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Libro - PSICOLOGÍA - Mercedes Recalde-129-133 - Adultez

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CAPÍTULO VI - ETAPAS DEL DESARROLLO

LA ADULTEZ
Luego de haber trabajado durante años es en esta etapa cuando se experimenta (o no) la
realización profesional. Las personas miran hacia atrás constantemente, auto evaluándose con
relación a sus aspiraciones anteriores y a lo que han logrado finalmente. Para las mujeres es
importante la llegada de la menopausia, en la medida en que ésta marca un límite físico en
relación a la capacidad de procreación, condición que tiene repercusiones psicológicas y sociales.
Se llega a un nivel de maduración que permite dirigirse más libremente hacia los propios deseos.

En la vida adulta pueden coexistir funcionamientos infantiles con otros más maduros e
integrados. Cuando éstos últimos llegan a predominar, dan lugar a un estado mental definido
como «adultez».

Hasta no hace mucho tiempo se creía que con la adultéz «se llegaba» a un estado de relativa
estabilidad de las estructuras mentales. Hoy se reconoce que en esta etapa se producen
La adultez es una etapa de autoevaluación, en la que transformaciones y regresiones, que existen conflictos por resolver los que conviven con
el individuo pasa revista a sus logros y frustraciones situaciones vitales resueltas.

Existen conflictos relativos a la conformación de una pareja estable, las relaciones sexuales
adultas, el establecimiento de la familia propia, la paternidad, la elaboración de un proyecto de
vida, la elaboración de las pérdidas, la inserción laboral y/o profesional, etc.

Además existe un momento central en esta etapa que denominamos «la crisis de la mitad de
la vida». En esta etapa de la vida el individuo ha dejado de crecer y comienza a envejecer. En ese
momento, los padres han envejecido, los hijos están en el umbral de la adolescencia o la adultéz,
la juventud y la infancia han pasado y, tal como establece Héctor Ferrari: «Al adulto lo alcanza la
idea de que «ya no es más joven». Preguntas acerca del sentido de lo hecho, valores, estilos de
vida son abordadas por la parte de la mente más adulta y más madura. ¿Qué ha hecho de su vida
y qué significado tiene? El tiempo hace sentir su apremio.» (Ferrari, H.; «Salud mental en la
etapa adulta de la vida: la adultez»).

A diferencia de los cambios rápidos y profundos de la infancia y los turbulentos de la


adolescencia, la adultez se caracteriza por la continuidad y la estabilidad. Esta etapa supone una
Tanto hombres como mujeres somos concientes en serie de transformaciones en las estructuras mentales del pasado.
la edad adulta del paso del tiempo. Nuestro cuerpo
va envejeciendo y muchas veces esto no es vivido 1
con felicidad, generando angustia y malestar.
PSICOLOGÍA

■ Se observa una transformación gradual en la relación con los padres. Antes, los padres
internos habían sido sentidos como una autoridad ante la cual sólo cabía someterse o
rebelarse. Este tipo de relación cambia, volviéndose los antiguos conflictos situaciones ya
resueltas. Se atenúan los reproches, adquiriéndose paulatinamente conductas
caracterizadas por la autonomía y la emancipación.
■ La adultez supone alejarse de los funcionamientos narcisistas del yo, atenuar sus
exigencias, tornarse más modesto y más consciente de las propias limitaciones.
■ En las etapa adulta se acentúa la integración y la simultánea diferenciación de las
estructuras mentales del yo. Esto conlleva una mayor madurez emocional. Integrar y
discriminar supone para el yo tomar conciencia de los conflictos, conciliar deseos
contradictorios o armonizar aspectos desconocidos. Esto permite tener mayor
responsabilidad en cuanto a las decisiones que se toman, sin hacer responsables a otros
de los fracasos o frustraciones.
■ Las transformaciones de la etapa adulta suponen una gradual tendencia hacia las
experiencias interiores, a la búsqueda de sentido de la propia vida.

La etapa adulta puede dividirse en distintos momentos:


Envejecimiento y atractivo erótico
■ La adultez temprana (desde la finalización de la adolescencia hasta promediar los 40 Los gerontólogos describen que uno de los duelos más severos a en
años), que culmina con la «crisis de la mitad de la vida». Aquí se toman las decisiones Esta condición no es igual para varones y mujeres sino que se aplica
importantes que afectarán al individuo el resto de su vida. Durante este momento es más Esto es así debido a que el atractivo erótico masculino se su
evidente la negación de la muerte propia.
■ La adultez madura, abarca la década de los 40 y 50 donde se afirman los logros;
■ La adultez tardía, entre los 60 y 70 años.

«La crisis de la mitad de la vida»


Oímos comúnmente hablar de «la crisis de la mitad de la vida» para explicar momentos de
depresión, las aventuras extramaritales o los cambios de carrera o de oficio que muchas personas
experimentan. Este tipo de vuelcos internos pueden ser inquietantes, ya que cuando las personas
cuestionan sus metas de vida, pueden perder temporalmente sus anclajes y entrar en crisis.

Lo que aparece comúnmente en estas crisis vitales es la «conciencia de mortalidad». La


primera parte de la edad adulta ya se ha ido y sus tareas se han hecho. La mayoría de las
personas han
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CAPÍTULO VI - ETAPAS DEL DESARROLLO

formado sus familias y ahora posiblemente ya disfrutan de haberse VEJEZ O ADULTEZ TARDÍA
liberado de las responsabilidades diarias del cuidado de los hijos. Han
establecido sus ocupaciones y han aceptado un nivel de éxito. Se han En las últimas décadas de la vida los soportes familiares y sociales
vuelto independientes de sus padres, quienes ahora pueden ir a ellos hasta entonces presentes se desvanecen o desaparecen gradualmente.
por consejo y ayuda. Están en la plenitud de la vida, pero ahora En este momento de la vida se producen pérdidas, enfermedades y el
descubren que su tiempo se ha vuelto más corto y que posiblemente deterioro físico se hace más presente.
muchos de sus sueños de juventud todavía no se han realizado; o si los
han cumplido, pueden descubrir que no han encontrado entre ellos la Sin embargo, algunas personas responden a estas circunstancias
satisfacción que habían esperado. como a un desafío. Una tarea de esta etapa consiste en mantener una
sensación de integridad o de entereza interna frente a las adversidades.
Si embargo, este descubrimiento no siempre es traumático. Para Como señala Ferrari:
muchas personas es simplemente una más de las muchas
transformaciones que tiene la vida y se ajustan a ellas con facilidad. En «El sentimiento de integridad implica mantener un cierto grado de
este caso las personas pueden emerger de este tipo de cuestionamientos dignidad personal, de reconciliación con uno mismo, de poder contemplar
con más conciencia y comprensión de sí mismos y de los demás; con más su ciclo vital con sus logros y fracasos, de tomar conciencia de los límites
sabiduría, fortaleza, coraje y con una mayor capacidad para el amor y el y de lo difícil que ha sido renunciar a ellos» (Ferrari, H.; «Salud mental en
disfrute. la etapa adulta de la vida: la adultez», p. 197).

Hablar de una «crisis de la mitad de la vida» es útil, porque llama la


atención sobre la naturaleza dinámica de la personalidad, incluso en la
edad adulta. Sin embargo, también nos puede conducir a una noción
rígida de que todos los adultos debemos soportar una crisis para
desarrollarnos emocionalmente más. Esto no es así: cada persona vive
las etapas de la vida de un modo distinto, según haya sido su experiencia
vital previa y de qué manera haya resuelto las situaciones de duelo que
pueda haber atravesado.

La manera en que enfrentamos la vejez


depende de nuestra historia previa y del entorno

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PSICOLOGÍA

LECTURA
VEJEZ DE LOS UNOS Y VEJEZ DE LAS OTRAS

También para envejecer es distinto el destino que la cultura reserva a cada género. Así lo sostiene y explica la autora de esta nota, al examinar cómo ciertas
posiciones en los vínculos, llegada la vejez, pueden traducirse en síntomas, soledad o “algo que no puede llamarse vida”.

Por Irene Meler *

Existe consenso acerca de que la vejez no es sólo un hecho biológico sino que se trata al mismo tiempo de una construcción colectiva de sentido acerca de
ese período del ciclo vital. El sentido atribuido a esa etapa influye poderosamente en la forma de vivir la tercera y cuarta edad, así como en las
manifestaciones de malestar físico y subjetivo que los adultos mayores presentan.
También sabemos que, mientras algunas sociedades tradicionales respetaban a los que habían llegado a la vejez, la cultura occidental de la modernidad
tardía condena a sus mayores a una vacancia de rol social, a lo que se agrega, en los países en vías de desarrollo, la amenaza de la pobreza, la soledad y
la percepción del rechazo de las generaciones más jóvenes ante las características corporales que evidencian el paso del tiempo.
Leopoldo Salvarezza ha acuñado la denominación “viejismo” (“Fausto, Miguel Strogoff y los viejos. A propósito de la construcción del imaginario social
sobre la vejez”, en La vejez. Una mirada gerontológica actual, Buenos Aires, Paidós, 1998) para referirse al prejuicio generalizado en la actualidad contra
los ancianos, y es aquí donde se abre un punto de convergencia entre los estudios interdisciplinarios de género y las investigaciones acerca de los adultos
mayores, en el sentido de que ambos campos enfatizan la importancia de la discriminación y la estereotipia de las representaciones colectivas en la
producción de malestares específicos observables en las poblaciones o sectores sociales que constituyen sus respectivos objetos de estudio.
Así como el psicoanálisis destacó la importancia de la sexualidad para la comprensión del psiquismo, los estudios de género enfatizaron la efectividad de
las relaciones de poder para construir modalidades subjetivas y vinculares y para explicar tendencias epidemiológicas diferenciales entre varones y
mujeres.
Podemos considerar que cada género tiene su modalidad específica de malestar en la cultura. Los varones están lejos de las épocas premodernas, donde
consumían dos o tres esposas en el curso de su vida útil. Hoy en día, viven un promedio de siete años menos que la población femenina, aunque, como una
vez escuché decir a Eva Muchinik, ese período en que los sobrevivimos no puede llamarse vida. Con esta reflexión algo ácida, la investigadora se refería al
empobrecimiento propio de la cuarta edad, y al hecho observable de la soledad, el aislamiento social y la discriminación sexual que padecen las ancianas.
Este es un aspecto que deseo destacar. Los gerontólogos describen que uno de los duelos más severos a enfrentar en la vejez, consiste en la percepción de
no ser objeto de deseo por parte de los demás. Pero esta condición no es semejante para varones y mujeres sino que en realidad, como dije, se aplica
específicamente a las mujeres y en mucho menor medida es válida para los hombres. Esto sucede así debido a que el atractivo erótico masculino se sustentó
ancestralmente en los atributos de poder. La fuerza física puede ser reemplazada por la experiencia, la sabiduría o la potencia económica, que son
emblemas que adornan en ocasiones al varón maduro. En cambio, el atractivo femenino basado en la gracia y cierto infantilismo, combina mal con el poder
que dan los años y con el saber adquirido a través de la experiencia de vida. Una mujer poderosa puede ser respetada, pero no resulta deseable. La delicada
danza de cortejo que los géneros bailan desde hace muchos siglos se basa en el dominio masculino y la sexualidad es el aspecto de la conducta humana
más reluctante a la transformación de las relaciones de género.

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CAPÍTULO VI - ETAPAS DEL DESARROLLO

El viudo alegre
Si las mujeres viudas están en una proporción de 4 a 1 con respecto a los hombres en la misma situación, y las mujeres en pareja pueden esperar un período
de viudez de alrededor de 11 años, vemos que la ventaja comparativa de las mujeres con respecto a la longevidad tiene como contraparte un destino de
soledad en la mayoría de los casos. Otro elemento observable es la rapidez con que los hombres que enviudan se casan nuevamente. Algunos motivos son
los que siguen:
u Su prerrogativa tradicional para manifestar el deseo erótico les facilita la búsqueda de una nueva pareja.
u Debido a la dominancia del género masculino, su autoestima es generalmente más elevada, por lo cual no se excluyen del “mercado amoroso”. El régimen
deseante masculino se refiere a un deseo experimentado en forma subjetiva, y lo que importa es la belleza del objeto de deseo, no el propio estado físico.
Los hombres no piensan en sí mismos como objetos del deseo femenino.
u Su capacidad para establecer vínculos es más pobre, debido a que han sido orientados hacia la acción y el logro. Por eso, reclaman menor complejidad
subjetiva en una relación, y pueden reemplazar una persona por otra con mayor facilidad.
u El hábito juvenil de conquista serial o coleccionismo de mujeres los ha entrenado para pasar del amor a una mujer hacia otra. Esta actitud deriva de lo
que Christian von Ehrenfels denominó el doble código de moral sexual, y la duplicidad de la normativa a su vez es un corolario de la dominación social
masculina.
Las mujeres se vuelven a casar en menor proporción por los motivos inversos, a lo que hay que agregar otras razones:
u Las redes entre mujeres tienden a ser más contenedoras que los lazos sociales entre hombres. Las mujeres se confortan y auxilian entre sí.
u El vínculo de las mujeres con sus hijos es más cercano e intenso y compite con la dedicación a un hombre desconocido. Los hijos demandan más de su
madre y son más hostiles a una nueva unión por parte de ella.
u En la madurez, la importancia de la sexualidad decrece, pero, mientras que los varones apuestan a revitalizarla por cualquier medio, muchas mujeres,
habituadas a reprimirla, renuncian a ejercerla en función de preservar su estima de sí, que reposa en el ideal femenino de continencia y altruismo.
Pese a estas diferencias, la figura social de la “pobre viuda” está dejando lugar al surgimiento de un sector poblacional con características propias, poder
adquisitivo (en parte adquirido por el trabajo personal y en parte heredado) y poder social y familiar. La soledad de pareja se sufre, sin embargo, debido
a la socialización femenina que ha privilegiado el amor y la compañía masculina como un eje organizador del proyecto de vida.
En los matrimonios que perduran hasta la vejez, un problema deriva de la dependencia psíquica masculina con respecto a la erección. Cuando no la logran,
ellos clausuran los vínculos afectivos y eróticos, lo que puede manifestarse en síntomas de neurosis obsesiva en sus mujeres.
Una mujer mayor comenzó a limpiar en forma compulsiva todos los rincones de su casa, desarrollando una sintomatología específica de género que se ha
denominado “neurosis del ama de casa” y que constituye una variante de los trastornos obsesivo-compulsivos característica de las mujeres tradicionales.
Al investigarse la situación, encontramos que las relaciones sexuales se habían interrumpido debido a la impotencia eréctil del cónyuge. Al mismo tiempo,
todas las expresiones tiernas o los juegos sensuales habían cesado bruscamente, ya que el hombre estaba avergonzado y dolorido por su claudicación y
evitaba exponerse a lo que, desde una perspectiva tradicional masculina, era visto como un fracaso.
Pese a esta penosa dependencia de los varones ancianos respecto de su aptitud coital, como vimos, el deseo erótico masculino se admite como vigente,
mientras que el erotismo de las mujeres ancianas es desestimado y, en caso de reconocerse, causa horror. Es posible que a las razones antes expuestas se
agregue la asociación imaginaria entre la madre y lamuerte, o sea la actualización del temor infantil al reengolfamiento en la madre preedípica, ahora
percibido como peligro de muerte.

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