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Christine Feehan - Hombres Leopardos 13 - La Furia Del Leopardo

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LA RABIA DEL

LEOPARDO

CHRISTINE FEEHAN

SAGA LEOPARDOS 13
Esta es una traducción sin ánimo de lucro, hecha
únicamente con el objetivo de poder tener en
nuestro idioma las historias que amamos….

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Expresiones de Gratitud

Gracias a Brian por ayudarme a superar este. Fue difícil, pero


¡lo hizo! Gracias, Domini, por editar siempre, no importa
cuántas veces te pida que revises el mismo libro antes de
enviarlo para una edición adicional.
1
SEVASTYAN Amurov se paseaba de un lado a otro con pasos
largos y furiosos, intentando librar su cuerpo del borde oscuro,
feo, animal, temperamental, que su leopardo había traído junto
con su propio mal genio. A lo largo de los años, había trabajado
en mantener el control total. Había logrado evitar que ese rojo
y vivo volcán brotando dentro de él se mostrase al mundo
exterior, pero nunca había logrado eliminar la vil emoción. Él
supo que nunca lo haría.

Él era un leopardo. No cualquier leopardo. Él era un Amurov,


nacido y criado en una guarida brutal conocida por su
crueldad, por prácticas tan salvajes que otras guaridas no
querían tener nada que ver con ellos. No podía culparlos. Los
hombres en su guarida tomaban a las mujeres por parejas, no a
las mujeres que eran las compañeras de los leopardos, sino
mujeres que les darían hijos. Si producían mujeres o después
de que les dieran hijos, para mostrar su lealtad a su guarida, los
hombres asesinaban a sus esposas, generalmente frente a sus
hijos. A menudo, ellos insistían en que sus hijos participaran.
Las niñas eran asesinadas, regaladas o vendidas como novias a
otros que luego las matarían después de que engendraran hijos
para sus maridos.

Sevastyan había sido golpeado la mayor parte de su infancia,


al igual que su leopardo, en un intento de hacerlo más fuerte,
un luchador para su guarida. Fue criado para ser un "ejecutor".
Uno que sería un guardaespaldas del vor, o el que interrogaría
a un prisionero para obtener información. Como había crecido,
esa horrenda ira dentro de él había crecido, alimentada por la
furia de su leopardo.

Su leopardo era muy fuerte y controlarlo no era fácil. Con el


paso de los años, a diferencia de sus primos, su necesidad de
sexo y dominación había crecido, no disminuido. Su leopardo
merodeaba cada vez más cerca de emerger, exigiendo cada vez
más, y esas necesidades se habían vuelto sexuales para él. Era
un círculo vicioso y Sevastyan temía que iba a perder
finalmente. A menudo visitaba los clubes clandestinos para
aliviar las necesidades que tenía, pero eso siempre era
peligroso cuando su leopardo era tan brutal. Él tenía que tener
mucho cuidado de no permitir que nada de la crueldad de su
gato se extendiera sobre los juegos con las mujeres con las que
jugaba.

Echando un vistazo a su reloj por décima vez, siseó su


disgusto. La mujer de la empresa de jardinería lo había echado
a perder. De nuevo. Esta era la tercera vez. Las dos primeras
veces, al menos había tenido la cortesía de hacerle saber que no
podría asistir. Era un inconveniente, pero ella le había dado
tiempo suficiente para que no hubiera dejado a Mitya, su primo
y jefe, sin protección.

Él era el guardaespaldas de Mitya. Mitya tenía suficientes


enemigos por lo que Sevastyan no estaba dispuesto a
arriesgarse con su vida. Ya le habían disparado más de una vez,
y dejar su protección a otros no le sentaba bien a Sevastyan.

Como siempre, cuando estaba muy molesto, la ira en él se


traducía en una profunda necesidad sexual que despreciaba. Se
elevó como un maremoto, un hambre que lo agarraba y no lo
soltaba hasta que montara duro a una mujer, y ¿Cuál era la
diferencia entre él y los otros hombres en la guarida que había
dejado hace mucho tiempo? Se despreciaba a sí mismo por usar
mujeres, sin importar que estuvieran plenamente consintiendo.
Podría visitar los clubes y pasar horas allí haciendo las cosas
que necesitaba hacer, pero nunca estaba satisfecho. Nunca. Su
leopardo rugió su rabia y en el fondo, él también lo hizo.

La verdad era que Sevastyan quería una mujer propia. Un


socio. Una mujer para amar. Una mujer que fuera la pareja para
su leopardo. Ese mismo regalo que tenían sus primos. Dudaba
que eso fuera a sucederle alguna vez. Su padre y el padre de
Mitya se habían ocupado de eso con su tortura y entrenamiento
desviado. Sus necesidades no iban a desaparecer porque él lo
deseara. Largas semanas de intentos. Meses. Nada había
detenido ese terrible deseo. Tampoco su rabia. Había
observado a sus primos para ver si eran como él. Ninguno de
ellos lo era. Mitya era dominante, pero no era en lo más mínimo
como Sevastyan. Aun así, su leopardo se merecía una
compañera.

Él tenía una cosa a su favor. Su leopardo, y él, estaban en su


primer ciclo de vida. Eso significaba que podían reclamar una
cambiaformas sin pareja. Solo tenían que encontrar una.
En el fondo, su leopardo gruñó y lo atacó con garras afiladas,
saltando de repente en un intento de tomarlo por sorpresa y
salir. No era la primera vez y no sería la última. A veces,
Sevastyan pensaba que su leopardo, a quien cariñosamente
llamaba Shturm, que significa asalto, terminaría su vida
literalmente arrancándolo y saliendo de él en lugar de cambiar
de la forma normal en que intercambiaban formas.

− Estoy teniendo suficientes problemas para mantener el


control sin que te agregues a mis problemas, − siseó con
disgusto al gato, pasando sus dedos por su cabello, sin
importarle que se viera alborotado. Normalmente estaba
organizado a la perfección, como parte de su mirada
intimidante.

Sevastyan estaba construido como muchos cambiaformas, con


músculos tensos y sin grasa. Era más alto que la mayoría, con
hombros anchos y un cuerpo grueso y definido pecho, caderas
estrechas y piernas musculosas. Mantenía a su gato en forma
de pelea, lo que significaba que él también lo estaba. Corría
todos los días y dejaba salir a su gato a correr. Él practicaba con
armas a diario y entrenaba en combate cuerpo a cuerpo. No
dejaba nada al azar cuando se trataba de la seguridad de Mitya.

El gato saltó de nuevo, buscando la libertad, y Sevastyan se


volvió hacia la puerta. Shturm estaba siendo demasiado
persistente, lo que solo podía significar que no estaban solos.
Tal vez la paisajista no lo había dejado plantado por completo,
tal vez solo llegó tarde. No era un buen comienzo, pero al
menos se las había arreglado para conseguir traer su culo aquí.
Dejaría muy en claro que no toleraba ese tipo de mierda de
aquellos que empleaba a menos que hubiera una muy buena
excusa, en cuyo caso debería habérselo dicho de inmediato.

Sevastyan se tomó su tiempo para llegar a la puerta, frenando


deliberadamente sus pasos, respirando profundo para
encontrar ese lugar tranquilo que mantenía frente a todos los
demás. Sus armas estaban cerca, como siempre, metidas en sus
botas, la funda debajo del brazo, la delgada funda entre los
omoplatos, y entre los muchos lazos dentro de la chaqueta que
llevaba sobre los hombros mientras se detuvo en la puerta.

Una mujer se apresuró a subir por la pasarela, luciendo


sorprendentemente joven para ser propietaria de una
reconocida empresa de jardinería. Sevastyan sabía que Leland
Carver había fallecido varios años antes, dejando el negocio a
cargo de su hija. Flambé Carver había crecido trabajando junto
a su padre, y algunos decían que lo había superado en
brillantes por sus diseños al incorporar la topografía natural, la
flora y la fauna en obras de arte hermosas y únicas.

Leland Carver era una cambiaformas y había diseñado el


bosque con su carretera arbórea para que los leopardos viajaran
rápidamente a través de la propiedad de Mitya. Lo mismo
sucedía en la propiedad de su primo Fyodor. Carver también
había plantado esa propiedad con árboles de rápido
crecimiento. Sevastyan quería lo mismo en su propiedad. Parte
de la tierra ya estaba plantada, pero quería que su propiedad
estuviera conectada a la de su primo para poder viajar rápido
sin coche para llegar a Mitia, si fuera necesario.

La mujer que corría por la pasarela tenía el cuerpo más


pequeño y curvilíneo de una cambiaformas, aunque era mucho
más pequeña que muchas de las mujeres, y ella tenía el pelo de
un rojo impactante. Mechones de pelo rojo brillante, que nunca
había visto en un cambiador antes. No estaba teñido de
rojo; parecía demasiado natural para eso. El sol brilló sobre él,
convirtiéndolo en una llamarada ardiente que se derramó en
todas direcciones. Ella lo había recogido en una simple cola de
caballo, pero en su prisa, a pesar del grosor de cabello
cambiaformas, se había soltado y se estaba colgando, dándole
la apariencia de un aspecto salvaje.

Sevastyan encontró el dominante, elevándose como un


maremoto, fuerte, asumiendo el control, necesitando
domesticar a esa mujer fuera de control que se apresuraba por
su camino, casi media hora tarde a una cita muy importante
que ya había cancelado dos veces. Dejó que ella llegara
directamente a la puerta y que empujara el timbre, no una, sino
dos veces, esperando largos momentos antes de tomarse su
tiempo para abrir tranquilamente la pesada puerta de roble
para quedarse allí, enmarcado solo mirándola.

Hubo un largo silencio. Respiraba con dificultad como si


hubiera estado corriendo una larga distancia. Solo porque ella
viniera de una línea de cambiaformas no significaba que
tuviera un leopardo, o que supiera que era una cambiaforma.
Los hombres sabían de sus leopardos casi desde el momento en
que nacían, mientras, que las mujeres a menudo no estaban al
tanto de sus leopardos hasta que el leopardo y la mujer tenían
el mismo ciclo hormonal. A veces eso nunca sucedía y el
leopardo nunca emergía. Aun así, la mayoría de los
cambiaformas estaban en buena forma, y ella no debería estar
tan sin aliento.

La estudió deliberadamente, prolongando el silencio. Ella tenía


inusuales ojos verdes con motas doradas, y reconoció los ojos
de una mujer leopardo inmediatamente. También se dio cuenta
de la reacción de Shturm a la mujer. Fue un alivio de la tensión
del gran felino. Las garras parecieron retraerse lentamente y él
simplemente se quedó en silencio, casi como si, como
Sevastyan, estuviera observando a la mujer en lugar de
reaccionar negativamente hacia ella.

Shturm odiaba a todos los humanos y se lo dejaba saber a su


homólogo humano en cada oportunidad. Era raro que se
quedara callado, y eso solo detuvo a Sevastyan de decir algo
para disipar la creciente tensión entre la mujer y él mismo, no
es que quisiera. Ella necesitaba asumir la responsabilidad de su
tiempo lejos de Mitya. Su trabajo como guardaespaldas de su
primo era importante.

Mirando sus pestañas con puntas rojas y doradas que se habían


deslizado hacia abajo para velar la expresión de sus ojos verdes,
una emoción curiosa se apoderó de él, una que no podía
reconocer. Tenía una boca generosa, labios hermosos, muy
rojos, aunque había una mancha de tierra cerca de la esquina
del lado izquierdo, que apenas pudo evitar inclinarse para
limpiarla con la yema del pulgar.

− Siento mucho llegar tarde, − comenzó. Su tono era suave.


Agradable. Ahí no había ningún remordimiento, pero su voz
temblaba un poquito.

Frunció el ceño, sus ojos en esa pequeña mancha. Dio un paso


hacia ella, agarró su barbilla con firmeza e inclinó su rostro
hacia el sol. − ¿Que infierno pasó? ¿Alguien te golpeó?

Había una furia apenas controlada en él, aunque su voz sonaba


como siempre lo hacía, tranquila. Él sabía que alguien la había
golpeado. Recientemente. Dentro de la última media hora. Esa
fue la razón por la que llegó tarde. Mientras que él estuvo
paseando arriba y abajo en su habitación, furioso con ella, un
idiota la había golpeado. Golpeó a una mujer. Cuando volvió su
rostro hacia el sol, vio un gran bulto en un lado de su cabeza,
en lo alto de la línea del cabello. Oculto, pero estaba ahí. Se
obligó a soltarla.

Ella miró sobre su hombro como si fuera posible que estuviera


siendo perseguida. Ella vaciló, como si no pudiera responder,
o intentara mentir, pero luego ella simplemente le dijo la
verdad. − Desafortunadamente, sí, lo siento mucho. Yo sé que
estamos teniendo un comienzo muy malo y que no es
profesional. Nuestra empresa es realmente la mejor. Hemos
tenido un mal momento con nuestras reuniones programadas.
Realmente intenté llegar aquí, pero... − Ella estaba
balbuceando. Las palabras tropezando unas con otras.
− Ms. Carver, − interrumpió Sevastyan, su voz un látigo. Estaba
acostumbrado a dar órdenes y a ser obedecido. Había sido
entrenado para ello desde que era un niño y como había
asumido las funciones de jefe de seguridad para su primo, su
carácter dominante natural había salido más y más. − Dime lo
que pasó.

Ella lo miró parpadeando. Ella ya era más de un pie más baja


de lo que él era y con él parado un paso por encima de ella, solo
se agregó a su diminuta estatura. Una vez que se dio cuenta de
lo que era esa mancha y había visto esa hinchazón en el costado
de su cabeza, Sevastyan no la había llevado completamente a
la casa, donde podría sentirse vulnerable a solas con él. Aun
así, él tenía la intención de aprovecharse para obtener la
información que necesitaba para cazar a quienquiera que la
hubiera golpeado.

Flambé se encogió de hombros en un intento de ser casual, pero


el movimiento dolió y ella hizo una mueca visiblemente. − Hay
un hombre que está muy enojado conmigo por muchas razones
diferentes. Me negué a atender sus llamadas y él me ha estado
observando. Llamé a la policía y lo denuncié en numerosas
ocasiones, pero como en realidad no había hecho nada malo,
bueno, hasta ahora, dijeron que no había nada que pudieran
hacer.

− Te está acosando.
Ella hizo una mueca. − Odio usar esa palabra porque suena
como algo que todos usan ahora, pero sí. Aparece donde quiera
que voy. Está al otro lado de la calle de los lugares a los que voy
a comer con mis amigos. Yo lo hice enojar. Debería haberme
quedado callada, pero me cansé de que siempre me empujara.
Lo confronté y le dije que se mantuviera alejado de mí.

Sevastyan detestaba que ella pensara que ella tenía que ceder
ante las demandas de su acosador para que ella tuviera
paz. Eso era lo que las mujeres en su guarida sentían; al final,
todas sabían que serían asesinadas y, sin embargo, aceptaban
silenciosamente su destino. No hubo levantamiento. Sin
contraataques. De nuevo, ese lugar dentro de él que rugió de
rabia se enrojeció de ira, amenazando con estallar como un
volcán furioso, pero por afuera, parecía completamente
tranquilo. Él tenía que. Lo último que necesitaba esta mujer era
temerle.

− ¿Por qué crees que deberías guardar silencio? Él es el que está


haciendo algo malo, no tú. Tenías todo el derecho a decirle que
se mantuviera alejado de ti, aunque no deberías haber estado
sola cuando se enfrentó él.

− No lo estaba cuando lo enfrenté. Pero esperó hasta que yo salí


hacia aquí y me obligó a salir de la carretera. − Todo su cuerpo
estaba temblando, ya sea que ella fuera consciente de ello o no.

Sevastyan no estaba preparado para la furiosa reacción de


Shturm. El leopardo saltó sobre él, rastrillando y arañando la
libertad como si fuera a cazar en ese momento y encontrar al
acosador de Flambé. Sevastyan permaneció absolutamente
inexpresivo, pero no pudo evitar acercarse a ella y rodearla
como lo haría su leopardo, inhalando mientras lo hacía. En el
momento en que lo hizo, su leopardo se volvió loco. Él mismo
se sentía un poco loco. Su acosador era leopardo. No era
Amurov. No era de Rusia, ni de una de las guaridas con las que
Sevastyan estaba familiarizado, pero nada de eso importaba,
era un leopardo y estaba acechando a Flambé por una razón.

− Te golpeó. Aporreo. ¿Te hizo algo más? – Sevastyan se obligó


a dar un paso atrás cuando quería, no, necesitaba, acercarla más,
darle la vuelta y verlo por sí mismo.

Flambé frunció el ceño y tocó la hinchazón en un lado de su


cabeza, su mano temblorosa. Ella parecía confundida. − En el
momento en que trató de tirarme contra el coche, luché con
él. Me golpeó y bajé al pavimento y me golpeé la cabeza muy
fuerte.

Sevastyan quería acercarla a él, incluso con el pretexto de


estabilizarla, pero el ataque la había sacudido. Shturm estaba
actuando como loco, un minuto rodando y al siguiente
luchando por salir. Él tenía que tener cuidado con ella.

− Se sentó a horcajadas sobre mí, agarrándome del pelo y le di


un fuerte rodillazo, logré ponerme de pie y corrí a tu
propiedad. He estado aquí algunas veces con mi padre, así que
sabía aproximadamente dónde estaban los árboles más
gruesos. Los había plantado cuando yo era muy joven.
Sevastyan se juró a sí mismo. − ¿Es este hombre alguien que
conoces? ¿Alguien a quien tu padre te prometió?

Ella inclinó la cabeza y estudió su rostro durante un largo


momento antes de responderle. − No. No conocía a mi padre.
Claramente, eres consciente de lo que somos o no hubieras
estado tan decidido a contratar nuestra empresa.

− Antes de seguir adelante, si le pido que entre, ¿se sentirá


incómoda a solas conmigo? No hay nadie más aquí. No sabía
cuánto sabías de los cambiaformas y quería tener la
oportunidad de decirte lo que necesitaba de ti cuando se
trataba de paisajismo sin nadie alrededor, pero no quiero que
te sientas incómoda en lo más mínimo. Podemos discutir esto
y luego hacer negocios en el patio exterior si eso es más fácil
para usted, pero necesita sentarse.

Flambé vaciló, un color tenue subiendo por su cuello hasta su


rostro, sorprendiéndolo. Sevastyan estudió su rostro desviado
mientras una vez más miraba sobre su hombro antes de
mirarlo. Tuvo la sensación esta vez de que su vacilación no se
debió a que temiera a quienquiera que la hubiera golpeado. Ella
estaba evitando mirarlo.

− No te tengo miedo. Tu familia tiene cierta reputación y hay


honor e integridad involucrados.

Había el más mínimo indicio de falsedad en su voz. Ella no


tenía miedo exactamente, más bien estaba intimidada, y estaba
de acuerdo con eso. Sevastyan había estado intimidando a la
gente durante casi toda su vida.

− Y la actividad delictiva, − instó.

Por primera vez, una leve sonrisa iluminó su rostro, haciendo


cosas extraordinarias en sus ojos. − Eso también.

Dio un paso atrás y mantuvo abierta la puerta. − Entra


entonces. He tenido mucho trabajo realizado en el interior,
pero de ninguna manera está terminado. − Se quedó dónde
estaba, obligándola a pasar a su lado. Ocupaba mucho espacio
y eso significaba que su cuerpo más pequeño tendría que
deslizarse junto al de él, tocándolo brevemente. Quería ver qué
reacción tendría su leopardo. Él ya sabía qué reacción tuvo él
hacia ella.

Una vez más, hubo esa pequeña vacilación. Captó el más breve
indicio de interés sexual ardiendo en sus ojos antes de que
lograra velar toda expresión con sus pestañas. Ella no quería
estar tan cerca de él. Ella reaccionó a él justo cuando él estaba
reaccionando a ella. Sin embargo, ella tenía coraje, debía darle
eso a ella. Ella pasó junto a él, su pequeño cuerpo susurrando
contra el suyo.

Shturm estuvo a punto de darse la vuelta y ronronear.


Ronronear. El gato nunca había ronroneado en su vida. Es más
aún, sintió que su gato se levantaba. La hembra se movió
rápido, buscando a Shturm, llamándolo, el olor de ella llenando
el aire de modo que Sevastyan tuvo que luchar contra su
leopardo para mantenerlo bajo control. Su propio cuerpo se
puso caliente y duro con necesidad urgente.

− ¿Supongo que hiciste tu investigación sobre mí entonces? −


Sevastyan dijo cuándo pudo respirar correctamente, mientras
cerraba la puerta, haciendo coincidir sus pasos casi
exactamente, en silencio.

Ella miró por encima del hombro y se puso pálida cuando lo


vio tan cerca. − Si. Eres un leopardo de Amur. Raro. De Rusia.
Hay rumores sobre tu tipo. Rumores muy desafortunados. −
Ella se estremeció y se frotó los brazos mientras se dirigió a la
sala de estar.

A Sevastyan realmente le encantaba la habitación grande y


espaciosa con techos altos y una gran chimenea de piedra. Hizo
un gesto a Flambé hacia la silla más acogedora. La mayoría de
sus muebles habían sido comprados para un hombre grande.
Sus primos eran todos grandes como él y cuando vinieran de
visita, los quería cómodos.

− Flambé, − dijo, cuando ella se paró junto a la silla. −


Siéntate. Tenemos mucho que atravesar. También puedes estar
cómoda. Si tienes frío, puedo conseguirte una manta o
encender el fuego. − Vertió persuasión en su voz. No estaba
preguntando. Quería saber quién era este hombre y por qué
pensaba que tenía algún derecho sobre ella. Parecía frágil,
como si fuera a caerse en cualquier momento. Su rostro estaba
pálido y la hinchazón en un lado de su cabeza lo alarmaba. Sus
ojos estaban demasiado brillantes, casi como si estuviera un
poco aturdida.

Flambé se hundió en la silla. − Señor. Amurov, ¿son ciertos los


rumores sobre los cambiaformas de Amur?

− ¿Sobre las guaridas donde crecimos mis primos y yo? Si.


Absolutamente todo es cierto y peor que cualquier cosa que
hayas escuchado. Los peores criminales no quieren tener nada
que ver con las guaridas, por buenas razones. Mis primos y yo
nos separamos y vinimos aquí, y tenemos penas de muerte
sobre nuestras cabezas. – Él se encogió de hombros. − Lo han
intentado un par de veces, pero hasta ahora no lo han logrado.
Llámame Sevastyan. No Sr. Amurov. Yo prefiero Sevastyan.

− Nuestros cambiaformas vienen de Sudáfrica. Somos


leopardos fresa. Somos tan pocos de nosotros que los
investigadores creen que somos mutaciones con genes
recesivos que producen una sobreproducción de pigmentos
rojos o una sub producción de pigmentos oscuros. Los
cazadores furtivos nos persiguen, cazándonos sin descanso en
el momento en que uno de los nuestros es visto en forma de
leopardo. Los investigadores no tienen oportunidad de
descubrir realmente que somos nuestra propia subespecie, no
una mutación.

Sevastyan se hundió en el sofá de dos plazas frente a su silla y


se inclinó hacia ella. Había oído rumores, por supuesto, de los
leopardos fresa. Todos ellos lo habían hecho, pero nadie había
visto uno. La mayoría los consideraba un mito, o como el
leopardo negro, un leopardo nacido con una sobreproducción
de pigmentos rojos como los investigadores creían.

Él sintió que su corazón se aceleraba e hizo todo lo posible por


controlarlo. Por su bien. Por Shturm. Que él supiera, había
menos de una docena de leopardos fresa. Como mucho, quizás
menos de veinte. Era muy posible que ella estuviera sin pareja.
Su hembra se había levantado, respondiendo a la presencia de
Shturm. Sevastyan se sentía atraído por ella físicamente. De
hecho, la química entre ellos era extremadamente fuerte. Él
podría hacerlo funcionar. El solo tenía que proceder con
cuidado.

− Tu padre trajo a los cambiaformas al país y les enseñó su


negocio y luego, cuando pudieron trabajar por su cuenta, les
permitió seguir adelante y trajo más. − Fue una suposición, una
educada.

Ella asintió. − Si. Los patrocinó. Cuando el primero tuvo su


negocio establecido, trajeron a otros y los patrocinaron. La
mayoría por supuesto, no eran leopardos fresa. No era como si
fuéramos muchos. Nuestra especie está casi extinta. A los
cazadores furtivos les encanta los abrigos de fresa. Fuimos
cazados casi hasta la muerte. Desafortunadamente,
recientemente, doce leopardos fueron vistos a la vez en varios
lugares en Sudáfrica y fue noticia mundial. Estamos tratando
de sacar a las hembras con bebés de allí para su seguridad, pero
no es fácil. Quedamos menos de treinta vivos en el mundo que
yo sepa. Si no podemos salvar a los expuestos en Sudáfrica,
perderemos un tercio de ese número.
− Supongo que su padre patrocinó leopardos machos y
hembras de todas las especies diferentes aquí en los Estados
Unidos.

− Sí, por supuesto que lo hizo. Trató de conseguir tantos como


pudo independientemente de edad o sexo. Se convirtieron en
ciudadanos y dueños de sus propios negocios. Esa es la forma
en que pueden continuar ayudando a otros cambiadores a
encontrar seguridad. No fueron solo leopardos de fresa los que
trajo, la mayoría no lo fueron.

− ¿Hay otras hembras fresa aquí?

Ella vaciló solo por un momento, pero él lo entendió. − Si.

− ¿Han entrado las hembras en Han Vol Dan?

Ella frunció. − No sé exactamente qué es eso.

− ¿El surgimiento de su leopardo?

− Creo que mi padre dijo que una o dos se habían casado. No


sé si ellas tenían un leopardo o no. Yo esperaría. − Ella frotó su
mano arriba y debajo de su muslo izquierdo, inquieta.

− ¿Cuándo te diste cuenta de tu leopardo?

Su mirada saltó a su rostro. Ella se humedeció los labios. – Hace


como dos semanas. Ella me dijo que su nombre era Flame.
Puedo sentir lo inquieta que está. − Nuevamente ella vaciló. −
Yo también he estado inquieta. Me despierto en medio de la
noche y tengo que ir a correr. He tenido miedo desde
entonces... – Ella se apagó.

− ¿Quién es él? − Preguntó Sevastyan.

− Sevastyan. No es buena idea meterse en mis problemas.


Viene con grandes recursos, por lo que creo que la policía no
quiere hacer algo con él. Ni siquiera le hablarán.

− Eso no es lo que te pregunté.

El silencio se extendió entre ellos. Ella levantó la barbilla


obstinadamente. Ese pequeño gesto lo golpeó en el estómago.
Para un hombre como Sevastyan, eso era lo mismo que lanzar
un desafío. Ella no iba a decirle nada por alguna razon, o al
menos no creía que lo hiciera. No le iba a permitir salirse con la
suya.

− De hecho, vine aquí para hablar sobre paisajismo y lo que


querías o necesitabas en tu propiedad, − dijo Flambé, luciendo
muy decidida. − Tu dijiste que el proyecto sería bastante
extenso. − Ella se frotó la sien e hizo una mueca. Se balanceó.
Ella no estaba en condiciones de trabajar.

Adormecerla con una sensación de seguridad siempre era algo


bueno. El podría hipnotizarla solo con su voz. Controlarla con
ella. Sonar muy suave o igualmente muy duro. Cualquier
dominante que valiera su tiempo podía hacerlo, y Sevastyan
era particularmente bueno con su voz. − Eso es muy cierto. Esta
propiedad pertenecía a la familia de mi cuñada, la familia
Dover. La poseo ahora y necesito los árboles plantados en el
bosque de regreso al bosque de Mitia con una carretera arbórea
que se extienda desde mi casa hasta la suya. Quiero un camino
despejado, tanto en el suelo como en los árboles para que pueda
llegar a él si está en problemas. Una buena parte de la
superficie se plantó con uvas. Tuve un tercio de eso detenido.
Con el tiempo, se eliminarán más.

Ella asintió y miró a su alrededor, luciendo un poco


indefensa. De nuevo, ella levantó la mano hasta el bulto en la
cabeza como si le doliera. − Normalmente tengo mi portátil,
pero dejé mi coche en la carretera a cierta distancia de aquí.

Se levantó de inmediato y sacó un bolígrafo y un papel de un


escritorio con tapa enrollable en el pasillo ancho. − Tendremos
que conformarnos con esto. − Se lo dio a ella y caminó por el
reluciente piso de madera hasta la amplia extensión de la
ventana.

− Me gusta ver lo que me viene en todo momento. La casa está


más abajo de lo que me gustaría. El camino está un poco por
encima de él, por lo que cualquier planta agregada para lucir
podría quitarle seguridad. Hice que el jardinero quitara los
arbustos de ornamentación que se plantaron cerca de la
casa. No estaba feliz, pero lo hizo.
− Me di cuenta de que no había ninguna planta alrededor del
frente de la casa y me pareció muy duro. Puedo pensar en algo
agradable y que no te quitara tu necesidad de seguridad.

Mantuvo una sonrisa en su rostro, de espaldas a ella mientras


continuó mirando por la ventana. Tu necesidad de seguridad. Ella
lo había deliberadamente redactado de esa manera para llegar
a él. Puntuándolo. Ella estaba inquieta porque su leopardo lo
estaba. Ambas manos estaban ahora frotando sus muslos. Se
movió en su asiento más de una vez, moviendo las piernas. Ella
no comprendía que su hembra la estaba impulsando,
poniéndola nerviosa, de mal humor.

Su leopardo la estaba presionando con fuerza, arrojando su


olor para llamar al macho hacia ella, insistente, urgente,
exigente, coqueta. Cuanto más se acercaba a la superficie, más
se veían afectados Sevastyan y Shturm, incapaces de resistir la
tentación de las hembras. Cada movimiento que Flambé hizo
fue descaradamente sexual, aunque ella no parecía darse
cuenta de ello. Ella se tocó a sí misma, sus manos moviéndose
sobre su cuerpo y su fragancia, llenando el aire para que él la
inhalara con cada inhalación que tomara, eso fue suficiente
para ponerlo sobre el borde.

Shturm se puso firme, presionando hacia adelante, instándolo


a hacer su reclamo. Flambé estaba en mucho más peligro de lo
que pensaba, no de una manera que pudiera lastimarla. Ella era
la mujer más segura del mundo con él. Sevastyan no solo se
había interesado realmente en ella como en ninguna otra mujer,
sino también su leopardo.
− ¿Estás prestando atención a todo lo que te estoy diciendo? −
Ahora había un mordisco distintivo en su voz.

− Nunca sería tan grosero como para no prestarte atención,


Flambé.

Sevastyan se volvió lentamente hacia ella, permitiendo


deliberadamente que su mirada recorriera sobre ella.

Flambé había levantado las piernas. Su cuerpo estaba


sonrojado, excitado, el calor de su leopardo hembra
completamente sobre ella. Se había quitado la chaqueta y el
aliento venía en jadeos andrajosos. Debajo de la blusa que
llevaba, obviamente su "Traje de poder" cuando se reunía con
sus clientes, sus senos llenos subían y bajaban mientras trataba
de controlar su respiración. Sus pezones estaban duros,
presionando contra su sostén, lo que los inflamaba más. Ella
estaba sufriendo, tal como lo hacía su leopardo, acercándose a
las insoportables demandas del Han Vol Dan de su gente y sin
darse cuenta de lo que le estaba pasando.

Sevastyan quería que ella le perteneciera con cada aliento que


respiraba. Su leopardo saltó y rastrilló, arañando por la
supremacía, exigiendo que la reclamaran, pero ese no era el
estilo de Sevastyan. Su mujer iba a ser completamente suya
porque ella lo deseaba. Exclusivamente a Él. Con cada uno de
sus defectos y los tenía en abundancia.
Midió sus pasos, paseando con pasos lentos y deliberados a su
alrededor de su silla, muy cerca para que su leopardo sintiera
a su macho. Sintiera el luchador dominante. Su pequeña
hembra estaba buscando a su pareja, desesperada por
encontrarlo después del asalto a ellas. Si era su primer ciclo,
querría un fuerte compañero que pudiera cuidar de su familia
cambiaformas, que las protegiera cuando ellas no pudieran
protegerse.

El leopardo fresa se levantó rápidamente, buscando a Shturm.


Ella estaba tan cerca que Sevastyan casi podía verla moverse
debajo de la piel de Flambé. Esa piel impecable resplandecía
caliente, como si su temperatura hubiera subido varios grados.
Sin pensarlo conscientemente, Flambé extendió la mano y
deshizo los dos primeros botones de su blusa. Su cabello rojo
estaba húmedo, comenzando a rizarse en mechones y zarcillos
alrededor de su rostro.

Él aspiró su aroma. La atrajo a sus pulmones. Esta era una


inteligente mujer. Él había hecho su propia investigación sobre
ella cuando decidió contratar su empresa de jardinería para
hacer el trabajo en su propiedad. Su padre tenía una reputación
entre los cambiaformas, la había tenido durante años. Él había
comenzado el negocio cuando era muy joven y no tuvo hijos
hasta los cuarenta y tantos. Su esposa había muerto al dar a luz
y él había criado a su hija solo. Ella había trabajado a su lado
casi desde que nació.

Sevastyan rozó el brazo de Flambé cuando pasó junto a su silla,


su piel deslizándose contra la de ella. Hubo chispas
instantáneas, un arco de química entre ellos. Tenía demasiada
experiencia para no saber que ella lo sentía, aunque ella trató
de ocultarlo. Mantuvo su rostro apartado y respiró hondo,
mordiendo duro su labio inferior. Él sonrió y siguió caminando
hacia el pequeño refrigerador detrás de la barra para conseguir
agua.

− ¿Qué tipo de plantas pensabas que se verían bien en el frente


de la casa? Me gusta cómo se ve siempre la casa de Mitya,
hermosamente cuidada, pero fácilmente defendible.

Ella volvió la cabeza hacia él. Ella era tan hermosa para él que
por un momento no pudo controlar la forma en que su sangre
latía tan ardientemente a través de sus venas. Necesitaba
mantener el control. Shturm era inútil, pasando de ronronear a
rugir sus demandas. Flambé y su pequeña pícara mujer estaban
en apuros, estaban arrojando suficientes hormonas para llamar
a todos los hombres leopardo por cien millas.

Flambé se retorcía en la silla y estaba bastante seguro de que, si


seguía así, le preguntaría dónde estaba el baño para poder
tratar de encontrar un poco de alivio. Eso solo lo empeoraría,
pero ella no lo sabía. Ella también parecía un poco fuera de sí,
como si no pudiera seguir del todo su conversación. No sabía
si eso era por los potentes efectos del calor femenino o el golpe
en la cabeza. Quería examinar ese nudo en su cabello un poco
más cerca.

Uno de ellos tenía que tener la cabeza clara. Respiró a través de


la sangre tronando en sus oídos y golpeando duro en su
polla. Él quería que esta mujer confiara en él. Para que se
entregase a él. Dejándolo entrar en su vida. Él necesitaba eso de
ella y tomarla no era la manera de conseguirlo, incluso si en
este momento era ella quien se arrojaba sobre él. Si realmente
iba a tener tal regalo inesperado entregado a él, no iba a tirarlo
porque él no tenía suficiente control para manejarla con
cuidado.

Ella se aclaró la garganta dos veces, frunciendo el ceño,


obviamente tratando de seguir la conversación. − Hay muchas
plantas hermosas nativas de esta área que se verían
encantadoras en grupos alrededor del frente de la casa. Son lo
suficiente bajas como para que no cubran las ventanas o
impidan de alguna manera su capacidad de ver cualquier cosa
que venga hacia ti.

Su voz era muy baja. Gruesa. Jugó a lo largo de sus


terminaciones nerviosas, se deslizó por su espina dorsal y
jugueteó con su polla como si ella rozara sus dedos y lengua
sobre su eje sensible. No había duda de que esta mujer era la
indicada para él. Nadie lo había afectado nunca de la forma en
que ella lo hacía. No solo con el sonido de su voz. Abrió la
botella de agua, se detuvo en la barra y tomó el tiempo para
saborear el sentimiento genuino que le estaba regalando. Por
una vez su leopardo no estaba exigiendo sangre ni sexo
violento y solo podía disfrutar de la belleza de querer a su
mujer porque era extraordinaria.

Flambé obtuvo su Licenciatura en Artes, Maestría y Doctorado


en Arquitectura del Paisaje y planificación ambiental de UC
Berkeley. Ella había tenido tanta experiencia al trabajar con su
padre que se había destacado en el programa. Su padre solo
aceptaba trabajos que le permitían utilizar plantas locales y
diseños que trabajaran para mantener el medio ambiente y
fueran agradables a la vista también. Era un genio con las
plantas y parecía que su hija seguía sus pasos.

− Hay flores que florecen en diferentes épocas del año y


suculentas que no necesitan tanta agua. Sé de esta hermosa
cubierta de tierra en forma de estrella que una vez que echa
raíces, toma muy poca agua, se puede caminar sobre ella como
la hierba y, sin embargo, no necesita los cuidados que la hierba
necesita. − Cuando ella habló, el entusiasmo se deslizó en su
voz. Definitivamente le gustaba su trabajo.

− ¿Te encargas de plantar tú misma o trabajas en conseguir


nuevos clientes y dejas que tu equipo haga el trabajo real en las
propiedades mientras supervisas? − Se alejó de la barra, de
nuevo muy casualmente, llegando a pararse junto a su silla,
dejando que el calor de su cuerpo se mezclara con el de ella.

Su gato se volvió loco. Sevastyan lo sabía porque estaba


completamente sintonizado con ella ahora y sintió el animal en
ella responder al animal en él. Su macho era grande y
mezquino. Un luchador. Un hombre en su mejor momento. Un
compañero perfecto. Justo lo que la hembra quería y
necesitaba. Exactamente lo que estaba buscando en una pareja.
Su leopardo empujó con fuerza hacia la superficie y Sevastyan
lo dejó venir cerca, pero lo mantuvo a raya. Lo último que
necesitaba era que el macho grande se soltase. El leopardo
hembra reaccionó, volviéndose más amorosa, empujando hacia
la superficie también, exigiendo estar cerca del macho.

Flambé jadeó y envolvió sus brazos alrededor de su cintura,


agachando su cabeza, apartando su cara sonrojada de él. Sus
pechos fueron inmediatamente empujados por debajo de la
fina seda de su blusa, casi cayéndose de su encaje de
sostén. Podía ver que ella estaba luchando contra la necesidad
febril que la atravesaba, los antojos desesperados y las
demandas urgentes de su calor.

− ¿Hace demasiado calor aquí? − Sevastyan preguntó con su


voz más solícita. Él se inclinó y con mucha suavidad le apartó
el cabello húmedo de la frente y puso su palma allí, como si
estuviera comprobando su temperatura.

En el momento en que tocó a Flambé, los dos leopardos


entraron en un frenesí de necesidad. Su sangre estaba tan
caliente que esperaba que en cualquier momento pudiera
estallar en llamas. Estaba acostumbrado a controlar su brutal
hambre sexual y nada alguna vez había sido tan malo como
esto. No podía imaginar cómo sería para ella. Ella claramente
no tenía la experiencia que él tenía.

Con su toque, sus pestañas de punta roja y dorada se agitaron


y luego se levantaron. Su mirada se encontró con la suya. La
sensualidad natural en ella lo sacudió. Él reconoció varios
rasgos en ella inmediatamente, rasgos que garantizaban que
serían compatibles si pudiera ganarse su confianza. Ella era
una sumisa por naturaleza. Él había estado en ese mundo
demasiado tiempo para no reconocer el rasgo cuando lo veía.

Sumisa, para Sevastyan, no significaba que ella fuera menos


que él, o para él, significaba que sabía quién era y lo que
quería. Ella sería capaz de brindar su confianza y lealtad a
aquellos en quienes creía. Ella no pelearía innecesariamente
solo por pelear. Tener completamente el control no era
importante para ella.

Claramente, Flambé podía estar al frente de una empresa. Su


negocio de paisajismo estaba prosperando. Ella estaba
trayendo miembros de otras subespecies de leopardo de otros
países en un intento desesperado por salvarlos de la
extinción. Ella los ayudaba a convertirse en ciudadanos, les
brindaba una educación en cualquier negocio que quisieran
aprender y luego los preparaba para el éxito. Tenía que ser algo
aventurera para hacer algo de eso, así como también
inteligente.

− Hace un poco de calor aquí, − admitió, sonando distraída.

Una vez más, su voz era ronca, jugando con sus terminaciones
nerviosas. Encontró que quería pasar tiempo con ella. Horas.
Toda la noche. Mirándola así. Hambriento. Necesitado. Al
borde de la desesperación. Mirando esos ojos de ella. Sensuales
más allá de lo creíble. Llenos de deseo. Volviéndose de un
verde oscuro con lujuria mientras su mirada se movía sobre su
cuerpo y se posaba en su polla. Él sintió el calor de su mirada a
través de la tela de sus jeans. El no intento ocultarle su grueso
bulto. Fue descarado. Casi al nivel de su boca. Si se inclinaba
hacia adelante y le desabrochaba los pantalones, podía
envolver los labios a su alrededor. Sería exagerado, pero solo la
idea de que ella lo intentara envió más sangre caliente latiendo
por sus venas y tenía la polla sacudiéndose y pulsando en
anticipación. Ella parecía como si pudiera hacerlo también,
inclinarse hacia adelante y desabrocharle los jeans allí mismo.
Ella parecía hipnotizada, completamente concentrada, su
leopardo tan cerca que apenas podía funcionar.

Presionó la botella de agua fría con las gotas de condensación


en ella contra su cuello. − Prueba esto mientras te traigo un
paño frío. Encenderé el aire acondicionado. Realmente no
había notado el calor, pero no suelo prestar mucha atención a
la temperatura exterior.

Estaba acostumbrado a mantener su expresión absolutamente


tranquila en todo momento. Se quedó en un segundo plano.
Podría desaparecer allí fácilmente con su quietud. A menudo
parecía ser más civilizado que sus otros primos, incluso a veces
parecía tener un poco de sentido del humor. Él había
aprendido, a lo largo de los años, a ocultar la terrible rabia
reprimida dentro de él, la rabia en su leopardo que se negaba a
dejar a alguno de ellos y se manifestaba en brutales maneras,
peleando o en clubes sexuales.

− Gracias. Me temo que no te estoy causando muy buena


impresión. Yo creo que mi encuentro de esta mañana realmente
me conmociono más de lo que pensaba.
Él era muy consciente de que su toque la sacudía. Su
cercanía. Ella no podía dejar de mirar con avidez el bulto en la
parte delantera de sus jeans. Su mirada se estrechó, se centró
allí, e incluso se inclinó hacia adelante solo unas pocas
pulgadas más o menos sin ser consciente de ello. Su lengua tocó
su labio, humedeciéndolo. No podría moverse si quisiera. Su
polla ardía, estaba tan estirada y apretada que pensó que
podría estallar.

Se retorció, tratando de aliviar el terrible ardor entre sus


piernas. Él tenía el control gracias a años de ser un dominante.
Ella no tenía ninguno. Su gato le estaba dando ataques,
enfureciéndola con hambre desesperada por la proximidad de
su compañero elegido. Su piel comenzaba a brillar. Sevastyan
empezó a temer que su hembra estuviera más cerca de la
emergencia de lo que pensó al principio.

Normalmente, una hembra se acerca a la superficie y luego se


retira, solo para reaparecer unos días y una semana después. A
menudo una aparición sería tan breve y elusiva que un
leopardo macho apenas captaría el olor de una hembra. Esta
era una apariencia muy avanzada. El leopardo de Flambé
estaba cerca de emerger, demasiado cerca para darle tiempo
para un noviazgo real.

Sevastyan lo lamentó. Tendría que cambiar sus planes. Ella


necesitaba cuidados, especialmente con el tipo de estilo de vida
en el que entraría con él. Él era el guardaespaldas de Mitya y
siempre lo sería. Vivian una vida peligrosa. No había ninguna
duda sobre eso. Esperaría que su esposa, su pareja, viviera esa
vida con él. No tenía idea de cómo ser su esposa afectaría a su
negocio, y obviamente amaba su negocio.

Luego estaba el hecho de que necesitaba que su mujer le diera


sexo de la forma en que le gustaba. Donde quiera que lo
quisiera. Sabía que era el resultado de su arruinada crianza en
la guarida del infierno. Tener una mujer propia no haría que
esa necesidad desapareciera como él esperaba. Encontró que el
hambre se hizo más profunda en él solo por estar cerca de
ella. Eso era algo con lo que ella también tendría que vivir.

− Me has impresionado, Flambé. Más que cualquier otra mujer


que he conocido. Supe, cuando hice la investigación sobre tu
empresa contigo al timón, que quería que continuaras donde tu
padre había dejado la propiedad. Después de haberte
conocido, me interesa mucho la mujer.

Quería dejar eso en claro. Sin andarse por las ramas. Su cuerpo
lo decía por él, pero estaba decidido a que ella entendiera que
él la quería a ella por quien era. − Hay mucho sobre ti en
internet y lo leí todo. − Hizo su confesión esperando que no
sonara peor que el hombre que la había estado acosando.

Su mirada saltó de nuevo a la de él. Ella se lamió los labios de


nuevo y luego su mirada se posó en su ingle, como si no
pudiera evitarlo. Una mano se movió hasta la línea del cabello
donde se escondía el bulto, como si le doliera.

− Traté de investigar sobre ti. − Ella hizo una confesión, pero su


voz sonaba un poco vaga, como si su mente estuviera a la
deriva junto con su mirada. − No había mucho que encontrar.
Casi no había nada de hecho. Un poco más sobre tus primos
que sobre ti. Creo que tu nombre fue mencionado una vez.

Sevastyan se obligó a sí mismo a alejarse de ella, hacia el


interruptor que controlaba el aire acondicionado. Estaba en la
pared junto a la orilla de las ventanas. Cuando cruzó hacia la
pared, justo encima de sus cabezas se apagaron las luces
estroboscópicas a lo largo de las esquinas superiores de la
habitación, haciéndole saber que varias personas habían
disparado las alarmas en el suelo que conducía a la casa.

Estaba de pie junto a la ventana, sus anchos hombros


enmarcados dentro del cristal. − Estamos a punto de tener
compañía, plamya. − Miró por encima del hombro y luego
torció su dedo hacia ella. − Ven acá. Dime si este es tu
amigo. No ha venido solo.
2
FLAMBÉ se levantó despacio, pero sin vacilar, y aunque
parecía un poco tambaleante se acercó a él. Deslizó su brazo
alrededor de ella, tirándola debajo de su hombro para que
pudiera encajar cómodamente en el marco de la ventana con
él. Podría haberse movido fácilmente para darle espacio, pero
quería ver su reacción a su reclamo de propiedad sobre ella.
Pareció aceptarlo tal como su leopardo aceptaba su
proximidad.

El hombre que venía hacia la casa todavía estaba a una


distancia y caminaba audazmente por la pasarela, dos hombres
a cada lado de él. Actuaba como si fuera el dueño de la
propiedad, y que nadie pensaría en oponerse a él.

− Tiene más hombres con él. Están ocultos a la vista en los


arbustos. a ambos lados de la casa. He contado al menos seis,
pero lo más probable es que haya más. − Sevastyan lo digo
como un hecho. Calmado. Mantuvo su brazo alrededor de ella.

Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo y dio un paso


involuntario hacia atrás como para alejarse de la ventana. Al
mismo tiempo, trató de tirar de su cintura para llevarlo con
ella. Su pequeño leopardo se acercó mucho para protegerla.
Shturm rugió y arañó la libertad, furioso por ser liberado para
exigir venganza por los moretones y las heridas de Flambé.
− Estás a salvo aquí conmigo, cariño, − aseguró Sevastyan en
voz baja, aunque estaba de acuerdo con su leopardo y quería
cazar un poco por su cuenta. − No pueden entrar. Incluso si
decidieran dispararnos, las ventanas son de vidrio a prueba de
balas. Enviaré un mensaje de texto a mi equipo si es necesario.
Quiero ver lo que hacen. ¿Quién es este bromista, Flambé?
Ahora que también está empeñado en atacarme, ¿no crees que
tengo derecho a saberlo?

Sevastyan pudo ver que le costaba esfuerzo, pero Flambé


apartó la mirada del gran hombre que subía por la pasarela con
sus pasos deliberados. Ella miró a Sevastyan y lo miró a los
ojos. Todo lo que vio allí la tranquilizó.

Ella respiró hondo antes de responderle. − Su nombre es Franco


Matherson. Él y sus hermanos dicen que son cazadores de
"caza mayor". Son muy ricos. Realmente están buscando
mujeres cambiantes. Se cruzaron con una de los leopardos fresa
que apadrinaba mi padre. Ella estaba haciendo una última
carrera como leopardo antes de salir del país. Fue una tontería
de su parte arriesgarse. Matherson la vio y casi le dispara solo
por su abrigo inusual. Nadie sabía acerca de los leopardos
rojos, así que no se le ocurrió que posiblemente podría ser una
cambiaforma.

− Entonces, aunque es un cambiaformas, un leopardo, pensó


que era apropiado matar a un leopardo hermoso y diferente
que vio solo porque podía. − Había una gran cantidad de
disgusto en él y se notaba en su voz. ¿Qué cambiaformas
mataría a un leopardo por su piel? Ella estaba diciendo la
verdad, pero también estaba mezclada con mentiras. Él no la
regañó por eso.

− ¿Verdad? Me revuelve el estómago, solo el hecho de que


incluso admitiera que estaba contemplando dispararle a un
leopardo porque ella tenía un abrigo de color fresa. En
cualquier caso, la siguió hasta una cueva. Ella entró como un
leopardo y emergió como humano. Supo de inmediato que ella
tenía que ser una cambiaforma. Ella solo logró escapar de
él. Finalmente la rastreó hasta aquí. Por supuesto, ella se había
ido y mi padre había muerto cuando descubrió el lugar adonde
había ido.

− Pero él te encontró y sabe que eres un cambiaformas.

Ella asintió una vez más, volviendo su mirada hacia la ventana


y al hombre acercándose. Estaba más cerca, luciendo más
arrogante que nunca. Sevastyan había visto a tantos hombres
como él. Ellos pensaban que su dinero de alguna manera les
daba derecho a todo lo que quisieran. Compraban su camino
por la vida. Le quitaban a la gente e intimidaban y pisoteaban
a otros para salirse con la suya. Como su padre y sus tíos,
brutalizaban e incluso mataban, sabiendo que podrían salirse
con la suya.

Flambé tenía algún conocimiento de qué y quién era Franco


Matherson. Ella era buena investigando a sus clientes y
probablemente había hecho lo mismo, investigando al hombre
que la acechaba. Aun así, había algo en su voz que le dijo que
algo no estaba del todo bien. Ella estaba omitiendo algo o no
diciéndole la verdad exacta. Había más en la historia de lo que
estaba dispuesta a revelar.

Sevastyan evaluó a Matherson mientras se acercaba a ellos. Él


era definitivamente leopardo. Estaba en la forma en que se
movía. El juego de sus músculos debajo de su piel. Y dejaba
salir a su leopardo a pelear. Lo más probable es que enfrentara
su leopardo contra leopardos salvajes y disfrutaba de las
batallas. Parecía un hombre brutal, y quería a Flambé. No había
ninguna duda sobre eso.

Sevastyan deslizó su mano hasta la nuca de su cuello, sus dedos


comenzando un masaje lento y relajante. − ¿Sabes lo que iba a
hacer cuando intentó lanzarte contra el coche? Tu leopardo está
a punto de emerger. Ella se está levantando y los leopardos
machos quieren reclamarla. Este es su primer levantamiento y
ella está buscando un compañero. Mi leopardo lo ha
confirmado y está dispuesto a aparearse con ella. Cuando estás
cerca de mí, ¿qué hace tu mujer?

− Ella actúa como una idiota, − admitió Flambé, disgusto en su


voz. − Ella está rodando como una gatita sexual. − Ella se apretó
más contra él, frotando su cuerpo contra el de él, imitando a su
leopardo, pero apenas notando lo que estaba haciendo. Ella se
apartó murmurando una disculpa, su rostro se puso rojo.

Él le sonrió. − No te avergüences. Los leopardos pueden


ponernos nerviosos. La química entre nosotros sin ellos ya es
bastante mala. Con ellos, está fuera de serie. Matherson habría
obligado a tu mujer a aceptar a su macho.

El color desapareció de su rostro. − ¿Cómo podría hacer eso?

− Si fueras mía para reclamar, te subiría la parte de atrás de la


camisa, mi leopardo podría convencer a tu hembra de que
saliera a la superficie. Él te mantendría quieta y se tocarían si
ella acepta su reclamo. Una vez que eso suceda, el leopardo de
Matherson no podría aparearse con ella. Él lo sabe. Es por eso
que se ha esforzado tanto en mantenerte alejada de todos los
demás cambiaformas. Él no quiere que tu mujer se encuentre
con ningún otro que pueda aceptar.

Flambé giró su cuerpo hacia él, su frente a su costado, frotando


su cuerpo contra el suyo como la gatita que era, amorosa, tan
naturalmente sensual y provocadora, que pensó que su control
podría romperse. Una pierna se enrollo alrededor de su muslo
mientras su mano se aferraba a su camisa, los dedos
agarrándose.

Su pequeño leopardo estaba muy cerca de la superficie,


llamando continuamente a Shturm. El olor era tan potente,
llenando los pulmones de Sevastyan, era todo lo que podía
hacer para no tirar a Flambé contra la pared y tomar lo que
estaba ofrecimiento. Sus manos se hundieron debajo de su
camisa, calientes, prodigando caricias sobre su piel mientras
sus caderas se balanceaban contra su muslo, presionando su
sexo contra él.
− Me asusta muchísimo, − admitió en voz baja. − Yo no quiero
que su leopardo esté cerca del mío.

− Tu leopardo está en celo, y su calor te afectará, − dijo,


manteniendo su voz baja y tranquilizadora. − Puede sonar
terrible y podría ser después, dependiendo de cómo te trate,
pero en ese momento, puede que no sea el final del mundo.
Aunque, una vez que te reclame, tendrías que quedarte con él.

Un pequeño escalofrío recorrió su cuerpo. − Ni siquiera digas


eso. Ni siquiera lo pienses. − Su mirada saltó para encontrarse
con la de él. Retándolo. Desafiándolo. – Tu dijiste que tu
leopardo estaba dispuesto a aparearse con el mío. − Hubo pura
seducción en su voz.

− Un reclamo no es solo por un calor, Flambé. Tienes que


entender eso. El mundo de los cambiantes tiene reglas. Vivimos
según esas reglas.

− Estoy al tanto. Mi padre me lo dijo. No sé sobre reclamos,


pero sé que no somos humanos y vivimos según un conjunto
de reglas diferente. – Ella se estaba volviendo frenética, su
cuerpo moviéndose contra el de él, caliente, temblando de
necesidad.

− No te dejaría ir. No soy un hombre con el que sea fácil


vivir. Soy dominante dentro y fuera de la cama. Me gusta el
sexo y lo necesito a menudo. El sexo con un leopardo puede ser
duro. − Incluso mientras le explicaba esto, mantuvo su voz
suave, sus dedos en la nuca de su cuello masajeando la tensión
de ella. Un dedo trazó el lóbulo de su oreja. Se inclinó y mordió
ese mismo lóbulo con los dientes, viendo cómo se le ponía la
piel de gallina cuando las endorfinas se precipitaban a través
de su cuerpo.

La mirada de Flambé continuó desviándose hacia el hombre


que caminaba con tal confianza en la pasarela. Franco no podía
dejar de ver a Sevastyan y Flambé enmarcados en la ventana
mirándolos.

Ella gimió en voz baja, el sonido en algún lugar entre sensual y


desesperado. − ¿Me quieres?

− Si. − Él tomó su mano y descaradamente, allí mismo, frente al


cristal, curvó su palma sobre su polla cubierta de mezclilla. −
Sabes que lo hago.

− Me refiero a mí.

− Si.

− ¿Tu leopardo quiere mi leopardo?

La giró hacia la ventana, la presionó contra el cristal para que


Matherson no pudiera dejar de ver su pequeña figura frente a
él con Sevastyan elevándose sobre ella. Los ojos de Sevastyan
se encontraron con los de Franco a través del cristal mientras
lentamente comenzó a empujar hacia arriba la parte de atrás de
la camiseta de Flambé. Pulgada a pulgada reunió el material en
sus manos, tirándolo hasta la nuca, dejando su frente
completamente cubierto, pero exponiendo su espalda y
hombros a Sevastyan.

Por primera vez, la absoluta confianza de Matherson se vio


sacudida. Era sólo un pequeño tropiezo. Una breve tensión en
su rostro mientras daba una leve sacudida imperceptible de la
cabeza. Sevastyan inclinó la cabeza, sus ojos se volvieron de
gato, anillados con calor. Rozó besos a lo largo de la nuca de
Flambé y luego en la suave piel de su hombro antes de permitir
que Shturm saliera a la superficie. Incluso entonces, fue un
cambio parcial, Sevastyan mantuvo el control mientras su gato
hundió los dientes en un mordisco en el hombro de Flambé,
atrayendo la hembra a la superficie, inyectando químicos en su
cuerpo.

La hembra se levantó rápido, necesitada, un poco desesperada


por su macho, comunicándose con él, haciéndole saber que
temía las intenciones del otro leopardo macho. Que ella trató
de contenerse pero que estaba cerca de emerger y temía que
Flambé no tuviera más remedio que aceptar a Matherson.
Shturm, para asombro de Sevastyan, le hizo saber a la hembra
que Sevastyan nunca aceptaría ese resultado. Fue una negación
feroz. Las imágenes tan salvajes que Sevastyan pensó que
podrían molestar a la gata, pero en cambio, parecieron
tranquilizarla. Ella se asentó.

Sevastyan volvió a su forma completamente humana y


presionó besos en la mordedura. La sangre goteaba por su
omóplato en un flujo constante. Él esperaba un poco de sangre,
pero no tanta. Su gato había lamido las mordeduras y eso
debería haber ayudado a coagular la sangre, pero no fue así. Él
frunció el ceño.

− No quiero que te muevas. Matherson va a llegar a la puerta,


o a la ventana y será muy dramático. Recuerda, no puede
entrar. Él puede amenazar y adoptar una postura, pero es como
el lobo feroz en el cuento de los niños. Puede jadear y jadear
por todo lo que vale. Conseguiré un botiquín de primeros
auxilios y me ocuparé de ese mordisco. Tu hembra aceptó a mi
macho.

Él la tomó de los brazos y la giró para mirarlo. Flambé se


mantuvo con la cabeza hacia abajo, así que le levantó la
barbilla. − ¿Estás llorando? – Inesperadamente su corazón
tartamudeó ante la humedad que encontraron las yemas de los
dedos cuando tocó su cara. − ¿Shturm te lastimó? Seguro que
tuvo cuidado. − Si él no lo hizo, Sevastyan iba a tener algunas
palabras para decirle a su leopardo.

− Se sintió tan permanente entre ellos. Íntimo. Todo está


pasando tan rápido. Siempre esperé que si alguna vez entraba
en una relación permanente sería sobre el amor. No
protección. − Sus pestañas se deslizaron hacia abajo para velar
su expresión. − Pensé que podría tener eso algún día. – Había
vulnerabilidad en las puntas rojo doradas de sus pestañas, así
como en su tono.

Sevastyan se inclinó hacia adelante y rozó besos en sus labios y


luego se bebió a sorbos las lágrimas de su rostro. − Sería
imposible tener el tipo de relación que vamos a tener y no estar
enamorados. Tengo la intención de amarte con todo lo que
soy. Lo que se hace depende de ti. Lo siento, no tuve la
oportunidad de darte un noviazgo adecuado. Te mereces uno
y tomaremos cada minuto que podamos para llegar a
conocernos.

Ella parpadeó hacia él, la confusión nadaba a través del líquido


en sus ojos. − Eres... inesperado.

El esperaba ser siempre inesperado para ella. − Quédate aquí,


bebé. Tengo un botiquín de primeros auxilios detrás de la
barra. Los guardamos en todas las habitaciones. Evangeline, la
esposa de mi primo Fyodor, es quien insistió en que hiciéramos
eso, y realmente ha sido útil.

− Tienes muchos primos.

Eso era cierto. Él lo hacía. Sevastyan estaba en la mitad de la


habitación, pero vigilaba a Matherson. Deliberadamente le
había mostrado al hombre que era leopardo y que había
reclamado a Flambé. Esperaba que eso fuera suficiente para
quitar presión de ella y que el idiota se fuera a casa y molestara
a alguien más. Claramente, ese no fue el caso. Franco
Matherson estaba furioso porque su premio había sido robado
de debajo de él.

− Evangeline tiene una panadería en San Antonio, a pocas


cuadras del enorme edificio que Jake Banniconni posee en el
centro. Su panadería se llama The Sweet Shoppe, − dijo Flambé.
Su voz tembló cuando le informó que sabía de la Panadería de
Evangeline.

Sevastyan regresó con ella y la giró, pero puso sus manos en el


alféizar de la ventana para estabilizarla. Quería echarle un
vistazo al bulto en su cabeza también. − Mira al suelo, no a él.

Matherson había venido directamente a la ventana y estaba


mirándolos, sus ojos brillando con la presencia amenazante de
su gato. Sevastyan lo ignoró, empujando un poco hacia arriba
la camisa de Flambé para exponer la mordedura del leopardo.
Esta seguía sangrando. Cuando limpió la sangre, pudo ver que
Shturm realmente había tenido cuidado de mantener su
mordisco superficial, lo suficiente para llamar a la hembra. Eso
fue impactante para Sevastyan.

Shturm era feroz, un leopardo rudo y brutal, perfeccionado de


las muchas golpizas que le habían dado su padre y los tíos de
Sevastyan cuando el gato había intentado proteger al niño.
Dejaban que sus gatos adultos y más grandes atacaran a los
jóvenes, y leopardo inmaduro, haciéndolo casi pedazos a veces,
hasta que Sevastyan forzaba un cambio para protegerlo,
dispuesto a dejar que los leopardos lo mataran en lugar de ver
sufrir más a Shturm. La suya había sido una fea infancia con
poco espacio para la dulzura. Estaba agradecido de que su
leopardo hubiera mostrado ese rasgo a Flambé.

Sevastyan aplicó presión a las heridas punzantes hasta que


estuvo seguro de que el sangrado se había reducido a goteos.
Él untó crema antibiótica, colocó tiritas sobre las dos heridas
punzantes antes de tirar hacia abajo y girarla casi en un
movimiento para que no viera que Matherson estaba junto a la
ventana, con la amenaza de muerte en sus ojos. Él tiró de
Flambé en sus brazos, apretándola contra su pecho.

− Encontraremos nuestro camino a través de esto. Estoy


emocionado de ver lo que vas a hacer con el paisaje. He estado
esperando escuchar tus ideas y verlas desde que hice la
llamada pidiéndote que te reunieras conmigo. − Él le dio un
beso en la parte superior de la cabeza, su mirada se encontró
con la de Franco sin dudarlo.

Había cámaras por todas partes grabando cada amenaza que el


hombre podía hacer. Podría destruir uno o dos, pero no las
encontraría todas. Sevastyan tenía plena confianza en que no
sería capaz de inrumpir en la casa, ni como hombre, ni como
leopardo.

Matherson hizo un gesto hacia la puerta. Sevastyan lo miró de


arriba abajo, como si estuviera tan por debajo de su atención
que no pudiera molestarse. El hombre no había tenido la
decencia de ir a la puerta antes de mirar a través de la ventana
como un mirón. Peor aún, en realidad había echado a Flambé
del camino y luego la había golpeado. Él pagaría por eso, pero
no en ese momento, no cuando Flambé, o cualquier otra
persona, supiera que Sevastyan tenía algo con la toma de
represalias.

− Dime cómo obtuviste tu nombre. Debe haber una historia


detrás.
Sevastyan ignoró los golpes de Franco en la ventana y tomó la
mano de Flambé para llevarla más profundamente a la sala de
estar, donde encontró una silla que la mantuviera fuera de la
vista de Franco. El hombre podría ver sus piernas y regazo,
pero no su cara. La silla tenía brazos anchos y un cojín
profundo, destinado a un hombre grande como él.

Flambé se hundió en la silla e inmediatamente fue al suelo y se


colocó entre sus piernas, arrodillándose allí, por lo que su
cuerpo más ancho mantuvo sus piernas abiertas para él. Eso
atormentaría a un hombre como Franco. Lo volvería
absolutamente loco. Aseguraría que Matherson vendría tras él
y no tras Flambé.

Los ojos de Flambé se agrandaron cuando cayó de rodillas, sus


brazos rodeando su cintura, pero no protestó. Se humedeció los
labios, indicando que estaba nerviosa, pero extendió la mano y
empujó su cabello, tocándolo tentativamente. Cuando él no se
echó hacia atrás, ella le apartó el pelo de la frente y le dio una
media sonrisa. Su otra mano frotó su muslo inquietamente.

− Mi madre era chef. Trabajó en un restaurante famoso.


Aparentemente, uno de sus postres más famosos incluyó algo
donde vertió alcohol encima y lo encendió.

Cuando ella sonrió, incluso esa pequeña media sonrisa, sus ojos
se iluminaron y él encontró la experiencia extraordinaria. Sus
ojos podían ser verdes o dorados o marrón claro o ámbar.
Tantos colores dependiendo de su estado de ánimo o lo que
pudiera estar usando. Con su leopardo agregado a la mezcla,
los ojos de su mujer podrían tendrían cualquier número de
colores y debería aprender qué significaba cada uno de ellos.
Llevaría toda una vida, tal vez nueve de ellas.

− Flameado. Por supuesto.

− Mi padre quería hijos. − Su voz se había vuelto neutral. Casi


como si estuviera contando una historia. − Tuvo un embarazo
múltiple, pero perdió a dos de nosotros. Yo fui la última, y al
principio los médicos pensaron que ella también me había
perdido.

Su voz se había vuelto suave y muy triste. Sevastyan pensó que


podría ser reflejando el dolor de su padre por la pérdida
cuando le contó la historia. Ella tenía mucha empatía en ella.
Eso le dijo que tendría que protegerla. Él se encargaría de
hacerlo sin hacerle pensar que la veía débil. Ojalá él tuviera esa
cualidad. Nunca vio la empatía como un signo de debilidad.
Evangeline, la esposa de su primo, tenía ese rasgo en
abundancia. Sevastyan estaba atraído por Flambé porque tenía
esa característica en su naturaleza.

− El embarazo fue muy difícil para mi madre y estaba débil


cuando ella me tuvo. Hubo una gran pérdida de sangre. Tanta
que tanto mi padre como el doctor sabía que ella no iba a
sobrevivir. Mi padre insistió en que ella me quería más que
nada, que ella me consideraba su mayor regalo para él.
Ella le dio otra sonrisa, pero esta estaba triste. − No estoy tan
segura de eso. Realmente odio que haya perdido la vida
dándome la mía.

− Eso no fue tu culpa, Flambé, − señaló Sevastyan.

Matherson estaba en la puerta, golpeando con el puño. Sonaba


como si sus hombres llevaran un ariete. Él lo esperaba.
Esperaba que la grabación los mostrara causando el daño para
poder demandarlos. Puede que no hubiera evidencia contra
Matherson por su asalto a Flambé, pero todo lo que hiciera en
la casa de Sevastyan estaría en las cintas de seguridad.

− Sí, lo sé. Dicen que es un mito que las pelirrojas son propensas
a sangrar, y tal vez sea solo nuestra especie, pero
aparentemente, hemos perdido muchas de nuestras mujeres en
el parto debido a la pérdida de sangre. Eso fue lo que le paso a
mi madre.

Sevastyan estaba tomando nota de eso. Flambé tenía el pelo


espeso que marcaba la especie de leopardo, pero era de un rojo
tan brillante como podía ser. No hubo ninguna dudaba en su
mente de que ella era una pelirroja natural y que entre las
piernas sus rizos serian rojos. Su leopardo sería fresa. No
habría forma de que tomara oportunidades con su mujer. Si
iban a tener hijos, un sustituto podría llevarlos, no Flambé. Esa
sería una discusión para el futuro lejano, no para ahora.
− ¿Y tu nombre? − Volvió a preguntar, porque el golpe de la
puerta era realmente fuerte y dos veces su mirada había saltado
en esa dirección. − Cómo conseguiste pasar por él?

Su mano se movió sobre su muslo, los dedos subiendo y


bajando como los de ella estaban haciendo, presionando
profundamente, calmando las terminaciones nerviosas en
carne viva. El prodigaba caricias hacia arriba, de vez en cuando
moviendo los dedos hacia el interior de su muslo. Solo una
caricia profunda y luego otra. Cerca del calor y luego de
regreso a la superficie, distrayéndola de la puerta.

− Mi cabello era espeso y rojo y tenía alrededor de una pulgada


de largo. Mi padre dijo yo que parecía salvaje. Ojos demasiado
grandes para mi cara y cabello rojo como llamas. Mi madre lo
miró y sonrió. Dijo una palabra. Flameado. Me dijo que no
estaba seguro de si quería que me llamara así, pero después de
su muerte, él no podía pensar en otro nombre que significara
fuego o llama que la honrara a ella también. Así que Flambé era
lo que era.

− Me gusta, − dijo Sevastyan. − Te conviene. − Tocó su


cabello. Se sentía como seda. Iba a tener que alejarse de ella.
Afortunadamente para ambos, su leopardo se estaba
calmando, dándoles un respiro. El esperaba que una vez que
su hembra se retirara, Flambé no fuera a intentar cambiar su
pensamiento.

− Quédate aquí, plamya, − dijo, llamándola su llama. Se paró


elevándose sobre ella, su cuerpo muy cerca de ella. Demasiado
cerca. En el momento en que se puso de pie, fue demasiado
consciente de la posición exacta de su polla y su boca. A veces
el detestaba que fuera un dominante sexual. Estaba estampado
en sus huesos tanto como una parte de él.

Sevastyan se apartó de ella y tomó su botella de agua olvidada


para poder caminar tranquilamente hacia la ventana. Se inclinó
para ser completamente visible para Matherson y sus hombres
mientras los miraba como si fueran animales de circo y
estuviera disfrutando de un espectáculo. Esperó hasta que
estuvieron plenamente conscientes de él y detuvieron sus
furiosos golpes en la puerta, por la que claramente no iban a
pasar. Él abrió el intercomunicador.

− Caballeros, les sugiero que abandonen la propiedad


inmediatamente.

− ¿Antes de llamar a la policía? − Franco se burló. − Cobarde.

Sevastyan sonrió y tomó un largo trago de agua fría. − Prefiero


no involucrar a la policía. Creo que cuando los hombres
adultos actúan como niños lanzando berrinches necesitan ser
tratados como niños.

Extendió la mano hacia la larga fila de botones escondidos justo


debajo del alféizar, activando varios. El agua brotó en largos
arroyos pulsantes como mangueras de bomberos, saliendo de
los aleros de la casa, disparando a los hombres y haciéndolos
retroceder y alejarse. En cuestión de segundos estaban
empapados y en sus traseros, deslizándose en los charcos de la
pasarela.

Maldiciendo, Franco intentó levantarse, solo para caer varias


veces. Sevastyan nunca esbozó una sonrisa. Simplemente miró
desapasionadamente desde su lugar en la ventana. Detrás de
él, Flambé se levantó de un salto y corrió hacia él. Él no se dio
la vuelta.

− Alto ahí. No quiero que te vea asustada o alarmada. Aléjate


de la ventana. − Mantuvo la voz baja pero autoritaria. − Ahora,
Flambé.

Ella se detuvo abruptamente y se llevó una mano a la garganta


a la defensiva. − No lo conoces, Sevastyan. No has hecho
ninguna investigación sobre él como yo. Es vengativo. Lo has
humillado delante de sus hombres. Nunca se detendrá hasta
que te mate.

Su voz tembló y Sevastyan, a pesar de su determinación de


continuar mirando a Franco como si fuera una hormiga, no
pudo evitar volverse para mirar a su mujer. Ella estaba
realmente molesta. Ella no era una mujer que se dejara
intimidar fácilmente y, sin embargo, Franco Matherson
realmente la había conmocionado. No fue el hecho de que la
hubiera golpeado. Sabía que Sevastyan provenía de una
familia de criminales y, sin embargo, estaba tan conmocionada.

− Bebé. − Susurró la palabra cariñosa en voz baja.


Ella sacudió su cabeza. − No lo entiendes. Él es malvado. Es
verdaderamente malvado. Pasé mucho tiempo averiguando
todo lo que pude sobre él cuando la policía no me ayudo. − A
pesar de que estaba muy angustiada, aún se apartó de la
ventana, manteniéndose fuera de la línea de visión de Franco.
− Hay una subespecie de leopardos cambiaformas, los árabes,
a los que él y sus hermanos fueron a buscar esposas. Ellos
intercambiaron con los ancianos e intentaron que les dieran
varias hembras. Los ancianos les dijeron que no trabajaban de
esa manera, pero Matherson se enojó de la manera en que lo
hace y, al final, trato llevarse las hembras.

Una vez más, hubo una mezcla de verdad y mentira. No pudo


poner su dedo en lo que significaba eso. − Puedo verlo
haciendo eso. A él no le gusta ser frustrado en lo más mínimo.
Si no puede tener su juguete, preferiría romperlo para que
nadie más pueda tenerlo.

Ella asintió. − Eso es exactamente lo que hizo. Él y sus


hermanos comenzaron una caza sistemática, y utilizaron a los
nativos para ayudarlos a acabar con los Leopardos árabes al dar
recompensa por los leopardos, envenenándolos, capturándolos
para zoológicos, matándolos por varias partes del cuerpo y sus
pieles. Así de vengativos son.

− Tienes miedo de que venga por mí.

Ella comenzó a responder y luego se quedó en silencio,


estudiando su rostro. – Estas enfureciéndolo deliberadamente.
Lo mediste en cinco segundos y estás alejando su atención de
mí y poniéndola en ti. A propósito.

Esa fue una acusación. − Sevastyan. No puedes hacer eso.

Él arqueó una ceja hacia ella. − Puedo hacer lo que quiera,


Flambé. Estoy muy familiarizado con el mal. Crecí rodeado de
eso. Conozco el tipo de hombre que él es. Reconocí lo que era
de inmediato. Quiero su atención centrada en mí, no en ti. Aun
así, es mejor si te quedas cerca de mí donde pueda protegerte.
Ya que trabajarás para mí de todos modos, y no quieres poner
en peligro a tu equipo, eso funcionará. Recibiremos todo lo que
necesites enviado aquí.

Abrió la boca para protestar.

− Tu hembra está emergiendo en cualquier momento. No


puedes permitir que ella se libere delante de nadie tampoco, −
señaló y se volvió hacia el intercomunicador y Matherson.
Cerró la válvula del agua. − Les sugiero caballeros que dejen mi
propiedad inmediatamente. No quiero tener que decírselos de
nuevo.

Matherson señaló con la cabeza hacia la carretera y sus dos


hombres de seguridad fueron con él, acechando por la pasarela,
pareciendo más gallinas miserables mojadas, que tipos duros.
Sevastyan no creía que hubiera terminado ni por un momento.
Franco no se marcharía en silencio. Quería mostrarle a
Sevastyan que no le tenía miedo en lo más mínimo. Tenía una
fuerza mayor de hombres escondidos en la maleza y no había
duda de que dejaría instrucciones para tomar represalias de
alguna manera. Cuándo, era la pregunta. Franco no tenía ni
idea de que Sevastyan sabía que los hombres estaban ahí fuera.

Flambé se retiró de nuevo a la amplia silla y se puso de rodillas


y envolvió sus brazos alrededor de sus piernas. − No deberías
haber hecho eso, Sevastyan. No puedo agradecerte lo
suficiente, pero no deberías haberlo hecho. Él nunca dejará de
perseguirte. Es realmente un monstruo.

− Yo pude ver eso. ¿Cómo son sus hermanos? ¿Los has visto?
¿Los conociste? − Sevastyan cruzó la habitación hacia ella,
apoyando una cadera contra la barra, mirándola con atención.
Parecía tensa, tratando de encubrirlo. La mancha de sus labios
se había oscurecido. Ella continuamente cubrió la hinchazón al
lado de su cabeza.

− Los he visto, pero siempre se quedan en un segundo plano. Él


es el único al frente en conferencias de prensa. Él es quien
habla. Puede ser encantador cuando quiere algo. Es bueno
sonriendo para las cámaras.

− Te ves cansada. ¿Tienes hambre?

− Necesito ocuparme de mi coche. Está fuera de la carretera,


pero tendrá que ser remolcado. − Echó la cabeza hacia atrás y
cerró los ojos. − No sé cómo logre alejarse de él. Fue mi hembra.
Flamme. Corrí más rápido de lo que he corrido alguna vez en
mi vida.
Sevastyan no pudo evitarlo. Se encontró sonriendo. Él no era
dado a lo real. ¿Pero Flambé? ¿Flamme? Era posible que
hubiera una advertencia en esos dos nombres. Sería mejor que
Shturm y él prestaran atención y la escucharan.

− Me encargaré de tu coche. ¿Están las llaves en él?

− Las tiré en el asiento delantero. Al menos creo que lo hice.


Acababa de empezar a correr. Él venía hacia mí. Estuvo sobre
mí tan rápido que me asusto muchísimo. Sabía que no podía
dejar que su leopardo se acercara a Flamme.

− ¿Por qué la llamaste Flamme?

− No lo hice. Ella me dijo que ese era su nombre. No la he visto,


pero yo supongo que es fresa como la mayoría de nosotros. −
Flambé abrió los ojos y miró a Sevastyan. − ¿Tu leopardo es
Amur?

Sevastyan asintió. − Es grande para cualquier leopardo. Él


puede montarme bastante duro, Flambé. Hay momentos en los
que puede ponerme nervioso. Nunca lo usaré como una excusa
para maltratarte. Si no te gusta algo que digo o hago, dímelo. −
Sacando su celular, le envió un mensaje de texto a Mitya, su
primo. Había un montón de personal de seguridad que podría
encargarse de remolcar el coche de Flambé hasta el garaje y
arreglarlo.

Su sonrisa era una cosa hermosa. Fascinante para él. Llegó


lenta, una curva de su boca y luego iluminando sus ojos y luego
su rostro. − No tengo problemas de ningún tipo para
expresarme cuando no me gusta algo, Sevastyan. − Señaló su
cabello rojo. − Esa es una señal de advertencia, después de todo.

− ¿Mi mujer tiene mal genio?

− Prefiero decir que tengo sentido de la justicia y cuando


alguien lo cruza, está bajo su propio riesgo.

Él rio. Realmente se rio. Puede que haya sonado un poco


oxidado, pero definitivamente fue una risa. Le gustaba ella. Le
gustaba estar con ella.

− No tienes que cuidar mi auto por mí, Sevastyan. Yo puedo


hacerlo, aunque agradezco tu oferta. Estaba postergándolo.
Descubrirás que hago eso. Nada que ver con el trabajo. Eso es
lo que más te frustrará sobre mí. Tiendo a hacer todo, hasta el
más mínimo detalle con el trabajo y a la gente a la que intento
ayudar, pero una vez que llego a casa y necesito ocuparme de
mis propias cosas, lo pospongo todo el tiempo. Querrás
arrancarte tu cabello o el mío. Falto a citas importantes como
citas con el doctor todo el tiempo, y sabes lo difícil que es
encontrar un doctor de cambiaformas.

Él frunció el ceño hacia ella. − ¿Faltaste a las citas con el


médico?

Ella asintió. − Todo el tiempo. Incluso me cobran por perder


mis citas. − Ella suspiró. − Nada ayuda. Parece que no puedo
molestarme en recordar mis propias cosas una vez que llego a
casa después de cuidar de los demás.

− Eso cambiará. Tengo mis maneras de asegurarme de que


hagas las cosas en nuestro hogar que deben hacerse,
especialmente aquellas que tienen que ver con tu cuidado.

Sus ojos se agrandaron. − ¿Tú lo haces? ¿Tienes tus caminos?


¿Tienes formas?

Asintió con deliberada lentitud y se paseó alrededor de su silla


con un andar al acecho de leopardo. El silencio se extendió
entre ellos, la tensión aumentando de repente, toda sexualidad
cruda.

− ¿Me vas a decir cuáles son esas formas? − Ella giró la cabeza
hacia él, siguiéndolo mientras giraba detrás de ella.

− Prefiero que lo averigües cuando llegue el momento. Según


lo que me acabas de decir, a menudo descuida sus citas
importantes. Si eso es cierto, no pasará mucho tiempo antes de
que descubras cómo trato con mi mujer cuando no cuida su
salud.

Ella se río y tamborileó con los dedos en el brazo del sillón. –


Supongo que tendré que encontrar formas ingeniosas de cuidar
de mi hombre errante cuando no cuide de su salud. Estoy
bastante segura de que ni siquiera sabes lo que es un médico.
Sevastyan se río. − Las mujeres de mi familia te van a querer,
Flambe. Salgamos y comamos algo para cenar. Podemos
detenernos en el camino a casa y recoger lo que necesites de tu
casa y traerlo aquí.

Por primera vez parecía incómoda. Una sombra se movió a


través de su cara y se movió ligeramente en la silla. − No
debería quedarme aquí, Sevastyan. Yo creo que es como echar
sal en la herida. Al menos estudia a Matherson antes de que
tomes una decisión. Puedo enviarte toda la investigación que
he hecho sobre él. Soy muy meticulosa y he investigado
bastante.

− Entonces debes saber que no estás a salvo.

Ella se miró las manos. − Honestamente, no pensé realmente


que hiciera un movimiento tan descarado sobre mí aquí en los
Estados Unidos. Debería haberlo sabido mejor. El camino aquí
no es muy transitado. Él debe haber sido capaz de entrar en mi
teléfono para saber que estaba de camino aquí.

− ¿Las dos citas que cancelaste antes? − preguntó. − ¿Franco


tuvo algo que ver con ello?

El color subió por su cuello hasta su rostro. − Mi leopardo se


presentó con ganas de vengarse. No me atreví a salir por la
puerta. En un momento yo estaba perfectamente bien y al
siguiente estaba por todos lados. Fue realmente aterrador estar
tan fuera de control.
Sevastyan podía escuchar el miedo subyacente en su voz. Ella
estaba luchando por mantenerse. Como regla, Flambé era una
mujer segura de sí misma, pero entre Matherson y su leopardo
recién emergente, estaba desequilibrada.

− Eso es comprensible. Un leopardo en celo puede ser difícil


para cualquier mujer, incluso una que lo esperaba. Te
ayudaremos a superar tu emergencia. – Él vertió confianza en
su voz. − Pero, cariño, sabes que tienes que quedarte cerca de
mí, no solo en caso de que Matherson lo intente de nuevo, sino
en caso de que su leopardo suba. Shturm no va a tolerar una
separación más que yo.

Se agachó frente a ella, con las manos en sus rodillas. − Yo sé


que estas nerviosa. Esto es lo último que esperabas. Soy un
extraño para ti. Pero lo juro, Flambé, iremos tan despacio como
nos permitan los leopardos. Hay bastantes dormitorios. Puedes
elegir uno a una buena distancia del mío y pegar un arma
debajo de tu almohada, si te preocupa que vaya a tratar de
romper la puerta.

− Dudo que un arma debajo de mi almohada te detenga, pero


está bien, me quedaré aquí contigo.

Él tomó un lado de su cara suavemente con la palma y deslizó


la yema de su pulgar sobre el hematoma a un lado de su
boca. Su mirada se posó en el nudo en su cabello. − Esto se ve
mal.

− Me dio dolor de cabeza, eso es todo.


− Espero que eso sea todo. − Se inclinó y le dio un ligero beso,
sintiéndola temblar en respuesta. − Gracias, Flambé, por
aceptar quedarse. Después de Matherson, no puede ser fácil
confiar en nadie, y menos en un hombre como yo.

− ¿Un hombre como tú?

Sus pestañas la hacían lucir tan inocente, esas puntas de oro y


rojo apareciendo justo en los extremos. Él ya las amaba y sabía
que podía pasar toda la vida mirándolas y no cansarme nunca.

− No finjas que no sabes lo que soy o de dónde vengo. Ahí


puede que no me mencionen en los periódicos, pero sí a Mitya
y a Fyodor.

Sus ojos buscaron los de él. − Tenía la esperanza de que las


cosas que dijeron en los periódicos no fueran ciertas. Todo el
mundo quiere acusar a la gente de Rusia de estar en el crimen
organizado como lo hacen si eres italiano.

− Son verdad, Flambé. Fui sincero contigo sobre qué y quién


soy. − Era muy posible, con el calor del leopardo sobre ella tan
severamente, que apenas pudiera entender una palabra de lo
que decía.

− Los leopardos escuchan mentiras, Sevastyan, y esa es la


primera mentira que me has dicho. − Ella inclinó la cabeza y
estudió su rostro. − ¿Por qué quieres que creas que estás en la
mafia?
Juró para sí mismo, pero nunca cambió de expresión. No
parpadeo. No aparto la mirada de ella. − Mi padre era un vor. Él
gobernó una guarida de una brutal y salvaje manera y me
entrenó para ser de esa manera. El padre de Mitya y el padre
de Fyodor eran iguales. El padre de Gorya trató de salir y lo
mataron sus propios hermanos e hijos. Habrían matado a
Gorya, un bebé, pero el padre de Fyodor tenía planes para
él. Vengo de una línea muy larga de leopardos malvados,
Flambé, todos los cuales eran de la bratya. Ese es el equivalente
ruso a la mafia. Quizás la interpretación se pierda en la forma
en que hablo y sueno, como si estuviera diciendo una mentira.

Flambé buscó en sus ojos. − Quizás. − Había puro escepticismo


en la voz de ella.

Él tomó su mano y la ayudó a levantarse. − Por curiosidad,


¿Tienes algunas de las habilidades de tu madre a la hora de
cocinar?

− Escucho súplica en tu voz. ¿Me estás diciendo que no puedes


cocinar?

− Depende. Podría cocinar cuando me importa. No cuando


tengo hambre, solo cuando importa. No tengo problemas para
compartir los deberes de cocina, de hecho, me gusta esa idea,
pero sería bueno si eres buena en eso.

Se puso las manos en las caderas. − Estoy bien siendo moderna,


escúchame rugir, yo puedo hacerlo todo, pero ¿qué es
exactamente lo que estás trayendo a la mesa? − Su mirada lo
recorrió de arriba abajo. − Aparte del aspecto obvio realmente
bueno. Bien, brutalmente buena apariencia. Aparte de eso,
¿qué estás trayendo a la mesa?

Se acercó a ella, dejándola sentir su crudo calor. La sangre


caliente latiendo por sus venas. Bajó su voz a ese susurro
aterciopelado de puro mando. − Sexo, Flambé, de la forma en
que nadie más puede ni te lo dará jamás. Gritarás de placer, me
rogarás por mi polla. Y harás cualquier cosa que te pida, solo
para sentir ese placer, sabiendo que te llevaré allí una y otra
vez.

Él dejó un beso en la parte superior de su cabeza y puso su


mano en el hueco de su brazo cuando ella continuó mirándolo
con cara de sorpresa. – Vamos a salir por el camino de atrás.
Matherson tiene hombres vigilando la casa. Tomaremos el
coche en el garaje subterráneo. Ellos aún no saben sobre eso.
Hay un túnel que va directo a la propiedad de Mitya y sale por
el otro lado de su camino. Le envié un mensaje de texto de que
lo estamos usando y para alertar a sus personas de seguridad
para que no decidan tratarnos como si fuéramos el enemigo.

− ¿Tienes un garaje subterráneo secreto?

− Nosotros lo hacemos. Técnicamente, dado que vamos a estar


juntos y ya que Shturm reclamó a Flamme, es nuestro túnel. No
lo pensé primero. Los Dovers poseían la propiedad antes que
yo. Su trabajo era en coches y tenían la instalación del túnel
subterráneo. Ania, la esposa de Mitya, ni siquiera lo sabía hasta
después de la muerte de su padre. Lo descubrimos cuando
estábamos limpiando el garaje de todos los coches que poseían
los Dovers. Tuvimos que reforzar el túnel con acero en algunos
lugares, pero es una buena ruta de escape para nosotros y para
ellos. Los Dover tenían algunas sorpresas para nosotros.

Ella miró a su alrededor. − Amo la casa.

− Lo mejor está arriba. Todo el piso está dedicado a un


dormitorio, salón y baño. Ese piso tiene un balcón envolvente.
No en la recamara principal. Eso es abajo, pero prefiero la
habitación de arriba. Yo la tuve remodelada, antes que nada. Te
lo mostraré alguna vez. – Más temprano que tarde, estaba
seguro, siguiendo las payasadas de su leopardo. Mientras
tanto, él iba a hacer todo lo posible para ganarse su confianza.
3
− ¿Qué sabes de la familia Matherson? − Mitya Amurov
preguntó a Jake Bannaconni. Se sentó y miró al multimillonario
a través de la extensión del ancho escritorio de madera de
cerezo. − El bastardo Franco Matherson fue a la casa de
Sevastyan y amenazó a mi primo después de sacar a Flambé
Carver fuera de la carretera, agrediéndola dándole un
puñetazo en la cara y luego tratando de forzar el reclamo de su
leopardo sobre ella. Ella escapó y corrió a la casa de Sevastyan.
¿Quién es este hombre que se atrevió a hacer estas cosas y cree
que está a salvo de la policía?

Mitya Amurov era un hombre corpulento con ojos fríos y


planos que ahora mismo lo decían todo. Se sentó a la mesa con
Jake Bannaconni, Fyodor Amurov y Drake Donovan. De pie en
las sombras estaban Gorya, Timur Amurov y Sevastyan
Amurov, todos primos, y otro guardaespaldas llamado Logan
Shields.

− Franco Matherson está a salvo de la policía, − dijo Jake. − La


evidencia contra él simplemente desaparecería. Por eso es un
idiota arrogante. Él siempre se sale con la suya. Siempre lo ha
hecho, ahora es más descarado. Su familia ha intentado que
entre en razón, pero él no los escucha. Hay cinco chicos. Franco
es el mayor. Vienen de dinero viejo de algún lugar de la zona
del Congo, por lo que escuche.
Drake Donovan asintió. Era dueño de una pequeña pero
confiable empresa internacional de seguridad, que estaba
formada principalmente por cambiaformas, aunque muy pocos
sabían eso. Probablemente era la principal autoridad en los
cambiaformas y varias guaridas en todo el mundo. − Son
leopardos africanos, grandes y luchadores. Mantienen a sus
leopardos en forma de combate.

− Sevastyan lo provocó deliberadamente para que apartara su


atención de Flambé, − Mitya continuó. − Ella está muy cerca del
surgimiento. Se quedará con él hasta que su leopardo haga acto
de presencia. Ahora mismo, Matherson tiene varios hombres
vigilando la casa de Sevastyan. No pueden entrar y si intentan
quemarla, él también está preparado para eso. Estamos en una
política de esperar y ver en este momento. Queríamos saber
qué tenías sobre Franco, − Mitya agrego. Su voz era cortante.
Era evidente para todos en la sala, Jake incluido, que Mitya no
quería esperar en absoluto. Quería cuidar del problema e ir tras
Matherson en ese momento.

− Déjame averiguar qué tan extenso es su alcance en la


aplicación de la ley, − Jake dijo. − Eso no debería ser difícil.
Franco es relativamente nuevo en esta área. Él tenía que haber
contactado a alguien para entrar. Tuvo que contratar gente
local para ayudarlo. Trajo leopardos, pero no puede tener
tantos. Sus hermanos viajan con él, pero no siempre se quedan
si creen que los va a meter en una mierda profunda. Jugar con
la mafia local podría constituir una gran mierda para ellos.
− ¿No escuchaste que dejó a sus hombres en la propiedad de
Sevastyan? – Fyodor espetó.

Sevastyan se movió, solo el más leve de los movimientos para


recordar a sus primos que realmente no importaba cuál fuera
la decisión en la mesa. Al final, él iba a matar y quemar los
cuerpos de cada leopardo que Franco Matherson hubiera
dejado atrás para cualquier propósito. Conseguiría dormir a su
mujer y luego iría a cazar. Sus primos querían cazar con él, pero
él era el jefe de seguridad y lo estaba prohibiendo. Ya se había
puesto en contacto con el equipo que quería con él. Estaban en
espera.

Drake Donovan miró por encima del hombro, más bien lo miró,
pero luego volvió su atención a Mitya. − Sabemos. Escuchamos.
Ellos no pueden llegar a él. Realmente se trata de Flamme.
Matherson la quiere y él no puede tenerla, así que está
lanzando uno de sus berrinches. Es lo que hace. Él es peligroso
cuando está así.

− No lo entiendo, − dijo Fyodor. − ¿Por qué no va tras las


mujeres en su guarida? ¿O en una de las guaridas más cercanas
a la suya? Tiene el dinero. Tiene la oportunidad. Dijiste que es
un luchador y también su familia. Las posibilidades de que su
compañera este entre esas mujeres es mucho más alta.

Drake se encogió de hombros. − Todavía tiene que acatar las


leyes de los cambiaformas dentro de su guarida. Los ancianos
se negaron a permitirle registrarse. Tiene fama de ser muy
cruel y protegen ferozmente a sus mujeres y niños. No importa
cuánto dinero tenga la familia Matherson, a la guarida no le
importa. Ellos los expulsaron.

− Sin embargo, Franco no tomó represalias cazando y matando


a los leopardos en su guarida, − señaló Mitya, − de la forma en
que pareció hacer con los árabes.

− Había demasiados leopardos africanos. Las guaridas se


habrían unido y cazado a Franco, − dijo Drake. − Tienen un
equipo ejecutor. Intenté reclutar de ellos algunos miembros
para mi equipo de seguridad, son muy bueno, pero hasta ahora
no he podido persuadirlos de que abandonen su territorio.
Dada la reputación de Franco, no me sorprendería que estos
chicos vengan a cazarlo.

− Tendrán que hacer fila, − dijo Mitya con voz sombría.

− Desafortunadamente, si Franco desaparece ahora, la policía


mirará a Sevastyan primero. Ya que fue a tu casa, Sevastyan, y
golpeó tu mujer.

− Ella no lo denunció, − dijo Mitya cuando Sevastyan ni siquiera


se movió en las sombras. − Y ella no va a hacerlo.

− Eso seguirá saliendo si Franco desaparece, − dijo Drake. −


Puedes apostar que hay imágenes de Franco agrediéndola. Su
gente las habría tomado. Pueden torcer estas cosas a su favor.
Ese metraje sería producido y se harían preguntas. Sevastyan
sería mirado largo y tendido. Su lado tendría un video de
Franco golpeando la puerta principal y Sevastyan rociándolo
con agua. Estas cosas se ven mal cuando un cuerpo ha
desaparecido. La familia Amurov ya está bajo sospecha de ser
mafiosos.

− Eso es porque lo somos, − dijo Mitya, inclinándose hacia


adelante. − Estoy tan harto de tener que dejar que estos idiotas
lastimen a nuestras mujeres y nos pisoteen porque queremos
vernos bien para la policía. Los polis entran a nuestras casas y
ponen dispositivos de escucha en nuestras salas de estar. Es
una mierda, Jake. Estamos tratando de ser buenos chicos y
están actuando peor que nosotros. ¿Por qué no van tras
Matherson? Te diré por qué. Los está sobornando. Es por eso.

− No podemos sobornarlos, − señaló Fyodor. Miró a Drake. −


Porque de alguna manera se supone que somos los
buenos. Pero seguimos siendo los chicos malos. Tiene perfecto
sentido para mí. Especialmente ahora cuando tenemos algunos
psicópatas tratando de matar a Sevastyan para poder robar a
su mujer.

− Déjame averiguar quiénes son los policías que respaldan a


Matherson, − dijo Jake. − Eli puede ayudarme. Estaba en la
aplicación de la ley y todavía tiene amigos ahí. Dame unos
días. Mientras tanto, Sevastyan, mantén a Flambé cerca de ti. −
Puso las manos sobre la mesa y empujó hacia arriba. − Me voy
a casa. Si hay algo más que pueda hacer por usted, hágamelo
saber.

Sevastyan no dijo una palabra. Él era un guardaespaldas, no


uno de los hombres que dirigia uno de los territorios. Jake no
dominaba ningún territorio. Estaba tan limpio como vinieron,
pero cerraba empresas para ellos, las desarmaba o las
ensamblaba, dependiendo de lo que fuera más beneficioso.
Podía decir a los pocos minutos de conocer sobre una empresa
cuál era la mejor manera de usarla. La mejor manera de ganar
dinero con ella. Ya fuera mantenerla en funcionamiento y
renovarla, o venderla pieza por pieza.

Drake Donovan también se puso de pie para irse. Él era el


hombre más confiable de todos ellos. Dirigía la agencia de
seguridad internacional que les había puesto a todos juntos, y
era él quien concibió la idea de eliminar lo peor de los mafiosos,
especialmente los cambiaformas que dirigían los sindicatos del
crimen, y reemplazarlos, con la esperanza de ralentizar o
incluso detener lo peor de los traficantes. En ese momento, los
que estaban en la sala se sentían muy desanimados. Parecía que
tan rápido como quitaban una cabeza, otra tomaba su lugar.

Siempre estaban en peligro. Peor aún, sus familias siempre


estaban en peligro. No importaba lo que hicieran para
protegerlas, sus mujeres, y ahora sus niños, tenían que vivir
rodeados de guardias día y noche. No había salida para
ellos. Si dejaran la protección de su familia, no durarían solos y
todos lo sabían.

Sevastyan sabía que llevaría a Flambé a ese mundo. A él no le


gustaba. No quería eso para ella. Por otro lado, podría
protegerla de los Mathersons del mundo, los que pensaban que
estaban por encima tanto de la ley humana como la de los
cambiaformas. Esperó hasta que Drake, Jake y sus
guardaespaldas abandonaron la casa de Mitya antes de que él
saliera de las sombras y diera la vuelta a una silla para sentarse
a la mesa con sus primos. Gorya y Timur, dos primos más, se
unieron a ellos.

− ¿Cuál es el plan? − Preguntó Fyodor.

− El plan es que usted y Mitya se queden en sus casas con sus


esposas donde se supone que deben estar, − dijo Sevastyan. −
Ese es el plan.

− No seas un idiota, − siseó Mitya. − Quiero saber qué diablos


estás haciendo, Sevastyan.

− Lo que estoy haciendo es llevar a mi mujer a casa y acostarla


antes de que se duerma de pie. Está nerviosa e insegura, quiero
tranquilizarla. Espero poder presentarle mañana a Evangeline
y Ashe. Hacer que se sienta cómoda con nuestro lado de la
familia. Ella puede empezar a trabajar en la propiedad. Su
equipo vendrá con los suministros que necesita en un par de
días. Quiero asegurarme de que todo sea seguro para ellos
antes de que los traiga.

Tuvo cuidado de no dar demasiada información, porque Mitya


nunca lo compraría si hablara demasiado. No era un
conversador. Su familia lo sabía. Tenía que decir algo.
Quitarlos como si fuera a escuchar a Drake. Todos escuchaban
a Drake. Al final, él tomaba las decisiones en la montaña rusa y
el peligroso juego que jugaban. Desafortunadamente para
Drake, Sevastyan no formaba parte de su equipo. No era
un vor. No era un don. No era un poseedor de territorio. No era
nada en absoluto más que un guardaespaldas que amaba a su
primo. Su única lealtad pertenecía a su familia.

Mitya suspiró. − Eso suena como un buen plan. Ania estaba


emocionada de conocerla esta noche. Ella siempre ha estado
interesada en cómo los árboles y la maleza se desarrollaron en
las propiedades.

− Estoy particularmente agradecido por el túnel subterráneo


que se le ocurrió a su abuelo, − dijo Sevastyan, permitiendo que
el cansancio marcara su voz. – He estado explorando un poco
y encontré otras dos rutas de escape, Mitya. Ellas necesitan
trabajo. Una se ha derrumbado parcialmente y necesita ser
reabierta, pero conduce a la carretera principal. Sale varias
millas por encima de la de un viñedo vecino, muy cerca de la
salida que conduce a la autopista. En el momento en que se
construyó el túnel de escape, no había forma de saber que la
autopista se instalaría allí mismo, pero funcionó casi a la
perfección.

− Tienes que tener cuidado, − dijo Mitya, entrecerrando los ojos


sobre su primo. − Te arriesgas demasiado, Sevastyan. Esos
túneles podrían colapsar completamente y podrías quedar
enterrado vivo en ellos sin que ninguno de nosotros sepa que
estás ahí abajo.

Fyodor y Sevastyan intercambiaron una mirada divertida con


Gorya. – Ya suenas como una gallina vieja, Mitya, − advirtió
Fyodor. − Siempre preocupado.
Mitya lo fulminó con la mirada. − El túnel ya colapso, cretinos.
Alguien tiene que pensar por ti. Ninguno de ustedes piensa en
términos de seguridad. Esos túneles tienen cincuenta años.
¿Quién sabe cómo se construyeron? Necesitan mayores
renovaciones antes de que puedan utilizarse.

Sevastyan escondió una sonrisa. − Mitya tiene razón. Estoy


teniendo cuidado. Tengo alguien en quien confío, un ingeniero,
examinándolos. Estamos apuntalando los túneles y luego
modernizándolos sección por sección. No tengo intenciones de
ser enterrado vivo, pero creo que tenemos formas de salir de
nuestros hogares sin ser vistos, o viajar entre las dos
propiedades sin ser vistos, son grandes ventajas para nosotros.

− Tengo que estar de acuerdo, − dijo Mitya. − Pero, por ahora,


creo que necesitas llevar tu mujer a casa. Te ves cansado,
Sevastyan, y eso es algo raro.

Fyodor asintió. − Tengo que estar de acuerdo. Estás trabajando


demasiado. Tal vez deberías tomarte un poco de tiempo libre.
Entrega la seguridad de Mitya a Gorya durante una semana o
dos. Deja que él se encargue mientras tú te encargas de Flambé.
Has estado renovando tu hogar y trabajando largas horas
desde hace algún tiempo. Date un poco de tiempo libre.

Mitya asintió. − Creo que sería una buena idea.

Sevastyan se apartó de la mesa mientras se levantaba. – Lo


pensaré. − Se apartó de sus primos. Los hombres en esta sala
eran su familia, los que más le importaban en el mundo, con los
que podía contar siempre. Podía escuchar el afecto en sus
voces, la preocupación genuina. Hizo todo lo posible para
mantenerse alejado: la emoción no funcionaba cuando uno era
un guardaespaldas, pero era difícil cuando estos hombres eran
todo lo que tenía.

Ahora, aparte de Gorya, cada uno de ellos había encontrado


una mujer. Fyodor tenía a Evangeline. Ella era asombrosa.
Sevastyan había hecho todo lo posible para mantener su
distancia, pero era difícil cuando ella era tan genuina. Entonces
Timur había caído duro por Ashe. Eso había sido inesperado.
Como Sevastyan, Timur era un guardaespaldas, y se tomaba en
serio la protección de Fyodor. Mitya había encontrado a Ania
al costado de la carretera en una tormenta. Ella tenía una llanta
pinchada y él se había detenido para ayudarla, en contra del
consejo de Sevastyan. Mitya había ignorado su jefe de
seguridad como de costumbre, y esta vez, había resultado ser
una muy buena cosa. Ania fue increíble para Mitya. Ella le
sentaba perfectamente. Sevastyan solo podía esperar que
Flambé le quedara tan bien como las otras mujeres combinaban
con sus primos.

Ania y Flambé estaban en el salón, ambas sentadas junto al


calor del fuego vespertino. Estaba bajo, y las dos tenían sus
sillas cerca y estaban hablando en voz baja cuando Sevastyan
entró. Vio que Flambé lo miro a la cara. Pudo ver el alivio
instantáneo en su presencia. Ella estaba contenta de verlo, pero
también había cautela, como si ella no estuviera segura de qué
hacer.
Le tendió la mano. Ella se levantó y cruzó la habitación hacia
él, pero ella no tomó su mano. − ¿Ania te cuidó bien? − Se
inclinó para rozar un beso en su sien. − Traté de no demorarme
demasiado.

Ania se unió a ellos también. − Realmente disfruté la reunión


con Flambé, − dijo. − Gracias por traerla, Sevastyan. Ella sabe
mucho sobre plantas en el interior y exterior.

−Lo pasé bien, − agregó Flambé.

− Bueno. Te ves como un gatito somnoliento. − Envolvió su


brazo alrededor de ella y la puso bajo su hombro, cerca de su
cuerpo, un movimiento de reclamo, un poco territorial,
esperando a que ella se pusiera rígida u objetara. Ella no hizo
ninguna de las dos, pero tampoco se tranquilizó ni se relajó
contra él.

− Gracias, Ania. Flambé es importante para mí. − Sevastyan


quería dejar eso muy claro. − Tuvo un día traumático.

− Ese bastardo la golpeó, − reconoció Ania. − Ella me dijo.

Antes de que Flambé pudiera protestar por el tema de


conversación, Sevastyan apretó su brazo alrededor de ella,
presionando su frente a su lado. − No quiero que ella piense en
él más. Ahora es mi problema. Ella va a estar diseñando el
paisaje de la propiedad. No puedo esperar a ver lo que ella
hace. Como ella se quedará conmigo, podré ver su proceso. Ella
va a estar trabajando de forma práctica. ¿Tal vez te gustaría
venir y mirar alguna vez, Ania?

− ¿Te importaría, Flambé? − Preguntó Ania, animación en su


voz. − Puedo llevarles productos horneados de Evangeline a tu
equipo. Confía en mí, no los haré yo misma. Casi quemo su
panadería tratando de ayudarla una vez y aprendí mi lección
cuando se trataba de ese tipo de basura horneada. No es tan
fácil como parece. Incluso la masa.

− ¿De Verdad? − Flambe trató de mantener la cara seria pero no


pudo. Ella estalló en la risa.

Sevastyan no cometió el error a pesar de que ambas mujeres se


estaban riendo. Había visto a sus primos caer en la misma
mierda una y otra vez y meterse en problemas. Simplemente
miró a las dos mujeres impasible. Ania primero se puso seria,
lo miró y puso los ojos en blanco.

− No seas tan juicioso, Sevastyan. Sé que quieres reír.

No dijo una palabra. Simplemente se volvió hacia la puerta,


llevando a Flambe con él. En el último momento, se acordó de
mantener sus pasos más cortos para permitirle mantenerse al
día. Se dirigieron al pequeño Jeep que había comprado para
que pudiera caber en el túnel que había renovado, lo que le
permitía conducir entre las dos propiedades invisibles.

− Ella me gusta. Nunca tuve la oportunidad de conocer a Ania


Dover. Ella siempre estaba trabajando o cuidando de su padre.
Solo salimos un par de veces cuando su padre quería plantar
más árboles. Eso fue antes del accidente y luego fue el robo.

La instaló en el Jeep. − Sabes que lo que pasó a su madre y


abuelos no fue realmente un accidente, ¿verdad? Alguien
deliberadamente los sacó de la carretera y los mató. La misma
gente intentó asesinar a su padre y hacer que pareciera un
robo. − Caminó alrededor del capó del coche para deslizarse
detrás del volante. Él realmente detestaba decirle la verdad,
pero los compañeros no se mentían entre sí. Incluso si algunos
lo hacían, él no estaba de acuerdo con esa manera. Esperaba
que ella confiara en él. Para hacer eso, tenía que decirle la
verdad, no importaba lo difícil que fuera.

Por el silencio, podía decir que ella no lo sabía o ni siquiera


sospechaba. Él la miró mientras ponía el vehículo en
movimiento y lo conducía directamente hacia la entrada del
pasaje subterráneo.

− ¿Es eso cierto? − Flambe se llevó una mano a la garganta a la


defensiva. − ¿Por qué alguien apuntaría a la familia Dover,
Sevastyan? Han existido por generaciones. Eso no está bien.
¿Es porque son una familia cambiante?

− Desafortunadamente, es más complicado que eso.

Flambé se frotó las sienes como si le doliera la cabeza. − Yo no


entiendo por qué la gente es tan fea entre sí.
− Yo tampoco, bebé. Solo echa la cabeza hacia atrás y descansa.
Nos llevare a casa y puedes irte a dormir. − Mantuvo su voz
baja y suave.

− Si me quedo dormida y no tengo la oportunidad de decírtelo,


gracias por la cena y por pasar por mi casa a buscar mi ropa,
mis propias herramientas de jardín y mi ordenador
portátil. Cosas así son importantes para mí.

− Naturalmente. Si no pudiéramos haber ido nosotros mismos,


habría enviado por ellos. Fue mejor para ti elegir lo que querías
traer. − Quería tener la oportunidad de verla en su casa. Para
ver como vivía y de lo que se rodeaba. Lo que hacía que Flambé
se sintiera cómodo era lo que iba a proporcionar.

− Eres un hombre muy reflexivo.

Él la miró de nuevo. Aquellas largas pestañas con puntas rojas


y doradas habían caído, dejándola joven y vulnerable cada vez
que las luces del túnel la golpeaban cuando pasaban
rápidamente. Su cabello cobraría vida brevemente y entonces
la oscuridad se asentaría a su alrededor como un manto. No era
un hombre reflexivo, no como regla, no con otros a menos que
se tratase de detalles de seguridad. Era solo que ella le
importaba. Encontró asombroso y desconcertante lo rápido que
le había llegado a importar tanto. Por lo que cada pequeño
detalle sobre ella contaba.

No era solo que ella iba a ser la compañera de su leopardo y,


por defecto, la suya. Él ya estaba intrigado por ella. Más que
intrigado. Mucho más. Quería a esta mujer cuanto más tiempo
pasaba con ella. El tirón entre ellos se hacía más fuerte y la
química más caliente.

Él sabía que los leopardos tenían mucho que ver con eso, pero
no se trataba solo de su leopardo. Era demasiado disciplinado
y tenía el control para permitirse ser influido hasta ese punto
por su gato. Fue la promesa de Flambé. La forma en que ella lo
miraba. El roce de su mirada moviéndose sobre su cuerpo y
luego retirándose. Conocía las mujeres. Las leía fácilmente. Él
era un cambiaformas y tenía todas las mejoras de su gato. Podía
oler su excitación. Su interés. Su sumisión. Sus necesidades y
demandas.

En este momento, estaba sentada en el Jeep, con el cinturón de


seguridad apretado a su alrededor, vestida con el traje de poder
que había usado en su casa más temprano ese día. La blusa de
seda se aferraba a sus generosos senos, mostrando un toque del
sostén más oscuro debajo de él. Ella tenía que haber sabido,
cuando se deslizó en el asiento, que su blusa se había
desabrochado, esos primeros tres botones, pero ella no los
había arreglado. Ella les había dejado asi, por lo que las curvas
superiores de sus senos mostraban dónde estaba el material
apartado.

Él no necesitaba las luces del túnel para verla. Su leopardo


estaba cerca y vio cada detalle de su estructura ósea junto con
su piel satinada y la caída del cabello sedoso mientras conducía
rápido por el pasillo. Ella era hermosa. No podía esperar a
verla dispuesta para él como un festín. Mientras tanto, estaba
ansioso por conocerla, descubrir todas las cosas que le
agradaban, lo que le hacía sonreír y reír, lo que le importaba.

Sevastyan condujo el Jeep desde el túnel subterráneo


directamente al garaje sin luces y lo estaciono, lo apago y se
quedó allí sentado escuchando. Él llamó a Shturm cerca,
queriendo que el gato se asegurara de que no hubiera ningún
leopardo u hombre en el garaje o cerca. No había percibido el
peligro cerca, pero no se estaba arriesgando con Flambé.

Cuando Shturm le aseguró que el garaje estaba despejado,


despertó suavemente a Flambé y recogió sus maletas. −
Vamos, malen'koye plamya. Quédate muy callada, no quiero que
ninguno de los franquistas nos escuche. Creen que estamos
dentro.

− ¿Todavía están ahí fuera? − Ella giró su rostro hacia él, la parte
de atrás de su cabeza frotando contra su pecho.

Ella era muy táctil. Como regla, Sevastyan prohibía tocar. Su


leopardo nunca lo habria tolerado. Cuando iba a los clubes, las
mujeres no lo tocaban a menos que él les hubiera ordenado que
lo hicieran. La mayor parte del tiempo, no lo permitía.
Esperaba con ansias el contacto piel con piel con Flambé. Él
también sabía que sería ventajoso si ella necesitaba una
continua demostración física entre ellos. Le había molestado
que ella no hubiera tomado su mano en la casa de Mitya
cuando se la ofreció.
Se inclinó para darle un beso reconfortante en el costado de su
mejilla y rozo su mano por su cuello hasta la hinchazón de sus
pechos, la dulce extensión de curvas que revelaba su blusa
abierta. Cubrió los montículos satinados con el calor de su
palma y la amplia extensión de sus dedos. Sus pechos eran
suaves pero firmes. No puso excusas para tocarla. No
necesitaba hacerlo. Ella le dio la invitación.

Frotó la yema del pulgar hacia adelante y hacia atrás sobre la


curva de sus pechos − Están ahí fuera.

Su respiración se aceleró. Flambe no fingió que no le gustaba lo


que estaba haciéndole. Ella avanzó lentamente hacia su mano,
no lejos de ella. Sus caderas se movieron ligeramente en ritmo.
Ella era muy receptiva a la química que estaba sucediendo
entre ellos. Por el momento, su leopardo no estaba
involucrado. Él estaba agradecido de que respondiera al
hombre y no a su leopardo.

− ¿Que quieren ellos?

Ella ya no pensaba, no en Franco Matherson. Ella estaba


pensando en Sevastyan y quería mantenerla de esa manera. El
no quería responder a esa pregunta. Los leopardos podían oír
mentiras y él no estaba mintiéndole. No quería que ella tuviera
miedo ni quería que ella supiera que iba a cazar en el momento
en que ella se durmiera.

Deliberadamente deslizó su mano más profundamente en su


blusa, encontrando a la izquierda el pezón a través del fino
encaje de su sujetador. Tiró por un momento y luego, mirando
su rostro, movió el pulgar y el dedo. Ella jadeó cuando él rodó
y tiró de nuevo.

− Me encanta que seas tan receptiva. − Lo susurró como un


elogio y luego mordió suavemente el lóbulo de su oreja antes
de soltarla y una vez más coger sus maletas. − Vamos, cariño,
tenemos que entrar. Te necesito a salvo. − Él abrió el camino
rápido, claramente esperando que ella lo siguiera.

Ella era silenciosa cuando caminaba, un verdadero leopardo.


Ella había sido criada en el aire. Entrenada como leopardo. Su
padre definitivamente le había enseñado las reglas de su
mundo. Ella sabía que no eran completamente humanos y que
tampoco eran animal. La suya era una sociedad estricta porque
tenía que ser reservada para poder que tuvieran la oportunidad
de sobrevivir.

Sevastyan no entendía, que habiendo hombres tan buenos


como el padre de Ania había sido, por qué aberraciones como
su padre y Matherson nacían en una especie ya moribunda.
Sevastyan no podía afirmar que era un buen hombre, aunque
trataba de serlo. Él quería serlo. Hizo todo lo posible cuando
supo había estado jodido desde el día en que nació. Por la
mujer siguiéndolo a la casa, haría todo lo posible por ser un
mejor hombre cada día. Por ella.

Encontraría la manera de hacer su vida extraordinaria. Fyodor


logró hacer feliz a Evangeline. Pero Evangeline era un ángel.
Sevastyan no quería un ángel. No podía permitirse el lujo de
tener uno, no con el tipo de hombre que era. Quería una mujer
que se incendiara con él. Subiera en fuego, en llamas. Que fuera
feroz cuando lo necesitase. Que no tuviera miedo cuando se
enfrentase a él o con el tipo de cosas que pediría o exigiría de
ella.

Le estaría pidiendo mucho a Flambé. Creía que ella lo tenía


todo, solo por las cosas que había leído sobre ella y su padre.
Había crecido junto a su padre, haciendo las cosas que él había
hecho. Rescatando a su gente, dándoles oportunidades para
abrirse camino en la vida. Parecía poseer todas las
características que admiraba y respetaba en una mujer, las que
más buscaba.

Él era un hombre extremadamente sexual. No había forma de


evitar eso. Por la forma en que ella ya se relacionaba con él,
podía decir que ella también lo era. El sexo no iba a ser todo
sobre su gato; cuando el leopardo se calmará con su calor, las
necesidades de Flambé no desaparecerían. Ella coincidiría con
su naturaleza y con suerte estaría abierta a la aventura.

− Pensé que esta habitación sería buena para ti. Era el


dormitorio principal y tiene una sala de estar. Puedes usarla
para trabajar hasta que te mudes arriba conmigo. − Abrió la
puerta del enorme conjunto de habitaciones.

La mansión de Dover era grande y el dormitorio principal de


la planta baja podía fácilmente haber sido un apartamento de
la ciudad completo con cocina, comedor y sala. Era abierto, con
dos escaleras que conducían al dormitorio real, donde había
una chimenea de gas en una pared. Sillas y una pequeña mesa
estaban debajo de las dos escaleras sobre una gruesa alfombra
gris frente a otra chimenea de gas. Una pared estaba pintada en
un color oscuro, mientras que el resto combinaba con el gris
plateado de la alfombra. Dos lámparas altas eran barras de
color oscuro con forma ovalada, cortinas sobre las tenues
bombillas colocadas a ambos lados de la enorme cama.

− El baño está a través de esas puertas. Tiene ducha y bañera.


Todo lo que necesitas ya debería estar allí para ti, pero si no,
comunícate conmigo. − Hizo un gesto hacia el teléfono. –
Cualquier cosa, Flambé, si tu leopardo se levanta, o te asustas,
llámame. − Caminó hacia el teléfono y le mostró dónde
presionar el botón. − Eso me llamará. No subas las escaleras.
Eso podría meterte en problemas.

Ella le arqueó una ceja. − ¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas?

− Sabes exactamente de lo que estoy hablando. Estoy siendo tan


gentil contigo como puedo. Los leopardos no nos van a dar
mucho tiempo. Quiero tomar el que tenemos para conocernos.
No lo hagas más difícil de lo que ya es. − Vertió advertencia en
su voz y esperó que ella le hiciera caso.

Ella no parecía asustada, solo intrigada. Abrió el armario de


doble puertas. En el armario también podría caber un pequeño
apartamento. El suyo. Ella vivía en un pequeño estudio. Estaba
en la propiedad de su padre, pero ella no residía en la casa
principal. No sabía quién se quedaba allí y no le importaba. A
ella le gustaban los espacios pequeños, lo cual era bueno saber
que a ella no le importaban.

− Guau. ¿Este es el dormitorio principal?

Señaló las pasarelas empotradas que parecían estanterías que


recorrían ingeniosamente todas las habitaciones. Habían sido
puestas inteligentemente por toda la casa para que los
leopardos descansaran o las usasen para merodear desde un
lugar a otro.

Ella se pasó los dedos por la garganta. − Es un poco


intimidante. Estoy acostumbrado a mi pequeño estudio.
Siempre tuvimos tanta gente con nosotros que la casa principal
estaba abarrotada, así que tenía el apartamento tipo estudio
para mí. Afortunadamente, mi padre me lo guardó incluso
cuando me fui a la universidad.

Él tomó posesión de su mano y se la llevó a los labios,


mordiendo las puntas de sus dedos lo suficientemente fuerte
como para hacerlos picar antes de llevarlos al calor de su boca
para aliviar cualquier dolor. Sus ojos se ampliaron. Una vez
más, ella no apartó la mano de él, solo lo miró fijamente un
poco insegura.

− Estarás a salvo aquí. Solo toma una ducha y vete a dormir. No


deambules esta noche. Una vez que estés en la cama, te revisaré
un par de veces a menos que tengas el sueño muy ligero y creas
que eso te molestará.
− Dejaré la puerta abierta. − Había alivio en su voz.

Le pareció interesante que ella tuviera más miedo de estar sola


en la habitación grande con la puerta cerrada que con él
entrando a ver cómo estaba. Su leopardo todavía estaba muy
callado. Shturm merodeaba cerca de la superficie, ansioso por
entrar en la cacería, pero no había evidencia de que Flambé
confiara en Sevastyan debido a los leopardos.

Él tomó un lado de su cara, su pulgar suavemente recorriendo


su suave piel. − Aquí estarás a salvo, Flambé. Matherson no
puede llegar a ti. Yo nunca permitiría eso. Tampoco Shturm.
Ve a dormir y permítete un buen descanso nocturno.

Sus ojos verdes oscuro buscaron los de él durante mucho


tiempo y luego finalmente ella asintió con la cabeza. Inclinó la
cabeza y le rozó los labios con un beso. Un breve toque, no
más. Su corazón casi se detuvo ante ese toque. Su estómago dio
un vuelco. Ella era potente. Quería hipnotizarla. Para ponerla
bajo su hechizo. Ella lo estaba cautivando por completo.
Atrapándolo cuando había pensado que era imposible que
cualquiera pudiera hacer tal cosa.

Dejó caer las manos abruptamente, se volvió y salió sin mirar


hacia atrás. Era difícil apartar las manos de ella. Él se había
prometido a él mismo que le daría todas las razones para
confiar en él, y en su primera prueba real, él ya estaba fallando.
Fracasaría. Él lo sabía. Ella ronroneó en el momento en que
entró en contacto físico con él. Eso no debería importar.
Debería tener suficiente disciplina para mantener el control,
pero no lo hizo. No pudo detener la reacción de su cuerpo, o su
mente al volverse a todo tipo de imágenes eróticas.

Esperó abajo, sin atreverse a subir a su dormitorio. Primero


había tenido la habitación pintada, alfombrada y embaldosada
de la manera que él quería antes de agregar las otras
renovaciones él mismo. Se tomó su tiempo y agregó cada cosa
que él podría querer o necesitar alguna vez y eso era agradable
a su vista. Él había hecho el trabajo él mismo. Tenía rutas de
escape para él, su leopardo y especialmente su mujer, si alguna
vez encontraba una.

Sabía que no podía permitir que Flambe se acercara a lo que


ahora era la recamara principal. Si la llevara a su habitación,
querría que se quedara allí por el resto de su vida. No habría
ningún período de espera, no habría un conocerse. Su
resolución terminaría muy rápido.

Sevastyan apagó las luces de la casa una por una, como si


estuviera preparándose para la cama. Dejó la televisión
encendida en la sala por un rato y luego la apagó. Su equipo
llegaría en cualquier momento, entrando por el mismo túnel
por el que había conducido el coche. Él los había elegido
cuidadosamente. Había elegido a hombres que conocía bien,
aquellos con los que personalmente podía contar. No le habría
importado antes, pero ahora que tenía a Flambé, eso había
cambiado. Antes, no le importaba si vivía o moría. Ahora
quería vivir mucho tiempo. Tenía algo inesperado por el que
vivir.
Kirill Chernov y Matvei Bykov habían sido inesperados en su
vida también. Ambos hombres habían sido amigos de la
infancia cuando no existían tales cosas. Su padre, Rolan
Amurov, se encargó de eso. Si Sevastyan alguna vez era lo
suficiente descuidado para demostrar que le gustaba alguien,
lo que a menudo hacía cuando era muy niño, su padre se
aseguraba de golpear al niño frente a él, la mayoría de las veces
casi a la muerte. A veces hasta la muerte, riendo todo el
tiempo. Sevastyan aprendió a mantenerse alejado de otros
niños. Rolan se aseguró de que su hijo no pudiera formar
alianzas o tener seguidores que algún día pudieran levantarse
para derrotarlo antes de que estuviera listo para dimitir de su
puesto como vor.

Kirill y Matvei habían demostrado su lealtad a Sevastyan una


y otra vez, todo el tiempo asegurándose de que Rolan y sus
lugartenientes nunca vieran a los chicos hablando.
Desarrollaron su propio código, aunque al principio, Sevastyan
era desconfiado del ofrecimiento de amistad. Fue Shturm
quien lo convenció de que los muchachos y sus leopardos eran
sinceros en su determinación de convertirse en sus amigos.
Habían sido testigos una y otra vez de su padre y sus
lugartenientes golpeando a Sevastyan y a su leopardo por
tratar de proteger a otros en la guarida. A medida que
crecieron, la amistad solo se hizo más fuerte, y cuando
Sevastyan y sus primos salieron de Rusia con precios en la
cabeza, Kirill y Matvei se fueron con ellos, arriesgando sus
vidas también.
Sevastyan sabía que ambos hombres tenían el mismo problema
con sus leopardos, esa naturaleza feroz y salvaje que el
leopardo de Amur les daba desde su nacimiento para luchar y
matar. Eso hizo la vida mucho más difícil, añadiéndose a la
carga de sus ya nerviosas y desafiantes vidas como
cambiadores en un mundo que no estaba destinado a hombres
con rasgos animales.

Apagó todas las luces y luego abrió la puerta trasera que


separaba el garaje de su casa. Los dos hombres entrarían
directamente al garaje desde el túnel. Los hombres que Franco
Matherson había dejado atrás para vigilarlo no podría entrar al
garaje. Incluso si lograban encontrar un punto de entrada,
activarían todas las alarmas ocultas y él lo sabría.

Caminó por el amplio pasillo hasta la habitación de Flambé,


esperando que ella hubiera estado lo suficientemente agotada
como para quedarse dormida. No le gustó la idea de que ella
pudiera estar asustada. No le importaba un poco de miedo,
pero solo por las razones correctas. Esta noche, él no estaría allí
para consolarla. Podía decir que la habitación era demasiado
grande para ella. Ella había mirado a su alrededor, gustándole
la belleza del dormitorio porque era una artista y podía ver el
arte natural del espacio, pero para ella, no funcionaba. No
estaba seguro de por qué, pero esas respuestas vendrían con el
tiempo.

La puerta estaba abierta, ella no la había cerrado, lo que le dijo


que no tenía miedo de estar con él, y eso le agradó. No estaba
seguro de por qué ella pudo confiar en él tan rápidamente, pero
estaba agradecido de que ella lo hiciera. Ella lo necesitaría. No
creía que Franco Matherson se fuera a rendir tan fácilmente, no
con lo que Drake y Jake habían dicho sobre él. Sevastyan no
podía simplemente ir a matar al bastardo y terminar con eso,
no sin un cierto riesgo. No quería llevar ese riesgo a la puerta
de Mitya. O Flambé para el caso. Franco tenía hermanos. En el
mundo de Sevastyan, eso significaba que esos hermanos
vendrían a buscarlo.

Caminó silenciosamente hacia la habitación, viendo


inmediatamente que Flambé no estaba en la cama grande. Usó
sus sentidos de leopardo para encontrarla, inhalando
bruscamente. Tenía una fragancia delicada, una que él
encontraba particularmente agradable. Era la combinación de
toques de fresia, rosa marroquí y jazmín egipcio condimentado
con cilantro, canela, clavo y buchu. La fragancia era tan sutil
que apenas estaba ahí, pero era particular de Flambé, no un
perfume, pero natural para su piel. Lo olió en la seda de su
cabello y supo que cuando la probara, el sabor de la canela y el
clavo estaría allí para siempre en su lengua. El solo
pensamiento le provocó dolor en la polla.

La encontró justo dentro de la puerta abierta del armario. Eso


lo hizo querer sonreír. No lo hizo. Si ella hubiera estado
despierta, él podría haberla reprendido. En un incendio, habría
necesitado saber dónde estaba. Pero ahora, mirando su rostro
mientras yacía acurrucada como un pequeño gatito
somnoliento, apenas haciendo una sombra debajo de las
mantas que tenía cubriéndola, su corazón dio un vuelco. Ella lo
estaba afectando a lo grande.
La tenue luz que se hundía en los aleros del techo cuando la
puerta estaba abierta brillaba hacia abajo, proporcionando
suficiente brillo para destacarla. Flambé se había duchado y su
cabello todavía estaba húmedo. Ella había trenzado la masa
gruesa, por lo que la trenza era de un rojo oscuro, un toque de
color contra la negra funda de la almohada. Mientras dormía,
y sin maquillaje, parecía más joven de lo que parecía despierta.
Sus cejas eran de color rojo dorado tal como eran sus pestañas.

Ella era una verdadera pelirroja, con un puñado de pecas en su


rostro y a través de sus brazos. Obviamente tenia cuidado de
cubrirse la piel cuando trabajaba al sol, aunque pensaba que ser
leopardo debería proporcionar alguna protección contra el
bombardeo de los rayos del sol. Sus manos eran pequeñas, sus
muñecas estrechas. Tendría que tomar eso en consideración.
Quería tocar su piel, sentirla para ver si se sentía tan suave
como se veía, pero él tenía otras cosas que hacer esta noche,
como asegurarse de que ella estuviera a salvo, y enviar un
mensaje muy fuerte a Franco Matherson.

A Matherson le haría bien buscarlo. Para ver de qué tipo de


familia él venía. Un hombre como Franco querría llamar al
padre de Sevastyan inmediatamente, intentar que la bratya
hiciera el trabajo sucio por él, porque a pesar de la arrogancia
del hombre, tendría miedo. Una vez él aprendiera con quién
estaba tratando realmente, qué tipo de cambiaformas era
Sevastyan y qué tipo de leopardo poseía, Matherson no querría
atacarlo de manera justa.
Mientras tanto, Sevastyan estaría sacando sus peones uno por
uno.
4
FLAMBÉ yacía mirando al techo, su corazón latía con fuerza.
Ella estaba en la misma casa con Sevastyan Amurov. ¿Qué
había hecho su leopardo hembra? Ella había querido esto, pero
no permanentemente. Ella había estado tan fuera de sí. Tan
asustada. El ataque. El golpe en la cabeza. Flamme
levantándose, tomando el control.

No era como si pudiera culpar a su leopardo. Ella había estado


fantaseando sobre Sevastyan Amurov durante meses. ¿Quién
sabía que su leopardo sería el bruto más grande y más malo del
planeta, listo para luchar por una pareja? Por supuesto,
Flamme intentaría encontrar a alguien que las protegiera. No
era culpa suya.

Además de todo lo demás, Flambé se había excitado


sexualmente las últimas semanas antes de la repentina
aparición de Flamme. Su piel había estado arrastrándose por la
necesidad. Ella debería haber recogido a alguien y haber
tomado el borde fuera, pero había estado tratando de encontrar
una manera de conocer a Sevastyan. Ella ya había tenido la
mirada puesta en él.

Estaba loca al pensar que realmente podía estar con un hombre


como él, mantener su interés durante más de cinco minutos. Él
era... extraordinario. Ella lo había observado durante mucho
tiempo. Él no la había visto ni una vez. Ni una sola vez. ¿Por
qué iba a hacerlo? Ella había sido un ratoncito escondido en las
sombras, demasiado tímida para preguntar por lo que ella
quería. Lo que necesitaba. Ella siempre sintió que tenía
demasiado para perder. Más aún, tenía demasiado que
proteger.

La primera vez que vio a Sevastyan, supo que él era el que


necesitaba. Él la intimidaba de la manera más deliciosa.
Totalmente sexual cuando no encontraba a la mayoría de los
hombres en lo más mínimo calientes. Solo mirándolo desde la
distancia hizo que se humedeciera. Débil. Ella sabía que no
debería ser todo sobre el sexo con él, pero estaba desesperada
por un alivio real.

Ella necesitaba sexo casi todo el tiempo, pero nunca estaba


satisfecha. Nunca. Entonces ella lo vio y casi tuvo un orgasmo
con solo mirarlo. Ella no estaba a punto de ignorar el milagro
de sentir verdadera química. Aun así, se suponía que nada iba
a ser permanente. Ella no lo haría permanente. Ella no lo quería
ni lo necesita, ni siquiera confiaba en él, especialmente con un
hombre como Sevastyan.

Caminó durante mucho tiempo en la habitación que él le había


dado para quedarse. Él estaba siendo muy amable con ella.
Realmente dulce. No tenía la reputación de ser amable o dulce.
Él tampoco lo parecía. Sus ojos eran tan fríos como podían.
Cuando se posaban sobre ella, se encontró temblando tanto de
anticipación como de inquietud.
Ella siempre había tenido la intención de seducirlo. Había
querido tener sexo con él. Esa había sido su intención desde el
primer momento en que lo vio. Pero se dio cuenta de que en el
momento en que lo viera de cerca sería imposible seducir a un
hombre como Sevastyan. Él seducía a las mujeres. No era al
revés. Ahora, su leopardo se había hecho cargo en su estado
debilitado y las ato a él.

Tocó el bulto en su cabeza. Ella había sido golpeada mucho más


fuerte de lo que ella se dio cuenta y Flamme se había
aprovechado. Eso no volvería a suceder. Ella no podía dejar
salir a su leopardo hasta que supiera qué hacer. Su corazón no
quería reducir la velocidad, no importaba lo mucho que
intentara respirar y meterse bajo control.

Su leopardo había comenzado a subir un par de semanas antes


de lo que ella admitió a Sevastyan, aunque no había reconocido
lo que estaba sucediendo, solo porque ella siempre estaba
desesperada por el sexo. Ella había tratado de estar satisfecha
con un hombre al que conocía desde hacía poco tiempo. La
había invitado a salir un par de veces, pero ella simplemente
no estaba interesada. Ella lo había fingido y eso la hizo sentir
terrible, especialmente porque pensaba que eran realmente
compatibles, pero el sexo la dejó ardiendo por algo más. Ella
tuvo una serie de aventuras de una noche con machos humanos
que recogía en los bares, todos totalmente insatisfactorios y
horribles. Se detestaba a sí misma, especialmente cuando
querían su número y ella se negaba a dárselos.
Tuvo la suerte de recibir una llamada de un hombre llamado
Cain Dufort, que poseía un negocio muy exitoso, un club
privado y exclusivo, y quería que ella fuera para una consulta.
Tendría que firmar un acuerdo de no divulgación, ya que se
trataba de un club de sexo para clientes con gustos inusuales.
A ella no le importaba. Ella no era alguien interesada en revelar
las preferencias en las relaciones sexuales personales de los
demás. Amaba su trabajo y si el propietario necesitaba que se
hiciera un trabajo, ella estaba feliz de diseñar lo que fuera que
necesitara.

El trabajo no estaba al aire libre como pensó al principio. Quería


un hermoso oasis en medio de su club. Su concepto era que en
él se servirían bebidas como en un jardín del paraíso. Sería
acristalado para que aquellos que se relajaran pudieran
disfrutar de los espectáculos que tuvieran lugar en las distintas
salas si las cortinas estaban abiertas, o podían simplemente
hablar con sus amigos mientras se relajaban.

Flambé nunca había estado dentro de un club como el que tenía


Cain. Desde el momento en que la escoltaron a su oficina, supo
que era un leopardo. Ella reconoció los músculos tensos y los
ojos concentrados. El llevaba la autoridad fácilmente, algo a lo
que ella reaccionó. Incluso usando su ropa de poder, ella tuvo
que luchar contra su atracción y su sumisión natural. Ella sabía
que su reacción hacia él era causada por el tipo de leopardo que
era. Ella mantuvo la barbilla en alto y lo miró a los ojos cuando
hablaron, sin permitir que su mirada se desviara hacia las obras
de arte inusuales pero hermosas que tenía en su oficina. Ella
había vislumbrado las piezas cuando ella había entrado, y sabía
que eran originales, obras de arte más probablemente de Japón,
lo que representa la fascinante práctica de Shibari: una cuerda
para atar hombres y mujeres.

Él la había llevado, le había mostrado las habitaciones donde


había todo tipo de equipo, cosas que le hacían doler por dentro,
hacían que su sexo se agitara y sus bragas se humedecieran. Le
mostró estantes de instrumentos, bancos y cruces de madera,
cosas que nunca había visto antes. Había cuerdas de varios
colores y texturas. Trabajó para mantener su respiración
uniforme y evitar que su corazón latiera con fuerza. Por alguna
razón, ella realmente respondió a la cuerda. Este lugar era
emocionante y asombroso, cuando había estado tan segura de
que nunca le interesarían en lo más mínimo esas cosas.

Cain la había mirado especulativamente y le preguntó si


alguna vez había considerado cualquiera de las prácticas. Ella
negó con la cabeza y respondió honestamente que no lo había
hecho. Inmediatamente la invitó a venir por la noche y mirar
desde su oficina, donde ella estaría a salvo y nadie la vería o
sabría que ella estaba allí. Al principio, ella se negó, diciéndole
que no creía que fuera justo con los demás que estaban en las
habitaciones privadas, pero le aseguró que, si abrían las
cortinas, estaban bien con cualquiera que quisiera observarlos.

Ella se había ido esa primera noche y se quedó sola en su oficina


viendo las pantallas de seguridad, un poco sorprendida por
algunas de las cosas que vio, pero sobre todo emocionada.
Mayormente excitada sexualmente. Entonces Sevastyan Amur
había entrado, luciendo más confiado y arrogante que
cualquier hombre que hubiera visto. Él tenía cicatrices, de
aspecto rudo y tan peligroso como cualquier hombre podría
ser. Ella supo inmediatamente que él era un cambiaformas. Él
ordenó cada habitación en la que entró. Se hacía un silencio
instantáneo cuando entraba en una habitación. Fue muy claro
para ella que podía elegir entre cualquier mujer, u hombre para
el caso, que él quisiera.

Ella mantuvo su mirada fija en él mientras él señalaba a una


mujer con su cabeza. No fue particularmente amable cuando
señaló una silla cuando entró en una de las salas de
observación. La mujer se quitó la ropa y la dobló
cuidadosamente mientras caminaba hacia la pared donde una
hilera de cuerdas colgaba en racimos ordenados. Eran de varios
colores y hechos de diferentes tipos de material. Seleccionó un
color verde oscuro y verde oliva, ambas cuerdas parecían
ásperas.

Flambé se estremeció cuando lo vio regresar con la mujer.


Sevastyan parecía un leopardo merodeando mientras la
rodeaba, sus músculos ondeando en su pecho lleno de
cicatrices. Sus pantalones le colgaban bajos a las caderas. Sus
ojos brillaron con crueldad, una capa casi densa de color
turquesa glaciar sobre el hielo azul profundo de los ojos del
gato. Era imposible apartar la mirada de él. Él era
magnético. Fascinante. Tan increíblemente impresionante que
se olvidó de respirar.

Le susurró algo a la mujer, sus dedos en su pulso mientras se


movió a su alrededor, la cuerda se deslizó entre sus
dedos. Flambé estaba tan fascinada, que su corazón comenzó a
latir con fuerza. La mujer casi se balanceaba mientras él inclinó
la cabeza hacia ella. Sevastyan era un hombre grande, alto, sus
hombros anchos, y aunque era alta, parecía empequeñecerla.
Flambé sabía que era porque dominaba la sala.

Él le puso las manos sobre los hombros y la obligó a


arrodillarse. La mujer se arrodilló obedientemente. Flambé
jadeó cuando Sevastyan agarró su largo cabello y lo trenzó,
tejiéndolo con pericia. Él empujó la masa sobre su hombro y
luego agarró primero un brazo y luego el otro, empujándola
hacia adelante poniendo una mano entre sus omóplatos. La
mujer fue más abajo, postrándose en el suelo, por lo que solo
su trasero estaba arriba en el aire.

Sevastyan colocó la cuerda contra la piel de la mujer con


rapidez y segura confianza. Cada nudo estaba atado con la
misma seguridad desde su cuello hasta la curva de su trasero,
anclada alrededor de sus caderas. No hubo vacilación. Trabajó
rápido, colocando sus líneas y atando las cuerdas en una
hermosa obra de arte, como si fuera un lienzo. Esa pieza fue
hecha en verde oscuro y lo tejió de nuevo en su cuerpo,
colocando los nudos en su frente sin ver lo que estaba haciendo,
colocándolos casi a ciegas. Ella pudo decirle que los estaba
colocando perfectamente mientras le construía una blusa sin
mangas.

De pie frente a la cabeza inclinada de la mujer, Sevastyan de


repente solto la cuerda, apretando los nudos para que toda la
camisa se sujetara alrededor de su piel. Su cuerpo se sacudió y
gritó, ya sea de agonía o de placer, era difícil de decir. El sonido
era amortiguado y apenas perceptible cuando el audio en la
habitación solo llegaba por un altavoz. Fue imposible escuchar
cualquier cosa que dijera Sevastyan; hablaba demasiado bajo
mientras ataba la cuerda y recogió la de color verde oliva.

La piel de gallina estalló por todo el cuerpo de Flambé. Sus


pezones se tensaron en picos endurecidos. Le dolían los
pechos, tirando contra el material de su sostén. Entre sus
piernas, sintió el roce del fuego, casi como si ese latigazo
hubiera acariciado sobre su clítoris. Ella quería ser esa
mujer. Desesperadamente.

Sevastyan tiró de la cabeza de la mujer hacia atrás por su trenza


y comenzó a entretejer la trenza en la cuerda, anudándola cada
dos centímetros hasta que estuviera estiro, la posición
incómoda, difícil de mantener. Tiró los brazos detrás de ella y
tejió un arnés hecho de intrincados nudos desde sus hombros,
cabello y luego por los brazos hasta las muñecas, por lo que
estaba completamente indefensa.

Flambé nunca había visto nada parecido hasta que vio la obra
de arte en la Oficina de Caín. Ella buscó el arte antiguo en
Internet y descubrió todo tipo de información sobre la
práctica. La había intrigado y conmocionado solo un poco
todas las diversas formas en que se usaba Shibari.

Al ver a Sevastyan poner esos nudos, tan impersonal, tan


implacablemente, su frente en una máscara despiadada, se
sintió como si la azotaran con un rayo. No podía apartar los
ojos de él mientras usaba su pie para empujar las rodillas de la
mujer muy separadas. Con el corazón latiendo con fuerza, ella
en realidad vio como él tomaba la mujer casi brutalmente, su
cuerpo una máquina, tomándola por detrás, sin mirarla a la
cara, como si ella importara tan poco que él no la miraría a los
ojos. Cuando terminó, miró por encima del hombro, hizo una
seña y otro hombre se apresuró a entrar en la habitación.

Sevastyan tiró de la cuerda y soltó los nudos, primero el de la


cuerda de olivo y luego la verde oscuro. Señaló ambas cuerdas
sueltas al recién llegado y luego señaló unas tijeras que había
dejado sobre una mesa. El hombre le agradeció y luego quitó
gentilmente las ataduras de la mujer y la consoló, sus brazos
alrededor de ella, mientras Sevastyan simplemente se dio la
vuelta y salió sin mirar ni una vez hacia atrás. Flambé tardó
unos minutos en darse cuenta de que el otro hombre era el
compañero de la mujer.

Se encontró agarrada al borde del escritorio de Cain Dufort, las


lágrimas nadando en sus ojos. Descubrir los antojos sexuales
sumisos de uno en un club cuando sabía que era leopardo y
que el hombre que ansiaba también era leopardo era aterrador.
Especialmente cuando ese hombre claramente podía tener
tendencias crueles y ella no solo se sentía atraída por él, ella
desesperadamente lo quería. Siempre había tenido cuidado de
satisfacer sus necesidades sexuales con hombres humanos,
excepto que ella nunca se sintió satisfecha.

Había algo muy, muy mal en ella. Ella tuvo que irse. Salir de
ese lugar. Esa primera noche, resolvió nunca conocer a
Sevastyan Amurov. Nunca estar en la misma habitación que
él. Ella, más que ninguna otra mujer, sabía exactamente lo
peligroso que era estar con un cambiaforma dominante. Podían
ser muy crueles, especialmente con su pareja. Ella
nunca, nunca, iba a ir ahí.

A medida que pasaban los días, se encontró pensando


obsesivamente en él todo el tiempo. No importaba cuántas
veces se dijera a sí misma que debía detenerse, o cuántas largas
horas trabajara; no podía controlar sus pensamientos. Ella no
podía dormir. Su cuerpo le dijo que podía saciar el terrible
fuego que ardía en su día y noche. Ella ardía por él, por las
cosas que podía hacer por ella. Por el mundo que podría abrirse
para ella. Quizás podría ir a Caín. Él estaba interesado en
ella. Ella podía decirlo. Ella siempre sabia cuando un hombre
estaba interesado. Él también era un cambiaforma y ella no
ardía por él ni se obsesionaba con él de la forma en que lo hacía
con Sevastyan. ¿Podría saciarla? Ella lo dudaba.

Se encontró tratando de buscar a Sevastyan en Internet. Ella


encontró artículos sobre sus primos, pero había muy poco
sobre él. Eso lo hizo un tanto más misterioso e intrigante para
ella. Al final, ella justificó ir de regreso al club porque tenía que
empezar a trabajar allí. Ella se quedó hasta muy tarde, detrás
del cristal acordonado, a salvo de los que jugaban en las
habitaciones. Nadie la notó allí mientras plantaba con
diligencia árboles y arbustos, o las delicadas florecillas y bulbos
que compondrían el jardín del paraíso que Caín quería.
Pasaron un par de semanas antes de que viera a Sevastyan por
segunda vez. Flambé supo que él estaba allí antes de que ella
realmente levantara la vista y lo viera. Su cuerpo
reaccionó. Ella estaba sobre sus manos y rodillas, cabeza gacha,
dedos empujando la tierra suavemente alrededor de las plantas
cuando los escalofríos recorrieron su columna vertebral y su
sexo se apretó. Su corazón se aceleró. Se puso a toda marcha.

Levantó la mirada para mirar a través del cristal. Él estaba allí,


más grande que la vida, señalando con un dedo arrogante a
una mujer que lo precedió en una habitación justo enfrente de
ella. Él era tan hermoso. Más allá de lo que incluso Flambé
recordó. Su corazón se hundió. Ella nunca se iba a deshacer de
esa obsesión con él. Simplemente iba a crecer y crecer. Lo peor
fue podía decir que su leopardo lo estaba cabalgando con
fuerza. El usaba la misma máscara inexpresiva, pero sus ojos
eran más fríos, las líneas de su rostro más profundas.

Un escalofrío le recorrió la columna y, en el fondo, algo salvaje


se agitó. Sevastyan se detuvo junto a la puerta de la habitación
y miró a su alrededor con ojos brillantes, su gato muy cerca de
la superficie. Ella se congeló, sin atreverse a moverse,
manteniéndose agachada, deseando no haberse quedado tan
tarde, pero sabiendo que lo hacia por si acaso entraba este
hombre.

De repente, Sevastyan se dio la vuelta, cerró la puerta y señaló


la silla. La mujer se quitó la bata, la dobló y la colocó sobre la
silla. Un hombre estaba sentado en un sillón profundo junto a
la puerta. La mujer volvió la cabeza para mirarlo. Sevastyan
dijo algo y de inmediato se puso rígida y se volvió hacia él.
Flambé se dio cuenta de que al igual que la otra mujer que
Sevastyan había elegido, esta tenía un compañero. No toleraba
ninguna interferencia. Si estaban con él, se concentraban
completamente en él. Su compañero no estaba solo mirando.
Muchos otros habían preparado sillas. Flambé se consideraba
afortunada de que nadie hubiera puesto el suyo delante de ella.

Sevastyan dejó a la mujer sola y desnuda mientras


inspeccionaba una variedad de cuerdas de colores que
colgaban de los estantes. Eventualmente eligió varios paquetes
de carbón y marrón. Sacudió el carbón y lo pasó a través de sus
manos mientras caminaba alrededor de la mujer, hablándole en
voz baja. Ella asintió con la cabeza hacia él varias veces. Tocó
su cuello y ella se inclinó hacia él. Flambé encontró ese pequeño
movimiento muy revelador. Sevastyan podría crear intimidad
con solo su voz y el más ligero de los toques.

La mujer estaba atada y amarrada con un elaborado corsé y


calzas con sus pechos y sexo enmarcados como en las fotos de
la oficina de Caín. Echos en carbón y cuerda marrón, los nudos
intrincados y hermosos, el trabajo fue fascinante. Flambé lo
encontró cautivador y hermoso contra la piel de la mujer en la
que trabajaba Sevastyan. Su expresión nunca cambió, no
cuando le susurró para tranquilizarla y no cuando de repente
apretó las cuerdas. Su expresión cambiaría, pasando de una
especie de éxtasis a la conmoción y al dolor, volviendo al
éxtasis.
Al final, Sevastyan giró su cuerpo lejos de él y una vez más la
tomó por detrás, su cuerpo moviéndose con fuerza en el de ella,
durando mucho tiempo, mientras parecía llorar una y otra vez
de felicidad. Una vez más, fue su pareja, quien después de que
Sevastyan soltó las cuerdas, quien las quitó y la consoló,
mientras simplemente se alejó sin mirar atrás.

Flambé se encontró sentada sobre sus talones respirando con


dificultad, con una mano subiendo a su garganta
protectoramente. Ella no sabía nada sobre ese tipo de sexo
salvaje, y no quería saberlo, ¿verdad? Pero ella lo soñó. No, no
de eso. No del sexo. De él. De Sevastyan. Ella estaba más
obsesionada que nunca. No podía sacarlo de su cabeza. Ella
necesitaba ese tipo de sexo. Crudo. Caliente. Áspero. Fuego
puro.

Ella había vuelto al club repetidamente porque tenía que


trabajar. Caín no permitía que nadie más que ella viniera allí.
Dijo que preferiría que el trabajo tomará más tiempo en lugar
de arriesgarse a una violación de la privacidad de sus clientes.
Caín pasó tiempo con ella, trayendo su café, hablando con ella
mientras trabajaba y le gustaba. Una o dos veces incluso sintió
una breve agitación de interés, pero se desvaneció
rápidamente. Las dos veces lo encontró mirándola
especulativamente, pero él nunca trató de presionarla para que
aceptara ninguna de las ofertas sexuales que le hizo.

Se quedaba hasta tarde la mayoría de las noches y se dio cuenta


de que Sevastyan solo venía cada par de semanas y no había
un patrón de cuándo podría aparecer. Cuando lo hizo, llamaba
la atención de todos por su sola presencia. Ella no era la única
obsesionada con él. Nunca pareció darse cuenta o importarle si
otros estaban alrededor o lo miraban. Siempre elegía a una
mujer que tenía un compañero que la cuidaría. Las mujeres a
las que había atado competían por su atención, pero no las
usaba más de una vez. Con la única persona que ella alguna
vez lo había visto hablar era con Caín, y luego solo brevemente
en el pasillo. Parecían ser lo suficientemente amigables. Flambé
no estaba dispuesta a preguntarle a Cain sobre él o mostrar
interés en absoluto.

Al final, decidió que una noche de sexo loco con Sevastyan no


la haría superar su obsesión. Nunca pasó más de una vez con
una mujer. Nunca. Apenas la miraría. Entonces, en realidad,
sería solo sexo, ni siquiera una noche. No podía hacerlo en un
club. Estaba bastante segura de eso. Ella tenía que encontrar
una manera de conocerlo casualmente. Ella trató de encontrar
un club nocturno que podría frecuentar, o un bar. Algún lugar
al que pudiera ir donde pudiese toparse con él y luego ser lo
suficientemente coqueta como para que él hiciera lo suyo y se
alejase. Una vez. Eso debería ser suficiente.

Estaba muy comprometida con salvar a su especie. Había tan


pocos de ellos. También se habían acercado a los leopardos
árabes, lentamente trayendo uno o dos al país también. Fue un
proceso muy lento, conseguir que los ancianos adecuados le
ayudaran. Ella no tenía el tiempo ni la energía para estar en una
relación y sabía que un hombre como Sevastyan Amurov no
era el tipo de hombre para estar en una relación amorosa
comprometida, por lo que el sexo iba ser salvaje y loco y una
sola vez. Ella no confiaba en los cambiaforma masculinos en
absoluto y no estaba dispuesta a tener una relación con uno.

Ahora, Flambé se dio la vuelta y se incorporó hasta sentarse. Se


había hecho una cama en el armario. La sala principal era
demasiado grande para ella. Una parte quería escabullirse y
volver a su pequeño estudio, eso se sentía seguro, hogareño
y suyo. Este lugar era demasiado grande y masculino para ella
y olía a Sevastyan. Estaba en todas partes. Estampado en las
paredes y el piso. Puede que no residiera en las habitaciones,
pero su presencia estaba en todas partes y lo encontró
demasiado abrumador. Ella no había contado con eso.

Ella no era una persona débil. Podía enfrentarse a cualquiera y


a menudo, tenía que hacerlo cuando se trataba de su negocio y
la gente que traía al país para salvar. Su especie de leopardo era
muy sumisa a su pareja, pero ellos eran luchadores feroces y
extremadamente protectores de sus hijos. Todavía, esas cosas
que Sevastyan le había hecho sentir cuando había estado a
distancia de él en el club eran mil veces más intensas así de
cerca de él.

Se obligó a ponerse de pie y salir al dormitorio principal. Las


pantallas de privacidad se habían bajado en todas las ventanas,
oscureciendo cualquier luz de la luna, pero podía ver
fácilmente en la oscuridad. Caminando, Flambé pensó en qué
hacer. Tenía que ser práctica. Realmente evaluar quién era ella
y lo que podía hacer ahora que había conocido a Sevastyan en
persona. Cuando había recibido la solicitud de trabajo, estaba
encantada. Ella iba a tener la oportunidad que ella quería.
La primera reunión tuvo que ser cancelada porque Flamme
había dado a conocer su presencia a lo grande. Ya, el cuerpo de
Flambé se había estado arrastrando con necesidad, sus
terminaciones nerviosas despiertas y en carne viva con una
especie de quemadura de fuego que se traducía a un calor
sexual propio. La repentina aparición de su leopardo añadió
aún más de una urgencia, tanto que no podía confiar en sí
misma para salir de su habitación. Su cuerpo estaba en un
frenesí de necesidad. Caliente y dolorido.

Ella había llamado y cancelado, porque no podía confiar en sí


misma cuando estaba cerca de él. Al mismo tiempo, Franco se
había puesto en contacto con ella e intentó concertar una
reunión. Le hizo saber que la estaba mirando. Eso fue
realmente aterrador y ella había sido extremadamente
cuidadosa, asegurándose de estar cerca de su equipo cada vez
que dejaba sus oficinas o su casa después de eso.

La segunda reunión que se suponía que debía tener con


Sevastyan había estado muy mal también. Su leopardo giraba
fuera de control. Completamente. Flambé se había encontrado
en el suelo de su habitación cuando estaba tan vistiéndose
cuidadosamente para su reunión con Sevastyan. Ella había
estado pensando en él, fantaseando, y lo siguiente que supo fue
que estaba ardiendo, su sangre muy caliente, latiendo con una
necesidad tan intensa que estaba en el suelo de manos y rodillas
sollozando, caderas temblando fuera de control. Nada había
ayudado. Los juguetes habían empeorado la sensación. Había
tomado lo que parecía una eternidad para que la terrible
sensación se aliviase lo suficiente como para que ella incluso le
enviara una disculpa. Sabía que él no era un hombre que
perdonara mucho.

Ahora que lo había conocido, se dio cuenta de que debería


haber tenido en cuenta qué tipo de persona era. Quien era
ella. El sexo salvaje era lo que necesitaba totalmente, pero no
con un hombre como Sevastyan. Sevastyan era el tipo de
hombre que podría poseer una mujer con su tipo de sexo. Ella
debería haber prestado más atención a cuántas de esas mujeres
regresaban noche tras noche con la esperanza de ser la elección
de Sevastyan para pasar la noche, incluso aunque tenían
compañeros permanentes.

El sexo era un arma poderosa si se usaba de esa manera, y


podría ser blandida como arma. Sevastyan claramente era
experto en usar el sexo para cualquier razón. Ella estaba en
muchos problemas. − No es tu culpa, Flamme, − dijo,
susurrando en voz alta y se frotó la hinchazón en la cabeza por
centésima vez. − Estabas tratando de protegernos.

Lo último que esperaba era que su leopardo reclamara el


suyo. Ella se paseaba inquieta de nuevo. Su leopardo estaba en
su primer ciclo de vida. Se cometían errores. Ella lo sabía. Esto
tuvo que ser un error porque de ninguna manera en el infierno
Flambé iba a ser reclamada por un cambiaforma. Ella estaría
atrapada por Sevastyan.

− ¿Qué quieres, Flambé? ¿Qué estás haciendo aquí? Tú piensas


las cosas. Planifica las cosas con cuidado. Desde la primera vez
que viste ese hombre, has estado fuera de control. Tienes que
retroceder y resolver esto, porque si no, será demasiado tarde
y nunca saldrás de este lío.

Siempre había hablado en voz alta cuando planeaba algo. Ella


era hija única y la mayoría de las veces estaba sola. Vivía en el
estudio porque su padre acogía a muchos extraños, por lo que
su "habitación" había sido el estudio para "darle privacidad”,
incluso cuando era niña. Lo que realmente significaba darle a
su padre muchas habitaciones en la casa de sus mujeres.

Ella había hablado en voz alta para escuchar el sonido. Tocó


música, llenando la habitación con los ritmos relajantes para no
sentirse tan sola. Hablar consigo misma en los momentos de
estrés se había convertido en un hábito. Estaba acostumbrada a
los espacios reducidos y eso la consoló.

− Te gusta él. Eso fue inesperado. No pensaste en términos de


si te agradaba. Se suponía que se trataba de sexo. − Se acercó a
la gran cama y la miró fijamente. Ella no se había subido así que
las mantas se habían quedado intactas. No había ni una sola
arruga en el edredón. − Él no te quiere arriba en su espacio
personal y eso es bueno. − Ella miró alrededor de la habitación,
un largo y lento barrido a través de los ojos de leopardo. − Esta
es una buena habitación en la que cualquier huésped estaría
feliz de estar. Te está tratando muy cortésmente. Modales
perfectos.

La inquietud la hizo caminar de nuevo. La habitación era tan


grande y ella era capaz de caminar a lo largo, utilizando
también el área de la sala de estar. − Tu no le importas más de
lo que esas mujeres le importaban a él. Tu leopardo importa a
su leopardo. Tú lo sabes. Lo sentiste cuando se conectaron. Si
te quedas aquí con él, tendrás ese sexo increíble con el que
soñaste, y tu leopardo estará feliz. También su leopardo. Esta
es una gran propiedad para que los leopardos puedan correr
libres. Te quiere por su leopardo y para tener sus hijos, tal como
los otros cambiaforma querían a las mujeres para sus leopardos
y para tener hijos. ¿Qué les pasó a ellas? ¿Al final? ¿Qué le pasó
a su madre? ¿Qué tipo de vida tenían? Sabes mejor que
enamorarte de esta mierda.

Se detuvo junto a la mesa baja y se dejó caer en la silla para


sentarse. Podía tamborilear con los dedos sobre la mesa,
escuchando un ritmo musical en su cabeza. Tenía que escuchar
algo junto con el sonido de su propia voz. − No estoy segura de
si eres capaz de ser feliz, no importa lo que diga. Él tiene ese
lugar dentro de él adonde se retira y al que solo él puede ir. Yo
nunca sería realmente parte de su vida. Sería... solitaria. Como
siempre he sido. Estoy tan malditamente cansada de estar sola.
Me duele todo el tiempo ahora. Mi cuerpo está ardiendo
incluso antes de que te levantes, Flamme. No me quejo de ti. Ni
de mí. Ya estaba sucediendo. Yo lo deseaba. Sabes que lo hice.
Ahora, habiéndolo conocido, sé que una vez nunca hubiera
sido suficiente.

Su cabeza latía de nuevo y quería llorar. Llorar no iba a resolver


cualquier cosa. Estaban en un lío. Ella había visto muchas otras
mujeres cambiaformas en un lío. La mayoría no lo logró. Tenía
que encontrar una forma.
− Flamme, incluso por ti, no sé si puedo hacer esto. Pensé que
podría estar una vez con él y luego se convirtió en otra cosa
porque estábamos tan dispersas y temerosas de Franco. No
debería haber venido aquí, pero él estaba persiguiéndome y
tenía otros cerca.

Dejó caer la frente en su mano y se frotó las sienes. Ella no


podía irse ahora, no con los hombres de Franco vigilando el
lugar. A menos que... Levantó la cabeza. Podía salir del garaje
y entrar en el túnel, por el que Sevastyan los había hecho
pasar. Ella terminaría en lo de Mitya. Ella podría enviar un
mensaje de texto a uno de sus trabajadores para que viniera a
buscarla y enviarle un mensaje de texto a Ania diciéndole que
tenía una emergencia en su casa y que uno de los trabajadores
estaba allí para recogerla. El momento tendría que ser perfecto
para que Ania no tuviera la oportunidad de llamar a Sevastyan.
Una vez que estuviera de vuelta en su casa, podría protegerse.

Ella respiró hondo. − Eso es pura mierda y lo sabes. Franco y


Sevastyan no son el tipo de hombres con los que puedes luchar
encerrándote en tu estudio y fingiendo que simplemente se van
a ir. Si haces esto, tendrás que tomar el primer vuelo para salir
de aquí. Tendrás que configurarlo muy bien. Hacer que
alguien le preparara una maleta y que cuando lo recogiera, la
llevase directamente al aeropuerto. Tendrías que volar de
inmediato. Eso solo sería el primer paso. Sevastyan podría
dejarlo pasar, pero a Franco le gusta perseguir. La caza era la
mitad de la diversión para él. Es posible que necesitase ayuda
para desaparecer. ¿A quién ir? Y si se iba, ¿qué pasaría con
Shanty? ¿La mujer que venía de África del sur con sus hijos?

Se levantó de nuevo, paseando por la habitación. Ella tenía que


trabajar en todo su escape, paso a paso y luego implementarlo.
Ella era extremadamente buena en la planificación. Había
planeado decenas de vuelos para hombres, mujeres y niños de
otros países, sacándolos de las narices de los cazadores y
llevándolos a un lugar seguro. Seguramente ella podría hacerlo
para sí misma.

Pero si lo hiciera, entonces tendría que dejar a una mujer


cambiaforma con hijos, una contando con ella, ahí afuera y
sola. Tendría que cerrar el único centro clandestino para
mujeres cambiaforma maltratadas que tenían a su disposición
porque en al final, tendría que usarlo para ella. Eso sería tan
egoísta. Ella había hecho todo un lío debido a sus hormonas
desbocadas.

Ella era disciplinada. Seguramente podría encontrar una


manera de arreglar esto sin arruinar todo lo que había puesto
en su lugar. Cuando un hombre cambiaformas abusaba de su
compañera, era más brutal y cruel de lo que podía
concebirse. Lo había visto una y otra vez. Ella no estaba
dispuesta a dejar que le sucediera, ni iba a decepcionar a otros
porque había sido tan descuidada en un momento de
debilidad. Ella encontraría una salida.

ϰ
SEVASTYAN les indicó a Kirill y Matvei que se separaran. Los
dos leopardos subieron y cruzaron el techo de la casa para bajar
en la parte de atrás y llegar a la maleza más pesada donde
podrían ocultarse más fácilmente. El leopardo de Sevastyan,
era un macho grande y bruto, un luchador vicioso, estaba lleno
de cicatrices y era mortal. Tenía un grueso pelaje blanco
salpicado de grandes y amplias rosetas negras espaciadas sobre
su cabeza, espalda, patas y cola.

En los bocetos previos que Flambé le había enviado para su


consideración, ella había incluido plantas que ayudarían a su
leopardo a mezclarse con una cobertura más natural. Kirill y
Matvei tenían leopardos de Amur más grandes con las mismas
rosetas negras espaciadas, pero su pelaje de fondo era de color
más cremoso en lugar de un blanco puro. Sevastyan no había
pensado en términos de necesitar cobertura para los leopardos
más de los distintos árboles y la maleza más pesada. Flamme
había incluido color para que coincidiera con su raza real de
leopardos. Ella también había intentado darles tantos matices
variados como fuera posible, sabiendo que los leopardos,
aunque cambiadores, preferían el clima más fresco.

Vio al primero de los espías de Franco. El leopardo tenía ojos


en las ventanas del dormitorio principal donde se hospedaba
Flambé. Un pinchazo de inquietud recorrió su espalda. Giró la
cabeza lentamente, con mucho cuidado, lo suficiente para
llevar ese grupo de ventanas a su vista. Ninguna luz se filtraba
desde debajo de las pantallas de privacidad. ¿Qué había
atraído la atención del espía? Esperó un latido. Dos. No fue que
viera movimiento detrás de esas pantallas. Lo sintió. Flambé no
estaba profundamente dormida en el armario. Ella estaba
despierta y moviéndose en esa habitación.

Maldiciendo en voz baja para sí mismo, Sevastyan aprovechó


la falta de atención del espía a su entorno y comenzó un acecho
de cuadro congelado. Eso era un proceso lento, pero se estaba
moviendo al aire libre detrás del leopardo. En cualquier
momento, el otro gato podría volver la cabeza y verlo, pero
cuanto más se acercará Sevastyan, más ventaja tendría. Él
quería acabar con esta matanza rápido para tener más tiempo
para el siguiente. Cuanto más tiempo tomara antes de que los
demás supieran que estaban siendo cazados, más fácil sería
para él y sus hombres.

El leopardo levantó la cabeza y extendió el cuello hacia la casa,


probando el aire. Sevastyan corrió los últimos metros y estaba
sobre el otro gato, golpeando con fuerza su peso en la columna
mientras hundía los dientes en la garganta, penetrando
profundamente para el bocado asesino. El espía intentó
desesperadamente tirarlo, saltando y tirándose al suelo,
tratando de rodar, pero Shturm era un leopardo
extremadamente pesado, todo músculo atado, una
experimentada máquina de matar, y ni una sola vez se rindió
con la mordedura sofocante.

El leopardo se había ido rápido, más rápido de lo que Shturm


estaba contento, por lo que tomó unos minutos antes de que
Sevastyan pudiera recuperar el control de él. Tuvieron que
arrastrar el cuerpo a la maleza para que ninguno de los
enemigos pudiera ver el cadáver. Él no quería que ninguno de
los hombres de su tierra escapara o se comunicara con Franco
de cualquier forma. Quería que simplemente desaparecieran.
Franco se preguntaría si Sevastyan los había encontrado y los
hubiera matado, pero su ego no permitiría creer que podía
hacerlo. Entonces su mente de teoría de la conspiración
entraría en acción y comenzaría a pensar que sus hombres lo
habían abandonado. Su desaparición lo volvería loco, incluso
cuando sus hermanos señalaran lo obvio para él, que Sevastyan
era de una familia criminal y que por supuesto que había
matado a todos los hombres de Franco.

Eran leopardos y los cadáveres tenían que ser quemados para


que no hubiera posibilidad de que sus cuerpos fueran
descubiertos. Todos los cambiaforma tenían cuidado con esa
ley. Poco importaba si eran pícaros o decentes, protegían lo que
quedaba de su especie, aunque Sevastyan se preguntaba por
hombres como Franco.

Shturm arrastró al leopardo muerto a la maleza más espesa y


pateó hojas y tierra a su alrededor con disgusto antes de
agacharse, esperando a Kirill y Matvei. Los dos leopardos se
unieron a él y luego los tres se movieron en la arboleda más
espesa donde tres de los hombres de Franco estaban
escondidos en lo alto de las ramas mirando la casa a una buena
distancia.

Sevastyan había visto a uno de los leopardos desde la ventana


del segundo piso unas horas antes. El animal se había paseado
por la rama del árbol varias veces, no acostumbrado a
permanecer en una posición por mucho tiempo. Para cuando
estuvo en su adolescencia, Sevastyan y su leopardo habían
aprendido la importancia de estar absolutamente quieto
durante horas. Las consecuencias tanto para los animales como
para los humanos si cometia el error al encogerse de hombros
o aliviar un calambre musculare había sido una paliza severa.
En consecuencia, ambos eran expertos en desaparecer en las
sombras, o en muchos casos, al aire libre sin ser visto.

Había tardado más en encontrar a los otros dos animales


escondidos en las ramas de los árboles. Sevastyan se había
deslizado hacia su techo y, estirándose en una posición boca
abajo en una de las hendiduras debajo de los refugios recién
construidos con tal propósito, observó pacientemente a su
presa.

Finalmente, otro leopardo se delató moviendo la cola. Ese fue


el único movimiento, pero fue suficiente para mover las hojas,
llamando la atención de Sevastyan. Marcó la posición del árbol
y la rama y luego comenzó a calcular la posición en la que
podría estar otro leopardo en función de donde estaban los dos
primeros en los árboles.

Sevastyan había remodelado gran parte de la casa de Dover por


propósitos de seguridad, prestando mucha atención al techo y
al entorno. El techo había sido problemático cuando habían
estado protegiendo a Ania. El no quería las mismas
dificultades si lo atacaran en su casa. Había cambiado los
ángulos en la línea del techo, así como lugares adicionales
donde él, o un centinela, podría ponerse en posición sin ser
visto y estudiar a su enemigo.

Retrocedió por el lado inclinado del techo donde los leopardos


en los árboles no podían verlo desde su ángulo y luego regreso
a las hendiduras de vigilancia del oeste. Fue entonces cuando
vio al tercer gato. Éste pasó un tiempo rastrillando el árbol, de
pie en lo alto de la parte superior del árbol como era posible,
asegurándose de dejar su marca, como si el gato de Sevastyan
no se fuera a dar cuenta de que él estaba en las ramas.

Ahora, los tres leopardos de Amur se abrieron paso


silenciosamente a través del bosque, su pelaje ni un susurro a
lo largo de las hojas al pasar a través de la maleza. Sus grandes
patas no rompieron ramitas o ramas caídas mientras
caminaban a través de la vegetación hacia los tres árboles
separados, cada uno a una distancia el uno del otro. Eran
depredadores independientes, pero estaban acostumbrados a
coordinar sus cacerías.

No fue una sorpresa para Sevastyan que Shturm dejara claro a


los leopardos de Kirill y de Matvei que estaba acechando a su
enemigo, el "libertino". Consideró el leopardo una falta de
respeto. Esta propiedad era territorio de Shturm, claramente
marcada. La hembra era suya, claramente reclamada.
Cualquier marca masculina en sus árboles lo estaba desafiando,
incluso si eran lo suficientemente cobardes como para esconder
su desafío en los árboles donde esperaban que él no lo viera. Él
lo había visto y venía por el leopardo. Matvei y Kirill podrían
tomar los otros dos leopardos.
Franco había dejado originalmente seis observadores atrás,
pero mientras Sevastyan estaba fuera con Flambé, Matherson
había hecho retroceder a dos de sus hombres. Las cámaras
habían pillado a dos de ellos saliendo después de un breve
intercambio en sus teléfonos celulares. Jeremiah Wheating, uno
de los guardaespaldas más jóvenes empleado por los Amurov,
los había rastreado hasta donde estaba Franco Matherson,
alojándose en su mansión alquilada.

Wheating originalmente trabajó para Drake Donovan y luego


fue empleado por Fyodor. Lo movían con bastante frecuencia
porque a todos les gustaba un un poco demasiado y era un
dolor en el trasero. Era demasiado inteligente y quería todo
demasiado rápido. Estaba particularmente cerca de Ashe, la
esposa de Timur, tratándola más como una hermana que como
cualquier otra cosa. De hecho, la mayoría de las mujeres lo
trataban como a un hermano menor, lo que dificultaba que los
hombres lo reprendieran. En este momento, él era el problema
de Sevastyan, y uno que no le gustaba tener. No mimaba a la
gente. Nunca lo había hecho. Tenía un pequeño problema
técnico que los otros no tenían, no importaba cuántas veces se
dijeran a sí mismos que estaban muy jodidos.

Shturm volvió la cabeza una vez para mirar por encima del
hombro hacia la casa, a esas ventanas oscurecidas, una extraña
e incómoda sensación serpenteaba a través de su mente. Tenía
que mantener su enfoque en su enemigo, pero algo no estaba
bien con la mujer de su contraparte. Su compañera no estaba
lista, pero ella estaba acercándose a él, haciéndole saber que
algo andaba mal con Flambé. Tendría que volver a la forma de
Sevastyan tan pronto como terminara de enseñarle una lección
a este leopardo. Sevastyan tenía una manera de averiguar las
cosas sobre las mujeres muy rápidamente. Siempre lo había
hecho.

Shturm se acercó a unos treinta metros del árbol donde estaba


el leopardo advenedizo. El idiota se había levantado una vez
más y esta vez se había paseado por la rama intentando llegar
a otra rama para dejar su marca en ese lado del árbol también.
Tenía unos buenos treinta pies de altura y el follaje estaba
mucho más desnudo en ese lado, para que el leopardo pudiera
verse fácilmente. Se estiró y levantó los labios y arrugó la nariz,
mostrando los dientes antes de golpear el tronco del árbol.

Un leopardo rugió un desafío en la distancia y, por encima de


él, el cambiaformas golpeador casi se cae de la rama. Arañó la
extremidad y luego se volvió apresuradamente hacia el sonido
para tratar de obtener una vista. Cuando no pudo ver alguna
cosa, comenzó a bajar rápidamente.

Shturm permaneció muy quieto, su cuerpo escondido entre los


espesos arbustos. Reconoció la poderosa voz del leopardo de
Matvei emitiendo un triunfante desafío mientras atacaba una y
otra vez, probablemente ya habiendo rasgado su adversario en
pedazos. La mayoría de los leopardos volvían una y otra vez
para mostrar dominio cuando la adrenalina fluía.

El cambiaformas saltó del árbol y aterrizó a solo unos pies de


Shturm, pero estaba tan concentrado en los sonidos del intruso
y sus rugidos desafiantes que ni siquiera olió al gran gato hasta
que fue demasiado tarde. Había tomado varios pasos y luego
se dio la vuelta justo cuando Shturm salió de la maleza y lo
golpeó en el costado, muy fuerte y rápido, varias costillas se
partieron con un sonido audible.

El leopardo gritó. A lo lejos, hubo un eco de respuesta de un


grito, como si otro leopardo también hubiera sido golpeado con
fuerza. Ese sería Kirill y su oponente, pero su pelea no
importaba. Shturm bloqueó todos los demás sonidos y se
centró completamente en su rival. Este leopardo había llegado
a su territorio y actuó como si fuera a reclamarlo.

El gran felino retrocedió, permitiendo que el intruso se volviera


y se tambaleara sobre sus pies. En el momento en que el
leopardo dorado se levantó, Shturm volvió a apresurarse,
golpeándolo desde el otro lado, rompiéndole costillas y
enviándolo a volar. El gato gritó de miedo y desafío. Shturm no
sintió lástima. Los leopardos sabían que era mejor no entrar en
el territorio de un hombre y lanzar un desafío a menos que
fueran preparados para luchar. Shturm estaba dispuesto a
luchar por su hembra en cualquier momento.

Él agarró la pata trasera del gato mientras intentaba darse la


vuelta para ponerse de pie. Trabajando para respirar con las
costillas rotas, fue mucho más lento y él mordió duro,
rompiendo el hueso y arrastrando al leopardo hacia atrás
varios pies mientras chillaba de dolor.
Shturm rodeó al leopardo. Hasta ahora, el otro gato no había
logrado morderlo o arañarlo. Le dejó ver que la sangre que
goteaba de sus mandíbulas era toda de su enemigo. Mantuvo
su mirada en su despreciado retador, mostrándole el odio
venenoso. No tuvo piedad de él. No quería que el leopardo
esperara cualquier indulgencia de él.

Rugió su desafío, casi diciéndole al otro animal que se


levantara. Él estrelló su pata contra el suelo, lanzando tierra a
la cara de su adversario. Caminaba de un lado a otro, rugiendo
y abofeteando desdeñosamente con su pata la tierra una y otra
vez hacia el leopardo caído. Él fintó varias acometidas, pero el
leopardo se negó a intentar levantarse. Lo rodeó dos veces más
antes de agarrar su pierna delantera y morder, rompiendo el
hueso y arrastrándolo hacia atrás otros cuatro pies.

El leopardo abrió la boca, pero no salió ningún sonido. Él


apareció casi catatónico. Sevastyan rara vez intervenía con
Shturm en una pelea de leopardos. En lo que a él respectaba, su
animal tenía derecho a encontrarse con cualquier rival, pero
este no era exactamente un rival real. Nadie sabía dónde lo
había encontrado Franco, pero el leopardo no tenía ninguna
experiencia.

Entrega la mordida mortal.

Es demasiado pronto. No fue respetuoso.

Dudo que conozca las leyes de cualquier guarida. No sabe pelear. Está
por debajo de ti para luchar contra él, Shturm. Muy por debajo de
ti. Un gatito podría acabar con este. Termina con eso. Todavía
tenemos que quemar los cadáveres y sacar toda evidencia de que
alguna vez estuvieron aquí.

A Shturm no le gustó el hecho de que Sevastyan tuviera


razón. El leopardo que yacía en el suelo jadeaba, los ojos medio
cerrados y vidriosos, la sangre brotaba de sus heridas en la
pierna, sin siquiera intentar defenderse. Era bastante tonto
continuar "peleando" cuando el otro animal se negaba a
participar. Era solo que se había subido a una furia asesina y
necesitaba la adrenalina para ir a alguna parte. No estaría solo
con eso; Sevastyan también lo sentiría.

Lo sé, pero esto no está bien. Pensé que ayudaría el dejarte ir de caza,
pero no nos ha ayudado a ninguno de los dos. Creo que nuestras
mujeres están demasiado cerca de la emergencia y vamos a tener que
sufrir.

Ambos sabían que eso tampoco era seguro. Podrían ser


peligrosos bajo esas circunstancias. No solo Shturm, sino
también Sevastyan. Shturm dejó de preocuparse por eso. Ese
era el departamento de Sevastyan. Se apresuró a su enemigo y
entregó la mordida asesina.
5
SEVASTYAN estaba fuera de la puerta abierta del dormitorio
principal. El podría ver fácilmente la sombra de Flambé
mientras caminaba de un lado a otro por la habitación. Había
encendido la tenue luz nocturna junto a la cama. Arrojó la
suficiente luz para darle una buena vista de ella mientras
entraba y salía de su campo de visión. Se detuvo fuera de la
puerta porque escuchó su voz y asumió que ella estaba
hablando por su teléfono celular con alguien. Se dio cuenta
después de escuchar unos momentos que estaba hablando
consigo misma.

− Estás entrando en pánico, Flambé, eso es lo que estás


haciendo, y si entras en pánico, tu cerebro no funciona. Tú lo
sabes. Has estado en pánico desde que Franco te sacó de la
carretera. Tienes que ponerte bajo control si vas a llevar esto a
cabo.

Sevastyan casi había entrado en la habitación para hacer su


presencia conocida, pero se detuvo ante la forma en que ella
expresó su propia reprimenda. ¿Llevar que acabo? Era
responsable de la seguridad de su primo. No importaba que, él
tenía que saber todo lo que estaba pasando alrededor de Mitya
y eso incluía su mujer, tanto si tenía un pie fuera de la puerta
como si no. Se quedó muy quieto, poniéndose cómodo,
apoyando una cadera casualmente contra la pared mientras él
escuchaba, un poco divertido de que hablara consigo misma
mientras caminaba.

− No puedes tenerlo. No importa cuánto lo quieras. Todos esos


momentos en el club mirándolo. Todas las noches que no
pudiste dormir solo pensando en él, deseando poder pasar una
noche con él. Tú no estás construida de esa manera. Esto es un
desastre enorme y lo hiciste. No lo hizo él. Dejaste que su
leopardo reclamara el tuyo porque le tenías mucho miedo a
Franco. Ahora Franco está apuntando a él. Eso no es justo,
Flambé, y lo sabes. Entonces, haz la llamada, deja de
posponerlo. Encuentra un vuelo, no importa a dónde vaya,
toma el túnel hasta la casa de Ania y haz que alguien te
encuentre con un coche y te lleve al aeropuerto. Simplemente
hazlo. ¿Pero quién? ¿Quién lo haría y sería discreto? ¿Con
quién puedo contar y que Franco no tenga la oportunidad de
lastimar por información?

La agresión reprimida en Shturm que corría también por las


venas de Sevastyan envió una ráfaga familiar de calor que lo
atravesó y se instaló profundamente en su ingle. No había nada
familiar en el hambre cruda que se estrelló contra su polla,
estirándolo más allá de lo que su monstruo había sido, hasta el
punto del dolor, no solo dolor. Su cuerpo reaccionó a todo lo
que ella dijo. Todo lo que ella hizo. Había conocido un hambre
sexual salvaje y brutal muchas veces, pero no como esta.

Entró en la habitación, tan silencioso como lo había sido su


leopardo acechando a su retador. Flambé estaba a unos metros
de él, de espaldas por lo que podía ver su trasero de hermosa
forma, pero se dio la vuelta, sus ojos anchos por la conmoción.
Todavía estaba vestida con la ropa con la que se había acostado:
una tanga de encaje y un top de encaje elástico y ceñido que
apenas cubría sus senos llenos.

Sevastyan le agarro de la mano y se volvió sin decir una


palabra, caminando desde la habitación, al final del pasillo,
hasta la escalera.

− Espera. − Flambé intentó detenerse, pero él siguió caminando,


llevándola con él. No apretó su agarre. No camino más rápido
ni más lento. No miró atrás. Continuó como si no la hubiera
escuchado. Sintió el fino temblor que atravesó su cuerpo y
cuando inhaló, olió su llamada caliente. Él sabía cuándo una
mujer lo quería y Flambé reaccionó a su repentino espectáculo
de dominio.

Sevastyan continuó subiendo las escaleras hasta que llegó a la


puerta de su suite privada. Estaba bloqueada, y se inclinó para
usar un escáner de retina para entrar así no tendría que dejar ir
a su mujer. Ella todavía estaba esforzándose por alejarse de él,
no exactamente luchando, pero actuando de mala gana. Ella no
había protestado más que por ese primer pequeño "Espera".

La llevó adentro, cerró la puerta deliberadamente y se volvió


para poner todas las cerraduras en su lugar, las tres,
obligándola a pararse a su lado mientras Él lo hizo. Ella lo miró,
sus pestañas revoloteaban, esas largas pestañas puntiagudas
que la hacían parecer tan vulnerable. Ella tenía una pizca de
pecas en su nariz. Quería besar a cada uno de ellas, pero él se
resistió.

Le indicó el centro de la habitación. − Quédate ahí. − Le soltó la


muñeca y esperó a ver si ella le obedecía.

Flambé se quedó mirándolo por un momento y luego alrededor


de su habitación. La vio tragar saliva varias veces. Era una
habitación puramente masculina. Toda suya. Muebles grandes.
Madera gruesa y tallada con postes grandes y ejes pesados,
buenos lugares para el bondage. Había ganchos en su techo y
un sistema de polea. Espejos en pared y techo. Por un lado,
colgando del techo alto, había construido un gran árbol con
nudos y madera con una pequeña hamaca hecha de nudos que
colgaban en lo alto de una de las ramas. Allí había estantes con
cuerdas de diferentes colores y texturas en paquetes.

Sevastyan dejó que ella observara. No le dijo una segunda vez,


pero la miró con ojos penetrantes, desafiándola a
desobedecerlo. Ella presionó sus labios juntos y por un
momento se retorció, su cuerpo inquieto, su piel enrojecida por
el calor antes de moverse al centro exacto de la habitación, justo
debajo del gancho colocado allí.

− Te haré preguntas, Flambé, y espero que respondas pronto,


respuestas veraces. ¿Me entiendes?

− Si.

− ¿Me viste en el club?


− Si.

− ¿Cómo no te vi? − Deliberadamente caminó detrás de ella,


cuidando el colocar sus pies, caminando tan suavemente que
sería imposible para ella saber dónde estaba, incluso con su
audición de leopardo superior.

− Estaba trabajando allí, plantando el jardín del paraíso para


Caín.

Permaneció en silencio por un breve momento, reduciendo la


tensión. − ¿Por qué no me dijiste inmediatamente que me
habías visto en el club?

Ella vaciló. Solía ser el preludio de una mentira. Sus hombros


se enderezaron. Por lo general, ante la determinación de decir
la verdad. Necesitaba que ella le diera la verdad siempre. Esa
era la única forma en que podían construir una asociación.

− Tenía miedo de hacerlo. No había decidido qué iba a


hacer. Pensé que, si podía tenerte por una noche como esas
otras mujeres, lograría estar satisfecha, pero luego Franco me
asustó y corrí aquí y tú fuiste muy diferente de lo que
pensaba. Todo pasó demasiado rápido. Mi leopardo comenzó
actuando y tu leopardo reclamó el mío antes de que realmente
tuviera tiempo para pensar las cosas a través. − Ella bajó la
cabeza. − No estoy tratando de poner excusas. Esta es mi
culpa. Debería haber sido sincera contigo desde el principio.
− Sí, deberías haberlo hecho. − Vertió dureza en su voz. Fría.
Cortante. No iba a dejar que ella pensara que la disculpaba,
aunque pensó que tenía toda la razón para estar confundida
cuando Franco y su leopardo la habían sacado de la carretera y
luego la habían perseguido como si fuera su presa. Ella tenía
un desagradable golpe en la cabeza y su leopardo había
tomado la decisión por ella.

Ella se estremeció, pero se mantuvo recta. Inflexible. Eso lo


hizo sentirse inexplicablemente orgulloso de ella. − Me viste en
el club y no me lo dijiste. Cancelaste reuniones en dos
ocasiones. Y esta noche, estabas planeando irte después de que
mi leopardo reclamo tu leopardo. Yo incluso repasé muy
cuidadosamente las reglas de nuestro mundo contigo antes de
permitirle a Shturm reclamar a Flamme. ¿Son todas esas cosas
ciertas, Flambé?

Ella asintió. El permaneció en silencio. Esperando. Podría


esperar toda la vida. Eventualmente ella descubrió lo que
estaba esperando.

− Si. Todas esas cosas son la verdad.

− Tu hembra es la compañera de mi macho. No puede


prescindir de ella. Tu me perteneces. ¿Me entiendes, Flambé?
No vas a escaparte en medio de la noche y obligarme a
localizarte. Te casarás conmigo y te establecerse aquí, en esta
propiedad y la convertirás en un hogar conmigo tal como lo
comentamos. Somos cambiaformas, no humanos, y no tenemos
el lujo de cambiar de opinión porque nos ponemos
nerviosos. Lo entiendes ¿verdad?

Flambé quería más que nada volver la cabeza y mirarlo. Su


habitación parecía tan cálida. Caliente incluso. Ella no
soportaba la ropa y mucho menos las mantas. Su habitación
estaba muy fría, pero cuanto más tiempo permanecía allí con él
mirándola, sin saber exactamente dónde estaba o qué tan lejos
estaba de ella, más caliente parecía crecer el fuego entre sus
piernas.

− Sí, lo entiendo, − dijo en voz baja, sabiendo que estaba


esperando una respuesta.

− Quítate la camisa, dóblala y dámela.

Su voz era baja y totalmente fascinante. El sonido siguió cada


terminación nerviosa, provocando pequeñas corrientes
eléctricas que jugaban sobre su piel y a través de su cuerpo. Ella
lo obedeció casi automáticamente, sus pezones tan sensibles
que cuando el material se deslizó sobre ellos, casi lloró. Con
mucho cuidado, dobló la parte superior, sintiéndose un poco
impotente, sin saber dónde estaba. Ella quería esto. Ella había
esperado esto. Por él. Su cuerpo ya estaba en llamas,
temblando de necesidad, ardiendo por él, y no había hecho ni
una sola cosa.

Entonces su aliento estuvo en su nuca, provocando que un


escalofrío de conciencia corriera por su columna vertebral. Su
brazo se estiró más allá de su caja torácica, la palma de su mano
hacia arriba para poder colocar la parte superior antes de que
él se retirara una vez más. Respiró hondo y lo dejó salir,
levantando los brazos para envolverlos alrededor de su cuerpo
en un reconfortante abrazo.

− Mantén los brazos abajo.

Su tono era bajo. Terciopelo suave. Moviéndose sobre su piel.


Ella realmente sintió esas notas acariciando su cuerpo. Piel de
gallina rosada. Ella dejó caer sus brazos a sus lados
inmediatamente.

− ¿Están tus bragas húmedas? ¿O están empapadas,


Flambé? Me miraste atar a esas mujeres y querías ser una de
ellas. Ahora que estas aquí conmigo, ¿es mejor de lo que
esperabas? − De repente estaba justo detrás de ella de nuevo,
esta vez su cálido aliento en su oído. − ¿Cuál es? ¿Húmedas? ¿O
empapadas?

Ella tragó. No tenía sentido mentirle. Él era leopardo. Él podía


oler su excitación. Peor, él la iba a hacer sacar sus bragas y
luego la atraparía en una mentira humillante. Era mejor
reconocerlo. No se avergonzaba de quién era o qué era. Solo
que ella podría necesitar más de él de lo que estaba dispuesto
o era capaz de darle.

− Mojadas.

− Quítatelas y dámelas.
Flambé enganchó sus pulgares en la pequeña tanga y la deslizó
por sus piernas, agradecida de haberse mantenido en una
forma razonable. Aunque ella era muy curvilínea, como la
mayoría de los cambiaformas, estaba extremadamente
tonificada por su trabajo al aire libre y moviendo plantas
pesadas todo el día. Fue mucho más difícil entregarle sus
bragas. La pequeña tira de encaje estaba definitivamente más
que solo húmeda y su mano temblaba. Se encontró
envolviendo sus brazos alrededor de su cintura en un abrazo
para reconfortarse de nuevo.

− ¿No te dije que mantuvieras las manos a los costados? Ahora


puedes bloquear tus dedos detrás de tu cabeza.

Odiaba haber olvidado lo que le había dicho que hiciera. Ella


no era esa persona. Recordaba los detalles. Ella era meticulosa
con los detalles y quería ser muy buena en esto. Ella había
permitido que su leopardo se levantara y ser reclamada por él,
aunque sinceramente, ella estaba un poco fuera de lugar en ese
momento. Comprometerse con un futuro significaba que
tendría esto. De hecho, esta podría ser la única alegría real que
tendría, la única parte de Sevastyan que le daría.

Ella entrelazó los dedos detrás de la cabeza obedientemente.


Ella no se disculpó a propósito. Ella no iba a ser esa persona.
Ella era nueva en esto y tenía un poco de miedo. Si no la trataba
bien, no había forma de que se quedara. Pero claro, no quería
dejarse llevar por una falsa sensación de seguridad. ¿No era lo
que hacían todos ellos? ¿Fingir ser maravilloso y luego
engañarla con otra mujer? ¿Golpearle? ¿Herirle? ¿Tratarte
como si fueras mucho menos de lo que ellos eran?

Ella no quería que Sevastyan la tratara de manera diferente a


como él había tratado a las mujeres en el club. Ella sabía qué
esperar de él y podía vivir con eso. Si fuera solo sexo y ambos
siguieran su propio camino, tal vez ella podría darle a su
leopardo una vida digna. En el segundo en que Sevastyan la
golpeara, o quisiera cualquier cosa que no estuviera dispuesta
a dar, usaría su salida.

Flambé esperó de nuevo mientras caminaba hacia las cuerdas


al otro lado de la habitación. Se quitó la camisa mientras
estudiaba las cuerdas y luego la miró sobre su hombro.
Seleccionó dos manojos de cuerda, ambos negros, pero de
diferentes texturas. Pudo ver que uno se veía más suave que el
otro. Ignorándola por completo, subió tres largas escaleras
curvas que separaban el enorme espacio designado para su sala
de juegos desde donde estaba su cama. Sentado en el borde de
la cama, se quitó los zapatos y luego deslizó sus jeans hacia
abajo, solo para ponerse un par de pantalones suaves con
cordón.

Los brazos de Flambé comenzaban a cansarse. Ella era fuerte y


estaba enseñada a sentirse incómoda, pero la posición no era
una en la que hubiera estado nunca. Tenía la sensación de que
él estaba viendo deliberadamente cuánto tiempo era capaz de
levantar sus brazos antes de que se convirtieran en fideos
húmedos, lo que temía que podría suceder en unos minutos
más. Llamó a Flamme para que la ayudara. Pero el leopardo la
ignoró o se había retirado por completo.

Su cuerpo comenzó a temblar por el esfuerzo. Ella se negó a


ceder. Minúsculas gotas de sudor estallaron, pero ella no se
rompió. Sevastyan se puso de pie y se acercó a ella con ese
acecho lento y silencioso que tenía y que hizo que su corazón
latiera con fuerza. Pasó el dedo posesivamente por el costado
de su cuello, justo sobre su pulso.

− Baja los brazos, plamya. Eso fue impresionante. Para un


principiante, tú lo hiciste mucho mejor de lo que esperaba.
Tienes que decirme cuando estas incómoda o si algo te duele, a
menos que el malestar sea deliberado; pero eso se discutirá
antes de tiempo. Tengo que saber si tu circulación está cortada
y tienes que decirme si tus piernas o brazos o manos comienzan
a hormiguear. El punto no es lastimarte. Ambos deberíamos
encontrar esta práctica placentera.

Flambé permitió que sus brazos cayeran a los costados. El


alivio fue abrumador mientras masajeaba sus brazos con
movimientos firmes. − Ve a sentarte en la silla cerca de la
chimenea. − Señaló la silla de respaldo alto que estaba cubierta
con un cuero suave como la mantequilla de color gris paloma.

Apretó los labios, dudando. Simplemente esperó, la cuerda


deslizándose entre sus dedos una y otra vez, casi
hipnotizándola, aunque él no parecía darse cuenta del efecto
que la vista tenía en ella. Ella se sintió incómoda estando
completamente desnuda, su cuerpo húmedo por la excitación.
Ella no tendría nada entre ella y el cuero de la
silla. Enderezando los hombros adoloridos, pasó junto a él,
sintiendo el calor derramarse de su cuerpo y deseando poder
acurrucarse en él. Parecía frío y distante, pero se sentía caliente.
como el infierno.

El cuero de la silla estaba tan frío como la habitación. Ella se


sentó correctamente cruzando sus manos en su regazo.

− No te gusta sentarte así, bebé, − dijo en voz baja. − Solo


estamos hablando ahora mismo. Siéntate cómoda. Levanta las
piernas como quieras.

¿Cómo podía saber que ella hacía eso cuando se sentaba en una
silla y nadie estaba alrededor? Ella levantó las rodillas,
deslizando los talones cerca de su trasero y envolviendo sus
brazos alrededor de sus piernas en un abrazo. Ella no se sentía
tan vulnerable, o como en exhibición. A una parte de ella le
gustaba estar expuesta para él. Ella tenía un buen cuerpo; no
como algunas de las mujeres del club al que asistía, pero nunca
pareció elegir mujeres por su tipo de cuerpo. Ella no estaba del
todo segura a que prestaba atención en el aspecto de las
mujeres.

− Presta atención, Flambé. Te permites ir a la deriva y necesitas


para aprender a concentrarte en todo momento. El Shibari
puede ser una práctica dañina si no sabes lo que estás haciendo.
Eres tan responsable como yo de lo que hacemos juntos. Puede
que no te parezca como observador, pero tu participación es
tan importante como la mía para hacer lo que hacemos
agradable para ambas partes. No solo te estás engañando a ti
mismo si no vienes a mí con la actitud adecuada, totalmente
enfocada y preparada para disfrutar el placer y la magia de
nuestro intercambio, pero es una falta de respeto para mí y eso
es algo que no toleraré. Cuando te llamo para este tipo de
juego, no solo debe quitarse la ropa, sino que nuestro
dormitorio debe ser un lugar donde puedas dejar pasar todos
los problemas. Puedo quitarte esas cargas y lo haré. Insisto en
ello.

Flambé mantuvo sus ojos en la cuerda mientras se movía tan


suavemente a través de sus manos. Era tan confiado. Tan
completamente seguro. Ella tenía confianza en su trabajo
cuando era entrevistada. Cuando se enfrentó al peligro movia
una víctima fuera de una zona peligrosa a un área de espera
hasta que pudiera sacarlos fuera del país y en seguridad. Pero
aquí, con él, sintió una emoción de temor y por alguna razón
perversa, ansiaba ese sentimiento. Ella lo necesitaba para
sentirse viva.

− Eventualmente desarrollarás tu propio ritual, que te ayudará


a centrarte tú misma. Tienes que soltar todas las defensas.
Quiero que te permitas la libertad de venir a mí tan
emocionalmente desnuda como tú lo estás físicamente. Confía
en mí para protegerte cuando estés en ese estado vulnerable.

Su mirada saltó a su rostro. No había protegido a esas otras


mujeres, sus socios lo habían hecho, quitando las cuerdas de
sus cuerpos y consolándolas. ¿Haría eso por ella? Ella no tenía
idea de lo que haría o no haría. ¿Ella siquiera quería que lo
hiciera? Eso le daría más de una ventaja sobre ella, pero
anhelaba estar contra las cuerdas. Ella sabía que eso era la
máxima práctica erótica para ella.

− Lo estás haciendo de nuevo, Flambé. Cuando hablamos


juntos, especialmente sobre un tema tan importante como este,
te mantienes enfocada. No puedes dejar que tu mente divague.

Ella asintió con la cabeza. Él estaba en lo correcto. Habló en ese


tono suave, casi de forma depredadora que tenía, no
amenazante exactamente, en absoluto. Era solo que sus ojos
sostenían esta gasa penetrante y feroz. Sabía que la mirada
concentrada de un leopardo era desconcertante y Sevastyan
tenía esa misma mirada incluso en forma humana. Algunos
cambiaformas tenían cualidades mucho más animales que
otros, y Sevastyan definitivamente tenía los instintos
depredadores de su feroz contraparte.

− ¿Puedes hacer contorsiones?

Ella frunció el ceño. Nadie le había preguntado eso antes. − Me


estiro todos los días y me acerco.

− Quiero que trabajes en ello hasta que puedas. También


necesitas resistencia. Saldremos a correr y haremos ejercicio
juntos. Esta no es una práctica para los débiles. Si lo disfrutas,
Flambé, tienes que estar en forma y lo digo en serio. No es sobre
el tamaño o lo que las mujeres perciben como buen aspecto. He
atado todo tipo de tamaños corporales y los encontré hermosos.
Si no estás en forma, puedes lesionarte o peor.
− Entiendo. − Ella lo hizo. Eso tenía sentido para ella.

− Necesitas estirarte todos los días. Tienes que ser ágil. ¿Tienes
algún mareo por movimiento? ¿Le tienes miedo a las alturas?

Ella sacudió su cabeza. − ¿Por qué importa eso?

− Encuentro la suspensión de bondage sexy. Contigo, varias


imágenes muy eróticas se me ocurren. No podría usar esos
escenarios si tuvieras un problema con cualquiera, no importa
cuán sensuales encontré las ideas.

Otra ola de calor se apoderó de ella. Ella se abrazó más


fuerte. Tomó mucha disciplina no mirar el árbol que había
construido de nudos con la hamaca muy pequeña que colgaba
de una rama en lo alto.

− ¿Ha habido muchas mujeres aquí en tu habitación? − Ella no


sabía por qué preguntó, realmente no quería saber la
respuesta. Ella había mirado a Sevastyan. No se preocupaba
por las mujeres. Era sobre el arte, la escena y luego el poder del
sexo. La mujer pertenecía a alguien más, que se divertía al verla
hacer algo que ella disfrutaba y que su pareja no podía
proporcionar.

− Eres la única mujer que ha venido aquí. Eres la única mujer


que siempre será bienvenida en esta sala.
Su corazón tartamudeó. Había una nota feroz subyacente en su
tono, aunque no había levantado la voz en absoluto.

− ¿Compartes mujeres? − Eso importaba. Ella no podía vivir


con eso. Ella simplemente no podía.

Estudió su rostro durante tanto tiempo que se encontró


comenzando a temblar. No hubo cambio de expresión. Todavía
usaba ese misma mascara imposible de leer, pero ahora algo
parpadeó en las profundidades de sus ojos, algo espantoso.
Algo que no era un gato, pero que era tan malo como uno. Ese
rasgo depredador lo recorría profundamente.

Sevastyan de repente se movió, con la impactante velocidad de


un leopardo, cubriendo la distancia entre ellos en segundos
para elevarse sobre ella. Él la agarró por la barbilla y le inclinó
la cara hacia arriba, obligándola a mirar las llamas
parpadeantes que eran sus ojos. − Flambé, si no escuchas nada
más esta noche, escucha esto. Vas a ser mi esposa. No te
compartiré jamás. Nadie te pondrá las manos encima y vivirá.
Eso es tan claro como puedo hacerlo. Lo que hacemos juntos
queda entre nosotros y permanece así. ¿Tú me entiendes?
Necesitas reconocer que lo haces, porque no te equivoques,
plamya, mataría a un hombre por ti tan rápido como Shturm
mataría a un rival por Flamme.

No podía apartar la mirada del feroz fuego que ardía en sus


ojos. Él quiso decir exactamente lo que dijo. Hubo alivio al
saber que no tenía la intención de repente, de empezar a
llevarla al club de Caín y a decidir compartirla con otros
hombres. Eso sería un factor decisivo.

Como si pudiera leer su mente, la yema de su pulgar se deslizó


suavemente sobre su labio inferior y luego le soltó la barbilla y
se apartó. − El club era una salida para mí cuando necesitaba
liberación. Soy un dominante, puro y simple. Reconociste eso
en mí la primera vez que me viste y reaccionaste a eso.

Ella lo hizo. Una parte de ella sabía que era más que eso. Caín
era un dominante, pero ella no se había sentido atraída por
él. Hubo ese breve segundo y ahora sabía que era porque su
hembra había estado al borde de salir. Ella se había estirado.
Envió una breve vista previa de lo que estaba por venir, y
luego, como todas las hembras en los comienzos de su próxima
aparición, se estableció y desapareció como si ella no existiera.

Flambé asintió. − Si. Lo hice.

− Nos casamos y nos mantenemos exclusivos. Cuando tenemos


un problema, lo hablamos. Sé que tu negocio de jardinería es
importante para ti, por lo que es importante para mí. Necesitas
mantenerme informado en todo momento. Tendrás que
acostumbrarte a tener a uno de mis hombres contigo. A veces
podrá ser necesario reducir tus actividades y permanecer más
cerca de casa, pero sólo en una emergencia. También sé que te
apasiona salvar a otros cambiaformas. Yo tengo recursos que
pueden ayudarte con eso. Mis primos y amigos los tienen
también.
Se frotó la barbilla sobre las rodillas y buscó las palabras
adecuadas que ella esperaba no sonaran críticas cuando
realmente estaba agradecida de que él comprendiera que no
renunciaría a su negocio ni a su trabajo de ayudar a otros
cambiadores. − Intento que todo sea legal. Quiero que
empiecen su vida aquí en el derecho estatal, como ciudadanos
con una educación y una oportunidad de poseer sus propios
negocios y contratar a otros que necesitan ayuda. Quiero que
cualquiera que traemos sean ciudadanos productivos.

− Soy muy consciente de que mantienes todo legal, Flambé. Yo


hago mi investigación cuando algo se acerca a mi primo.

Su tono se sintió como un escalofrío recorriendo su columna,


recordándole que ella estaba completamente desnuda y que la
habitación estaba fría. Una vez más, ella se volvió
completamente consciente de él como hombre. Los
cambiaformas tenían los músculos atados de su contraparte
animal y el pecho de Sevastyan tenía músculos fusionándose
con sus impresionantes músculos abdominales que parecían
continuar hasta que desaparecían en sus pantalones bajos.

− ¿Continuamos con nuestra conversación anterior sobre el


bondage con cuerdas? Creo que es importante que comprenda
lo que espero de ti y lo que haré para mantenerte a salvo.

Él se alejó de ella y ella respiró hondo, sintiendo que estaba


respirando superficialmente y necesitaba el aire. − Si. − Ella
quería aprender tanto de él como podría, pero verlo moverse
era tan fascinante que temía perderse lo que estaba diciendo.
Indicó varios postes redondeados muy gruesos que parecían
estar hechos de bambú. Si lo fueran, nunca había visto un
bambú tan grueso. − Yo quiero trabajar con ellos, estirar tu
pierna o ambas piernas sobre ellos y suspenderte, estarás en el
aire, por lo que las contorsiones son importantes. Tienes que
estar cómoda con eso, estirar durante largos períodos de
tiempo. Es importante hidratarse. No puedo expresar eso lo
suficiente. Tienes que cuidar tu cuerpo, Flambé. Y tienes que
hablarme. Sé lo que estoy haciendo, pero si un día te sientes
fatigada o te has lesionado mientras trabajabas, debes
avisarme. No puedo ponerte en una posición que podría
empeorar la lesión. En otras palabras, tú no puedes quedarte
callada solo para complacerme. Eso no me agradará, plamya,
solo hará que me cabree.

Ella asintió. − Entiendo.

− Te dejo una botella de agua en la mesita de noche. Usa el baño


y luego bebe agua. Necesitas estar siempre hidratada. Ese es tu
trabajo cuando te llame. Una vez que estés entrenada, es
posible que desees suspenderte del techo. Podría optar por
ponerte en cualquier número de poses usando cualquier tipo
de cuerda o una combinación de cuerdas. Tú deberás
permanecer en el puesto hasta que yo decida dejarte salir de él.

Su sexo se apretó salvajemente en respuesta a sus


demandas. Ella asintió con la cabeza mostrándole que estaba
escuchando porque tenía miedo de no ser capaz de hablar.
− Me viste en el club. Eso fue completamente diferente. Allí
necesitaba entrar y salir. Aquí, contigo, tengo la intención de
darme un capricho. Mis antojos. Mis deseos. Cumplir cada una
de mis fantasías, así como trabajar en las distintas posiciones
que siempre quise probar cuando tuviera mi propia mujer.
Mírame, Flambé.

Se obligó a mirarlo a los ojos. Las cosas que dijo hicieron que
todo su cuerpo enrojeciera por el calor y él pudo verlo. También
podía oler su excitación.

− Me aseguraré de que conozcas el placer más allá de cualquier


cosa que hayas alguna vez experimentado. Sueno egoísta, pero
si esto no fuera algo que querías o necesitaras, no lo estaríamos
haciendo.

Ella sabía que, si no eran compatibles, sería una de esas mujeres


en el club de las que se alejó y nunca volvió a mirar, leopardo
o no. Ella todavía no estaba segura de lo que pensaba hacer
después de tener relaciones sexuales, si tenía la intención de
tener sexo con ella después de atarla. Ella asintió con la cabeza
para mostrar que ella entendió, pero no podría haber dicho una
palabra si lo hubiera intentado.

− Esta noche, les mostraré dos texturas de cuerdas diferentes y


como se siente estar atado. Quiero ver qué tan bien te las
arreglas. Algunas personas piensan que les gustará y luego la
realidad golpea cuando se dan cuenta de que están
completamente en misericordia del que los ata y entran en
pánico.
Inmediatamente se puso de pie, su corazón latía rápido. Ella
había querido esto durante tanto tiempo, pero ahora que el
momento se acercaba, de repente se estaba volviendo temeroso
y no estaba segura de por qué. Él había puesto un sutil énfasis
en la palabra misericordia y esa máscara que llevaba proclamaba
que no obtendría piedad de él. También había dicho que la
pondría en una posición hasta que decidiera dejarla salir. Ella
quería eso, pero era un aterrador pensamiento. Todo lo que
quería de él era aterrador.

Flambé se apresuró al baño principal y cerró la puerta detrás


de ella, apoyándose contra ella con piernas inestables. La
habitación era enorme, con largos lavabos dobles y la ducha
más genial que había visto en su vida. Parecía como algo
sacado de una película, pero no tuvo tiempo de
examinarlo. Ella solo esperaba que pudiera colarse y usarla en
algún momento, solo para ver todas las cosas que en realidad
hacia detrás de todo ese cristal.

Se aseguró de estar limpia en todas partes y luego se dio cuenta


de que estaba paralizando. Ella no iba a permitirse tener tanto
miedo como para perder la oportunidad de probar algo que
realmente quería hacer. Cuando volvió a entrar en el
dormitorio, tomó la botella de agua y bebió de ella. El agua fría
se sentía bien en la parte posterior de su garganta reseca.

− Paso la cuerda por mis manos para asegurarme de que todas


las torceduras estén sueltas y que no haya astillas ni nada que
pueda ser incómodo contra tu piel. A menos que te quiera
incómoda, y luego uso mi obra de arte para hacerte de esa
manera, o la textura de la cuerda y posicionamiento de los
nudos. Soy extremadamente cuidadoso. Siempre te lo diré
antes de tiempo.

Ella había estado fascinada por la forma en que pasaba la


cuerda por sus manos y él se había dado cuenta. Señaló
nuevamente el lugar en medio de la habitación y ella fue
obedientemente sin dudarlo. Había algo reconfortante al saber
lo que se esperaba de ella esta vez. Ella se paró directamente
debajo del gancho donde ella sabía que, en algún momento, él
podría suspenderla en el aire como un objeto volador con su
cuerda y nudos. Solo la idea de eso fue casi suficiente para
enviarla a volar, su sangre corriendo, caliente y sin sentido.

Flambé pensó que era realmente una locura lo mucho que


ansiaba esto. Le rodeo en completo silencio, añadiéndolo a su
anticipación, a la terrible necesidad construyéndose en terribles
olas dentro de ella.

− Primero te ataré con un cabestro fácil, Flambé. Quiero que


consigas acostumbrarte a sentir la cuerda en tu piel. Hay
diferentes tipos de cuerdas y las utilizo para diferentes
propósitos. Primero voy a usar algodón contigo porque es
suave y delicado con tu piel. Tiene una alta velocidad de
combustión que significa que tiene que correr a lo largo de la
piel mucho más rápido antes de que se te formen ampollas.

Una vez más se había alejado de ella y su rostro había vuelto a


esa máscara inexpresiva que normalmente usaba. La cuerda se
deslizó entre sus manos, casi una caricia, sin siquiera mirarla,
hasta que encontró el centro natural y la doblo por la mitad. Se
encontró hipnotizada por la imagen de esa cuerda entre sus
dedos. Por él. Por el verdadero Sevastyan, este hombre que se
controlaba a sí mismo, a su leopardo salvaje, a las mujeres y a
esa cuerda con tanta facilidad.

Las llamas parecían bailar por sus muslos, pequeñas lenguas


de naranja y rojo, provocando sus terminaciones nerviosas,
moviendo su piel hasta que quiso llorar de necesidad. La
quemadura entre sus piernas se hizo más caliente. Sus pezones
se sentían en llamas, como si les hubiera presionado dos cerillas
encendidas. Él no la había tocado. No tenía idea de cómo o por
qué se había inflamado tanto, tenía mucha hambre de él y muy
rápido, pero no podía controlar su respiración.

Se movió detrásy un gemido salió de ella cuando tocó su cuello,


su dedo deslizándose sobre su pulso. − Shh, cariño, vas a estar
bien. Entrégate a mí.

Le pasó la mano por los hombros, un toque lento y muy


tierno. Su palma se enroscó alrededor de la nuca y se deslizó
alrededor de su garganta, apenas allí, descansando, sintiendo
el corazón de ella latiendo en su palma. Fue la experiencia más
íntima que ella había tenido y, sin embargo, él no había tocado
ninguna de las supuestas partes de su cuerpo que se
consideraban "zonas sexuales".

Ella se inclinó hacia sus manos. En su cuerpo. Ella sintió su


fuerza. Él era todo masculino y la hizo sentir exactamente como
ella quería sentirse, totalmente femenina y poderosa en su
feminidad. Había belleza en su propia fuerza, en la forma en
que ella eligió someterse a él. Quería esta experiencia con
él. Este hombre era tan arrogante y tenía toda la razón para
serlo cuando se trataba de sus habilidades. Pero...

De repente tomó ambas manos y tiró de ellas detrás de su


espalda, doblando un brazo sobre el otro con decisión. El
movimiento fue tan inesperado, casi se movió del lugar donde
él le había dicho que se quedara, pero en el último segundo
recordó quedarse quieta.

Sintió la cuerda deslizarse sobre su piel casi con amor,


enviando escalofríos a través de todo su cuerpo. Sus manos se
movieron a cada hombro, recorriendo las líneas
simultáneamente cuando comenzó a construir rápidamente un
arnés. A la misma vez, se inclinó hacia ella de nuevo, su cálido
aliento en su oído. Sus dientes encontraron el lóbulo de su oreja
y mordió.

Ella gritó.

− Toda tú, Flambé. Te estás reteniendo. Dame todo. Ya tienes


varias indiscreciones por las que tienes que responder. No
sigas agregando más a ellas. − Él le susurró la advertencia, todo
mientras sus manos trabajaban con absoluta seguridad.

Se humedeció los labios, deseando no entender de qué estaba


él hablando, pero en el fondo de su mente no había olvidado
que él había enumerado sus supuestos pecados cuando la había
llevado a su habitación. Los das veces que ella le había
cancelado. l hecho de que ella no le hubiera dicho que lo había
visto en el club. Eso le pareció muy importante. Realmente no
lo había hecho feliz por eso y ella no podía culparlo.

La cuerda comenzó a moverse de un lado a otro sobre sus


brazos y senos y debajo de ellos, alrededor de sus brazos y
luego por el medio en intrincados nudos, tanto por delante
como por detrás. Trabajó rápido, tirando de las cuerdas
apretadas y asegurándola rápidamente. Se sintió casi eufórica
cuando completó el cabestro. Los nudos eran hermosos, hacia
abajo del valle separando sus pechos llenos, las líneas debajo
de ellos levantándolos mientras que los de arriba delineaban
las curvas ingeniosamente.

Ella sufría por él. Ardía. Sus pezones sobresalían hacia él de


manera tentadora. Nunca había sido tan consciente de que sus
pechos eran tan femeninos y sexys. Si esto fuera arte, era arte
erótico. Sevastyan dio un paso atrás para examinar su obra. Su
expresión no cambió mientras giraba lentamente alrededor de
ella. Era un leopardo merodeando, un lento paso, casi
congelado, tras otro. Ella se quedó muy quieta.

Cuando regresó al frente de ella nuevamente, usó su pie para


empujar los de ella más separados antes de recuperar la madeja
de cuerda que había dejado en la cama. Esta era la textura más
áspera que había mencionado antes. Comenzó a deslizar la
cuerda a través de sus manos distraídamente mientras él
regresaba a ella en el mismo silencio, con esa misma máscara
arrogante, la que la ponía aún más caliente. Así era como lo
había visto por primera vez, tan en control, tan completamente
dominante.

Se tomó su tiempo antes de acercarse a ella. No la miró a la cara,


sino más bien a sus pechos. − No deberías haber perdido tus
citas conmigo, Flambé. Eso no volverá a pasar. De ahora en
adelante, nadie es más importante en tu vida. Ninguno. Nada.
Te asegurarás siempre de ponernos primero.

Habló en ese mismo tono bajo. Sin inflexión. Sin aspereza. Solo
un suave decreto. Extendió la mano y suavemente pasó el dedo
por su seno derecho, hacia abajo por su pezón dolorido, y luego
lo golpeó con fuerza con el pulgar y el dedo. El calor estalló a
través de ella y saltó. Inclinó la cabeza y chupó el pecho en su
boca. Ella gritó, sus piernas casi cedieron cuando el placer se
lavó sobre ella. Con la misma brusquedad, levantó la cabeza.

− El asunto del club es una falta mucho más grave. No me


conocías antes de cancelar las citas conmigo y creo que pensaste
que tenías una buena razón, por lo que es perdonable. Me viste
en el club y tu deberías habérmelo confesado inmediatamente,
especialmente después de que Shturm reclamo a
Flamme. Sabías que estabas equivocada en eso. No hables. No
quiero escuchar disculpas.

Se apartó de ella y estudió su cuerpo, la cuerda aún se movía a


través de sus manos. − Esta será una pieza muy simple
también. No decirme sobre el club es otro asunto.
Se movió detrás de ella e hizo una simple envoltura alrededor
de sus caderas dos veces. Esta vez pudo sentir la diferencia en
la textura de la cuerda. El cabestro era suave y, aunque
apretado, se sentía bien contra su piel. Necesitaba apretado. A
ella le gustaba la presión firme. Esta cuerda era espinosa.
Nuevamente, Sevastyan trabajó rápido, los nudos formando
una tanga, deslizándose entre sus mejillas, situadas
perfectamente, tirando fuerte y viniendo directamente sobre la
capucha de su clítoris para unirse a las dos cuerdas que
rodeaban sus caderas. Tiró de las líneas aún más tensas y jadeó
cuando con cada movimiento los nudos la frotaban e
inflamaban su cuerpo.

Tiró de las cuerdas como si las probara y cada vez que lo hacía,
las llamas se disparaban a través de ella. Ella gritó, necesitaba
quemarse, sacudiendo las caderas incontrolablemente.

− Quédate quieta, necesito asegurarme de que estos nudos sean


correctos. − Su tono fue bajo, igual, como si ella fuera un objeto
inanimado y su arte fuera todo lo que importaba.

Sabía que los nudos eran perfectos. Estaba siendo un diablo.


Ella no sabía si quería que él fuera el diablo. Eso solo se sumó
a la ardiente necesidad construyéndose y enrollándose más y
más apretada hasta que pensó que podría volverse loca.
Sevastyan deslizó sus dedos debajo de la cuerda anudada y
suavemente pasó sus nudillos por su vientre hasta los
pechos. Los nudos tiraron y rodaron sobre su clítoris, frotando
y quemando deliciosamente entre sus mejillas, inflamando
cada manojo de nervios sensibles que tenía. Su dedo índice
comenzó a moverse de un lado a otro debajo de su pecho,
trazando la curva muy suavemente.

− Cuando me espiabas en el club, ¿qué pose te hizo querer más,


Flambé? ¿Cuál fue la que te hizo decidir que tenías que estar
conmigo?

Se inclinó hacia adelante y tomó su pecho izquierdo en el calor


de su boca, chupando fuerte, su lengua revoloteando contra su
pezón y luego presionándolo apretado contra el paladar
mientras sus dedos tocaban la cuerda como un arpa, poniendo
los nudos a bailar sobre su sexo de nuevo, prendiéndola en
fuego. La combinación sacudió todo su ser.

Ella no pudo encontrar su voz. Ella estaba indefensa, incapaz


de tocarlo, cuando ella quería acunar su cabeza contra su pecho
y mantenerlo allí. Ella no pudo llegar a ese lugar que la dejaría
volar, aunque necesitaba llegar tan mal. Quería que ese nudo
se frotara y quemara sobre su clítoris y al mismo tiempo, quería
desesperadamente que se detuviera. Los nudos que corrían
entre sus mejillas producían las sensaciones más eróticas,
enviando oleadas de calor a atravesarla. Añadió sus dientes a
la mezcla, un tirón inesperado y picadura en su pezón,
haciéndola gritar.

− Contéstame, Flambé. ¿Qué pose?

Su mente estaba sumida en un caos absoluto. Ella lo amaba más


de esta manera. Tan a cargo. Tan distante. Tan arrogante. Tan
completamente Sevastyan Amurov. Ella trató de forzar el aire
en sus pulmones, para encontrar una manera de respirar a
través de la furiosa tormenta de fuego para poder llegar a un
lugar donde pudiera pensar.

− Sevastyan.

Él mordió de nuevo y ella gritó cuando la picadura envió


oleadas de fuego vertiginoso a través de ella, amenazando con
enviarla al borde, pero se detuvo en seco. Trató de encontrar
alivio contra ese nudo, pero no estaba funcionando. No podía
llegar allí por mucho que lo intentara.

− Flambé. Te ves tan hermosa así. Abre tus ojos y mira los
espejos. Mírate a ti misma. Y luego dímelo.

Ella no pudo. Sabía lo que vería. La necesidad. La


desenfrenada hambre. La desesperación que solo Sevastyan
podía producir en ella. Pero él era implacable. Despiadado. Por
eso estaba tan obsesionada y adicta a él. Él podía hacerla sentir
así cuando nadie más podía.

Mordió de nuevo su pezón, pero esta vez sus dientes


permanecieron, y él tiró, estiró, sus dedos en la cuerda, tirando
al mismo tiempo, arrastrando esos nudos más apretados entre
sus mejillas para que se frotaran deliciosa y peligrosamente.
Estallaron chispas. Las llamas la atravesaron. Ella levantó las
pestañas y se obligó a mirar en los espejos que los rodeaban.

Los gemidos se escaparon. Ella se veía tan sexy. Tan


completamente erótica. Entonces no Flambé. La obra de arte
era hermosa, enmarcando sus pechos con los colores de las
cuerdas. Ella podía ver marcas de su boca y dientes y eso solo
se agregó al erotismo de la imagen. Él se elevó sobre ella con
sus anchos hombros y cuerpo musculoso, luciendo
completamente despiadado mientras ella lo miraba...su cautiva
dispuesta. Adorándolo desesperadamente. Más que dispuesta
a hacer cualquier cosa por él, y ella lo era. Ella lo haría.

Nunca se había acercado a desear a un hombre de la forma en


que lo deseaba. Ella no sabía que su cuerpo podía desear las
cosas que quería de él. Ella no sabía que existía este tipo de
necesidad en ningún nivel.

Sevastyan enroscó la palma de su mano suavemente alrededor


de su garganta e inclinó su barbilla usando su pulgar. Sintió el
tirón de las cuerdas, pero casi suavemente, contra su piel, como
su voz. − ¿Qué pose, plamya?

Ella iba a morir si él no aliviaba la terrible necesidad que


quemaba a través de su cuerpo. − Tú, − susurró. − Así como
eres.

− La pose. − Su voz nunca cambió. Su expresión nunca


cambió. Él no iba a ceder.

Desesperada, le dijo. − Hiciste una en la que le trenzaste el pelo


y los brazos por la espalda y ataste ambas piernas a un poste,
estirado en las hendiduras. − Su respiración era irregular.
Apenas podía pensar. Su cabeza cayó hacia adelante sobre su
hombro y descansó allí. − Inclinaste su cabeza hacia adelante,
hacia sus piernas y la ataste en esa posición y luego la izó en el
aire y la ancló allí.

− ¿Y entonces qué?

Ella estaba flotando. No podía pensar más, recordando esa


noche. Ella nunca había visto algo así. Esa fue la noche que ella
supo que estaba en terribles problemas. Ella lo había querido
todas las otras noches, pero esa noche ella había estado
ardiendo por él. De hecho, había ido a la oficina de Caín
decidida a pedirle que la entrenara. Para dejarla ser suya, para
que pudiera tener lo que esas mujeres habían tenido, pero
afortunadamente Caín no estaba allí. Se había ido a casa.

− ¿Hiciste qué?

Su voz cambió por un momento y un escalofrío recorrió su


espalda. Había una nota de rabia escondida en esa calma y eso
era peor que cualquier cosa que pudiera imaginar. ¿Ella le
había confesado en voz alta que había ido a Caín? ¿Pero qué le
pasaba? No podía pensar con claridad. Ella no pudo mover sus
brazos o piernas. Estaba demasiado exhausta, pero su cuerpo
ardía y quemaba. Por él. Por Sevastyan. Peor de lo que jamás
creyó posible.

− Dime qué pasó después, Flambé, − insistió, como si su


confesión nunca hubiera tenido lugar.

− La tomaste y te fuiste.
− Me la follé. Dilo. Me la follé. Duro.

− Si. Detrás de ella. Ni siquiera la tocaste. Te aferraste al poste


y la follaste duro por detrás. Fue muy impersonal.

− Exactamente, Flambé. Fue muy impersonal. No hay nada


absolutamente impersonal sobre cualquiera de las cosas que te
voy a hacer. Nunca. Cada una de ellas van a ser muy
deliberadas. Y muy personales.
6
SEVASTYAN llevó a Flambé a la cama y la acostó suavemente
en medio de ella. Ella estaba temblando. Agotada. Era la
primera vez que estaba atada y, aunque había construido un
arnés simple y una tanga anudada, dejando las cuerdas puestas
por un tiempo muy corto, para una principiante debe haberse
sentido como siempre. Lo había hecho increíble, mucho mejor
de lo que él hubiera esperado.

Entre su ansia de Shibari y la locura de la sorprendentemente


cruda química entre ellos, su mujer necesitaba cuidados
desesperadamente. Envolvió sus brazos alrededor de ella y la
apretó contra su cuerpo para consolarla. Sus caderas se
movieron inquietas contra él y no pudo evitar empujar hacia
ella. Queriéndola. Nunca había deseado más a una mujer, pero
necesitaba asegurarse de que ella se sintiera segura.

− Estoy aquí, malen'koye plamya. Estás bien. Sólo respira. Pon


tus brazos a mi alrededor y mírame. Abre tus ojos.

Ella negó con la cabeza, pero sus brazos se deslizaron


obedientemente alrededor de su cuello. Tomó tiempo antes de
que sus pestañas se levantaran y él se encontró mirando sus
ojos verdes.
Se inclinó y besó su sien. Hubo reconocimiento ahí. Hambre
pura. Nada de leopardo. Toda mujer. Estaba complacido
extraordinariamente de que tuvieran este tiempo entre ellos,
hombre y mujer, no sus animales conduciéndolos.

− Sevastyan. − Ella susurró su nombre. Una pequeña súplica


suave.

− Estoy aquí, cariño. Aún no hemos terminado. Solo quiero


asegurarme de que estás conmigo todo el camino en esto.

Él deslizó una mano desde su garganta hasta su pecho,


ahuecando la suave ofrenda, su pulgar y su dedo hicieron
rodar el pezón con firmeza. Ella pareció responder a su presión
más firme que suave. En el momento en que la tocó, ella se
arqueó en él, ofreciéndosele. Tiró un poco más fuerte, mirándo
su expresión de cerca para detectar cualquier signo de
malestar.

Flambé era un libro abierto, no uno para esconder detrás de


una máscara. El placer y la necesidad eran fácil de ver. Su
corazón tartamudeó cuando algo más se deslizó en su mirada
mientras recorría su rostro. Algo que nunca había tenido.
Nunca visto. Ella lo miró con una expresión demasiado cercana
a la reverencia. Bordeando la verdadera adoración.

Real. No podía ser real. Ni siquiera se lo merecía. Él iba a girar


su vida al revés. Sabía que lo haría. Él la protegería. Velaría por
su felicidad lo mejor que pudiera. La respetaría. Pero... movió
su cuerpo para cubrir el suyo, besando su camino sobre su
rostro. Él podría enamorarse de ella y eso sería un desastre para
ambos. Realmente no podía arriesgarse a amárla. Y caería
rápido y duro si la forma en que las emociones desconocidas se
agolpaban fuera algo por lo que pasar.

Había nacido con más rasgos de su animal que muchos de los


cambiadores. Podía ser de mal genio y cuando sucedía, era
malo. Muy malo. Había trabajado duro para asegurarse de que
lo cubría, contenía su rabia, pero estaba allí, ardiendo bajo la
superficie todo el tiempo. Él era extremadamente alfa, muy
dominante, tanto que siempre había temido que sería
imposible encontrar una mujer que estuviera dispuesta a
aceptarlo. También era muy dominante sexualmente y, a veces,
esa rabia ardiente, el rasgo dominante y sus necesidades
sexuales se unían en una combinación feroz que podría asustar
a cualquier mujer. Y luego estaba su amor y necesidad del
Shibari, su arte de cuerdas. Él nunca renunciaría a eso.

Ya se sentía posesivo con Flambé. Queriendo abrazarla


demasiado. Con miedo de perderla. Si se permitía amarla, ¿En
qué clase de monstruo se convertiría? Besó su camino hacia la
cremosa hinchazón de sus pechos. Él amó su piel. No era solo
oral, como lo era la mayoría de los cambiaformas; él era
extremadamente táctil también. Se había negado el placer de
entregarse a algo tan simple como tocar la piel o el cabello de
una mujer durante más de unos segundos porque Shturm
despreciaba a todos los humanos a los que se acercaba y quería
matarlos a todos. No se atrevía a pasar más que unos
momentos con una mujer, especialmente después de que las
follaba. Era entonces cuando él era más vulnerable y su
leopardo podría emerger rápidamente y abrirse paso si
Sevastyan no estaba alerta.

Nadie tenía la piel ni pelo como Flambé. Al menos si lo hacían,


Sevastyan nunca había estado cerca de ellas. Se tomó su
tiempo, explorando cada centímetro de ella, reclamando su
cuerpo con el suyo. Tuvo que abrir sus pantalones de cordones
con una mano y empujarlos de sus caderas mientras se
amamantaba de sus pechos, usando los dientes y la lengua,
complaciéndose totalmente mientras ella se retorcía debajo de
él, sus caderas tratando de moverse, pero sostenidas por el peso
de su cuerpo. A ella no le importaba que él fuera áspero. Si algo
parecía quererlo, era de la manera que él necesitaba ser.

Le encantaba escuchar sus pequeños gritos entrecortados. Los


suaves sonidos de la necesidad. Su nombre que salió como una
súplica. Él tampoco había tenido eso, nunca, y era adictivo. Se
tomó su tiempo bajando por su cuerpo, besando su camino por
su caja torácica. Descubrió que ella era muy sensible debajo de
sus senos y alrededor de su dulce ombligo. Tenía un núcleo
fuerte, pero era una mujer con cuerpo de mujer, y a él le gustaba
su figura. Él quería que ella se quedara con ese pequeño perro
que estaba seguro de que detestaba. Era apenas perceptible,
pero lo suficientemente suave como para que pasara el tiempo
mordisqueando con los dientes y quitando el aguijón con la
lengua.

Le tomó los muslos con las manos y los separó lentamente.


Amplio. Muy ancho. Su mirada saltó a su rostro. Sus hombros
eran más anchos de lo que ella se dio cuenta, e iba a pasar algún
tiempo complaciéndose incluso aún más. Su sonrisa fue
deliberadamente malvada mientras se quitaba los pantalones
con una mano y luego se colocó entre sus piernas, estirándolas
aún más. Ahí estaba de nuevo. Sevastyan. Su nombre. Ese
pequeño gemido entrecortado.

Sopló aire caliente sobre ella y dentro de ella. Olía delicioso. −


Te lo dije, bebé, vas a tener que sentirte cómoda haciendo las
contorsiones. Me gustas en esta posición. Te encontrarás en ella
a menudo.

Pasó su lengua por el interior de su muslo derecho, sobre sus


labios, y rodeó su clítoris inflamado. Él había provocado su
clítoris en una ardiente necesidad con sus nudos, y esa hambre
no se había aliviado. En el momento en que su lengua la tocó,
gritó y su cuerpo se sacudió, su sexo se apretó y esa cálida
mezcla de especias se derramo de ella. Lo lamió, con cuidado
de no darle cualquier lanzamiento.

Él repitió la acción de la lengua por su muslo izquierdo hasta


su clítoris y esta vez lo golpeó con fuerza después de rodearlo.
Su nombre salió en voz alta. Exigente. Él sonrió cuando la
especia se derramó en su boca y sus caderas se volvieron casi
tan frenéticas como su voz. La sujetó fácilmente con un brazo
sobre ella, dándole el uso de ambas manos.

Levantó la cabeza para mirarla. El pelo rojo se derramaba


salvajemente sobre sus negras sábanas. Sus pechos sobresalían
hacia arriba, balanceándose con cada movimiento. Ella todavía
tenía marcas de cuerda en la piel y le encantaba que tuviera el
tipo de piel que mantendría esas marcas durante mucho
tiempo. Sus pezones eran pequeños picos duros, apretados,
mostrándole que le gustaba todo lo que le estaba haciendo.

Sevastyan empujó, primero una pierna hacia arriba y por


encima de su hombro, y luego la otra, abriéndola aún más para
él. Ella era hermosa, luciendo salvaje y vulnerable. La lujuria
había oscurecido el ámbar de sus ojos a un dorado decidido y
convirtió el verde en un esmeralda. Le encantaba esa mirada de
hambre desesperada en ellos. Se sumó al fuego crudo que ardía
por sus venas y se enroscaba profundamente en su
instinto. Quería sostenerla en el borde durante mucho tiempo
para poder verla así. Su cuerpo cubierto con sus marcas. Sus
cuerdas. Sus huellas dactilares. Sus dientes. Las fresas que
había dejado para marcar sus senderos.

Inclinó la cabeza hacia ella una vez más y esta vez simplemente
la devoró. La comió de la forma en que la ansiaba. Como si ella
fuera su última comida y él no dejaría una sola gota atrás. Usó
su lengua como un arma, apuñalando, acariciando, mimando,
a veces haciendo un contrapunto con sus dedos y pulgar
mientras movía y golpeaba su clítoris, cepillaba, rodeaba y
luego se amamantaba repentinamente como un loco. Flambé
respondió con un alarido prolongado, un gemido, y metió sus
caderas en su boca, desesperada por deshacerse.

Sevastyan inmediatamente se echó hacia atrás con un aleteo de


mariposa de su lengua, mientras sus dedos y pulgar se
deslizaban entre sus mejillas para encontrar las marcas de
deslizamiento de sus nudos, acariciando hacia adelante y hacia
atrás suavemente, extendiendo su picante especia, a canela,
clavo y miel de jazmín egipcio por todas partes para poder
lamerlo también.

− Sevastyan, por favor. − Su voz salió con un pequeño sollozo


entrecortado. Una súplica.

Levantó la cabeza y frotó la cara tranquilamente contra sus


muslos antes de mirarla. − ¿Por favor qué, Flambé?

− Te necesito... − Ella rompió en tono apagado.

− ¿A? − instó e inclinó la cabeza y hundió los dientes en la tierna


área de la parte interna del muslo, alta, cerca de la hendidura
que goteaba. Ella se sacudió, más de ese precioso líquido
derramándose. La lamió y luego golpeó su clítoris inflamado.
Podría mantenerlo despierto toda la noche. Le dolía la polla
dolorosamente, pero estaba acostumbrado a ignorar sus
necesidades.

− Necesito tu polla, − finalmente logró decir.

Volvió a levantar la cabeza. − ¿Dónde? ¿Tu boca? No me


importaría ver tus labios estirándose alrededor de mi polla.
Debo admitir, que desde que te vi por primera vez, ha sido una
fantasía mía. ¿O aquí? − Deliberadamente, empujó su pulgar
en su pequeño agujero prohibido, claro hasta el nudillo. Ella ya
estaba resbaladiza de los jugos que había extendido y luego
lamido de ella. − ¿O en tu dulce y pequeño coño? ¿Exactamente
dónde quieres mi polla, cariño? Porque estoy más que
dispuesto a darte lo que quieras.

Retiró el pulgar y luego comenzó a lamer su clítoris y su coño


de nuevo, sin esperar su respuesta. Su respiración venía en
jadeos irregulares, sus pechos se balanceaban tentadoramente
con cada desesperada toma de aire. Él jugó sus dedos sobre el
sensible haz de terminaciones nerviosas, esperando a que ella
encontrara su voz, todo el tiempo haciéndolo difícil.

− Mi coño, − se las arregló.

− Dulce coño, − corrigió, y le mordió el otro muslo. Ella se


sacudió y gritó, el calor líquido brillando por él. Ella estaba
hecha para un hombre como él.

Se arrodilló y le rodeó las caderas con las piernas y obligó a su


cuerpo a quedarse abierto para el suyo. Con una mano rodeó
la base de su pene. Él se sintió más pesado y grueso de lo que
jamás se había sentido en su vida. Ella le había hecho eso y él
ni siquiera estaba en ella.

− Mírame, Flambé. Mantén los ojos abiertos y mírame. − Era


una orden, nada menos, y lo decía en serio.

Su mirada esmeralda dorada se aferró a la de él. Él no esperó,


no pudo esperar un momento más. Sin advertirle, se estrelló
contra su casa, conduciéndose entre sus cómodos pliegues, ese
estrecho y abrasador túnel que le robaba el aliento. Las llamas
corrieron a través de su cuerpo, bajaron por su columna,
rugieron en su ingle y ardían como una tormenta de fuego en
su polla y bolas. Nada que haya venido antes ella lo había
preparado para lo que sentía. Nada. Ninguna.

Necesitaba moverse más fuerte. Más adentro. Para sentir esa


furiosa tormenta una y otra vez. Quería que las llamas los
consumieran a ambos. Envolvió su brazo alrededor de la parte
baja de su espalda, manteniendo sus caderas fuera del colchón
mientras él se balanceaba hacia ella, conduciéndose tan fuerte
que casi la empuja hacia la cabecera. Él podía sentir cada
pliegue y músculo de su vaina de seda apretada alrededor de
su polla, agarrándolo con furia, sosteniéndolo como si un
millón de lenguas ardientes lo lamieran y se burlaran, como si
una boca voraz lo chupara y los dedos bombearan para
ordeñarlo seco. Las sensaciones fueron increíbles. El nunca
quería parar.

Sevastyan la embistió una y otra vez, observando las


expresiones perseguir a través de su rostro, viendo la pasión y
la lujuria luchar con adoración y miedo. La tensión se enroscó
en ella. Sintió su corazón latir fuera de control a través de su
estrecho túnel directamente a su polla por lo que el ritmo de su
polla martillando en ella parecía coincidir con la furia salvaje
de su corazón.

Presionó su dedo en la costura entre sus mejillas, barriendo


hacia atrás y adelante al mismo ritmo pulsante. Frotando,
presionándola, rozando esas marcas que podrían haberle
causado malestar, como si él fuera a borrarlas y darle tanto
placer que no recordaría nada más. Mientras tanto, la
empujaba, profunda y duramente, trabajando su cuerpo. Su
polla era espesa y cada vez que la empujaba, la fricción era
increíble perfección.

Su orgasmo los golpeó a ambos inesperadamente, barriéndola


sin advertencia, casi quitándole años de disciplina mientras su
cuerpo lo sujetaba, mordiéndolo como un tornillo en su eje,
exquisitamente doloroso, ardiente, abrasador, un algún lugar
entre el cielo y el infierno. Él siguió sumergiéndose en ella,
impulsándose a través de sus apretados pliegues mientras se
contraían y se soltaban sobre él ferozmente.

El grito de Flambé fue silencioso cuando tuvo un orgasmo, pero


luego, cuando la primera ola comenzó a relajarse, gimió, el tono
tan perfecto y hermoso, solo lo estimuló. Su cuerpo pareció
hincharse increíblemente, una reacción al lugar del que nunca
quería irse. Puro placer. Paraíso abrasador. Él apretó su agarre
sobre ella y la penetró una y otra vez, sabiendo que nunca
podría detener su propia liberación cuando su cuerpo volviera
a tomar el control.

Él se complació a sí mismo, mientras observaba su expresión,


asegurándose de que ella estaba disfrutando del sexo feroz. Las
llamas ardieron sobre su piel y rugieron a través de su cuerpo,
estallando por sus venas. Podía sentir una ebullición
desconocida en sus bolas, como si un magma espeso hubiera
encontrado su camino y ahora estuviera tan sobrecalentado
que tuviera que encontrar una salida. La erupción iba a ser
inminente, violenta y nada menos que espectacular.
Esta vez vio que el miedo se acumulaba en sus ojos. Su cabeza
se agitaba en la almohada mientras la tensión se enroscaba más
y más en su cuerpo. Su mirada se aferró a la de él y le clavó las
uñas en los brazos para anclarse como si temiera que ella
podría volar lejos. No se detuvo. No importaba que sus
pulmones quemaran por aire. Nada importaba excepto ese
calor abrasador que amenazaba con consumirlos a ambos.
Necesitaba esto tanto o más que ella.

Sevastyan se estrelló contra su exquisita y perfecta vaina una


vez más, y luego sus músculos se mordieron como un tornillo
de banco, apretados con tanta fuerza que no podía respirar o
pensar. El trueno rugió en sus oídos. Lenguas sedosas y
ardientes, millones de ellas, todo ardientemente caliente, lamió
y trabajó en su polla, decidido a ordeñarlo o chuparlo hasta
dejarlo seco. Podía sentir ese túnel estrecho como un puño
ardiente bombeando y apretando su eje hasta que cuerda tras
cuerda de semilla caliente cubrió las paredes de su perfecto,
hermoso, exquisito coñito una y otra vez.

Él se permitió colapsar sobre ella, pero a propósito se dejó caer


un poco hacia un lado para no aplastarla con su peso. El
mantuvo sus piernas envueltas alrededor de él, su polla
sacudiéndose dentro de ella mientras ambos luchaban por
aire. Sintió cada réplica de su cuerpo ondular a través de su
gastada polla. Era la primera vez en su vida que su polla estaba
completamente saciada. Siempre. Cerró los ojos y saboreó el
momento. La sensación.
Ella había hecho eso. Flambé. No intentó pensar más allá del
momento. Entonces no. Se permitió sentirla debajo de él. Su
cuerpo era todo femenino. Su olor llenó sus pulmones. Nunca
había pensado en tener una mujer acostada en su cama, pero se
sentía como si perteneciera allí. Había preparado su habitación
con la esperanza, con la idea, de que algún día encontraría a su
propia mujer. Sus primos habían tenido éxito. Realmente no lo
había creído posible, pero cuando le compró la propiedad a la
esposa de su primo y la renovó, había hecho cambios
específicos en el dormitorio para darse la esperanza o el
recordatorio de que no había esperanza. Nunca estuvo seguro
de cuál era.

− ¿Sevastyan?

Flambé sonaba tan cansada que inmediatamente se avergonzó


de permitirse un capricho aún más al estar medio tumbado
sobre ella.

− ¿Qué pasa, cariño? − Mantuvo su voz suave.

− Necesito darme un baño, pero estoy tan cansada que no creo


que pueda moverme lo suficiente como para volver abajo.

− No dejé en claro que dormirías conmigo aquí en esta


habitación de ahora en adelante? Estoy bastante seguro de que
lo hice, Flambé. Quizás tú también estabas demasiado
emocionada para escucharme. Ha sido una noche larga.
Moveremos tus cosas aquí y te programaré en el código de
seguridad para que puedas entrar y salir cuando
quieras. Déjame preparar el agua para tu baño mientras
descansas.

Levantó la cabeza y la miró a la cara. Tenía los ojos cerrados.


Parecía como si ya se estuviera quedando dormida. No estaba
seguro por la expresión en su rostro si estaba feliz con la idea
de dormir en el dormitorio con él. El pensamiento le hizo
sonreír. ¿No era la mujer quien se supone que quiere acostarse
con su hombre?

Rozó besos sobre sus párpados y luego su nariz. − Gracias,


malen'koye plamya. Estuviste increíble como principiante en
nuestra practica de cuerda. Debería haberte tomado una foto,
pero no quería dejarte en las cuerdas demasiado tiempo.

− Me encantaron las cuerdas.

Podía escuchar la honestidad en su voz, pero ella no abrió los


ojos. Su cara estaba muy relajada. Le encantaba su aspecto.
Quería rodarla en él, acurrucarse alrededor de ella y quedarse
dormido de esa manera. Eso era una idea interesante para él
cuando nunca se le había ocurrido acostarse con otro ser
humano en la misma habitación, y mucho menos en la misma
cama o tocando su piel. Cuando pensó en tener una mujer
propia, no había considerado exactamente dónde dormiría.
Quería acceder a ella toda la noche, pero no pensaba que se
acurrucaría alrededor de ella e iría dormir. Para eso estaban las
restricciones, para mantener a todos a salvo.
− Pensé que los patrones eran tan hermosos, Sevastyan. Puedes
hacer que cualquiera se vea hermosa y sensual en tus
creaciones.

Esa nota somnolienta en su voz agitó su polla. Se obligó a


moverse, retirándose a regañadientes del refugio de su
cuerpo. El ya estaba semiduro de nuevo con solo escuchar ese
sonido somnoliento y muy sensual de voz que tenía. Mientras
quitaba su peso de encima, ella se acurrucó de lado lejos de
él. Su cabello se derramó sobre el negro de sus sábanas en una
brillante salpicadura de seda carmesí brillante.

Inmediatamente, debido a que su mente trabajaba de esa


manera, comenzaron a formarse imágenes en su cabeza de ella
atada, el fondo negro debajo de ella, el cabello rojo alrededor
de ella; su cautiva, la cambiaforma, leopardo fresa que era,
femenina, suave, flexible, sumisa, incluso dócil, hasta que uno
miraba más de cerca y veía su inmenso poder. Los lazos
tendrían que estar bien.

− O tú hiciste que mi creación se viera hermosa y sensual, −


corrigió, y besó la hinchazón en la línea del cabello antes de
deslizarse de la cama para ir al baño principal para correr el
agua por ella.

Mientras se llenaba la bañera, se limpió y regresó con ella para


encontrarla medio dormida. Sus pestañas se agitaron,
reconociendo su presencia, pero ella no levantó la cabeza.
Comenzó a caminar, tratando de decidir qué hacer con los
arreglos para dormir.
Flambé suspiró y rodó sobre su espalda para mirar al muy alto
techo. − ¿Qué pasa, Sevastyan? Pensé que íbamos a hablar de
las cosas.

Ella iba a hablar con él, él no lo hacía. Pero ella tenía razón.
Estaba a favor de la honestidad. − Te quiero en esta habitación
conmigo por la noche, cada noche. Nos vamos a casar cuanto
antes y compartiremos cuartos para dormir. − Hizo una
declaración firme. Su mirada se apartó de la de él y ella
visiblemente hizo una mueca, pero no discutió.

− ¿Pero?

Podría haber habido una nota de diversión en su voz. Él se


detuvo de pasear bruscamente y se dio la vuelta para mirarla
de nuevo. Ella estaba mirando hacia el techo. Ahora sus manos
estaban unidas detrás de su cabeza. Ella se veía absolutamente
relajada. Pequeña. Su cabello todavía estaba por todas partes,
como si fuera indomable. La vista conmovió el dominante en
él. O al leopardo en él. No importaba cuál. Flambé era más de
lo que estaba en la superficie y necesitaba ser consciente de
eso. No podía darla por sentada. Ni por un momento. Ella se
estaba escondiendo de él.

Se trataba de una mujer que viajaba con frecuencia al extranjero


en busca de otros leopardos fresa o leopardos de otras
subespecies que estaban lentamente extinguiéndose. Ella no
mostraba miedo cuando entraba en esas guaridas y explicaba
sus planes a los ancianos. Ella enfrentó a los cazadores
furtivos. Sevastyan había pedido que ella fuera investigada y
lo había sido, a fondo. En Africa y Oriente Medio, dos facciones
diferentes de cazadores furtivos que traficaban con partes de
animales y pieles habían ofrecido una recompensa por su
muerte. Drake había sabido de ella y su padre mucho antes de
que Sevastyan pidiera un informe.

− Antes de encontrar una mujer y reclamarla, me aseguré de


que hubiera características integradas en esta habitación para
que pudiera tener a mi mujer cerca y asegurarme de que ella
también estuviera a salvo en todo momento. No solo que ella
estaba a salvo, sino que yo y que nuestros leopardos también.

Flambé se sentó lentamente, apartándose el cabello de la cara


con una mano y mirándolo con recelo con grandes ojos de gato.

− ¿Que estabas a salvo? ¿Por qué no estarías a salvo de tu


mujer?

− Soy un Amurov. Mi familia siempre estaría dispuesta a


pagarle a alguien por asesinarme.

− Ya veo. − Lo dijo lentamente, frunciendo el ceño, como si


realmente no lo viera.

− Entonces, una mujer podría ir tan lejos como para seducirte y


luego matarte mientras duermes. No escucharías sus mentiras,
y tampoco tu leopardo porque estarías tan enamorado de ella
que simplemente caerías sobre ella, como tú hiciste conmigo.
Esa fue una trampa si alguna vez escuchó una. Puso trampas,
no cayó en ellas. La miró sin responder.

− ¿Cuáles son estos arreglos para dormir? − La sospecha


coloreó su voz. Se acercó al borde de la cama.

Se apartó de ella con el pretexto de comprobar el agua que


llenaba la bañera. Se veía demasiado tentadora con sus pechos
sobresaliendo hacia él cubiertos de sus marcas de posesión y
sus caderas, montículo y muslos marcados igualmente. La
satisfacción lo invadió. Era mucho más primitivo de lo que
jamás pensó que era. Había atado a tantas mujeres, pero nunca
había querido ver esos patrones de cuerdas en su piel. Nunca
había pensado en hundir sus dientes en ellas en un mordisco
de reclamo a pesar de que los cambiaformas eran
extremadamente orales. Ahora, solo la vista de sus marcas en
Flambé hizo que su polla se agitara de nuevo.

Era una bañera grande, pero los grifos eran de alta presión y la
llenarían bastante rápido. El vapor se elevó y se enroscó en el
aire. Le gustaba el agua caliente y pretendía bañarse con ella.
Quería comenzar su vida juntos como continuaría. Ella se unió
a él, sorprendiéndolo caminando completamente desnuda, sus
manos en su cabello, enrollándolo en un nudo desordenado en
el que claramente estaba bien versada en hacer cuando se
bañaba. No pareció importarle que el cabello se saliera del
nudo en desorden; ella le pareció más tentadora que nunca.

− Se ve caliente. − Flambé se inclinó para probar el agua con los


dedos.
− Mucho. − Hizo una declaración mientras le rodeaba la cintura
con ambas manos y la levantó hasta el centro de la bañera.

Ella siseó su disgusto, pero no trató de arañarlo para salir como


él medio esperaba. El agua no estaba tan caliente que le
quemaría la piel, pero estaba lo suficientemente caliente como
para ser un poco incómoda. Había vertido sales curativas en
ella para ayudar a aliviar cualquier dolor que su salvaje jodida
hubiera creado.

Flambé reposó durante unos minutos mientras la bañera


continuaba llenándose con el agua caliente y humeante. − Me
hablabas de los arreglos para dormir. ¿cuáles son las
opciones? Supongo que hay opciones.

Su mirada se deslizó sobre su cuerpo deliberadamente. −


Podría atarte a nuestra cama en una posición diferente cada
noche. Soy muy imaginativo. Se necesitaría bastante tiempo
antes de que tuviéramos que empezar a repetir posiciones.

− Me parece un peligro de incendio. Creo que dormir abajo me


atrae más. − Ella soltó un pequeño resoplido de desdén.

Cerró los grifos y entró en la bañera, elevándose sobre ella.


Apiñándola, cuando había suficiente espacio para que él no
tuviera que hacerlo.

Flambé dio un paso atrás y luego tuvo que agarrarse a sus


caderas para evitar resbalar. Continuó de pie, atrapándola
entre su cuerpo más grande y el lado alto de la bañera. Muy
gentilmente, pero con firme mando, puso una mano en su
hombro y aplicó presión. La orden fue clara. Él quería que se
sentara en el agua y quería que lo hiciera allí mismo donde
había poco espacio entre sus cuerpos.

Ella inclinó la cabeza para mirarlo, sus ojos de gato se


encontraron con los suyos por solo un momento. Hubo un
breve indicio de desafío que hizo que el dominante en él se
elevaba rápidamente, un poder brutal y agudo desplegándose
en él que rastrillaba y arañaba tan violentamente como su
leopardo. Él la miró directamente a los ojos, dejándola ver
quién era, qué era y con quien siempre tendría que lidiar.

Una parte de él detestaba que hubiera nacido retorcido y


jodido, creado por una estirpe de hombres viles que pensaban
sólo en sí mismos y querían nada más que poder sobre los
demás. Había luchado contra la veta cruel en su caracter, el
temperamento furioso, y había mantenido a otros a salvo de su
leopardo y de él mismo. Él tomó un lado de su cara y se inclinó
para tomar su boca.

Sus labios eran suaves. Reacia o no, ella se abrió para él y su


lengua barrio dentro de todo ese calor y fuego glorioso. En el
momento en que la tocó, Flambé se rindió a su cuidado. Es más,
ella le dio tanto como él le dio a ella. Ella le emparejó llama por
llama. Ella vertió líquido acelerador sobre el fuego, su lengua
acariciando la de él. Bailando con la suya. En duelo con él. Besó
como un pecado. Besó como un maldito ángel.
Flambé no era pasiva en lo más mínimo y sabía que nunca lo
sería. Tenía un impulso sexual saludable y no se avergonzaba
de ello. Ella necesitaría eso con él. Su cuerpo le enardeció sin
que su leopardo lo condujera. Cuando sus leopardos se
metieron en el acto, los dos iban a tener problemas. Estaba
deseando que llegara.

Besar a Flambé era peligroso, nada reconfortante. Era más


como encender un fósforo cerca de una barra de dinamita. No
estaba acostumbrado a tener reacciones hacia las mujeres. No
le importaba un carajo de una forma u otra por regla general,
con la excepción de las esposas de sus primos. E incluso
entonces, cuando se trataba de cuestiones de seguridad,
gobernaba con mano de hierro. Pero Flambé podría cambiar
todo eso y no estaba seguro de que fuera algo bueno, no cuando
había luchado tanto por mantener reprimida mucha fealdad en
él.

Sevastyan levantó la cabeza y mantuvo la presión sobre su


hombro. Flambé parpadeó hacia él como un gatito soñoliento,
saliendo de la niebla, luciendo adorable y sexy al mismo
tiempo. El vapor había puesto un ligero rocío sobre su piel por
lo que cada centímetro de ella parecía brillar y el patrón de las
cuerdas brillaba en rojo.

Sus largas pestañas hacían ese pequeño aleteo que siempre


llamaba su atención y luego lentamente comenzó a hundirse,
usándolo para estabilizarse, sus manos en sus caderas y luego
deslizándose más abajo mientras ella se hundía. Su rostro
presionado contra el abdomen de él mientras se movía hacia
abajo, su aliento cálido. Su polla se convirtió en un monstruo
duro y dolorido. Sintió su lengua deslizarse sobre la amplia y
sensible corona, lamiendo con avidez las gotas que escurrían
allí y luego se encrespo alrededor de su eje y se deslizo sobre
su pesada bolsa. Luego, el interior de sus muslos fue tratado
con la sensación de su lengua antes de acomodarse en la
bañera.

Flambé se puso de rodillas y lo miró, con una expresión


malvada en su cara. Levantó una ceja antes de apoyar la
barbilla en las rodillas. – Yo creo que estábamos hablando de
arreglos para dormir.

Ella iba a ser un puñado y él no pudo evitar amar el


desafío. Solo porque disfrutaba de su arte y su especie de
leopardo prefería la sumisión a su macho, no significaba que
fuera una presa fácil de ninguna manera. Le esperaba toda una
vida de sorpresas. No era un hombre que quisiera disfrutar de
lo mundano. Flambé parecía encajar perfectamente con él,
aunque eso significaba que iban a chocar cabezas más de lo que
él quisiera.

Se hundió en el agua caliente y tomó la posición final de la


bañera, esperando hasta que ella se deslizo hacia el extremo
opuesto. Cuando lo hizo y estiró sus piernas, tomó su pie para
masajearlo. − Pareces muy atrapada en los arreglos para
dormir. ¿Tenías algo en mente? – Giró la torna hacia ella.

Apoyó la cabeza en la almohada suave inclinada para ella y


cerró los ojos. − Estoy cansada, Sevastyan, y creo que quiero
saber dónde estoy contigo. Realmente nunca he estado en una
relación y nos estás presionando muy rápido. Estoy dispuesta
a dormir abajo si te incomoda tenerme aquí contigo.

Ella no estaba mintiendo. Definitivamente volvería abajo, hacia


el dormitorio principal. Esa era la tercera vez que lo sugirió.
Ella estaba tratando de poner distancia entre ellos.

− No bebé. Te quiero aquí conmigo. − Mantuvo su voz muy


suave. − Tenía ideas preconcebidas de cómo sería si encontraba
a alguien. Ahora que te tengo a ti, esas ideas no son las
mismas. Te quiero cerca de mí.

Sus pestañas revolotearon de nuevo. Levantándose. Ella lo


miró, aparentemente un poco vacilante. − Sé que no quieres que
nadie duerma en tu cama contigo y entiendo eso. Sí,
Sevastyan. No hiere mis sentimientos. Estaba mirando el árbol
en tu habitación, que, por cierto, es extremadamente genial.
Tiene esa pequeña hamaca colgando de una rama. Podría
dormir allí.

Estudió la expresión de su rostro cuando hizo la oferta. Ella


tenía tenía muchas esperanzas de que él quisiera que ella
durmiera allí, lo que en realidad era muy cómico. El árbol y la
hamaca habían sido diseñados como una obra de arte, pero
también para tejer a una mujer en un espacio estrecho,
posiblemente en una incómoda posición que, eventualmente,
le daría una sensación de renacimiento. Él por experiencia
podría liberar endorfinas que eran tanto de naturaleza sexual
como una especie de euforia para el destinatario. Quizás su
pequeña Flambé había inadvertidamente descubierto el
proceso sin saber lo que estaba haciendo, al igual que un
corredor podría liberar ciertas endorfinas.

− Gracias por la oferta, Flambé. Lo aprecio. Tengo la intención


de usar la hamaca contigo una vez que construyas tu resistencia
en las cuerdas, pero en cuanto a los arreglos para dormir,
prefiero tenerte lo más cerca posible de mí. Quiero despertar
contigo a mi lado. Encuentro que te necesito cerca por muchos
motivos.

No iba a dar más detalles. La mayoría eran de naturaleza


sexual, pero estaba muy preocupado por su seguridad. No la
quería demasiado lejos de él, especialmente sabiendo que tenía
a Franco Matherson como acosador. O que ella tenía amenazas
de muerte en su contra. También tenía en la cabeza que podía
escapar de él si las cosas no fueran de su agrado, y Shturm
había reclamado a su mujer leopardo. Mientras que el padre de
Flambé la había educado en las reglas de la vida de la guarida,
claramente no le había explicado lo que ocurría después del
reclamo.

Shturm no podría entregar a Flamme. La seguiría hasta los


confines de la tierra. Sevastyan no culpó a Flambé por no
entender las reglas cuando ella no estaba completamente
consciente de ellas, pero esas eran cosas que hacían que otros
se matasen. A ellos les gustaba Caín. No le gustaba el hecho de
que ella, ni siquiera por un momento, hubiera considerado ir a
Caín.
− Mañana tengo una reunión con un proveedor, − dijo Flambé.
– Es importante para mí ir. Sé que tienes todo tipo de cosas que
hacer, entonces, ¿puedes tener uno de tus amigos
guardaespaldas disponible para que venga conmigo? No
puedo cancelarlo. Tomaré mi horario y te lo escribiré así puedo
enviártelo y no serás tomado por sorpresa.

Sevastyan detuvo el masaje y le sujetó el pie con ambas


manos. – Flambé, ¿No crees que deberías haberme dicho
inmediatamente que tenías una importante reunión?

− No lo recordaba. Tengo que poner recordatorios, − dijo. −


Tengo mucho que hacer todo el tiempo y mis recordatorios me
mantienen encaminada. Sin mi teléfono, estoy un poco
perdida.

No podía culparla por eso. De ninguna manera estaba


permitiendo que uno de sus “Amigos guardaespaldas” la
acompañara a reunirse con sus proveedores. Franco tenía su
horario. Y su leopardo estaba cerca del emerger.

− Necesito saber exactamente dónde se supone que debes estar


y con quienes te reunirás el próximo mes, Flambé. Si es posible,
vas a cambiar esos días y horarios de reunión.

Sus ojos se abrieron y trató de sentarse con la espalda recta,


pero él se negó a renunciar a su agarre en su pie.

Ella lo fulminó con la mirada. − No puedo simplemente


cambiar los horarios de reunión de todos y sus días. En algunos
casos, reservamos esos momentos hace meses. Ya sabes lo
molesto que estabas cuando te cancelé.

El asintió. − Sevastyan Amurov es leopardo y lo sabías al


empezar. La mayoría de sus otros clientes no lo son. ¿Para
quién más trabajas que sea leopardo?

Sevastyan mantuvo la mirada fija en su rostro, observando su


expresión cercanamente. Vio que se cerraba el obturador
instantáneo. Ella era una mujer de negocios, acostumbrada a
proteger a sus clientes, a los cambiaformas en particular. Ella
no revelaba información.

− Soy responsable de tu seguridad ahora, Flambé, − le recordó


gentilmente en lugar de exigir como normalmente lo haría. −
No solo estoy curioseando. − Esto era sobre su negocio de
jardinería, no un asunto personal entre ellos. Él siempre iba a
tener que tener cuidado al separar los dos mientras fuera
posible.

− Jake Bannaconni, Mitya y Fyodor Amurov, sus primos. Mi


padre los tenía como clientes, no yo. Nunca he estado en sus
propiedades, pero hace poco me llamó Eli Pérez. Es un
cambiaformas para el que trabajaba mi padre. Elías Lospostos
también es un cambiador para el que trabajaba mi padre y
tengo una cita con él más tarde en el mes. Y Cain Dufort. Esos
son todos los clientes locales que tengo en este momento que
son cambiadores.
Su estómago se tensó. Su leopardo saltó a la superficie,
rastrillando y arañando por supremacía. Quería arañar un
poco por su cuenta, pero mantuvo sus manos muy relajadas
mientras continuaba presionando los nudos de su pie. Muy
suavemente puso ese pie en el suelo y tomó el otro. Eso le dio
tiempo para respirar lo peor de su rabia: los bordes crudos de
la misma donde estaba carmesí, brutal y desesperado por
sangre.

− ¿La casa de Dufort? ¿Su club?

− Ambos. Su residencia privada y su club. También trabajo en


los edificios de oficina Bannaconni's y su residencia privada.
Bannaconni posee varios edificios, al igual que tú y tus primos.
Mi empresa firmó recientemente un contrato para elaborar
diseños para ellos también.

− ¿Es posible que Franco se haya infiltrado en tu empresa?


Tienes que emplear a mucha gente para cubrir tantos
proyectos, así como cambiaformas.

Él tenía que encontrar una manera fácil de regresar a Caín.


Quería saber si ella trabajaba sola en su residencia. Sabía que
trabajaba sola en el club. Caín nunca permitiría que otros
estuvieran allí. Él sabría que ella era una cambiante. Tendría
que firmar una no divulgación y, si pudiera, Caín trataría de
ponerla en una posición comprometedora para asegurarse de
que nunca chantajeara a uno de sus clientes. Caín tomaba su
palabra a sus clientes muy seriamente.
Ella suspiró. − Todo es posible, Sevastyan. Tú lo sabes. La
mayoría de mis empleados, en este momento, son personas en
las que confío. Ellos son los que he ayudado y proporcionado
una educación, un lugar para vivir, y eventualmente ayudaré a
establecerlos en el negocio con la esperanza de que ayudarán a
otros, cambiaformas o no cambiadores. El punto es ayudar a
cualquier comunidad en la que aterricen. Mi padre dejó muy
claro que si querían volver a sus países de origen después de
que recibieran una educación y pudieran recuperar algo para
su guarida que ayudara a su gente, todo estaba bien. Él quería
salvar guaridas, no destrozarlas. La nuestra estaba demasiado
lejos para salvarla.

− Leopardos fresa, ¿quién iba a saber? − Se permitió mirar el


nudo desordenado en su cabeza. Al igual que sus pestañas con
puntas de oro rojo, la hacía parecer vulnerable y muy sexy.

Ella le envió una sonrisa. − Lamento mucho la cita de mañana,


Sevastyan. La cancelaría si pudiera. Este proveedor en
particular es muy importante para mi negocio y lo necesito.
Tuve que ordenar plantas especiales que Caín quería para su
club, el jardín del paraíso. Realmente le gusta ese jardín y
constantemente quiere agregar más. Ha demostrado ser muy
rentable para el negocio y odiaría perderlo como cliente.

Ella hizo un pequeño puchero con sus labios que puso acero en
su polla. − Primero su visión era bastante simple, pero a sus
clientes les encanta y a él también. Es realmente bueno para mí
monetariamente, pero un fastidio porque él se conecta y mira
plantas sin saber nada sobre ellas antes de que me diga lo que
quiere. En cualquier caso, este proveedor en particular es mi
favorito cuando tengo exóticas para ordenar rápido.
Honestamente, estaré bien con un solo guardaespaldas. Franco
me atrapó indefensa. Esta vez estaré pendiente de él.

Sevastyan apretó su agarre en su pie y luego comenzó su lento


masaje de nuevo. Él no tenía que encontrar una manera de
regresar a Caín, ella le acababa de dar eso. − Sin
preocupaciones. Puedo reorganizar mi horario. Cuando
trabajas en la residencia de Caín, ¿tienes que ir sola?

Ella sacudió su cabeza. − No tengo ese tipo de tiempo.


Superviso el trabajo. Lo expongo, me voy, y vuelvo al final del
día para asegurarte de que es lo que quería que sucediera y
luego lo tacho como un buen día de trabajo. Solo trabajo en el
club por mi cuenta.

Se sorprendió del alivio que sintió. No quiso dirigirse a Cain


para hablar sobre ella, no a menos que fuera necesario. Ella ya
estaba durmiéndose, cediendo al agotamiento anterior.
Continuó el lento masaje de su pie y pantorrilla hasta que
estuvo casi fuera y luego simplemente se puso de pie, la sacó
del agua, la secó y la llevó a su cama.

7
La reunión de Flambé con su proveedor, un hombre llamado
Brent Shriver, en realidad fue en San Antonio. Ania preguntó
si podía acompañarlos a la ciudad porque quería pasar por la
panadería para ver a Evangeline y Ashe. Sobre todo, dijo,
quería ver a los gemelos. Evangeline hizo que la pequeña
nodriza se fuera mientras ella trabajaba en la panadería, los
gemelos estaban en el cuarto de juegos. Ania quería ir a
sentarse con ellos un rato y salir de la compañía "mandona" de
su marido.

Flambé había mirado a Sevastyan varias veces en busca de


orientación, sin duda escuchando las flagrantes mentiras en la
voz de Ania cuando dio sus excusas para acompañarlos, tanto
a Flambé como a su marido. Ambos sabían que ella mentia,
pero ambos pensaron que estaba bromeando con Mitya.
Sinceramente, Sevastyan quería que ella condujera el auto.
Ania podía manejar casi cualquier automóvil en la carretera y
cuando era uno en el que su padre y ella habían trabajado para
convertir en un pequeño cohete de carretera, había pocos
coches que pudieran adelantarlo.

Kirill y Matvei estaban en un coche en algún lugar delante de


ellos y detrás estaban otros dos. Leonid Chernov era el
hermano menor de Kirill quien había venido con Kirill pero
había seguido su propio camino por un corto tiempo. El se
había unido a ellos hace algún tiempo, pero no había estado en
un puesto de confianza hasta recientemente. Sevastyan, siendo
Sevastyan, todavía no estaba completamente seguro de él.
Junto a él estaba Zakhar Kotov, un hombre con el que pocos
querían cruzarse. Él era tranquilo, vigilante y leal a Sevastyan
y a nadie más. Ni siquiera a Mitya.

El padre de Zakhar debía dinero que la familia no podía


pagar. Tenientes de Rolan lanzaron sus leopardos sobre la
familia, cazándolos y destrozándolos por unas monedas.
Sevastyan le había salvado la vida cuando era joven,
ocultándolo del brutal vor y los tenientes que lo perseguían.

Zakhar había visto al vor golpearlo salvajemente, el propio


padre de Sevastyan, lo había sometido cruelmente y luego su
leopardo había visitado a Shturm. Ninguno había revelado el
escondite de Zakhar. Al final, Rolan concluyó que Sevastyan no
podía saber dónde se escondía Zakhar. Sevastyan había pasado
de contrabando a Zakhar, dándole dinero y un pasaporte para
salir del país, así Rolan no podía matarlo. Finalmente, cuando
Sevastyan se fue de Rusia, Zakhar se unió a él.

Sevastyan se aseguró de que Mitia estuviera bien custodiado


en su casa y prometió quedarse allí antes de partir con Flambé.
Los dos coches con los otros guardaespaldas se fueron mucho
antes de que Sevastyan dejara el inmueble Dover. No quería
que nadie pensara que tenía guardaespaldas viajando con ellos
o que podría pensar que los necesitaban. Quería que Franco
hiciera su movimiento. Cuanto antes pudiera asegurarse de
que Flambé fuera segura para continuar con su negocio de
jardinería, mejor se sentiría.

Se sintió un poco culpable al decirle a Mitya que podría haber


un cinco por ciento de posibilidades de que podrían tener un
problema cuando pensó que podría ser más alto, pero Mitya
era tan protector de Ania como Sevastyan era de Flambé, por
lo que habría habido cero posibilidades de que Mitya
permitiera que Ania fuera. Ania se estaba volviendo inquieta.
Sevastyan pudo ver todos los signos en ella, donde Mitia elegía
ignorarlos. Sevastyan no quería ser ese tipo de compañero. Él
sabía que él era peor que Mitya en muchos sentidos, pero
quería ver sus fallas y con suerte, corregirlas para tener una
buena oportunidad de mantener feliz a Flambé.

Le contó todo a Ania. Él no quería que ella se metiera en


problemas a ciegas. Siendo Ania, estaba más que feliz de venir
con él. No solo más que feliz de venir, estaba ansiosa por ir. Ella
le dijo a Mitya que estaba conduciendo y bailó alegremente por
la habitación, dándole un beso de despedida antes de agarrar
las llaves del auto y proclamar que se iban a llevar su auto y ¿le
importaba a Sevastian?

Flambé estuvo en silencio una buena parte del camino hacia


San Antonio, mirando por fuera de la ventana. Ella parecía
distante de él y Sevastyan descubrió que no le gustó. Se movió
en el asiento como si no pudiera quedarse quieta, su mano
frotando su brazo o su muslo. Ella se sentó lejos de él,
claramente tratando de evitar tocarlo.

¿Shturm? ¿Flamme ha indicado que Flambé está molesta? Ella ha


estado muy tranquila toda la mañana.

Ahora que lo pensaba, ella había estado callada desde que


habían desayunado y él la había llevado con él a casa de
Mitya. La había dejado con Ania mientras había estado con
Mitya asistiendo a interminables y aburridas reuniones.

Flamme parece - de mal humor. Ella está descansando antes de


levantarse. Ella no habla.

¿Qué tan cerca está ella de levantarse?

No puedo decir.

Aun así, su leopardo estaba contento. Shturm había pasado de


la furia a la calma siempre y cuando Flambé estuviera cerca.
Sevastyan descubrió que sentía lo mismo. Él pensó que si la
hembra de leopardo estaba de mal humor podría estar
afectando a Flambé, al igual que los estados de ánimo de su
leopardo a menudo lo afectaban.

Él tomó su mano, entrelazó sus dedos y la presionó su palma a


su muslo. Aunque se puso un poco rígida, no se apartó, y
mantuvo su rostro vuelto hacia la carretera. Eso no fue una
buena señal.

− Mírame, plamya. − Su voz podría haber sido baja, pero la


orden fue clara.

Ella miró hacia el asiento delantero y su conductor, pero


obedientemente volvió su cabeza hacia él, sus ojos se
encontraron a regañadientes con los de él. Se le hizo un nudo
en el vientre. ¿Había daño allí? No era buena en subterfugios,
pero su expresión estaba nublada por el color cambiante de sus
ojos.

− Nos prometimos mutuamente que hablaríamos de las cosas.


No puedo hacerlo bien si no sé lo que hice. Claramente hice
algo.

El color subió por su cuello hasta su rostro. Ella frunció el ceño


y negó con la cabeza. Le gustó que se sonrojara. Ella era
demasiado justa para controlar ese destello de color revelador.

− Flambé. Sabes que estas cosas se suman rápidamente cuando


tú no me haces la cortesía de responder. Te estoy haciendo una
pregunta muy simple que requiere una respuesta muy simple.

Ella negó con la cabeza por segunda vez y luego capituló, pero
él pudo ver que ella era muy reacia e iba a estar igual de
molesta con él por obligarla a divulgar por qué estaba molesta.
− Formaste un gran escándalo para tenerme durmiendo en la
habitación contigo y luego esta mañana te fuiste. No tenías
nada que decir ni hacer conmigo. Me sentí... abandonada.

Ella había sentido más que eso, podía ver. Ella había estado tan
sexualmente frustrada como él. Tanto por ser noble. Su cuerpo
lo había despertado como lo hacía casi todas las mañanas,
rugiendo a la vida con demandas locas, y con Flambé a su lado,
esa hambre voraz había sido peor que nunca. Incluso dormida,
parecía agotada, y algunas de sus marcas parecían leves
manchas, casi magulladuras en la piel. Donde la noche anterior
habían sido eróticas, a la luz de la mañana no aprobaba esa
mirada. No iba a arriesgarse a lastimarla.

Sevastyan se había levantado rápidamente y salió de la


habitación, duchándose y vistiéndose en el dormitorio
principal en la planta baja. El aroma de Flambé aún perduraba
allí, rodeándolo, entrando en sus pulmones cada vez que
respiraba, volviéndolo casi loco, sin embargo, se las había
arreglado para controlarse y mantuvo sus manos lejos de ella
manteniéndose a distancia.

Le frotó el pulgar por el dorso de la mano. − Deberías haberte


sentido cuidada. No tengo el hábito de privarme.

Ella miró su pulgar durante tanto tiempo que no pensó que ella
fuera a responderle. Luego su cabeza se inclinó hacia atrás de
nuevo hasta que sus ojos se encontraron con los suyos. − ¿Me
estabas cuidando?

− Si lo hice. Nunca soy gentil, Flambé, no importa cuánto quiera


serlo. Tu cuerpo necesita tiempo para recuperarse.

Su mirada una vez más saltó al asiento delantero como si


temiera que la conversación pudiese ser escuchada. Sin duda
podría serlo, dado que los leopardos tenían una audición
excelente.

Él tomó su barbilla y la sostuvo firmemente. − El único que te


importa es el hombre sentado aquí. Nadie más. − No iba a
contarle sobre el sexo loco que había tratado de no escuchar
cuando Mitya y Ania habían estado fuera de control en
numerosas ocasiones gracias a sus leopardos. Estaba seguro de
que no iba a ser mucho mejor para Flambé con Sevastyan.

− Estamos hablando de algo muy importante. El sexo es


extremadamente importante entre nosotros. Tenemos
pantallas de privacidad en nuestros autos por una razón.
Ahora mismo, si necesitas sexo o lo quieres, simplemente
subimos la pantalla y hacemos lo que nosotros queremos.

− ¿Con otras personas en el coche? − Sus ojos se agrandaron.

− ¿Qué pasa cuando tu leopardo se levanta? Los necesitamos


porque no hay otra opción cuando un leopardo hembra entra
en celo. Y a veces, Flambé, solo quiero follarte porque no puedo
esperar cinco minutos más. Eso va a suceder. − Se inclinó para
susurrarle al oído. − ¿Es eso emocionante para ti? ¿O molesto?
Dime la verdad.

Sus largas pestañas revolotearon, velaron sus ojos verdes


dorado, y luego ella lo miró directamente. − Es emocionante, −
concedió en voz baja. − Aterrador, pero emocionante.

Ella era lo suficientemente valiente para ser honesta, por eso


era la compañera perfecta para él.

− La parte aterradora es por qué es importante que confíes en


mí para cuidarte.
Ella asintió con la cabeza, pero se quedó en silencio. Mantuvo
su mano ahuecando un costado de su cara, negándose a
permitir que ella se alejara de él. El sexo era un buen tema para
mantenerla distraído, pero no era el problema real. Había algo
más. Presionó la yema del pulgar sobre sus labios y se movió
hacia adelante y hacia atrás, mirándola a los ojos,
completamente concentrado. Sin parpadear. Él tenía esa
mirada baja. Él era un cambiaformas. Un alfa. Él era
completamente dominante. Él nunca necesitaba levantar la voz
para poner a nadie en línea.

− Nunca es bueno intentar esconderme algo, Flambé. Puedes


bien decirme el resto. ¿Qué es lo que te ha molestado?

Mantuvo su pulgar acariciando sus labios suavemente,


mirando sus ojos cambiar el color. Ella estaba molesta. Su
pequeño leopardo estaba preocupado. Flambé se movió
inquieta en el asiento a su lado. De nuevo, sus manos se
frotaron a lo largo de sus brazos. y muslos como apagando
fuego. Durante un largo momento pareció como si ella pudiera
desafiarlo. Trató de apartar la mirada, pero no pudo manejarlo,
sacudiendo la cabeza dos veces antes de cerrar una mano en un
puño.

− Escuché algo esta mañana que me molestó, − admitió. La


renuencia afiló su voz. Trató de apartar la mirada de él de
nuevo, pero no pudo.

Sabía por experiencia que era capaz de mantener a otros alfas,


cautivos con su mirada. Ella no tenía ese tipo de experiencia y
su leopardo era demasiado sumiso para liberarse. Trató de
animarla suavemente usando su otra mano para presionar su
palma más profundamente en el calor de su muslo. Su corazón
latía rápidamente, casi como si ella fuera una presa y él fuera él
depredador. Podía oír el sonido y le molestaba, pero no podía
dejarlo pasar. Era demasiado importante.

− Cualquier cosa que te moleste deberías decírmela de


inmediato, Flambé. Pensé que habíamos establecido eso. − Sus
ojos se habían ido a ese oro con motas de esmeralda. − Lo que
sea que escuchaste no solo te molestó. Estás extremadamente
molesta. Estás dudando de mí. De nosotros. De mis motivos
para estar contigo, ¿no es así?

No levantó la voz ni traicionó el hecho de que la rabia siempre


presente envió hojas carmesíes a través de su visión e hizo que
Shturm se encabritara, rastrillando y arañándolo, igual de
enfurecido ante la idea de que pudieran perder lo único que los
mantenía cuerdos, estaba tratando de salir a la superficie.

Ella no respondió, pero sus ojos buscaron los de él como si


pudiera leer su máscara. Leer lo que todos los demás habían
fallado en años de intentarlo.

− ¿Qué escuchaste? − instó gentilmente.

Volvió a mirar hacia el asiento delantero, hacia Ania. − Sé que


dijiste que solo éramos nosotros dos, pero no puedo hablar de
esto aquí mismo...
− Tenemos compañía, − anunció Ania. − Dos coches atrás, un
carril más. Se nos acerca rápido, Sevastyan. Un Porsche Macan
Turbo, rápido y en las manos adecuadas, excelentes coches.
Asegúrense de tener puestos los cinturones de seguridad.

A Sevastyan no le gustó que la conversación fuera


interrumpida. En algún momento ellos iban a retomarla de
nuevo, pero Ania necesitaba concentrarse en conducir y tenía
que asegurarse de que Flambé estuviera protegida. En el suelo
estaba una manta a prueba de balas. Las ventanas del vehículo
eran a prueba de balas y supuestamente, el coche estaba
encerrada en una nueva armadura a prueba de balas que los
protegía, pero no se arriesgaría con su seguridad.

− Lo siento, Ania, no pensé que fuera tan estúpido. – Sevastyan


iba a tener que responderle a su primo. Ya le estaba enviando
un mensaje de texto a Mitya, asegurándose de hacerle saber
que posiblemente iban a entrar en un tiroteo.

Sevastyan dudaba que Franco Matherson estuviera


personalmente en el Porsche persiguiéndolos. Ese no era su
estilo. No querría ponerse en ningún peligro real. Sevastyan
había preparado tres lugares diferentes donde podían
emboscar a cualquiera que viniese tras ellos. Ya habían pasado
los dos primeros. Había estado bastante seguro de que
Matherson querría mantener su secuestro de Flambé lo más
discreto posible. Los dos primeros lugares habían estado
mucho antes de que hubieran entrado en la autopista. Ahora,
solo había una salida que los llevaría a la primera casa de
Evangeline antes de casarse con Fyodor.
A Sevastyan le gustaba cambiar las rutas de Mitya a
menudo. El nunca quería establecer un patrón y esta era una
distancia más larga, pero tenía mucho menos tráfico. La salida
giraba en un amplio círculo que desembocaba en una carretera
secundaria. Esta continuaba durante una milla o dos antes de
que se movieran para tomar una corta y pequeña carretera de
conexión, casi un carril que conducía hacia la zona residencial
donde Evangeline había comprado su casa. Sevastyan estaba
seguro de que Lane era donde serían emboscados si no lo eran
antes.

− ¿El Porsche salió con nosotros?

− Si. Está tratando de mantener un par de autos entre nosotros,


pero solo uno más salió en este bucle. Tengo la sensación de
que el coche podría estar con ellos también, Sevastyan.

No había nervios en la voz de Ania, pero tampoco esperaba que


los hubiera. Ania siempre había demostrado ser una
conductora incomparable. Ella no tenía duda en su mente de
que podía superar a cualquiera que los persiguiera.

− Matvei y Kirill ya han retrocedido y se han instalado en la


colina justo sobre el desvío a la calle Evangeline. Pueden cortar
a cualquiera que tú no te sacudas.

− Eso es un insulto, − dijo Ania.


Sevastyan se rio. − Te encanta esta mierda. Pobre Mitya. No
tiene ni idea.

− Él lo sabe. Simplemente no le gusta.

Sevastyan se encontró pasando la palma de Flambé hacia arriba


y hacia abajo por su muslo, presionándolo profundamente. Su
cuerpo se sentía caliente. Le dolía la polla. No pudo evitar la
forma en que su cuerpo reaccionaba cuando había peligro.
Adrenalina traducida en hambre sexual cada vez para él. −
Vamos a estar bien, − le aseguró.

Ella asintió, sin apartar la mano. − Estoy segura de que lo


estaremos.

Él miró su rostro. Flambé no era del tipo histérico. Ella estaba


acostumbrada al peligro. Ella no tenía problemas para caminar
directo a la garganta de su enemigo, pero ella era la que
planeaba, tenía el control. Era una situación completamente
diferente confiar en otra persona cuando lo que está en juego
podría ser la vida o la muerte. Él entendió eso. Ella se entregó
a él en el dormitorio, pero esto era un asunto diferente.

Se llevó la mano a la boca. − Realmente no esperaba que nos


golpeara tan pronto, Flambé, o no habría traído a Ania con
nosotros. Mitya va a tener mi pellejo por esto.

− Tú también te lo mereces, − dijo, mirándolo.


Ahí estaba de nuevo, esa breve mirada, una sombra en sus ojos
que no había estado allí antes. Se había deslizado en algún
momento mientras ella estaba en la casa de su primo y había
una clara cautela en ella que no había estado allí antes. Era tan
leve, casi escondida. Estaba acostumbrada a ocultar su
naturaleza a los demás, fuera lo que fuera de lo que de repente
estaba recelosa iba a ser difícil de descubrir si ella no quería
revelarlo.

El coche frenó de repente, la parte trasera se deslizó en una U


perfecta. Terminaron yendo en sentido contrario al que habían
estado conduciendo. Sevastyan miró por la ventana para ver a
Ania enhebrar una aguja proverbial estrecha entre el Porsche y
un SUV cuando esos dos vehículos intentaron frenar. Ella
aceleró y se dirigió hacia una calle transversal que la llevaría a
otro camino de regreso a su destino original donde los hombres
de Sevastyan habían establecido una emboscada.

− Buen movimiento, Ania. − Sevastyan nunca superaría sus


habilidades de conducción.

Mitya estaba loco por no usar sus capacidades. Le encantaba


conducir y ella tenía habilidades locas. La mayor parte del
tiempo viajaba con su marido. Él la quería en el asiento trasero
para poder tener sexo con ella. No es que Sevastyan lo culpara
ahora que tenía Flambé y sabía lo que era tener su mujer cerca.

La forma en que su rabia se había manifestado en necesidades


sexuales siempre había sido un problema y sabía que siempre
lo sería. Cuanto mayor se había hecho, cuanto más lo
impulsaba su cuerpo. Practicó artes disciplinadas para ayudar,
pero finalmente, se vio obligado a ir al club a pesar de los
peligros de su leopardo. Siempre fue muy, muy cuidadoso.
Había muchas parejas allí, hombres que disfrutaban viendo a
su mujer atada y secuestrada, sus mujeres dispuestas a ser
atadas y tomadas. Esa fue siempre su regla número uno. Ella
tenía que estar dispuesta. Siempre se aseguraba. El mismo le
pedía que se alejara de su compañero. Comprobaba su pulso
para asegurarse de que no hubiera coacción.

Sus cuerdas eran fáciles de quitar, y el compañero sabía cómo


y allí siempre estaban tijeras para soltar a la mujer allí
mismo. Caín estaba en su oficina o en las instalaciones
observando si había un problema una vez que Sevastyan se
alejaba. De esa forma, Shturm no tenía ninguna posibilidad de
escapar, ninguna posibilidad de dañar a la mujer, ni siquiera
en el momento más vulnerable de Sevastyan. Él siempre fue
muy, muy cuidadoso. Nunca se enfrentó a la mujer. Nunca la
besado. Nunca había hecho algo que pudiera hacer estallar al
leopardo. Nunca fue más que una satisfactoria experiencia
sexual, pero hizo el trabajo.

Hasta Flambé. Sevastyan acarició su cabello con un mimo,


deseando que estuvieran en casa y poder hablar con ella. No
estaba acostumbrado a hacer nada más que dar órdenes. Tenía
la sensación de que eso no iba a funcionar en este caso.

Ania, en el asiento del conductor, soltó una serie de palabras


poco femeninas. – Inteligentes bastardos. Consideraron que
podríamos usar este camino. Aparentemente lo has hecho
antes.

Sevastyan pudo ver que dos autos estaban bloqueando la calle


más adelante. Ania solo tuvo unos segundos para tomar una
decisión sobre qué hacer. Ya que el Porsche y el SUV venían
detrás de ella. El aliento de Flambé explotó de sus pulmones,
pero aparte de eso, no emitió ningún sonido. Envolvió su brazo
alrededor de su hombro.

Ania hizo girar el auto y corrió hacia el Porsche como si


estuviera jugando a la gallina. Flambé se tapó los ojos con las
manos. Sevastyan miró con calma el parabrisas delantero. No
había forma de que quienquiera que condujera ese vehículo
estuviera dispuesto a volver con Franco y decirle que habían
matado a Flambé. Matherson dejó en claro que la quería viva.

− Siento mucho haberlo traído a sus vidas, − susurró Flambé. –


Él no se va a detener.

− No, no lo hará. Incluso si se las arreglará para ponerte las


manos encima, nena, seguirá cazando a otros leopardos. Le
gusta o no lo haría. No hay razón para matar a otros
leopardos. Ninguna en absoluto. Hay algo muy mal con él. Su
guarida debería haberse encargado de eso hace mucho tiempo.

Sevastyan trató de consolarla incluso mientras observaba al


conductor del Porsche tirar desesperadamente de su vehículo
hacia la derecha mientras su pasajero levantó el brazo como si
eso lo salvara si los dos autos chocaban a la alta velocidad a la
que viajaba Ania. El coche de Ania pasó a toda velocidad y
corrió doblando la curva, retrocediendo por la pequeña colina
hacia la autopista.

− ¿Qué quieres hacer, Sevastyan? ¿Dejarlo o ir al callejón sin


salida por la casa de Evangeline una vez más?

− Prueba el carril. Prune Lane. Ahí es donde se han instalado


los chicos. Si nuestra compañía no nos sigue, nos dirigiremos a
la ciudad. Mitya está bastante enojado, pero aparentemente
nos estaba siguiendo de todos modos.

Ania rio. − No me sorprende.

Nada parecía alterar a la esposa de su primo. Su propia esposa


iba a pensárselo dos veces antes de cruzarse con él,
especialmente en cuestiones de seguridad. Él echó un vistazo a
la parte superior de su sedosa cabeza. Ella no estaba diciendo
mucho, pero siguió mirando detrás de ellos, para ver si los
seguían.

− Queremos que vengan por nosotros, − dijo con suavidad.

− ¿Lo hacemos? − Había temor en su voz. − Sevastyan, había


dos hombres en el Porsche. Vi tres en la camioneta. No pude
ver en los otros dos coches, pero tienes que calcular al menos
dos hombres en cada uno. Entonces, al menos nueve hombres,
tal vez más. Incluso con Kirill, Matvei y los otros dos, no
sabemos, nos superan en número. ¿Y que vamos a hacer con
ellos de todas formas? Ania es una buena conductora. Una
gran conductora. Ella puede sacarnos de aquí. Los perderemos
y volveremos a la casa. Puedo llamar a Brent y decirle que tiene
que reprogramarse. Él lo entenderá. Será Caín quien podrá ser
un problema, pero puedo manejarlo.

Los ojos de Sevastyan se encontraron con los de Ania en el


espejo retrovisor solo por un momento. Movió su mirada hacia
la derecha, lejos de la autopista y de regreso hacia Prune Lane.

− ¿Caín? ¿Por qué sería un problema? − Su mano se posó


alrededor de la nuca de Flambé para comenzar un masaje lento,
tratando de aliviar la tensión de ella.

− Las plantas son para su club, su jardín del paraíso. Son


exóticas y hemos estado esperando durante algún tiempo a que
entren. No ha sido fácil conseguirlas. Tengo que tener un
tiempo libre para ir al club cuando no hay nadie ahí. No cierra
tan a menudo. Coordinar nuestros horarios no es así de fácil,
pero esta situación es ridícula.

− Háblame de su jardín. El jardín empezó bastante pequeño,


aunque la habitación en sí es enorme. − La mantuvo hablando
para distraerla, aunque quería saber de verdad.

− Quería que el jardín fuera realmente grande pero que


permitiera a todos ver en las habitaciones a ambos lados. Tuve
que diseñar las plantas y los árboles para que al crecer se
pudiera hacer. De acuerdo con sus temas, incorporo aparatos
tanto como sea posible para que las plantas crezcan. Eso me
permite podarlos y atarlos para que crezcan como los necesito.
Traje una versión más pequeña de una X de madera para
plantar algunas de las exóticas para que crecieran una y otra
vez. Debería ser bastante hermoso.

Su voz tenía notas íntimas y entusiastas cuando hablaba de sus


plantas y el jardín. Era una empresa enorme y muy privada
entre ella y Caín, el dueño del club. Por primera vez en su vida
Sevastyan sintió la agitación de los celos y fue una emoción fea
y degradante. No le gustaba imaginársela en la oficina de Caín,
cerca de él, inclinada sobre el escritorio del hombre, ambos
estudiando detenidamente los papeles que ella había sacado,
esa nota sensual e íntima en su voz mientras hablaba de sus
plantas e ideas y cómo incorporarlas a los diversos aparatos
sexuales. Él no quería a Flambé hablando con Caín sobre
cualquier tema sexual, y mucho menos sobre un aparato.

− ¿Se ofreció Caín a mostrarte cómo funcionan esos aparatos?

− Sí, pero me negué. No me interesaba nada más que la


cuerda. Eso fue hermoso y sensual.

− ¿Se ofreció a atarte? Es un aparejador. Muy buena y maestra


en suspensión. − Se acercaban a Prune Lane. Ania había
frenado el auto como si sospechara otra emboscada.

El solo pensar en Caín atando a Flambé y suspendiéndola en


una erótica pose le hizo querer arrancar el corazón de Caín. Él
nunca había sido ese tipo de hombre. No era celoso. No era
posesivo. Ciertamente no le importaba qué otro hombre
quisiera una mujer después de que él la ató en una pose. Si ella
quisiera otros cincuenta hombres, ella era bienvenida a ellos.
No flambé. Ella era solo suya y con suerte él se lo había dejado
muy, muy claro.

Ella asintió. − Él lo hizo. En ese momento, creo que ya estaba


obsesionada contigo. No le dije porque no quería herir sus
sentimientos.

− Caín tiene muchas mujeres para elegir, malen'koye plamya. No


es necesario que te sientas culpable por que hayas herido sus
sentimientos. Es dueño de un club y es muy bueno en lo que
hace. Las mujeres acuden a él.

Él se arriesgó a echar un vistazo rápido a la configuración.


Todos estaban en su lugar. Una vez más, sus ojos se
encontraron con los de Ania en el espejo y el auto comenzó a
avanzar con más confianza. Detrás de ellos, el SUV se acercó,
el Porsche detrás. Los otros dos vehículos no estaban a la vista,
lo que significaba que habían mordido el anzuelo y se
apresuraron a cortarlos por el callejón. Su cuerpo se agitaba
como siempre lo hacía en momentos de peligro. Anhelaba la
prisa. La necesitaba.

Agarró la barbilla de Flambé y la inclinó hacia él para tomar


posesión. de su boca. Amaba su boca. Era un refugio caliente
del pecado prometido. Ella parecía un ángel y la besó como si
fuera cómplice de Satanás. El whisky no podía quemar ese
calor en su garganta. Nada pudo. Ella se sirvió en él sin
reservas, sin dudarlo. Sabía que, si desabotonaba esa blusa
remilgada que llevaba y ponía su boca en su pecho, ella
acunaría su cabeza y le ofrecería más.

Flambé sabía a canela picante condimentada con un ligero


toque de rosa marroquí y jazmín egipcio. En el momento en
que probó eso en su lengua, quería arrancarle las bragas,
presionar la boca entre sus piernas y devorarla para obtener su
sabor único. Tenía que parar. Él había pasado mucho tiempo
sin ella y no podía empezar nada, no hasta que esto terminara.

Tenía que enviarle un mensaje a Franco Matherson. Uno muy


alto y claro. Uno que decía que no jodiera con él porque el
hombre moriría si lo hacía. Flambé estaba fuera de los
límites. Ella estaba segura y protegida y que nunca la tocaría,
asustaría o intimidaría de nuevo. No importaba cuánto dinero
el cambiaformas tenía, no iba a ganar y nunca estaría a salvo.
Sevastyan podría llegar a él.

Levantó la cabeza para empujar su frente contra la de ella,


mirándola a los ojos. − Quiero que te quedes en este auto con
Ania. Mantén la cabeza baja y las puertas cerradas. No te
atrevas a desafiarme en esto, Flambé. Este es mi negocio. − La
besó en la frente y luego la empujó hacia abajo en el asiento. −
Cierra las puertas detrás de mí, Ania.

− Lo tienes. − Esperó hasta que ella permitió que la camioneta


la atrapara entre los otros dos coches que de repente se
precipitaron hacia ellos desde el callejón y ella detuvo su coche
por completo. Abrió la puerta y salió, alejándose del coche para
apartar el fuego de las mujeres y hacer una señal a sus hombres
de que tenían temporada abierta sobre los hombres de Franco.

Él se puso de pie mientras sus hombres abrían fuego de


cobertura y camino a propósito hasta el lado del pasajero del
Porsche mientras estaban todavía mirando triunfante el coche
atrapado con Flambé en él. Él abrió de un tirón la puerta,
apuntó con una pistola a la cabeza del pasajero y apretó el
gatillo. Él le disparo al conductor dos veces entre los ojos
mientras el hombre se volvía hacia él en una especie de shock
aturdido. Luego corrió hacia la camioneta.

Dos vehículos más se lanzaron al carril y atraparon al SUV.


Sevastyan apenas echó un vistazo a los coches, no se
sorprendió en lo más mínimo de que Mitya siguiera a su
esposa. Sus propios hombres ya habían soltado la trampa y
encerrado los otros vehículos que Franco había enviado,
intercambiando disparos, pero matando a los ocupantes
bastante rápido.

Sevastyan se acercó al costado de la camioneta, pero Zakhar


estaba allí primero, dándole una mirada que decía que
retrocediera. Golpeó la ventana trasera con una herramienta
varias veces, agachándose cuando un aluvión de balas chocó
contra el cristal rompiéndolo hacia adentro. Lanzando la
herramienta a Sevastyan, Zakhar esperó que Sevastyan
golpeara la ventana del pasajero trasero y luego se agachase
antes de lanzar una bomba casera en el vehículo. Abordando a
Sevastyan, ambos golpearon la tierra con fuerza cuando la
camioneta fue levantada, mecida y luego colocada de nuevo en
la tierra, llamas saliendo de debajo de las puertas y a través de
ventanas.

− Maldito idiota, − saludó Mitya mientras Sevastyan se ponía


de pie. Él miró atentamente a su primo. − ¿Estás bien?

− Sí, no te preocupes. Gracias, Zakhar. Tenemos que sacar estos


cuerpos de aquí.

− Los limpiadores ya están aquí. Los conductores moverán los


coches. Tenemos uno encerrado en el SUV. Sal de aquí. − La
voz de Zakhar se cortó.

Kirill y Matvei escoltaron a Sevastyan de regreso al auto con


Mitya y sus guardaespaldas caminando junto a él.

Mitya golpeó con fuerza a la puerta del conductor y casi tiró de


su esposa desde el coche. Continuó mirando a Sevastyan.

− ¿Pensaste que no sabría que estabas tramando algo?

− No estaba tramando nada, − negó Sevastyan. – Llevaba a


Flambé a ver su proveedor. Ania dijo que ella me llevaría.
Había un cinco por ciento de posibilidades de que algo pudiera
salir mal. Te lo dije antes de tiempo.

− ¿Cuándo me dijiste eso?


− La otra noche. ¿Alguna vez escuchas una maldita cosa de lo
que te digo? Tal vez porque Franco Matherson no está detrás
de tu mujer, no tienes que preocuparte por él, pero dejé muy
claro que ese idiota estaba detrás de la mía. También mencioné
que estaba cabreado como el infierno conmigo.

− Porque lo desafiaste deliberadamente, Sevastyan, − señaló


Mitya afuera. − Prosperas en la confrontación.

− Eso es probablemente cierto. Ahora mismo, le prometí a mi


mujer que la llevaría a su reunión a tiempo. − También tenía
una erección del infierno. – Tú puedes darle a tu mujer una
conferencia, una de sus dos mil millones que nunca servirá
para algo bueno, y yo tomaré la mía y me iré.

Sevastyan ya le estaba indicando a Kirill que tomara el asiento


del conductor. Él sólo quería a otro en el coche, alguien en
quien confiara. Se deslizó en el asiento de la parte de atrás,
manteniendo su mano en el hombro de Flambé, manteniéndola
abajo, tratando de evitar que ella mirase demasiado de cerca lo
que estaba sucediendo a su alrededor. Eso parecía una zona de
guerra y la limpieza iba demasiado bien, también
eficientemente.

− ¿Vas a decirme lo que acaba de pasar? − ella preguntó.

− No. En este momento, tengo otras cosas mucho más urgentes


en mi mente. − Pulsó el botón de la pantalla de privacidad en el
momento en que el coche se encendió.
− Desnúdate, Flambé. Todo. Date prisa, cariño, no tenemos
mucho tiempo. − Sus manos cayeron sobre sus pantalones,
abriéndolos y sacándolos por la cadera mientras la veía
quitarse la blusa y el sujetador. Ella tenía generosos pechos. Sus
pezones eran de color rojo fresa. Se destacaban contra su pálida
piel. Se quitó las sandalias y enganchó los pulgares en su tanga
y los suaves pantalones femeninos que usaba, deslizándolos
por sus piernas para tirarlos hacia abajo.

Sevastyan agarró su cabello en un puño, inclinó la cabeza hacia


atrás y tomó posesión de su boca. En el momento en que lo
hizo, el fuego se encendió caliente y salvaje entre ellos. Pasó
una mano por su garganta, por el valle entre sus pechos hasta
los apretados rizos rojos, encontrando calor líquido en su
entrada. Él empujó dos dedos dentro de ella y usó su pulgar
para hacer círculos y provocar su clítoris mientras la besaba
una y otra vez hasta que ninguno de los dos pudo respirar
adecuadamente.

− Monta mis dedos, bebé, − dijo. − Así es. Así. − El usó su mano
libre para tirar de su pezón izquierdo. Ella fue muy
receptiva. Arrastró sus dedos libres antes de que pudiera
soltarse y se los llevó a la boca. − Abre. − Cuando lo hizo, metió
los dedos y la vio chupar y limpiarlos. La vista envió a su polla
a un frenesí de necesidad.

Él tomó sus pechos con las manos y los guio entre sus piernas. –
Yo necesito que esa boca tuya esté ocupada, Flambé. Me
desperté esta mañana y tuve una visión de la forma en que
quería atarte y luego tomarte por la boca. Difícil de conseguir
sacar esa imagen fuera de mi cabeza.

Su gran mano se deslizó por la seda de su cabello y se cerró


alrededor de él, haciendo un puño apretado en la parte
posterior de su cabeza. Él llevó su rostro directamente a su
regazo. – Nosotros no tenemos mucho tiempo antes de que
lleguemos a tu reunión y no estamos saliendo de este coche
hasta que te tragues cada gota que he estado almacenando este
día para ti, así que te sugiero que te pongas a trabajar.

Sus manos inmediatamente comenzaron a acariciar sus bolas,


seguidas de su lengua lamiendo y acariciando. Ella siguió su
camino hasta la base de su polla mientras sus dedos se
movieron y juguetearon con sus bolas. Su lengua se deslizó por
su eje y se enrosco alrededor de él, poniéndolo más y más
húmedo, pero ella no tocó la corona sensible, prolongando su
agonía. Aplastó el pelo rojo brillante en sus manos, tirando de
su cuero cabelludo. Ella bromeó y bajo por la ancha cabeza con
su lengua, enviando fuego corriendo por su columna.

Sevastyan se movió en el asiento para estar por encima de ella


y poder inclinar su cabeza sobre su polla, forzando su boca
exactamente donde la necesitaba. Él captó un rápido vistazo de
sus ojos y todo en él se quedó quieto. Simplemente se congeló.

Su cuerpo ardía como el infierno. Esa rabia terrible y salvaje


que se manifestaba en la urgencia sexual lo tenía en sus garras,
y normalmente, habría hecho todo lo que tenía que hacer para
deshacerse de la acumulación que nunca parecía desaparecer.
Las necesidades nerviosas de su gato parecían alimentar las
suyas y le tomó una gran cantidad de disciplina tirar hacia
atrás, soltar su agarre en su cabello y respirar a través del
hambre voraz que lo devoraba vivo. Más que nada quería su
boca en su polla, pero no podía superar esa pequeña sombra
que atrapó. Una pequeña sombra.

− Mierda. − Escupió la palabra, cerró los ojos y respiró un poco


más. ¿Qué tenía esta mujer que lo volvía tan loco? Ella estaba
más que dispuesta a atender sus necesidades.

Su cuerpo estaba enrojecido de un rosa suave, casi rojo. Sus


pezones estaban de pie, totalmente erguidos, tentaciones
gemelas, mirándolo. Él podía oler la fragancia particular que lo
llamaba, la que anhelaba, por la que él quería tirarla al asiento
trasero y devorarla. Lo que había sido su intención todo el
tiempo, hacerle pensar que él la iba a tener egoístamente
cuidando de sus necesidades, pero luego, en el último minuto,
asegurarse de que ella se sentía bien. Quería ver qué haría
ella. Debería haberlo sabido.

Sevastyan iba a tener que ser muy, muy cuidadoso en su


manejo de su leopardo fresa o no sería feliz por mucho tiempo.
Ella podría ser naturalmente sumisa en el dormitorio y él
podría ser naturalmente dominante. Le gustaba el Shibari y
estar atada. Le gustaba que le dijeran qué hacer y que la
empujaran a hacer cosas que ella no pensaría en hacer por su
cuenta, pero él siempre tenía que cuidar de ella. Siempre tenía
que ocuparse de su placer, asegurarse de que, si ella le daba
algo especial, él le correspondía diez veces más.
Nunca iba a ser fácil vivir con él. Él lo sabía. Él tenía que hacer
que valiera la pena quedarse con él. Ella no era una mujer a la
que le importara el dinero. Tenía que cuidarla. Sexualmente,
eran una buena pareja. Ahora, para evitar que la confrontara,
ella estaba dispuesta a usar el sexo y él quería complacerla. Su
polla le enfureció. Enfadado.

Su cuerpo lo deseaba, pero su mente no. Él ya no era su


elección, ya no. Al menos, volvieron a surgir dudas. Quería que
ella supiera... que absolutamente lo supiera. Que él era con
quien ella eligió pasar su vida.

Sevastyan tomó otra respiración profunda y controlada y


ejerció más presión sobre su cuero cabelludo para alejar su
cabeza de su polla. − Escúchame, Flambé. No quieres esto.

Sorprendida, ella lo miró, sus ojos se volvieron casi de un verde


puro. – Eso no es cierto, Sevastyan. Lo hago. No sé por qué
pensarías que no lo hago.

Se sentía un poco desesperado con su boca tan cerca, el calor en


su polla con cada palabra que dijo. Se agarró los pantalones y
tiró de ellos tratando de no ver la miseria en sus ojos o sentir el
dolor muy real en su polla. Ardía como el infierno. − Vístete,
malen'koye plamya, para que podamos hablar tranquilos.

Ella alzó la barbilla hacia él y con el elegante movimiento de


una mujer leopardo estaba al otro lado del coche, poniéndose
la ropa en silencio, vistiéndose con eficacia segura. Había
desafío en su mentón y sintió ese desafío en cada célula de su
cuerpo. Chasqueó los dientes juntos, manteniendo su mirada
completamente enfocada en ella. Ella se sentó en su asiento y
se abrocho su cinturón de seguridad.

− Empieza a hablar.

− No tengo la menor idea de lo que quieres hablar, a menos que


quieras explicar tu repentina falta de interés en mí
sexualmente.

− No vas a cambiar esto, Flambé, sabes exactamente qué estoy


hablando. Tarde o temprano estaremos completamente solos y
te quedarás sin excusas. Tendrás que tener la conversación
quieras o no.

Ella le envió otra mirada frustrada y muy desafiante, lo que


hizo que él quisiera agarrarla por la nuca y hacer que terminara
el trabajo que acababa de empezar cuando había tratado de ser
un caballero. El único problema era que él estaba seguro de que
eso era lo que ella quería y que él estaría jugando directamente
en sus manos. No estaba dispuesto a que ella lo distrajera.
8
FLAMBÉ trabajó durante una hora, sus manos enguantadas
acumulando tierra alrededor de las frágiles raíces de las
plantas de encaje que insertó a lo largo del riachuelo que Caín
insistió en que incorporara a su jardín del paraíso. Ella tuvo que
admitir, ahora que las plantas habían comenzado a madurar,
que el jardín realmente era bastante hermoso. El invernadero
estaba inteligentemente disfrazado como una enorme barra
para que los clientes de Caín se sentasen tranquilamente en las
mesas y disfrutaran de los diversos espectáculos que se
llevaban a cabo mientras tomaban sus bebidas o simplemente
se saludaban entre sí. Las mesas eran lo suficientemente altas
para ver por encima de algunas de las plantas y lo
suficientemente bajas para acomodar a las parejas que se
excitaban con lo que estaban viendo.

Flambé había plantado en etapas, permitiendo que la primera


de las plantas echara raíces antes de agregar el siguiente. Sabía
que Caín quería ver si le gustaba lo que ella había hecho. Ella
sabía que lo haría. Ella había tenido cuidado de incorporar los
diversos equipos sexuales en el jardín, aunque, al principio,
pensó que era una idea horrible. Ahora que entendía sobre su
club y los clientes, ella sabía que tenía razón. Tuvo cuidado de
usar cada pieza con moderación y solo si encajaba con su tema.
Había agrupaciones de mesas y sillas, las mesas a diferentes
alturas, y las sillas eran sillas BDSM para que pudieran
disfrutar el uno del otro mientras se relajaban en el jardín. Un
pequeño camino conducía a un sofá bondage de etiqueta negra
cerca de la ventana, donde los ocupantes podían ver los
diversos espectáculos que tomaban lugar, pero también
podrían aprovechar las diversas posiciones que podrían
disfrutar mientras miraban. Ella tuvo cuidado de mantener sus
preciosas plantas fuera del peligro para que cualquier pareja
entusiasta no pudiera dañar a una exótica.

Había un banco de azotes que se usaba como otomana y una


jaula baja como mesa auxiliar, ambas agrupadas en una zona
de descanso con varias sillas cómodas. El área del jardín corría
por el centro del edificio y a Caín le gustó tanto que ya estaba
construyendo una adición, ampliándola. A sus clientes les
encantó. El bar en la parte delantera del edificio tenía pantallas
donde podían ver las distintas habitaciones, pero las pantallas
no proporcionaban la intimidad de la forma en que lo hizo el
jardín.

Para ser honesta, Flambé estaba realmente muy orgullosa del


diseño. Ella había trabajado duro para darle vida. Al principio
no había sido fácil trabajar con Caín. Su idea de que el Jardín
del Edén chocara con el Jardín del Pecado había sido un poco
extrema para ella. Tuvo que imaginar el concepto como otro
trabajo de paisajismo, con intrigantes acertijos que tendrían que
ser resueltos. A ella le gustaban los rompecabezas. Le gustaba
encontrar formas de hacer que los espacios realmente
desnudos fueran hermosos. A veces el desorden tenía que estar
vacío. Podría ser así de simple. Ella necesitaba pasar tiempo en
el espacio y entenderlo.

Necesitaba un enrejado de algún tipo para las exóticas que él


quería que crecieran y cayeran. Caín quería incorporar un
equipo llamado la Cruz de San Andrés. Era demasiado grande
y voluminosa. Ella no pudo encontrar un lugar para él en su
espacio, aunque le dijo que en la sección más nueva lo
intentaría. Luego se le ocurrió algo diferente. Este era un
diseño más elegante, más en forma de reloj de arena y una con
la que pensó que podría trabajar si la anclaba correctamente. Se
llamaba Cruz Triángulo BDSM. A ella no le importaba cómo se
llamaba siempre que no se moviera. Los hombres de Caín la
habían instalado un par de semanas antes, con la esperanza de
que llegaran las plantas.

Flambé aún no había decidido cuál era la mejor forma de


utilizar la cruz. Estaba situada en un rincón donde las plantas
más caras no serían pisoteadas por accidente. Trabajó
alrededor del espacio, deteniéndose ocasionalmente para
estudiarlo. Un árbol en flor estaba cerca, pero si se convertía en
un problema, ella lo podaría o le enseñaría a Caín cómo
hacerlo.

Por lo general, podía imaginarse exactamente cómo quería las


flores y enredaderas para cubrir la madera existente para
lucirlas a la altura de su belleza, pero por alguna razón, cada
vez que miraba la cruz, pensaba en Sevastyan y su cuerpo
reaccionaba. El estaba muy molesto con ella cuando la dejó.
Había dejado dos guardaespaldas, uno en la puerta principal y
otro en la parte de atrás, básicamente amenazándolos a una
pulgada de sus vidas si le pasaba algo.

Habían vuelto a la casa y ambos se habían duchado, comido y


ella le había informado que las plantas tenían que ir al suelo
inmediatamente o estarían perdidas. Eran así de sensibles. Ella
estaba bien yendo al club sola o con guardaespaldas. Había
dicho poco, pero claro, no tenía por qué hacerlo. Aquellos ojos
enfocados de él le habían enviado un escalofrío por la espalda.
Ella estaba jugando con fuego. Con el diablo.

Ella solo necesitaba tiempo para pensar. Ella no era alguien que
solía hacer decisiones rápidas. Probablemente pensó que ella lo
era porque había aceptado su reclamo sobre su leopardo. No
podía culparlo por su valoración de ella. Ella maldijo el hecho
de que necesitara tanto sexo. Ella no quería explicar por qué, y
estar cerca de Sevastyan había convertido esa terrible
necesidad cruda en un ansia que era tan fuerte que rayaba en
la obsesión de él. Ella no podía pensar con claridad cuando
estaba cerca.

La peor parte era que había pensado que el sexo la satisfacía y


podía alejarse, como lo hizo tan fácilmente de todas esas otras
mujeres, tan claramente cómo podría de ella. Descubrió que,
con él, no estaba construida de esa manera. Alguna cosa sobre
él llegó a ella y no solo de una manera sexual. Llegó a ella más
profundamente. Ahí era donde se iba a meter en problemas.
Ella tenía que averiguar muy rápido lo que iba a hacer. ¿Cuál
era la verdad sobre Sevastyan Amurov realmente?
Normalmente, era buena para leer a la gente. Esa era una parte
importante de sus regalos. Podía evaluar a una persona en el
momento en que la veía, hablaba con ella o simplemente los
miraba o escuchaba por unos momentos. Ella podía leer sus
personajes, pero incluso después de pasar tiempo con
Sevastyan y estar en su cabeza, todavía era un enigma para
ella. Eso fue aterrador frente a todos los rumores sobre su
familia y sus confesiones sobre ellos. Aun más, después de las
cosas que había oído en casa de su primo...

No hubo un solo sonido. Ninguno, pero Flambé sabía que


estaba allí. Su cuerpo reaccionó primero, la piel de gallina se
elevó por toda su piel. Sus pezones se endurecieron. Su sexo se
apretó. Ella simplemente lo sabía.

Miró hacia arriba cuando Sevastyan entró en el jardín largo,


ancho y acristalado del Paraíso. El aliento se le quedó atascado
en la garganta. Llevaba solo sus suaves pantalones con cordón,
su pecho desnudo, y había varios paquetes de cuerdas en sus
manos. Parecía remoto. Despiadado. Tan completamente el
hombre que ella primero había visto en el club que le había
robado su capacidad para pensar o dormir por semanas
enteras. Ella se sentó sobre sus talones, parpadeando hacia él
mientras atenuaba las luces del jardín aún más bajas de lo que
ya las tenía.

− Vamos. Prepárate para una sesión muy larga. De prisa. No


quiero esperar mucho. Cuando regrese, vuelve a este lugar
exacto. Hidratate, Flambée. − Señaló la botella de agua que
había traído con ella y puso la mesa cerca de la puerta, pero aún
no la había tocado.

Con el corazón latiendo rápido, Flambé se levantó y caminó


hacia el baño más cercano, se metió dentro y se ocupó de los
asuntos, lavándose las manos a fondo y mirándose en el
espejo. Ella parecía aterrorizada y emocionada más allá de la
creencia. Él le hizo eso a ella. Una parte de ella tenía tanto
miedo de que él se fuera que ella se apresuró a salir, cogiendo
la botella de agua y bebiendo de ella mientras regresó a donde
había estado trabajando.

Él señaló el suelo y ella se arrodilló entre las enredaderas en el


lugar exacto donde había estado plantando flores nuevas.

−Desnúdate. Todo. Dobla tu ropa con cuidado y colócala en el


banco, pero hazlo desde ahí. No te levantes.

Esa voz. Emitió la orden en un tono bajo y convincente,


terciopelo sobre acero. El tono pareció rozar sus terminaciones
nerviosas, enviando chispas encendiendo fuego en sus venas,
su sexo, su núcleo más profundo. Ella no pensó en objetar. Ella
no quiso. Ella necesitaba darle todo lo que él exigía o podría
desear. Ella lo había necesitado desde el momento en que ella
había abierto los ojos por primera vez esa mañana. A ella no le
importaba que todavía estuviera insegura de si quería tener
una relación con él, quería tener sexo con él, así. Así.

Se desabotonó la blusa con dedos temblorosos y la dobló justo


como él ordenó, colocándola en el banco, que estaba apenas a
su alcance. Su sujetador le siguió, permitiendo que sus
generosos pechos se derramaran al aire libre. En seguida sus
pezones se tensaron a pesar del calor dentro del jardín
acristalado. Ella lo miró por debajo de sus pestañas, sintiéndose
muy femenina, pero él parecía distante, como si no notara su
cuerpo en absoluto. Por alguna extraña razón, eso envió calor
líquido humedeciendo sus bragas. Ella rápidamente trabajó en
sacarse los jeans y la tanga sobre sus caderas y sus piernas para
deslizarlos a lo largo con sus sandalias.

Una vez que tuvo su ropa y zapatos en el banco, él indicó el


suelo con las cuerdas. − Vuelva a ponerse de rodillas y venga al
centro justo debajo de este árbol, cerca de la cruz.

Su corazón se volvió loco mientras gateaba, usando los


movimientos fluidos y sexys de la elegante forma de su
leopardo, las caderas ondulando tentadoramente, los pechos
balanceándose, cuando ella puso cada mano y rodilla con
cuidado hacia abajo hasta que llegó al centro exacto bajo el
árbol floreciente. Ella no lo miró. Ella miró al frente hacia los
espesos arbustos en flor que había plantado en todas
direcciones, las hojas de encaje trepando por los enrejados que
había provisto inteligentemente para que cualquiera que
estuviera sentado en las mesas pudiera ver a través del vidrio
en las salas de observación.

Flambé no pudo oírlo. Ni un susurro de sonido. Incluso su ropa


no se atrevió a deslizarse contra una rama u hoja. Sus dedos
tocaron su glúteo izquierdo, casi haciéndola saltar. Un susurro
de un toque, pero se sintió como una marca contra su piel,
abrasándola directamente hasta los huesos. Ella hizo lo mejor
que pudo para no moverse, pero tembló de anticipación. Las
yemas de sus dedos se arrastraron por su columna vertebral,
sintiéndose como lenguas de fuego lamiendo a lo largo de su
espalda.

Sus piernas aparecieron a la vista. Sus muslos. Parecía tan


grande que se elevaba sobre ella. Invencible. Se llevó la lengua
a los labios. Él podría hacerla enloquecer por él muy rápido, era
una locura. Ahora solo tenía un paquete de cuerda en sus
manos. ¿De dónde había sacado la cuerda? ¿Los había traído
con él? Sabía que tenía un armario de almacenamiento en el
club. Tenía una membresía allí. De hecho, Caín lo consideraba
un VIP. Solo la idea de que otros miembros del club pudieran
vislumbrarlo o a su trabajo atraía a muchos miembros noche
tras noche. Caín le había dicho eso.

Para ella era impactante que lo tuviera solo para ella. Separó
allí en silencio, mirándola mientras su cuerpo se enroscaba más
y más apretado, el calor reuniéndose junto con la necesidad de
sentir las cuerdas envolviéndola en su abrazo. Las cuerdas eran
una parte muy importante de él. Solo manteniéndola así, al
borde de la anticipación, hizo que ese lugar dentro de ella fuera
aún más abierto a él.

La cuerda era de un rojo brillante. Carmesí. Se deslizó entre sus


manos, una parte de él. Sabía que él estaba buscando astillas al
pasarla por sus dedos. Se movió hacia la cruz anclada en la
esquina y su corazón tartamudeó y luego se aceleró mientras
probaba su solidez, empujándola con la fuerza de un leopardo.
Apenas se movió.

Él le indicó que se pusiera de pie. Pero no la ayudó. El solo


espero que se levantase y luego caminó alrededor de ella, esta
vez sus dedos se arrastraron sobre su pulso, un susurro de un
toque, la mano comprobando qué tan fría o cálida estaba la
piel. Deslizó la cuerda sobre sus hombros y comenzó a
construir un arnés de la manera rápida y segura que tenía, está
bastante diferente a la que él había usado antes. Los nudos eran
gruesos, duros, el arnés más como un yugo, viniendo debajo de
sus pechos y entre ellos, los nudos bajando para formar un
diamante alrededor de su ombligo y luego envolverse
alrededor de su cintura, gruesas hebras venían de varios
ángulos del diamante hacia el soporte. Él cogió sus brazos
detrás de ella y tiró de ellos con fuerza, atándolos en el tejido
de nudos subiendo por su espalda y en el yugo. Añadió cuerda
posicionada directamente sobre sus pezones, tirando lo
suficientemente fuerte como para sentir el ardor si se movía.

Ató más cuerda al diamante y rápidamente añadió gruesos


nudos en la parte delantera de ella hasta la entrepierna y la
espalda entre las mejillas como si fuera una tanga, pero los
nudos eran muy grandes, frotando contra los labios de su
vagina y la capucha de su clítoris, extendiendo sus mejillas con
cualquier movimiento. Ella se quedó muy quieta, sus
pulmones se llenaron de su olor. Su mente se llenó de la
necesidad de él.
Caminó alrededor de ella, inspeccionando cuidadosamente sus
amarras, controlando su pulso mientras lo hacía.
Asegurándose de que su piel estuviera caliente y su circulación
no hubiese sido cortada. Más cuerda enrollada muy alto
alrededor de su muslo y luego alrededor de su tobillo. La
colocó muy cerca de la cruz. El pequeño movimiento envió las
cuerdas deslizándose sobre su cuerpo y envió cada terminación
nerviosa gritando de necesidad.

Su mirada salvaje saltó a la cruz para ver que sus cuerdas ya


habían sido enroscadas a través de varios anillos en la parte
superior de las dos vigas de madera. Él tiró de ella fácilmente
en el aire, un lento ascenso, su peso distribuido
uniformemente. Sin embargo, fue impactante y aterrador
cuando ya no estaba en el suelo.

Levantó con fuerza la pierna atada en el tobillo y el muslo para


que su rodilla quedara levantada y hacia fuera. Él aseguró su
rodilla a su cintura, exponiendo su húmeda entrepierna para
él. Su sexo palpitó. Su corazón latía a través de su vaina
mientras le ató la otra pierna y colocó su rodilla en posición.

De nuevo, tuvo cuidado, comprobó su pulso, tocó su cuerpo


para asegurarse de que su circulación no se cortó. Se paró
frente a ella, mirándola en silencio por lo que pareció una
eternidad antes de que recuperara una pequeña cámara desde
algún lugar detrás de ella. Caminó alrededor de ella tomando
varias fotografías.
− Espero que estés listo para hablar conmigo, Flambé. − Su tono
era casual. Bajo terciopelo sobre acero. − Te ves realmente
hermosa y tan parte de este jardín. Creo que te superaste a ti
misma. Estoy un poco celoso. Quizás tengas que hacernos algo
parecido, aunque para nosotros me gustaría que pensaras en
puntos de suspensión en todo nuestro jardín ya que es algo que
me gusta atar y te gusta estar dentro.

Se acercó mucho a su vientre y tomó un primer plano de los


nudos y luego retrocedió para obtener un primer plano de su
rostro. − Tienes una mirada de casi éxtasis en tu cara. − Se
acercó de la misma manera casual que lo había hecho y movió
suavemente la cuerda controlando los nudos.

Su aliento siseó; ella no pudo evitarlo. El roce de sus pezones


les prendio fuego. Los nudos entre sus pechos que conducían a
su sexo y volvían a subir entre sus mejillas se movían y
retorcían de tal manera que ella quería montar los nudos para
ver si podía aliviar la terrible tensión que se enrollaba y
quemaba dentro de ella, pero sabía que era imposible. El alivio
estaba fuera de su alcance y cualquier movimiento solo
empeoraría su necesidad.

− Estuvimos bien anoche, pero luego de estar donde Mitya todo


cambio. − Caminó a su lado y tomó más fotografías de los
nudos. De sus pechos. Regresó al frente y se acercó para
capturar la forma en que el nudo estaba colocado justo sobre la
capucha de su clítoris. – Dime qué cambió.
Su voz era exactamente la misma, como si ella fuera un objeto
de arte y estuvieran teniendo una conversación casual. Ella
estaba desesperada por sexo, su cuerpo ruborizado y tan
excitado que su cerebro apenas podía funcionar. Él siguió sus
dedos sobre su muslo, adentro, cerca de su sexo, solo acariciado
por un momento, pero ese pequeño toque casi la llevó al
orgasmo.

− Tenemos toda la noche, Flambé. Te ves muy hermosa. Si


quieres ser terca y no contarme, eso no será un problema.
Puedo bajar la suspensión a la altura perfecta para que tu
cuerpo descanse mientras cuidas de mí. Eso me dará un respiro
y comenzaremos de nuevo. Te levantaré y retrocederé y luego
veremos cuánto tiempo quieres aguantar antes de hablar
conmigo.

Ella instantáneamente quiso aguantar solo por eso. Ella trató


desesperadamente de no mirarlo, no mirarlo a los ojos porque
él lo vería, pero ella no pudo evitar que sus pestañas se
levantaran. Naturalmente, sus ojos brillaban directamente en
los de ella. Centrado. Hipnótico. Con conocimiento. Ya estaba
bajando su cuerpo al piso. Lentamente, ni una parte de ella se
sacudió cuando su trasero tocó el suelo más que la locura del
hambre sexual que la atravesaba como una tormenta de fuego.

El nudo colocado directamente sobre su pequeña estrella


estaba empapado con líquido caliente y en el momento en que
su peso se asentó, empujó profundamente, directamente hacia
el manojo de terminaciones nerviosas sensibles, agregando
desesperación a las llamas que el nudo sobre su clítoris y los
dos empujando en su entrada causaron.

Deslizó el cordón de su pantalón para abrirlo y sacó su polla,


una mano rodeando la base del eje mientras la otra apretaba su
cabello, inclinando su cabeza hacia atrás. Frotó la amplia
corona de un lado a otro sobre su boca, untando su sabor
adictivo a lo largo de sus labios antes de soltar de repente su
pelo para presionar sus dedos en su mandíbula, abriendo su
boca ampliamente. Él empujó su polla profundamente,
estirando sus labios, todo en un movimiento rápido.

− Mírame. Mantén tus ojos en mí. Quiero verte así. Chupando


duro. Eso es, cariño. Más fuerte. Trágame.

Se sintió pesado y delicioso en su lengua. Él tomó su boca. Él


era grande, un monstruo, pero ella lo deseaba. Ella quería hacer
exactamente lo que él le pedía. Todo lo que pidió, pero ella no
estaba segura de poder hacerlo. Ella se concentró en su polla,
usando su lengua, su boca, escuchando sus instrucciones
mientras empujaba dentro de ella. Sabía que era amable con
ella. Sevastyan no era un amante amable. Él nunca lo sería y eso
era más de la mitad de su atractivo para ella. Pero esta podría
ser una situación aterradora y se cuidó más de lo habitual,
aunque empujó profundo, su polla latiendo, una seducción
oscura, erótica y poderosa que envió su propio cuerpo en un
frenesí de necesidad.

Se encontró chupando aún más fuerte tal como él exigía,


inclinando su cabeza hacia atrás para darle un mejor ángulo. Su
polla se hinchó aún más, se sacudió, se sintió tan caliente que
era una marca ardiente cuando las cuerdas de su semilla
cayeron por su garganta. Le mantuvo allí, con una mano en la
parte posterior de su cabeza.

− Eso es, cariño. Todo ello. − Él se echó hacia atrás lo suficiente


para que ella pudiera respirar. − Límpiame. Todo de mí. Cada
gota. Cada centímetro de mí.

No estaba segura de que estuviera respirando con


dificultad. Parecía tan distante como siempre. ¿Por qué le
pareció tan caliente? ¿Por qué su cuerpo respondía tanto a
eso? Ella se tomó su tiempo, su lengua encontrando hasta el
último punto pegajoso en él. Se alejó de ella, casualmente se
volvió a atar los pantalones y recuperó su botella de agua. Él se
ocupó de llevarla a su boca para que pudiera beber y luego le
revisó los brazos.

− ¿Tu circulación está bien?

− Si.

− Bien. − Desenvolvió la cuerda que cubría sus pezones.

Flambé no estaba feliz por eso, pero no protestó. Ella mantuvo


las pestañas hacia abajo, desesperada por evitar retorcerse en
los nudos. Tres de ellos estaban en su cuerpo ahora, o al menos
así lo sentía. Sevastyan empezó a tirar de ella en una posición
suspendida. Se detuvo cuando sus pechos sobresalieron hacia
él. Se inclinó hacia adelante y llevó al izquierdo al calor de su
boca y todo su cuerpo se sacudió. Las llamas subieron por su
columna vertebral. El chupó duro su pezón, alargándolo
mientras metía la mano en su bolsillo y sacaba una pequeña
caja.

− Te verás particularmente hermosa con estos rubíes y con esta


corbata decorativa. − Se inclinó y comenzó a colocar algo que le
mordió el pezón. − Esta es una pinza de cocodrilo con punta de
goma. Ruby, por supuesto, y cargada con rubíes. Querrás estar
quieta para que no se balanceen mientras hablas y yo tomo tu
fotografía.

Apretó más la abrazadera, mirándola a la cara todo el


tiempo. Cuando ella respiró hondo y su mirada saltó a la de él,
su dedo se deslizó hacia su entrada resbaladiza y presiono
profundamente. − Te gusta esto, ¿no es así, bebé?

Ella tragó y asintió. Ella lo hacía. Le daba miedo, pero sentía


que estaba flotando cerca de la euforia. Ella no podía decir por
qué, solo que estaba muy cerca.

Cambió su atención al otro seno e imitó la misma acción.


Cuando estuvo satisfecho, la levantó unos centímetros más en
el aire. Una vez más, examinó su pulso y comprobó que su piel
estaba caliente.

Para su consternación, él levantó el nudo en su clítoris sin hacer


nada y comenzó a frotar de ida y vuelta con el dedo y luego el
nudo, alternando entre ellos. − ¿Qué pasó en la casa de Mitya,
Flambé? − Su pulgar se enganchó en la cuerda y jugó por un
momento, enviando rayos de fuego hacia su sexo y su trasero
simultáneamente mientras sus dedos y el nudo ardían sobre su
clítoris inflamado hasta que quiso gritar.

Ella se sacudió y los rubíes que colgaban de las abrazaderas de


los pezones bailaron como poseídos, enviando llamas rugiendo
a través de sus venas directamente hacia su vaina.

− Escuché a algunos hombres hablar de mí. Sobre una


conversación que tuviste con tu primo. − Apenas podía
encontrar su voz. Su mente estaba sumida en el caos. Era difícil
pensar con claridad, pero estaba tan desesperada por tenerlo
que pensó que podría volverse loca.

Sevastyan dio un paso atrás. − Abre los ojos, cariño, y


mírame. Estás volando demasiado alto para hablar y no nos
detendremos hasta que tengamos esta conversación.

Su voz era dominante. No había forma de desobedecerlo y ella


necesitaba el sonido como un ancla. Flambé forzó aire en sus
pulmones y abrió sus ojos, manteniendo su cuerpo muy
quieto. Estaba a un pie de ella, quizás menos, chupándose un
dedo, su cámara acunada en sus manos. Él se veía tan poco
afectado por todo, tan sexy que quería aguantar incluso más
tiempo, pero sabía que no podía.

− ¿A quién escuchaste hablar?

− No lo sé. Estaban en la habitación contigua, pero la puerta


estaba abierta. Yo estaba esperando por ti. Ania había subido a
buscar sus cosas. Ella dijo que siguiera y esperara en la sala de
estar y tomé un giro equivocado. Escuché voces e iba a
preguntar dónde me equivoqué, pero escuché mi nombre, así
que me detuve y escuché.

Tenía la voz entrecortada. Los pulmones trabajaban. Ella trató


de no escuchar el sollozo en su voz. La traición. Pero estaba allí
y si ella podía oírlo, él también. Su expresión no cambió.

− Sigue, malen'koye plamya. Necesito saber todo lo que se dijo.

Odiaba esto. Odiaba decírselo. Ella ya se sentía tan vulnerable.


No porque estuviera envuelta desnuda en las cuerdas, las
cuerdas la consolaban. Ella no tenía idea de por qué lo
hacían. Había muchas posibilidades de que Sevastyan supiera
que estar en las cuerdas la consolaba. Se sentía vulnerable
porque ya quería ser suya. Ella sentía demasiado por él. Había
pasado demasiadas semanas mientras fantaseaba con él y
ahora que habían estado juntos, ella quería pertenecerle. No se
trataba solo de sexo. Las cosas que dijeron la habían aplastado.

− Dijeron que le dijiste a Mitya que necesitabas una sumisa,


cualquier sumisa sería suficiente y que solo tenías que
encontrar una mujer en su primer ciclo de vida.

Él mantuvo la mirada fija en su rostro, pero era imposible saber


por su máscara inexpresiva lo que estaba pensando. Flamme
había elegido Shturm porque podía protegerlas. El pequeño
leopardo hembra estaba en su primer ciclo de vida y había
tenido tanto miedo de Franco Matherson que estaba
desesperada por encontrar un leopardo macho que lo
detuviera. Flambé había fantaseado con Sevastyan durante
meses. Cuando los dos se juntaron, Flamme se levantó, para
hacerse cargo, eligiendo a su pareja porque tenía sentido para
ella.

− Dijeron que Mitya señaló que habías encontrado exactamente


lo que estabas buscando en mí, una mujer que a la que le
pudieras hacer lo que quisieras porque estaba tan caliente por
tener sexo contigo que haría cualquier cosa por ti. Que yo era
el tipo de mujer adecuada porque todo lo que quería era que
me follaran como tú quisieras. Que yo era un juguete para ti y
te dejaría manipularme, y tienen razón, ¿no es así? ¿No es así,
Sevastyan?

Ella luchó por no llorar. Ella no le iba a dar esa satisfacción. Ella
era más dura que eso. Tenían tanta razón sobre ella. Ella estaba
colgando en sus cuerdas, desesperada porque se la follase. Casi
rogándole que lo hiciera. Humillándose contándole lo que esos
hombres habían dicho, lo que todos pensaban de ella en la casa
de su primo.

− Quiero saber todo lo que dijeron, Flambé, y luego abordarlo


punto por punto. Puedo ver que escuchar esta conversación
realmente te lastimó y desearía que hubieras venido a verme
de inmediato, aunque puedo entender por qué no lo hiciste. Por
favor continua.
Ella estaba agradecida de que él no mostrara ninguna emoción.
Su expresión no cambió. Su voz no cambió y eso le dio el valor
para seguir adelante.

− Dijeron que te importaban un comino las mujeres. Sobre


cualquier otra persona que no fueran tus primos y tal vez sus
esposas, pero que ellos lo dudaban. Que, en sus familias, la
mayoría de las mujeres mueren después de proporcionar a sus
maridos hijos.

Su expresión permaneció igual, esa máscara estaba en su


lugar. Él no se inmuto ni pareció como si alguien estuviera
diciendo una locura.

− Dijeron que mataste a los hombres que nos miraban en tu


casa. Que tú fuiste, los cazaste y los mataste, al igual que tuviste
que haber matado a los que nos seguían cuando íbamos de
camino a ver a Brent Shriver.

− ¿Eso es? ¿Eso es todo?

− Solo que le dijiste a Mitya que era difícil encontrar una


verdadera sumisa, especialmente una que tu leopardo no
quisiera despedazar, y yo era una verdadera sumisa y que
Shturm estaba enamorado de Flamme.

El asintió. − Primero, Mitya y yo tuvimos una discusión hace


algún tiempo, antes de conocerte, que no podía esperar
encontrar una mujer que se adaptar a mis necesidades
particulares. Mi primo es considerado bastante aterrador y
muy sexualmente exigente. Soy mucho más aterrador y más
exigente. Ambos sabemos esto y estaba preocupado por mí.
Fue una pena que tuviéramos la discusión al alcance del oído
de hombres en quienes confiamos.

Cogió la botella de agua de nuevo y se la acercó a los labios. −


Bebe. ¿Necesitas salir de las cuerdas? ¿O quieres continuar la
discusión en ellas?

Quería permanecer atada. Ella se sentía más segura.


Consolada. − Estoy bien.

− Sabe que Shturm es un asesino y que para mí es peligroso ir


al club, pero era mi única salida. Tuve cuidado, pero esa
solución no iba a durar para siempre. En cuanto a manipularte,
supongo que puedo y lo haré sexualmente, como esta noche,
pero podrías haber dicho que no en cualquier momento.
Aquellos hombres te están vendiendo barata. Cuando se trata
de nuestra relación sexual, ambos, afortunadamente,
disfrutamos de lo mismo. Fuera de eso, vamos a tener que
arreglar las cosas. La manipulación no va a funcionar contigo
en nuestra vida día a día.

Flambé sabía que eso era cierto. No podía manipularla fuera


del dormitorio.

− En cuanto a hacer lo que quiera con alguien como tú, te


encantan las cuerdas de la forma en que lo hago, así que sí,
puedo hacer lo que quiera y no tengo que preocuparme de que
encuentres repulsivas las cosas que quiero o necesito. Tu hiciste
eso muy claro para mí, aunque quien estaba chismorreando no
tiene idea de lo que estaban hablando porque estaban
inventando una mierda. En cuanto a ser mi juguete no eres el
juguete de nadie. Eres mi mujer y somos socios sexualmente.
Tienes derecho a decir lo que quieres o no quieres y lo
respetaré.

Él se acercó a ella y ahuecó su rostro suavemente entre sus


manos. − ¿Que a mí me importan un comino la mayoría de las
mujeres? No. Amo a las esposas de mis primos. Ya me estoy
enamorando de ti y sabes que no va a costar mucho
mantenerme en ese camino hasta el final. ¿Creo que eso es
bueno? No. Como dije, soy mucho más aterrador que Mitya, y
tengo cosas dentro de mí que a veces escapan. No siempre son
buenas. Eres capaz de desatar esas cosas.

Se alejó de ella de nuevo y regresó al lugar donde había puesto


el agua y la cámara. Se movió alrededor de ella, tomando
varios primeros planos de las pinzas de rubí. − Tu vida
conmigo no va a ser fácil, Flambé, y no voy a fingir que lo será,
aunque siempre intentaré darte todo lo que quieras cuando
pueda. Te cuidaré con todo en mí. Tendrás eso. Así que esa
mierda de no preocuparme por ti es solo eso: mierda. Sé que tú
y tu leopardo pueden oír la verdad.

Ella pudo. El alivio fue tan tremendo que quiso llorar. Al


mismo tiempo, ella había estado rodeada de tantos
cambiaformas masculinos que eran tan buenos engañando a
sus compañeras que una parte de ella, esa parte herida,
archivaba las cosas que los hombres decían en su cabeza.
− Te hablé de la guarida de la que venimos. Las mujeres fueron
asesinadas después de que dieron a luz a sus hijos. Mi propia
madre fue asesinada. La mayoría de las veces, se esperaba que
los hijos participaran. Lo rechacé. Mitya se negó. Gorya,
Fyodor y Timur se negaron. Nos vimos obligados a irnos y
todos tenemos un precio en nuestras cabezas. Nuevamente,
compartí esto contigo. Quizás no los detalles porque no quiero
que tengas pesadillas, pero salimos.

De repente volvió a mirarla directamente. − En cuanto a cazar


a los hombres que Matherson tenía en mi propiedad, hombres
que estaba usando para tratar de secuestrarte, maldita sea, los
cacé y los maté. Le envié un mensaje fuerte y claro de que no te
iba a hacer daño de ninguna manera. Él fue tras de ti de nuevo
y le envié el mismo mensaje. Mitya agregó un signo de
exclamación uniéndose a mí. No creo que entendiera con quien
exactamente se estaba metiendo primero.

Tomó varias fotografías más, bajó la cámara y luego la bajó


hasta que sus pechos estuvieron al nivel de su boca. − Tienes
que saber que estoy cansando. − Muy rápidamente desenroscó
la abrazadera de su pecho derecho y cuando cayó en su mano
y la sangre se precipitó dolorosamente hacia atrás, su boca
cubrió su pezón con un calor relajante. Hizo lo mismo con el
izquierdo. Todo, mientras tiraba y tocaba la cuerda como el
artista que era para que cantara a lo largo de sus terminaciones
nerviosas, dándoles vida vívida.
− Sevastyan. − Su nombre salió como una súplica. Casi un
sollozo.

Rápidamente apartó los nudos a un lado mientras se bajaba los


pantalones y, clavando sus manos en sus caderas, golpeó su
polla en su inflamada, y resbaladiza vaina. El empuje agresivo
empujó su trasero contra la cruz de modo que el nudo grueso
quedo enredado profundamente en el haz de terminaciones
nerviosas sensibles. Ella lloró mientras las llamas parecían
lamer su cuerpo desde adentro hacia afuera.

Él se movió en ella una y otra vez, sin descanso, alimentando el


fuego hasta que la envolvió, corriendo sobre ella con tanta
fuerza que no había una sola célula en su cuerpo que no se
sintiera comprometida, que no sintiera las contracciones de
alguna manera poderosa.

Él continuó entrando en ella con más fuerza y más profundo,


meciendo su cuerpo, cuando las tablas sólidas detrás de ella se
negaron a permitir que se rindieran. La posición en la que la
tenía atada la tenía abierta de par en par para él, permitiéndole
completamente penetrar en ella, inclinando su cuerpo para
mantener su polla en la posición perfecta para causar la mayor
fricción sobre su clítoris inflamado, sobre su punto más
sensible donde su vaina lo sujetaba con tanta fuerza que lo
agarró y ordeñó ávidamente. Luego ella lo sintió estallar como
fuego puro, cubriendo las paredes de su vaina con semilla
fundida, cuerda tras cuerda provocando golpes más violentos
hasta que quedó colgando de las cuerdas, incapaz de mantener
la cabeza erguida. Incapaz de pensar o respirar correctamente.
Los brazos de Sevastyan la rodearon y la bajó hasta su regazo
mientras la llevaba al suelo, aflojando las cuerdas para permitir
que sus piernas se enderezaran, frotando el flujo de sangre
hacia ellas mientras lo hacía. El rápidamente desanudo la
cadena de grandes nudos del diamante que salía de su frente a
su espalda, liberando esa tanga, y luego la atadura en sus
brazos. Pasó mucho tiempo masajeando sus brazos mientras
ella se sentaba en su regazo.

− Te tengo cariño, − murmuró suavemente. − Solo descansa. No


estás herida en ningún lado, ¿verdad? ¿En ningún lugar la
cuerda estaba demasiado tensa? − Corrió su mano
expertamente debajo del cabestro restante para comprobar que
las fijaciones no estaban escarbando en su piel.

Ella negó con la cabeza y le acarició el pecho con la cara. Ella


estaba agotada. Ella se encontraba en excelente condición física
y aunque parecía como si hubiera estado entre las cuerdas
durante mucho tiempo, en realidad no lo había estado. Incluso
la había bajado para darle un respiro. Ella sabía lo que había
estado haciendo.

− Bueno. Incluso si te encanta lo que hacemos, Flambé, tienes


que decirme si algo no va bien. Lo corregimos y continuamos.
No podemos tomar el riesgo de que te lastimes. − Deslizó más
cuerda de su cuerpo.
Curiosamente, cuanto más se desprendía de la cuerda, más se
sentía desnuda y vulnerable sin él. Ella se hundió más
profundamente en él. − Me gusta mucho estar en las cuerdas.

− Eso es algo bueno ya que me gusta atarte. Te ves hermosa en


la cuerda. Algunas personas no lo entienden, y está bien. No es
lo suyo. Necesitaba una salida para el artista en mí, así como
para ese lado más oscuro de mí. También fue algo que me
ayudó a mantenerme a distancia y protegió a las mujeres de mi
leopardo. − Rozó un beso contra su cuello mientras continuaba
masajeando sus brazos y hombros suavemente.

Abrió los ojos lo suficiente para mirarlo. − Eso fue tan increíble
y erótico. Un millón de veces mejor de lo que te vi hacer en esa
habitación.

Frotó su rostro contra la de ella. − No sería seguro llevarte a una


de esas habitaciones. Hay cámaras por todas partes. Me
aseguré antes de entrar aquí que Caín no tuviera ninguna
oculta. También le dejé claro lo qué le pasaría si alguna vez te
fotografiara. Él sabe que es mejor no enfadarme.

Ella frunció. − No entiendo. ¿Fotografiarme? ¿Qué significa


eso?

Él raspó sus dientes en su hombro desnudo y una fisión de


deseo se deslizó por su columna vertebral. − Crees que estás
sola cuando vienes aquí a plantar, Flambé. Caín ha intentado
engañarte más de una vez. Te deja sola en su oficina para que
miraras las pantallas para que pudieras ver lo que sucedía en
las habitaciones. Te preguntó si querías que te mostrara los
distintos aparatos para ver cómo funcionaban. Es un leopardo,
un dominante. Reconoce a un sumiso. Él compromete a los
clientes para proteger a sus otros clientes. Él nunca usa
imágenes a menos que tenga que hacerlo, pero es lo
suficientemente despiadado.

Ella parpadeó hacia él, tratando de entender. Ella no había


hecho nada con Caín. Ella había ido a su oficina esa vez, pero
él no había estado allí.

− Si hubieras bajado mientras estabas aquí mirando y él te


hubiera atrapado con la cámara, lo habría sostenido sobre tu
cabeza, − dijo francamente.

Los cambiaformas no eran particularmente tímidos sobre el


sexo y ella podría no haberlo sido como regla, pero ella tenía
un negocio muy próspero y lo necesitaba para ayudar a otros a
que sobrevivieran. Ella no estaba dispuesta a desperdiciar sus
vidas porque estaba ansiosa por tener sexo que no pensaba, por
eso estaba muy preocupada por la aparición de su leopardo
hembra.

− Debería haber pensado en eso. No es que me estuviera


bañando en el club.

− Bien, aunque la idea tiene sus méritos.

Ella se rio suavemente. − Debería haber sabido que dirías eso.


− Gracias por confiar en mí lo suficiente como para decirme la
verdad esta noche, Flambé. Ambos sabemos que no tenías que
hacerlo. Tenía miedo de que me dijeras que me fuera al infierno
y no estaba seguro de cómo conseguir que te sintieras lo
suficientemente segura como para decírmelo.

− Quería decirte, estaba tan herida y temía que fuera verdad. En


cierto sentido, debido a que parte de ello era verdad, era fácil
creer el resto. Eres tan extraordinario, y me siento tan ordinaria
que es bastante fácil de creer.

− Flambé. − Había advertencia en su voz.

− Nunca me habrías mirado si no fuera una sumisa y mi


leopardo no atrajera a Shturm.

Su risa hizo que los dedos de sus pies quisieran curvarse. −


Nunca me habrías mirado si no fuera un dominante, un
aparejador, y Shturm no atrajera a tu pequeña hembra.

La tenía totalmente allí.

− Me preocupa un poco que no aparezca, − dijo adicional.

Flambé respiró hondo. Ahora se estaban metiendo en aguas


fangosas. – Ella estaba muy molesta cuando esos hombres
dijeron todas esas cosas sobre mí, y sobre ella. − Ella frotó su
palma hacia arriba y hacia abajo por su muslo. El material
blando de sus pantalones se sentía sexy sobre el músculo de su
muslo. − Matherson realmente la asustó también.
Sevastyan se frotó la barbilla sobre su cabeza. − Ella
probablemente se sentirá más segura una vez que vea que todo
está bien en la casa. Puedes trabajar en los diseños y sacar a tu
equipo. Realmente me gustaría que comenzaras a diseñar un
jardín interior como este que podamos construir en la
casa. Tengo un lugar perfecto en mente para ello. Ya tengo las
vigas en su lugar para que sostenga el aparejo necesario para la
suspensión. Iba a usar los garajes para otra cosa y cambié de
opinión. Tengo lofts y sistemas de poleas en el lugar y los
techos altos están ahí. Tendríamos que convertir las paredes
exteriores al vidrio, pero eso es bastante fácil. Los dos garajes
se conectan y ambos son enormes. Podríamos empezar con
uno.

Flambé escuchó el entusiasmo en su voz, pero tenía que tener


mucho cuidado de no dejarse absorber por completo. El solo
hecho de que le hubiera dicho esas cosas a su primo acerca de
encontrar una sumisa, una en su primer ciclo de vida, era otro
golpe en su contra. No importaba cuánto amaba el sexo con él
o cuán compatibles fueran cuando se trataba de sexo.
Eventualmente, ella sabía cómo las cosas terminaban con los
cambiaformas.

Quería que el entusiasmo por el proyecto fuera tan real más


tarde como en ese mismo momento. Un jardín para ellos era un
proyecto que podían hacer juntos. Ella quería algo que fuera
suyo. Algo con lo que pudieran comenzar su vida futura. En un
mundo perfecto, él apoyaría su negocio y su necesidad de
continuar rescatando especies cambiantes a medida que su
número en el mundo disminuía. Ella haría todo lo posible para
entender lo que hacía y trataría de ser de apoyo.
Lamentablemente, había visto demasiado de la vida de los
cambiaformas. El mundo real no trabajaba de esa manera.

− Tengo el horario resuelto, Sevastyan. − Trató de suprimir un


bostezo. Todo lo que realmente quería hacer era dormir. − Mi
equipo estará trabajando en la propiedad en tres semanas. Eso
me dará tiempo suficiente para averiguarlo todo, los árboles,
las plantas y el trabajo de diseño, encargarlos, la tierra que
necesitaremos y... − Ella se calló, agitando la mano. − Yo me
ocuparé de los detalles.

− Haz eso. Yo me ocuparé de los demás detalles. − Se puso de


pie fácilmente, con ella todavía en sus brazos.

− ¿Cuáles serían esos?

− La licencia de matrimonio. Dónde. Cuando. Ese tipo de cosas.

Su corazón tartamudeó. Eso no podría suceder, no importaba


en qué tipo de cuento de hadas quisiera vivir.
9
SEVASTYAN miró por la ventana de la gran sala de billar de
su primo. Él había sabido desde el principio que llegaría el día
del juicio final. Nadie nunca se escapaba para siempre. Había
esperado un poco más de tiempo. Mitya ya había pasado por
tanto y él y Ania apenas habían comenzado sus vidas juntos.
Seguían bailando uno alrededor del otro, locamente
enamorados, pero no lo bastante sincronizados todavía.

Suspiró y miró hacia la puerta que conducía al pasillo. Flambé


estaba en una pequeña oficina probablemente encorvada sobre
su escritorio, dibujando varios bocetos para que sus clientes, y
él, los revisaran. Ella lo asombró con sus infinitas ideas. Fueron
brillantes. Ella estuvo brillante. No había tenido tiempo con
ella. Ninguno.

Sabían muy poco el uno del otro y no habían logrado establecer


mucho en el camino de la confianza. Esperaba que las cosas que
le había dicho, lo poco que él mismo le había dado, fuera
suficiente para ayudarlos a atravesar el infierno que estaba
viniendo.

Su relación no había progresado por mucho que hubiera


intentado hacerla avanzar. Había razones por las que no podía
casarse. Ella rara vez le decía algo personal sobre ella. Ella
respondía con entusiasmo al sexo donde y cuando lo iniciara,
pero rara vez quería ser tocada fuera de lo contrario. Ella no se
apartaba de él, pero nunca sostenía su mano o se acercaba a él,
tocando su cuerpo, especialmente si alguien más estaba
alrededor. A veces encontraba su relación frustrante porque no
la entendía, y su leopardo había estado tercamente en silencio,
lo que se sumaba a la frustración. Sevastyan sabía que no era el
mejor en las relaciones. No tenía idea de cómo ser un buen
compañero para una mujer, pero lo intentó.

Ahora, al parecer, se les había acabado el tiempo. Flambé tenía


coraje, pero ella no era una persona violenta. Él era
extremadamente violento. Ella podría pelear al lado de él si
fuera absolutamente necesario, y dudaba que ella dudara en
matar, pero ella no era el tipo de persona que se acercaba, le
ponía un arma a la cabeza a alguien y apretaría el gatillo.
Definitivamente ella no estaría bien con el tipo de cosas que
hacía en su trabajo. La premisa de su trabajo podría resultarle
atractiva, pero no el proceso real del día a día.

Él cerró los ojos y negó con la cabeza. Mitya sabía que ella no
era como las otras mujeres. Le había dicho a Sevastyan. Le
advirtió. Le sermoneó. Sevastyan no necesitaba las
advertencias ni las conferencias. Era demasiado tarde para
todos ellos... especialmente flambé. Tenía que encontrar la
forma de vivir con él. Juró que él mismo le haría las cosas lo
más fáciles posible, pero ahora, con este nuevo desarrollo, la
vida iba a ser un infierno para todos ellos.

No hubo forma de posponer lo inevitable y salió de la


habitación y fue por el pasillo hasta el estudio de su
primo. Mitya estaba en su escritorio leyendo el informe que
Drake Donovan le envió sobre los últimos crímenes y a quién
necesitaban golpear y cuando. Sevastyan no se molestó en
tocar. Él acabo de entrar y cerró la puerta, indicándole a Mitya
que no quería a nadie, ni siquiera que los hombres de más
confianza, escucharan la conversación.

Mitya levantó la vista alerta y apagó su tableta, dándole a


Sevastyan su completa atención.

− Rolan está en Estados Unidos. Entró por Miami. Sasha


Bogomolov envió un mensaje de que llegó bajo protección
diplomática. – Sasha Bogomolov era uno de sus aliados
cambiantes de Miami. − Rolan tiene sus hombres con él, su
equipo de seguridad. Se quedó una noche en un hotel y allí
había un avión privado esperándolo a él y a sus hombres. Voló
a Nueva Orleans. Me parece muy revelador que Nueva
Orleans parezca seguir siendo un factor repetitivo siempre que
tengamos problemas. Estuvo en Nueva Orleans durante tres
días. Tengo a nuestra gente investigando lo que hizo allí. A
dónde fue, con quién habló.

Sevastyan mantuvo su voz completamente inexpresiva. Rolan


Amurov era su padre, el hombre que mató a golpes a su madre
con los puños desnudos delante de Sevastyan. Antes de que la
vida se le hubiera agotado, Rolan soltó su leopardo sobre ella
para que el animal salvaje pudiera destrozarla. Sevastyan
nunca olvidaría esa vista mientras viviera. La rabia en él nunca
sería satisfecha. El odio en él estaba tan vivo en ese momento
como lo había estado cuando era un joven adolescente,
golpeado y ensangrentado, impotente para detener que su
padre matara a su madre.

Aun así, los latidos de su corazón no cambiaron. Su expresión


no cambió. Su tono tampoco. Sostuvo los ojos de Mitya sin
pestañear. Sin emoción. Él era disciplinado. Estaba preparado.
Era despiadado. − Rolan ha jurado matarte, a Fyodor, a Timur,
a Gorya y, por supuesto, a mí. A ti primero. Tu superaste a tu
padre y le demostraste a las otras guaridas que eras el vor más
fuerte y peligroso de todos los tiempos, tiene que matarte.

Sevastyan sabía la verdadera razón por la que Rolan quería


matar a Mitya y a Sevastyan. Los despreciaba. Había
despreciado a su hermano mayor Lazar, el padre de Mitya.
Lazar era cruel, más cruel incluso que Rolan.

− Déjalo venir, Sevastyan. Está entrando en nuestro territorio y


no lo hará tan preparado como él cree que está, − dijo Mitya.

− De Nueva Orleans se fue a Houston. Está reuniendo hombres,


cambiaformas y está recopilando información. No está
entrando a ciegas. No es tan arrogante como lo era Lazar. O
Patva, para el caso. − Nombró a sus tíos, ambos ahora
muertos. − Mitya, soy responsable de la seguridad de Ania y la
tuya. No quiero que hagas esto más difícil para mí. Me diste tu
palabra de que cumplirías mis reglas. No te digo que hagas
cosas porque quiero poder. Te lo digo que mantenerlos a ti y a
Ania a salvo.
Mitya tamborileó con los dedos sobre el escritorio, traicionando
su agitación. − ¿Quién te mantiene a salvo?

− Sé lo que estoy haciendo. Tienes que tener fe en mí. Planeo


todo. Siempre tengo planes de respaldo. Ustedes dos son la
principal prioridad en todo momento.

Mitya señaló con la cabeza hacia el pasillo. − ¿Qué hay de


Flambé?

− Ella estará cerca. Tengo una habitación segura. Tú también lo


haces. Ambas casas son casi imposibles de penetrar. Las hemos
cerrado con llave.

No iba a verse arrastrado a una discusión idiota sobre a quién


protegería primero, su mujer o su prima. Eso fue inútil. El
había estado custodiando a Mitya desde que podía recordar,
incluso en los viejos tiempos, cuando estaban en las guaridas.
Hizo todo lo posible para cuidar la espalda de su primo justo
como Mitya había cuidado la suya. Flambé estaría segura
porque pocas personas sabían de ella. Sevastyan aún no se
había casado con ella. Eso era una ventaja. Insistiría en que ella
estuviera en la propiedad de Mitya o en la suya. Ella haría lo
que le dijeran. Puede que no le gustase, pero lo haría.

− Te di mi palabra, Sevastyan, − concedió Mitya. − ¿Qué deseas


hacer?

− Ya hice el movimiento para poner ojos en Rolan. Mientras


tanto, estoy enviando por cambiadores en los que podamos
confiar. Construiremos nuestro propio ejército aquí. Rolan
probablemente enviará un par de equipos de mercenarios
cambiantes para ponernos a prueba, alguien con quien no
conectaremos. Voy a sugerirle a Timur que Fyodor se lleve a
Evangeline y a los gemelos y se vaya de vacaciones
prolongadas hasta que le envíe un mensaje de que estamos
claros. Timur y Ashe irán con ellos. Timur nunca permitiría que
Fyodor fuera a ningún lado sin vigilarlo, estoy pidiéndole a
Gorya que se quede con nosotros. Confío en él implícitamente.

− No será fácil conseguir que Fyodor se vaya.

− Tiene hijos, − señaló Sevastyan. − Timur puede ser muy


persuasivo, especialmente cuando se trata de Evangeline y la
seguridad de los gemelos. Fyodor tuvo tiempo suficiente para
aprender a confiar en su juicio.

Mitya trató de mirarlo con dureza. − ¿Es una especie de grieta


en mí?

Sevastyan se encogió de hombros. − Solo si no estás


escuchando. − Echó un vistazo a su reloj. − Tengo que
comunicarme con Drake. Necesito traer algunos de los otros en
quien confiar.

− Confío en Miron y Rodion Galerkin, pero les diste una paliza


y los pusiste fuera de servicio, − se quejó Mitya. − ¿Fue eso
realmente necesario?
Mitya estaba pescando. No tenía idea de por qué Sevastyan
había venido a la casa. en medio de la noche, un par de semanas
antes, sacó a Miron de su cama y lo golpeó hasta convertirlo en
una pulpa ensangrentada. Pasó tranquilamente junto a tres
guardias para encontrar a Rodion y hacer lo mismo con él, casi
sin sudar. Dejó a los dos hombres en el suelo y se fue a la noche
sin una palabra.

Sevastyan lo miró con ojos fríos, sin parpadear, sin molestarse


en responder. No lo habría hecho si no lo hubiera considerado
necesario. Mitya podría ordenar a los hombres que le dijeran
por qué, si él quería saberlo tan mal, pero ninguno de los dos
podría hablar durante un rato. Sevastyan se había asegurado
de eso. El médico les había cerrado las mandíbulas con
alambre, lo que significaba que no podrían cambiar durante un
corto período de tiempo. Los cambiaformas eran sanadores
rápidos, pero sus leopardos estarían furiosos y no estarían tan
felices bebiendo su comida. Él penso que podría darles algo de
tiempo para pensar antes de cotillear... especialmente sobre él.

Mitya suspiró. − Eres un hijo de puta malo, Sevastyan.

− Eso es lo que me hace bueno en lo que hago. − Plantó ambas


manos en el escritorio y se inclinó para mirar a su primo. −
Mitya, no estoy dispuesto a perderte a ti o a Ania. Hablaré con
ella, pero hazlo tú primero. Frena esa racha en ella para que no
tenga que hacerlo. No le agradaré mucho si tengo que
encerrarla.

− Ella cree que la vas a dejar conducir.


− Ninguno de los dos irá a ninguna parte. El lugar más seguro
para ambos es aquí mismo. La quiero fuera de ese garaje una
vez que te diga que en realidad está fuera de Houston. Por el
momento, estás lo suficientemente seguro, así que, si quieres
llevarla a cenar, o hacer algo especial, hazlo ahora.
Probablemente tienes otra semana como máximo.

Mitya asintió. − Gracias, Sevastyan. Te haré saber bien mis


planes con mucha antelación. − Se aclaró la garganta. − Sé que
no te gusta hablar de esto, pero creo que es necesario señalar
que a veces los leopardos pueden cometer errores en sus
primeros ciclos de vida.

− No empieces, Mitya. − Sevastyan lo fulminó con la mirada. −


Hemos tenido esta conversación tres veces.

− Ella no te mira como una mujer debería mirar a su hombre. Tú


mismo me dijiste que su leopardo no ha dado a conocer su
presencia en mucho tiempo. Podría haber un error.

− No sabes nada de ella.

− ¿Tu sí? − Mitya desafió.

Reprimiendo la inevitable rabia, Sevastyan salió de la


habitación y miró su reloj de nuevo y se dirigió a la pequeña
oficina al final del pasillo. Solo pensar en su mujer envió
pequeñas llamas lamiendo su piel y su columna vertebral.
Deliberadamente, desaceleró sus pasos para poder saborear la
forma en que su cuerpo respondía al pensar en ella. No
importaba que hubiera estado pensando en algunas de las
mismas cosas que Mitya había estado diciendo. Él sabía que
Flambé era la mujer adecuada para él. Él solo tenía que
averiguar por qué ella no estaba tan segura.

Su sangre se convirtió en un infierno furioso mientras una bola


de fuego rodaba y se retorcía en su intestino. Había necesitado
sexo todo el tiempo antes de encontrar a Flambé, pero podía
obligarse a vivir sin él. Ahora, ella era su adicción. Su obsesión.
Ansiaba verla. Tocar su piel. Su pelo. El olor de ella. El sabor de
ella.

El soñaba con ella. Despertaba en medio de la noche


buscándola. Abría los ojos por la mañana, su cuerpo duro y
adolorido, imágenes eróticas vertiéndose en su mente, todas
sobre ella. Ahora, látigos de relámpagos parpadeaban a través
de su cuerpo para golpear su polla y las bolas lo excitaban con
cada paso que daba.

La habitación que se le dio a Flambé para trabajar fue la última


de las oficinas a lo largo del pasillo. Abrió la puerta de un tirón
y la cerró, bloqueándola mientras lo hacía. A veces, cuando
entraba en la habitación, en todo lo que podía pensar era en
comerla viva. Él la desnudaría, la colocaría en el escritorio y
pondría su boca entre sus piernas. Ahora, su polla era un
monstruo, llevándolo a un frenesí de hambre urgente, casi
desesperado.
Flambé estaba inclinado sobre el escritorio. La luz estaba
encendida debajo del dibujo que estaba examinando y tenía un
lápiz en la boca, los dientes mordiéndolo. Su cabello se
derramó hacia abajo, algo inusual para ella. Como regla, ella lo
llevaba puesto, pero claramente se había quitado la correa para
mantenerlo alejado de su cara, por lo que la masa sedosa caía
en cascada por su espalda. Ella se volvió a medias para mirarlo
por encima del hombro.

Él estaba sobre ella en segundos, su leopardo rápido, la


habitación tan pequeña que cubrió la distancia en un salto.
Puso una mano entre sus omóplatos para presionarla hacia
abajo hasta que sus pechos reposaban sobre la superficie del
escritorio.

− Quédate quieta. − Extendió ambas manos para abrir sus jeans,


tirándolos hacia abajo junto con sus bragas. − Quítate los
zapatos y sal de tu ropa.

Ella lo obedeció mientras él le subía la camiseta por la cabeza,


liberándola de su sostén al mismo tiempo. Ella levantó su
cuerpo lo suficiente para poder deslizar el material debajo de
ella antes de presionarla de nuevo. Le gustaba su cuerpo
desnudo, toda esa piel suave para que él la viera y la sintiera.
No parecía que le gustaran los toques ligeros. Ella hizo una
mueca cuando él la tocó de esa manera, por lo que siempre
usaba un agarre firme y duro. Golpes posesivos.

− La próxima vez que te ate. − Usó la parte superior de su bota


para empujar sus piernas amplias. Luego aún más anchas. −
Voy a dejar marcas de cuerda en tu piel para poder verlas por
uno o dos días. − Abrió sus jeans y soltó su ardiente polla. Se
inclinó hacia delante para que ella pudiera sentir la fricción de
su ropa rozando a lo largo de su cuerpo justo antes de que sus
dientes le mordieran el lóbulo de la oreja. Sus dedos se
deslizaron en su entrada para encontrarla resbaladiza por el
calor. − Veo que te gusta la idea.

− Si. − Ella susurró su respuesta.

No esperó. No hubo espera. Él la agarró por las caderas y


golpeó dentro de ella, mirando con asombro como su cuerpo se
tragaba su polla. Ella se veía tan pequeña, estirándose para
adaptarse a su tamaño. Sintió su vaina, ese abrasador túnel
caliente luchando contra su invasión, pero cediendo mientras
se conducía a través de esos músculos tensos agarrándolo, la
fricción irreal. Quería rugir con éxtasis. Ella lo rodeó como un
puño ardiente y sedoso cuando él se abalanzó sobre ella una y
otra vez, usando su fuerza, enterrándose en ese refugio
perfecto del que nunca querría irse.

Quizá quisiera quedarse allí para siempre, pero tenía un trabajo


y necesitaba asegurarse de poner todo en su lugar para que
todos sus primos estuvieran seguros. Él se movió más rápido y
más profundo en ella, viendo como su cuerpo se deslizaba en
su escritorio, cada sacudida hacia que sus pechos resbalaran y
rebotaran sobre la capa de vidrio, aumentando el atractivo
visual mientras la follaba duro.
El cabello brillante de Flambé se volvió loco, la masa sedosa se
derramó por todas partes. Su cuerpo desnudo, casi enterrado
debajo de su cuerpo completamente vestido, mucho más
grande, era un espectáculo, sus curvas eran todas femeninas.
Su respiración se volvió irregular, laboriosa, sus caderas
empujando hacia atrás hacia las de él, desesperada por él,
mientras su cuerpo se enroscaba cada vez más. Un relámpago
candente lo azotó, lo golpeó con fuerza, lo rodeó y lo apretó,
estrangulando su polla. Un puño malvado y sedoso apretó
mientras mil lenguas ardientes acariciaban y lamian a lo largo
de su eje y sobre su corona. Tormentas de fuego gemelas fuera
de control se asentaron en sus bolas, rugieron allí y enviaron
un volcán en erupción en pulsos de chorros calientes,
cubriendo las paredes de su vaina con su semen una y otra
vez. El trueno rugió mientras su cuerpo ondulaba
poderosamente alrededor de él.

Se tumbó encima de ella, recuperando el aliento mientras se


disparaban réplicas, el cuerpo de Flambé apretando una y otra
vez alrededor de su polla. El saboreó la sensación, simplemente
abrazándola, deseando más tiempo con ella. Cuando las cosas
se establecieran, quería entregar la seguridad de su primo a
Gorya por un par de semanas y simplemente pasar tiempo con
Flambé en su casa. Solo ellos dos. O llevarla donde nadie los
interrumpiera.

A regañadientes, se enderezó y gentilmente la ayudó a pararse


volviéndola hacia él. − Límpiame, cariño, − ordenó. − Estoy
corto de tiempo o pasaría un poco de tiempo contigo.
− Porque pasas mucho tiempo conmigo cuando estamos aquí,
− dijo, lanzándole una mirada rápida por debajo de sus largas
pestañas con puntas rojas y doradas.

Le puso la mano en el hombro. − Te visito al menos cuatro veces


al día antes de volver a casa. − La presionó hasta que se
arrodilló. Ella estaba hermosa desnuda. Le encantaba mirar su
cuerpo. No pudo evitar correr sus manos desde sus hombros
sobre las curvas de sus pechos hasta sus pezones.

− En realidad no te veo esas cuatro veces, Sevastyan, − señaló


Flambé. − Me desnudas, me levantas, me pones sobre el
escritorio, me devoras y te vas. O haces que me desnude, y me
inclinas sobre el escritorio y me jodes los sesos, o me tomas
contra la pared o en el suelo, pero luego te vas inmediatamente.

Se abstuvo de sonreír. Ella no tenía la menor queja en su voz,


aunque si uno tomaba sus palabras, podrían pensar que se
estaba quejando. Una vez, cuando la llamó a su oficina, que era
tres veces más grande que la de ella, para pedirle que revisara
su horario con él, recibió una llamada telefónica. Ella se había
metido debajo de su escritorio, había desabrochado sus jeans y
lo chupó hasta dejarlo seco. A su pequeña Flambé le encantaba
el sexo. Él había considerado mantenerla debajo de ese
escritorio con una variedad de diferentes ataduras. No quería
que nadie entrara y la encontrara de esa manera. Su trabajo de
cuerda estaba entre ellos, una intimidad creada entre los dos.

Ella agachó la cabeza y él sintió su lengua en el interior de sus


muslos. Eso tomó toda la disciplina que tenía para no sacudir
su cuerpo. Tal como estaba, sus músculos reaccionaron, dedos
de deseo serpentearon hacia su ingle a pesar de la liberación
explosiva que acababa de tener. Ella envolvió sus brazos
alrededor de sus piernas y comenzó a usar su lengua en el
camino de los cambiaformas. Eran una especie oral, y Flambé
era extremadamente sensual en todo lo que hacía con él. Se
tomó su tiempo, prestando mucha atención a su cuerpo, a cada
parte de él, asegurándose de que no había una mancha en él
que ella se perdiera.

Era tanto el cielo como el infierno sentir el roce de su lengua


aterciopelada deslizándose sobre sus bolas y su polla, ese
deslizamiento y luego la forma en que ella lo tomó en su boca
y lo chupó para asegurarse de que estaba limpio. Quería
empezar de nuevo, pero maldita sea, se le acabó el tiempo. Él
agarró su cabello en su puño y apartó la cabeza de él, queriendo
rugir de rabia porque su tiempo no fuera suyo.

− Vístete antes de que, entre alguien, Flambé.

Su mirada se dirigió a la puerta. − ¿No la cerraste? − La


ansiedad se apoderó de los ojos de ella.

La ayudó a ponerse de pie. − Me estoy burlando de ti, malen'koye


plamya. estoy yéndome. Cierra la puerta detrás de mí y
límpiate. No estoy seguro de a qué hora pueda llegar a casa esta
noche.

− ¿Quieres que tome el auto y a ti te lleva alguien? ¿O quieres


que encuentre un aventón? − Ella lo siguió hasta la puerta.
No quería que ella se fuera a casa sin él. No era que pensara
que había algún peligro inmediato. Tenía los ojos puestos en
Rolan y el hombre se encontraba actualmente en Houston. En
cuanto a Matherson, Sevastyan planeaba hacerle una visita. El
cambiaformas no quería perder más de sus leopardos. No
estaba dispuesto de hacer un movimiento contra los Amurovs,
especialmente en su propiedad. Él no había podido traerlo de
regreso a la propiedad o convencerlo de que viniera detrás de
Sevastyan tampoco, sin importar cuánto se había burlado del
cobarde.

No creía que Matherson encontrara a otra mujer que pensara


que era una presa más fácil, como Mitya había sugerido varias
veces. Había algo muy especial sobre Flambé y una vez que
estabas cerca de ella, y Matherson lo había estado en muchas
ocasiones; era difícil no caer bajo su hechizo. Eso lo dejó en
seco. A ella le gustaba el sexo. ¿Era posible que ella tuviera sexo
con él, una aventura de una noche antes de que ella se diera
cuenta de qué tipo de hombre era? Dudaba que demasiados
hombres o cualquier cambiaformas estuviera satisfecho con
solo una noche de sexo con Flambé. ¿Cómo diablos iba a
hacerle una pregunta como esa sin irritarla? Ella parecía un
poco malhumorada últimamente, especialmente cuando estaba
en casa de su primo. Aun así, sintió que tenía que saber.

− Cariño, ¿alguna vez te relacionaste con Matherson? ¿Incluso


por un par de horas? − Él acabo de dejar salir eso.
Ella se quedó muy quieta, la sonrisa desapareciendo de su
rostro. Infierno. Él sabía lo que iba a suceder. No cambió de
expresión.

− ¿Sabes qué, Sevastyan? No quiero tener esta conversación


contigo. Te vi conectarte con varias mujeres en ese club. Sé que
tuvo que haber muchas más. Las había, ¿no? − Sus ojos
brillaban como esmeraldas gemelas, sin ámbar en absoluto.

− Si. Eso no viene al caso. Necesito saber sobre ti y Matherson.

− No necesitas saber sobre mí y nadie más. No te pregunté


sobre tu vida antes que yo y no espero que preguntes por mi
vida antes de ti.

Ella se apartó de él, sacudiendo su salvaje cabellera pelirroja,


como si fuese una melena carmesí de fuegos artificiales. Su
leopardo rugió, rastrillándolo. Ese volcán dentro de él
amenazaba con entrar en erupción. Quería saltar tras ella,
tomarla y tirarla al suelo y golpearla con su polla
repentinamente hinchada, pero hubo un susurro de inquietud
en su mente.

Aquí se estaba desarrollando un patrón, uno en el que podía


entrar con mucha facilidad. Ellos dos eran extremadamente
sexuales. Él era muy dominante y ella jugaba con eso muy
fácilmente. ¿Lo estaba provocando deliberadamente?
¿Provocando a su leopardo? Él siempre fue honesto consigo
mismo. Sería bastante fácil de hacer. Ella era todo lo que
pudiera desear y el sexo con ella era explosivo. Increíble.
Pero cuando él le hacía preguntas, lo siguiente que tenían que
hacer era tener relaciones sexuales, sexo salvaje y desinhibido,
sin tener una conversación. Respiró hondo por el control. Tenía
años de disciplina. Años de experiencia. Tenía que dejar de
reaccionar con su cuerpo y su personalidad dominante y
comenzar a descubrir a su mujer y qué estaba escondiendo
exactamente. Si continuaban basando su relación toda sobre el
sexo y no sobre ellos dos, no iban a llegar a ninguna parte.

− Flambé, me entendiste mal. Debería haber explicado lo que


quiero decir. − Se volvió, cerró y bloqueó la puerta. Ella se paró
junto a su escritorio, volviéndose hacia él, su expresión
cautelosa.

− Nunca te preguntaría acerca de los amantes pasados por


celos, no es que no sea capaz de esa emoción tan poco atractiva.
Soy un hombre posesivo y no me gusta compartir.

− Esas mujeres en el club tenían otros hombres.

Él se encogió de hombros. − Esos hombres eran sus


compañeros. En sus relaciones, ellas querían o necesitaban
cosas que alguien ajeno a su relación pudiera proporcionar. Al
macho le gustaba mirar y a su hembra le gusta que la aten y la
folle alguien más. Necesitaba liberarme y poder practicar mi
arte. Mi leopardo quería matar a cualquiera que tocara. Fue la
mejor solución para conseguir lo que necesito y mantener a
todos a salvo. No quiero a ningún otro hombre tocándote.
Pensé que te lo había dejado claro. No quiero que toques a
ningún otro hombre. No tengo ninguna intención de estar con
otra mujer. Mi leopardo solo quiere a tu leopardo. Somos
exclusivos en esta relación. Yo espero que sientas lo mismo.

Observó su rostro, sus ojos, todo el tiempo, necesitando ver,


leer su expresión. Quería que Shturm estuviera alerta. ¿Amaba
y necesitaba tanto sexo que él no era suficiente para ella? ¿Era
eso lo que estaba poniendo una duda inquietante que había ido
creciendo tan lentamente en su mente? ¿Era eso lo que estaba
inquietando a su leopardo? No podía creer que estuviera
siquiera teniendo esa idea.

El alivio se apoderó de sus ojos. Relajó la tensión en su rostro.


Ella no quería otro compañero. Eso ayudó con los nudos en su
estómago, pero había algo esquivo en ella, algo que él no estaba
entendiendo del todo.

− Matherson parece tener un patrón, malen'koye plamya. Dejó su


guarida cuando los ancianos lo echaron porque, aunque con su
dinero podía haber contratado un ejército de mercenarios
cambiaformas para tomar a una de las mujeres y correr con ella,
era demasiado peligroso. Demasiado problema. Él siempre va
a cazar una presa más fácil.

Ella frunció el ceño y negó con la cabeza, apoyando una mano


en su escritorio, inclinando su peso sobre su palma y una
cadera. Ese pequeño cambio en su postura le dio una vista
intrigante de su cuerpo, empujando sus pechos desnudos y su
redondeada cadera hacia adelante para que pudiera
vislumbrar los ardientes rizos que cubrían su montículo. Su
cuerpo se tensó como siempre lo hacía cuando la miraba. La
sangre caliente se agitó en sus bolas y golpeó a través de su
polla. El se forzó a mantener el control total, negándose a
reaccionar, a pesar de que sus pezones se destacaban con
absoluto alivio, tentándolo, incitándolo a detener toda
conversación y simplemente ir con ella.

− No es exactamente fácil encontrar mujeres cambiantes,


Sevastyan, como tú también sabes. La mayoría de esas
personas en ese club no son cambiaformas. Caín puede
poseerlo y puede ser un cambiaformas, pero la gran mayoría
de sus clientes son regulares humanos. Incluso ir a las selvas
tropicales o África no garantizará que Franco encuentre una
cambiaformas femenina.

− Eso es cierto, pero encontró algunas. Desafortunadamente,


mientras miraba, sintió el gusto por la caza. Todos somos
leopardo, Flambé, nunca lo olvides. Nosotros no somos
humanos. Podemos parecer civilizados, pero no lo somos.
Algunos pueden serlo más que otros, pero la conclusión es que
somos leopardos y depredadores.

Pudo ver que se le ponía la piel de gallina. El calor en sus


ojos. Su cuerpo respondió a pesar de su determinación de no
hacerlo ante su declaración. Ella era un leopardo hembra y no
había duda de que estaba programada para encontrar el varón
que podía ocuparse de la supervivencia de sus hijos. Puede que
ella no quisiera tener ese rasgo, pero lo hacía. Como él, ella era
muy fuerte en muchos de sus atributos de leopardo.
− Matherson debería haber seguido adelante. No debería haber
enviado a sus hombres contra mí una vez que me hizo
investigar, y que sus hombres desaparecieron, créeme, me hizo
investigar. El nombre Amurov, como sabes, es muy
sospechoso. Tenía que pensar en términos de una familia
criminal, pero aun así nos atacó y trato de alejarte de mí. Tuve
que preguntarme por qué haría eso.

Su mirada cayó al suelo. Se humedeció los labios con la punta


de su lengua. Los leopardos eran orales y sus contrapartes
cambiantes lo eran igualmente. Se negó a dejar que su mirada
se detuviera en esa perfecta tentación pecaminosa. La imagen
de sus labios estirados alrededor de su polla podría estar en su
mente, pero él no dejaría que se notara en su rostro. Ella tenía
que creer que él tenía el control absoluto. Parecían estar en una
especie de batalla y que él se había perdido el motivo por
completo.

− ¿Por qué sería eso, Sevastyan?

Su voz se había vuelto muy suave, pero él la escuchó y estaba


muy sintonizado con ella. Ella no parecía darse cuenta de que
cuanto más la ataba, más tenía que aprender a leer su cuerpo,
su rostro, todos los pequeños matices que componían a Flambé
Carver. Él había memorizado su cuerpo, cada maldita pulgada
de ella. Su hermosa cara, la estructura ósea que yacía debajo de
ella. Escucho la pequeña nota de miedo y su leopardo también
lo escuchó. Shturm arañó y rasguñó, furioso. Ellos sabían lo
que significaba esa nota.
− Ningún hombre se marcharía después de follarte, Flambé.
Estableces un anhelo en un hombre. Se vuelve adicto.

La acechó con pasos lentos y mesurados, dándole a propósito


la impresión de peligro. Dejándola ver la crueldad inherente a
su leopardo, en él. Podía ser despiadado. Lo hizo muy bueno
en su trabajo. También hizo de su leopardo fuera un muy buen
compañero. Sabía que era el rasgo que tanto la atraía y la
repelía.

Ella era adicta a él. A su relación loca, apasionada y salvaje. Ella


era adicta a las cuerdas. Ella nunca sabía lo que iba a hacer o
preguntarle y ella también era adicta a eso. La mantuvo fuera
de balance y deseándolo. Flamed podría ser una mujer sumisa
en el dormitorio, pero ella era una mujer con una naturaleza
sexual tan exigente que a menos que un hombre pudiera
satisfacer sus necesidades, ella seguiría adelante rápidamente.

Sabía que tenía razón sobre Franco Matherson. En algún


momento, debieron haberse conocido casualmente en un bar.
En una discoteca. Probablemente no tenía idea de que ella era
leopardo. Habían hablado, habían bailado y ella había pasado
un par de horas con él y se fue. Un par de horas no habían sido
suficientes y en algún lugar de la línea se había dado cuenta de
que ella era una cambiaforma. Matherson no iba a dejarla ir.

Sevastyan entró directamente en ella. Encerrandola. La


diferencia de altura entre ellos era más de un pie. Sus hombros
eran anchos. Él tomó su barbilla con la mano y la obligó a
mirarlo. − ¿Dónde lo conociste?
− En un club. En Sudáfrica. Me estaba quedando en un hotel
cerca del aeropuerto.

Su mirada trató de apartarse de la de él, pero él se negó a


permitirlo, sus ojos totalmente concentrados, fijos en los de ella,
obligándola a enfrentarse a él. No parpadeó dándole la mirada
de su gato. El cazador. Ella iba malditamente a responderle
esta vez. Estaba tan cerca de ella que sintió que su cuerpo se
seducía mientras trataba de tomar aire.

− Estaba en el bar y entró. Parecía que podía manejarse solo y


yo estaba... − Ella se interrumpió, su voz baja.

− Sigue adelante. Estabas buscando a alguien con quien follar,


lo entiendo. − Él fue deliberadamente grosero. Quería
sacudirla. Le importaba un carajo que hubiera estado con
hombres antes que él, solo que no había estado a salvo.

− No me avergüenzo, Sevastyan, si estás pensando que sí. − Sus


ojos dorados fueron a él. − Me siento culpable porque estaba
tan necesitada que simplemente no estaba prestando atención
a las señales de advertencia que estaban allí. Yo debería
haberlas visto. Dejé que me viera y no fue tan difícil conseguir
que me llevara a su habitación.

Sevastyan estaba seguro de que esa era la verdad. Ella era


hermosa. Pequeña y curvilínea. Para un hombre como
Matherson, ella se vería como alguien con quien él podría
salirse con la suya. Poco sabía él que ella era una tigresa en la
habitación.

− Sabía que era leopardo. Lo pude ver en sus ojos. No tenía idea
de que yo lo era. Ella no estaba cerca de levantarse. Ni siquiera
estaba segura de que alguna vez se levantara a ese punto. No
era tan bueno en la cama y solo quería salir de allí tan rápido
como fue posible después. Tuve que iniciar todo y no es lo mío,
como tú bien lo sabes.

Sevastyan sabía que ése era la mayor parte del problema de


Flambé y que era el por qué estaba tan a menudo buscando
parejas. Ella nunca estuvo satisfecha. Los hombres podían
verse como si pudieran satisfacerla, pero no tenían idea de
cómo. Afortunadamente, él lo hizo.

− Quería mi número de teléfono. Di una excusa poco


convincente y ahí fue cuando me di cuenta de que podía estar
en problemas. − Ella se encogió de hombros. − Lo tranquilicé,
hice arreglos como si nos fuéramos a volvernos a encontrar y
luego me largué de allí. Yo estaba volviendo a los Estados
Unidos. Nunca le dije de dónde era, así que no creí que podría
encontrarme.

Sevastyan pasó la mano por la parte posterior de su cabeza, por


toda esa suave seda. Él se inclinó y le rozó la boca con un beso.
− Gracias, Flambé. Necesitaba saber o no habría preguntado. −
Su pulgar se deslizó sobre su labio inferior. − Si me necesitas,
cariño, envíame un mensaje.
Rozó su boca muy suavemente sobre la de ella por segunda vez
y luego dejó caer sus manos, aunque era difícil no tocar su
cuerpo cuando él podía sentir su hambre por él de nuevo y su
sangre latía a través de su polla tan dura que pensó que podría
estallar.

Caminó de regreso a través de la habitación, deteniéndose en


la puerta. − Espérame para que llevarte a casa. Si tienes
hambre, envíame un mensaje de texto y te conseguiré algo de
comer, o cenaremos con Mitya y Ania.

Sacudió la cabeza, sus manos agarraron los bordes del


escritorio hasta que sus nudillos se pusieron blancos. − No me
siento tan cómoda con ellos todavía.

Dejó caer la mano sobre el pomo de la puerta, odiando


dejarla. No porque estuviera desnuda y él la quisiera de nuevo,
sino porque de repente ella parecía vulnerable y un poco
infeliz.

Flambé era muy autosuficiente. Ella no pedía ser entretenida.


Ella no pedía mucho. Ella no se había resistido cuando él le dijo
que quería que trabajara desde la casa de su primo en lugar de
la de ellos a pesar de que él sabía que ella estaría menos
cómoda. Ella no se opuso a los guardaespaldas que envió con
ella cuando se iba a trabajar en otros proyectos y él no podía ir.

− Te refieres a Mitya. Ania y tú sois uña y carne. − No pudo


exactamente culparla. Mitya no había sido tan acogedor,
aunque eso era porque estaba preocupado por Sevastyan.
Ella se encogió de hombros. − Ve a trabajar, Sevastyan. Estoy
perfectamente bien. Estoy tratando de diseñar el jardín interior
y es un proyecto enorme.

− Pensé que lo estábamos diseñando juntos.

− Lo hacemos, pero tengo que armar el esqueleto para


ello. Necesitamos una base.

Sevastyan asintió con la cabeza, sin estar completamente


seguro de lo que ella quería decir. Su mente ya estaba en lo que
tenía que hacer con Franco Matherson. Cerrando la puerta
detrás de él suavemente, caminó por el amplio pasillo,
preguntándose qué diablos iba a hacer con ella. Ella estaba
llegando a él. No estaba tan seguro de que él lo estuviera
haciendo con ella. Eso era lo que pasaba Flambé. Ella era tan
esquiva como el infierno.

Puso un destacamento de seguridad para vigilar a su primo y


a los de la residencia mientras estaba ausente, e indicó a Kirill
y Matvei que lo acompañaran. Quería escabullirse de la
propiedad de Amurov sin el conocimiento de su mujer. Su
oficina estaba en la parte trasera de la casa grande y a menos
que Ania se diera cuenta y le mencionara su ausencia, ella no
tendría conocimiento. En cualquier caso, iba y venía a menudo.
Rara vez preguntaba, pero si ella lo hacía, no quería intentar
mentirle. Tendría que decirle la verdad y eso podría no
funcionar muy bien.
El sol ya se había puesto hace algún tiempo mientras
caminaban en silencio. por las calles hacia la gran propiedad
que Franco Matherson había alquilado a las afueras de San
Antonio. Tomaron una ruta indirecta, así que, si su vehículo era
captado por la cámara, su destino podría ser fácilmente la
panadería de Evangeline o uno de los muchos negocios que la
familia Amurov poseía. Sevastyan se aseguraría de detenerse
en algún lugar del camino, el tiempo suficiente para que
pareciera que tenía un destino que resistiría en la corte si era
necesario.

Tenía informes sobre Matherson, ninguno bueno. Le parecía


que la condición mental del hombre se estaba deteriorando
lentamente con el tiempo. Él debió convertirse en algo
pretensioso, muy parecido al tío de Sevastyan, Lazar, que había
gobernado la guarida con tanta crueldad. Se había salido con la
suya tan a menudo que se hundió más y más bajo a lo largo de
los años, pensando que tenía derecho a matar a cualquiera que
se le cruzara. Eso significaba que Matherson era doblemente
peligroso para Flambé, porque lo hacía impredecible.

− La finca está unas cuadras más allá, Sevastyan. Tu club está


dos cuadras más arriba a la izquierda. Podríamos dejar el auto
allí, caminar hasta el parque y cambiar y dirigirnos a su casa. Es
un poco arriesgado porque todavía hay un poco distancia y
seguramente habrá perros afuera, pero es una tapadera, −
aventuró Kirill.

Era un plan sólido. Podía entrar después de ocuparse del


negocio, hablar con Caín por unos minutos y luego regresar a
Flambé. − Suena bien. Vamos por ello. Pero mantengan a sus
leopardos bajo control. No podemos empezar a matar los
animales en el vecindario, sin importar lo desagradables que
sean. – Los perros siempre ladraban alrededor de los gatos. Era
más que molesto.

− Si tienes que pasar algún tiempo en el club, − agregó Matvei,


− tienes tu casillero allí. Puedes vestirte, pasear y dejar que las
cámaras te recojan. Los malditos policías no sabrán lo que
haces o no haces allí.

Eso tampoco era una mala idea. Tendría eso como coartada
cuando Matherson y sus guardaespaldas desaparecieran y la
gente empezara a hacerle preguntas. La policía siempre venía
a los Amurov. Al saber que Matherson había estado acechando
a Flambé, interrogarían a Sevastyan de inmediato.

El estacionamiento del club estaba lleno, no era nada malo. Eso


significaba más testigos de su presencia. Los tres rápidamente
se abrieron paso a través de las calles oscuras, evitando el
alumbrado público. Corrieron por el parque vacío y atravesó
muchas cosas que los llevaron al vecindario exclusivo donde
Matherson arrendó su propiedad. Era una casa contemporánea
de dos pisos en un acre detrás de una alta verja de hierro
forjado. Con piscina personalizada y un multinivel de
cubiertas, era una casa de ensueño para la gente y hubiera sido
buena para los leopardos con el paisaje, pero Sevastyan dudaba
que Matherson permitiera a sus hombres el uso de las
comodidades que el lugar proporcionaba: la sala de juegos y el
spa.
Tenía los planos de la casa y había memorizado el diseño del
patio. Al acercarse a la cerca, se desnudaron, enrollaron la ropa
y la colocaron en las pequeñas bolsas que podían colgar
alrededor del cuello de sus leopardos cuando viajan. En este
caso, las escondieron Cambiando, saltaron fácilmente sobre la
cerca y aterrizaron en el patio. Los tres dejaron que los
leopardos se tomaran algunos minutos para inhalar, merodear
en silencio para tener una idea de los cambiaformas
protegiendo a Matherson.

Los olores estaban por todas partes, pesados en el suelo, en los


árboles y arbustos. Los leopardos machos habían rociado y
rastrillado, reclamando territorio. Las pistas estaban en la
suciedad, pero no había rastro de nadie, humano o leopardo.
Los tres se separaron. Matvei saltando a la terraza para caminar
por el exterior de la casa y luego en el techo para buscar
centinelas mientras Kirill y Sevastyan buscaban un camino
hacia adentro.

Las puertas estaban cerradas, pero una ventana estaba abierta


como media pulgada. Esa parecía estar atascada y los hombres
de Matherson eran demasiado vagos para molestarse con eso,
o era una trampa. Kirill la manipuló con cuidado hasta que
consiguió que se moviera. Con cautela, su leopardo asomó la
cabeza y miró a su alrededor. Olió el aire y sacó la cabeza de
nuevo, moviendo cabeza y hombros. Sevastyan hizo lo mismo.

− Algo está muerto en el interior, − advirtió Kirill. − Alguien, −


corrigió. − Vas a necesitar esa coartada.
− Veamos a qué nos enfrentamos. − Sevastyan esperaba que
quienquiera que encontraran fuera Matherson, pero sabía que
no iba a ser tan fácil. Hombres como Matherson parecían tener
al diablo protegiéndolos.

Kirill se abrió paso hacia adentro, Sevastyan justo detrás de


él. La casa había sido abandonada apresuradamente. Había
tres cuerpos, dos mujeres y un hombre, todos humanos. Los
tres habían muerto de un balazo en la cabeza. Ninguno usaba
ropa. Parecía como si hubiera habido una gran fiesta, con vino,
champán y varios tipos de botellas de licor esparcidas por todas
partes con vasos y cuencos rotos de patatas fritas. Para
Sevastyan, la habitación parecía escenificada.

− No podemos quedarnos aquí, Sevastyan. Tienes que llegar


rápido a ese club y hacer una aparición. El momento tiene que
ser el adecuado, − dijo Kirill. − Matherson está desaparecido y
podría darse por muerto si no sospechan de él. Por alguna
razón, siempre parece tener un pase.

− Me pregunto por qué es eso, − dijo Sevastyan, y volvió


completamente a su leopardo.

10
Hubo pura satisfacción al ver un paisaje árido transformarse en
algo exuberante y hermoso. A Flambé le encantaba poner las
manos en la tierra. Ella encontró que el suelo la aterrizaba.
También descubrió que observar a las personas que trabajaban
con ella moviendo los árboles a su posición con confianza, a
veces, con alegría absoluta la hacía feliz.

Ella amaba lo que hacía en cada etapa. Uno de sus dones era
hablar con el cliente y captar imágenes de lo que realmente
querían cuando la mayoría de ellos no podían describir con
palabras reales lo que imaginaban o necesitaban. A menudo, el
cliente no tenía idea de lo que realmente quería y ella miraría
el espacio y sabría, después de pasar tiempo con ellos, qué era
lo mejor que les convenía. Le encantaba ofrecerles algo especial
y único.

Disfrutaba escogiendo plantas que seguirían los distintos


paisajes. Trabajaba en todo tipo de áreas, urbanas y rurales. Ella
trabajaba en centros comerciales y edificios comerciales, así
como clubes y propiedades privadas y modestos hogares.
Tenía clientes muy ricos que poseían acres de tierra plantados
con uvas. Otros tenían ranchos. El hecho de que sus clientes
fueran tan diferentes proporcionaba a la artista en ella
continuos y variados lienzos para trabajar.

Saber que Sevastyan había comprado la propiedad de Dover y


que su padre había hecho el diseño original y la plantación de
los árboles, dándoles forma de carretera arbórea para los
leopardos, le daba una alegría adicional al trabajar en la
propiedad. Se sentía como si necesitara asegurarse de que cada
árbol que plantaba se añadía a la belleza de la visión original.
Sevastyan quería el bosque continuara hasta el borde mismo de
los límites de la propiedad entre las fronteras de Dover y
Amurov. Su padre había plantado los árboles en la propiedad
Amurov también.

Su objetivo era finalmente hacer crecer los árboles para


conectar las ramas, hacer más fácil para los leopardos correr a
lo largo de las ramas y saltar de un árbol a otro sin obstáculos.
Los árboles tenían que ser robustos, de troncos anchos y
gruesos, ramas fuertes que podía torcer y dar forma con
alambre para hacerlas crecer en las posiciones que necesitaba.
El primer paso fue la siembra, y eso significaba lugares
primarios con mucho espacio. Las raíces tenían que afianzarse
y crecer profundo. Otros árboles más altos no podían bloquear
a los más jóvenes del sol. Ella tuvo mucho cuidado de dar a
cada árbol el mejor comienzo posible mientras completaba el
bosque lo mejor que pudo.

Flambé tenía dos leopardos nuevos, Rory y Etienne, ambos


fresa, trabajando cerca de la casa plantando arbustos bajos,
plantas que florecían en varias épocas del año, pero que nunca
crecerían lo suficiente como para causar alguna preocupación
a Sevastyan cuando se trataba de seguridad. Ningún leopardo
podría usar las flores o los arbustos para esconderse si
intentaban infiltrarse en la casa o con los residentes. Ella había
elegido esas plantas con cuidado. Ambos leopardos fresa, eran
hombres y llevaban con ella trabajando en el campo unos
cuatro meses. Ambos habían completado dos años de
universidad y les fue muy bien antes de volver a trabajar con
ella en el negocio.

Rory había perdido a su madre a manos de un cazador furtivo


y había recibido una bala en el costado izquierdo. Cojeaba
cuando estaba cansado y probablemente siempre lo haría.
Flambé había estado con él cuando le dispararon y ella lo llevó
a la cueva donde solían cambiar, detuvo a los cazadores
furtivos hasta que apareció su equipo y sacó a Rory de allí. No
haba nada que ella pudiera hacer por su madre, solo quedarse
con ella hasta que la vida la dejo y luego quemar su cuerpo y
enterrar las cenizas. Había habido demasiados cambiaformas
por los que había hecho eso, sentarse impotente viendo como
la vida fluía fuera de ellos. Siempre era rápido. Algunos
leopardos fresa, sangraban profusamente. Era solo la realidad.

Blaise Brodeur había trabajado con su padre durante años antes


de que ella asumiera el control del negocio. Ella había vuelto a
casa de la universidad y él estaba bien establecido, un miembro
valioso del equipo. Ella confiaba mucho en él para ayudarle a
enseñar a los cambiadores más nuevos después de que habían
completado su educación. Él estaba agachado junto a Etienne,
señalando las raíces de una planta mientras el otro
cambiaformas la colocó suavemente en el agujero excavado
para ella.

A ella le agradaba Blaise. Él era varios años mayor que ella,


pero a veces parecía más joven. A ella le gustaba la
tranquilidad y él era bullicioso. Era solo su personalidad, pero
ella sabía, cuando él insistió en invitarla a salir, que ellos no
eran en lo más mínimo compatibles. Necesitaba sexo, y había
sido tentada unas pocas veces a ceder en sus avances, pero ella
no lo había hecho, principalmente porque él trabajaba para la
empresa. Tenía una política estricta sobre mezclar negocios con
placer. Ahora estaba muy contenta de haber tenido cuidado.

Trabajaban bien juntos y si hubiera sido tonta y hubiera dejado


que su necesidad de sexo se interpusiera en su camino, sabía
que se habría convertido en un gran problema entre
ellos. Blaise todavía no había encontrado a nadie. Era difícil
como cambiaformas. No era como si no recogiera mujeres, pero
como la mayoría de los cambiaformas, buscaban otra
cambiaformas para que sus leopardos tuvieran pareja. Sobre
todo, querían encontrar el leopardo para su gato.

− ¿Cómo te va? − preguntó, poniendo una mano en el hombro


de Rory e inclinándose sobre él para inspeccionar su trabajo.
Ella era muy particular con las flores y lo cerca que se
plantaban. Cuán profundo eran puestas en la tierra. A ella le
importaba darles la mejor oportunidad para crecer.

Él inclinó la cabeza hacia atrás para mirarla. − Casi tenemos


esta sección terminada. Una vez que comenzamos, avanzamos
rápido. Me gustan estas florecitas. ¿Por qué alternaste las
variedades?

− Florecen en diferentes momentos. Nos da color todo el año,


me gusta que proporcione eso a los clientes si es posible.
Blaise se dejó caer sobre sus talones y le envió una rápida
sonrisa. − Ambos están haciéndolo bien. Estos dos realmente
no necesitan que nadie los cuide. Aunque este no es el trabajo
de ensueño de Etienne, hace un trabajo excelente.

Rory estaba muy interesado en el negocio de la jardinería.


Como Flambé, a él le gustaban las plantas y la tierra. Le gustaba
descubrir diseños y qué se vieran bien donde fuera. Realmente
estaba tratando de aprender de ella. Etienne hacia el trabajo,
pero quería construir cosas. En el momento en que ella
necesitaba algo que requería construcción, era el primero en
ofrecerse como voluntario. Nunca eludía el trabajo, pero estaba
claro que su amor estaba en la madera. Flambé esperaba
Sevastyan le encontrara un trabajo con quien fuera a
transformar los inmensos garajes en sus jardines interiores.

Ambos hombres le dirigieron a Blaise una rápida sonrisa.


Etienne se encogió de hombros, sin molestarse en negar la
evaluación de Blaise sobre él. Después de todo, era la verdad.

− He estado estudiando todas las diferentes plantas, tratando


de aprender sobre ellas, − Rory confesó. − Hay muchas. Eres
como un programa de computadora ambulante.

Ella rio. − Tengo que buscarlas todo el tiempo. Podría tener una
idea de lo que quiero, pero no recuerdo el nombre. Es más fácil
cuando estás trabajando con plantas locales en lugar de
exóticas. Tienes que conocer todos los lugareños no solo por la
vista, sino también por su nombre.
Rory se sentó sobre sus talones y se pasó la mano enguantada
por la frente, manchándose de tierra, haciendo reír a Blaise,
Etienne y Flambé incluso más. Él solo sonrió y se encogió de
hombros, de ninguna manera perturbado. Estaban enseñados
a tener suciedad encima al final del día.

− ¿Cuándo se traerá al recién llegado? − Preguntó Blaise.

− Se supone que debe entrar la semana que viene, − dijo


Flambé. − Su nombre es Shanty. Tiene tres pequeños. El equipo
también logró sacarlos. Ese fue un milagro porque las cámaras
los captaron y fueron vistos en las noticias nacionales. Los
cazadores furtivos fueron tras ellos inmediatamente. No pude
ir, aunque al principio, ella no se marchaba de Sudáfrica
porque yo no estaba allí. Dijo que no confiaba en nadie más que
en mí.

− ¿Te había conocido alguna vez? − Preguntó Rory.

− No, vi esas fotos de ella por primera vez al igual que todos
los demás, cuando la noticia se informó. Claramente, ella venía
de una región diferente. Nadie la reconoció, ni la conoció. −
Flambé se quitó los guantes. Sus manos comenzaban a picar.
Ella se frotó la piel, encontrando la sensación perturbadora. −
Esa fue la primera vez que me di cuenta de que podría haber
leopardos fresa en cualquier lugar además de donde estaba
nuestra guarida. Quería llegar a ella primero por si alguna
razón podría obtener cualquier respuesta como, por ejemplo,
¿de dónde venía? ¿Si su guarida era grande? Esa clase de cosas.
Se hundió entre Rory y Etienne, subiendo las piernas al estilo
sastre. Blaise frunció el ceño y se acercó para formar un
estrecho círculo, su mirada se movió sobre ella,
inspeccionándola cuidadosamente. − ¿Estas bien? Te ves muy
sonrojada. Usaste protección solar, ¿no?

Ella estaba caliente. − Si. Siempre lo hago. − Su piel se quemaba


con facilidad. Y se marcaba fácilmente. Se secó el sudor que se
le formaba en la frente.

Había estado un poco de mal humor desde ayer por la noche


cuando Sevastyan había venido a llevarla a casa. No, fue
incluso antes de eso. Ella se sentía malhumorada y
nerviosa. Ella realmente quería saltar sobre él, pensando que
eso podría ayudar a su extraño estado de ánimo, pero cuando
llegaron a los confines del coche, su olor era muy desagradable.
Ella no podía sacar eso de su mente, no importaba cuánto lo
intentó.

No habían estado juntos sino unas pocas semanas y ya


Sevastyan estaba de vuelta en el club. Engañándola.
Mintiéndole. Demostrando que era exactamente como todos
los demás varones cambiaformas. Sabía que él iba a serlo, pero
aun así estaba herida. ¿Pensó que ella no lo olería todo sobre
él? Ella conocía el olor del sexo y el pecado en cualquier lugar.
Trabajaba en el club todo el tiempo. Él era un mentiroso
bastardo, como todos ellos. Exactamente como ellos. Siguiendo
el patrón de todos los varones cambiaformas que había
conocido. Su piel quemó y algo se movió a través de ella,
caliente como un horno, algo que no podía controlar. Ella trató
de sentarse muy quieta, respirando, esperando no llorar.
Esperando que desapareciera y ella pudiera hablar con
normalidad.

− ¿Por qué esta Shanty insistiría en reunirse solo contigo,


Flambé?

Etienne insistió con recelo. − Eso no tiene sentido cuando ella


nunca te conoció. No me gusta cómo suena eso.

− Suenas como Sevastyan, − acusó Flambé. − Está asustada y


sola. Yo tengo cierta reputación. Mi nombre es bastante
conocido en esa región, tengo que admitir eso.
Lastimosamente, tuve que enviarle un mensaje de que era
imposible que yo lo hiciera. Si quería ser rescatada con sus
hijos, necesitaba permitir que mi equipo la extrajera. Tuve que
pedir muchos favores para eso.

Etienne y Rory intercambiaron una mirada por encima de su


cabeza y luego miraron a Blaise. − ¿Qué piensa tu hombre? −
Preguntó Rory.

− Ha estado en seguridad durante mucho tiempo, − señaló


Blaise. − Tiene que tener reacciones viscerales.

Ella frunció el ceño a los tres ya que parecían estar de acuerdo.


− ¿Desde cuándo te importa lo que piensa Sevastyan Amurov?
Este es mi negocio, lo que hago. Tiene las manos ocupadas
tratando con su primo. Créeme, Mitya Amurov es difícil por
decir lo mínimo.
Estaba muy incómoda en presencia de Mitya. Ella tuvo el
sentimiento de que a Mitya no le agradaba mucho, no es que él
le agradara. Sevastyan prefería que trabajara allí cuando estaba
elaborando sus diseños. Ella era muy consciente de que era por
dos razones. No la quería fuera de su vista porque le
preocupaba que Franco pudiera intentar secuestrarla. Esa era
probablemente la razón número uno. O era simplemente
porque le gustaba mucho el sexo. Quería tener sexo varias
veces al día. A ella no le importaba esa razón en absoluto o ella
habría objetado enérgicamente. Ahora, con su última trampa
en desarrollo, no sabía muy bien lo que iba a hacer. Ella no
podía irse hasta que Shanty estuviese a salvo. Flambé tenía que
entrevistarla personalmente y asegurarse de que estaba
preparada antes de que Flambé pudiera desaparecer.

A Flambé le agradaba Ania y lamentaría no haberla conocido


realmente. Ella nunca había tenido la oportunidad de formar
amistades, y Ania era igual. Trabajar en la finca Amurov le
había permitido a Flambé ver a Ania a menudo y comenzaba a
pensar en ella como una amiga genuina. Ania aparecía con té o
la llamaba por el intercomunicador, pidiéndole que saliera al
garaje donde estaba trabajando. Ania estaba diseñando un
auto, trabajando en un motor y construyéndolo ella misma. Se
sentaban juntas, Ania hablando con entusiasmo sobre algún
nuevo avance mientras Flambé escuchaba, feliz por ella.

Flambé agradeció que Ania no le hiciera preguntas sobre


Sevastyan. Ella no sabía lo que sentía por él y su relación. Era
complicado. Sevastyan estaba a cargo dentro o fuera del
dormitorio, sin importar lo que habia dicho. Él era el que
mandaba y eso era muy claro. Estaba acostumbrada a ser su
propia jefa, acostumbrada a una tremenda cantidad de tiempo
sola. Ahora tenía muy poco y, sinceramente, eso le resultaba
difícil. Había pensado en consultar a Ania, que parecía feliz con
Mitya, pero ahora no importaría.

− ¿Es Mitya Amurov más difícil que Sevastyan? − Rory


preguntó, sus cejas subiendo.

− Nunca dije que Sevastyan fuera difícil, − negó Flambé. − Dije


que este es mi negocio y trabaja para Mitya. No intentes poner
palabras en mi boca.

Etienne soltó un bufido indigno. − Sevastyan Amurov tiene


una reputación, cariño. Incluso tú no puedes fingir que no lo
hace. No puedo imaginar que, si él pensara que la pequeña
Miss Strawberry y sus hijos fueron una especie de trampa para
dañarte, no lo cortaría y los pondría en alguna habitación para
interrogatorios que ninguno de nosotros conoce.

Un escalofrío le recorrió la espalda porque tenía la sensación de


que estaba un poco demasiado cerca de la verdad. −
Afortunadamente, ella no es una planta y no habría una razón
para que ella me tendiera una trampa. Además, él no tiene sala
de interrogatorios. Lo sé porque he buscado minuciosamente
en la casa por pasillos ocultos, y, en cualquier caso, ella no es
asunto suyo.
Había buscado en la casa pasillos ocultos. Había muchos. No
había encontrado una sala de interrogatorios, pero eso no
significaba que no hubiera una. Esa era una de las cosas de
Sevastyan que la preocupaba. El podría ser muy frio. Lo había
visto así en la finca de los Amurov más de una vez. Lo había
visto así en el club. Eso le dio miedo. Ella era una persona
emocional. La gente le importaba. Le importaban mucho. Ella
arriesgó su vida ayudándolos. Por otro lado, ella sabía que ese
lado de él atraía a su leopardo. Era una espada de dos filos ser
un cambiaformas.

Le picaban los brazos y se frotó la piel, mirando al sol. A veces,


si se exponia al sol demasiado tiempo, podía calentarse
rápidamente y la picazón era horrible. También le picaban las
piernas y se frotó los muslos, intentando no retorcerse. Blaise
la miró de cerca. No solo Blaise, sino su leopardo, como si
ambos estuvieran preocupados.

− Probablemente deberías ir a la casa, − sugirió.

Esa sugerencia le hizo arder los dientes. Ella se estaba cansando


de que los hombres le dieran órdenes. Se estaba cansando de
los hombres en general. Todos ellos. Incluso de los tres con los
que estaba sentada. Y si la picazón, el ardor repentino y la
sensación a lo largo de sus terminaciones nerviosas no se
detenía, iba a gritar.

− ¿Tienes la fotografía de Shanty contigo? − Etienne preguntó.


Flambé asintió, negándose a apretar los dientes. Ella no miró a
Blaise. En cambio, abrió la cremallera de la bolsa de su cinturón
y sacó una foto de un leopardo fresa y tres leopardos más
jóvenes detrás de él. Entonces una segunda fotografía que
mostraba a una mujer con el pelo rojo corto y dos niñas y un
niño, todos tomados de la mano y mirando a la cámara. Los tres
hombres se inclinaron hacia ella para estudiar las fotos.

El hombro de Rory rozó su brazo, enviando pequeñas cargas


eléctricas zumbando a través de su torrente sanguíneo. Etienne
se inclinó sobre su cuerpo y su hombro tocó su pecho, el más
mínimo roce, pero sus pezones se sentían como si fueran a
estallar en llamas gemelas, tan calientes que se derretirían a
través del material de su camisa de trabajo. Su respiración se
atascó en su garganta y tuvo que morder con fuerza su labio
inferior cuando Blaise puso su mano sobre su pierna, más
arriba, hacia su muslo por equilibrio mientras se inclinaba para
mirar las fotos. Su palma se sentía más caliente que el infierno,
un infierno viajando por su muslo hasta el centro entre sus
piernas en una explosión de fuego tan caliente que pensó que
podría volverse loca. Ella solo podía respirar a través de ella y
espero que nadie se diese cuenta.

Blaise retiró la mano y una vez más su mirada se movió sobre


ella. Esta vez la especulación estaba ahí y ella temía que él
tuviera mucho más conocimiento que ella, o los otros dos
hombres.

− De verdad, Flambé, necesitas protegerte del sol, − volvió a


aconsejar.
Ella quería arañarlo. Ella realmente se clavó las uñas en su
palma, necesitando el mordisco para bajarla a tierra. Su mente
se sentía caótica, su cuerpo pesado e inflamado.

− Esta mujer no es de nuestra guarida, − confirmó Rory. −


Claramente ella tiene un compañero. ¿Dónde está el? ¿Ella te lo
dijo?

Flambé tardó varios momentos en controlar su respiración.


Afortunadamente, los tres hombres se habían enderezado de
nuevo y la sensación del feroz fuego se alejaba.

− No sabemos mucho en absoluto, − dijo, ignorando a Blaise. −


Ella estaba bastante histérica cuando el equipo la alcanzó. Ella
dijo que los cazadores furtivos vinieron y aniquilaron a todo el
mundo. Eso fue lo que repitió una y otra vez. Ella no tenía
mucho sentido aparte de eso.

Los tres hombres intercambiaron otra larga mirada. Ella quería


rastrillar las garras en sus rostros. ¿Qué les pasaba? ¿No tenían
alguna compasión en ellos?

Flambé suspiró. La sensación de ardor disminuyó aún más,


dándole un poco de respiro. − ¿Qué es? Dímelo directamente.
He estado haciendo esto por mucho tiempo y nunca he tenido
tantos hombres de repente actuando como si no pudiera
resolver las cosas sin su ayuda.
—No es eso, Flambé. Confías en lo que respecta a nuestra
gente. Tú piensas que, porque somos muy pocos y que casi
todo el mundo nos persigue, todos vamos a ayudarnos unos a
otros. Ese no es el caso. Debería serlo, pero no lo es, − dijo
Etienne.

Rory asintió. − Tienes un corazón blando. Me alegré cuando


escuché que estabas con Sevastyan Amurov. Sé que algunos de
los demás estaban en su contra, pero necesitas a alguien fuerte
que te diga que no cuando vas demasiado lejos. Tú no miras
antes de saltar.

Ella estaba honestamente sorprendida. Ella siempre planeaba


todo con mucho cuidado. Ella miraba antes de saltar. ¿De qué
demonios estaba hablando?

− Eso no es cierto. Me conoces desde hace poco. Planeo cada


operación de rescate con mucho cuidado. ¿Tienes idea de
cuántos cambiadores hemos logrado salvar con éxito?

− Eso no es lo que estoy diciendo, − corrigió Rory suavemente.


− Tú le crees a cualquiera que se ponga en contacto contigo y te
pida ayuda. Si son cambiaformas y ellos vienen de una guarida
que está perdiendo terreno rápidamente, eso es todo lo que
necesita saber y estás en camino. Tienes un precio por tu
cabeza. Un precio muy alto. Algunos cambiaformas son
inescrupulosos. No les importaría venderte por el dinero, y sí,
eso incluye a las mujeres.
Eso sonaba como algo que Sevastyan podría decir si ella le
diera la oportunidad, lo que no tenía la intención de hacer. Ella
no iba a presentar a Rory y Etienne a Sevastyan.

− Te conozco desde hace mucho tiempo, Flambé, − dijo Blaise.


− Y su evaluación es acertada. Tienes un corazón blando. Tú
crees a cualquiera. Eres demasiado confiada. Tu padre me dijo
que te quería fuera del negocio de rescate pero que te negaste.

Eso era cierto. No creía que nadie supiera eso. Su padre había
confiado en Blaise o él nunca habría revelado esa información.
Era un tema sobre el que habían discutido repetidamente. El
desacuerdo había continuado hasta que su padre no pudo
hablar. Él insistió en que ella no continuara con su legado, a
excepción del negocio del paisajismo, afirmando que era
demasiado peligroso rescatar a los cambiaformas. Que lo más
probable era que la mataran.

Respiró hondo y miró a Blaise a los ojos, reconociendo que


tenía razón. − Estaba preocupado, − admitió. − El mundo es más
pequeño con el internet y es mucho más difícil colarse en un
país. Me ven venir.

− Exactamente, − dijo Blaise.

− Voy a pensar en lo que todos ustedes están diciendo, lo


prometo. − Ella lo haría. Ella no había considerado que no
estaba investigando tan a fondo como debería hacerlo. Su
nombre y reputación se estaban difundiendo. Ella tenía un
precio por su cabeza. Ahora Franco Matherson tenía la mirada
puesta en ella. − Tendré más cuidado.

Tenía un investigador y era bueno. Ella simplemente no lo


utilizaba en todo su potencial. Tenía que hacerlo mejor. Ella
siempre quería extraer los cambiadores lo más rápido posible,
así que inmediatamente se ponía a planificar. Ella era excelente
en la planificación de las rutas de escape.

Etienne asintió. − ¿Qué están haciendo al otro lado de la casa?


¿Todos esos martillos en marcha? Seguí pensando que tendría
la oportunidad de ir allí para mirar cuando tomáramos un
descanso para almorzar, pero estuvimos todo el tiempo detrás
de la propiedad plantando árboles en ese momento.

La emoción la invadió. − Olvidé contarte sobre ese proyecto.


Sevastyan tiene dos garajes enormes, ambos sentados uno al
lado del otro, dos pisos de alto, que no estaban en uso. Quiere
convertirlos en invernaderos, o más como un gran paraíso
tropical. Me encanta la idea de exuberantes plantas y árboles
en el interior de un edificio de cristal largo.

− Eso suena como una empresa enorme, − dijo Rory.

− Sí, no puedo esperar para empezar. Ya comencé a dibujar,


seccionar áreas más pequeñas alrededor de donde pondré los
árboles más grandes. Ya tiene vigas de soporte masivas, por lo
que la estructura exterior ya está allí y los constructores están
enmarcando el vidrio ahora.
− ¿Amurov quiere poner un jardín interior tan grande? ¿Un
jardín tropical? ¿Fue idea suya? − Preguntó Blaise. − ¿Qué
busca hacer específicamente? − Había especulación en su voz.

Como su padre, Blaise estaba interesado en el paisajismo


ambiental y le sorprendería la idea de un jardín tropical. Uno
del tamaño que Sevastyan estaba pidiendo que pudiera ser
interesante para los leopardos, y Blaise podría entender eso,
pero el aire libre le atraía mucho más. Flambé no le habría
hablado del jardín del paraíso del club de Caín, incluso si no
hubiera habido una cláusula de no divulgación en su lugar, por
lo que no estaba dispuesta a decirle por qué Sevastyan quería
un jardín tropical interior muy grande.

− Para algo tan masivo, debe planear utilizar la más alta


tecnología disponible, − dijo Rory. − Control de temperatura
para cada sección de plantas.

− No puedo imaginar otra cosa. − Caín había hecho lo mismo,


aunque estaba continuamente agregando cosas a su jardín,
llamando a Flambé de regreso al club para plantar nuevas
plantas exóticas. Con el espacio adicional que estaba
agregando, a Caín le gustaba probar y encontrar plantas que
nadie más tenía. Estudiaba los catálogos en busca de flores y
enredaderas para agregar a la última sección, enviando a
Flambé sus ideas, esperando que ella pudiera conseguirlas para
él. A menudo, ella tenía que decirle que las plantas que había
elegido no se les permitiría entrar a los Estados Unidos, pero
ella siempre sugirió algo parecido a lo que quería.
− En serio, Flambé, − dijo Rory, − Me encantaría ser parte de eso
cuando comiences a trabajar en él, o incluso antes, cuando esté
en la fase de diseño. Me gustaría ver cómo empiezas a armar
algo tan grande.

− Sevastyan tiene sus propias ideas, pero si no puedo hacerte


participar, si él lo quiere completamente privado, tendré
discusiones sobre proyectos similares.

Ella no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaría plantar el


enorme jardín interior que Sevastyan quería sin un equipo de
trabajo. Ella tendría que hablar con él en al menos permitir a un
equipo plantar las bases más grandes: los árboles grandes y
cualquier piedra o cascada que tuviera que construir. Podría
poner sus poleas de suspensión y cables después, así como
cualquier otro aparato que él eligiera incorporar tal como lo
había hecho en el jardín del paraíso en el club de Caín. Tenía la
sensación de que incluso después de que ella se hubiera ido, él
querría su jardín terminado. Eso le molestaba, que lo usara con
otras mujeres, pero así eran los cambiaformas, en particular
hombres como Sevastyan, y ella tenía que aceptar eso.

Flambé cambió su peso ligeramente para aliviar el repentino


ardor entre sus piernas que regresaba con un ardiente calor
abrasador. Se sintió como si una llama al rojo vivo viajase sobre
su piel, lamiendo lentamente sus terminaciones nerviosas.
Flambé se giró en un rollo lánguido y coqueto, estirándose de
una manera deliberadamente atrayente. Rory y Etienne se
pusieron de pie y se alejaron inquietos de ella. Blaise se levantó
más lentamente justo cuando una sombra oscura caía sobre la
parte superior de ella.

Los tres hombres se dirigieron al camión de trabajo sin decir


una palabra a su jefe y subieron a él, arrancaron el motor y se
alejaron de la finca a un ritmo bastante rápido, siguiendo a los
vehículos que ya partían. Flambé frunció el ceño tras ellos,
retorciéndose cuando la quemadura entre sus piernas se
encendió y luego retrocedió mientras su gato se retiraba
lentamente. Se frotó los brazos y los muslos, tratando de
combatir las oleadas de picazón y ardor que la hacían sentir tan
nerviosa y temperamental.

Sevastyan estaba detrás de Flambé, respirando profundo,


asimilando el embriagador olor que estaba arrojando entre su
pequeño leopardo y ella mientras sus ciclos se fusionaban.
Puede que Flambé no lo hubiera escuchado, pero era imposible
no sentir la amenaza de su leopardo. Shturm era mortal.
Gruñendo. Arañando por la libertad. Rastrillando y luchando
contra su homólogo humano por la supremacía para llegar a
sus rivales. Los ojos de Sevastyan se habían vuelto todo de
gato, brillando con un dorado al rojo vivo, bandas con
calor. Luchó contra él, sabiendo que el leopardo era lo
suficiente rápido como para ir tras los camiones y arrastrar a
los hombres de adentro hacia afuera, al suelo donde pudiera
hacerlos pedazos.

La gata había decidido hacer acto de presencia, incluso si era


una pequeña. Fue un momento arriesgado, encajada entre tres
machos con su compañero acercándose silenciosamente detrás
de ella, pero al menos ella se había levantado. Shturm no era el
más indulgente con los hombres. Era rudo, celoso y de mal
humor como el infierno, pero estaba muy contento de que su
compañera se hubiera mostrado.

Ya, como si ese breve destello de energía fuera suficiente, la


hembra se había calmado, dejando a Shturm más nervioso que
nunca. Agradecido por los años de experiencia y disciplina,
Sevastyan controló su leopardo y forzó el aire a través de sus
pulmones. Muy, muy suavemente, apoyó una mano en el
hombro de Flambé, sosteniéndola en su lugar, mientras él
rodeaba su nuca con su palma.

− Ya se ve hermoso aquí, malen'koye plamya. Es asombroso lo


rápido que has logrado transformar el lugar. − Mantuvo su voz
muy bajo. Terciopelo suave. Ninguna inflexión que pudiera
advertirle que podría haber problemas viniendo.

− Tengo un buen equipo. − Se frotó la frente con el brazo que le


picaba e inclinó la cabeza para mirarlo. − Realmente trabajan
duro. No he tenido una oportunidad de mirar el invernadero.
¿Los constructores avanzan muy rápido?

Asintió con la cabeza, con la mirada fija en los camiones que se


alejaban de la propiedad, hacia la carretera principal. − Es una
gran prioridad para mí, así que sí, está avanzando rápido.
Parecía tener una conversación muy profunda con tres de sus
trabajadores. − Dejó caer su cabello sobre su rostro. − ¿Todo
está bien?
− Si. Quería que los conocieras. Eran Blaise, Rory y Etienne.
Blaise es mi capataz. Rory está realmente interesado en el
paisajismo, pero Etienne es definitivamente más un
constructor, no es que eluda el trabajo. Pensé que podrías
entrevistarlo, ver lo que pensabas y, si te agradaba, buscar
trabajo para él con un equipo de construcción. Si no, no te
preocupes.

Ella comenzó a desplegar sus piernas y ponerse de pie, pero él


no movió la mano sosteniéndola en su lugar. Ella se quedó
quieta, frunciendo el ceño, mirándolo por encima del hombro
con sus grandes ojos. − ¿Sevastyan?

− No creo que eso realmente explique tu conversación en


profundidad. No fue sobre plantas o edificación, Flambé.
Estaban extremadamente preocupados por alguna cosa. Los
cuatro lo estaban. Cualquiera podía ver eso. Pensé que
nosotros acordamos no ocultarnos cosas el uno al otro.

Flambé le frunció el ceño. − Sevastyan, a veces puedes ser


extremadamente irritante. Enormemente. En este momento, me
estás molestando más allá incluso de tu comprensión. Estoy
cansada, calorosa, sedienta y quiero ponerme de pie, así que
retrocede y déjame.

Sevastyan sintió el charco rojo dentro de él expandirse, rugir


por sus venas, caliente y explosivo, pero él le dirigió una
sonrisa y le tendió la mano.
− Veo que ella realmente está cerca, haciendo que mi mujer se
ponga de mal humor. No tienes un temperamento, dentro o
fuera del dormitorio.

Su mano se sintió pequeña en su palma cuando cerró sus dedos


alrededor de ella. Él la puso de pie fácilmente y luego contra
él. Ella era pequeña pero sólida y suave. Sintió sus músculos
recorriendo su cuerpo debajo de sus asombrosas curvas. Muy
gentilmente, le pasó la mano arriba y abajo por la espalda como
si la tranquilizara cuando supo que ese tipo de toque suave
hacía cualquier cosa menos eso. La mantuvo cerca contra él, no
permitiéndole alejarse de su cuerpo cuando sabía que ella
quería hacerlo. Ella había estado muy distante desde que
regresaron de donde Mitya la noche anterior. De hecho, ella se
había apartado tanto de él que quería sacudirla.

− Sólo uno de nosotros puede tener mal genio, cariño, y me


temo que ya ha sido establecido que soy yo. Shturm es un
verdadero bastardo. Eso me convierte en uno. – Su mano
continuó acariciando su espalda, pero ahora viajó más hacia la
curva de su columna vertebral. Sus dedos mordieron
profundamente. Posesivamente.

− No era mi intención gritarte, Sevastyan. Realmente tengo


calor y sed. Ha sido un largo día y Flamme eligió el peor
momento posible para hacer su primera aparición como
siempre. No me lo esperaba. Ni siquiera sabía que estaba
sucediendo al principio. Me picaba y me sentía incómoda.
Ella presionó su frente contra su pecho, su primer gesto
genuino hacia él en semanas.

− Fue horrible. Verdaderamente horrible. Ojalá hubiera un


libro sobre esto. Tal vez yo debería haberle preguntado a Ania
qué esperar. Ni siquiera reconocí que era Flamme haciéndome
sentir incómoda. Al principio me sentí como si hubiera estado
en el sol demasiado tiempo.

Hubo una curiosa reacción en las cercanías del corazón de


Sevastyan ante la nota perdida en la voz de Flambé. Ella era
una mujer con confianza y, sin embargo, este pequeño ascenso
de Flame la había descolocado claramente. Ella realmente no
sabía que se sentía cuando aparecia su contraparte femenina.

− Vamos a llevarte a la casa, cariño. Puedes sumergirte en la


bañera y decirme todo sobre la conversación con su capataz y
los otros dos trabajadores.

Había en su voz afecto por los tres hombres. Él tendría que salir
de su camino para conocerlos. Asegurarse de que fueran
buenos hombres y que siempre se preocuparan por sus mejores
intereses.

Afortunadamente, estaban a poca distancia de la puerta


principal. Los tres empleados habían estado trabajando en las
plantas más cercanas al frente de la casa. Él podría ver de un
vistazo que las flores y los arbustos estaban todos cerca del
suelo tal como ellos habían dicho. Incluso sin los adornos de
piedra o el crecimiento y las floraciones, ya era fácil ver mejoras
en el patio. Flamed había prestado atención a todo lo que había
dicho sobre seguridad y no había nada que obstaculizara su
capacidad para ver el peligro que se avecinaba. Aun así, ella
había creado lo que se convertiría en una pieza de paisajismo
increíble para su patio delantero.

Sevastyan mantuvo su brazo alrededor de sus hombros


mientras caminaban hacia el frente del porche. Su mirada había
estado clavada en su mujer y los tres hombres sumidos
profundamente en su conversación desde el momento en que
había doblado la esquina de la casa y los había visto juntos. Los
hombres estaban demasiado cerca de ella. El potente aroma de
Flambé, tan embriagador para él, había flotado en el viento,
incitando a su leopardo y agitando su propia necesidad de ella.
Estaba consciente de todo lo que les rodeaba en el sentido de
estar atento al peligro, pero no se había tomado el tiempo de
ver qué progreso se había hecho en el paisaje general de su
propiedad.

Se detuvo en la gran veranda, tomando ese momento para


absorber realmente lo que Flambé y su equipo habían hecho en
las ocho horas que habían estado trabajando. Se habían
agregado más árboles a la arboleda que ya estaba en su lugar,
extendiéndola hacia la propiedad de Mitya así como hacia la
casa. Bastante progreso se había realizado en esa zona.
Algunos de los árboles parecían bastante altos, bastante
maduros, y pudo ver que tenían que usar una pequeña grúa
para colocarlos en su lugar. Las ramas ya eran gruesas y
estaban enrolladas hacia abajo o hacia arriba, pero extendidas
hacia afuera, hacia el siguiente árbol para que un leopardo
pudiera correr fácilmente a lo largo de las ramas y saltar de
árbol en árbol.

− El lugar luce increíble, Flambé, − reiteró. − Aumentó el


tamaño de nuestro bosque en al menos otro cuarto.

− Para cuando termine, lo habremos duplicado, − dijo


reprimiendo otro bostezo. − Creo que estoy envejeciendo.
Estoy sintiendo cada dolor de palear tierra.

Se le hizo un nudo en el estómago cuando utilizó el escáner de


ojos para una entrada rápida. − Nena, ¿por qué en el mundo,
cuando tienes un equipo tan grande, ¿estarías paleando tierra?
Tú supervisas las cosas, das órdenes, no haces trabajo
manual. − Se la llevó adentro, cerró y bloqueó la puerta detrás
de ellos.

− Cuando colocamos esos árboles más grandes, todo el mundo


tiene que ayudar, Sevastyan. Hacerlos entrar lo más rápido
posible. Es más seguro de esa manera. – Ella sonaba
despreocupada, un poco distraída.

− Sube las escaleras y empieza a bañarte, Flambé. El chef dejó


nuestra cena en la cocina. Solo tengo que encender la
calefacción. No demoraré. Calienta el agua. Sabes cómo me
gusta. − Él le dio un beso en la parte superior de la cabeza. Él
ya había programado las cerraduras de las puertas para que se
abrieran con su escaneo de retina.
− Voy a lavarme el pelo, − le aconsejó. −Empezaré a llenar la
tina después de que me enjuague.

Él asintió con la cabeza y la vio subir las escaleras. Ella estaba


definitivamente agotada, no solo por su jornada laboral. Eso
había comenzado temprano, incluso antes del amanecer, pero
muy probablemente por la breve e inesperada aparición de su
leopardo hembra. Sus músculos tenían que sentirse abusados
por la contracción y expansión mientras el gato empujaba
contra su cuerpo, probando su fuerza. El cambio podía ser
brutal cuando uno no estaba acostumbrado. Lo había olvidado.

La casa era grande y había dos casas más pequeñas en la


propiedad para sus hombres y otro posible personal, pero
Sevastyan no quería particularmente a alguien alrededor una
vez que terminaba el día. Le gustaba su tiempo a solas y desde
había encontrado a Flamed, quería pasar tiempo con ella sin
interrupciones. Más a menudo que no, sabía que mantendría
su juego en el dormitorio principal, donde él había configurado
su dominio. Sin nadie en la casa y sin forma de ser sorprendido,
quería poder usar cualquier habitación de la casa cuando el
estado de ánimo lo golpease.

Estaba presionando bastante para terminar la construcción de


la transformación de los dos garajes en un invernadero masivo
para que pudieran tener un jardín. Había estado pensando en
qué tipo de equipo querría escondido entre las plantas. Le
gustaba la idea de cascadas y arroyos. Él quería tener sillas muy
cómodas para relajarse y muchos lugares para inspirar su
imaginación para atar tanto en el suelo como en el aire. Flambé
se veía hermosa en cuerdas y, aunque era nueva en la
esclavitud erótica, estaba más que dispuesta a intentar
cualquier cosa con él. También quería un lugar para que los
leopardos se relajasen.

Ella estaba empapada en el agua humeante del baño cuando él


entró descalzo y desnudo. Simplemente se metió en la bañera
y se unió a ella, hundiéndose en el agua frente a ella para poder
mirar su rostro mientras hablaban. Él agua caliente estaba
haciendo su magia. Su cabello estaba mojado y amontonado en
su cabeza. Su rostro estaba limpio y libre de toda línea de
preocupación. Ella se veía desesperadamente joven, como lo
hacía a veces, y muy relajada. Sus ojos estaban cerrados y ella
sonrió levemente cuando él se unió a ella, pero no abrió los ojos.

Él le rodeó el tobillo y le levantó el pie para acariciarle la


pantorrilla con dedos fuertes. − Ibas a contarme sobre la
conversación que tenía a tu equipo tan preocupado, Flambé. −
Mantuvo su voz baja, ese terciopelo suave, esa fascinante voz
que jugaba sobre sus sentidos, a la que respondía más.

− En su mayoría me estaban haciendome pasar un mal rato con


las operaciones de rescate. Mi equipo traerá a una mujer y sus
tres hijos. Ella fue captada por una cámara recientemente en su
forma de leopardo. Los leopardos fresas son tan inusuales que
hacen grandes titulares si se ven. Ella fue vista a lo grande
porque tenía tres gatitos con ella. Los científicos están tratando
de demostrar por qué sus manchas son rojas, no negras, y de
donde vienen los leopardos fresa. Pero hay tan pocos porque
los cazadores furtivos quieren sus pieles... − Ella se
interrumpió, suspirando. − Es un gran lío.

Esperó, sin apresurarla. Empujó su pulgar en su tenso, y


apretado músculo y lo frotó hasta que sintió que cedía
lentamente y luego masajeó suavemente. Ahí estaba de nuevo.
La verdad. Y el engaño. ¿Que estaba ella ocultando?

− Creen que confío demasiado. Quizás sí, Sevastyan. El internet


me hizo mucho más difícil ir a cualquier parte sin ser vista. Mi
padre podía entrar y salir de un país y nadie era más sabio, pero
ahora, si doy dos pasos en alguna parte, Franco sabe o esa gente
que puso un precio en mi cabeza están mirando los aeropuertos
y lo saben.

Todo eso era cierto. − ¿Es eso lo que preocupaba a estos


hombres?

Sus pestañas se agitaron y frunció el ceño mientras abría los


ojos para mirarlo. − Algo así. Todo encaja. ¿Estás seguro de que
quieres escuchar esto? Realmente no he descubierto si están
bien o mal. Me dieron mucho para pensar.

No quería decirle que él era el único con el que necesitaba


resolverlo, pero era la verdad. Si no obtenía una respuesta
satisfactoria de ella, estaría hablando con los tres hombres, uno
a la vez, hasta que estuviera satisfecho. Algo en la forma en que
estaban actuando realmente lo molestaba. Él mantuvo sus
dedos relajados mientras cambiaba a masajear su otra
pantorrilla.
− Cuéntame.

− La mujer, Shanty se llama, insistió en reunirse solo conmigo


cuando ella nunca me había conocido. Mi equipo la iba a sacar,
pero ella quería que yo personalmente fuera a Sudáfrica para
acompañarla a ella y a los niños a Estados Unidos. Tengo un
equipo perfectamente bueno y le explicaron que me era
imposible ir. Cuando ella se resistió, tuve que decirle que, si
ella no venía con ellos, no podíamos sacarla. Por alguna razón,
a ellos tres no les gustó que ella insistiera en que fuera con ella.
Ellos pensaron que era extraño.

Mantuvo la mirada en su rostro. No permitió que su corazón


se acelerara o que hubiera cualquier cambio en su respiración.
Si estos tres hombres pensaban que había un problema, lo más
probable es que hubiese un problema.

Sus dientes se hundieron brevemente en su labio inferior y


luego suspiró de nuevo. − Mi padre no quería que yo
continuara rescatando. Dijo que se estaba volviendo
demasiado peligroso. − Ella hizo la confesión rápidamente. −
No estoy de acuerdo con él. Fue por lo único que discutimos
hasta que falleció. Tengo un equipo de investigadores y son
muy buenos, pero tal vez los hombres tengan razón y me
apresuro porque tengo mucho miedo de perder a alguien.
Necesito ser más cuidadosa.

O no hagas más rescates. Sevastyan no lo dijo en voz alta. Él iba


a considerar cómo mantenerla a salvo y no sonar como un
dictador. Claramente, se sentía apasionada por lo que hacía. No
podía decirle que tenía que detenerse cuando ella no lo había
hecho cuando su padre le dijo que no lo hiciese más. Él
necesitaba una mejor solución.

− Es bueno saber que los hombres que trabajan para ti también


te cuidan. − Sevastyan dijo, su voz suave. Iba a asegurarse de
saber todo lo que había que saber sobre ellos. Esperaba
conseguir su ayuda. Él también quería hablar con su equipo de
investigación y conocer a esta mujer, Shanty.

− No te duermas todavía, bebé. Necesitas comer. No has estado


comiendo mucho últimamente.
11
SEVASTYAN permaneció despierto durante mucho tiempo,
con el cuerpo ardiendo. Las llamas lamiendo sobre su piel y
encendiéndose como pólvora en sus venas. Parecía que cada
vez que se despertaba, con Flambé a su lado, su cuerpo se
despertaba primero, ya en un estado de necesidad. Siempre
saboreó la acumulación de calor y fuego. Lo dejo suceder en
lugar de tratar de reprimirlo como lo había hecho durante años.
Ahora, allí estaba su mujer.

Ella yacía acurrucada en una bola de la forma en que lo hacía,


haciéndose muy pequeña en medio de su cama, ese pelo rojo
suyo ya se derramaba de su trenza, proclamándole que no
podía ser domesticada. Ella siempre se volvía de costado,
alejándose de él, como si pudiera escapar mientras dormía,
pero él dormía con su cuerpo alrededor del de ella, su brazo
anclándola a él, una pierna sobre ella, así que no había forma
de que pudiera escapar.

Le gustaba estar despierto mientras ella dormía, imaginándola


atada de varias formas. Ver imágenes eróticas de ella con las
diferentes cuerdas contra su piel. Tenía una piel perfecta para
las cuerdas, para los diversos colores y texturas de cuerdas. Era
extremadamente ágil y había hecho lo que él le había pedido y
estirado todos los días, varias veces al día, teniendo cuidado de
mantener su cuerpo en la mejor forma posible para las
rigurosas exigencias necesarias para ser un modelo de cuerda.

Con Sevastyan, ella no era solo su modelo de cuerda. Ella era


su compañera en esclavitud y sexo. Exigiría todo tipo de cosas
eróticas difíciles de ella lo que significaba que necesitaba estar
en la mejor condición física. Se tomó su entrenamiento
seriamente y él estaba muy agradecido de que ella también lo
hiciera. Él estudió su rostro durante mucho tiempo mientras
dormía. Ella había estado muy callada, casi quedándose
dormida en el baño la noche anterior.

Sevastyan había insistido en que comiera, y lo hizo, pero muy


poco. Ella había sido seductora mientras se preparaba para ir a
la cama, pero él se había mostrado distante, sentándose en una
silla al otro lado de la cama de la habitación con un libro hasta
que finalmente se rindió. Se tiró encima de las mantas y casi de
inmediato cayó dormida. Negarse a sí mismo había requerido
disciplina, pero ella necesitaba descansar y él necesitaba
tiempo para descubrir a su mujer. También sabía que tenía que
ser el que controlaba las situaciones sexuales entre ellos en todo
momento. Le faltaba algo grande y si no averiguaba qué era eso
pronto, podría perderla por completo.

Había un problema con su leopardo, o con ella. No pudo


decidir con cual era. Su hembra estaba en su primer ciclo. Los
leopardos machos eran conocidos por sus homólogos
masculinos casi desde el momento en que nacían, pero no era
lo mismo con la mayoría de los cambiaformas. A menudo, las
mujeres no tenían idea incluso de que tenían un leopardo hasta
que ella se daba a conocer cuando sus ciclos se unían y ella
estaba lista para emerger. Ese era un momento intenso para el
humano femenino y extremadamente desorientador, al menos
basado en todo lo que había observado desde la experiencia de
Ania.

El leopardo de Flambé se había retirado tan lejos que Shturm


parecía no poder alcanzarla. Su macho estaba furioso y cada
vez era más difícil de manejar. Eso significaba que estaba
teniendo dificultades para controlar la ira creciendo dentro de
él. Algo estaba muy mal y tenía que averiguar qué era lo más
rápido posible.

Era muy posible, incluso probable, que el leopardo hembra


estuviera aterrorizada de Shturm. Francamente, era un bruto.
Aterrorizaría a cualquier mujer leopardo, y mucho más a una
tan pequeña como un leopardo fresa. Ella no tenía idea de qué
hacer o qué esperar, y su homólogo humano tampoco. El
cuerpo de Flambé era hipersensible, por lo que su reacción al
sentimiento del leopardo hembra que se acercaba a la
superficie era angustioso. Eso podía reprimir su levantamiento.

O. . . no quería pensar en la otra posibilidad... que flambé era la


que estaba aterrorizada y de alguna manera estaba impidiendo
que su hembra se levantara. ¿Era eso posible? No lo sabía.
Nunca había oído hablar de algo así, pero si no se enteraba
pronto, Shturm lo destrozaría para llegar a la hembra. El hecho
de que Flamme se hubiera acercado a la superficie alrededor de
otros tres machos y luego se retirara cuando Shturm se habia
acercado, volvió al gran macho salvaje.

Sevastyan se resistió a tocar la cara de Flambé, trazando sus


pómulos altos con las yemas de los dedos. Hubo una extraña
sensación de fusión en la región de su corazón con solo mirarla
que estaba comenzando a alarmarlo. Ella se estaba volviendo
necesaria en su vida. Le gustaba tenerla cerca. Le gustaba oírla
reír. Quería conocerla, la verdadera ella, las cosas sobre ella que
nadie más sabía. Quería que ella lo dejara entrar en su vida. Por
el momento, lo mejor que podía hacer era mantenerla a salvo y
trabajar en su relación.

Drake Donovan tenía a su mejor gente junto con la gente de los


Amurov siguiendo a Matherson. Su jet privado presento un
plan de vuelo a Miami con nueve personas a bordo.
Supuestamente Matherson era uno de ellos. Desde allí, el jet
había llevado a esas nueve personas a una pequeña isla,
propiedad de uno de los amigos de Matherson. Se quedó allí
toda la noche y se fue por la tarde para Francia. Esperaba la
confirmación de que Matherson estaba en el avión en cualquier
momento. Sabía que el hombre volvería, pero por ahora,
podría concentrarse en un enemigo a la vez.

Y tenía el día de hoy con su mujer. Lo necesitaba para averiguar


qué estaba pasando con su leopardo, o con ella. Cogió el moño
desordenado de Flambé y tiró suavemente. − Es hora de que te
despiertes, bebé.
Mientras tiraba, se sentó y se volvió para poner los pies en el
suelo. Su pesado saco se deslizó por un lado de la cama y su
pene se tensó hacia su abdomen. Evitó tocarse a sí mismo
cuando necesitaba ceder y entregarse alivio. Seguía tirando de
su cabeza con pequeños movimientos suaves hacia el borde de
la cama hasta que hizo sus habituales murmullos somnolientos
de protesta.

Esos sonidos siempre ponían más acero en su polla. Amaba sus


pocas protestas matutinas antes de que realmente se
despertara. Flambé revolvió, comenzó a rodar y encontró su
puño en su cabello. Su mirada saltó instantáneamente a su
rostro y luego barrió su cuerpo. Su lengua se deslizó y
humedeció los labios. Su polla se sacudió con anticipación.

− Buenos días. − Mantuvo su tono estrictamente neutral. −


Quiero que te prepares. Hidrátate. Estírate. No tardes mucho.
Vuelve cuando estés lista.

Ella asintió, sus largas pestañas cayeron, pero no antes de que


él atrapara la emoción brillando en sus ojos. Ella se levantó
inmediatamente, deslizándose hacia el baño en su fluido
caminar de gato. Su trasero era tentador, las caderas se
balanceaban cuando ella se alejó de él.

Se puso de pie y se estiró, sintiendo cada músculo expandirse


y contraerse antes de comenzar a preparar su escena. Ató las
cuerdas que necesitaba a la suspensión de cables. Cáñamo.
Claro esta vez. No era particularmente cómodo, pero no el más
duro en su colección por cualquier medio. Tuvo mucho tiempo
para pensar sobre lo que quería usar esa mañana y cómo la
ataría.

Esperó hasta que ella regresó y se paró en el centro de la


habitación debajo del gancho de suspensión antes de entrar
tranquilamente en el baño. Se tomó su tiempo, sabiendo que
ella se quedaría quieta esperándolo. Él supo que experimentar
la espera generaba su entusiasmo. Las endorfinas liberadas en
el cuerpo de ella se sumarían a la excitación sexual, el hambre
que se acumulaba en ella también, así como la sensación de
bienestar y comodidad en las cuerdas.

Flambé se quedó muy quieta, con la espalda recta, la cabeza en


alto, pero los ojos bajos mientras se acercó a ella. La rodeó,
como siempre lo hacía, tocándola suavemente, arrastrando las
yemas de sus dedos a lo largo de su piel, probando la
temperatura. Probando su pulso. Murmurándole, preguntas
sobre su salud, cómo se estaba sintiendo, si estaba dispuesta a
una escena prolongada con él, si su cuerpo podía tomar lo que
planeaba hacerle. Cuanto más hablaba, más la tocaba, cuanto
más se estremecía, sus pezones se elevaban y sus caderas se
movían inquietamente.

Sevastyan se detuvo frente a ella, tiró de sus manos con inusual


agresión hacia él e inmediatamente las ató juntas con un rápido
movimiento alrededor de su puño. A partir de ahí, tejió correas
que se enredaron alrededor de su cuello y se anudaron en sus
puños. Él le cerró los brazos con fuerza, tejiendo rápidamente
hebras dobles de cuerda para que coincidiera con las correas y
luego se movió alrededor de su espalda para anudar un arnés
alrededor de su cintura para anclarlo todo.

Usando sus manos esposadas para guiarla hacia abajo, la instó


a que colocara su trasero en la depresión en la larga silla
carmesí en forma de huevo que había colocado cerca de
ella. Era suave y se amoldo instantáneamente a ella.

− Túmbate, Flambé. − Deliberadamente no la ayudó.

Ella obedeció, bajando la columna hasta que su cuello se


hundió hasta el borde de la silla de modo que la parte posterior
de su cráneo descansara a lo largo del borde. Agarrando sus
manos atadas, las ató a las cuerdas que ya había fijado al techo
del sistema de poleas. Inmediatamente la agarró por el muslo
y enrollo una cuerda alrededor de él en dos lugares, trabajando
rápidamente, llevando su pierna hacia su vientre. Añadiendo
nudos, luego la unió a las ataduras que bajaban hasta su tobillo,
para que su pierna estuviera atada cerca de su cuerpo en forma
de rana. Él unió esa pierna a la misma polea que sus manos
esposadas. Agarrando su tobillo izquierdo, lo ató y lo unió a
una segunda polea de modo que esa pierna estaba estirada y
recta en el aire.

Caminó alrededor de ella, inspeccionando su trabajo, ajustando


los nudos, asegurándose de que ninguna cuerda le cortaba la
circulación.

− ¿Estás cómoda? ¿O al menos razonablemente? − Se detuvo en


la parte inferior de la silla, justo entre sus piernas. Los rizos
ardientes brillaban con líquido húmedo. Casualmente, se
inclinó y pasó su dedo por la abertura resbaladiza, recogiendo
lo que él consideraba su propio regalo personal. Su sexo
apretado. Había sido una muy buena decisión dejarla dormir
la noche anterior. Ella estaba más que lista para jugar.

Se chupó los dedos mientras se alejaba de ella para pararse


frente al espacio para estudiarla desde diferentes ángulos. −
Tengo el día libre hoy. Tú no lo haces. Sé que todos iban a salir
hoy a trabajar, pero les di el día libre con paga. Estaban muy
felices de escuchar eso.

La miró con atención. El color inundó su rostro. Sus ojos


viéndose enojados. Volvió hacia ella como si no se hubiera
dado cuenta, pasando los dedos por su cuerpo, desde su sexo
que goteaba hasta sus pechos. Tirando de sus pezones, él se
inclinó y tomó su boca antes de que pudiera expresar una
protesta. Ella había abierto su boca y él deslizó su lengua y
ambos se incendiaron. Rodó un pezón, deslizó su mano a lo
largo de su suave cuerpo hasta que encontró sus rizos y
sumergió sus dedos en esa dulce y caliente hendidura.
Inmediatamente su vaina mordió con fuerza sus dos dedos. Él
la folló y luego apartó los dedos antes de que ella pudiera
venirse, presionándolos contra su boca, instruyéndole
silenciosamente que los limpiara. Flambé los chupó hasta
dejarlos limpios, en su mirada de nuevo la necesidad. Deseo.
Lujuria. Aun así, podía ver que ella quería protestar por su
intervención en su negocio.
Una vez más, se adelantó. Él se paró justo sobre su cabeza, su
mano rodeando su polla palpitante. − Me desperté esta mañana
pensando en tu boca, Flambé. Esos labios tuyos y que dulces se
ven cuando te esfuerzas tanto para estirarlos a mi alrededor.
Me encanta mirar eso. Vas a querer mojarme mucho porque me
vas a tragar más que nunca. No es como si pudieras hacer
mucho más, ¿verdad?

Frotó la cabeza de su polla sobre sus labios, untando las gotas


de su semilla sobre su boca de un lado a otro. Cuando se apartó,
ella lamió sus labios, y solo esa vista envió otra ola de calor
corriendo a través de él. Para él, nadie era más sensual que
Flambé.

− Creo que pasé la mayor parte de la noche despierto junto a ti,


pensando en cómo quería atarte hoy. Ambos estamos siempre
tan ocupados y nunca pareces tener tiempo para nosotros.

Deliberadamente, antes de que ella pudiera protestar, se


inclinó sobre su cuerpo en la posición sesenta y nueve,
poniendo su polla sobre su boca mientras él pasaba su mano
por su cuerpo, pasando su lengua esta vez sobre su clítoris. La
forma en que la tenía atada dejaba su sexo completamente
abierto para él. Se retiró lo suficiente como para acariciar su
coño con la mano. Suavemente. Movió su clítoris. Palmada
más fuerte. Movió más fuerte. Se enderezó y frotó su polla por
todo su labio, untando su semen de nuevo. Abrió la boca y él
retrocedió.
− Quédate quieta. Me estoy tomando mi tiempo. Yo fui el que
estuvo despierto toda la noche con mi cuerpo duro como una
jodida roca mientras dormías. − Lo hizo una acusación.

Una vez más, se inclinó sobre ella, esta vez mucho más
lentamente para que sus bolas pesadas golpearan su cabello
mientras su polla cubría su cara y boca y su barbilla se posó en
su montículo mientras golpeaba su coño suavemente. Ella
estaba muy mojada. Lamió el recubrimiento de su palma y
luego repitió la acción. Su polla dolía, sacudiéndose al ritmo de
la sangre martillando como loca en sus venas y el sonido de su
mano mientras tocaba un suave ritmo sobre su coño palpitante.
Su lengua tomó largos golpes en su eje, lo que se sumó al calor
que subía por su columna vertebral.

Se obligó a enderezarse de nuevo. Para mantener su máscara


en su lugar. Para lucir mirada indiferente, como si nada le
afectara cuando su cuerpo estaba ardiendo y la sangre latía a
través de su polla. − Abre la boca.

Ella obedeció fácilmente.

− Mójame, Flambé, o lo vas a pasar mal. – Él acarició su


garganta. − Me vas a llevar profundo. Tú amas esto. Tú amas
mi polla, ¿no?

− Mucho, Sevastyan.

− Concentrate en tragarme, en tomarme hasta el final. Voy a


probar algunas cosas nuevas que pueden asustarte, pero te
encantarán. Se sentirán muy bien, cariño. Te vendrás muy duro
por mí. Te prometo que lo tomarás mi polla hasta el fondo.
Realmente profundo. – Le masajeó sus pechos con manos
rudas. Ella trató de arquearse en sus manos, rogándole en
silencio que continuara. − Solo tienes que confiar en mí para
llevarte allí.

Lo vio en sus ojos. Esa adoración que ella le daba cuando


estaban conectados de esa manera, a través de las cuerdas. Le
gustaba el juego brusco. Ella incluso lo necesitaba y se lo dio,
empujando su polla en su boca, dejando que su lengua
lubricara su eje primero y luego empujando más profundo,
repitiendo y yendo un poco más profundo. La vista de sus
labios estirándose alrededor de su circunferencia era tan
jodidamente hermosa, que sabía que nunca lo superaría. A eso
se sumaba la belleza de ella en las cuerdas y la mirada en sus
ojos mientras lo observaba.

Las llamas corrieron por su columna vertebral, atravesaron su


cuerpo como una bola de fuego directo a su ingle. Pasó unos
minutos dejándola acostumbrarse a su polla, el tamaño de la
misma en su boca. El ángulo ayudó a abrirle la garganta. Se
inclinó sobre ella lentamente y luego se apartó, lo que le
permitió acostumbrarse a perder la seguridad de su mirada, lo
que la mantenía sintiéndose segura y concentrada. Cuando el
estableció un ritmo, tomó un lado de su cara.

− Te voy a dar algo nuevo, bebé. Sigue tomándome más


profundo. Esfuérzate por llevarme más profundo después de
cada respiración. ¿Estás lista para esto?
Mantuvo su mirada fija en la de ella. Ella no dejaba de chupar
fuerte, su lengua azotándolo. Se apartó para darle aire. Ella
asintió. Sus ojos decían sí, incluso con líquido nadando en ellos.
Tocó su rostro para darle coraje y mostrarle su aprobación.
Muy lentamente se inclinó sobre ella, su polla deslizándose
más profundo, teniendo cuidado de no permitir que su cuerpo
temblara. Tenía que aparecer que tenía el control.

Tenía que tener cuidado. No pudo ver su expresión. Él no la


quería en pánico. No podía hablar ni podía luchar contra él. Él
tenía que ser consciente del movimiento corporal más sutil. Él
ya había conseguido su ritmo, cuando ella necesitaba aire, pero
ya no tenía la tranquilidad de sus ojos. Él cronometró el primer
retiro de su polla para que ella pudiera ver que podía confiar
en él para darle el aire que necesitaba. Cuando empujó
profundo, golpeó su coño un poco más duro que antes y luego
sacudió su clítoris antes de chuparlo. Todo su cuerpo se
estremeció.

Shturm, ¿sientes a su gato cerca? No tiene sentido que se levantara


cuando los demás estaban cerca, pero desapareciera cuando te
acercaste. Flambé es extremadamente fuerte, pero ahora mismo es
vulnerable y se encuentra debilitada. Acércate a Flamme. Atráela
hacia ti. Ahora, Shturm. Dios, será mejor que hagas tu mejor parte
porque no puedo aguantar más.

Su leopardo se elevó mientras sus caderas empujaban una y


otra vez, enviando su polla a su boca, igualando el ritmo de su
mano golpeándola. El chupó su clítoris, usando su lengua para
follarla de la forma en que su polla usaba su boca. Sintió a su
leopardo cerca de la superficie, el macho casi tan feroz en ese
momento como él, exigiendo a su pareja.

Su cabeza ya estaba a punto de estallar por la forma en que su


boca se sentía tan apretada alrededor de su polla. Fue difícil
obligarse a sí mismo a retroceder. Su polla estaba en su
garganta. Ella era buena controlando su reflejo nauseoso y esta
vez golpeó más fuerte, agitó y chupó. Luego fueron varios
golpes. Él estaba agregando dedos para follarla, moviéndolos
y chupando mientras él era gentilmente empujando sus
caderas más profundamente cada vez que la dejaba tomar aire.

Era difícil pensar, casi imposible. Sabía que tenía que mantener
el control. Esto era peligroso en todos los sentidos, pero estaba
tirando con fuerza de su polla con su feroz succión, rodeándolo
con un fuego húmedo y abrasador, tan fuerte que lo apretaba y
luego lo azotaba con su lengua de terciopelo mientras se
retiraba. El sentimiento era diferente a todo lo que había
experimentado.

Sintió a su leopardo cerca de la superficie, moviéndose en él,


una fiera bestia, exigiendo que la hembra se acercase. De
inmediato su presencia estaba allí, su calor agregándose al
fuego en el cuerpo de Flambé. Sevastyan sintió el cambio, la
sensibilidad añadida. Las terminaciones nerviosas de Flambé
ya respondían extremadamente al más mínimo toque. Un roce
de su dedo, no importaba lo ligero que fuera, podía encender
una llama en su torrente sanguíneo. Estaba sintonizado con el
más mínimo cambio en su pareja cuando trabajaba con alguien.
Tenía que hacerlo. El nunca había sabido que el cuerpo de
cualquier mujer fuera tan sensible como el cuerpo de Flambé.

A medida que el leopardo hembra se acercaba a la superficie y


sus hormonas se fusionaban con las de Flambé, las sensaciones
que creaba cuando la golpeaba y sacudía aumentó la tensión en
espiral en su vientre, en su sexo. El deliberadamente había
elegido una nueva técnica sexual para incitar al leopardo, así
como a Flambé.

Ella estaba balanceando sus caderas, empujándose a si misma


en su boca, levantando su coño hacia su mano, desesperada
porque apagara las llamas que había creado, y la tensión en
espiral que se enredaba cada vez más en su cuerpo. A estas
alturas, el pelaje se estaría moviendo debajo de su piel, creando
una picazón, solo que ahora se sentiría diferente, más como el
roce del fuego, golpes de llamas una y otra vez como si la
estuviera lamiendo con una marca de fuego. Sus gemidos
vibraron a través de su polla, sumándose al éxtasis de modo
que él quería prolongar la sesión, no terminarla, aunque no
veía cómo era posible.

Su cuerpo estaba tan cerca. El suyo también. Quería sentir el


apretado apretón de su garganta y esta vez empujó
profundamente, hasta el final, dejando que su polla sintiera ese
apretón mientras él azotaba su coño empapado lo
suficientemente fuerte como para llevarla a tener un orgasmo
violento. Entre la boca, los dedos y la palma de la mano,
prolongó el orgasmo mientras lanzaba largos chorros de semen
caliente una y otra vez dentro de ella. Fue todo lo que pudo
hacer para mantenerse sobre sus pies y retroceder para que ella
pudiera respirar.

Sevastyan, en todos sus años de prácticas sexuales oscuras,


nunca había experimentado una liberación tan violenta,
prolongada e intensa como esa. Su cuerpo se sintió como si
hubiera sido arrojado a otro mundo, una ascensión ardiente
que lo llevó a un lugar de puro sentimiento. Él miró su rostro.
Belleza pura. Ella tosió una vez, pero logró seguir respirando,
no ahogarse.

Esperó, recuperando el aliento, con la mirada fija en su rostro


evaluándola todo el tiempo. Necesitaba asegurarse de que ella
estaba bien, de que no estaba herida o lastimada. Por encima
de todo, su seguridad era lo primero. Después de eso, él quería
que su adicción a él creciera. Eso era muy, muy importante.
Algo estaba terriblemente mal entre ellos y él sabía
absolutamente que la única posibilidad real que tenía de
mantener a Flambé atada a él era el sexo que nadie más podría
darle. Iba a darle cosas que volarían su mente. Cosas en las que
nunca había pensado. Cosas que ella sabía que nunca
conseguiría en cualquier otro lugar o de cualquier otra persona.

Sus pestañas se agitaron, pero no abrió los ojos del todo.


Cuando él estaba seguro de que podía, cruzó la habitación
hasta el pequeño bar y recuperó una botella de agua fría para
ella. Se tomó su tiempo, luciendo casual cuando volvió para
levantarle suavemente la cabeza y acercar la botella a sus
labios.
− ¿Qué pensaste, malen'koye plamya? ¿Es eso algo que te gusta?
¿Quieres volver a hacerlo de otra manera? Yo quería distraerte
la primera vez para ver si lo disfrutarías. Tu cuerpo parecía
hacerlo, pero a veces la cabeza no siempre está de acuerdo con
el cuerpo. − El rozo un beso sobre su sien. Lo mantuvo
tierno. Amoroso incluso. Se sintió tierno y cariñoso hacia ella,
pero sabía que tenía que tener cuidado de no darle demasiados
de esos gestos cuando ella no los quería de él.

Bebió lentamente, dejando que el agua fría le cayera por la


garganta. El era un hombre grande y tenía que dolerle la
garganta. El agua tenía que sentirse bien. Cuando ella apartó la
cara de la botella, él bajó la cabeza hacia abajo sobre la silla. Ella
no había terminado y esperaría que él insistiera en que
terminara su ritual. Él se acercó para darle acceso, bebiendo de
la misma botella, apoyando una mano en las cuerdas mientras
se inclinaba hacia su boca.

Su lengua se sintió exquisita mientras lo lamía. No había nada


tan decadente como su mujer cuidándolo en las primeras horas
de la mamada del siglo. Su rostro estaba manchado con su
semilla cuando ella termino, y se veía despeinada y bien usada.

De nuevo, necesitaba un minuto para controlarse y lo pasó


mirándola, evaluándola. Agradeciendo al universo que ella
estuviera en él y con él. Sus apretados rizos rojos estaban
húmedos y relucientes con su sexo combinado y cuando abrió
la pantalla de privacidad, brillaron junto con sus muslos. Cogio
la cámara y la rodeo lentamente, tomando fotos desde todos los
ángulos.

− Te ves hermosa, Flambé. Quiero tener un libro de mis lazos


contigo como mi modelo. Las cuerdas siempre se ven tan bien
contra tu piel. − Deliberadamente se acercó para tomar una foto
de sus piernas abiertas. − Y reaccionas muy bien a la esclavitud
erótica.

− Sé que no se las vas a mostrar a nadie. − Ella lo dijo, pero ahí


estaba el más mínimo indicio de duda en su voz. Su voz era
ronca.

Él se apartó de ella y bajó la cámara para poder tirar de los


nudos y soltarlos. Siempre tuvo cuidado de no dejarla atada
demasiado tiempo. Ella estaba acumulando resistencia, pero
no estaba lista para quedarse por un período prolongado de
tiempo. Comprobó su pulso y sus manos, piernas, brazos y pies
en busca de calor y luego la sentó en su regazo para mecerla
suavemente.

− Mujer, te lo he dicho un millón de veces, no las comparto. −


Él acarició la parte superior de su cabeza. − Ambos necesitamos
una ducha y luego puedes mostrarme en lo que ha estado
trabajando para nuestro jardín. Tengo algunas ideas que quiero
decirte para que las tengas en cuenta cuando diseñes.

Ella se acurrucó contra él de la forma en que lo hacía después


de que la ataba. Era la única vez que obtenía eso de ella y
saboreaba cada segundo que tenía. Ella se sentía pequeña y
frágil para él, cuando ahora que la conocía, era muy consciente
de que esa no era la verdad en absoluto.

− Va a haber mucho espacio, Sevastyan. Casi demasiado. Yo


creo que tendremos que hacer esto en secciones, de lo contrario
será demasiado abrumador. − Su voz era muy baja, ronca y
sonaba distraída. Todavía muy al borde.

− Eso es lo que dijiste cuando quería convertir la pequeña zona


boscosa en un bosque mucho más grande. − Volvió a frotar su
barbilla sobre la parte superior de su cabello.

Sevastyan masajeó los brazos y los pechos de Flambé, un


masaje firme que fue muy sensual, rodeando sus pezones y
luego moviendo sus dedos hacia su vientre para masajear allí
también. Ella todavía estaba experimentando pequeñas ondas,
réplicas que la sacudieron. Podía sentirlas moverse a través de
su cuerpo y su masaje se sumaba a las sensaciones. Quería
mantener esas sensaciones, solo por un rato más.

Ella gimió y giró la cabeza hacia su pecho, abriendo las piernas


para él mientras empujaba su puño contra su húmedo e
inflamado coño, frotando sus nudillos. Ella apretó fuerte,
montando sus nudillos mientras él continuaba el masaje, sus
dientes mordiendo su hombro, la lengua calmando, luego los
dientes mordiendo de nuevo.

Shturm, sigue hablando con tu mujer. Quiero que la saques a la


superficie. Vas a reclamarla, por si acaso, por alguna razón, ella no
entendía la primera vez lo que eso significaba. Ella es joven y está en
su primer ciclo. Necesitamos saber si se da cuenta de que eres su
pareja.

Sevastyan sacó muy suavemente su puño de entre las piernas


de Flambé. Ella hizo un sonido bajo de protesta e intentó
agarrar su muñeca para sostener sus nudillos en su lugar allí.
Volvió a acariciar su cuello desnudo y luego envolvió sus
brazos alrededor de ella con fuerza, sus manos ahuecando sus
pechos, los pulgares deslizándose sobre sus pezones. Él mordió
su hombro, sus dientes se hundieron en su piel delicada. Ella
gritó y meció las caderas, deslizando una pierna sobre su
muslo, tratando de encontrar una manera de aliviar la terrible
presión construyéndose entre sus piernas.

El leopardo macho lo empujó, frotándose cerca de la


superficie. La hembra estaba cerca, incapaz de resistir con
Flambé en un estado tan altamente sexual. Se estiró y rodó,
coqueteando escandalosamente con Shturm. Ella se presionó
contra Flambé y le hizo saber que quería salir pronto. Que ella
quería a su pareja.

Sea amable, Shturm. Haz que cuente. No te equivoques. Claramente,


ella está en su primer ciclo de vida y no sabe lo que está haciendo. Si
la quieres y estás absolutamente seguro de que ella es tu compañera,
la reclamas y le haces saber que ningún otro macho tomará lo que es
nuestro. Que lucharemos hasta la muerte por ellas. Ella no entendió
eso la primera vez.
Sosteniendo a Flambé fuerte, Sevastyan movió solo su cabeza
y permitió que el leopardo macho tomara esa forma.

Date prisa, le siseó Sevastyan al gato, sabiendo que Flambé


estaba demasiado débil para evitar que la mujer respondiera si
lo había estado haciendo, pero no le gustó sentirla en necesidad
sin satisfacerla. No cuando era tan aguda.

Shturm no perdió el tiempo. Hundió los dientes en la parte


posterior del hombro de Flambé, llamando a la mujer,
enviándole la seguridad de que él era fuerte y feroz y que
ningún otro macho podría derrotarlo. Por el que lucharía por
ella y la defendería. Que su reclamo sobre ella siempre se
mantendría. Ningún otro hombre alguna vez le haría daño a
ella o a Flambé. Su humano era tan feroz y protector como él lo
era y cuidaría por igual a Flambé.

La hembra se acercó a él, tocando los bordes de sus dientes,


aceptando el reclamo por segunda vez. Ella se mantuvo cerca
esta vez, presionando hacia el masculino, asegurándole con
imágenes que él era su elección.

Pregúntale por qué tarda tanto en emerger. Sevastyan mantuvo sus


brazos apretados alrededor de Flambé, apretándola contra él,
sus grandes manos cubriendo completamente sus pechos, sus
pezones presionando profundamente en sus palmas. Él rodó
sus muñecas para que el masaje fuera sutil, pero mantuvo la
presión sobre esos puntos gemelos de llamas. Sus caderas se
balancearon y chocaron contra su muslo.
Flambé te teme. Shturm se movió, devolviendo la forma,
retrocediendo para permitir que Sevastyan procesase la
respuesta que el leopardo hembra le había dado al macho en
imágenes crudas. Ella retiene a Flamme.

Sevastyan bajó la cabeza para besar las heridas en el hombro de


Flambé, preguntándose por qué Flambé le tendría miedo. Lo
que ella temería. Ella no temía ser atada con la cuerda cuando
era más vulnerable. Era el momento en que era más honesta de
todos.

− Me encanta que seas tan sensible, − susurró, deslizando el


pulgar sobre su pezón. − Cuando te aprieto, te estremeces de
placer. Tu cuerpo entero me responde.

− No lo hago, no todo el tiempo. A veces la más mínima


sensación y me quemo. Sé que es por eso que necesito sexo todo
el tiempo. Incluso la tela contra mi piel puede hacer que me
empiece a arder. Esto es lo peor. O mi cabello cayendo por mi
espalda, por eso trato de usarlo todo el tiempo.

Ella le estaba dando todo tipo de municiones, cosas que él


podría usar para ayudarla, pero cosas, cuando jugaban al
Kinbaku erótico juntos, él podía utilizarlas para aumentar sus
necesidades sexuales. Deslizó una mano más abajo, hacia su
vientre, masajeó allí mientras la otra jugaba con su
pecho. Ahora entendía por qué le gustaba lo rudo. Por qué
respondió a un toque más rudo y no a uno suave.
− A veces, si uso tanga, los tipos de encaje entre mis mejillas
empiezan a frotar y luego este fuego comienza a construirse
hasta que necesito algo o alguien para apagarlo. No entiendo
por qué soy así. Traté de hablar con otros leopardos fresa, las
hembras, pero no querían hablar de ello. Estallaban en lágrimas
y se alejaban, así que supongo que somos todos los mismo.
Tiene que ser nuestra piel, nuestras terminaciones nerviosas
demasiado cerca de la superficie o alguna cosa.

Presionó su mano sobre su otro pecho y movió sus caderas con


más fuerza. Cuando eso no ayudó, trató de cerrar las piernas
como si pudiera frotar los muslos juntos, pero él la tenía en su
regazo y mantuvo las piernas abiertas, impidiéndole obtener
alivio de esa manera. Su mano se deslizó más abajo,
masajeando su montículo, bajó los nudillos para frotar sus
labios húmedos y luego volvió a rastrear a través de sus rizos
apretados.

− Necesito sexo todo el tiempo. − Había un pequeño sollozo en


su voz y ella apretó su rostro contra su pecho.

− Me tienes ahora, Flambé. No tienes que ir a bares todas las


noches o intentar encontrar a alguien que te ayude durante el
día. Resulta que tengo un deseo sexual voraz, como bien sabes.
Estábamos hechos para ser. − Dejó que el fantasma de una
sonrisa se deslizara en su tono.

Su mano se deslizó por su brazo para agarrar su muñeca. Una


vez más, intentó empujar su puño entre sus piernas. Él no la
dejó. En cambio, puso su boca contra su oído. − Dime lo que
quieres, malen'koye plamya.

Todo su cuerpo tembló. − Sabes que eso es tan difícil para


mí. Pedir cualquier cosa sexual.

− No estabas escuchando correctamente, bebé, y si estuvieras


contra las cuerdas, estarías esperando mucho tiempo antes de
obtener alivio, pero te encuentras en un terrible estado, así que
dejaré que lo averigües. Piensa en lo que te dije. − Él lo había
convertido en una orden. En el dormitorio, ordenaba.

Ella vaciló. − Todavía necesito tu polla, Sevastyan.

Fue un susurro, con esa voz ronca que le recordaba a su polla


por su garganta. Cada vez que la oía hablar en ese tono,
imágenes y sentimientos surgían inmediatamente de los
espectaculares fuegos artificiales que había producido en su
cuerpo. No había nadie como Flambé. Ningún otro rival para
él.

Su cabeza se inclinó hacia atrás y sus ojos se llenaron de lujuria


oscura, en algún lugar entre el oro y verde. Su polla ya estaba
consciente con los gatos tan cerca y ambas hembras arrojando
suficientes hormonas para hacer que cada leopardo gruñera y
corrieran hacia ellos para luchar por una compañera dentro de
cien millas. Aun así, esperó.

Su lengua humedeció sus labios secos. Su semilla estaba por


toda su cara, brillante, comenzando a secarse. Ella era un
desastre, pero sexy como el infierno para un cambiaformas que
necesitaba una mujer dispuesta a tener el tipo de sexo sucio que
necesitaba. Era voraz en sus apetitos y torceduras. Quería una
mujer, pero la quería dedicada a él. Dispuesto a complacerlo.

− Por favor.

Su corazón se sentía como si un objetivo lo apretara con


fuerza. − Me necesitas, cariño, tú sabes que soy tuyo. − Muy
gentilmente, sus manos fueron a su cintura y la levantó y la giró
para que su cuerpo se enfrentara al de él. − Montarme a
horcajadas.

La sangre de las heridas punzantes de Shturm aún corría por


sus hombros, pero ella ni siquiera parecía darse cuenta de que
él había reclamado a la hembra, o que parte de su extrema
sensibilidad se debía a que su gata estaba cerca. Ella envolvió
sus dedos alrededor de la base de su polla y lo mantuvo firme
mientras ella lentamente se hundía, envolviéndolo en sus
apretados pliegues. Ella echó la cabeza hacia atrás mientras los
pliegues ardientes lo envolvieron.

Quería hacer un pequeño lanzamiento de cabeza por su


cuenta. Ella era puro fuego abrasador. La expresión de su
rostro, una especie de éxtasis, solo se sumaba a su belleza
mientras lo montaba, deslizándose sobre su polla, sus
músculos apretados. Él la agarró por las caderas y la
desaceleró, sin permitir el ritmo frenético que ella trató de
establecer.
− Shh, nena, relájate, tómatelo con calma y tranquilidad, − la
persuadió, marcando el ritmo. Su cuerpo era una funda de
seda, tan ardiente, agarrándolo con dedos codiciosos y
apretándolo una y otra vez mientras bombeaba su sexy coño
sobre su polla.

Sus pechos se sacudían y se balanceaban tentadoramente con


cada movimiento de su cuerpo, bailando para él mientras ella
se hundía, su respiración era en jadeantes sollozos.
Deliberadamente, deslizó una mano desde su cadera hasta su
pecho y sacudió su tenso pezón. Ella jadeó como si le hubiera
acercado una llama. Él pellizcó y tiró y luego pasó su dedo
desde su pecho lentamente hacia abajo por su vientre
directamente a donde sus cuerpos se unian.

− Míranos, cariño. Mira la forma en que me tomas dentro de ti.

Él rodeó su clítoris y luego lo movió justo como tenía su


pezón. Ella lloró y sujetó con fuerza sus músculos alrededor de
su polla, lo montó más duro, rompiendo el ritmo lento. La
pellizcó, usando su dedo índice y pulgar, sosteniendo su
pequeño clítoris inflamado como rehén mientras él bombeaba
dentro de ella, con sus caderas y luego de repente dejándola ir
para que la sangre fluyera de regreso. Ella gritó de nuevo
cuando él movió suavemente y jugueteó con el capullo
inflamado, mientras ella se presionó más fuerte contra él, sus
músculos como un tornillo.

− Un día voy a hacer un nudo con pinzas en tus pezones y


clítoris, malen'koye plamya. Te haré correrte con joyas y cuerda.
Tú siempre te ves tan malditamente sexy. − Sevastyan deslizó
sus manos por sus caderas hacia su cintura, abrazándola,
necesitando abrazarla. Deseando poder encontrar una manera
de llegar a ella de otra manera que no fuera a través del sexo.
Estaba dispuesto a tomar lo que pudiera conseguir, pero ella
era perfecta. Tan malditamente perfecta.

Comenzó el rugido. Trueno en sus oídos. Sintió el volcán en él,


un profundo y oscuro pozo de furia salvaje, roja fundida que
solo Flambé parecía ser capaz de domesticar. Incluso si era por
un corto tiempo, un pequeño respiro, pero ella todavía se las
arreglaba. Los sonidos que hizo le dijeron que estaba cerca. Él
reconoció cada pequeño signo de las necesidades de Flambé,
cada pequeño matiz, expresión, gemido de placer, sollozo de
deseo o lujuria, su lenguaje corporal, él sabía todo eso y, sin
embargo, nada de ella. Nada de su mujer.

Él la atrapó con fuerza y sostuvo su corazón contra el corazón


de él mientras su cuerpo se apretaba con fuerza sobre el suyo y
el maremoto la tomaba, los tomaba juntos. Ella dejó caer su
cabeza sobre su pecho, sus brazos se deslizaron alrededor de
su cuello en absoluto agotamiento. Podía sentir su corazón
latiendo, rodeando su polla, el mismo ritmo contra su pecho. Si
la emoción que brotaba de él era en realidad amor, no se
hubiera sorprendido. Era duro, crudo, abrumador. Y todo por
ella.

Enterró su rostro en el sedoso desorden de su cabello,


aprovechándose mientras podía. No duraría. Ella no lo quería.
Lo entendió. Incluso Mitya descubrió eso. Estaba tan enojado
con que Mitya se desquitara con él, pero la verdad seguía
siendo la misma. Ella no lo quería. Tendría que enfrentarse a
eso pronto.

Ella se había derrumbado completamente sobre él, respirando


entrecortadamente, su rostro presionado contra su pecho, los
ojos cerrados con fuerza. Mantuvo sus brazos alrededor de ella
sosteniéndola cerca de él, sus corazones latiendo con fuerza.
Era leopardo y podía oírlos a ambos martilleando fuera de
control. El suyo comenzó a asentarse primero. Él abrió los ojos
para mirarla, solo para beberla mientras no estaba prestando
atención.

Flambé estaba en su momento más vulnerable contra las


cuerdas, durante el sexo y justo después. Esas fueron las únicas
veces que sintió que tenía a la mujer real. El resto de momentos
ella era tan esquiva que él estaba seguro de que ella se estaba
moviendo fuera de su alcance, siempre un paso por delante de
él. Era muy inteligente y estaba acostumbrado a ser el hombre
más inteligente de la sala, aunque pocos lo sabían. Tener a
Flambé siempre eludiéndolo era intrigante y desconcertante.

Un destello rojo llamó su atención y la apretó con más fuerza y


se sentó más recto para mirar por encima del hombro. Ella
estaba sangrando por las heridas punzantes. Su corazón dio un
brinco.

Shturm. ¿Qué tan profundo mordiste?


No demasiado profundo. Dijiste que me asegurara de que mi reclamo
fuera establecido y yo lo hice.

Sevastyan maldijo en silencio. Él había dicho eso. ¿Cerraste las


heridas con tu saliva? No podía recordar si el gato macho había
lamido las mordeduras o no. Lo había hecho la primera vez,
pero habían sido pinchazos superficiales. Estos, claramente,
eran más profundos.

No, ella estaba angustiada y cambié.

¿Qué había leído sobre la muerte de su madre durante el parto?


Ella había sufrido una hemorragia. Había hecho que Ania
investigara un poco por él y varios leopardos fresa habían
muerto de una hemorragia. Este fue un error por descuido.
Respiró hondo, negándose a entrar en pánico. Se puso de pie,
levantándola fuera de él y en sus brazos, llevándola a la cama
y acostándola boca abajo. Apenas se movió, estaba muy
agotada.

Shturm, vas a limpiar esas heridas. Cambia ahora. Sevastyan estaba


sin ánimo de aceptar ninguna mierda de su leopardo. Sé amable
con ella.

Por una vez, el gato obedeció sin darle un gruñido. Shturm


lamió las heridas punzantes, y luego cambió de nuevo.
Sevastyan tiró apresuradamente del botiquín de primeros
auxilios de detrás de la barra donde lo había guardado. El
limpió las marcas de mordeduras a fondo, notando que incluso
con el gato limpiándolas, seguían sangrando. No era mucha
sangre, pero lo suficiente como para decirle que ella tendría
problemas si realmente se hiciera un corte profundo, o si
tuviera un bebé. Él no era como muchos otros de su especie, no
se trataba solo de tener niños para salvar a los cambiaformas.

Probó vendajes de mariposa y esperó a ver si detenían el flujo


de sangre. Si eso no funcionaba, pondría una puntada en cada
una de las mordeduras. Él también estaba contactando al
médico de inmediato. No se estaba arriesgando con ella.

− ¿Sevastyan? − La voz de Flambé era ronca. Soñolienta.

− Shh bebé, quédate quieta.

− Necesito limpiarme.

− Te limpiaré en unos minutos. Admiro mi obra. Las cuerdas se


veían bien en tu piel. − Él le pasó la mano por el muslo donde
las marcas de las cuerdas aún eran débiles.

Ella no respondió. Las vendas de mariposa aguantaban. El


alivio se extendió a través de él. Contempló los peligros del
paisajismo y cuántas maneras en las que podía cortarse
mientras trabajaba mientras él preparaba un baño caliente para
los ellos dos. También le había dado el día libre al cocinero y al
personal de limpieza, así que después de que la bañara, la
volvería a acostar y le prepararía el brunch mientras ella
dormía. Eso le daría tiempo para tratar de averiguar por qué
ella le tenía miedo.
Ella nunca actuó con miedo de él. Sería lógico pensar que, si lo
estuviera, ella no le dejaría atarla. Ella nunca confiaría en él
como lo había hecho esa mañana. Nada de la situación tenía
sentido.

Sevastyan la levantó de la cama y la llevó al baño una vez que


la tina estuvo llena. Había agregado sales de baño al agua para
ayudar a curar cualquier dolor. Ella se acurrucó en su pecho,
sintiéndose ligera, casi insustancial para él. Había marcas de
cuerda en su cuerpo, así como marcas de su boca y manos.
Tenía una piel que mostraba su obra de arte de manera
hermosa. Algún día, él también tomaría fotos de su cuerpo
después de quitarle las cuerdas como con los diversos lazos.

− Sevastyan. − Su nombre salió como una ronca protesta


mientras se sentaba en la bañera, su cuerpo entre sus piernas,
el agua caliente casi hasta su cuello. − Esta muy caliente.

− Es bueno para ti. − Él tomó su barbilla y tiró su cabeza hacia


atrás contra su hombro para poder lavarle la cara. − Mantén tus
ojos cerrados, me gusta tu cara toda brillante con mi semilla,
cariño, pero puede que no te guste tanto como a mí.

Flambé se estiró por encima del hombro y envolvió su brazo


alrededor de su cuello. Fue el primer gesto espontáneo de
afecto que hizo en su vida hacia él que no fuera sexual desde
que su leopardo había reclamado el suyo. Él sabía que lo había
hecho porque estaba medio dormida, pero él tomaría lo que
pudiera conseguir. Él fue muy gentil mientras le lavaba la
cara. Ella se durmió mientras él la abrazaba simplemente
empapando su cuerpo, dejando que las sales tuvieran tiempo
para hacer su trabajo.

En el momento en que comenzó a enjabonar su cuerpo, no


importaba lo gentil que fuera, podía ver cuán sensible era su
piel, particularmente ahora que las hormonas estaban furiosas.
Si ella siempre tuvo problemas con sus terminaciones nerviosas
tan cerca, la fusión de los ciclos del leopardo y el humano había
empeorado los efectos. Su cuerpo se estremecía con cada toque
sin importar cuán cuidadoso o impersonal era. Se obligó a usar
golpes más fuertes y más duros, incluso aunque iba en contra
de todo lo que él quería hacer, y ella se calmó.

Cuando lavó entre sus piernas, ella gritó y volvió su rostro


hacia su hombro, mordiéndolo con fuerza con los dientes, sin
darse cuenta de que estaba haciendo. Él le murmuró con
dulzura y terminó, envolviéndola una vez con una toalla en
lugar de tratar de secarla, y luego colocándola en la cama y
dejándola secar al aire.

Revisó las vendas de mariposa y luego presionó un beso en el


medio de su espalda antes de dirigirse escaleras abajo a la
cocina.
12
SEVASTYAN sirvió a Flambé una taza de café. − Cuéntame
sobre tu padre. Tú no hablas mucho de él.

Mantuvo la mirada fija en su rostro. Ella estaba vestida con


ropa informal, holgada. No había nada sexy en un par de
pantalones de algodón suave, azul marino oscuro y un fino top
de algodón ombré, pero por alguna razón la encontraba más
sexy que nunca. Su rostro estaba desprovisto de todo
maquillaje y su cabello estaba limpio y brillante, amontonado
en su cabeza en ese nudo desordenado que ella favorecía. Sabía
que era para mantenerlo alejado de su piel, donde antes
pensaba que era para evitar que la masa la molestara mientras
trabajaba o se mojase cuando estaba en la bañera.

− ¿No lo hago? − Sus largas pestañas se levantaron y luego miró


fijamente la taza de café como si de alguna manera la ayudara
a recordar si hablaba de su padre o no. Sus pestañas estaban
desnudas de todo rímel, rubia fresa con esas puntas de oro rojo
que le pegaban todo el tiempo.

Había estudiado las fotografías de los leopardos en Sudáfrica,


interesado en ver cómo era su especie. Eran muy pequeños. El
leopardo fresa hembra más pesado conocido hasta ahora
pesaba solo sesenta libras. Eso era extremadamente pequeño
para un cambiaformas. Él era Amurov y su macho era un gran
bruto, llegando a cerca de doscientas libras de puro músculo.

− No, cariño, no es así. Nunca lo conocí. ¿Cómo era él?

Movió los hombros como si estuviera rígida. − ¿Por qué me


mordió tu leopardo otra vez?

− Flambé. − Empujó la advertencia en su voz. Leve. Pero seguía


siendo una advertencia. − Las cosas se calentaron en el
dormitorio. ¿Hay alguna razón por la que no quieras hablar
sobre tu padre?

Ella se encogió de hombros. − Es difícil saber qué decir de él. –


Ella apartó el café después de tomar un sorbo. − Era genial con
las plantas. De verdad genial. − El entusiasmo se deslizó en su
voz.

No había comido mucho. Ella empujó la comida en su plato


más de lo que realmente se ponía en la boca. Le trajo una
botella de agua fría del frigorífico y la puso cerca de su mano,
quitando la taza de café.

− Cariño, si no te gusta lo que hago para ti, tienes que


decírmelo. Puedo cocinar otras cosas. Simplemente no se lo
admito a la familia. El chef puede hacer cualquier cosa para
nosotros y puedo recalentarlo.
Flambé se enderezó y sacudió la cabeza, sus ojos se encontraron
con los de él. − No. Esto está bien, Sevastyan. Por regla general,
no soy un gran comensal.

Su voz era muy baja. Forzada. Jugó con sus terminaciones


nerviosas. El la vio tomar un largo trago de agua y trabajar su
garganta. Una gota de agua de la condensación en la botella
salpicó en su parte superior y manchó el color de un tono más
oscuro.

− Sé que Leland fue increíble con su negocio, Flambé, pero eso


no me cuenta algo sobre cómo era él como padre. O como
esposo. Sé que tomó una compañera muy tarde en su vida. Tu
madre era unos buenos veinte años más joven que él. Ella era
chef, ¿no es así?

Era aparejador, artista de cuerdas, y prestaba mucha atención


a todo lo que hacía con sus socios, pero ahora, especialmente
con su compañera. El menor cambio en su respiración, el
movimiento de sus pestañas, la presión de sus labios. Ella
estaba muy incómoda discutiendo cualquier cosa que tuviera
que ver con sus padres a un nivel personal.

− Sabes que mi madre murió al dar a luz, ¿verdad?

Su corazón tartamudeó. Apretó lo suficiente como para que se


detuviera. Al momento en que vio esos constantes goteos de
sangre corriendo por su hombro por la mordida de Shturm,
sabía que algo andaba mal. Él se sintió protector de Flambé. No
solo protector. Su sentimiento iba mucho más allá de eso.
Habían pasado tiempo juntos, pero sobre todo él expresaba sus
pasiones en su arte. Permitió que sus emociones por ella
estuvieran envueltas en su cuerda. Él sintió su conexión crecer
con cada nudo, con cada lazo. Los toques en su piel. El sexo era
inflamatorio, salvaje, el mejor, pero no era tan íntimo como el
tendido de las cuerdas. Envolviéndola, en él.

− Sí, malen'koye plamya, sé muy bien que tu madre murió en el


parto. Esa es una de las razones por las que estoy en contra de
que tengas hijos. No quiero arriesgarte. Sé que es prácticamente
imposible que los anticonceptivos funcionen en los
cambiaformas, así que me gustaría hablar con un médico sobre
cómo evitarlos o cuál es la mejor manera de cuidarnos antes de
que esté en riesgo.

Ella inclinó la barbilla hacia él. − ¿Se te ha ocurrido que podría


querer niños?

En el momento en que ella le dio ese pequeño mentón


desafiante suyo, Shturm rugió y su cuerpo se agitó, su lado
dominante se elevó rápidamente. − Naturalmente. Por eso dije
que estaba en contra de que tuvieras hijos. No quiero que lleves
nuestros hijos. Podemos utilizar un sustituto. Tiene que haber
una forma más segura. Cuando nosotros la encontremos,
tendremos hijos si los quieres.

Mantuvo su tono suave, como si no estuviera imponiendo la


ley cuando lo estaba, porque maldita sea, no la iba a perder.
Dudaba que el leopardo fresa hubiera sido eliminado sólo por
los cazadores furtivos. Pensó que lo más probable fuera porque
se les causaba hemorragia cuando había incluso un ligero corte.

En el momento en que se dio cuenta de que ella podía ser como


su madre, una hemofílica, que podía ser genético, había puesto
en marcha todo lo posible para ayudarla. Su gente estaba
investigando. Evangeline, Ashe, Ania. La gente de Drake. La
gente de Jake Bannaconni. Sevastyan ya le había enviado un
mensaje de texto al doctor de Jake Bannaconni., un
cambiaformas de renombre, pidiendo su consejo. Sabía que
había formas de ayudar a tratar los trastornos hemorrágicos.
Así de rápido tenía un equipo increíble para asegurarse de que
Flambé vivía una larga vida, con él. Eso lo hizo sentirse
agradecido por la vida que llevaba. Tenía algunas cosas
positivas. La idea de perderla ya estaba más allá de su
comprensión.

− ¿Cómo se conocieron tus padres? ¿Te lo dijo tu padre alguna


vez?

Flambé levantó las piernas debajo de ella, acurrucándose sobre


sí misma allí en el asiento de la ventana en la cocina. Ella apartó
la mirada de él, sus dedos rodeando la botella de agua. −
Si. Tenía curiosidad, por supuesto. Ella fue una de las hembras
que él rescató. La hizo pasar por la escuela culinaria. Según él,
ella amaba cocinar y era muy buena en eso.

− Ella tenía una muy buena reputación, − alentó Sevastyan


cuando se quedó en silencio.
− Evangeline me dijo que era chef en Baume, el renombrado
restaurante francés en el centro de San Antonio. Ella habría
tenido que ser increíble para trabajar ahí.

Flambé le envió una breve sonrisa y luego se volvió para mirar


por la ventana. Se veía tan sola que él quería tomarla en sus
brazos. Le tomó mucho esfuerzo permanecer en su silla y
simplemente observarla.

Shturm, presta mucha atención. Ella se está protegiendo.


Manteniéndose cerca. También quería la impresión de su
leopardo. Más de una vez él había sido obligado a interrogar a
los prisioneros y las observaciones de Shturm habían sido
útiles. Esto era más importante para su vida, y la de su
leopardo, que todo lo demás.

− Continua bebé. Cuéntame sobre ellos.

− Quería tener hijos y nunca encontró a su pareja. La especie


estaba casi extinta. Dijo que era lógico que su pareja ya hubiera
sido asesinada. Ella estaba en su primer ciclo.

Ella se volvió y lo miró de nuevo. Directo. Sus ojos se


encontraron con los de él. Sus ojos eran casi esmeraldas. ¿Había
hostilidad allí? ¿Alguna clase de acusación? Bajó las pestañas y
volvió la cabeza antes de que él pudiera leerla.

¿Shturm?

Ella no confía en nosotros. En ninguno de los dos.


Esperó un latido del corazón, volviendo la evaluación de su
leopardo una y otra vez en su mente, dejándose procesarla. −
Tu padre te dijo que tu madre estaba en su primer ciclo de vida
pero que tenía otra pareja?

− Si.

Cortado. Separado. Según todos los informes, Flambé y su


padre se habían llevado bien, muy bien. Ellos no discutían.
Eran buenos amigos. La única cosa en la que ella había ido en
contra de su padre había sido en continuar con su rescate de su
especie de leopardo en extinción. Aparte de eso, todos, incluida
Flambé, dijeron que no se peleaba con su padre. Pero claro,
Flambé tampoco discutía con Sevastyan.

− ¿Te habló de su vida juntos? − La empujó un poco aun cuando


supo que ella se mostraba reacia a hablar con él sobre sus
padres.

Ella tomó otro trago de agua y luego bajó las piernas de la


pequeña banqueta para levantarse, estirarse. − No lo hizo. Le
pregunté a un par de personas que conocía, amigos de ella, y
me dijeron cosas. Ellas no eran exactamente bonitas. Quiero
salir a correr.

− Es una buena idea. − Él también se puso de pie. − Creo que


después de esta mañana, ambos necesitamos un poco de
acción. − Recogió los platos de la mesa.
Flambé limpió instantáneamente los cubiertos y las tazas. Ella
comenzó a lavar los platos mientras él ponía la comida que ella
no comió en el abono que había puesto para las plantas.

− ¿Qué te dijeron sus amigos?

Ella se encogió de hombros. − Nada bueno. Ambos se han ido,


así que supongo que no importa.

Se calentó por dentro. Al rojo vivo. Furioso. Importaba. − Él no


la golpeó o a ti, ¿verdad?

− No. Nada como eso.

Apenas podía oírla y ella estaba de pie junto a él. Cerca. Olía a
canela y jazmín egipcio. De inmediato sintió ese gusto de ella
en su boca. En su lengua. Ella estableció un deseo que no podía
negar. Franco Matherson iba a ser un gran problema en algún
momento del futuro por mucho que ambos quisieran pensar
que se había ido. No había forma de sacar a una mujer como
Flambé de la cabeza.

Sus padres. Necesitaba investigar un poco cómo había sido la


vida de su madre con su padre. − ¿Cuándo te mudaste a ese
pequeño estudio? ¿cuántos años tenías?

La propiedad de Carver era bastante extensa, con un hermoso


paisaje, tanto que era una obra maestra. La casa era una
vivienda de un solo piso, en forma de U, con muchos
dormitorios y una amplia galería cubierta. Había otras dos
casas, las cuales habían sido construidas como viviendas para
los cambiadores masculinos que trabajaban para ellos o para
los rescatados que estaban entrenando bajo la tutela de su
padre. El estudio estaba lejos de la casa principal.

Terminó de lavar los platos y regresó a la ventana, evitando su


mirada. − Yo tenía siete años. Necesitaba el dormitorio.

Sevastyan se sentía como Shturm la mayor parte del tiempo,


con ganas de arañar y rastrillar, liberarse y asesinar a alguien o
algo. Ella estaba muy sumisa, sin expresión en su voz, pero él
había ido a su propiedad con ella para conseguir sus cosas.

El estudio estaba ubicado justo al lado de un estanque koi


donde la lavanda y helechos de encaje brotaban alrededor de
la amplia roca de color negro azulado y las ramas de los árboles
lloraban franja verde en el agua. La pasarela que conducía al
estudio estaba pavimentada con las mismas piedras de color
negro azulado y el edificio encajaba perfectamente con el
entorno, una pequeña cabaña artística de un dormitorio con
cocineta y baño. El porche daba al estanque, al igual que las
ventanas delanteras, lo que le daba a Flambé una vista
maravillosa, pero esa vista sería muy diferente como adulto
que como siendo un niño, sin mencionar que no habría sido tan
seguro para una niña sola.

− Toma tus zapatos, cariño, − dijo en voz baja.

Él era el que necesitaba correr ahora. Su cuerpo enfurecido.


Normalmente habría recurrido al sexo, yendo al club de Caín,
perdiéndose en la pura belleza de atar las cuerdas, colocar una
obra maestra en un blanco lienzo, y luego, darle a su cuerpo la
liberación que necesitaba, una follada insatisfactoria, sin
sentido, que nunca hizo nada más que dejar que dejar que una
parte de la furia volcánica durara lo suficiente como para
sobrevivir unos días o, si tenía suerte, semanas.

Ahora que tenía Flambé, todo era diferente. Su arte era


personal. Su cuerpo era el lienzo perfecto y cada vez que la
ataba, no importaba como decidiera poner las cuerdas en su
cuerpo, el color o la textura, el patrón, tenía que ser ella porque
era ella quien hacía de su arte una obra maestra. Ella lo hizo
cobrar vida. Ella tomó su polla y, de hecho, a pesar de su
adicción a ella, lo saciaba lo suficiente como para poder dormir.
Ella se las arregló para acallar la furia feroz en él que había
pensado que era imposible dominar. Lamentablemente, todo
lo que ella necesitaba de él, él no se lo estaba dando, todavía. Él
estaba decidido a resolverlo. Su pequeño leopardo fresa le
importaba, lo creyera ella o no.

La esperó al pie de las escaleras. Ella no había intentado


cambiar una cosa en la casa. No había pedido su propia oficina.
Ella apenas trasladó su ropa a su dormitorio. Cada vez que
había nombrado un día para casarse, se le ocurría una excusa
por la que no podía hacer que eso funcionara. Estaba tan
ocupado con los asuntos de Mitya, tan acostumbrado a estar a
la entera disposición de su primo, que lo dejaría pasar. Lo único
que realmente le había exigido a Flambé era para que trabajara
en la finca de Mitya cuando estuviera haciendo planos y que
durmiera en su dormitorio. Ella le había dado ambos.
Dio un gruñido mientras caminaba de un lado a otro. ¿En que
se diferenciaba él de cualquiera otra persona en su vida? Él fue
verdaderamente negligente con ella. El necesitaba encontrar
una manera de pasar más tiempo con ella, de hacerle saber que
ella era su prioridad. Tuvieron sexo. Sexo loco, morboso,
caliente, salvaje, demente, insaciable. Ella lo distrajo con el sexo
y él la dejó. La distrajo con el sexo y ella lo dejó a él. Su relación
se basaba en el sexo y parecía tener que ver con el sexo. Ella se
sentía cómoda con eso y quería mantenerlo así. Ella se escondió
de él a menos que...

Sevastyan dejó de caminar abruptamente. Flambé no podía


esconderse de él cuando ella estaba en las cuerdas. Ella era
demasiado vulnerable y abierta a él. También se conectaba a
él. Ese era el único lugar en el que ella era honesta con él,
quisiera serlo o no. Sin embargo, tenía que tener cuidado. No
podía usar eso demasiado o muy frecuentemente. En cualquier
caso, preferiría que ella confiara en él. Quería que
ella quisiera conocerlo. Que quisiera compartir su casa.

Shturm saltó justo cuando la olió. Fue más que olerla. Él la


sintió en su piel, así de conectado con ella estaba. Miró hacia
arriba, viéndola venir hacia él. Parecía confiada, muy Flambé,
pero él ahora conocía todas sus sutilezas, cada pequeña señal,
y estaba nerviosa. Estaba allí en la tensión de sus dedos
mientras los retorcía para mantenerlos inmóvil mientras bajaba
las escaleras. Era la forma en que sostenía la cabeza, sus
hombros muy rectos, no tan relajados como de costumbre. Ella
definitivamente tenía un problema para relacionarse con él
cuando estaban solos y no tenían sexo.

Deliberadamente, permitió que su mirada la recorriera, y luego


extendió su mano. No tuvo más remedio que aceptarlo o ser
grosera. Hubo la más breve de las vacilaciones antes de que ella
pusiera su mano en la de él. El dudaba que muchos otros
incluso hubieran notado el desliz. Cerró sus dedos alrededor
de ella firmemente y la atrajo hacia su cuerpo, acompañándola
a la puerta principal.

− Pensé que podríamos caminar hasta la parte trasera de la casa


para calentarnos y luego trotar hasta el bosque y correr una vez
que entremos en ellos. Tu tenías que haber creado caminos
entre los árboles y me gustaría ver los nuevos que fueron
plantados. Se ve tan hermoso desde la distancia y no he tenido
tiempo de acercarme para apreciarlo. Hiciste un trabajo
increíble, Flambé. No te lo digo lo suficiente.

Ella lo miró sorprendida. – Tú me lo dices.

− No. Tengo que conducir bastante por la ciudad con Mitya y


convierto en una práctica encontrar todos los lugares en los que
has trabajado. Me gusta ver lo que has hecho. Sé que no tiene
nada que ver conmigo, pero me da un sentido de orgullo el que
incluso reconozca cuando miro, los distintos lugares que has
transformado. El parque del centro en particular fue el que más
me impacto. Vi todas las fotos de antes y después. ¿Ese fue un
proyecto sola? ¿Tu visión?
Sintió que la tensión abandonaba lentamente su cuerpo. Ella
amaba su trabajo, otra conexión que podría hacer con ella si ella
se lo permitía. Él no se había dado cuenta hasta que estuvo
cerca de ella lo mucho que le gustaban las plantas y los árboles.
Era el leopardo en él, necesitando escalar, necesitando el
camuflaje alrededor de él.

− Yo ofrecí ese proyecto para la ciudad, pero tenía muchas


ganas de hacerlo, − Flambé acepto. − Quería un lugar al que
pudieran ir todos, de todas las edades. Un algún lugar pacífico.

− Creo que lo lograste maravillosamente y parece fácil de


mantener.

− Lo intenté. El otro proyecto que realmente disfruté fue el del


Restaurante Golden Dragon. Tienen una propiedad tan
hermosa para trabajar y el dueño me dejó hacer lo que me
pareciera mejor. La mayoría de los propietarios tienen un
millón de ideas y no entienden qué tipos de plantas funcionan
con su suelo. Pude darle una pequeña cascada cayendo sobre
rocas en un pequeño arroyo que alimenta un estanque koi. Los
jardines son preciosos y crecieron rápido. Quería que los
árboles fueran coloridos, y los arces japoneses llenaban ese
proyecto, especialmente arces enanos, pero el sol hace
demasiado calor aquí para ellos.

Su voz todavía era baja y ronca, pero su alegría creaba una


intimidad entre ellos que no había estado allí antes. Había
ralentizado sus pasos para emparejar con los suyos más cortos.
Quería ver su cara, pero había estado demasiado en seguridad,
siempre atento al peligro, y ella era demasiado preciosa para él
para arriesgarse. Su mirada recorrió el techo de cada edificio,
rocas, arbustos, árboles, cualquier cosa que pudiera esconder a
un enemigo, pero su atención estaba clavada en ella. Contaba
con su leopardo para ser un centinela, para advertirle si había
algún problema cerca.

− ¿Había alguna forma de resolver el problema?

− Siempre hay una manera, Sevastyan. Solo tenía que pensarlo


un poco. Yo quería esos rojo carmesí y hermosos amarillos y
verdes brillantes. Incluso algunas de las ramas y troncos
pueden enrojecerse cuando caen las hojas. Yo planté árboles de
sombra más altos primero y luego los árboles enanos una vez
que los árboles de sombra echaron raíces y tuvimos la certeza
de hacerlo. El Dragón Dorado es conocido por su jardín casi
tanto como lo es ahora por su comida, y el jardín todavía está
bastante joven.

Él pasó su brazo alrededor de su cuello y la acercó para darle


un beso encima de su cabeza. − Eres tan inteligente y talentosa,
mujer. He desarrollado un verdadero amor por las plantas con
solo mirar todos los jardines en los que has trabajado en la
ciudad.

La dejó ir. Estaban en la parte trasera de la casa, donde podían


empezar a trotar fácilmente. Estableció un ritmo suave. Tenía
piernas mucho más largas, por lo que era cuestión asegurarse
de que no corría para mantener el ritmo. Cuando él estaba
seguro de que ella estaba cómoda con su ritmo, continuó la
conversación.

− Compré un montón de catálogos cuando hablabas con Brent


Shriver, tu proveedor.

− Sevastyan. − Casi lloró su nombre. − ¿Por qué harías


eso? Tengo toneladas de catálogos. Y los utilizo principalmente
para plantas exóticas. Sus precios son más altos que la norma.

− Parece que no te gusta hablar de tu trabajo conmigo. Pensé


que si yo aprendía sobre las plantas que ayudaría. Me gusta
tenerlos en casa, así como en el exterior. Estoy realmente
ansioso por comenzar a planificar el jardín interior contigo.
Pensé en lo que dijiste, que podría ser demasiado grande y
nosotros podríamos tener que hacerlo en secciones. No había
pensado que podría ser abrumador. Eres solo una persona y es
muy personal ya que estamos incorporando equipo de
bondage como parte de la decoración básica.

Él captó su mirada verde volviéndose ámbar, destellando hacia


él antes de que ella volviera su rostro hacia adelante, hacia los
árboles. Ella trotó casi un metro antes de responder. − Lo siento
si te di la impresión de que no quería discutir mi trabajo
contigo. Supongo que pensé que lo encontrarías aburrido.
Trabajas hasta tarde y lo que sea que hagas es... Complicado. Ni
siquiera sé exactamente qué es lo que tú haces.

Siempre iba a haber esa mentira entre ellos. Su trabajo. No


había manera de evitar eso y no podía salir de eso. Él era lo que
era. En lo que había nacido. Ella ya lo sospechaba. Escuchó los
rumores. Demonios, le había dicho. Ella lo vio salir de un auto
y tal vez no lo vio disparar a alguien, pero ciertamente
sospechaba que lo había hecho. Le había admitido que había
cazado y matado a los hombres que esperaban para
secuestrarla en su propiedad. Una vez que emergiera su
leopardo, ella sabría lo que era.

Sevastyan se quedó callado. No había mucho que decir. Miró


hacia abajo a la parte superior de su cabeza, al desordenado
moño de pelo rojo increíblemente brillante. Eso era
definitivamente rojo. Y muy espeso y salvaje. Salvaje. Eso
debería haberle dado una pista allí mismo. Había sido tan
condenadamente complaciente, tan arrogante, solo porque le
gustaban las cuerdas. Porque ella ansiaba el sexo como él. No
exactamente de la misma manera. Su cuerpo era muy sensible,
sus terminaciones nerviosas ardían cerca de la superficie, lo
que hacía que las sensaciones fueran casi dolorosas.

Se acercaban a los árboles y él le indicó que siguiera adelante


de él y marcara el ritmo. Ella tenía una zancada más corta y
podía correr completamente y aún no ser tan rápida como él. Él
no quería que ella supiera lo rápido que podía correr.
Sevastyan se mantuvo en la mejor forma de lucha. Los
leopardos de Amur eran rápidos y podían saltar distancias
asombrosas, tanto horizontal como verticalmente. Shturm
había establecido récords tanto en carrera como en salto. Podría
girar en el aire y cambiar de dirección. Él también estaba en la
cima en su forma de lucha y mucho más experimentado que la
mayoría de los machos. No había duda de que pudiera
mantener a su pareja a salvo.

Sevastyan la siguió por el sendero del bosque. Era estrecho y


enrollado dentro y fuera de los árboles. Ella era más rápida de
lo que pensó que sería y claramente estaba acostumbrada a
correr. Debería haberlo sabido. Él tuvo que usar el ejercicio
extremo para evitar el terrible anhelo de necesidades sexuales
tanto como pudo antes de tener a Flambé en su vida. Ella corrió
como una máquina, su cuerpo flexible, los músculos
ondulando debajo de su delgada camiseta y amontonándose en
sus muslos.

Las marcas de la cuerda eran visibles en sus piernas y brazos.


Su camiseta para correr era corta, terminando justo debajo de
su sostén y exponiendo la línea de nudos de cuerda hacia abajo
por su espalda que aún se mostraba tan hermosamente en su
piel. Cayeron en un ritmo fácilmente, moviéndose a través de
los árboles y arbustos, e incluso con el ritmo rápido, descubrió
que le gustaba la forma en que la veían sus marcas de posesión.
Él se sintió primitivo hacia ella. Incluso depredador, muy
parecido a su leopardo macho; arcaico, no queriendo a ningún
otro hombre cerca de ella. Él nunca había experimentado
ninguna emoción incluso cercana a lo que estaba sintiendo.

Correr le dio tiempo para evaluar sus sentimientos inusuales y


poco saludables. Sabía que parte de eso era el hecho de que su
leopardo aún no había salido y su leopardo estaba furioso,
merodeando cada vez más cerca de la superficie a cada hora.
Shturm se estaba impacientando justo cuando Sevastyan estaba
seguro de que necesitaba paciencia ahora más que nunca.

− Vuelve a la casa, cariño, − gritó. − A los garajes


gemelos. Tengo algo de lo que quiero hablar contigo.

Por un minuto no estaba seguro de que ella respondiera, pero


luego eligió un camino que los llevaría de regreso a su hogar. Él
no había prestado mucha atención a su ruta hasta ese
momento. Ella había corrido en la dirección opuesta de la
propiedad de su primo, evitando cualquier encuentro casual
con cualquiera de los cambiaformas que pudieran estar
trabajando cerca de los límites de la propiedad. Ellos no
estaban tan cerca, pero podrían haberlo estado.

Una vez fuera de los árboles y en el claro, Sevastyan alargó sus


zancadas y camino junto a ella. − ¿Te da vergüenza que alguien
vea mis marcas de cuerda en ti? − Eso dolería. Sabía que no
debería. Las mujeres no querrían que los demás vieran que les
gusta ser atadas, pero de alguna manera, él comparó su
vergüenza de los patrones de cuerda como un rechazo hacia él.

El captó sólo un breve vistazo de sus ojos brillantes de verde y


dorado, y luego volvió a mirar al frente mientras corría. − Me
pertenecen y a nadie más. Me las diste como un regalo. Se
sintió íntimo entre nosotros.

Escuchó la verdad en la ronca vibración de su voz. Ella sonaba


cerca de las lágrimas y eso era lo último que quería. Su
respuesta fue inesperada y agradable.
Se tomó su tiempo antes de responder. − Es por eso que nadie
ha estado en nuestra habitación. Después de la renovación, hice
todo el resto del trabajo yo mismo para que cuando te
encontrara, nadie más hubiera tocado ni visto el equipo. Eso
era solo para ti. Para nosotros. Así es como quiero que sea
nuestro jardín en última instancia. Los visitantes pueden mirar
desde afuera, pero no los quiero adentro. Eso será para
nosotros y nuestros leopardos.

Regresaron a la casa y él les trajo agua y toallas. Se echó agua


en la cara y luego bebió con sed, con la mirada fija en las marcas
de cuerda en sus muñecas y antebrazos. − Supongo que tengo
que tener cuidado cuando vamos a reunirnos con clientes.

¿Había arrepentimiento en su voz? Asintió solemnemente. −


Prestaré atención a tu horario de trabajo y seré más consciente
de cómo te ato. No tengo que dejar marcas que se queden. La
mayoría se desvanecerá en unas pocas horas. Estas no durarán.

Ambos llevando agua, caminaron alrededor de la casa grande,


hasta el área donde Dover había construido originalmente los
enormes garajes donde guardaba y trabajaba en sus coches. La
familia de Ania estaba obsesionada con los coches y podían
desarmarlos y volverlos a unir, haciéndolos diez veces mejor
cuando lo hacían. Los garajes se usaron para acelerar sus autos
lo suficiente como para dejar atrás a cualquier cosa en la
carretera.
Los garajes tenían fácilmente dos pisos de altura. Los segundos
pisos constaban de largos lofts de madera formados por vigas
muy gruesas. Los sistemas de poleas que usaban los Dovers
solían sacar motores de los coches y colgarlos de las vigas. Unas
toscas escaleras daban acceso a los lofts que se extendían a lo
largo de los edificios. Los dos garajes estaban vacíos desde que
Ania se mudó y vendió la propiedad a Sevastyan.

Al principio, ella no había querido vender. La propiedad había


estado en su familia durante mucho tiempo y fue difícil para
ella pensar en dejarla ir, pero su vida estaba comprometida con
Mitya y finalmente decidió que quería que Sevastyan tuviera la
propiedad de Dover. Había estado allí tantas veces e
inconscientemente había estado haciendo planes para ello. Una
vez viviendo allí, él había descubierto, que la casa y los
terrenos tenían muchos secretos, como el túnel que existía entre
las propiedades. Había un segundo túnel que conducía a la
autopista. Los Dover creían en tener cuidado. No eran tan
paranoico como él lo era, pero apreciaba sus esfuerzos y estaba
tomando ventaja de algunos de ellos.

Sevastyan condujo a Flambé al primer garaje, a través del


cavernoso interior hasta la pared del fondo que separaba los
dos garajes. Esa pared era compartida por el segundo garaje.
Miró los techos altos y luego el altillo formado por las vigas
gruesas.

− He pasado mucho tiempo aquí pensando en nuestros


leopardos. Aquí mismo, − puso la mano en la pared, − esto
bajará cuando lo abramos. Si plantamos un árbol realmente
grande aquí, uno con un tronco grueso y grandes ramas que
crezcan en ambas direcciones, así como hacia el desván, podría
crear un espacio realmente asombroso para nuestros
leopardos.

− ¿Nuestros leopardos? − Flambé hizo eco, girando para


mirarlo, shock en su rostro. Ella había estado deambulando, sin
prestarle realmente mucha atención, pero ahora ella estaba
completamente concentrada en él.

Él asintió, ignorando su mirada de total sorpresa. – Cuando


tumbemos la pared, y utilicemos ambos garajes, el espacio será
lo suficientemente grande para que los leopardos vaguen
realmente, especialmente si nos quedamos en el desván.
Tendrían un área de escalada, un lugar para descansar y varias
formas de escapar por ambos lados del jardín. Si nos
metiéramos en problemas, ellos estarían a salvo y nosotros
también.

Flambé contempló los tablones de madera del techo que


todavía formaban el loft donde había estado el sistema de
poleas que había sacado los motores de los coches. Ella se alejó
de él y luego caminó más lejos, donde continuó estudiando el
loft desde diferentes ángulos.

− Podríamos hacer escaleras al techo en varias direcciones


desde el desván. Largas para que no se notaran y los leopardos
pudieran usarlas como perchas o lugares para descansar si
quisieran, − agregó. − Me gusta la idea de un gran árbol aquí.
Tendría que traer una grúa grande y tendríamos que poner las
raíces en lo profundo. Eso requeriría un agujero muy grande.

Sevastyan no pudo evitar beber en su expresión. Cuando ella


empezó a hablar de su trabajo, el amor por sus plantas y los
diseños que creaba, ella prácticamente brillaba. Ella se olvidó
de ser vigilada y se volvió totalmente entusiasta. Claramente,
ella podía imaginar el jardín incluso mejor de lo que el podría.

− Si hacemos del árbol el punto focal, las ramas se extenderán


no solo hacia arriba hacia el desván y el techo, sino hacia el
suelo y lo que sea que elijamos plantar allí, así como hacia
afuera a ambos lados del jardín, podría ser extraordinario, −
continuó. − Estaba pensando más en la línea de una fuente de
agua como punto focal, pero esto es brillante cuando no solo
considere a los leopardos y sus necesidades, sino muchas
formas de escapar del peligro. − Se golpeó el muslo con la
botella de agua. − De verdad, Sevastyan, esto es bueno.

− Si usa un árbol maduro, ¿cómo puede entrenar las ramas en


las direcciones a las que quieres que vayan? − Había sentido
curiosidad por eso. La mayoría de los árboles que plantaba
eran lo suficientemente jóvenes como para poder trabajar con
las extremidades inmaduras, retorciéndolas y alentándolas con
suavidad, usando materiales para guiarlas en las formas y
caminos que ella quería que fueran. Ella podía convertir un
árbol vivo una obra de arte, y a menudo lo hacía.

− Es más difícil con un árbol maduro, − admitió Flambé, − pero


tengo muchos plantados en nuestra propiedad que mi padre
plantó hace años con la idea en mente de que podríamos
necesitar usarlos para clientes especiales. No había tantos
cambiaformas en esta área, pero planeó con anticipación. Estoy
haciendo lo mismo. Cuando tomo un árbol más viejo planto
varios más y trabajo en ellos para darles la forma adecuada.
Todavía... − Ella se interrumpió, mirando hacia el desván,
sacudiendo la cabeza con una pequeña sonrisa. − No creo que
tengamos algo cercano al tamaño que necesitamos. Tendré que
encontrar uno de nuestros árboles más altos y de crecimiento
más rápido y trata de acelerarlos un poco.

− Sería fantástico si las ramas pudieran extenderse en ambas


direcciones, que abarcara ambos garajes de manera bastante
equitativa para unir los dos edificios de modo que parezca
como si siempre fueran un edificio. − Mostró una pequeña
sonrisa. − Sin mencionar que una rama de árbol fuerte sería una
ancla para una buena suspensión.

Ella rio. − Naturalmente, pensarías así.

− ¿Y tú no lo hiciste? − desafió.

Ella se sonrojó. − Supongo que sí. − Flambé se frotó el brazo y


luego rodó la botella de agua sobre su piel.

Sevastyan bajo la mirada sobre su brazo. Su piel se había vuelto


rosada fresa y algo pareció correr debajo de ella por un
momento. Shturm rugió. La ola retrocedió.
Ella frunció el ceño e indicó que regresaran a la casa, alejándose
de él, acelerando sus pasos en un esfuerzo por poner distancia
entre ellos. Sus pasos más largos lo hicieron imposible.

− ¿Qué pasa, Flambé? − Vertió preocupación en su voz. − ¿Te


lastimaste?

Ella sacudió su cabeza. − No es nada. Debería haberme puesto


más protector solar. Me quemo fácilmente.

Dio un paso atrás cuando él la rodeó para abrir la puerta,


evitando que su cuerpo rozara el de ella. No dejó que eso
sucediera, apiñándola un poco. Un pequeño escalofrío la
recorrió. Definitivamente sensible. La siguió por las escaleras,
mirando el balanceo de su trasero. Tenía una forma de moverse
que podía hacer notar a cualquier hombre.

Sevastyan esperó hasta que estuvieron en el dormitorio y cerró


la puerta y se apoyó contra ella. − Entra y báñate. Cuando
salgas te pondré loción.

Su lengua tocó sus labios y sus ojos se volvieron verdes y


dorados, moviéndose rápidamente a su cara, apenas
encontrando su mirada y luego apartándose. Ya, la neblina
estaba comenzando. Ella equiparaba su dormitorio con su
lugar de dominación. Él también quería que fuera su lugar
seguro. Su refugio. Ella todavía estaba muy desgarrada. En las
cuerdas se sentía segura. Pero fuera de ellas, emocionalmente
estaba aterrorizada. Esa dicotomía simplemente no tenía
sentido.
Él se acercó a ella y tomó su barbilla, deslizando su pulgar
sobre su labio inferior. − Bebé, toma tu ducha.

− Frotarme loción en la piel me hará arder tanto que me volveré


loca, Sevastyan, − confesó en voz baja, como si se sintiera
culpable.

Su pulgar rasgueó su labio inferior como un instrumento,


sabiendo que su sexo estaba manteniendo el mismo pulso. −
Eso no es malo, Flambé. Estamos en nuestra habitación. Incluso
si estuviéramos abajo y estuvieras ardiendo, me ocuparía de
ti. Esta es nuestra casa. Si estuviéramos celebrando una cena y
me necesitaras, simplemente mueve tu dedo meñique y lo
resolveré. Es mi trabajo es apagar el fuego. − Inclinó la cabeza
y le rozó los ojos con un beso. − Me gusta mi trabajo.

− ¿Por qué tu gato me mordió de nuevo? Esta mañana, cuando


estabas sosteniéndome, me mordió. Me había ido tan lejos que
apenas lo sabía, pero él lo hizo. Flamme se levantó de nuevo.
La sentí por un momento. Ella se volvió loca. ¿Por qué hizo
eso?

Deslizó las manos por su cuerpo para encontrar el dobladillo


de su camiseta. – Shturm ha estado preocupado por tu pequeña
hembra. − Le sacó la camiseta por la cabeza y le quitó el
sujetador deportivo, derramando sus pechos en el aire más
fresco. Suavemente ahuecó los montículos llenos, los pulgares
se deslizaron sobre sus pezones. − Me encanta como de
receptiva eres. Un pequeño toque y estás lista para cualquier
cosa. – Él tiró y rodó con igual suavidad. Cuando ella se
estremeció, él pellizcó con mucha más firmeza.

− ¿Por qué ha estado preocupado?

− Ella debería haber estado haciendo más apariciones, incluso


si fueran breves. Quería asegurarse de que ella supiera que él
te cuidaría y a ella. Que las protegería a las dos.

− Pero no tuvo que reclamarla de nuevo, ¿verdad? − protestó


ella.

Él apretó sus pezones, pellizcando entre su pulgar y dedo,


inclinándose hacia adelante para besar su cuello. − Quítate los
pantalones cortos, Flambé. ¿Cuándo mueves las caderas de esa
manera, el material se frota? Cuando te frota ¿Quema? −
Aumentó la presión sobre sus pezones, distrayéndola. – Yo
pensé en eso cuando corrías delante de mí, la fricción entre tus
piernas. ¿Qué tipo de bragas quería comprarte para que
pudieras correr y yo pudiera atormentarte y saber que estabas
pensando en mí mientras corrías? ¿Lo hacías, bebé? ¿Estabas
pensando en mi polla y en que podría hacerte? ¿Cómo puedo
hacerte gritar?

Ella jadeó y se puso de puntillas. − Si. − La confesión salió de


prisa. − Eres todo en lo que pensaba. Eres principalmente en lo
que pienso cuando no estoy trabajando.

Inclinó la cabeza hacia su pecho izquierdo y lo chupó,


presionando su pezón contra el techo de su boca y luego
burlándose de él con un latigazo de su lengua. Ella tenía
marcas de cuerdas alrededor de ambos senos. Esas marcas eran
las más profundas. Trazó círculos mientras le prestaba la
misma atención a su pecho derecho. Cuando levantó su cabeza,
la hizo girar abruptamente y le dio un pequeño empujón hacia
el baño, golpeando su culo. − Ducha.

Cuando Flambé regresó, tenía todo lo que quería al lado de su


silla favorita. Se duchó, tomándose su tiempo, sabiendo que
ella estaba esperando por él desnuda, caminando por la
habitación porque no le había dicho que se quedase de pie, no
le había indicado que la iba a atar. La anticipación estaría
construyendo en ella.

A pesar de su deseo de negar que sus hormonas estaban


saliéndose de control, su leopardo hembra se elevaba para
agregarse al fuego ya continuamente extendiéndose a través de
sus terminaciones nerviosas, Flambé no podía quedarse quieta.
Inquieta, se frotó los muslos y caminó por el suelo, lanzando
miradas hacia la puerta de cristal y luego hacia su silla y las
cosas que había dejado.

Sevastyan entró al dormitorio completamente desnudo. Sabía


que parecía intimidante. Era grande, un hombre de aspecto
brutal con un pecho ancho y grueso, cubierto de músculos
definidos y varias cicatrices. Su polla podría ser intimidante
también, pero Flambé nunca la encontró así. Ella siempre
parecía fascinada, siempre dispuesta a adorarla. ¿Qué hombre
no quería que su mujer adorara su polla?
Se hundió en su silla y le hizo señas para que se pusiera de pie
frente a él. Inmediatamente le separó los muslos. − ¿Estás
ardiendo ahora? − Mantuvo su voz suave. Ese mismo tono que
le dijo que él estaba a cargo y que esperaba respuestas. Sus
dedos subieron lentamente por la parte interna del muslo,
rozando las llamas deliberadamente.

− Si.

− ¿Aquí? − Él golpeó su clítoris ya expuesto y ella gimió. Ella


estaba totalmente inflamada. Él se movió una segunda vez un
poco más fuerte y ella tuvo que estabilizarse, soltando un
grito. − Sí, ahí mismo. En todas partes.

− Puedo ver eso. Arrodíllate con las piernas abiertas y déjame


ponerte esta loción en brazos y hombros y luego veré qué
puedo hacer para ayudar. Mantén tus rodillas abiertas de par
en par y mírame para que pueda frotar esto también en tus
senos.

Obedientemente, Flambé se hundió, sin prestar mucha


atención hasta que su sexo golpeo los nudos en la alfombra
rugosa hecha de cuerda de sisal. El personalmente había hecho
esmeradamente la alfombra, haciendo los nudos y luego
tejiendo las rondas hasta que tuvo una pieza de buen tamaño
que podía usar. La había escondido en caso de que pudiera ser
útil algún día. Estaba muy contento de haberla hecho cuando
ella soltó otro pequeño grito y meció las caderas.
− Bebé, debes intentar quedarte quieto por mí. − La cuerda
áspera jugaría sobre su sexo ardiente y los nudos se deslizarían
sobre sus tiernas partes inflamadas, aumentando la tensión
creciendo para que ella se esforzara por liberarse.

Tomó la loción y comenzó un lento masaje en su cuello y


espalda. Al principio, la loción tuvo un efecto calmante en su
piel. Él sabía que lo haría. Tenía aloe vera natural, pero su
toque en su cuerpo era sensual, susurrando sobre sus puntos
de presión, lo que desencadeno sus necesidades, y aumento su
conciencia de él. Sus manos se deslizaron desde sus brazos
hasta sus pechos, masajeando la loción en los montículos
llenos, ahuecando el peso suave y masajeando en la parte
inferior, no queriendo ser negligente.

− Date la vuelta por mí. No, no te levantes, solo gira, mantén


las rodillas amplias.

Ella cerró los ojos y lo obedeció, moliendo los nudos mientras


lo hizo, balanceando sus caderas hacia adelante, una especie de
gemido largo de necesidad escapando. Simplemente continuó
con el masaje lento, comenzando con su cuello, hundiendo sus
dedos profundamente en sus músculos tensos, encontrando
cada punto de activación. De vez en cuando, se inclinaba hacia
adelante y le mordía el lóbulo de la oreja o le susurraba un beso
en su oreja, viendo cómo se le ponía la piel de gallina.

Cuando su piel brillaba y se sentía caliente, cuando no podía


parar de moverse, él dejó la loción y extendió la mano hacia su
frente, muy suavemente cubriendo sus pechos con sus
palmas. − Bebé, si lo prefieres, puedes irte a la cama y te haré el
amor lento y suave y quitaré esa quemadura ahora mismo.
Nunca te he atado dos veces en un día y ya estás escalando
fuera de tu cráneo. Eso puede ser algo bueno o malo. Yo no
quiero que te quemes hasta el punto de herirte. Quiero que te
quemes hasta el punto de sentir anticipación. Si quieres parar,
pararemos y te daré mi polla, dejaré que duermas mientras
preparo la cena y luego puedes descansar de nuevo.

Guardó silencio y esperó. Flambé no lo decepcionó. Ella se


inclinó hasta que estuvo casi en su regazo, sus pezones duros,
puntitos de fuego en sus palmas.

− ¿O qué?

− Quería hacerte un patrón llamado collar. Creo que lo harás


lucir hermoso. Realmente depende de lo cansada que estés. −
Un dedo se deslizó hacia atrás y hacia adelante a lo largo del
costado de su pecho, añadiéndose a las llamas parpadeantes de
electricidad rompiendo sobre su piel.

Sus caderas se balancearon. Ella mantuvo su cabeza en su


regazo, su espalda estirada, sus pechos hundidos en sus
palmas. − Nunca estoy demasiado cansada para que me ates,
Sevastyan.

Su corazón tartamudeó. Escuchó la nota de verdad que los


leopardos no podían ocultar el uno del otro. Ella había visto el
paquete de cuerda verde, seda, un crudo contraste con la
cuerda de sisal frotando su coño desnudo. Alcanzó una mano
para ello, manteniendo la otra sobre ella, frotándola
suavemente, tranquilizándola, apaciguándola.

El collar tenía un hermoso diseño. Quería agregar un par de


variaciones a él, pero esencialmente, la ataría de la manera en
que lo había hecho durante muchos años. No se podía
atornillar a la perfección. El tiró de sus manos detrás de su
espalda y enlazó sus muñecas y luego amarró un puño rápido
y abrió guantes de encaje sobre ellos. Tirando de su cabeza
hacia atrás y hacia sus manos y las manos hacia su cabeza,
rápidamente trenzó su cabello en la cuerda y la cuerda y la
cuerda en su cabello en la línea con sus manos esposadas.
Ahora su cabeza estaba anclada y no podía moverla.

Él le revisó el pulso, le susurró aliento y la besó mientras miró


hacia abajo a su cuerpo. La luz había cambiado en la habitación.
La tarde movió el sol de modo que la bola había caído del cielo,
creando rayas naranjas y rojas que ya se estaban desvaneciendo
a grises azulados.

Las sombras cayeron sobre el rostro de Flambé. Ya parecía


como si estuviera deslizándose hacia el subespacio, y quería
que ella se concentrara completamente en él. Agarró la cuerda
y tiró con fuerza, rompiéndola contra su cuero cabelludo,
haciendo que picara, haciendo que sus ojos se abrieran de
golpe. Esperó hasta que ella lo miró y a ningún otro lugar. Él
pasó la cuerda verde alrededor de su cuello y comenzó a tejerlo
en el intrincado patrón que estaba en lo alto de su cuello e se
dirigió hasta sus pechos hasta que las cuerdas quedaron
envueltas y tiro de ellas en bucles, cubriendo los montículos y
los pezones en ángulo, dos hebras a la vez. Cada tejido corría
hacia atrás y se enhebraba en las ataduras de sus manos y de
nuevo a los lazos del collar en su cuello.

Cuando Sevastyan terminó, Flambé estaba arrodillada sobre su


alfombra hecha de cuerda de sisal, sus muslos inflamados
desnudos y su clítoris apretada contra los nudos ahí. Sus
caderas se movían continuamente, montando los nudos, su
cuerpo se doblaba casi hacia atrás. Al mismo tiempo, el collar
alrededor de su garganta y senos parecía casi recatado en
contraste con la sórdida exhibición de sus piernas abiertas.

Se movió detrás de ella, cámara en mano, y tomó varias fotos


de su trabajo, luego varias más de su rostro antes de sentarse
una vez de nuevo. Él tiró de su cabello trenzado, dejando que
los nudos se desenredaran, mirando cómo se deslizaban
rápidamente. Había usado deliberadamente unos que podían
ser fácilmente eliminados. Su mujer estaba a punto de
terminar.

Cuando le quitó las cuerdas, la levantó, la llevó a la cama y la


llevó hasta el colchón, su cuerpo cubriendo el de ella. Murmuro
para consolarla, la besó una y otra vez, robándole el aliento,
deseando poder robarle el corazón. Su alma. Dios, ella era la
mujer más asombrosa que alguna vez había encontrado.

No tenía idea de que podía ser tierno. Era un hombre rudo,


especialmente cuando se trataba de sexo, pero para ella había
ternura. Ella estaba resbaladiza y ardiente, y tan apretada que
cuando empujó lentamente en sus pliegues, llenándola, no
creyó que podría abrirse camino en ese cómodo túnel. Ella
jadeó, sus pestañas levantándose repentinamente en alarma,
los ojos mirando directamente a los de él, sus uñas mordiendo
profundamente en sus hombros. Ella negó con la cabeza hacia
él, el miedo arrastrándose en el oro de su gata.

− ¿Qué pasa, bebé? − murmuró, acariciando con una mano su


montículo, sus muslos internos, rodeando su clítoris, sintiendo
su cuerpo estremecerse mientras su coño tragó otra pulgada de
él. − Mira cómo me tomas. − Era una erótica vista, viéndose a sí
mismo desaparecer en su cuerpo. − Míranos, Flambé.

Su mirada se deslizó de su rostro a sus cuerpos unidos. Su


forma femenina estaba sonrojada, cubierto de las marcas de sus
cuerdas, de fresas donde había dejado sus marcas personales
detrás, en los senos, en los muslos, una en el cuello, pero baja
para que no se notara cuando usara una camisa. Ella tenía un
negocio y era el jefe.

Bajó la cabeza y le besó el cuello. La acción tuvo a su polla


deslizándose otra pulgada dentro de ella. Ella se estremeció. Su
vaina, abrasadora, apretada como un tornillo a su alrededor. Su
aliento siseó. Dejó de moverse y miró su rostro. Ese hermoso
rostro mientras ella se retorcía y hacía lo mejor para intentar
empalarse sobre él. − Lo estamos haciendo lento y suave,
Flambé.

Ella negó con la cabeza, como si fuera a arrojarse fuera de la


cama y correr.
Comenzó a moverse de nuevo, porque era imposible no
hacerlo. El necesitaba enterrarse hasta el final, para sentir su
cuerpo rodeando el suyo. Era fácil ahogarse en sus ojos. Ella no
quería mirarlo así; él podía verla tratando de escapar de su
conexión. Era demasiado profunda. Demasiado visceral. Ella
movió su cabeza de nuevo. − Más rápido. Más fuerte. Así no.

− Así, Flambé. Está bien, cariño. Sabes que lo está. − Él susurró


la verdad para ella, y salió como un pecado entre ellos en lugar
del amor creciente que estaba tratando de transmitir.

Él detestaba no ser bueno para el romance, para decirle a su


mujer lo que quería que ella supiera. Podía hacerlo con sus
cuerdas, pero ella no lo escuchaba. Lo estaba intentando con su
cuerpo, pero ella no lo quería. Verbalmente, él no podía
pronunciar las palabras que la tranquilizarían, porque en el
mundo en que él creció, esas palabras eran una sentencia de
muerte. Tenía que intentar alcanzarla de alguna manera y ella
solo lo dejaba acercarse a través del sexo o las cuerdas.

Hizo un movimiento lento hacia adelante con sus caderas,


forzando sus pétalos apretados a darle paso y abrirse para él.
Esta vez no se detuvo, pero mientras sostenía su mirada hacia
la suya, enterró su polla profundamente en ella. La quemadura
se convirtió en llamas lamiendo calientes y salvajes sobre y
alrededor de él, sintiéndose como si el fuego estuviera
consumiéndolo de una manera nueva y diferente. Eso lo
sorprendió. A juzgar por su expresión, el sentimiento la
sorprendió también.
Ambos estaban acostumbrados a lo caliente y lo salvaje. Rápido
y Furioso. Lento y suave era tan diferente, pero igualmente
bueno, muy conmovedor. Tanto que el terror se había
deslizado en sus ojos. Trató de tranquilizarla, pero una parte
de él estaba sintiendo ese mismo miedo. Ella se había
apoderado de él cuando él no estaba mirando. Cuando había
estado tan ocupado atándola a él. Queriendo su propia mujer
por todas las razones equivocadas y dándose cuenta, cuando la
tuvo, de cuáles eran las razones correctas.

Se movió en ella, compartiendo su cuerpo, su refugio, en


intimidad a diferencia de lo que alguna vez había
experimentado en su vida con otro ser. El fuego se construyó y
se construyó como una tormenta de movimiento lento, llamas
lamiendo toda su piel, toda la de ella, tocando y retrocediendo
y luego volviendo de nuevo, dejándolos a ambos jadeantes.

− Sevastyan. − Ella susurró su nombre.

Escuchó una nota en su voz que nunca antes había estado


allí. Ella no quería admitirle sus verdaderos sentimientos. Ni a
ella misma. Pero estaban ahí.

Siguió moviéndose, aumentando el calor entre ellos, esa


construcción lenta y suave, que era todo menos fácil. El fuego
empezó a rugir. Se convirtió en una tormenta de emoción. Su
cuerpo se aferró al de él sin previo aviso, un agarre de calor
abrasador, una llamarada de fuego tan caliente que su polla se
sacudió y pulsó, estallando en una salvaje tormenta de hilos de
semen al rojo vivo, un volcán que no paraba.
El cuerpo de Flambé parecía tener un orgasmo continuo en
respuesta, así que incluso cuando se derrumbó sobre ella, con
cuidado de mantener su peso a un lado para evitar aplastarla,
cada movimiento enviaba poderosas ondas a través de ella. Sus
brazos se deslizaron alrededor de su cuello y enterró su rostro
contra su pecho, ocultando su expresión.

− Quiero que intentemos esto juntos, Flambé, − le susurró al


oído. − Sé que te asusta. Ninguno de los dos ha hecho esto
nunca, pero intentémoslo. − Él esperó, cerrando los ojos.
Esperando. Escuchando los latidos de su propio corazón.
Sintiendo su cuerpo ondular con tanta magia a su alrededor. −
Estamos bien juntos. Yo sé que lo estamos. Intentémoslo,
cariño.

Estuvo muy callada durante mucho tiempo. Su cabeza asintió


apenas allí. Él lo sintió y su corazón se volvió del revés. No era
mucho, pero lo aceptaría. Ella siempre se sentía muy esquiva
para él, como si tuviera un pie fuera de la puerta. Al menos eso
estaba en algún lugar para empezar.
13
SEVASTYAN no creía que su estado de ánimo pudiera
empeorar mucho más. Si Mitya no empezaba jodidamente a
cooperar con él, iba a sacar un arma y dispararle él
mismo. ¿Cómo podría el mundo entero perder el control
durante la noche? Se había ido un maldito día. Pensarías que se
había tomado un mes fuera, ni un solo día, pero Mitya estaba
actuando como si lo hubiera abandonado.

− Saca la cabeza de tu trasero, Mitya. ¿Cómo puedo ser


responsable de lo qué decidió hacer Ania mientras yo no
estaba? Ella es tu esposa. Tu eres quién se supone que debe
manejarla, no yo. En cuanto a la desaparición de Rolan, tuvo
que ayudarla. Tenía que haber sabido que teníamos los ojos
puestos en él. Alguien nos delató afuera. A menos que pienses
que soy yo, deja de gritarme y déjame pensar.

− Tal vez si hubieras estado aquí en lugar de follar con esa


mujer cada cinco segundos, nada de esto habría sucedido. No
hubiéramos estado cortos de guardaespaldas si no hubiera
corrido lloriqueando porque alguien lastimó sus sentimientos,
y Ania no habría salido herida...

−Maldita sea, Mitya, eso es una mierda y lo sabes. Ania se


arriesga. Eso no es culpa mía ni de Flambé. Miron y Rodion
escucharon nuestra conversación y no tenían derecho a repetir
nada de lo que dijimos. Ninguno. Ellos lo saben mejor.

Sevastyan se llevó la mano a la cabeza palpitante. Mitya estaba


loco por Ania. Él lo sabía. Ania se le había metido en la cabeza
subir a la cima del desván cuando no había nadie alrededor.
Ella había estado en el garaje trabajando en el motor y me
frustré. En lugar de utilizar las habilidades de su leopardo,
intentó trepar por el camino humano, perdió un paso y se
cayó. Ella se rompió la muñeca. Por supuesto que Mitya iba a
perder la cabeza, pero culpar a Sevastyan, o peor, culpar a
Flambé, era ridículo. Para empeorar las cosas, habían perdido
los ojos en Rolan. Eso significaba que Sevastyan iba a tener que
cerrar a todo el mundo hacia abajo. Sería el enemigo de todos.

− Whoa. ¿Miron y Rodion escucharon qué conversación? ¿Que


repitieron? − La voz de Mitya fue repentinamente baja.
Amenazadora. − ¿Algo que tenía que ver con Flambé?

Sevastyan se volvió hacia él. Para mirarlo. − Basta decir que no


fue muy agradable. No puedo hablar de esto contigo ahora
mismo. Tengo cosas que arreglar afuera.

Caminó por la habitación de nuevo, Shturm rastrillándolo


cruelmente. Su leopardo nunca había estado tan nervioso. No
pudo calmar al gato. Él estaba más malo, más feroz y más tenso
de lo que nunca había estado, listo para rasgar a cualquiera ante
la menor provocación. Este no era el momento para que Mitya,
ni para que nadie más, lo desafiara o enfadara.
Mitya parecía estar pasando por un momento igualmente
difícil. Normalmente, Sevastyan se sentiría igual de molesto
por la muñeca rota de Ania. Tal vez esa era parcialmente la
razón de su propio temperamento furioso. ¿Por qué nadie
había tenido más cuidado con ella?

− Nadie debería repetir nuestras conversaciones personales


sobre nuestras mujeres, Sevastyan, −dijo Mitya, su tono
indicando que podría simplemente agregar su propia
retribución a la de Sevastyan.

− De ahí la paliza, − señaló Sevastyan.

Forzó el aire a través de sus pulmones, dejando que lo positivo


se filtrara a través de su cerebro rápidamente. Ya tenía dos
equipos de cambiaformas a su disposición. Drake Donovan se
había apresurado a responder a su llamada de ayuda. Gorya y
Timur lo había escuchado. Sin dudarlo, habían logrado enviar
a Fyodor, Evangeline, los gemelos y Ashe fuera de peligro.
Estaban supuestamente de vacaciones en un área no revelada.
Conociendo a Timur, dondequiera que estuvieran, no
importaba lo divertido que fuera, estaban bien cerrados y muy
seguros. Gorya había elegido quedarse y ayudar a proteger a
Mitya, Ania y Sevastyan.

Sevastyan se obligó a dejar de caminar, ignoró a Mitya y miró


a su primo Gorya. − Aprecio que te hayas quedado, Gorya.
Rolan está contratando bastante fuerza para enviar contra
nosotros. La mayoría son mercenarios, no cambiaformas. Estoy
bastante seguro de que enviará a esos hombres primero para
probar nuestras defensas. O mientras estamos luchando contra
ellos, sus cambiaformas intentarán entrar silenciosamente a
cubierto de su fuego. Mitya y Ania tienen una habitación
segura que está escondida y bien suministrada. Podrían vivir
allí durante más de un mes si fuera necesario y tienen tres rutas
de escape para leopardos y humanos desde esa habitación.

− ¿Qué vas a hacer con tu mujer? − Preguntó Gorya. Estaba


envuelto en la pared, alta, ágil, incluso un poco delgado, todo
músculo, luciendo engañosamente vago. Era todo músculo y
columna flexible, una máquina de lucha, pero parecía ser
tolerante, hasta que uno lo miraba a los ojos, ojos que ahora
mostraban su preocupación por Sevastyan. Siempre fue el
pacificador de sus primos más volátiles.

Sevastyan le envío a Mitya un desafío flagrante, uno que


traicionaba el hecho de que Shturm estaba extremadamente
cerca y furioso. Sus ojos eran todos de gato, ámbar puro,
brillando con malicia hacia su primo, desafiando a Mitya a que
dejara salir a su leopardo.

− Había planeado que ella fuera a la habitación segura con


Mitya y Ania, pero eso es imposible. − Incluso mientras lanzaba
la acusación, sabía que no era realmente culpa de Mitya. Parte
de su enojo era el hecho de que estaba comenzando a pensar
que Mitya tenía razón en que Flambé nunca iba a sentir
cualquier cosa por él excepto su necesidad de sexo.

Se volvió para acechar antes de que Gorya pudiera intentar


apaciguarlo. El no quería ser apaciguado. Quería dejar suelto a
Shturm para luchar de la manera que él necesitaba luchar.
Podía saborear la rabia en sus entrañas ahora, un rojo oscuro
que se extendió por su cuerpo, que fluía por sus venas,
consumiéndolos a ambos.

− Sevastyan. − Mitya lo detuvo en la puerta. − Espere. Sé que


estoy actuando loco. Parece que no puedo calmar a mi
leopardo. Está furioso sin importar lo que haga. − Se sentó en
su escritorio, con la cabeza en la mano. − Hay cosas que han
estado pasando y de las que tenemos que hablar... − Se
interrumpió cuando alguien llamó a la puerta.

Sevastyan estaba de pie a su lado y reconoció el olor de Ania


inmediatamente. Abrió la puerta y captó la inconfundible
fragancia de su mujer también. Ella estaba más abajo en el
pasillo, parada a varios pies de distancia, ni siquiera mirando
hacia ellos. Parecía pequeña, sola, demasiado sola. El pasillo
era amplio, las paredes altas para acomodar los techos altos,
enfatizando su pequeño marco. Mantuvo la cabeza apartada de
la oficina de Mitya incluso cuando Ania habló.

− Voy a llevar a Flambé a mi garaje para ver mi proyecto,


Mitya. ¿Es realmente necesario para nosotros tener que vadear,
como, setenta y cinco cambiaformas guardias para ir de aquí a
mi lugar de trabajo? − Hubo un indicio de diversión en la voz
de Ania.

A Sevastyan no le hizo gracia. − Ania, Mitya no tiene nada que


decir sobre quién está protegiéndote ahora mismo, solo yo.
Estamos encerrados. Solo acepta que donde quiera que vayas
en la propiedad habrá guardias. Muchos de ellos. En algún
momento, es posible que le digan que no salga de la casa. Si no
puedes aceptar eso, podrías verte obligada a permanecer en
una habitación. Ya sabes como soy. Tú sabes que no jodo con
tu seguridad. − Le gustaba mucho Ania, está bien, si alguna vez
usaba la palabra amor, podía admitir que tenía esa emoción por
Ania. El no quisiera ser duro con ella, pero él preferiría ser duro
antes que ella terminara muerta.

Sabía que a Flambé le gustaba Ania. Si Flambé se hubiera


permitido un amigo desde el interior de su círculo, era Ania.
Ahora que realmente lo pensó, nunca la había visto con
ninguna otra amiga. Ella no hablaba por teléfono con otras
mujeres. Ella no le dijo que iba a encontrarse con alguien para
ir por bebidas. Cuando recibía llamadas, y esas llamadas eran
numerosas y podrían durar por largos períodos de tiempo, ella
era todo negocios. No quería alienar a Ania, no contra él y
ciertamente no contra Flambé. Aun así, su seguridad y la de
Flambé tenía que ser lo primero. Al final, si alguna de las
mujeres moría, también lo hacia su hombre. Ese era el resultado
final.

Ania miró de su marido a él, pasando de desafiante a


vulnerable en un breve momento. Esa mirada cortó
profundamente. Él había atrapado brevemente destellos de
algo muy cercano a eso en los ojos de Flambé. Ania pasó junto
a él, tan rápida como era Ania, no tuvo tiempo de salir de su
camino. Ella lo rozó y él olió la sangre. ¿Ania? ¿Sangrado?
Quizás era esa época del mes, pero no parecía del todo correcto.
No era su asunto, pero, aun así, era preocupante.
Frunciendo el ceño, se empujó contra la pared, cruzando los
brazos en el pecho, dejando la puerta abierta. Quería poder
vigilar a Flambé mientras Ania hablaba con Mitya.

En el momento en que Ania entró en la habitación, los rasgos


duros de Mitya se suavizaron. Giró su silla de inmediato, sus
ojos azules la recorrieron de la cabeza a los pies como si la
revisara por daños.

− Siento haberte interrumpido, Mitya. Quería llevar a Flambé a


ver mi último trabajo en el garaje, pero debería haberte enviado
un mensaje de texto o a Sevastyan. No tenía idea de que Rolan
estuviera cerca.

Eso le dijo a Sevastyan que Mitya compartió su historia con su


esposa. El y Gorya intercambiaron una mirada larga. Ania ya
había pasado por una guerra con su familia cuando Lazar, el
padre de Mitya, había venido a matarlo. No podía ser fácil
pedirle que pasase por otro.

Sevastyan estudió a Ania. Ella no dudó mientras cruzaba la


habitación para ir directamente a su marido. Ella se inclinó
hacia él. Todo el lenguaje sobre su cuerpo gritaba que lo
adoraba. Cuando ella inclinó su rostro hacia él, el amor en su
rostro era casi tan cegador, tan íntimo, que parecía incorrecto
presenciarlo. Mitya se inclinó hacia ella, sus manos gentiles
mientras ahuecaba su rostro.
− No estamos seguros de dónde está, kotyonok, − respondió,
llamando a su esposa gatito, su apodo para ella. − Solo tenemos
que asegurarnos de que estés a salvo.

Sevastyan miró por el pasillo hacia Flambé. Ella nunca lo toco


fuera del sexo. Ella no acercó su cuerpo al de él incluso cuando
estaban solos. Ella no se inclinó hacia él. No había mirada de
adoración a menos que él la tuviera contra las cuerdas, una de
las razones por las que quería atarla cada vez más. Le
encantaba esa expresión en su rostro y en sus ojos cuando la
tomaba. Ella se mantuvo alejada emocionalmente, y hasta
cierto punto, físicamente, siempre lejos de él.

Se quedó muy quieto por dentro. Todo el tiempo, su primo


había intentado decirle que había cometido un error con su
elección. Pensó que se trataba más de él estando jodido. Él
había sabido todo el tiempo que lo estaba, pero luego todos, y
cada Amurov, había pensado que lo estaban, hasta que
encontraron a su pareja. Sevastyan había sido diferente. Los
otros habían podido dejar de tener relaciones sexuales cuando
sus leopardos se habían vuelto tan locos y querían destrozar a
cualquier compañero. Sevastyan no había podido hacerlo.

El ansia de sexo se había vuelto más fuerte en él. Cuanto peor


era la rabia, más la necesidad de sexo crecía hasta que no tuvo
más remedio que ir al club. No era que las diferencias
terminaran ahí. Mitya podía ser extremadamente dominante,
pero su sexo no rozaba la brutalidad. Él no quería ni necesitaba
el tipo de torcedura que Sevastyan hacía.
Ania amaba a Mitya. Ella realmente lo amaba. Sabía que
Evangeline amaba a Fyodor. Ashe amaba a Timur. Flambé no
quería ni siquiera conectar con él no importaba lo que tratara
de hacer. Se acercó una y otra vez a ella. Cada vez que pensó
que estaba cerca, ella se retiraba. Por supuesto, no conocía la
primera maldita cosa sobre una relación, pero lo estaba
intentando. Iba a tener que afrontar el hecho de que había algo
mal en él.

De repente, se volvió y salió de la oficina, directamente por el


pasillo hacia Flambé. Habían tenido un buen día el día
anterior; al menos, pensó que habían progresado. Hoy, ella
había venido con él a trabajar y había estado tranquila,
pensativa, pero no se había apartado completamente de él
mientras normalmente lo habría hecho. Sabía que a ella no le
gustaba su primo y lo evitaba tanto como pudo. Mitya solía ser
grosero con ella. Iba a hablar con su primo y a pedirle que lo
intentase con ella, a pesar de que Mitya no la entendía.

Caminó hasta donde Flambé estaba, con la espalda presionada


contra la pared. No había ningún lugar al que retirarse. Ella se
enderezó completamente de altura, que comparada con la de él
era ridícula, así que inclinó la cabeza hacia arriba y la enjauló,
sus manos a cada lado de ella, su pecho una barrera cuando sus
ojos se clavaron en los de ella.

− ¿Hay algo mal conmigo?

Sus largas pestañas se agitaron. Ella parecía realmente


desconcertada. − ¿De qué estás hablando? − Parpadeó de nuevo
y el color de sus ojos cambió. Ella brillaba con furia dorada. Ella
giró la cabeza hacia la oficina y él escuchó el siseo de rabia.
Detrás de ella, donde se había apoyado contra la pared con una
mano, las garras se clavaron en una madera perfecta. − Ese
bastardo. ¿Hace eso para sentirse mejor? No, Sevastyan. No
hay nada malo contigo.

− Él no es realmente un bastardo.

− Sabes que lo es.

− Ania lo ama.

− Sé que lo hace.

− Pero no puedes amarme. ¿Qué pasa conmigo?

El aliento se le quedó atascado en la garganta. Sus pestañas


bajaron y luego volvieron a subir. La furia se desvaneció y por
un momento captó el miedo mezclado con algo tan cercano a
lo que estaba seguro era amor, su corazón se apretó con fuerza
en su pecho. Tan apretado que dolía. Quemando. Ella sentía
algo por él y eso la aterrorizaba. Aun así, no confiaba en sí
mismo. Quería creerlo tanto que podría haber inventado ese
breve vistazo. Ella se había vuelto protectora de él sólo por unos
momentos, incluso si ahora estaba rígida y espinosa.

¿Shturm? Se volvió hacia el único compañero con el que podía


contar. A través de cada pesadilla, su leopardo había estado allí
para él, tratando de protegerlo, tratando de darle la verdad y
defenderlo, protegerlo cuando no había alguien más. ¿Siente
algo por mí además del miedo? ¿Algo parecido a lo que Ania siente
por Mitya?

Trató de transmitir sentimientos tiernos como los que sentía


por su leopardo, pero era difícil tener que utilizar imágenes.
Shturm había estado en el mundo hacía mucho tiempo,
escuchaba y aprendía, y era inteligente. Él recogía palabras,
pero Sevastyan no estaba seguro de que captara el concepto de
amor.

Ella lo hace.

Shturm se sintió agresivo. Tan malhumorado y dispuesto a


luchar como él. Necesitaba estar tranquilo y en control cuando
planeaba su estrategia contra un maestro estratega como Rolan.
Al menos su leopardo le había dado la tranquilidad que
necesitaba. Flambé seguía corriendo asustada, pero había
desarrollado algunos sentimientos por él a pesar de ella misma.

− Ha habido algunas complicaciones, cariño. Quizás peligro.


¿Recuerdas que te hablé de mi padre Rolan, y cuánto nos
desprecia? Él entró a los Estados Unidos y estaba en Houston.
Tenía ojos puestos en él, pero los pasó y ahora está en el
viento. Tengo que encerrarnos a todos.

Ella asintió. − Entiendo. ¿Quieres que me vaya a casa?

Sacudió la cabeza. − Preferiría que trabajaras aquí, donde sé


que estás a salvo. Nuestra casa es segura, pero cuando tengo
los ojos puestos en ti, me siento mejor. Ania dijo que quería
llevarte a su garaje y mostrarte algo. Las dos pueden continuar
con normalidad, solo con un equipo vigilándolas. Se
mantendrán fuera de su camino tanto como sea posible. Ania
está acostumbrada y con suerte, también te acostumbrarás.

Vio el comienzo de una protesta, pero ella la cerró de


inmediato. Detestaba eso. Ella no discutía. Deseó que lo hiciera.
Antes, tomó su cumplimiento como parte de su naturaleza
sumisa, pero ahora dudaba de su silencio tuviera algo que ver
con el cumplimiento o incluso con la sumisión. Fuera del sexo,
y de lo poco que había logrado sacarle, Flambé no mostraba su
lado sumiso a muchos. Lo más probable es que ella
simplemente no discutiera y siguiera su propio camino cuando
ella lo elegía. Eso no era bueno para él.

Ania se acercó a ellos. − Me gustaría mostrarle a Flambé


algunas de las cosas en las que he estado trabajando,
Sevastyan. − Su tono era apaciguador. Ella puso su mano en su
brazo y lo miró. Podía ver el afecto en sus ojos.

Flambé hizo un solo sonido, un ruido de baja vibración en su


garganta que fue como un gruñido, interrumpido por una tos
ahogada. Sevastyan inmediatamente la atrapó por los brazos y
la atrajo hacia él, preocupado de que todavía le doliera la
garganta. Él le había dado miel en el té antes de irse a la cama
y nuevamente esa mañana antes de que vinieran a su trabajo.
En el momento en que la apretó contra él, sintió la engreída
satisfacción de su leopardo macho.
No les gustaba que otra mujer nos tocara.

Sevastyan se sintió un poco presumido a pesar de que Flambé


casi empujó su pecho para escapar. Puede que nunca sea una
de esas mujeres que eran demasiado demostrativa con él en
público. Se resistió a agarrar su moño rojo y tirar de su cabeza
hacia atrás para que él pudiera tomar el control de su boca y
encender con un fósforo su dinamita. En lugar de eso, le dio un
beso encima de su cabeza.

− Diviértete con Ania, cariño, − murmuró.

FLAMBÉ siguió a Ania por el pasillo, más allá de su oficina


hasta el final donde la puerta trasera que conducía al garaje y
los jardines estaba. Ella la encontró realmente bastante
encantadora, pero deseaba poder implementar algunos
cambios. Los adoquines eran perfectos, los colores más oscuros
mostraban las flores y los arbustos con sus hojas abigarradas,
pero el camino no era lo suficientemente ancho y necesitaba
más definición. Ella plantaría más enredaderas de encaje en los
enrejados y vallas bajas alrededor de los pasillos que conducian
al garaje.

− ¿Estás bien, Flambé? − Ania preguntó mientras daba un paso


atrás para permitir que Zinoviy y Vikenti, los dos
guardaespaldas, entraran al garaje mientras ella se quedó
esperándolos para asegurarse de que nadie estuviera
acechando para hacerle daño de todas formas. Otros dos
guardaespaldas, Trey Sinclair y Kyanite Boston,
permanecieron con ellas. Mantuvieron su distancia, de
espaldas a las dos mujeres, escudriñando los terrenos a su
alrededor, todos los sentidos mejorados por sus
leopardos. Ania los ignoró a todos como si no supiera que
estaban flotando cerca.

Flambé se negó a permitir que Flamme se acercara siquiera a la


superficie, aunque se habría sentido más segura. Los
guardaespaldas estaban demasiado cerca y la mujer estaba
acercándose demasiado a su calor. El cuerpo de Flambé ya era
muy sensible al toque sin las hormonas añadidas de su hembra,
no se atrevía a permitirle levantarse incluso por un momento
con los hombres en las proximidades. Sería un desastre para
todos. No tenía ninguna duda en su mente de que Sevastyan
asesinaría a cualquier hombre que lo desafiara por ella, y lo
harían si Flamme o ella se volvían seductoras.

− Sí, estoy incómoda. − Mantuvo la voz lo más baja posible. Los


leopardos podían oír unas cinco veces mejor que los humanos
y, a veces, dependiendo del cambiaforma, incluso mejor. Tuvo
cuidado, pero sabía que los guardias probablemente la
escucharon y la olieron. Era imposible cubrir el olor de una
hembra en celo, no importaba cuánto lo intentase.

− Estaremos adentro en un minuto y los guardias se quedarán


afuera, − Ania aseguro.

Esperaron en silencio, Flambé estudiando la forma en que Ania


acunaba su muñeca. El yeso era delgado y podía quitarse
cuando fuera necesario. Parecía muy poco probable que un
leopardo pudiera romperle la muñeca. Ella trató de imaginar
que podría suceder de varias formas y ninguna parecía
demasiado probable.

Finalmente, Zinoviy y Vikenti regresaron y dieron luz verde a


Ania. Ella les dedicó una sonrisa y se apresuró a entrar, pero no
cerró la puerta. − Amo mi espacio. Nadie viene sin ser invitado,
sin mi permiso, a menos que Sevastyan diga que estamos
encerrados por una razón, − le informó Ania. – Le dije a Mitya
que quería un lugar para diseñar mis propios autos, trabajar en
motores y simplemente desaparecer durante unas horas sin
sentir que me estaba tragando su mundo.

− ¿Este es tu sueño? ¿Lo qué quieres por encima de todas las


demás cosas? – Flambé preguntó. Había ido al garaje con Ania
varias veces antes y había visto los dibujos y los trabajos
personalizados, pero a menudo se preguntaba si Mitya le había
dado el trabajo para empujarla a quedarse cerca de casa.

Ania asintió e indicó la habitación construida principalmente


de vidrio a un lado donde varias sillas cómodas formaban un
círculo acogedor. − Entremos ahí. Me gusta esa habitación. -
Elegí todo en ella. La alfombra, las sillas, las cortinas de
privacidad, todo.

− ¿Por qué tienes cortinas de privacidad si nadie entra aquí? –


Flambé preguntó con curiosidad, siguiendo a Ania alrededor
de las piezas de coche y el motor colgando del complicado
sistema de poleas.
Ania, con un leve rubor en su rostro, hizo un gesto hacia las
muy cómodas sillas mientras cerraba la puerta. − Hay
momentos en los que le doy la bienvenida a las visitas de mi
marido. Sevastyan o uno de los otros guardaespaldas nunca
está lejos. A veces podemos volvernos un poco locos.

Flambé se acurrucó en el suave azul de la silla. La tela se frotó


sobre la piel sensible de su brazo, enviando una terrible ola
ardiente sobre su cuerpo. Se obligó a quedarse quieta, sabiendo
por experiencia que la sensación desaparecería si pudiera
aguantarla.

− Bueno, sea lo que sea para lo que uses esta habitación, me


gusta cómo la diseñaste. Es hermosa y femenina, justo en el
medio de su garaje con repuestos para automóviles,
herramientas y motores en todas partes. Es una especie de
contrapunto a las herramientas, como un oasis. Cuando diseño
mis jardines, a veces uso algo similar para hacer una
declaración.

− ¿Cuál sería mi declaración? − Ania se estiró en su silla, sus


piernas delante de ella, los pies sobre una otomana.

− Que eres femenina, pero tienes un gran conocimiento en un


campo que es predominantemente masculino. No estás
dispuesta a renunciar a ser femenina para demostrarle a
cualquiera que probablemente sepas mucho más que la
mayoría de los demás cuando se trata de desmontar un coche
y volver a montarlo. No sientes que tienes algo que probar y
creo que es una declaración poderosa.
Ania la miró fijamente por un momento. − Lo obtuviste solo de
mí decorando esta pequeña oficina?

− Y la forma en que estás sentada en la silla. Estás relajada y


abierta. No estás cerrada en absoluto. Pasaste tiempo armando
tu oficina y eligiendo cada pieza de su interior. − Flambé hizo
un gesto hacia las ventanas de vidrio que miraban hacia el
garaje donde colgaba el motor. − Claramente te gusta mirar tu
trabajo, así que estás entusiasmado con lo que haces.

Flambé sabía muy bien que parecería cerrada si alguien


estudiaba la forma en que estaba sentada. Ella se había
acurrucado, se había hecho pequeña, las piernas dobladas
debajo de ella, la forma clásica de parecer no amenazante. −
¿Cómo te las arreglaste para lastimarte la muñeca, Ania? −
Tuvo mucho cuidado de mantener su tono interesado. No
había una sola nota acusatoria en su voz.

Ania se frotó el antebrazo. − Me siento tan tonta. − Ella hizo un


gesto hacia la lejana esquina donde había una serie de tablones
de madera subiendo hasta el techo. Eran verticales, rectos y
estaban separados por una buena distancia. – Yo decidí escalar
esos y simplemente me caí. No estaba prestando atención.

Flambé cerró los ojos y negó con la cabeza. ¿Con qué frecuencia
había escuchado la misma ridícula excusa de una mujer
cambiaforma? Ella respiró hondo.
− Los leopardos no caen, Ania. Y si lo hacen, tienen espinas
flexibles y giran en el aire y se agarran. Si Mitya te lastima,
puedo ayudarte. − Mantuvo la voz baja. − Sé que parece que no
hay salida, pero ahí esta.

Ania se sentó lentamente, su mirada se encontró con la de


Flambé firmemente. − Flambé, Mitya no me hizo daño. Él
nunca me haría daño. Nunca. Realmente me caí. Yo estaba
llorando y no estaba prestando atención a lo que estaba
haciendo. Nunca debería haber estado escalando cuando
estaba tan angustiada.

Flambé podía escuchar la verdad en su voz. Esperó unos


momentos para controlar los latidos de su corazón. Casi lo
había arruinado todo. Esta mujer era la esposa del primo de
Sevastyan. Probablemente le decía a su marido todo. − ¿Por
qué estabas llorando? Ciertamente no tienes que decirme si es
demasiado personal. Las amistades son tan raras para mí que
yo... − Deliberadamente ella se calló. Ella realmente quería
saber, pero era necesario desviar la atención de Ania por su
terrible error.

Ania miró el yeso en su muñeca durante tanto tiempo que


Flambé no pensó que ella respondía, pero luego tomó aliento y
miró hacia arriba. − Yo acababa de abortar por segunda vez.
Estaba realmente molesta. Sé que no fue mi culpa, pero sentí
que de alguna manera no podía hacer lo que todas las demás
mujeres del mundo parecen hacer tan fácilmente. Quiero un
hijo. No pensé que lo hiciera, pero una vez que supe que estaba
embarazada, estaba muy feliz. Mitya, por supuesto, solo está
preocupado por mí; al menos, eso es lo que dice, pero sé que
también le duele. Odio que esto sucediera por segunda vez.

Flambé miró alrededor de la oficina para descubrir la caja de


pañuelos en una mesa lejos. Recuperó la caja y se la entregó a
Ania, que había comenzado a llorar. − Lo siento mucho,
Ania. Que terrible. No tenía ni idea. ¿Qué dijo el doctor?

− Dijo que estas cosas pasan y que eso no significa que no pueda
cargar, pero que haría algunas pruebas. Sé que Mitya cree que
es él, y que, si por alguna razón no puede darme hijos, me
gustaría dejarlo, pero no lo haría. Me dolería no tenerlos, pero
me dolería más no tenerlo a él.

− Si eres tú quien no puede tener hijos, ¿te dejaría? – Flambé


preguntó, su voz muy suave. Ella sabía que no debería
presionar, pero no podía ayudarse a sí misma. − ¿Es eso lo que
piensas?

Ania negó con la cabeza. − Eso es lo último que haría Mitya. Me


ha dicho un millón de veces que no le importa si tenemos hijos
o no. Puedo oír la verdad. Lo dice en serio. Solo quería al bebé...
− Ania se calló.

Flambé raspó sus dientes de un lado a otro en la yema de su


dedo, deseando tener palabras para consolar a Ania, pero no
había palabras. De ninguna manera para consolar, no en esta
situación.
La mirada de Ania de repente se centró en ella, y Flambé pudo
ver su gato mirándola también. − ¿Sevastyan te golpeó,
Flambé? Lo he conocido desde siempre y no puedo imaginarlo,
pero dicen que nunca se sabe. Está bien decirme. Es muy
intenso y dominante. Realmente, si necesitabas ayuda, yo te
ayudaría.

La pregunta directa le provocó un repentino malestar en el


fondo de su estómago. La había hecho tantas veces, adormecía
a una mujer en un sentido falso de seguridad y luego hacia la
pregunta importante: ¿Era víctima de violencia doméstica? Era
mucho más complicado con los cambiaformas. Los leopardos
estaban involucrados, así como sus homólogos humanos, y era
mucho más difícil escapar de los leopardos.

Flambé negó con la cabeza, frotando sus palmas arriba y abajo


de sus brazos, repentinamente cubiertos de piel de gallina. −
Cuando lo intente, solo será una vez.

− ¿Cuando? − Ania se inclinó hacia ella. − ¿Por qué esperarías


que Sevastyan te golpee? ¿Ha hecho algo que indique que
podría lastimarte, Flambé? Si lo ha hecho, tienes que decírmelo.
Tu leopardo debería indicarte si hay un problema, pero si no lo
ha hecho, si tiene demasiado miedo y no puedes confiar en
ella...

− No, no, − Flambé la interrumpió apresuradamente. La


conversación había tomado un giro inesperado. Había pensado
en proteger a Ania y, de repente, Ania estaba tratando de
protegerla. Desafortunadamente, Ania no entendía que su
marido siempre pondría a Sevastyan antes que a nadie. Ania
estaba tan enamorada de Mitya que ella estaba ciega a eso. −
No quiero que pienses que Sevastyan me ha hecho algo. No lo
ha hecho. Es solo que... – Ella se encogió de hombros y le envió
una sonrisa a Ania, interrumpiéndose como si ese fuera el final
de la conversación.

Ania frunció el ceño, claramente no quería dejar el tema. −


¿Porque creerías que Mitya me pegaría? ¿O que me lastimaría
de alguna manera?

Flambé suspiró. Esto era su culpa y tenía que arreglarlo. Ella


solo tenía que tener mucho cuidado. Realmente, mucho
cuidado. También había en juego muchas vidas. Ella
malinterpretó la situación, o al menos el compromiso de Ania
con su marido. − Los cambiaformas pueden ser muy crueles,
¿no? Al final, las mujeres tienen muy poco que decir y,
finalmente, sus parejas suelen recurrir a la violencia.

Ania se hundió en su silla, luciendo horrorizada. − ¿Ha sido tu


experiencia con los cambiaformas en tu guarida? ¿Y tus
amigos, Flambé? ¿Qué han dicho sobre sus guaridas? No te he
escuchado mencionar ninguno de tus amigos. ¿Los conozco?
Como la tuya, mi familia estuvo en esta área durante mucho
tiempo. Tal vez conocemos a algunas de las mismas personas.

Flambé negó con la cabeza. − Lo dudo. Mis amigas eran


mujeres como yo, leopardos fresa, aunque esas mujeres
vinieron de otros países para intentar hacer una vida aquí. Solo
me acerqué a algunas de ellas. No lo lograron o se mudaron. −
A pesar de todos los esfuerzos por mantenerse bajo control, el
dolor brotó junto con la culpa, tan fuerte que sintió que su
corazón podría romperse. Presionó su mano con fuerza sobre
su pecho.

Ania, con sus ojos penetrantes, no pudo dejar de ver ese gesto
revelador. − Oh, Flambé. ¿Qué pasó?

Flambé se encogió de hombros, trató de parecer casual.


Hablaba demasiado. Por eso no se acercaba a nadie. No se
atrevía a bajar la guardia. − Realmente no importa de una forma
u otra. Lo siento mucho porque perdieras al bebé y me alegra
que Mitya sea bueno contigo.

− Cariño, odio que tengas una idea tan mala de los


cambiaformas masculinos. No sé cómo es el lugar de dónde
vienes, pero no todos los cambiaformas son crueles con sus
compañeras.

La ceja de Flambé se alzó. − ¿Vas a decirme que tu marido no


te dijo que en su guarida los hombres asesinaban a las madres
de sus hijos después de que los tenian? ¿O que vendian a sus
hijas a otras guaridas de cambiaformas que les harían lo
mismo?

No podía quedarse quieta y saltó, su leopardo cerca, llevándola


a un ritmo inquieto, su respiración acelerada demasiado. Hubo
un extraño rugido en sus oídos y el calor corría por sus venas.
Debajo de su piel, algo grotesco se movió, provocando un
terrible picor que dejó una quemadura a su paso. Ella
realmente podía ver su piel levantarse. La entidad se movió
como una ola a través de su cuerpo, dejando una tormenta de
fuego que la atravesó hasta que quiso gritar.

− Deberías enviar un mensaje de texto a Sevastyan, − sugirió


Ania gentilmente. − Tu gato está muy cerca y ella te está
embistiendo. Sé lo que es y es muy incómodo, Flambé.

Flambé quería arrancarse la piel. − Incómodo es una leve


palabra, pero me han dicho que el leopardo fresa tiende a sentir
las cosas de una manera ligeramente diferente. Esto es una
tortura y se manifiesta en una sensación horrible. − Trató de
frotarse los brazos, odiando tocar su piel. Su ropa dolía, dejo de
tocarla con su palma. − Soy un desastre. Lo siento, Ania, salí
aquí, esperando consolarte y tú estás tratando de consolarme.

− ¿Por qué no quieres llamar a Sevastyan para que te ayude? −


Ania se levantó para ir al refrigerador que tenía en la esquina
de la oficina. − Sé que está trabajando, pero eres su primera
prioridad.

− No lo soy, ya lo sabes. Mitya lo es. − Flambé, agradecida,


tomó el agua de manos de Ania y bebió bastante, con la
esperanza de apagar un poco el fuego. No parecio ayudar, así
que suplicó a su leopardo, tratando de calmarla. Vuelve a
dormir, Flamme. Cuando estemos solas, te dejaré salir a correr.
Estaremos en casa y no habrá nadie cerca y podrás correr libre. Ella
hizo una promesa queriendo decirlo, al menos con la esperanza
de hacerlo. Tal vez podría dejar que su leopardo emergiera con
nadie alrededor. Tal vez podrían hacerlo juntas y una vez que
Shanty llegara allí, podrían simplemente desaparecer.

− Sevastyan podra ser el jefe de seguridad aquí, pero tú eres su


mujer. Tu gato está en celo y es la compañera de su leopardo.

− ¿Lo es ella? Está en su primer ciclo. También lo es su


leopardo. Por lo que yo entiendo por las otras mujeres leopardo
fresa cuando hablé con ellas, es muy fácil equivocarse cuando
no sabes lo que estás haciendo y tu leopardo está en celo.

Flambé no quiso agregar que los cambiaformas leopardo fresa


eran notoriamente sexuales. Era una maldición. Eso hacía que
fuera aún más fácil aceptar a un hombre, cuando uno estaba en
medio de una quemadura sexual que no podían controlar. No
iba a mencionar, que ella había estado aturdida por un golpe
en la cabeza y que Flamme había tomado la decisión por ellas,
medio asustada de su mente. Peor, ella había sido influenciada
por las continuas fantasías de Flambé con respecto a Sevastyan
Amurov.

Se apartó de Ania y se acercó a las puertas de cristal que


mostraban hacia el garaje cavernoso. Ella anhelaba la libertad
del aire libre y sus plantas. Era más fácil al aire libre, escondida
en el follaje, para controlar los terribles antojos que a veces
atormentaban su cuerpo, los que ella sabía habían ayudado a
destruir a las mujeres de su especie. Tantas cosas que habían
contribuido, pero esta maldición era una de las peores.
Ella no lloró, porque como todo lo demás en su mundo, no
podía regalar alguna cosa. Ella ya no tenía amigos porque no
podía asumir la pérdida. Tampoco podía confiar en nadie con
las vidas que tenía en sus manos. Inspiró y espiró, dándole aire
al leopardo. Dándose aire. Diciéndose a sí misma que pasaría,
como todo lo demás horrible en su mundo.

− ¿Sientes que has cometido un error? ¿Tu leopardo? −


Preguntó Ania.

Manteniéndose de espaldas a Ania, Flambé se encogió de


hombros. − No tengo idea porque no sé qué esperar. Estoy muy
nerviosa y ella también. Ella mantiene escondiéndose. −
Mantuvo su respuesta simple y lo que uno esperaría de una
mujer cuyo leopardo no había aparecido y que no tenía a nadie
que la instruyera en lo que pudiera pasar.

Inmediatamente, Ania fue todo simpatía. − Es natural que


ambas estén nerviosas, Flambé. No ayuda que Sevastyan sea
tan dominante y su leopardo también debe serlo. Me imagino
que su macho debe asustar a tu hembra cada vez que empieza
a levantarse.

Flamme se estaba calmando, y la terrible picazón estaba


remitiendo, permitiendo que el caos en la cabeza de Flambé se
disipase lentamente. Ella tomó varias respiraciones profundas
y se volvió hacia Ania. − Su macho es bastante aterrador, −
reconoció. Él lo era. Quizás no tanto para Flamme, pero sí para
Flambé.
Ese leopardo no era del tipo que dejaba ir a su hembra una vez
que se apareaba con ella. Ahora la había reclamado dos
veces. Había vertido su químico a través de su cuerpo por
medio de su saliva y podría haber rastros, incluso si ella usara
bloqueador de aroma, para que él la rastreara. Sería persistente.
Él era ese tipo de gato. Sevastyan era ese tipo de hombre. Ella
empujó el pánico y se obligó a sonreír a Ania.

− Lo tomo un día a la vez. − Tenía que tener tanto cuidado de


que cada palabra que dijera fuera estrictamente la verdad. Ella
bebió más agua y se sentó, dejando que Ania le hablara de lo
bueno que podría ser cuando un hombre leopardo protegía a
su compañera y realmente se preocupaba por ella. Sonaba
como un cuento de hada para ella.

El sol se había puesto mucho antes de que Ania y Flambé


regresaran a la casa. Sevastyan era consciente de cada minuto
que pasaba. Las había comprobado docenas de veces,
asegurándose de que fueran atendidas. Les había enviado
comida y se informó que ninguna de las mujeres comió mucho.
Eso no le gustó. Tenía un plan de batalla para configurar. La
propiedad era grande y quería asegurarse de que todos los
puntos de entrada estaban cubiertos. Cada equipo sabía lo que
se esperaba de ellos. Mitya y Ania tenían que estar cubiertos en
todo momento. Aun así, quería asegurarse de que las mujeres
fueran atendidas.

Estaba cansado y había estado sin su mujer demasiado


tiempo. Shturm estaba de mal humor, enfurecido por la larga
separación, especialmente cuando sabía que su compañera
estaba a punto de levantarse. Era un momento peligroso para
estar lejos de Flambé. Sevastyan no había pasado tanto tiempo
sin sexo desde que estaba con ella, su cuerpo ahora
acostumbrado a deshacerse de la acumulación de agresión con
sólo acecharla por el pasillo, ir a su oficina y encontrarla allí,
siempre dispuesta a estar con él. Siempre lista para él. Un
pésimo día sin ella y encontró que él mismo estaba de tan mal
humor que no estaba en condiciones de estar en compañía de
nadie.

Ania vino a la oficina de Mitya con Flambé, pero como de


costumbre, su mujer simplemente se quedó afuera en el pasillo,
esperándolo con Kirill y Matvei. Ania besó a Mitya mientras se
levantaba y se acercaba a ella, encontrándose con ella a mitad
de camino.

− Estoy cansada, cariño. Me voy a acostar.

− Nos vemos arriba, − dijo Mitya.

Ania asintió y palmeó el brazo de Sevastyan cuando pasó junto


a él, despidiéndose de Flambé mientras doblaba la esquina
para ir a la escalera que conducía a la recamara principal.

− Todo está en su lugar, Mitya, quédate cerca de la casa, −


Sevastyan reitero. − "Llámame si hay algo fuera de lo común.

Una docena de luces estroboscópicas destellaron y luego se


apagaron abruptamente. Al instante todo se quedó en silencio.
Se paró frente a Mitya, y Kirill y Matvei hicieron el lo mismo
con Flambé y Sevastyan.

− Alguien vino por el camino de entrada, Zinoviy, − dijo


Sevastyan suavemente a su radio.

− Policías. Dos de ellos.

Sevastyan intercambió una larga mirada con Mitya, quien


maldijo. Hubo otro largo silencio mientras todos esperaban.

Vikenti bajó por el pasillo hacia ellos. − La policía está aquí para
hablar con Sevastyan, − anunció. − Ray Harding y Jeff
Myers. Los tengo en la habitación del frente. Zinoviy los está
mirando, asegurándose de que no intenten plantar cualquier
micrófono.

Flambé frunció el ceño. − ¿Por qué la policía querría hablar


contigo Sevastyan?

− Siempre quieren hablarnos de algo, malen'koye plamya. −


Sevastyan le dedicó su sonrisa más casual y comenzó a caminar
por el pasillo.

Mitya fue con él, Kirill y Matvei lo siguieron junto con Vikenti.
Flambé los siguió. Mitya se detuvo abruptamente, lo que
significó que todos lo hicieron, incluido Sevastyan. Mitya se
dio la vuelta y negó con la cabeza.
− No es necesario que vengas, Flambé, − dijo Mitya. − Estoy
seguro de que tienes mucho trabajo por hacer.

Se quedó muy quieta y, por primera vez, todos los hombres de


la habitación sintieron el ascenso de su leopardo. Fue rápido y
la pequeña hembra estaba furiosa. El estado de ánimo de un
leopardo hembra era palpable. Imposible de ignorar. Nervioso.
Peligroso.

La piel de Flambé resplandeció. − No eres el compañero de mi


leopardo. − Cada palabra fue muy distintiva. Su mirada pasó
más allá de Mitya para encontrarse con la de Sevastyan. Ella
era todo gato en ese momento. Sus ojos de un verde puro. Fue
un desafío. Ella estaba forzando una elección frente a los
hombres.

Sevastyan odiaba lo que sabía que tenía que hacer. Esto iba a
costarle y ya estaba en terreno inestable con ella. No la había
unido a él, pero no podía permitir que Flambé escuchara algo
de lo que la policía le preguntaría sobre la noche en que había
dejado Mitya para ir a cazar a Franco Matherson.

− Cariño, ve a tu oficina. − Habló en voz baja, pero fue una


orden, nada menos. − Puedes esperarme allí.

Flambé lo miró durante un largo momento y luego se fue. Su


leopardo también se había ido. Sintió la retirada. La supresión.
Todos lo hicieron. Ella se volvió y se alejó de él, directamente
hacia la parte trasera de la casa, lo que podría significar
cualquier cosa. Estaba bastante seguro de que ella no estaba
dirigiéndose a su oficina, más probablemente directamente a la
puerta trasera.

No tenía idea de dónde estaba Rolan. No tenía idea de dónde


estaba Franco Matherson. Maldijo en voz baja. Sus pecados
parecían acumularse. Se quedó de pie durante un largo
momento mirando al suelo antes de girar su mirada helada
hacia su primo. − Puedes arder en el infierno, Mitya. No seré
perdonado por esta mierda pronto. Cuando esto termine,
puede encontrar un nuevo jefe de seguridad. Kirill, necesito
que la cuides por mí. Si la pierdo, lo pierdo todo.

Le dio la espalda a su primo, sin esperar su respuesta, y caminó


por el pasillo hacia la policía, sabiendo que estaban allí para
preguntarle sobre Franco Matherson y la enemistad que
supuestamente tenían. Matherson podría arder en el infierno
también.

Acechando por el pasillo directamente a la sala de estar donde


la policía lo esperaba, entró, dejando que su rabia llenara el aire,
estallando caliente, violentamente roja. Sabía que sentían la
emoción salvaje. Las paredes apenas podían contener el
depredador en él. Shturm se enfureció con él, un leopardo cruel
y mortal, furioso y decidido a liberarse, a matar a cualquiera en
su camino para poder llegar a su compañera.

− Caballeros. Hagan esto rápido y al grano. Estoy ocupado y


han venido en un muy mal momento para mí, así que es mejor
que esto no sea una mierda de visita de acoso. − No se molestó
en tomar una de las sillas como lo hizo Mitya, pero permaneció
de pie como lo habían hecho los otros guardaespaldas. − Vamos
a empezar.
14
KIRILL y Matvei le habían dicho a Sevastyan que había habido
una breve discusión en la puerta trasera con Flambé la noche
anterior. Flambé quería salir de la casa de Mitya, tal como
Sevastyan sabía que haría, y se habían negado a permitirlo. Ella
les había preguntado si era una prisionera y habían tratado de
ser lo más gentiles posible con ella, recordándole que podría
haber peligro. Sabía que ella realmente les agradaba. ¿A quién
no lo haría? Aparte de Mitya. Mitya parecía realmente
desagradarle. Y él no le agradaba.

Mitya. Sevastyan sabía que no estaba siendo justo con su


primo. Mitya estaba tratando de protegerlo, tal como lo había
intentado durante años, cuando era niño. Mirándolo desde su
perspectiva, Flambé parecía tan fría como el hielo hacia
Sevastyan. Ella ni siquiera tomaba su mano. Si uno comparaba
a Ania, con sus miradas amorosas y adoradoras a su esposo,
tocándolo cada vez que tenía la oportunidad, con Flambé,
quién no se acercaba a Sevastyan, ¿quién podría culpar a Mitya
por pensar que Flambé no sentía nada por él? Sevastyan
realmente no creia que ella lo hiciera. Lo esperaba, pero no lo
creía. Aun así, su leopardo estaba emparejado con el suyo.

Sevastyan suspiró y se paseó de un lado a otro por el suelo de


la cocina. Él estaba descalzo, con solo un par de pantalones
suaves que le llegaban a la altura de las caderas, preguntándose
si debería intentar usar una cuerda para que Flambé hablase
con él. Ella se negó a hacerlo toda la noche. Él no la culpó. Ella
guardó silencio durante el viaje a casa en el coche, pero los
guardaespaldas estaban con ellos. No había intentado hablar
con ella en ese momento.

En el momento en que llegaron a la casa, ella había ido


directamente arriba y estaba en la ducha. Había pasado mucho
tiempo allí. Él sabía que ella estaba llorando. Odiaba eso con
cada respiración que tomaba, pero no estaba seguro de cómo
manejar sus lágrimas. Ella estuvo completamente apartada de
él. Ella lo dejo fuera. Sintió la distancia entre ellos. El no solo la
sintió, Shturm también la sintió. Su gato merodeaba y gruñía,
paseando de un lado a otro mientras pensaba que, si ella tenía
miedo, podría salir corriendo, llevándose a su pareja con ella.

No importaba cuántas formas hubiera tratado de iniciar la


conversación, tratando de explicar, ella la había cerrado,
alejándose de él, actuando indiferente, impasible, curvándose
en la bola más pequeña que jamás había visto en medio de su
cama mientras estaba muy inquieto, su cuerpo furioso contra
él en busca de alivio, desesperado por librarse de la
acumulación de agresión que estaba empeorando por
momentos. No quería usar las cuerdas. Quería hablar con
Flambé, tratar de saber y ordenar lo que había entre ellos, para
llegar a un acuerdo y comprometerse con el otro.

Su leopardo tenía que emerger pronto. Los pocos atisbos que


logró capturar, la hembra había sido potente, al borde de la
desesperación. Ella estaba muy cerca. Que el cielo lo ayudase,
pero ella necesitaba hacer su aparición antes de que Rolan
hiciese la suya. De alguna manera, y no estaba seguro de cómo,
tenía que arreglar esto con Flambé.

La fragancia con pequeños toques de fresia, rosa marroquí y


jazmín egipcio aderesado con canela, clavo y cilantro se llegó.
El inhaló profundamente, llevándola a sus pulmones. Ella olía
a cielo para él. En el momento en que la olió, la probó en su
lengua. Eso creó un ansia. Era adicto a ese sabor, a la
combinación.

Se volvió para saludarla. Se veía pálida, con ojeras bajo los ojos.
Ella había dormido inquieta. − Buenos días. − No tenía una
gran línea de apertura y la necesitaba. Desesperadamente.
Tenían que hablar de las cosas.

Ella asintió con la cabeza. Para llegar a la cafetera, tendría que


pasar junto a él. Podía rodear el largo pasillo de la cocina, pero
eso solo probaría que ella lo estaba evitando. Ni siquiera miró
la cafetera. Ella fue directamente al frigorífico, sacó una botella
de agua y salió por la puerta del porche.

Sevastyan suspiró y la siguió. − Vamos a tener que hablar sobre


eso, Flambé.

Se apoyó contra la barandilla, mirando hacia la extensión de la


propiedad. Ni siquiera volvió la cabeza. − No veo ningún
sentido. Tú explicas. Acepto la explicación. Entonces todo se
vuelve a ir al infierno. Es una especie de círculo vicioso,
Sevastyan. − Ella tomó un sorbo de agua. − ¿Sabes lo que me
gusta de las plantas? ¿Sobre árboles y arbustos? Puedes contar
con ellos. Siempre van a funcionar de la misma manera. − Ella
lo miró por encima del hombro. − Estoy empezando a ver eso
en ti. Solo tuve diferentes expectativas. − Su media sonrisa no
tenía humor. − Los leopardos realmente no cambian sus
manchas.

− ¿Qué significa eso?

Ella se apartó de él. Nunca dejaba de sorprenderle lo mucho


que ella le atraia. Todo sobre ella. Debería haberle dicho eso
desde el comienzo. Ahora, si lo dijera, ella no le creería. Trató
de pensar en lo que Mitya hizo por Ania. Mitya podría ser
duro, incluso brutal, y Ania y Mitya tenían una vida sexual
muy saludable, pero ¿cuáles eran las pequeñas cosas que hacia
su primo para hacerle saber a Ania que la amaba más allá de
todo lo demás?

Las acciones siempre eran mucho mejores que las palabras. Él


había cometido el error de confiar en su vida sexual, su
conexión a través de las cuerdas, y no puso algún pensamiento
real en las pequeñas cosas que le habrían asegurado a Flambé
que él tenía la intención de ponerla en primer lugar en su vida
juntos. Si hubiera hecho eso, lo que había sucedido la noche
anterior, no habría causado tal visceral reacción.

− Tienes que ser quien eres, Sevastyan. Tengo que ser quien
soy. Eso es simple cuando realmente se trata de eso.

− ¿Cómo crees que soy?


− Sabes cómo eres. No tengo que decírtelo. − Ella empujó su
cabello hacia atrás y luego presionó la botella de agua contra su
sien. − Tengo un poco de dolor de cabeza. Creo que necesito
cafeína. Si me disculpas. − Ella se apartó de él y volvió a entrar.

Maldiciendo en voz baja, Sevastyan la siguió. En el momento


en que la puerta se cerró, las luces estroboscópicas se apagaron,
lo que indico que alguien había llegado a la propiedad. −
Tenemos compañía, Flambé, − gritó y tomo una pistola,
dirigiéndose hacia la puerta principal, con los ojos en la
pantalla de seguridad. – Mantente fuera de la vista.

Ella no le respondió, pero él sabía que no


desobedecería. Flambé podría estar molesta con él, pero ella
nunca comprometería a ninguno de su seguridad por
despecho. Sevastyan reconoció a Caín Dufort mientras
caminaba con confianza por la pasarela y luego subía por las
escaleras para tocar el timbre.

Sevastyan abrió la puerta lentamente, con cautela, la pistola en


su puño, lista para matar a Caín si el hombre hacia un
movimiento en falso. − No llamaste antes, Caín. No esperaba
visitas esta mañana.

− Lo siento. No quiero parecer demasiado dramático, pero


necesito hablar contigo y no sabemos si alguien está
escuchando alguno de nuestros teléfonos.
Sevastyan metió la pistola en la cintura de sus pantalones y dio
un paso atrás, indicando a Caín que entrara a la casa. Mientras
cerraba la puerta, giro para mantener a Caín a la vista, vio a
Flambé que venía de la cocina.

Tenía una sonrisa en su rostro, no para él, sino para


Caín. Incluso sus ojos estaban alegres. Detestaba que Caín
Dufort pudiera hacerla sonreír tan espontáneamente mientras
ella estaba tan protegida a su alrededor.

− Caín, qué lindo verte. Hay café recién hecho. ¿Quieres una
taza? − Ella se acercó a él como si fuera a plantarle un beso en
la mejilla.

Shturm rugió de rabia y saltó hacia Caín, rastrillando a


Sevastyan para liberarse. Sevastyan rodeó la parte superior del
brazo de Flambé con falsa gentileza y la apartó del otro
hombre, alrededor de su cuerpo y detrás de él. – Yo dudo que
se quede tanto tiempo. ¿Qué puedo hacer por ti, Caín? –
Sevastyan se centró completamente en el dueño del club,
dejándole ver lo cerca que su leopardo estaba. Cuán cerca
estaba realmente el peligro.

Caín negó con la cabeza. − Lo siento, Sevastyan, tenía que


venir. Sé que Flambé está cerca de la aparición, pero la policía
llegó al club preguntando preguntas sobre ti. Afirmaron que te
interrogaron y que tú dijiste estabas en el club esa noche.
Pidieron las pruebas. Me negué a darles las cintas, pero están
pidiendo pruebas fotográficas. No se las daré sin tu
consentimiento.
Flambé se puso rígida. La sintió alejarse de él.

− Flambé, sube las escaleras y espérame, − dijo Sevastyan.


Hablaba muy en silencio, pero era una orden.

Le resultaba difícil sostenerla cuando su leopardo estaba


perdiendo el control, debido a que un leopardo grande y no
reclamado en su mejor momento estaba tan cerca de su
compañera cuando ella estaba cerca de la emerger. Eso sería
bastante malo, pero Flambé no estaba comprometida con
Sevastyan. Parecía mirar a Caín con más favor. Eso puso a
Sevastyan al límite, coloreando los bordes de su mundo de un
rojo oscuro y agitando el terrible pozo de rabia que siempre
estaba presente, no importaba cuánto trató de reprimirlo.

Flambé apenas lo miró cuando pasó junto a él. Él estaba


sorprendido de que en realidad se fuera sin protestar. Sus
hombros estaban rectos, su frente en alto. Apenas le hablaba
después del fiasco con Mitya y ahora al escuchar de Caín que
había estado en el club, podía imaginar lo que ella estaría
pensando. Debería habérselo dicho. A decir verdad, no había
pensado en eso. No quería que ella supiera que había estado
acechando a Matherson para matarlo.

− Dales las fotos, Caín, − dijo Sevastyan una vez que Flambé
hubo desaparecido de su vista y escuchó el suave cierre de la
puerta de la habitación. − No tengo nada que esconder. Me
preguntaron. Aparentemente, hubo una fiesta en un lugar que
Matherson estaba alquilando y los policías encontraron varios
cadáveres. ¿Cómo creen que podría estar involucrado? ni idea.
Matherson aparentemente desapareció. Hice que mi gente
revisara y su avión privado se ha ido. Tuve la mala suerte de
pasar por el club para verte esa noche y pedir echar un vistazo
al jardín que Flambé plantó para ti. Solo lo vi una vez y no le
estaba prestando atención.

− Sí, mencionaste que viniste a buscarla y te aprovechaste de


estar solo en mi pequeño paraíso. Ojalá hubiera estado allí.

− Fue mejor que no lo estuvieras. Odiaría tener que deshacerme


de uno de mis buenos amigos. − Sevastyan puso un humor
nervioso en su voz. − Me gustaría que ella nos hiciera un jardín.
Algo un poco diferente, pero pensé que tu idea era una buena.

Caín le sonrió. − Me gusta tu mujer. No estaba seguro de que


ella fuera leopardo, aunque estaba empezando a sospechar.
Fue mi mala suerte que tu reconocieras lo que era y la
reclamaras antes de que yo tuviera la oportunidad. Necesito
encontrar una compañera antes de que sea demasiado tarde o
me destrozara o a alguien más. − La sonrisa se desvaneció. Se
dio la vuelta y caminó hacia la puerta. – Si necesitas algo,
avísame. No hay muchos de nosotros con los que contar.

− Me sorprendió que mi leopardo estuviera tan seguro de que


la suyo era su compañera. La deseaba e inmediatamente la
protegió. Hubo cero vacilaciones de su parte. No se quede en
su oficina todo el tiempo, o su club. Es posible que desee hablar
con Flambé una vez que emerja su leopardo y ella atraviese el
ciclo del calor. Es posible que ella pueda presentarte algunas
mujeres cambiantes. Pero, Caín, − su voz pasó de amistosa a
cautelosa, − no reclame una a menos que esté seguro de que la
tratará bien, con Respeto. No es justo tomar una y luego tirarla
a un lado y continuar tu estilo de vida. Incorporarla es una
cosa, pero dejarla atrás es otra muy diferente.

Caín asintió. − Hablaré con Flambé cuando me des el visto


bueno.

Sevastyan lo vio salir, cerró la puerta y lo miró hasta que llego


al auto detenido en el camino de entrada y estaba seguro de
que el dueño del club había conducido fuera de la propiedad.
Estuvo un rato al pie de las escaleras, sintiéndose como si
estuviera empezando de nuevo con Flambé. Tenía problemas
de confianza, grandes y ni siquiera había arañado la superficie
con los problemas entre ellos. Ahora esto sucedió.

Suspirando, se acercó a ella. Se sentía como un trecho subir la


escalera. Su dormitorio estaba vacío. Él miró a su alrededor.
Estaba perfectamente limpio, ni siquiera una arruga en la cama
perfectamente hecha. Flambé no hacia rabietas. Ella no gritaba.
Ella no luchaba. Ella se retiraba. Ella se iba. Ella se iba muy,
muy lejos. Podía decirse a sí mismo que la tenía, pero sabía que
no lo hacía.

Caminó silenciosamente por la habitación, acechándola como


el depredador que era. Él era leopardo. Un cambiaforma. Un
alfa muy dominante. Ella era un cambiaformas y vivian según
la ley de los cambiaformas. Nadie violaba esas leyes. Ella lo
sabía. Él se acercó al control deslizante y se detuvo un
momento contemplando su elusivo leopardo fresa.

Flambé se sentó afuera en el balcón observando los pájaros


saltar de una rama a otra en los árboles, ocupados llamándose
unos a otros mientras revoloteaban cerca. Ella no miró hacia
arriba ni lo reconoció. Ella no estaba bebiendo el café recién
hecho que había preparado. Ella tenía la misma botella de agua
fría. Ella prefería el agua a la mayoría de las bebidas.

− Te debo una explicación. − Sevastyan giró su silla para


sentarse frente a ella en lugar de a su lado. Quería ver su
expresión. Sus ojos. En ese momento, ella se negó a mirarlo,
incluso cuando estaba justo enfrente de ella, más grande que la
vida. La noche anterior había llorado. Había visto la evidencia
de sus lágrimas en su rostro, pero ella no había hablado con
él. No lo había dejado entrar. Ahora estaba más cerrada que
nunca.

− Te lo dije, no necesito una explicación.

No había expresión alguna en su voz.

Trató de no mirar su reloj. Tenía que llegar pronto a la casa de


Mitya. El tiempo se les estaba escapando. Sabía que, si siquiera
mencionaba la casa de su primo o su trabajo, no tendría la
oportunidad de arreglar las cosas con Flamed. − Vas a
conseguir una. Hubo una razón por la que fui al club.
Ella suspiró. − Por supuesto que hubo una razón por la que
fuiste al club, Sevastyan. La primera vez que te vi fue en el club
sabía lo que tu hacías allí. Sabía que habías ido allí. Soy
leopardo, ¿o lo olvidaste? Yo lo olí en ti. Todos esos hombres y
mujeres. El sexo. No es tan difícil. Esperé a que me dieras una
explicación y no lo hiciste. Si fueras a hacerlo, lo habrías hecho
en ese momento. Ahora no. No cuando me humillaste delante
de tu primo y tus hombres al señalarme que soy exactamente
lo que él dijo que era yo, un objeto sexual para ti y nada más. Tu
juguete, yo creo que así fui llamada. No esperaba que ya fueras
al club, pero sabía que, tarde o temprano, volverías a eso.

Ella se encogió de hombros y continuó mirando al frente como


si estuviera hablando del paisaje. − Afortunadamente, tengo un
impulso sexual muy fuerte y estoy familiarizada con el club y
lo que sucede allí. Si hubieras sido honesto en primer lugar y
me hubieras dicho que ese era el tipo de relación abierta que
teníamos, habría entendido las reglas.

A pesar de su determinación de arreglar las cosas, esa pequeña


línea y la forma casual en que la dijo, hizo que sintiera un fuego
carmesí corriendo por sus venas. Shturm rugió un desafío y
saltó sobre él, arañando y rastrillando salvajemente.

− ¿Qué significa eso exactamente, Flambé? − Mantuvo la voz


baja, estrictamente terciopelo, de vuelta al dominante en él.

Se encogió de hombros de nuevo y tomó un sorbo de agua. −


¿No tienes que ir a trabajar? Por supuesto, prefiero trabajar
desde casa. Ambos sabemos que esta casa es extremadamente
segura. Hiciste todo lo posible para asegurarte de que nadie
pudiera irrumpir en ella y hay un túnel entre las dos
propiedades del que nadie conoce. No quiero poner un pie en
la casa de tu primo. Sería completamente humillante para mí.

Estaba jodido de cualquier forma en que respondiera a eso. Si


la forzaba, sería el peor compañero sobre la faz de la tierra, pero
si no lo hiciera, estaría seriamente preocupado y dividido
constantemente por su protección. Y entonces estaba la
cuestión de qué demonios significaba su declaración sobre el
club. Tenían mucho que aclarar.

− Flambé, ¿qué querías decir exactamente sobre ti y el club? Yo


necesito absolutamente una respuesta.

− Quiero decir, en lo que a mí respecta, que ya que soy


considerada un objeto sexual de todos modos y sientes que
puedes ir al club y hacer lo que quieras, no hay razón por la que
no deba ir. Ciertamente no debería molestarte.

Shturm se levantó tan rápido que por un momento Sevastyan


tuvo que luchar con él por la supremacía. ¿Qué crees que estás
haciendo? Si la lastimas, lastimas a Flamme. Apártate. Sevastyan se
quedó muy quieto, respirando la rabia siempre presente,
recordándose a sí mismo que Flambé estaba muy herida. Mitya
la había despedido de una manera cortante y Sevastyan lo
había dejado hacerlo frente a todo el mundo, llevándola a creer
que las cosas originales que se dijeron sobre ella eran lo que
todos pensaban, que era lo que él pensaba de ella.
Ella había olido el club en él cuando llegó a casa y ella no había
dicho una palabra, esperando que él le diera una explicación.
Cuando no lo había hecho, se había retirado. No era de extrañar
que hubiera reprimido a Flamme. Las dos tenían que estar
confundidas. Heridas y confundidas. No podía agravar los
errores asustándolas a ambas con su temperamento y el de
Shturm.

− Hay un completo malentendido, Flambé, pero puedo ver


cómo eso podría pasar. Voy a empezar por el club. Fui allí y no
quería que lo supieras.

Ella comenzó a moverse, moviéndose como si fuera a evitar que


él hablara. Él podía sentir su dolor, aunque ella trató con todas
sus fuerzas de ocultárselo, pero él estaba muy sintonizado con
ella. Él era un aparejador y la había tenido contra las cuerdas
muchas veces para no leer el más mínimo matiz. Quería
atraerla a sus brazos y consolarla, pero sabía que ella no lo
permitiría. Mitya... y él... la habían despojado de su orgullo.

Esa maldita primera conversación que Miron y Rodion habían


escuchado y repetido donde podía oírlos, haciéndola sentir
como si no fuera más que un objeto para que él lo tuviera
fácilmente disponible para tener relaciones sexuales, era lo que
lo había comenzado. Eso estaba sobre él, no sobre Mitya. No
podía culpar a su primo por eso. Mitya tratándola como si ella
no fuera importante, no su prometida, ni su mujer o la
compañera de Shturm. Incluso eso estaba en él porque nunca
se tomó el tiempo para explicarle a su primo lo que estaba
pasando entre Flambé y él. Debería haberlo hecho. No quería
que nadie supiera que no podía manejar su relación, o su miedo
de perderla de alguna manera.

− Me gustaría que me escucharas. Deja que Flamme se acerque


a la superficie así no hay duda de que digo la verdad o no.
Necesitaba una coartada esa noche. Planeaba matar a
Matherson y no quería que lo supieras. La policía puede
rastrear automóviles a través de cámaras de tráfico y dio la
casualidad de que el lugar que alquilaba estaba a poca distancia
del club. Aparcamos en el lote y nos dirigimos a pie hasta la
residencia que había alquilado.

Flambé siguió vigilando la propiedad. Lo único que no le gusto


sobre la superficie abierta fue el hecho de que había varios
montículos donde un buen francotirador podría esconderse en
las ramas de un árbol o en una roca. Si Flambé estaba en el
balcón, podrían matarla. Dentro de la habitación, el vidrio a
prueba de balas la salvaría, pero si estaba afuera, eso sería un
problema. Necesitaba una forma de combatir eso. Obligó a su
mente a centrarse en su explicación.

− Matherson y su equipo se habían ido, pero había tres


cadáveres dejados atrás, todos humanos. Sabía que podría
tener problemas si la policía me hacía preguntas, y podrían
hacerlo, dado el hecho de que Matherson había estado
golpeando mi puerta unas semanas antes. A los polis les gusta
acosar a nuestra familia. Entonces, entré al club, me cambié y
caminé, asegurándome de estar en las cintas de seguridad de
Caín, y luego pasé un tiempo hablando con él en su oficina
sobre los jardines. En ningún momento até a otra mujer o use
alguna para el sexo. No proporcioné una demostración para
nadie. Hice lo que fue necesario para una coartada y eso fue
todo.

Le palpitaba la cabeza, lo que nunca era una buena señal. Le


dolía el cuerpo, cada músculo, un signo aún peor. Cuando se
ponía así, supo que se estaba acercando el momento en que,
antes de tener Flambé, iba a tener que ir al club para una larga
sesión. Tendría que elegir una compañera que no fuera novata
con el Shibari, y que pudiera estar contra las cuerdas durante
largos períodos de tiempo y pudiera tener un poco de
incomodidad y sexo bastante salvaje.

Su leopardo estaba arrojando hormonas. Flambé estaba


arrojando hormonas. La testosterona de su macho estaba fuera
de serie; también lo estaba la suya. Flambé declarando que iría
al club y se relacionaría con otros dominantes fue un desafío.
Caín llegando a la casa y Flambé saludándole le puso los
dientes en el borde. Su mismo silencio podría interpretarse
como un desafío. La guerra que se avecinaba con Rolan lo puso
nervioso. Todo se estaba gestando junto en una tormenta
perfecta.

− En cuanto a lo que pasó ayer cuando la policía vino a


interrogarme y Mitya actuó como un asno...

− Preferiría no hablar de eso, − interrumpió.

− Tenemos que hablar. Te lastimo. Sabía que te iba a hacer


daño. Yo no te quería en esa habitación con ellos y tampoco
Mitya. El sonó como el idiota que puede ser cuando te impidió
venir con nosotros.

Ella negó con la cabeza, pero se negó a mirarlo. Podría haber


sido un error poner una excusa para Mitya. Debería mantener
a su primo fuera de eso.

− La policía intentó cerrar el negocio de Evangeline cuando no


pudieron llegar a Fyodor o Timur. Hicieron un espectáculo de
ir a su panadería cuando los clientes estarían allí, durante sus
horas de mayor actividad. Tu negocio significa el mundo para
ti. Yo sé eso. No tuve tiempo de explicarte que no quería que
supieran que estábamos juntos. Aún no. No hasta que
podamos planificar algo juntos para proteger mejor su negocio
de jardinería. No estamos casados todavía. No somos socios.
No tengo una forma real de ayudarte. Lo único que tenía que
hacer era mantenerte fuera de la vista. Y supe que me iban a
cuestionar sobre el club. Tenía que encontrar una manera de
decirte que estaba planeando matar a Matherson.

Se llevó la botella de agua a los labios y bebió. Echó un vistazo


a su reloj y maldijo interiormente. Esto no iba bien. Las
palabras no significan mucho. Si ella lo hubiera humillado
frente a todos, él no habría sido tan fácil de persuadir con una
simple explicación, especialmente si hubiera escuchado las
cosas que se dijeron sobre él al comienzo de su relación.

− Sé que es un mal momento, Flambé, − comenzó. Tenía que ir


donde Mitya. Rolan ya podría estar enviando un equipo a
atacar. Tenía que estar ahí.
Ella sacudió su cabeza. − No volveré a ir a esa casa nunca más.
Jamás. Si insistes, tendrás que atarme y arrastrarme hasta allá
y pelearé contigo cada paso del camino. Nunca habrá
perdón. Jamás. Te dejaré en el momento en que pueda, correré.

Escuchó la verdad en cada palabra. Esta fue la peor situación


posible. − Flambé, Flamme está cerca de levantarse. Rolan está
en el viento. Podría enviar un ejército contra nosotros.

Ella volvió la cabeza y lo miró directamente a los ojos. − Yo


nunca iré a esa casa de nuevo. Nunca. Por alguna razón. Si
Flamme se eleva, estarás cerca y ahí está el túnel. Puedes llegar
a nosotras. Nunca seré así de humillada otra vez o estaré cerca
de aquellos delante de quienes él deliberadamente me
convirtió en nada más que tu juguete en frente.

− Él no ha hecho eso.

− Eres muy rápido para defenderlo y sin embargo te dijo eso y


no tengo ni idea de si se lo ha dicho a sus hombres. Ciertamente
no me respeta. Realmente no me importa, Sevastyan, de una
forma u otra lo que piense de mí. Yo no iré a esa casa. Ha
señalado repetidamente que aquí estamos a salvo mientras
estemos adentro, y te doy mi palabra de que me quedaré
adentro.

Allí estaba. Su palabra. Escuchó el tono de verdad en todo lo


que ella dijo. Shturm también lo escuchó. Tenía elección.
Podría ser un completo bastardo y servirse a sí mismo,
manteniéndola cerca de él para que él pudiera tener paz
mental, o Él podría darle al menos una cosa y volver a casa con
la esperanza de que ella se sintiera más en paz en su hogar y
más dispuesta a hablar con él. El detestaba dejarla allí.

− Me gustaría dejar a Kirill y Matvei contigo. Pueden quedarse


abajo si te sientes incómoda. Tienes una mini-cocina aquí. O
puedo pedirles que se queden afuera. Si nos atacan, tendrían
que venir adentro.

− Pueden quedarse abajo. Aquí arriba está insonorizado. Puedo


intercomunicarlos si es necesario. Me pueden intercomunicar.
Estaré bien. − Por primera vez hubo expresión en su voz. No
mucho, pero al menos algo que le indicara que ella no estaba
completamente alejada de él.

Eso no aflojó los nudos tan apretados en su vientre. − Enviarás


por mí en el momento en que la sientas levantarse. − Lo hizo
una orden.

Ella asintió.

Sevastyan se puso de pie, elevándose sobre ella, sintiendo


como si realmente no hubiese solucionado nada en absoluto.
Había tal distancia entre ellos que podría también haber sido
un océano entero. Él le dio un beso en la parte superior de la
cabeza, pero ella ni siquiera miró hacia arriba. Maldiciendo,
entró en el dormitorio, se cambió y salió furioso, dejando atrás
instrucciones a sus guardaespaldas, y luego se fue para hablar
con su primo.
Mitya estaba esperando en su oficina. Ania estaba acurrucada
en el pequeño banco asiento junto a la ventana. Se veía muy
nerviosa y se levantó cuando Sevastyan entró, acercándose a él
y rodeándolo con sus brazos. − Mitya me dijo lo que pasó ayer.
Lo siento mucho. Flambé ya estaba muy preocupada. Debería
haberme quedado.

Sevastyan frunció el ceño. − ¿Qué quieres decir con que ella ya


estaba muy preocupada?

Ania le dio otro abrazo y volvió a su asiento junto a la ventana.


− Ella está confundida acerca de si su hembra y tu macho
hicieron una buena elección. Ambas están muy asustadas. Creo
que ha sido testigos de una tremenda cantidad de abuso de
cambiadores.

Sevastyan levantó la cabeza alerta. Eso tendría sentido. − Ella


consiguió más de eso aquí. − Sabía que estaba siendo injusto,
pero la rabia estaba demasiado cerca y el miedo a perder a
Flambé era demasiado grande. Quería culpar a Mitya. Quería
que fuera culpa de su primo, pero sabía que en realidad era
suya. − ¿Exactamente por qué demonios te disgusta tanto,
Mitya? − Exigió, girándose para enfrentar a su primo. Incluso
esa fue una pregunta tonta. Sabía por qué.

− Ella no te ama. Mereces ser amado. − Mitya empujó la silla de


su escritorio con tanta fuerza que se cayó hacia atrás. − Puedes
estar tan enojado como quieras, Sevastyan, pero es la verdad.
La he observado desde el principio. Intenté advertirte. Sé que
estás cansado de estar solo. Sé que necesitas ir a ese club y
trabajar tu agresión en lo que sea que hagas allí, pero una
pequeña sumisa dispuesta a hacer su parte solo para porque
tienes calor en la cama no es lo mismo que alguien que se
dedicará a ti porque ella te ama. Yo quiero eso para ti. Ella no
te toca. Ella no toma tu mano ni toca su cara, ni se inclina hacia
ti. No hay nada en absoluto. Nada. Ella no te da nada y yo
quiero mucho más para ti.

Todo eso era cierto. Sevastyan no podía decir que no lo fuera.


De repente estaba malditamente cansado.

− Mitya. − La voz de Ania era la calma en medio de la tormenta.


− Yo no sé lo que le has estado haciendo o diciendo a Flambé,
pero te puedo asegurar, que ella se preocupa mucho por
Sevastyan. Puede que ella no quiera. Ella tiene miedo. Me
atrevería a decir que está aterrorizada. Perdóname, Sevastyan,
pero había tanto miedo que hasta le pregunté si la habías
lastimado de alguna manera, cuando no puedo imaginarte
lastimando a ninguna mujer. Ella realmente ha sido
traumatizada por cambiaformas, cambiaformas masculinos. Le
pregunté sobre sus amigas y su respuesta fue muy extraña. Ella
dijo que se habían ido o estaban muertas. Pensé que eso era
extremadamente interesante y triste.

− ¿No hiciste seguimiento? − Mitya demandó.

Ania ni siquiera se inmutó ante su tono. − No me atreví. Ella


estaba en el borde del vuelo. Quería asegurarme de que ella me
viera como una amiga. Ella necesita una. Pensé que, si
pasábamos tiempo juntas, ella podría relajarse lo suficiente
como para confiar en mí. Puede que no sea ahora, pero
eventualmente. En un momento, su leopardo estuvo cerca,
empujando muy cerca de la superficie. Pude ver que le
dolía. No me gusta que lo haga cuando no a cambiado por
primera vez, solo por la cercanía de su leopardo debajo de su
piel.

Sevastyan se frotó los brazos como si pudiera calmar a


Flambé. − Por alguna razón, sus terminaciones nerviosas
parecen demasiado cercanas o algo así. Voy a tener al doctor
investigándolo. Ella dice que se quema todo el tiempo. Se pone
mucho peor cuando su leopardo esta acerca. Su madre murió
desangrada durante el parto. Yo sospecho que así es como su
especie se ha extinguido en su mayoría. El doctor quiere que
ella haga algunas pruebas. Él dice que puede comenzar con
inyecciones para ayudarla a coagular la sangre.

− ¿Por qué su padre no habría hecho eso cuando ella era solo
una niña? − Preguntó Mitya.

− Esa es una muy buena pregunta, − dijo Sevastyan. − Pero no


estoy seguro de su respuesta.

− Cuando su leopardo estuvo cerca, hice que el mío hablara con


el de ella. Fue rápido, pero Flamme, ese es el nombre de su
leopardo, está muy segura del leopardo de Sevastyan. Ella cree
que puede protegerlas. Ella cree que Flambé se preocupa
mucho por Sevastyan, pero tiene mucho miedo de que ella las
lleve demasiado lejos y él nunca las encuentre. Nunca. Los
leopardos nunca pueden. Eso es lo que ella dijo. Los leopardos
nunca pueden. ¿Qué podría significar eso?

Hubo un largo silencio. Mitya le tendió la mano a Ania. Ella


puso su mano más pequeña en la suya inmediatamente. Mitya
negó con la cabeza y suspiró, empujando su cabello con su
mano libre. − Lo siento, Sevastyan. Todo este lío es mi
culpa. Debería haberle dado el beneficio de la duda y confiar
en tu juicio. Ella es tan reservada. Y pequeña. Creo que siempre
te imaginé con una leona de mujer y una que te diera el
infierno, algo así como lo hace Ashe con Timur. Que desastre.
− Se hundió en el asiento de la ventana junto a su esposa y la
miró. − Dime qué crees que debería hacer para solucionar este
problema.

Sevastyan pensó que era significativo que Mitya no le


preguntara qué se debería hacer. Confió más en el consejo de
Ania. Sevastyan debería haber ido a Ania para pedirle consejo
también antes de que él hubiera jodido completamente la
relación.

− Vas a tener que ir con ella y disculparte y decirle por qué


fuiste un idiota, Mitya. Dile que estabas preocupado por
Sevastyan y por qué.

Mitya gimió. − Tiene que retractarse de que no trabajará más


como mi jefe de seguridad.

− No, no lo hace. Eras un idiota con Flambé y ella se merece una


disculpa y lo sabes, − dijo Ania. − Deja de intentar disculparte
con Sevastyan. Tienes que hacer eso también. Uno no tiene
nada que ver con el otro.

Mitya lo miró, claramente armándose de valor para hacer el


último sacrificio. Sevastyan lo detuvo, sacudiendo la cabeza e
incluso retrocediendo. – No lo hagas. Aún no. Tenemos un par
de cosas que necesitamos resolver antes de que cualquiera de
nosotros hable de disculpas.

Mitya se puso de pie de nuevo y esta vez tiró de Ania para que
se pusiera de pie, su mirada firme en el rostro de Sevastyan,
sabiendo la discusión que iba a forzar entre ellos iba a ser fea.

Mitya llevó los nudillos de Ania a su boca y los besó. – Si no te


importa, kotyonok, me gustaría mucho hablar con mi primo a
solas.

− Por supuesto, cariño, solo debes saber que te amo mucho y


quiero poder tener a Sevastyan y a Flambé a cenando en
nuestra casa en algún momento del futuro. − Ella se puso de
puntillas, besó la mandíbula de su marido y salió de la oficina.

La oficina era espaciosa, pero cuando dos hombres grandes con


grandes leopardos machos en sus mejores momentos se
enfrentaban en posiciones adversas, ese espacio se hizo
pequeño inmediatamente. Mitya puso la longitud de la
habitación entre ellos.

− ¿Esto tiene que ver con Rolan? ¿Tu padre?


− Sabes muy bien que Rolan no es mi padre, − acusó Sevastyan.
− Cuando era adolescente, me dije a mí mismo que no lo sabías,
que estaba protegiéndote de ese conocimiento. Rápidamente
me di cuenta, después ser sometidos habitualmente a palizas
tanto por Rolan como por Lazar, y sus tenientes, que no había
forma de que Lazar, en su crueldad, no te hubiera informado o
a su madre de lo que había hecho.

La mirada de Sevastyan, con bandas de calor, nunca dejó la de


Mitya. Shturm estaba cerca. Entrenaron con los mejores todos
los días. Nunca se detuvieron. Él amaba a Mitya, pero la
traición era algo feo. En su familia, los padres abusaban de
madres e hijas e incluso hijas y sobrinas, matándolas. Era la
norma en su mundo.

− Sí − admitió Mitya en voz baja, − lo sabía. Lazar le dijo a mi


madre en su cara una noche cuando la esposa de Rolan llegó
embarazada. Rolan estaba fuera del pueblo y Tatiana, tu
madre, se quedaba con nosotros. Lazar siguió burlándose de
ella, diciendo que iba a decirle a Rolan y que Rolan la golpearía
hasta que ella perdiera al bebé. Su risa era muy fea. Recuerdo
haber pensado que asqueroso él era y qué suerte tendría ella si
perdía al bebé. Él no tendría cualquier cosa para sostener sobre
su cabeza.

− Pero él no le dijo a Rolan.

− No, no lo hizo. Entonces, después de que ella te tuvo, Lazar


obligó a Tatiana a dormir con él. La hacía ir a la casa y traerte.
Tendría que cuidar de ti mientras él llevaba a mamá y a ella al
dormitorio. A veces el no entraba en el dormitorio para poder
mostrarme lo que dos mujeres hacían juntas para complacer a
un hombre. No puedo decirte cuantas veces pensé en matarte,
matarnos a los dos, para que esas dos mujeres estuvieran libres
de él. Entonces estaríamos libres de él.

Mitya se alejó de Sevastyan, juntando sus manos en dos puños


apretados. − Cuando no tenías ni año y medio, a él le gustaba
patearte frente a las mujeres. Duro. Golpeándote con sus
puños. Quería que me uniera a él. Dejaba salir a su leopardo y
amenazaba con comerte. Cuando no lo ayudaba, soltaba su
leopardo sobre mí o las mujeres. Él era un puto idiota. Un
monstruo. − Se volvió hacia Sevastyan. − No mejoró mucho
con la edad, aunque nunca te pegaba cuando Rolan estaba
cerca. ¿Cuándo te diste cuenta?

− Yo era un adolescente. Lazar le dijo a Rolan. Estaba tan


engreído. Rolan cometió el error de tener su guarida
demasiado próspera y otras guaridas se dieron cuenta de ello.
Nos habíamos tragado dos territorios más pequeños que
estaban justo en los puertos y eso nos dio más control que el de
Lazar. También habíamos tomado un pequeño terreno, pero
muy crítico ya que bordeaba la carretera principal que
controlaba el ferrocarril.

Mitya estudió su rostro durante mucho tiempo antes de


hablar. – Tenias quince años y ya eras así de inteligente,
Sevastyan. Le dijiste a Rolan exactamente lo que necesitaba
hacer para obtener ventaja sobre los otros vors, ¿no? Tú eras el
que manejaba el negocio. Es por eso que los tratos de armas de
repente iban tan bien y nadie podía entender donde se
guardaban las armas. Lazar se estaba volviendo loco. El intentó
sobornar a muchos de los mejores hombres de Rolan, pero
cuando llegaba al lugar, las armas habían desaparecido.

Sevastyan no pudo evitar escuchar el orgullo en su voz, pero


eso no le importaba ahora. Ni una sola vez había quitado los
ojos de Mitya. Su mirada no había vacilado, el calor seguía tan
candente como siempre. Atrapado dentro de su alma, una
rabia carmesí que encendía un fuego enterrado tan profundo y
fuerte que sabía que nunca se desanimaría. Esperó la
respuesta. Necesitaba saber el porqué de eso.

Tenía el veneno de Lazar corriendo por sus venas. Él lo


sabía. Mitya sabía eso. Ambos compartían un legado de
brutalidad y crueldad. No se podía negar que Sevastyan había
soportado la peor parte del odio y la ira tanto de Rolan como
de Lázar. Había ayudado a Rolan a ser más astuto que Lazar
solo para tener a Lazar escupiendo alegremente su verdad
secreta: que Sevastyan era el hijo de Lazar, no de Rolan. Al
mismo tiempo, no se podía negar que, como el hijo de Lazar,
Mitya vivía en el infierno cada minuto del día.

− Sí, me hice cargo de la dirección de la guarida, aunque


completamente detrás de escena, − admitió Sevastyan. − Rolan
era un buen luchador, pero no era bueno en la planificación de
batallas y peor en los negocios. Pude ver el panorama más
amplio. Una vez que Lazar le dijo la verdad, que yo era su hijo,
no de Rolan, Rolan me desprecio. Aprovechó cada
oportunidad para encontrar formas de lastimarme. El me
necesitaba, pero me odiaba. Amenazó con matarte todo el
tiempo. Él te odiaba casi más de lo que me odiaba. Pensó que
le importabas a Lazar. Él sabía que yo no. Demonios, incluso
Rolan solía preocuparse de que Lazar fuera demasiado feo
contigo, demasiado duro contigo, pero nunca le molestó
cuando Lazar pateaba la mierda fuera de mí o de mi leopardo.
No era que yo le importara a ninguno de ellos. Ni a Rolan. Ni
a Lazar. Y ciertamente no a ti.

La ceja de Mitya se alzó. − Estás cambiando la historia,


Sevastyan, y yo no estoy seguro de por qué. Es posible que
tengas derecho a hacer preguntas, ¿pero recuerdas quién se
paró frente a ti? ¿Quién recibió palizas por ti? Más tarde,
cuando tú eras un adolescente, me cuidabas la espalda, eso es
cierto, pero lo hicimos el uno por el otro.

Sevastyan se pasó ambas manos por el cabello con agitación.


Durante años, había llegado a aceptar que su papel siempre
debía estar en un segundo plano. Descubrió que lo prefería de
esa manera, pero la rabia en él crecía y aumentaba. Cuanto más
los demás acumulaban sus crueles y brutales palizas y lo
obligaron a luchar, cuanto más aprendía su leopardo en las
batallas para proteger a su humano. Sevastyan también
aprendió a luchar, a dominar todas las armas hasta que fue una
máquina de matar al igual que su leopardo. Él era exactamente
lo que Rolan y Lazar le habían dado forma.

− Traté de contrarrestar lo que te hicieron, pero estaba en una


guarida diferente, Sevastyan, no cerca de ti tanto como me
hubiera gustado, − señaló Mitya. − A menudo escuchabas cosas
antes que yo. Más de una vez me disté la espalda, y pensé que
era por nuestra relación, que sabías, como yo, que sólo nos
teníamos el uno al otro.

Sevastyan no pensó que mereciera una respuesta. − Tuviste un


montón de oportunidades para reconocer la relación, pero no
lo hiciste. Ni una sola vez. De hecho, me evitaste en su mayor
parte. Parecías tenerme aversión a menos que necesitaras a
alguien para pelear contigo o salir a una redada de drogas.

Mitya se encogió de hombros. – Eres el mejor. El más rápido. El


más mortífero. Tú todavía lo eres. No conozco otro
cambiaformas capaz de derribarte. En una batalla voy a elegir
tener lo mejor conmigo cada vez. Eso tenía mucho sentido y
nadie cuestionaría mi elección o mi razón para elegir tenerte
conmigo. Y no quería que te dejaran solo en ninguna de las
guaridas.

− ¿Qué significa eso?

− ¿Qué crees que significa? − Mitya sonaba molesto, de la forma


en que a menudo lo hacía. − Nadie podría ser mejor que Lazar.
Eras un niño, Sevastyan. Un niño grande, tal vez, todo
músculo, pero todavía eras un niño. Ya tenías una reputación,
y estaba creciendo demasiado rápido. ¿Cómo crees que iba a
reaccionar al enterarse de que algún niño era el mejor? ¿El más
mortífero? ¿El más rápido? Ya te estabas ganando reputación
como alguien con quien a las mujeres les gustaba estar. No
huían gritando de ti. Sonreían y coqueteaban contigo. Eso iba a
hacer que te mataran de una manera muy fea. Y si alguna vez
descubría que eras el que dirigía la guarida de Rolan, su
negocio, superando a Lazar, habría vaciado una pistola en tu
vientre y luego dejado que su leopardo te devorara.

Sevastyan sabía que eso era toda la verdad. Lazar tenía un ego
que no se detenia. Sevastyan no había ayudado a Rolan a tener
éxito en dirigir la guarida de manera tan eficientemente para
complacer a Rolan o ganar dinero; fue por ser mejor que Lazar.
Para saber que lo estaba socavando a cada paso. Quitandole su
negocio lentamente.

Sevastyan estudió el territorio de Lazar y todas sus


importaciones y exportaciones. Sabía dónde guardaba sus
armas y drogas. Conocía las tuberías y las rutas que utilizaba
para el tráfico. Comenzó a interrumpirlos sistemáticamente.
Fue cuidadoso y usó solo a aquellos hombres en los que podía
confiar. Escondió cualquier contrabando en lugares en los que
nadie pensaría mirar y luego se quedó callado mientras Lazar
y sus hombres se volvían locos mirando por todas partes. Sus
leopardos se soltaron para rastrear, pero Sevastyan usó
bloqueadores de olor y mezcló los olores para deshacerse de los
leopardos.

− Te protegí de la única manera que pude, asegurándome de


llevarte en cada incursión si él no estaba conmigo, − dijo Mitya,
− y te dejaba atrás si lo estaba.

—Te fuiste, Mitya, cuando Fiodor lo hizo, después de que mató


a su padre y limpió su guarida, pero nunca me dijiste una
palabra. Nunca me mandaste a buscar, o me pediste que fuera
contigo. Me dejaste allí para enfrentarlos a los dos.

El tono de Sevastyan fue suave. Su voz dominante. La que usó


era baja, casi suave, la que jugaba con las terminaciones
nerviosas, pero llevaba su voluntad absoluta. No sonaba como
si fuera a saltar a través de la habitación en un ataque, pero
Shturm estaba esperando, merodeando, empujándose muy
cerca cuando Sevastyan cerró el puño con las uñas clavadas en
sus palmas como garras.

− Salí con mi vida y nada más. No hubo tiempo para hablarte o


a cualquier otra persona. Lazar escuchó que Patva estaba
muerto y corrió a la guarida para verlo por sí mismo. Salí
mientras pude. Los rumores volaban, Fyodor, Gorya y Timur.
Esperaba que salieras y cuando finalmente te uniste a mí, te di
la bienvenida.

− Pero nunca me reconociste.

− Lazar no estaba muerto. Rolan no estaba muerto. Mientras


cualquiera estuviera vivo, yo no les iba a dar más razones para
quererte muerto. Eres una maquina asesina, Sevastyan. Eres
inteligente y puedes hacer cosas que yo no puedo. Yo gasté la
mayor parte de mi vida protegiéndote ya sea que quieras
reconocerlo o no. Eres toda la familia que tuve hasta Ania. No
iba a permitir que Lazar te alejara de mí. Supe que en el
momento en que Lazar pensara que eras importante para mí,
movería cielo y tierra para matarte. Lo mismo con Rolan. Así
que nunca les di eso.
− O a mí. Podrías haberme dicho que sabías que era tu hermano
y que te importaba. Ellos no estaban aquí y yo sí. Eso me
importaba, Mitya.

− Es cierto. Podría haberlo hecho. O tú podrías haberlo


hecho. Pero no lo hiciste. En cambio, elegiste ser el jefe de
seguridad. No estaba dispuesto a darte una excusa para irte. Y
lo habrías hecho. Si le hubiera hecho saber a Fyodor y a los
demás que eras mi hermano, te habrías ido.

− No lo sabes.

− Eres un bastardo arrogante, Sevastyan, mezquino como una


serpiente, peor incluso de lo que soy yo. Tú lo sabes y yo
también. La mitad del tiempo estás buscando una pelea. Eres
inteligente y tu cerebro necesita mantenerse activo. Tienes que
tener sexo todo el tiempo para no destrozar a alguien y tiene
que ser a tu manera. Todo tiene que ser a tu manera. Tú tomas
el control de todo alrededor tuyo. ¿De verdad crees que si
hubiera salido y te hubiese reconocido como mi hermano que
no te hubieras inventado una excusa y te hubieras ido? Lo
habrías hecho. No quieres estar en igualdad de condiciones
conmigo. Tu no quieres que alguien te mire y te vea.

Tal vez todo lo que dijo Mitya fuese la verdad, pero eso no evito
que Sevastyan quisiera arrancarle la cara. O tener la
satisfacción de golpeando su puño a través de su boca y sentir
el crujido familiar de la rotura de dientes.
− Aún así deberías haber hecho ese reconocimiento, Mitya, −
Sevastyan dijo, sin saber por qué era tan importante que Mitya
entendiera que alguien tenía que verlo. Solo una maldita
persona.

Mitya lo miró durante largo tiempo en silencio y luego


finalmente sacudió su cabeza. − No lo entiendes, Sevastyan. Te
he reconocido desde el momento en que descubrí que tu madre
estaba embarazada de ti. Yo te reconocí cuando te cuidé y
lastimó a nuestras madres. Yo siempre te reconoci. Siempre
supe que eras mi hermano. siempre te he cuidado, lo creas o
no. Puede que no sea el mejor mostrándolo, o diciéndolo, pero
eres mi hermano y nadie te va a hacer daño mientras estoy
cerca. ¿Por qué diablos crees que hice un idiota de mí mismo
alrededor de Flambé?

La presión en el pecho de Sevastyan era como una gran piedra


presionando en él. Mitya no tenía más idea de cómo tener una
relación de lo que él lo hacía. Eran la familia más disfuncional
que había.

− ¿Lo sabe Ania?

− ¿Que eres mi hermano, no mi primo? − Mitya le frunció el


ceño. – Yo no oculto nada de Ania que no tenga que hacerlo.
Especialmente cuando relaciona a mi familia. Por supuesto que
lo sabe. Ella te ama, incluso si eres tan jodido como el infierno
y nos ordenas todo.
El teléfono de Sevastyan sonó y lo sacó de su bolsillo al
momento en que las luces estroboscópicas emitieron una
advertencia a través de la oficina. Miró hacia abajo al texto de
advertencia en su teléfono. −Toma a Ania y ve a la habitación
segura. Te mantendré informado. Las cámaras deberían estar
funcionando, por lo que debería tener alimentación, tanto
visual como de audio. No salgas por ningún motivo. Tengo
esto.

Se dio la vuelta y luego se detuvo, sin volverse atrás. – Si algo


me pasa, tú la cuidaras. Flambé. Te aseguraras de que ella esté
segura y feliz Mitya. Dame tu palabra.

− La tienes, Sevastyan.
15
SEVASTYAN envió un mensaje de texto con una mano para
alertar a Kirill y Matvei de que la primera oleada de atacantes
estaba haciendo su movimiento. Los quería dentro de la casa y
comprobar que la casa estaba cerrada con Flambé dentro. Le
envió un mensaje de texto a Flambé a continuación.

Problemas empezando aquí, cariño. Rolan los trae. Quédate adentro y


permanece segura.

Esperó, su corazón latía con fuerza. No debería haberla dejado


atrás.

Estoy dentro de nuestra habitación. Estaré bien. Mantente a salvo,


Sevastyan.

Al menos ella le había dado eso. Se apresuró a la sala de control


donde dos empleados relativamente nuevos manejaban las
pantallas. Ambos eran hermanos de Evangeline. Ambroise
Tregre sirvió en la Marina y era un artista prometedor. Parecía
un soñador, un hombre que Sevastyan habría considerado
inútil cuando se trataba de seguridad, pero Tregre nunca
olvidaba un solo detalle que alguna vez veia. Tenía memoria
fotográfica. Es más, él era asombroso con las computadoras.
Christophe Tregre, después de una temporada en el servicio, se
había entrenado con una unidad élite de Drake en la selva
tropical de Borneo, pero regresó para asegurarse de que su
hermano y hermana menores estuvieran a salvo de su padre y
tío traicioneros. Entonces él comenzó a entrenar en la fuerza de
seguridad bajo órdenes de Timur. Tania excelentes habilidades
de lucha, pero no tanta experiencia como le gustaría a
Sevastyan. Él era el cuñado de Fyodor, lo que significaba que
era sagrado. Familia. Sevastyan no iba a ponerlo en riesgo si
podía evitarlo. Christophe era un estratega, uno bueno.
Entonces, estaba en la sala de control.

Sevastyan se inclinó sobre su hombro. − ¿Qué estamos


mirando? Rolan todavía no nos arrojara a sus mejores hombres.
Nos está poniendo a prueba.

− Nos está poniendo a prueba con números bastante pesados,


− respondió Christophe. − Tiene cinco equipos entrando. Por la
forma en que se mueven, se ven como cambiantes para
mí. ¿Dónde se las arreglaría para conseguir tantos?

− Mercenarios. Rolan tiene dinero. Puede pagar mucho


dinero. – Sevastyan debería saberlo, le había ayudado a
ganárselo. Mantuvo los ojos pegados a las pantallas. Un equipo
se movía en los árboles, corriendo a lo largo de las ramas,
todavía en forma humana, pero Christophe tenía razón,
estaban demasiado seguros en los árboles llevando sus armas
para ser cualquier cosa que no fuera cambiaformas. − Él debe
haber estado en Houston para recogerlos de los barcos en que
llegaron. Estos hombres no son de por aquí. Los ha reclutado
en otros lugares.

Sevastyan estudió a los cambiaformas que se movían entre los


árboles. Corrían por las ramas casi sin mirar. Estos hombres
habían perfeccionado sus habilidades en las selvas tropicales.
Le envió un mensaje de texto a Kyanite Boston, un hombre que
había pasado varios años con Drake Donovan en la selva
tropical rescatando a víctimas de secuestro. Kyanite vino
inmediatamente, deslizándose en la sala de control en silencio,
poniéndose de pie a un lado de él para mirar la misma pantalla.

− ¿Reconoces a alguno de ellos?

En la oscuridad, podría considerarse imposible, pero los


leopardos se reconocían unos a otros y, a menudo, los
cambiaformas también lo hacían, solo por el movimiento. Por
el idioma del cuerpo. Podrían estar a una buena distancia, pero
Sevastyan podía ver que estos hombres eran profesionales. No
pasaría mucho tiempo antes de que la mayoría de ellos
estuvieran muertos, pero quería saber de dónde venían. Donde
estaba Rolan reclutando.

Kyanite asintió lentamente. − Trabajé con dos de ellos cuando


estaba en Panamá. Se mantenían para sí mismos. Buenos
rastreadores, ambos. Los otros tres son de Borneo. Eran de una
guarida a varias millas de en la que creció Drake. Lamento
verlos aquí, pero no me sorprende demasiado.
Rolan sabía sobre el entrenamiento de cambiaformas en las
selvas tropicales. La Internet hizo la publicidad tan fácil en
estos días. Los cambiadores querían trabajo. Acción. Ellos eran
depredadores y vivir en ciudades no le atraía a la mayoría.
Ellos habían nacido para cazar, así que muchos preferían el
trabajo de mercenarios.

Sevastyan dirigió su atención al equipo que venía por la


carretera principal, directamente al frente de la casa. El equipo
dos venía a pie, extendiéndose fuera, cinco hombres, usando
los arbustos bajos para cubrirse mientras se acercaban a la
casa. Ese parecía el punto de entrada más fácil, cuando en
realidad era el más peligroso de todos.

Él mismo había diseñado las renovaciones cuando Mitya se


mudó. Las líneas del techo de la casa y los garajes se renovaron
por completo, dándole lugares para que sus francotiradores
tuvieran un terreno más alto, pero también se cubrieran cuando
lo necesitaran. Había colocado a sus francotiradores en varios
lugares y estaban esperando su palabra para acabar con la
primera oleada de hombres de Rolan.

El equipo tres llego a la propiedad de Sevastyan, usando un


veloz camión sin luces y luego abandonándolo antes de correr
para converger con los demás, abriéndose camino por el suelo
a través de los bosques más espesos que el padre de Flambé
había plantado años antes.

El equipo cuatro entró por el lado opuesto, corriendo también


para cubrir la distancia. Tenían que cubrir los campos de
batalla, donde Sevastyan entrenaba a sus hombres a diario en
guerras simuladas, en combates cuerpo a cuerpo, en desarmar
bombas. No dejó nada al azar con la seguridad de Mitya, y eso
incluía mantener a los leopardos en condiciones de lucha. Los
campos abiertos estaban allí por una razón. Había colinas
suavemente onduladas, árboles caídos y cuevas poco
profundas excavadas para que sus hombres pudieran entrenar
para todas las posibilidades. Sevastyan y sus hombres conocían
cada centímetro de esos acres donde se entrenaban.

El último equipo tenía la responsabilidad de cubrir a los demás,


quedándose atrás, en posición de irrumpir en la casa y matar a
Sevastyan y Mitya cuando los demás hicieran su entrada.
Sevastyan negó con la cabeza. Rolan siempre insistía en que
podía planificar sus batallas. Siempre lo había hecho mal.
Incluso a los catorce y quince, Sevastyan escuchado y luego
cambiado todo en el momento en que Rolan lo había dejado
con los demás para entrar en combate. Los hombres habían
aprendido a escucharlo a él en lugar de a Rolan. Era lo que los
había mantenido vivos.

− ¿Tienen en la mira el equipo cinco y el equipo uno? −


Preguntó Sevastyan. Él entrecerró la mirada, mirando más de
cerca la pantalla, tratando de mirar detrás de esos miembros
del equipo cinco en los árboles. ¿Algo se movía?

− Eso es afirmativo, − respondió Logan Shields. − Danos la


oportunidad.
− Es una oportunidad, − confirmó Sevastyan. No miró para ver
si sus francotiradores sacaban a sus diez víctimas previstas.
Miró más allá de los cinco mercenarios cayendo como piedras,
en los árboles hacia las sombras que de repente se quedaban
inmóviles detrás de ellos. Definitivamente había algo allí, pero
no pudo distinguirlo. De repente, se sintió incómodo.

− Christophe, ¿puedes acercar las imágenes de los árboles en


los que estaba el equipo cinco? Justo detrás de ellos,
siguiéndolos por las ramas. Ambrose, estás muy tranquilo
allí. ¿Has visto algo?

− No veo nada, − dijo Christophe, inclinándose hacia adelante,


forzando la imagen de pantalla cada vez más grande hasta que
no era más que píxeles grises. Él se volvió en su asiento para
mirar a Sevastyan. − Los cinco miembros del equipo cayeron
duro. Esos fueron disparos de muerte.

Sevastyan ignoró eso. Sabía que sus francotiradores habían


anotado tiros letales. Ese no era el punto. El caso era que
alguien además de Rolan se había reunido a este asalto a la casa
de Mitya y el equipo cinco no eron los únicos en esos árboles.

− Trae el equipo uno de nuevo ahora. Las pantallas anteriores


de ellos. − Él había estado mirando a los hombres. Viendo lo
que querían que él viera. Viendo lo que él esperaba ver.
Pensando que era el maldito hombre más inteligente de la
habitación. Esos hombres eran un sacrificio, peones para poner
a prueba sus defensas. Él lo sabía pero no sabía que ya estarían
utilizando lo que habían aprendido. Sabían que los
francotiradores estaban en el techo de la casa, pero ahora sabían
que estaban en los garajes.

−Date prisa, Christophe. Ambrose, respóndeme. ¿Qué diablos


me estoy perdiendo? ¿Qué hay ahí fuera? ¿Qué hay detrás de
estos hombres que vienen hacia nosotros?

− Leopardos, − susurró Ambroise. − Todo un ejército de


leopardos y vienen directo hacia nosotros, muy rápido.

FLAMBÉ caminaba de un lado a otro, inquieta, tratando


desesperadamente de averiguar qué hacer. Había decidido
marcharse en el momento en que Shanty y sus tres niños
llegaran. Ella se aseguraría de que la mujer estuviera en el
programa y luego haría uso de su propio programa de
clandestinidad para las víctimas de los cambiaformas de
violencia doméstica. Tendría que acabarlo tan pronto como
entrara. Ninguna otra persona podría saberlo o volver a usarlo.

Sevastyan y Shturm eran demasiado peligrosos. Demasiado


inteligentes. Y ella era demasiado susceptible al hombre.
Flamme había demostrado ser demasiado susceptible al
leopardo. Si ella realmente decidiera huir, no podía mirar atrás
porque cambiaría de opinión.

Cada músculo de su cuerpo le dolía. Ella sabía por qué. Ella no


había tenido sexo con Sevastyan. Ella lo había ignorado y al
hacerlo, ignoró sus propias necesidades. La acumulación de
hormonas entre Flamme y ella se estaba volviendo aterradora.
Su piel se sentía caliente al tacto. Se sentía como si estuviera
ardiendo de adentro hacia afuera.

Reprimir a su leopardo se estaba volviendo mucho más


difícil. Cuando ella estaba sola, le permitió acercarse a la
superficie, pero le dolía, y cada vez el dolor solo empeoraba.
Flambé pensó que, con el tiempo, ella podría acostumbrarse a
la sensación de ella saliendo a la superficie, pero eso no había
sucedido. Sus terminaciones nerviosas parecían mucho más
inflamadas. Las sensaciones ardieron a través de su cuerpo
como un soplete, dejándola sin aliento, robándole la capacidad
de pensar. No podía soportar la sensación de la tela contra su
piel, así que se desnudó, rasgando su ropa y tirándola a un
lado, agradecida de que nadie pudiera entrar en la recamara
principal.

Desnuda, caminaba más rápido, desesperada por dejar atrás la


horrible forma en que su piel ardía y picaba. Mechones de
cabello cayeron, serpenteando desde el desordenado nudo que
se había torcido apresuradamente sobre su cabeza,
serpenteando por su espalda desnuda y deslizándose por sus
nalgas. Ella tuvo que contener un grito cuando mil lenguas
lamieron su piel, puntos de llamas al rojo vivo la golpearon en
el final de cada una de ellas. Lágrimas rodaron por su rostro
mientras lo atrapaba en una cola de caballo y trataba
desesperadamente de volver a hacer un bucle, tirando los
gruesos mechones fuera de su piel.
Esto era mucho peor de lo que había sido nunca. − Flamme, él
no está aquí. Shturm no está aquí. No puedes levantarte
cuando él no está aquí. − Ella lo convirtió en un mantra. Ningún
leopardo podría levantarse sin su pareja cerca, ¿verdad? Eso
tenía que estar bien. Empezaba a pensar que no sería capaz de
controlar la situación. Ella no lo sabía. Ella simplemente no lo
sabía. No había hecho suficientes preguntas.

Su respiración se convirtió en sollozos entrecortados, sus


pulmones agitados. La quema entre sus piernas creció y creció
hasta que se sintió como un soplete. Los terribles nudos en su
estómago, esa presión en el interior, se enroscó más y más
apretado hasta que pensó que podría morir.

Con manos temblorosas, miró alrededor de la habitación


impotente, lo suficientemente desesperada para llamarlo.
Sevastyan. Se había prometido a sí misma que no lo haría. Ella
no sería como las demás. No se pondría en manos de un
hombre. Ella nunca lo había visto funcionar. Ni una sola vez.
Ella no conocía a un solo hombre decente. Algún cambiador.
Todos eran horribles. Todos hacían trampa. Eran abusivos. Y al
final él la lastimaría. Pero esto...

Se obligó a ir a la ventana, mirando los árboles y los arbustos,


la belleza que ella había ayudado a crear. Había actuado como
si realmente hubiera estado muy orgulloso de ella. Lo había
visto en su rostro. Era difícil esconder la verdad de un
leopardo. Había tantas cosas sobre Sevastyan que no entendía.
Ella quería que él fuera real, pero si ella estaba equivocada, no
pagaría solo con su vida, ella también pagaría con la vida de
Flamme. Ella había jurado proteger su leopardo.

Se apretó contra la frialdad del vidrio, sus pechos en llamas, su


pezones dos puntitos de llamas. Ella pensó que el frío la
ayudaría, pero era mucho peor, casi como si el frío fuera cera
caliente vertida sobre sus pechos en lugar de frío. Ella gritó y
se echó hacia atrás, tropezando hacia la cama.

Necesitaba alivio. Tenía que tener algo de alivio. En su


armario, en esa enorme monstruosidad de habitación que
pasaba por un armario, tenía un cajón donde mantenía una
variedad de juguetes femeninos. Cuando se obligaba a
mantenerse alejada de los bares, había usado los juguetes para
tratar de darse al menos un poco de respiro. Con suerte,
ayudarían.

Su piel se levantó, una ola se movió de modo que en el interior


el calor fundido se expandió y contrajo como el interior de un
volcán, como si estuviera inhalando y exhalando, justo antes de
su explosión final. El sentimiento puso cada célula de su
cuerpo, cada terminación nerviosa en llamas. Entre sus piernas
y en su núcleo más profundo, se quemó tan caliente que pensó
que se volvería loca.

Apenas podía mantenerse en pie mientras se dirigía al armario


y abrió la puerta de un tirón. Era absurdo tener un área tan
grande para almacenar ropa. Era más grande que su pequeño
estudio. A veces, cuando despertaba en medio de la noche,
pensaba en colarse y dormir, pero sabía que, si se movía,
despertaría a Sevastyan.

En cualquier caso, cuando despertaba, era instantáneamente


consciente de su cuerpo curvado alrededor de ella, grande y
caliente. Siempre estaba caliente. Ocupaba mucho espacio.
Tenía una forma de meter su polla apretada contra ella. Estaba
mayormente duro incluso en su sueño, y ella quería volverse y
tomarlo en su boca, sentir el peso de él en su lengua. Mirar
cuánto tiempo tomaría antes de que tomara el control de ella.

Ella gimió. Este no era el momento de pensar en su polla, no


cuando todo su cuerpo le dolía tanto y la pobre Flamme estaba
tan cerca y tan desesperada por su pareja como Flambé.
Sacando varios juguetes del cajón inferior, volvió a tropezar a
la cama, se arrodilló en el suelo y encendió el conejo. Ella ya era
muy hábil.

Se encontró cantando el nombre de Sevastyan y se obligó a


detenerse. Esto tenía que funcionar. Se inclinó sobre el borde
de la cama y en el momento en que lo hizo, sus pechos se
empujaron contra el edredón, el material la hizo gritar, y luego
sollozo. Empujó el juguete dentro de ella y lo apretó contra su
clítoris, sus nudillos contra el colchón para ayudar a
mantenerlo en su lugar.

Fue el mayor error de su vida. Un disparo de fuego de agonía


ardiente a través de ella y luego pulsó y pulsó, negándose a
ceder incluso cuando ella arrojó el juguete al otro lado de la
habitación. Su leopardo se acercó a la superficie y el cuerpo de
Flambé se contorsionó inesperadamente, las articulaciones de
sus brazos y piernas crujieron. A pesar de todo, terribles
sensaciones de descargas eléctricas rompieron sobre su piel
mientras que un rayo parecía caer profundamente en su sexo
inflamado una y otra vez, golpeando fuerte, logrando
quemaduras más profundas con cada golpe.

Tenía que llamarlo. Ella tenía que hacerlo. Ella no tenía elección.
Sevastyan y Shturm tenían que llegar hasta ellas y, con suerte,
saber qué hacer. Ella gateó a ciegas alrededor de la habitación
sobre sus manos y rodillas durante unos minutos, las lágrimas
haciéndolo imposible ver, mientras buscaba su teléfono celular.
Un trueno rugió en sus oídos y el caos reinaba en su cabeza,
por lo que era imposible pensar claro. No recordaba dónde
estaba. La agonía sexual en su cuerpo no se detuvo ni por un
momento como esperaba que lo hiciera mientras buscaba el
celular a lo largo de la habitación sobre sus manos y
rodillas. Finalmente, por pura suerte ciega, le puso la mano
encima.

Le envió un mensaje de texto a Sevastyan de inmediato. Te


necesito ahora. Tienes que venir.

Esperó, el sudor caía por su cuerpo. Parecieron horas, cuando


ella sabía que no lo eran, mientras esperaba. Ella solo
necesitaba la seguridad de que él estaba allí y que se
apresuraría hacia ella. Que no perdería el tiempo. Ella nunca le
pedía nada. Él lo sabría. Él vendría.

¿Qué pasa?
Parpadeó varias veces para tratar de enfocar las palabras. No
fue lo que esperaba, pero en realidad no sabía qué esperar. Dos
lágrimas salpicaron su pantalla, volviéndola acuosa. Ella siguió
respirando, intentando no gritar, tratando de no rasgarse la piel
con las uñas. El dolor era insoportable.

Flamme está subiendo. No puedo detenerla. Tienes que venir. Él


vendría. Tendría que hacerlo. Si no fuera por ella, lo haría por
su leopardo. Shturm nunca iría sin su hembra. Ella había
sentido la posesividad masculina en su actitud muchas veces.
Su impaciencia. Sus demandas. Él había querido que Flamme
emergiera, y cuando ella no lo hizo, él se había molestado.
Sevastyan traería el macho. Ellos vendrían. Flambé apoyó la
frente en el suelo, sollozando. Tratando de controlar el terrible
dolor, intentando superarlo.

La espera pareció una eternidad de nuevo. Demasiado larga.


No debería tomar tanto tiempo para que él escribiera En
camino. ¿verdad? No debería. Apoyada en rodillas y manos,
con el trasero en el aire, balanceaba su cuerpo hacia adelante y
hacia atrás. Esto era lo peor. ¿Cómo sobrevivía alguien? Un
calor podía durar siete días. Mas. ¿Era así todo el tiempo? Ella
nunca duraría. Nunca. ¿Podría uno tomar pastillas y
simplemente dejarse inconsciente? ¿Por qué no había pensado
en eso antes y por qué no le estaba respondiendo?

Flambé, sigue atentamente mis instrucciones. Ve al garaje, al Jeep y


conduce hasta el túnel. Sabes dónde está la entrada. Tienes que llegar
a mí.
Ella miró con horror las instrucciones, sin creer lo que estaba
diciéndole. ¿Quería que fuera a la casa de Mitya en su estado
actual, desesperada por sexo, donde cada leopardo en la
propiedad de ese hombre odioso sabría que ella estaba allí para
que Sevastyan le sirviera a ella? Y si ella realmente hiciera eso,
lo cual no haría, ¿cómo podría llegar allí? No tenía idea de la
estado en el que estaba. Era imposible. Ni siquiera podía ver
bien, y mucho menos andar en coche.

Apretó la frente con más fuerza contra el suelo. Tanto por creer
que Sevastyan alguna vez la elegiría a ella sobre su primo.
Porque en el infierno ¿Pensó por un momento en creer alguna
maldita cosa que él dijera? Su cuerpo se retorció. Arqueándose.
Cayó de costado al suelo. La quemadura en su piel era
inimaginable, diferente a todo lo que había sentido. Tenía que
parar. Ella tenía que encontrar una manera de detenerlo.

La imagen de dos leopardos machos surgió en su mente.


Estaban abajo, en su casa ahora mismo sin conocimiento de lo
que estaba sucediendo en la recamara principal. Si ella bajara
hacia ellos, no habría forma de que pudieran resistirla. De
ninguna manera sus leopardos podrían resistir a Flamme.
Mitya les había dicho a todos que ella no era más que un objeto
sexual para Sevastyan, un juguete. Por lo que ella sabía, él les
había dicho que la compartía. Compartía a las mujeres en el
club.

Flamme. Ven a mí ahora mismo. Usa el túnel. Quédate en el túnel.


Por un terrible momento, ella estaba tan desesperada que
realmente consideró la idea de bajar hacia los leopardos. Si
estaba equivocada acerca de Sevastyan, los mataría. Si no lo
estaba, nunca podría vivir con ella misma de todos modos. Ella
le había dicho que nunca iría a la casa de su primo y ella lo decía
en serio. Ella tampoco le demostraría que tenía razón sobre ella.

Para que tu primo se ría. Que se jodan los dos.

Rechinando los dientes, se arrastró hasta la cama y se agarró al


poste para ponerse de pie. Era imposible pensar con el caos en
su cabeza, el terrible rugido y el soplete dentro de ella
quemándose a través de su piel. Ella gritó y se rasgó la piel con
las uñas mientras la cosa dentro de ella levantó su piel una y
otra vez. Ella tenía que ayudar a Flamme a salir o ambas iban a
morir. Las cosas se arrastraron sobre ella. Se deslizo sobre ella.
Lamió. Las sensaciones eran tan terribles que quería vomitar.

Guerra en curso. No puedo irme. Llegue a la entrada del túnel. Te


encontraré y me encargaré de ustedes dos.

Flambé arrojó su teléfono lejos de ella. Ella no quería nada más


que ver con él o su leopardo. No había forma de bajar las
escaleras, mucho menos al garaje, o un coche. Y ella nunca iría
con él ahora. Nunca.

Ella tomaría a Flamme y desaparecería en el momento en que


supiera que Shanty y sus hijos estaban a salvo. Solo tenía que
pasar las próximas horas. Encontrar un lugar para aguantar.
Encontrar una forma. ¿Un baño? ¿Agua caliente? ¿Qué
funcionaría? Tenía que haber algo. Solo necesitaba usar su
cerebro. Las lágrimas la cegaron, corrieron por su rostro, y
quería arañarse los ojos porque también le ardían. No había
más cerebros en su cabeza. Su cráneo estaba en llamas.

Había entrevistado a muchas mujeres cambiantes, pero solo


había habido un total de trece leopardos fresa hembras de los
que había oído hablar antes del hallazgo reciente. Su madre
había sido una, pero estaba muerta antes de que Flambé
naciera, por lo que quedaban doce. Cuatro de esas mujeres
habían muerto antes de que Flambé tuviera quince años. A seis,
Flambé las había ayudado a desaparecer. Dos trabajaban para
ella y ella las vigilaba de cerca. Tenían apartamentos separados
en un edificio seguro. Tenían su propio dinero y su número de
celular privado en caso de emergencias.

Flambé había sacado de contrabando a otras siete mujeres


cambiaformas de debajo de las narices de sus compañeros
cuando habían llamado a la línea de emergencia para pedir
ayuda. Había sido extremadamente cuidadosa. Todos los que
le ayudaban estaban poniendo su vida en la línea. La mayoría
de las veces, los leopardos machos están furiosos por perder a
su pareja, estaban en un frenesí asesino cuando buscaban a su
"compañera".

No parecía importar qué especie de cambiaformas fueran, de


qué guarida venía, los machos parecían abusar de sus
compañeras. Ella los detestaba a todos. Ahora ella detestaba
todo lo que cambiaba. Ella gateó alrededor del suelo, ciega,
sollozando, tratando de quitarse la piel del cuerpo mientras su
leopardo se agitó y arañó, desesperado por liberarse.

MALDICIENDO, Sevastyan se volvió y corrió hacia el patio


delantero, llamando al teléfono para que los francotiradores
eliminaran a los equipos dos, tres y cuatro. El reiteró que todos
los leopardos con puntos azules característicos eran suyos y no
debían ser fusilados. Mata a cualquier otra cosa. Estaba más
que agradecido de haber tenido la previsión de pedir la ayuda
de sus primos, Elijah Lospostos y Drake Donovan, e incluso
Joshua Tregre, todos los cuales enviaron equipos de leopardos
para defender la casa de su primo.

Miró su celular mientras corría y sus pasos vacilaron. Flambé.


Llamándolo a casa. Ella nunca lo había llamado por nada.
Jamás. Él le respondió a ella rápidamente mientras se
desnudaba. Mierda. Su leopardo estaba subiendo. Él le dio a
ella instrucciones apresuradas.

− ¿Cuántos vienen hacia nosotros, Ambroise? − preguntó.

− Parece que unos cincuenta. Tienen la casa rodeada.

Los rifles de francotirador sonaban, pero los leopardos eran


sombras y habían progresado detrás de los sacrificios, sin ser
visto durante bastante tiempo. Sevastyan no tenía tiempo.
Espero con impaciencia a que Flambé le dijese que vendría. No
era como si pudiera enviar a Kirill y Matvei tras ella. Ningún
leopardo macho podía acercarse a ella.

Él miró su mensaje de texto, sin creer lo que veía cuando su


respuesta vino, pero debería haberlo sabido. Juró a todo
pulmón en su lengua nativa y luego cambió de posición sobre
la marcha, confiando en que Ambroise cerrara después de que
los leopardos salieran de la casa. Nadie podría entrar. Incluso
si ellos intentaban quemar a Mitya y Ania, no podían
alcanzarlos.

Sevastyan no podía pensar en Flambé y lo que le estaba


pasando, no cuando leopardos feroces invadieron la propiedad
desde todas las direcciones. Ellos venían a la casa desde los
árboles, a través de las colinas, el prado, los caminos en el
bosque, incluso por el camino frente a la casa.

− Subiendo por la valla trasera para intentar el techo, −


Christophe informó.

Los leopardos encontrarían ese aterrizaje difícil. Sevastyan


había estado preparado para que ellos utilizaran las vallas
como trampolín hacia la azotea de la casa. El techo estaba
rodeado de lanzas ocultas. Cuando los gatos aterrizaran en las
puntas afiladas, chillaron, el sonido atravesó la noche. Sus
vientres fueron perforados, sus cuerpos atrapados y retenidos
hasta que uno de los hombres en la azotea se volvió y disparó,
sacándolos de su miseria, matándolos.
− Patio trasero, yendo por la cerca y el patio, − continuó
Christophe.

El patio trasero parecía otro buen punto de entrada. Ese iba


directamente a la cocina. Los huertos de hierbas y hortalizas
rodeaban el patio donde las mesas y sillas tenían un toldo
cubierto. Ania disfrutaba sentarse afuera, especialmente por las
mañanas, con su café. Dos leopardos saltaron a la cubierta por
encima y uno se abrió camino con garras por el costado de la
columna hasta la viga de soporte gruesa, tratando de
arrastrarse al techo desde ese ángulo.

El toldo se rasgó levemente, solo un desgarro diminuto, pero


los tres leopardos cavaron sus garras en la viga de soporte. Sus
garras gruesas como estiletes golpearon el metal en la viga. Los
tres cavaron más profundo para un mejor agarre y un destello
estalló, una pequeña explosión los tiró hacia atrás,
volviéndolos pedazos, de modo que llovieron pieles, huesos,
sangre, músculos y tendones.

La primera oleada de leopardos golpeó el patio delantero de la


casa, diez de ellos, llegando rápido, hombres en su mejor
momento, con cicatrices de numerosas batallas, confiando en el
conocimiento de que eran experimentados. Esperando que sus
oponentes, aunque mafiosos, al ser de la ciudad, fueran
fácilmente superados por su gran número, por no mencionar
débiles, y con pocas habilidades.

Sevastyan ya había visto al comandante del equipo, un gran


bastardo, abrigo dorado con grandes rosetas elegantes. Había
permitido que sus hombres entraran al patio, corriendo hacia
la casa para llegar al porche como si pudieran de alguna
manera romper las puertas o ventanas simplemente con sus
números. Eran grandes leopardos y tal vez esa táctica les había
funcionado en el pasado, pero Rolan debería haberlos
preparado mejor para su oponente.

Los leopardos de Sevastyan nacieron en la misma guarida en


Rusia en la que había nacido él, o una de las guaridas de su tío.
Habían entrenado como él. Si no en Rusia, habían nacido y se
habían entrenado en las selvas tropicales. Todos sus
cambiantes eran luchadores experimentados, hábiles en todo
tipo de batalla con leopardos u hombres. En cualquier
momento pondría a sus hombres o leopardos contra los de
Rolan.

Shturm apartó a un enorme bruto de su camino, furioso porque


estos leopardos lo mantenían alejado de su pareja, y se
apresuró hacia el comandante. El leopardo dorado aún no lo
había visto. Estaba muy ocupado acechando a Zakhar. El
leopardo de Zakhar nunca estaba tan lejos de Shturm. Él era un
Amur grande, muy distintivo con su espesa capa interna blanca
y sus oscuras rosetas, tan juntas y tan grandes que parecía como
si tuviera una capa superior negra sobre la capa interna
blanca. Nadie tenía una piel como Zakhar. Su leopardo
simplemente se llamaba Istrebitel, que significa luchador.

Si el leopardo dorado no hubiera tenido tanta confianza, podría


haber estado prestando un poco más de atención a las cicatrices
de las extrañas marcas de Istrebitel. En cambio, acechó al
leopardo, entrando y saliendo de los otros combatientes.
Shturm bajó al suelo, permitiendo que dos leopardos que
intentaron embestir a sus costados chocaran con fuerza
mientras se deslizaba entre dos luchadores machos,
acercándose a su objetivo.

El macho dorado juntó las piernas debajo de él, preparándose


para la carga, sus ojos en una mirada enfocada. Zakhar se
enfrentaba a un hombre más joven, uno entrando en su mejor
momento, ansioso por la batalla, ya atacando al leopardo de
Amur más grande, tratando de ahuyentarlo. Shturm sabía que
era una estratagema mantener la atención de Istrebitel en él
para que el leopardo dorado saltara sobre su espalda y
rompiera su columna vertebral, entregando el mordisco
asesino rápidamente.

En el último segundo posible, cuando el macho más joven entró


corriendo, Istrebitel saltó en el aire, justo encima de él, girando
en el aire para enfrentar al leopardo dorado que no pudo
detener su carga. Istrebitel aterrizó duro en la espalda del
macho más joven, rompiendo la columna, tal cual había sido la
intención del leopardo dorado hacia él. El joven macho gritó,
dejándose caer al suelo, incapaz de levantarse.

Istrebitel se encabritó, yendo sobre sus patas traseras para


encontrarse con el entrante carga del leopardo dorado. Shturm
cargó detrás de él, agarrando una de las patas traseras del
comandante y partiéndola en dos con un mordisco feroz. El
leopardo dorado cayó hacia atrás. Istrebitel se precipitó y
mordió la garganta del leopardo mientras Shturm lo destripaba
con una garra afilada y luego dejó a Zakhar para acabar con
ambos leopardos mientras él buscaba otras presas.

Tomó tiempo matar a los diez leopardos y para ese momento,


la siguiente ola había barrido en el patio lateral del bosque. El
equipo de Drake estaba allí para detenerlos, pero la seguridad
era el trabajo de Sevastyan. Él no simplemente se lo entregaba
a otros. Se movió lo suficiente para obtener información.

− Ambrose. La amenaza más cercana.

− Entrando sigilosamente en el garaje. Dos facciones, parecen


cerca de veinte. Estos leopardos unieron fuerzas, viniendo de
su propiedad y el prado. Tienen a alguien dirigiéndolos hacia
la colina justo después del prado, fuera de mi campo de
visión. Él está tomando las decisiones.

Sevastyan agarró su teléfono mientras corría por el costado de


la casa hacia el garaje. −Christophe, envíame otro equipo.
Necesitaremos al menos otros cinco leopardos, tal vez más.

− Entendido, − dijo Christophe.

No hubo más mensajes de Flambé. Leyó el último de ella de


nuevo. Para que tu primo se ría. Jódanse los dos. ¿Podía ella
realmente creer eso?

Maldición. Ella había dejado más que claro que creía que Mitya
pensaba que ella no era nada más que un objeto sexual. ¿Pensó
que él la dejaría deliberadamente si había alguna forma de que
pudiera llegar a ella? ¿Y si no podía llegar hasta él?

Envió un mensaje de texto con un pulgar tan rápido como


pudo. − Cariño, por favor, por el amor a Dios. Estoy en medio
de una maldita pesadilla aquí. necesito saber que estás segura.
Al menos entra en el túnel. Puedo ir a verte allí.

No sabía cómo, pero encontraría la manera. Podría escapar.


Tenía que haber una forma. No podía dejarla necesitada.
Shturm no podía dejar Flamme. Al menos, podía ver por sí
mismo que ella estaba viva y bien. Ver cómo realmente era de
malo para ella.

No hubo respuesta para cuando él dio la vuelta a la esquina de


la casa, y se quedó sin opciones. Tenía que cambiar. Metió el
teléfono en la columna lateral de la veranda y cambió mientras
corría, conociendo a Zakhar, Zinoviy y Vikenti estaban justo
detrás de él, sus leopardos viniendo igual de rápido. Sonó un
disparo y sintió una quemadura en el hombro izquierdo.
Tenían francotiradores también. El maldito Ambroise se había
perdido eso. Él tendría una charla con él sobre eso. No podías
permitirte cometer errores en la seguridad d Mitya. No
aceptaba las disculpas.

Respondieron tres disparos, dos desde el techo del garaje y uno


desde arriba de la casa. Esperaba como el infierno que dejaran
caer al francotirador. Que había venido de en algún lugar de
esa colina, más allá del prado. Sabía el lugar exacto que un
francotirador elegiría porque había estado allí cientos de
veces. Sus hombres habían estado allí cientos de veces. Seria
mejor que no se lo perdieran porque les había señalado ese
lugar como un punto débil en sus defensas.

Sevastyan chocó con una sólida pared de leopardos. Parecía un


mar de manchas viniendo hacia él desde la oscuridad. Eso no
ralentizó a Shturm en lo más mínimo. En todo caso, corrió,
eligiendo su objetivo, ojos malévolos mirando a su siguiente
víctima mientras corría hacia el macho grande. Este era un
leopardo negro pálido, las rosetas más oscuras se extendían por
todo su abrigo.

Zakhar apareció a su izquierda, Kyanite a su derecha. Zinoviy


y Vikenti habían retrocedido y se habían extendido aún más
para flanquearlo. Detrás de ellos, más leopardos tomados
prestados de los diversos amigos de Mitya se unieron a él
cuando se precipitaron directamente al mar de leopardos que
venían hacia ellos. No hubo más disparos, al menos no a los
leopardos que se unían en un feroz choque de garras y
dientes. Sevastyan no estaba seguro de si eso era porque el otro
lado no tenía otro francotirador o no tenían forma de identificar
sus leopardos en combate.

Sus francotiradores comenzaron a disparar sistemáticamente


una bala a la vez, haciendo cada cuenta. Había reiterado una y
otra vez que no debían disparar en una situación de combate
con leopardos a menos que estuvieran absolutamente seguros
de a quién le estaban disparando. La lucha de los leopardos era
feroz y fluida. Ellos rodaron por el suelo, rastrillándose y
arañándose unos a otros, cambiando de posición. Saltaron al
aire, girando con espinas flexibles, desgarrando y cargando,
aplastando como trenes de carga para derribarse unos a
otros. Se levantaron sobre las patas traseras, mordiendo los
genitales y tratando de destripar a su objetivo. Ahí no podía
decirse cuán repentinamente uno cambiaría de un lado a otro.
Sevastyan se lo había enseñado a sus tiradores para que no
cometieran errores. El no quería que tomasen una
oportunidad, incluso una crítica, si no estaban absolutamente
seguros de ella.

Sus leopardos llevaban pequeños puntos azules en su pelaje


para identificarlos, vistos solo por sus francotiradores, pero eso
no garantizaba que, en el fragor de la batalla, cuando los
leopardos rodaban, una bala no pudiera golpear a uno
accidentalmente. Ninguno querría en algún momento,
responder a Sevastyan si eso sucedía, así que se aseguraron de
que no sucedía.

Shturm usó su garra para rasgar una garganta expuesta, no es


que eso lo lastimara mucho. Sus abrigos eran tan gruesos y
sueltos que era difícil realmente llegar hasta la piel y los huesos,
pero abrió al hombre desprevenido cuando pasó cerca de él en
su esfuerzo por llegar al que buscaba, el leopardo de pelaje
negro que estaba seguro, era el comandante repartiendo las
ordenes de quien fuera que estuviera detrás del prado.

En el momento en que mates a este, dirígete al prado. Tienes que


matar al que los dirige a todos, Shturm, Sevastyan instruyó a su
leopardo.
Solo podía esperar que Rolan fuera lo suficientemente
arrogante como para asumir que podía en realidad, planificar
y dirigir una batalla con mercenarios. Rolan tendría a alguien
que lo ayudaba, un hombre a cargo de los mercenarios, uno del
que todos recibían órdenes. Rolan tendría un lugarteniente.
¿Quién sería su segundo en mando? Ese sería el hombre en el
que confiaría mucho. Ese hombre primero reclutaría a alguien
para encontrarlo y luego contrataría mercenarios de todas
partes del mundo. Querría unos fiables, con experiencia en la
lucha. ¿Quién sería el lugarteniente de Rolan?

Shturm estaba sobre su oponente, los dos leopardos se unieron


como dos sementales, alzándose sobre sus poderosas patas
traseras y cortándose el uno al otro con garras en forma de
gancho y dientes terribles. Shturm se giró ligeramente para
evitar que le cortaran los genitales mientras lanzaba un
profundo desgarro en el costado de su oponente, cortando
directamente a través de la piel gruesa con cuidado practicado
para llegar a la piel que cubría los músculos. Los abrió mucho
antes de que sus patas delanteras volvieran al suelo.

El leopardo aulló su odio y dolor, girando para enfrentarse a


Shturm, llamando a otro leopardo en busca de ayuda. Sus
compañeros estaban ocupados de otra manera y, en cualquier
caso, Shturm lo embistió en el costado y lo golpeó con tanta
fuerza que lo levanto de sus pies. Hubo un crujido audible
cuando se rompieron las costillas. El gato gritó en voz alta,
volviendo la cabeza hacia el prado.
Abajo, rueda, ordenó Sevastyan, casi tomando el control del
leopardo.

Shturm rodó sobre la parte superior del leopardo caído,


cayendo al suelo al otro lado de él, los dientes enterrados en su
garganta en un sofocante mordisco justo cuando una bala
atravesó la espalda del leopardo donde Shturm había estado.
Ahora tenía el cuerpo del leopardo entre él y el prado.

En el momento en que se disparó un tiro desde el prado, hubo


una respuesta desde el techo del garaje. Sevastyan esperaba
haber elegido a los francotiradores adecuados. Él los necesitaba
para hacer esos disparos de muerte cada vez. En el momento
en que el leopardo estaba muerto, Shturm levantó la cabeza con
cautela y miró hacia el prado y sus enemigos. Sevastyan
todavía se estaba devanando los sesos por saber a quién Rolan
podría haber conseguido un teniente decente. Quienquiera que
hubiera armado este ataque era bueno. Si Sevastyan no hubiera
traído tanta ayuda, habría estado en problemas.

Shturm, recuerdas al chico: Conrad. Su nombre era Conrad algo. Él


era un par de años más joven que yo y siempre estaba colgado
alrededor, permaneciendo cerca, permaneciendo realmente callado.
Estaba aprendiendo. Un chico inteligente. Tiene que ser él.

Tú lo ayudaste. Robaste comida para él. Para su familia. Tomó la


culpa por sus errores. Le enseñó a usar un arma, le enseñó a
luchar, objetó Shturm.
Es él. Rolan lo usaría. Él piensa que cuando me enfrente al niño,
vacilaré. Él también piensa que debido a que entrené a Conrad, él
podrá superarte. Olvida que han pasado muchos años entre entonces
y ahora.

El chico también entrenó en los años intermedios, recordó Shturm


con un bufido desdeñoso.

Sevastyan rechazó toda emoción. Rolan debería haber


recordado que incluso a una edad temprana, había aprendido
a separarse de todo sentimiento y tomar sus castigos, no
importa cuán cruel Rolan, Lazar o sus leopardos pudieran ser.

Shturm se liberó de los leopardos que luchaban, pero lo hizo


fuera de la vista de cualquiera en el prado mirando. Se había
arrojado de nuevo en medio de la refriega oscura, todos esos
cuerpos de leopardos, y había hecho su camino hasta el borde
del paisaje donde arbustos más altos marcaban el comienzo de
las rutas a los árboles o al prado. Shturm tomó el sendero hacia
el prado, sólo que, al hacerlo, se agachó, casi sobre su vientre.

No pasó mucho tiempo antes de que Istrebitel se uniera a él,


arrastrando silenciosamente su cuerpo, usando los dedos de los
pies para excavar en las superficies de modo que no emitiera
ningún sonido, se arrastraron por el prado en el que pasaban
horas entrenando todos los días. Vikenti y Zinoviy, casi como
leopardos dorados gemelos con sus ráfagas oscuras de rosetas
que cubrían sus cuerpos a lo largo de sus largas colas y sobre
sus orejas y caras, estaban a ambos lados de Istrebitel y Shturm,
aproximadamente a seis pies de distancia. El poderoso macho
de Kyanite se unió a ellos, todo músculo, un raro leopardo
persa que había emigrado a Borneo y encontró a Drake
Donovan como tantos otros. Ellos formaron su equipo, el que
Sevastyan había entrenado durante el último año para cubrir
cualquier cosa que pudiera amenazar a Mitya y Ania de este
lado abierto de la casa. Una batalla podría desencadenarse
cerca de él, pero este lado siempre iba a ser el único lugar donde
eran más débiles.

Sevastyan dirigió a Shturm al montículo que proporcionaría al


lugarteniente, a los que dirigían la batalla desde la distancia y
a su francotirador una buena vista de todo el frente de la
propiedad de Mitya, así como del techo de la casa y la mayor
parte del garaje. Siempre había sabido que aquí era donde
tendría que poner fin a cualquier batalla real concentrada en
matar a su primo.

Shturm olió al enemigo mucho antes de alcanzarlos. Los


escucho hablando en voz baja, preocupados por haber perdido
de vista al gran macho. Ellos discutieron durante unos minutos
sobre qué otro leopardo estaba en segundo lugar después del
malvado hijo de puta de Sevastyan. Una voz insistió en que era
el del extraño abrigo oscuro sobre el blanco. Nunca estaba lejos
de Shturm.

− ¿Dónde está, Oliver? − La voz era áspera. Gutural. Enojada.


Reconocible. − Se suponía que tenías que estar pendiente de él
en todo momento.
Rolan. Era el hombre que Sevastyan había pensado que era su
padre hasta que fue un adolescente. Él era el hombre que había
asesinado a su madre y lo había atormentado, haciendo de su
vida un infierno a pesar de todas las cosas que Sevastyan había
hecho para ayudarlo contra Lazar. Su corazón se aceleró.
Shturm volvió a meter los labios en una mueca, mostrando los
dientes, levantando la cara en el aire, oliendo a Rolan a lo largo
con otros cuatro hombres. El chico, Conrad, era uno de ellos.
Shturm nunca olvidaba un olor.

Oliver se rio, su diversión genuina. − Este Sevastyan es


claramente el hombre del saco. Todos deberíamos tenerle tanto
miedo. ¿Por qué nunca he oído hablar de él? Llevo mucho
tiempo en este negocio y conozco todos los nombres de
aquellos de los que desea mantenerse alejado. Sevastyan no
está en esa lista.

Oliver tenía que ser el mercenario, el proveedor. Él fue la


elección de Conrad para suministrar a los equipos de
leopardos.

− ¿No has notado que hemos perdido a muchos hombres? −


Preguntó Conrad en voz baja. −Y debes conocer el nombre de
Amurov.

− Esperábamos perder hombres, − espetó Oliver. − Y en Rusia,


sí, Amurov es respetado. Rolan es Amurov. Estos son los
hombres que huyeron como cobardes de ellos.
Conrad suspiró. − No estás prestando atención. Nos queda un
francotirador. Han aniquilado a más de la mitad de nuestros
cambiaformas. Diría incluso que más que eso. No podemos ver
la parte trasera de la casa y nadie ha llamado para informar. Yo
digo que retrocedamos. Llámalos, desaparece, reagrupa y crea
un plan diferente.

− No, − protestó Rolan, su voz latía con odio. − Los quiero


muertos. Estaban aquí. Tengo los planos de su casa. Mitya cree
que está a salvo porque tiene a Sevastyan protegiéndolo. Los
quiero a todos muertos. Sus compañeras, sus hijos, todos
ellos. Hasta el último de ellos. Destrúyelos. − Él escupió sobre
el terreno para enfatizar su declaración.

− Joder, sí, − coincidió Oliver.

− Rolan, − reiteró Conrad en voz baja. − Creo que deberíamos


llegar al camión e irnos ahora. Oliver puede dirigir sus equipos
desde aquí. Es bastante capaz.

Shturm, espera, advirtió Sevastyan cuando su leopardo presionó


adelante sobre su vientre, la furia hacía temblar al animal.

Sevastyan no podía imaginarse tener su objetivo principal, el


que vigilaba, sentado en un montículo donde podía ser atacado
por leopardos que podrían colarse en una casa y arrastrar a una
víctima ante las narices de aquellos adentro sin que ellos lo
supieran. ¿Qué tipo de sistema de alerta utilizaría Conrad?
¿Qué tipo de defensa? Tenía que haber creado algo para
proteger a Rolan.
Oliver creía que estaba atacando a cambiaformas que habían
estado fuera del campo durante tanto tiempo que serían
débiles. Una vez que pasó junto a sus guardias exteriores, el
hombre creyó que podía entrar fácilmente y matar a todos en
la casa. Conrad ya estaba viendo la escritura en la pared.

Sevastyan era consciente de que todavía había un francotirador


más escondido, esperando su oportunidad de matar a Shturm,
creyendo que estaba luchando contra los leopardos en el frente
para evitar que entrasen a la casa. Ese francotirador tenía que
ser encontrado y eliminado.

Dile a los demás que encuentren cualquier cosa que Conrad haya
plantado para alertarlo de la presencia de un leopardo. Ha escondido
algo aquí. Hay peligro, Shturm. Hazles saber. Que sean muy
cautelosos.

− Puedo manejarlo desde aquí yo solo, − se burló Oliver. −


Adelante, corre. Me pondré al día contigo y te llevaré la cabeza
de tu chico en una bandeja. – El rio disimuladamente, un
sonido arrogante y despectivo que nunca habría molestado a
Sevastyan, pero estaba seguro de que llegaría a Rolan.

− Yo no corro, − espetó Rolan como era de esperar, irritado de


nuevo.

− No, − dijo Conrad. − Nunca lo has hecho, Rolan. Pero no te


necesitan aquí. Es una tontería quedarse y estorbar mientras
Oliver dirige a sus hombres, llevando a cabo el asalto, cuando
podría estar organizando el transporte, así como el pago para
todos.

Shturm e Istrebitel usaron el tallo de fotograma congelado de


su especie para moverse más cerca de la loma, esforzándose
por descubrir cualquier dispositivo que Conrad pudiera tener
plantado para avisarle con antelación en caso de que los
intrusos se les acercasen. Varios leopardos machos habían
marcado con olor toda el área alrededor de la loma en un
esfuerzo por ahogar cualquier otro olor. En cuanto a las
tácticas, era una buena, una que Sevastyan había usado más de
una vez cuando era adolescente para confundir a los leopardos
de Lazar cuando buscaban sus bienes robados. Conrad le había
robado esa técnica.

Los leopardos se quedaron muy bajos, perdidos entre la


maleza, el mar de manchas camuflándolos, incluso a Istrebitel
con su extraño color. Ellos se mezclaron en la hierba y la
oscuridad y la luz mientras las nubes se movían por encima con
el leve viento. Usaron todos los sentidos para desentrañar los
patrones químicos que quedaban detrás en el suelo.

Fue Bahadur, el macho de Kyanite, quien olió por primera vez


el extraño olor enterrado bajo el hedor acre de un viril leopardo
que marcaba el territorio. Una vez encontrado, los leopardos
podrían identificar fácilmente la bomba enterrada a poca
profundidad, justo debajo de la superficie. Si uno de los
machos pesados pisase el plato, activando la bomba, una vez
que se bajara, la bomba estallaba y el animal estaría muerto,
sirviendo para alertar a Rolan y su equipo de que no estaban
solos.

Sevastyan no tenía ninguna duda de que, si esas bombas no se


hubieran encontrado y Conrad y los demás se hubieran
retirado, habrían dejado las bombas para que miembros de su
fuerza de seguridad pudieran activarlas en una fecha posterior.
Eso no le hizo querer a cualquiera de ellos. Ordenó a Shturm
que hiciera un amplio círculo alrededor del montículo para
encontrar otras ocultas a la vista. Sabían que había un
francotirador. Tenía que ser localizado y eliminado. No había
forma de que Conrad no tuviera a nadie vigilando su camino
de regreso. Y tenían un conductor. Tal vez más de uno.

El francotirador estaba justo donde Sevastyan esperaba que


estuviera, acostado en la roca más alta de la loma, estirado, con
su observador a su lado, mirando hacia la casa con un par de
gafas de visión nocturna.

− ¿Lo ves, Vagel? − preguntó el francotirador, con el ojo en la


mira. – Conrad se está poniendo ansioso.

− Lo perdí hace unos minutos. Estoy con Conrad. Tenemos


demasiados y si alguien sacó a ese gran monstruo, no puedo
encontrar su cuerpo.

Vikenti y Zinoviy pasaron con cuidado sobre las bombas


ocultas y comenzaron a trepar por el costado de la roca, usando
garras para arrastrar sus cuerpos hasta la parte superior. Si los
hombres se hubieran molestado en examinar cualquiera de los
lados de la roca que habían escalado, aparte de la ruta fácil,
habrían encontrado numerosas marcas de garras marcadas en
la roca donde los leopardos habían practicado.

Los dos gatos levantaron la cabeza por encima de la parte


superior para detectar a su presa, con los ojos enfocados,
mirando mientras lentamente tiraban completamente de sus
cuerpos hacia la roca. No podría haber ningún error. Tenían
que estar sobre los dos hombres simultáneamente y entregar
mordeduras sofocantes a la garganta, matándolos antes que
cualquiera de los dos pudiera hacer un sonido y alertar a los
tres hombres en la loma.

No era la primera vez que los dos hermanos soltaban a sus


leopardos sobre sus enemigos cuando era necesario, y habían
perfeccionado el arte de su ataque simultaneo. Una vez en la
roca, se separaron y llegaron a sus objetivos previstos desde
diferentes ángulos. Vikenti mantuvo su mirada enfocada en el
francotirador. Él tenía que esperar hasta que el hombre ya no
tuviera el dedo en el gatillo. No podía haber error. Una vez que
el leopardo atacara, incluso en su agonía, el francotirador
accidentalmente podía apretar el gatillo y advertir a los otros
leopardos que estaban en cualquier lugar cerca.

Ambos leopardos se acercaron sigilosamente hasta que


estuvieron en rango de ataque. Ellos esperaron, agachados.
Listos para cargar. Sin apartar la mirada de sus víctimas. El
francotirador de repente levantó la cabeza para limpiarse la
frente con el brazo, su dedo alejándose del gatillo. Ambos
leopardos cargaron simultáneamente, estaban sobre los
hombres, dando el mordisco asesino antes de que ellos
supieran que incluso estaban allí. La mayor lucha fue forzar a
los leopardos a alejarse silenciosamente de sus víctimas. Eso
fue siempre el momento más difícil después de una muerte.

Sevastyan tenía la máxima fe tanto en Vikenti como en


Zinoviy. Él sabía que harían su trabajo. Solo tenía que hacer lo
suyo. Retener a Shturm no fue tarea fácil cuando olió a los
leopardos machos marcando el territorio, especialmente con su
hembra en su celo. Ella estaba en su primer ciclo de vida y
cualquiera de los leopardos podría aparearse con ella, forzando
su elección. Shturm era plenamente consciente de eso y no iba
a permitir que ningún otro hombre se acercara a ella. Él quería
desafiar a todos los machos. Los quería muertos.

Shturm recordó a Rolan y su crueldad. El leopardo de Rolan


había desgarrado a Shturm y a Sevastyan cuando eran muy
jóvenes, mucho antes de que Shturm, que era un gatito, hubiera
aprendido cómo defenderse o cómo proteger a Sevastyan.
Odiaba a Rolan y a su leopardo. Recordó a Conrad y la forma
en que Sevastyan lo había ayudado. Que Conrad estuviera
ayudando a Rolan a intentar matar a Sevastyan era una
traición, y Shturm creía que merecía la muerte. Shturm estaba
ansioso por ver que ambos murieran de una manera muy dura.

− Rolan. − Conrad usó una voz cautelosa. − Oliver tiene esto


bajo control. Para cuando regrese, usted podría haber
arreglado el transporte y ellos podrían irse para que no hubiera
ataduras contigo. Se les ha ordenado que parezca como si las
familias de Houston los atacaran y mataran. No puedes estar
en el país y ninguno de los hombres de Oliver.

− No conseguimos a Fyodor ni a Timur, − recordó Rolan, su voz


casi quejumbrosa.

− Eso no importa. No esperarán un ataque cuando lleguemos


después tras ellos. Comprarán el hecho de que las familias de
Houston querían a Mitya y Sevastyan muertos. Parecía haber
mala sangre entre ellos. Había implicaciones en las noticias al
respecto. − Conrad fue paciente. − Los conseguiremos.

− Bueno. Vamonos. − Rolan capituló de una vez, mirando a los


leopardos caidos en el frente de la casa. Oliver, lleva a tus
hombres de regreso al carguero tan pronto como hayas
terminado.

− Que traigan los cadáveres con ellos —ordenó Conrad,


demostrando quién estaba realmente a cargo. − Nadie puede
quedarse atrás o podrían ser rastreados hasta usted.

− Sé lo que estoy haciendo. − Oliver no estaba prestando mucha


atención. Su mirada estaba fija en la batalla. Solo habían pasado
unos minutos, pero las cosas no estaban sumando. Sus
hombres no habían venido desde los otros lados para verterse
en el frente como se les había instruido. Nadie había llamado
para decir que habían roto la espalda. Pudo ver cuerpos tirados
en el patio. Demasiados cuerpos y la mayoría se parecían a sus
hombres. Todavía no había visto el gran leopardo que se
suponía que iban a matar.
Conrad esperó a que Rolan se desnudara y enrollara su ropa,
la puso en su bolso alrededor de su cuello y cambio. El
leopardo de Rolan, Diktator, tenía una capa gruesa y oscura de
color gris Amur con rosetas más oscuras esparcidas en
patrones anchos por todas partes su cuerpo alargado. No era
bajo y compacto, más bien largo y ágil. Rolan le había dado a
su leopardo el nombre cuando era muy joven porque el gatito
había sido mucho más grande. Había medido casi el doble de
largo que Rolan cuando era un niño pequeño. Se refería a él
como hermano mayor. Él nunca había cometido el error de
llamar a su leopardo, su hermano mayor delante de Lazar,
porque Lazar habría tenido a su leopardo acosando e hiriendo
a Diktator.

El leopardo de Conrad era más joven, definitivamente en su


mejor momento, un macho grande con una capa interna larga,
grueso, de color marfil y gris y distintivos rosetones negros en
su columna vertebral y luego cayendo sobre su cuerpo, cola,
cara y orejas en un hermoso patrón. Era un hombre poderoso y
lo sabía. Él retrocedió para proteger el hombre mayor cuando
Diktator partió hacia el camino en el lado más alejado del
prado.

Una vez que Rolan tomó la decisión de irse, marcó un ritmo


rápido, moviéndose alrededor de las bombas y dirigiéndose
directamente hacia los camiones y los transportes que habían
llevado a los hombres a la propiedad. Vendrían por el camino
de atrás, sobre el camino de tierra que conducia a la propiedad
de Mitya, sin querer ser vistos. Los equipos se habían
dispersado a sus ubicaciones asignadas antes de acercarse a la
casa.

En el momento en que Rolan y Conrad se alejaron de la loma,


Sevastyan y Zakhar se colocarón detrás de ellos. Kyanite los vio
irse y luego instruyó a su leopardo, Bahadur, cuyo nombre
significaba guerrero, que caminara alrededor de la bomba y
subiera por la loma para acechar a Oliver. Su leopardo, aunque
grande y muy poderoso, también era extremadamente sigiloso,
capaz de ser tan silencioso como cualquiera de los otros
leopardos más pequeños con los que había entrenado o
trabajado.

Bahadur se arrastró boca abajo por la loma, con cuidado de no


molestar cualquier tierra suelta que pudiera rodar colina abajo
y ser escuchada por Oliver. Se mantuvo a favor del viento.
Oliver, un cambiaformas, usaría todos los sentidos. En este
punto, no había duda de que tenía que ser consciente de que la
batalla no había sido tan planificada. Kyanite podía escucharlo
claramente llamando suavemente a su radio, exigiendo que
cada una de sus unidades lo llamase con un informe. Su voz
era tensa, ya no confiada ni arrogante. Nadie le respondió.

Bahadur lo tenía a la vista ahora. Agachado a sólo diez metros


de distancia, en los pastos más altos, vio como Oliver tiraba la
radio y se desnudaba, volviéndose hacia el mismo camino por
el que se habían ido Rolan y Conrad. Mientras se movía,
Bahadur cargó y lo golpeó en el costado con tal fuerza que hizo
que él cayera retorciéndose, mitad humano, mitad leopardo,
desde la loma hasta el suelo. Bahadur salto tras él, aterrizando
sobre la criatura mientras trataba desesperadamente de
terminar de cambiar con huesos rotos.

El leopardo de Oliver golpeó la garganta de Bahadur, pero el


leopardo de Kyanite era demasiado experimentado y no había
ningún objetivo para que la criatura derribada pudiera
alcanzar. Abrió el vientre de la mitad humano, mitad leopardo
y luego entregó el mordisco mortal a la garganta expuesta
mientras la criatura trataba de rodar. Bahadur se quedó varios
momentos, asegurándose de que Oliver estaba muerto, y luego,
siguiendo la dirección de su compañero humano, se volvió
para seguir a Sevastyan y Zakhar. Los leopardos de Vikenti y
Zinoviy se le unieron.

Sevastyan y Zakhar se separaron. Conocían el terreno mucho


mejor que Conrad y Rolan, que lo habían estudiado solo desde
un mapa. Ellos dieron un rodeo y se adelantaron a sus
enemigos, colocándose entre ellos y la carretera donde estaban
sus transportes, donde los conductores podían ver o escuchar
si pedían ayuda.

Shturm apuntó al leopardo de Conrad. Para él, el animal era la


más grande amenaza. Rolan había pasado su mejor momento
y parecía enfermo. Si Istrebitel no lo consiguiera, luego él haría
un seguimiento. Ambos leopardos sabían que los demás
estarían viniendo a ayudar a matar a los conductores de los
transportes. Si nada más, podrían separar a Rolan de los demás
y derribarlo cuando quisieran. Conrad era el más importante.
Shturm vio pasar a Rolan, el leopardo corriendo hacia los
camiones, desperdiciando energía, sin siquiera considerar que
podría ser acechado. El leopardo de Conrad no se quedó atrás.
Shturm cargó contra él directamente, a toda velocidad, el odio
impulsándolo en cada paso del camino. Smerch, el leopardo de
Conrad, no tuvo más elección que enfrentar la carga de frente.
Se encabritó en el último minuto en una especie de
desesperación. Los leopardos se juntaron, cortando con garras
y dientes en caras, vientres y genitales.

La garra de Shturm arrancó un trozo de piel y carne del rostro


de Smerch, y casi le arranca el ojo derecho. El otro leopardo se
las arregló para girar la cabeza. a tiempo. Se estrellaron contra
el suelo juntos en una maraña de garras y dientes, Shturm,
aprovechando al máximo sus poderosas mandíbulas, apretó las
preciosas joyas del otro gato, rasgándolas mientras cavaba en
su vientre con garras mientras rodaban una y otra vez en la
hierba.

Desesperado, Smerch trató de escapar, para obtener alguna


ventaja, agarrándose al suelo para poder ponerse de pie, pero
Shturm seguía desgarrándolo, cortándolo implacablemente,
sin piedad, apretando su pata trasera y crujiendo, arrastrando
al leopardo hacia él cuando Smerch se habría alejado a gatas.

Conrad miró a través de los ojos de Smerch para ver a


Sevastyan mirándolo a través de los ojos de Shturm. Hizo un
último esfuerzo para salvar a su leopardo, un ataque furtivo,
llegando al gran bruto desde debajo de su vientre hasta la
garganta, pero Shturm contrarrestó el movimiento con
facilidad y le mordió con fuerza la garganta, sosteniéndolo,
asfixiándolo, esperando hasta que se le acabo la vida a su rival.

Fue mucho más difícil conseguir que Shturm retrocediera.


Siguió dejando el cadáver, pero luego regresando, golpeando
hojas y escombros y rugiendo un desafío a cualquier otro
macho que se atreviera a permanecer en el territorio cercano a
su hembra. Finalmente, Sevastyan pudo hacer que corriera en
la dirección en la que lo necesitaba ir.

El aire tranquilo de la noche llevó el sonido de sus gruñidos a


una gran distancia, al igual que el sonido de la batalla alrededor
de la casa de Mitya. Si los hombres que conducían los camiones
de transporte lo escuchaban, no debieron haber pensado
mucho en ello porque nadie acudió en ayuda de Conrad, ni
siquiera Rolan.

Diktator, el leopardo de Rolan, patinó hasta detenerse y giró


hacia el sonido de los terribles gruñidos de aserrado y rugidos
desafiantes, tan distintivo de leopardos peleando. Hizo una
pausa por un momento y luego se volvió y corrió hacia la
seguridad de los camiones. Corría fuerte, sus piernas
temblaban, no solía correr mucho, cuando algo lo golpeó desde
un costado. Un brillante dolor caliente se extendió por su
cuerpo y supo que su pulmón estalló.

Sus piernas salieron de debajo de él y cayó, rodando una y otra


vez, tosiendo mientras la sangre llenaba su garganta y fosas
nasales. Trató de pararse, pero luego cayó, con los costados
agitados. Observó cómo se acercaba el leopardo, ni siquiera se
le acercaba rápidamente, como si ni siquiera contara. Como si
no fuera un vor, un líder de la bratya, su guarida una de las más
temidas.

Diktator le gruñó, mostró sus dientes amarillos y manchados,


pero no se movió, los costados se agitaron mientras trataba de
reunir sus fuerzas. El leopardo solo lo miró con ojos malévolos.
El leopardo tenía un extraño y distintivo abrigo. Blanco puro
debajo con un abrigo oscuro con cicatrices en la parte
superior. ¿Dónde lo había visto antes? Debería conocerlo. Lo
había visto, hace mucho tiempo en Rusia, pero la memoria de
Rolan se estaba yendo.

Sin previo aviso, el leopardo atacó, se movió tan rápido que era
un borrón, solo una racha de manchas, y hubo un crujido
terrible y más dolor intermitente mientras el leopardo le
mordió el hueso de la pata trasera derecha. Diktator aulló. El
leopardo se retiró, una vez más dando vueltas, permaneciendo
fuera de su alcance, como si el leopardo de Rolan no fuera nada
en absoluto y Rolan no fuera más que la más baja criatura que
habitaba la tierra. Rolan quiso gritarle que era lo contrario, pero
no se atrevió.

Minutos más tarde, tres leopardos más se unieron a Diktator.


Uno era un poderoso leopardo persa, los otros dos eran
leopardos de Amur. Caminaron de un lado al otro, rodeando a
Diktator. Otros dos minutos, y no había duda de que Shturm,
el leopardo de Sevastyan. El corazón de Rolan se hundió.
Debería haber sabido la razón por la que el leopardo no había
entrado a matar.
Conrad había intentado advertirle una docena de veces que no
debía acudir a los Estados Unidos. Le había dicho que lo dejara
en paz, que Mitya y Sevastyan se habían ido y no volverían.
Incluso después de que Lazar fuera asesinado por Mitya y
Sevastyan, la traición había devorado a Rolan hasta que no
pudo pensar en cualquier otra cosa. Quería a los hijos de Lazar
muertos. Los necesitaba muertos.

Shturm trotó hacia los otros leopardos y todos miraron en


dirección de los camiones. Estaba claro que Oliver estaba
muerto. Lo más probable es que todos estuvieran muertos.
Había fallado por todos lados. Rolan estaba cansado. Diktator
estaba cansado. Él dejo que Sevastyan se acercase a él. Había
formas. Siempre había formas. Él podría actuar conciliatorio.
Fingir que quería hablar. Se movió, solo parcialmente, su
cabeza, atrayendo a Sevastyan. Haciéndolo vulnerable. Eso era
todo lo que Diktator necesitaría.

Shturm se acercó. El corazón de Rolan se aceleró. El podría ver


los ojos de Sevastyan mirándolo. Iba a cambiar. Le dijo a
Diktator que estuviera listo, que fuera por la garganta de
Sevastyan, su lugar más vulnerable, mientras se movía
parcialmente para que pudieran hablar.

− Lazar nos hizo un flaco favor a todos, enseñándonos tanto


odio, − comenzó mirándolo. Sintiéndose triunfante. Jubiloso.

Shturm se inclinó antes de que Rolan pudiera moverse hacia


atrás, puso sus mandíbulas alrededor de la cabeza del hombre
y mordió con fuerza, aplastando el cráneo como si no fuera más
que una cáscara de huevo. Se apartó y miró al leopardo con
desprecio antes de darle un segundo mordisco a la garganta. Se
volvió y siguió a los otros leopardos a los transportes y los
conductores.

Sevastyan iba a ayudar a despacharlos y luego dejaría la


limpieza a su fuerza de seguridad para poder llegar a Flambé
y asegurarse de que ella y Flamme estaban bien. No tenía idea
de lo que estaba pasando con ella, ya que ella no le respondía y
no podía enviar a Kirill y Matvei al dormitorio principal para
que vieran cómo estaba. Pero el sentido de urgencia lo estaba
montando duro.
16
DESDE muy lejos, Flambé escuchó voces hablando en voz
baja. Fuertes brazos la levantaron, la giraron. Ella gritó cuando
el dolor la atravesó. La voz de Sevastyan la tranquilizó cuando
nada más podía. Su tono era como un paño de terciopelo
acariciando un líquido frío sobre las llamas ardientes que
consumían su piel.

− Está bien, bebé. El doctor está aquí. − Las palabras


penetraron, pero ellas no tenían sentido para ella. La meció.
Algo afilado le atravesó el brazo. Quería decirles que no podía
sangrar más o moriría. Que el sangrado continuaría para
siempre, pero tal vez esa era la mejor manera de hacerlo. Ella
simplemente se escabulliría silenciosamente.

− No, no vas a escapar de mí, no muriendo, malen'koye plamya.


Veamos qué puede hacer el médico para mejorarlo. Al menos
para hacerte sentir más cómoda. − Labios fríos rozaron sus
párpados.

¿Cómo podría estar cómoda cuando su leopardo nunca podría


emerger? Fue una agonía sentir el hambre sexual, el terrible
deseo y el ardor a través de las terminaciones nerviosas que
estaban demasiado crudas y sensibles, tanto que ella no pudo
soportar el cambio. ¿Qué cambiaformas le fallaba así a su
leopardo?
− Ella saldrá, Flambé, − respondió esa voz firme. Tan seguro.
Fuerte. No había dudas. Entonces Sevastyan. Ella siempre
podía contar con él, le gustara o no. Ahora mismo, no tenía otra
opción. Ella era un desastre. Ella estaba débil. Ciega. Su cuerpo
temblaba incontrolablemente.

− Encontraremos una manera de evitar que sufras tanto. − Su


mano se movió en su cabello, acariciando la masa húmeda de
su frente.

− Métela en la ducha. Quítale la sangre y luego métela en la


bañera. − Esa fue otra voz masculina. Muy autoritaria. − Casi se
arranca la piel tratando de sacar su leopardo.

¿Dos hombres en la habitación? Eso la aterrorizó. Ella trató de


luchar. Sevastyan era demasiado fuerte y no estaba en forma
para hacer nada más que gemir cuando su piel en carne viva
empujó demasiado fuerte contra la de él.

− El doctor está aquí, Flambé. Estás segura. No voy a dejar que


nada te suceda.

Ella sacudió su cabeza. No podía meterse en la ducha, incluso


si el otro hombre era médico. ¿No entendía lo que eso le haría
a ella? En el momento en que el agua golpeara su piel, esas
gotas en sus terminaciones nerviosas ya en carne viva serían
una agonía. Ella no podría soportarlo. Ella se volvería loca
completamente.
− Tenemos que sacarte sangre, bebé. En el momento en que lo
haga, te pondremos en la bañera. Hay un compuesto en el agua
que ayudará a aliviar las sensaciones que estás sintiendo. Te
dio una inyección que también te ayudará. Sé que esto será
malo, pero solo por un momento, y usaré la configuración de
lluvia suave. Aférrate a mí. Respira conmigo. Te ayudaré a
superarlo.

Ella negó con la cabeza salvajemente. − No gentil. − Ella apenas


podía pronunciar las palabras. Cualquier sensación de luz era
mucho peor. Le causó un terrible ardor y pinchazos dolorosos
a través de su cuerpo.

− Entiendo. Agarre firme, lluvia fuerte. Por eso te gusta la


cuerda.

Sevastyan no le estaba dando opción. Ella iba a tener que


sumergirse en el agua. Enterró su rostro contra su pecho
mientras él la cargaba, y sus brazos estaban apretados. Aunque
la idea de una ducha era aterradora, y habia tomado la decisión
de que Sevastyan era malvado y cruel como todos los hombres,
tomó consuelo en su presencia. Era fuerte, sólido y
completamente seguro. Ella podía confiar en él.

Flambé apenas podía hacer que su mente funcionara, pero


estaba sorprendida de que Sevastyan hubiera traído a un
médico a la casa. Ella nunca se había imaginado que a él le
importara tanto. Podía oírlos todavía hablando entre ellos
mientras Sevastyan probó el agua para asegurarse de que
tuviera la temperatura adecuada.
− Ella tiene una condición genética muy rara. No hay mucha
investigación asociada con esto porque muy pocos la tienen, y
los dólares de investigación, como sabes, Sevastyan, son un
juego de números. Imagino que hay otros de su especie que
tienen la misma condición.

− ¿Está asociado con ser hemofílico? − Preguntó Sevastyan.


Puso sus labios contra su oreja. − Respira, bebé. Estoy aquí
contigo. Cuenta en tu cabeza. Esto solo tomará dos minutos.
Voy a bajar tus pies al piso, pero no dejaré que te caigas.

Intentó no ponerse tensa. Quería escuchar la conversación.


Ellos estaban hablando de ella. No solo de ella. De otros
leopardos fresa. Sevastyan mantuvo un brazo alrededor de ella
mientras dejaba que sus pies cayeran al suelo. Ella estaba
mareada, balanceándose. Su estómago protestó. Se estremeció
con la necesidad de vomitar. Ella intento concentrarse en la
conversación.

− No, aunque, en este caso, ambos son genéticos.

En el momento en que el agua golpeó su piel, se olvidó de


escuchar y se escuchó gritar. Mil cuchillos apuñalaron
profundamente su cuerpo, causando una agonía indescriptible,
pero junto con eso, llamas al rojo vivo ardían a lo largo de cada
terminación nerviosa, enviando mensajes contradictorios a
través de ella. Su aliento se quedó sin aliento cuando Sevastyan
usó un rociador de mano para eliminar la sangre que se había
filtrado por sus poros y cubría su cuerpo. Las lágrimas que
había hecho en su piel donde se había arrancado las tiras con
las uñas cuando el dolor era demasiado severo y su leopardo
había estado tan desesperada estaban en llamas de nuevo.

− Detente, detente, tienes que detenerte. − Ella no estaba por


encima de mendigar. Lágrimas quemaban sus ojos y no le
importaba que él viera.

− Casi ha terminado, cariño, lo siento. Sé que duele. − No


importaba que él sonara suave y reconfortante, o que quería
abrazarla y mecerla.

Ella no sabía qué sentir. Como sentir. Su cuerpo estaba loco. −


No puedo tomar esto. Realmente no puedo. Ya no puedo hacer
esto, Sevastyan. − Ella no pudo. No entendía lo que era estar
atrapado en un ciclo tan feo.

Cerró el agua y la levantó de nuevo, sus brazos fuertes y


apretados. No había logrado abrir los ojos y no quería. Ella
estaba demasiado humillada, temerosa de ser todo lo que
Mitya había insinuado. Ella estaba en agonía y, sin embargo, su
cuerpo estaba desesperado por tener sexo. Ardiendo. Ella no
podía dejar de sollozar y no le importaba que hubiera testigos.

− Las estadísticas muestran que la mayoría se pierde por


suicidio, − dijo la otra voz. – Ninguna puede permanecer en ese
estado durante tanto tiempo y sobrevivir. Es mucho peor para
un cambiaformas, particularmente una mujer en celo.
− Bueno, eso no le está pasando a ella, − declaró Sevastyan,
como si al hacerlo un decreto, ella obedecería. Sonaba feroz.

Él se hundió en el agua de la bañera, Flambé acunada en sus


brazos como si ella significara algo para él. Se sentía como si lo
hiciera cuando estaba tan cerca de él. Era tan extraño cómo
podía hacerla sentir de esa manera, especialmente después de
estar en las cuerdas. Fue entonces cuando la abrazó con más
fuerza, de la forma en que lo hacían las cuerdas, pegada a él, la
presión firme, nada ligera, agravando la sensación en sus
nervios. Se preparó cuando el agua se cerró sobre su cuerpo,
casi en su cuello. En lugar de lastimarla, parecía haber una
cualidad relajante en eso.

Inclinó la cara hacia arriba e hizo todo lo posible por abrir los
ojos, aunque dolía incluso hacer ese pequeño movimiento.

− No lo hagas, Flambé. Necesitas descansar. No hay forma de


detener a Flamme. No puedes atraparla en tu cuerpo. Ella
necesita emerger.

En el momento en que Sevastyan le dijo la verdad que había


sabido todo el tiempo, entró en pánico. Ella había hecho todo
lo posible para ayudar a Flamme, pero al final, el dolor era
demasiado grande y su leopardo había retrocedido para
salvarla.

− Nos matará a los dos. Sería mejor sacrificarnos como hacen


con los animales. − Se lo dijo al doctor. − Lo intenté. No pude
soportar el dolor. Fue realmente difícil, pero no pude hacerlo,
ni siquiera por ella.

Sus uñas se clavaron en el brazo de Sevastyan. Ella no quería


empezar a llorar de nuevo. Parecía como si hubiera estado
llorando durante horas. Le dolía la cabeza, pero eso era porque
su cráneo se sentía demasiado grande, empujando y
espoleando, al igual que su mandíbula. Todo dolía. Cada
articulación. Cada músculo. ¿Cómo hacían las mujeres esto?
¿Cómo lo hacía un cambiaformas?

− Nadie te va a sacrificar, Flambé, − dijo Sevastyan. Su voz


tranquilizadora se había ido y su tono firme y autoritario estaba
muy en evidencia. − Solo relájate y descansa. Estoy aquí, el
doctor nos va a dar a los dos instrucciones y nos ayudara a
superar esto. Él necesita que respondas algunas preguntas. Son
muy importantes y puede que no tengamos mucho tiempo.
Intenta concentrarte, cariño. − Una mano comenzó a masajear
su cuero cabelludo.

− ¿Probaste inyecciones para ayudarte con la coagulación?

Flambé volvió la cabeza hacia la voz. Ella logró abrir sus ojos lo
suficiente para ver a un hombre sentado al otro lado de la
habitación mirando la pantalla de una computadora, no a
ella. Las luces estaban apagadas en la habitación, lo que ayudó
inmensamente. − No, mi padre dijo que no funcionarían. Mi
madre había intentado algo así y no funcionaron para ella.
El médico frunció el ceño y miró hacia arriba, negó con la
cabeza y luego escribió más. − Eso fue hace más de veinte
años. Creo que tu padre estaba equivocado. Yo creo que tú y
cualquier otro leopardo fresa con este problema deben probar
y ponerse las inyecciones si son apropiadas lo antes posible. Le
he dado unas pastillas para ayudar con la coagulación ahora, y
una inyección. ¿Qué estás tomando?

− Hierro.

− ¿Has oído hablar de la terapia genética?

− No.

− Simple, introducimos un virus en su sistema, no el tipo de


virus que te enferma, sino uno que introduce una copia del gen
que codifica el factor de coagulación que le falta. La esperanza
sería que, si funciona para usted, su cuerpo comenzaría a
producir su propio factor de coagulación normalmente. Me
gustaría que me proporcionara una lista de sus clientes
hemofílicos para que puedan recibir tratamiento lo antes
posible.

− Eso puede esperar hasta que pasemos a través de su calor,


Doc. La persona más importante para mí es ella. No me gusta
que sea tan jodidamente miserable y este con dolor.

Flambé estaba un poco sorprendida por la intensidad en la voz


de Sevastyan. Ella levantó la mirada rápidamente para ver la
línea fuerte de su mandíbula. Eso fue lo mejor que pudo
hacer. Incluso sus pestañas parecían doler, aunque el agua
definitivamente calmaba su piel. El calor ayudó a sus músculos
adoloridos. Lo que sea que haya en el agua trajo algo de paz a
su ardiente sexo. Quería quedarse allí para siempre, encerrada
en la seguridad de los brazos de Sevastyan rodeados por esa
agua caliente y relajante.

− La haremos pasar por el calor.

− Y no la quiero embarazada. Ella no morirá de parto. Hasta


que controles esta cosa sangrante de forma permanente, y
puedas decirme que está segura, ella no va a tener un bebé.
Demonios, la estoy envolviendo en plástico de burbujas.

− Su leopardo está en celo. Sus ciclos están sincronizados,


Sevastyan, − el doctor dijo, su tono suave mientras miraba
fijamente al monitor. − Es por eso que su leopardo está
emergiendo. El control de la natalidad no funciona en
leopardos hembras. Ella puede o no quedar embarazada. Ya te
lo dije. No hay nada que puedas hacer al respecto.

− Prefiero renunciar a ella antes que dejar que le pase algo.

Flambé sintió la barbilla de Sevastyan caer hasta la parte


superior de su cabeza, acariciándola allí hasta que mechones de
su cabello se enredaron en la sombra a lo largo de su
mandíbula. Ella cerró los ojos contra su reacción a la idea de
que Sevastyan voluntariamente renunciara a ella. Era ridículo
y muy tonto de su parte vacilar de un lado a otro, pero ella
quería que él la quisiera de la manera que ella lo deseaba.
− Antes de que preguntes, los condones no funcionan con tu
tipo de sexo, − el doctor dijo. − Los romperías la mayor parte
del tiempo. Tendremos que trabajar rápido para hacer que su
sangre se coagule.

− No tendremos sexo, − Sevastyan. − Puedo vivir sin él hasta


que digas que es seguro para ella. No la estoy perdiendo. No
tengo nada sin ella, doc. Nada que signifique una maldita cosa,
así que averigua esto.

− Está en celo, Sevastyan, vas a tener que tener sexo. − El doctor


ni siquiera miró hacia arriba. − Flambé, las sensaciones de ardor
habían ido aumentando antes de notar que su leopardo
comienza a mostrarse o estaban permaneciendo igual?

Tuvo que volver a pensar en las preguntas que el doctor estaba


haciendo y fuera de las declaraciones de Sevastyan. Ella quería
sostenerlas para ella, escuchar una y otra vez su tono, su voz,
estudiar las palabras, la forma en que decía cada una de ellas.
Se obligó a pensar en las preguntas del médico. − Fue más o
menos lo mismo.

− ¿Las sensaciones no estaban solo en su región vaginal, sino en


todo su cuerpo?

− Por todas partes. − Se acurrucó más en los brazos de


Sevastyan.
− Interesante. Esta es una forma mucho más rara de trastorno
persistente de la excitación genital. Solo he visto esto antes en
algunos otros cambiaformas. Como dije, es genético. Los
nervios de su cuerpo forman vías y envían señales a su
cerebro. ¿Se siente mejor una presión más fuerte que suave?

− Si. Si alguien me toca cuando estoy así, arde tanto que no


puedo soportarlo. Cuanto más fuerte o más dura sea la presión,
mejor será la sensación.

A pesar de estar en el agua reconfortante, una ola de picazón


atravesó su piel. El aliento se le quedó atascado en la garganta.
Ella reconoció inmediatamente lo que iba a suceder. A lo largo
de la noche, el patrón se había repetido hasta que se arañó la
piel para tratar de quitarla en un esfuerzo por permitir la
libertad de su leopardo.

− Sevastyan. − Hubo desesperación. Temor. Sin ocultárselo.

− Su leopardo está subiendo, Doc, − dijo Sevastyan, poniéndose


de pie, Flambé acunada contra su pecho como si no pesara
nada. El agua se derramó de ambos.

El médico cerró su computadora portátil y señaló un gran


frasco de loción. − Frótalo por toda ella. Frótalo en tu pene. Eso
la ayudará con las sensaciones de ardor. Puedes ayudarla a
superar esto, solo recuerda todo lo que te lo dije. En el
momento en que la traigas de vuelta aquí, repite los mismos
pasos que te he explicado. Las pastillas, la ducha, el baño, la
loción. Cada vez. – El levantó la mano mientras salía de la
habitación. − Querré verla en el minuto en que pase por este
ciclo de calor para que podamos comenzar a trabajar en el
problema de coagulación.

− Gracias, Doc, − dijo Sevastyan mientras el médico los dejaba


solos.

Flambé tuvo que agarrarse al poste de su cama para no caer


cuando la puso de pie. La secó con una toalla antes de
comenzar a frota la loción en su piel. Usó golpes firmes y
fuertes, masajeándola. Ella esperaba que la sensación de sus
dedos sobre ella junto con la loción misma le quemara, pero en
realidad se sentía muy bien contra el creciente calor en su
cuerpo. Muy adentro de ella, se estaba formando un volcán.
Magma caliente se acumuló de nuevo, brotando y
extendiéndose, para quemar por sus venas en un lento y
abrasador pozo de fuego.

− Sevastyan. − Su nombre salió con un gemido


entrecortado. Una súplica por comprensión. − No puedo
volver a pasar por eso. Lo intenté. Hice todo lo que podía. Ni
siquiera podía bajar las escaleras.

− Sé que lo hiciste, bebé. Subí las escaleras y vi las manchas de


sangre, fue la primera cosa que vi cuando entré por la puerta.
Mi corazón casi se detuvo. Ahí había sangre por todas partes.
Por un minuto, pensé que estabas muerta.

Su voz se había vuelto estrictamente neutral. Ella no pudo


evitar mirar su cara. No le hizo ningún bien. Llevaba su
máscara ilegible. De alguna manera eso fue un consuelo.
Sevastyan usaba esa máscara cuando se convertía en ese
hombre, el que había visto por primera vez en el club, el que
insistía en que todo pasase a su manera pasara lo que pasara.
Ella necesitaría a ese hombre si realmente iba a ayudar a
Flamme a emerger porque no creía tener el coraje para
enfrentar ese tipo de agonía otra vez.

− Según Ania, la aparición es incómoda la primera vez, tanto


para ti como para tu leopardo. Estás en un estado muy sexual.
No es solo parte de tu condición, realmente es parte del
levantamiento. Estoy aquí contigo. Puedo ayudarte con eso y el
Doc dice que esta loción te ayudará finalmente para que no
queme tanto.

− ¿Qué pasa si no puedo hacerlo? − Había aprensión en su voz.

Sevastyan ignoró su pregunta. − He enviado a todos a


casa. Somos los únicos aquí. Vamos a bajar las escaleras y dejar
que Flamme salga a la superficie. Una vez que este fuera, puede
correr libre con Shturm para que puedan tener su tiempo
juntos. Cuando regresen, seguiremos los pasos que el doctor
nos dio para que cuando llegue la próxima ola, estaremos
listos. − Hablaba con total naturalidad. Totalmente confiado,
como si no hubiera duda de que ella podría cambiar.

− Sevastyan. − Ella repitió su nombre. Necesitando que viera lo


asustada que ella estaba.
Sus manos eran suaves en su cintura y la giró para mirarlo. −
Mirame, Flambé.

Usó esa voz, la que no toleraba discusión. Ella no estaba en su


cuerdas, pero bien podría haberlo estado. Levantó las pestañas
y miró a sus ojos brillantes, turquesa sobre azul hielo. Una vez
que ella lo miró a los ojos, no pudo apartar la mirada. Ella
quedo atrapada allí con tanta certeza como si él la hubiera
atado.

− Harás esto porque no tienes otra opción. Flamme morirá si no


la dejas emerger. Si ella muere, tú mueres, y no estoy dispuesto
a que eso suceda. Te ayudaré a superar esto. ¿Me entiendes?

Apretó los labios y asintió.

Él se inclinó y le rozó la boca con un beso. Un toque, no más


ligero que una pluma, pero fue suficiente para recordarle todas
las veces que él la había tocado antes de atarla, dándole valor.
Diciéndole que él estaba ahí para ella. Que ella estaba a salvo
con él.

− Preparate. Sabes qué hacer. Necesitas estar preparada para


una larga sesión, pero solo tienes unos minutos. ¿Puedes
caminar o debo cargarte?

Se las arregló para apartar la mirada de él para mirar hacia el


baño. Ella dudaba de que pudiera arreglárselas y él le había
inculcado que siempre debía ser honesta con él antes de atarla.
Ella se había deslizado a ese espacio en su cabeza. − No creo
que pueda caminar tan lejos, Sevastyan.

El la levantó de inmediato y la llevó directamente al baño,


poniéndola junto al inodoro de porcelana perfecto. En
cualquier otro momento ella podría haberse sentido
avergonzada, pero no tenía ese lujo. El calor de adentro estaba
brotando, el volcán arrojando esa terrible lava caliente en su
interior, propagándose rápidamente por su vientre y venas, un
incendio forestal fuera de control.

Respirando, hizo exactamente lo que siempre había hecho


cuando Flambé sabía que la iba a atar. Ella se concentró en
cómo podría atarla. Preparando su mente, despojándose de sí
misma, entregándose a él, dejando ir todos los miedos,
dándoselos. Él le entregó la botella y ella lo tomó, bebiendo el
agua fría, sintiendo cómo fluía por su garganta. Sus manos eran
grandes. Seguras. Cuando la cuerda se movió a través de sus
manos, era siempre una extensión de él. Siempre la envolvía en
él, apretada. Segura. Ella le devolvió la botella de agua y se
volvió hacia el espejo, decidida a hacer algo con su cabello,
asegurarse de que se quedase levantado para que ni un solo
hilo tocara su piel cuando las sensaciones empeoraran.

Un estallido de llamas entre sus piernas casi la destrozó, y trató


de no gritar, no hacer un sonido, pero de repente su hambre
por él fue voraz. Sentía los pechos demasiado pesados y
doloridos. Pezones en llamas. Sus manos involuntariamente se
deslizaron por su cuerpo, mientras las llamas lamían su piel en
todas partes.
Sevastyan tomó sus manos y las llevó a su abdomen,
acariciando sus palmas sobre los músculos pesados allí, más
abajo. Él curvó sus dedos alrededor de la circunferencia de su
polla. El aliento se le escapó de los pulmones. Su polla era
gruesa y larga y ya podía saborearlo en su boca. En el momento
en que su eje estaba en su palma y su puño se había cerrado
alrededor de él, se sintio caliente y pesado y tan suyo. La
necesidad y el hambre aumentaron muy fuerte y rápidamente,
una urgente demanda que la hizo aguar la boca, la mirada
cayendo a esa hermosa corona que ya estaba escurriendo
delicioso gotas nacaradas que necesitaba desesperadamente.

− Vamos abajo, Flambé. − La voz de Sevastyan era baja.


Terciopelo suave, barriendo su cuerpo, avivando las llamas. −
Voy a llevarte y mientras lo hago tú piensas en mi polla y nada
más. No en tu cuerpo y lo que le está sucediendo. Eso es para
que yo piense. Yo cuido de tu cuerpo. Cuida del mío.

La levantó en sus brazos, una vez más acunándola contra su


pecho. Ella quería llorar cuando se vio obligada a soltar su
polla. Ella envolvió sus brazos alrededor de su cuello y enterró
su rostro contra su hombro mientras la cargaba escaleras abajo,
atravesó la casa y salió directamente.

Ella no había pensado que él se refería a que en realidad


estarían saliendo, donde el aire fresco de la noche golpearía su
cuerpo, avivando aún más las llamas. Respiró hondo, tratando
de concentrarse en Sevastyan. − Necesito tu voz. Háblame. − Su
voz la tranquilizaba. − Tócame como lo haces cuando estoy en
las cuerdas.

La dejó en el porche delantero cubierto, pero cerca de la


esquina donde dos columnas de soporte se juntaron en una V,
formando una pequeña alcoba. Había una a cada lado del
porche. La dejó en el suelo, de cara a la barandilla para poder
agarrarse a las vigas si se sentía débil. Se paró directamente en
frente de ella.

− Abre las piernas, bebé.

Su corazón se aceleró. Su cuerpo estaba tan caliente que pensó


que podría sufrir una combustión espontánea, pero se dio
cuenta de que la loción, o tal vez el baño, había ayudado. Ella
no estaba tratando de arrancarse la piel, a pesar de que el
hambre terrible estaba creciendo y su piel se sentía como si un
toque pudiera hacer que se volviera loca si no podía tener
relaciones sexuales de inmediato. Sus caderas no paraban de
moverse, no importaba cuánto trató de mantenerlas quietas. En
el momento en que ella abrió las piernas, el aire fresco golpeó
su clítoris y su sexo le gritó.

Él se sentó en la barandilla, rodeando casualmente su polla con


el puño. – Yo voy a tocarte, acostumbrar tu cuerpo a sentir mis
manos sobre ti. No hay forma de follarte, Flambé, de la forma
en que necesitas que te follen sin que mis manos y mi boca estén
sobre ti. − Su voz era la que usaba cuando esperaba obediencia.
Su voz dominante. A la que ella siempre respondía y ahora,
más que nunca, lo necesitaba desesperadamente.
− No pensarás en nada más que en complacerme. En tener
cuidado de mí. No de ti. No se trata de ti. Soy lo más
importante en tu mundo. Quieres que sienta el mayor placer
que jamás me has dado. Eso es todo lo que va a estar en tu
cabeza. Cualquier otra cosa que entra, es como si me empujaras
fuera. ¿Me entiendes?

Su mirada estaba clavada en su puño, ese deslizamiento casual


mientras bombeaba hacia abajo, y esas pequeñas gotas blancas
que le hacían la boca agua. Su cuerpo entero temblaba de
necesidad. La idea de sus manos tocando su piel era aterradora
para ella, pero al mismo tiempo, necesitaba su polla. En su
boca. Dentro de ella. En todas partes. Ella iba a morir si el fuego
adentro quemaba más caliente, y acababa de empezar.

Sevastyan extendió la mano de manera abrupta, la agarró del


cabello y tiró de ella cerca, casi haciéndola perder el equilibrio.
Fue el mismo firme, y decisivo movimiento que usaba al atarle
las manos. Llamó su atención al instante. Él no soltó su cabello,
sino que le echó la cabeza más hacia atrás.

− Te hice una pregunta.

Se llevó la lengua a los labios. − Si. Entiendo. Lo intentaré.

− No espero que lo intentes, Flambé. Espero que lo hagas. − No


hubo ceder en él. − Vamos a tener éxito.
Ella asintió y lo miró a los ojos. Podía hipnotizarla con sus
ojos. No tenía idea del control que tenía sobre ella con sus ojos
y su voz. O tal vez lo hizo. Su toque. La forma segura en que la
cuerda se deslizaba por sus manos. Cuando vio eso, supo que
asociaba la cuerda con él. Que la envolvió consigo mismo
cuando la envolvía con esa cuerda. Ella lo quería a él, quería la
misma sensación de seguridad que tenía contra las cuerdas
cuando ella estaba fuera de los nudos cuando estaba con él. Ella
lo necesitaba ahora más que nunca.

Ella se inclinó hacia él y dejó que sus manos les dieran forma a
los muslos, sintiera sus músculos. Se sentó con los muslos
separados. Siempre era tan casual con la desnudez. La gran
mayoría de cambiadores lo eran. Él era particularmente
hermoso para ella y necesitaba aclarar su mente, ponerlo
primero para que ella no saltara hacia atrás cuando
accidentalmente rozara su pezón contra su pierna mientras se
inclinaba para acercarse.

Él cubrió su pecho con la palma de la mano y ella tuvo que


sofocar un grito mientras las llamas se dispararon directamente
a su sexo. En lo profundo de ese volcán se calentó más,
enviando gruesos ríos de lava fundida corriendo por sus venas
a cada parte de su cuerpo, encendiendo todas sus
terminaciones nerviosas. Dejó su mano sobre su pecho
mientras que la otra se quedó en su cabello. Ambas manos se
sentían agresivas, ásperas, el toque posesivo, nada ligero o
indeciso. Su cuerpo reaccionó con un calor abrasador, pero
menos dolor.
− Quiero tu boca sobre mí, Flambé.

Ella lamió la parte interna del muslo y luego una y otra vez sus
bolas aterciopeladas. antes de obedecer, mojándolo, pasando la
lengua arriba y abajo del eje grueso. Bromeando bajo su corona,
corriendo a lo largo de la vena gruesa y la espalda hasta la
base. Ella lamió las gotas que instantáneamente supieron a
afrodisíaco, chupándolas y tragándolas, ansiosa por más, antes
de engullir lentamente esa cabeza ancha.

Sevastyan tomó una respiración profunda y controlada y retiró


su mano muy cuidadosamente entre su pierna y su pecho,
murmurándole dulcemente como él lo hacía. Mantuvo su voz
firme, disciplinada, la voz que usaba cuando la ataba, sabiendo
que ella respondía mejor a eso. Solo ese movimiento envió
rayas de fuego saliendo de su pezón a su clítoris. Sintió su
cuerpo estremecerse y su boca se apretó alrededor de su polla
mientras hacía todo lo posible por ignorar las sensaciones
construyéndose.

Rápidamente, él arrancó la goma con la que ella se había


recogido al cabello y recogió la masa más apretada, girándola
rápidamente, trenzándola parcialmente para que permaneciera
más alto y fuera de su piel, incluso si se volvieran salvajes, lo
cual no había ninguna duda de que pasaría. Una vez que lo
tuvo levantado, volvió a poner la goma, asegurándose de que
la masa estuviera aún más apretada de lo que ella la tenía para
asegurarse de que no se cayera. No era una tarea fácil cuando
su boca lo rodeaba con tal calor.
Acarició sus hombros, con toques más bruscos. Había notado
antes el tipo de caricias en su piel que aumentaban su placer o
podían confundir su cuerpo, acercándola demasiado al dolor
para hacer que el toque fuera realmente agradable. Podría ser
un dominante, y prefería la esclavitud erótica y el juego
intenso, pero no si le dolía. En el momento en que ella dijera
que le dolía, él se detendría y nunca volverían a repetir el acto.
Ella lo necesitaba firme, no ligero y le masajeo los brazos, los
hombros, y el cuello, hundiendo los dedos en sus músculos
como si él fuera su dueño.

Acarició los lados de sus senos con golpes firmes de sus


nudillos y luego su puño. Casi se lo traga entero. Su mirada
saltó a la de él para tranquilidad. Dejó que sus ojos hablaran,
sabiendo que mostraba su oscura lujuria por ella. Sintió que su
boca se calentaba más, casi quemándolo. Sus caderas se
mecían. Debajo de su piel, algo se movió agresivamente y se
formó un líquido en sus ojos.

− Te tengo, bebé, − le aseguró. − Esta allí. Ella está cerca.

Continuó moviendo sus manos sobre su cuerpo, un asalto


lento, tocándola en todos los lugares que él sabía que ella
amaba más, cada toque un golpe fuerte de propiedad,
concentrándose en ella, no en las sensaciones que estaba
creando en él, para él, casi volviéndolo loco. Él trazó sus
costillas y luego trazo debajo de sus pechos antes de obligarse
a quitarle la polla de la boca, aunque era una de las cosas más
difíciles que jamás había hecho. El sentía que podría romperse,
estaba muy duro. Cogió la botella de loción, que había tenido
la presencia de ánimo de traer y la vertió en su palma para
hacer espuma sobre su pene dolorido.

− Sevastyan. − El cuerpo de Flambé tembló y ella se acercó a él,


la expresión de terror y lujuria en su rostro rompiendo su
corazón.

Deslizándose de la barandilla, se agachó, con las manos en sus


muslos, dedos cavando profundamente, amándola de la única
manera que podía decirle. Teniendo cuidado de ella.
Mostrándole que no estaba sola y todo lo que necesitaba, no
importaba qué era, podía encontrar la manera de serlo para
ella. Acarició su lengua hacia arriba por su muslo. Se sintió tan
delicada. Todo su cuerpo se estremeció. Sus manos sujetaron
sus hombros. Tuvo cuidado de ir lento cuando ella intentó
forzarlo a ir más rápido.

Sabía que se sentía desesperada, pero lo rápido no era bueno


para ella, todavía no. Ella necesitaba un asalto lento para que
su cuerpo pudiera aceptar el de él. Tuvo que usar el sumo
cuidado en cada toque cuando su cuerpo era tan sensible. La
loción y el bálsamo que les había dado el médico sólo llegaría
hasta cierto punto para calmar sus nervios. Las inyecciones que
le dio para la coagulación y, con suerte, nuevamente, para
ayudar sus nervios hipersensibles, no duraría para siempre. Él
era el que tenía que conocer su cuerpo y cómo tocarla para
aliviar la quemadura. Él era un experto cuando se trataba de
leerla y ella le importaba mucho. Él se lo tomaría con calma y
mantendría su toque lo más firme posible para preparar su
cuerpo para el suyo.
Ella no tenía por qué amarlo a él. Probablemente no sabría qué
hacer con él sí ella lo hiciera. Nadie lo había hecho nunca. Tenía
la sensación de que ella nunca se había sentido amada. Eso iba
a cambiar. Sabía que la amaba. Él no sabía cuándo o cómo
comenzó, simplemente se le acercó, pero no iba a dejarla sentir
sola. Ella siempre sabría que podía contar con él.

Atar era un arte personal. Tenía que conocer cada signo sutil
que le daba su modelo. Siempre había sido extremadamente
cuidadoso con todas las personas a las que había atado, pero
Flambé era más que un modelo de cuerda para él, se había
convertido en su mundo. Sus uñas se clavaron en sus hombros
y gritó cuando él la mordió en el interior del muslo y murmuró
con dulzura, dejándola sentir el calor de su aliento contra los
nervios sensibles que estallaban como fuego bajo sus delicados
labios y clítoris inflamado.

− Te tengo, cariño, tienes que confiar en que te ayudaré a


superar esto.

Repitió el mantra una y otra vez entre besos y lamidos. Entre


lamerla más agresivamente y colocar su boca sobre su
resbaladizo calor y devorar finalmente la especia adictiva, esa
combinación de canela, clavo, un toque de cilantro y jazmín
que era todo Flambé. Esa combinación junto con las hormonas
picantes que estaba arrojando comenzaban a hacer que se
sintiese tan desesperado como ella, pero forzó su cuerpo bajo
control, ignorando el trueno rugiendo en su cabeza y el fuego
golpeando por sus venas.
La respiración de Flambé era irregular, entrecortada,
frenética. − Por favor, por favor, por favor. Sevastyan. Te
necesito ahora mismo.

Sevastyan se puso de pie lentamente, obligándose a sí mismo a


tomarse su tiempo, dándole ese control firme, queriendo que
ella viera que no importa lo lejos que girara fuera de control, él
siempre estaba ahí para ella, tranquilo cuando tenía que estarlo.
Que se podría contar completamente con él. Disciplinado
cuando no podía estarlo ninguno. Él estudió su rostro durante
un largo minuto, inclinando su barbilla hacia la suya mientras
su mirada flotaba sobre ella, asegurándose de que estaba bien
y que su cuerpo podía aceptar el suyo.

Sus manos fueron a su cintura, probándola, levantándola,


sentándola en la barandilla, separando sus muslos para que él
pudiera pararse entre ellos. − Limpia mi cara, bebé.

Más allá de frenética, Flambé se inclinó hacia adelante, su


lengua lamiendo el líquido en sus mandíbulas mientras
ahuecaba el peso de sus pechos en sus palmas, sus pulgares
deslizándose sobre sus pezones, observando cuidadosamente
su rostro. Antes ella habría gritado de agonía; ahora, ella
parecía moverse a sus manos, encontrando placer, no dolor.
Tiró con fuerza de su pezón izquierdo, pellizcándolo,
experimentando. El sexo podría volverse salvaje, feroz incluso,
definitivamente brutal. El quería ver si podía manejar su toque
cuando se volvieran reales con su sexo de unión.
Echó la cabeza hacia atrás, gritando de nuevo, pero el sonido
era uno de necesidad, no dolor. Su pequeño susurro de
Sevastyan envió la sangre caliente latiendo a través de su
polla. Todo el tiempo invertido en la preparación parecía haber
funcionado. Su cuerpo respondió. En lugar de querer
arrancarse la piel, ella lo quería dentro de ella, quería sus
manos y boca sobre ella.

El besó su camino por la línea de su garganta, los dientes


pellizcando mientras ella envolvió sus piernas apretadas
alrededor de su cintura, tratando de presionar su resbaladizo
sexo en su contra. La abrazó mientras besaba su boca, una y
otra vez, dejando que las llamas los llevaran cada vez más alto.
Besarla fue literalmente como encender alcohol,
convirtiéndolos a ambos en llamas vivientes. Su nombre era
muy apropiado. Besarla era muy parecido a encender una
cerilla en un cartucho de dinamita. Ella lo movía todo el
tiempo. Íntimo. Sensual. Oscuro lujurioso. Maldita sea, sexy.
Todo flambé.

Besó su camino por su garganta, sus dientes pellizcando, la


lengua aliviando la picadura. Sus caderas se balancearon
contra sus abdominales. Su sexo era más caliente que el
infierno así que su polla latía y se sacudía, frotándose entre sus
cuerpos. Pegándola a él con una mano para evitar que se cayera
de la barandilla, atrajo su pecho izquierdo en la boca y lo chupó
duro, tirando con fuerza. Con su mano libre, tiró y giró su
pezón derecho. Con cada tirón sintió la respuesta de calor
líquido presionando caliente contra sus abdominales cuando
ella se apretó contra él.
Usó sus dientes en su pezón izquierdo y luego lo presionó
contra el paladar antes de marcar su pecho a su satisfacción y
luego cambiar a su pecho derecho. Ella jadeó, sus brazos
acunando su cabeza hacia ella, sosteniéndolo cerca, mirándolo
alimentarse, gritando mientras pasaba de suave a áspero y de
nuevo. Todo el tiempo que su cuerpo se movía frenéticamente
contra el de él en un esfuerzo por aliviar la quema desesperada.

Sevastyan la agarró por la cintura de nuevo y dejó caer las


piernas para que pudiera pararse, aunque estaba temblando. −
Pon tus manos en la parte inferior de los rieles, − instruyó. Él
ya estaba colocando sus manos, alejándola de él, empujando su
cabeza hacia abajo, doblándola por la cintura.

Flambé estaba a punto de sollozar. − Date prisa, Sevastyan.


Apenas puedo soportarlo. −Ella empujó hacia atrás con las
caderas.

− Abre tus piernas. − Mantuvo su voz tranquila, en control, al


mando, cuando todo lo que quería hacer era enterrarse
profundamente y perderse en ella. El no quería que entrara en
pánico en el último momento.

Shturm estaba muy cerca, una presencia monstruosa,


esperando liberarse ante la primera oportunidad de reclamar a
su pareja. Eso significaba que Flamme estaba igual
cerca. Flambé tenía que estar petrificada cuando su primera
experiencia de intentar conseguir liberar a su leopardo había
sido pura agonía. Sevastyan solo podía esperar que él hubiese
preparado adecuadamente su cuerpo.

Flambé siguió sus instrucciones de inmediato, tal como lo hizo


cuando estaba atada. Le acarició el cabello con la mano para
tranquilizarla. Deslizó su mano por la nuca y luego por la
columna para estabilizarla antes de que él alojara la ancha
cabeza de su polla en esa entrada caliente y resbaladiza. Ella
estaba tan caliente sintió que podría quemarlo vivo. Cuando
los miró, parecía imposible que su cuerpecito lo llevara dentro
de ella. Él no estuvo seguro de que ella pudiera tomarlo, y él
sabía que ella sentía lo mismo, especialmente cuando él la
empujó y ella jadeó, su respiración se quedó atrapada en sus
pulmones.

Esa primera brecha lenta, cuando su cuerpo se tragó la sensible


corona de su polla, devorándolo, acogiéndolo, rodeándolo con
su fuego sedoso, no se parecía a nada que hubiera
experimentado. Esa primera entrada, cuando estaba tan
apretada, era imposible decir para alguno de ellos si era éxtasis
o agonía. Pero no había forma de que pudiera detenerse. De
ninguna manera ella quería que él se detuviera.

Pequeñas gotas de sudor salpicaban su frente. Se sentía casi


como un animal salvaje. Un depredador, brutal y feroz,
reclamando a su compañera cuando su contraparte estaba
desesperada por reclamar Flamme. No importaba con qué
frecuencia Sevastyan tomara a Flambé, era como si siempre
fuera la primera vez. Apenas podía respirar entre la vista de su
polla desapareciendo en su cuerpo y sentir sus estrechas
paredes abrazándolo, apretándolo y envolviéndolo con mil
lenguas de puro fuego.

Él agarró sus caderas con sus manos y golpeó su cuerpo hacia


casa, conduciéndose a través de esos pétalos apretados y
reacios, sintiendo la fricción frotar sobre su polla como seda
abrasadora. Siempre había sido puro sexo crudo y Flambé
respondió a eso. Era adicta a eso. Ella ansiaba lo rudo. Lo
necesitaba. Ella ansiaba lo sucio y él se lo dio. Lo necesitaba
tanto como ella. Ella gritó y estrelló sus caderas contra las de él
con la misma fuerza, enviando chispas corriendo por su
columna vertebral para cortocircuitar su cerebro.

Trató de tener cuidado con ella, de mantener el control, pero


era casi imposible con el impulso de su leopardo y Flambé
completamente atrapada en la brutal agonía de su calor. Ella
estaba loca, medio loca de necesidad, suplicando por más,
rogándole por más, y él se lo dio, golpeando sus mejillas para
esparcir el calor a las terminaciones nerviosas, enterrando
profundamente los nudillos del pulgar entre sus mejillas y
follándola mientras la montaba duro.

Sevastyan levantó sus pies del suelo y la golpeó, su polla tan


ardiente, tan dura y llena como diamantes, tanto que nunca
quiso que la locura finalizara. Ya no le importaba estar
actuando como un loco, un hombre poseído por un diablo. Se
sintió demoníaco. Flambé se había salido de control junto con
él, una especie de locura reclamándolos a los dos para que ella
respondiera a todo lo que le hizo, rogando por más.
No importaba lo duro que la montara, si mordía, pegaba, usaba
los dedos o usara brutalmente su polla, ella gritó pidiendo más
y él le dio más. El simplemente se volvió más y más caliente.
Más grueso y lleno. Acero llano enterrándose lo más profundo
posible mientras su cuerpo se enrollaba más y más apretado
como si fuera un túnel de seda estrechando lentamente su
polla.

Flambé dejó escapar un grito de éxtasis agonizante. El sonido


comenzó como un gemido y siguió viniendo hasta que creció
en un largo gemido mientras su cuerpo mordió con fuerza el
suyo, de modo que quiso dar el mismo grito de agonía y
éxtasis. Increíblemente, como un tornillo, era cruel, reprimir su
pene tan apretado que le quitó el aliento de los pulmones, pero
al mismo tiempo, se sintió tan jodidamente bueno que el rugido
en su cabeza reemplazó su capacidad de pensar.

Mil dedos sedosos, calientes como el infierno, ordeñaron su


polla mientras se sacudía con fuerza, arrojando cuerdas de
semen cubriendo su vaina, provocando una multitud de
orgasmos para que uno se topase con otro. Sus llantos eran
continuos, su cuerpo temblaba cuando las poderosas ondas la
reclamaron.

¿Qué tan cerca está su hembra, Shturm?

Ella está ahí. Está sufriendo, Sevastyan, tiene que salir esta vez.

Sevastyan pudo sentir la genuina preocupación en su


leopardo. Se negó a tensarse. Se retiró lentamente. Flambé gritó
de nuevo, esta vez por la picadura de su polla enganchándola.
La giró, forzando aire a través de sus pulmones, caminando
hacia el porche abierto y colocándola en el suelo, con una mano
en su hombro, sin darle tiempo para pensar.

− Ponte de rodillas, Flambé. − Usó su voz dominante. − No has


terminado.

Sus caderas se movían continuamente. Se le escapó un sollozo


de desesperación. −Todavía estoy ardiendo.

− Sí, lo sé. Ese es el calor. Se volverá a construir rápido. Quiero


tu boca limpiándome. − No podía dejarla pensar mientras su
leopardo avanzaba. En el momento en que Flambé obedeció,
fue a manos y rodillas, y su lengua corrió por su muslo y lamió
a lo largo de su eje, le hizo una señal a su leopardo. Llamala
afuera. Tráela a ti.

Shturm era un hombre extremadamente poderoso y su


voluntad era fuerte. El ejerció presión sobre la pequeña
hembra, llamándola, asegurándole que Sevastyan se haría
cargo de Flambé, no permitiría que le pasara nada mientras se
movía, pero tenía que darse prisa, no vacilar. Sevastyan vio la
piel de Flambé comenzar a ondular como si algo estuviera vivo
debajo de ella. Sus brazos se contorsionaron, jadeó y bajó hasta
los codos, una expresión de terror invadiendo su rostro.

− Mírame, −exigió Sevastyan en su tono bajo y envolvente, todo


terciopelo y acero. − Flambé. Mírame ahora.
Estaba acostumbrada a obedecerle cuando estaba atada y lo
hacía de forma automática. Ella levantó la mirada hacia él.

− Relájate en ello, entrégate de la misma manera que lo haces


con las cuerdas. Manten tus ojos en mí en todo momento. No
debes apartar la mirada. ¿Lo entiendes? No importa cómo se
sienta. − Se inclinó y enmarcó su rostro con ambas manos. −
Estamos en esto juntos. Confía en mí para ayudarnos a superar
esto. Mantén tus ojos en mí.

Flamme definitivamente estaba en su primer ciclo de vida. El


cambio llegó en pequeñas paradas e inicios, de forma muy
torpe pero constante, con Shturm guiando. Primero tenía las
patas traseras cubiertas de piel. Luego su columna y cola,
vientre y patas delanteras. Finalmente, su cabeza, orejas y
mandíbula. Extraordinario. Sus enjoyados ojos verdes se
aferraron a los suyos todo el tiempo.

Sevastyan nunca había visto nada como ella. Ella era muy
pequeña para ser un leopardo. De color jengibre con rosetas
rojas en lugar de negras. Su capa debajo del jengibre era blanca,
la longitud total bastante larga y gruesa. Ella era bastante única
y hermosa. Podía ver por qué los cazadores furtivos los
cazaban en el momento en que eran vistos.

− Sigues ahí, Flambé, solo en el fondo. Cuando hayan tenido su


tiempo juntos, Shturm los guiará a casa. Te daré instrucciones
para que cambies y ye llevare arriba para que te duches y te
bañes en el líquido que nos dio el doctor. Te pondré la loción
para ayudarte. Tiene un bálsamo que quiero que uses dentro
de ti para ayudar. El calor durará siete días. Te ayudaremos a
superar esto bebé. Yo te lo prometí. Estoy tan orgulloso de
ti. Mira lo que has hecho. La tienes afuera. Ella está viva. Lo
hiciste. − Inclinó la cabeza y presionó un beso en la parte
superior de la cabeza de Flamme, justo entre sus orejas. − Cuida
bien de ellas, Shturm.

Shturm lo empujó y Sevastyan dio un paso atrás para darle a


su gran macho su libertad. El leopardo ciertamente merecía la
felicidad después de toda la crueldad que había sufrido a
manos de Rolan y Lazar durante años. Ni Sevastyan ni Shturm
jamás habían pensado que llegaría ese día. Sevastyan esperaba
que la compañera de Shturm fuera mucho más devota del
leopardo de lo que Flambé era con él.
17
Es una buena idea que te duches y te prepares para una larga e
intensa sesión de cuerda esta tarde, Flambé, − saludó
Sevastyan. − No te olvides de usar la loción que nos dio el
doctor. Hidratate. Después de ayer es muy importante que te
mantengas hidratada. Baja las escaleras cuando estés lista.

Se había levantado temprano y ya estaba vestido con sus


suaves pantalones de cordón. La forma en que estaba vestido y
descalzo le indicaría que quería atarla. − El calor de Flamme
durará al menos siete días más. Mitya sabe que yo no iré y le
he informado a su capataz que tú no lo harás. Le dije que no
nos llame a menos que haya una emergencia.

− Creo que puedo manejar mis propios asuntos. − Ella se sentó


en medio de la cama, dándole su pequeña mirada altiva,
barbilla inclinada. Había ojeras debajo de sus ojos que lo
alcanzaron, pero él se negó a verlas. Tenían algunas cosas que
arreglar con Flambé, y parecía haber una sola forma en que ella
realmente hablaría con él. Había una marca de mordedura en
su hombro. Sus dientes. No los de Shturm. Sintió cierta
satisfacción en eso.

Él volvió su mirada más fría hacia ella y no respondió a su


declaración. – Voy a estar abajo esperándote.
− ¿Abajo?

− Eso es lo que dije. ¿Necesitas que me repita de nuevo?

Se estremeció y se rodeó con los brazos, luciendo muy


confundida mientras negaba con la cabeza. Eso era bueno. La
quería fuera de balance. Necesitaba que ella fuera así. Se dio la
vuelta y salió de la habitación sin mirar atrás. Esa era otra cosa.
Había estudiado las cintas de las veces que lo había observado
en el club. Su comportamiento. Se dio cuenta de que era la
forma en que se hacía cargo lo que atrajo a Flambé. Ella
necesitaba eso, pero al mismo tiempo, necesitaba sentirse
segura. Él era bueno dándole ambos.

Sevastyan la había ayudado a ducharse y bañarse, le había


aplicado loción en la piel y la había acostado en la cama
después de que los leopardos pasaran su tiempo juntos y
regresara en las primeras horas de la mañana. Se había
permitido un breve descanso y luego pasó el resto del tiempo
hablando con el médico y haciendo tanta investigación cómo
fue posible sobre la condición que tenía. No había mucho en
eso, aparte de los humanos y lo poco que el médico sabía de los
cambiaformas. Los datos habían sido sombríos. El número de
suicidios de su especie había sido alto. No se sabía nada sobre
los leopardos fresa. Él quería que eso cambiara.

Ya había instalado su aparejo, estaba suspendido sobre un


pequeño sofá que trajo a su estudio. La gran junta tórica se
colgó de una sola cadena suspendida del techo. Él ataría sus
cuerdas a eso, cuatro de ellas. Uno que iría por su arnés de
brazos y pechos. Una en su cintura. Las otras dos en sus
piernas. Los amarres en sí eran clásicos, el arnés y las piernas
equilibradas, pero la posición en sí se conocía como Paciencia
por una razón. Ella podría quedarse allí un rato y contemplar
lo que tenía que decir. Pensar en lo que ella respondería y
luego, si a él no le gustaba lo que tenía que decir, podía pensar
en ello un tiempo más. Tenían todo el día.

Si los leopardos decidían hacer acto de presencia, él podría


soltarla rápido y cuando regresaran, una vez más seguiría las
instrucciones del médico, instrucciones para mantenerla a
salvo. Luego la ataría en el clásico amarre para que aprendiera
la lección. Tenían siete días. Podrían ser siete días largos para
ella, pero iban a trabajar en su mierda. A ella no le gustaba
hablar con él a menos que ella estuviera contra las cuerdas, por
lo que iba a pasar mucho de su tiempo amarrada.

Comprendió por qué a ella le gustaba estar contra las cuerdas


ahora. No solo porque a ella le gustaba, sino por qué lo
necesitaba. Las cuerdas eran lo suficientemente apretadas para
que se sintieran bien en sus terminaciones nerviosas en carne
viva. Cuando se excitaba sexualmente, los lazos ayudaban a
evitar que el terrible ardor se convirtiera en dolor. El deseó de
ella había podido articularle que necesitaba rudo por una
razón.

Salió con su café al porche y se apoyó en la barandilla. Él nunca


iba a poder volver a su porche delantero y mirar esas dos
alcobas en los extremos sin pensar en el sexo salvaje que habían
compartido. El ya estaba pensando en su jardín interior y cómo
quería que ella incorporara lugares para sus leopardos, pero
también varias vigas pesadas para suspensión. El sacaba
inspiración de todas partes para su atadura erótica. Cuanto
más había estado alrededor de Flambé, mirándola con su amor
por las plantas, cuanto más estudiaba las plantas para poder
compartir ese interés con ella.

Como le encantaba la práctica de atar, reconoció la cuerda


(cáñamo) utilizada para atar sus plantas. Ya compraba el
cáñamo como regla y luego preparó su propia cuerda,
hirviéndola y preparándola debidamente él mismo. Teñía la
cuerda de los colores que quería y luego almacenaba las
diversas cuerdas para usar en el club. Ahora estaban
almacenadas en la casa para una sola persona. Inmediatamente
empezó a ver tantas bellas imágenes en las plantas y lazos
artísticos con Flambé. Él podría incorporar esos lazos con ella
en el jardín interior que los dos visualizaron juntos.

Quería un jardín de última generación para que fuera fácil de


cuidar. El no quería tener que emplear jardineros para que se
ocuparan de algo que él quería privado para los dos. Frunció el
ceño, pensando en eso. Quizás deberían considerar hacer su
jardín más pequeño. Si lo hicieran, habría menos espacio para
sus leopardos, y menos formas de escapar si los problemas
venían a ellos. Tendría que hablar con Flambé al respecto, y
conseguir su opinión. Honestamente, le importaba un bledo lo
que otros pensaran sobre su amor por el arte de la cuerda, pero
sabía que ella era más reacia a que se supiera que ansiaba estar
atada.
Sevastyan estaba de vuelta en la cocina, sirviéndose una
segunda taza de café cuando Flambé bajó las escaleras. Ella
estaba desnuda, como él pidió, su cabello húmedo de la ducha
y retirado de su cabeza con una banda de tela. Ella tenía marcas
en su cuerpo, no marcas de cuerda, pero si sus marcas
personales de posesión, unas que él nunca le había puesto
antes, y él descubrió que le gustaban allí.

Él fue hacia ella, tomó un lado de su cara para inclinarse y


tomar su boca en un suave beso. Parecía que lo necesitaba.
Inmediatamente ella separó sus suaves labios para él para que
pudiera deslizar su lengua dentro de su boca. Sabía a fuego y
canela. Un poco como nervios. Su mujer. Desequilibrada
cuando debería tener toda la confianza del mundo. Cuando el
levantó la cabeza y ella lo persiguió, necesitando más.

Él la tomó de la mano y la condujo al interior del estudio. La


habitación estaba deliberadamente más fresca por unos pocos
grados que el resto de la casa. Ella miró al pequeño sofá que
había colocado en la esquina de la habitación, la cadena y el
gran anillo sobre eso. Su mirada se posó con incertidumbre en
su rostro. No tenía expresión cuando se acercó a la mesa donde
había instalado su equipo.

Flambé se estiró. Buena señal. Ella quería estar lista para una
larga sesión con él. Ella podría estar adolorida por la larga
noche y día de sexo, el miedo y el cambio a leopardo salvaje,
pero ella estaba lista para ser envuelta en el reconfortante
abrazo de las cuerdas. La amaba cada vez más por eso.
− ¿Tienes hambre? Parece que no desayunaste, aunque son casi
las dos de la tarde.

Ella sacudió su cabeza. − No, por alguna razón, cuando me


levanto por primera vez, no tengo apetito. Creo que, cuando
era niña, nunca desayunaba, lo que sé está completamente mal,
pero así fue como me programaron. Gracias por ayer, por
ayudarme con Flamme. Tenía tanto miedo de que estuviera
atrapada en mi por siempre. Tú... Me sorprendiste.

− Nunca esperas mucho de mí. − Mantuvo su tono


estrictamente neutral. El sabía que no lo hacía.

Ella comenzó a protestar. Podía verlo en su rostro, pero luego


se detuvo porque, sinceramente, ¿qué podía decir? Ella no
esperaba mucho de él. Ella pensó que la engañaría. Ella pensó
que era un mentiroso. Que él eventualmente la golpearía. Ania
le había contado la conversación que Flambé había compartido
con ella. Estaba muy molesta al descubrir que Flambé tenía una
opinión tan pobre de los cambiadores.

Flambé miró al suelo, luciendo perdida en sus pensamientos,


incluso cuando había seleccionado su cuerda de cáñamo de
color natural y se acercó a ella usando su paso decisivo, el que
normalmente habría atraído toda su atención a él. El punto
central de la cuerda estaba automáticamente en su mano. El
corrió la cuerda entre sus dedos, revisando una y otra vez para
asegurarse de que no había astillas ni escombros en ella,
aunque nunca la había usado en nadie más y se había
almacenado correctamente. Aun así, mover la cuerda podría
resultar en que se retorciese para que quedase correctamente
contra la piel de Flambé.

El pasó su dedo por su mejilla y luego por su hombro y espalda,


controlando su temperatura corporal antes de agarrar ambos
hombros y moverla muy rápida y decididamente en posición
cerca del sofá en el rincón oscuro de la habitación. Él tiró de sus
brazos detrás de su espalda y rápidamente los ató. Él usó un
arnés para el pecho que colocó debajo y alrededor de cada
hermoso montículo, anudado en el medio entre ellos,
enmarcándolos maravillosamente, las correas subiendo y
rodeando la parte posterior para que no hubiera ningún peso
en su cuello. Ambos brazos y su cuerpo ayudarían a soportar
el peso de su suspensión.

Sevastyan pasó la mano por su vientre y acarició su trasero


cada vez que se movió alrededor de ella con las cuerdas
mientras creaba una red en su junta tórica y su pierna derecha,
ahora extendida, mientras se balanceaba sobre su izquierda.
Cada toque aumentaba su conciencia de él y de su cuerpo, de
sus necesidades sexuales.

Su tobillo, muslo, en dos lugares, y cintura estaban todos


conectados a la junta tórica para estabilidad. Rápidamente
envolvió su cuerda alrededor de su muslo izquierdo y lo
conectó a su tobillo izquierdo y lentamente dobló su pierna
hasta que su talón tocó la parte posterior de su muslo. Él ancló
su muslo y tobillo a la junta tórica para que ella estuviera
suspendida justo encima del sofá como si estuviera acostada de
lado.
Muy deliberadamente, Sevastyan pasó la mano por su cuerpo
una vez más para comprobar si habia algún problema. − ¿Estás
incómoda? ¿Algún hormigueo? ¿El suministro de sangre
cortado? ¿Las terminaciones nerviosas están doliendo? De
nuevo, deslizó su mano dentro de su palma, revisando para
asegurarse de que sus manos estuvieran calientes.

Ella sacudió su cabeza.

− Bien entonces. − Alargó la mano y tiró suavemente de la


cuerda hasta que la hizo girar lentamente, agregó otra cuerda
más pequeña ya anudada y la presionó en su boca un poco, una
mordaza, llevando los dos extremos alrededor para atarlos en
el arnés en su espalda. − Este es un lazo de paciencia, al menos
mi versión de ella, Flambé. − Él le dio la espalda muy
lentamente para que estuviera mirando hacia el centro de la
habitación.

Sevastyan retrocedió hasta que estuvo lejos de ella. Se agachó


hacia abajo y la miró, estudiándola cuidadosamente, su
expresión, el idioma de su cuerpo. Era muy hábil para leer a la
gente. En la lectura de cambiaformas. A leer mujeres. A
interrogar.

− Tenemos mucho que resolver entre nosotros porque, al


contrario de lo que crees, no vas a huir a donde creas que
puedes ir para alejarte de mí. Sé que tienes eso en mente. No es
que te culpe. Realmente no lo hago.
Mantuvo su tono suave. Se negó a suplicarle, ni quería que
pensara que le estaba pidiendo algo a ella, no lo estaba. Shturm
merecía tener su pareja. Había sido bueno con el pequeño
leopardo. Había tenido cuidado de ella. Como Sevastyan, era
rudo, pero se había restringido tanto como una criatura salvaje
podría hacer. Había afecto allí y solo crecería con cada
encuentro entre la pareja de apareamiento.

− Pero he estado en esta relación desde el principio y tú no.


Seguiste retrocediendo sin importar lo que hice para llegar a
ti. No me dijiste ni una maldita cosa que me hubiera ayudado
a entender lo que estaban pensando o sintiendo. No me diste
una forma de ayudarte físicamente. No me hablaste de tus
miedos a cambiar o lo que podría pasar.

Podía ver la protesta en su rostro, en su lenguaje corporal. El


había hecho bien en amordazarla. Ella lo habría interrumpido.
Protestado su inocencia. Ella ya estaba formando su defensa en
lugar de escuchar. Se calló y se levantó, caminando hacia la
mesa. Su café se había enfriado. En cualquier caso, era hora de
cambiar al agua. También tenía que mantenerse hidratado. Los
leopardos querrían salir a correr, jugar y aparearse más tarde
en la noche. El tenía que estar con todas sus fuerzas para ver a
Flambé atravesarlo.

Se veía tan hermosa en las cuerdas. Le gustó este nudo en


particular. Era sencillo. Nada elegante, sin nudos especiales, y
cada vez que le ataba las manos a sus espaldas de esa manera,
se aseguraba de que pudieras sacarlas rápidamente en caso de
que ella comenzara a perder las sensaciones.
Caminando hacia ella al otro lado de la habitación, donde ella
podía verlo, él se apoyó contra la pared, luciendo casual,
tomando un lento trago de agua, estudiándola. Solo mirarla
podría hacer que su corazón se acelerara, que el aire se moviera
a través de sus pulmones más rápido. Todo ese pelo rojo,
brillante como el sol, esos ojos que eran verdes o dorados por
turnos, dependiendo de su estado de ánimo, pero eran las
pequeñas cosas que había aprendido sobre ella lo que más lo
conmovieron.

− Me dijiste que me viste primero en el club y que te atraje. Yo


te vi cuando estaba hablando con uno de los trabajadores de la
propiedad. Una mujer curvilínea, obviamente cambiante con
cabello rubio oscuro. Ella estaba encorvada y parecía que
estaba molesta. Estaba a una buena distancia y yo no pude
escuchar lo que le dijiste, o leer tus labios porque estabas girada
en ángulo, pero su lenguaje corporal era muy protector.

No apartó la mirada de ella mientras hablaba y pudo leer la


sutil diferencia en ella. Ella se había puesto ligeramente rígida,
se sostenía así, todavía esperando.

− Te agachaste a su lado, la rodeaste con el brazo y hablaste con


ella durante mucho tiempo. No te importaba en lo más mínimo
el paso del tiempo o estar contra reloj. Te aseguraste de que la
cuidaran. Yo sé que tu negocio lo es todo para ti. Tus clientes
importan y esas plantas importan. Pero esa mujer te importaba
más. Pensé que eras la mujer más extraordinaria que había
visto en mi vida.
Mantuvo su mirada en ella. Eso le importaba. No quería que su
opinión de ella la afectara, pero lo hizo. Ella no quería creer en
él, pero ella escuchó la verdad, al igual que Flamme. Ella no
quería depender de los sentidos de su leopardo, pero estaban
allí y no pudo evitar recurrir a ellos.

− No puedo evitar lo que soy. Mi padre, Rolan, era vor en


la bratya. Mi guarida estaba jodida, y él era cruel y disfrutaba
del poder de herir a otros cada vez que tenía la oportunidad. Su
hermano mayor, Lazar, era el padre de Mitya y controlaba una
guarida mucho más grande. También era un vor con peor
reputación, muy merecida. Resulta que Lazar, no Rolan, era en
realidad mi padre. Mientras mi madre, Tatiana, estaba
embarazada de mí, Lazar se deleitaba atormentándola y
aterrorizándola, diciéndole que le diría a Rolan para que la
golpeara hasta la muerte. No lo hizo, por supuesto, porque eso
acabaría con su diversión.

Una emoción inesperada brotó. Salió de la nada y lo golpeó


duro. Se apartó de ella y tomó otro trago de agua fría, la dejó
deslizarse por su garganta para calmarlo. Había estado solo
toda su vida. Él se recordó a sí mismo que no necesitaba a nadie
y que no necesitaba lo que nunca había tenido. Esperó hasta
estar absolutamente seguro de que su voz estaba
completamente en control antes de caminar de nuevo frente a
ella con esos mismos pasos deliberados con los que solía
alejarse.
− Lazar atormentó tanto a su esposa como a mi madre y,
finalmente, cuando penso que Rolan estaba demasiado cerca
de mí y que yo estaba llegando al punto en que podría ser capaz
de ayudar a su hermano, le dijo a Rolan la verdad. Rolan
asesinó a mi madre y procedió a hacer de mi vida y la vida de
Shturm tan miserable como él posiblemente podría hacerlo. Me
golpeaban a diario hasta que Shturm no podía soportarlo y
emergía y Rolan soltaría su leopardo sobre él. Cuando Rolan
no nos estaba atacando, Lazar sí. Ambos nos despreciaban.
Rolan despreciaba a Mitya también y juró matarlo.

Una vez más fue hacia ella, necesitando tocarla. Ella era
compasiva. No quería su compasión. Podía ver eso ahora en
sus expresivos ojos. Esa mirada no estaría allí en un minuto,
pero ahora mismo, mientras ella todavía estaba mirándolo con
algo cercano al cariño, él la iba a tocarla de nuevo.

Primero, deslizó sus brazos alrededor de ella para colocar sus


manos sobre las de ella y asegurarse de que no tenía frío y no
había perdido alguna sensación. Deslizó los dedos por las
cuerdas para comprobar que ninguna de las hebras ejercía
presión sobre su piel. Muy suavemente permitió que las yemas
de sus dedos bajaran por su vientre hacia su montículo. A
continuación, agarró las cuerdas de su arnés para acercarla. Sus
senos eran una tentación imposible de resistir. Tan hermosa.
Tan femenina. Esa era Flambé. Toda mujer y dispuesta a
entregarse a él cuando ella estaba en sus cuerdas.

Sevastyan colocó su boca sobre su pecho derecho, moviendo su


pezón con su lengua, su mano libre alimentándola con ella. Ella
era cálida, suave y sensual, su cuerpo arqueándose hacia él, a
pesar de que había poco juego en las cuerdas y ningún lugar al
que ir. Ella todavía se movía hacia él, haciendo deliciosos
gemidos alrededor del bocado en su boca. De repente, se
apartó. Por mucho que la deseara, no podía caer en su trampa
y hacer que esto fuera solo sexo. Si iba a aclarar el aire entre
ellos, tenía que conseguir que ella se subiera a bordo.

Puso distancia entre ellos porque era imposible no tocarla si


estaba cerca. Ella no necesitaba saber eso. Ella pensaba que él
era frío, y tal vez era mucho mejor que ella siempre pensara
eso.

− Estoy haciendo un punto, Flambé. Me criaron en una guarida,


me criaron para torturar e interrogar, ser el que asaltara otros
territorios de los que Rolan quería apoderarse. Finalmente,
ideé los planes para atacar los oleoductos de droga y armas de
Lazar, para interrumpirlos, con la esperanza de debilitarlo.
Cuando Mitya se fue de Rusia, se marchó sin decirme una
palabra, pero aun así lo seguí, lo encontré y lo protegí como su
primo, no como su hermano. Hago el trabajo sucio por
él. Siempre lo hago. Siempre voy a ser ese hombre, Flambé. No
soy un buen hombre. Hago lo mejor que puedo para nunca
lastimar a alguien que no se lo merece. Investigo con cuidado,
pero soy despiadado y no tengo misericordia y compasión en
mí, como alguien como tú tiene en ellos.

Una vez más, mientras caminaba, mantuvo la mirada fija en su


rostro. Ella no había apartado los ojos de él mientras hacía su
confesión. Se encogió de hombros y una vez más se agachó
frente a ella.

− La cosa es esta, bebé. En el momento en que te vi, te quise


para mí. Entonces, Shturm reclamó a Flamme. Ella estaba muy
segura. Entonces ambas retrocedieron. No sabría decir si eras
tú o tu leopardo, y tuve que descubrirlo. Cuando estás contra
las cuerdas o en cualquier momento que tengamos sexo, estás
cien por ciento adentro, pero luego te retiras. Realmente no
quieres dormir conmigo. Quieres acurrucarte en una bolita.
Prefieres dormir en la hamaca encima de la cama, no conmigo.
Intento llegar a ti y tu única respuesta inmediata es el sexo.

Ella se retorció entre las cuerdas, un rubor coloreando su


cuerpo con un rosa suave. Ella no podía negar una sola palabra
de lo que dijo. Todo era cierto.

− Shturm se merece a Flamme, te merezca yo o no. Puedo


proveerte con un buen hogar. Puedo darte el tipo de sexo que
necesitas cuando lo quieras y te seré fiel. No creo en golpear a
las mujeres. No tienes que quererme, Flambé, pero yo quiero
respeto. Y no toleraré que vayas al club o tengas aventuras de
una noche. Yo no te lastimaría, pero mataría a tu amante.

Él le dijo esa verdad en el mismo tono suave que le había dicho


todo. Es más, mirándola directamente a los ojos, necesitando
que ella viera que lo decía en serio.

− Lo que voy a hacer ahora es preguntarte si estás lista para


decirme por qué sientes tan fuertemente que los machos
cambiaformas son tan malos compañeros. Y lo que realmente
estás haciendo que tienes miedo de decirme en que consiste tu
negocio de rescate.

Ella se puso rígida de nuevo y esta vez no solo pareció


asustada, sino que sacudió un poco la cabeza.

Volvió a encogerse de hombros. − No tengo ningún problema


si sientes el deseo de andar en las cuerdas todo el día. Tarde o
temprano, Flamme se elevará. Te liberaré y dejaremos que los
leopardos se diviertan. Podemos empezar de nuevo cuando
estés descansado. Vamos a superar esto, porque realmente no
hay una manera de comenzar una vida juntos hasta que me
hables. Te dije la verdad sobre mí. Nada de eso era bueno, pero
luego dejaste en claro que realmente no querías tener nada que
ver conmigo que no sea una relación sexual. Lo he aceptado,
aunque hay algunas reglas. Podemos repasarlas mientras
piensas las cosas.

Se disparó una luz estroboscópica. Se volvió, sin parecer


apresurado, abriéndose paso a la mesa donde estaba su tableta.
Matvei y Kirill estaban patrullando y habían deliberadamente
tropezado con un cable en el bosque más denso en la parte
trasera de la propiedad. Les envió un mensaje de texto rápido
para indicar que todo estaba bien, en su código preestablecido.

− Como dije, me respetarás en todo momento, particularmente


al frente de otros. Espero que duermas en el dormitorio
principal conmigo y en mi cama a menos que lo discutamos
antes de tiempo por otras razones. Como eres muy consciente,
como tú, disfruto de un impulso sexual saludable y me gusta
tenerte cerca de mí. No te acostarás con otros, hombres o
mujeres, mientras seamos compañeros. Preferiría casarme,
pero como parece que te opones violentamente a la idea, me
niego a hacer eso obligatorio y lo quitaré de la mesa.

Se quedó en la mesa, mirando por la ventana, completamente


fuera de su línea de visión. Su corazón se sentía pesado
particularmente. Se negó a reconocer la sensación.

− Vamos a ser sinceros el uno con el otro. Si me haces una


pregunta, te aseguras de que realmente quieres la respuesta,
porque te daré la verdad. Cuando te haga una pregunta,
esperaré la verdad de ti. − Presionó su palma en la ventana, sólo
por un momento, sin dejarse respirar. No permitiéndose el
admitir que por primera vez había querido algo para sí mismo.

Hubo un largo silencio. Pasaron los minutos. Sevastyan se


obligó a tomar otro largo trago de agua y luego fue hacia ella y
le quitó la cuerda rodeando su boca, limpiando suavemente sus
labios antes de sostener la botella para que ella tomase un
trago. Sus ojos verdes tenían motas doradas en ellos, y
permanecieron en los suyos todo el tiempo que la cuidó.

− ¿Estás lista para hablar conmigo, Flambé? − Mantuvo su tono


exactamente igual. Suave. No tratando de influir en ella de una
forma u otra.

− ¿Terminaste con las reglas?


− Hay más, demasiadas para enumerarlas en un día.

Sus pestañas revolotearon. Una leve sonrisa se dibujó en sus


labios carnosos. Fue todo lo que pudo hacer para no mirar
fijamente a su boca en lugar de sus ojos. Ella era tan bella
cuando sonrió.

− Tengo miedo, − admitió de repente. − Me sorprendió mucho


cuando Flamme incitó a Shturm a reclamarla. Estaba aterrada
cuando Franco nos echó del camino y me atacó. Él era mucho
más grande e incluso con mi entrenamiento, apenas pude
escapar. Me siguió fuera de la carretera y en el bosque. Si no
hubiera tenido conocimiento previo del terreno, me hubiese
atrapado. Flamme sintió que nos puso en esa posición con su
calor.

− Estaba Shturm, el leopardo más rudo con el que se había


cruzado. − Él suministró.

− Exactamente. Ella lo eligió y lo sedujo, atrayéndolo hacia ella


como una pequeña desvergonzada. Estaba decidida a evitar
que Franco y su leopardo nos reclamaran o lastimaran.

Sevastyan la miró entrecerrando los ojos, permitiendo que


Shturm se acercara para que ella pudiera ver el oro despiadado
mirándola. Volvió a coger la mordaza. – No me hables joder, si
vas a mezclar mentiras con verdad, Flambé. – Él comenzó a
empujar el nudo en su boca.
− Espera. − Salió amortiguado. Sus ojos se agrandaron. Un poco
salvajes. Brillando de lágrimas.

Por lo general, habría atado esa cuerda y se habría alejado,


permitiendo que la repentina oleada de adrenalina impulsada
por la rabia fluyendo a través de su cuerpo se alejara, pero esas
lágrimas lo dejaron despojado de ira y muy vulnerable a ella. −
Él le quitó el nudo y se quedó esperando.

− Ella eligió a Shturm para protegernos. Ella estaba muy


asustada. Y yo también. Estaba desorientada por el golpe en mi
cabeza y no pude detenerla. Después de eso, la reprimí porque
tenía demasiado miedo de confiar en ella. No pensé que ella
realmente supiera lo que estaba haciendo. Eres un hombre
grande y podrías lastimarnos fácilmente, lo que significaba que
tu leopardo era grande y realmente podía lastimarla. Ella no
tomo eso en consideración. Estaba tan sorprendida y no sabía
qué hacer o cómo salir de una reclamación. Sabía que se podían
cometer errores la primera vez, así que había una gran
posibilidad de que estuviera equivocada.

− Pero no pensaste que fuera una buena idea compartir tu


confusión conmigo? − Mantuvo su tono suave cuando ese
estanque de rabia siempre presente amenazaba con hundirlo.

− Te quería incluso más de lo que Flamme quería a Shturm, −


confesó en voz baja, su mirada se deslizó lejos de la de él.

No había duda del tono de honestidad o de su vergüenza por


la admisión. Ella le estaba devolviendo algo por toda la verdad
que le había dado. Él permaneció en silencio, esperando a que
ella reuniera el valor para hablar de nuevo.

− Mientras pudiera mantener lo que teníamos entre nosotros


para un buen sexo, podría manejar las cosas, pero cuando
parábamos y yo estaba contigo, harías las cosas agradables
para mí, o decías cosas que no esperaba, era más aterrador que
el ataque de Franco. − La admisión llegó en voz baja. − Sabía
que era mejor no dejarme creer en ti. Los hombres cambiadores
usan las mujeres y luego las arrojan lejos. Lo veo todo el
tiempo. Tal vez es solo la forma en que los hombres cambiantes
son tan primarios, no lo sé, y realmente no me importa, pero no
voy a quedar atrapada en ese horrible lío emocional que
mantiene a las mujeres en un lugar donde no deberían estar.
− Ahora había desafío e ira arrastrándose en su tono.

Sevastyan cruzó la habitación mientras daba vueltas una y otra


vez en su mente a lo que ella le había revelado. No fue nada del
todo inesperado. Ania lo había preparado para la opinión de
Flambé sobre los varones cambiaformas. Él había reforzado esa
creencia cuando Mitya le había dicho delante de sus hombres
que fuera de regreso a la oficina y en lugar de reprender a
Mitya, Sevastyan se había puesto del lado de su primo contra
ella, o al menos así lo había parecido. Él le explicó sus
razonamientos, pero ya tenía demasiados pecados en su contra.

Se quedó en silencio, deseando que ella le contara más. Para


mostrarle que esperaba más, regresó al lugar a pocos pies de
ella y se agachó, mirándola, su mirada se encontró con la de
ella. Esperando. Ella presionó sus labios juntos. Sabía que era
difícil. Él se había abierto a ella. Dándole su verdad. Lo peor de
él, sabiendo que nunca la tendría por completo, pero
aceptándolo porque su leopardo merecía tener a su pareja, y,
por más humillante que fuera la verdad, tomaría a Flambé con
cualquier condición.

− Mi padre rescató a los cambiaformas, eso es cierto, − dijo


Flambé, su voz muy baja y vacilante. − Creo que, al principio,
su corazón estaba en el lugar correcto. Quizás siempre lo
estuvo. Muchos de los números de las especies cambiantes son
tan bajos que da miedo. Pensó que, si podía traer algunos a los
Estados Unidos y darles un buen comienzo aquí, podrían traer
a otros y establecería una cadena para ayudar. El negocio del
paisajismo prosperó y compró la propiedad para poder
construir dormitorios y la casa grande con varios dormitorios.

Se le quebró la voz y tosió como para no llorar. Tomó toda su


disciplina no acercarse a ella y rodearla con sus brazos. Él se
consoló a si mismo con el hecho de que las cuerdas eran el
sustituto de sus brazos. Ella aceptó las cuerdas cuando ella no
quiso, o no pudo, aceptar sus brazos.

− Se acostó con muchas mujeres cambiaformas. Les dio


habitaciones en su casa y a veces entraban en celo, o se sentían
atraídas por él. En cualquier caso, como sea que haya
empezado, por la razón que sea, se encontró rodeado de
mujeres y no quería renunciar a eso. Se convirtió en adicto a
todo ese sexo listo. Se dijo a sí mismo que estaban dispuestas.
Ya sea que lo estuvieran o que simplemente pensaran que
tenían que darle lo que quisiera porque tenían miedo en un
nuevo país, ¿quién sabe?

− ¿Escuchaste algo diferente? − No podía dejarlo pasar.

Ella tomó aliento. Uno profundo. Se acercó a ella, actuando de


nuevo como si estuviera comprobando las cuerdas, su
temperatura, pero más para ofrecer consuelo. Pasando su mano
por su cabello, bajando por su nuca, a lo largo de su hombro.
Toques breves, pero a los que él sabía que ella respondía
cuando estaba atada.

− Si. Luego. Cuando le pregunté por mi madre. Ella era un


leopardo fresa y aparentemente estaba bastante enamorado de
ella.

Sevastyan podía imaginárselo si se parecía en algo a su hija.


Caliente como el sol, toda pasión ardiente en la cama. Ella
habría sido irresistible para un hombre como el padre de
Flambé.

− Tenía varias mujeres alojadas allí, pero ella era su favorita. El


la hizo pasar a través de la escuela culinaria, pero cuando
consiguió un trabajo, él quería que se apareara con él, que se
casase con él. Él la convenció. Ella era... como yo. Ella
necesitaba sexo todo el tiempo. Estaba empeorando, según sus
amigos, así que dijo que sí. La dejó embarazada, pero nunca fue
fiel. Mantuvo otras cambiaformas mujeres en la casa y continuó
con ellas mientras estaba embarazada. Eso fue bastante
horrible para ella porque su necesidad nunca cesaba.
Sevastyan pudo ver el miedo en ella. No solo pudo verlo en su
rostro, sino que lo sintió salir de ella en oleadas. Ella estaba
aterrorizada de ese mismo destino. Para él, todo tenía sentido.
Le dolía que ella pensara así de él, pero si su propio padre hacía
tal cosa, ¿por qué pensaría que debía confiar en un completo
extraño, uno que había visto por primera vez en un club de
sexo?

− Me echó de la casa cuando tenía siete años porque quería mi


habitación. Tenía varias habitaciones para sus mujeres, pero no
era suficiente y él me quería fuera del camino. ¿Cuál era la
diferencia entre tomar sus pasaportes y obligarlas a trabajar por
nada, y hacerlas pensar tenían que tener sexo y hacer lo que se
les pidiera? Porque él hizo eso. Él nunca las golpeaba y siempre
las trató por igual, pagó por su educación, las hizo comenzar
sus negocios, ese tipo de cosas. En todo caso, él podría haber
sido más lento para ayudar a las que dormían con él. Pero
muchas de las mujeres todavía se sentían como si no tuvieran
otra opción.

− ¿Te dijeron eso?

− Después de su muerte, no cuando yo era niña.

− ¿Alguna vez le hablaste de eso?

− Lo intenté una vez cuando hablaba de mi madre y su historia


médica. Se enojó mucho conmigo y negó haber obligado
alguna mujer a dormir con él. Dijo que él y mi madre acordaron
un matrimonio abierto y que el arreglo no era asunto mío. Fue
entonces cuando me dijo que las inyecciones de coagulación no
funcionarían y que no viviría mucho. Él también me dijo que
dejara de rescatar, que con las cámaras ahora se estaba
haciendo más difícil entrar y salir de países sin que los
cazadores furtivos supieran que estábamos haciendo. Fue una
larga y terrible discusión. Murió un par de días después.

− Pero sigues insistiendo en rescatar a tantos cambiaformas


como sea posible. − Sevastyan mantuvo su voz muy suave.
Quería cambiar la conversación a lo que ella estaba haciendo
realmente, porque algo estaba pasando que no tenía nada que
ver con lo que su padre había estado haciendo. Pensó que la
operación de rescate de su padre se había utilizado como
tapadera para su operación real.

− No puedo traer tantos cambiaformas, − negó. − No si quiero


que sean legales.

Ella no iba a ofrecer ninguna información. Ella estaba


demasiado cerrada. Iba a tener que empujarla más fuerte.
Sevastyan suspiró y sacudió su cabeza. Se dejó caer
casualmente contra la pared opuesta y dejó que el silencio se
extendiese entre ellos. Sabía cada minuto que pasaba, su
ansiedad aumentaba. Dejó pasar unos buenos diez minutos.

− El problema de estar atada a un hombre como yo, cariño, es


que obtienes ambas partes de mí. El hombre criado en una
guarida con un padre que era vor. Ese interrogador, entrenado
en leer todo lo que le rodea. Tuve que prestar atención a cada
detalle para que nada se me escapara en el territorio de Rolan,
así como en los territorios en las guaridas circundantes.
También tienes al dominante, que disfruta del arte con cuerdas.
Tengo que poder leer cada matiz sutil del cuerpo de mi
compañera. Cada pequeño relato de su cuerpo, su expresión,
su temperatura, cualquier cosa que cambie. Y luego está
Shturm. Es el compañero de Flamme. Los animales, a
diferencia de los humanos, no mienten ni engañan a sus
compañeros. Pon eso todo junto y eso te hace muy difícil
esconderme algo durante cualquier período de tiempo.

Ella empezó a parecer alarmada. Ella lo estaba consiguiendo.


Fue hacia ella de nuevo e inclinó hacia arriba su rostro y tomó
su boca. Su beso fue muy suave. Tratar de mantenerlo gentil
fue difícil cuando era como besar una llamarada, pero él se las
arregló, porque su mujer se merecía la gentileza. Pasó la yema
de su pulgar sobre su labio inferior una vez más.

− Dime qué estás haciendo, Flambé. Estoy en condiciones de


ayudarte. Tengo recursos en todo el mundo. No me haré cargo,
solo te daré lo que sea que necesites. En algún momento,
tendrás que confiar en alguien. Quiero que ese alguien sea yo.

Vio la lucha muy real en su rostro. Ella quería creerle, pero


tenía mucho que perder si él no fuera el hombre que había
tratado de mostrarle.

Ella respiró hondo. − Sácame de las cuerdas, por favor,


Sevastyan. Si voy a aprovechar esta oportunidad, voy a tener
el coraje sin una muleta.
Tiró de su cuerpo contra el suyo, más para que ella no pudiera
ver su rostro que por cualquier otro motivo. No estaba seguro
de poder quedarse con una máscara cuando lo había estado
haciendo toda su vida. Tenía más coraje que nadie que él
conociera. El nudo en sus manos era simple. Tenía que poder
protegerla soltando sus manos si su circulación se cortaba en
algún momento o si tenía visitantes inesperados. Una vez que
sus manos estuvieron libres, puso sus brazos alrededor de su
cuello mientras trabajaba a través de los nudos.

Sevastyan la levantó en sus brazos y la llevó al amplio sillón


que encontró más cómodo, instalándose allí con ella en su
regazo. Ella estaba temblando, no era infrecuente después de
pasar un tiempo en las cuerdas. La abrazó, meciéndola
suavemente, tranquilizándola, dejándola regresar lentamente,
sin empujarla para que hablara con él hasta que estuviera lista.

Flambé se acurrucó contra él y él la envolvió con una


manta. Algunas modelos estaban calientes cuando salían de las
cuerdas, pero Flambé siempre parecía fría, incluso después de
haber tenido sexo salvaje y loco, con la excepción del calor de
su leopardo. Nunca tenía prisa cuando la tenía en sus brazos. El
hecho de que su temperatura corporal fuera fría significaba que
su hembra estaba descansando bien.

Sevastyan no pudo detectar sus terminaciones nerviosas


ardiendo con el terrible ardor que asolaba a flambé, así que
aprovechó mientras pudo, masajeando sus hombros y brazos y
bajando por su espalda, deleitándose con su capacidad para
tocarla libremente sin preocuparse de que pudiera lastimarla.

Finalmente, ella comenzó a recuperarse, alcanzando el agua


ella misma y sentándose por su cuenta. Ella le dio una media
sonrisa antes de deslizarse de su regazo y se envolvió en la
manta, cubriendo su cuerpo y tomando la silla enfrente de él.

− Es difícil para mí hablar de esto, Sevastyan.

− Sé que lo es. Sé que es difícil darle a alguien ese nivel de


confianza, pero lo juro por mi leopardo, no romperé tu fe,
Flambé. Todo lo que te prometí, quise decirlo.

Ella guardó silencio durante tanto tiempo que él no estaba


seguro de que pudiera superar sus miedos. − Comencé un
sistema clandestino para que las mujeres cambiantes pudieran
alejarse de sus compañeros abusivos. − Flambé lo soltó todo a
la vez, sin rodeos.

Sevastyan había esperado algo así, al menos que ella estaba


intentando arreglar algo, pero a pesar de eso encontró su
noticia impactante. Él se inclinó hacia ella. − ¿Lo tienes listo y
funcionando? ¿Realmente haz logrado que una mujer pueda
esconderse de un cambiaformas abusivo? − No pudo evitar la
admiración de su voz.

¿De verdad? ¿Quién podría hacer eso? Una mujer podría ir a


Drake Donovan y pedirle protección, pero el leopardo tenía
derecho a desafiar a Donovan a luchar por ella y la lucha era a
muerte. Donovan tenía familia y una guarida. Podía ir a la
cabeza de su guarida, pero había muchas posibilidades de que
le dijeran que tenía que volver con su pareja. Nadie jamás había
podido esconderse de un compañero. Un leopardo podría
rastrear a su pareja con demasiada facilidad.

− Más de una. Varias.

Su corazón dio un vuelco. Ahora las cosas le estaban sumando


mucho más rápido.

− Franco Matherson. Háblame de él. Quien es realmente ¿Tenía


una compañera que huyó de él?

− Él no. Tiene un amigo llamado Basil Andino. Traje a la


compañera de Andino, Karisa, hace unos dieciocho meses, tal
vez un poco más. Ella estaba en mala forma. Basil no es un
hombre muy agradable. Se había ido con sus amigos pensando
que estaba intimidada y que se quedaría quieta mientras él se
divertía con otra mujer. Karisa estaba embarazada, pero perdió
a los bebés porque él la golpeó muy fuerte. Cuando finalmente
llegó, volvió a una casa con mucha sangre, coágulos y un gran
desastre. Habría parecido como si ella pudiera haber muerto.

− ¿Sabía que estaba sangrando antes de irse? ¿Posiblemente


perdiendo sus niños? − Preguntó Sevastyan. Sabía que sonaba
sombrío. Se sintió triste. Él tenía amigos a los que podía
contactar. Basil Andino no iba a estar cerca mucho más tiempo.

− Tenía que haberlo sabido.


− No fue un rescate fácil de ninguna manera y tuve que hacerlo
sin mi equipo habitual. Solo podía utilizar unas pocas mujeres
de confianza. Ella está lo suficientemente segura ahora, pero
Basil no deja de buscarla. Franco aparentemente decidió que
podía averiguar cómo se escapó. Empezó a pensar que, ya que
yo había ayudado a otros cambiaformas a venir a los Estados
Unidos y trabajar aquí, aunque no tenía idea si estaba
realmente involucrada en alejar a las mujeres de cambiaformas
abusivos. Simplemente no había otras pistas. No sabía que
tenía algo que ver con Basil.

− Le conociste en el bar.

Ella asintió. − Estaba pasando por un momento difícil y


necesitaba sexo. El pensaba que era tan bueno en el sexo que, si
yo estaba involucrada en la desaparición de Karisa, él
fácilmente podría hacerme hablar. No creo que tenga una idea
de una forma u otra de si estoy involucrada, pero él no lo dejará
pasar. Esto fue meses después de que yo ayudara a Karisa.
Tampoco había estado cerca de Basil o lo habría olido.

− Vamos, cariño, necesitas comer algo antes de que los


leopardos decidan hacer otra aparición. Podemos hablar
mientras preparo la cena.

− Tiene que ser algo ligero, Sevastyan. No creo que pueda


comer mucho todavía. − Se puso de pie, con una mano en el
brazo de la silla.
Sevastyan la inspeccionó cuidadosamente con una mirada
rápida y abarcadora. Ella parecía cansada. Había tenido
cuidado con las cuerdas, pero las marcas estaban en su cuerpo,
sus muslos y tobillos, las marcas del arnés de pecho. Su boca y
dientes. Leves magulladuras de los leopardos peleando. Pero
no había lágrimas en su piel, no había signos de sangrado
debajo de su piel. Ella no se retorcía incómoda o con aspecto
aterrorizado o como si fuera a saltar del más cercano puente.

− ¿Qué suena bien? − Le tendió la mano y se sintió satisfecho


cuando no dudó en tomarla. − Puedo prepararte un desayuno
o una sopa, o sólo sándwiches.

− La sopa suena bien, aunque eso no te servirá de mucho. −


Había una pizca de preocupación en su voz.

Esa era una de las cosas que amaba de ella. Ella era cariñosa
por naturaleza. Ella siempre iba a cuidar de él, tanto si estaba
enamorada de él o no. Hacia pequeñas cosas que nadie más
había hecho por él. Él no daba nada por sentado.

− Voy a tomarme un bocadillo con la sopa, Flambé, − aseguró,


sintiendo su mano en la suya. Tenía un agarre firme a pesar de
que su mano era pequeña. Eso era otra cosa de ella que amaba.
Ella podría parecer delicada, pero era leopardo, su núcleo era
fuerte, sus músculos, su columna vertebral flexible y de acero.

− En el momento en que me di cuenta de que algo andaba mal


con Franco, me escapé de él, cubrí mis huellas y regresé a casa.
No creo que fuera tan difícil para él encontrarme. Traemos
cambiaformas aquí legítimamente todo el tiempo. Trabajan
aquí. Van al colegio. Se convierten en ciudadanos. Montan sus
propias empresas. Estaba tratando de rastrear a Karisa. Eso es
lo que llevó tanto tiempo. Me aseguré de que hubiera varios
lugares para que Basil y su leopardo cazaran. Franco tenía que
haber ido primero a cada uno de esos lugares.

Ella se sentó en uno de los taburetes altos, su manta se abrió


para revelar sus pechos con las tenues marcas de su boca y
dientes sobre las curvas generosas y las marcas rojizas de los
nudos de cuerda en el valle entre sus pechos. Su polla se agitó
en pura satisfacción masculina. Él abrió el refrigerador y sacó
la lata de sopa casera que el chef había preparado.

− Siempre te preparas para cualquier contingencia. Me di


cuenta de que cuando haces tus dibujos para los clientes haces
varios, por muy bueno que sea el primero. Y cuando estabas
haciendo los de esta propiedad y estabas creando las rutas de
escape de los leopardos, te aseguraste de que hubiera docenas
de posibilidades para elegir.

Se había sentido orgulloso de ella por esa forma de pensar. Ella


era como el en ese sentido, un general que planeaba una batalla,
pero de una manera completamente diferente, había pensado
en ese momento. Ahora, se dio cuenta, de que ella no era tan
diferente.

Ella le dedicó una pequeña sonrisa. − Ya es bastante difícil para


las mujeres humanas alejarse de sus abusadores o acosadores,
¿pero cambiadores? Tienen leopardos que pueden rastrearlos.
Eso puede ser casi improbable. Dependiendo del país, puede
ser imposible.

− Hay una diferencia entre una pareja apareada, una pareja real
y una pareja que se une como lo hicieron tus padres por razones
equivocadas. Tú lo sabes, ¿no? − Dijo con cuidado. Él no la
miró, manteniendo su atención en la sopa en su lugar.

Hubo un pequeño silencio. − No estoy segura de lo que quieres


decir.

− Los verdaderos compañeros, los que pertenecen juntos, se


encontrarán una y otra vez. No tolerarán a ningún otro
compañero durante su ciclo de vida. Sería imposible ser
abusivo. Seguramente puedes ver que Shturm no haría daño a
Flamme y la protegería con su vida. Eso significa que él haría
lo mismo por ti. − La miró para leer su expresión.

Ella tenía la barbilla apoyada en la palma de su mano, su


mirada en la cara mientras trabajaba.

− Siento lo mismo por ti. Te lo dije. Nunca te lastimaría ni


permitiría que nadie más te haga daño. No hubo ningún error
cuando Shturm y Flamme se encontraron. Me sentí atraído por
ti y creo que se sintieron atraídas por mí, ya sea que quieras
insistir en que fue todo sexo o no. Tal vez para ti lo es, y eso es
suficiente. − Se encogió de hombros, tratando de no sentir el
dolor punzante en la región del pecho.
Flambé se sentó más recta, la manta se deslizó de su hombro
solo un poco más. − No se trata solo de sexo. Creo que ya sabes
eso. Me asustas. Las cosas que me haces sentir me asustan. −
Ella sonaba un poco reacia, cautelosa, casi tímida, una
característica que no solía equiparar con ella, pero no le resultó
fácil admitir sus emociones ante él.

Sirvió la sopa en dos tazas altas y gruesas y se preparó un


sándwich rapido mientras pensaba en su suave confesión. Ella
claramente no quería para hablar de cómo se sentía. Estaba
dispuesto a dejarlo pasar hasta que estuviera en la cama con
ella, o al menos hasta que no comieran.

− Llevemos la comida afuera y me puedes contar el resto sobre


tu tren clandestino para mujeres cambiantes. Tuvo que ser muy
difícil de organizar. − Vertió genuina admiración en su voz.

Ella se veía tan aliviada mientras se deslizaba del taburete que


él no pudo evitar sonreír. Dejó la manta atrás mientras salían al
patio trasero donde el gran toldo protegía sus cuerpos de los
rayos del sol.

− Tuve la suerte de que ya había varias mujeres en todo Estados


Unidos que tenían sus propios negocios, − dijo Flambé. Ella
bebió un sorbo de la taza de sopa y se protegió los ojos mientras
miraba hacia el bosque con largas ramas. − ¿Ves cómo las ramas
se acercan unas a otras y casi se tocan? Seguí mirando todos los
árboles que se habían plantado a lo largo de los años para los
cambiaformas y cómo se formaron. Mi padre me mostró cómo
trabajar con ellos cuando los moldeamos y cultivamos en
nuestra propiedad antes de transferirlos a la de un cliente. Eso
se quedó grabado en mi mente. Volé a una ciudad cercana a
cada una de las mujeres y luego alquilé un auto y conduje hasta
sus negocios y solo hablé con ellas. Las visité.

Podía imaginarse a su cautelosa Flambé haciendo precisamente


eso. Ella era agradable. Hablando de su negocio de jardinería,
dirigiendo la conversación hacia su madre. Escuchándolas
sobre su pasado con ella. Había elegido mujeres que no se
habían apareado y preferían no hacerlo. Ella no abordaría el
tema de ayudar a las mujeres cambiaformas abusadas a
desaparecer inmediatamente, pero sí hablaría de cómo veía
cada vez más de sus mujeres sin ningún lugar a donde ir.

− Podría juzgar el nivel de simpatía, − dijo. − Y también, si ellas


estaban dispuestas a hacer algo al respecto. O al menos si
pensara que podían. Volví por segunda vez a las que pensé que
podrían estar dispuestas a ayudar.

− Necesitarías un bloqueador de olores para que un leopardo


nunca pueda captar tu olor o rastrear el de sus hembras.

Ella asintió. − Escuché rumores sobre una mujer en Nueva


Orleans que era asombrosa con los perfumes. Realmente
increíble. Fui a verla. Pensé que era posible que se le ocurriera
un producto que pudiera ahogar nuestros aromas. Al principio
estaba muy nerviosa al hablar con ella. Le dije que necesitaba
que todo fuera estrictamente confidencial y ella estuvo de
acuerdo. Ella fue muy comprensiva cuando le dije lo que
necesitaba. Ella dijo que accidentalmente se le ocurrió un
bloqueador de olores que funcionaba con los leopardos,
aunque no era perfecto. Ella preguntó para cuándo necesitaba
el producto. Le dije que lo antes posible y me envió una
muestra tres semanas después. En un mes, tuve algo que
funcionó a la perfección. Hasta ahora, siempre que haya tenido
tiempo para usarlo correctamente, nos sacó a mi cliente y a mí
sin incidentes.

− ¿Qué tipo de producto? − Estaba seguro de que conocía a la


mujer con la que había hablado. Si ese bloqueador de olores en
particular fuera mejor que el original, que ella había fabricado
accidentalmente como un subproducto, sería casi imposible de
rastrear a las mujeres.

− Tanto un spray oral como un spray de cuerpo utilizados


juntos. − Flambé sonaba distraída. Dejó la taza, frotándose la
piel, un repentino rubor se apoderó del cuerpo de ella.

Inmediatamente, Sevastyan dejó su comida también,


reconociendo las señales. − Ven aquí, bebé. Vamos a peinarnos
rápido.

Ella se paró entre sus piernas mientras él recogía su cabello con


más fuerza. Ella ignoró lo que estaba haciendo, su mirada
hambrienta se posó en su polla, y luego se puso de rodillas, su
boca lo encontró como si ese fuera su mundo entero. Por un
momento olvidó lo que estaba haciendo mientras veía sus
labios estirarse alrededor de su gruesa circunferencia. Ella se
veía sexy arrodillada entre sus muslos, lujuria oscureciendo sus
ojos.
Su boca se sentía caliente y apretada mientras chupaba con
fuerza, su lengua lamiéndolo, poniéndolo resbaladizo y
húmedo. Todo el tiempo ella gimió, el sonido vibrando a través
de su polla mientras su mano acariciaba y agitaba sus
bolas. Sus caderas se mecían y se agitaban mientras ella se
retorcía de necesidad, alimentándose de las gotas rodeando su
amplia corona.

Sevastyan se las arregló para levantarle el cabello y luego sus


manos fueron hacia sus pechos, amasando, masajeando al
compás del tirón rítmico de su boca. Ella estaba gimiendo
alrededor de su polla, el sonido era tan desesperado como se
sentía. Él movió y tiró de sus pezones y ella gritó y lo llevó más
profundamente en su boca como si fuera a tragarlo hasta el
final.

Quería que ella acabara con él, pero necesitaba estar en ella. Su
cuerpo necesitaba el suyo. Los sonidos desesperados que
estaba haciendo, la forma en que su cuerpo estaba moviéndose,
el calor la estaba tomando demasiado rápido y no quería que
sus terminaciones nerviosas la dominaran antes de que el
pequeño leopardo tuviera la oportunidad de emerger. Él
agarró su cabello y tiró, forzando su cabeza hacia arriba, para
apartar su boca de su polla.

Flambé gritó y persiguió su polla, pero negó con la cabeza. –


Date la vuelta, bebé. Manos y rodillas. − Casi derribó la silla
mientras se arrodillaba detrás de ella. Él la quería lista para su
leopardo, para que la transición fuera rápida.
Flambé le obedeció, volviéndose, respirando entrecortado.
Jadeando. – De prisa. No puedo soportarlo. Ya me estoy
quemando.

Ella estaba resbaladiza y ardiente. No esperó. Él la agarró por


las caderas y golpeó dentro de ella, echando la cabeza hacia
atrás mientras su estrecho túnel lo rodeaba con todo ese calor
abrasador, amenazando con quemarlo vivo. Paraíso o infierno.
Él estaba de regreso y quería vivir allí.
18
− TENEMOS compañía, Flambé, − advirtió Sevastyan. Miró la
pantalla por segunda vez, maldiciendo en voz baja.

Flambé se sentó, mirando a su alrededor, sus largas pestañas


revoloteaban como lo hacían cuando estaba apenas despierta.
− ¿Qué hora es? − Ella empujó los mechones sueltos de cabello
cayendo alrededor de su cara y lo miró con sus ojos verdes.

Su estómago se tensó. Su polla se endureció instantáneamente.


− Media tarde, bebé. No has dormido mucho tiempo. − Parecía
casi frágil, oscuros círculos debajo de sus ojos.

El doctor los había estado esperando cuando regresaron esa


tarde, sentado en su camioneta, ignorando los gruñidos de
advertencia de Shturm. El apenas había mirado a los dos
leopardos mientras subían al porche. Shturm empujó a Flamme
hacia la casa con su hombro más pesado mientras ella tropezó,
claramente exhausta. El macho grande envió al doctor varias
miradas de advertencia por encima del hombro, pero el
hombre había continuado mirando su tableta desde el interior
de la seguridad de su camión.

El médico había esperado pacientemente mientras Sevastyan


atendía a Flambé, duchándola, bañándola y poniéndole la
loción con un cuidado meticuloso antes de acostarla. El médico
le había dado a Flambé las inyecciones para la coagulación de
la sangre y luego pasó un tiempo con Sevastyan enseñándole
como ponerle las inyecciones mientras hablaban de terapia
genética. El doctor quería que Flambé hablara con las otras dos
hembras cambiaformas fresa para que fueran a él por ayuda
también.

− ¿Quién está aquí, Sevastyan? No te ves feliz de verlos. – Ella


retiró la sábana y puso los pies en el suelo, estirándose,
haciendo un esfuerzo por despertar.

− Mitya y Ania. Puedo despedirlos. No tienes que verlos. − Su


relación era frágil. No quería correr el riesgo de que algo
interfiriera entre ellos.

Él entrecerró los ojos, mirando más de cerca su cuerpo mientras


estaba de pie. Tenía leves magulladuras en las caderas y la
parte interna de los muslos. Había sido duro con ella. Había
intentado tener cuidado. Se acercó a ella e inclinó la boca para
rozarle los labios con un beso. ¿Había una sombra en la esquina
de su boca? La repasó suavemente con el pulgar.

− No tienes que despedirlos, Sevastyan. Iré a darme una ducha


y bajaré enseguida. Solo me toma un minuto despertar, eso es
todo, − protesto, frunciendo el ceño. − Todavía tienes esa
expresión en tu rostro. – Ella extendió la mano y se frotó la
boca. − ¿Qué pasa?

− ¿Fui demasiado duro contigo? Es imposible ser amable,


Flambé. – El trato de mantener el control, pero los leopardos se
estaban levantando, ella estaba fuera de control, el sexo era
muy bueno, todo se juntaba en una tormenta perfecta. Sin
embargo, le preocupaba la rara enfermedad que padecía y si
podían sacar a su leopardo antes de que sus nervios
comenzaran a estallar demasiado. Ella lo necesitaba áspero o
tocarla causaría un dolor tremendo.

Flambé envolvió sus brazos alrededor de su cintura y presionó


su rostro contra su su pecho, sorprendiéndolo. Rara vez le
mostraba algún tipo de afecto. − Nunca eres demasiado rudo
conmigo, Sevastyan. Me das exactamente lo que yo necesito y
deseo. Me cuidas increíblemente bien. − Ella inclino su rostro
hacia el de él. − Seré muy rápida en prepararme, lo prometo.

Para cubrir la forma en que su corazón se aceleraba, levantó la


palma de la mano para ahuecar la parte posterior de su cuero
cabelludo, pero negó con la cabeza. − Quiero que sigas la rutina
establecida por el Doc. − Cuando ella le hizo una mueca, él la
miró con severidad. – A la carta. Está funcionando hasta
ahora. Tenemos unos días más del calor de tu hembra y no
queremos correr el riesgo de que algo salga mal. No es que les
vaya a hacer daño esperar y lo entenderán. Les haré café, agua
y comida para nosotros y te esperaremos en el porche. − Él lo
hizo una orden a pesar de que intentó no hacerlo. – Tal como
están las cosas, tendrás que usar ropa y tu piel estará sensible.
Por lo tanto, asegúrate de hacer todo exactamente como el
doctor lo expuso en la formula.

− Sabía que ibas a ser mandón. − Ella lo soltó, le dio una mirada
cortante y se dirigió al baño principal.
Sevastyan bajó las escaleras, puso el café y se reunió con Mitya
y Ania en el porche delantero. La propiedad había estado en la
familia de Ania antes de que él se lo comprara. Había hecho
bastantes renovaciones y estaba un poco ansioso, temiendo que
ella se molestara. Este había sido el hogar de su infancia y sabía
que a ella le encantaba. No solo había renovado la casa y los
garajes, sino una buena parte de los doscientos acres que había
sido plantados en uvas. Los Dover no hacían vino, pero
vendían las uvas a una bodega. Había reducido el viñedo a la
mitad, queriendo reemplazarlos con árboles.

Ania lo abrazó de inmediato, su rostro se iluminó en el


momento en que lo vio. Si estaba molesta o incómoda con los
cambios que había hecho, ella ciertamente era experta en
encubrirlo, y él la conocía mejor que eso, así que asumió que
estaba bien con ellos.

− ¿Dónde está Flambé? − Preguntó Ania, sonando


decepcionada. − ¿No va ella a unirse a nosotros? − Extendió una
mano a su esposo.

Mitya la tomó y miró a Sevastyan, pero no había ninguna


condena en su rostro.

− Los leopardos no regresaron hasta tarde en la mañana. Ella


todavía estaba dormida, así que se está duchando. Ella dijo que
te dijera que vendría enseguida. − El debatió por un momento
antes de decirles. − ¿Recuerdas que te dije que tiene una rara
condición que hace que sea difícil para ella ser tocada sin sentir
algún dolor? No teníamos idea de que el calor iba a agravar el
problema al punto que casi no lo logra. De hecho,
aparentemente la mayoría de los cambiaformas con este tipo de
enfermedad se suicida.

− Sevastyan. − Ania jadeó y se llevó una mano defensiva a la


garganta, retrocediendo hasta que estuvo en contra de Mitya.
Se hundió en una silla y tiró de ella cerca de él, rodeando su
cintura con un brazo.

− Lo siento mucho, Sevastyan. Eso me hace sentir incluso peor


de lo que ya me siento. Vine a disculparme con ella por mi
comportamiento. Debería haber confiado en ti para manejar tus
propios asuntos y simplemente respaldarte como lo hiciste
conmigo. – Mitya presionó sus dedos en sus sienes. − Esa pobre
chica.

− El doctor ha sido de gran ayuda. También es hemofílica por


genética. Entonces, más de un problema. Ella no quería que me
ocupara de nada de eso. Ha sido difícil convencerla de que
debería dejarme decidir si quiero estar con ella o no. − Eso era
cierto, pero no exactamente. Trató de pasar por alto eso que
para que ninguno captara la mentira parcial. − Café recién
hecho, agua, té, ¿qué quieren beber?

− Café, − dijo Mitya.

− ¿Tienes esa mezcla de jugo de piña que fue tan refrescante? –


Ania preguntó. − La última vez que estuve aquí, me disté una
botella.
Él le lanzó una sonrisa. − Solo para ti.

Cuando regresó con sus bebidas, ambos estaban cómodamente


sentados en la mesa, esperando expectante por más
explicación. − Ella no confía, − dijo Ania. − En absoluto.

− No, por una buena razón, − estuvo de acuerdo Sevastyan,


pero no iba a ir más lejos. Si Flambé quería compartir, y
esperaba que eventualmente lo hiciera, entonces podría hacerlo
ella misma. − Fue muy difícil conseguir que su leopardo saliera
sin hacerle daño. No estaba seguro de que pudiera hacerse y
tampoco el doc. Estoy muy agradecido con ese hombre. Le
tomará un poco más de tiempo de lo normal venir porque tiene
que seguir un protocolo estricto antes de que pueda bajar.

− ¿Todavía hay peligro para ella? − Preguntó Mitya.

Sevastyan suspiró y presionó la botella de agua fría contra su


cabeza. − Desafortunadamente, creo que siempre habrá un
poco de peligro. Cuanto más sigamos los consejos del médico,
con suerte, mejor se pondrá. Hay una nueva terapia genética
para hemofílicos. Doc cree que es una buena candidata para
ella. En cuanto al problema del dolor, no existe cura. Ha
trabajado en varios bloqueadores de dolor y lociones para
ayudar a calmar las sensaciones, pero no pueden detenerlo por
completo y ciertamente no por mucho tiempo.

− El tiempo suficiente para dejar salir a su leopardo, − dijo


Mitya.
Sevastyan asintió. − Si. Ella está dispuesta a pasar por la rutina
para permitir a Flamme su libertad. Ciertamente, durante su
celo tendrá que usar la rutina.

− Verifiqué con los ancianos de la guarida de Franco


Matherson, − dijo Mitya. − Ha sido expulsado por completo y
está siendo cazado. Han enviado a sus mejores rastreadores,
dos hermanos con los nombres de Luan y Arno. Ellos tienen
bastante la reputación, según Drake Donovan. Una vez
enviados, ellos nunca paran. Luan significa león y Arno águila.
Casi alcanzan a Matherson hace un año, pero tiene muchos más
recursos que ellos. El dinero cuenta cuando te mueves rápido.
Me acerqué a ellos, les ofrecí cualquier cosa que puedan
necesitar en forma de transporte o información. Les dije que
estaba acosando a una joven aquí en Texas.

− ¿Tenemos alguna idea de dónde está? − Preguntó Sevastyan.

Mitya suspiró y negó con la cabeza. − Ojalá pudiera decírselo,


pero he llamado reclamando los favores de muchos de nuestros
aliados y todo el mundo está mirando. No va a poder
esconderme para siempre. Eventualmente, hará un
movimiento. Dos de sus hermanos están de vuelta en África en
su finca familiar. Otro se ha ido a Suiza. La familia tiene una
estación de esquí y el hermano pasa mucho tiempo allí. Yo creo
que va a las pistas siempre que Franco se ha salido de control y
no quiere estar asociado con él.
− ¿Qué hace uno cuando tiene un hermano loco y fuera de
control como ese? − Preguntó Sevastyan.

− No lo sé, − respondió Mitya, su expresión divertida. − ¿Qué?

Ania lo golpeó. − Crees que eres tan gracioso.

− Soy gracioso. La mayoría de la gente no entiende lo que soy


porque no saben cuándo estoy sonriendo. Mira, kotyonok,
mírame a la cara.

Ella enmarcó el rostro de Mitya con ambas manos y estudió su


expresión y luego negó con la cabeza. − Lo siento, amor, parece
que estás a punto de disparar a alguien.

Sevastyan no pudo evitar reír. − Parece un burro enamorado. −


Serio, miró hacia la casa. − ¿Drake averiguó algo de esta mujer,
Shanty? ¿O los tres empleados? ¿Cualquier cosa sobre el padre
deF lambé? Sé que no ha pasado mucho tiempo, pero pedí que
todos los recursos fueran puestos en ello.

Mitya también se puso serio. Se llevó la mano de Ania a la boca


y mordisqueó las puntas de sus dedos. − Drake dijo que sabía
que Leland Carver y, más tarde, Flambé traía a cambiaformas
legítimamente y los ayudaba con educación y, eventualmente,
trabajo e incluso a montar sus propios negocios. Él dijo que
cuando lo investigaron, Carver parecía un buen hombre, y
estaba haciendo un buen servicio. Solo traía algunos
cambiaformas a la vez. Luego, desafortunadamente, hubo
rumores sobre Carver, que comenzó a traer en su mayoría a
mujeres y esas mujeres vivían con él en el sentido bíblico.

Mitya miró hacia la puerta. − Realmente odio esto, Sevastyan.

− Sí, yo también. Siento que voy a sus espaldas, pero tengo que
saber lo mal que estaban las cosas y si alguien la está
traicionando ahora. Esos tres empleados parecían pensar que
algo no estaba bien con esa mujer entrando, y Flambé la
defendió. Ella se va a poner en la línea de fuego. Tengo que
saber cómo mantenerla a salvo. − Extendió la mano para frotar
los nudos de tensión formándose en su cuello.

− Drake llevó a cabo una investigación silenciosa de Carver y


descubrió que estaba durmiendo con las mujeres que traía al
campo. Tienes que recordar, que Drake era muy joven y su
compañía era bastante nueva aquí en los Estados también. El
sexo de Carver con las mujeres cambiaformas que trajo a los
estados unidos parecía ser consensuado, pero, aun así, no era
ético. En ese momento, su esposa ya se había ido, y él era viudo
con una niña.

− ¿Se enteró del matrimonio de Carver?

Mitya asintió. − Drake escuchó todos los rumores, y que Carver


siguió teniendo relaciones sexuales con otras mujeres, incluso
con su esposa embarazada y en la misma casa. Que ella era
miserable. Drake dijo que había poco que pudiera hacer ya que
las mujeres con las que estaba Carver se negaron a presentar
denuncias contra él.
Sevastyan suspiró. Eso era lo que le había dicho Flambé. Carver
había echado a su propia hija de la casa para tener una
habitación más para otra mujer. Ella había estado sola. Había
aprendido a estar sola. Desde que era niña, había aprendido
que los cambiaformas eran infieles. Su padre podría no haber
sido físicamente abusivo con ella, pero era emocionalmente
abusivo.

− Maldita sea, Mitya. No sé nada sobre cómo ser adecuado para


ella. Puedo protegerla. Puedo darle buen sexo. Pero las cosas
que ella necesita saber, no las sé. Yo tampoco tuve esas cosas. −
Sevastyan estaba comenzando a sudar. No podía quedarse
quieto. Saltó y comenzó a caminar inquietamente.

Ania se puso de pie y se inclinó hacia su marido. − Sevastyan.


Cariño. Escuchame. Amar a alguien no es tan terrible como tú
crees. No es algo a lo cual tener miedo.

Él dejó que su mirada vagara sobre ella, oscura y salvaje,


marcada con un calor rojo. – Lo es, Ania. No soy bueno con las
emociones, lo sabes. Mira cómo te manejo. Y lo que siento por
Flambé... − Tropezó, tratando de encontrar las palabras, la
presión en su pecho tan severa que por un momento temió que
pudiera tener que ponerse de rodillas. − Es cada vez peor.
Cuanto más estoy con ella, empeora. No quiero estar sin ella.

− Las mujeres no necesitan grandes gestos todo el tiempo,


Sevastyan, − Ania insistió. − Estás haciendo las cosas
demasiado difíciles. Dile que no quieres estar sin ella. Dile lo
que sientes. − Ella se echó a reír. − Deberías ver la expresión de
tu rostro. No te he dicho que te acuestes frente a una
aplanadora. Solo dile lo que hay en tu corazón de vez en
cuando. Con eso me refiero a unas pocas veces al día. Dale algo
a lo que agarrarse. Entonces cuando seas un culo, que lo serás,
ella estará más inclinada a pasarlo por alto.

− ¿Es eso lo que haces? −Sevastyan demandó, sus ojos de


leopardo enfocados aburridos en Mitya.

Mitya asintió. − Me mantiene fuera de problemas.

− No del todo, − corrigió Ania. − Pero es muy útil. Siéntate,


Sevastyan. Lo vas a hacer bien. Admitirle cómo te sientes no es
lo peor del mundo.

Él había hecho eso. Él le había dicho, y de alguna manera, ella


le había devuelto mucho. Forzó aire a través de sus pulmones
y esperó a que Ania se sentara antes de tomar la silla frente a
su hermano.

− Esta mujer, esta Shanty, Drake comparte las mismas


preocupaciones que los tres empleados de Flambé. No porque
haya encontrado algo sobre ella, sino porque algo simplemente
no cuadraba para él, − dijo Mitya. − Ella es fresa. Ella fue
captada por la cámara y su foto se puso en casi todos los
periódicos de aquí al infierno y de regreso. El equipo de Flambé
hizo una rápida investigación y llenó el papeleo necesario para
traerla a ella y a los niños a los Estados. El equipo tiene un área
de espera a la que llevan a todos los cambiadores antes de
traerlos a los Estados Unidos mientras se están realizando los
trámites. Reciben vacunas, y todo el trabajo se hace allí y están
protegidos. El papeleo de Shanty tuvo que ser procesado
rápidamente y los favores tuvieron que ser solicitados. Se le
dijo con anticipación y, sin embargo, todavía lanzó un ataque,
insistiendo en que Flambé fuera a recogerla personalmente en
Sudáfrica.

El estómago de Sevastyan se tensó de la manera en que lo hacía


cuando algo se sentía mal para él. La mujer debería haber
querido salir lo más rápido posible.

− ¿Podría haber estado tan asustada que solo quería ver la cara
de Flambé? Flambé habría sido la más reconocible, ¿verdad? −
Preguntó Ania.

− ¿Cómo? − Preguntó Sevastyan. − Ella proporcionó un equipo


de extracción. Ellos habrían enviado sus fotos, no las de
Flambé. Ella no hubiera estado involucrada en ese punto. Ella
no estaría involucrada hasta que la mujer y sus niños fueran
entregados aquí en los Estados Unidos. Flambé había dejado de
correr por un tiempo, especialmente con su leopardo tan cerca
de emerger. Ella tiene un precio por su cabeza. Ella sabía que
era mejor no ir. Entonces, ¿cómo hizo esta mujer para saber que
debía preguntar por Flambé personalmente?

− ¿Le preguntaste a Flambé? − Dijo Mitya. Sorprendentemente,


su tono fue suave. Mientras Sevastyan estaba más enojado, y
Mitya se volvía más tranquilo.
− No. − Sevastyan se pasó ambas manos por el cabello. – No
quiero que piense que me estoy haciendo cargo de su negocio.
Nuestra relación es muy frágil.

− Su vida podría estar en peligro, Sevastyan, − señaló Mitya. −


Si fuera Ania, la arrojarías sobre tu hombro como un hombre
de las cavernas, me fruncirías el ceño y la arrojarías a la
habitación del pánico.

− Cállate la boca, − espetó Sevastyan, pero su tono era


conciliador. Mitya tenía razón. Él haría eso. Esperaría que
Mitya protegiera a Ania y estaría furioso si no lo hiciera. Estaba
tan condenadamente asustado de perder terreno con Flambé.

− Tienes que preguntarle, − empujó Mitya. − No tienes elección.

Sevastyan sabía que no tenía elección al respecto. En cierto


modo, Shanty lo había salvado. Dudaba que Flambé se hubiera
quedado si no hubiera estado esperando a la mujer. Pero si
tantos otros tenían un mal presentimiento sobre ella, entonces
algo tenía que estar mal.

No hubo sonido, pero se volvió para mirar hacia la cocina.


Ahora que Flamme finalmente había hecho su aparición y se
había integrado completamente con Flambé, se movía aún más
como un leopardo, pero no había nada que cubriera su olor, no
de Sevastyan. Todo a su alrededor se desvaneció en
comparación con ella. Los colores de las hojas y plantas, las
nubes flotando en el cielo. La manera en que la propiedad
rodaba y pareció durar una eternidad.
Él inhaló, saboreándola en su lengua. Canela y especias,
creando el anhelo por ella como siempre lo hacía. Flambé abrió
la puerta de la cocina y se quedó allí enmarcada, con la mirada
en su rostro antes de tomar un respiro y mirar a su compañía.

Mitya se puso de pie, Ania se metió rápidamente debajo de su


hombro, dándole todo su apoyo. − Flambé, − la saludó Mitya
primero, sin esperar. − Tuve que venir a decirte lo mucho que
lamento la forma en que te he tratado. Por favor déjame
explicarme, aunque la verdad es que no hay excusa. Solo
puedo confiar en tu misericordia y esperar que seas tan
compasiva como dice Sevastyan.

Soltó su agarre mortal en el borde de la puerta y subió al


porche, un atisbo de sonrisa iluminando sus ojos, convirtiendo
el verde en una joya de esmeralda. − ¿Dice que soy compasiva?

Mitya asintió. − Lo hace.

Flambé tomó la silla junto a la de Sevastyan. − Él desearía que


yo fuera compasiva con toda la mierda que tira.

Mitya se echó a reír. − Ella tiene tu número.

Ania le dio un codazo. − Probablemente de la misma forma que


yo tengo el tuyo. Así que sigue con ello.
− Si bien. − Mitya se hundió en su asiento y sentó a Ania en su
regazo. − He estado cuidando a Sevastyan desde que era un
niño. Tampoco ha sido fácil. Siempre está metido en algún tipo
de problema.

− Eso es bastante fácil de creer, − dijo Flambé. Sevastyan frunció


el ceño.

− Flambé, soy el jefe de seguridad. Eso no significa nada. −


Mitya sacudió su mano en el aire y luego mordió ligeramente
el cuello de su esposa. − Ya has vivido con él. Sabes como es. De
mal genio. Pero, aun así, un buen hombre. Mi hermanito,
aunque pocos lo saben.

Sevastyan gimió. − No soy un bebé.

− Si. Bebé. Tú eras el bebé. Tuve que cambiarte los pañales. Qué
lío que fue. − Mitya dio un suspiro de sufrimiento.

− ¿Sabes cómo cambiar pañales? − Preguntó Ania, moviendo la


cabeza alrededor para mirar a su marido. − Nunca me
mencionaste este talento. No tengo ni idea de cómo cambiar el
culito de un bebé. ¿Adivina quién estará haciendo esa tarea en
particular si alguna vez tenemos la suerte de tener una de esas
criaturas?

Mitya envolvió su brazo alrededor de los hombros de Ania y la


arrastró incluso más cerca. − Tendremos un bebé algún día,
kotyonok. De una forma u otra tendremos uno, aunque no estoy
seguro de recordar cómo cambiar pañales. Puede que tengas
que aprender.

− ¡Ah! − Sevastyan se abalanzó sobre eso. − Nunca me cambió


los pañales en primer lugar. No creas nada de lo que dice,
Flambé.

− En cualquier caso, estaba siendo sobreprotector con él. Temí


que entrara en la relación demasiado rápido. Estaba solo. Lo
sabía. Eres hermosa. Cualquiera puede ver eso. Ambos tienen
los mismos intereses, pero nunca lo miraste de la forma en que
pensé que una mujer que lo amaría lo miraría. No tenía derecho
a juzgarte ni a la relación que elijan tener ustedes dos. Quería
mucho para él y puse mis deseos y lo que creía que era la única
forma correcta de amar sobre ustedes dos. Lo siento mucho por
eso.

− Realmente no puedo culparte por pensar que tenía un pie


fuera de la puerta − Flambé dijo. − Ya que lo hacía. No soy
buena en las relaciones, ni confío en nadie, especialmente un
cambiaformas masculino.

Sevastyan envolvió su brazo alrededor de su cintura,


ignorando la leve rigidez de su cuerpo. Tenían que empezar
por alguna parte. La atrajo hacia él. − No te lo puse fácil,
Flambé. Entre visitar el club, mi trabajo y mil cosas más...

Ella lo golpeó con la cadera. – No lo hagas. Lo intentaste mucho


más que yo. Yo solo traté de correr. En cualquier caso,
esperamos haber superado eso ahora. − Ella se volvió hacia
Ania. − Flamme finalmente hizo su aparición, gracias a
Sevastyan. Yo no sé cómo pudo sacarla sin que me matara, pero
lo logro.

Ella le sonrió y le pasó la mano por el brazo. Fue solo una vez,
pero lo hizo, una pequeña muestra de afecto que nunca hubiera
hecho antes. Su estómago dio un vuelco lento y extraño y la
apretó con más fuerza.

− Su leopardo es precioso, − les dijo. − Nunca había visto una


como ella. Sus rosetas son en realidad rojas, no negras, y su
pelaje es definitivamente jengibre, o más cerca del rosa.

− ¿Rosa? − Flambé pareció indignada. − Definitivamente no es


rosa. Roja. Mi leopardo es rojo. No puedo creer que hayas dicho
siquiera rosa. Quita esa palabra de tu vocabulario.

Ania rio y Mitya tosió detrás de su mano.

Los dedos de Sevastyan bailaron hasta su caja torácica,


deslizándose íntimamente sobre su fina camiseta. − Acabo de
teñir más cuerda esta mañana, varios colores, y uno de ellos era
de un rosa brillante. Creo que lo usaremos con bastante
frecuencia.

− No vamos a usar eso. No solo choca con mi color, sino que soy
alérgica al rosa, − declaró Flambé, moviendo la cabeza. Varios
mechones gruesos de cabello se desprendieron de su cola de
caballo y cayeron alrededor de su rostro. Ella inclinó su rostro
hacia él, los ojos en su mayoría verdes, parecían joyas gemelas,
pómulos altos enrojecidos con rosa.

− Bebé, − dijo Sevastyan, su voz muy baja. − Es imposible ser


alérgico a un color.

− No lo sabes. Los leopardo fresa tienen enfermedades


extrañas. Yo muy bien podría ser alérgica a los colores.

Inclinó su cabeza hacia la de ella antes de que pudiera


detenerse. No pudo resistirla. No era un hombre que alguna
vez fuera capaz de no besar a su mujer en público. O tomar su
mano. O poner su brazo alrededor de ella. El podría abstenerse
de golpearla contra la pared; estaba bastante seguro de que
tenía tanta moderación, pero era un cambiaformas y era oral. Él
era también táctil. Necesitaba tocar y saborear. Y reclamar. La
maldita verdad era que se estaba ahogando bajo su hechizo.

Sevastyan enmarcó muy suavemente el rostro de Flambé, sus


pulgares se deslizaron sobre su barbilla, su mandíbula,
trazando las delicadas líneas. Mordió tiernamente su labio
inferior. Sus largas pestañas se deslizaron hacia abajo mientras
su respiración se atascaba. Besó las esquinas de su boca y luego
presionó sus labios contra los de ella, su lengua se deslizó a lo
largo de la costura en un orden silencioso para la entrada.

Flambé obedeció sin vacilar. Una mano se deslizó alrededor,


dando forma a la parte posterior de su cráneo, presionando su
espeso cabello rojo, todo ese brillo sedoso. El corazón le latía
con fuerza en el pecho. Su pulgar le acarició la barbilla, de un
lado a otro en una pequeña caricia.
− Te necesito, malen'koye plamya, solo para respirar, para vivir.
Nunca he dicho eso a otro ser humano, pero es la verdad. No
para Shturm, sino para mí. –Él se lo susurró y luego, antes de
que ella pudiera responderle, o incluso levantar sus pestañas
para mirarlo y ver su intensa mortificación, la besó, esta vez
llevándolos a ambos a ese lugar ardiente que los consumía
rápido y vorazmente.

Flambé le devolvió el beso, sus delgados brazos se deslizaron


alrededor de su cuello, su cuerpo apretado contra el suyo. Ella
se entregó a él como lo hacía cuando ella estaba en las cuerdas.
Ella nunca había hecho eso antes a menos que estuviera atada
o en el calor de su leopardo. Sevastyan descubrió que apenas
podía pararse. Como siempre, su cuerpo estaba fuera de
control completamente, su polla dura como un diamante, lista
para hacerse añicos a la menor provocación solo por tener a su
mujer tan cerca. No estaría bien colapsar frente a Mitya y Ania
o hacer el ridículo.

Levantó la cabeza con cautela y miró a su alrededor para


comprobar qué tan cerca estaba la silla más cercana. ¿Podría
hacerlo sin romper nada importante? Manteniendo su agarre
sobre Flambé para que estuviera frente a él, dio un paso atrás y
se sentó con cautela en la silla, tendido, con las piernas
extendidas frente a él.

Mitya se rio disimuladamente. El culo. Lo miró mientras


guiaba suavemente a Flambé a su regazo, asegurándose de
colocarla sobre sus muslos y no sobre su polla dura. Ella hizo
un pequeño movimiento con su cuerpo y él tuvo que sofocar
un gemido. Mitya se rio de nuevo.

− ¿Las cenizas de leopardo son un buen abono? − Miró a su


hermano mientras le hizo la pregunta a su mujer, mordiendo
su hombro mientras lo hacía.

Un pequeño escalofrío la recorrió. − Supongo que dependerá


del leopardo. Si estás hablando de Mitya, probablemente no.
De hecho, sus cenizas deben ser tóxicas para las plantas.

Ania se echó a reír. Mitya frunció el ceño sombríamente. −


¿Tóxicas para las plantas? ¿Crees que podría ser tóxico para tus
plantas? Mujer, estás loca. Los nutriría.

− De la forma en que criaste al pequeño Sevastyan, − le


preguntó Ania, y se rindió a otro ataque de risa.

− Bebé Sevastyan, − corrigió Flambé, y se rio con Ania.

Sevastyan puso su boca contra su oreja y acarició su mano a lo


largo de las mejillas de su trasero. − Tengo un amarre especial
que no puedo esperar para usar contigo solo para mostrarte lo
que le pasa a mi mujer cuando se burla de mi así y yo no puedo
tomar represalias. − Sus dientes le mordieron el lóbulo de la
oreja, tiró y soltó.

Esperó, con el corazón latiendo con fuerza, para ver si ella


reconocería que estaba burlandose de ella de la misma manera
que ella se burlaba de él. No era experto en el juego exterior,
pero ella tampoco. Ambos estaban tanteando su camino.

Flambé volvió la cabeza y le sonrió, sus ojos brillantes, pero ella


no dijo nada en voz alta. Como Sevastyan, no estaba segura de
qué decir en frente de los demás.

− Flambé, − dijo Mitya, serio, señalando la silla junto a la de


Sevastyan. − Sé que te has hecho cargo de la operación de
rescate que tu padre inició hace algunos años, lo cual es
bastante admirable. Drake Donovan es un buen amigo mío y
entró en contacto con tu padre una o dos veces. Ahí fue cómo
supe por primera vez el trabajo de Carver.

Flambé se hundió lentamente en la silla al lado de Sevastyan y


jaló sus piernas debajo de ella, acurrucándose muy pequeña.
Eso nunca era una buena señal en ella. Definitivamente no
quería discutir la operación de rescate con Mitya y
Ania. Apenas pudo discutirla con él.

− Mitya, − intervino Sevastyan. − Puedo hablar con Flambé


sobre esto más tarde.

− Puede que no lo hayas hecho más tarde, Sevastyan, − dijo


Mitya, sonando como si estuviera esforzándose por mantener
su voz suave. Sonaba más como un cruce entre un oso
gruñendo y un leopardo letal.

Ania le dio un puñetazo en el hombro, lo que hizo que Flambé,


que intentaba mirarlo indiferente mientras bebía agua, la
escupiera y Sevastyan volviera la cara lejos. Ania no se dejaba
intimidar en lo más mínimo por su marido.

− Flambé y yo lo arreglaremos, − insistió Sevastyan, tratando


de no sonreír por la forma en que su cuñada se salía con la suya
.
Flambé miró fijamente a Mitya y luego volvió los ojos verdes
dorado hacia Sevastyan. − Creo que sería mejor si me dijeras lo
que te preocupa acerca de ello. − Apretó la botella de agua fría
contra su cabeza.

− ¿Tienes dolor de cabeza, bebé? − Preguntó Sevastyan.

Ella asintió. − A lo grande. Todo lo que me vas a decir está


destinado a empeorar las cosas, así que sigue adelante antes de
que Flamme decida hacer otra aparición.

− Cuéntanos cómo funcionaba el protocolo cuando ibas a un


país para reunirte con un individuo tu misma y sacarlo, − dijo
Sevastyan.

Flambé se encogió de hombros. − Nos comunicamos con una


guarida que es inestable, en problemas y le preguntamos a los
ancianos si alguno de sus miembros está interesado en
trasladarse a los Estados Unidos. Si es así, nuestro equipo de
investigación los examina para asegurarse de que no tienen
nada en sus antecedentes que de alguna manera le restará
mérito al entrar a los Estados Unidos, trabajar aquí y
eventualmente convertirse en ciudadano. Mientras hacen eso,
otro grupo trabaja con los abogados, asegurándome de que
todo el papeleo se presente correctamente, y vuelo para
reunirme con ellos. El equipo de extracción está conmigo y los
acompañamos fuera.

− ¿Cuántos problemas hay? − Preguntó Mitya.

Flambé hizo una mueca. − En los últimos años, la mayoría de


las veces, nos topamos con todo tipo de problemas, tanto que
el equipo de extracción prefirió que no los acompañara. Ya no
hay viajes ocultos con el internet. No solíamos tener que
escondernos. No era gran cosa cuando mi padre traía algún
cambiaformas. Nadie sabía, ni pensaba nada al respecto. De
repente, en los últimos dos años, no importa si era un hombre
o mujer, nos encontramos con personas armadas.

− Y tu cabeza tiene un precio, − añadió Sevastyan. − De dos


diferentes facciones.

Flambé asintió. − Si. Mi equipo pensó que sería más inteligente


que yo me mantuviese fuera de la mezcla y conociera al
cambiaformas aquí en los EE. UU. en lugar de su propio
terreno. Estuve de acuerdo con ellos, aunque parece que puedo
decir cuándo uno no es quienes dicen ser, incluso si se escapan
del equipo de investigación.

Mitya frunció el ceño y se acarició la mandíbula. − Espera,


tengo que aclarar esto, Flambé. No solo vas a saludar al
cambiaformas que viene al país para darle la bienvenida, estás
ahí para cumplir con otro propósito.
Ella asintió. − Como regla general, cuando hablo con ellos y les
hago una serie de preguntas, generalmente puedo determinar
si están legítimamente buscando encajar en el programa que
ofrecemos o si quieren un paseo. Nosotros no damos paseos.
Esperamos que todos hagan su propio trabajo. Ahí hay
demasiados otros esperando en la fila. Puede sonar duro, pero
es cierto. Si yo puedo dar a alguien una educación y ponerlo a
trabajar, el contrato dice que deben traen a alguien más para
pagar, eso significa ayudar a otra persona.

− ¿Cómo puedes saberlo por tu investigación y tu equipo de


extracción no puede saberlo? − Preguntó Sevastyan. − Los
leopardos escuchan mentiras, no puede ser eso.

− No tiene nada que ver con escuchar mentiras, − admitió


Flambé. − Incluso cuando niña, cuando salía de viaje con mi
padre, me di cuenta. Había algo en la forma en que sus ojos se
movían de un lado a otro. Le diría a mi padre y él pasaría de
ese cambiaformas en particular. No al principio, pero luego
cuando tenía un historial probado.

− Lo que estás diciendo, − reflexionó Ania, − es que el


cambiaformas realmente quería venir a los Estados Unidos e
incluso estaba dispuesto a trabajar para ti o tu padre, pero él no
iba a seguir adelante y traer a otros cambiaformas. Podrías
decir eso incluso de niña.

Ella asintió. − No eran malas personas. Simplemente no tenían


la misma visión de mi padre o mía. Había otras formas en que
podían dejar su guarida.
−Estos últimos años, cuando las cosas han cambiado...
– Sevastyan continuó, empujando su suerte, viendo lo
incómoda que estaba. Flambé no se retorció ni se movió
inquieta. Ella se sentó con mucha calma, pero él podía decir que
esta era la última conversación que quería tener. Ella lo había
aceptado, pero estaba todavía insegura de todos ellos, incluido
él. Ella quería tomar esa oportunidad con él, pero todo sobre
ellos era tan nuevo. Este era su negocio, su pasión, y ella no
entendía a dónde iban con eso. − Flambé, − insistió,
manteniendo su tono lo más suave posible, usando su voz baja
y autoritaria a la que ella respondió más. − ¿Qué cambió con
esta mujer en particular? Shanty Jacobs. ¿Quién hizo el
contacto inicial?

−Primero nos contactó una fuente de National Geographic.


Tuvieron que correr con su historia y las fotografías que tenían,
pero nos enviaron un mensaje. Nuestro equipo de extracción se
desplegó de inmediato en el campo y pudo hacer contacto
bastante rápido con Shanty y los niños. Su guarida había sido
destruida. Quedaban tan pocos que no había manera de
protegerlos cuando fueron atacados y los que quedaron se
dispersaron y corrieron.

− ¿Tu equipo de investigación tuvo tiempo para hacer una


investigación exhaustiva antes de que su equipo de extracción
la recogiera a ella y a sus hijos? – Sevastyan empujo.

Flambé vaciló. Dejó la botella de agua con mucho cuidado


sobre la mesa como si tuviera miedo de derramarla. Su mano
no tembló. Ella se veía perfectamente en control, pero esa
pequeña pausa no era propia de ella. Ella siempre estaba
segura cuando se trataba de su negocio. La vacilación añadió
más nudos al estómago de Sevastyan.

− No. Tuvimos que desplegar nuestro equipo de extracción


rápidamente. Una vez que hicimos contacto con ella y
determinamos que quería irse, nos dimos cuenta de que no era
seguro para ella quedarse allí. Ella estaba siendo perseguida,
no solo por el gobierno, sino por cazadores furtivos también.

− Si la entregaras al gobierno, ¿la habrían protegido?


− Preguntó Ania.

− Como leopardo, − dijo Flambé, − habría sido sometida a


pruebas y separada de sus hijos. No hubieran sabido que ella
era un cambiaformas o que sus hijos lo eran.

− Pero podría haber escapado fácilmente, − señaló Ania. − Si


hubiera un riesgo inmediato...

− Es cierto, pero nuestro equipo de extracción estaba allí y le


proporcionaron una alternativa.

− Pero me dijiste que no quería irse con ellos, − Sevastyan


objeto. − Les dijo a sus trabajadores que Shanty se negó, al
principio, a irse a menos que fueras personalmente a Sudáfrica
para acompañarla de regreso a los Estados Unidos.
Flambé volvió a fruncir el ceño y se pasó la botella de agua por
la frente. Sabía que su mente estaba pensando en los pasos que
normalmente daría en un rescate. Este había sido diferente
desde el principio. Ellos habían sido contactados justo antes de
que las fotografías se hicieran públicas, poniendo a los
leopardos fresa restantes en peligro. Los cambiaformas se
habían dispersado, expulsados de la guarida por cazadores
furtivos y ahora perseguidos por el gobierno y turistas
también. Estaban asustados, sin saber a dónde acudir.

No hubo tiempo para una investigación exhaustiva, todos


entendían eso, incluido Sevastyan. También era el momento
perfecto para una operación si alguien estaba en condiciones
de llegar primero. Las preguntas eran, ¿cómo? ¿Y por qué?

− ¿Cómo sabría ella siquiera tu nombre, o tu cara, Flambé? −


Sevastyan insistió suavemente. − No estás vinculada de
ninguna manera al equipo de extracción. ¿Por qué se fijaría en
ti e insistiría en que fueras a Sudáfrica en lugar de llevar a sus
hijos a un lugar seguro lo más rápido posible? Tú misma dijiste
que no has estado con el equipo de extracción desde hace algun
tiempo, dos años ahora.

Flambé no respondió. Cerró los ojos, sus largas pestañas, dos


gruesas medialunas abanicando hacia abajo, haciéndola
parecer más vulnerable que nunca.

− ¿Podría el equipo de extracción haber mencionado su


nombre? − Aventuró Ania. − Ella es una mujer. Si Shanty estaba
asustada, tal vez hubiera querido a una mujer para
tranquilizarla.

Hubo un pequeño silencio mientras el viento tiraba de la tierra


suelta en el jardin, haciéndola girar en pequeños remolinos,
haciendo pequeños remolinos de polvo, enviándolos a rebotar
y bailar en una exhibición salvaje.

− Esa fue la excusa exacta que usé cuando Etienne y Rory me


preguntaron por qué ella había insistido en que la encontrara
en Sudáfrica. Ellos pensaron que era extraño también. Dije eso
mismo. Ella era una mujer y estaba asustada. Yo nunca pensé
en preguntar cómo me conocía. Nadie en el equipo de
extracción alguna vez me mencionaría.

− Pero habías adquirido una reputación, − señaló Mitya,


jugando al abogado del diablo.

− También Drake Donovan. Uno mucho más grande que el


mío. Su empresa de seguridad es muy conocida en todo el
mundo. ¿Por qué preguntar por mí? ¿Por qué no por él? Es
cierto que principalmente persigue a los rehenes, pero se sabe
que saca a los cambiaformas de áreas conflictivas, − dijo Flambé
con un pequeño suspiro. − Él habría llegado más rápido,
probablemente más rápido que nuestro equipo.

− ¿Por qué esta mujer querría engañarte? − Dijo Ania. − Ella no


te conoce.

Flamed negó con la cabeza.


Sabiendo que no estaba acostumbrada a la comodidad física,
Sevastyan todavía no pudo evitar ofrecérsela a ella. Se inclinó
hacia ella, deslizando su brazo alrededor de sus hombros. −
Ven aquí, bebé.

Estoy bien.

− No lo estás. Ven a sentarte en mi regazo.

Ella negó un poco con la cabeza.

Él mantuvo la presión sobre su hombro y no dijo nada


más. Simplemente esperó. Flambé se tomó su tiempo para
resolverlo todo. Para tomar una decisión. Ella se había
comprometido con él. Ella todavía estaba en el proceso de
decidir qué significaba eso para ella, cuál sería su relación. Ella
obtuvo consuelo de él después de estar en las cuerdas. Habían
establecido eso en las últimas semanas. Tenía eso a su favor.

Con un suave suspiro, Flambé capituló, deslizándose de su silla


para acurrucarse en su regazo, tirando de sus piernas hacia
arriba de la forma en que lo hacía, haciéndose pequeña,
abrazándose en él. Envolvió sus brazos alrededor de ella,
dándole una presión firme. Sus brazos eran como cuerdas,
atándola, haciéndola sentir segura.

− La mayoría de la gente traicionará a otros por dinero, poder,


venganza o si sus seres queridos están en peligro, − añadió
Mitya en el silencio. − Esta mujer podría tener cualquiera de
estos motivos.

− Ni poder, ni venganza, − descartó Sevastyan de inmediato,


acariciando la parte superior de la cabeza de Flambé con la
barbilla. − Ella no conoce a Flambé, ¿y qué tipo de poder
alcanzaría? Entonces, dinero. Alguien podría estar pagándole
una buena cantidad, o su pareja está siendo retenida. ¿Dónde
está su pareja? ¿Cuál es la historia de eso, plamya?

Flambé había comenzado a relajarse en él por lentos


incrementos. Su cuerpo estaba acostumbrado a la sensación de
él de todas las noches que durmieron juntos tan cerca,
Sevastyan se negaba a permitir ni un centímetro entre su
piel. Ella había estado temblando, pero incluso eso se estaba
disipando lentamente. Ella descansó su cabeza contra su
pecho, su palma presionando contra su muslo.

− Según el equipo de extracción, cada vez que preguntaban por


su compañero, se ponía histérica. Ella lloraba y hablaba de
armas y cazadores furtivos y todos muertos.

− Otros escaparon de la masacre porque al menos otros nueve


leopardos fresas fueron captados en cámaras separadas en
varias áreas, ¿no es correcto? − Preguntó Ania.

− Sí, − dijo Flambé. − Hasta donde yo sé, los equipos están


tratando de encontrarlos. Sabes tan bien como yo, que los
cambiaformas son notoriamente difíciles de encontrar cuando
no quieren ser rastreados.
− ¿Cómo funciona por tu parte? − Preguntó Sevastyan. − No
usas tu teléfono celular privado. Dijiste que alguien de National
Geographic te dio el aviso. ¿Cómo?

− Estaba trabajando en el club cuando llegó la llamada. Solo


hay dos de nosotros que podemos contestar ese teléfono. Blaise
Brodeur, mi capataz o yo. Él ha trabajado para nosotros
durante años. Mi padre lo trajo hace tiempo, cuando yo estaba
comenzando mi adolescencia. Fue a la universidad, realmente
se destacó y volvió a trabajar con mi padre. Le encanta el
negocio de la jardinería como a nosotros. Mi padre le dio
suficiente dinero para comenzar su propio negocio, pero él
quería quedarse como capataz y lo hizo. Nadie más ha estado
allí tanto tiempo y conoce ambos lados, el rescate y el
paisajismo.

− Entonces, Blaise tomó la llamada original y puso a trabajar a


los investigadores, − Dijo Sevastyan.

− Sí, de inmediato. Él también me llamó. Le dije que alertara al


equipo de extracción y que los colocara en el campo, ya que
podrían tener que rastrear a los leopardos y llegar a ellos muy
rápido. No sabíamos lo que estaba pasando. Blaise llamó unos
minutos más tarde y me habló de Shanty y los niños. Esa vez,
no sabíamos su nombre. Solo dijo que el contacto en National
Geographic tenía su foto y una ubicación y que estaba separada
de los otros.
Sevastyan intercambió una larga mirada con su hermano por
encima de la cabeza de Flambé. No le gustó la forma en que
esto estaba empezando a tomar forma.

− ¿Sevastyan? − La voz de Flambé sonaba cansada y gastada.


Herida y traicionada. − ¿Recuerdas el día que estábamos
trabajando en la propiedad y estaba hablando con Rory,
Etienne y Blaise? ¿Viniste detrás de mí? Ahí fue cuando
Flamme realmente se mostró a sí misma.

− Lo recuerdo. − Mantuvo su voz estrictamente neutral.

− Todos estaban mirando una foto de Shanty. Blaise actuó


como si nunca hubiera visto su fotografía, pero tenía que
haberlo hecho. Fue el primero en tomar la llamada. No había
forma de que no viera la foto y supiera la ubicación. Tenía que
enviarla a los equipos de investigación y extracción.

− Blaise es un leopardo fresa. − Mitya hizo una declaración.

Ania lo miró, claramente desconcertada, pero no dijo nada.

− No entiendo.

− Eres realmente muy hermosa, Flambé, − dijo Mitya. − No


parece que te des cuenta de que lo eres. También posees un
negocio muy exitoso. Su padre le dio a Brodeur el dinero para
la puesta en marcha de un nuevo negocio, pero sería nada en
comparación con lo que gana su negocio. En su mente, pagó su
deuda. Aguantó, trabajó duro, hizo lo que se suponía que debía
hacer y debería haberlo conseguido todo. Tú y el negocio.

Sevastyan estaba extremadamente contento de que él no fuera


él quien tuviera que señalarle eque Blaise Brodeur era
probablemente el hombre que la había traicionado. Él sabía por
qué Mitya era quien se arriesgaba. Una vez más, estaba
protegiendo a su hermano pequeño, arriesgándose a llevar la
ira de Flambé sobre él en lugar de Sevastyan por sugerir
siquiera que Blaise podría traicionarla.

Ella sacudió su cabeza. − Eso no tiene sentido. Me invitó a salir


un par de veces, pero después de que lo rechacé, se detuvo.
Nunca hizo un movimiento después de esto. Y todo esto, los
cazadores furtivos, la operación, todo, el costo sería
prohibitivo. De ninguna manera sería Blaise.

No quería que fuera alguien que conocía. Sevastyan apretó sus


brazos alrededor de ella, deseando estar solo con ella y que
ellos estuvieran arriba en su dormitorio principal donde podría
atarla con su cuerda. Brazos y cuerdas, más ataduras para
consolarla. Empezaba a temblar de nuevo porque ya sabía la
verdad. Ella miró a Sevastyan y había desesperación en sus
ojos. Herida. Lágrimas nadando.

− Él no es el que está detrás de todo, − dijo Sevastyan en voz


baja. − Tú lo sabes ya, Flambé, pero tomó el dinero. Está
enojado y tomó el dinero.
19
− NO me gusta esto, Flambé, − dijo Blaise, mirando alrededor.
− Se siente demasiado abierto aquí. Siempre has puesto a los
clientes en una casa segura.

− Es lo mejor que pude hacer. Sabes que mi leopardo está en


celo. No puedo exactamente salir al público, Blaise, − le espetó
Flambé. Ella respiró hondo. − Lo siento. Ella me pone muy de
mal humor. Esto llegó en muy mal momento para todos. Traté
de salir del encuentro con Shanty. Ibas a tener que manejarlo,
pero ella insistió mucho. Te lo dije, ella hubiera preferido que
yo la conociera en Sudáfrica. No había manera con mi leopardo
tan cerca de emerger.

Blaise asintió entendiendo. − Sevastyan no solo te dejaría ir sin


más. ¿Dónde está el? No puedo imaginar que con tu leopardo
levantándose vaya a trabajar a la casa de su primo.

Ella hizo un sonido exasperado. − No lo quería donde


cualquiera pudiera verlo. Eso solo la asustaría. En cualquier
caso, ya sabes cómo es sobre su primo. La casa de Mitya está
justo al lado. No es como el tiempo entre las casas fuera más de
dos minutos.

Ninguna palabra de lo que dijo fue mentira. Ella había


practicado lo que diría cuando surgiera la pregunta sobre
Sevastyan. Ella sabía que lo haría. Todos sabían que lo
haría. Había insinuado que Sevastyan estaba en casa de Mitya,
no había dicho que lo estaba.

− No me gusta que ningún cliente sepa dónde vives, − reiteró


Blaise. – Y mucho menos uno que no hemos revisado a fondo.

− Ella no sabrá que esta es mi casa, − señaló Flambé. − Me


reuniré brevemente con ella. El resto del equipo de extracción
tendrá a los niños con ellos y la llevarán a reunirse con ellos en
la casa segura, donde podemos decidir qué hacer después de
haber hablado con ella.

Blaise asintió. Flambé no había salido al balcón. Ella estaba


metida en la seguridad de la alcoba, que no se podía ver desde
ninguno de los árboles o colinas onduladas. Sevastyan y su
equipo de guardias de seguridad la habían hecho segura,
mirando desde todos los ángulos, asegurándose absolutamente
de que nadie le dispara a ella si esa era la intención. Blaise había
salido de la alcoba varias veces para inclinarse sobre la
barandilla, protegiéndose los ojos a pesar de sus gafas de sol
para mirar por la carretera.

− ¿Por qué estás tan nervioso? − Flambé preguntó con


curiosidad. − Esto no es diferente a cualquier otro momento.

− No lo sé. Simplemente me siento mal.

Flambé intentó no sentirse esperanzada. O eufórica. Quizás


estaban todos equivocados sobre Blaise después de todo. No
quería que él trabajara en su contra. Ella sentía verdadero
afecto por él. Puede que él no fuera lo que ella quería por
compañero en la vida, pero ella se sentía cercana a él.

− Te das cuenta de que no tengo familia en absoluto, Blaise. Ni


hermanos, ni primos. Nadie. Eres lo más parecido a una familia
que tengo. − Ella lo decía en serio. Había dolor en su voz. Ella
no pudo evitarlo. Blaise lo escuchó y él se dio la vuelta para
mirarla de espaldas a la barandilla.

− ¿Qué pasa, Flambé?

− No lo sé. Nada. Todo. No creo que seas feliz y yo quiero que


lo seas. ¿Por qué no sales más? Solías salir todo el tiempo.

Él dudó. Como Flambé, sabía muy bien que los leopardos


podían oír mentiras. − Quiero una compañera de vida, no una
aventura de una noche. Me cansé de esas.

− ¿Puedo hacerte una pregunta personal? Es muy personal, −


advirtió.

Se encogió de hombros, luciendo cauteloso, pero asintió. Su


mirada en su rostro estaba muy concentrada, lo que indicaba
que su leopardo estaba cerca.

− ¿Están las terminaciones nerviosas de tu cuerpo cerca de la


superficie?

Él frunció el ceño. − No sé qué quieres decir exactamente.


− En unos leopardos fresa, − Flambé eligió sus palabras con
cuidado, − Las terminaciones nerviosas están muy cerca de la
superficie. Puede causar un dolor real si son tocados de manera
incorrecta. También puede convertirse en una necesidad de
tener relaciones sexuales todo el tiempo. Me preguntaba si eso
te pasa a ti.

Esos ojos no parpadearon. No dejaron los suyos. Sacudió la


cabeza lentamente. − ¿Tienes ese problema?

Había tenido miedo de que, si le preguntaba, él tomara


represalias. Era natural que él lo hiciera. Los leopardos machos
de fresa parecían tener un impulso sexual saludable, como la
mayoría de los cambiaformas, pero no parecían sufrir la
aflicción genética que algunas de las mujeres padecían.

− ¿Eres hemofílico?

Sacudió la cabeza, frunciendo el ceño ahora, la preocupación se


apoderó de sus ojos. − Flambé, ¿qué diablos? ¿Lo eres tú? Tu
padre nunca dijo una palabra.

− Mi madre sufrió una hemorragia durante el parto, Blaise. Era


genético, así que sí, yo lo soy. Tomo hierro, claro, pero necesito
más que eso si quiero permanecer viva. Tienen algunas cosas
más nuevas que probar que las que tenían en la época de mi
madre.
Blaise se pasó la mano por el cabello con agitación. − Deseo que
tu padre me lo hubiera dicho. No debería haber estado
trabajando con todo el equipo, Flambé. Pueden ocurrir
demasiados accidentes. Un resbalón de un cuchillo de podar y
tienes un corte peligroso.

− Trato de tomar precauciones.

− Pero no le dijiste a nadie. Deberías habérmelo dicho al menos


a mí. – Él se dio la vuelta, sus dedos se clavaron profundamente
en las vigas de madera de la barandilla. − No entendí a tu
padre. Te sacó de la casa, te dejó en la tuya y nunca te detuvo
cuando lo necesitabas. Infierno. Podrías haber muerto.

Había un verdadero cariño en su voz. Una vez más, ella no


quería creer que él tuviera algo que ver con la traición.

− No puedo vivir toda mi vida encerrada en mi habitación,


Blaise.

− No, pero podrías tener más cuidado, − dijo. − Mucho más


cuidado. ¿Qué quisiste decir con las terminaciones nerviosas y
la necesidad de sexo todo el tiempo?

Tomó un sorbo lento de su botella de agua y la colocó con


cuidado en la mesa y luego mantuvo sus dedos cerrados
alrededor de ella. − Hay una condición que alguno de los
leopardos fresa tienen, y sí, también es genética, y que yo sufro,
donde las terminaciones nerviosas pueden hacer la vida un
infierno.
Blaise se volvió, mantuvo la mirada fija en su rostro, pero la
expresión en sus ojos se había vuelto depredadora. − ¿Necesitas
sexo todo el tiempo? Eso es lo que estás diciendo.

Ella se encogió de hombros. − Es una condición, no algo que


quieras con alguien que te importa, ¿sabes? − Eso también era
cierto. Había estado avergonzada de ello durante mucho
tiempo, y sinceramente, no importaba lo que Sevastyan dijera
o cómo trataba de repensarlo, todavía lo estaba. Ella no quería
pensar que su cuerpo la impulsaba. Quería tener el control.

− Maldita sea, Flambé. Fuiste al bar y recogiste machos


humanos y tenías aventuras de una noche para no permitir que
alguien que le importara se apegara a ti. − Lo hizo una
declaración.

Flambé agradeció haber hecho esa declaración. No era


necesario que ella hiciera algún comentario de una forma u
otra. Ella solo lo miró y se encogió de hombros de nuevo. Podía
inferir de eso que Sevastyan no era un hombre que le
importara; ella solo esperaba que él no le hiciera ninguna
pregunta. Ella pudo ver la especulación repentina en sus ojos.

− Flambé, deberías haber venido a verme y decirme todo esto


en lugar de guardártelo para ti. − Lanzó un suspiro. − Entiendo
por qué no lo hiciste. Tu padre tiene mucho de qué responder.
Pasaste la mayor parte de tu vida sola, tratando de averiguar
todo por tu cuenta, pero realmente necesitabas a alguien de
quien depender. He estado en tu vida más tiempo que nadie y
sabes que puedes confiar en mí.

Por primera vez pudo escuchar esa leve nota discordante y


Flamme raspó con fuerza contra ella, protestando por su
declaración. Su corazón se hundió. Blaise. Lo que quedó de su
familia. Lágrimas inesperadas ardieron detrás de sus ojos.
Hormonas, se dijo a sí misma. Se obligó a concentrarse en la
botella de agua, llevándosela a la boca y bebiendo. Ella no
probó el líquido frío, pero la salvó de llorar y delatarse.

Camión subiendo por la carretera, malen'koye plamya. La voz baja


de Sevastyan estaba en su oído, íntima. Sonando como lo hizo
cuando le hablaba a ella con una cuerda en sus manos.

Vehículos moviéndose a su posición en la parte trasera de la


propiedad. Yo cuento dos Christophe Tregre informó. Estaba
situado en la sala de control dentro de la casa principal. Era
imperativo que Flambé mantuviera a Blaise fuera de la casa.

¿Puedes ver cuántos hay dentro de cada vehículo? Preguntó


Sevastyan.

Eso es negativo en este momento, respondió Christophe. Y tú,


Ambroise.

Estoy mirando desde arriba, usando imágenes de calor, entonó


Ambroise, sonando distante. De hecho, estaba en casa de
Mitya. En todos menos el primer vehículo yendo al frente de la casa,
hay equipos de cinco hombres. El primer vehículo tiene tres personas.
− Tengo que enviarle un mensaje de texto a Sevastyan
diciéndole que todo está bien, Blaise. Dame un minuto. No
quiero que venga y arruine todo. Le gusta hacerse cargo.

Una mirada de molestia se deslizó por el rostro de Blaise,


desapareció apresuradamente cuando se volvió lejos. Bajó las
escaleras y se inclinó para examinar los arbustos recién
plantados.

Eso debería ser correcto, Sevastyan. Dos miembros de mi


equipo de extracción escoltarían a Shanty. Luego la llevarían
a la casa segura desde aquí, le envió un mensaje de texto.

No salgas de esa alcoba por ningún motivo. Cuando vayas a hablar


con Shanty, que la lleven allí y que todos los demás salgan. Tú tienes
acceso a la casa y puedes llevarla adentro y encerrarse las dos si es
necesario. Una vez más, su voz era como terciopelo líquido en
su oído, acariciándola sus nervios cuando Blaise la había
inquietado.

Si tienen a su marido, ella no vendrá conmigo a menos que lo


recuperemos. ¿Tienes idea de dónde está? ¿Quién lo tiene?

Tiene que estar cerca. Si no es el dinero y es su pareja, debió continuar


pidiendo que le asegurasen que estaba vivo. Eso significa que ella tiene
que preguntar para un contacto constante. Haz que ella haga eso.
Cuando ella lo haga, podemos conseguir su ubicación e ir tras él.

Blaise está regresando.


Saber que Sevastyan estaba cerca, que tenía los ojos puestos en
ella, la consoló en cierto grado, pero había un dolor subyacente
y un sentimiento de traición que simplemente no la dejaría ir.
Ella había crecido sintiendo que los cambiaformas masculinos
no eran confiables. Que no les importaban las mujeres. Las
hembras tenían que confiar en sí mismas. Ella no iba a superar
milagrosamente años de condicionamiento porque Sevastyan
había llamado al médico y había tratado de encontrar formas
para ayudarla. Sabía que cuestionaría su integridad incluso
cuando no quisiera hacerlo.

− ¿Qué pasa, Flambé? ¿Sevastyan te está dando problemas? –


Blaise preguntó, encaramado en la barandilla, luciendo
confiado, como si fuera el dueño de la propiedad. Había algo
casi propietario en su forma de actuar, tanto sobre la tierra
como sobre ella.

Ella se encogió de hombros. − No lo sé. Estoy de mal humor.


Temperamental, supongo. Ojalá esto terminara y pudiera
volver a ser yo misma.

− ¿Dijiste simplemente ser tú misma otra vez? ¿Crees que


cometiste un error con Sevastyan, Flambé? − Preguntó Blaise.

Flambé vaciló. Ella había tomado su decisión de estar con


Sevastyan, hizo ese compromiso con él. ¿Estaba segura de él?
Absolutamente no. Ella todavía estaba muy aterrorizada.
¿Cómo sabía alguien, hombre o mujer, que no estaban
cometiendo un terrible error cuando entraban en una pareja de
por vida? Sevastyan no era un compañero fácil. Nunca iba a ser
fácil, pero entonces, si era honesta, ella tampoco lo era.

SUV subiendo por el camino de entrada. La voz de Sevastyan


estaba en su oído.

Agradecida, Flambé se volvió para mirar el vehículo que se


dirigía hacia ellos. Reconoció el 4Runner utilizado por el
equipo de extracción en los Estados Unidos para transportar a
los cambiaformas que traían. Ya habían recibido todas sus
vacunas, tenían sus papeles y estaban listos para ir a su casa
asignada, usualmente confinados en una casa segura durante
una semana hasta que eran llevados a la propiedad principal.
Los hombres dormían en el cuartel y las mujeres generalmente
tenían habitaciones en la casa principal.

− Están aquí, Blaise.

− Flambé, − comenzó Blaise. − No tienes que quedarte con este


hombre. Tú lo sabes, ¿no? Es el primer ciclo de tu leopardo y a
menudo se cometen errores la primera vez.

− Ella estaba aterrorizada. − Flambé mantuvo sus ojos en la


4Runner en la distancia. − Yo también lo estaba. Franco
Matherson me había estado acechando durante un tiempo. Me
sacó de la carretera cuando salía para hablar con Sevastyan
sobre trabajar en su propiedad. Me arrojó contra su auto, me
golpeó cuando peleé con él, y me golpeé la cabeza muy fuerte
en el suelo cuando caí. Luché con él y apenas logré escapar.
Flambé se había vuelto para ver las expresiones que perseguían
la cara de Blaise. Habia una verdadera indignación. Furia. Él
era leopardo y tenía un temperamento de leopardo. − ¿Qué
demonios? ¿Por qué no me dijiste nada?

Ella se encogió de hombros y siguió con su explicación. −


Estaba muy desorientada y corrí hacia el bosque. Conocía la
propiedad porque había estado aquí con mi padre. Corrí a la
casa y, lamentablemente, mi leopardo fue capaz de liberarse lo
suficiente para llamar al macho de Sevastyan. Estaba
demasiado fuera para saber lo qué estaba pasando hasta que
fuera demasiado tarde para los dos. Tengo que asumir toda la
responsabilidad por eso. No fue culpa suya. Mi leopardo era
muy seductor. Ella pensó que nos estaba protegiendo de ese
charlatán.

− ¿Franco Matherson? − Repitió Blaise.

Ella asintió. − Si. − Deliberadamente, pasó las manos arriba y


abajo de sus brazos, temblando. − Él nunca me dejará tranquila.
Ha enviado varios de sus hombres para secuestrarme incluso
después de eso. Al menos tres intentos diferentes.

Blaise se puso de pie, de espaldas a ella, mirando al 4Runner


mientras se acercaba a la casa. − ¿Estás absolutamente segura
de que fue Matherson, Flambé? – Su voz era muy tranquila.

− Si. − Ella permaneció sentada. − Cuando salga del coche, ¿les


pedirías que la traigan aquí a la alcoba, Blaise? Siempre
entrevisto a cada persona sola. Eso es imperativo. Si no tengo
acceso a ellos sola, donde siento que pueden ser
completamente sinceros conmigo, no puedo sentir si son
adecuados para nuestro programa. Si no lo es, podemos pedirle
a Drake Donovan que la ayude a ella y a sus hijos. Estamos
muy llenos y hay más de estos cambiaformas allá afuera,
desplazados de su guarida.

− Ella va a insistir en que la acompañes y a los niños a la casa


segura, Flambé, − dijo Blaise.

− ¿Por qué piensas eso? Sus hijos ya están allí.

− Estaba tan nerviosa que insistía en que fueras a Sudáfrica. −


Flambé asintió. − Tienes razón. Bueno, tal vez esta vez podría
tener que hacer una excepción, siempre que no crea que mi
leopardo esté demasiado cerca de emerger. Si es así, tendría
que decírselo a Sevastyan. − Dejó que su voz se apagara.

Blaise negó con la cabeza con decisión. − No creo que sea una
buena idea, Flambé. Deberías decirle que no. Ella puede ser
como todos los demás.

Había una dureza en su voz que nunca antes había


escuchado. Lo que sea que Blaise estaba haciendo, cualquiera
que fuera el plan original, y estaba segura de que involucraba
entrar en el 4Runner con Shanty, Blaise de repente había
cambiado de opinión.

Flambé reconoció a dos miembros del equipo de extracción.


Ellos regularmente se movían de un lado a otro entre los
Estados Unidos y cualquier país donde recuperaran
cambiantes y los llevaban a trabajar en el negocio del
paisajismo hasta que pudieran decidir en dónde querían
estudiar y en qué tipo de negocio estaban interesados.

Terry Orsan era un hombre alto, de piel oscura con una sonrisa
dispuesta y los músculos tensos de los cambiaformas. Llevaba
su cabello más largo y tendía a rizarse alrededor de su cabeza
en rizos, aunque la única que podía salirse con la suya y agarrar
esos largos rizos oscuros era su hija. Ella tenía diez años ahora
y adoraba a su padre. Jet Vicks era bajo en contraste con Terry,
pero igualmente musculoso, con una espesa melena de león de
cabello gris que estaba salvajemente fuera de control,
domesticado sólo por un nudo suelto. Estaba claro que los dos
hombres habían trabajado juntos durante mucho tiempo. Jet
ayudó a la joven a salir del 4Runner mientras Terry observaba
su marcha atrás. A pesar de estar en propiedad privada, ambos
eran cautelosos, muy conscientes de ser responsables de su
cliente.

− Blaise, esta es Shanty Jacobs. Ha venido a hablar con Flambé,


− Jet dijo.

Terry y Jet escanearon a su alrededor, mirando hacia los tejados


y hacia los árboles como si estuvieran nerviosos.

− ¿Esperas problemas? − Flambé preguntó, de pie, llamando su


atención. Ella no salió de la alcoba, muy consciente de las
ordenes de Sevastyan. − Soy Flambé, Shanty. Siento mucho no
poder encontrarte en el Sudáfrica, pero mi hembra estaba
elevándose. Es su primer celo.

− Entiendo, − dijo Shanty. Sus ojos eran de un azul delicado,


pero ella parecía como si hubiera estado llorando durante días.
Sus ojos estaban hinchados, su rostro hinchado. Miró a Flambé
una vez y luego al suelo. Un temblor atravesó su cuerpo.

− No sé si hay problemas, Flambé, − respondió Terry. – Pero


tengo este sentimiento en mis entrañas. Lo he tenido por un
tiempo. Cuando lo consigo, no es bueno ignorarlo.

Jet asintió. − Nunca se ha equivocado todavía.

− Shanty y yo vamos a sentarnos aquí unos minutos y hablar, −


Flambé dijo. − Si ustedes caballeros nos dejaran espacio.
Mucho, por favor. Los leopardos tienen una audición excelente
y preferiría que salieran de su alcance. También pondremos
algo de música para ayudar a silenciar lo que nos decimos, pero
esta conversación es estrictamente entre nosotras. Blaise, en la
nevera hay dos botellas de agua helada. ¿Te importaría? − Ella
le dio una de sus sonrisas más dulces.

Blaise inmediatamente entregó a las dos mujeres una botella de


agua a cada una y luego salió del porche. − No me gusta
alejarme demasiado de ti.

− No es como si alguien pudiera llegar a nosotras, − señaló


Flambé. Ella se aseguró de que no mirar a la puerta principal,
que estaba a sólo unos pasos de distancia. Dentro de esa casa
había un equipo de hombres de Sevastyan listos para rodearla
y a Shanty con seguridad si pudiera conseguir que Shanty
hiciera una llamada a los hombres sosteniendo a su marido
como rehén.

Blaise asintió y los tres hombres las dejaron. Flambé le indico a


Shanty que se sentara. − Este debe haber sido un viaje muy
largo y aterrador para usted y los niños. ¿Cómo están?

Shanty asintió. − Creo que bien, − murmuró.

− ¿Dónde están?

− Los otros miembros del equipo los llevaron a la casa segura.


− Shanty hablaba tan bajo, que a pesar de que Flambé era
leopardo, apenas podía oírla. Flambé la miró. La mujer era
delgada. Parecía completamente miserable. Tenía la piel roja y
la cara enrojecida. Flambé respiro hondo. Era ahora o nunca.
Ella empujó una hoja de papel a través de la mesa hacia Shanty.
Flambpe encendió una pequeña fuente colocada en la mesa y
se inclinó cerca de ella permitiéndoles susurrar, el agua
interfiriendo si Shanty estaba cableada.

− Tendrán juguetes para ellos. Jack y Lyndon son realmente


buenos chicos, ellos estarán atentos a ellos. Y ambos hombres
creen en los helados. Los niños se echarán a perder. − Ella
vertió entusiasmo en su voz cuando Shanty leyó la nota.

Ambas cejas se juntaron. Su rostro se inundó de color. Era una


simple pregunta. ¿Había un micrófono plantado en ella para que
alguien pudiera escuchar su conversación? Shanty miró la nota
durante un largo rato. Sacudió la cabeza varias veces y sus ojos
se llenaron de lágrimas. Sus manos temblaron.

Se tapó la boca con los dedos y asintió.

− Normalmente te quedas en la casa segura durante una


semana antes de que te lleven a la propiedad principal donde
serás alojada. Porque tienes hijos tengo la esperanza de poder
alojarte en una de las casitas. − Flambé vertió entusiasmo en su
voz mientras empujaba la segunda nota hacia ella. – Estamos
tratando de que una esté disponible lo más rápido posible.

Shanty leyó.

¿Me traicionaste por dinero? ¿O por qué?

− Lo siento. Lo siento mucho. Tienen a mi pareja. Mi Reiner. –


Ella susurró apoyándose en la fuente.

− Lo sospechaba. − Flambé habló en voz baja. Los otros podrían


haberse alejado, pero no confiaba en que los leopardos no
pudieran escuchar.

¿Puedes insistir en contactarlo? ¿Escuchar su voz para que sepas que


está vivo? Responde en un susurro, pero mantente muy cerca de la
fuente. Ella lo escribió con cuidado, se lo mostro a Shanty y
cuando la mujer asintió, se lo quito, arrugó el papel y lo guardó
con cuidado en el bolsillo de sus jeans.
Flambé le dedicó una sonrisa alentadora y señaló la botella de
agua. − ¿Sabes quién está detrás de esto?

− Un hombre llamado Matherson. Quería que dijera que fui


golpeada y que mi marido me estaba siguiendo. Que no podía
alejarme de él. Se suponía que debía decir que tenía miedo de
contárselo a los hombres. Te iba a decir que el amenazó con
matarme y llevarse a mis hijos. − Ella se puso la botella de agua
en la boca, pero no bebió. Las lágrimas caían y ella trató de
mantener su rostro cubierto por si alguien pudiera verla. − No
quería hacerte daño. Realmente no lo hacía. Pero dijo que
mataría a Reiner.

− Lo más importante es encontrar a tu compañero y liberarlo


antes de que hagamos cualquier otra cosa. ¿Puedes insistir en
una llamada, exigiendo escuchar su voz antes de continuar? Sal
al porche lejos de mí. Di que crees que soy muy agradable y
que quieres saber que tu marido está a salvo antes de
traicionarme. Algo que los convencerá de que necesitas
aliciente. Necesitas escuchar su voz física. Haz que te dejen
hablar con él. Si ellos te dejan, quédate con él todo el tiempo
que puedas.

Shanty respiró hondo y luego asintió. Ella se puso de pie y se


alejó de Flambé. Flambé no había escuchado una mentira en su
voz. Ya sea que la mujer era muy, muy buena para engañar, o
su marido realmente había sido hecho prisionero. Matherson
quería a Karisa, la compañera de Basil Andino, de vuelta. Se
había convertido en una cuestión de orgullo para él. Ella
también tenía la sensación de que el hombre estaba igualmente
decidido a reclamarla. No la retendría mucho tiempo, pero la
reclamaría.

Un pequeño escalofrío le recorrió la espalda. Ella deseaba


conocer buenos varones cambiaformas. Ania insistia en que
había muchos y que le presentaría varios a Flambé tan pronto
como se ocuparon de sus problemas y Flamme ya no estuviera
en celo. Esa era otra cosa que le preocupaba un poco. Su piel
comenzaba a sentirse un poco espinosa. Era muy temprano en
la mañana, aunque había salido el sol. Habían programado
deliberadamente la reunión para muy temprano en la mañana,
cuando Flamme debía estar agotada de su carrera la noche
anterior con Shturm.

Ambroise está bloqueando la posición. Sevastyan la mantuvo


informada a través del pequeño auricular. Gorya, Logan,
Kyanite, Trey y Jeremiah están en movimiento y tan pronto como
tengan una dirección real, llegarán al lugar y lo aseguraran. Te haré
saber. Con suerte, se queda mucho tiempo en el teléfono, lo suficiente
para darnos una dirección.

Flambé deseó silenciosamente que Shanty lo hiciera. Shanty la


miró una vez y Flambé le pidió a ella que siguiera hablando y
luego tomó un trago apresurado de agua, agradecida de estar
más atrás en las sombras, porque Blaise estaba mirando a las
dos mujeres. Caminó de un lado a otro, ignorando a Terry y Jet,
que prestaban más atención a la seguridad, atentos a cualquier
señal de peligro. Ellos estaban lejos de Blaise.
El corazón de Flambé comenzó a latir con fuerza. Sacó su
teléfono, incapaz de ayudarse a sí misma, y le envió un mensaje
de texto a Sevastyan. Blaise, preocupado, podría dañar a Terry
o Jet.

Bajo control, cariño, la suave voz de Sevastyan le susurró al oído.

Tenía que tener fe en que él la tuviera. ¿Por qué estaba tan


nerviosa? ¿Por qué ella de repente tenía dudas de nuevo? Ella
empujó ambas manos a través su cabello, encontrando que
estaba temblando. Ella no quería que Blaise fuera el traidor.
Todo el tiempo ella siguió esperando que todos estuvieran mal.

Blaise nunca había mostrado ningún signo de ser el típico


cambiaformas masculino, arrogante y controlador, como
Sevastyan. Como Mitya. Como muchos de los otros que vio
aprovecharse de las mujeres. Había sido dulce, amable y
siempre complaciente. Cuando ella lo rechazó después de que
él la invitara a salir, él nunca se había vuelto raro con ella, o se
molestó. Él se tomó su negativa con calma. Ella había dejado en
claro que no mezclaba el trabajo con el placer y que nunca lo
había hecho. Si Blaise podía volverse contra ella después de
años de actuar con tanto cariño, ¿Qué significa eso para su
futuro con un hombre como Sevastyan?

Estás llorando, cariño. ¿Qué pasa? ¿Qué pasa por tu cabeza? Iré a ti
ahora mismo si me necesitas. Al diablo con el plan. Descubriré
algo. Las palabras susurradas en su oído a través de la pequeña
radio.
Escuchó la ansiedad en la voz de Sevastyan. Él vendría a ella. Y
arruinaría toda la operación solo porque estaba llorando. Ella
limpió su rostro con sus palmas y negó con la cabeza.
Nada. Haciendo el tonto. Tengo cosas en mi cabeza, le envió
un mensaje de texto.

Ella mantuvo sus ojos en Shanty, sabiendo que solo al enviarle


mensajes de texto a Sevastyan era suficiente para que él se diera
cuenta de lo que estaba pensando. La conocía muy bien. Era su
conexión a través de las cuerdas. La forma en que la leía.

Ambroise tiene una dirección. Los chicos están cerca. Dile a Shanty
que termine la llamada.

El triunfo la atravesó. Flambé hizo una señal de inmediato a


Shanty, quien a regañadientes permitió que con quienquiera
que estuviera hablando le dictara lo que tenía que hacer. Ella
siguió asintiendo con la cabeza y sollozando. Bruscamente
terminó la llamada y volvió a la mesa.

−Van de camino a rescatarlo, − susurró Flambé a Shanty e


indicó la botella de agua. − ¿Están bien los niños? − preguntó
en voz alta por el bien de cualquiera que escuchase.

− Si. Están muy felices. Jugando. − Shanty resopló un poco. –


Quería que me encontraras en Sudáfrica por una razón. No
estaba siendo tonta. Es mi marido. − Ella bajó la voz aún más. −
Es muy abusivo. Cuando vinieron los cazadores furtivos,
aproveché para correr con los niños e intentar conseguir
alejarme de él. La mayor parte de la guarida fue en una
dirección, pero yo me escondí en todo el caos y él estaba
luchando con los hombres y pude salir con los niños sin que él
nos viera.

Flambé frunció el ceño y se inclinó hacia adelante, dejando caer


la barbilla sobre el talón de su mano, su mirada en Shanty como
si estuviera completamente clavada. Quien estaba escuchando
y mirará definitivamente pensaría que Flambé estaba
mordiendo el anzuelo. Ellas necesitaban darle al equipo de
rescate el mayor tiempo posible para llegar a su marido.

− ¿El nombre de tu pareja es Reiner? − Flambé intervino solo


por decir algo, para ralentizar el tiempo.

Shanty captó la indirecta y tomó otro trago de agua, asintiendo.


− Si. Él es horrible. Le gusta pegarme. Le emociona. Eso es lo
que hace antes que él... − Se interrumpió y miró las vigas de
madera que corrían bajo sus pies. − Es muy violento cuando me
toca después de golpearme.

Flambé habría sabido que estaba mintiendo incluso si no


pudiera escuchar mentiras. Shanty sonaba como si hubiera
ensayado un guion escrito. Alguien había hecho que ella
repitiese las palabras una y otra vez hasta que las memorizo
palabra por palabra.

− ¿Disculpa, que dijiste? − preguntó, sentándose con la espalda


recta como si no pudiera creer lo que oía.
− Es horrible. Le gusta pegarme. Le emociona. Eso es lo que
hace antes de que el... − Se interrumpió, pero esta vez se miró
las manos, los dedos entrelazados en su regazo. − Es muy
violento cuando me toca después de que me golpea.

Definitivamente escrito y memorizado. Ella lo había repetido


palabra por palabra, hasta la forma exacta en que había
actuado. Nadie hacia eso a menos que estuviera mintiendo.
Shanty volvió a poner las manos sobre la mesa y miró a Flambé,
casi con miedo de respirar.

Flambé se inclinó sobre la mesa con simpatía y puso su mano


sobre la de Shanty. − Lo siento mucho. Eso debe ser terrible
para ti. El equipo de extracción te sacó rápido. No podría
haberte seguido hasta aquí.

− No, pero él lo sabrá. Me encontrará. Sabes que es imposible


esconderse de un leopardo. Nadie puede hacerlo. Ninguno.
Dijo que, si alguna vez huía de él, me mataría a golpes. Me
prometió que lo haría. − Shanty puso la cabeza abajo sobre la
mesa y lloró como si su corazón se estuviera rompiendo. Los
sollozos eran genuinos, una reacción al terror de saber que los
hombres estaban tratando de conseguir liberar a su marido de
los que lo retenían como rehén.

− Hay agencias en los Estados Unidos que protegen a las


mujeres, − Flambé dijo gentilmente.

En su mente, estaba instando al equipo de rescate a que se diera


prisa. Cada vez que ella miraba hacia arriba, podía ver que
Blaise se acercaba poco a poco a ellas. No podía acercarse
demasiado. En el momento en que el equipo de rescate señalará
que tenían a Reiner, ella entraría por la puerta principal con
Shanty. Estaba desbloqueada. Ella sólo tenía que abrir la puerta
de golpe, entrar y cerrarla. Una vez dentro, Blaise y Matherson
no podrían llegar hasta ellas. Desafortunadamente, eso dejaría
a Jet y Terry con el enemigo, y eso no le sentaba bien.

− ¿Cómo me van a proteger esas agencias contra un


cambiaformas? – Shanty demandó, sentándose derecha y
corriendo por sus lágrimas. − Veo las suficientes noticias para
saber que sus órdenes de protección no detuvieron a los
acosadores si querían realmente lastimar a alguien o matarlo.
Pasa todo el tiempo. Los jueces tiran casos debido a la falta de
pruebas y la policía no escucha.

Flambé suspiró. − Bueno, eso es cierto. Tengo un hombre


acechándome y yo llamé a la policía. Incluso tengo un negocio
muy respetado y eso no ha ayudado en absoluto. Me dijeron
que realmente no había hecho nada para justificar un arresto.
Me sentí amenazada por él. Apareció en todos los lugares
donde estaba, hasta me sacó de la carretera y me agredió, de lo
cual no tenía pruebas porque tuvo lugar donde no había nadie
alrededor, realmente no había hecho cualquier cosa que la
policía considerara peligrosa.

Se frotó la línea del cabello donde había estado la hinchazón. −


Te podemos mover fuera del estado, Shanty. Tenemos otras
empresas establecidas donde puedes trabajar y ganar dinero.
Puedo hacer que mi gente mire los aeropuertos para ver si entra
al país. Hay un hombre llamado Drake Donovan que tiene una
empresa de seguridad. Seguro que has oído hablar de él. Él
podría ayudarte. Puedo comunicarme con él en su nombre
también.

Quería enviarle un mensaje de texto a Sevastyan diciendole que


el equipo tenía que darse prisa. ¿Y si algo iba mal? Podía ver
que el pánico comenzaba a acumularse en los ojos de Shanty.
Empezaba a sentirlo en la boca del estómago. ¿Cuánto tiempo
tomaba un rescate? ¿Cuántos hombres tenían como rehén al
marido de Shanty? ¿Ambroise tenía esa información? Ella
debería haber preguntado. Ella tenía que mantener la calma
para que Shanty lo hiciera.

Se llevó la botella de agua a la boca y tomó un largo y


deliberado trago, dándose tiempo para marcar la posición de
Blaise. Estaba unos metros más cerca de ellas, pero todavía a
varios metros de distancia. Estaba seguro de que Shanty estaba
haciendo su trabajo, convenciendo a Flambé de que era una
mujer maltratada.

Shanty negó con la cabeza con un pequeño gemido de miedo. −


Él me encontrará. Sabes que lo hará. Tienes que ayudarme,
Flambé. Sé que puedes. Escuché que tú puedes.

Flambé tamborileó los dedos sobre la mesa. Seria arriesgado


capitular tan pronto. Ella no haría eso. − Estoy tratando de
ayudarte, Shanty. No estás dispuesta a tomar ninguna de las
vias que he abierto para ti. Voy a admitir, que huir de un
cambiaformas no es lo más fácil, especialmente con tres
pequeños a cuestas, pero si es tan malo como dices, no creo que
tengas elección. Si fuera yo, optaría por huir. Acudiría a
Donovan en busca de ayuda. Tiene toda una fuerza de
seguridad y conoce todo tipo de lugares donde puede ubicarte
donde tu esposo tendría dificultades para encontrarte.

Shanty guardó silencio durante mucho tiempo. − ¿Has enviado


a otras mujeres donde Donovan antes? − preguntó finalmente,
su voz muy baja, pero se aseguró de que el sonido llegara lo
suficiente alto como para que Blaise, por la forma en que se
había acercado no pudiera dejar de oír, ni nadie más que
estuviera escuchando a través del micrófono que se le había
plantado.

Flambé se encogió de hombros. − Una o dos veces fue


necesario. Es muy bueno haciendo desaparecer a la gente.
Había considerado aprovechar sus servicios en un punto. Te
estaba esperando.

Técnicamente, tampoco había mentira. Blaise escucharía el


timbre de la verdad. Matherson estaba al otro lado del
micrófono de Shanty. Él lo escucharía también. Ambos
hombres pensarían que la compañera de Basil Andino, Karisa,
había ido a Drake Donovan y que él la protegió enviándola a
un lugar no revelado. En verdad, Karisa estaba muy segura,
había desaparecido hace mucho en la ruta que Flambé había
establecido y utilizado con moderación y solo cuando era
absolutamente necesario. Solo cuatro mujeres la ayudaron con
esa ruta y ella usó un bloqueador de aroma especialmente
perfeccionado solo para ella por Charisse Mercier de Nueva
Orleans.

Por primera vez, Flambé se sintió un poco divertida. Ella pudo


ver un indicio de frustración en el rostro de Blaise. Él la creyó.
Quería todo el lío terminado, casi más que ella. Terry estaba
lanzando unas pequeñas miradas de advertencia por encima
del hombro, lo que significaba que su instinto le estaba
diciendo que algo no estaba bien. Siempre había tenido buenos
instintos. Quería que terminaran allí para poder sacar a Shanty
de allí.

− ¿Podrá Donovan esconderme de Reiner? − Había verdadera


desesperación en la voz de Shanty. El pánico real brotó de sus
ojos. En su cara. Iba a perderlo en otro minuto.

Flambé respiró hondo instintivamente para tratar de respirar


por ambas.

Tienen a Reiner Jacobs a salvo. Está con el equipo de rescate. Está a


salvo e ileso. La voz de Sevastyan era tranquila y muy acogedora
en su oído. Repito, Jacobs está a salvo y con el equipo de
rescate. Entra con Shanty ahora, Flambé.

Esa era una orden clara y una que no tendría problemas en


obedecer. Una sonrisa estalló en su rostro. Ella se inclinó cerca
de Shanty, tomó su mano y apretó con fuerza. − Seguro. Sin
daño. Lo tienen. − Ella se puso de pie y puso a Shanty en pie. −
Corre.
Flambé ya estaba en movimiento, corriendo hacia la puerta
principal. Ya estaba abierta de par en par, Kirill y Matvei
salieron con armas automáticas para protegerlas mientras las
dos mujeres corrían por el porche.

Blaise se tiró al suelo, usando la esquina de la columna de la


veranda como cobertura, apuntando con su arma a Shanty.
Flambé hizo una pausa solo el tiempo suficiente para permitir
que Shanty se pusiera frente a ella, su cuerpo bloqueando la
mujer del objetivo de Blaise justo cuando Kirill y Matvei
abrieron al fuego de cobertura.

Terry y Jet no tenían idea de lo que estaba pasando ni de quién


era el enemigo. Ambos hombres sacaron armas, pero a pesar
de lo expuestos que estaban, tuvieron la presencia de ánimo
para bajar al suelo con las manos extendidas en señal de
rendición.

Blaise rodó bajo la esquina de la veranda, se quitó los zapatos,


desnudo rápido y cambio. Su leopardo se arrastró debajo de la
casa hasta el otro lado y corrió a toda velocidad hacia donde
dos SUV con Matherson y los equipos de diez cambiaformas
esperaban en un viejo camino de tierra poco usado detrás de la
propiedad.

Todos los cambiaformas estaban fuera de los vehículos, armas


listas, merodeando alrededor, como si estuvieran en un alto
estado de conciencia. Blaise se movió, indiferente a su
desnudez. − Tenemos que salir de aquí.
− ¿Donde esta ella? − Matherson demandó. − ¿Qué pasó?

− Ella corrió. Ella y esa maldita mujer entraron corriendo en la


casa. Fue algún tipo de operación. Pensé que lo tenías cubierto,
− espetó Blaise.

Matherson inmediatamente sacó su teléfono y envió un


mensaje de texto. − Ellos pueden matar a su marido ahora, esa
perra mentirosa y traicionera. − Miró hacia abajo a su teléfono.
Parpadeó. Mirando. Enviando repetidamente. Jurando.

− Tenemos que irnos ahora, − repitió Blaise. − Ahora mismo.

Matherson le disparó entre los ojos y vio el cuerpo caer al


suelo. − Vamos a buscar a esa pequeña perra. Ambas, − gritó,
agitando su pistola. Señaló a su equipo la casa en la distancia.

Como espectros que emergen de las sombras en lo alto de los


árboles, hombres fantasmales aparecieron vestidos con equipo
de combate, con armas de fuego apuntando a los que estaban
en el suelo. – Suelten sus armas. − Sevastyan dio la orden con
su habitual calma, muy tranquilo.

− Vete a la mierda, − gritó Matherson y levantó su automática,


rociando los árboles.

Inmediatamente se desató el caos ya que durante los siguientes


tres minutos reinó el infierno. No había ningún lugar donde los
que estaban en el suelo pudieran esconderse del aluvión de
balas que venían hacia ellos y Matherson había hecho
imposible la rendición. En tres minutos volvió a estar tranquilo
y los que estaban en la tierra estaban muertos o moribundos.

Sevastyan saltó del árbol, Zinoviy y Vikenti lo flanqueaban,


mientras Zakhar se mantuvo cerca, dejando en claro que estaba
actuando como guardaespaldas. Sevastyan le dio una mirada
de advertencia molesta, pero como de costumbre, Zakhar lo
ignoró.

Los otros miembros del equipo también salieron de los árboles,


comprobando los cambiaformas derribados por cualquier
signo de vida, mientras que Sevastyan fue directamente a
Matherson.

− Realmente podrías ser el diablo, Matherson, − saludó


Sevastyan, al ver que estaba vivo.

Franco Matherson había recibido un disparo en el hombro y la


pierna. El hombro estaba destrozado, pero la herida de la
pierna no parecía más que superficial. Nadie podria tener tanta
suerte. Su arma había sido arrojada a cierta distancia de él y
yacía como muerto entre los cuerpos, probablemente
esperando que nadie se diera cuenta de que estaba vivo para
poder escabullirse.

Matherson gimió, pero no respondió.

− Sevastyan, − advirtió Zakhar.


Sevastyan había olido a los dos extraños cambiaformas que
venían detrás de ellos. A pesar de las muchas armas apuntadas
hacia ellos, siguieron caminando hacia el grupo con pasos
fáciles mientras cubrían el suelo. Ambos hombres eran altos y
de piel oscura. Tenían los músculos tensos y los movimientos
fluidos y líquidos de los cambiadores. Estaban muy a gusto
mientras caminaban hacia Sevastyan y se inclinaron levemente
ante él.

− Soy Luan. Este es mi hermano, Arno. Hemos recorrido un


largo camino para encontrar a este hombre y llevarlo ante la
justicia. Ha cometido muchos delitos contra nuestra gente. Ha
traído la desgracia a nuestra guarida. Te pido que nos permitas
administrarle la justicia final. Tenemos que responder ante los
ancianos y nuestra guarida.

Matherson negó con la cabeza. − Me mantuve alejado de la


guarida. No me acerqué a cualquiera de las mujeres.

Sevastyan lo ignoró. Luan y Arno lo ignoraron.

− Es importante para el honor de nuestra guarida, − continuó


Arno, como si Matherson no hubiera interrumpido a su
hermano.

− Por supuesto. Lo entiendo completamente. Tenemos mucha


limpieza que hacer, pero el hombre tiene que irse. Ha estado
acechando a mi mujer, − dijo Sevastyan.
Luan asintió. − Soy consciente de sus crímenes. − Por primera
vez miró hacia Matherson, sus ojos oscuros se posaron en el
hombre. No había malicia. Sin animosidad personal. –
Traicionaste todas las leyes sagradas de la guarida, Franco
Matherson.

− Tengo dinero. Mucho, − gritó Matherson, pensando en


sobornarlos. − Fallaste en proteger y considerar sagradas a
nuestras mujeres o proteger y atesorar nuestros hijos, − entonó
Arno.

− Cometiste crímenes contra el mundo exterior y la humanidad,


− Luan continuo.

− Cazaste y mataste a otros de nuestra especie sabiendo que


estaban cerca de la extinción, − agregó Arno a la lista de delitos.

− Te arriesgaste a exponernos a todos a los forasteros, − dijo


Luan.

− Cazaste y asesinaste a otros cambiaformas, hombres y


mujeres, por el único propósito de tu placer. Has sido
sentenciado por los ancianos de la guarida a morir como una
abominación, − pronunció Arno.

No hubo espera. Sin dudarlo. Luan hundió una hoja afilada


directamente a través de la garganta de Matherson mientras
simultáneamente la espada de Arno atravesó el corazón del
hombre. Sevastyan miró los ojos abiertos y conmocionados
cuando se quedaron mirando, horrorizados e incrédulos de
que alguien se atreviera a quitarle la vida. Tenía demasiado
dinero. Demasiado poder. La gente hacia lo que ordenaba. El
compraba y vendía gente. Nadie se atrevería a matarlo.

− Escuché que su buen amigo Basil Andino desapareció


recientemente, − dijo Luan con total naturalidad. Sacó su
cuchillo y limpió casualmente la sangre del cuchillo ceremonial
en la camisa de Matherson. − Fue visto por última vez bebiendo
en un bar con una joven rusa. Se fueron juntos y nadie ha
sabido de ellos desde entonces.

Sevastyan enarcó una ceja. − Pensé que Andino era un hombre


casado. ¿Qué estaría haciendo en un bar con una mujer?

Luan asintió. − Eso es así. Quizás el rumor no sea cierto. − Hizo


una reverencia. − Gracias de nuevo. Mi guarida te debe un
favor.
20
SEVASTYAN se despertó en medio de la noche como solía
hacerlo. La luna estaba alta, una bola plateada brillando a
través de la pared de vidrio y las estrellas esparcidas como
diamantes por un cielo oscuro. Era una noche perfecta. Volvió
su cabeza para mirar a la mujer que yacía tan quieta a su lado.

Flambé rara vez se movía mientras dormía. Ella siempre se


acurrucaba, su cabello rojo brillante un toque carmesí contra las
sábanas negras. El artista en él amaba esa imagen, el contraste
del rojo y negro. Por eso usaba a menudo esos colores de
cuerdas en ella.

Dormía desnuda, como a él le gustaba, y él estuvo tentado de


despertarla. Lo haría, pero todavía no. Era raro que tuviera la
oportunidad de tocarla tan suavemente, cuando sus
terminaciones nerviosas lo permitían, y él se aprovechó al
máximo. Él le había hecho el amor con la mayor ternura posible
la noche anterior. Despacio. Haciendo que ambos esperaran.
Sus dedos se entrelazaron con los de ella. Mirándola a los ojos.
Viendo dentro de su corazón. Su alma. Dándole la suya. Dios,
pero la amaba.

Él comenzó a desenredar su cuerpo lentamente del de Flambé.


Le gustaba dormir con su brazo cerrado alrededor de su
cintura. Un muslo sobre el de ella. A veces son uno de sus
pechos ahuecado en su palma. Su mejilla sobre su cabeza.
Envuelto él mismo alrededor de ella. Sabía que era porque
muchas veces todavía se sentía como si ella tuviera un pie fuera
de la puerta. Ella se retiraría repentina e inexplicablemente de
él, y sabía que ella se estaba cuestionando a sí misma,
volviéndose temerosa de nuevo. Tenía miedo de que ella
intentara correr e instintivamente, la abrazaba más.

Al principio, cada vez que Flambé tenía miedo, Sevastyan


intentaba intensificar su ternura, ser reflexivo, asegurarse de
pasar más tiempo con ella y estar más atento. Con el tiempo, se
dio cuenta de que esas cosas salían mal. Ella asociaba las
sutilezas que los cambiaformas hacían por sus mujeres como la
preparación para la caída más grande más tarde. Una vez que
se dio cuenta de que ella no respondía bien a su dulzura,
recurría a su arte de cuerdas y a la conexión que tenían a través
de eso. Eventualmente, ella hablaría con él y después, cuando
él la sostuviera, se relajaría en él y sería capaz de dejar ir sus
inseguridades.

El hecho de que tuviera esos problemas de confianza la


molestaba más que a él. Se inclinó y agarró su sedoso cabello,
dejándolo deslizarse por sus dedos de la forma en que siempre
deslizaba las cuerdas entre sus dedos, sintiendo protector de
ella. Ella había trabajado duro en su propiedad, más en el
exterior que en el interior de su casa. Ella hizo algunos cambios
en el interior, pero el exterior ya estaba tan transformado que
apenas reconocía la propiedad. Ania se había sorprendido,
admitiendo que el paisaje estaba increíblemente hermoso y
debería estar escrito en una revista.
Muy lentamente, para no molestar a su mujer, Sevastyan se
deslizó de la cama y caminó por la habitación hasta la pared de
vidrio larga y gruesa. Por lo general, él habría bajado las
persianas de privacidad para que Flambé pudiera dormir hasta
hasta el fin de semana, pero a él le gustaban las lunas llenas, y
a ella también. La mayoría de las lunas llenas mantuvo las
persianas arriba, así cuando se despertaba, pasaba un tiempo
absorbiendo la belleza de la noche.

Abriendo la puerta, se deslizó hacia el balcón y deambuló


frente al gran jardín interior de dos pisos. Los dos garajes
habían encajado perfectamente juntos. Tenían su propia
versión de un exuberante jardín del paraíso en ese rectángulo
de cristal gigante que albergaba árboles, cascadas y deliciosas
plantas de todo tipo. Pequeños caminos de piedra vagaban por
el jardín donde las sillas o un sofá invitaban a sentarse y
descansar o leer o jugar, dependiendo del estado de ánimo.

Se escondieron pequeños casilleros, que alojaban sus cuerdas


en diferentes áreas, así como otros juguetes y armas que
podrían necesitar en caso de emergencia. Sevastyan creía en
estar preparado para cualquier cosa. Para los leopardos había
rutas de escalada, así como lugares para acurrucarse y
acostarse juntos alto en el desván escondido entre las plantas.

En una esquina de cada extremo había baños, afortunadamente


ya integrados. Flambé los había remodelado para que
encajaran con el tema y estaban ingeniosamente cubiertos de
plantas en el exterior. Las puertas eran un arco con enredaderas
en flor arrastrándose. Había una pequeña cocina en cualquiera
de los baños donde los refrigeradores almacenaban su agua
muy fría, algo que él siempre insistió tener para ambos. Él
siempre era apasionado y ella necesitaba mantenerse
hidratada.

Había algo muy especial en el jardín interior. No pudo decidir


si era porque los dos habían hecho los planes juntos y trabajado
codo con codo haciendo gran parte de la siembra una vez que
su equipo consiguió todos los elementos importantes. Ella le
había mostrado cómo plantar los arbustos y flores más
pequeños y se había vuelto bueno en eso.

Se reían mucho juntos mientras trabajaban. El recibió órdenes


de ella y habló mucho sobre cosas que le importaban. Ella había
sido un poco tímida al principio, pero al final, porque
claramente estaba interesado en cualquier cosa relacionada con
Flambé, le hablaba cada vez más. Disfrutó eso porque ella le
dijo pequeñas cosas sobre ella, estaba más dispuesto a
responder preguntas sobre él mismo y darle cosas sobre él que
nadie más sabía realmente. Ese jardín era el lugar que más
compartían de sí mismos mientras trabajaban. Era todavía
joven, y quedaba mucho más trabajo por hacer, pero ambos
parecían esperarlo con ansias.

Sevastyan olió a Flambé antes de sentir su mano moverse por


la parte de atrás de su muslo a su nalga izquierda. Era una
intimidad que ella nunca hubiera mostrado unas pocas
semanas antes y le dio un vuelco el corazón. Su cabello se
deslizó sobre su piel, siguiendo el camino de sus dedos y cerró
los ojos, absorbiendo el sentir los mechones sedosos mientras
se movían sobre su mejilla izquierda. Entonces sintió sus
labios, suaves y cálidos, besándolo, moldeando sus firmes
músculos justo delante de ella, dientes mordisqueando
atrevidamente.

Él se rio suavemente y la tomó del brazo, llevándola al frente


de él, encerrándola allí, de espaldas a él para que ambos
miraran sobre su propiedad. − Es tan hermoso, Flambé. La
diferencia que has hecho no solo a nuestra tierra, sino a mí, a
nuestra casa, desafía toda lógica. Yo no tenía idea de que una
mujer podría cambiar mi vida como tú lo has hecho.

− No he hecho mucho en la casa, Sevastyan, − admitió, frotando


su barbilla en su antebrazo. − Simplemente no soy el mejor
diseñador de interiores. He estado considerando traer varias
plantas a la casa. Tenemos la habitación. Los techos son
altísimos y la iluminación es perfecta. Es bueno para el aire. Ya
tienes algunas, pero creo que nos vendrían bien más.

Había una pequeña nota de ansiedad en su voz que lo


sorprendió. Ella todavía no estaba segura de sí misma cuando
se trataba de opinar sobre la propiedad con él.

− Cariño, te dije que hicieras lo que te haga feliz. Esta es tu casa


también. Puse un anillo en tu dedo. Eso es lo que me importaba
y tú me dejaste. Consigo todo el sexo que quiera, cuando
quiera, como quiera. Nuestra propiedad al aire libre es
asombrosa. Mi mujer es hermosa y me mima.
− Ella no puede cocinar.

− Tú cocinas.

Ella se echó a reír. − ¿Es así como lo llamas? Cariño, tu cocina


es un millón de veces mejor que la mía.

− Caliento lo que nos deja el chef.

− Quemé lo que el chef nos dejó las últimas tres veces.

Él besó la parte superior de su cabeza, envolviendo sus brazos


con más seguridad a su alrededor. − Eso puede haber tenido
algo que ver con que estabas atada con cuerdas.

− Pero me olvidé de decirte que tenía algo en el horno. Yo


estaba un poco demasiado entusiasta. ¿Y si hubiera incendiado
la casa?

− Las alarmas de humo hicieron su trabajo. − La diversión


estalló a través de él como lo hacía la mayor parte del tiempo
cuando él estaba con ella. O tal vez fue pura alegría. No
recordaba haber querido reír antes; ahora, parecía, que él era
feliz la mayoría de las veces, y lo atribuía a la mujer que le había
enseñado a divertirse.

− Supongo que sí.

− Y no has vuelto a cometer el mismo error desde que te até tan


bellamente en la esquina de la cocina, frente a la estufa...
− Y la ventana, − se quejó, − diciéndome que iba a aprender mi
lección.

− Cuerda roja de nuevo, − señaló. − Hermoso patrón de


diamantes, el arnés enmarcaba tus increíbles pechos. Me
gustan mucho tus pechos.

− Según recuerdo, pasaste tiempo jugando cuando se suponía


que debías trabajar, − señaló, fingiendo estar haciendo
pucheros.

− Eso es solo porque eres una gran tentación. − No había


remordimiento. − Quiero atarte en el jardín esta noche con la
luna llena brillando sobre tu pelo rojo. − Pasó la mano por él. −
Podría tomar un poco de tiempo lo que tengo en mente, pero
será hermoso. Dejará marcas en tu piel, pero en ninguna parte
que no se pueda cubrir y solo por un par de días. Es una especie
de amarre que me volverá salvaje y muy fuera de control por
ti. Sólo te voy a advertir, cariño. Voy a jugar un rato y burlarme
de ti hasta que te vengas y luego te estoy jodiendo duro. ¿Estás
preparada para eso?

Su mano subió a su muñeca y luego frotó su brazo. − Siempre


estoy lista para eso, Sevastyan.

Prácticamente podía oírla ronronear.


− Después, tendremos que dejar salir a los leopardos. Shturm
no puede prescindir de Flamme más de lo que puedo estar sin
ti. Si lo privo, se pone nervioso y de mal humor.

Ella se echó a reír. − Créeme, Sevastyan, lo sé muy bien.

La giró en sus brazos y encontró su boca con la suya.


Suavemente. Tiernamente. Amándola. Dándole eso porque
una vez que salieran a su jardín del paraíso, sabía que iba a
hacer caliente, salvaje y feroz, la forma en que ambos podían
llegar a volverse cuando se mostraban mutuamente su lado
salvaje.

Levantó la cabeza y tomó un lado de su cara, mirándola a los


ojos − Sabes que te quiero. No importa cómo nos unimos,
Flambé, tú sabes que te amo, ¿verdad? Tu eres mi mundo.

Ella se recostó hacia él, inclinando la cabeza hacia atrás, su


mirada se encontró con la suya fijamente. − Sé que me amas,
Sevastyan. Te amo más de lo que podrías saber. Amo cuando
somos salvajes y locos y amo cuando somos gentiles como
ahora. Antes, eso era lo que me asustaba, porque podía sentir
la emoción. Ahora yo siento el amor sin importar cómo nos
unimos.

Inclinó la cabeza y volvió a tomar su boca. Esta vez no fue tan


amable.
ADELANTO EXTRACTO PROXIMA NOVELA TORPEDO
INK

CAMINO IMPRUDENTE
FEBRERO 2021

LA NIEBLA se agitó sobre el océano, el viento soplaba la masa


turbulenta sobre la carretera, convirtiendo la noche plateada en
un gris oscuro y furioso. Los fuegos artificiales alrededor del
camión mientras Gedeon "Player" Lazaroff maniobraba una de
las severamente apretadas curvas en la autopista 1 a lo largo de
la costa norte de California. Él estaba familiarizado con la
carretera, pero la mayor parte del tiempo conducía su Harley y
tenía a sus hermanos cabalgando con él. En cierto modo, estaba
agradecido de que no estuvieran, pero le habría gustado la
comodidad de su compañía.

La niebla gris oscuro se espesó de modo que parecía una pared


impenetrable y él desaceleró, aunque estaba tan cerca de casa
que su inclinación era apretar el acelerador para llegar más
rápido. Estaba casi desesperado por regresar a la casa club de
Torpedo Ink y el consuelo de la habitación que usaba allí. Era
dueño de una casa y normalmente habría ido allí, pero en este
punto, no tenía el tiempo. La casa club estaba mucho más cerca
y cuanto más tiempo pasaba en público, incluso en el
aislamiento del camión, más peligroso era. Él lo sabía y había
jurado no volver a correr riesgos con la vida de nadie.
El celular tocó la melodía corta de Maestro, anunciando una
llamada, y Player vaciló, maldiciendo en voz baja. El sudor le
perlaba la frente y goteaba por su rostro. Lo limpió con la
palma antes de golpear el bluetooth. El servicio de telefonía
celular era irregular en el mejor de los casos en la autopista 1 y
él esperaba que no funcionara. Naturalmente, no tuvo tanta
suerte.

− ¿Si? − Fue brusco. Apagado. Esperando que Maestro captara


la indirecta.

− ¿Estás bien? ¿Dónde estás?

− A unas cuatro millas de casa. − Deliberadamente no había


distinguido entre la casa club y su residencia.

Hubo un pequeño silencio. Cuatro millas de la casa


significaban que Player había estado empujando fuerte.
Demasiado duro. Arriesgándose a problemas. Ya habían roto
las reglas separándose. Los miembros de Torpedo Ink se
mantenían cerca. Al ejecutar una misión, se emparejaban,
mirándose en todo momento. Se habían metido en problemas
imprevistos y Player necesitaba llegar a casa rápido. Maestro
no podía conducir tan rápido. Llevaba un pasajero inesperado
con él y Player no podía arriesgarse a estar muy cerca de ella,
no en su actual estado de mente, aunque sólo le había dicho a
Maestro que se sentía muy enfermo y necesitaba llegar a casa.

Maestro tenía que conducir el vehículo con el pasajero a casa


de todos modos, así que todo había funcionado para
mejor. Habían informado a Czar y le habían hecho saber que
Player llegaba temprano sin Maestro, y que Maestro estaba
trayendo "equipaje".

− Dime, − insistió Maestro.

− La niebla entró.

− Volcarás. Te enviaré a alguien.

− Estoy cerca. Puedo hacerlo. Solo uno de mis malditos dolores


de cabeza. – Player vertió confianza en su voz, ignorando la
forma en que el camino parecía estar cobrando vida con la
niebla envolviéndolo en vueltas y espirales como el humo de
un tubo. − Menos de cuatro millas ahora. − Sacudió la cabeza,
tratando de aclararla. Todo lo que hizo fue sacudir su cerebro
ya lastimado. Apretó los dientes contra el dolor.

− ¿Estás seguro? Ve a la casa club, está más cerca.

− Si. Buena idea. Puedo hacerlo. − El podría. No había nadie


con él. Eso era bueno. Solo entrar al patio. Estacionar el
camión. Ir a su habitación y acostarse. Le latía la cabeza. Se
sentía como si su cerebro se estuviera desmoronando. Él había
llegado a casa un día antes, así que eso era algo bueno. − Puedo
hacer sin problemas, − reiteró, tratando de infundir confianza
en su voz.

El azul y el rojo atravesaron el velo gris de niebla del espejo


retrovisor, y maldijo en silencio mientras miraba el
velocímetro. Mierda. Exceso de velocidad. Él podría haber
jurado que había disminuido la velocidad. ¿No es así? No
podía recordar ahora. Estaba sudando balas.

− Tengo que irme, Maestro, de todos modos, me estás


desconcentrando. −El necesitaba concentrarse. Dejó caer la
conexión antes de que Maestro pudiera protestar.

Habían ejecutado lo que se suponía que era una tarea fácil,


detrás de un par de "fantasmas" que Code, su genio informático
había descubierto. Encontrar a dónde iban los dos, a qué clubes
de motociclistas se dirigían a continuación. Fácil, ¿verdad?
Torpedo Ink quería saber quiénes eran.

Los "fantasmas" resultaron ser empresarios que se habían


aprovechado de miembros más débiles de los diversos clubes
de motociclistas fuera de la ley, específicamente de aquellos
miembros que jugaban, metiéndolos en profundidad y luego
asegurándose de que les dieran información sobre los clubes
que vendieran drogas, armas o tráfico a cambio de salir de
deudas. Los fantasmas querían recortes en esos negocios en
particular.

Cuando los clubes reaccionaron negativamente, hicieron


secuestrar, violar y torturar a las ancianas de los presidentes
del club hasta que cumpliera o fuera devuelta muerta y otra
mujer fuese llevada. Los fantasmas tenían un grupo de sicarios
particularmente cruel haciendo el trabajo sucio por ellos.
El club de Player, Torpedo Ink, había rescatado a dos mujeres
pertenecientes a los clubes de MC de los sicarios que los Ghosts
tenían como anticipo. En ambos casos, Torpedo Ink había sido
contratado en secreto para que nadie los asociara con los
rescates. Los clubes más grandes no querían que se supiera que
habían ido fuera de su club en busca de ayuda. Torpedo Ink no
quería que se supiera que ellos habían ayudado. Eran un club
pequeño y querían quedarse bajo el radar, de la policía, de otros
clubes y definitivamente de los Ghosts.

Los fantasmas se mantuvieron fuera de la línea de fuego,


contratando sicarios para hacer su trabajo sucio e infiltrarse en
los clubes ellos. Por eso se llamaron a sí mismos fantasmas.
Creían que nadie podría rastrearlos. Ellos no sabían de
hombres como Code que eran tan buenos con las
computadoras y que podrían rastrear a casi cualquier persona.

Player quitó el pie del acelerador y colocó el camión a un lado


de la carretera, mirando al sheriff que se detenía detrás de él.
Estaba a tres kilómetros del desvío de Caspar y de la casa club.
Dos millas. En su estado actual, era peligroso tener alguna
interacción con cualquier otro ser humano. Esa había sido la
razón por la que se había separado de Maestro. Estar a salvo.
Asegurándose de que todos estuvieran a salvo. Ahora esto,
todo porque no estaba prestando atención. Él lo sabía mejor.

Se golpeó la parte de atrás de la cabeza contra el asiento dos


veces en recriminación y sacó la licencia de su billetera.
Transporther y Mechánic, compañeros del club Torpedo Ink,
siempre mantenían los vehículos en la mejor forma, el papeleo
actualizado y en la guantera. No tenía ninguna duda de que
todo estaba en orden, pero estaba tan cansado que no estaba
seguro de si el camión estaba limpio de armas. Simplemente no
podía recordar si le había dado todo a Maestro o si tenía armas
con él.

Estaba exhausto, setenta y dos horas sin dormir y había usado


su don psíquico durante demasiado tiempo, algo que sabía que
era mejor no hacer. No solo lo agotó y tuvo un gran impacto
físico y mental en él, sino que, si lo usaba durante demasiado
tiempo, comenzó a extenderse a su realidad. Esa era la razón
principal por la que se había esforzado tanto para regresar a su
casa. Necesitaba estar donde estaba rodeado de cosas
familiares y podía reponer sus fuerzas y permitir que su
cerebro fracturado se recuperara.

Él siempre había ocultado ese efecto secundario a sus


compañeros miembros de Torpedo Ink. Pensarian que si le
daba una migraña, los personajes de Alicia en el país de las
maravillas aparecerían. Sería divertido y todos se reirían. No
tenían idea de cuán verdaderamente seria y jodida podía llegar
a ser esa realidad, o cómo podía transformarse en algo mucho,
mucho más peligroso.

Bajó la ventanilla y apagó el camión mientras el oficial se


acercaba a su vehículo. Lo reconoció de inmediato. Jackson
Deveau era un buen policía, pero difícil, si no imposible, de
desviar. Solo su suerte. La cabeza de player latía tan fuerte que
su estómago comenzó a hacerse nudos. Miró alrededor del
camión esperando como el infierno que todo estuviera en su
lugar y que no hubiera armas a la vista. Tenía un permiso de
transporte, pero era mejor no hacer olas, especialmente con
Jackson.

− Player, − saludó Jackson mientras tomaba la licencia, sus ojos


oscuros se movieron sobre el rostro de Player, viendo
demasiado como siempre. − ¿Estás bien?

Nunca era bueno intentar engañar a Jackson si no era necesario.


Los miembros de Torpedo Ink sospechaban que era un detector
de mentiras humano. Simplemente parecía demasiado bueno
para resolverlo todo.

− Me siento como una mierda. Estaba tratando de llegar a casa


y no me di cuenta de que estaba acelerando hasta que vi tus
luces. Lo siento. − Se resistió a frotarse las sienes palpitantes. −
¿Necesitas el registro y el seguro? El camión está registrado a
nombre de Torpedo Ink y el seguro está actualizado. Czar me
va a patear el trasero por esto.

Jackson le devolvió su licencia. −Tengo que ver los papeles,


Player.

Player se acercó y abrió la guantera, notando que la mirada de


Jackson siguió el movimiento, una mano fuera de la vista,
probablemente cerca de su arma. Jackson no se arriesgaba, ni
siquiera con las personas que conocía y que realmente le
agradaban. Siempre era difícil saber con Jackson si Torpedo Ink
estaba incluido entre los que le gustaban. La expresión del
policía delataba muy poco.
Player entregó el registro y el seguro y se froto las sienes. No
quería mirar demasiado a Jackson ni a la niebla que se filtraba
desde el océano. Había estado creando ilusiones por más
tiempo de lo que debería haber estado y ahora esos bordes se
estaban difuminando con la realidad. Más de una vez, cuando
estaba cansado, su mente le jugó una mala pasada y no pudo
separar la realidad de los mundos que creó. La gente había
resultado herida. Varios habían muerto. No se arriesgaria.
Trabajaba en eso todo el tiempo, y sabía cuándo tenía que
apagarlo, lo cual fue hace más de veinticuatro horas.

− Pensé que siempre corría con un compañero. − Jackson lo dijo


casualmente mientras inspeccionaba cuidadosamente el
papeleo.

Player maldijo en silencio. Su corazón latía demasiado rápido.


Detrás del sheriff, una gran oruga flotaba en el aire, fumando
un narguile gigante de color verde azulado. Grandes anillos de
humo se enroscaron alrededor del camión. Alrededor de
Jackson. Player comenzó a contar en su cabeza. Números.
Repitiéndolos una y otra vez. La oruga comenzó a soplar al
ritmo de su conteo, el humo salió en la forma de sus números
al principio y luego esos anillos comenzaron a transformarse
en letras del alfabeto.

− Maestro recogió a un pasajero en Nuevo México. Me enfermé


y no podía esperar por ellos, así que me fui a casa.
Pequeñas gotas de sudor le corrían por la cara. No había forma
de detenerlo. Las letras de humo se inclinaron primero en un
sentido y luego en el otro, balanceándose como si estuvieran a
tono con la música. Se dio cuenta de que estaba dando un golpe
en el volante como solía hacer, de acuerdo con el conteo mental.

− Realmente siento mucho el exceso de velocidad, Jackson, debí


haber empezado a acelerar poco a poco cuando me acerqué al
desvío sin darme cuenta.

Las letras pasaron junto a la cabeza de Jackson. Deletreando


palabras. Muerte al policía. Córtale la cabeza. Player cerró los ojos,
pero la visión permaneció en su mente, negándose a irse, la
niebla se convirtió en humo girando alrededor del camión y
cerrando la carretera, por lo que incluso cuando abrió los ojos,
era difícil ver nada más que la oruga humeante, Jackson, la
pared gris y esas letras burlonas que crecían en largo y ancho,
llenando el cielo sobre el sheriff como si lo condenaran.

Player forzó el aire a través de sus pulmones cuando el humo


de la pipa de agua comenzó a arremolinarse al ritmo de sus
dedos, los anillos de niebla caían como sogas alrededor del
cuello del sheriff. De repente, se obligó a apartar las manos del
volante. Usó música para calmar su cerebro, pero ahora todo
era parte de la fractura. Tenía que salir de allí antes de lastimar
a Jackson.

− No creo que un par de millas por encima del límite de


velocidad valga la pena que Czar te patee. Creo que podemos
dejarlo pasar esta vez. − Jackson le devolvió el registro y el
seguro, y observó con sus ojos oscuros y fríos cómo Player
guardaba los papeles en la guantera. − Vuelve a casa seguro.

− Lo haré. Gracias por el descanso. Mal tiempo esta noche. Tú


también permanece a salvo.

Player no esperó a que Jackson regresara a su camioneta, ni


miró para ver si la oruga había desaparecido. Estaba
demasiado ido para llegar a su propia casa. La casa club era la
más cercana y podía ir a su antigua habitación allí y dormir por
la noche. La niebla estaba espesa en el camino, pero sabía
exactamente dónde estaba. Arrancó el camión y lo condujo de
regreso a la carretera, concentrándose en recuperar la
velocidad, queriendo recorrer esas dos millas lo más rápido
posible sin más contratiempos. Solo tenía que llegar a la casa
club y a su habitación sin más contacto con nadie.

La niebla seguía curvándose en formas, corazones y diamantes,


espadas y tréboles. Flotaron contra el telón de fondo de la pared
gris. El camino se arrugaba y se movía, pero él conducía
obstinadamente, conociendo el camino, forzando su mente a
trabajar a pesar de las imágenes que le eran familiares desde su
niñez.

Salió de la carretera y condujo hacia el océano, donde la niebla


se elevó como una gran fuente de las agitadas olas, arrojando
ciclones que bailaban hacia los acantilados. Player apartó la
mirada de las olas y se dirigió directamente a la casa club,
contando una y otra vez hasta cien en su mente para mantener
su cerebro ocupado para que no construyera historias o
transformara esos ciclones en algo monstruoso en el clima
brumoso.

Condujo a través de las puertas abiertas hacia el


estacionamiento y, para su consternación, el estacionamiento
estaba lleno de Harleys, camiones y algunos autos al azar. Su
corazón se hundió. La música resonó en la casa club. Dos
fuegos rugieron en los pozos del lado que daba al océano,
donde hombres y mujeres bailaban y festejaban en la niebla.
Podía distinguir sus espeluznantes formas girando incluso
cuando su risa era amortiguada por la densa niebla.

Una jodida fiesta. Llegó un día antes y el club estaba de fiesta.


Había olvidado que estaba programado para reunirse con otro
club cuyos miembros habían venido, como ellos, de una de las
cuatro escuelas de entrenamiento de Sorbacov en Rusia. El
club, que se hacía llamar Rampage, quería unirse a Torpedo
Ink.

Player no se atrevió a estar cerca de nadie en su estado actual.


Estaba demasiado cansado, tenía el cerebro fracturado y la
migraña era demasiado intensa. Necesitaba tiempo para
curarse. Descansar. Una fiesta a la que asistía mucha gente era
el último lugar donde necesitaba estar. Obligó a su cerebro a
seguir contando, negándose a mirar las figuras grisáceas que
parecían siluetas en la niebla.

Sacó las llaves del encendido y se sentó allí por un momento,


tratando de aclarar su mente, con los ojos cerrados con fuerza,
respirando profundo, contando en su cabeza con la esperanza
de que, con solo estar en un lugar familiar, rodeado de sus
hermanos, estaría bien. Abrió los ojos lentamente, de mala
gana.

De inmediato vio el océano, las olas rompiendo contra los


acantilados, una espuma blanca elevándose en el aire. El latido
en su cabeza se convirtió en langostas chocando sus garras
mientras bailaban en los ciclones giratorios que se precipitaban
hacia los acantilados donde las formas espeluznantes en la
niebla bailaban con el mismo ritmo. Las langostas llamaron a
las criaturas marinas para que se levantaran, mientras lo
hacían, sus formas creciendo en esas columnas giratorias de
niebla a medida que el ritmo se aceleraba, el tamborileaba más
y más rápido para igualar los locos tornados que bailaban sobre
las olas salvajes.

Los bailarines alrededor del pozo de fuego se movían con el


ritmo igual de fuera de control, girando hacia el mar turbulento
y la pared de niebla y ciclones extraños e inquietantes que se
dirigían hacia los acantilados. Un bailarín tropezó hacia atrás y
estuvo a punto de caer en la hoguera. Varios hombres la
agarraron y la pusieron a salvo, mientras ella gritaba y reía
histéricamente.

Player vio a tres hombres volverse para mirar hacia el camión.


Uno corrió hacia él. Dejó escapar el aliento y cerró los ojos. Solo
tenía que entrar a la casa club y alejarse de todos. Maestro, uno
de sus hermanos, le quitó las llaves y lo rodeó con el brazo. −
Deberías haber llamado antes. Reconocí tu tarjeta de visita de
Alicia en el país de las maravillas. −Había un toque de risa en su
voz. − ¿Qué tan malo es?

− Mi maldita cabeza está a punto de explotar. − Player se atrevió


a abrir los ojos, tratando de entrecerrarlos, viendo a Maestro a
través de la niebla reluciente con el extraño telón de fondo de
langostas montando trombas de agua en el océano sobre su
hombro.

Maestro era un hombre corpulento de hombros anchos, ojos


grises vívidos que podían parecer plateados líquidos cuando se
volvía intenso. Su cabello era oscuro, con mechas plateadas y,
como Player, lo usaba más. Parecía ser muy gentil y de voz
suave, pero eso ocultaba una personalidad muy dominante. En
este momento, instó a Player a salir de la camioneta hacia la
niebla rizada donde su mano libre sostenía las llaves de la
camioneta, pero las llaves ya se estaban transformando en un
reloj de bolsillo. Por un momento, un Conejo Blanco apareció
detrás de Maestro, mirando por encima del hombro al reloj y
sacudiendo la cabeza, esas largas orejas se agitaron mientras lo
hacía. Su nariz se arrugó y la preocupación se acumuló en sus
ojos. Luego, el conejo comenzó a transformarse en otra persona
y Player se quedó sin aliento. Rápidamente se concentró en el
reloj.

El reloj era complicado. Hecho de oro. Nunca olvidaría ese reloj


en particular. Se fijó en eso. Recordó cada detalle de él. La
forma en que funcionaba con tanta precisión. El elaborado
diseño transparente. Las dos cubiertas. La cadena dorada y el
llavero giratorio. Mientras lo miraba en la mano de Maestro,
creció de tamaño para que pudiera ver las imágenes impresas
en la portada. Podía escuchar las diecisiete rubíes trabajando
para asegurar una precisión perfecta. Tenía que parar. No
podía mirar ese reloj ni pensar en ello.

− Me duele la cabeza como una madre, Maestro, tengo que


cerrar los ojos. Méteme dentro, ¿quieres? − Trató de mantener
su voz lo más tranquila posible, trató de transmitir que estaba
realmente tembloroso por una migraña, no que su cerebro
estuviera fracturado y que en cualquier momento podría joder
a todo el mundo.

−Claro, Player. − Maestro dijo. − Mantén tu cabeza abajo. Te


llevaré adentro. El lugar está lleno, − advirtió. − Mucho ruido.
− Player apretó los ojos con fuerza. No podía permitirse que el
reloj de bolsillo formara parte de este escenario. Ya estaba
patinando demasiado cerca de estar fuera de control.

− No puedo mirar a nadie, − admitió, y fue una admisión difícil.


No le gustaba que ninguno de sus hermanos supiera lo jodido
que estaba. − Llévame al baño. Necesito una ducha para
aclararme la cabeza. Me iré a la cama y estaré bien. Dolor de
garganta. Necesito agua y un poco de Tylenol.

− Te llevaré allí y llevaré un poco de agua y Tylenol al baño.


Vámonos.

Player se mantuvo a su paso, con los ojos fijos en el suelo. El


cemento que había ayudado a verter se movió, estrechándose,
ondulándose bajo sus pies. Una vez apartó la mirada de la
acera, pero luego vio el monstruoso reloj de bolsillo y escuchó
el tictac al ritmo que el chasquido de las langostas y prefirió el
extraño camino que se sumerge y gira. Simplemente siguió el
ritmo de Maestro, confiando en su hermano, no en las imágenes
en su cabeza.

La sala común estaba llena de fiesteros. Player trató de no


mirarlos mientras él y Maestro se abrían paso entre los
bailarines medio borrachos mientras giraban uno alrededor del
otro y los cuerpos se acercaban. Hizo todo lo posible por no
inhalar mientras se apresuraban a través de la habitación hacia
la puerta que conducía a las habitaciones traseras. No podía
absorber el olor del sexo. Varias chicas estaban atacando a los
hombres y dos ya estaban de rodillas pidiendo más. Apartó la
mirada de la vista, contando una y otra vez en su cabeza. Las
bebidas estaban en las mesas, llenas hasta el borde y se
elevaban en el aire y vertían líquido en el suelo y las espaldas
de hombres y mujeres mientras Player y Maestro corrían hacia
la parte de atrás.

− Mierda hermano, −siseó Maestro, mientras la risa estallaba a


su alrededor. − Alicia en el país de las maravillas golpea de nuevo.

El estómago de Player dio un vuelco. Deliberadamente había


enseñado a sus compañeros del club para ver el humor en las
locuras que sucedían cuando sus 'migrañas' llegaban después
de que iba demasiado lejos usando su talento psíquico. No
podía culparlos cuando se reían o lo tomaban a la ligera. No
tenían idea de lo peligroso que era o de lo mucho que realmente
despreciaba la mera mención de esa historia y cada maldito
recuerdo que sacaba. Nada bueno.

Mientras se abrían paso entre aquellos que bailaban o follaban,


sabía que era imposible saber si las bebidas se habían caído
cuando los bailarines se apretujaban demasiado cerca de las
mesas para permitir que los recién llegados se abrieran paso.
Maestro abrió la puerta que llevaba a las habitaciones traseras.

En el momento en que Maestro abrió la puerta, Player pudo


escuchar a las mujeres gemir. Algunos de sus hermanos
estaban usando las habitaciones y las puertas se habían dejado
abiertas, algo que no era tan raro durante una fiesta. El olor a
sexo era pesado en el espacio reducido del pasillo. Al pasar por
una puerta abierta, la voz de una mujer gritó, rogando a las
doncellas de la reina que se unieran a ellas para tener sexo. Su
compañero le respondió: − ¿De qué diablos estás hablando?
¿Qué reina? ¿Qué sirvientas?

Maestro cerró la puerta de una patada mientras pasaban


apresuradamente. − Nunca deberíamos haberte mostrado esa
vieja película porno de Alicia en el país de las maravillas, Player,
− dijo, con la risa en su voz. − Tienes que dejar de pensar en esa
película.

Player podría haberle dicho que no tenía nada que ver con el
pensamiento y todo con los olores, la asociación y con su jodido
cerebro fragmentado jugando una mala pasada. En cada puerta
abierta que pasaban, Maestro las cerraba de golpe con la bota
hasta que casi corrían por el piso ondulado hacia el baño al final
del pasillo.

Este baño en particular se consideró prohibido durante las


fiestas con forasteros, y los hermanos cumplieron con la regla.
Lana y Alena, sus hermanas, ambas miembros completamente
parcheadas de Torpedo Ink, usaban esa habitación en
exclusiva, aunque ahora la compartían con algunas de las otras
esposas de los miembros. Maestro abrió la puerta de un tirón y
prácticamente empujó a Player adentro.

− Vuelvo enseguida con una botella de agua y Tylenol, −


prometió Maestro y cerró la puerta, dejando a Player solo.

El aroma de lavanda fresca inmediatamente eliminó el olor del


sexo, dándole a Player un pequeño respiro. Se permitió tomar
una respiración profunda, inhalando la lavanda, llevando el
aroma a sus pulmones, con la esperanza de alejar algo de su
terrible tensión. Encaramado en la bañera y respirando
profunda y continuamente, le envió un mensaje de texto a
Master para decirle que había llegado a casa sano y salvo
mientras esperaba que Maestro regresara.

Maestro fue rápido y le entregó el agua y las pastillas. También


le trajo un par de jeans y una camisa limpios. − ¿Necesitas que
espere y te lleve de regreso a tu habitación?

− No, estoy bien ahora. Puedo hacerlo, no hay problema. Me


encerraré por el resto de la noche y me quedaré dormido. Sabes
que estaré bien una vez que este dormido, − aseguró Player,
vertiendo confianza en su voz. Detestaba haber sacado a
Maestro de la fiesta. Peor aún, era peligroso para Maestro pasar
demasiado tiempo con él.

− Si estás seguro. − Maestro cogió las llaves del camión de los


dedos de Player de inmediato, la mirada se quedó atrapada y
se mantuvo allí, incapaz de detenerse, sin importar cuánto
deseaba que su mente se alejara. Las llaves se transformaron en
el temido reloj de bolsillo de oro, la caja girando hacia adelante
y hacia atrás casi fascinaba a Player. El reloj comenzó a crecer
nuevamente frente a sus ojos. Contó más rápido, obligándose a
apartar todo su cuerpo.

Player tomó el Tylenol y lo pasó con agua. − Absolutamente. La


ducha ayudará y luego dormiré el mayor tiempo posible. − Por
algún milagro evitó gritarle a Maestro que se fuera a la mierda.
Mantuvo su voz tranquila y serena.

No miró a Maestro, mientras seguía contando mentalmente,


esperando que su hermano entendiera la indirecta y saliera de
allí rápidamente. No confiaba en sí mismo. Nadie estaba a
salvo. Nadie, ni siquiera los que amaba. No cuando estaba tan
mal. Tuvo la suerte de haber engañado a sus hermanos durante
tanto tiempo haciéndoles pensar que tenía migrañas terribles y
que no le pasaba nada. En realidad, nadie lo interrogó y
Maestro quería volver a la fiesta.

En el momento en que se cerró la puerta, Player se desnudó y


se metió bajo el agua caliente para lavarse de la carretera y
tratar de que el aroma limpio que las mujeres guardaban en el
baño despejara su mente fragmentada. Le palpitaba la cabeza,
el rugido era tan terrible que apenas podía soportarlo. A decir
verdad, solo experimentó un dolor tan fuerte una vez antes. Ese
fue el momento en que perdió el control total y su mundo
entero se vino abajo cuando se dio cuenta de lo que podía
pasar. Tenía miedo por todos los que estaban en la casa club y,
si era necesario, iba a dormir allí mismo en el piso del baño.

Se tomó su tiempo para dejar que el agua caliente se derramara


sobre él hasta que comenzó a alucinar que el piso de la ducha
comenzaba a llenarse como una piscina. Tuvo que parpadear
rápidamente, contar los números en voz alta para sí mismo
mientras se secaba y se vestía. No podía quedarse en el baño.
Tenía que llegar a su habitación privada, ponerse tapones para
los oídos, apagar las luces e irse a dormir. Cuanto más dormía,
más rápido se curaba su cerebro.

Respiró hondo varias veces la lavanda, arrastrando


deliberadamente el aroma a sus pulmones, abrió la puerta y
clavó la mirada en la puerta de su habitación. Parecía estar muy
lejos. Corrió. Normalmente era rápido. Muy rápido. Tenía
piernas largas y podía cubrir la distancia con facilidad, pero el
suelo se ondulaba como una enorme serpiente, amenazando
con desequilibrarlo.

La música sonaba en su cabeza. Lo harás, no lo harás. ¿Podrías?


¿No es así? Trató de apagarlo. Las langostas chasqueaban las
garras mientras los caracoles negaban con la cabeza y las
tortugas les pedían que bailaran. Saltó sobre el bosque
levantándose como olas, las criaturas mirándolo con ojos
grandes y conocedores. Mantuvo su mirada desesperada
pegada a su puerta. Parecía estar en movimiento también,
haciéndose más y más pequeña como si lo hubieran dejado caer
en un mundo alternativo. Sacudió la cabeza con fuerza, gotas
de sudor cayeron al suelo. Comenzó a contar en voz alta, sin
importarle si alguien en alguna de las habitaciones lo
escuchaba. Era la única forma en que no iba a absorberlos en su
realidad.

Obstinadamente, el sudor goteaba de él, ignorando el


movimiento del piso y la puerta que se estrechaba, siguió
corriendo. Conocía este universo, el que lo absorbió y se
convirtió en una versión de pesadilla de la realidad. Todo en él
era demasiado peligroso para las palabras. Su mente fracturada
cambió el mundo a su alrededor en un lugar oscuro y siniestro
donde la tortura, el asesinato y la crueldad viciosa acechaban
en cada esquina.

Se negó a reconocer que los susurros crecían lo suficientemente


fuertes como para interferir con su conteo. Perdió la pista por
un momento, pero inmediatamente comenzó de nuevo. Luego,
afortunadamente, su mano estaba en el pomo de la puerta y
empujó la pesada puerta de roble de su habitación para abrirla,
casi cayó dentro, cerró la puerta de golpe y se apoyó contra ella,
respirando con dificultad.

La música cambió de langostas haciendo ruido con sus pinzas


y cantando sobre las tortugas uniéndose a ellos a un baile con
un ritmo claramente del Medio Oriente. El tintineo de las
campanillas atrapó su mente, sacándolo de su cabeza. La
iluminación de su habitación era tenue. Las velas estaban
esparcidas alrededor parpadeando suavemente. Una mezcla
de aceites esenciales desprendía la fragancia de plumería rosa,
almizcle egipcio y jengibre, bañando sus sentidos en los sabores
exóticos. Instantáneamente su mente llenó todos los detalles de
una tormentosa noche del Medio Oriente, tan lejos de las
imágenes de pesadilla de su infancia y la noche en que
accidentalmente consumieron hongos.

Player apoyó las palmas de las manos contra la puerta y miró


conmocionado a la mujer más hermosa que había visto en su
vida bailando a solo unos metros de distancia, mirándolo con
enormes y sorprendentes ojos color chocolate, enmarcados con
pestañas oscuras. Su cabello era oscuro y extremadamente
espeso, todavía moviéndose con su cuerpo al ritmo de la
música, cayendo sobre sus hombros en deliciosas ondas. Esto
definitivamente no era parte del mundo familiar de pesadilla
que su cerebro jodido conjuraba cuando se fracturaba y
necesitaba estar solo y dejar que se curara.

Unos pantalones de mezclilla suaves lavados caían bajos sobre


generosas caderas y una camiseta de color rosa estaba anudada
debajo de unos pechos igualmente generosos. Sus músculos
abdominales se habían ondulado con la música mientras sus
caderas realizaban movimientos intrincados y sus nalgas
curvas y sus tetas redondeadas muy altas temblaban con la
música. Monedas y campanas colgaban de un ancho cinturón
dorado envuelto alrededor de sus caderas y campanas
colgaban de un brazalete de tobillo con cada movimiento que
hacía. Ella se detuvo abruptamente cuando su mirada de
asombro golpeó la de ella.

− ¿Que estás haciendo aquí? − Player logró encontrar su voz.


Salió más áspera y mucho más grave de lo que pretendía, tal
vez incluso un gruñido. Tenía un registro más bajo, uno que
tendía a intimidar fácilmente.

El era un hombre corpulento de hombros anchos, pecho


grueso, brazos musculosos y caderas estrechas. Su cabello era
castaño con mechas rubias. Cayó unos centímetros más allá de
sus hombros, una espesa masa salvaje que hacía que el vívido
azul de sus ojos fuera más penetrante y directo. Mantuvo una
barba oscura y un bigote cortos y recortados que también se
sumaban al efecto que sus ojos tenían en los demás. Él era muy
consciente de que ella podría encontrarlo extremadamente
intimidante, especialmente solo en la habitación con él, pero no
podía alejarse de la puerta por mucho que se dijera a sí mismo
que se alejara.

− Lo siento mucho.

Su voz era musical. Suave y gentil. Como una brisa fresca


barriendo la habitación... o su mente. Parecía genuinamente
angustiada, sus ojos asombrosos, expresivos, las largas
pestañas cayendo mientras el color inundaba su rostro.

− Uno de los miembros de Torpedo Ink me dijo que entrara en


esta habitación. Que debería bailar aquí. − Su explicación salió
rápido, las palabras cayeron una sobre la otra y, al mismo
tiempo, su tono era lírico, como si mezclara las notas con el
universo, desbloqueando alguna fórmula secreta que lo
arreglaba todo.

Player podía ver letras flotando en el aire, pero se alejaban de


él. Lejos de ella. La música de temática oriental no encajaba en
absoluto con el mundo de pesadilla de la madriguera del conejo
que su mente creó cuando se había ido tan lejos así. Presionó
sus palmas con más fuerza en la puerta, parándose firmemente
frente a ella, más para mantenerla dentro ahora que para
mantener fuera a todos los demás. Reconoció que, de alguna
manera, ella estaba calmando su cerebro fragmentado y ese era
un rompecabezas que necesitaba resolver. Ahora, solo quería
que ella se quedara y hablara.

Su cuerpo se había estado moviendo cuando él entró y al ritmo


de sus pies descalzos, la pelota contra los talones, la cadera
bajando, balanceándose suavemente, las manos fluyendo con
tanta gracia, todo mantenía el ritmo de la tierra misma. Parecía
fluir con gracia, en armonía con la música, con la tierra.

Él era carpintero. Un músico. Todo en él tenía que ver con la


naturaleza y el ritmo. Por el momento, estaba tan fuera de
sintonía con la naturaleza, muy completamente fuera de
sintonía, pero reconoció que ella era la mujer más dotada por
naturaleza, que era la persona más naturalmente dotada que
había conocido. No sabía que realmente existiera alguien como
ella. Ella podría haber nacido de la tierra misma.
No era solo esa increíble voz de ella, sino también su cuerpo,
cada movimiento, sin importar cuán pequeño, fluido y suave
fuera. Por cierto, estaba hipnotizado, cuando ella le habló y
cambió su peso de un pie al otro, sintió el latido del corazón de
la tierra como el latido de la música árabe sonando tan
suavemente de fondo.

− ¿Qué estás haciendo? − Hizo todo lo posible por suavizar su


voz. Todavía salió con su áspero ronquido, pero no sonaba
como si fuera a matarla. Eso fue una ventaja. − Antes de que
entrara. ¿Qué estabas haciendo?

El color que subió por su cuello hasta su rostro se hizo más


profundo. − Practicando baile. Dijeron que estaría bien esperar
aquí.

Player se atrevió a llevarse una mano al cuello para masajear


los apretados nudos. Trató de respirar a través del dolor de
cabeza, lo que le dificultaba pensar con claridad. Sus hermanos.
Debieron haber enviado a una bailarina exótica a su habitación,
pensando que necesitaría algo de diversión relajante después
de su largo viaje. No tenían idea de que la misión se había ido
al infierno y que las cosas habían empeorado. Esta mujer con
sus hermosos ojos de dormitorio y una espesa piel de cabello
brillante practicando su oficio mientras lo esperaba no debería
desperdiciarse. Respiró hondo de nuevo para tratar de superar
el dolor aplastante.

− ¿Tu nombre? − Se las arregló para morder la pregunta sin


sonar como si fuera a darle un mordisco, al menos pensó que
sí. Ella todavía no se había movido. Las pequeñas campanillas
de los tobillos estaban muy quietas, al igual que las que
goteaban debajo de las monedas de oro alrededor de sus
caderas.

− Zyah.

Ella lo susurró y su nombre le sonó tan lírico que su mente ya


estaba trabajando en un juego de roles con ella. ¿Cómo podría
no hacerlo? El escenario era perfecto. Ella era una hermosa
bailarina de danza del vientre contratada por sus hermanos.
Sabían que llegaría cansado por el largo viaje y tenso después
de la misión. Ella era perfecta para relajarlo. ¿Dónde la habían
encontrado?

− ¿Estás practicando tu baile? − La animó a hablar con él,


necesitando escuchar el sonido de esa voz musical. El tono
pareció encontrar un camino hacia su mente fracturada. Cada
nota, cada forma en que enmarcaba los tonos puros, junto con
los movimientos de su cuerpo, parecían conectarse, para
transferir nutrientes a sus células cerebrales hambrientas.

Ella asintió con la cabeza y de nuevo el pequeño movimiento


fue acompañado por el movimiento de sus pies, el metatarso
del pie hacia el talón y luego el balanceo de su cadera. Las
campanillas en sus tobillos y caderas tintinearon, mezclándose
con el batir del Dumbek, el tambor árabe que acompañaba la
música. Tenía un ritmo tan natural para ella y él lo sentía desde
las plantas de sus pies desnudos hasta el ya acallado trueno en
su cabeza.
− No me importa. No me di cuenta de que estabas aquí. Me
asustó, eso es todo. Es una locura ahí fuera. − Hizo un gesto
hacia el pasillo, esperando que ella decidiera quedarse. Para
animarla, mantuvo su gran cuerpo pegado a la puerta.

− ¿Esta es tu habitación?

Quería saborear la cadencia de su voz, ese suave sonido lírico


que se movía alrededor de los pedazos rotos en su cabeza y los
unía nuevamente. Con cada palabra que pronunciaba, los
terribles golpes disminuían. − Sí, pero aquí se siente como un
oasis egipcio bajo las estrellas. No me importaría interpretar a
tu príncipe. Me gustan los juegos de roles. − Él le lanzó una
sonrisa. Le habían dicho más de una vez que tenía una sonrisa
"asesina" y que podía derretir las bragas de una mujer si lo
intentaba. Lo estaba intentando ahora. − Mis hermanos me
llaman Player.

Su risa era una suave melodía, sonando sobre su cuerpo como


el toque de los dedos. Una quemadura lenta comenzó de la
nada, una especie de lava fundida moviéndose por sus venas
como si ella hubiera despertado una parte olvidada de él que
no había experimentado de forma natural desde que era un
niño.

− Por supuesto que lo hacen. ¿Por qué no estás en la fiesta como


todos los demás? − Inclinó la cabeza hacia un lado, pero
mientras lo hacía, la espesa caída de su cabello se balanceó, su
abdomen se ondulaba, las caderas se inclinaban y se movían en
una figura de ocho, los pies descalzos subían y bajaban, sin
darse cuenta de que había encontrado el latido perfecto con
ella. la música, el tambor y su risa seductora.

− Soy más un hombre solitario. ¿Qué pasa contigo?

− Mi baile no va a funcionar entre esa multitud. − Se rio de


nuevo, bajo y musical, sus brazos se movieron con gracia fuera
de su cuerpo, una invitación sensual mientras comenzaba a
bailar por la habitación. − Bailo solo para mi príncipe,
¿recuerdas?

Su voz era una mezcla de humo, pecado y sexo. Ese ardor lento
en sus venas se volvió más caliente, el fuego se acumuló en su
ingle, conmocionado como el infierno. No tenía erecciones
naturales. Siempre tenía el control de su cuerpo, dominando
sus propias erecciones. La reacción casi violenta al tono sensual
de su voz fue sin comprensión. Ninguna. No podía concebir
que la sangre caliente vertiéndose en su polla fuera real. Nada
de esto podría ser real, no si su polla estuviera involucrada y
no se podía negar la enorme y urgente reacción hacia ella.

− Tienes unos ojos preciosos. − Ella lo hacía. Dudaba que


pudiera maquillar esos ojos de ella. Tenía una imaginación
viva, pero sus ojos eran inusuales. Eran grandes, un chocolate
profundo, profundo y sorprendente rodeado de pestañas
oscuras. Podría ahogarse en sus ojos, algo que nunca es bueno
para un hombre como él. Se encontró tratando de elegir el color
exacto de marrón. Eran de un chocolate negro, casi negros. −
¿Estás usando lentes de contacto? − Sabía que no era solo el
color intenso y profundo, sino la forma y el tamaño de sus ojos
y las pestañas oscuras que los rodeaban.

Ella negó con la cabeza y la acción hizo que la oscura masa de


cabello fluyera en ondas alrededor de su rostro, hombros y
espalda. Las luces de las velas atrapadas en las hebras
brillantes, resaltando el brillo, permitiéndole ver los diversos
tonos antes de que la masa sedosa se asentara, enmarcando su
rostro y esa exquisita estructura ósea.

− No, heredé mis ojos de mi abuela. Tuve mucha suerte de que


se colorearan.

Había amor en su voz cuando dijo abuela. Su voz se había vuelto


aún más suave. Ella era capaz de envolver a un hombre en un
amor real, del tipo duradero. De dónde provenía ese
pensamiento, no lo sabía, ya que no estaba del todo seguro de
creer en el amor.

− También tienes ojos inusuales, − señaló Zyah. − Tienes el pelo


oscuro, quizás no tan oscuro como el mío, pero tus ojos son de
un tono azul inusual. Casi como un azul helado.

Cuando habló, su cuerpo se movió. Los movimientos eran


sutiles, pero su mente estaba tan sintonizada con ella que ni el
más mínimo detalle se le escapaba. Era como si esas notas
suaves y sensuales estuvieran arraigadas en la tierra como lo
estaban los movimientos de su cuerpo. Era cierto que tenía ojos
azules, pero su cabello era castaño claro con mechas rubias,
mientras que el de ella era de un rico color castaño, una masa
oscura y brillante que se sumaba a su exótica apariencia de
bailarina.

− Pareces haber salido directamente de Egipto o Persia. Viajé a


varios países del Medio Oriente y los encontré bastante
hermosos.

Zyah sonrió. Tardo en llegar, pero la espera valió la pena. Se


encontró conteniendo la respiración con anticipación, mirando
su boca. Tenía una boca generosa, como sus senos y sus
caderas. Como sus grandes ojos. Sus labios eran carnosos y
perfectamente curvados, como un arco, su labio inferior
mordía. Su boca era de un tono rojo sin lápiz labial, aunque él
pensaba que ella llevaba un brillo y ya tenía fantasías sobre
tener esos labios estirados alrededor de su polla. Cuando ella
sonrió, pudo ver sus dientes blancos y rectos, aunque había un
pequeño diente torcido en su fila inferior, justo a la derecha,
que le aceleró el pulso. No solo era hermosa, sino sexy más allá
de lo imaginable.

− ¿Tenías tu propia bailarina privada cuando viajaste a varios


países?

Esa voz suya, tan sensual por el humo, el pecado y el sexo, se


enroscaba a su alrededor como los sonidos de varios
instrumentos tocando la música árabe tan suavemente de
fondo.

− No, no estuve allí por las mujeres hermosas, aunque


honestamente, nunca vi a nadie que se pareciera a ti. − Había
sido un instrumento de muerte cada vez que había estado allí.
Era un asesino, entrenado desde que era niño. Había visto a las
bailarinas, mujeres hermosas, pero no había logrado quedarse
y escuchar la música o mirar a las bailarinas después de haber
matado a sus objetivos previstos. No podía decirle eso muy
bien.

− ¿Vas a entrar finalmente a la habitación o simplemente te


quedarás apoyado contra la puerta?

Su mirada se posó sobre él, y dondequiera que mirara sentía


como si lo tocara, lo acariciara con los dedos. Su polla palpitó.
Palpitaba. Dolorido. Quería golpearlo allí mismo mientras ella
bailaba para él. − No lo sé. Si me muevo, ¿me vas a dejar?

Ella inclinó la cabeza hacia un lado y de nuevo, cuando se


movió, su cabello se balanceó alrededor de ella en un sexy
deslizamiento, poniendo su cuerpo en movimiento también.
Esos pequeños movimientos sutiles se sumaron a la atracción
de cada uno de sus sentidos. Se encontró totalmente incapaz de
apartar la mirada de ella. Nunca había estado tan envuelto en
alguien tan rápido. Tan completamente.

− No, si realmente quieres que me quede. − Sus pestañas se


deslizaron hacia abajo y hacia arriba, casi con recato. Una
mirada de inocencia chocando con los sensuales movimientos
de su cuerpo y el sonido de su voz.
− Quiero que te quedes a bailar para mí. Quiero que me hables.
Eres la mejor sorpresa que he tenido en años. − Esa era la
verdad absoluta y esperaba que ella le creyera.

Su sonrisa llegó de nuevo y más sangre caliente corrió por sus


venas y golpeó a través de su polla. Todo por su cuenta. Su
cuerpo realmente funcionó. Fue un jodido milagro. Ella era el
puto milagro. No tenía idea de dónde la habían encontrado sus
hermanos, pero fuera lo que fuera lo que le hubieran pagado
para que estuviera aquí en su habitación esperándolo, no era
suficiente. No podían haber sabido que ella tenía algún tipo de
magia elemental en ella que trabajaba en su cuerpo, en su
cerebro, reparando todo el daño y volviéndolo completo de
nuevo.

Ella le tendió la mano y cuando lo hizo, los movimientos de sus


brazos fueron elegantes y fluidos como si ya estuviera bailando
para él. Envolvió sus dedos alrededor de su mano, tocándola
por primera vez. Piel con piel. Su polla casi explotó junto con
su corazón. Ella lo condujo a la cama, sus caderas se hundieron
con cada movimiento de talón a los pies. Las monedas de oro
en sus caderas se movieron y temblaron haciendo que las
campanas tintinearan en el cinturón, así como en la pulsera
alrededor de su tobillo. No tenía idea de que podía encontrar
las joyas en los tobillos tan sexys, pero lo hizo.

Se acomodó en la cama, se quitó la camisa, descalzo, solo con


los jeans puestos, la habitación iluminada solo con esas velas
aromáticas. La música comenzó de nuevo. Esta vez sintió la
diferencia en la música. Fue muy sensual. Era músico y estaba
muy familiarizado con los instrumentos. Su oído estaba
finamente afinado a los tonos. Reconoció la percusión
distintiva del tambor en forma de copa, el Dumbek. El Kanun era
un instrumento de cuerda que producía hermosos sonidos
como un arpa. Había un Ney, una flauta que tenía un tono
asombroso.

Zyah pareció volverse una con los ritmos armoniosos de la


música, sus brazos fluían con gracia, casi fascinantes. Ella se
movió en círculo, balanceando las caderas, las campanas
llamándolo. Cuando lo miró, su abdomen estaba
completamente aislado, ondulado, mientras sus brazos se
movían sobre su cabeza, sus manos contaban una historia.
Fluido. Fascinante. Una seductora toda suya. Estaba
completamente cautivado por ella. Zyah. Su bailarina privada.

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