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Freud VII Psicología de Los Procesos Oniricos Parte 1

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VII. Sobre la psicologia de los procesos oniricos' Entre los sueiios de que he tomado conocimiento por co- municacidn de otras personas, hay uno que tiene un mérito particular para que lo considéremos ahora. Me fue contado por una paciente que a su vez lo escuché en una confe- rencia sobre el suefio; su verdadera fuente sigue siendo des- conocida para mf. Pero a esa dama le impresioné su con- tenido, pues no tardé en «resofiatlo», vale decir, en repetir elementos del suefio en un suefio propio a fin de expresar, mediante esa trasferencia, una concordancia en un punto determinado. Las condiciones previas de este stieiio paradigmético son las siguientes: Un padre asistié noche y dia a su hijo mor- talmente enfermo. Fallecido el nifio, se retité a una habi- tacién vecina con el propésito de descansar, pero dejé la puerta abierta a fin de poder ver desde su’ dormitorio la habitacién donde yacta el cuerpo de su hijo, rodeado de ve- Jones. Un anciano a quien se le encargé montat vigilancia se senté préximo al cadaver, murmurando oraciones. Lue- go de dormir algunas horas, el padre suefia que su hijo esté de pie junto a sw cama, le toma el brazo y le susurra este reproche: «Padre, gentonces no ves que me abraso?», Des- pierta, observa un fuerte resplandor que viene de Ja habi- tacidn vecina, se precipita hasta alli y encuentra al anciano guardién adormecido, y la mortaja y un brazo del cadaver querido quemados por una vela que le habia caido encima encendida, La explicacién de este tocante suefio es bien simple y, segtin me cuenta mi paciente, la proporcioné cotrectamente quien le inform6 acerca de él. El fuerte resplandor dio co- bre los ojos del durmiente a través de la puerta que él ha- bia dejado abierta, y le sugitié la misma conclusién que habria extraido en Ja vigilia: una vela volcada habia _pro- vocado un incendio cerca del cadéver. Y aun quizds el pa- 1 [Las primeras cartas de Freud a Wilhelm Fliess (Freud; 19502) arrojan alguna luz acerca de las dificultades que presentan las wlti- mas secciones de este capitulo. Véase mi «Introducciény, supra, 4, pags. 8 y sigs.) 504 dre se fue a dormir con la preocupacién de que el viejo guardign no fuera capaz de desempefiar bien su cometido. Nada que modificar encontramos en esta interpretacién, excepto que agtegariamos este requisito: el contenido del suefio debié estar sobredeterminado, y el dicho del nifio hubo de componerse de dichos realmente pronunciados en Ja vida y enlazados con sucesos importantes para el padre, Quizé la queja «Me abraso» fue expresada pot el nifio en medio de la fiebre que lo llevé a la muerte, y las palabras «Padre, centonces no ves?» proceden de otta oportunidad que no conocemos pero que fue rica en afectos. Ahora bien, después que hemos reconocido al suefio como un producto provisto de sentido que puede insertarse en la trama del acontecer psiquico, nos maravillaré naturalmente que en tales circunstancias sobreviniese un suefio, cuando lo indicado era el mas brusco despertar. Peto debemos repa- rar en que este suefio tampoco escapa a un cumplimiento de deseo. En él, el nifio se comporta como si estuviera vivo, él mismo da aviso al padre, se llega hasta su cama y le toma de un brazo, como probablemente Jo hizo en aquel recuerdo del cual el suefio recogié el primer fragmento del dicho del nifio. Y en virtud de ese cumplimiento de deseo, precisa- mente, prolongé el padre por un momento su dormir. El sueiio prevalecié sobre la reflexién de vigilia porque pudo mostrar al nifio otra vez con vida. Si el padre se hubiera despertado enseguida, extrayendo la conclusién que lo levé a la cémara mortuoria, habria abreviado la vida del nifio, digamoslo asi, por ese breve lapso. Es bien patente la peculiaridad por Ja cual este breve sue- io cautiva nuestro interés. Hasta ahora nos empefiamos so- bre todo en averiguar aquello en que consiste el sentido se- creto de los sueiios, el camino por el cual Jo hallariamos y os medios de que se ha servido, el trabajo del sueiio para ocultarlo. En el centro de nuestro campo visual estuvieron hasta este momento Jas tareas de la interpretacién de los suefios, Y ahora tropezamos con este suefio que no plantea tarea alguna a la interpretacién, cuyo sentido esté dado sin disfraz, y paramos mientes en que, sin embargo, conserva los caracteres esenciales por los cuales los suefios se apattan Hamativamente de nuestro pensamiento de vigilia y engen- dran en nosotros la necesidad de explicatlos. Solo después de despachado todo lo que atafie al trabajo de la interpretacién podemos advertir cudn incompleta ha quedado nuestra psico- logia del suefio. Pero antes de encaminar nuestros pensamientos por este nuevo sendero queremos hacer un alto y repasar el trayecto 505 recorrido, para ver si en nuestro viaje hasta aqui no hemos omitido nada importante. Es que debemos tener bien en claro que el tramo cémodo y agradable queda atrés. Si no estoy muy equivocado, por todos los caminos que hasta aho- ra emprendimos Hegamos a la luz, al esclarecimiento y a la comprensién plena; a partir de este momento, en que pre- tendemos penetrar més a fondo en los procesos animicos en- vueltos en los sueiios, todas las sendas desembocan en la oscutidad. Tropezamos con la imposibilidad de esclarecer al suefio como hecho psiquico, pues explicar significa recon- ducir a lo conocido, y pot ahora no existe ningyin conoci- miento psicolégico al que pudiéramos subordinar lo que cabe discernir en calidad de principio explicativo a partir del exa- men psicolégico de los sueitos. Por lo contrario, nos veremos precisados a estatuir una serie de nuevos supuestos que ro- cen mediante conjeturas el edificio del aparato psfquico y et juego de las fuerzas que en él actiian; y deberemos tener el cuidado de no devanarlos mucho més allé de su primera ar- ticulacién Iégica, pues de lo contratio su valor se perderfa en lo indeterminable. Aun cuando no cometiésemos etror alguno en el razonamiento y tomésemos en cuenta todas las posibilidades que se siguen Iégicamente, la probable imper- feccién en el planteo de los elementos amenaza hacernos ‘equivocar por completo los célculos. No puede obtenerse, 0 al menos no puede fundamentarse, una inferencia acerca de la construccién y del modo de trabajo del instrumento animico por medio de la indagacién del suefio o de cualquier otra operacién tomada aisladamente, por cuidadosa que ella sea; para este fin deberd conjugarse lo que el estudio com- parative de toda una serie de operaciones psiquicas atroje ‘como elementos de constancia necesaria. Entonces, los su- puestos psicoldgicos que extraemos del andlisis de los pro- cesos oniricos deberén aguardar en una estacién de empal- me, por asi decir, hasta que puedan acoplarse a los resulta- dos de otras investigaciones que se empefian en atacar el niicleo del mismo problema desde otros puntos de abordaje. 506 A. EI olvido de los sueiios Opino, por tanto, que antes hemos de volvernos a un tema del que se desprende una objecién que hasta aqui no consideramos, pero capaz de dar por tierra con nuestros es- fuerzos en torno de la interpretacién de los sueios. Mas de tun autor nos ha hecho presente que en verdad no conoce- mos al sued que pretendemos interpretar; mds correctamen- te: que no tenemos certidumbre alguna de conocerlo tal co. mo en realidad fue (cf. [4] pags. 70 y sigs.) Lo que recordamos del suefio y sobre lo cual ejercemos nuestras artes interpretativas esté, en primer Iugar, matilado por la infidelidad de auestea memoria, que parece suma- mente incapaz de conservar al suefio y quits ha perdido jus- tamente el ftagmento mas significativo de su contenido. Y en efecto, hartas veces, cuando queremos prestar atencion a nues- tros suefios, tenemos motivo para quejatnos de que sofia- mos mucho més y por desgracia ‘no sabemos sino este tinico jirén, y aun su recuerdo se nos antoja verdaderamente in- seguro. En segundo lugar, empero, todo nos dice que nues- tro recuerdo del suefio no es solo lagunoso, sino que lo re- fleja de manera infiel y falseada. Ast como, por una patte, puede ponerse en duda que lo sofiado fuera en realidad tan incoherente y nebuloso como Jo conservamos en la memoria, puede dudarse también, por Ja otra, de que un suefio haya sido tan coherente como lo contamos, y de que en el intento de reproducirlo no hayamos [lenado con material nuevo, esco- gido al acaso, lagunas inexistentes 0 cteadis por el olvido; en fin, de que no embellezcamos, redondeemos o rectifique- mos e| sueto de modo tal que se vuelva imposible todo jui- cio sobre su contenido efectivo. Y hasta hemos encontrado, en un autor (Spitta [1882, pég. 338]),! la conjetura de que todo lo que es en el suefio orden y trabazén sélo se ibtrodujo en a a satz del intento de evocatl. Asi corremos €l riesgo de que se nos escape de las manos el objeto mis- mo cuyo valor nos hemos empefiado en determinar. Hemos desofdo estas advertenclas en las intespretaciones de suefios que nos ocuparon hasta aqui. Por lo contratio, aun los elementas mds infimos e inciertos y menos destaca- dos del contenido del suefio nos dieron un acicate tanto 0 mds perceptible para interpretatlos que los elementos con- servados con mayor nitidez y certidumbre. En el suefio de } [Agregado al texto en 1914 y trasferido a nota en 1930:] Tam- bign en Foucault [1906, pigs 1412} y Tannery 11898). 2 (CE. supra, 4, pag. 71.) 507 Ia inyeccién de Irma se dice: «Aprisa llamo al doctor M.»,? ¥ entonces supusimos que ese agregado no habria llegado al sueio si no admitiese una derivacién particular. Ast dimos con la historia de aquella desdichada paciente a cuvo lecho de enferma Ilamé aprisa, para una consulta, a mi colega ma- yor que yo. En el suefio en apariencia absurdo que trata como quantité négligeable la diferencia entre cincuenta y uno y cincuenta y seis, la cifsa de cincuenta y uno se mencionaba varias veces {cf. pags. 434 y sigs.]. En vez de considerar esto trivial o indiferente, inferimos desde alli 1a existencia de una segunda ilacién de pensamientos en el contenido latente del suefio, que Hevarfa a la cifta de cincuenta y uno; y ese ras- tro, que seguimos persiguiendo, nos Ilevé a aprchensiones que veien en la edad de cincuenta y un afios un Iimite de la vida, en total oposicién a un itinerario de pensamiento, dominante, que alardeaba presuntuoso de una larga vida. En el suefio «Non vixit» (pags. 422 y sigs.) habia una inter- calacién poco destacada, que yo al comienzo descuidé; era el pasaje: «Como P. no le entiende, Fl. se vuelve, etc.». Cuan- do después la interpretacién quedé atascada, retomé esas pa- labras y desde ellas reencontré el camino hacia Ia fantasfa infantil que en los pensamientos. del suefio se presentaba como punto nodal intermediario. [Cf. pag. 480.] Esto acon. tecié por medio de los versos del poeta: «Rara vez me comprendieron y pocas los comprendi a ustedes, sélo cuando nos encontramos en la mierda nos comprendimos al instante En todo anilisis podrfan documentarse ejemplos de que precisamente los rasgos més infimos del suefio son indispen- sables para la interpretacién, y podrfa mostrarse cémo se demora la culminacién de la tarea cuando se tarda en pres- tarles atencién. El mismo aprecio tuvimos en la interpreta- cién de los suefios por cada uno de los matices de la expre- sién lingiifstica en que el sueiio se nos presentaba; y hasta cuando se nos ofrecié un texto disparatado o incompleto, co- mo si hubiera fracasado el empefio de traducir el suefio a la versién correcta, también esta falla de la expresién fue res- petada por nosotros. En resumen, tratamos como a un texto sagrado lo que en opinién de ottos autores no seria sino una improvisacién arbitraria, recompuesta a toda prisa en cl 3 CE, supra, 4, pags. 1323.] 4 [Heine Buch der Lieder, «Die Heimkehro, LXXVIII.] 508 aprieto del momento. Esta contradiccién requiere ser es- clarecida. Dicho esclarecimiento se pronuncia en favor nuestro, sin por eso invalidar la opinién de otros autores. Desde el punto de vista de lo que acabamos de conocer sobre la génesis del suelo, esas contradicciones armonizan por completo. Es cier 10 que desfiguramos el suefio en el intento de reproducir- lo; reencontramos en esto Io que caracterizamos como la elaboracién secundaria del suenio por parte de la instancia del pensamiento normal, que a menudo incurre en un mal- entendido sobre aquel. (Cf. pags. 485 y sigs.] Pero tal des- figuracién no es, a su vez, sino un fragmento de la elabora- cidn a que son sometidos regularmente los pensamientos oniricos a consecuencia de Ia censura del suefio, Otros auto- res han entrevisto o han notado aqui el fragmento de la des- figuracién del sueio que trabaja de manera ostensible; a nos- otros nos afecta menos, pues sabemos que un trabajo de des- figuracién mucho més extenso y dificil de asir se ensafié con cl suefio ya desde los pensamientos oniticos escondidos. Los autores s6lo yerran en esto: juzgan arbitraria la modificacién del suefio en el recuerdo que de é1 nos queda y en su versin en palabras; por tanto, no creen que se la pueda resolver mis, y Ia consideran capaz de extraviarnos en el conocimien- to dei suefio.* Subestiman el determinismo {Deserminierung} dentro de Jo psiquico. No hay all{ nada de arbitratio. Puede demostrarse con total generalidad que un segundo itinezario de pensamiento toma sobre si el comando (Bestimmung) del elemento que el primero dejé no comandado. Yo pre- tendo, por ejemplo, que se me ocurra un niimero al azar; no es posible: el mimero que se me ocurre esté comandado de manera univoca y necesaria por pensamientos que hay en mi, aunque estén alejados de mi designio del momento. De igual modo, tampoco son arbitrarias las alteraciones que el suefio experimenta en la redaccién (Redaktion} de vigilia. Mantienen enlace asociativo con.el contenido en cuyo lugar se ponen, y nos sirven para indicarnos el camino hacia ese contenido que, a su vez, puede ser el sustituto de otro. 5 TAL final de su articulo sobre «El uso de Ja interpretacién de los suefios en el psicoanilisis» (1911e), Freud examina un malen- tendido, de slgno inverto sobre Ia imporancia del stexto» en los sues, © [Nota agregada en 1909:] Véase mi Pricopatologia de la vida colidiana (19016) {capitulo XTI(A), ejemplos n™ 2 a 7 (AE, 6, pags. 236-45). — El ejemplo n? 2’alude a una carta escrita por Freud a Fliess el 27 de agosto de 1899 (Freud, 1950¢, Carta 116), Iientas corrgia las pruebas de imprenta de la presente obra, cara la cual profetizaba que el libro contendria 2.467 erratas (cf. infra, pag, 525, m, 36).] 509 En los anilisis de suefios con pacientes, suelo someter esta aseveracién al siguiente examen, y nunca falla: Cuando a primera vista el informe de un suefio me parece de dificil comprensién, ruego al que me lo cuenta que lo repita. Es raro que lo haga con idénticas palabras. Ahora bien, los lu- gares en que él modificd Ja expresién, que me dan a cono- cer los puntos débiles del disfraz del suefio, me sirven como a Hagen la sefial bordada en el vestido de Sigfrido.* Por ahi puede comenzar la interpretacién del suefio, Mi exhortacién alerté al informante de que yo tenfa el propésito de empe- fiarme particularmente en la solucién del suefio; y répida- mente protegi6, bajo el esfuerzo {Drang} de la resistencia, los puntos debiles del disfraz del suefio, sustituyendo una ex- presién reveladora por otra més remota. Asi llama mi aten- cién sobre la expresién abandonada. El empeiio que se pone en impedir la solucién del sueiio me habilita a inferir Ja preocupacién que urdié al suefio su vestidura. Menos razén llevan los autores cuando conceden tanto espacio a Ja duda que suscita en nuestro juicio el relato del suefio. En efecto, esta duda carece de una justificacién inte- lectual; nuestta memoria, en general, no conoce gatantias ningunas, y asi y todo nos vemos precisados a dar fe a sus, indicaciones mucho mds que lo justificado objetivamente. La duda sobre el reflejo* corzecto del suefio o de datos singu- Iares de él no es, de nuevo, sino un retofio de la censura oni- rica, de la resistencia a Ja irrupeién de los pensamientos oni- ricos en la conciencia.* Esta resistencia no se ha agotado ni siquiera con los desplazamientos y las sustituciones que im- puso, y entonces todavia se adhiere como duda a lo ya fil- trado. Exramos sobre la indole de esta duda tanto més f4- cilmente cuanto que se vale de Ja precaucién de no atacar nunca los elementos intensos del sueio, sino sélo los débiles y no nitidos. Pero ahora ya sabemos que entre pensamientos onfricos y sueio sobrevino una total subversion de los va- ¥ [Sélo habia un punto en el cuerpo de Sigfrido donde este po- dia ser herido, Mediante una treta, Hagen convencid a Crimilda, tn niga gue sabia cul era, de que bordara una pequeia cruz en la capa de Sigfrido, en ese punto vital. All{ lo apuiiald luego. (Nibe- lungos, XV y XVL)} ¥ {aWiedergaben; todo el pasaje parece dominado por a idea de las «trascripciones» en distintos lugares del aparato psiquico, tal como Freud la examind después en «Lo inconcientes (1915e) y como la habia desarrollado en las cartas a Fliess (1950a), Véase dos pérrafos antes el término «Redaktion».) 8 [Sobre el mismo mecanismo de duda en casos de histeria, véase €l historial clinico de «Dora» (Freud, 1905e), AE, 7, pag. 17.1 510 lores psiquicos. La desfiguracién sélo fue posible por sustrac- cién de valor; por regla general se exterioriza en esta ope- racién y a veces se contenta con ella, Y cuando a un ele- mento desdibujado del contenido onitico se le agtega en- cima la duda, podemos nosotros, siguiendo ese indicio, re- conocerlo como un retofio més directo de uno de los pensa- mientos oniricos proscritos, Es como después de una gran revolucidn en una de las reptiblicas de la Antigiedad o del Renacimiento. Las familias antes nobles y poderosas son ahora destertadas, y todos los altos cargos se ocupan con recién Ilegados; en Ja ciudad tinicamente se tolera a micm- bros por entero empobrecidos y carentes de poder, o a de- pendientes de los destronados que se han distanciado de estos. Pero tampoco ellos gozan en plenitud de los derechos civiles, se fos vigila con desconfianza. En lugar de la des- confianza del ejemplo, en nuestro caso aparece la duda. Por eso en el andlisis de un suefio exijo que se abandone toda la escala de apréciaciones de la certidumbte, y a la més leve po- sibilidad de que algo haya ocurrido en el suefio de tal 0 cual suerte la trato como una certeza plena, Quien no renuncie a este miramiento {por la certidumbre) en la persecucién de uno de los elementos del suefio se atascaré en el anilisi hasta que se decida a hacerlo, El menosprecio por el ele- mento en cuestién tiene, en el analizado, este efecto psiqui- co: no logea que se Je ocurra nada de jas representaciones involuntarias que se ocultan tras él. En verdad, tal efecto no €s cosa trivial; no setia disparatado imaginar que alguien di- jese: «No estoy seguro de si esto o aquello estaba contenido en el suefio, pero sobre ello se me ocurre lo siguiente». Nunca se dice eso, y precisamente este efecto de la duda, pertur- bador del anilisis, permite desenmascararla como un retofio y como un instrumento de Ia resistencia psiquica. El psico- anélisis es desconfiado, y con razén. Una de sus reglas reza: Todo lo que perturba la prosecucién det trabajo [analitico es una resistencta® 4 UNote agregada en 1925:) La tess tan petentoriamente formu- ada aqui, «Todo lo que perturba la prosccucién del trabajo es una resistencia», podria dar origen con facilidad a un malentendido. Des de luego, slo tiene el valor de una regla técnica, de una advertencia para el analista. No debe dudarse de que durante un anilisis pueden ptoducitse diversos hechos ajenos a la intencién del analizado. Puede morir el padre del paciente sin que él lo haya matado, también puede estallar una guerta que ponga fin al andlisis. Pero tras la ma- nifiesta exageracidn de esa tesis se esconde un sentido novedoso y correcto, Por més que el suceso perturbador sea real e independiente del paciente, a menudo depende de este el grado de perturbacién a que da lugar, y la resistencia se evidencia inequivocamente en cl pronto y desmedido aprovechamiento de una oportunidad tal. SuL También el olvido de los suefios sigue careciendo de ex- plicacién mientras no se recurra al poder de la censusa psi- quica. La sensacién de que una noche hemos sofiado mucho y de eso retenemos muy poco puede tener en numerosos casos otro sentido: quizd toda la noche se sintié activo al trabajo del suefio y solo dejé tras si un suefio breve. Por otra parte, es indudable que el suefio se va olvidando cada vez mas después de despertar. ¥ a menudo se lo olvida a pesar de los penosos empefios por retenerlo. Pero, a mi jui- cio, asf como por lo general se sobrestima el alcance de este olvido, se sobrestiman también Jos perjuicios que trae para el conocimiento del suefio su caricter lagunoso. ‘Todo lo que el olvido carcomié en el contenido del suefio a menudo pue- de ser rescatado por el andlisis; al menos en toda una serie de casos es posible, desde un solo jirén que quedé en pie, descubrit, no por cierto el sueio —pero ello nada impor- ta—, sino los pensamientos oniticos. En el andlisis se re- quiere un gasto mayor de atencién y de empefio por ven- cerse a s{ mismo; esto es todo, pero muestra también que en el olvido del suefio no ha faltado un propésito {Absicht} hostil [vale decir, generado por la resistencia]. 18 ICE, supra, pls. 486, y 4, nls. 2878, © infra, wh, 5671 31 [Nota agregada en 1919:] De mis Conferencias de introduc- cidn al psicoandlisis (1916-17) AE, 15, pég, 108}, puedo citar el si guiente ejemplo acerca del significado de la duda y la incertidumbre ‘en cl suciio, con Ia simultinea contraccién del contenido del suef un tinico elemento; no obstante estas caracterfsticas, su andlisis se obtuvo tras breve lapso: Una paciente escéprica tiene un sufio més largo, en que sucede aque cieras personas Te cuentan algo sobre mi Tibro ‘consagrado “chiste” [1905¢] y lo alaban mucho. Entonces se menciona algo acerca de un “canal”, quizds otro libro en que aparece el canal, 0 si no algo con canal.’ ella mo sabe... es totalmente oscuro. »Sin duda, ustedes se inclinardn a cteet que el elemento “canal” se quiere sustraer de la interpretacidn, puesto que es tan impteciso. Aciertan al conjetutar esa, dificultad, pero el elemento no es dificil Porque sea desdibujada, sino que et esibujado por ot razén, la misma que nos dificulia la interpretacién. A la sofiante no se Je ccurre nada sobre “canal”; yo, desde Iuego, tampoco sé decit nada. ‘Tiempo después, en verdad ai, dia siguiente, cuenta que se le ha cocurrido aquello’a lo cual quizé corresponda, ‘a saber, un chiste que ha ofdo contar. En un barco que navega entre Dover y Calais con- versa un conocido escritor con tn inglés, quien en cierto contexto cita el dicho “Du sublime au ridicule if 'y a gu’un pas” {De lo sublime a Jo ridfculo no hay més que un paso”}. Y el escritor respon- de: "Oui, le Pas de Calais” (Sf, el Paso de Calais”}, con lo que quiere decir que encuentra a Francia sublime y a Inglaterra ridfcula. Ahora bien, el Pas de Caleis es justamente un canal, el Canal de in Man- cha, [En realidad, el Paso de Calais esta en un extremo del Canal de la Mancha.] éSi yo creo que esta ocurrencia tiene algo que ver con el suefio? Por cierto que si; opino que da realmente la solucién del 512 Una prueba convincente de la naturaleza tendenciosa,* al servicio de In resistencia, del olvido del suefio nos Ia pro- porciona, en Jos andlisis, la apreciacién de uno de los grados previos del olvido, No ¢s taro que en mitad del trabajo in- terpretativo emerja repentinamente un fragmento omitido del suefio, al que se define como olvidado hasta ese momen- to. Ahora bien, esta parte del suefio arrancada al olvido es en todos los casos Ja mas importante; Ileva por ¢l camino més corto a Ja solucién del suefio y por eso fue Ja mas sometida a la resistencia. Entre los ejemplos de suefios que he disemina- do en el marco de este tratado, hay uno en que intercalé de ese modo, con posterioridad, un fragmento del contenido.* Me refiero al suefio en que me vengo de dos nada amables compaferos de viaje, y que a causa de su contenido grosera- mente escabroso dejé casi sin interpretar. [CE. péps. 453 y sigs.] La parte omitida era est: Digo a la pareja de hermano’, a propésito de un libro de Schiller: «It is from. ..», pero me corrijo, reparando yo mismo en el error: «It is by...». El hombre observa sobre ello a su hermana: «El lo ba dicho correctamentes.™* La autocorreccién en el suefio, que a muchos autores les parece tan asombrosa, no merece ocupar nuestra atencién. elemento onirico enigmitico, ¢O dudan ustedes de que este chiste preexistia al sueito como lo inconciente del elemento “canal”? ¢Aca- so pueden suponer que fue agregado con posterioridad? La ocu- rrencia, en efecto, atestigua el escepticismo que se oculta en la en- ferma tras sus insistentes y cargosas manifestaciones de asombro {el asombro de 1a paciente ante las interpretaciones del analista), y a resistencia es en verdad el fundamento comin de ambas cosas,’ tanto de su demora en producit a ocutrencia cuanto de que el elemento onftico correspondiente resulte tan impreciso. Miren ustedes aqui por la relacidn del elemento onitico con su inconciente. Es como lun pequeiio fragmento de eso inconciente, como una alusién a e503 por su aislamiento se volvi6 enteramente incomprensible>. * ( sea, que tiene tendencia (Tendenz), sentido (Sinn), signi- ficado (Bedeutung), propésito (Absicht); véase la sltima frase del pirrafo anterior.} V2 Acerca del propésito del olvido en general, véase mi pequeiio ensayo «Sobre el mecanismo psiquico de la desmemoriay (18986), Lagregado en 1909:] incluido més tarde [con modificaciones] como primer capitulo de mi Psicopatologia de la vida cotidiana (1901b). 48 [Se da otro ejemplo en el anilisis del segundo suefio de «Dota» (Freud, 1905e), AE, 7, pig. 88.) M4 [Nota agregada en 1914:] Correcciones como estas en el uso de lenguas extranjeras no son raras en los sucfios, pero es més fre- cuente que se las atribuya @ personas extrafies. Maury (1878, pée. 143) sofé cierta vez, en Ja época en que aprendfa inglés, que, para decitle a alguien que'lo habia visitado el dia anterior, empleaba estas palabras: al called for you yesterday». ¥ el otro le replicd, correcta: mente: «Se dice: “I called on you yesterday”». 513 Prefiero mostrar el modelo, tomado de mi recuerdo, al que obedeci6 ese error de lenguaje. Tenia yo diecinueve afios y habfa viajado por primera vez a Inglaterra. Un dia me fui a pasear por las playas del Irish Sea. Me entregué desde Iue- 0 a la biisqueda de los animales marinos que la marea habia depositado, y estaba absorbido por una estrella de mar (el suefio empieza con Hollthurn-holoturias) cuando una encan- tadora nifita se legé a mi y me pregunté: «ls it a starfish? Ts it alive?» {«gEs una estrella de mar? ¢Esta viva?»}. Yo respondi: «Yes, he is aliven («Si, estd vivan}, pero enseguida me avergoncé por la incorreccién y repeti la frase cortecta mente,* Ahora bien, el suefio sustituye ese etror idiomitico gue una vez cometi por otro, en que con facilidad puede caer un alemén. «Das Buch ist von Schiller» («El libro es de Schiller») no debe traducirse con from sino con by. Que el trabajo del sueiio cumpla esta sustitucién porque from, por su homofonia con el calificativo alemin fromm (pio, ino- cente, décil}, posibilita una condensacién de largo vuelo, no puede ya maravillaos después de todo lo que hemos llega- do a saber sobre los propésitos del trabajo del suefio y sobre su falta de miramiento en la eleccién de los medios. Pero, zqué significa dentro de la trama del suefio el inofensivo recuerdo de mi paseo por la playa? Llustra, con el ejemplo mis inocente posible, que yo uso el género {«Geschlechts- wort», aarticulon; literalmente, «palabra del sexo») equivo- cadamente, y por tanto pongo lo relativo al género 0 al sexo {Geschlecbiliche) donde no corzesponde. Esta es, por lo demés, una de Jas claves para la solucién del sueio. Quien haya ofdo Ja detivacién del titulo del libro «Master and Motion»"® (Moliére en Le malade imaginaire: «La maticre est-elle laudable?»™" ....a motion of the bowels {un movie jiento de los intestinos)) podra completar con facilidad lo que falta. Por Jo demés, mediante una demonstratio ad oculos puedo ahozrarme la prueba de que el olvido del suefio es en buena parte obra de la resistencia. Un paciente cuenta que ha so- ado, pero olvidé el suefio sin que quedatan rastros: en- tonces lo tiene por no ocurrido. Proseguimos el trabajo, vo tropiezo con una resistencia, aclaro algo al enfermo, median- 15 [En la primera edicién (pero no en Ja reimpresiéa que se hizo de ella en 1925) decia adiecisiete afios». Cf. Jones, 1953, pigs. 35-6.] * {En inglés se emplea habitualmente el pronombre «if» para de signat_un animal.) 18 [EI libro de Maxwell mencionado en el suefio, pig. 454.) 37 [Antigua férmula médica para inguirir si una excrecién cor- poral (materia fecal, pus) revela mejoria en el paciente.] 54 te incitaciones y esfuerzos Jo ayudo a reconciliarse con algiin pensamiento desagradable, y apenas lo he logrado exclam. «jAhora sé de nuevo lo que he sofiado!». La misma resis tencia que ese dia lo perturbd en nuestro trabajo le hizo olvidarse del sueiio. Y venciendo esa resistencia yo le hice evocar el suefio en su recuerdo. De igual modo puede el paciente, llegado a cierto punto del trabajo, acordatse de un suefio que tuvo hace tres, cuatro 0 més dias, y que hasta ese momento habia descansado en el olvido."* La experiencia psicoanalitica"® nos ha deparado todavia otra prueba de que el olvido de los suefios depende mucho més de la resistencia que de Ja ajenidad entre el estado de la vigilia y el del dormir, como creen los autores.*” No es raro en mf y en otros analistas, asi como en los pacientes que estin bajo este tratamiento, que después de haber sido des- pertados por un suefio, digamos asf, empezamos a interpre- tarlo inmediatamente y en la plena posesidn de nuestra ac- tividad de pensamiento. En tales casos, muchas veces no volvia a dormirme hasta que lograba Ja total inteligencia del suefio, y con todo eso pudo suceder que ya despierto por la mafiana olvidase el trabajo de interpretacién tan com- pletamente como al contenido mismo del suefio, aunque yo sabfa que habia sofiado y habia interpretado el suefio®* Y era mayor Ia frecuencia con que el trabajo de interpretacién se vefa arrastrado al olvido por el suefio, que aquella con que esa actividad mental lograba retener al sueiio en Ja me- moria, Ahora bien, entre este trabajo de interpretacion y el pensamiento de vigilia no hay ese abismo psfquico por el cual los autores pretenden explicar en forma exclusiva el ol- vido del suefio, Cuando Morton Prince (1910 [pég. 141]) objeta, en contra de mi explicacién del olvido del suefo, que no seria sino un caso especial de amnesia en estados animicos escindidos (dissociated states), y que la imposi- bilidad de extender mi explicacién de esta amnesia especial a otros tipos de amnesia le restaria valor también respecto de su propdésito més inmediato, trae a la memoria de los lectores que en sus desctipciones de tales estados disociados nunca hizo el intento de hallar Ja explicacidn dinémica de 18 [Nota agregada en 1914:] Ernest Jones ha desctito un, caso andlogo que se presenta con frecuencia: “durante el andlisis de un suefio, se recuerda otto que se tuvo la misma noche pero de cuya existencia nada se sabia, (CF. Jones, 19122] 39 [Este pérrafo se agregé en 1911.) 29 TCE. supra, 4, pag. 69.) 31 [Véase, con relacidn a esto, el «Apéndice al anslisis del pequefio Hans» (Freud, 1922c).] 51S estos fenémenos. De haberlo hecho, tendria que descubrir que Ja represién (0 Ia resistencia engendrada por ella) es la causa tanto de estas escisiones cuanto de la amnesia te su contenido psiquico. Que los suciios se olvidan tan poco como otros actos ani- micos, y que aun respecto de su persistencia en la memoria son comparables sin mengua a las otras operaciones del alma, es lo que me muestra una experiencia que pude hacer a raiz de la redaccién de este manuscrito. En mis cuadernos de anotaciones habia conservado gran cantidad de suefios pro- pios que, por una razén cualquiera, sdlo habfa interpretado muy incompletamente o ni siquiera lo habfa hecho. Uno o dos afios después intenté interpretar algunos de ellos con el propésito de procurarme material para ilustrar mis tesis. Lo conseguf sin excepcién; y hasta diria que habiendo trascutri- do tanto tiempo a interpretacién fue més facil que en el momento mismo, cuando los suefios eran atin vivencias fres- cas. Y como explicacién posible apuntaria que desde enton- ces he superado en mi interioridad muchas resistencias que en aquella época me perturbaban. En tales interpretaciones hechas con posterioridad comparé los pensamientos oniricos que habfa obtenido entonces con los actuales, casi siempre de mayor riqueza, y reencontré lo antiguo incélume en lo actual. A su tiempo salf del asombro que ello me produjo parando ‘mientes en que desde hacia mucho yo solfa, con mis pacientes, interpreta suefios de afios anteriores, que me contaban incidentalmente, como si fueran de Ja noche pasada, y lo hacia con el mismo procedimiento ¢ idéntico éxito. A propésito de los suefios de angustia comunicaré des- pués dos ejemplos de esa interpretacién pospuesta de los sue- fos. (CE. pags. 574 y sigs.) Cuando emprend{ ese intento por primera vez me guiaba la justificada expectativa de que el suefio también en esto habria de comportarse sélo como un sintoma neutético. En efecto, si yo trato pot medio del psicoandlisis a un psiconeurético, por ejemplo un caso de histeria, debo esclarecer tanto los primeros sintomas desu suftimiento, hace tiempo superados, cuanto los que todavia hoy subsisten y que le hicieron acudir a mf, y encuentro esa primera tatea més fécil de solucionar que la apremiante hoy. Ya en los Estudios sobre la histeria, publicados en 1895, pude comunicar el esclatecimiento de un primer ataque his- térico que la paciente?? una mujer que habia superado la cuarentena, tuvo a los quince afios.* [Se refiere a Cicilie M., de Ia que se ocupa en la mencionada obra (Breuer y Freud, 1895), AE, 2, pigs. 189 y sigs.] 28 [Agregado al texto en 1919, y trasferide a nota en 1930: Los 516 Quiero presentar aqui todavia algo, desprendido en. parte del contexto, que debo sefialar acerca de la interpretacién de Jos suefios y que quizds oriente al lector que desee contro- Jarme mediante un retrabajo sobre sus propios suefios. Nadie tiene derecho a esperar que la interpretacién de sus suefios le caiga del cielo. Ya para la percepcién de fend- menos endépticos y otras sensaciones que por lo comtin es- capan a la atenciéa es preciso ejercitarse, por més que nin- atin motivo psiquico se revuelva contra este grupo de per- cepciones. Harto més dificil es entrar en posesién de las «representaciones involuntarias». Quien Jo pretenda deberd hacer suyas las expectativas que se suscitaron en este tratado y, obedeciendo a las reglas que se han dado aqu{, empefiarse en sofrenar durante el trabajo toda critica, todo preconcepto, todo compromiso afectivo o intelectual. Deberé seguir 1a norma que Claude Bernard establecié para el experimenta- dor en el laboratorio de fisiologia: «Travailler comme une béte» {«Trabajar como una bestia»), es decir, con esa tenaci- dad, pero también con esa despreocupacién por el resultado. EI que siga ese consejo ya no encontraré diffcil la tarea. Ademés, Ja interpretacidn de un sueio no siempre se con- suma de un golpe; no es rato que uno sienta exhausta su capacidad para lograrlo cuando ha seguido un encadenamien- to de ocurrencias y el suefio no le dice nada més por ese dia; en tal caso hard bien en interrumpir y volver sobre el trabajo un dia préximo. Entonces otro fragmento del conte- nido del suefio atrae la atencién y se encuentra el acceso a un nuevo esttato de los pensamientos oniricos. Podemos lla- mar a esto «interpretacién fraccionada del suefio». Lo mis dificil es mover al gue se inicia en la interpreta- cién de los suefios a que réconozca que su labor no termina cuando tiene en sus manos una interpretacién completa, una interpretacién plena de sentido, coherente y que dé tazdn de todos los elementos del contenido del suefio, Es que para el mismo suefio es posible que haya otra, una sobreinterpre- tacidn, que se le escap6, En verdad no es fécil concebir toda Ja riqueza de ilaciones de pensamiento inconcientes que pugnan por expresarse, ni dar crédito a Ia habilidad con que el trabajo del suefio se vale en cada caso de expresiones mul- tivocas para matar siete moscas de un solo golpe, como el suefios sobrevenidos durante 1a primera infancia y que se han con- servado en la memoria durante décadas, a menudo con toda su fres- cura sensorial, casi siempre poscen gran importancia pata entender el desarrollo [psiquico] y de la neurosis del sofiante. Su andlisis pre- cave al médico de errores © incertezas que podtfan inducitlo a con- fusidn también en Jo tedrico. [Sin duda, Freud tenfa particularmente presente aquf el ejemplo del «Hombre de los Lobos» (1918b).] 317 sastrécillo del cuento. El lector se inclinaré siempre a re- prochar al autor que malgaste sin motivo su ingenios pero quien haya hecho la experiencia en s{ mismo tomaré mejor consejo."* Por otra patte,*® no puedo refrendar a tesis que H. Sil- berer * fue el primero en sostener, segiin la cual todo suefio —o al menos muchos suefios y ciertos grupos de ellos— re clama dos interpretaciones diferentes, que incluso manten- drian entre sf una relacién fija. Una de estas interpretaciones, a que Silberer lama psicoanalitica, atribuye al sueio un sentido cualquiera, Ia mayoria de las veces infantil-sexual; la otra, més importante y que él llama anagégica, enseiia los pensamientos més setios, a menudo profundos, que el tra- bajo del sueiio tomé como material. Silberer no demostt6 es- ta tesis comunicando una serie de suefios que él hubiera analizado en esas dos direcciones. Debo replicar que no hay tal hecho. Es que la mayoria de los suefios no demandan so- breinterpretacién y, en particular, son insusceptibles de in- terpretacién anagégica. En la teorfa de Silberer, no menos que en otros empefios tedricos de afios recientes, hay una inequivoca tendencia a velar las condiciones basicas de la formacién del sueio y a desviar el interés de sus raices pul- jonales. Para una cantidad de casos pude corroborar las indicaciones de Silberer; el andlisis me mostré entonces que el trabajo del suefio habla emprendido Ia tarea de mudar en tun suefio, tomandolos de la vida de vigilia, una serie de pen- samjentos muy abstractos ¢ insusceptibles de figuracién di- recta, y procuré solucionar esa tarea apoderindose de algiin otto material de pensamiento que manten‘a una relacién laxa (que a menudo ha de Hamarse alegérica) con aquel pen- samiento abstracto, y que oftecia menores dificultades a la iguracién, La interpretacién abstracta de un suefio ast na- cido es dada ditectamente por el sofante; Ja interpretacién correcta del material deslizado debajo tiene que buscarse con los’ medios técnicos que nos son conocidos: Si se nos pregunta si de todo suefio puede obtenerse in- terpretacién, hemos de responder por Ja negativa.?* No debe 2 [CE supra, 4, pgs. 304-52.) 28 [Este pérrafo’ se agregé en 1919.] 26 [CF., por ejemplo, Silberer, 1914, parte II, seccién 5. £7 [Freud traté también este’ punto en una extensa nota al de su’ «Complemento metapsicolégico a Ia doctrina de los suetios» (19174), AE, 14, pg. 227, y en «Suefio y telepatia (19222), AE, 18, pigs. 207-8.) 4s [Este problema es considerado con mayor extensién en «Algu- has notas adicionales a la interpretacién de los suefios en su conjunto» (Freud, 19254), AE, 19, pags, 129-32.) 518, olvidarse que en el trabajo de interpretacién se tiene en contra a los poderes psiquicos responsables de la desfigura- cidn del suefio. Ser4 asunto de la relacién de fuerzas el que alguien pueda, merced a su interés intelectual, su capacidad para vencerse a si mismo, sus conocimientos psicoldgicos y su ejercitacién en Ja interpretacién de suefios, doblegar les, resistencias internas. Siempre es posible dar un paso més, al menos hasta el punto de convencerse de que el suefio es una formacidn plena de sentido y aun, las mas de las veces, hasta enirever este sentido. Es harto frecuente que un suefio sobre- venido a continuacién de otro permita asegurar y proseguir Ja interpretacidn adoprada tencativamente para el primero. Una serie de suefios que se arrastra por semanas 0 meses sue- le brotar de un terreno comin y debe entonces someterse a Ja interpretacién como una utdimbre2” En suefios que se siguen él uno al otro, puede observarse a menudo que uno roma como centro lo que en el siguiente es indicado sélo en la periferia, y a la inversa, de suerte que los dos se comple- mentan entre si también respecto de la interpretacién, Ya he demostrado con ejemplos que los diversos suefios de una misma noche deben ser tratados en general como un todo por el ttabajo interpretative.” ‘Aun en los suefios mejor interpretados es preciso a menu- do dejar‘ un lugar en sombras, porque en Ja interpretacién se observa que de ahi arranca una madeja de pensamientos oniricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco han hecho otzas contribuciones al contenido del suefio. Entonces ese es cl ombligo del suefio, el lugar en que él se asienta en Jo no conocido.** Los pensamientos oniricos con que nos topamos a raiz de la interpretacién tienen que permanecer sin clausura alguna y desbordar en todas las direcciones den- tro de Ja cnmarafiada red de nuestro mundo de pensamien- tos. Y desde un lugar més espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del suefio como el hongo de su micelio, Volvamos a los hechos del olvido del suefio, Es que ain no alcanzamos a extraer de ellos una importante conclusi6n. Si la vida de vigilia muestra el inequivoco propésito de ol- vidar el suefio que se formé por la noche, sea como un todo inmediatamente tras ¢} despertar o fragmento por fragmento en el curso del dia, y si hemos reconocido en Ia resistencia que el alma opone al suefio la principal responsable de ese 29 (Cf. supra, pags. 367 y sigs., y 4, pig. 208.) a ECE supra, 4, pig. 338.) {CE supra, 4, pag. 152, 7. 18.) 519 olvido (resistencia que ya en la noche ha hecho lo suyo en contra de aquel), se nos plantea esta pregunta: zQué fue lo gue en general posibilité que el suefio se formara en contra de esa resistencia? Tomemos el caso més flagrante, aquel en que la vida de vigilia vuelve a climinar al sueio como si no hubiera ocurrido; si entonces consideramos el juego de las fuerzas psiquicas, tendremos que afirmar que el sueio en general no habria sobrevenido de haber reinado la resisten cia durante la noche como lo hace durante ef dia. Nuestra conclusién es que ella, por la noche, perdié una parte de su poder; sabemos que no fue cancelada, pues en fa desfi- guracién onfrica pudimos sefialar su aporte a la formacién del sueiio, Pero se nos impone la posibilidad de que estuviera aminorada de noche, y por esta disminucién de la resistencia se hizo posible la formacién del suefio; ast comprendemos cén facilidad que ella, repuesta en Ia plenitud de su fuerza tras el despertar, enseguida vuelva a eliminar lo que se vio forzada a admitir mientras estaba disminuida. Y en efecto, ja psicologia descriptiva nos ensefia que la condicién prin: cipal para que se forme el suefio es que el alma se encuentre en el estado del dormir; ahora podrfamos agregar esta expli- cacién: El estado del dormir posibilita la formacién del suefio por cuanto rebaja la censura endopsiguica, Estamos por cierto tentados de ver esta conclusién como la tinica posible a partir de los hechos del olvido del sueiio, y de extraer desde ella ulteriozes inferencias acerca de las proporciones de energia en el dormir y en la vigilia. Pero provisionalmente nos detendremos aqui. Cuando hayamos profundizado un poco més en la psicologia del suefio nos enteraremos de que hay atin otro modo de concebir la via por la cual se hace posible su formacién, Quizé la resisten- cia a que los pensamientos on‘ricos devengan concientes pue- da evitarse aunque ella en si no haya experimentado rebaja Y¥ es verosimil, ademas, que esos dos factotes favorables a la -formacién del suefio, la'rebaja de la resistencia 0 su evitacién, sean posibilitados al’ mismo tiempo por el estado del dormir, Interrumpimos aqui, para tetomar esto poco més adelante. {CE. pags. 565-6.) Hay otra serie de objeciones al procedimiento que propo- nemos para la interpretacién de los suefios; de ellas debemos cocuparnos ahora, Lo primero que hacemos es desechar todas las representaciones-meta que normalmente presiditian la reflexién; dirigimos nuestra atencién a un Unico elemento del suefio y entonces anotamos todos los pensamientos in- 520 voluntarios que sobre él se nos ocutren. Después tomamos el siguiente elemento del contenido del suefio, repetimos con I idéntico trabajo y, sin hacer caso de la direccién a que los pensamientos nos empujan (treiben}, nos dejamos guiar por ellos, con lo cual, como suele decirse, marchamos a la detiva. ¥ al hacerlo tenemos Ja firme esperanza de que al final, sin proponérnoslo, daremos con los pensamientos oni- ticos de los cuales nacié el suefio. Ahora bien, la critica po- dria objetar lo siguiente: Nada tiene de asombroso que desde un elemento singular del suefio Tleguemos a alguna parte. A cada representacién es posible anudar algo por via aso- ciativa; lo nico asombroso es que con este discurrit de los pensamientos al acaso y sin meta alguna haya de darse justa- mente con los pensamientos oniticos. Es probable que eso sea un autoengafio; se sigue Ja cadena de asociaciones partiendo de un elemento hasta notar que por alguna razdn ella se in- terrumpe; y entonces, cuando se toma un segundo elemento, es muy natural que ahora experimente un cercenamiento la libertad originaria de la asociacién. Todavia se conserva en la memoria ia primera cadena de pensamientos, y por eso en el analisis de Ja segunda representacién onirica se tropieza nds facilmente con ocurrencias singulares que tienen algo en comén con Jas ocurrencias de la primera cadena. Entonces nos figuramos haber hallado un pensamiento que constituye tun punto nodal entre dos elementos del suefio. Y como s¢ admitié total libertad en el enlace de los pensamientos, y en verdad Jas tinicas transiciones de una representacién a otra que se excluyen son Jas que rigen en el pensamiento normal, no es en definitiva dificil, a partir de una serie de «pensa- mientos intermedios», componer algo a que se da el nombre de «pensamientos onfricos» y, sin verificacién alguna (dado que no tenemos conocimiento de ellos por ninguna otra via), presentarlo como el sustituto psiquico del suefio. Pe- ro todo eso no es més que arbitratiedad y un aprovechamien- to en apariencia ingenioso del azar, y todo el que se someta 4 ese imétil empefio puede excogitar por este camino, para un suefio cualquiera, Ja interpretacién que més le guste. Si en la sealidad se nos hiciesen estas objeciones, podtia- mos aducir a modo de defensa la impresién que hacen nues- tras interpretaciones de suefios, las sorprendentes conexiones con otros elementos onfricos que se establecen mientras se persigue a las representaciones singulates, y lo improbable de que algo que se ajusta al sueo y lo esclarece de manera tan exhaustiva como nuesttas interpretaciones de suefios pue da alcanzarse si no ¢s a remolque de conexiones psiquicas ya existentes. Podriamos alegar también, para justificarnos, que 521 el procedimiento para Ja interpretacién de los suefios es idén- tico al que se sigue en la resolucién de los sintomas histé- ricos, en cuyo caso su correccidn es certificada por la emer- gencia y la desaparicién de los sintomas en su localizacién, y, pot tanto, la explicitacidn del texto encuentra un asidero en. las ilustraciones intercaladas. Pero a este problema, a saber, cémo es posible alcanzar una meta preexistente si- Buiendo una cadena de pensamientos que se devanan al acaso y sin meta fija, no tenemos motivo alguno para eludirlo; en efecto, si bien no podemos solucionarlo, si podemos des- echarlo, Segtin puede demostrarse, no es cierto que nos entregue- mos a un decutso de representaciones sin meta alguna cuando en el trabajo de la interpretacién de los suefios re- signamos nuestra reflexién y dejamos emerger las represen- taciones involuntarias. Es comprobable que no podemos renunciar sino a las representaciones-meta que nos son cono- cidas, y cuando ellas cesan cobran valimiento representacio- nes-meta ignoradas —o como decimos de manera imprecisa: inconcientes— que pasan a gobernar el determinismo del decurso de las representaciones involuntatias. Por més in- fluencia que ejerzamos sobre nuestra vida animica es im- posible establecer un pensar sin representaciones-meta; ¢ ignoro los estados de desorden psiquico en que semejante pensar podria establecerse.®* Los psiquiatras han renunciado 32 [Nota agregada en 1914:} Sélo més tarde he advertide que en este importante punto psicolégico E. von Hartmann sostiene la misma opinién: «En su elucidaciéa del papel de lo inconciente en la crea- cin artistica, Eduard von Hartmann (1890, 1, seccién B, capitulo V) ha formulado Ia ley de Ia asociacién de’ ideas guiada por repre: sentaciones-meta inconcientes en términos claros, aunque sin perca- tarse totalmente del alcance de esta ley. Se propone asi demosttar que “toda combinacién de representaciones sensibles, en caso de que no esté librada puramente al azar, sino destinada a evar 2 determni- nada meta, necesita de la ayuda de lo inconciente” [ibid., pég. 245], ¥y que el interés conciente por un determinado enlace de’ pensamie tos’impulsa a lo inconciente a buscar Ja, mds conveniente entre las innumetables representaciones posibles. “Es lo inconciente lo que ‘escoge con atreglo a los fines del interés, y esto vale para la asociacién de ideas en ef pensarmento abstracto, asi como en el representar Sen sible 0 en la combinacién artistica", y para la ocurrencia chistosa Uibid., pag, 247]. Por eso no es sostenible resttingit 1a asociacién de ideas a ia representacién provocadora y a la provocada, en el sen- tido de Ja pscologa,asocincionita pura. Un reuiceén tal “nica mente estaria de hecho justificada si en Ja vida del hombre se pre- sentaran estados en que él estuviera libre no slo de todo fin con- iente, sino también del imperio 0 la cooperacién de cualquier, in terés inconciente, de cvalquier talante, Pero es un estado que diff- cilmente haya existido alguna vez, pues aun cuando en apariencia uno deje librada totalmente al azar la serie de los pensamientos, 0 522 demasiado pronto a Ja solidez de Ja ensambladura psiquica. Yo sé que un discurrir sin reglas, carente de representacio- nes-meta, de los pensamientos no se presenta ni en el marco de la histeria o de Ia paranoia ni en Ja formacién o en la resolucién de los suefios. Quizd no se instale en ninguna de las afecciones psiquicas enddgenas; segiin una aguda con- jetura de Leuret (1834, pag. 131], aun los delirios de los ‘que sufren estados confusionales estén provistos de sentido y s6lo por sus omisiones se vuelven. incomprensibles para nosottos. He podido convencerme de esto cada vez que se me ofrecié la oportunidad de observarlos. Los delirios son Ia obra de una censura que ya no se toma el trabajo de en- cubrir su reinado, y que en vez de cooperar en una remodela- cién que ya no sea chocante elimina sin miramientos todo aquello que suscita su veto, con lo cual lo que resta se vuelve incoherente, Esta censura procede de manera en un todo andloga a la censura rusa de los petiédicos en la frontera: velando por los lectores, sélo deja llegar a sus manos los periédicos extranjeros cruzados por tachaduras en negro. Quizds en los procesos orgdnicos de destruccidn cerebral se presente el juego libre de las representaciones de acuerdo con un encadenamiento caprichoso de la asociacién; lo que en las psiconeurosis se considera tal puede esclarecerse siem- pte por Ja accién de la censuta sobre una setie de pensamien- tos que han sido empujados al primer plano por unas repre- sentaciones-meta que permanecen ocultas** Como signo inequivoco de asociacién exenta de cualquier representacién- meta se ha considerado al caso en que las representaciones (0 imégenes) emergentes aparecen unidas por los lazos de la Hamada «asociacién superficial», es decir, por consonancia, ambigiiedad de las palabras, coincidencia en el tiempo sin se abundone por completo a los suefos involuntarios de la fantasia, en un momento dado reinan en el énimo unos intereses principales, unos sentimientos decisivos y unos talantes diversos que en el mo- ‘mento siguiente, y en todos los casos ellos ejercen su influencia sobre la ascciacién de ideas” (ibid., pig. 246). “En los. suefios semicon- ientes s6lo se tienen aguellas’ representaciones que corresponden al interés principal (inconciente) del momento” (loc. cit,). La insisten cia en el influjo de los sentimientos y talantes sobre el libre curso de Jas ideas hace que el procedimiento del psicoandlisis aparezca com- letamente justificado también desde el punto de vista de la psico- fegla de Hartmann». (Pohoriles, 1913.) —~ Del hecho de que menudo se nos ocurre de pronto, impensadamente, un nombre del ‘que no pedfamos acordarnos, Du Prel (1885, pig. 107) infiere que existe un pensar inconciente, aunque dirigido a metas, cuyo resul- tado emerge de stibito a Ia ‘conciencia. 88 [Nota agregada en 1909:] Véase Ia brillante confitmacién de esta tesis obtenida por C. G. Jung (1907) mediante andlisis de ta dementia praecox. 523 relacién interna de sentido, todas Jas asociaciones que nos permitimos usar en el chiste y en el juego de palabras. Esta caracterizacién conviene a los enlaces de pensamiento que nos evan desde los elementos del contenido del suefio hasta los pensamientos intermedios, y desde estos hasta los ge- nuinos pensamientos oniricos; en numerosos andlisis de sue- ios hemos encontrado ejemplos de ello, que no pudieron menos que provocarnos extraiieza. Ningiin enlace era dema- siado laxo y ningéin chiste demasiado desdefiable como para que no estuviesen autorizados a constituir los puentes entre un pensamiento y otto. Pero la comprensién correcta de semejante tolerancia no tarda en alcanzarse. Toda vez que un elemento psiquico se enlaza con otro por una asociacién chocante y superficial, existe también entre ambos un enlace correcto y gue cala més hondo, sometido a la resistencia de la censura®* Presin de Ja censura, no cancelacién de las representacio- nes-meta: he ahi el verdadero fundamento del predominio de Jas asociaciones superficiales. Estas sustituyen en la figu- racién a las profundas cuando la censura hace intransitables tales vias normales de conexién. Es como cuando un impe- dimento general, por ejemplo el desborde de los rios, vuelve impracticables los caminos principales de una zona montafio- sa, los caminos amplios, y entonces el trinsito se mantiene por sendas incémodas y empinadas que de otto modo sélo holla- rfan los cazadores. Aqui pueden distinguirse dos casos que en lo esencial son uno, En el primero, Ia censura se dirige s6lo a Ia trabazén de dos pensamientos, cada uno de los cuales, por separado, no suscita su veto. Entonces los dos entran en la conciencia sucesivamente; su trabazdn permanece oculta, pero a true- que de ello se nos ocurre un enlace superficial entre ambos, en el cual de otro modo no habriamos pensado y que, por regla general, aborda el complejo de las representaciones {Vorstellungskomplex) desde un Angulo diverso del que parte 1a conexién sofocada, pero esencial. En el segundo ca- 50, los dos pensamientos atraen por si mismos a la censura a causa de su contenido; entonces ninguno de los dos aparece en su forma correcta, sino en una modificada, sustitutiva, y los dos pensamientos sustitutivos se escogen de tal suerte que reflejan, merced a una asociacién superficial, la conexién 34 [En el resto de esta obta Freud habla de «la censura de la resistencia». Una clarificacién ulterior de la selacién entre los con- ceptos de sresistencian y «censuran se enconttatd en la 29% de les Nuevas conferencias de introduccién al psicoanélisis (Freud, 19332), AE, 22, pigs, 13-6.] 524

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