Ted Bundy
Ted Bundy
Ted Bundy
Victimas de ted:
La primera victima de ted fue Joni Lenz, fue en 1974 entro al cuarto de la
residencia universitaria La joven, de 18 años, estaba pasando el rato en la
habitación, ajena a lo que podía esperarle al otro lado de la puerta. Ted entró con
una palanca, golpeó a Joni en la cabeza con una palanca, la ató y, con una de
las patas de la cama, la violó antes de marcharse y dejarla con vida. La
estudiante quedó con vida pero gravemente malherida y con lesiones cerebrales
de por vida. El de Joni Lenz solo fue el primer ataque de aquel aciago 1974 en el
que Bundy comenzó un reguero de asesinatos, todos con el mismo modus
operandi.
Como segunda víctima El 1 de febrero de 1974, Lynda Ann Healy se convierte en
la segunda víctima asesinada por Ted Bundy. Healy era una estudiante popular en
la Universidad de Washington (UW), con especialización en psicología. A menudo
trabajaba con niños discapacitados y le encantaba la oportunidad de ayudar a los
demás.
La noche del 31 de enero, antes de su desaparición, salió de una taberna llamada
Dante's para compartir una cerveza con unos amigos. Sin embargo, se retiró a
casa temprano para llamar a su novio. A las 11:30 pm, Healey entró en una de las
habitaciones de sus compañeras de suite para charlar, pareciendo feliz y tranquila.
A las 00:00 de la madrugada, Healey bajo su habitación. Esa fue la última vez que
alguien vio a Lynda Ann Healey con vida.
A la mañana siguiente, su compañera de habitación de al lado, Barabara Little, se
despertó con la alarma a las 05:30 am de Healey. Si bien Healey generalmente lo
apagaba, la alarma no dejaba de sonar. Little asomó la cabeza para ver cómo
estaba estaba Healey: ella no estaba por ningún lado. Al principio, Little no pensó
que Healey corriera algún tipo de peligro. Aparte de su alarma sonando, no se
alteró nada en la habitación de Healey.
Sin embargo todas sus compañeras de habitación comenzaron a preocuparse una
vez que el jefe de Healey le preguntó por que ella nunca se ausentaba de su
trabajo. También se perdió una cena familiar esa noche, lo que provocó una
llamada preocupada de sus padres. Sus compañeras de habitación decidieron
investigar. En la habitación de Healey, encontraron que faltaba parte de su ropa de
cama. Además, había sangre en las sábanas, así como en uno de sus camisones.
Después de descubrir que su puerta trasera estaba abiertas, sus compañeras de
habitación llamaron a la policía. Las autoridades también se esforzaron por
determinar si había ocurrido o no algún juego sucio. Pero la habitación de Healey
estaba limpia y en orden, además de los rastros de sangre en sus sábanas. Sin
embargo, las manchas de sangre en uno de sus camisones llevó a la policía a
creer que había ocurrido un crimen. A la luz de la evidencia mínima, la policía se
esforzó por descubrir lo ocurrido.
Finalmente, el 3 de marzo de 1975, el cráneo de Healy se ubicó en Taylor
Mountain, lo que significó un final devastador. Healy fue la primera de ocho
mujeres jóvenes que resultaron muertas ese verano en Washington.
Cuando capturaron a Ted Bundy (también conocido como The Campus Killer), el
daño a innumerables vidas de jóvenes mujeres ya estaba hecho. Este reconoció,
en 1978 haber asesinado a unas 36 mujeres, siendo Lynda Ann Healy su segunda
víctima. Además, se comprobó que vivía a solo tres cuadras de Healy.
Su asesino fue descripto por los investigadores como un joven carismático y
guapo, que explotó para ganarse la confianza de muchas de sus jóvenes víctimas.
Por lo general, fingía una discapacidad o lesión para ganarse la confianza de las
jóvenes antes de dominarlas y secuestrarlas en lugares apartados.
Durante sus procedimientos judiciales televisados, la gente quedó cautivada por la
horrible naturaleza de sus crímenes y por su extraña fascinación psicológica.
Budy era un pervertido sexual, que se dedicaría a la mutilación y necrofilia con los
cadáveres de sus víctimas. A algunas víctimas la visitaría durante algunos días
después de matarlas. En ocasiones le cortaba la cabeza con una sierra para poder
admirar sus rostros en su apartamento. Luego arrojó sus cabezas al bosque una
vez que se cansó de ellas.
Algunos de los cuerpos de sus víctimas estaban muy descompuestos cuando
fueron encontrados por las autoridades, y la causa de la muerte fue difícil de
determinar. Sin embargo, en otro, la evidencia forense reflejaba que mantendría
sus víctimas con vida durante días antes de matarla. Algunos cuerpos fueron
encontrados con uñas recién pintadas, cabello lavado y maquillaje fresco. Aun así
estos dos primeros casos de ted no lo vincularon, mas adelante se fueron viendo
los patrones de asesinatos y que lentamente las piezas del rompecabezas
empezaron a cobrar sentido.
17 de mayo: Roberta Parks, 20 años, citada por unas amigas para tomar café…
nunca llegó al lugar. Un hombre con un brazo enyesado le pidió ayuda para subir
algunas cosas a su auto. Jamás volvieron a verla.
1 de junio: Brenda Ball, 22 años, salió de la taberna Flam de Burien, Washington,
luego de decirle a unos amigos que buscaría a alguien que la llevara a dedo a Sun
City, California. La última vez que la vieron, habla con un hombre que tenía un
brazo en cabrestillo. Veinte días más tarde denunciaron su desaparición. Nunca
llegó a Sun City.
Todo eso ocurrió en un año 1974, llamado el año sangriento de ted, pero el 8 de
noviembre por soberbio y creyéndose impune hizo el primer error, cuando se
acercó a Carol DaRonch en el Fashion Place Mall de Murray, Utah, y simuló ser
un oficial de policía: un brusco cambio en su modus operandi ya que todo el
tiempo era un hombre que necesitaba ayuda, estando en sillas de ruedas o e
muletas para atraer a las mujeres,
El error de ted
"Alguien quiso robarte el auto. Vamos a la comisaría para hacer el informe", dijo.
Carol, confiada, subió. Ted avanzó unos metros, frenó de golpe, sacó su pistola, e
intentó esposarla. Pero solo pudo atraparle una muñeca. Ella luchó con uñas y
dientes, lo golpeó en la cara, se tiró del auto y logró que un conductor que
pasó por allí la llevara a la comisaría. Una vez allí, narró el episodio y
describió al hombre, su auto, y fue posible detectar el grupo de sangre de
Ted entre los restos de la pelea.
Pero aún no estaba acorralado.
13 de marzo: Apareció un cráneo en una zona boscosa de los montes Taylor, era
de Brenda Ball. La batida policial posterior reveló partes de los cuerpos de Lynda
Healy, Susan Rancourt, Roberta Parks y Donna Mason.
6 de abril: Luego de una discusión con su marido, Denise Oliverson, 25 años, fue
a visitar a sus padres en Grand Junction. No llegó, ni volvió a su casa.
Desaparecida. Cuerpo nunca hallado.
1 de julio: Shelley Robertson, 24 años, viajaba por el país haciendo autostop. Sus
amigos pasaron varios días sin noticias de ella. Algunos testigos dijeron que la
vieron hablando en una estación de servicio con un hombre que manejaba un viejo
camión. El 24 de agosto, su cadáver fue descubierto por dos estudiantes en el
pozo de una mina no lejos de Georgetown.
La policía, a fuerza de descripciones, contaba con un retrato del asesino, y
Elizabeth Kloepfer casi confirmó su identidad en una llamada anónima al sheriff
local:
—Mi novio se llama Ted Bundy, y podría tener que ver con esas muertes.
Pero ninguno de los testigos que habían visto al hombre del brazo enyesado que
pedía ayuda lo reconoció en el retrato, la policía desechó la pista, y el monstruo
ganó tiempo.
Ergo, Ted Bundy afrontó un nuevo juicio. Esta vez, por asesinato. Rechazó a
los abogados de la defensa: decidió representarse a sí mismo. Para ello le
permitieron ir periódicamente a la Biblioteca de la Corte de Aspen. Y el 7 de junio
de 1976, saltó desde una de las ventanas, se rompió un tobillo, eludió a la
policía durante una semana viviendo del robo y durmiendo en un ómnibus
abandonado… hasta que cayó preso mientras intentaba robar un Volkswagen con
las llaves puestas.
En enero de 1977 protagonizó otra fuga, esta vez, como un saltimbanqui, desde
el techo del penal hasta otros dos techos. Se descubrió a media tarde del día
siguiente. Pero en ese lapso de libertad –unas cinco horas– entró en el edificio de
la fraternidad universitaria Chi Omega y atacó a Karen Chandler y a Kathy Kleiner,
robó un BMW, puso proa a Pensacola, Florida, donde cayó por última vez: una
patrulla reconoció la patente del auto robado.
A raíz de esos ataques, la policía revisó a fondo cada rincón de la fraternidad Chi
Omega y encontró los cadáveres de Lisa Levy y Margaret Bowman. Ya no
habría escape para Ted Bundy.
En el juicio, los testimonios fueron aplastantes. Nita Neary juró que T.B. era el
hombre que vio huir de la fraternidad. El dentista M. Souviron probó que las
mordeduras de dientes en el cuerpo de Lisa Levy coincidían con la dentadura del
acusado.
Tenía 43 años.
¿Cómo fueron sus últimos instantes? Llamó por teléfono a su madre y rechazó la
última comida de los condenados a muerte.
Meses antes, en entrevistas con la prensa, culpó de su instinto criminal a su
abuelo, el diácono Samuel Cowell:
—Era un tirano abusador y racista. Odiaba a los negros, a los italianos, a los
judíos, a los católicos. Torturaba animales. Y coleccionaba pornografía en su
invernadero.
—Soy el hijo de puta más duro que jamás han conocido. Pero hay personas
que al mirarte irradian una especie de miedo. Invitan al abuso. Lo fomentan.
Además, ¿qué es uno menos, ¿qué significa uno menos en la faz del
planeta?
—La prensa interpretó muy mal el encanto personal de Ted Bundy. No era el
Rodolfo Valentino de los asesinos seriales, como se dijo. Era un hombre brutal,
sádico y pervertido.