Ascetismo y Mística
Ascetismo y Mística
Ascetismo y Mística
“SAN MARCOS”
CÁTEDRA: INICIACIÓN Y REALIZACIÓN ESPIRITUAL
EJERCICIO N° 7:
ASCETISMO Y MÍSTICA: TEOLOGÍA ORTODOXA – TEOLOGÍA ROMANA
Elaborado por:
Hermano Gregorio
(Luis Manuel)
A este término, deificación, los Padres griegos dieron una evocación más amplia que la
que le dan los latinos, claro está que no lo hacen en el sentido de una identidad panteísta, es
decir, considerando Creador y creación como una sola cosa, sino, más bien, en el sentido de
la participación de la vida divina por medio de la gracia, es solo por esta vía que se nos han
sido concedidas las verdaderas promesas por la que somos partícipes de la naturaleza divina
de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Evidentemente, esta participación activa, introduce al
hombre en la vida de las tres Divinas Personas, colocándonos en la corriente incesante y
desbordante de amor que va desde el Padre al Hijo y al Espíritu, en la cual se expresa la
verdadera naturaleza de Dios, lo que constituye su verdadera felicidad, su felicidad eterna.
Esta unión con Dios, definitivamente, es representación del cumplimiento perfecto del
Reino anunciado en el Evangelio, cumplimiento perfecto de la caridad, del amor que se
encuentran presentes en la Ley y los profetas. Esa unión mística y ascética del hombre a la
vida de las tres Personas, le capacita para amar a Dios con todo su corazón, con toda su alma,
con todo su espíritu y a su prójimo como a sí mismo; ahora, esta unión plena no puede
conseguirse sin un mediador, para nosotros el Verbo hecho carne, Nuestro Señor Jesucristo,
pues Él mismo, Jn 14:16, dice "Yo soy el camino... Nadie va al Padre sino por Mí".
Para muchos autores, la vía catafática puede considerarse una vía imperfecta, no así en
el occidente, ya que esta conduce al hombre a cierto conocimiento de Dios y por ende a una
unión limitada; por otro lado la vía apofática, dominante en la teología ortodoxa, lleva al
creyente a la ignorancia total, considerándose la vía perfecta, dado que reconoce sin discusión
que Dios es incognoscible por naturaleza y está más allá de todo lo existente. De manera que,
esta vía sería la perfecta en lo referido a la experiencia mística de Dios, que se entiende como
un camino de unión.
Sin embargo, antes de continuar es necesario precisar que es la ascética; con esta
palabra de origen griego, se hace referencia al hecho de ejercitarse, básicamente es
considerada como el conjunto de medios utilizados por los fieles para alcanzar la perfección
espiritual en la doctrina católica, ya sea latina u ortodoxa. Por tanto, como factor importante,
no debe ser un fin en sí mismo, sino un medio al servicio del amor, que es el núcleo de la
elevación moral para el cristiano. Vemos entonces que en cuanto medio, es humano, medio
para alcanzar el sumo bien que es Dios, mas no se llega por estos caminos a él si no es por
su libérrima voluntad y auxilio, dones divinos, que se constituyen en sí m ismos como la
mística.
En esto, según el Metropolita, somos ayudamos por nuestros servicios divinos, por los
esfuerzos en la preparación para la Santa Comunión, por el ayuno, y por el orden casi monacal
de la vida ortodoxa seguido estrictamente por nuestros antepasados y por todos aquéllos que
viven según la tradición hasta este mismo día. La Fe Ortodoxa es, indiscutiblemente una fe
ascética, el pensamiento teológico ortodoxo de ninguna manera se sustenta en un compendio
escolástico muerto, sino que influencia nuestra vida y se esparce entre los fieles, es un estudio
de los caminos de la perfección espiritual. El mismo, afirma el Metropolita, se manifiesta en
nuestros servicios en iglesia a través de afirmaciones teológicas, las referencias a eventos
bíblicos, mandatos y recordatorios del Último Juicio.
Una apropiada aproximación a la mística, nos permite descubrir que es la vida misma
que confiere a la existencia un sentido de conocimiento y profundidad, que nos mueve a
descubrir el misterio amoroso que se manifiesta en la vida diaria y en la comunidad de fe. Nos
ayuda a valorar la experiencia de fe que emerge de nuestra transformación interior, de la vida
contemplativa y de la oración. La mística nos invita a la comunión y es un don, es la alternativa
de conocimiento de Dios que se convierte en teología y sirve de impulso evangelizador para la
sociedad y la Iglesia.