Ulivarri, P
Ulivarri, P
Ulivarri, P
30
sobre otras posibilidades del ser psicólogo más allá del consultorio.
Sumado a esto, la realización de las prácticas de los alumnos
(que son voluntarias) se torna una empresa titánica, en la cual vamos
contra reloj, donde la burocracia instalada hace que los permisos,
seguros, acuerdos internos y convenios con las instituciones ocupen
la mayor parte del cuatrimestre, por lo cual, el tiempo operativo
31
Por esto es que los diferentes instrumentos formativos deben
materializarse en prácticas que privilegien una acción política de la
profesión; de esta manera, la formación académica no se limitaría
sólo a transmitir conocimientos, sino que privilegiaría el desarrollo
de diferentes procesos como parte de la formación. Procesos entre
los cuales encontramos la contextualización de la realidad psicoso-
cial, económica y cultural en donde se desarrollan las prácticas, su
constante dialéctica con la teoría y la construcción del conocimiento
como su resultado, el compromiso profesional en la apuesta al cambio
p. 8).
El lugar de la práctica se convierte en una apuesta para lograr
32
aquello que nos proponemos día a día, los que creemos que un cam-
bio en los paradigmas clásicos es necesario, urgente e inaplazable.
La falta de trabajos de campo y espacios de investigación (tanto
-
mación en el ámbito comunitario produce desfasajes en terreno,
reproduciéndose en peligrosas prácticas en donde, muchas veces,
aparece un desplazamiento puro, indiscriminado de lo clínico a lo
comunitario, del espacio privado a lo público. Desconociendo, de
33
vínculos y redes que fueron tejiéndose con otros actores (compañeros,
comunidades, grupos y psicólogos comunitarios de otras provincias
y países).
La constante de este espacio de formación a lo largo de los años
es la apuesta a una forma de entender y hacer psicología que tiene
premisas que le son propias y locales. Una intervención comuni-
taria que tiene como pilar fundamental fomentar la igualdad y la
transformación social, a partir de la participación comunitaria, en
procesos que tienen como base los vínculos, las necesidades sentidas,
el respeto a los saberes previos y la horizontalidad en las relaciones
Nietszche
34
En sus comienzos, ingresamos cuatro psicólogos; al año si-
guiente, el cupo se redujo a tres. En el año 2007 intentaron cerrar
la Residencia para destinar esos cargos a residencias médicas súper
35
Cordero Rodríguez y Romero
36
Los tiempos metodoLógicos deL proceso comunitario
“No es posible acceder a una realidad fuera de los
37
reconocerme a mi misma en un ámbito nuevo y como parte de un
equipo de trabajo, en el rol profesional de psicóloga comunitaria.
Al principio me sentía un poco desorientada, todo era muy nuevo.
No sabía en qué sector del Centro de Salud ubicarme y me daba la
sensación que estaba interrumpiendo las tareas cotidianas de las
agentes sanitarias o del personal administrativo. Pero a medida
que el equipo me fue incluyendo en algunas actividades y empecé
a salir a terreno, me fui adaptando al lugar, a las actividades y al
ritmo de la institución1.
Consideramos como entrada del proceso, el primer contacto que
tenemos con la comunidad: el diagnóstico de situación, el cual inclu-
ye por un lado, un conocimiento institucional, entendiendo junto a
Ulloa (1996), que
38
enriquecer la mirada, la co–construcción de la historia de la comu-
-
ción de los actores sociales y redes sociales.
trasmitir sobre la población del área de responsabilidad, es una
(Aragone, 2009)2.
Una vez saturada la información, se realizan las categorizaciones
39
Dentro del equipo de salud durante estos meses fui consolidando
mi lugar comprendiendo que el volverse parte, implica también
otro tipo de conocimiento, desplegando y sosteniendo vínculos. A
partir de ellos se fueron articulando las oportunidades locales de
trabajo con una mirada crítica promotora del compromiso con el
trabajo interdisciplinario y en equipo (Bisdorff, 2011)4.
Por lo tanto el momento de diagnóstico no está completo hasta
que se realiza este paso, el cual representa un trabajo previo de or-
ganización del material, síntesis y categorización de la información,
espacios y momentos de discusión con todas aquellas personas o
instituciones que participaron en el proceso de diagnóstico y circu-
lación de la palabra; momento que permitirá escuchar las voces de
los implicados.
Al realizar la devolución, fue de gran impacto para las personas,
tanto niños como jóvenes y adultos darse cuenta que en los barrios
no hay placitas y muy pocas canchas de fútbol. Estos son espacios
-
pacio que valoran, y los jóvenes propusieron poder construir una
con ayuda de los padres y el gobierno (Vila, 2011)5.
equiPo comunitario
A partir de este diagnóstico de situación, realizado, compartido
y discutido, se comienza a pensar en cómo trabajar conjuntamente
en la búsqueda de soluciones a las problemáticas que surjan.
Entendemos por equipo comunitario al grupo de personas impli-
cadas en el proceso de intervención comunitaria, en un ámbito de
40
etc.), con una tarea en común y con acuerdos respecto a la lectura
de la realidad. La conformación del equipo de trabajo comunitario
(representantes institucionales, líderes formales e informales, no-
sotros) es una pieza clave para el desarrollo y la dinamización de
con los que se cuenta, cómo se desenvuelven las personas que viven
en el lugar, su ámbito laboral, sus fortalezas y debilidades, límites
y posibilidades.
Considero importante destacar el momento particular de este pro-
ceso, en el que el camino diario va construyendo la vía junto con
otros, quienes participan tan activamente como uno en el proceso
de intentar un espacio superador, en el que se facilite el encuentro,
en el que se construya el equipo comunitario (Schell, 2009)7.
Un párrafo aparte es la consideración de lo que entendemos
por comunidad, la cual será diferente en tanto sean diferentes los
actores, sus objetivos y, por ende, sus miradas. Por ejemplo, desde
la Residencia consideramos como comunidad un grupo con el que
emprenderemos un camino, un proceso que se dará como algo nuevo
o al que nos sumaremos; en cambio, el equipo de salud, la entiende
como la población que se encuentra dentro del área de responsabi-
lidad, delimitada previamente.
Por lo tanto, antes de hablar de la comunidad, como algo homo-
géneo, preferimos pensar en las comunidades coexistentes, con las
que nos vamos encontrando en este transitar de lo comunitario, de
41
bilidades particulares de cada uno, se planteó la amplitud de los
espacios de participación, entendiendo que la misma no responde
al número de personas presentes en las reuniones, sino a las accio-
nes que cada miembro pudiera llevar a cabo, respondiendo a los
objetivos entre todos consensuados (Schell, 2010)8.
La conformación de este espacio no se da sin resistencias, ya que
en él se juegan relaciones de poder, intereses propios y múltiples
demandas. Por esto es importante no apurar esta construcción, ya que
en el afán de llegar a un acuerdo puede suceder que no escuchemos
a aquellas personas a las cuales les cuesta poner su voz en conside-
ración, arriesgarse más allá de lo que diga el grupo, desarmándose
toda posibilidad de dialogar.
En este proceso de incorporación a la toma de decisiones, las
personas y los grupos adquieren autonomía y capacidad para ac-
tuar y mejorar su situación, cambiar su realidad. En un proceso de
participación comunitaria, el protagonismo es de la comunidad.
El equipo de Atención Primaria es un recurso más, junto al resto
de los servicios presentes en el territorio” (Villa Iturrieta, 2008)9.
(Delaporte, 2008)10.
Es un momento de negociación, en donde se plasma como desafío
-
grantes, de una u otra manera, estarán involucrados y comprometidos.
(...) se fueron vislumbrando ciertos fenómenos grupales que nos
hablan de un grupo en conformación, como por ejemplo: cohesión
42
De esta manera, la construcción de la demanda y del proceso
comunitario no es una sumatoria de pedidos formulados, sino mas
bien el producto del interjuego de las diversas subjetividades.
El rol del psicólogo comunitario en esta instancia podría ser
pensado como de facilitador y catalizador; por un lado, podemos
43
salida del Proceso
E. Sánchez, al responder a la pregunta de cómo y cuándo debe
Ponerle
44
explicitar posiciones, perspectivas de futuro en especial quiénes van
a sostener el camino a seguir.
Debemos tener en claro que el objetivo de la intervención
comunitaria es la construcción de un proceso político, de toma de
poder por parte de la población y organización de la comunidad,
que va más allá de cubrir exclusivamente las necesidades mediante
proyectos y actividades. Si no existe visión de proceso, el cual se
47
el ámbito de Primer Nivel de Atención.
A partir de 1978 se pone en marcha el Programa de Salud Rural,
la demanda psicosocial.
-
48
verticalista y de docencia, así mismo no se medía el impacto.
tratamiento” (Psicóloga).
Un terreno nuevo y desconocido para muchos de ellos aparece
en el horizonte de su práctica profesional, que sumado a la poca o
casi nula formación de grado sobre el tema, en lugar de paralizarlos
y retraerlos a la seguridad del consultorio, los impulsó a reunirse
de cada uno”
de Atención).
por el mismo Estado que los expulsa, quedando de esta manera por
fuera del Sistema de Salud. Este conocimiento adquirido a partir
de una práctica enriquecida con supervisiones, muchas veces es
aprovechado por instancias privadas u otras provincias. Quedan para
analizar las causas y consecuencias de esta decisión.
51
prácticas en el Sistema de Salud.
La formación continua, la supervisión y acompañamiento de
prácticas de los profesionales que trabajan en las instituciones de
salud son prácticamente inexistentes; prácticas que son exigidas,
muchas veces, desde los técnicos a cargo de los programas de nivel
superior del sistema. Se dice qué hacer, pero no hay un seguimiento
nuestro
lugar en la actividad comunitaria, por un lado, y el lugar de las
comunidades en nuestras intervenciones, por el otro. En realidad,
no son dos cuestiones diferentes, sino que se entrecruzan y confor-
man un punto más en la red de complejidades que implican esta
modalidad de trabajo.
En el trabajo cotidiano, entendemos al rol de un psicólogo comu-
nitario como aquel en donde se resiste a una relación asimétrica, que
incluye al otro en una relación horizontal, en la que el diálogo y la
integración forman parte inseparable de la posición epistemológica
en que se fundamenta la Psicología Comunitaria.
Esta modalidad de trabajo no siempre resulta sencilla, sobre
todo cuando intentamos incluir a otros actores, por ejemplo, los
miembros del equipo de salud del cual formamos parte. Un obs-
táculo a esta propuesta está representado por el rol construido en
la formación previa que recibimos a lo largo de nuestras carreras,
la cual se orienta a formar un profesional cuya manera de conocer
e intervenir se caracteriza por una posición de experto, cuya labor
guarda aún estrechos lazos con el modelo asistencialista y que se
decir las
cosas, en la forma de dar consejos no solicitados, y muchas veces
órdenes y retos, o está acompañada por actitudes paternalistas. En
todos los casos, pareciera que el objetivo es diferenciarnos, desde
la educación y la hegemonía, en sujetos–objetos de intervención.
52
Desde hace un tiempo, el ámbito comunitario, las comunidades,
son elegidas como lugar privilegiado para múltiples acciones. Se
encuentran bombardeadas -
les, etc. y, muchas veces, éstas se superponen; sin posibilidades de
compartir, dialogar, negociar. Esto lleva al desgaste, no sólo de los
recursos sino de las modalidades de participación de los vecinos,
aumentando el descreimiento, la falta de interés y el desgano de las
personas por escuchar lo que tienen que decir los “interventores”.
Muchas veces, cuando la gente no participa, se sacan conclusiones
no hacer nada... sin tener en cuenta que ese bombardeo no los deja
inmunes, ni es sin consecuencias.
Por otro lado, nos encontramos con una cuestión importante:
desde dónde comenzamos a trabajar, desde qué marco y desde qué
temáticas. Aparecen diferentes posicionamientos:
salud física... salud comunitaria... trabajo comunitario...
Como se desarrolló más arriba, al comprometernos con la comu-
nidad escogemos los temas en conjunto, a partir de la conformación
de un equipo comunitario, entendido como aquel en donde vecinos,
instituciones y todos aquellos interesados en el cambio social, pueden
53
conocimiento a los miembros de la comunidad, en el intento de romper
con viejos moldes, tendientes a mantener la distancia separadora entre
, interventores e intervenidos.
Y aquí nos encontramos con que todos los análisis estadísticos
y/o epidemiológicos, realizados a partir de diferentes tipos de inves-
tigaciones, sólo tienen valor si se los considera como un dato más,
que se reunirán con los saberes de los demás; que nuestro interés
por determinada problemática psicosocial (surgida de los análisis que
realizamos desde afuera): drogas, violencia, embarazos adolescentes,
etc., es eso: nuestro.
Si nosotros, desde nuestras priorizaciones, nuestras escalas de
valores, consideramos que dichos trastornos, problemas, factores
de riesgo, de vulnerabilidad, son el problema de esta comunidad y
por lo tanto, acudimos a su implicación, a que participen, en nuestro
proyecto para mejorar su vida, nos podemos encontrar con dos cosas:
por un lado, una comunidad que se convoque y escuche paciente-
mente lo que tenemos que decir, pero que no se sienta parte de lo
que decimos, o que ni siquiera se acerque a nuestra reunión o taller.
Por otro lado, muchas veces, cuando logramos conformar, luego de
mucho tiempo de familiarizaciones mutuas, un equipo comunitario, los
problemas que surgen poco tienen, en apariencia, con las problemáticas
psicosociales que creemos que son las que padecen los vecinos. Una
vez que se puede escuchar las voces de los que viven en los barrios,
que nos comprometemos a trabajar con lo que les acontece y que
consideran son sus problemáticas, seguramente nuestras propuestas,
planteamientos, cobrarán mayor sentido para ellos.
una empresa; menos que menos, para nuestro gobierno, cuya Consti-
tución habla de una salud y educación pública, gratuita, para todos.
Martín Baró (1986) nos dice:
55
La supervisión trabaja con lo cotidiano en tanto categoría cen-
tral, teórica y empírica, dado que lo cotidiano es el piso donde se
reproducen las relaciones sociales. Es un esfuerzo de abrochar la
práctica con sentidos teóricos y transformar la teoría a partir de las
experiencias de manera que nos permita imprimir en nuestro hacer
algo diferente, y al mismo tiempo ir moldeando nuestro rol en cada
proceso (Avila y Ulivarri, 2009).
-
frentamiento conjunto ante la angustia por la tarea, lo desconocido,
la incertidumbre que genera trabajar con otros, poner el cuerpo,
ingresar a la cotidianidad de las comunidades, sentimientos de impo-
tencia ante la multiplicidad de situaciones consideradas “sin salida”,
desconcierto ante la burocratización de la salud, etc.
El trabajo comunitario presenta innumerables situaciones de incer-
tidumbre: si la técnica preparada resultará adecuada a quienes concu-
rran efectivamente a la reunión, el éxito o fracaso de la convocatoria
56
fundamentales de la disciplina, y su vinculación con la docencia es
por demás evidente. La supervisión y acompañamiento en todos los
casos es sumamente necesaria para no perdernos en los intentos de
ayudar al otro. Y eso no sólo para la práctica privada, sino también
para los espacios públicos, donde año tras año ingresan profesionales
que no tuvieron la oportunidad durante su carrera de participar en
“una investigación
regir sus propios destinos” (p. 204), proceso que debe procurar la
autonomía, la participación democrática y la justicia distributiva.
Para terminar, me gustaría retomar una frase de Enrique Safor-
cada, (2007):
-
tos y destrezas profesionales al servicio de nuestras comunidades
y países; igualmente, son una gran coyuntura para que nosotros
podamos aprehender realidades humanas y construir conocimien-
tos importantes gracias a las características y saberes de nuestras
comunidades (p.1).
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vIDa Intensa, saLuD y saLuD mentaL.
aLgunos aportes DesDe La psIcoLogía
comunItarIa1
Omar Barrault
desigualdades económico-sociales.
sometimiento2: asentada en la idea de
61