Juan Manuel Rozas - El Concepto de Siglo de Oro 1 - Compressed
Juan Manuel Rozas - El Concepto de Siglo de Oro 1 - Compressed
Juan Manuel Rozas - El Concepto de Siglo de Oro 1 - Compressed
FRANCISCO YNDURAIN
Estudios sobre
el
Siglo de Oro
EDITORA @ NACIONAL
4
CULTURA Y SOCIEDAD
ESTUDIOS
SOBRE
Comité organizador: Manuel Alvar,
EL SIGLO DE ORO
Fernando de la Granja, Fernando
Lázaro Carreter, Francisco López Homenaje al profesor Francisco Ynduráin
Estrada, Antonio Prieto y Nicasio
Salvador Miguel.
La acuñación del término sólo se hace —porque sólo entonces dad, pues su labor era léxica, no estética. Y así, denommfu(¡)s s
podía hacerse— en el magnífico autores utilizados, simplemente, autores clásicos o ráues r a
siglo xvir. En la Ilustración. sicos, sintagmas que aluden a la autoridad del pasal d: }é q »
En aquellos hombres que, de forma racional y distanciada, tras e aggnes
una larga decadencia cultural, se plantearon el problema del compromete demasiado, muy lejanos de una búsquet ;1 ea
dización o valoración. Tratan de forma solidar ia, por
pasado, presente y futuro de nuestra cultura. Es entonces cuando, .e
por una necesidad esenciales y técnicas, a los dos siglos anteriores y aún Íalmem
cedor el xvir del que se conservaban más impresos, equga E
de entender nuestra historia, en una perspec-
* Francois en la lírica y el teatro. En efecto, el registro de autori re
PIÉTrI, La España del Siglo de Oro, Madrid, 1960, capítulo titulado
Bautismo tardío. primer tomo da 19 autores del xvr por nada menos que
vu’lelgladfid, Sociedad de Bibliófilos españoles, 1960, p. 137. Ed. de Lohmann
a. La obra se conserva en el ms. 17.493 de la Biblioteca Nacional de Madrid. Madrid, 1972.
Es autógrafo y fechado en 1656. * Crónica del Diccionario de Autoridades (1713-1740).
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416 UN CONCEPTO 417
JUAN MANUEL ROZAS SIGLO DE ORO: HISTORIA DE
deno-
XVII. Y, naturalmente, los nombres que serían vilipendiad ción autobiográfica. Ayuda a ver como circunstancial esta
proponía
después y hasta la saciedad por el neoclasicismo, gcupa.n ?gdíºví minación de Siglo de Oro, el que la haga Mayans, que
un lugar destacado en su utilización: Soto de Rojas, Villame- como máximos valores de elocuencia a Granada, Cervantes, Lope
diana, e incluso Silveira con su Macabeo. a y Saavedra, como hombre preocupado por la prosa y sin prejuicios
Así que el Diccionario ignora el nombre y el concepto de Siglo globales, ni mucho menos, sobre el Barroco. Como veremos en
y en
de Oro literario, aunque conozca y recuerde muy bien el mito seguida, la acuñación del término viene unida a la Depoesía
cualqu ier
de las edades, al llegar a la voz de siglo, donde define los de oro dialéctica valora ción del siglo xvi frente al xvir.
dicen, en
plata, cobre e hierro. Del Siglo de Oro dice: «El tiempo y el es- modo, ahí está la frase con toda la resonancia que ese
pacio que fingieron los Poetas haber reinado el Dios Saturno, en plural impersonal, conlleva.
En ella no
el que decla¿r! habían vivido los hombres justifícadísimamex;te' En ese año de 1737 se publica la Poética de Luzán. una
y por extensión se llama así qualquier tiempo feliz. Lat. Auri vel lo III se esboza
se habla de Siglo de Oro, mas en el capítu poe-la
aureum seculum. Lop. Coron. Trag., fol. 30». a historia de la poesía castellana bajo el rótulo Del origen de freqte
criteri os establ ecen ya la dicoto mía siglo xvr
sía vulgar. Sus
centrán-
Cathólicos intérpretes divinos al siglo xvir, naturalmente valorando en más al primero, ar, des'de
(Guardando 2 las verdades el decoro)
Trasladaban los versos Sibilinos, dose en Boscán, Garcilaso y Herrera. Ese deseo de histori
neoclá sica —anti barro ca diríam os hoy—, la lírica
Y a su felice edad los siglos de oro. una posición
s, al tema de las
española es la que abre el camino, como veremo
ya es en el
edgdes aplicado al Siglo de Oro. Además, pero esto la
capítulo II de la 21 edición, en 1789, Del origen y progresos depara
1737: DOS PRESAGIOS poesía vulgar —por lo que ya no cuenta de forma import ante
ización de nuestra
la acuñación del término—, establece una period
poesía, en la línea que va de Vasari a Luis José Velázquez: desde
En 1737, fecha importante por más de una razón literaria, es éste hasta e_l
cu_ando encontramos, si bien de una manera aislada y casual, una los orígenes hasta el reinado de Enrique III; desde
principio del de Carlos I; y desde entonc es hasta fines del si-
primera mención dieciochesca del término ya con un cierto alcance
cercano a la historia literaria y desde luego con sentido de valo- glo xvit. En el reinado de Felipe ITI, enjuicia, empezó la poesía
ración. Pero no creo —en contra de lo que se ha dicho— que española a perder y decaer *.
tenga la validez del término literario buscado, sino que más bien
está dicho en sentido general y simbólico. En la dedicatoria a Don
Juan Barón de Carteret de la Vida de Cervantes, escribe Mayans: VELAZQUEZ, LANZ, JOVELLANOS
LA ACUÑACION:
persona dignísima [Cervantes] de mejor siglo; porque, aun-
El mismo año de 1754 en que moría Luzán publicaba Luis José
que dicen que la edad en que vivió era de orgo, yopsé %ue' para
€l y algunos otros beneméritos fue de hierro*. 1754,
Velázquez sus Orígenes de la poesía castellana (Málaga,
1797). En ellos nos encontramos ya con una periodi zación comple-
Obsérvese que se habla desde la perspectiva del propio Cervan- ca
tes, en un contexto que parece más bien alusivo a la época entera ta de nuestra poesía que por primera vez va ligada a la semánti
y, sobre todo, una nomenc latura de esas edades en
del escritor y no en concreto a lo literario. Nótese, también, el po- de las edades;
s¡ble_recuerdo que hay del Quijote (I, 11), donde el propio Cervan- la que aparece ya con nitidez el sintagma Siglo de Oro. Primera-
tes añora una edad y asevera que vive en la de hierro. Dicho claro, mente escribe:
por boca de .don Quijote, aunque también por boca de un perso-’
naje, el cautivo Aurelio, vuelva sobre el tema desde un lado tan [nuestra poesía] se puede dividir en quatro edades. La primera
el II.
será desde su principio hasta el tiempo del Rey D. Juan V.
evidentemente vivencial, por la cautividad, que se torna una men- desde D. Juan el II hasta el Empera dor Ca;'los
La segunda
Iv.
La tercera desde el tiempo de Carlos V hasta el de Felipe
* Vida de Miguel de Cervantes Saavedra, natural de Madrid. Briga-Real, 1737.
Cito por la ed. de Antonio Mestre, en Cldsicos Castellanos, p. 3. * Ed. de RusseLL Sesowp, Barcelona, Labor, 1977, pp. 133-145.
27
418 JUAN MANUEL ROZAS ORO: HISTORIA DE UN CONCEPTO 419
SIGLO DE
Y la quarta desde entonces hasta el presente. En la primera sicos (como autores de epístolas morales y de anacreónticas) y
edad se puede contemplar la poesía castellana como en su ni- luego reconoce que varios autores del Xvir siguen válidos. Por
fiez; en la segunda como en su juventud; en la tercera como en
su virilidad; y en la quarta como en su vegez”. eso Velázquez tiene que terminar con dos aclaraciones: 1) La
decadencia viene de la mano de Marino, de Gracián (conceptismo)
Estamos ya a un paso del hallazgo. Al explicar en detalle el y de los culteranos (Góngora, Villamediana y Palavicino); .24') Sal-
avance de estas cuatro edades —probablemente siguiendo las Vi- Vo estas sectas, lo demás, aun sin ser siglo xvI, puede intentar
das de Vasari*, quien periodiza el Renacimiento desde su época, ya salvarse, aunque se trate de Rebolledo. Con lo cual el concepto
cronológico se hace estético: lo bueno es lo renacentista y lo
algo decadente, en tres edades progresivas, de las cuales la ter-
cera es la áurea o de León X— Velázquez nos aclara que la edad barroco no contaminado por esas sectas. Por eso esa tercera edad
viril empieza a principios del siglo xvI, en concreto con Boscán llegaba hasta Felipe IV, pasaba el límite, con creces, del s¡glg XVI.
y Garcilaso, y dura hasta finales del xvr y principios del xvIr. Pues bien, esa confusa etapa es la denominada, ya decidida-
Vago término final nada claro. Además de varios poetas del xvi,
mente, Siglo de Oro literario. Con estas palabras:
coloca aquí tres nombres que, por un momento, nos desconcier- Esta tercera edad fue el siglo de oro de la poesía castellana;
tan: Villegas y los dos Argensolas. Y continúa: siglo en que no podía dexar de florecer la buena poesía al paso
que habían llegado a su aumento las demás buenas letras*.
La buena poesía que había llegado a su altura, empezó a ir
declinando a fines del siglo, siendo los últimos que conservaron del término y el testimonio de que por en-
algo de este buen gusto, el Conde de Rebolledo, Vicente Espinel,
La confirmación
D. Luis de Ulloa, Pedro de Espinosa, D. Francisco Quevedo, tonces los españoles ilustrados lo usaban ya con cierta frecuen-
D. Juan de Xáuregui, Christoval de Mesa, y otros, cuyas poesías cia, nos lo da una curiosa obra, inédita hasta hace pocos años
no están todas escritas con igual acierto, trasluciéndose en al- en que fue publicada por Francisco Aguilar. Se trata de los
gunas de ellas el mal gusto que empezaba ya a reynar en la llamados Didlogos de Chindulza de don Manuel Lanz de Casa-
poesía castellana. fonda. Es un tratado sobre el estado de la cultura en el reinado
de Fernando VI, escrito en 1761, siete años después de la publi-
Se plantea aquí, ya, la contradicción entre lo cronológico (de- cación de los Orígenes de Velázquez. Dialogan dos italianos de
seo de periodizar) y lo estético (deseo de salvar todo lo que le este modo:
gustaba del xv11), que seguirá sin resolverse durante toda la cen-
turia ilustrada. Entre los grandes poetas del xvr ha citado algunos Sablelli]: De esta suerte, no me admiro que hayas aprendido
mediocres y esos tres del xvir, gmdamentales para los neocla- con tanta perfección como dices el castellano; me alegro, pues
con eso me lo enseñarás, y tendré el gusto de leer esos libros
7 Cito por la 2* ed.sMfilaga, por los Herederos de Don Francisco Martinez y poemas que me alabas tanto, y que es natural los traigas
le Al;guflar, 1797, pág. 33. contigo.
.* En el Prefacio a la Setfunda Parte escribe: «Hablaré ahora en general, aten-
diendo más a la calidad de las épocas que a la de las personas, dividiéndolas Barftoli]: Si, los traigo; y otros muchos muy preciosos así en
en tres partes, llamémoslas edades, desde el Renacimiento de las artes hasta el prosa como en verso, en especial de traducciones de las mejores
siglo en que vivimos (..) en la primera o más antigua se advierte que estas obras de la antigiiedad, hechas por los hombres más sabios del
tres artes están muy lejos de su perfección (...), en la segunda parte se advier- siglo xv1, que los españoles llaman el Siglo de Oro ",
te estamente que han mejorado las cosas (...) este mérito corresponde
a la tercera época en la cual me parece que se puede decir con seguridad que
el arte ha realizado lo que puede hacer un imitador de la Naturaleza». Vidas La cita es muy significativa. Se da como moneda corriente
de artistas ilustres. Con unas notas prologales de Emiliano M. AGUILERA. Bar-
celona, 1957, vol. 2, pp. 89. V. Julius Scutosser, La literatura artística, presen- la tal denominación, y se circunscribe al siglo xvr, al no tener
tación y adiciones por Antonio Boner Corres, Madrid, Cátedra, 1976, especial- obligación el autor en su frase de enfrentarse con el peliagudo
mente el capítulo Visión histórica general de Vasari, pp. 279-284: «Las tres eda-
des (edades y también maneras) en que se divide este desarrollo corresponden problema de los períodos. Como veremos, el que los personajes
ya en la primera edición a las tres partes de las Vidas; son los tres períodos sean italianos es también un dato importante. Igualmente inte-
del Renacimiento, los únicos que Vasari quiere representar (...). Sólo el tercer
período (tercera parte) conduce al pleno desarrollo; es la época de la floración
y de la madurez, que culmina en la edad de oro de León X (...). En la segunda * Pp. 57-58, respectivamente, para las dos últimas citas. El subrayado de Siglo
edición se ocupa muy especialmente de esta cuarta edad, la de sus contempo- de Oro es mío, lo que seguiré haciendo al aparecer este término en los textos
ráneos». Como es sabido, la primera edición es de 1550 y la segunda de 1! dieciochescos. 3
ambas en Florencia. % Didlogos de Chindulza, cit., pp. 3031.
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420 JUAN MANUEL ROZAS SIGLO DE ORO: HISTORIA DE UN CONCEPTO
resa retener otra frase de Lanz, «Este debe ser el de hierro», para to a su deseo de reinstaurar un clasicismo que fuese de veras
mostrar esa dialéctica temporal del mito, ahora hecho término español. Su ademán nacional es bien terminante. El Parnaso es-
literario, a que antes aludía. pañol es «no tan sólo capaz de exceder a los modernos de las
En 1779 tenemos un testimonio que, por ser de Jovellanos, Naciones vivas, sino de competir con los antiguos de Grecia y
no quiero dejar de mencionar. Cuando dirige sus poesías manus- Roma». Se lamenta de la falta de antologías, y recuerda que
critas a su hermano, le explica en una carta: sólo Pedro de Espinosa, con sus Flores de poetas ilustres, trató
de reunir un florilegio de poesía culta fuera de las florestas de
Empezaron éstos [nuestros poetas] a imitar los grandes mo- romances, Cancioneros y Tesoros de divina poesía. Pero la selec-
d_elos que había producido la Italia, así en tiempo de los Hora- ción del autor de la Fábula de Genil «entresacando con delica-
cios y Virgilios, como en el de los Petrarcas y los Tassos. Entre do gusto y eleción algunas piezas exquisitas de los poetas más
los primeros imitadores hubo muchos que se igualaron a sus
modelos. Cultiváronse todos los ramos de la poesía, y antes que
clásicos ya conocidos y otras inéditas», no les parece que tenga
se acabase el dorado siglo xvr había ya producido Espafia mu- ya validez, pues, tras citar el Tesoro de la divina poesía por Es-
chos épicos, líricos y dramaturgos comparables a los más céle- teban de Villalobos (Toledo, 1587), se olvidan totalmente de Es-
bres de la antigiiedad. pinosa y dicen: «Pero en los tiempos posteriores, en el que se
Casi se puede decir que estos bellos días anochecieron con incluye el Siglo de Oro de nuestra poesía, no tenemos colección
el siglo xv1. Los Góngoras, los Vegas, los Palavacinos, siguiendo alguna que merezca este nombre». La de ellos será una antolo-
el impulso de su sola imaginación, se extraviaron del buen sen- gía «que en adelante pueda servir de modelo para fijar el buen
dero que habían seguido sus mayores !. gusto de la Nación» . No entrarán en lo medieval, pues ya se
han ocupado de esto hace poco, escriben, refiriéndose, eviden-
temente, a Tomás Antonio Sánchez. «Ahora ha parecido más
conveniente tomar para la elección de los poetas la época del
LA DIVULGACION DEL TERMINO: DOS ANTOLOGIAS Siglo de Oro de nuestra poesía, esto es, desde los principios
del xv1, en que Boscán y Garcilaso introdujeron en ella el buen
gusto, sacándola de su antigua rudeza. hasta mediado el si-
Los textos aducidos muestran que entre 1754 y 1779, al menos glo xvir»5.
entre los estudiosos, el término Siglo de Oro literario estaba acu- El Parnaso fue una bella e ilustrada tarea, pero, paradójica-
fiado. Antes, pues, de las polémicas entre jesuitas españoles en mente, de estructura bastante barroca. Fue impreso por Ibarra,
Italia —Lampillas y Andrés fundamentalmente, cuyas obras se con lo que su elogio material ya está hecho; intentó por pri-
editan entre 1778 y 1799— y los historiadores italianos. A esta mera vez crear una iconografía documentada de los poetas, y en
polémica volveremos al final. Pero seguramente el sintagma aquí parte lo logró; dio una nómina de escritores áureos con medio
buscado no pudo divulgarse demasiado en la obra de Velázquez, millar de nombres, y publicó magníficas piezas inéditas, tales
dedicada a los estudiosos, y que no se reeditó hasta muy finales como la Epístola moral a Fabio. Pasó de ser una antología a con-
del siglo; y menos a través de los diálogos de Lanz, inéditos hasta vertirse en una colección de textos, a la vez erudita y comercial,
nuestros días, ni en la carta de Jovellanos, no publicada en su en sus nueve tomos, y su eclecticismo, aumentado por el cam-
siglo. Sin embargo, podemos garantizar, tras una paciente bús- bio de redactor, fue cada vez en aumento. A pesar de la pro-
queda en las antologías y colecciones de textos áureos impresos mesa de dar sólo ejemplos clásicos, añadió algunos poemas ante-
en la época, que el término entró en circulación para muchos riores a Boscán y algunos del siglo xvi1r, especialmente de Luzán.
lectores en ese momento. Bastará mencionar ahora dos antolo- Mezcló en cada tomo composiciones de muchos autores, a veces
gías: el Parnaso español, de Cerdá y López Sedano y los Ventidue dando de uno una sola pieza suelta, y juntó poetas de distinto
autori, de Masdeu. desde Garcilaso a Góngora, evitando tan sólo los ver-
lenguaje,
Los propósitos que el Parnaso manifiesta en el primero de sos mayores de don Luis y ocu%tando a sus discípulos. Y aun
sus tomos, aparecido en 1768, no pueden ser más claros en cuan-
2 Parnaso Español. Colección de poesías zscní'das de los más célebres poetas
. " Poesías. Ed. crítica, prólogo y notas de José Caso GoNZALEZ, i cns&egnn‘?xs, tomo I. Madrid, Ibarra, 1768, pp. L-IV.
tituto de Estudios Asturianos, 1961, p. 93. El subrayado es mío. e g
422 JUAN MANUEL ROZAS SIGLO DE ORO: HISTORIA DE UN CONCEPTO 423
“
dedicó el tomo sexto a editar las tragedias de factura clásica EL GRAN DILEMA: SIGLO XVI VERSUS SIGLO XVII
que van de las Nises a las de Argensola. Es decir, no cumplió
sus promesas, cayendo en contradicciones, y dando la impresión
de que le importaban las novedades de los inéditos de cara a los Si nos mantenemos en la poesía, por limitaciones de espacio,
eruditos, tanto como ese servicio a los jóvenes que esperaban y por ser su crítica la más relevante sobre nuestro tema, mas
un código de estricto «buen gusto». si en vez de una antología elegimos una colección completa de
La antología que formó Masdeu en Italia bajo el rótulo Poesie una relativa extensión, pues consta de veinte volúmenes, como
di ventidue autori spagnoli del cinquecento, tradotte in lingua es la de Ramón Fernández “, empezada y no acabada por el
italiana da Gianfrancesco Masdeu Barcellonese tra gli Arcadi padre Estala, podremos ver con cierta seguridad la nómina com-
Sibari Tessalicense “, es obra publicada decididamente de cara fleta de las preferencias neoclásicas. Esta serie, dejando a un
ado sus dos tomos de romanceros y cancioneros, que no es
al extranjero, dentro de los años más polémicos entre españoles
e italianos. Desde el título se hace la ilusión de poder limitar decisivo para el enfrentamiento entre los dos siglos, dedica nue-
el gran siglo xvi en sus reales términos cronológicos. Pero en- ve tomos a los poetas del xvr y otros tantos a los del xvIr. Este
seguida, por la nómina de escritores, vemos que esos veintidós conflictivo empate se deshace con facilidad mediante las dos
llegan hasta 1650. La nómina del siglo xvir está formada por siguientes observaciones sobre los autores barrocos: a) cargan
Valbuena, los Argensola, Martín, Esquilache, Villegas, lo que la mano sobre los más clasicistas de la escuela aragonesa y an-
no era raro con su criterio, y además por el trio barroco por ex- daluza (los Argensola se reúnen nada menos que en tres volú-
celencia, Lope, Góngora y Quevedo. Casi la mitad de estos vein- menes); b) a los no clasicistas les dedican tomos evidentemen-
tidós autores florecieron entre 1600 y 1640. te vigilados (de Lope publican las Rimas de Burguillos, libro
La obra de Masdeu, al darnos una biografía de cada uno que reúne sátira anticulterana y La gatomaquia, fabula de ani-
de los escritores, se ve obligada a colocarlos en su tiempo, y de males; de Góngora se evitan sus poemas mayores; de Jáuregui
ahí viene su interés testimonial sobre el sintagma Siglo de Oro, se elude el Orfeo y se dan sus traducciones).
que no puede y no quiere soslayar, mezclándolo con otros tér- El mejor estudio de la colección, el del tomo IV, es el de-
minos. Veamos algunos ejemplos: Alcázar, «floreció en el siglo dicado a Herrera, al cual colocan a la cabeza de la poesía es-
que los italianos llaman del quinientos»; Valbuena, «en el buen pañola. El prologuista, con buen juicio, no quiere disputar so-
siglo»; Ercilla, «en tiempos de Carlos V y Felipe II»; Herrera, bre cuál sea el mayor de nuestros liricos, pero acaba citando
como buenos a Garcilaso, Herrera, los Argensola, Jáuregui y
«en la segunda mitad del siglo decimosexto», pero Cetina «flo-
reció en el Siglo de Oro de España» y Dámaso Frías «fue buen Fray Luis . La diferencia con nuestros manuales es grande. De
poeta del Siglo de Oro de España»". los seis que hoy consideramos insustituibles, sólo dos están en
Es sintomático que nunca emplee, para no contradecir el tí- la lista. Ni San Juan, ni Lope, Góngora o Quevedo se resaltan.
tulo, la expresión siglo decimoséptimo ni la de los reinados de Al parecer, el Siglo de Oro es, para la serie, desde 1530 a 1605,
Fellpe'III_ y Felipe IV. Sin duda, esta antología, además del Par- más unos pocos poetas, o sólo libros, no contaminados de cul-
naso, 111(?1(:8 el uso normal del término, pero no exclusivo, y su teranismo. En cambio sorprende la ausencia total de Garcilaso
d¡vulgaclón,_al ser bilingiie, tanto en España como en Italia. y Villegas, seguramente por razones comerciales, por conside-
Aunque el sintagma secol d'oro lo había escrito ya más de una rarlos suficientemente divulgados.
vez en la lengua de Dante otro español, Lampillas. Ya hemos visto la opinión de Jovellanos sobre los dos siglos
en cuestión, que coincide, al menos en teoría, con las de Cadal-
so y Meléndez Valdés, y menos con la de Forner. En las Cartas
Marruecas hay una que es un auténtico alegato en contra del
siglo xvit y una defensa del xvi. Es la xLiv donde se dice ta-
jantemente que desde 1500 a 1600 la lengua española y su lite-
son atacados
ratura llegan a la cumbre para luego desplomarse. «El siglo pa- tintos, el siglo xvr y el xvi1, y al final del cortejo lengua
la
sado —leemos— no nos ofrece cosa que pueda lisonjearnos. Se los extremadamente culteranos. Pero esa frase sobre
dos centurias
me figura España desde el fin de 1600 como una casa grande de los dos siglos constata sólo un hecho, y en las
razones po-
que ha sido magnífica y sólida, pero que por el decurso de los ve virtudes. Sin duda, Forner estaba más cerca, por
que sus conte mporá neos, de los ideales ba-
51g_lo_s' se va cayendo y cogiendo debajo a los habitantes» , La sitivas y negativas, en el
distinguir, muy sutilmente, al recaer
opinión no puede ser más gráfica y muestra el dramatismo del rrocos, para poder III,
la del reinad o de Felipe
mitode las edades. Para crear el concepto del Siglo de Oro li- tema de las edades: La tercera etapa,
2— saj
la admini straci ón..., no fue sino felicí simo
terario se necesitaba esa añoranza de la casa solariega, hecha «aunque infeliz en
decadencia.
ahora entierro de los hidalgos. El sentimiento nacional y su bi- para nuestra habla» . Con Felipe IV empezó la
nomio España-Europa, por ser tan conocidos, no merecen aquí
detalle. En lo lingiiístico, el siglo xvi —sigue Cadalso— es en
el que «nuestro idioma se hablaba por todos los sabios y nobles ME LLAMAN IGNORANTE ITALIA Y FRANCIA
de Europa. ¿Quién podrá tener voto en materias críticas que
confunda dos épocas tan diferentes que parece en ellas la nación Oro —que
dos pueblos distintos? ¿Equívocará un entendimiento mediano Los motivos de la aparición del término Siglo de
iados quebr adero s de cabeza ideo-
un tercio de españoles delante de Túnez mandado por Carlos I a mi entender ha traído demas junto
tiempos,
:/?fial:e u rd;a (Á(Í la cuchilla de Carlos II? ¿A Garcilaso con lógicos y estéticos a los españoles de todos los estéti-
lment e dos. Uno,
5 Felipea?\a/'?»c". Brocense con cualquiera de los humanistas con algunas ventajas— son fundamenta
en concreto de lengua poética; otro, de historia
co, literario,
al. Ambos
q Meléndez, en sus interesantes prólogos, no utiliza el término nacional comparada, especialmente la historia cultur
su más amplia pers-
Siglo de Oro, pero su opinión se traduce con claridad. En el caen dentro de la literatura comparada, en io; el
el concep to de lengua je literar
escrito para la edición de Valladolid de 1797 dice, explicando pectiva. El primero desde
las relaci ones intern aciona les de Españ a con Euro-
su nacimiento al mundo público como poeta: segundo, desde En
Moderna, señaladamente con Italia y Francia.
pa en la Edad
ya expuesto
, Pero el público vio, por fortuna, las mías [sus poesías la base —lo que se sale de mi materia— está lo los ilus-
ojos mdglgentes, aunque tal vez al príncipio[ zahgridas (}ccgfl que de nuestr a histor ia genera l tenían
sobre la visión tismo
gunos, aún no desengañados del mal gusto y la hinchazén que torno al despo
en el siglo pasado corrompió nuestra poesía, apartándola de trados. Y los planteamientos políticos en ra-
feros, en busca de una recupe
las sencillas gracias con que la ataviaran en el anterior el ilustrado, en general tan fructi
tierno Garc¡la_so. el sublime Herrera, el delicado Luis de León ción de la perdid a hegem onía politic a.
con un pre-
y otros pocos ingenios que conocieron sus verdaderas bellezas . Con respecto al primer motivo, nos encontramos
— que mira a un pasado en dos tiem-
sente —el de los ilustrados del
. Forner se diferencia de sus compañeros de
biduría en querer defender muchas l::osas ya ins%stenibles geslaa
promoción -
pos: el siglo xvr, al que admiran profundamente, y el xvir,
s nece-
que se sienten descontentos. Se dan, pues, los tres tiempo
Esp_ana anterior, por una posición muchas veces conservadora, : una etapa
sarios —pueden ser cuatro— del mito de las edades
nacionalista y xenófoba, indigna de su talento, y por un afán llamar de oro, el xv1; otra, que se hace de hierro,
que se puede
d_e ataque a su _época, hasta llegar a decir: «Estamos en un que sea—
el xvi1, y un presente que pudiera ser —que quieren neoclá
siglo de superficialidad. Oigo llamarle por todas partes siglo de sica
la razón», y es, «siglo de los diccionarios, siglo de la impiedad, una renovación, específicamente una reinstauración
pueda tener
siglo hablador», etc. Esta cita es de Los gramdticos™. En las del buen gusto, en una edad nueva que, al menos,
el brillo de la plata o el bronce. A excepción de alguno s —Forner
Exequias nota, de acuerdo con sus contemporáneos, cómo el las grande s figura s de la segunda
es el caso más conflictivo—,
habla castellana ha comparecido con dos semblantes muy dis- vistas ahora desde la lirica, pues no cabe aquí
mitad del xviir
an, en teoría, tajan-
ito por la ed. de Tamayo y Rusro de Clásicos Castellanos, p. 115. el estudio de la prosa y el teatro, se muestr se en-
Pp. A sus criteri os lingií sticos . Pero
temente antibarrocos en
a» Valladolid, T Viuda eE Hijos dee Santander, 1897,
S tomo I, p. IILIV,
2 ,Lf;7 ‘rl;tnnllpt’fius. Historia chinesca. Ed. crítica de John T. Madrid, Cas- de Clásicos Castellanos, p. 73.
2 Cito por la ed. de SAmnz Roprícuez
CONCEPTO
427
JUAN MANUEL ROZAS SIGLO DE ORO: HISTORIA DE UN
la
cuentran también con que muchos poemas del xvi1 les gustan. fido il piú erudito ti trovare in qualsivoglia nazione un in!¡iero
Y al periodizar por siglos se topan, como hemos ido viendo, :e‘colo, ghe piú giustamente meriti il bel titolo di secol d'oro,
con graves incongruencias. Así, salvan del xvir todo lo que tiene di quel che lo meriti il secol xv1 della Spagna.
marca de clasicismo, lo que les parece —equivocadamente— un
Y continúa muy lejos de lo literario. También fue Siglo de
mantenimiento de la pureza lingiiistica del xvi. De esa forma, militar, en descubrimientos, en las artes,
Oro el xvi en gloria
no ven que la poesía de los Argensola es profundamente barro- y en la religión. Para concluir
ca, porque su punto de referencia es lingiiistico, en su rechazo en la fabricación de productos
de gongorismo y conceptismo. Están anclados en la lucha en retóricamente con esta pregunta:
defensa de la pureza de la lengua española, frente al latín uni- 4 un tal secolo dirsi il secol d'oro della Spagna,
versitario que aún perdura, frente a la prosa de fray Gerundio, conEt::t' ; 3;;3… almeno, con quanta si dice quello di Leop X,
frente al gongorismo de cuarta mano, frente a un teatro pos- il secol d'oro d'Italia, o quello di Luigi XIV, il secol d'Oro
calderoniano, ya caduco, y, l¡:or otro lado, frente al galicismo della Francia?®.
imferame, Dramática y amplia lucha que ha estudiado con de- Con más prudencia, pero con igual firmeza, le sigue el abate
talle Fernando Lázaro en Las ideas lingilísticas el siglo XVIII”.
Si la teoría es confusa al hacer crítica literaria, lo es también Andrés: «Los españoles, con igual razón que los 1taha.gos, pue-
den gloriarse de tener el siglo xvi por su Siglo de Oro»*.
a la hora de escribir versos. Cadalso y Meléndez, entre otros En 1779 se publicaba, en el cuarto tomo del Saggio de Lam-
muchos, imitan la poesía barroca, a veces en casos tan llamati-
pillas, la pregunta anterior, y en 1786 la polémica se mueve hacia
vos, desde nuestra perspectiva de hoy, como cuando el segundo Francia, en realidad hacia Europa, en la Oración apologética por
España y su mérito literario de Forner 7. Esta fecha parece el
sigue en un romance el barroco soneto lopista Suelta mi manso,
mayoral extraño. clímax d}; esta bibliografia en torno al Siglo de Oro. A la obra
El segundo motivo está asociado al nacionalismo de las po- ésta en curso de pu-
de Forner, y a las de Lampillas y Andrés—
lémicas dieciochescas con italianos y franceses. Casi todos los antología de Masdeu
blicación—, se suman en ese año la citada
textos citados hasta aquí tienen que ver algo con Italia. La pe- Femá.nclez, el Teatro
o los comienzos de la Colección de Ramón
riodización de Luzán, y más la de Velázquez, están mirando a
de la elocuencia, de Capmany; la Tabla de los españoles, de Díez
Vasari. Lanz de Casafonda pone sus ideas en boca de dos italia- en torno al mito.
González 2, Todo un boom historiográfico
nos. Masdeu publica una antología bilingiie. Todos estos prime- Si a la polémica con los italianos unimos la más ruidosa
ros textos de la acuñación del término Siglo de Oro están pen- contra franceses, en concreto contra Masson de Morvilier, sobre
sados de cara a Italia. Cuando en el último cuarto de siglo los Cavanilles, Forner y tantos otros, vere-
el que saltaron Denina,
jesuitas expulsos realizan allí una extensa labor historiográfica,
mos hasta qué punto, en la creación del concepto de Siglo de
escrita en italiano, acabamos de comprender la preocupación operó la polémica en torno a la cul_tura comparatista
Oro,
dieciochesca por el término Siglo de Oro. La apología de la li- del xviIr. Y esta génesis marcaría la historiografía de los si-
teratura española que es el Ensayo de Lampillas no es sino un
enfrentamiento entre la literatura italiana y la española, enmar- glos xvr y xvir durante siglos. Ambas polémicas confluirían a
finales del siglo xIx en una tercera, la lamentable de la ciencia
cado, en su eclosión, en un contexto muy peculiar que ha estu- española que protagonizó Menéndez Pelayo. En don Marc_elxno
diado el padre Batllori“. De forma apasionada y nacionalista, se sumaban claramente las otras dos. Por un lado, desde joven
Lampillas, cuando se plantea el problema del Siglo de Oro, lo aprendió mucho de los Lampillas, Masdeu, And.ré-s,_etc., a lgs
hace de cara a Europa, y en especial a Italia: que admiraba hasta el punto de proponerse esgrlblr una his-
Finalmente, si refletta con quanta ragione io mi sia lamen- toria de los jesuitas expulsos, y por otro se sentia continuador
tato co'moderni scrittori del torto, ch'essi fanno alla Spagna
nel dimenticarla dove ragionano delle nazioni coltivatrici delle Contro le pregiudi-
lettere; e in non segnare mai qualche epoca gloriosa alla Spag- 5 Sagi i logetico della Letteratura spagnuola.
ll;;gznazm;lisg?‘ Signor Abate
cate g;fáégnf%)inglºig? fngademi Scrillofi lgzéiafli.
na, mentre trovano secoli d'oro in tutte le nazioni. Eppure io i te, 11, tomo I, Génova, 179, pp. s
i
T anvfirgfn,u m:f,;lmbsmyx estado “actual 'de toda Literatura, Madrid, 1784-1806,
? Madrid, C.S.I.C., 1949. tomo IL, p. 236.
* V. La cultura hispanoitaliana de los jesuitas expulsos, Madrid, Gredos, 7 Madrid, Imprenta Real, 1786.
* Madrid, Román, 1786.
428 JUAN MANUEL ROZAS
“ Versos
y Francia tan2.26466: Aunque
raros, Ed. de deGonzátez
vuestro apellido / príncipes haya tenido
Ecuscarar, Madrid, Anaya, 1968
/ Italia