Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Texto Sobre Muletillas Lingüísticas Barcanova 1º Bachillerato

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 5

O sea, la de muletillas que

usamos, ¿sabes?
En plan, o sea, digamos, este, en verdad, sí o qué, tú sabes, hombre...
¿Cuál es tu muletilla? Las hay compartidas por todos los hablantes del
español (como mira o bueno); las hay especializadas por zonas (este,
en el español americano mucho más frecuente que en el español
europeo) y algunas son propias de una edad (como el desarrollo
reciente de en plan); pero, de un tipo u otro, usamos estas
expresiones a diario.
Llamamos
coloquialmente a esas expresiones muletillas porque nos apoyamos
en ellas, igual que el que se ayuda de un bastón o muleta, o se auxilia
de algún instrumento para poder seguir andando. Como si la
conversación fuese un camino que transitamos, las muletillas nos
sirven para sostenernos al hablar y orientan a nuestro interlocutor
sobre nuestra actitud ante lo que estamos diciendo, o para corregirnos
(«He llegado a las siete, bueno, a las siete pasadas»). Usar esta clase
de formas no es un recurso nuevo ni reciente en nuestro idioma.
Palabras con valor de apoyo o de apelación al oyente han existido
desde antiguo, aunque nuestros antepasados las llamaban de otra
forma. Partiendo del nombre bordón (que significa ‘bastón alto en que
apoyarse’), antiguamente eran denominadas bordones o bordoncillos.
En los siglos xvi y xvii eran muletillas o bordones frases como bien me
entiendes, ya digo, sepa vuestra merced... y causaban tanto fastidio
como ahora a los que prescribían cómo se debía hablar. En
su Diálogo de la lengua, de 1535, Juan de Valdés criticaba los
«bordones de necios» y entre ellos subrayaba el abominable uso que
algunos hacían de ¿entendeisme? cuando «no les viene a la memoria
el vocablo tan presto como sería menester y os lo dicen muchas veces
sin haber cosa que importe entenderla».
Todos tenemos una muletilla que repetimos más que otras, aunque
esa querencia nos es más fácil verla en los demás que en nosotros
mismos. Cuando los imitadores caracterizan a un personaje, tiran de
muletillas para evocarlo: los expresidentes del Gobierno español
Felipe González y José M.a Aznar eran imitados con por
consiguiente y mi(re) usted, respectivamente.
Técnicamente, estas palabras no se llaman muletillas; en las
gramáticas del español moderno se conocen como marcadores
discursivos y suelen tener etiquetas específicas según su significado:
los hay de reacción (hombre, mujer, tío), de atenuación (bueno, yo
diría, es como muy...) o de demanda (¿me entiendes?, ¿oyes?), entre
otras denominaciones. A diferencia de los verbos, los adjetivos, los
sustantivos y otras partes clásicas de la gramática que se estudian
mucho y muy bien en las escuelas, los marcadores suelen recibir una
atención más bien marginal. (…)
Esa rareza o marginalidad tiene que ver en parte con su significado
poco explícito: todos sabemos lo que significa hombre, pero cuando
un profesor dice a su grupo de estudiantes «Callaos, hombre, ya»,
usa hombre en singular para aludir a un grupo plural; algo parecido
ocurre si, hablando justamente con una mujer, le pedimos: «Hombre,
no me digas eso». Cuando una palabra se mete en el peligroso
camino de trabajar como marcador discursivo suspende su significado
habitual y se hace invariable en género y número. Pero es que,
además, ese camino está siendo iniciado constantemente por
palabras nuevas, por lo que es difícil hacer un repertorio cerrado de
marcadores de nuestra lengua. Así como hay marcadores que lo
fueron ayer y hoy (el entendeisme que criticaba Valdés en el xvi es el
hermano del airado ¿me entiendes? con el que tapa bocas Belén
Esteban), otros han iniciado su camino en fecha tan reciente que
podemos recorrer su historia simplemente hurgando en la memoria de
nuestros mayores. La forma o sea se ha usado históricamente en
español para reformular algo («No quedan plazas para estudiar
italiano, o sea, se ha llenado ya ese curso»), pero en el siglo xx se
empezó a utilizar a final de frase para situarse ante lo dicho,
reforzándolo o suavizándolo: «Luis me ha dejado por teléfono. Es un
impresentable, o sea». Es un uso que iniciaron los hablantes nacidos
en la segunda mitad del siglo xx. (…)
Usar estas expresiones no es correcto ni incorrecto en sí mismo:
censurar esta clase de palabras o desaprobar su uso sería como
reprochar que usemos verbos, adjetivos o un sonido concreto, o como
prohibir que utilizáramos en las conversaciones los típicos elementos
de apoyo (eh, umm). Sí es lógico recomendar que en determinados
ámbitos nos esmeremos en no abusar de ellas. Como ya sabemos, la
lengua es un edificio y manejarla es recorrer con soltura todas las
plantas posibles. Pues bien, hay plantas en que determinados
marcadores o el uso constante de ellos puede resultar disonante.
Conque, bueno, pues eso es lo que quería explicar de las muletillas y
tal. Digamos que voy terminando, tú me entiendes, ¿no?

Lola Pons Rodríguez: El árbol de la lengua. Arpa.

1. Resume el texto que has leído sin reproducir frases


literalmente.
2. Escribe algunos títulos para intercalarlos a lo largo del texto
que acabas de leer.
3. ¿Qué rasgos lingüísticos son propios de este género
textual?
4. Por parejas, grabad una escena en vídeo con la intención
de parodiar el uso excesivo de muletillas. Si queréis, editad
el vídeo de manera que el espectador pueda ver
sobreimpresas las expresiones que queréis ridiculizar.
Te recomendamos los siguientes vídeos:
Las muletillas más frecuentes que usan los nativos en español -
YouTube
Diálogo en español con muletillas - Advanced Spanish
Conversation - YouTube
5. Escribe un texto argumentativo, de no más de 150 palabras,
en el que te posiciones en contra del uso de muletillas en la
expresión oral. Previamente completa la tabla como
siguiente.

También podría gustarte