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EdEOS 23LA Minificcionistas Pandémicos Def

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Microscopios

Colectivo Internacional
Minificcionistas Pandémicos

Antologadores
Sara Coca
Carmen Tocay
Mustapha Handar

Página | 1
Colección:
LITERATURA DE LAS AMÉRICAS
Curador de la Colección: Piero De Vicari

Vigésimo Tercer Volumen de la Colección:


“Microscopios” - Colectivo Internacional Minificcionistas
Pandémicos
Editor: Yu’í Páez
Arte de tapa: Juanlu L. Anaya
“Somos uno”. Técnica: Tinta china y acuarela.
Antologadores: Sara Coca - Carmen Tocay - Mustapha
Handar

Libros de la Editorial Digital EOS


De distribución y descarga gratuita
https://drive.google.com/drive/mobile/folders/1h3rBtGQG
KnP52rPhvadqdWMVBgRC-_eo?usp=sharing
Escuela de Oficios y Saberes
Facebook: Eos Villa
E-mail: escueladeoficiosysaberes@gmail.com
Rosario - Villa Constitución - San Nicolás – Argentina
Junio 2022

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Presentación
Patricia Rivas Morales

«Las profundidades de la materia


son idénticas a las galaxias:
puntitos de luz...»
En poema Microscopio electrónico, Gregorio Morales,
España.

Somos uno: lo manifiesta nuestra portada. Mensaje


valioso para nuestros tiempos en que los valores de
mercado responden a la desconexión del alma
causada por una profunda necesidad de amor
propio, priorizados sobre los valores humanos. He
leído que cuando una gota de lluvia cae al mar,
produce una onda que expande hasta los confines
del océano. Así también nos sucede a los seres
vivos: nuestras acciones y pensamientos se

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transmiten hasta el último rincón del
universo.―Somos solo una energía―.

Previo al punto inicial del Big Bang, átomo


primigenio o huevo cósmico, la totalidad de la
materia y la energía infinita se concentraban en una
sola zona. Posterior a la gran explosión fueron
disgregadas a los confines de la creación. Desde la
física cuántica permanecemos interrelacionados
tras una aparente separación. Somos uno,
formamos parte de la misma ―humanidad.―

Este año nuestra familia cumple dos años de vida,


celebrando con miniescritos de todos nuestros
integrantes a lo largo de esta historia refractada. Un
trabajo que hemos realizado en conjunto
inspirándonos en temáticas fundamentalmente
sociales que evidencian las distintas realidades.

Somos Microscopios.

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Según el escritor mexicano Marti Lelis, quien
propuso el título, «en la práctica cada
minificcionista actúa visualizando lo muy grande o
lo muy pequeño», la Rae lo define como un
«instrumento que permite observar objetos
demasiado pequeños para ser percibidos a simple
vista», y Lauro Zavala lo expone por medio de su
investigación: La minificción bajo el microscopio.

Esta observación la conformamos: Carmen Tocay


y Norma Yurié Ordoñez, de Guatemala, Camilo
Montecinos Guerra, de Chile, Eliana Soza y Jorge
Barriga, de Bolivia, Dina Grijalva, Angélica Santa
Olaya, Karla Barajas y Marti Lelis, de México,
Lorena Escudero, Sara Coca y José Manuel
Dorrego, de España, Roberto Almendáriz, de
Ecuador, Patricia Dagatti, Patricia Nasello, Estela
Porta y Camilo F. Cacho, de Argentina, Zulay
Pinto y Antonio Martínez, El Coyote y Jonathan
Alexander España Eraso, de Colombia, Juan

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Martínez Reyes y Ricardo Calderón Inca, de Perú,
Geraudí González Olivares, de Venezuela en
Colombia, Lilian Aguilar de Andreutti, de
Venezuela, Patricia Martín Rivas, de España en
Nueva York, Mustapha Handar, de Marruecos y
Alberto Sánchez Argüello, de Nicaragua.

Anteriormente hemos creado las antologías:


Microbios, Dentro ediciones, Perú 2020, compilada
por Natalia Madrueño, Camilo Montecinos Guerra,
Camilo F. Cacho, y yo, con la introducción de
Patricia Nasello, y Minimundos, Dendro ediciones,
Perú, 2021, antologada por Eliana Soza y Karla
Barajas. Obras que cuentan además con el apoyo y
la colaboración estimable de los escritores Luis
Ignacio Muñoz y Dina Grijalva, junto al estudio
acucioso de la obra por parte del escritor Homero
Carvalho; florilegio resultado de nuestro Primer
Festival Internacional de Minificción, edición
virtual, organizado junto a la editorial.

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Sean todas y todos bienvenidos a nuestro universo
μικρός micrós σκοπέω scopéo.

Patricia Rivas Morales


Fundadora, Colectivo Internacional Minificcionistas
Pandémicos
Chile, abril, 2022.

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Lilian Aguilar de Andreutti
(La Guaira, Venezuela)

Profesora Titular Universitaria (jubilada). Autora de


Materiales educativos Impresos y de Literatura Infantil.
Publica minitextos en Facebook. Aparece en diversas
antologías de minificción.

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Desconcierto

En sus ratos de letargo aflora la memoria colectiva


ancestral. Es félido Diente de Sable de la Edad del
Hielo. Imponente tigre de Bengala en la espesura
India. Sagrado jaguar negro de la selva amazónica
o ágil cunaguaro de sabanas y riberas fluviales.
Cuando ve a los visitantes del parque,
observándolo, se pregunta, ¿cómo llegué aquí? Una
voz interrumpe la escritura ― ¡Abuela! ―grita la
niña desde la cocina. ―El gato tumbó la jaula y
escapó el canario.

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Simiente

En aquel entonces, Alom y K’aholom, habitaban los


espacios celestiales esparciendo su esencia vital sin
medida ni forma. Los astros eran esferas líquidas
ardientes o heladas, en deambular caótico. Gracias
al pensamiento de los Formadores, las aguas se
retiraron y en la Tierra surgieron montañas, valles y
bosques. Fueron creados animales que dieron voz y
movimiento al planeta. La simiente de Alom y
K’aholom, se hizo espigas y mazorcas, materia
sagrada forjadora de humanos y alimento de su
descendencia.

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Presencia femenina

Menuda, de sencillo aspecto, su imagen se reflejó


en el enorme espejo del salón de conferencias.
Subió al estrado y contempló la nutrida asamblea.
Sujetó el micrófono y sus palabras pasearon por
todo el recinto. No habló de sus asombrosos logros
científicos ni de su lucha contra prejuicios
socioculturales. Solo se refirió al orden holístico
del universo, al poder de la fuerza interior y la
búsqueda de equilibrio. El eco de su voz conmovió
a la audiencia, sensible a la omnipresencia
maternal.

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El emperador

En un muy lejano planeta, existió un Emperador


obsesionado con descubrir y conquistar.
—¿Qué Emperador sería si no descubro nuevos
continentes, oro, plata y seres para civilizar?
―Señor —decía su Ministro, —ya no hay nada
por descubrir.
—¿Y, esta islita? —alegaba el Emperador.
―Está habitada, Majestad ―respondía el
Ministro. — Buscaremos, entonces, en el resto de
la galaxia.
Un explorador galáctico buscó por mucho tiempo,
encontrando numerosos astros sin vida aparente,
hasta que un día, justo en el lugar más apartado,
observó algo maravilloso: un pequeñísimo mundo
con cielo azul salpicado de blancas nubecillas,
verdes bosques y abundante fauna. Era el «planeta
Tierra», destinado a sufrir los caprichos de
ambiciosos emperadores.

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Roberto Almendáriz Rueda
(Quito, Ecuador)

Sociólogo y Magíster en Comunicación. Cuentos de su


autoría se encuentran antologados en Los que vendrán
(Alejandría Editorial, Quito, Ecuador, 2014), Latinoamérica
en breve (Universidad Autónoma Metropolitana de México,
2016), Microbios (Dendro Ediciones, Lima, Perú, 2020),
Microficciones Andinas (Quarks Ediciones Digitales, Lima,
Perú, 2020), Visiones ecuatoriales (Omicron Books &
Libros Duendes (Quito, Ecuador, 2020), Minimundos
(Dendro Ediciones, Lima, Perú, 2021) y Todos los
infiernos, (Omicron Books & Libros Duendes, Quito,
Ecuador, 2021).

Página | 13
La casa de las hormigas

Cuando entras en mi casa, lo primero que alcanzas


a ver es una fila india compuesta por decenas de
hormigas que atraviesan el corredor. Si sigues
caminando puedes ver hormigas negras tan grandes
como un melón en las paredes añil de la sala. Si
sigues caminando puedes ver hormigas añil en las
paredes de melón de la cocina. Si sigues caminando
puedes ver bípedas hormigas hogareñas en cada
una de las piezas: una hormiga leyendo un libro en
mi habitación, una hormiga con delantal y una
escoba en el cuarto de mis abuelos, y una hormiga
de barba y sombrero bebiendo malbec en el
estudio. Si sigues caminando y sales de mi casa por
la puerta trasera, nunca más vuelves a ver
hormigas.
Gracias a Camilo F. Cacho.

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Pluviometría

«Medición de las precipitaciones


caídas en un lugar y tiempo dados».
Diccionario de la Lengua Española.

En el principio, nuestra casona se levantaba a


orillas del río. Los bisabuelos fueron los primeros
en llegar y construir su vivienda; mis abuelos y mis
padres vivieron del torrente; mis hijos y mis hijas
alcanzaron a jugar en sus aguas, no así mis nietos, a
ellos les provocaba repugnancia: peces, ranas y
garzas nos abandonaron sin dejar rastro; en su lugar
había miles de ratas hambrientas. Creímos que el
río era para siempre, jamás imaginamos que
nuestra inmundicia podría matarlo.

Las tormentas iniciaron para cuando nació mi


bisnieta, tempestades como nunca nadie había
visto. Escampaba unas cuantas horas, un par de
días, a veces, y entonces reiniciaba el diluvio…

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Las aguas se lo llevaron todo, toda la maldad del
mundo, y toda la bondad, también.
Hacia el final de los tiempos, el río se levantó muy
por encima de nuestra casona.

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Canto de cisne

Salí muy tarde del trabajo. Cuando llegué a la


parada del transporte público solo había una
señora. La señito se alegró mucho al verme. «¡Qué
bueno que ahora seamos dos para el coro!». Sonreí
y nos quedamos en silencio un largo rato hasta que
vimos las luces del bus acercándose; entonces la
mujer añadió―: nunca supe si mi hija gritó cuando
se la llevaron.

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Toponimia

Corría el año del Señor de 1538 cuando Gonzalo


Díaz de Pineda llegó por vez primera al territorio
de Quijos, con el propósito de hallar «El Dorado».
Tres años más tarde, Gonzalo Pizarro encabezaba
otra expedición con el mismo fin, pero cuyo
resultado sería el descubrimiento del río de las
Amazonas; lo acompañó en su travesía Don
Francisco de Orellana, «El tuerto», capitán español
que recorrió todo el cauce… Sin embargo, desde el
siglo XVI hasta mediados del XX Quijos quedó
abandonado a su suerte: tan solo contaba con una
pequeña misión capuchina al borde del río. De no
haber sido por el petróleo que allí abunda, Quijos
nunca habría sido declarado provincia ni tampoco
bautizada Orellana, en honor al «Tuerto». Quedaba
aún por determinar cuál sería la capital de la nueva
circunscripción. Al pequeño asentamiento que
rodeaba a los capuchinos tuvieron a bien
renombrarlo Puerto Francisco de Orellana; decisión
polémica de las autoridades ―absurdamente

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comprometidas en la guerra contra el
narcotráfico―, pues aquel pueblito a orillas del Río
Coca era conocido por todos como San Antonio de
la Coca, o El Coca, a secas. Nadie conoce a ciencia
cierta el origen del nombre ni la fecha de
nacimiento de la ciudad: si vio la luz el 13 de junio,
en la fiesta de San Antonio de Padua, si la llamaron
así considerando al río, si la hoja de coca crecía
libremente en sus linderos o si alguno de sus
fundadores pertenecía al linaje de don Rodrigo de
la Coca, son misterios que la selva se ha llevado a
las entrañas... Lo único seguro es que ningún
paisano se atreverá a usar la denominación oficial
para referirse a su terruño, El Coca, a secas.
Gracias a Sara Coca.

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Karla Barajas
(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México)

Publicó Neurosis de los bichos (Colección Minitauro, La


Tinta del Silencio, 2017), Esta es mi naturaleza (Editorial
Surdavoz, 2018), Cuentos desde la Ceiba (Colección
Bocanada, La Tinta del Silencio, 2019), Donde habitan las
muñecas (Colección Ciudadano mínimo Nro. 16, Quarks
Ediciones Digitales, 2021).

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Geometría

¿Llamas? Para que no salga del ciclo de maltrato


emocional. Triangulas la información para que mis
familiares, amigos y conocidos se pongan de tu
lado. Eres círculo y repites los patrones de
violencia que usaste con otras víctimas. Aunque
incendies la casa y ardas de ira, no me verás
regresar. El cuadro clínico de la larga lista de
síntomas y signos de mi enfermedad se conecta en
línea recta con tu nombre. Mis ángulos son
opuestos, de ninguna manera encajamos en el
mismo tangram.

Página | 21
Jiaorén

Antes de morir, la última sirena obsequió sus


lágrimas al mundo y al secarse se hicieron perlas.
Pensamos que descubrimos un tesoro, en realidad
lo perdimos.

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Hilo de dragón

—Vendo hilo de dragón, es una tela que nunca se


moja y fue hecha con las manos de sirenas Jiaorén
— le ofrezco a las personas que caminan cerca del
mar, y me aseguran que eso no es novedad, las
telas impermeables ya existen. Nadie las compra,
por eso debo devolverlas a sus artesanas marinas.

Página | 23
Natalidad

Tetis personificaba la fertilidad de las aguas hasta


que los desechos humanos con hormonas y
esteroides de pastillas anticonceptivas llegaron a
los océanos, se fundieron con el mar y los ríos. Por
eso la diosa no parirá más ríos y no será su raza la
que se extinga primero.

Página | 24
Jorge Jesús Barriga Sapiencia
(Potosí, Bolivia)

Comunicador Social escritor y guionista. Su primer libro


Suerte, Muerte y Microficiones (Velatacú Ediciones, es
parte de la colección Serendipia). Participó en antologías
como: Todos Podemos Escribir un Cuento (DCA fundación
de arte de Staten island). Macabro Festín (Editorial Soy
Livre), Caspa de Angel (Editorial Kipus). Paradojas y
Onomatopeyas (Editorial Historias Pulp, España). Los
Gatos (de la revista de literatura Aeternum, Perú)

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Terror en el ocaso

Un grupo de familias rotas intenta reconstruirse en


una comunidad, su refugio echo de pedazos de
casas y automóviles es coronado por una altísima
torre. Desde allí vigilan el horizonte.
Cada día luchan contra la naturaleza, ella devuelve
golpe a golpe el maltrato recibido tantos años. La
comida escasea, el agua es poca y sucia. El hombre
está casi extinto, pero ha sobrevivido más que
algunos animales y plantas que ya no existen.
Un grupo cultiva el insipiente huerto, otro cuida de
las gallinas, y se turnan el puesto de vigilancia que
no queda vacío jamás.
Su filosofía es volver a armonizar con la tierra.
Viven con el miedo constante de ver en la lejanía
un grupo de individuos, aunque sea solo uno. El
hombre es lobo del hombre, esta ley no ha
cambiado. Tienen miedo a la ambición, maldad y
violencia que puedan traer. Solo querrán robar,
matar y violar.

Página | 26
¿Tal vez vendrían en paz? Deseando ser parte de la
comunidad, pero hay un precio que pagar y se
cobra cada día por el resto de sus vidas. Es el de
olvidar todo credo e ideología y abrazar a la tierra
como la madre que es.
Un día los temores se hacen realidad y toman la
forma de una larga procesión precedida por una
enorme cruz que se dirige hacia el refugio.

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Regimiento 588

Las brujas de la noche vuelan bajo y lento sobre el


campamento alemán. Sus escobas se escuchan
como máquinas de coser, los radares no las
detectar, salen de la arboleda y lanzan sus hechizos
explosivos. Ellas pasan rápido, volverán más tarde
hasta acabar con todo. Los soldados ya no concilian
el sueño, por miedo a las bombas y porque en sus
pesadillas las escuchan reír.

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Música de costillas

En un oscuro callejón, Vladímir se encontró con un


marinero, quien sacó debajo de su abrigo un single
de los Rolling Stones, el precio era carísimo, pero
el fanatismo hizo que soltara los rublos.
Vladímir llevó el disco a casa de Iván, quien tenía
un equipo de alta fidelidad. Ambos agitaban sus
cabezas al compás de «I can’t get no satisfaction»,
mientras compartían un cigarrillo.
―Si hubiera material podríamos sacar unas copias,
¿sabes?
―¿En serio?
―Claro, yo sé hacerlo con este equipo, se usaba
para reproducir los discursos de Lenin, pero el
vinilo escasea.
Vladímir, debía llevar una radiografía de su abuelo
al médico, a pesar de su curiosidad por saber más
tenía que partir. Al verla, a Iván se le ocurrió una
idea. El anciano se quedó sin diagnóstico, pero los

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amigos hicieron un descubrimiento asombroso, la
placa radiográfica sirvió para grabar los surcos de
las canciones de los Stones.
Sin perder tiempo, se dirigieron a buscar en los
basureros de los hospitales las radiografías que
estos desechaban. Así iniciaron la reproducción de
los grandes éxitos de la época: Los Beatles, los
Stones, los Doors, Iron Butterfly, Creedence y
Uraiah Heep así como otros grandes del jazz y
canciones rusas prohibidas.
Los marineros proporcionaban los discos originales
y los enfermeros la materia prima. La música de
huesos, como se le conocía, se disfrutaba en cafés
clandestinos. Así el rock rompía una vez más una
frontera y la censura. Esta vez en la traslúcida
forma de radiografías circulares de huesos.
Sin embargo, los largos brazos de la KGB, dieron
con el autor y lo sentenciaron a veinte años en una
prisión de Siberia.

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Tiempo más tarde Vladímir coreó «Easy living»
junto a Uriah Heep en vivo en Moscú y se la dedicó
a su amigo encerrado.
En 1991, con varios años encima, los socios se
reencontraron en esa misma capital, y disfrutaron
de algo que años atrás solo habrían soñado: el
festival Monsters of Rock.

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Pipocas para el alma

Cuando tenía seis años, una tarde de lluvia y


aburrimiento, mi madre sacó un frasco de semillas.
Me sentí decepcionada porque pensé que haríamos
alguna artesanía, no soy hábil con las manos.
Me dijo que las iba a cocinar, no imaginé que el
resultado serían las pipocas. No era la primera vez
que las comía, pero nunca había visto cómo las
hacían. Entraban a la olla unos duros granos y
luego reventaban como cuetillos, convirtiéndose en
unas lindas flores blancas, me pareció
superdivertido.
Hacer pipocas con mi hermana y mi mamá se hizo
una tradición para días grises y películas de dibujos
animados. Unos años después mamá murió.
Continuamos la tradición de hacer estos bocadillos
para los muchos días tristes que siguieron, porque
su aroma y calidez nos la recordaban y eso nos
consolaba.

Página | 32
Camilo F. Cacho
(La Consulta, Mendoza, Argentina)

Licenciado en Trabajo Social, escritor, tallerista y


colaborador en revistas y sitios digitales. Actualmente se
forma en la escuela de escritores Casa de Letras y en la
Universidad Nacional de las Artes. Dicta el Taller Escribir
desde las emociones y Escribir la propia historia. Algunos
de sus cuentos fueron traducidos a la lengua de señas y ha
publicado en medios gráficos y audiovisuales de Argentina,
Chile, Honduras, México, Colombia, Bolivia, El Salvador y
Venezuela.

Página | 33
La obra del mundo

Un niño robusto adentro de un globo terráqueo de


cartón y plástico comienza a girar. Los
compañeros, disfrazados de botellas y envases,
bailan alrededor agitando carteles que expresan:
Salvemos nuestro ecosistema, el cambio empieza
por ti, ayudemos al medio ambiente, qué mundo le
estamos dejando a nuestros hijos.
La ovación y los aplausos disimulan el ruido de
paquetes de galletas y papas que se abren junto a
latas y botellas que ruedan por la sala.
El niño robusto sigue dando vueltas y los
demás bailando.
Al final el telón se cierra. Todos se van.
Los disfraces quedan en el suelo entre un
montón de basura.
El globo terráqueo ya no gira más.

Página | 34
Amor eterno

No cabe ni un alfiler en el auditorio. El silencio


desborda la sala.
Decenas de almas, esperan ávidas ser conmovidas,
ante un muñeco de pelo estropajoso, pantalones
ceñidos, mangas largas y capa.
Comienza el final y Romeo suelta alaridos
desgarrados desde la boca de una joven y bella
mujer que lo tiene en la falda y exclama:
“Ojos, ¡Mirad por última vez!
Brazos, ¡Dad vuestro postrer abrazo!
Y labios, puertas del aliento, ¡sellad con este
legítimo beso una concesión sin término a la
rapaz muerte!
Así con un beso muero.1
Un aplauso extenso recorre cada rincón, mientras la
ventrílocua permanece tumbada encima del títere.
1
Últimas palabras pronunciadas por Romeo antes de suicidarse en la
obra de Shakespeare Romeo y Julieta.

Página | 35
La ovación se prolonga y los artistas continúan
inmóviles como parte del espectáculo.
La gente comienza a retirarse.
Afuera, la multitud ve llegar una ambulancia. Un
paramédico expresa que no hay nada por hacer, el
efecto fue infalible.
Mientras tanto, en el camarín, el personal de
limpieza ordena las cosas de la ventrílocua y limpia
los restos de cianuro que quedaron sobre el tocador.
A pocos metros, una boca de trapo abierta y
amarga, confirma un silencioso amor eterno.

Página | 36
Caja de muñecas

Una tía copetuda que venía de visita de vez en


cuando, un día me regaló una caja con tres
muñecas. La guardé arriba del ropero, frente a mi
cama y a las muñecas no las solté por años.

Una de las muñecas decía mamá, mientras me


mandaban a poner la mesa, ordenar la pieza, hacer
las tareas, lavarme los dientes y rezar un padre
nuestro antes de dormir. Otras veces, la muñeca
decía papá y yo comía galletas de chocolate y
tomaba Coca Cola, andaba despeinada, decía malas
palabras y mi alcancía rebosaba de monedas.
Cuando la muñeca decía nena, pegábamos figuritas
perfumadas en un álbum con mi hermana,
jugábamos a la maestra o saltábamos la soga en
siestas eternas.
Otra muñeca lloraba y la casa olía a jarabes, a
vasos con Seven Up para el dolor de panza, a humo
de cigarrillo soplado sobre un cucurucho de papel

Página | 37
metido en la oreja. A veces lloraba y a mí me
ponían paños fríos en días de fiebre, curitas en las
rodillas cuando me caía de los patines o me
tironeaban con un peine fino para sacarme los
piojos.
La otra muñeca cantaba el Andon Pirulero y
jugábamos a la mancha, al gallito ciego, a la
guarapa sapa, al luche y a la payana. Veíamos el
Chavo, Carozo y Narizota o las películas de Los
Parchís. Otras veces metía la muñeca en una
canasta de mimbre y la llevaba a la casa de mi
abuela, donde comíamos pastelitos con membrillo,
turrón alemán y galletitas con forma de animales y
veíamos Topacio y Cristal, mientras ella tejía
bufandas, aunque en esa casa siempre fue verano.
Hasta que una mañana me desperté y descubrí
sangre en mi bombacha. Me senté en la cama.
Levanté la vista y las vi adentro de la caja, quietas,
una al lado de la otra, con los ojos muy abiertos,
como asustadas.

Página | 38
Desde aquel día, las muñecas que hablaban,
lloraban y cantaban, se quedaron mudas para
siempre.

Página | 39
Responso de un buitre a un hombre solitario

Hace más de un mes que yace silencioso en el


basural.
Yo sobrevolaba sobre él con avidez y voracidad.
Algo de mí me hacía frenarme y no acceder a sus
entrañas. Observaba unos ojos a medio cerrar que
se iban secando, unos labios que se iban
agusanando, un cuerpo desnudo, maloliente,
indefenso.
Con los días, la carne se pudrió, se la comieron los
perros, las ratas, el paso de los días, la soledad.
Ahora quedan solo huesos, quizá restos de piel y
tendones, donde sucumbirá la acción de insectos,
microbios y gusanos.
Todavía siento pudor posarme sobre aquellos
huesos, hurgar con mis patas y mi pico en los restos
de lo que podría haber sido un banquete para mí. Y
mientras emprendo el vuelo para continuar mi ciclo
depredador no puede dejar de preguntarme, que

Página | 40
habrá hecho aquel hombre con su vida para
merecer que nunca nadie vino a buscarlo.

Página | 41
Ricardo Calderón Inca
(Trujillo, Perú)

Escritor y docente licenciado en Lengua Nacional y


Literatura por la Universidad Nacional de Trujillo. Ha
culminado una maestría en Lingüística y Comunicación en
la misma casa de estudios. Ha obtenido diversos
reconocimientos nacionales y extranjeros. Entre ellos
destacan: dos menciones honrosas en el Primer (2016) y
Segundo Concurso (2017) de Microrrelatos Bibliotecuento,
organizado por la Biblioteca Mario Vargas Llosa de la Casa
de la Literatura Peruana (Perú) y seleccionado en la
antología del V Certamen Internacional de Relato Corto La
Esfera (España, 2020). Ha publicado tres libros de
microrrelatos: Microacertijos literarios (Ediciones Orem,
2009), Alteraciones (Ediciones Orem, 2013) y la antología
personal Grafitos (Quarks Ediciones digitales, 2020).

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Decisión

Preparó su clase, dictó talleres, presentó su libro de


microrrelatos y terminó el día con una conferencia
virtual. Luego cerró la laptop y se fue directo a la
cocina. No es necesario aclarar que la duda estaba
allí: en cortar primero la cabeza o los intestinos de
su mujer.

Página | 43
El que ríe al último

«En Camelot, todos deben sonreírle al rey, desde el


que nace hasta el que muere. Cierta vez, un
pequeño se negó a sonreírle, por tal razón, fue
sentenciado a la pena de muerte. —¡Nadie tiene
privilegios en Camelot! —dijo el excelentísimo, y
lo dispuso a la decapitación. Los padres y el
pequeño aceptaron la condena. Subió al estrado, se
inclinó y el verdugo hizo que su cabeza rodara
hasta los pies del rey. Entonces, todo el pueblo
comenzó a reír, pero el niño se carcajeaba aún más
fuerte».
—¡Abuelito, abuelito, qué bonita historia!
—Sí, ¿verdad?
Pronto, el abuelo se levantó de su biblioteca, cerró
el libro y se ajustó, ligeramente, la cabeza.

Página | 44
El último deseo

La niña miraba la Luna. La Luna miraba a la niña.


Ambas se preguntaban: ¿cómo será ser ella? Luego
suspiraron, graciosamente, al ver una estrella fugaz.
Y, sin saberlo, la siguiente noche la niña dejaría de
ser la niña y la Luna dejaría de ser la Luna.

Página | 45
Ecuador

Cristóbal, el niño de intercambio, preguntó a su


profesora si era cierta esa teoría de que su país
mantenía equilibrado los polos de la Tierra. Para
ejemplificar la respuesta, la profesora le dio un
empujoncito. Entonces, la Tierra comenzó a
sacudirse, mientras se asomaba, tímidamente, la
nieve tras la ventana.

Página | 46
Sara Coca
(Sevilla, España)

Periodista, gestora cultural y postgraduada en Escritura


Creativa. Ha publicado los libros: Puentes, Micromundos, A
qué sabe lo que somos, No quieras saber tanto y
Desubicados. Microficciones Audiovisuales. Participa en
numerosas antologías de microrrelatos y en revistas.
Asimismo, ha obtenido diversas menciones y premios, entre
ellos el Primer Premio Internacional de Microrrelato de la
Fundación Cultural Ángel Herrera Oria y el Proyecto
MiRed 2020. Forma parte del Colectivo Internacional
Minificcionistas Pandémicos.

Página | 47
Cambio climático

El tsunami comenzó en el dormitorio. La primera


ola no la vimos llegar y cuando se desató la
tormenta ya fue tarde. La cama se convirtió en una
balsa sin remos en medio de un océano de
plásticos, rencores y peces muertos. Vimos
asomarse un barco fantasma por la puerta del baño
repleto de recuerdos oxidados y el pánico nos lanzó
al agua sin salvavidas. Nadamos por el pasillo
mientras el mar se teñía de negro hasta alcanzar la
orilla del salón. Fue entonces cuando avistamos un
petrolero encallado frente a nuestro retrato de
bodas. El fuel lo inundaba todo, así que huimos
cada cual por su lado.

Afuera nadie parece entender la tragedia.

Página | 48
Deshonra

Nada más jubilarse decidió ser otra. Renacer como


una vieja nueva o una niña vieja. Por eso se deshizo
de cuanto le recordaba a su vida anterior sin
remordimientos. Todos sus cachivaches ardieron
una noche de San Juan. Ese fue su último conjuro,
del que nadie habla. Tampoco nosotras lo
contamos, aunque la vean levitar por error en
cualquier parte y acaricie el lomo a las escobas.
Sería tirar piedras contra el propio tejado. Y nuestra
mala fama lo es todo.

Página | 49
Los raros

Nadie sabe qué fue primero, si las casas o ellos.


Pero los que residen en los pisos raros piensan
distinto. La suya es otra visión de la realidad, como
sus casas de ventanas torcidas y paredes oblicuas.
Van en contra de la línea recta y por eso caminan
en zigzag o de espaldas o en círculos. Se asoman
para tender sus ropas a la luz de la luna, bajo un
intenso olor a mar los inviernos y a nieve en
verano.

Viven fuera de toda lógica, dicen los mayores,


entre sorprendidos y malhumorados antes de
guardar silencio. Pero nosotros alimentamos la
ilusión de encontrarnos con un niño raro en el
colegio para observarlo de cerca y tirarle piedras.

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Paréntesis

Si hubiera tocado otra cosa nadie le habría


escuchado. Pero solo conocía esa sonata, hipnótica
como un agujero negro. Por eso contuvimos la
respiración y de repente enmudeció la guerra.

La música nos devolvió todo aquello que habíamos


perdido, sin saber cuándo. Fue un instante de
estrella fugaz. Un lapso de armonía universal hasta
que el violinista dejó de tocar. Aún desconocemos
si antes o después del disparo.

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Patricia Dagatti
(Villa María, Córdoba, Argentina)

Contadora Pública, Licenciada en Administración y


Magister en Escritura Creativa en Español por la
Universidad de Salamanca (España). Escritora y gestora
cultural. Publicó el libro de microficciones Secuelas de un
sutil aleteo (Macedonia, 2020). Miembro de la Red de
Escritoras Minificcionistas – REM. Integrante del Colectivo
de Minificcionistas Pandémicos. Miembro del colectivo de
escritoras de minificción Somos Mar. Integrante del comité
editorial de Tusca Editoras.

Página | 52
El llanto de la Pachamama

Como marca el ritual, al noveno día regresaron a la


boca de la Pacha para enterrar al diablo y de ese
modo, dar por terminado al carnaval. Pero el sitio
estaba anegado. El hueco por donde debía
descender el pujllay, había desaparecido bajo el
manto de agua que inundaba el terreno. Con el
diablo a cuestas, sabiéndose malditos, procuraron
detener el llanto de la Pachamama que arrasaba sus
casas, sus animales y a ellos mismos. Sin embargo,
era irreversible. Ignorando su dolor, habían
arrancado de sus entrañas a los bosques nativos.
Los únicos que podían enjugar sus lágrimas.

Página | 53
Herejías

No fue a causa de mi gato negro ni de mis


frecuentes viajes en escoba que me acusaron de
bruja. En pleno siglo XXI la gente ya no repara en
esos detalles. Sin embargo, el mismo día que teñí
mis cabellos encanecidos de color azul iridiscente y
me puse un vestido ajustado al cuerpo, empezaron
a murmurar. Esta mañana oí un gran alboroto frente
a mi casa, llevaban pancartas, letreros escritos en
rojo. En medio de la confusión, un grupo de
mujeres gritaba: «hereje, deberías avergonzarte».
De inmediato salí a la calle con la intención de
calmarlos, pero al verme desnuda, la conmoción
fue peor. Nadie se atrevió a tocar mis carnes
anuentes a los caprichos de la gravedad. Entonces
dejé que continuaran con lo suyo y regresé a la
cama, a seguir disfrutando junto a mis
desprejuiciadas amantes.

Página | 54
La embajadora

A Zulay Pinto

Escribe con la certeza de que la habitan las brujas.


Así parecen confirmarlo las dos gatitas
encantadoras, de pelaje negro, que la escoltan en
sus vuelos nocturnos. Le teme a la injusticia antes
que a la hoguera; sufre en carne propia el
descontento de su pueblo. Por eso jamás duda en
volar, provista de su pluma, al sitio dónde la
requieran. Durante el último aquelarre, evento al
que asistió como invitada de honor, se dio a
conocer Más allá del punto final, su último libro.
En la oportunidad, los presentes leyeron con
entusiasmo fragmentos del mismo. Luego, dada la
gran acogida que tuvo la obra, se decidió por
unanimidad, proclamarla Embajadora de las Brujas
Latinoamericanas.

Página | 55
Resistencia

Durante la noche, en la ciudad sitiada por el


enemigo, en medio del hambre y la destrucción,
suenan los tangos más tristes. Son los soldados
alemanes que intentan doblegar el ánimo del
ejército rojo. Pero el amanecer trae alivio a los que
resisten la pena del bandoneón, la música se disipa
junto con la oscuridad. En cambio, el aire helado,
permanece inalterable en el campo de batalla.

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José Manuel Dorrego Sáenz
(Madrid, España)

Graduado en sociología, diseñador y maquetador por


vocación y microrrelatista por vicio. Publicó El
contrabajista del Titanic (Ediciones Atlantis) y en
numerosas revistas y antologías. También ha escrito
microteatro y durante el 2022 tiene previsto publicar un
libro de microcrónicas y otro cuyo género aún está por
definir. (Yo lo tengo claro, pero los expertos aún no le han
puesto nombre ―dice).

Página | 57
Caza de brujas

Pues resulta que las brujas hemos sido declaradas


proscritas por ley y ya han puesto precio a nuestras
cabezas. A todas y cada una de nuestras cabezas.
Incluso nos han borrado de los cuentos infantiles,
donde ahora solo aparecen princesas, príncipes,
sapos, elfos y más princesas, toneladas de
princesas. Y claro, en los cuentos todos son tan
empalagosamente felices que se pasan el día
comiendo perdices, como si las perdices tuviesen la
culpa de tanta y tanta felicidad. Adiós a las
pócimas, a los calderos, a los aquelarres, a las bolas
de cristal, a los gatos negros... Hasta las escobas
han sido declaradas como objetos malditos: el
simple hecho de barrer está sumamente mal visto y
te convierte en sospechosa. Pero nosotras nos
movemos como pez en el agua en la clandestinidad
y seguimos ofreciendo nuestros servicios por
módicos precios: agarres, mal de ojo, invocaciones,
hechizos y todo tipo de magia, ya sea negra, blanca
o de colores. Servicio a domicilio. Y siempre, por

Página | 58
supuesto, con la máxima discreción: palabra de
bruja.

Página | 59
El amante fiel

Cuando el Rey fue advertido de las infidelidades de


la Reina, ordenó bramando que le trajesen el
cuerpo decapitado del amante de su esposa. Fiel y
leal súbdito, el chambelán dio un paso al frente, se
arrodilló ante su majestad, sacó su espada y se
cortó la cabeza.

Página | 60
Nada

Es un escritor sumamente reconocible: todos sus


libros están compuestos por cientos de páginas en
blanco.
― ¡La elipsis, la clave está siempre en la elipsis!—
, suele responder cada vez que un periodista le
pregunta sobre su técnica.
Impaciente, el público espera la inminente
publicación de «nada», la obra con la que cerrará
su exitosa trilogía.

Página | 61
Volver la vista atrás

De mí nadie podrá decir que deserté. De mí, no. Yo


era una de tantas hormigas del hormiguero y mi
trabajo, como el de todas, consistía en recorrer cada
día los quinientos metros hasta el maizal, portar un
grano de maíz y transportarlo de vuelta al
hormiguero. Y así, hasta diez veces al día, casi
veinte kilómetros por jornada. ¿Descansar? Pues
muy precariamente. Las hormigas llegamos a
dormir un par de centenares de microsueños al día
de apenas un minuto cada uno, ¿qué vida es esa,
eh? Un minuto de siesta y a vueltas con el maíz. Y
así, día tras día. Pero de mí nadie podrá decir que
deserté, insisto. Sencillamente, un día llegué hasta
una mazorca, me salí de la fila, me adentré en el
maizal y continué caminando. Y los maizales son
inmensos, casi infinitos. Y luego, pasado un buen
rato, llegué a ese punto del camino en el que ya da
tanta, tantísima pereza volver la vista atrás...

Página | 62
Lorena Escudero
(Soria, España)

Es doctora en Física, investigadora y escritora. Ha


publicado los libros de microficción Negativos (2015),
Formulario (2019) e Incisiones (2021). También ha
participado en más de una veintena de antologías
internacionales, en revistas especializadas y en congresos de
minificción. Sus textos se han traducido al inglés, al griego,
al alemán, al húngaro y al portugués.

Página | 63
Ruidos II

La plaza albergaba una estatua, la estatua dibujaba


a un hombre, el hombre señalaba al oeste. Me dijo
que si ponía la oreja en el bronce escucharía en su
interior el ruido del mar. Y yo lo hice, pues creí que
era así. Me preguntó si podía oír las olas, el océano,
la travesía en barco. Respondí que no y vi su mano
erguirse recia. Pero se congeló en el aire antes de
golpearme. «Lo que escucho ―continué― son
millones de gritos desesperados».

Página | 64
Otra vez

A Karla Barajas

―Otra vez.
―Bueno, no es para tanto.
― ¿Qué no? Recuerda cómo volvió a casa la
última vez.
―Uf, es verdad. ¿No puedes pedir que lo traigan a
domicilio?
―No, imposible. No tienen hueco en toda la
semana.
―Pues tendrás que salir.
―No creo que pueda.
―A ver, no es tan difícil: sales, supermercado, diez
minutos, a casa.
―Claro, mientras mantiene la vista clavada en el
suelo, para no mirar a nadie.

Página | 65
―Es normal tener aprensión.
― ¿Aprensión? Terror es lo que tiene.
― ¡Basta!

(Lentamente se pone la mascarilla, coge las llaves


y se levanta sin mirar de nuevo al espejo, donde las
otras voces continúan hablando).

Página | 66
Ruidos III

Cada año nos sorprenden con algo nuevo que han


aprendido en la otra vida. Un día de muertos, por
ejemplo, dejamos un plato de frijoles y nos
devolvieron una exquisita receta asiática. Otra vez
nos cambiaron el mantel, regalándonos uno
precioso hecho a mano. Cada año nos sorprenden,
pero sobre todo hoy, con este ruido atronador.
Nadie imaginaba que a alguno de los abuelos
podría gustarle el heavy metal.

Página | 67
El día en que nos enamoramos

El día en que tú y yo nos enamoramos, un sol


espléndido iluminó la mañana. Los pájaros
cantaron como si ya supieran. Nuestra canción
sonó en la radio siete veces y cociné la mejor
lasaña del mundo. Fue un día perfecto. Qué lástima
que te lo perdieras.

Página | 68
Jonathan Alexander España Eraso
(Pasto, Nariño, Colombia)

Es escritor, editor y gestor cultural. Ha publicado cuentos,


poemas y ensayos en diversas revistas impresas y virtuales,
tanto colombianas como internacionales. Ha sido incluido
en diversas antologías de poesía y minificción. Finalista y
ganados de diversos concursos de poesía y narrativa a nivel
colombiano e internacional. Fundador y coordinador
editorial de Alebrijes | Revista Nariñense de Minificción.
Cofundador de Editorial Avatares. «El silencio voraz», su
más reciente libro, se publicará por Abisinia Editorial
(Buenos Aires, Argentina). Es columnista de algunos
periódicos colombianos. Minificciones y poemas suyos han
sido traducidos al francés, italiano y rumano.

Página | 69
Del libro Paisajes de Luz2

En el cuenco
la cabeza de un gato
bebe su sombra.

2
(Taller Blanco Ediciones / Editorial Avatares, 2021)

Página | 70
Noche desierta.
El cuello del cordero
aguarda el puñal.

Página | 71
Ruido feroz:
se posa la luz
en el filo rojo.

Página | 72
Libro de niebla.
Entre palabras y agua
emerge el poema.

Página | 73
Geraudí González Olivares
(Valencia, Venezuela)

Investigadora de la minificción y los estudios del discurso.


Magíster en Lingüística. Gestora cultural. Pertenece al
comité organizador de la Feria Internacional del Libro de la
Universidad de Carabobo (FILUC). En 2019, publica su
libro de ensayos Oficio de elipsis. Algunas de sus
minificciones aparecen publicadas en el libro colectivo
Urgencia del relato II (Venezuela, 2015) y en la antología A
puerta cerrada. Antología de microficción de autor (Quarks
Ediciones Digitales, Perú, 2020), así como en la antología
Historias mínimas (Dendro Ediciones, 2020). Pertenece al
Colectivo Internacional Minificcionistas Pandémicos,
colectivo literario con quien publicó Microbios (Dendro
Ediciones, 2020). Es fundadora y editora de El Taller
Blanco Ediciones.

Página | 74
Certeza

Va y viene...
Recibe y ofrece...
La ceremonia no tiene horario.
En el vaivén arrastra especies, desperdicios. Hace
lo mismo con lo que cada habitante suyo lleva
dentro. Ulises no es la excepción.

A la diosa, su altivez no la deja pasar por alto el


mal rato con el guerrero. Sin embargo, confirma la
única convicción que la mantiene atenta: el
misterio del mar arrastra también nuestras propias
miserias.

Página | 75
Encrucijada

Recorre toda la noche en su cabeza la posibilidad


de irse o quedarse. Dejarlo todo o seguir adelante.
Quién sabe. Solo sabe que el amor está aquí, y los
sueños también. Toma un sorbo de café y lee el
relato del autor canario; sabe que, si empieza la
primera línea, no podrá despegarse hasta terminar
su lectura. G inicia así su rutina nocturna, se
acostumbró a llevarla desde muy niña, cuando,
íngrima, leía o veía películas de terror en la sala de
su apartamento de infancia. Pero ya no es una niña.
Y ya no ve tantas películas de terror. La vida
siempre es una encrucijada, piensa, mientras toma
otro sorbo de café e intenta ordenar su cabeza para
poder empezar a hacer maletas. ¿Irse es la
solución? Quién sabe. Pero no tiene alternativas. Y
ahora hay que decidir si seguir en el cambio
doloroso o regresar al infierno. Toma el trago final
de la taza y aparece él, la besa suave y profundo.
La única certeza posible es que este sea uno de sus
últimos besos.

Página | 76
Fotografía en blanco y negro

Una fotografía sostiene el recuerdo en la memoria,


algún diccionario la define como una «acción
química de la luz sobre una superficie…». La
imagen que surge de este proceso representa un
recuerdo, dos, tres o más.

María sostiene ambas fotos en sus manos. Esos


niños en blanco y negro miran tímidamente y
perciben los brazos de la tía como los de su mamá.
María no es indiferente a esa emoción que la llena
cuando los carga, los besa, les hace mimos. Sabe
que hasta allí llegan sus responsabilidades. Y su
compromiso. No han nacido de sus entrañas, pero
igual los ama, igual ofrece su candor para ellos.
Quizás cuando crezcan no correspondan del mismo
modo al amor ofrecido, cómo saberlo, pero no le
importa. Por ahora es lo que tiene. Por ahora nada
más puede hacer. No tiene ganas de pelearse con la

Página | 77
naturaleza ni con su función reproductiva ni con la
vida misma.

Estas fotografías le recuerdan a María que el asunto


no es parir, el asunto es vivir sin deudas amorosas,
sin ambigüedades, sin señalamientos. Porque ser
una tía amorosa es también ser parte de la
fundación humana.

Página | 78
Nota de prensa en tiempos de independencia

Esa peculiar costurera, con perfil independentista,


trastoca la calma de las honorables señoras de
nuestra ilustre ciudad Santa Fe de Bogotá. Esta
joven capta la atención de los hombres de armas,
quienes se han dejado llevar por su indomable
personalidad; asimismo, despierta calores de toda
índole en algunas damas de la tradicional capital
neogranadina. Al parecer, belleza e inteligencia no
combinan con la costura y los deseos de vivir en un
país con pretensiones libertarias. Esto ha sido, y
posiblemente será, el estigma social de Policarpa
Salavarrieta, aquella rolita que se atrevió a ir más
allá de las tradiciones y conservadurismo de una
época.

Página | 79
Dina Grijalva
(Culiacán, México)

Escritora mexicana. Doctora en Letras por la UNAM. En la


primavera de 2008 visitó Buenos Aires y nació como
minificcionista. Desde entonces es hacedora y promotora de
ese maravilloso género. Sus libros de minificción son: Goza
la gula, Las dos caras de la luna, Abecé sexy, Mínimos
deleites, Miniaturas Salmantinas y Cuestión de tiempo. Ha
publicado también una Antología de minificciones eróticas:
Eros y Afrodita en la Minificción.

Página | 80
Manjar de México

El maíz es maravilloso, magnífico manjar de


Mesoamérica. En las milpas se mecen las mazorcas
y murmuran mensajes, musitan melodías y música
mágica.
En la madrugada, al momento de moler, de menear,
de macerar, de mezclar el maíz maduro para la
masa, el mito y el misterio se muestran.
En la mitología maya las mujeres (y los hombres)
somos de maíz.

Página | 81
Mi nuevo amor

«Una de las cosas más radicales que las mujeres


pueden hacer es amar a su cuerpo».
Eve Ensler

Desde niña me enseñaron, de mil maneras sutiles, a


agradar. Me transmitieron, junto con la leche materna,
que mi cuerpo debía ser cuidado para los otros. Me
prohibieron juegos que sí le permitían a mi hermano;
una mujer debe ser femenina me decían, y significaba
dulce, tenue, casi invisible. En la adolescencia dijeron
que debía eliminar los pelos que surgían en mi cuerpo,
debía hablar poco y con voz suave, de esa que llaman
femenina; debía cuidarme, ser limpia, bella y casta
para cuando algún hombre quisiera casarse conmigo, y
entonces, él tomaría posesión absoluta de mi cuerpo.

Y así crecí y así viví muchos años, eliminando pelos,


grasa, granos, para agradar al otro/los otros. Poco a

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poco he ido recuperando mi vida y mi cuerpo. Ahora
lo cuido y lo mimo para mí. Y he aprendido que el
placer vive en mi cuerpo y que soy yo, y solo yo,
quien puede decidir hacerlo vibrar hasta el éxtasis.
Descubrí que no son los pelos ni los rollitos de grasa lo
importante, sino el clítoris. Y solo si quiero y cuando
quiero gozo junto a otro cuerpo.

Página | 83
Instrucciones para escribir una minificción

Condense el mar en una gota, agregue un grano de


arena que contenga el desierto, convierta la mezcla en
aire, agregue una pizca de polen y sople suavemente.
Si contempla un relámpago, su minificción se ha
logrado.

Página | 84
Mi eterno retorno

He intentado buscar tesoros, engarzar perlas, tejer


hilos, desenredar hebras, ovillar madejas, elaborar
muebles diminutos, pulir obsidianas, acicalar
armas, bruñir estaño, aderezar ensaladas, afinar
pianos, restañar heridas. Y, después de intentarlo
todo, he retornado a mi felicidad: buscar palabras,
engarzarlas, tejerlas, desenredarlas, ovillarlas y,
entonces, elaborar textos diminutos, pulirlos,
acicalarlos, bruñir aquí, aderezar allá, afinar,
restañar, hasta sentir que las palabras y su
disposición en la página son las necesarias.
Renuncio a toda actividad para vivir en la
minificción.

Página | 85
Mustapha Handar
(Agadir, Marruecos)

Docente de español y minificcionista marroquí. Sus


minificciones fueron publicadas en varias revistas literarias
internacionales. Figura en antologías como Ellas; Pluma,
tinta y papel; Inspiraciones nocturnas; Microfantasías
(Diversidad literaria, España, 2017), Letras Marruecas II
(Ed. Altazor, Chile, 2018), Piedra y nido (Argentina, 2019),
Brevirus (Revista Brevilla, Chile, 2020), PequeFicciones
(Parafernalia Ediciones, Nicaragua, 2020), Historias
mínimas (Dendro Ediciones, Perú, 2020), Microbios
(Dendro Ediciones, Perú, 2020), Minificciones desde el
encierro (Editorial UDG, México, 2020), Antología
Hispanoamericana de microficción "En pequeño formato"
(Editorial EOS Villa, Argentina, 2021) y en Minimundos
(Dendro Ediciones, Perú, 2021). Ha publicado Atrapados en
telarañas (Quarks Ediciones Digitales, Perú, 2020).

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Oasis

Habitábamos en medio de un gran desierto.


Nuestro hogar era un milagro: un oasis verde,
sombreado y fresco.
Las palmeras datileras, los árboles frutales y los
campos de trigo y de hortalizas nos sustentaban
suficientemente. Las cabras y aves de corral que
criábamos también nos abastecían. Todos
existíamos en ese lugar gracias a un generoso
manantial y a los pozos que habíamos excavado en
todo el pueblo. Sin embargo, en los últimos años
tuvimos que ser muy económicos. La mayoría de
estas fuentes ya no contenían agua, y la mitad de
nuestros campos fue destruida por los eructos del
desierto.
Una noche nos invadió una imparable tormenta de
arena. Los ancianos del oasis se reunieron
urgentemente. La luz leve y anaranjada de las velas
permitía ver el miedo, la incertidumbre y la
confusión en sus arrugas. Al amanecer,

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descubrimos que el desierto se tragó los huertos y
se adueñó de las casas y de la mezquita. Las
poderosas dunas trajeron consigo calaveras
humanas e increíblemente la cabeza de la Gran
Esfinge de Giza desde el otro lado de la Tierra.
Incluso corría hacia nosotros una gigantesca ola de
color ocre oscuro, muy oscuro.
Finalmente, entendimos que el desierto devastador
completaría su vuelta al planeta desplomándose en
nuestro oasis.

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Compañía

De uno de sus sueños del paraíso que duraban


décadas, Adán despertó sobresaltado al enterarse de
que le faltaba la del dorso izquierdo. Empezó a
gritar, ¿¡dónde está mi costilla!? Mientras reinaba
el silencio total le cayó una manzana, esta vez no
fueron los monos. Ellos solían lanzarle nueces,
cáscaras y piedras.

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El cazador

A los niños que fueron violados o abandonados.

Yo recogía uvas en el bosque. De improvisto,


divisé a una chica, vestida de túnica talar con
caperuza roja, caminaba con pasos acelerados entre
los espesos árboles. Miraba hacia todos los lados,
mientras apretaba una canasta contra el pecho. La
perseguí sigilosamente. Cuando se detuvo bajo un
árbol muy sombreado, noté que un incontenible
torrente de lágrimas le resbalaba por su precioso
rostro. Puso allí la cesta con extremo cuidado y
volvió sobre sus pasos corriendo, entonces, me
acerqué y eché un vistazo a la cestita: un bebé de
belleza angelical y semblante muy radiante dormía
dentro. Tanto el niño como su madre de apenas
diecisiete años, eran víctimas del Lobo. Sin
pensarlo dos veces, llevé al bebé abandonado a mi
casa, se lo entregué a mi esposa para que le

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brindara cuidado y amor; y fui en busca de mi
escopeta.

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El gran pez

«Estoy en una putrefacta cárcel. Pero menos mal


que no estoy pasando hambre. A cada rato, me
obsequian toneladas de pescado fresco», ―dijo
Jonás.

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Marti Lelis
(Ciudad de México, México)

Autor del libro de microrrelatos A propósito de San


Juan y otras miniaturas (Premio Estatal de Cuento
Beatriz Espejo 2015, Tlaxcala). Recibió el Premio
Estatal de Poesía Dolores Castro 2016, Tlaxcala.
Participante en varias Antologías, impresas y
electrónicas. Comparte su obra en el sitio web
Ceremonia de Palabras:
www.ceremoniadepalabras.com.mx

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Aviso

Entre al bosque bajo su propio riesgo. La niebla


infiltra de inmediato sus pulmones, va a la sangre,
llega al cerebro. Si va acompañado, se morderán, se
arrancarán los ojos. Quien sobreviva, saldrá del
bosque, volverá a la ciudad, vivirá entre ustedes,
mirará a lo lejos, siempre latente, como si el mundo
entero estuviera detrás de una ventana.

Página | 94
Boceto de mujer con flores

Ella miraba la descomposición de las cosas.


Cuando estaba ante un ramo, individualizaba, no
miraba las flores, sino el marchitarse de alguna.
Miraba el ocaso y luego la noche, regocijada con el
frío; no miraba el amanecer ni eso la llenaba de
esperanza. Le gustaba la transformación de una
sonrisa a gesto mustio; ver el paso de la carcajada a
labios fruncidos. De la mirada alegre a la anegada
en llanto; de la ternura al odio. Después, se detenía
en el nuevo estadio que habían adquirido las cosas
o las personas. Reflexionaba sobre las dualidades,
la polaridad vida-muerte, positivo-negativo; y se
detenía en lo negativo, en lo muerto, en el encono;
no en lo bueno sino en lo malo, para quitarle la
maldad. Le atraían las flores cortadas, el agua
podrida del florero. Observaba todos los detalles:
los pétalos resecos, el agua turbia, los tallos
renegridos. De las cosas, miraba los finales. Lo
hacía sin emoción, parpadeando lento,
memorizando los detalles como si fueran a ser

Página | 95
útiles en algún otro momento, más allá del fin; lo
hacía inmóvil, como observándose a sí misma en lo
contemplado, como una empirista recalcitrante
anclada en la ortodoxia. Tenía treinta años, una
belleza perturbadora y prefería los gatos.

Página | 96
Indigestión

Ahora que ya no soy serpiente, mi antiguo dueño


aún me tiene en secreto en su casa. No me enredo
en su cuello ni repto por el piso como antes. Quiso
el azar darme un cuerpo seductor y el don de
cambiar discretamente de piel. No sé si me puedo
embarazar ni qué hijos saldrían de mí; a él no
parece importarle, pero yo no sé, veo mis piernas
nuevas, mis senos de figurilla griega y no siento el
instinto de maternidad. En secreto aprendo a leer.
Leo sobre el amor. No puedo salir. No tengo acta
de nacimiento ni cédula de identidad. Él se va a
trabajar todo el día. No sé cocinar. Él regresa a la
noche y avienta en la cocina una caja de pizza,
fideos chinos o hamburguesas. Me toma sobre la
mesa antes de comer; me dice «boa» al oído, gruñe
como animal.
Yo no como lo que él trae. Cuando duerme, bajo al
sótano. Me siento en la oscuridad, inmóvil, hasta
que aparece una rata por la tubería. No sé si esto es

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vivir, pienso mientras el pelo de la rata me
cosquillea la garganta. Cuando regreso a la cama
donde él ronca acaricio su espalda, su cabello.
Quizás es amor. Me quedo quieta: la rata en mi
estómago se movió, casi nada, debe estar por morir.

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Vida íntima de los libros

Todos los días, en bata y con pantuflas, se instalaba


en el sillón de respaldo alto de su biblioteca y leía.
Todos los días, el niño hurgaba en la basura de las
casas ricas buscando algún mendrugo. Así vivió
realidades amables y terribles, como si él fuera el
protagonista. Su cara sucia y los cabellos tiesos,
bajo las uñas mugre, sus dedos encontraron un libro
entre los deshechos pestilentes. De tiempo en
tiempo tiraba a la basura los que ya no leía. Tocó a
la puerta y le abrió un viejo en pantuflas, los dos se
miraron con un libro en la mano. «¿Tiene más?»,
preguntó el chico mostrándole el respetable tomo
desechado. Era su oportunidad. Lo invitó a pasar, le
mostró su vasta biblioteca. Al niño le brillaron los
ojos y su estómago hizo ruidos. El viejo le invitó
un pan y un vaso de leche. Le obsequió sus amados
libros infantiles. En la puerta lo despidió satisfecho
y fue a sentarse frente a la chimenea, donde
continuó exultante la lectura. El pequeño atravesó
el dédalo de calles, y llegó feliz al depósito con su

Página | 99
pesada carga, en tanto el viejo ya dormía con una
sonrisa. El niño salió del tiradero con un puñado de
monedas: ojalá pagaran un poco mejor el papel por
kilo, pensó. Y entró de nuevo al laberinto.

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Patricia Martín Rivas
(Madrid, España)

Lleva toda la vida escribiendo: de niña se deshacía


entre poemas, de adolescente empezó a tontear con
los cuentos en prosa y ahora toca todos los palos.
Le apasiona escribir novelas, se regodea tejiendo
cuentos de cualquier extensión y vivencia y lee
ficciones en público. En 2021 publicó su primer
ensayo, Kawara, ha ganado varios premios
literarios y colecciona palabras intraducibles,
algunas atrapadas en su libro Saudade, e historias
internacionales sobre la pandemia, recogidas en El
amor en los tiempos del coronavirus.

Página | 101
Shhh

Me regaló el silencio porque era mío y me rogó:


«no lo vuelvas a perder».
Lo había extraviado hacía lustros, pero ni siquiera
me había dado cuenta, porque el tráfico, la algazara
y la televisión me carcomían los adentros y todita
yo era ruido.
Ahora que lo he recuperado, no quiero salir jamás
de mi bello sosiego; y deseo que solo lo rompan el
crepitar de las patatas para la tortilla, el ronroneo
de Enrique, la caricia cadenciosa de mi propia
respiración, el crujido de las ramas por el balanceo
de la hamaca, la musicalidad al desvestir una
mandarina y el recuerdo de aquel momento en que
la tortuga centenaria me devolvió el silencio bajo
las aguas turquesas.

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Hibisco, del latín hibiscus, del reino plantae, de
la clase magnoliopsida, de la familia malvaceae

El hibisco puede llegar a alcanzar hasta los tres


metros de altura, sus hojas se dividen en tres o
cinco lóbulos y sus flores se estiran hasta los diez
centímetros de diámetro y nacen en amarillo y
marchitan en rojo.
Admiro con calma su belleza sublime —el lustre
multicolor, el esplendor efímero—. Pero mueren
mañana, pero mueren mañana: estas flores
especializadas en el presente nacen un día y
marchitan al otro. Y si nacen, porque… Mira, mira:
los capullos a veces se arrojan al vacío sin aparente
motivo o por falta de iluminación o por el frío o
porque los mordisquean bichitos negros o bichitos
verdes u otros bichitos, seguro que hay muchos
más bichitos. Araña roja, dice Google o pulgones o
mosca blanca o cochinilla. ¿Ya han tenido esas
plagas? Seguro que volverán, seguro, seguro. O
quizás a un viento fuerte y macabro se le ocurra

Página | 103
arrancar las flores, preciosas, preciosas flores, pero
mueren mañana. O quizás las cenizas de los
incendios cercanos las aniquilen para siempre. O
quién sabe, ¿los gatos comen hibisco? Gabriela
siempre tiene hambre, igual hoy se le antojan flores
para la merienda.
O bueno, no sé, aún no he leído demasiado sobre el
tema, la verdad.
Cuando contemplo mi hibisco, su presente florido
me mitiga la ansiedad por unos instantes bellos y
naranjas de sosegado corazón fucsia y
aterciopelados estigmas dorados… Preciosas,
preciosas flores, preciosísimas. Qué pena que
mañana amenace con amaneceres marchitos.

Página | 104
Fuegos póstumos

Cuando a Toypurina se le paró el corazón, allá por


1799, se sintió perecer por segunda vez, rota por
esos casi cuarenta años de clamores y cicatrices.
Solo así se le silenciaron las cuerdas vocales,
aunque su voz jamás se acalló, sino que pasó al
plano de las reverberaciones.
En el juicio cuestionaron el porqué del
levantamiento, a lo que ella espetó:
«Odio a los padres y a todos ustedes, por vivir aquí
en mi tierra nativa, por invadir el territorio de mis
ancestros y saquear los dominios de mi tribu…
Vine a la misión para incentivar a estos sucios
cobardes a luchar, para que no se atemorizaran
ante la vista de los palos españoles que escupen
fuego y muerte, ni sintieran arcadas ante el hedor
de la pólvora y, ¡para acabar de una vez por todas
con ustedes, invasores blancos!».
La primera muerte de la chamana tongva no la
causaron tanto el fracaso de la revuelta que lideró

Página | 105
en la misión de San Gabriel ni las acusaciones a
grito de «¡bruja!», sino más bien ese inmundo
bautizo forzado con el que le arrancaron la
identidad y le plantaron el indecoroso, pero
cristianísimo, nombre de Regina Josefa.
En las brevísimas crónicas que narran su período
vital de catolicismo impuesto, pareciera que ella
hubiera elegido algo durante los doce años entre
esas dos muertes, cuando la casaron con un soldado
español que la preñó con tres vástagos, Cesario,
Juana de Dios y María Clementina.
***
Según los bomberos de San Gabriel, Los Ángeles,
el incendio ha comenzado a las 4:24 de la
madrugada del sábado 11 de julio de 2020. Se
piensa que ha sido intencionado, pero no han
encontrado culpables. Nadie se atreve a contar que
se ha oído durante toda la noche el eco del alborozo
de Toypurina arremolinado entre las llamas.

Página | 106
Invisibilidad post mortem

Qué honor, esa lápida, qué horror. Perfecta para


nuestra superheroína con el superpoder de la
superinvisivilidad. Nació rodeada con un manto de
invisibilidad. Un manto invisible. Creció
aprendiendo a ocupar solo un huequito, pequeña,
pequeña, diminuta en su huequito. Salía del
huequito para limpiar y barrer y fregar y cocinar y
planchar, siempre con el manto invisible de
invisibilidad puesto.
Parió. Una, dos, tres, seis veces parió, cien veces,
cero veces, da igual cuántas veces. También tenía
un trabajo remunerado. ¿A qué se dedicaba? Ay, no
sé ahora. Bueno, todo lo hacía desde la
invisibilidad, no te creas. Y limpió y barrió y fregó
y cocinó y planchó, con el manto hundido en la
piel. Piel invisible de superheroína invisible.
¿Cómo se llama, dices? Bah, da igual.
Ella estaba pendiente de cumpleaños, pendiente de
aniversarios, pendiente de las navidades y de los

Página | 107
regalos y de las reuniones familiares y de las flores
para nuestros muertos. Felicidades de parte de
todos, de todos, decía, proyectando desde su
superinvisibilidad las voces calladas ajenas.
Ella hacía todo lo invisible. Ella era invisible.
Superinvisible, vamos, con esa piel tan, tan, tan
invisible.
Murió y aprovechó sus superpoderes para colocarse
en un huequito, pequeña, pequeña, diminuta en su
huequito. Y su tumba ahora reza «Familia
Francisco García Sánchez».
¿Cómo se llama, dices? Bah, da igual. Si ella es
invisible.

Página | 108
Juan Martínez Reyes
(Chimbote, Perú)

Licenciado en Lengua y Literatura (UNS). Integra


el Grupo Literario “Isla Blanca”. Publicó su
plaqueta de microrrelatos Juego Final (Venezuela,
2021). Ha publicado en diversas revistas literarias
nacionales e internacionales. Finalista en el II
Concurso de Microrrelatos Bibliotecuento,
organizado por la Casa de la Literatura Peruana
(2017) y finalista en el Primer Certamen Literario
Internacional Lone Star, organizado por Poetas
Houston (Estados Unidos, 2020).

Página | 109
Milagro inconcluso

Al verla tendida y sucumbiendo al veneno de la


víbora, Orfeo tocó una hermosa melodía con su
lira. Intentó que la muerte se apiadase del alma de
su amada. Milagrosamente, Eurídice comenzó a
incorporarse lentamente. Él sonrió satisfecho, pero
al culminar la música, ella siguió muriendo.

Página | 110
Justicia

―¡Soy inocente! ―replicó la mujer.


―Todas las evidencias apuntan a que tú acabaste
con esos tres niños ―contestó el gobernador.
Debes pagar por tu crimen.
―¡Yo no he hecho nada! ―respondió ella. ¡Están
cometiendo un error! Sin embargo, ellos no la
escucharon, la ataron al palo y encendieron el
fogón.
―¡Quemen a esa bruja! ―gritaba la gente
enardecida.

El pavor se reflejaba en sus ojos. El fuego crecía


rápidamente y nada podía evitar su muerte. Sus
gritos se apagaron lentamente, mientras las llamas
consumían su cuerpo. Cuando la gente se asomó a
ver sus cenizas, de ellas salió volando un cuervo
con rumbo incierto.

Página | 111
Conquistadores

Ellos se llevaron el oro. Pero nosotros guardamos


el maíz, nuestra mayor fuente de riqueza y de vida.

Página | 112
Renacimiento

Después de muchos cataclismos provocados por el


cambio climático, los humanos se extinguieron.
Los animales, al fin vivían libres y en paz, de su
mayor depredador, el hombre. Pasaron miles de
años para que el mundo volviera a su equilibrio.
Todo estaba bien, hasta que el mono comenzó a
evolucionar.

Página | 113
Edward Antonio Martínez Celis
(Sogamoso, Boyacá, Colombia)

Conocido en el mundo de las letras como el


Coyote, Licenciado en psicopedagogía y gestor
cultural actualmente dirige el club de lectura
Huitaca. Busca juntar iniciativas propias y
comunitarias en pro de la paz y el bienestar de su
territorio.

Página | 114
Ausente

En la profundidad del inconsciente, de la angustia


eterna de saber qué pasó con esa persona que fue
amigo, cómplice y amante de otros seres. A veces
queridos, odiados e incomprendidos por eso
desprecio el olvido y maldigo el perdón, hoy
escribo para recordarles.

Página | 115
Desconfianza

¿Qué sucede cuando no sabes quién conspira contra


tu integridad? Miedo, angustia, paranoia, ansiedad
junto con un sin fin de pensamientos que conspiran
contra tu libertad y no te dejan vivir en ―paz―.

Página | 116
Libertad

Me despierto un día cualquiera, el ambiente fresco,


nebuloso y casi fantasmagórico de la montaña me
hace pensar más allá de lo obvio de lo natural de
ese truco mental irreal que nos condiciona y amarra
a una realidad mental que no se puede ignorar ya
que la tengo que recordar cada día al despertar.

Página | 117
Fruto perfecto

Planta mítica, nutritiva, deliciosa y mística que


desde tiempos inmemoriales acompaña el
crecimiento espiritual y físico de muchas
comunidades en todo el planeta, gracias por
permitirnos gozar de todos tus beneficios y permitir
que tu semilla crezca y se reproduzca hasta el sin
fin de los tiempos. Gracias Mamapacha por ese
fruto perfecto al que algunos pueblos llamamos
maíz.

Página | 118
Camilo Montecinos Guerra
(Arica, Chile)

Escritor, profesor y gestor cultural. Ha publicado el libro de


microficción Golpes sobre la mesa (Ediciones Sherezade,
2017). Asimismo, sus textos han sido difundidos en
antologías y revistas literarias de Latinoamérica, España y
Alemania. Forma parte del colectivo internacional
Minificcionistas Pandémicos. Los años 2017 y 2021 obtiene
Beca a la creación literaria del Ministerio de las Culturas de
Chile.

Página | 119
Amor altiplánico3

Yo aprendía contigo lenguajes paralelos, cada


noche, cada vez que el sol se escondía tras los
Andes. El Guallatiri nos miraba asombrado cuando
retirabas tu armadura y yo, mis ropajes de lana de
alpaca, y desnudos nos entregábamos al deseo de
un amor imposible. Tus manos blancas, con sangre
española, palpaban mi piel morena y rojiza.
Tocaban con suavidad, con elegancia, con firmeza.
Me invadías con tus armas; mi cuerpo cedía su
defensa.

Acostados sobre la llareta, el olor a menta se


entremezclaba con el aroma agresivo de tus besos
de héroe y usurpador. Yo era tierra húmeda en tus
brazos, la Pachamama misma dando frutos. Yo era
agua termal para tus pies. Y ahora, tal como la
camanchaca del desierto, divago entre estas

3
Texto inédito.

Página | 120
quebradas y arroyos andinos, como un eco que
repite tu voz que no volverá.

Página | 121
Biografía inconclusa4

Nació el 4 de octubre del 2007, cursa cuarto básico


y le gusta el deporte. Murió un viernes de abril del
2015. El viernes siguiente murió otra vez, y al
siguiente viernes lo mismo.

Y así muere cada viernes, cuando el padrastro abre


la puerta de la pequeña habitación y apaga la luz.

4
Publicado en Golpes sobre la mesa, Ediciones Sherezade, 2017.

Página | 122
Cargo de conciencia5

Me sigue a todas partes. Me espía cuando voy a la


oficina, cuando estoy en el mall, en el metro, por
las calles. A ratos siento su presencia, sus pasos, su
respiración, y escucho que me llama, que me habla
pidiéndome que lo perdone.
Que está arrepentido.
Que nunca fue su intención asesinarme.

5
Publicado en Golpes sobre la mesa, Ediciones Sherezade, 2017.

Página | 123
Cuarentena extendida6

La habitación principal de nuestra casa continúa


cerrada. A pesar de que terminó el confinamiento,
nadie se atreve a abrirla. Allí dormía nuestra
madre. La extrañamos, pero entendemos que ya no
pertenece a este mundo. A veces, la observamos
deambular por los pasillos en forma de espectro y
no nos asusta, nos complace verla, aunque sea así,
fantasmal. Lo que nos aterra son los gritos. Los
gritos de ella que aún se escuchan desde su cuarto.
Los gritos de dolor, de auxilio, de súplica, alaridos
que nadie pudo escuchar en su momento. También
se escuchan los gritos de él, los golpes en las
paredes, la quebrazón de cuadros y objetos, el
sonido mudo de un disparo. Retumban en su
habitación como un eco siniestro e interminable,
una cuarentena convertida en infierno.

6
Publicado en Confinamiento: antología de terror y ciencia ficción,
Cathartes Ediciones, 2020.

Página | 124
Patricia Nasello
(Córdoba, Argentina)

Es Magíster en Escritura Creativa y Contadora Pública. Ha


publicado cinco libros de minificción, una antología
personal y una micronovela.
Participó en antologías, periódicos y revistas culturales en
Argentina, México, España, Perú, Chile, Bolivia,
Venezuela, Hungría y Rumania. Coeditora en Tusca
Editoras. Editora en Piedra y nido. Dictó el Seminario
Cuento breve, microrrelato y minificción para la Maestría
en Investigación /Creación Arte y Contexto, Universidad de
Nariño, Colombia.

Página | 125
Calor

Desde la pantalla, el locutor anuncia que el último


hielo que resistía en aquella cima de los Andes se
ha derretido. La niña observa la expresión azorada
de su padre, los ojos llorosos de su madre que se
dirigen a su hermanito bebé con una mirada que no
interpreta; sin embargo, se trata de una
preocupación tan honda que, a la pequeña, ese
horror materno indescifrable se le anuda en la boca
del estómago. Lo que sí interpreta es la fuerza a
contener el aliento, la vida cambiará para su
familia. Para todas las familias y para cuanta sola y
solo habite el mundo. Cambiará para siempre. Y
para mal.

Página | 126
La bruja

A despecho de la agudeza de sus razonamientos, su


mente es más negra que una pintura tenebrista de
Caravaggio. De modo tal que, cuando su fanatismo
ordena prenderla, este inquisidor cree obrar en
nombre de la justicia. Así es como dos sicarios se
presentan en el socavón en el que la anciana se ha
instalado desde hace años. A pesar de la
deshumanización a la que su tarea vil los ha
reducido, los brutos no pueden menos que
sorprenderse al observar la pulcritud de lo que en
definitiva no es más que una cueva. El piso luce
paja fresca mientras que las oquedades naturales
han sido utilizadas para colocar diferentes ramos de
hierbas secas.
A través de las mil y una arrugas que rodean sus
ojos, ella los mira con una intensidad serena.
Luego, sopla con suavidad para apagar la única
vela que ya no volverá a alumbrarla.
Después de ser torturado, su cuerpo arderá en la
hoguera. Entonces, las mujeres y los hombres de la

Página | 127
aldea habrán perdido a su única médica. La única
luz que, velando por ellos, los alumbraba.

Página | 128
Música en mi boca

No anhelo cantar, sino encantarte.

Página | 129
Concierto perdido en verde mayor

Y en medio de toda aquella desmesura, el carnívoro


se alimentaba del herbívoro y los insectos de
despojos que luego los hongos habrían de
transformar. Y así fue durante incontables milenios
y para bien. Hasta que se produjo el arribo de este
animal irresponsable, ventajista, codicioso, salvaje,
feroz. Y este animal destruye la Amazonia.

Página | 130
Norma Yurié Ordóñez
(Ciudad de Guatemala, Guatemala)

Diseñadora Gráfica de profesión. Segundo lugar, categoría


cuento, Don Simón; Primer Premio Nacional de Literatura
para Nuevos Escritores, Diario de Centro América, 2013.
Microrrelatos suyos han aparecido en diversas antologías,
revistas, blogs y páginas nacionales e internacionales.
Integrante del Colectivo Internacional Minificcionistas
Pandémicos. Creadora de la página de difusión de
microficciones internacionales en formato audiovisual
Micro Audioteca.

Página | 131
Simulación

En medio de la milpa rehuimos el eclipse. Mientras


oscurece, la gente de la aldea hace ruido golpeando
trastos de hojalata y peltre. Las mujeres se
esconden en sus casas por temor a morir o de dar a
luz niños con «mordedura de luna».
Frente al centelleo de las luciérnagas, con dos
granos de maíz: uno negro y otro blanco, recreo el
eclipse ante la mirada curiosa de mi hermanita.

Página | 132
Naufragio

La esclava africana es acusada de herejía por


practicar su danza originaria y gestar una tormenta
en contra de los reyes. Mientras el tribunal del
Santo Oficio aguarda la llegada por mar del nuevo
inquisidor, en la cárcel, la esclava conjura
tempestades y coloca en un vaso de agua una hoja
que simula una embarcación.

Página | 133
Creación

Sobre el suelo agrietado juego con una mazorca.


Mientras la sostengo, extiendo dos hojas como si
fueran brazos, pero está vacía. Según la abuela, los
dioses mayas crearon la humanidad a partir del
maíz. Si supiera cómo darle el soplo de vida a mi
mazorca, haría lo mismo con la abuela que después
de la última sequía se encuentra quietecita debajo
de la tierra.

Página | 134
Legado

Antes de dormir leo historias sobre bosques


tenebrosos. En mis sueños, las guedejas que
empiezan a cubrir mi rostro caen y crecen
desmesuradas por el suelo. Cuando despierto
sobresaltada, la abuela murmura una canción
ancestral y me estrecha entre sus ramas.

Página | 135
Zulay Pinto
(Bogotá, Colombia)

Publicista e ilustradora. Dentro de su ejercicio profesional


se ha desempeñado como redactora y estratega publicitaria,
además de diseñadora y gestora cultural. Apasionada de la
microficción y la poesía, textos suyos hacen parte de
antologías y revistas literarias. Actualmente, forma parte del
programa radial Suenan timbres, de la revista Alebrijes y de
la Editorial Avatares, medios especializados en literatura
breve, y es miembro del Colectivo Internacional
Minificcionistas Pandémicos. Es autora del libro de
epitafios minificcionales Más allá del punto final (Editorial
Avatares, Colombia, 2021).

Página | 136
El choque

Cada vez que tengo algún problema o debo tomar


una decisión importante, hipopótamos danzarines
se apoderan de mi mente y el reloj se detiene al
compás de un Lago de los Cisnes, por demás
extraordinario, que fluctúa entre tutús esponjosos,
rabos oscilantes y pezuñas a modo de zapatillas. En
contraste a lo que debiera ser, la vida se torna ligera
sobre patas monumentales que desafían la gravedad
ante mi rostro embelesado. Cuando Odette y
Sigfrido detienen su coreografía y los demás
paquidermos voltean a verme, tomo conciencia de
que nuevamente me he sumergido en divagaciones.
Sin embargo, no tengo oportunidad, el conductor
del auto que me embiste también disfruta del
espectáculo.

Página | 137
La voz

Cuando mi hermano desapareció todos culparon a


la señora Nat. Al oscurecer, corrieron a su casa y la
sacaron a rastras. Era un hecho irrefutable, se
trataba de una bruja. Nunca quiso casarse, vivía
sola y fabricaba pócimas con hierbas y hongos,
además, siempre se supo que a ella acudían mujeres
jóvenes que evitaban engendrar y otras con
dificultades al momento de parir. Jamás olvidaré su
cara aterrorizada ni sus gritos, pero tampoco los
ojos de mi padre, inyectados de odio, mientras
encendía con su antorcha la hoguera en la que fue
quemada. Espero que la voz del río no me pida que
le entregue otro niño.

Página | 138
Transgenia

Los alienígenas encontraron un mundo devastado,


aunque invadido por plantas gramíneas, de grandes
hojas que envolvían frutos resplandecientes. Todas
idénticas entre sí, con granos perfectos y alineados
de manera casi matemática. Al realizar los estudios
genéticos, se sorprendieron por la forma tan
rigurosa en que fue modificado el ADN, hasta el
punto de dejarlo desprovisto de su naturaleza
original. Se trataba de una especie artificiosa que se
reproducía fuera de control y, paradójicamente, la
única habitante de aquel lugar estéril. Asimismo,
encontraron vestigios del creador, sin duda, dotado
de gran inteligencia, pero arrogante y obsesivo, el
gestor de su propia extinción. Se horrorizaron. Al
final, en común acuerdo, decidieron abandonar el
planeta y no revelar el hallazgo.

Página | 139
Caso resuelto

Visiblemente entusiasmado, le ofreció varias copas


de escocés, mientras evocaba cómo habían
alcanzado reconocimiento universal al descifrar
crímenes dados por insondables. Cuando finalizó el
«monólogo», se sentó en el escritorio, tomó el arma
del cajón y le propinó a Watson un tiro en medio de
las cejas. No fue tan elemental ni mucho menos
divertido descubrir que se venía acostando con su
esposa.

Página | 140
Estela Porta
(Tafí Viejo, Tucumán, Argentina)

Escritora y profesora en Letras (Universidad Nacional de


Tucumán). Recibió importantes premios y distinciones por
su trayectoria en las Letras.
Publicaciones: Participó en revistas y antologías nacionales
e internacionales, en soporte papel y virtuales. Libros de
autor: Microficciones: Del Lado de los Tarcos, 2014,
Cuando los ojos, 2019, Encender la chispa (hiperbreves),
2021. Poesía: Pequeños Fuegos, 2013, De Tarcos y
Gorriones, 2015, Desde el Oriente, 2015, Hilos de la
Historia, 2016, Limonero en flor, 2018, El beso mágico,
Coplas infantiles, 2018, Si digo Yungas, 2021.

Página | 141
El periplo del héroe

La recompensa asomó tímida desde las raíces de un


nogal calcinado. La llamada insistente, voy, voy,
voy y el minuto en atravesar el umbral de la rutina
y pararse frente al cerro, ese ovillo de llamas. Todo
él convertido en un diluvio alevoso, a contrafuego,
a contramuerte. La serpiente y el colibrí, el gato
montés, las lianas y los nogales avivaban el
infierno. Soy invencible, soy invencible. Hasta
conspiró el cielo en un tobogán de agua, esa vez.
Respiró hondo, extenuado, contemplando su nuevo
territorio de cenizas; acababa de iniciarse en esto
de ser Bombero Voluntario para siempre. Sí, los
ojillos asustados de la vizcacha, la mejor
recompensa.

Página | 142
Nadie7

Sin nombre ella, la limonera (le dice el pueblo).


Puerta por puerta, el precio de la docena y tres de
yapa. No la bolsa, le pesaban los años en su
espalda. Su cargamento de soles no pudo calentarla
más. Invierno del alma. Esa tarde, ella fue lluvia y
llovió su hielo sobre el banco frío de la Plazoleta de
la Madre. Su último lecho. Los limones de la bolsa
siguen rodando por el suelo…

7
De Del lado de los tarcos, microficciones, I.N.S.I.L. - F. de F. y L.,
U.N.T., San Miguel de Tucumán, 2014.

Página | 143
Tantas veces, en lo íntimo invisible hay un aire
demasiado raro, un olor violento, nauseabundo y no
es a muerte en el brocal.
El propio hogar es el aljibe, el laberinto de
Asterión. Deshojación infame. La niñez sin boca,
amenazada.
El propio hogar, sin salida, va gestando el
espejo, el Otro, Minotauro del mañana.
El propio hogar el pozo, la sepultura de los
sueños; los secretos de entrecasa son pena de la
palabra muerte.
Y no poder hacer nada o hacer todo.
La flecha sucediendo en el arco de la Palabra.
Ellas, las de la pluma en la mano, las que
encienden las palabras para salvar a tantas otras,
mujeres rotas, mujeres sombras, fantasmas sin ojos
y sin voz. Las de la pluma en la mano, mujeres

Página | 144
escritoras, tejedoras que van hilando las alas, el
vuelo hacia el ―nunca más―. Ellas, las escritoras,
artesanas del verbo rebelarse, del sustantivo coraje
―escribe la abuela con su pluma en la mano―
fueron y somos, somos y seremos capaces de
reescribir el mundo a la manera del pájaro, leer el
mundo a la manera del agua, nombrar el mundo a
la manera de la luz, recrearlo sobre la tierra negra y
recrearnos, que no es poco.8

8
De Cuando los ojos, microficciones, Editorial Trascendernoa, San
Miguel de Tucumán, 2019.

Página | 145
Patricia Rivas
(Santiago de Chile, Chile)

Minificcionista chilena. Lic. en Artes Teatrales,


Universidad de las Artes y las Ciencias Sociales, Arcis y
Diplomada en Pedagogía Teatral, Pontificia Universidad
Católica de Chile. Libros de minificción: Hija bastarda,
Ed. Asterión, Chile (2009), Cof Cough Ceibo ed., Chile
(2014), Transacciones 1ª ed., Ed. Eutôpia, Chile (2019),
2ª ed., Amazon (2021) y Sustituibles, Amazon (2021).
Publicada en Antologías y revistas, nacionales e
internacionales. Fundadora del Colectivo Internacional
Minificcionistas Pandémicos.

Página | 146
Agua

Me encuentro sumergida en el vientre de mi madre,


sus aguas son acogedoras y plácidas, soy pequeña
aún, me sobra espacio para nadar y jugar, no
necesito más. Mi corazón sabe que el agua,
mi/nuestro elemento es sagrada. Soy adulta y el
líquido esencial se ha extinguido. Muero de sed.

Página | 147
Sonido Sagrado

La Machi invoca en rogativas junto al Rehue para


que el Wenu Mapu, tierra donde residen los
protectores, espante al Miñche Mapu, mundo
subterráneo de las fuerzas del mal. A cada toque
del Kultrung percibe el dolor de los golpes que su
pueblo continúa recibiendo por manos de los
wincas, golpeadores de su identidad, ladrones de
tierras. Arden lágrimas de sangre.

Página | 148
Mater humanitas

En este mundo que avasalla a la mujer con deseos


de educarse yo, Hipatia, he logrado instruirme en
las artes de las matemáticas y la filosofía. Estoy
consagrada al pensamiento y la enseñanza, no soy
mulier grata de la sociedad, tampoco ansío criar
familia alguna ni pasar mi vida junto al mismo
hombre. Me desafié ser la madre de mi misma
cambiando el patrón de mis antepasadas. El sol de
estío está fuerte, acalora mi vestido pegándose a mi
cuerpo sudoroso, me avisa que necesito un nuevo
amante, de acuerdo a lo dictaminado por los
religiosos, las mujeres no somos iguales a los
hombres. Una turba furiosa brama que soy bruja,
manos violentas me secuestran durante la
ceremonia de Cuaresma sin derecho a defensa.
Siento mucho temor, arrastran mi cuerpo lacerado,
ardo en llagas, grito, ruego socorro, me amarran,
me violan, me arrojan piedras. El género masculino
está preso de la pasión, la ignorancia, el dogma. El
miedo.

Página | 149
Consuelo. Munakuywanmi willasaq

En la Cordillera de los Andes a la altura de la llaxta


de Santiago de Chili se encuentra la «Laguna del
Inca», cuentan los sabios que el bello color de sus
aguas es producto de esta historia de amor. Antes
de la llegada de los españoles, los incas poseían el
dominio de estas tierras, como se consideraban
hijos del inti las cumbres eran el escenario ideal
para sus ceremonias. Los enamorados, el joven Illi
Yupanqui y la princesa Kora-llé decidieron
celebrar su boda en la cúspide de la montaña alzada
a orillas de la laguna, al concluirla, siguiendo el
rito, la joven descendió con su traje y umiñasqas
por la ladera escarpada, resbaló cayendo al vacío.
El príncipe con gritos de horror por la muerte de su
warmayanay depositó el cuerpo en las
profundidades de la laguna, de inmediato las yakus
tornaron a esmeralda color de los ojos de la ñusta.
Hoy el estanque permanece encantado, a
medianoche los habitantes de la capital oímos el

Página | 150
llanto desgarrado del consorte. Aprovechamos para
encubrir el propio.

Página | 151
Alberto Sánchez Argüello
(Managua, Nicaragua)

Psicólogo, Máster en Literatura Española e


Hispanoamericana. Director de Parafernalia Ediciones
Digitales y fundador del Colectivo microliterario
nicaragüense. Ha publicado obras de minificción y literatura
infantil y juvenil en Estados Unidos, México, Nicaragua,
Costa Rica, Colombia, Perú, Chile, España y Corea del Sur.

Página | 152
Inventario de la novela que no escribiré

Un hombre que se vuelve transparente | una secta


que trata de provocar el apocalipsis | una mujer
amnésica que habla con los árboles | gatos que
flotan sin rumbo fijo | un pueblo en el que todos
duermen | un niño que mira desde el espejo.

Página | 153
Desencuentro

Él le da la espalda, ella también. Arrepentido,


voltea y no la encuentra. La busca, pero sus manos
solo tocan tela, kilómetros de ella. Él pasará el
resto de su vida explorando un infinito valle textil,
ella lo esperará sin esperanza, más allá de la
sábana.

Página | 154
Idólatras

Cada noche aplasto con apatía sus diminutos


hogares y edificios, pero vuelven a reconstruirlo
todo, comenzando con la ridícula estatua de su
plaza mayor, hecha a mi imagen y semejanza.

Página | 155
Otra Alicia

A través de la ventana mira por última vez el lago,


las parejas enamoradas, los edificios coloridos y las
gaviotas solitarias. Toma entonces su maleta y se
arrastra a través de un agujero en la pared. Ya
afuera, se incorpora, pisotea el libro y se pierde en
la nada.

Página | 156
Angélica Santa Olaya
(Ciudad de México, México)

Poeta, escritora, historiadora, Maestra de Cuento,


Minificción y Haiku para el Diplomado en Creación
Literaria del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBAL).
Primer lugar en dos concursos de cuento breve e infantil.
Mención Honorífica Concurso de Minificción IER/UNAM
En su tinta 2020. Publicada en 130 antologías
internacionales. Autora de 16 libros. Minificción:
Feisbuqueo, luego existo (2017) y Funambulistas (2021).
Traducida al rumano, portugués, inglés, italiano, catalán y
árabe.

Página | 157
Depredador

Una frase, otra… y no muchas más. Escribía


minificción para inocular a los lectores
convirtiéndolos en ávidas sanguijuelas hambrientas
de pequeños bocados de imaginación. Ellos no se
percataban de la metamorfosis hasta que él, feliz,
las engullía y el ciclo recomenzaba.

Página | 158
Stradivarius

¿Cómo es posible un sonido tan bello? Se


preguntaba el público embelesado con el adagietto
de la sinfonía 5 de Mahler. Mientras el músico
blandía el arco, el instrumento recordaba el
romance del árbol que, no pudiendo soportar la
lejanía de su amado río, se entregó a sus aguas
guardando entre sus fibras el rumor de la paz que lo
inundó mucho antes de convertirse en violín.

Página | 159
Fuego

¡Que la quemen en la hoguera! ―Vociferó el


inquisidor, y se relamió los labios recordando la
suavidad de sus carnes y el fuego que ardió en sus
ojos el día anterior mientras la violaba. Ese fuego
rebelde que se avivaría con los siglos convertido en
gritos, danzas y un paso incendiario que, todavía,
ningún esparadrapo ni hoguera pueden detener.

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Epifanía

Era tan hermoso que decidió vigilarlo para que no


se fuera. Se sentó en una piedra y no le quitó los
ojos de encima ni un solo segundo. Ese día no
comió, ni bebió ni se preocupó de resguardarse
para calmar el calor. De pronto, el sol, aburrido de
sentirse observado, corrió a esconderse en el único
lugar donde no podría ser visto por el hombre;
dentro de él. El hombre, inundado de luz,
encegueció. Entonces vino la noche y ambos,
hombre y sol, pudieron descansar. Al día siguiente
el hombre sabía que, aún ciego, no estaba solo.

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Eliana Soza Martínez
(Potosí, Bolivia)

Comunicadora, escritora y gestora cultural. Publicaciones:


Seres sin Sombra (2018). 2da. Edición (2020), Editorial
Electrodependiente, Bolivia. Encuentros/Desencuentros
(2019), Bolivia. Monstruos del Abismo (2020), Editorial
Velatacú, Bolivia. Pérdidas (2021), Editora BGR, España.
Antologadora junto a Karla Barajas de Minimundos
(Antología del I Festival Internacional de Minificción,
Minificcionistas Pandémicos) (2021) Dendro Ediciones,
Perú.

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Armonía nocturna

Las noches de insomnio se estaban volviendo


insoportables. No podía mirar la televisión o
escuchar música porque despertaría a mi marido y
al bebé. Lo peor era el silencio que permitía dar
oídos a los pensamientos. Aunque no había un
vacío total, percibí la respiración de Andrés, que
tenía un ritmo, aspiraba, expiraba y de pronto
mutismo, segundos incontables y de nuevo la
aspiración entrecortada.
El tic tac del reloj de pared con su cadencia
incansable igual a la de mi corazón, ¿cómo era
posible que coincidiera el compás?, combinaban
tan bien con el hálito de mi esposo y los sonidos de
golpes de mi hijo al moverse en su cuna. Al
sentirme despierta, mi gata se subió a mi pecho y
ronroneó. Empezaba a montarse una armonía
compleja. Por la ventana, un perro con sus ladridos
hacía de cantante, un concierto sui generis. De esa

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forma, la noche no se hizo tan larga. Desde
entonces escucho música en todas partes.

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Epifanía

El juicio duró una semana, en lo que la acusada


sufrió torturas para admitir su culpabilidad. El juez
y representante de la Santa Inquisición la hostigó,
ni los gritos ni el llanto de la mujer lo conmovían.
Sus ojos desafiantes, la inteligencia desbordada
respondiendo sus preguntas, el cuerpo joven y
firme lo inoculaban de flaquezas, que pensó nunca
más sentir desde aquella juventud, cuando casi deja
el monasterio. En cambio, al transcurrir los días, la
procesada ganaba serenidad, incluso al momento de
la lectura de la sentencia: morir en la hoguera.
La última noche recordó a su abuela, maestra en las
artes de herbología, astronomía, alquimia,
clarividencia y pócimas. A su mente también
vinieron sus hermanas, no de sangre, sí de camino.
Ellas sufrirían, suponiendo su muerte; en algún
momento creyeron que era la elegida. No concilió
el sueño, revivió su iniciación, cuando experimentó
el poder en su cuerpo. Ahora, sentía luz en su

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interior, que se comía las sombras de su celda,
cerró los ojos por unos segundos y los rayos del sol
se colaron por los agujeros del techo.
Después de la lectura de su sentencia y las razones
por las que la quemaban viva, el tiempo se
suspendió en el aire. Al momento de encender las
llamas, la gente que veía el espectáculo se asombró
al percatarse de una extraña luz que rodeaba a la
mujer. La sorpresa fue mayor, porque el fuego no
le hacía daño y el color de las flamas cambió a un
rojo intenso. De pronto, ella levitó frente a las caras
asombradas de todos. La profecía se había
cumplido, era la elegida y, por tanto, inmortal.

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Artesana de palabras

Para Patricia Dagatti

Sus alas no crecieron, las pintó con la paciencia de


un acuarelista, que con amor observa el matiz de la
realidad y la fantasía. Esta misma devoción la
transfiere al arte de las palabras, para encontrar en
cada frase, la precisa, la necesaria.
Sus alas no son del tamaño regular, sino unos
generosos apéndices, ambiciosos como sus sueños.
Cada pluma es una obra de arte, una parte única de
un todo. Debía ser así, porque con su sutil aleteo
insufla vida a los miles de personajes que esperan
para habitar una de sus minificciones.

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Humintas con ají

Es verano, desgrano un choclo y mientras le voy


quitando una a una aquellas perlas ambarinas,
pienso en mi abuela y su diminuta cocina donde
preparábamos la receta familiar de humintas. En
medio del quehacer me contaba algunas historias
de mi madre cuando era niña, decía que era igualita
a mí, no le creía porque no nos llevábamos bien y
yo opinaba que éramos diferentes.
Luego de tener suficientes granos, los molíamos y
mi abuela me susurraba que era la parte donde
demostrábamos nuestra fuerza, como en los
momentos malos de la vida. Después,
preparábamos juntas la mezcla a la que ella
aumentaba un huevo para unirlo todo, una pizca de
azúcar que le daba sabor y ají rehogado que pintaba
de rojo la masa. Escogíamos las mejores chalas y
les untábamos el maíz preparado y las
coronábamos con un pedazo grande de queso.

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Entonces, dividíamos los triangulares al horno y los
rectángulos amarrados a en agua hervida. Cada una
con gusto y textura diferente. De niña prefería las
horneadas, se asemejaban a cartas del futuro que
recibían los mayores. Hoy, me gustan más las de
olla, las imagino como regalos que me entregan, en
su sabor, recuerdos de las manos de mi abuela y me
demuestran lo parecida que soy a mi madre.

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Carmen Tocay
(San Pedro, Chuarrancho, Guatemala)

Maya kaqchikel. Egresada de la Licenciatura en Letras en la


Universidad de San Carlos de Guatemala. Correctora de
estilo. Columnista en Revista Luna: Versos de plata.
Pertenece al colectivo internacional Minificcionistas
Pandémicos. Ganadora del certamen I Premio Mundial de
Micros POE (2019). Autora de Reminiscencias (Editorial
POE, 2021). Ha sido publicada e incluida en revistas y
antologías de Centroamérica y Sur América.

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Árboles milenarios

Era una tarde de sofocante calor.


Moribundos observan como el cemento se
carcomió casi todo el territorio que habitaban y
compartían junto a muchos animales e insectos.
Primero dejará de fluir el agua, pronto no habrá
aire que respirar.

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Un encuentro inesperado

Fue un día de invierno, durante la tarde y parte de


la noche la lluvia fue intermitente, durante todo el
día las ventas fueron bajas. Casi era hora de cerrar
cuando el teléfono sonó, fue una orden de tres
pizzas, una veggie y otras dos especiales de carne.
Bueno yo era uno de los repartidores así que fue mi
turno la última entrega, al ver la dirección vi que
debía entregar la orden en una funeraria, ―quién
tiene hambre cuando está velando a su muerto―
me dije.
Al llegar a la puerta de la funeraria alguien abrió la
puerta.
―Pase adelante joven ―dijo un hombre con
apariencia de no más de treinta y cinco años, pelo
ondulado, nariz aguileña, con bigote en el labio
superior, con un traje negro un tanto viejo.
―Muchas gracias.

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―No hay de qué, está en su casa ―contestó,
mientras se fue por un pasillo, diciendo―:
«Muchos siglos van corridos
desde que hay suicidados
amantes menospreciados
y jugadores perdidos».9

Caminé por otro pasillo, en ese momento unos


jovencitos salieron a mi encuentro, dijeron que
ellos habían ordenado y me pagaron. Mientras
tanto escuché los murmullos de las personas que
decían que la chica que velaban se había suicidado
y se preguntaban por qué lo habría hecho.
Al salir estaba un tanto desconcertado, estaba
seguro de que lo que había dicho el señor, lo había
leído en alguna parte.

9
Fragmento del poema Suicidados, de José Batres Montufar

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Resistir por el agua

Hace mucho tiempo cerca de mi hogar había unos


ríos, eran cristalinos, tan cristalinos y estaban
rodeados de árboles.
Durante mi infancia solía jugar a las orillas del río,
otras veces iba con mi madre a traer agua. Ahora
solo son recuerdos, varias veces sin piedad cortaron
los árboles, los ríos se secaron, y yo con un nudo en
la garganta no pude hacer nada.
Solo un río sobrevivió, lo empezamos a cuidar
porque gracias a él podíamos regar nuestros
cultivos. —El agua es parte de nuestra vida—.
Un día una empresa empezó a utilizar el agua de
nuestro río, ahora tenemos poca agua para regar
nuestros cultivos y para consumir.
Cuando notamos los daños provocados,
empezamos a organizarnos con otros vecinos y nos
opusimos a sus proyectos.

Página | 174
Los dueños de la empresa dicen que nosotros
somos unos revoltosos, que somos gente que no
entiende de progreso. —Lo que ellos no saben es
que el agua es vida y que hay que respetarla para
que podamos vivir—.
A varios vecinos los han asesinado, yo he sufrido
algunas agresiones, también me han querido matar,
pero yo nunca dejaré de luchar, aunque muera.
—Hoy estoy acá, entre las rejas, mi delito es
defender el agua—.
Mi deseo es que las futuras generaciones de mi
pueblo no sufran por la falta de agua, que tengan
una vida digna. Que los invasores no les arrebaten
ese derecho.
—Por ello resistir, es ante todo un acto para
defender el agua—.

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Índice

Presentación ......................................................... 3
(Patricia Rivas Morales)

Lilian Aguilar de Andreutti .................................. 8


(La Guaira, Venezuela)
Desconcierto ......................................................... 9
Simiente .............................................................. 10
Presencia femenina ............................................. 11
El emperador ...................................................... 12

Roberto Almendáriz Rueda ................................ 13


(Quito, Ecuador)
La casa de las hormigas ...................................... 15
Pluviometría ....................................................... 16
Canto de cisne .................................................... 18

Página | 176
Toponimia........................................................... 19

Karla Barajas ...................................................... 21


(Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, México)
Geometría ........................................................... 22
Jiaorén................................................................. 23
Hilo de dragón .................................................... 24
Natalidad............................................................. 25

Jorge Jesús Barriga Sapiencia ............................ 26


(Potosí, Bolivia)
Terror en el ocaso ............................................... 28
Regimiento 588 .................................................. 30
Música de costillas ............................................. 31
Pipocas para el alma ........................................... 34

Camilo F. Cacho ................................................. 35

Página | 177
(La Consulta, Mendoza, Argentina)
La obra del mundo .............................................. 37
Amor eterno ........................................................ 38
Caja de muñecas ................................................. 40
Responso de un buitre a un hombre solitario ..... 43

Ricardo Calderón Inca ....................................... 45


(Trujillo, Perú)
Decisión .............................................................. 47
El que ríe al último ............................................. 48
El último deseo ................................................... 49
Ecuador ............................................................... 50

Sara Coca ............................................................ 51


(Sevilla, España)
Cambio climático ............................................... 53
Deshonra ............................................................. 54

Página | 178
Los raros ............................................................. 55
Paréntesis ............................................................ 56

Patricia Dagatti ................................................... 57


(Villa María, Córdoba, Argentina)
El llanto de la Pachamama ................................. 59
Herejías ............................................................... 60
La embajadora .................................................... 61
Resistencia .......................................................... 62

José Manuel Dorrego Sáenz ............................... 63


(Madrid, España)
Caza de brujas .................................................... 64
El amante fiel...................................................... 66
Nada .................................................................... 67
Volver la vista atrás ............................................ 68

Página | 179
Lorena Escudero ................................................. 69
(Soria, España)
Ruidos II ............................................................. 71
Otra vez .............................................................. 72
Ruidos III ............................................................ 74
El día en que nos enamoramos ........................... 75

Jonathan Alexander España Eraso .................... 76


(Pasto, Nariño, Colombia)
Del libro Paisajes de Luz .................................... 78
Noche desierta. ................................................... 89
Ruido feroz: ........................................................ 80
Libro de niebla.................................................... 81

Geraudí González Olivares ............................... 82


(Valencia, Venezuela)
Certeza ................................................................ 84

Página | 180
Encrucijada ......................................................... 85
Fotografía en blanco y negro .............................. 86
Nota de prensa en tiempos de independencia .... 88

Dina Grijalva ...................................................... 89


(Culiacán, México)
Manjar de México .............................................. 91
Mi nuevo amor ................................................... 92
Instrucciones para escribir una minificción ....... 94
Mi eterno retorno ................................................ 95

Mustapha Handar ............................................... 96


(Agadir, Marruecos)
Oasis ................................................................... 98
Compañía.......................................................... 100
El cazador ......................................................... 101
El gran pez ....................................................... 103

Página | 181
Marti Lelis ........................................................ 104
(Ciudad de México, México)
Aviso................................................................. 106
Boceto de mujer con flores............................... 107
Indigestión ....................................................... 109
Vida íntima de los libros .................................. 111

Patricia Martín Rivas ....................................... 113


(Madrid, España)
Shhh .................................................................. 115
Hibisco, del latín hibiscus, del reino plantae, de la
clase magnoliopsida, de la familia malvaceae . 116
Fuegos póstumos .............................................. 118
Invisibilidad post mortem................................. 120

Juan Martínez Reyes ........................................ 122

Página | 182
(Chimbote, Perú)
Milagro inconcluso ........................................... 124
Justicia .............................................................. 125
Conquistadores ................................................. 126
Renacimiento .................................................... 127

Edward Antonio Martínez Celis ....................... 128


(Sogamoso, Boyacá, Colombia)
Ausente ............................................................. 129
Desconfianza .................................................... 130
Libertad............................................................. 131
Fruto perfecto ................................................... 132

Camilo Montecinos Guerra .............................. 133


(Arica, Chile)
Amor altiplánico ............................................... 135
Biografía inconclusa ......................................... 137

Página | 183
Cargo de conciencia ......................................... 138
Cuarentena extendida ....................................... 139

Patricia Nasello ................................................ 140


(Córdoba, Argentina)
Calor ................................................................. 142
La bruja............................................................. 143
Música en mi boca ............................................ 145
Concierto perdido en verde mayor ................... 146

Norma Yurié Ordóñez ...................................... 147


(Ciudad de Guatemala, Guatemala)
Simulación ........................................................ 149
Naufragio .......................................................... 150
Creación ............................................................ 151
Legado .............................................................. 152

Página | 184
Zulay Pinto ...................................................... 153
(Bogotá, Colombia)
El choque .......................................................... 155
La voz ............................................................... 156
Transgenia ........................................................ 157
Caso resuelto .................................................... 158

Estela Porta ....................................................... 159


(Tafí Viejo, Tucumán, Argentina)
El periplo del héroe .......................................... 161
Nadie................................................................. 162

Patricia Rivas .................................................... 165


(Santiago de Chile, Chile)
Agua ................................................................. 167
Sonido Sagrado................................................. 168
Mater humanitas ............................................... 169

Página | 185
Consuelo. Munakuywanmi willasaq ................ 170

Alberto Sánchez Argüello ............................... 172


(Managua, Nicaragua)
Inventario de la novela que no escribiré .......... 174
Desencuentro .................................................... 175
Idólatras ............................................................ 176
Otra Alicia ........................................................ 177

Angélica Santa Olaya ....................................... 178


(Ciudad de México, México)
Depredador ....................................................... 180
Stradivarius ....................................................... 181
Fuego ................................................................ 182
Epifanía............................................................. 183

Eliana Soza Martínez ....................................... 184

Página | 186
(Potosí, Bolivia)
Armonía nocturna ............................................. 186
Epifanía............................................................. 188
Artesana de palabras ......................................... 190
Humintas con ají ............................................... 191

Carmen Tocay .................................................. 193


(San Pedro, Chuarrancho, Guatemala)
Árboles milenarios ........................................... 195
Un encuentro inesperado .................................. 196
Resistir por el agua ........................................... 198

Página | 187
Colección:
LITERATURA DE LAS AMÉRICAS
Curador de la Colección: Piero De Vicari

Vigésimo Tercer Volumen de la Colección:


“Microscopios” - Colectivo Internacional Minificcionistas
Pandémicos
Editor: Yu’í Páez
Arte de tapa: Juanlu L. Anaya
“Somos uno”. Técnica: Tinta china y acuarela.
Antologadores: Sara Coca - Carmen Tocay - Mustapha
Handar

Libros de la Editorial Digital EOS


De distribución y descarga gratuita
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Escuela de Oficios y Saberes
Facebook: Eos Villa
E-mail: escueladeoficiosysaberes@gmail.com
Rosario - Villa Constitución - San Nicolás – Argentina
Junio 2022

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