Reino de Los Francos en La Época Merovingia
Reino de Los Francos en La Época Merovingia
Reino de Los Francos en La Época Merovingia
Al fallecer el rey Teoderico IV en 737, Martel estaba tan seguro de su poder que continuó gobernando los reinos
sin necesidad de proclamar un nuevo rey nominal hasta su muerte en 741. La dinastía fue restaurada nuevamente
en 743, pero en 751 el hijo de Carlos, Pipino el Breve, depuso al último rey merovingio, Childerico III, al que
encerró en un convento, y se hizo elegir rey entre los guerreros francos. Pipino tomó la precaución de ser coronado
en 754 por el papa Esteban II, en la abadía real de Saint-Denis, evento que le proporcionó una nueva legitimidad,
la de ser elegido por Dios, inaugurando la dinastía carolingia. Será especialmente a partir de la coronación imperial
de Carlomagno en el año 800, cuando la denominación historiográfica habitual del reino franco pasará a ser de
Imperio carolingio.
El bautismo de Clodoveo I Victorias de Carlos Martel contra
por san Remigio con el los sarracenos en Tours-Poitiers
milagro de la Santa Ampolla. (732), Grandes Crónicas de
Placa de encuadernación de Francia
marfil, Reims, último cuarto
del siglo ix. Amiens, museo de
Picardía. Reino de los francos en color
amarillo, al norte del Imperio romano
de Occidente.
Recreación de la
coronación de Pipino
el Breve el domingo 28
de julio de 754 por el
papa Esteban II, en la
abadía real de Saint-
Denis. Supuso el inicio
del gobierno de la
dinastía carolingia.
Índice
Historia general y personalidades
Origen
Las conquistas de Clodoveo I
Primera partición del regnum francorum
Segunda partición del regnum francorum
Clotario II y Dagoberto I
El lento declive de los merovingios: los «reyes holgazanes»
El ascenso de los arnúlfidas y los carolingios
Pipino de Heristal
Carlos Martel
Coronación de Pipino el Breve (754)
La realeza merovingia
¿La expansión del cristianismo a través de la realeza sagrada?
Las funciones del rey merovingio
Núcleo de tradición
Ley y paz, conquista y prosperidad
Domesticación del espacio
Rituales y elementos de legitimidad
La elevación del pavés
El circuito
El nombre
Reyes cabelludos
Organización del poder merovingio
Clientelismo y concepto mundium
Administración del palacio
Condes y obispos
Religión entre los merovingios
La iglesia merovingia
Organización
Lucha contra el paganismo
Sucesión entre los merovingios
Dificultades prácticas
Consecuencias políticas
Economía y administración bajo los merovingios
La vida cotidiana en época merovingia
Arte merovingio
Las necrópolis merovingias
En la mesa merovingia
La mesa y los cubiertos
El servicio de mesa
Las tradiciones
Los merovingios y la historiografía
Posteridad de los merovingios
Árbol genealógico simplificado
En la cultura popular
Véase también
Referencias
Bibliografía
Origen
La dinastía merovingia surgió de la aristocracia franca. Los francos, reunidos en liga desde el siglo iii d. C., se
habían ido asentando gradualmente en el noreste del Imperio romano, especialmente en la Galia Bélgica, donde se
arraigaron los antepasados de los merovingios. Desde los primeros años del Imperio, grupos migratorios más o
menos homogéneos no dejaron de moverse de este a oeste, empujados por el Imperio huno de Atila (395-453), y
atraídos en la Galia por la estabilidad de la Pax Romana. Los primeros francos entraron en el Imperio legalmente,
algunos se integraron en el ejército romano en el que podían esperar hacer una gran carrera, como Ricomero y
Arbogasto, otros se establecieron en el Imperio como colonos. Posteriormente, las migraciones francas en el norte
de la Galia se intensificaron con el declive de la autoridad romana y la caída del Imperio romano de Occidente.
Enriquecidas por su servicio a Roma, algunas grandes familias francas
adquirieron un poder local significativo. Una de ellas, la de Meroveo,
quien también fuera rey de los francos salios, padre de Childerico I y
abuelo de Clodoveo I, emergerá y establecerá la primera dinastía real
franca.
Los alamanes, un grupo de tribus germanas establecidas en el borde sur, medio e inferior del Elba y a lo largo del
Meno, centrados en Alsacia y en Eifel, amenazaban al nuevo reino con un ataque desde el este. Atacaron a los
francos ripuarios gobernados entonces por Sigeberto el Cojo y estos pidieron el auxilio de Clodoveo.
Conjuntamente los francos derrotaron a los alamanes en el año 496 en la batalla de Tolbiac. Los alamanes
abandonaron el curso superior del Rin, que fue ocupado por los francos ripuarios ante la ausencia de interés de
Clodoveo, que dejó todo a su aliado y eso le permitió recabar luego su ayuda, y la sus sucesores, estableciendo así
la hegemonía franca sobre ese pueblo.
Clodoveo se había casado en 492 con Clotilde, una princesa burgundia católica refugiada con su tío Godegisilo —
era hija del fallecido rey Chilperico II y sobrina del entonces rey Gundebaldo, que había asesinado a su padre y
ahogado a su madre—. La futura santa Clotilde convenció al rey de la conveniencia de convertirse al catolicismo y
este accedió tras la batalla de Tolbiac, en la que viéndose perdido habría invocado: «Dios de Clotilde, ven en mi
socorro». El rey franco se hizo bautizar por el obispo San Remigio, y en la Navidad de 496Nota 3 fue bautizado
solemnemente junto a una hermana suya y a tres mil de sus hombres y sus jefes en Reims,Nota 4 lo que concedió a
Francia el privilegio de ser llamada «Hija primogénita de la Iglesia». Al bautizarlo, según las piadosas tradiciones
referidas por Hincmaro y después por Guillermo el Bretón, un ángel habría llevado del cielo la Sagrada Ampolla,
con el óleo santo que se conservó cuidadosamente en Reims en un relicario de oro cerrado en cristal; el aceite que
contenía era inagotable pero parecía disminuir cuando la salud del rey se resentía. Fue un día grande y glorioso
para la Iglesia católica, y de enorme alegría para Clotilde, que veía realizados sus sueños de tantos años. Clodoveo
al tener buenos relaciones con la poderosa iglesia de Roma, se acercaba a sus súbditos galorromanos. Desde
entonces la nación francesa profesó la religión católica y todos los reyes
franceses desde Enrique I en 1027, se coronaron en Reims.Nota 5
Habiéndose asegurado la posesión de todo el norte de la Galia, desde el
Rin hasta el Loira, Clodoveo pudo dedicarse a la conquista de la rica
Aquitania, los territorios al sur del Loira dominados por los visigodos y su
rey Alarico II. Clodoveo pudo posiblemente usar su herejía como pretexto
(los visigodos se habían adherido al arrianismo) para hacerles la guerra: los
derrotó en la batalla de Vouillé en 507 expulsándolos hasta más allá de los
Pirineos, quedando en poder de estos la franja mediterránea de Septimania
y Provenza. El reino de los burgundios, aliado por su matrimonio con
Clotilde, así como la Provenza, todavía le separaban del Mediterráneo.
Teodorico, rey de los ostrogodos, no pretendía dejar que el reino de los
francos se extendiera hasta las puertas de Italia: Clodoveo I tuvo que
renunciar a la Provenza que Teodorico, para mayor seguridad, anexionó a
su propio reino.5 Esta rápida expansión del reino franco (latín, regnum
francorum) fue facilitada por su conversión al catolicismo que le aseguró el
apoyo de la aristocracia galo-romana y de la Iglesia católica. Instalará su Representación anacrónica del
capital en París alrededor del 507, aunque esta era solamente simbólica, ya bautismo de Clodoveo rociado en
que en ese momento el reino franco no tenía ningún tipo de administración. una pila bautismal. Sin embargo, el
bautismo por inmersión en una
Durante su largo reinado de treinta años (481-511), Clodoveo I no dudó en piscina del baptisterio permaneció en
eliminar cualquier obstáculo a su objetivo de expansión. Conquistó a la uso hasta el período carolingio.
mayoría o a todas las tribus francas vecinas a lo largo del río Rin y del río Lienzo del siglo xv del maestro de
Meno (francos ripuarios) y las incorporó en su reino. También emprendió Saint Gilles.
la incorporación de los laeti (asentamientos de bárbaros en el interior del
Imperio romano) dispersos por la Galia: los sajones de Bayeux, los alanos
de Armórica y los taifales de Poitou, por nombrar algunos de los más prominentes. Hacia el final de su vida,
Clodoveo I gobernaba en toda la Galia —excepto la provincia visigoda de Septimania y la ostrogoda de Provenza
y el reino de los burgundios en el sureste—, siendo por ello considerado como el fundador de la dinastía
merovingia. Cuando murió en 511, no había establecido su sucesión.
A la muerte de Clodoveo I, su reino fue dividido territorialmente entre sus cuatro hijos adultos de manera que se les
garantizaban a cada uno de ellos tierras con igual aprovechamiento fiscal (esto es, de recaudación de impuestos),
indicador de que esas tierras que una vez fueron parte del erario romano, ahora habían pasado al gobierno franco.
Los historiadores han considerado durante mucho tiempo que esa división demostraba que los pueblos germánicos,
y los francos en particular, consideraban el reino como patrimonio personal del rey y que la noción de Estado les
era desconocida. Pero el historiador Bruno Dumézil6 ha explicado, sin embargo, que la noción romana de «fisco»
no había desaparecido en ese momento y que los reyes merovingios llevaban una lista precisa de las tierras
«públicas».6 Para Dumézil6 —y también para Geneviève Bührer-Thierry y Charles Mériaux,7 — esa división no
debe entenderse como una división estricta del reino, y que los cuatro hermanos fueron reyes al mismo tiempo, y la
integridad del regnum francorum se conservaba en parte, lo que explicaría la relativa facilidad con la que ciertos
reyes merovingios consiguieron reunificar el reino tras la muerte de sus hermanos (de la que a veces ellos mismos
fueron responsables). Esto no era inusual, comparable la sucesión con las de algunos emperadores romanos como
la de Constantino I.
Los hijos de Clodoveo instalaron las capitales de sus cortes próximas entre sí, en el corazón del territorio de los
francos salios, en el noreste de la Galia, del siguiente modo, según Gregorio de Tours,:
Esta segunda división cuádruple del reino franco fue arruinada rápidamente por nuevas guerras fratricidas,
emprendidas en gran parte después el asesinato de Galswinta, la segunda esposa visigoda de Chilperico, alentado
por su amante (y tercera esposa) Fredegunda. La hermana de Galswinta, la esposa de Sigeberto de Austrasia,
Brunegilda, incitó a su marido a la guerra y el conflicto entre las dos reinas continuó envenenando las relaciones de
Austrasia y Neustria hasta el siguiente siglo. Gontrán I de Borgoña intentó mantener la paz entre sus parientes,
aunque también intentó por dos veces (campañas de los años 585 y 589) conquistar Septimania del poder de los
visigodos, pero fue derrotado ambas veces. Todos los hermanos supervivientes se beneficiaron de la muerte de
Cariberto, e incluso Chilperico I pudo también extender su autoridad hasta los rebeldes bretones. Después de la
muerte de Chilperico, Gontrán tuvo que someter otra vez a los levantiscos bretones.
En el año 587, el Tratado de Andelot —en cuyo texto se refiere explícitamente al regmum francorum por entero
como «Francia»— suscrito entre la reina viuda y regente de Austrasia, Brunegilda, y el rey de Borgoña, Gontrán I,
aseguró su protección y la de su joven hijo Childeberto II, que había sucedido a su padre asesinado en 575,
Sigeberto I, en Austrasia. Los territorios de Gontrán y de Childeberto II juntos eran más de tres veces más grandes
que Neustria, el pequeño reino gobernado por Clotario II, sucesor de Chilperico I. Durante este período, el
territorio de los francos adquirió el carácter tripartito que iba a mantener durante el resto de su historia, con luchas
por la primacía entre Austrasia y Neustria, actuando como mediador Borgoña.
Durante el breve reinado en Austrasia, Borgoña y Aquitania de Sigeberto II (r. 613), en minoría de edad, el cargo
cortesano de mayordomo de palacio, que había sido durante algún tiempo visible en los reinos merovingios, se
manifestó en toda su importancia en la política interna del reino, cuando una facción de los nobles borgoñones y
austrasios se unieron alrededor de los mayordomos Warnacario, Rado y Pipino de Landen, para unirse a Neustria
dando todo el poder a su rey Clotario II (584-629) y quitándoselo a Brunegilda, que ejercía de bisabuela regente de
Sigeberto II, al parecer, de forma odiosa para los nobles rebeldes. Los tres, Warnacario, Rado y Pipino fueron
recompensados con los cargos de mayordomos de los distintos reinos que conformaban un reino unido de nuevo
bajo el mismo rey, después de que el golpe de Clotario II tuviera éxito y mataran a Brunegilda y al pequeño rey de
diez años, Sigeberto II, en el año 613.
Clotario II y Dagoberto I
Inmediatamente después de su victoria, Clotario II (r. 613-629) promulgó el Edicto de París (614), que se ha visto
generalmente como una concesión a la nobleza, aunque esta visión ha sido revisada bajo críticas recientes. El
Edicto de Clotario intentó, sobre todo, garantizar el final de la corrupción en la justicia y el gobierno, pero también
reforzó las diferencias locales entre los tres reinos merovingios (Austrasia, Borgoña y Neustria) y probablemente
concedió a los nobles más control sobre los jueces (que eran nombrados por la propia nobleza local). Hacia el año
623 los austrasianos habían comenzado a solicitar un rey propio para su reino, puesto que Clotario II estaba muy a
menudo ausente de Austrasia y, debido a su educación y gobierno anterior en Neustria, era considerado más o
menos un forastero en la corte de Metz. Así, Clotario II asoció a su hijo Dagoberto I como rey de Austrasia y fue
debidamente aclamado por los guerreros austrasianos a la manera tradicional (elevado sobre sus escudos). No
obstante, aunque Dagoberto ejerció una verdadera autoridad en su reino, Clotario mantuvo el último control sobre
el todo el reino franco en su conjunto y al final de casi cincuenta años de conflicto, logró reunificar el reino de los
francos, no sin haber eliminado a los perturbadores y pretendientes al trono. Así reunió:
Austrasia: el este de la Francia actual, el este de la moderna Bélgica y las regiones renanas;
Neustria: el noroeste de la Francia actual (sin Bretaña);
Borgoña: la antigua Burgundia, es decir la actual Borgoña, el norte del valle del Ródano y el
Centro (Orleans).
El joven Sigeberto III (630-656) fue dominado durante su minoría de edad por el mayordomo de palacio de
Austrasia Grimoaldo I el Viejo, que convenció al joven rey, sin hijos, para que adoptase al suyo propio con el
nombre merovingio de Childeberto, como heredero del reino. Después de la muerte de Dagoberto I en 639, el
duque de Turingia Radulfo, se rebeló e intentó convertirse en rey. Derrotó a Sigeberto en lo que fue un serio revés
para la dinastía gobernante (640). El rey perdió el apoyo de muchos de los magnates austrasianos durante la
campaña y sin su ayuda se evidenció la debilidad de las instituciones monárquicas para afrontar con eficacia una
guerra; de hecho, el propio rey no pudo siquiera disponer de su propia escolta real sin la asistencia leal de los
mayordomos de la corte Grimoaldo y Adalgiselo. Fue por ello recordado a menudo como el primer roi fainéant
«rey holgazán»: no tanto porque eran reyes que «no hacían nada», sino por lo poco que lograron hacer, por
incapacidad o por falta de apoyo de sus súbditos. Ese apelativo tiene su origen en Eginardo, biógrafo de
Carlomagno, que los llamó así en su obra del siglo ix Vita Karoli Magni [Vida de Carlomagno], para legitimar la
toma de posesión carolingia y que pensaba que «no tenían de reyes más que el nombre». En realidad, su inacción
se explica principalmente por su debilidad e impotencia. A menudo eran reyes muy jóvenes a los que las disputas
familiares por el poder les dejaba una esperanza de vida muy baja, siendo juguetes de la aristocracia.
Por otro lado, en un contexto general de crisis económica en Occidente, las riquezas adquiridas por sus antecesores
habían disminuido considerablemente tras el cese de las campañas militares para extender el reino, por la evasión
de los impuestos y los gastos incurridos para superar las revueltas y comprar la fidelidad de los vasallos.
Clodoveo II, el sucesor de Dagoberto I en Neustria y en Borgoña que fueron reunidas bajo él mismo aunque
gobernadas por separado con distintas cortes, fue menor de edad durante todo su reinado. Estuvo dominado por su
madre regente Nantilde y por el mayordomo de palacio del reino de Neustria, Erquinoaldo. El sucesor de
Erquinoaldo, Ebroín, dominó el reino durante los siguientes quince años de casi constante guerra civil.
A la muerte de Sigeberto III (656), el mayordomo de palacio de Austrasia Grimaldo envió a Irlanda exiliado al hijo
de sangre del rey, el futuro Dagoberto II, mientras entronizaba en Austrasia a su propio hijo, adoptado por
Sigeberto, Childeberto. Ebroín, el mayordomo de palacio de Neustria, finalmente reunió los reinos merovingios
para el sucesor de Clodoveo II, Clotario III, matando a Grimaldo y a su hijo Childeberto el Adoptado en 661. Sin
embargo, los austrasianos exigieron de nuevo al rey Clotario III un rey propio para su reino, y Clotario III instaló a
su hermano menor Childerico II. Durante el reinado de Clotario III, los francos atacaron el noroeste de Italia, pero
fueron rechazados por el rey de los lombardos Grimoaldo en Rivoli, cerca de Turín.
La autoridad de los merovingios, por tanto, se debilitó durante ese período de pobreza y decadencia de la
monarquía, mientras se imponían gradualmente los mayordomos de palacio, major domus o magister palatii en
latín. Originalmente un simple intendente, el mayordomo del palacio se convirtió con el tiempo en el verdadero
administrador del reino, comparable al primer ministro a finales de la Edad Media, debido a su papel central en las
relaciones con la aristocracia franca. Habiendo salido de ella, de hecho, el mayordomo del palacio defendía
naturalmente los intereses de los nobles, lo que les valió a los titulares del cargo un prestigio creciente. Poco a
poco, el cargo de mayordomo del palacio consistió, en particular, en iniciar guerras, negociar acuerdos con los
países vecinos y nombrar obispos, duques y condes. De los tres mayordomos del palacio, el de Borgoña
desapareció muy pronto, y entonces comenzó la pelea entre los otros dos.
La aristocracia terrateniente de Austrasia, más poderosa que los grandes terratenientes de Neustria por estar más
alejados del rey y de la antigua administración romana, tenía ventajas en un estado basado casi exclusivamente en
la riqueza de la tierra. Una de esas familias austrasianas, los Pipínidas habían disfrutado en el norte del reino desde
hacía mucho tiempo de una situación que debían a la riqueza de sus tierras. Sus dominios eran numerosos,
especialmente en esa región mitad romana mitad germánica de la que Lieja, entonces una simple aldea, formaba el
centro y se extendía por la Hesbaye, el Condroz y las Ardenas; Andenne y Herstal eran sus residencias favoritas.
Los ricos matrimonios aumentaron aún más su ascendencia. Reinando Clotario II, Pipino I de Landen se había
aliado con el rey contra la vieja reina Brunegilda, y por ello había obtenido, hacia 624, la mayordomía del palacio
de Austrasia que ejerció hasta su muerte en 640. Su hijo Grimoaldo, consiguió el mismo cargo en 643, pero fue
ejecutado en 657 tras intentar usurpar el poder real; pero su nieto, Pipino II de Herstal —nacido de la unión de la
hija de Pipino de Landen y del hijo de Arnulfo de Metz— nombrado en 676 fue el primero en ejercer
verdaderamente la regencia en toda la monarquía franca. Entre Pipino, que representaba a los grandes austrasianos,
y el mayordomo de Neustria, Ebroín, que se mantenía fiel a la antigua concepción real, la lucha fue desigual y
triunfará Pipino. A partir de entonces, solo habrá un mayordomo de palacio para toda la monarquía y será la familia
de los Pipínidas la que lo proporcionara. En 717, un hijo de Pipino II, Carlos Martel, cobrará protagonismo al
convertirse a su vez en mayordomo de palacio de Austrasia.
Pipino de Heristal
Los reinados de Clodoveo IV y Childeberto III entre 691 y 711 tuvieron todas las características de los de los rois
fainéants (reyes holgazanes), aunque Childeberto en funciones de juez supremo del mandato realizó juicios en
contra de los intereses de sus supuestos amos, los Arnúlfidas.
Carlos Martel
Cuando falleció Pipino de Heristal en 714, el reino se hundió en una guerra civil y los duques de las provincias
periféricas se desvincularon de la influencia de los pipínidas. El sucesor designado de Pipino en la mayordomía de
palacio bajo su viuda Plectruda fue Teodoaldo, que se opuso inicialmente a la tentativa del rey Dagoberto III de
designar a Ragenfrido como mayordomo de palacio en todos los reinos merovingios. Cuando falleció Dagoberto
III en 1715, los neustrianos convirtieron a un oscuro monje llamado Daniel en rey merovingio que se impuso
dificultosamente bajo el nombre de Chilperico II.
Poco antes de morir en octubre del 741, Carlos Martel dividió el reino entre los dos hijos que había tenido con su
primera esposa como si fuera un rey, marginando a su hijo menor Grifón, que recibió una pequeña porción (se
desconoce exactamente cual). Aunque no se había designado un nuevo rey desde la muerte de Teodorico IV en
737, los hijos de Carlos, Pipino el Breve y Carloman seguían siendo solo mayordomos de palacio, pero asumiendo
el estatus real, y, tal y como habían hecho los reyes merovingios, se dividieron el territorio: Carlomán obtuvo
Austrasia, Alemannia, y Thuringia, y Pipino, Neustria, Provenza, y Borgoña. Es indicativo de la autonomía de
facto de los ducados de Aquitania (gobernada por Hunaldo) y Baviera (bajo Odilón) el hecho de que no fueran
incluidos en la división del regnum.
Sin embargo, Bonifacio, hijo sumiso del papado en su calidad de anglosajón, no se puso a trabajar hasta que
solicitó y recibió el asentimiento y las instrucciones de Roma. Se encontró así, gracias a sus relaciones con el
mayordomo del palacio, el intermediario natural entre este último y el papa. Ahora, necesitando cada uno de ellos
al otro, solo querían acercarse. Pipino, ya un rey de facto, aspiraba a serlo en derecho. Pero dudaba en quitarle la
corona a su legítimo poseedor, en quien aún vivía una larga tradición dinástica. Para llevar a cabo el golpe de
Estado era necesario ampararse en la máxima autoridad moral que existiera, obteniendo la aprobación del pontífice
romano. El papa, ante una situación insostenible, también necesitaba a Pipino. En efecto, había llegado el momento
de romper con el emperador bizantino, cuyo cesarismo herético se volvía cada vez más arrogante, y que dejó, por
impotencia o mala voluntad, que los lombardos avanzaran hacia las puertas de Roma (el rey lombardo Aistulfo
también tomará el exarcado de Rávena en 751).
La alianza se concluyó fácilmente. En 751, los diputados de Pipino fueron a preguntar gravemente al papa Zacarías
si no era apropiado que el título real perteneciera más a quien ejercía la autoridad suprema que a quien poseía solo
la apariencia de ella. No menos gravemente, el papa corroboró su opinión sobre este punto de la moral política.
Unas semanas más tarde, Pipino fue proclamado rey por una asamblea de grandes. El último descendiente de
Clodoveo I, Childerico III, fue tonsurado y enviado a un monasterio donde terminó sus días. La fecha de su muerte
es desconocida. Quizás nunca desapareció una dinastía en medio de tanta indiferencia y después de un golpe de
Estado más fácil.
Para asegurar su legitimidad, Pipino fue coronado rey en 754, en Saint-Denis por el papa Esteban II. Su
coronación marcó posteriormente el advenimiento de la dinastía de los carolingios.
La realeza merovingia
El bautismo de Clodoveo I simbolizaba la conversión de los francos al cristianismo, promoviendo la fusión de ese
pueblo germánico con el pueblo galorromano. Este acontecimiento aparece como el origen de la sagrada
monarquía de los reyes de Francia y, por tanto, como uno de los orígenes de la nación francesa (cf. el título de Fils
aîné de l'Église [Hijo Mayor de la Iglesia] llevado por los reyes de Francia ).8
Los reyes merovingios, sucesores de Clodoveo I, seguían siendo poseedores de una cierta sacralidad, aunque no se
beneficiaron del ritual clerical de la consagración (sacre), a diferencia de los reyes visigodos o de los reyes
carolingios. Régine Le Jan dice que no hay que reducir esta sacralidad a su dimensión mágica y pagana (el heil),
pero todavía existía, en el siglo vi en particular, la posibilidad de una sacralidad cristiana no controlado por parte
del clero. Esta sacralidad se expresa en las funciones asumidas por el rey merovingio y se manifiesta en múltiples
rituales.9
El siglo vii fue para Europa y para Francia un período de penetración y expansión cristianas. La evangelización de
las ciudades y de los medios aristocráticos en los que los obispos estaban directamente involucrados, y la de las
campiñas en pleno crecimiento demográfico, favoreció, en particular gracias a los desbroces realizados a partir de
las fundaciones monásticas, la multiplicación de los lugares de culto (monasterios merovingios) que rápidamente se
convirtieron en centros de altos estudios sagrados, desarrollando la red parroquial, los dominios rurales de alguna
importancia teniendo al menos desde el siglo viii su iglesia propietaria).10
Núcleo de tradición
Al igual que otros pueblos germánicos del siglo v, la institución real nació
entre los francos por el contacto con Roma. La necesidad de un
interlocutor que ejerza la autoridad y la influencia del modelo romano
produjeron una nueva forma de organización política. Los diversos pueblos
germánicos, fragmentados y multiétnicos, construyeron su cohesión
cristalizando su identidad en torno a una figura real que actuó como
«núcleo de tradición» (Traditionskern).9 Así, los francos existieron desde
el momento en que un jefe se llamó a sí mismo «rey de los francos» (rex Ary Scheffer, Batalla de Tolbiac.
francorum) y que propuso a sus seguidores aceptar su propia ascendencia
(que se remontaría a un pasado mítico) como la del pueblo en su totalidad.
El rey extraía de sus antepasados, históricos o míticos, un poder carismático, el heil, que mantendrá a través de sus
victorias bélicas y que legitimará su posición. La institución real se colocó entonces por encima de los grupos de
parentesco y jefes de linaje, pretendiendo así asegurar su cohesión y prosperidad.
A estas funciones sagradas se agregan los rituales que afirmaban la legitimidad del rey para gobernar.
El circuito
Tradicionalmente, el nuevo rey debía circular por su reino, montado en una carreta tirada por bueyes. Ese ritual del
circuito simbolizaba la toma de posesión del territorio dentro del cual el rey multiplicaba las fuerzas de producción
y de fertilidad.9 Eginardo, fiel y biógrafo de Carlomagno, se burlaba de ese rito arcaico: en su empresa por
desacreditar a la dinastía merovingia, describió a los reyes que se movían
constantemente revolcándose en una carreta de bueyes y forjó la imagen de
reyes holgazanes. Se trataba, sin embargo, de un rito de fertilidad muy
antiguo del que ya se puede encontrar testimonio en el libro Germania de
Tácito.
El nombre
Entre los reyes francos, la elección, simbolizada por la elevación del pavés, Representación tradicional de un rey
se combinaba con la herencia, manifestada por la transmisión del nombre perezoso en su carro de bueyes.
Litografía de H. Grobet sacada de
dinástico. Muy rápidamente, los reyes merovingios transmitían los nombres
una Histoire de France ilustrada
completos de sus antepasados a sus hijos:9 el nombre era tanto una
(ediciones Émile Guérin, 1902).
herramienta de identidad como un programa político. Así, los hijos de
Clodoveo I (Clodomiro y Clotario I) dieron el mismo nombre burgundio a
sus propios hijos (Gunthar/Gontran) para apoyar su toma de control de
Burgundia. Afirmaban la legitimidad de su dinastía en ese nuevo territorio
vinculándolo a un antepasado de los reyes de los burgundios. De la misma
forma, en 715, cuando se trataba de sacar al clérigo Daniel de su
monasterio para convertirlo en rey merovingio, pasará a llamarse
Chilperico II y se ocuparan de que le crezca el pelo, otro elemento de
legitimidad.
Reyes cabelludos
El simbolismo del cabello largo, sede del poder sagrado y de fuerza, está
presente en la tradición bíblica. En el Antiguo Testamento se lee que la
consagración a Dios implicaba la renuncia al corte de pelo.9 Es este
mismo simbolismo el que se expresa cuando el juez Sansón pierde su
fuerza sobrehumana después de que Dalila le cortara el pelo. Si el llevar el El último de los merovingios.
pelo largo entre los francos era muy anterior a la conversión al cristianismo, Óleo sobre lienzo de Évariste-Vital
9
el historiador Régine Le Jan explica que fue Gregorio de Tours quien Luminais, siglo xx.
confirió todo su peso simbólico a esta larga cabellera, al crear la imagen de
los «reyes cabelludos» (reges criniti11 ) y al inscribir a los merovingios en
la filiación de los reyes del Antiguo Testamento.12 Pipino el Breve no descuidará la fuerza de este símbolo y
cuando decida deponer al último merovingio, Childerico III, con la aprobación de los papas Zacarias y Esteban II,
no dejará de hacer que le tonsuren.
El regnum francorum merovingio se apoyaba principalmente en una red de lealtades. Los reyes distribuían tierras,
rentas y cargos «públicos» (el más común era el de conde) desde el tesoro real (el fisco, un concepto tomado de la
romanidad) para recompensar a los aristócratas fieles y asegurar su apoyo. La tesorería real, tanto privada como
pública (porque el rey era una emanación del pueblo), había reemplazado así a los «bienes públicos» de la época
romana, evolución que sentó las bases del vasallaje.
El régimen de la clientela, heredado del Imperio romano, incitaba a los débiles a ponerse bajo la protección
(mundium o mainbour) de un poderoso a cambio de su libertad o de sus independencia. Este proceso llamado
«recomendación» exigía del protegido que sirviese a su protector de acuerdo con un contrato sinalagmático.13 El
padre de familia protegía a sus hijos de su mundium hasta que llegaban a la edad adulta. Las hijas permanecían
bajo el mundium de su padre hasta su matrimonio, transmitiendo al marido el deber de protección. A diferencia de
la ley romana, que requiere que el padre de la novia pagase una gran dote, el derecho merovingio establecía que la
mayor transferencia de propiedad era del novio al padre de la futura esposa. También establecía que un tercio de
los bienes del novio (la tertia14 una parte de la herencia) volvieran a su esposa tras su muerte. «No se trata de
comprar a su prometida: esta suma sella el vínculo entre las dos familias y marca el consentimiento del padre».14
El palacio también albergaba en su interior a la guardia personal del rey (la «truste»), formada por sus guerreros
más fieles («antrustions» o «leudes»), así como los nutriti (literalmente, 'alimentados') en la época de Dagoberto, es
decir, a los hijos de las grandes familias aristocráticas que habían sido enviados a la corte del rey para ser formados
y, que a menudo, ocuparan allí una posición importante durante un largo tiempo.
Condes y obispos
El poder local era conferido a los condes (comes o «compagnon» del rey), designados por el rey e instalados en las
grandes ciudades. El conde dirigía una circunscripción formada por varios pagi (de los que deriva «pays»), una
división heredada del Imperio romano, y constituía un verdadero relevo del poder. Sus funciones fueron diversas:
convocaba a los hombres libres para el ejército real (la hueste, ost), recaudaba ciertos impuestos y presidía la corte
del condado (el mallus) en nombre del rey. El cargo de conde prometía un futuro brillante: sobrevivió a lo largo de
la Edad Media y sus titulares afirmaron su independencia siempre que fallaba el poder central. Así, a partir del
período merovingio, ciertos condes formaron dinastías reales y se volvieron incontrolables, especialmente en las
regiones periféricas del reino. Parte de la aristocracia del reino constituía entonces una nobleza hereditaria. Al final
del siglo vii, el título de duque de los francos, o dux francorum, podía venir a oficializar la dominación de un
aristócrata sobre un vasto territorio (varios condados o una región entera como Austrasia); varios Pipínidas llevaron
el título de duque.
En cada ciudad, junto a los condes, también estaban los obispos, oficialmente elegidos libremente por sus
conciudadanos, pero cuya elección requería, de hecho, el consentimiento del rey. Además de su total competencia
en materia de confección del derecho de la Iglesia (en el seno de los concilios ), a los obispos se les encomendaron
importantes responsabilidades civiles en las ciudades en las que ostentaban el cargo. Fueron un eslabón importante
en la administración del reino merovingio.
La iglesia merovingia
Los soberanos merovingios, que afirmaban tener orígenes divinos y un parentesco con Cristo,17 reconocieron
muy rápidamente el potencial de la Iglesia: de hecho, Clodoveo I vio en ella un formidable instrumento de
legitimación de su reinado en un mundo donde el cristianismo tendía a reemplazar la legalidad romana. De hecho,
después de su bautismo, afirmó su autoridad sobre los obispos durante el Primer Concilio de las Galias en 511,
reuniendo así a las iglesias bajo su autoridad.18
La historia de la Iglesia franca desde el 600 hasta la muerte de Pipino el Breve (768) se desarrolla en tres períodos:
durante el primero, mientras los reyes merovingios perdían uno tras otro la dirección de su reino, la antigua forma
de vida eclesial de la Galia romana desaparecía poco a poco, y comenzaban a aparecer centros religiosos como la
abadía de Saint-Denis, cerca de París. El segundo período, cuando los mayordomos de palacio ejercían el poder,
vio disolverse rápidamente toda la vida eclesial organizada; ya no hubo sínodos ni concilios, y las abadías y
obispados se secularizaron. Durante el tercer período, bajo Carloman y Pipino, se manifestaron claramente una
auténtica renovación de la disciplina y un deseo de reforma: Pipino fue el verdadero fundador del reino franco; fue
el primero en proponer los objetivos, los ideales y los métodos de gobierno que su hijo Carlos tenía que llevar al
más alto grado de perfección. Al final de ese período de transición, ubicado entre los últimos años del Imperio
romano y el surgimiento de la monarquía franca, la Iglesia de la Galia cambió de estatus: de ser solo al principio
una extensión del cristianismo romano a lo largo de las rutas y los ríos de la Galia meridional, se convirtió
posteriormente en una iglesia regional más territorial, gobernada directamente por el rey.19
Organización
En los primeros días del período merovingio, la Iglesia y el Estado no estaban realmente separados: la autoridad de
los obispos estaba vinculada a la del rey y viceversa.
La organización y la administración de la Iglesia estaba entonces gobernada por los obispos, que residían en las
«cités» o las grandes villas, con las que el cristianismo había formado un estrecho vínculo: la presencia de un
obispo en estos lugares hacía de ellos una villa. Desde el siglo iv, los obispos no solo asumieron el poder pastoral
en sus diócesis, sino que también se convirtieron en poderosos señores temporales, representantes y protectores de
su comunidad.20 Estos obispos tenían un dominio absoluto sobre las finanzas y el clero de su diócesis, así como
sobre los dominios pertenecientes a sus iglesias y, a medida que el poder central se debilitaba, estos obispos
emergieron como la única fuente verdadera de autoridad y se convirtieron en los verdaderos gobernantes del país,
manteniendo ese papel bajo los primeros reyes merovingios, que no tenían ni los recursos ni la organización
propios de una sociedad civilizada. Gobernaron las «cités», impartieron justicia y remediaron las calamidades
públicas.
A nivel local, se siguieron fundando iglesias a medida que se extendía la influencia cristiana, desde los ejes
carretereros y fluviales hacia las zonas rurales. Al final del siglo vii, la Galia era en su mayor parte cristiana, la
Iglesia tenía entonces al menos una cuarta parte de la tierra cultivada, pero no del todo: de hecho, aparte de algunas
iglesias en las grandes "ciudades" y de los monasterios, la vida religiosa era de una gran simplicidad. el sacerdote
servía en una iglesia privada durante toda su existencia y, por lo tanto, solo necesitaba un bagaje de conocimientos
limitado, como la legislación religiosa sobre el matrimonio y el incesto. Sus deberes eran principalmente decir misa
y bautizar. En ese momento, los cónyuges aún no estaban obligados a que un sacerdote bendijera su matrimonio,
aunque esa práctica era común. Es probable que el sacerdote no tuviera contacto con la autoridad superior hasta la
ocasión de la reunión anual del sínodo en la catedral durante la Semana Santa, durante la cual obtenía los santos
óleos para el año. Las visitas episcopales serían raras, si no desconocidas.
El paganismo persistió durante mucho tiempo, al igual que muchas ceremonias supersticiosas, así como la brujería
heredada de un pasado celta o romano. En ese momento, todo obispo conscientemente dedicaba una parte de su
vida a la predica apostólica y, aunque solo él, según la tradición y el derecho canónico, tenía el derecho y el deber
de exponer los artículos de fe, se veían abades y sacerdotes celosos de evangelizar a los habitantes de regiones
lejanas y no civilizadas.21 El rey Childeberto I, mediante un decreto emitido en 554, prohibirá la adoración de
ídolos en su reino.22 23 Casi al mismo tiempo, Procopio de Cesarea dirá de los francos:
Estos bárbaros tienen una forma de ser cristianos que les es propia; aún observan varios usos de la
idolatría antigua, y ofrecen, para conocer el futuro, sacrificios impíos y víctimas humanas.
Ces Barbares ont une manière d'être chrétiens qui leur est propre ; ils observent encore plusieurs usages
de l'ancienne idolâtrie, et offrent, pour connaître l'avenir, des sacrifices impies et des victimes
humaines
Procopio de Cesarea24 25
El reino franco era considerado según la tradición germánica como un bien patrimonial, es decir que el reino
constituía el dominio familiar del rey. Ya no existía ninguna distinción entre el Estado, su persona y su propiedad.
Por lo tanto, las victorias militares daban como resultado un aumento de la propiedad familiar del rey. Y los repartos
tras el fallecimiento del rey daban lugar a divisiones territoriales, segregaciones y redistribuciones, reunificaciones y
nuevas particiones, en un proceso que originaba asesinatos y guerras entre las distintas facciones. La división se
basaba en la ley sálica germánica. Esta ley excluía a las mujeres de la herencia mientras hubiera herederos varones.
Por ello a la muerte del rey, el reino se dividía entre sus hijos varones, incluso aunque una mujer pudiera heredar un
dominio en plena posesión y no simplemente como usufructuaria. El título de rey de los francos o Rex Francorum
en latín, es genérico. Se transmitía de padres a hijos, de una generación a otra, en la misma familia, la de los
merovingios.
No obstante, conviene saber que la expresión «ley sálica» ha designado dos realidades muy diferentes:.
En la Alta Edad Media, se trataba de un código de leyes desarrollado, según los historiadores,
entre el comienzo del siglo iv y el vi para el pueblo de los francos llamados «saliens», de los que
Clodoveo I fue uno de los primeros reyes. Ese código, redactado en latín, y con importantes
préstamos del derecho romano,27 entre otras cosas, establecía las reglas a seguir en materia de
herencia dentro de ese pueblo.
Varios siglos después de Clodoveo I, durante el siglo xiv, se exhumó un artículo de ese código
sálico, aislado de su contexto, que fue utilizado por los juristas de la dinastía real de los Valois
para justificar la prohibición hecha a las mujeres de suceder en el reino de Francia derivada
directamente a partir de los francos. Por tanto, al final de la época medieval y moderna, la
expresión ley sálica designaba las reglas de sucesión al trono de Francia. Esas reglas también se
imitaron en otras monarquías europeas. La evicción de las mujeres del poder por esta ley ligada a
una tradición franco merovingio, luego carolingia, ha sido celebrada o criticado desde el
siglo xiii.28 29
Dificultades prácticas
Por lo tanto, la partición del reino creó conflictos fratricidas dictados por la avidez que generalmente fueron
seguidos por asesinatos en serie o guerras entre reinos hermanos. Fustel de Coulanges ve en esta realeza
merovingia «un despotismo templado por el asesinato».30
Cuando Sigeberto se casó con Brunegilda (una mujer considerada hermosa, inteligente…), su hermano, celoso, se
casó con Galswinta, la hermana de Brunegilda, quien terminaría estrangulada en su cama por la amante y futura
esposa de Chilperico, Fredegunda. Por ello el odio se instalará entre las dos parejas. Los territorios francos pasarán
de mano en mano. Finalmente, Sigeberto y Chilperico serán asesinados por Fredegunda. Las dos reinas, ambas
tutoras, se enfrentarán matando a sobrinos, primos y tíos para poner a sus respectivos hijos en el trono.
El odio que Fredegunda y Brunegilda se dedicarán entre sí agravará la división Austrasia-Neustria. Hará que el
reino pierda toda unidad y ralentizará el desarrollo de la dinastía merovingia. Las disputas familiares también
beneficiarán a los mayordomos del palacio. Estas guerras van a empobrecer a los reyes mientras que los
mayordomos del palacio se enriquecerán y así se beneficiarán de un poder creciente que los llevará al trono con la
llegada de Pipino el Breve.
Gracias a este comercio regular que mantuvo entre la población una importante circulación de bienes y de dinero,
la tesorería del rey, abastecida por los tonlieux —impuesto que gravaba la exposición de bienes en los mercados.
—, disponía de importantes recursos, al menos tan considerables como los que obtenía de los ingresos de los
dominios reales y de los botines de guerra.
Los funcionarios importantes, elegidos entre los grandes, mostraban una singular independencia con respecto al
poder, y solían recaudar el impuesto no para el conde sino solo para su beneficio personal. El debilitamiento de la
antigua administración romana, aislada de Roma, y de la que el rey apenas conservaba los últimos vestigios,
permitió a la aristocracia de los grandes terratenientes tomar, frente al rey y
en la sociedad, una posición cada vez más y más fuerte. Fue sobre todo en el
noreste, en Austrasia, donde la romanización había sido casi completamente
borrada, que se aseguó, desde el siglo vii, su preponderancia.
La relación que se establecía entre los poderosos y los débiles no era simplemente una cuestión de la relación
económica entre un propietario y su tenente. Nacida de la necesidad de una jurisdicción territorial, creaba entre
ellos un vínculo de subordinación que se extiende a toda la persona. El contrato de recomendación, que apareció
desde el siglo vi, da al protegido el nombre de vasallo (vassus) o de servidor, al protector el nombre de anciano o
de señor (senior). El señor estaba obligado no solo a proveer para la subsistencia de su vasallo, sino también a
brindarle socorro y asistenciade una manera permanente y a representarlo en la justicia. El hombre libre que se
recomienda a sí mismo conservaba la apariencia de libertad, pero de hecho se había convertido en un cliente, un
sperans del senior.
Este protectorado que el señor ejercía sobre los hombres libres en virtud de la recomendación, lo ejercía con
naturalidad también y con más intensidad sobre los hombres que pertenecían a su dominio, los antiguos colonos
romanos apegados a la gleba (tierras de cultivo) o los siervos descendientes de esclavos romanos o germánicos en
que la persona misma, en virtud de su nacimiento, era de su propiedad privada. Sobre esta población dependiente,
tenía una autoridad tanto patriarcal como patrimonial que en conjunto derivaba de la justicia de paz y de la justicia
territorial. Al principio, solo hubo una simple situación de hecho. Desde el siglo vi, el rey acordaba, en número
cada vez mayor, privilegios de inmunidad que se otorgaban a un gran propietario (la mayoría de las veces a una
propiedad eclesiástica) de la exención del derecho de intervención de los funcionarios públicos en su dominio. Por
tanto, el inmunista fue sustituido en su tierra por el agente del reino. Su competencia, de origen puramente privada,
recibía un reconocimiento legal. Sin embargo, es delicado afirmar que el Estado capitulaba ante el inmunista,
porque la competencia de este último emanaba del rey y se ejercía en su nombre.
De la jurisdicción directa del rey, que originalmente se extendía por todo el dominio del reino, al final del período
merovingio solo quedaban territorios modestos. Pedazo a pedazo, fue cedida efectivamente a la aristocracia para
comprar su fidelidad. Las continuas particiones de la monarquía entre los descendientes de Clodoveo I, la
separación y la reunión alternativas de los reinos de Neustria, Austrasia y Borgoña, la continua reorganización de
las fronteras y las guerras civiles que la siguieron, fueron para los grandes una excelente ocasión para mercadear su
devoción a los príncipes a quienes la necesidad de la s herencias llamaba a reinar sobre ellos y quienes, para
asegurar la corona, estaban listos sacrificar el patrimonio de la dinastía.
Por primera vez, aparecerá una oposición entre la aristocracia de Neustria y los grandes de Austrasia. El
advenimiento de la aristocracia trajo naturalmente a primer plano las influencias locales.
La conquista del Mediterráneo por los musulmanes precipitaría la evolución política y social que se anunciaba.
Hasta entonces, en medio de una sociedad que se deslizaba hacia el régimen de propiedad señorial, las ciudades se
habían mantenido vivas a través del comercio y con ellas una burguesía libre. En la segunda mitad del siglo vii,
cesó todo comercio en las costas del Mediterráneo occidental. Marsella, privada de barcos, se desvaneció, y todas
las ciudades del Sur, en menos de medio siglo, decayeron. En todo el país, el comercio fue disminuyendo y la
burguesía encogía con él. Se ven menos comerciantes profesionales, menos circulación comercial y, como
resultado, los tonlieux casi dejaron de abastecer la tesorería real, incapaces de cubrir los gastos del gobierno.
Por tanto, la aristocracia representaba la única fuerza social. Frente al reino empobrecido, poseía, junto con la tierra,
riqueza y autoridad; solo le quedaba tomar el poder.31
El modo de vida habitual de la población rural consistía en pasar toda la vida en la misma aldea, trabajando
diariamente de la salida a la puesta del sol, excepto los preceptivos de domingo y festividades de la cristiandad. Si
llegaban a la madurez, se casaban y producían hijos casi anualmente (pues la tasa de mortalidad infantil era muy
alta). Para los niños que conseguían sobrevivir a sus primeros meses, la esperanza de vida era substancialmente
más baja que en la actualidad (50 años era un valor típico para la esposa de un granjero, por ejemplo).
El conocimiento que la mayoría de los seres humanos tenía del mundo más allá de su iglesia era escaso: conocían
el camino hasta su iglesia más próxima y a los lugares circundantes de su aldea o granja solamente. De los sucesos
que ocurrían a distancias más grandes, la mayoría no tenía ninguna noción, pues un obstáculo adicional era la
ausencia de caminos transitables, excepto los que habían sido puestos antes por los romanos, que poco a poco se
fueron olvidando por falta de mantenimiento y tránsito. Además, la población simple no sabía leer ni escribir, por lo
que no pudieron producir ningún documento ni aprehenderlo (con el conocimiento de tales documentos la
población llana habría podido experimentar lo que ocurría en su mundo). El trabajo que los granjeros realizaban
sobre el terreno se hacía de la misma manera que como sus padres, antes que ellos, lo habían hecho. No había otra
escuela para los granjeros que el trabajo realizado antes por sus padres.
Las cifras exactas sobre el número de habitantes en esta época de la Alta Edad Media, no son bien sabidas pues no
hubo censos hasta mucho más tarde, de modo que los historiadores dependen de valoraciones. Estas dan lugar
(hacia el año 800, en el momento de máximo esplendor y antes de las divisiones carolingias) a un número
aproximado de entre 12-13 millones de habitantes en todo el territorio franco (los solares de la actual Francia, el
Benelux, Suiza, la antigua Alemania Occidental y la mitad norte de Italia), con una densidad media de
aproximadamente 8 habitantes por kilómetro cuadrado, si bien había zonas escasamente pobladas: a diferencia de
Italia o Provenza, que estaban intensamente romanizadas, la zona de lengua alemana (parte de Suiza y la antigua
Alemania Occidental de hoy, Holanda y Luxemburgo) estaba escasamente poblada, con unos dos millones de
habitantes y una densidad aproximada de cuatro a cinco habitantes por kilómetro cuadrado.
Arte merovingio
Fue un arte prerrománico que se caracterizó por el uso de la piedra y el ladrillo
(en arquitectura) con construcciones sencillas. El arte característico de este
período es la orfebrería. También desarrollaron la pintura mural sobre frescos
y las miniaturas. Se conservan muy pocos vestigios y muestras de arte
merovingio.
En general, los estudios muestran que la gente estaba sana y fuerte durante
esos tiempos, y rara vez tenían carencias alimentarias.
Las tumbas de los niños eran relativamente comunes y, al igual que las de
los adultos, contenían diferentes tipos de muebles. En ese momento, los
niños no se bautizaban hasta los tres o cuatro años, cuando se tenía la
certeza de que el niño gozaba de buena salud y viviría, porque un bautismo
era muy caro. Los niños que morían sin ser bautizados eran, por tanto,
enterrados como no cristianos, fuera del recinto sagrado.[cita requerida]
Fíbulas merovingias.
En la mesa merovingia
Se puede ver una cierta continuidad en la forma de comer y los «modales
en la mesa» de los merovingios en comparación con el mundo romano (ver
Cocina de la antigua Roma). Por ello se puede decir que los primeros
merovingios mantuvieron este arte de mesa «à la romaine». De hecho, se
encuentran las mismas características de los comedores de la élite que
estaban ricamente decorados, en las paredes y en los suelos. Sin embargo,
los merovingios tenían diferencias en esta área.32
Las mesas se colocaban con cuidado y, sobre todo, de acuerdo con reglas
precisas que podían variar. Cubierta con un mantel blanco, la mesa tenía
una forma cuadrada, ovalo rectangular, que se sostenía con la ayuda de Necrópolis merovingia de Civaux
caballetes sobre los que se colocaba una plancha (a veces más); eso les (Francia, Poitou-Charentes).
diferenciaba de los romanos que tenían su mesa fija. Había muchos
invitados alrededor de esta mesa «volante». Estas personas estaban
sentadas en bancos y taburetes alrededor de la mesa.
Cada persona en la mesa tenía una cuchara y un cuchillo, pero no un tenedor, ya que este aparecerá más tarde. El
material del servicio era variado, pudiendo encontrarse servicios en madera, mármol, oro, plata y en tierra sigilada;
también una cerámica vidriada roja característica del servicio de la antigüedad romana. Otro aspecto de la mesa
merovingia era que no había un plato individual sino un «tranchoir» ('rebanador'), es decir, un trozo de pan que se
utilizaba como plato.
El servicio de mesa
solo se llevaba un plato a la mesa para todos los invitados, que era un plato común enorme, cuyo
mejor lado se dirigía a los invitados más importantes. Por tanto, existían desigualdades entre los
invitados.
los sirvientes llevaban varias comidas al mismo tiempo.
Según el Decem Libri Historiarum de Gregorio de Tours, se podría concluir que había cuatro servicios. El orden
de estos servicios era el siguiente:
Las tradiciones
Antes de sentarse a la mesa, los invitados se lavaban las manos y una persona de la iglesia bendecía la comida en
cada servicio. Fuera de la mesa, los «entremets» tocaban música y mantenían ocupados a los invitados, ya que la
comida podía durar varias horas. Los merovingios tenían cierta actitud en la mesa.
Así, presentó a los merovingios como reyes que no teniendo nada que
hacer, no habiendo fait néant, es decir, sin un acto notable; lo que los
historiadores del siglo xix traducirán como holgazanes (fainéants) y que la
imagen transmitida, y burlona, por Eginardo de reyes que se desplazaban
en carro tirado por bueyes no ayudó. Sin embargo, entre los francos, era
una vieja costumbre que el nuevo rey pasara por sus tierras en un carro
tirado por bueyes, para conocer su reino por un lado, pero también para
favorecer con su poder mítico, el rendimiento agrícola. de las tierras.
Éginhard, Vita Caroli magni
Asimismo, en una época carolingia en la que la moda era llevar el pelo
imperatoris (Vie de Charlemagne).
corto, presentar a los merovingios como reyes que no se cortaban el pelo Letra inicial V historiada: Carlomagno
también transmitía esa idea de holgazanería. Sin embargo, también aquí el sentado. Abadía de Saint-Martial de
pelo largo era, entre los pueblos germánicos, un signo de poder y cuando Limoges, hacia 1050 (?). BnF,
Pipino el Breve depuso al último rey merovingio, se cuidó mucho de Manuscritos, Latin 5927 fol. 280v.
tonsurarlo, más para quitarle un último atributo de su poder cuasidivino y
mostrar así que era incapaz de reinar que por aplicarle la tonsura monástica.
En el siglo ix, en un momento en el que toda mística pagana del rey germánico estaba un poco olvidada, Eginardo
pudo recuperarla en una empresa de propaganda que ha funcionado bien, ya que, incluso hoy en día, se tiene una
imagen poco gloriosa de esos reyes.
La dinastía de los merovingios se extinguió con Childerico III y su hijo Thierry. Los genealogistas han intentado
durante mucho tiempo encontrar descendientes desconocidos, pero no se ha sacado a la luz ninguna certeza. Las
pretensiones de los carolingios de descender de los merovingios por una hija de Clotario I son reconocidas como
ficticias. No obstante, los historiadores han propuesto varias vías.
Según Christian Settipani, la mejor probabilidad se refiere al origen de Berthe, esposa de Pipino el
Breve, cuya familia transmitió los nombres de Bertrade, Cariberto y Thierry, todos merovingios33
incluso si esta conexión no puede demostrarse.
Según David H. Kelley, el rey Egbert de Wessex (802-839), cuya bisnieta Edwige de Wessex
estaba casada con Carlos III el Simple, podría relacionarse con sus dos reyes homónimos de Kent,
Egberto I (664-673) y Egberto II (796-798), teniendo respectivamente por abuela y bisabuela dos
princesas merovingias.34 35 36
Varias princesas merovingias tuvieron un destino que se desconoce y algunas de ellas pudieron
ser casadas en la aristocracia y enraizarse como los bastardos reales en otros lugares; se
encontraría allí el origen de ciertos santos que su biografía presenta como de origen real o de
ciertos nobles cuyos nombres permiten adivinar el mismo origen.37 Se pueden citar los casos de:
Clodoveo I
(primer rey de
los francos,
481-511)
Chilperico I
Gontrán I
(rey de
Teodeberto I Cariberto I Sigeberto I (rey de Orléans,
Soissons,
(rey de Metz (rey de Paris, (rey de Reims, 561-592)
561-584)
la, 534-548) 561-567) 561-575) (rey de París,
(rey de Paris,
584-592
567-584)
Clotario II
Childeberto II
(rey de
(rey de
Teodebaldo Neustria, 584-
Austrasia, 575-
(rey de Metz, 613)
596)
548-555) (rey de los
(rey de París,
francos, 613-
592-596)
629)
Teoderico II
(rey de los
Teodeberto II Dagoberto I Cariberto II
burgundios,
(rey de (rey de los (rey de
596-613)
Austrasia, francos, 629- Aquitania,
(rey de
596-612) 639) 629-632)
Austrasia, 612-
613)
Sigeberto II
Clodoveo II Sigeberto III
(rey de
(rey de (rey de
Austrasia y de
Neustria, 639- Austrasia,
los burgundios,
657) 639-656)
613)
Chilperico II
(rey de
Clodoveo III Clodoveo IV Childeberto III Clotario IV
Neustria,
(rey de (rey de los (rey de los (rey de
715-719)
Austrasia, francos, 691- francos, 695- Austrasia,
(rey de los
675-676) 695) 711) 717-719)
francos, 719-
721)
Dagoberto III
(rey de los
francos, 711-
715)
En la cultura popular
En algunas novelas y ensayos recientes de esoterismo se ha postulado que los merovingios serían descendientes de
Sara o Sara la Negra, una supuesta hija nacida de la relación entre Jesús de Nazaret y María Magdalena, que habría
emigrado desde Judea al sur de Francia. De ella se habría desarrollado un linaje que llegaría al poder del reino
franco con los merovingios. Entre estas obras destacan el best seller esotérico El enigma sagrado, escrito por
Michael Baigent, Richard Leigh y Henry Lincoln; la novela El último Merovingio, escrita por Jim Hougan, y sobre
todo, por la novela esotérica de Dan Brown, El código Da Vinci. El eminente medievalista Umberto Eco se hace
eco de esta teoría ridiculizándola, por seudocientífica, en su novela El péndulo de Foucault.
En el año 2006, el programa televisivo Buscando la verdad (Digging for the Truth) del canal The History Channel
realizó un análisis genético de Aragunde (Arnegonda), quinta esposa del rey de linaje merovingio Clotario I. El
resultado del análisis concluyó que el ADN de Aragunde «no tenía los marcadores que podrían esperarse de la
población de Medio Oriente; en cambio, su ADN mostraba que provenía de Europa», esperable ya que el
merovingio era su marido y no ella.44
Véase también
Pueblo franco Austrasia
Francia en la Edad Media Clodoveo I
Dinastía Carolingia Anexo:Cronología de Francia en la Edad
Arte merovingio Media
Escritura merovingia Anexo:Cronología de Francia
Reinos francos Anexo:Reyes merovingios
Francos renanos Anexo:Monarcas de Francia
Francos salios Genealogía de los merovingios
Pueblos germánicos Falsos merovingios
Neustria Histoire de la route en Gaule au Haut Moyen
Âge
Referencias
1. En realidad, habría que hablar de reinos francos, como títula acertadamente el propio artículo de la
Wikipedia en francés (Royaumes francs) ya que fueron en muchas etapas varios los reinos
gobernados por los francos que surgieron de las sucesivas particiones del reino para que cada
uno de los herederos tuviera su parte: primeros los reinos de de Soissons, de Orleans, de París y
de Metz (y luego de Reims); luego Austrasia, Neustria, Burgundia y Aquitania.
2. En época de los merovingios desapareció la noción de Estado —o sea el «bien público» heredado
de la Roma antigua—, una institución desconocida entre los pueblos germánicos e imperó la
confusión entre los bienes del Tesoro del Estado y los bienes privados del soberano. Eso
provocaba que a la muerte de un rey, el reino fuera dividido entre sus hijos, un bien patrimonial
más objeto de herencia. No será hasta mucho más tarde cuando se recupere el Derecho romano y
aumente el poder del monarca para que renazca la noción de Estado y la monarquía sea
hereditaria.
3. Los debates entre historiadores todavía son acalorados sobre esta fecha. Algunos sitúan la
conversión en 496, mientras que otros no la imaginan hasta el 511.
4. Bruno Dumézil, profesor de historia en la Sorbona y discípulo de Michel Rouche (Michel Rouche.
Clovis. Paris.: Fayard.) especialista en Clodoveo, revisó por completo el estudio del bautismo en
su último libro. Subraya su papel de no-evento para los contemporáneos por tres razones: primero,
las poblaciones de la Galia ya estaban en su mayoría convertidas al cristianismo desde mediados
del siglo iv (todos los senadores galos en Roma eran cristianos en 400); los bautismos se
realizaban en Pascua y no en Navidad, y bastaba con declararse cristiano por profesión de fe o
ante un tribunal, sin que el bautismo se convirtiera en un rito consagrado por la Iglesia hasta
mediados del siglo vi; agrega además que la pila bautismal, cuya tubería se encontró en Reims,
solo permitía la entrada simultánea de tres personas. El bautismo de 3000 guerreros francos,
concomitante con el de su líder, sería por tanto legendario. Sin embargo, no niega el bautismo de
Clovis. (Bruno Dumézil (2019). Le Baptême de Clovis. Paris: Gallimard.)
5. Se hará en Reims hasta 1825, con la coronación de Carlos X. Fueron excepciones la de de Luis VI
el Gordo, que lo fue en Orleans; la de Enrique IV, en Chartres; y la de Luis XVIII, que no fue
consagrado.
6. Christian Settipani piensa que el rey en cuestión no es Childerico II sino Clotario II o Dagoberto I.
seraient passés en Thuringe et là ils auraient
1. Pfister, Christian (1910-1911). créé au-dessus d'eux dans chaque pays et
«Encyclopædia Britannica». En Chisholm, chaque cité des rois chevelus appartenant à la
Hugh, ed. Encyclopædia Britannica. A Dictionary première et, pour ainsi dire, à la plus noble
of Arts, Sciences, Literature, and General information famille de leur race », Grégoire de Tours,
(en inglés) (11.ª edición). Encyclopædia Histoire des Francs, trad. R. Latouche, Les
Britannica, Inc.; actualmente en dominio público. Belles Lettres, 1963, Livre II, p. 98.
2. Babcock, Philip (ed). Webster's Third New 13. Georges Tessier, Le baptême de Clovis,
International Dictionary of the English éditions Gallimard, 1964, pp. 265-267.
Language, Unabridged. Springfield, MA:
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Predecesor: Sucesora:
Dinastías reinantes en Francia
Entidad precedente: Galia Siglo v - 751
romana Dinastía carolingia
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