El Imperio de Los Incas 1
El Imperio de Los Incas 1
El Imperio de Los Incas 1
CARACAS, 2008
Referirse a la Historia en singular y con mayúscula implica creer en el
carácter absoluto de un único discurso. La historia no es una sola, es más
bien un tejido profuso de múltiples historias, diversas miradas acerca del
mundo y la cultura que constituyen el patrimonio más rico de la humani-
dad: sus memorias, en plural y sin mayúsculas.
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Con este libro se pretende dar a conocer los diferentes aspectos de la cultura
incaica, paseándose a través de la historia que conlleva la creación del Imperio más
vasto de la América Latina. Regodeándonos en su esplendor a manos de sus trece
gobernantes magnánimos por su grandeza e importancia; sumergiéndonos en sus
avances científicos nacientes del conocimiento de los estudiosos; adentrándonos en
las expresiones culturales más profundas y hermosas que nos legaron.
En primer lugar se ha elaborado una visión de los antecedentes históricos donde
se estudia el origen y creación del Imperio de los Incas, pasando por lo relacionado
con los mitos y las realidades de este nacimiento, que nos permitirá ubicarnos en
el entorno geográfico en el que se desarrolló el imperio creciente. Posteriormente,
se lleva a cabo la introducción en el mundo incaico. Allí conoceremos la política,
sociología y economía, así como el trabajo de cada uno de sus gobernantes, a
grandes rasgos por supuesto, y por último, sus conocimientos científicos.
Finalmente, en el tercer capítulo, se encuentra el estudio de las expresiones de la
teatralidad, donde se tocan tópicos como las ceremonias, las fiestas, y otros aspectos
que tienen de una u otra manera relación con lo teatral; las danzas y la poesía. Tres
expresiones culturales muy ligadas a lo escénico, y que engloban las características
fundamentales del pueblo inca, no sólo desde el punto de vista artístico, sino
también desde el absoluto de su vasta historia.
La autora
El ascenso
de los incas
CAPÍTULO I
El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
quiere decir sal, ucho es el condimento que usan estos indígenas para cocinar, y
sauca significa regocijo,
apretando a los indios sobre qué se hicieron aquellos tres hermanos y hermanas de
sus primeros Reyes (...) alegorizan la fábula, diciendo que por la sal, que es uno de los
nombres, entienden la enseñanza que el Inca les hizo de la vida natural; el pimiento, el
gusto que de ella recibieron; y por el nombre regocijo entienden el contento y alegría
con que después vivieron (Inca Garcilaso de la Vega, 1985: 43).
En su camino desde Pakaritambo se les fue incorporando gente que pronto constituyó
una multitud de adeptos entre los que figuraban tribus indígenas de la región, como
los maras, los sanocs, los sutics, tarpantays, huaicaitaquis, mascas, cuicusas, y sobre
todo, los guerreros de una tribu que llevaba un nombre glorioso en el Perú preincaico:
los chavín (Stingl, 1982: 82).
Se cuenta que Ayar Cachi fue mandado por Ayar Manco a buscar las semillas
que habían ocultado en una cueva para ser sembradas por mandato del Padre Sol.
Ayar Cachi sería acompañado por un fiel del séquito de Manco, quien al descender
a la cueva lo dejó encerrado poniendo en la boca de ésta un enorme peñasco. Así
moriría el primero de los Ayares. Luego llegó el fin de Ayar Uchu, quien también
por mandato de Ayar Manco se dirigió volando con sus alas de colores, a ver de
cerca un buitre andino tallado en roca que adornaba una de las laderas del Huana-
cuari, pero al tocar la imagen sagrada quedó convertido en piedra. Sobrevivieron
dos hermanos varones. Pasó el tiempo, y al parecer un día Ayar Auca se convirtió
también en piedra, teniendo entonces soberanía absoluta el mayor de los hijos del
Sol, Manco Cápac.
Las leyendas sobre el origen y aparición de los Incas sufren muchas variables,
sobre todo en su desarrollo, como lo plantean el Inca Garcilaso de la Vega y Cossio
del Pomar o Valcárcel, aunque concuerdan de una u otra forma, bien sea a través
de la figura de Manco Cápac y su pareja real, Mamma Ocllo, y la implantación de
la ciudad sagrada del Ccossco.
Desde el punto de vista científico, el origen y la creación de los Incas se ve clara-
mente apoyado en las tesis planteadas por teóricos como Valcárcel, quien sostiene
que la aparición de los Ayares no es otra cosa que la simbolización de un grupo de
personas conquistadas por los huayllas, que se asentaron en los valles del Cuzco
buscando una mejor calidad de vida. Canals Frau, por su parte, apoya lo planteado
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
por Valcárcel, y dice textualmente: “Ayar Manco representó a los Mascas, Ayar
Auca a los Chillques, Ayar Uchu a los Tambus y Ayar Cachi a los Maras.”
Esto tiene más sentido cuando se analiza desde el punto de vista lingüístico,
pues nos encontramos con que estas tribus deben haber hablado la lengua aymara,
ya que la mayoría de los nombres deriva etimológicamente de la raíz aymara.
Uhle, por ejemplo, basándose sobre todo en la equivalencia del término aymara mallco
con el quichualizado manco, opinaba que Manco Cápac había sido jefe colla. Latcham,
por su parte, agregaba a la equivalencia anterior la de sinchi, título que lleva el Inca
segundo, y que sería también aymara. Mientras que Polansky suma a ambas equiva-
lencias una tercera, al expresar que el término inca no era sino el aymara huillca, con
el significado de ‘el caudillo’ (Canals Frau, 1973: 313).
Sin embargo, los investigadores llegan a acuerdos comunes en sus tesis: el hecho
de que Manco Cápac y su esposa y hermana, Mamma Ocllo, emergieron de una
ranura ubicada en un lugar llamado Tampu-Tocco, en las inmediaciones del lago
Titicaca, que ambos fueron los fundadores del imperio de los incas, y que la ciudad
que construyeron para establecerse se ubicó en el valle de Huanacuari llevando por
nombre Ccossco, que quiere decir el “ombligo del mundo”.
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
En el siglo XIV el Gran Imperio de los Incas conocido en la historia con el nombre de
Tawantinsuyu (...), tiene aproximadamente la superficie de Europa, con un litoral de
más de 5.000 kilómetros sobre el Océano Pacífico, y un territorio de enormes varie-
dades climáticas: montañas, desiertos, nieve, calor tórrido, frío glacial (Ídem).
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
En su vida de mayor esplendor durante el reinado del Inca Pachacútec, cuenta con
cerca de 300.000 habitantes. El río Watanai divide la ciudad en dos grandes barrios
llenos de templos, santuarios y palacios. En el barrio alto llamado Hanan-Ccossco
vive la nobleza, y en el barrio bajo, Urin-Ccossco, los indios comunes y forasteros
(Ibídem: 31).
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
En el centro de la ciudad estaba la Plaza del Regocijo. Aquí tenían lugar los grandes
mercados, las danzas, y la coronación del nuevo Inca. En uno de los extremos estaba la
Piedra de la Guerra donde todos los guerreros tomaban juramento al Inca. Alrededor
de la Gran Plaza había palacios de piedra, donde habitaban las clases gobernantes. Cada
vez que moría un Inca su momia era colocada dentro de un palacio, y el nuevo Inca
construía otro para él. Las calles eran estrechas; los edificios por lo regular eran de un
piso, pero no era raro que tuvieran dos (...) Los orfebres hacían unas tiras largas de oro
que tenían aspecto precisamente de paja, y las colocaban en el techo de las casas a fin
de que en las puestas del Sol todo pareciera arder en un resplandor de oro.
(...) Lo más grande que había en el Cuzco, que maravillaba a todos, era la fortaleza
Sacsahuaman. Se erguiría en una colina a 180 metros por encima del Cuzco, domi-
nando la ciudad (Von Hagen, 1976: 35).
Así, en las grandes alturas, a 3.500 metros sobre el nivel del mar, la ciudad
capital del Imperio, resguardada por el “Halcón Ahíto” construido en piedras,
sería testigo silencioso y apacible del nacimiento, de la grandeza, y de la muerte
del imperio de las «cuatro partes del mundo».
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Al alcance de la
gloria
CAPÍTULO II
El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
El Imperio de los Incas tuvo como base el ayllu agrícola y cooperativo de origen
aymara; pero esta célula del vasto organismo de la nación constituyó una de las divi-
siones políticas del Imperio, organizado en decurias (diez familias), cuyo jefe era un
camayoc; en centurias (cien familias), cuyo jefe era un pachacuraca; que dependía de
un camachique. Cada ayllu ocupaba una llacta o runa, nación o tribu. El territorio
correspondiente a cada aldea se llama marca y se hallaba bajo el mando de un curaca,
funcionario subordinado a otro titulado Unno, que a su vez dependía de un Tukyrikuc,
jefe de las grandes divisiones territoriales del Imperio y directamente a los órdenes del
Inca (Sola, 1936: 172-173).
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
mantenimiento de los sacerdotes y la gente del culto; 2) La llamada del Inca, que
representaba el presupuesto del Estado; 3) La parte del ayllu, donde cada familia
obtenía “su asignación según sus necesidades.” Era ésta la más importante, puesto
que, en la repartición de bienes era la que primero se atendía, conformándose las
otras dos con lo que sobraba.
Pero gracias a la división tripartita la economía toma unidad: los bosques y pastizales
son explotados en común; las casas y sus pertenencias, entre la familia. Se afirman las
comunidades agrarias, instituciones que en el transcurso de la historia prueban ser los
más sólidos y perdurables sostenes de la idiosincrasia americana (Ídem).
Para hacer más fácil toda esta suerte de organización social, política y econó-
mica, el inca Pachacútec creía en la institución de los mitmacuna o mitimaes. Se
trasladaba a un pueblo sometido o parte de una población con alta densidad demo-
gráfica; a otro lugar donde hiciera falta la fundación de una comunidad. Esto con
el fin de incorporar definitivamente a la sociedad incaica los pueblos subyugados,
pues se iban uniendo con los Incas hasta formar parte de su cultura en general,
compartiendo religión, creencias, política, y demás, llegando así el Imperio a una
unificación esplendorosa.
Como ya hemos dicho reiteradas veces, la organización tan maravillosa del
imperio incaico se debió fundamentalmente al acoplamiento de lo que básicamente
constituye la vida del ser humano, esto es, la parte política, que es la que lideriza
al grupo; la parte económica, que es la que maneja la estabilidad alimentaria; la
parte social, que es la que mueve el comportamiento de las personas; y finalmente,
la parte religiosa, que es la que unifica los pueblos bajo un solo sentir.
En la sociedad inca la agricultura incidía en los puntos antes señalados, ya que lo
social, lo político y lo económico se regía por la base del desarrollo agrario, medio
de subsistencia fundamental del Imperio. Y en lo que respecta a lo religioso, se
manifestaba en los rituales dedicados a las diferentes cosechas.
Puesto que las tierras eran insuficientes para la población, los incas se veían en
la necesidad de aprovechar el terreno, utilizando terraplenes, terrazas y andanerías;
para solucionar el problema del agua construyeron grandes obras de ingeniería,
acueductos para la conexión del agua. Todo esto aunado a la ley del trabajo obli-
gatorio, donde la pereza se castigaba como un crimen. Esta forma de organización
llevaba a esta sociedad a la consolidación de un sistema económico “perfecto”,
donde si bien, nadie podía volverse rico, tampoco nadie podía empobrecer. Por
ejemplo, cuando un hombre o un pueblo entero sufría de “mala suerte” (invalidez,
pestes, terremotos, plagas) el Estado le daba ayuda inmediata.
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
Los reales incas gobernantes o de cómo ascendieron al poder los “Hijos del
Sol”
El título del Inca gobernante era Sapan-Inca que quiere decir Gran Inca, Emperador.
Otros títulos eran Auki, dado a los nobles solteros y equivalente a príncipe; el de Ñusta,
mujer noble o princesa; y el de Apu, señor, que se anteponía al nombre de los nobles
(Sola, 1936: 170).
usaban llauto, cinta tejida que envolvía la cabeza sobre la frente; y que según su color
servía de distintivo para tribus y regiones. En las grandes fiestas los nobles reempla-
zaban el llauto con la vincha de oro, que sostenía sobre la frente dos largas plumas,
cuyo color dependía del rango de quien las llevaba. Además del llauto, el Inca llevaba
la mascapaicha que podían también usar el heredero al trono y el Uillac-Umo o Gran
Sacerdote, que generalmente era tío o hermano del Inca. La mascapaicha era la corona
imperial; consistía en un fleco sujeto al llauto y que caía sobre los ojos, cubriendo toda
la frente, sobre la cual pendía una borla. La mascapaicha imperial era roja y la de los
otros dos amarilla. Los Incas y la nobleza usaban grandes orejeras, llamadas paku, que
tenían forma de un disco (Ibídem: 172).
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
porque dicen que fue de valeroso ánimo y muchas fuerzas, aunque no las ejercitó en
la guerra, que no la tuvo con nadie. Más que luchar, correr y saltar, tirar una piedra o
una lanza, y en cualquier otro ejercicio de fuerzas, hacía ventaja hacia todos los de su
tiempo (Inca Garcilaso de la Vega, 1985: 95).
La esposa de este rey era Mamma Cora, quien pertenecía a su mismo ayllu y
por ello los llamaban “hermanos”.
Sinchi Roca sería el conductor del pequeño Estado que constituía para entonces
el reino de los Incas. Con el halcón dibujado en un escudo, Sinchi Roca logró
estabilizar el dominio de su raza sobre el valle del Cuzco. Llegó a convertir este
territorio en un pequeño país que albergaba ya nuevas tribus vecinas como los
sausarays, los antasayas y los alcahuizas. Comenzó la organización de la ciudad
capital del Imperio, legalizándola como tal. También realizó el primer censo de
población e instituyó la organización geográfica de los Cuatro Cuartos.
En realidad tanto la expansión del Imperio como las luchas guerreras y la
subyugación de los pueblos durante el gobierno de este segundo rey inca, no
tendrían mucha importancia; pero tenemos que recordar la época que se vivía en
ese entonces y la inexistencia de avances, que limitaba la calidad de la lucha. De
tal manera que pasados 19 años de reinado, según el inca Garcilaso de la Vega,
“habiendo vivido el inca Sinchi Roca muchos años en la quietud y bonanza, (...)
falleció diciendo que se iba a descansar con su padre el Sol, de los trabajos que
había pasado en reducir los hombres a su conocimiento. Dejó por sucesor a Lloque
Yupanqui, su hijo legítimo...” (G. de la Vega, 19-85:95), y descansaría por siempre
en los brazos del Inti cuidador.
3er rey inca: Lloque Yupanqui o las hazañas del zurdo memorable
El nombre de este tercer monarca dio pie a varias aseveraciones, entre las que
podemos contar la que destaca el teórico Stingl, en su libro El Imperio de los Incas,
donde cuenta que “significa algo así como alguien que tiene dos manos izquierdas;
un inútil, alguien que no sirve para nada.” Sin embargo, otros como el inca Garci-
laso de la Vega, nos dan otra versión sobre el nombre de este emperador:
Su nombre propio fue Lloque; quiere decir izquierdo; la falta que sus ayos tuvieron
de criarle, por do salió zurdo, le dieron por nombre propio. El nombre Yupanqui que
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
fue impuesto por sus virtudes y hazañas (...) Yupanqui es verbo y habla de la segunda
persona del futuro imperfecto del modo indicativo, número singular, y quiere decir
contarás, y con sólo el verbo, dicho así absolutamente, encierran y cifran todo lo
que de un príncipe se puede contar en buena parte, como decir contarás sus grandes
hazañas, sus excelentes virtudes, su elocuencia, piedad y mansedumbre, etc., y es frasis
y elegancia de la lengua decirlo así (Ídem).
Este emperador era mucho más activo que su padre. Su carácter, duro y auto-
ritario, “también [era] capaz de seducir con su encanto personal y su aspecto
elegante.” Según la leyenda (cosa muy común entre los indígenas), Maita Cápac
nació con la dentadura completa, su desarrollo fue tal que al año de nacido parecía
tener ocho y que a los dos o tres años peleaba cuerpo a cuerpo con muchachos de
diez años de edad o mayores.
Gracias a Maita Cápac se puede hablar de un “verdadero” pueblo incaico.
Sería él quien haría entender a su gente que por su calidad de “hijos del Sol” eran
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
seres privilegiados que debían ser blanco de la pleitesía de los demás pueblos, pues
aquéllos eran sus inferiores.
Según los historiadores, Maita Cápac fue el primer rey que organizaría real-
mente un ejército incaico, usando sus armas de guerra para propósitos de conquista
y expansión hacia los extremos más lejanos del valle del Cuzco, sometiendo entre
otras poblaciones a los alcahuizas y a otras tribus que se encontraban más allá del
agua, por ello se le atribuyó a Maita Cápac la construcción del primer puente de
mimbre, el cual también serviría para fines expansionistas, e igualmente la fabrica-
ción de balsas en las que pasaría el ejército. Tal era el afán de lucha de Maita Cápac
que se dice que montó en el sótano de su palacio una cámara real de torturas que
llamaría sancahuasi.
Maita Cápac redujo la provincia de Hatunpacasa y el pueblo de Cacyauiri; y tras
sangrientas guerras y el posterior perdón del inca supremo cayeron de igual manera
en su poder tres guerreros: Cauquicura, Mallama y Huarina, entre otros.
Para resumir quién fue Maita Cápac diremos que se le considera como el primer
gran conquistador, pues sometió al territorio alrededor del lago Titicaca, aplacó la
sublevación de los Collas y sería el primer inca que trasladaría a su ejército desde las
alturas de los helados Andes hasta las calurosas costas sureñas del Tawantinsuyu.
Por otra parte, se le considera el “inca ingeniero” por la cantidad de trabajos
comunitarios que se realizaron durante su reinado, como los edificios y las mura-
llas, y la construcción del ya citado puente de mimbre sobre el río Apurímac.
Tras muchas batallas ganadas, Maita Cápac “falleció lleno de trofeos y hazañas
que en paz y en guerra hizo, fue llorado y lamentado un año, según la costumbre
de los Incas; fue muy querido por sus vasallos. Dejó por su universal heredero a
Cápac Yupanqui” (Ibídem: 139).
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
En esta quietud y descanso falleció el Inca Cápac Yupanqui; fue valeroso príncipe, digno
del nombre Cápac que los indios en tanto estimaron. Fue llorado en la Corte y en todo
su reino con gran sentimiento; fue embalsamado y puesto en el lugar de sus pasados.
Dejó por sucesor a Inca Roca, su hijo primogénito y de la Coya Mamma Curillpay, su
mujer y hermana... (Ibídem: 161).
6to rey inca: Inca Roca o el gobierno que comenzó los cambios
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Que convenía que los hijos de la gente común no aprendiesen las ciencias, las cuales
pertenecían solamente a los nobles, porque no ensoberbeciesen y amenguasen la repú-
blica. Que les enseñasen los oficios de sus padres, que les bastaban. Que al ladrón y al
homicida, el adúltero y al incendiario, ahorcasen sin remisión alguna. Que los hijos
sirviesen a sus padres hasta los 25 años, y de allí adelante se ocupasen en el servicio de
la república (Ibídem: 203).
También se dice que fue el primer monarca que construyó escuelas en el Cuzco,
para que los amautas enseñaran las ciencias a los príncipes incas y a los nobles en
sí, para que éstos conocieran los ritos, preceptos y ceremonias religiosas, las artes
militares, el uso de los quipus; y de igual manera se les enseñara poesía, filosofía y
astrología. Estas escuelas encontraron su máximo apogeo en los tiempos del gran
Pachacútec.
En el reinado de Roca continuó la prosperidad del Imperio; se construyeron
escuelas para los nobles, se subió la autoestima de los incas como supremos seres
sobre la tierra, y se ganó la veneración del pueblo complacido.
En su ocaso Inca Roca, poco antes de morir, dijo “De todo lo de aquí abajo
prefiero al hombre sabio y discreto, porque aventaja a las demás cosas de la
tierra.”
7mo rey inca: Yahuar Huácac o el que por huir todavía llora lágrimas de sangre
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
quienes comandados por el jefe de la tribu huamanga, Anco Waillo, irían ya sobre
los asideros incaicos, destruyendo todo a su paso.
Cuando los chancas llegaron a las puertas de la ciudad real, se encontraron con
un maravilloso ejército improvisado rápidamente por el príncipe, quien estaba a
la cabeza, dispuesto a todo por defender y salvar la base del Imperio. La sangrienta
batalla duraría varios días, irguiéndose victorioso el ejército Inca, que estuvo refor-
zado por varios soldados quechuas y organizado por canas, y cuzqueños. Esta
batalla fue tan violenta que el campo se tiñó de sangre, por ello esta zona pasó a la
historia como Yahuar Pampa: “Llanura de Sangre”.
En el Cuzco, ahogando los sollozos de los prisioneros de guerra, se escucharían
estruendosos los gritos de júbilo por la victoria obtenida, por la salvación llegada,
por la ciudad salvada. Mientras que en la litera real entraba triunfante el nuevo rey
inca, el octavo; el príncipe que una vez fue desterrado y humillado y que a partir
de ese momento respondería al sagrado nombre de Inca Viracocha, en honor al
dios que le habló desde sus sueños premonitorios.
8vo rey inca: Inca Viracocha o el precursor
Amparado por la profecía de Viracocha, Hatun Túpac Inca tomó la borla encar-
nada y ascendió al trono dejando en el olvido al viejo inca depuesto, por quien
el pueblo ya ni su muerte lloraba. Viracocha, llevado por la mano de la impetuo-
sidad de la juventud, llevó a cabo una importante labor expansionista bajo la cual
conquistaría las ciudades de Calca y Muyna, extendería sus campañas hacia el sur
y sureste, e incorporaría a las grandes tribus de los chavín, los chancas y los canas.
Bajo una alianza militar con Cari, el jefe de los lupacas, logró llegar a la tierra de los
aymaraes, con lo cual finaliza la labor expansionista de Viracocha, extendiéndose
así el Imperio a lo que hoy conocemos como la República de Bolivia.
Fue muy importante la incorporación de los chancas al dominio incaico, ya que
ellos albergaban bajo su mandato la confederación que agrupaba a los habitantes
de Ayacucho, Vilcas, Huaca, Huamanga y Huancavelica.
Al momento de decidir sobre la sucesión al trono, el ya envejecido rey —como
su padre— se dejó llevar por la preferencia y el amor, despojando de la herencia
legítima a su hijo mayor, Titu Cusi Yupanqui, quien estaba pleno de valentía y
arrojo, decidiendo a favor de Urcón, quien según se dice, tenía todos los defectos
y ninguna de las virtudes de su padre. Sin embargo, como una vez sucedió con
el mismo Viracocha, las amenazas de una inminente rebelión de las tribus de
Huamanga, demostrarían el aplomo y valentía del príncipe Titu Cusi Yupanqui,
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
quien asesorado por los veteranos generales Vicaquirao y Apu Maita detuvo a los
invasores Caquia-Xaquisawana, derrotándolos tras una sangrienta batalla.
De este modo quedó eliminado casi hasta de la historia Urcón. El valeroso Titu
Cusi Yupanqui subiría al trono con el nombre de Pachacútec: “El que da nuevo
ser al mundo”.
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
El que mata a su semejante, necesario es que muera; por lo cual los Reyes antiguos,
progenitores nuestros, instituyeron que cualquier homicida fuese castigado con muerte
violenta, y nos lo confirmaron de nuevo.
En ninguna manera se pueden permitir ladrones; los cuales, pudiendo ganar haciendo
con honesto trabajo y poseerla con buen derecho, quieren más haberla o robando, por
lo cual es muy justo que sea ahorcado el que fuese ladrón.
Los adúlteros que afean la fama y la calidad ajena y quitan la paz y la quietud de otros
deben ser declarados por ladrones, y por ende condenados a muerte sin remisión
alguna.
Los jueces que reciban a escondidillas dádivas de los negociantes y pleiteantes deben
ser tenidos por ladrones y castigados con muerte, como tales.
Los gobernantes deben advertir y mirar dos cosas con mucha atención. La primera, que
ellos y sus súbditos guarden y cumplan perfectamente las leyes de sus reyes. La segunda,
que se aconsejen con mucha vigilancia y cuidado para las comodidades comunes y
particulares de su provincia. El indio que no sabe gobernar su casa y su familia, menos
sabrá gobernar la república; este tal no debe ser preferible a otros (Ibídem: 98).
Además de estas leyes, Pachacútec también dictaría reglas morales, entre las
cuales se pueden citar:
La envidia es un gusano que roe y consume las entrañas de los envidiosos. El alcoho-
lismo, la cólera y la locura, son compañeros de ruta, pero las dos primeras son volunta-
rias y modificables, mientras que la tercera es permanente. El hombre noble y valeroso
se le reconoce por su paciencia en la adversidad (Ídem).
Otro de sus logros fue la fundación de una universidad para la nobleza, con
una academia de ciencias llamada Yachgayhuasi, y un observatorio solar llamado
Intihuatana, entre otros. También lograría el perfeccionamiento de los quipus a
través de una mejor enseñanza y especialización a los quipucamayoc(1). Por otra
parte, se puso en práctica la institución del mitimáe o mita. Aumentaría el número
de almacenes de aprovisionamiento para el ejército en caso de guerra o cualquier
otro imprevisto de carácter natural. Aceleró la distribución de ayudas al pueblo en
general, dando mayor importancia a los ancianos, viudas y huérfanos.
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
10mo rey inca: Túpac Yupanqui o los primeros síntomas de una mirada al
pasado
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
de mantener la paz de un gobierno era someter el pueblo a los designios del jefe. Por
ejemplo, decía en una ley que dictó: “Al pueblo no es lícito darle educación, porque
como gente baja no se llene y ensoberbezca y apoque la república”. Así establecería
la institución del Yanacona, ley que lejos de darle al pueblo una mejoría, lo sometía
a la esclavitud y lo privaba completamente de la libertad. La clase yanacona sería:
Huaina Cápac ascendió al poder siendo aún muy joven. Según Stingl, el verda-
dero sucesor al trono era el primogénito Amaru, pero con intrigas palaciegas la
decisión sería otra. Según Cossio del Pomar, el ascenso de Huaina Cápac al poder
sería perfectamente legal; señala inclusive que al que se le había prometido el trono
era a Amaru, quien ni siquiera era hijo de la Coya. Por ello, este príncipe se reve-
laría contra Huaina Cápac, lo que constituyó el primer levantamiento en contra
de un rey en la historia del Tawantinsuyu. Luego de este obstáculo, el nuevo inca
sufrió otra rebelión, pues un grupo de curacas, en desacuerdo por su corta edad,
decidieron nombrar a un regente para que lo sustituyera en el cargo mientras él
tuviera edad suficiente. Este intento fracasó.
Huaina Cápac llevaría a cabo muchas conquistas que agrandaron el Imperio
desde muchos puntos de vista. Por primera vez en la historia, la capital del Imperio,
Cuzco, se vería prácticamente relegada a un segundo plano, pues el inca, llevado por
sus ímpetus amorosos, cambiaría su residencia a la ciudad de Quito, convirtiéndola
en una segunda capital. Por primera vez en la historia del Tawantinsuyu el Imperio
se debía mirar a través de dos ojos, y eso, indudablemente, no era bueno.
Entre las conquistas que podemos señalar se encuentran la de los valles de
Pacasmayu, Túmpiz, Collque, Cintu, Tucmi, Sayanca, Mutupi, Puchiu y Sullana
y las naciones de la provincia de Manata. Entraría en batalla contra los chachapo-
llas, pero sus tropas regresarían derrotadas y con la extraña noticia de haber visto
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
unos “hombres blancos y barbudos”, fenómeno del que por primera vez se tenía
conocimiento.
Huaina Cápac en sus deseos expansionistas decretó una movilización general
para tomar el antiguo reino de los caras, regresando triunfador a los pocos días a
la ciudad de Quito. Pero, quizás la más importante de las batallas que libró este
inca fue la que se desató cuando los pueblos de Cayambo, Cochasqui y Pifo del
territorio de Coranque, se revelaron contra los incas:
Y tanta fue la sangre de los muertos que cayeron, que, como en la Ilíada, en arroyos
corrió la sangre en la negra tierra. Y tan enojado estaba dellos el rey tirano porque se
pusieron en armas porque querían defender en tierra sin reconocer subjección [que]
mandó todos suyos que buscasen todos los más que pudieron ser habidos; y con gran
diligencia los buscaron y prendieron a todos, que pocos se pudieron dellos escabullir; y
junto a una laguna, que allí estaba, en su presencia mandó que los degollasen y echasen
dentro y tanta fue la sangre de los muchos que mataron que el agua perdió su color, y
no se veía otra cosa que espesura de sangre. Hecha esta crueldad y gran maldad, hizo
Huaina Cápac comparecer a los hijos de sus víctimas y mirándoles les dijo: Campa
mana, pucula huambrona, que quiere decir, ‘vuestra nación ya no es fuerte, todos sois
muchachos’. Hasta hoy a esta gente se les llama guambraconas. Fueron muy valientes; y
a la laguna la quedaría el nombre de Yahuarcocha (Lago de Sangre) (Cossio del Pomar,
1969: 141-142).
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Haciendo un esfuerzo supremo ordenó que su cuerpo fuera llevado al Cuzco, para
ocupar en Coricancha el sitio que le correspondía junto a sus antepasados; pero su
corazón debía quedar en Quito, junto a todo lo que amaba, en el santuario del Sol
edificado por él mismo en la cima del Yavirac, y en donde luego debería descansar el
cuerpo de su amada Paccha (Carrión, 1966: 67).
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
más adelante, cosas funestas. Tenía, no obstante, a su favor muchos de los curacas
del reino del Cuzco, pues ellos lo habían visto nacer y crecer.
Por su parte, Atahuallpa tenía el apoyo de todos los capitanes y generales que
habían servido al rey Huaina Cápac, entre los que se contaban Calcuchima, “el
primer capitán de los indios”, Rumiñahui, Sotauno y Quizquiz.
Teniendo cada uno de los adversarios buenos ejércitos y las mismas ansias de
poder, declararon una batalla que acabó no sólo con la muerte de uno de ellos, sino
con el Imperio en sí. Sería la guerra y no otro factor, la que le daría importancia
suprema, y por lo tanto, fuerza suficiente, a la expedición de los españoles.
La tormenta va a desatar sobre el Imperio del Tawantinsuyu la guerra civil que consu-
mará su destrucción, y preparará su entrega a los hombres blancos que traen armas
de fuego, dogos y caballos, animales desconocidos, y corazones duros como rocas
(Ídem).
la nobleza masacrada sin piedad, cinco jefes principales de Huáscar, tres generales y dos
sacerdotes son ejecutados, otros son obligados a arrancarse las pestañas y las cejas en
señal de acatamiento al nuevo emperador, y Huáscar salva la vida gracias a su origen
divino (Ibídem: 153).
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
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Las artes del saber
o de cómo los incas desarrollaron
muchos conocimientos
CAPÍTULO III
El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
Los incas alcanzaron algunos adelantos para su época en distintas ramas del
conocimiento, entre ellas, la astronomía, la medicina, la geometría, la aritmética
y las artes.
Aritmética
Astronomía
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Dividían el año en doce meses, los cuales revestían gran importancia, pues eran
los que marcaban cada una de las fechas en las que se debían celebrar las diferentes
ceremonias relacionadas con la siembra y las diversas consagraciones del raimi
(mes de la cosecha del maíz). Así se tendrían por ejemplo, durante el primer mes
del año, el llamado Cápac Raimi (fiesta grande), en el que se plantaban la papa
y la quinua, y se daba lugar a la “fiesta de la madurez” de los jóvenes. El segundo
sería el “mes de la madurez”, en el cual se celebraban los sacrificios de llamas ofre-
cidos al dios solar Inti. El tercero, llamado “de la madurez”, era ofrecido también
al Sol con sacrificios de marsopas. Con la llegada de la primavera, se celebraba el
cuarto mes “de la madurez de las flores”. El quinto era el de la “cosecha principal”.
Luego iría el mes en el que se celebraría la fiesta más importante entre los incas, el
Inti Raimi. Después le seguía el mes del “tiempo de descanso”. El noveno estaba
destinado al “tiempo de la gran limpieza”. El décimo mes dedicado al “tiempo del
agua”, por aquello del invierno que venía. Y el último, se llamaba Aya narca raimi,
que correspondería más o menos a “fiesta de los muertos”.
Los incas contaban los meses de una luna nueva a otra, y como vimos, cada
uno tenía un nombre (lo cual no pasaría con los días de la semana), es por ello que
llamarían killa a los meses, mientras que al año lo llamarían huata.
Medicina
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
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Una cultura
ceremonial
CAPÍTULO IV
El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
Un teatro sin texto o de cómo los incas dominaron las artes escénicas por medio
de una teatralidad llena de esplendor estético
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
el lugar donde el público observa una acción que se le presenta en otro lugar, el teatro,
en efecto, es sin duda un punto de vista respecto de un acontecimiento: una mirada,
un ángulo de visión y de rasgos ópticos, lo constituyen. Sólo por el despliegue de la
relación entre la mirada y objeto observado se transforma en el lugar donde tiene la
representación (Pavis, 1983: 469).
Entre ceremonias, leyendas y cantos o de cómo los incas celebraban sus rituales
Los incas, como todas las culturas que ha desarrollado el ser humano, realizarían
diversos tipos de ceremonias y fiestas para llenar de encanto cada una de las etapas
más importantes de sus vidas. Así podemos encontrar una docena de ejemplos de
ceremonias que revestirían, cada una, un motivo diferente. Por ejemplo, las cere-
monias rituales relacionadas con el aspecto religioso en cuanto a la creación del
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
Así comenzaría a poblar una vez más, el Dios Supremo, aquella tierra que antes
había llenado de gigantes “brutos e inservibles”. Ahora sólo habría de dejar el
modelo de varias personas y algunos animales esculpidos en barro para comenzar
de nuevo el mundo que antes había creado. “Entonces creó una raza nueva del
tamaño de él mismo, para reemplazar a los gigantes que había destruido. Primero
dio al mundo haciendo que el Sol y la Luna surgieran de la isla de Titicaca” (Von
Hagen, 1970: 30). De esa manera modeló los nuevos seres vivientes que poco a
poco irían extendiendo su aprendizaje por todos los corredores del planeta entero
del Tawantinsuyu. “Entonces les dio a los hombres sus ropas, lengua y cantos, y
les ordenó que descendieran a poblar la tierra” (Ídem).
Luego el mismo Viracocha bajaría a la tierra para ver el avance que había hecho
su obra. Pero sería castigado y vapuleado por los mismos a los que les había dado
la vida, de tal manera que el Dios Kon Ticsi Viracocha, lleno de ira y decepción,
acometió en contra de los pobladores de aquellos sitios mandándoles un gran
incendio y luego una gran tempestad para acabar con lo que aún no servía. Pero
las súplicas profundas y dolorosas de aquellas personas le llegarían al corazón
logrando su perdón y salvando sus vidas. A cambio de lo cual los fieles comenza-
rían, entonces, a adorarlo con waka, templos y lugares diversos de reflexión.
Cuando las aguas se hubieron retirado y el suelo se volvió a secar, Viracocha continuó
su obra creadora. Descendió a un lugar a orillas del lago Titicaca llamado Thiahuanaco
y vivió, según la leyenda, en la isla de Titicaca, en medio del lago del mismo nombre.
Luego el creador produjo el Sol y, después de él, otros cuerpos celestes: la Luna, el
planeta Venus y todos los astros, estrellas y constelaciones. Finalmente intentó nueva-
mente la creación de la raza humana (Stingl, 1982: 269).
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Otra leyenda mitológica que envolvería la religiosidad del mundo incaico sería
la relacionada con otra entidad suprema, Pachacámac. En los incas, y esto se vio
en innumerables obras de arquitectura, orfebrería y cerámica incaica, se mantuvo
siempre presente el mito de esta deidad.
Pachacámac aparece luego de que la única mujer que poblaba el mundo, fuese
embarazada por el Sol, que la vio sola, desamparada en un lugar donde no había
nada de comer. Entonces, el dios, también hijo del Sol, Pachacámac, sentiría celos
de aquel hermano que había nacido siendo humano, y sin atender las súplicas
desesperadas de la madre, lo despedazó, pero para que no pasara algo similar nueva-
mente por causa del hambre y la escasez de alimentos, Pachacámac
sembró los dientes del difunto y nació el maíz, semilla que se asemeja a los dientes;
sembró las costillas y los huesos, nacieron las yucas, raíz que tiene proporción a lo largo
y blanco como los huesos, y las demás frutas de esta tierra que son raíces.
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
El Citua Raimi
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medida que llegaban al lugar, los pobladores sacaban a las puertas de las casas sus
ropas sacudiéndolas mientras gritaban con regocijo y alegría. La noche siguiente
saldrían todos los jachos que pondrían a las puertas de sus casas y así despachaban
finalmente los males y enfermedades de toda la comarca.
El Inti Raimi
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
Una oveja machorra(1) era el objeto del sacrificio. Sus entrañas serían desga-
rradas para leer en ellas lo que diría el dios Sol. Dos sacerdotes sostenían las patas
del inocente animal, el Uillac Umu introducía fuertemente el cuchillo de pedernal
en el vientre del animal. Los sacerdotes, el rey Inca, y su hijo entraban en el Cori
Cancha para descifrar con exactitud la profecía rezada en las entrañas de la oveja
sacrificada. Luego le informarían al pueblo si la profecía era favorable o no, de
cualquier manera continuaban por varios días.
Para todo este esplendor desarrollado en el Inti Raimi el escenario estaba
preparado especialmente para la ceremonia de acuerdo a la tradición. El vestuario
tanto del pueblo como de los personajes principales era igualmente escogido para
ello. Y finalmente la naturaleza pondría la iluminación adecuada para que la repre-
sentación se llevara a cabo exactamente como había sido concebida. Por su parte,
los “actores” sabrían cómo cumplir su papel, cómo ser parte decisiva del “drama”
ceremonial.
El Nosos Nina se llevaba a cabo en el equinoccio de septiembre, y era dedicado
a la Luna, aprovechando la coincidencia del eclipse lunar.
El Cápac Raimi se realizaba durante el solsticio de diciembre, se dedicaba
siempre al Sol y se realizaba la abertura de las orejas de los caballeros, y esta acción
se dedicaba siempre al Sol.
Huarachicuy
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Cusquieraimi
Había, además de esta casa, a la redonda del pueblo, algunas huacas, que era la de
Huanacuari y otra llamada Anahuarqui y otra llamada Yahuaira y otra dicha Cinga y
otra Picol y otra que se llamaba Pachatopan, en muchas de las cuales se hacían sacrificios
que ellos llamaban cápac cocha, que es enterrar vivos unos niños de cinco o seis años
ofrecidos a huacas, con mucho servicio de vasijas de oro y plata.
Y dicen que sobre todo hizo (Yahuar Huácac) una gruesa maroma de lana y muchos
colores y chapeada de oro, con dos borlas coloradas al cabo. Tenía de largo, según dicen,
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
cinco y cincuenta brazas poco más o menos. Ésta servía para sus fiestas públicas, que
eran cuatro al año principales, llamada la una raimi o cápac raimi (fiestas solemnes del
mes de diciembre), que era de los caballeros, cuando hacían abrir las orejas, a quien
llaman Huarachucuy (rito de pubertad que consistía en proporcionarles pantalones a
los adolescentes); la otra se llamaba Síthuay, que era la manera de nuestros regocijos de
San Juan que se levantaban todos a media noche con lumbre y se iban a bañar y decían
que con aquello quedaban limpios de toda enfermedad (fiestas de la luna); la tercera
se decía inti raimi, que era la fiesta del Sol; la cuarta era aimóray (fiesta de la cosecha).
En estas fiestas sacaban la maroma de la casa o despensa del Sol, y todos los principales
indios, muy lucidamente vestidos, se asían a ella en orden; y así, desde la Casa del Sol,
venían cantando hasta la Plaza, la cual cercaban toda la maroma que se llamaba moro
urco (1980: 73-74).
Para lo cual [sic] de saber que los reyes Incas, desde el primero de ellos, tuvieron por
ley y costumbre muy guardada por el heredero del reino casarse con su hermana mayor,
legítima de padre y madre, y ésta era su legítima mujer, llamábanla Coya, que es tanto
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
como Reina o Emperatriz. El primogénito de estos dos hermanos era el legítimo here-
dero del reino (Inca Garcilaso de la Vega, 1983: 186).
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
oraba frente al ídolo ofreciendo sacrificios, a la vez que pedía por su bienestar y
el de su pueblo. Los sacerdotes y principales orejones llevaban al sucesor hasta el
altar mayor y tomando de la mano del Sol la mascapaicha, se la pondrían en la
cabeza al futuro Inca como símbolo de su nombramiento. El sucesor se sentaba a
la diestra de su Inti padre, en una silla baja hecha de oro y piedras preciosas, y allí
lo vestían con el cápac uncu o camiseta real; dándole el sunturpáucar o lanza de
madera adornada con plumas de colores, cetro del futuro Inca.
Los incas re-presentarían sus situaciones desde que eran introducidos a la
sociedad: cuando cumplían los dos años, cuando se convertían en hombres y
mujeres en la adolescencia, cuando se casaban, cuando llegaba el tiempo de orar
y rendir culto a lo Divino, y también al final cuando morían para ser recogidos
por su padre Inti. Llenando de esa manera todas las acciones sus vidas de una gran
teatralidad.
Rituales funerarios
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Iba a realizarse la salutación y el ofertorio al Sol, rito indispensable para ganar la gracia,
para purificarse, para merecer que la iluminación solar ayude al Villac-Umu y a los
amautas a decir el augurio. Rito que, ordinariamente, se celebraba en el equinoccio de
verano en Quito y que esta vez coincidió con uno de los anuncios de la aparición de los
hombres blancos y barbudos por el río de las Piedras Verdes (Carrión, 1966: 25).
Carrión narra los malos augurios que se descubrieron a raíz del sacrificio de
una vicuña machorra en la ceremonia que celebraba Huáscar en la Pascua del Sol,
frente al templo del Coricancha.
Se produjo la primera señal desconcertante: una estrella muy grande, tanto como la que
se ve en las tardes, pero de luz rara siniestra, asomó en el horizonte; esta estrella traía
pegada una gran cola de luz que se extendía, debilitándose por todo el horizonte.
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
... primero se habían sacrificado aves y (...) al momento de cortarles el cuello, llevados
desde el lago habíanse sacudido tan fuertemente que todas las plumas habían volado
fuera de la piedra ritual y (...) su sangre había salpicado la cara y los ponchos blancos
de los sacrificadores; (...) luego condujeron a la piedra una vicuña estéril, pero (...) al
momento de hincar, el sacrificador, el cuchillo de pedernal en el vientre de la dulce
bestia pavorida, ésta consiguió en un supremo esfuerzo, deshacerse de sus victimarios
y libertar las patas que los sacerdotes jóvenes tenían fuertemente sujetas. Augurios
funestísimos los dos.
A la hora mayor del Raymi, cuando el Sol, cada vez más oculto, debía encontrarse
exactamente en la mitad del cielo, la inmensa multitud, presa de un horror delirante,
fue testigo de un espectáculo más misterioso aún que los anteriores; por sobre el templo
de Coricancha asomó un gran cóndor perseguido por una enorme bandada de cuervos.
Los cuervos rapaces no se fatigaban de atacarle hasta que cuando estuvo en el centro de
la gran Plaza del Sol, sobre la piedra de los sacrificios, el cóndor dobló sus alas batido,
y se dejó caer ensangrentado, medio desplumado, moribundo, a los pies de Huáscar, y
de los sacerdotes (Ibídem: 29-30).
La cacería real
Cuando el Inca visitaba los diferentes pueblos del Imperio, los habitantes
debían recibirlo con una gran fiesta. Solían hacer arcos triunfales de madera ador-
nados con flores, y también cubrían de flores el camino por donde habría de pasar
el rey para que su litera no pisara la tierra. Cuando éste llegaba al pueblo se le
rendían grandes homenajes con danzas, música y poesía, además de la celebración
de ciertas ceremonias, y algún tipo de Raimi que generalmente coincidía con la
presencia del Inca en alguna ciudad importante.
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Para el transporte del Inca, en primer lugar, marchaban los “barredores” del
camino, quienes tenían por misión limpiar el suelo por donde pasaría la comitiva
real: las literas del Vilac-Umu, el sumo sacerdote, el hijo posible sucesor del Inca,
y al Inca en sí. Estos “barredores” debían quitar del suelo piedras, ramas, hojas y
otros sucios, para cubrirlo enteramente de pétalos de flores, construyendo así una
especie de alfombra. Luego los “danzarines”, grupo constituido por jóvenes adoles-
centes vestidos con discos de oro y plata, tocados hechos de plumas multicolores, y
rodeles metálicos en los tobillos, bailarían al son de la siempre desoladora música,
donde los pasos irían tornándose más y más rápidos acompañando al gran cortejo,
formando una “gran serpiente humana, de cabeza cascabeleante”, que bailaría
frente al horizonte del oro y de la plata. Terminaría la danza con las rodillas en la
tierra de los danzarines cansados y emocionados frente al rey.
Las danzas de los incas o de cómo la música y el cuerpo se unían en una sola
expresión
Si la gente vivía en los altos Andes, donde habitaba el cóndor, representaba este tipo de
danza. Si provenía de la tierra caliente, como las yungas, hacía danzas de aves, zorros o
venados. En todas las danzas iban disfrazados quienes las ejecutaban. Porque no bailaban
sólo por diversión y alegría, sino que danzaban para los dioses. La gente de Cajas repre-
sentaba la danza del agricultor cuando llegó al apo. Los hombres que danzaban estaban
disfrazados para asemejarse a la gente que vivía en Cajas. Una máscara representaba a
un hombre con la nariz rota. Otro tenía dos cabellos auténticos, largos, en la barbilla
de la máscara. Todos sabían que este danzante representaba a Yayo, el anciano que se
sentaba al sol, demasiado viejo para trabajar, y que se pasaba el día estirándose los dos
pelos largos que tenía en la barba. Las mujeres iban disfrazadas. Los hombres utilizaban
en la danza el arado de pie; las mujeres avanzaban y sus movimientos denotaban que
estaban quebrando los terrones que quedaban, desmenuzándolos con sus bastones (Von
Hagen, 1976: 80-81).
También existía la “Danza de los Pastores”, donde los bailarines arreaban a las
llamas adornadas con flores, cintas y cascabeles. Por otra parte, en la danza del
“Puli Puli”, los bailarines escenificaban la cacería y captura de dicho pájaro. Luego
encontramos el “Chaco”, en el cual parejas de ambos sexos bailaban con un poco
más de violencia. En la danza de “Las Papas” las mujeres, a un ritmo suave y deli-
cado, semejaban la caída de las semillas bajo el sol. “La Cachampa”, era una danza
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
La mímica de estas danzas es lo más importante; los gestos evocan hechos históricos,
imitan situaciones, tristezas y sobre todo dan oportunidad a la sátira que se agazapa en
el fondo de todo indio. Hasta hoy se bailan en Perú y Bolivia pantomimas donde los
danzantes, disfrazados de conquistadores y de incas, representan ceremonias en que
los españoles hacen papel de vencidos, y rinden pleitesía a los indios, como queriendo
rectificar la historia (Cossio del Pomar, 1969: 104).
Existía también una danza muy particular llamada llallama, llallagua o tarasca,
que se desarrollaba concretamente en Nasca, la cual sería definida como “el número
de un regocijo popular, desprovisto de mayor simbolismo, que es como decir que
no fue, ni con mucho, el personaje de una mitología determinada” (Cúneo-Vidal,
1913: 359). Dicha danza se escenificaba en la plaza principal del pueblo, donde los
bailarines y bailarinas se disfrazarían de monstruos y sacerdotisas, respectivamente.
Los “monstruos” bajarían por una cabuya o cuerda hasta posarse en un determi-
nado sitio donde comenzaría la danza del perseguido y el perseguidor, en una suerte
de “teatro” que hablaría de los espíritus “malos” en cacería de los culpables.
Los “monstruos” perseguían a los culpables y el que fuese agarrado sería hombre
muerto. Esta muerte no sería simbólica. La “obra de teatro” aquí dejaría de ser
ficticia para convertirse en algo absolutamente real donde se jugaría con la sangre y
la muerte como tributo a lo victorioso. La cabeza cercenada colgante era el premio
fugaz del ganador. La muerte dada al pecador por los espíritus diabólicos sería la
más grande teatralización de lo que pasaría en el occopacha.
El clima y el paisaje, influyen siempre sobre la manera de ser y actuar de las
personas que viven en él. Es así que ese frío inquebrantable de La Sierra, en conjun-
ción con aquel paisaje majestuoso y penetrante de las altas montañas del altiplano,
exigían a los incas un baile movido “ideal para avivar la circulación de la sangre
y aumentar el calor vital” (Ibídem: 349). Cosa que sucede a lo contrario en los
valles, donde el calor y el paisaje apacible, exigirían un baile menos violento, más
lento, “pero en cambio más rítmico, más ondulado, más reposado, acompañado de
cantares”, donde bien se sabe que las danzas que se realizaban en la parte alta, fría,
en el páramo andino, no era con cantares sino que solamente tenían música.
A partir de lo anterior, Cúneo-Vidal dice que el baile peruano estaba dividido
en los bailes serranos, vallunos y costeños. Cada cual con características altamente
influenciadas por el paisaje y el clima. Existían también, danzas no religiosas,
ligadas a lo campestre. Pero sin duda, las más representativas serían las religiosas,
entre las que se pueden citar aquellas que se realizaban ante la presencia de la
momia.
Se habla de un baile llamado huayñu (el muerto) al compás de una melodía.
Era una suerte de baile piadoso y elegíaco, por aquello del ensalzamiento de la
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
grandeza, desde el punto de vista de las hazañas del difunto allí presente. Como
su nombre lo da a entender, se bailaba ante la presencia de las momias. Toda la
comunidad danzaría al final de los ágapes sagrados practicados en su recuerdo. Se
supone que el muerto habría de bailar también, cargado por los bailarines.
De allí cierta tiesura del busto del danzante, el cual trató de copiar la rigidez de la
momia, y cierto leve acurrucarse de su pareja, con el objeto de ocultar bajo la saya, a
raíz del suelo, sus pies movidos al compás del ritmo de la danza (Ibídem: 350).
De estos bailes ante la momia sentada, saldría el uso del pañuelo, a lo que
Cúneo-Vidal dice:
El uso del pañuelo en los mencionados bailes, exclusivo de la gente americana de filia-
ción andina, tuvo una explicación, allegada de igual manera a las usanzas fúnebres de
los antiguos peruanos (...) tuvo el origen de espantar las moscas que es de suponer que
abundarían en los lugares en que vieron reunidas las dichosas momias, teniendo a sus
pies las comidas destinadas a los ágapes funerarios (Ibídem: 358).
La poesía en los Andes o una canción que retumba entre las altas montañas
Así cantaban sus poemas religiosos los indios del altiplano. Desde la sobria
nobleza hasta las más pobres de las multitudes. Viracocha, Pachacámac, Ataganu,
creador de Huamanchuri, pasando por las tradiciones orales del pueblo plebeyo
hasta transformarse luego en canción, danza y obra de teatro.
Según algunos historiadores como Stingl, el Inca Pachacútec debió de haber
sido el autor del poema que a continuación transcribimos:
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
La poesía incaica era concebida por poetas solamente dedicados a este arte,
llamados arahuitsas, algo así como “quien pone algo en verso”. En la Corte, los
poemas serían escritos por los amautas y los haravicus quienes compondrían desde
himnos solemnes hasta huancas, hayllis y picarescos waynos. Como los drama-
turgos de la antigua Europa, estos señores vivían en palacio y con sus trabajos
enriquecerían la vida de la Corte.
Estas poesías fueron concebidas para ser acompañadas por la suave música de las
flautas de pan (antaras) y las quenas, primeramente a una sola voz, y con el pasar
del tiempo comenzó a recitarse a dos voces y más, planteando así una especie de
diálogos entre los que recitaban, como una suerte de copla u obra teatral.
Con este crecimiento de la expresión poética en la Corte, sus efectos se irían
extendiendo popularmente, de manera que los “creadores del pueblo” comenzarían
a “cantar” loas dedicadas a su monarca, y posteriormente a todo aquello que los
rodeaba, como el trabajo del campo, la artesanía, los animales, el paisaje, los dioses,
hasta llegar a plasmar en representaciones callejeras sus sentimientos y estados de
ánimo. Todo esto acompañado naturalmente, por la música de fondo y pequeñas
danzas que enriquecían todo aquel espectáculo.
el autocratismo político —de apariencia paternalista, origen divino y fin social— dio
paso a la literatura cortesana, oficial, ‘dirigida’, que tuvo a su cargo los cantares de gesta,
las crónicas imperiales, los himnarios del culto, los dramas y comedias, los poemas
sociales, el teatro docente, los cuentos moralizantes, las consejas filosóficas. El socialismo
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Amanece la tierra
y se cubre de luces
a fin de venerar
al criador del hombre.
Y al alto cielo
barre sus nubes
para humillarse
ante el creador del mundo.
Se me ha escapado,
se me ha perdido
mi palomita.
¿Dónde se ha ido,
quién se ha llevado
a mi adorada?
Era aún muy tierna
cuando en mi pecho
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
nido le di;
mas no pensé
que al tener alas
me iba a dejar.
Arawi
Morena mía,
morena,
tierno manjar,
sonrisa del agua,
tu corazón no sabe
de penas
y no saben de lágrimas
tus ojos.
Y por otra parte, estaban aquéllos que tendrían filiación directa con lo teatral
o con expresiones de la teatralidad. Éste sería el caso del wawaki, una forma dialo-
gada de poesía lírica cantada por coros juveniles de ambos sexos, que intervenía
en fiestas ceremoniales:
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JENNY GONZÁLEZ MUÑOZ
Y el aymórai, que sería una poesía ágil, popular, también dialogada, con cantos
a la naturaleza y la agricultura:
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El imperio de los incas. Una canción que retumba entre las altas montañas
a las cuestiones religiosas como por ejemplo, la diosa killa, al todopoderoso Inti, o
los componentes del Illapa; todo entremezclado glamorosamente con lo erótico.
Ya para la época más cercana a la colonización española se vería la aparición de
creaciones más arraigadas a lo que podría denominarse “expresiones de la teatra-
lidad”, y teatro en sí, lo cual ya se había manifestado, de una u otra forma en épocas
remotas. Según Arias Larreta y el inca Garcilaso de la Vega, eran composiciones
trágicas y cómicas en las que se contaban cosas históricas, hazañas de los Incas y
cuestiones importantes de la Corte. En relación a las comedias, éstas serían de
carácter agrícola, donde se ridiculizaba, si se quiere, a las personas del vulgo, a los
plebeyos.
En cuanto a los actores, “los comediantes”, eran personas de la Corte que
representarían obras que los amautas creaban como una manera de contar la
historia a través del arte en los días y fiestas solemnes. También podemos contar
como expresiones de la teatralidad las danzas llamadas taqui, que se hacían en las
plazas públicas.
Por otra parte, encontramos lo que se podría llamar “teatro religioso y cívico”,
que sería ya una expresión artística nacida en las sementeras de la colonización
española, aunque siempre revestida del alma indígena. Sin embargo, el teatro
religioso tendría para la época de la introducción de esta definición, la presencia
de un cura que, si bien no daba “homilías”, sí plasmaba dentro de la expresión un
carácter de sincretización cultural.
Indudablemente el epos tenía una finalidad política y una difusión oficial, el mito
respondería a los grandes interrogantes cosmológicos y a los que se hacían sobre el linaje
divino de los señores de la tierra; el drama y el relato eran expresiones del natural talento
mímico y narrativo del pueblo quechua; la lírica en el taqui o canto era una segunda
naturaleza del hombre andino que cantaba en vez de llorar o reír; y el poema religioso
era plegaria dirigida hacia las supremas fuerzas de la naturaleza, pidiendo protección y
abundancia en un medio difícil de dominar, y reclamando el secreto equilibrio de esas
fuerzas en favor de la felicidad material del hombre” (Bendezú Ayabar, 1980: XXIV).
Lo que frenaría de golpe el desarrollo cultural del gran Imperio de los Incas, se
escribiría en la posterior parte de la historia, si se quiere la más triste: la destrucción
de los quipus, la prohibición de la tradición oral, la condena a lo “pagano”, y en
fin, la represión de todo aquello que fuera de origen indígena.
67
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Von Hagen, Víctor. (1976). Los Incas (1ra ed). México: Joaquín Mortís Ediciones,
pp. 122.
Introducción
3er rey inca: Lloque Yupanqui o las hazañas del zurdo memorable 24
6to rey inca: Inca Roca o el gobierno que comenzó los cambios 27
7mo rey inca: Yahuar Huácac o el que por huir todavía llora
lágrimas de sangre 28
Aritmética 41
Astronomía 41
Medicina 42
Un teatro sin texto o de cómo los incas dominaron las artes escénicas
por medio de una teatralidad llena de esplendor estético 47
El Citua Raimi 51
El Inti Raimi 52
Huarachicuy 53
Cusquieraimi 54
Rituales funerarios 57
La cacería real 59
Visita del Inca 59
BIBLIOGRAFÍA 69
Edición digital
Octubre de 2017
Caracas - Venezuela