de actividad (aplicar el derecho o
enseñar idiomas). En consecuencia, la sociedad no le asigna ninguna juris-
dicción de práctica y los clientes en potencia no se plantean acudir a un
profesional cuya existencia no conocen (aun cuando se encuentran con
una demanda explícita de traducción jurada, no piensan en traductores,
tampoco jurados). De esta forma, se recurre a un perfil que el cliente rela-
ciona con sus necesidades, generalmente una persona con perfil profesio-
nal vinculado a los idiomas o al derecho.
c) El servicio se ofrece igualmente, aunque sin garantías de profesionalidad.
La necesidad de traducir está vigente y crece, de forma que la precariedad

155
de la profesión no puede justificarse por la saturación del mercado, sino
por una distribución escasa de información respecto a las diferencias entre
una traducción profesional y una traducción intrusa, que constituye un
producto textual falsificado.
d) El mercado y el Estado ejercen fuerzas desiguales y en ocasiones contra-
dictorias sobre los profesionales. En el ejercicio cotidiano el traductor
debe luchar con volúmenes de trabajo y plazos que ofrecen poco tiempo
para la revisión y, por consiguiente, reducen las posibilidades de control
de calidad. En cambio, el Estado asigna una función de seguridad preven-
tiva al profesional (avalada con la responsabilidad civil en el ejercicio de
sus competencias) que no compensa con privilegios que sí se atribuyen a
otros profesionales con idéntica función, como son los notarios. Estos
gozan del apoyo que ofrece un colegio, de la protección jurídica de su
jurisdicción, o de una legislación que fija, por ejemplo, aranceles de obli-
gado cumplimiento (Real Decreto 1426/1989). Con estas medidas la
sociedad persigue obtener garantías en el servicio, y el profesional inten-
ta conseguir autonomía y la posibilidad consiguiente de neutralizar la pre-
sión del mercado y concentrarse en la calidad y no en la competitividad.

2.2. Situación de la comunidad de traductores jurados

También en lo que se refiere a su dimensión comunitaria, esto es, a las


relaciones de los traductores entre sí y a sus relaciones como comunidad con
otros campos sociales, los resultados de este estudio preliminar mostraron
deficiencias que afectan a la presunta profesión en distintos sentidos.

a) No existe un ente con autoridad suficiente para representar colectivamen-


te a los traductores. Cuando se ha intentado luchar por conseguir benefi-
cios que permitieran al sector establecerse como profesión consolidada en
nuestra sociedad, la comunidad ha experimentado fracasos relacionados,
por ejemplo, con barreras políticas para la colegiación, con una desinte-
gración comunitaria (pocos traductores jurados están afiliados a las aso-
ciaciones existentes) y con una socialización que no potencia la solidari-
dad dentro del sector. Los distintos perfiles que se agrupan en la comuni-
dad de traductores jurados (a la que se accede desde cualquier formación
a través de un examen, o a través de una Licenciatura en Traducción e
Interpretación) no consiguen poner de acuerdo sus intereses y ello suma-
do a los muy variados grados de dedicación a la actividad (que suele com-
binarse con otras fuentes de ingresos) impone, por ejemplo, importantes

156
trabas para iniciar el proceso de colegiación, lo cual deviene tanto de un
grado desigual de satisfacción con la situación actual (sin colegio profe-
sional) como de la inseguridad ante lo que puede suceder con el cambio
(que los licenciados excluyan a los no licenciados, por ejemplo). Con el
incremento de listas de distribución en el sector de la traducción y, particu-
larmente, con la creación de listas específicas, como Intérpretes Jurados (URL
http://es.groups.yahoo.com/group/interpretesjurados/), en la que se debatió
recientemente la colegiazión, esta situación podría cambiar en un futuro
próximo, dados los beneficios socializadores que algunos estudios les atri-
buyen (véase Wakabayashi, 2002), pese a que ello no excluye la necesidad
de fortalecer también otras vías.
b) El acceso profesional a la actividad es reciente y su implantación no es
todavía plena. Los traductores jurados se han visto obligados, hasta la
puesta en marcha de las titulaciones universitarias, a incorporarse al
mundo laboral de forma artesana, como un gremio, a través de la relación
directa con expertos (maestros, en cierto sentido) y con el mercado, en
lugar del aprendizaje típico de las profesiones en las que es un centro espe-
cializado el que facilita la formación y permite el acceso al mercado. La
habilitación para la traducción y la interpretación juradas, como permiso
de naturaleza administrativa, sigue siendo el único requisito para el ejerci-
cio, y las pruebas de acceso conviven desde hace aproximadamente una
década con la entrada a través de un título formativo de grado superior, no
sin problemas.
c) Los medios de control del acceso y de la continuidad en la profesión rati-
fican la poca autonomía de ésta respecto al mercado y al Estado. Tanto el
control de una gran parte del acceso al grupo como la fiscalización última
de la calidad de las traducciones corresponde a un cuerpo estatal (la
Oficina de Interpretación de Lenguas), de forma que los juicios sobre la
profesionalidad de los agentes no proceden de personas que viven y tra-
bajan en un mismo contexto laboral. A su vez, la falta de regulación res-
pecto a la calidad del servicio, por un lado, deja a los clientes indefensos,
puesto que están expuestos a variaciones abismales entre los productos
que ofrecen los traductores; y, por otro, somete la competencia entre pro-
fesionales a criterios de mercado ajenos a la calidad, que son los que deci-
den la supervivencia de un profesional en el mercado. En estas condicio-
nes, la calidad tiende a sacrificarse en pro del beneficio, puesto que el tra-
ductor intenta y necesita, en muchas ocasiones, asumir el mayor número
de encargos posible, con lo que el tiempo dedicado a ellos debe reducirse
o su dedicación a la actividad combinarse con tareas más lucrativas, con
lo que disminuye su especialización.

157
d) Existe una solidaridad comunitaria débil. Son pocos los traductores que
cooperan en las diferentes tareas profesionales con otros colegas, son
pocos también los afiliados y aún menos los que colaboran en las tareas
comunitarias de las asociaciones, de las que en último término puede
beneficiarse una gran parte del colectivo (excluimos aquí a los perfiles que
se consideran intrusos, contra los que estas actúan). Por otra parte, no
todos los profesionales aplican o aprueban los criterios que se publican y
distribuyen de distintos modos con la intención de aportar coherencia a las
distintas traducciones como producto de una actividad mercantil (desde la
formación universitaria hasta la publicación de volúmenes dedicados a la
traducción jurada, pasando por boletines de información del grupo) pese a
algunos intentos de homogeneizar en cierta medida las prácticas generales
(tarifas, procesos, formatos y presentación, códigos deontológicos para
guiar la relación con el cliente, etc.).
e) En fin, la influencia de la comunidad profesional en la formación, el acceso
y la continuidad es muy reducida y, por tanto, el control del trabajo por parte
de los propios profesionales se compromete en un sentido muy amplio. En
cuanto a la formación, la confección de los distintos planes de estudio uni-
versitarios de nuestro Estado se desarrolla en general con una presencia
destacada de profesionales-docentes, pero estas iniciativas suelen partir del
ámbito académico, desde el que se realizan, por ejemplo, encuestas res-
pecto a la ocupación de sus egresados para adaptar la formación que ofre-
cen a la realidad profesional (Lara Navas, 2004). Sin embargo, los entes de
representación comunitaria no organizan (con alguna excepción, como
TRIAC, Traductores e Intérpretes Asociados pro-Colegio) cursos de recicla-
je o de formación dirigidos a los profesionales. Estos programas formati-
vos permiten conseguir la expansión de conocimientos, destrezas, actitudes
y valores homogéneos entre los miembros en activo. Por último, destaca-
mos, en cuanto a la influencia deficitaria en la continuidad del profesional
en el ejercicio, la ausencia de una institución formada por miembros de la
propia comunidad con capacidad sancionadora o amonestadora que pueda
poner freno a prácticas concretas que perjudiquen al resto de la sociedad y
también a la imagen del colectivo. Ello repercute, por supuesto, en el intru-
sismo (en este sentido resulta revelador Peñarroja Fa, 2004), pero también
en la calidad del trabajo de miembros de la comunidad.2

2. En este sentido cabe destacar los resultados de algunos estudios realizados por los miembros
de la acción ACTIVE del grupo GITRAD en cuanto a la calidad de traducciones juradas realizadas
por profesionales. En ellos se muestran decisiones traductoras totalmente inadecuadas al texto
y al encargo, así como la propuesta de soluciones de traducción injustificadas que podrían
calificarse de erróneas.

158
2.3. Conducta del profesional

Pese a la supuesta homogeneidad de competencias suficientes que preten-


de asegurar la prueba de acceso (Gurruchaga Zamacona, 2004) o la
Licenciatura en Traducción e Interpretación, tampoco la conducta profesional
obedece a una situación que podamos calificar de profesional en todos los
casos.

a) La actualización en el ejercicio práctico de las diferentes competencias


traductoras es desigual entre los diversos agentes. A través de los cuestio-
narios administrados en el marco de la investigación que presento, pude
acceder a las costumbres profesionales y advertí que entre los distintos tra-
ductores se dan diferencias importantes en relación con la competencia
traductora (definida de modo complementario por PACTE, 2000, o Kelly,
2002). Esto se justificaría por la formación desigual que han recibido los
profesionales, y por la escasez de políticas de formación conjunta que se
plasmen en cursos de formación y reciclaje, encuentros, jornadas, etc.
Como ya he comentado, hay que advertir pocas excepciones como son
ATIJC (Asociación de Traductores e Intérpretes Jurados de Cataluña) y
TRIAC o los medios virtuales de comunicación (como listas de correo o
foros), que se ocupan cada vez más de proporcionar interacción (véase en
este sentido la propuesta de la Web del Traductor Jurídico en Monzó
Nebot, 2005).
b) La dedicación a la actividad presenta un índice muy bajo de exclusividad.
De acuerdo con los resultados de las encuestas, el ejercicio de la traduc-
ción suele compartirse con otros trabajos, de forma que el nivel de profe-
sionalidad se reduce y se cuestiona profundamente, si atendemos a los
estudios sociológicos en los que esto supone un primer paso necesario
para el nacimiento de la profesión (Wilensky, 1964). Tampoco se da una
especialización clara en tipos de textos (jurídicos, económicos, técnicos,
científicos), pese a que ésta parece aumentar respecto a la modalidad de
traducción (traducción escrita o interpretación).
c) No hay unos valores compartidos por toda la comunidad. Los resultados
en cuanto a la valoración del rigor, el valor que se concede al reciclaje, la
seguridad que los traductores sienten hacia el producto que ofrecen y hacia
el cliente y también el valor que asignan a la comunicación con éste son
desiguales. Esto nos da indicios de una socialización secundaria o profe-
sional de efectos muy ligeros en toda la comunidad (Monzó Nebot, 2003),
ya que los miembros no presentan, de nuevo, una homogeneidad que nos
lleve a caracterizarlos como una comunidad compacta.

159
2.4. Evaluación

Estas conclusiones culminaban un arduo trabajo pero no constituían preci-


samente un motivo de satisfacción a la luz de que la actividad estudiada pre-
sentaba serias deficiencias desde los tres puntos de vista adoptados, y que por
ello su evolución como sector económico era difícilmente subsanable. La pri-
mera sensación ante los resultados fue de clara impotencia, pero también de
esperanza al recordar que los fundamentos sociológicos de mi investigación se
habían construido en gran parte sobre estudios que habían apostado por cam-
bios sociales y que, en un grado u otro, los habían conseguido (véase en este
sentido Larson, 1977). Especialmente motivador resultaba el trabajo de Kurt
Lewin (1946), gracias a cuyos estudios comprendí que la cooperación inter-
grupal es un arma muy poderosa para conseguir el cambio social. Sus trabajos
me hicieron considerar que lo que había realizado hasta este punto no era una
descripción sino una diagnosis que posibilitaría el inicio de un verdadero tra-
bajo de investigación-acción, un proyecto que tuviese como objetivo global
mejorar la situación y la vida profesional de los traductores, también los jurados.
A continuación explicaré qué es la investigación-acción, cómo la utilizó su
iniciador y cómo se ha aplicado a otros ámbitos, especialmente la educación.
Expondré también cómo se ha introducido y entendido hasta este momento en
traductología y cómo podría reorientarse para aplicar la metodología a estudios
ya realizados y a otros que puedan desarrollarse y plantearse en el futuro con
el fin de conseguir un corpus organizado y sistemático de investigaciones que
nos permitan actuar conjuntamente ante los problemas socioprofesionales de
los traductores jurados.

3. UNA NUEVA METODOLOGÍA: LA INVESTIGACIÓN-ACCIÓN

La reorientación que sugiero es principalmente metodológica pero con


ello podemos adoptar nuevas perspectivas, definir de otro modo el objeto de
estudio y, sobre todo, los propósitos de nuestra investigación. La metodología
de investigación-acción pretende conocer en profundidad el contexto social y
cambiarlo.

3.1. La investigación-acción de Kurt Lewin

La investigación-acción tiene sus raíces en el trabajo de Kurt Lewin, quien


publicó en 1946 un artículo en el que planteaba los resultados de diversos

160
estudios realizados con comunidades de los Estados Unidos sobre las que se
había intentado influir con el fin de mejorar la integración de grupos minori-
tarios y para favorecer, al fin, la convivencia intergrupal. Lewin defendía
como académico que los seres humanos estamos profundamente influidos por
nuestro entorno social y creía firmemente que modificar, manipular al cabo,
este entorno podía producir cambios significativos en las conductas indivi-
duales. Su teoría de campo, que se formuló en principio dentro de la psicología,
siguiendo a John Dewey, pronto fue ampliamente aceptada en la sociología,
especialmente en estudios sobre relaciones intergrupales, emulando la aplica-
ción que le había dado el propio Lewin.
Lewin seguía un proceso por el que detectaba los problemas sociales, ais-
laba sus posibles causas, modificaba las circunstancias relacionadas y com-
probaba el cambio acaecido con una nueva exploración del entorno y una
nueva detección de problemas. Así, por ejemplo, en un caso se halló que el
origen principal de los conflictos intergrupales era la baja autoestima y afir-
mación de la identidad grupal de los sujetos pertenecientes a grupos minori-
tarios y la sobrevaloración de los llamados individuos «cienporcentuales», es
decir, de aquéllos cuya religión, raza, procedencia, etc. eran las mayoritarias
en la comunidad. La solución que implantó Lewin se dirigió a equilibrar la
autoestima de todos los grupos de modo que ninguno de ellos pudiese sentirse
superior o inferior a los demás, para lo que puso en marcha talleres de forma-
ción en valores. Se trataba por tanto de una intervención directa que llevaría a
cabo el psicólogo en el grupo que estudiaba y que planteaba la inutilidad, en
este caso, de la supuesta objetividad del observador llegada la fase de acción.

3.2. Una aplicación: el profesor como investigador

Esta metodología de trabajo intergrupal se ha usado con éxito en el campo


de la educación, por ejemplo, con el fin de promover la convivencia de alum-
nos procedentes de grupos socialmente dispares. Pero los estudios de mayor
éxito y repercusión en pedagogía son los que se han derivado de Corey
(1953), quien redefinió la metodología desde su aplicación pedagógica como
el proceso por el que los profesionales estudian sus prácticas para resolver los
problemas que ellos mismos se encuentran en el ejercicio personal.
Esta rama de la investigación-acción es lo que normalmente se conoce
como la corriente del profesor como investigador (Hustler, Cassidy y Cuff,
1986) y en los estudios que se enmarcan en ella son los propios docentes quie-
nes diseñan y llevan a cabo investigaciones para la mejora de sus propias cla-
ses, a título individual o dentro de un programa institucional. Generalmente

161
las actuaciones se realizan en equipo y los profesores se dan apoyo mutuo a
la vez que comparten experiencias, dudas, inquietudes y resultados.
Los beneficios derivados de esta metodología se recogen en diversas obras
(Goswami y Stillman, 1987, Lieberman, 1988, Oja y Pine, 1989) y apuntan
hacia la toma de conciencia del profesional respecto de los problemas prácti-
cos que se le presentan y la interpretación de estos con posturas más críticas
y reflexivas. Este aprendizaje propio que se produce en la intersección entre
el ejercicio práctico y la reflexión teórica se ve reflejado no sólo en sus clases
sino también en las instituciones en las que se inscriben y en los organismos
dedicados a la administración de la enseñanza (Rudduck, 1988).

3.3. Primeros pasos en traductología

En el campo de la traductología, la introducción de la investigación-acción


es reciente y las referencias más destacadas que encontramos son Hatim
(2001) y Kiraly (2001). En todos los casos, la introducción se realiza desde la
corriente de estudios el profesor como investigador que veíamos en el punto
anterior, de modo que la aplicación a la traductología está mediada por la
interpretación que se le ha dado en pedagogía. Así, Hatim, por ejemplo, plan-
tea la investigación-acción como aquella investigación que les gustaría des-
arrollar a los profesionales (2001: 190) y lo ejemplifica con diversas propues-
tas materializables en sendos proyectos de investigación. Estos supuestos para
la investigación se configuran con estudios de textología comparada que per-
miten identificar, con ayuda de los contextos de situación y cultura, por ejem-
plo, qué soluciones da un traductor a determinadas referencias ideológicas de
acuerdo con los parámetros de su encargo de traducción.
Estas propuestas pueden dar frutos muy positivos en el campo de la didác-
tica de la traducción y pueden servir como punto de apoyo para el intercam-
bio de propuestas y experiencias que liberen al profesor del aislamiento al que
su actividad le puede someter. De hecho, en nuestro contexto podemos iden-
tificar ya numerosas investigaciones realizadas desde este punto de vista que
se han dado a conocer con el fin de proponer cambios en la actuación dentro
de las aulas (Borja Albi y Monzó Nebot, 2001; Way, 2002) y con la incipien-
te armonización de planes de estudio europeos participaremos previsiblemen-
te de un incremento en el uso de esta metodología. El grado de conocimiento
de las posibilidades de cambio que podemos alcanzar con este enfoque será,
sin duda, una gran baza para la futura docencia de la traducción. Con todo,
limitar la investigación-acción en traductología a la práctica docente, aunque
orientada a la práctica profesional, excluye aun sin pretenderlo a este profe-

162
sional que no obtiene beneficios directos por proporcionarnos valiosos mate-
riales de estudio, como son sus ejemplos de traducción (normalmente, en las
investigaciones que se han desarrollado hasta el momento, los trabajos objeto
de estudio son los que publican las editoriales).
Por otro lado, la publicación de las investigaciones resultantes de estos
proyectos es también de gran interés, pero su alcance se limita a la parte de
investigación de esta metodología, soslayando la acción. Si bien es evidente
que la solución a problemas de traducción, las recetas de cómo y por qué
actuar en determinadas circunstancias y encargos constituye una investigación
necesaria que los profesionales pueden considerar de utilidad práctica inme-
diata, no es menos patente que en estos proyectos se deja en manos de éstos
la aplicación en la comunidad afectada de las soluciones propuestas. Por todo
ello, regresar a los orígenes planteados por Lewin nos proporcionará una pers-
pectiva necesaria para conocer si estamos sacando el máximo provecho posi-
ble de esta metodología.

4. UNA APUESTA POR LA COLABORACIÓN

En traducción jurídica existen varios estudios muy interesantes que se han


centrado en la práctica de la traducción. Cómo traducir documentos de mar-
cas, documentos inmobiliarios, títulos académicos, partidas de nacimiento,
testamentos, construir glosarios jurídicos, recoger textos jurídicos y analizar-
los (Alcaraz Varó, 1994, Mayoral Asensio, 1995, Monzó Nebot y Borja Albi,
2000, Acuyo Verdejo, 2003, Way, 2003, entre muchos otros), etc. Todos estos
estudios son efectivamente signos de buena voluntad, de una disposición clara
a enfrentarse sin vacilaciones a los problemas de la cotidianeidad traductora y
de hacer algo al respecto.
Con la metodología planteada por Lewin, sin embargo, estos estudios
adoptarían un nuevo valor, podríamos ir más allá, puesto que nos permitiría
escapar a un estudio descriptivo o prescriptivo de lo que hace o debe hacer el
traductor cuando traduce. La acción que podría complementar los proyectos
planteados, por ejemplo, por Hatim podría plasmarse en acciones dirigidas a
hacer que los traductores valorasen positivamente el permitir que otros tra-
ductores o investigadores accediesen a su trabajo para poder estudiarlo o, des-
pués de describir las prácticas que consiguen mayor eficiencia, intervenir en
el grupo para conseguir que los profesionales adopten extensivamente tales
prácticas de calidad, si se cree que pueden mejorar la calidad del servicio que
el traductor ofrece a la sociedad. Por supuesto, la colaboración en este senti-
do con el grupo profesional de psicólogos, por ejemplo, sería ineludible.

163
Si la buena voluntad convencida que transmiten los estudios mencionados
en este punto pudiese verse transformada en acciones organizadas, y eficien-
tes, las relaciones de nuestros colectivos entre sí y con el resto de la sociedad
podrían mejorarse en gran medida. Para ello debemos plantearnos (Lewin,
1946: 201):

1. ¿Cuál es la situación actual?


2. ¿Cuáles son los problemas, los peligros que afectan nuestra supervivencia
o bienestar como grupo?
3. Y, por supuesto, ¿qué debemos hacer frente a ellos?

A partir de los cuestionarios ya comentados en la primera parte de este


artículo que gentilmente contestaron algunos traductores jurados, comple-
mentados con otras fuentes, mi investigación pudo contestar, aunque con una
muestra pequeña, las dos primeras preguntas en relación con la situación
socioeconómica del sector, la estabilidad de la comunidad como tal y la con-
ducta personal de los profesionales. Con todo, identificados los problemas, no
podemos quedarnos de brazos cruzados viendo la injusticia del trato que reci-
ben nuestros profesionales (me remito de nuevo a Peñarroja Fa, 2004). Y
¿cómo podemos contribuir a mejorar esta situación? Una opción sería plante-
ar un proyecto que partiese de problemas prácticos, que situase al profesional
en primer plano, que combinase teoría y práctica y que mejorase al fin la
acción de los profesionales.
Cabría llevar a cabo una investigación crítica de una realidad social
impregnada de valores; optar por métodos y puntos de vista amplios y flexi-
bles que se ajusten a los cambios de la realidad que podamos causar desde el
programa de investigación-acción y que puedan venir causados por otras cir-
cunstancias, como cambios políticos o económicos; insistir en una investiga-
ción interdisciplinaria y acudir a las fuentes que puedan ayudarnos a com-
prender los distintos factores implicados; centrar nuestro interés en los valo-
res del grupo, ya que la colaboración de los actores y su voluntad de cambio
son los factores que harán posible que llevemos a cabo la investigación y la
mejora.
Lo que planteo sería una opción cientificopolítica, fundamentada y decla-
rada, que defiende la subjetividad en una actuación social que fusiona el obje-
to de estudio y el sujeto investigador, que pretende descubrir la realidad
situando en primer término el criterio de la práctica, combinando la investi-
gación empírica con la acción. A su vez, se pretende corregir el sesgo inte-
lectualista de la labor investigadora (Bourdieu y Wacquant, 1992: 34) por el
que el mundo se concibe como un espectáculo que el académico debe inter-

164
pretar y no como un conjunto de problemas concretos que reclaman solucio-
nes prácticas.
Soy consciente, por supuesto, de que este método tiene una fuerte impli-
cación ideológica, pero también debemos ser conscientes de que la estructura
social y los estratos laborales están impregnados de ideología –y por lo que
hemos podido constatar, de otras ideologías. Y mientras no podamos decir
que nuestro sector tiene motivos claros para relegar sus pretensiones a las de
otros agentes que consiguen mejoras laborales o que ya tienen una mejor posi-
ción, la falta de acciones no tiene justificación. La función del traductor, la
comunicación entre culturas, es lo que permite progresar a la sociedad (UNES-
CO, 1976), lo que nos ayuda a conocer y, en consecuencia, es un bien valiosí-
simo para el ser humano, especialmente en un contexto globalizado como el
que vivimos. Por ello el servicio que los traductores ofrecemos a la sociedad
es necesario y debería ser mejor valorado, por nosotros mismos y por la socie-
dad.
Sin embargo, no puede conseguirse cambio alguno si la investigación se
realiza en una sola dirección. Y es aquí donde debemos conseguir la colabo-
ración de los profesionales. No son sólo ricos objetos de estudio. Los profe-
sionales son parte del problema: los que lo sufren diariamente. Participar en
su solución es responsabilizarse de su ubicación como individuo dentro de la
comunidad a la que pertenecen y actuar es responsabilizarse de su situación
como comunidad dentro de nuestra sociedad. El objetivo último de la investi-
gación-acción es formar al profesional para que tome conciencia de sus pro-
blemas y para que modifique sus conocimientos, habilidades, actitudes, valores
y, finalmente, las normas de conducta en que se manifiesta su competencia. El
cambio debe surgir de la formación, pero ésta sólo será posible con la comu-
nicación entre investigadores y profesionales, con la colaboración y con la crí-
tica mutua y constructiva.
Por otra parte, también los académicos son parte del problema por cuanto
su responsabilidad social les exige devolver a la sociedad cuanto reciben de ella:
su trabajo. Ayudar a su objeto de estudio es, por tanto, la culminación de una
relación ética. No obstante, cuando hay intentos en este sentido, la relación
intergrupal fracasa. Las investigaciones realizadas hasta el momento arrojan
datos frustrantes de participación (que no llega en ningún caso al 30 %), y muy
pocos traductores contestan a las peticiones de los investigadores. ¿Qué ocurre?
¿De dónde viene el rechazo? ¿Quizás del modo en que se plantea la investi-
gación? ¿Quizás de la imagen que los profesionales tienen de los académicos?
¿Cómo puede resolverse la falta de tiempo de los profesionales para menes-
teres que reporten beneficios sólo indirectos? Habría que averiguarlo y, por
supuesto, cambiarlo. Por el bien de los académicos, que necesitan datos, por

165
el de los profesionales, que necesitan soluciones, y por el de la sociedad, que
necesita una mejora del servicio.

4.1. Un paso de la investigación-acción: la normalización de traducciones

Un ejemplo de acción dentro del proyecto global de mejora de las condi-


ciones del sector sería la normalización de las traducciones que consume la
sociedad. A medida que la necesidad de los clientes se hace habitual, los
encargos tienden a regularizarse. Sin embargo, con idénticas consignas dis-
tintos traductores producen y venden traducciones abismalmente distintas,
como comprobé en el estudio mencionado (Monzó Nebot, 2002).
Este hecho deja a la sociedad indefensa, puesto que no tiene modos de
conocer qué traducciones son profesionales y cuáles son falsificaciones. Una
normalización de formatos, pero también de proyectos de traducción, en el
sentido de planificación de los condicionantes del encargo que deben guiar las
decisiones traductoras, ayudaría a la sociedad pero también ayudaría al colec-
tivo, puesto que ¿qué sentido tiene que reinventemos la rueda con cada nueva
traducción cuando el mismo género, el mismo tipo de texto con las mismas
consignas (propósito del texto, función de la traducción, destinatarios, clien-
tes…) ya ha caído en otras manos con anterioridad y ya se ha traducido?
Evidentemente no abogo por uniformizar las traducciones ni por suprimir los
rasgos propios de cada traductor, sino por consensuar opciones, por unirnos.
¿Qué necesitaríamos para ello? En primer lugar conocer exactamente qué
se hace, para lo cual es indispensable que los profesionales dejen ver su tra-
bajo a los investigadores. Posteriormente, estudiar la eficiencia de las opcio-
nes en sus situaciones de uso y cómo éstas se relacionan con los encargos de
traducción y con lo que sabe el traductor de esas situaciones. Una vez evalua-
das, sería el momento de formar al profesional, de darle a conocer la investi-
gación y de que él aceptase las nuevas prácticas.

5. NUEVAS CONCLUSIONES

De nuevo, hay que insistir en que esta normalización de prácticas y cali-


dades debe surgir del ámbito académico y profesional, conjuntamente. Se
trata de contar con los recursos, especialmente humanos, de quienes pueden
dedicar más esfuerzo directamente a esta actividad y de aprovechar a su vez
la información de las fuentes directas que deben enfrentarse al mercado dia-
riamente. Dejar esta y otras acciones posibles en manos de las asociaciones,

166
de los profesionales únicamente, sería colaborar en las condiciones de explo-
tación y desaprovechar las posibilidades de acción de un colectivo dedicado a
ofrecer servicios intelectuales. Asumiendo el peso de la investigación-acción,
los académicos pueden paliar algunas de las consecuencias del alejamiento
tradicional de este ámbito respecto a los profesionales de la traducción. Es una
ocasión para construir una teoría emancipatoria que se enfrente al arbitrio
social que fija las estructuras que conforman actualmente nuestra sociedad.
Con ella, con el aprendizaje y la toma de conciencia de la ideología social,
permitiremos que el traductor reflexione sobre sí mismo y sobre la alteridad
para reconstruir sus posibilidades y deseos de liberación desde una perspecti-
va crítica. Es, en todos los sentidos, una oportunidad para mejorar.
Con todo, diseñar y acometer acciones de mejora en investigaciones futu-
ras es sólo un paso. Debemos juzgar constantemente la eficacia de estas medi-
das describiendo periódicamente los aspectos de la profesión sobre los que
actuemos, comparando los resultados de las sucesivas descripciones por refe-
rencia al modelo propuesto, a descripciones anteriores y a la de otros agentes
socialmente más enraizados, influyentes y autónomos, como pueden ser los
abogados. Para hacernos oír debemos colaborar en una acción conjunta que
contribuya a regularizar la situación actual del traductor jurado y que ayude a
visibilizar la necesidad de reconocer que la traducción jurada es (o puede lle-
gar a ser) una profesión.

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169
REFLEXIONES DESDE LA PROFESIÓN
LA TRADUCCIÓN JURÍDICA Y
LA TRADUCCIÓN JURADA
EN UNA EMPRESA PRIVADA
DE SERVICIOS LINGÜÍSTICOS
JOSÉ LUÍS DÍAZ DE LIAÑO ARGÜELLES
Celer Soluciones

1. INTRODUCCIÓN

E L OBJETIVO de este volumen, tal como me lo planteó el grupo GITRAD al


ofrecerme la oportunidad de participar en el mismo, es «proporcionar un
espacio para el diálogo y la participación que resulte enriquecedor y estimule
el debate y la expresión de distintos puntos de vista en torno a la práctica y la
investigación». Quisiera agradecer en primer lugar esta invitación, así como
felicitar a las editoras por la iniciativa de recoger en un volumen aportaciones
tan interesantes como las que aquí se presentan. El tema que abordo en esta
contribución se centra en el primero de estos aspectos, el ejercicio profesional,
y pretende ofrecer una visión sobre la actualidad profesional del traductor
jurídico.
Me ocuparé, de forma práctica, de lo que significa la profesión del tra-
ductor jurídico hoy desde la perspectiva de una empresa privada de servicios
lingüísticos, y dejaré para otros las reflexiones sobre otras situaciones socio-
profesionales (véanse, por ejemplo, las contribuciones de Hickey o Hervás, en
este mismo volumen). No pienso que, en el fondo, se trate de situaciones muy
distintas: unos y otros funcionamos con arreglo a un presupuesto, necesitarí-
amos más medios y más tiempo para hacer las cosas como nos gustaría, com-
partimos los mismos problemas de formación, etc. Pero sí hay algunos aspec-
tos que nos distinguen. El más importante es el relativo al número y la idio-
sincrasia de nuestros clientes respectivos:

a) Para el Centro de Traducción de la Comisión Europea, su cliente es la


dirección general o la agencia de la que proceda el original y a la cual deba
entregar finalmente la traducción; suele tratarse de un cliente localizado,
conocido y razonablemente consciente de la importancia y las exigencias
de una traducción.

173
b) Para un traductor particular, el número de clientes se amplía, aunque den-
tro de un círculo reducido.
c) Para una empresa privada, el número de clientes potenciales es más
amplio; éstos son además muy variados en cuanto a sus características y,
desde luego, no siempre son conscientes de lo que supone la actividad de
traducir.

2. UNAS PINCELADAS SOBRE NUESTRA EMPRESA

El caso de Celer Soluciones sería el tercero, pero para situarnos adecua-


damente trataré de dar unas pinceladas que detallen con mayor profundidad el
perfil de nuestra empresa. A través de esta particularización podremos ver
cómo encajan en ella las traducciones jurídicas y cómo las tratamos. Tras des-
cribir sucintamente nuestra área y volumen de trabajo, comentaré algunos ras-
gos de los encargos que recibimos y, en especial, me centraré en nuestro pro-
ceso de gestión de traducciones y en el lugar que ocupa la calidad en esta
metodología y en nuestra filosofía empresarial.
El volumen de trabajo del que nos encargamos nos sitúa en una escala que
no llega a ser la de una macroempresa, sino la de una empresa mediana/gran-
de. Traducimos 18 millones de palabras anuales y mantenemos ocupados de
forma permanente con encargos procedentes de nuestra empresa a unos 50
colaboradores, del total de 150 traductores integrados en nuestra base de
datos.
Los clientes de los que procede este volumen de trabajo pertenecen prin-
cipalmente a tres ámbitos: a) organismos públicos nacionales (por ejemplo,
ministerios, organismos autónomos, organismos regionales, etc.); b) organis-
mos internacionales; y c) empresas privadas, sobre todo medianas o grandes,
tanto de ámbito nacional como multinacionales.
El ámbito en el que podríamos encuadrar las traducciones que realizamos
para estos clientes abarca principalmente tres sectores de trabajo:

a) Institucional y corporativo: incluimos aquí las traducciones de ciencias


humanas, ciencias sociales, derecho, economía y gestión, administración
e instituciones públicas.
b) Tecnológico: en este grupo se encuadran las traducciones de mecánica,
electrónica, química, etc.
c) Ciencias de la vida: se incluyen aquí las traducciones de medicina, regis-
tro farmacéutico, educación sanitaria, etc.

174
¿Cómo nos llegan los trabajos? Ésta es una cuestión interesante por su
diversidad: de todas las formas imaginables. El archivo electrónico resulta,
desde luego, un medio frecuente, pero también lo son el soporte papel, el fax,
la cinta de audio o vídeo, el correo electrónico, etc.; en todos estos casos, el
primer paso de nuestra metodología nos lleva a obtener el texto original en
algún soporte digital que nos permita atenernos a unos métodos que buscan
conseguir la máxima calidad y, así, nos vemos obligados a hacer la conversión
oportuna en archivo electrónico. En cuanto al acabado de los originales (el
editing inglés), los trabajos que nos llegan presentan distintos niveles dentro
de la más amplia gama concebible: desde un original en borrador que ni
siquiera puede considerarse un documento de trabajo, hasta un texto depura-
do y listo para imprenta, revisado incluso lingüísticamente.
¿En qué lengua están los originales? Las lenguas en las que recibimos los
textos abarcan todas las actuales de la Unión Europea, pero también recibimos
parte de los encargos en las lenguas de los países candidatos a la adhesión.
Con todo, existe un predominio abrumador de originales en inglés, sobre todo,
y asimismo en francés, alemán, portugués e italiano.
¿Cómo encauzamos esta variedad de trabajos? Ajustándonos a los requi-
sitos de nuestro sistema de calidad. Desde el año 2002 disponemos de la cer-
tificación de calidad, expedida por el British Standard Institute, que garantiza
la existencia de un sistema de aseguramiento de la calidad que cumple los
requisitos de la norma UNE-EN ISO 9001:2000 para las actividades de «gestión,
traducción y publicación de documentación multilingüe».
En relación con nuestro sistema de calidad, cabe mencionar que pertene-
cemos a la ACT (Agrupación de Centros Especializados en Traducción), una
asociación constituida por 44 empresas de traducción de ámbito nacional. En
el seno de la ACT, y en el marco de un comité presidido por AENOR, estamos
trabajando en la elaboración de una norma de calidad, que primero será UNE,
y por tanto de carácter nacional, y después posiblemente ISO, sobre el sistema
de calidad aplicable tanto a empresas de traducción como a traductores parti-
culares. Esto supondría un despliegue específico para nuestro sector de la nor-
mativa actual.
Dentro del sistema de calidad, nuestro Departamento de Operaciones está
organizado en gestores de proyecto. Lo más destacable a este respecto es que
asignamos cada cliente a un mismo gestor de proyecto sea cual sea el encar-
go, aunque cabe decir que los clientes presentan unas demandas homogéneas
en sus distintas solicitudes de servicio. Con esta forma de operar, consegui-
mos dos objetivos:

175
a) Personalizar las relaciones: el cliente, que no es un ente anónimo, sino una
persona con nombre y apellidos, sabe quién es su interlocutor en nuestra
empresa, y sabe que esta persona es además quien conoce el trabajo que
se le está pidiendo y quien se va a encargar de gestionarlo.
b) Estructurar los trabajos de forma semiautomática: como comentábamos, la
experiencia nos dice que los trabajos que encarga un determinado cliente
tienen una cierta homogeneidad, que corresponde a sus tareas o compe-
tencias institucionales o profesionales. Por ejemplo, los textos que nos
encarga un despacho de abogados suelen ser de carácter jurídico. Si asig-
namos un gestor de proyecto a ese cliente, habremos conseguido ya encau-
zar estos trabajos a través de una persona que conoce sus características
desde una perspectiva temática y empresarial.

Aparte de este sistema de gestores de proyecto, disponemos de un pro-


grama informático de gestión, desarrollado a medida para nuestra empresa.
Funciona como una gran base de datos relacional en la que se mantienen los
trabajos de los últimos años, con la posibilidad de consultar dos tipos de
datos:

a) Los datos propiamente de gestión, esto es, la información relativa al clien-


te, a los colaboradores intervinientes, a los aspectos financieros, estadísti-
cos, etc.
b) El contenido de los trabajos en sí, incluido tanto el original correspon-
diente como la versión final de su traducción, una vez revisada, junto con
la documentación de apoyo utilizada.

Para ilustrar lo que hemos comentado hasta aquí de nuestra metodología


de trabajo, veremos ahora un proceso imaginario. En un principio, el gestor
de proyecto recibe de su cliente un pedido y ha de ponerlo en marcha. Para
ello dispone de una amplia base de datos, que ya he mencionado, en la que
figuran los trabajos anteriores vinculados a este cliente, incluidos los docu-
mentos de apoyo (glosarios, memorias de traducción si se han utilizado, etc.)
y la información pura de gestión.
Nuestro sistema de calidad le impone además el seguimiento de unos
pasos determinados que coloquialmente conocemos como «decálogo del ges-
tor de proyecto» y que no expondré aquí para no extenderme demasiado. Por
supuesto, estos pasos concretos dependen del tipo de trabajo (el proceso no es
el mismo cuando hay que traducir un discurso que cuando hay que abordar un
proyecto de localización de software). Interviene en cierta medida el juicio
personal de cada gestor de proyecto, pero en todo caso hay dos pasos funda-

176
mentales: a) la planificación, es decir, la determinación de qué personas van
a intervenir, y b) la programación, es decir, en qué contexto y con qué apoyos
personales o documentales.
En este momento empieza el trabajo propiamente dicho de traducción.
Ahora se impone un cambio de plano: el protagonismo no le corresponde ya
al gestor de proyecto, sino al profesional lingüístico. Por ello comentaré algu-
nas cuestiones específicas de nuestros traductores.

3. RÉGIMEN DE NUESTROS TRADUCTORES Y EXPECTATIVAS


DE TRABAJO

Me centraré ahora en la figura del traductor en el marco de nuestra empre-


sa. En relación con el profesional, desarrollamos una función de selección y
otra de formación. En la primera de ellas, la fase de selección, tratamos de
determinar si los candidatos reúnen tres tipos de competencias:

a) Competencias lingüísticas: es decir, dominio suficiente de la lengua de


origen y la lengua de destino, y su capacidad para distinguir varios nive-
les según el registro de los textos correspondientes.
b) Competencias traslativas: éste es justamente el tipo de competencias que
permiten hacer la traslación de una lengua a otra, y en el proceso de selec-
ción aplicamos las ideas desarrolladas en el marco de la teoría de la tra-
ducción.
c) Competencias de gestión de la documentación: competencias de análisis
de la documentación, de asociación de ideas (para relacionar unos con-
ceptos con otros y construir un esquema coherente a partir del cual se
pueda filtrar y depurar la información), etc.

En este punto, podríamos dar un paso más y tratar de saber si los profe-
sionales de la traducción tenemos algún rasgo en común. Trasladamos con-
ceptos de una lengua a otra y posiblemente esto significa que compartimos
determinados rasgos o características que, a su vez, nos distinguen de otros
profesionales. Cuando se constituyó nuestra empresa, hace ya unos cuantos
años, intentamos establecer un perfil de la figura del traductor para orientar
debidamente los procesos de selección de personal. Sin duda nos faltaban los
conocimientos y los medios para llevar a cabo la tarea, pero con una cierta
osadía, y con la inestimable ayuda de una colaboradora nuestra, psicóloga y
traductora, iniciamos la experiencia. Establecimos un grupo experimental (o
grupo de traductores) y un grupo de control y sometimos a sus componentes

177
a una serie de pruebas para valorar distintos aspectos. El resultado fue un fra-
caso, como no podía ser menos, ya que no pudimos llegar a ninguna conclu-
sión de validez general, pero al menos hubo un aspecto en el que hallamos una
diferencia significativa: el grupo de traductores se distinguía por su extrover-
sión, frente al grupo de control, en el que este rasgo no estaba tan acusado.
Es decir, el buen traductor se caracteriza por su extroversión, esto es, por
dirigir su interés, atención y actividad anímica predominantemente al mundo
exterior. Desde entonces, al menos tenemos claro que los traductores nos dis-
tinguimos por la apertura al mundo exterior. Nos sentimos inclinados a man-
tener contacto con una amplia base de fuentes y quizás algo más: capacidad
para asociar unos elementos de información con otros de forma que adquie-
ran coherencia, al menos formal.
Estas competencias de gestión de la documentación son las que gobiernan
el uso de la información a nuestro alcance. Supongamos que hay que traducir
un informe sobre medio ambiente y que el traductor dispone, como recursos
de apoyo, de una memoria de traducción, de un glosario (elaborado al margen
de esa memoria) y de una versión ya traducida de un documento distinto pero
relacionado con el original, además, lógicamente, de los recursos de internet.
Es una situación frecuente, con la que muchas veces nos encontramos en
nuestro trabajo cotidiano. La primera tarea será la de proceder a la certifica-
ción interna, es decir, la determinación del grado de fiabilidad de estos dis-
tintos documentos.
Las reglas para ello no son fijas, aunque pueden resumirse del modo en
que a continuación las expongo. El primer nivel de fiabilidad corresponde a
los documentos normativos, precisamente por su carácter de tales: puede tra-
tarse de disposiciones legales, de normas técnicas, de recomendaciones de
organismos o asociaciones internacionales, etc. Estos textos, evidentemente,
tienen prioridad. El segundo nivel de fiabilidad puede corresponder a los
documentos elaborados por organismos internacionales o asociaciones tam-
bién internacionales: suelen ser documentos de consenso, elaborados después
de un largo proceso de consultas, y por ello han sido debidamente matizados.
A partir de aquí entran en juego la capacidad asociativa del traductor y, sin
duda, su intuición: si en un glosario observa que algunos de los términos habi-
tualmente conflictivos están expresados de forma correcta según su experien-
cia anterior, podrá considerar que el documento tiene un grado de fiabilidad
razonable; si no es así, podrá dudar de su fiabilidad global.
Por otro lado, es en relación con estos temas donde se manifiestan abier-
tamente las cuestiones de formación. Nuestra tarea, como empresa de traduc-
ción, es impartir a nuestros colaboradores la formación necesaria para, por un
lado, realizar adecuadamente esa «certificación interna» ya mencionada (es

178
decir, determinar el grado de fiabilidad de la documentación aportada) y, por
otro, aplicar de forma correcta las herramientas informáticas necesarias.
La formación en el uso de las herramientas merece una atención especial.
Me refiero especialmente al uso de memorias de traducción, de aplicaciones
de terminología avanzadas, etc. En ausencia de una autoridad certificadora
oficial que acredite el dominio de estas herramientas, la formación ha de
impartirse de manera interna. En tales circunstancias, se imparte con dos obje-
tivos: un objetivo inmediato, que es lógicamente ayudar al traductor a un
manejo eficiente, y un objetivo mediato, que es favorecer su fidelización, es
decir, su mayor vinculación con las pautas de actuación de la empresa y la
continuidad de su colaboración en el futuro. Esta fidelización es un elemento
esencial en nuestra empresa.

4. NUESTRA EXPERIENCIA EN LA SELECCIÓN

Quisiera terminar esta descripción de nuestra tarea de traducción con unos


apuntes extraídos de nuestra experiencia en la selección de profesionales. De
acuerdo con esto, podemos establecer un perfil aproximativo del que sería el
traductor idóneo:

a) Edad no inferior a 24 años.


b) Titulación superior: si tiene la Licenciatura en Traducción, necesitará ade-
más tener competencias temáticas (en la materia que vaya a traducir); si
tiene un título específico en esta materia, necesitará además competencias
lingüísticas y traslativas.
c) En todo caso, ganas de aprender.

Con lo que he dicho en este punto, pretendo asimismo dejar clara nuestra
posición acerca de la dualidad traductor jurista o jurista traductor. En la tra-
ducción de textos jurídicos, como en la de cualquier otra materia científica o
técnica, se requieren competencias de tres tipos: lingüísticas, traslativas y
temáticas. Es decir, siempre se necesita una formación (por ejemplo, una
licenciatura en Traducción e Interpretación) a la que habrá que añadir un
esfuerzo añadido (por ejemplo, una formación autónoma en materia jurídica).

179
INTERPRETACIÓN JURÍDICA
EN EL SECTOR PÚBLICO DE
GRAN BRETAÑA
LEO HICKEY
European Studies Research Institute
University of Salford

H ASTA 1994, toda persona tenía el derecho de presentarse ante el gran


público británico como intérprete o traductor. No se requería titulación,
certificado o autorización alguna; la profesión carecía totalmente de control
oficial o extraoficial. En dicho año se creó el Registro Nacional de Intérpretes
del Sector Público (National Register of Public Service Interpreters), bajo la
tutela del Institute of Linguists, que es un organismo interesado por las len-
guas y sus usuarios. En el Registro puede inscribirse cualquier persona siem-
pre y cuando tenga algún tipo de título que lo cualifique para ejercer en el
campo de la interpretación pública –que no es necesariamente una titulación
universitaria, sino que puede ser, por ejemplo, un diploma (Diploma in Public
Service Interpreting)–, además de 400 horas de experiencia. No hay –ni
había– ningún registro análogo de traductores, por lo que cualquier turista que
haya pasado quince días de vacaciones en Benidorm (para los efectos, da lo
mismo que sea una semana), puede volver a casa, anunciarse en las páginas
amarillas en el apartado de «Traductores» y cobrar por sus servicios. Por otro
lado, cabe mencionar que la existencia del Registro Nacional no afecta al sec-
tor privado, sino sólo al público (policía, juzgados, probation service, aduana,
seguridad social, inmigración, etc.). Éste es el sector en el que trabajo y en
este escrito hago constar mis impresiones de cómo funciona el sistema basán-
dome únicamente en mis experiencias, y no en normativas o directrices ofi-
ciales.
El 1 de enero de 2002, entró en vigor un acuerdo nacional por el que sólo
tienen el derecho de ejercer en el sector público los intérpretes que estén ins-
critos en el Registro Nacional. Naturalmente, yo figuro en dicho Registro,
pues de lo contrario no me atrevería a compartir estas impresiones (y más no
habiendo pisado nunca terreno benidormense). Es de sobras conocido que en
interpretación existen varias modalidades: simultánea, consecutiva, susurrada,
de enlace, etc. (para una descripción de cada una de ellas, véase Phelan, 2001:
6-17), pero en la práctica la modalidad de enlace, también denominada bila-

181
teral o ad hoc, es la que más se usa en el sector público, incluyendo el campo
jurídico, que es el área específica en la que yo trabajo.
Comenzaré explicando cómo se inicia en la práctica cualquier servicio de
interpretación. Empieza en el 99 por ciento de los casos con una llamada tele-
fónica, normalmente alrededor de las dos de la madrugada, que es la hora pre-
dilecta de los hispanohablantes para conseguir que les detenga la policía bri-
tánica. Si todos ellos decidieran acostarse tranquilamente a medianoche, yo
iría más o menos directamente a la cola del paro. Sólo trabajo con hispanoha-
blantes, por supuesto. Aunque la llamada puede proceder de cualquier fun-
cionario (de aduanas, de inmigración u otro), lo más frecuente es que proce-
da de una comisaría de policía –una comisaría cualquiera, dentro o fuera de
un radio de unos 100 kilómetros de donde vivo, más o menos. Este detalle
kilométrico se debe a que el sargento de guardia (Custody Sergeant) empieza
llamando a los intérpretes que viven más cerca de su comisaría pero, al no
recibir contestación alguna, o al encontrarse con respuestas del tipo «Déjeme
en paz, ¿no se da cuenta de que son las dos de la madrugada?», vuelve a con-
sultar la lista alfabética y sigue bajando por ella hasta que llega a la «H» de
«Hickey».
En la comisaría, a la persona detenida o personas detenidas, se le o les
invita a salir de la celda o celdas donde estaba encerrado o encerrada, o esta-
ban encerrados o encerradas (haciendo caso omiso de la corrección política, y
para evitar ralentizar el texto, a partir de ahora usaré el masculino singular o
plural en estos casos). Al detenido se le pregunta su nombre, domicilio y fecha
de nacimiento, y entonces se le leen sus derechos; en esencia se trata del dere-
cho de consultar gratuitamente a un abogado en persona o por teléfono, el de
informar a alguien de su paradero y el de consultar los códigos de conducta
de la policía.
Aquí conviene aclarar que muy poca gente, sean policías, juristas u otros,
sabe realmente lo que es un intérprete o cómo trabaja. Muy pocos han traba-
jado con alguno en su vida, por muy larga que haya sido, e incluso éstos
habrán hecho grandes esfuerzos de amnesia para olvidarse de la experiencia.
Así que el sargento de guardia normalmente se dirige a mí, y no al detenido,
y me dice, con la consabida cortesía inglesa: «¿Le podría preguntar cuál es su
nombre?» A mí, por supuesto, me entran ganas de responderle: «Pregúnteselo
usted mismo: será español pero no es necesariamente retrasado mental». Pese
a ello, naturalmente, soy siempre muy educado y me limito a gruñir: «Tu
nombre.», en el tono de voz en el que imagino que lo haría un sargento de la
Guardia Civil, sin haber tenido personalmente esa feliz experiencia en mi
vida. Así pues, transmito en la otra lengua todo lo que se dice, hable quien
hable, usando siempre la primera persona verbal, y sin emplear jamás el esti-

182
lo indirecto, del tipo «dice que le entiende». Los interlocutores se acostum-
bran al sistema de primera persona en cuestión de segundos, se dan cuenta de
que estoy repitiendo verbatim lo que el otro ha dicho y rápidamente se vuel-
ven a ese otro y se dirigen a él con más o menos naturalidad. Lo consideré un
bonito piropo hace poco el que una persona detenida, al ser interrogada por la
policía y al darse cuenta de que, mientras ella hablaba, uno de los funciona-
rios que la interrogaban parecía no estar escuchándola, le gritó
«¡Escúchame!», demostrando así que no era consciente de mi presencia ni de
que el funcionario sólo me entendería a mí y no a ella.
Lo más frecuente en la práctica es que los detenidos pidan asesoramiento
jurídico, momento en el que me siento en un asiento diseñado y fabricado
adrede para ser lo más incómodo posible, y fijado a la pared para que los
clientes del establecimiento no intenten robarlo o utilizarlo como arma; decli-
no toda invitación a tomar una taza de té venenoso, que es el único que se
sirve en las comisarías, y me sumo en profundos pensamientos (principal-
mente, que me pagan desde el momento que entro hasta el momento que
salgo, independientemente de que esté haciendo algo o no). Así paso el tiem-
po hasta que se digna hacer acto de presencia el letrado. Alguna vez he oído
decir que hay un código de conducta para intérpretes que nos prohíbe hablar
tanto con los detenidos como con los funcionarios excepto cuando hablan los
unos con los otros. Sin embargo, en la práctica, cuando el detenido vuelve a
la celda a esperar al letrado, si los policías no están muy ocupados –que nor-
malmente lo están–, suelo charlar con ellos acerca de España, los españoles,
la policía española, el vino español, el fútbol español, sus vacaciones en
España y otro temas de peso relacionados con España –aunque de la gran
mayoría de estos temas no tenga ni idea, pero como eo ipso se supone que soy
experto en todo lo relacionado con España, mi opinión va a misa. Por supues-
to, eso sí, nunca hablamos ni del español detenido ni del caso que nos ocupa.
Luego aparece el letrado. En el 95 por ciento de los casos se trata de un
abogado de oficio, que viene de uno de los bufetes que está de guardia duran-
te las 24 horas del día en cuestión. Permítanme aclarar aquí que, por mi expe-
riencia, los abogados de oficio ponen el mismo esfuerzo, interés y entusiasmo
en defender a todos sus clientes, independientemente de que los honorarios
vengan del bolsillo de un particular o de los fondos públicos. Lo primero que
se hace, al aparecer el abogado, es entregarle o exponerle inmediatamente
(mediante un procedimiento de puesta al descubierto denominado disclosure)
las pruebas de las que dispone la policía en ese momento contra el detenido
(declaraciones de testigos oculares o del agente que efectuó la detención y
otros hechos pertinentes), después de lo cual el letrado entrevista a su cliente,
con mi ayuda, en una sala privada.

183
A partir de este momento, un elemento importante de mi trabajo es hacer
todo lo posible para que el pobre cliente no entienda más que en torno al 10
por ciento de lo que le dice el letrado –por la sencilla razón de que gran parte
de lo que dicen los abogados es incomprensible para el común de los morta-
les, y el hecho de que yo sea abogado (barrister) no es óbice para que actúe
exclusivamente de intérprete y no de asesor jurídico en estas situaciones. Mi
trabajo consiste en expresar en una lengua lo que se ha dicho en otra, y no me
incumbe explicar o aclarar nada a nadie. Al contrario, ni debo ni se me per-
mite, bajo ningún concepto, explicar nada a nadie, por muy incomprensible
que les sea a los interlocutores. Así, por ejemplo –y que conste que todos los
ejemplos que cito son auténticos–, si el abogado (que acaba de salir de la
cama y aún se está frotando los ojos) comienza con: «You were caught on
CCTV, what are your instructions?», no explico que lo que quiere decir es:
«La policía sabe que usted estaba hoy en el supermercado Tesco, el circuito
cerrado de televisión de seguridad le captó robando algo o haciendo algo sos-
pechoso, yo no sé lo que hizo usted, la policía tampoco lo sabe aún porque
todavía no han visionado la cinta, pero usted sí que sabe lo que hizo y lo que la
cámara ha captado. De modo que puede que usted quiera contarme lo que pasó
o puede que no: allá usted. Pero lo que no puede hacer es contarme a mí una
historia y contarles a los agentes otra, porque en ese caso las normas de mi pro-
fesión me obligan a retirarme de su defensa.» (To instruct o to give instructions
a un abogado significa, ni más ni menos, contratarle para que asesore, repre-
sente y defienda al cliente, y darle toda la información que el cliente crea
oportuna.)
Aquí quiero comentar dos puntos prácticos que pueden ser de interés. El
primero se refiere a que, puesto que los abogados normalmente no saben nada
de cómo funcionan los idiomas, y menos de cómo trabajan los intérpretes,
piensan muchas veces que te hacen un favor partiendo las frases en pequeños
fragmentos y muchas veces en fragmentos que no tienen ni pies ni cabeza. Por
ejemplo, «I want to ask you [pausa]» –lo que, obviamente, no puede traducir-
se porque no se sabe si va a seguir «for your own account of what happened»
(‘pedir’), «a few questions» (‘hacer’) o «to listen to me» (‘rogar’). De hecho,
me escucho con bastante frecuencia pronunciar atrocidades como «Quiero
hacerle unas preguntas… unas preguntas», debido a que a los interlocutores
no les gusta, y no comprenden, que alguna perla lingüística soltada por ellos
sea seguida de un silencio absoluto por parte del intérprete.
El segundo punto tiene más importancia y se refiere a que sólo puedo
basarme en las palabras pronunciadas por otros, ya que yo no sé nada de las
realidades que se esconden detrás de ellas. Una vez un abogado explicaba a
su cliente: «It is alleged that you crashed into a line of bollards», siendo el

184
«bollard» un tipo o clase de objetos con diferentes nombres en español. Como
yo no podía saber a) qué era exactamente contra lo que el cliente había cho-
cado, o b) qué nombre le daría él a ese objeto mentalmente, tuve que evitar el
uso de palabra alguna hasta conseguir que el cliente fuera el primero en utili-
zar el vocablo que él creyera más apto. El Oxford Spanish Dictionary traduce
«bollard» por ‘noray’, ‘bolardo’, ‘proís’ y ‘baliza’ –aunque, por supuesto, yo
no llevaba ningún diccionario encima en ese momento, gracias a Dios. Por lo
cual dije algo así como: «Se alega que chocó usted contra algo», a lo que el
cliente contestó: «Sí, unos pivotes». Y a partir de ahí usé pivote durante el
resto del caso, que, por cierto, duró más de seis meses con más de nueve vistas
–naturalmente, los cargos incluían algo más que el derribo de unos pivotes.
Para dar otro ejemplo de esta dicotomía entre las palabras que oyes y las
realidades que ni oyes ni ves –un caso, por cierto, que se da con bastante fre-
cuencia, sobre todo en aeropuertos–, a un acusado se le puede comunicar que
la policía o los funcionarios de aduanas han encontrado algo en su «bag»,
siendo bag un vocablo genérico en inglés que equivale a ‘bolsa’, ‘bolso’, ‘saco’,
‘maleta’, ‘mochila’, ‘equipaje’, etc. Como yo no he visto el objeto en cuestión,
si opto por cualquiera de estas u otras posibilidades, corro el riesgo de elegir
mal el equivalente en español y causar un estropicio. Por ejemplo, si digo «La
policía alega que usted llevaba drogas en la maleta», el detenido puede res-
ponder, con toda la legalidad y legitimidad del mundo: «No tengo maleta.» Y
según mi modo personal de trabajar, nunca me permitiría preguntar a nadie de
qué tipo de bag se trataba, puesto que no entenderían cómo puedo ser tan
ignorante como para no saber lo que es un bag o, peor aún, para no saber decir
bag en español.
Como he indicado arriba, en Gran Bretaña un mismo asesor jurídico repre-
senta, asesora y defiende al cliente. Los juristas ingleses no dan crédito cuan-
do se enteran de que en España el pobre cliente (en todos los sentidos de la
palabra) se ve obligado a pagar a una persona –a quien, para empeorar las
cosas, tiene que dar un poder para representarle– para que firme papeles en su
nombre, y a otra distinta para que le defienda y asesore. Volviendo a la entre-
vista del abogado con su cliente, aquél explica a éste que no tiene ninguna
obligación de contestar a las preguntas que le haga la policía pero que, si deci-
de quedarse callado, el juez podrá inferir o sacar conclusiones (negativas en
la mayoría de los casos) acerca de la motivación que le indujo a no contestar-
las. Tras escuchar la versión de los hechos que le expone su cliente, el aboga-
do le aconseja sobre si contestar o no a las preguntas que prevé que le harán
durante la entrevista policial.
Después de la entrevista entre abogado y cliente, se procede a la entrevis-
ta entre policía y detenido, la cual se graba. La policía británica no interroga

185
a nadie, sino que entrevista, que es una voz mucho más elegante para un pro-
cedimiento que –supongo– viene a ser el mismo en ambos países. El funcio-
nario que lleva la investigación empieza presentando en voz alta a todos los
presentes en la sala, sigue con ciertas formalidades acerca del precintado de
la cinta y le da al entrevistado la caution (o ‘aviso’) siguiente: «You have the
right to remain silent. However, it may harm your defence if you fail to mention,
when questioned, something which you later rely on in Court. Anything you
do say may be given in evidence. Do you understand?» Imagínese la reacción
de un español de inteligencia media, con un nivel de alcohol en la sangre por
encima de la media y un conocimiento del derecho inglés por debajo del
medio, que oye: «No tiene usted ninguna obligación de declarar. Sin embargo,
puede perjudicar su defensa el no mencionar, al ser preguntado, algo que más
adelante tuviera a bien aducir ante el juez. ¿Entiende usted?»
Paso del tuteo, que puede utilizarse perfectamente entre abogado y clien-
te, al usted en la entrevista formal y grabada –excepto con niños– por si el
abogado de la defensa, al escuchar la cinta más adelante, adujera que su cliente
había sido tratado sin el debido respeto. De hecho el lenguaje y el estilo utili-
zados en esta entrevista se hacen más formales, más precisos y más serios.
Naturalmente, para el intérprete cuanto más formal sea la situación más fácil
será su tarea, puesto que el formato se simplifica enormemente: pregunta-res-
puesta, pregunta-respuesta, sin apenas solapamientos ni interrupciones.
Después de la entrevista formal, el Custody Sergeant (que es el encargado
de los detenidos en cada comisaría) –después de haber consultado por teléfo-
no con el Ministerio Fiscal (Crown Prosecution Service) o personalmente con
el inspector de guardia si el asunto es grave o complejo– tiene una serie de
opciones, entre ellas poner en libertad al detenido sin cargo alguno, ponerle
en libertad provisional, acusarle de algún delito o falta, darle una caution, etc.
Por supuesto, esta caution no tiene nada que ver con la otra caution o aviso
que decía «You have the right to remain silent, etc.». Esta caution, o ‘amo-
nestación’, es una especie de reprimenda que ha de ser tramitada por un fun-
cionario de la policía con un grado no inferior al de inspector (con algunas
excepciones), y el sargento puede optar por imponerla siempre que se den tres
condiciones: que el detenido se confiese culpable de haber cometido la falta,
que no tenga antecedentes penales y que se trate de una falta de poca grave-
dad. Por mi experiencia, alrededor del 50 por ciento de la delincuencia come-
tida por españoles en Gran Bretaña acaba con una amonestación. A menos
que se deje al detenido en libertad sin cargo alguno, se le toman las huellas
dactilares, una fotografía y una muestra de ADN, procedimiento que inevita-
blemente da lugar a reacciones bastante negativas (es un eufemismo) en nuestros
clientes de habla española.

186
Afortunadamente para los españoles detenidos en Gran Bretaña, la suerte
tendría que haberles abandonado para que incurrieran en la circunstancia de
tener antecedentes, ya que la policía británica sufre grandes dificultades para
comprender y archivar apellidos españoles. A «Juan García Pérez» lo más
probable es que le archiven por Pérez, y así desaparece para siempre del sis-
tema. Para colmo de los males –o los bienes, según para quién–, los ordena-
dores más modernos de la policía admiten un solo apellido, por lo que el sar-
gento juega entre Pérez, García-Pérez o (si el intérprete no tiene nada mejor
que hacer que explicarle el sistema) García.
Tanto si la persona es acusada y su detención continúa (held in custody)
para que comparezca ante el juez a la mañana siguiente (que es lo más fre-
cuente), como si es puesta en libertad provisional (released on bail) –nótese
la diferencia terminológica entre el sistema inglés y el español– con la única
condición de comparecer ante el juez en un día determinado, yo aparezco otra
vez para interpretar en el juzgado. En teoría, un mismo intérprete no debe
mediar a) entre el abogado y el cliente, b) en la entrevista policial, y c) en el
juzgado, porque puede que haya oído cosas que coarten su imparcialidad,
pero como muy pocas personas conocen esta teoría, en la práctica no siempre
es así. El tribunal de primera instancia es el Magistrates’ Court, donde los jueces
son normalmente tres profanos, sin formación jurídica alguna, que prestan ese
servicio voluntariamente y sin sueldo –más o menos como el juez de paz espa-
ñol. A veces hay un solo juez de carrera, que se dedica a conocer de causas de
cierta complejidad. Este juzgado puede imponer una pena de hasta seis meses
de cárcel. Si los cargos son graves, el Magistrates’ Court remite la causa al
Crown Court.
Ahora quiero hablar de cómo actúa el intérprete en el juzgado o ante el tri-
bunal. Lo más importante es que hable en voz alta, clara y segura, sin titube-
ar nunca ni emitir «ejem», incluso si el hablante habla con titubeos, porque
éstos se atribuirán automáticamente a la incompetencia del intérprete. (Para
una opinión contraria, véase Berk-Seligson, 1990: 140-142). Lo que dice el
intérprete importa menos que cómo lo dice (sea consciente el lector, como yo
mismo, que acabo de incurrir en una, si no en varias, herejías), puesto que
nadie entiende los dos idiomas y el control de calidad en esta y otras fases del
procedimiento es prácticamente nulo.
Se dan tres grandes problemas para el intérprete jurídico que trabaja en
español. Primero, tiene que reaccionar como pueda ante fragmentos de inglés
emitidos por españoles que puede que no sepan ni una palabra de inglés.
Después de «¿Cómo se llama usted?», al imputado se le pregunta «¿Su domi-
cilio?», a lo que el aludido puede contestar con algo incomprensible como
«/sisié ani cou wiwu/». Teniendo en cuenta que puedo encontrarme a cien

187
kilómetros de casa, me será imposible adivinar que está intentando decir «68
Alpney Court, Weetwood», porque nunca he oído hablar de ese lugar ni he
aprendido la variedad de inglés inventada por este hispanoparlante. En caso
extremo puedo intervenir diciendo: «Sir, the defendant is speaking in
English.» Cada vez que un imputado comparece ante un juez, sea en el
Magistrates’ Court o en el Crown Court, se le pregunta por su nombre, domi-
cilio y fecha de nacimiento, que son el equivalente inglés del DNI (desgracia
con la que los británicos están siendo amenazados –como también lo estamos
los demás– por el gobierno actual, a pesar de la opinión de que va en contra
de los derechos humanos de uno el obligarle a poseer tal objeto y a fortiori a
llevarlo encima).
A veces se da el caso de que el intérprete ni siquiera se da cuenta de que
el acusado está mezclando idiomas. Un ejemplo reciente es el de un chico que
trabajaba en una fábrica de pizzas y, al ser detenido bajo sospecha de haber
cometido un acoso sexual, el policía que le entrevista le pide que exponga su
versión de los hechos. Entre otras cosas dice: «Yo trabajaba en la línea cinco
y se me acercó una chica nueva, preguntándome lo que debía hacer. La mandé
por una caja de levo y cuando me trajo la caja de levo cambié de línea para
seguir trabajando.» Naturalmente, no tenía idea de qué entendía él por «una
caja de levo». La cosa se complicó aún más pocos minutos después cuando
explicó que, al cambiar de línea, ya no volvió a hablar con la chica (la denun-
ciante) puesto que él se había puesto «a hacer galibré». No salí muy bien de
esa pesadilla pero, para no extenderme demasiado, explicaré que la «caja de
levo» era una box of labels y el «galibré» era garlic bread.
El siguiente problema más difícil lo constituyen aquellas dos palabras
españolas que son imposibles de traducir que son «sí» y «no». «Sí» puede ser
a) Yes, b) I do (you, he, she, we, you, they, do, did, will, have, etc.), o c) Yes I
do (you, he, she, we, you, they do, did, will, have, etc.). Todo hablante de
inglés, incluso el usher (que siempre traduzco como ‘ujier’ para confundir
más a los interesados de habla española), conoce –es decir, cree conocer– las
palabras españolas «sí» y «no», por lo que cuando oyen estas palabras espe-
ran escuchar yes o no de boca del intérprete. Piensan –es un decir– que tiene
que haber en español otra manera de decir I do o Yes I do. Da la casualidad de
que en inglés el nivel estilístico o formal de yes o no a secas no es alto, y
menos en situaciones formales. A una colega mía un juez le mandó una vez
que tradujera «sí» como «yes» y «no» como «no». Naturalmente, no puedo
hacer comentarios sobre la inteligencia (?) de aquel juez, no por su ignoran-
cia del español, por supuesto –un juez inglés no tiene ninguna obligación de
saber español–, sino porque a) dio por sentado que sabía (¿por ciencia infu-
sa?) algo de lo que no sabía nada, b) se creyó facultado para conocer de una

188
causa basándose en una presunción tan sine fundamentum in re, c) al proce-
der así ordenaba a la intérprete que presentara al acusado ante el jurado con,
o mejor dicho sin, cierto nivel de educación, tema del que el juez no sabía
nada, y d) probablemente daba a la defensa una causa más para recurrir su
decisión o fallo si resultara desfavorable. (Para profundizar en el impacto de
la educación o politeness de la actuación de testigos ante las cortes nortea-
mericanas, véase Berk-Seligson, 1988).
La tercera dificultad más insuperable son las cifras o números. Hablando
personalmente, yo tengo –no sé si otros– una memoria a corto plazo de apro-
ximadamente 0,025 de un segundo, por lo que soy capaz de recordar dos o, si
la memoria está en forma, hasta tres dígitos, pero nunca llego a cuatro. Por lo
tanto me resulta imposible repetir el número del carné profesional de un poli-
cía (4 ó 5 cifras) o una fecha de nacimiento, cuando aparecen en un contexto
más amplio. La misma colega que acabo de mencionar, al trabajar una vez en
un juicio en el que se citaban números largos referentes a cuentas bancarias,
pidió la venia de su señoría para servirse de un bloc de notas. Su señoría la
despidió en el acto –no sé si se trataba del mismo juez que creía que el Espíritu
Santo le había infundido por vía directa un conocimiento no aprendido del
español. ¿Por qué la despidió? No por tomar notas, claro, procedimiento de
los más normales y legítimos, sino –como he dicho, los jueces, al igual que
los demás seres humanos, saben muy poco de cómo trabajan los intérpretes–
por haber pedido permiso para hacer algo, lo que le indujo a pensar (?) que
quería hacer algo incorrecto o que suponía cierta incompetencia. La víctima
debió de haber abierto el bloc sin más y seguir con su trabajo.
Aquí debo explicar lo que se entiende, en el mundo de la interpretación,
por «intervenir», término que ya he utilizado. Intervenir es hablar por voz pro-
pia del intérprete y no por la de otra persona. Al intervenir, el intérprete tiene
que aclarar que lo está haciendo: de lo contrario, se supondrá que sigue
hablando por voz de algún interlocutor. Así, por ejemplo, si no oigo lo que
está diciendo el fiscal o el abogado de la defensa, me aparto un poco del impu-
tado y declamo en voz alta y clara: «Sir» o «Ma’am» (dirigiéndome al District
Judge o al presidente de los magistrates), «Your Worships» (dirigiéndome a
los tres magistrates) o «Your Honour» (para dirigirme a un juez del Crown
Court), «the interpreter intervenes to request that you direct the Prosecutor to
speak up». Lo normal en estos casos es que el juez pida disculpas porque sabe
que no debía de haber permitido que esto ocurriera. El movimiento físico que
me aparta de la persona a la que estoy interpretando en un momento dado es
opcional y, en todo caso, puramente simbólico.
A veces me han preguntado si encuentro estresante el trabajo del intérpre-
te, y la verdad es que sí, que me deja en muchas ocasiones tremendamente

189
estresado y a veces incluso me produce un pánico incontrolable, estrés y páni-
co que no desaparecen hasta que doy con el lugar al que me han convocado.
Así es: encontrar una comisaría nunca antes vista por mí y oculta en algún
pueblecito del condado de West Yorkshire a las dos de la madrugada cuando
no hay un alma viva en las carreteras a quien pedir indicaciones puede ser una
pesadilla. Una vez encontrado el lugar, lo demás es fácil e incluso relajante,
aunque Mason (1999: 148) parece considerarlo «stressful and sensitive», y
Kroughlov (1999: 285) habla de «the rather extreme circumstances of a poli-
ce interview».
Permítanme que dé algunos ejemplos de cómo trabaja el intérprete. Hace
algún tiempo me llamaron desde cierto aeropuerto donde los ojos de lince de
la policía del aeropuerto habían captado a un individuo, sin equipaje, que dormía
como un lirón en una sala vacía. Tenía un pasaporte que parecía ser español,
pero sospechaban que no era español. Llamaron a los funcionarios de inmi-
gración (que en Gran Bretaña no son policías) y le llevaron a comisaría.
Telefonearon al consulado de España, donde les dijeron que no sabían nada
de españoles ni de pasaportes ni de temas semejantes. Luego telefonearon al
Ministerio de Asuntos Exteriores en Madrid, donde les dijeron que nada se
podía hacer ya que el encargado de esos temas había salido a desayunar.
Cuando yo me presenté al interesado hablándole en castellano, me saludó con
un cordial «Buenos días, doctor» pronunciado con acento de cierto país que
no era España. Es decir, me costó tres palabras, o tres segundos, enterarme de
que no era español. Diez horas más tarde, la policía y los funcionarios de
inmigración seguían haciéndole perspicaces preguntas como «¿Cómo se
llama el presidente de España?», a lo que contestó, con igual perspicacia, que
como había cambiado el gobierno hacía poco no se acordaba del nombre del
nuevo presidente. Un segundo más tarde el abogado inquiría si España tenía
presidente, aduciendo que él creía haber oído decir que España era una
monarquía y no una república.
Lo interesante de esta situación es que dos, y sólo dos, personas sabían que
el detenido no era español, es decir, él y yo, y los dos éramos unas tumbas,
pero al surgir cuestiones altamente técnicas como si España tenía presidente
o no, sólo uno de nosotros sabía contestarlas, a saber, yo, y a mí no me incum-
be involucrarme en asuntos tan complejos: sólo se me está permitido inter-
pretar. Aunque, como he dicho, los policías y otros funcionarios saben poco
de cómo funciona un intérprete, saben al menos que le está prohibidísimo
tomar parte, o comprometer su imparcialidad, en discusiones de ningún tipo.
Otro aspecto interesante de la situación era que yo no podía dejar sospechar
al interesado que sabía que no era español. De lo contrario, habría perdido su
confianza en mí y tenía incluso el derecho de despedirme. Como él suponía

190
que todo hablante del castellano hablaba exactamente como él, no se le ocurrió
que la variedad lingüística que manejaba me identificara su lugar de origen.
Después de diez horas de pesquisas, aplazaron el interrogatorio, encerraron al
detenido en una celda, los funcionarios se fueron a casa y aquí se acabó la his-
toria en lo que a mí me concierne, ya que tenía que comparecer ante un juez
a cien millas de distancia a la mañana siguiente. Una de las principales cuali-
dades de un buen intérprete es la total falta de curiosidad: si eres curioso, te
arriesgas a hacer preguntas –y eso sí que sería peligroso. Por ejemplo, pude
haber preguntado a aquel hombre de qué parte de Ecuador venía, por qué se
hacía pasar por español y para qué había venido a Inglaterra, pero por supuesto
no le hice ninguna pregunta. Pude haber averiguado qué había sido de él al día
siguiente, pero no me importaba lo más mínimo.
Otro día, sobre la 1.30 de la madrugada, un joven caballero español había
amenazado de muerte con un cuchillo a tres personas que vivían con él en la
misma casa. El sargento decidió (por varios y buenos motivos) que no iba a
imputarle cargo alguno, pero tampoco quería permitir que volviera a casa a
rematar lo comenzado. Así que le dijo, con mi ayuda: «Roberto, te doy a ele-
gir. O te llevamos mañana al juzgado y puede que vayas a la cárcel o te bus-
cas otro sitio donde dormir el resto de la noche de hoy. ¿Qué prefieres?» A lo
que contestó el interesado: «Pues, mire usted, señor sargento, no sé. ¿Qué me
aconseja usted?» Prosiguió aquella conversación altamente intelectual hasta
que el sargento la cortó preguntando: «¿Conoces a alguien que estuviera dis-
puesto a alojarte para esta noche?» «Sí, señor.» «Muy bien. ¿Quién es?»
«Elena.» «Bien, ¿cuál es su apellido?» «No sé.» «¿Dónde vive?» «No sé.»
«¿Tiene teléfono?» «No sé.» «¿Has estado alguna vez en su casa?» «Claro
que sí, muchas veces.» «¿En qué calle vive?» «No sé.» «¿Me podrías dibujar
un plano?» «Por supuesto que sí». Entonces fueron puestos a su disposición
hojas de papel, lápices y otros materiales artísticos y el caballero dibujó un
mapa divino, con calles que se cruzaban, calles anchas y calles estrechas,
equinas, semáforos, etc. El único detalle que se echaba en falta en esta obra
maestra cartográfica era el nombre de siquiera una calle o barrio. «¿Me pue-
des decir el nombre de alguna de estas calles?» «No, señor.» Luego el sar-
gento se ofreció, a su vez, a hacer otro plano para facilitar el asunto, y dibujó
un triángulo: arriba, la comisaría; abajo a la izquierda, el juzgado con una fle-
cha apuntando a la cárcel; abajo a la derecha, la supuesta casa de Elena y un
gran interrogante. «A ver, Roberto, partiendo de aquí, ¿adónde quieres ir?»
«Pues, mire usted, no sé. ¿Qué me aconseja usted?» Y así siguió la disputatio
ontologica hasta que yo me di por vencido y me fui a casa.
Otra noche, un joven había estado haciendo autostop y una conductora,
que le había llevado en su coche, le robó la mochila con todos sus efectos per-

191
sonales dentro. Prestaba declaración a la policía y llegó el momento en el que
el funcionario le preguntó –bastante acertadamente, en mi imparcial opinión–
qué llevaba en la mochila. Respuesta: «Bueno, pues, en la mochila llevaba
unos amigos y...» Ahora bien, este chico no estaba detenido, no se grababa la
entrevista, por lo que me permití hacerle unas preguntas en tono amistoso:
«Así que, ¿unos amigos?» «Sí, amigos.» «Y perdona que sea tan burro, pero
qué amigos eran?» «Hombre, amigos, amigos, friends, en inglés es friends,
¿no lo sabías?» «Ah, ¿friends?» «Sí, friends.» Durante todo este intercambio
de impresiones, el funcionario estaba esperando, bolígrafo en mano, para
tomar nota del contenido de la mochila; no podía ser más simple. Supongo
que esperaba oír algo así como dos pares de calcetines sucios, tres calzonci-
llos, etc. Pero no: a este intérprete le suponía, al parecer, mucha dificultad
comprender cosas como calcetines sucios y calzoncillos. El final de la histo-
ria es algo aburrido: resultó que «amigo» es la marca de algún tipo de equi-
pamiento de escalada o de montañismo, un tipo de crampón o algo así.
El trabajo del intérprete es siempre cuanto menos interesante y a veces
muy divertido. Por ejemplo, un día, momentos antes de entrar en la sala del
tribunal (y téngase en cuenta que gran parte del trabajo de abogacía se realiza
momentos antes de que el acusado y su letrado pisen la alfombra de la sala),
el imputado, marido de la denunciante, español por supuesto, estaba reunido
con su solicitor y su barrister –por lo que se ve que el asunto era grave: los
barristers, que son juristas muy serios, aparecen sólo cuando la causa está ya
ante un tribunal superior o va por ese camino. La barrister (digamos ‘letrada’,
puesto que el sistema jurídico español no tiene esta distinción) le dijo a su
cliente: «Mr. Escarabajall, you have breached the injunction, you are here on
committal proceedings and you may have to enter into a recognisance not to...
not to... [dirigiéndose a mí y no al cliente] I’m not sure how to say this in a
way that you’ll be able to translate it into Spanish.» «Well, try me.» «Right, I
want you to tell him that he must not harass his wife; can you say that in
Spanish?» «Oh, I think I can.» «How will you say it?» «I’ll say ‘acosar’.» «What
does that mean?» «It means ‘You may have to enter into a recognisance not to
harras your wife’.» «Exactly, that’s exactly what I want to say. Tell him that.»
Éste es un ejemplo típico de cómo una persona inteligente –es axiomático
que todos los barristers son inteligentes, y como pertenezco al gremio no me
interesa poner en duda el axioma– puede no tener ni idea de cómo funcionan
los idiomas. Parece que esta señora tenía una clasificación mental de palabras
en fáciles y difíciles, y daba por sentado que yo podía traducir frases fáciles
como «breaching injunctions», «committal proceedings» y «entering into
recognisances», mientras que las frases difíciles como «harassing your wife»
eran otro asunto. Lo curioso es que cuando yo le dije que utilizaría la voz

192
«acosar», y cuando yo le dije lo que significaba, se quedó totalmente satisfe-
cha. Podría haber dicho escarabajillear siempre y cuando le dijera que signi-
ficaba «You may have to enter into a recognisance not to harass your wife.».
Un ejemplo más simple de cómo los juristas perciben el trabajo del intér-
prete se refiere a una abogada que, al entrar en la sala de entrevistas de una
comisaría donde su cliente iba a ser interrogada por la policía, me indicó: «Sit
there beside María so that you can interpret for her.» Muy a gusto le habría
preguntado: «¿Y quién va a inerpretar para usted y la policía?», pero, como
siempre, mi educación es exquisita y le contesté: «Prefiero, si no le importa,
sentarme entre todos ustedes para demostrar que soy imparcial.» Sospecho
que si hubiera dicho «Me sentaré en el suelo» hubiera reaccionado con la
misma incomprensiva ecuanimidad.
No estoy al tanto de cómo se enseña la interpretación hoy en día en las uni-
versidades y quiero que conste que no está en mi ánimo contradecirlo en abso-
luto. Yo personalmente jamás he sentido la necesidad de admitir o confesar
que no sabía o no entendía algo, y mucho menos me he visto en la necesidad
de admitir o confesar que me había equivocado en lo más mínimo. Si digo
algo que no tiene sentido, el oyente responderá: «No entiendo» o «¿Qué quie-
re decir?», y siempre atribuyo la dificultad de comprensión o bien al oyente o
a la manera de haberse expresado el hablante. Esta situación se produce tam-
bién en una entrevista o en una conversación monolingüe, y no causa ningu-
na dificultad ya que el hablante simplemente repite la pregunta utilizando
otras palabras. Esta práctica, así como su variante que consiste en expresar
algo más general o vago, es particularmente útil al tratarse del castellano lati-
noamericano. Cuando un cubano declaró que alguien «vino a fajarse con nos-
otros», yo dije «This person came up to us», y la entrevista continuó con: «Y
qué dijo?».
Ahora quiero comentar unos ejemplos de situaciones que pueden reflejar
temas más generales ya tratados.

1) Un abogado, al llegar a comisaría y esperando a que salga su cliente de la


celda, me pregunta cómo tiene la moral. La respuesta es: «Se lo pregunta-
remos ahora cuando salga.» Aunque no corresponda a un intérprete hacer
de mensajero, y mucho menos de psicólogo, especialmente cuando el
cliente puede querer darle al abogado otra impresión u otra versión de los
hechos, tampoco quiero insinuar a nadie –en este caso al abogado– que
han hecho algo incorrecto o indebido, por la sencilla razón de que no hay
razón para esperar que los demás, incluidos los abogados, sepan nada de
mis funciones o de cómo trabajo.

193
2) Durante una pausa en la interrogación, el detenido me pregunta: «¿Qué va
a pasar ahora?» La respuesta es: «Depende de lo que decidan.» Yo no
puedo darle al detenido ninguna información ni asesorarle acerca de su
situación, y más teniendo en cuenta que el sargento de guardia podría des-
mentir cualquier información que diera haciendo lo contrario de lo espe-
rado, dando lugar así a que el detenido se quejara de que el intérprete le
había engañado.
3) El policía le está tomando declaración a un testigo –por medio del intér-
prete, por supuesto–, y es el intérprete quien va escribiendo lo que dicta el
testigo, y de repente el policía anuncia: «Siga usted tomando la declara-
ción, vuelvo en seguida», y se va. Éste es un caso bastante frecuente y,
hasta que me enteré de que sucede con otros intérpretes, buenos y malos,
siempre había supuesto que se debía a la competencia y profesionalidad
que yo demostraba en el trabajo. En un caso, el policía se fue a Liverpool,
que está a 60 kilómetros de dónde estábamos, siguiendo una investigación
que no tenía nada que ver con la declaración que tomaba, y volvió tres
horas más tarde. Creo haber oído que algún código de conducta para intér-
pretes nos exige que en estos casos nos plantemos y nos neguemos a seguir
con el trabajo, o incluso que nos retiremos del cometido, en el momento
en el que se ausenta el funcionario. Yo, por mí, sigo tomando la declara-
ción y cuando vuelve el investigador le leo en inglés lo que se ha escrito
en su ausencia y le pregunto si se le ocurre algo más. Repito que, en mi
opinión, el intérprete no debe enfrentarse con nadie, teniendo en cuenta
que no tienen por qué saber lo que puede o no puede hacer un intérprete.
Por cierto, a diferencia del acto de declaración o acto de manifestación
español («Preguntado para que diga que qué hizo al entrar en la tienda, el
manifestante declaró que...»), la declaración inglesa se dicta y se escribe
en palabras del testigo y en primera persona, y no existe acto alguno; sólo
existe la versión de los hechos dada por el testigo y firmada por él.
Normalmente, el policía hace preguntas para animar o ayudar al manifes-
tante a no omitir nada pertinente, pero sólo constan en la declaración las
palabras del propio manifestante.
4) En una entrevista que está siendo grabada, o en una vista ante el juez, el
intérprete y el entrevistado o el acusado sonríen juntos, como por ejemplo
si se le pregunta: «Do you live in the Ebro?» y nadie sabe qué es lo que
pasa entre ellos. Ésta es una situación típica en la que el intérprete inter-
vendría para explicar, por su propia voz, que el Ebro es un río y no el
domicilio del interesado.
5) La lengua de llegada –en mi caso y al trabajar en Inglaterra, el castellano–
carece de equivalente de un sinfín de términos, conceptos, realidades o

194
figuras, como, por ejemplo, pre-trial review, bail hostel, committal proceedings,
kerb-crawling. Aquí viene a cuenta repetir mi opinión de que importa
menos la precisión de la traducción (frecuentemente imposible de conse-
guir) que el hablar en voz alta, clara y segura. Poco importa que se diga
‘revisión prejudicial’, ‘centro preventivo’, ‘instrucción’, ‘uso de un vehí-
culo para buscar prostitutas’ u otra cosa. Lo que sí importa es no usar tér-
minos o conceptos que, por su similitud con otros en la lengua de llegada,
pudieran engañar al oyente, sea jurista o profano, induciéndole a creer que
se trata de alguna figura exactamente igual a algo que existe en su propio
ordenamiento o sistema jurídico.
6) El intérprete angloparlante –es decir, yo– no entiende algo dicho en su propia
lengua. Por ejemplo, hablando de drogas, surge el término «cut bag».
Repito que en mi opinión la precisión importa poco, ya que alguien expli-
cará de lo que se trata dentro de unos segundos. En el caso en cuestión, por
milagro y aunque no tenía ni idea de lo que era una «cut bag», por decir
algo dije «bolsita», que parece ser el término exacto para un pequeño
paquete de plástico fino utilizado para vender estupefacientes en cantida-
des mínimas y a precios máximos.
7) El entrevistado se vuelve al intérprete y le pregunta directamente a él y no
al policía: «¿Qué quiere decir?» como si fuera el intérprete el interlocutor.
Como he dicho antes, mi opinión es que el intérprete no debe contestar a
ninguna pregunta, pero tampoco debe insinuar que ha ocurrido algo
inapropiado o indebido. De modo que paso la pregunta al entrevistador
–«What do you mean?»– como si hubiera sido dirigida a él y no a mí.
Nunca contesto ninguna pregunta, aunque haya sido dirigida a mí.
8) El entrevistado no da ninguna respuesta, ni buena ni mala, a una pregunta
sencilla y directa como «¿Estuvo usted en Tesco hoy?» El intérprete sólo
traduce lenguaje hablado, no interpreta silencios, toses, gruñidos, gestos
(como asentimientos o movimientos de la cabeza). No repite la pregunta,
a menos que la repita el hablante, sino que se limita a permanecer callado
hasta que alguien (en la mayoría de los casos, el entrevistador) repite la
pregunta o rompe el silencio como más le guste.
9) Si se dice algo muy específico y que requiere una terminología clara y
concreta en la lengua meta, puede que el intérprete tenga que señalar
expresamente lo que se está diciendo. Por ejemplo, si el solicitor afirma «I
will instruct a barrister», sería imposible traducirlo por «contrataré a un
abogado» puesto que, al fin y al cabo, el pobre cliente cree que está
hablando precisamente con su «abogado». Debemos entonces decir algo
como «contrataré a un letrado» o «contrataré a un jurista especializado en
este campo», utilizando el artículo indefinido y un término nuevo, insóli-

195
to y no usado antes entre los interlocutores, permitiendo así al cliente pedir
una aclaración del significado de lo que se ha dicho. Aquí también la dis-
tinción entre una situación formal u oficial (entrevista grabada, tribunal,
etc.) e informal (entrevista entre abogado y cliente) es esencial, puesto que
resulta más fácil que el cliente pida explicaciones en la situación informal.

Finalmente, se da por sentado que los intérpretes no tenemos sentimien-


tos, opiniones, posturas ni conocimientos sobre nada que tenga que ver con
nuestro trabajo. Ni se nos ocurre preguntarnos –y mucho menos preguntar a
otra persona–: «¿Cometió o no el delito del que está acusado?», ni pensar «El
pobre parece simpático». De proceder así, podríamos tergiversar o entorpecer
inconscientemente la comunicación entre los interlocutores llegando quizá
hasta influir en el resultado del caso. La habilidad ideal del intérprete, aunque
cuestionada por algunas autoridades en la materia, es la de imitar y pasar por
un teléfono mecánico, bilingüe y dócil.

BIBLIOGRAFÍA

BERK-SELIGSON, S. (1988): «The Impact of Politeness in Witness Testimony:


the Influence of the Court Interpreter», Multilingua, 7 (4), pp. 411-439.
— (1990): The Bilingual Courtroom: Court Interpreters in the Judicial
Process, Chicago, University of Chicago Press.
KROUGLOV, A. (1999): «Police Interpreting: Politeness and Sociocultural
Context», The Translator, 5 (2), pp. 285-302.
MASON, I. (1999): «Introduction», The Translator (edición especial dedicada
a la interpretación de enlace coordinada por Ian Mason), 5 (2), pp. 147-
160.
PHELAN, M. (2001): The Interpreter’s Resource, Clevedon, Multilingual
Matters.

196
LA TRADUCCIÓN Y LA REVISIÓN
JURÍDICAS EN LA UNIÓN EUROPEA:
UNA APORTACIÓN
DESDE LA PERSPECTIVA
DEL PARLAMENTO EUROPEO
FERNANDO HERVÁS DEMPSTER
Servicio Jurídico del Parlamento Europeo

1. LA TRADUCCIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA

L OS MEDIOS DE COMUNICACIÓN de todo el mundo informan diaria y por-


menorizadamente de los programas comunitarios de la Comisión
Europea («Bruselas aprueba...», como dicen los periódicos); de libros blancos
o verdes presentados por su presidente o por alguno de sus miembros; de las
votaciones de dictámenes legislativos del Parlamento Europeo e incluso de
sus comisiones; de algunas sentencias de relumbrón del Tribunal de Justicia.
Todos los días laborables se publica el Diario Oficial de la Unión Europea
repleto de reglamentos, directivas, decisiones, recomendaciones, dictámenes,
sentencias y demás. Y todos estos documentos, programas y textos se publi-
can simultáneamente, como por arte de magia, en las 20 lenguas oficiales de
la Unión.
Pues bien, la magia nada tiene que ver en todo esto. Las instituciones,
agencias y órganos de la Unión Europea cuentan con la que seguramente es la
mayor concentración de efectivos humanos dedicados a la traducción de tex-
tos que jamás haya conocido la historia humana. Cientos de traductores pro-
cedentes de 25 Estados miembros se afanan diariamente en traducir docu-
mentos políticos, legislativos, presupuestarios, administrativos, técnicos, etc.,
redactados en una o varias de las 20 lenguas oficiales de la Unión a las 19 res-
tantes.
Se trata de una actividad, la de los traductores, silenciosa, tenaz, que pro-
cura ser meticulosa y organizada, que se realiza en la sombra, pero que no por
ello es menos importante en su finalidad y en sus consecuencias: hacer que los
ciudadanos, los dirigentes, los jueces, los funcionarios, los agentes sociales y
económicos de Europa se comprendan entre sí y comprendan las reglas del
juego en esta nueva Babel, sin que tengan que renunciar a su propia voz.

197
De entre las instituciones europeas, tres constituyen el eje del sistema
constitucional en su vertiente política y legislativa: la Comisión, que tiene la
potestad de la iniciativa legislativa; el Consejo, que actúa en el proceso legis-
lativo como cámara de representación de los estados miembros; y el
Parlamento Europeo (en lo sucesivo, el PE), cámara legislativa y de control
político elegida directamente por los ciudadanos europeos. Todas estas insti-
tuciones, interconectadas por el hilo conductor común del proceso legislativo,
cuentan con nutridos servicios de traducción y de revisión de textos.

2. TRADUCCIÓN EN EL PARLAMENTO EUROPEO

Vamos a centrar nuestra atención en los trabajos de los servicios de tra-


ducción y de revisión del Parlamento Europeo, y particularmente en las cues-
tiones relativas a la traducción jurídica en el seno del mismo. Pero para ello
es preciso dar respuesta, siquiera someramente, a unas cuantas preguntas bási-
cas a fin de conocer el contexto en el que se desarrolla esta labor de traduc-
ción: para quién se traduce en el PE, quién traduce en el PE, qué, cuánto y sobre
qué materias se traduce en el PE.

2.1. ¿Para quién se traduce en el PE?

- El PE cuenta en la actualidad con 626 diputados integrados en 8 grupos


parlamentarios. Los principales grupos que suelen estar presentes en las
diversas legislaturas son el del Partido Popular Europeo; el del Partido de
los Socialistas Europeos; el de los Liberales, Demócratas y Reformistas;
el de la Izquierda Unitaria Europea y el de los Verdes. Estos 626 diputa-
dos se reúnen en sesiones plenarias.
- El presidente, elegido por el Pleno al comienzo de cada legislatura, dirige
todas las actividades del PE y las de sus órganos, y ostenta su representa-
ción.
- La Conferencia de Presidentes, integrada por el presidente y por los presi-
dentes de los grupos parlamentarios, es el órgano colegiado competente en
asuntos de orden político y legislativo.
- La Mesa, integrada por el presidente y los 14 vicepresidentes elegidos por
el Pleno, es el órgano competente para asuntos económicos, administrati-
vos y de organización interna del PE.

198
Sin embargo, la mayor parte del trabajo, y por tanto de los documentos
parlamentarios, lo generan las 17 comisiones parlamentarias permanentes.
Son las siguientes:

- Asuntos Exteriores, Derechos Humanos, Seguridad Común y Política de


Defensa;
- Presupuestos;
- Control Presupuestario;
- Libertades y Derechos de los Ciudadanos, Justicia y Asuntos Interiores;
- Asuntos Económicos y Monetarios;
- Asuntos Jurídicos y Mercado Interior;
- Industria, Comercio Exterior, Investigación y Energía;
- Empleo y Asuntos Sociales;
- Medio Ambiente, Salud Pública y Política del Consumidor;
- Agricultura y Desarrollo Rural;
- Pesca;
- Política Regional, Transportes y Turismo;
- Cultura, Juventud, Educación, Medios de Comunicación y Deporte;
- Desarrollo y Cooperación;
- Asuntos Constitucionales;
- Derechos de la Mujer e Igualdad de Oportunidades;
- Peticiones.

No hay que olvidar, sin embargo, que en materia legislativa, el pensa-


miento de los traductores y revisores de las instituciones que participan en el
proceso legislativo está puesto, como horizonte último, en los destinatarios de
las normas, es decir, en el caso de los reglamentos directamente aplicables, en
los ciudadanos, sociedades o instituciones, agentes sociales o económicos a
los que va dirigida la normativa, así como en los funcionarios y jueces encar-
gados de su interpretación y aplicación y, en el caso de las directivas, también
en los responsables de las administraciones públicas encargados de transpo-
ner dichas normas en el derecho interno de los estados miembros.
La organización administrativa al servicio del PE en cuanto institución
política es la Secretaría General, con el secretario general al frente, compues-
ta por 8 direcciones generales (de la presidencia, de políticas internas, de polí-
ticas externas, de información, de personal, de infraestructuras e interpreta-
ción, de traducción y edición, y de finanzas) y un Servicio Jurídico.

199
2.2. ¿Quién traduce y revisa en el PE?

La Dirección de la Traducción, dependiente de la Dirección General de


Traducción y Edición, está integrada por 11 divisiones de traducción de todas
las lenguas oficiales de la UE: español, danés, alemán, griego, inglés, finés,
francés, italiano, neerlandés, portugués y sueco. Desde el 1 de mayo de 2004
cuenta también con divisiones de traducción de los nuevos estados miembros:
estonio, letón, lituano, polaco, checo, eslovaco, húngaro, esloveno y, teórica-
mente, maltés.
Cada división de traducción está formada por entre 35 y 45 traductores y
revisores apoyados por un grupo de secretaría y mecanografía de unas 15 a 20
personas. El PE cuenta pues con un total aproximado de 450 traductores y revi-
sores. Cuando se completen las divisiones de traducción de los nuevos esta-
dos miembros contará con unos 300 traductores y revisores más.
Por otra parte, un Servicio de Verificación y Revisión de textos, integrado
en la Dirección General de la Presidencia, tiene entre sus variados cometidos
los de velar por la calidad de los textos legislativos, por la concordancia jurí-
dica y lingüística entre las diferentes versiones y por la correcta aplicación de
las reglas de técnica legislativa. Este servicio está integrado por 5 juristas-
revisores (licenciados en Derecho) o lingüistas-revisores por cada lengua con
un total de unos 55 revisores en total.

2.3. ¿Qué tipo de textos se traducen en el PE? ¿En qué cantidad?

En el transcurso de la 5ª legislatura (1999-2004) se han traducido:

- Dictámenes legislativos de comisiones competentes . . . . . . . . . 1.257


- Enmiendas legislativas votadas en el Pleno . . . . . . . . . . . . . . . . 23.067
- Opiniones de otras comisiones sobre propuestas legislativas . . 748
- Dictámenes no legislativos (presupuestos, iniciativa, otros) . . . 754
- Opiniones sobre textos no legislativos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 890
- Enmiendas no legislativas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9.005
- Resoluciones (urgencia, etc.) y recomendaciones . . . . . . . . . . . 525
- Peticiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5.924
- Preguntas parlamentarias (escritas) con solicitud de respuesta
escrita a la Comisión y al Consejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 18.731
- Preguntas parlamentarias (escritas) con solicitud de respuesta
oral a la Comisión y al Consejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 501

200
Ello supone que anualmente se traducen en el PE un total aproximado de
700.000 páginas.

2.4. ¿Sobre qué materias legisla el PE?

Para comprender mejor la complejidad de la tarea de traducción es preci-


so también conocer la gran variedad de materias sobre las que legisla el PE. He
aquí algunos ejemplos recientes:

- seguro directo de vida;


- organismos genéticamente modificados;
- régimen de multipropiedad;
- homologación de componentes de vehículos (frenos, retrovisores, faros,
etc.);
- comercio electrónico;
- redes transeuropeas de energía (gas, electricidad) y de transporte;
- reconocimiento de diplomas;
- seguridad marítima;
- supervisión de establecimientos de crédito;
- aditivos en piensos;
- protección de asalariados en casos de insolvencia;
- sustancias cancerígenas;
- ionización alimentaria, y
- un largo etcétera.

A la vista de estos ejemplos se puede comprobar que la traducción en la


Unión Europea, y por lo tanto en el PE, abarca muy distintos ámbitos, desde
el puramente político al pura o preferentemente jurídico, pasando por el eco-
nómico, el técnico, el científico, el bancario, el agrario, el educacional, el
laboral, etc. Se puede uno preguntar: ¿qué hay de jurídico en la traducción de
todos estos textos? Pues bien, hay efectivamente un elemento común que hace
que la mayoría de ellos sean de carácter jurídico. Este rasgo común es su fina-
lidad, es decir, el hecho de que se articulen en textos de carácter normativo,
generadores de derechos y obligaciones, de prescripciones y prohibiciones...
en suma, derecho.

201
3. RÉGIMEN LINGÜÍSTICO DEL PE: EL MULTILINGÜISMO

Veamos a continuación cuáles son las disposiciones reglamentarias que


regulan el uso de las lenguas en el PE. De conformidad con el artículo 117,
relativo a las lenguas, del Reglamento del PE:

1. Todos los documentos del Parlamento deberán estar redactados en las len-
guas oficiales.
2. Todos los diputados tendrán derecho a expresarse en el Parlamento en la len-
gua oficial de su elección. [...]
Cuando [...] no concuerden exactamente los textos redactados en las diferen-
tes lenguas, el Presidente […] determinará la versión que haya de considerar-
se aprobada. La versión original, empero, no podrá considerarse siempre como
el texto oficial, ya que puede ocurrir que todas las versiones redactadas en las
demás lenguas difieran del texto original.

Con arreglo al apartado 6 del artículo 139, relativo a la presentación y


exposición de enmiendas:

6. Salvo decisión en contrario del Parlamento, las enmiendas sólo podrán


someterse a votación una vez impresas y distribuidas en todas las lenguas ofi-
ciales. Esa decisión no podrá adoptarse si se opusieren treinta y dos diputados
como mínimo.

De la lectura de estas disposiciones se puede deducir claramente la fuerte


presión a que está sometido el servicio de traducción del PE, tanto en lo que
se refiere a la carga de trabajo como a la imperiosa necesidad de cumplir con
los plazos establecidos para la realización del trabajo, que no son generosos.
Y ello no podía ser menos por cuanto en el PE rige un sistema de multilin-
güismo total: cuando se someten a votación todos los textos deben estar tra-
ducidos a todas las lenguas.
Unas cifras pueden ser muy ilustrativas al respecto. Basta imaginar las que
se ofrecen en el punto 2.5 sobre el volumen de documentos multiplicadas por
20 lenguas: los 1.257 dictámenes legislativos de comisiones parlamentarias se
convierten, por el hecho del multilingüismo, en 25.140 documentos; las
23.067 enmiendas votadas en el Pleno (el número de enmiendas votadas en
comisiones parlamentarias es muy superior) se transforman, gracias a la tra-
ducción, en 461.340. Y todo ello en plazos que van, según la urgencia, de una
semana a unas horas.

202
4. CARACTERÍSTICAS DE LA TRADUCCIÓN EN LAS
INSTITUCIONES DE LA UNIÓN EUROPEA Y EN PARTICULAR
EN EL PE

En este punto vamos a seguir muy de cerca lo expuesto en la Guía del [tra-
ductor] principiante (GTP) elaborada por la División de la Traducción
Española del PE. En lo que sigue citaré algunos párrafos de la versión electró-
nica de esta guía.

4.1. Entorno multilingüe

Como ya hemos visto, la primera característica del régimen lingüístico de


la Unión Europea es que se trata de un entorno multilingüe en el que cada lengua
oficial tiene el mismo estatus. No hay ninguna lengua que tenga preeminencia
sobre las demás desde el punto de vista jurídico. Ello no quiere decir que en
la práctica todas se utilicen por igual. El inglés y el francés, por ejemplo, se
utilizan para la redacción de más de un 60% de los textos comunitarios. La
tónica general en el PE es que las enmiendas presentadas en primera lectura
vengan redactadas en una gran variedad de lenguas. En segunda lectura, sin
embargo, las enmiendas se suelen presentar en francés y en inglés preferente-
mente.

4.2. Equivalencia jurídica

El artículo 4 del Reglamento n.º 1 del Consejo –sobre el régimen lingüís-


tico de las Comunidades Europeas– establece que los actos del llamado dere-
cho derivado (reglamentos, directivas, etc.) «se redactarán» en las once len-
guas oficiales. Esta formulación tiene una importancia capital. Como bien
dice la GTP:

[...] ni ésta ni ninguna otra disposición jurídica pertinente habla nunca de tra-
ducir, sino de redactar. En el marco jurídico, por paradójico que pueda resul-
tar, la traducción no existe. Sin embargo, la exigencia de equivalencia jurídica
se mantiene en todos los niveles, con una consecuencia: por norma general, el
traductor estará obligado a poner en su idioma la expresión jurídicamente
correcta con independencia de que el original lo haga o no. De aquí se deriva
implícitamente una segunda consecuencia: enfrentado a un original mal escri-
to, el traductor estará obligado a reelaborar o incluso reconstruir el texto en su

203
propio idioma. Un documento institucional nunca será juzgado como traduc-
ción; tiene valor propio en cada lengua y, por lo tanto, debe ser correcto, desde
el doble punto de vista del contenido y de la sintaxis, en cada lengua.

4.3. Una traducción basada en reglas y convenciones

En cuanto a la función reconocida al traductor, cabe reseñar unos párrafos


de la GTP, que nos resultarán altamente ilustrativos:

En su calidad de «redactor», el traductor institucional ha de velar por la correc-


ción formal y la uniformidad de las distintas versiones lingüísticas. Esta fun-
ción normalizadora se refleja claramente en la metodología de los servicios de
traducción. La producción de textos equivalentes exige que todas las divisio-
nes lingüísticas operen con métodos análogos. De ahí, por ejemplo, el recurso
sistemático a documentos modelo para cada tipo de textos.
Por añadidura, la coherencia entre las divisiones depende a su vez de un alto
grado de coherencia dentro de ellas. La traducción institucional es, así, una
actividad fuertemente reglamentada. La exigencia de coherencia interna puede
extenderse a cuestiones de detalle aparentemente nimias: uso de mayúsculas y
minúsculas, elección entre variantes toponímicas, transcripción de antropóni-
mos o escritura de fechas.
Simplificando, puede decirse que esta subordinación a reglas y convenciones
se manifiesta sobre todo en dos planos.
En primer lugar, el traductor está supeditado al marco jurídico, en la medida
en que buena parte de los textos son de carácter normativo. En aras de la cohe-
rencia lingüística de los mismos, como hemos visto, se verá obligado a utilizar
fórmulas que permitan reconocer de manera inequívoca expresiones jurídicas
y administrativas equiparables en las distintas lenguas.

4.4. Fuentes y documentación

También se recoge en esta guía la importancia de las fuentes, que no debe


desdeñar en modo alguno el buen traductor:

De todas estas características de la traducción institucional no es difícil dedu-


cir que, hoy por hoy, lo que se espera del traductor institucional no es única-
mente un texto correcto y fiel al original. Entre las obligaciones del traductor
institucional figuran también el respeto de la forma (modelos, frases tipo), el
uso del lenguaje específico común (denominaciones de órganos, expresiones
acuñadas, terminología pertinente) o la exactitud de las citas (títulos de docu-
mentos, cargos, programas).

204
5. EL PAPEL DE LA REVISIÓN

Los servicios de traducción de las instituciones comunitarias, también los


del PE, cuentan con traductores experimentados que ostentan el título de revi-
sores. Parte de su labor consiste en la revisión de los textos traducidos por tra-
ductores noveles, menos experimentados o en prácticas con una triple finali-
dad: realizar un control de calidad del trabajo de éstos; llevar a cabo una tarea
de formación de dichos traductores, y asegurarse de la correcta traducción de
los textos en cuestión.
No obstante, la brevedad de los plazos a los que están sometidos los tra-
ductores no deja a veces tiempo para la revisión a fondo de los textos tradu-
cidos ni, en algunos casos, las consultas o investigaciones terminológicas que
serían apropiadas. Además, en los textos legislativos sobre todo, la traducción
que se realiza es fragmentaria, pues no se traducen textos completos, sino
enmiendas o modificaciones a partes aisladas de los mismos que quedan des-
contextualizadas para los traductores. Para poner remedio a los problemas de
discordancia que esto puede generar, las instituciones legislativas, aunque no
sólo ellas, cuentan con unos servicios de revisión jurídico-lingüística realiza-
da por traductores que, además, son titulados en Derecho: los juristas lingüis-
tas o juristas revisores.
El conocimiento que los juristas lingüistas tienen del texto enmendado en
su conjunto, así como del contexto en el que éste se sitúa, gracias a la revisión
del mismo que han realizado previamente en colaboración con los juristas lin-
güistas de la institución que presenta la propuesta legislativa, permite la detec-
ción de faltas de coherencia interna (con términos utilizados en el propio
texto) o externa (con textos que sirven de base a la propuesta legislativa en
cuestión). Su labor también permite afinar la traducción imprecisa de térmi-
nos específicamente jurídicos, así como aplicar las reglas de técnica legislati-
va contenidas en la Guía práctica común [del Parlamento Europeo, del
Consejo y de la Comisión] para la redacción de los textos legislativos comu-
nitarios.

6. UN INSTRUMENTO INTERINSTITUCIONAL DE REDACCIÓN


LEGISLATIVA: LA GUÍA PRÁCTICA COMÚN PARA LA
REDACCIÓN DE LOS TEXTOS LEGISLATIVOS COMUNITARIOS

Tras el Consejo Europeo de Edimburgo (1992), se reconoció al más alto


nivel político la necesidad de legislar mejor, es decir, con textos más claros y
más sencillos, que respeten los principios legislativos elementales. Esta nece-

205
sidad se reafirmó en la Declaración n.° 39 relativa a la calidad de la redacción
de la legislación comunitaria, aneja al Acta final del Tratado de Amsterdam.
Tras esta declaración, las tres instituciones que participan en el procedimien-
to de adopción de los actos comunitarios, el Parlamento Europeo, el Consejo
y la Comisión, aprobaron el Acuerdo interinstitucional, de 22 de diciembre de
1998, relativo a las directrices comunes sobre la calidad de la redacción de la
legislación comunitaria. El 16 de marzo de 2000 estas tres instituciones se
dotaron de la Guía práctica común que desarrolla e ilustra con ejemplos cada
una de las 22 directrices del Acuerdo.
Reproduciremos a continuación algunos de los puntos esenciales de la
Guía, sobre todo en aquello que tiene una relación más directa con la traduc-
ción y la corredacción de los textos legislativos. Asimismo aportaremos unos
ejemplos que ilustran algunos de los problemas que se pretende resolver con
el uso de la Guía.
Los puntos 1.1 y 1.2 dan cuenta del objetivo que deben perseguir los
redactores de la legislación comunitaria y de las razones en que se basa este
desideratum:

1.1. La redacción de un acto legislativo debe ser:


- clara, de fácil comprensión, desprovista de equívocos;
- sencilla, concisa, desprovista de elementos superfluos;
- precisa, no dejará lugar a dudas en el lector.
1.2. Este principio de sentido común es también la expresión de principios
generales del derecho, como:
- la igualdad de los ciudadanos ante la ley, en el sentido de que la ley
debe ser accesible a todos y comprensible por todos,
- la seguridad jurídica, la ley debe ser previsible en su aplicación.

La directriz n.º 5 y su desarrollo en la Guía merecen una extensa cita:

5. Durante la totalidad del proceso conducente a su adopción, los proyectos


de actos se redactarán en términos y con estructuras de frases que respe-
ten el carácter multilingüe de la legislación comunitaria; los conceptos o
la terminología específicos de un sistema jurídico nacional se utilizarán
con precaución
[...]
5.2. [...] el texto de partida debe ser especialmente sencillo, claro y directo, ya
que cualquier complejidad excesiva o cualquier ambigüedad, incluso leve,
puede dar lugar a imprecisiones, aproximaciones o auténticos errores de
traducción en una o varias de las otras lenguas comunitarias.
5.3. [...] las expresiones y giros empleados (en particular, aunque no sólo, los
términos jurídicos) no pueden estar excesivamente vinculados a la lengua

206
o al sistema jurídico del redactor, so pena de plantear graves problemas de
traducción.
En particular, el redactor debe ser consciente de estos dos problemas:
5.3.1. Algunas expresiones de su lengua y, en particular las expresiones muy
corrientes [...] no tienen equivalente en otras lenguas comunitarias. Por
consiguiente, en estas lenguas esta expresión sólo puede traducirse recu-
rriendo a circunloquios o a equivalentes aproximados, cuyo uso implica
forzosamente una dispersión semántica entre las distintas versiones lin-
güísticas. Se trata de evitar, en la medida de lo posible, el empleo de
expresiones demasiado «castizas» desde el punto de vista lingüístico.

Veamos un ejemplo de lo que se acaba de decir: el caso de un término


nacional intraducible a las que en aquel momento eran 11 lenguas comunita-
rias. Una enmienda presentada en español a una propuesta legislativa introdu-
jo, como autoridad de supervisión y control de determinadas actuaciones, el
«Consejo General del Poder Judicial». Las demás divisiones de traducción
inundaron de consultas a la traducción española para saber de qué se trataba
e incluso después de saberlo carecían del término apropiado en sus lenguas
para traducirlo ya que en otros estados miembros ni siquiera existe una insti-
tución similar. La solución adoptada, que afectó incluso a la versión españo-
la, fue recurrir a una formulación más neutra, basada en el concepto que se
quería expresar e integrable en todos los ordenamientos jurídicos: «órgano de
gobierno de los jueces».
Otro aspecto reseñable se refiere a las expresiones metafóricas. El inglés,
una de las principales lenguas de redacción de la legislación comunitaria, es
una fuente inagotable de ellas, lo que obliga a los traductores a intensas bús-
quedas e investigaciones terminológicas. Véanse a continuación algunos
ejemplos:

- forum shopping;
- break-through rule;
- gender budgeting;
- sunset clause;
- gold plating;
- grandfathering - grandfather clause;
- soft law, y
- efficiency offence/defence.

El profesional interesado puede buscar la traducción propuesta para estas


expresiones en la plataforma de la división española de traducción del PE.

207
6.1. Un ejemplo de dispersión semántica: traducciones para level playing
field

Hemos tomado este ejemplo de los Boletines terminológicos y normativos


(n.º 60) de la División española de traducción del PE (2003). Reproducimos a
continuación, casi en su integridad, el contenido de dicho boletín que puede,
además, servir para ilustrar los intensos trabajos de investigación terminoló-
gica que se realizan en una división de traducción de carácter institucional. En
este fragmento se realiza un recorrido por las diversas traducciones a que ha
dado lugar la expresión, a la vez que se aportan sugerencias para unificar cri-
terios. La cita es larga pero resulta de gran utilidad:

1. Explicación
Puede ocurrir que una expresión de sentido transparente acabe producien-
do una multitud de traducciones por falta de una convención aceptada entre
los traductores. Tal es el caso de level playing field y sus derivados. Esta
imagen de inspiración deportiva, que es un lugar común en los textos sobre
política de la competencia, encierra la idea de que el correcto funciona-
miento del mercado exige la supresión de ventajas y privilegios consegui-
dos con medios ajenos a los propios mecanismos del mercado. En docu-
mentos comunitarios en español encontramos, entre otras, las siguientes
equivalencias: campo de juego nivelado; terreno de juego equilibrado;
terreno de juego nivelado; terreno de juego parejo; condiciones de juego
iguales; condiciones iguales para todos; reglas de juego equitativas; igual-
dad de trato; principio de igualdad; escenario de equidad y no discrimina-
ción; principio de equidad y no discriminación; igualdad de condiciones.
[...]
Cabe aducir que todas estas expresiones reflejan, con mejor o peor acierto,
el contenido básico del término inglés. Desde ese punto de vista, por lo
tanto, todas cumplirían con la función primordial que se le exige a una tra-
ducción. No obstante, también cabe preguntarse si no existe el riesgo de que
las intenciones del legislador se vean desvirtuadas por esta proliferación de
expresiones emparentadas pero diversas. En estos casos, la misión de la tra-
ducción institucional debe ser fijar una convención que, al eliminar las
ambigüedades, aleje también el peligro de interpretaciones discrepantes o
contradictorias de esas intenciones.
2. Traducción: recomendaciones
De todas las soluciones antes recogidas, (principio de) igualdad de condi-
ciones es la que mejor parece cumplir con este requisito de neutralidad.
Así pues, para evitar la proliferación de traducciones se recomienda la
siguiente convención, al menos en contextos de política de la competencia:
«(principio de) igualdad de condiciones»

208
Veamos ahora otro caso en el que se produce un intento de formulación
común a nivel comunitario que lleva inevitablemente, a causa de la diversidad
de denominaciones de las instituciones jurídicas en los ordenamientos de los
estados miembros, a una nueva dispersión semántica en el momento de la
transposición de la norma al derecho interno. Se trata en este caso del con-
cepto de lo que común y erróneamente se conoce en España como multipro-
piedad.
El título de la Directiva 94/47/EC de 26 octubre de 1994 estaba redactado
de la siguiente forma en determinadas lenguas comunitarias:

EN:1 contracts relating to the purchase of the right to use immovable properties
on a timeshare basis;
FR: contrats portant sur l’acquisition d’un droit d’utilisation à temps partiel de
biens immobiliers;
IT: contratti relativi all’acquisizione di un diritto di godimento a tempo parziale
di beni immobili;
DE: Verträgen über den Erwerb von Teilzeitnutzungsrechten an Immobilien;
ES: contratos de adquisición de un derecho de utilización de inmuebles en
régimen de tiempo compartido;
PT: contratos de aquisição de um direito de utilização a tempo parcial de bens
imóveis.

Sin entrar ahora en la no muy afortunada traducción al español del térmi-


no inglés, al que sigue literalmente, y cuya crítica se puede encontrar en la
exposición de motivos de Decreto legislativo que incorporó la Directiva al
derecho español, la transposición a los distintos ordenamientos de la citada
Directiva dio lugar a estos títulos:

EN: The Timeshare Regulations;


FR: Loi n° 98-566 concernant la protection des acquéreurs pour certains
aspects des contrats portant sur l’acquisition d’un droit d’utilisation à temps
partiel de biens immobiliers;
DE: Gesetz über die Veräußerung von Teilzeitnutzungsrechten an
Wohngebäuden;
IT: Decreto legislativo concernente la tutela dell’acquirente per taluni aspetti
dei contratti relativi all’acquisizione di un diritto di godimento a tempo parziale
di beni immobili;
ES: Ley n.° 42/98 de 15/12/1998 sobre derechos de aprovechamiento por
turno de bienes inmuebles de uso turístico;

1. Las lenguas se mencionan por su abreviatura: DE para alemán, EN para inglés, ES para español,
FR para francés, IT para italiano, y PT para portugués.

209
PT: Decreto-Lei n. 275/93 de 05/08/1993. Aprova o regime jurídico da habitação
periódica.

Es preciso destacar aquí la dispersión semántica que se produce en las nor-


mas española y portuguesa respecto de la fórmula uniforme y estable de las
otras lenguas. En el futuro los traductores comunitarios de otras lenguas debe-
rán estar atentos a estas fórmulas, ya acuñadas en español y en portugués, para
evitar caer en el error de una simple traducción literal.
Para terminar, reproducimos sendos párrafos de la Guía práctica común en
los que se menciona específicamente la traducción y la importancia que ésta
tiene en el contexto comunitario para los redactores de textos legislativos:

5.5. Por último, cabe realizar dos observaciones eminentemente prácticas en


lo que respecta al nexo entre el texto de partida y sus traducciones corres-
pondientes.
5.5.1. En primer lugar, el redactor debe velar por que el traductor pueda iden-
tificar de manera inmediata las fuentes utilizadas en el texto de partida. Si
un fragmento del texto de partida ha sido retomado de un texto existente
(Tratado, directiva, reglamento, etc.), deberá poder deducirse claramente
del propio texto o indicarse por separado, llegado el caso, mediante los
medios informáticos adecuados (véase la directriz 6). Cualquier cita ocul-
ta, sin mención de la fuente, corre el riesgo de dar lugar a una traducción
libre en una o varias lenguas cuando precisamente el redactor quiso utili-
zar los términos auténticos de una disposición existente.
5.5.2. En segundo lugar, el redactor debe saber que pueden serle de gran utili-
dad las observaciones de los traductores y, de manera más general, de
todos los servicios que realizan un examen lingüístico de su texto. En
efecto, el examen del texto desde este punto de vista proporciona la oca-
sión de detectar errores y ambigüedades que pueden ser inherentes al
texto de partida, aunque éste haya sido objeto de prolongadas reflexiones
e incluso, o quizás sobre todo por ello, cuando la redacción haya sido
objeto de dilatados debates entre varias personas. En ese momento, el
redactor puede recibir información de los problemas detectados. En
muchos casos, la mejor solución consistirá en retocar no la traducción
sino el original.

Estas orientaciones realzan la función de la traducción como factor esencial


en el proceso de formulación de los textos legislativos de la Unión Europea.

210
7. TRADUCCIÓN Y REVISIÓN EN UN PROCEDIMIENTO
LEGISLATIVO DE CODECISIÓN TIPO

Para quienes deseen proseguir en el examen de la materia, queremos pre-


sentar sintéticamente, esta vez sí, cuáles y cuántas son las intervenciones de
los traductores y de los revisores lingüísticos o jurídicos en un procedimiento
típico de codecisión, es decir, en aquél en el que el PE es colegislador en pie
de igualdad con el Consejo.

7.1. Fases del proceso legislativo del PE e intervenciones de traductores e


intérpretes

a) Fase COM

- Las Direcciones Generales (DG) de la Comisión elaboran una propuesta


legislativa normalmente en EN o FR (más raramente en DE).
- Los funcionarios de la DG competente redactan aproximadamente un
80% de los textos en EN o FR: en muchos casos no es su lengua materna.
- Transmiten el texto al Servicio de Traducción de la Comisión (grupos
especializados) que traducen la propuesta legislativa.
- La Comisión Europea aprueba la propuesta (documento COM) y la trans-
mite al PE y al Consejo.

b) Fase de 1ª lectura PE

- El ponente prepara un proyecto de informe y los diputados de las comi-


siones parlamentarias competentes (fondo y opinión) presentan enmien-
das (en cualquier lengua) a la propuesta COM.
- Las divisiones de traducción del PE traducen las enmiendas a todas las
lenguas.
- La comisión parlamentaria competente para el fondo vota las enmiendas.
- Las enmiendas aprobadas se incluyen en el informe del ponente.
- Las divisiones de traducción del PE traducen el informe a las 20 lenguas.
- El servicio de verificación del PE revisa las enmiendas antes del voto.
- El Pleno del PE vota el informe y las enmiendas.
- El servicio de verificación revisa las enmiendas aprobadas y redacta
un texto consolidado.
- Si el Consejo acepta todas las enmiendas, la propuesta se reputa adop-
tada.

211
c) Fase de 1ª lectura del Consejo y 2ª del PE

- Transmisión oficial del dictamen del PE al Consejo y a la Comisión.


- El Consejo examina la propuesta COM y las enmiendas del PE y, de no
aceptarlas, sus servicios competentes preparan un proyecto de posición
común (PPC) en EN o FR.
- Los servicios de traducción del Consejo preparan y traducen el PPC a
las 20 lenguas comunitarias.
- Los servicios de verificación del PE y del Consejo revisan/afinan el PPC
conjuntamente (reunión con expertos nacionales).
- Transmisión oficial de la Posición Común (POSCOM) al PE.
- La comisión parlamentaria competente examina y enmienda la POSCOM.
- Los servicios de traducción del PE traducen las enmiendas.
- Los servicios de verificación revisan las enmiendas antes de la vota-
ción en el Pleno.
- El Pleno vota las enmiendas (incluidas en el documento denominado
recomendación para la 2ª lectura).

d) Fin en 2ª lectura del PE

- Si el Consejo acepta todas las enmiendas PE:


- Los juristas revisores del Consejo preparan el documento PE-CONS
(POS-COM + enmiendas del PE) y los juristas revisores del PE revi-
san/afinan dicho texto.
- El Consejo somete el texto PE-CONS a votación.
- Los juristas revisores del Consejo y del PE respectivamente preparan y
revisan texto LEX (instrumento legislativo oficial destinado a la firma
por los presidentes y a su publicación en el Diario Oficial).

e) Conciliación

- Si el Consejo no acepta todas las enmiendas del PE se inicia el procedi-


miento de conciliación.
- El Comité de Conciliación (paritario PE y Consejo), con la mediación de
la Comisión, acuerda un texto conjunto.
- Los servicios de traducción del PE o del Consejo traducen las enmien-
das convenidas por el Comité de Conciliación.
- Los juristas revisores del PE y del Consejo preparan y revisan (alter-
nativamente) los documentos PE-CONS (texto conjunto) y LEX.
- El Pleno del PE y el Consejo votan los PE-CONS en sesiones separadas.

212
- Si hay mayoría en el PE y en el Consejo: los presidentes del PE y del
Consejo firman el documento LEX y publican en el Diario Oficial el ins-
trumento legislativo (reglamento, directiva, decisión o recomendación).

BIBLIOGRAFÍA

CONSEJO EUROPEO (1958): Reglamento nº 1, del Consejo, de 15 de abril de


1958, por el que se fija el régimen lingüístico de la Comunidad
Económica Europea (DO 1958, 17, p. 385; EE 01/01, p. 8), en su versión
modificada por los distintos Tratados de adhesión, y en último lugar por
el Acta relativa a las condiciones de adhesión de la República de Austria,
la República de Finlandia y el Reino de Suecia y a las adaptaciones de los
Tratados en los que se fundamenta la Unión Europea, DO 1994, C 241,
p. 21, y DO 1995, L 1, p. 1.
DIVISIÓN DE TRADUCCIÓN ESPAÑOLA. PARLAMENTO EUROPEO (2003): Guía del
Principiante, Parlamento Europeo, Luxemburgo [versión en formato elec-
trónico disponible en <http://www.europarl.eu.int/transl_es/plataforma/
pagina/guia/guia.htm>] (1ª edición impresa de 1997).
— (2003): «Level playing field», Boletines terminológicos y normativos,
nº. 60, 17 de junio de 2003 [versión en formato electrónico disponible en
<http://www.europarl.eu.int/transl_es/plataforma/pagina/celter/bol60.htm>].
PARLAMENTO EUROPEO (2003): Decisión del Parlamento Europeo relativa a la
revisión general del Reglamento, DO C 261E, de 30.10.03, p. 349.
PARLAMENTO EUROPEO, CONSEJO Y COMISIÓN (1997): Declaración nº 39 aneja
al Acta Final del Tratado de Amsterdam, sobre la calidad de la redacción
de la legislación comunitaria, adoptada el 2 de octubre de 1997 por la
Conferencia Intergubernamental, Boletín UE 12-1998.
— (1998): Acuerdo interinstitucional relativo a las directrices comunes sobre
la calidad de la redacción de la legislación comunitaria, de 22 de diciembre
de 1998, DO C73 de 17.3.1999, p. 1.
— (2003): Guía práctica común para la redacción de los textos legislativos
comunitarios, Oficina de Publicaciones Oficiales de las Comunidades
Europeas, Luxemburgo.

213
LA INTERPRETACIÓN
Y LA TRADUCCIÓN EN EL TRIBUNAL
PENAL INTERNACIONAL
PARA LA EX YUGOSLAVIA
ELENA MARTÍN SALGADO1
Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia

1. INTRODUCCIÓN: EL TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL


PARA LA EX YUGOSLAVIA

E L TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL para la ex Yugoslavia (en adelante,


TPIY o Tribunal) fue establecido en 1993 por el Consejo de Seguridad
conforme al capítulo VII de la Carta de Naciones Unidas como una medida ad
hoc en respuesta a las violaciones sistemáticas del derecho internacional
humanitario que se estaban cometiendo en el marco del conflicto armado en
el territorio de la ex Yugoslavia. La Resolución 827 (1993), de 25 de mayo,
aprobó el estatuto del TPIY (en adelante, Estatuto), que en sus artículos 2 a 5
establece que el TPIY es competente para enjuiciar los delitos de genocidio, los
crímenes de lesa humanidad, las violaciones graves de los Convenios de
Ginebra de 1949 y las violaciones de las leyes o usos de la guerra.
Como demuestran el modo de su creación y su composición, el TPIY, con
sede en La Haya, es un tribunal de carácter internacional (artículos 12 y 13
del Estatuto). El ámbito de su jurisdicción territorial y temporal es limitado.
El TPIY es competente para enjuiciar a los presuntos responsables de violacio-
nes graves del derecho internacional humanitario cometidas en el territorio de
la ex Yugoslavia a partir del 1 de enero de 1991 (artículos 1 y 8 del Estatuto).
Su carácter de tribunal internacional y la naturaleza de su jurisdicción territo-
rial contribuyen a que la interpretación y la traducción sean piezas esenciales
del proceso ante el TPIY. Esta aportación pretende exponer el papel funda-

1. Las opiniones que se expresan en este artículo pertenecen a la autora y no reflejan necesaria-
mente las opiniones del Tribunal Internacional Penal para la ex Yugoslavia o de Naciones
Unidas. Esta aportación está basada en la intervención de la autora en la mesa redonda cele-
brada el 15 de noviembre del 2003 con el título «Los juristas ante los traductores» en el trans-
curso de las VII Jornadas Internacionales sobre la Traducción de la Universitat Jaume I.
Quiero agradecer a Ana Beltrán el haberme permitido consultar y citar la traducción al caste-
llano de las Reglas de Procedimiento y Prueba realizada por ella.

215
mental que desempeñan los intérpretes y los traductores en el TPIY. Pretendo
señalar brevemente cuáles son, desde la perspectiva de una jurista, los retos
que se plantean en este contexto y las soluciones que se han diseñado.

2. LOS IDIOMAS DE TRABAJO DEL TPIY

El Estatuto establece en su artículo 33 que los idiomas de trabajo del TPIY


son el inglés y el francés y en este mismo sentido se pronuncia la regla 3 (A)
de las Reglas de Procedimiento y Prueba. Al mismo tiempo, el artículo 21 del
Estatuto prevé que el acusado tiene derecho a ser informado sin demora, en
un idioma que comprenda y en forma detallada, de la naturaleza y causas de
los cargos que se le imputan y a ser asistido gratuitamente por un intérprete,
si no comprende o no habla el idioma empleado en el TPIY.
Como he señalado antes, la jurisdicción territorial del TPIY se extiende al
territorio de la ex Yugoslavia, mientras que la jurisdicción temporal está deli-
mitada en su inicio por la fecha de 1 de enero de 1991, sin tener por el
momento término final. De acuerdo con la Resolución 827 (1993), una vez
restaurada la paz, el Consejo de Seguridad deberá determinar una fecha final.
La repercusión en la práctica es que la mayoría de los aproximadamente 60
acusados actualmente pendientes de juicio ante el Tribunal sólo comprenden
y hablan serbo-croata. Una minoría de ellos sólo comprende y habla albanés.2

3. LA INTERPRETACIÓN ANTE EL TPIY

De conformidad con los artículos 21 y 33 del Estatuto, las sesiones de


audiencia se interpretan simultáneamente en tres idiomas: inglés, francés y el
idioma del acusado. Pese a ello, las actas de las sesiones de audiencia sólo se
redactan en los idiomas de trabajo del TPIY por considerar que éstas constitu-
yen simplemente un aide-mémoire para los partícipes en las mismas.3
Así pues, al inicio de cada sesión de audiencia, el juez que preside la sala
se cerciora de que los acusados le escuchan en un idioma que comprenden, y
de que él pueda comprenderlos a ellos. Pese a que esta aportación no preten-
de abordar los aspectos técnicos de la interpretación en la sala, es interesante
comentar a título anecdótico que el Sr. Slobodan Milosević, ex presidente de

2. Vid. Res. 1160 (1998) de 31 de marzo, que prevé la investigación por parte de la fiscal del TPIY
de los hechos ocurridos en Kosovo.
3. Prosecutor v Delalić et al, Case IT-96-21-T, Decision on Defence Application for Forwarding
the Documents in the Language of the Accused, 25 de septiembre de 1996, § 14.

216
la República Federal Yugoslava (Serbia y Montenegro), quien declaró al
comienzo del proceso contra él que no reconocía la autoridad del Tribunal, se
negó en un principio a ponerse los auriculares que permiten seguir la inter-
pretación. Tal acción llevó a que se instalasen unos altavoces en torno al Sr.
Milosević para permitirle seguir la interpretación del proceso contra él.
Las Reglas de Procedimiento y Prueba promulgadas por el Tribunal pre-
vén en cualquier caso que un acusado tendrá derecho a utilizar su propio idio-
ma (regla 3 (B) de las Reglas de Procedimiento y Prueba). De la misma
manera, esta normativa prevé que las personas, distintas al abogado defensor,
que comparezcan ante el TPIY y no tengan suficiente conocimiento de cual-
quiera de los dos idiomas de trabajo, podrán utilizar su propio idioma. La
mayoría de los testigos que comparecen ante el TPIY provienen de la ex
Yugoslavia y sólo hablan serbo-croata o albanés, según el caso.
En este sentido resultan relevantes para la tarea interpretativa las referen-
cias culturales específicas a la ex Yugoslavia. En el asunto Vasiljević, el acu-
sado, que era serbo-bosnio, describió su relación con otro acusado como una
relación basada en el kum. El kum es un vínculo que se crea entre dos fami-
lias que no están necesariamente unidas por parentesco, y es una institución
particular de la cultura serbia que no se presta a traducción. Así lo indicaron
en su momento los intérpretes y a partir de ahí se le plantearon preguntas al
acusado con el fin de entender a fondo el significado de esa institución.4
Las Reglas de Procedimiento y Prueba no impiden que el abogado defen-
sor emplee el idioma del acusado durante las sesiones de audiencia, lo que
reconoció el TPIY en una resolución temprana en el asunto Delalić.5 Es, sin
embargo, un requisito para el nombramiento del abogado defensor que éste
hable uno de los dos idiomas de trabajo del TPIY, si bien a petición del sospe-
choso o acusado y cuando el interés de la justicia así lo exija, se le podrá nom-
brar un abogado que no hable ninguno de los idiomas de trabajo del TPIY pero
que hable la lengua del sospechoso o acusado (reglas 44 y 45 de las Reglas de
Procedimiento y Prueba). La capacidad del abogado defensor de manejar uno
de los idiomas de trabajo del TPIY es relevante para la presentación de mocio-
nes escritas ya que éstas deben presentarse en uno de los idiomas de trabajo
y, al contrario de las decisiones de la Sala, no es necesario que se traduzcan al
idioma del acusado.6 El acusado que se representa a sí mismo, por el contra-

4. Prosecutor v Vasiljević, Case IT-98-32-T, Judgment, 29 de noviembre de 2002, § 76-77 y nota 156.
5. Vid. regla 3 de las Reglas de Procedimiento y Prueba. Vid. Prosecutor v Delalić et al, Case IT-
96-21-PT, Decision on Defence Application for Forwarding the Documents in the Language
of the Accused, 25 de septiembre de 1996, § 12.
6. Prosecutor v Delalić et al, Case 21-PT, Decision on Defence Application for Forwarding the
Documents in the Language of the Accused, 25 de septiembre de 1996, § 10.

217
rio, puede dirigirse por escrito al Tribunal en su propio idioma, ya que, como
se ha señalado, las Reglas de Procedimiento y Prueba prevén en cualquier
caso que un acusado tendrá derecho a utilizar su propio idioma (regla 3 (B) de
las Reglas de Procedimiento y Prueba).
La regla 76 de las Reglas de Procedimiento y Prueba establece que, antes
de asumir funciones, todo intérprete o traductor declarará solemnemente que
desempeñará sus funciones de manera fiel e imparcial y con pleno respeto al
deber de confidencialidad. De acuerdo con esta regla la Secretaría del TPIY
promulgó el código ético de los intérpretes y traductores empleados por el
Tribunal.
En las tareas habituales no deja de haber, sin embargo, quien cuestiona
tanto la fidelidad como la imparcialidad de la interpretación: uno de los acu-
sados, el Sr. Vojislav Šešelj, fundador del Partido Radical Serbio, y que esco-
gió representarse a sí mismo, presentó una instancia poco después de su com-
parecencia inicial en la cual se quejaba entre otras cosas de que la interpreta-
ción al «serbio» del acta de acusación le resultaba incomprensible ya que con-
tenía términos croatas.7 La Sala de Primera Instancia respondió que las pala-
bras que el Sr. Šešelj pretendía no comprender eran simplemente variantes del
idioma, denominado bosnian-croat-serb (o B/C/S) en la práctica del Tribunal,
que el acusado comprende.8 La resolución de la Sala de Primera Instancia con-
tiene un original anexo lingüístico que recoge las diferencias entre las variantes
serbia y croata de las palabras sobre las que el acusado presentaba objeciones.
De manera adicional cabe señalar que en el ámbito del TPIY, la importan-
cia de la interpretación no se reduce a las sesiones de audiencia. La interpre-
tación es una herramienta fundamental tanto para la investigación del delito
por parte de la fiscal, en la que se incluye el interrogatorio del sospechoso o
acusado, como en el día a día de la Unidad de Detención.9 En el TPIY, «no exis-
te la figura del juez instructor y es el Fiscal el que lleva a cabo toda la inves-
tigación anterior al juicio» (Beltrán, 2003: 53) tal como establece la regla 59
de las Reglas de Detención.
Las salas han demostrado en más de una ocasión que se esfuerzan por sal-
vaguardar la independencia e imparcialidad de los intérpretes. Así, la defensa
de uno de los acusados en el asunto Delalić solicitó que la Sala de Primera
Instancia citase a un intérprete como testigo. La defensa mantenía que la fis-
calía intimidó a su cliente, y que el intérprete que interpretó esa conversación

7. Prosecutor v Šešelj, Case IT-03-67-AR73, Submission number 7, 9 de abril de 2003.


8. Prosecutor v Šešelj, Case IT-03-67-PT, Decision on Prosecution’s Motion for Order
Appointing Counsel to Assist Vojislav Šešelj with his Defence, 9 de mayo de 2003, § 24 y
anexo.
9. Vid. reglas 42 y 63 de las Reglas de Procedimiento y Prueba.

218
tenía conocimiento de la intimidación. La sala denegó la petición de la defen-
sa. Según la sala, la administración de justicia debe proteger a los intérpretes
de la aprensión constante de verse involucrados en un conflicto entre las par-
tes respecto al desempeño de sus funciones.10

4. LA TRADUCCIÓN EN EL MARCO DEL TPIY:


LA TRADUCCIÓN JURÍDICA

Respecto a la traducción, conviene diferenciar entre la traducción de los


medios de prueba que requieren traducción (como la prueba documental) y la
traducción de los fallos y resoluciones del TPIY.
En cuanto a la primera, en el contexto de la etapa preliminar del proceso,
anterior al juicio oral, la regla 66(A) establece que la fiscal debe poner a dis-
posición de la defensa, en un idioma que el acusado entienda, el material
soporte del acta de acusación, cualquier declaración obtenida del acusado por
la fiscal y las declaraciones de todos los testigos que ésta propone llamar a tes-
tificar. Por el contrario, no es necesario traducir al idioma del acusado el mate-
rial sujeto a divulgación por las partes si éste se encuentra en alguno de los
idiomas de trabajo del TPIY, por considerarse que las garantías del derecho del
acusado a ser informado de la naturaleza y causa de los cargos que se le impu-
tan y de su derecho a disponer de los medios adecuados para la preparación
de su defensa se extienden únicamente a la prueba practicada durante el jui-
cio oral.11 En el asunto Naletilić, la Sala de Primera Instancia determinó que
los medios de prueba propuestos por las partes para su admisión durante la
fase de juicio oral debían estar disponibles en un idioma que el acusado com-
prendiera y en al menos uno de los idiomas de trabajo del TPIY, y que era res-
ponsabilidad de la parte que propone la prueba el asegurarse que dichas tra-
ducciones están disponibles en el momento de la proposición de la prueba
para su admisión.12

10. Prosecutor v Delalić et al, Case IT-96-21-T, Decision on the Motion Ex Parte by the Defence
of Zdravko Mucić Concerning the Issue of a Subpoena to an Interpreter, 8 de julio de 1997, § 20.
11. Prosecutor v Delalić et al, Case IT-96-21-T, Decision on Defence Application for Forwarding
the Documents in the Language of the Accused, 25 de septiembre de 1996, § 8. El material suje-
to a divulgación viene recogido en las reglas 66 (B), 67 y 68 de las Reglas de Procedimiento
y Prueba.
12. Prosecutor v Naletilić and Martinović, Case IT-98-34-T, Decision on Defence’s Motion
Concerning Translation of all Documents, 18 de octubre de 2001. La resolución de la Sala de
Primera Instancia en este asunto es de conformidad con la resolución en el asunto Delalić de
25 de septiembre supra.

219
Como he señalado con anterioridad, todas las resoluciones y los fallos dic-
tados por el TPIY se realizan en inglés y francés (sólo uno de las dos se consi-
dera el texto auténtico), y, de conformidad con los derechos del acusado que
recoge el Estatuto, se traducen al idioma del acusado.13 La traducción de los
fallos al idioma del acusado suele por lo general jugar, además, un papel de
difusión de los fallos y sentencias del TPIY. Esta función informativa es muy
relevante ya que uno de los fines explícitos del Consejo de Seguridad al crear
el Tribunal es el mantenimiento de la paz, al que el TPIY aspira mediante su
contribución a la reconciliación de los pueblos de la ex Yugoslavia. No es mi
intención centrarme en este aspecto; quiero, por el contrario, señalar las difi-
cultades que presenta que el TPIY mantenga dos idiomas de trabajo, el inglés
y el francés, y la importancia que en este contexto cobra la traducción jurídi-
ca.
Como ilustración de alguna de las dificultades que se pueden presentar en
el contexto de los dos idiomas de trabajo, me referiré a un fallo dictado por el
Tribunal Penal Internacional de Ruanda (en adelante, TPIR) donde condenaba
a un acusado, entre otros delitos, por genocidio. La dificultad que surgió en
este caso fácilmente podría haber surgido en el TPIY, ya que los estatutos de
los dos tribunales son idénticos en este aspecto, en el sentido de que en ellos
se reproduce la definición del delito de genocidio que aparece recogida en la
Convención para la Prevención y Sanción del Crimen de Genocidio (1948).
La Sala de Primera Instancia del TPIR en el asunto Akayeshu reparó en que la
versión francesa de dicha Convención difería de la versión inglesa en lo relativo
a la definición de la conducta constitutiva de genocidio. La versión francesa
se refiere a meurtre mientras que la inglesa se refiere a killings. La Sala con-
sideró, en este punto, que en comparación con la versión francesa, la versión
inglesa era demasiado general, ya que también engloba el homicidio impru-
dente. La Sala optó por la versión francesa al ser más favorable al acusado.14
La ambigüedad en el texto de los tratados internacionales se puede solu-
cionar a través de las reglas de interpretación recogidas en la Convención de
Viena sobre el derecho de los tratados (1969). No obstante, las complicacio-
nes que causan los idiomas de trabajo múltiples no se limitan a los tratados.
Antes al contrario.
Una de las fuentes del derecho a la que el TPIY hace referencia constante
la constituyen los principios generales del derecho (artículo 38 del Estatuto de
la Corte Internacional de Justicia, 1945).

13. Prosecutor v Delalić et al, Case IT- IT-96-21-PT, Decision on Defence Application for
Forwarding the Documents in the Language of the Accused, 25 de septiembre de 1996, § 14.
14. Prosecutor v Akayeshu, Case ICTR-96-4-T, Judgement, 2 de septiembre de 1998, § 500-501.

220
La traducción jurídica es esencial en este contexto. Como ilustración me
referiré a las formas de responsabilidad del acusado. Un error usual (un falso
amigo, como se le conoce en la jerga de la traducción) es asumir que el cóm-
plice francés equivale al accomplice inglés, cuando no es así: cómplice es más
parecido al inglés aider and abettor mientras que el concepto de accomplice
liability se refiere en general a la pluralidad de actores. Esta confusión ha sido
recientemente solucionada por la Sala de Apelación en el asunto Krnojelac, al
corregir los errores de traducción que aparecían en la versión no auténtica de
la sentencia de la Sala de Primera Instancia.15
Las complicaciones se suelen apreciar sobre todo en el contexto de las
diferencias entre el derecho continental y el Common Law. Esto da lugar a
soluciones dispares entre las salas de primera instancia, según el origen de los
magistrados. Las sentencias de la Sala de Apelación, sin embargo, son vincu-
lantes para las salas de primera instancia, y sientan jurisprudencia.

5. CONCLUSIÓN

A modo de conclusión, me gustaría señalar que pese a lo importante de la


aportación de la traducción jurídica en el momento de encontrar equivalentes
en el lenguaje jurídico, el problema de fondo es, finalmente, que los juristas
que trabajan en el Tribunal provienen de sistemas jurídicos diversos, a los que
como es natural tienden a hacer referencia. Junto con ello, estos juristas deben
operar en un sistema sui generis que no pertenece a ningún sistema en parti-
cular y que, por el contrario, se encuentra en continua formación. A medida
que este sistema se desarrolle, por ejemplo a través de las sentencias de la Sala
de Apelación, será más accesible para los juristas del Tribunal utilizar con-
ceptos que, sin bien pueden parecer extraños a alguno de ellos por no tener
equivalente en su propio ordenamiento jurídico, estarán dotados de un signi-
ficado autónomo en la jurisprudencia del Tribunal. Se trata finalmente de
crear un lenguaje común.
Es previsible que la Corte Penal Internacional se tope con complicaciones
similares, al disponer de dos lenguas de trabajo (el inglés y el francés –si bien
las lenguas oficiales de la Corte Penal Internacional son cinco), según el artí-
culo 50 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (1998). Espero
que la jurisprudencia y la experiencia del TPIY sean de utilidad.

15. Prosecutor v Krnojelac, Case IT-97-25-A, Judgement, 17 de septiembre de 2003, § 71 y notas


101 y 104.

221
BIBLIOGRAFÍA

BELTRÁN MONTOLIU, A. (2003): Los Tribunales Penales Ad Hoc para la ex


Yugoslavia y Ruanda: organización, proceso y prueba, Valencia, Tirant lo
Blanch.
JONES, J.R.W.D y POWLES, S (2003): International Criminal Practice: the
International Tribunal for the Former Yugoslavia, the International
Criminal Tribunal for Rwanda, the International Criminal Court, the
Special Court for Sierra Leone, the East Timor Special Panel for Serious
Crimes, war crimes prosecution in Kosovo, Irvington-on-Hudson,
Transnational Publishers.

LEGISLACIÓN INTERNACIONAL

ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS (1945): Estatuto de la Corte


Internacional de Justicia de 24 de octubre de 1945 [versión electrónica
disponible en <http://www.un.org/spanish/aboutun/icjstat.htm>].
— (1948): Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio
de 9 de diciembre de 1948 [versión electrónica disponible en
<http://www.unhchr.ch/spanish/html/menu3/b/p_genoci_sp.htm>].
— (1949): Convenio de Ginebra de 12 de agosto de 1949 relativo al trato
debido a los prisioneros de guerra [versión electrónica disponible en
<http://www.icrc.org/Web/spa/sitespa0.nsf/html/5TDKYK>].
— (1969): Convención de Viena de 23 de mayo de 1969 sobre el derecho de
los tratados [versión electrónica disponible en <http://www.derechos.org/
nizkor/ley/viena.html>].
— (1998): Estatuto de Roma de 17 de julio de 1998 de la Corte Penal
Internacional [versión electrónica disponible en <http://www.un.org/spanish/
law/icc/statute/spanish/rome_statute(s).pdf>].
TRIBUNAL PENAL INTERNACIONAL PARA LA EX YUGOSLAVIA (1999): «Código
ético de los intérpretes y traductores empleados por el tribunal» (Code of
Ethics of Interpreters and Translators Employed by the International
Criminal Tribunal for the former Yugoslavia), IT, 144, 5 de marzo de
1999.
— (1999): «Reglas de Detención» (Rules Governing the Detention of
Persons Awaiting Trial or Appeal before the Tribunal or Otherwise
Detained on the Authority of the Tribunal), IT, 38, Rev. 8, 22 de noviembre
de 1999.

222
— (1994): «Reglas de Procedimiento y Prueba» (Rules of Procedure and
Evidence), IT, 32, Rev. 34, 11 de febrero de 1994.
— (1993): «Estatuto del Tribunal Penal Internacional para la antigua
Yugoslavia», Resolución 827 (1993), de 25 de mayo, Boletín Oficial del
Estado, nº. 281, de 24 de noviembre de 1993.

223
TREINTA Y CINCO AÑOS
DE TRADUCCIÓN
EN ORGANIZACIONES INTERNACIONALES.
BREVÍSIMAS REFLEXIONES
PERSONALES
FERNANDO PÉREZ-BARREIRO NOLLA
Ex traductor jefe de la Organización Internacional del Café

E STA CONTRIBUCIÓN la realizo después de participar en un enriquecedor


foro de debate que tuvo lugar en la Universitat Jaume I en noviembre de
2003. Participar en este interesante encuentro me dejó patente la distancia que
media entre la situación de la traducción y su estudio hoy y cuando yo empe-
cé mi vida profesional en este campo, hace más de tres decenios. Hablar de
profesión entonces no era habitual ni realista. Había vocaciones, sin duda,
pero no existía un marco de trabajo y formación que permitiese plantearse un
futuro de traductor. Desde distintas procedencias se llegaba a una actividad
que podía ser un medio de vida más o menos satisfactorio, pero que distaba
mucho de estar estructurada.
Esta situación, sin embargo, contaba con una excepción: las organizacio-
nes internacionales. En lo que sigue relataré experiencias relacionadas con
este contexto y me centraré sobre todo en las Naciones Unidas y los organis-
mos especializados de su sistema, así como algunas otras organizaciones de
características muy semejantes en lo que concierne a lo que aquí nos interesa,
por lo que incluiré las de productos básicos (Organización Internacional del
Café, Organización Internacional del Cacao, etc.). Las instituciones europeas
llegaron más tarde para España, y por tanto para mis combinaciones lingüís-
ticas, tienen características diferentes y, en todo caso, quedan fuera de mi
experiencia personal, a la que quiero ceñirme aquí.
Fue en esas organizaciones internacionales que comento donde primero se
configuró, en nuestros tiempos, la traducción como carrera, el enfoque profe-
sional de una actividad antes inarticulada, aislada y débil. La creación de sec-
ciones de traducción dio lugar a un trabajo en equipo, caracterizado y pagado
como actividad profesional equiparable a otras de ese carácter en las mismas
organizaciones, al que era posible dedicarse con cierta seguridad de perma-

225
nencia. De pasante a revisor, hubo vidas que transcurrieron por ese cauce
hasta la jubilación y la pensión. Con ello fue surgiendo también un acervo de
conocimientos, una depuración de conceptos y experiencias que se incorporó
a los recursos de las organizaciones y al quehacer traductor en general.
Llama la atención que, ahora que la traducción ha ganado rango universi-
tario y profesional, esté en crisis el concepto de las secciones o departamen-
tos permanentes de traducción, no sólo en las organizaciones internacionales
sino también en las grandes empresas en que existían con las mismas venta-
jas que señalamos. Los dogmas o las modas recientes de la economía y la ges-
tión llevaron a fragmentar la labor de traducción orgánica y a contratarla fuera
de la organización. En casos extremos fueron suprimidas por completo las
secciones permanentes. Se generalizaron también los contratos a corto plazo,
en detrimento de los que llegaban hasta la jubilación del funcionario.
Se está empezando a observar ahora un movimiento de corrección de esos
excesos. Pero hay motivos para no acentuar demasiado el lado negativo de lo
ocurrido estos últimos años. Es cierto que tiene cabida la traducción «exter-
na», que puede incluso resultar absolutamente necesaria por el volumen de
trabajo que se demanda, y es cierto también que puede mantenerse la calidad
y la coherencia de las traducciones si están ancladas en un núcleo asentado en
la organización. Sólo ese núcleo puede, por ejemplo, ir elaborando glosarios,
manteniendo las referencias y unificando criterios cuando haga falta. Es posi-
ble que se esté configurando una estructura mixta que puede ser satisfactoria,
a largo plazo, para todos los participantes, mientras no se desmantele el
núcleo central.
El avance de la tecnología guarda relación también con lo que acabo de
decir. Hace posible esa situación, pero no es su causa, y tiene, a mi modo de
ver, aspectos muy prometedores. De una de sus facetas, la de los sistemas de
traducción automática, se habla mucho; de otra, la de la comunicación infor-
matizada, se habla menos. Se nos pregunta a menudo, con cierta aprehensión
casi siempre, si en las organizaciones en que trabajamos se usa mucho o poco,
y con qué resultados, la traducción automática. La traducción automática
pareció muy prometedora en su momento, sobre todo a quienes la veían con
mentalidad gerencial como solución del problema que plantea el enorme
volumen de traducción que hay que abordar. Influyó en esas expectativas el
exceso de optimismo en cuanto a lo que son los idiomas y, en general, la falta
de conciencia, no sólo entre los administradores sino también entre los pro-
pios traductores y la sociedad en general, de lo que es traducir y de los dis-
tintos niveles a que se conocen y utilizan las lenguas. En las instituciones
europeas existe una larga y, según parece, fructífera experiencia en este terre-
no. Se está demostrando que no puede confiarse a procedimientos automáti-

226
cos la traducción de textos delicados, como son casi siempre los jurídicos. Se
hace necesaria la intervención de revisores que refinen la traducción bruta.
Lo que sí es de valor indudable para el traductor son los instrumentos de
ayuda informatizados, tales como las memorias de traducción, las bases de
datos y, por supuesto, los recursos lexicográficos y las búsquedas en Internet.
Es importante la formación de criterio, sobre todo en este último aspecto, para
cribar con juicio crítico lo que allí se encuentre. Volviendo a la situación de
crisis profesional, debo decir que uno de los aspectos más prometedores de la
nueva tecnología es la posibilidad de comunicación rápida de los traductores
externos entre sí y con un núcleo competente en la sede de la organización.
Quiero referirme, aunque sólo enumerándolos más que analizándolos, a
un par de temas que nacen del ámbito de mis pasadas tareas y que brindo a la
reflexión y el estudio de los lectores.
La condición o estatus del original y la que haya de tener su traducción
(igual o subordinada) es factor de primer orden. Y también el destino de uno
y otro texto. Se trata de criterios funcionales de aplicación en todas las esfe-
ras de la traducción, pero su cuidadosa consideración arroja luz sobre la raíz
de algunas de las exigencias de la traducción en organizaciones internaciona-
les. En ciertos casos, la traducción tiene la misma eficacia jurídica que el ori-
ginal, como ocurre en algunos tratados y acuerdos. En otros se trata de docu-
mentos menos importantes, o más efímeros, destinados muchas veces a ser
debatidos o analizados en grupos de trabajo. Las repercusiones de esas y otras
diferencias en la labor del traductor, e incluso en la posible conveniencia de
hacerlo participar o dar su opinión profesional en la redacción del original,
son sumamente importantes. Me remito a lo que he escrito al respecto con
algo más de detenimiento (véase Pérez-Barreiro, 2000).
En este marco funcional, cabe destacar la doble exigencia de paralelismo
formal entre la traducción y el original cuando se trata de documentos a los
que se va a hacer referencia en debates o en su uso futuro. Una vez más, el
estatus y el destino del documento son factores decisivos. En todo caso, no
hay que olvidar que la fidelidad –requisito más esencial todavía que el para-
lelismo, ya que se aplica a todo tipo de traducción– nos impone la obligación
de mantener el tono del texto. Con todo, y enlazado con esto, ¿se puede mejo-
rar el original? Claro está que no es fácil trazar la línea divisoria entre una
intervención justificada, necesaria y, sobre todo, inofensiva y un inmiscuirse
en la expresión ajena y sustituirla por la propia. La renuncia a la elegancia en
aras de la fidelidad es un principio bien establecido. Y, como todos los prin-
cipios, no debe olvidarse nunca, pero no debe usarse nunca tampoco como
fácil excusa para eludir esfuerzos. Además, elegancia no quiere decir adorno
ni perifollos, sino facilidad y buen curso natural de la expresión.

227
El buen estilo tiene mucho que ver con otra imposición de la tarea traduc-
tora en el contexto de las organizaciones internacionales. La realidad propia
de estas instituciones, como cualquier otra realidad social, ha dado origen a
un lenguaje, en cierta medida, propio. Hay un estilo de las organizaciones y un
estilo de la casa en cada una de ellas, además de lo que es propiamente ter-
minología, de contenido más temático. Este estilo institucional es el poso de
la labor de los traductores que nos antecedieron y la responsabilidad de quie-
nes los sucedimos y nos sucederán. Hay que combinar, pues, el respeto a esta
tradición con la necesidad indiscutible de evolución.
En esta misma línea, la uniformidad de referencia a la realidad oficial es
muy importante. Todo cuanto tenga un nombre oficial o establecido debe reci-
bir ese nombre tantas cuantas veces aparezca en las tareas de traducción. El
traductor no debe bautizar lo que ya está bautizado.
Quizá quepa aquí referirse a que en las organizaciones internacionales de
que hablo, a diferencia de la Unión Europea, cobra mayor relieve la condición
de lengua universal que tiene el español. Debe el traductor ser especialmente
sensible a esa realidad y evitar localismos, incluidos los peninsulares, y apro-
vechar también, con criterio abierto, la posibilidad de recoger aportaciones
útiles, cualquiera que sea su procedencia.
Antes de poner fin a esta contribución, quisiera aportar un grano de arena
desde la experiencia en estos contextos internacionales a la cuestión de cuán-
to derecho debe saber el traductor jurídico. Esta es una cuestión que bien
podría generalizarse a «cuánto debe saber el traductor de lo que traduce». Mi
opinión es, simplemente, que cuanto más, mejor. Y, en todo caso, tiene que
saber mucho. Pero creo también que hay una forma especial de saber propia
del traductor, y estoy seguro de que muchos de los colegas traductores y, tam-
bién los traductólogos, sabrán a qué me refiero. No se trata de ser una enci-
clopedia ambulante: las enciclopedias siempre están ahí para consultarlas.
Con todo, no hay que olvidar que es uno de los placeres de este nuestro
menester enterarse de muchas cosas, explorar sin agotarlos –pero tampoco
con superficialidad frívola– muchos aspectos del mundo y de la vida. No
puedo explicar más ese saber del traductor, y en todo caso remito a otras con-
tribuciones de este volumen (Mayoral, 2005). No obstante, tengo la seguridad
de que existe: es una de esas cosas que entienden quienes comparten la pasión
traductora.

228
BIBLIOGRAFÍA

MAYORAL ASENSIO, R. (2005): «¿Cuánto derecho debe saber el traductor jurí-


dico?» en E. MONZÓ y A. BORJA (ed.) (2005): La traducción y la interpre-
tación en las relaciones jurídicas internacionales, Castellón, Universitat
Jaume I.
PÉREZ-BARREIRO, F. (2000): «Reflexiones sobre la traducción en el ámbito de
las organizaciones internacionales» en D. KELLY (ed.) (2000): La traducción
y la interpretación en España hoy: perspectivas profesionales, Granada,
Comares, pp. 101-116.

229
COLOREAR LA LITERATURA GRIS:
ÚLTIMAS TESIS EN TRADUCCIÓN
JURÍDICA

231
APORTES PARA LA SISTEMATIZACIÓN
DE LA ENSEÑANZA
DE LA TRADUCCIÓN JURÍDICA
(FRANCÉS-ESPAÑOL)
CRISTINA VALDERREY REÑONES
Universidad de Salamanca

1. INTRODUCCIÓN

E N ESTA TESIS leída en la Universidad de Salamanca en junio de 2002 se


analiza la traducción jurídica (en adelante, TJ) con una finalidad concreta:
aplicar los resultados obtenidos en dicho análisis a la formación de traducto-
res profesionales con el propósito último de avanzar en la sistematización de
la enseñanza en este campo.
En España, concretamente dentro de la combinación lingüística francés-
español, el panorama investigador en TJ puede definirse como un ámbito poco
transitado y, en ese sentido, caracterizado por la presencia de lagunas teóricas
y metodológicas. Éstas derivan no sólo de la escasa nómina de estudiosos con
la que cuenta la materia (Gallegos, 1996; Navarro, 1999; Ortega, 1996, 1999;
San Ginés y Ortega, 1996; Véglia, 1995, 1997a, 1997b) sino también de la
propia naturaleza de los trabajos existentes. Abundan los trabajos puntuales
sobre aspectos concretos de la disciplina, por lo que no permiten aportar con-
clusiones de alcance general sobre las que asentar el necesario avance en
materia didáctica.
Por lo que respecta al panorama francófono, y fuera del contexto cana-
diense (donde destacamos el ingente esfuerzo investigador llevado a cabo por
el profesor Jean Claude Gémar; véase Gémar, 1979, 1982, 1995a, 1995b,
etc.), esta encrucijada entre el derecho y la traductología tampoco ha sido un
espacio muy frecuentado por los especialistas de una y otra disciplina. En
líneas generales, los estudios existentes en lengua francesa están marcados
por un aspecto fundamental: la aparición de grandes focos de estudio geográ-
ficamente delimitados –Canadá o, en menor grado, Suiza– y condicionados
por las necesidades prácticas de dicho entorno. Es innegable que este hecho
ha impulsado la investigación en el campo aunque sea a través de plantea-
mientos sesgados, al favorecer una investigación centrada exclusivamente en
las necesidades traductoras autóctonas; es decir, derivadas de situaciones de

233
cooficialidad lingüística o de coexistencia de sistemas jurídicos diferentes.
Como consecuencia de esto la investigación se polariza, por un lado, en el
estudio del texto normativo y administrativo, de forma que obvia otras varie-
dades textuales, y por otro lado, en el análisis de versiones vinculantes, con lo
que desatiende otras finalidades traslativas como la traducción informativa.
Asimismo, y en aras de una caracterización más ajustada a la realidad de
la investigación desarrollada en TJ, es preciso añadir que el mayor énfasis
investigador ha sido puesto hasta el momento en la fase de reexpresión (bús-
queda de equivalentes, adaptación a los usos genéricos en LT, etc.) frente a la
fase previa de comprensión; fundamental en todo proceso traductor y obstá-
culo inicial, por excelencia, en la enseñanza. Quizá a este hecho haya contri-
buido la creencia tradicional que encumbra al jurista como traductor natural
en este campo y que, a su vez, lleva a conceder atención prioritaria a la figura
del experto, en detrimento del aprendiz, y a dirigir el interés investigador
hacia las necesidades del primero (la búsqueda de equivalentes, ante todo, ya
que se le presupone capacitado para comprender el texto jurídico).

2. METODOLOGÍA

Todo lo anterior deja traslucir un panorama investigador fragmentario que


dificulta la sistematización de la materia, elemento básico este último para la
elaboración de planteamientos didácticos y marcos metodológicos operativos.
Para hacer frente a tales circunstancias, se apuesta por un método de perspec-
tiva descriptiva que, desde una aproximación global, permita analizar las par-
ticularidades de este tipo de traducción en su conjunto. Más exactamente, en
esta investigación se emplean dos tipos de análisis de carácter complementa-
rio: descriptivo y experimental. Con ello, se pretende demostrar la validez de
ambos enfoques para avanzar en la sistematización de la enseñanza de la TJ.
El método descriptivo permite ahondar en el proceso traductor en TJ y
caracterizar aquellos subcomponentes competenciales específicos en la práctica
traductora en este campo, localizar vacíos teóricos y lagunas metodológicas,
así como analizar aspectos poco estudiados que requerían un esfuerzo siste-
matizador mayor por tratarse de elementos clave en la enseñanza de la TJ. A
saber: la naturaleza y funcionamiento del saber temático en TJ, la elaboración
de propuestas taxonómicas operativas en el ámbito didáctico, el desarrollo de
metodologías eficaces para mejorar la comprensión del texto jurídico o la
caracterización de la figura del aprendiz tipo. Se sigue tres hilos conductores en
el análisis descriptivo: la concepción del derecho como sistema, la dimensión
sociocultural de éste y la relación estrecha existente entre lenguaje y derecho.

234
3. INVESTIGACIÓN

Se profundiza, primero, en la naturaleza sistémica del derecho y en sus


implicaciones para la práctica y la enseñanza de la TJ; relacionadas, funda-
mentalmente, con el tipo de conocimientos sobre derecho que debe poseer el
traductor jurídico para desempeñar su labor con garantías de éxito y, más en
concreto, con el tipo de saber temático que debe adquirir el aprendiz. En lo
que concierne a esta cuestión, existe un consenso generalizado en torno a su
importancia capital y a la necesidad de desarrollar dicho saber en el aprendiz.
Sin embargo, no se han elaborado planteamientos metodológicos sistematiza-
dos al respecto dejando, en muchos casos, el desarrollo de este componente
competencial específico al albur de la autoformación del aprendiz. Esta
ausencia de sistematización metodológica puede deberse al hecho de que se
da por sentada la necesidad de que el aprendiz adquiera dichos conocimien-
tos temáticos cuando siguen sin aportarse datos suficientemente esclarecedo-
res sobre la naturaleza o el funcionamiento de éstos.
En este estudio se parte de la premisa siguiente: el saber temático del tra-
ductor no es asimilable al del jurista. Parafraseando a Sager (Cabré, 1993: 14-
15), se sostiene que existen niveles diversos de saber y que en el tratamiento
del conocimiento especializado puede intervenir tanto una competencia eje-
cutiva como una competencia operativa. Esto permite plantear que el saber
empleado en la operación traslativa no es equiparable a la competencia ejecu-
tiva, propia del experto en la materia, sino a la operativa. Sin ser especialista
en derecho, el traductor jurídico comprende textos del campo hasta el punto
de poder reexpresarlos en otra lengua; con lo que ocupa una posición de puen-
te entre el lenguaje y la materia jurídica ya que conoce el lenguaje de ésta,
pero no conoce la materia como la conoce el jurista. En definitiva, éste no
tiene que dominar la estructura conceptual hasta lo que presupone el saber eje-
cutarla, como ocurre con el especialista.
Paralelamente, se reivindica el valor del derecho comparado en el des-
arrollo del saber temático del aprendiz. Y ello porque se entiende que dicho
saber se corresponde más con un conocimiento sobre el funcionamiento de los
sistemas jurídicos de trabajo que con un saber, estrictamente temático, sobre
la normativa vigente. Se aboga, pues, por el desarrollo de un saber sistémico
sobre derecho de índole comparada. A este respecto, las técnicas y métodos
utilizados en derecho comparado resultan de gran ayuda para el aprendiz al
permitir determinar diferencias y convergencias entre los sistemas jurídicos
de trabajo, tanto desde el punto de vista terminológico (análisis microcompa-
rado) como sistémico (análisis macrocomparado). Se propone, así, utilizar
parámetros macrocomparados para extraer conocimientos sobre el funciona-

235
miento de la materia jurídica en los distintos ordenamientos de trabajo, y esto
desde diferentes ángulos. Entre otros: los mecanismos jurídicos empleados
(como el principio de jerarquía aplicado a la organización judicial, adminis-
trativa, o normativa, etc.); los modos de estructuración de la materia jurídica
(desde el punto de vista cronológico, en ramas y materias, etc.); el sistema al
que pertenecen (esto es, si pertenecen a la misma familia jurídica o si, por el
contrario, provienen de tradiciones jurídicas diferentes).
La información obtenida mediante una aproximación macrocomparada
ofrece al aprendiz conocimientos que se inscriben en un saber sistémico ope-
rativo de orden comparado adecuado para la práctica de la TJ. Mientras el
enfoque microcomparado tiene una aplicación puntual (análisis y resolución
de problemas terminológicos concretos), en el macrocomparado, el número
de datos de partida de la comparación se reduce ostensiblemente, por lo que
se puede aspirar a una descripción exhaustiva. Esta afirmación tiene impor-
tantes implicaciones didácticas al plantear la posibilidad de un análisis siste-
mático y comparado de la materia jurídica empleando un número limitado de
elementos de análisis que ofrecería, en consecuencia, informaciones finitas
(más fáciles de procesar y asimilar por el aprendiz, por tanto) sobre conoci-
mientos temáticos operativos para el traductor. En ese sentido, sería factible
elaborar una metodología sistematizada, basada en la aproximación macro-
comparada y aplicada a la enseñanza de la TJ.
En segundo lugar, se analiza la dimensión sociocultural del derecho de la
que se deduce que la materia jurídica ha de entenderse como producto resul-
tante de un contexto cultural concreto, en tanto que cada sociedad desarrolla
su ordenamiento jurídico en armonía con su propia cultura. La amplia acep-
tación de esta idea explica que haya sido utilizada habitualmente para soste-
ner la especificidad de la materia jurídica y su intraducibilidad; lo que, a su
vez, ha favorecido que la búsqueda de equivalencias y los aspectos termino-
lógicos hayan sido aspectos privilegiados en la investigación del campo.
Tradicionalmente, los estudios sobre TJ han puesto el énfasis en el aspec-
to terminológico con lo que la cuestión de la dimensión sociocultural queda
reducida, en el acto traductor, al plano lingüístico y nocional. Sin embargo,
dicha dimensión debe enfocarse desde un ángulo más amplio que trascienda
el nivel microtextual para ocuparse también del contextual. Las implicaciones
traslativas que se derivan de la dimensión sociocultural del derecho llevan a
entender la traducción como un acto comunicativo en el que el saber contex-
tual del traductor jurídico es determinante. En esta investigación, dicho saber
contextual se relaciona con conocimientos inscritos en tres contextos diferen-
tes: un contexto sistémico relativo al escenario jurídico en el que se efectúa la
traducción, y que puede ser internacional, supranacional, nacional o regional;

236
un contexto laboral, esto es, el ámbito de trabajo en el que se desarrolla el acto
traductor; y, finalmente, un contexto traslativo relacionado con los factores
que integran la situación traslativa (el encargo y la finalidad del TT).
En tercer lugar, se analiza la dimensión lingüística del derecho desde dife-
rentes perspectivas aunque concediendo un lugar preponderante a las clasifi-
caciones textuales basadas en el género, entre las que se destaca la elaborada
por Borja (2000), y de las que se subraya su operatividad en el ámbito didáctico
ya que, según el planteamiento expuesto, de su estudio y dominio dimana un
saber genérico-pragmático de suma utilidad para el aprendiz.

4. UNA TAXONOMÍA TEXTUAL

En el ámbito de la TJ, las clasificaciones textuales tradicionales parten en


su elaboración de la idea de emisor autorizado y de la fuerza jurídica del texto,
por lo que muchas de las propuestas existentes, hasta fecha reciente, se limi-
tan a recoger los textos de autoridad (texto legislativo, contractual o judicial)
o los elaborados por y para expertos. Sin embargo, tanto las exigencias prác-
ticas del ejercicio de la TJ como las necesidades didácticas requieren pro-
puestas taxonómicas basadas en planteamientos más amplios y flexibles.
De ahí que la clasificación aquí defendida (elaborada a partir de la pro-
puesta de Borja, 2000) no sólo dé cuenta de los géneros jurídicos más típica-
mente susceptibles de versión en el mercado de la traducción (textos marco y
textos de aplicación del derecho), sino también de materiales textuales carac-
terizados por proporcionar ayuda terminológica, documental o textual al
aprendiz o al enseñante (textos auxiliares o de apoyo) o de aquellos otros que
no suelen estar destinados directamente a la traducción, pero que el didacta
explota con distintos fines pedagógicos (textos teóricos/explicativos).
Esta propuesta taxonómica de base genérica y aplicación didáctica se divi-
de en cuatro macrocategorías discursivas: textos marco (o textos dispositivos)
que conforman el escenario normativo para la práctica del derecho, textos de
aplicación de la norma, textos teórico-explicativos (productos textuales de
naturaleza muy diversa, aunque todos comparten una característica común: no
poseer fuerza jurídica) y textos auxiliares o de apoyo que proporcionan infor-
mación de carácter práctico e instrumental al aprendiz. Éstas se subdividen, a
su vez, en diferentes categorías intermedias que aportan información añadida
sobre el funcionamiento discursivo del texto jurídico. Así, dentro de los textos
marco se distingue entre textos constitucionales, tratados y convenios, textos
legislativos y textos reglamentarios. Los textos de aplicación aparecen divididos
en judiciales, comerciales, documentos privados y documentos administrativos.

237
En la tercera macrocategoría, los textos teórico-explicativos, se introducen
tres subgrupos: textos doctrinales, textos de divulgación y semidivulgación y
textos periodísticos. Finalmente, los textos auxiliares o de apoyo se subdivi-
den en documentos de carácter terminológico y conceptual, formularios y
otros como bibliografías, catálogos, etc.
Bajo cada una de estas categorías intermedias se agrupan los distintos
géneros jurídicos, concebidos en esta investigación como unidades básicas de
análisis en el espacio didáctico. En ese sentido, un modelo de análisis del
género jurídico que pretenda ser operativo y útil en el ámbito didáctico debe
tener en cuenta tres niveles analíticos: comunicativo, pragmático e intratextual.
En el nivel comunicativo, se recogen los parámetros propuestos por Borja
(2000), emisor, receptor, modo, tono; y se añaden dos nuevos (campo o rama
jurídica en la que se inserta el texto y escenario de la comunicación jurídica
en el que se estudian los factores temporal, espacial y sistémico). Para anali-
zar el nivel pragmático se utilizan las variantes analíticas propuestas por Borja
(2000); a saber: foco dominante y foco secundario (para caracterizar la fun-
ción) y finalidad. En el nivel intratextual se analiza la macroestructura (o
estructura textual típica), el factor lingüístico-gramatical, que supone un aná-
lisis de los rasgos lingüísticos característicos y del componente terminológi-
co; y el factor semántico-cognitivo, que implica una comprensión profunda
del texto.
En cualquier caso, a estos niveles esenciales en el análisis del funciona-
miento del texto jurídico desde una perspectiva genérica, conviene añadir
otros dos que se revelan necesarios en un modelo aplicado a la enseñanza de
la TJ. Por un lado, el contexto sociocultural que resulta de gran trascendencia
en el ámbito de la traducción, donde el paso de una cultura a otra requiere
sopesar las diferencias convencionales existentes en un mismo género elabo-
rado en diferentes lenguas. Se introduce, pues, en el modelo de análisis una
vertiente comparada, imprescindible en toda clasificación genérica aplicada a
la traducción. Por otro, la situación traslativa puesto que elaborar un modelo
de utilidad didáctica significa rechazar una enseñanza en el vacío y defender
un marco metodológico que contemple la diversidad existente en el ámbito
laboral, así como distintos tipos de encargo. Es decir, capacitar al aprendiz
para analizar diversas situaciones traslativas.

5. APLICACIONES PARA LA COMPETENCIA TRADUCTORA

El análisis descriptivo se salda con la identificación y caracterización de


aquellos subcomponentes competenciales específicos con mayor peso en la

238
práctica de la TJ: saber sistémico de orden comparado, saber contextual (inte-
grado por conocimientos sobre el marco jurídico, el ámbito laboral y la situa-
ción traslativa), saber genérico-pragmático y otras habilidades que convierten
al traductor en gestor competente de la información terminológica y docu-
mental relativa al campo jurídico. Dichos conocimientos hacen de éste un lec-
tor y productor experto en el campo. Se trata, evidentemente, de subcompo-
nentes competenciales básicos que, en ese sentido, sufrirán variaciones según
el entorno sociocultural y laboral en el que se desarrolle la actividad traduc-
tora.
En puridad, estos componentes representan la meta del proceso formativo
por lo que, desde un propósito didáctico, lo realmente interesante será desarro-
llar métodos para favorecer su adquisición. Con esta intención nace la tercera
parte de esta investigación consistente en un estudio experimental llevado a
cabo (en tres grupos de tercer curso) en la Facultad de Traducción y
Documentación de la Universidad de Salamanca a lo largo de los cursos aca-
démicos 98/99, 99/00 y 00/01. Se persigue en éste la mejora de una de las des-
trezas fundamentales de la competencia traductora, la comprensión, en el
aprendiz de traductor en el campo jurídico. Un aspecto sistemáticamente desaten-
dido en los trabajos que estudian la TJ y, particularmente, en aquéllos de corte
didáctico. En este estudio experimental se pretende dar respuesta a estas nece-
sidades didácticas desde una perspectiva procesual y recurriendo a plantea-
mientos procedentes de la psicología del aprendizaje.
Se entiende la figura del aprendiz como núcleo del hecho formativo y, en
ese sentido, se asume su papel activo en el proceso de aprendizaje. De ahí que
el estudio se sustente en dos grandes pilares: caracterización del perfil del
aprendiz tipo en TJ y análisis de su comportamiento procedimental.
Se ahonda, por tanto, en los mecanismos mentales que se desencadenan de
manera recurrente en el aprendiz tipo durante el proceso de comprensión (de
textos pertenecientes al ámbito jurídico; en concreto, textos semidivulgativos
del campo medioambiental) y se analizan los problemas y dificultades de
comprensión a los que se enfrenta éste. En los aprendizajes constructivos
(como la comprensión) influye de manera determinante la toma de concien-
cia de los falsos aprendizajes anteriores y la ayuda para iniciar conductas ade-
cuadas, por lo que se hace especial hincapié en la caracterización y análisis de
las estrategias de comprensión fallidas y de los automatismos reprochables
utilizados por el aprendiz.
En total, se identifican diez actuaciones erróneas (uso inadecuado de la
estrategia de análisis del problema de comprensión: 1. focalización en ele-
mentos aislados, 2. focalización en el equivalente en LT; recursos inadecuados
en la fase de búsqueda de soluciones: 3. asociaciones, 4. mal uso de las herra-

239
mientas de búsqueda documental y terminológica; estrategias de reducción o
simplificación del problema de comprensión: 5. abandono provisional del
sentido, 6. resolución significativa a ultranza, 7. inhibición de la comprensión,
8. supresión del problema de comprensión, 9. escaso empleo de las estrategias
de autocontrol del aprendizaje, 10. sobregeneralización); y dos tipos de auto-
matismos reprochables: sobrevaloración e interferencias.
El objetivo último de esta clasificación es ayudar a desaprender estos hábi-
tos erróneos mediante la elaboración de pautas de actuación pedagógica efi-
caces. Se considera que esta eficacia viene determinada por la adecuación a
las necesidades reales del aprendiz, por lo que previamente se había realizado
una caracterización del perfil del aprendiz tipo en la que se analizaron todos
aquellos elementos condicionantes del aprendizaje, tanto factores externos
(contexto académico) como factores de orden interno (implícitos afectivos y
cognitivos).
Los datos recabados presentan a un aprendiz tipo sin especialización temá-
tica y, más concretamente, con escaso o, generalmente, nulo saber declarativo
en el ámbito jurídico. A esto hay que añadir que los pocos conocimientos
temáticos que posee, adquiridos normalmente en asignaturas de libre elección
(LE), resultan escasamente operativos para el aprendizaje de la TJ. La conclusión
a este respecto es la siguiente: en las asignaturas de LE se debería proponer, no
un estudio de contenidos jurídicos, sino más bien un enfoque de carácter
introductorio, metodológico y comparado; lo que sería de gran utilidad para
aproximar al aprendiz al funcionamiento de la materia jurídica, en general, y
al del texto jurídico, en particular. Finalmente, esta caracterización descubre a
un aprendiz con escaso interés por el ámbito jurídico, que arrastra un bagaje
de conocimientos implícitos (afectivos y cognitivos) desfavorable sobre el
derecho. Esto último se materializa en el contexto académico en una falta de
motivación y autoconfianza.
Los datos obtenidos de la caracterización del aprendiz tipo y de su com-
portamiento procedimental permiten concluir la existencia de tres clases de
conocimientos que condicionan el desarrollo de la capacidad de comprensión
del aprendiz de traductor en el campo jurídico: un saber declarativo sobre
derecho (escaso y poco operativo para la práctica de la TJ), un saber implícito
(que lo aleja del aprendiz motivado ante la materia de estudio) y un saber pro-
cedimental poco desarrollado. Ante tal panorama, se concluye que el ense-
ñante ha de actuar pedagógicamente en dos direcciones: ayudar a aprender,
mejorando los conocimientos temáticos operativos del aprendiz y proporcio-
nándole estrategias de actuación adecuadas; y, ayudar a desaprender, favore-
ciendo la autorreflexión sobre el bagaje implícito desfavorable y aportando
información relevante sobre las causas de los errores cometidos. Dicha actua-

240
ción favorecerá la participación activa del aprendiz y fomentará su motivación
ante la materia.

BIBLIOGRAFÍA

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242
LA TRADUCCIÓN DEL DOCUMENTO
JURÍDICO NEGOCIAL
Y LAS FUNCIONES JURILINGÜÍSTICAS
ELENA FERRAN LARRAZ
Universitat Pompeu Fabra

1. INTRODUCCIÓN

E N ESTE TRABAJO se exponen los resultados de la tesis doctoral de la autora


(Ferran, 2004), presentada en la Universitat Autònoma de Barcelona en
diciembre de 2004. La conclusión principal de esta tesis es que resulta posi-
ble relacionar los distintos conceptos jurídicos con su expresión lingüística
para aprovechar las categorías que el derecho ha acuñado en relación con la
eficacia jurídica, y dotar así a las formas lingüísticas correlativas fijadas por
la pragmática y la lingüística textual de contenido jurídico. Se observa un
paralelismo entre los conceptos acuñados por una y otra ciencias que nos per-
mite hablar de funciones jurilingüísticas. Creemos demostrar en la tesis que
sólo la remisión previa al derecho permite una traducción jurídica adecuada,
de acuerdo con el modelo de traducción que proponemos, que se asienta en
los universales jurilingüísticos, concebidos en términos de eficacia jurídica.
Sin embargo, antes de tratar del objetivo y resultados de la tesis, quisiéramos
explicar qué nos ha movido a realizar un trabajo de índole interdisciplinar en
esta encrucijada de derecho y lingüística. Las vivencias profesionales como
abogada, traductora y docente de la traducción jurídica han determinado una
concepción sobre el documento jurídico, su interpretación y su traducción.
Como suele suceder, es la vida la que precede al pensamiento consciente: es
la experiencia la que dota al pensamiento de algún sentido.
Así, en el ejercicio de la profesión de abogado, el documento se inserta en
la narración de la vida; es una crónica histórica de lo que sucede, que no hace
más que confirmar que la justicia no se produce mecánicamente en un uni-
verso perfecto de normas jurídicas, sino apelando a un sentido natural de la
justicia que se relaciona con una razón práctica y con unas normas que pare-
cen hijas del sentido común y de una visión global, diríamos gestáltica. En
esta línea de experiencia, el marco de referencia del trabajo es el marco de la
vida, de lo real, de lo verosímil, del pensamiento vivencial sobre el derecho y
el propio pensamiento. Por eso la tesis doctoral se titula La traducción jurídi-

243
ca fundamentada en las funciones jurilingüísticas. El término función nos
recuerda la conexión entre el derecho y la lengua a través de lo que concebi-
mos como real y práctico. De hecho, hablamos de una función práctica glo-
bal del documento y de otras funciones prácticas parciales, subordinadas a la
primera.
Esta función no existe aislada de su materialización, y por lo tanto cabe
interrogar ¿quién o qué realiza la función? La respuesta sería la estructura o
forma lingüística. Para abarcar los distintos aspectos de la función en tanto
que realizada por una estructura, se hace necesario un método de análisis de
carácter multidimensional que repare en los distintos ángulos y perspectivas
relevantes. Nuestro método de análisis repara concretamente en las formas o
estructuras, comprobando que los conceptos jurídicos cobran esas formas lin-
güísticas para realizar su función real en la práctica.
En el estudio se observan, pues, dos polos, formalismo y funcionalismo.
Por una parte, las formas, las estructuras jurilingüísticas se apoyan en con-
ceptos jurídicos básicos estudiados por el formalismo jurídico. Por otra parte,
por las razones aducidas (un pensamiento jurídico al servicio de la realidad
práctica), el estudio de las formas jurilingüísticas sólo encuentra su verdade-
ra dimensión si se inscribe en el marco de una interpretación del documento
como colaborador de las necesidades concretas del hombre. Así, no sólo nos
referimos a conceptos básicos del derecho como preámbulo de las formas y
estructuras discursivas que ocasionan, sino a su dimensión práctica, princi-
palmente mediante un énfasis especial en la función práctica del derecho, en
general, y del documento jurídico que hay que traducir, en particular. La fun-
ción práctica deviene el criterio prioritario, sin el cual es imposible la inter-
pretación y lectura del documento, sin perjuicio de que aceptemos que esa
función práctica tendrá que ser protegida por las normas del ordenamiento
jurídico para tener virtualidad jurídica. En este punto, ese ordenamiento jurí-
dico es previo y externo a las decisiones de los jueces y a esa función prácti-
ca que guía la intuición que los juristas y traductores tienen sobre la justicia.
Por todo ello, además de algunos conceptos del realismo (la función prác-
tica), otros conceptos del formalismo jurídico son también útiles al traductor,
no sólo por su mayor simplicidad, sino porque tienen su reflejo en el docu-
mento en forma de estructuras. Así, la forma ideal de la norma jurídica
(supuesto de hecho / consecuencia jurídica), presentada por el formalista
(Kelsen, 1973) tiene la ventaja de que permite visualizar una cláusula con-
tractual como expresión de esa escisión entre el hecho y los efectos jurídicos
que se derivan de él. Igualmente, el denominado silogismo jurídico se mani-
fiesta en la estructura de los documentos jurídicos con un foco funcional pre-
dominantemente argumentativo, como son la sentencia o el dictamen.

244
Las formas como tales existen y es lícito prevalerse de una organización
relativamente precisa y previsible del discurso jurídico. Pero esas formas
conectan con la realidad y nos llevan a un modelo pragmático-comunicativo
de la traducción jurídica. Un puente entre la teoría clásica del derecho, for-
malista, y el fenómeno sociológico permite atemperar la dogmática del for-
malismo en derecho y en traducción. Es a través de la observación empírica
de los fenómenos como se atenúan las creencias apriorísticas. A nuestro
entender, las ideas (las del idealismo o formalismo) guardan y parten, en prin-
cipio, de una relación con lo sensorial de las formas. A veces, sin embargo, se
desgajan tanto de la percepción y sentimiento que les dio origen, que se super-
ponen al hombre, condicionándolo de forma artificial. Es cuando el ser huma-
no presenta sus ideas como absolutos cuando éstas pierden su sustancia;
mientras se produce un vaivén o comprobación constante en la realidad, la
idea permanece viva, se regenera y realimenta en la propia realidad.
Debemos recordar que esos documentos con una estructura que recuerda
a los dogmas del formalismo y del idealismo han servido a la vida y tienen
que traducirse al servicio de la vida. Las rigideces del lenguaje encajonan, son
insuficientes, esquematizan, pero el lenguaje no deja de ser la herramienta con
la que cuenta el hombre para hacer realidad su necesidad e interés. El traductor,
en su tarea traductora, también debe estar atento a la realidad que lo circunda y
a las necesidades humanas que se manifiestan en un encargo de traducción más
o menos explícito. Esa capacidad de escucha del exterior, esa capacidad de
impregnar el documento de realidad es la que da un sentido a su tarea.
Las visiones formalistas extremas presentan al documento como algo
muerto, como un conjunto de estructuras, como un conjunto de preconcep-
ciones idealizadas sobre lo que es una institución determinada. Pensemos en
un contrato de compraventa. Puede pensarse que no es más que una deducción
de la regulación contenida en el Código Civil. De hecho, muchos de sus párra-
fos son una copia del Código Civil. Pero no hay que olvidar que la regulación
del código, aunque no explicite las motivaciones que subyacen a sus artículos,
no ha de aplicarse o traducirse de forma mecánica, olvidando que están al ser-
vicio de la vida y de que la vida fue antes que los códigos.
Es en este marco donde se inscribe nuestro modelo de traducción, funda-
mentado en los universales o funciones jurilingüísticas.

2. DESTINATARIOS Y MOTIVACIÓN

La tesis traza un puente entre el mundo del derecho (conceptos jurídicos)


y las categorías lingüísticas correspondientes (conceptos de la lingüística tex-

245
tual y de la pragmática). De ahí que a él puedan acudir tanto los juristas como
los lingüistas: los juristas, para beneficiarse de la descripción lingüística
correspondiente. La lengua es para el jurista el mismo derecho: es su herra-
mienta. Si la pule y afina, al tiempo que pule y afina el pensamiento que la
inspira, la lengua se vuelve hábil y certera.
Por su parte, los filólogos y lingüistas, y también el alumno de traducción
sin formación jurídica, encuentran en este trabajo la necesaria referencia al
derecho. De ahí que con un espíritu didáctico nos remitamos a los conceptos
jurídicos más básicos, que tienen, en consecuencia, un correlato lingüístico
claro en el texto. Esta labor de simplificación, sin embargo, no merma la inter-
pretación del documento, que queda sujeta a toda la riqueza que le presta el
contexto, donde el contexto es sumamente complejo, evoluciona y se decanta
en función de factores sociológicos inextricables.
Así, la tesis es síntesis y puente entre dos mundos, el del derecho y el de
la lengua, como demuestra la denominación de cada uno de los binomios juri-
lingüísticos, que muestran ese doble aspecto:

Documento / texto
Porción de eficacia / sintagma
Tipo de documento / género textual

Y ello para que uno u otro tipo de lector pueda entrar por alguna de las dos
puertas, la que conozca, la jurídica o la lingüística, para descubrir lo que se
halla tras la otra, la que desconoce. Y sobre todo, porque así se da cuenta del
ensamblaje entre ambos accesos, que se dan la mano en un trabajo de estas
características.
Desde el índice, la tesis doctoral muestra todos esos aspectos y la unión
entre los mismos. Así, los capítulos centrales (II, III y IV) tratan del derecho,
de la lengua y del ensamblaje entre los dos aspectos:

Las funciones jurídicas


Las funciones lingüísticas
Las funciones jurilingüísticas

Estos capítulos centrales, además, se ven envueltos por un marco de tra-


ducción en los dos capítulos extremos (el capítulo I y el capítulo V) que tratan
de la traducción: el capítulo I desde la reflexión teórica, describiendo un
modelo de traducción y el capítulo V desde la ilustración práctica.
Pero, ¿por qué un modelo de traducción jurídica? No existe en la teoría
sobre traducción jurídica una caracterización completa y explícita de la tra-

246
ducción jurídica. Principalmente, porque no existe una caracterización explí-
cita del objeto de la traducción, a saber, el documento jurídico en tanto que
regulado por el derecho y emitido en el contexto específico de la comunica-
ción internacional.
Es cierto que los tratadistas en traducción jurídica comentan la traducción
jurídica, pero no se ha producido todavía un estudio riguroso de su naturale-
za a partir del objeto de la traducción (el documento jurídico eficaz) y el con-
texto jurídico y sociológico en que se produce, normalmente de carácter inter-
nacional. El documento jurídico es un objeto sui generis que prescribe y con-
diciona tanto el concepto como la práctica de esta especialidad de traducción.
Nosotros hemos estudiado algunos aspectos de ese contexto jurídico y
sociológico en mayor profundidad para facilitar la traducción jurídica en su
relación con su expresión lingüística, estableciendo binomios derecho-lengua
a los que denominamos funciones jurilingüísticas. El aspecto jurídico es
determinante e ineludible para el traductor jurídico, rige su conducta de forma
prioritaria (principio de fidelidad o equivalencia de efectos), sin perjuicio de
que también estudiemos en cierta medida los condicionantes sociológicos o
de conveniencia que rodean su actividad y la hacen más adaptada al medio
(principio de adaptación).

3. PRESUPUESTOS

Nuestro modelo de traducción es la consecuencia de aplicar el método de


análisis jurilingüístico y se funda en los siguientes presupuestos:

I. El primer capítulo, que establece un modelo de traducción, parte de un


presupuesto previo: la traducción jurídica está regulada por el derecho.
En efecto, es necesario reconocer la traducción jurídica como un fenóme-
no regulado por el derecho, pues se produce en un contexto de eficacia
jurídica y muchas veces en un contexto de colaboración internacional,
principalmente entre los órganos administrativos y judiciales de los países.
Además, el contexto sociológico que rodea al fenómeno de la traducción
jurídica también influye y coadyuva a que tome unos derroteros determi-
nados.
Así, la eficacia jurídica del documento que hay que traducir es la que
impregna el encargo de traducción, de forma que éste se concibe necesa-
riamente como colaborador en dicha eficacia jurídica. Efectivamente, con-
cebimos un encargo estándar que pretende la equivalencia de efectos jurí-
dicos. Así, la propia naturaleza del objeto de la traducción que constituye

247
el documento jurídico eficaz comunica a toda la experiencia traductora ese
ingrediente fundamental. Además, la ley escrita, en ocasiones, regula la
traducción jurídica.

II. El segundo capítulo (las funciones jurídicas) establece que, según derecho,
procede la interpretación teleológica del documento negocial.
Estudiamos las normas de interpretación de los dos ordenamientos jurídi-
cos intervinientes (Common Law y español) para comprobar que estable-
cen ambos la interpretación teleológica del documento jurídico. La inter-
pretación teleológica se corresponde con la denominada pragmática en
los estudios de pragmática y lingüística textual.
Establecer la interpretación teleológica como guía para el traductor es
importante, dado que en la práctica de la traducción jurídica y jurada se da
una ausencia de interpretación que determina una forma de lectura litera-
lista y la traducción consiguiente, a la que denominamos también litera-
lista. A eso se añade, aun en casos en que se interpreta correctamente el
texto, un literalismo en la fase de reformulación que practican algunos
como supuestamente mejor a la generación de un texto ex novo, a partir
del núcleo temático (de la función práctica).

III. El tercer capítulo (las funciones lingüísticas) se refiere al funcionalismo en


lingüística, proporcionando un contrapunto al funcionalismo jurídico,
anunciando cómo estas dos ciencias, en apariencia independientes, llegan
a conclusiones y funciones correlativas, como se confirma en el capítulo
IV.

IV. El cuarto capítulo (núcleo de la tesis) trata sobre las funciones jurilingüís-
ticas (2 funciones marco, 3 funciones universales y 2 culturales).
Es posible relacionar los distintos conceptos jurídicos con su expresión
lingüística para aprovechar las categorías que el derecho ha acuñado en
relación con la eficacia jurídica y dotar así a las formas lingüísticas corre-
lativas acuñadas por la pragmática y la lingüística textual de su contenido
de eficacia jurídica. Se observa un paralelismo entre los conceptos acuña-
dos por una y otras ciencias que nos permite hablar de funciones jurilin-
güísticas.

V. El quinto capítulo ilustra cómo el proceso traductor se beneficia de las fun-


ciones jurilingüísticas.
En cuanto a la comprensión, cabe señalar que el texto está compuesto por
un conjunto de microporciones que colaboran a la construcción del senti-

248
do global del texto, siempre a la luz de la función práctica del negocio. Por
ello, en la tesis desarrollamos un método de lectura (capítulo II) basado en
la predicción del sentido e inferencia de la función práctica. Ello puede
contribuir a resolver los literalismos que provienen de una mala compren-
sión del texto.
Por otro lado, en cuanto al proceso de reformulación, postulamos la gene-
ración de un texto meta ex novo, a partir de una cognición y comprensión
de las funciones jurilingüísticas como portadoras de la función práctica /
función de eficacia jurídica. En otras palabras, abogamos por una traduc-
ción documentada, que se apoya en una lectura de las porciones como
secuencias y utiliza todo tipo de estrategias para que el texto meta tenga
una función equivalente al texto de partida en términos de efectos jurídi-
cos, concebidos como universales.

4. EL OBJETO DE ESTUDIO

Hemos escogido el documento negocial como objeto de estudio en tanto


que su traducción se encarga al traductor jurídico para que surta plenos efec-
tos jurídicos. El documento negocial constituye la plasmación de los negocios
jurídicos, es decir, de los actos jurídicos realizados por los ciudadanos en ejer-
cicio de la autonomía de la voluntad y libertad de gestionar sus bienes e inte-
reses. Lo hemos escogido en atención a su relevancia práctica. En primer
lugar, es el encargo más típico del intérprete jurado vinculado al mundo pri-
vado. En segundo lugar, es un encargo de traducción que entraña gran res-
ponsabilidad, dado que la eficacia jurídica del documento compromete direc-
tamente la realización de los derechos de los particulares. En tercer lugar, esa
misma eficacia constituye el sentido del documento y un criterio de fidelidad
en la traducción que nos permite denunciar los vicios que se han instalado en
la práctica de la traducción jurídica.
Aunque la mayor parte de los ejemplos tratan de la traducción de textos
jurídicos anglosajones hacia el castellano, el modelo se aplica a cualquier tipo
de combinación lingüística. Sin embargo, hemos decidido analizar el lengua-
je jurídico anglosajón porque presenta más problemas de comprensión en
nuestro ámbito lingüístico que los lenguajes jurídicos romanistas, en particu-
lar por el casuismo de los textos anglosajones.
Estudiamos las funciones jurilingüísticas con preferencia en el testamen-
to y, subsidiariamente, cuando lo consideramos necesario, en el contrato.
Limitar los ejemplos a estos dos tipos de documento o géneros permite agili-
zar la lectura del trabajo. Cualquiera de los dos ejemplos permite comprobar

249
la mayor parte de las funciones jurilingüísticas. En principio, no está en nues-
tro ánimo el contrastar el contrato y el testamento, que son lo suficientemen-
te parecidos para los propósitos de este trabajo. Sin embargo, en ocasiones, el
contraste entre ambos géneros permite ilustrar mejor algún fenómeno de los
tratados. Así, por ejemplo, el testamento porta una mayor carga cultural que
el contrato: el testamento se ha mostrado más idóneo para demostrar que las
diferencias entre los ordenamientos jurídicos en materia de sucesiones son
importantes (aunque no necesariamente se plasmen en el redactado del testa-
mento). Por el contrario, el contrato, y en particular los contratos mercantiles
internacionales, están regulados por la lex mercatoria internacional, donde las
distintas culturas no muestran tantas diferencias.
Los ejemplos son útiles en tanto que documentos negociales e ilustran las
funciones jurilingüísticas: el discurso jurídico común divisible en porciones
de eficacia; la superestructura en subtextos; la progresión temática verbal,
etc., en tanto que fenómenos inherentes al documento jurídico como tal. Los
ejemplos son útiles también en tanto que pertenecen a un tipo / género de
negocio que muestra la especificidad correspondiente de cada uno de los fenó-
menos.

5. EL MÉTODO DE ANÁLISIS

Nuestra pregunta de investigación en un comienzo fue la siguiente: ¿es


posible definir los elementos propios del discurso jurídico en función de con-
ceptos jurídicos fundamentales estableciendo correlaciones o funciones juri-
lingüísticas? ¿Ayudaría eso a conectar el mundo del derecho con el mundo de
la lengua? La búsqueda y percepción de estas funciones se basa en cinco intui-
ciones previas que pueden resumirse del modo que sigue.

- El tejido discursivo del documento jurídico es una sustancia que se deja


desglosar.
- Es asimismo una sustancia que se aglutina en torno al esqueleto de verbos.
- Esos verbos conectan con la vida y con la función práctica de la que hemos
hablado anteriormente.
- El documento puede seccionarse de acuerdo con la imagen de cajas rusas:
las cajas dentro de las cajas, de forma que unas cajas contienen a otras. De
menor a mayor tamaño las cajas quedan ordenadas de la siguiente forma:
- la porción de eficacia (sintagma);
- la unidad de eficacia jurídica (la oración);

250
- el subtexto (cláusula contractual y los párrafos que la componen);
- la parte del documento (por ejemplo, la parte dispositiva, el encabeza-
miento y el cierre), y finalmente
- el documento. Además, en ocasiones, el documento tiene una última
caja que lo envuelve, un envoltorio. La última caja está constituida por
la forma solemne, si existe, y por la capa superficial del estilo que fun-
ciona como un mero adorno y no contribuye a la eficacia jurídica.
- Y, finalmente, y ésta es la quinta intuición, en el documento se observa una
progresión, una construcción de todos los elementos hacia la generación
del sentido global. Así, esa sustancia, ese esqueleto o cadena de verbos,
esas cajas dentro de las cajas, progresan en el seno del documento hacia la
creación del sentido del documento, concebido como un todo global.

Estas intuiciones nos han permitido formular las funciones jurilingüísticas


al servicio de la eficacia jurídica mediante la realización de unas tareas deter-
minadas. Desde que comienza el proceso traductor con la observación del
texto de partida hasta la reformulación del texto meta realizamos dos tareas:
una de comprobación y otra de comparación. El método se asienta, por una
parte, en la comprobación y definición de las funciones jurilingüísticas en
documentos negociales angloamericanos y, por otra, en la comparación pos-
terior de las funciones comprobadas en documentos españoles. Por lo que res-
pecta a la comparación (Common Law / Civil Law), ésta es posible gracias a
dos disciplinas comparadas, al derecho comparado y a la textología compara-
da. Efectivamente, la propia actividad traductora nos lleva a una comparación
de derechos y de lenguajes jurídicos que nos permite establecer la existencia,
bien de funciones comunes a los derechos y, consecuentemente, a los lengua-
jes jurídicos de los distintos países, bien de funciones diferentes, por diferen-
cias culturales. Las primeras alcanzan la naturaleza de universales o, por lo
menos, son comunes a los ordenamientos jurídicos occidentales. Las hemos
denominado funciones universales. Las segundas muestran diferencias de efi-
cacia o mentalidad jurídica importantes; se trata de las funciones culturales.

6. RESULTADOS

Estudiamos dos de las funciones de forma previa porque son el marco


(funciones marco) para el estudio posterior de otras funciones micro o macro
a las que denominamos funciones menores. Presentamos brevemente ambos
tipos de función en a) funciones marco y b) funciones menores.

251
a) Funciones marco

CATEGORÍA JURÍDICA CATEGORÍA LINGÜÍSTICA


Documento Texto
Tipo de documento Género textual

En primer lugar, el acto jurídico, en tanto que núcleo del sentido y origen
del documento, se presenta lógicamente como el primer aspecto consignado y
a tratar (primera función marco documento-texto); en segundo lugar presenta-
mos su calidad de fenómeno institucional (segunda correlación marco: tipo de
negocio-género textual). Todas las correlaciones derecho-lengua, o lo que es
lo mismo, todas las funciones jurilingüísticas, participan de esta tendencia a
la estabilidad y constituyen, en consecuencia, rasgos del género textual.
Tratar estos dos aspectos es una cuestión ineludible, pues contempla los
dos aspectos fundamentales del documento jurídico que se traduce: el docu-
mento como la encarnación de un acto y el acto como un bien institucional de
la comunidad. Además, la pragmática y la lingüística textual están interesadas
en estos dos aspectos y son capaces de describirlos con rigor. Así, la pragmá-
tica ha estudiado los actos de habla en su relación con la producción del texto
y los criterios de textualidad, por una parte y se ha interesado por el género
textual, por otra.
Las funciones anteriores (las funciones marco y las funciones menores), a
su vez, quedan desbrozadas en muchos aspectos en la «Tabla General de
Correlaciones» (Ferran, 2004: 158 y siguientes). Incluimos esta tabla a conti-
nuación.
TABLA 1
Tabla General de Correlaciones entre funciones marco y funciones menores
CORRELACIONES DERECHO-LENGUA:
FUNCIONES JURILINGÜÍSTICAS
DERECHO PRAGMÁTICA NUEVA DENOMINACIÓN
Documento Texto
Acto jurídico Acto de habla
Declaración de voluntad Macroacto de habla
principal
Declaraciones de voluntad Actos ilocutivos
subsidiarias subsidiarios
Criterios de interpretación Criterios de textualidad

252
Interpretación teleológica Coherencia
Función social (Ross) Función pragmática y Función práctica o
núcleo temático motivación
(van Dick)
Función de eficacia Función pragmática
global. Funciones
pragmáticas parciales
Semejanza entre Intertextualidad (1)
documentos
Remisión a otros Intertextualidad (2)
documentos
Tipo de negocio Género textual
Carácter institucional Carácter convencional
del derecho del discurso
Las 5 funciones jurilingüísticas ilustrativas
Primera función universal: la porción de eficacia
Sujetos Sintagmas lexicalizados Porción de eficacia
Objeto o bien con la función pragmática
Acto correspondiente: agente,
Circunstancias objeto, acto, etc.
Obligación, derecho, Unidad de Conocimiento Unidad de Eficacia
facultad, etc. Especializado (UCE) Jurídica (UEJ)
(jural functions)
Negocio jurídico El texto como Discurso jurídico
como relación jurídica construcción de segmentos común divisible en
menores porciones de eficacia
Remisión a otros documentos
Segunda y tercera funciones universales
Actos jurídicos Progresión temática
del documento verbal
Las partes del Superestructura
documento. Parte en subtextos
dispositiva dividida
en cláusulas
Dos funciones culturales
La forma solemne Fórmulas de solemnidad
Mentalidad generalista Estilo de redacción
o casuista casuista o generalista

253
La tabla de las dos páginas precedentes es un compendio de todos los
aspectos tratados en este trabajo. Contiene los focos de interés de la investi-
gación, que son los del traductor.

BIBLIOGRAFÍA

VAN DIJK, T. A. (1980): Macrostructures, Hillsdale, NJ, Lawrence Erlbaum.


FERRAN, E. (2004): La traducción jurídica del documento jurídico negocial
fundamentada en las funciones jurilingüísticas. Un enfoque pragmático
[tesis doctoral]. Universitat Autònoma de Barcelona.
KELSEN, H. (1973): Teoría pura del Derecho [traducción de M. Nieve],
Buenos Aires, Eudeba.
Ross, A. (1958): On Law and Justice, Londres, Stevenss & Sons.

254
INVESTIGANDO LA TRADUCCIÓN
COMO ACCIÓN SOCIAL:
LOS DOCUMENTOS ACADÉMICOS
(ESPAÑOL-INGLÉS)
CATHERINE WAY1
Universidad de Granada

1. INTRODUCCIÓN

T ODA INVESTIGACIÓN requiere la desconfianza del investigador ante lo que


cree conocer o saber, lo que refleja una necesidad de comprobar los
conocimientos por sí mismo. Así, este estudio (Way, 2003) surge de la nece-
sidad de comprobar por nosotros mismos la realidad profesional y el queha-
cer diario de los intérpretes jurados en la traducción de los documentos aca-
démicos en España. Surge, además, de la necesidad de comprobar si lo que
aconsejamos como prácticas habituales a los futuros intérpretes jurados desde
nuestra propia experiencia profesional o la experiencia ajena compartida
(generalmente limitada) se extiende al resto de la profesión. Lo que nos
animó, además, a emprender este estudio fue la necesidad de descubrir y ana-
lizar el papel que juega el intérprete jurado en este proceso social.
La elección de los documentos académicos, y específicamente, del título
universitario en particular se debe a la importancia que revisten estos docu-
mentos para la movilidad y la libre circulación de las personas. Esta cuestión
ha preocupado a la Unión Europea desde su creación, como demuestran los
distintos convenios e iniciativas que ha lanzado para fomentar estas activida-
des. De hecho, es el problema que los ciudadanos plantean con más frecuen-
cia al servicio de Orientación de la Comisión Europea. La cifra de más de
4.000 solicitudes de homologación al Ministerio de Educación, Cultura y
Deporte nos puede ofrecer una idea de la envergadura y de la creciente impor-
tancia de este proceso. Cabe añadir que los textos administrativos, en general,
han recibido poca atención en la investigación sobre la traducción, a pesar de
la importancia que cobran para los administrados, cuya vida profesional e
incluso personal depende de ellos.

1. La investigación aquí descrita se ha realizado en el marco del grupo de investigación de la


Junta de Andalucía HUM 763 AVANTI.

255
Para emprender nuestro estudio, hemos enfocado nuestra investigación,
desde la perspectiva del Análisis Crítico del Discurso, en algún problema de
la práctica social que necesitara la intervención del intérprete jurado. Para
ello, utilizamos como base el modelo tridimensional de Fairclough (1992)
quien sugiere la descripción del texto, la interpretación de la práctica discur-
siva (producción, distribución, y consumo/recepción del texto) y la explica-
ción de cómo la práctica discursiva se relaciona con la práctica social, además
de cómo se relacionan los tres elementos entre sí. A esto añadimos el ele-
mento de la traducción y el agente traductor al ampliar el estudio a textos que
deben moverse entre dos culturas y lenguas. Desde esta perspectiva nos
hemos propuesto investigar el contexto social y traductológico de un hecho
discursivo en su totalidad, obligándonos a traspasar las fronteras de varias dis-
ciplinas implicadas en el proceso social en cuestión.

2. OBJETIVOS DE LA INVESTIGACIÓN

Para llevar a cabo nuestro estudio, esbozamos un marco teórico desde la


perspectiva de la educación comparada y el derecho comparado, la textología
comparada, la sociología, el análisis crítico del discurso y la traductología,
que nos permite plantear unos objetivos en un estudio que cubre dos niveles.
En la primera parte del estudio, nos propusimos tres objetivos:

1. Realizar un estudio descriptivo del contexto social que rige la producción


de los títulos universitarios. Este estudio nos permite analizar y comparar
los orígenes y la producción de los mismos.
2. Realizar un análisis del contexto social que requiere la traducción de
dichos títulos, en este caso el reconocimiento de títulos universitarios en
España y en el Reino Unido, contexto en el cual serán recibidas también
las traducciones de los títulos.
3. Desde la traductología nos propusimos analizar el contexto traductológico
que rige la traducción de los títulos universitarios, especialmente la tra-
ducción jurada, haciendo hincapié en las normas existentes que rigen la
intervención del intérprete jurado en este proceso social.

La segunda parte del estudio es un estudio empírico que responde a otros


tres objetivos:

1. Realizar el análisis de la situación profesional del intérprete jurado en rela-


ción con la traducción de los títulos universitarios.

256
2. Describir y analizar los aspectos formales de la traducción profesional de
títulos universitarios y especialmente analizar las técnicas de traducción
aplicadas a los elementos fundamentales de los títulos para su eficacia en
este proceso social.
3. Descubrir la naturaleza de las relaciones entre los agentes involucrados en
este proceso social (Administración, cliente, intérprete jurado, y universi-
dades británicas).

3. EL MODELO DE ANÁLISIS

Para cumplir con nuestros objetivos, diseñamos un modelo de análisis que


nos permite pasar del texto al contexto sociocultural y traductológico, anali-
zando este hecho discursivo desde la perspectiva de los agentes involucrados,
especialmente desde la del intérprete jurado. El modelo sigue sendas parale-
las a otros trabajos que estudian al traductor como actor social. Los funda-
mentos del presente son discursivos, abrazan ampliamente el contexto y se
han adaptado al estudio de una situación muy concreta de traducción: la de
títulos académicos entre Inglaterra y España.
El desarrollo se realiza a través de los siguientes pasos:
1. El estudio del contexto social de la producción de un tipo de texto en dos
culturas/países y lenguas (el título universitario).
2. El estudio de la situación social en la que será recibido el texto en la otra
cultura (reconocimiento del título universitario).
3. El estudio de la situación que rodea y rige su traducción en España (la tra-
ducción jurada).
4. La recopilación de un corpus de textos completos y reales en cada una de
las dos lenguas.

Tras dibujar este trasfondo pasamos al estudio empírico, que requiere:


5. El análisis de la macroestructura para comparar los dos corpus recopila-
dos.
6. La selección de dos textos tipo (uno de cada lengua) representativos del
tipo de texto.
7. La selección de un universo de sujetos (los intérpretes jurados en activo en
España).
8. El envío de los dos textos tipo a intérpretes jurados que ejercen la profe-
sión para su traducción con un encargo real.
9. El envío de un cuestionario a los intérpretes jurados para recabar informa-
ción acerca de su actuación y situación profesional.

257
Con las respuestas recopiladas en los pasos 8 y 9, proseguimos con los
siguientes:
10. El análisis de la traducción de los dos textos seleccionados para comparar
las traducciones realizadas por intérpretes jurados en un número lo más
amplio posible.
11. El análisis del cuestionario enviado a los intérpretes jurados acerca de este
tipo de texto en concreto y los elementos que rodean su traducción para
respaldar y analizar sus decisiones.
12. El estudio de la recepción de los textos traducidos y de su eficacia respec-
to al encargo de traducción.
13. La propuesta de alternativas a las prácticas actuales (si fuesen necesarias).

Inevitablemente, la aplicación práctica de este modelo se ha enfrentado a


una serie de problemas a lo largo del estudio. En primer lugar, la complejidad
y la envergadura del modelo de análisis que hemos propuesto sobrepasan los
límites físicos y temporales de un estudio como el que planteábamos, enmar-
cado en una tesis doctoral, lo cual nos obliga a dejar los puntos 12 y 13 (estu-
dio de la recepción y propuesta de alternativas) para un futuro próximo.
Sobre la recopilación de los dos corpus, podemos destacar la complejidad
de esta tarea dada la reticencia (comprensible por una parte) de las universi-
dades a enviarnos títulos originales alegando razones de seguridad. Hemos
encontrado un desconocimiento generalizado y cierta desconfianza, en algu-
nos casos, acerca del papel del intérprete jurado y de la traducción, y por
extensión de la investigación.
Inevitablemente, la falta de medios económicos para remunerar a los sujetos
influye poderosamente en el índice de respuesta de estudios de este tipo.
Además, la escasa bibliografía existente de autores como Alcaraz (1998)
Alcaraz y Hughes (2002), Borja (1998, 1999, 2000), Franzoni (1994, 1996),
Mayoral (1991, 1999a, 1999b, 2000, 2002a, 2002b), Monzó (2002), Peñarroja
(1989a, 1989b, 1989c, 2000a, 2000b), y pocos más, está muy desperdigada.

4. CUMPLIMIENTO DE LOS OBJETIVOS Y RESULTADOS DE LA


INVESTIGACIÓN

Hemos descrito y comparado la producción de los títulos en dos sistemas


universitarios, lo cual nos ha llevado a mostrar la mayor homogeneidad del
sistema universitario español, reflejada en la producción unificada de los títu-
los que emite, y la mayor heterogeneidad del sistema universitario británico
reflejada en la casi total libertad para crear títulos según las demandas del

258
mercado y el desarrollo de los campos del saber. Ambos sistemas demuestran
claramente los efectos del desarrollo histórico y cultural que les rodea y que
influyen en la producción y recepción de los títulos.
Este análisis nos ha permitido primero esbozar la posible macroestructura
de los títulos universitarios según las normas vigentes en los dos países impli-
cados, y nos ha permitido resumir las funciones principales de los títulos que
se comprueban más tarde con el análisis de los dos corpus. Por otro lado, nos
ha permitido comprobar que las únicas funciones que coinciden totalmente en
los dos corpus son: el uso del escudo de la universidad; el nombre y apellidos
del titulado; y el sello (generalmente en seco) de la universidad. Las demás
funciones muestran distintos grados de coincidencia parciales o nulos.
Asimismo, hemos podido constatar que, mientras los títulos españoles
comparten 10 funciones en todos los casos, los títulos británicos comparten
solamente 3 funciones en su totalidad. Los títulos españoles coinciden, ade-
más de en las funciones, casi al 100% en la redacción, como era de esperar
por la legislación detallada que rige su producción. No obstante, hemos
encontrado alguna anomalía que incumple dicha normativa. En los títulos bri-
tánicos, aunque las funciones coincidan, rara vez coincide la redacción, lo que
dificulta su clasificación.
Para cumplir con nuestro segundo objetivo, hemos descrito los sistemas de
reconocimiento de estudios en ambos países, sujetos ambos a la normativa de
la Unión Europea, además de a su propia legislación. Describimos el contex-
to social que rodea la necesidad de la traducción de los títulos universitarios
y los problemas a los que podrá enfrentarse tanto el cliente como el intérpre-
te jurado en sus relaciones con la Administración. Quedan patentes las mayo-
res dificultades que se encuentran para homologar un título británico en
España, realzando la importancia de la traducción de estos documentos.
Pudimos constatar también en esta parte del estudio el desconocimiento gene-
ralizado acerca de los intérpretes jurados y de su labor en la Administración
de ambos países.
Podemos concluir que el título se concibe de formas distintas, lo cual
induce a la aplicación de las normativas europeas de reconocimiento de mane-
ras muy diferentes. Estas diferencias se deben, en parte, según Hofstede
(1991), a las diferencias entre la sociedad individualista (en la que sitúa al
Reino Unido) y la sociedad colectivista (en la que sitúa a España). Aunque
ambos países están cada vez más cerca del límite entre estos dos tipos de
sociedad, acercándose y asemejándose en muchos aspectos, las estructuras
administrativas y legislativas siguen arraigadas en el desarrollo histórico que
las creó, dificultando, así, la posibilidad de limar las diferencias y desarrollar
sistemas comunes de reconocimiento.

259
Centrándonos en el contexto traductológico, hemos constatado la dificul-
tad que supone clasificar los textos especializados y las repercusiones que
tiene esta dificultad para la traducción de los mismos. Constatamos, asimis-
mo, la compleja relación entre la Administración y el administrado que rodea
la traducción de los textos que nos conciernen. Mientras que la bibliografía
disponible acerca de la traducción de los títulos académicos parece coincidir
en los problemas y las dificultades que dichos textos presentan para los tra-
ductores, tras un análisis de la figura del intérprete jurado en España, hemos
podido constatar como lo hacen ya otros estudios (Monzó, 2002) que la pro-
fesión sigue sin definir su posición en la sociedad. La situación profesional se
refleja, asimismo, en la falta de directrices claras acerca de la traducción jura-
da en general y, especialmente, en el caso de los títulos universitarios (véase
en este sentido también Monzó, 2003). Constatamos la existencia de dos pro-
puestas de formato para las traducciones juradas y de varias propuestas de téc-
nicas de traducción aplicables a distintos elementos del texto, cuya utilización
hemos podido comprobar en el estudio empírico.
En la segunda parte de nuestro estudio describimos la metodología utili-
zada para realizar el estudio empírico detallado en nuestro modelo de análi-
sis. El envío del cuestionario a los intérpretes jurados y de dos títulos para su
traducción al español y al inglés constituye, quizás, la parte más laboriosa y
compleja de nuestro estudio. Nos parece, sin embargo, fundamental para
poder comprobar la realidad de la práctica profesional que constituye la tra-
ducción de los títulos universitarios.
Nuestro universo de sujetos (basado en la lista de intérpretes jurados de la
Oficina de Interpretación de Lenguas (OIL) del Ministerio de Asuntos
Exteriores (MAE) de 2001) nos ofrece un total de 658 sujetos, 468 mujeres, y
190 hombres. De ellos 441 han accedido al nombramiento de intérprete jura-
do por la Licenciatura en Traducción e Interpretación, 216 por examen del
MAE, y solamente 1 por reconocimiento de un título europeo.
Para considerar los datos recopilados representativos, la muestra de suje-
tos debía reflejar la composición y las características exactas del universo
total. Para el envío del cuestionario y de los títulos, decidimos intentar man-
tener las mismas proporciones que muestra la lista de la OIL, tomando en
cuenta para la selección de la muestra aleatoria las variables siguientes:

- sexo;
- vía de acceso al nombramiento;
- año de acceso al nombramiento, y
- distribución por provincia.

260
De hecho, hemos respetado dichos parámetros en la selección de los suje-
tos para el estudio, aunque finalmente la distribución por provincia ha sido
alterada por la inclusión del estudio piloto en el análisis global y por la repues-
ta desigual de los sujetos. Enviamos 300 cartas, y recibimos 53 respuestas al
cuestionario, 49 traducciones al español (T1) y 46 al inglés (T2). Aunque el
estudio piloto, realizado en la provincia de Granada, muestra un índice de res-
puesta de casi un 40 % (debido probablemente a los vínculos de los sujetos
con la Universidad de Granada y a su cercanía geográfica), el índice de res-
puesta es de casi un 18 % para el estudio global.
Los resultados del cuestionario arrojan datos, que aunque no se pueden
considerar representativos, sí son muy interesantes para esbozar una idea acer-
ca de la situación de la profesión del intérprete jurado. Nuestro universo de
sujetos muestra una profesión joven y mayoritariamente femenina, donde el
60 % se han incorporado a la profesión en los últimos 3 años. Más del 80%
de nuestros sujetos traducen tanto al español como al inglés, lo cual hace
patente, en cierta manera, la necesidad de la traducción inversa en el mercado
de trabajo y, por consiguiente, en la formación de los licenciados. Apreciamos
que solamente un 24,5 % de los sujetos pertenecen a asociaciones profesio-
nales, y existe una clara correlación entre dicha afiliación y la edad (los más
jóvenes son menos proclives al asociacionismo). Mayoritariamente los suje-
tos trabajan por cuenta propia, y se dedican todos en mayor o menor medida
a la traducción jurada. Los resultados demuestran que existe un mercado de
traducción de títulos y escasas relaciones entre los agentes involucrados.
En cuanto a la segunda fase del estudio, podemos subrayar diversas cues-
tiones. En primer lugar, el análisis de las traducciones recibidas nos ha pro-
porcionado datos acerca de los formatos utilizados, el soporte físico, la fre-
cuencia de uso de la certificación establecida en el BOE, y las estrategias de
traducción aplicadas. Entre los aspectos formales analizados nos ha sorpren-
dido la irregularidad en el uso de la certificación. Un 35 % de los sujetos
reproducen fielmente la certificación exigida por el BOE en la T1 (primera tra-
ducción), el 45 % lo omiten, y el 20 % la reproducen parcialmente, e incor-
poran elementos que no contempla la normativa mencionada anteriormente.
Los datos muestran una incidencia mayor en el uso de la certificación com-
pleta en la segunda traducción, T2 (un 46 % de manera completa, un 24 %
parcial y un 30 % de omisión), quizás porque aparece como un único ele-
mento en lengua española, lo que evita interferencias de otras posibles fór-
mulas de cierre. No debemos olvidar, sin embargo, que la omisión puede
deberse al deseo de mantenerse en el anonimato.
De los elementos traducidos analizados podemos destacar la traducción de
la titulación Bachelor of Arts, donde podemos apreciar el uso predominante

261
de la traducción a través del préstamo léxico y la definición, lo cual nos puede
indicar que los intérpretes jurados respetan las competencias de las autorida-
des educativas en cuanto al reconocimiento de los estudios, mientras, al
mismo tiempo, hacen un esfuerzo por describir objetivamente en qué consis-
te la titulación.
Sin embargo, para la traducción de with Honours encontramos otras téc-
nicas aplicadas que son más variadas, y predomina claramente el calco y la
omisión. Las definiciones ofrecidas se refieren al sistema de títulos en gene-
ral o definen with Honours como una calificación o especialización. Siguen
ofreciendo una propuesta de equivalencia 9 (16,2 %) de los sujetos, cifra
menor que en el caso de la denominación del título en sí.
En cuanto a las relaciones entre los agentes involucrados en este proceso
social hemos podido constatar la falta de contacto entre los sujetos y las admi-
nistraciones implicadas. No sabemos todavía si este mínimo contacto se debe
a una falta de autoconfianza en la profesión, al trato que los traductores sue-
len recibir en otros ámbitos profesionales o a una falta de competencia inter-
personal para tratar en igualdad de condiciones con miembros de otras profe-
siones.
Sorprendentemente, tan sólo 7 de los 53 sujetos han contactado con el
MECD por cuestiones relacionadas con la traducción de títulos, sin mucho
éxito, y 7 con las universidades británicas, en este caso de manera más pro-
ductiva. Nos sorprende asimismo el hecho de que solamente 11 sujetos hayan
recurrido a la OIL para resolver dudas acerca de sus traducciones. Aunque la
OIL ocupa una posición reguladora para la profesión, no ejerce de colegio pro-
fesional ni mantiene un contacto diario con la realidad profesional de los
intérpretes jurados. Sirve, sin embargo, como punto de referencia en cuanto a
las directrices generales aplicadas a la traducción jurada.
En cuanto a la relación entre el intérprete jurado y el cliente, los datos
ofrecidos por los sujetos refutan la insinuación que algunos miembros de la
Administración hacen respecto a una relación colusoria, en la cual el intér-
prete jurado manipula los datos de los títulos en beneficio del cliente.
Apreciamos una relación de confianza relativa cuando se trata de utilizar al
cliente como fuente de información.
Para concluir, podemos decir que aunque la primera parte de nuestra
investigación, desde las múltiples perspectivas involucradas, ha ocupado una
mayor parte de nuestro estudio de lo esperado, lo consideramos fundamental
para poder comprender la producción y recepción de los documentos que nos
conciernen, así como para recopilar la información desperdigada acerca del
contexto traductológico.

262
Nuestro análisis de los títulos de cada país nos obliga a cuestionar, hasta
cierto punto, la utilidad de estos corpus como textos paralelos, dadas las diver-
gencias entre ellos. Las macroestructuras son claramente diferentes en
muchos aspectos, mostrando en común tan sólo algunos elementos, algunas
expresiones o términos que podrán facilitar nuestra labor traductora.
Por otra parte, a pesar de las dificultades iniciales encontradas para esta-
blecer el universo de sujetos para el cuestionario, y del bajo índice de res-
puesta a un estudio postal, creemos haber recopilado una cantidad de datos
acerca de los intérpretes jurados que podrá ser de utilidad en el futuro. Pese al
desconocimiento y desconfianza ante nuestra investigación por parte de la
Administración, tras insistir mucho en nuestra tarea, debemos recalcar el inte-
rés que nuestra investigación ha suscitado en algunas universidades, así como
en el MECD y las oficinas NARIC, los cuales muestran, generalmente, su sor-
presa por nuestro interés en su trabajo.
Aún nos queda en el tintero el estudio de muchos más datos y elementos
de las traducciones y del cuestionario, así como el estudio de la recepción de
las traducciones por parte de las administraciones implicadas. Éste será nues-
tro próximo reto.

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264
LA TRADUCCIÓN
DE LOS DOCUMENTOS
DEL DERECHO DE MARCAS
Mª DEL CARMEN ACUYO VERDEJO
Universidad de Granada

1. INTRODUCCIÓN

C ON EL INCREMENTO de traducciones de textos cada vez más especializados


en el mercado laboral, surge la necesidad de realizar estudios sistemáticos
sobre su traducción con el fin de facilitar al traductor su tarea. En este sentido,
la investigación realizada por la autora en la tesis que aquí se presenta (Acuyo,
2003a) viene a cubrir una laguna existente en un campo concreto de la tra-
ducción jurídica y, más concretamente, en la convergencia del derecho de la
propiedad industrial y de la traducción.
La tesis está estructurada en 9 capítulos. El capítulo 1 consta de una intro-
ducción y una delimitación del campo de estudio, al tiempo que argumenta las
principales razones que nos llevan a iniciar una investigación de estas carac-
terísticas en esta área de especialidad. El capítulo 2 hace un recorrido por las
principales aportaciones que han realizado los diferentes autores sobre enfo-
ques textuales, y en particular dentro de la traducción jurídica. A continua-
ción, en el capítulo 3 se expone y describe nuestro modelo de análisis textual
aplicado a los documentos del derecho de marcas y, más concretamente, a los
documentos susceptibles de traducción que se suceden en el procedimiento de
registro de una marca en cuatro contextos jurídicos diferentes: el español, el
británico, el europeo y el internacional. El capítulo 4 realiza un análisis com-
parado de los distintos sistemas jurídicos que acabamos de mencionar, con el
fin de observar las diferencias de conceptos y la posible asimetría procesal
existente entre ellos, en especial entre el derecho de marcas español y británico.
El capítulo 5 hace un recorrido exhaustivo por las diferentes fuentes de referen-
cia, tanto bibliográficas como terminológicas o en formato de base de datos, de
extrema utilidad para el traductor de este tipo de documentos. En el capítulo 6
llevamos a cabo el análisis propiamente textual de los textos recopilados para
nuestro corpus, tomando como referencia el parámetro de la superestructura. En
el capítulo 7 se vierten las principales reflexiones que los resultados de tal aná-
lisis nos merecen y se matizan conceptos tales como el hibridismo, la multifun-

265
cionalidad, la creación de textos bilingües y multilingües, los textos paralelos,
la normalización de los documentos, especialmente en los contextos europeos e
internacionales, el concepto de superestructura, así como los conceptos de texto
origen, texto meta, cultura de origen y cultura meta.
Finalizamos esta investigación con unas reflexiones generales en las que
se menciona la consecución de los objetivos marcados al inicio de nuestro tra-
bajo, al tiempo que se esbozan algunos de los retos a los que se enfrentará el
traductor en un futuro, sobre todo teniendo en cuenta las implicaciones que
suponen para la traducción de este tipo de documentos la adhesión de los nue-
vos estados miembros a la Unión Europea.

2. OBJETIVOS

Una vez delimitado nuestro objeto de estudio y tras realizar un breve recorri-
do por los principales capítulos de la tesis doctoral, exponemos a continuación
algunos de los objetivos que pretendimos alcanzar con este estudio concreto:

- Definir y establecer las diferencias y similitudes entre los principales con-


ceptos y figuras jurídicas que aparecen en el derecho de marcas, en gene-
ral, y en el procedimiento de concesión, en particular, a través de un aná-
lisis comparativo de este ámbito del derecho en los distintos sistemas jurí-
dicos, en especial entre el sistema español y el británico.
- Establecer un inventario de los principales documentos que intervienen en
dicho proceso, especialmente de aquéllos que necesitan traducción.
- Identificar el papel que juega la traducción en todo el procedimiento de
concesión de una marca, en especial en el ámbito comunitario e interna-
cional.
- Recopilar las principales fuentes de referencia y documentación jurídicas
que regulan el derecho de marcas en el ámbito nacional (español y britá-
nico), comunitario e internacional.
- Identificar los principales factores extratextuales que componen la situa-
ción comunicativa de los textos recopilados.
- Recopilar un corpus bilingüe (inglés-español) de textos escritos que parti-
cipan en ese procedimiento de concesión.
- Identificar las convenciones textuales de cada uno de los textos y observar
las diferencias existentes entre los textos redactados en español y en
inglés.

266
- Identificar la tendencia actual en la evolución de los documentos dentro
del contexto de la globalización.

3. METODOLOGÍA

Para la consecución de estos objetivos, y teniendo en cuenta el carácter


predominantemente descriptivo del trabajo, la metodología que hemos segui-
do está basada en los pilares que se describen a continuación.
El primer fundamento del trabajo es el diseño de una metodología mixta,
ya que, por un lado, se plantea un estudio comparativo de los distintos siste-
mas jurídicos, propio del derecho comparado, para analizar el grado de sime-
tría procesal en dichos sistemas jurídicos, en especial entre el español y el bri-
tánico, así como las diferencias conceptuales existentes entre ellos. De otro
lado, se adopta una metodología basada en la textología comparada mediante
la recopilación de un corpus de documentos propios del procedimiento de
registro de marcas. En definitiva, el método de análisis que se ha seguido ha
tenido en cuenta diversos factores tales como el campo temático, la variedad
de textos que forman parte del procedimiento de registro de una marca y que
necesitan traducción, las diferentes culturas jurídicas e institucionales intervi-
nientes, así como la situación comunicativa que caracteriza a dichos textos.

4. MATERIAL

El material utilizado para nuestra investigación se compone primordial-


mente de un corpus de 40 textos paralelos y escritos en su origen en inglés y
en español. Dichos textos fueron recopilados tras visitar las distintas institu-
ciones de la propiedad industrial encargadas del registro de marcas, a saber, la
Oficina Española de Patentes y Marcas (OEPM) en España, The Patent Office
en el Reino Unido, la Oficina de Armonización del Mercado Interior (OAMI)
en Alicante y la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) en
Ginebra.

5. ANÁLISIS

Los tres aspectos que hemos analizado en nuestra tesis son fundamental-
mente tres: la dimensión jurídica, la profesional y la textual.

267
5.1. Análisis jurídico

Consideramos oportuno aplicar una metodología basada, en parte, en ele-


mentos propios del derecho comparado por varias razones. En este sentido,
cabe señalar en primer lugar que la(s) lengua(s) en la(s) que los documentos
han de ir redactados viene(n) determinada(s) tanto por las distintas leyes que
aquí se analizan como por sus respectivos reglamentos.
En segundo lugar, no sólo el idioma viene determinado por las leyes y los
reglamentos que las desarrollan, sino que incluso la forma que revisten dichos
documentos aparece recogida en los distintos instrumentos jurídicos que
hemos analizado para esta investigación. En algunos casos, la ley nos informa
de que se trata de documentos normalizados y en otros casos parece existir
una cierta libertad en cuanto al formato, siempre y cuando dichos documen-
tos contengan las menciones que la ley y el reglamento consideren obligato-
rias.
En tercer lugar, son los propios instrumentos jurídicos los que determinan
las menciones, los contenidos básicos y hasta el régimen lingüístico de cada
documento (art. 11.9 de la Ley de Marcas). Baste mencionar, como ejemplo,
la referencia que sobre la solicitud de registro de marca establece el artículo
12.1 de la Ley y al que habría que completar con el artículo 1 del Reglamento
que desarrolla a la misma:
La solicitud deberá contener, al menos:
a) una instancia por la que se solicite el registro de marca
b) la identificación del solicitante
c) la reproducción de la marca
d) la lista de productos o servicios para los que se solicita el registro

En cuarto lugar, es a través de la lectura y comparación de los diferentes


instrumentos jurídicos cuando conocemos los distintos documentos que sur-
gen en un procedimiento de concesión de una marca española, británica,
comunitaria o internacional, al tiempo que nos ofrece una visión clara de cuál
va a ser la situación comunicativa y el contexto en los que se insertan los dis-
tintos documentos, por cuanto, también en la ley, se nos describe quién emite
el documento (emisor), a quién va dirigido (receptor), qué relación existe
entre ambos, qué efectos produce o qué función va a cumplir dicho docu-
mento, el conocimiento compartido por los interlocutores respecto del tema
en cuestión, es decir, toda la información situacional y contextual.
Finalmente, cabe señalar que el análisis de los documentos legislativos nos
proporciona además una buena base de conocimientos en derecho compara-
do, considerada ésta por algunos autores (Borja, 1998: 505, 507) como una

268
fuente imprescindible para paliar la complejidad conceptual y las diferencias
existentes entre los distintos sistemas jurídicos, principalmente el sistema de
common law y el romano-germánico, en nuestro caso.
Por otro lado, este estudio nos lleva también a descubrir el régimen lin-
güístico y de traducción existente en el campo del derecho de la propiedad
industrial, al tiempo que se extrae un inventario de los documentos que inter-
vienen en este procedimiento de registro de marca.

5.2. Análisis profesional

Es de sobra conocida la laguna existente, en la mayoría de las ramas del


saber, entre la teoría y la práctica. En este sentido, el derecho de la propiedad
industrial no es una excepción. Así pues, con este antecedente, nos adentra-
mos en la tarea de recopilar los textos realizando visitas a las distintas ofici-
nas de la propiedad industrial y consultando los expedientes en el registro de
cada una de ellas: la OEPM en Madrid, The Patent Office en Londres, la AOMI
en Alicante y la OMPI en Ginebra.
Una de las principales diferencias que se desprende de nuestro estudio
sobre los profesionales encargados de las traducciones de este tipo de docu-
mentos reside en la formación de los mismos y en la competencia para tradu-
cir dichos documentos. Para responder a estas dos cuestiones, formación y
competencia, analizamos la situación en cada uno de los cuatro contextos, el
español, el británico, el europeo y el internacional (Acuyo, 2003b).
Así, por ejemplo, en España la traducción de documentos de la propiedad
industrial constituye una fuente de trabajo para los intérpretes jurados en
España, si bien ésta se ve condicionada por la presencia de los Agentes de la
Propiedad Industrial. Esta realidad nos demuestra, por un lado, la falta de
regulación de la profesión de traductor e intérprete que existe en España y que
se podría subsanar mediante la creación de un colegio profesional y, por otro,
como consecuencia de lo anterior, el intrusismo que, en general, padece hoy
día la profesión de traductor e intérprete (Pujol, 2000; Monzó, 2002).
La práctica habitual suele ser el contratar los servicios de un traductor, a
ser posible especializado en temas de derecho de propiedad industrial, para
que se ocupe de la traducción de estos documentos. Asimismo, la Oficina de
Patentes en el Reino Unido tampoco se hace cargo de la traducción de docu-
mentos que, aunque procedentes de otros países, no estén redactados en len-
gua inglesa. En estos casos la traducción corre a cargo de la persona que pre-
senta el documento.

269
5.3. Análisis textual

El capítulo seis de nuestra tesis lo dedicamos al estudio de las convencio-


nes textuales de cada uno de los textos que conforman nuestro corpus, pro-
piamente dicho, y tras la cual se vislumbran ya hasta qué punto la aproxima-
ción de las distintas legislaciones nacionales inciden en la organización de las
convenciones textuales de los textos, haciendo especial hincapié en la cre-
ciente tendencia a la normalización, en algunos textos, frente a la permanen-
cia de ciertos elementos de retórica textual propios de cada una de las cultu-
ras involucradas en nuestro estudio, en otros. En algunos textos hemos encon-
trado también una curiosa combinación de ambos fenómenos, especialmente
en las culturas textuales europeas e internacional.
Tal y como mencionábamos en la introducción, el parámetro textual selec-
cionado para llevar a cabo nuestro estudio de las convenciones textuales es el
de la superestructura. Con dicho parámetro nos propusimos identificar la
superestructura común al mismo texto, pero en los cuatro contextos culturales
diferentes y ello con el fin de facilitar al traductor la traducción de este tipo
de texto. No obstante, tras este análisis, observamos la imposibilidad de iden-
tificar una superestructura prototípica única para cada bloque de textos.
Asimismo, este análisis de las convenciones textuales nos ha permitido
descubrir el importante papel que la legislación y las normas de estilo marca-
das por las distintas instituciones de la propiedad industrial tienen en la super-
estructura de dichos textos y, por ende, en sus convenciones textuales y en su
contenido (Acuyo, 2004). Ésta es una de las razones que justifican la ausen-
cia de una superestructura común pero nos encontramos con otras no menos
importantes. Nos referimos, por un lado, al hecho de que los bloques de infor-
mación no aparezcan en el mismo orden, que dichos bloques no son los mis-
mos en algunos casos y, por otro, la falta de simetría procesal y documental
en los cuatro sistemas jurídicos, es decir, no todos los textos aparecen como
tales en las mismas situaciones comunicativas.
Tras este análisis, resultó necesario reconsiderar, y en algunos casos rede-
finir, algunos de los conceptos que tradicionalmente han servido de base a los
estudios de traducción, en general, y a la textología comparada, en particular.
De entre dichos conceptos cabe señalar los de texto paralelo, texto de origen
y texto meta, cultura de origen y cultura meta.
Asimismo, surgen también fenómenos nuevos que vienen a confirmar, con
ejemplos directos de la práctica profesional, lo que ya esbozaban algunos
autores (Schäffner, 1998, 2001; Stolze 2001, entre otros), y es la tendencia al
hibridismo como consecuencia de la convivencia de las diferentes culturas en
contextos multiculturales como el de las organizaciones de la Unión Europea

270
y las internacionales. Otro de los fenómenos es la creciente tendencia a la cre-
ación de textos multilingües, especialmente los generados en el seno de insti-
tuciones supranacionales con la particularidad de que en dichos contextos los
textos no son considerados traducciones, sino textos originales.

6. DISCUSIÓN DE LOS RESULTADOS

Tras realizar el análisis de los textos que conforman nuestro corpus desde
una triple perspectiva (jurídica, profesional y textual) y retomando los objeti-
vos que nos planteamos al inicio de esta investigación consideramos oportu-
no subrayar algunos elementos de juicio.
En primer lugar, un análisis comparado de los cuatro sistemas jurídicos
sobre el derecho de marca en España, en el Reino Unido, en Europa y en el
ámbito internacional ha resultado ser de extrema utilidad para la traducción de
este tipo de textos. Esta primera fase del análisis ha proporcionado al traduc-
tor un conocimiento amplio de los conceptos y los elementos culturales pro-
pios de cada sistema jurídico. Dicho análisis nos ha permitido además pro-
porcionar al traductor información relativa a los factores extratextuales que
determinan la situación comunicativa.
En segundo lugar, otro de los resultados importantes de nuestra investiga-
ción reside en el hecho de haber compilado para el traductor valiosas fuentes
de documentación, tales como bases de datos utilizadas por las diferentes ofi-
cinas nacionales, europea e internacional y que también pueden ser utilizadas
por el propio solicitante, agentes de la propiedad industrial y traductores. Su
principal utilidad reside en facilitar terminología y fraseología especializada
y contextualizada
En tercer lugar, nuestra investigación ha demostrado la pertinencia, la efi-
cacia y la utilidad que tiene para el traductor el crear corpus de textos origi-
nales para distintas combinaciones lingüísticas. El traductor los puede utilizar
como fuente de referencia con el fin de encontrar soluciones de traducción y
de mejorar notablemente la calidad del texto traducido.
En cuarto lugar, las implicaciones de la continua aproximación de las legis-
laciones nacionales para las convenciones textuales de los textos jurídicos creados
en la Unión Europea remiten sobre todo a la existencia de diferentes grados de
normalización, a la presencia de hibridismo textual y cultural junto con la per-
sistencia de elementos culturales propios de las culturas jurídicas implicadas.
Todos estos elementos, tanto los híbridos, como los elementos culturales afec-
tan directamente a la comprensión del texto, a su formato y, por ende, a las
decisiones que el traductor tome para la solución de dichos problemas.

271
Por otro lado, el análisis de la superestructura de los documentos propor-
ciona al traductor una información real, fiable y contextualizada de las con-
venciones textuales de los textos que componen nuestro corpus.
Quisiéramos subrayar asimismo las repercusiones que este tipo de análisis
tiene para el desarrollo de herramientas de traducción asistida, ya que el mate-
rial compilado ayuda al traductor a encontrar soluciones y bloques de infor-
mación paralelos en ambas lenguas, inglés y español especialmente en los tex-
tos con un alto índice de normalización, que son, por otra parte, la gran mayo-
ría de ellos. Al mismo tiempo, estos bloques paralelos de información y su
correspondiente extracción terminológica podrían ser utilizados para crear
memorias de traducción para la traducción de textos jurídicos, así como para
crear glosarios electrónicos con la metodología empleada por la lingüística de
corpus.
Finalmente, nuestra investigación pone de manifiesto los principales retos
y la formación que requiere un traductor para ser contratado como tal no sólo
en calidad de freelance, sino también por las distintas instituciones naciona-
les, europeas e internacionales. Nos referimos a la OAMI o a la OMPI. En este
sentido abogamos por la necesidad de una formación multidisciplinar como la
vía que ofrece al traductor adquirir unos conocimientos sólidos que le permi-
tan afrontar los retos que la traducción de documentos de la propiedad indus-
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