La Verdad en Ser y Tiempo y El Lugar Originario de La Verdad
La Verdad en Ser y Tiempo y El Lugar Originario de La Verdad
La Verdad en Ser y Tiempo y El Lugar Originario de La Verdad
RESUMEN: En Ser y Tiempo se lleva a cabo un intento de caracterizar el lugar originario de la com-
prensión, la verdad, lo que vale como fenómeno y la fenomenología. El modo como estos conceptos
fundamentales se dilucidan depende de una concepción extático-horizóntica de la apertura del mundo.
En este artículo se defiende que la dilucidación que Heidegger realiza no es originaria sino fundada. Se
trata de aclarar en qué sentido es esto así y cómo ha de entenderse el lugar fenoménicamente origi-
nario que los anteriores conceptos refieren.
PALABRAS CLAVE: verdad, Heidegger, fenomenología.
* Este trabajo ha germinado en el marco del Seminario de Filosofía Primera que dirige
el Prof. Miguel García Baró.
© PENSAMIENTO, ISSN 0031-4749 PENSAMIENTO, vol. 63 (2007), núm. 235, pp. 111-123
112 J. RUIZ, LA VERDAD EN «SER Y TIEMPO» Y EL LUGAR ORIGINARIO DE LA VERDAD
1
HEIDEGGER, M., Sein und Zeit, Max Niemeyer Verlag, Tübingen, 1993, p. 148. En ade-
lante citado como Ser y Tiempo.
2
HEIDEGGER, M., Ser y Tiempo, p. 150.
3
HEIDEGGER, M., o.cit., p. 223.
4
HEIDEGGER, M., o.cit., p. 226.
5
Ib.
6
HEIDEGGER, M., o.cit., p. 222.
Antes de iniciar esta exposición, que más que exposición es veloz sucesión de
notas que tan sólo pretende suscitar la presencia de lo ya sabido, se dijo que la
concepción que Heidegger tiene en Ser y Tiempo del lugar originario de la com-
prensión y la verdad corre paralela al modo como se hacen valer los conceptos
originarios de fenomenología y fenómeno. Advirtamos en qué sentido es esto así.
Ya hemos señalado que si, por un lado, el acaecimiento originario de la verdad se
vincula a la aperturidad del Dasein y si, por otro lado, al despliegue de la apertu-
ridad comprensiva es inherente la tendencia a la desfiguración cadente, lo des-
cubierto ha de estar sin duda en la verdad, pero también y de consuno en la no-
verdad. En buena lógica, no podremos entonces tomar como fenómeno originario,
como la cosa misma, a aquello que inmediatamente está abierto. Lo que origina-
riamente sea fenómeno habrá de asumirse, más bien, como aquello que, quedando
encubierto, desfigurado o disimulado en lo inmediata y regularmente dado, cons-
tituye su sentido y fundamento originarios:
«¿A qué se debe llamar “fenómeno” en un sentido eminente?… evidentemente,
a aquello que de un modo inmediato y regular precisamente no se muestra, a
aquello que queda oculto en lo que inmediata y regularmente se muestra, pero
que al mismo tiempo es algo que pertenece esencialmente a lo que inmediata y
regularmente se muestra, hasta el punto de constituir su sentido y fundamento» 7.
7
HEIDEGGER, M., o.cit., p. 35.
8
HEIDEGGER, M., o.cit., p. 36.
9
HEIDEGGER, M., o.cit., p. 35.
10
HEIDEGGER, M., Los problemas fundamentales de la fenomenología, Gesamtausgabe 24,
Klostermann, 1975, p. 466.’
11
HEIDEGGER, M., Ser y Tiempo, p. 35.
ción se hace patente. Se hace patente así igualmente que el primigenio pisapape-
les es deudor de un estar-en-situación antecedente y particular 12.
Ahora bien, ¿qué quiere en el fondo decir que el estar-en-situación se muestre,
esto es, que se haga patente? ¿Acaso este hacerse patente es de suyo algo abierto o
articulado por la situación? Importa entender lo que expresa esta pregunta e impor-
ta entender que la respuesta a ella tiene que ser negativa: no es el hacerse patente,
en tanto que tal, lo que está situado, sino que, al revés, es el estar-en-situación lo
que se hace patente. Dicho de otra manera: el estar-en-situación se hace patente,
pero ninguna situación conforma el hacerse patente en tanto que tal. En relación
con el ejemplo que antes hemos dado lo que acabamos de decir se manifiesta de
la siguiente manera: sólo porque el funcionar-como-pisapapeles, el funcionar-
como-arma arrojadiza y la modificación situacional se hacen patentes de suyo,
sólo por eso, puede distinguirse que el funcionar-como-pisapapeles es deudor de
un estar-en-situación. Algo como un estar-en-situación se muestra sin duda; pero,
justamente, porque se muestra, no es ese estar-en-situación aquello que origina-
riamente «abre» o «sitúa». Porque la posibilidad del estar-en-situación depende
de un hacerse-patente, el estar-en-situación aparece como algo que, de una mane-
ra más originaria, se «encuentra» ya abierto. Bien entendido que este «encontrarse
abierto» del estar-en no es sino el hacerse patente mismo 13. Lo que estamos refi-
riendo puede decirse también de esta manera: el ser-en, extático-horizónticamente
entendido, no es lo que originariamente abre el mundo. Algo así como ser-en y
ser-en-el-mundo puede haberlos sólo porque hay «apertura» en un sentido más
originario, esto es, sólo porque hay un hacerse concretamente patente, sólo en
una concreta «patencia fenoménica».
A continuación voy a tratar de aclarar esto que se acaba de apuntar. Se trata
de advertir que las caracterizaciones que Heidegger hace de la comprensión y
de la verdad son derivadas pues ellas suponen constantemente, a la vez que dejan
sin tematizar, una originaria comparecencia concreta. Se tratará de aclarar tam-
bién en qué sentido la concepción heideggeriana del lugar originario de la com-
prensión y de la verdad redunda en una determinación ilegítima de los concep-
tos originarios de fenómeno y fenomenología.
12
Por lo demás, y esto es algo en lo que no insistimos, ese «encontrarse situado» que
nuestro ejemplo ha ilustrado, puede ser distinguido en distintos modos y niveles.
13
Una bella exposición de lo que estamos diciendo puede leerse en HENRY, M., L’Essen-
ce de la Manifestation, Ed. Presses Universitaires de France, 1963, pp. 419-472. Con todo, esta
exposición se hace desde el supuesto, que no comparto, de que la patencia originaria tiene una
esencia determinable —como inmanencia, autoafección, etc.—.
La disposición afectiva no es, como muy bien dice Heidegger, un factum que
se dé a una mirada contemplativa 14. Ahora bien, no hay duda de que, en cierto
sentido, ella se muestra. Es decir, aunque el modo como estamos afectivamen-
te consignados al mundo no comparezca temáticamente, ello no es óbice para
que se haga patente y, en cierto sentido, «se comprenda» en la vida fáctica inme-
diata. La disposición afectiva que para Heidegger abre existencialmente el ser-
en-el-mundo está ya a su vez, y en un sentido más originario, «abierta». Preci-
samente, la distinción temática de la disposición afectiva como existencial es
posible gracias a una «apertura» más originaria que a la que a tal existencial se
atribuye, a saber, por la patencia efectiva, no temática, de un encontrarse afec-
tivamente dispuestos.
Lo que acabamos de señalar puede decirse igualmente respecto a lo que
Heidegger denomina comprensión. Fijémonos en que, en el sentido que aca-
bamos de señalar, tanto el fáctico poder-ser en y desde posibilidades abiertas
como aquello que es comprendido «como algo» se hacen patentes con su carác-
ter propio, es decir, tanto lo uno como lo otro comparece en la vida inmedia-
ta. La tesis que distingue que lo uno es el comprender originario y lo otro su
elaboración proyectiva es una tesis fundada que descansa en la concreta com-
parecencia de lo uno y lo otro. La tesis es además ilegítima, en la medida en
que piensa como originario lo que, sin embargo, depende de una primigenia
patencia concreta. La misma distinción que Heidegger hace de la compren-
sión y la disposición afectiva descansa, en el fondo, en una inmediatez más
originaria. Es decir, la distinción supone la patencia en la que concretamente
acaece aquello que temáticamente se distingue.
Tratemos de dar un leve giro a lo que va dicho para aclararlo un poco más.
Hemos señalado que la noción heideggeriana de comprensión no se liga a lo
inmediatamente mostrado, esto es, a lo concretamente patente, sino que se pien-
sa como un momento aperiente del mundo. El ser-en-el-mundo está pensado
desde el principio desde el esquema de una apertura extático-horizóntica. Con
esto se ha asumido que el mundo se abre originariamente desde el ser-en en tanto
que tal. El único problema de esta caracterización heideggeriana del ser-en-el-
mundo es que, pretendiéndose originaria, deja fuera de consideración la condi-
ción de la que depende que algo como ser-en y ser-en-el-mundo acaezcan, a saber,
la patencia concreta de nuestro ser en el mundo. Es esta patencia, sin embargo,
la que hace posible que lo existencial se distinga con su carácter propio.
De la misma manera que Heidegger no recoge aquello que presta a la com-
prensión su realidad originaria, la caracterización heideggeriana de la verdad
deja fuera de consideración la originaria realidad de la verdad que esa caracte-
rización supone. Veamos en qué sentido es esto así.
Heidegger pone en cuestión la originariedad de la concepción tradicional que
piensa la verdad como adecuación del juicio a la cosa, haciendo ver que ella
supone aquello mismo que hace posible todo descubrir. Se nos dice así que la
14
Cf. HEIDEGGER, M., Ser y Tiempo, p. 135.
15
Cf. HENRY, M., L’essence de la Manifestation, Preses Universitaires de France, 1963,
p. 43: «La expresión “ser de la realidad humana” es fundamentalmente ambigua, pues ella
designa a la vez la esencia de la realidad humana, en tanto que ella tiene con el ser una rela-
ción trascendental, y, de otra parte, el fundamento que está en ella y que, de la misma mane-
ra que a todo otro ente, la hace ser».
ser de ese ente? Esta sola pregunta pone de relieve la tensión fatal existente en
las dos «determinaciones» anteriores. Y es que no cabe pensar que el mostrar-
se del ser del Dasein (2) arraigue en su misma constitución ontológica (1): ¡es
esa misma constitución ontológica la que decimos que se muestra, la que deci-
mos que se hace patente en la vida fáctica inmediata! Si en este punto no nos
engañamos caeremos en la cuenta de que la comparecencia del ser del Dasein
es irreducible al Dasein mismo, es decir, acaece en el «hacerse patente» con-
sustancial al mostrarse de todo lo ente y al ser de todo lo ente. Pero si este
«hacerse patente» funda originariamente la posibilidad para que un ente como
el Dasein sea, esto quiere decir que la determinación existencial de la verdad
como ser-descubridor se sostiene sobre un fundamento fenoménico más ori-
ginario.
El problema de cómo conjugar la diferencia óntico-ontológica en la identi-
dad de un mismo ente no se disuelve señalando que el Dasein, en tanto que ser-
en-el-mundo, no es tanto «un ente» como el lugar donde se muestra todo lo
ente y que, por eso, la constitución ontológica del Dasein puede tomarse como
la esencia de toda manifestación. El Dasein no puede pensarse de consuno
como el ente que existe siendo-en-el-mundo y como la esencia originaria a la
que remite la manifestación de todo lo ente. Se trata de dos cosas distintas:
una, el modo de ser del ente que existe, otra, el carácter de la manifestación a
la que remite todo lo que se muestra (Dasein incluido). Con la ficción de una
suerte de disolución de la diferencia en el seno de un mismo «ente» se tergi-
versa y encubre el verdadero problema: dilucidar el carácter de la verdad ori-
ginaria en la que el ser mismo del Dasein arraiga y que, por tanto, no es con-
formada por su ser.
Lo que decimos toca directamente a la pretensión de asignar el lugar origi-
nario de la verdad a la aperturidad existencial. Tal pretensión revela una con-
tradicción interna: ella instituye como originario a algo manifiesto, esto es, a la
situación que debe su darse-como-situación a un espacio de patencia previo.
Según esto, la concreta patencia fenoménica en la que en último término se
muestra todo ente y todo estar-en-situación es, entonces, el lugar originario de
la verdad 16.
Puede advertirse que en este plano originario no tiene sentido decir que tan
originaria como la verdad sea la no-verdad. Verdad y no-verdad pueden funcio-
nar de consuno como determinaciones existenciales del ser-descubridor sólo por-
que hay una «verdad» más originaria en la que el ser-descubridor se funda. En
este sentido, verdad y no-verdad existenciales, arraigan originariamente en la «ver-
16
Lo cual conlleva, en contra de lo que Heidegger pensaba (cf. Ser y Tiempo, p. 230), que
el ser, tal y como Heidegger lo piensa, y la verdad, no sean cooriginarios. La patencia feno-
ménica, esto es, la verdad originaria, es la más originaria condición de posibilidad para que
el ser acaezca. El acaecimiento del ser, en cualquier sentido fenomenológicamente legítimo,
depende de la verdad originaria que no tiene esencia ninguna. Por supuesto, uno podrá siem-
pre «pensar» el ser trascendiendo la verdad misma, pero el pensamiento interpretativo que
trasciende lo fenoménicamente patente es a la postre dogmático.
dad» 17. El hacerse patente nada tiene que ver con determinaciones existenciales.
El hacerse patente constituye la condición originaria a la que toda «categoría exis-
tencial» remite. Por lo mismo, carece de toda determinación esencial. No hay, por
tanto, contrasentido mayor que pensar en la «no-esencia» de la «verdad». Origi-
nariamente, no hay no-verdad que oponer a la verdad.
A continuación se va a mostrar cómo la desfiguración heideggeriana del lugar
originario de la verdad va de la mano con la desfiguración del lugar originario
de los conceptos de fenómeno y fenomenología.
17
Esto lo ha visto muy bien Michel Henry: «A “la verdad de la existencia” que varía según
la manera como la existencia comprende todas las cosas y a sí misma, se opone radicalmen-
te “la verdad de la existencia” que designa la esencia misma de ésta en tanto que esta esencia
es la manifestación originaria del ser y, como tal, la verdad» (HENRY, M., L’essence de la Mani-
festation, Preses Universitaires de France, 1963, p. 193).
18
Cf. HEIDEGGER, M., Ser y Tiempo, p. 140.