El Arbol Mostaza Microfinanzas Web IV
El Arbol Mostaza Microfinanzas Web IV
El Arbol Mostaza Microfinanzas Web IV
Capítulo IV
E l período de la guerra civil y agitación política que dominó el inal de los años 80, dio paso en
los años 90 a una nueva fase en la que los movimientos terroristas y una economía desbocada fue�
ron puestos bajo control. La economía peruana y el sistema político experimentaron una profunda
transformación. Los beneicios obtenidos en el terreno de la estabilidad económica tuvieron como
costo el autoritarismo, y en última instancia, la corrupción que capeó en los más altos niveles del Go�
bierno. El rediseño de la economía colocó a las fuerzas del mercado y a la empresa privada a la van�
guardia, y el sistema inanciero fue reestructurado dentro de los preceptos de una economía liberal.
Las reformas macroeconómicas produjeron resultados positivos para las microinanzas durante los
años 90. La inlación había licuado las carteras de las entidades prestadoras, llevando a las insti�
tuciones microinancieras al borde de la desaparición. La reducción de la inlación, sin embargo,
mejoró su solvencia, les permitió cobrar tasas más razonables y operar en un entorno de riesgo más
aceptable. El Gobierno reestructuró el banco estatal de fomento, la Corporación Financiera de De�
sarrollo (Coide), autorizándola a otorgar préstamos solamente a instituciones inancieras reguladas
y asignándole un propósito social, el cual resultó en la canalización de hasta US$600 millones a las
microempresas a lo largo de la década. La supervisión bancaria de las instituciones microinancieras
también mejoró durante este período, contribuyendo a abrir el mercado para su expansión.
A comienzos de los años 90 una tormenta perfecta se desató sobre el Perú. La economía se encon�
traba en una profunda recesión y la población asolada por una guerra civil. La economía marchaba
inexorablemente hacia una tasa de crecimiento negativo de �4.9% al año. La inlación se elevó a
7,560% anual en 1990, la más alta del mundo.
Desde mediados de los años 80 y hasta 1993, los trabajadores peruanos fueron golpeados por una
inlación que devoraba sus ganancias y por una economía que eliminaba puestos de trabajo. Cuando
el presidente García dejó el cargo en julio de 1990, el 44% de los hogares subsistían con un ingreso
por debajo de la línea de pobreza (US$2 por persona al día). La devastación de la economía era tal
que en 1990 el PBI per cápita de US$1,588 por año era igual al de 1960.1
La guerra desatada por Sendero Luminoso, un movimiento terrorista de inspiración maoísta, ate�
rrorizó el interior del país; cobró decenas de miles de vidas, obligó a miles de campesinos a emigrar
hacia las urbes y fue la causa de que otros 400 mil peruanos dejaran el país en un período de 10
años. Sendero Luminoso bombardeó objetivos económicos que incluían sistemas de transmisión
eléctrica, puentes, ferrovías, fábricas, ediicios y otros tipos de infraestructura, así como objetivos
aislados como granjas e instalaciones mineras.
62 El Árbol de la Mostaza
A lo largo de los años 80, la producción económica caía mientras la fuga de capitales promediaba
los US$600 millones al año. Las actividades terroristas interrumpían la agricultura, la minería y la
industria y exigían a la economía gastos en seguridad de US$1.5 mil millones entre 1988 y 1991. Se
estima que el costo inanciero del terror entre 1980 y 1992 estuvo cercano a los US$25 mil millones,
o US$1,250 por cada hombre, mujer o niño; un monto equivalente a casi el promedio anual de
ingreso de los peruanos en ese año.2
Alberto Fujimori, un desconocido de la política que venía de una carrera como ingeniero y rector de
la Universidad Nacional Agraria, asumió la presidencia en julio de 1990 y gobernó a lo largo de toda
esa década. Demostró ser un líder decidido a colocar al Perú en un rumbo diferente, empezando por
vencer sus dos grandes males heredados de gobiernos anteriores: la economía devastada y la guerra
de terror de Sendero Luminoso.
En su primer mes de mandato, Fujimori lanzó un programa de shock dirigido a reducir drástica�
mente la inlación. Las medidas corrigieron y estabilizaron los precios de los servicios públicos, y
eliminaron el déicit del gobierno y las tasas de cambio múltiples. Durante los siguientes dos años,
Fujimori llevó a cabo las reformas tributaria y laboral y la apertura de los mercados comercial y i�
nanciero que establecieron irmemente una política económica ortodoxa, que crearía más adelante
las condiciones de estabilidad económica y crecimiento.
El ataque a la pobreza y a la extrema pobreza, especialmente en las regiones de la sierra, fue consi�
derado por la administración Fujimori como una pieza vital en la estrategia de seguridad nacional.
Sendero Luminoso, un movimiento fundado en una capital de provincia en la sierra sur del Perú,
había logrado rápidamente establecerse en las comunidades indígenas pobres de los Andes. Entre los
peruanos, una explicación ampliamente aceptada sobre cómo los terroristas tuvieron éxito en reclu�
tar adeptos y expandirse a pesar de sus ataques a las comunidades pobres de campesinos, es simple: el
estado está ausente. Una carencia de servicios tales como vías asfaltadas, electricidad, postas de salud
o técnicos agrícolas subrayó el abandono del gobierno hacia los indígenas y las familias campesinas
o provincianas.
Durante los años 90 no existían gobiernos regionales elegidos. Las únicas autoridades públicas, el go�
bierno nacional y los gobiernos municipales, estaban severamente restringidos por sus magros presu�
puestos y la falta de personal capacitado. En 1991 se creó creado el Fondo de Compensación y Desarro�
llo Social (Foncodes) como un intento de atacar la pobreza extrema desde varios frentes, inanciando
proyectos de infraestructura, programas sociales y el desarrollo de actividades productivas.
El estilo de liderazgo de Fujimori era una combinación de populismo con economía neoliberal.
Fujimori ganó la elección sin tener un partido político y condujo el país llegando directamente a la
población, especialmente a las clases bajas. Las frecuentes visitas del presidente al interior del país
para inaugurar pequeños puentes sobre barrancos infranqueables y escuelas restauradas, o repartir
equipos entre los pequeños agricultores, se convirtieron en su estilo característico y demostraron que
el gobierno respondía a las necesidades de las comunidades abandonadas por tanto tiempo. Estas
incontables obras públicas de bajo costo y de alto impacto social construyeron su base de apoyo
entre diversos grupos “que siempre habían sido dejados de lado en la distribución de beneicios por
las políticas económicas del pasado”.3
Los dramáticos eventos políticos que caracterizaron la primera administración de Fujimori ocurrie�
ron en un lapso de pocos meses de 1992. El 5 de abril, Fujimori disolvió el Congreso de la Repúbli�
Historia de la Microinanzas en el Perú 63
La economía siguió en recesión hasta 1992, cuando se registró un crecimiento negativo del 2.8%,
pero la inlación fue recortada a su más bajo nivel anual en 15 años, 56.7%. La recuperación empezó
en 1993, la inlación se redujo a 15.4% en 1994, y la inversión privada creció de manera signiicativa
hasta 1997. Hacia marzo de 1993, Fujimori había renegociado los atrasos de la deuda peruana con el
Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, poniendo al Perú nuevamente en buenos
términos con los mercados inancieros internacionales y recuperando el acceso al crédito exterior.
La política económica trazada por Fujimori se convirtió en ley cuando la nueva Constitución fue
aprobada mediante un referéndum (52.24% contra 47.76%). Esta Constitución, que entró en vigen�
cia el 29 de diciembre de 1993, consagró la autonomía del Banco Central, otorgó un tratamiento
igualitario para la inversión extranjera, un sector privado desregulado y concedió al Estado un nuevo
rol en el desarrollo económico.
La estabilización alimentó el crecimiento sostenido de 1993 a 1995: el PBI creció en 6.4, 13.1, y
7.3%. Luego se enfrió pero continuó creciendo en 2.6% en 1996, y creció nuevamente a 7.0% en
1997. En 1998 y 1999, el Perú fue golpeado por los shocks externos de la crisis asiática y rusa, la
devaluación en Brasil, y las inundaciones causadas por los trastornos climáticos de El Niño. El creci�
miento bajó a 0.3% en 1998, y fue 3.8% en 1999.
Las cifras macroeconómicas que mostraban esta recuperación escondían la dura realidad de la vida
diaria de la mayoría de los peruanos. En 1994, el 49% de la población vivía en la pobreza. En di�
ciembre de 1993, el Banco Mundial otorgó un préstamo al gobierno peruano US$100 millones, los
cuales fueron luego igualados por otros US$100 millones del Banco Interamericano de Desarrollo
(BID) para un diverso programa de tres años destinado a aliviar la pobreza y “para mitigar los costos
sociales del ajuste macroeconómico” mediante la generación de empleo, el mejoramiento de los ser�
vicios sociales y la extensión del alcance de los programas de salud y educación. Durante el gobierno
de Fujimori, el gasto público en programas para la reducción de la pobreza aumentó de 7.1% del
presupuesto en 1993 a 11.1% en el 2000. El gasto social se elevó de 3.2% del PBI a 8% del producto
en los mismos años.4
El aumento en el gasto trajo importantes resultados. La ayuda en alimentos aumentó hasta alcanzar
el 42% de todos los hogares.5 Al inal de la década, sin embargo, los indicadores sociales se dete�
rioraron debido a los shocks externos de la economía y a la crisis inanciera. Entre 1997 y 2000,
el número de familias pobres en el Perú se elevó de 50.7% a 54.1% de la población, de los cuales
la extrema pobreza constituía el 14.8% de todos los hogares. La pobreza en Lima Metropolitana
aumentó de 35.5 a 45.2% de hogares.6
64 El Árbol de la Mostaza
La amplia agenda de reformas de mercado de Fujimori reclamaba una limpieza del sistema inan�
ciero para convertirlo en una máquina que funcione sin exabruptos y que contribuya a restaurar un
sector privado robusto y ayudar a promover la inversión y el crecimiento económico.
El plan maestro para la reforma inanciera, y todas las reformas de Fujimori, fue una creación con�
junta de Felipe Morris, economista peruano y experimentado consultor internacional, y un equipo
de técnicos del BID. El Ministro de Economía y Finanzas, Carlos Boloña, encargó a su asesor prin�
cipal, Morris, esbozar el esquema para la reestructuración del sector bancario. El plan se concentraba
en enfrentar los problemas más serios de la banca en ese momento: “La obsoleta ley de bancos, una
débil superintendencia, la ineiciente banca estatal, los bancos de desarrollo quebrados y un banco
central gobernado por el poder ejecutivo,” recuerda Morris.
Los temas relacionados con las microinanzas despertaban sospechas en las mentes de los econo�
mistas que trabajaban para enderezar un sistema inanciero a punto de desplomarse. Estos expertos
creían que las microinanzas estaban plagadas de subsidios. Se concentraron en forjar un sistema
inanciero consolidado que no tuviera más de seis bancos, cifra que el ministro Boloña había citado
como la indicada para el país.
En 1990, el Ministerio de Economía expidió 117 decretos legislativos que pusieron las bases para
una economía de mercado mediante la apertura del comercio y la desregulación inanciera. Se eli�
minaron los controles a las tasas de interés y el crédito subsidiado por la banca de fomento estatal.
El equipo económico actuó rápidamente para eliminar las instituciones inancieras que eran vistas
como débiles y, en efecto, dirigidas por el Estado. En 1992, las mutuales de vivienda desaparecieron
y la mayoría de cooperativas de ahorro y crédito se autoliquidaron debido a las restricciones de la
política económica.
La reforma inanciera creó condiciones que permitieron al Banco Mundial y al BID otorgar présta�
mos al Perú, lo que a su vez permitió al gobierno pagar sus deudas con las instituciones inancieras
internacionales. El BID prestó US$200 millones al Ministerio de Economía y Finanzas en 1992,
para fortalecer la estabilización de la macroeconomía, y más adelante el Banco Mundial desembolsó
un préstamo grande.
IA inicios de 1991, ocho bancos comerciales de propiedad del estado y que representaban un tercio
del sistema inanciero (incluidos el Banco Agrario, Banco Industrial, Banco Minero y Banco de la
Vivienda) fueron intervenidos y luego liquidados. Las inancieras también fueron liquidadas. Du�
rante los meses siguientes quebraron otros bancos estatales como la Caja de Ahorros de Lima, la
Financiera Peruinvest, el Banco Popular y el Banco Central Hipotecario. Posteriormente, los bancos
regionales fueron absorbidos: el Banco Regional Sur Medio y Callao por su propietario, el Banco
de la Nación, y los bancos que servían a la Amazonia, los Andes y las regiones del norte fueron fu�
sionados con el Banco Continental. El Perú se convirtió de esta manera en uno de los pocos países
en desarrollo en los que el Estado no otorga préstamos directamente al público.
Historia de la Microinanzas en el Perú 65
Durante esta reestructuración general del sistema inanciero, el mayor banco de fomento del país,
Coide, se convirtió en una especie en peligro de extinción. Además de estar quebrado, era también
vulnerable a la crítica debido a su exagerada planilla, la cual había crecido desmesuradamente du�
rante el mandato de Alan García, llegando a cerca de mil personas. Al inal de los años 80, había
inanciado en forma importante a pequeños agricultores y empresas públicas, a grandes proyectos de
infraestructura y minería y al fondeo de bancos, arrojando un balance poco saludable. Había alcan�
zado tasas de morosidad del 36% y cero de retorno de capital, vendiendo posteriormente su cartera
pesada al Ministerio de Economía y Finanzas.7
El equipo del Banco Mundial que diseñó la reforma inanciera propuso eliminar todos los préstamos
de primer piso manejados por el estado, una movida que hubiera dejado a Coide operando como un
banco de segundo piso, relata Morris. El presidente de Coide, Carlos Otero, objetó esta alternativa
y buscó conservar para el banco algunas funciones de préstamos al público. Durante 1991, al menos
una ley incluyó medidas para liquidarlo, pero la medida fue posteriormente revocada.
La transformación de Coide fue oicialmente sancionada en una ley de diciembre de 1991 (Decreto
Ley Nº 25382) que convirtió a esta institución en un banco de segundo piso. Esta norma estipulaba que
Coide solo podía prestar a través del sistema inanciero nacional. Una ley posterior dictada en agosto
de 1992 (Decreto Ley Nº 25694) agregó un nuevo objetivo a su misión social, inanciar “a pequeños
empresarios, mujeres y agricultores, preferiblemente en áreas deprimidas.” Operaciones de crédito sos�
tenibles en apoyo de esta misión social debían ser canalizadas a través de instituciones inancieras y
organizaciones de desarrollo que apoyaban la producción rural y la pequeña empresa, decía la ley.
Estando este banco fuera del negocio de primer piso, cientos de funcionarios se volvieron innecesarios.
La planilla de Coide se redujo automáticamente de más de 900 a 100 personas, según tres ex fun�
cionarios.8 La reestructuración ofreció otra ventaja importante: convertirse en un banco de segundo
piso “minimizaba el riesgo de corrupción, forzándolo a trabajar solo con intermediarios inancieros
supervisados”, recuerda Otero. El banco estaba autorizado para canalizar recursos de entidades mul�
tilaterales, internacionales y nacionales, así como fondos del presupuesto nacional y donaciones.
Coide se convirtió en el único banco de propiedad estatal con líneas de crédito de largo plazo, y
aunque era mayoritariamente de propiedad del estado, se manejaba como un banco comercial.
Sin embargo, aún en 1994, el banco continuó inancieramente débil: 35% de su cartera de préstamos
mostraba retraso. Los funcionarios bromeaban entre ellos diciendo que ellos no pedían prestado,
no prestaban y no cobraban. “Nuestros esfuerzos buscaban poner a Coide nuevamente de pie, y
pararlo en dos pies muy diferentes,” acota Naranjo. Aumentar la exposición de Coide con las insti�
tuciones microinancieras que apoyan al sector rural y a las microempresas, según dice Naranjo era
“una pieza central de la estrategia, pero no la única.” Trabajando en varios frentes durante los cuatro
años siguientes, Coide consiguió triplicar sus activos de US$458 millones a comienzos de 1994 a
US$1,180 millones al terminar 1997, la morosidad de la cartera se redujo al 1% y la tasa de retorno
66 El Árbol de la Mostaza
era 1.4%. Los préstamos crecieron más de cuatro veces a un monto de US$792 millones, las utili�
dades aumentaron 8.57 veces a US$6 millones y la ROE se disparó de 0.35% a 5.3%, dice Naranjo.
Coide empezó pronto a atender a las instituciones microinancieras, creando y asegurando líneas de
crédito para la microempresa. “Lo primero que hicimos fue preguntarnos cuáles eran los interme�
diarios que servían al sector; y deinitivamente no eran los bancos,” indica Marco Castillo, entonces
gerente de inanzas de Coide. A ines de 1992, las instituciones inancieras operativas dirigidas a
las pequeñas y microempresas eran las cajas municipales, las cooperativas de ahorro y crédito y las
ONGs. Coide empezó a trabajar con Idesi, la única ONG que tenía oicinas en todo el país. Esta
relación de intermediación inanciera demostró ser catalizadora en la posterior evolución de la ONG,
según Castillo. Las líneas debían ser repagadas, lo que requería que la organización pusiera sus i�
nanzas en orden, proceso que preparó a Idesi para transformarse más adelante de una ONG en una
institución no bancaria supervisada conocida como Edpyme. Coide comenzó también a trabajar con
otras ONGs y con las cajas municipales.
Coide creció en paralelo con las cajas municipales, las cuales entraron en un período de expansión
acelerada en 1993 y requirieron de capital de trabajo para cubrir la demanda por préstamos. Las nue�
vas instituciones microinancieras (cajas rurales y ONG reguladas) ingresaron al terreno de las mi�
croinanzas en los años 90, incrementando los préstamos de Coide al sector. Hacia 1997, la hasta en�
tonces exigua cartera microinanciera de Coide había crecido hasta alcanzar el 10% de los préstamos
totales. Los créditos de Coide al sector microinanciero se orientaron a las cajas municipales porque
sus carteras estaban dirigidas en su totalidad a las pequeñas y microempresas.
Como banco de desarrollo, Coide se convirtió en un importante conducto para canalizar los fon�
dos prestados por los bancos de fomento multilaterales hacia las instituciones microinancieras. En
1992, la CAF prestó a Coide US$25 millones para una línea de apoyo a la pequeña y microempresa
(Propem), y pata otro programa (Promico), destinado a inanciar estudios de factibilidad y la adqui�
sición de activos ijos para las microempresas.
En 1995, el BID canalizó hacia Coide los fondos de su primer Programa Global de Crédito a la
Microempresa, un total de US$35.7 millones compuestos por US$25 millones del BID y US$10.7
millones de Coide. Durante los años 90, esta entidad canalizó más de US$100 millones de apoyo a
préstamos a las micro y pequeñas empresas, incluidos los pequeños agricultores en áreas rurales.
El presidente Fujimori promulgó durante la década de los años 90 una serie de reformas que trans�
formaron la banca. El Gobierno liquidó los bancos estatales, lo que dejó a la banca en manos priva�
das (con la excepción de Coide). Se estableció un sistema bimonetario que permitió la libre circu�
lación del Nuevo Sol peruano y del Dólar americano. De hecho, todavía hoy los peruanos pueden
tener cuentas corrientes o de ahorros tanto en dólares como en nuevos soles. Reformas posteriores
introdujeron medidas que mejoraron la competencia y la supervisión de la banca.
A mediados de 1991, fue lanzada la primera y la más radical de las reformas inancieras, la cual creó
un sólido marco para la solvencia y la supervisión bancaria. La nueva Ley de Bancos introdujo la
desregulación inanciera, incluyendo la abolición del crédito dirigido, permitió el modelo de banca
Historia de la Microinanzas en el Perú 67
múltiple, prohibió al gobierno la propiedad u operación de bancos de primer piso, permitió líneas
externas para los bancos, elevó los niveles mínimos de capital de acuerdo con los requerimientos de
Basilea, dio reglas de aprovisionamiento más exigentes e introdujo normas prudenciales estrictas.
El sector bancario fue también fortalecido por la legislación posterior. En 1991, una nueva ley dio
mayores poderes de supervisión a la SBS. En 1993, se promulgó una nueva Ley de Bancos (Decreto
Legislativo 770) que daba a las instituciones de microinanzas mayor atención que la legislación
anterior y establecía regulaciones especíicas para las mutuales, cajas rurales, cajas municipales y coo�
perativas de ahorro y crédito. Al deinir y normar a las instituciones microinancieras más rentables,
la ley señaló la inclusión de los créditos a las pequeñas y microempresas en el sistema inanciero y
abrió las puertas para los préstamos de Coide a las instituciones microinancieras.
En diciembre de 1992 otra norma redujo las funciones del Banco Central, estableciendo como única
prioridad el mantenimiento del valor de la moneda y prohibiéndole efectuar préstamos al gobierno
o a los bancos de fomento estatales.
La última de las tres reformas inancieras de los años 90 fue dictada en diciembre de 1996 y su len�
guaje puso a las instituciones de microinanzas en iguales condiciones que los bancos convencionales
(Ley Nº 26702). La categoría “empresas inancieras” en esta norma no distinguía entre los bancos
más grandes, otras empresas inancieras y las instituciones de microinanzas, incluyendo las edpymes
y las cajas rurales. La ley contenía normas especíicas sobre el ponderamiento del riesgo, el capital
mínimo, la participación efectiva de los accionistas y los niveles de provisión para la mora que debían
aplicar las instituciones microinancieras tanto edpymes y cajas rurales como cajas municipales.
El rol central otorgado al Superintendente de Banca para la supervisión del sector se consolidó en
esta ley. Esta norma ijó, además, estándares internacionales para las operaciones inancieras perua�
nas al adecuar el marco legal con los criterios aprobados en Basilea sobre administración prudencial.
Asimismo, esta ley incluyó varias medidas que mejoraron el manejo del riesgo en las instituciones
de microinanzas y otras instituciones inancieras y que protegieron los ahorros. Por primera vez se
estableció que la evaluación del riesgo debía basarse en la capacidad del cliente para pagar y que las
garantías serían solo una opción para asegurar la recuperación de un crédito. Esto obligó a las insti�
tuciones inancieras a cambiar su método de evaluación de créditos y a examinar no sólo activos sino
también el lujo de caja, los ingresos, el valor de los activos después de pagadas todas las deudas, para
determinar así la capacidad del deudor de honrar su deuda.
Una innovación importante de la ley fue la creación de un esquema modular para la autorización de
transacciones que las instituciones inancieras podían realizar. El sistema modular agrupa las transac�
ciones que deben ser respaldadas por provisiones y medidas prudenciales, es decir, manejo de riesgo
y auditoría externa e interna. Cada módulo va incluyendo operaciones cada vez más complejas o más
riesgosas inancieramente, y los requisitos de capital y administración van aumentando proporcio�
nalmente. El sistema de módulos crea un sistema escalonado en el que las instituciones inancieras
pueden ascender, ofreciendo una gama de productos más soisticados por etapas. Por ejemplo, la
ley autorizaba a las Edpyme a ofrecer operaciones adicionales que incluyen trasferencias de fondos
dentro del Perú, procesamiento de pagos por servicios públicos y emisión de giros. Para ofrecer
estos servicios, sin embargo, tenían que crear un capital base del equivalente de, aproximadamente,
68 El Árbol de la Mostaza
US$255,000. Este requerimiento no fue un impedimento para las ONG líderes, tales como ACP,
Idesi y CARE Perú, que consideraban convertirse o que efectivamente se convirtieron en edpymes.
La ley dispuso también que la SBS no autorizaría entidades inancieras que tuvieran una cartera
concentrada en una sola actividad económica. Esto signiicaba que las cajas rurales tenían que di�
versiicar sus carteras de préstamos, ampliar su enfoque más allá de la producción agrícola y otorgar
créditos a otros tipos de actividad económica. Finalmente, la ley autorizó a las empresas privadas
a formar centrales de riesgo. Esto abrió las puertas a un sector de centrales de riesgo que, en pocos
años, aportaría mucha información detallada y oportuna sobre riesgos crediticios.
Las reformas inancieras crearon un marco para poner en orden las transacciones bancarias y inan�
cieras en general. Sin embargo, el desorden económico imperaba a comienzos de la década de los años
90 y limitaba el impacto de las reformas. El gobierno central actuaba diligentemente para volver al
orden y a la normalidad a la macroeconomía y poner al sistema inanciero en una posición sólida.
La microeconomía no era una prioridad. Los pequeños y micro empresarios y las instituciones que
los inanciaban fueron golpeados por los shocks y los cambios que sacudían la economía. “Teníamos
la idea de apoyar a las pequeñas y microempresas y lo propusimos al gobierno en 1993, pero estaban
ocupados arreglando la macroeconomía”, dice Ricardo Márquez, líder de la Sociedad Nacional de
Industrias (SNI) y por entonces activo promotor de la pequeña empresa. Más tarde sería Vicepresi�
dente de la República en el segundo período de Fujimori.
La recesión y turbulencia económica impusieron una pesada carga sobre todos los segmentos de
la emergente industria de las microinanzas. El movimiento cooperativo cayó en picada en 1990.
A comienzos de los años 90, las cajas municipales, y las ONG como Idesi, vieron sus carteras y su
base de clientes desplomarse. De 1991 a 1992, el volumen de los créditos a la microempresa cayó de
US$80 millones a US$48 millones y los clientes disminuyeron de 60 mil a 9 mil.
Desde los primeros días de la administración Fujimori, las cooperativas estuvieron bajo presión. Según
los líderes de las cooperativas de ahorro y crédito, estas entidades estuvieron bajo el ataque de una
administración que intentaba liquidar el movimiento cooperativo y abrir el sistema inanciero a los
bancos chilenos. Lo que es cierto es que hacia 1990, las cooperativas eran inancieramente vulnerables,
debilitadas por la inlación y no en pocos casos, también por la corrupción. Las cooperativas, ya en una
situación inancieramente endeble, fueron heridas mortalmente por la altísima inlación.
sin embargo, la continuación de la recesión pasó su factura y otras 131 cooperativas fueron cerradas
cuando sus operaciones se volvieron insostenibles, según los informes anuales de la Fenacrep.
La reforma inanciera que empezó en 1990 buscaba eliminar a las instituciones inancieras no salu�
dables e insolventes, lo que era aplicable también a los grandes bancos manejados por el estado, las
mutuales y las cooperativas de ahorro y crédito. “Todo lo que fuera ineiciente tenía que desapare�
cer” expresaban los líderes del movimiento cooperativo.
En 1991 el régimen de Fujimori irmó una Carta de Intención con el FMI en la que el Gobierno se
comprometía a aplicar las políticas iscales y monetarias ortodoxas para hacerse elegible para crédi�
tos le abrirían la puerta a los mercados inancieros internacionales. En general, el punto de vista
oicial era que el Perú funcionaría mejor con un sistema inanciero consolidado con pocos bancos
modernos y eicientes. La posición del Banco Central en ese momento era contraria a una diversii�
cación en el sistema bancario, y las ideas vigentes en el gobierno en general eran restrictivas hacia las
instituciones inancieras más pequeñas que podrían crear problemas en la frágil economía.
Las regulaciones para las cooperativas de ahorro y crédito fueron modiicadas por leyes expedidas
en 1991 y 1992, que en última instancia restringían sus operaciones. En enero de 1991, una norma
propuesta por Fujimori y su Ministro de Trabajo, Carlos Torres y Torres Lara, dispuso que cada
cooperativa debía asumir la responsabilidad de sus procedimientos de control interno y que el Insti�
tuto Nacional de Cooperativas (Incoop), agencia pública autónoma responsable de la promoción y
supervisión del sector cooperativo, estaría a cargo de la auditoría externa y su supervisión.
La ley de reforma bancaria expedida el 25 de abril de 1991, incluyó a las cooperativas de ahorro y
crédito como entidades integrantes del sistema inanciero y estableció que sus depósitos no serían
cubiertos por el Fondo de Seguro de Depósitos. Aunque la medida también excluía otras institu�
ciones de crédito no aseguradas por la cobertura del seguro de depósitos, la declaración pública del
Ministro de Economía, anunciando que el ahorro en cooperativas no estaría asegurado, precipitó
una corrida de las cuentas en estas entidades.
Al inal de 1992, dos leyes especíicas para las cooperativas de crédito crearon un entorno hostil
para el movimiento cooperativo, según un vocero del sector. En noviembre de 1992, el Decreto Ley
Nº 25879 ordenó el cierre y liquidación del Instituto Nacional de Cooperativas (Incoop) y transirió
la supervisión de las cooperativas de ahorro y crédito a la SBS. Esta medida quitó a las cooperativas
el apoyo del gobierno y las colocó bajo un régimen mucho más exigente de controles que el aplicado
por el Incoop. El mes siguiente, un nuevo paquete de reglas restringió su número de clientes a un
máximo de 1,500 y les impidió hacer publicidad o abrir más sucursales. Este fue el golpe de gracia.
En la misma ley, el Gobierno retrocedió en su decisión del mes anterior de encargar a la Superin�
tendencia de Banca y Seguros (SBS) la supervisión de las cooperativas de ahorro y crédito y asignó
esta tarea a la Fenacrep. Este viraje obedeció a que la SBS no tenía el conocimiento ni el personal
capacitado para monitorear a las cooperativas adecuadamente.
Otros segmentos del sector de las microinanzas vieron también disminuir sus operaciones. Los créditos
revolventes, que habían sido usados por las ONG en los años 80, típicamente creados con un propósito
especíico (prestar exclusivamente a individuos o solamente a grupos o a asociaciones de vendedores)
70 El Árbol de la Mostaza
sufrieron las consecuencias porque dependían de los repagos para la reposición de su capital. “La alta
inlación redujo considerablemente los fondos que podían ser prestados en intis (la moneda local),
haciendo inviables los fondos revolventes,” expresa el Consorcio de Organizaciones Privadas de Pro�
moción al Desarrollo de la Micro y Pequeña Empresa (Copeme), en un reporte de 1990.
Acción Comunitaria del Perú (ACP) también perdió terreno durante la recesión. En 1990 empezó
una recuperación gradual, aún con un crecimiento del 500%, su cartera de préstamos alcanzó solo un
modesto nivel de US$500 mil. A partir de 1991 logró recuperarse gracias al diseño de un esquema
realizado por su presidente ejecutivo para proveer servicios de consultoría a las Cámaras de Comercio
en el país. Los fondos recibidos por este concepto del Programa de Proyectos Especiales del BID, un
total de US$750,000, salvaron a ACP y le permitieron recuperarse. Los préstamos crecieron signii�
cativamente cada año a partir de 1992, alcanzando el US$1 millón al inal de 1993 y creciendo de
US$2.5 millones en 1994 a US$10 millones en 1996 y a más de US$14 millones en 1998.9
Las transacciones bancarias se abrieron ampliamente para las microempresas con la expedición, en
agosto de 1997, de la Resolución SBS Nº 572�97 sobre evaluación y clasiicación del deudor. La
norma añadió una nueva categoría de créditos explícitamente para microinanzas, llamada “présta�
mos a microempresas,” a la que se reiere por su acrónimo MES. Esta resolución abriría las puertas
a una importante ampliación del crédito para las pequeñas y microempresas mediante la deinición
de la población elegible para préstamos MES como personas o empresas con activos productivos
no mayores a US$20,000 (sin contar propiedades inmuebles) y un endeudamiento máximo en el
sistema inanciero de US$20,000.
Disponía también que si el prestatario era un individuo, la empresa debía ser su principal fuente de
ingresos. Esta ley fue lanzada antes que las centrales de riesgo privadas comenzaran a documentar
sistemáticamente los créditos de la microempresa y cuando la central de riesgos de la SBS no emitía
reportes sobre los préstamos más pequeños que componían la cartera de la microempresa. Como
resultado, la información sobre el endeudamiento total de los microempresarios en el sistema inan�
ciero era probablemente inexacta.
La deinición de los créditos MES fue el resultado de debates entre Martín Naranjo, superinten�
dente en la SBS en 1997 y ex gerente general de Coide, con otros funcionarios de esta entidad, entre
ellos Claudio Higa, gerente de créditos, Jacinta Hamann, gerente de negocios y Socorro Heyssen,
alta funcionaria de la SBS. Naranjo venía pensando acerca de la deinición de microinanzas por
más de cuatro años, desde un viaje a España en el que participó en debates sobre la naturaleza de las
microempresas.
Claudio Higa fue “instrumental” en el debate porque subrayó que una deinición de microempresa
para propósitos de préstamo no debía requerir el costoso proceso de investigar cada negocio y deter�
minar su tamaño, la cantidad de activos y el número de trabajadores. Los créditos totales y los activos
constituían indicadores indirectos para determinar la pequeña escala de una empresa y simpliicaban
el análisis porque aislaban a las microempresas de otros tipos de prestatarios.
Historia de la Microinanzas en el Perú 71
Es una entidad pública autónoma que regula y supervisa todas las instituciones del sistema
inanciero, compañías de seguros y fondos privados de pensiones. Su objetivo es proteger los
ahorros, seguros y pensiones del público en general.
La SBS autoriza la organización y las funciones de todas las instituciones inancieras regu-
ladas. Como regulador jugó un rol clave en el desarrollo de las regulaciones para las mi-
croinanzas en el Perú. A inicios de los años 80, participó en la formulación de las normas
básicas para la creación de las cajas municipales y autorizó la gradual ampliación de sus
operaciones, destacando sus préstamos a las pequeñas y microempresas.
En 1994, trabajando con Coide (el banco nacional de desarrollo) la SBS diseño las
edpymes, un nuevo formato de institución inanciera especializada en créditos a la peque-
ña y microempresa, a iinn de facilitar a las ONG microi
microinancieras
nancieras a convertirse en insti-
tuciones reguladas. Posteriormente, las regulaciones de las SBS simpliicaron el desarrollo
del sector microinanciero mediante la creación de una nueva categoría de préstamos -los
créditos MES- diseñados para facilitar los préstamos a las microempresas.
“Claudio me aclaró que no solo es imposible medir todos los parámetros de la deinición de micro�
empresa (monto de ventas, número de empleados, etc.), sino también que ello eleva los costos y es
irrelevante para el objetivo principal”, explica Naranjo. A la SBS tampoco le preocupaba determinar
cómo las microempresarios aplicaban los préstamos, si a la producción o al consumo. Según Naran�
jo, “La hipótesis es que la familia y sus negocios se mezclan”. La deinición era sólida, y dentro de esos
parámetros, “la cartera que se generó fue fundamentalmente una de microcrédito,” añade Naranjo.
Mediante la creación de la categoría MES, la SBS separó los préstamos a la pequeña empresa de los
créditos comerciales, que antes habían estado en la misma categoría. La categoría MES no estaba
deinida por el tipo de crédito, sino por el tipo de prestatario, y había sido concebida para referirse
al riesgo particular de los préstamos a la micro y pequeña empresa y ijar adecuados requisitos de
aprovisionamiento. “Los créditos MES se justiican porque se reconoce que los pequeños préstamos
se comportan de modo diferente y sus factores de riesgo son distintos a los de los préstamos comer�
ciales que implicaban mayores sumas y estaban dirigidos a empresas más grandes”, dice Hamann,
quien actualmente es consultora especializada en inanzas y microinanzas.
Las regulaciones aplicables a los prestatarios establecían los criterios sobre provisiones para cuatro
tipos de préstamos. Los prestatarios MES debían ser clasiicados en categorías de riesgo según la can�
tidad de días de atraso en el pago de sus préstamos. Esto signiicó que los créditos MES podían ser
categorizados según el riesgo en forma automática, simplemente mediante el cálculo del número de
días de atraso del deudor. Este criterio simpliicó los procesos de evaluación, clasiicación y aprovi�
sionamiento para los créditos MES, aceleró la aprobación de los créditos e hizo más fácil y menos cos�
toso para las instituciones microinancieras y para los bancos comerciales prestar a la microempresa.
72 El Árbol de la Mostaza
“Era un nuevo comienzo, el cambio era para (todo) el sistema, no sólo para un subsistema” dice
Demetrio Castro, intendente de microinanzas de la SBS. En 1998 esta entidad creó dos departa�
mentos para supervisar a las instituciones de microinanzas, uno para las cajas rurales y edpymes y el
otro para las cajas municipales y cooperativas de ahorro y crédito. En 2003, se creó una Intendencia
General para Microinanzas que ahora él dirige.
El monitoreo de los créditos comerciales era mucho más complejo, requería analizar los cambios
en la administración, los cambios en la participación en el mercado y otros muchos factores. Según
señala Ramón Flores, director de Planet Rating, una agencia caliicadora de microinanzas, “la SBS
llegó a la conclusión que el comportamiento de una microempresa se parece más al de un crédito
de consumo que al de un crédito comercial, y que sus probabilidades de incumplimiento en el pago
están mucho más cerca a las de un individuo que a las de un negocio”.
Según funcionarios de la SBS, la deinición de los préstamos de microcrédito buscó también facilitar
el monitoreo por parte del supervisor y permitir la deinición de reglas que estimularan una sólida
administración del riesgo sin limitar el desarrollo de la actividad microinanciera. Se ijó estrictos
requisitos sobre provisiones para los créditos MES. Después de un atraso de nueve días en el pago,
debía provisionarse el 5% del valor del préstamo; a los 31 días, el 25%; luego de 61 días el 50% y
después de 120 días el crédito total debía ser considerado como pérdida y el 100% de su valor ser
puesto en reservas. Estos requisitos combinaban bien con los préstamos MES que, en ese momento,
tenían típicamente cortos períodos de repago de seis meses.
Algunos experimentados banqueros de la microempresa explican que las políticas de la SBS prote�
gen el segmento de préstamos de este sector. “Si una institución MES incumple, todo el segmento
incumplirá,” dice Max Chión, ex presidente ejecutivo del Banco del Trabajo, que registraba una
importante cartera de microempresas. “Los requisitos de provisiones para los créditos MES son
probablemente los más exigentes en América Latina, y estas estrictas normas garantizaban que los
prestamistas dejaran de ser laxos frente a atrasos en sus pagos”, añade Chión.
Cuando el promedio de préstamos a pequeñas empresas era cercano a los US$1,000 o menos, el
techo de US$20,000 de endeudamiento permitido fue considerado como desproporcionadamente
alto por algunos analistas de las microinanzas. La clasiicación de un crédito MES no abrió las com�
puertas a los créditos sin garantías. “No tienen respaldo cero” indica Hamman. En la práctica, las
instituciones microinancieras exigían diferentes formas de garantías (equipos, productos o títulos
de propiedad) para préstamos superiores a los US$10,000.
Para la fecha cuando se publicó la clasiicación de MES, las instituciones microinancieras del país
ya se basaban en el análisis del lujo de caja y la historia de créditos como métodos para otorgar
los pequeños préstamos que conformaban el grueso de su cartera de créditos. Al disponer que la
evaluación de todos los tipos de préstamos serían basados en la capacidad de pago y en la historia de
créditos del cliente, la Resolución Nº 572 institucionalizó el análisis de lujo de caja que había sido
la piedra angular de las instituciones de microinanzas por algún tiempo.
La SBS reconoció que los préstamos de la categoría MES no tendrían documentación convencional,
tal como los estados inancieros auditados preparados por contadores colegiados que se exigirían a
Historia de la Microinanzas en el Perú 73
una pequeña empresa. “No exiges (esos tipos de) documentos porque reconoces la informalidad de
las empresas y esperas que la información sobre el lujo de caja sea presentada por el funcionario de
créditos”, señala Miriam Córdova, especialista en microinanzas de la SBS.
El análisis del riesgo es lexible en los préstamos MES. La laxitud de la información inanciera es
compensada por la responsabilidad de los microempresarios frente a su crédito. Los prestatarios
MES “son muy cuidadosos de no manchar su historia de créditos,” dice Castro de la SBS.
Las reglas simples para determinar el riesgo aligeraron cada aspecto del otorgamiento de créditos a la
microempresa y ayudaron a crear las condiciones para la explosión de préstamos a las pequeñas y micro�
empresas que arrancó en 1998 y continúa hasta hoy. Apenas un año después de que se crearon los MES,
el Banco de Crédito del Perú contaba con una cartera de préstamos de este tipo de US$89 millones.
Desde que estos créditos fueron deinidos, la cartera total de microempresa en el sistema inanciero
se multiplicó 11 veces. Cuando los créditos MES fueron recién deinidos, sin embargo, este tipo de
préstamos representaban solamente el 1% de todos los créditos del sistema inanciero.
Cajas municipales
A pesar de la recesión de 1990�92 y la crisis inanciera de 1998�2000, las cajas municipales de ahorro
y crédito progresaron y se expandieron de forma sostenida a lo largo de la década, y puede decirse
que prosperaron. Diez de estas cajas municipales existían en 1990, y hacia 1999 habían abierto tres
más en la costa sur, en Chincha, Pisco y Tacna. Estas entidades servían a 95 mil clientes y su creci�
miento en este período fue más del 50% anual.
Millones de US $
Clientes Créditos
En mayo de 1990, una nueva ley autorizó a las cajas municipales a otorgar préstamos a las pequeñas
empresas y ofrecer créditos que no estuvieran respaldados con oro, plata o valores. Esto diversiicó
sus transacciones, y durante la década las cajas hicieron una saludable transición de las operaciones
estrictamente de casa de empeños a préstamos no asegurados a microempresas.
Después de un año de satisfactoria performance (determinada por la SBS), las cajas municipales
serían autorizadas a abrir cuentas de depósitos a la vista y a plazos, así como a administrar idei�
comisos capitalizados por organizaciones nacionales o extranjeras. Un segundo año de buen desem�
peño signiicaba que las cajas podrían otorgar créditos a las pequeñas y microempresas, entre otros
tipos. La ley fue un reconocimiento a la Fepcmac, pues la autorizaba a aplicar sus propias regula�
ciones a los préstamos a las pequeñas empresas y otros tipos de préstamos.
En 1994, todas las cajas municipales existentes habían obtenido el permiso para otorgar préstamos
a pequeñas empresas. En un año, este tipo de préstamos llegó a sumar US$33.4 millones, y estos
créditos crecieron signiicativamente cada año hasta alcanzar los US$78.4 millones al inal del si�
glo, según la Fepcmac. Estas cifras son consideradas coniables porque las cajas municipales llevan
registros separados para sus préstamos a empresas y para las transacciones de las casas de empeños
respaldadas con garantías reales.10
Con la asesoría permanente de Claus Peter Zeitinger, cuya asistencia técnica era inanciada por la
agencia de cooperación alemana GTZ, las cajas municipales desarrollaron una administración más
estricta y aumentaron sus cuadros de profesionales entrenados. Algunas docenas de ellos se habían
formado en las cajas alemanas, y todos los gerentes y algunos subgerentes asistieron a “La Escuelita,”
la academia de las cajas municipales ubicada en Piura.
Por consejo de Zeitinger, las cajas municipales habían promovido entre sus clientes la apertura de
cuentas de ahorros y los resultados de esta recomendación se hicieron ampliamente evidentes en los
90. Los depósitos aumentaron de US$2.84 millones en diciembre de 1989 a US$96.4 millones en
diciembre 1999. Los ahorros cubrían un porcentaje cada vez mayor de la creciente cartera de présta�
mos, elevándose de 60.9% a 84.9% entre 1995 y 2000, y los depósitos fueron la fuente principal de
inanciamiento para las cajas municipales durante los años 90, dice Roberto Guanilo, gerente de agen�
cia y más tarde gerente inanciero de la Caja Trujillo. Las cajas empezaron, además, a buscar fondos
en los bancos comerciales que hasta ahora las habían mirado como instituciones pequeñas, comenta
Guanilo. Sin embargo, el crecimiento de las cajas municipales fue tan fuerte durante los años 90 que
aunque sus depósitos se multiplicaron 33 veces, fueron superados por la demanda de créditos.
La metodología usada por las cajas municipales a partir de 1992 para el otorgamiento de créditos
consistía en una exhaustiva investigación, en el sitio del cliente, porque no había centrales de crédi�
tos, dice Gilmer Fiestas, ex gerente general de la Caja Paita. La política de préstamos incrementados
permitía que un crédito individual creciera mensualmente, de S/. 300 a S/. 500 y a S/. 700. Los
clientes aceptaban esta política porque no tenían otra fuente de crédito alternativa. Esa política de
incrementos graduales de los montos prestados fue abandonado más tarde a favor de una evaluación
del historial crediticio. Si un cliente pagaba puntualmente, el monto de su crédito aprobado podía
aumentar de S/. 300 a S/. 5,000 en un solo salto. El límite máximo del crédito era el 50% de los
activos del cliente, declara Fiestas.
Historia de la Microinanzas en el Perú 75
A partir de 1994 se instauró como herramienta de administración un sistema de bonos para los
funcionarios de créditos. Los incentivos se otorgaban según la cantidad de préstamos colocados, el
número de préstamos nuevos y recurrentes y el nivel de mora en la cartera del funcionario. El peso
de cada uno de estos elementos en el sistema de bonos variaba dependiendo de las prioridades de las
cajas municipales en ese momento. Por ejemplo, si la cartera se estaba ampliando rápidamente, el
bono buscaba premiar la reducción de la morosidad como un medio de estimular un sólido análisis
de los créditos.
Para las cajas municipales, la monto promedio de los préstamos se triplicó durante los años 90, de
US$242 a US$824. Se logró una signiicativa reducción en las tasas de interés. En 1994, la tasa pro�
medio anual cobrada por las cajas era del 91% y en 1999 la tasa había bajado al 68%.
En 1995, las cajas municipales y su asesor principal, Zeitinger, rompieron relaciones. Después de 10
años de entrenar a muchos de los gerentes de las cajas y asesorarlas en cada aspecto de sus operaciones
cotidianas, las cajas pidieron el retiro del asesor alemán quien fue reemplazado con el apoyo de
GTZ. El pedido fue respaldado por la mayoría de los delegados en la reunión anual de la Fepcmac.
Las tensiones entre los gerentes peruanos y los directores de las cajas y Zeitinger habían ido tomando
cuerpo desde algún tiempo atrás. Según varios ejecutivos de las cajas, los motivos de queja fueron el
estilo dominante de Zeitinger y su inluencia en la SBS. Los choques surgieron sobre la posibilidad
de privatizar las cajas, tema que se venía comentando desde 1994. Pedro Talledo de la Caja Piura se
opuso abiertamente a la idea. Zeitinger la apoyaba. La experiencia de Talledo al haber trabajado en
una caja en Alemania pudo haberlo hecho un creyente en la tradición alemana de que las cajas mu�
nicipales debían ser un servicio público. Se decía que Zeitinger maniobró y logró que la SBS iniciara
una auditoría de la Caja Piura en 1994. No se encontraron irregularidades. Uno de los ejecutivos
de la Caja Trujillo también se enfrentó con Zeitinger, y pronto la caja fue sometida a una auditoría
que encontró una falta, lo que obligó al gerente a renunciar. Como resultado, José Murgia, entonces
presidente de la Fepcmac y alcalde de Trujillo, renunció a su puesto en esta federación. El pedido
formal de las cajas fue respetado por GTZ. Zeitinger fue reemplazado por otro consultor, Andreas
Brickman, quien continúa en el Perú.
A ines de los años 90, las cajas municipales continuaron creciendo aún durante la caída inanciera
causada por los shocks externos y las inundaciones causadas por el fenómeno climático de El Niño.
Para apuntalarlas contra el debilitamiento de sus carteras, Coide puso a disposición líneas para capi�
tal de trabajo y para créditos. Con este apoyo las cajas reinanciaron sus créditos y dieron líneas adi�
cionales a sus clientes en problemas. Como resultado todos los prestatarios pagaron sus préstamos.
76 El Árbol de la Mostaza
Las cajas municipales construyeron una reputación de solidez durante los años 90, los clientes hacían
colas afuera de sus oicinas y a menudo tenían que volver al día siguiente y esperar hasta poder ser
atendidos por un funcionario de créditos. Después de 10 años de continuo éxito, las cajas enfren�
taron el reto de ampliarse hacia los préstamos masivos. Su base de clientes estaba todavía dominada
por microempresarios urbanos, mientras que los agricultores y los microempresarios de las áreas
rurales estaban más allá de su alcance.
durante los años 90, las cifras sobre el volumen de préstamos son menos sólidas.