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ODISEA

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CANTO 1

El narrador pide a la Musa que lo ayude a contar la historia de Ulises. Retomamos diez
años después de la caída de Troya (el tema de La Ilíada). Al tratar de volver a casa,
Ulises y sus compañeros tuvieron numerosas aventuras, pero ahora Ulises se ha
quedado solo en la isla de Ogigia durante los últimos ocho años, cautivo de la hermosa
diosa Calipso. Se nos cuenta que Poseidón, dios del mar, hará el viaje de Ulises rumbo a
Ítaca aún más difícil (está furioso porque Ulises ha cegado a su hijo, el cíclope
Polifemo), y que de vuelta en Ítaca el héroe también tendrá que enfrentar problemas.
En el monte Olimpo, todos los dioses, excepto Poseidón, se reúnen y escuchan
reflexionar a Zeus sobre los defectos morales de los mortales. Trae el ejemplo de
Egisto, quien mató a Agamenón y se robó a su esposa, aunque los dioses le advirtieron
que Orestes, el hijo de Agamenón, tomaría algún día represalias, lo que efectivamente
sucedió. Atenea habla en nombre de Ulises, suplicándole a Zeus que lo libere de las
manos de Calipso. Zeus accede, y el dios Hermes será enviado para pedirle a Calipso
que libere a Ulises.

Disfrazada como un viejo amigo de Ulises, Atenea viaja a su mansión en Ítaca, ahora
invadida por ruidosos y lujuriosos pretendientes que quieren casarse con Penélope,
esposa de Ulises. Su hijo, Telémaco, infeliz entre los pretendientes, saluda cálidamente a
Atenea como un extraño y la invita al banquete. Mientras los pretendientes devoran el
rebaño de Ulises, Telémaco dice que cree que su padre, a quien no conoce en
absoluto, está muerto. Atenea se presenta como Mentes, viejo amigo de Ulises, y
predice que este estará pronto en casa. Sin embargo, Telémaco no tiene ninguna
esperanza, y él y su madre permanecen indefensos contra los arrogantes pretendientes.
Atenea le pide que llame a una asamblea y en ella ordene a los pretendientes que se
vayan. Luego debe irse para conseguir noticias de su padre en Pilo y Esparta. Después
de esto, deberá matar a los pretendientes, como lo hizo Orestes. Inspirado, Telémaco le
agradece su consejo y ella se va.

La hermosa Penélope se acerca a los pretendientes y le pide al aedo que deje de


cantar la canción del regreso a casa de los aqueos tras la Guerra de Troya, ya que le
recuerda la ausencia de su marido. Pero Telémaco le recuerda que fueron muchos los
que no regresaron de la guerra. Ella vuelve a su habitación y llora por Ulises. Telémaco
les dice a los pretendientes que al amanecer convocará a una asamblea y los expulsará
de su propiedad. Dos de los pretendientes preguntan acerca de la identidad del
hombre con el que Telémaco estaba hablando. Aunque sabe que el visitante era
inmortal, Telémaco les dice que era un amigo de la familia.
CANTO 2
Al amanecer, Telémaco convoca a una asamblea con los pretendientes y otros
habitantes de la isla. Habla a la asamblea del comportamiento vergonzoso de los
pretendientes y, furioso, trata de avergonzarlos para que se vayan. Pero Antínoo le
echa la culpa a Penélope, aludiendo que ha estado burlándose de ellos y engañándolos
durante años, como cuando prometió casarse después de terminar de tejer un sudario
para el padre de su esposo, Laertes. La astuta Penélope destejió por las noches el
progreso de cada día durante tres años (finalmente se descubrió su truco y tuvo que
terminarlo). Antínoo, uno de los pretendientes, le da a Telémaco una opción: desalojar
a su madre o hacer que se case con uno de ellos. Telémaco rechaza la oferta, le dice a
los pretendientes que se vayan y le pide ayuda a Zeus.

Zeus envía rápidamente dos águilas para atacar a los pretendientes, un presagio de
muerte, pero los pretendientes niegan el augurio e insisten en que las cosas seguirán
como hasta ahora: han estado esperando demasiado tiempo el premio de Penélope.
Telémaco cambia su táctica y solicita una nave y una tripulación para encontrar noticias
de su padre en Pilo y Esparta. Si descubre que está muerto, permitirá que su madre se
vuelva a casar. Antes de que la asamblea se disuelva, se decreta que Mentor y
Haliterses, viejos amigos de Ulises, lo ayudarán a conseguir la nave y la tripulación.

Telémaco llama al dios que lo ayudó el día anterior. Atenea vuelve bajo el disfraz de
Mentor, elogia las habilidades que Telémaco ha heredado de su padre y le asegura que
su viaje será exitoso. Promete conseguirle un barco y una tripulación, y también
ayudarlo a navegar, y le dice que prepare las provisiones en su casa. Allí, Antínoo
intenta hacer las paces y le ofrece ayuda para conseguir un barco y una tripulación,
pero Telémaco lo rechaza fríamente. Los pretendientes se burlan de Telémaco mientras
este se prepara para el viaje, con cuidado de no informar a su madre sobre sus planes.

Mientras tanto, Atenea camina por la ciudad disfrazada de Telémaco, invitando a los
hombres a encontrarse al anochecer en un barco que ha tomado prestado. Por la
noche, hace que los pretendientes se duerman y, nuevamente en forma de Mentor,
informa a Telémaco la llegada de su tripulación. Lo lleva a su barco, su tripulación
recoge las provisiones y desembarcan con Atenea a bordo. Beben en honor a los
dioses, especialmente a Atenea.
CANTO 3
Telémaco y su tripulación llegan a Pilo, donde se está llevando a cabo un sacrificio de
docenas de toros en honor a Poseidón. Atenea anima al tímido Telémaco a buscar al
viejo Néstor. Él y sus hombres son invitados a celebrar y rendir homenaje a Poseidón.
Atenea ora a Poseidón por el éxito de su misión. Después de comer, Telémaco le dice a
Néstor, quien luchó junto a Ulises en la Guerra de Troya y fue un gran amigo suyo, que
está buscando información sobre su padre. Néstor no sabe qué le sucedió. Cuenta que
después de la caída de Ilión (Troya), Atenea provocó una pelea entre los hermanos
Menelao y Agamenón y dividió a los aqueos en dos bandos: los que estaban bajo el
mando del primero se fueron, mientras que el otro grupo se quedó. Ulises se fue, pero
pronto tanto él como su tripulación regresaron para complacer a Agamenón. Néstor y
su tripulación llegaron a destino, al igual que otros grupos, pero muchos no lo
lograron.

Telémaco se lamenta por su situación con los pretendientes, y Néstor le sugiere que
Ulises podría regresar, o que quizás Atenea lo ayude, tal como solía hacer con su
padre. Telémaco cree que los dioses no lo ayudarán, y que incluso si lo hicieran sería
en vano. Atenea no está de acuerdo. Telémaco le pregunta a Néstor cómo logró matar
Egisto a Agamenón. Néstor le cuenta que mientras Agamenón y Menelao estaban
lejos, luchando, Egisto finalmente se ganó a la reina de Agamenón, Clitemnestra.
Gobernó sobre el reino de Agamenón como un tirano durante siete años, antes de que
Orestes lo matara a él y a Clitemnestra.

Néstor le advierte a Telémaco que no cometa el mismo error de mantenerse alejado


de su casa demasiado tiempo. Lo alienta a que busque a Menelao para obtener más
noticias y le ofrece caballos, un carro y a sus hijos para que lo acompañen. Atenea
elogia esta idea, y luego desaparece con la forma de un águila. Los hombres quedan
aturdidos, y la prueba de que los dioses están del lado de Telémaco inspira a Néstor,
quien se compromete a hacer sacrificios para Atenea. Por la mañana, él y sus hijos
sacrifican una novilla de cuernos dorados, y su hijo, Pisístrato, acompaña a Telémaco en
un carro. Llegan a Feras por la noche, a Laconia al día siguiente, y continúan hacia su
destino final: Esparta.

CANTO 4
Telémaco y Pisístrato llegan a la opulenta mansión de Menelao en Lacedemonia.
Menelao les da la bienvenida al doble banquete de bodas, que se celebra tanto para su
hijo como para su hija. Después de que los viajeros toman un baño y comen, Menelao
les cuenta sobre su dolor por los compañeros que murieron en Troya, y especialmente
por Ulises. Helena, esposa de Menelao, sale de su habitación y dice que el visitante
debe ser Telémaco. Pisístrato lo confirma, y dice que Néstor los envió a pedirle ayuda.
Menelao da un emotivo discurso sobre sus sentimientos por Ulises, inspirando lágrimas
en todos los presentes. Pisístrato se ve particularmente afectado, recordando a su
hermano Antíloco, muerto en Troya. Helena pone una libación mágica en el cuenco de
vino que evita que el bebedor llore ese día, anima a todos a alegrarse y cuenta una
historia sobre Ulises disfrazado de mendigo durante la guerra. Menelao relata la
famosa anécdota de cómo Ulises se escondió a sí mismo y a sus hombres dentro de un
caballo de madera para invadir Troya. Todos se retiran a la cama.

A la mañana siguiente, Telémaco le cuenta a Menelao sus problemas con los


pretendientes, y le pregunta si tiene noticias de Ulises. El rey está indignado por el
comportamiento de los pretendientes y espera que Ulises pueda imponer su castigo.
Narra cómo, durante su regreso de Troya, él y sus hombres quedaron varados en una
isla sin viento. Lograron capturar a Proteo, el Viejo del Mar, y este les dijo que si hacían
un sacrificio a los dioses podrían continuar viaje hacia sus hogares. También le cuenta
sobre el asesinato de Agamenón, y le informa que Ulises está prisionero en la isla de
Calipso.

Telémaco y Pisístrato regresan a Pilo para navegar hacia Ítaca. Mientras tanto, en
Ítaca, los pretendientes se enteran del viaje de Telémaco a Pilo y planean emboscarlo
de camino a casa. Penélope se entera de sus planes y del viaje de Telémaco, y se aflige.
Pide ayuda a Atenea, que la visita en un sueño como su hermana. Le asegura que
protegerá a Telémaco, aunque no puede decirle nada sobre Ulises.

CANTO 5
Atenea les suplica a Zeus y al resto de los dioses en el Monte Olimpo en nombre
de Ulises, aún cautivo, y de Telémaco, en peligro de ser emboscado. Zeus le dice que
proteja a Telémaco, y envía a Hermes para que le ordene a Calipso liberar a su
prisionero. Sin embargo, Ulises deberá navegar solo en una balsa a Esqueria, donde
recibirá espléndidos regalos de los feacios, antes de regresar a su hogar en un barco
adecuado para ello.
Hermes corre hacia la hermosa isla de Calipso. Le da a la dios la orden de Zeus. Ella
acepta a regañadientes, no antes de señalar que a los dioses se les permite tomar
mortales como amantes, mientras que a las diosas no. Luego le informa al apenado
Ulises sobre los nuevos planes. Él sospecha de la repentina ayuda de la diosa, y no cree
que una balsa sea suficiente para atravesar el océano, pero ella le asegura que no hay
subterfugios. Cenan, y Calipso trata de convencerlo de que ella es mejor que su esposa.
Ulises la adula, pero insiste en que anhela su hogar. Duermen juntos, como lo hacen
todas las noches.

Con la ayuda de Calipso, Ulises construye su balsa durante los siguientes cuatro días
y, después de recibir algunos regalos y una brisa mágica, el quinto día se marcha.
Navega durante diecisiete días antes de acercarse a Esqueria, pero entonces Poseidón lo
ve y se da cuenta de que los dioses lo han liberado. Conjura entonces una poderosa
tormenta, y Ulises cree que se ahogará al ser arrojado al agua, pero la diosa Ino lo
rescata con su velo. Ulises cree que puede ser otro truco, pero después de que su balsa
se rompe toma el velo y nada.
Atenea calma la tormenta y Ulises nada durante dos días hasta que se acerca a la
costa. Pero se ve rodeado de afiladas rocas y teme morir allí en el fuerte oleaje. Atenea
le da instrucciones de tomar un saliente rocoso que se aproxima. Él lo hace, rasgándose
la piel de la mano. Después de ser arrastrado bajo el agua, encuentra un río tranquilo y,
finalmente, se derrumba en tierra. Sabiendo que la zona del río estará demasiado fría
por la noche, encuentra un lecho de hojas en un bosque cercano y, aunque puede ser
presa fácil para los animales salvajes, se va a dormir.

CANTO 6
Por la noche, Atenea visita en un sueño a Nausícaa, la princesa feacia, y la insta a
lavar sus vestidos. Cuando despierta Nausícaa toma un carro de carga y va con sus
siervas a lavar sus vestidos junto al río. Extienden la ropa mojada a lo largo de la orilla,
luego se bañan y juegan desnudas. Ulises, desnudo él mismo, se despierta cuando las
oye. Se acerca a ellas, pero su aspecto sucio y salvaje asusta a todas, excepto a
Nausícaa. Él le pregunta si es mortal o es una diosa, y la alaba por su extrema belleza.
Le pide que lo guíe a la ciudad y le dé ropa. Ella acepta gustosamente y ordena a sus
siervas que lo atiendan. Sin embargo, Ulises es modesto y quiere bañarse a solas. Se
baña, Atenea lo embellece aún más, y las siervas le dan comida y bebida.

Nausícaa le indica que camine tras su carro, con sus siervas, camino a la ciudad, pero
le advierte que si la gente lo ve con ella se dispersará el rumor de que es su futuro
esposo. Por eso, le pide que se esconda detrás de unos árboles cerca de la muralla de
la ciudad, y luego averigüe cómo llegar al palacio de Alcínoo. Allí encontrará a su
madre, a quien deberá pedir ayuda. Si a ella le cae bien, entonces lo tendrá en su casa
pronto. Se dirigen a la ciudad y pasan por el bosque de Atenea, donde Ulises le implora
a la diosa hospitalidad de parte de los feacios.

CANTO 7

Tras esperar a que Nausícaa se dirija al palacio de su padre, Ulises encuentra el


camino solo, y se encuentra con Atenea en forma de niña. Le pide direcciones para
llegar al palacio, y ella lo lleva hasta allí envuelto en niebla, para que nadie pueda verlo.
También le dice que Alcínoo y su venerada reina, Árete, están cenando. Entra en el
exuberante palacio y encuentra al rey y a la reina. Abraza las rodillas de Árete y le pide
paso a su casa. Alcínoo conduce a Ulises a la mesa, donde le ofrecen comida. Alcínoo
dice que harán un sacrificio por la mañana y luego pensará cómo enviar a Ulises a su
casa. También se pregunta si Ulises es un dios. Ulises le asegura que no lo es, y que ha
sufrido grandes penas.

Más tarde por la noche, a solas con Alcínoo y Ulises, Árete reconoce la ropa que lleva
Ulises, le pregunta quién y quién le ha dado esa ropa. Él le cuenta su historia, desde la
isla de Calipso hasta que Nausícaa lo ayuda ese mismo día. Alcínoo dice que Nausícaa
debería haberlo llevado directamente a casa, pero Ulises dice que fue su idea seguirla
más atrás. Alcínoo jura ayudarlo a llegar a su casa.

CANTO 8

Por la mañana, Atenea, en forma de pregonero, llama a la gente del pueblo a


reunirse para conocer a un extraño. La multitud se reúne y ve a Ulises iluminado por
una luz divina enviada por Atenea. Alcínoo les pide que proporcionen un barco y
tripulación para su anónimo huésped, y que luego se preparen para una celebración
que agasajará al extraño. Se siguen sus instrucciones y en los festejos para Ulises,
Demódoco, un aedo ciego, canta una canción sobre la batalla entre Ulises y Aquiles en
Troya. Ulises llora furtivamente ante los recuerdos que le despierta. Alcínoo lo nota,
detiene la música y comienza las competencias.

Se juegan varios juegos, y el príncipe Laodamante le pide a Ulises que participe. Con
tantas cosas pasando por su mente, Ulises se muestra reacio a jugar, y Euríalo, uno de
los atletas, lo acusa de no tener talento atlético. Ulises asume el desafío y lanza un
disco más lejos que todos los demás. Inspirado por su lanzamiento y por el elogio de
Atenea disfrazada, Ulises desafía a quien se atreva a vencerlo en cualquier competencia
atlética, especialmente en tiro con arco. Silencia a la multitud, Alcínoo elogia su
destreza y sugiere un espectáculo de danza. Demódoco canta sobre encuentro
amoroso entre Ares y Afrodita, que terminó cuando el engañado Hefesto forjó cadenas
y los atrapó durmiendo juntos. Luego invitó a los otros dioses a presenciar a los
adúlteros atrapados en el acto.

Ulises disfruta de la historia y queda impresionado por el baile que a continuación


realizan los hijos de Alcínoo. Este le da a Ulises una gran cantidad de ropa y oro, y
Euríalo le entrega, a modo de disculpa, una ancha espada de plata y marfil. Por orden
de Alcínoo, las criadas lo bañan. Cuando regresa a la sala principal, la princesa Nausícaa
le pide que la recuerde. Él le responde que le debe su vida. Durante los festejos, Ulises
elogia la canción de Demódoco sobre los aqueos, y le pide que cante sobre el caballo
de madera que Ulises usó para invadir Troya. Lo hace, Ulises vuelve a llorar, y solo
Alcínoo se da cuenta. Detiene entonces la música, se pregunta por qué el extraño ha
llorado a pesar de todos los regalos que ha recibido y le pregunta por su nombre y su
historia completa.

CANTO 9

Ulises revela su nombre y su tierra natal a Alcínoo, y dice que Calipso lo retuvo contra
su voluntad antes de su llegada. Traza su ruta después de Troya. Luego, su tripulación
saqueó Ísmaro, una ciudad costera de los Cícones, y lucharon contra su ejército.
Perdieron a muchos hombres cuando sus doce barcos zarparon y sufrieron una gran
tormenta los días siguientes en el mar. El décimo día llegan a la isla de los Lotófagos,
un pueblo pacífico que se alimenta de loto, dulce planta productora de placer. Tres de
los hombres de Ulises la comen y desean permanecer allí, pero Ulises los obliga a
volver a la nave y vuelven a zarpar.

Luego llegan a la tierra de los cíclopes, una raza de gigantes ermitaños de un solo
ojo. Al día siguiente, los hombres de Ulises se deleitan con las abundantes cabras en la
desierta y fértil isla frente a la tierra de los cíclopes. Al día siguiente, Ulises y su
tripulación cruzan para encontrarse con los cíclopes. Ven a un hombre enorme y salvaje
en un campo, y Ulises le lleva una piel de cabra llena de dulce licor a modo de regalo.
Llegan a su cueva, y los hombres de Ulises quieren robarle sus quesos y su ganado.
Ulises se niega, ya que quiere conocer al dueño. Lo esperan y luego, cuando entra y se
pone a hacer sus cosas, se esconden.
El cíclope, llamado Polifemo, los nota y les pregunta quiénes son. Ulises se presenta y
le pide cualquier ayuda que pueda proporcionarles, advirtiéndole no ofender a Zeus, el
dios de la hospitalidad. Polifemo ridiculiza la idea: no le importan los dioses. En cambio,
pregunta dónde está la nave de Ulises. El astuto líder le miente y le dice que fue
destruido, y que ellos son los únicos sobrevivientes. Polifemo agarra a dos de sus
hombres, los mata y se los come enteros mientras los otros miran, impotentes. Luego
se echa a dormir en su puerta, advirtiéndole a Ulises que no lo mate, ya que no serían
capaces de apartar su enorme cadáver para atravesar la puerta y escapar.

Por la mañana, Polifemo se come algunos hombres más, luego sale y bloquea la
entrada de la cueva con una gran roca. Ulises crea un plan para derrotar a Polifemo.
Corta una sección de seis pies de un gran tronco de olivo que Polifemo deja en la
cueva, luego le da forma para hacer un extremo puntiagudo y afilado, y finalmente lo
pone al fuego para endurecerlo. Por la noche, Polifemo regresa y se come a dos
hombres más. Ulises le ofrece un poco de su vino. Polifemo le pide más y le pregunta
su nombre, prometiéndole un regalo a cambio. Ulises le dice que su nombre es
"Ninguno", y Polifemo le responde que su regalo consiste en que se lo comerá último,
tras haber engullido a todos los otros. Pero Polifemo se queda dormido, borracho, y
Ulises y cuatro hombres recalientan su arma en el fuego y la embisten contra el único
ojo del cíclope. Lo ciegan y él aúlla para llamar a los otros cíclopes, que desde el
exterior de su cueva le preguntan si un hombre lo ha engañado. "Nadie", dice
Polifemo, lo ha arruinado. Los otros cíclopes entienden que nadie le ha hecho nada, y
se van, diciéndole que ore a su padre, Poseidón.

Polifemo abre la puerta de la cueva, esperando atrapar a cualquiera que intente


escapar. Ulises tiene otra idea. Une al rebaño en la cueva y crea un cabestrillo debajo
de cada animal, que los hombres pueden montar. Permanecen en sus carruajes hasta la
mañana, cuando Polifemo deja pasar al rebaño por la entrada. El carnero de Ulises es el
último en salir, y Polifemo se pregunta por qué no está liderando el rebaño, como hace
habitualmente. Una vez en el claro, los hombres abandonan sus cabestrillos y
conducen los carneros a su nave. Ya seguro en el mar, Ulises insulta a Polifemo a los
gritos. Polifemo arranca un trozo de la colina y lo arroja cerca de la nave,
desequilibrándola con una ola gigante. A pesar de las súplicas de su tripulación, que le
piden a Ulises no revelar su posición burlándose de Polifemo, Ulises le da al cíclope el
nombre y la patria del hombre que lo cegó. Polifemo dice que una vez le profetizaron
que alguien llamado Ulises, probablemente un gigante, lo cegaría. Ahora le pide a
Ulises que regrese, que lo tratará bien y orará por él a su padre, Poseidón
Ulises rechaza su oferta, y Polifemo le ruega a Poseidón que Ulises pierda a sus
compañeros y no vuelva nunca a su hogar. Poseidón envía inmediatamente una
enorme roca que casi golpea la nave. La tripulación se apresura a encontrarse con el
resto de la flota, y sacrifican el rebaño robado como ofrenda a Zeus. Sin embargo, Zeus
tiene en mente la destrucción y la muerte de esos hombres inconscientes. Ellos
celebran ese día, y a la mañana siguiente continúan su viaje a casa.

CANTO 10
Ulises continúa su historia para Alcínoo. Después del encuentro con Polifemo, Ulises y su
tripulación llegan a la isla Eolo, dios del viento. Eolo los hospeda durante un mes, y luego le
entrega a Ulises el odre de los vientos para ayudarlo a navegar. Él y su tripulación zarpan con el
viento del oeste a sus espaldas, y después de diez días llegan a Ítaca. Pero mientras Ulises
duerme su tripulación, creyendo erróneamente que el odre de Eolo está lleno de plata y oro, lo
abre con avidez. Todos los vientos se precipitan y el barco es despedido en medio de un
huracán.
Son enviados de vuelta a la isla de Eolo, y Ulises le explica lo que pasó. Aiolos cree que el
viaje de Ulises está maldecido por los dioses y se niega a volver a ayudarlo. Ulises y su
tripulación vuelven a zarpar, ya sin viento, y llegan a la tierra de los Lestrígones. El rey,
Antífate, y la reina se comen a uno de los enviados de Ulises, y la tripulación logra escapar por
poco cuando los otros Lestrígones lanzas piedras hacia la nave en retirada.
Los hombres llegan entonces a la isla de la diosa Circe. Ulises mata un ciervo y aumenta la
moral de su tripulación con un gran banquete. Les dice que vio humo saliendo del bosque, pero
sus hombres, recordando sus últimos encuentros con extraños, temen nuevos encuentros. Sin
embargo, Ulises, después de una selección aleatoria, envía a la mitad de sus hombres a
investigar bajo el mando de Euríloco.
En las afueras de la casa de Circe encuentran lobos y leones de montaña sumisos y
hechizados. En el interior, Circe canta mientras teje en su telar. Todos los hombres (excepto
Euríloco, que sospecha un engaño) se tranquilizan con este comportamiento aparentemente
dulce y entran. Circe les prepara un banquete y les pone algo a sus bebidas. Cuando los
hombres las beben se convierten en cerdos. Ella los cierra en un chiquero mientras Euríloco sale
corriendo para alertar al resto de la tripulación.

Ulises se dirige solo a la casa de Circe, a pesar de las protestas de Euríloco. El dios Hermes lo
detiene en el camino y le da una planta que lo protegerá de la poción de Circe. Le explica
también que debe amenazar a Circe de muerte, y entonces ella le propondrá que duerman
juntos. Ulises debe aceptar para así romper el hechizo sobre su tripulación.
Ulises visita a Circe, y la planta hace su magia contra la poción. Sigue el plan de Hermes, y
por su fortaleza ella lo reconoce como el gran Ulises. Siguiendo las predicciones de Hermes,
Circe le pide que se acueste con ella, y él primero le hace prometer que no usará más
encantamientos. Se retiran a su opulento dormitorio, pero Ulises está preocupado por sus
compañeros. Circe los vuelve a convertir en hombres, y se ven mejor que nunca. Ella le dice a
Ulises que ordene a sus hombres traer sus barcos a la orilla y volver a su casa. Así lo hace y
todos regresan, excepto Euríloco, quien todavía sospecha.
Las siervas de Circe bañan a los hombres y les sirven la cena. Circe invita a Ulises a quedarse
con ella en su isla. Los hombres terminan quedándose por un año en este paraíso hasta que
finalmente recuerdan a Ulises su misión. Este le pide a Circe que los ayude a navegar a casa,
pero ella le dice que debe ir al Hades, la tierra de los muertos, y hablar con el ciego Tiresias. Le
da al abatido Ulises detalladas instrucciones para navegar hacia allí y preparar ritos para
convocar a Tiresias. Ulises le dice a su tripulación que es hora de irse, pero Elpenor, el más
joven, se cae del techo sobre el se había quedado dormido, borracho, y muere.

CANTO 11
Ulises y su tripulación navegan a la región de los hombres cimerios y, según las instrucciones
de Circe, hacen un sacrificio ritual por Tiresias. Mientras espera a Tiresias, Ulises contiene a los
otros fantasmas que emergen, incluido el de Elpenor, muerto al caerse del techo de la casa de
Circe. Ulises le promete un entierro propio de un marinero en la isla de Circe. También ve a su
madre muerta, Anticlea. Finalmente, aparece Tiresias y le advierte que Poseidón busca
venganza por el cegamiento de su hijo Polifemo. Le advierte a Ulises que no toque los rebaños
de Sol Hiperión cuando aterrice en Trinacia, prediciendo la perdición de su tripulación en caso
de que lo hicieran. También predice que Ulises llegará solo a su casa y matará a los destructivos
pretendientes de Penélope. Luego llevará un remo a un lugar donde los hombres desconocen el
mar, y cuando alguien le pregunte sobre el bieldo en su hombro, deberá hacer un sacrificio a
Poseidón, que le asegurará una vida abundante a partir de entonces.

Tiresias se va, y Ulises le permite a Anticlea beber la sangre que ha preparado y así hablar. Él
le cuenta brevemente sobre el propósito de su viaje, luego le pregunta qué la mató, y cómo está
el resto de la familia. Ella relata las vidas de Penélope y Telémaco y le dice que su padre está en
la casa, esperando el regreso de su hijo. Ella también era así, y la soledad y el anhelo por Ulises,
dice, es lo que la mató. Ulises intenta abrazarla, pero sus manos atraviesan el aire. Después de
que terminan de hablar, se acercan más muertos y le cuentan a Ulises sus respectivas historias.
Ulises detiene su historia. Alcínoo, rey de los fecios, le pide que pase otro día con ellos para
que puedan proporcionarle regalos, y luego le pregunta si se encontró con alguno de los
guerreros que lucharon con él entre los muertos. Ulises relata que vio a Agamenón, quien le
cuenta cómo Egisto y su esposa, Clitemnestra, lo mataron. Le advierte sobre la maldad de las
mujeres y le sugiere regresar a su hogar en secreto, sin avisarle a su esposa. Ulises habla con
otras sombras, incluido Aquiles, quien le cuenta acerca de su hijo acerca de cuyo hijo,
Neoptólemo. Ve a Tántalo atormentado por no poder comer ni beber, y a Sísifo, empujando
perpetuamente una roca en una colina. Los fantasmas se amontonan a miles y asustan a Ulises,
que se aleja con su tripulación.

CANTO 12
Ulises y su tripulación navegan de regreso a la isla de Circe, donde hacen una pira funeraria
para Elpenor. Circe les ofrece un festín, y por la noche advierte a Ulises de los peligros que
enfrentará su barco al día siguiente. Así, la tripulación sigue luego sus instrucciones, tapándose
los oídos para que la canción de las Sirenas no los tiente a salirse de su curso. Ulises las
escucha, pero luego de que sus hombres lo aten al mástil del barco. A continuación, deben
navegar entre Esquila, un monstruo marino de seis cabezas que devora a los marineros, y los
peligrosos remolinos de Caribdis. Ulises no les cuenta sobre la muerte inminente, ya que se
asustarían. Pero, de hecho, Escila atrapa y se come a seis hombres.
La tripulación atraviesa los peligros y llega a la isla de Sol Hiperión. Ulises toma el consejo
de Tiresias y Circe de no comer los rebaños, y ni siquiera desembarcar en la isla. Cansados y
hambrientos, sus hombres quieren dormir en la isla, pero Ulises les hace prometer no tocar los
rebaños. Amarran el barco, comen y lloran a sus compañeros muertos.
Los vientos les impiden volver a zarpar durante un mes, y sus alimentos se van acabando. Un
día, mientras Ulises ora a los dioses, aislado, Euríloco incita a los demás a sacrificar los bueyes.
Ulises regresa y ve lo que ha sucedido. Inmediatamente, Helios le pide a Zeus que los castigue.
Después de celebrar durante seis días, zarpan. Zeus levanta una tormenta a modo de castigo y
dispara un rayo contra el barco, destruyéndolo. Los hombres caen al agua y Ulises se agarra a
unos restos flotantes de la nave. Vuelve a Caribdis, de donde logra escapar por poco. Protegido
por los dioses, apenas logra pasar por Escila y se dirige a la isla de Calipso. Ulises le recuerda a
su público que ya les contó esto último

CANTO 13
Ulises deja de contar su historia en este punto, y al día siguiente Alcínoo y otros hombres le
dan regalos. Ulises le agradece a Alcínoo por su hospitalidad y, tras algunas fanfarrias, los
hombres de Alcínoo zarpan mientras Ulises duerme tranquilamente a bordo. Los feacios llegan
a Ítaca al día siguiente, dejan allí a Ulises junto a sus posesiones y regresan.
Poseidón apela a Zeus, enojado porque Ulises ha tenido un regreso tan placentero a su hogar.
Recibe el permiso de Zeus para convertir el barco de los feacios en piedra cerca de su puerto,
como castigo. Alcínoo observa la escena, que cumple una profecía (del Canto VIII) y guía a sus
hombres en un sacrificio a Poseidón. Los feacios deciden nunca más ofrecer transporte a
extraños.
Ulises despierta, pensando que está en una tierra extraña. Atenea se acerca a él en forma de
pastor y le informa que está en Ítaca. Ulises inventa una historia sobre cómo llegó allí. Atenea
se convierte en una mujer y le dice amablemente que sabe que está mintiendo. Luego revela su
identidad, le advierte que no le avise a nadie de su regreso y lo ayuda a planear la muerte de los
pretendientes. Ulises se reunirá con su viejo y fiel porquerizo mientras ella busca a Telémaco en
Laconia. Transforma a Ulises en un viejo decrépito para mantenerlo en el anonimato, y se
separan.

CANTO 14
Ulises, disfrazado de mendigo, se encuentra con Eumeo, su viejo porquerizo, en su majada en
el bosque. Eumeo le da comida para cenar y le cuenta sobre los pretendientes y sobre su señor,
el fallecido Ulises. Este le promete que su señor volverá y buscará venganza contra los
pretendientes. Eumeo, quien odia a los pretendientes y extraña a Ulises, le dice que los primeros
van a emboscar a Telémaco a su regreso. Cuando el viejo insiste en conocer su pasado, Ulises le
cuenta haber crecido en Creta, haber peleado en la Guerra de Troya, haber ganado su fortuna en
Egipto, haber sido esclavizado y haberse convertido, finalmente, en el mendigo que es ahora.
Durante sus aventuras escuchó que Ulises aún está vivo, pero Eumeo se muestra escéptico.
Ulises duerme en la majada mientras Eumeo atiende fielmente el rebaño de su señor.

CANTO 15
Atenea encuentra a Telémaco en Lacedonia y lo insta a que regrese a su casa para evitar que su
madre se case con Eurímaco, uno de los pretendientes. También le advierte sobre la emboscada
que se avecina, y le dice que encuentre a Eumeo y le pida que le entregue a Penélope el mensaje
de que está de vuelta. Telémaco recibe permiso de Menelao para partir se va con Pisístrato, el
hijo de Néstor, con su carro cargado con regalos de sus anfitriones y luego de que un águila
pase volando con un ganso entre sus garras. Helena interpreta esto como una señal de que
Ulises volverá pronto a buscar venganza contra los pretendientes.
De vuelta en Pilo, Telémaco se prepara para navegar con su tripulación hacia su hogar.
Teoclímeno, hijo de un profeta y fugitivo por un asesinato que cometió en su tierra natal,
solicita y recibe un lugar en la nave de Telémaco. Navegan por la noche, ayudados por el viento
de Atenea.
De vuelta en Ítaca, Ulises intenta que Eumeo lo invite a quedarse más tiempo al anunciarle que
se irá por la mañana y buscará trabajo con los pretendientes. Eumeo se niega, insistiendo en que
se quede hasta que Telémaco regrese. Ulises pregunta por sus padres, y Eumeo le cuenta sobre
la muerte de la madre y la soledad del padre de Ulises. Luego relata la historia de su vida:
secuestrado por piratas, Laertes lo compró y la madre de Ulises lo crió como si fuera su propio
hijo.
Los hombres charlan hasta la noche. Mientras tanto, Telémaco desembarca, habiendo evitado la
emboscada. Cerca de allí, un halcón recoge una paloma, y Teoclímeno ve esto como una señal
de que la familia de Telémaco se mantendrá en el poder para siempre. Telémaco envía a su
huésped a casa con un compañero, y se va solo para encontrarse con Eumeo.

CANTO 16
Telémaco llega a la majada de Eumeo. El porquerizo lo abraza como si fuera su propio hijo y le
presenta a su compañero "mendigo", Ulises. Telémaco se muestra reacio a tomar a Ulises bajo
su protección, como se le solicita, aludiendo a que ya tiene suficiente con los pretendientes.
Solo puede darle alimentos básicos y enviarlo a donde desee. Ulises intenta convencerlo de
luchar contra los pretendientes, pero Telémaco insiste en que es impotente contra ellos. Le pide
a Eumeo que le diga a Penélope y a Laertes que ha regresado a salvo, pero que no se lo diga a
los pretendientes.

Atenea se le aparece a Ulises como una esbelta mujer y le indica que le revele su verdadera
identidad a su hijo. Lo vuelve joven y atractivo de nuevo. Telémaco ve su nueva apariencia y
cree que es un dios, pero Ulises revela ser su padre y le explica que Atenea lo transformó
físicamente. Telémaco lo abraza y ambos lloran. Ulises cuenta cómo los feacios le abrieron un
paso seguro a Ítaca, y dice que tienen que hacer un plan para matar a los pretendientes.
Telémaco no cree poder derrotarlos, ni siquiera con la ayuda de Atenea y Zeus, ya que son más
de cien.
Ulises diseña un plan: al día siguiente, Telémaco regresará al palacio y Ulises, disfrazado de
mendigo, se le unirá luego junto a Eumeo. Ulises soportará los maltratos a los que los
pretendientes lo sometan. Luego, cuando Atenea se lo indique, Ulises le hará una señal a
Telémaco para que guarde todas las armas de la casa, a excepción de dos juegos de armas que
usarán ellos más tarde. Le advierte que no revele su identidad a nadie, ni siquiera a Eumeo o
Penélope, ya que su anonimato le servirá como prueba de lealtad.
Mientras tanto, un mensajero del barco de Telémaco le informa en voz alta a Penélope que su
hijo ha regresado, y Eumeo le susurra el mismo mensaje. Los pretendientes escuchan al
mensajero y no entienden cómo escapó Telémaco de su emboscada. Deciden que tienen que
matarlo antes de que él les cuente a los aqueos de sus planes asesinos, y ellos redoblarán, por su
parte, su cortejo a Penélope. Anfínomo, uno de los pretendientes, argumenta que deberían
consultar a los dioses para saber si asesinar a Telémaco es la acción correcta. Los otros están de
acuerdo, y la reunión se disuelve. Penélope, que ya escuchó que los pretendientes planean matar
a su hijo, les dice que dejen de conspirar. El pretendiente Eurímaco niega la acusación y
Penélope se va a dormir.
Eumeo regresa a su majada y le dice a Telémaco y al "mendigo" que el mensajero ya le había
avisado a Penélope sobre el regreso de su hijo. Los hombres se van a dormir.

CANTO 17
Telémaco se excusa con Eumeo para ver a su madre, y le ordena que lleve a Ulises a la
ciudad para que pueda mendigar. En la mansión, Penélope abraza con lágrimas a su hijo y le
pregunta qué noticias tiene. Pero Telémaco le dice que haga un sacrificio a los dioses para
ayudarlos con su venganza. Se encuentra con el fugitivo Teoclímeno en la ciudad, lo lleva a su
casa y se bañan. Después, Telémaco le cuenta a su madre aquello de lo que se enteró sobre el
viaje de Ulises, aunque miente y le dice que Ulises todavía está cautivo en la isla de Calipso.
Teoclímeno, sin embargo, adivina que Ulises está ahora en algún lugar de la isla, pero Penélope
no está lista para creerle. Los pretendientes pronto van a cenar.

Mientras tanto, Ulises y Eumeo se dirigen a la ciudad. Se encuentran con el cabrerizo Melantio,
quien se burla de Ulises bajo su disfraz de mendigo y lo patea. Ulises se refrena y sigue
marchando, pero Eumeo lo maldice. En su mansión, el viejo perro de Ulises, un cachorro
cuando se fue, reconoce a su amo, aunque está demasiado viejo para moverse y, de hecho,
muere poco después. Ulises entra después de Eumeo para mendigar entre los pretendientes. Le
dan pan, pero Antínoo pronto se vuelve contra él. Telémaco defiende al mendigo y acusa a
Antínoo de egoísta. Los otros le dan comida a Ulises, y este elogia la apariencia de Antínoo y
comienza una historia sobre cómo él también fue rico alguna vez. Antínoo lo interrumpe, le
ordena que se vaya y le golpea el hombro con su taburete. Ulises no se inmuta por el golpe y
pide a los dioses que maten a Antínoo, a quien el resto de los pretendientes regaña por golpear
al mendigo, ya que podría tratarse de un dios disfrazado. Antínoo responde encogiéndose de
hombros.
Penélope escucha el golpe desde su habitación y le desea infortunios a Antínoo. Le pide a
Eumeo que envíe al mendigo a la habitación de ella, pero Ulises dice que en ese momento es
demasiado arriesgado por los pretendientes, pero que la visitará por la noche. Antes de regresar
a su choza, Eumeo advierte a Telémaco que esté en guardia contra los pretendientes.

CANTO 18
Iro, un verdadero mendigo, entra al palacio y le ordena a Ulises con violencia que se vaya.
Ulises intenta calmarlo, pero Iro lo desafía a pelear. Antínoo escucha la discusión, reúne a los
pretendientes para mirar y promete al vencedor acceso ilimitado, de ahora en adelante, a las
comidas en el palacio. Después de asegurarse de que ninguno de los pretendientes lo golpeará
cuando no esté mirando, Ulises intimida a Iro con su gran cuerpo y la ayuda de Atenea. Sin
demasiado trabajo, lo lleva afuera. Los pretendientes felicitan a Ulises y lo recompensan con
comida. Ulises les advierte que el señor de la casa volverá pronto y se vengará con sangre. El
pretendiente Anfínomo, sabiendo que morirá, intenta irse, pero Atenea se asegura de que se
quede.
Atenea influye en Penélope para que aparezca ante los pretendientes, no sin antes
embellecerla con sus poderes. Penélope baja las escaleras y reprende en privado a Telémaco por
permitir tal maltrato al extraño. Él le responde que no podía hacer nada contra los pretendientes,
y le informa de la pelea del mendigo con Iro. Ella lamenta la ausencia de Ulises y recuerda sus
instrucciones, antes de partir a Troya, de que se volviera a casar una vez que Telémaco fuera
adulto, pero encuentra a los pretendientes despreciables. Ulises oye esto con alegría, al igual
que Antínoo, que insiste en que no se irán hasta que ella se case con uno de ellos. Los
pretendientes le entregan regalos, y ella se los lleva arriba.
Los pretendientes se deleitan el resto de la noche, y Ulises les pide a las siervas que atiendan a
Penélope mientras él se encarga de los pretendientes. Una de ellas, Melanto, que fue criada por
Penélope pero poco hace para devolverle su afecto, insulta a Ulises. Él la amenaza con un
castigo de Telémaco por sus comentarios, y ella y las demás se van. Eurímaco lanza una serie de
bromas a expensas de Ulises. Este vuelve a predecir el regreso y la venganza del señor de la
casa. Eurímaco le lanza su taburete, pero Ulises lo esquiva. Los pretendientes creen que están
malgastando sus esfuerzos en ese mendigo, y Telémaco los invita amablemente a retirarse. Esto
los irrita, pero Anfínomo les ordena tomar una bebida más antes de acostarse.

CANTO 19
Ulises y Telémaco guardan las armas tal como lo habían planeado. Telémaco se va a acostar
mientras Ulises se encuentra con Penélope y sus doncellas. Melanto vuelve a mostrar desprecio
por su aspecto de mendigo, y Ulises le recuerda nuevamente que alguna vez fue poderoso, y le
advierte sobre el regreso de Ulises. Penélope también reprende a Melanto.
Penélope le pregunta a Ulises sobre sus orígenes, pero él dice que le resulta demasiado
doloroso hablar de ello. Ella revela su desagradable situación con los pretendientes, y dice que
siente que ya no le quedan fuerzas para resistir un nuevo matrimonio. Ella vuelve a presiona a
Ulises para que revele su pasado, y Ulises le cuenta su historia sobre Creta, y agrega que una
vez recibió a Ulises en la ciudad de Cnoso, y fue su anfitrión durante doce días. Penélope llora
con la historia, luego le pide una prueba de lo que cuenta: una descripción de qué aspecto tenía
Ulises. Él le proporciona una descripción bastante precisa de la ropa de Ulises, detallando una
capa y una túnica que Penélope le había dado. Penélope llora de nuevo y se convence de que la
historia es cierta. Promete al mendigo tratarlo como su invitado, aunque se lamenta por Ulises,
creyendo que debe estar muerto. Ulises le jura que está vivo y que se prepara para regresar a
casa, y recuerda muchos de los detalles reales de su viaje.
Penélope todavía cree en su corazón que Ulises está muerto. Instruye a sus criadas para que
atiendan a su huésped y lo traten bien durante su estancia. Sin embargo, Ulises rechaza los lujos
que quiere otorgarle, asegurándole que está acostumbrado a la austeridad. Aún así, dejará que
una sierva, Euriclea, le lave los pies. Tanto Penélope como la vieja ama recuerdan a Ulises
cuando ven el cuerpo del mendigo. Ulises les comenta que ya otros le han comentado la
similitud entre ellos antes. Mientras Euriclea lo baña, reconoce una vieja herida de caza en el
muslo de Ulises y exclama que el mendigo es Ulises. Pero Atenea desvía la atención de
Penélope para que no escuche la revelación, y Ulises se acerca a Euriclea y le dice que no lo
delate, o la matará. Ella jura lealtad y silencio.
Penélope le pide a Ulises que interprete un sueño que ha tenido sobre un águila que caza
gansos cerca de su casa, luego habla con ella y le dice que los gansos eran los pretendientes y
que él es Ulises. Ulises le dice que cree que el sueño narra la verdad, pero Penélope se muestra
escéptica. Revela un concurso que ha planeado para el día siguiente: se casará con el
pretendiente que pueda tomar el arco de Ulises y disparar una flecha a través de doce cabezas de
hacha alineadas. Ulises insiste en que su verdadero esposo se presentará para el evento.
Penélope sube las escaleras para llorar a Ulises y dormir.

CANTO 20
Mientras Ulises yace despierto en el suelo, se abstiene de matar a los pretendientes, que están
jugueteando con mujeres en sus propias camas. Le pregunta a Atenea, que aparece cerca de él,
cómo podrá derrotarlos solo. Ella le asegura que estará bien bajo su protección y lo envía a
dormir. En el piso de arriba, Penélope tampoco puede dormir y le ruega a Artemisa que la deje
morir. Su llanto despierta a Ulises, que le reza a Zeus para que le dé una señal de fue él quien lo
ayudó a volver a casa. Zeus envía un trueno, y una de las siervas de Ulises lo toma como una
señal del dios y le pide que ese sea el último día de los pretendientes. Ulises se siente animado.
Telémaco se despierta y la casa cobra vida. Afuera, Melantio vuelve a menospreciar a Ulises,
que se resiste a contraatacar. Filetio, el mayoral de pastores, le da una cálida bienvenida al
mendigo y le dice que su apariencia le recuerda a su señor Ulises. Los pretendientes imponen
exigencias excesivas a su ganado y él está considerando mudarse, pero Ulises le promete que su
señor regresará y se deshará de los pretendientes. Mientras tanto, estos planean matar a
Telémaco, pero el paso de un águila con una roca entre las garras hace que Anfínomo aborte el
plan.
Se prepara un banquete, y Telémaco sienta a su padre y le exige a los pretendientes que lo
dejen en paz. Antínoo les recomienda a los otros pretendientes que soporten la "censura" de
Telémaco. Sin embargo, Atenea permite que se reanude el maltrato a Ulises. Ctesipo, uno de los
pretendientes, le arroja una pata de vaca y falla. Telémaco amenaza a todos los galanes con
fuertes palabras. Acuerdan no volver a tocar al mendigo, pero insisten en que Ulises está muerto
y es hora de que Penélope elija un marido. Telémaco dice que no puede obligar a su madre a
casarse si ella no quiere hacerlo. Los pretendientes se ríen a carcajadas. El profeta Teoclímeno
ve sangre de animal saliendo de sus bocas, y lo interpreta como un signo de su muerte
inminente, pero ellos se ríen.

CANTO 21

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