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Estrategias Contra La Violencia de Género Desde La Administración de Justicia

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UNIVERSIDAD NACIONAL “PEDRO RUIZ GALLO”

FACULTAD DE DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA


ESCUELA PROFESIONAL DE DERECHO

ASIGNATURA: MINISTERIO PÚBLICO Y PODER


JUDICIAL

Resumen del artículo publicado por Silva Chávez, L. M.


(2020), denominado Estrategias contra la violencia de género
desde la Administración de Justicia.

Integrantes:
 CHANAMÉ AYASTA, Brayan Manuel
 CAMACHO IRURETA, Arilson Edu
 OTOYA DIAZ, Sender Briggitte
 TONGO HERRERA, Kiari Nicole
 JIMENEZ VEGA, Jesús Alberto
 ZEÑA SANCHEZ, Juan Carlos
 ENEQUE LLONTOP, Kevi Thomas

LAMBAYEQUE- PERÚ

2024
Estrategias contra la violencia de género desde la Administración de
Justicia

Introducción
La violencia de género no es un fenómeno nuevo, pero su reconocimiento y su
visualización, así como el paso de ser considerada una cuestión privada a un
problema social y de salud es relativamente reciente. Este problema traspasa
países y fronteras afectando a todas las mujeres y considerándose un
problema de salud pública por su impacto en la salud. Son muchas las mujeres
asesinadas en estos últimos años, aun existiendo medidas legislativas de
protección y seguridad. La violencia de género constituye un problema de
dimensión mundial, reconociéndose ya desde la Asamblea de las Naciones
Unidas, (resolución 48/104 del 20 de diciembre de 1993) como una violación de
los derechos humanos y las libertades fundamentales contra las mujeres.
Representa un obstáculo para lograr los objetivos de igualdad, desarrollo y paz
como se señala en la IV Conferencia Mundial sobre las Mujeres. La 49ª
Asamblea Mundial de la Salud reconoció la violencia contra las mujeres
(violencia basada en el género) como un problema de salud pública creciente
en todo el mundo y lo identifica como factor crucial en el deterioro de la salud,
tanto por su magnitud como por sus consecuencias y se insta a los gobiernos a
tomar medidas conjuntas para prevenirla y eliminarla.
Para poder intervenir en estas situaciones es preciso ser consciente de que
existen cambios a nivel personal que exigen reflexión, cuestionamiento y
posicionamiento sobre lo que es ser hombre y mujer, tener presente que, en el
comportamiento, las actitudes y creencias existen sesgos sexistas en el día a
día. Estos mandatos de género afectan y condicionan la respuesta a
situaciones de violencia. Así el empoderamiento y la igualdad de género
resultan vitales para construir una sociedad libre de violencia, donde no se
vulneren los derechos de las mujeres y en donde los hombres compartan de
forma igualitaria la distribución del poder. “Las mujeres deben ser actoras y
autoras de su propia vida”.
En la Conferencia Mundial de las Mujeres de Beijing (1995) se acuñó el término
empoderamiento, hace referencia a la participación de las mujeres en los
procesos de toma de decisiones y acceso al poder. Emakunde, en su VI Plan
de Igualdad en la Comunidad Autónoma de Euskadi (CAE) concibe el
empoderamiento como una condición para la igualdad, diseñando programas
de apoyo tanto a nivel personal de las mujeres, como a nivel colectivo, social y
político. Empoderamiento que se define como proceso por el cual las mujeres
acceden al control de los recursos (materiales y simbólicos) y refuerzan sus
capacidades y protagonismo en todos los ámbitos. En este proceso cada mujer
se faculta, se habilita y se autoriza. Las propuestas de intervención en nuestro
sistema se basan este marco de empoderamiento.

ANTECEDENTES
La violencia en tanto fenómeno social ha estado presente desde los primeros
vestigios de la sociedad, transitando a través de las diferentes formaciones
económicas y sociales que han sucedido a lo largo de la historia evolutiva del
hombre. Hoy en día la violencia contra la mujer se ha reconocido como
problema a escala mundial y como un grave obstáculo para el desarrollo y la
paz. La puesta en marcha como tema de debate universal ha permitido,
apenas, visualizar la punta del iceberg de la victimización femenina en el hogar
que permanece oculta, invisibilizada tras la cortina de la vida privada, de la
intimidad familiar, bajo el supuesto de no admitir la intromisión de ajenos. En
efecto, la violencia contra las mujeres en la relación de pareja es una violencia
de género con todas las implicaciones que de ello se deriva. Violencia de
género sistemática que abrumadoramente es iniciada por el hombre e inflingida
sobre la mujer. No se trata de una violencia aleatoria, aislada o explicada por
características anormales del abusador o la víctima o por la disfunción en la
familia y aunque se han planteado muchas teorías para explicarlas, la
desigualdad genérica está en la clave de cualquiera de las formas que asume
el maltrato contra la mujer.

VIOLENCIA CONTRA LA MUJER

 La violencia contra la mujer -especialmente la ejercida por su pareja y la


violencia sexual- constituye un grave problema de salud pública y una
violación de los derechos humanos de las mujeres.
 Las estimaciones mundiales publicadas por la OMS indican que
alrededor de una de cada tres (30%) mujeres en el mundo han sufrido
violencia física y/o sexual de pareja o violencia sexual por terceros en
algún momento de su vida.
 La mayor parte de las veces el agresor es la pareja. En todo el mundo,
casi un tercio (27%) de las mujeres de 15 a 49 años que han estado en
una relación informan haber sufrido algún tipo de violencia física y /o
sexual por su pareja.
 La violencia puede afectar negativamente la salud física, mental, sexual
y reproductiva de las mujeres y, en algunos entornos, puede aumentar el
riesgo de contraer el VIH.
 La violencia contra la mujer puede prevenirse. El sector sanitario tiene
una importante función que desempeñar para proporcionar atención
integral de salud a las mujeres que sufren violencia, y como punto de
entrada para derivarlas a otros servicios de apoyo que puedan necesitar.

Entre los factores asociados específicamente a la violencia de pareja cabe


citar:

 antecedentes de violencia;
 discordia e insatisfacción marital
 dificultades de comunicación entre los miembros de la pareja
 conductas de control de la pareja por parte del hombre.

Entre los factores asociados específicamente a la perpetración de violencia


sexual destacan:
 la creencia en el honor de la familia y la pureza sexual;
 ideologías que consagran privilegios sexuales del hombre;
 sanciones jurídicas insuficientes ante actos de violencia sexual.

La desigualdad de género y la aceptabilidad normativa de la violencia contra la


mujer son causas profundas de este problema.

Violencia desde el enfoque de género

En cuanto al género, este engloba a las características que social y


culturalmente se atribuyen a los varones, a las mujeres y a las personas en
general (Ruiz, 2008 p. 3). Se sostiene que la raíz de la violencia contra la mujer
se basa en la construcción sociocultural del sistema machista aún imperante en
las sociedades que coloca a las mujeres en desigualdad de condiciones frente
al hombre y en un estado de discriminación constante que no permite ejercer
sus derechos y libertades a plenitud. Integrar el enfoque de género en el
sistema de administración de justicia contribuye a concientizar la complejidad
del fenómeno que aqueja, abordando los operadores y operadoras jurídicos los
casos en concreto de manera integral. Su implementación coadyuvará a
calificar debidamente el delito, emitir medidas de protección específica al caso
en concreto, proporcionar el tratamiento interdisciplinario a favor de la víctima
(legal, social, psicológico, laboral), etc.

Factores de riesgo

Crean asimetrías entre hombres y mujeres, instalando un desequilibrio de


poderes. El empoderamiento de patrones socioculturales en la sociedad genera
una serie de barreras como la violación de derechos, ineficacia en el sistema
de justicia, uso de armas de fuego, denuncias anteriores de violencia,
frecuencia e intensidad de los hechos de violencia entre otros. Ante ello, surgen
nuevos factores de riesgo, como la falta de apoyo de redes sociales, escasa
información de derechos y procedimientos, ausencia de centros de acogida,
etc.

Estereotipos de género

Uno de los factores de riesgo a desarrollar es el manejo de estereotipos de


género por la sociedad. La Corte Interamericana de Derechos Humanos
(2009) ha puntualizado que los estereotipos de género mayormente se
encuentran asociados a la subordinación basada en género de las mujeres y
de lo femenino. Estas preconcepciones impiden avanzar en cambios
estructurales en la sociedad. El sistema de justicia no está lejano al manejo de
los mismos.

La Victima de la violencia de Género


La Ley 30364 Ley para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las
Mujeres y los Integrantes del grupo familiar; considera a la mujer como sujeto
de protección: “Las mujeres durante todo su ciclo de vida: niña, adolescente,
joven, adulta y adulta mayor” (art. 7, inciso a). Esta definición está alineada a lo
establecido por la Convención de Belém Do Pará.
La víctima de la violencia de género Con respecto a la transmisión de la
violencia por medio de los roles de género, Mora (2013) señala:
En general, las mujeres provenientes de hogares con violencia hacia las
madres presentan un 57 % de probabilidad de ser agredidas de alguna
manera por su pareja, mientras las que aseguran que su hogar materno
era pacifico alcanzan una propensión de 40 %, esto nos hace pensar que
la aceptación de la violencia es una actitud aprendida desde la niñez, por
lo que desde temprano se toma como natural que el padre castigue a la
madre; por lo tanto el hombre aprende desde niño que parte de su
hombría es mostrar su superioridad, ante la mujer, demostrando su fuerza
física, sus órdenes o mandatos, a los cuales la mujer debe someterse de
acuerdo al modelo de victima proporcionado por su madre.
El agresor en la violencia contra la mujer
No existe un perfil único de agresor, se trata de un hombre sexista formado en
sus relaciones interpersonales, buscando el control hacia su pareja.
Algunas características de personalidad de los agresores son las siguientes: el
aprendizaje de creencias que toleran o justifican la violencia (Antón, 2014)
Pueden presentar algunas características como baja autoestima, déficit del
control de sus impulsos, dificultad para expresar sentimientos y emociones,
formación sexista entre otras.
Ciclo de la violencia
Leonor Walker (1979), psicóloga estadounidense, en base a testimonios ha
concluido que las mujeres víctimas de violencia son agredidas de manera
intermitente, por ende, existen fases, donde las manifestaciones de malos
tratos son diferentes.
Con el paso del tiempo se irán acumulando tensiones, se suscitarán problemas
de cualquier índole, por mínima que sea, provocará disconformidad en el
agresor.
Luego del perdón de la víctima al agresor, la violencia se irá incrementando con
el tiempo poniendo en alto riesgo a la mujer. A medida que la víctima quede
indefensa ante el aislamiento social y las reglas impuestas, su autoestima
decaerá dejándola sin fortaleza para salir de dicha situación.
Con el tiempo la violencia que ejerza el agresor, será desmotivada y hasta
desproporcionada.
Corsi (como se citó en Echebarrúa y Corral, 2006) afirma:
La conducta violenta en casa supone un intento de control de la relación y es
reflejo de una situación de abuso de poder, resulta por ello explicable que el
maltrato lo protagonicen los hombres y se dé contra las mujeres, los niños y los
ancianos por ser los sujetos más vulnerables en el hogar.
Consecuencias de la violencia en la victima
El estudio de la Organización de las Naciones Unidas, mencionado en el
informe de la Defensoría del Pueblo, destaca que la violencia contra las
mujeres se manifiesta de diversas maneras y puede ocurrir tanto en el ámbito
público como en el privado. La prevalencia de diferentes tipos de violencia
varía según el contexto social, económico, cultural y político, lo que conlleva
nuevas formas de violencia conforme cambian las sociedades. Entre las formas
más arraigadas se encuentra la violencia en las relaciones de pareja, que
abarca desde agresiones físicas y psicológicas hasta violencia sexual y
económica, incluido el feminicidio íntimo, el cual es el más grave.

En términos de salud mental, las consecuencias más comunes incluyen una


baja autoestima, dependencia emocional y material, adherencia a valores
sociales tradicionales, estrés, incomunicación y aislamiento social. La víctima
puede experimentar confusión debido a un bloqueo emocional, desmotivación,
miedo y desesperanza.

BRECHAS EXISTENTES EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA DESDE EL


ÁMBITO POLICIAL, FISCAL Y JUDICIAL EN LOS CASOS DE VIOLENCIA
CONTRA LA MUJER
La violencia contra la mujer es un problema que involucra a todos los sectores
del Estado. A pesar de los cuatro años de vigencia de la ley 30364, la violencia
contra la mujer no ha disminuido en el Perú, sino que ha aumentado a pesar de
su penalización.

En el informe de la Defensoría del Pueblo, el cual involucró a miembros de la


Policía Nacional, el Ministerio Público, el Poder Judicial y usuarias víctimas, se
concluyó que el 59% de las usuarias no reciben una atención adecuada en el
sistema de justicia. Existe una discrepancia entre el personal policial y judicial y
las víctimas en cuanto a las medidas de protección más efectivas, siendo el
retiro del agresor considerado crucial por las víctimas.

Los operadores de justicia creen que la conciliación con el agresor es la


principal causa de abandono de denuncias por parte de las víctimas, mientras
que estas afirman que son las amenazas del agresor. Además, la mayoría de
las usuarias desconocen la Ley 30364 y expresan insatisfacción con el
tratamiento de sus casos, desconfianza en los operadores de justicia y falta de
seguridad.

En el ámbito policial
Hay limitaciones presupuestarias para implementar herramientas y
mecanismos necesarios en la función policial. Los agentes carecen de
conciencia y capacitación adecuada, lo que contribuye a la perpetuación de
estereotipos sexistas. Además, se observa un deficiente llenado de la ficha de
valoración de riesgo y la elaboración de informes policiales incompletos. La
ejecución y monitoreo de medidas de protección para las víctimas también se
ve afectada por la falta de mecanismos adecuados. Finalmente, la coordinación
entre diferentes sectores es insuficiente para abordar eficazmente esta
problemática.
En el ámbito judicial
Se percibió escaso presupuesto, falta de especialización en la integración del
enfoque de género, tanto en el ámbito tutelar y penal, emisión de medidas de
protección generales no específicas de acuerdo a los casos en concreto,
insuficientes medios de pruebas. En algunos casos no se aplican los debidos
principios al prescindir de la realización de la audiencia única en casos
calificados como riesgo moderador y leve, insuficiente recurso humano en los
equipos multidisciplinarios; escasa articulación intersectorial con la Fiscalía
como con otros sectores involucrados.
Estrategias de actuación integrales desde la Administración de Justicia
La Convención de Belém do Pará y la Convención sobre la Eliminación de
todas las Formas de Discriminación contra la mujer, obligan a Estados partes a
aplicar el principio de la debida diligencia en los casos de violencia contra la
mujer. Toman en cuenta ciertos criterios, entre ellos se encuentran:
 las mujeres deben recibir un trato preferencial cuando sean víctima de
violencia.
 Deben de proceder con inmediatez en la recepción de la denuncia.
 El personal debe actuar con celeridad para preservar la salud y vida de
la mujer.
 Los operadores jurídicos deben brindar información sobre los derechos y
garantías que protegen a las mujeres como de los procedimientos a
seguir. La atención de los servicios públicos debe ser gratuita
 Es relevante la integración en los ámbitos de investigación, sanción y
atención a la víctima y victimario la perspectiva de género.
 Se debe realizar una tipificación adecuada del delito como impulsar
investigaciones prontas y oportunas. Se debe implementar mecanismos
efectivos para la cadena de custodia como sistema de seguridad para
preservar indicios o elementos de prueba.
 Se debe brindar una justicia pronta simplificándose los procedimientos
de la justicia penal, tomando en cuenta la reparación del daño físico,
psicológico y material a favor de la víctima

En el ámbito preventivo
 Se debe transversalizar el enfoque de género en todos los niveles
jerárquicos. Para esto es importante crear una oficina técnica
responsable de elaborar las políticas institucionales.
 Se recomienda identificar los nudos críticos en todo el país, diseñar e
implementar estrategias atendiendo a la realidad pluriétnica y
pluricultural del Perú.
 Se debe reforzar la coordinación interinstitucional con los sectores del
Estado como los Ministerios del Perú.

En el ámbito de la investigación y sanción


 se debe implementar una estrategia institucional para rechazar
estereotipos de género en las funciones de los operadores de justicia.
 Se debe emitir medidas de protección y acciones cautelares adecuadas
al caso en concreto. Es necesario optimizar la coordinación con el
Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses para contar de manera
pronta con las pericias médico legales, informes psicológicos y
entrevistas únicas practicadas en la cámara Gesell.
 se debe uniformizar los criterios en la actuación policial, fiscal y judicial.
 Se propone contar con un registro unificado interconectado entre la
Policía, Fiscalía y Juzgados en todo el país

Estrategias especificas en el ámbito policial, fiscal y judicial

Ante las brechas identificadas tras la Ley 30364, se propone la adopción de un


sistema tecnológico como el español VioGén para combatir la violencia de
género. Este mecanismo sofisticado seguiría la denuncia desde el inicio hasta
el final, evaluando el cumplimiento de medidas de protección y rastreando la
ubicación del agresor, con el objetivo de mejorar la eficacia en la lucha contra
este fenómeno social.
La complejidad de acreditar la violencia contra la mujer en el ámbito fiscal,
especialmente el maltrato psicológico, destaca las deficiencias en la aplicación
de la Ley 30364. La falta de medios probatorios efectivos, la brecha en la
capacitación de fiscales y la ausencia de evaluaciones exhaustivas del daño
psíquico y afectación emocional requieren una reevaluación urgente. Es crucial
la formación de equipos de expertos para evaluar integralmente las víctimas,
considerando las causas a corto, mediano y largo plazo. Además, se insta a
mejorar los recursos y mecanismos de atención, implementar el Registro Único
de Víctimas y Agresores (RUVA) a nivel nacional, y optimizar la unidad central
de asistencia a víctimas y testigos, respaldado por guías y protocolos.
En el ámbito judicial, se propone la emisión de medidas de protección
específicas adaptadas al caso, estableciendo parámetros para el alejamiento
de la víctima. La aplicación del artículo 194 del Código Procesal Civil para
obtener más elementos de juicio y el uso de principios como la debida
diligencia, inmediación y oralidad en audiencias especiales son esenciales.
Además, se destaca la importancia de contar con múltiples medios de prueba,
no limitándose solo a la ficha de valoración de riesgo. Es crucial implementar
programas psicoterapéuticos y de reeducación para abordar la conducta
machista del agresor y prevenir futuros actos de violencia.
En conclusión, abordar la violencia contra la mujer exige una visión integral y
holística, implementando estrategias interinstitucionales en el sistema de
justicia. Desde la prevención hasta la atención, es esencial enfrentar el
problema de manera completa. Además, recordamos el llamado de la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en 2011, resaltando la importancia de la
perspectiva de género en la investigación penal, realizada por funcionarios
capacitados y sensibles a casos de discriminación y violencia de género para
garantizar una respuesta adecuada y evitar fallas en el proceso.

Resultados
En relación a la problemática expuesta, se llega a evidenciar que la violencia
contra la mujer se ha incrementado, pese a la promulgación de la Ley 30364.
Asimismo, La Oficina de Racionalización y Estadística del Ministerio Público
entre los años del 2016-2019, se registró 614 117 denuncias por violencia
contra la mujer o integrantes del grupo familiar. Latinoamérica no es ajeno a
este tema, puesto que también presenta incrementos. En los últimos 10 años la
forma más cruel de violencia contra la mujer es el Feminicidio. En
consecuencia, en la sociedad ha generado preocupación, alarma social e
inseguridad.
Ante este panorama, pese a la penalización de la violencia contra la mujer (Ley
30364), la Defensoría del Pueblo identificó brechas en la Administración de
justicia, a través de un estudio de investigación. Dicho organismo lo realizó en
comisarías, fiscalías, juzgados y víctimas en diferentes regiones e instancias.
Concluyendo que, no se cuenta con un ambiente adecuado para su atención,
no hay un presupuesto adecuado, hay mucha carga procesal. El personal
policial como jueces y juezas consideran que la medida de protección que se
emite frecuentemente es la obligación del cese de la violencia por parte del
agresor. Por su parte, las víctimas consideran que es una medida irrelevante, y
que el retiro del agresor es lo más seguro para ellas.
Hasta la fecha no hay un estudio global de barreras existentes en la
administración de justicia, por ende, hay que profundizar la investigación.
Aunado a ello, se proponen estrategias de actuación integral, lógicamente debe
hacerse respetando la competencia y función de los operadores jurídicos
(policía, fiscalía y juzgado).
Discusión
En el presente estudio, es evidente que la violencia contra la mujer es un
problema social, pues abordarlo es muy complejo, puesto que, no solo afecta a
la salud pública, sino también constituye una violación de derechos humanos.
Pese a la promulgación de la LEY 30364, la violencia contra la mujer se
incrementó. Si bien es cierto, la norma ha tratado de abordar en su totalidad
este fenómeno, pues no se ha logrado debido a que, aún persisten brechas en
la aplicación de ley, específicamente en la Administración de Justicia de
manera particular.
Sin duda alguna, en el ámbito policial, fiscal y judicial hay brechas identificadas
como el insuficiente presupuesto, falta de recursos humanos, logístico e
infraestructura, el mal manejo de estereotipos de género, la falta de
instrumentos y mecanismos propios de la función, la escasa articulación
interinstitucional, generando desconfianza en el sistema de justicia, inseguridad
ciudadana.
Dentro de este contexto, se propone una visión global de algunas acciones
generales y específicas atendiendo a las funciones de la Policía, Fiscalía y
Juzgado. Entre estas tenemos: priorizar el presupuesto institucional,
concientizar y capacitar; rechazar estereotipos de género, articular institucional
e interinstitucional con los sectores de Salud, Educación y Trabajo,
implementación de programas de reeducación, psicoterapias, todo ello con el
propósito de prevenir nuevos hechos de violencia y dar mejor respuesta del
sistema de justicia en beneficio de las víctimas.
Conclusión
Pese a la publicación de la Ley 30364 en el 2015, no se logró disminuir, ni
erradicar la violencia contra la mujer en los últimos 10 años en el Perú. En esta
investigación se ha podido visibilizar el fenómeno de la violencia contra la mujer
es un problema de salud pública, violación de derechos humanos y de
tratamiento complejo. Por otro lado, se ha podido identificar las brechas
existentes en la Administración de Justicia, desde la promulgación de la Ley
30364, en el ámbito policial, fiscal y judicial.
De manera concluyente, urge implementar estrategias integrales de actuación
del Sistema de Justicia, abordando los ámbitos de prevención, investigación,
sanción y atención de la violencia contra la mujer, tales como contar con
presupuesto, concientizar y capacitar a los operadores jurídicos, tanto en el
área penal como tutelar, implementando suficientes mecanismos de atención a
las víctimas (cámara Gesell, registro único, laboratorios biológicos, etc.), en
todo el país.
En el ámbito policial se debe implementar un mecanismo tecnológico
especializado que permita acompañar desde el inicio de la denuncia hasta el
final del proceso a favor de la víctima, con el propósito de verificar que se
cumpla las medidas de protección a la víctima. Las estrategias planteadas
requieren de un mecanismo de articulación interinstitucional para atender a las
víctimas, en los sectores de Salud, Educación, Trabajo, etc.

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