Clase 6
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Clase: 6
Objetivos de la clase:
Lecturas obligatorias:
Oszlak, O. (2003), “El mito del estado mínimo. Una década de reforma estatal en
Argentina” en: Desarrollo Económico, vol. 42, Nº 168.
Comencemos por recapitular sintéticamente lo visto en el último encuentro. La nueva gestión pública
o new public management surgió a mediados de las décadas de 1970 y 1980 como una respuesta a la
crisis del paradigma burocrático de administración estatal. Esta crisis no fue sólo una crisis de las
formas de gestión del Estado, sino que también se manifestó en las modalidades de administración
de las empresas privadas. El taylorismo –orientada a la producción en serie de bienes sencillos– se
mostró incapaz de acomodase a las exigencias productivas de un entorno cambiante y volátil. La
crisis de 1973 y la caída del consumo derivaron rápidamente en una crisis de sobreproducción: las
empresas acumularon stocks de mercancías y los precios se desplomaron.
Es por ello que –tal como señalamos la semana pasada– los límites de la burocracia son los límites
del paradigma tradicional de administración, forjada por la necesidad de dar respuesta a una demanda
creciente de bienes y servicios, tanto públicos como privados. Así como la burocracia resultó
adecuada para atender las necesidades de un Estado con nuevas funciones y responsabilidad, la
administración científica del trabajo permitió incrementar la productividad empresarial en un
contexto de expansión de los mercados. En este sentido, el control de los métodos y tiempos de
trabajo, la supresión de las instancias de reflexión, la división del trabajo y la estandarización de tareas
y procedimientos fueron recomendaciones transversales de los enfoques racionalistas que forjaron el
campo de estudios de la administración.
En la arena privada, la respuesta a crisis de paradigma dio lugar a la emergencia de nuevos modelos
de organización del trabajo: la innovación productiva, la democracia industrial, la especialización
flexible y el toyotismo, entre otros, fueron algunos de los “nuevos modelos productivos” que
surgieron a la sombra del declive de las técnicas de administración científica. Con matices según el
caso, el denominador común de estos modelos fue la necesidad de flexibilidad la producción y adaptar
la productividad a los vaivenes de un entorno cada vez más global, dinámico y exigente. La
“flexibilidad” se convirtió de este modo en un concepto clave de los estudios postayloristas.
La Nueva Gestión Pública (NGP) es la respuesta provista por una porción significativa de la
literatura especializada a la crisis del paradigma burocrático en la administración del Estado. Esta
corriente de pensamiento tuvo su origen en las dos principales potencias anglosajonas del mundo: el
Reino Unido y los Estados Unidos. En efecto, los gobiernos neoliberales de Margaret Thatcher y
Las reformas estatales englobadas bajo la escuela de la Nueva Gestión Pública se apoyan en la
necesidad de modernizar la organización y el funcionamiento del Estado. El objetivo rector de esta
corriente administrativa es superar las deficiencias asociadas a las lógicas burocráticas de gestión
(ritualismo, formalismo, impersonalidad, ineficiencia, etc.) e incorporar en el ámbito público un
conjunto de técnicas y procedimientos tendientes a optimizar las capacidades de gestión y
administración de las organizaciones.
Esta optimización supone realizar una transición desde un Estado “ensimismado” –es decir,
preocupado por sus propias lógicas internas– hacia un Estado orientado por la satisfacción de
necesidades. Para avanzar en este camino, los teóricos de la Nueva Gestión Pública promovieron la
aplicación de tecnologías de gestión privada en el ámbito público, la racionalización de las estructuras
y procedimientos, la revisión de los procesos de toma de decisiones y el incremento de la
productividad de los empleados públicos. El supuesto ordenador que orienta estas medidas es la
consideración de que la “administración” es un campo de estudios que genera principios aplicables a
cualquier organización humana. El management aparece así como un conjunto de saberes
presuntamente “neutrales” desde el punto de vista político. Los estudios de la NGP consideran que
el objetivo rector de un gerente o “gestor” es lograr mayores niveles de eficiencia en el
funcionamiento organizacional, es decir, reducir los costos y aumentar la productividad.
Suplantar el intento de eliminar la reflexión individual de los trabajadores por una lógica
delegativa que tome en cuenta la opinión de los empleados en relación a la optimización del
funcionamiento organizacional.
Desde este enfoque, la búsqueda de eficiencia en la Nueva Gestión Pública no se distancia mucho de
la pretendida por la teoría de la burocracia en sus momentos de auge. Sin embargo, a diferencia de
las escuelas de pensamiento tradicional, el new public management sostiene que la obtención de esta
eficiencia requiere diseñar organizaciones dinámicas y orientadas al “cliente”. En este sentido, el
“gigantismo” –es decir, el tamaño de las estructuras estatales– constituye otra de las características
burocráticas más cuestionadas por parte de la NGP. Las nuevas organizaciones deben ser pequeñas y
flexibles para adaptarse rápidamente a un contexto cambiante y atender una demanda cada vez más
exigente. Es por ello que –entre las medidas propuestas por esta escuela de pensamiento– el
achicamiento o reducción de las estructuras estatales ocupa un papel central. Mientras que
organizaciones grandes son caracterizadas como organizaciones lentas y pesadas.
Evaluación de desempeño
Orientación a resultados
Descentralización de la gestión
Promoción de la competencia
Reduccción de costos
Para dar respuesta a este dilema (cantidad versus calidad), la Nueva Gestión Pública apeló a la
necesidad de tecnificar los procesos de gestión y administración. En efecto, el uso de nuevas
tecnologías y herramientas informáticas de procesamiento de datos constituye –desde el punto de
vista técnico– una de las principales innovaciones introducidas en la administración pública por parte
de esta corriente de pensamiento. En este sentido, la tecnificación y automatización de procesos
permitió agilizar los procedimientos administrativos y mejorar cualitativamente la capacidad de
gestión de los organismos públicos, equilibrando la capacidad de atender a una gran cantidad de tareas
(dimensión cuantitativa) y de dar respuestas específicas a cada caso en particular (dimensión
cualitativa).
Uno de los aspectos más controversiales de la Nueva Gestión Pública refiere a la búsqueda de aplicar
las técnicas y mecanismos de administración privada al ámbito público. Tal como se señala en la
Carpeta de Trabajo y en las lecturas obligatorias de la materia, esta polémica está relacionada con la
posibilidad de equiparar las organizaciones privadas y públicas: ¿Es lo mismo una empresa que un
organismo público? ¿Cuáles son las diferencias? ¿Cuáles son las semejanzas? ¿Qué puede aprender
el Estado de las organizaciones privadas?
La literatura que intenta dar respuesta a estos interrogantes es amplísima. Sin embargo, más allá de
la existencia de posiciones divergentes, la mayor parte de los analistas contemporáneos coincide en
señalar que las principales diferencias entre estos dos tipos de organizaciones refieren a los objetivos
que orientan su funcionamiento y al tipo de problemas que deben resolver. Como señalamos en las
primeras clases, mientras las empresas son organizaciones con fines de lucro, el Estado y sus
organismos dependientes no persiguen la obtención de ganancias. Esta diferencia está lejos de ser
anecdótica y tiene un impacto fundamental a la hora de pensar en qué consiste una “buena gestión”
Analicemos este punto a través de un ejemplo. Supongamos que las autoridades de un organismo
estatal –por ejemplo, Aerolíneas Argentinas– evalúan la posibilidad de inaugurar una nueva ruta aérea
que conecte la provincia de Formosa con Buenos Aires, Córdoba o cualquier otra ciudad que posea
una gran concentración de habitantes. ¿Cómo sería posible evaluar la eficiencia de esta decisión?
Desde el punto de vista privado, está claro que lo primero que miraría cualquier administrador sería
la relación entre costos y beneficios. De este modo, se apreciaría –a modo hipotético– que un vuelo
de estas características tendría una escasa demanda de pasajeros, producto de la escasa densidad
poblacional de Formosa y de la magnitud de los desplazamientos de los ciudadanos de la provincia.
De este modo, un análisis de costos podría concluir que esta ruta aérea implicaría un enorme déficit
presupuestario para la empresa, por lo cual lo más probable es que se sugiera –desde esta perspectiva–
descartar esta posibilidad.
Ahora bien, intentemos ver el problema desde una óptica distinta. Como sabemos, la Argentina es un
país de enorme extensiones geográficas y la amplia mayoría de las funciones públicas se encuentran
históricamente centralizadas en Buenos Aires. En este marco, el Estado tiene la obligación de
promover el desarrollo de todas las economías regionales y de facilitar el desplazamiento de los
ciudadanos a lo largo y ancho del país. Desde esta perspectiva, la apertura de una ruta aérea entre
Formosa y Buenos Aires puede responder al interés estratégico del Estado argentino de aumentar la
conectividad entre las distintas regiones o de garantizar el derecho a la movilidad aérea en todo el
país. Asimismo, puede evaluarse que esta decisión también permitiría estimular el desarrollo de la
economía provincial a través del mejoramiento de la conectividad logística de la región.
De este modo, se aprecia que si bien la apertura de una ruta aérea de estas características puede
resultar “deficitaria” desde el punto de vista comercial, al mismo tiempo puede ser considerada
estratégica desde la óptica del interés público. En el caso que tomamos como ejemplo, esto significa
que el desarrollo de las economías regionales y la integración del territorio nacional son intereses más
relevantes que el balance económico de una decisión puntual. A esto nos referimos, precisamente,
cuando decimos que el Estado no es una organización orientada por la búsqueda de ganancias sino
por la defensa del interés nacional. No importa tanto si una decisión determinada es económicamente
viable “en sí misma”: lo que importa es su relación con un problema público de mayor envergadura.
En este sentido, también podría evaluarse que si bien en el corto plazo la ruta aérea Buenos Aires-
Formosa puede ser deficitaria, en el mediano o largo plazo puede contribuir a un mayor desarrollo
regional y –en este sentido– a un incremento de la capacidad productiva de la provincia en el largo
plazo.
Dirección y gestión del personal para reclutar, seleccionar, socializar, entrenar, recompensar,
castigar y expulsar el capital humano de la organización en función de las metas y las
direcciones específicas de la gestión.
Estas semejanzas refieren a lo que la literatura especializada califica como las funciones de “gestión
general” de las organizaciones: planificar, organizar, integrar personal, dirigir, coordinar e
informar. Allison advierte que, con independencia de si se trata de una organización de los ámbitos
público (estatal) o privado, los gestores deben desarrollar de forma integral todas estas actividades
para obtener los resultados deseados.
Duración Los gestores públicos suelen tener Los gestores privados tienen un periodo
mandatos de designación política con más largo, tanto en el mismo puesto
un plazo promedio 18 meses, según el como en la misma empresa. Las
país del que se trate. Asimismo, en la empresas privadas suelen ocuparse de la
órbita pública los funcionarios que son responsabilidad de preparar a un sucesor
desplazados no suelen contar con la o a varios posibles candidatos, mientras
posibilidad de formar “sucesores” o que este concepto es, en gran parte, ajeno
posibles candidatos a la ocupación de a la gestión pública.
los puestos de gestión.
Medición del En la órbita pública existen pocos Las empresas privadas suelen contar con
desempeño acuerdos respecto de las normas y/o indicadores fijos de medición de
indicadores que pueden evaluar la desempeño, vinculados mayormente con
gestión de gobierno o el desempeño de el rendimiento financiero de las
los funcionarios. organizaciones.
Limitaciones En las organizaciones públicas existen En las empresas privadas, los gestores
de personal dos tipos de funcionarios: los tienen mayor margen de poder en el
encargados de la gestión (funcionarios manejo de sus subordinados, incluso en
“políticos”) y el servicio civil o de las cuestiones vinculadas a la
“planta permanente”. Los jefes negociación colectiva. Los jefes poseen
políticos no poseen un poder mayor autoridad para dirigir a los
discrecional sobre el personal, sino que empleados de su organización.
deben respetar –por ejemplo– cláusulas
Estas diferencias entre la gestión pública y la gestión privada impiden que las técnicas de
administración desarrolladas en la órbita empresarial pueden ser aplicadas acríticamente en los
organismos del Estado. El factor fundamental que distingue a ambas organizaciones refiere al carácter
público del interés estatal. Mientras que la búsqueda de ganancias y el incremento de las tasas de
rentabilidad constituyen los horizontes ordenadores de la toma de decisiones privadas, las medidas
adoptadas por los gestores públicos deben atender otro tipo de demandas y/o problemas. Las
decisiones –buenas o malas– de los funcionarios de gobierno tienen un impacto transversal en la vida
de las comunidades. Por tal motivo, sus responsabilidades están sometidas a un escrutinio público
constante.
Estos factores explican que la administración pública deba afrontar problemas y/o conflictos
inexistentes en el mundo privado. Mientras que las decisiones de los empresarios suelen tener impacto
en sus propias empresas, las decisiones de gobierno tienen impacto en amplios grupos sociales. En
este sentido, la responsabilidad social y/o política de un funcionario de gobierno es infinitamente
superior a la del gerente de una empresa privada. Una mala decisión empresarial puede implicar la
pérdida de una cuota del mercado o una baja en la tasa de rentabilidad. Sin embargo, una mala
decisión de gobierno puede implicar la destrucción de puestos de trabajo, la reducción del poder
adquisitivo del salario o la pérdida de competitividad de amplios sectores de la economía.
Creo que es suficiente por hoy. Cualquier duda o consulta que tengan respecto del contenido de la
clase o de los textos de lectura obligatoria de la bibliografía, no duden en escribirme. Les dejo una
actividad para que desarrollen aplicando los temas de la semana.
Lea con atención la siguiente noticia y responda las preguntas que figuran a continuación.
Tres de cada diez funcionarios jerárquicos reclutados por el Gobierno de Mauricio Macri
ocuparon alguna vez un puesto gerencial en el sector privado. Son 114 ejecutivos de las
principales compañías y estudios de abogados del país que desembarcaron en alguno de
los 367 cargos de ministro, secretario y subsecretario que constituyen la nueva estructura
del Estado nacional. Los empresarios y dirigentes corporativos desbordaron las áreas
económicas, donde tendieron a posicionarse a lo largo de la historia reciente, para
colonizar el ala política del gabinete, transformándose así en actores decisivos en la toma
de decisiones en esos sectores. Un exhaustivo relevamiento del Observatorio de las Elites
Argentinas perteneciente al Instituto del Altos Estudios Sociales de la Universidad
Nacional de San Martín revela que el 53 por ciento de los funcionarios provenientes del
sector privado ocupaban un puesto de alta o media gerencia antes de ser designados en
sus respectivas carteras.
Shell, Techint, Socma, LAN, JP Morgan, HSBC, Axion, La Nación, Newsan, Pan
American Energy, Deutsche Bank, Farmacity, ICBC y Consultatio son algunas de las
empresas donde se desempeñaron los funcionarios de Cambiemos. Educación en
universidades privadas, ausencia de participación político-partidaria y escasos
antecedentes en cargos públicos son las señas particulares reiteradas entre quienes
desembarcaron en el gabinete a partir del 10 de diciembre de 2015. Con un 70 por ciento
de los cargos jerárquicos ocupados por individuos provenientes del sector privado, la
Desde el equipo coordinado por las sociólogas Ana Castellani, Paula Canelo y Mariana
Heredia enfatizan que el análisis de las trayectorias sociolaborales y educativas de los 367
funcionarios jerárquicos del Estado nacional “permite comprender mejor los objetivos del
Gobierno y el contenido de sus políticas públicas, identificar cuáles son las áreas de
gestión más poderosas y entender por qué, conocer quiénes son sus aliados sociales y
políticos, y establecer qué sectores sociales se podrán beneficiar o perjudicar con las
medidas implementadas, entre otras importantes cuestiones”.
“Un rasgo clave para comprender el gabinete macrista es la colonización que los CEO
han realizado del área política, espacio tradicional de los funcionarios políticos, integrada
por la Jefatura de Gabinete, Presidencia y los ministerios de Interior y Modernización”,
sostienen las investigadoras de la Universidad de San Martín. Con el 70 por ciento de los
cargos jerárquicos cubiertos por ex gerentes y directivos de grandes empresas, la Jefatura
de Gabinete conducida por Marcos Peña encabeza el listado superando incluso al
Ministerio de Hacienda y Finanzas, donde Alfonso Prat-Gay incorporó en distintos cargos
jerárquicos a ex directivos de grandes bancos como JP Morgan y Deutsche Bank. Para
los responsables del Observatorio de las Elites Argentinas, la Jefatura de Gabinete se
consolidó como la “gerencia política general” del gobierno de Macri.
Considerando los contenidos vistos en clase, realice un breve análisis de los principales argumentos
a favor y en contra de la participación masiva de gerentes de empresas privadas en los gobiernos.
¿Cuáles son los beneficios que se esperan de esta decisión? ¿Qué conflictos pueden surgir de este
proceso? ¿Cuáles son los riesgos? En su análisis, utilice los conceptos descriptos en las lecturas
obligatorias y la Carpeta de Trabajo.