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Tu Me Perdonas Yo Lo Perdono

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PREDICACIÓN: TU ME PERDONAS, YO LE

PERDONO.
Oremos: Señor y Padre nuestro, te alabamos, te bendecimos,
te exaltamos, te damos gracias por Tu maravillosa Palabra. Tu
Palabra es Verdad y estamos ante ti hoy para adorarte en
espíritu y en verdad. Gracias porque has cambiado ya nuestro
corazón de piedra en un corazón de carne que siente las
necesidades, las angustias y el sufrimiento de los demás.
Gracias porque nos ayudas cada día más a ver a los otros
como Cristo mismo nos vió. Te rogamos, Padre, que perdones
nuestras faltas contra ti. Nos arrepentimos de todo corazón de
todos nuestros pecados y nuestra transgresión y te damos
gracias porque eres un Dios perdonador que nos amas
eternamente y que nos limpias de todo pecado. Gracias
porque nos ayudas a entender cuan inmenso valor tiene para
nuestras vidas el perdón. Gracias por poner en nosotros un
corazón perdonador. En el nombre de Jesús, amén y amén.

Hoy voy a hablar de algo que es más importante para su vida


personalmente, que para ¡la vida de los demás! ¡Sí! Hoy voy
a contarles la versión de Dios acerca del perdón, que es
abiertamente contraria a la versión de los hombres.

Esta no es una predicación sólo para aquellos que están en la


situación de víctimas u ofendidos, para aquellos que sufren o
han sufrido a causa de una injusticia, una calumnia, una
injuria, un acto criminal, una traición de su cónyuge, una
agresión, una vejación, una humillación, o, simplemente una
burla o un desplante… Esta es una predicación también para
aquellos que han infringido dolor a otros. Es decir, esta es una
predicación para usted.

PASAJE CENTRAL MATEO 18, 23 A 35

RV- “Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey


que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a
hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil
talentos. A éste, como no pudo pagar, ordenó su señor
venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para
que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo,
postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo,
movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero
saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que
le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba,
diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo,
postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia
conmigo, y yo te lo pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue
y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo
sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y
fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado.
Entonces, llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado,
toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No
debías tú también tener misericordia de tu consiervo,
como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor,
enojado, le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo
lo que le debía. Así también mi Padre celestial hará con
vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su
hermano sus ofensas”.

1- PERDONAR ES UNA DECISIÓN MIA Y


NO UNA RESPUESTA A UN FAVOR O
UNA PETICIÓN DE OTRA PERSONA.
+Sí, el perdón es, sobre todo, una decisión. Decisión que
podemos y debemos tomar unilateralmente, guiados por
el Espíritu Santo. Decisión que debemos tomar eligiendo
entre por lo menos 2 opciones.

Creemos que no tenemos la obligación de perdonar y


que el perdón sólo puede ser causado en nosotros por una
petición o un ruego que hagan las personas que nos han
ofendido. Claro que nos fascinaría que la persona que nos
ofendió se arrodillara y nos pidiera perdón. A veces ¡casi que
lo exigimos! Esto, por supuesto, se debe a nuestro orgullo, a
nuestra arrogancia, ¡a nuestra tendencia de creernos dioses!
Nos gusta que la atención se centre sobre nosotros, que el
mundo gire alrededor nuestro, aun en esas ocasiones.

Pero desde la óptica de Dios es diferente. La causa del


perdón es y debe ser solamente el Amor. Así con A
MAYÚSCULA, porque hablamos aquí del Amor Ágape que es el
amor puesto por Dios en nuestros corazones cuando volvemos
a nacer, cuando lo confesamos como Señor y Salvador
personal.

El mismo dió el ejemplo: Desde la cruz del Calvario, aun


azotado y molido por nuestras transgresiones pidió al padre
que nos perdonara. Lo hizo por su indescriptible Amor. En
este mismo aparte de la Biblia que estudiamos hoy
podemos apreciar que el siervo no suplicaba sólo el perdón
por la falta cometida sino que prometía PAGAR TODO LO QUE
LE DEBÍA AL SEÑOR. Y ¿cuál fue la respuesta de ese señor?
¡PERDONAR TODA LA DEUDA!

+La deuda era nada más y nada menos que 10.000


Talentos dice la versión de la Reina Valera. MILES Y MILES
DE MONEDAS DE ORO (Dice la NVI). Según el diccionario
VINE ello equivalía a 216,000 kilogramos de plata pura.
Eso representa ¡un enorme peso encima! Por esto se dice que
esa gran deuda, también, significa la imposibilidad del hombre
de justificarse o salvarse a sí mismo delante de Dios. Es decir
que la regla de Dios aquí es también contraria a la que nos
dicta nuestra tradición: Entre más me deban, más tengo
que perdonar. El señor de la parábola había podido
condonarle los intereses y aun parte del capital. Había podido
darle sólo un plazo mucho más cómodo. El siervo, al fin y al
cabo, ¡sólo estaba pidiendo un poco de paciencia! Pero no, el
señor fue movido por el AMOR de Dios y tomó dos decisiones:
soltarle y perdonarle ¡absolutamente todo! Decidió dejarlo
libre, no molestarle, no echarle a la cárcel sino por el contrario
mandarlo a casa a celebrar con muchas menos deudas de las
que usted y yo tenemos ahora.
Aquí no aparece explícito que el señor de la parábola se lo
dijo, pero él tuvo en algún momento que declararlo con
sus labios y muy seguramente lo habrá hecho de la mejor
manera y con un tono de voz amistoso. Es muy importante
deducir esto pues no debemos pensar que este acto de
decisión puede ser simplemente un pensamiento. No. Vamos
requerir decirlo, hablarlo, pronunciarlo, declararlo. Aun en
contra del dolor en las entrañas que se siente cuando uno
dice “LO PERDONO EN EL NOMBRE DE JESÙS”!.

Enseguida, y como siempre después de hacer la declaración


de perdón, nos va a quedar un sinsabor, un “no se qué”, un
“algo” allí en nuestro pensamiento o en nuestros sentimientos
debemos dejar todo en manos de Jesús. Pongamos nuestra
declaración, nuestros sentimientos y nuestros
pensamientos al respecto a los pies de su cruz y
pidámosle que cargue EL con todo eso.

+Si eso es de esa manera, mucho más podremos comprender


que entre más debo, más tengo que pedir perdón ¿no? Y
eso no hace referencia sólo a mi relación con Mi Dios. Claro,
con EL debo tener siempre al día las cuentas e ir a su
presencia a pedir perdón cada vez que el Espíritu Santo me
muestre que lo he contristado. Pero también tiene que ver con
las personas que he ofendido, herido, agraviado, vilipendiado.
Aquí sí es mucha más clara la necesidad de hacerlo con
nuestra boca. Muchos inmediatamente se preguntan ¿y qué si
esa persona a la que he ofendido cambió de País o
sencillamente no se puede localizar? No se preocupen si no lo
pueden tener en frente de ustedes. En ese caso hágalo
¡aunque sea simulando que está sentado en su sofá! En la
mayoría de los casos deberá hacer un esfuerzo mayor para
localizarlo y no sacar excusas para no hacerlo. ¿Se necesita
ser muy valiente para esto? Pues ¡sí! Pedir perdón es también
un acto de valentía. Menos mal que ¡Dios nos ha dado un
espíritu de poder de amor y de dominio propio y no de
cobardía! (2Timoteo 1, 7) Un amigo me dijo ¿Y si no
tengo sofá? Yo le respondí pues compre uno hombre porque
¡un hijo de Dios debe tener todas las comodidades en casa!
Tenga excesivo cuidado, eso sí, con determinadas clases de
ofensas y pecados que usted haya cometido, pues en algunos
de esos casos le bastará con pedirle perdón a Dios de todo
corazón que le perdone. Pídale a EL que le muestre si ese es
su caso.

2- PERDONAR ES UN REMEDIO PARA MÍ Y NO UN


FAVOR PARA EL OTRO.

+ Si usted se detiene a analizar en detalle las razones por las


cuales no se perdona a alguien que le ha herido, insultado,
ofendido, dañado, violado, causado gran pena, va a encontrar
por atrás y muy escondido casi siempre detrás del odio, que
usted no considera a esa persona digna de su perdón.
Sea cual sea el agravio que usted haya recibido, del más
grave, hasta el más insignificante, su sentimiento es de
desprecio, de menosprecio, de desdén o de odio. Es como si
permanentemente le dijéramos como la vieja canción “No
vales ni un plomo que yo dispare para matarte”. Creemos que
si le perdonamos, ¡lo elevamos a la categoría superior en
donde nos encontramos!

+Pero NO. ¡El odio, el rencor y la falta de perdón, ¡es un


veneno que uno se toma con el deseo de que el otro se
muera! La falta de perdón es un peso bestial para
cargar, pero que nos resistimos a echar a la basura.
¡ES UN PECADO! SÍ UN PECADO. Reflexionemos sobre estos 3
pasajes de La Palabra de nuestro Dios Altísimo:

Efesios 4, 31 a 32 dice que debemos quitar de


nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y
maledicencia, y toda malicia, y que antes debemos ser
benignos unos con otros, misericordiosos,
perdonándonos unos a otros, como Dios también nos
perdonó a nosotros en Cristo.

Hebreos 12, 14 y 15 nos exhorta a que “Sigamos la


paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al
Señor”, y a que “miremos bien, no sea que alguno deje de
alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de
amargura, nos estorbe, y por ella muchos sean
contaminados”.

Apocalipsis 8, 10 a 11 describe la gran tribulación que


tuvo la tierra al abrirse el séptimo sello, cuando se le dan a los
siete ángeles que estaban en pie ante Dios las siete
trompetas que ellos hacen sonar una por una trayendo grande
desolación y catástrofe sobre la tierra. En el momento en el
que el tercer Ángel tocó su trompeta “cayó del cielo una
gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó
sobre la tercera parte de los ríos, y sobre las fuentes
de las aguas. Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la
tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo; y
muchos hombres murieron a causa de esas aguas,
porque se hicieron amargas”. Cuando en nosotros corren
ríos de agua viva, estamos felices y hay gozo en nuestro
corazón, pero ¡también podemos morir a causa de aguas
amargas que pongamos en nuestro interior!

+Cuando no perdono echo a otro (que es igual a mi) a la


cárcel. “Entonces su consiervo, postrándose a sus pies,
le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo
pagaré todo. Mas él no quiso, sino fue y le echó en la
cárcel, hasta que pagase la deuda”.

Esto le va a sonar extraño y salido de toda normalidad,


pero lo diré: No importa el grado de maldad con el que
usted califique a su victimario, ¡usted No tiene derecho
de ponerlo en una cárcel espiritual!

+Cuando mi falta de perdón es manifiesta, es decir que


ella se nota, que la gente puede verla, aflijo a otras
personas y ¡causo oraciones, suplicas y ruegos al Señor
en mi contra! “Cuando los demás siervos vieron lo
ocurrido, se entristecieron mucho y fueron a contarle a
su señor todo lo que había sucedido”.
+Cuando no perdono, no sólo hago enojar a mi Dios
sino que ¡yo mismo soy puesto a disposición de los
verdugos!
“Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos,
hasta que pagase todo lo que le debía”.
Verdugos que infieren dolor, que torturan, que secan nuestra
vida, que le traen enfermedad y muerte, que la dejan sin
esperanza. David decía en el Salmo 31, 9: “Ten
misericordia de mí, oh Jehová, porque estoy en
angustia; Se han consumido de tristeza mis ojos, mi
alma también y mi cuerpo. Porque mi vida se va
gastando de dolor, y mis años de suspirar; Se agotan
mis fuerzas a causa de mi iniquidad, y mis huesos se
han consumido”.

+Cuando no perdono llevo un fardo a cuestas y camino con


cadenas. Perdonar No necesariamente significa que tengo que
olvidar lo que me hicieron. No necesariamente cesan los
sentimientos de cosas feas por el que me agredió. No significa
estar de acuerdo con lo que pasó ni aprobarlo. Perdonar No
cambia en nada el pasado, ¡PERO SÍ EL FUTURO!

+Aquí recuerdo una anécdota que ilustra mucho a que se


parecen la amargura y el perdón:
Un día dos monjes iban caminando por el campo. Iban
camino a otro pueblo para ayudar a traer la cosecha. Mientras
caminaban, espiaron a una mujer que estaba sentada en la
orilla del río. Ella estaba enojada porque no había un puente,
y ella no podía cruzar al otro lado. El primer monje ofreció
amablemente, "Si quieres te podemos cargar hasta el otro
lado del río". "Gracias" contestó ella, aceptando su ayuda. Así
que los dos hombres juntaron sus manos, la levantaron entre
los dos y la cargaron hasta el otro lado del río. Cuando
llegaron al otro lado, la bajaron y ella siguió su camino.
Después de que los monjes caminaron otro tramo, el segundo
monje empezó a quejarse. "Mira mi ropa," dijo, "Esta toda
sucia por haber cruzado a esa mujer por el río. Y mi espalda
todavía me duele por haberla cargado. Siento que se me está
acalambrando." El primer monje simplemente sonrió y asintió
con su cabeza. Un poco más adelante, el segundo monje se
quejó otra vez, "Mi espalda me duele tanto, y todo es porque
tuvimos que cargar a esa loca mujer para cruzar el río! No
puedo seguir adelante por el dolor." El primer monje miró a su
compañero, que ya estaba tirado en el suelo quejándose y le
dijo "¿Te has preguntado porqué yo no me estoy quejando?"
"Tu espalda te duele porque todavía estás cargando a la
mujer. Pero yo ya la bajé varios metros atrás."Así es como
somos muchos de nosotros cuando tratamos con nuestras
familias. Somos como el segundo monje que no lo puede dejar
ir. Queremos hacerles saber el dolor que todavía sentimos por
algo que ellos hicieron en el pasado. Cada vez que podemos
se los tratamos de recordar. – Dr. Anthony T. Evans, Guiando a
tu familia en un mundo mal aconsejado.

+Por todas estas razones es que perdonar debe ser una


actividad constante y abundante en mi vida. Una maestra a
quien amamos mucho nos enseñó en Chicago que un
Cristiano pleno debe ser veloz para Pedir Perdón, veloz para
perdonar y veloz para obedecer la Palabra de Dios.

El mismo Jesús concluyó en este tema: “Entonces se le


acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces
perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta
siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun
hasta setenta veces siete”. (Mateo 18, 21 a 22)

3- PERDONANDO SOY YO EL QUE


HAGO SONREIR A DIOS
Ya vimos como Dios se enoja ante la actitud de falta de
perdón por parte nuestra Cuando no perdono muevo a Dios a
la Ira. Ahora bien, por simple deducción podemos afirmar que
el acto contrario, es decir el de perdonar, alegra al Señor, lo
hace sonreír, pues sin duda ve allí un genuino acto de
sumisión, consecuencia de un corazón cambiado por su
Hermoso Hijo. Es como si usted estuviera al frente de un hijo
pequeño suyo, el cual canta perfectamente la canción que
usted le ha enseñado o realiza un acto de inteligencia.
Algo que debemos tener en cuenta es que el mismísimo Señor
Todopoderoso afirma en Proverbios 23, 16 que “Mis
entrañas también se alegrarán cuando tus labios
hablaren cosas rectas”. Sus entrañas, su interior, su más
íntimo ser se alegra cuando nosotros hablamos de perdón,
pronunciamos palabras de perdón.

+Así como perdonar es un acto de Amor y una decisión,


también es un acto de pura sabiduría, es decir de
conocimiento de la Palabra y aplicación práctica de ella. Y
¡cuando los hijos del Dios Altísimo somos sabios, pensamos
sabiamente, actuamos sabiamente y hablamos sabiamente EL
también se alegra! : “El hijo sabio alegra al padre”
(Proverbios 15, 20). “Hijo mío, si tu corazón fuere
sabio, También a mí se me alegrará el corazón” (Prov
23, 15)
+Cuando perdono reconozco mis faltas, reconozco que yo
también he pecado, he ofendido, he asesinado (Mateo 5,
21 a 22), he hurtado, he hecho cosas horribles en contra de
Jesús, pues el pecado antes de ser contra alguna persona es
contra Jesús. Y eso también es un acto sabio. Además
¡perdonar es la llave sin la cual Dios no puede perdonarme
mis pecados! La Palabra dice en Mateo 6, 14 a 15:
“Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os
perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;
mas si no perdonáis a los hombres sus ofensas,
tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras
ofensas”. Y todos sabemos que nuestro Padre Generoso se
complace, siente alegría y gozo perdonando nuestras ofensas.

Hermanos, es hora de tomar otra buena decisión en su vida,


es hora de decidir ser capaz de cambiar su futuro, es hora de
cambiar su futuro, es hora de alabar a nuestro Señor con todo
nuestro ser y nuestras acciones, es hora de entender que
nuestro dulce Jesús nos puede liberar de todas nuestras
cadenas, es hora de entender que como hijo de Dios no debe
dejar que le roben su gozo, ¡es hora de perdonar!
Oremos:

Padre bondadoso y perdonador: Te doy gracias por esta


Palabra de verdad que has grabado en mi corazón, te doy
gracias porque ahora entiendo la maravillosa gracia que hay
en el perdonar y la alegría que sientes cuando sabiamente
decido perdonar a los que me han hecho daño. Declaro en el
Nombre de Jesús, nombre sobre todo nombre, que perdono a
…………… y a todos aquellos que me han herido, que me han
maldecido, que me han maltratado, que me han golpeado,
que se han burlado de mí, que me han ofendido, que con
sevicia me han causado dolor. Pido, mi Padre de Amor, que
bendigas a cada uno de ellos que perdones su pecado, que los
acerques a ti, toques su corazón y los cambies. Dejo en a los
pies de tu cruz toda raíz de amargura, todo odio, toda
animadversión y todo mal sentimiento hacia ellos. Llevo mis
pensamientos cautivos a la obediencia a Cristo Jesús. Declaro
que ningún arma que se forje contra mí prosperará y que toda
lengua que se levante contra mí en juicio o en condenación
será refutada. Te pido perdón mi adorado Dios por el pecado
cometido contra ti y contra………….. Me arrepiento de corazón
y te doy gracias por tu perdón.
En el Nombre poderoso de Jesús, Amén y Amén.

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