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Delfina Muschietti - La Producción de Sentido en El Lenguaje Poético

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FILOLOGÍA

AÑO XXI, 2 1986

HOMENAJE
A
,
ANGEL ROSENBLAT

UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES


FACULTAD DE FILOSOFíA Y LETRAS

INSTITUTO DE FILOLOGtA y LITERATURAS


HISPÁNICAS
" DR. AMADO ALONSO"
FILOLOGÍA
Directora: Ana María Barrenechea

Comité de redacción

Maxime Chevalier (Université de'Bordeaux), Guillenno L.


Guitarte (Boston College), Tulio: Halperíil Donghi (Univer-
sity of California, Berkeley), Rafael Lapesa (Real Academia
Española), Beatriz Lavandera (Universidad. de Buenos Aires),
lsaías Lerner (The City UniverSity - 'óf 'New York), Josefina
Ludmer (Universidad de Buenos Aires), Walter Mignolo (Uni-
versity of Ann Arbor) , Sylvia Molloy (Princeton University) ,
Marcos Morínigo (Universidad de Buenos Aires), Enrique
Pezzoni (Universidad de Buenos Aires), Susana Reisz de Riva-
rola (Universidad Católica del Perú), José Luis Rivarola (Uni-
versidad Católica del Perú), Melchora Romanos '(Universidad de
Buenos Aires), Beatriz Sarlo (Universidad de Buenos Aires), Lía
Schwartz Lern,eI: (F9rdham Univel"sity) , Lore Terracini (Univer-
sita di Torino), Harald Weinrich (Universitat München), Alonso
Zamora Vicente (Real Academia Española)

La Secretaría de Ciencia y Técnica de la Universi-


dad de Buenos Aires y el Consejo Nacional ele Inves-
tigaciones Cientificas y Técnicas concedieron subsi-
dios para cubrir parcialmente esta publicación. El
resto fue costeado por la Fundación Amado Alonso.

La correspondencia editorial debe dirigirse a la Di'rectora del Instituto de


Filología y Literaturas Hispánicas "Dr. Amado Alonso" (25 de Mayo 211 -
1002 Buenos Aires); la de canje a Biblioteca Central de la Facultad de
Filosofía y Letras (Independencia 3051 - 1226 Buenoe Aires). Los pedidos
de compra y suscripción a la Oficina de Venta de Publicaciones de la
Facultad (Marcelo T. de Alvear 2230 - 1122 Buenos Aires).

ISSN 0071 - 49& X


FILOLOGíA
AÑO XXI, 2 1986

HOMENAJE
A
,
ANGEL ROSBNBLAT

INSTITUTO DE FILOLOGíA Y LITERATURAS


HISPÁNICAS
"DR. AMADO ALONSO"
FACULTAD DE FILOSOFfA y LETRAS

AUTORIDADES

DECANO: Prof. Norberto Rodríguez Bustamante

VICE-DECANO: Lic. Carlos A. Herrán

SECRETARIOS: Secretario Académico: Lic. Mauricio Boivin;


Secretario de Investigación y Posgrado: Prof. Horacio J.
Pereyra; Secretaria de Extensión Universitaria y Bienestar
Estudiantil: Profl¡l Gladys Palau; Secretario de Supervisi6n
Administrativa: Sr. Víctor Mohr.

CONSEJO DIRECTIVO: Claustro de Profesores Titulares: Lic. Car-


los Herrán; Dra. María del Carmen Porrúa; Dra. Marta Koll-
mann de Curutchet; Dra. Hilda Sábato; Profl¡l Norma Pave-
glianiti; Dr. Conrado Eggers Lan; Dra. Beatriz Spota; Prof'
Stella Maris Fernández.

Graduados Titulares: Pro!' Silvia Marta Gelman; Prof' Gra-


ciela Vidiella; Prof. Francisco Petracca; Pro!' Edith Roseto
de López del Carril.

Estudiantes Titulares: Roberto Villarruel; Marcelo Escolar;-


Marcelo Sabatés; Roberto Marengo.
HOMENAJE A ÁNGEL ROSENBLAT
(1904-1984 )

Del examen de la obra escrita de Ángel Rosenblat pode-


mos destacar algunos elementos sistemáticos:
a) hay un aspecto doctrinario de su obra, en el que se
incluye su tesis doctoral sobre el género, de la que publicó
varios artículos y que se manifiesta sobre todo Ém su estudio
de la labor civilizadora y de investigación y divulgación de
Andrés Bello en el campo de la cultura hispanoamericana.
También cabría mencionar aquí sus estudios teóricos sobre
el mestizaje y la población americana;
b) hay un aspecto práctico relacionado con sus estudios
de dialectología hispanoamericana, principalmente venezolana,
en el que se incluyen un cúmulo de cuestiones estudiadas desde
ángulos distintos y con métodos novedosos.
Por su obra original, combativa y polémica, Rosenblat
siempre suscitó controversias no sólo en el nivel político sino
también en lo referente a cuestiones teóricas y metodológicas,
en las que muchas veces intervino dando claras muestras de su
erudición y originalidad. Su tarea constituyó un aporte inva-
lorable a la filología americana, pero además debemos desta-
car que, dentro de su americanismo fervoroso, guardó siempre
una adhesión total a la cultura argentina, reiteradamente con-
fesada, de la que se sentía deudor por su formación. Hoy el
Instituto de Filolpgía, que tanto le debe a su vez, ha querido
rendirle el presente homenaje. Este trabajo aspira a ser un
primer esbozo de la biografía intelectual de Ángel Rosenblat,
maestro de todos los que a él nos acercamos por la densidad
de su saber universal.
Émulo de Andrés Bello y de Rufino José Cuervo, en lo
intelectual y en la investigación filológica, Ángel Rosenblat fue
un americano por adopción y no por nacimiento. En vívidas
6 MARCOS A. MORÍNIGO Fn.. XXI, 2

páginas autobiográficas nos ha narrado su transformación de


farmacéutico frustrado en el primer discípulo de filología que
en la Argentina tuvo Amado Alonso.
"Recuerdo muy bien -dice Rosenblat-- la llegada de A.
Alonso a Buenos Aires a fines de septiembre de 1927. Inme-
diatamente inició su primer curso de Filología en el amplio
desván de la calle Reconquista 572. Antes de eso Alonso había
dado una sobresaliente y novedosa conferencia sobre 'el estilo
de las sonatas de Valle Inclán', que disipó la prevención por-
teña de que la filología era un disciplina árida cuyo meridiano
pasaba por la erudición". Allí descubrió Rosenblat que la filo-
logía ofrecía una atrayente fisonomía humanista hacia la cual
se orientó sin vacilaciones.
La labor de Amado Alonso estuvo desde 1928 identificada
con el Instituto de Filología de la Universidad de Buenos Aires.
Desde entonces formó en la filología argentina un plantel de
discípulos que fueron sus colaboradores inmediatos y produ-
jeron en poco tiempo una labor calificada por la estimación de
los especialistas. Mencionaremos los nombres de Ángel Rosen-
blat, Eleuterio Tiscornia, María Rosa Lida, Raimundo Lida,
Frida Weber de Kurlat, Berta Elena Vidal De Battini, Ana
María Barrenechea, Raúl Moglia, Juan Bautista Avalle Arce,
Daniel Devoto, con quienes se cimentó la Revista de Füología
Hispánica y la Biblioteca de Dialectología Hispanoamericana
que, con sus ocho volúmenes, convirtió al Instituto en el cen-
tro hispanoamericano más activo del continente.
Amado Alonso, adivinando las apetencias de Rosenblat, lo
introdujo en los estudios dialectológicos y lo impulsó a traba-
jar en una dirección madurada de antemano: la dialectología
hispanoamericana, que no tenía cultores por entonces. Aurelio
M. Espinosa había esbozado un proyecto de estudios dialecto-
lógicos hispanoamericanos en el tomo 1 de sus Estudios sobre
el espaiWl de Nuevo Méjico que se había publicado en Chicago
en 1909 como disertación doctoral. Este plan sirvió de estimulo
para organizar los tomos de la Biblioteca que comenzaron a
publicarse en 1930.
El primer tomo salió con los Estudios sobre el español
de Nuevo Méjico de Aurelio M. Espinosa, dedicados a la des-
cripción del nivel fónico, con traducción y notas de Amado
Alonso y Ángel Rosenblat, seguido de los nueve estudios com-
plementarios de A. Alonso. El tomo II no se publicó inmediata-
Homenaje a Ángel Rosenblat 7

mente. Entretanto Rosenblat pasó varios años en Alemania,


España y Ecuador y regresó más tarde a la Argentina, donde
en 1943 se publicó el segundo tomo de la Biblioteca, precedido
en esos años por otros volúmenes a cargo de diversos autores.
Rosenblat se había convertido en el principal colaborador de
Amado Alonso en estos proyectos dialectológicos, lo cual quedó
demostrado al publicarse este tomo 11 de los Estudios sobre el
español de Nuevo Méjico, totalmente a cargo de Rosenblat:
traducción, reelaboración y notas, seguido de sus "Notas de
morfología dialectal", el cual se editó en 1946. El volumen,
en sus notas, estaba enriquecido con materiales reunidos en
España y América con un procedimiento excelente y novedoso,
que contrasta e ilumina los hechos geográficos con abundante
documentación histórica, ya que era su norma estudiar los
hechos dialectales no aislados sino dentro de un marco en el
que se destacara su carácter tradicional e innovador común
a varias regiones o peculiar de una sola, y en su contexto
histórico y cultural. En esta segunda parte se le dio toda
la importancia debida a la labor de Rosenblat, pues sus "Notas"
son hoy de consulta imprescindible para cualquier planteo re-
ferido al tema y podrían haber constituido por sí solas un
manual de dialectología hispanoamericana. Desde entonces Ro-
senblat ya no se apartó de los problemas dialectales y lingüís-
ticos hispanoamericanos -de 1943 a 1984-- hasta su muy
llorado deceso en ese último año.
En 1943 apareció también su notable edición de los Co-
mentarios reales de los Incas, del Inca Garcilaso, que editó en
Buenos Aires Emecé. En esa misma época de su vida, la Univer-
sidad Central de Venezuela le ofreció la dirección del Instituto
de Filología Andrés Bello, nacido por inspiración del huma-
nista y preclaro profesor universitario venezolano Mariano
Picón Salas. Este contrato fue el punto de partida de la deci-
sión de Rosenblat de instalarse en Caracas en forma definitiva,
además de su matrimonio con una dama venezolana, eslabón
clave también en el proceso de su total adhesión al espíritu
americano.
Desde su llegada a Venezuela, Rosenblat simpatizó con el
país y su idiosincrasia. Le interesó el sabor novedoso y creativo
del habla popular, con su trasfondo de arraigo tradicionalista,
e incursionó en sus desniveles, en sus causas sociales e histó-
ricas, asimilando todos estos elementos y apropiándoselos sin
8 M.uoos A. MORfNIGO Fu.. XXI, Z

prejuicios como un naturalista estudia afanoso las especies


en su medio.
Rosenblat reconoció inmediatamente el amplio espacio
para la investigación filológica que le ofrecía un ambiente
relativamente virgen en esta materia. De modo que el Instituto
Andrés Bello fue pensado desde su creación como· un centro
de formación de investigadores en lingüística, dialectología,
estilística y folklore, y en poco tiempo fructificó en un plantel
de avezados profesionales en estas disciplinas. La Universi-
dad de Caracas dotó al Instituto de local adecuado y personal
por él mismo entrenado y disciplinado para el trabajo ya pro-
gramado, y no fue un apéndice burocrático según lo acos-
tumbrado por aquella época en las universidades hispano-
americanas. Al propio tiempo, él personalmente se entregó
con entusiasmo a una obra de largo aliento sobre la población
indígena de América y el mestizaje. Este trabajo había sido
iniciado en Madrid, en 1935, para la revista Tierra Firme. Co-
menzó siendo un estudio, con fines informativos, sobre la
población indígena americana en el momento del descubri-
miento, para documentar la demografía americana mientras
ocurría el primer contacto con los europeos. El estudio des-
bordó la intención original y, a través de varias redacciones,
fue cambiando de fisonomía y, por tanto, de objetivos. Lo
que empezó como una curiosid~d lingüística terminó siendo
20 años más tarde un tratado sobre el mestizaje en América.
En 1954 presentó sus conclusiones en el Congreso de Ameri-
canistas de Mar del Plata con el título de "Población indígena
y mestizaje en América". La última redacción fue de 1964 y
lo publicó finalmente El Colegio de México.
Su vocación más entrañable, con todo, se cifró siempre
en su labor docente. Siempre mantuvo ese papel humilde del
maestro que quiere compartir su experiencia con un auditorio.
La mejor prueba del calibre de su magisterio la da su fecundo
estudio sobre el habla venezolana que, por sugerencia de Ma-
riano Picón Salas, llevó el curioso título de Buena.s y malas
palabra.s, serie de artículos independientes que, por el lapso
de dos años consecutivos, salió semanalmente en el Papel litera-
rio de El Nacional de Caracas. La forma de artículos sueltos
le daba la libertad necesaria para hacer de cada tema una
lección de filología en forma de divulgación actualizada de
problemas lingüísticos que interesaban a los lectores cultos.
Homenaje a Ángel ROMnblat

La virtud de su magisterio trascendió de inmediato de las


páginas del periódico al público venezolano, que semana tras
semana saciaba su sed de aprender algo sobre el habla de 8U
tierra y sus modalidades regionales y sociales. Los artículos,
recogidos luego en dos tomos de 500 páginas cada uno, tuvieron
tanta demanda, que el autor hubo de autorizar reediciones
sucesivas: un éxito inusitado para un libro de filología en la
América hispánica.
El ímpetu de sus trabajos americanistas fue siempre muy
visible, según lo muestran muchos títulos de su bibliografía
fundamental. Nos hemos referido ya a su primera edición de
los Comentarios reales de los Incas, a la que hay que agregar
una edición del diario de Pedro Sarmiento de Gamboa.
Otras producciones de su fecunda e inquieta pluma son:
La educación en Venezuela, polémica voz de alerta de 1964;
El castellano de Venezuela; la influencia indígena, de 1958;
.. Andrés Bello a los cien años de su muerte", de 1966; Fetichismo
de la letra, de 1963; El castellano de España y el castellano de
América: unidad y diferenciación, de 1962; El nombre de Ve-
nezuela, de 1956; Ortega y Gasset. Lengua y estilo, de 1958;
Lengua y cultura de Venezuela: Tradición e innovac'ión, s. f~
MARCOS A. MORÍNIGO

Instituto de Filología y Literaturas


Hispánicas "Dr. Amado Alonso"
LA PRODUCCIóN DE SENTIDO
EN EL DISCURSO POÉTICO

El texto poético trabaja, funciona, opera con un modo


específico de producir sentidos. Resulta innegable que sintag-
mas como "Fue domingo en las cIaras orejas de mi burro" o
"No soy yo quien escribe estas palabras huérfanas" 1 nos dicen
algo de un modo particular por el hecho de estar insertos en el
contexto discursivo de un poema. ¿ Se trata sólo de un acto
de lenguaje?, ¿de un acto de comunicación? El texto estético
parece, en este punto, colocarse en el terreno inestable de los
híbridos, los mixtos, los siempre difíciles de describir y ob-
servar. ¿ Podemos desconstruir el proceso de producción de
sentidos de un poema, teniendo en cuenta todas o casi todas las
variables que pone en juego este híbrido: el hecho estético?
Estos planteos son el punto de partida de nuestro trabajo.

l. LINGüfsTICA y LITERATURA
El lenguaje natural y el lenguaje literario actúan en dife-
rentes esferas de la actividad humana, en diferentes contextos
y con diferentes modos de funcionamiento semiótico. Se trata
de sistemas modelizadores primarios y secundarios (según
Lotman, 1970), o de géneros discursivos primarios y secun-
darios, simples y complejos (según Bajtín, 1952-53). En estas
especificaciones terminológicas queda claro que los elementos
que componen el primer grado (los sistemas primarios) son
tomados por el segundo (los sistemas secundarios) en una
nueva instancia que los transforma y re-inserta en un funcio-

1 Los versos pertenecen a poemas de Vallejo y Girando respectiva-


mente: el primero a Poemas "_no8, el segundo, a Nocturno Il de
Penlll48i6t& de lo. elÚIB.
12 DELFINA MUSCHIETI'I FIL. XXI, 2

namiento diverso. Me interesa puntualizar algunos ítems de


este nuevo funcionamiento:
1. El lenguaje natural es sólo uno de los heterogéneos mate-
riales del texto literario, junto con la ideología, la expe-
riencia del sujeto productor acerca de la realidad y de los
otros textos. La función estética rige el cruce de estos
materiales en la constitución del lenguaje literario: a par-
tir de éste y su potencial de significado implícito --como
veremos-, el texto finalmente propone un modelo de mundo
que se superpone al que surge de las categorías del lenguaje
natural y la experiencia cotidiana de la realidad, y lo con-
fronta.
2. El lenguaje natural y el lenguaje literario tienen entre sus
funciones específicas la de la comunicación; ambos pro-
ducen enunciados destinados, 2 aunque en· situaciones con-
textuales diferentes cuyos rasgos pueden resumirse de la
siguiente manera:
2. 1. La emisión lingüística corriente está "situada" espa-
cio-temporalmente en cuanto a los sujetos que participan
en ella (emisor-receptor) (Cfr. Brown, 1974)
2. 2. La emisión del texto literario sólo queda situada des-
de la primera parte de la emisión: el acto de escritura y
su sujeto; en cambio, el acto de lectura remite a una se-
gunda instancia no situada. Este hecho proyecta sobre la
producción literaria una modalidad de inacabado: 3 un mis-

2 Según Bajtín (1952-53), resulta un rasgo constitutivo del enun-


ciado su orientación hacia alguien, su propiedad de estar destinado:
"Todo enunciado se construye en vista de la respuesta" (p. 285); "Para
cada época, para cada corriente literaria o estilo literario, para cada
género literario dentro de una época o una escuela, son características
determinadas concepciones del destinatario de la obra literaria, una
percepción y comprensión específica del lector, oyente, público, pueblo"
(p. 289). Anticipaciones bajtinianas a la estética de la recepción, a las
concepciones de Lotman y Eco sobre el lector implícito en el texto.
3 En este sentido, creo, deben entenderse la característica de mí-
nima conclusividad que Bajtín señala como propia de las obras de
creación frente a los enunciados cotidianos. La obra requiere de este
minimo cierre que implica la capacidad de generar una respuesta, pero
queda claro que el objeto del enunciado artístico es inagotable, y se halla
La producción de sentido en el discurso poétieo 13

mo texto material da lugar a diferentes obras estéticas


(cfr. Mukarovsky, 1977) ; variación que va desde el contexto
de recepción contemporáneo a la difusión de la obra (a su
vez con diferentes receptores posibles) hasta los contextos
menos inmediatos en los que se enmarca su lectura a lo
largo de la historia. (Cfr. los estudios de Mukarovsky,
Lotman, Jauss). En esta complejidad converge el hecho de
que el discurso literario trabaje como base con los géneros
primarios del lenguaje natural: multiplicidad sucesiva de
lectores en sus contextos históricos, por un lado; historia
de contextos lejanos, ecos que habitan cada palabra, por
el otro. Entre las elecciones léxicas y composicionales del
hablante-autor y el trabajo de interpretación del lector se
cuela el significado implícito, lo no-dicho por el texto. '
3. De lo antes expuesto surgen algunos rasgos constitutivos
propios del texto literario: la diversidad semántica, la po-
sibilidad de resemantización constante que se deriva de la
riqueza latente de lo no-dicho, del significado implícito o
indirecto actualizado por el lector con infinitas variantes.
De allí la ambigüedad en la construcción del sentido, con-
dición específica y peculiar de este híbrido que señalamos
como el hecho estético-literario: la historia, la sociología,
la estética, la lingüística confluyen en la comprensión del
texto literario como la interacción de dos sujetos en el
marco de una o varias culturas determinadas.
De acuerdo con esta diferenciación puntualizada, entonces,
entre lenguaje natural y lenguaje literario, coincido con las
posturas de algunos teóricos (cfr. Hirsch, 1975; Fisch, 1977;
Hancher, 1977) que sostienen la inadecuación de la aplicación
de las teorías lingüísticas a la literatura. 4 Sin embargo, la in-

8610 relativamente concluido porque depende de los límites de inten-


ci6n del autor, el 'momento, el material y las condiciones específico-
contextuales (1962-63, p. 266).
4 La aplicación puntual y exclusiva de la teoría lingüística al len-
guaje literario arroja resultados reductores derivados de la inadecuación
epistemol6gica entre teoría y objeto: de esta inadecuación resulta que
la teoría pierde precisi6n y las categorías se vuelven vacías en su conte-
Dido especifico. De esta manera se llega a duplicar el efecto que Lotman
(1970) señala para todo metalenguaje en el proceso científico: la sim-
plificación y sobredeterminación del objeto. En nuestro caso, la simplifi-
14 DELFINA MUSCBlETTI FIL. XXI, 2

terre1ación entre teoría lingüística y teoría literaria resulta ine-


vitable en muchos casos puesto que la superficie textual explí-
cita es lenguaje como materia evidente y se inscribe en un
hecho de comunicación, con las especificaciones antes señaladas.
Por ello, parece lícito la utilización de elementos teóricos que
provengan de la teoría lingüística en dos casos:
a. en el marco de la descripción del lenguaje natural como
material de construcción del texto y, por lo tanto, restrin-
giendo el campo a la primera modalización de mundo que
escritor y lector no pueden dejar a un lado en la emisión
y recepción del texto literario (cfr. mi "Desplazamiento y
correferencialidad en el discurso poético", Hachette, en
prensa).
b. en el marco de la consideración global del hecho litera-
rio-semiótico, en tanto se consideren los elementos de la
teoría lingüística como meras ideas motivadoras que se ins-
criben en un nuevo marco teórico que tiene como objeto
el estudio de la producción literaria. Este· traspaso de mar-
co y contexto cambia, evidentemente, los límites y especifi-
caciones de dichos elementos: no se debe exigir de ellos el
mismo comportamiento que en su marco original; en el nue-
vo contexto actúan a modo de y se imbrican con los eleq¡en-
tos que provienen de las otras ciencias sociales, en un
complejo de interreferencias y transformaciones mutuas.

caclon se opera tanto para el objeto como para el aparato teórico. Si


encontramos, como ya dijimos, entre los rasgos constitutivos del texto
literario la diversidad semántica, la posibilidad de resemantización
constante y la ambigüedad en la construcción del sentido, mal puede
aplicarse a ellos la teoría lingüística: esta analiza precisamente la am-
bigüedad corno desvia"CÍón o anomalía en la generación sintáctico-semán-
tica de la oración o corno violación (voluntaria o no) de determinadas
reglas o postulados conversacionales (para este segundo caso, cfr. Grice,
1967). Siguiendo esta línea, se corren algunos riesgos: a) el de considerar
como violaci6n de ciertas reglas a aquellos rasgos que son constitutivos e
inherentes al hecho estético-literario; b) el de obviar o relegar a un
plano secundario lo que en actos de habla corrientes es relevante s610
en algunas emisiones: el significado implícito que en el texto literario
es el signüicado rector, como veremos; c) el de detenerse en el análisis
de la superficie lingüfstica textual sin considerar la instancia semi6tica de
los contextos de emisi6n-recepción y las condiciones materiales de la
literatura corno práctica social.
La producción de sentido en el diacuno poétieo
l'
11. EL FUNCIONAMIENTO SEMÁNTICO DEL DISCUBSO
LITERARlo-POÉTICO
"Por eso cada palabra dice lo que
dice y además más y otra cosa".
A. Pizamik, El infierno musical
Una teoría sobre el funcionamiento del discurso poético
no puede sino desprenderse de una teoría global sobre el dis-
curso literario, su marco contextual de funcionamiento. 5
Tomo la afirmación de Beardsley(1958, p. 127) como
punto de partida: "we may say that 'literature' is well-defined
as 'discours with important implicit meaning'''. Esto es, sig-
nificado presentado indirectamente, con la siguiente especifi-
cación :el potencial de significado implícito o indirecto o infe-
rido no es un rasgo secundario en la producción de sentido del
hecho literario sino un elemento constitutivo y nuclear de dicho
proceso.e
Esta consideración de la producción de sentido propia del
texto literario se inscribe en el marco de la semiosis ilimitada
peirciana y la percepción de la obra como signo ligado a la
conciencia colectiva de la comunidad según la teoría estético-
semiótica de Mukarovsky. Evidentemente, la literatura tiene
a la realidad como uno de sus materiales y el hablar sobre la
realidad es uno de sus efectos "perlocucionarios". De acuerdo
con Fisch "all uses of language are interpretation of reality"

6 Restrinjo mi trabajo a la producción literaria escrita que incluye


el discurso narrativo y el poético en los contextos de emisión y recepción
contemporáneos. Desde Mallarmé en adelante, ya se sabe, las condiciones
de funcionamiento del discurso poético han adquirido determinadas ca-
racterísticas específicas. Todo material lingüístico-literario, por otro
lado, ya 10 ha dicho Bajtín (1979), sólo puede analizarse a la luz de sus
condiciones histórico-materiales concretas de producción. Cfr. también
en este sentido DANIEL LINK, "El Boom, Manuel Puig, la realidad:
aspectos de una teoría de la representación", Cuadernos de i1lf/Jestiga.ción,
Resistencia (en prensa).
e Bajtín alude a esta condición de implícito cuando se refiere
a la relación entre enunciados: "podemos descubrir toda una serie de
discursos ajenos, semiocultos o implícitos y con 4iferentes grados de otre-
dad. Por eso, un enunciado revela una especie de surco que representa
ecos lejanos y apenas perceptibles de los cambios de sujetos discursivos,
de los matices dialógicos y de marcas limítrofes sumamente debilitadas de
loa enunciados que llegaron a ser permeables para la expresividad del
autor" (196~. p. 283).
16 DELFINA MUSCHmrrI FIL. XXI, 2

(1977, p. 1023): pues bien, la pregunta es cómo se da este


proceso en la literatura; cuáles son los mecanismos de pro-
ducción de sentido que el texto literario pone en marcha para
hablarnos de una manera peculiar y característica, elusiva,
oblicua acerca de la realidad, de los contextos históricos de
emisión y recepción en los que se inscriben ambos sujetos
discursivos.
N os acercamos a un intento de respuesta si consideramos
al hecho literario como un macro-acto de habla 7 cuya caracte-
rística específica es la de funcionar a modo de un acto de habla
indirecto, 8 esto es un acto que presenta dos instancias mar-
cadas de lectura y de significado dentro del acto global de la
producción de sentido. Si hacemos una analogía con la defini-
ción de Searle para' actos indirectos 9 podemos decir que la
literatura construye un mundo posible con referencia propia
para hablarnos indirectamente de algo más, de otra cosa, de
una segunda instancia de significado. En el texto literario
confluyen, entonces, dos contextos simultáneos: el micro-con-
texto de constitución del posible textual, en el que se da una
relación intersubjetiva ficcionalizada (autor-lector inmanen-
tes); el macro-contexto en el que se da una relación intersub-
jetiva no-ficcionalizada (autor-lector empíricos).
El texto literario, decíamos, sienta su producción de sen-
tido en lo no-dicho directamente por el texto. A partir del
pacto de lectura (que marca la aceptación de las convenciones
semiótico-literarias por parte de ambos sujetos de la comuni-
cación discursiva) y en dependencia estrecha con la estrategia
infer'encial manejada por el lector empírico, el texto expande
sentidos, cruza ecos de contextos lejanos, produce nuevas reali-
dades, conmueve experiencias y visiones de mundo; o por el
contrario, de manera también oblicua e indirecta, confirma y
legitima los valores establecidos. Precisemos, pues, esta cons-
titución indirecta del sentido, que implica una condición de
doble signo y doble alusión referencial:

7 El poema, por sus características de extensión, se ofrece mucho


más adecuadamente que el texto narrativo para la aplicación de la noci6n
de macro-a.cto-de-habla tal como aparece en la teoría lingüística.
8 Cfr. Searle (1975, 1979); Neuf (1980); Zuber (1980).
e "Cases in which· the speaker may utter a sentence and mean
what he says, but also means another illocution whitb a different propo-
sitional content" (p. 30). .
La producci6n de sentido en el discurso poético 1'1

a. El sujeto-autor, con los materiales provenientes de su


experiencia de la realidad produce un primer signo en un
acto declarativo-representativo: 11 nombra, funda, y describe
a la vez un mundo posible con un universo referencial
propio. El mundo del texto existe en tanto es nombrado:
en este sentido, nombrar equivale a hacer y la constitución
del texto se acerca al performativo: "el emisor realiza el
acto al nombrarlo" (Benveniste). El lector produce en este
micro-contexto una primera lectura análoga a la literal, con
un mayor control del texto sobre sus posibles inferencias.
En este primer estadio de referencia o representación
suspendida, el nivel del mundo posible textual no niega la
referencia siDD que la suspende (cfr. Johnson, 1981). Así,
apareCen también como "suspendidos" los actos de habla
que constituyen el posible: de allí su carácter de cuasi-actos
de habla. 12
b. A partir de este primer proceso de significación textual
se constituye lln segundo signo que se inserta en el macro-
contexto de la relación autor/lector y que da lugar a la
lectura no lit,eral gobernada por la estrategia inferencial
del lector. Aquí se pone de manifiesto el significado implí-
cito o indirecto del texto que abarca la serie de relaciones
globales indirectas con la realidad extratextual del emisor
y del receptor: ideología, visión de mundo, contextos socio-
culturales, inserción en los sistemas estético-literarios y en
el intertexto.
En este segundo estadio de referencia que corresponde
a la interpretaci6n se dan los cruces entre lo que el texto
no dice pero. implica a aquello que el lector construye a
partir de su condici6n de sujeto. 13 En este punto especial-

10 Cfr. en Brown (1974) una aproximaci6n semejante, en tanto se


habla de dos instancias de contextos para el texto literario.
11 Cfr. Searle; 1971.
12 Ohmann (1971); Beardsley (1970) y Smith (1971), por ejemplo,
reducen a esta condición de acto de habla fictivo al enunciado completo
de la obra literaria. Bajtín (1952-53, p. 289) habla, en cambio, de géneros
primarios transformados: los géneros literarios "suelen reprel/67l.to!r
diferentes formas de la comunicación discursiva primaria" (el subrayado
es mio).
la Lo que Searle llama "additional speaker meaning" (para señalar
que el significado implicito del acto indirecto proviene del hablante 'Y
18 DELFINA MUSCHImTI FIL. XXI, 2

mente se ubica la ambigüedad y la densidad de información


propios del texto literario, producto de una de sus caracte-
rísticas constitutivas: la variabilidad de contextos de re-
cepción y de receptores, que origina la multiplicidad de
lecturas posibles para un mismo texto a lo largo de la
historia y cierta modalidad de inacabado que presenta todo
hecho artístico-literario.

Enumeramos ahora algunos efectos "perlocucionarios" que


desencadena el proceso de lectura del texto literario, en el
cruce de las dos instancias de significado señaladas: la pro-
ducción del placer estético en autor y receptor; la valoración
estética, ideológica, afectiva que el sujeto receptor y/o comu-
nidad hacen de la obra; la modificación o la ·legitimación de la
visión de mundo y los patrones estético-literarios que el texto
produce en el receptor y/o su comunidad.
El texto estético, dijimos en un comienzo, es un híbrido:
mezcla de materiales heterogéneos, se organiza a partir de la
voluntad discursiva del autor y se expande en sentidos desde
el encuentro con un lector. Por el tramado de la mezcla, enton-
ces, se filtra el diálogo intersubjetivo de dos realidades (cfr.
cuadro 1).

n. 1. EL POEMA: REDUNDANTE SEÑALIZACIÓN DEL YO


Y SENTIDO INDIRECTO

La constitución del texto, dijimos, se acerca al performa-


tivo: discurso poético y discurso narrativo se diferencian, en
una primera instancia, por su relación con dicha condición de
base:
a) el discurso poético pone en evidencia el carácter performa-
tivo del acto de constitución del texto,
b) el discurso narrativo lo diluye tras la modalidad consta-
tiva que interpone la mediación del narrador entre sujeto-

sus intenciones) se amplía en el hecho literario en el cruc;e con el signi-


ficado aportado por el receptor.
La producción de sentido en el discurso poético 19

mundo narrado, y desplaza el centro de atención hacia este


último. l4
Los rasgos del discurso literario-poético que pone en evi-
dencia el performativo-constitución del texto son los siguientes:
II. 1. 1 La característica de redundante señalización del yo
propia de todo poema: 15 este efecto discursivo del poe-
ma tiene su base en el hecho de que la poesía orienta
su discurso hacia el campo de experiencia (real o ima-
ginaria) del sujeto emisor. Como ya lo afirmó Aus-
tin, todo acto de habJa señala de alguna manera al
sujeto hablante. Las características propias del poema
en cuanto a su presentación y extensión (unidad-bre-
vedad-compacidad: cfr. Tinianov, 1923) conducen a la
puesta en evidencia de esta característica. Por ello
mismo, el poema parece disponer del "especial carácter
interno" que pone de manifiesto la individualidad del
sujeto y su voluntad discursiva en un grado mayor con
respecto a otros géneros.1 6 De allí la ya tradicional
polémica sobre la identificación del sujeto hablante con
el sujeto autor, que el lector tiende a realizar inmedia-
tamente cuando se enfrenta con el poema.
11. 1. 2. El tiempo habitual del poema es el presente: tiempo
de la escritura que liga el texto como acto al sujeto
productor; los usos del pasado (tiempo de la narra-
ción por excelencia) se diluyen en general en la expe-
riencia recuerdo, que remite una vez más al sujeto y
a las condiciones performativas de producción del
poema.
La experiencia asignada al sujeto productor es doble,
entonces: por un lado, remite a una experiencia previa
al acto de constitución del poema; por el otro, se liga
a la experiencia que marca la entrada en la conven-
ción semiótIca, esto es, el acto de escritura/fundación

1-1. Cfr. Hamburger, 1973. Allí se hace una distinción entre un


discurso orientado hacia el polo BUjeta y otro orientado hacia el polo
ob;flw. Ver también su concepto de narrador como mediación.
16 Cfr. mi "Desplazamiento y correferencialidad en el discurso
poético" (Hachette, en prensa).
11 Cfr. Bajtin, 1962-63, p. 251.
20 DELFINA MuscnIETl'I FIL. XXI, 2

de un posible (cfr. cuadro 2). Estos dos tipos de expe-


riencia se interfieren mutuamente: la 1. sirve de mate-
rial al posible textual; la 2., a su vez, transforma el
material en hecho literario, sujeto a las leyes y carac-
terísticas propias de la convención serniótico-literaria. 17
El producto del acto (el poema-mundo posible), a su
vez, aportará desde su propia estructura y la produc-
ción de sentido liberada en el proceso de lectura, una
nueva información transformadora de las experien-
cias 1 y 2.
La capacidad resemantizadora del texto, hiperactivada por
las convenciones semiótico-literarias, se desprende en el poema
de características específicas: la disposición versicular y las
condiciones de extensión antes mencionadas (compacidad-
brevedad-unidad). Ellas generan condiciones particulares de
lectura propias del funcionamiento semántico-semiótico del
poema:
- predisposición para las lecturas verticales y horizontales
- predisposición para la lectura circular
- predisposición para la re-lectura permanente.
Estas condiciones hacen que la lectura del poema sea di-
rigida por la deixis intertextual que genera los procesos de
cruce, sobreimpresión y contaminación de sonidos/significados
en la constitución del primer estado de referencia suspendida.
Como consecuencia resulta la saturación semántica de cada
unidad léxica del poema en el contexto de la superficie textual
o rnicro-contexto.
De lo antes expuesto podemos deducir que el rasgo de
redundante señalizaci6n del yo propio del poema se refiere,
en realidad, a un sujeto doble: al autor, en el proceso de

17 Un caso interesante para analizar es aquél en el que tanto


ezperie1&cia 1 como ezperiencia 2 aluden a la escritura y a las condiciones
de producción del poema, o a su inserción en el intertexto. En este sentido
resulta muy esclarecedor el análisis que realiza Bárbara Johnson (1981)
de un soneto de Mallarmé y sus intentos de abolici6n del ".eferente " del
BU;eto: en realidad se trata de una problematización de la referencia
y las maneras de significar del poema. En cuanto al soneto analizado,
Johnson concluye: "It [the sonnet] is less about something tban about
being about" (p. 63), con lo que se acerca a nuestra concepción del texto
como significación indirecta.
La producción de aentido en el diseul'l!lO poético !1

creación del texto; al lector, en el proceso de lectura y cons-


trucción de sentido. En este paso de uno a otro sujeto, en este
vacío a re-llenar se da el cruce entre micro y macrocontexto:
el modo particular de mundo propuesto por el poema se abre
a las expansiones del sentido indirecto, el significado implícito
que fija el poema a las condiciones pragmáticas de emisión y
recepción (estadio de referencia 'anclada'). En la lectura del
discurso poético, entonces, se produce una especial contamina-
ción de los dos contextos propios del texto literario, debido a
las condiciones de funcionamiento especificadas: fuerte vincu-
lación del posible a la experiencia del sujeto y características
particulares del proceso de lectura.
Me interesa insistir en este punto: por aquí parecen fil-
trarse las condiciones especükas del poema. Si se ha relacio-
nado una y otra vez al poema con el sueño, quizá se deba a este
funcionamiento a la manera de un espejo en el que el Yo se
refleja y se refracta, y al mismo tiempo se hace Otro (un
mundo declarado y representado en la letra escrita): el sujeto
puede leerse (autor-lector) diseminado en el texto a partir
de huellas, marcas, indicios de una referencia despedazada y
rearmada en otra. En esta característica confluyen las· con-
diciones semióticas de funcionamiento propias del verso: estas
materializan en el espacio en blanco de la página (yen los
procesos de lectura-escritura). la fragmentación especular del
sujeto. En ello inciden:
a. el trabajo del espacio textual en expansión: desde MalIar-
mé, el texto poético se abre a los blancos, las brechas, las
ausencias;
b. el corte del significante con su sintagma de pertenencia,
que el texto poético propicia a partir de la puesta en evi-
dencia por posición en el verso o en la página; esto implica
el encadenamiento con otros sintagmas 'liberados', procesos
de condensación y desplazamiento, contaminación semán-
tica, lecturas cruzadas, dominadas por la deixis intertextual;
c. el privilegio que el discurso contemporáneo asigna en la
construcción del posible (estadio de referencia 'suspen-
dido') a tres figuras: sinécdoque, metonimia, metáfora;
ellas aseguran el juego del texto poético en el borde entre
ausencia y presencia, entre una referencia despedazada y
22 DELFINA MUSCHIETTI FIL. XXI, 2

la construcción de otra a partir de desplazamientos y con-


densaciones.
Ahora bien, estos procesos de producción de sentido en
el campo del micro-contexto se vuelven especialmente en el
poema liberación de sentido indirecto, implícito, no-dicho que
ancla el sentido en las condiciones pragmáticas de emisión y
recepción. El sujeto-autor y el sujeto-lector se encuentran,
en el proceso de lectura, diseminados especularmente en
la referencia (suspendida) del mundo posible, en el tramado
de un discurso que violentamente se adscribe al sujeto de la
emisión y a su experiencia (biográfica, sociohistórica, lingüís-
tica, literaria). Este material previo al texto se re;.compone
en él, transformado, literalizado en una figura de contextos
suspendidos. En los vacíos e intersticios que esta figura mues-
tra, en sus modos de construir y desconstruir, la estrategia
inferencial del lector (el otro sujeto) produce el anclaje en
el macro-contexto y en su propia experiencia, para hacer que el
texto diga lo que no-dice.
Como conclusión, el poema -construcción declarada y
señalada de un sujeto- instaura un referente para no hablar-
nos de él sino de su relación para con él, para hablarnos· indi-
rectamente de otras cosas: para anclarnos en una visión de
mundo, en una interpretación de la realidad, en sus relaCiones
con el sistema y la producción literaria, en los materiales del
hecho estético y sus contextos socio-culturales de inserción,
etc. Allí, el diálogo-intercambio pactado con el lector y su
estrategia inferencial crea un nuexo texto: el producto del
acto de interpretación, punto de cruce entre dos realidades.

11. 2. UN POEMA DE BALDOMERO FERNÁNDEZ MORENO


(1886-1950)
Regreso 18
1. Hoy fuimos lentamente
2. a la laguna, amigas.

18 Nuevos poemas. Ciudad. Intermedio provinciano. Campo argen-


tino, Buenos Aires, Tor, 1921 (recogido en Antología poética, Buenos
Aires, Espasa-Calpe, 1949).
La producción de sentido en el discurso poético za

3. Vuestros vestidos claros


4. festonearon la orilla.
5. Violeta estaba el agua,
6. blanca la luna arriba.
7. Al regresar hablabais:
8. -Tengo las manos frías ...
9. -Tengo las trenzas húmedas ...
10. Yo estaba distraído, y os oía.
(1921)

Este texto de Fernández Moreno nos asoma al recuerdo


de una experiencia (materia pre-textual que señala al sujeto)
cercana al momento de la escritura ("Hoy ... "). El discurso
recorre blandamente la escena y sus participantes: Yo-Tú
(amigas), paseo a la laguna (el Ello). En este micro-contexto,
la disposición del poema y sus condiciones de funcionamiento
propician el corte en dos a partir de la estrofa central, que
actúa a modo de barra: en las dos últimas estrofas aparece
la voz, focalizada, recortada, suspendida en el vacío.
En la primera parte, la disposición versicular y el juego
con el espacio propone este posible armado de la referencia.
Dos series referenciales se asocian y contaminan:
a. la del Tú-amigas (focalizadas en vestidos; luego,
manos-trenzas y la voz que habla)
b. la del paisaje, el Ello-laguna (focalizado en orilla-agua-
luna)
En el segundo verso la yuxtaposición de las dos entidades refe-
renciales ("laguna, amigas") anuncia la contaminación entre
ambas, a partir del despliegue de las focalizaciones sinecdóqui-
cas y el cruce operados por la metonimia del verso 4: la predi-
cación festonearon se desplaza de su campo de pertenencia
(el vestido-la costura) hacia el dominio del paisaje (orilla de
la laguna). Resulta interesante consignar aquí el significado
de este término cuasi-técnico: festonear. El Diccionario de la
Real Academia dice:
• festonear: adornar con festón; bordar festones.
• fest6n: cualquier bordado, dibujo, recorte en forma de
ondas o puntas, que adorna la orilla o borde de una cosa
Las mujeres bordan, dibujan, adornan el paisaje.
24 DELFINA MUSCBIIl'l"l'I FIL. XXI, 2

Dos focalizaciones de color (violeta-blanca) anteceden en


los versos 5-6 a la aparición de lo ya inevitable: agua-luna. En
este sentido, el verso 5 aparece fuertemente sostenido por lo ya
dicho (laguna-orilla) y por lo que desencadena (frías-húmedas).
En cambio, el verso 6 resulta un mero lugar previsible inter-
textualmente desde el romanticismo hasta Lugones.
En las dos últimas estrofas ocupan el centro de atención
las focalizaciones que remiten a amigas: en primer lugar, la
voz de hablabais como suspendida en el vacío y finalmente en
las manos y las trenzas, que al colocarse en primer plano opacan
la remisión a la otra serie referencial (la del paisaje) relegada
a los ecos que conllevan las predicaciones frías-húmedas.
El comienzo del verso final atestigua la presencia del su-
jeto de la experiencia textual; sin embargo, la predicación
distraído parece borrarlo, como para confirmar la naturalidad
con la que la realidad se le ha impuesto directamente, como una
fotografía. A esta impresión deslizada contribuyen el ritmo
blando (aliteración en nasales, sibilantes y líquidas), la rima
tenue de los versos pares, las elecciones léxicas que privilegian
el registro coloquial, cuasi-narrativo.
De esta primera lectura literal (primer estadio de refe-
rencia) pasamos ahora a la segunda instancia de significado
que nos fija en las condiciones pragmáticas del macro-contexto
(estadio de referencia anclada).
En primer lugar, el título y la fecha de composición
(1921) nos llevan a confrontar regreso con vuelta ("Volver":
el famoso tango gardeliano): esta elección léxica muestra en
los intentos coloquialistas del sencillismo la falta de agresivi-
dad propia de la vanguardia de la década del 20. El texto de
Baldomero confirma, en cambio, la sacralización de un espacio:
el de la poesía.19
La oposición a la norma estética vigente (el modernismo
lugoniano) se da a partir de una voluntad discursiva que se

19 En este sentido, incluimos también el uso que Fernández Moreno


hace de la forma verbal vosotros, registro compartido por otros sencillis-
tas como Alfonsina Storni. Sin embargo, hacemos la salvedad de que
en el caso de Baldomero, su origen español haya podido incidir en esta
elección. La postura de la vanguardia, en cambio, marca claramente una
orientación hacia el registro coloquial rioplatense, evidente en el uso
espectacular del VOBfJO en el Borges de 108 años 20.
La produeeióD de seDtido en el discurso poético 2..

centra en el coloquialismo y el rechazo del artificio. Como re-


sultado surge un yo "distraído", un sujeto autor que emnaseara
el trabajo de la escritura tras el armado de una escena foto-
gráfica, de la presentación directa de un trozo de realidad
que se aparece ante nuestros ojos de lectores. Este efecto
de realidad se logra con una técnica pictórico-impresionista:
descomposición artificial de la percepción de una imagen, que
es captada luego como conjunto a partir de las manchas
(focalizaciones) de color, voces, sensaciones térmicas. A este
efecto de imagen detenida confluyen los operadores verbales
(fuimos-estaba-habla,bais-estaba-os oía-tengo) en los que el mo-
vimiento desaparece en forma gradual: el único verbo que ates-
tigua una acción pasada (fuimos) se halla en el primer verso
anulado por lentamente que se destaca en posición final y que
anuncia para el resto del poema el proceso de descomposición
ralentizada de la percepción sensorial.
En la tercera estrofa, en el centro de la composición, el
contraste violeta/blanca que corresponde a agua/luna fija la
escena en un momento hipercodificado intertextualmente: el
del atardecer, de prestigio afectivo-poético desde el romanti-
cismo. Es el momento de la intimidad, de la confesión que el
texto focaliza en los trozos oídos por el YO: no el centro sino
los bordes, la orill~, esto es, los elementos accesorios de la
charla de las amigas. El lector percibe, entonces, sólo el detalle
insignificante que dibuja una atmósfera y contribuye al efecto
de realidad.
Esta estrofa fija también el espacio de la escena y de la
distribución gráfica: entre la laguna y el cielo con la oposición
agua/arriba que señala lo ya-dicho en el poema. Arriba, las
manchas de color que pintan la figura de las mujeres y sus
vestidos en el borde de la laguna; el agua, en cambio, marca
la deixis hacia abajo, hacia el resto del poema que aísla los
retazos del diálogo oído por el Yo.
El sujeto de la escritura, entonces, "distraído" monta esta
escena a la Q,ue a,ccedemos casi naturalmente, como quien sin
proponérselo se halla espiando un momento privado de la vida
ajena: participamos de una imagen, de fragmentos de una
conversación, de un trozo de realidad al que nos asomamos
aparentemente sin mediación. Este efecto de naturalización,
que intenta borrar al Yo como productor, es coherente --como
26 DELFINA MUSCHIE'n'I FIL. XXI, 2

ya dijimos- con la voluntad discursiva de no-artificio propia


del sencillismo. Así se rompe con una norma estética aislada
del modernismo y se confirma, en cambio, la que proviene de
otras zonas de la norma estética consagrada: la técnica pictó-
rico-impresionista, el momento romántico de la confesión ín-
tima, el emblema de la luna. Esta vocación de miniatura natu-
ralista que se desprende del poema se desencadena en un efecto
de placer estético que se acerca al murmullo, tenue, natural sin
violencias ni sobresaltos.
N os hallamos, entonces, frente a una visión de mundo
que tiende a confirmar y legitimar los valores del lector em-
pírico contemporáneo al momento de emisión del texto: muy
otra a la actitud de shock agresivo que pretendían los van-
guardistas de la década del 20. 20 En 1922 aparecen los Veinte
Poemas para ser leídos en el tranvía: época en que Nosotros
coloca a Fernández Moreno (junto a Lugones y Banchs)
como uno de los escritores faros del campo intelectual argen-
tino. Veamos, puP,S, esta confrontación.
En primer lugar, el trabajo con la focalización propia de
la vanguardia responde a un proyecto discursivo muy diferen-
te: la distorsión y recomposición que choca violentamente -con
los valores vigentes. En el caso de la mujer, los textos de los
Veinte. .. registran sinécdoques de este tipo: senos bizcos;.. an-
cas - nalgas - pezones fosforscentes - tetas - ubres - barriga. Para
el hombre: bragueta en el trasero - jetas hinchadas - falos.
Como el mismo texto afirma, el discurso girondino despliega
"una mirada corrosiva" ("Café-concierto") que. desnuda y evi-
dencia al cuerpo, esto es, lo que la institución social se empeña
en tapar y velar. En este sentido, resultan claras las eleccio-
nes de Fernández Moreno: los vestidos y su orilla; la voz sus-
pendida en el vacío, remitiendo a manos y trenzas. Esta repre-
sentación asordina el contacto con el cuerpo, lo aleja, lo

:!It Esta es la posición de Oliverio Girondo, al menos, dentro del


marco de "moderatismo ideológico" (cfr. Sarlo, 1983) propio de la van-
guardia martinfierrista en la literatura argentina. Las elecciones léxicas
girondinas tienden a la desacralización del espacio poético argentino, de
una manera impensable en el contexto discursivo de Fernández Moreno.
Cfr. en este sentido, mi "Fractura ideológica en los primeros textos de
Oliverio Girondo", Filología XX; "Espantapájaros: entre el escándalo
y el vacío, una transgresión que produce sentido"; en el volumen colectivo
de homenaje a Oliverio Girondo de próxima aparición.
La producción de sentido en el discurso poético 27

cubre, apenas lo roza en sus bordes y en los extremos más


alejados del deseo. El vestido claro, las manos frías y las tren-
zas húmedas (¿el rocío del atardecer en la laguna?) com-
ponen una imagen aceptada y convencional de la mujer: la
amiga no contaminada por el deseo, un elemento decorativo
y casi banal, como su charla. Las mujeres son las que bordan y
son bordadas, festoneadas como adorno. El esquema de rela-
ción entre los sexos sacraliza la distancia, el respeto y el decoro.
En este punto, el poema de Fernández Moreno también se
diferencia de los géneros populares-marginales (el folletín, el
tango): en ellos tanto las elecciones léxicas como los cuadros
de representación configuran un género discursivo familiar
donde aparece al menos el conflicto entre el deseo y la con-
vención moral (cfr. Sarlo, 1985).
La escena armada en "Regreso", en definitiva, tiende a
legitimar cuadros de representación estéticos y socio-culturales
que responden a valores fuertemente asentados en la concien-
cia colectiva del público lector de los años 20. El mínimo des-
plazamiento de la norma estética lugoniana revitaliza y remoza
un discurso que tiende a confirmar lo establecido: significado
implícito que el texto no declara pero expande y libera: desde
los intersticios que lo fijan al macro-contexto.
DELFINA MUSCHIETTI

Instituto de Filología y Literaturas


Hispánicas "Dr. Amado Alonso"
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas
CoADlliO 1
Realidad lilA 2) experlenc.a que S) entrada en laa
1) ---- del emi- --. genera la constitu- - convenciones le-
A ------ sor/autor ..-- ción del texto. - miótico-litera-
Contexto de emisión rial. Acto de
, ,
Geltación del texto

Realidad MA 5) experiencia que


lT
4) salida a las
6)" " - - - del recep- - genera la lectura convenciones se-
B - --+
- tor/lector - del texto. -..... miótico-literarias
Contexto de recep- de lectura.
.. ción Acto de' lectura
Interpretación del texto

CUADIIO 2
ltealidad MA Experiencia "-. _ S)
1) emisor/ entrada en las
A + -- autor ..-- 2) 1 ,/
convenciones
- -. contexto de 1T
émisión -Experiencia

lt
[~~ ,TEXTUAL]
La producción de sentido en el discurso poético 29

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EL DESPLAZAMIENTO DE UN SIGNO IDEOLóGICO
(ANÁLISIS LINGüíSTICO DEL DISCURSO POLíTICO)*

O. INTRODUCCIÓN

Nos proponemos en este trabajo la incursión sistemática


en un campo poco estudiado con los conocimientos provistos
por la lingüística: el discurso político.
No se trata de, aplicar los conocimientos lingüísticos en
general a un corpus particular, no se trata de un análisis sobre
un corpus determinado; se trata, por el contrario, de definir lo
específico del discurso político dentro del funcionamiento so-
cial del lenguaje y de demostrar lingüísticamente los recursos
utilizados que hacen a su especificidad.
El análisis lingüístico es un trabajo sobre un corpus de-
terminado del lenguaje producido al que se llega con los modelos
teóricos aportados por el desarrollo de esta ciencia; al mismo
tiempo --en el transcurso del trabajo mismo- se van perfec-
cionando o cuestionando estos modelos y se van proponiendo
otros. El análisis lingüístico del discurso político no puede
tener otro objetivo para la lingüística que el de conocer más
sobre el lenguaje y sobre su funcionamiento social.
últimamente hemos visto aparecer gran cantidad de tra-
bajos sobre discurso político, que utilizan en forma más o

• Este trabajo forma parte del proyecto Análisis 8ociolingüístico


de Ül:doB producidos en el inte1'cambio de información enh'e el gobierno
11 la ciudadanía dirigido por la Dra. BEATRIZ R, LAVANDERA y subsidiado
por el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas en el
Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofia y Letras de la Uni-
versidad de Buenos Aires, Agradecemos las críticas y comentarios de
Ana Maria Barrenechea, Beatriz R. Lavandera, María Marta García Ne-
groni, Mónica L6pez Ocon, Carlos Rafael Luis, María Lau!"a Pardo, Da-
niel Romero y Mónica G. Zoppi Fontana.
32 A. G. RAITER - S. M. MENÉNDEZ FIL. XXI, 2

menos caprichosa los hallazgos de la lingüística; su objetivo


es establecer determinadas categorías sociológico-políticas para
contribuir al mayor conocimiento de la sociedad, no del len-
guaje. y aun cuando postulan categorías para el lenguaje,
para el discurso, carecen de validez en cuanto no están funda-
dos en un estudio lingüístico serio.
La lingüística -aun en el ancho campo de la lingüística
textual- ha preferido mantenerse en una supuesta asepsia y
ha manejado, en general, textos que no suponen ningún com-
promiso ideológico/político; 1 no se ha preocupado por con-
testar, o por prestar atención a los trabajos hechos desde otros
campos sobre la lengua.
Nos ubicamos decididamente dentro del campo de la fun-
ción comunicativa del lenguaje y dentro de la sociolingüística,
estudiando el comportamiento social del lenguaje en un terreno,
si se quiere, muy específico pero al mismo tiempo muy amplio, y
que regula la vida toda de una comunidad: ,
el discurso político.
El análisis lingüístico del discurso ,político nos propone
el estudio de una interacción al nivel de toda una sociedad.
Forma parte de una interacción instit~cionalizada entre los
distintos grupos sociales y funciona, entonces, como un gran
intercomunicador social.
Por lo tanto, no es lícito suponer agotado el análisis con
un solo discurso; nos proponemos el estudio de la interacción
social a partir de los discursos políticos y esto nos lleva necesa-
riamente al análisis del interdiscurso (de los intercambios dis-
cursivos) en tanto todo discurso contesta, complementa o retoma
discursos anteriores (Lavandera et al., 1985). Para mane-
jarnos con propiedad dentro de los estudios del interdiscurso
tendremos que analizar la existencia de las formaciones dis-
cursivas en que determinado discurso aparece.

1. DISCURSO
Definimos discurso como una unidad comunicativa cons-
tituida a partir tJel axioma E + r donde E se lee enunciación
y r relato.

,
1 Tenemos excepciones como Pecheux '(1972, 1983) Y Lavandera
,(1985 a y b).
El desplazamiento de un signo ideológico

Consideramos E la condición de posibilidad del relato, es


decir, lo que permite ser al relato. Sin enunciación no hay
relato posible. Sin quien cuente no hay cuento. Es en la enun-
ciación donde manifiestamente el sujeto es una primera per-
sona singular necesaria (un yo ya explícito, ya implícito) que
marcará la responsabilidad discursiva que ejerce, responsabi-
lidad mediatizable, en distintos grados, por los elementos cons-
titutivos del relato (de los que se hablará más adelante). Será
también la encargada de marcar límites unitarios discursivos
para los relatos y, por consiguiente, actuará como marco del
discurso, como delimitadora de la unidad, ya que desde su
determinación se podrá leer un discurso y no otro. Esto no
implica que la lectura o análisis del discurso aislado coincida
con la lectura y el análisis del discurso en el conjunto de la
red discursiva. Como veremos más adelante, de hecho nunca
se lee un discurso sino como un exponente puntual de una red.
Resumiendo: tres son las características básicas del pri-
mer constituyente de la unidad D:
- ser condición de posibilidad de r
- tener el sujeto siempre en primera persona singular
- poseer un marco del relato que constituirá, entonces, el mar-
co del discurso.
El relato incluye todos los enunciados posibles en ese mo-
mento, es decir, que un relato es una determinación del 'yo' del
enunciado en función de los otros posibles responsables de los
diferentes enunciados potenciales.
Un relato es una ocurrencia real de signos lingüísticos
que se realizan en un momento determinado del intercambio
social; por su utilización en un medio social concreto, adquiere
una significación propia mediante la utilización de signos de
distinto valor.
En el análisis de la significación de un relato alcanza
particular importapcia el estudio de sus condiciones de pro-
ducción dentro del marco del enunciado que le da su posibilidad
de ocurrencia.- Estas condiciones de producción son rastreables
a partir de la existencia previa de otros relatos --que ningún
relato puede eludir-, muestran el lugar que se autoasigna
el hablante dentro de él y que asigna al oyente y al tercero.
Todo relato fija su lugar de referencia en la medida en que
toma relatos anteriores al tiempo que abre espacios o lugares
34 A. G. RAITm - S. M. MIlNi:NDm FIL. XXI, 2

significativos que pueden (y deben) ser llenados por los oyen-


tes y, a su vez, retomados en otros relatos posteriores.
Esto último nos remite a las condiciones de recepción de
un relato en tanto que debe ser leído junto con otros relatos
potenciales y debe llenar los espacios que éste deja abiertos,
desde el lugar que se autoasigna el oyente.
Los relatos son unidades significativas con una o varias
estructuras de tópico-comentario (Van Dijk, 1977).

1. 1. LA ESPECIFICIDAD DE UN DISCURSO: EL POLÍTICO


Si hablamos de discurso político es lícito preguntar por
su especificidad en cuanto características diferenciables de
otras especificidades discursivas. La trabajamos por confron-
tación con otras especificidades discursivas para marcar 'lo
politico' del discurso. Para ello hemos elegido dos tipos de dis-
cursos que son: a) el discurso de la publicidad y b) el discurso
de la historia.
El discurso de la publicidad: tiene por objeto un otro
bien definido. Ese otro debe cambiar a partir de una elección
predeterminada por el discurso emisor. Ese elemento pro-
puesto corno cambio a partir de una elección es considerado la
solución necesaria que el receptor de ese discurso necesita. Se
trata, pues, de persuadir, por medios diversos para obtener un
cambio: de conductas, de creencias, de actitudes (Reardon,
1981). Esa persuasión se hace desde un lugar bien determi-
nado: el lugar del poder. Dicho poder se ejerce desde la lengua
puesto que "el discurso no es simplemente aquello que tra-
duce las luchas o los sistemas de dominación, sino aquello por
lo que, y por medio de lo cual se lucha, aquel poder del que
quiere uno adueñarse".2 Este lugar permite validar o invalidar
lo que es dicho; permite decir qué se debe decidir para lograr el
resultado postulado corno el mejor.
El discurso de la historia: es un discurso que impone su
propia realidad a partir de la ilusión referencial (Barthes,
1984: [1967] 158) con la realidad. Lugar donde la objetividad
es creada a partir de la ilusión. El discurso de la historia
homologa la realidad discursiva que crea (característica que
comparte con todos los discursos) con la extradiscursiva que in-

2 MICHIlL "OUCAUL?, El erd67f. del discurso, p. 12.


El desplazamiento' de UD sigilo ideol6gieo

corpora, y que legaliza por el saber que este discurso institu-


cionalmente aporta. Lugar, entonces, donde la objetividad se
incorpora como marca de la realidad que se instaura a partir
del discurso por su propio peso institucional.
El discurso político presenta pues, dos lugares que se im-
plican en la intersección de estos tipos anteriores. Por un lado:
el poder del saber (enunciar), poder para persuadir, para fun-
damentalmente cambiar una situación discursiva por otra. Por
otro lado: el saber del poder (enunciar), saber que fija nuevos
parámetros, que implanta una nueva situación discursiva. Tie-
ne, entonces, el poder del saber porque tiene el saber del poder.
En ese juego doble (publicidad-poderjhistoria-saber) e indivi-
sible se encuentra la marca de su especificidad.

2. INTERDISCURSIVIDAD
Todo discurso presupone, por lo menos, un discurso ante-
rior. Ese discurso anterior es su referencia, entendiéndola como
condición de su posibilidad. Sin ella no hay discurso actual
posible.
Esa referencia, entonces, está determinada en el discurso
actual y en el presupuesto, como una relación que será prag-
mática, puesto que la referencialidad no depende de una rela-
ción uno a uno sino de la determinación de:
2. 1. la relación discursiva
2. 2. el contexto que esa relación crea a partir de los discursos
precedentes y siguientes que dan significación al dis-
curso actual.
Llamaremos a esta relación pragmática interdiscursividad
y será a través de ella que se podrán relacionar las unidades
que la constituyen formando la cadena significante indispen-
sable para posibilitar el otorgamiento de sentido. Dicho otor-
gamiento se dará a partir de las formas que tal relación ad-
quiera, formas determinadas por los ítem s de las unidades
que se relacionan.
Precisaremos los alcances de esta relación.

2. 1. LA RELACIÓN DISCURSIVA
Se puede caracterizar a partir de la manera en que se
36 A. G. RAITER - S. M. MIlNÉNDEZ FIL. XXI, 2

ligan los componentes de la unidad discurso. Estas maneras


de ligarse pueden ser básicamente cuatro:
i) los sujetos de la enunciación coinciden
ii) los sujetos de la enunciación no coinciden
iií) los sujetos de los enunciados coinciden con el.sujeto de la
enunciación
iv) los sujetos de los enunciados no coinciden con el sujeto de
la enunciación.
A partir de estas relaciones establecemos las operaciones
que provocan:
a) desplazamiento
b) concentración.
a) El desplazamiento se produce cuando tenemos la no
coincidencia en la relación propuesta. Esta no coincidencia ya
sea en el nivel de la enunciación, ya en el del enunciado, provoca
necesariamente un cambio de lugar en los sujetos. Ese cambio
de rol conlleva no sólo un grado de responsabilidad discursiva
mediatizado sino la posibilidad de que sujetos de la enunciación
pasen a ocupar el lugar de sujetos del enunciado y a la inversa,
marcando así una responsabilidad discursiva compartida y una
topicalización (en cuanto jerarquización) diferente.
b) La concentración se pr6duce en el caso contrario: los
sujetos de la enunciación coinciden y los del enunciado pueden
o no hacerlo. Si coinciden parcialmente el grado de responsa-
bilidad dependerá de la topicalización de la información que
desde la mediatización se realice (del yo de la enunciación al yo
del enunciado hay una mediatización que desjerarquiza el rol
de la primera persona). Si no coinciden, la responsabilidad se
'concentra' en el sujeto de la enunciación y los sujetos del
enunciado son meros introductores de tópicos que este sujeto
dominante jerarquizará.

2. 2. CONTEXTO QUE LA RELACIÓN CREA


Toda relación interdiscursiva presupone un lugar en el
que se lleva a cabo. Ese lugar es, justamente, el que la relación
crea y es en él donde los discursos operan como creadores de
contextos.
Por 10 tanto, el contexto sería el espacio creado a partir del
El desplazamiento de un signo ideológico 37

establecimiento de la relación interdiscursiva, espacio que, por


su parte, adquiere significación en función de los discursos
que relaciona desde la relación y hacia ella.
La doble operación consiste en partir de los elementos dis-
cursivos manifiestos y de los presupuestos de los que esos
elementos son portadores.
Los elementos discursivos manifiestos actúan como indi-
cadores de elementos presupuestos discursivamente. En la no
manifestación discursiva y en la necesidad de ubicación de esa
manifestación presupuesta que opera en dos direcciones (hacia
otros discursos y hacia la situación en que esos discursos se
dan) encontramos el contexto creado por la relación interdis-
cursiva.
La manifestación presupuesta, dijimos, opera en dos direc-
ciones. Esas dos direcciones son necesariamente complemen-
tarias puesto que el contexto no sería sino el punto de contacto
de ambas.
Tomaremos un ejemplo: (por el momento damos por su-
puesto que los discursos considerados forman parte de una
red discursiva que luego precisaremos como formación dis-
cursiva [cfr. 3] y será, para nosotros, el único lugar donde
un análisis como el propuesto puede llevarse a cabo) uno de
los slogans de la última campaña electoral del partido radical
fue: "Para seguir avanzando, Alfonsín necesita mayoría en
el Congreso". Casi toda la campaña publicitaria terminaba con
esta frase (recordemos que la votación se produjo el 3 de
noviembre de 1985).
El 5 de abril de 1986, el ministro de Economía habla a la
ciudadanía para, entre otras cosas, hacer un balance del Plan
Austral y anunciar ajustes cambiarios y tarifarios. La última
oración de su discurso dice:
Que se pueda decir que esta generación de argentinos
supo, contra todos los obstáculos, contra todas las presiones,
salir de una historia llena de frustraciones para avanzar,
para seguir avanzando.
La primera dirección es la que se puede establecer a partir
de la coincidencia (en nuestro caso palabra por palabra) de la
construcción de finalidad 'para seguir avanzando'.
38 A. G. RA.rrDt - S. 11. MIJNÉNDEZ FIL. XXI, 2

La segunda nos muestra la situación creada a partir de la


primera. ¿ Cuál es?
Veamos 138 construcciones:
Alfonsín necesita mayoría en
el Congreso

Que se pueda decir que esta


PARA SEGUIR AVANZANDO
generación de argentinos supo
[ ... ] salir de una historia 1Ie-
na de frustraciones, para
avanzar

A partir de una finalidad (la construcción: para seguir


avanzando) se conectan dos situaciones:
a) la situación electoralista donde la finalidad es un obje-
tivo claro y evidente: ganar las elecciones. El enunciado su-
bordinante va en indicativo. El éxito se afirma.
b)· la situación económica actual donde se enfrenta un
plan que debe ajustarse en función de la parcialidad de su
éxito (el objetivo del mensaje: ajustes cambiarios y tarifarios).
El éxito es una potencialidad. La subordinante va en subjun-
tivo (Que se pueda decir). La subordinada, en indicativo
(supo).

Relacionemos los elementos mencionados.


Las dos situaciones crean la situación contextual donde
son homologadas una campaña electoral personalista (Alfonsín
necesita) con una realidad económica manifiesta donde el su-
jeto que puede llevar a cabo el cumplimiento de la finalidad
propuesta aparece doblemente mediatizado. En efecto aparece
introducido dentro de una construcción ·impersonal perifrástica
en subjuntivo (que se pueda decir) y utilizando un mitigador
(Lavandera, 1985 b) que permite una aparente precisión den-
tro de la generalidad cuando en realidad se generaliza con una
precisión aparente (esta generaci6n de argentinos).
Se ve, pues, cómo la frase publicitaria permite establecer
la relación en la cual 'esta generación de argentinos' y 'Alfon-
sin' y 'necesita' y 'supo salir' serian correlativos. Podemos
hacer una lectura cruzada que muestra claramente el punto
El desplazamiento de un signo ideológico 39

de contacto de ambas direcciones propuestas y explica, por sí


sola, los alcances de la relación contextual:

Alfonsin necesita
Esta generación de argentinos supo salir
PARA SEGUIR
AVANZANDO
Alfonsin supo salir
Esta generación de argentinos 3 necesita
El esquema anterior se leerá:

~ Esta generaclon de argentinos


necesita
PARA SEGUIR AyANZANDO (a) Alfonsín
I porque
supo salir 4

3. FORMACIÓN DISCURSIVA
Se ha establecido la noción de interdiscursividad y las con-
diciones para poder determinar cuándo los discursos entran
en este tipo de relación.
Ahora se intenta determinar la noción lingüistica de ffYr-
mación discursiva (Foucault, 1969) que ocupa el tercer lugar
en el desarrollo del presente artículo ya que abarca a las ante-
riores, completándolas. Desde la perspectiva establecida, no
es posible el análisis del discurso (más allá de sus especifica-
ciones) sin tener en cuenta esta paulatina delimitación de las
unidades que lo componen. Tal delimitación no es sino el arti-
ficio teórico de una necesidad práctica: a partir del análisis
nos hemos dado cuenta de los limites de una unidad determi-
nada (discurso) por ser incompleta y esto nos ha obligado a
avanzar hasta la noción que permita (en función de paráme-
tros que estableceremos) un análisis posible (la noción de
formación discursiva).

8 Es intel:esantJe ver el alcance referencial de esta construcción a


partir del lexema 'generación' que generaliza con particularidad aparente.
4 Porqus es un conector pragmático que se impone en función de
la relación establecida. La finalidad (la construcción 'para seguir avan-
sando') tiene un agente claro que será quien la cumplirá (quien la está
cumpliendo). Sin duda que ese cumplir tenga una causa es tan claro como
el apnte que es quien 'supo salir'.
40 A. G. RAITER - S. M. MIlNÉNDEZ FIL. XXI, I

Llamaremos formación discursiva a una red que particula-


riza desde la determinación de un nudo, límite y diferencia, y
que permite establecer líneas de lectura (lineas de análisis,
líneas de discurso) a partir de rastreos de las estrategias lin-
güísticas que son las condiciones de posibilidad de las líneas
establecidas.
Se habla de red en función de que los discursos se enca-
denan (más allá de una dispersión temporal o temática apa-
rente) cuando se refieren a un objeto específico, objeto discur-
sivo no solamente determinable en parámetros temáticos
evidentes sino también en función de parámetros formales
que lo singularizan y hacen que pueda constituir una red. Esa
red relaciona los discursos a partir del establecimiento del nudo
de la red (los discursos por el hecho de ser tales tienen
la propiedad inherente de interdiscursividad). Este nudo de la
red o discurso emergente se constituye desde determinadas re-
gularidades discursivas sólo verificables en la totalidad de la
formación discursiva.
Definiremos el discurso emergente o nudo de la red como
el que instaura un nuevo valor referencial. Ese nuevo valor
referencial actúa en dos direcciones opuestas y complementa-
rias. Una es anafórica (diferencia y corte) ; otra es catafórica
(límite y regularidad).
La dirección anafórica es definida a partir de dos caracte-
rísticas determinadas. Establece una diferenciación con res-
pecto a otras posibles formaciones discursivas puesto que co'rta
los desplazamientos discursivos al establecerse como referencia.
La propiedad de referencialidad la determina, y desde ésta los
otros discursos pueden formar parte de dicha red discursiva
y no de otra. La referencia es, pues, anafórica con respecto a
los discursos anteriores y constituye un corte a partir de la
diferencia que se establece con ellos. Su referencia es vacía ya
que es nueva la referencialidad que establece, pero es necesaria
para marcar el corte, el punto de inicio, esa necesidad artificial
y científica que es el comienzo. Puede considerársela referencia
sin referente o referencia con un referente cero que le permite
constituirse como tal.
La dirección catafórica se define a partir del corte, de
El desplazamiento de un signo ideológico 41

esa necesidad artificial de comienzo, ahora límite desde el que


se marca la regularidad. Ya desde el nudo de la red se marca la
regularidad discursiva que va a determinarla y constituirla.
Esta regularidad discursiva es claramente verificable si ras-
treamos las estrategias lingüísticas que nos permiten dar cuenta
de los encadenamientos, de las líneas de lectura y de la posibi-
lidad de generar e incorporar nuevos discursos.
El nudo de la red actúa como máquina de doble entrada
donde una vez marcadas las líneas fundamentales se puede ver
cuáles son privilegiadas, cuáles dejadas a un lado, cuáles abier-
tas para la incorporación de otros elementos ya anunciados, ya
pragmáticamente presupuestos. Este plano exhibe todos sus
puntos mostrando cuáles se abren, cuáles se cierran y cuáles
pueden llegar a abrirse y cerrarse.
Desde la diferencia y el límite y desde el corte y la regula-
ridad definimos el discurso emergente, nudo de la red, iniciador
de la serie. Sin su determinación no hay posibilidad de estable-
cer formación discursiva alguna.

4. UNA FORMACIÓN DISCURSIVA


Describiremos en una producción discursiva real una ope-
ración (definida como la imposición del cambio de valor de un
signo) que llamaremos "desplazamiento del (signo ideológico)
'enemigos de la democracia' o 'nueva definición del tercero
discursivo'. Para esto hemos elegido cinco discursos presi-
denciales : 6
• Ante las cámaras de televisión el 21-4-85 (Al)
• En la Plaza de Mayo, el 26-4-85 (A2)
• Ante las cámaras de televisión, el 14-6-85 (A4)
• En la cena de camaradería de las Fuerzas Armadas, el
5-9-85 (A6)

¡¡ Debemos aclarar que para poder presentar este ejemplo se analizó


un número considerablemente mayor de discursos, no exclusivamente pre-
sidenciales, pertenecientes a la misma formación discursiva. También se
describieron más operaciones que las presentadas aquí. Se trata simple-
mente de un ejemplo. Los datos completos quedan a disposición de los·
interesados.
42 A. G. RA.lTIB - S. M. MENiNDBZ Fu.. XXI, 2

• En Villa Regina, Río Negro, el 17-1-86 (A9).8


Los analizaremos tomando las dos características que he-
mos definido como propias de la especificidad del discurso
político: la definición de la propia realidad discursiva y su
función de persuasión.
Consideramos Al discurso emergente o nudo de la red.
Lo hacemos en función del nuevo valor de referencialidad que
instaura, ya que se establece un corte con los discursos ante-
riores y ese corte se verifica en el límite que este discurso
marca, puesto que los discursos producidos luego lo toman como
referente. Es decir, entonces, que Al se postula como nue-
vo referente en función de los otros componentes de la red.
Al marca una situación nueva: se denuncia un golpe de
estado y se convoca al pueblo para afirmar la estabilidad del
sistema democrático. Además se hace mención de todos los
temas en tratamiento o a tratar relevantes en ese momento
o en un futuro inmediato. Desde este lugar Al se convierte
en un condensador (hay tópicos ya tratados) y desde esa con-
densación con el agregado de tópicos nuevos se convierte en
una nueva referencialidad. Veremos en un esquema lo dicho:

DENUNCIO
enemigos
de la democracia lealtad a las
.
FFAA c::::::: reconciliaci6n
Juicio a Juntas

no consentimiento ~ trabaja9o.res
QUIERO OONVOCA&LOs del pueblo empresarIos
estudiantes

Perú
apoyo de paises ~ Bolivia
latinoamericanos Brasil
. Chile

8 No describiremos todos los recursos empleados, nos limitaremos


a los más representativos; salvo en el caso de Al que fue tomado de la
edición del diario La Nación del 22-4-85, el resto de los discursos fue
analizado según la versión que entrega la Secretada de Información PÚ-
blica. Indicaremos en las citas el discurso del que fueron tomadas, la
página (en números romanos) y los renglones correspondientes (en nú-
meroa arábigos).
El desplazamiento de un signo ideológico

Nuestro trabajo será seguir la red discursiva a partir


del desplazamiento de 'enemigos de la democracia' que se ins-
taura en este discurso.
En Al se debe tener en cuenta que se trataba de una de-
nuncia de un intento de golpe de estado y, al mismo tiempo,
de una convocatoria a un acto público. El tema central del
discurso no podía constituir una sorpresa ya que había sido
anunciado profusamente por los medios de comunicación oral,
escrita y televisiva. Estos anuncios constituyen otros relatos
que están presentes discursivamente en el momento en que el
Presidente enuncia el suyo; como vimos determinan las condi-
ciones de producción para el relato enmarcado por la enuncia-
ción de Al. Sin embargo, a pesar de ser un tema tratado hasta
el cansancio, toma en este relato una interesante originalidad;
comienza Alfonsín su discurso diciendo:
Se han producido algunos episodios bochornosos en la
Argentina (Al, r, 1 y 2).
Esta emisión, que encabeza el relato mismo, comienza mi-
tigando a los agentes de los episodios que se denunciarán
mediante la utilización de la pasiva con 'se'. (Lavandera,
1985 b.)
La originalidad consiste en que el 'bochorno' nos alcanza
a todos los argentinos, porque no se enuncia a un responsable
explícito de lo que sucede; debemos notar, además, que 'bo-
chorno' lleva a inferir 'vergüenza' y no 'peligro' o 'amenaza'.
Continúa luego una operación destinada a producir más
adelante un cambio de conducta en sus oyentes/destinatarios,
cumpliendo con la función de persuasión que tiene todo dis-
curso político a partir de una nueva realidad discursiva:
Antes de ahora habíamos dicho que debíamos prepararnos
para pasar unos meses duros, tanto en el campo político como
en el social y en el económico. Pero así como nos preparamos
nosotros, también se prepararon los enemigos de la democracia
(Al, 1, 1 a 8).
"Enemigos de la democracia" queda definido como el
tercero discursivo en tanto está afuera del 'nosotros' que en-
globa al Presidente con los destinatarios de sus palabras.
Del juego de tiempos verbales 'debíamos prepararnos',
'DOS preparamos', enfrentando a 'se p1'8pararon', se infiere
A. G. RAITER - S. M. MENtNDEZ FIL. XXI, 2

que la aCClon del tercero discursivo 'enemigos de la democra-


cia' ya está terminada; por el contrario, 'nosotros', que no
hemos tenido nuestra preparación, debemos seguir preparán-
donos. No sabemos en qué consistirá nuestra preparación, ni
cuánto tiempo durará; por el momento esta preparación se
limita a pasar "unos meses duros"; más adelante en este
discurso consistirá en concurrir a la Plaza de Mayo porque
"nos incumbe a todos terminar con la decadencia en la Argen-
tina"; luego en A2 consistirá en aceptar "un ajuste que va
a ser duro" (A2, IV, 21) y pensar que estamos viviendo en
una "economía de guerra" (A2, IV, 35 y 36) ; más adelante
en A4 a "tener fe en el plan que estamos encarando"; y final-
mente consistirá en no reclamar "lo que se sabe que no puede
ser respondido", a repudiar a la izquierda extraparlamentaria
y a los que levantan "reclamos justos pero que no están de
acuerdo con las circunstancias que nos impone la hora" (A9).
Es decir que la necesaria preparación abre un espacio que
puede -a partir de la enunciación de A1- ser llenado en
otros discursos, cambiando la valoración ideológica de 'pre-
paración'.
Retomando Al, continúa el Presidente:
Los enemigos de la democracia siempre han conspirado
contra la realización del país (Al, 1, 10 a 12).
De este modo, Alfonsín no pretende definir a los "enemi-
gos de la democracia", a los presuntos golpistas, pero esta
formulación le permite elegir el lugar discursivo desde el que
se dirige a sus oyentes, ya que no solamente habla como repre-
sentante de un gobierno legítimo, sino como el representante
de la "realización del país" (Al, 1, 11 y 12), y más tarde, en
A4, como representante de los que "quieren hacer un país
en serio" (A4, 10, 32 y 33). Toma, entonces, un lugar que le
pertenece discursivamente desde el que se pretende inducir
un cambio de conductas acorde con las necesidades de nuestra
preparación.
Pero Al no sólo pretende un cambio de conductas:
En nombre de una responsabilidad insoslayable que hemos
asumido con humildad, pero con firmeza inalterable, denuncio
al pueblo argentino la actividad disolvente de quienes prol.us-
tican el caos y la anarquía, presagian estallid.os sociales, augu-
El desplazamiento de un signo ideológico

ran aislamientos internacionales y, en definitiva, se convierten


en pregoneros de la disgregación nacional. Es una evidencia
que está al alcance de todos (Al, 1, 17 a 27).
Esta cita marca claramente el objetivo de su discurso:
hacer una denuncia. Esto está señalado por el paso del 'noso-
tros' al 'yo' ---que luego mantendrá durante todo el discurso--
acompañado por la utilización del realizativo que marca el acto
de denunciar. Sabemos qué es lo que están haciendo los gol-
pistas, es decir, conocemos sus acciones, el resultado de su pre-
paración. Sin embargo, a pesar de la aparente precisión en la
definición de los "enemigos de la democracia", notamos que
todas sus acciones en Al se limitan a verbos de 'decir', ninguna
a verbos de 'actuar'; por otro lado, el 'quienes' no está explici-
tado en ningún momento del discurso. Porque Al también
induce a un cambio de creencias, y estas pasan por una nueva
definición del tercero discursivo: en la República Argentina
los golpes de estado siempre estuvieron vinculados al accionar
de las Fuerzas Armadas; esto es algo que está incorporado al
sistema de creencias de los argentinos (V. Dijk, 1977). Por
'otra parte, los golpes de estado nunca se realizaron discursiva-
mente contra la democracia sino, por el contrario, siempre se
justificaron con el objetivo de mejorarla, de perfeccionarla o
modernizarla. "No hemos venido a tomar el poder, hemos ve-
nido a llenar un vacío de poder" (Onganía, 28 de junio de 1966).
Recordemos la estrategia empleada al desdibujar a los
militares como posibles enemigos, al tiempo que no identifica
a ningún sector de la población:
Es una evidencia· que está al alcance de todos. Los más
insensatos se han atrevido a tentar a oficiales superiores de
las Fuerzas Armadas (Al, 1, 26 Y 27).
La evidencia no está presentada en el discurso, pero por
estar "al alcance de todos", todos debemos buscar en nuestro
sistema de creencias para encontrarla ya que se afirma que la
tenemos. Los militares no pueden ser los instigadores del pre-
sunto golpe yá que ellos "fueron tentados" por otros que nue-
vamente no aparecen identificados. Sólo sabemos que son "los
más insensatos" del 'quienes' identificado ante¡;;.
Pero además:
,
Por el contrario, los oficiales superiores que han preten-
46 A. G. RAITER - S. M. MENÉNDEZ FIL. XXI, 2

dido ser involucrados han dado parte de la novedad a las


autoridades de la Naci6n (Al, 1, 52 a 55).
Las Fuerzas Armadas son completamente ajenas a los
'episodios bochornosos' porque los han denunciado. Veamos
que la oración citada encierra una contradicción porque si la
interpretamos literalmente, "las Fuerzas Armadas pretendie-
ron ser involucradas (por alguien)" ya que son los agentes del
pretender; el intento de mitigar a los responsables llevó al
Presidente a decir lo contrario de lo que intentaba decir.
Además "dar parte de la novedad a las autoridades" debería
ser un acto rutinario que no supondría mérito alguno; pero
en la nueva realidad discursiva de Al los militares no· sólo no
son los instigadores del golpe sino los principales responsables
de que éste no pueda ocurrir:
No va a producirse un episodio de esta naturaleza, en
primer lugar porque los que lo intenten tendrían que contar
con la complicidad de las Fuerzas Armadas y esto no es así;
esto no se va a dar (Al, 1, 44 a 50).
Veamos dónde está el enemigo de la democracia. Sabemos
que no son los militares, que, de este modo, quedan incorpora-
dos al nosotros que incluye al hablante y a sus destinatarios,
porque dejan de pertenecer al tercero discursivo, lugar que
queda momentáneamente vacío .-por no definido-- y que ne-
cesariamente debe ser llenado más adelante, como veremos. La
exculpación de las Fuerzas Armadas se completará en A2 y
A6; por el momento se produjo un cambio de valor del signo
ideológico 'Fuerzas Armadas' destinado al cambio de creen-
cias de los destinatarios de Al. Creencias, por otra parte, ali-
mentadas por los medios de comunicación que, por esos días
hablaban de "intranquilidad militar".
Dado que:
En otras palabras las Fuerzas Armadas de la N aci6n son
leales a las autoridades de la Constituci6n (Al, 1, 60 a 62)
el valor ideológico de las Fuerzas Armadas pasó de 'enemigos
(potenciales) de la democracia' a 'defensores (en primer lugar)
de la democracia'.
Veremos si en A2 tenemos una definición más clara del ene~
migo, dado que este discurso es consecuencia directa del an-
terior, es el acto producto de la convocatoria· realizada en
El desplazamiento de UD signo ideológico 47

Al. En A2 se anuncia una "economía de guerra"; 'guerra'


supone siempre un 'enemigo'. Por lo pronto se refuerza redun-
dantemente que las Fuerzas Armadas no son el ene!l\igo de la
democracia:
[ ... ] defenderla [la democracia 1 sin caer en el simplismo o
en el facilismo de suponer que la culpa está siempre en un
sector o que la culpa está siempre en una institución. Que
no es cierto en este caso como ha quedado demostrado (A2,
1, 18 a 23).
La 'culpa' de los episodios no está en un sector, ni en una
institución; no tiene A2 explicitación alguna de dónde puede
estar, pero mediante una referencia extradiscursiva a Al, deja
demostrado que no son los que pueden estar en el sistema de
creencias de los oyentes. Se refuerza la realidad discursiva
construida en Al, por lo que sabemos que las Fuerzas Arma-
das, junto con los trabajadores, los empresarios y los estudian-
tes son diques de contención para cualquier intento golpista.
En A2 se anuncia el "ajuste que va a ser duro" (A2, 11I,
21 a 23), y la necesidad de comprender que nos encontramos
en una "economía de guerra"; esta definición de la situación
articula toda la producción discursiva analizada, porque el
Presidente se constituirá en -tomará el lugar de- un general
que debe conducir una guerra donde los soldados somos 'todos',
necesitamos armas y el enemigo que primero es enunciado
como la 'crisis' en A4, se puede ir explicitando más tarde de
acuerdo con la marcha de la 'economía de guerra':
He hablado antes de una batalla decisiva que debemos
librar los argentinos. El enemigo es la pobreza, el estanca-
miento y también cierta crónica incapacidad para hallar las
respuestas concretas y eficaces. Nuestras armas son nuestros
brazos y nuestras mentes (A4, 1, 13 a 27).
Pero en A4 se avanza significativamente en la definición
del enemigo; el 14 de junio de 1985 cuando se anuncia el plan
de ajuste, el "Plan Austral", el tercero discursivo se enuncia
como los que no 'creen' en su plan:
Vamos a vencer el peligro mayor, el escepticismo que
muchas veces ha sido consecuencia de demasiados años de
frustraciones, errores y decadencia [ ... ]. A ésos, a los escép-
ticos les digo que esta tierra, que esta Nación no es para ellos
(A4, VII. 26 a 31).
48 A. G. RAITER - S. M. MENÉNDEZ FIL. XXI, 2

Aquí sí vemos el avance en la definición del enemigo. Ve-


mos cómo ha sido desplazado el referente del tercero discur-
sivo. Los que quedan afuera del 'nosotros' que 'vamos a vencer
el peligro mayor' son los que no creen en el plan de batalla
que se propone en este discurso. Se trata de un enemigo defi-
nido como muy peligroso, ya que no sólo se lo denuncia sino
que se lo expulsa del país.
Vemos entonces que:
Habrá esfuerzo en consecuencia y castigo. El esfuerzo será
de todos los argentinos. El castigo para los que sigan creyendo
que pueden usar al país y a su gente para beneficio personal.
El castigo será para la especulación. Para los que creen que el
dinero sólo sirve para hacer más dinero (A4, VII, 26 a 31).
Como se ve aquí se menciona el 'castigo'; obviamente el
castigo se reserva para los enemigos; pero también notamos
en este discurso que no tenemos identificación de 'los que creen'
o 'sigan creyendo'; se los despersonaliza. También se los des-
personaliza mediante la nominalización 'especulación' (frente
'a los que especulan') (Lavandera 1985b).
A falta de una definición más precisa del enemigo de la
democracia en los discursos presidenciales que estamos anali-
zando, los que no creen en su plan pueden ser considerados los
enemigos de la democracia y del país; sabemos que los proble-
mas de la democracia y de la N ación han sido topicalizados en
este discurso (A4) en "inflación", y, si recordamos que el Pre-
sidente nos está hablando desde el lugar del responsable de la
'realización del país', es obvio que todos los que no comparten
su plan para 'realizarlo', para 'sacarlo de la crisis', pueden
ser considerados como enemigos.
En AG, para dirigirse a los militares, elige un lugar que
oscila entre el de Comandante en Jefe y el de un padre severo
pero bueno:
Tengo nuevamente el honor de presidir esta mesa de hom-
bres de armas para evocar un nuevo aniversario del nacimiento
de la patria. Por haber vestido durante cinco años el uniforme
del Ejército Argentino a una edad en que los principios e
ideales calan hondo en el alma, no me siento en absoluto ajeno
a las inquietudes, tristezas y esperanzas de ustedes, y por ser
hoy comandante en jefe de las Fuerzas Armadas las asumo
con absoluta responsabilidad (A6, V, 1 a 7).
El desplazamiento de un signo ideológico

Pero el Presidente no puede dejar de ser el responsable


de la 'realización del país', debe señalar los errores de sus
subordinados para poder perdonarlos y justificarlos:
Si se me pidiera que definiera, en pocas palabras, el
componente clave del proceso que nos llevó a nuestro actual
estado de postración, yo lo caracterizaría como una pérdida
progresiva de nuestro sentido de la juridicidad (AS, IX, 28 a 31).
Vemos la utilización de un modo condicional, es decir que
afirma hipotéticamente el concepto de la no-juricidad. Es esa
pérdida del sentido jurídico lo que llevó a civiles y militares
a perder el camino para salvar a la república; es el 'sentido de
ajuricidad' del cual civiles y militares son victimas a la vez que
generadores. Se define una realidad discursiva que llevó a mu-
chos desencuentros y frustraciones: '
El entusiasmo profesional se resintió sobre todo en el
estrato de las jerarquías superiores, que inevitablemente fue-
ron concentrando su interés en las cuestiones de la política
interna y alimentando el proceso de las deplorables interven-
ciones militares en el gobierno (AS, VI, 28 a 32).
Debemos notar que 'inevitablemente' los militares se ocu-
paron de la política interna, y por lo tanto intervinieron en el
gobierno; el énfasis no está puesto en el contenido de su accio-
nar sino en que se vieron impelidos a intervenir por factores
ajenos a ellos mismos.
Obviamente no son ahora enemigos de la 'realización del
país' porque en este momento no 'están acéfalos', tienen 'co-
mandante en jefe constitucional'. Su comandante en jefe no
los trata como terceros discursivos sino como los destinatarios
de su mensaje y realizará grandes esfuerzos discursivos para
incluirlos en el 'nosotros' del hablante y sus destinatarios
para lograr la 'realización del país':
En esta nueva marcha de los argentinos es preciso tam-
bién que tengamos presente la necesidad de marchar juntos,
a un mismo paso, ciudadanos armados y ciudadanos desarma-
dos. Civiles y militares insertados como lo están en un mismo
camino, en una misma esperanza, con un mismo destino (AS,
XIX, 17 a 21).
Pero más adelante, de acuerdo con la coyuntura que marca
la marcha del Plan Austral, deberá desplazar nuevamente al
50 A. G. RAITER - S. M. MmdlNDEZ FIL. XXI, Z

enemigo; los que no creen en su plan pasan a segundo término,


el tercero discursivo serán los que se oponen a su plan.
En A9, discurso pronunciado con motivo de una reaper-
tura fabril, el enemigo toma nombre y apellido: los dirigentes
de la CGT, el MAS, los troskistas. Para poderlos nombrar de
esta manera A9 apela a la autoridad de personajes presentes
en la formación discursiva de la que estos relatos forman
parte, pero ajenos a él mismo: dos veces cita a Perón (para
criticar a los dirigentes sindicales) y una vez al secretario del
P. C. soviético. Alfonsín debe defender su plan de los ataques
que recibe; no niega la legitimidad de los reclamos, pero éstos
deben hacerse en el marco del plan instaurado por A4:
[ ... ] pero al mismo tiempo si no entienden las posibilidades
para concretar el reclamo y se sigue adelante con eso y nada
más sin tener en cuenta las posibilidades de la economía [ ... ]
(A9, 11, 35 Y 36; 111, 1).
Se puede reclamar pero "conociendo de antemano las res-
puestas posibles". De lo contrario, se está atacando el plan
antiinflacionario, definido como la primera prioridad de los
argentinos, y se convierte en un tercero discursivo, excluido
de la Telación discursiva oyente/destinatario.
Los peligros para la democracia continúan. En A9 debe
seguir defendiéndola de los ataques, ataques que recibe la
política económica:
Es necesario que se entienda, por parte de todos, que no
hemos superado todavía los riesgos de la democracia.
Los sectores de la ultraderecha que lucharon y especula-
ron con el autoritarismo no están aún definitivamente derro-
tados en el país.
Hay sectores de la concepción fascista interesados en
agredir al pueblo argentino en su libertad y buscan cualquier
posibilidad, cualquier agua revuelta, para imponer sus criterios
y volcarse contra la democracia.
Nadie ignora en la Argentina estas circunstancias a no
ser que sea un necio.
Pero también hay hechos nuevos en la izquierda que
tienen que llevarnos a pensar muy en serio en la necesidad
de defender esta democracia pluralista que es el patrimonio
grande de los argentinos, en el :narco de la libertad.
El Partido Comunista Argentino ha cambiado una estra-
El desplazamiento de un signo ideológico 61

tegia de décadas; durante muchos años nos habló de la etapa


necesaria de lo que llamaba la democracia burguesa; definía
políticas de alianzas posibles con los empresarios de la burgue-
sía nacional; nos hablaba incluso durante el 'proceso' de hom-
bres de armas de la democracia y hoy ha cambiado esa estra-
tegia. De pronto dice que se equivocó, que fue arrogante en la
comprensión de otros movimientos revolucionarios que surgían
y es así [sic], como busca un tipo de alianza hacia su propia
izquierda, con los sectores troskistas en el país para agitar,
como el MAS por ejemplo, y así herir a la democracia porque
a esos sectores troskistas no les interesa la democracia y de-
sean acelerar las contradicciones con el propósito de seguir
buscando carne de cañón que sirva a sus intereses espúreos
de tomar el poder, en definitiva (A9, VII, 13 a 36).

Esta cita resulta muy ilustrativa. Los ataques al Plan


Austral son peligrosos porque los riesgos de la democracia no
están totalmente superados. Los enemigos se encuentran a
derecha e izquierda.
Tenemos dos construcciones paralelas impersonales, en-
cabezadas por "hay". Nuevamente los sectores de la del'echa
no se especifican; los de la izquierda, en cambio, tienen nombre
y apellido. Los sectores de la derecha quieren 'volcarse contra
la democracia', los de la izquierda (que no tienen sólo 'concep-
ciones' sino que también producen 'hechos') en cambio tienen
'intereses espúreos de tomar el poder'. Se generaliza en los
'sectores de la concepción fascista' y se especifica (se particu-
lariza) en los de la izquierda. Debemos notar que, en el caso
de la izquierda se trata de partidos políticos legalmente reco-
nocidos, con actuación pública y que como todo partido político
quiere tomar el poder. Estando su interés de 'tomar el poder'
claramente definido, éste no puede ser 'espúreo'; se presentan
a elecciones dentro de la 'democracia pluralista'. En el caso de
la derecha, al no especificar, no podemos afirmar a quién se di-
rige, pero los supon~mos fuera del juego democrático porque
'quieren imponer su criterio y volcarse contra la democracia'.
En definitiva, la realidad discursiva construida impone
que el plan económico es sinónimo de democracia. Los que se
oponen al plan se oponen a la democracia. Esto implica que los
enemigos del plan económico son los enemigos de la democra-
cia. A derecha y a izquierda se definió al nuevo enemigo. Ni
escépticos ni militares forman parte del tercero discursivo, Los
52 A. G. RAlTDt - S. M. MENÉNDEZ FIL. XXI, 2

sectores de concepción fascista y determinados sectores de la


izquierda son expulsados del 'nosotros' en A9.
Se produjo una nueva realidad discursiva en toda la serie;
las conductas de los oyentes deben cambiar: de apoyar a la
democracia a apoyar un plan económico; las creencias tam-
bién: de pensar que el enemigo de la democracia podía estar
entre las Fuerzas Armadas, a pensar que está en los grupos
de la izquierda mencionados y en los sectores de la derecha
que 'buscan cualquier posibilidad'.
El signo ideológico 'Fuerzas Armadas' cambió su valor;
ahora son defensoras de la democracia; el signo ideológico de
algunos grupos de izquierda y de los dirigentes de la CGT
también cambió: son enemigos, un tercero discursivo construido
al margen de nuestra legalidad constitucional.
El país está en una 'economía de guerra'. Está 'librando
una batalla'. Por lo tanto no hay lugar para las deserciones
ni para la neutralidad.
O se pelea esta batalla o se es 'enemigo de la democracia'.

5. CONCLUSIONES
Hemos definido la especificidad del discurso político y de-
mostrado la posibilidad de su estudio sistemático.
El análisis lingüístico del discurso político debe hacerse
sobre una serie discursiva, la que, a partir de las relaciones in-
terdiscursivas, nos permite descubrir sus operaciones, su fun-
cionamiento social, la interacción de un discurso con otros y
su contexto, y cuáles son las posibilidades de una serie discur-
siva para producir un cambio de conductas, de creencias y
actitudes buscadas.
Por otra parte, creemos que los resultados de análisis como
el presentado pueden ser de utilidad en otros campos de inves-
tigación de las ciencias sociales.
Quedan aún muchas (tal vez demasiadas) preguntas por
responder. También muchos problemas por plantear. Lo pre-
sentado no es, ni pretende ser más que un primer paso.
ALEJANDRO G. RAITER
y SALVIO MARTÍN MENÉNDEZ
Instituto de Lingüistica
Universidad de Buenos Aires,
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas
El desplazamiento de un signo ideol6gico 11

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TEMAS NO NOMINALES, EN PARTICULAR
TEMAS VERBALES, CON EJEMPLOS
DEL PORTUGUÉS BRASILE:&O *

1. JUSTIFICACIÓN

Los funcionalistas Trávnícek (1962) 1 Y Halliday (1967)


han extendido la noción de tema más allá del sustantivo para
incluir verbos, modificadores adverbiales a nivel de la cláusula
(adjuncts) , conjunciones y palabras gramaticales sin signifi-
cado lexicológico; en resumen, todo lo que pueda ocurrir en
posición inicial. Para estos autores y sus seguidores, el tema
se define exclusivamente por el hecho de ser el primer ele-
mento del mensaje, el punto de partida. Como tal,. expresa el
nexo entre el pensamiento en la mente del hablante y su expre-
.sión en el habla. Esta vertiente dimana del principio de que
el tema tiene una función propia que es distinta de la función
de información c01Wcida, anteriormente dada o compartida.

* Basado en un trabajo presentado en las sesiones de verano del


Instituto de Lingüística, auspiciadas por la Sociedad Lingüística de Amé-
rica y celebradas en la Universidad de Georgetown, Washington, D. C.,
del 19 al 20 de julio de 1985. Traducción del inglés por María Laura
Pardo, revisada por la autora.
1 Frantisek Trávnícek, 1888-1961, nació en Spesov al sur de Mora-
via. Estudió en la Universidad de Carolina en Praga, pasando a desem-
peñarse como docente de lingüística bohemia. Nombrado profesor de
lenguaje checo en la Universidad de Brno en 1922, pE'rmaneció allí hasta
su muerte en 1961. Después de la Segunda Guerra Mundial fue rector
de la Universidad y miembro de la Academia Checoeslovaca de Ciencias.
Ingresó en la esfera politica después de 1946. Es autor de una gramática
histórica de los lenguajes checo y eslavo, dos volúmenes de gramá-
tica checa, un diccionario de checo y numerosos trabajos sobre temas lin-
güísticos. Mostró especial interés en la dialectología, en particular en los
dialectos moravianos. (Datos del Profesor Josef Vachek, comunicación
personal).
66 lfURIEL V ASOONCIlLLOS FIL. XXI, 2

En este trabajo presentamos una investigación cuyo en-


foque es similar al de Trávnícek-Halliday en materia de tema,
desarrollada sobre un corpus muy variado de textos 2 del
portugués brasileño. El modelo incorpora ciertos principios
básicos de Trávnícek, y coincide con Halliday por su ubicación
dentro de un marco sistémico general. Dentro de este marco,
el sistema de tematización y el sistema de información son
independientemente variables. El modelo que presentamos, sin
embargo, difiere del de Halliday en tanto enfatiza que, a pesar
de su variación independiente, los dos sistemas se relacionan en
forma inseparable. Estos sistemas representan las voces res-
pectivas de los participantes del discurso: la primera y la
segunda persona, o el emisor y el destinatario. El tema es la voz
del emisor; su función es especificar la relación entre el pen-
samiento en la mente del emisor y el mensaje que se va a
transmitir. La información es la voz del destinatario; es la
expresión de esa voz interna que articula las expectativas
acumuladas de las macro y microsociedades en que vivimos
y, en consecuencia, a quienes destinamos nuestros mensajes. s
El sistema de informacWn aporta el mecanismo que -permite
al destinatario computar un antecedente e integrar nueva in-
formación en su base de datos (cfr. Clark y Haviland 1977).
Los roles de emisor y destinatario son inherentes a toda
comunicación.
Hace tiempo que sabemos que la alternancia de dado-nuevo
(o tema-rema, según muchos autores) es responsable del pro-
ceso que da cohesión al texto, ligando los mensajes entre sí.

2 El corpus incluye, hasta la fecha, 19.000 palabras de conversacio-


nes transcriptas de transmisiones de radioaficionados, usadas originaria-
mente en otro trabajo de la profesora Cléa Rameh (1970) y 54.000
palabras de fragmentos escritos de 26 autores, que representan diversos
géneros, estilos, periodos literarios, etc. En el futuro pienso ampliar
el corpus hablado a un total de 50.000 palabras.
3 Alude a mi tesis de que el tema está asociado con el hablante o
el escritor y la información con el destinatario (Vasconcellos 1985),
modificada posteriormente por mi estudio de obras lingüísticas que apa-
recieron en Rusia en las primeras décadas de este siglo y que me llevaron
a añadir la noción de que el lenguaje del destinatario es en efecto una
voz en la cabeza del hablante que representa la experiencia acumulada
del lenguaje hablado de la sociedad en que vive.
Temas no nominales en el portugués brasileño 67

Una de nuestras afirmaciones es que precisamente el efecto


combinado de los dos sistemas, información más tema, es lo
que da cuenta de la segmentación del texto en mensajes
discretos.
Hemos anaÜzado un corpus que contiene textos escritos
y también hablados. Postulamos que las diferencias entre la
lengua escrita y la hablada derivan en primera instancia de
la orientación temática de los autores, en contraposición con la
de los hablantes, que es más informacional. En el discurso
hablado, el emisor del mensaje regula la entrega de informa-
ción sobre la base de las respuestas esperadas y reales del
interlocutor, lo que da lugar a la posibilidad de que lo novedoso
se introduzca en forma recursiva hasta llegar al objetivo del
mensaje. Las expectativas sobre el interlocutor provienen de
nuestra experiencia acumulada de comunicaciones intercam-
biadas en sociedad. Por otro lado, en el texto escrito, en ausen-
cia del locutor, los autores presentan una mayor tendencia
a introducir temas recursivos, como respuesta a sus propios
pensamientos, antes de entregar la parte del mensaje que re-
presenta la perspectiva del destinatario. Así, es posible que
el principio subyacente a los contrastes de integración-frag-
mentación y distanciamiento-inmersión (Chafe 1982) corres-
ponda, en definitiva, a la diferencia fundamental entre la
perspectiva temática y la informativa.

2. NATURALEZA DEL TEMA

2. 1. PRINCIPIOS GENERALES
Trávnícek observó en 1962 que la esencia del tema deriva
de un principio que es universal e invariable. Concluyó que
el concepto básico trasciende toda consideración sobre la na-
turaleza del referente, vale decir, si la información es conocida
o dada, o si el referente se deduce del discurso anterior o del
contexto situacional. Consideraba que el significado del tema
refleja la relaCión entre lo que predomina en la mente del
hablante y la expresión de esta relación como punto de partida
del mensaje:
Todo pensamiento tiene su objeto (O), un segmento de la
realidad, percibido por los sentidos o dado por mediatización,
58 MURIEL VASOONCELLOS FIL. XXI, 2

que el hablante (escritor) tiene en mente y al que refiere el


pensamiento. .. El tema es el elemento de la oración que se
vincula directamente con el objeto del pensamiento, procede
de éste y abre así la oración (166).
De aquí se desprende que todas las emisiones tienen temas,
y estos ocurren, invariablemente, en posición inicial.
Este concepto del tema abarca, evidentemente, diversas
manifestaciones. El tema que coincide con la información co-
nocida, dice Trávnícek, representa sólo una clase de tema.
Más aún, ni es necesario que el tema sea una frase nominal:
puede ser una frase adverbial, una conjunción, un verbo. Tam-
bién puede ser un elemento sin significado lexicológico, en
cuyo caso expresa la relación modal predominante en la mente
del emisor. Trávnícek trae ejemplos del checo para cada tipo
de tema.
En cuanto a su función a nivel del discurso, el tema co-
rresponde al punto de partida del mensaje. En la estructura
se manifiesta como el primer elemento del macrosintagma, 4
o unidad de mensaje.
Lo que es importante es que el tema es la expresión de
una relación y no simplemente un signo con su referente. La
consideración del tema desde el punto de vista del discurso
posibilita ---de hecho requiere- su separación de la función
referencial como consideración primaria. Este concepto del
tema puede aclararnos muchos aspectos de los mensajes: no
solamente las diversas funciones especializadas de los elemen-
tos iniciales, sino también cómo se organizan los mensajes, el

~ La noción de macrosintagma proviene de Loman y J orgensen


(1971) y corresponde a la unidad-T de Hunt (1970). Es también el
mismo concepto que la cláusula de Halliday, definida como: "la cláusula
no incluida más todas las cláusulas incluidas" (1967 :201). Sin embargo
parece deseable evitar el término cláusula, ya que la mayoría de los
autores norteamericanos omiten las inclusiones cuando emplean el tér-
mino. En el corpus, las cláusulas incompletas se contaron como unidades
separadas. Siguiendo a Halliday, se aplicó la misma norma a los datos
del corpus hablado. HaIliday considera que existe una alta correlación
entre la cláusula y la unidad de informaci6n, y esta última corresponde
en general a la pauta de entonaci6n. Se recordará que el segmento de
respiración, que está limitado por pausas, se considera diferente de la
unidad de información (Grimes 1975 :277, Masterman y Williams 1982),
con el efecto neto de que aquel puede ser más corto péro no más l-argo.
Temas no nominales en el portugués brasileño

proceso por el cual se constituyen en unidades discretas y la


relación del mensaje con el texto. El conocimiento del tema
también sienta las bases para una caracterología de las len-
guas, como lo sugiriera originariamente Mathesius (1928).

2. 2. CLASES DE TEMA
Halliday (1967 y trabajos posteriores) ha tomado una
posición similar a la de Trávnícek, enfatizando que la función
del terna deriva de su posición inicial. "Básicamente" -dice-
"el tema es lo que aparece primero en la cláusula" (1967 :212),
es "el gancho en que se cuelga el mensaje" (1970 :164).
Al igual que Trávnícek, HaIliday traza una separación
clara entre el tema y la información dada. Las dos nociones
corresponden a sistemas que son independientemente varia-
bles dentro del componente textual de su gramática: parte de
un modelo general que abarca todos los sistemas principales
del lenguaje. En este estudio hemos seguido tanto el enfoque
sistémico corno el marco general de Halliday.
Además de los ternas nominales, Halliday propone que hay
ternas que se desempeñan corno verbos, frases adverbiales, con-
junciones y marcadores del sistema interpersonal de su gra-
mática, siempre que aparezcan en posición inicial.
Trávnícek, por su parte, señala que los ternas pueden ser
conceptuales, emotivos y gramaticales. Observó que el terna
emotivo puede concurrir con el terna conceptual, en cuyo caso
el conceptual queda relegado a una posición secundaria: sigue
siendo tema, pero cumple una función temática diferente.
Halliday, a su vez, distingue entre terna cognoscitivo y no
cognoscitivo. La primera categoría incluye los ternas que son
frases nominales, verbos y adverbios, estos últimos cuando se
refieren al contenido referencial del discurso. La segunda co-
rresponde a todos los ternas cuya función es organizar el
discurso.
Con referencia al inglés, Halliday (1967 :222) ha desarro-
llado subgrupos más detallados dentro de las categorías ante-
riores. También hace algunas propuestas sobre su orden de
aparici6n.
60 MUlUEL V ASOONCELLOS FIL. XXI, 2

3. EL TEMA EN PORTUGUÉS
Halliday .no extendió sus clases de orden a otras lenguas.
Así, resultó de interés aplicar su descripción al portugués,
lengua que tiene una frecuencia relativamente alta de cons-
trucciones con el verbo en posición inicial. El estudio de verbos
en función de tema prometió ser una importante prueba de la
teoría postulada por Trávnícek y Halliday. Parte de los resul-
tados de este estudio, basado en 54.000 palabras de texto es-
crito y 19.000 palabras de lenguaje hablado, se expondrán en
el presente artículo.

" lf LOS TEMAS MAYORES


3. 1.
Rápidamente se puso de manifiesto que los ternas iden-
tificados por Halliday justificaban una clasificación según sus
características en dos grandes grupos, denominados aquí temas
mayores y temas menores. Los temas mayores incluyen al su-
jeto-tema, al predicado-tema y al objeto o complemento-tema.
La característica común a todos los temas mayores es su con-
dición cognoscitiva. Es posible decir, basándose en este estudio,
que presentan las siguientes propiedades invariables: además
de ser cognoscitivos, se excluyen mutuamente; toda unidád de
mensaje tiene su terna mayor, y estos ternas mayores ocupan
la posición más a la derecha antes del rema. Los temas me-
nores, a su vez, corresponden a modificadores adverbiales y
conjunciones. Pueden concurrir y combinarse con bastante li-
bertad, y se tornan gradualmente menos cognoscitivos a me-
dida que van del modificador cognoscitivo al modificador dis-
cursivo y de ahí a la conjunción. Los temas mayores expresan
la vinculación del mensaje con los pensamientos del hablante
sobre la experiencia de entidades y acontecimientos del mundo
externo al discurso; los temas menores expresan otras rela-
ciones. Parecería que estas generalizaciones pueden aplicarse
a textos en varias lenguas.

3. 1. 1. La frase nominal como tema


De los temas mayores, el Bujeto-tema es la instancia no
marcada en el modelo de Halliday del inglés. En portugués,
Temas no nominales en el portugués brasileño 61

el estudio del corpus escrito reveló que el tema era el sujeto


~efinido como frase nominal que concordaba con el verbo
finito principal o aparecía solo en una cláusula incompleta-
en poco más de la mitad de las unidades de mensaje, es decir el
52,6 %.5
El objeto ---o complemento-temOr- es menos infrecuente en
portugués que en inglés, pero sin embargo representó sola-
mente el 1,2 % de las unidades de mensaje. Esta construcción,
marcada en portugués, representa, además, un caso de topicali-
zación de un referente y no se examinará aquí. La considera-
ción detallada de los temas nominales, que corresponden a la
noción tradicional de tema, escapa al alcance de este artículo.

3. 1. 2. El verbo como tema


Con el reconocimiento del verbo como tema, Trávnícek y
Halliday comienzan a separarse de la corriente principal de
Praga, cuyos autores consideran que la función primaria del
tema es especificar un referente. Aunque el verbo -o predi-
cado, como lo llama Halliday- tiene significado cognoscitivo,
no designa una entidad en el mismo sentido que una frase
nominal y, según las normas tradicionales, no sería conside-
rado tema. Sin embargo, si la designación de tema se aplica
a todos los elementos iniciales, como lo harían Trávnícek y
Halliday, entonces debe examinarse la tematicidad del verbo.
La justificación es que el uso del verbo como tema enfa-
tiza la relación entre sus _argumentos: la relación de un suce-
der. Y por cierto se confirmó en el corpus que la gran mayoría
de los verbos antepuestos expresaban acontecimientos. Las
construcciones con verbo inicial en el corpus escrito repre-
sentaron casi la mitad de las unidades (46,2 %). Teniendo en
cuenta superposiciones existentes, estas construcciones pare-
cen configurar siéte tipos en un continuum que abarca desde
el significado temático cognoscitivo al no cognoscitivo:

11 El término unidad de 7Il.87U14je es intercambiable en este texto


con el de m.acrosi7&tagma según lo describimos en la nota 4 in/m. Los
criterios especificos para la unidad de mensaje (también denominada
"ftidad de trGblljo) se presentan en Vasconcellos (1986).
62 MURIEL V ASCONCELLOS FIL. XXI, 2

% del total % de verbos


de unidades iniciales
Verbos con:
Sujeto totalmente especificado
(pospuesto) 7,9 17,1
Sujeto implícito en la inflexión
del verbo 8,0 17,3
Sujeto inferible del discurso 16,0 34,7
Se impersonal 1,2 2,5
Ausencia de sujeto, verbo im-
personal 6,8 .14,8
Cláusula inicial dependiente 3,4 7,4
(Negación), interrogativo o im-
perativo 2,8 6,1

Para dos. de los grupos citados, la tematicidad del verbo


es clara: verbos con sujeto pospuesto y verbos impersonales.
Estos dos últimos incluyen, a los fines del presente estudio,
ejemplos de tipo claramente existencial-presentacional, es decir
formas de haver 'haber', ter 'tener' y estar 'estar' usadas en
este sentido. Con referencia a tales construcciones en español,
Suñer (1982) concluye que "el verbo presenta al oyente un
llamado 'objeto' para su consideración, [ ... ] es como la ban-
deja donde se presenta el postre" (126). Esta construcción tam-
bién conlleva la aserción existencial, en mayor o menor grado,
de que el "objeto" existe en el universo. La concepción de Suñer
se puede ajustar al presente modelo diciendo que la relación
temática ya no es simplemente una afirmación de que hay un
referente; la relación enfatiza la manera en que se llama la
atención sobre éste. Los andamios verbales son una suerte
de meta-tema apostado para presentar el denominado "objeto":
(l-P) C¡hegou¡ hoje:! / o meu vestido. (1/ 2, WU121)6
(l-E) Llegó! h01h / (el) mi vestido.

6 En la enumeración de los ejemplos, la notación P corresponde


al texto original en portugués, E a la traducción natural al español y G
a la glosa técnica, incluida sólo cuando las diferencias lexicológicas o
estructurales así lo dicten. Los temas aparecen en letra cursiva. La barra
diagonal separa el tema del rema. Los temas acumulados se enumeran
con subíndice de. izquierda a derecha, y el subíndice se usa también para
indicar que el tema quedó desplazado al rema en la traducción al español
(en el ejemplo 8).
Temas no nominales en el portugués brasileño 83

La metáfora de Suñer puede extenderse hasta sugerir


que el sujeto desplazado asume, en realidad, características de
objeto. Esta conclusión coincide con el análisis de la gramática
de casos que, aplicado a varios ejemplos en el corpus, confirma
la conclusión de que el sujeto pospuesto corresponde al rol
semántico de Objeto. En el primer ejemplo, la teoría de la
gramática de casos (cfr. Cook 1979, Aid 1973 :133) dictaría
la asignación del marco [OL] al verbo chegar 'llegar'. Tales cons-
trucciones también presentan al "objeto" como información
nueva y, por ende, hay una simbiosis de las respectivas fun-
ciones de tema e información, reforzando la conclusión de que
las dos funciones, aunque independientemente variables, mu-
chas veces trabajan en tandem.
El verbo con sujeto desplazado parece ser, en gran me-
dida, un recurso literario del portugués. Esta conclusión se
confirmó en el corpus escrito: el verbo con sujeto desplazado
ocurrió en el 10,6 % de las unidades en los pasajes que no eran
ficción, en comparación con sólo 6,3 % en los pasajes de fic-
ción, cuyo estilo a menudo imita el habla natural. Si excluimos
los dos diarios de la categoría de no ficción, la proporción
asciende a 13,0 %, o más del doble. En los fragmentos de
ficción y los diarios, el verbo antepuesto generalmente marcaba
un suceso, por ejemplo la llegada del vestido, o en un sentido
más metafórico, la sugerencia irónica de que la idea de vender
botones era un signo del Cielo.
(2-P) A falta de objetivo me sofocava. Implorei a Deus com
fé um caminho, urna causa. Vieram-me los botóes.
(11 30, WU16-18)
(2-E) La falta de objetivo me sofocaba. Imploré a Dios con
fe un camino, una causa. Vinieron-me 1 los boto::les.
También en los pasajes de ficción, pero con menor fre-
cuencia, la construcción se usó para añadir fuerza emotiva
o evaluativa:
(3-P) Pela minha cabe~a¡ passava'ln:!, 1 as pressas e truncados,
os sucessos do dia. (11 29, WU40)
(3-E) Por mi cabezal pasaro,,-!, 1 de prisa y truncados, los
sucesos del dia.
o:
MURIEL V ASOONCELLOS FIL. XXI, 2

(4-P) /1 Vem/o páo, II II vem/a máo, II II 'Uemlo


sáo, II II vem / O 00,0. II (11 31, 211-214)'1
( 4-G ) l/viene I el pan II l/viene / la mano II II vÍ8m I el
sano II II viene I el can 1/
Un subgrupo de estas descripciones emotivo-evaluativas
corresponde a los adjetivos predicativos, los que, siguiendo la
gramática de casos, fueron analizados en este estudio 'como
verbos estativos, por ej. SER INÚTIL 'ser inútil'.
(5-P) Foi inútil I sua nova sensibilidade. (1 I 24, WU98)
(5-E) Fue inútil/su nueva sensibilidad.
En términos de la gramática de casos, parecería, en gene-
ral, que los verbos antepuestos son acciones, con menor fre-
cuencia son estados, y sólo rara vez, procesos.
A continuación del verbo estativo antepuesto está el verbo
pasivo antepuesto. En el siguiente ejemplo se observa la fun-
ción objetivizante; el verbo tematizado sÍrve para poner de
manifiesto una relación especial con el "objeto":
(6-P) De telhado a telhado¡ foi percorrid02 / mais de um
quarteiráo da rua. (11 23, WU18)
(6-G) de tejadQ a tejado¡ fue recorrid02 / más de una man-
zana [de la calle]
Entre los verbos antepuestos existe una instancia en que
la construcción es regular y no marcada: el verbo que precede
a una cláusula de discurso construido. Esta construcción pare-
cería tener una motivación diferente. Cuando la cláusula matriz
enunciativa ocurre después del discurso construido, siempre en
portugués el verbo va antepuesto y la identificación del hablante
está en posición final. Un ejemplo:
(7a-P) "Náo, impossivel," bradou / o alienista
(1 I 25, WU101-102)
(7a-E) "¡No, imposible!" grit6/ el psiquiatra.
La función del verbo tematizado' podría ser: 1) colocar
en primer plano la relación enunciativa, 2) subrayar la manera
de enunciar, o 3) preparar al lector para la identificación
focalizada del hablante del discurso construido. Cualquiera de

7 En los ejemplos, cuando los límites de la unidad de mensaje no


corresponden a la puntuación gráfica, se usa el signo (I/) para marcar
el comienzo y el final de la unidad, siguiendo los crit~rios de segmenta-
ción empleados en este estudio.
Temas no nominales en el portugués brasileño 66

estas interpretaciones coincide con el modelo. La última hipó-


tesis queda confirmada por el hecho de que, cuando se iden-
tifica al hablante citado antes de la emisión construida, rara
vez el verbo enunciativo es tematizado en portugués o en es-
pañol (observación que pude confirmar en inglés también):
(7b-P) *Bradou / o alienista, "Náo, impossivel!"
(7b-E) *Gritó / el psiquiatra, "¡ No, imposible!"
La explicación puede ser que la anteposición de la emisión
construida es una estructura marcada que se usa precisamente
para presentar el discurso construido. La presentación proto-
típica tendría una emisión construida al final, ya que en otros
tipos de mensajes la parte que surge de la voz interna, que
representa el habla de los otros hablantes, es la más "nueva"
e informativa y por ende tiene mayor probabilidad de ocurrir al
final del mensaje. Además, para un análisis completo, habría
que resolver si la oración es una unidad de mensaje separada
o si forma parte de un mensaje mayor dentro del cual es
objeto del verbo enunciativo. Por lo antedicho, resultaría de
interés aplicar criterios temáticos a un estudio detallado de for-
mas para la presentación del discurso construido.
Si bien se determinó en el corpus escrito que el verbo
enunciativo iba siempre antepuesto cuando era precedido por
una emisión construida, no se halló dentro del discurso cons-
truido en sí ningún ejemplo de verbo antepuesto. En cambio,
el verbo antepuesto apareció en efecto en el discurso hablado,
pero con poca frecuencia:
(8-P) 'Tá l / toda a família muito bem.
(8-E) esta l / toda la familia muy bien.
La escasez de verbos antepuestos en el corpus hablado
apoya la conclusión de que en portugués este fenómeno se
limita en general a los textos escritos.
Semejante a la construcción verbo antepuesto/sujeto pos-
puesto es el verbo usado en asociación con el se impersonal.
Desde el punto de vista semántico, puede decirse que la frase
nominal después del verbo en este uso del se no es realmente
el sujeto.
(9-P) Aí,¡ do sistema latino'2 perdeu-se 3 / o dativo-ablativo
nobis, uobis, que o latim vulgar substituiu pela forma
de nominativo-acusativo nos, uos. (1/ 3, WU18)
66 MURmL VASOONCELLOS FIL. XXI, 2

'(9-E) Así'l del sistema latino'2 se perdi6a I el dativo-ablativo


nobis, uobis, que el latín vulgar sustituyó por la forma
nominativo-acusativo nos, uos.
Aunque la interpretación usual sería que el nominal des-
plazado es el sujeto sintáctico, existen fundamentos semánti-
cos para respaldar otro punto de vista, como sucede en el caso
del verbo simple antepuesto. Aid (1973), basándose en la se-
mántica de este tipo de construcción en español, considera que
el predicado toma el lugar del sujeto y la partícula se pasa
a ser pronombre sujeto en la estructura sintáctica:
Cuando una estructura semántica contiene un verbo infle-
xionado como Genérico, y el sustantivo en línea para la selec-
ción del sujeto es Genérico, la forma se puede insertarse en la
cláusula de superficie como sustituto del sujeto si no se selec-
ciona una unidad lexicológica. Este uso de la inflexión se-foco
~ da prominencia al predicado al reemplazar el sustantivo en
función de sujeto. Su efecto es similar al uso de un sustantivo
sujeto indefinido tal como uno, la gente, ellos (101).
Ciertamente se advierte una tendencia del español colo-
quial a no observar concordancia entre el verbo con se imperso-
nal y el sustantivo que lo acompaña:
(IO-E) Se alquila / quartos (anuncio visto en una ventana)
Nuestro modelo, sin embBrgo, no concuerda con la conclu-
sión de Aid en cuanto a que el verbo recibe foco. Más bien,
el verbo es el tema y el elemento que recibe el foco es la frase
nominal siguiente, siempre y cuando ocurra al final de una
unidad de mensaje. Tampoco podría considerarse que el verbo
asume las propiedades de sujeto. El análisis que proponemos
es que no hay sujeto. Puede prescindirse del sujeto. El se
pasa a ser una partícula temática que expresa despersonali-
zación. Lo que queda es el objeto: el núcleo vo-ov que Lehmann
(1972, 1973) postula como construcción esencial en la tipolo-
gía de las lenguas. Una vez más, este análisis sigue la gra-
mática de casos, donde no hay noción de sujeto y el rol de
Objeto es obligatorio para todos los marcos verbales (por ej.
en el modelo de matriz de Cook 1979). .
La conclusión a que llegamos es que, en portugués, la
partícula se es un marcador que despoja al verbo del sujeto.
Cuando el verbo va precedido por se, el significado temático
podría ser: 'nótese que no hay sujeto expreso para este verbo'.
Temas no nominales en el portugués brasileño 8'1

Cuando el verbo aparece primero, el significado temático seria:


'nótese el significado de este verbo, y véase que no hay sujeto
expreso'.
Existen también algunos verbos en portugués que no
llevan sujeto pero tampoco se marcan con se. La diferencia
es que la forma se puede aplicarse productivamente a varias
clases de verbos, mientras que el inventario de verbos propia-
mente sin sujeto es muy reducido.
El mejor ejemplo de un verbo sin sujeto es have1' 'haber',
que cuando se usa en sentido existencial/presentacional
(haver2) no concuerda en número con la frase nominal que le
sigue:
(P) Bá j dias que ... (E) Hay j días que ...
El verbo ter 'tener' también se puede usar en portugués
con el mismo significado:
(P) Tem j vez que ... (G) *tiene j vez que .. .
(E) Hay j veces que .. .
En la práctica la distinción entre la forma de tercera per-
sona singular ['tey] y la forma plural ['teey] ha desaparecido
en el habla AUegretto y aun en el Andante (términos de
Harris 1969). Además, en la construcción que examinamos, el
verbo no recibe acento oracional (sentence accent, término de
Ladd 1978), de modo que es una forma más reducida, Posible-
mente está emergiendo un ter2, por analogía con haver2' que
tampoco concuerda en número con el sustantivo que le sigue.
Además, el verbo ser 'ser', tercera personal singular en
tiempo pretérito, puede tener un uso similar:
(P) Foijum rebulic;o lÍO ••• (G) *fuejun alboroto en eL ..
(E) Hubo j un alboroto en el. ..
Para Suñer (1982), haber en español es existencial/pre-
sentacional. En los ejemplos anteriores la aserción existencial
es absoluta. El significado temático podría glosarse como
'nótese la existencia de este referente'. No hay indicación de
que se hablará sobre el referente; sólo se asevera que existe.
Hay otros verbos que en algunos usos no tienen sujeto:
(P) Faziajaté nojo ... (G) *hacítljineluso enojo .. .
(E) CaUJlaba j incluso enojo .. .
En la tabla 1 presentamos una lista de esta clase de
verbos impersonales tal como ocurrieron en el corpus escrito.
68 MURIEL V ASOONCELLOS FIL. XXI, 2

TABLA 1

VERBOS IMPERSONALES EN EL CORPUS ESCRITO

Glosa en español
Apenas, acontece / que ... sólo, sucede / que ...
Como acontecía / nos tem- como sucedía / en los tiem-
pos ... pos ...
Acresce / ainda que ... agrega / además ...
Adiantará / [+ inf.] convendrá / [+ inf.]
Nao adianta / [+ inf.] no conviene / [+ inf.]
Nao basta / [+ inf.] no basta / [+ inf.]
Cabe / [+ inf.] (5 x) cabe / [+ inf.]
Coube, / porém, aos ... cupo, / sin embargo, a los ...
Dá / gosto [+ inf.] da / gusto [+ inf.]
Faz / uns anos .. . hace / unos años .. .
Lembra-me / que .. . me recuerda / que .. .
Parece / que... (6 x) parece / que ...
Nao surpreende I que .. . no sorprende / que ...
Tem /gente porfalando .. . *tiene / gente diciendo ...
Tem / diabo nenhum. *[no] tie'M / diablo ninguno
Nao tinha / nada de [+ inf.] no tenía / nada de [+ -inf.]
Tinha / de ser. tenía / que ser.
Tomara / que .. . quiera / [Dios] que ... .
Vai ver / andou .. . verá / [que] anduvo .. .

Se notará que muchos son verbos con diversos significa-


dos y que, en la acepción de que hablarnos, preceden a una
cláusula incluida. Por ejemplo, es interesanté contrastar:
(P) Acontece/que... (E) Sucede/que ...
con:
(ll-P) Aconteceu / um desastre (de una conversación)
(11-G) sucedió / un desastre (E) Hubo / un desastre
El verbo impersonal va seguido de una cláusula, mientras
que el ejemplo 11 muestra el verbo antepuesto con sujeto-
objeto. El significado del verbo está también despersonalizado;
el mensaje no es simplemente que hubo un desastre, sino que
no hubo un responsable.
En el caso de los verbos impersonales, se destaca menos
su rol presentacional y se subraya más la falta de sujeto. El
significado temático podría ser: 'nótese el significado de este
Temas no nominales en el portugués brasileño 6'
verbo, y nótese que no tiene sujeto'. Esto difiere del significado
de se, en cuyo caso el sujeto no se especifica. Comparado con
el verbo con se, el verbo sin sujeto es una forma más marcada
desde el punto de vista temático.
En algunos ejemplos parece haber una distinción borrosa
entre verbos netamente impersonales y verbos antepuestos
con sujeto desplazado. En el ejemplo 12a el verbo bastavam
'bastaban', ya que la terminación está pluralizada, parece haber
sido inflexionado para concordar con os gestos 'los gestos',
un sujeto pospuesto:
(12a-P) O único vivente que o compreendia era a mulher.
Nem¡ precisav~ / falar. Bastavam / os gestos.
(1/ 28, WU220-222)
(12a-E) El único ser que lo comprendía era la mujer. Nil
precisab~ / hablar. Bastaban (pI.) / los gestos.

Pero basta 'basta' puede también ser impersonal en por-


tugués, y sería posible la siguiente interpretación del ejemplo
12, como verbo sin sujeto, siendo gesto un objeto sintáctico
además de semántico.
(12b-P) O único vivente que o compreendia era a mulher.
Nem l precisava2 / falar. Bastava / um gesto.
(12b-E) El único ser que lo comprendía era la mUJer. Nil
precisab~ / hablar. Bastaba (sg.) / un gesto.
En el espectro tipológico que abarca desde verbos sin
sujeto hasta verbos tematizados con sujeto, a veces el verbo
se puede interpretar de dos maneras: como impersonal o con
sujeto recuperable del discurso, a partir de un antecedente
remoto o en abstracto. Por ejemplo, el nem precisava 'ni pre-
cisaba' en el ejemplo 12 podría ser impersonal o el sujeto
podría ser el protagonista, mencionado sólo al principio del
capítulo, varias páginas antes. En este caso es difícil saber,
ya que el portugués precisa, especialmente en la forma ne-
gativa, es a menudo impersonal.
De modo que la despersonalización de los verbos parece
ser un proceso· del portugués que es aplicable a los verbos
regulares de tercera persona, que pueden ocurrir sin sujeto.
En el corpus apareció con relativa frecuencia la noción im-
personal de 'ellos', manifestada en la inflexión de la tercera
persona del plural, y se registraron también muchos ejemplos
de verbos en tercera persona singular y plural que no iban
70 MURlEL VASOONCELLOS FIL. XXI, 2

asociados a ningún antecedente específico. De hecho, parecía


existir un continuum entre los verbos verdaderamente imper-
sonales y los despersonalizados cuyo antecedente sólo podía
inferirse conociendo el marco o guión apropiado (ver Tannen
1979). Por ejemplo, Erico Veríssimo, al llegar a un hotel,
escribe:
(I3-P) Dáo- / nos um quarto de fundo, com vista pal'a o
ter~o dum edifício de apartamentos, ...
(// 16, WU17)
(l3-G) dan- / nos un cuarto al fondo con vista a la terraza
de un edificio de departamentos ...
Como lectores, podemos apelar a nuestro conocimiento del
guión en la recepción de un hotel y crear una imagen mental
de las personas que asignan la habitación, o bien podemos con-
siderar que el verbo no tiene sujeto porque la naturaleza del
mensaje no requiere su especificación.
Esta situación de ausencia potencial de sujeto no debe
confundirse con casos en que el significado del verbo requiere
un sujeto, pero el hablante o el escritor 10 ha omitido. Por
ejemplo:
(14-P) Viviam / em habita~es colectivas, a senzala, ...
(1/ 13, WU32)
(14-E) Vivían / en habitaciones colectivas, la senzala, . ..
En el ejemplo 14 el antecedente lógico más cercano en este
texto estaba 12 unidades antes; en ese espacio había muchos
referentes [+ Humano], pero estaban en singular o eran ina-
propiados, y sin embargo el autor no había percibido que fal-
taba el sujeto. Resulta tentador concluir que la insensibilidad
al sujeto es parte de una tendencia general del portugués a
tolerar verbos sin sujeto, y que la omisión del sujeto ocurre
necesariamente cuando el verbo está en una instancia temática-
mente marcada. Otros estudios de discurso hablado podrán
contribuir a este análisis.
Los otros tres tipos de verbos temáticos se asocian con lo
que Halliday denominaría los sistemas interpersonales, vale
decir, aquellos sistemas que especifican los roles de los inter-
locutores y las correspondientes actitudes del hablante. N o es-
tán marcados discursivamente como los tipos que ya describié-
ramos; más bien, son construcciones sintácticas normales de
Temas no nominales en el portugués brasileño 71

la lengua; el verbo casi siempre precede al sujeto. Lo que es


marcado es el modo del mensaje en sí. En las oraciones interro-
gativas e imperativas, los verbos se anteponen debido a su
participación en una construcción que es marcada porque el
modo empleado es diferente del declarativo simple. Para la
negación, el portugués estándar siempre usa una partícula
negativa que a su vez precede al verbo, y esta partícula debería
considerarse en el modelo como un tipo de tema menor.
Finalmente, incluimos aquí como verbos temáticos aque-
llas formas en que la persona está especificada sin ambigüedad
en el sufijo inflexional. La tesis es que tales inflexiones cons-
tituyen sujetos pospuestos. Es interesante, además, que las
únicas formas verbales en portugués en que el sujeto está
completamente especificado en la inflexión son precisamente
las correspondientes a los participantes en el discurso: yo, tú
y nosotros. Por lo tanto parece que existe algún sentido espe-
cial en que el significado de estas formas es discursivo e inter-
personal. Al examinar esta idea, será importante estudiar la
inserción redundante del pronombre sujeto en el lenguaje
hablado.
En la sección 4. 3 infra, se considera el verbo inicial que
forma parte de la cláusula dependiente.

3. 2. LOS TEMAS MENORES


En lo que hace a su función, los temas menores se tornan
gradualmente menos cognoscitivos, o referenciales, y cada vez
más interpersonales, o discursivos. En el extremo derecho del
espectro se encuentran las frases adverbiales que hacen refe-
rencia al contenido del mensaje, vale decir, las cognoscitivas.
Al preparar el escenario del mensaje, su función subyacente
es ya más discursiva que la de los temas mayores. Después
vienen las frases adverbiales no cognoscitivas, que organizan
el discurso. La conjunción, a su vez, es solamente no cognos-
citiva y discursiva ..

3. 2. 1. La, fra.se adverbial como tema,


Aun más que el verbo, la frase adverbial inicial se presta
a la condición de tematicidad. Por su naturaleza, tiene la
función de crear un escenario, ya sea por referencia al con-
tenido del mensaje o en términos de organización del discurso
72 MURIEL VASOONCELLOS FIL. XXI, 2

en sí. En el tipo cognoscitivo hace referencia a tiempo, lugar,


modo y causa. A menudo sucede que lo cognoscitivo se sub-
sume en lo no cognoscitivo por extensión, y este proceso puede
llevar a más de una interpretación. La diferencia puede verse
en los dos usos de ao mesmo tempo 'al mismo tiempo'. En el
ejemplo 15 está usado en el sentido cognoscitivo, mientras
que en otro contexto podría tener una interpretación no cog-
noscitiva y por ende discursiva.
(l5-P) / / Os jesuitas sao os primeiros sacerdotes que chegam
para ficar / / / / e já em 1561 estao construindo seu
primeiro colégio na cidade de Salvador / / / / Se-
guem-se-lhes os beneditinos (1581), os carmelitas
(1586) e os franciscanos (1587). / / / / Ao rnesmo
tempo!. um considerável clero secular2 / se estabe-
Ieee, ,. / / (1/ 15, WU74-77).
(15-E) Los jesuitas fueron los primeros sacerdotes en es-
tablecerse, / / / / Y por 1561 estaban ya construyendo
su primer colegio en la ciudad de Salvador. / /
/ / Les sigujeron los benedictinos (1581), los carme-
litas (1586) y los franciscanos (1587). / / / / Al
mismo tiempo!> un considerable clero secular2 / se
establece. .. / /
El ordenamiento de las frases adverbiales no cognoscitivas
es relativamente libre en portugués, y probablemente en otras
lenguas también, comparado con el de las frases adverbiales
cognoscitivas y el de los temas mayores.

3. 2. 2. La conjunción como tema


'En el modelo de HaIliday, las categorías de modificadores
discursivos y modales incluyen formas que para otros autores
serían conjunciones. Para Halliday las conjunciones se limitan
a una lista reducida: los coordinadores "puros" ('y', 'o') y los
de tipo portmanteau, en los cuales un coordinador puro se
combina con otro significado más amplio ('pero', 'aunque', 'así',
'entonces'). La conjunción coordinadora no se considera ele-
mento constitutivo de la cláusula. Su función como tema es
señalar una conexión o alguna inferencia respecto del discurso
precedente (como, por ejemplo, la concatenación de una serie
de sucesos en la narrativa) o la situación real del discurso.
Estas conjunciones abundaron en el corpus hablado, pero en el
corPus escrito ocurrieron principalmente en textos coloquiales:
Temas no nominales en el portugués brasileño 73

(l6-P) A senhora está grávida?


Náo senhora -respondi gentilmente.
El lhe 2 / chinguei interionnente. (1/ 11, WU120-
121)
(16-E) (.E) ¿Está usted embarazada?
No señora -respondí gentilmente.
Yl la..! / maldije interiormente.
Las conjunciones subordinantes, por otro lado, se consi-
deran parte de la cláusula porque señalan una relación de de-
pendencia. Dice Halliday:
Hay un leve sabor temático en su aparición en posición
inicial. Es como si el tema de una cláusula dependiente fuera
el hecho y la naturaleza de la dependencia (1967 :220) .
Trávnícek también adopta este punto de vista. Podría
aducirse entonces que la cláusula dependiente entera, tomada
como elemento constitutivo único, adquiere calidad temática
porque funciona como modificador adverbial.

4. TEMAS DESARROLLADOS

4. 1. LA ACUMULACIÓN DE TEMAS
Tanto Halliday como Trávnícek reconocen que los temas
pueden abarcar más de un elemento, y que ciertos tipos de
temas pueden co-ocurrir. Es interesante estudiar el orden en
que los temas suelen "acumularse" (stack). Cuando aplicamos
las clases de orden temático de Halliday a un corpus real del
portugués, las diferencias contrastantes y las posibles combina-
ciones produjeron una compleja distribución multidimensionaL
A pesar de la variabilidad, sin embargo, resulta claro que
ciertas configuraciones son típicas. Es posible postular un
orden no marcado. El tema mayor es el elemento más a la
derecha, exactamente antes del rema. En el modo declarativo,
siguen las frases adverbiales de todo tipo y, finalmente, las
conjunciones. Las conjunciones temáticas están casi siempre
en el extremo izquierdo. Una vez que se identifica el tema
mayor, el resto a la izquierda respeta siempre la misma
fórmula:
(conjunción n ) > (frase adverbial n,e ) > tema mayor e / r~~;"
74 MURIEL VASCONCELLOS FIL. XXI, 2

donde los ténninos entre paréntesis son opcionales y n = no


cognoscitivo, c = cognoscitivo.
El esquema se simplifica con la decisión de distinguir en-
tre temas mayores y menores. Parece que, a diferencia de la
información, que se acumula a lo largo de la cláusula o unidad,
el tema finaliza abruptamente, termina inmediatamente des-
pués del tema mayor, y el resto de la cláusula es el rema. La
separación abrupta entre tema y rema puede explicarse por
el hecho de que la función del tema es específica y finita: una
vez que se establece la relación temática, se impone la sintaxis
de la lengua. Aunque hay un ordenamiento de izquierda a dere-
cha, éste se basa en diferentes matices de significado temático
y no en uná escala gradual de prominencia. A cada posición
de tema corresponde una función específica: la posición en el
extremo derecho es para temas que especifican el referente
cognoscitivo o, en el caso de verbos, p.ara temas que caracteri-
zan la relación que se obtiene con el referen1;e posterior; la
siguiente posición es para temas que crean el escenario, y la po-
siciónen el extremo izquierdo es para temas cuya función
especial es ligar la unidad con el discurso anterior.
Si bien no hay una escala de prominencia, las posiciones
siguen un orden de derecha a izquierda, de lo cognoscitivo a lo
no cognoscitivo y, dentro de lo no cognoscitivo, posiblemente
de lo discursivo a lo interperso~l. Entre los diferentes tipos de
modificadores adverbiales en posición de tema, lo no cognos-
citivo precede a lo cognoscitivo, y ambos tipos pueden acumu-
larse. Los modificadores cognoscitivos acumulados deben ser
de subtipos diferentes (tiempo, lugar, modo, causa) o seguir
una secuencia lógica dentro del mismo subtipo.
De modo que no hay jerarquía de temas en cuanto a su
importancia. Todos tienen su función respectiva. Además, cada
uno otorga significado a los otros. El tema elegido para el
comienzo establece la perspectiva de desarrollo para el resto
de la cláusula. Si es una conjunción, por ejemplo, la relación
expresada por dicha conjunción -ya sea aditiva, adversativa,
etc.- da un aspecto especial a todos los otros significados que
surgen en el resto de la cláusula. El modificador discursivo
establece una actitud. Los modificadores interpersonales asig-
nan al emisor y al destinatario una relación específica por la
duración del mensaje. Y los modificadores cognoscitivos crean
el escenario. El que ocurre primero establece el tono del resto
Temas no nominales en el portugués brasileño 76

de la cláusula. Los otros temas acumulados son también temas,


pero no tienen la misma duración de fuerza que en el punto de
partida.
El modelo propuesto aquí es más general que el ordena-
miento en clases de Halliday. La introducción de mayores deta-
lles parece conducir a variaciones complejas que tienden a
asociarse con una lengua determinada.
4. 2. EXTENSIÓN DEL TEMA
El límite que establecimos inmediatamente después del
tema mayor nos ayuda a determinar el punto donde termina
el tema y comienza el rema. Como ya propusimos que la línea
de demarcación es discreta, se debe prestar especial atención
a . los elementos constitutivos de longitud y complejidad, en
particular a la frase nominal larga y a la cláusula inicial depen-
diente. Es importante definir la longitud y complejidad máxima
que puede tener un elemento constitutivo y aun mantener su
condición de tema.
Si aceptamos la regla de separación después del tema
mayor, entonces las frases adverbiales de cualquier longitud,
cuando son iniciales, son temáti<;as en su totalidad. Pueden
surgir dudas, sin embargo, en ciertos casos. En, el siguiente
ejemplo, vemos un modificador complejo con hipotaxis interna,
un par de frases nominales conectadas, ambas de considerable
extensión:
(17-P) Com a decadéncia das atividades agrícolas de exporta-
~áoe o desenvolvimento de um setor industrial urbano,¡
surgiraTn:! / novas bases para a atividade política.
(1/ 10, WU42)
(17-E) Con la decadencia de las actividades agrícolas de
e:cportaci6n y el desarrollo de un sector industrial ur-
bano,¡ surgiero1/...2 / nuevas bases para la actividad po-
lítica.
Corno modificador, la construcción íntegra cumple la fun-
ción de preparar al lector para la aserción contenida en la
cláusula principal; no se podría truncar en ningún punto y
seguir funcionando como tema. Halliday concuerda en que
dicha construcci6n es temática en su totalidad:' "la función
de tema, restringida en otras partes a cláusulas de un solo
elemento, puede en el caso de los modificadores adverbiales
(adjv:netll) extenderse a dos elementos o más" (1967:219).
76 MURlEL V ASCONCELLOS FIL. XXI, 2

Así, los modificadores largos sientan el precedente para


los temas largos en general. Con frecuencia aparecieron en el
corpus elementos largos y complejos en el rol de sujeto. En tal
caso hay más de una interpretación viable: la parte más a la
izquierda de la frase podría funcionar como comienzo, o la frase
entera puede constituir el tema. En el siguiente ejemplo in-
cluso parecería, dependiendo de los criterios sintácticos aplica-
dos, que hubiera realmente dos temas dentro de una sola frase
nominal, el segundo discursivo y el primero c~gnoscitivo:
(l8-P) As tendéncias de crescimento demográfico¡ apresen-
tadas acima2? / mantiveram-se no decurso do primeiro
quartel deste século,. . . (1/ WU28)
(l8-E) Las tendencias de crecimiento demográfico¡ presen-
tadas arribCl.:!? / se mantuvieron en el curso del primer
cuarto de este siglo, ...
Sin embarK9, .la seJ;tunda ~arte tiene una función discur-
siva (con un referente interno, ver Halliday & Hasan 1976).
Ya que, según este modelo, la aparición de un tema no cognos-
citivo después de un tema cognoscitivo viola la distribución
normal de izquierda a derecha, la conclusión es que la totalidad
del elemento constitutivo conforma un solo concepto temático.
Con frecuencia el objeto-tema puede también ser muy
largo. Del corpus hablado tomamos el siguiente ejemplo:
(l9-P) O discurso da minha posse em Brasília que o Presi-
dente Castelo escreveu do ¡yróprio punho o discurso
e o Luis Viana me deu os originais desse discu1·so,
/ eu náo estou encontrando também.
(l9-E) El discurso de mi juramento en Brasilia que el pre-
sidente Castelo escribió de 1m propio puño el discurso
y Luis Viana me dio los originales de ese discurso / yo
no los estoy encontrando tampoco.
Es interesante señalar que el hablante repitió dos veces
la palabra discurso 'discurso' dentro del elemento temático,
posiblemente para mantener el concepto activo en el amorti-
guador de la memoria inmediata (ver Chafe 1984).

4. 3. LA CLÁUSULA DEPENDIENTE COMO TEMA


Los ejemplos anteriores revelan que los elementos cons-
titutivos largos y complejos, al igual que un elemento único,
pueden corresponder a un solo concepto temático. A esta
Temas no nominales en el portugués brasileño 17

altura se plantea la cuestión de la cláusula dependiente inicial.


Proponemos que estas construcciones representan dos tipos
principales de tema. En el primero, la cláusula dependiente
funciona como frase adverbial, ya sea modificando el contenido
referencial de la unidad o ubicando el mensaje dentro del dis-
curso. En el segundo, el tema refleja una relación de dependen-
cia con función modal proveniente del sistema interpersonal
de la gramática de Halliday, y esta relación permea toda la
.unidad.
Ya resolvimos que los modificadores largos son necesaria-
mente temáticos, y que, por lo menos en un ejemplo, el sujeto
con una cláusula absoluta posmodificadora podía ser conside-
rado un solo elemento temático por razones discursivas. Ade-
más, proponemos que la cláusula dependiente que comienza
con un participio es también un solo modificador-tema, y no
predicado-tema, como Halliday ha indicado. Desde ambos pun-
tos de vista, cognoscitivo-referencial y discursivo, su función
es la misma que la de un modificador-tema. En el siguiente
ejemplo del corpus, tres cláusulas absolutas, dos de ellas ini-
ciadas con participios, se acumulan en una serie de modifica-
dores temáticos:
(20-P) ... por onde passa o boi passa o vaqueiro com o seu
cavalo. CoZado ao dorso deste l • confundindo-se com
ele 2 • gra,r;as a pressáo dos jarretes firmes~, realiza / a
cri~áo bizarra de uro centauro bronco. (/ ; 5, WU
33-34)
(20-E) ... por donde pasa el buey pasa el vaquero con su ca-
ballo. Pegado al lomo de este l , confundiéruiAJse con
este~. gracias a la presión de los jarretes firmes?,.
/ realiza la creación extraña de un centauro bronco.
El ejemplo 21 muestra otro tipo de cláusula absoluta, tam-
bién en función de modificador, peculiaridad ésta del portu-
gués ejemplificada con frecuencia en el corpus:
(21-P) Fechada¡a a porta¡b da Casa Ve1'de
lC. entregou-se 2 /
ao estudo da cura de si mesmo. (! / 25. WU120)
(21-E) Cerrada¡a la pue1·ta¡b de la Casa Verde
¡c. se entre-
g6 2 / al estudio de la cura de sí mismo.
Estos ejemplos corroboran nuestra interpretación de la
cláusula absoluta como modificador temático. De. acuerdo con
78 MURIEL V ASOONCELLOS FIL. XXI, 2

el modelo propuesto aquí, si el participio se analizara como


predicado temático, todo lo que le sigue estaría necesariamente
desplazado al rema. Es por lo tanto preferible, dentro del
marco de este modelo, analizar dichas cláusulas en su totalidad
corno modificadores cognoscitivos temáticos. El punto de par-
tida es un participio, no un predicado, y su función temática
es establecer la relación expresada por el participio. El modifi-
cador es en su totalidad un terna menor. El tema mayor está
más a la derecha.
Las otras clases de cláusulas dependientes se distinguen
de la cláusula absoluta, al menos en portugués y en inglés,.
por el hecho de que siempre comienzan con un marcador modal
(tomado de un inventario limitado): se 'si', quando 'cuando' ~
talvez 'quizá', etc. Por ejemplo:
(22-P) Se examinarmos atentamente o mapa físico da Amé-
rica do Sul, / a imagem impressionante que nos fica
... é a de um imenso macic;o de terras... (! / 1,
WUl)
(22-E) Si examinotmos atentannente el mapa físico de América
del Sur, / la imagen impresionante que nos queda ...
es la de un inmenso macizo de tierras ...
Esta es una de las cuestiones menos resueltas en el estu-
dio del tema. Halliday trata de abordarla proponiendo que el
sistema de tematización opera solamente en las cláusulas in-
dependientes, y que la cláusula dependiente tiene un tema
subyacente, que es su relación de dependencia con la cláusula
mayor (221). La posición que presentamos aquí, por otro lado,
es que el comienzo establece la relación de dependencia, mien-
tras que la cláusula total funciona como modificador no cog-
noscitivo (modal) que expresa en mayor detalle la naturaleza
de la relación de dependencia, o interpersonal, en cuestión.
Es interesante observar que, en .el caso de la cláusula
absoluta, el modificador formado por la cláusula completa era
cognoscitivo, en tanto que aquí no 10 es. De este modo, se
justifica nuevamente la distinción entre cognoscitivo y no
cognoscitivo.

5. CONCLUSIONES
En este trabajo hicimos hincapié en las funciones del
tema, considerándolo independientemente de la información;
Temas no nominales en el portugués brasileño 79

nos concentramos en temas no nominales para destacar la na-


turaleza especial de las funciones temáticas. Por cierto, en
portugués y en español -y también en inglés-- el tema en su
instancia no marcada no es sólo información conocida.. sino
también una frase nominal. Pero si tratamos de comprender
cómo funciona un sistema, debemos reparar, no en las instan-
cias no marcadas, donde convergen los efectos de todos los
sistemas, sino en las marcadas, aquellas que requieren un mayor
esfuerzo de organización por parte del emisor, y por lo tanto
llaman la atención del destinatario a los efectos específicos
que genera el sistema. Es la observación del tema en su ins-
tancia no nominal lo que nos acerca a su verdadera función.
Al comprender y caracterizar completamente la naturaleza
del tema, estaremos entonces en condiciones de· examinar la
relación simbiótica entre la tematización y la información.
Parecería que el sistema de tematización, al estar más íntima-
mente asociado a la evolución de los procesos del pensamiento
de la primera persona, debería desempeñar un papel de especial
importancia en la transición de una unidad de mensaje a la
siguiente. Si bien Halliday y otros han considerado que la seg-
mentación del discurso en unidades corresponde exclusivamente
a la función de la información, nuestra posición es que la
tematización tiene una función igualmente importante en el pro-
ceso que pone fin a una unidad e inicia la próxima. Los dos
sistemas deben necesariamente funcionar en tandem. La im-
portancia de su interrelación se manifiesta en la cláusula in-
cluida, que podría desprenderse y formar una unidad inde-
pendiente, según la forma en que se hable o escriba:
(23-P) / / Acresce / ainda que, / / ? / / por maior que seja a
a~o do mar sobre o espírito dos homens, / /? / / o
mar por si mesmo náo é mais do que um caminho
aberto a humanidade. / / (1/ 1, WU31)
(23-E) / I Se agrega / además que, / /? / / por mayor que sea
la acción del mar sobre el espíritu de los hombres,
I/? / lel mar por sí mismo no es más que un camino
a~ierto. a la humanidad. 1/

En el ejemplo ---el caso potencial de una "unidad de in-


formación", según Halliday, que sería marcada pues no coin-
cide con los límites de la cláusula (macrosintagma)- la uni-
dad en cuestión está señalada no por la coda de la "unidad de
información" previa sino más bien por la interrupción causada
80 MURIEL V ASCONCELLOS FIL. XXI, 2

por el comienzo de un tema nuevo. Este señala el momento


de transición para el hablante en la organización de sus pen-
samientos, que puede o no conferir a la cláusula siguiente la
condición de unidad separada. Parecería que una unidad de
mensaje completamente viable debe estar limitada a la iz-
quierda por un tema y a la derecha por un foco de información
nueva o, en el caso marcado, por un cierre sintáctico después
de un foco contrastivo anterior. El cierre, ya sea focal o no,
está dirigido a la segunda persona, e impulsa el discurso hacia
adelante.
Cuando los misterios del tema queden finalmente devela-
dos, lograr~mos una mejor comprensión de la organización
del discurso.
MURIEL VASCONCELLOS
Division of Interpretation and Translation
Georgetown University
School of Languages and Linguistics

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Georgetown University. Washington, D. C. Manuscrito.
LOS TRABAJOS LINGÜíSTICOS DE HOSTOS

Al eminente lingüista puertorriqueño Manuel Alvarez Na-


zario se debe el haber llamado la atención sobre los trabajos
que Eugenio María de Hostos dedicó a cuestiones lingüísticas
(Alvarez Nazario 1976, 51-56). Termina Álvarez Nazario sus
consideraciones deplorando lo poco que se lee a su ilustre
compatriota y el daño que resulta de dejar perder las lecciones
siempre presentes de su obra. Me encuentro totalmente de
acuerdo con Álvarez N azario en este punto; admirador de 1Ios-
tos como el que más, estoy convencido del deber y la necesidad
de mantener vivo el pensamiento de todas las grandes figu-
ras del pensamiento hispanoamericano. Por ello me propongo
en las páginas siguientes continuar el examen de los trabajos
lingüísticos de Hostos iniciado por Álvarez Nazario, extendién-
dolo en algunos casos a estudios no tratados por él. Por razones
de espacio no seré exhaustivo; me limitaré a unos comentarios
que permitan dar su lugar dentro de la historia de la lingüís-
tica a estos trabajos hostosianos. 1

1. "DISTRACCIONES LINGüíSTICAS. FILOLOGÍA y LINGüíSTICA"


Éste es el título de un breve artículo de unas seis páginas
y media (XII, 280-286). Se inicia con unas referencias a dis-
cusiones sobre ortografía protagonizadas por personajes de la
vida chilena, discusiones a las que Hostos alude como a "cosa
tan del día"; esto permite suponer que el trabajo ha de haber
sido escrito durante su segunda estada en Chile (1889-1898).
En efecto, tras' las polémicas sobre reforma ortográfica que

1 Se entenderá que las citas de Hostos que haré remiten a sus


Obras complstas, La Habana, Cultural S. A., 1939, 20 volúmenes. Con
un n1imero romano indicare el tomo, y con el arábigo, la página. Para otras
referencias, véase la bibliografia al fin del trabajo.
84 GUILLERMO ~. GUITARTB Fu.. XXI, 2

suscitó Sarmiento en 1843, el problema de la ortografía sólo


volvió a discutirse en ese país a partir de 1883, intensificán-
dose en el último decenio del siglo (Rojas Carrasco 1940,
15-56) .
Aunque Hostos nos dice que tomó ánimo para escribir
su artículo por la actualidad de las discusiones sobre reforma
ortográfica, esto ha de entenderse en el sentido general de
"actualidad de los temas de lenguaje"; como lo aclara su sub-
título, trata la distinción entre filología y lingüística. Ambas
disciplinas se ocupan del lenguaje, pero nuestro autor ha obser-
vado que hay discrepancias en cuanto a las tareas que se fija
a una y otra. El resultado es la confusión. Hostos se propone
dar claridad a la cuestión "definiendo los términos". Conviene
aclarar aquí la manera cómo Hostos se plantea este problema,
pues por estar dirigido a un gran público queda muy disimulado
el carácter de su pensamiento. Hostos está enfocando la cues-
tión al modo positivista, como un problema de la "clasifica-
ción de las ciencias". Esta clasificación de las ciencias fue una
de las grandes creaciones de Auguste Comte, por la que Hostos
sentía enorme admiración; "luminosísima inducción" la llama
una vez (XII, 27) Y a menudo la adoptó en sus estudios y
actividades pedagógicas. Para Hostos, como para Comte, co-
nocer es clasificar. La clasificación de las ciencias tiene una
gran importancia en la filosofía de Comte porque no queda
reducida a ser una mera operación lógica, sino es la clasifica-
ción del universo, i. e., representa nuestro conocimiento de él
(Lenzer 1975: lvii). Esto ocurre porque los conocimientos no
son un amontonamiento caótico de noticias; por el contrario,
están organizados en un orden y jerarquía que reflejan los
que existen en la realidad. Una ciencia es un conjunto de ver-
dades sobre un objeto que nos hemos propuesto conocer. El
conjunto de verdades que forman esa ciencia tiene conexiones,
a su vez, con otro conjunto de verdades sobre un objeto dife-
rente, porque los dos objetos de estudio están relacionados
en la realidad; así, sucesivamente, las ciencias van estable-
ciendo relaciones cada vez más altas entre sí hasta llega!
a la verdad única y total.
Veamos sobre este fondo de ideas el proceder de Hostos
ante el problema que le preocupa. Ha visto que se dan confu-
siones entre filología y lingüística. ¿ Qué significa esto? Obvia-
mente, que no está deslindado el objeto que se propone conocer
Los trabajos lingüísticos de Hostos 85

cada una; por esto las verdades que formulan estas disciplinas
se repiten (en cuanto sus objetos se superponen) y al mismo
tiempo son incompletas (porque quedan sin considerar partes
de los objetos). Para evitar la confusión, Rostos nos dice que
hay que "definir" a la filología y a la lingüística, pero "definir
significa aquí determinar el objeto de cada disciplina: "la
lingüística es el estudio de ... ". El problema, pues, es cómo
deslindar el objeto de la lingüística. Esta labor analítica sólo
puede hacerse, como nos dice Rostos majestuosamente, "cuando
[los conocimientos] se contemplan desde la suma generalidad
de una clasificación de las ciencias" (XI!, 207). Evidentemente,
si todas las ciencias tienen conexiones entre sí, no se puede
establecer un objeto de estudio sin tener en cuenta el orden
y jerarquía con que están organizadas, que no hace más que
reproducir el orden y jerarquía de los elementos del cosmos.
No pueden estudiarse juntos hechos que corresponden a dis-
tintos órdenes de fenómenos de la realidad. N o sólo se produce
la confusión, sino se trata a muchos de ellos con métodos inade-
cuados. Es el empirismo ciego, que ignora las conexiones entre
las ciencias, el responsable de confusiones como la que se da
entre filología y lingüística, y las páginas de Hostos no tienen
más propósito que "clasificar" a la lingüística, es decir, mos-
trar a qué clase de ciencias pertenece.
La oposición entre filología y lingüística es un importante
capítulo de la lingüística moderna (cfr. Rocher 1957-58, Ar-
buckle 1970 y Storost 1984). El conflicto entre las dos discipli-
nas surgió al nacer la gramática comparativa; ésta introduce
en el estudio del lenguaje una de las ideas clave del romanti-
cismo, la de "organismo" (Cassirer 1923, 96-98; Pagliaro
1930, 51-52, Y Rensch 1967) y con ella aparece una nueva
concepción de la lengua que se enfrenta con la tradicional que
practicaba la filología clásica. Simplificando en grado sumo,
podría decirse que el comparatismo lingüístico, por medio de la
idea de "organismo", concibe a la lengua como algo que existe
por sí mismo (la "autonomía" de la lingüística), que debe
estudiarse en cuanto a su propia "organización" (es decir,
como sistema o estructura) según las leyes que gobiernan su
funcionamiento (los hechos lingüísticos obedecen a un plan
no sospechado por la filología, que sólo había visto en ellos
"normas" y "excepciones"). La filología se ocupaba del len-
guaje en cuanto medio empleado por grandes artistas para
86 GUILLERMO L. GUITARTE FIL. XXI, 2

escribir obras que eran el tesoro cultural de un pueblo. Así, con


la aparición de la lingüística el estudio del lenguaje se consti-
tuye en una ciencia positiva, erigiéndose en un dominio autó-
nomo "neutralizado" de cualquier valoración humana (Gusdorf
1973, 213). Hacia mediados del siglo pasado August Schleicher
sistematizó los resultados del primer período de la gramática
comparativa y, por la sencillez y fuerza expresiva con que pre-
sentaba las cuestiones de la disciplina, vinculándolas con las
corrientes de la filosofía y la ciencia de la época, sus obras
alcanzaron gran repercusión. Es sabido que Schleicher llevó
al extremo la idea de "organismo" en lingüística. Para él no
era una metáfora; las lenguas eran realmente "organismos
vivientes" que nacían, se desarrollaban y morían. Schleicher
trató en un par de ocasiones esa cuestión disputada de la época
que era la oposición entre filología y lingüística (Schleicher
1850, 1-5, y Schleicher 1860, 117-121), caracterizando a la
primera como una ciencia histórica o cultural y a la segunda
como una ciencia natural.
Era necesario referirse a esta tesis de Schleicher porque el
artículo de Hostos está basado en ella. Lo que hace Hostos
es pasar revista a las opiniones de siete autores sobre lo que
debe entenderse por filología y lingüística, pero no todos los
estudiosos citados tienen la misma importancia en el trabajo.
Hostos abre la indagación con un extenso pasaje de Schleicher
de una página y media, y la cierra con otro de media página
también de este lingüista; es decir, la tercera parte del artículo
de Hostos (si descontamos como de introducción la mitad de la
página inicial) consiste en una cita de Schleicher. Más impor-
tante aún es el hecho de que con él se empieza y termina el
trabajo; esto quiere decir que Hostos plantea la cuestión en
los términos de Schleicher y adopta sus conclusiones.
Estos pasajes de Schleicher que copia Hostos proceden de
Hovelacque 1876, 6-8, uno de los libros' que ha manejado para
su trabajo (también de Hovelacque 1876, 1-2, han de venir las
opiniones de Littré que cita). El autor francés inicia su obra
tratando la diferencia entre filología y lingüística y para acla-
rarla transcribe, traducidos al francés, dos pasajes de Schlei-
cher 1860, 118-120. Hay que observar que el pasaje primero
de Schleicher que se encuentra en Hovelacque, que corresponde
al primero que transcribe Hostos, no es precisamente una tra-
ducción del texto alemán sino una redacción bien libre de sus
Los trabajos lingüísticos de Bostos 87

ideas por parte de su admirador parisino; el segundo trozo de


Schleicher en Hovelacque, aunque no está puesto entre comi-
llas, es en cambio una versión casi totalmente fiel del alemán.
Este pasaje contiene la famosa comparación entre el lingüista
y el botánico en contraste con el filólogo y el jardinero. Los
primeros son naturalistas; deben abarcar el conjunto de los
organismos de su dominio e indagar las leyes de su estructura
y desarrollo; los segundos son artistas, que sólo se preocupan
:por determinadas especies en virtud de sus valores estéticos.
Con este símil, que considera "preciso" y "precioso", Hostos
concluye su examen.
Así, Hostos hace suya la tesis schleicheriana de que la lin-
güística es una ciencia natural. Esto es muy comprensible. El
positivismo hostosiano buscaba explicar los fenómenos morales
y mentales por los orgánicos, y hacía equivaler una facultad del
hombre a un órgano (XII, 25), es decir, quería someter al
método experimental de la ciencia los fenómenos humanos su-
periores. En el terreno del lenguaje, el desarrollo de la fonética
fisiológica había favorecido esta concepción positivista y pa-
recía haberle dado triunfos decisivos. La "fisiología de los
sonidos" había sustituido al antiguo estudio de las "letras"
o elementos sonoros de una lengua. Ahora se tenía en cuenta
cómo unos determinados órganos (los "de la palabra") produ-
cían los sonidos que emitía el organismo superior llamado hom-
bre. La acústica, por su parte, estudiaba físicamente estos
sonidos, lo mismo que a los órganos receptores de ellos. Más
sensacionalmente, el cirujano francés Paul Broca había lo-
grado localizar la facultad misma del lenguaje en un preciso
lugar de la tercera circunvolución del cerebro. Hostos tenía
presentes estos avances de la ciencia al escribir sus "Disquisi-
ciones", pues en cierto momento se refiere "al basamento [1,.<;1,0-
lógico que se ha dado recientemente a la lingüística, no porque
ésta haya dejado nunca de sondear en sus elementos fónicos
a las lenguas, sino porque el análisis de ellos tiene hoy un
carácter que antes ni) tenía" (p. 285, subrayado mío). A través
de la fonética parecía alcanzado el sueño (o pesadilla) de expli-
car el lenguaje' como un fenómeno debido al funcionamiento
de determinados órganos, eliminando para siempre las vapo-
rosas teorías "metafísicas".
Con la comparación de Schleicher entre el lingüista y el
botánico, que cita aprobativamente, Hostos termina su examen,
88 GUILLERMO L. GUITAB'l'II Fu.. XXI, 2

adhiriéndose a la teoría de que la lingüística es una ciencia


natural. Tras ella, cerrando el artículo, escribe: "Si ahora
agregara yo que aun puede considerarse a la lingüística corno
una rama de la antropología, tal vez diría una novedad, pero
diría lo que pienso" (p. 286). El curso del pensamiento de
Hostos ha desembocado lógicamente en la clasificación de la
lingüística. Desde luego -habrá pensado nuestro autor-
Schleicher ha prestado un gran servicio al sentar que el len-
guaje debe estudiarse corno una ciencia natural. Afortunada-
mente, ya no tendrán nada que ver con él los filólogos, unos
"humanistas" anacrónicos que viven fuera de la realidad dedi-
cándose a esa "corruptora" de la sociedad que es la literatura
(conocida es la visión negativa de ella que tenía Hostos).
Pero todavía queda algo por hacer después del fundamental
paso dado por el lingüista de J ena. Ahora hay que actuar
con rigor ("positivamente") y determinar el objeto de la lin-
güística y la ciencia que lo estudia. Corno enseñó Comte, hay
tres órdenes de fenómenos que pueden ser objeto de conoci-
miento: los del cosmos, . los del hombre y los de la sociedad. Al
dar a la lingüística corno una rama de la antropología, Hostos
le asigna corno objeto un aspecto del hombre. Ya que la antro-
pología está comprendida en la biología o ciencia general de la
vida, la lingüística resulta ser una ciencia biológica: descubre
unas leyes secundarias o derivadas de la ley general de la vida
dentro de un dominio determinado de fenómenos vitales. Es
en cuanto ciencia biológica por lo que le corresponde aplicar
el método experimental propio de las ciencias (en nuestro
caso, la fonética fisiológica y también, aunque parece que Hos-
tos no la llegó a conocer, la psicología experimental).
Pero la lingüística no es la única ciencia del lenguaje
para Hostos. Junto a ella existe la gramática general.

2. "GRAMÁTICA GENERAL"
Se trata de un extenso trabajo de setenta y una páginas
(XII, 157-228). Su fecha es de 1890 (cfr. Eugenio M. Bostos
1904, 381, Pedreira 1932, 255, Y América y Bostos 1939; 354)
Y originariamente fue un curso dictado a sus discípulos, según
indican las bibliografías hostosianas. También trata de gra-
mática general el apéndice "Sobre la palabra" de su Tratado
de lógica (XIX, 145-154), curso dictado en Salito Domingo en
Loa trabajos lingúfsticos de Hostos 8~

1901. La gramática general tiene una exposición sistemática,


correspondiente al género de los tratados; supone un auditorio
adulto, profesores o gente culta con interés en la materia. ¿ Se
tratará de un curso dictado en el Ateneo de Santiago de Chile,
del que Hostos fue director en el año 1890? (Pedreira 1932,
247; Rodríguez Demorizi 1939, 1. XXVII).
Hostos trata los temas básicos de la gramática general: los
signos como representación de las ideas, sus clases y cómo se
han ido formando; la clasificación de las palabras, con una
consideración de cada clase; la proposición y el análisis de sus
términos; y, por último, las formas de expresión complejas: el
razonamiento y el discurso. El análisis de las clases de pala-
bras falta en el texto, porque Hostos, al llegar el momento
de tratarlo, remite a la "gramática particular" (p. 209). En
Eugenio M. HMtos 1904, 19, Pedreira 1932, 255, y América
y Hostos 1939, 354, aparece efectivamente entre los cursos
inéditos uno de "Gramática castellana", pero este escrito no
se encuentra en sus Obras completas. De más está decir que en
esta gramática general Hostos parte del principio de que el pen-
samiento se expresa por medio del lenguaje, o sea que dirige su
atención a éste en cuanto' vehículo de ideas. Es la visión
logicista del lenguaje y de acuerdo con ella Hostos considera
a la gramática general como una parte de la lógica, y a la gra-
mática particular como parte, a su vez, de la general (XIX,
145 y 158).
Este trabajo de Hostos es la única gramática general es-
crita en Hispanoamérica, es decir, es el solo representante de
una corriente lingüística que en nuestras tierras tiene el inte-
rés de haber sido aquella en que se formó una figura de la talla
de Andrés Bello. Aparte del curso de Hostos, contarnos sola-
mente con las observaciones esparcidas en la Gramática cas-
tellana y en la Füosof'ia del entendimiento del maestro vene-
zolano, y con el examen de la Grammaire de Destutt de Tracy
por Miguel Antonio Caro (Caro 1870, 493-522). Este mérito
de Hostos en la historia de la lingüística hispanoamericana
aparece en curiosa luz si pensamos que su curso es de 1890.
Ya hemos visto que conocia la lingüística. ¿ Cómo, pues, sigue
cultivando la gramática general del siglo XVIII? Lo que ocurre
es que para Hostos la gramática general y la lingüística son
ciencias que se ocupan de aspectos distintos del lenguaje y
que, por lo tanto, pueden existir lado a lado sin inconveniente.
88 G1JILLIlRIIO L. GlJITABTII Fu.. XXI, 2

adhiriéndose a la teoría de que la lingüística es una ciencia


natural. Tras ella, cerrando el artículo, escribe: "Si ahora
agregara yo que aun puede considerarse a la lingüística como
una rama de la antropología, tal vez diría una novedad, pero
diría lo que pienso" (p. 286). El curso del pensamiento de
Hostos ha desembocado lógicamente en la clasificación de la
lingüística. Desde luego -habrá pensado nuestro autor-
Schleicher ha prestado un gran servicio al sentar que el len-
guaje debe estudiarse como una ciencia natural. Afortunada-
mente, ya no tendrán nada que ver con él los filólogos, unos
"humanistas" anacrónicos que viven fuera de la realidad dedi-
cándose a esa "corruptora" de la sociedad que es la literatura
(conocida es la visión negativa de ella que tenía Hostos) .
Pero todavía queda algo por hacer después del fundamental
paso dado por el lingüista de J ena. Ahora hay que actuar
con rigor ("positivamente") y determinar el objeto de la lin-
güística y la ciencia que lo estudia. Como enseñó Comte, hay
tres órdenes de fenómenos que pueden ser objeto de conoci-
miento: los del cosmos, .los del hombre y los de la sociedad. Al
dar a la lingüística como una rama de la antropología, Hostos
le asigna como objeto un aspecto del hombre. Ya que la antro-
pología está comprendida en la biología o ciencia general de la
vida, la lingüística resulta ser una ciencia biológica: descubre
unas leyes secundarias o derivadas de la ley general de la vida
dentro de un dominio determinado de fenómenos vitales. Es
en cuanto ciencia biológica por lo que le corresponde aplicar
el método experimental propio de las ciencias (en nuestro
caso, la fonética fisiológica y también, aunque parece que Hos-
tos no la llegó a conocer, la psicología experimental).
Pero la lingüística no es la única ciencia del lenguaje
para Hostos. Junto a ella existe la gramática general.

2. "GRAMÁTICA GENERAL"
Se trata de un extenso trabajo de setenta y una páginas
(XII, 157-228). Su fecha es de 1890 (cfr. Eugenio M. Bostos
1904, 381, Pedreira 1932, 255, y América y Bostos 1939; 354)
y originariamente fue un curso dictado a sus discípulos, según
indican las bibliografías hostosianas. También trata de gra-
mática general el apéndice "Sobre la palabra" de su Tratado
de lógica (XIX, 145-154), curso dictado en Santo Domingo en
Los trabajes lingiiistic:os de Hostos 8t

1901. La gramática general tiene una exposición sistemática,


correspondiente al género de los tratados; supone un auditorio
adulto, profesores o gente culta con interés en la materia. ¿ Se
tratará de un curso dictado en el Ateneo de Santiago de Chile,
del que Hostos fue director en el año 1890? (Pedreira 1932,
247; Rodríguez Demorizi 1939, 1. XXVII).
Hostos trata los temas básicos de la gramática general: los
signos como representación de las ideas, sus clases y cómo se
han ido formando; la clasificación de las palabras, con una
consideración de cada clase; la proposición y el análisis de sus
términos; y, por último, las formas de expresión complejas: el
razonamiento y el discurso. El análisis de las clases de pala-
bras falta en el texto, porque Hostos, al llegar el momento
de tratarlo, remite a la "gramática particular" (p. 209). En
Eugenio M. Hostos 1904, 19, Pedreira 1932, 255, Y América
y Bostos 1939, 354, aparece efectivamente entre los cursos
inéditos uno de "Gramática castellana", pero este escrito no
se encuentra en sus Obras completas. De más está decir que en
esta gramática general Hostos parte del principio de que el pen-
samiento se expresa por medio del lenguaje, o sea que dirige su
atención a éste en cuanto' vehículo de ideas. Es la visión
logicista del lenguaje y de acuerdo con ella Hostos considera
a la gramática general como una parte de la lógica, y a la gra-
mática particular como parte, a su vez, de la general (XIX,
145 Y 158).
Este trabajo de Hostos es la única gramática general es-
crita en Hispanoamérica, es decir, es el solo representante de
una corriente lingüística que en nuestras tierras tiene el inte-
rés de haber sido aquella en que se formó una figura de la talla
de Andrés Bello. Aparte del curso de Hostos, contamos sola-
mente con las observaciones esparcidas en la Gramática cas-
trllana y en la Filosofía del entendimiento del maestro vene-
zolano, y con el examen de la Grammaire de Destutt de Tracy
por Miguel Antonio Caro (Caro 1870, 493-522). Este mérito
de Hostos en la historia de la lingüística hispanoamericana
aparece en curiosa luz si pensamos que su curso es de 1890.
Ya hemos visto que conoda la lingüística. ¿ Cómo, pues, sigue
cultivando la gramática general del siglo XVIII? Lo que ocurre
ea que para Hostos la gramática general y la lingüística son
ciencias que se ocupan de aspectos distintos del lenguaje y
que, por lo tanto, pueden existir lado a lado sin inconveniente.
90 GUILLERMO L. GUITARTE FIL. XXI, 2

Así, como coexistiendo pacíficamente, se refiere a las dos en el


curso de gramática general. Mientras nos había dicho al iniciar
su exposición que la gramática general "estudia los principios
a que obedece el entendimiento en la formación del lenguaje"
(p. 157) Y que su objeto es "estudiar las formas exteriores
de la actividad intelectual y la expresión de esa actividad por
medio del lenguaje" (p. 158), poco más adelante se refiere
al distinto papel de la fonética en esta disciplina y en la lin-
güística; ésta queda definida como el "estudio de las lenguas"
(p. 165) Y su objeto es "fijar (con arreglo al natural proceder
de los sonidos articulados) cuáles son las etimologías verda-
deras, y conocer cuál es el origen de una lengua determinada"
(p. 165). Esta idea de la lingüística parece estar formada
sobre la gramática comparativa, pero una gramática compa-
rativa vaciada de su concepción revolucionaria del lenguaje;
corresponde a la de una disciplina que se remonta en el tiempo,
fija equivalencias entre elementos de una serie de lenguas
y reconstruye la lengua madre de que proceden; en suma,
queda reducida a establecer orígenes y parentescos de lenguas.
Esquematizando (con todos los riesgos que esto implica), po-
demos decir que para Hostos la gramática general se. ocupa
del lenguaje como fenómeno humano, mientras que la lingüís-
tica estudia las lenguas del hombre; por ello la primera, que
trata el fundamento mismo dI;! la sociabilidad, es una ciencia
sociológica (XII, 213), en tanto que la segunda, como hemos
visto, es una ciencia biológica, pues estudia las leyes según las
cuales se transforman orgánicamente (p. ej., fonéticamente)
las lenguas. De esto parece desprenderse una interpretación
de la lingüística como ciencia histórica, y de la gramática ge-
neral como un estudio ajeno a la dimensión temporal.
Ahora bien, este mantener juntas como disciplinas dife-
rentes a la gramática general y a la lingüística es imposible.
Hay, por lo pronto, dificultades de heeho. La gramática gene-
ral como ciencia de los principios del lenguaje implica la exis-
tencia de "gramáticas particulares" que estudian "los idiomas
de cada nación" (pp. 157-158). Siendo esto así, la lingüística
como "estudio de las lenguas" vendría a confundirse con las
gramáticas particulares de cada lengua. Se dirá que para
Hostos el interés de la lingüística es histórico, pero también
"los idiomas de cada nación" tienen su historia, y el mismo
Hostos, según vamos a ver, hizo la historia de uno de ellos.
Los trabajos lingüísticos de Hostas '1
Repárese, además, que si las leyes que se descubren al estudiar
la evolución de las lenguas son propias de la lingüística, resul-
taría que los principios del lenguaje que averigua la gramática
general no tienen nada que ver con las lenguas, lo cual sería
absurdo. El querer manejarse con las dos disciplinas crea una
confusión inevitable.
Lo que parece haber ocurrido es que Hostos no advirtió la
diferencia básica entre la gramática general y los estudios que
empezaron a llamarse lingüística a principios del siglo XIX.
Para el puertorriqueño, la lingüística sólo representaría un
aporte de nuevos conocimientos a la ciencias del lenguaje por
excelencia: la gramática general (y su secuela de gramáticas
particulares). Téngase en cuenta que en España se publicaron
obras de· gramática general hasta mediados del siglo XIX
(Mourelle 1968, 275-349) y Hostos ha de haberse formado
en ella durante sus años de estudio allá; coincidía, por otra
parte, con su vocación filosófica. De la lingüística, en cambio,
que sólo llegó a arraigar en la península hacia finaies del siglo
(Mourelle 1968, 155-236), debe haberse enterado posterior-
mente gracias a su propia curiosidad. Su conocimiento de la
lingüística 'es real, pero debe verse en sus justas proporciones:
se trata de un conocimiento de obras de presentación de la
disciplina, como las introducciones de Hovelacque y Max Mü-
Iler utilizadas en las Disquisiciones lingüísticas. Esta perte-
nencia de la lingüística a capas menos hondas de la persona-
lidad de Hostos podría explicar por qué desempeña en su
pensamiento un papel subordinado frente a la gramática ge-
neral; en efecto, Hostos reinterpreta los datos de la lingüística
desde la concepción logicista del lenguaje que mantuvo toda
su vida o, simplemente, quiere apoyar con ellos propósitos de la
gramática general, desconociendo el sentido muy diverso que
tienen (es decir, incide en la ya vista confusión entre una y
otra disciplina).
En la Gramática general hay una buena cantidad de
material propiamente lingüístico y me parece muy probable
que Hostos ha.de haber creído que estaba "modernizando" en
buena hora la ciencia del lenguaje, que esto era para él la
gramática general. Pero si tal pensó, se trataba de una ilusión.
Pueden parecer una innovación sus referencias a la fonética
(pp. 162-173) y la importancia que le concede; llega incluso
a sentar, como marcando rumbos, que "la Gramática general
92 GUILLERMO L. GUITARTIl FIL. XXI, 2

debiera adoptar ya como uno de sus estudios auxiliares el de


la fonética" (p. 164). Pasemos rápidamente el' mal momento
y, sin insistir en que en 1890 no era necesario dar directivas
sobre gramática general porque nadie la cultivaba, digamos'
que las nociones de fonética de Hostos no reflejan un conoci-
miento de la disciplina según se había desarrollado en el siglo
XIX, ni siquiera de la manera como podía habérselo proporcio-
nado el libro de Max Müller (Müller 1875, 2.106-173) ; deten-
gámonos más bien en su queja de que la gramática general
hasta ahora· no ha tenido en cuenta a los "sonidos articulados"
sino a los "elementos fónicos" ( con esta expresión parece
pensar en "tipos de sonidos", como vocales y consonantes y
las diversas clases que pueden distinguirse en cada una de
ellas), porque es muy reveladora de su confusión entre los
propósitos de la gramática general y los de la lingüística.
Poniendo las cosas en su punto, empecémos. por recordar que
en los tratados de gramática general pueden encontrarse mu-
chas buenas observaciones sobre la producción de la voz y
los sonidos; se ha podido decir que en ellos la fisiología se
muestra ampliamente utilizada, aunque no explotada a fondo-
(Swiggers 1984, 68). Este juicio es significativo. ¿Por qué
no se explotó a fondo la fisiología? La respuesta me parece
obvia: porque no se necesitaba. En primer lugar, la gramática
general, cuyo objeto de estudio 9B la expresión de las ideas por
medio del lenguaje, por fuerza debe centrarse en el aspecto
conceptual de la palabra, no en el físico; por otra parte, y es
el argumento decisivo, la gramática general se. refería abstrac-
tamente a los sonidos que servían a todas las lenguas para
formar palabras; no correspondía a su intención "philosophi-
que" descender hasta los sonidos en particular; esta tal'ea
quedaba abandonada a los gramáticos de cada; idioma. Inclu-
sive en la lingüística dei siglo XIX la colaboración con la fonética
es bien tardía; la fonética fisiológica sólo' se introduce en firme
en los estudios lingüísticos con el manual de Sievers (Sievers
1876) y sin duda este acontecimiento se relaciona con el interés
por las lenguas vivas que había comenzado a desarrollarse por
aquellos años. Solamente cuando en el siglo xx la reacción
contra la gramática histórica vuelva a hacer florecer el interés
por los aspectos generales del lenguaje, Roman Jakobson igno-
rará otra vez las diferencias entre sonidos particulares y
formulará sus "universales fonológicos".
Los trabajos lingüísticos de Bostos 93

Para la gJ"amática general, que se mueve en un alto grado


de abstracción, la fonética no puede tener una imporianeia de
primer plano. La que le concede Hostos se explica por el sesgo
positivista de su mentalidad. Ya hemos visto que entendía la
fonética como fonética fisiológica y de esta manera arraigaba
en la naturaleza a los signos del lenguaje: hablar era una
actividad orgánica. En cuanto a la relación entre la fonética
y la gramática general, la única indicación que nos dejó es
que la primera le da a la segunda "la base de sus inducciones"
(p. 165). Como la inducción establece relaciones de causa a
efecto, la frase de Hostos bien puede querer decir que la foné-
tica permite mostrar una ligazón de causa a efecto entre el
pensamiento y el lenguaje que lo expresa. Párrafo por medio
al que aquí termina podrá verse un ejemplo de cómo Hostos
creía ver que cambios en el pensamiento "causan" cambios
en el lenguaje que lo manifiesta.
También ,el curso de Hostos tiene una apreciable parte
histórica. Todo el capítulo II (pp. 188-203) está consagrado
a la historia;Jla mayor parte (pp. 188-198) corresponde a la
clasificación morfológica de las lenguas en monosilábicas, aglu-
tinantes y flexivas, y en el resto Hostos trata de las familias
de lenguas, las lenguas muertas, las lenguas románicas y ter-
mina con un sumario de la historia del español. ¿ N o es esto
muy moderno? Lo parece, pero no lo es. La exposición de las
tres cla!!es de lenguas, de la que el resto del capítulo es como
un apéndice que lleva la historia hasta la actualidad, corres-
ponde en realidad a un tema típico del siglo XVIII: el represen-
tarse el "origen" de los conocimientos en cuanto creaciones
del entendimiento (Gusdorf 1971, 232-249). No hay que enga-
ñarse sobre lo que fueron las frecuentes disertaciones diecio-
chescas sobre el "origen del lenguaje". No pretendían ser obras
históricas, basadas en una investigación empírica; eran ensa-
yos filosóficos sobre la naturaleza del lenguaje (cfr. Gusdorf
1973, 329-359, Aarsleff 1982 y Schreyer 1984). Consistían
en analizar el lenguaje, descomponiéndolo en sus elementos;
luego, a partir de un grado cero se exponían sobre una dimen-
sión temporal las composiciones sucesivas que, en etapas de
complejidad creciente, experimentaban esos elementos hasta
llegar al intrincado estado del presente. Por lo tanto, lejos
de ser históricas, estas obras sobre el origen del lenguaje no
hacfan mAs que proyectar en un pasado ficticio el estado actual
92 GUILLERMO L. GUITARTII FIL. XXI, 2

debiera adoptar ya como uno de sus estudios auxiliares el de


la fonética" (p. 164). Pasemos rápidamente el' mal momento
y, sin insistir en que en 1890 no era necesario dar directivas
sobre gramática general porque nadie la cultivaba, digamos'
que las nociones de fonética de Hostos no reflejan un conoci-
miento de la disciplina según se había desarrollado en el siglo
XIX, ni siquiera de la manera como podía habérselo proporcio-
nado el libro de Max Müller (Müller 1875, 2.106-173) ; deten-
gámonos más bien en su queja de que la gramática general
hasta ahora no ha tenido en cuenta a los "sonidos articulados"
sino a los "elementos fónicos" (con esta expresión parece
pensar en "tipos de sonidos", como vocales y consonantes y
las diversas clases que pueden distinguirse en cada una de
ellas), porque es muy reveladora de su confusión entre los
propósitos de la gramática general y los de la lingüística.
Poniendo las cosas en su punto, empecémos. por recordar que
en los tratados de gramática general pueden encontrarse mu-
chas buenas observaciones sobre la producción de la voz y
los sonidos; se ha podido decir que en ellos la fisiología se
muestra ampliamente utilizada, aunque no explotada a fondo
(Swiggers 1984, 68). Este juicio es significativo. ¿Por qué
no se explotó a fondo la fisiología? La respuesta me parece
obvia: porque no se necesitaba. En primer lugar, la gramática
general, cuyo objeto de estudio es la expresión de las ideas por
medio del lenguaje, por fuerza debe centrarse en el aspecto
conceptual de la palabra, no en el físico; por otra parte, y es
el argumento decisivo, la gramática general se refería abstrac-
tamente a los sonidos que servían a todas las lenguas para
formar palabras; no correspondía a su intención "philosophi-
que" descender hasta los sonidos en particular; esta tarea
quedaba abandonada a los gramáticos de cada' idioma. Inclu-
sive en la lingüística del siglo XIX la colaboración con la fonética
es bien tardía; la fonética fisiológica sólo' se introduce en firme
en los estudios lingüísticos con el manual de Sievers (Sievers
1876) Y sin duda este acontecimiento se relaciona con el interés
por las lenguas vivas que había comenzado a desarrollarse por
aquellos años. Solamente cuando en el siglo XX la reacción
contra la gramática histórica vuelva a hacer florecer el interés
por los aspectos generales del lenguaje, Roman Jakobson igno-
rará otra vez las diferencias entre sonidos particulares y
formulará sus "universales fonológicos".
Los trabajos lingüísticos de Hostos 99

Para la gramática general, que se mueve en un alto grado


de abstracción~ la fonética no puede tener una importancia de
primer plano. La que le concede Hostos se explica por el sesgo
positivista de su mentalidad. Ya hemos visto que entendía la
fonética como fonética fisiológica y de esta manera arraigaba
en la naturaleza a los signos del lenguaje: hablar era una
actividad orgánica. En cuanto a la relación entre la fonética
y la gramática general, la única indicación que nos dejó es
que la primera le da a la segunda "la base de sus inducciones"
(p. 165). Como la inducción establece relaciones de causa a
efecto, la frase de Hostos bien puede querer decir que la foné-
tica permite mostrar una ligazón de causa a efecto entre el
pensamiento y el lenguaje que lo expresa. Párrafo por medio
al que aquí termina podrá verse un ejemplo de cómo Hostos
creía ver que cambios en el pensamiento "causan" cambios
en el lenguaje que lo manifiesta.
También el curso de Hostos tiene una apreciable parte
histórica. Todo el capítulo II (pp. 188-203) está consagrado
a la historia;Jla mayor parte (pp. 188-198) corresponde a la
clasificación morfológica de las lenguas en monosilábicas, aglu-
tinantes y flexivas, y en el resto Hostos trata de las familias
de lenguas, las lenguas muertas, las lenguas románicas y ter-
mina con un sumario de la historia del español. ¿ N o es esto
muy moderno? Lo parece, pero no lo es. La exposición de las
tres cla~es de lenguas, de la que el resto del capítulo es como
un apéndice que lleva la historia hasta la actualidad, corres-
ponde en realidad a un tema típico del siglo XVIII: el represen-
tarse el "origen" de los conocimientos en cuanto creaciones
del entendimiento (Gusdorf 1971, 232-249). No hay que enga-
ñarse sobre lo que fueron las frecuentes disertaciones diecio-
chescas sobre el "origen del lenguaje". No pretendían ser obras
históricas, basadas en una investigación empjrica; eran ensa-
yos filosóficos sobre la naturaleza del lenguaje (cfr. Gusdorf
1973, 329-369, Aarsleff 1982 y Schreyer 1984). Consistían
en analizar el lenguaje, descomponiéndolo en sus elementos;
luego, a partir de Uh grado cero se exponían sobre una dimen-
sión temporal las composiciones sucesivas que, en etapas de
complejidad creciente, experimentaban esos elementos hasta
llegar al intrincado estado del presente. Por lo tanto, lejos
de ser históricas, estas obras sobre el origen del lenguaje no
hadan más que proyectar en un pasado ficticio el estado actual
94 GUILLERMO L. GUlTARTE FIL. XXI, 2

de la lengua. La novedad de explicar la naturaleza del len-


guaje por medio de un eje temporal significaba el rechazo de la
teoría de las ideas innatas: el lenguaje no lo adquiría el hom-
bre accediendo a una realidad per se, sino se lo iba formando
por el ejercicio de su entendimiento.
Ahora bien, lo que hace Hostos corresponde a una de estas
exposiciones del "origen del lenguaje". Nos explica la for-
mación de la palabra desde los primeros ejercicios del hombre
primitivo con sus órganos vocales, que crean las raíces mono-
silábicas; al ocurrir el desarrollo progresivo de la razón, que
suscita grados de pensamiento más complejos y permite un
manejo más hábil de los órganos vocales, se crean tipos más
avanzados de lenguas: las aglutinantes y, por último, las
más perfectas, las flexivas, a las que pertenece el español.
Esta presentación, obviamente, quiere mostrar cómo el desarro-
llo de las lenguas está ligado al desarrollo de la inteligencia;
no tiene nada de histórica, porque es un superponer de normas
a priori a la historia. Es una pura construcción de la razón,
como todas las creaciones del siglo XVIII (aunque la clasifica-
ción morfológica se deba a los hermanos Schlegel); no se
diferencia esencialmente de la famosa teoría de Condillac sobre
el origen del lenguaje (Condillac 1746, 11, 1, 1), pues tan
creados por pura especulación son el hombre primitivo de
Hostos, que sólo podía pronunciar "monofonías" perfectas,
esto es, que no diría más que: "a ... a ... a ... " (porque "se
va siempre de lo sencillo a lo compuesto" [p. 191]), corno los
niños salvados del diluvio de Condillac, que construyen el len-
guaje a partir de gestos y gritos.
Es que la "novedad" no puede estar en los datos o noticias
que se traen a cuento, sino en el pensamiento que los maneja.
Es una ilusión creer que una explicación histórica pueda desem-
peñar un papel en un cuadro de conocimientos de gramática
general. Las explicaciones históricas versan sobre lengUlUJ, es
decir, reconocen en éstas una autonomía de objetos dignos
de estudio. La gramática general tenía por objeto de estudio
la abstracción constituida por los varios principios que se
suponía gobernaban la multiplicidad de las lenguas. Los datos
de una y otra disciplina son, por lo tanto, heterogéneos. Pero
hay más: las dos ciencias son incompatibles. La visión histó-
rica pone en crisis a la gramática general, porque revela un
terreno de peculiaridades de las lenguas de que no pueden
Los trabajos lingüísticos de Hostos 95

dar cuenta los principios de gramática que habían sido consi-


derados "generales" (Andresen 1984, 374-375). Inclusive la
teoría del lenguaje reducido a simple "traducción" del pensa-
miento niega al individuo toda intervención en el acto lin-
güístico; éste no consistiría más que en "patentizar" (para
usar el verbo de Hostos) las ideas y no en una expresión del
hablante, y de este modo queda sin un papel el agente mismo
de la historia (Andresen 1984, 373). Evidentemente, el racio-
nalismo es el pensamiento que gobierna la gramática general,
y al creer que los aportes de la lingüística son compatibles con
la gramática general, Hostos nos está mostrando que ha per-
manecido ajeno al significado hondo de los estudios lingüísti-
cos y, más en general, al significado mismo de la historia, que
era la dimÉmsión del cultivo de la ciencia de] lenguaje en el
siglo XIX. Que Hostos no alcanzó el sentido histórico de la
lingüística se revela explícitamente en la obra que sigue.

3. "HISTORIA DE LA LENGUA CASTELLANA"


Como el trabajo anterior, es el texto de un curso dictado
por Hostos en Chile en 1894 (según Pedreira 1932: 255, y
América y Hostos 1939, 354) o 1895 (Eugenia M. Hostos, 1904,
381), publicado en Obras completas, XIX, 231-309. Es una
obra de presentación pormenorizada, con discusiones para
fundar los puntos que se consideran importantes. No ha de ser
un curso tenido en una institución de segunda enseñanza;
prueba de ello puede ser el que su contenido, en las partes
en que hay correspondencia, es mucho más rico que el que
presenta la historia de la lengua del "Programa de castellano"
que Hostos preparó para los liceos de Chile en 1893 (cfr. XII,
465-466). Podría tratarse, como he supuesto para la "Gra-
mática general", de un curso dictado en alguna asociación cul-
tural, por ejemplo, en el Centro de Profesores de Chile, del
cual Hostos fue dire<¡tor en 1895 (Pedreira 1932, 247 Y Ro-
dríguez Demorizi 1939, 1.XXVII; sin embargo, el año bien
podria ser 1894, pues en el discurso de inauguración Hostos
habla de los "ochenta y cuatro años de vida propia" de Chile
[XII, 298]).
La exposición de Hostos abarca desde las lenguas primi-
tivas de España hasta el siglo XIII, es decir, h::::::ta una época
en que se consideraba ya formado el español. Es que, en ver-
96 GUILLERMO L. GUITAR'1'Il FIL. XXI, 2

dad, el curso de Hostos pertenece al género de obras sobre el


"origen de tal o cual lengua vulgar", inaugurado en el Rena-
cimiento; en estos trabajos el foco de investigación estaba en:
1) mostrar cuál era la lengua de que procedía el vulgar en
cuestión (pues éste era un tema sujeto a discusiones) y 2) con-
venido que era el latín, puntualizar las alteraciones que le
hicieron sufrir los nativos hasta convertirlo en "vulgar". La
historia de la lengua anterior al siglo XIX era fundamental-
mente lo que a partir de la lingüística sensu stricto empezó a
llamarse "historia externa", o sea más una historia del pueblo
portador del sistema lingüístico que una historia de ese siste-
ma. mismo. Es que sólo en el siglo XIX se lograron los conceptos
para ver el carácter sistemático del lenguaje y se desarrollaron
las disciplinas que lo estudiaron bajo este aspecto con admira-
bles resultados. Antes de esta época se carecía del concepto
de "ley" del lenguaje. Esta leyera la. expresión de la cohesión de
las partes de un todo ("organismo") y gracias a ella se tuvo por
primera vez un principio del lenguaje que era interior a éste.
Cuando el lenguaje-organismo cambiaba, esto quería decir
que una forma se transformaba en otra de acuerdo a las "leyes"
que gobernaban el equilibrio de sus distintas partes. La his-
toria lingüística de antes del romanticismo no conocía princi-
pios que gobernaran a las lenguas que fueran interiores.A ellas;
en el siglo XVIII, por ejemp19, la razón, cuyos principios de
organización del lenguaje estudiaba la gramática general, go-
bernaba por medio de ellos a la multiplicidad de lenguas reales,
es decir, el enciclopedismo colocaba fuera de la lengua a sus
principios. Esto explica que los cambios en la lengua se in-
terpretaran como repercusiones de hechos de la historia gene-
ral del pueblo que la hablaba y se consideraran "destrozos"
debidos a hablantes rudos. Es una curiosa ironía que Hostos,
que era entusiasta admirador de Spencer y partidario de su
evolucionismo, por desconocimiento de la lingüística del siglo
XIX hubiera escrito una historia del español ajena a la idea de
evolución de las lenguas.
La Historia de la lengua de Hostos va a ser en 1894/95 u_na
de esas historias del "origen" del castellano iniciadas por
Aldrete en 1606 y, triste es decirlo, muy inferior a ella. Tan
pronto como empezarnos a leerla nos llega el vaho de una época
pasada: ya en la página inicial Hostos se interroga sobre cuál
fue la primera lengua hablada en España y salen a relucir
Los trabajos lingiiísticos de Bostos

Túbal y la lengua vizcaína. El curso de Hostos no refleja sino


sólo ocasional y superficialmente la aparición de la filología
románica en el siglo XIX. Estamos, pues, ante un caso análogo
al del curso de gramática general; como éste, el de historia de la
lengua ha de reflejar estudios hechos por Hostos en España
durante su período formativo, que constituyeron en adelante
el fondo de sus conocimientos sobre el tema.
Veamos sumariamente cómo Hostos presenta la historia
del español. Comienza tratando las lenguas primitivas: el vasco
y el celta, las de las colonias establecidas en España (griegos,
fenicios y cartagineses). El capítulo dedicado al latín abarca
treinta de las setenta y ocho páginas del trabajo. Aquí co-
mienzan a apuntar las peculiaridades de la Historia del puerto-
rriqueño. Examina el proceso de romanización y sienta que el
latín nunca fue lengua hablada en España, salvo en las ciu-
dades en que se establecieron los romanos, y aquí sólo por ellos,
no por la población española. Los romanos no lograron más
que hacer lengua "oficial" al latín, en una situación que Hos-
tos compara con la del ruso impuesto a los "pobres polacos"
por sus dominadores (p. 260). Por otra parte, los doscientos
años que duró la conquista y, además, las guerras civiles
entre los conquistadores, que se sirvieron de tropas indígenas,
produjeron un continuo trasiego de las poblaciones de España,
que ponía a todas en contacto entre sí y con los romanos. De
este modo las lenguas que estaban en relación influían las
unas sobre las otras (p. 255). Con todos estos diversos elemen-
tos se fue formando una nueva lengua, en que el latín vulgar
de los legionarios "era como un intermediario activo que rela-
cionaba unos con otros todos los elementos lingüísticos que se
estaban fundiendo" (pp. 255-256; el texto dice "fundando").
Al terminar la conquista a fines del siglo I a. C. "la lengua
que puede considerarse española [ ... ] indudablemente exis-
tía" (p. 258). Cuando se constituyó el Imperio y España pasó
a estar sujeta por Una firme administración, la lengua espa-
ñola quedó enfrentada con la latina y ésta, como lengua ya
formada y de les conquistadores, sin duda habría terminado
por prevalecer. Pero ocurrió que el latín entró en decadencia,
perdió su "fuerza orgánica" y se dejó modificar por otras
lenguas. El latin de Hispania se "romancea" en cuanto a la
pronunciación y la sintaxis, es decir, se impone la lengua espa-
ñola en estos aspectos, pero, a su vez, ésta sufre la influencia
98 GUILLERMO L. GUITAR'l'B FIL. XXI, 2

del latín en lo que respecta al vocabulario (p. 265. De la


morfología no diee nada; cfr. pp. 275-276). Más adelante, los
godos, con su acento fuerte y enérgico, trastornan la pronun-
ciación del léxico latino. Hostos parece atribuir a los godos
la sustitución del acento de altura por el de intensidad (pp.
283-284). Cuando se produce la invasión musulmana a princi-
pios del siglo VIII, la lengua española ya estaba plenamente
formada "en estado de larva" (XIX, 198) ; se desarrolla rápi-
damente en los núcleos cristianos del norte, que la van exten-
diendo a medida que reconquistan el país. En esta época el
español sufre la influencia del árabe, superior culturalmente.
En una primera etapa esta influencia se cumple por medio de
los mozárabes de los territorios reconquistados; éstos hablaban
una mezcla de árabe y español, nacida de la necesidad de
entenderse con sus dominadores, y con este "lenguaje mestizo"
se combinó el de los cristianos del norte. Surge de este modo
una diferencia dialectal entre la lengua de los reinos cristianos
originarios, que permaneció tal como era en el momento de la
llegada de los musulmanes, y la que ha bajado al sur. En
el siglo XIII ya el español y el árabe luchan en pie de igualdad,
de modo que el español pudo resistir en todo lo que era orgá-
nico en él (morfología y sintaxis) y el árabe pudo modificarlo
sólo en lo que tenía de deficiente (el vocabulario de elementos
propios de la cultura árabe). También recibió algunos sonidos
v
del árabe: velares, aspiraciones de h, x (s) y z (8).
Como estaría fuera de lugar una crítica del contenido
científico de esta exposición, me limitaré a unos comentarios
sobre sus fundamentos. Lo primero que llama la atención es
que Hostos toma en cuenta a las lenguas en bloque, p. ej., el
latín con el español moderno (pp. 274-277) o el español antiguo
con el moderno (pp. 300-306) y observa sus diferencias, sin
que asome la sospecha de que una lengua pueda haber cambiado
en otra. Al modo característico de hi. lingüística anterior al
siglo XIX, los cambios que llevan de un estado lingüístico a
otro se explican por factores externos a las lenguas: son mez-
clas, resultado de mezclas de poblaciones. Así se explicaba ya
Juan de Valdés el origen del español (Valdés c. 1535/36, 19-20).
Para Hostos la historia del español es la de las sucesivas
"mezclas de lenguas" que han ido ocurriendo al entrar en con-
tacto diversos pueblos con los españoles: el español surge de la
"mescolanza" de las lenguas primitivas con el latín vulgar;
Los trabajos lingüisticos de Baltos 99

luego el latín influye en el español y éste en aquél, y 8urge


el romance; después vienen el aporte prosódico godo, la combi-
nación con la "lengua mestiza" de los mozárabes, la contribu-
ción léxica y fonética del árabe, las influencias de las lenguas
indígenas americanas (XIX, 203) y del francés (XII, 466).
La historia de la lengua se convierte en una especie de química
que determina los diversos componentes que van entrando
en su composición (p. 249); una vez hallados, se fijan 8US
proporciones dentro de ella. Así Hostos indica que el romance
es "pronunciación y sintaxis de lenguas españolas + léxico la-
tino", o que el español del siglo XIII es "morfología y sintaxis
romances + vocabulario árabe" (innecesario indicar que, pese
a la seguridad con que se enuncian, estas fórmulas son pura-
mente especulativas). Es obvio que en una concepción de este
tipo falta la idea básica del método de la filología romance:
la de una "lengua madre". Y, ciertamente, para Hostos el
español no procede del latín; éste es una de las lenguas de que
deriva el español (XIX, 166). Todo esto es lingüística del
Renacimi.ento y no, ciertamente, de la clase de la de Aldrete.
De Aldrete está también separado Hostos por algo tan
importante como el planteo mismo de su Historia, pues el an-
tillano viene a sostener la tesis del origen del español contra
la cual aquél escribió su libro. Quedó mencionado que Hostos
considera que el español ya estaba formado a fines del siglo 1
a. C. Hay que tomar en serio estas palabras, porque la idea se
repite varias veces. El subtítulo del capítulo sobre la España
romana dice: "Influencia del latín en el español" (p. 248).
Hostos cree que cuando autores latinos del siglo 1 d. C. cuentan
que unos españoles hablaban en su lengua, esto quiere decir que
estaban usando el español (p. 258). Igualmente piensa
que "hay quien, con razón, admite la influencia del latín [en
el español], pero dice que el castellano no es latín, pues ni
Horacio ni Cicerón lo entendían" (p. 250); en fin, cerremos
las citas con la siguiente: al hablar de las colonias jónicas y
dóricas en la costa española del Mediterráneo, nos advierte
Hostos que la "influencia de la fonética y de la gramática del
idioma griego en el castellano fue directa y anterior en mucho
al latín" (p. 238, cfr. p. 233). ¿ Cómo la lengua española
puede recibir la influencia del latin durante el Imperio Ro-
ma1lO? ¿ Cómo pudo influir el griego en el español antes del
Imperio romG1IO? La llamada teoría del "castellano primitivo"
100 GUILLERMO L. GUl'rARTE FIL. XXI, 2

explicaba perfectamente este hecho. Según esta interpretación,


que venía de los siglos finales de la Edad Media, el castellano
era una de las setenta y dos lenguas surgidas de la confusión
de la torre de Babel; a España la había llevado Túbal, el primer
poblador de la península. El castellano fue, pues, la primera o
"primitiva" lengua de España, con la cual entrar'on en contacto
los pueblos que posteriormente llegaron a ella. También el vasco
tenía sus partidarios para el título de lengua española "primi-
tiva", anterior a las advenedizas que vinieron después. La
teoría del castellano primitivo prolongó su vida en las discu-
siones del Siglo de Oro sobre la dignidad del vulgar; por un
sentimiento patriótico de exaltación de lo propio, se sostuvo
enérgicamente varias veces que el castellano era la lengua
originaria de España y que, por lo tanto, se hablaba antes de
que llegaran los romanos (cfr. Alarcos 1934, Bahner 1956, 60-77,
Y Voigt 1980, 122-161); quedaba así refutada victoriosamente
la pretensión de que fuera un latín corrompido, sostenida por
unos malos españoles confabulados con los italianos (siempre
envidiosos -como es sabido-- de la gloria de la nación
española).
Ésta es la tesis sobre el origen del español que sostiene
Hostos. Gracias a ella se explican los pasajes que he citado;
también por ella se comprende que al exponer la conquista de
España por Roma, Hostos insista continuamente en que él latín
nunca llegó a ser lengua popular en España; éste era un
argumento utilizado por los partidarios del castellano primitivo
en el Siglo de Oro ( cfr. Alarcos 1934, 199), lo mismo que la
interpretación de que las referencias de los romanos a una
lengua propia de los españoles significa que ya se hablaba el
castellano (Alarcos 1934, 200). En fin, para que no queden
dudas, Hostos menciona explícitamente en una ocasión a la
teoría del castellano primitivo. Al referirse a "la influencia
del latín en el español" en el período del Imperio, Hostos acota:
"Por eso se ha podido decir que el español de hoy día no es
más que el español reformado o mejorado que siempre se habló
en España" (p. 265; subrayado mío. G. L. G.). Hostos no
rechaza risueñamente o con algún sarcasmo esta opinión, sino
a continuación añade con la circunspección propia de quien,
sólo por devoción inquebrantable a la verdad, se ve obligado
a poner un reparo a una tesis consagrada: "La verdad no es
ésta, probablemente, sino la que nosotros tratamos de paten-
Los tr~bajos lingiiísticos de Hostos 101

tizar, y que consiste en mostrar la doble obra de las varias


lenguas españolas constituyendo un fondo fonético y sintáxico,
peculiar de España, y la otra léxica o vocabular del latín [ ... ]"
(p. 265). Se ve, pues, que a Hostos no le parece absurda la
teoría del castellano primitivo, j'y cómo se lo iba a parecer, si
él mismo la estaba empleando! Su objeción sólo consiste en
retocarla ligeramente. Veámoslo. Hostos había sentado que el
español nació de la mezcla de las "lenguas españolas" (p. ej.,
las lenguas primitivas, de las cuales "la más generalmente
hablada en España" fue el vasco [XIX, 233]) con el latín
vulgar. Acaso se alegue que de este modo Hostos hace que
sea muy posterior a la lengua de Túbal o al vasco, pero esto
sería interpretar el texto con una mentalidad moderna. Hos-
tos ha hecho su afirmación gobernándose por la idea de las
"mezclas" de lenguas. Como el español nacido de la conquista
romana contiene en buena parte los elementos de la lengua o
lenguas españolas (primitivas), no viene a ser más que esta
lengua, o lenguas, más rasgos del latín vulgar. Es decir, lo que
Hostos Ug,ma "español" no es más que la lengua primitiva de
España, con "incrustaciones" de latín vulgar (en XIX, 202,
da al español como surgido del "enlace" del latín vulgar con· el
vasco, al que considera en XII, 465, "base autóctona de la len-
gua"). Es, pues, muy cierto para Hostos que el español que
hoy hablamos es el que siempre se habló en España. El retoque
que hace a la teoría del castellano primitivo es para explicar
el aporte "muy principal" del latín en la formación del español
(XIX, 248-249). De un modo análogo al sincretismo con que
mantenía juntas a la lingüística y a la gramática general, en
la Historia de la lengua también Hostos practicará la cuadra-
tura del círculo y explicará el origen del español por la teoría
del castellano primitivo y por la teoría de la procedencia latina
a la vez. Desde luego, estos milagros conceptuales los permite
la siempre servicial noción de las "mezclas" de lenguas. Entra
en juego otra vez y ~l español se explica por la "doble obra"
de las lenguas españolas primitivas, que dan el marco fonético
y sintáctico y el.latiJl, que contribuye con el léxico. Tras esta
explicación la teoría del castellano primitivo sigue tan en pie
como antes; el retoque que le imprimió Hosíos no ha hecho
más que restringirla a la fonética y a la sintaxis (lo que pasó
con el latin vulgar que contribuyó a formar el español durante
la conquista, Bostos no nos lo dice nunca).
102 GUILLERMO ~. GUITAR'l'B Fa. XXI, 2

La existencia de tantas antiguallas en Hostos deja de sor-


prendernos si observamos cuáles son los libros en qlJ.e se basa
para su exposición. Aparecen los nombres de Masdeu, el abate
Andrés, el P. Sarmiento, Munárriz, Martínez Marina. Es cierto
que una vez aparece mencionado el nombre de Friedrich Diez
(p. 249), pero es evidente que el conocimiento de la Gramática
del filólogo alemán hubiera hecho presentar de un¡t manera
totalmente diversa los hechos lingüísticos de la historia del
español. Por ejemplo, los cambios fonéticos producidos por la
"corrupción" del latín (i. e., el paso del latín clásico al vulgar)
que da Hostos (pp. 271-274) proceden en su casi absoluta tota-
lidad del elenco establecido por Capmany 1786, clxxiii-clxxvii:

CAPMANY HOSTOS

Alteraciones en las vocales. Permutaciones de vocales.


1Q mudanza de la i en e, v. gr.: - y en E: infirmo = enfermo;
de infirmo enfermo, de pilo pelo, pilo= =
pelo; sicco seco; nigro
de sicco seco, de nigro negro, de = negro; vices = veces; lingua
vices veces, de lingua lengua = lengua; timor = temor; vici-
de timar temor, de vicino vecino nu = vecino.
etc. 2 9 mudanza de e en i, v. gr.: E en Y: celIa = cilla; seculo
de equali igual, de cella ci11a, de = siglo; miscuo = mezclo.
seculo siglo, de miscuo mezclo U en O: musca = mosca;
etc. 39 mudanza de la u en o, v. unda = onda; bucca = boca; suc-
gr.: de musca mosca, de unda cursu = socorro.
onda, de luto lodo, de bucca boca,
de succursu socorro, etc.
(Etc.) (Etc.)

En las "Diferencias léxicas entre el castellano primitivo


yel actual" (pp. 300-306) Hostos también ha puesto a contri-
bución a Capmany, "Antiguo lenguaje comparado con el mo-
derno" (pp. clxxxviii-cci). Aquf puede observarse mayor inde-
pendencia de parte de Hostos; trata puntos que no encuentran
correspondencia en Capmany y, además, el orden en que pre-
senta la materia es propio. Pero es indudable que la mayoría
de las anotaciones procede de Capmany, a veces COfl observa-
ciones personales y muy frecuentemente como meros extractos
de las noticias del Teatro. Véanse unos pocos ejemplos:
Los trabajos lingüísticos de Bostos 103

CAPMANY HOSTOS

19. Después que los infiniti- Cuando el enclítico o sufijo


vos recibieron por aposición los correspondía al infinitivo, per-
pronombres recíprocos la, le y lo, mutaba la r por la ll, y decia
para mayor suavidad se suprimió amolle, haceUe, veniUe; lo que
la r convirtiéndola en l: decilla todavía subsiste en el bable de
en vez de decirla, oiUe en vez de los asturianos y en la fabla de los
oírle, y veUo en vez de verlo, de Astorga (p. 302).
como hoy se escribe.

30. Hasta principios del si- Se han perdido casi todos


glo pasado no se hizo muy co- los participios presentes, adjeti-
mún el uso de los participios vándose o sustantivándose, y no
pasivos que llamamos cont!actos, se dice ya caliente, cO'1l81tmiente,
esto es, los que perdiendo una hablante, miran te, etc. En cam-
sílaba que se añadió en su for- bio, se ha introducido el uso
mación al romancearlos, vuelven de los participios contractos, es
a su forma y estructura del ori- decir, de aquéllos que han vuelto
ginal latino, para darles otra a 8U forma latina contrayéndo-
aplicación. Por ejemplo, concluso seles las terminaciones con que
es contracción de concluido, con- se les romanceó. Asi se dice
feso de confesado, convicto de roto, corrupto.
convencido. Con estas contraccio- Bueno es notar que este re-
nes no se ha minorado el cau- greso a las formas latinas pro-
dal· de los participios, pues como dujo, en este caso como en otros
han quedado los de ambos géne- de que ya se habló, una buena
ros siendo unos mismos en su cantidad de is6nimos. Por ej.:
sentido general, la lengua ha ad- confundido y confuso, confesado
quirido la ventaja de servirse de y confeso, rompido y roto, etc.
dos distintas acepciones según (p. 302).
los diversos objetos a que se apli-
ca una misma voz, modificada
sólo por sus dos diversas in-
flexiones [siguen ejemplos1.

Como simples extractos de las noticias de Capmany:

28. Acepción aJitigua de los El verbo ser era menos irre-


verbos ser y haber. Hasta fines gular que hoy: aún no se le había
del siglo XVI el verbo ser tuvo las aglutinado el adverbio i en el
tres acepciones de ser, de estar y presente, soy. Además, tenía tres
de '/I,ber, lo qual podria hoy distintas acepciones: ·era bU61lO,
causar alguna confusión para de- había venido, "taba enfenn.o.
104 GUILLERMO L. GUlTAIlTB FIL. XXI, 2

terminar los tres diferentes sen- Tenía también la significación


tidos. Por exemplo decíase: él era de vivir que ya no tiene (pp.
piadoso, él era en la guerra, él 300-301) .
era enfermo, él era venido; en
lugar que hoy decimos: él era
venido, él estaba enfermo, él es-
taba en la guerra, él había veni-
do. El verbo haber tenía la acep-
ción de tener: así decíase Juan
ha enemigos, ha buen humor, ha
tesoros etc.; en vez de tiene ene-
migos, tiene buen humor etc.

22. Hasta fines del siglo XVI Cuyo, tuyo, suyo, mío se
huvo poco uso de los pronombres usaban muy poco, y naturalmen-
relativos, cuyo, suyo, tuyo, nues- te se empleaban las preposicio-
tro, vuestro, quien etc. que des- nes, diciendo de quien, de ti, de
pués han desterrado las repeti- mí,etc. (p; 303).
ciones inelegantes de él, del qual,
de ti, de nos, de vos, el qual, el
que etc., que quitaban la fluidez
a la frase.

23. El pronombre relativo El pronombre quien se usa-


quien, que hoy no es aplicable ba como indeclinable, así ~ara el
sino a personas, lo fue siemp!"e singular como para el plural; y
a personas y cosas: así se decía así se aplicaba a cosas lo mismo
el hombre de quien esperamos, que a personas (p. 303).
igualmente que la suerte de quien
pendemos. Además se usó casi
siempre como indeclinable, pues
era relativo a uno como a mu-
chos: así se decía los padres a
quien honrarnos, como el padre
a quien honramos.

Lo que deja más pensativo tras la lectura de esta Historia


de Hostos es que fue un curso dictado en Santiago de Chile, en
cuyo Instituto Pedagógico enseñaban (no filología) Rodolfo
Lenz y Federico Hanssen. Hostos ha de haberlos conocido, aun-
que sólo fuera en el Centro de Profesores de Chile, del que fue
organizador y primer presidente. Tuvo la oportunidad de po-
ner al día y profundizar sus conocimientos de lingüística, pero
no la :a.provechó. Hay aquí una evidente falta· de interés. Un
Los trabajos lingüísticos de Hostos 10.

JUICIO suyo sobre los profesores alemanes del Instituto Peda-


gógico puede darnos la clave de esta actitud (aparte del hecho
fundamental de que estaba lanzado a la vida política): "Loa
germanos son buenos especialistas, pero pésimos, incapaces
generalizadores" (Rodríguez Demorizi 1942, 2.264). Por lo visto,
Hostos se consideraba muy comtianamente un "generalizador",
un hombre capaz de elevarse a los principios de cada ciencia
y a las relaciones que éstas tienen entre sí (Lenzer 1975: Iv) ;
las ciencias particulares sólo le interesaban como base para
estas actividades. Ahora bien, de los males del especialismo
se ha hablado mucho, y sin duda con razón, pero el "genera-
lismo" es tan pernicioso como él, en cuanto no es más que su
término opuesto en la falsa disyuntiva entre un saber general
y otro particular. Parafraseando al poeta podemos exclamar:
Qui dira les torts des généralistes? El malhadado curso de
Historia de la lengua de Hostos es buen ejemplo de en qué abis-
mos puede caer quien cree posible disertar sobre una ciencia
sin cultivarla por sí mismo.

4. SOBRE EL ESPAÑOL DE AMÉRICA


El americanismo es una de las vetas más profundas de la
personalidad de Hostos, y es sabido que, dispersas en obras de
las varias disciplinas que cultivó, se encuentran penetrantes
observaciones sobre la vida y la historia hispanoamericanas.
Así ocurre, por ejemplo, en sus tratados de derecho constitu-
cional y de sociología. También la preocupación de Hostos por
el lenguaje se tiñó de americanismo, y se pueden recoger en su
obra pasajes que testimonian su atención al habla de América.
El más valioso de estos trozos es su exposición de las cuestiones
básicas del español de América. Desgraciadamente, se trata
sólo de un sumario; constituye la enumeración de puntos por
desarrollar en los tres últimos apartados del programa ue his-
toria de la lengua española incluido en el ya mencionado "Pro-
grama de Castellano" (XII, 466). Copiaré estos apartados
ya continuación intentaré explicar, basándome en diversos tex-
tos de Hostos, el sentido de los puntos que, reducidos a meros
títulos, va presentando:
69 Transplantación del castelJano al Nuevo Mundo; in-
fluencia de las lenguas indígenas americanas en el castellano
del Nuevo Mundo; proceso de diferenciación que dio por fruto-
106 GUILLIlRMO ~. GUITARTII FIL. XXI, 2

dos lenguas vulgares distintas y un solo castellano clásico;


americanismos y españolismos.
79 Incrustación del francés en el castellano; proceso de
modificación del castellano coetáneo, y diferencias en España
y en América.

89 Situación actual del idioma en España y en América;


tentativas de unificación. Academismo; lo que tiene de arries-
gado para la originalidad y la personalidad del castellano en
América. Lo que tiene de insensato para el desarrollo y pro-
greso del idioma llamado en América a dar frutos que es
imposible dé en Europa.
Antes de empezar el análisis pormenorizado del texto, indi-
quemos un rasgo general: para Hostos existe un "español de
América"; hay una variedad americana del español, con per-
sonalidad propia, que coloca en pie de igualdad con la europea.
Ésta es la primera consecuencia del americanismo hostosiano
en el plano del lenguaje: el Nuevo Mundo, en cuanto entidad
histórica distinta del Viejo Mundo, tiene no precisamente su
lengua propia, pero sí su variedad personal de ella. Esta con-
ciencia tan clara de un español de América no era corriente
por los años en que escribió Hostos, y a Cuervo, que llegó a ella
por el camino de la historia en vez del de la filosofía que
recorría el gran antillano, le costó su descubrimiento una rui-
dosa polémica.
El punto NQ 6 trata la historia de ese español de América.
Desde luego, Hostos toma en cuenta la "mezcla" que aquí ha
sufrido el español con las lenguas indígenas. Habla luego de la
diferenciación que experimentó el castellano en América frente
al de la península. En el NQ 8 --como vamos a ver- Hostos
sienta que el lenguaje refleja la cultura colectiva de un pueblo,
la cual no es más que el resultado de su historia. Por ello creo
que al decir que el español de América se ha diferenciado del
de España, Hostos ha de haber tenido presente que la vida
del hombre transplantado al Nuevo Mundo es inevitablemente
distinta de la que llevaba en Europa, y esto ha de haber pro-
ducido una correspondiente transformación del lenguaje. A
Hostos se deben unas agudas reflexiones sobre lo que sea el
proceso de "americanización" de los europeos que han ido a
vivir al otro lado del Atlántico. Para él, el conquistador ya se
'''cosmopolitizó'' en América: en las inmensas extensiones y la
Los trabajos lingüísticos de Bostos 10'1

absoluta libertad que le brindaban las soledades del Nuevo


Mundo dejó de ser hombre de un burgo o súbdito de un monarca,
y fue miembro de una patria de la que podían formar parte
todos los hombres que quisieran abandonar sus servidumhres
(XVI, 421). También hablará, ya con referencia a los inmi-
grantes, de las tareas por cumplir primigenias y originales
que ofrece América, que representan como una renovación de
~a vida e ilimitadas oportunidades de trabajo, intelectual o fí-
sico, para el hombre europeo condenado a vegetar en su tierra
dentro de un sistema político y social que no le brinda medios
ni estímulos para ampliar el horizonte de su vida individual
(VI, 241-243).
La lengua vulgar que se ha producido en América podría
ser la de tipos humanos como los rotos chilenos o los negros y
c1wlos peruanos, a la que Hostos se refiere en varias ocasiones
(sobre los primeros, cfr. XIX, 301-302; para los segundos, VI,
99-100, 118, 133-134). No sería difícil que Hostos estuviera
pensando también en el habla popular o conversacional em-
pleada por todas las capas sociales; éste parece ser el sentido
del dicho suyo, recogido por su hijo Adolfo, de que los chilenos
"hablaban el peor castellano de América, pero eran los que
mejor lo escribían" (Hostos 1966, 10). A este tipo de rasgos
comunes a toda la población de un país pertenecen el uso de la
preposición a para indicar el lugar en que termina el movi-
miento: entrar a casa en Chile (XlX, 304), el de la forma
dizque 'se dice' en las Antillas (XIX, 301), el de garúa 'llovizna
sutil' en muchas repúblicas americanas (VI, 128), etc.
Si en el apartado NQ 6 se consideraba el pasado de la len-
gua, en el NQ 7 se trata del presente. A este propósito se refiere
Hostos a la influencia francesa y a la modificación experimen-
tada por el español contemporáneo. No tengo elementos para
precisar las ideas de Hostos sobre estos puntos. Al hablar
de las industrias de cambio y producción en corta escala, aclara
que son "lo que generalmente se llama pequeño comercio y
pequeña indust7'ia en castellano afrancesado" (XVI, 291); acaso
esto indique que piensa en la influencia francesa Que acompañó
]a introducción de la vida y la civilización modernas. Si es que
estuviera teniendo en cuenta el Modernismo -lo que me parece
poco probable- su juicio habría sido totalmente negativo. Para
Hostoa hubiera sido "decadentismo", una "enfermedad" conse-
108 GUILLERMO L. GUITARTIl FIL. XXI, 2

cuencia de la crisis espiritual del siglo XIX (cfr. Rodríguez


Demorizi 1942, 2.308-310, que pone al día lo dicho en la Moral
social de 1888 [XVI, 261-262]).
Tratadas ya la historia y la actualidad del español de
América, el apartado NQ 8 plantea las cuestiones de política
lingüística que se derivan de ellas. A fin de comprender el
pensamiento de Hostos a este respecto, conviene tener presente
que para él lenguaje es "exponente necesario del estado de
cultura colectiva" (XI, 300) y "que cada edad, en individuo y
sociedades, tiene su forma peculiar de expresión, forma que
corresponde al fondo de realidad que el pensamiento ha descu-
bierto, al fondo de sensibilidad en que el corazón ha penetrado,
al fondo de actividad en que nos ha sumergido el propósito de
nuestra vida" (XI, 299). Dicho en palabras desprovistas de tan
enérgica elocuencia: la lengua corresponde a la historia del
pueblo que la habla. Ya se vio que el español hablado en Amé-
rica se diferenció del que quedó en España porque la vida en el
Nuevo Mundo se desarrolló de un modo propio. Esta historia
diversa a uno y otro lado del Atlántico es lo que había produ-
cido dos españoles distintos: el de España y el de América.
Se intenta ahora unificar a estas dos variedades, dice Hos-
tos. N o sé a qué tentativas de unificación se referirá; cierta-
mente existían, aunque en el siglo pasado solían interpretarse
como una adopción del modelo de lengua peninsular. Puede ser
que esté pensando en la creación de academias americanas co-
rrespondientes de la Real Española. Con "academismo" Hostos
ha de referirse a la conocida actitud de apego a los cánones
de la lengua que se desinteresa de las circunstancias en que
ésta funciona en la realidad. No me parecería difícil que Hos-
tos estuviera teniendo en cuenta un género especial de acade-
mismo: las imitaciones del lenguaje del Siglo de Oro (consi-
derado prototipo de la lengua española) que se cultivaron
en el siglo XIX. En uno de esos recuerdos autobiográficos que a
veces deja en sus obras, Hostos nos relata que el "dos veces
gran Hartzenbusch" intentó atraerlo a su "devoción por el
habla feliz del Siglo de Oro" (XI, 299). El joven puertorrique-
ño le contestó con las palabras que he copiado en el párrafo
anterior, o sea que "esas violencias idiomáticas [ ... ] infrin-
gen penosamente la ley general del lenguaje, exponente nece-
sario del estado de cultura colectiva" (XI, 300). Podemos
comprender entonces por qué considera que elacademismo es
Los trabajos lingüísticos de Hostos 168

"arriesgado para la originalidad y personalidad del castellano


en América". En efecto, sea como ideal abstracto de respeto
a reglas, sea intento de reproducir el lenguaje del Siglo de
Oro, el academismo superpone un armazón erudito al español
de América y coarta de esta manera su carácter de expresión de
la cultura americana.
En esta línea de pensamiento también se comprende que
querer academizar el español de América sea un acto "insensato"
para su futuro. El academismo, que quiere sujetar a un progra-
ma gramatical abstracto y anacrónico al español de América, se
arroga sobre él el mismo poder ilimitado que tenían las mo-
narquías absolutas sobre sus súbditos. Hostos había hecho de
América la tierra en que tendría su asiento una sociedad
formada según las ideas filosóficas y políticas que había abra-
zado. América es el continente del futuro, sede de una nueva
civilización del trabajo y la libertad (VI, 63), en que se
fundirán todas las razas y todas las ideas (VI, 392; cfr. la enso-
ñación de VI, 62-64); por lo tanto, ponerse a imitar a las
civilizaciones envejecidas de la tierra, dándole a América un
modelo de lenguaje y un instrumento de política lingüística
de la época del absolutismo europeo, impedirá al pensamiento
americano avanzar en la vía de libertad y racionalidad que
deben preparar el advenimiento de la nueva civilización. Esta
cualidad de asiento de una nueva y perfecta civilización que ha
de tener el "mundo de Colón" explica que el español esté "lla-
mado en América a dar frutos que es imposible dé en Europa".
En efecto, si, como se ha visto, la lengua es expresión de la
personalidad de un pueblo, el español que se habla en l<':uropa,
donde dominan los errores intelectuales, los vicios políticos y
las injusticias sociales, por fuerza no podrá llegar a ser la len-
gua de la racionalidad y de la ciencia, de la verdad y la justicia
que han de reinar en América.
El sumario del español de América que acabamos de ver se
atiene predominanemente a los aspectos histórico-culturales del
tema. Éste es un terreno en que el pensamiento de Hostos se
mueve con desenvoltÍlra y, aunque en un plano general, logra
presentar con claridad y vigor varios problemas fundamentales.
Será de justicia colocar su nombre entre los introductores de
la idea de un "español de América".
Debe recordarse, además, que en Hostos pueden recogerse
pasajes que muestran el interés, más humano que científico,
110 GUILLERMO L. GUITARTE FIL. XXI, 2

con que observaba la lengua hablada en América. Por ejemplo,


le parece que en el Nuevo Mundo la lengua está "modificada
y dulcificada" (VI, 118), término este último que ha de refe-
rirse a la conocida menor intensidad espiratoria que tiene el
español americano en comparación con el peninsular. También
llega a distinguir una zona dialectal -digamos así- del es-
pañol de América, extendida desde la línea ecuatorial hasta el
grado 24 de latitud septentrional (es decir, hasta Cuba) (IX,
451). Hostos ha de estar pensando en el español del Caribe,
pues en el área geográfica de que habla sólo conocía las Antillas,
Puerto Cabello, La Guayra, Caracas, Cartagena y Panamá
(acaso haya que añadir algún puerto de la costa colombiana
del Pacífico o del Ecuador). En fin, al nombre de Hostos está.
unida la segunda denuncia en antigüedad de la r velar puerto-
rriqueña. La primera se encuentra, como es sabido, en El cam-
peBÍno puertorriqueño (1887) de Francisco del Valle Atiles.
Pues bien, Hostos la encontró durante el tiempo que pasó en
Juana Díaz, o sea en alguno de los meses finales de 1898. Su
hijo Adolfo nos cuenta que había quedado conmovido por los
campesinos anémicos que encontraban en los campos. "Es la
anemia del régimen colonial", explicaba indignado a su hijo.
Después de una excursión por los pueblos del interior para
organizar comités de la Liga de Patriotas Puertorriqueños:
Reuniéndonos en la sala, papá nos relató con desacostum-
brado énfasis sus experiencias del día. Daba horror ver lo que
pasaba por esos campos. Tristeza, ignorancia, desnutrición.
Los pobrecitos jíbaros no tienen fuerzas ni para pronunciar
bien su idioma. N o pueden decir ratón, dicen g-jatón. Ya se
los dije, que tienen que aprender a decir ratón con toda fuerza
y claridad, si quieren aprender a cazarlos algún día. Desde
mañana, en la escuela nocturna les haré repetir muchas veces
a cada uno el ejercicio que les tengo preparado:
Yo arrastro ramas rojas
que arrastran por la tierra
-Enseñaré el estribillo a todos mis discípulos para que
a su vez ellos lo difundan por todas partes. Nuestro caso -no
es precisamente cuestión de política, lo es de filantropía. Sí;
amor al hombre, la santa faena de curarlo, alimentarlo bien,
enseñarle a leer, a defender sus derechos, a amar la libertad.
La noble prédica, junto con los ejercicios para mejorar
la pronunciación de la erre, delatora del fracaso de un régimen
Los trabajos lingiiistieos de Boatos 111

de gobierno, la sostuvo papá hasta el último instante. (Hostos


1966, 44).
La anemia que Hostos encontró en Puerto Rico aparece
estudiada en el Tratado de sociología, de 1901, como una de las
"enfermedades sociales" causadas por la miseria fisiológica
(XVII, 178-180). Parece indudable que allí se alude a Puerto
Rico: "en esa isla, venturosa por naturaleza como pocas, des-
venturada por dirección como ninguna"; inclusive la observa-
ción de que en esa "isla encantadora" el "estado general de
anemia [ ... ] se revela a la vista de todo el que llega al país"
podría ser un recuerdo de la escena en que Hostos, que acababa
de llegar a Puerto Rico, descubre la desnutrición campesina
recorriendo los caminos de Juana Díaz.
La r velar· es para Hostos un resultado de la anemia social
y, en última instancia, del régimen colonial que ha causado esta
enfermedad. Estamos otra vez frente a una explicación por
"causas externas", que, como es inevitable que ocurra, es total-
mente arbitraria. Con la misma razón (o, si se quiere, con la
misma falta de razón) con que se atribuye el cambio fonético
al régimen español, se pudo decir que lo había provocado el
clima cálido o la mezcla con la población indígena. Si a Hostos
se le ocurrió la primera causa, es porque estaba obsesionado
por la lucha contra España.
No sería difícil que Hostos, en quien existen tantas viejas
concepciones lingüísticas, considerara a la vibrante múltiple
como el sonido agresivo y masculino por excelencia (cfr. Fónagy
1980, 21, 140-146) y viera, por tanto, la pérdida de sus vibra-
ciones como una muestra de debilidad. Esto explicaría muy
bien por qué tuvo a la velar como exponente de la anemia social.
Desde luego, obsérvese que ---como se vio otras veces- Hostos
se queda afuera de las cuestiones propiamente fonéticas. La
r velar es para él resultado de una debilidad orgánica; de
nuevo una "causa ruq;erna"; la suya es una explicación fisio-
lógica, no una explicación de fonética fisiológica, pues se re-
fiere al organismo en conjunto, no a por qué y cómo los órganos
articulatorios han pasado de la articulación apical a la dorsal.
La idea de ponerse a ejercitar a los campesinos en la pro-
nunciación de la vibrante, "que sostuvo hasta el último ins-
tante". muestra a Hostos de cuerpo entero. i Si habría cosas
por hacer en Puerto Rico en los últimos meses de 1898! A
112 GUILLERMO L. GUlTARTE FIL. XXI, 2

propósito de estos ejercicios, no llego a ver cómo si creía que la


r velar era resultado de la anemia social, Hostos pensara que
los jíbaros podían pronunciarla con la energía de la vibrante
antes de "alimentarlo[s] bien". Esta inconsecuencia tiene in-
terés porque nos revela su verdadera actitud ante el lenguaje:
Hostos no podía tolerar que se "hablara mal" (XII, 462) Y no
quería que su pueblo tuviera esa mancha. Hostos tiene el cri-
terio de corrección del lenguaje propio de la época anterior
a la lingüística: existen las formas correctas y las formas
corrompidas; las primeras no son las formas "socialmente
aceptadas", como va a decir con neutralidad científica la lin-
güística (que no veía ninguna diferencia en cuanto a su pro-
ducción entre las dos clases), sino tienen un valor ontológico:
son la forma "recta" de los vocablos frente a las deturpaciones
que sufren por obra de la ignorancia o la tosquedad. ¿ Cómo
no va a ser importante y urgente impedir que se deforme
monstruosamente el instrumento de la vida política (en el sen-
tido etimológico de la palabra)? Como hemos venido viendo
constantemente, Hostós se muestra no tocado por el pensa-
miento de la lingüística del siglo XIX.
Un último terreno del americanismo lingüístico de Hostos
es la reforma ortográfica, por la que siempre trabajó ardorosa-
mente; el tema estaba íntimamente relacionado con él papel
predominante que concedía a "la razón. Téngase en cuenta que
para el pensamiento lingüístico del siglo XVIlI al que pertenece
Hostos, no existía la jerarquía que hoy establecemos entre
lenguaje hablado o primario y lenguaje escrito o derivado, que
no hace más que reproducir al primero. Para la gramática
general las palabras no eran más que vehículos de las ideas;
los vehículos podían crearse en un medio sonoro, y tenemos los
"signos fónicos", o en un medio visual y surgen así los "signos
gráficos". Ambas clases de signos est;lban en pie de igualdad.
Ahora bien, si los "signos gráficos" son defectuosos, se perju-
dica y disminuye la eficacia del lenguaje como instrumento de la
razón (XIX, 180). En español existe una gran cantidad de
"signos gráficos" defectuosos y los responsables de esta lamen-
table situación son los etimologistas; estos señores tienen la
pretensión de que los signos gráficos se sigan trazando con
la forma que tenían siglos atrás, para así poder disfrutar del
placer de ver su "origen". Gracias a ellos los "signos gráficos"
españoles contienen una cantidad de elementos sin corres-
Los trabajos lingüísticos de Hostos 113

pondencia con la realidad y esta situación representa un serio


obstáculo para el avance de la razón. Hostos atacó varias veces
a los etimologistas y propuso eliminar sin piedad toda letra
que no tuviera un papel real e irreemplazable no sólo en el
español moderno, sino específicamente en el español de América.
El puertorriqueño fu"e el más avanzado entre los grandes
reformadores ortográficos de Hispanoamérica. No se empareja
con Bello, a quien juzgaba "conservador de la lenguá" (XIII,
76) Y cuya ortografía chilena consideraba "tímida" (XIII, 75),
sino con Sarmiento. Inclusive fue más radical que el argen-
tino; mientras Sarmiento proponía eliminar a H, V, Z, X y K
(Sarmiento 1843, 47-48; aceptaba QU, escrito Q, en el período
de transición), cuando Hostos enseñó en Mayagüez en 1899
condenaba a desaparecer a seis letras: H, V, Z, Y, K Y Q
(Hostos 1966, 46). Sarmiento y Hostos han sido los únicos
reformadores americanos que propusieron legitimar ortográ-
ficamente el seseo, reemplazando la Z por la S.
GUn..LERMO L. GUITARTE
Boston College

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MITIN, DAR EL MITIN

Existe por todo el ámbito hispánico la voz mitin, genera-


lizada con el valor 'reunión pública para discutir o presentar
diversos aspectos de la actividad sociopolítica'. En campañas
electorales sobre todo, los mítines llenan todo el espacio social
de ciudades y pueblos. Indudablemente, la voz, de origen
inglés, meeting, de to meet, reunirse, se ha generalizado pre-
cisamente por su matiz de 'asamblea tumultuosa, ruidosa, con
mucha gente'. Ante las nuevas formas sociales del siglo XIX,
se quedaron inservibles las tradicionales y patrimoniales junta,
reunión, asamblea, congreso, concilio, conciliábulo, etc. Los
vocabularios y registros de los lexicógrafos de principios de
siglo, más o menos puristas, acusan copiosamente la vigencia
de la palabra mitin. Así, Eduardo de Huidobro lamenta la
circulación de meeting, y pide que se respete su grafía origi-
naria, ya que mitin no es castellano (¡Pobre lengua . .. t, 2' edi-
ción, Santander, 1908). También la registró Alvaro López
Núñez, en su Ensayo de un vocabulario social (Madrid, 1911).1
Es muy claro que la permanencia de la grafía inglesa dotaba
a la palabra, en la conciencia del purista, de un disfraz de
transitoriedad o, por lo menos, de una larga y rígida aduana.
Sin embargo, ante la frecuencia de su uso, la Academia acabó
por introducirla en el Diccionario usual en 1914. (La definición
no ha variado desde entonces. En el artículo, la Academia no
añade locución ni frase alguna.) Esta fecha académica no im-
pide que la palabra haya sido muy conocida con anterioridad.
Bajo meeting aparece incluida en el Diccionario de Elías Zerolo,
Paris, 1895. Paz Battaner, en su valioso estudio sobre el Voca-

1 Una historia abreviada, pero certera, de la grafía de la voz se


recoge en ANTONIO FEIlNoÚmEZ GABelA, Anglicismo8 en eapaiiol, extracto
de tesis doctoral, Madrid, Universidad Complutense, 1971.
118 ALONSO ZAMORA VICENTE FIL. XXI, 2

bulario poUtico y social en España, 2 encuentra testimonios de


meeting en las Actas y Diarios de Cortes en 1869 y 1871. Son
los testimonios más viejos aducibles. Incluso, y por lo que a la
fecha de la aprobación académica se refiere, algunos académi-
cos la utilizaron antes. Jacinto Octavio Picón, en La honrada,
publicada en Barcelona en 1890 (Heinrich y Compañía), nos
habla de que la "juventud madrileña vivía de meeting en
meeting, de motín en motín". En otra edición de la misma
novela, en 1916, ya aparecen sustituidas esas formas por la
actual mitin. El académico obedecía los preceptos y se ponía
de acuerdo con la normativa del Diccionario usual. Proceso
parecido han seguido las ediciones galdosianas, aunque, en
ocasiones, el hálito de ironía que los textos reflejan haya res-
petado la forma extranjerizante o híbrida. (Véase más ade-
lante, cita de España sin rey.) El 16 de noviembre de 1924
leía su discurso de recepción (El periódico y su desenvolvi-
miento) José Francos Rodríguez. En la contestación al reci-
piendario, leída por Carlos M. Cortezo, encontramos: " ... al-
canzó el aplauso y convencimiento en la Cámara y en los
mítines ... "
La palabra inglesa ya había pasado al continente en el
siglo XVIII, en que la utilizó Voltaire (Wartburg, Franzosische
Etymologisches Worterbuch, s. v. tomo 18). El valor de 'reunión,
asamblea, conciliábulo', se va limitando hasta reducirse al con-
tenido político, pero no es extraño verla usada todavía de
forma muy cercana a los valores generales ingleses. Galdós, en
Fortunata y Jacinta, nos dice de Arnaíz que "concurría a los
meetings de la Bolsa", donde vemos claramente que no hay el
riguroso contenido político de la actualidad. 3 En 1923, Eugenio
d'Ors dice: "Son palabras textuales de M. Henri Bergson, en el
meeting o Congreso filosófico de Oxford":" Sin embargo, ya
antes, en 1911, el Ensayo de A. López Núñez, ya citado, define
meeting como "junta, reunión, asamblea, ordinariamente de ca-
rácter público y popular". Estamos viendo (los textos literarios
lo ponen bien patente) la transformación de la voz, la presen-

2 Madrid, 1977, Anejo XXXVII del Boletín de la Real Academ-h


Española.
a Edición de 1915, tomo 1, p. 28.
4 Magín o la precisión y la novedad. Cito por Jardín Botánico,
Madrid, La rosa de piedra, 1940.
Mitin, dar el mitin 119

timos saliendo de la ordenada escena de una junta sosegada


para aposentarse en la esquina, o en un local popular con ruido,
alboroto, etc. Es a lo que alude el cubano Juan de Castellanos
en 1907: "Todo meeting tenía un final previsto de pedradas
y garrotazos"." A pesar de la decisión académica, la grafía
meeting siguió subsistiendo en multitud de textos españoles o
americanos hasta alcanzar los primeros treinta años del siglo,
pero ya en manifiesta minoría frente a la castellanización mitin.
Ha habido numerosas vacilaciones respecto a la forma de hacer
el plural: 6 mitínes, mítines, meetings, mitins, etc. Pero a
mediados del siglo ya es universal la· forma mítines. 7 Sin em-
bargo, no es de extrañar alguna que otra reaparición de la
grafía inglesa, debido a la constante acomodación de usos y
costumbres de origen norteamericano o británico en las orien-
taciones de la industria, la economía, la sociología, etc. Y así
leemos en un periódico tan apegado a las tradiciones como ABe
de Madrid (8 de junio de 1967) lo siguiente: "Con asistencia del
Director General de la Société des Soudures... de Lausanne,
se ha celebrado en Casteldefells (Barcelona) un meeting anual,
al que asistieron todos los delegados técnicos pe España ... "
Tampoco es infrecuente volver a oír mitin con el valor de
'congreso científico, reunión periódica de gentes dedicadas a
algún quehacer'. Pero ya no es el mitin que entr6 en el siglo XIX,
sino una nueva singladura de la misma voz, que se acopla a una
nueva sociedad. Su viejo sentido político, universal, puede ser
un auxilio para que la nueva penetración se mantenga dife-
rente, bien en su grafía, bien en su fonética.
Ahora bien, las naturales características de esas reuniones
políticas, con frecuencia excesivamente polémicas, han ayu-
dado al nacimiento de otra acepción, no registrada, o muy poco

5 JESÚS CASTELLANOS, De la vida internacional, La Habana, 1924,


JI. 224.
11 Véase Fernández García, op. cit.
1 De entre las formas extrañas del posible plural, hay que recordar
frletingUfls o mitinpues, recogida por Fernández García, Anglicismos en
español. La forma era caprichosa, y refleja los balbuceos y la inseguridad
en el proceso de adaptación. Fue usada por Galdós, quien, en España
.in rey (1908, capitulo XXIX) escribió: "El local [ ... ] esos locos repu-
blicanos quisieron alquilarlo para celebrar sus reuniones o metingues,
pero las vecinas de arriba pusieron el grito en el cielo" (pág. 308). Para
este particular, véase Á. RosJaNBLAT, B"ena.s JI molas palabras, Caracas-
Madrid, 1969.
120 ALONSO ZAMORA VICI:NTE FIL. XXI, 2

registrada en los diccionarios. En esas asambleas se discute


en alta voz, se habla demagógicamente sobre lo divino y lo
humano. Se pretende tocar las fibras sentimentales, pasionales,
del auditorio. Y la conciencia colectiva destaca en mitin una
determinada forma de hablar, gesticular, etc. Ya a principios
del siglo, Vázquez de Mella (a. 1903) en un discurso decía:
"Y cuando vais a esos mitines en que bramáis enfurecidos
contra las argollas y contra la tiranía." 8 José Ortega y Gasset
decía, refiriéndose a los posibles lectores a los que encarrilaba
sus ensayos, que necesitaba lectores que "al leer repiensen por
sí mismos los temas sobre que han leído. Lectores que no exijan
ser convencidos, pero, a la vez, se hallen dispuestos a renacer
en toda hora de un credo habitual a un credo insólito. Lectores
que, como el autor, se hayan conservado un trozo de alma
antipolítico. En suma: lectores incapaces de oír un sermón,
de apasionarse en un mitin y juzgar de personas y cosas en
una tertulia de café".9 En 1936, Rafael Alberti (Prosas, 1970,
p. 135) habla de que sería necesario expresarse de un modo
especialísimo: "Requeriría la voz, el grito indignado del mitin,
el gesto terminante que hace saltar a los auditores de sus sillas".
Vemos cómo se va iniciando el carnino hacia una visión
del mitin como 'reunión escandalosa, ruidosa, patética, gran-
dilocuente'. Elena Quiroga, en La sangre (1952, p. 315) es-
cribe: "Se puso de pie y se golpeó el pecho hundido y esmi-
rriado: - j Al pueblo soberano! - Estarías bien para mítines.
- N o vengas con guasas, Tino". El trozo hace manifiesta lla-
mada de atención a la teatralidad del gesto, a su probablemente
escasa autenticidad. El gesto de que habla Alberti en la cita
recogida atrás. Pocos años después, Tomás Salvador insiste
(El agitador, 1960 p. 39) : "Y yo os digo -la voz de Fernán-
dez Checa tomaba inflexiones de mitin popular- ¿ cuál es la
línea del partido ... ?" . Varios años más tarde, Ramón Sender,
en Tres sorores (1974, p. 50) ya pareCe estar de vuelta de la
condición violenta del mitin: "Al día siguiente, habría un mi-
tin. Es decir, un acto de afirmación de agitación, una manifes-
tación de fuerza y un tanteo [ ... ] de las posibilidades de
acción". Este es el valor más frecuente en los textos literarios,
un tanto alejados de la inmediatez política. Ya aparece, así en

8 Discursos, edic. de 1931, p. 259.


9 El Especta.dor, 1916. (Cito por la edic. de 1932, p. 126.)
Mitin, dar el mitin 121

Joaquín Cos~, 10 Emilia Pardo Bazán,ll Blasco lbáñez, u Euse-


bio Blasco, 13 Vázquez de Mella, 14 Unamuno, 15 Pérez de Ayala, 18
Pío Bl;I.roja,17 Ortega Munilla 18. .. A partir de 1930, es voz
de uso frecuentísimo e insustituible en la lengua de la política. lB
(Sus rasgos se traspasan a los derivados: mitinear, 'soltar par-
lamentos como en un mitin', lo usa Eugenio Noel (Señoritos
ch1.dos, 1916, p. 31) 'perderse en palabras inútiles y exageradas':
"Su imaginación se pone en movimiento, mitinea, se manifiesta,
grita, labora ... " Además del ocasional mitinear, el derivado
más frecuente ha sido el adjetivo mitinesco. Ya lo encuentro
en J. M. Goy, Susarón, 1920. Su uso es hoy el más frecuente.
Mitinguero, con análogo valor se ha registrado en América
(Puerto Rico, México). Mitinesco es todavía usado hoy por Mi-
guel Delibes, en El disputado '/Joto del señor Cayo, 1978, p. 144.
En la actualidad, incorporada plenamente al léxico usual, su
contenido se ha ceñido al valor de 'reunión política con dis-
cursos propagandísticos'. No está totalmente exento de cierto
clima despectivo o menosvalorador: "Todos los cretinos que
han hablado en mítines ... ", leemos en A. Díaz Cañabate, His-
toria de una taberna, 1944, p. 27.20

10 meeting, Estudios jurídicos 11 políticos, 1884, p. 343.


11 meetings, en Memorias de un solterón, 1896, edie. de 1911, p. 166 ..
12 mitin, en Entre naranjos, 1900, edic. 1911, p. 67.
13 meetings, en Memorias, antes de 1903, p. 47.
14 mitin, en Discursos, antes de 1906.
15 mitin, en Barcelona, incluido en Por tierras de Portugal 11 de
Espaiía, 1906.
16 mitin, en Troteras 11 danzaderas, 1912, edic. de 1923, p. 196.
17 mitin, en Aurora Roja, 1904. Más en La sensualidad pervertida,
1920 ... (varios casos de mitines).
18 mitin, en Salmos españoles, 1920.
19 A partir de 1930, la voz aparece por todas partes, y no solo·
en la literatura política. La emplean Azorín, Fernández Almagro, Ga-
briel Maura, Pemán, Zunzunegui, Gómez de la Serna, Eugenio Montes,
Gerardo Diego, Pedro Salinas, etc. Llena la prensa diaria. Para
su uso politico puede verse JUAN F. GARCÍA SAN"roS, Lézico 11 política
ds lG segunda república, Salamanca, 1980.
20 En el español de América, la marcha del anglicismo que nos
ocupa ha sido muy cercana a la de la Península. Solamente encuentro ~os
vertientes de uso diferente y restringido. Una, en Chile, en el léxico del
deporte hípico, 'ocasión en que se realiza una serie de carreras' (LIDIA
c:lOHTBIBu, Bol8tín IRBtitueo FilologÍIJ Universidad de Chile, 1955-5·6).
y otra, cubana, en la locución pasmar un mitin, 'insultar'. (Véase
SoNu. DI: LAM", El laabla Cltba7LIJ en las estampas de Eladio SeCIJdes~
122 ALONSO ZAMORA VICENTJ!l FIL. XXI, 2

Alcance de uso popular y familiar bien distinto, de uso


frecuentísimo en los años anteriores a la guerra civil y hoy
en franca retirada es el de la locución dar el mitin, armar u
organizar el mitin, derivada con facilidad de la realidad social
de los mítines políticos. Equivale a 'provocar escándalo, armar
jaleo a base de palabrería, discursos, etc.' ... A veces se em-
plea aisladamente la palabra mitin y entonces equivale a 'escan-
dalera, bullicio exagerado'. Fue expresión muy abundante
en la lengua coloquial madrileña. 21 Carlos Arniches la utiliza en
alguna ocasión: "Y agarra las dos camisas que s'ha hecho pal
trusó y el retrato del prometido y se marcha por toa la vecindaz
a darle el mitín a too el que encuentra" (Hora mala, 1922).
(Es muy probable que ese mitín sea una exageración de vul-
garismo, de quebrantamiento de la norma.) En 1920-1924, la
frasecilla logra la total consagración literaria con Ramón del
Valle Inclán, que la utiliza en Luces de bohemia: "La portera:
Usted ha venido aquí a dar un mitin y a soliviantar a estas
pobres mujeres, que harto tienen con sus penas y sus deudas".22
En 1952, Díaz Cañabate, en la Historia de una tertulia, recuerda

HCalif, 60, septiembre 1977, p. 522.) No he encontrado esta locución en


los repertorios cubanos usuales. En cuanto al uso político, la fr~cuencia
de la voz es general en Hispanoamérica, y paralela a su vida en España
(menos la locución dar el mitin, de la que no tengo segura constancia).
La recogen los vocabulistas y lexicólogos (Amunátegui Reyes, Segovia,
Morínigo, Oroz, V. M. Suárez, M. Hildebrandt, Restrepo, J. M. Benítez,
Arturo Cancela, Mejía Nieto, M. Aguinis, M. A. Asturias, Max Henrí-
quez Ureña, etc.) Su integración en el léxico español está totalmente
conseguida.
~1 La frasecilla está registrada en el Diccionario de uso de María
Moliner, 1967: "Hablar en alta voz y vivamente, o en tono polémico o
de propaganda, gritar en sitio donde se llama la atención de la gente".
El Diccionario Ma,nual de 1983, primera aparición académica de la frase,
es más certero: "fig. y fam. Armar escándalo".
:!:! Clásicos Castellanos, CLXXX, p. 150. La voz existe por igual
en francés, italiano y portugués. El paralelismo francés en la evolución
de la palabra puede verse comprobado en los datos de JEAN DUBOIS,
Le vocabulaire politique et social en France de 1869 a 181~. En Italia se
registra hacia 1870. También hacia las mismas fechas se documenta
"mitingaio, l'oratore, il frequentatore dei comici, ma con sen so di spregio;
eloquenza mitingaia, di molto rimbombo e conforme aUa pasione popolare"
(Cl1Irlo Battisti-Giovanni Ales8Ío, Dizionario etimologico italiano, s. ,,).
También el portugués meetingueiro está próximo al anterior: "Aquele
que frequenta comicios ou costuma falar neles" (FIGUEIREDO). Un oca-
sional espafiol mitinero tiene valores parecidos.
Mitin, dar el mitin 123

el comportamiento de Rafael El Gallo y sus famosas espantás:


"Salió un toro pequeño y bravo. .. pero Rafael no quería ni
verlo. En cuanto salió con la espada y la muleta, José se dio
cuenta de que iba a dar el mitin . .. " (p. 265). Carmen Laforet,
en La isla y sus demonios (1952, p. 58), vuelve sobre la frase:
"Es una mujer de esas que dan mítines y cosas así ... " Más
adelante, Joaquín Calvo Sotelo reduce la expresión y limita
mitin a 'escándalo, palabras alarmantes, vana e interesada
conversación': "¡ Basta ya de mítines, señor Loredo! El con-
curso del millón de mantas se ha ganado sencillamente porque
nuestros precios son inferiores a los de la competencia" (El
inocente, 1968, p. 151). En estos ejemplos, aún reconocemos,
medio siglo largo por medio, la advertencia señalada por J.
Castellanos en 1907: "Todo meeting tenía un final previsto
de pedradas y garrotazos". Suavizada la forma externa de la
pelea, la polémica, el alboroto sigue presente en la expresión,
aunque sea convertidos en socorrida metáfora. De todos modos,
la palabra que inicia su vida en España en los años complejos
que siguen al destronamiento de Isabel 11, se afianza con las
luchas políticas de la Restauración y de sus diversos sectores
de opinión.
ALONSO ZAMORA VICENTE
Real Academia Española
¿DIABLO O POBRE DIABLO?
SOBRE UNA REPRESENTACIÓN TRADICIONAL
DEL DEMONIO EN EL SIGLO DE ORO

Los adelantos de los estudios antropológicos, el interés


creciente de los historiadores por las investigaciones sobre
creencias y prácticas religiosas, y también cierta moda de la
demonología contribuyen igualmente desde hace algunos dece-
nios a imponernos la idea de que imperara en el Siglo de Oro
una representación terrorífica del demonio. El demonio en que
creían los súbditos de los Austrias se nos aparece como mons-
truo de aquelarre, parecido al de las visiones alucinadas .de
Goya. Y llegamos a preguntarnos cómo consiguieron los hom-
bres que vivieron en aquellos tiempos soportar la oleada de
miedo que desencadenaron los predicadores sobre la Europa
renacentista y barroca.
Andamos muy cerca de olvidarnos de que existió en la
España de los siglos XVI y XVII otra representación del demo-
nio, representación muy distinta, mucho más familiar y mucho
menos inquietante. Esta representación tradicional asoma en
cantidad de textos, textos de comedias en especial, lo cual
no sorprende dado que la comedia del siglo XVII es inagotable
repertorio de materiales tradicionales. Y más concretamente,
por obvios motivos, en las comedias de santos que refieren
con una ingenuidad que le chocaba a Menéndez Pelayo 1 -hijo
del Siglo de las LuceS al fin- los maravillosos combates de los
santos contra el enelDigo malo. Destacar los elementos esencia-
les de esta representación es el primer objeto del presente
estudio.
El que imponen los textos al primer examen es el aspecto
fisico del diablo, aspecto al que se refieren con regularidad.

1 LoPB DB VIiIGA, OlwlJ8, B. A. E., 186, p. 24.


126 MAXIME CHEVALIER FIL. XXI, 2

Sabido es que al diablo, así como a los seres demoníacos en


general, se le conoce por los pies, convicción básica que igual-
mente reflejan la comedia 2 y la novela. a El demonio tiene pies
--o patas- disformes: es el "patituerto" que dice el capigorrón
Penuria en El casamiento por Cristo, 4 el "ángel patudo" que
dice el gracioso Cosme de La dama duende. 5 De tal desgracia
se originan cantidad de apodos que llueven menudos sobre el
demonio. "Pateta" y "Patillas" quedan registrados por los dic-
cionarios: "Pateta", pronuncia el Diccionario de Autoridades,
es "apodo que se da al cojo o que tiene algún pie o pierna
tuerta, o encogida"; "Patillas", según el mismo diccionario,
es "nombre que vulgarmente se da al demonio, sin duda porque
comúnmente le pintan con unos pies o patas muy disformes
y feas".6 Pero los lexicógrafos andan lejos de agotar la riqueza
de los apodos que cargan sobre el demonio: alguna vez "pies de
cabra" 7 o "ángel con pies de avestruz",8 con más frecuencia
"patas de águila" 9 y sobre todo "patas (o pies) de gallo".lO
Lindo bestiario éste, por cierto, pero que nada tiene de escan-

2 LoPE DE VEGA [?], Fray Diablo y el diablo predicador, In, Acad. N.,
11, p. 219b. Calderón, La dama duende, 11, B. A. E., VII, p. 180b.
a RODRIGO FERNÁNDEZ DE RIBERA, El Mesón del Mundo (1631), Ma-
drid, Legasa, 1979, p. 84.
4 LoPE DE VEGA [?], El casamiento por Cristo, 11-111, A cad. N.,
11, p. llb Y 25b. -
5 La dama duende, 11, B. A. E., VII, p. 180b. Compárese GoNZAW
CoRREAS, Vocabulario de refranes, ed. Louis Combet, Bordeaux, 1967,
p. 55a: "Ángel patudo, que quiso volar y no pudo".
11 Patillas aparece en Lope de Vega [?], El saber por no saber,
11, B. A. E., 186, p. 364a, y con mayor frecuencia en ANTONIO ENRÍQUEZ
GÓMm, El siglo pitagórico (1644), ed. Charles Amiel, Paris, 1977, p. 47,
196 Y 202.
7 LoPE DE VEGA, El dómine Lucas, 111, Acad. N., XII, p. 87a.
8 LoPE DE VEGA, El lacayo fingido, 11, Acad. N., VII, p. 88b.
"El de las patas de avestruz", escribe LOPE .DE RUEDA en la Comedio.
Eufemia ("Clásicos Castellanos", núm. 5'9, p. 46).
9 JUAN DE TI MONEDA, Comedia Cornelia (1669), Obras. JI, "Biblió-
filos Españoles", XXI, p. 357. LoPE DE VEGA, El favor agradecido, 11,
A cad. N., V, p. 498b; Juan de Dios y Antón Ma-rtín, 11, B. A. E., 186,
p. 310b. "Este ángel de los pies aguileños", escribe VICENTE ESPINEL
en la Vida del escudero Marcos de Obregón ("Clásicos Castalia", núm.
45', p. 109).
10 FERNÁNDEZ DE AVELLANEDA, Don Quijote, "Clásicos Castellanos",
núm. 176, p. 166. LoPE DE VEGA, El ceballero de Olmedo, 111, B. A. E.,
XXXIV, p. 379c; Les famoses asturianas, 11, B. A. E;, XLI, p. 476b;
La. Dorotea, Castalia, 1967, p. 169. Lop¡: DE VIIGA [?], La devoción d.'
Representación tradicional del demonio en el Siglo de Oro 127

daloso en época que tan alegremente hace mofa de tullidos y


lisiados. Convengamos con todo que tanto apodo jovial implica.
más que temor reverencial, por lo menos cierta ruda fami-
liaridad.
Mención aparte merece el Diablo Cojuelo, "que es más
ligero", según afirma el refrán, 11 y que los españoles de los
siglos áureos no parecen haber tomado muy en serio, a pesar
d~ que aparece en varios conjuros de hechiceras.l2 De "juglar"
lo' califica en 1532 la hechicera de Madridejos Marí Fernán-
dez; 13 de "Diablillo Coj uelo", diminutivo que parece tener
valor hipocorístico, Francisco de Rojas Zorrilla; 14 como pa-
deciendo almorranas le presentan unas seguidillas compuestas
o recogidas por Vélez de Guevara, sobre las cuales hemos de
volver a continuación. 10 Los redactores del Diccionario de Auto-
ridades lo definen prudentemente como "diablo enredador o
travieso". No parece aventurado estimar que buena parte de
los españoles del siglo XVII hayan considerado al Diablo Cojuelo
como buena persona, como personaje gracioso, si no simpático.
Los textos, tan ricos en detalles sobre los pies del diablo..
no se olvidan de su cara. Esta no le da aspecto más agraciado,
ni más reverendo, que sus patas. El diablo aparece como "tos-
tado" y ''tapetado'' en el Auto de la paciencia de Job; 16 más.
concretamente como 'tiznado" en una comedia de Lope y en

rosa.rio, 111, Acad. N., 11, p. 115a. TIRSO DE MOLINA, Doña Beatriz de
Silva, 111 (ObrlUl dramáticas completas. 11, Aguilar, 1952, p. 905b) T
Lo, ventura con el nombre, 111 (Obras, 111, Aguilar, 1958, p. 988a)_
DAMIÁN SALUSTIO DEL POYO, La pr6spera fortuna de Ruy López de Á va-
los, 1, B. A. E., XLIII, p. 443c. JOSEF DE VALDIVIELSO, Auto sacramental
del Hijo '[n'ódigo, B. A. E., LVIII, p. 226b.
11 Correas, Vocabulario de refranes, p. 94a.
12 Sobre este punto véanse RODRÍGUEZ MARÍN en el prólogo a su
edición de El Diablo CO;1Ulo ("Clásicos Castellanos", núm. 38, p. XXVIII-
XXXI) y JULIO CABO BARIOJA, Vidas mágicas e Inquisición, Madrid,
Taurus, 1967, 11, p. 64-66.
13 Rodríguez Marín, op. cit., p. XXXI.
14 El más imJWopio verdugo por la más justa venganza., 1, B. A. E .•
LlV, p. 172a.
111 Sobre el Diablo Cojuelo en el teatro de Fernán González de
Eslava, véase FamA WBBBR DE KUBLAT, Lo c6mico en el teatro de Fernán
GoIuáIa de Eslava, Universidad de Buenos Aires, 1963, p. 209-216.
18 B. A. E., LVIII, p. 32.
128 MAXlME CaEVALIER FIL. XXI, 2

El siglo pitagórico de Antonio Enríquez Gómez 17 - y hasta


en La Hispálica, poema épico en el que es calificado Luzbel de
"rey tiznado" 18_, como es lógico en un ser que anda rondando
las calderas del infierno. Con más frecuencia se le califica
de "tiñoso" en las comedias de santos de Lope y, sus émulos, 19
y todavía en un auto sacramental de Calderón: 20 el apodo no
se justifica en este caso por ninguna actividad material del
demonio, es insulto puro, puesto que según las convicciones
tradicionales de España (y lo mismo las de otros países)
padecer tiña es oprobio, y no enfermedad. Tiñoso, explican
los redactores del Diccionario de Autoridades, "en el estilo
familiar se usa como apodo del diablo, para hacer desprecio
de él". Por fin, insulto supremo en tiempos en los que tanto se
aprecian las señas exteriores de la virilidad, el diablo es des-
barbado, es decir capón:
[ ... ] estamos muy sentidos de los potajes que hacéis de noso-
tros, pintándonos [ ... ] malbarbados siempre, habiendo diablos
de nosotros que podemos ser ermitaños y corregidores.21
y lo mismo digo de los diablos, que todos son capones,
sin pelo de barba y arrugados [ ... ] ..22
Mas sin duda que es legión
de Satanases capados,
pues dicer. - que desbarbados
todos los demonios son. 23
Con todo, el carácter predominante en esta representación
burlesca del demonio es la jocosidad, jocosidad que se mani-
fiesta en la variedad de nombres familiares qu~ le impone al
demonio la tradición española. El más famoso en la época
17 Juan de Dios y Ant6n Martín, U, B. A. E., 186, p. 30l>a y 310a.
El siglo pitagórico, ed. cit., p. 47 (Utiznadillo") y 202~
18 LUIS DE BELMONTE BERMÚDEZ, La Hispálica, 1, ed. Pedro Piñero
Ramírez, Sevilla, 1974, p. 14a.
19 LoPE DE VEGA, El '1'Ú8tico del cielo, U-UI, B. A. E., 186, p. 433b
Y 455. LoPE DE VEGA [7], La devoción del rosario, 111, Acad. N., 11, p. 115a;
Santa Casilda, 111, A cad. N., 11, p. 591b.
20 El primer refugio del hombre, Autos sacramentale8, Aguilar,
1959, p. 975a. El mismo calificativo en El siglo pitaglYrico, ed. cit., p. 47
Y 202.
21 Quevedo, El alguacil endemoniado, "Clásicos Castalia", núm. 50,
p. 96.
22 Quevedo, Sueño del infierno, ibíd., p. 135.
23 Púsoseme el 801, sali6m.e la luna, UI, A cad. N., IX, p. 26b.
Representación tradicional del demonio en el Siglo de Oro 119

áurea fue sin duda el de Pero Botello, Botero o Gotero, aunque


el origen del apodo y su misma forma quedan igualmente inde-
cisos. Pero Botello escriben Covarrubias y Correas, grandes
conocedores de la tradición y del léxico, aunque no están de
acuerdo sobre el origen de tal denominación:
Caldera de Pero Botello, se toma por el infierno; fúndase
en algún particular que yo no alcanzo; sospecho debía ser
algún tintorero caudaloso que hizo qualque caldera capací-
sima. 24
En las ollas de Pero Botello. En las calderas [ ... ]
Tómalas el vulgo por tinas infernales de fuego y penas.
Dicen que comenzó de un rico hombre de pendón y caldera,
'después Maestre de Alcántara, que desbarató muchas veces
a los moros con varios ardides, y coció muchas cabezas de ellos
en unas grandes calderas, y sería para presentarlas; y dicen
que los despeñaba en una sima u olla muy profunda. 25
Pedro Botero escribe Tirso de Molina, 26 forma que tam-
bién.prefiere el Diccionario de Autoridades y que Cejador pro-
pone explicar por las ocupaciones del demonio. 21 Por fin tam-
bién aparece la forma Pero Gotero en La entretenida, la dueña
y elsopl6n. 28 Pero, con ser el nombre más constantemente docu-
mentado en el siglo XVII, dista mucho de ser el único: Martín,
que ya aparece en el ejemplo XLV de El conde Lucanor, 29
también sería de uso corriente, aunque no 10 documenta ninguno
de los textos que conozco, Toribio sale en La Dorotea, 30 y nos

.24Covarrubias, Tesoro de la lengua castellana, p. 268b. •


25 Correas, Vocabulario de refranes, p. 618b. "El caldero de Pero
Botello" escribe también fray JUAN DE PINEDA, Diálogos familiares de
la agricultura cristiana (1589), B. A. E., 169, p. 320b.
28 Lo. Samta Juana. Primera parte, 111 (Obras dramátieas completas.
1, AguiJar, 1946, p. 679b) Y El laberinto de Creta (Obras, IU, AguiJar,
1968, p. 130Ba).
:!7 "Caldera de Pero Botero. Se llama vulgar y jocosamente el in-
fierno. Covarrubias le llama Pero Botello y sospecha debió de ser algún
tintorero, que hizo algunfl caldera grande más de 10 regular" (Autori-
da4U8). "Pero Botero, Satanás, que así le llaman por andar entre pez,
como los boteros" (nota de Julio Cejador al texto de Las zakurdas de
Plut6ft, "Clásicos Castellanos", núm. 31, p. 111. nota).
28 "Clásicos Castellanos", núm. 66, p. 190 Y 243.
211 V6ase DANIEL DEVOTO, lntrodv~ al e8tudio de Don Juan Ma-
..... Paria, Ediciones Hiapano-amerieanas, 1972, p. 450.
10 La Dorou,., ed. cit., p. 191.
130 MAXIMECBEVALIER FIL. XXI, 2

proporciona Francisco de Rojas en El pleito que tuvo el diablo


con el cura de Mad:rUejos una retahila de apodos, cuyo carácter
tradicional resulta a veces dudoso:
Los nombres de los que son
en una y otra legión
cabezas son los siguientes:
Brazo de hierro, el Mudillo,
Ropa suelta, Galfarrón,
Barrabás, Moscón, Soplón,
Belón y el Corcobadillo,
Ojazos, Zumba, Asmodeo,
Pies de cabra, Montañés,
Maleado, Dragón sin pies,
Robador del buen deseo,
Uñas largas, Tragahombres,
Serpentín y Bacíabotas.
Ellos andan de chacotas,
pues se ponen tales nombres. 31
Dejando aparte su físico grotesco, que también es mani-
fiesto en las artes plásticas, 32 y los apodos que le merece, ¿ en
qué se ocupa el demonio? Se entretiene en pasatiempos comu-
nes y familiares. Como cualquier hombre honrado, juega a la
pelota. Antigua tradición ésta, que ya asoma en 108' versos
de Berceo y del marqués de Santillana 33 y vuelve a aparecer en
razonable cantidad de textos del Siglo de Oro: a los fragmen-
tos ya recordados por Daniel Devoto del padre Valderrama,
del Quijote y de Bellaco sois, Gómez, añadamos algún otro de
El.crotal6n, de El Hamete de Toledo y de El siglo pitagórico. 34
Verdad es que le sirven de pelotas los condenados, pero este

31 El pleito que tuvo el diablo con el cura de Madrilejos, suelta,


B. N. M. T 6376,· acto 11.
32 Véase el sugestivo estudio de JULIó CARO BAROJA, "Infierno y
humorismo. Reflexión sobre el arte gótico y fo!klore religioso", R. D. T. P.,
XXII, 1966, p. 26-40.
33 DANIEL DEVOTO, "Don Juan Manuel y El condenado por descon-
fiado", Textos y contextos. Estudios sobre la tradición, Madrid, Gredos,
1974, p. 133-134.
34 El Crotal6n, N. B. A. E., VII, p. 259a. LOPE DE VEGA, El Hamet6
de Toledo, 111, A cad. N., VI, p. 207a. El siglo pitagórico, ed. cit., p. 163.
Un cuento sevillano de primeros años del siglo XVII presenta al diablo
jugando a las barras (JUAN DE ARGUIJO, Cuentos, Diputación Provincial
de Sevilla, 1979, núm. 314a).
Representación tradicional del demonio en el Siglo de Oro 131

detalle inquietante apenas si altera el cuadro pacífico que re-


presenta un juego cotidiano.
En eso no para la representación antropomórfica del de-
monio, pues saben todos los españoles de los siglos áureos que
el diablo, como tantos mortales, es casado. Cuando se levanta
un viento de tormenta, dicen las viejas que el diablo se casa. 3li
De esta creencia se origina una comitiva burlesca que más de
una vez debió recorrer las calles de ciudades y pueblos y en
3.lguna ocasión salió al tablado del teatro: "sale una hoda
de diablos", dice una acotación al texto de El ganso de oro.36
y el diablo casado tiene hijos, como es lógico: "Tanto quiso
el diablo a su hijo que le quebró el ojo", enseña el refrán. No
parece cierto que este refrán, a pesar de lo que alega Mal
Lara -"Fíngese que el demonio, cuando un tiempo fue casado,
alcanzó a tener un hijo, y queriéndolo mucho, determinó de
menearlo tanto y hacerle tantos regalos que con una uña
de aquellas que fingen que tiene, le sacó el ojo" 37_ recubra
auténtico cuento tradicional, puesto que no aparece huella de
tal cuento en la tradición oral española. Más bien se tratará de
saludable advertencia a los padres, según explica Covarrubias:
"Tanto quiso el diablo a su hijo que le sacó un ojo", díjose
por los que indiscretamente y como bárbaros regalan a sus
hijos, de manera que son ocasión de algún desastre".38 Pero
este refrán tan difundido, que ya apunta Francisco de Espinosa
y recoge Correas, 39 lleva consigo la representación elocuente
de un diablo casado. Representación elocuente porque conduce
a imaginar al diablo en posturas ridículas como las que ofrecen
unas seguidillas recogidas (o forjadas) por Vélez de Guevara:
Lucifer tiene muermo,
Satanás, sarna,
y el Diablo Cojuelo
tiene almorranas.
Almorranas y muermo,

3:1 LoPE DE VEGA, 1.a octava maravilla, 1, Aoad. N., VIII, p. 257b.
38 LoPE DE V!ÍGA, El ga1l80 de oro, 1, A cad. N., 1, p. 162a.
37 Filosofía vulgar, "Selecciones Bibliófilas", Barcelona, 1958-1959,
IV, p. 28.
31! Tesoro de la lsngua castellana, p. 468a.
39 FRANCISCO DE ESPINOSA, Refranero (1627-1647), Bo!etb, de la
Real Academia Espaiiola. Anejo XVIII, p. 201. Correas, Vocabulario de
relTOftll8, p. 494&.
132 MAXlME CHEVALIER FIL. XXI, 2

sama y ladillas,
su mujer se las quita
con tenacillas. 40
Representación elocuente sobre todo porque, según la t:ra.-
dición de los refranes y cuentos, el casado no puede ser peligroso.
Lo proclama el conocido ejemplo del garzón que quería casar
con tres mujeres, del Libro de Buen Amor, 41 relato que no se
había olvidado en la España de los Austrias, pues que es va-
riante de él la fábula moral debida a un amigo de Mal Lara
que el sevillano inserta en su Filosofía vulgar bajo el lema
del refrán "Casarás y amansarás", 42 Y puesto que evidente
huella de él guardan dos refranes recogidos por el maestro
Correas: "Casado te veas, molino" 43 y "Molinillo, casado te
veas, que ansí rabeas".44
Más sabríamos sobre la vida privada del diablo si pose-
yéramos las "coplas de cuentos / del diablo" a las que se refiere
un dramaturgo -¿Lope de Vega?-.45 Pero de estas coplas
no he hallado rastro, y de los cuentos del diablo, relativamente
numerosos y bien documentados en la tradición moderna, ape-
nas si percibimos huella en los textos de los siglos XVI y XVII.
Nos dice Lope ~tra vez Lope- que una vieja engañó a los
demonios, pero sin entrar, desgraciadamente, en más deta-
lles. 46 Pueden referirse estas .palabras lo mismo al cuento de
la mujer que le encargó al diablo una tarea imposible -la
de enderezar un pelo rizado por ejemplo (cuento tipo 1175)-
o al cuento de la mujer que le enseñó al diablo un animal desco-
nocido (cuento tipo 1091), igualmente documentados en la
tradición española contemporánea. 47 Pero, teniendo en cuenta
un fragmento de la Filosofía vulgar según el cual resulta fácil

+O El Diablo Co.iuelo., "Clásicos Castellanos", núm. 38, p. 121. En


postura más penosa aún presenta a un diablillo la Caraiicomedia (Can-
Cionero. de obras de burlas, Madrid, Akal, 1974, p. 181).
41 Libro de Buen Amor, 189-196.
42 Filo.So.fía vulgar, ed. cit., 1, p. 376-381.
43 Vocabulario de refranes, p. 374b.
44 Vocabulario de refranes, p. f,58a.
45 LoPE DE VEGA [?], Pedro de UrdemalaB, II, Acad. N., VIII, p. 411a.
48 Quien ama no haga fieros, 1, A cad. N., XIII, p. 405a.
47 Una versión del cuento tipo 1175 aparece entre los ContOIl Po.PU-
larell da provincia de Lugo, Vigo, Galaxia, 1972, núm. 96; una versión
del cuento tipo 1091 entre los Cuentos tradicionales asturiilnos recogidos
por CoNSTANTINO CABAL, Madrid, Editorial Voluntad, s. a., p. 114-118.
Representación tradicional del demonio en el Siglo de Oro 133

expulsar al demonio del cuerpo de un poseído, puesto que basta


con decirle que le van a casar, 48 inclinaría más bien a opinar
que el cuento en que piensa Lope es el de la suegra del diablo,
mujer astuta que consigue encerrar al demonio en una redoma.
Habiéndose libertado, se mete éste en el cuerpo de una linda
princesa del cual se niega a salir hasta el momento en que
imaginan de contarle que ya llega su suegra, ardid que ahuyenta
al enemigo malo. 49
- ¿A qué sorprendernos de este triunfo y de algunos otros
-a buen seguro que el cuento del herrero que apalea al de-
monio (cuento tipo 330 A), tan difundido en la tradición espa-
ñola contemporánea, viviría ya en la España de los Austrias,
y que el diablo de Papefiguiere a quien engañó un villano al
repartir la cosecha, si hemos de creer a Rabelais (cuento tipo
1030), no sería propio de la tradición francesa en el siglo
XVI-, cuando sabemos que 108 poderes del diablo son limitados,
y limitados en la forma más grotesca? Así lo afirman refranes y
relatos familiares, que por una vez se meten en teologías, y no
de las peores. "Levantan las viejas que San Pedro hizo abejas,
y el diablo por contrahacerle hizo avispas" dice una frase
proverbial recogida por Correas. 5O Más explícita aún, afirma
una tradición antigua que recuerdan Lope de Vega en La con-
tienda de Diego García de Paredes, Tirso de Molina en Siempre
ayuda la verdad y una composición poética de incierto autor,
que queriendo el demonio imitar a Dios creando hombres, sólo
consiguió crear monas/;1 Verosímilmente ofrecería más ejem-
plos la tradición antigua, puesto que las encuestas folklóricas

48 Filosofía vulgar, ed. cit., 1, p. 382.


49 La versión más conocida del cuento (tipo 1164A) es la que
recogió FERNÁN CABALLERO, Cuentos y poesías populares andalu.zas,
B. A. E., 140, p. 108-113.
so Vocabulario de refranes, p. 214b.
51 LoPE DE VEGA, La contienda de Diego García de Par6des, 1,
B. A. E., 216, p. 294b. El texto de Siempre ayuda la verdad, 11, texto de
dudosa atribución, igualmente se puede leer entre las comedias de Tirso
(Obras, ed. cit., 111, p. 477) Y entre las de Ruiz de Alarcón (B. A. E.,
XX, p. 236c). El aludido texto poético, "En alabanza de la cola o rabo",
de dudosa atribución también él, se puede leer en las Obras de
GtJTIERRE DE CETINA, Sevilla, ed. Hazañas y la Rúa, 1896, 11, p. 72-73.
Dieha tradición no es propia de España, como es lógico: por lo que es
de Francia, véase Paul Sébillot, Le folklore d. France, 111, p. 3-5, 72,
217, 266, 300, 339, 355, 367, 443.
134 MAXlME CUEVALIER FIL. XXI, 2

del siglo xx revelan variedad muy superior de tales paralelis-


mos: Nuestro Señor creó el cerdo, el diablo el erizo; Nuestro
Señor creó el buey, el diablo el caracol, etc. ó2
Acarreaban, pues, los cuentos y refranes una representa-
ción del diablo radicalmente distinta de la que propagaban
los predicadores. Convivirían en el Siglo de Oro dos imágenes:
la de un diablo terrorífico y la de un diablo que no pasaba de
ser un pobre diablo. Esta convivencia no se le escapó al profe-
sor Delumeau en su admirable libro sobre La, peur en Occident:
"el diablo popular también puede ser un personaje familiar,
humano, mucho menos temible de lo que asevera la Iglesia, y
tan cierta es la cosa que con facilidad consiguen burlarle. Así
aparece él en muchos cuentos del campo".53 A primera vista
parecen estas frases confirmar lo expuesto más arriba. Pero
reflejan, al emplear las palabras popular y cuentos del campo,
una disyunción de la que me permito disentir. Más adecuado
sería decir, tratándose del siglo XVI y de buena parte del XVII,
tradicional y cuentos tradicionales. Porque los cuentos tradicio-
nales que en nuestro siglo xx son en efecto, en las áreas en que
siguen viviendo, cuentos campesinos y cuentos de campesinos,
fueron en aquella época patrimonio común de una sociedad
entera. Creo tener demostrado que los cuentos que hoy solemos
llamar folklóricos y que han -venido a ser andando el .tiempo
privativos de pueblos y aldeas, eran conocidos en la España
del Siglo de Oro por médicos, catedráticos, frailes, beneficiados
y caballeros, y penetraban hasta la corte del rey Felipe II.
Sólo más tarde -¿ a partir de fines del siglo XVlI?- se exclu-
yeron de las mansiones señoriales, de las casas de ciudadanos
adinerados y de los círculos cultos. Fácilmente se podría de-
mostrar lo mismo por lo que es del París de los Valois y de la
corte de los primeros Borbones. Los cortesanos de Luis XIII
saben mucho cuento folklórico, fenómeno de mayor alcance
que la moda del cuento de hadas de fines del siglo XVII y del
siglo XVUI, moda que propaga un cuento aséptico, moda super-
ficial que surge en un grupo elitista que está rechazando el

52 Véase ANTONI MA.lÚA. ALOOVER, Apleck de rondaies mallorquines


(colección publicada en Barcelona a partir de 1914), V, p. 25-27. Tam-
bién PAU BERTRAN y BROS, El rondall4ri eatald, Barcelona, 1909, p. 251.
53 JEAN DIlLUMEAU, La peur en Occi.de7lJt. XIVe-XVl1Ie BiSeles,
Paris, Fayard, 1978, p. 242.
Representación tradicional del demoJiio en el Siglo de Oro 136

cuento tradicional, ya considerado como trivial y propio de


niños y campesinos.
Pero este movimiento cultural apenas si se dibuja antes
de mfdiados del XVII. Hasta dicho momento las imágenes tran-
quilizadoras que difunden cuentos viejos y refranes protegen
de las imágenes terroríficas del demonio no sólo a los humildes
campesinos, sino también a los hidalgos y caballeros, y posible-
mente a buena parte de los propios clérigos.
No quiero defender la idea de que los españoles (o fran-
ceses) cultos creyeran que el diablo era casado: sería un
absurdo. Lo que sostengo es que convivieron, durante mucho
más tiempo de lo que solemos pensar, en las mentes de hombres
cultos y de analfabetos, de ciudadanos y campesinos, de caba-
lleros y braceros unas representaciones tradicionales y unas
representaciones nuevas. Estas, precisamente por el hecho de
ser nuevas, no debieron gozar inmediatamente de gran prestigio:
sabido es que la palabra novedad no suele afectarse de signo
positivo en la España del Siglo de Oro. Pero sobre todo parece
imposible que las representaciones antiguas no opusieran ba-
rrera protectora a las nuevas y no las contaminaran en alguna
manera. Así se explicaría que no todos nuestros antepasados
hayan padecido desequilibrios mentales al escuchar la predi-
cación terrorista en honor en la Europa barroca. 54

64 Sospecha el profesor Delumeau (en entrevista publicada en el


periódico Le Monde, 29-30 de abril de 1984) que más de un cristiano
debió pensar que los predicadores iban exagerando. Ni qué decir tiene
que son muy pocos los textos que documenten tal escepticismo en la pri-
mera mitad del siglo XVII. Por su carácter excepcional recordaré aquí una
anécdota apuntada en Sevilla entre 1619 y 1624 (Juan de Arguijo,
Cuentos, ed. cit., núm. 250) :
El Conde de Palma estaba oyendo un sermón en el convento de
Nuestra Señora de los Reyes al padre Francisco de Soto, de la Compañía,
que dio unos días, y en ~special en aquel sermón, en atemorizar al audi-
torio con decir:
- Aquel Señor que está en el altar me está diciendo que algunos
de los que aquí me oyen no volverán a oírme otro sermón - con otras
amenazas semejantes de que las mujeres ya algo se angustiaban. Bajó
el Conde de Palma y dijo quedito a unas señoras que estaban delante
de él, muy afligidas:
- Señoras mias, no se angustien, que por mí lo ha hecho el padre
predicador, porque hago juramento a Dios de no oírle otro sermón en
tudoa loa dias de mi vida.
136 MAXIME CHEVALlER FIL. XXI, 2

Estas representaciones tradicionales se irían borrando


lentamente de las mentes de los que escuchaban los sermones,
y en primer lugar entre los habitantes de las ciudades. Según
avanza el proceso, más pesada se hace la predicación. Y cabe
preguntarse si la erosión progresiva del caparazón protector
que secretaban las viejas tradiciones no habrá inducido a parte
de los fieles a sacudir el yugo de una religión cuyo peso se
acrecentaría ya en forma insufrible.
MAXIME CHEVALIER
Universidad de Burdeos
HACIA UNA HISTORIA
DE LA LITERATURA MEXICANA

Una de las preocupaciones más constantes de los historia-


dores de la literatura hispánica, especialmente de quienes es-
criben sobre el ámbito americano, es buscar las características
comunes de la literatura del gran conjunto -aparentemente
heterogéneo- de las naciones de habla española. Corno contra-
parte, está también buscar las características que hacen de
cada literatura nacional o regional algo delimitable y distinto
de las otras literaturas escritas en español.
Ya en la actualidad, a partir del auge literario de Hispano-
américa en los años cincuenta, se acepta que la literatura del
mundo hispánico posee tanto rasgos comunes que la unen y le
dan cohesión, cuanto diferencias que la segmentan y la regio-
nalizan. En cambio, en la crítica y en la historiografía literaria
de los siglos XVIII, XIX Y de la primera mitad del siglo xx,
las polémicas, discusiones y argumentaciones sobre si las
literaturas hispanoamericanas eran o debían ser dependientes
o independientes respecto de la literatura española peninsular
se sucedían constantemente.
En la crítica y en la historia de la literatura mexicana
-a la que me voy a limitar- abundan los mismos argumentos
y prejuicios. Entre éstos, es común encontrar que el único·
camino que se reconoce y defiende como verdadero es el de
la filiación directa y sumisa a la literatura peninsular castellana
o, en el otro extremo, el llamado a romper con la tradición
hispánica.
Esta toma de posiciones antagónicas se da tanto en la
crítica, de carácter más bien descriptivista, que clasifica y da
noticia de la producción literaria, como en la de carácter más
bien normativo -abundante en los siglos XVIII y XIX-, que
intenta predeterminar y guiar la producción literaria, dictando
138 BEATRIZ GARZA CUARÓN FIL. XXI, 2

los criterios de contenido, estéticos y formales a los que debe


responder la "buena literatura". Como resultado, vemos que,
en el caso de México, abundan los criterios de un casticismo
extremo, los que censuran todo lo que se percibe contrario
al imperio español, los academicistas a ultranza, los antigon-
gorinos, y las posturas revolucionarias de distintas gamas que,
en los casos extremos, se lamentan de la filiación y parentesco
con lo peninsular hispánico, o que incluso se lamentan por no
haber sido colonia anglosajona.
Los problemas que llevaron a esta toma de posiciones
antagónicas se derivaron, en parte, de las circunstancias polí-
ticas, y, en parte, del desconocimiento de la propia literatura
de América. Las luchas de independencia en las diversas re-
giones de América constituyen, por supuesto, un factor esen-
cial. N o era posible que la mayoría de los escritores y de los
críticos dedicaran su tiempo y su energía a rescatar su pasado
próximo, sino que tenían que ocuparse intensamente en cola-
borarcon su pluma en la instauración y fortalecimiento de los
nuevos gobiernos independientes, o -como también sucedió--
en atacar los movimientos de emancipación y defender el viejo
imperio español.
En México se puede decir que la historiografía literaria
no empieza hasta el siglo XVIII. Antes, desde los primeros
años de la colonia, hay -como señala José Luis Martínez-
noticias varias y descripciones de las literaturas prehispánicas
y de la propia producción colonial: las crónicas y las historias
de escritores como Sahagún, Motolinía, Alba Ixtlixochitl, Si-
güenza y Góngora y Clavijero; pero no fue sino hasta las últi-
mas décadas de la colonia cuando se empezaron a emitir juicios
críticos y se emprendieron investigaciones historiográficas
propiamente dichas sobre la actividad literaria. l
La primera gran obra de historiografía literaria mexi-
.cana, la Biblioteca Mexicana de Juan José de Eguiara y
Eguren iniciada alrededor de 1735 y pUblicada en 1755, 2 es

lVéase "Historiografía de la literatura mexicana", NRFH, 5


(1951), pp. 38-39.
2 JUAN JOSÉ DE EGUlARA y EGUREN, Bibliotkeca Mexicana ft1Je
eruditorum hiBUJria 1Jiroum. .. Tomus Primus. Exhibens Litteras A B C,
Hexici, Ex nova Typographia in Acedibus Authoris editioni ejusdem
Bibliotheca destinata, MDCCLV. AGUSTfN MILLARES CARW hizo la tra-
Hacia una historia de la literatura mexicana 139

fruto de una fuerte reacción contra el desconocimiento que


había en España, y en general en Europa, de la literatura de
América. El teólogo y canónigo de la catedral de México,
Eguiara y Eguren, emprendió su obra llevado, como él mismo
dice, por la "indignación y cólera" que le produjo la lectura
de las Cartas latinas del deán de la iglesia de Alicante, Manuel
Martí, 3 quien, para disuadir a un adolescente que deseaba
trasladarse a la Nueva España escribe una "infamante nota
[ ... ], una --cito a Eguiara- injuria tan tremenda y atroz
a nuestra patria y a nuestro pueblo [ ... ] con que se ha pre-
tendido marcarnos [ ... ], para decirlo, en términos comedidos
y prudentes, hija tan sólo de la ignorancia más supina".4 La
injuria y la ignorancia efectivamente existían, y aún hoy sor-
prenden. Escribía Manuel Martí al adolescente:
¿A dónde volverás los ojos en medio de tan horrenda so-
ledad como la que en punto a letras reina entre los indios?
¿ Encontrarás, por ventura, no diré maestros que te instruyan,
pero ni siquiera estudiantes? ¿ Te será dado tratar con alguien,
no ya que sepa alguna cosa sino que se muestre deseoso de
saberla, o -para expresarme con mayor claridad- que no
mire con aversión el cultivo de las letras? ¿ Qué libros con-
sultarás? ¿ Qué bibliotecas tendrás posibilidad de frecuentar?
Buscar allá cosas tales, tanto valdría como querer trasquilar
a un asno u ordeñar a un macho cabrío. i Ea, por Dios! Déjate
de esas simplezas y encamina tus pasos hacia donde te sea
factible cultivar tu espíritu, labrarte un honesto medio de vida
y alcanzar nuevos galardones. Mas por acaso objetaras: ¿ Dónde
hallar todo eso? En Roma, te respondo. 6
Aunque Eguiara llevó a México desde España una im-
prenta para imprimir su propia obra, sólo alcanzó a publicar
un tomo con 782 referencias sobre autores e instituciones cul-
turales· de la Nueva España. Puesto que el interés principal

dueeión española de los prólogos con notas, bibliogrdía y una biografía


de Eguiara, publicada eón el título, Pr6logoB de la Biblioteca Mezicana,
Mbico, Fondo de Cultura Económica, 1944. Cito la 21/0 ed., de 1984, que
en adelante abrevio como Elfll.iara 1755.
II MANtlEL MAIrrf [CartCIB latinas] E,nstolarum libri XIl: Accedit
de _itAO aflet:tiof&illlUl liber, Mantuae Carpentanorum, apud Joannem
StuDieam, 1736.
4 Egviaro 1155, p. 68.
11 fbid., pp. 66-67.
140 BEATRIZ GARZA CUARÓN FIL. XXI, 2

de Eguiara era defender y dar a conocer al mundo los valo-


res de la Nueva España, su Biblioteca comienza con un exten-
sísimo prólogo que constituye una apología vigorosa de la
cultura mexicana: "La Nueva España -dice-, también
llamada España Magna y Reino mexicano, es la más ilustrada
de todas las regiones de América." 6 Uno de sus objetivos
más importantes fue mostrar los valores de las culturas indí-
genas y la capacidad intelectual de los indios de México, lo
cual cumplió con la pasión exagerada propia de quien se
defiende:
[Los nmos indios] aprenden más presto que los niños es-
pañoles y con más contento los artículos de la fe por su orden,
y de las demás oraciones de la doctrina christiana, reteniendo
en la memoria fielmente lo que se les enseña. [ ... ] No son
vozingleros, ni inquietos; no díscolos, ni soberuios; no injurio-
sos ni renzillosos, sino agradables, bien enseñados, y obedien-
tísimos a sus maestros. Son afables y comedidos con sus com-
pañeros, sin las quexas, murmuraciones, afrentas y los demás
vicios que suelen tener los muchachos españoles. [ ... 1 Son
con justo título racionales, tienen enteros sentido y cabe~a.
Sus niños hazen ventaja a los nuestros en el vigor de espíritu,
y más dichosa viveza de entendimiento y de sentidos, y en
todas las obras de manos.;
Aunque la Biblioteca mexicana resultó poco manejable,
porque Eguiara tradujo al latín no sólo el texto y los nombres
de los autores, sino también los títulos de las obras, ésta fue
la base sobre la cual bibliógrafos e historiadores posteriores
empezaron a estudiar y a dar a conocer la literatura novo-
hispana. Tal es el caso de José Mariano Beristáin de Souza,
quien aconsejado por Gregario Mayans y Sisear, en 1790 inició

6 Ibíd, p. 85. Según JosÉ TORIBIO MEnINA, Eguiara y Eguren


"registró todas las librerías que había en la ciudad, y entabló [ ... ]
'comercio literario' con los hombres doctos del país entero, solicitando
su concurso para la obra, y especialmente, con sus discípulos, que eran
muchos, y algunos de ellos colocados por entonces en situaciones promi-
nentes, logrando de este modo tener reunidos ya en 1747 datos acerca
de dos mil escritores de la América Septentrional", véase La imprenta
en México (1970), t. 1, pp. CCXXXVII-CCXXXVIlI, apud Federico Gó-
mez de Orozco en "Nota preliminar" a la ed. cit., de los Prólogos de
Eguiara y Eguren.
7 Ibíd., pp. 197-198.
Hacia una historia de la literatura mexicana 141

su investigación que publicó en 1816 bajo el título de Biblioteca


Hispanoamericana Septentrional. En ella consigna 3687 auto-
res novohispanos y aprovecha mil artículos de Eguiara (entre
impresos y manuscritos), y --como él dice- los "descarga,
los lima y los corrige", y les añade dos terceras partes".8
Como ya se ha dicho, en casi toda la historiografia mexi-
cana se evidencia una exagerada expresión de la propia ideolo-
gía, de acuerdo con la época y la facción política a la que haya
pertenecido cada autor. Así como Eguiara, en su afán de defen-
der lo autóctono, presenta un panorama idílico, Beristáin,
aunque también defiende lo nativo de América, como casticista
extremo, amante del imperio y enemigo acérrimo de la inde-
pendencia, exagera en sus desmedidos ataques a los revolucio-
narios y en su defensa a todo lo relacionado con Fernando
VII. Beristáin inicia su obra con la siguiente declaración de
dependencia de España:
Desde los remotos ángulos de la América boreal vuela
hasta los Reales pies de V. Mag. una obra, que no podría
haberse escrito, si los gloriosos progenitores de V. Mag. hubie-
sen pensado solo en extraer (como calumniosamente murmuI'an
los enemigos de España) de estas regiones el oro y la plata
de sus minas, en hacer un comercio iniquo, y en observar una
política tirana y mezquina. De justicia, Señor, debe consa-
grarse esta Biblioteca al heredero legítimo de aquellos prínci-
pes, que fomentaron baxo la zona torrida los estudios y las
ciencias, y supieron formar en ella, no Colonias miserables,
sino un nuevo imperio, que sirviese eternamente de honor y de

8 JOSÉ MARIANO BERISTÁIN y SOUZA, Biblioteca Hispanoamericana


Septentrional o catálogo y noticia de los literatos, que nacidos, o flore-
cientes en la Ammca septentrional española, han dado a luz un escrito
o lo han dejado preparado para la prensa, México, Imprenta de la calle
de Santo Domingo y esquina de Tacuba, 1816-1821. Utilizo la edición
facsimilar de la obra de Beristáin, publicada por la Universidad Nacional
Autónoma de México, Mbico, 1980, 3 ts. (Serie Bihlioteca del Clau8tro).
Es necesario aclarar que' nunca se publicó el 49 tomo de adiciones que se
menciona como ya aparecido en el prólogo a esta serie facsimilar, cfr.
t. 1. Consigna .Tosé Luis Martinez, que "Beristáin falleció en 1817 por lo
que no pudo cuidar sino el primer volumen de su obra. Los dos restantes
fueron impresos en 1819 y en 1821, gracias a un sobrino de Beristáin
Uamado Jos6 Rafael Enriquez Trespalacios Beristáin, que tuvo el des-
euido de omitir los An6nimos 'Y los Indices que formaban parte de la obra"
(ñue J'OÁ Luil lIartine&, art. cit., p. 40, n. 12).
142 BEATRIZ GARZA CUARÓN FIL. XXI, 2"

apoyo al ilustre, poderoso y antiguo, que habían heredado


de sus abuelos.9
Por otra parte, Beristáin muestra sin ninguna reticencia su
indignación profunda ante las ideas de los liberales, influidos
por los filósofos franceses, a quienes recrimina porque el mo-
vimiento de independencia en México sea un hecho inminente:
i Lograsteis al fin, lograsteis, émulos impíos y libertinos
de la católica España, introducir en su dócil, pacífica y pia-
dosa América la ponzoña y veneno de las pestilentes y funestas
máximas de la política anticristiana, para despojar a mi ínclita
nación con los cañones de· vuestras plumas, de las. ricas pose-
siones que no había podido quitarle la fuerza de los cañones
de hierro y de bronce! 10
Dentro de los avances metodológicos de Beristáin está el
haber ordenado sus amplios artículos bio-bibliográficos por
apellido, y no por nombre de pila como en la época de Eguiara.
A pesar de las inexactitudes en la reproducción de los títulos,
el desorden en las biografías y la desmesura en el lenguaje, el
gran mérito de la obra reside en haber hecho acopio de tantos
y tan diversos datos, permitiendo que los bibliógrafos .que le
siguieron pudieran, a partir de su información aclararla, am-
pliarla y aumentarla. Así, a los tres volúmenes que abarca
la obra de Beristáin, se añadió más tarde un cuarto que in-
cluye las adiciones de Félix Osores, José Toribio Medina, José
Fernando Ramírez, Joaquín García Icazbalceta y Nicolás
León.H Según señalan Pedro Henríquez Ureña, Luis G. Ur-
bina y Nicolás Rangel, Beristáin se valió también de obras
hoy perdidas, como una Historia de la literatura mexicana
de Azcárate y otra anterior del jesuita Agustín Castro.12
En pleno siglo XIX, en medio de guerras civiles y de luchas
continuas por la independencia contra las potencias expansio-
ni stas (España, Inglaterra, Francia y los Estados Unidos).

9 Beristáin 1816, en la Declaración inicial a Fernando VII.


10 Ibíd., véase el inicio del "Prólogo".
11 La edición completa de Beristáin, que incluye las adiciones de
los mencionados bibliógrafos, con el título Biblioteca kispanoannericana.,
fue publicada por la Librería Navarro, México, 1948.
12 Véase la Antología del Centenario. Estudio documentado de la.
"iiteratura meX'lCana -durante el 'fYhqner Siglo (te -tnaepenaenina, eCl. "Cle
JUSTO SIERRA, LUIS G_ URBINA, PEDRO HENRfQUEZ UREÑA y NICOLÁS
RANGEL, Imprenta de Manuel León Sánchez, México, 1910, t. 1, p.K.
Hacia una historia de la literatura mexicana 143

se escribieron las primeras historias literarias propiamente


dichas. Cabe destacar como obras valiosas, aunque de posicio-
nes ideológicas encontradas, la del culto liberal, cronista y
novelista, Ignacio Manuel Altamirano (1834-1893) Y la del
también ilustrado liberal, político republicano, poeta, perio-
dista y crítico, José María Vigil (1834-1893), por un lado.
Por el otro, está la obra del erudito, lingüista, filólogo y crítico
ultraconservador, Francisco Pimentel (1832-1893), Conde de
Heras, prefecto político de la ciudad de México en tiempos
del imperio de Maximiliano, fundador de la Academia mexi-
cana correspondiente a la Real Academia española (1875),
y miembro de muchas sociedades científicas nacionales e in-
ternacional~s.
Es bien sabido que Altamirano persiguió el objetivo de
hacer de la literatura un arma que ayudara a consolidar la
independencia. Quería formar una cultura nacional que sirviera
de eje para integrar a la dispersa sociedad mexicana. Ya
consolidada la república, en 1880 escribe Altamirano: "El pue-
blo no quiere ya verse obligado [ ... ] a dar un solo paso atrás
en la senda política que ha recorrido regándola con su sangre.
Intérpretes nosotros de esa voluntad manifestada de mil ma-
neras, llegamos a la vida de la publicidad periodística, firme-
mente resueltos a no separarnos jamás de esa línea de conducta
que nos imponen el deber y la convicción." 13 Se podría decir,
con Ruberto Batis, que Altamirano "quiere repetir en la litera-
tura el grito de Dolores, para llegar a un arte que revelara sí
su filiación con Europa, pero una novedad de forma y fondo,
criolla" .14
José María Vigil, también liberal y republicano, evalúa
los logros de la república en materia de producción literaria
y llega a conclusiones contrarias a las de Altamirano, que ni la
independencia de México por sí sola, ni el periodismo son
los medios indicados para que las letras prosperen. En su
artículo, "Algunas consideraciones sobre la literatura mexi-
cana" de 1876 dice:

13 La República, 16 de febrero de 1880, reproducido en Antología,


Mwco, Universidad Nacional Autónoma de México, 1981, pp. 126-126.
14 HUBE1'O BATlS, "La revista literaria El R6ftlJcimiento" en J. M.
ALTüllRANo, Cr6ftica.9 de la Somana, México, Instituto Nacional de Bellas
Artes, 1969, p. 14.
144 BEATRIZ GARZA CUAR6N FIL. XXI, 2

Consumada la independencia, parecía que la condición de


los hombres estudiosos iba a cambiar por completo; sin em-
bargo, [ ... ] la larga serie de disturbios intestinos han con-
tribuido a mantener un estado de cosas, que en realidad se
diferencia muy poco del antiguo [ ... ]. Por otra parte, estas
circunstancias excepcionales han impreso a los espíritus una
dirección altamente perjudicial para la literatura: hablamos
de la fiebre política y del consiguiente desarrollo del periodis-
mo. La necesaria agitación que aquella produce es por sí sola
más que suficiente para absorber del todo los espíritus, que no
tienen la tranquilidad necesaria para dedicarse a los estudios
profundos que exigen obras bien meditadas... L... ] El ca-
mino que el periodismo ha abierto a la juventud no puede
considerarse como un medio a propósito para que las letras
prosperen. 15
Además de sus múltiples artículos sobre diversos aspectos
de la historia literaria colonial y del siglo XIX, al morir en
1909, Vigil dejó inconclusa una historia general de las letras
de México. Su Reseña- histórica de la literatura mexicana, que
sólo alcanzó a llegar al siglo XVIII, 16 es un interesante, equili-
brado y amplio estudio de los tres siglos novohispanos.
Francisco Pimentel es el reverso político de figuras como
Altamirano y Vigil. De su obra, Historia crítica de la literatura
y de las ciencias en México, desde la conqu,ista hasta nuestros
días, Pimentel sólo alcanzó a publicar en 1885 lo referente
a los Poetas, que después corrigió y aumentó en una nueva
versión que se conoce como la Historia crítica de la poesía en
México (1892). Su otro estudio, Novelistas y ora-dores mexi-
canos, se publicó póstumamente, en 1904.J7 La obra de Pimen-
tel, aunque se puede considerar como la primera historia sis-
temática de la literatura mexicana, ha estado marginada de la

1~ El Federalista, México, 5 de octubre de 1876, reproducido en


JosÉ MARÍA VIGIL, Estudios sobre literatura mexicana, recopilación,
introducción y notas de Adalberto Navarro Sánchez, Guadalajara (Méxi-
co), Ediciones Et caetera., 1972, t. 1, pp. 33-35.
16 Publicada en la ed. cit. en la nota anterior, t. 2, pp. 397-442.
17 Historia crítica de la literatura y de las ciencias ... , Librerfa
de la Enseñanza, México, 18Sfi, que en adelante abrevio Pimentel 1885.
México, Historia crítica de la poeBÍa en México, Oficina de la Secretaria
de Fomento, 1892. Los otros escritos fueron publicados p6stumamente
por sus hijos en Obras completas de Fra:nei.co Pimentel; México, Tipo-
erafía Económica, 1904, 5 ts.
Hacia una historia de la literatura mexicana 146

mayoría de las historias de la literatura mexicana escritas


en el siglo xx. Una de las razones por las que la obra de
Pimentel cayó en descrédito, piensa José Luis Martínez con
sobrada razón, fue "su desafortunada inquina contra la poesía
de Sor Juana",18 que condenó por su marcado gongorismo y
extravíos poéticos. Así, la obra de Pimentel a la. vez da muestra
de su capacidad de investigación y de su amplia cultura, pero
~mbién de su dogmatismo y su intolerancia. Pensaba este
érudito conocedor de filosofía que la crítica debía aprobar lo
bueno y señalar y corregir lo malo. Ejemplos de su exagerado
antigongorismo y de su actitud dogmática son los siguientes:
"verdaderamente causa dolor ver ingenios como el de Sor
Juana, extraviados de esta manera",19 dice Pimentel cuando se
refiere al Primero Sueño. Cuando comenta Pimentel el soneto
de Sor Juana a un retrato, "Este que ves, engaño colorido, I
que del arte ostentando los primores / con falsos silogismos de
colores I es cauteloso engaño del sentido", lo aprueba e incluso
lo alaba, pero encuentra que tiene "un defecto notable, que
es la palabra silogismos; y si en su lugar -dice Pimentel- se
pusiera apariencias, quedaría una bella composición".20 Sus
juicios injustos y ásperos le valieron la crítica de sus contem-
poráneos y sucesores. Carlos González Peña, por ejemplo,
en su Historia de la literatura mexicana de 1928, utiliza explf-
citamente juicios de Pimentel, y, sin embargo, al hablar de él
sólo dice que era "hombre sin estilo, sin gusto ni discerni-
miento crítico; pero pueden dispensársele sus deplorables jui-
cios literarios, a trueque de la copia de noticias que logró alle-
gar".2l En efecto, a pesar de su rigidez y su negatividad ante
la literatura, los datos y los materiales que reúne Pimentel son
excepcionalmente valiosos y muchos han servido de base para
posteriores historias de la literatura. Hay que hacer notar
que Pimentel era cuñado del bibliógrafo Joaquín García Icaz-
balceta (1826-1894) y que, gracias al acceso que tuvo a la bi-
bloteca de este erudito, pudo allegarse tanta información.

18 Cfr. arto cit., p. 63.


111 Pime1ttel 1855, p. 171.
20 Ibid., p. 173.
21 México, Editorial Porrúa, 1960, p. 385. Hasta donde sé, pocos
criticos contempor'neos, excepción hecha de los editores de la Antología
. , Cntll1lGrio y de José Luis Martínez (cfr. arto cit., pp. 47-68) le han
dedicado • Pimentel el espacio que, a mi parecer, merece.
146 BEATRIZ GARZA CUARÓN FIL. XXI, 2

De las visiones de conjunto de la literatura mexicana


escritas en el siglo XIX hay que mencionar también las ojeadas
breves de Pedro Santacilia, Del movimiento literario en México
(1868) ,2~ de Enrique Olavarría y Ferrari, El arte literar'lo
en México (1877)23 y de Manuel Sánchez Mármol, Las letras
patrias (1902).24 Aunque escrita desde la otra orilla, mención
especial merece la visión muy completa y amplia sobre la
poesía mexicana de Marcelino Menéndez y Pelayo, que sirvQ
de "Introducción" a la parte dedicada a México de la Antolo-
gía de poetas hispanoamericanos, publicada por la Real Acade-
mia Española en 1893. A este estudio se refieren Pedro
Henríquez Ureña, Luis G. Urbina y Nicolás Rangel como el
que "ofrece la síntesis de una evolución literaria de cuatro
siglos con mayor fuerza que ningún otro trabajo hecho sobre
el asunto, y es definitivo, sobre todo, en el estudio de las in-
fluencias que han obrado sobre la poesía mexicana".25
Entre los trabajos bibliográficos más notables, en cuanto
a exactitud, erudición.- mesura, equilibrio y objetividad está,
en primer lugar, la Bibliografía mexicana del siglo XVI, del
ya mencionado Joaquín García Icazbalceta, publicada en 1886,21
de la que Menéndez y Pelayo dice que es "obra en su línea de
las más perfectas y excelentes que posee nación alguna".27 Hoy
tenemos de ella una excelent~- edición, puesta al día por otro

22 En Palacio, México, Imprenta del Gobierno, 1868. Hay una reedi-


ción, en un fascículo titulado Las letras patrias 1 (México, enero-marzo
de 1954), con un prólogo de ANDRÉS HENESTROSA.
23 La 1~ ed. se publicó en Málaga en la Revista Andalucía; la 2'
ed. es de Madrid, Espinosa y Bautista editores, s. f., [ca. 1878].
24 Publicada originalmente en México, BU evolucíón Bocíal [sin más
datos]. Cito de la l'eedición que publicó el Consejo editorial del gobierno de
Tabasco, México, 1982.
2~ En la "Advertencia" a la ya citada aquí Antología del Cente-
nario, p. ñ.
26 Bibliografía mexicana del siglo XVI, Primera parte, Catálogo
razonado de libros impresos en México de 1599 a 1600. Con biografí;as
de autores y otras ilustraciones. Precedida de una noticia acerca de 1a
introducción de la imprenta en México. México, Librería de Andrade y
Morales, 1886. Nueva edición de Agustín Millares CarIo, México, Fondo
de Cultura Económica, 1~ ed. en "Biblioteca Americana", 1964; 2~ ed.
revisada y aumentada, 1981.
27 En A ntología de poetCUJ hispanoamericanos, México y América
Central, Madrid, Real Academia Española, 1893, t. 1, p. XVIII.
Hacia una historia de la literatura mexicana 147

gran bibliógrafo, Agustín Millares Carlo.28 Para el seiscientos


está el también valioso, pero más limitado, Ensayo bibliográ-
fico mexicano del siglo XVII, del canónigo Vicente de Paula
Andrade, publicado en 1899,29 que sigue el orden cronológico
de Icazbalceta y que, como él, sólo incluye lo editado en México.
Sobre el siglo XVIII está la extensísima obra --en seis volúme-
nes- de Nicolás León, que se empezó a elaborar y a publicar
en, la revista Anales del Museo Michoacano en 1890, pero
cuyos primeros tomos no empezaron a aparecer hasta" 1902. 30
Como complemento de estas bibliografías están los eruditos
trabajos, La imprenta en México, ... en Puebla, ' .. en Vera-
cruz, ... en Guadalajara y ... en M érida del bi bliógrafo his-
panoamericanista José Toribio Medina, publicados entre 1904
y 1912.31
En el siglo XX, aunque se ha hecho mucha investigación
sobre literatura mexicana, hay muy pocas historias de con-
junto. Omito aquí, por inabarcables, todos aquellos trabajos
elaborados en este siglo que no son propiamente historias
literarias. Tampoco incluyo los manuales escolares que no
aportan investigación nueva. Entre las pocas historias litera-
rias, una de las más originales, aunque de las menos difundi-
das es la de Luis G. Urbina, en su "Estudio preliminar" a la
Antología del Centenario (1910), donde revisa y analiza con
juicio agudo la literatura del siglo XIX.32 SU otra obra de
conjunto, La vida literaria en México, publicada en Madrid
en 1917, fue elaborada a partir de cinco conferencias que dio en
la Universidad de Buenos Aires, y abarca desde las cróni-
cas de la conquista hasta sus propios contemporáneos. Una

28 Cfr. su.pra, n. 26.


29 Un volumen, México, Imprenta del Museo Nacional. Cito de la
3. ed. facsimilar, México, 1971.
30 México, Imprenta "de Francisco Díaz de León.
:n La Imprenta en México (1639-1821), Santiago de Chile, Imprenta
de J. Toribio Medina f 190'1-1912, 8 ts., Santiago de Chile, La imprenta en
Publa de 10B Ángele8. 1640-1821, Imprenta Cervantes, 1908. La imprenta
en Guadallljara de Mézico, 179S-18!1: notas bibliográficas, Santiago de
Chile, Elzeviriana, 1904. La impT61tta en Vel'acruz (1791,-1821), Santiago
de Chile, Elzeviriana, 1904. La imprenta en Mérida de YucatlÍn (1813-
1821), Santiago de Chile, Elzeviriana. 1904 (hay una nueva edición de
V'C'I'OB M. SUÁREZ, Mérida, México, 1966).
32 Ed. cit., pp. I-CCL VI.
148 BEATRIZ GARZA CUARÓN Fa.. XXI, 2

de las historias más difundidas es la ya mencionada de Carlos


González Peña, de 1928,33 que, con claridad y orden, pone al
alcance del gran público información recogida por investiga-
dores anteriores a él. Algo semejante hace Julio Jiménez
Rueda en su Historia de la literatura mexicana, también de
1928 y también muy conocida. 34 Las ojeadas de conjunto más
recientes son -hasta donde yo sé-- las que hizo Francisco
Monteverde para la Historia general de las literaturas hispá-
nicas, que editó Guillermo Díaz Plaja en los años cincuenta;
éstas fueron sobrias y útiles, pero tan breves que funcionan
más corno orientaciones bibliográficas que como síntesis in-
terpretativas.35 Lo mismo puede decirse del manual de María
del Carmen Millán, de 1962.36
Resulta extraño que desde los años veinte, desde González
Peña y Jiménez Rueda, no se hayan hecho más intentos de
síntesis globales. No es el momento de preguntarse por qué
no los ha habido, sino de percatarnos de que es necesario ya
emprender una nueva síntesis; han pasado sesenta años, cuatro
generaciones y estarnos acercándonos al fin del siglo. Decía
Pedro Henríquez Ureña que "cada generación [ .... ] debe jus-
tificarse críticamente rehaciendo las antologías, escribiendo
de nuevo la historia literaria y traduciendo nuevamente a
Homero".B'1 .1'3'-.
En este sentido -aunque dejando de lado a Hornero--
daré cuenta brevemente de uno de los trabajos que se han
emprendido actualmente en El Colegio de México, una Historia
de la literatura mexicana (desde sus orígenes hasta nuestros
días). Se trata de un trabajo colectivo que parte del hecho
de que no existe aún una historia crítica que plantee nuevos
problemas, nuevas perspectivas de investigación y que sinte-
tice los conocimientos y datos con que contarnos hasta ahora.

33 Varias ediciones, México, Editorial Porrúa (me baso en la de


1960) .
34 Varias ediciones, México, Ediciones Botas (me baso en la de
1942) .
35 Barcelona, Editorial Borna, 1953 y 1956.
36 Literatura mezicana (con nota;s de literatura hispanoamericana
y antología), México, Editorial Esfinge, 1962.
37 Cfr. "En torno a Azorín" en Obra crítica, ed. de EMMA SUSANA
SPERATTI PIÑERO, México-Buenos Aires, Fondo de éultura Económica,
1960, p. 232.
Uacia una historia de la literatura mexicana 149

No se trata de formar un equipo homogéneo y nuevo de inves-


tigadores sino de recurrir a los especialistas de instituciones
nacionales e internacionales que, desde diversas perspectivas,
estudian distintos aspectos de la literatura mexicana. Los
autores de esta historia serán, pues, distinguidos mexicanistas
a quienes se les han solicitado estudios originales sobre temas
precisos que aporten una visión crítica del proceso del desarro-
119 de la literatura mexicana, desde la época prehispánica hasta
núestros días. Esta Historia, integrada con contribuciones va-
rias, será también una expresión del estado actual de las inves-
tigaciones en este campo. La obra está destinada tanto al gran
público como al especialista, y trata de vincular la literatura
con la historia, especialmente en sus aspectos sociales y cul-
turales. Además, pensamos incluir temas tradicionalmente
relegados, tales como literaturas populares, prensa (periódicos
y revistas), escritos científicos y filosóficos y, en fin, todo
aquello que enriquezca la relación entre la literatura y el con-
texto social. Los diversos períodos serán introducidos por un
estudio histórico-literario que enmarque y precise los proble-
mas generales de cada época.
Puesto que pretendemos elaborar una Historia de la lite-
ratura mexicana, desde 8'U8 orígenes hasta nuestros días, hace
falta explicar qué entendemos por México, qué significa el
adjetivo mexicano que califica a literatura, qué queremos de-
cir por orígenes de la literatura mexicana y cuáles son los
períodos históricos que vamos a considerar.
De México tenemos un concepto histórico-geográfico, que
responde a las distintas fronteras que ha tenido la nación. El
México de 1521, a la llegada de Cortés, para nuestro estudio
está definido por los limites de las culturas de Mesoamérica.
Es decir, incluimos los estados del centro y sur de lo que es
actualmente el país y Guatemala. Como las fronteras de México
hasta el siglo XIX nunca estuvieron delimitadas, variamos para
nuestra Historia los límites geográficos, de acuerdo con cada
época. Antes de la conquista, el imperio azteca sometió e in-
corporó a otros pueblos y con ello modificó las fronteras pro-
pias y las de los demás pueblos. A la llegada de los españoles se
reprodujeron las fronteras que el imperio azteca había estable-
cido. Las expediciones de conquista se arman en el Centro --en
el valle de México- y avanzan sobre todo hacia el norte, donde
las fronteras no se definen formalmente sino hasta el estableci-
150 BEATRIZ GARZA CUARÓN FIL. XXI, 2

miento de las Intendencias en 1780. Durante el siglo XVIII el


Virreinato se extendió hacia el norte y alcanzó sus límites más
vastos: abarcó las Californias y Texas, y llegó hasta los actua-
les territorios estadounidenses de Utah, Colorado, Wyoming
y N evada. Con la independencia, las zonas del norte entran en
conflicto por las disputas territoriales con España, Francia y
Estados Unidos (por la Louisiana, la Florida y Texas), y en
el sur, la Capitanía General de Guatemala se separa de México.
La guerra con los Estados Unidos en 1848 modifica sustancial-
mente la frontera norte con la pérdida de casi la mitad del
territorio de México. Las fronteras permanecen más o menos
iguales hasta la fecha, salvo por la venta del territorio de La
Mesilla en 1853.
En cuanto a las etapas históricas, no partimos de la lle-
gada de los españoles sino del florecimiento y auge de las gran-
des ciudades de Mesoamérica. Incorporamos, pues, como mexi-
canas las literaturas en lenguas indígenas. Orígenes implica,
para nosotros, tanto los antecedentes de la literatura española
en la península ibérica, como las literaturas mesoamericanas
aborígenes del nuevo continente. Esto no quiere decir que
creamos que los dos conjuntos de tradiciones tienen el mismo
peso en nuestra literatura actual, sino simplemente que ambos
se arraigan y se desarrollan en México.
La periodización de las etapas históricas en las que se ha
dividido la Historia obedece más a una correlación entre acon-
tecimientos socioculturales y literarios, que a un criterio cro-
nológico tradicional o de historia política. Se han privilegiado
como fechas y acontecimientos aquellos que marcan el inicio
de una nueva tendencia o de un nuevo tipo de forma literaria.
Así, por ejemplo, en el año 1519 la primera carta de relación
de Cortés resulta más importante como inicio de una nueva
forma literaria que el año de 1521, cuando se consuma el so-
metimiento del imperio azteca bajo el dominio español. La
selección de fechas clave como divisiones históricas se basa,
pues, en un criterio preferentemente literario. Además, a cada
siglo corresponde también una subdivisión que obedece a las
grandes tendencias de la vida sociocultural y de la vida polí-
tica y económica. Así, se puede hablar dentro del siglo XVII
de un "auge y florecimiento eclesiástico 1641-1664" o bien, de
un "Mecenazgo virreinal y albores de la nueva ciencia 1665-
1691", donde se inscriben acontecimientos específicos como son
Hacia una historia de la literatura mexicana 151

la organización de la universidad por Palafox y Mendoza en


1643, o bien, la representación· de Los empeños de una casa
de Sor Juana, en 1667, patrocinada y efectuada ante el virrey,
que sería ejemplo de este "mecenazgo virreinal".38
Estas divisiones y subdivisiones obedecen a la idea de que
el lector tenga un marco de referencia que le permita integrar
108 acontecimientos específicos, de modo que se pueda res-
ponder las preguntas: ¿ cuándo ocurrió?, ¿ cuándo se escribió?,
¿ cuándo se publicó?; pero sobre todo, que se pueda saber ¿ por
qué ocurrió?, ¿a qué obedece?, ¿en qué tendencia se inscribe?
Se trata de superar el criterio de la historia literaria
como serie de resúmenes, acumulación de datos, o listado de
títulos, autOres y tendencias. Queremos que el dato y la infor-
mación completa queden integrados dentro de los procesos que
sean significativos para la literatura en cada contexto histórico.
BEATRIZ GARZA CUARóN
El Colegio de México

18 El proyecto cuenta con la colaboraci6n de varios historiadores,


aVe otros, con Carmen Ramos Escand6n que ha elaborado las tablas
CI'ODol6tricaa, con la supervisión de Silvio Zavala.
HISTÓRICA, RELACIONES Y TLATóLLQTL:
Los Preceptos Historiales de Fuentes y Guzmán
y las Historias de Indias

1. INTRODUCCIÓN

La pregunta que me interesa responder se sitúa en la in-


tersección de dos parámetros: uno, el cronológico, comprende
desde el viaje colombino hasta poco antes de los movimientos
de independencia; el otro, el biológico-cuItural, comprende la
distinción de grupos sociales identificados por su lugar de na-
cimiento y por su configuración étnica (v. g.: peninsulares,
mestizos, criollos, etc.). Estos parámetros son bien conocidos
y generalmente analizados por historiadores, antropólogos, so-
ciólogos, etc. Es menos frecuente preguntarse por la manera
en la que la situación social enmarcada en los extremos cro-
nológicos que acabo de indicar, permite conceptualizar y anali-
zar la acción de escribir. Quiero simplemente subrayar el
hecho de que lo escrito durante este período no debería sólo
tomarse como descripción o síntoma de lo que ha ocurrido
en él, sino considerarse como una clase de acción entre otras:
conquistar, evangelizar, descubrir, escribir, etc. Mientras que
el primer conjunto de acciones lo ejecutan los miembros del
grupo peninsular, el último se reparte entre peninsulares, mes-
tizos y criollos. Se intuye ya el tópico que quiero circunscribir:
la configuración, particular de la audiencia que impone, en el
acto de escritura, la pertenencia a un grupo social. Tendríamos
asi un cuadro simple en el que:
1) Los escritores pertenecientes al grupo peninsular es-
criben sobre asuntos del Nuevo Mundo y se dirigen a los miem-
bros de su grupo de pertenencia, en el que se confi&'W"a su
154. WALTER D. MIGNOLO Fu.. XXI, 2

audiencia (Colón, Alvar Núñez, Oviedo, Las Casas, Acosta,


etcétera) ;
2) Los escritores pertenecientes al grupo mestizo escri-
ben sobre asuntos del Nuevo Mundo, en una lengua que no es
la suya, y se dirigen a los miembros de un grupo social que no
es, tampoco, el suyo (Inca Garcilaso, Alva Ixtilxochitl, Alva-
rado Tezozomoc, Muñon Chimalpain, Poma de Ayala, Muñoz
Camargo, etc.);
3) Los escritores pertenecientes al grupo criollo escriben
sobre asuntos del Nuevo Mundo; comparten la lengua con los
miembros del grupo peninsular y pueden dirigirse tanto a
los miembros del grupo peninsular como del criollo (Fuentes
y Guzmán, Clavijero, Fernández de Piedrahita, Pineda y Bas-
cuñán, Rodríguez Freyle, Sigüenza y Góngora, etc.).l

Me ocuparé aquí del nivel 3) y de un solo caso: el de


Fuentes y Guzmán (Guatemala, 1643-1700) y el de la escritura
de la historia. Los resultados obtenidos en estas indagaciones
deberían contribuir a esclarecer la idea general (convertida
ya en un lugar común) según la cual (a) los textos escritos
durante el período colonial llevan su marca de "origen" y de
"originalidad" y (b) esta marca la impone una nueva "reali-
dad" y la experiencia del escritor en ella. Defiendo en este
artículo una tesis alternativa: la "originalidad" de los textos
escritos durante el período colonial proviene de la interacción
entre modelos de escritura a los que se apela tanto para des-
cribir o narrar como para seducir a los diversos destinatarios
que configuran su audiencia.
Si la pregunta, en su aspecto sustantivo, es quién escribe
durante el período colonial y para quién lo hace, en su as-
pecto metodológico puede encuadrarse .en el ámbito de lo que
M. Foucault llama modalidades enunciativas. 2 La pregunta ya
no es sólo quién habla, sino ¿ quién, entre todos los hablantes,
está autorizado a pronunciar tal discurso? ¿ Cuál es la situa-
ción de las personas que tienen el derecho legal o tradicional,
definido jurídicamente o aceptado espontáneamente, de pro-

1 Esta es una extrema simplificación de un problema más complejo


que desarrollo en otro lugar. Vid. WALTER D. MIGNOLO, "Los sujetos del
discurso colonial", en DispoBitio, Vol. IX, 27-28, 1985.
:1 L'rLrchéologie du savoir, Paris, Gallimard, p. 69 s.
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 155

nunciar tal discurso? ¿ En qué marco institucional se sitúa la


persona que escribe y cuál es el respaldo y la legitimidad que
éste le presta? ¿ Cuál es el dominio de objetos que exige la
atención de la persona que escribe y cuáles los programas que
"dirigen" (en el doble sentido de "dirigir hacia" y de "servir
de guía") su mirada?
Intentaré responder a este ramillete de preguntas endere-
!l:ando mi atención hacia la escritura de la historia de un criollo
cuyo objeto de' deseo es el de legitimar su voz mediante el reco-
nocimiento institucional del espacio desde el cual habla (i. e.
su deseo de ser nombrado cronista oficial); un criollo atraído
por un dominio de objetos que él mismo resume mediante la
expresión "mi patria"; y, finalmente, un criollo tironeado por
diversos modelos de escritura que "dirigen" su mirada sobre
el dominio de objetos: el modelo de la preceptiva historiográ-
fica (Hist6rica); el modelo impuesto por las Relaciones de
Indias (Instrucción y memorial); el modelo de la escritura
indígena (la palabra-recuerdo [Tlat6llotl] , los signos picto-
gráficos y los glifos ideográficos). 3
Carmelo Sáenz de Santa María resume su situación de la
siguiente manera:
Fuentes y Guzmán [escritor de la segunda mitad del
siglo XVII, 1643-1700] pertenece a una generación de criollos
que comienza a sentir los tirones de la tensión interna pro-
ducida por sus fidelidades a su "patria" Guatemala y a su rey,
el monarca español. Esta misma tensión se acusa en su queha-
cer de historiador y en su carácter de representante ante la
Corte del sentir de los vecinos y regidores de la ciudad capital
del reino 'guatemalteco; se acusa también en la materialidad
del lenguaje empleado: lenguaje atormentado entre un pre-
tendido purismo hispano y la inexorable marginación a que
le condena la geografía. 4

3 Ver, sobre el particular, W. D. Mignolo. "Cartas, cromcas y re-


laciones del descubrimiento y de la conquista", en Historia de la Litera-
t"Te¡ Hi.."a7llOamaencano., I!:poca Colonial, Iñigo Madrigal, ed., Madrid,
Cátedra, 1982, pp. 67-116; y "El mandato y la ofrenda: La descripción
de le¡ pTollinciCI '11 ciudad de Tlazca.la de Diego Muñoz Camargo y las
relaciones de Indias" en Nueva Revista de Filología Hispánica (en
prensa).
4 Obra. Hin6Ticae de don Francisco Antonio de F"f'ntes '11 Guz-
fllÁ7I, Madrid, BAE, 1969, T. l., pág. v.
156 W ALTER D. MIGNOLO FIL. XXI, 2'

2. ALGUNOS DATOS SOBRE LA OBRA DE FUENTES y GUZMÁN


Fuentes y Guzmán (de ahora en adelante FyG) es autor
del único tratado historiográfico escrito durante la colonia
que se conozca hasta la fecha: Preceptos Historiales (c. 1695).5
Basados en algunos estudios que intentan fechar los Preceptos
Historiales, podemos anotar lo siguiente:
a) Hacia finales de 1694 FyG habría tenido que preparar
la censura o el Parecer sobre la Crónica del Padre lt'rancisco
Vásquez. 6 Su obra histórica, Recordación Florida, está ya en
esa fecha concluida en su segunda parte (la tercera,. que pro-
metía, no llegó a escribirla);
b) Comparado con algunas de las numerosas "censuras"
de los libros que se escriben durante el período colonial, el
Parecer de FyG es sorprendente: no dice mucho (o casi nada
de la Crónica de Vásquez), aunque amontona en unas pocas
páginas una especie de resumen de los tratados historiográ-
ficos conocidos en la época. 7 Veamos una muestra:
Todo el cuadrivio de la Historia, crónico, pragmático, tó-
pico y genealógico como en un arte, hallo recogido y recopilado
en la obra; con que el que la leyere advertido, podría quedar
enseñado y enriquecido juntamente con los preceptos histó-
ricos que la adornan. Pues da- sus partes hallaría la etimología,
definicirm, subdivisión y segunda subdivisión, objeto, fin, ma-
teria y cuerpo; tan ordenadas entre sí mismas, que los sucesos
escritos con la pluma, se hacen admirar con los ojos, e incitan
a la imitación de acciones grandes [, .. ] y en el juicio, ver-
dad y explanaci6n cifra en ella todo lo potencial del arte de la
historia, sin excluir de los preceptos la integridad por similitud;
sin que se extrañe ni eche de menos alguna de sus debidas
partes, para componer un cuerpo perfecto y hermoso, viéndose,
como admiramos antes las cosas, el tiempo, el lugar, el modo,
la causa (p. 130. Confróntese este párrafo con el temario
de los Preceptos, en la página siguiente).

5 Guatemala, Instituto de Antropología e Historia, 1957; recogido~


en la edición de CARMELO SÁENz DE SANTA MARÍA, op. tit., T. 1, pp. fj-51.
6 "Parecer de Don Francisco Antonio de FyG sobre la Crónica del
P. Francisco V ásquez, OFM.", contenido en la edición de Preceptos Histo-
riales, Guatemala, 1957, pp. 129-132. El Parecer está fechado en "Guate-
mala, y diciembre 12 de 1694 años".
7 Cfr. W. Mignolo, "El metateno historiográfico yla historiografía
indiana", MLN, 96, 1981, pp. 358-402.
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 167

El Parecer, escrito todo en este tono, invita a un acto de fe


mediante el cual quien lee debe pensar que Vásquez se ha
conformado, a pie juntillas, a los preceptos historiográficos;
FyG no da ocasión para que se ejerza un juicio contrario: afir-
ma que se conforma a ellos, no indica dónde ni analiza cómo
se conforma a ellos. Por otra parte, el Parecer presupone un
juicio de valor en la medida en que la obra se admira por el
simple hecho de que ella se conforma a los preceptos de la his-
toriografía. Lo cual presupone, a su vez, que su misma prác-
tica historiográfica estaría motivada por un deseo de confor-
marse a la pre~ptiva. Estas inferencias estarían fundadas en el
hecho de que la composición de los Preceptos Historiales que
acompaña a una de las copias manuscritas (cfr. infra) y la
del Parecer s~rían de la misma fecha. Lo cual daría lugar a
pensar que FyG no sólo estaba familiarizado con la preceptiva
historiográfica sino que también, como tendremos oportunidad
.de subrayarlo, le otorgaba un valor particular;
c) Sería tardíamente que FyG "descubre" el arte historio-
gráfico y que,. como consecuencia, escribiría los Preceptos y el
Parecer. El cotejo entre los Preceptos y la Recordación Flo-
rida 8 (de ah6ra en adelante RC) que ha hecho Daisy Ripoda
de Ardanaz sugiere que es en un estado avanzado de la com-
posición de la segunda parte que se encuentran huellas de los
primeros. Más específicamente, Ripoda de Ardanaz sugiere
que FyG empezó a manejar las normas de Cabrera de Córdoba
(CC de ahora en adelante) a fines de 1694, cuando preparaba
la censura de la Crónica de Vásquez. 9 Es posible que así sea.
No obstante, se encuentran manifiestas nociones de preceptiva
historiográfica en el prólogo a los lectores del manuscrito de
Madrid, fechado en 1690: .. [ ... ] que el escribir historias no

8 Se conservan dos manuscritos, el de La Biblioteca de Palacio,


Madrid y el del Al-chivo de Guatemala. Hay una edición de Madrid, en
dos volúmenes, con el título de Historie de Gua·temala., anotada e ilustrada
por JtIB'ro ZARAGOZA, 1882-1883; Y una edición, en tres volúmenes, de la
Biblioteca de Goathemala prologada por J. A. VILLAOORTA; RAMÓN A.
ZALAzAa y SOlFOIIIOSO AGUILAR; 1932-34. Las referencias en este artículo
provienen de la edici6n de Carmelo Sáenz de Santa María, arriba citada.
e R./rGcci6ft, de Id.eas 1m HiBpaftOamirica Colonial, Bs. As., Edicio-
Del! Culturales Arl'!ntinas, 1983, p. 68.
158 WALTER D. MIGNOLO FIL. XXI, %

es atropar confusa y desordenadamente noticias, sino reducir


a método, orden y tiempo las tradiciones y autoridades, entre-
sacadas con mendiguez de la desunión de autores e instrumen-
tos; [ ... ]" 10 Sea como fuere, si el contacto directo con los
tratados historiográficos es tardío, no lo es, en cambio, su
conocimiento de los modelos retóricos de escritura. En efecto,
en el tratado quinto de Preceptos, dedicado a "Del estilo y ele-
gancia de que debe usar el cronista", cita a su "venerable y
caritativo maestro":
[ ... ] y si yo pudiera comunicar a todos el erudito libro de
Retórica del P. Salvador de la Puente, de la Sagrada Compañía
de Jesús, mi venerable y caritativo Maestro, no fuera de pe-
queño aprovechamiento, porque allí se hallará una dilatadísima
luz de erudición. u
Este dato indica que, si el encuentro con los tratados historio-
gráficos es tardío, no lo es, en cambio, el encuentro con el "arte
de bien decir". Sabemos, por otra parte, las buenas relacione.
que mantienen, durante el renacimiento, la retórica y la histó-
rica. 12 En suma, aunque se ponga en duda la adecuación de
los preceptos con los resultados, no habría duda sobre el hecho
de que la preceptiva historiográfica es un modelo (malo bien
asimilado) de su escritura de la historia. Veamos más en
detalle este tópico.

3. Los DESTINATARIOS DE LA RECORDACIÓN FLORIDA


y DE LOS PRECEPTOS HISTORIALES

Es sabido que los Preceptos son un "resumen" del tratado


de ce, De Historia para entende'rla y escribirla -(1611). Un
cotejo de los índices de ambos lo deja ve.r claramente. El ejem-
plo del Tratado I, del primero, con el Libro I del segundo es
una ilustración del paralelo que mantienen ambos del prin-
cipio al final.

Carmelo Sáenz de Santa María, op. cit., pp. xxxix y 59.


tu
Algunos datos biográficos y algunas incertidumbres sobre la
11
biografía del mencionado padre, se encuentran en la introducción de
Carmelo Sáenz de Santa María, op. cit., p. xiv.
12 Vosius, Ar8 Hi8torica (Lugduni Batavorum: ElI-officina-Maire),
1663.
Histórica, Relaciones y TlatóllotI 15'

CABRERA DE CÓRDOBA, De His- FUENTES y GUZMÁN, Precep-


toria. para entenderla 11 es- tos historiales
cribirla

Libro 1 Tratado 1
Disc. 111. De la nobleza y es- Elogios proemiales de la histo-
timación de la Historia ria. Dignidad y provechos
de ella
Disc. 1. De la importancia de De la grande utilidad de la
la Historia historia
Disc. 11. De la antigüedad y Origen precioso y venerable
origen de la Historia antigüedad de la historia

Tratado JI
Disc. IV. De las partes y de- Partes definibles de la historia
finición de la Historia
Etimología
Disc. VII. De la división de División
la Historia
Disc. VIII. De la subdivisión Subdivisión
de la Historia
Objeto
Disc. IX. Del fin de la His- Fin
toria
Disc. X. Anima de la Histo- Anima
ria es la verdad
Disc. XI. Materia de la His- Materia
toria
Disc. XII. División de la ma- División de la materia
teria
Disc. XIII. De la materia va-
ria
Disc. XIV. Si la materia es
antigua, lo que se ha de con-
siderar y buscar para ella
Disc. XIX. Si la materia es
nueva, lo que debe hacer el
historiador

¿ Cuil puede ser el interés de lo que aparece como un


mero resumen de un tratado publicado ochenta años an~~s?
¿ Quién podía ser el destinatario de un tratado que reproducía,
160 W ALTER D. MIGNOLO FILo XXI, 2

en pequeño, uno publicado en la Península y que, obviamente,


circulaba también en Guatemala? El destinatario del uno no
puede ser el mismo que el destinatario del otro, puesto que de
ser así no habría razón para escribirlo. Intentemos algunas
respuestas a estas preguntas:

3.1. En primer lugar, ¿por qué y para quién lo escribe?


Una primera pista la encontramos en los Preceptos mismos
en el capítulo titulado "Cuán propio sea de los hombres y per-
sonas ilustres el escribir historias" (Tratado VI) :
Ha habido quien quisiere apartarme de la ocupación y dili-
gencia que he puesto en escribir la Historia de Guatemala, mi
Patria; empeñándose con algunos de mis amigos para que me
persuadiesen a que depusiese mi intento, juzgando, decían, ser
cosa indigna; mas no dejé de persuadirme a que semejante
proposición podría venir hacia su particular importancia, qui-
zás conviniéndoles que las cosas corriesen debajo del velo de
confusión en que han corrido, queriendo cada uno establecer
y sembrar lo que más a su propósito hacía. Pero, satisfaciendo a
su ignorancia, o a su celo, ha sido preciso, por lo que· a nos
toca, hacer ésta, que a la verdad es superflua conmemoración
de grandes e ilustres personas que se dedicaron a escribir his-
torias, no sirviendo esto 'fiara, los doctos, que ya, conocen la
excelencia de esta ocupa,ci6n; sino para, aquéllos que hacen
gala de no ha,ber tenido pa,ciencia, pa,ra, a,ca,ba;r de leer una. hoja,
de un cuaderno, pa,ra, a,quéUos que siempre se queda,n en el
estado que los dejó el maestro, de escribir mal; y po:Ta, a,quéUos
que si se hubieren mudoiLo de mal en bien, y se hubieren a,fi-
cionado a, leer, pueden ver qué personas son las que escriben
historia, (p. 122; énfasis agregado).
Todo "decir", sostenía José Ortega y Gasset, es un "decir
contra". El párrafo citado muestra una vez más la verdad del
aserto. Por otra parte, el párrafo identifica también sus desti-
natarios y, entre ellos, distingue sus "amigos" de sus "enemi-
gos"; a la vez que permite subrayar los motivos políticos que
lo impulsan a escribir: la verdad que reclama la reclama para
sacar las cosas de "debajo del velo de confusión en que han
corrido" (respuesta a la pregunta ¿por qué la escribe?); y
la defensa de la historia que emprende en los Preceptos es una
defensa ante "aquellos que se precian de no haber abierto
un libro" (respuesta a la pregunta ¿para quién la escribe?).
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 161

De tal modo que, podemos concluir, los Preceptos están diri-


gidos, por un lado, a una audiencia de "doctos" presumible-
mente familiarizados con el tratado de CC, a quienes FyG
trata de seducir; y, por otro, a los "ignorantes" que desconocen
"los provechos y la utilidad de la historia" y no valoran a "los
hombres y personas ilustres" destinados a escribirla a quienes
t~ata de castigar.
Podríamos agregar al aserto de Ortega y Gasset que "todo
decir es un vaivén entre los motivos del individuo que dice, la
situación comunicativa en la que dice y los conocimientos
mutuos de aquellos involucrados en la situación de interacción
que el discurso construye". Comprender la modalidad enuncia-
tiva de un texto o de un conjunto de ellos es comprender el
"espacio" en el que se dice a partir de los implícitos, las
sugerencias y los explícitos del texto. En otras palabras, com-
prender la modalidad enunciapva es semejante a reconstruir
la enunciación que el discurso enuncia al CONSTRUIR no sólo
una IMAGEN de mundo, sino también una IMAGEN de quien
escribe y de quien o quienes supuestamente van a leer. O de
aquellos que quizás no leerán, pero que el texto señala en su
"decir contra" (v. g. los "ignorantes").

En las guardas del ejemplar de Re que se conserva en el


Archivo de Guatemala se encuentra un "pequeño prólogo-
dedicatoria" que transcribe Carmelo Sáenz de Santa María en
estos términos:
No es mi intento el de instruir a otros que no me roso en
vanidades; es el motivo de imprimir el de perfeccionarme a mí
habituándome/c. ajustándomela escribir con acierto mis na-
rraciones con las doctrinas que en el tratado propongo; y para
tenerlas más prontas y más claras me pareció encomendarlas
a la fidelidad de la prensa. N o pido que lean mi apuntamiento
que si les pareciere útil, los estudiosos lo aprovecharán que
enmendarle favoreciéndome con su enseñanza, sólo pido que no
me tengan por presumido, pues mi ánimo es de aprovechar en
lo que escribo. Vale. la

11 Carmelo Sáenz de Santa Maria, "Estudio Preliminar", op. mt.,


p. xu:viii. En el mismo tomo 1, se transcribe, precediendo la impresi6n
de 108 Pt-ee."eoa, el mismo tel[to. Pero, en este caso, se hace uplícito el
••tiDatario: .A. LOa .A.1I1QOL Si confront&mol ute pr610IQ con la cita
162 WALTER D. MIGNOLO FILo XXI, 2

Refiriéndose al estudio de Daisy Rípodas de Ardanaz y al


cotejo que la autora hace del texto de FyG con el de CC, Sáenz
de Santa María concluye que: "esto explicaría por qué no la
había colocado al frente de su envío a Madrid, y en cambio
se atrevía a encabezar con ella la edición que planeaba editar
en Guatemala. Con este trasfondo, la humildad de su frase
suena grotesca". Ahora bien, si ponernos este párrafo en el
contexto en el cual el "decir" se pronuncia, podernos cons-
tatar que:
a) Las dos copias de Re están dirigidas a dos distintos
destinatarios: uno de los manuscritos fue enviado· a España
por FyG con una carta dedicatoria a Carlos II en la cual, corno
en otros tantos casos, se ofrece una obra y se espera alguna
retribución. 14 Sabemos que el "reconocimiento" que espera FyG
no es abstracto: espera ser nombrado Cronista de Guatemala.
En este contexto poco interés tiene agregar los Preceptos His-
toriales 15 y es así que a la carta dedicatoria a Carlos II sigue
una dedicatoria al lector. Puesto que, al parecer, esta dedica-
toria no se conserva en el manuscrito de Guatemala, ella está
dirigida sólo al lector hispánico y no al guatemalteco.

En efecto, en la dedicatoria "Al lector" FyG menciona,


en el primer párrafo, el "a!"gumento" de la Primera parte.
Dedica luego tres párrafos a enumerar los "motivos" que le
llevaron a emprender tal tarea ("la consideración atentamente
cariñosa a mi patria"; "el encontrarme [ ... ] en los libros
secretos de mi ilustre cabildo de esta ciudad de Goatkemala,
las peligrosas, sangrientas guerras y conquistas de las ciudades
y pueblos numerosos de las provincias del Reino, y rebeliones
de los indios [ ... ]; "el hallar la historia de la conquista de

anterior extraída del capítulo VI de los PTeceptoB, podemos inferir que


"los amigos" son los doctos y que la audiencia indirecta son los ignorantes.
14 "Señor: Sacrificar a la veneración de V. M. el desvelo de mis
fatigas [ ... ] no es otra cosa que la demostración reverente y postrada
del fervor de mi lealtad al Real Servicio y obsequio de vuestra Real
persona". Realizada la ofrenda, sigue el pedido: FyG pide que si se
considera su obra digna, "pueda alentarme a proseguir la Segunda paTte,
que tengo principiada, y finalizar en la TeTceTa, lo admirable, fecundo,
etcétera".
16 Algunos detalles de este aspecto de la biografía de FyG, en· Sáenz
de Santa Ma;ria, op. cjt., .p. xxxi S8.
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 163

Nueva España, que compuso la verdad acreditada y ingenua


testificación de mi veneradamente atendido autor Bernal Díaz
del Castillo"). E incluye, después de la mención del tercer
motivo que le llevó a escribir la historia de Guatemala, unas
frases finales que indican claramente que el "modelo de lector"
es la audiencia peninsular. Citemos:
Porque aunque no escribo según el todo de aquella historia,
está aume'TII-
y lo que es en parte de ella, en lo que es mi asunto,
tado. ilustre' y admirablemente con muchos más heroicos y
singulares hechos de nuestros valerosos, inimitables españoles,
destinados a. acciones grandes en las empresas militares, y
criados para los establecimientos políticos con excelentes supe-
riorestalentos: que no suelen muchas veces igualarse ambas
heroicidades,' y sólo las hallo juntas en esta admirable, mara--
villosa, singular EMPRESA DE LA DOMINACIÓN Y CONQUISTA DE
ESTAS INDIAS, Y en la que el grande, venerable ínclito y escla-
recido señor Rey San Fernando hizo en Andalucía (Re,
Tomo 1, p. 59; énfasis agregado).
Poco interés tendría, para un lector guatemalteco, poner de
relieve las heroicas conquistas de los españoles y, menos,la
invocación de la guerra contra los moros. A su vez, si se coteja
este párrafo con el ya citado del Tratado VI de los Preceptos,
se comprobará, una vez más, la diferencia del "modelo de lec-
tor" guatemalteco que FyG construye. Con sólo estos datos
sería posible preguntarse si no fueron otras las razones· por las
cuales el manuscrito enviado a Madrid lleva un prólogo al lec-
tor y el de Guatemala va precedido por un prólogo "a los
amigos"; a la vez que, en los Preceptos, se alude a quienes
objetan la legitimidad de su empresa: es ante ellos que debe
justificar la nobleza de la tarea historiográfica y ponerse
junto a los "hombres ilustres" que escriben historias.
b) Pero esto no es todo. La cita que acabamos de trans-
cribir se continúa de. la siguiente manera:
y considerando mi celo, que se hallan tres Reales venera-
bles rescriptos de los Reyes nuestros señores, expedidos en
varios tiempos, mandando se escribiese esta historia, desde el
año 1530, que es data de la primera; y no habiendo habido,
entre tantos doctos, ilustres hijos de esta república, quien se
alentase a tan decente y meritorio asunto, hube de resolverme
• escribirla; y ahora más adelantado, fervoroso y atento a
164 WALTm D. MIGNOLO FIL. XXI, 2

continuar la Segunda parte para finalizar en la Tercera, con


la Real cédula de S. M., de 26 de Marzo de 1689, que habla
en mi persona para este estimable y honorífico efecto (RF,
op. cit., T. l, p. 59; énfasis agregado).
El contexto de estas palabras es conocido. FyG solicita al Con-
sejo de Indias, hacia 1687, ser Cronista Oficial. El 29 de Enero
de 1689 el Consejo de Indias decreta el envío de la Primera
Parte de la obra; y por cédula transmitida a Guatemala con
fecha 26 de Marzo de 1689 se ordena que se la envíe. En 1691
llega el manuscrito a Madrid. En 1695 se declara que el título
de Cronista no puede ser otorgado hasta que no se vea la
Segunda Parte. Estos acontecimientos preparan el manuscrito
de Guatemala en el que se reemplaza la dedicatoria a Carlos II
y al lector, por una dedicatoria dirigida al presidente de Gua-
temala, Barrios Leal. Y por la refundición del prólogo "a los
lectores" del manuscrito de Madrid, en el capítulo I de Re.
Es justo suponer, como lo hace Sáenz de Santa María (op. cit.,
pp. XXXIV-XL) después de acumular todos estos datos, a partir
de ellos y del prólogo "A los amigos" con el que se acompañan
los Preceptos y cuya copia se encontró en las guardas del
manuscrito de Re, en Guatemala, que los primeros estaban
destinados a ser el prólogo de esta versión. Tenemos así, en el
manuscrito de Guatemala, tres destinatarios: el presidente Luis
Leal, a quien se dedica la historia; los amigos (doctos) a quie-
nes se dedican los Preceptos; y los impugnadores de su em-
presa, a quienes se refiere en el Tratado VI de los Preceptos.

FyG se encuentra, por un lado, en el conflicto de dos


regímenes políticos y de dos tradiciones y, por otro, frente al
conflicto de variadas audiencias. La permanencia de este con-
flicto permite explicar algunas de las particularidades de su
escritura y también una de las funciones que los Preceptos
hubieran estado destinados a cumplir. No se trataría de "tram-
pas" de FyG para acreditarse con la autoridad de un tratado
que no le pertenece, y por lo cual no lo hubiera agregado al
manuscrito de Madrid, sino de la defensa de su empresa frente
a las críticas que se le hacen en Guatemala y del diálogo le-
trado que establece con "los amigos" (familiarizados con la
preceptiva historiográfica) a quienes se los dedica.

a ........... ~.... • . . ..
Histórica, Relaciones y TlatólIotI 166

4. LAs MODIFICA,CIONES AL TRATADO DE ce y LA ESTRUCTURA


DE LA RF

En el apartado anterior he llamado la atención sobre la


semejanza entre los Preceptos y De historia para esc'ribirla y
entenderla; he destacado el mandato que motiva su historia
de Guatemala, la necesidad de escribir sobre su lugar de origen
y la variada audiencia que recibe los resultados promovidos
p-or el mandato. En este apartado me quiero ocupar del con-
flicto entre distintos modelos de escritura.

Subrayemos, antes de detenernos en las diferencias. que


las semejanzas con el tratado de ce son ya indicadores de UD
determinado modelo de escritura; el cual, sin duda alguna, le
presenta constantes exigencias. Si es cierto que la fecha de
Preceptos es circa 1695, ello sería una indicación más de que
lo escribe para los lectores guatemaltecos (como lo subrayamos
en el párrafo anterior) y no necesariamente que su descubri-
miento de los tratados historiográficos es tardío. Ello expli-
caría también por qué no se menciona en la Primera pero sí
en la Segunda Parte: que FyG no sintiera hasta esa fecha
necesidad de escribir su pequeño tratado, no quiere decir que
no estuviera al menos familiarizado con la preceptiva historio-
gráfica. Ya mencionamos su "venerable y caritativo Maestro".
Agreguemos unas frases del prólogo "al lector" del manuscrito
de Madrid y recordemos, en este contexto, un párrafo ya citado.
Al referirse a la "materia" (en términos de los tratados histo-
riográficos) de la Primera Parte y en especial a la lista de
conquistadores y fundadores de Guatemala, justifica la nece-
saria ausencia de algunos nombres (y adelanta objeciones de
aquellos que no encontrarán mencionados algunos miembros
de sus familias) y dice que:
[ ... ] el escribir historias no es atropar confusa y desorde-
nadamente noticias, sino reducir a método, orden y tiempo las
tradiciones y. autoridades, entresacadas con mendiguez de la de-
sunión de autores e instrumentos [ ... ] (op. cit., énfasis
agregado) .
Pero, se dirá, ¿cómo es que conociendo la preceptiva, o aun
resumiéndola en los Preceptos, su historia ha merecido juicios
como "ensalada de todas yerbas", por parte de Francisco Xime-
nez (1666-?) a la vez que cualquier lector moderno de la RF
166 W ALTDl D. MIGNOLO Fu.. XXI, 2

siente que quizás el dominico andaluz tuviera razón? 10 Inten-


temos algunas respuestas.

4. 1. Ya hemos visto cuánto se apega FyG al tratado


de CC. Veamos algunas diferencias:
4.1.1. El discurso IV del Libro 1 del tratado de CC 17
se ocupa "De las partes y definición de la historia". Tópico
por cierto nada original en CC puesto que es, por un lado,
parte obligada de los tratados de historiografía y, por otro,
ejemplifica un modelo de pensamiento cuando se. trata de
caracterizar un objeto, entidad o práctica por "género y dife-
rencia" y por "etimología". Las partes de la historia son, para
Cabrera, "etimología", definición, división, subdivisión y se-
gunda subdivisión, objeto, fin, ánima, materia y figura o
cuerpo".18 De la etimología dice CC:
Platón, que todas las cosas dixo con agÚdeza, consejo, ver-
dad, y sutileza en nombre de Sócrates en Cratilo, cerca del fin
intenta prouar que la palabra historia declara la naturaleza
de la obra: porque como él interpreta, his~oria es lo mismo
que histesiton rum, que quiere dezir en latin, sistit fluxum,
detenci6n del corriente de los acontecimientos, porque sin la
historia passarán volando al lugar del oluido.· "
Poseuino dize contra Piat6n, ser llamado historia porque
nos proponen a la vista y especulación las cosas.
San Isidoro. que viene del verbo griego historin, que signi-
fica ver, porque antiguamente no tenían por historia, sino la
que fué hecha de quien auía visto las cosas que ponía en es-
j[/IIr;
I

16 Quede para otra oportunidad estudiar las lecturas inmediata-


mente posteriores que se han hecho de su historia, reveladoras tanto de
su manera de historiar como del cambio de los preceptos historiográficos
que, durante el siglo XVIII, la desmerecen. .
17 De historia para entenderla y escribirla (1611). Edición mo-
derna con estudio preliminar, y notas de SANTlAOO MONTERO pfAz, Ma-
drid, Instituto de Estudios Políticos, 1948.
18 La nota 4) de Montero Díaz sitúa claramente el proceder de CC
en esta caracterización de la historia. Lo cual hace innecesario abundar
aquí en detalles. Si vemos a ANTONII VIPERANI, De Scribenda Historia.
Liber (1569), encontramos las mismas "partes" y semejante "definición",
excepto que ordenada de otra manera: el Cap. I se oc~pa de la definición
"Quid sit Historia" en el cual se recuerda la etimología del vocablo, se
ofrece y comenta una definición ("historiam esse rerlllm gestarum narra-
tionem"); el capitulo II está dedicado a la materia y al fin ("Quae sit
materia, & quia finis Historici", etc.).
Histórica, Relaciones y Tlat6110tl 167

crito. En este sentido la definició Verrio Flaco con Aulo Gelio,


Plinio, Teofrasto y Luciano, diziendo: es narración rk las COBa.8
echas por medio rk alguno que las aya visto; mas Estrabón,
a quien siguen algunos antiguos, con Polibio y losefo y muchos
modernos, tiene que la historia ha de narrar las cosas que vió
o oyó a los que fueron presentes, porque el vocablo griego
quiere dezir también, ver,conocer, y oyr preguntando.
FyG, en el tratado segundo de Preceptos, enumera las mismas
partes de la historia y comienza hablando de la etimología.
Escuchemos:
Porque si la historia dice ser, como verdadera, muy clara,
la etimología de las cosas debe expresarse con explicación muy
propia, no menos que por su origen o por su naturaleza; como
si dijéramos, por el origen, de este pronombre [sic.] Quesalte-
nango del pueblo que se llamó Xelahuh, y hoy Quesaltenango
por el pájaro Quesal que mat~ Alvarado en el Cerro de Paxaka,
y quiere decir el Cerro del Quetzal; o como Goathemala, por su
naturaleza, que siendo Coctecmalam quiere significar palo rk
leche por los árboles de yerba' mala que se crían po.r su contorno
de tres cuartos de legua y así podrá expresarse 19 otra cual-
quier cosa siempre que se ofreciese.
Mientras que CC, siguiendo una larga tradición, se refiere a
la etimología del vocablo que designa la disciplina (o arte, en
términos del momento), FyG se refiere a la necesidad y utili-
dad de la etimología de los vocablos en el discurso historiográ-
fico mismo. ¿Qué ha ocurrido aquí? ¿Se equivocó FyG? ¿Leyó
mal a CC? ¿ O acaso hay otras razones que motivan esta modi-
ficación? Escarbemos un poco en las páginas de Re en busca
de alguna pista para responder a estas preguntas.

En el Libro Decimosegundo (segunda parte), Cap. 1, co-


mienza refiriéndose a la propia historia que está escribiendo
y al modelo de escritura que la motiva. Se admira del hecho
que tanto tiempo haya transcurrido (fecha su decir en 1695)
desde la conquista "de este reino" sin que haya "habido per-
sona de tantas graves, doctores y decorados (sic!) como nos han
precedido, que se haya querido dedicar a escribir la historia de

111 Se ba puesto en tela de juicio la exactitud de las etimologías de


F,G. Mi preocupaci6n aqui no es con la exactitud sino con el empleo
que haee de eUaa y la fUIICi6n que les atribuye.
168 WALTIIl D. MIGNOLO FIL. XXI, 2

este excelente y grande reino de Goathemala" (RF, lII, p. 230).


La ausencia de historias sobre Guatemala es un vaCÍo o un si-
lencio que justifica su escritura y que le permite conjugar su
deseo (necesidad) con el deseo (mandato) del Rey. FyG no
se refiere a un mandato reciente dirigido directamente a su
nombre y a su persona, sino a un mandato fechado casi dos-
cientos años antes de la fecha en la que está escribiendo:
y deseando el rey que se escribiese esta historia (que
ahora mi insuficiente y mal cortada pluma escribe, llevado mi
celo del amor de la patria) mandó su majestad por su real
cédula dada en Monzón a 19 días del mes de diciembre de 1533,
que el gobernador adelantado don Pedro de Alvarado, la hiciese
escribir por larga relación, con longitud y latitud de la tie1'ra,
límites y confines de ella, calidades y extrañezas de los países,
y las de cada pueblo por sí. Las poblaciones, ritos y costumbres
de los indios y los lugares de españoles, edificios que de nuevo
se habían erigido, puertos y ríos de la! jurisdicción, los animal e,
y aves que se cManen los países y la calidad de ellas, enviando
por pintura todo lo que pudiese ser pintado: que esto es en
S1tStancia el contenido de aquella primera real cédula en que se
ordena, y que dejamos trasladada a la letra en la primera part.
de esta historia, en el libro te1'cero, capítulo primero de él (RF,
III, 230-231, énfasis agregado) .20
La modificación que introduce FyG en su comprensión
de la etimología de la historia está presumiblemente ligada a
20 Interesa, para el argumento que sigue, transcribir esta cédula
que se encuentra en el lugar citado por FyG: "EL REY. Adelantado Don
Pedro de Alvarado nuestro gobernador de la provincia de Goathemala:
porque queremos tener entera noticia de las cosas de esa provincia e
calidad della, vos mando, que luego que esta recibáis, hagáis hacer una
muy larga relación de la grandeza de esa provincia, en la de ancho como
de largo e de sus límites, poniéndolos muy. específicamente e por sus
nombres propios e cómo se confina e amojona por ellos, y ansimismo las
calidades y extrañezas que en ella hay; particularizando las de cada
pueblo por sí: e que poblazones de gentes hay en ella de los naturales,
poniendo sus ritos y costumbres particularmente; e ansimi!lmo qué veci-
nos y moradores españoles hay en ella, e dónde vive cada uno, e cuántos
dellos son cassados con españolas o con indias, y cuántos por cassar;
e qué puertos o rios tiene, e qué edificios hay hechos y qué animales y
aves se crían en ella e de qué calidad son: e así hecha, firmada de vuestro
nombre y de nuestros oficiales, la embiad ante DOS, al nuestro Consejo
de las Indias; e juntamente con la dicha relación, 71,03 -embiaréis pintado,
lo má8 acertadamente que ser pudiere, todo lo 8U80 dioho que 8e '¡J'Udier.
pintar; que en eUo me 8erviréi8. (Vol. 1, Libro 111, Cap. 1).
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 169

"los nombres propios" que pide el mandato del Rey. En efecto,


las tempranas cédulas pidiendo tanto una "relación" de las
cosas de Indias como también enumerando los tópicos sobre
los que se requiere información, culminan en la famosa Ins-
trucción y Memoria que se imprime y distribuye en 1577. En
ella se insiste en varias oportunidades sobre la etimología
de los nombres indígenas. Así, por ejemplo, la primera pre-
gunta del cuestionario: "Primeramente, en los pueblos de los
españoles, se diga el nombre de la comarca o provincia en que
están, y qué quiere decir el dicho nombre en lengua de los
indios, y por qué se llama así". La pregunta nueve lo repite:
"El nombre y sobrenombre que tiene o hubiere tenido cada
ciudad o pueblo, y por qué se hubiere llamado así [ ... J y
quién le puso el nombre y fue el fundador delIa ... ". Desco-
nozco si hay evidencias de que FyG haya consultado estos
materiales. Es posible inferir, a partir del ejemplo que su-
ministra al hablar de la etimología en los Preceptos Historiales,
por su familiaridad con la cédula de 1533 y con documentos
de archivo, que la modificación introducida en la tradición de
la preceptiva historiográfica se deba no al modelo para la es-
critura de la historia sino al modelo para las re.<;puestas a la
Instrucción y Memoria. 21
4.1.2. Podemos pasar a la segunda "desviación" del tra-
tado de CC. Las relaciones de esta modificación con la primera
no son del todo imposibles. Aunque CC menciona el objeto
como una de las partes integrantes de la historia, no habla
de él. En cambio sí lo hace FyG; y lo hace en estos términos:
Mas prosiguiendo a las demás partes definibles, es el objeto
de la historia el más noble y el más excelente que puede pro-
ponerse ni a la contemplación humana ni a la vista corporal,
porque siéndolo el hombre (como quiere Francisco Robertelo),
no en cuanto se mueve, respira o discurre, porque en esta for-
ma es objeto de la filosofía, sino en cuanto trata y habla de
los públicos negocios, y particulares acciones, famosas, singu-
lares y no comunes; / / y así asentamos que su objeto de las
crónicas es superiorisimo y sobre todo encarecimiento excelente
y por consecuente mira, y se dirige a las repúblicas, reinos y
comunidades, cuyo cuerpo místico componen los mismos hom-

21 Ver mi "El mudato y la ofrenda [ .. ]", op. cit. para mayores


detalles lIobre l. Inlltrucción y Memoria.
170 WALTER D. MIGNOLO FIL. XXI, 2

bres, objeto admirable de este nobilisimo arte. de historiar;


[ ... ]

párrafo que extrae (hasta //) de Suárez de Figueroa.22


)
El título completo de RF nos indica que ella excede el
ámbito del objeto asignado a la historia. Pero ello no debe
alannarnos demasiado. Los preceptistas no son peritos en
lógica y, por ello, exigen un esfuerzo de reconstrúcción, puesto
que lo que no está bajo un apartado está bajo el otro. En efecto,
si bien el objeto de la historia se define en torno al hombre y se
limita a él "en cuanto tratan de públicos negocios", encontra-
mos que al hablar de la división (una de las partes definibles
de la historia y anterior, en el orden expositivo, al objeto), se
ofrece, indirectamente, una idea más amplia del objeto:
No es menos importante el saber entender cómo se divide
la historia para saber la que se escribe, y de qué especie y
naturaleza sea; y ésta se divide en divina y humana, y éstas
se conocerán en que la historia divina es unas ,veces sagrada
como tratando de la religión, de la Escritura Sagrada, y
Theología positiva; y otras veces es eclesiástica para tratar
de los concilios, de los cánones, determinaciones de Pontífices,
sus vidas, las de los varones justos, los Santos y gobierno
de la Iglesia; pero la historia humana es natural como la de
Plinio (De animalibus, De plaintis, etc.) ; y la moral por narra-
ción de dichos y hechos, que es historia particulp,r, refiriendo
vida y virtudes, y los vicios de alguno; y la pública, en los
hechos de muchos. Con que se entenderá, que la historia divina
enseña. religi6n, la humana 'fYYUdencia, y que la natural instruye
en la ciencia CEdo de Chinchilla Aguilar, 1957:, p. 46).
La división de la historia presupone, como vemos, que el objeto
no es sólo el hombre (historia humana moral, particular y
pública), sino también la naturaleza (historia humana natu-
ral: animales y plantas, etc.). Son estos dos ámbitos los que

22 CHRISTÓBAL SUÁREZ DE FIGUEROA, Plaza u1l!Íversal de todas ~


cias y artes, Madrid, 1615. La función declarada de este libro es la de
"desterrar la ignorancia de este siglo" (Prólogo). Dedica un apartado
a la historia y en la página 181 dice: "Sujeto suyo (como dice Francisco
Robertelo) son los hombres, no en cuanto se mueven, o espiran, o discu-
rren, porque en esta forma tocan a los filósofos; sino en quanto tratan
y hablan de públicos negocios, o particulares acciones, pero famosas,
singulares, y no comunes".
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 171

cubre la RF; Y los cubre en un espacio geográfico restringido


que se especifica en la subdivisi6n de la historia: la historia
se subdivide, atendiendo al ámbito de su materia, en clásica
o Universal (que tratil del universo) ; en especial o genealógica
(progenie de un linaje) y en tópica (que trata de un reino).
En esta última subdivisión es donde FyG sitúa la suya propia
(Preceptos, p. 46; De historia, p. 34).

Ahora bien, si pnr todo lo dicho podemos pensar que la


preceptiva historiográfica (la histórica) es uno de los modelos,
que guían la escritura de la RF, es también evidente que hay
otro modelo que se ejerce en ella. FyG cierra el primer capítulo
de los Preceptos ("Elogios prohemiales de la historia. Digni-
dad y provecho de ella"), refiriéndose al aprecio que merece
de los hombres "por su antigüedad" (alude, claro está, al "prin-
cipio y origen" de la historia), citando como ejemplo la "anti-
güedad" de la historia de los indígenas escrita en mantas,
cortezas, piedras, etc. ; y aseverando su conocimiento de
primera mano "con ~ ocasión de la historia de este reino
de Guatemala, que estamos escribiendo con orden de la ma-
jestad de mi rey [ .... ]" (Preceptos, p. 40). Afirmación que
nos devuelve a la cédula de 1533 y a la introducción del libro
XII de la segunda parte en el cual describe los motivos de su
empresa y el tema (u;objeto) de ella: es el "mandato" del Rey
y no sólo los "preceptos" de la histórica los que dictan la
forma de su escritura., Si tenemos en cuenta, además, que la RF
abunda en diseños arquitectónicos, botánicos, zoológicos y ma-
pas de zonas y poblaciones, podemos constatar los dos modelos
de escritura en ejercicio: por un lado, la cédula de 1533 en
la que se pide dibujo de lo que se pudiere y las relaciones de 1577
que piden mapas de las ciudades y provincias; por otro. las
historias naturales del Nuevo Mundo, las cuales (como la de
Juan de Laet, que menciona FyG y que no podía haber cono-
cido ce por ser posterior a su tratado):l3 generalmente inclu-
yen diseños del .reiDQ vegetal y animal.

28 Juan de Laet NtItnUJ Orbis Seu. Descriptionis Indiae OccidentaliB


XVIII Leyden, 1683, la 'cual FyG no s610 conocla sino que cita como
ejemplo. Esta obra contiene numerosas y variadas ilustraciones a las
eualea se asemejan las de FyG. En cambio, los mapas de este tíltimo,
DOII _iteJa mú a las "ilustraciones" de la Instrucción y Memoria que
a la obra del autor baJeL
172 W ALTER D. MIGNOLO FIL. XXI, 2

En suma, la escritura de FyG se ejerce en la tensión del


conflicto entre la necesidad de servir a la Patria, a la cual se
ama, y al Rey, al cual se obedece; entre la necesidad de acallar
a sus críticos y la de satisfacer a sus "doctos" amigos. Mien-
tras que los Preceptos dan cuenta de cómo debe escribirse y
quiénes pueden hacerlo, el modelo que se superpone a ellos (el
de las "relaciones" de Indias) da cuenta del porqué y permite
explicar que el cómo no está solo relacionado con la preceptiva
historiográfica sino también con el "formato" exigido por las
cédulas y por la Instrucción y Memoria de 1577. En efecto,
la misma cédula que menciona FyG la recoge Marcos Jiménez
de la Espada en su "Introducción" a las Relaciones Geo-
gráficas de Indias 24 en la narración del proceso que conduce
desde los primeros "mandatos" de los Reyes a Colón de hacer
"entera relación" de lo que viere hasta la formulación de la
Instrucción y Memoria que contiene, en 50 preguntas, todos
los tópicos enumerados en la cédula de 1533.25 Esta es la razón
por la cual la RF lleva como subtítulo Discurso historial, de-
mostración natural, material, militar y política del reino de Goa-
themola, y motivos del autor para emprender esta obra después
de tantos años de la conquista de este Reino; y es también por
esta razón que para aquellos apegados a la preceptiva, la obra
es una incoherente acumulació!l de información. El deseo de
servir a la Patria y al Rey y el deseo de seguir los preceptos
historiográficos y el mandato de hacer "entera relación", dan
como resultado una obra historiográfica híbrida que ejempli-
fica tanto los cambios que sufre la escritura de la historia en el
Nuevo Mundo como los motivos para escribirla.
4. 1. 3. Un último aspecto al que me quiero referir, y
que atañe tanto a los Preceptos como a la RF, es el modelo
indígena de escritura.'.!!; Si bien este no. llega a "contaminar"

2~ Edicióny estudio preliminar de JosÉ URBANO MARTfNEZ CA-


RRERAS, Madrid, BAE, 1965, pp. 27-28.
Me he ocupado de las "relaciones de Indias", en este mismo.
'.!r.
contexto de reflexiones, en "Cartas, crónicas y relaciones del descubri-
miento y de la conquista" op. cit. y en "El mandato y la ofrenda: La
De8cripción de la provincia y ciudad de Tlaxcala de Diego Muñoz Ca-
margo y la8 Relaciones de indias", en NRFH (en prensa).
26 Me he o.cupado en otros lugares en sugerir que entre la obra
de Francesco Patrizi (DeUa historia die ce dialGghi, 1660) Y la de Ber-
nardo Boturini Benaducci (Idea. de una nueva. hwtoria. genera.l de ltJ
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 173

la propia escritura de FyG, como lo hace el modelo de las rela-


ciones de Indias, hay, en cambio, un reconocimiento de que los
indígenas conservan memoria del pasado por medio de signos
no-verbales y que éstos son también una forma de escritura.
Tal reconocimiento hace que su historia ponga de relieve otra
forma de historiar que no está contemplada en las preceptivas
historiográficas que resume para justificar su propia escritura.

En efecto, el capítulo XI, de la Segunda parte tiene por


título "De los caracteres y modo de escritura de que usaban
estos indios en su gentilidad, en especial el modo de figuras
de que se valieron los Pipiles". Después de describir en detalle
la manta que llegó a su poder (a la cual se refiere en el primer
capítulo de los Preceptos), concluye que "a este modo [ ... ]
pintaban, esculpían y tallaban los sucesos y cosas memorables
de su tiempo ... ". y después de describir los signos mediante
los cuales "decían denotaban cuentas y memorias de tributos",
pasa a detallar el "modo con que describían las vidas de sus
reyes", y es aquí precisamente donde FyG reconoce el valor
"historiográfico" de la escritura indígena y lo menciona, pre-
cisamente, en el capítulo sobre la importancia y la antigüedad
de la historia. En el capítulo XII (lIa. Parte), de la RF, dice:
Dijimos, al principio del antecedente discurso, que los
indios de este reino, fuera de escribir, con figuras y caracteres,
las cuentas de tributos y historias de sus señores, en perga-
minos y mantas; ·también la tallaban y esculpían en piedras y
maderos, con gran curiosis y primor; y semejante a estos
maderos historiales era el que me refirió, el presentado fran
Luis Xirón, religioso merced ario, y antiguo gran ministro de
los indios en la parte de Nicaragua, haber tenido en su poder
[ ... ].
Estos ejemplos los trae a cuento FyG para subrayar, princi-
palmente, el cómputQ de los tiempos en relación con los go-
biernos y con acontecimientos "históricos". Luego describe
con cierto detalle (ver p. 174) el "madero" que le refería

Ambie/l Septentrional, 17(6) apoyada en las ideas de Vico (Scienzia


_U01lG, 1726) la idea de la escritura de la historia está estrechamente
ligada a la escritura silábica. Cfr. "La escritura de la historia y la histo-
ria de la escritura", en W. D. MIGNOLO TeztOB, modeloB 11 mBttiforllB,
Xalapa, Universidad Veracruzana, 1984, pp. 197-208.
.4 RECORDACIÓN FLORIDA 11'

CAPITULO XII el sello,. CIIStl:


f;==:::~r..:::.. porque parece lo
Q/1'; contiene ,. mate,ia, del pr.ecedenle, da a entender as(
sobre el proPio estilo de ",entas, y escri- aquella casa, que
.l/m/s ,le los indios, el modo con lJue se ve pintada en
des"i blan llis vidas de SIloS reyes. la primera orden
superior de esta
Dijimos, al principio del antecedente: planta; y ,el se-
.discurso, que los indios de este reino, ,gundo cacique,
Juera de esCribir, con .figuras y caracte- demuestra haber
ns, las cuentas de tributos y historias sido. el se flor
·de sus señores, en pergaminos y mantas; Soct.il, de espíritu
también las tallaban y esculplan en belicoso, y d~.do
piedras y maderos, con gran curiosidad al ejercicio mili-
}' primor; y semejante a estas maderos tar, porque' los
historiales era el que me refirió,el caracteres de la
:presentado' fray Luis Xirón, religioso penúltima casilla
meréedario, y antiguo, y gran ministro representan • ha-
'de los indios en la parte de Nicaragila, ber vencido tres
haber tenido en su poder: y según su batallas; y ezto
inteligencia y modo de inscripciones, se explicará más
of'ra terminación de siglo en principio adelante, porque
de otro, en el tiempo del gobierno de ofrece materia
algún señor de los pipiles de aquella suficiente en lo
parte de .Nicaragua; los cuales .tiempos que escriblan d-~
,demostmban en ruedas planas de piedra, la vida, de sus
como se ven algunas en las Chiapas (a reyes, en que con
-donde describiremos de esto, y otras admirable· modo
antigüedades muy curiosas); yel siglo las narraban, y se
que ellos numeraban por cincuenta y explicaba ~n sufi-
dos años, contando y dividiendo cada cienUsimo grado:
alio en diez y ocho meses de veinte y siempre en lo
días, con cinco más en el último mes del extendido v ca-
año, que llamaban de descanso en que paz de los Perga-
ninguno trabajaba; y, la demostración minos o mantas,

-de un siglo, era en esta forma: J con tintas muy


finas y perma-
nentes, sin que
-que es una gavilla de varas atadas por .,en sus escritos pudiera echarse menos
.el pie, como dando a entender ser circunstancia ninguna, puesto que
junta de años, que hadan aquella com- declarando el nombre de la persona,
JlOsi'tión. Mas el madero que me reIeda también asentaban los años de la dura-
el pre~entado fray Luis Xirón, según ción de SlJ reinado, sus batallas y sus
la demostración que' hizo de su propia triunfos, y su gogiemo, y disposición
mano, era en el modo que proponemos polftica; siendo cientUicos y diestros en
.al margen. semejante orden de escritura, en que
y en esta demostración parece, que criaban otros, escogidos de entre la ju-
.en la cuarta casilla, cerrar el cómputo ventud de los nobles, para' que entrasen
de un siglo, por la gavilla, o junta de a semejante oficio en que tenían esti-
varas, que alH se estampa, y empezar mación: y no siendo alguno de esos su-
'" correr otro, por señalarse en la quinta ficiente a este empleo,. nombraban
tanda una flor, y una corona; mas.parece para él' a uno de los sacerdotes de sus
haber sido el nombre del selior, en cuyo a(loratorios, . cuya grande autoridad, y.
tiempo se cerró el siglo, el de Jutecucali, crédito, era en su gentilismo' muy vene-
~I señor de la """, ó, más propiamente, rada: y ellos DO meno••e elmeraball
Hist6rica, Relaciones y Tlat6Uotl 176

Luis Xirón, en el cual se conserva memoria de las vidas de sus


Reyes, sobre' lo cual concluye FyG que esto
ofrece materia suficiente en lo que escribían de la vida de SUB
reyes, en que con admirable modo las narraban 'Y se ezplictJ¡ban
en 8uficientísimo grado [ ... ] .
Tal reconocimiento no es de poca monta. Desde el "pobre
ermitaño" Fray Ramón Pané, se escucha decir que los indios
no saben "contar" (ni narrar ni llevar apropiada cuenta de los
tiempos); y que por ello viven en el "engaño y la mentira",
privados de la "verdad" en la que viven aquellos que sí saben
"contar": "Todo esto -dice Pané- les han hecho creer sus
antepasados; porque ellos no saben leer, ni contar sino hasta
diez" (p. 22); "Y puesto que ellos ni tienen escritura ni letras,
no pueden dar buena cuenta de cómo han oído esto de sus
antepasados, y por eso no concuerdan en lo que dicen, ni aun
se puede escribir ordenadamente lo que refieren" (p. 24); "Y
como no tienen letra ni escrituras, no saben contar bien tales
fábulas, ni yo puedo escribirlas bien. Por lo que creo que
pongo primero lo que debiera ser último y lo último primero.
Pero todo lo que escribo así lo narran ellos, como lo escribo, y
así lo pongo como lo he entendido de los del país" (p. 26).27

Estos juicios los emite Pané a finales del siglo xv. A finales
del XVI todavía no han cambiado demasiado.28 Torquemada, a
principios del siglo XVII dedica un capítulo de su Monarquía
Indiana (1615) a demostrar que "por la falta de historias
que estas gentes tenía" es imposible llegar a conocer su origen
ni tampoco evaluar lo que ellos mismos cuentan. Citemos:
Una de las cosas que mayor confusión causan en una re-
pública y que más desatinados trae a los hombres que quieren
tratar sus causas es la poca puntualidad que hay en considerar
SUB historias; porque si historia. es una narración de cosas
acascida8 y '/lerdaderas y los que las '/lieran 'Y supieran no las
deja.ran en la. memoria., será fuerza al que después de acaecidas
quiere escribirlas, que vaya a ciegas en el tratarlas, o que en
cotejar las varias que se dicen gaste la vida y quede al fin de

:ro Todas las citas provienen de Relaci6n acerca de las antigüedades


tU lo. indio, Siglo XXI, 1974.
• Cfr. mi "El metatezto historiográfico y la historiografia in-
diaD.", OJI. cit., p. 396 ..
176 WALTER D. MIGNOLO FIL. XXI, 2

ella sin haber sacado la verdad en limpio. Esto (o casi esto)


es lo que pasa en esta historia de la Nueva España; porque
como los moradores antiguos de ella. no tenían letras, ni las
conocían, así tampoco no las historiaban.'l9
Aunque reconoce que tenían cierto modo de escritura, que eran
pinturas, ellas -según Torquemada- no nos pueden asegurar
la veracidad de los hechos porque dejan lugar a muchas inter-
pretaciones y a mucha variedad en las historias que ellos
cuentan. Opinión que permite leer, en sus presupuestos, la
confianza no sólo en la escritura silábica sino también la creen-
cia de que en ella se puede expresar la "única" verdad del
mundo; una escritura, en fin, en la que no hay lugar para
la variedad y en la que no puede ocurrir lo que ocurre con las
"historias" indígenas: "era fácil variar el modo de la historia
y muchas veces desarrimarla de la verdad y aun apartarla
del todo" (p. 47).

¿ Qué importa todo esto? Pues, que en la preceptiva histo-


riográfica que CC y Sánchez de Figueroa transmiten, no hay
lugar, como se ve, para la valoración positiva de la "escritura
indígena". No hay lugar para ejemplificar con "mantas y ma-
deros" la antigüedad de la historia, porque en el pasado y en el
discurso indígena todo es caos, engaños, mentiras. Si la escri-
tura de FyG no se "contamina" con el modelo indígena de
escritura, sí lo reconoce; y, al reconocerlo, modifica el modelo
de escritura que mantiene y transmite la preceptiva histo-
riográfica. Hoy sabemos que, sobre este tema, FyG estuvo
más cerca de "la verdad" que Pané, Acosta, Torquemada, etc.
Miguel León Portilla, al estudiar los vocablos y conceptos me-
diante los cuales los aztecas "expresaban" y organizan su propio
espacio cultural, destaca, entre ellos el vocablo tlatóUotl: voca-
blo que deriva de tlatoUi cuyo sentido es "palabra" o "discurso"
y cuyas expresiones pueden ser "conjunto de palabras o dis-
curso" como también "esencia de la palabra o discurso". Como
esencia, significa también memoria, tradición, historia. Ignoro
si lo que es válido para los aztecas lo es también para los taínos
(a los cuales se refiere Pané) o a los pipiles (a quienes se

211 Monarquía Indiana, México, Instituto de Investigaciones His-


tóricas, 197&", p. 47.
Histórica, Relaciones y Tlatóllotl 177

refiere FyG).30 Lo que me interesa es que, en este último, se


llega a una comprensión del modelo indígena de escritura que
no incluyen los tratados historiográficos sobre los que FyG
se basa y a los que modifica por incorporar a ellos las historias
indígenas como ejemplo de la "antigüedad" de la historia.

IV. CONCLUSIÓN

Al final del recorrido, tres aspectos parecen ser "dignos


de memoria": a) el primero es el de haber configurado la
modolidrul enunciativa en términos de modelos de escritura;
b) el segundo es el de haber identificado tres modelos de escri-
turas vigentes en el discurso de FyG y c) tercero, el de haber
sugerido que la modoJ,idrul enunciativa del discurso de FyG
puede tomarse como un caso particular de la modalidad enun-
ciativa del discurso historiográfico de los "criollos". La modi-
ficación de los modelos europeos en tierras del Nuevo Mundo,
que tanto se celebra, se debería a la exigencia de nuevos modelos
de escritura (como las "relaciones" de Indias y la escritura
indígena), y no necesariamente a las exigencias de una nueva
realidad.
W ALTER D. MIGNOLO
The University of Michigan

30 MIGUEL LEóN PORTILLA, Tolteatl/Jl0tl: (UlpectoB de l.tJ cult"n¡


ftáhuatl, Méll:ico, F. C. E., 1980, especialmente pp. 7-100; para una ela-
boración de este aspecto en relación con la historiografía peninsular,
W. Mignolo, "La escritura de la historia y la historia de la escritura",
op. eit..
UNA MUESTRA
DEL TEATRO POPULAR EN NICARAGUA:
EL GüEGtJENCE *

Nos referimos a una pieza del teatro callejero nicara-


güense, todavía viva en las tradiciones y fiestas populares, y
única por sus características en la literatura hispanoamericana.
Aunque de manera primitiva desde el punto de vista literario,
refleja el encuentro de dos culturas: la indígena y la española
en la Colonia, y la incipiente fusión de la que surgiría otra
cultura, nueva y diferente. 1
Con estas notas nos proponemos contribuir al estudio de
la estruc.turación de El Güeg:üence, de los problemas de autoría
y fecha, de la intención satírica y del género de la obra.

EL TEATRO INDíGENA PRECOLOMBINO

Desde los primeros tiempos de la conquista son varias las


descripciones que hacen los cronistas acerca del teatro de
los indios de América y de sus representaciones.
El abate Brasseur distinguía tres tipos de obras indíge-
nas: 1) simples danzas con canto, 2) danzas con recitaciones,
y 3) los dramas completos con música, baile, diálogo y empleo

• Este trabajo .fue presentado en las Sesiones Públicas del Instituto


de Teatro de la Facultad de Filosofía y Letras (UBA) de 1981. Agregamos
en nota algunos datos que conocimos posteriormente.
1 Otra modalidad del teatro callejero, especialmente entre el pueblo
indigena, son las "fiestas de moros y cristianos" derivadas exclusivamente
de la literatura medieval europea en la época colonial. Véase ERNESTO
M.l:.JlA SÁNCHEZ y JOSÉ DURAND, "Teatro popular nicaragüense: Los doce
JIGra de Francia en Niquinohomo", Anuario de Letras, XX (1982),
287-330.
180 OFELIA KOVACCI Fn.. XXI, 2

de máscaras y trajes apropiados.2 Por su parte, Georges Ray-


naud cree que la danza con música es "una creación social-
religiosa", "la expresión mimada de ideas y símbolos", que
representan mitos, leyendas, historia. 3
El primer tipo se encuentra en diversos lugares del con-
tinente, incluso en la América no hispánica. 4 Aquí cabe men-
cionar los areítos (del arahuaco aririn) de las Antillas, donde
con danza pantomímica y canto los taínos conservaban su his-
toria./i En los pueblos de América Central y Méjico se reali-
zaba el rito en la suma del arte, según C. H. Balmori: 6 forma,
color, poesía, canto, danza, y se llamaba mitote en nahua.
Algunas de estas danzas sobrevivieron varios siglos a la Con-
quista, como la del "Mono de los (dioses) Maestros Magos" de
Guatemala, ya citada en el Popol Vuh. 7
Al segundo tipo de obras mencionado por Brass~ur perte-
necen ciertas danzas de Centroamérica: el Baile de los zom-
popos, Los diablos, El torohuaco, Las inditas, etc., algunas
todavía ejecutadas en comunidades indígenas, como la de Ma-
saya en Nicaragua.
Del tercer tipo existen dramas completos con música y
danzas. El Baile del Tun, 8 drama-ballet en quiché, denominado
también Rabinal Ackí (El va:t"Ón de Rabinal), es una tragedia
de tema y estructura prehispánicos. Al mismo género perte-
nece La conquista de los espa;ñ.oles,9 en quechua y español, de

2 Véase Teatro indígena, prekiB'pánico (Rabinal AcM), M-éxico, Edi-


e10nes de la Universidad Nacional Autónoma, 1955, p. 128.
3 Ibid., p. 129.
4 Entre los cherokís a veces se hacían pantomimas; los actores
llevaban disfraces y máscaras, y representaban escenas cómicas (DANIEL
G. BRINTON, A bo-rigina,l A merica.n A utkors, Philadelphia, 1883, pp. 54-55).
/i Véase GoNZALO FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Historio, ge1'UWal1l natural
de las Indias (Libro 1), Madrid, Atlas, 1959, T. I (Primera eclición,
1526).
8 Cfr. CLEMENTE HERNANDO BALMORI, "La, conquisto, de los españo-
1Je8" 11 el teatro indígena, americano, Universidad Nacional de Tucumán,
Facultad de Filosofia y Letras, 1955, p. 9.
7 Op. cit. en nota 2, p. 127.
8 Transcripto en 1850 en San Pablo de Rabinal, pueblo de la Baja
Verapaz (Guatemala) por Bartolo Zis, pues hasta entonces se habia
transmitido por tradición oral. En 1862 el abate Carlos Brasseur, de
Bourbourg, tradujo la obra del quiché al francés. Véase op. cit. en nota 2.
11 Drama anónimo publicado por C. H. Balmori, op. cit. en nota 6.
Teatro popular en Nicaragua: El Güegüe1u;e 181

estructura indígena y tema indígena-hispánico, que se inscribe


en la tradición de los taquis, dramas con danza de los incas.
En Nicaragua, D. G. Brinton registró cinco tipos de bai-
les: 1) bailes simples; 2) bailes con cantos; 3) bailes con
recitados en prosa; 4) recitados escénicos con música llamados
"logas", en los que intervenía un solo actor, característicos
de los indios mangues; 5) dramas completos con música, bailes,
diálogo y trajes apropiados. 10
Rabinal Achí y:La conquista de los españoles son dramas.
Pero es ,de la comedia ("farsa", "entremés") de lo que dan
noticia más frecuentemente los cronistas. De acuerdo con algu-
nos de sus. testimonios, 11 en las farsas o comedias de Méjico
y Centroamérica había elementos religiosos.1 2 Sin embargo,
mayores evidencias del origen religioso se conservan en el dra-
~a. Así Rabinal Achí trata de la captura, proceso y muerte
de un guerrero, de acuerdo con un ritual de sacrificio o eje-
cución. No es extraño, pues, que los misioneros trataran de
desterrar lo que consideraban idolátrico, y en general el teatro
profano. ,Pero usaron las representaciones para instruir en
religión con autos sacramentales. De este modo el teatro iIidí-
gena, transmitido por tradición oral, fue desapareciendo con
la excepción de algunas obras que continuaron representándose
-eomo Rabinal Ach~, aunque con mutilaciones.

10 DANIEL G. BRINTON, Library of Aboriginal American Literature,


N9 111, Philadelphia, 1883 (reprint AMS Press, New York, 1969), pp.
XXIV Y XXV. (En adelante citaremos esta obra como L.) Loga le parece
a Brinton· corrupción de loa.
11 Decia José de Acosta: "Este templo [dedicado a Quetzalcoatl]
tenía un patio mediano donde el día de su fiesta se hacían grandes bailes
y regocijos, y muy graciosos entremeses [ ... ]. Salían los representantes y
hacían entremeses, haciéndose sordos, arromadizos, cojos, ciegos y man-
cos, viniendo a pedir sanidad al ídolo; los sordos respondiendo adefesios,
y los arromadizos, tosiehdo; los cojos, cojeando, decían sus miserias y
quejas, con que hacían reír grandemente al pueblo". Historia natural
'11 moral de lGB Indias, Méjico, Fondo de Cultura Económica, 1940, Libro
V, cap. 30 (Primera edición, 1690).
12 Brinton señalaba, aún en la época en que escribia, el propósito
religioso de la mayoria de los bailes de Nicaragua, pues con ellos se
cumplian promesas ante algún santo (L., p. XXIV). En especial en la
fiesta de San Jerónimo ("Tata Chombo"), Gran Patrón de la ciudad
de 11...,.., todavfa _len tener lugar estos bailes, el 30 de septiembre
y 1011 dollÜDlO8 del mes de octubre, en las c:alles o plazas.
182 OFllLlA KOVAOCI FIL. XXI, 2

EL GÜEGÜENCE
El Güegüence es una pieza anónima, recogida en 1874 por
Carlos Hermann Berendt en Masaya, Nicaragua, con el título
de Baile del Güegüence o Macho rat6n. Comedia de l08 indios
mangues. Está compuesta en una mezcla de español y nahua.
En 1883 el antropólogo Daniel G. Brinton la publicó junto
con una traducción al inglés, en el tercer tomo de su Brinton's
Library of aboriginal American Literature, con el título The
Güegüence, a comedy-ballet, in the nahuatl-spanish dialect of
Nicaragua. En 1942 se editó en Nicaragua la paráfrasis espa-
ñola hecha por Emilio Álvarez Lejarza, quien traduce "comedia-
bail ete" .13
Los indios mangues, entre los que se representaba el
Baile del Güegüence, sobrevivieron hasta fines del siglo XIX,
desde el lago Xolotlán, de Managua, hasta la península de
Nicoya en Costa Rica. Su lengua 14 pertenecía a la familia oto-
mangue, rama chiapaneca-mangue. El chiapaneca se habló
hasta época reciente en Chiapas, México, y el mangue se extin-
guió a fines del siglo XIX. Se extendía en la costa del Pacífico
de El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica, con algu-
nas ramificaciones en el interior.
Las principales islas del Lago de Nicaragua y la franja
de tierra comprendida entre el Lago y el Océano Pacífico,
fueron colonizadas en época prehispánica por los aztecas o
nahuasdesnl1lzando _al _Du~blo allí asentado. l.os mamrugs. a
zonas próximas hacia el norte y el sur. 15 En los primeros tiem-
pos de la colonización española se generó una lingua franca 16
española-nahua, que se extendió por toda Centroamérica y que
permitiría a pueblos de diferentes lenguas entenderse con los
españoles y entre si en asuntos de interés común de índole

13 Teatro Callejero Nicaragüense: El Güegüense [sic] o Ma,cho


Ra,tón. Comedia bailete anónima de la época colonial. En Cucuierno del
Ta,ller Sa,n Luca,s, NI? 1, 18 de octubre de 1942, pp. 7-122.
14 ROBERT E. LoNGACRE, "Comparative reconstruction of indigenous
languages", en Current Trends in Linguistics, 4, lbero-America,n a,nd
Caribbea,n Linguistics, editado por T. Sebeok, The Hague-Paris, Mouton,
1968, p. 334.
15 Brinton, L, pp. V Y VIII.
18 Véase PEDRO HENRfQUEZ UREÑA, "El hispano-náhuatl del Güe-
penee", BDH IV (1938), 32&-327.
Teatro popular en Nicaragua: El Giúgii.1JfIC1J 183

comercial, social, etc.u El Güegüence fue compuesto en esta


lingua franca. En la versión publicada por Brinton predomina
el componente español.
La palabra Güegüence del título es el nombre del prota-
gonista y proviene del nahua huehue, 'viejo', y del sufijo
afectivo y de respeto tzin, unidos con una -~ eufónica.
Significa, pues, ·viejecito'. El personaje del viejo existió en
las representaciones precolombinas, y se conoce un Baile del
Viejo.18
En cuanto al título alternativo, Macho Ratón, designa al
mulo (macho); y "macho ratón" es un mulo pequeño. Este sub-
título alude a una danza así llamada que se intercala en la
representación,
El argumento de la obra -que es breve y no está dividida
en partes o actos- consiste en una serie de situaciones de floja
trabazón.
Comienza con la entrada del Alguacil y el Gobernador
Tastuanes que dialogan mientras bailan. El Gobernador la-
menta la pobreza en que se encuentra el Cabildo Real y por
ese motivo ordena al Alguacil que se suspendan los cantos y
danzas con que se regocijan los Señores Principales mientras
no dé licencia la ronda, o sea la patrulla de vigilancia del Go-
bernador. El Alguacil señala que la ronda también se halla en
gran pobreza, sin ropa que ponerse, y Tastuanes manda traer
a su presencia a un viejo comerciante, el GÜegüence. Cuando
éste ve al Alguacil se finge sordo y hace mofa de él, aparen-
tando confundirlo con una criada del Gobernador. Por su parte,
el Alguacil le pide dinero por enseñarle "con qué modo y con
qué cortecilla [cortesía]" debe tratar con el Gobernador Tas-
tuanes. Se trata de ciertas frases de saludo, y de villancicos
y danzas para recrear al Gobernador y al Cabildo Real. Una
vez en presencia de aquél, se suscita un diálogo elusivo de parte
del Güegüence, acerca de la necesidad de licencia para entrar

17 Brinton, L, p. XVI.
I~ "[ ••• ]Otro baile habia de viejos que con máscaras de viejos corco-
bados se bailaba que no es poco gracioso y donoso y de mucha risa a su
modo habia un baile y canto de truhanes en el cual introducian un bobo
que fingia entender al revés lo que su amo le mandaba trastrocándole
1.. palabras l ... ]". Fa. DIIilOO Dua.(N, Historia de las [ndiaa de Nueva
Eepaiia " ülas de tietTa firme, México, 1880, T. 11, p. 231. (Primera
edici6n, 1679).
184 OFllLIA KOVACCI FIL. XXI, 2

en la provincia real. Enseguida, el Güegüence se presenta como


un rico comerciante, pero el Gobernador les pide a los hijos
del viejo, don Forcico y don Ambrosio, que informen sobre las
"riquezas y hermosuras tumile" ['abundantes'] 19 que posee el
GÜegüence. Don Forcico ratifica las palabras del padre, no así
don Ambrosio, del que luego se dice que no es hijo del Güe-
güence, sino producto de un desliz de su mujer, por lo cual
ha salido "tan mala casta" que desmiente al padre, lo trata de
"embustero" y alude a su costumbre de "salir de casa en casa
a hurtar" cuando cierra la noche. Después el Güegüence elogia
los oficios y habilidades de don Forcico y baila con los dos
hijos, todo lo cual satisface finalmente al Gobernador Tastua-
nes. Siguen otros bailes, en los que participan también el Go-
bernador y el Alguacil. Aquí, a pedido del Gobernador, don
Forcico y una comparsa con máscaras de mulos bailan el zapa-
teado del macho ratón como parte de las habilidades que han
de divertir al Cabildo Real y a los Señores Principales. A con-
tinuación el Güegiience propone un trato al Gobernador acerca
de la hija de éste, doña Suche Malinche, pero luego se aclara
que el pretendiente es don Forcico. Llegan varias damas y don
Forcico las rechaza con comentarios maliciosos hasta que elige
a Suche Malinche. Se celebra el matrimonio y el Gobernador
Tastuanes pide la colaboración del Güegüence con dos botijas
de vino de Castilla para brindar "en chocolá", las que don
Forcico se encarga de conseguir en casa de un "amigo", em-
pleando el término equívocamente. Enseguida se reúnen otra
vez los mulos, y en esta escena tienen lugar algunas expresio-
nes de doble sentido que Balmori considera especímenes del
carácter licencioso que atribuye a las farsas precolombinas,
carácter relacionado con el "valor simbólico de fecundación
... la fertilidad en la naturaleza" 20. Finalmente, padre e hijos
convidan con el vino a las autoridades y se disponen a diver-
tirse gratuitamente.
A la relación de causa-consecuencia que une las dos prime-
ras situaciones: falta de recursos de las autoridades y compa-
recencia del comerciante presuntamente rico, siguen otras si-
tuaciones cuya unidad consiste en la exposición de las astucias
del segundo para congraciarse con la autoridad y obtener, a su
vez, ciertos beneficios.

19 Entre corchetes intercalamos la traducci6n de. los términos en


nahua. Los textos pertenecen a la edici6n de Brinton.
20 C. H. Balmori. op. cit., p. 25.
Teatro popular en Nicaragua: El Güegii.enee 1850

No se trata de una obra de acción, sino de personaje -como


señala ya el título-. En efecto, desde su solicitada presencia
en la escena inicial el Güegüence es el eje de las restantes
situaciones, que va manejando o creando a su favor ante sus
antagonistas (autoridades) con la ayuda plena de don Forcico
y la ambigua de don Ambrosio, hasta alcanzar un final abierto.

MOTIVOS y RECURSOS EXPRESIVOS DEL TEATRO INDÍGENA

Este esquema se apoya en motivo!;! propios del teatro indí-


gena, entrelazados con materiales argumentales de la época
colonial. Los prehispánicos se exteriorizan en particular en los
personajes .americanos, el Güegüence y sus hijos, pero algunoB
---eomo el baile- también abarcan a los demás personajes.
En primer término, el protagonista ofrece los trazos típicos
que tuvo en época prehispánica.21 Antes de su aparición en
escena el Gobernador lo califica de "consentidor, afrentador,
ticino ['charlatán']" y "sesule ['inútil']". Ya en acción, el per-
sonaje se autocalifica de "pobre viejo, lleno de dolores y conti-
nuas calamidades", los que, sin embargo, no le impiden luego
bailar varias veces como muestra de sus habilidades. La sor-
dera, o el fingimiento de sordera22 es explotado frecuentemente,
como en estos pasajes, abundantes en interpretaciones in-
tencionadamente erróneas, que configuran una burla, en parte
macabra por el sentido de dobles, doblar: 'tocar a muerto'.23-
Giiegüence. - ... Pues amigo, Capitán Alguacil Mayor, ¿no
me enseñará con qué modo y con qué corlecilla he de entrar y
salir ante la presencia real del Señor Gobernador Tastuanes?
Alguacil. -Sí, te enseñaré, pero no de balde; primero ha
de ser mi salario.
Giiegilence. -¿ Pescados salados? i Ah muchachos! ¿Ahí
están las redes de pescados salados?
[ ... ]
Alguacil. -Reales de plata, GÜegüence.

21 Cfr. supra, notas 11 y 18.


22 Don Ambrosio descubre el fraude: "GÜegü.e~: -1 Ah mucha-
chosl ¡lIe hablan'! D_ A",brosio: -¡Quién te ha de hablar, Güegüence
embustero 't"
• La burla se hace mordaz. Pero el ávido Alguacil pide, y termina.
Ndbiendo, ''todo lo que hubiere en la bodega".
186 OFELIA KOVACCI FIL. XXI, 2

Gilegüence. - j Ah! Redes de platos.


[ ... ]
Alguacil. -Pesos duros, GÜegüence.
Gilegüence. - j Ah! Quesos duros de aquellos grandotes.
[ ... ]
Alguacil. -Doblones de oro y de plata, GÜegüence.
Gilegi¿ence. - j Ah ! Dobles... j Ah, muchachos! ¿ Sabes
doblar?
D. Forci,co. -Sí, tatita.
Güegüence. -Pues dobla, muchachos, Dios persogue a mi
amigo Capitán Alguacill Mayor, que ahora endenantes estuvi-
mos tratando y contratando con él, y ya se lo llevó una bola
de fuego a mi amigo.
[ ... ]
Alguacil. -Doblones de oro y de plata, GÜegüence.
Gilegüence. - j Doblones de oro y de plata! Pues hábleme
recio que como soi viejo y sordo, no oigo lo que me dicen ...
En la obra caracteriza también al protagonista --como re-
flejo del paso del personaje a la colonia- su poco claro modo de
vida, cuando al enumerar sus riquezas desliza la frase "ropa
de contrabando", y en este diálogo hacia el final:
D. Forcico. - ... ya me avié de la yunta de botijas de
vino.
Gilegüence. -¿ A onde te aviastes, muchacho?
D. Forcico. -En casa de un amigo.
GÜegüence. -¿ Quién te enseñó hacer amigo?
D. Forcico. -Usted, tatita.
Güegiience. -Calla, muchacho, ¿qué dirá la gente que yo
te enseño a hacer amigo? 24
D. Ambrosio. -¿ Y pues no es verdad que enseñas malas
mañas a tu hijo?
Aquí el doble sentido revela una faceta del viejo, que el hijo,
como buen discípulo, imita.
También pertenecen a la tradición indígena la enumera-
ción de oficios, 25 como la que hace el Güegüence de los de don
Forcico, quien luego la repite:

24 Amigo puede tener el sentido de 'protector de una cortesana', y


por ello cree Brinton que "Güegüence affects to be shocked by the
employment of it by Don Forcico" (L, p. 81).
2fi J"osé de Acosta, refiriéndose al culto de Quetzalcoatl por medio
de entremeses, dice: " .. "Salían los representantes [ ... ] unos vestidos
Teatro popular en Nicaragua: El GüellüexCfJ 187

Güegüence. -Pues más ha sido escultor, fundidor, repi-


cador, piloto de alturas de aquellos que se elevan hasta las
nubes, Señor Gobernador Tastuanes.
Gobernador. -Esos no son oficios de continuo, GÜegüence.
Güegüence. -Pues más ha sido carpintero, hacedor de
yugos aunque sean de papayo, hacedor de arados, aunque sean
de tecomajoche. 26
En la serie, "piloto de alturas" nombra un oficio aprendido
de los españoles. La frecuencia de las enumeraciones, si bien de
motivación colonial, podría sugerir la predilección por esta for-
ma expresiva en el teatro indígena. 27 Entre ellas están las ca-
rencias del Cabildo Real y las de la ronda del Gobernador, que
reflejan usos españoles. Ofrecen colorido local la enumeración
de monedas por el Güegüence :28
La mitad de este medio hacen dos cuartillos; un cuartillo
dos octavos, un octavo dos cuartos, un cuarto dos maravedíes,
cada maravedí dos blancos.
de lugares de Méjico y Guatemala recorridos comerciando:
por la Veracruz, por la Vera Paz, por Antepeque [Tehuantepec]
de riquezas del Güegüence: 211
[ ... ] miren cuánta hermosura. En primer lugar cajonería de
oro, cajonería de plata, güipil de pecho, güipil de pluma, medias
de seda, zapatos de oro, sombrero de castor, estriberas de
lazo de oro y de plata, muchintes ['todas', 'muchas'] hermosu-
ras, Señor Gobernador Tastuanes, asaneganeme ['permítame
ofrecerle'] ese lucero de la mañana que relumbra del otro lado
del mar, asanecaneme esa jeringuita de oro para ya remediar
el Cabildo Real del Señor Gobernador Tastuanes.

eomo escarabajos y otros como sapos, y otros como lagartijas, etc. y


encontrándose allí referían sus oficios..... (loe. cit.).
26 Un árbol de madera fofa.
:r. En Rabinal AcM aparecen, como en este ejemplo: "Sí, efectiva-
mente, el cielo; sí, efectivamente, la tierra te han entregado al hijo de
mi flecha, al hijo de mi escudo, a mi maza yaqui, a mi hacha yaqui,
a mi red, a mis ataduras, a mi tierra blanca, a mis yerbas mágicas".
Esta enumeración se reitera muchas veces, en parte o con variaciones.
:!II Con el recurso expresivo de la concatenación.
2tI Este motivo, con variantes en las que aparecen "ropa de Cas-
tilla, ropa de contrabando", es repetido varias veces por el Güegüence,
188 OFELIA KOVACCI FIL. XXI, 2

La enumeración es asimismo la base de algunas tiradas de


cierto vuelo poético, como en el último ejemplo transcripto, cuyo
final, sin embargo, encubre la burla. O bien el sobretono lírico 30
vela con la fantasía el sentido equívoco del cuento cuando el
viejo trata de justificarse ante el Gobernador por haberse pre-
sentado ante él sin licencia:
V álgame Dios, Señor Gobernador Tastuanes, viniendo yo
por una calle derecha me columbró una niña que estaba sentada
en una ventana de oro, y me dice: Qué galán el Güe-
güence, qué bizarro el Güegüence, aquí tienes bodega,
Güegüence, entra, Güegüence, siéntate Güegüence,aquí hay
dulce, Güegüence, aquí hay limón. Y como soy un hombre tan
gracejo, salté a la calle con un cabriolé, que con sus adornos
no se distinguía de lo que era, lleno de plata y oro hasta
el suelo, y así una niña me dio licencia, Señor Gobernador
Tastuanes.
En otros pasajes el doble sentido, la ironía e incluso la
expresión directa se manifiestan de manera más cruda y per-
miten exteriorizar otro rasgo del viejo: la chocarrería, 31 que
aplica a la esfera sexual cuando alude a los mulos en la penúl-
tima escena. Esta faceta del personaje tiene nuevamente su
reflejo en el hijo mayor, quien emplea recursos expresivos
similares para rechazar a las jóvenes que acompañan a Suche
Malinche, 32 involucrando al mismo tiempo a don Ambrosio:
Giiegüence. -Ve qué bizarra dama aquí, muchacho.
D. Forcico. -No está de mi gusto, tatita.

el Gobernador y don Forcico, y contrasta con la lista desvalorativa de


don Ambrosio: "Dice que tiene cajoneria de oro, y es una petaca vieja
totolatera, que tiene catre de seda y es un petate viejo revolcado, dice
que tiene medias de seda y son unas botias viejas sin forro, que tiene
zapatos de oro, y son unas chancletas viejas sin suelas, que tiene un
fusil de oro, y es sólo el palo, porque el cañón se lo quitaron".
30 Como es sabido, los aztecas cultivaron la poesía lirica.
31 Similar a la de las historias narradas junto al fuego por los
algonquinos y los aztecas, así como a las del zorro de la tradición europea.
Cfr. Brinton, L, p. XLIII.
32 El nombre de la doncella, Suchi o Suche Malinche, parece deri-
var del nahua Xochitl, 'flor', y de malinch.e, designación de un árbol
abundante en Nicaragua. Esta designación puede provenir del nahua
malinalli ('hierba'), nombre del duodécimo día del mes azteca, y del
Bufijo afectivo uin. Cfr. Brinton, L., XL VII.
Teatro popular en Nicaragua: El Güe,1iümce 189

Güeg1J,ence. -¿ Por qué, muchacho?


D. Forcico. -Porque está muy pachaca, 93 tatita.
G'Üegüence. - •.. i Quién la echó a perder, muchacho?
D. Forcico. -Mi hermanito, don Ambrosio.
Gileg1J,ence. -Para eso será bueno este soplado, ojos de
sapo muerto, por eso está tan apupujado ... 34
Esta escena muestra además que las mujeres tienen un
papel pasivo y no hablan, lo cual es peculiar también del Ra,binol
Achí.35 En La, Conquista, de los españoles las ñustas forman un
coro que canta y baila, pero sólo recitan una breve fórmula.
Un rasgo expresivo característico de las obras indígenas
conocidas es la repetición. Los personajes usan con gran fre-
cuencia detenninadas fórmulas de cortesía. También los parla-
mentos o partes de ellos se reiteran y son retomados por uno
o más personajes.36 Cree Francisco Monterde, refiriéndose a

33 Pa,cha,co, 'aplastado', aquí se emplea en el sentido contrario.


34 Apu:pujado, según Brinton (L., p. 83), es voz española que sig-
nifica 'acabado', 'agotado'.
35 Véase la edición prologada y anotada por Francisco Monterd~,
citada supra, nota 2, esp. p. 99.
36 Cfr. este pasaje de Rabinal Achí:
El Varón de los Qusché. -¡Acércate, jefe violentador, jefe
deshonesto! ¡ Será el primero a quien no acabaré de cortar la
raíz, el tronco; ese jefe de los Chacach, de los Zaman, el Caük
. de Rabinal! Esto es lo que dijo ante el cielo, ante la tierra ... i El
cielo, la tierra, están contigo, el más destacado entre los varo-
nes, Varón de Rabinal!
El Va.rón de Rabinal. - j Efectivamente! ¡Valeroso varón,
hombre de los Cavek Queché! Eso dijo tu voz ante el cielo, ante
la tierra: "Acércate, jefe violentador, jefe deshonesto. ¿Será el
único a quien no acabaré por cortar la raíz, el tronco, ese jefe
de los Chacach, de los Zaman. el Caük de Rabinal?" ¡.Así dijiste?
Si, efectivamente, aquí está el cielo; sí, efectivamente, aquí
está la tierra [ ... ]. j El cielo, la tierra, estén contigo, valiente,
varón, hombre' prisionero, cautivo!
También se encuentran repeticiones en La conquista de los eBpa-
~~: ' I
Re" Inca: Ah profundamente querido HuaylIa Huisa adi-
vino: ve, vuelve, vuélcate; agarra un perro, por encima del
perro has de mirar por acá y por allá; cierto están viniendo esos
guerreros de barba ...
H_"lla. Hvi.sa: Ah fuertemente querido Rey Inca mi pa-
dre, iré, volveré, me volcaré. Agarraré un perro. Desde encima
de eH perro miraré por acá y por allá; cierto están viniendo
..,s guerreros de barba ...
190 OFllLIA KOYACCI FIL. XXI, 2

un aspecto similar de Rabinal Achí, que las fórmulas de cortesía


-"cortesía de vieja raza" 31_ pierden su sentido con el uso y
conservan su hechizo fonético. Por otra parte, la repetición
puede resultar fatigosa en la lectura; pero en la representación
iba acompañada del ritmo de la música y de los movimientos del
baile, lo cual puede aligerar la monotonía. 3s
El saludo Matateco Dio mispiales, Señor Goberna,d()r Tas-
tuanes ('ruego a Dios os proteja, S. G. T.') es dirigido no menos
de catorce veces al Gobernador, que está en escena, por el Algua-
cil, el Güegüence y los hijos. La misma fÓl'mula, con el vocativo
correspondiente, es usada una vez por el Alguacil dirigiéndose
al Escribano Real, presente, y varias veces precede a la men-
ción de los ausentes (o silentes) miembros del Cabildo Real.
Tanto el Gobernador como el Escribano responden con la
variante Matateco Dio mis cuales ('ruego a Dios que os dé pros-
peridad'). Ambas fórmulas marcan, como se ve, una división
jerárquica, y se usan cada vez que el diálogo involucra a alguno
de los personajes de (relativa) mayor jerarquía.
Desde el punto de vista de la estructura de la obra consi-
deramos que estas repeticiones operan como un modo de parti-
ción escénica, ya que se pronuncian cuando interviene un nuevo
personaje ante el Gobernador o después de pasos de baile, Ade-
más cumplen una función de refuerzo o ligazón para la intro-
ducción de ciertos motivos, la mayoría de los cuales también
queda sujeta a reiteración. Así la primera escena, que inician
bailando el Alguacil y el Gobernador, consiste sólo en el inter-
cambio de saludos; después de otra vuelta bailada se reitera
este intercambio y se introduce la queja del Gobernador sobre
la pobreza del Cabildo Real. En seguida de nuevas vueltas de
danza y de nuevos saludos, el Alguacil retoma el motivo de la
pobreza del Cabildo Real y el Gobernador inicia el de la orden
de suspensión de las recreaciones de los Señores Principales:
este motivo es repetido por el Alguacil después del saludo y
antes del baile de la ronda; etc.
Las fórmulas de cortesía no permanecen invariables: el
Güegüence introduce modificaciones que las tornan burlescas,

:11 op. cit.


en nota 2, p. XX.
3R Además debe considerarse como un recurso convencional en lal
obras con música. Tal, por ejemplo, el caso de la ópera, en la que
las arias con frecuencia repiten varias veces las mismas frases.
Teatro popular en Nicaragua: El Giiegiine. lt-t

como cuando después de fingir que confunde al Alguacil con


una criada amplifica la denominación del cargo con la califica-
ción de amigo, que repetirá cada vez que deba nombrar a aquél;
"¡ Ha! Capitán Alguacil Mayor del Señor Gobernador Tastua-
nes. O amigo Capitán Alguacil Mayor del S. G. T ... "" O bien
cuando el Alguacil pretende enseñarle las fórmulas, las imita
con variantes nada corteses: M atateco Dio cuaSCWLne cuascuane
['cantar cantar' = 'hagan cantar' (a)] Tastuanes, y Matateco
Dio panegüe palegüe ['confundir confundir' = 'confunda' (a)]
Tastuanes. De este modo la repetición de fórmulas de saludo
cumple un papel estructurante del género de la obra, pues es
uno de los sostenes de la comicidad propia de la farsa.
Entre los motivos ya mencionados que se van concatenando,
el de la música, canto, danza y conversaciones que recrean a
los Señores Principales (se repite veinticinco veces) sirve tam-
bién, desde el punto de vista de la cohesión dramática, para
marcar la intervención de determinados personajes y la intro-
ducción de otros motivos: el Güegüence pedirá la "interrupción
de esas recreaciones cuando deba cantar un villancico como cor-
tesía hacia el Gobernador, y para que su hijo don Forcico
atestigüe sobre sus riquezas o enumere sus propios oficios; don
Forcico hace el pedido para que atestigüe don Ambrosio, etc.

LA. PUESTA EN ESCENA


La puesta en escena revela otros dos aspectos del teatro
precolombino: el baile y el uso de máscaras.
Varias de las partes de El Güegüence se caracterizan por-
que los personajes bailan al mismo tiempo que dialogan. Esta
es una ~onvenciónj]~se...obserJ[8. iambiénenRa~binal Achí. En
otros momentos se interrumpe el diálogo para intercalar las
danzas, sea porque estas desempeñan un papel esencial en la
trama: están destinadas a "consolar" al Cabildo Real, o bien
porque cumplen la finalidad estructurante de destacar la im-
portancia de una. escena, como el baile con la tienda de campaña
antes de pedir el Güegüence: "miren cuánta hermosura", y
enumerar las mercancías.
La música se ejecuta, según José Cid Pérez, con violín,
tambor, flauta o silbato, y guitarra. También señala este autor
que entre las p::::1es musicales el son de la ronda del Goberna-
dor parece de origen hispánico. En cambio, la música del San
192 OFELIA KOVACCI FIL. XXI, 2

Martín, con la que el Güegüence y sus hijos divierten al Cabildo


Real, es un "ballet prehispánico, modificado más tarde en la
colonia, _Qqe representa la lucha entre un indio V un león. __La
u

fiera es vencida gracias a los recursos inteligentes del hom-


bre".39 Otra ronda se llama "valona", tal vez igualmente de
origen español. Hay además un corrido, un son de Puerto Rico,
y el baile de los machos, fragmento que suele representarse
desgajado. Al final se ejecuta otro baile denominado "la reti-
rada". Todos estos son folklóricos, algunos provenientes de ce-
remonias religiosas indígenas.
En la representación los personajes llevan máscaras que
los caracterizan. Así, el Güegüence usa máscara de viejo, la
comparsa de mulos, etc. Los trajes suelen ser muy vistosos,
según la moda colonial, y van acompañados con sombreros, algu-
nos de los cuales son tricornios muy adornados con sartas de
perlas o piedras de colores, plumas y flores. 40

AUTORfA

Con respecto al autor, lo más probable es que haya sido


un indio o mestizo. Brinton da algunas razones plausibles para
apoyar esta hipótesis; 41 entre otras, obServa que a diferencia
de las obras introducidas por los misioneros, están ausentes el
tema religioso y la finalidad moralista. Podemos añadir que
del contenido mismo de la farsa surgen apoyos para la hipótesis;
principalmente de los trazos satíricos que se centran en las
autoridades españolas y en los Señores Principales, también
españoles o criollos. Sin embargo, los personajes indígenas, padre
e hijos (don Ambrosio podría ser mestizo), pero en particular
el protagonista, actúan de manera ambigua, pues si bien son los
que impulsan la fuerza temática principal: la crítica al sistema
de la colonia, se presentan con caracteres acomodaticios, los
cuales, por su extensión y variedad, configuran la segunda
fuerza temática. Pero como estos rasgos acomodaticios del

3D Véase JosÉ CID PÉREZ, Teatro indio yrecolombino, Madrid, Agui-


lar, 1964, pp. 156-15'7.
40 Según se ve en las fotografías de una representación en una
plaza de Diriamba que se incluyen en la edición de El Güegüense [sic]
o Macho-Ratón hecha por JORGE EDUARDO ARELLANO con el texto de Emi-
lio Alvarez Lejarza (Librería Universitaria UCA, Imp"renta de la Uni-
versidad Centroamericana [Managua]. 1976).
41 Véase su L., pp. XLII-XLIII.
Teatro popular en Nicaragua: El Giiegilence 193

Güegüence no nacen sólo de su confrontación con los europeos,


sino que se asientan también en la tradición del personaje y
de los recursos amerindios, difícilmente hubieran podido ser
transmitidos por un autor español con igual justeza y vigor.
Además, ¿ habría empleado un autor español la lengua
franca? 42 Esta ofrece datos interesantes para suponer que la
obra fue compuesta para un público indígena o mestizo que
reconociera en ella su vínculo con los antepasados, como lo
reconocería su autor.
El nahua no sólo es puesto en boca del Güegüence, sino
también del Gobernador, el Alguacil y el Escribano Real, y
únicamente. para los repetidos pasajes de saludo y cortesía o
en la duplicación de palabras dichas por los mencionados, lo
emplean don Forcico y don Ambrosio. Este quizá sea indicio
de que pudo haber existido una escena cómica prehispánica
en la que el viejo dialogara con autoridades indígenas y mani-
festara similar intención satírica hacia ellas. 43 Al respecto llama
la atención que el único personaje masculino español que lleva
nombre propio es el Gobernador Tastuanes. Este podría ser
una ampliación en la época colonial de la primitiva denomina-
ción genérica, pues Tastuanes parece derivar del nahua tlatoani,
que significa 'jefe' o 'señor'.H
En español hay una única fórmula de cortesía dicha por el
Regidor, quien sólo habla en esta oportunidad ("En nombre

42 Francisco Pérez Estrada conjetura que el autor fue un "co-


merciante criollo" (cit. por FRANCO CERU'ITI, El Güegüence y otros
ensayos de literatura nicaragüense, Roma, Bulzoni, 1983, p. 27); pero
creemos que a la hipótesis de un autor criollo se aplican las mismas
consideraciones que exponemos con respecto a la de un autor español.
43 Acerca de la sátira a la autoridad indígena podría aducirse el
siguiente pasaje de un cronista, referido a Yucatán: "Tenían y tienen
farsantes que representan fábulas e histo1-ias antiguas. Son graciosísimos
en los chistes y motes que dicen a S'Us mayores y jueces, si son rigurosos,
si son blandos, si son ambiciosos, y esto con mucha agudeza [ ... ]"
(PIIDRIO SÁNCHEZ DE AGUILAR, Informe contra idolorum cultorell del obis-
pado de Yllcatán . . " Madrid, 1639). Si bien la redacción es ambigua, las
palabras que hemos destacado podrían respaldar nuestra suposición, ya
que las modalidades del teatro eran similares en los distintos pueblos
aborigenea. (Citamos por la edición de Mérida, Méjico, Triay, 1937,
p. 149.) Nuestra opinión coincide con la de Pablo Antonio Cuadra (men-
cionada por F. Cerutti, op. cit., p. 33).
H Cfr. Brinton. L., p. XLVIL
194. OFELIA KOVACCI FIL. XXI, 2

mo 45 Cabildo Real te damos los parabienes"), y en el resto del


texto el español se distribuye entre los demás personajes, ya
alternando con palabras nahuas, ya sin mezcla. El uso del
nahua y del español no se corresponde con el origen de los
personajes y en este sentido es paradójico el hecho de que
los diálogos entre los personajes indígenas --el Güegüence y
sus hijos- se desarrollen en español cuando no intervienen
el Gobernador ni el Alguacil.
En español se hace referencia además a cargos e institucio-
nes de la Colonia, composiciones musicales y pasos de danza,
vestimenta, objetos europeos, etc., que no tenían antecedentes
en nahua.

FECHA DE EL GtJEGtJENCE

J. Cid Pérez afirma que El G'Üegüence "es una obra india


precolombina que' a mediados del siglo XVI toma elementos
hispánicos".46 Para J. E. Arellano data de mediados del siglo
xvn. 47 D. Brinton conjetura que la fecha más reciente de su
composición no excedería de principios del siglo XVIII.48 Los
datos que ofrece la obra en realidad no autorizan a fecharla
con seguridad. Por una parte, algunas menciones, como el "güipil
de pluma", serían "signo de antigüedad" 49 -sin especificar
cuánta- con respecto al tiempo en que se recogió por escrito.
Por otra parte, observarnos que los indicios históricos permiten
situar la pieza dentro de un lapso de algo más de dos siglos:
Tastuanes es gobernador de una provincia real. En efecto, Ni-
caragua formó parte de la Capitanía General de Guatemala
como provincia desde 1573 hasta 1787, año en que se crearon
las Intendencias.
José Juan Arrom considera la obra de "fecha indetermi.
nada", pero cree que podrían ser pruebas de su antigüedad:
el sabor arcaico de algunas expresiones españolas (rom'J1ido GO,

45Posesivo nahua: de(l).


46 Op. cit.,p. 159.
47 Op. cit. en nota 40, p. 3.
48 En su L., p. XLII.
48 Cfr. Brinton, L., p. 79.
50 La palabra rompido es una de las dos formas del participio de
romper que menciona Bello para la lengua general, sin señalarla como
areafsmo. ANDÚS BELLO, GTannática de la l61tgua castellana, Paris, A.
Blot, 1926, par. 600 y 605 [primera ediei6n, 1847].
Teatre popular en Nicaragua: El Giiegilenee 195

endtm.tmtes, columbTar), y sobre todo la antigüedad de las mo-


nedas que se nombran en la pieza (doblones, reales de plata,
cuartillos, octavos, maravedís, blancas) y la de 101J bailes que
amenizan la pieza (el San Martín, el Puerto Rico, la valona, el
rujero) algunos de los cuales se mencionan hacia 1598 por
el poeta satírico Rosas de Oquendo. 51
Pero la transmisión oral del texto tiene que haber favore-
cido variantes, supresiones y añadidos, 52 tal vez de situaciones
y seguramente en la lengua. Si aceptáramos, por ejemplo, que el
texto primitivo fue compuesto a mediados del siglo XVII, la pala-
bra cabriolé (del fr. cabriolet) puede ser una variante o un
agregado introducido tardíamente, ya que parece haber entrado
en el castellano en el siglo XVIII.53
Expresiones que se consideran muy antiguas con respecto
al castellano estándar, persisten hasta la actualidad como es-
pecímenes de otros dialectos y sociolectos. Endenantes, oru:Le son
arcaísmos vivos en zonas rurales. 54 Silguero perdura en el vul-
garismo americallo. 65
En la fonética rústica y vulgar subsisten las vacilaciones
en el timbre de las vocales de acento débil: 56 velancico, tinderia
(de tendería), rebiatar (de rabiatar) y la extensión del dip-

51 JosÉ JUAN ARROM, Historia del teatro hÚlpanOC1Jm6ricano (Época


Colonial), México, J¡:diciones de Andrea, 1967, pp. 73-74.
62 Ciertos rasgos ortográficos (por ejemplo, alternancia zapato-
Bllpllteta) no pueden ser indicio de las vacilaciones fonéticas registradas
en los siglos XVI y XVII sino de inconsistencia en las grafías del manus-
crito de Berendt (cfr. vaticola por baticola; cOTage -cOTaje; revoso por
rebozo). Por lo que toca al nahua observa Brinton (L, pp. XVI y XVII)
que la versi6n de Berendt presenta tales cambios fonéticos y mutilacio-
nes que a veces las palabras son difícilmente reconocibles; pero también
supone que algunas expresiones se originan en otras lenguas indígenas.
158 Cfr. BERNARD POTTIER, "Galicismos", en Enciclopedia Lingüú-
mil HisplÍnica, dirigida,' por M. Alvar et al., CSIC, Madrid, 1967, T. 11,
p. 136. JUAN COROMINAS en su Diccionario Critico Etilmol6gico de la
LenplI CastelLGna, Madrid, Gredos, 1964-1957, dice que cabriolet está
documentado en francés en 175'9, y el esp. cabriolé aparece usado por
R. de la Cruz en la segunda mitad del siglo XVIII (en el sentido de
'especie de birlocbo o silla volante') .
.. Véase RAFAEL LAPESA, HistOTiG de la leftgUG española, 8. ed.,
Madrid, Gredos, 1980, p. 472.
111 R. Lapesa, OJ). cit., p. 697.
1141 R. Lapesa, op. cit., p~ 697.
196 OFELIA KOVACCI FIL. XXI, 2

tongo: priesa, 57 corcobios (de corcovos). La consonante palatal


puede considerarse antihiática después de la vocal palatal en
corteciUa (por cortesía).
Además, "el vocabulario campesino [ ... ] abunda también
en palabras [ ... ] que a pesar de su abolengo han sido olvida-
das por el habla ciudadana: galán, 'hermoso' [ ... ]".58 Bizarro
aparece en El Gügüence con el sentido de 'elegante'; 'hermoso',
'gallardo'; 'garboso'; 'cortés'.59 Por el contrario, vocablos perte-
necientes en la actualidad al registro culto general, pudieron
tener otro origen; tal el caso de columbrar, que parece haber
sido voz de germanía 60 y luego de uso rústico.
Las formas pronominales de tratamiento son usted y vos.
La primera es empleada junto con el pronombre oblicuo le y la
forma verbal de tercera persona ("Ud., amigo Capitán Alguacil
Mayor, no sabe [ ... ]'). La forma de confianza vos aparece
explícita una sola vez ("Güegüence: -Malas mañas como las
tienes vos") ; se acompaña de la forma verbal castellana corres-
pondiente a tú y del pronombre oblicuo te.
El tratamiento de respeto es dirigido por el Güegüence a
don Forcico y al Gobernador, y por don Forcico a su padre,
mientras que don Ambrosio -en el último caso- emplea la
forma de confianza, que también usa el Gobernador para diri-
girse al viejo. Entre éste y el Alguacil se alternan ambas
formas.
El colorido localista de El Güegüence se acentúa por el
vocabulario de origen nahua y otras expresiones de Centro-
américa: chocolatera, chocolá ('reunión donde. se come y se sir-
ven bebidas'), garrobo ('macho de la iguana'), guajaqueño
('flaco y seco'), güipü (camisa sin mangas), jipato ('pálido o
anémico'; 61 'que padece ictericia' 62), maneca ('que hace tor-

57 Cervantes, Covarrubias y el Diccionario de Autoridades niegan


a prisa vigencia literaria. Cfr. Corominas, op. cit.
58 R. Lapesa, op. cit., p. 473.
59 Acepciones que se hallan, respectivamente, en el Quijote, Que-
vedo, Dicciona¡'io de Autoridades y Guzmán de Alfarache. Cfr. Coromi-
nas, op. cit.
011 Según Corominas, op. cit., documentada por primera vez en 1555
en un romance publicado por Timoneda. Cervantes pone la palabra en boca
de Sancho Panza.
81 Diccionario m.anual de americanismos, dirigido por MARCOS A.
MORfNIGO, Buenos Aires, Muchnik, 1966.
62 Pequeño LaroU8s6 Ilustrado, Buenos Aires, 1971.
Teatro popular en Nicaragua: El GüellÜeftCe lt'l

tillas'), maneta ('manco'), moto ('huérfano'), pachaco, perico


ligero (el perezoso = mamífero desdentado), petaca, petate, úr
tita, tecomajoche, totolatero (de totolate, 'piojillo de las aves'),
etcétera.

LA SÁTIRA

La intención crítica acerca de ciertos aspectos de la orga-


nización colonial que configura la fuerza temática principal,
presenta en la obra dos estratos. Uno se desarrolla en la acción,
pues sustenta gran parte de las situaciones. Es el de la sátira
a las autoridades españolas representadas por el Gobernador y
el Alguacil. Ambos están delineados con rasgos esquemáticos.
Entre las características del primero se destacan su severa fi-
gura de dador de órdenes (cese de divertimientos de los Señorea
Principales; comparecencia del Güegüence; etc.), su función
de celoso ejecutor de la ley (necesidad de licencia para entrar
en la provincia real) -rasgo que se asocia inmediatamente a BU
avidez por conocer las riquezas del Güegüence- y su pasaje
franco hacia el juego guiñolesco al ceder a los ambiguos mane-
jos del Güegüence, complacerse con las habilidades del viejo
y los hijos, y casar a su hija con don Forcico. Este pasaje se
anuncia desde el principio, pues algunas de sus expresiones
poco se corresponden con su aparente severa dignidad, como
cuando manda traer al Güegüence "o de la cola, o de las piernas,
o de las narices, o de onde Dios te ayudare, Capitán Alguacil
Mayor", y cuando al malicioso ofrecimiento del Güegüence de
"esa jeringuita de oro para ya remediar el Cabildo Real", con-
testa con un grueso insulto.
El estereotipo del Alguacil como obediente guardián del
orden se completa con la codicia que aplica al instruir al Güe-
güence en cortesías, codicia que le hace tolerar burlas reiteradas
hasta que replica con la expresión soez o el recurso efectista
de la paliza.
El otro estrato crítico al régimen colonial se revela fuera
de la acción misma como oposición entre dos de sus estamentos:
autoridades / Señores Principales, mediante las repetidas alu-
siones a los últimos, cuya cómoda molicie contrasta con la
(pretendida) pobreza del Cabildo Real, el cual -según dice
el Gobernador- carece de "mesa de oro", "pluma de oro", "sal-
198 OFELIA KOVACCI FIL. XXI, 2

vadera de oro" 63 y hasta de "papel blanco". También contrasta


con la pobreza de la ronda de vigilancia :84 "son rastros y pe~
dazos de cinchones rompidos de corage, sombrero de castor
rompido de corage, no más hemo mantera de revoso, no más
hemo capotín colorado".
Se podría pensar en una censura indirecta del Güegüence
a los "Señores Principales" cuando alude a su provisión de
"ropa de contrabando", y cuando al fingirse sordo se produce
este juego de palabras:
Alguacil. -Ha, Güegüence, ya estamos, en el ¡>araje.
G1iegüence. -Ya estamos con coraje.
Alguacil. -En el paraje.
G'Üegüence. -En el obraje. 86

EL GÉNERO DE EL GüEGüENCE

Aunque Berendt privilegiaba el baile como peculiaridad


distintiva de El Gilegüence, la obra se ha editado como comedia-
ballet, equilibrando sus dos aspectos. Con la denominación de
"comedia" los editores han querido clasificarla dentro de las
categorías del teatro europeo. Pero sus comp0nentes: persona-
jes, acción, expresión, intención, acercan la pieza más que a la
comedia, a la índole -no a la función primitiva- del entremés,
y en especial a su tono farsesco. Fácil es reconocer en ella notas
similares a las que, según Eugenio Asensio, individualizan este
género en el siglo XVI:
[ ... ] la floja unidad del entremés, fabricadQ a veces con miem-
bros cómicos [ ... ] el lenguaje exige gesticulación, es gesto
[ ... ]. Se apoya sin escrúpulos en todas las formas asimila-
bles de divertimiento, como el baile, la músúa, la mascarada. es

63 La apetencia de oro -también de plata- caracteriza a los es-


pañoles y se manifiesta en este y otros pasajes, como la transacción
en monedas fuertes que favorece al Alguacil y el ofrecimiento de rique-
zas del GÜegüence.
64 Sin embargo, esta crítica aparece más atenuada, pues la!'! ca-
rencias del Cabildo Real se enumeran sólo dos veces y hay una única
mención de las carencias de la ronda.
85 Se refiere a la "prestación de trabajo qué se imponía a los
indios de América" (R. A. E., Diccionario de la lengua espaiiola, Madrid,
1(70) .
6IJ EUGENIO A SEN SIO, Itinerario del entremés, Madrid, Gredos, 1955,
p. 40. P. A. Cuadra encuentra en El Gii,egüence rallgos similares a los
Teatro popular en Nicaragua: El Güegüence 199

Humberlo López Morales 67 se refiere a las "situaciones


hilarantes creadas ex profeso y muy acentuadas lingüística-
mente" del entremés, donde "lo innoble e imperfecto de la
sociedad ocupa un lugar de honor", y recuerda que Quevedo
en su Discurso de todos los diablos hace decir al poeta que "el
género vive «deshonrando mujeres»", observación opuesta a
la presunta invariable galantería hacia la mujer en el teatro
español 68 comparada con las burlas a los personajes femeninos
en El Güegüence.
El viejo, sin embargo, no se identifica con el bobo, el simple
del entremés; su astucia y su malicia le permiten sacar ventaja
frente a los poderosos. Sus caracteres truhanescos predominan,
y -como hemos visto- hasta en los pasajes líricos se halla
el sentido ridiculizante o equívoco cuyo fin primordial es la comi-
cidad. Así la exageración y la insistencia -la figura del viejo
permanece en escena casi desde el principio hasta el final
repitiendo sus mañas- mantienen el tono bufo de la farsa.
Siendo de muy diferente origen, esta farsa indígena-colonial
yel entremés parecen converger como un tipo de teatro capaz de
regocijar con su humor elemental a públicos tan diversos cultu-
ralmente, poniendo de manifiesto al mismo tiempo lo censurable
de los individuos, la sociedad, las instituciones.
OFELIA KOVACCI

Instituto de Filología y Literaturas


Hispánicas "Dr. Amado Alonso"
Consejo Nacional de Investigaciones
Científicas y Técnicas

del teatro de Juan del Encina, Gil Vicente y Lope de Rueda (apud F.
Cerutti, 0fI. cit., pp. 12 Y 19).
8T En su 'Tradici6ft " crea.ci6n ~n l08 orígenes del teGtro castelLGno,
Madrid, Ediciones Alcalá, 1968. pp. 225 Y 227.
• Cfr. Brinton, L., p. XLIV.
LA ESTRUCTURA DEL DISCURSO EN LOS
COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS

Me consta que Ángel Rosenblat sintió una profunda sim-


patia por el Inca Garcilaso de la Vega, otro transterrado, como
él mismo. Me ha parecido oportuno dirigir mi atención hacia la
estructura de las unidades sintácticas mayores según apareceR
organizadas en cuatro pasajes de los Comentarios reales. Me
he servido, para ello, de la edición preparada por el propio
Rosenblat, a cuya memoria rinden modesto homenaje estu
páginas. l Loi cuatro pasajes aquí analizados fueron elegidos
al azar, procurando únicamente que fueran de la misma natu-
raleza -narrativos- y que tuvieran semejante extensión.1I
El procedimiento de análisis ha sido el mismo que he utili-
zado en otras ocasiones y que he expuesto en el libro dedicado
al estudio gramatical de los enunciados, 3 lo cual me permite
ser aquí muy conciso en lo que a su explicación respecta:
Las estructuras gramaticales de que me sirvo como ins-
trumentos de trabajo son únicamente, por un lado, la cláusula
y, por otro, la o1·ación, la frase, el período y la prooración. Todas

1 INCA GARCILASO DE LA VEGA, Comentarios reales de IOI! 111-cas. Edi-


clon al cuidado de ÁNGEL ROSENBLAT, Buenos Aires, Emecé Editores,
1943; 2 vols.
2 El pasaje o Muestra I corresponde al Libro Primero, cap. XXV
(tomo 1, pp. 68-69 de la edición de Rosenblat), con un total de 485 pala-
bras aproximadamente; la Mue8tra 11 pertenece al Libro Tercero, cap.
XV (tomo 1, pp.' 160-161), con unas 600 unidades léxicas en total; la
Muestra 111 corresponde al Libro Séptimo, cap. VII (tomo 11, pp. 100-
101) Y contiene alrededor de 486 palabras; y la Mue8tra IV forma parte
del Libro Nono cap. IV (tomo 11, pp. 224-226) Y está constituida por
630 palabras aproximadamente. La muestra total o corpU8 objeto de estu-
dio contiene, pues, un total de alrededor de 2000 unidades léxicas .
• Cfr. A1Iálw gramatical del di8cuno, México, UNAM, 1983; en
ellpecial pp. 13-60.
202 JUAN M. LOPE BLANCH Fn.. XXI, 2

ellas, salvo la última, precisamente definidas por la tradición


lingüística española desde hace mucho tiempo.
De acuerdo con ella, considero oración toda estructura
bimembre entre cuyos dos elementos constitutivos se establece
una relación predicativa. Corresponde al concepto aristotélico
simbolizado por Karl Bühler mediante la fórmula [8 ~ P] .4
Son, pues oraciones gramaticales sintagmas de los" tipos si-
guientes: "El fuego destruyó la biblioteca"; "El sol resplan-
dece"; "¡ Qué triste noticia!"; "Las cuentas claras".
Reservo el nombre de frase para la expresión constituida
por un solo morfema o por varios morfemas ordenados en
torno a un elemento nuclear -por lo común, un" nombr~ sin
que se establezca entre ellos la relación predicativa peculiar
y definitoria de la oración. El contenido semántico de "la frase
puede ser el mismo del de la oración, pero su organización
sintáctica -no predicativa- la distingue "de las estructuras
oracionales. Así, una frase del tipo "Incontenible avance de
nuestro ejército por territorio enemigo" carece de forma ora-
cional [S +- P], aunque su contenido semántico coincida con
el de una oración como "Nuestro ejército avanza'incontenible-
mente por territorio enemigo". Otros tipos de frase: "Una
limosna, por compasión"; "Buenas tardes"; "¡ Al diablo con tus
consejos !"
He llamado p'rooración al morfema o sintagma de estruc-
tura no oracional que implica -reproduce o repite-- una ora-
ción ya expresada, de manera semejante al funcionamiento
sintáctico del pro-nombre. Por ejemplo "Mañana" como res-
puesta a una oración interrogativa del tipo "¿ Cuándo lo vas a
hacer?" o "En mi casa" como comentario a un enunciado del
tipo "Nos reuníamos todas las noches".5
Denomino período a la expresión constituida por dos --o,
algunas veces, varias- oraciones, o frases (o su combinación)
entre las que se establece una sola relación sintáctica, ya para-
táctica, ya hipotáctiea: "Me 10 das o te pego"; "Si 10 veo, se lo
diré"; "Me aseguró que vendría"; "Llegué, vi y vencí"; "Tanto
trabajo apasionado para no conseguir nada".

4 K. BÜHLER, Teoría del lenguaje. Traducción española de Julián


Marías, Madrid, 1950; cfr. p. 414.
5 El sintagma "En mi casa", expresado independientemente de la
oración anterior, la reproduce mentalmente y supone tanto como" decir,
reiterativa mente, "Nos reuníamos en mi casa".
La estructura del discurso en Los comentarios rellJe. 203

En cambio la cláusula, frente a todas ellas unidades for-


males, es sólo unidad de manifestación -en cuanto expresión
autónoma desde el punto de vista de la elocución- pero carece
de, forma gramatical propia y definitoria, ya que puede, en
efecto, estar constituida por una sola palabra (interjección,
vocativo), por una'"prooración, por una frase, por una oración
o por uno o varios períodos. No puedo dejar de transcribir,
una vez' más, la excelente definición que de la cláusula hizo
:ya 'en 1558, el Licenciado Cristóbal de Villalón: "clausula es
a las vezes vna or~ion sola y otras vezes es vn ayuntamiento de
muchas orar;iones: las quales todas juntas espresan y mani-
fiestan cumplidamente el conr;ibimiento del hombre en el pro-
posito que tiene tomado para hablar".6 Cláusulas, son, pues,
tanto enunciados unimembres del tipo "¡ Socorro !", "Adiós",
cuanto oraciones gramaticales como "Mañana se casa Fulano",
o:complejas secuenejas de períodos como "No quiere que vaya a
su casa a presentarle disculpas porque sabe que no está
arrepentido y que, si acepta hacerlo, es' sólo para evitar que
tome represalias en su contra".
Con' este sencillo instrumental sintáctico he analizado las
cuatro muestras de los Comentarias reales y he obtenido -en
resumen- los resultados siguientes:

CUADRO 1

Oraciones PaJ.q.bras Palabra.a


por por por
CláU8'Ulas Oraciones cláusula oraciÓR clá.usula.
MUESTRA 1 15 97 6,48 5 32,3
IIlJESTRA II 18 77 4,27 6,49 27,77
MUESTRA IU 22 ' 89 4,05 5,45 22,05
MUESTRA IV 18 91 5,05 5,82 29,44
KUESTRA TOTAL ' 78 354 4,85 5,65 27,4

• ~tieo ea,st.U4ftG, 'Amberes, 1658, p. 86. Hay edición facsimi-


lar de CoIlataIItiDo Garela, Madrid. 1971.
204 JUAN K. LOPE BLANCB FiL. XXI, 2

CUADRO n
Sintaxi. de los períodos
Mue3tra8 I n nI IV Total %
Oraciones regentes 15 18 22 18 73 20,6

Oraciones yuxtapuestas 1 8 (1) I 1,.(


Periodos copulativos 4 6 2 12 24 6,8
Períodos ilativos 1 1 0,28
Períodos adversativos restrictivos 1 1 2 0,Q6
Períodos adver5ativos exclu8ivos 3 1 1,13
'lotal coordinación 5 8 8 15 "
36 10,17

Períodos sujetivos 2 21 1 6 1,69


Períodos predicativos 1 1 0.28
Períodos objetivos 31 6 8 10 55 15,6
Períodos adnominales 1 1 2 0,56
Total subordinación 8ustantiva 33 11 9 11 64 18,08

Períodos adjetivos explicativos '1 11 li 19 42 11,81


Períodos adjetivos especificativos 5 6 15 8 34 9,6
Total subordinación adjetiva 12 17 20 27 76 21,47

Períodos temporales .2 4 5 6 17 4,8


Períodos locativos 1 1 0,28
Períodos modales 8 6 4 18 5,08
Total subordinación circunstancial 10 10 10 6 36 10,17
Periodos comparativos 1 1 2 0,56
Periodos causales 8 6 10 5 29 8,19
Períodos finales 11 6 5 6 28 7,9
Períodos condicionales 2 2 3 7 1,97
Periodos concesivos 1 2 3 0,85
Total subordinación causativa 22 12 19 14 67 18,92

Total su bord inación adverbial 32 23 30 20 105 29,66

Total subordinación 77 51 59 58 245 69,21

Un rápido examen de estos cuadros permite advertir algu-


nas peculiaridades sintácticas en la prosa del Inca. Llama la
La estructura .el discurso en Lo, comentarios rea16. 205

atención, en lo que a la Muestra I se refiere, la complejidad


oracional de la cláusula, constituida, en promedio, por casi 6,6
oraciones gramaticales. Promedio posible dado que figuran
en esa Muestra algunas cláusulas sumamente amplias, inte-
gradas por once o doce oraciones gramaticales. Sirva de ejem-
plo el siguiente pasaje: "Díxoles que a imitación suya hiziessen
guardar sus leyes y mandamientos y que ellos fuassen los
primeros en guardarles, para dar exemplo a los vassallos, y
que fuessen mansos y piadosos, que reduxessen los indios por
amor, atrayéndolos con beneficios y no por fuerc;a, que los
forc;ados nunca les serían buenos vassallos, que los mantuviessen
en justicia sin consentir agravio entre ellos".
Consecuencia, en gran parte, de la amplitud oracional
de las cláusulas es el elevado índice proporcional de las rela-
ciones hipotácticas que presenta esa primera Muestra; el cual
asciende a un prodigioso 79,38 %, en tanto que las relaciones
paratácticas apenas alcanzan un reducido 5,15 %.7 y dentro de
ese elevadísimo porcentaje de relaciones subordinantes descue-
lla notoriamente la alta proporción de períodos objetivos: 31
en total, lo cual repr~enta un 33 % absoluto. También es muy
elevado el número de períodos causativos (22 = 22,68 %).
La Muestra II es la que presenta un menor número de
oraciones gramaticales, lo cual tiene como consecuencia inme-
diata que sean ellas las más amplias en cuanto al número de
unidades léxicas integrantes de cada una: 6,5 palabras en pro-
medio. Lo cual contrasta con el promedio de la Muestra 1: sólo
5 palabras por oraci.ón.
La Muestra III es la que ofrece un promedio de cláusulas
más sencillas: 4 oraciones por cláusula. Débese ello a la pre-
sencia de varias cláusulas constituidas por una sola oración
gramatical: "La noche siguiente salían con grandes hachos
de paja texida como los capachos del azeite, en forma redonda
como bolas; Illámanles pancuncu; I duran mucho en quemarse.
I Atábanles sendos cordeles de una brac;a de largo". El prome-
dio -relativamente elevado, de cualquier forma- se debe a
la presencia, dentro de esta misma Muestra, de cláusulas
constituidas por más de diez oraciones gramaticales. El con-

T El 10,47 rlD restante corresponde a las quince oraciones regentes


de cada una de las cláusulas constitutivas de esa Muestra l.
206 JUAN M. LOPE BLANCB FIL. XXI, 2

traste entre aquéllas y éstas revela la gran variedad sintáctica


del estilo propio del Inca Garcilaso; contrastes semejantes se
hallan también en las demás muestras analizadas.
La última de las cuales se caracteriza por ser la que pre-
senta el más elevado índice de relaciones coordinantes: 15 en
total, equivalente al 16,48 % de todas las relaciones oraciona-
les. 8 Y también por presentar el más alto porcentaje de
subordinación oracional adjetiva: 27 períodos de tal natura-
leza, lo cual representa el 29,67 % de todas las relaciones
interoracionales.
En su conjunto, llama también la atención el hecho de que
no exista apenas relación nexual entre las diversas· cláusulas
de las cuatro muestras. Sólo en siete ecasiones se marca la
relación copulativa mediante el empleo, de la conjunción y.9
Por ejemplo: "Mandó consultarle su jornada, por cumplir lo
que su bisabuelo capituló con los yuncas, que los Incas tendrían
en veneración aquel ídolo; / y haviendo recibido su respuesta ...
passó adelante".
También cabe señalar que en los pasajes estudiados no
figura ni una sola frase, unidad morfosintáctica más propia
de la lengua poética o del habla emocié;)nal, que de la prosa
narrativa.
Mucho más reveladores y significativos son los resúltados
obtenidos mediante el análisis gramatical de los pasajes con-
siderados, si se comparan con los resultados conseguidos al
analizar la prosa narrativa de otros escritores. Confrontación
que queda sintetizada en el siguiente cuadro: 10

8 Indice, de cualquier modo, muy bajo en comparaci6n con la es-


tructura del discurso moderno, en el que las relaciones paratácticas
representan el 22,6 % (cfr. in/ra, Cuadro 111).
9 Lo cual no supone siquiera ellO 0/0. En la prosa de Diego de
Ordaz, por el contrario, casi el 75 % de las cláusulas se relacionan entre
sí mediante nexos conjuntivos (cfr. el libro citado en la nota 3, p. 150).
10 En el cual recojo los resultados obtenidos en algunos ensayos
anteriores referentes a la estructura del discurso en diversas obras de
Francisco de Quevedo, en la Cárcel de IlImOr de Diego de San PedrQ,
en las Cartas de Diego de Ordaz, así como en la prosa de cinco escritores
mexicanos contemporáneos: Alfonso Reyes, Martín Luis Guzmán, Agus-
tín Yáñez, Octavio Paz y Juan Rulfo. En la última columna del cuadro
recojo la información referente al habla mexicana culta de nuestros
dí'as. Todos los pormenores relacionados con esos ensayos pueden verse
en el libro citado en la nota 3.
La estructura del discurso en L08 comentario8 reales 207

CUADlW III
Escrit.
San mexi- Habla
Inca Quevedo Pedro Ordaz canos culta
Oraciones por cláusula 4,85 4,9 4,8 4,8 3,2 3,4
Palabras por oración 5,65 5,2 5,6 5,8 7 8
Palabras por cláusula 27,4 25,8 27 27 21,8 25,7
Oraciones regentes (%) 20,62 20,5 20,8 21 27,7 29,1
Períodos copul. o yuxtap. 8,19 6 6,7 7,4 15,5 15,1
Total relac. paratácticas 10,17 14 11,2 12,8 22,6 22,6
Total relac. hipotácticas 69,21 65,3 68 66,1 49,6 48,2

Total subord sustantiva 18,08 24,1 18 21 16,4 11


Total subord .. adjetiva 21,47 11,9 9 13,6 18,5 17,1

Total subord. adverbial 29,66 29,1 41 31,5 16,4 20


Total períodos causativos 18,92 17,3 15,7 19,8 5 11,6

Se advierte inmediatamente la perfecta coincidencia entre


la estructura general de la cláusula usada por el Inca Garcilaso
y la propia de los tres escritores del Siglo de Oro: Idéntica
proporción de oraciones integrantes --en promedio-- de cada
cláusula (= 4,85), casi igual constitución léxica de la oración, 11
así como muy semejante número de las palabras integrantes de
cada cláusul'a. 12 Esta homogeneidad formal de la estructura
narrativa de los escritores clásicos difiere notablemente de la
peculiar -también en promedio-- de los autores modernos:
En tanto que el número de oraciones integrantes de la cláusula
clásica se mantiene alrededor de 4,85, el de la cláusula mo-
derna se reduce a sólo 3,2, lo cual significa que aquélla posee
una complejidad oracional que excede a ésta en un 50 % aproxi-
madamente. Cabe pensar, pues, que la coincidencia del Inca

11 Que es de 6,65 en el Inca, de 6,6 en Diego de San Pedro y de 6,8


ea Ordo; sólo Quevedo se aparta muy ligeramente de esos promedios
(6,2), sirviéndose de oraciones un poquito más descamadas.
12 Ea el mismo, prácticamente, en Garcilaso (27,4) que en San
Pedro (27) '1 en Ordo (27,8), en tanto que en Quevedo, como consecuen-
cia de lo aeialado en la nota anterior, se reduce ligerisimamente (25,8).
208 JUAN M. LOPE BLANCH FIL. XXI, 2

Garcilaso, en lo que a la estructura oracional de la cláusula


se refiere, con el estilo de Quevedo, San Pedro y Ordaz se debe
a razones de época. Dentro de la historia de la lengua española,
la cláusula renacentista parece ser más amplia y compleja,
desde el punto de vista de la sintaxis oracional, que la cláusula
usual en el siglo xx. En cambio, la constitución léxica de la
oración gramatical es un promedio más simple, más descar-
nada, en la época clásica (5,56) que en la moderna (7) : excede
ésta a aquélla en un 25 % aproximadamente.
Todas las consideraciones o enfoques que el Cuadro III
permite hacer revelan la coincidencia fundamental de la prosa
del Inca con la de los otros escritores clásicos y de sU distan-
ciamiento respecto de los autores modernos:
Las relaciones paratácticas son en los Comentarios reales
poco frecuentes (10,17), como lo son también en los demás
escritores clásicos (Promedio de 12,6 %), mientras que en los
autores de nuestra época aumentan notablemente (= 22,6 ;
lo cual supone un gigantesco 120 % más que en el Inca). En
contrapartida, las relaciones hipotácticas de los Comentarios
(69,21 %) superan notoriamente (en un 40 %) a las usuales
en los autores contemporáneos. Es, quizá, esta intensa organi-
zación subordinante de la cláusula del Inca el rasgo sintáctico
más peculiar de su prosa; supera los índices de los demás
escritores clásicos considerados: en Quevedo alcanza el 65,3 %,
en Ordaz asciende al 66,1 % y en San Pedro llega al 68 %.
Ello debido a la relativa frecuencia con que Garcilaso se sirve
de cláusulas integradas por más de diez oraciones. En las
breves muestras por mí analizadas, hallo siete oraciones con
esa extraordinaria amplitud. Al ejemplo ya proporcionado an-
tes, añádase el siguiente: "Tumpalla, que demás de su sobervia
era vicioso, regalado, tenía muchas mujeres y bardajes, sacri-
ficava corac;ones y sangre humana a sus dioses, que eran tigres
y leones, sin el dios común que los indios de la costa tenían,
que era la mar y los peces que en más abundancia matavan
para su comer, recibió con mucho pesar y sentimiento el re~
caudo del Inca y, para responder a él, llamó los más principales
de su isla, y con gran dolor les dixo".13

1.1 Y sigue otra cláusula formada por otras 8 oraciones, la cual,


La estructura del discurso en Los C01'Mntarios reaklt 209

Dentro de esa riqueza o complejidad de la subordinación


oracional, se destaca muy particularmente, en el estilo del Inca
Garcilaso, la proporción de períodos adjetivos. Asciende a un
asombroso 21,47 % -el más alto de todos los que encuentro
en los textos por mí estudiados en diversas ocasiones-, que
duplica prácticamente el índice promedio de sus contemporá-
neos (11,5 %) y que supera al de la prosa moderna (18,5),
donde la subordinación adjetiva parece ser mucho más fre-
cuente que en el Siglo de Oro. Esos períodos adjetivos suelen
desempeñar una función explicativa, próxima muchas veces
a las de la subordinación causal. Pues bien, es asimismo muy
elevada la proporción de períodos causativos (18,92 %) -en
especial causales y finales- usados en los Comentarios reales;
sólo las Cartas de Diego de Ordaz la superan (19,82 %) .14
Pienso en la posibilidad de que esta característica de la prosa
del Inca se deba al carácter informativo, noticioso, de su obra,
en la cual no se limita a narrar, a presentar los hechos peculia-
res de la civilización incaica, sino que trata de explicarlos, de
justificarlos, de hacerlos comprensibles a sus lectores; de igual
manera que Ordaz explica o justifica lo que comunica u ordena
a su sobrino a través de las Cartas que a él dirige. 15
N o continuaré comentando peculiaridades sintácticas pro-
pias de la prosa del Inca Garcilaso de la Vega que cualquier
lector atento puede advertir en el Cuadro III. Baste, pues, en
resumen, señalar que el estilo del Inca se caracteriza por la extra-
ordinaria amplitud promedio de sus cláusulas, por la riqueza y
complejidad de las relaciones hipotácticas y por la elevada fre-
cuencia de expresiones oracionales de carácter explicativo -en
subordinación ora adjetiva, ora causativa- así como por la
desnudez esencial de la oración en lo que al léxico se refiere,

desde un punto de vista estrictamente sintáctico, podría considerarse como


integrante de la aquí transcrita, por cuanto que funciona como comple-
mento directo del ver~ decir. No obstante, el corte mental que se pro-
duce en las construcciones de estilo directo me inclina a considerar las
cláusulas aparte.-
14 El promedio es, en cambio, bajísimo en la prosa mexicana de
nuestro tiempo: 5 r.;. (lo cual representa poco más de la cuarta parte
que en Garcilaso).
15 Así me había inclinado a explicar la elevada proporción de
relaeiones causativas que se reúnen en las CartGB del conquistador:
cfr. el libro citado en la nota 3, p. 157.
210 JUAN 11. LOPJ: BUNCB Fn.. XXI, ~

todo lo cual coincide básicamente con la estructura propia


de la cláusula narrativa clásica y difiere notoriamente de la
peculiar de nuestro siglo.
Quisiera concluir estas anotaciones con algunos apuntes
breves referentes a la adjetivación y a la frecuencia relativa
de sustantivos en los Comentarios reales.
Me ha llamado la atención el bajísimo índice de aparición
de adjetivos en la prosa del Inca. Del total aproximado de dos
mil unidades léxicas que integran las Muestras por mí anali-
zadas, sólo 132 de ellas son morfemas adjetivos,16 lo cual sig-
nifica que su índice de aparición en los Comentarios llega
apenas al 6,6 %. y de ese total de formas adjetivas, ·la gran
mayoría ---<:asi su mitad: 58- son determinativos. Adjetivos
calificativos, en función complementaria directa de sustantivo,
son sólo 53; los 21 adjetivos restantes cumplen una función
predicativaP Y lo que es todavía más notable es el hecho
de que únicamente seis adjetivos cumplan una función expli-
cativa, esto es, subjetiva, emotiva, "literaria"YI Son ellos: "Vi-
sitó el rico templo de Pachacamac"; "do estava el famoso
ídolo hablador"; "La isla llamada Puna ... fértil y abundante";
"nos ha de quitar nuestra antigua libertad.. . [y] nuestras
antiguas costumbres". No cabe imaginar menos desahogos emo-
cionales. Lo normal son formas especificativas, objetivas:. "ar-
cas pequeñas", "la gente común",. "dexó por príncipe heredero",
"su hijo primogénito", "sacrificaba sangre humana", "adorar
dioses ajenos", "no lexos de tierra firme", etc. O adjetivos
predicativos, como en "ya estava desierta", "el beneficio era
común", "por ser aquella tierra llana y apazible", "quedo
ufano", etc. Y los más frecuentes adjetivos determinativos sue-
len ser mucho (usado diez veces), posesivos (como n'uestro, re-
gistrado en siete ocasiones), indefinidos (como otro, también

16 En el recuento no he incluido los artículos, por razones obvias.


17 Estas cifras representan porcentajes insignificantes: Los 58 de-
terminativos equivalen al 2,9 '70 de las unidades léxicas reunidas en las
Muestras; los 5·3 calificativos apenas representan el 2,65 0/0, y los 21
predicativos, el 1,05 '!c. Como después veremos, los sustantivos morfo-
lógicos usados en esos pasajes de los Comentarios representan el 25 0/0
de todas las unidades léxicas.
18 Lo cual equivale al 4,54 % del total de adjetivos consignados,
al 11,5 % de los calificativos y sólo al 0,3 % del total de palabras docu-
mentadas en las Muestras.
La estructura del discurso en Lo. comentario. rea", 211

documentado siete veces), así como diversos numerales (cator-


ce en total) y otros determinativos varios, empleados ocasio-
nalmente. Creo, en resumen, que la adjetivación es, en el estilo
del Inca Garcilaso -al menos en los pasajes analizados--, su-
mamente escueta, objetiva, funcional, sin dar paso a desahogos
liricos o literarios. 10
En cambio, los morfemas sustantivos -así como los ver-
bales- abundan en los Comentarios. De las dos mil palabras
tonstitutivas de las Muestras analizadas, más de su cuarta
=
parte (505 25,25 %) son formas sustantivas. Y de ellas, más
de la mitad (254 = 50,3 %) cumplen funciones sintácticas pro-
piamente sustantivas, primarias.20 Quiere esto decir que, en
tanto que el índice de aparición de los sustantivos en los pasajes
de los Comentarios reales considerados asciende al 25,25 % del
total de unidades léxicas, el correspondiente de adjetivos llega
apenas al 3,7 %.21
Calculo que en estas Muestras figuran unas 370 formas
verbales, integrantes de 354 núcleos predicativos.:.!2 Sumadas
a los sustantivos, obtenemos un total de 875 unidades prima-
rias -funcional y semánticamente-, lo cual significa que casi
el 44 % de las unidades léxicas usadas en los pasajes anali-

19 No parece poseer, pues, la riqueza o emotividad que tiene en


otros escritores clásicos ni, mucho menos, en otras formas de expresión
literaria, como la poética. Cfr., a este respecto, estudios más especifico s,
como el de GoNZALO SoBEJANO, El epíteto en la. lírica. española., Madrid,
1956, o los de EMILIO NÁÑEZ, "El adjetivo en La. Galatea", Anales Cer-
vantinos, VI (1957), pp. 133-167, RODOLFO OROZ, .. El epíteto en Desolación,
de Gabriela Mistral", Boletín de Filología (Chile), XXVIII (1977),
pp. 85-138 o, con empleo aun más específico, el de GREGaRIO SALVADOR,
"Sobre los adjetivos conmiserativos en el Lazarillo", Serta Philologica
F. Lá.2aro Carreter, M'adrid, vol. 1, 1983, pp. 56&'-570, entre otros.
20 Quiero decír que actúan como sujeto, objeto, complemento indi-
recto o predicado nominal de la oración a que pertenecen. No incluyo,
lógicamente, en este recuento las formas pronominales, aunque desem-
peñen alguna función sustantiva dentro de su oración.
21 Considerando 10Q 63 califieativos y los 21 predicativos, esto es,
los que aportan una carga semántica no puramente determinativa o
deictica.
22 Podrian, acaso, deducirse de ese total los 21 verbos copulativos
regiatrados. De cualquier modo, 864 unidades primarias representan un
porantaje muy similar (= 42,7 '70) al señalado para las 875 que en el
tuto eonaidero ( - 43.76 'fe).
212 JUAN M. LOPE BLANca FIL. XXI, 2

zados son esenciales (sustantivos y verbos), en tanto que las


formas adjetivas propias representan menos del 4 %.
La cláusula del Inca Garcilaso de la Vega, en resumen,
corresponde, a juzgar por los textos analizados, a un estilo
narrativo fundamentalmente nocional, comunicativo, sobrio y
escueto en cuanto a la actitud emocional del autor, aunque
muy rico y complejo desde el punto de vista de la sintaxis
oracional, del dominio estructural de la lengua.
JUAN M. LoPE BLANCH
Universidad Nacional Autónoma de México
LA RE ELABORACIóN DEL CAPíTULO XI
DE DON SEGUNDO SOMBRA: LA MITIFICACIóN
DE LA SOCIEDAD PATERNALISTA

El proceso textual de Don Segundo Sombra siguió un


largo y sinuoso itinerario: abarcó un lapso de casi siete años
(desde fines de 1919 hasta comienzos de 1926), transcurrió
por diversos ámbitos geográficos y supuso diferentes actitu-
des frente al material ficcionalizable. Según la información
con que se I cuenta, 1 el embrión de la novela (un borrador de
los primeros capítulos) surgió de una evocación del mundo
pampeano redactada en París, y quizá también en Mallorca.
Vino luego una meticulosa recopilación de nuevos datos y una
lenta compaginación de materiales de distinto tipo: notas apun-
tadas en tarjetas a partir de modelos reales (en la estancia
paterna, en los pagos de San Antonio de Areco, en el estableci-
miento de la familia del Carril sobre el Salado, en reñideros
durante un viaje por el Noroeste, etc.), 2 registro de anécdo-
tas oídas, borradores largamente madurados. Por último, Ri-
cardo Güiraldes reelaboró minuciosamente la primera versión.
En otro trabajo, 3 hemos analizado ese itinerario textual

1 Para la génesis de Don Segundo Sombra, cfr. ADELINA DEL CARRIL,


"Nota preliminar" a una de las ediciones de la novela (Buenos Aires,
Kraft, 1962, pp. 11-12), Y ALBERTO GREGORIO LEOOT, En "La Porteña"
'11 con 8U8 recusrdos, Buenos Aires, Rivolin, 1986, pp. 61-66.
2 Es sabido que Ricardo Güiraldes registraba en fichas, a la ma-
nera de los escritores impresionistas, aspectos de la realidad, ideas, emo-
ciones, que luego compaginaba, re elaboraba y pulía. Cfr. IvoNNE BoRDE-
1.018, Genio '11 figura de Ricardo GüiraldeB, Buenos Aires, EtlDERA, 1966,
pp. 62-63.
I Hemos preparado una edición critica de Don Segundo Sombra
(en la que se anotau todas las lecciones recopiladas), precedida de un
Estudio filológico donde se describe el proceso textual y se analizan los
principales tipos de variantes (Paria, Archives de la littérature latino-
americaiDe, des Caraibea et afrieaine du XXe. aiecle _n prenaa-).
214 ÉLIDA LOIS FIL. XXI, Z

a través de los elementos conservados: esquemas, apuntes, frag-


mentos desechados, restos del primitivo borrador, manuscri-
tos hológrafos, copia mecanografiada de esos manuscritos con
enmiendas del autor, pruebas de imprenta de la primera edi-
ción, edición príncipe, 4 correcciones de puño y letra de' Güi-
raldes sobre dos ejemplares de dicha edición, y segunda edición
(la última que contó con la supervisión del escritor). 5 El exa-
men de ese material permite observar la producción del sentido
de una obra que pretendió instaurar un mito nacional, y revela
los mecanismos de ese proceso mitificador.
En ese proceso se distingue una primera etapa, que hemos
denominado "primera versión", registrada en los manuscritos
hológrafos. 6 Estos manuscritos fueron copiados a máquina por
Adelina del Carril con el objeto d¡ enviarlos a la imprenta,
pero Güiraldes llevó a cabo sobre la copia mecanografiada una
reelaboración de tal magnitud que de ella surgió una nueva
opra. 7 La versión definitiva, si bien comparte con la pri-
mera el sustrato ideológico (la reacción de una clase social
frente a las profundas transformaciones que está viviendo el
país), al convertir en discurso mítico una sucesión de estam-
pas rurales en las que el detalle típico se exalta con ornamen-
tación esteticista pero sin perder todavía anclajes firmes en
la realidad, diversificó (y complicó) las resonancias del men-
saje. El autor había comenzad() ficcionalizando entidades no
ficticias (ámbitos, personas, actividades, hechos) ; 8 la empresa
reelaboradora alejó el mundo representado y desplazó su con-

4 RICARDO GÜIRALDES, Don Segundo Sombra, Buenos Aires, Proa,


1926 (19 de julio).
5 RICARDO GÜIRALDES, Don Segundo Sombra, 21/0 ed., Buenos Aires,
Proa, 1926 (30 de octubre).
6 Los manuscritos hológrafos de la novela se conservan en la Bi-
blioteca Nacional.
7 Esta copia mecanografiada de los manuscritos hológrafos se en-
cuentra en el Fondo Nacional de las Artes.
B En un diario íntimo inédito conservado en el Museo "Ricardo
Güiraldes", de San Antonio de Areco, se lee el siguiente esquema para
la recolección de materiales destinados a Don Segundo Sombra: "Hace!;"
en la estancia una serie de retratos. Frases breves y viriles como para
ser cinceladas en metal. Actitudes muy presentes, muy palpables, rasgos
típicos. Algo en el género de los retratos de Raucho, más pujados, con
dos o tres frases de la persona y un compacto relato de la vida de cada
personaje. .
Pedro Falcón, Ciriaco Díaz, el negro Guzmán, el Matos Ochoa, etc."
Reelaboraeión del capítulo XI de Don S.gUMO Somm 216'

texto histórico desdibujando indicios espacio-temporales, rees-


tructurando al sistema deíctico original (esto-aquí-ahora -+ eso ¡
aquello-allí-entonces), sometiendo a una sostenida estilización
los materiales recopilados (se desdeña el realismo detallista;
se suprimen expresiones groseras y rasgos impúdicos; se in-
siste en soslayar la problemática socioeconómica eliminando
referencias a métodos para conseguir conchabo, convenios por
la paga, especulaciones pecuniarias; se evita que matices nega-
tivos o desdorosos empañen la visión idealizada de las faenas
rurales, que -más que constituir un medio para ganar el
sustento- parecen estar destinadas a garantizar la permanente
necesidad de afirmar la hombría que siente ese gaucho sacra-
lizado que emerge de las páginas del producto final). Por
último, la reelaboración matiza la dialogia discursiva limando
contrastes demasiado abruptos entre los dos registros, el re-
gistro culto del narrador y el registro popular de los persona-
jes. Así, los principales tipos de enmiendas coadyuvan en la
creación de un mundo armónico que inscribe la obra resul-
tante en una antigua tradición literaria, la de los mitos de la
edad de oro.
Particularmente reveladora de los objetivos a los que
apunta ese proceso de estilización es la reestructuración del
sistema actancial de la primera versión del capítulo XI. Trans-
cribimos a continuación el texto final del capítulo tal como
lo hemos fijado en la edición citada en n. 3, pero registrando
además dicha reestructuración dentro del mismo texto. 9

SISTEMA DE TRANCRIPCIÓN

[ ] Supresión.
<> Agregado.

DON SEGUNDO SOMBRA

CAPíTULO XI
En el camino de luz proyectado por la puerta hacia la
noche, los hombres se apiñaban como queresas en un tajo.

• Todas las enmiendas registradas se observan, de puño y letra


del autor, sobre la copia mecanocrafiada de los manuscritos hológrafos.
216 ÉLIDA LOIS FIL. XXI, 2

Pedro me echaba por delante y entramos, pero mis pobres


ropas de resero me restaban aplomo, de modo que nos acoqui-
5 namos a la orillita de la entrada.
Las muchachas, modestamente recogidas en actitud de
pudor, eran tentadoras como las frutas maduras, que espe-
ran en traje llamativo quien las tome para gozarlas.
Corrí mi vista sobre ellas, como se corre la mano sobre
10 un juego de bombas trenzadas. De a una pasaron bajo mi
curiosidad sin retenerla.
De pronto vi a mi mocita, vestida de punzó, con pa-
ñuelo celeste al cuello, y me pareció que toda su coquetería
era para mí solo.
15 Un acordeón y dos guitarras iniciaron una polca. Nadie
se movía.
Sufrí la ilusión de que toda la paisanada no tenía más
razón de ser que la de sus manos, inhábiles en el ocio. Eran
aquéllos unos bultos pesados y fuertes, que las mujeres de-
20 jaban muertos sobre las faldas y que los hombres llevaban
colgados de los brazos, como un estorbo.
En eso, todos los rostros se volvieron hacia la puerta.
al modo de un trigal que se arquea mirando viento abajo.
El patrón, hombre fornido de barba tordilla, nos daba
25 las buenas noches con sonrisa socarrona:
-jA ver, muchachos [-apostrofó con voz segura-],
a bailar y divertirse como Dios manda! Vos, Remigio, y vos.
Pancho, usted, Don Primitj~o, y los otros: Felisario, Sofa-
nor. Ramón, Telmo ... , síganme y vamos sacando com-
80 pañeras.
Un momento nos sentimos empujados de todas partes y
tuvimos que hacer cancha a los nombrados. [Ya la timidez
habia desaparecido. Bajo la voz neta del patrón, todos se
sentían] <Bajo la voz neta de un hombre, los demás se sin-
35 tieron> unidos como para una carga. Y en verdad que no
era poca hl!.zaña tomar a una mujer de la cintura, para
aquella gente que sola, en familia o. con algún compañero,
vivía la mayor parte del tiempo separada de todo trato
humano por varias leguas.
40 Un tropel se formó en el centro del salón, remolineó
inquieto, se desparramó hacia las sillas, estorbándose como
hacienda sedienta en una aguada.
Cada hombre dobló su importancia con la de la elegida.
Arrancó el acordeonista a tocar un vals rápido.
45 - j A bailar por la derecha y sin encontrones! -gritó
[el patrón con autoridad de bastonero] <con autoridad el
Réelaboración del capitulo XI de Don Segv:rw.o Sombre 217

bastonero>. Y las parejas tomadas de lejos, los pies cercanos,


el busto echado para atrás como marcando su voluntad de
evitarse, empezaron a girar desafiando el cansancio y el
50 mareo.
Había comenzado la fiesta. Tras el vals, tocaron una
mazurca. Los mozos, los viejos, chicos, bailaban seriamente,
sin que una mueca delatara su contento. Se gozaba con un
poco de asombro, y el estar así, en contacto con los géneros
55 femeniles, el sentir bajo la mano algún corsé de rigidez
arcaica o la carne suave y ser uno en movimiento con una
moza turbada no eran motivos para reír.
Sólo los alocados surtían el grito necesario de toda
emoción.
60 Yo me enervaba al lado de Perico, sorprendido como en
una iglesia. Peleaban en mí los deseos de sacar a mi mocita
de punzó y la vergüenza. Calló un intervalo el acordeón
monótono. [El patrón] <El bastonero> golpeó las manos:
-¡La polca'e la silla!
65 Un comedido trajo el mueble que quedó desairado en
medio del aposento. El patrón inició la pieza con una chi-
nita de verde, que luego de dar dos vueltas, envanecida, fue
sentada en la silla, donde quedó en postura de retrato.
-¡ Qué cotorra pa mi jaula! -decía Pedro; pero yo
70 estaba, como todos, atento a lo que iba a suceder.
-¡ Feliciano Gómez!
Un paisano grande quería disparar, mientras lo echa-
ban al medio donde quedó como borrego que ha perdido el
rumbo de un golpe.
75 -Déjenlo que mire pal siñuelo -gritaba Pedro.
El mozo hacia lo posible por seguir la jarana, aunque
se adivinara en él la turbación del buen hombre tranquilo
nunca puesto en evidencia. Por fin tomó coraje y dio seis
trancos que lo enfrentaron a la mocita de verde. Fue mi-
80 rado insolentemente de pies a cabeza por la moza, que luego
dio vuelta con silla, dejándolo a su espalda.
El hombre se dirigió al patrón con reproche:
-También, [Don Vítor] <señor>, a una madrinita
como ésta no se le acollara mancarrón tan fiero.
85 -[Le buscaremos otro --contestó el patrón-o ¡A ver
DOD Fabián Luna!] <¡Don Fabián Luna!>
Un viejo de barba larga y piernas chueeas se acercó
con desenvoltura para sufrir el mismo desaire.
218 ELIDA LOIS FIL. XXI, 2

-Cuando no es fiero es viejo --comentó con buen


90 humor. Y soltó una carcajada como para espantar todos
los patos de una laguna.
El patrón se fingía acobardado.
-Alguno mejor parecido y más mozo, pues -aconse-
jaba Don Fabián.
95 -Eso es; nómbrelo usted.
-Tal vez el reserito ...
N o oí más y me senté corno potro sobre un maneador
seguro, pero estaba contra la pared y no pude bandearla
para encontrar la noche en que hubiera deseado perderme.
100 La atención general me hizo recordar mi audacia de
chico pueblero. Con paso firme me acerqué, levanté el cham-
bergo sobre la frente, crucé los brazos y quebré la cadera.
La muchacha pretendió intimidarme con su ya repe-
tida maniobra.
105 -Cuanti más me mire -le dije-, más seguro que me
compra.
Seguidamente salirnos a dar, bailando, nuestras dos
reglamentarias vueltas, orillando la hilera de mirones.
-¿ Qué gusto tendrán los norteros? -dijo corno para
110 sí la mOza al dejarme en la silla.
-Ala derecha usarnos los chambergos -comenté a
manera de indicación.
A la derecha dio ella tres pasos, volviendo a quedar
indecisa.
115 -PoI lao del lazo se desmontan los naciones -insisti.
y viendo que mis señas no eran suficientemente pre-
cisas. recité el versito:
El color de mi querida es más blanco que cuafada,
Pero en diciéndole envido se pone mwy colorada.
120 Esa vez fui entendido y tuve el premio de mi desfacha-
tez cuando salí con mi morochita dando vueltas, no sé si
al compás.
A medianoche [el patrón hizo pasar bandejas y refres-
cos] <vinieron bandejas con refrescos> para las señoras.
125 También se sirvió licor y algunas sangrías. Alfajores, bollos,
tortas fritas y empanadas fueron traídas en canastas de
mimbre claro. Y las que querían cenar algún plato de carne
asada salían hacia la carpa.
Los hombres, por su lado, se acercaban al despacho
130 de los frascos, que hoy habíamos contemplado con Pedro,
y allí hacían gasto de ginebra, anís Carabanchel y caña de
durazno o guindado.
Reelaboración del capitulo XI de DOft Segv;ndo Somfw& S19

Desde ese momento se estableció una corriente de idas


y vueltas entre las carpas y el salón, animado por un renuevo
135 de alegría.
[El patrón ordenó una pausa de baile y pidió que alguna
muchach.a cantara. Con satisfacción vi que la guitarra pa-
raba en manos de mi elegida.]
El acordeonista fue reemplazado por otro más vivara-
140 cho, bajo cuyos dedos las polcas y mazurcas saltaban entre
escalas, trinos y firuletes.
Ya las bromas se daban a voz alta y las muchachas
reían olvidando su exagerada tiesura.
Saqué como cuatro veces a mi niña de punzó y, al
145 compás de las guitarras, empecé a decirle floridas galante-
rías que aceptaba con gustosos sonrojos.
En los intervalos volvía hacia mi lugar, al lado de Pedro
Barrales, que me divertía con sus comentarios.
-Sos zonzo -le decía-, estás sumido y triste como
150 lechón que se ha dejado quitar la teta.
-No ves que soy loco como vos, para andar pataleando
sobre de las baldosas.
-¿Loco?
- j Si te hirve el agua en la cabeza!
155 Y corno yo me fingiera resentido, tomábame del brazo
para consolarme con afectuoso acento:
-No te me enojéh'hermanito. Sos como la cañada'e la
Cruz; tenés tus retazos malos y tus retazos güenos.
-Válganme los güenos ---eoncIuía yo, volviendo a mi
160 fandango.
Sin embargo, la animación crecía y éranos casi nece-
sario un apuro de ritmos, cuando [el patrón golpeó las
manos para imponer silencio] <el bastonero g'olpeó las
manos>:
165 - j Vamoh'a ver, un gato bien cantadito y bailarines
que sepan [florearse] <floriarse>!
El acordeonista dio sitio al guitarrero que iba a cantar.
Los cuatro bailarines se colocaron cerca de los músicos.
Las mujeres miraban el suelo, mientras los hombres requin-
170 taban el ala de sus chambergos.
Empezaron a rasguear los mozos de las guitarras. Las
manos de muñecas flojas pasaban sobre el encordado, con
acompasado vaivén, y un golpe más fuerte marcaba el
acento, cortando como un tajo el borrón ritmico del rasguido.
176 El latigazo intermitente del acento iba irradiando va-
leotias de tambor en el ambiente. Los bailarines, de pie,
220 ÉLIDA LOlS FIL. XXI, 2"

esperaban que aquello se hiciera alma en los descansados.


músculos de sus paletas bravías, en la lisura de sus hombros
lentos, en las largas fibras de sus tendones potentes.
180 Gradualmente, la sala iba embebiéndose de aquella
música. Estaban como curadas las paredes: blancas que en-
cerraban el tumulto.
La puerta pegaba con energía sus cuatro golpes rígidos
en el muro, abriéndolo a la noche hecha de infinito y de
185 astros, sobre el campo que nada quería saber fuera de su
reposo. Los candiles temblaban como viejas. Las baldosas
preparaban sonido bajo los pies de los zapateadores. Todo.
se había plegado al macho imperio del rasguido.
y el cantor expresó ternuras en tensas notas:
190 Sólo una escalerita de amor me falta,.
Sólo una escalerita de amor me falta,
Para llegar al cielo, mi vida, de tu garganta.
Las dos mujeres, los dos hombres dieron comienzo a la:
danza.
195 Los hombres caminaban con ágiles galanteos de gallo
que arrastra el ala.
Las mujeres tomaron la delantera en el círculo descrito.
y miraban coqueteando por sobre el hombro.
El cuadro dio una vuelta, el cantor continuaba:
200 Vuela la infeliz, vuele, ay que me embarco
en un barco pequeño, mi vida, pequeño barco.
Las mujeres tomaron "entre sus dedos las faldas, que'
abrieron en abanico, como queriendo recibir una dádiva o
proteger algo. Las sombras flamearon sobre los muros, to-
205 caron el techo, cayeron al suelo como harapos, para ser
pisadas por los pasos galanos. Un apuro repentino enojó
los cuerpos viriles. Tras el leve siseo de las botas de potro,
trabajando un escobilleo de preludio, los talones y las plan-
tas traquetearon un ritmo que multiplicó de impaciencia
210 el amplio acento de las guitarras esmeradas en marcar el
compás. Agitábanse como breves aguas los pliegues de los
chiripases. Las mudanzas adquirieron solturas de corcovo,
comentando en sonantes contrapuntos el decir de los en-
cordados.
215 Repetíase el paseo y la zapateada. Un rasgueo solo batió
cuatro compases. otra vez los pasos largos descansaron el
baile. Volvieron a sonar talones y espuelas en una escasa
sobra de agitación. Las faldas femeninas se abrieron, más
suntuosas, y el percal lució, como pequeños campos de trébol
220 florido, la fina tonalidad de su lujo agreste ..
Reelaboración del capítulo XI de Don SegUMo Som.brG 221

Murió el baile sobre un punto final, marcado y duro.


[Fue centro del animado comentario, lleno de elogios
para los bailarines, el patrón.]
Algunas mujeres hacían muecas de desagrado ante las
225 danzas paisanas, que querían ignorar; pero una alegría
involuntaria era dueña de todos nosotros, pues sentíamos
que aquélla era la mímica de nuestros amores y contentos.
[-¡ Otro gato y con relación! ---ordenó Don Víctor.]
A mi vez fui parte del cuadro con <Don Segundo y>
230 mi elegida.
<Era un gato con relación.>
A continuación, siguen bailes y versadas, y dos fracasos
sucesivos del réserito como galanteador que lo deciden a aban-
donar el baile. El patrón ha dejado de intervenir, Fabio ha
vuelto a adueñarse de su papel de sujeto de la acción y Don
Segundo tiene una cuota de participación en este ambiente
mostrando sus condiciones de verseador jocoso y esa especial
capacidad para atraer la atención de la gente.
Este capítulo debió de tener su origen en apuntes toma-
dos durante un baile ofrecido a la paisanada por Víctor del
Carril (suegro de Güiraldes), en su estancia Polvaredas. En
los manuscritos, el material ficcionalizado denunciaba su punto
de arranque: localización espacio-temporal, ambiente, perso-
najes, relaciones sociales son claramente ubicables en un pro-
·ceso histórico. En la primera versión de Don Segundo Sombra,
numerosos personajes llevaban nombres y apellidos de perso-
nas reales (particularmente de pobladores de San Antonio de
Areco); pero en la reelaboración se eliminó sistemáticamente
este enlace entre realidad y ficción, así como se tendió a crear,
paralelamente, una topografía genérica y un fondo histórico-
temporal impreciso. En concordancia con esta tendencia gene-
ral, en el capitulo X se prescindió de la identificación de la
estancia en la que había de transcurrir el baile, denominada
Polvaredas al igual que el establecimiento de la familia del
Carril, y en el capítulo transcripto se suprimió el nombre
del patrón, llamado Víctor como el suegro del autor (ls. 83
y 228).10

10 Estos datos no tienen un valor intrínseco para juzgar la pro-


blem'tiu de lo verosfmil en el texto (la utilización de nombres de perso-
nu y lugares reales es un conocido recurso de la literatura fantástica
para provocar ilusión de verosimilitud), pero unidos a otra serie de da-
222 ÉLIDA LOIS FIL. XXI, 2

En la primera versión, el personaje del patrón -a partir


del momento en que hace su entrada saludando "con sonrisa
socarrona" (l. 25) Y todos los rostros se vuelven hacia él "al
modo de un trigal que se arquea mirando viento abajo" (1. 23)-
funciona como la principal fuerza dinámica del relato; él quie-
bra la timidez del comienzo con una orden (ls. 26-30) Y con-
tinúa impartiendo instrucciones durante toda la noche. El
personaje tiene alrededor de veinte intervenciones (ya introdu-
cido por el discurso del narrador, ya encarado por otro perso-
naje, ya a través de sus propios discursos directos) y sus
acciones asumen el ejercicio de la autoridad: "apostrofó con
voz segura" (1. 26); "gritó [ ... ] con autoridad" (Is. 45-46) ;
"golpeó las manos" (1. 63) ; elige danzas y juegos (1. 64), Y
selecciona a los participantes (1. 71 y 85-86); "hizo pasar"
(1. 123) ; "ordenó una pausa" (1. 136) ; "golpeó las manos para
imponer silencio" (Is. 162-163); "ordenó [otro gato]" (1. 228).
Todos sus discursos directos son imperativos. Se destaca su
capacidad para obrar como factor de cohesión social a la ma-
nera de un jefe de montonera ("Bajo la voz neta del patrón,
todos se sentían unidos como para una carga" -ls. 34-35-)
y sus facultades hegemónicas ("Fue centro del animado co-
mentario -ls. 222-223-). Surge así una estampa rural en-
clavada en una sociedad paternalista, en la que el patrón pro-
tege pero también domina a los peones. Él los agasaja con un
baile y los impulsa a divertirse, pero impone todas las reglas
del juego. El paisanaje aparece como una masa tímida y sumisa,
incapaz de desenvolverse sin una guía rectora.
El proceso reelaborador desdibuja la acci6n de la fuerza
dominadora (se reduce el número de las intervenciones del
estanciero y se modera su autoritarismo), y los dominados
parecen cobrar autonomía. Cuatro de esas intervenciones se
suprimen lisa y llanamente (Is. 26, 136-138, 222-223 y 228),
y en ls. 85-86 desaparece su identificación expresa. Otra inter-
vención se atenúa reemplazando la denominación específica
por una genérica: al sustituir "del patrón" por "de un hom-
bre" en "Bajo la voz neta del patrón todos se sentían unidos
como para una carga" (Is. 33-35), el poder convocante se
desplaza del "status" social a la condición masculina (tan

tos (particularmente, tomando en cuenta el método de composici6n de


Ricardo Güiraldes), adquieren el sentido que les aBignamos.
Reelaboración del capítulo XI de Do" SflguMo SOtftn JS

exaltada a lo largo de la obra); además, el cambio aspectual


del verbo ("se sentían" es reemplazado por "se sintieron")
transforma la actitud inherente de un grupo humano en un
acto momentáneo.
Para tornar a su cargo tres directivas de las que no se
quiso prescindir, se crea un nuevo personaje, el bastonero
(ls. 46-47, 63, 162-164), que se mueve dentro del baile con
la misma soltura que el patrón. Del mismo modo, a lo largo
de la novela la relación patrón-proletariado rural no se presenta
como sustancialmente distinta de la que se muestra entre ca-
pataz y peón, entre ancianos y jóvenes o entre Don Segundo
y el común de los mortale~. En el mundo ficeional de la última
versión se va delineando una sociedad en la que las relaciones
jerárquicas no están preestablecidas por una estructura de
clases, sino que se instauran como consecuencia de grados
de saber, de destreza y de hombría.
La enmienda que elimina la mención explícita del per-
sonaje del estanciero como agente de una acción causativa
("el patrón hizo pasar bandejas" se transforma en "vinieron
bandejas" -ls. 123-124-) sintetiza el proceso de reorgani-
zación de las relaciones sociales que impone la actividad reela-
boradora. Al gaucho de la novela se le ofrece todo lo que nece-
sita para subsistir. Deambula por la pampa haciendo uso de
aparente libertad, consigue trabajo con facilidad, se queda
o se va cuando quiera. 1l Así se soslaya su situación de depen-
dencia con respecto a los dueños de la tierra y del ganado. Muy
particularmente, el producto final evita la exhibición de un
servilismo que hubiese entrado en flagrante contradicción con
la imagen de ese gaucho que "por sobre todo y contra todo,
[ ... ] quería su libertad".12
Por el contrario, el análisis del material paratextual nos
remite sin tapujos a una sociedad paternalista. Ana María
Barrenechea la ha visto condensada en esta cita de los Poemas
solitarios (compuesto.s entre 1921 y 1927) : "Concluida la jor-
nada, la silla del patrón, manchada en la sombra de los paraísos,

11 Se han suprimido, por ejemplo, referencias a recursos ocasio-


nales para sobrevivir y a métodos para conseguir trabajo. Cfr. ed. cit. en.
n. 8, pp. 76 ("trabajando por dia en los intervalos") y 115 ("ayudarnos
UD poeo al encierro y aparte de las reses con la esperanza ele changar en.
alguna de las tropas que de alli saldrían").
1:1 Ed. ciL en n. 3, p. 7&.
:224 ÉLIDA LOIS FIL. XXI, 2

tenía brazos de trono. Mientras el relato del capataz resumía


los trabajos del día".13 La ilustración de Alberto Güiraldes
para el capítulo XXVI de Don Segundo Sombra (en la edi-
ción de Stols), 14 parece reproducir esa imagen patriarcal: en
el patio de su estancia, sentado en un sillón de respaldo alto,
con sombrero, tomando mate y escoltado por una china ceba-
dora muy erguida, Don Leandro Galván tiene ante sí, de pie
y descubierto, a un Fabio respetuoso, expectante.

Particularmente esclarecedor resulta confrontar la con-


figuración de las relaciones sociales que surge de Cuentos de
muerte y de sangre 15 con la que se observa en Don Segundo
Sombra: estancieros invariablemente respetables y benévolos
han sustituido a los patrones despóticos (como el de "De mala

13 RICARDO GÜIRALDES, Obras completaa. Buenos Aires, Emecé, 1962,


p. 503. Cfr. ANA MARÍA BABRENECHEA, "El español de América en la
literatura del siglo XX a la luz de las teorías de Bajtin", n. 2, en Actas
del 11 Congreso Internacional sobre el espamol de América, México, 27
al 31 de enero de 1986.
14 Esta lujosa edici6n, ilustrada por Alberto Güiraldes, fue impresa
en Maestricht (Holanda), en julio de 1929, por el maestro A. A. M. Stols.
15 RICARDO GÜIRALDEB, Cuentos de muerte y de sangre, Buenos
Aires, Librería La Facultad, 1916. En una Advertencia preliminar
del autor se lee: "Son en realidad anécdotas oídas y escritas por cariño
a las cosas nuestras."
R~elaboración del capitulo XI de Don Segundo Sombr~ 225'

bebida") o caprichosos (como el de "El remanso"), y a aque-


llos que "en los momentos peliagudos de una elección" utiliza-
ban a peligrosos matones (como el "bruto" y "obediente"
Cañita de "Compasión") .16 Pero también han desaparecido los
paisanos capaces de vengar humillaciones patronales con un
homicidio (como el de "Nocturno").
Como se ha dicho, el análisis de la producción textual de
Don Segundo Sombra permite descubrir el intento de crear
una ilusión de armonía entre contrarios. Tanto la conforma-
ción de la intriga como la elaboración del discurso se corres-
ponden con concepciones ideológicas del autor: la correlación
'desposes ión = libertad = plenitud' que emerge de la trama
aseguraría para la sociedad un equilibrio entre contrarios. En
consonancia con ello, entonces, se procura eliminar todo ves-
tigio de contradicciones sociales y así se inscribe el mundo
ficcional en una mitológica edad de oro. En el capítulo X,
este juicio del narrador acerca de Don Segundo marca uno
de los puntos más altos del proceso de mitificación: "¡ Qué
caudillo de montonera hubiera sido!" 17 En la realidad his-
tórica, los jefes de montonera fueron terratenientes, no gauchos.
Bakhtine ha advertido sobre las trampas que tienden el
pensamiento mítico y la creación literaria valiéndose de la
inversión temporal, localizando en el pasado categorías tales
como los objetivos, el ideal, la equidad, la perfección, las rela-
ciones sociales armónicas:
"Les mythes du paradis, de l'age d'or, de l'époque hérolque,
de l'antique Vérité, les notions plus tardives sur l'état de
nature, sur les droits naturels et autres, sont des expressions
de cette inversion historique. En simplifiant quelque peu, il
est possible de dire que l'on représente comme ayant déjA été
dans le passé, ce qui, en réalité, peut ou doit se réaliser
seulement dans le futur, ce qui, en substance, se présente cornme
un but, comme un impératif, et aucunement comme une réalité
du paSSé".18
La mayor parte de la crítica ha privilegiado un eje temá-
tico en el análisis de Don Segundo Sombra: la evocación nos-

11 RICARDO GÜIRALDES, op, cit. en n. 13, p. 120.


17 Cfr. ed. cit. en n. 3, p. 7&'.
18 MIKHAIL BAKHTlNE, "Formes du temps et du chronotope dans
le romo", en E8tAltique et tAlione du roman (trad. del ruso por Daria
Olivier), Paria, Gallimard, 1978, p. 25»4.
226 &.m.4 LoIS FILo XXI, 2

tálgica de modos de vida irremisiblemente perdidos en el tiem-


pO.1U No obstante, al ubicar en un borroso pasado (en realidad,
en un mundo mítico, al margen de la historia) categorías mo-
rales que se presentan como la base de la armonía social, el
autor está apuntando en prospectiva.
Después de 1880, el esquema social argentino se va defi-
niendo con nuevos caracteres: el mismo proceso económico-
social que crea a partir del conglomerado criollo-inmigratorio
un proletariado y una clase media de definidas fisonomías
transforma a la antigua "élite" terrateniente en una oligar-
quía. La oligarquía mantiene esas convicciones liberales teó-
ricas en las que ve el signo de la civilización europea, pero dice
representar el país con mayor fidelidad que los "advenedizos"
y pretende manejar desde arriba las transformaciones que se
viven. 20 Hay que buscar "fuerzas morales" e "ideales nacio-
nales" que legitimen esas aspiraciones: se buscarán en el
acervo tradicional del criollismo. Las celebraciones explícitas
y los rechazos implícitos de pautas de conducta que emergen
de las páginas de Don Segundo Sombra encubren el funda-
mento ideológico que sustenta las propuestas del liberalismo
conservador (y también sus contradicciones).
ÉLIDA LOIS

Becaria del Consejo Nacional


de Investigaciones Científicas y Técn"icas.

lU Dentro de la copiosa bibliografía sobre Don Segundo Sombra,


existe, sin embargo, una línea demitificadora. Mencionamos a continua-
ción sus principales -hitos: RAMÓN DoLL, "Don Segundo Sombra y el
gaucho que ve el hijo del patrón", en Nosotros LVIII (1927), pp. 270-281;
ISMAEL VIÑAS, "Güiraldes", en Contorno 5-6 (1955), pp. 22-25; EDUARDO
ROMANO, Análisis de "Don Segundo Sombra", Buenos Aires, CEAL, 1967;
NOE J"I'l'RIK, "Ricardo Güiraldes", en Capítulo. La historia de la litera-
tura argentina, Buenos Aires, CEAL, 1968, pp. 712-719; DAVID VIÑAS,
Literatura argentina y realidad política. De Sarmiento a Cortázar, Bue-
nos Aires, Ediciones Siglo Veinte, 1971, pp. 240-243; JORGE SCBWARTZ,
"Don Segundo Sombra: una novela monológica", en Revista Iberoameri-
cana 96-97 (1976), pp. 427-446.
20 Jos~ LUIS ROMERO, Las ideas políticas en Argentina, Buenos
Aires, Fondo de Cultura Económica, 1976, pp. 180-204 Y 224-220.
RESE~AS

CHEVALIER, MAXIME, Cuentos foUd6ricos en la España del Siglo de


Oro, Barcelona, Crítica, 1988, 452 pp.

La obra que nos ocupa es una contribución más del destacado


hispanista y profesor de la Universidad de Burdeos, Maxime Che-
valier, al esclarecimiento de las relaciones-entre literatura oral y
literatura culta, en el Siglo de Oro español.
Este aspecto de la cultura de la España áurea, tan esencial como
pOco estudiado, ha sido para nuestro autor objeto de especial interés,
manifestado en numerosas obras, tales como CuenteciUos tradicio-
nales en la España del Siglo de Oro (1975), Folklore 'Y literatura:
el cuento oral en el siglo de Oro (19'78), Cuentos españoles de los
siglos XVI 'Y XVII (1982), Y Cuentos casteUanos de la tradición oral
(1983); Y en diversos articulos aparecidos en publicaciones espe-
cializadas.
Se trata de un corpus de 258 relatos folklóricos, extraídos de
colecciones de cuentos tradicionales y obras literarias de la España
de los Austrias.
El material narrativo está clasificado según un criterio temá-
tico, de acuerdo con el índice de tipos de Aarne-Thompson. De este
modo, los cuentos están precedidos por el número de tipo corres-
pondiente, y, además, ordenados según numeración interna del 1 al
258. Cada narración presenta un título alusivo al tema dado por
el compilador. La índole misma de la colección excluye toda posi-
bilidad de adopción de criterios morfológicos, tales como los de
Propp, para la clasificación del material, por tratarse de una reco-
pilación y no de un estudio acerca de las formas del relato folklórico.
La mencionada clasificación, como el mismo Chevalier reconoce,
no contempla la posibilidad de incluir el material narrativo tradi-
cional en su totalidad. Se ha tratado de subsanar este inconveniente
iDtercalando los cuentos DO clasificados, dentro de las categorías de
Aame-Thompson, sin indicar numeración de tipos.
De aeaerdo con estas categorías, la colección presenta las si-
pieDtes lleCCionea:
228 MARÍA INÉS P ALLEIRO FIL. XXI, 2

- Cuentos de animales (tipos 1 al 298) : 1 a 30.


- Cuentos de magia (tipos 300 al 748) : 31 a 39.
- Cuentos religiosos (tipos 750 al 849): 40 a 53.
- Cuentos novelescos (tipos 850 al 999) : 54 a 88.
- Cuentos del ogro y del demonio (tipos 1000 al 1119) : 89 y 90.
- Cuentos de tontos (tipos 1200 al 1349) : 91 a 115.
- Cuentos de casados (tipos 1350 a 1437): 116 a 154.
- Muchachas y mujeres (tipos 1440 al 1516) : 155 a 163.
- El hombre listo (tipos 1525 al 1639): 164 a 206.
- Felices encuentros (tipos 1640 al 1674) : 207 a 214.
- El estúpido (tipos 1665 al 1720) : 215 a 225.
- Cuentos de clérigos (tipos 1725 al 1849) : 226 a 240.
- Otros estados (tipos 1851 al 1870): 241 a 250.
- Cuentos de mentiras (tipos 1875 al 1991): 251 a 256.
- Cuentos formuIísticos (tipos 2009 al 2340) : 257 a 258.
En general, se transcribe sólo una versión de cada cuento, pre-
firiéndose la más cercana a la oralidad tradicional. A veces, sin
embargo, el autor registra dos o más versiones, para destacar el
carácter proverbial de un relato o la reelaboración literaria de la
cual ha sido objeto.
Los cuentos presentan una grafía modernizada, para facilitar
el acceso del lector actual a los textos del Siglo de Oro.
Cada versión está seguida de referencias a otras versiones espa-
ñolas tanto medievales como del Siglo de Oro y modernas. Además,
se indican las pertenecientes a otras literaturas, tales como la por-
tuguesa, y las americanas del Norte y del Sur.
Estas referencias han sido tomadas de colecciones de cuentos
folklóricos, o de textos de escritores en lengua española. En parti-
cular, merece destacarse la asidua mención, para la Argentina, de
la colección de cuentos folklóricos realizada por Susana Chertudi.
En algunos casos, el autor incluye, a continuación de estas refe-
rencias, una breve bibliografía acerca de estudios particulares y
artículos dedicados a algunos cuentos. La escasez de referencias bi-
bliográficas se justifica por la indole misma de este trabajo, cuyo
objetivo principal es la presentaci6n de un corpus de material narra-
tivo tradicional, y no de una guía bibliográfica exhaustiva.
Ocasionalmente, Chevalier transcribe versiones españolas mo-
dernas recogidas en Andalucia por Fernán Caballero, versiones galle-
gas de los Contos populares da Provincia de Lugo recopilado por el
Centro de Estudios Fingoy, americanas de los Cuentos populares
cubanos de Samuel Feijóo, árabes en castellano de los Cuentos de
Yehá, o francesas de los siglos XVI y XVII. Estas inclusiones esporá-
dicas tienden a evidenciar la filiación tradicional de versiones lite-
lIaKime Chevalier, C1WIIt08 lolklórie08 ." la E~a_... _

r . .ias del miamo tema, que presentan UD alto grado de elaboraeiÓJI


estética.
Los textos excesivamente extensos han sido reducidos a sus linea-
mientos argumentales mÍDimos. Tal es el caso de la mayor parte
de los entremeses incluidos en la colección, de los euales se presenta
sólo una síntesis de contenido. Otros, por ser suficientemente cono-
cidos, aparecen solo mencionados. Esto ocurre, por ejemplo, con el
cuento de Griselda (Tipo 887, cuento número 50).
Tanto las síntesis argumentales corno las citas bibliográficas
correspondientes a las distintas versiones y a estudios "articulares
acerca de las mismas, han sido realizadas con suma precisión. Esto
hace de la obra un instrumento valioso para el estudio comparativo
de variantes y para la investigación de la influencia de la literatura
oral en la literatura culta.
En la OLIntroducción", el autor expone los fundamentos metodo-
lógicos de su trabajo.
Delimita en primer lugar el objeto de estudio, restringiendo el
corpus recopilado a la especie narrativa "cuento folklórico", definido
por Susana Chertudi como obra literaria anónima, de extensión rela-
tivamente breve, que narra sucesos ficticios y que vive, bajo la
forma de variantes, en la tradición oral. Se excluyen, en consecuen-
cia, tanto las leyendas y tradiciones locales, como los motivos fol-
klórK!os. La obra no presenta, por lo tanto, ningún invilntario de
motivos tradicionales, omitiéndose asimismo toda referencia a índices
clasificatorios de los mismos. Tal análisis de motivos, presente en
colecciones de material narrativo tradicional americano como por
ejemplo los C7lentos folklóricos de Chile de Yolando Pino Saavedra,
permitiría un estudio detallado del proceso de composición de los
cuentos recopilados a partir de unidades narrativas mínimas. Este
análisis, sin embargo, excede los objetivos de la colección, cuyo pro-
pósito fundamental es reconstruir el estado del folklore narrativo
de la España del Siglo de Oro. Sugerimos la posibilidad de utilizar
esta recopilación como punto de partida para un estudio de los mo-
tivos folklóricos presentes en las distintas versiones. Este estudio
pondría de manifiesto, además, las técnicas y procedimientos de reela-
boración literaria del material narrativo tradicional.
En la mencionadA "Introducción", examina Chevalier las exigen-
cias metodológicas de este tipo de trabajo, y observa que los métodos
empleados hasta' ahora en las colecciones hispánicas de material lite-
rario de carácter folklórico, no han permitido reunir un corpus lo
suficientemente extenso como para presentar un panorama aproxi-
mado del folklore narrativo español en los siglo XVI y XVII. Ante
esta escasez de datos, nuestro autor propone y desarrolla una nueva
lbaea de iDvestipcióD que amplia en gran medida el espectro de loa
MARtA INfs P ALL!lIRO FILo XXI, 2

registros de material narrativo tradicional de la España áurea. Esta


línea consiste en el rastreo de dicho material no solo en colecciones
de cuentos folklóricos de la época, tales como el Buen aviso y Porta-
C1tentos de Timoneda o el Fabulario de Sebastián Mey, sino también
en obras literarias de diversa índole, tales como recopilaciones de
relatos jocosos, diálogos, tratados de paremiología, obras dramáticas
y narraciones novelescas correspondientes a autores españoles de los
siglos XI y XVII. La inclusión de versiones literarias de los relatos
tradicionales permite observar la influencia ejercida por la literatura
oral y anónima en la literatura escrita.
La misma metodología utilizada determina, precisamente, que
no todos los cuentos incluidos en la colección que nos ocupa posean
el carácter de oralidad tradicional. En efecto, muchos de ellos per-
tenecen a la literatura culta, habiendo sufrido un proceso de tradi-
cionalización que hace que aparezcan registrados en colecciones de
material folklórico correspondiente al área de difusión de la cultura
hispánica. Los encontramos así, por ejemplo, en recopilaciones ame-
ricanas.
Por tal motivo, Chevalier, en la "Introducción" del trabajo,
fija las pautas adoptadas para establecer la procedencia oral tradi-
cional de los relatos. Afirma, así, que deben ser considerados tra-
dicionales los relatos que presenten claras variantes entre diferentes
versiones de la época, los que hayan sido cristalizados en forma de
refranes o frases proverbiales, los que sobrevivan en una extensa
área geográfica, y los que aparezcan mencionados en obras literarias
del Siglo de Oro, a través de alusiones fugitivas destinadas a ser
inmediatamente reconocidas por los receptores. Sobre la base de
estos criterios, el autor establece que los cuentos que tienen un alto
grado de probabilidad de pertenecer al folklore oral del Siglo de Oro
son en total 144. Consigna así los números de los cuentos de proce-
dencia oral de acuerdo con la numeración interna del 1 al 258, y con
la numeración de tipos.
Cierra el trabajo una lista bibliográfica dividida en dos sec-
ciones. La primera· corresponde a textos literarios y colecciones de
cuentos. Se trata de una extensa nómina de 148 titulos, referidos en
su mayoría a textos y colecciones españolas y americanas. La se-
gunda, más breve, está dedicada a los estudios históricos y literarios,
y consta sólo de 13 títulos. Dicha brevedad se justifica por el carác-
ter mismo de la obra, que es ante todo una recopilación. Dentro de
la bibliografía se ofrece una tabla de abreviaturas y siglas.
La colección, realizada según estas pautas metodológicas, cum-
ple ampliamente con el objetivo propuesto. Los relatos en ella in-
cluidos, seguidos de la referencia a otras versiones y variantes y,
a veces, de una bibliografía especifica, permiten al lector acceder a
Fernando de Rojas, C.leBtifts 231

la literatura del Siglo de Oro español desde una perspeetiva par-


ticular, la de la narrativa folldórica oral. Esta perspectiva. DO dema-
siado estudiada, es sin embargo esencial para comprender el sustrato
cultural tradicional de la época, que es un rasgo característieo del
Siglo de Oro.
Además, la obra proporciona un corpus lo suficientemente am-
plio para el estudio del folklore literario oral de la época, a través
de la impronta dejada por él en la literatura culta.
El trabajo constituye asimismo una propuesta metodológica
original para una colección global de cuentos folklóricos hispánicos,
susceptible de ser ampliada con el estudi() de la difusión ge<>gráfica
de los tipos narrativos presentes en ella, en la vasta área de exten-
sión de la cultura española y, particularmente, en el territorio ame-
ricano.
En síntesis, la obra resulta un valioso aporte para el estudio de
la literatura oral de la España de los Austrias. Su rigor metodoló-
gico, unido a la exactitud de las referencias bibliográficas y a una
delimitación precisa del objeto de estudio, así como la presencia
de un adecuado criterio de selección de las versiones, hacen del tra-
bajo un eficaz instrumento para el estudio comparativo de. tipos
narrativos, y una importante contribución para el esclarecimiento de
la relación entre literatura culta y narrativa tradicional.
MARtA INÉS P ALLEIRO

FERNANDO DE RoJAS, CeZestifUl,. Tragicomedia de CaJisto 11 Melibes.


introducción y edición critica de Miguel Marciales. Tomo 1: In-
troducción, 372 pp., Tomo 11: edición crítica, 306 PP., al cuidado
de Brian Dutton y Joseph T. Snow, Illinois Medieval Mono-
graphs, 1, Urbana and Chicago, University of TIlinois Press,
1986.

Era de suponer que, con la figura de Paul Ménard, Borges


creara una exageraCión típicamente sudamericana del filólogo - y
ello ahora puede verificarse, habiéndose encontrado un autor que,
por asi decirlo; construyó de nuevo una de las obras cumbres de la
literatura española. Porque nada menos hizo el colombiano Miguel
Marciales en la obra que trataré de reseñar a continuaci6n. La
obra. legada por este erudito apasionado que falleció en 1980, dará
pie para muchas controversias, pero ante todo enriquece notable-
mente el paDorama celestinesco y quinientista.
232 REGULA ROBLAND DIIi L4NGBmIN FIL. XXI, !

TOllo 1: INTRODUCCIÓN

El ordenamiento de la introducción obedece a razones más bien


exteriores: se van discutiendo las diversas innovaciones o caracte-
rísticas de forma y contenido de la Celestina conforme aparecen en
las ediciones conservadas y en otras intermedias desaparecidas, cu-
yas características sin embargo se detallan como si fueran hechos
demostrados. El texto de esta introducción entrevera algo descabala-
damente (para utilizar uno de los adjetivos preferidos de Mar-
ciales, véase el tomo 1, pp. 78, 136, 140, etc.) datos editoriales con
otros sobre las historias de las imprentas y de los editores (tomo 1,
pJ:. 42, 223-4, 233-34, 249), mezcla aclaraciones eruditas con dia-
tribas contra definidos colegas o ciertos usos de filólogos (tomo 1,
pp. 85, 96, 129-30, 142-44, 272) Y contra el tercer autOr de la
Celestina, identificado con el Sanabria mencionado al fin del auto
de Traso y de quien no se sabe otra cosa, a qUÍi!n tilda de "Gran
Embuchador". Inserta también esquemas para aclarar la construc-
ción de la obra del primer autor, para él el "Esbozo", que es rigu-
rosamente simétrica (tomo 1, p. 76), Y la del entremés que afirma
eRtá en la base de los actos de Centurio, también construido simé-
tricamente (tomo 1, p. 141). Presenta además una novedosa distri-
bución de las acciones, a las que reparte en cinco días, tanto si se
tratase de la Comedia sola (tomo 1, pp. 77-81), como si se incluyera
la por él denominada "Gran Adición" que son los autos intercalados
de la Tragicomedia, excluyendo el Tratado de Centurio (torno 1,
pp. 103-106). Dedica excursos eruditos a motivos y hechos impor-
tan tes: la oficialización de la cultura a partir de Alfonso X en
España (tomo 1, pp. 28-29), la halconería (tomo 1, pp. 74 y 277-78),
la caída de Calisto comparada con la de otros caballeros ficcionales
y reales, entre los que descuella Garcilaso de la Vega. (tomo 1, p. 96),
los tiempos del día destinados a la salida a caballo o a mula (tomo 1,
p. 78), "Minerva con el can", rebatiendo la propuesta de Otis
H. Green (tomo 1, p. 112), el "comedor de huevos asados" (tomo 1,
p. 115), las ilustraciones de la Celestina, y muchos pormenores de
la impresión, por ej. el recuento de página y renglón de las ediciones
(a lo largo del capítulo IV). Explícitamente .dedica cortos capítulos
a diversos aspectos del lenguaje y de la grafía, a La "inserciÓ'n del
pelícano", a Erasístrato / Eras y Crato, a Diminuidos / diminutos
y a Clitenestro, / Ypermestra.
Entre los temas tratados descuella la cuestión del primer autor,
que es identificado con muchos argumentos aceptables como Ro-
drigo de Cota. Es una pena que la anunciada edición de las obras
de Cota por el autor no sea asequible por el momento, pues es de
presumir que en ella los argumentos por la autoría de la primera
parte de la Celestina hubieran ganado aun más peso. También ha
Fernando de Rojas, Cele""".

elltudiado a fondo lo qlle se sabe de Fernando ele Rojas. Se COR-


YeJlció, igual que Anto.io Muquez, LitenJtura e lnquiBScióft .,.
Espa:;'a, 11,78/1881" Madrid, Tauros, 1980, pp. 46-48, que Rojas no
pudo haber sido converso. Le atribuye, además, la traducción de la
novela de Eneas Silvio Piccolomini, que lo habría iniciado en las
letras. Además se muestra profundo conocedor de la lengua y de los
textos de la época. Pero sobre todo hace un gran paso adelante
en materia del stemma de la filiación de las ediciones antiguas de la
Celestina. En la base de su propia edición Marciales cotejó no
menos de catorce ediciones, apoyadas por la traducción al italiano
que es el primer testimonio de la Tragicomedia, las traducciones al
inglés y al latín y tres otros testimonios posteriores: Salamanca
1570, la versión metrificada de Sedeño y el manuscrito comentado.
Lo que no parece funcional en el stemma es la inserción de eslabones
perdidos, aunque es obvio que los debe de haber habido, mientras
que la agrupación por familias es más plausible que en los prede-
cesores. Véase el stemma en tomo 1, p. 268, Y la lista de ediciones,
tomo 1, pp. 5-18, Y tomo n, pp. VII-X, Y la argumentación a lo
largo de todo el capítulo IV, que comprende en el tomo 1 las pp. 19-268.
Es imposible elaborar. un resumen cabal de la riqueza de ma-
teriales acumulada en estas páginas, no se puede menos que reco-
mendar su estudio y el gusto de su lectura.

TOMO II: EDICiÓN CRÍTICA


La edición crítica, cuya alabanza todavía formuló, aunque con
cierta reserva, el puntilloso Keith Whinnom (Celestinesca, V [1981],
51-53), es, en muchos aspectos, un trabajo fuera de serie, pero'
lo es esencialmente por las libertades que el editor se permitió con la
obra editada. La reestructuración del texto por parte de Mar-
ciales alcanza desde las pequeñas partículas, artículos y preposicio-
nes que se suprimen o se agregan, pasando por palabras que se-
insertan o incluso frases que se añaden, hasta las partes grandes
del texto: recompone la estructura de la Tragicomedia sacando de
ella el Tratado de Centurio con el de Traso y rehaciendo supuestos
Argumentos.
Si el mismo Marciales fuera el reseñador de un texto así tratado-
por otro colega filólogo, poca duda cabe de que hablaría de "ca-
chondeo" (tomo 1, p. 85) o de un trabajo "rascabuchante" (tomo 1,
p. 85). Aquí se utilizará un vocabulario menos "deschavetado"
Uomo 1, p. 182) que el que puede aprenderse en la Introducción
del editor, usado para caracterizar a los "mufilólogos" (tomo 1,.
p.343) quienes, si no son víctimas de su "ucalegusia" (tomo 1, p. 333)
o '"pococurancia" (tomo 1, p. 67), despliegan impertinentes "aristo-
teleGa" (tomo l. Po 116) o no luchan lo bastaDte contra el "pedanteo'"
234 REGULA RoBLAN1!I DIiI LANGBmIN Fn.. XXI, 2

(tomo 1, p. S06) o incluso el "bárbaropedantismo" (tomo 1, p. 306)


usual en nuestro ámbito, o aún llegan a concebir ideas tan de ellos
mismos que debe crearse un adjetivo con su nombre, como "aval-
buenadamente" (tomo 1, p. 96). A lo largo de la Introducción se
encuentra un vocabulario muy pintoresco que, si no me decido a
utilizarlo amarcialadamente es porque no sabría aplicar: en un con-
texto serio esta treintena de palabras nuevamente aprendidas sin
caer en "balastros a redichez" (tomo 1, p. 308), que sería, infiero,
algo como afectación pesada, o en arrastrar esta crítica "sarampia-
nO!~amente" (tomo 1, p. 176).

Confieso que la manera poco convencional con que Marciales


trata de la filología divierte eminentemente al lector, pero de otra
parle la falta de respeto frente a lo establecido me parece· haberlo
conducido a toda clase de decisiones difícilmente aceptables en un
trabajo de crítica textual. Consideraré en lo que sigue la edición
yendo de lo más importante a lo más pequeño:
1. Como ya quedó mencionado, Marciales desglosa de la Tragi-
comedia lo que llama "Tratado de Centurio", imprimiéndolo aparte
por ser de otro autor y no concordar con la intención de la obra
según la .define Rojas. Hay que preguntarse por la necesidad de
esta separación. En un libro elaborado por varias manos de autor,
como lo es la Celestina según todos admiten hoy en día, ¿ es real-
mente lícito separar alguna parte como apócrifa por la mera razón
de no ser adición de Rojas? Conocemos nada más que dos versiones del
texto, muy cercanas en tiempo una ce la otra, la Comedia y la Tragi-
comedia. Separando una parte de los añadidos insertados antigua-
mente en esta última, elaboramos un tercer estado de texto, no
transmitido en ninguna fuente antigua, mientras que las versiones
conocidas lo están en varios impresos antiguos cada· una. La Tragi-
comedia tuvo una amplia aceptación por los coetáneos, según de-
muestra la cantidad de ediciones que hubo; Rojas mismo vivía aún
mientras éstas se imprimieron, y no se sabe que él se opusiera a los
cambios introducidos o tuviera algo en contra de ellos -a la manera
de pensar de esta reseñadora expulsar el Tratado de Centurio cons-
tituye un manoseo inútil basado tan solo en vanas especulaciones.
2. Divisiones del texto: Hay una distribución novedosa en la
edición, pues Marciales ha dividido en escenas o "cenas" y (a
manera de la Biblia) en "versículos" o trozos de una longitud media
de seis líneas a todo el texto, numerando las escenas y los versículos
por acto. Ambas medidas ayudan a encontrar pasajes y será útil
adoptarlas; lo único de temer es que desde hoy en más cada nuevo
editor subdivida los versículos según nuevos parámetros -una vez
introducida esta división por Marciales convendría desde ya cano-
Fernando de Roj as, Celestina 235

nizarla por su comodidad en ediciones para especialistas; por cierto


que no agrandan el placer de la lectura para quien lee por gusto.
En cuanto a la división en escenas. el editor se atiene a las reglas
usuales en el teatro clásico, por las que se define corno escena todo
pasaje donde cambia el lugar de la acción o sale o entra un perso-
naje que no sea mero mensajero. En la Celestina esta división se
encuentra con el aparente obstáculo de que cierta cantidad de esce-
nas son simultáneas, cuando hablan algunos de los personajes sin
dirigirse a otros también en escena pero en otro recinto. En general
esto está resuelto convincentemente, con excepción del límite entre
la escena 1,3 y 1,4, que de acuerdo con el criterio mencionado,
debería estar después del versículo 1 (20) en vez de 1 (30) y la
división en "cenas" del Auto XVI.
3. Enmiendas: Corno ya quedó dicho, el editor se tornó la li-
bertad de efectuar numerosos cambios a nivel del texto, conside-
rándose tales la introducción o eliminación de partes en el texto, no
documentadas en ninguno de los testimonios. A estos quizás habría
que sumar los relativamente pocos que se introducen a partir de
testimonios secundarios, corno lo sería la traducción de Ordóñez
(Roma 1506, It.), la edición Salamanca 1570, el texto metrificado de
Sedeño, el manuscrito comentado, y las traducciones al inglés de Mab-
be y al latín de Barth, que, exceptuando el tan importante It., per-
tenecen todos a una fase de edición lejana del original y por ello
deberían considerarse quizás no testimonios sino comentarios
eruditos.
De este modo sugeriría que todo cambio operado en el texto en
base a estas versiones, y/o a partir del criterio editorial de Mar-
ciales deberían de haberse marcado claramente corno enmiendas,
para que el lector se diera cuenta del cambio introducido sin lugar
a dudas. Existe ya algo corno un texto aceptado de la Celestina al
que conviene respetar, y la metodología filológica exige marcar
claramente el límite entre el material elaborado y la elaboración.
Desconcierta en vista de ello que Marciales introdujera cambios se-
gún dichas versiones sin más marca que el signo diacrítico, el cual,
corno detallaré más abajo, tiene que cumplir con demasiadas funciones
en el texto. Introduce, por ej., algunos de los añadidos de It. (que
debe de traducir al castellano, naturalmente), corno si fueran una
variante común y corriente, ej. 1 (62) Dilo rezio que te oiga, o de
otras ediciones tardías, ej. VI (21) que lo abiniesse. Con mayor razón
lo mismo ha de esperarse de las enmiendas del propio editor.
Ahora en este lugar se hace sentir la falta de la misma persona
responsable, ya que Marciales falleció antes de que se comenzara
con la impresión y no pudo corregir la edición. En el caso de las
enmiendas quizá él mismo hubiera procedido con más rigor que
236 REGULA ROHLAND DE LANGBIIHN FIL. XXI, 2

los (lo digo sin ironía) beneméritos colegas que se encargaron de


publicarla. No es posible saber la falta de señalamiento de muchas
enmiendas, para quien reseña la edición, si se deben al editor o a
una defectuosa transmisión del material legado por él. Acotaré al
margen que parecería que los encargados de la edición simplificaron
el material recibido, si leo bien el párrafo correspondiente de Whin-
nom, donde se habla de que en lugares con muchas variantes entre
los estados del texto se lo imprimió en dos columnas: esas do.
columnas no se conservaron en la edición reseñada. A pesar de ello
consideraré que todas las fallas de la edición sean de Marciales, si::l
discutir el papel que pudieran haber tenido Joseph T. Snow y Brian
Dutton en la impresi~n y corrección del texto impreso: me inclino a
ello porque el primer tomo no contiene una lista de erratas similar
a la de la edición.
Las enmiendas en el -manuscrito estaban subrayadas de cierta
manera que en la edición se sustituyó por medio de cursiva negrita,
pero esta cursiva negrita falta llanamente en más o menos un cen-
tenar de las adiciones introducidas a la Celestina por Marciales.
En esto, asusta casi menos el que falte la señal en tantos lugares,
que el hecho de que en tal cantidad de lugares se haya creído deber
enmendar el texto, considerando además que a ese centenar estimado
se suman aquellas enmiendas que sí están señaladas según la con-
vención enunciada en el Prefacio, que llegan probablemente a otro
centenar. Con muy pocas excepciones estas adiciones o las en rela-
ción muy parcas sustracciones están señaladas con la señal diacrí-
tica, de forma que un atento lector puede reconstruir el texto des-
pojado de las adiciones. Pero dado que la misma señal sirve no sólo
para caracterizar las enmiendas sino que remite también a toda
clase de comentarios editoriales y textuales, hubiera convenido sin
duda atenerse a la regla, señalando las enmiendas sea con cursiva
negrita, o con paréntesis agudo según la convención tradicional.
Esto último hubiera hecho resaltar de forma conveniente las en-
miendas, conduciendo quizás a reflexionar nuevamente su necesidad.
Porque en vista de que la enmienda constituye un cambio importante,
muchas veces también del plano estilístico del texto, en un principio
convendrá aplicarla tan solo como último recurso, y no reemplazar
con ella las operaciones mentales que cualquier lector atento hace de
pc.r sí cuando lee una obra como la Celestina. Se ha de constatar
que las enmiendas de Marciales se deben en su gran mayoría al afán
de conseguir los efectos siguientes:
A) regularidad retórica, por ej. 1 (37)
B) claridad gramatical, por ej. 1 (100)
C) claridad semántica, por ej. P (20), 1 (16), 1 (33), 1 (.91).
Si bien fundamenta sus cambios (en muchísimos casos, especial-
Fernando de Rojas, CelesMIJ

mente casi todos los A) y muchos B), con el argumento de la haplo-


grafía), las más de ellas me parecen sobrecorrecciones y aconsejaría
desecharlas.
No faltan, desde luego, las decisiones saludables, como la de
duplicar el "del" en 1 (40) dél del, poner el negativo en 1 (168)
ni caridad, sacar el "si" en II (25) porque passaré, poner amenguasse
en III (6) Y bivria en III (17), quitavan por "quitaron" en III (21),
mejores en VI (12), sostienese en IX (15), corregir el pasaje de
arrolladas XII (46), llamar la atención sobre lo oscuro de las frases
del versículo XIV (32), corregir los nombres como Nicomedes XX
(13), genuenses XXI (23), ClitenestraXXI (31), etc., y los puntos
siempre en discusión como Erasistrato, médico 1 (11), Marón 1 (153),
etc., donde los editores anteriores mantuvieron "con cacográfica
devoción hasta hoy" (así la nota a XIV (32» el estado del texto
en vez de decidirse por el espíritu.
N o todos estamos convencidos de poder ponernos en el lugar
del autor mismo, como lo está Marciales, quien no solo desea re-
constituir el primer texto, sino que reconstruye el proceso de la
creación del libro, identificándose llanamente con quien lo escri-
biera, o como él lo confirma, "tratando de meternos entre el cuero
de Rojas" (tomo 1, p. 99). Al contrario de lo acostumbrado en
nuestra profesión en los últimos decenios, donde luchamos normal-
mente por justificar lo encontrado como un todo a explicar, Mar-
ciales decela, por así decirlo, los rasgos del pincel del artista y
observa a partir de su lógica interna aquellas partículas que consi-
dera poco relacionadas o mal justificadas dentro de las escenas en que
ocurren, que entonces atribuye a otra mano que la de Rojas o a
un "Rojas que dormitaba" (tomo 1, p. 62). Solo a partir de esa
compenetración se entiende el efecto (con perdón) paulmenardesco
que produce esta nueva Celestina, con su sinnúmero de enmiendas.
4. TrfJJ7tscripci6n: Los criterios de transcripción me parecen
sanos, tal como se enuncian en el cap. VII del tomo 1. La pulcritud
de la transcripción sin embargo deja que desear. Aparte de las mu-
chísimas negritas cursivas que faltan, un cotejo con otras ediciones
arroja unas cincuenta variantes que supongo erratas, de las cuales
solo veinte más o menos pueden detectarse sin comparar el texto
con otra edición. Se trata de adiciones, inversiones y cambios, no
mencionados en las notas, que se encuentran frente a las ediciones
de Criado del Val¡ Trotter, Cejador y Frauca, y Severin. Además
hay algunos casos en que Marciales y Criado concuerdan frente a
Cejador y Severin, donde también faltan las anotaciones. Siguen por
ello doe listas, 1, variantes de Marciales frente a Criado-Cejador-
SeveriD, 11, variantes de Marciales-Criado frente a Cejador-Severin:
238 RBGULA ROBLAND DE LANGBIlHN FIL. XXI, 2

l. Ma.rciales vs. "Criado-Cejador-Severin"


P (12) salen, eUa. "salen y ella"; II (2) mejor es "es mejor";
III (21) echarme "echar"; V (17) a. mi a.mo según nota el Q,
sobra; VI (6) cuanto cincuenta. "cuanto en cincuenta"; VI
(15) que la ha.ce "que la hacen"; VI (22) hablaría a.queUo.
sola falta signo diacrítico y negrita cursiva; VI (31) Ma.s
pienso que es añadido del editor sin señal ni comentario; VI
(56) Goza.r en este "gozar con este"; VII (29) cla.ro día.
"dia claro"; VII (115) agenos mos "agenos"; VIII (lQ)
enceró "encerró", IX (11) con ella hablo "con ello hablo"-;
IX (15) sostienese falta señal y negrita cursiva, hay co-
mentario en nota; IX (69) estuviera yo "estuviera"; X
(23) liga "ligadura"; X (40) sabe que introducido sin
señal aunque con comentario en nota; XII (50) iva "ivan";
XIII (4) leva "levantada"; XIV (10) lo podría a.cabarlo "lo
podría acabar" o "podría acabarlo"; XVII (15) conciente
"con ocien te" ; XVII (20) quien qUiere "quien bien quiere";
XVII (23) llorado el uno "llorado al uno"; XVII (30) otra.s
añadido sin signo ni negrita cursiva, con comentario en
nota; A XVIII delante ellas "delante dellas"; XVIII (3)
tema que no "tenIa, no"; XVIII (5) ha1"'JHl.r gesto "harpar
el gesto"; XVIII (13) esta dilaci6tn "essa dilacion"; XVIII
(26) baza "bajo"; XVIII (27) de otro "de otros", estos
últimos dos sólo en Criado, pues se trata del auto de Traso.
II. Marciales-Criado vs. "Cej ador-S~verin"
X (8) que me comen "que comen"; XI (22) falso "manso";
XII (72) en aparejarnos "aparejarnos"; XIV (33) menos
yerro "menor yerro"; XIV (39) verdugo. vozeador "ver-
dugo y voceador"; XIV (40) todo si así "todo así"; XVI
(9) a.cordais! ¡Ma.s "acordáis y más".
Las listas no recogen las erratas simples, como de acentos etc.,
q1\e se detectan directamente en la lectura. No está completa, dado que
se deben a un cotejo único con otro texto con la subsiguiente
comparación de los lugares en las ediciones más aceptadas. Se trata
de casos de duda en el texto mismo sin anotaciones de los editores
que explicarían las divergencias. En la presente ocasión no me
pareció imprescindible establecer una lista exhaustiva, porque mi
material solo se destina a fundamentar la evaluación de confiabili-
dad de esta nueva edición de la Celestina.
Figurémonos que se subsanaran las erratas, porque tales de-
ben ser consideradas por lo menos la mayoria de las variantes
enumeradas, y las omisiones de la negrita cursiva, o' que S8 elimi-
FerD6Ildo de Rojal, CeJeatÍ1la

naran las enmiendas no pertinentes, lo que implicarla cOlltadas


semanas de trabajo abnegado en vista de una nueva tirada del
texto, ¿ seria entonces la edición de Marciales aquella que tanta
-
falta hace en el mercado? A falta de los testimonios que se debe-
rían consultar, solo puede haber una respuesta aproximativa me-
diante el uso de indicios asequibles y de razonamientos pertinentes.
Los indicios más bien llevarían a usar la edición de Marciales
con cautela, por ej. de entre las erratas de la edición Sevilla 1518,
base de la edición de Criado y denominada L en Marciales, si
comparamos los actos VIII y IX, Criado registra 12 erratas del
testimonio, mientras que Marciales no anota más que 4; en varios
casos no registra las variantes adoptadas por Cejador y Severin,
que, sin embargo, no parece a primera vista probable carezcan
de todo fundamento textual (se trata de las variantes de mi lista
11) . Sin duda hubiera sido saludable discutir expresamente las
variantes de los editores modernos, tal como se hace muchas veces
en filología clásica, en vez de hacer traslucir por algún sic en las
notas que se observó la divergencia entre las versiones modernas y
su base textual, como lo hizo Marciales en algunos casos donde su
lectura difiere de la de Cejador y Severin, por ej. XVII (6), o poner
algún comentario, como lo hizo en XV (32).
Los razonamientos se deberían referir a la gran dificultad real
que consiste en buscar una solución que muestre la gran cercanía
de las dos versiones de la Celestina y dé cuenta a la vez de sus
diferencias, y además constituya un razonamiento de la obra como
único texto. Esto constituye algo como la cuadratura del círculo.
Marciales agranda las dificultades aún porque a la diferencia entre
la versión antigua o Comedia y la reelaboración o Tragicomedia
añade otro eslabón de la elaboración al introducir como invariantes
entre Comedia y Tragicomedia aquellas variantes de texto que con-
sidera involuntarias o "aparentes". Con esto alivia el texto de una
parte de los corchetes, que indican pasajes de la Comedia elimi-
nados en la Tragicomedia. Ello implica en todos los casos una
importante decisión editorial pues se deshacen todas aquellas elimi-
naciones antiguas cuyo significado no parece exigir que se man-
tengan, integrando en la Tragicomedia los otros pasajes, aunque
no estén testimoniactos en ningún impreso antiguo de esta segunda
versión. Por otra parte omite la negrita, que indica reemplazos
de pasajes entre laS dos versiones, y la cursiva, que señala añadi-
dos de la Tragicomedia, tan pronto estos reemplazos o añadidos
no estén presentes en todos los testimonios. Es decir que donde,
en un pasaje, no concuerdan todos los testimonios de la Tragico-
media reemplazando o añadiendo, las variantes no se marcan más
que con el signo diacritico, aparezcan o no en la Comedia. De esta
240 SILVIA TIEFFEMBBRG FIL. XXI, 2

forma la introducción de señales --corchetes, negritas, cursivas-


no refleja las diferencias reales entre los estados del texto, sino
que las filtra a través de un análisis interpretativo, profusamente
apoyado por las anotaciones al texto, pero que entonces refleja el
estado de la elaboración del editor y no el del material por él elabo-
rado. Sin embargo, a mi modo de ver lo más importante en crítica
textual es la separación entre estas dos cosas, porque de otra forma
se obstruye el acceso a una reflexión crítica sobre ese mismo
material.
Estos reparos alcanzan para hacer ver que la de Marciales
no cumple con los requisitos de una edición crítica rigurosamente
elaborada, lo que era su objetivo. Desde luego, no se podrá menos
que tener en cuenta su texto por todo lo hecho, que, siendo quizás
no lo ideal, constituye un aporte importante y original a la materia
celestinesca. A esto contribuyen en especial las notas al texto que
va desentrañando las dificultades en muchos pasajes.
Pero no vendrá mal otra edición crítica cuya elaboración se
anuncia, la de Emma Scoles, que seguramente razonara más a
partir del texto.
Desde ya huelga repetir que el tomo introductorio contiene una
gran riqueza de materiales y pensamientos, información y razona-
miento importante y pertinente. Seguramente este primer tomo y
muchos comentarios en nota del segundo tendrán un efecto perdu-
rable, si bien la edición misma desmerece en comparación con la
tarea realizada.
REGULA ROHLAND DE LANGBEHN

PASTOR BOOMER, BEATRIZ, El discurso narrativo de la conquista de


América: mitificación y emergencia, Ensayo, Premio Casa de las
Américas 1983. La Habana, Ediciones Casa de las Américas,
1984, 570 pp.

El discurso narrativo de la conquista de América, según 10


plantea Beatriz Pastor en la introducción de su ensayo, es la repre-
sentación verbal de la percepción de la evolución de la realidad ame-
ricana en un período de aproximadamente 100 años, situado entre dos
polos: el Diario y las cartas de Colón y el poema La Araucana de
Alonso de Ercilla. No se trata en este caso de los textos de cronistas
oficiales e historiadores, que reconstruyen los hechos que narran,
sino de los testimonios directos de quienes participaron en el des-
cubrimiento y la conquista, conscientes por otra parte, de su incorpo-
ración a la historia mediante el aporte de estos testimonios: sus
cartas, diarios y relaciones.
" Beatriz: Pastor Boomer, El tlitH:ur80 1IMf'IJUvO rU la c~... in

El análisis que re&liza la autora de los' textos seleccionados si-


gue dos hilos fundamentales que se corresponden con dos procesos:
el de la transformación que sufre el conquistador (que se mani~
fiesta en su visión de América) y el que muestra la evolución formal
y expresiva de este discurso, de carácter estético.
El ensayo se estructura en cuatro partes básicas: las tres pri-
meras se centran en el análisis de sub-discursos del discurso total,
que la autora denomina: el discurso mitificador, el discurso del
fracaso y el discurso de la rebelión; la cuarta parte integra una
serie de elementos que presentan los diversos discursos para con-
cluir con el análisis del poema de Ercilla, considerado "la primera
expresión estética de una conciencia latinoamericana".
En el discurso mitificador analiza los textos colombinos desde
el Diario de su primer viaje hasta la Lettera Rari~sima de 1508,
y las cartas de relaCión de Hernán Cortés. A partir de un proceso
de ficcionalización de la realidad americana para identificarla con
su propio modelo preexistente, Colón no descubre un nuevo conti-
nente sino que 10 hace coincidir con el objetivo inicial de su pro-
yecto : las costas orientales de Asia. América es percibida como
un magnifico botín de oro, plata y especias, y el conquistador, con-
secuentemente, se revela corno un saqueador. Cortés presenta un
modelo düerente a éste de depredación y saqueo, mediante otro
proceso de ficcionalización que parte del análisis racional pero se-
leccionando y reelaborando los elementos que le servirán para su
objetivo: el del desarrollo de América en un estado utópico donde
el conquistador se convierte en un gobernante 'autoritario pero justo,
fiel representante del poder real. En consecuencia, Cortés se re-
presenta a sí mismo en sus cartas como un personaje, encarnando
tedas las virtudes del héroe épico.
Frente a este discurso se desarrolla otro en cuyos textos se
irán articulando los procesos que ya se insinuaban en los últimos
escritos cortesinos y que culminarán en una visión desmitificadora
y critica. Se trata del discurso narrativo del fracaso y su documento
central será la relación de Los naufragios de Alvar Nuñez Cabeza
de Vaca. América deja, por primera vez, de ser un mito: a la
imagen de un continente fabuloso ideado por Colón se contrapone
la representación racional y objetiva de Alvar Nuñez y sus nueve
años de peregrinación entre La Florida y Méjico. En consecuencia,
América se presenta como un territorio inconmensurable, inhóspito,
salvaje, donde el español no solo no es capaz de llevar adelante
RUS objetivos de conquista sino ya de sobrevivir. El conquistador,
héroe épico del discurso cortesino, transforma sus armas en útiles
de labnmza y se convierte en artesano y campesino, se humaniza
y permite el surgimiento del hombre. La aeei6n heroica de la COD-
242 SILVIA TIEt'FEMBBRG FILo XXI, I

quista del discurso mitificador se transforma en lucha desesperada


por la supervivencia. También pone de relieve Beatriz Pastor 1&
aparición en este texto del elemento específicamente literario, que
no se relaciona con la intercalación de episodios de carácter fan-
tástico sino con la metaforización de la experiencia vivida por el
autor para reflejar el fracaso de un proyecto que corresponde a
la ideología de toda una época.
El proceso desmitificador que se manifiesta en el discurso na-
rrativo del fracaso se prolonga en otro que apunta a la liquidación
de los modelos vigentes: el de la rebelión. El conflicto no aparece-
situado ya entre españoles e indígenas sino entre los españolea
mismos: lo que se pone ahora en tela de juicio es la validez de los-
representantes del poder real en América. El conquistador pasa
de vasallo a rebelde. Este tercer_ discursn ~e hasa~n _el estudio_de la
relación de Francisco Vázquez, que se articula en torno al tema de
la transgresión del orden establecido, personificado en la figura
de Aguirre.
Paralelo a la evolución de la imagen del conquistador, Beatriz
Pastor plantea la evolución de la imagen del hombre americano. El
estereotipo colombino lo presenta, correlativamente con su perceJ>-
ción de América como botín, como una mercancía más; Hernán Cor-
tés no le niega humanidad pero lo considera un niño necesitado-
de un padre para poder desarrollarse y el lugar que ocupa en la
escala social es el de siervo. La transformación que sufre Alvar
Nuñez en los años de peregrinación, trae como consecuencia una
modificación en su percepción de la realidad y especialmente del
elemento humano. Desaparece la dicotomía héroe/salvaje del dis-
curso mitificador y se afirma la humanidad de seres de una raza y
una cultura diferentes. Los Naufragios "exponen la primera pre-
sentación antropológica del nativo americano", si bien no se deja
de lado el prejuicio que identificaba lo diferente con lo subhumallo.
Uno de los argumentos que había justificado la matanza y esclavitud
de miles de indígenas desde la llegada de Colón, era el del canibalismo-
que presumiblemente practicaban y que los - colocaba fuera de la
categoría humana, sin embargo, este argumento debe ser dejado
de lado, pues Alvar Nuñez relata que los mismos españoles, acucia-
dos por el hambre, terminan devorándose unos a otros ante el des-
concierto y horror de los nativos. De todas maneras, aún no se
había perdido la imagen impuesta desde Colón, pues en ninguno
de los testimonios del discurso de la rebelión se habla de la libera-
ción de los indígenas, que continúan siendo considerados como
esclavos. En consecuencia, es fundamental para Beatriz Pastor la
caracterización de La Araucana "en ella, el indígena aparece glori-
B..triz Pastor Boolller, El diseu#'so 1I.GN'atillo d. la coftqUista... 248

ficado y ensalzado por un narrador cuya admiración por los vell-


cidos no decae a lo largo de todo el poema".
Según la autora esta particular captación de la imagen del
indígena despertó polémicas entre los comentaristas de Ercilla ya
que contradice uno de los preceptos de la épica tradicional: el ensal-
zamiento del bando vencedor. Ercilla no solo alaba abiertamente
a los vencidos, sino que critica en muchas ocasiones a los vencedores.
La imagen del conquistador se percibe ahora con una mirada des-
mitificadora y crítica, y muestra la transfonnación histórica del
guerrero en colono lodicioso y explotador. Además, repetidamente
a través de toda su obra, identifica conquista con opresión y resis-
tencia indígena con lucha por la libertad. Alonso de Ercilla cues-
tiona el modelo mismo de la conquista imperialista al que opone
el de una. coexistencia pacífica de los dos pueblos, expresado por la
actitud de un jefe indio en un pasaje del poema.
Es indudable que la propuesta de análisis que presenta Beatriz
Pastor es un enfoque no solo interesante sino también valioso pues
permite al investigador sistematizar y profundizar el estudio del
amplio espectro de textos prodUCidos durante la época de la con-
quista, en forma global.
Sin embargo, me permitiré hacer notar que la autora no define
un término fundamental en su ensayo: el de discurso, el cual, usado
reiteradamente desde el título mismo, parece incluso, tornarse con-
tradictorio. Además se alude implícitamente en éste, al estudio de
todos los textos de la conquista, cuando en realidad lo que se analiza
es una selección de ellos, por lo tanto sería, tal vez, más conveniente
titular el trabajo: El discurso narrativo de algunos textos de la
conquista de América. Con respecto a este corpus considero impor-
tante introducir el concepto de contexto discursivo que propone el
profesor Mignolo, 1 pues varía sensiblemente el contexto discursivo
de las cartas de Colón y el de un poema épico como el de Ercilla, por
ejemplo, ya que el primero tendría como fonnación discursiva la
historiografía y el segundo la literatura.
Por otra parte no comparto algunas de sus apreciaciones: con
respecto a la épica existen numerosos ejemplos de ensalzamiento del

1 Según el profesor Walter Mignolo este concepto engloba dos con-


ceptos a su vez:. el de formación discursiva, que está ligado a una disci-
plina (como la filosofia, la historia, la literatura, etc.) y el de tipo dl.-
cursivo que "puede caracterizarse por las reglas prácticas y preceptivas
que lo definen por su forma y su función más que por su dimensi6n
disciplinaria" (por ejemplo una carta, un poema, etc.). WALTER MIGNOLO,
"Tato y conte:no discursivo: el problema de las crónicas indianas" en
Te:do / Ccmtezto 8ft la literatura iberoameriea1ltl. Memoria del XIX Con-
lrft80 (Pittsburgh, 27 mayo-l de junio de 1979), Madrid, 1981.
244 FIL. XXI, ~

bando vencido, baste recordar que la Ilío,da, termina con los magnifi-
cos funerales del derrotado Héctor, al que en muchas ocasiones le
corresponde el epíteto de divino. Además, las críticas a los españoles
aparecen en casi todos los textos de la conquista, comenzando por
los de Colón, y en algunos casos con muchísima más virulencia con
distintas funciones estratégicas según los contextos. Tampoco en-
cuentro suficientemente respaldado con pasajes del poema el cues-
tionamiento de la ideología imperialista de la conquista, más aún,
aunque aparezca la alabanza al indígena; Ercilla no solo nunca
condenó el hecho de que se los sojuzgara 2 sino que se vio enriquecido
por los pingües negocios realizados en América. Creer que un hombre
educado en la corte, fiel ejemplo de las ideas reinantes, haya podido
expresar la emergencia de una conciencia latinoamericana (concien-
cia, por otra parte, por la que seguimos aún hoy debatiendo los
latinoamericanos), es simplemente atribuir una visión contemporá-
nea a un individuo del siglo XVI. N o puede negarse, sin embargo,
que existe una nueva imagen del hombre americano en La Araucana:
por un lado aparece dotado de su plena humanidad, solo así se com-
prende como lo señala la autora, que Ercilla traslade a los araucanos
las virtudes de los héroes europeos, y por otro, quizás el hallazgo
más importante del poema, lo literaturiza, lo concibe como un per-
sonaje capaz de llevar adelante el papel protagónico de una obra
literaria. Finalmente, debo advertir que se trata de una edición
con abundantes erratas tipográficas y la mayoría de las notas al
pie de página no concuerdan con su indicación en ésta, pero no me
explayaré al respecto porque existen 110ticias de una nueva edición
al cuidado de la autora.
SILVIA TIEFFEMBERG

CRISTINA ~NZÁLEZ, "El C(JIIJaUero Zifar' y el reino leiamo. Madrid,


Gredos, 1984.

Cristina González presenta su libro como una verSlon ligera-


mente retocada de la tesis doctoral que defendió en 1981, bajo
la dirección de Juan Luis Alborg,
En el capitulo introductorio, a partir de trabajos de Zumthor,
Jau8s, J. Burrow y D. Stock, González hace suyo el problema meto-

2 Tal como lo expresó el profesor Isaías Lerner, Ercilla nunca


cuestionó la conquista de América, como lo haría con la conquista de
Portugal, años más tarde. (Conferencia pronunciada elIde agosto
de 1986 en el Instituto de Filología y Literaturas Hispániéas "Dr. Amado
Alonso, Facultad de Filosofia y Letras, UBA).
Cristina González, "El CG1JGllero Zifa.r" '11 el rfJÍw.o le;... 24i

dol6gico que la literatura medieval plantea al critico de hoy. El


análisis de esta relación critica lleva a González a las siguientes
conclusiones: "la tarea del critico es elaborar una hipótesis de lo
que la obra significó para los lectores contemporáneos y [ ... ] esta
hipótesis es, precisamente, lo que la obra significa para los lectores
actuales" (p. 17). "La tarea del critico no consiste en enunciar dos
significados, sino uno, que es una hipótesis de otro, que es un mis-
terio" (p. 17).
Del estudio de los elementos que integran la situación crítica,
González deriva que "lo que tenemos es una situación en la qufl
lo único objetivo e invariable es la obra" (p. 16). A partir de estos
presupuestos, Cristina González proclama "el consciente subjetivismo"
con que va a enfrentarse al Zifar. Tal vez sin advertirlo, pero en
clara contradicción con los críticos que cita, González no ve en la
historicidad de su lectura sino un peligro: "estaremos cometiendo
un buen número de anacronismos [ ... ] Es inevitable. Hay que co-
meter los menos posibles, pero sin ponerse nerviosos" (p. 15).
En el capítulo 11, la autora se propone dar un panorama bas-
ta.nte exhaustivo de los manuscritos, ediciones, y estudios críticos
realizados sobre el Zifar. Se trata de un capítulo eminentemente
descriptivo, solo que habría que notar que las descripciones de lá
bibliografía existente sobre el tema no resultan siempre del todo
confiables: Cristina González parece a veces discutir con otros
críticos algunos conceptos que demuestra no haber comprendido
-al menos no en el sentido en que aquellos críticos los desarrolla-
ron-o Es el caso, por ejemplo, en que atribuye a Wagner hacer deri-
var "la perfección artística" -del texto, del grado de cercanía que
mantenga un manuscrito o edición con el original (p. 23).
En el capítulo 111, "Estructura y significado del Prólogo",
González plantea que la parte prologal del Zifar se divide en dos:
la "aventura real" de Ferrán Martínez y la "aventura literaria"
del que traslada el libro. Si hubiera que elegir un solo rasgo o un
rasgo fundamental que el Prólogo y la obra compartieran, ese ele-
mento sería, según Cristina González, el de la magnificentia, tal como
la entendió Hernández: el proceso por el cual se empieza, se con-
tinúa y se termina un proyecto sublime. González llega a esta
conclusi6n después de desechar tanto la propuesta de Olsen (el
elemento unificador sería la mesura) como la de Burke (el elemento
unificador seria el redde quod debes) a título de que si estos ele-
mentos (mesura y agradecimiento) se cambiaran, no cambiaría la
obra (p. 56). La autora insiste en que opta por la magnificentia
porque es, de todos, el rasgo "menos subjetivo". Más allá de la
dudosa metodologia elegida para adoptar la m&gni/icet&tia como ele-
mento unificador común al PróloJrO y al Libro, cabe señalar que
246 FIL; XXI, 2

que al hacer esta elección, González es uno de los pocos críticos que
al hacer esta elección, González es uno de los pocos críticos que
rescatan ese motivo, tan recurrente en el Zifar, y que merecería
mayor atención por parte de la crítica. Lamentablemente, González
no profundiza en ello ni deriva de su afirmación otras relaciones
que tal vez ayudarían a iluminar un sentido más general de la ohra.
Por ejemplo: una de las afirmaciones más categóricas de este estu-
dio es la de que el mensaje del Zifar es el mensaje del éxito: "Cual-
quiera puede ascender, cualquiera puede descender. Todo depende de
~u mérito" (pp. 89-90). A partir de su revalorización de la magnifi-
centia, Cristina González podría haber llegado a ver hasta qué
punto ese "cualquiera" está en el texto del Zifatr circunscripto por
atributos precisos: "buen seso natural", "mesura" y, sobre todo, la
humildad de anteponer a cada obra que se emprende el nombre de
Dios, para poder continuarla y terminarla con su ayuda.
Al igual que el Prólogo, la obra estaría dividida, para Gonzá-
lez, en dos partes: las aventuras de Zifar Y- las aventuras de Roboán.
En las líneas finales del capítulo IV de su libro, la autora afirma
que la incitación al lector a emprender aventuras semejantes a las
que se narran en el Zifar, es lo que convierte al Zifar "en una
novela".
En el capítulo V, que da título al libro, González estudia: las
particularidades de los dos relatos fantásticos: el del Caballero
Atrevido y el de las ínsulas Dotadas, y traza paralelos entre ambos.
La autora disiente con Walker, que - considera las aventuras de
Grima como pertenecientes a la misma categoría genérica que estos
relatos. González insiste, en cambio, en el carácter milagroso - y
no fantásticcr-- de las a'venturªs de Grima: Dios es el agente que
hace posible esos milagros, a diferencia de los episodios fantásticos,
cuyos agentes -según González- son "hadas". La autora considera
"hadas" tanto a la Dueña del Lago como a Nobleza. La posterior
afirmación de que tanto la Dueña del Lago como la hermosa mujer
que hace perder al Emperador el reino de las ínsulas, se muestran
después como "diablos", no hace recapacitar, sin embargo, a Gon-
zález sobre su observación primera. Algunos otros descuidos de
lectura: al estudiar el episodio de las ínsulas Dotadas, Gonzftlez
se refiere al héroe como "infante Roboán" sin registrar en ningún
momento el nombre de "Emperador", un cambio de nombre para-
lelo al cambio de la condición del héroe y al del género del relato.
La autora sitúa en ese mismo episodio, calificándolo de bigamia,
la unión de Roboán y Seringa, cuando en el texto el casamiento
de Roboán con Seringa pertenece a otro sector del relato y, según
su propia teoría, a otro género narrativo.
Cristina González, "El CtJ1!a.llero Zi!a.r" ti el reiftO 1e;"/"9 247

En el último capítulo, Cristina González traza un paralelo


entre dos novelas de caballería castellanas -Zifar y Amadt's-,
dOR catalanas -Curial, y Tirant- y dos portuguesas ----Cla.rimundo
y Palmerín--. Insta a no dudar de la pertenencia del Zifar al género
de las novelas de caballerías, y justifica sus diferencias con el
Amadís aduciendo razones de desarrollo histórico de un mismo
género.
Dos puntos controvertidos de la critica sobre el Zifar: el pro-
blema de la unidad y el problema del género. González afirma la
unidad de la novela basándose en el concepto de bipartición, tanto
del Prólogo como de la obra. Tal lectura hace caso omiso del carác-
ter conflictivo que ha planteado a los críticos del Zifar la integra-
ción y el estudio de las posibles funciones de "Los Castigos del
Rey de Menton". Cristina González considera este capítulo como
una digresión y soslaya así el problema de su función en el conjunto
de la obra. Una "digresión" que ocupa un cuarto del total de la
obra no pone para la autora en duda ni el criterio de unidad ni el de
categoría genérica.
El estudio se cierra con un apéndice que incluye un resumen
de los argumentos de las seis novelas comparadas en el capítulo
final y con una pormenorizada bibliografía.
MERCEDES ROFFÉ
SIGLAS

BAE Biblioteca de Autores Españoles, Madrid


BDH Biblioteca de Dialectologia Hispanoamericana, Buenos
Aires
CEAL Centro Editor de América Latina, Buenos Aires
CSIC Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid
MLN Modern Language Notes, Baltimore
NBAE Nueva Biblioteca de Autores Españoles, Madrid
NRFA Nueva Revista de Filología Hispánica, México
RAE Real Academia Española
RDTP Revista de Dialectología y Tradiciones Populares, Madrid
íNDICE

Pág.

MARCOS A. MORÍNIGO, Homenaje a Ángel Rosenblat . 5

DELFINA MUSCHIETTI, La producción de sentido en el discurso


poético . 11

ALEJANDRO G. RAITER Y SALVlO MARTÍN MENÉNDEZ, El despla-


zamiento de un signo ideológico (Análisis lingüístico del
discurso político) 31

MURIEL VASCONCELLOS, Temas no nominales, en particular temas


verbales, con ejemplos del portugués brasileño . 55

GUILLERMO L. GUITARTE, Los trabajos lingüísticQS de Hostos 83

ALONSO ZAMORA VICENTE, Mitin, dar el mitin 117

MAXIME CHEVALIER, ¿Diablo o pobre diablo? Sobre una repre-


sentación tradicional del demonio en el Siglo de Oro. 125

BEATRIZ GARZA CUARÓN, Hacia una historia de la literatura


mexicana 137

W ALTER D. MIGNOLO, Histórica, Relaciones y Tlatóllotl: Los


Preceptos Historiales de Fuentes y Guzmán y las Historias
de Indias . 153

OFELIA KoVACCI, Una muestra del teatro popular en Nicaragua:


El (}üegiieme . 179

JUAN M. LoPE BLANCR, La estructura del discurso en los Co-


mntCJrios reGles de los IflCCJS • 201
ELmA LOI8, La reelaboraci6n del Capitulo XI de Don Segundo
Sombra: la mitificaci6n de la aoeiedad patemalista 213
Pi&,.

RESElQ'AS

MAXlME CHEVALLIER, Cuentos folklóricos en la. Espa¡ña del Siglo


de Oro, María Inés Palleiro 'lZ1
·44¡iJ
FERNANDO DE RoJAS, Celestina. Tragicomedia de CaZisto 11 Me-
libea, Regula Rohland de Langbehn . 231
BEATRIZ PASTOR BooMER, El discurso narrativo de la conquista
de América: mitificación y emergencia, Silvia Tieffemberg 240
CRISTINA GONZÁLEZ, "El CavaUero Zifar" '!J el reino lejano,
Mercedes Roffé 244

SIGLAS 249
L'IMMAGINE RIFLESSA

Anno VIII (1985) N. 2 (Luglio-Dicembre)

SoMMARIO

Articoli
Roberto De PoI, Fedeltd e istituto va8sallatico. Sulla
redazione e del Nibelungenlied .................. 211
FraD(~isco Ruiz Ramón, Personaggio e mito nel teatro
classico spagnolo ................................. 265
Laura Auteri, La, lepre dotta. II Froschmeuseler di Georg
Rollenhagen ..................................... 287

lnterventi

Marco CipoIloni, II principe e ü povero. Movimento e im-


mobilitd in La vida de Lazarillo de Tormes ........ 309'
Patrizia Caraffi, Alessandro a Babilonia (Libro de Ale-
xandre, 1460-1599) .............................. 323

DiscU8sione
Nicolo Pasero, II personale e politico: ü politico e perso-
nale ............................................ 347
Franco Vazzoler, Per alcune "insistenze" di Fortini 357

Recensioni

Audigier. Poema eroicomico antico-francese in edizione


critica, con versione afronte, introduzione e commento
di Lucia Lazzerini [M. Bonafin], p. 367; Ch. Méla,
B14nchefleur et le saint homme ou la semblance des
reliques' [D. Musso], p. 370.

TILGHER-GENOV A
Esta revista se terminó de imprimir
en R. J. Pellegrini e hijo Impresiones,
San Bias 4027, Buenos Aires, Argen-
tina, en el mes de agosto de 1987
PUBLICACIONES DEL INSTITUTO

Angel Rosenblat, Las generacione, srgentiMB del siglo XIX am,


los problemas de la lengua. (1960).
Pedro Henriquez Ureña, Estudios de versificaci6n española (1961).
Rubén Benitez, Ensayo de una bibliografía razonada de Gustavo
Adolfo Bécquer (1961).
Leo Spitzer, Sobre antigua poesía española (1962).
Frida Weber de Kurlat, Lo cómico en el teatro de Fernán Gon-
zález de Eslava (1963).
Agustín de Zárate, Historia del descubrimiento 11 conquista del
Perú. Edición critica con introducción y notas por Dorothy
McMahon (1965).
Hugo W. Cowes, Relación Yo-Tú en el teatro de Pedro Salinas
(1965).
Maria Rosa Lida de MaIkiel, Ensayos de literatura e,-pañola 11
comparada (1966).
Frida Weber de Kurlat, Diego Sánchez de Badajoz, Recopilación
en metro (Trabajos de seminario) 1969.
Herminia E. Martin, Bosquejo de descripci6n de la lengua ayma-
ro,. Fonética 11 morfologm. (Tomo II de la "Colección de Es-
tudios Indigenistas") 1970.
Maria Rosa Lida de Malkiel, Jerusalén: el tema de BU cerco y
destrucción por l08 romanos (1972).
P06BÚJ8 l1arias. (Ms. 1182 de la Biblioteca Nacional de Madrid).
Edici6n de Beatriz Entenza de Solare (1978).
Ana Maria Barrenechea (Directora), El habla culta de la ciudad
ds Buenos Aires. Materiales para su estudio. Tomos 1 y 2
(1987).

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