Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                
0% encontró este documento útil (0 votos)
4 vistas238 páginas

Elecci N

Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Descargar como pdf o txt
Está en la página 1/ 238

ELECCIÓN

1
2
ELECCIÓN

Tamara Carmona Sánchez

3
©Edición, 2010/24-Nov.

©Título: Elección

©Fotocomposición: Tamara Carmona

©Maquetación cubierta: Tamara Carmona

©Maquetación interior: Mercedes Perles

©Registro Safe Creative: 1112070685854

©2010, Tamara Carmona

©2010, Bubok Publishing, S.L.

Obra protegida por el RDL 1/1996, de 12 de abril, por el que se aprueba el


Texto Refundido de la Ley de Propiedad Intelectual. Los infractores de los
derechos reconocidos a favor del titular o beneficiarios del © podrán ser
demandados de acuerdo con los artículos 138 a 141 de dicha Ley y podrán
ser sancionados con las penas señaladas en los artículos 270, 271 y 272 del
Código Penal. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier medio,
incluidos los sistemas electrónicos de almacenaje, de reproducción, así
como el tratamiento informático. Reservado a favor del Autor o el Editor el
derecho de préstamo público, alquiler o cualquier otra forma de cesión de
uso de este ejemplar, siempre y cuando no se violen los derechos de
Copyright.

IMPRESO EN ESPAÑA - PRINTED IN SPAIN

4
A Mercedes, por su pasión incondicional, tanto a la lectura,

como a la escritura.

Nunca olvides tus sueños, porque este mundo en el que

vivimos… tiene muchas caras.

5
6
Argumento

¿Qué harías si todo lo que creías que era tu vida no fuera

más que una mentira?

Tara Ferguson se despierta una mañana como una chica

normal de instituto de diecisiete años, sin siquiera imaginar lo

que el destino tiene reservado para ella.

Un encuentro inesperado trastocará todo su mundo,

obligándola a decidir entre permanecer junto a su familia y

amigos, o emprender el viaje tras la búsqueda de sus raíces,

enfrentándose a aquellos que la quieren ver muerta, o

incluso utilizarla para sus oscuros propósitos.

Todo un cúmulo de emociones mezcladas, ocasionarán una

infinidad de dudas pero, al final, solo podrá escoger un

camino… el que le dicte su corazón.

7
8
Prefacio

Portland, 29th February 1992.

La noche era lo único de lo que disponían para protegerse.

Cualquiera hubiera pensado que, caminar al amparo de la

noche en las calles de Portland, era una locura, pero no más

que llevar consigo a una pequeña criatura que no levantaba

más de un metro del suelo.

La pequeña se acurrucaba en los brazos de su madre

mientras ella corría desesperadamente para protegerla. El

marido de ésta, marcaba el ritmo, oteaba cada rincón, cada

silueta, cada movimiento, para evitar cualquier peligro

innecesario. Estaban desesperados por salir de la ciudad,

pero debían protegerse bien las espaldas, barajar todas las

posibles decisiones y, tal vez así, podrían salir con vida de la

situación.

9
-Tenemos que darnos prisa.- Comentó el hombre

adentrándose cautelosamente en un oscuro callejón, un atajo

para llegar a la calle principal.

-Ya lo sé, cariño.- Dijo la mujer siguiendo a su esposo

hacia la más profunda oscuridad.- No podemos dejar que

nos atrapen.

-No, no podemos.- Corroboró el hombre mirando de reojo a

su esposa.

Ambos recorrieron aquel tramo con los nervios a flor de piel,

casi como esperando no poder salir de allí. Afortunadamente,

nada inusual sucedió y consiguieron adentrarse en la calle

principal que, aunque no estaba muy concurrida, al menos

estaba iluminada por una infinidad de farolas y escaparates.

-Tengo que llamar por teléfono. No tardaré.

El hombre se dirigió a la cabina telefónica más cercana,

dejando a su mujer desprotegida, al otro lado de la calle,

tratando de apartar el miedo del cuerpo, mientras esperaba

pacientemente.

10
-¡No te muevas!

El miedo se apoderó de la mujer mientras sentía el cañón del

revólver en su sien. En otras circunstancias, habría optado

por salir corriendo, pero no era solo su vida la que

arriesgaba, sino también la de su hija y la de su marido,

quien había visto la escena y corría despavorido en su

auxilio.

-¡Alto ahí, o disparo!- Gritó el hombre que sostenía el

revólver cerca de la cabeza de la mujer.

El hombre le dirigió a su esposa una suplicante mirada, antes

de detenerse a un metro escaso de ellos.

-¿Qué es lo que quieres?- Gritó.

-Vamos, no te hagas el tonto.- El hombre quitó el seguro

del revólver y se escudó detrás de la mujer.- Sólo la

queremos a ella, nada más.- Dijo señalando a la infante.- No

tiene por qué salir nadie herido.

-¿Para qué la queréis?

11
-Bueno, solo para que nos haga un pequeño trabajito.-

Rió.- Luego podrá volver a casa, lo prometo.- Añadió

haciendo el símbolo de la victoria.

La niña comenzó a llorar en ese momento, rompiendo el

silencio de la ciudad. Se revolvía en los brazos de su madre

con tanta intensidad, que ésta no tuvo más opción que

dejarla en el suelo.

-¡Estate quieta!

El hombre agarró el pelo de la mujer y lo estiró con fuerza

hasta conseguir que se pusiera de nuevo en pie. Luego,

volvió a apuntarla con el revólver.

-¡No le hagas daño!- La desesperación emanaba de cada

palabra.

-¡Cierra el pico!

-¡Como le pongas una mano encima…!

-¿Qué harás? ¿Me matarás? Venga, no me hagas reír.

-¡Libérala, te lo ruego!

12
-Ya veo…Si insistes, la liberaré.

La bala siguió rauda su trayectoria y la mujer cayó sin

apenas signos de vida a los pies de la niña.

-¡Maldito seas!- Gritó el hombre corriendo hacia el cuerpo

inmóvil de su mujer.

-¿Y ahora de qué te quejas?- Rió el hombre soplando el

humo que salía despedido del cañón del revólver.- Tú me lo

has pedido.

-¡Te dije que la liberaras, no que la mataras, cabrón!

-Bueno, para mí es lo mismo y, ahora si me disculpas…-

Agarró a la niña por la cintura.

-¡No te la llevarás!

La niña se deshizo del agarre de su captor y corrió hacia su

padre gimoteando, pero justo antes de llegar, éste se

desplomó sobre el suelo, tal como lo había hecho su madre,

con una bala incrustada entre ceja y ceja. La niña se detuvo,

observando el panorama. Sus padres habían muerto y ella

13
estaba a punto de sufrir el mismo destino. El hombre dio

unos pasos hacia ella.

-Vamos, pequeña, ven conmigo.- Dijo.

La niña echó a correr aterrada.

-¡Maldita cría, vuelve aquí!

La pequeña sintió la quemazón en su sien, pero eso no la

detuvo, siguió corriendo y corriendo, alejándose de aquel

horrible hombre hasta que, sin más, se desplomó sobre la

acera.

14
1

Portland, En la actualidad.

Diez años habían pasado desde que una pareja la

encontrara tirada en la calle, diez años en los que habían

sustituido a sus verdaderos padres por necesidad. Aquella

niña indefensa fue un regalo de los cielos, alguien que unió

aún más a una familia y alguien que se convirtió en la hija de

una mujer que no podía concebir…

-¡Tara, cariño, ha venido tu amiga a recogerte!

Un nuevo día daba comienzo, un día de aprendizaje y

diversión. Un día que una jovencita de diecisiete años

aprovecharía al máximo, como siempre en los últimos diez

años de su vida.

15
La joven traqueteaba por las escaleras mientras se colocaba

bien la mochila al hombro y se dirigía a toda prisa hacia la

cocina, donde esperaba encontrar algo fácil y rápido que

llevarse a la boca, antes de salir como una bala hacia el

instituto.

-Tienes el desayuno preparado, cielo.- Le dijo su madre

mirándola de soslayo.

-Lo siento mamá.- Respondió la joven tomando una pera

del frutero que descansaba sobre la encimera-. No tengo

demasiado tiempo, pero te prometo que comeré algo en la

cafetería del instituto, ¿vale?- Añadió. Le dio un beso a su

madre y salió a toda prisa de la cocina al encuentro de su

amiga Jessica, que aguardaba pacientemente en el recibidor.

-Creí que habíamos quedado en que hoy llegaríamos más

pronto, para variar.- Comentó Jessica con una sonrisa de

oreja a oreja.

-Sí, lo siento, se me han pegado las sábanas.

16
-¡Ah, era eso!- Exclamó Jessica muy divertida.- Yo creía

que todavía estarías con aquel chico…cómo se llamaba…el

que nos encontramos en la bolera…

-Ya vale, Jess.- Le cortó Tara más seria de lo habitual.- No

tengo por costumbre liarme con tíos como él. Además, ya

sabes que hoy llega el estudiante transferido y no puedo

perdérmelo.

-Sí, sí, me acuerdo. Me pregunto si estará cañón.

-¡Oh, vamos! Tú siempre pensando en cosas así.

-Bueno, tú tan poco te quedas corta y, además, tengo que

divertirme de alguna manera, ¿no?

Ambas se echaron a reír y continuaron su camino calle

abajo, hacia la plaza, centro del mercado de la ciudad.

Para llegar al instituto tenían que atravesar aquella algarabía

cada mañana. No había otro camino para llegar que no fuese

la calle principal, de manera que todas las mañanas tenían

que aguantar los gritos y alaridos de los comerciantes

17
exponiendo sus productos y, en repetidas ocasiones, los

empujones de los madrugadores.

Aquella mañana, ambas consiguieron salir de una pieza de la

plaza, pero aún les quedaba lo peor. La Vía Muerta, un paso

que antiguamente era utilizado para el transporte de

mercancías y que ahora estaba abandonado, era un

obstáculo más con el que lidiar cada mañana. Según los

rumores, aquella vía había sido el escenario de un trágico

accidente: una chica de instituto, en un descuido, había sido

atropellada por el tren. Quizá fue por eso que cerraron la vía,

pero el rumor se extendió hasta tal punto, que todos los

vecinos de la ciudad casi no se atrevían a pasar por allí. Sólo

aquéllos a quienes no les quedaba más remedio lo hacían.

Tara miró a un lado y a otro, casi como esperando que el

tren apareciera en cualquier momento, preparado para

embestir a cualquiera que estuviera en medio.

-¡Vamos a llegar tarde como sigas así!- Se quejó su amiga

desde el otro lado.

18
-¡Lo siento, ahora voy!- Gritó Tara dando pequeños, pero

certeros pasos hacia delante.

-Todas las mañanas igual.- Volvió a quejarse Jessica.

-No lo puedo evitar, Jess, ya lo sabes.

-Eso es porque te crees esos dichosos rumores.

-No es que me los crea, o no. Simplemente siento que algo

pasó allí. Algo horrible, por cierto.

-¡Ya estamos otra vez! Hicieron una investigación y no

descubrieron nada raro, ¿por qué sigues insistiendo con

eso?

-No lo sé, ya sabes que siempre he sido muy intuitiva.

-Sí, lo sé, y hay veces que me das miedo, te lo juro.

-Lo siento, esa no es mi intención, lo sabes, ¿verdad?

-Lo sé, pero te agradecería que, de ser posible, no

mencionases ese tipo de cosas delante de mí… No veas la

grima que me da.- Añadió imitando un escalofrío.

19
El instituto en el que estaban matriculadas se encontraba, en

cierto modo, bastante alejado de la civilización. Tanto el

edificio, como sus alrededores eran propiedad de una sola

persona, un ricachón al que ni Dios había visto nunca, y los

estudiantes que eran admitidos allí tenían que pasar un

durísimo examen de ingreso, por lo que la admisión de

alumnos nuevos, y mucho menos bien entrado el curso, era

excepcionalmente rara.

Aparte del edificio docente, el complejo estaba constituido

por una residencia de estudiantes, en el cual podían alojarse

por un módico precio, una cafetería, un gimnasio aparte del

edificio docente, un aparcamiento subterráneo… En

definitiva, todo lo necesario para mantener la comodidad y el

prestigio tanto de las instalaciones, como de los estudiantes.

-Hoy va a ser un día fabuloso.- Comentó Jessica

frotándose las manos justo antes de atravesar las puertas de

cristal.

20
-Jess,- Tara agarró la manga de la blusa de su amiga,

obligándola a permanecer en el sitio, sujetando la puerta.-

¿podrías ir tú delante?

-¿Y tú a dónde vas? Las clases están por empezar.

-Lo sé, lo sé, ya lo sé, pero ¿me harías ese favor?

-¿Y qué quieres que le diga al profesor?

-No sé… Invéntate algo, ¿vale?

Tara se dio la vuelta sonriente, pero en el instante en que iba

a ponerse en camino, algo duro se cruzó en su camino.

-Yo… Discúlpeme…

-Señoritas, ¿acaso no piensan entrar?

Cuerpo musculoso y, definitivamente, bien proporcionado,

ojos brillantes muy penetrantes, cabello alborotado, porte

elegante… Definitivamente él era algo digno de ver.

-¿Señoritas?- Volvió a preguntar.

21
Sus oscuros ojos pasaron de Jessica a Tara en una fracción

de segundo y mantuvo fija la mirada, casi como esperando

que algo más, aparte de lo que tenían entre manos,

sucediera. Jessica se apartó de la puerta y bajó un escalón,

sin dejar de mirar al apuesto chico. Tara desvió la mirada y

caminó hacia su amiga.

-Lo siento de nuevo.- Se disculpó Tara.- Ya puede entrar.

-Aprovechando la ocasión, es mejor que nos presentemos,

ya que estudiamos en el mismo instituto, ¿no creen?- El

chico subió glamurosamente los escalones y paró frente a

las chicas, con la mano extendida hacia ellas.- Me llamo

Nazaniel, pueden llamarme Nazan.

-Yo soy Tara.- Respondió ésta agarrando con firmeza la

mano de Nazan.- Y ella es mi mejor amiga Jessica.- Añadió

señalándola con la otra mano.

Justo en ese momento, la estrepitosa campana indicó el

comienzo de las clases.

-Bueno, creo que ya nos veremos luego.

22
Nazan abrió de nuevo la puerta y desapareció por el

corredor.

-¿Qué demonios ha sido eso?- Preguntó Jessica entrando

en el aula.

-No lo sé.- Tara tomó asiento en su pupitre y cruzó los

brazos sobre la mesa. La acuciante curiosidad que sentía

respecto al chico nuevo, le había hecho replantearse la idea

de hacer novillos. Jess tomó asiento a su lado.

-Pues para no saberlo, no le quitabas los ojos de encima.-

Se quejó Jessica cruzando las piernas bajo la mesa.

-¡Prestadme atención, por favor!

El señor Fitcher, el tutor de la clase, entró en el aula

acompañado por nada más ni nada menos que por el chico

con el que segundos antes habían tenido un encontronazo.

¿Él era el chico nuevo? La clase entera guardó silencio,

aunque se notaba a leguas que el grupo femenino se

encontraba más que alterado.

23
-Él es Nazaniel Raven.- Informó el señor Fitcher

señalándolo.- Desde hoy será su compañero de estudios, de

modo que cuiden bien de él. Señor Raven, puede tomar

asiento donde guste.

Nazan oteó el aula y después de mucho meditar, se acercó a

la mesa en la que Tara y su amiga estaban sentadas. Todas

las demás chicas montaron en cólera, mientras veían cómo

el apuesto chico ocupaba el lugar entre Tara y su amiga. El

tutor dejó entonces la clase y le cedió el mando de la misma

a la señora Task, la profesora de cálculo avanzado.

Durante toda la clase, los cuchicheos se sucedieron

repetidamente. El ingreso de un nuevo estudiante ya era raro

de por sí, pero además, tener un chico de sus

características… bueno, podría decirse que podía embelesar

a cualquier chica a diez kilómetros a la redonda.

Cuando el timbre volvió a sonar, nadie, excepto Tara y

Jessica, se levantó para abandonar la clase.

-¿Vienes, o no?- Gritó Tara desde el umbral de la puerta

clavando sus ojos en el chico, que aún permanecía sentado.

24
Éste se levantó de inmediato y las siguió por el corredor y

bajando las escaleras, hacia uno de los salones de

educación física. Cuando entraron, un imponente silencio se

hizo presente. El profesor miró a Tara y después fijó sus ojos

en Nazan.

-El señor Raven, supongo- Nazan asintió y el profesor le

lanzó un balón de voleibol.

Nazan lo cogió al vuelo sin esfuerzo y se lo volvió a lanzar al

profesor, el cual se desplazó un par de pasos debido a la

fuerza del impacto.

-Buen brazo.- Comentó el profesor sonriente.- ¡Ahora,

todos a sus puestos de combate!

El profesor Iguerton había estado en el ejército antes de

descubrir su vocación como profesor, pero aún seguía

manteniendo muy presente su entrenamiento militar, hasta el

punto de tratar a sus alumnos como a cualquier otro recluta.

Además, su fascinación por el entrenamiento físico, a veces

podía resultar un problema, con estudiantes a punto de

colapsar, heridos y todo.

25
Afortunadamente, la clase del día se desarrolló sin

contratiempos que lamentar, sin apostar a ver quién era el

primero en caer. Cuando finalmente la clase finalizó, todos

se apresuraron a salir de aquel lugar como alma que lleva el

diablo. La última persona que se quedó con el profesor para

preguntarle algo sobre la clase, había tenido que ser

trasladada a la enfermería en un abrir y cerrar de ojos, de

modo que no era de extrañar que ya nadie quisiese tener

horas extra con él.

-¿Siempre se comporta así?- Le preguntó Nazan a Tara

dirigiéndose a la cafetería para tomar el almuerzo.

-A veces es peor.- Respondió ésta sin siquiera mirarle a los

ojos.- ¿Te puedo preguntar algo?- Nazan asintió con la

cabeza.- ¿Con qué propósito has entrado a esta escuela?-

Nazan se atragantó con su zumo.

-¿No crees que eres muy directa?

-No has respondido la pregunta, ¿por qué has venido

precisamente aquí?

-Suenas como si no fuera bienvenido.


26
-No es eso.- Se defendió Tara.- Es solo que con tus notas

podrías haber ido a otro lugar, uno mejor que éste, me

refiero.

-De hecho tuve que escoger, pero al final me decidí a venir

aquí.

-¿Por qué?- Insistió Tara curiosa.

-Estoy buscando a alguien.

-¿A quién? Yo conozco a la mayoría de los que vienen

aquí. Quizás te pueda ayudar.

-Discúlpame, pero es algo que tengo que hacer yo solo.

-Oh, ya entiendo, el orgullo del macho, ¿no?

Ambos se rieron de aquel comentario y, en ese momento,

llegó Jessica con su bandeja, muy sonriente, después de

haber estado coqueteando con un par de chicos en la cola.

27
2

La lluvia no dejaba de caer sobre el suelo enfangado

mientras Tara corría desesperadamente para guarecerse.

Huyendo del peligro había acabado en la que era su antigua

casa, una casa ahora deshabitada y que suponía, en aquella

situación, el mejor refugio posible. Todo cuanto había allí

estaba oculto bajo mugrientas y raídas sábanas, que no

denotaban más que el abandono sufrido. Las paredes

estaban desgastadas por el tiempo y el ambiente estaba

cargado de repulsivos aromas. Todo se había echado a

perder.

-¿¡Qué estás haciendo tú aquí!?

Tara se dio la vuelta para comprobar, sorpresivamente, que

quien la había interrumpido no era otro que Nazan, su nuevo

compañero de clase.

-¿Nazan?- Preguntó Tara confusa.

28
-¿Y quién iba a ser sino?- Respondió éste de la forma más

esquiva posible.

-¿Qué estás haciendo aquí?

-Te he hecho la misma pregunta hace unos segundos.-

Advirtió Nazan cruzándose de brazos.- ¿Y bien?- Insistió.

-Yo… Alguien me perseguía y… la puerta estaba abierta.

He acabado aquí por casualidad.

-Bueno, lo llames como lo llames tú, en mi mundo no

existen las casualidades.

-Hablas muy raro, ¿sabes?

-Sí, para alguien que no tiene ni idea es lo que puede

parecer.

-Mira, si te vas a poner en ese plan, mejor me voy.

-¡No, espera!- La retuvo más calmado.- Es sólo que me

has sorprendido. No esperaba verte aquí, y menos en pijama

y descalza.

29
-¿Qué?- Tara se miró de arriba abajo para comprobar que

lo que había dejado caer Nazan era totalmente cierto.- ¿Qué

demonios…?

-A mí no me lo preguntes.- Retó Nazan riendo.

-Bueno, y, exactamente, ¿qué haces aquí?

-Busco pistas.

-¿Pistas?

-Sí, algo que me pueda indicar el paradero de la chica que

busco.

-Ya veo. Y por eso has venido aquí… Exactamente,

¿dónde estamos?

-Esta es la casa en la que solían vivir los Ratclif, antes de

que fueran asesinados, digo.

-¿Asesinados?

-Sí.- suspiró.- Recibimos una llamada urgente para que

fuésemos a recogerlos, pero llegamos demasiado tarde.

30
-¿Y entonces a quién estás buscando?- Inquirió Tara más

confundida que antes.

-Los Ratclif tenían una hija. Es a ella a quien estoy

buscando.

-Bueno, pues con saber su nombre ya está. Vas al registro

civil y todo arreglado.

-Sí, podría haber sido así de simple si no me hubieran

dicho ya en el registro que no hay ninguna chica con ese

nombre en la ciudad.

-Lo siento. No quería…

-No te preocupes. Eso tan solo me ha dado pie a pensar

que se cambió de nombre… Y respondiendo a tu siguiente

pregunta, sí, ya he comprobado que puede estar viva.

-Pero, ¿cómo puedes saberlo si dices que en el registro te

han dicho que no hay nadie aquí con ese nombre?

-Pues hojeando las páginas de sucesos de la época,

¿cómo si no?

31
-Vale, perdona, sólo pretendía ayudar.

-Ya te he dicho antes que no necesito ayuda. Es algo que

tengo que solucionar solo.

-¿Por qué tienes tanto empeño en encontrarla?- Preguntó

Tara ya a la defensiva.- Según lo que sé, no parece que sea

de tu familia, ni tampoco creo que sea una criminal…

-Es importante para mí… para nosotros.- Se corrigió con

rapidez.- No es algo que alguien como tú pueda entender.

-Lo entendería si me dieras la oportunidad.

-Ya te he dicho que no. No puedo, aunque quiera y,

además, cuanto menos sepas del tema, más pronto podrás

volver a la pacífica vida que llevas.

El sonido del despertador irrumpió en la habitación, haciendo

que todo cuanto estuviera vivo, se pusiera irremediablemente

en movimiento.

Tara se desperezó como pudo. Tenía el cuerpo dolorido y un

horrible dolor de cabeza. Además, no dejaba de pensar en el

sueño que había tenido, el cual parecía no querer borrarse


32
de su memoria. Le había conocido el día anterior y ya

soñaba con él. Definitivamente, el día no podía ser más

confuso para ella.

-¿Tara?

La señora Ferguson irrumpió en el dormitorio.

-¿Mamá?- Preguntó Tara emitiendo un bostezo.- ¿Qué

ocurre?

-Alguien ha venido a verte. Te está esperando en el salón.

-Jessica no viene hasta las siete…

-No se trata de Jess, cariño.- Respondió la señora

Ferguson con una sonrisa.- Es un chico muy guapo. Ha

dicho que tenéis una conversación pendiente.- Explicó, pero

por sus ojos Tara podía adivinar el desconcierto de su

madre.

-¿Un chico?- Preguntó Tara vistiéndose a toda prisa.

-A mí no me lo preguntes, cielo. Bueno, estamos abajo

cuando estés lista.

33
-Vale, mamá, ahora enseguida voy.

Tara se vistió rauda y bajó como una bala en dirección a la

cocina, donde la esperaba su madre y… ¿Nazan? El chico

giró su cabeza hacia ella y curvó sus labios en una sonrisa.

-Buenos días, ¿has dormido bien?- Preguntó como si nada.

-No quiero ser maleducada, ni nada por el estilo, pero,

¿qué estás haciendo aquí?- La mirada de Tara se endureció

en tanto que Nazan se acercó a ella y le agarró dulcemente

de la mano.

-¿Nos disculpa un momento, señora Ferguson?

La madre de Tara asintió desconcertada mientras Nazan y

Tara se encaminaban hacia la pequeña terraza interior, la

cual hacía las veces de almacén, básicamente de trastos

inútiles que se acumulan con los años.

El fresco viento de primeras horas de la mañana incidió

sobre ellos, haciéndolos tiritar y el silencio se mantuvo hasta

que, por fin, Nazan habló.

-Desapareciste de repente.
34
-¿Qué?- Preguntó Tara clavando sus interrogantes ojos en

Nazan, quien estaba situado escandalosamente cerca de

ella.

-¿Cómo lo hiciste?- Prosiguió Nazan haciendo caso omiso

de la confusión de Tara.

-No sé de lo que me estás hablando.- Ratificó la joven.-

¿Puedes hacer el favor de explicarme?- Añadió, cansada ya

de tanto misterio.

-¿Entonces no recuerdas lo que pasó anoche?

-¿Anoche? Anoche yo estaba en casa, durmiendo.

-¿No recuerdas haber entrado en una casa?- Los ojos de

Tara se abrieron de par en par recordando de pronto aquel

sueño.

-Solo fue un sueño…

-¿Puedo preguntarte algo personal?- Tara asintió sin

comprender, pero estaba más que molesta por aquel

interrogatorio.- ¿Cuándo te hiciste la cicatriz en la sien?

35
Tara colapsó por unos instantes y, por un momento, estuvo

tentada a ultimar la conversación y mandarle a tomar viento,

pero la curiosidad podía con ella. Además, aquella

imperceptible cicatriz había sido un misterio incluso para ella,

desde el mismo instante en que tuvo consciencia de sí

misma, por lo que optó por ser lo más sincera posible.

-No recuerdo nada de antes de que me recogiera mi

madre.

-¿Cómo?

-¿Cómo que cómo?- Preguntó Tara irritada.- ¿Acaso tú te

acuerdas de todo lo que te pasó cuando eras niño?

-Lo siento, no pretendía ser grosero.- Se disculpó Nazan

de inmediato y, cuando trató de rozar la mano de Tara, la

cual estaba apoyada sobre la barandilla, los rápidos reflejos

de la joven se lo impidieron.

-No te tomes tantas confianzas conmigo.- Le cortó furiosa.-

¿Por qué no me dices qué es lo que quieres saber

realmente?

36
-Puede que me equivoque pero, creo que tú eres la

persona que ando buscando.- Admitió.

El corazón de Tara pareció detenerse mientras trataba de

asimilar lo que Nazan acababa de confiarle. ¿Que ella era la

persona que estaba buscando? ¿Cómo podía estar tan

seguro de su afirmación?

-Creo que te equivocas…

-Puede que sí,- El semblante de Nazan tornó serio.- pero

por lo que sé, podría ser posible… Tú no recuerdas nada de

tu niñez y encontramos sangre en el escenario que no

pertenecía a los Ratclif. La cicatriz en tu sien…

-¡Muchas personas tienen cicatrices!- Se quejó Tara

indignada.

-Sí, yo también lo había pensado, hasta que te vi anoche

en la casa de los Ratclif.

-A lo mejor soy sonámbula…

37
-¿Tienes respuestas para todo?- Se quejó Nazan, pero

parecía que le divertía la situación.- Hace un momento me

has dicho que fue solo un sueño.

-Bueno, los sonámbulos no distinguen esas cosas…

-Sí, puede ser, pero eso no explica cómo es que

desapareciste literalmente delante de mis ojos.

-¡No me jodas! Eso es porque te distrajiste.

-Te puedo asegurar que no fue así.

-Y yo te aseguro que te distrajiste.

La conversación estaba tomando un rumbo extraño. Lo que

en un principio tenía que haber sido una visita amistosa,

estaba tornando en una discusión entre dos personas que

eran igual de tercas.

-¡Tara!- La voz de su madre alivió la tensión que se había

formado entre los dos.- ¡Jess está aquí!

-¡Enseguida salimos!- Gritó Tara mirando de reojo a Nazan

y dirigiéndose a la puerta.

38
-Tara… -Nazan agarró nuevamente su mano, pero la joven

se deshizo de él con un fuerte tirón.

-Lo mejor será que vayamos a clase.- Sugirió Tara en un

suspiro.

-Tenemos que terminar este asunto primero.- Se quejó

Nazan acompañando a Tara de nuevo al interior de la

cocina.

-Ahora tenemos que ir a clase.- Le cortó Tara sin siquiera

dirigirle la mirada.- Seguiremos con esto a su debido

momento pero, hasta entonces, no quiero que menciones el

tema, ¿está claro?- Concluyó.

Y ambos salieron por la puerta de la casa junto con Jess,

dispuestos a enfrentarse a un nuevo día.

39
3

¿Yo soy la persona que está buscando? ¿Cómo puede estar

tan seguro de eso? Apenas nos acabamos de conocer, pero

aún así siento como si le conociera de toda la vida… No. Eso

no puede ser. Aunque no recuerde nada… No. Es imposible

que pueda sentirme tan cercana a él si apenas hace dos días

que nos conocemos… Aunque… Él tiene algo, algo

especial… No, no, no, pero, ¿qué demonios estoy diciendo?

Él no puede ser nada mío…

Las divagaciones de Tara iban de mal en peor. Tumbada

sobre su cama, había empezado a dar rienda suelta a su

imaginación. Los acontecimientos de los pasados días

habían hecho mella en ella, impidiéndola pensar con

claridad, y el solo hecho de no saber si Nazan tenía razón en

su suposición, era lo que más le atormentaba.

El sonido de las campanas de la iglesia indicó la entrada de

la medianoche. Tara se introdujo definitivamente bajo las


40
sábanas, aunque era de esperarse que fuera a ser incapaz

de conciliar el sueño…

El gato atigrado que había estado junto a ella por diez años,

saltó de pronto sobre la cama, provocando que abriera los

ojos de súbito y se encaramase a la cabecera de la cama del

susto.

-¿Qué ocurre?- Susurró la joven recogiendo al minino y

colocándolo en su regazo.

Entonces fue cuando Tara se dio cuenta, por así decirlo. Se

levantó rauda de la cama y se acercó cautelosa a la ventana.

Fuera, en la acera opuesta, alguien tenía sus ojos clavados

en la casa. Por su silueta, lucía bastante extraño. Un aura de

maldad le rodeaba, hasta tal punto de ser claramente visible.

Tara se alejó de la ventana y evaluó la situación. Desde sus

encuentros con Nazan, había estado constantemente con los

nervios a flor de piel, incapaz de pensar con lógica y el no

saber ciertamente lo que aquel hombre hacía allí plantado

frente a la casa, no hacía sino que Tara sospechara lo peor,

41
en otras palabras, estaba empezando a creer la versión de

Nazan.

Sabía que corría un riesgo muy alto y que, si estaba en lo

cierto, podría acabar muerta, pero eso no le impidió bajar

sigilosa las escaleras y exponerse bajo la fría noche. El

hombre había desaparecido del lugar, pero su aura aún se

percibía, como si quisiera que pudiesen seguir su rastro.

Alguien en su sano juicio, habría optado por refugiarse de

nuevo en el interior, pero si la oportunidad de saber la verdad

se presentaba así, por muy riesgoso que fuera, no era Tara

quien se iba a echar atrás.

-¿Me buscabas?

Tara se dio la vuelta justo a tiempo de ver la figura del

hombre delante de ella y no pudo evitar retroceder ante su

evidente influencia. El tono de voz de aquel hombre

resultaba terrorífico, al igual que su apariencia.

-¿Quién es usted?- Consiguió preguntar Tara, presa del

pánico.

-¿Yo? Nadie que merezca la pena, o al menos eso dicen.


42
-¿Qué… está haciendo aquí?

-¿Yo? Solo dar un paseo. No es algo por lo que una

mocosa como tú se deba preocupar.

-Entiendo… -Tara se dio la vuelta con la intención de

regresar a casa, pero la mano del hombre sobre su hombro

la retuvo.

-Aunque… Lo cierto es que estoy buscando a alguien.-

Escupió el hombre sin reparo.- ¿Tú sabes…?

-¡Aizen, suéltala!

Nazan entró en escena, empujando premeditadamente a

Tara contra la puerta, haciéndola crujir. Los dos compañeros

de éste la ayudaron a levantarse, pero no se retiraron, sino

que permanecieron delante de ella, protegiéndola.

-¡Sabía que vendrías!- Dijo el hombre estallando en frías y

espeluznantes carcajadas.- Pero ya te he dicho muchas

veces que no me llames por mi nombre… Más bien llámame

padre, como cuando eras niño.

-¡Hace tiempo que dejé de ser tu hijo!- Gritó Nazan.


43
-Oh, bueno, como quieras… Ahora dime, ¿por qué te

interesa tanto esa chica de ahí atrás?- Señaló.

-¡No me interesa!- Le cortó Nazan tajante.- ¡Tan solo estoy

evitando que hagas con ella lo mismo que con las otras!

-¡Oh!, bien, bien. Por un momento creí que de verdad la

estabas protegiendo a “ella”.- Rió.- En ese caso, lo

dejaremos por hoy… esto… hijo.

-¡Ni se te ocurra dar ni un paso!- Lo detuvo Nazan

interponiéndose deprisa en su camino.- ¿Quién te envía?

-¿A qué viene esa pregunta?- Escupió el hombre con una

malévola sonrisa dibujada en sus labios.

-¿Qué estás haciendo aquí, precisamente?

-Estoy de guardia.- El hombre introdujo los dedos entre los

mechones de su rizado cabello, retirándolo hacia atrás con

parsimonia.- Es algo normal en estos tiempos que corren,

¿no crees?

-Sí, vale, lo que tú digas.- Nazan giró la cabeza hacia Tara,

quien se hallaba de pie, bien aferrada a la puerta, sin


44
atreverse a mover ni un solo músculo.- Más vale que te

vayas.- Añadió dirigiéndose al hombre de nuevo.- Y espero

no volver a verte nunca.

-Ni lo sueñes.

Y, diciendo esto, el hombre escapó de allí sin más dilación, al

tiempo que Nazan regresaba junto a sus compañeros y, por

consiguiente, junto a Tara.

-¿Te encuentras bien?- Preguntó.

-¿¡Qué diablos estás haciendo aquí!?- Gritó Tara furiosa,

todavía presa del miedo.

-Menudo agradecimiento por haberte salvado la vida.- Se

quejó Nazan sonriente.- Esperaba algo mejor, la verdad.- Los

dos guardias se retiraron, de modo que ambos pudieran

hablar con normalidad.

-¡No necesitaba tu ayuda, imbécil!- Gritó Tara encolerizada.

El sonido de la bofetada se hizo eco en toda la calle. La

mano de Nazan, aún levantada, fue bajando

progresivamente bajo un sentimiento de vergüenza y culpa,


45
mientras no le quitaba los ojos de encima a la sorprendida

joven, quien se había colocado la mano en la mejilla

instintivamente para paliar la quemazón y, posiblemente,

reducir la rojez y la hinchazón.

-Yo… Lo siento.- Se disculpó Nazan de inmediato.

-No…

-¿No?- Los ojos de Nazan se abrieron de par en par.

-No vuelvas a acercarte a mí.- Le ordenó Tara remarcando

cada palabra, antes de darle con la puerta en las narices.

Y en los días sucesivos, Nazan respetó aquella petición,

aunque siguió velando por ella a escondidas, sin que se

enterara, el único camino restante para asegurarse de que

ella no era a quien estaba buscando, que solo era una chica

más, alguien sin importancia. Y día tras día, fue creyéndose

esa misma mentira hasta que, al final, acabó

convenciéndose a sí mismo de que lo mejor que podía hacer

era salir de la ciudad, al no haber ya nada que lo retuviera.

No obstante, antes tendría que despedirse. No es que

estuviera en la obligación de hacerlo pero, según su parecer,


46
aquellas personas que lo habían tratado tan bien merecían al

menos eso, una despedida rápida, con la gratitud pertinente.

Y el undécimo día después del incidente, sería el escogido

para tal propósito, justo el día antes de la tan esperada visita

cultural.

-Tara… Tara… -Nazan la interceptó justo a la salida de la

última clase de la tarde.- Tara, por favor, necesito hablar

contigo…

-¡Eso debiste de haberlo pensado antes de golpearme sin

razón!- Esquivó propinándole un codazo al pasar a su lado.

-¡Ya te dije que lo sentía!- Gritó Nazan desesperado.

-Eso no es suficiente disculpa y, perdona si no me quedo a

charlar contigo, pero tengo cosas más importantes de las

que preocuparme, que de un niño mimado y engreído como

tú.- Chilló Tara a lo largo del pasillo, frente a la multitud de

estudiantes, mientras caminaba deprisa hacia las puertas de

cristal que eran la salida del edificio.

Más tarde, ya bien entrada la noche, una reunión estaba

teniendo lugar en la casa de los Ratclif. No se trataba de una


47
reunión normal y corriente, sino que, más bien, era una

reunión de camaradas pero, aunque fuera de este modo, no

dejaba de ser tan importante como el solo hecho de respirar,

al menos para Nazan, quien se encontraba tan abatido por

lo sucedido, que no daba pie con bolo.

-¿De verdad te llamó “niño mimado y engreído”?- Comentó

uno de sus compañeros acomodándose bien en el sofá de la

salita.

-La jodiste bien, tío.- Atajó su otro compañero bastante

abatido también.

-Ya lo sé, no hace falta que lo repitáis tanto.- Nazan se

puso en pie y empezó a dar vueltas por la habitación, a la

espera de poder calmarse lo suficiente para pensar con

claridad.

-¿En serio nos vamos a ir de aquí?- Preguntó el primero de

sus compañeros.- ¿Qué hay de la misión?

-La misión ha terminado.- Respondió Nazan ausente.- No

es “ella”.

48
-¿Estás totalmente seguro?- Preguntó raudo el segundo.

-Nos iremos mañana al alba.- Esquivó Nazan en un

suspiro.

-¡Nazan!

-¡Ya te he oído!

-¡Entonces responde! Ya sabes que si hay una mínima

posibilidad…

-¡No es “ella”!, ¿vale?

-Vale, tío, pero te ves bastante mal, ¿por qué no…?

-Negativo.- Atajó Nazan de forma brusca.- Nos vamos

mañana y punto. Ya no tiene caso que nos quedemos aquí

más tiempo.

-¿No vas ni tan siquiera a despedirte de ella?- Preguntó el

primero como si tal cosa.- Se supone que sois amigos.

-Ya lo intenté.- Respondió Nazan agachando la cabeza.- Y

no quiere hablar conmigo.

49
-Bueno, después de lo que pasó, es comprensible, pero,

¿en qué estabas pensando para golpearla? No es propio de

ti, la verdad.

-No sé en qué estaba pensando.- Admitió Nazan

abstraído.- Lo único que sé es que cuando me di cuenta de

lo que había hecho, ya era tarde para disculparse.

-¿Y no has pensado que, siendo tu amiga, te perdonará?

-Podría ser, pero quizás sea mejor dejar las cosas como

están. Cuantos menos lazos personales tengamos, mucho

mejor.

-¿Eso lo dices por tu padre, o porque es él quien está

persiguiendo a tu novia?

50
4

La visita cultural era el día más esperado por todos. Se

trataba de una festividad, en la cual se unían los dos

institutos de la zona para fomentar las interrelaciones y en la

cual se hacían juegos y se acampaba bajo las estrellas. En

aquella ocasión, el lugar escogido para el evento no era otro

sino los Grandes Lagos. Viajarían en avión hasta Green Bay

y acamparían en las Dunas arenosas del Lago Michigan,

donde pasarían los cinco días que duraba el programa de

actividades. Las quince horas aproximadamente que tardaría

el avión en recorrer los 2700km que separaban Portland del

punto destino, sería lo más duro de soportar, pero los ánimos

no decaían por esa nimiedad, al contrario. Pensaban ingeniar

formas de poder pasar aquel tiempo riéndose, divirtiéndose

y, a fin de cuentas, pasándoselo en grande.

El vehículo que transportaba a Tara y a su amiga hasta el

aeropuerto, se detuvo a metro escaso de la terminal. Aún

51
faltaban diez minutos para embarcar, de modo que debían

darse prisa y facturar el equipaje cuanto antes.

-¿Lo lleváis todo?- Les preguntó la madre de Tara

bajándose del coche al tiempo que las chicas.

-Todo listo, mamá.- Respondió Tara abrazando con fuerza

a su madre.- No te preocupes, estaremos bien.- Añadió

cuando su madre se negó a soltarla.

-No se preocupe,- Intervino Jess sonriente, agarrando a su

amiga de la mano, liberándola del vehemente abrazo.-

cuidaré bien de ella.

-Está bien.- Accedió la madre de Tara enjuagándose las

lágrimas.- Entonces nos veremos a vuestra vuelta.

-Sí.- Respondió Tara entrando a la terminal junto con Jess.

El avión despegó con tanta brusquedad, que hizo saltar las

mascarillas de oxígeno. Afortunadamente, no fue más que un

fortuito susto, nada que mereciera atención, en comparación

con el largo viaje que se presentaba. Quince horas

52
encerrados en una máquina, a tres mil pies de altura, podría

quebrar los nervios de cualquiera.

-Creo que voy a dormir un poco.- Dijo Jess sonriente,

acomodándose en el asiento.

-Yo no puedo dormir.- Susurró Tara sin dejar de mirar por

la ventanilla.- Puede que me llames loca pero… tengo un mal

presentimiento.

-¡Oh, vamos! ¿No puedes dejar de pensar cosas raras ni

siquiera en “vacaciones”?- Se quejó Jess en un suspiro.

-Lo siento, pero es lo que siento.

-Bueno, como sea. Avísame cuando sea la hora de comer.

-Está bien…

Desafortunadamente, la inquietud de Tara tenía razón de

ser…

Tras diez horas de vuelo, el cansancio ya estaba empezando

a hacer mella en todos, siendo casi imposible incluso

respirar, a causa de la tensión dominante, y, lo que empezó

53
siendo un viaje de estudios normal y corriente, acabó

convirtiéndose en una total pesadilla, de la que era imposible

despertarse. El aviso por el intercomunicador era, en

definitiva, lo más espeluznante de todo.

-Atención señores pasajeros. Les habla el capitán al

mando. Ruego se abrochen de inmediato los cinturones y se

preparen para un aterrizaje de emergencia. Gracias.

Algo estaba ocurriendo en la cabina del piloto, algo no muy

bueno, que exigía aterrizar de inmediato. Quizás se tratara

de algún fallo en el motor, o del mal clima, pero lo cierto es

que si no aterrizaban pronto, probablemente se estrellarían.

-No puede estar pasando esto.- Se quejaba Jess desde su

asiento, mirando a través de la ventanilla.

Una débil llovizna había comenzado a arreciar, posiblemente

causada por la condensación de las nubes, pero no podía

ser ese el motivo de la alarma. Una nimia llovizna no

afectaría para nada al avión. Tara asintió para sí misma. Si el

problema no estaba causado ni por la lluvia, ni por algún fallo

en el motor, cosa improbable, dado que apenas había

54
turbulencias, solo había una respuesta a aquella situación:

alguien estaba “distrayendo” al piloto.

La hora que se sucedió a continuación, fue la más larga de

todas. El aparato seguía su curso sin estrellarse, pero la

tensión, ya antes tan evidente, se había convertido en algo

imposible de soportar y el no tener noticias de lo que estaba

ocurriendo, solo hacía que las cosas fueran de mal en peor.

Inclusive algunos de los profesores estaban histéricos, de

manera que no era de extrañar que surgieran disputas entre

ellos.

-Atención señores pasajeros, habla de nuevo el capitán al

mando. En breves momentos procederemos a la realización

de un conteo. Por favor, vayan pasando deprisa a la cabina

del piloto al escuchar su nombre… Empezaremos con la

señorita Ferguson, Tara Ferguson. Por favor, diríjase de

inmediato a la cabina del piloto. Eso es todo por ahora.

Gracias.

El corazón de Tara dio un vuelco al escuchar su nombre. Si

había tenido alguna duda de que algo malo estaba por

55
ocurrir, esas dudas se habían disipado en un instante.

Respiró hondo, cargándose de valor y se desabrochó el

cinturón, antes de exponerse ante todos, caminando

despacio por el pasillo hacia el compartimento donde estaba

el piloto. Antes de atreverse a entrar, golpeó con los nudillos

el frío acero de la puerta.

La puerta chirrió antes de abrirse, dejando entrever la figura

del copiloto, quien tenía una expresión horrorizada, cual si

hubiera visto un fantasma. Se quedó allí, de pie, mirando a la

joven con unos ojos llenos de miedo y compasión, hasta que

al final se decidió, retirándose un par de pasos de la puerta.

Tara entró en el espacio temblorosa, casi adivinando lo que

iba a ver.

Lo primero que captó su atención una vez estuvo dentro fue

la sangre. El piloto estaba tendido en el suelo, con un

enorme charco de sangre bajo él. El lugar que éste debía

estar ocupando, había sido tomado por un hombre que,

aunque de espaldas, lucía, a ojos de Tara, extrañamente

familiar. No muy lejos, acurrucadas en un rincón, se

encontraban las azafatas que habían estado atendiendo al

56
pasaje durante el vuelo. Tenían la misma expresión de terror

que el copiloto y… estaban amarradas de manos y pies. Tara

intentó retroceder, pero alguien, otra persona de la que no se

había percatado hasta ese momento, la obligó a tomar

asiento en el lugar perteneciente al copiloto.

-Nos volvemos a encontrar.- Dijo el hombre que estaba a

los mandos del aparato.

Tara giró la cabeza deprisa en su dirección, aturdida al

comprobar de quién se trataba. La noche anterior había

tenido un encontronazo con él y había salido ilesa gracias a

la intervención de Nazan. Ahora esa persona la miraba

sonriente, casi divirtiéndole la situación.

-Entiendo que te extrañe verme aquí.- Prosiguió.- Dos días

seguidos es más de lo que me han visto algunos.- Rió.

-¿Me está siguiendo?- Preguntó Tara con todo el valor que

fue capaz de reunir.

-Realmente, no.- Respondió el hombre haciéndole señas al

copiloto para que tomara su puesto.- Ha sido una grata

57
sorpresa encontrarte aquí, precisamente.- Añadió

agachándose frente a la silla en la que Tara estaba sentada.

-¿Qué es lo que quiere?

-Ya te lo dije.- Rió el hombre retirándose con parsimonia el

pelo de la cara.- Estoy buscando a alguien.

-¿Aquí?- Tara se agarró de las muñecas para paliar la

sensación que la instaba a salir de allí cuanto antes, a pesar

de saber que no podría ir muy lejos.

-Bueno, así me ahorro el viaje de ir al otro instituto en mi

búsqueda. Mato dos pájaros de un tiro.

Y al decir aquella palabra, Tara se acordó del charco de

sangre que había bajo el piloto muerto y no pudo evitar dirigir

su mirada hacia el lugar.

-¡Ah, eso!- Susurró el hombre siguiendo la mirada de la

joven sin dejar de sonreír.- Nada más un ligero contratiempo.

No te preocupes. Si colaboras conmigo, nadie más saldrá

herido.

-¿Qué es lo que quiere saber?- Accedió Tara precavida.


58
-Buena chica… Veamos… La chica que busco debe tener

unos diecisiete años… Eso reduce bastante la búsqueda… Y

también… puede que sea adoptada… ¿Conoces a alguien

así?

-Yo… ¿No sabe su nombre, o algo más?- Se limitó a

preguntar Tara.

-A ver… Algo más… Algo más… ¡Ah, sí! Sus padres vivían

en Phoenix antes de “mudarse” a Portland… La niña debía

tener unos siete u ocho años…

-Mire, en este mundo puede haber millones de chicas que

concuerden con esa descripción…

-Sí, pero yo sólo busco a una… Dime… ¿Alguien de este

avión se ajusta a esa descripción?

-Pues… No sé… Sin más detalles no sabría decirle…

-¡Maldita sea!- Gritó el hombre furioso.- ¡Esto me pasa por

no haberla cogido cuando era una cría!

-Esto… ¿Puedo hacerle una pregunta?- Tara se

reincorporó en la silla, sin quitarle los ojos de encima al


59
hombre, quien, en su arrebato, se había alejado lo suficiente

de ella, como para permitirle respirar con normalidad. El

hombre asintió.- ¿Por qué… en lugar de buscar a la niña, no

busca a sus padres?

-¡Porque los maté hace diez años!- Respondió el hombre

tajante, soltando cada palabra con un perceptible y más que

incómodo odio.

-Y… ¿Qué quiere de la niña?

-Haces demasiadas preguntas.- El hombre volvió a situarse

a escasos centímetros del cuerpo de Tara.- Las

circunstancias, no son de tu incumbencia.

-Entonces, ¿cómo espera que le ayude?- Gritó Tara

desesperada- En el instituto hay muchas chicas…

-¿Alguna de ellas tiene una cicatriz en la cabeza?- Soltó el

hombre repentinamente.

El cuerpo de Tara se paralizó. Aquel hombre estaba

buscando a una chica con una cicatriz en la cabeza… Ella

tenía una en la sien… Aquel hombre había dicho que los

60
padres de la chica murieron… Los de ella posiblemente

también… La chica vivía en Portland… Ella también…

Todo lo que podía pensar Tara en aquel momento, es que

las suposiciones de Nazan estaban en lo cierto. Tanto

Nazan, como aquel hombre, no estaban buscando a una

chica normal y corriente, sino que, por un cruce del destino,

era más que probable que la estuvieran buscando a ella.

-¿Y bien?- Insistió el hombre zarandeando el cuerpo de

Tara.

-Lo… Lo siento. No creo haber conocido a alguien así.

-No te estoy preguntando si la conoces.- Escupió el

hombre furibundo.- Sólo quiero que me digas si hay alguien

en tu instituto que tenga una cicatriz.

-Lo siento pero, no creo haber visto a alguien así… ¿Puedo

hacerle otra pregunta?- Intentó Tara, aunque sabía que lo

más posible era que no se lo permitiera.

-Una más.- Accedió el hombre para sorpresa de Tara.

-La cicatriz…
61
-¿Quieres saber sobre eso?- Tara asintió, al tiempo que el

hombre dibujaba una sonrisa en sus pérfidos labios.- No

estoy muy orgulloso de aquello… Digamos que quería darle

en el hombro pero, por lo visto, fallé y le di en la cabeza…

Imperdonable. Después de eso, me fue imposible alcanzarla.

Por eso es que estamos aquí.

-Usted… ¿Disparó contra ella?

-Ya te lo he dicho, ¿no?- El hombre se puso en pie

nuevamente y se encaminó hacia el asiento del piloto.-

Hemos terminado. Ya puedes irte.- Atajó con firmeza

mientras tomaba de nuevo los mandos del aparato.

El copiloto miró a Tara por unos instantes, el tiempo

suficiente para decírselo todo sin pronunciar ni una sola

palabra. Después de ese breve lapso, la sujetó con suavidad

por el hombro y la acompañó a la salida, cerrando la puerta a

su paso. Tara regresó a su asiento sin más preámbulos, sin

detenerse a responder a las numerosas miradas curiosas

que la acechaban.

62
Era tal el ensimismamiento que sentía, que no se percató de

su presencia hasta que su pie aplastó algo extrañamente

duro y, a la vez, indescriptiblemente blando. El corazón se le

salió del pecho mientras trataba, por todos los medios, de no

montar un escándalo con sus gritos, al tiempo que sorteaba

el obstáculo y tomaba asiento como si nada.

-¿Qué estás haciendo aquí?- Le susurró Tara a la persona

que tenía agazapada a sus pies.

-No me diste oportunidad de despedirme.- Respondió el

chico sin mover ni un centímetro su cuerpo.

-¿Y has entrado en el avión como polizón solo para eso?-

El elevado tono de la voz de Tara provocó que algunos

estudiantes se dieran la vuelta a ver. Tara les sonrió de

pasada e hizo como si estuviera hablando con su compañera

de vuelo, quien parecía estar demasiado nerviosa por la

situación.

-En realidad… Estaba preocupado por ti.- Admitió Nazan

como si fuera lo más normal del mundo.

63
-¡No necesito que te preocupes por mí!- Le cortó Tara

tratando de controlar el tono de su voz, con apenas éxito.

-Tranquilízate, ¿quieres?- Le advirtió Nazan. Los

murmullos cesaron en el instante en que Tara volvió a fingir

estar manteniendo una acalorada conversación con Jess.

-Atención, señores pasajeros. La señorita Manilou, Lory

Manilou, por favor, pase a la cabina del piloto de inmediato.

Gracias.

La susodicha se levantó despacio y, tras unos segundos de

meditación frente a la puerta, se adentró en el lugar. El grito

que se escuchó a continuación, le dio a entender a Tara que

la chica había encontrado el cadáver del piloto y el golpe

seco, como de caída, que el hombre la había dejado

inconsciente, o la había matado.

-Atención, señores pasajeros. El señor Forner, Ethan

Forner, por favor, pase a la cabina del piloto de inmediato.

Gracias.

Y la historia se repetía aunque, esta vez, el que había sido

llamado era un chico, quizá con la esperanza de que no se


64
pusiera a gritar por ver al piloto y, posiblemente a una de sus

compañeras, muertos. Nazan tiró del pantalón de Tara para

llamar su atención.

-¿Qué está pasando?- Susurró.- Jess me ha dicho que

hace un momento te han llamado a ti y ahora han llamado a

otros dos…

-El piloto… está muerto.- Le confió Tara al oído.

-¿Y quién está pilotando el avión?

-¿Te acuerdas del hombre que estaba frente a mi casa la

otra noche?- Nazan pareció entender, porque sus ojos se

abrieron de par en par ante la revelación.

-¡Ese cabrón de Aizen!- Exclamó Nazan mordiéndose el

labio de rabia.- ¿Te ha… dicho por casualidad a dónde os

lleva?

-Creo que seguimos el rumbo, hacia el aeropuerto de

Green Bay, pero no estoy muy segura.

De repente, sin previo aviso, el aparato comenzó a vibrar,

haciendo saltar las mascarillas de oxígeno. La inclinación y la


65
fuerza de arrastre, también se hicieron patentes, denotando

que el avión estaba cayendo en picado. Tara miró

instintivamente por la ventanilla. Aún no habían llegado al

aeropuerto y tenían todas las papeletas para estrellarse si no

hacían algo.

La puerta de la cabina del piloto se abrió de golpe y el chico

que había entrado minutos antes, salió despavorido. El

hombre, al que Nazan había llamado Aizen, salió a su

encuentro con una pistola en la mano…

El disparo se escuchó como un trueno y, al momento, el

chico cayó muerto sobre la pulcra moqueta. Fue entonces

cuando cundió verdaderamente el pánico.

66
5

El avión seguía su vertiginoso descenso. En el tiempo

transcurrido entre la muerte del piloto y la premeditada

exposición de Nazan frente a Aizen, habían ocurrido muchas

cosas. Los dos se habían enzarzado en una encarnizada

pelea y habían herido a una docena de estudiantes a su

paso, antes de desaparecer por la trampilla que daba a la

bodega, donde estaba el equipaje de todo el pasaje. Por su

parte, Tara se encontraba en el desesperado dilema de no

saber pilotar un avión y, allí, sujetando los mandos para

intentar equilibrar el aparato, estaba empezando a darse

cuenta de verdad del peligro que corrían si no era capaz de

pilotarlo bien.

Nuevos disparos se escucharon y, después, el avión

comenzó a tambalearse de nuevo. Las alarmas de los

controles del avión comenzaron a sonar todas a la vez y Tara

perdió, definitivamente el control. La torre del aeropuerto

67
podía verse a través del cristal pero, a la velocidad a la que

iban cayendo, posiblemente se estrellarían contra ella,

derribándola.

-¡Enderézalo, por dios!- Le gritó Jess a su amiga cuando

vio que ésta soltaba los mandos y se cruzaba de brazos.

-Es inútil.- Respondió Tara resignada.- Nos vamos a

estrellar igual.

-¡No digas eso!- Gritó Jess histérica.- ¡No puedo morir sin

haber probado el sexo!

-Como siempre pensando en esas cosas.- Rió Tara

tomando de nuevo los mandos del aparato.

-¡Tara!- La voz de Nazan a su espalda hizo que se le

acelerase el corazón.

-¿Estás bien?- La ropa de Nazan estaba toda

ensangrentada.

-Aizen ha saltado.

68
-¡No te he preguntado eso, maldita sea!- Gritó Tara más

furiosa que nunca soltando de improviso los mandos y

poniéndose en pie frente a Nazan.- ¿Es que acaso no me

puedes dar una respuesta clara? O estás bien, o no lo estás.

Es así de simple.

-Tara, deberías…- Nazan señaló el puesto vacío del

capitán.

-¡No! ¡Tú deberías dejar de tocarme las narices y

abandonar ese comportamiento tan engreído que tienes! ¿Es

que acaso no sabes en el lío en el que estamos?…

-Tara… Tú…

Una extraña brisa había acabado por rodearlos a los tres.

Los ojos de Tara se habían vuelto blancos como la nieve, al

igual que su cabello y mostraba una expresión de paz,

totalmente incomprensible en la situación en la que se

encontraban. Además de todo, sus movimientos eran del

todo incomprensibles. Había acabado por ponerse frente al

cristal, con los brazos extendidos hacia los lados, y moverse

de un lado a otro, como si estuviera emulando al aparato en

69
el que estaban encerrados. Era un comportamiento nunca

antes visto en ella.

-Tara…

Nazan trató de tocarla, pero, en el instante en el que rozó la

brillante tez de su rostro, un espantoso crujido denotó la

fractura. Su brazo se deslizó abruptamente a un lado, inerte,

y Nazan cayó de bruces, aguantando el dolor que no debía,

ni quería expresar.

Lo siguiente que se sucedió a continuación fue un verdadero

shock para todos. El sonido de un trueno llenó la sala y un

fino hilo de sangre empezó a emerger de la espalda de Tara,

quien se tambaleó durante unos breves instantes, antes de

caer al piso, tras haber conseguido que las ruedas del avión

tocasen finalmente tierra. Nazan corrió hacia ella

despavorido, pero Tara ya había perdido la conciencia.

Entonces, lleno de furia contenida, fue en busca de aquel

que había disparado contra ella.

Fue más fácil de lo que hubiera cabido esperar. En su intento

de fuga aquel hombre había ido a parar a la bodega, donde

70
estaba tratando de abrir la herrumbrosa puerta que daba al

exterior, sin éxito.

-¡No muevas ni un solo músculo, cabrón!- Le gritó Nazan a

una distancia prudencial.

El hombre se dio la vuelta despacio. Sus labios estaban

contraídos en una cruel sonrisa y tenía las manos llenas de

sangre, literalmente, como si en su fuga, se las hubiera

arañado con algo.

-¡Tú eres el que estaba con Aizen!- Atajó Nazan aun sin

saberlo a ciencia cierta.

-Tú debes de ser su hijo.- Respondió el hombre mucho

más sonriente que antes.- Encantado de conocerte. Soy

Meros, la mano derecha de Aizen.

-¿Te atreves a presentarte así, cuando hace un momento

has sido capaz de dispararle a una de mis compañeras?-

Chilló Nazan indignado.

71
-La verdad es que preferiría no pelearme contigo.-

Respondió el hombre sonriente desistiendo en su empeño

por abrir la puerta.

-¿Y eso, por qué?- Insistió Nazan a la defensiva.

-No soy muy bueno en eso.- Admitió el hombre sin más.

-Eso que dices es muy difícil de creer, lo sabes, ¿no?- Se

mofó Nazan con cierto toque de sarcasmo.- Si no tuvieras

algún tipo de “habilidad”, Aizen no te habría tomado bajo su

mando, y mucho menos haber confiado en ti lo suficiente

como para que ocuparas la posición que ostentas.

-Eres muy listo, en verdad… pero no lo suficiente.

El cuerpo de Nazan quedó paralizado al instante, pero la

prisión era tan ridículamente débil, que Nazan no tuvo que

hacer el más mínimo esfuerzo para zafarse de ella y

contraatacar, situándose vertiginosamente a escasos

centímetros del cuerpo tembloroso del hombre y

manteniendo el contacto visual.

-Pero… ¿Cómo…?

72
El hombre farfullaba aterrado mientras Nazan le agarraba

fieramente del cuello.

-Tenía pensado utilizar un método rápido e indoloro,-

Susurró Nazan concentrándose.- pero creo que contigo

emplearé una nueva técnica…

-¿Una nueva técnica?- Le cortó el hombre temblando.

-Todo lo que necesitas saber es que es una técnica

prohibida y que es la primera vez que la uso en alguien.

-¡Venga ya!- Se mofó el hombre.

Pero su risa quedó truncada por la presión que sintió de

súbito en el corazón. Su respiración se agitó y los ojos se le

salieron de las órbitas. Su lengua empezó a hincharse,

impidiéndole hablar más y, en dos minutos más, todo su

cuerpo se convirtió en una bola redonda de carne, a punto de

estallar.

-¿Na… zan?

73
Tara había recobrado la conciencia y había logrado llegar

hasta él, aunque la herida de bala que sufría era bastante

grave como para estar dándose paseos por ahí.

-¡No te acerques más!- Le gritó Nazan histérico, al tiempo

que volvía a concentrarse en su deformada presa.- ¡Sal

ahora mismo de aquí!- Añadió. Lo que estaba a punto de

suceder, no iba a ser agradable a la vista, después de todo.

De pronto, la piel de la presa se resquebrajó, llenando el

suelo con la sangre que salía de ella. Por lo general, alguien

en su sano juicio, hubiera pensado que aquel hombre hacía

mucho que había muerto, pero la realidad era otra. Aquel

hombre se estaba desangrando vivo. Todo su interior,

excepto los vasos y el corazón, estaba destruido y a los

huesos les faltaba muy poco para hacerse papilla. Todo su

sistema nervioso estaba intacto, por lo que podía sentir el

dolor, aunque no podía expresarlo con palabras.

Aquel hombre tardó poco más de cinco minutos en colapsar

y perder la conciencia, después de que todos y cada uno de

sus huesos se fracturaran. Fue entonces cuando Nazan soltó

74
el cuerpo y se dirigió junto a Tara. Ya no tenía caso seguir

torturando a aquel hombre, no cuando su vida terminaría en

pocos minutos. Nazan sujetó a Tara del brazo y la ayudó a

subir las escaleras hacia el lugar reservado a los pasajeros,

pero nada más llegar, se paró en seco. Todo el mundo había

desaparecido.

-Ya han salido todos.- Musitó Tara entrecerrando los ojos,

cansada.

-¿Por qué has venido a por mí?- Le recriminó Nazan

tratando por todos los medios de mantenerla consciente.

-No lo sé… Sólo he… reaccionado…

Los ojos de Tara se cerraron de súbito y su cuerpo dejó de

responderle. Había perdido demasiada sangre y el paseo en

busca de Nazan solo había agravado su situación. Había

llegado a su límite.

75
6

Tara abrió los ojos de repente con una sensación de extrema

angustia, acuciándola. El sueño que había tenido había

desaparecido casi totalmente de su mente, pero todavía

quedaban los agobiantes efectos de que algo no estaba del

todo bien. Trató de incorporarse en la cama en la que se

hallaba tumbada pero, por una cruel broma, habían

amarrado su cuerpo al colchón, como si pensaran que

estaba loca. Además, cuando trató de comprobarlo, se dio

cuenta de que también sus manos habían sido aprisionadas.

-No deberías moverte en tu estado.

Tara se giró hacia la voz. Un hombre de unos treinta años

estaba sentado en una silla, a un lado de la cama, leyendo

un libro.

76
-¿Quién es usted? ¿Por qué me han atado?- Gritó Tara

desesperada, forcejeando con las ataduras de sus muñecas,

en un intento por soltarse.

-Relájate, por favor.- Intentó el hombre levantándose y

dejando el libro sobre la mesilla de noche, antes de

aproximarse de nuevo la cama-No voy a hacerte daño.

-¿Dónde estoy?- Chilló Tara de nuevo. Y, en ese momento,

cayó en la cuenta del tipo de ropa que llevaba aquel

hombre.- ¿Es usted médico? ¿Estoy en un hospital?- El

hombre suspiró, abatido.

-Haces demasiadas preguntas.- La reprendió acariciando

sus alborotados cabellos.

-¿Va a responderme, o no?- Acució Tara a la defensiva.

-Tu madre está aquí, ¿la quieres ver?- Esquivó el hombre

sonriente.

-¿Por qué no quiere responderme?- Se quejó Tara casi a

punto de llorar.

77
-Lo siento,- Se disculpó el hombre.- pero hasta que no

tengamos los resultados de tus análisis, preferiría no decirte

nada.

-¿Análisis? ¿¡Qué análisis!?

-Para comprobar… tu identidad.- Respondió el hombre

como si nada.

-¿Mi identidad? Pero… ¿Cómo va a hacer eso, si ni yo

misma me acuerdo de quién soy? Porque sabrá que soy

adoptada…

-No te preocupes por eso.- La cortó el hombre dirigiéndose

hacia la ventana para descorrer las cortinas y dejar que los

rayos del sol iluminasen la habitación.- Cotejaremos los

datos que obtengamos con nuestra base de datos… Por

cierto, ¿te puedo preguntar algo?- Tara asintió a

regañadientes.- ¿Cómo conseguiste que el avión aterrizara?

Los ojos de Tara se abrieron de par en par. En verdad no

recordaba haber hecho algo parecido, es más, resultaba

imposible que ella hubiera sido capaz de aquello, no cuando

78
ni tan siquiera sabía pilotar un avión. Entonces, ¿cómo?

¿Cómo es que había salido “ilesa” tras el accidente?

-¿Qué… yo… hice… qué?- Farfulló Tara abstraída,

tratando de recapitular lo sucedido.

-Ya veo.- Respondió el hombre sonriente.- Entonces no te

acuerdas de “eso”.

-¿”Eso”?- Preguntó Tara más confusa que antes.

-Si no te acuerdas, no tiene importancia.- Atajó el hombre

desatando las ataduras de las manos de Tara.

Una vez estuvo libre de amarras, Tara retiró la ropa de cama

para dejar entrever que, efectivamente, su cuerpo estaba

sujeto con un cinturón de seguridad al colchón. Teniendo las

manos libres, no sería difícil desatar aquel ingenio, pero

cuando trató de hacerlo, unas manos cálidas y firmes la

detuvieron.

-Lo siento, pero no puedo permitirte que hagas eso hasta

que tengamos los resultados.

-¿Por qué?- Se quejó Tara forcejeando con el hombre.


79
-Podrías huir.- Respondió el hombre tal cual, soltando las

muñecas de la joven y regresando la ropa de cama a su

lugar de origen.

-No entiendo nada.- Susurró Tara antes de caer de nuevo

rendida al sueño.

-Duerme, pequeña.- Susurró el hombre retirando los

cabellos de la joven de la cara.

El cuerpo de un chico se vislumbraba en la lejanía. El frío

viento de la noche hacía ondear los largos cabellos de Tara,

quien se hallaba agachada sobre un campo de hierba. Sus

movimientos, su expresión, no eran los de una Tara adulta.

Los rasgos infantiles de una niña de no más de seis años se

asemejaban a los del chico que se alejaba de ella. Tara alzó

la mano hacia él. Sus ojos, anegados en lágrimas no eran

sino una señal de lo que le estaba costando despedirse de la

persona que ella amaba, aquel que un día iba a compartir su

vida, aquel que ahora la abandonaba.

-¡No te vayas!- Le gritó Tara al viento.

80
Pero el chico ya había desaparecido de su campo de visión y

Tara se encontraba ahora sola, sin nadie en quien apoyarse

en esa soledad tan dolorosa, sin nadie que entendiera

porqué una niña tan pequeña había acabado por enamorarse

de su enemigo.

Todo cuanto rodeaba a Tara era tristeza, soledad y… un

baño de sangre. Todo a su alrededor estaba teñido de rojo.

Todo cuanto ella era… era tristeza. Todo cuanto tocaba,

moría.

-¡No!

Tara abrió los ojos desconcertada. De nuevo había tenido el

mismo sueño. Un sueño que la atormentaba y que parecía

querer seguir persistiendo en su memoria.

El cansancio se apoderaba de nuevo de ella a cada segundo

que pasaba, pero sabía que no podría resistirse por mucho

más tiempo, de modo que desistió en su empeño por

mantenerse despierta y volvió a cerrar los ojos. Quería saber

cómo acababa aquel sueño. Quería saber la razón por la

cual era perseguida por él.

81
La lluvia arreciaba con fuerza en esa fría y horrible noche,

llenando el campo de charcos y enfangando la tierra. Una

batalla estaba teniendo lugar allí, una batalla para contener

su enorme poder. Los rayos salían despedidos de su infantil

cuerpo, mientras varias personas, a su alrededor, trataban

de calmarla. El fuego salía de sus manos, a pesar de la

lluvia; el agua se convertía en hielo al menor pensamiento y

todo cuanto ella podía sentir era la rabia y el odio.

De pronto, todo cambió. Se hizo un silencio gutural y todos

se desplomaron sobre la hierba, tiñéndola con su sangre. El

único que quedaba en pie era un chico de unos siete años de

edad, quien estaba agachado al lado de un cuerpo, una

mujer. Tara entonces reaccionó, pero ya era demasiado

tarde. El daño ya estaba hecho y aquel chico, que había

jurado cuidarla y protegerla, la observaba con desprecio, con

odio.

-Yo…- Tara dio unos pasos hacia el chico, pero cuando

trató de tocarle, éste la abofeteó.

82
-¡Nunca te lo perdonaré!, ¿me oyes?- Gritó el chico

retirándose las lágrimas con sus ensangrentadas manos.

-Pero… Yo…- Tara cayó de rodillas sobre la hierba,

aturdida.

-¡Tú ya no eres nada para mí!- El chico se apartó del

cuerpo y le dio la espalda a Tara.

-¡No te vayas!

Tara volvió a despertarse pero, esta vez, sus ojos estaban

anegados en lágrimas y su corazón dolía, cual si hubiera

recibido una puñalada. Todo su ser parecía querer gritar de

dolor. Desde que había sido adoptada, había sido incapaz de

recordar nada de su pasado y, definitivamente, aquel sueño

tenía toda la pinta de ser un recuerdo, uno que había

mantenido encerrado en su interior, pero, ¿por qué ahora?

¿Por qué ahora, sin haberlo pedido, tenía que recordar

aquella horrible escena?

Y Tara sabía que aquel recuerdo aún no había terminado,

pero estaba demasiado traumatizada, como para volver a

dormir. Además, ¿para qué? ¿Para qué intentar dar pie a


83
que continuara aquel sueño que, en definitiva, ella misma

había querido borrar de su memoria?

Tara se incorporó en la cama sin esfuerzo. La atadura de su

cuerpo había desaparecido, de modo que estaba libre. Si

quería, podría huir de allí, pero, ¿adónde ir? Adonde quiera

que fuese, aquellos recuerdos irían con ella, la perseguirían y

nunca la dejarían dormir tranquila.

La venda de su torso se tensó, al tiempo que se ponía de

pie, sin darse cuenta de que en su brazo, bien sujeta, tenía

puesta una vía. El palo de suero cayó estrepitosamente al

suelo por el tirón y el frasquito de cristal que sostenía se hizo

añicos, desparramando todo su contenido por el piso. Al

instante, varias personas irrumpieron en la habitación.

-¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

Nazan fue el primero en acercarse hasta la posición en la

que se hallaba acurrucada Tara, en la esquina más alejada

de la puerta. Por su expresión, podía decirse que

verdaderamente estaba preocupado y, cuando él agarró sus

84
hombros y la obligó a ponerse en pie, Tara no pudo reprimir

más su llanto, encaramándose al pecho del chico.

-¿Qué ha pasado?- Repitió Nazan rodeando a Tara con

sus brazos.- ¿Porqué te has levantado sin decir nada?

-Yo…- El llanto no la dejaba hablar con claridad.

-Vale, no te preocupes.- Accedió Nazan en un suspiro.- Por

el momento, será mejor que te vistas y bajemos a comer

algo, ¿de acuerdo?

-¿Bajar… y comer… algo?- Farfulló Tara clavando sus ojos

en los de Nazan.

En ese momento, los recuerdos de aquel sueño regresaron a

su mente, haciéndola estremecer. ¿Podría ser que el chico

del sueño fuera Nazan? Y, si fuera así, ¿cómo podría mirarle

a la cara? Habían pasado más de diez años desde aquel día,

pero seguro que, en el caso de que fuera él, no habría

podido olvidarlo.

-¿Tara?- Insistió Nazan sin dejar de mirarla.

85
-¿Dónde estamos?- Preguntó Tara de repente,

enjugándose las lágrimas.

-Es verdad. Aún no lo sabes.- La mirada de Nazan se

perdió durante unos instantes.- En realidad… estamos en tu

casa.

-¿Mi…casa?- Preguntó Tara más que sorprendida.

-Bueno, verás…

-¡Dilo ya, demonios!- Se quejó Tara impaciente.

-De hecho, estamos en casa de los Ratclif…

-¿Los Ratclif? Creí que habías dicho que estaba en casa…

-Los Ratclif… eran tus verdaderos padres.- Soltó Nazan de

sopetón.

-¿Que, qué?

-Los Ratclif eran tus padres.- Repitió Nazan más calmado.-

Tú… Tú eres la persona a la que llevo tanto tiempo

buscando.

86
-No… puede ser…

-Y, en realidad, tu nombre no es Tara…- Prosiguió Nazan.-

Tu verdadero nombre es Tatiana Ratclif.

-No puede ser.- Repitió Tara abstraída.

-Tienen que repetir los análisis para mayor seguridad,-

Siguió Nazan, preparándose para sostener el cuerpo de

Tara, que parecía estar a punto de colapsar por la

impresión.- pero es muy improbable que se hayan

equivocado.- Añadió Nazan en un susurro casi inaudible,

casi tratando de convencerse a sí mismo.

-No… No puedo creerte.- Farfulló Tara perdiendo el

equilibrio y cayendo nuevamente entre los brazos de Nazan.

-Yo tampoco puedo creérmelo,- Admitió Nazan

estrechando con fuerza el frágil cuerpo de Tara.- pero ahora

me alegro de no haberme ido cuando lo decidí. De otro

modo…

-Has dicho que aún no están seguros.- Se quejó Tara

cerrando los ojos con fuerza.

87
-¡Yo sí lo estoy!- Le susurró Nazan al oído.- Y fui un tonto

al no seguir mis instintos.

-¿Cómo… puedes estar tan seguro?

-Lo sé, Tara, créeme. Sé que es cierto.

-¿Por qué?- Lloriqueó Tara impotente.- ¿Por qué no

puedes decirme que es una broma, o algo así?

-Si lo dijera, mentiría, lo sabes.- Respondió Nazan

ausente.- Y ya no quiero mentir más. Ya he cometido

demasiados errores en mi vida.

-No entiendo… lo que quieres decir.- Tara se separó de

Nazan y le dio la espalda.

-No hace falta que lo entiendas. Tan solo créelo.

-¿Y si no es cierto?- Rebatió Tara aguantando de nuevo

las lágrimas.

-Lo es.- Ratificó Nazan cogiendo su mano y llevándola de

nuevo a la cama.- Y, ahora, vamos a vestirte, ¿de acuerdo?

88
7

El bullicio que se escuchaba desde alguna parte de la casa

resultaba tan penetrante, que Tara tuvo que taparse los

oídos, esperando poder acallar las voces. Habían llegado al

recibidor, tras haber bajado un entramado de polvorientas

escaleras y ahora se habían detenido, espantados por el

alboroto reinante en la casa. Nazan se paró junto a Tara y

sostuvo su mano con firmeza. Estaba claro que, de no

hacerlo, ésta saldría huyendo en cualquier momento y Nazan

no podía permitirlo de ningún modo, no solo porque se lo

hubieran ordenado, sino porque ahora que la había

encontrado, no estaba dispuesto a dejarla escapar de nuevo.

De pronto, una mujer salió bufando de una de las

habitaciones y, en cuanto vio a los dos jóvenes, se acercó

hasta ellos.

89
-¡Tatiana!- Gritó.- ¿Qué haces levantada? Y tú…- Miró a

Nazan de reojo.- Deberías estar vigilándola, en lugar de

incitarla a dar paseítos nocturnos.

-Disculpe…- Intervino Tara en la riña,- pero… ¿Nos

conocemos de algo?

-Es mi tía.- Respondió Nazan rápidamente.- Emma Raven.-

La presentó.

-¡Ah, vale! Encantada de poder conocerla.

La mujer miró a Tara confusa, pero estrechó su mano

cordialmente.

-Sí, lo mismo digo.- Respondió cortésmente.

-Tía, ¿Ha pasado algo?- Intervino Nazan mirándola

fijamente y con una seria expresión enmarcada en su rostro.

-Nada, lo de siempre.

-¿Otra vez mi padre?

-Bueno, no atiende a razones, pero no se puede esperar

menos de alguien tan cabezota como él.- Rió compungida.


90
-No se lo tomes en cuenta, ¿vale?- Le rogó Nazan

esbozando una fútil sonrisa.

-Nunca lo hago.- Respondió la mujer más sonriente que

antes, dirigiéndose a toda prisa hacia las escaleras que

minutos antes habían bajado Tara y Nazan.

-Vamos.

Nazan tiró del brazo de Tara con fuerza y ambos se

encaminaron hacia la habitación de la que había salido la

mujer. La sala estaba bastante concurrida, a ojos de Tara.

Se trataba de una especie de salita, con una gran mesa

central que habían dispuesto perfectamente para la cena.

Aparte de eso, lo más destacable eran las personas que

observaban a Tara con los ojos bien abiertos y, algunos,

inclusive con la boca abierta.

-¿He hecho algo malo?- Le preguntó Tara a Nazan en voz

baja, siguiéndole hacia un par de sillas vacías en la mesa.

-Por supuesto que no.- Susurró Nazan tratando de

tranquilizarla.- Solo están sorprendidos de verte, nada más.

91
Ambos tomaron asiento y todo volvió a la normalidad, salvo

por la infinidad de preguntas que los presentes dirigían a

Tara, para las cuáles ésta no tenía ni la mitad de las

respuestas.

-Bueno, ya está bien de agobiarla.- Intervino el hombre al

que Nazan había llamado padre.- Tara… esto… Tatiana…-

Dirigió su dulce mirada hacia ella- ¿Qué tal te sientes?-

Preguntó.- No esperábamos que te despertases tan pronto…

Ya casi hemos terminado de cenar, pero aún queda bastante

comida…- Ofreció.

-No se preocupe, estoy bien.- Rechazó Tara con sutileza.-

Por otra parte… Usted me dijo que mi madre estaba aquí.

¿Dónde está?

-Ella ya está descansando, ya que tiene que madrugar.

-¿Y eso?- Preguntó Tara confusa, nerviosa.

-Bueno, ella ha decidido irse por la mañana.- Respondió.

Pero había algo en su expresión que no encajaba. En sus

ojos se percibía una tristeza y una confusión

92
incomprensibles, como si estuviera debatiendo algo en su

interior.

-Vale, entonces, en ese caso, creo que yo también debería

ir a dormir.

Tara se levantó precipitadamente, pero Nazan agarró con

fuerza su brazo, impidiéndola avanzar.

-¿Ocurre algo?- Preguntó. Todas las miradas, que antes

habían estado fijas en ella, miraban ahora hacia la mesa,

ocultando sus rostros.

-¿Por qué no te sientas?- Intervino Nazan ausente.- Será

mejor, créeme.

Tara volvió a tomar asiento a regañadientes, al tiempo que el

padre de Nazan sacaba una hoja bien doblada del bolsillo de

su camisa y se la ofrecía.

-¿Qué es esto?- Preguntó Tara agarrando la hoja.

-Los resultados de tus análisis.- susurró el padre de Nazan

al tiempo que emitía un sordo suspiro.

93
REPORTE GENERAL DE NACIMIENTO M.V1

Nombre Tatiana

Fecha de nacimiento 12 de Agosto de 1985

Nacido en Phoenix (capital)

Padre Vincent Ratclif

Madre Rosalie Ratclif

Nacionalidad Americana

G.S. |ABO -|

Tara entendió entonces el porqué de las miradas, el porqué

del horrible silencio y… el porqué de la prematura marcha de

la que había sido su madre por diez largos años. Frente a

ella tenía la verdad, la verdad de su nacimiento, la verdad de

quién era, aunque no pudiera recordarlo. Tara dejó caer el

papel sobre el plato y se quedó fija, sin poder apartar los ojos

de él.

-Tara…

La suave voz de Nazan no era ahora sino un murmullo

sordo. Tara se había quedado con la mirada perdida, incapaz

94
de moverse, incapaz de articular palabra alguna, incapaz de

oponerse a lo que, estaba segura, iba a suceder. Ni siquiera

quería escuchar la explicación. El solo hecho de saber quién

era, aunque no lo entendiera, había sido suficiente para ella.

-Tara…

Nazan trató de tocarla, pero en el instante en que ésta lo

percibió, retiró su brazo de un manotazo, al tiempo que se

ponía en pie, haciendo caer estrepitosamente la silla. Fue en

ese momento cuando unos brazos la rodearon por detrás. La

vertiginosa velocidad con la que Nazan había actuado, había

dejado a Tara perpleja entre sus brazos y, aunque hubiera

preferido desembarazarse de él y huir de allí, no lo hizo. Dejó

que los brazos de Nazan la estrecharan con más fuerza y

que su perfume y el calor de su cuerpo la reconfortaran.

Una vez que Nazan notó que Tara ya se había relajado lo

suficiente, miró a su padre, quien se acercó hasta él y le

entregó un sucio y raído sobre.

-Volvemos en un rato.- Dijo.

95
Y antes de que Tara pudiera al menos protestar, Nazan ya la

había sacado fuera de la habitación y la llevaba escaleras

arriba, hacia el dormitorio, el mejor lugar de la casa donde

poder hablar, donde poder rememorar todo cuanto Tara se

había perdido de su vida.

96
8

Mi querida niña:

Si estás leyendo esta carta, significa que sobreviviste y que yo ya no

puedo estar contigo para protegerte. No sé si la vida te habrá llevado

por buen camino, si mi hermana te recogió, o si tuviste que crecer

con otra familia. Si este es el caso, lo siento mucho. Siento la carga

que he puesto sobre tus hombros y que ahora estés en un peligro

constante. Si hubiera sido por mí, jamás te habrías visto metida en

esto, pero algo con lo que has nacido no lo puedes cambiar,

¿verdad?

Seguro que ahora eres una jovencita muy inteligente y puedes

entenderlo, por lo que comprenderás que no te diga nada. Si puedes

contactar con mi hermana, Emma Raven, ella y todos los demás te

lo explicarán todo.

Mi único deseo es que seas feliz, pero para ello deberás quedarte

junto a ellos. Sé que te pido mucho, si es el caso de que tú ya tengas


97
otra familia, pero créeme, es lo mejor para todos, y tienes todo el

derecho a decidir lo que quieres hacer en cuanto lo sepas todo, pero

te ruego que lo pienses bien, que no te obceques. Cree en ti, mi cielo.

Sé que tomarás la decisión correcta.

Tu madre y tu padre que te quieren.

-¿Qué es esto?- Preguntó Tara acomodándose sobre la

cama.

Nazan suspiró y tomó asiento al lado de Tara. Su expresión

había tornado seria, pero una sonrisa permanecía

enmarcada en sus labios.

-Es algo que sacamos de entre las pertenencias de tu

madre… quiero decir, de…

-Lo entiendo.- Le cortó Tara con sequedad.- Pero, ¿qué

es? La verdad, no entiendo…

-¿Recuerdas lo que te conté la primera vez que nos

encontramos en esta casa?- Nazan suspiró. Sus ojos

98
estaban fijos en Tara y ella cambiaba de posición cada dos

segundos por los nervios.

-Yo… Creo hacerlo… Dijiste que los Ratclif habían sido

asesinados, ¿cierto?- Logró decir Tara acomodándose lo

más lejos posible de él, casi al borde de la cama.

-Tienes buena memoria.- Nazan se retiró el cabello de la

cara y se recostó contra la cabecera de la cama.- En

realidad, ese suceso no tenía que haber pasado…

-No llegasteis a tiempo.- Susurró Tara abstraída

volviéndole a echar un vistazo a la carta.

-No.- Confirmó Nazan apesadumbrado.- Y desde ese

entonces hemos estado buscándote, como sabes.

-¿Qué es exactamente lo que queréis de mí?- Soltó Tara

más que irritada.

-Bueno, la idea principal es protegerte, pero para ello…

-Eso ya lo sé. Lo pone en la carta. A lo que me refiero es a

qué pinto yo en todo esto. Tan solo soy una chica normal de

instituto…
99
-Eso no es del todo correcto.- Rebatió Nazan agachando la

cabeza.- Tú… naciste especial, por decirlo así.

-¿¡Quieres hablar claro de una maldita vez!?

-Muy bien.- Accedió Nazan imponente.- Tú tienes un sitio al

que debes volver.- Atajó.- Tu sitio no está aquí, sino con la

milicia de la Cruz de Jade. Allí te enseñarán a controlar tus

habilidades para que no se vuelvan a descontrolar. Allí tienes

una familia real, no como la de aquí, de modo que tu mejor

opción es venir con nosotros. De este modo, cumplirás la

última voluntad de tu madre…

-Nazan, ¿puedo hacerte una pregunta personal?- Le cortó

Tara muy seria.

-Claro, pregunta.- Accedió Nazan también demasiado

serio.

-¿Dónde está tu madre?- Preguntó Tara de repente

clavando sus ojos en los de Nazan.

-Verás… Ella… falleció hace unos once años…

100
-¿¡Tuve yo algo que ver!?- Los ojos de Nazan se abrieron

de par en par, impresionado.

-¿A qué viene esa pregunta?- Esquivó Nazan desviando la

mirada.- No es algo que tenga que ver con…

-¿¡Tuve yo algo que ver, o no!?- Insistió Tara.

-¡No fue tu culpa!, ¿vale?

-¿Qué pasó?- Preguntó Tara reprimiendo la ira.

-Fue… Un accidente…

-¡No me trates como una estúpida! ¡Sé que algo pasó

cuando era niña! ¡No intentes evadir la pregunta, o

compadecerme!- Su intento por mantener el control no fue

del todo efectivo.

-Yo… No pretendía…

-Lo entiendo. Sé que hay cosas que no me podéis decir,

pero al menos necesito saber esto. El resto no me importa.

-¿¡Cambiará algo si te lo digo, si te digo que mi madre

murió por tu culpa!?- Chilló Nazan agobiado.


101
Pero en cuanto se dio cuenta de lo que había dicho, ya era

demasiado tarde para arreglarlo. Los ojos de Tara estaban

anegados por las lágrimas y su expresión no podía definirse

con palabras, siendo una mezcla de tristeza, desesperación

y remordimientos.

-Yo… lo siento… No quería decir que tú…

-¡Ya he tenido suficiente! ¡No quiero saber nada más de ti,

ni de lo que se supone que era mi vida! ¡Me vuelvo a casa!

-Tara, de verdad que yo…

Un gélido viento empezó a soplar entre ellos. El cabello de

Tara tornó en un color blanco como la nieve y su mirada se

endureció. Los muebles de la habitación empezaron a

tambalearse, al tiempo que Tara se ponía de pie y se dirigía

hacia una de las ventanas. Al intentar descorrer la cortina,

los cristales estallaron en mil pedazos, esparciéndose por la

habitación, pero Tara estaba tan perdida en sus emociones,

que ni se inmutó.

-Si… Si es cierto que yo maté a tu madre… ¿Por qué no

me odias?- Gritó Tara encarándole de nuevo.


102
Nazan caminó decidido hacia ella y la estrechó con fuerza

entre sus brazos.

-Cálmate, por favor.- Le susurró al oído.

-¡No me digas que me calme!

El cuerpo de Nazan salió despedido de repente y chocó

estrepitosamente con la pared. Sorprendido, éste trató de

nuevo acercarse a ella, pero desistió en cuanto se dio cuenta

del dolor en sus ojos. Los ojos de Tara habían dejado de

derramar lágrimas, pero la tristeza y el horror aún estaban

patentes en ellos.

-Tienes todo el derecho a estar enfadada.- Empezó Nazan

caminando, paso a paso, de nuevo al lado de Tara.- Es

normal que estés asustada y es natural también que te

sientas herida…

-Tú… ¡No puedes saber cómo me siento…!

-Es cierto,- Corroboró Nazan estrechando aún más las

distancias.- no lo sé, pero puedo entenderlo. Después de

haber crecido con una familia normal, ahora te estamos

103
incitando a que cumplas el deseo de tu verdadera madre.

Suena algo egoísta, la verdad, pero si permaneces aquí, lo

único que vas a conseguir es poner en riesgo esa vida que tú

tanto deseas proteger.

-No lo entiendes.- Lloriqueó Tara desesperada.- Tengo

amigos, una madre y un padre que me quieren. Tengo una

vida normal.

-Tanto ellos, como nosotros, aceptaremos cualquier cosa

que decidas, pero lo que sí está claro, es que tienes que

escoger.

-Si me voy con vosotros… ¿todos estarán a salvo?

-Tanto como así lo desees.

-No… No podéis hacerme esto… No podéis pedirme que

abandone todo lo que conozco…

Tara se tambaleó y, de no ser por los vertiginosos brazos de

Nazan que la recogieron justo a tiempo, se habría

desplomado. El color del cabello de Tara volvió a la

104
normalidad y el viento dejó de soplar, al tiempo que ella

relajaba sus nervios, embriagándose del calor de Nazan.

-Decidas lo que decidas, yo estaré aquí para apoyarte.

-¿Por qué? ¿Por qué eres tan amable conmigo?

-Porque hace mucho tiempo me hice una promesa a mí

mismo.- Respondió como si nada.

Si vuelvo a encontrarme con ella… Si vuelvo a tenerla frente

a mí… Definitivamente no la volveré a dejar escapar. No

importa lo que ocurra. Me quedaré siempre a su lado y la

protegeré.

Tara retiró los brazos de Nazan y le dio la espalda. Sus

torpes movimientos la condujeron directamente hacia la

cama.

-Tengo un poco de sueño.- Susurró acurrucándose sobre

la colcha.- ¿Podrías… dejarme sola?

-Claro.

105
Nazan asintió apesadumbrado y salió de la habitación. Era lo

único que podía hacer, al fin y al cabo. Y, mientras bajaba las

escaleras, sus pensamientos se mantenían en ella. Por

alguna razón, él ya sabía el resultado de aquello, ya sabía

qué decisión tomaría Tara. Ella definitivamente sería egoísta

y se quedaría en Portland, junto a sus padres adoptivos y

sus amigos, y no habría nada que hacer para hacerla

cambiar de opinión. A fin de cuentas, su vida estaba

arraigada en aquel lugar.

-¿Has podido hablar con ella?- Preguntó el padre de Nazan

nada más le vio aparecer por la puerta. La esperanza que

había mantenido hasta el momento, se desvirtuó en tanto

que vio con claridad la expresión de su hijo.

-Sí.- Confirmó Nazan tomando asiento alrededor de la

mesa.

-¿Y bien?

-Ella… Probablemente decida quedarse.- Susurró Nazan

cruzando los brazos sobre la mesa, ahora libre de platos.

106
-¿Estás seguro de eso?- Insistió su padre virando los ojos

hacia la puerta, casi como esperando ver aparecer a Tara en

cualquier momento.

-Lo he “leído”.- Respondió Nazan emitiendo un largo y

lastimoso suspiro.

-Entiendo.- Accedió su padre pensativo.- En ese caso creo

que no hay nada más que podamos hacer. Tan solo rezar

para que esa niña cambie de parecer.

-No creo que sea tan fácil.- Intervino una mujer de cabello

largo, de un color como la miel y una mirada dura pero al

mismo tiempo afable.- Ella está muy asustada.- Añadió.

-Es normal, después de todo, y más teniendo en cuenta

que no le has dado detalles excesivos, ¿estoy en lo

correcto?- Preguntó el padre de Nazan aún perdido en sus

pensamientos. El joven asintió.- Eso lo hace todo aún más

difícil.

-Sería aún más difícil si se lo contáramos todo de repente.-

Saltó Nazan.- Si ahora tenemos una remota posibilidad de

107
que acepte venir con nosotros, de la otra forma esa

posibilidad sería nula.

-Sabes que en algún momento tendremos que decírselo,

¿verdad?

-Lo sé, papá, pero todavía no…

-¿De qué tienes miedo?- El padre de Nazan clavó sus ojos

en los de él.- No es como si fuerais dos extraños.

-Ahora… Ella no podría soportarlo.

108
9

La determinación de Tara siempre había sido un problema.

Desde que era pequeña, hasta bien entrada la adolescencia,

siempre había actuado por instinto. Se dejaba guiar por sus

emociones, en lugar de por la razón, de modo que no era de

extrañar que en la situación en la que se encontraba, hubiera

optado por no razonar.

La joven tenía el corazón dividido en dos, mientras se

escabullía por la ventana en medio de la noche, mientras

huía de aquella vida que querían imponerle a la fuerza, pero,

¿qué otra cosa podía hacer? Necesitaba tiempo para pensar

qué hacer, para pensar una respuesta lo suficientemente

justa, que no doliera demasiado, para determinar, a fin de

cuentas, cuál de las dos situaciones era la menos dolorosa

de soportar. Si bien permanecer junto a la familia que la crió

parecía lo más razonable, las dudas de Tara sobre su

identidad seguían en aumento y, tanto Nazan, como la

109
supuesta carta de sus verdaderos padres, habían dejado

muy claro que esta opción estaba fuera de lugar, que el

riesgo sería desmesurado y que, aunque no lo expresaron

deliberadamente, cabría la posibilidad de que alguien

resultara herido, o incluso muerto.

La calle por la que caminaba estaba tranquila, demasiado

para una ciudad que se enorgullecía de su espléndida

actividad nocturna. Aquella noche, todo estaba en el más

absoluto y aterrador silencio, como si la gente hubiera huido

del lugar, presintiendo algo que ni ella misma era capaz de

entender.

Tara se detuvo frente a uno de los pocos establecimientos

que, a excepción de los bares y las discotecas, permanecían

abiertos durante la noche. Se trataba de una antigua librería

que, casualmente, se encontraba cerrada. Algo extraño

estaba ocurriendo en la ciudad. No era normal que, después

de varios siglos de tradición, toda la gente hubiera decidido

de la noche a la mañana irse a dormir como niños buenos.

110
-¡Mira lo que tenemos aquí!- Tara se dio la vuelta asustada.

Los hombres que la habían rodeado no parecían tener muy

buena reputación, al contrario, se veían igual que los

macarras que aparecían en las películas.- ¿Te has perdido,

niña?- Preguntó el que parecía ser el líder.- Si quieres te

ayudamos a encontrar el camino.

-Gracias, estoy bien.- Respondió Tara altanera, tratando de

mantener la calma, aunque lo cierto era que estaba aterrada.

-En ese caso, ¿qué te parece si nos acompañas a tomar

una copa?- El hombre redujo las distancias hasta tal punto,

que Tara se encontró arrinconada contra la pared.- Te

prometo que te lo pasarás bien.- Susurró con una diabólica

sonrisa enmarcada en sus pérfidos y lascivos labios.- Venga,

¿Qué me dices?, ¿vendrás con nosotros?

-¡Ah, estabas aquí, querida!

El corazón de Tara palpitó con fuerza al escuchar aquella

voz que ella reconocía tan bien. Por un momento creía que

por fin había podido librarse de él, pero el destino parecía

tener una cierta propensión a juntarlos. Nazan sonrió

111
brevemente hacia ella, quien se encogió ante lo que sabía

que significaba aquella expresión: estaba enfadado, muy

enfadado. Y, aunque la situación en la que se encontraba,

requería de un poco de ayuda, ¿por qué precisamente la de

él?

-¡Oye!, ¿y tú quién coño eres?- Gritó el líder enfrentándose

a Nazan.

-¡Su esposo!- El corazón de Tara volvió a palpitar con

fuerza, casi corroborando aquella absurda afirmación.

-¡Venga ya, no me hagas reír!- Se mofó el líder agarrando

a Tara de la muñeca con fuerza.- Una gatita tan linda como

ésta, no puede ser de un solo hombre. Más bien, estoy

empezando a pensar que quieres tomarme el pelo y me

molesta mucho la gente que se cree con el derecho de

darme órdenes, así que, ¿por qué no te piras?

-Te lo diré sólo una vez: o la sueltas ahora mismo, o me

veré obligado a hacerte daño.- Atajó Nazan tan serio, como

aquella vez en la bodega del avión, cuando…

112
Tara entendió entonces la situación. Nazan no tenía ninguna

intención de hacerles algo a aquellos hombres. Los estaba

intimidando para que la dejaran libre. Aunque sus ojos… En

los ojos de Nazan podía verse cuánto deseaba poder acabar

con ellos, aunque tal vez su padre se lo había prohibido. De

cualquier modo, la amenaza estaba surtiendo efecto.

Evidentemente, el líder se puso en inmediata retirada junto a

sus hombres, y no fue hasta que estuvieron lo bastante lejos,

como para distinguir sus siluetas en la oscuridad reinante,

que Nazan se paró frente a Tara y le cruzó la cara en un

revés.

-¿¡En qué demonios estabas pensando!?- Gritó Nazan

histérico, zarandeando el cuerpo de Tara.

-Lo… Lo siento.- Se disculpó Tara de inmediato.

Nazan la aferró con fuerza en un abrazo, como si su vida

dependiera de la seguridad de la joven. Fue entonces

cuando Tara se dio verdadera cuenta de que estaba

llorando.

113
-¡Demonios!- Se quejó Nazan escondiendo su cara entre

los cabellos de la joven.- No vuelvas a darme estos sustos,

¿quieres?

-Lo siento.- Volvió a disculparse Tara estrechando a su

salvador con mucha más fuerza.

-Sabes que voy a tener que tomar medidas, ¿verdad?

-No me importa.- Tara estaba tan sumamente consternada

por el incidente, que habría aceptado cualquier cosa que le

hubiera dicho Nazan.

-Por el momento, volvamos a casa antes de que los demás

se preocupen más.

-Tu padre está…

-Él está muy enfadado, como comprenderás.- Respondió

Nazan tirando de Tara para que se pusiera en marcha.

-¿Por qué?

-¿Y aún lo preguntas?- Rebatió Nazan entrelazando su

mano con la de Tara.- Él te considera parte de la familia, así

114
que tiene motivos suficientes para estar tanto preocupado,

como verdaderamente enfadado y, tengo que decir que es la

primera vez en mucho tiempo que lo veo comportarse de ese

modo…

-¿Me vais a obligar a ir con vosotros?- Le cortó Tara

impasible.

-Es posible,- Atajó Nazan con suavidad.- pero

preferiríamos que vinieras voluntariamente.

-¿Por qué yo?- Se quejó Tara entrecerrando los ojos.

-Es… tu destino, por decirlo de algún modo.

-Lo siento,- Susurró Tara en un suspiro.- pero…

-No te preocupes. Sé muy bien cuál es tu postura respecto

al tema, pero aún tengo la esperanza de que cambies de

opinión, de otro modo, ninguno estaremos felices.

-Yo… no puedo irme… Tengo que estar con mi familia…

-Si es por tu bienestar, ellos lo entenderán…

115
-No lo harán… Sé que no lo harán… Nazan… Ya he

tomado mi decisión… Yo…

-Lo sé, pero no hablemos de eso ahora. Estás demasiado

alterada con lo que ha pasado y, además, tienes que

prepararte para el castigo…

-¿Castigo?- Preguntó Tara avergonzada.- Entiendo. Ya

que mis verdaderos padres no están…

-Así es.- La cortó Nazan.- Desde el momento en que te

encontramos, pasamos a ser tus tutores legales, aunque con

esto no quiero decir que no tengas ni voz ni voto. Como

puedes ver, te hemos dado una opción…

-El resultado será el mismo, independientemente de lo que

escoja, ¿cierto?

-Tal vez sí, o tal vez no. Todo depende de la situación y de

lo que decida mi padre.

-¡Entonces, me iré!

116
-¡No digas estupideces!- Nazan paró en seco. Habían

llegado a su destino.- ¡No tienes a dónde ir! Y, por

descontado, no dejaremos que seas tan irresponsable.

-¡No necesito que unos completos extraños cuiden de mí!

¡Ya soy lo suficientemente mayor para cuidarme yo sola!

Tara sintió de nuevo la quemazón en su mejilla pero, esta

vez, no fue Nazan el culpable, sino su padre.

-¿¡Quién te has creído que eres para hablar de ese modo!?

¿¡Sabes cuántos de nuestros compañeros han dado sus

vidas por ti!? Si aún no entiendes tu posición, será mejor que

te dejes matar. Así al menos acabará todo esto.

-¡Papá!

-¡No, Nazan, ya basta! No pienso dar mi vida por una niña

tan engreída, que ni tan siquiera es capaz de tomar una

decisión por ella misma, y mucho menos de protegerse, si no

me equivoco.

-¡Yo no pedí vuestra ayuda!- Gritó Tara enfurecida.- ¡Yo

estaba tranquila hasta que vosotros aparecisteis, así que

117
perdonadme que me cueste dejarlo todo para adentrarme a

mundo que no conozco!

-¡Tienes hasta el amanecer!- Atajó el padre de Nazan tan

extremadamente serio, que Tara creyó por un momento que

iba a golpearla de nuevo.- ¡Ahora vete de inmediato a tu

cuarto! ¡Andando!- Añadió señalando hacia el interior.

Tara pasó como un rayo, indignada, hacia el interior de la

casa, desapareciendo escaleras arriba.

-¿No crees que has sido demasiado brusco con ella?-

Susurró Nazan siguiendo a su padre hacia el interior.

-Solo me he comportado como lo hubiese hecho su padre.

No permitiré de ninguna manera que hable de ese modo. Tal

vez así entienda su posición.

Tara entró en el cuarto y cerró la puerta de golpe a su paso.

La indignación que sentía era tan fuerte, que no se dio

cuenta de que alguien estaba sentado sobre la cama que

horas antes había estado utilizando, hasta que escuchó un

carraspeo.

118
-¿Qué quieres, mamá?

La señora Ferguson se levantó y, acto seguido, abrazó a su

hija, quien se acomodó en sus brazos como cuando era niña

y tenía una rabieta.

-¿Es este el modo de recibir a tu madre?- Preguntó en un

susurro guiando a Tara hacia la cama.

-Lo siento,- Se disculpó Tara de seguido.- pero es que

estoy de los nervios. No entiendo absolutamente nada y ellos

no parece que me vayan a aclarar demasiado.

-¿Entonces no sería mejor que te fueras con ellos?

-¿¡Tú también!?- Gritó Tara exaltada.- Creí que estarías de

mi parte, que me apoyarías, ¿por qué todo el mundo quiere

decidir por mí?

-Mi niña, éste es el único modo que encuentro para

apoyarte. No pretendo decidir por ti, pero…

-¡No, ya basta! Tú y papá sois mi familia…

119
-Y seguirá siendo así, decidas lo que decidas, pero ya es

hora de que tomes responsabilidades.- La señora Ferguson

colocó sus manos en los hombros de Tara.- Ahora tienes una

nueva familia y sé que van a cuidar bien de ti. Yo estaré

siempre contigo, apoyándote en lo que pueda.

-¿Quieres…que me vaya?-Preguntó Tara

entrecortadamente con los ojos anegados por las lágrimas.

-Ciertamente no quiero eso, pero ellos te necesitan,

entiéndelo.

-Pero yo no quiero separarme de ti, ni de papá. Si yo me

voy, te quedarás sola… Papá siempre está de viaje y…

-Me hace muy feliz que te preocupes por mí, mi cielo, pero

ya es hora de que pienses lo que realmente quieres hacer tú,

lo que debes hacer, más bien. Yo estaré bien, siempre y

cuando tú lo estés.

-Mamá…- Tara abrazó nuevamente a su madre.

120
Y ambas sabían que sería la última vez que se verían así,

como madre e hija, por lo que no pudieron reprimir los

llantos, en lo que duraba aquel fugaz abrazo.

121
10

A la mañana siguiente, Tara se despertó desganada. Se

había pasado la noche entera llorando, de modo que no era

de extrañar que se sintiera cansada y mucho más que

abatida. Sus ojos le dolían incluso al pestañear y el dolor de

su cuerpo se hacía cada vez más insoportable, a medida que

agarraba las ropas para vestirse. Se encontraba

completamente sola en el dormitorio, sin nadie con quien

poder hablar en sus últimas horas de libertad, sin nadie que

pudiera entender su postura, sin nadie que la apoyara y le

diera las fuerzas que necesitaba. Su madre, de seguro,

habría partido ya y, aunque Tara hubiera deseado irse con

ella, nadie de su extraña nueva familia lo habría permitido.

-Tara, ¿estás despierta?

La voz de Nazan tras la puerta fue una sorpresa no muy

grata para Tara. Después de su discusión con él, era lo

último que esperaría. Ver a Nazan, tan temprano en la


122
mañana, no se trataba de algo que Tara hubiera deseado

para empezar bien el día, pero nada podía hacer. Se levantó

apática de la cama, ya vestida, y abrió la puerta.

-Estoy despierta.- Dijo antes de que Nazan comentase algo

impertinente sobre su atuendo.

-Ya veo.- Respondió Nazan observándola de arriba abajo.-

Te esperamos para desayunar juntos. Baja cuando estés

lista.- Y Tara ya iba a cerrar la puerta, cuando Nazan

interpuso su pie.- Por cierto, ese vestido te queda estupendo.

Estás preciosa.

-¡Idiota!

Tara cerró la puerta de golpe, pero aún podía escuchar las

risas de Nazan a medida que se alejaba escaleras abajo. En

verdad sabía que la única prenda que había encontrado para

vestirse, un vestido azul de licra, de manga corta, le quedaba

genial, ya que se ajustaba perfectamente a su cuerpo, pero

por ningún motivo hubiera esperado que esas palabras

fueran a salir de la boca de Nazan. Tara suspiró de nuevo y,

una vez hubo recogido la chaquetilla que hacía juego con el

123
vestido y se puso los zapatos, salió del dormitorio en

dirección a lo que sabía que iba a ser el peor día de todos en

la escala de su corta vida.

El traqueteo de platos y cucharas, se escuchaban desde el

hall, tan fuerte, que en vez de unas pocas personas

desayunando, parecía que hubieran veinte o más sentados a

la mesa. Tara respiró hondo y se armó de valor para abrir la

puerta de la salita. Los murmullos desaparecieron en tanto

que entró en el interior. Todo el mundo se había quedado

mudo, igual que la noche anterior.

-Toma asiento.- Le ofreció el padre de Nazan

cortésmente.- Tara caminó despacio hacia el único lugar

vacío en la mesa, justo al lado de Nazan, como no.- Bueno,

¿Y qué has decidido?- Prosiguió el hombre clavando sus

ojos en ella.

-No quiero ir.- Atajó Tara con firmeza.- Pero supongo que

no tengo opción.- Añadió derrotada.

-Buena chica.- La alabó Charles, el padre de Nazan,

asiendo de nuevo su taza de café.

124
-Tengo una pregunta.- Susurró Tara avergonzada por la

constante mirada de Nazan. Charles asintió.- ¿Dónde está

mi ropa?

-Toda tu ropa está guardada en la maleta y va de camino

hacia Phoenix.- Respondió sonriente.- ¿Era eso lo que

querías saber?- Tara negó con la cabeza y señaló el vestido

que llevaba puesto.- Entiendo.- Accedió Charles más

sonriente que antes.- Ese vestido que llevas es parte del

uniforme que usarás en la escuela.

-¿Escuela?- Preguntó Tara confusa.

-Ya hablaremos de eso más adelante. Por el momento,

termínate el desayuno y no te preocupes por lo que lleves

puesto. Tan solo es ropa, nada más.

-Pero… Es que me da vergüenza.- Admitió Tara.

-Solo es al principio.- Intervino Nazan.- Pronto te

acostumbrarás.

-Como si pudiera.- Se quejó Tara.

125
Y las risas que habían estado conteniendo los presentes,

estallaron en una oleada de júbilo. Tara se ruborizó, al

tiempo que tomaba el tenedor y el cuchillo con los cuales

poder comerse la macedonia que reposaba en un bol frente

a ella.

-Te ves muy guapa cuando te sonrojas.- Susurró Nazan,

más para sí, que para ella. Tara le miró de reojo.

-Guárdate esos comentarios para ti.- Susurró ésta

culminando la tarea de comer, sin muchas ganas.

-Sí, sí, entendido.- Respondió Nazan sonriente.

Una vez que todos hubieron terminado su desayuno,

recogieron la mesa y se encaminaron hacia el exterior,

donde les estaba esperando la furgoneta que los llevaría al

aeropuerto para, de allí, tomar el vuelo directo hacia Phoenix,

el destino final.

Las diez horas que tardaron en llegar al Aeropuerto

Internacional de Phoenix, resultaron un suplicio para Tara,

sin poder despegarse ni un segundo de Nazan. Como si el

destino se empeñase en jugarle malas pasadas, había tenido


126
que sentarse junto a él. Había pasado la mitad del tiempo

durmiendo, de modo que casi no pudieron hablar, pero el

rato que se mantuvo despierta fue lo peor de todo, teniendo

que escuchar las incoherencias que salían de sus labios. Y,

cuando llegaron al aeropuerto, todo fue a peor.

-¿Tanto me odias que no puedes permanecer ni un minuto

a solas conmigo?- Le recriminó Nazan a Tara, sentados en

un banco en la terminal, aguardando al coche que los llevaría

hacia las afueras de la ciudad.

-En las últimas semanas no hemos hecho otra cosa que

estar todo el tiempo juntos, de modo que no te quejes.-

Rebatió Tara cruzándose de brazos.

-¿Tiene algo de malo eso? ¿Tanto te molesta?

-¿La verdad? Sí, me molesta.- Respondió Tara tajante.

-Pues lo siento por ti, pero de ahora en adelante vamos a

estar mucho más tiempo juntos.

-Qué novedad.- Exclamó Tara irónicamente.

127
-Ciertamente me odias.- Susurró Nazan, pero la respuesta

de Tara fue acallada por la llegada de Charles, quien se

acercaba presto hacia ellos.

-El coche está preparado…- Dijo.- ¿Ha pasado algo?-

Añadió observando con detenimiento los sombríos rostros de

los dos jóvenes.

-No ha pasado nada.- Respondió Tara pasando a Charles

como una bala.

Nazan permaneció parado durante unos instantes, mirando a

su padre, casi esperando poder leer su mente pero, después

siguió la trayectoria de Tara.

Tras tres horas más de viaje, llegaron a un edificio cercado

por gruesos muros. La imponencia de aquel lugar no pasaba

desapercibida, tal si fuera una cárcel de la que sería

imposible escapar. Los nervios de Tara no dejaban de

aumentar, mientras traspasaban el control y se acercaban

mucho más al edificio y, cuando llegó el turno de descender

del vehículo, Tara no pudo más que aferrarse al cinturón de

128
seguridad, presa del pánico, como una niña pequeña, tras

haber cerrado la puerta con el seguro.

-¡Tatiana! ¡Abre de inmediato la puerta!

Tara se acurrucó aún más en el asiento, desoyendo las

órdenes de Charles, quien forcejeaba con la puerta del

coche, incapaz de abrirla, al menos, en apariencia.

-¡Abre la puerta!- Prosiguió Charles en su empeño por

hacerla salir-… ¡Maldita sea!

La ventanilla se hizo añicos, esparciendo los cristales en

todas direcciones, mientras Charles quitaba el seguro y

sacaba a Tara a rastras del coche y se la entregaba a Nazan

para que la vigilase.

-¡Demonios!- Se quejó Charles caminando enfurecido

hacia la entrada del edificio.

-Relájate.

Nazan tiró de Tara hacia el edificio, pero la joven estaba tan

sumamente nerviosa, que le estaba costando trabajo

caminar con normalidad.


129
El edificio al que se dirigían tenía un aspecto antiguo. Las

paredes estaban envejecidas por el tiempo y cubiertas de

enredaderas y musgo, y la piedra con que estaba construido,

tenía unas zonas más desgastadas que otras. El diseño de

las ventanas podría asemejarse más a las vidrieras de las

iglesias, que a las ventanas de un colegio normal. Incluso la

arquitectura del edificio se igualaba no solo a la de las

iglesias antiguas, sino también a la de un castillo de la época

medieval. Toda una infinidad de culturas y estilos

arquitectónicos, unidos para imponer autoridad, para dar a

entender que una vez se pusiera un pie dentro, ya no se

podría salir de allí.

Los hermosos jardines que rodeaban toda la zona, bañaban

todo el lugar con el aroma que despedían la infinidad de

flores que los poblaban, provocando que el ambiente fuera lo

más relajado posible.

Tara se quedó mirando aquel hermoso paisaje durante un

breve lapso, hasta que Nazan volvió a tirar nuevamente de

ella en dirección al portalón de madera desvencijado, que

sería la entrada que la llevaría a una vida de reclusión.

130
-No estés tan nerviosa.- Le dijo Nazan a Tara sujetando su

mano con mucha más fuerza que antes.- No es tan malo

como parece, te lo aseguro.- Tara trababa de zafarse del

agarre de Nazan, quien seguía agarrado a ella con

insistencia.

-¡No quiero estar aquí!- Gritó Tara histérica.- ¡Quiero volver

a casa!

-¡Tara, ya está bien!- Nazan agarró los brazos de Tara en

un vertiginoso movimiento, tal que la joven quedó

completamente a su merced, sin oportunidad alguna de

poder huir de él.- Ya hemos hablado de esto.- Añadió más

calmado.- Quedamos en que te portarías bien y, además…

ya estás en casa.

-¡No, no no!- Negó Tara fervientemente, agitando su

cuerpo como una loca.- ¡Esto es la cárcel! ¡Estoy en la

cárcel!

-Nazan.- Charles se reunió con su hijo sin dificultad, a

pesar de la oscuridad reinante. La velocidad a la que lo había

131
hecho, daba escalofríos.- Llévala al dormitorio antes de que

despierte a todos con su rabieta.

-Es pronto para que todos estén durmiendo.- Advirtió

Nazan consultando su reloj de pulsera.

-De todos modos, llévatela.

-Pero…

-¡Haz lo que te digo!- Le ordenó alejándose de él.

Nazan dudó por unos instantes, pero el estado en el que se

encontraba Tara, requería de medidas drásticas y ésas

incluían un sitio más apacible donde dar rienda suelta a su

berrinche, donde poder desahogarse con libertad. Nazan,

entonces, cogió a la joven en brazos, sin pedir su previo

consentimiento, y la condujo subiendo las escaleras de

piedra, hacia el Ala Sur, el espacio que habían dispuesto,

con bastante anterioridad como para dar una fecha exacta,

para albergar todos los dormitorios.

132
-¿Ya estás más tranquila?- Nazan recostó a Tara sobre la

cama y, acto seguido, se sentó a su lado y empezó a enredar

los dedos entre los sedosos cabellos de la joven.

-¡Haz el favor de no tratarme como a una niña!- Chilló Tara

medio aturdida, incapaz de pensar con claridad, agarrando

con firmeza la muñeca de la mano que segundos antes

había estado acariciando su cabello.- ¡Tú no eres quién para

tratarme de ese modo!

-Por mucho que uses la fuerza bruta, no lograrás que las

cosas cambien.- Susurró Nazan deshaciéndose del agarre

de Tara con delicadeza.- Si tan solo pudieses darte cuenta

de tu situación…

-¡Cállate, no quiero saberlo!- Exclamó Tara más histérica

que antes.

-¿Ves? A eso me refiero. Ni tan siquiera tienes interés en

saber…

-Creo que el hecho de saber que me han estado mintiendo

durante toda mi vida, es más de lo que puedo soportar.

133
-Nadie te ha mentido Tara.- Nazan trató de rozarle la

mejilla, pero Tara se retiró fugaz.- Siento que hayamos

tardado tanto en encontrarte, pero…

-¡Diez años, Nazan!- Aclaró Tara irónicamente.- ¡Han sido

diez años de paz para mí! Y ahora pretendéis que haga no

sé qué cosa, porque se supone que es mi destino y todo

eso…pero, ¿sabes? No me interesa nada de eso. Yo lo

único que quería era saber quién soy y ya lo sé, de modo

que no sé qué pinto yo en todo esto.

-¿Has acabado ya?- Nazan tensó todos los músculos de su

cuerpo. Parecía estar a punto de estallar.- En primer lugar

estás aquí por tu propia voluntad… Vale, puede que te

incitásemos un poco,- Añadió tras observar la cara de

desagrado de Tara.- pero no había otro modo. Te

necesitamos aquí, entiéndelo.

-No puedo, Nazan. No podéis pedirme de la noche a la

mañana que cambie toda mi vida, que cambie quien soy,

porque no puedo, de verdad.

134
-Nadie te pide que dejes de ser quien eres. El presente es

este, por mucho que te cueste aceptarlo y estás aquí para

recordar aquello que has olvidado.

-¿Para recordar lo que he olvidado?- Preguntó Tara con

sarcasmo.- ¿Y qué me importa eso? Lo único que quiero es

terminar lo que se supone que tengo que hacer aquí y

regresar a casa.

-¡Por el amor de dios, Tara!- Nazan se agarró del pelo,

desesperado.- ¡Ya estás en casa! ¡Esta es tu familia! ¿Es

que acaso no puedes entenderlo?

-No, no puedo.- le cortó Tara decidida, fijando sus ojos en

los suyos.- Y más os vale decirme lo que tengo que hacer

para que pueda irme lo antes posible.

-Pues lo siento,- se disculpó Nazan con los nervios

crispados,- pero eso no va a suceder, no antes de que te

entrenes y te des cuenta de todo. A partir de ahí tú misma

escogerás el camino que deseas tomar.

-Ya estamos otra vez… Me dices que debo entrenarme

para escoger de nuevo otro camino pero, ¿por qué?


135
-Con el tiempo lo entenderás.- Respondió rápidamente

Nazan.

-Ya… Tiempo… Cómo no…

-Tara, por favor, no seas tan obstinada…

-Luego de entrenar… podré irme, ¿cierto?- Saltó Tara de

pronto, pillando a Nazan desprevenido.

-Si es tu decisión, la aceptaremos, pero antes…

-¿Cuándo empezamos?

-¡Malditas sean tus prisas por querer irte de casa!- Se

quejó Nazan poniéndose en pie, frustrado por el brusco giro

en la conversación.

-¿Cuándo empezamos?- Insistió Tara decidida.

-No será fácil.- Le advirtió Nazan en un suspiro.

-¡Nazan!

-¡Mañana!- Accedió éste cansado.- Mañana empiezas tus

clases. Por ahora descansa.

136
No será fácil… Me pregunto cuán lejos puede llegar, cuán

poderosa puede llegar a ser después del duro

entrenamiento. Si tan solo pudiera recordar algo… Algo

pequeño bastaría para no desistir… Un pequeño

fragmento… Tan solo un recuerdo… Me conformaría tan solo

con que pudiera acordarse de mí… Esperaré que llegue

pronto ese día… Y llegará.

137
11

La luz del amanecer era lo único a lo que Tara no quería

enfrentarse. Aquellos haces de luz, tan inquietantes y a la

vez tan hermosos, se acoplaban a la perfección con sus

emociones, con sus sentimientos. Pálidos y, al mismo

tiempo, sobrecogedores, abrumadores, daban inicio al

desasosiego, a la duda, al dolor. Un dolor que quemaba el

pecho, que ahogaba. Un dolor que no era sino una prueba

más de la realidad. Una realidad a la que Tara no hubiera

querido enfrentarse, si no fuera por saber la verdad. Una

verdad que era incluso más dolorosa que el hecho de

haberlo dejado todo. Ese triste sentimiento que no parecía

querer desaparecer, era lo único a lo que Tara podía

aferrarse ahora, en el camino que habían impuesto para ella.

El miedo. El miedo había sido desterrado de su cuerpo y, en

su lugar, otras emociones más fuertes lo habían sustituido.

Desasosiego, tristeza, furia contenida… Todo para no olvidar

jamás su cruel destino.


138
Gruesas lágrimas recorrían sus mejillas, mientras trataba en

vano de desterrar todos y cada uno de los recuerdos de la

que había sido su familia durante los últimos diez años de su

vida. Todo, para empezar de nuevo, para paliar el dolor de

su alma.

Los pensamientos de Tara vagaban y vagaban. Borrarlo todo

causaría menor sufrimiento…

-No lo hagas, por favor.

Una voz a su lado, una voz que conocía muy bien, le provocó

un nudo en el estómago y, los sentimientos que había estado

reteniendo, se desbordaron. Nazan estaba tumbado en la

cama a su lado, tranquilo como siempre lo estaba con ella.

-Nazan…- La débil sonrisa de Tara quedó apagada por los

fuertes brazos de Nazan alrededor de su cintura.

-No trates de olvidar.- Susurró Nazan precavido.- No

intentes cambiar en lo que te has convertido.

-Yo… Duele…

139
-Lo sé.- Respondió Nazan al instante.- Ya lo sé,- Repitió.-

pero es parte de lo que nos hace ser quienes somos. No

quieras confinarlo todo al olvido, te lo ruego.

-Nazan…

Tara se giró entre sus brazos. El rostro del chico mostró la

oleada de desenfrenados sentimientos que había mantenido

guardados por tan largo tiempo. Sus miradas se encontraron.

Sus labios se rozaron. Sus corazones se desbocaron. El roce

de los dedos contra las mejillas, la calidez de su cuerpo, todo

lo que hacía querer a alguien con locura…Sus respiraciones

acompasadas, su rápido y pausado acercamiento… Sus

ojos, sus labios…

-¿¡Quieres despertar de una maldita vez!?

Tara abrió los ojos de sopetón. Nazan estaba sobre ella,

agarrando sus muñecas por encima de la cabeza,

impidiéndola realizar incluso el movimiento más sencillo,

como era el de huir de aquel intencionado abuso.

-¡Ya estoy despierta, imbécil! ¡Suéltame ya!- Gritó Tara

furiosa.
140
-Mierda, Tara, menudo susto me has dado.- Dijo Nazan en

un suspiro, aliviado.- Creí que habías hecho alguna locura.

-Tranquilo, que no pienso palmarla, todavía. Aunque, si me

obligan a permanecer mucho más tiempo contigo, como mi

guardián, a lo mejor tendría que pensármelo.

-No juegues con eso, ¿me oyes?- Le recriminó Nazan

agarrándola bien fuerte de las muñecas para incorporarla en

la cama.

-No estoy jugando.- rebatió Tara deshaciéndose del agarre

de sus muñecas con un manotazo.- Sabes bien que no te

aguanto, de modo que no sé por qué intentas siempre ser

amigable conmigo. Cualquiera en tu situación, ya se habría

dado por vencido.

-Pues ya ves que yo no.

-Pues vaya mierda.- Se quejó Tara volviéndose a tapar con

las sábanas.

141
-Es hora de levantarse, Tara, ¡arriba!- Nazan agarró las

sábanas con rabia y tiró de ellas. Tara se revolvió, inquieta y

molesta.

Cada mañana sucedía lo mismo. Nazan continuaba

despertándola del mismo modo, igual que si estuviese

tratando con una niña pequeña. Pero Tara ya había pasado

esa etapa. Ella era una mujer adulta en todos los aspectos y

eso era algo que Nazan parecía no querer comprender.

Desde su llegada, él no había hecho más que molestarla.

Estaba bajo su constante vigilancia, no la dejaba ni a sol ni a

sombra. Quizás por eso, Tara estaba empezando a sentir

una total y completa dependencia de él y, tal vez, por ese

motivo, se sucedían aquellos incomprensibles sueños. Tara

no le soportaba, pero, aún así, no podía evitar sentirse ligada

a él, sentirse fuera de lugar sin él.

La noche era, sin duda, el mejor momento del día para

olvidarse de todo, a pesar de los extravagantes sueños, para

olvidar el hecho de estar viviendo en una casa extraña, junto

a gente de lo más extravagante, compartiendo un espacio

que, si cabe decir, no era lo que Tara se hubiera imaginado.

142
Habían pasado ya dos días desde su llegada, desde que

comenzara sus clases de entrenamiento, desde que se diera

cuenta de que aquella escuela no era normal. Nazan le había

comentado la noche anterior, que a la escuela solo podían

ingresar aquellas personas que poseían unas aptitudes

especiales. En ese momento, Tara no entendió del todo lo

que significaban esas palabras pero, con el paso de los días,

empezaría, seguro, a darse cuenta de su magnitud.

En la escuela no solo impartían clases de nivel académico

normal, sino también otras tantas asignaturas dedicadas al

desarrollo de esas habilidades potenciales que, en definitiva,

los hacía tan particulares a todos, incluida Tara, quien, a

pesar de no tener conciencia alguna al respecto, decían que

poseía las habilidades más poderosas y, también, las más

peligrosas de todos cuantos asistían a la escuela.

El director, un afable anciano de cabellos tan plateados, que

no parecían reales, le había explicado brevemente el asunto:

ella había sido inscrita en la escuela desde poco antes de

nacer, pero con la muerte de sus padres y su repentina

desaparición, no pudo llevar la vida que debería haber

143
llevado. Supuestamente, había asistido a la escuela

elemental hasta los siete años pero, con su pérdida de

memoria y todo lo demás, lo había olvidado todo. De modo

que ahora debía empezar desde el principio, tomar clases

extra para llegar al nivel de sus compañeros de clase,

quienes ya llevaban un tiempo allí y habían ido adquiriendo

todos aquellos conocimientos desde niños. Tara ahora debía

dar su mejor esfuerzo y adquirir las aptitudes y

conocimientos básicos en un tiempo récord, para alcanzar

cuanto antes a sus compañeros.

Y, por si eso fuera poco, otro punto a destacar, y puede que

el más importante de todos, residía en el hecho de que nadie

sabía con exactitud el tipo de habilidades que Tara podía

llegar a desarrollar. Sabían, por los padres de Tara y los

informes de la escuela, que ella tenía aptitudes cognitivas,

mentales, funcionales, y puede que alguna más, pero debido

a su ausencia, o más bien a la falta de información, la joven

se estaba formando a ciegas.

La falta de información, ciertamente era uno de los mayores

problemas a superar. Siendo Tara casi la única integrante en

144
su Categoría, debía esforzarse aún más para lograr lo

imposible, a sabiendas del estudio que se había generado

sobre su evolución.

Y, evidentemente, el estar siendo objeto de ese singular

estudio, la enfurecía, pero no era nada en comparación con

la conmoción que había provocado su llegada a la escuela,

siendo víctima de las curiosas miradas de sus compañeros

un día sí y otro también.

-Hoy no quiero ir a clase.- Atajó Tara repentinamente.

-Hoy irás a clase.- Le ordenó Nazan tirando de ella para

sacarla fuera de la cama.- ¿Quién te ha dicho que puedes

tomarte unas vacaciones?

-¿Y quién eres tú para tratarme de este modo?- Rebatió

Tara poniéndose en pie de un salto, furiosa. Sus ojos

mostraban ahora el odio que sentía. Nazan suspiró.

-¿No quieres ir a clase?- Preguntó Nazan irónicamente.

Tara negó con la cabeza, aunque no era necesario.-

Perfecto, en ese caso, yo te daré las clases de hoy,

prepárate.
145
-Pensándolo bien, creo que mejor me voy a clase.- Tara

empujó a Nazan hacia la puerta.- Puedes irte primero,- Le

dijo de pasada.- nos veremos enseguida.

Una amplia sonrisa se dibujó en los labios de Nazan

mientras era conducido fuera del dormitorio. La situación le

resultaba de lo más divertida y, no solo porque era la típica

escena caprichosa, sino porque era “ella”… y no había

cambiado ni un ápice desde aquella época. El joven suspiró,

acomodándose contra la pared. Estaba decidido a esperar a

Tara a pesar de la negativa de ésta. No iba a permitir que se

escapara de nuevo, no cuando ella era tan dada a idear los

planes más descabellados inimaginables, con riesgo de

catástrofe, la mayor parte de las veces.

Tara se sentó abatida en la cama. Estaba realmente harta

del comportamiento que tenía Nazan con ella, como si fuera

de su propiedad, como si le perteneciera. Había soportado

aquella situación para saber la verdad, pero ya no aguantaba

más. Ahora estaba mucho más confundida que cuando solo

pretendía ser una estudiante normal y, por descontado, no

podía confiar en nadie, al fin y al cabo, todos ellos eran

146
extraños para ella, nadie a quien considerar consanguíneo,

nadie que entendiera realmente lo que significaba para ella

haber tenido que renunciar a todo. Tal vez, si Nazan no la

hubiera estado buscando, habría tenido una vida más

pacífica, pero, ¿sería real, o tan solo una ilusión, un capricho,

un deseo egoísta? Pero el destino era algo con lo que Tara

tendría que lidiar tarde o temprano.

Durante los dos últimos días, la única meta de Tara había

sido intentar averiguar la razón de su presencia en aquel

lugar. Había tenido que asistir a clases de Biología, Física y

matemáticas aplicadas, pero la razón de todos aquellos

conocimientos, más que estar destinados a la vida

universitaria, estaban encaminados a la comprensión de sus

habilidades latentes. Todos en aquel lugar, esperaban

mucho de ella, algo de lo que Tara no estaba para nada

segura. Su confianza en sí misma disminuía cada día, quizás

por el miedo a fracasar, a decepcionar a todos y sobre todo,

no quería ilusionarse demasiado con algo que luego, podría

no ser ni la mitad de espectacular, como esperaban.

-¡Tara, ya está bien, sal de una maldita vez!

147
La voz de Nazan tras la puerta despertó a Tara de su

ensoñación. Durante un largo rato había estado meditando la

idea de huir, pero había varias cosas que la detenían. No

sabía el por qué, pero, aunque odiara a Nazan, quería estar

con él, quería compartir la experiencia con él, aunque a la

larga, resultare un fiasco, aunque no pudiera desterrar de su

mente aquel incansable sueño que la atormentaba. Además,

los dos días que había estado viviendo allí, no habían sido

tan malos para ella, como pensaba al principio, al contrario,

su cuerpo estaba inundado de una tranquilidad

incomprensible.

-¡Dos minutos más!- Gritó Tara finalmente.

En quince minutos escasos lo sabría. En quince minutos

sabría si tenía las aptitudes necesarias para permanecer en

aquel lugar. En quince minutos se enfrentaría al peor reto…

en su primera clase práctica.

148
12

-¿En qué piensas?

Nazan se interpuso en el camino de Tara, quien paró en

seco, delante del aula al que debían entrar en breve. Sus

húmedos ojos miraban a la nada, como si esperase

encontrar respuestas en el vacío que sentía. Pero no. No

podía apartar de su mente aquel sueño, aquel recuerdo que,

sin serlo, la atormentaba, la hacía querer huir, aunque

hubiera decidido no hacerlo. Aquellas imágenes no se

apartaban de ella ni un instante, no se apartaban de ella en

ningún momento, entristeciéndola, enloqueciéndola, tal vez.

Las preguntas se agolpaban en su mente, pero…había una

que sobresalía entre todas ellas.

-Nazan… ¿Tú y yo… ya nos habíamos conocido antes?-

La mirada de Tara seguía ausente, tal como si le diera miedo

clavar sus ojos en la profundidad de los del joven que no se

149
había apartado de ella, que la había cuidado en aquel

momento tan difícil.

-Nos conocimos cuando fui transferido…

-No estoy hablando de eso.- Le cortó Tara sujetándose la

cabeza con las manos, tratando de desterrar las imágenes

que se agolpaban en su mente.- Me refiero a antes, hace

diez años, cuando éramos niños.

-¿Por… Por qué lo preguntas?

-Necesito saber, por favor.- Le suplicó Tara y, esta vez, sus

miradas se cruzaron fugazmente, antes de que Tara, por

instinto, desviase la mirada hacia otro lado.

-No tiene caso que hablemos de eso ahora.- Desvió Nazan

ausente.- Más bien… deberíamos entrar a clase.

-Sí, puede que tengas razón.- Accedió Tara alargando su

mano hacia la puerta.- Pero…- Dudó.- ¿De verdad va a estar

bien?

-¡Por supuesto que va a estar bien!- Exclamó Nazan

sorprendido.
150
-Pero es que… no voy a poder… No voy a ser capaz de

hacerlo y la verdad… estoy empezando a dudar de esas

habilidades que, según vosotros, tengo… Hasta el momento,

no me siento diferente…

-Está bien, Tara.- Nazan sujetó la mano de la joven con

suavidad.- Estás aquí para aprender, así que no dudes de ti

misma, ¿de acuerdo? Yo sé que puedes conseguirlo.- La voz

de Nazan parecía sincera, más de lo requerido.- Lograrás

hacer los ejercicios y serás la mejor de la clase… después

de un poco de rehabilitación, claro.- Rió.

-No te burles de mí.- Tara trató de soltarse del agarre de

Nazan, pero éste no se lo permitió, aferrándose a ella con

fuerza, aunque sonriente.- No voy a ser capaz, Nazan…-

Repitió Tara más nerviosa que antes.

-Puedes hacerlo, no lo dudes. Solo necesitas concentrarte,

es todo.

-¿Lo ves? Ese es el problema.- Nazan redujo la fuerza de

su agarre, lo suficiente para permitir que Tara le rehuyera.

-¿Por qué dices eso?


151
-Sé que algo no anda bien conmigo, no sé, es una

sensación que tengo. Mi mente no funciona bien. Es por eso

que no puedo hacerlo.

-Son imaginaciones tuyas.- Susurró Nazan.

Pero muy dentro de él empezaba a temer por lo que Tara

pudiera recordar de su pasado, un pasado feliz, pero al

mismo tiempo trágico, demasiado doloroso como para

recordarlo.

Tara suspiró, sabiendo que no obtendría respuesta alguna

de él en aquella ocasión.

-¿De verdad voy a poder?- Preguntó Tara casi como una

súplica. Los nervios que sentía, no la dejaban razonar con

claridad.

-Relájate y todo irá bien, lo prometo.

Nazan sujetó los hombros de Tara y la condujo hacia el

interior del aula. Una estancia completamente vacía de

mobiliario y bañada por la tenue luz de una docena de

bombillas, se presentó ante ellos. Tara se aferró con fuerza

152
al brazo de Nazan, en tanto que notó la aproximación de dos

chicos hacia su posición.

-Tranquila.- Susurró Nazan.

-Tatiana…- Uno de los chicos sujetó la mano de la joven en

un improvisado saludo.- Qué bueno que ya estés aquí.

-Sí.- Intervino el otro chico muy sonriente.- Como hemos

estado en una misión, no hemos tenido oportunidad de

presentarnos como es debido, aunque… creo recordar que

ya nos habíamos visto en Portland.

-Dejando eso a un lado.- Intervino de nuevo el primero.-

Nos alegra tenerte aquí por fin. No sabes lo que significa

para nosotros.

-La verdad, no.- Respondió Tara con sequedad.

-Nazan no ha dejado de hablarnos de ti en estos años, así

que, como ya estás por fin aquí, nosotros podremos respirar

un poco.- Rió.

-No le digáis esas cosas.- Se quejó Nazan sonrojado.-

Tampoco es que haya sido tan pesado…- Los dos chicos se


153
echaron a reír al instante, dando a entender lo contrario de lo

que Nazan había intentado exponer. Nazan suspiró.- Bueno,

Tara,- Se dirigió a ella con una débil y avergonzada sonrisa.-

te presento a Jason y a Patrick.- Dijo señalándolos a ambos.-

Ellos han sido mis mejores amigos desde la escuela

elemental.

-Encantada.- Respondió Tara cohibida.

En ese momento, Tara no se había dado cuenta, pero varias

personas más habían sido partícipes de la conversación,

curiosos y, al mismo tiempo, expectantes por ella.

-¿A qué viene tanto alboroto?

Una chica de cabellos como la miel y ojos como el chocolate,

se abrió camino entre la multitud. Por un momento no dijo

nada, pero su mirada reflejaba lo que quizás sus palabras no

podían expresar. Alegría y emoción se agolpaban en su

interior.

-¿Tatiana?- Preguntó.- ¿De verdad eres Tatiana?- Añadió,

antes de abalanzarse sobre Tara y estrecharla en un efusivo

y ahogado abrazo.
154
-Esto…- Tara se deshizo de los brazos e la joven y le

mostró una sonrisa.- Con Tara está bien.- dijo.- Aún no me

acostumbro a mi nombre completo.

-Yo soy Rina.- Se presentó.- Me alegro tanto de tenerte

aquí…- Los brazos de Rina rodearon de nuevo el cuerpo de

Tara con tanta fuerza, que le era difícil respirar.

-Rina…- Intervino Nazan.- No quieras ahogarla antes de

tiempo.- Rió.

-Aguafiestas.- Se quejó Rina tras soltar el cuerpo de Tara.

-Por cierto,- Saltó Nazan repentinamente.- eso me

recuerda que…- Introdujo la mano en el bolsillo de su

pantalón, sacando una cadena con una medalla, la cual,

ofreció a Tara.- Creo que esto es tuyo.

-Gracias.- Susurró Tara.- Pensaba que la había perdido. Es

lo único que me queda de mis padres.

-Eso no es cierto.- Negó Nazan con vehemencia.- Aún nos

tienes a nosotros y tienes el poder que te legaron. Quizás no

sea lo mismo que tenerles aquí contigo, pero…

155
-Mi madre… es decir… la persona que me estuvo

cuidando… me puso mi nombre tras verlo escrito en el

reverso de la medalla.- Susurró Tara más para ella, que para

el resto.

-Todos aquí tenemos una medalla igual a esa.- Intervino

Rina sonriente, mostrando la medalla que colgaba de su

cuello.- El nombre grabado en el reverso es un indicativo de

a quién pertenece, por ejemplo, en mi caso, pone RIMI, “RI”,

por Rina y “MI”, por Miroku. En tu caso es igual.

-Empollona.- Se quejó Jason en una burla.

-¡No me llames empollona!- Se quejó Rina.- Solo le estaba

dando una explicación.

-Por favor.- Intervino Tara angustiada.- No peleéis por mí.-

Añadió enganchándose la cadena alrededor del cuello.

El profesor, un hombre alto, de cabello largo y moreno y ojos

como el azabache, apareció por la puerta, imponiendo un

silencio total en el aula. Tara se quedó clavada en el sitio.

¿Cómo una persona, que no parecía tener más de

veinticinco años, podía ser profesor?


156
-¿Estamos todos?- Preguntó éste, dispuesto a empezar de

inmediato la clase.

Las bolsas y cajas que llevaba consigo, fueron

inmediatamente tomadas por algunos estudiantes, quienes,

rápidamente, prosiguieron con la distribución de su

contenido, relegando a una esquina los artículos sobrantes.

-Bien, podéis tomar asiento.- Añadió el profesor sonriente,

sin dejar de mirar a Tara.- Como podéis comprobar, lo que

tenéis entre las manos, son objetos naturales de la vida

cotidiana: una goma, un lapicero, una pinza de pelo y una

cartulina.- Explicó el profesor sonriente.- Lo primero que

haréis, será sacar el pasador de la pinza para desmontarla.-

Tara levantó la mano repentinamente.

-Es sencillo, Tatiana.- El corazón de Tara dio un vuelco,

¿cómo es que él sabía su nombre, si ni siquiera se lo había

dicho?- Sujeta la pinza con tus manos y concentra tu mente

en la tarea. Puede que no parezca sencillo al principio, pero

lo conseguirás.

-No sé cómo hacer eso.- Admitió Tara quejosa.

157
-Solo dile a tu mente que mueva el pasador. Es simple.

-¿No me puede dar más pistas?- Se quejó Tara nerviosa.

El profesor sonrió de nuevo.

-Inténtalo.

Tara desistió en el intento. Estaba visto y comprobado que, a

menos que lo intentara primero, el profesor no le daría

explicación alguna. La joven cogió la pinza y clavó sus ojos

en ella, tratando de hacer lo que el profesor le había dicho.

Saca el pasador… Saca el pasador… Saca el pasador,

¡demonios!…

La pinza tembló entre sus dedos y, al instante, la pequeña

barra metálica salió despedida con fuerza hacia el profesor.

Tara se puso en pie en un instante, al tiempo de ver como la

mano rauda del profesor, agarraba la invisible barra.

-Bien hecho.- Dijo sonriente.- Bueno, como habéis podido

comprobar,- Se dirigió a la clase entera. Tara volvió a tomar

asiento.- uno de los mayores problemas de este ejercicio, es

controlar la cantidad de poder a aplicar, para que no suceda

158
lo que acabáis de ver. Si aplicáis mucha fuerza, el objeto en

cuestión saldrá despedido y, si no es suficiente, no lograréis

moverlo. De acuerdo, por ahora, pasemos a lo siguiente, la

cartulina. Un doblez bastará, ¿de acuerdo?- Tara cogió la

cartulina, pero el profesor la detuvo.- Desde el suelo.- Dijo.-

No podéis cogerla.

Tara dejó el papel en el suelo, irritada, e imitó el proceso

anterior. En un momento dado, la cartulina se rasgó por el

centro. Tara se cruzó de brazos, frustrada.

-Regula tu poder, Tara.- La reprendió el profesor.- No

lograrás nada si no sabes controlarlo.

-Como si fuera tan fácil.- Contestó Tara.

-Nadie ha dicho que lo sea.- Atajó el profesor seriamente.-

Ya sé que juegas con desventaja, pero esto no es nada que

no hayas logrado hacer antes.

-¿Se refiere a cuando era niña?- El profesor asintió.- ¿Y

cómo espera que me acuerde, si ni tan siquiera me acuerdo

de mí misma?

159
-Tú sólo hazlo.- Intervino Nazan colocando suavemente su

mano sobre la de Tara.- Concéntrate, centra tus

pensamientos en tu objetivo, imagina que la cartulina se

dobla…

A medida que Nazan hablaba, los pensamientos de Tara le

seguían. La hoja, que antes había estado impoluta, se

transformó de repente en una pajarita de papel. Cuando la

joven se dio cuenta de lo que había hecho, ya era tarde. Los

murmullos se extendieron por toda la clase, avergonzándola.

Tara sonrió. Había comprobado de una vez por todas que

realmente había algo en ella que la hacía merecedora para

seguir ese tortuoso camino, que verdaderamente tenía algún

tipo de poder con el que poder defenderse, que poseía lo

necesario para permanecer allí. Había encontrado algo a lo

que aferrarse y, aunque todavía tenía un millón de preguntas

que rondaban por su cabeza, preguntas que nadie parecía

querer contestar, podía percibir en su interior aquel anhelo

de no querer perder a nadie más.

160
Un poco más. Solo un poco más y averiguaré el papel que

juego en todo esto. Con el tiempo, podré decidir qué hacer. Y

no habrá nadie que me lo impida. Nazan… No podrá

conmigo.

161
13

Los fuertes brazos de Nazan recorrían con suavidad las

curvas de Tara, en un suspiro, en un angustioso anhelo, en

un deseo liviano. Sus respiraciones acompasadas, el tacto

de su roce, todo para aquella noche tan especial. Dos niños,

como eran, experimentando por primera vez lo que era el

amor, lo que era querer a alguien con locura, sin poder llegar

hasta el final, sin poder descargar aquel desenfrenado amor,

por la moral de su juventud. Pero el deseo que se

profesaban era tal, que no les hubieran importado las

consecuencias.

Tara se despertó agitada. El sudor recorría su frente y las

caricias de Nazan sobre su piel aún estaban presentes.

Había llegado a acostumbrarse a los sueños pero, a lo que

no había llegado a acostumbrarse, por mucho tiempo que

pasara, era a la sensación que venía después.

162
En las semanas que habían transcurrido, había lidiado con

todo tipo de pruebas, desde aquéllas destinadas a potenciar

sus habilidades de Psíquica, como sencillos ejercicios de

resistencia física, aparte de las asignaturas comunes. La

preparación que estaba recibiendo era buena, el problema

residía en el hecho de que no la habían enseñado cómo

mitigar la desagradable sensación que le dejaban aquellos

sueños.

Durante el tiempo que había estado internada, entrenando la

telequinesia, había acabado por acostumbrarse a utilizar sus

habilidades de forma natural, hasta el punto de no utilizar las

manos casi para nada. Eso, a veces, era un problema, por

no decir que la dejaba agotada, por lo que las reprimendas

se sucedían de continuo. Pero Tara persistía en su empeño.

Si hubiera sido de otro modo, quizás no se estuviera

tomando tantas molestias, arriesgando su salud y su propia

vida, en definitiva. Pero, para alcanzar a sus compañeros,

debía dar, no el cien por cien, sino el doscientos por ciento

en todo lo que hacía, para no quedarse rezagada.

163
Como cada mañana, los gritos de Nazan le impidieron volver

a conciliar el sueño. Era tan escandaloso, que en lugar de a

una sola persona, parecía estar despertando a veinte. Fuera

como fuese, Tara ya se había acostumbrado y sonreía con

sincera naturalidad, sabiendo que ya no podría volver a

despertarse sin escuchar previamente aquellos gritos.

La joven se vistió lo más rápido que pudo y abrió la puerta.

Nazan tenía la misma expresión austera y enfadada que

siempre mostraba, pero la sonrisa de Tara los cubría a

ambos.

-¿Por qué sonríes tanto?- Preguntó Nazan en un susurro.

-Por nada especial.- Respondió Tara con una radiante

sonrisa enmarcada en sus labios.

-Es raro verte tan contenta por la mañana.- Comentó

Nazan.

-¿De verdad? Pues no me había dado cuenta.

-¿Puede que, finalmente, ya te estés acostumbrando a vivir

aquí?- Intentó Nazan esperanzado.

164
-Tal vez.- Mintió Tara. Lo que realmente le hacía feliz era

ver cuánto se preocupaba Nazan por ella. Quería verle

aparecer cada mañana, con esa expresión tan propia de él y

tan llena de incertidumbre.

-Me alegra oírte decir eso.- Nazan suspiró.- Estaba un

poco preocupado, la verdad.- Los ojos de Tara se abrieron

de par en par.

-¿Por qué?- Inquirió Tara asombrada.

-Porque no quiero que te vayas.- Atajó Nazan. Su mirada

se había perdido en la profundidad de sus pensamientos.-

No sé por qué, pero tenía la impresión de que te marcharías,

pero, como ya te has acostumbrado a esto, no hay

problema.- Nazan sonrió, pero esa dulce sonrisa quedó

borrada al instante, en acompañamiento a la dura mirada de

Tara.

-Mi postura respecto a ese tema no ha cambiado.-

Concluyó Tara dándole la espalda, y suerte que lo hizo

porque, de otro modo, Nazan podría haber visto el dolor en

sus ojos.

165
-Está bien,- Accedió Nazan decaído.- pero, ¿sabes? No me

rendiré.- ¡No lo hagas, por favor! ¡No quiero que lo hagas!

¡Por favor, pídeme que me quede!- Ahora, ¿qué tal si nos

vamos?- Añadió, y tendió su mano por encima del hombro de

Tara con una sonrisa, la cual ella no pudo ver. De ser así,

hubiera podido advertir la frustración y el dolor en los ojos de

Nazan.

-¿A dónde vamos?- Preguntó Tara recuperándose del

shock.

El tiempo de estudio se había detenido, como consecuencia

de la preparación de las lecciones siguientes, por lo que

todos los alumnos disponían de varios días libres. Por lo

general, estaba prohibido salir del recinto de la escuela pero,

en esta ocasión, habían hecho una excepción, con la

condición de que cada estudiante debía comunicar su

ubicación cada dos horas.

La noche anterior, Nazan le había dicho que saldrían pronto

en la mañana y, aunque al principio Tara se mostró recelosa

a aceptar aquella inusual y descabellada propuesta, no pudo

166
más que aceptar, bien fuera por la curiosidad, o por los lazos

que la unían a él, lo que quiera que significase eso.

-Nazan…- Tara agarró el hombro del joven, deteniéndolo

en medio de las escaleras.- Yo…

-No digas nada.- Le rogó éste sin darse la vuelta.

Tara guardó silencio en lo que restaba del trayecto hacia la

puerta principal. Silencio…Eso era lo único que les estaba

permitido decirse. Ninguno de los dos estaba dispuesto a

ceder. Había demasiadas dudas, demasiados interrogantes,

como para echar por tierra todo lo que habían conseguido.

-Todavía no me has dicho a dónde vamos.- Insistió Tara

saliendo hacia la plenitud de la mañana, donde los esperaba

un pequeño autobús.

-Es una sorpresa.

Los ojos de Tara se fijaron entonces en las personas que ya

habían subido al autobús, las cuales miraban en su

dirección, sonrientes.

167
-¿Vamos de excursión todos juntos?- Intentó Tara

agarrándose a la barandilla para poder subir las empinadas

escaleras del autobús.

-El autobús hará varias paradas, de modo que no creo que

todos vayamos a coincidir en el mismo sitio.

Nazan guió a Tara hacia un par de asientos vacíos en el lado

izquierdo del autobús. Jason y Patrick sonrieron desde sus

posiciones, en el lado contrario. Rina y Alice estaban

sentadas tras ellos y tenían la misma sonrisa enmarcada en

sus jóvenes labios. Todos allí estaban ilusionados,

emocionados por la que iba a ser la mejor experiencia de

todas. Un poco de libertad siempre les venía bien a unos

cuerpos tan cansados como los suyos. Nazan respiró hondo

y se acomodó en el asiento, virando sus ojos hacia la

ventanilla. Faltaba poco para salir, pero su mente ya no

barajaba sobre el destino del viaje, sino que estaba absorta

en la persona que tenía a su lado. Tara se había perdido

también en sus pensamientos. Miraba a la nada como si

esperara encontrar respuestas en ella, pero allí no había

nada, sino un vacío constante y lastimoso. Un vacío que

168
llenaba su interior y la embargaba de más y más dudas y

más y más interrogantes.

Con un brusco vaivén, el autobús se puso en marcha y los

pasajeros alzaron sus voces de júbilo, todos menos Nazan y

Tara, quienes permanecieron callados, incapaces de mirarse

el uno al otro.

-¿Llevas el móvil?- Preguntó de repente Nazan sin dejar de

mirar el vasto paisaje que se extendía ante sus ojos a través

de la ventanilla.

Tara introdujo la mano en el bolsillo de su chaqueta y sacó

un pequeño teléfono de tapa. La noche anterior, Nazan se lo

había encomendado, como parte de un encargo del director.

-No te preocupes.- Susurró Tara ausente, regresando el

teléfono a su lugar de origen.

-Eso está bien.- Susurró Nazan en un suspiro.

-Nazan… No podemos continuar así…

169
-¿A qué te refieres?- Esquivó Nazan, quien no estaba

dispuesto a rememorar la escena de hacía unos días,

cuando había sido solemnemente rechazado por Tara.

-Ya lo sabes.- Insistió Tara.

-Preferiría no hablar del tema, si no te importa…

-Y a mí me gustaría que volvieras a tratarme como antes.-

Le cortó Tara exasperada.

-Si no hubieras rechazado mis sentimientos, ahora no

estaríamos teniendo esta absurda conversación…

-¡Te rechacé porque dijiste que yo era de tu propiedad!-

Gritó Tara furiosa.- ¿¡Qué esperabas, que me lanzara sobre

ti sin importarme nada!? Pues perdona por no ser la chica

complaciente que te gustaría que fuera.

-¡Di mejor que te gusta otro y acabemos con esto de una

vez!

-¡Pues sí, me gusta otro!- Mintió Tara frustrada, ahogando

el inminente fluir de sus lágrimas.- Pero eso no tiene nada

que ver.- Añadió entrecortadamente.


170
-Déjalo estar, ¿quieres? Hagamos como que nada sucedió

y tratemos de pasar el día como buenos amigos que somos.

Las palabras podían doler más que los sentimientos que

pudieran tener, podían abrasarte sin proponérselo y podían

hundirte más que una mentira piadosa.

Los dos jóvenes hicieron el resto del viaje en silencio, viendo

cómo los demás charlaban, reían, se divertían y, después, se

despedían de los que llegaban a su parada. Hasta que les

llegó el turno a ellos, frente al parque de atracciones de la

feria de Phoenix. No solo ellos se bajaron, sino también

Jason y Alice quienes, al parecer, habían tenido la misma

idea, tras haber dejado pasar la expectativa del parque, el

cine y el restaurante.

-He oído que este año han puesto un rol de pintura.-

Comentó Alice en la cola de las entradas, enrollando las

puntas de su oscura melena entre sus dedos.- Y creo que

también hay peleas de mazos.- Añadió de pasada.

-Yo he oído que también hay una Médium que dicen que

puede hacerte rememorar toda tu vida desde que estabas en

171
el útero, aunque, a decir verdad, en esos temas, nosotros

estamos mucho más cualificados.- comentó Jason muy

animado, avanzando hacia la ventanilla.

-¿No es la primera vez que venís?- preguntó Tara

agarrando de una buena vez su entrada.

-No, creo que vinimos… ¿hace tres años? No sé, ya ni me

acuerdo.

-Fue hace cuatro.- saltó Nazan irritado.- y, además, creo

recordar que tuvimos serios problemas por tu incapacidad

para controlarte.- Añadió.

-¡Eso no fue culpa mía!- Se quejó Alice indignada.- Si aquel

hombre no hubiera interferido, no habría salido volando,

armando tanto alboroto.

-Sí, bueno, pero como comprenderás, no es normal que

alguien como tú pudiera lanzar por los aires a un hombre de

doscientos kilos sin tocarle.- Señaló Nazan y una débil, pero

inconfundible sonrisa, se dibujó en sus labios.- Debiste

haberte controlado o, por lo menos, haber esperado hasta

que llegáramos.
172
-Tonto.- Se quejó Alice avergonzada.

-Comprendo que aún eras una novata y, desde luego, te

hiciste notar.- Rió Nazan más animado.- Espero que esta vez

sea igual de divertido.

-¿No habías dicho que debíamos pasar desapercibidos,

como las personas normales?- Advirtió Alice confusa.

-Sí, pero siempre viene bien algo de “diversión” y, por

descontado, no voy a ser idiota de no aprovechar la

oportunidad cuando se presente.

-¡Tramposo!- Gritó Alice.- ¡Pues si tú lo haces, yo también!-

Atajó sonriente.- ¿Qué me dices, Tara?, ¿te apuntas a darles

una paliza a estos dos impertinentes?

-¡Por supuesto!- Gritó Tara entusiasmada.- Me encantaría

ver la cara de perdedores que se les pondrá cuando

acabemos con ellos.- Añadió clavando sus ojos en Nazan,

quien se percató enseguida del doble significado que

denotaban aquellas palabras, y no pudo evitar mostrar una

pérfida sonrisa.

173
14

-¡Estéis listos, o no, allá vamos!

Tara agarró bien fuerte el mazo de espuma. Estaba

preparada para dar el primer golpe, cuando se sintió

tambalear sobre el tronco en el que estaban subidos. Nazan

fue a por ella, cargando con todas sus fuerzas, pero un

repentino golpe, procedente del tronco de al lado, en el que

estaban subidos Jason y Alice, le hizo perder el equilibrio y

cayó al tanque de barro.

-¡Un punto para las chicas!- Gritó Alice riendo a carcajada

limpia.

-¡Maldita sea!- Se quejó Nazan recuperando su posición

sobre el tronco.

-¡Nunca bajes la guardia!- Chilló Tara golpeándolo de

nuevo.

174
Pero, esta vez, no cayó, sino que logró agarrar el mazo y

obligar a Tara a aproximarse peligrosamente a él. Sus

miradas se encontraron durante un breve instante, justo

antes de que Jason, bastante inoportuno, los golpease a

ambos hasta que, finalmente, acabaron embarrados.

-¡Oye, que yo estoy en tu equipo!- Le gritó Nazan a Jason

en un reproche.

-Mis disculpas.- Rió Jason.- Quería dar a Tara.

-Pero, ¿no has visto que ya la tenía yo?

-¿¡Y quién te manda ponerte en medio!?

-Ahora verás.

Jason esquivó fortuitamente el golpe de Nazan, pero no así

el de Alice, quien había aprovechado la oportunidad para

golpearlo.

-¡Dos a uno!- Gritó Alice.- ¿Queréis continuar?

175
La frase quedó en el aire. Alice trató de apartarse de la

trayectoria de los dos mazos, pero cayó irremediablemente a

la piscina de lodo.

-Creo que con eso hemos empatado.- Rió Jason.

Alice volvió a subir al tronco, irritada, y empujó a Jason sin

emplear el mazo. Jason se desplomó sobre el barro,

sorprendido y, al mismo tiempo, entusiasmado.

-Ya veo que vamos en serio.- Jason cerró los ojos. Había

estado trabajando por años en esa técnica. Un telépata

empleando una destreza que no poseía por naturaleza.

Jason quedó flotando por unos instantes, hasta que logró

subirse de nuevo al tronco. Nazan le echó una mirada de

desapruebo, pero Jason le ignoró deliberadamente,

concentrándose en Alice, quien se había puesto en guardia,

un poco más que sorprendida.

-¿Cuándo has…?

176
Alice salió volando unos cinco metros, hasta chocar contra la

pared de un colegio infantil. De inmediato, Jason, Nazan y

Tara corrieron hacia ella.

-¿Estás bien?- Le preguntó Jason tendiéndole una mano.

Alice la rechazó de un manotazo.

-Te has pasado.- Susurró Alice tambaleándose hacia Tara.

-Jason.- Nazan empujó a su amigo.- Solamente es un

juego.

-Lo sé. Lo siento.- Se disculpó Jason avergonzado.

-Dije que había que ser lo más discretos posible.- Advirtió

Nazan escrutando a Alice para comprobar su estado.- Esto lo

tendrás que compensar de alguna manera.

-¡No necesito nada de él!- Gritó Alice furiosa.

-¡Alice!- La autoritaria voz de Nazan acalló a casi la

totalidad de los transeúntes que pasaban a su alrededor. Por

suerte, nadie se había percatado de lo sucedido.- ¡Jason te

llevará a tomar algo!- Le ordenó a éste agarrando su mano y

juntándola a la de Alice.- Nos veremos aquí en una hora y


177
espero que para entonces ya lo hayáis arreglado. ¡Tara,

vámonos!

Nazan sujetó la mano de Tara y la arrastró hacia el terreno

donde estaba teniendo lugar una lucha a muerte: una batalla

de pintura donde ganaba el que menos pringoso quedara.

-Va a llover.- Comentó Tara de pronto con la mirada

perdida.

-¿Qué?- Insistió Nazan.

-Va a llover.- Repitió Tara y, en ese instante, se desmayó.

Cuando recobró el conocimiento, se encontraba tendida

sobre la hamaca del puesto de emergencias.

-¿Se encuentra bien, señorita?- Tara se incorporó. El

técnico asistencial sonrió.- Debería relajar un poco sus

nervios para que no le vuelva a pasar algo como esto.- Dijo.-

Si quiere le puedo dar algún relajante…

-No es necesario.- Le cortó Nazan cordialmente.- Nuestro

médico de familia la examinará en tanto que lleguemos a

casa, pero gracias de todos modos.- El técnico volvió a


178
sonreír y, cuando Nazan ya estaba preparado para salir de

allí con Tara, el técnico los retuvo unos instantes más.- Una

cosa más,- Empezó dirigiéndose expresamente a Nazan.-

procure que coma y descanse apropiadamente.

-Lo haré.- Respondió Nazan.

Tal como lo había predicho Tara, una débil llovizna había

empezado a caer, empapándolos de la cabeza a los pies.

Nazan condujo a Tara hacia un banco del parque. Alguien,

en su sano juicio, habría llevado a una chica enferma a algún

lugar resguardado de la lluvia, pero Nazan, al parecer, tenía

otros planes.

-Tengo frío.- Se quejó Tara en cuanto tomó asiento en el

húmedo banco.

-Hablemos.- Esquivó Nazan.

-¿De qué?- Preguntó Tara adormilada.

-No es la primera vez que te pasa, ¿cierto?- Tara no

respondió. En su lugar agarró con fuerza sus rodillas y se

179
acurrucó entre ellas para paliar el frío.- Responde.- Insistió

Nazan exasperado.

-No… No es la primera vez.- Tartamudeó Tara.

-¿Y cuándo tenías pensado decírnoslo?

-No creí que fuera importante. Pensé que se trataba de…

-Yo te diré de qué se trata.- Saltó Nazan.- Has abusado de

tus habilidades y ahora te pasa factura.

-Pero se supone que soy poderosa.- Recalcó Tara

encogiéndose aún más.

-Pero no invencible. Además, ¿cuánto llevas estudiando

esto desde que te encontramos? ¿Medio año? ¿Quizá un

poco más? Eso no es suficiente. Admite que te has

sobrepasado.

-No lo haré.- Negó Tara con fervor.- Debo aplicarme más

para…

-¡Tu vida es más importante!

180
-Vale, está bien.- Accedió Tara en un suspiro, aunque

hubiera dicho cualquier cosa para que Nazan la llevara a

algún lugar resguardado de la lluvia.

-Prométemelo. Prométeme que no utilizarás tus

habilidades tan a la ligera.

-Bien, de acuerdo.- Susurró Tara.

-Dilo.- Insistió Nazan.

- Prometo que no utilizaré mis habilidades a la ligera.-

Repitió Tara en un suspiro ahogado.

-Buena chica.- Nazan se levantó y agarró a Tara de la

cintura para ayudarla.- Vamos a secarnos.

-¿Lo ves? Yo tenía razón.- medio rió Tara.

-Como siempre, mi vida, como siempre.- Susurró Nazan

mientras conducía a Tara a la cafetería más cercana.

Así, con Tara en sus brazos, no parecía haber pasado el

tiempo. En esa situación, volvían a ser aquellos niños

inocentes, que un día prometieron estar siempre juntos.

181
15

La cafetería estaba abarrotada de gente cuando Nazan y

Tara entraron. Todas las mesas estaban ocupadas y en el

espacio que ocupaba la barra, no cabía ni una persona más.

-¡Nazan!

Uno de los camareros se acercó hasta ellos. Llevaba una

bandeja con bebidas que, seguramente, serían para alguien

sentado en las mesas, y sonreía ampliamente mientras

sorteaba a la multitud.

-Nazan, ¿Qué te ha pasado?

-Cris, me alegra verte…

-Por dios, estás empapado… ¿y esta quién es?- Preguntó

fijándose en Tara.

-Esto… Es Tatiana.

182
-¿¡De verdad!?- Exclamó el hombre con los ojos bien

abiertos.

-Cris, ¿podríamos cambiarnos de ropa, por favor?- Pidió

Nazan, acallando la inminente infinidad de preguntas que,

por el momento, no quería responder.

-Claro, por supuesto. Le diré a Lena que venga.- Accedió el

hombre nervioso.

-No hace falta que la molestes…

-¿Qué estás haciendo exactamente aquí?- Preguntó el

hombre de repente.- ¿Ha…pasado “algo”? Tenía entendido

que solo podíais salir para…

-Estamos de vacaciones.- Respondió Nazan de inmediato.

-Ah, bueno, mejor así.- El hombre pareció tranquilizarse un

poco.- Por cierto, si venís de la feria, la hermana de Lena

tiene un puesto… Aunque ya sé que no es lo mismo…

-Gracias, pero, es mejor que las cosas sigan su curso.

183
-¿Alguien puede decirme qué demonios está pasando?-

Gritó Tara enfurecida y frustrada porque la dejaran fuera de

la conversación.- ¿De qué narices estáis hablando?

-La hermana de Lena es Médium.- Respondió Nazan en un

suspiro.

-¿Y qué tiene que ver eso con nuestro cambio de ropa?

-Nada, en realidad.- Admitió Nazan.- A Cris se le ha metido

una idea descabellada en la cabeza.

-Y sería…- Insistió Tara expectante.

-Él piensa que sería bueno que la vieras.

-¿Y para qué necesitaría yo ver a una Médium?- Ironizó

Tara.- Me basto conmigo misma, creo yo.

-¿Entonces no quieres recordar lo antes posible?- Intervino

el hombre.

Tara entró en Shock. Por supuesto que quería saber lo que

pasó hace diez años pero, ¿una Médium? ¿Para qué

184
necesitaba una, si en la escuela había un centenar de

personas que podían hacer lo mismo que ella, incluso mejor?

-Cintia no es una Médium normal.- Prosiguió el hombre,

como si tratase de vender una aspiradora, o algo así.- Está

especializada en la hipnosis. Puede hacer que te adentres

hasta lo más profundo de ti mismo y sacar a relucir, solo para

ti, tus más oscuros secretos.- Rió.

-Eso también lo puedo conseguir en la escuela.- Añadió

Tara escéptica.

-Pero tardarían una eternidad…

-¡Cris, ya vale!- Gritó Nazan, dejándole helado, con la

palabra en la boca.

-¿Y tú de qué lado estás?- Le reprochó Cris cruzándose de

brazos.- Pensé que querías recuperar a tu…

-Pero sin trastornarla, por dios.- Se quejó Nazan mirando

hacia otro lado.

-Quiero ir.- Decidió Tara instintivamente. Nazan la fulminó

con la mirada.
185
-¿Adónde?- Preguntó como si nada, aunque, estaba claro,

que sabía perfectamente la respuesta.

-A ver a Cintia.

-¿Por qué?- Insistió Nazan.

-Porque de ningún modo tú quieres que vaya.- Admitió

Tara con firmeza, con la clara intención de chincharle.-

Además, es una experiencia por la que quiero pasar.- Nazan

cerró los ojos. Aquella reacción solo podía significar una

cosa. Nazan estaba tratando de hacerla cambiar de opinión

por métodos turbios.- ¡Ni lo intentes!- Chilló Tara a la

defensiva.- No sé lo que intentas hacerme, pero iré a ver a

esa persona, te guste, o no.- Concluyó Tara más que

decidida.

Nazan abrió definitivamente los ojos, al tiempo que sacaba

del bolsillo de su pantalón el teléfono móvil, el cual había

estado sonando y sonando sin cesar desde hacía rato.

-¿Sí?- Respondió.- En el bar, con Cris.- Siguió.- No, nos

vemos en la feria, en el puesto de la Médium.- Prosiguió.- Sí,

de acuerdo. Nos vemos ahora.- Nazan colgó el teléfono y


186
volvió a guardárselo en el húmedo pantalón. Después, fijó

nuevamente sus ojos en Tara.- Iremos a ver a Cintia.- Dijo

muy serio.- ¿Contenta?

-Mucho.- Respondió Tara con sequedad.

-Pero antes, id a cambiaros de ropa.- Dijo Cris señalando

hacia la puerta que utilizaban los empleados.- No quiero que

pilléis un resfriado.

-Gracias.- Susurró Nazan.

-Le diré a Lena que vaya a echaros una mano.

-No hace falta.- Intentó Nazan.

-Insisto.- Ratificó Cris sonriente.- No os mováis de aquí.-

Añadió y volvió a desaparecer entre la multitud.

-¿Conoces a ese hombre?- Le preguntó Tara a Nazan una

vez el hombre hubo desaparecido de su campo de visión.

-Sí.- Admitió Nazan pensativo.- Él es… cómo lo diría… un

buen amigo.

187
-¿Os conocéis hace mucho?- Siguió Tara. Nazan la miró

de reojo, pero asintió y sonrió.

-Digamos que le debo la vida.- Respondió Nazan.- Y no

hagas más preguntas.

Tara se mordió el labio. Hubiera querido preguntarle un

montón de cosas, quería conocer todo de su vida, pero él no

parecía querer dar su brazo a torcer.

Cris llegó al poco, acompañado por una esbelta mujer de piel

oscura. Sus amplios ojos miraban a través de la oscuridad de

sus pupilas, pero no fue hasta que Nazan se acercó hasta la

mujer y la sujetó del brazo, que Tara se dio cuenta de que la

chica estaba ciega. No sabría decir si totalmente, pero

aquellos ojos, que miraban a la nada, parecían querer

comerse el mundo. Nazan guió a la mujer hacia la posición

en la que se encontraba Tara, nerviosa.

-Déjame tocar tu cara.- Le pidió Lena alargando la mano en

su dirección. Tara redujo la distancia, hasta que los fríos

dedos de Lena rozaron suavemente sus mejillas y

recorrieron cada centímetro de su faz.- Sí, realmente eres

188
tú.- Comentó Lena con una sonrisa.- Aunque has crecido

bastante desde la última vez que nos vimos…

-¿Usted y yo nos conocíamos?- Preguntó Tara. Lena se

movió inquieta. Había hablado de más y Tara lo sabía, ya

que todo el mundo trataba de esconderle cosas de su vida

anterior.

-Bueno… Sí.- Admitió Lena en un susurro.- Aunque eras

muy pequeña y no creo que te acuerdes.

-Bueno, eso no es problema, ya que no recuerdo nada de

los últimos diez años.

-Cierto… Lo siento.

-¿Por qué se disculpa?

-Lena,- Intervino Cris, acallándola.- deberían cambiarse ya,

o pescarán un resfriado.

Lena asintió aliviada y llevó a los dos jóvenes hacia la puerta

de los vestuarios de los empleados, un lugar inmenso

poblado de armarios y un par de largos bancos donde poder

sentarse. Tara tomó asiento en uno de ellos y suspiró. El


189
desaliento fluía por cada parte de su ser. Hubiera querido

que Lena tuviera el tiempo suficiente para explicarle más

cosas, pero la interrupción de Cris no lo permitió.

Está bien. La Médium me ayudará a recordarlo todo, y ya no

habrá más confusión, miedos, ni tampoco mentiras.

190
16

Desde antes de su nacimiento, ya sabían que ella iba a ser la

integrante más fuerte. Alguien cuyos poderes podían llegar a

ser demasiado peligrosos sin el debido control. La “Psíquica”

más poderosa de la historia, siendo los “Psíquicos” muy

escasos, casi extinguidos. Alguien cuyas habilidades

superaban las expectativas de los demás.

Desde muy pequeña, Tatiana aprendió a defenderse.

Desarrolló casi todas las habilidades conocidas y algunas por

descubrir. Aprendió a manejarlas como parte de su ser y, por

consiguiente, se convirtió en la niña más buscada por un

grupo de hombres que se hacían llamar “Los Guardianes de

Raziel”. Pero este hecho no fue conocido sino hasta varios

años después.

Tatiana fue creciendo en cuerpo y alma, riendo feliz, jugando

e, incluso, sintiendo un especial afecto por un niño de su

edad, tan enérgico como ella, e igual de travieso y revoltoso.


191
Pero, como siempre se dice, todo lo bueno tenía que acabar

algún día y, en este caso, sucedió una noche de tormenta,

tras la imposición de una inminente separación…

La lluvia arreciaba con fuerza en esa fría y horrible noche,

llenando el campo de charcos y enfangando la tierra. Una

batalla estaba teniendo lugar allí, una batalla para contener

su enorme poder. Los rayos salían despedidos de su infantil

cuerpo, mientras varias personas, a su alrededor, trataban

de contenerla. El fuego salía de sus manos, a pesar de la

lluvia; el agua se convertía en hielo al menor pensamiento y

todo cuanto ella podía sentir era la rabia y el odio.

-¡No me iré! ¡No me separaréis de él!- Gritaba la niña

convulsionándose bajo la lluvia.

-¡Por favor, cariño, entiende, es por tu bien!- La voz de la

madre del chico estaba llena de súplica, pero la niña no

atendía a razones.

-¡No! ¡No! ¡No! ¡¡¡¡No quiero ir!!!!

De pronto, todo cambió. Se hizo un silencio gutural y todos

se desplomaron sobre la hierba, tiñéndola con su sangre. El


192
único que quedaba en pie era un chico de unos siete años de

edad, quien estaba agachado al lado del cuerpo de una

mujer. Tatiana entonces reaccionó, pero ya era demasiado

tarde. Aquel chico, que había jurado cuidarla y protegerla, la

observaba con desprecio, con odio.

-Yo…- Tatiana dio unos pasos hacia el chico, pero cuando

trató de tocarle, éste la abofeteó.

-¡Nunca te lo perdonaré!, ¿me oyes?- Gritó el chico

retirándose las lágrimas con sus ensangrentadas manos.

-Pero… Yo…- Tatiana cayó de rodillas sobre la hierba,

aturdida.

-¡Tú ya no eres nada para mí!- El chico se apartó del

cuerpo y le dio la espalda a Tatiana.

-¡No te vayas!

El cuerpo del chico se vislumbraba presto en la lejanía y el

frío viento de la noche hacía ondear los largos cabellos de

Tatiana. Sus movimientos, su expresión, los rasgos infantiles

de una niña de no más de seis años se asemejaban a los del

193
chico que se alejaba de ella. Tatiana alzó la mano hacia él.

Sus ojos, anegados en lágrimas no eran sino una señal de lo

que le estaba costando despedirse de la persona que ella

amaba, aquel que un día iba a compartir su vida, aquel que

ahora la abandonaba.

-¡No te vayas!- Volvió a repetir, pero el viento se llevó las

palabras.

El chico ya había desaparecido de su campo de visión y

Tatiana se encontraba ahora sola, sin nadie en quien

apoyarse en esa soledad tan dolorosa, sin nadie que

entendiera porqué una niña tan pequeña había acabado por

enamorarse de su enemigo.

Todo cuanto rodeaba a Tatiana era tristeza, soledad y… un

baño de sangre. Todo a su alrededor estaba teñido de rojo.

Todo cuanto ella era… era tristeza. Todo cuanto tocaba,

moría.

Unos pasos a su espalda provocaron que se incorporara

rápidamente. Los padres de la niña miraban la escena,

boquiabiertos, asombrados, tristes y enojados, pero la

194
determinación de salvar a su hija era más fuerte. De este

modo, Tatiana no tuvo más opción que mudarse con sus

padres y esperar hasta que se calmasen un poco las cosas,

aunque…solo un año tuvieron de paz, siendo localizados y

perseguidos, hasta aquel trágico desenlace…

La noche era lo único de lo que disponían para protegerse.

La pequeña se acurrucaba en los brazos de su madre

mientras ella corría desesperadamente para protegerla. El

marido de ésta, marcaba el ritmo, oteaba cada rincón, cada

silueta, cada movimiento, para evitar cualquier peligro

innecesario. Estaban desesperados por salir de la ciudad,

pero debían protegerse bien las espaldas, barajar todas las

posibles decisiones y, tal vez así, podrían salir con vida de la

situación.

-Tenemos que darnos prisa.- Comentó el hombre

adentrándose cautelosamente en un oscuro callejón, un atajo

para llegar a la calle principal.

195
-Ya lo sé, cariño.- Dijo la mujer siguiendo a su esposo

hacia la más profunda oscuridad.- No podemos dejar que

nos atrapen.

-No, no podemos.- Corroboró el hombre mirando de reojo a

su esposa.

Ambos recorrieron aquel tramo con los nervios a flor de piel.

Felizmente, nada inusual sucedió y consiguieron adentrarse

en la calle principal que, aunque no estaba muy concurrida,

al menos estaba iluminada por una infinidad de farolas y

escaparates.

-Tengo que llamar por teléfono. No tardaré.

El hombre se dirigió a la cabina telefónica más cercana,

dejando a su mujer desprotegida, al otro lado de la calle,

tratando de apartar el miedo del cuerpo, mientras esperaba

pacientemente.

-¡No te muevas!

El miedo se apoderó de la mujer mientras sentía el cañón del

revólver en su sien. En otras circunstancias, habría optado

196
por salir corriendo, pero no era solo su vida la que

arriesgaba, sino también la de su hija y la de su marido,

quien había visto la escena y corría despavorido en su

auxilio.

-¡Alto ahí, o disparo!- Gritó el hombre que sostenía el

revólver cerca de la cabeza de la mujer.

El hombre le dirigió a su esposa una suplicante mirada, antes

de detenerse a un metro escaso de ellos.

-¿Qué es lo que quieres?- Gritó.

-Vamos, no te hagas el tonto.- El hombre quitó el seguro

del revólver y se escudó detrás de la mujer.- Sólo la

queremos a ella, nada más. No tiene por qué salir nadie

herido.

-¿Para qué la queréis?

-Bueno, solo para que nos haga un pequeño trabajito.-

Rió.- Luego podrá volver a casa, lo prometo.- Añadió

haciendo el símbolo de la victoria.

197
La niña comenzó a llorar en ese momento, rompiendo el

silencio de la ciudad. Se revolvía en los brazos de su madre

con tanta intensidad, que ésta no tuvo más opción que

dejarla en el suelo.

-¡Estate quieta!

El hombre agarró el pelo de la mujer y lo estiró con fuerza

hasta conseguir que se pusiera de nuevo en pie. Luego,

volvió a apuntarla con el revólver.

-¡No le hagas daño!

-¡Cierra el pico!

-¡Como le pongas una mano encima…!

-¿Qué harás? ¿Me matarás? Venga, no me hagas reír.

-¡Libérala, te lo suplico!

-Ya veo… Si insistes, la liberaré.

La bala siguió rauda su trayectoria y la mujer cayó sin

apenas signos de vida a los pies de la niña.

198
-¡Maldito seas!- Gritó el hombre corriendo hacia el cuerpo

inmóvil de su mujer.

-¿Y ahora de qué te quejas?- Rió el hombre soplando el

humo que salía despedido del cañón del revólver.- Tú me lo

has pedido.

-¡Te dije que la liberaras, no que la mataras, cabrón!

-Bueno, para mí es lo mismo y, ahora si me disculpas…-

Agarró a la niña por la cintura.

-¡No te la llevarás!

La niña se deshizo del agarre de su captor y corrió hacia su

padre gimoteando, pero justo antes de llegar, éste se

desplomó sobre el suelo, tal como lo había hecho su madre,

con una bala incrustada entre ceja y ceja. La niña se detuvo,

observando el panorama. Sus padres habían muerto y ella

estaba a punto de sufrir el mismo destino. El hombre dio

unos pasos hacia ella.

-Vamos, pequeña, ven conmigo.- Dijo.

La niña echó a correr aterrada.


199
-¡Maldita cría, vuelve aquí!

La pequeña sintió la quemazón en su sien, pero eso no la

detuvo, siguió corriendo y corriendo, alejándose de aquel

horrible hombre hasta que, sin más, se desplomó sobre la

acera.

Y en ese punto, es donde una buena familia la encontró y le

dio la oportunidad de vivir una nueva vida hasta que pudiera

recordar su pasado, pero, nuevamente, el destino hizo acto

de presencia, arrancándola de allí y devolviéndola a la vida

que debería haber sido la suya…

Nadie podía esperarse que, dos niños, como eran, pudieran

llegar a forjar unos lazos de amistad tan grandes, hasta el

punto de ser inseparables, de no poder estar el uno sin el

otro, de complementarse tanto, como para no querer

separarse jamás.

La pequeña Tatiana se recostó junto a Nazan bajo la copa

del cerezo en flor, aquel que había sido testigo del cambio de

sus sentimientos. De la amistad al amor incondicional, había


200
solo un paso y se trataba de una línea que no les estaba

permitido cruzar. Ninguno de los dos supo el momento

exacto en que aquellos sentimientos de amistad dieron un

giro. Solo sabían que estaban unidos por un lazo mucho más

fuerte que cualquiera y que, por mucho que lo intentaran, no

serían capaces de deshacer.

-Algún día seremos como nuestros padres.- Comentó el

pequeño Nazan acariciando los níveos y largos cabellos de

su amada.

-No podrán separarnos, ¿verdad?- Preguntó Tatiana

esbozando una débil sonrisa.

-Ya te lo he dicho, ¿no?- Rió Nazan aferrando el pequeño

cuerpo de Tatiana con más fuerza.

-Dímelo otra vez.- Pidió Tatiana.- Quiero oírlo, siempre.

-Te quiero.- Le susurró Nazan al oído.- Nunca me separaré

de ti.

-Yo también te quiero.- Susurró Tatiana sonriente.

201
Los fuertes brazos de Nazan recorrieron con suavidad las

curvas de Tara, en un suspiro, en un angustioso anhelo, en

un deseo liviano. Sus respiraciones acompasadas, el tacto

de su roce, todo para aquella noche tan especial. Dos niños,

experimentando por primera vez lo que era el amor, lo que

era querer a alguien con locura, sin poder llegar hasta el

final. Pero el deseo que se profesaban era tal, que no les

hubieran importado las consecuencias.

-¡Tatiana!- La niña giró la cabeza justo a tiempo de ver el

reprobatorio rostro de su madre-Es hora de irnos.

-¡No!- Gritó la niña poniéndose en pie junto a Nazan.- ¡Aún

me queda tiempo!

-Ya no hay más tiempo.

-¡¡¡NO!!!

Tatiana echó a correr, arrastrando a Nazan consigo, hasta

que se vieron totalmente rodeados por un grupo de

personas.

202
-¡Tatiana, suéltale!- En un abrir y cerrar de ojos, el padre

de Tatiana separó a los dos niños, llevando a Nazan junto a

su madre, alejándolos.

La lluvia comenzó a arreciar con fuerza y el viento tornó

gélido en esa fría y horrible noche, llenando el campo de

charcos y enfangando la tierra. Los rayos salían despedidos

de su infantil cuerpo, mientras las personas, a su alrededor,

trataban de contener su enorme poder. El fuego salía de sus

manos, a pesar de la lluvia; el agua se convertía en hielo al

menor pensamiento y todo cuanto ella podía sentir era la

rabia y el odio.

-¡No me iré! ¡No me separaréis de él!- Gritaba la niña

convulsionándose bajo la lluvia.

-¡Por favor, cariño, entiende, es por tu bien!- La voz de su

madre estaba llena de súplica, pero la niña no atendía a

razones.

-¡No! ¡No! ¡No! ¡¡¡¡No quiero ir!!!!

-¡Rosalie, déjanoslo a nosotros!-intervino Christine, la

madre de Nazan.- ¡Llévate a Nazan de aquí, deprisa!


203
-Pero…

Vincent, el padre de Tatiana, agarró a su esposa del brazo,

al tiempo que corrían hacia la casa con Nazan en sus

brazos.

-¡¡¡¡No os lo llevéis!!!!- Lloriqueó Tatiana.

De pronto, todo cambió. Se hizo un silencio gutural y todos

los presentes se desplomaron sobre la hierba, tiñéndola con

la sangre que salía a borbotones de sus impávidos cuerpos.

El único que quedaba en pie, observando la escena tras

haber podido escabullirse de sus captores, era Nazan. Sus

ojos recorrieron el devastado lugar hasta que, sin más, se

desplomó llorando frente al cuerpo de una mujer, su madre.

Tatiana entonces reaccionó, pero ya era demasiado tarde.

Aquel chico, que había jurado cuidarla y protegerla, la

observaba ahora con desprecio, con odio. Y no era de

extrañar, ya que, en aquel arrebato de furia… había acabado

con la vida de la madre de la persona que más quería.

-Yo…- Tatiana dio unos pasos hacia el chico, pero cuando

trató de tocarle, éste la abofeteó.

204
-¡Nunca te lo perdonaré!, ¿me oyes?- Gritó el chico

retirándose las lágrimas con sus ensangrentadas manos.

-Pero… Yo…- Tatiana cayó de rodillas sobre la hierba,

aturdida.

-¡Tú ya no eres nada para mí!- El chico se apartó del

cuerpo de su madre.

-¡No te vayas! ¡Juraste que estarías siempre a mi lado!

Nazan le dio la espalda. Gruesas lágrimas aún recorrían sus

mejillas mientras se alejaba de la persona que él quería.

Pero no podía hacer otra cosa. Ella había cometido un acto

imperdonable y debía separarse de ella, dejando a su madre

y su corazón allí, para enterrarlos juntos.

El frío viento de la noche hacía ondear los largos cabellos de

Tatiana, mientras alzaba una mano en dirección al chico que

se alejaba de ella. Sus ojos, anegados en lágrimas no eran

sino una señal de lo que le estaba costando despedirse de la

persona que ella quería, aquel que un día iba a compartir su

vida, aquel que ahora la abandonaba.

205
-¡No te vayas!- Volvió a repetir, pero el viento se llevó las

palabras.

El chico ya había desaparecido de su campo de visión y

Tatiana se encontraba ahora sola, sin nadie en quien

apoyarse en esa soledad tan dolorosa, sin nadie que

entendiera porqué una niña tan pequeña había acabado por

enamorarse de su enemigo.

Todo cuanto rodeaba a Tatiana era tristeza, soledad y… un

baño de sangre. Todo a su alrededor estaba teñido de rojo.

Todo cuanto ella era… era tristeza. Todo cuanto tocaba,

moría…

206
17

-¡¡¡Ya no quiero ver más!!!

El suelo se quebró bajo sus pies y su cabello tornó en su

color original, plata cual perla marina y aterciopelado y suave

cual deidad del cielo. Sus ojos, del color de la tierra,

volvieron al matiz infantil. El suave cielo de sus ojos miró a

través del alma de Nazan.

-Tara…- Intentó éste despacio.

-¡Por eso no querías que lo recordara!- Chilló Tara

hundiendo aún más la tierra a su alrededor.- ¿¡Por qué te

muestras ante mí, así, después de tantos años!?

-¡Decidí perdonar!- Gritó Nazan gesticulando desesperado

en su dirección.- ¡Juré que estaría contigo!

-¡¡¡¡Me abandonaste!!!!

207
El cielo se cubrió de nubes y gruesas gotas empezaron a

caer del cielo hasta que, lo único que podía verse eran los

borrones de las personas a su alrededor.

-¡Lo que hice no estuvo bien, lo sé! Pero, ¿¡qué esperabas

que hiciera!? Yo era un niño que acababa de perder a su

madre a manos de la persona más importante para él.

-¡¡¡Debiste haberme detenido!!!- Chilló Tara encolerizada.

La herida que había mantenido cerrada por diez largos años,

se había abierto de golpe, esparciendo todo el resentimiento

y el dolor acumulados.

-¡No pude!, ¿vale?- Nazan hincó sus rodillas en la tierra y

se sujetó la cabeza con ambas manos.- No llegué a tiempo.-

Musitó más para sí, que para el resto.

-Ahora eso ya no importa.

Tara alzó los brazos en la dirección de Nazan. Al instante,

éste quedó suspendido en el aire y fue arrastrado hacia la

joven, hasta que ambos quedaron el uno frente al otro. Los

ojos de Tara miraban con odio, pero no así los de Nazan,

208
quien se había dado cuenta de que, quien tenía frente a él,

no era otra sino su Tara, aunque más agresiva y peligrosa.

-No importa lo que me hagas-susurró Nazan esbozando

una sonrisa.- Aun así, te seguiré diciendo “te quiero”, como el

primer día.

-Esos días pasaron. Tú los borraste.

Nazan se quedo sin habla. Tara había paralizado cada uno

de sus nervios y jugaba con ellos, haciendo convulsionar su

cuerpo.

-¿Duele?- Preguntó roncamente Tara, mostrando la

crueldad de su sonrisa.- Pues no es nada comparado a lo

que sentí yo cuando me abandonaste.

Nazan sonrió. Desde hacía bastante tiempo, sabía que algún

día llegaría ese momento, el momento en que Tara se

vengaría de él. Los ojos de Tara se abrieron de par en par en

reacción a la inesperada y desconcertante sonrisa de Nazan.

-¿No te duele?- Preguntó Tara molesta.- Quizás deba

intensificarlo… no sé. Tal vez, si te rompo unos cuantos

209
huesos… ¿seguirás sonriendo de ese modo? ¿Seguirás

diciéndome esas cosas bonitas que solías decirme?- El

crujido resonó en los oídos de Nazan y la sonrisa de Nazan

desapareció unos instantes.- Lo que yo decía.- Rió Tara.

-¿Quieres matarme?- Preguntó Nazan esbozando

nuevamente esa sonrisa que tanto molestaba a Tara.

-Pues no sé, aún me lo estoy pensando.- Respondió Tara

cortante.- ¡Maldita sea!, ¿por qué no te defiendes?- Preguntó

Tara por fin.

-¿Te molesta?

-La verdad, no.- Admitió Tara.- Pero no es divertido.

-Entonces, ¿quieres que me defienda? ¿Y luego qué

harás?

-Debería acabar contigo, pero…

La mirada de Tara se ausentó y un sentimiento de dolor la

embargó. Definitivamente, no podía acabar con su vida, pero

eso no quitaba el hecho de que pudiera hacerle desear estar

muerto. La cruel sonrisa de Tara regresó a sus labios.


210
-No puedes, ¿verdad?- Insistió Nazan, casi a punto de

desfallecer por el dolor.

-Prefiero mantenerte vivo para disfrutar de la tortu…

Nazan cayó al suelo de repente y perdió la consciencia. Los

ojos de Tara se quedaron fijos, inertes en su cavidad, viendo

pasar de nuevo los dolorosos recuerdos de su vida.

-¡¡¡No, dios mío, haz que paren!!!- Bramó Tara sujetándose

la cabeza con fuerza.- No quiero volver a verlo… No quiero…

No… quie…

Tara hincó las rodillas en el suelo, agotada. ¿Había usado

demasiado poder? Probablemente, pero eso no quitaba el

hecho de que alguien hubiese interferido con su diversión.

Las imágenes cesaron lo suficiente para ver con claridad al

artífice del plan… Aizen…

El padre biológico de Nazan estaba parado frente a ella,

observando cada parte de su cuerpo con detenimiento,

deleitándose con el alarde del poder de Tara.

-Veo que ya lo recuerdas todo, preciosa.- Escupió.

211
Tara se puso en pie como pudo y miró a su alrededor. Todos

sus compañeros estaban inconscientes, tirados sobre la

húmeda tierra.

-¿Qué quieres?- Escupió Tara agónica.

-Ven conmigo.- Aizen alzó una mano en su dirección.- Si te

quedas con ellos, solo conseguirás hacerles sufrir aún más.

Lo entiendes, ¿verdad?- Añadió socarronamente, señalando

hacia Nazan.

Tara sopesó la propuesta durante unos instantes, el

suficiente tiempo para darse cuenta de que, lo que había

hecho, era lo peor que podía haber hecho. Había lastimado

muy severamente a Nazan. Había estado casi a punto de

matarlo, si no hubiera sido por la intervención de Aizen y, si

su lado salvaje volvía a salir a la luz, tal vez no saldría vivo

de nuevo.

-Deja… deja que lo piense.

-Muy bien.- Accedió Aizen complaciente.- Tan solo una

cosa más…- El hombre dio un paso hacia Tara. Ésta se

212
retiró lo suficiente, para dar a entender su disconformidad

ante aquel acto.

-Diga lo que tenga que decir y… váyase.- Urgió Tara,

desesperada por quitarse de encima a aquel desagradable

sujeto.

-Bien, entonces, respóndeme a una cosa… ¿Por qué crees

que ellos están siendo tan amables contigo?

-¿Cómo que porqué?- Gritó Tara irritada.- Ellos son mi

familia, ¿no?

-Puede que sí, o puede que no.- Atajó Aizen divertido.-

¿No has pensado que, tal vez, te quieran por tus

habilidades? ¿No has pensado que, tal vez, los recuerdos

que crees tener no sean tuyos, sino de la verdadera Tatiana?

-Pero, ¿qué está diciendo? ¡Por supuesto que son mis

recuerdos!

-Hay muchas formas de confundir a alguien con eso. Es un

truco sencillo y, además, ¿alguna vez te has preguntado

cómo es que tardaron tan poco en encontrarte? No hay que

213
ser muy listo para sospechar que hay algo tras eso. Tal vez,

ellos tenían tantas ansias por encontrar a la verdadera, que

eligieron a una chica al azar para que sustituyera a Tatiana.

-Si hubiera sido así, lo habría notado, ¿no cree? Además,

¿quién es usted para decirme lo que debo hacer?

-No te voy a engañar.- Rió Aizen.- Tú tan solo me interesas

por lo que puedes ofrecerme, pero hay alguien al que le

interesas más que a mí.

-¿A quién?-preguntó Tara. Sabía que era estúpido

mantener aquella conversación, por no decir que se

arriesgaba a sucumbir ante la propuesta.

-Si vienes conmigo, tal vez le conozcas.- Insistió Aizen

alargando la mano de nuevo en su dirección.

-Lo siento, pero…

-¡Acabarás matándolo si te quedas con él!- Escupió Aizen

mirando a su hijo con desdén.- No es que me importe a mí,

pero, ¿qué me dices de ti?, ¿quieres ser la responsable de

su muerte, al igual que lo fuiste de la de su madre? La

214
verdad, no sé por qué te cuesta tanto decidirte. Y, por cierto,

no pienses que la muerte de su madre se le ha olvidado,- Rió

Aizen con malicia.- porque te puedo asegurar que él lo

recuerda cada día. Y puede que ya te haya dado su perdón,

pero la verdad es que…

-¡¡Ya basta!!- Chilló Tara ahogando las lágrimas.- Ya no

siga, por favor.

-Ven conmigo.- Insistió Aizen sonriente.

La cabeza de Tara daba vueltas y vueltas. No podía

imaginarse una vida en la que Nazan no estuviera, pero

tampoco podía lidiar con el rencor que parecía sentir hacia

ella por la muerte de su madre. No podría soportar su odio.

No podía soportar perderlo.

El brazo de Nazan agarró su pierna con insistencia. Tara

saltó por el susto, pero no se volvió a verle. Si no le veía,

significaría que lo había desterrado de su mente, que no

existía, que no se habían conocido y… que no se había

enamorado de él.

-¡Tara, no lo hagas!
215
La voz ahogada de Nazan fue lo peor y las lágrimas de Tara

se desbordaron de sus ojos, al tiempo que se deshacía del

agarre y caminaba decidida hacia Aizen, endureciendo su

carácter, volviéndose más fría a cada paso.

216
18

Habían pasado dos días desde que Tara decidiera irse con

Aizen, desde que decidiera desterrar de su memoria todo lo

relacionado con Nazan, todos los recuerdos, todos los

sentimientos. Había enterrado todo a las profundidades de

su memoria. Nada, salvo una completa furia, residía ahora

en su memoria. No había nada más…

Nazan se despertó sobresaltado y echó a correr hacia la

ventana como alma que lleva al diablo, a pesar del dolor que

sentía en cada parte de su cuerpo. Había vuelto a casa.

Estaba de nuevo al amparo de la Cruz de Jade, pero había

algo que no andaba bien. Una sensación de intranquilidad

recorría cada célula de su dolorido cuerpo… Tara… ¿Dónde

estaba Tara? Lo último que recordaba era haberla visto

rodeada de penumbra acompañada por…

-¡Mierda!- Gritó, dándose al fin cuenta de lo que había

sucedido.
217
Su padre entró como un rayo en el dormitorio y oteó la

estancia en busca de su hijo. Nazan se había visto obligado

a hincar sus rodillas en el suelo, a causa del dolor.

-¿Te encuentras bien?- Le preguntó su padre recogiéndolo

del suelo.- No deberías moverte. Has estado muy mal…

-¿Cuánto?

-¿Cuánto?- Preguntó su padre extrañado.

-¿Cuánto llevo inconsciente?

-Dos días.

-¿Y Tara?

-Esperaba que pudierais decírmelo vosotros.

-¿Qué tal están los demás?

-Doloridos, pero bien. Estábamos esperándote.

-Bien.

Nazan se irguió y, apoyándose en el hombro de su padre,

bajaron las escaleras en dirección a la zona en la que se

218
encontraban las aulas. Justo antes de entrar, unos gritos

histéricos, provenientes de una chica que corría hacia ellos

como una posesa, los detuvo. Nazan contuvo el avance de la

joven en un golpe seco, reduciendo completamente su

velocidad. Iria, se apoyó en Nazan para recuperar el aliento.

-¿Qué pasa?- Atajó Nazan muy serio, temiéndose lo peor.

-Una… visión.- Respondió Iria entre bocanadas de aire.

Nazan tensó todos los músculos de su cuerpo.

-¿Aizen?- Preguntó muy serio.

-No sé, probablemente.- Respondió Iria alejándose un paso

de Nazan.- La visión no es muy clara, pero creo que Tara

está involucrada.

-¿El director sabe esto?- Preguntó el padre de Nazan

preocupado- ¿Y los demás?

-Ahora mismo iba de camino.- Respondió Iria ahogándose

con cada palabra.

-Entiendo.- Accedió Nazan.

219
Nazan abrió la puerta de la clase y entró. Todos sus

compañeros estaban allí y también el director y el resto de su

familia. No faltaba nadie.

El director estaba hablando por teléfono y, por su tono de

voz, la cuestión parecía más grave de lo que los chicos se

podían imaginar. Nada más verlos aparecer, el director les

hizo una seña para que se sentaran, mientras él daba por

zanjada su acalorada conversación. Cuando colgó el

teléfono, tomó asiento en su aterciopelada silla y agarró la

pipa que había dejado descansar sobre el pupitre del

profesor. Tenía una expresión ausente, preocupada y

parecía ser incapaz de pronunciar palabra alguna.

-¿Va a decirnos lo que ocurre?- Espetó Nazan con

sequedad.

El director encendió su pipa con parsimonia, tratando de

enlazar las ideas.

-Tiene relación con Tara, ¿verdad?- Dedujo Nazan, aunque

dada la situación, y la visión de Iria, la observación era

bastante tonta.

220
Bien sabido era que Aizen había tratado de capturar a Tara

una infinidad de veces y no era hasta ese momento que lo

había conseguido, pero la cuestión era para qué. ¿Qué

quería Aizen de ella? ¿Qué era tan importante, que

únicamente Tara podía hacer?

-No te preocupes, Nazan, la traeremos de vuelta sana y

salva.- Susurró el director más pensativo que antes.

-Estamos listos-urgió Iria nerviosa.- Usted diga cuándo y

partiremos enseguida.

-¡Yo también voy!- Gritó Emma de improviso,

sorprendiéndose incluso a sí misma.

-Es demasiado arriesgado.- Negó el director

fervientemente.

-Todo el mundo anda diciendo que no puedo, que he

perdido temple, pero yo me encuentro bien. Además, si no lo

intento nunca sabremos…

-Director…- Intervino Nazan.

-No la necesitamos.- Susurró el director hacia Nazan.


221
-Necesitamos toda la ayuda posible.- Susurró Nazan

mirando de reojo a su tía.- No puede convocarnos a todos y

luego excluir a algunos de la pelea. No es justo.

-No quiero que haya ninguna baja…

-Eso no pasará.- Le cortó Nazan muy serio.- No permitiré

que nadie más salga herido. Los protegeré con mi vida, si es

necesario.- El director suspiró.

-¿Eso quiere decir que puedo ir?- Preguntó Emma

expectante.

-Nazan no se separará de ti, ¿está claro?- Accedió el

director muy serio.- Nos jugamos demasiado.

-Lo prometo.- Accedió Emma a regañadientes. El solo

hecho de tener que depender de Nazan, igual que si fuera

una niña indefensa, en lugar de la poderosa Teleportadora

que era, la irritaba, pero si con ello conseguía acompañarlos

en la misión y probarse a sí misma de nuevo, no podía

objetar nada.

222
-Os iréis al amanecer. Ah, y una cosa más.- Fijó sus ojos

en Emma.- Procura no extralimitarte esta vez. Necesitaremos

que estés al cien por cien y no al diez por cien, como la

última vez.

-Entendido.- Accedió Emma y siguió a Nazan y a los

demás hacia el comedor.

223
19

La noche caía sobre ellos, silenciosa y apaciguadora,

mientras entraban al cobijo de una casa. Tara paró en seco.

Durante una fracción de segundo reconoció el lugar. Se

trataba de la misma casa que había sido su cobijo por diez

años, aunque claro, ahora estaba patas arriba, con los

muebles destrozados y el papel de las paredes rajado de

arriba abajo. Aquella casa había encerrado numerosos y

agradables recuerdos durante un tiempo, pero ya no.

-Bien, preciosa.- Aizen sujetó con fuerza la mano de Tara y

ambos se internaron en el despacho, el lugar donde su padre

adoptivo había pasado tantas horas trabajando.- Dejadme

que os presente:- Dijo señalando al hombre frente a la

ventana.- ese hombre de ahí,- Le dijo a Tara.- es a quien

tienes que servir de ahora en adelante.- El hombre se dio la

vuelta y se aproximó a la lamparilla que habían colocado

sobre el escritorio, desvelando sus rasgos.

224
-¿Papá?- Preguntó Tara confusa.

-Puede que durante un tiempo.- Respondió el hombre con

rudeza.- Ahora vamos al grano. Ya he esperado durante diez

años, sin saber que aquella a quien buscaba no era otra sino

la niña que recogí hace tiempo.

-¿Me permite que le sugiera que vayamos a otro lado?-

Preguntó Aizen.

-Sí, es hora de que hagas tu trabajo.- Escupió dirigiéndose

a Tara.

Los tres caminaron con decisión hacia el salón, donde el

estropicio era mayor. Aizen apartó varios trozos de madera,

dejando al descubierto una desvencijada alfombra y, tras

retirarla, una trampilla hacia algo parecido a un sótano. Aizen

le tendió una mano a Tara para ayudarla a bajar y, no fue

hasta que posó los pies sobre el mármol, que se dio cuenta

que estaban en el interior de las catacumbas, al menos uno

de los numerosos accesos que se encontraban por toda la

ciudad. El interior estaba en la más absoluta penumbra,

mientras daban un paso tras otro hacia la parte más interior

225
donde, guarecido por una inmensa urna de cristal, se hallaba

un ataúd. Aizen se adelantó y, de un fuerte golpe, hizo

añicos la urna.

-Bien.- El padre adoptivo de Tara la agarró del brazo y la

llevó a rastras hacia el ataúd.- Allí dentro hay un cadáver.

Quiero que recuperes su alma y la devuelvas a la vida.

-¿Qué?- Preguntó Tara sin comprender. Aizen la empujó y

Tara cayó sobre la pila de cristales.

-¿Es que no me has oído? Quiero que traigas de vuelta su

alma y le devuelvas la vida…

-Pero…- Se quejó Tara.

-¿Acaso no puedes hacerlo?

-Sí, ella es la única que puede.- Intervino Aizen abriendo el

ataúd. Dentro, una mujer de unos treinta años dormía

plácidamente. No había ni rastro de descomposición.

-Ella es…

226
Tara se aproximó para ver más de cerca de la mujer. Su

belleza, tanto sus perfectos rasgos, ya los había visto, una

vez, cuando era pequeña.

-Es la madre de Nazan.- Respondió Aizen acariciando el

largo cabello de la mujer.

-Vale.- Tara cerró los ojos pensativa.- Entiendo por qué

estás haciendo esto pero, ¿qué tiene que ver mi padre en

todo esto?

-A él le debo que ella esté en tan buen estado.- Respondió

Aizen acariciando los labios de la mujer.

-Además,- Intervino el padre de Tara- no es como si yo no

obtuviera nada a cambio.- Tara se le quedó mirando.- De

hecho, si todo sale bien, ella tendrá que dar a luz a mi hijo,

uno poderoso.- Rió.

-¿Y mamá?- Gritó Tara encolerizada.- ¿Es que acaso te

has olvidado de ella?

-¡Ah, ella!- Volvió a Reír.- Ella no vale para nada. Nunca ha

podido darme un hijo.

227
-¿Por eso te has aliado con…?

-¡Basta ya de tonterías y haz lo que te digo! ¡Tráela de

vuelta!

-Si lo haces, Nazan se pondrá muy contento de haber

recuperado a su madre.- Susurró Aizen al oído de Tara.-

Aunque el precio a pagar será…

Nazan salió despedido y chocó contra una farola. La

teleportación había sido todo un éxito, no así el aterrizaje.

Emma recogió a su sobrino del suelo y le miró con ojos

suplicantes.

-Bueno, ¿Y ahora qué, Iria?

-Pasaron por aquella casa.- Dijo señalándola con el dedo.

Nazan se quedó mirando la fachada durante unos segundos,

hasta darse por fin cuenta que se trataba de la casa en la

que Tara había estado viviendo por diez años. Una mujer

estaba parada frente a la puerta, con los ojos llorosos, sin

atreverse siquiera a entrar. Se trataba de la madre adoptiva

228
de Tara. En cuanto el grupo se acercó, la mujer dio varios

pasos atrás, hasta que reconoció a Nazan.

-¿Qué está ocurriendo?- Preguntó.- ¿Dónde está Tara?

¿Le ha pasado algo?

-Tranquilícese, por favor.- Le suplicó Emma sujetándola

por los hombros.

-Vamos a entrar.- Rina le dio un golpe a la puerta. Al

instante, ésta se hizo a un lado, mostrando el panorama.

-¿Usted ha visto esto?- Le preguntó Nazan a la mujer,

quien era arrastrada hacia el interior por su tía. La mujer

asintió.

-Hay… En el comedor hay… una trampilla.

Todos se miraron sin comprender, pero siguieron hacia el

interior. Efectivamente, en el centro de lo que, antes del

destrozo, era el comedor, había una trampilla. El hueco era

bastante profundo, pero no había ni rastro de alguna

escalera, de modo que decidieron bajar a la antigua usanza:

pegando un salto y procurando no salir con una pierna rota.

229
El silencio era absoluto por el corredor y la oscuridad

reinante impedía ver el final. No había modo alguno de saber

cuándo terminaría aquel pasadizo, ni si cuando llegaran al

final encontrarían a Tara.

-Tranquilo, tío.- Jason colocó una mano sobre el hombro

de su amigo.- Ya verás como la encontramos.

-Eso espero.- Susurró Nazan ausente.

Pero, tan pronto como dijo aquello, una gran estancia se

extendió ante ellos, una demasiado tétrica, con un ataúd

vacío en el centro y cristales por todas partes. Nazan se

acercó raudo al ataúd. Tenía el presentimiento de que algo

había pasado allí. La tela de los cojines estaban manchados

de sangre y el aire estaba demasiado cargado, como si

alguien hubiera estado agonizando justo donde se

encontraba él ahora.

-¡Ah, por fin habéis llegado!

Nazan se dio la vuelta justo a tiempo de ver la figura de su

padre sentado en una esquina bajo un charco de sangre y,

más allá, varios pedazos de lo que antes era algo vivo. En la


230
otra esquina, una mujer sostenía el cuerpo inmóvil de

alguien, una chica. El corazón de Nazan dio un vuelco

mientras se dirigía velozmente hacia las mujeres. Una de

ellas, la que estaba inconsciente, no era otra sino Tara y, la

otra, mucho más mayor y verdaderamente hermosa era…

-¿Mamá?- Susurró Nazan sin poder apartar la vista de ella.

-¡Qué feliz reencuentro!- Chilló Aizen.- ¡Madre e hijo por fin

reunidos después de tanto tiempo! ¿No es un milagro?

-¡Maldito cabrón!- Jason agarró el cuerpo de Aizen y lo

llevó a rastras hacia donde se encontraba su amigo.- ¡Habla!

-Bla, bla, bla.- Se mofó Aizen a carcajada limpia. Jason le

propinó un puñetazo.

-¡Cuéntanos lo que ha pasado aquí!

-¿Pasado? Aquí no ha pasado nada.- Aizen recibió un

nuevo puñetazo.- Estaba escrito que esto iba a suceder.-

Rió.- Una niña, mata a la madre de su amigo y años

después, esa misma niña la trae de nuevo a la vida. Aunque

debo decir que el resultado no es como lo esperaba.

231
-¿Qué le ha pasado a Tara?- Preguntó Nazan rozando la

gélida tez de la joven.

-¡Maldita sea, no me lo recuerdes! Mira que morirse antes

de tiempo… Y luego encima provoca una explosión. ¡Será

pos…!

El crujido del cuello de Aizen resonó en toda la sala.

-Gracias.- Susurró Nazan volviendo su atención hacia su

madre.

-¿Hay alguna forma de salvarla?- Le preguntó. Su madre

asintió.

-Alguien debe dar la vida por ella, al igual que ella lo hizo

conmigo.- Respondió telepáticamente.

-¿Qué ha dicho?- Preguntó la madre adoptiva de Tara, la

cual había estado en estado de Shock hasta hacía unos

minutos.

-Ha dicho que alguien debe dar la vida por ella.- Repitió

Nazan pensativo.

232
-¡Yo lo haré!

La madre de Tara apartó a Nazan con fuerza y se agachó

frente a la mujer que sostenía el cuerpo de su hija.

-Decidle a mi niña que la quiero un montón y que, aunque

no esté con ella, siempre estaré a su lado, cuidándola.

-Se lo diremos.- Accedió Jason agarrando el cuerpo de su

amigo para impedir que hiciera alguna locura.

La madre de Nazan sujetó con dulzura la mano de la mujer, y

las tres se fundieron en el fulgor del fuego de la vida.

233
Epílogo

Tara se acomodó junto a Nazan entre las Ramas del cerezo

en flor. Una suave brisa los rodeaba a ambos, impregnando

el lugar con el aroma de los pétalos que caían al compás.

Los brazos de Nazan aferraban con fuerza el cuerpo de

Tara. Después de todo cuanto había ocurrido, de todo lo que

habían sufrido, por fin podían estar los dos juntos, a solas,

desbordando el mismo amor que cuando eran niños, un

amor que había perdurado en sus almas y que ahora, al fin,

salía plenamente a la superficie.

-Por fin ha acabado todo, ¿verdad?- Susurró Tara

sonriendo, extasiándose con el dulce aroma que emanaba

del cuerpo de Nazan que, unido a la esencia de las nimias

flores, la enloquecía.

-No, mi vida, aún no.- Nazan sostuvo firme la cajita que

había estado manteniendo oculta tras de sí y se la mostró a

Tara.
234
-¿Qué es?- Preguntó Tara sin comprender.

Pero eso fue solo hasta que Nazan abrió la caja y pudo ver la

joya más perfecta que sus ojos habían visto. Una joya así,

podría lucir en el dedo de cualquier chica y sentirse la mujer

más afortunada del mundo. Pero aquel anillo, aquella pieza

de exquisita artesanía… era para Tara, solo para ella. Las

miradas de ambos se cruzaron, mostrando el deseo que

habían estado reprimiendo por tanto tiempo, y no pudieron

evitar esbozar una sonrisa.

-¡Cásate conmigo!

Los dos se echaron a reír por la ironía de aquella pregunta.

El cálido viento rodeó sus cuerpos, elevando los pétalos de

las flores del cerezo a su alrededor. Y fue entonces cuando

ambos supieron la respuesta.

[Jaci Velásquez, 1999 - Llegar a Ti, Pista 10 - Como una

Flor]

235
Este libro fue distribuido por cortesía de:

Para obtener tu propio acceso a lecturas y libros electrónicos ilimitados GRATIS


hoy mismo, visita:
http://espanol.Free-eBooks.net

Comparte este libro con todos y cada uno de tus amigos de forma automática,
mediante la selección de cualquiera de las opciones de abajo:

Para mostrar tu agradecimiento al autor y ayudar a otros para tener


agradables experiencias de lectura y encontrar información valiosa,
estaremos muy agradecidos si
"publicas un comentario para este libro aquí".

INFORMACIÓN DE LOS DERECHOS DEL AUTOR

Free-eBooks.net respeta la propiedad intelectual de otros. Cuando los propietarios de los derechos de un libro envían su trabajo a Free-eBooks.net, nos están dando permiso para distribuir dicho
material. A menos que se indique lo contrario en este libro, este permiso no se transmite a los demás. Por lo tanto, la redistribución de este libro sín el permiso del propietario de los derechos, puede
constituir una infracción a las leyes de propiedad intelectual. Si usted cree que su trabajo se ha utilizado de una manera que constituya una violación a los derechos de autor, por favor, siga nuestras
Recomendaciones y Procedimiento de Reclamos de Violación a Derechos de Autor como se ve en nuestras Condiciones de Servicio aquí:

http://espanol.free-ebooks.net/tos.html

También podría gustarte