Francine Shapiro Margot Silk Forrest
Francine Shapiro Margot Silk Forrest
Francine Shapiro Margot Silk Forrest
EMDR
UNA TERAPIA REVOLUCIONARIA PARA SUPERAR
LA ANSIEDAD, EL ESTRÉS Y LOS TRAUMAS
42/14/2019
MIMI
Campbel Branch
Library
at Ssendale St
ation
- Vernor
a Dels MI 48209
(313) 297-8404
Francine Shapiro
Margot Silk Forrest
EMDR
Una terapia revolucionaria para superar
la ansiedad, el estrés y los traumas
editorial Kiairós
Título original: EMDR EYE MOVEMENT DESENSITIZATION
AND REPROCESSING
The Breakthrough “Eye Movement” Therapy for Overcoming
Anxiety, Stress, and Trauma
O de la edición en castellano:
2008 by Editorial Kairós, S.A.
Este libro ha sido impreso con papel certificado FSC, proviene de fuentes
respetuosas con la sociedad y el medio ambiente y cuenta con los
requisitos necesarios para ser considerado un “libro amigo de los bosques”.
Y en recuerdo también de
Ron Martínez,
un cuadripléjico que murió de cáncer y un ser humano
realmente excepcional cuya vida constituye el más claro
ejemplo de que lo que realmente importa no es tanto lo que
nos sucede como lo que, con ello, hacemos.
Digitized by the Internet Archive
in 2022 with funding from
Kahle/Austin Foundation
https://archive.org/details/emdrunaterapiare000Oshap
SUMARIO
o RR ET AN 517
EII 551
NOTA ACLARATORIA
DE LAS AUTORAS Y DEL EDITOR
DAvID SERVAN-SCHREIBER
doctor en Medicina, doctor en Ciencias,
profesor de Psiquiatría clínica
de la Universidad de Pittsburgh
y profesor asociado de la Facultad de Medicina de Lyon
Son muchas las cosas que han cambiado, las preguntas for-
muladas y la investigación realizada durante los once años
transcurridos desde la primera edición de este libro. Sin
embargo, a pesar de ello, los principios rectores fundamenta-
les de la EMDR siguen siendo los mismos. Convendrá ahora
revisar esos principios, subrayar los cambios experimenta-
dos, mencionar la investigación que, desde entonces, se ha
llevado a cabo y responder a alguna que otra pregunta.
¿FUNCIONA LA EMDR?
La International Society for Traumatic Studies reconoce la
EMDR como una terapia eficaz para el tratamiento de los
traumas. En el año 2002, el Israeli National Council of
Mental Health designó la EMDR como uno de los tres mejo-
res abordajes para el tratamiento de las víctimas de los aten-
tados terroristas.* Ese mismo año, el Northern Ireland”s
Department of Health la calificó como uno de los dos trata-
mientos de elección para el tratamiento de las víctimas del
trauma. Más recientemente, el United States Department of
Defense y el Department of Veterans Affairs publicaron nue-
vas directrices que ubicaban la EMDR en la categoría de las
terapias de mayor eficacia demostrada y la recomendaban en
el tratamiento del TEPT+ Todas esas organizaciones llegaron
a esas conclusiones basándose en el gran número de investi-
gaciones que determinaron la eficacia y los efectos durade-
ros de la EMDR, que han demostrado que basta con tres
sesiones de 90 minutos de EMDR para eliminar el TEPT en
el 80-100% de los civiles que han atravesado una experien-
cia traumática como, por ejemplo, una violación, un acciden-
te o un desastre natural. Cuando los traumas han sido múlti-
ples, por su parte, son necesarias más horas de tratamiento.
La investigación subraya que entre 8 y 12 horas de trata-
miento, puede eliminar, en el caso de los civiles que hayan
sufrido múltiples traumas, entre el 77 y el 80% de los TEE
Un estudio subvencionado por la Kaiser Permanente conclu-
yó que el 80% de las víctimas de traumas múltiples y el
100% de las víctimas de un solo episodio traumático erradi-
caron los síntomas del TEPT en un promedio de seis sesio-
nes. Pero no podemos, sin embargo, concluir que, en ese
tiempo, puedan resolverse todos los síntomas en todas las
personas, porque cada uno de nosotros tiene una constitución
26 EMDR
Cuando este libro vio la luz por vez primera en 1997, eran
muy pocas las investigaciones destinadas a comparar la efica-
cia de los diferentes tratamientos. De hecho, apenas si había
estudios relativos a los efectos de los distintos tratamientos.
Esto resultó evidente en un informe presentado por la división
clínica de la American Psychological Association que llevó a
cabo una investigación destinada a establecer la eficacia de
todas las modalidades de tratamiento.* Sorprendentemente, la
investigación realizada al respecto durante décadas sólo ha
de
puesto de manifiesto la eficacia de 12 técnicas a la hora
o
enfrentarse a 12 problemas diferentes. El criterio emplead
para establecer los resultad os positivo s de una determi nada
estudios
técnica era que se viese apoyada, al menos, por dos
mayor que la
diferentes que pusieran de relieve una eficacia
28 EMDR
¿CUÁL ES LA IMPORTANCIA
DE LOS MOVIMIENTOS OCULARES?
La EMDR no se limita a ser una “terapia de movimientos
oculares”. Se trata, muy al contrario, de un complejo enfoque
psicoterapéutico que las enciclopedias de psicología” ubican
junto a la terapia psicodinámica, la terapia cognitiva, la tera-
pia familiar, etcétera. En este sentido, la EMDR combina
aspectos y procedimientos procedentes de abordajes terapéu-
ticos muy distintos para enfrentarse a la persona completa. En
lugar de centrarse, por tanto, en un determinado aspecto de la
imagen clínica, la EMDR se ocupa de las emociones, los pen-
samientos, las sensaciones físicas, las actitudes, las conduc-
tas, etcétera, permitiendo que la persona vuelva a sentir ale-
gría y amor y pueda establecer vínculos, conectar con los
demás y sentirse bien consigo misma. Se trata, pues, de un
enfoque que combina procedimientos y protocolos muy dife-
rentes para alcanzar un éxito global que podríamos definir
como la disminución de los síntomas y la recuperación de la
capacidad vital de funcionar. Obviamente, las distintas moda-
lidades de psicoterapia ocupan su lugar, pero cada una de
ellas ofrece una experiencia diferente que permite al sujeto el
logro de diferentes objetivos. Independientemente, pues, de
que el sujeto tenga o no experiencia previa con la terapia, este
libro aclarará al lector lo que puede esperar de la EMDR.
En 1987 bauticé, con poca fortuna, la terapia incluyendo
una referencia al “movimiento ocular”. Pero, después de que
la EMDR lograse un cierto reconocimiento descubrí, en
por
1990, la eficacia de otras formas de estimulación. Así,
ejemplo, la solicitud de tratamiento de personas ciegas que,
ó
en consecuencia, no podían mover los ojos, nos permiti
silencio s y los tonos de
descubrir la eficacia del uso de los
o que
audio. Son muchos los neurobiólogos que han señalad
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INTRODUCCIÓN 39
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1. EL VIAJE DEL DESCUBRIMIENTO
fue lo que esa lección nos enseñó, que éramos personas inep-
tas O inútiles, o nos sirvió, muy al contrario, como acicate
para el desarrollo de la perseverancia? Cuando nos hallamos
atrapados en el pasado, las creencias negativas que tenemos
sobre nosotros mismos gobiernan nuestra vida y siguen pro-
vocándonos un daño incalculable. En este sentido, la escala
voc, que valora las creencias positivas preferidas de la perso-
na, constituye un claro reflejo de que hemos aprendido las
lecciones correctas o sanas, tanto antes como después del tra-
tamiento.
La tercera y última medida que decidí incluir en mi estu-
dio fue la frecuencia de ocurrencia de los síntomas postrau-
máticos como, por ejemplo, el número de pesadillas o pensa-
mientos estresantes que la persona tiene por semana. Como
hice con las puntuaciones usa y voc, registré toda esa infor-
mación antes del tratamiento con la EMDR y un par de sesio-
nes de seguimiento posteriores que se llevaban a cabo un mes
y tres meses después de haber concluido el tratamiento. Para
asegurarme de que los sujetos informaban de manera correc-
ta —o, dicho en otras palabras, para asegurarme de que no me
contaban sencillamente lo que suponían que me gustaría
escuchar me ocupé de confirmar los cambios hablando con
el terapeuta, la esposa y otros miembros de su familia.
El rango de edad de los sujetos que participaron en el
experimento iba desde los 11 hasta los 53 años, siendo la más
joven de todas ellas una niña sexto grado víctima de una vio-
lación que todavía estaba muy asustada, aunque supiera que
el violador se hallaba entre rejas. Sus ocupaciones eran muy
diversas e iban desde trabajadores de cuello azul y cuello
blanco hasta artistas, terapeutas y un veterano de Vietnam
desempleado que vivía en el bosque. El trauma más reciente
tenía un solo año de antigújedad, mientras que el más antiguo
se remontaba 47 años atrás. La tasa de psicoterapia que habí-
70 EMDR
JONAS: En el estómago.
FS: Piensa ahora en la expresión «Me siento impotente»,
mírale a la cara y siente su incompetencia. Céntrate en
el sentimiento, mientras sigues con tus ojos el movi-
miento de mis dedos.
FS: Muy bien. Deja ahora a un lado todo eso y respira pro-
fundamente. ¿Qué es lo que ocurre?
JONAS: No lo sé. Creo que me siento un poco mejor. Antes de
llegar, pensé un poco en ello y, al menos a nivel intelec-
tual, me he dado cuenta de que... bueno, se trata del traba-
jo, llegaré tarde y algunas personas podrán molestarse,
pero así son las cosas. Quiero decir que, cuando se trabaja
con un ordenador, siempre hay alguien que llega tarde, así
que empecé a hacer algunas asociaciones al respecto.
FS: Bien. ¿Cómo te sientes (en la escala de O a 10) cuando
evocas el rostro de tu compañero y piensas en su
incompetencia?
JONAS: Probablemente un 5.
FS: Permanece ahí —dije entonces, emprendiendo otra serie
de movimientos.
que le valora más que los demás porque, todos los que
pueden verle, se sienten frustrados. Es como si necesita-
se que todos vieran lo que hace y, como mi jefe no puede
verle, confío en que me necesite y me pida ayuda, para
que todos puedan darse cuenta de mi competencia.
FS: Piensa en todo eso.
Nueva serie de movimientos oculares.
JONAS: De manera lenta, pero segura, estoy empezando a
advertir que no necesito la aceptación de los demás.
Son muchas las personas que me aceptan y probable-
mente se trata de las personas que, para mí, son más
importantes. Pero todavía me resulta difícil, porque mi
jefe es uno de ellos y probablemente no tengo su acep-
tación... pero ése ya no es mi problema. [Risas.]
FS: Sí.
JONAS: Quiero decir que es una persona muy brillante, es
una persona muy capaz, pero cuando veo el tipo de
errores que comete, me resultan muy cómicos, porque
son los mismos en los que incurriría cualquier aprendiz.
Ya sabes, descubres un problema y sólo lo resuelves
parcialmente. Hay un problema gigantesco y vas y ¡sí!
¡perfecto, lo resuelves!, porque era lo único que podías
hacer. [Risas de Jonas.] Y resulta que estás tan excitado
por haberlo descubierto que pretendes ser el único. Y
los demás también lo ven y resulta que finalmente ellos
han hecho mejor las cosas. Creo que siempre han esta-
do riéndose de mí entre dientes. Ya sabes... «¿Qué
quieres que haga en el nivel en el que se encuentra?».
Ellos lo harían mejor, pero todos ellos lo ven también y
me parece desproporcionado que crea que puede resol-
ver los problemas del mundo.
FS: Muy bien. Sigue pensando en eso.
Nueva serie de movimientos.
JONAS: Sigo igual.
FSaPerfecto:
JONAS: Sí. Me parece bien. Me parece muy bien no seguir
atrapado en la frustración y la ira... en la que he estado
sumido la última semana. Me había perdido y me sen-
tía completamente impotente al respecto. Y por más que
trataba de despegarme, no podía conseguirlo.
forma de vida sin negar por ello al mismo tiempo que, dadas
las circunstancias, hiciste las cosas lo mejor que pudiste, que
hiciste las cosas bien y contribuiste a salvar las vidas de las
personas que te rodeaban?
—No me resulta sencillo —respondió Eric—. La situación
fue provocada porque yo estaba tratando de evitar la muerte,
pero sus resultados fueron igualmente letales. —Y, tras una
larga pausa, agregó:
»Por algún que otro motivo, me he quedado atrapado en
el hecho de que mi acción no consiguió evitar la muerte. Y
también he tenido problemas en asumir la idea de que, pro-
bablemente, mi acción evitó más muertes de las que podría
haber habido.
—¿ Puedes asumir simultáneamente la imagen de estar
implicado en ello y la frase «hubo menos muertos»?
—SÍ.
»Me siento mejor —dijo, tras una nueva serie—. No es
fácil, pero me siento mejor.
»Todo sigue igual —insistió Eric, tras una nueva serie y
respirar profundamente.
Nueva serie.
—Ahora me siento mejor —dijo Eric—, porque hice un buen
trabajo, les descubrí y acabé con su ataque.
En su recuerdo, la intensidad del miedo de Eric había
empezado en 8 (en la escala de O a 10), luego fue disminu-
yendo poco a poco hasta 1,5 y luego, aparentemente, volvió
a subir hasta 6. Cuando más tarde revisamos esa situación,
me di cuenta de que la emoción que sentía y que habíamos
estado valorando había cambiado. Así, el miedo se había
convertido en tristeza y el aumento de intensidad se refería a
la nueva emoción. Pero, a medida que fuimos trabajando con
ella, la intensidad de la tristeza también disminuyó. Al pasar
desde el miedo y la culpa («Todo lo que hago está mal») a la
EL ESPÍRITU Y LA ESPADA 115
co, que le dijo que sus ataques podían deberse a una bajada
de la tasa de azúcar en sangre, por lo que la sometió a una
prueba de tolerancia a la glucosa, que implicaba cinco tomas
de sangre en un lapso de cinco horas para verificar los cam-
bios en el nivel de azúcar. Como era mucho el tiempo que
había entre una prueba y otra, Susan y Sam decidieron dar la
vuelta por el edificio y entraron en una tienda. De pronto,
Susan volvió a sentir entonces todos los síntomas que ya
había experimentado: la diarrea, las dificultades respirato-
rias, el sudor, el pánico y la flojedad en las piernas. Sam la
tomó entonces del brazo y la llevó rápidamente al médico,
que inmediatamente le hizo un análisis de sangre. Susan tem-
blaba tanto que la enfermera tuvo dificultades para tomar
una muestra de sangre del brazo y tuvo que pincharla en un
dedo, pero la tasa de azúcar era normal.
Cuando el médico volvió a la consulta llevaba entre las
manos un libro en cuya cubierta podían leerse las palabras
“trastornos de ansiedad”. «Susan —dijo entonces el doctor,
creo que sufres de ataques de pánico y quiero que leas este
libro para que puedas entender algo más lo que te ocurre.
También te recetaré, entretanto, algún ansiolítico.»
Susan leyó ese libro y todo lo que cayó en sus manos
sobre la ansiedad y los ataques de pánico descubriendo, en
esos textos, una clara descripción de todos los síntomas que
había experimentado. No estaba loca, ni tampoco estaba
muriéndose, sino que tenía un trastorno de ansiedad, como
las personas sobre las que acababa de leer. Pensó que resul-
taba paradójico que el simple conocimiento de que son miles
las personas que padecen esa enfermedad la hiciera sentirse
mejor. La medicación ansiolítica que, al comienzo, tomó
religiosamente, pareció liberarla de sus ataques, pero sólo de
un modo provisional, porque no tardaron en reaparecer.
Además, los efectos colaterales de la medicación resultaban
Los MUCHOS ROSTROS DEL MIEDO 167
Uno de los hechos más lamentables del caso de Davy fue los
18 meses que se vio obligado a sufrir antes de encontrar a
alguien que diagnosticase adecuadamente el origen de sus
numerosos síntomas. Pero por más lamentable que sea, no
resulta sorprendente. La amplia diversidad de los miedos de
Davy, junto a aquellas conductas derivadas del síndrome de
alcoholismo fetal, debieron acabar confundiendo a todos
aquellos que se acercaron con la intención de ayudarlo. ¿Qué
202 EMDR
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7. VÍNCULOS QUE ATAN:
LOS TRASTORNOS DEL APEGO
Luego añadió:
—La imagen desparece... pero luego vuelve a presentarse.
¿Continuamos?
SÍ.
La tercera serie de movimientos duró bastante tiempo,
quizás dos o tres minutos.
—¿Qué ha sucedido? —preguntó Steve, al concluir.
—La escena ha cambiado. La imagen relativa a las vías se ha
desvanecido. Y aunque nunca estuve realmente ahí, mi mente
sí que lo hizo, mientras estaba en el coche de la policía.
El hecho de que la imagen estuviera empezando a cam-
biar era una buena señal.
La cuarta serie también fue muy larga, y en ella Mia
empezó a atravesar de manera espontánea una secuencia cro-
nológica de varios eventos informando, después de cada
serie, de los cambios que se producían en la escena. Eso es
algo que sucede con cierta frecuencia durante la EMDR por-
que, cuando se pone en marcha el procesamiento de la infor-
mación, el recuerdo del episodio traumático va cambiando
sin necesidad de que el paciente permanezca atorado en la
parte más difícil.
Estaba con mi familia... estábamos reunidos y llorando
en casa de mi madre.
—¿ Dónde estabas tú?
—También estaba ahí.
Continúa.
Después de la quinta serie, Mia dijo:
—Ya no estaba en casa de mi madre, sino en el funeral. No
quería salir del coche, pero finalmente lo he hecho. No podía
creerme que estuviera ahí. Cuando han sacado el ataúd he
visto que, sobre él, había una fotografía en la que Billy y yo
estábamos juntos y me he quedado atrapada en esa imagen.
Séptima serie.
298 EMDR
—¿Estás bien?
Mia asintió.
—¿Cómo es ahora la escena original? —preguntó Steve,
después de la vigesimosegunda serie.
—No está mal. Tal y como ha sucedido, pero...
—¿Y en una escala de O a 10?
-Un 0.
—¿Cómo te sientes?
—Me siento mejor.
—Cierra los ojos durante unos instantes y siente tu cuerpo.
¿Qué es lo que sientes?
—Me siento aliviada. Me siento más ligera, como si me
hubiera quitado un gran peso de encima. Cuando pienso en
el modo en que antes me sentía era muy duro, realmente muy
duro. Pero ya no veo las cosas igual. Es como si la parte
dolorosa hubiera desaparecido.
—¿Está bien tratar de ser feliz? —preguntó Steve.
SÍ.
—Terminaremos aquí.
Una hora y once minutos después del momento en que la
empezaron, llevaron a cabo la vigesimotercera y última serie
de movimientos oculares del día. En ésta, la primera de las
tres sesiones de EMDR que Steve y Mia realizaron, se cen-
traron en la terrible muerte de Billy. Como suele suceder con
las personas que se ven obligadas a atravesar el proceso del
duelo, la EMDR aceleró este aspecto del sufrimiento de Mia,
porque la persona se da cuenta de que el modo en que la per-
sona ha muerto es lo que menos importa. Lo realmente
importante es que la persona ha dejado de estar presente y los
detalles carecen de toda importancia. Siguiendo el protocolo
desarrollado por Steve para trabajar con el duelo complicado
y doloroso, su siguiente sesión se centraría en las consecuen-
cias de la ausencia de Billy.
302 EMDR
En enero de 1973, Jim, que por aquel entonces tenía poco más
de 30 años, era el conductor de la locomotora de un tren de
mercancías que transportaba mineral de hierro hacia el Norte
por un tramo de la Missouri Pacific Railroad que costea la
ribera occidental del Mississippi. Cuando la locomotora aco-
metía la curva que se halla a unos 40 kilómetros al Sur de
Saint Louis, Jim vio, a su derecha, el pequeño puerto en el que
estaban amarradas varias embarcaciones y barcazas fluviales.
Un estrecho camino con un paso a nivel conectaba el pequeño
puerto deportivo con un grupo de casas ubicadas a la izquier-
da de las vías, y, siguiendo el procedimiento habitual para tales
casos, Jim levantó la mano y accionó la sirena de alarma,
momento en el que advirtió que las cosas no iban bien.
Un poco más allá del paso a nivel hay un par de puentes,
uno para los vehículos que se dirigen al Norte y el otro para
el ferrocarril. Pero el puente de la carretera estaba inundado
y Jim apenas si pudo ver a cuatro muchachos empujando sus
bicicletas por el puente ferroviario que se halla a unos 300
metros.
En el momento en que vio a los niños, Jim accionó el
freno de emergencia. Con la mano izquierda empujó el freno
hacia la derecha, una maniobra que desembraga el motor y
ATRAVESANDO EL DUELO 319
mer momento, las cosas con Hal funcionaron muy bien, por-
que estaban enamorados y se drogaban juntos. Al año de
haber iniciado la relación, Hal le preguntó lo que quería para
su cumpleaños y, sin pensárselo dos veces, Ross respondió
«Quiero dejar de drogarme». Entonces fueron a una clínica de
rehabilitación de toxicómanos, se procuraron un buen tera-
peuta y se desintoxicaron, y aunque Ross todavía recaía oca-
sionalmente, sentía que podía controlar su dependencia.
Cuando Ross dejaba de tomar drogas, su estrategia inter-
na para eludir el sufrimiento emocional se hacía añicos.
Antes de mantenerse sobrio, cada vez que se sentía estresa-
do o ansioso (lo que podía significar que estaba acercándose
un episodio psicótico) y se precipitaba en una vertiginosa
sensación de impotencia, corría a conseguirse una bolsa de
anfetaminas que sabía que podía llevarle a viajar durante 20
horas y quizá, al volver a su estado normal, los malos senti-
mientos hubieran desaparecido. Pero una vez desintoxicado,
Ross debía encontrar algo que, en la economía de su equili-
brio interno, pudiese reemplazar a las anfetaminas, cualquier
cosa, en suma, que pudiese tranquilizarle y hacerle olvidar su
dolor: encontró refugio en la comida. Entonces fue cuando
Ross, que ya era un hombre robusto (el tipo de persona que
podía ser fácilmente tomado por un gorila de discoteca)
empezó a ganar peso y, en los dos años siguientes, engordó
30 kilos, poniendo peligrosamente a prueba su cuerpo de dia-
bético.
La relación con su pareja, que había ido empeorando con
el paso del tiempo, comenzó entonces a resquebrajarse. Se
peleaban, no se comunicaban y se hacían todo tipo de mez-
quindades (un buen día, por ejemplo, Hal limpió una antigua
vajilla de plata de Ross con un estropajo de acero). Fue
entonces cuando cayeron en los roles que, desde la infancia,
les habían diseñado y Ross se convirtió, en un vano intento
ROMPIENDO LOS GRILLETES DE LA DEPENDENCIA 5
Nueva serie.
—Mi hermano logró marcharse de casa, pero yo no pude
hacerlo..., eso tiene que ver con el éxito. Creo que puedo
tener éxito, pero ésa no es la cuestión. Era demasiado peque-
ño. Ni siquiera lo intenté. Todavía siento una opresión en la
parte superior del pecho.
—Permanece en la parte superior del pecho asociada al
«No puedo hacerlo» —le dije entonces.
Nueva serie.
—Un 7. No me lo merezco.
-Sigue atento a ese sentimiento.
Nueva serie.
Cuando terminamos, Johnny hizo una larga pausa y luego
dijo:
—Ahora estoy aquí. Puedo dejar a un lado el pasado. Es mi
pasado. Me siento mucho mejor.
Nueva serie.
—Bien... bien... bien. Mi pecho y la parte superior de mi
cuerpo están mejor. Todavía estoy un poco mareado. Mi
madrastra era una persona muy pobre. Patética, realmente
patética.
Nueva serie.
—No podía hacer nada. Debería haberme dado cuenta de
que era una persona que no funcionaba bien. ¡Pero dejemos
eso a un lado! —dijo Johnny, mesándose los cabellos y acari-
ciándose la nuca, mientras sus pensamientos volvían al pre-
sente.
»Mi mujer también tiene sus cosas, pero a fin de cuentas,
lo mismo sucede conmigo. Es muy probable que existan
muchas mujeres que aprieten mal el tubo de pasta dentífrica.
Mis quejas sobre ella carecen realmente de importancia.
—¿Cuál es la imagen, cuando piensas en tu madre, que
aparece en tu mente? —le pregunté entonces, porque supuse
380 EMDR
—Concéntrate en eso.
Sexta serie.
—Me siento bien. Puedo asumir la responsabilidad de lo
que hago para ayudar a Brady, pero no soy responsable de
ser seropositivo.
Séptima serie.
—Me hace sentir bien. Me gusta.
—¿Qué imagen se te ocurre para representar el virus del
sida en tu cuerpo? —preguntó entonces Donald, con el fin de
establecer su segundo objetivo.
—Es una mancha de color amarillo. Como cuando, en lec-
ciones de higiene, se nos mostraba la fotografía de una gota
de color azul en el agua —dijo Hugh, esbozando la forma con
sus manos.
—¿Con qué palabras describirías lo que esa imagen dice
de ti mismo?
—Trato de mantener ambos aspectos separados. Separo el
agua limpia de la mancha de color. Me siento como si me
hallase sumergido en el agua y luchase, sin acabar de conse-
guirlo, por respirar. Y aunque, en ocasiones, llegue a la
superficie, nunca consigo respirar lo suficiente. Como si una
fuerza me mantuviese hundido. Resulta muy opresivo.
—¿Qué querrías sentir?
No quisiera sentirme ahogado. Me gustaría aceptar que
puedo disfrutar de mi vida cotidiana sin preocuparme por las
inevitables consecuencias de la enfermedad.
—¿ Y en qué parte del cuerpo lo sientes?
—En el cuello y en los hombros —respondió Hugh, que
evaluó su intensidad como un 10.
Cuando Donald empezó los movimientos oculares, la pri-
mera respuesta a las preguntas de Donald fue «Nada».
Segunda serie.
—Nada.
LA ÚLTIMA PUERTA 393
Nueva serie.
Siento como si me estuviera ahogando. No tengo sufi-
ciente aire.
Nueva serie.
Hugh empezó entonces a llorar. Estaba concentrándose
en todas las cuestiones negativas de su vida, de la vida de
Brady y de su trabajo. Era como si, frente a él, sólo desfila-
sen los aspectos negativos de su vida. Luego, las sensaciones
cambiaron súbitamente y empezó a sonreír. El dolor había
sido breve. Hugh había dejado que su mente fuese donde
quisiera y se sentía mejor. Era muy curioso, parecía que
volase como un águila y pudiese hacer un zoom sobre las
cosas y verlas en su verdadera magnitud. Ahora no estaba
agotado, sino relajado.
—¿Qué ves ahora? —preguntó entonces Donald.
—Veo una luz al final del arco iris. Ahora ya no me estoy
ahogando. Puedo nadar. Ahora estoy en una lancha de salva-
mento. Puedo ver a través del agua clara y ver el fondo
cubierto de amarillo.
—Permanece con esa imagen.
Quinta serie.
—Estoy mirando a través del agua y todo es transparente.
Es como si el amarillo se hallase en la periferia de mi campo
visual. Puedo ver todo lo que me rodea. Hacía mucho tiem-
po que no lograba mirar más allá de mí y ver lo que me
rodea.
Nueva serie.
Puedo oler las flores. Siento el aire y veo lo que me
rodea.
Séptima y última serie.
Me siento como si pudiera vivir cada día oliendo flores,
sintiendo el aire y dándome cuenta de lo que es importante
—dijo Hugh.
394 EMDR
Dos años más tarde, Hugh relató esa experiencia con las
siguientes palabras: «En esos dos minutos desaparecieron la
aflicción, la frustración, la desesperación, la rabia, la ansie-
dad y todas las cosas a las que diariamente me enfrentaba.
Luego el bien entró en mi interior y se puso en marcha una
suerte de fantasía con los ojos abiertos en la que empecé a
pensar en cosas positivas. Fue como si, después de correr
durante 50 kilómetros y de sentirme extenuado, se abriesen
súbitamente las puertas del paraíso y se desvaneciese todo el
agotamiento».
Alo largo de la siguiente sesión, trabajaron la creencia de
Hugh de no haber podido vivir su vida al máximo de su
potencial. Después de la tercera serie, Hugh empezó a llorar:
—Son tantas las cosas que quiero hacer... No he hecho
todo lo que quisiera.
Nueva serie.
Hugh se sentó entonces erguido en la silla y dijo:
—Pero también son muchas las cosas que he conseguido.
Sólo tengo 26 años y tengo una larga lista de las cosas que
he logrado.
Quinta serie.
—Primero estaba en una lancha de salvamento —dijo
Hugh, con una franca sonrisa en el rostro— y ahora estoy en
una nube. Es como si pudiera sentir el aire y oler el perfume
de las flores. Estoy viendo mis logros y el viento me lleva
hacia nuevas puertas que se abren. Tengo tiempo para hacer
las cosas que quiero hacer.
Nueva serie.
No puedo creérmelo. Me siento extraordinariamente
bien.
Nueva serie.
—Realmente son muchas las cosas que he conseguido en
mi vida y me siento muy bien al respecto.
LA ÚLTIMA PUERTA 395
Nueva serie.
Puedo escuchar a Brady. Estamos en un parque y siento
cómo me llama. No puedo verlo, pero sé que conseguiré
encontrarlo. Me siento de nuevo relajado. No es que las
cosas hayan acabado, lo que ha cambiado es el paisaje.
Nueva serie.
—Me siento mejor. Todas las cosas negativas formaban
parte de nuestra vida, pero no han cambiado lo que somos, ni
tampoco ha cambiado nuestra vida. El sida no es más que
uno de los aspectos de nuestra vida. La ironía de Brady y su
sentido del humor forman parte de nosotros. Ha sido muy
divertido.
Otra serie.
—Es como si pudiese ver la totalidad de la imagen y la
enfermedad sólo ocupase una pequeña parte de toda mi vida.
Cada vez que teníamos problemas de relación los superába-
mos y también superaremos éste. Podemos hacerlo.
Durante la sesión posterior, Hugh definió del siguiente
modo el significado que el sida tenía en su vida:
—Me ha proporcionado una nueva oportunidad. No lo veo
como “no es justo” o “no está bien”. Eso, ahora, no me impor-
ta. Me parece simplemente un reto.
Después de la EMDR, Donald dedicó el resto del tiempo
a hablar con Hugh, que le contó que sus empleados le habían
dicho que, en el trabajo, parecía mucho más feliz y relajado.
En lo tocante a la investigación dirigida por Donald Weston,
la valoración de Hugh de sus sentimientos negativos estaba
en 0, mientras que su estimación de la veracidad de sus nue-
vas creencias positivas era de 7, la puntuación más elevada
de la escala.
Dos meses después, Brady murió tranquilamente en casa,
y pasadas varias semanas, Hugh volvió de nuevo a ver a
Donald. Estaba preocupado por algo que había hecho des-
LA ÚLTIMA PUERTA 397
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EL EMDR INSTITUTE
Referencias
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EMDR in a Law Enforcement Environment: Observations of the
448 EMDR
METAANAÁLISIS
ESTUDIOS NO ALEATORIOS
INFORMACIÓN ADICIONAL
MECANISMO DE ACCIÓN
EVALUACIONES PSICOFISIOLÓGICAS
Y NEUROBIOLÓGICAS ADICIONALES
ESTUDIOS DE CASOS
* El placebo es una condición que el sujeto puede considerar como una forma de
tratamiento cuando lo cierto es que, en realidad, no tiene el menor efecto sobre
ese problema concreto (como, por ejemplo, el empleo de una pastilla de azúcar
en lugar de un fármaco).
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Á
Introducción
LE van der Kolk, B.A. (2002). “Beyond the Talking Cure: Somatic
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518 NOTAS
Capítulo 5. Los muchos rostros del miedo: Las fobias y los ataques de
pánico
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Correlates”, Journal of Behavior Therapy and Experimental
Psychiatry, 27 (1996), págs. 219-229.
American Psychiatric Association, Diagnostic and Statistical
Manual of Mental Disorders (Washington, D.C.: American
Psychiatric Association, 1994).
Las fobias sociales constituyen entre el 10 y 20% de los trastornos
de ansiedad. Sin embargo, el diagnóstico de fobia social, como el
de hablar en público, por ejemplo, requiere que el miedo interfiera
con la rutina normal de la persona. Son muchas las personas cuya
vida no es lo suficientemente problemática como para que el pro-
blema pueda ser diagnosticado como fobia. Cierta investigación,
por ejemplo, descubrió que, a pesar de que el 20% de los partici-
pantes referían la presencia de un gran miedo a hablar en público,
sólo el 2% de ellos presentaba un deterioro vital que mereciese ser
diagnosticado como fobia. Pero, como ya hemos dicho, la ausencia
de diagnóstico no implica que el síntoma sea menos intenso.
NOTAS Sl
Apéndice D
ll: De Jongh, A., Ten Broeke, E. y Renssen, M.R. (1999). “Treatment
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NOTAS 547
Ver nota 1.
Feske, U. y Goldstein, A. (1997). “Eye Movement Desensitization
and Reprocessing Treatment for Panic Disorder: A Controlled
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and Clinical Psychology, 36, págs. 1.026-1.035.
10. Goldstein, A. y Feske, U. (1994). “Eye Movement Desensitization
and Reprocessing for Panic Disorder: A Case Series.” Journal of
Anxiety Disorders, 8, págs. 351-362.
ME Véase nota 9.
12. Goldstein, A.J., de Beurs, E., Chambless, D.L. y Wilson, K.A.
(2000). “EMDR for Panic Disorder with Agoraphobia: Comparison
with Waiting-list and Credible Attention-placebo Control
Condition.” Journal of Consulting and Clinical Psychology, 68,
págs. 947-956.
137 Shapiro, F. (2001). Eye Movement Desensitization and
Reprocessing Basic Principles, Protocols, and Procedures (2* ed.)
(págs. 362-363). Nueva York: Guilford.
14. Shapiro, F. (1995). Eye Movement Desensitization and
Reprocessing. Basic Principles, Protocols, and Procedures. Nueva
York: Guilford.
Shapiro, F (1989). “Eye Movement Desensitization: A New
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Memories.” Journal of Traumatic Stress, 2, págs. 199-223.
Véase nota 15.
Véase nota 16.
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20. Antrobus, J.S., Antrobus, J.S. y Singer, J. (1964). “Eye Movements,
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Suppression.” Journal of Abnormal and Social Psychology, 69,
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211% Chemtob, C.M., Tolin, D.F, van der Kolk, B.A. y Pitman, R.K.
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E.A.Foa, T.M. Keane y M.J. Friedman (eds.), Effective treatments
for PTSD: Practice guidelines from the International Society for
Traumatic Stress Studies. Nueva York: Guilford.
548 NOTAS
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A veces, las experiencias negativas perma-
necen sin digerirse adecuadamente, dejando
un residuo emocional que acaba gobernando
nuestra vida cotidiana. En tal caso, el sujeto
queda atrapado en el trauma y, a menudo,
requiere ayuda externa para ponerse nueva-
mente en marcha. Ahí es, precisamente, don-
de entra en juego la EMDR, nombre con el
que se conoce —según su sigla en inglés— a la
terapia de Desensibilización y Retroprocesa-
miento a través de los Movimientos Oculares.
Aclamado como el método psicoterapéutico más importante que
ha aparecido en las últimas décadas, la EMDR ha resultado de total
eficacia en el tratamiento de casi dos millones de personas con pro-
blemas de depresión, fobias, ansiedad y estrés postraumático.
Este libro explica en qué consiste la EMDR y sus diferentes apli-
caciones, a la vez que reúne una serie de testimonios de pacientes
tratados con esta revolucionaria técnica.
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Psicolog, . |ANIN 47?
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730