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Los Comienzos de La Arqueología Mexicana

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Eduardo Matos Moctezuma

LOS COMIENZOS
DE LA ARQUEOLOGÍA
MEXICANA
EN RESPUESTA A CARLOS NAVARRETE

EL COLEGIO NACIONAL
LOS COMIENZOS
DE LA ARQUEOLOGÍA MEXICANA
Eduardo Matos Moctezuma

LOS COMIENZOS
DE LA ARQUEOLOGÍA
MEXICANA
EN RESPUESTA A CARLOS NAVARRETE

EL COLEGIO NACIONAL
México, 2002
Coordinadora editorial: Rosa Campos de la Rosa

Primera edición: 2002

D. R. © 2002. EL COLEGIO NACIONAL


Luis González Obregón núm. 23, Centro Histórico
C. P. 06020, México, D. F.
Teléfonos 57 02 24 48 • 57 02 18 63 Fax 57 02 17 79

ISBN: 970-640-214-4

Impreso y hecho en México


Printed and made in México

Correo electrónico: colnal@mail.internet.com.rnx


Página: http://www.colegionacional.org.mx
ANTECEDENTES
No ha mucho que fue publicado bajo el
sello de la Universidad Nacional Autónoma
de México a través del Centro de Estudios
Mayas, el opúsculo del maestro Carlos
Navarrete titulado Palenque, 1784: el ini-
cio de la aventura arqueológica maya! En
él trata dos aspectos fundamentalmente:
1. Su desacuerdo con la conmemoración
1
Carlos Navarrete, Palenque, 1784: el inicio de la
aventura arqueológica maya, UNAM, Centro de Estudios
Mayas, Cuaderno 26, México, 2000.

9
de los 200 años del descubrimiento de la
Coatlicue y de la Piedra del Sol en el año
de 1790, como inicio de la arqueología en
México y 2. Los trabajos realizados en Pa-
lenque desde 1784 y posteriores por los
tres Antonios: Calderón, Bernasconi y del
Río y sus antecedentes, bien pueden opo-
nerse con dignidad —como señala— a la
primera proposición. Como común deno-
minador, Navarrete plantea su oposición al
centralismo que ve plasmado en el primer
punto de su ensayo, todo lo cual conlleva
un carácter polémico que es necesario
atender.
Escrito con buena pluma, cosa que es
característica de Navarrete, el opúsculo es
resultado de una investigación iniciada ha-
ce más de diez años, cuando en el "Colo-
quio Pedro Bosch Gimpera" organizado
por el Instituto de Investigaciones Antro-
pológicas de la UNAM en 1991, el autor pre-
sentó una ponencia sobre el tema. Sin em-
bargo, no dejaron de llamarme la atención
algunos despropósitos y errores planteados

10
en este ensayo que hoy comento, los que
creo son necesarios aclarar, pues no se trata
de un autor cualquiera cuyos errores o pun-
tos de vista pudieran pasarse por alto. Se
trata de quien considero un destacado ar-
queólogo por lo que, después de mucho
meditarlo, me decidí a escribir estas líneas
acerca de un tema que me ha interesado de
siempre y tratar de aclarar, en la medida
de lo posible, algunos puntos que se pres-
tan a confusión por lo ahí asentado.
He dividido mi intervención en dos par-
tes, tal como el mismo Navarrete lo hiciera.
Empezaremos, pues, con la primera de
ellas, que el autor denominó "El tema de
los doscientos años de la arqueología Me-
xicana".

11
DOSCIENTOS AÑOS
DE LA ARQUEOLOGÍA MEXICANA
En la primera parte el autor plantea, como
antes se dijo, su desacuerdo en relación
a conmemorar el inicio de nuestra arqueo-
logía a partir de 1790, con el hallazgo de
las dos esculturas —la Coatlicue y la Piedra
del Sol— en el hoy Zócalo de la ciudad de
México y la consiguiente publicación del li-
bro de don Antonio León y Gama Descrip-
ción de las dos piedras..., título reducido
con que se conoce la obra de don Antonio,
pues es bien sabido que por aquel enton-
15
ees los libros tenían prolijos títulos. Los ar-
gumentos de Navarrete para oponerse a tal
conmemoración — a u n q u e aceptó ser
miembro del "Comité para la celebración
de los 200 años de la Arqueología en Méxi-
co" y con ese carácter dictó conferencias—,
dejan ver que su molestia parte, en buena
medida, de lo que califica como "pecado
centralista de no tomar en cuenta las apor-
taciones de los ilustrados del interior" al no
mencionarse las jornadas que "desde la Ca-
pitanía General de Guatemala, condujeron
al descubrimiento de Palenque y a los pri-
meros informes sobre la ciudad arruinada". 2

Acerca de esto hablaremos en su momen-


to. Para restar importancia a las actividades
del Comité del que formaba parte, en las
Notas de su trabajo dice que "quizá la idea
de los ciclos regionales de conferencias
fuera su mejor aportación". Sin embargo, 3

no puede dejar de reconocer que hubo


otros aportes. Así señala:
2
Navarrete, op. cit., p. 11.
3
Navarrete, op. cit., p. 77, nota 1.

16
La parte investigatoria la cumplieron Felipe
Solís y Eduardo Matos Moctezuma. El primero
montó en la Sala Mexica del Museo Nacional de
Antropología la magnífica exposición "El pasado
prehispánico y la Cultura Nacional", encabezada
por la Piedra del Sol y la Coatlicue, sobre cuya
importancia apuntó:
"[...] a partir de su descubrimiento (de ambas
piezas) el pasado prehispánico ya no se destru-
ye. Los conquistadores arrasan con la civilización
indígena, con su arquitectura, su religión, su cul-
tura, con todo. Pero esto se detiene en 1790.
Nace el acto de conservar, una nueva actitud
ante el patrimonio prehispánico, nace el primer
museo y la primera publicación de carácter
arqueológico que es la de León y Gama". 4

Ya que nos referimos al libro de León y


Gama, Navarrete acepta que su publicación
es otro aspecto positivo de la conmemo-
ración y así lo dice en su nota 5:

La publicación facsimilar del libro de León y


Gama —basada en la segunda edición de 1832—
constituyó un punto positivo de la conmemo-
ración {Excélsior, 23.08.1990). 5

4
Navarrete, op. ext., p. 8.
5
Navarrete, op. ext., p. 78, nota 5.

17
Como se ve, no solamente fueron las
conferencias, sino otras actividades que se
dieron en el marco de la celebración, todos
ellos aprobados por el Comité de referen-
cia. Cabe aclarar que a los miembros extran-
jeros se les envió información de los acuer-
dos y mostraron su conformidad. Uno de
los miembros, el doctor Jacques Soustelle,
quien falleció por aquellos días, fue pro-
motor de estas ideas cuando le hablé de
ellas tiempo atrás, al reunimos en Rimini,
Italia, para conmemorar los 250 años de la
arqueología en aquel país, a partir de las
excavaciones de Pompeya y Herculano
promovidas por Carlos III de España cuan-
do aún gobernaba en Ñapóles. En cuanto
al hecho de colocar dos placas en el lugar
en donde sucedieron los hallazgos de los
monumentos, se consideró importante
hacerlo ya que pocas personas saben, in-
cluidos muchos arqueólogos, en donde
ocurrió lo anterior. Nuestro Centro Históri-
co muestra muchas placas en edificios de
valor colonial, en donde se habla de su
antigüedad y características. Esta práctica
18
se sigue en diversas ciudades antiguas del
mundo.
Con relación a las declaraciones de pren-
sa a las que Navarrete da tanta importan-
cia, hay que destacar el peculiar manejo
que de esta información hace el autor. En
efecto, cuando a esto se refiere, menciona
que Ignacio Bernal y Román Pina Chán,
"frente al proceso histórico de esta ciencia
en México, reflexionaron preguntándose
'¿Y ahora qué?"' Sin embargo, pone en
6

boca de Bernal algo que nunca dijo. Sosla-


ya decir la cita completa en la que se deno-
ta que Pina Chán está de acuerdo con la
conmemoración. Las palabras del autor de
Una visión del México prehispánico son las
siguientes:

[...] esos 200 años de la arqueología en realidad


deben ser motivo de una reflexión profunda
para preguntarnos: "¿y ahora qué?" 7

6
Navarrete, op. ext., p. 8.
7
Román Pina Chán declara .lo anterior a la periodista
Adriana Malvido de La Jornada el 9 de agosto de 1990,
p. 31. Navarrete comete el error de poner estas palabras
también en boca de Ignacio Bernal.

19
En la primer entrevista que Adriana Mal-
vido hace a Román Pina Chán, éste ya ha-
bía expresado que la arqueología se había
iniciado a partir del hallazgo de las dos
piedras y de la consiguiente publicación de
León y Gama. La reportera Adriana Malvi-
do, nos dice:

Román Pina Chán, quien ha recorrido y exca-


vado en toda Mesoamérica está de acuerdo. Y
abunda: "Con este descubrimiento y el posterior
estudio de León y Gama, podemos decir que
empezó la arqueología." 8

También se entrevista a don Ignacio Ber-


nal, quien señala:

En cuanto a los festejos pienso que las fechas


son teóricas, lo que pasa es que la Piedra del Sol
y Coatlicue son dos objetos muy lucidores en su
campo aunque no creo que sean más importan-
tes que otros. Los hallazgos en sí, no son lo rele-
vante sino los significados históricos que revelan

8
Adriana Malvido, La Jornada, martes 7 de agosto de
1990, p. 31.

20
en relación al contexto. Ahora, ¿por qué no feste-
jar a la arqueología? Eso nunca es malo. 9

Nada de esto menciona Navarrete. Es


evidente que utiliza aquellas partes de la
entrevista que apoyan su posición. Pero
veamos un caso más acerca de la forma en
que maneja la información. Es el que se
refiere a mi ingreso a El Colegio Nacional.
Navarrete habla en su Nota 6 de que no1 0

consideré el caso de Palenque al referirme


a los antecedentes, lo que sí hizo la docto-
ra Beatriz de la Fuente, quien tuvo a su
cargo la respuesta académica a mi ponen-
cia. Dice así la doctora De la Fuente:

Motivo de la discusión fue asignar fecha tan


exacta al surgimiento de la arqueología mexica-
na —cuando precisamente se conmemoraron
sus doscientos años— y, aun cuando coincido
plenamente con Eduardo Matos, por las razones
que expuso, no dejó de suscitar, recuerdo, en su

9
Ignacio Bernal en declaraciones a Adriana Malvido
en La Jornada, jueves 9 de agosto de 1990, p. 31.
Navarrete, op. cit., p. 78, nota 6.
1 0

21
momento, comentarios de quienes señalaban
que, precisamente, las primeras exploraciones
en Palenque, en el año de 1784 por José Antonio
Calderón y en el de 1785 por Antonio Bernasco-
ni —anteriores a las de Antonio del Río— pu-
dieran señalar el nacimiento de nuestra arqueo-
logía.

Hasta aquí la cita que Navarrete hace de


la doctora De la Fuente. Sin embargo, una
vez más no menciona lo que no conviene
a sus intereses. La respuesta de la doctora
De la Fuente continúa así con punto y se-
guido:

La diferencia primordial entre los hallazgos ma-


yas y los mexicanos, es que aquéllos quedaron,
por breve lapso, en el vacío, en tanto que éstos
suscitaron reflexiones y estudios, estimularon
inquietudes históricas y científicas, y colaboraron,
en la toma de conciencia de un pasado larga-
mente relegado. Palenque habría de esperar
unas décadas para ocupar su lugar en la historia
de la arqueología mexicana.
Quiero destacar algo de lo dicho por Eduardo
Matos ya que me es de particular interés; señala,
como una de las razones para fincar en ese di-

22
cho año de 1790 la aparición de la arqueología
mexicana y anuncia la importancia de "la salva-
guarda de esta información para el conocimiento
del pasado de estos pueblos". De tal suerte que
el interés en torno al cuidado y protección del
patrimonio ancestral, que es orgullo y fama na-
cional, camina, desde un principio, en ruta para-
lela a la arqueología. 11

Más claro ni el agua. Pero hay algo más.


Desde luego que mencioné a Palenque en
mi ponencia. Quizá Navarrete no leyó com-
pleto el trabajo que critica. La cita dice así:

Como conclusión a lo antes dicho, me permito


afirmar que no hubo en toda la historia de nues-
tra arqueología momento similar y de tanta tras-
cendencia a lo descrito. Hay quienes se inclinan
a pensar que los trabajos de 1786 efectuados en
Palenque a instancias del gobernador de Guate-
mala, don José Estachería, y llevados a cabo por
el capitán Antonio del Río, bien podrían marcar

1 1
Beatriz de la Fuente, "Contestación al discurso de
ingreso de Eduardo Matos Moctezuma como miembro de
El Colegio Nacional", Tríptico del Pasado, El Colegio
Nacional, México, 1993.

23
el comienzo de la disciplina. La verdad es que
estos trabajos se emprendieron acatando las ins-
trucciones de Carlos III, y que el capitán —en
ello coinciden varios estudiosos de la zona
m a y a — fue más lo que destruyó que lo que
aportó al conocimiento de Palenque. Es más, su
informe al gobernador no tuvo mayor reper-
cusión en ese momento sino más tarde, pese a
haber sido enviado a España. Prueba de ello es
que el documento fue publicado hasta 1822 en
inglés.12

Lo anterior nos lleva a que atendamos


ahora los argumentos que da Navarrete con
relación a lo que venimos tratando. El autor
comienza por hacer ver que el Prefacio
escrito por mí a la reedición del libro de
León y Gama es el aporte más sólido es-
crito por un miembro de la comisión del
bicentenario, pese a su extrema brevedad.
A continuación menciona algunos de los
puntos —que no todos— que me llevaron
a considerar el año de 1790 para tal cele-

Eduardo Matos Moctezuma, en "Tríptico del Pasado",


1 2

Memoria de El Colegio Nacional, p. 97, México, 1993.

24
bración. Continúa haciendo ver algunas de
las razones expuestas y concluye aceptan-
do que:

No podemos estar en desacuerdo con algunos


planteamientos de Matos, imposible desconocer
el significado del pensamiento criollo en el ori-
gen de muchas disciplinas que ahora considera-
mos científicas. 15

De inmediato expresa su opinión y hace


ver su desacuerdo que basa fundamental-
mente en los siguientes puntos:
1. Fue por consideraciones de política
contemporánea que se implantó la fecha
de referencia.
2. En esta actitud se menosprecia el pen-
samiento criollo que florece en otras latitu-
des lejanas de la metrópoli y se cae en el
"pecado centralista" al no tomarlas en
cuenta.
3. La no mención de lo ocurrido en
Palenque como resultado de las disposi-

*3 Navarrete, op. cit., p. 10.

25
ciones tomadas desde la Capitanía General
de Guatemala.
Atendamos cada una de ellas, no sin an-
tes mencionar las razones que aduje tanto
en el Prefacio como en mi ponencia de in-
greso a El Colegio Nacional, ambos escri-
tos citados por Navarrete. En este último
reúno en cinco puntos las razones mencio-
nadas. Éstas se expresan en ocho páginas,
por lo que haré un resumen de los argu-
mentos en que se basó la proposición de la
fecha:

PRIMERA. El primer argumento que


esgrimí fue que:

A partir del descubrimiento de las dos escul-


turas se generó el interés en los círculos de estu-
diosos de la época por conocer el significado
de las mismas. El trabajo le fue sugerido a uno de
los sabios ilustrados que había destacado por sus
estudios de matemáticas pero principalmente de
astronomía, siendo reconocido dentro de esta
especialidad en Francia: don Antonio de León y
Gama. Fue confidente del virrey don Manuel

26
Flores y el mismo Revillagigedo lo nombró socio
de Malaspina en el viaje que éste emprendió,
con fines científicos, a la Nueva España. Había
nacido el erudito en la ciudad de México en
1735 y a él se debe para los fines que nos intere-
sa, la publicación del primer libro de arqueo-
logía del que tengamos noticias. En él analiza las
características tanto simbólicas como históricas
que las dos piedras contenían, además de dar-
nos la información del tipo de roca, el peso, y
los grabados que de ellas hizo nuestro sabio,
todo ello basado en las fuentes escritas que León
y Gama conocía al detalle, lo que lo llevó, por
cierto, a emprender el estudio del náhuatl para la
mejor comprensión de éstas. 14

De lo anterior destacamos dos de los


argumentos: a) el interés en el conocimien-
to de un hallazgo arqueológico y b) la pu-
blicación de lo que muchos consideran el
primer libro sobre arqueología, cosa que
ocurre en 1792.
SEGUNDA. Las razones que tuvo el sa-
bio para llevar a cabo sus estudios se basa-
ban en que:
1 4
Matos, op. ext., p. 90.

27
[...] por aquel entonces España estaba siendo
atacada por sus enemigos europeos, y una de las
maneras de hacerlo era menospreciando la con-
quista de América ya que —se argumentaba—
se había llevado a cabo sobre pueblos bárbaros
sin mayores conocimientos. El hallazgo de las
dos piedras permite el tratar de demostrar lo
contrario y ocurre que, paradojas del destino, las
antiguas esculturas aztecas van a servir para
resaltar los conocimientos de los indígenas y, de
paso, ¡para defender a España! 15

Otro motivo que señala el sabio es "la


salvaguarda de esta información para el
conocimiento del pasado de estos pue-
blos". Don Antonio se queja de la des-
16

trucción de los vestigios de la antigüedad,


y de allí parte su interés por dar a conocer
los hallazgos. Aquí también hay que hacer
ver el cambio de actitud de las autoridades
virreinales, ahora interesadas en la protec-
ción de estos monumentos.
Queda claro que los motivos son tres:
a) salvar la información que proporcionan
1 5
Matos, op. cit., p. 91.
1 6
Matos, op. cit., p. 92.

28
ambos monolitos; b) reconocer el adelanto
que habían alcanzado los pueblos anti-
guos, con lo que se contradecía a los ene-
migos de España y c) el cambio de actitud
de las autoridades ante los vestigios del
pasado.
TERCERA. Con el estudio y publicación
de los dos monolitos se "volvió a atraer la
atención sobre el México prehispánico, ne-
gado a partir de la instalación de la colonia
en 1 5 2 1 " . Esto resulta de gran trascen-
17

dencia, que el movimiento independentis-


ta buscó la unión del México independien-
te con el México antiguo. Por eso he dicho
que "[...] se trataba, en fin, del reencuentro
de un pueblo con su historia.. , " 18

CUARTA. En este punto dijimos:

En el orden académico ocurrió algo intere-


sante. La interpretación que dio don Antonio de
las dos piedras no fue del agrado de otro presti-
giado sabio: don Antonio Álzate. Este último

1 7
Matos, op. cit., p. 92.
1 8
Matos, op. cit., p. 98.

29
arremetió en contra del primero en forma públi-
ca al exponer sus razones en la Gazeta literaria.
León y Gama preparó la respuesta a su detractor
incluyendo el estudio de las otras esculturas que
continuaron encontrándose en 1791 y 9 2 . 1 9

De lo anterior tenemos que: a) Por pri-


mera ocasión, hasta donde tengo entendi-
do, una obra de carácter arqueológico es
debatida públicamente, b) Uno de mis argu-
mentos ha sido que la publicación de datos
es esencial y si éstos provocan controversia
qué mejor. Así es la ciencia, tanto en sus
inicios como en la actualidad.
QUINTA. Las repercusiones de índole
política y social no se dejaron esperar. En
tanto que la Piedra del Sol es empotrada
en la torre poniente de la Catedral de Méxi-
co, la Coatlicue es enterrada en el patio de
la Universidad. El destino diferente de las
dos piedras es clara: la primera ayuda a Es-
paña en contra de sus enemigos europeos,
la segunda no se le entiende y se le escon-

1 9
Matos, op. cit., p. 93.

30
de. Sin embargo, gente del pueblo acude a
visitar a la diosa, como lo dice don Benito
María Moxó y Francoly en su carta de 1805,
con velas encendidas, lo que provoca la in-
quietud de los frailes, que deciden así en-
terrarla. Sobre estos hechos he comentado:

Por un lado, es altamente significativo que es-


te interés popular se diera en relación a la diosa
y no a la Piedra del Sol, puesto que nada se dice
sobre ésta última pese a estar expuesta a la vista
pública. De lo anterior deducimos que el pueblo
hace suya y se identifica con la figura que no es
reconocida por las autoridades españolas, con la
negada, con la incomprendida en todo el senti-
do de la palabra. 20

También hago ver que:

Otro de los datos interesantes que se despren-


den de la carta del obispo Moxó es la inquietud
de las "graves y doctas personas" que ordenaron
el entierro de la pieza no tanto, pienso, por as-
pectos de religión, sino por razones políticas. No
hay que olvidar que se estaba a pocos años del

2 0
Matos, op. cit., p. 96.

31
movimiento independentista y para nada con-
venía a las autoridades que el pueblo se agru-
para alrededor de estos símbolos, pues es sabido
que por aquel entonces ya empezaba a manifes-
tarse el descontento en contra de lo peninsu-
lar. 21

De todo esto resulta la importancia que


adquieren los monumentos del pasado in-
dígena que aglutinan a la gente en torno
suyo. Tampoco recuerdo que por aquel
entonces hubiese ocurrido algo similar con
otros objetos. La reedición que del libro de
León y Gama se hace en 1832 a petición
del diputado Carlos María de Bustamante
obedece a la necesidad de sentir la unión,
como parte del naciente país, de un pasa-
do que hace suyo.
He aquí las razones que me llevaron
a proponer el año de 1790 como punto de
inicio de nuestra arqueología. Estas razo-
nes podemos resumirlas en que fueron de
índole histórico, académico, político y so-
cial. Eso nos llevó a decir:

2 1
Matos, op. cit., p. 96.

32
Como conclusión a lo antes dicho, me permito
afirmar que no hubo en toda la historia de nues-
tra arqueología momento similar y de tanta tras-
cendencia a lo descrito. 22

Veamos ahora los tres puntos expresa-


dos por Navarrete. Su idea de que fueron
razones de política contemporánea las que
llevaron a plantear esta fecha es, evidente-
mente, errónea. La idea partió de la propo-
sición que hice al entonces director del
INAH, Arqlgo. Roberto García Molí, para ce-
lebrar el comienzo de la arqueología en
México. Esto lo tomé de la celebración que
los arqueólogos italianos llevaron a cabo
en sede del PACT, organización europea de
arqueología, en donde, por cierto, solici-
taron que la ponencia inaugural no fuera
acerca de un tema clásico europeo, sino
que versara sobre el Templo Mayor de los
aztecas. Así se hizo. No hubo, pues, ningu-
na razón de "política contemporánea",
como si el celebrar estos hechos fueran
2 2
Matos, op. cit., p. 97.

33
una especie de complot con fines aviesos.
Creo que a nadie en la política nacional le
interesa celebrar el inicio de la arqueología,
como también pienso que Roberto García
Molí no sería tan inocente de creer que, al
autorizar y conformar el comité respectivo,
lo fueran a nombrar Secretario de Educa-
ción Pública.
El segundo y tercer puntos podemos
unirlos. Tratan del "pecado centralista" de
no tomar en cuenta los aportes de los crio-
llos del interior y no mencionar los trabajos
en Palenque. Sobre el particular, cabe acla-
rar algo importante: ¿De qué estamos ha-
blando? Por mi parte siempre me he referi-
do a la importancia del testimonio escrito.
Si no se escribe y publica no se tiene cono-
cimiento de los hechos. El libro de León
y Gama aporta información acerca de las
dos esculturas y ya vimos todas las conse-
cuencias que trajo consigo. Los trabajos de
Palenque no fueron conocidos sino hasta
1822, como bien señala Beatriz de la Fuente.
Que tuvieron repercusión posterior para
34
que se manifestara un interés en la zona
maya y en particular en Palenque, es inne-
gable. Por lo tanto, si la relevancia de un
acontecimiento está dado en el conoci-
miento que del mismo se tiene a través de
su publicación y las repercusiones que
conlleva en su momento, no cabe duda
que lo ocurrido en el zócalo de la ciudad
de México en 1790 y la edición de 1792
nos proporcionan datos y hechos de gran
significado.
Un antecedente interesante podría ser el
caso de Xochicalco. Visitado el sitio en dos
ocasiones por don Antonio Álzate, en 1791
publica Descripción de las antigüedades
de Xochicalco como suplemento del nú-
mero 31 de la Gaceta de Literatura. De
esto ha dicho don Ignacio Bernal:

Es la primera vez que se publicaba una obra,


por corta que fuera, ilustrada con estampas,
sobre una ciudad antigua. 23

2 3
Ignacio Bernal, Historia de la arqueología en
México, Ed. Porrúa, México, 1979.

35
¿Por qué, entonces, no pensar en Xochi-
calco como punto de partida de nuestra
arqueología? Porque en el caso de las dos
piedras, como quedó dicho, se unieron
muchos otros acontecimientos de orden
diverso.
Ahora bien, si de excavaciones habla-
mos, las de Palenque no ocupan el primer
lugar. En efecto, fue don Carlos de Sigüen-
za y Góngora quien llevó a cabo excava-
ciones en Teotihuacan cerca de un siglo
antes que las de Palenque, según lo que
nos dice don Lorenzo Boturini en 1746. De
los trabajos de Sigüenza piensa don Igna-
cio Bernal que:

En primer lugar lleva a cabo la primera explo-


ración francamente arqueológica, en la que trata
de utilizar un monumento para esclarecer algún
problema histórico. 24

Así las cosas, no queda más que pregun-


tarnos: ¿Teotihuacan, Xochicalco, Palenque

2 4
Bernal, op. cit., p. 47.

36
o Tenochtitlan...? Los puntos suspensivos
dejan abierta la puerta a cualquier nueva
proposición. Pero en ninguno de estos ca-
sos, salvo lo ocurrido en 1790 en pleno
corazón de la antigua Tenochtitlan, se reú-
nen tantos elementos significativos cuyas
repercusiones se hicieron notar en la vida
pública de México.
En cuanto a quienes pretenden erigirse
en Santa Inquisición y acusar de "pecado
centralista", es necesario hacer ver que este
"pecado" es de lo más común en la historia
del mundo. No digo que esto sea bueno
o malo; hay momentos que el centralismo
ha tenido aspectos positivos y otros en que
no fue así. Del primero tenemos la presen-
cia, por ejemplo, de universidades que
fueron centros de formación y de investi-
gación asentadas en capitales en donde se
contaba con todos los recursos para llevar
a cabo estas actividades; o expresiones
artísticas que se dieron en ámbitos favora-
bles por las mismas razones. En este senti-
do, no hay que olvidar que en la capital de

37
la Nueva España fructificaron intelectos
que dieron lustre al espíritu de la Ilustración
como fueron Clavijero, Márquez, Veytia,
Álzate, León y Gama y muchos más. Por
otra parte, para bien o para mal, en la Ro-
ma imperial se dictaban los destinos de la
Galia Cisalpina; en el Vaticano se emiten
los dictados que determinan la actitud de
millones de personas; en la capital de la
Nueva España se concentraban los po-
deres que emanaban del rey de España y
desde ella se controlaban los destinos de
lugares tan alejados como Filipinas, y en el
caso de la Capitanía General de Guatemala
se enviaban a la metrópoli peninsular las
piezas arqueológicas procedentes de los
trabajos en Palenque.
Son cosas del centralismo. Es la histo-
ria...

38
LA IMPORTANCIA DE PALENQUE
Atendamos ahora el segundo aspecto que
trata Navarrete en su ensayo. En tres capí-
tulos, una recapitulación y su "Cronología
palencana", el autor nos da, tras un sesudo
estudio, antecedentes y presencia de Pa-
lenque además de las repercusiones que
trajeron como consecuencia los trabajos
desarrollados. En el capítulo 2 trata de "Cir-
cunstancias del descubrimiento de Palen-
que". Considero que lo más significativo
de lo allí tratado se refiere a las instruc-

41
ciones que don José Estachería entrega
a don Antonio Bernasconi para que los apli-
que en su visita a Palenque. Se trata de cin-
co objetivos que su sola lectura nos lleva
a considerarlos como prototipo de lo que
debe ser una investigación arqueológica.
El problema está en que Bernasconi no los
aplicó y su informe, al parecer, no fue del
agrado de Estachería, quien seguramente
esperaba mucho más de la visita. Esto lo
lleva a organizar una nueva expedición en
donde se cuenta, además, con las reco-
mendaciones de Juan Bautista Muñoz, cro-
nista de Indias. La misión se le encomienda
al capitán Antonio del Río, quien para no
quedarse atrás de su antecesor rindió su
informe en junio de 1787, en donde asegu-
ra no haber dejado

[...] ventana, ni puerta tapiada, ni cuarto, sala,


corredor, patio, torre, adoratorio y subterráneo
en que no se hayan hecho excavaciones de dos
y más varas de profundidad. 25

2 5
Antonio del Río, citado por Navarrete, op. cit., p. 27.

42
La cita de referencia le ha traído al buen
capitán críticas severas. Acerca de esto he
señalado en mi artículo "La Arqueología y
la Ilustración (1750-1810)", lo siguiente:

Bernal piensa que hay exageración en lo di-


cho por Del Río, "felizmente para la espléndida
ciudad", y creo que tiene razón. No falta, por el
contrario, quien señala que estos trabajos son
punto de arranque de excavaciones sistemáticas;
sin duda, otra exageración. Pienso que el militar
trató de cumplir las órdenes recibidas y que qui-
zá exageró en el párrafo de referencia su partici-
pación en Palenque ante sus superiores. 26

Aquí cabe aclarar lo siguiente: los estu-


dios de Xochicalco y Tenochtitlan los reali-
zaron sabios reconocidos de la época que
entablaron polémicas y que publicaron sus
resultados apoyados en sus propias inda-
gaciones. En cambio, los trabajos de exca-
vación en Palenque fueron ejecutadas por

2 6
Eduardo Matos Moctezuma, "La Arqueología y la
Ilustración (1750-1810)", en Arqueología Mexicana, p. 21,
núm. 53, enero-febrero 2002.

43
un militar que recibía órdenes y cuya men-
talidad debió de estar lejos de la academia.
Tenía que cumplir lo ordenado a como
diera lugar con los resultados ya conoci-
dos.
El informe de Del Río es enviado a Espa-
ña por Estachería acompañado de 32 obje-
tos arqueológicos que son depositados
meses después en el Real Gabinete de
Historia Natural por órdenes de Carlos III.
Aparte de los envíos de piezas que Cortés
hace al rey de España al momento de la
conquista y que hoy tanto lamentamos,
estos objetos se cuentan entre los primeros
casos de materiales arqueológicos trans-
portados fuera de su entorno. Sin embar-
go, a Navarrete no parece disgustarle esto.
Aquí el "pecado centralista" desaparece y,
por el contrario, dice el autor:

El resultado, según Cabello Carro..."constitu-


ye la primera colección museográfica de objetos
mayas conocida y documentada, puesto que Del
Río explicó con bastante detalle las piezas, nu-

44
merándolas e indicando su procedencia en un
total de 32 objetos. La mayoría ha podido ser
identificada en el Museo de América de Ma-
drid".27

Menos mal. Otras piezas no corrieron


con tan buena suerte...
En el capítulo 3 titulado "Palenque en los
últimos años del mundo colonial", cabe
destacar dos cosas: en primer bagar, la pa-
sión y el interés de don Ramón Ordóñez y
Aguiar por preservar la "conciencia del pa-
sado", lo que lo lleva a proponer al enton-
ces presidente y capitán general de Guate-
mala que se funde en Ciudad Real (San
Cristóbal) un "gabinete o salón para la glo-
ria destas provincias". Esto ya había ocurri-
28

do tres años antes en la ciudad de Guate-


mala (cosas el centralismo) en 1796, cuan-
do se funda el Gabinete de Historia Natural.
Es una lástima que esto ocurriera tardía-
mente, pues de haberse creado en Ciudad

2 7
Navarrete, op. cit., p. 28.
2 8
Ramón Ordóñez y Aguiar, citado por Navarrete,
op. cit., p. 34.

45
Real el Museo bien hubieran podido quedar
ahí depositadas las piezas extraídas de Pa-
lenque.
A continuación viene un error difícil de
pensar en Navarrete. Dice así el autor:

En 1801 ocurrió la abdicación de Carlos IV a fa-


vor de su hijo Fernando VII y la entronización
forzada de José Napoleón como rey de España. 29

Al leer esta fecha me di cuenta que había


un error en el año atribuido a la abdica-
ción, puesto que ésta ocurrió hasta 1808.
Pensé en un principio que se trataba de un
error de "dedo" o de imprenta, tan comu-
nes en los libros. Pero al continuar la lec-
tura ya no hubo dudas en mí: Navarrete
insistía en la fecha señalada. Veamos como
sigue la cita:

A pesar de la efervescencia que esto provocó


en la península y sus dominios, en 1805 dieron

2 9
Navarrete, op. cit., p. 34. Al primer error se une el
segundo ¡Imagínense al pobre Dupaix apesadumbrado
por no contar con el Real patrocinio...!

46
inicio los viajes por la Nueva España de Guiller-
m o D u p a i x . . . 3°

Grave error. Carlos IV, "abdicado" por


Navarrete en 1801 y por lo que conocemos
históricamente hasta 1808, fue quien auto-
rizó los viajes de Dupaix y bajo su reinado
se iniciaron los tres viajes (1805, 1806 y
1807) que incluyeron un buen número de
sitios, entre ellos Palenque. ¡Es inconce-
bible que el autor no conozca la fecha de
abdicación del Borbón e insistir en que las
visitas de Dupaix se realizaron después de
tal acontecimiento...!
El capítulo 4 se llama "Palenque en un
documento republicano" y está dedicado
prácticamente a un curioso documento ti-
tulado Ruinas de Palenc, o su historia fan-
tástica cuyo autor se desconoce. Precedido
de datos históricos sobre la independencia
de México y la consecuente repercusión en
Centroamérica, Navarrete hace ver que es
un escrito cuya razón es denunciar al mal

3 0
Navarrete, op. cit., p. 34.

47
gobierno y los peligros del centralismo
político. A ello agrega:

Puesto en la historia de la arqueología y de la


literatura maya, es la primera vez que un monu-
mento antiguo inspira una obra de imaginación,
véase como fábula con moraleja política o como
narrativa. 31

Si a aspectos de imaginación vamos pro-


vocados por una ciudad antigua, mal hace
Naverrete en afirmar cosa tal. ¿En dónde
quedan las leyendas surgidas acerca del
culto al Sol y a la Luna en Teotihuacan?¿ No
sabe, acaso, que en el siglo xvm el genio
de Vivaldi había creado la ópera "Moctezu-
ma", basado en los acontecimientos suce-
didos en Tenochtitlan?¿ Y la leyenda de "La
Llorona" que recorría las calles de la ciu-
dad azteca lamentándose por sus hijos? Así
podríamos mencionar muchas más. Lo que
no se entiende es la inclusión que hace
Navarrete del escrito mencionado, pues no
viene muy al caso tener que leer un relato
3 1
Navarrete, op. cit., p. 39.

48
o fábula del que no se conoce su autor y
que hay que interpretar, como lo hace el
mismo Navarrete, pues está escrito en tal
forma que se hace incomprensible. Por
otra parte, si lo que quería es resaltar la crí-
tica a gobiernos de cualquier índole, recor-
demos que por aquel tiempo existían varias
maneras de hacer crítica política, inclusive
periódicos, que en ocasiones los gobiernos
trataban de acallar.
Pero pasemos a la "Recapitulación" y al
cuadro de "Cronología palencana", pues
aún hay mucho que mencionar. De la pri-
mera, escrita en una cuartilla, hay poco
que decir. Más bien es una introducción
a la "Cronología..." que el autor establece
entre los años 1746 y 1834. El cuadro se
compone de cuatro columnas: en la pri-
mera están los años; en la segunda y terce-
ra la región o país del que se darán los
datos, divididos en "Guatemala-Chiapas"
en la segunda y la tercera destinada a "Mé-
xico". La cuarta columna corresponde a la
fuente de donde se tomó la información.

49
Lo primero que resalta del cuadro es lo
tendencioso del mismo. Resulta que bajo el
nombre de "Guatemala-Chiapas" se men-
cionan, por ejemplo, una serie de aconteci-
mientos ocurridos desde 1746 hasta 1789,
en cambio bajo el rubro de "México" nada
ha sucedido a lo largo de esos años. En este
último renglón se inician los acontecimien-
tos a partir del año de 1790, en que se
encuentran las dos piedras en la Plaza Ma-
yor de México. Lo anterior nos lleva, una
vez más, a pensar en la ignorancia de quien
preparó el cuadro, pues iniciado éste en el
año de 1746, bien podría haber señalado la
edición, en ese año, del libro de don Lo-
renzo Boturini titulado Idea de una nueva
Historia General de la América Septentrio-
nal..., en donde relata las "Excelencias de
la historia de la Nueva España" entre gran
cantidad de datos, cronologías y las edades
en que el sabio divide a los pueblos de
México. Algo muy importante y ya dicho
es que en él nos dice de las excavaciones
de Sigüenza en Teotihuacan. También pasa

50
por alto Navarrete la edición del libro His-
toria Antigua de México... de don Francis-
co Javier Clavijero, publicado en 1785, en
donde responde los ataque de Robertson,
Pauw Reynal y Buffon y nos da un resumen
documentado de nuestra historia antigua.
Otro tanto ocurre con las visitas que realiza
don Antonio Álzate a Xochicalco en 1777
y 1784 y la consiguiente publicación de su
Descripción de las antigüedades de Xochi-
calco, al que ya nos hemos referido. Tam-
poco conoce la mención que del Tajín se
hace en 1785 en la Gaceta de México. El
colmo de todo esto es cuando menciona
en el año de 1796 la fundación del Gabi-
nete de Historia Natural en Guatemala y en
1799 la malograda petición de Ordóñez
para formar un Museo en Ciudad Real, sin
decir, bajo el rubro de "México", de la fun-
dación, seis años antes que el de Guatema-
la, del Gabinete de Historia Natural de
México. De ella habla en su texto, al decir
que "hay paralelismo" entre una fundación
y otra, pese a los seis años de distancia que

51
las separa. Si esto lo aplica Navarrete a los
trabajos de Del Río en Palenque y el hallaz-
go de las dos piedras en el Zócalo, también
debería de hablar de "paralelismo" pues
apenas distan tres años o menos entre
unos y otros. O todos coludos o todos ra-
bones.
Debido a estos despropósitos y errores
nos vimos en la necesidad de formar un
nuevo cuadro que acompañara mi artículo
"La Arqueología y la Ilustración (1750-
1810)" dentro de la Serie que coordinamos
Leonardo López Lujan y yo para Arqueolo-
gía Mexicana? 2

Culmina el autor su estudio con un dicho


del doctor Edmundo O'Gorman: "Las con-
memoraciones son las hijas bastardas de la
historia". Que lástima que a sabiendas de
tal dicho Carlos Navarrete aceptara formar

3 2
Al pie de este cuadro pusimos la siguiente nota:
"Carlos Navarrete publicó un cuadro en su opúsculo
Palenque, 1784: el inicio de la aventura arqueológica
maya, UNAM, México, 2000, que consideramos incomple-
to, por lo que hemos formado el que aquí presentamos"
(p. 22).

52
parte de un comité que tenía como objeto,
precisamente, conmemorar los inicios de
nuestra arqueología. Sus últimas palabras
las dedica a decir que si trata de agregar
hojas de laurel a las glorias de la patria,
bien pudiera proponerse el ciclo iniciado
en Palenque para tal fin. Todo el ensayo de
Navarrete lleva como mensaje, como pue-
de constatarlo cualquiera que lo lea, que
en su natal Guatemala se emprendieron las
gestiones y los trabajos en Palenque. Nadie
duda eso. Henchido de fervor patrio, muti-
la entrevistas, acorta citas, quita aconteci-
mientos que no favorecen su causa, se con-
tradice y finalmente deja su conciencia lim-
pia de pecado original...

53
ÍNDICE

Antecedentes 7
Doscientos años de la arqueología
mexicana 13
La importancia de Palenque 39
Se terminó de imprimir en los Talleres de
la Editorial C r o m o c o l o r , S. A. de C. V.,
Miravalle 703 Col. Portales, C. P. 03300,
México D. F., en diciembre de 2002. La edi-
ción consta de 1 000 ejemplares.

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