Cancer de Cervix-3
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2024-10
Dra.Yania Rodriguez
Introducción
El sistema genital femenino es una estructura compleja que desempeña un papel
fundamental en la reproducción y la salud de la mujer. Está compuesto por órganos
sexuales internos y externos que trabajan en conjunto para la función reproductiva
y el mantenimiento de la salud sexual.
Comenzando con los órganos sexuales internos, estos incluyen los ovarios, las
tubas uterinas, el útero y la vagina. Los ovarios son responsables de la producción
de óvulos y de las hormonas sexuales femeninas, como los estrógenos y la
progesterona. Las tubas uterinas, también conocidas como trompas de Falopio, son
los conductos que transportan los óvulos desde los ovarios hasta el útero, donde
tiene lugar la fertilización si ocurre la unión con un espermatozoide.
La gran mayoría de los tumores que afectan al cuello uterino tienen su origen en el epitelio y son
ocasionados por cepas oncogénicas del virus del papiloma humano (VPH). Durante el desarrollo del
cuello uterino, el tejido epitelial cilíndrico del endocérvix, que produce moco, se fusiona con el tejido
epitelial escamoso que recubre el exocérvix en la abertura cervical. Con el inicio de la pubertad, esta
fusión entre el epitelio escamoso y el cilíndrico sufre una inversión, lo que hace que el tejido epitelial
cilíndrico sea visible en el exocérvix. Con el tiempo, las células
escamosas cilíndricas expuestas experimentarán una transformación en células escamosas, dando lugar
a una región conocida como zona de transformación.
Patogenia
El virus del papiloma humano (VPH) ha sido identificado como el agente principal responsable de la
neoplasia cervical, una condición que afecta a
un gran número de mujeres en todo el
mundo. Este virus muestra una marcada
preferencia por las células escamosas
inmaduras que residen en la zona de
transformación del cuello uterino, donde se
produce una fusión entre el epitelio cilíndrico
del endocérvix, productor de moco, y el
epitelio escamoso del exocérvix, formando
así una región crítica en el contexto de la
salud cervical.
Aunque muchas infecciones por VPH son transitorias y desaparecen dentro de unos meses, algunas
persisten y pueden dar lugar a una neoplasia intraepitelial cervical (CIN), una etapa precursora común
de los carcinomas cervicales invasivos. La detección de la presencia del VPH, principalmente mediante
métodos moleculares, es esencial para la identificación temprana de estas lesiones precursoras y del
cáncer cervical, permitiendo así un tratamiento oportuno y efectivo.
Existen varios factores de riesgo asociados con la infección por VPH y el desarrollo de neoplasias
cervicales. La edad temprana en la primera relación sexual, el número de parejas sexuales, tanto
propias como de la pareja masculina, y la persistencia de infecciones por cepas de VPH
consideradas de alto riesgo son factores que aumentan la probabilidad de desarrollar CIN y,
eventualmente, carcinoma cervical.
La infección por VPH afecta predominantemente a las células basales y menos maduras en el epitelio
cervical, pero la replicación viral ocurre en las células suprayacentes, que están en un estadio más
avanzado de maduración. Esta replicación es facilitada por las oncoproteínas E6 y E7, que desempeñan
un papel clave en la desactivación de los supresores tumorales p53 y Rb, respectivamente. Esta
interacción promueve el crecimiento celular descontrolado y la acumulación de mutaciones adicionales,
predisponiendo así a la carcinogénesis.
Los serotipos de VPH se clasifican en alto o bajo riesgo dependiendo de su capacidad para inducir
cambios malignos. Los serotipos de alto riesgo, como los tipos 16 y 18, son responsables de la mayoría
de los casos de CIN y carcinoma cervical. Estos serotipos tienden a persistir en el tejido infectado y
pueden integrarse en el genoma de la célula huésped, lo que aumenta significativamente el riesgo de
progresión a cáncer invasivo.
Aunque la presencia del VPH es un factor crítico en el desarrollo del cáncer cervical, otros factores
también pueden influir en el curso de la enfermedad. Factores como el estado inmunológico y
hormonal, así como la presencia simultánea de otras infecciones de transmisión sexual, pueden afectar
la progresión de las lesiones cervicales precursoras hacia el cáncer invasivo.
Además, se han identificado mutaciones en el gen supresor tumoral LKB1 en una proporción
significativa de cánceres cervicales. Este gen, conocido por su participación en la regulación del
crecimiento celular a través de la vía AMPK/mTOR, podría desempeñar un papel importante en la
carcinogénesis cervical, ofreciendo así nuevas perspectivas para la comprensión y el tratamiento de esta
enfermedad devastadora.
Neoplasia intraepitelial cervical
La progresión hacia el cáncer cervical inducido por el virus del papiloma humano (VPH) comienza con
cambios epiteliales precancerosos conocidos como neoplasia intraepitelial cervical (CIN), que a menudo
preceden al desarrollo de un cáncer cervical durante varios años, a veces incluso décadas. Según los datos
disponibles, la incidencia máxima de CIN se observa aproximadamente a los 30 años de edad, mientras
que el cáncer cervical invasivo alcanza su punto máximo alrededor de los 45 años.
Por lo general, una lesión de CIN comienza como una displasia de grado bajo (CIN I) y progresa
gradualmente a una displasia de grado moderado (CIN II) y luego a una displasia grave (CIN III) con el
tiempo. Sin embargo, existen excepciones a este patrón, y algunas pacientes pueden presentar CIN III en
el momento del diagnóstico inicial. Se ha observado que, en general, cuanto mayor es el grado de CIN,
mayor es la probabilidad de progresión hacia el cáncer cervical. A pesar de esto, es importante destacar
que muchas lesiones de alto grado no evolucionan hacia el cáncer, e incluso pueden regresar
espontáneamente.
Las lesiones precursoras cervicales, que pueden indicar un riesgo de cáncer cervical en etapas posteriores,
son detectables a través de la citología vaginal mucho antes de que se manifiesten cambios visibles
durante una evaluación macroscópica. La citología vaginal se enfoca en la detección temprana de estas
anormalidades, examinando muestras de células tomadas de la zona de transformación bajo el
microscopio. Históricamente, la citología vaginal ha sido una herramienta crucial en la prevención del
cáncer cervical, habiendo reducido significativamente su incidencia en los Estados Unidos a alrededor
de 12,000 casos al año, con una mortalidad aproximada de 4,000 casos anuales. A pesar de este éxito,
resulta paradójico que la incidencia de neoplasias intraepiteliales cervicales (CIN) haya aumentado en
los últimos años, superando los 50,000 casos anuales. Este incremento puede atribuirse, en parte, a una
mayor sensibilidad en la detección de estas lesiones.
En respuesta a esta creciente preocupación, se ha desarrollado una vacuna tetravalente altamente eficaz
contra los serotipos 6, 11, 16 y 18 del virus del papiloma humano (VPH), con el potencial de reducir aún
más la incidencia de verrugas genitales y cánceres cervicales asociados con estos serotipos. Sin embargo,
es importante tener en cuenta que, a pesar de la eficacia de esta vacuna, no reemplaza la necesidad de
realizar cribados regulares para la detección temprana del cáncer cervical. Muchas mujeres en riesgo de
desarrollar cáncer cervical ya pueden estar infectadas con otros serotipos de VPH no cubiertos por la
vacuna, lo que subraya la importancia continua de la citología vaginal como una herramienta de detección
esencial.
En la figura que ilustra los tres estadios de la neoplasia intraepitelial cervical (CIN), se puede observar la
progresión desde cambios iniciales hasta formas más avanzadas de la enfermedad. La CIN I se caracteriza
por cambios displásicos que afectan al tercio inferior del epitelio escamoso, acompañados de la presencia
de coilocitos en las capas superficiales del epitelio. En cambio, en la CIN II, la displasia se extiende hacia
el tercio medio del epitelio y se manifiesta como un retraso en la maduración de los queratinocitos.
Además, se observan variaciones en el tamaño de las células y del núcleo, heterogeneidad en la cromatina
nuclear y presencia de mitosis por encima de la capa basal, que se extienden hacia el tercio medio del
epitelio. Las células superficiales muestran cierta diferenciación y, ocasionalmente, se presentan cambios
de coilocitos. Por otro lado, la CIN III se caracteriza por una pérdida casi completa de maduración, con
una variación aún mayor en el tamaño de la célula y del núcleo, heterogeneidad en la cromatina, una
orientación desordenada de las células y la presencia de mitosis normales o anómalas. Estos cambios
afectan prácticamente a todas las capas del epitelio, y no suelen encontrarse alteraciones de coilocitos.
Estas características histológicas se correlacionan con los aspectos histológicos mostrados en la figura
correspondiente.
La CIN es generalmente asintomática y se detecta cuando se obtienen resultados anómalos en la
citología vaginal. En estos casos, se realiza una colposcopia para identificar y delinear las lesiones
utilizando ácido acético y para tomar biopsias de las áreas sospechosas. Las mujeres diagnosticadas
con CIN I suelen recibir un seguimiento conservador con controles regulares, mientras que aquellas
con CIN II o CIN III son tratadas con resección quirúrgica, como la conización. Es fundamental
realizar citologías de seguimiento y exámenes físicos regulares durante toda la vida de las pacientes
con CIN de alto grado, ya que el riesgo de desarrollar cáncer cervical, vulvar y vaginal asociado al
VPH persiste a largo plazo.
Los carcinomas cervicales más comunes son los carcinomas epidermoides, que representan
aproximadamente el 75% de los casos, seguidos por los adenocarcinomas y los carcinomas
adenoescamosos mixtos, que constituyen alrededor del 20%, y los carcinomas neuroendocrinos de
células pequeñas, que son menos del 5%. Todos estos tipos de carcinomas están asociados al virus del
papiloma humano (VPH). Es notable que la proporción de adenocarcinomas haya aumentado en las
últimas décadas, lo cual se atribuye a la disminución en la incidencia de carcinomas epidermoides
infiltrantes y a la falta de detección adecuada de lesiones glandulares mediante citología vaginal.
El carcinoma epidermoide alcanza su incidencia máxima alrededor de los 45 años, generalmente entre
10 y 15 años después de la detección de una lesión precursora de CIN. La progresión de la CIN a
carcinoma infiltrante es variable e impredecible, y requiere la presencia de una infección por VPH y
mutaciones en genes como el LKB. Los factores de riesgo para esta progresión incluyen el tabaquismo
y la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH). Este último sugiere la posible
implicación de la vigilancia inmunitaria en el mantenimiento de la CIN. Aunque estos factores de
riesgo pueden ayudar a identificar a las pacientes con mayor probabilidad de evolucionar de CIN a
carcinoma, la evaluación continua mediante exámenes físicos frecuentes y la realización de biopsias de
lesiones sospechosas siguen siendo la forma más confiable de monitorear la evolución de la
enfermedad.
Morfología
Los carcinomas invasivos del cuello uterino se originan en la zona de transformación y pueden variar
desde pequeños focos microscópicos de invasión estromal hasta tumores macroscópicamente visibles y
exofíticos. Cuando estos tumores afectan todo el perímetro del cuello uterino y penetran en el tejido
estromal subyacente, pueden provocar una deformación conocida como "cuello uterino en barril",
detectable mediante palpación directa. La extensión hacia los tejidos blandos del parametrio puede
ocasionar la adhesión del útero a las estructuras circundantes de la pelvis. La probabilidad de
diseminación hacia los ganglios linfáticos pélvicos se relaciona con la profundidad de la invasión
tumoral y la presencia de células cancerosas en los vasos sanguíneos y linfáticos.
El curso clínico del cáncer cervical infiltrante se evidencia con mayor frecuencia en mujeres que han
descuidado los exámenes de citología vaginal o han evitado los chequeos durante períodos
prolongados. En estos casos, el cáncer cervical a menudo se manifiesta con síntomas como hemorragia
vaginal inesperada, secreción vaginal anormal (leucorrea), molestias durante las relaciones sexuales
(dispareunia) o dificultad para orinar (disuria). El enfoque terapéutico principal implica intervenciones
quirúrgicas, como la histerectomía y la extirpación de ganglios linfáticos. Para los carcinomas en etapas
tempranas, se puede considerar la conización como opción terapéutica.
La tasa de mortalidad está principalmente asociada al estadio del tumor y, en el caso de carcinomas
neuroendocrinos, al tipo celular predominante. En la mayoría de los casos, las pacientes con
enfermedad avanzada sucumben debido a la invasión local más que a las metástasis a distancia. En
particular, la insuficiencia renal, resultante de la obstrucción del tracto urinario, se presenta como una
causa común de mortalidad.
Prevención
Para prevenir el cáncer cervicouterino, es esencial implementar medidas integrales que abarcan desde la
educación en sexualidad hasta la promoción de la vacunación contra el VPH y la realización de pruebas
de detección temprana.
Es importante educar a niñas y niños sobre el VPH de acuerdo a su edad y cultura, así como promover
el uso de la vacuna contra el VPH en entornos escolares y centros de salud. Además, se debe fomentar
el uso de condones como medida preventiva para aquellos que han iniciado su actividad sexual. Se
debe advertir sobre los riesgos del tabaquismo, que es un factor de riesgo para diversos tipos de cáncer,
incluido el cáncer cervicouterino.
Las estrategias de prevención varían según la edad de la mujer. La vacunación contra el VPH se
recomienda para niñas entre 9 y 13 años, antes del inicio de su vida sexual. Además, se sugiere realizar
pruebas de detección temprana a mujeres de 30 a 49 años al menos una vez en la vida, con la
posibilidad de extenderlas a otras edades según el riesgo individual de cada paciente.
Es fundamental garantizar el acceso a servicios de salud para la detección temprana del cáncer
cervicouterino. Las mujeres que no tienen acceso a estos servicios aumentan las posibilidades de que un
eventual pre-cáncer se transforme en cáncer.
Vacunación contra el VPH
La vacuna del VPH es una herramienta efectiva para prevenir la infección por ciertos tipos de VPH
antes del inicio de la actividad sexual. Se administra en dos o tres dosis, según el país, y es importante
completarlas antes del contacto íntimo. Aunque no elimina las infecciones existentes, puede ofrecer
protección contra otros tipos de VPH. Es relevante destacar que la Organización Panamericana de la
Salud, por el momento, no recomienda vacunar a los niños varones.
Los exámenes de detección temprana para mujeres adultas incluyen el Papanicolaou (PAP), la
Inspección Visual con Ácido Acético (IVAA) y la Prueba del Virus del Papiloma Humano (VPH).
Estos exámenes deben realizarse con la frecuencia y según las indicaciones médicas correspondientes a
cada país. Es fundamental seguir las recomendaciones médicas y mantener un seguimiento regular para
detectar cualquier anormalidad y recibir tratamiento oportuno.
2.000-2.008-2.012
GRAFICO N3: CANCER DE CUELLO UTERINO. TENDENCIA DE
LAS TASAS ESTAND. INCIDENCIA PAISES SELECCIONADOS DE
AMERICA LATINA. 2.000 2.012
TABLA N2: MORTALIDAD POR CANCER DE CUELLO UTERINO
EN AMERICA LATINA.
2000-2008-2012
GRAFICO N4: CANCER DE CUELLO UTERINO. TENDENCIA DE
LAS TASAS ESTANDARIZADAS DE MORTLIDAD DEL 2.000 AL
2012 EN AMERICA LATINA
El cáncer cervical es uno de los cánceres más comunes en mujeres a nivel mundial, con una estimación
de causar la muerte de aproximadamente 200,000 mujeres cada año. Es particularmente prominente en
regiones menos desarrolladas, donde representa una carga significativa de morbilidad y mortalidad,
pero también se registra en países industrializados, aunque con menor frecuencia.
Durante las últimas dos décadas, se ha llegado a comprender que el virus del papiloma humano (VPH)
es el principal contribuyente al desarrollo del cáncer cervical. Este hallazgo ha sido revolucionario en la
lucha contra esta enfermedad, ya que ha abierto la puerta a una comprensión más profunda de la
carcinogénesis cervical y ha impulsado el desarrollo de estrategias de prevención y detección temprana
dirigidas específicamente al VPH.
Antecedentes epidemiológicos
Antes de la introducción generalizada del cribado del cáncer cervical, las tasas de incidencia y
mortalidad por esta enfermedad eran preocupantes. Sin embargo, gracias a la implementación de la
citología Papanicolaou (Pap), se ha observado una disminución significativa en estas tasas en varios
países. Por ejemplo, en los Estados Unidos, el cáncer cervical ha pasado de ser el segundo cáncer más
común en mujeres a una posición menos prominente, gracias a los esfuerzos de detección temprana.
En el contexto español, el cáncer cervical tiene una incidencia y mortalidad relativamente bajas en
comparación con otros países. Aunque sigue siendo una preocupación de salud pública, los esfuerzos
de detección temprana y tratamiento han logrado mantener estas tasas en niveles manejables. Sin
embargo, aún se registran cientos de nuevos casos cada año, lo que subraya la importancia continua de
la vigilancia y el tratamiento oportuno.
El test de Papanicolaou (Pap) ha sido una herramienta fundamental en la detección y prevención del
cáncer cervical. Sin embargo, su sensibilidad y especificidad pueden variar, lo que plantea desafíos en
su interpretación y aplicación clínica. Aunque se ha demostrado que el cribado con Pap reduce
significativamente la morbilidad y mortalidad relacionadas con el cáncer cervical, persisten preguntas
sobre la historia natural de la enfermedad y la eficacia de las estrategias de cribado.
Objetivo del diagnóstico precoz
En países como República Dominicana, donde no existen programas efectivos de detección, el cáncer de
cuello uterino sigue siendo la principal causa de muerte en mujeres después del cáncer de mama. A nivel
global, es el segundo cáncer más común en mujeres y la tercera causa de muerte por cáncer.El cáncer
cervical es causado por cepas de alto riesgo del VPH, siendo el 16 y el 18 responsables del 70% de los
casos. La enfermedad progresa desde la infección por VPH hasta el carcinoma invasivo a lo largo de
varios años, generalmente entre 5 y 15 años, dependiendo del estado inmunológico de la paciente.El
cáncer de cuello uterino es más frecuente entre los 35 y 45 años, con menos casos por debajo de los 20
años y a partir de los 60 años el riesgo disminuye. A menudo es asintomático, pero puede causar sangrado
vaginal anormal y problemas urinarios y rectales cuando está avanzado.
Actualmente, existen vacunas para prevenir el cáncer de cuello uterino que se administran a partir de los
9 años tanto en mujeres como en hombres. Además, se recomienda realizar el Papanicolaou al menos una
vez al año como medida preventiva clave.
Causas y factores de riesgo
La infección crónica por el virus del papiloma humano (VPH) es la causa principal en más del 99% de
los casos de cáncer de cuello uterino. Se consideran factores de riesgo todos aquellos relacionados con
la adquisición de esta infección. Además del cáncer cervical, el VPH también está asociado con otros
tipos de cáncer, como el de vulva (46%), vagina (70%), ano (88%), pene (50%) y orofaringe (26-50%,
dependiendo de la región geográfica).
El VPH es la infección de transmisión sexual más común, y la mayoría de las personas sexualmente
activas entran en contacto con el virus en algún momento de su vida. La infección es generalmente
asintomática, lo que significa que muchos infectados desconocen su condición y pueden transmitirla a
otros. La mayoría de las infecciones por VPH se eliminan sin tratamiento en los primeros dos años,
pero aquellas que persisten pueden dar lugar a lesiones precancerosas y eventualmente a cáncer
invasivo.
Existen más de 130 variedades de VPH, de las cuales al menos 14 se consideran de alto riesgo para el
desarrollo de cáncer. Los subtipos 16 y 18 son responsables de aproximadamente el 70% de todos los
cánceres relacionados con el VPH. Algunos subtipos, como el 6 y el 11, no están vinculados al cáncer,
pero pueden causar verrugas genitales, que son altamente contagiosas pero no cancerosas.
En mujeres con un sistema inmunitario competente, el desarrollo del cáncer de cuello uterino puede
llevar de 15 a 20 años, pero en mujeres inmunosuprimidas este tiempo puede ser significativamente
menor, entre 5 y 10 años.
FACTORES DE RIESGO
Los síntomas más frecuentes en enfermedad avanzada abarcan dolor pélvico o lumbar, molestias al orinar
(disuria) o tenesmo rectal, sangrado ginecológico tras la menopausia, dolor durante las relaciones
sexuales (dispareunia), sangre en la orina o sangre en las heces, pérdida de peso, cansancio y pérdida de
apetito, así como edema de una o ambas piernas sin otras causas que lo justifiquen.
Diagnostico
1. Exploración física y ginecológica: Se realiza un examen visual del cérvix con espéculo. Aquellas
lesiones visibles con esta técnica incluyen ulceraciones, tumores exofíticos en el exocérvix e infiltración
del endocérvix. Se suele acompañar de un examen recto-vaginal para hacer una aproximación del tamaño
de la lesión o si se sospecha infiltración de tabique recto vaginal y parametrios. No se debe olvidar realizar
palpación de los territorios ganglionares.
3. Prueba de VPH: Es una prueba de alta sensibilidad y especificidad. Las pruebas pueden ser de 3 tipos:
• Detección del DNA viral.
• Detección del RNA de los genes E6 y E7 del VPH.
• Detección de marcadores celulares que buscan ciertas proteínas con expresión aumentada con la
infección del VPH. Consigue disminuir los falsos positivos en combinación con el Papanicolaou.
4. Colposcopia: Se realiza cuando alguna de las pruebas de cribado resulta positiva o si existe sospecha
clínica. Permite ver con mayor detalle la morfología de lesiones sospechosas y en el mismo acto tomar
biopsias.
Tratamiento
Tratamiento de lesiones preinvasivas (CIN):
Las lesiones preinvasivas, detectadas comúnmente dentro de los programas de cribado, representan una
etapa temprana del cáncer cervical. Si no se tratan, estas células anormales pueden evolucionar hacia un
cáncer cervical en el futuro. Por lo general, las lesiones CIN1 no requieren tratamiento, salvo algunas
excepciones. Sin embargo, las lesiones CIN2-3 suelen requerir tratamiento quirúrgico para prevenir la
progresión hacia un cáncer invasivo. Las opciones de tratamiento incluyen la conización con asa
diatérmica u otras técnicas quirúrgicas, que se eligen según las características de la lesión y las
necesidades de la paciente.
Tratamiento quirúrgico de las lesiones preinvasivas
ESCISIONAL/DESTRUCTIVO HISTERECTOMÍA
CIN2-3/HSIL en el que no es
Biopsia de LSIL/CIN1 endocervical
posible realizar un
precedido de citología de HSIL
procedimiento conservador.
CIN2-3/HSIL persistente o
recurrente con deseo genésico
CIN2-3/HSIL cumplido e imposibilidad de
realizar un nuevo
procedimiento escisional.
El tratamiento de los estadios iniciales del cáncer cervical depende de varios factores, como el tamaño
del tumor, la extensión de la enfermedad y los deseos reproductivos de la paciente. En algunos casos, se
puede optar por la cirugía con preservación de la fertilidad, mientras que en otros, puede ser necesaria
una histerectomía radical. Si hay afectación ganglionar positiva, se puede recomendar el tratamiento
quimiorradioterápico con cisplatino endovenoso, que puede administrarse concomitantemente con
radioterapia externa.
Pacientes embarazadas
El manejo del cáncer cervical en mujeres embarazadas es complejo y requiere una evaluación
cuidadosa de los riesgos y beneficios para la madre y el feto. El tratamiento dependerá del estadio del
cáncer y la fase del embarazo. En algunos casos, se puede posponer el tratamiento hasta después del
parto, mientras que en otros, se pueden considerar opciones como la quimioterapia basada en platino
después del segundo trimestre o la cesárea programada para reducir el riesgo para la madre y el bebé.
Es fundamental que estas decisiones se tomen en colaboración con un equipo multidisciplinario de
especialistas en cáncer y obstetricia para garantizar el mejor resultado posible para ambos.
Conclusión
En conclusión, la neoplasia del cuello uterino, con sus subtipos como la neoplasia intraepitelial cervical
y el carcinoma infiltrante, es una preocupación de salud pública global debido a su impacto significativo
en la salud de las mujeres. La prevención juega un papel crucial en la gestión de esta enfermedad, y la
epidemiología detalla su prevalencia y distribución demográfica. Se considera una de las principales
causas de morbilidad y mortalidad entre las mujeres en muchas partes del mundo, especialmente en
regiones con acceso limitado a servicios de salud preventiva y diagnóstico temprano.
Una comprensión profunda de las causas y factores de riesgo es fundamental para abordar eficazmente
la neoplasia cervical. Factores como la infección persistente por el virus del papiloma humano (VPH), el
tabaquismo, la inmunosupresión y otros factores de comportamiento y ambientales pueden aumentar el
riesgo de desarrollar esta enfermedad. Por lo tanto, las estrategias de prevención deben centrarse en la
promoción de la vacunación contra el VPH, la educación sobre prácticas sexuales seguras y la reducción
de los factores de riesgo modificables.
Sin embargo, es esencial reconocer que la prevención primaria, a través de la vacunación y la promoción
de estilos de vida saludables, sigue siendo la piedra angular en la lucha contra la neoplasia cervical. La
educación continua sobre la importancia de las pruebas de detección regulares y el acceso equitativo a
servicios de salud de calidad son aspectos cruciales en la reducción de la carga de esta enfermedad. En
última instancia, un enfoque integral que abarque la prevención, la detección temprana y el tratamiento
adecuado es esencial para reducir la incidencia y mejorar el pronóstico de la neoplasia del cuello uterino.
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