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El Monstruo de Mis Sueños

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El monstruo de mis sueños.

Cuento las noches en las que desperté con tu presencia. Las frías manos que
cubrían mi boca con rudeza, haciendo callar mis plegarias, tratando de capturar
alguna muestra de tu oscura clemencia con mis ojos cristalizados del miedo y las
ya presentes lágrimas bajando por mis mejillas. Preguntándome en compañía de
la señal plateada que se filtraba del ventanal. Cuál sería el error que cometí, que
acción un alma inocente puede perpetrar en este mundo el cual las puertas
divinas del cielo cierren frente su rostro?

Las cicatrices. la última evidencia que me hacía saber cada mañana que mis
pesadillas habían ocurrido de nuevo, un número menos en la lista de mis errores,
decidiendo cual sería el siguiente pecado a pagar la próxima vez que el sol
descendiera al nicho del horizonte, arriesgando su brillo a ser eclipsado.

¿Qué pensaría la luna de mi infortunio? Mi incomparable amiga, mi fiel


acompañante en las noches de la venganza diva desde el primer día. Oh querida
mía ¿Qué pecado cometí esta vez?

Ahogándose en mi garganta cada duda, secando mi rostro para predicar la


palabra de quien un día dio la vida por mi. Será justo dar la vida por almas
injustas? Lastima que en el manual de la salvación no encuentre esa respuesta.

Arrodillándose a ti te lo ruego. Que mis palabras no sean en vano, dale a mi


espíritu alguna muestra de tu infinito amor y detén mi desdicha nocturna.
Donde el frío mármol blanco de tu rostro muestre la luz del oscuro camino de la
noche. Te lo pido, no permitas que mi alma caiga en las manos de las llamas
eternas

Tantas preguntas para un ser insignificante en tu gran rebaño, mi creador.


El convento está perdiendo su luz como cada tarde a la hora del almuerzo. Mi
solo pensamiento rijo en el terror de la pronta oscuridad, la piel ya prediciendo
una nueva cicatriz, tensando con pesar la cuchara metálica que débilmente
podía tomar para dar un bocado antes de que las campanas sonarán.

La luna presenció una vez más la cruda integridad de mis lágrimas, predicando le
las palabras al cielo nocturno bañado de estrellas distintas en su brillar,
esperando algún día poder descansar con ellas.

Una pregunta deslizándose por su frágil voz.

-¿Qué pecado cometí, padre?

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